No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino

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Lección 5 para el 30 de julio de 2016
«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón; a pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; a poner en
libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor» (Lucas 4:18-19)
Al leer Isaías 61:1-2 en
la sinagoga de Nazaret,
Jesús delineó con
claridad cuál sería la
forma en que llevaría
adelante su misión.
No se limitaría a morir por la humanidad, sino
que mostraría con hechos el amor del Padre. Su
misión incluía enseñar, sanar y ministrar en
favor de los más necesitados.
Deliberadamente, omitió la última frase de
Isaías («el día de venganza del Dios nuestro»).
Jesús no vino a tomar venganza de los romanos,
como todos esperaban. Esta faceta de su misión
quedaba reservada a su Segunda Venida.
«No te vengarás, ni guardarás rencor a
los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo Jehová»
(Levítico 19:18)
En diversas ocasiones, Jesús declaro que el
amor a Dios y el amor al prójimo es el
fundamento de la Ley, la motivación que
debe regir cada acto de nuestra vida
(Mateo 22:36-40).
Pero ¿quién es mi prójimo? Para aclarar este
punto, Jesús contó la historia de un hombre
malherido y sus tres posibles «prójimos»
(Lucas 10:29-37).
Esta historia nos enseña nuestra obligación de
ser el prójimo de cualquiera que esté
necesitado, y esté en nuestras manos el poder
ayudarle o paliar de alguna manera su
necesidad… aunque esto suponga un sacrificio
o incomodidad para nosotros mismos.
«Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la
sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No
sirve más para nada, sino para ser echada
fuera y hollada por los hombres» (Mateo 5:13)
La misión de los hijos de Dios es ser «sal de la
tierra». La sal tiene características especiales que la
hacen útil solo cuando se mezcla con los alimentos.
Puede evitar su descomposición o realzar su sabor.
La sal solo es efectiva si mantiene su identidad
especial, su capacidad de dar sabor. Cuando el
cristiano no se diferencia de su entorno (no ama a
su prójimo) no es útil, no tiene nada bueno que
aportar (Deuteronomio 12:30).
Debemos mezclarnos con nuestra comunidad para
mejorarla. Seremos agentes transformadores que
producirán una diferencia positiva en sus vidas y,
por extensión, llevarles a lo que realmente importa
en la vida: la salvación en Jesús.
«Y el que siega recibe salario, y recoge fruto
para vida eterna, para que el que siembra goce
juntamente con el que siega» (Juan 4:36)
Jesús comparó la misión de la iglesia con el
proceso agrícola. ¿Qué fases podemos definir
a partir de esta comparación?
Preparación del terreno. Analizar la comunidad donde queremos
introducir el Evangelio. Ver la forma como podemos quitar las
«piedras» y los «espinos» que pueden obstruir la cosecha (Mateo 13:3-8).
Siembra de la semilla. Atender las necesidades de la comunidad y
realizar seminarios, iniciar estudios bíblicos y organizar grupos
pequeños.
Cuidado de los campos sembrados. Orar por el Espíritu Santo y
perseverar en las actividades misioneras.
Siega del cultivo. Campañas de evangelismo u otras actividades
enfocadas de manera que las personas tomen su decisión por Cristo.
«“Uno es el que siembra y otro es el que siega” (Juan 4:37). El
Salvador dijo estas palabras antes de la ordenación y envío de
sus discípulos. Por toda Judea, Cristo había estado sembrando
las semillas de verdad. Clara y distintamente, había bosquejado
el plan de salvación; porque la verdad no languidecía nunca en
sus labios. La obra terrena del gran Maestro iba a acabar
pronto. Los discípulos habían de seguir después, segando donde
él había sembrado, para que el Sembrador y los segadores se
regocijasen juntos»
E.G.W. (Obreros evangélicos, pg. 425)
«No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de
alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón;
porque el obrero es digno de su alimento» (Mateo 10:9-10)
¿Cómo podían los apóstoles predicar el
evangelio sin medios para sustentarse para
realizar esa tarea? Jesús esperaba (y así fue)
que las personas beneficiadas por la labor de
los apóstoles les apoyaran materialmente.
Podemos extendernos en nuestra comunidad
siguiendo las enseñanzas de Jesús y el modo
en que vivió.
Una de las mejores maneras de plantar una
iglesia es plantar primero un ministerio que
atienda las necesidades de la comunidad; y
luego, iniciar la iglesia en sí.
Interésate por las necesidades de tu
comunidad y desarrolla un proyecto para
suplir esas necesidades.
«Todos debemos llegar a ser testigos de Jesús. El
poder social, santificado por la gracia de Cristo,
debe ser aprovechado para ganar almas para el
Salvador. Vea el mundo que no estamos
egoístamente absortos en nuestros propios
intereses, sino que deseamos que otros participen
de nuestras bendiciones y privilegios. Dejémosle
ver que nuestra religión no nos hace faltos de
simpatía ni exigentes. Sirvan como Cristo sirvió,
para beneficio de los hombres, todos aquellos que
profesan haberle hallado»
E.G.W. (El hogar cristiano, pg. 388)
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