Hacia sociedades más resilientes frente a la sequía

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Hacia sociedades más resilientes frente a la sequía
Michel Jarraud, Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial; José Graziano da
Silva, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura; y Luc Gnacadja, Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de
Lucha contra la Desertificación
Las sequías han marcado la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. A pesar de
que carecen del aspecto dramático que caracteriza a los terremotos o los huracanes, la sequía
causa la muerte y el desplazamiento de más personas que cualquier otro tipo de desastre natural.
Tan solo en los últimos años, las sequías han asolado lugares como Australia, Brasil, Djibouti,
España, sureste de Europa, México, Rusia, Somalia y Estados Unidos.
La variabilidad del clima y el cambio climático amenazan con provocar un mayor aumento de las
temperaturas, una mayor evaporación y una alteración de los regímenes de la precipitación en los
años venideros. Si bien las precipitaciones y los suministros de agua varían en todo el mundo, los
países más vulnerables a las sequías graves son los de las zonas áridas del planeta, que desde
1950 han aumentado en casi un dos por ciento por decenio.
Las comunidades más pobres de África y de Asia occidental están particularmente expuestas a
ese riesgo. Los efectos pueden prolongarse hasta mucho después de que vuelvan las lluvias y
durante ese tiempo los alimentos seguirán siendo escasos y caros y se agotarán los recursos
hídricos, se erosionará el suelo, se debilitará el ganado durante años.
A menudo una nueva sequía asola una zona afectada antes de que las comunidades locales
hayan tenido tiempo de recuperarse de la última. Las sequías recurrentes y otros fenómenos
meteorológicos extremos erosionan la capacidad de respuesta de las familias vulnerables y hacen
que estas dependan aún más de la ayuda externa. Esa situación puede degenerar en conflictos
que a veces traspasan las fronteras nacionales.
El costo de la inacción es elevado. A pesar de ello, la sequía rara vez inspira a los gobiernos a
responder de manera proactiva, tal vez porque se trata de un fenómeno progresivo que avanza
lentamente con el tiempo y a través de vastas zonas. Con demasiada frecuencia los países
quedan atrapados en un círculo vicioso: se produce una sequía, la población se preocupa, sufre,
vuelven las precipitaciones, se desvanecen los recuerdos… y vuelta a empezar.
Ha llegado el momento de romper esa tendencia y pasar de la gestión de la crisis a la adopción de
estrategias de gestión del riesgo que hagan que la sociedad sea realmente resiliente frente a la
sequía. Este es un desafío cada vez más complejo debido a que la sequía no solo afecta a la
producción agrícola sino también a los recursos energéticos, el transporte, los suministros de agua
urbanos y la silvicultura, lo que fomenta la competencia entre diferentes usuarios de las tierras y el
agua.
Cambio de paradigma
A fin de reducir nuestra vulnerabilidad frente a la sequía, debemos invertir la tendencia pasando
de la gestión pasiva de la crisis a la gestión proactiva del riesgo. Debemos fomentar la capacidad
de la sociedad para capear la situación antes de que se produzca la siguiente sequía. Los marcos
de políticas nacionales que mejoran la predicción de la sequía y ponen esta información a
disposición de las comunidades para que estas puedan actuar, son indispensables. A fin de
promover este enfoque, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la Secretaría de la
Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con otras organizaciones
asociadas, están organizando una Reunión de alto nivel de políticas nacionales sobre la sequía
que tendrá lugar del 11 al 15 de marzo en 2013 en Ginebra, Suiza.
Los agricultores siempre desempeñarán un papel esencial en la preparación frente a la sequía.
El aumento de la sostenibilidad y la productividad de la agricultura propensa a la sequía podrían
implicar la introducción de variedades de cultivo más resistentes a la sequía y técnicas sostenibles
de ordenación sostenible de la tierra que aumenten la fertilidad del suelo. La mejora del acceso a
los mercados y la financiación hace que los agricultores sean más resilientes. Estos recursos
deben introducirse de manera que alienten a los agricultores y otros productores rurales a ser
autosuficientes en la gestión de la variabilidad climática.
Aprovechando los recientes avances en el control de la sequía y la predicción del clima, los
gobiernos pueden empoderar a las comunidades locales para anticipar la sequía, prepararse para
hacerle frente y reducir sus impactos. Pueden promover la colaboración entre científicos y
gestores para mejorar las redes de observación, la predicción, los servicios de información y la
investigación aplicada. También pueden contribuir a que el público entienda mejor el fenómeno de
la sequía y esté mejor preparado para hacerle frente.
La facilitación de información y la prestación de servicios relacionados con la sequía son más
eficaces cuando todos los actores, incluidos los gobiernos locales, regionales y nacionales,
coordinan sus esfuerzos. Los gestores de recursos, los educadores, los proveedores de asistencia
sanitaria, la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, el sector privado y otros
actores deberían participar en la elaboración y aplicación de políticas. Ello garantizará que la
gestión de riesgos, la administración de recursos, la protección ambiental y la educación pública
se integren plenamente en la preparación frente a la sequía. El acceso a los seguros, junto con
una cuidadosa planificación para casos de emergencia y de socorro y unas redes fuertes de
protección, también son pilares esenciales.
No podemos evitar la sequía pero tenemos los conocimientos y la experiencia necesarios para
adoptar medidas que evitarán que la sequía dé lugar a crisis o hambrunas. Ahora es necesario
terminar de adoptar este nuevo paradigma y pasar de la reacción a la resiliencia.
Ginebra/Roma/Bonn, marzo de 2013
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