textos sobre la revolución industrial y el movimiento obrero

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TEXTOS SOBRE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL MOVIMIENTO OBRERO
“La invención y el uso de la máquina de cardar lana, que tiene como consecuencia reducir la mano de obra
de la forma más inquietante produce (en los artesanos) el temor serio y justificado de convertirse, ellos y
sus familias, en una pesada carga para el Estado. Constatan que una sola máquina, manejada por un adulto
y mantenida por cinco o seis niños realiza tanto trabajo como treinta hombres trabajando a mano según el
método antiguo (...). La introducción de dicha máquina tendrá como efecto casi inmediato privar de sus
medios de vida a gran parte de los artesanos. Todos los negocios serán acaparados por unos pocos
empresarios poderosos y ricos (...). Las máquinas cuyo uso los peticionarios lamentan se multiplican
rápidamente por todo el reino y hacen sentir ya con crueldad sus efectos: muchos de nosotros estamos ya
sin trabajo y sin pan.”
Extraído del Diario de la Cámara de los Comunes, 1794.
“El obrero artesano, en general, comparte su trabajo con el maestro. Hay entre ellos relaciones de
igualdad. Algunas veces son amigos. Su trabajo, tal vez de más difícil ejecución que el nuestro, tiene el
aliciente de la variedad y el atractivo de la aprobación de los demás. Nuestro trabajo se verifica bajo
opuestas condiciones. Metidos en cuadras donde impera una severa disciplina, parecemos un rebaño de
esclavos sujetos a la vara del señor. Colocados juno a las máquinas, somos servidores de éstas. Desde las
cinco de la mañana hasta las siete y media de la tarde siempre hacemos lo mismo. Para nosotros, lejos de
ser el fabricante nuestro igual, es el ojo vigilante y el espía de nuestras acciones. Nunca trabajamos
bastante. Siempre descontento de nosotros, no podemos menos de ver en él nuestro tirano.”
Escrito de un obrero (26 de junio de 1856). Extraído de “Los hiladores de Barcelona”, en Historia
de España, Ed. Labor, Vol. VIII.
En las manufacturas de la lana, la máquina cardadora, la máquina hiladora y la lanzadera volante han
reducido el trabajo manual en un tercio, y cada una de ellas en su primera introducción provocó la alarma
de los trabajadores, a pesar de que todas han contribuido a mejorar los salarios y a incrementar el
comercio, hasta el punto de que si se intentase hoy privarnos de su uso, no hay duda que toda persona
relacionada con este negocio debería defenderlas.
Partiendo de estas premisas los empresarios abajo firmantes, pensamos que es un deber hacia nosotros
mismos, a la ciudad de Leeds y en general al país entero, declarar que protegeremos y apoyaremos el libre
uso de cualquier mejora propuesta para el sector textil por todos los medios legales a nuestro alcance (...)"
Petición elevada por los empresarios textiles de Leeds en defensa de las máquinas
"Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y
a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A
veces canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en
el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a
leer. (...) Me enseñan a rezar (...) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra
y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela
que estar en la mina."
Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido por la Comisión
Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842.
"Tuve frecuentes oportunidades de ver gente saliendo de las fábricas y ocasionalmente atenderles como
pacientes. El pasado verano visité tres fábricas algodoneras con el Dr. Clough de Preston y con el Sr.
Baker de Manchester y no fuimos capaces de permanecer diez minutos en la fábrica sin empezar a jadear
por falta de aire. ¿Cómo es posible que quienes están condenados a permanecer ahí doce o catorce horas lo
soporten? Si tenemos en cuenta la temperatura del aire y su contaminación no puedo llegar a concebir
como los trabajadores pueden soportar el confinamiento durante tan largo periodo de tiempo."
Declaraciones efectuados por el Dr. Ward de Manchester en una investigación sobre la salud en las
fábricas textiles en marzo de 1819.
“En esta fábrica trabajan mil quinientas personas, y más de la mitad tienen menos de quince años. La
mayoría de los niños están descalzos. El trabajo comienza a las cinco y media de la mañana y termina a las
siete de las tarde, con altos de media hora para el desayuno y una hora para la comida. Los mecánicos
tienen media hora para la merienda, pero no los niños ni los otros obreros (...).
Cuando estuve en Oxford Road, Manchester, observé la salida de los trabajadores cuando abandonaban la
fábrica a las doce de la mañana. Los niños, en su casi totalidad, tenían aspecto enfermizo; eran pequeños,
enclenques e iban descalzos. Muchos parecían no tener más de siete años. Los hombres en su mayoría de
dieciséis a veinticuatro años, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las de
apariencia más saludable, aunque no vi ninguna de aspecto lozano (...). Aquí vi, o creí ver, una raza
degenerada, seres humanos achaparrados, debilitados y depravados, hombres y mujeres que no llegarán a
ancianos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un espectáculo lúgubre (...)”
Charles Turner Thackrah. Los efectos de los oficios, trabajos y profesiones, y de las situaciones
civiles y formas de vida, sobre la salud y la longevidad. 1832.
“Las influencias desfavorables, en los obreros, del trabajo de la fábrica son: 1. La desagradable necesidad
de constreñir sus esfuerzos intelectuales y físicos a un paso igual al del movimiento de la máquina (...) 2.
La persistencia en una posición recta, por espacios de tiempo demasiado largos (...) 3. La privación del
sueño por la larga jornada de trabajo (...) Los locales de trabajo, frecuentemente, son bajos, deprimentes,
polvorientos y húmedos, el aire impuro, la atmósfera recalentada, y continua transpiración (...) El
muchacho de la fábrica no tiene un momento libre fuera del destinado a almorzar, y sólo entonce sale al
aire libre (...)”
F. Engels. La situación de la clase obrera. (Informe del Dr. D. Barry). 1845.
"En la tarde del viernes, alrededor de las cuatro, un numeroso grupo de revoltosos atacó la fábrica de
tejidos pertenecientes a los señores Wroe y Duncroft, en West Houghton (...), y, encontrándola
desprotegida, pronto se apoderaron de ella. Inmediatamente la incendiaron y todo el edificio con su
valiosa maquinaria, tejidos, etc., fue completamente destruido. Los daños ocasionados son inmensos,
habiendo costado la fábrica sola 6.000 libras. La razón aducida para justificar este acto horrible es, como
en Middleton, el "tejido a vapor". A causa de este espantoso suceso, dos respetables familias han sufrido
un daño grave e irreparable y un gran número de pobres han quedado sin empleo. Los revoltosos parecen
dirigir su venganza contra toda clase de adelantos en las maquinarias". ¡Cuán errados están! ¿Qué habría
sido de este país sin tales adelantos?"
Annual Register, 26 de abril de 1812.
“La experiencia ha mostrado ya todo lo que puede producir el trabajo de los niños y la ventaja que se
puede hallar en emplearlos tempranamente en las labores de que son capaces. El desarrollo de las escuelas
de Industria debe dar también resultados materiales importantes. Si alguien se tomase la molestia de
calcular el valor total de lo que ganan desde ahora los niños educados según este método, se sorprendería
al considerar la carga de que exonera al país su trabajo, que basta para subvenir a su mantenimiento, y los
ingresos que sus esfuerzos laboriosos y los hábitos en los que son formados viene añadir a la riqueza
nacional."
Discurso de William Pitt en la discusión de Hill Whitbread sobre la asisencia pública. 12 de febrero
de 1796.
“Manchester tiene no menos de 40.000 habitantes. La ciudad está construida de modo que puede vivirse
en ella durante años y años y pasearse diariamente de un extremo a otro, sin encontrarse con un barrio
obrero o tener contacto con obreros, hasta tanto uno no vaya de paseo o por sus propios negocios. Esto
sucede principalmente por el hecho de que, sea por tácito acuerdo, sea por intención consciente y
manifiesta, los barrios habitados por la clase obrera están netamente separados de los de la clase media.”
F. Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra. 1845.
“La burguesía ha sometido el campo a la denominación de ciudad. Ha creado ciudades enormes, ha
incrementado en alto grado el número de la población urbana con relación a la rural. Ha hecho depender a
los países bárbaros y semibárbaros de los civilizados, a los pueblos campesinos de los pueblos burgueses,
al Oriente de Occidentes. La burguesía va superando cada vez más la fragmentación de los medios de
producción, de la propiedad, de la población. Ha centralizado los medios de producción y ha concentrado
la propiedad en unas pocas manos.”
Marx y Engels. Manifiesto del Partido Comunista. 1848.
“La miseria es tan grande en Dublín, que un solo instituto de beneficencia, la Mendicity Association
recoge cada día a 2.500 personas, esto es, el 1 % de la población, a las cuales atiende únicamente de día,
suministrándoles el alimento. Las mismas cosas nos cuenta el Dr. Alison en lo referente a Edimburgo,
ciudad cuya magnífica ubicación le ha valido el nombre de Atenas, y cuyo barrio aristocrático, en la parte
nueva de la ciudad, contrasta de modo estridente con la enorme miseria del barrio pobre, en la ciudad
vieja. Alison sostiene que esta parte de la ciudad es sucia y tan fea como los peores barrios de Dublín y
que la Mendicity Association tendria que socorrer en Edimburgo a un número de gente necesitada,
proporcionalmente igual al de la capital irlandesa; agrega que los pobres, en Escocia, y particularmente en
Edimburgo y Glasgow, están en peores condiciones que los de cualquier otra parte del imperio británico, y
que los más miserables no son los irlandeses, sino los escoceses. El Dr. Lee, pastor de la vieja iglesia de
Edimburgo, declaró, en el año 1836, ante la Commission of Reliqions Instruction: ”Que no había visto
nunca, antes, una miseria como la de su parroquia. La gente no tiene muebles, les falta todo, a menudo
habitan dos parejas de esposos en la misma habitación. Un día visitó siete casas en las que no encontró
ninguna cama, en algunas ni siquiera paja; personas de ochenta años dormían sobre un armazón de
madera. Casi todas permanecían vestidas durante la noche. En un sótano había encontrado dos familias de
campesinos escoceses: dos de los hijos habían muerto poco después de haber llegado a la ciudad, el
tercero estaba moribundo en el momento en que los visitó; para cada familia había sobre el pavimento un
montoncito de paja sucia; además, el sótano -donde no era posible reconocer a una persona en pleno díatambién daba alberque a un asno. El ver tanta miseria en un país como Escocia, haría sangrar a un corazón
de piedra”. Datos semejantes aporta el Dr. Hennen. en el Edimburgh Medical and Surgical Journal, Por un
informe parlamentario sabemos qué inmundicia reina en las casas de los pobres, en Edimburgo; cosa
naturalísima, por lo demás, en tales circunstancias. Sobre los barrotes de las camas, las gallináceas
encuentran su refugio por la noche; perros y hasta caballos duermen con los hombres en las mismas
piezas, y una consecuencia natural es la presencia, en estas habitaciones, de ejércitos de animales parásitos
y de una horrible suciedad y hedor. La forma en que está construida Edimburgo favorece todo lo posible
este horrible estado de cosas. La ciudad vieja está edificada sobre los dos lados de una colina, sobre cuya
loma corre la calle alta (High street). De ésta se desparraman a ambos lados, bajando de la colina, cantidad
de sendas estrechas y curvas, llamadas, por lo tortuosas, wynds, y ellas forman el barrio proletario.
Las casas de las ciudades escocesas tienen, generalmente, cinco o seis pisos
-como en París y contrariamente a las ciudades inglesas, donde, en lo posible, cada uno tiene su casa
aparte- y cada una está habitada por un gran número de familias; la aglomeración de muchos individuos en
una pequeña superficie es, por esta causa, mayor. ‘Estas calles -dice un diario inglés en un artículo sobre
las condiciones sanitarias de los trabajadores en las ciudades- son tan estrechas, que desde la ventana de
una casa se puede entrar en la casa de enfrente, y las casas son altas como torres, de modo que la luz
apenas puede penetrar en los patios y las calles. En estos lugares de la ciudad no existen cloacas, ni hay en
las casas cañerías o retretes, y, por lo tanto, cada noche, todas las inmundicias, los residuos y excrementos,
de por lo menos 50.000 personas, son arrojados a los albañales, de modo que, a pesar del barrido de las
calles, se produce una capa de suciedad estancada y un olor nauseabundo. Y con esto, no solamente se
ofende la vista y el olfato, sino que además está dañada, en alto grado, la salud de los habitantes. ¿No es
de maravillarse que en tales condiciones estén completamente postergadas todas las normas de salud, la
moral y aún de la más elemental conveniencia? Por el contrario, todos los que conocen de cerca las
condiciones de los habitantes, pueden testimoniar el alto grado alcanzado por la miseria, las enfermedades
y la inmoralidad. La sociedad ha caído, en estos lugares, en un estado de miseria indescriptible, Las
habitaciones de las clases más pobres son, en general, muy sucias, y evidentemente no han sido nunca
limpiadas; constan, en la mayoría de los casos, de una sola pieza, que por la pésima ventilación y a causa
de las ventanas rotas e inadecuadas, es fría, muchas veces húmeda y se encuentra en parte bajo tierra,
siempre mal amueblada y, por lo tanto, inhabitable. A menudo, un montón de paja sirve de lecho a una
familia entera; sobre él yacen hombre y mujeres, viejos y jóvenes, en una promiscuidad repugnante. El
agua se obtiene sólo de pozos públicos, y la fatiga requerida para bombearla justifica, naturalmente, todas
las suciedades posibles.
En otras grandes ciudades marítimas no se ve nada mejor. Liverpool, con todo su comercio, su esplendor y
su riqueza trata a sus obreros con la misma barbarie. Una quinta parte de la población, es decir, 45.000
hombres, habitan en estrechos sótanos oscuros, húmedos y mal ventilados; de éstos existen en la ciudad
7.862. Además, hay 2.275 patios (courts), es decir, pequeñas plazas con construcciones a los cuatros lados
y con un solo pasaje, en general cubierto, y, por lo tanto, sin ventilación. En Bristol fueron visitadas, en
una ocasión, 2.800 familias obreras, y de ellas, el 46 % por ciento tenían una sola habitación.
Las mismas condiciones encontramos en las ciudades industriales. Nottingham tiene en total, 11.000
casas, de las cuales, de siete mil a ocho mil están construidas con el muro posterior en común, de manera
que es imposible cualquier clase de ventilación; además, existe una sola letrina en común para muchas
casas. En una inspección recientemente hecha se comprobó que muchas filas de casas están construidas
sobre húmedos albañales, cubiertos sólo con una capa de pavimento. En Leicester, Derby y Sheffield no se
ve otra cosa. Sobre Birmingham informa el articulo citado del Artizan: “En las partes viejas de la ciudad
existen muchas localidades sucias y descuidadas, llenas de montones de residuos y cenagales. Los patios,
muy numerosos, en Birmingham suman más de 2.000 y albergan a la mayor parte de la clase obrera; son,
en su mayoría, estrechos y fangosos, mal ventilados y con malos desagües; encierran de ocho a veinte
casas, la mayor parte de las cuales reciben el aire de una sola parte, porque tienen el muro posterior en
común con otra casa, y en el fondo del patio existe un depósito de desperdicios, o algo semejante, cuyo
aspecto es indescriptible. Debemos señalar que las nuevas construcciones están dispuestas más
racionalmente y mantenidas con mayor decencia; y también que en los patios, los cottages están menos
apretados que en Manchester y Liverpool. Por esto, en períodos en que dominaban enfermedades
epidémicas, Birmingham tuvo un número mucho menor de muertos que Wolvehampton, Dudley y Bilston
que están sólo a algunas millas de aquélla. En Birmingham, los sótanos que sirven para habitaciones son
desconocidos, aunque algunos locales para sótano sean impropiamente utilizados como ateliers. Las casas
de albergue para obreros son bastante numerosas (más de 400), sobre todo en los patios del centro de la
ciudad; son casi todas repugnantemente sucias y húmedas, y sirven de refugio a pordioseros, vagabundos
(trampers), ladrones y prostitutas, que alli comen, beben, fuman y duermen, sin ninguna consideración a
las conveniencias o al confort, en una atmósfera soportable sólo para esa gente degradada".
F. Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra, 1845.
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