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Pediatría en Roma Antigua
Dr. Fernando Domínguez Dieppa
Muchos griegos, en su mayoría esclavos, fueron los médicos de la
República Romana y sobre todo de la Roma Imperial. Fue allí
donde se escribieron y se divulgaron las obras de Areteo de
Capadocia y de Galeno de Pérgamo, así como las de sus
sucesivos compiladores. El primero describió la difteria, la epilepsia
infantil, las parasitosis intestinales y varias malformaciones
congénitas. Pero sin lugar de a dudas, una de las obras médicas
más importantes por su contenido pediátrico fue “Sobre las
Enfermedades de las Mujeres” de Sorano de Éfeso.
A partir de entonces, y durante muchos siglos, los temas de atención médica en la infancia
estuvieron unidos a los de la atención a las madres. En la tercera parte del libro de Sorano
de Éfeso hay 23 capítulos dedicados a los niños y niñas. Los primeros 16 son
exclusivamente sobre la atención del recién nacido. Los siete últimos tratan sobre algunas
afecciones pediátricas como la dentición, inflamaciones de la garganta, aftas, exantemas,
lesiones cutáneas y las convulsiones febriles.
Roma asimiló todo el saber médico pediátrico griego pero fue innovadora en lo referente a
la protección social de la infancia. Los pescadores del Tíber protestaron por el crecido
número de neonatos ahogados que encontraban en sus faenas tras haber sido arrojados
allí por sus propias madres, mientras que los niños deseados eran muy bien atendidos.
Fueron los emperadores Nerva, Trajano y Adriano quienes dictaron leyes para que los
hijos no deseados fueran depositados en las puertas de los templos (expósitos) para ser
cuidados por los sacerdotes y sacerdotisas. También podían ser dejados a los pies de las
columnas lactarias, situadas en los foros y en los mercados, para que alguien los recogiese.
Fue Trajano quien dispuso la creación de instituciones a cargo del estado donde se
atendieran a los niños indigentes para alimentarlos e instruirlos. Obviamente los hijos de
los soldados muertos en campaña tenían derecho a una especial protección y cuidados.
No obstante, la mayoría de los niños llevaba una vida miserable y tenían que trabajar
desde muy temprana edad, lo que muchas veces ponía en peligro su vida y su salud.
Laboraban en minas, cual si ya fueran adultos, niños hasta de 5 ó 6 años. El trabajo infantil
desafortunadamente es una triste y vergonzosa constante histórica que está aún vigente
en algunos de los países de este mundo, donde se continúa practicando impunemente.
Fuente: Arana Amurrio JI: Pediatría. Cuatro mil años de Historia. Madrid, You & US, SA, 2011
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