Rafael Fauquié TESTIMONIOS, ESP EJI SMOS Y DES CONC IERT OS Testimonios, espejismos y desconciertos 2 Alejandra: sé que la distancia que ahora nos separa se borrará algún día para unirnos. Testimonios, espejismos y desconciertos 3 “La poesía nace de los instantes en que alzamos la cabeza y descubrimos con estupor la vida.” Cesare Pavese “Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo”. Antonio Porchia: Voces “No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría.” Hermann Hesse: Demian “Cada hombre es Adán:/ con él comienza el mundo.” Octavio Paz. Árbol adentro “Toda palabra de fragmento y toda reflexión fragmentaria exigen esto: una reiteración y una pluralidad infinitas.” Maurice Blanchot: Lignes “Hoy el arte es un nuevo tipo de instrumento, un instrumento para modificar la conciencia y organizar nuevos modos de sensibilidad.” Susan Sontag: Estilos radicales Testimonios, espejismos y desconciertos Advertencia A lo largo de las páginas de este libro aparecen, intercalados, textos o fragmentos de textos de algunos libros míos. Creo en una escritura que es, sobre todo, continuidad y rumbo. ¿Y, qué mejor manera de corroborarlo que acompañando las voces de mi presente con mis voces de otros tiempos? Todos mis libros son, en realidad, un mismo libro haciéndose y rehaciéndose sin cesar: eco y reflejo de huellas que van escribiendo itinerarios... Mis voces de hace varios años y mis voces de ahora, mis percepciones de entonces y mis percepciones actuales: todo es parte de una tonalidad cambiante y, a la vez, permanente; como cambiantes son las palabras, o la vida, o la vida de las palabras... 4 Testimonios, espejismos y desconciertos Escribir en el desierto 5 Testimonios, espejismos y desconciertos 6 En Así habló Zaratustra, dice Nietzsche: “El desierto crece”. Comentario muy similar, por cierto, al que hiciera Kierkegaard refiriéndose a los aforismos del escritor alemán Georg Christoph Lichtenberg: “¡Gracias por esta voz en el desierto!”; y, en cierta forma, parecido también a la definición de Baudelaire sobre el hombre moderno: “solitario de imaginación activa, siempre en viaje a través del gran desierto de los hombres”. El desierto que percibían Nietzsche y Kierkegaard, el desierto al que aludía Baudelaire... ¿Qué era? ¿Acaso la visión de una nueva época en la que estaba entrando la Humanidad? ¿Una convicción de que para Occidente, tras largas percepciones de avance y muchas idolatrías de progreso, había comenzado una nueva era de incertidumbres? Existe cierta diferencia entre el desierto al que se refieren Nietzsche y Kierkegaard y ése al que alude Baudelaire. El de aquéllos implica devastación, agotamiento; el de éste es más bien una alusión a multitudes y a generalizadas abundancias, a toda clase de homogeneidades y cosificaciones... De todos modos, la idea de los tres se parece: desierto es devastación, confusa vastedad, ajenidad, extravío... En suma: desierto sería ese espacio humano en el que, como supo metaforizar Nietzsche, los dioses han desaparecido y el tiempo ha dejado de significar continuidad o avance para hacerse inacabable reiteración; de alguna manera, metáfora de una nueva era en la que parecía haber entrado la Humanidad: la de la supervivencia. “El tiempo de la supervivencia –digo en mi libro Arrogante último esplendor*- es el del equilibrio en medio de lo siempre precario, el de la previsión ante lo inesperado, el tiempo donde no existen ni débiles ni fuertes, porque todos, eventualmente, somos débiles; porque todos, definitivamente, somos vulnerables.” Vulnerabilidad: acaso el sentimiento más común dentro de un mundo en el que parecieran estar naciendo nuevas comprensiones relacionadas, en su mayor parte, con la desorientación y la incertidumbre. Heidegger dijo que los poetas eran los más indicados para nombrar las genuinas comprensiones del ser humano ante su tiempo. En un mundo vulnerable, surge para los poetas la necesidad de * Caracas, Equinoccio, ediciones de la Universidad Simón Bolívar, 1998 Testimonios, espejismos y desconciertos 7 buscar nuevas voces que, entre otras cosas, aferren a los seres humanos a ellos mismos: a sus memorias, a sus verdades, a sus pequeñas particulares irrealidades. Por otra parte, si la desorientación, el escepticismo y la vulnerabilidad son sentimientos dominantes en nuestros días, las voces que los aludan no podrían dejar de reiterar múltiples desoladas entonaciones. Borges comentó que en nuestra época la novela se había convertido en el género más frecuentado, que cierta superstición literaria había determinado que en la novela reposaba la índole de cuanto fuese literario. Pero junto a esa superstición existen también otras; como, por ejemplo, la que dice que en la creciente tonalidad autobiográfica de la literatura de nuestros días se ven reflejados muchos colectivos pasos y sentimientos y aprendizajes y miradas y miedos; que en las voces poéticas que hablan en primera persona se escucha el eco de muchas interrogantes, incertidumbres y temores que nos pertenecen a casi todos. O superstición de lo rápido, de lo inmediato y de lo efímero que ha terminado por familiarizarnos con escrituras capaces de reproducir la discontinuidad y fragmentación de los discursos humanos dentro de un mundo donde los grandes sistemas de pensamiento y las visiones de totalidad, resultan insuficientes para expresar eso que el hombre es o siente o cree. En relación al texto Voces de Antonio Porchia, leí alguna vez que no era frecuente que un autor que cultivase el género aforístico se preocupara demasiado por publicar. Algo que me recuerda lo que dijo Nietzsche, también un gran cultor de aforismos, acerca de no respetar demasiado el esfuerzo de un ser de palabras que se fijase como meta muy precisa volcar la escritura de sus fragmentos en libro. Personalmente, opino todo lo contrario: creo que es admirable el esfuerzo de seres de palabras empeñados en hacer de esas voces que, rápidas los rondan, un texto; o sea: espacio literario, a veces anamórfico, a veces nítido y acabado, pero siempre forma audible, inteligible expresión por entre el barullo de tantísimas vociferaciones o en medio del silencio que suman demasiadas soledades. Vivir es caminar sin cesar nunca de buscar. Buscar... ¿Qué? En el fondo, acaso siempre lo mismo: un significado para los días vividos. Y es que, como dije alguna vez, el hombre puede soportarlo todo, todo, menos el sentimiento de Testimonios, espejismos y desconciertos 8 estar viviendo un tiempo absurdo que no lo conduzca hacia ninguna parte. Si, como fue la visión lúcida y a la vez terrible de Nietzsche, los seres humanos nos percibimos viviendo en un mundo sin dioses, sin Dios, entonces no nos queda otra alternativa que descubrir en nuestras opciones de vida cierta plenitud que llegue a hacerse finalidad en sí misma: aquí y ahora. Y, a fin de cuentas, de todo eso tratan estas páginas: de la necesaria relación entre la felicidad y la vida y entre la vida y la escritura; y, en medio, de algunas respuestas a las muchas curiosidades sobre las que, personalmente, he ido apoyando mi propio esfuerzo de caminante ante el muy difícil aprendizaje –¿o debería llamarlo arte?- de vivir, de saber vivir. Testimonios, espejismos y desconciertos 9 I “Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante ... Mirará con ojos bien abiertos todo lo que pase realmente en el mundo.” Nietzsche: Humano demasiado humano “No dejaremos de explorar/ Y el final de la exploración será/ Llegar al punto de partida/ Y conocer el sitio por primera vez.” T.S.Eliot Testimonios, espejismos y desconciertos 10 Hago de mis instantes de lucidez fragmentada hilvanación de pasos, aprendizajes y búsquedas. Soy eso que he escogido ser en mi camino; eso que sus rutas, a veces azarientas, a veces previsibles, fueron haciendo de mí; eso que sus instantes dibujaron lentamente sobre mi rostro. Me esfuerzo por rodearme de espacios donde ser sólo yo en medio de mis comprensiones y asombros; lugares desde los cuales resistir el tiempo o acompañarlo con mis curiosidades y argumentos; sitios que podrían ser muchas cosas: ilusión, morada, espejismo, almena, refugio... Vivo el presente al lado de la memoria de mi pasado y en la expectativa de mi futuro. Vivo el tiempo entre la ilusión y el recuerdo. Humanamente habito entre evocaciones y esperanzas. Concibo mi tiempo como un camino donde las huellas necesitan poseer un diseño, un sentido, un destino. Testimonios, espejismos y desconciertos 11 “Aquí, entre pared y pared, entre techo y suelo. Aquí mi sitio, aquí mi puesto, aquí mi centro enlarvado y cósmico. Especular punto microscópico y fugaz; crisálida de acero, ínfimo cajón inmenso. Aquí, en mi rincón: con miedo a cuestas, con ansia de camino y puente; fabricando quimeras, deshaciendo nudos, contando horas que, a veces, siento que no me pertenecen.”* A diferencia de los animales, que conocen sólo su presente; o de los dioses, que no ignoran ni el pasado ni el porvenir, el ser humano habita entre el conocimiento de su pasado y la esperanza de su futuro. Por eso, cabe para él una felicidad imposible para los animales, que sólo saben de sentidos colmados en el ahora; e imposible, también, para los dioses, que poseedores de todas las respuestas, desconocen la ilusión, la curiosidad y el asombro. Dentro del enigma de mi cotidiano azar avanzo junto a mis ilusiones y espejismos; tratando de aferrarme a oportunidades y aciertos, y, sobre todo, rehuyendo la indiferencia: esa negación del sentido mismo del camino. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 12 Más que de avanzar, de lo que se trata es de convertir nuestros pasos en aceptadas huellas. Son muchos los errores que podría cometer en mi camino; uno de los más graves: interrumpir su fluidez. Estoy obligado a respetar la continuidad del camino y a cumplir en él, al menos, con dos normas sagradas: ni eludirlo ni soslayar su linealidad. Me debilito cuando mis pasos contradicen las señales que me muestra el camino. Aprendo del camino a medida que lo recorro. Testimonios, espejismos y desconciertos 13 Distinguir en el camino sólo absolutos y guiarnos únicamente por la luz y el calor de esos absolutos, pudiera significar calcinarnos. Los espacios que construí me estrechan dentro de cada vez más reducidos linderos. Avanzo y me limito. Avanzo y me peculiarizo. Cada nueva selección es un descarte: lo que escojo me apartará para siempre de lo que rechacé. Estrechamiento de linderos: una manera como cualquier otra de definir los aprendizajes en el camino. “Vengo de la tierra inverosímil de inverosimiles promesas, la de las cosechas secas y la de los castillos de papel que yerguen hacia cielos imposibles sus quimeras, la del oro pintado con pincel en oropéndolas y bambalinas de fiestas y verbenas. Soy del país escarabajo con petición y súplica a cuestas y flores marchitas antes de tiempo y esmeraldas opacas y tierras secas. Soy de un universo sin leyes: el de la siesta ininterrumpida, el de tiempo de peldaños de escalera, el de Testimonios, espejismos y desconciertos 14 fuego en el fondo y la punta de sus pozos, el de lo paradójico y absurdo a un mismo tiempo, el de lo mágico y real en un momento. Yo vengo del mundo donde años e instantes germinan de una misma e intemporal semilla. Donde batallones infinitos de hormigas pululan alrededor de un mismo muerto. Vengo del centro mismo de la tierra, allí donde se detuvo hasta el tiempo, donde la vida y la muerte se dan la mano en las mañanas, donde lo grotesco se hizo costumbre rutinaria, donde la noche no deja ver al vecino ni al amigo ni al hermano. Vengo del lugar vencido antes de tiempo. Allí murió la recompensa ahogada en un gran vaso de vinagre negro. Allí la esperanza desapareció entre escombros. Allí se quebró en mil pedazos un sueño de crespúsculo y una ilusión de aurora.”* Habitar, caminar: actos que precisan, por igual, del equilibrio y la armonía. Pulsión hacia el deslinde: una forma de acatar esa peculiaridad que somos. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 15 Interminables paradojas del camino: en él los aciertos conviven con los errores y las derrotas nos acercan a victorias que lucían imposibles. Los fracasos se convierten en impulso hacia genuinos avances. Vivimos la alegría junto a la tristeza y sabemos de la fortaleza tras intuir la debilidad. El tiempo inhóspito deja paso a la cotidianidad cobijante y la áspera intemperie llega a transformarse en acogedora morada. Reconocemos lo deseable tras saber qué nos repugna. Somos fuertes y, a la vez, débiles. Aceptamos eso que somos sabiendo que siempre existirán muchas cosas que no podríamos aceptar de nosotros. Nuestras frustraciones iluminarán posibles futuras alegrías, nuestros presentes extravíos podrían convertirse en venideras certezas y nuestras actuales convicciones augurar próximos desconciertos. Lo que más creemos saber acaso sea lo que más groseramente ignoramos, lo que más nos atemoriza tal vez sea lo que menos nos desoriente y lo que más nos exalta pudiera ser eso que con mayor fuerza nos condene a la confusión. ¡En el camino, me propongo no renegar de ningún hallazgo! ¡Que sean siempre en él la suma, el añadido, las necesarias inclusiones! Testimonios, espejismos y desconciertos 16 Hace mucho tiempo, mi casa empezó a hacerse sólo separación; luego, a medida que me desplazaba por territorios en los que aprendí a reconocer mi rostro en medio de otros rostros, la fui transformando en morada desde la que tendí puentes hacia el afuera. Poco a poco, he aprendido a hacer de mi casa voluntad: de resistencia, de continuidad, de esperanza. Mi casa: sitio donde protegerme de ese sentido inhóspito y carcelario que tantas veces posee la vida; escondrijo del que estarán necesariamente ausentes las intromisiones, los rostros prescindibles, los innecesarios testigos. En mi casa soy tan libre como puedo serlo dentro de mis límites. Opuestos a mi casa se encuentran la intemperie y el laberinto: sitios de inhóspita soledad en los que encarnan algunas inexorables pruebas a las que nos somete la vida. Laberinto e intemperie: metaforizaciones posibles del camino: como desorientación, como interminable circularidad o como proliferación de vaivenes sin sentido... Laberinto e intemperie: superficies de deterioro que me condenan a un siempre amenazante azar, y dentro de las cuales estoy forzado a superar imposibilidades y miedos, a resistir, a no ceder... Testimonios, espejismos y desconciertos 17 “El laberinto es, por sobre cualquier otra cosa, sitio inhóspito, lugar hostil. Dentro de él todos somos víctimas; víctimas que precisan sentirse, aún mínimamente, parte de alguna identificación a fin de que su soledad o su indefensión no lleguen a parecer tan absolutas. Permanecer en el laberinto es el peor de los desamparos. Dentro del laberinto será siempre la apuesta al albur, al inesperado horizonte, a la improbable lontananza. Dentro del laberinto será el camino construido sobre pretéritos extrañamente conjugados. Serán los tortuosos pasadizos que conducen hacia muy variadas formas de indefinición. Será el tiempo circular que incinera pasos, acciones y argumentos. Serán los lazos, los acatamientos y las comuniones convertidas en cadenas que nos sujetan a lugares sin escapatoria. Será el desconcierto que nos arrastra hacia la interminable desobediencia o el inagotable escepticismo. Será el tiempo a la deriva que, más que postular y ubicar, desvanece. Dentro del laberinto es la construcción de los itinerarios que no conducen hacia parte alguna. Es el recorrido estéril que se entrecruza y se repite. Es la huella indescifrable. Es el itinerario convertido en garabato informe o espacio en blanco en el que nos escuchamos hablar en medio de esa blancura sin reflejo. Dentro del laberinto es la petrificación y el hastío de los días gastados. Es la reiteración que nos sumerge en el vacío. La intemperie y el laberinto se parecen. En ninguno de los dos podemos predecir lo que nos espera. En ninguno de los dos vislumbramos un sentido para esos pasos que nos extraen del presente. No existe porvenir dentro del laberinto ni existe porvenir dentro de la intemperie. En ambos, el movimiento es inútil. Los pasos que damos dentro de la intemperie no logran rescatarnos de ella. Los pasos que damos dentro del laberinto resultan siempre impredecibles: podrían, bien conducirnos fuera de él, bien perdernos para siempre en su interior.”* * Caín y el laberinto Testimonios, espejismos y desconciertos 18 Para todo caminante, la densidad de sus compromisos es tan importante como la ligereza de su libertad; y cumplir con sus responsabilidades deberá corresponderse, necesariamente, con el apoyo e impulso que signifiquen sus quimeras. El libro de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, gira alrededor de esa oposición peso-levedad. Kundera se refiere a Parménides, quien decía que lo ligero o lo leve eran virtudes, mientras que lo pesado o lo denso eran defectos. Se refiere a él, pero para contradecirlo. Sostiene Kundera que pesadez es virtud porque significa responsabilidad, fortaleza, firmeza, compromiso, y que la vida es pesada en la medida en que nos compromete con realidades “densas” que nos obligan a responsabilizarnos; que los genuinos afectos, los insoslayables compromisos, las importantes memorias son “pesados”, frente al olvido, la distancia, la indiferencia o la frivolidad que son “ligeros”. No coincido con Kundera. Creo que la vida va haciéndose tanto bajo el signo de lo denso como del de lo ligero, que existe la necesaria ligereza de la libertad o de la imaginación, de la misma manera que existe la densidad necesaria de la ética y la responsabilidad; y que si lo ligero pudiera asociarse con lo efímero y lo no raigal, lo excesivamente denso pudiera desvirtuar nuestra libertad y deformar nuestros movimientos. Habría que concluir, entonces, que pesadez y levedad poseen dos signos opuestos: uno positivo, negativo el otro. Pesadez positiva serían firmeza, continuidad, persistencia; pesadez negativa serían torpeza, inamovilidad, clausura. Ligereza positiva serían libertad, aventura, descubrimiento; ligereza negativa serían evanescencia, frivolidad. En suma: dialéctica de lo pesado y lo ligero: el peso que nos afianza se complementa con la ligereza que nos eleva más allá de nosotros mismos; la solidez que nos protege, contrasta con la levedad que nos ayuda a alcanzar lugares donde habitan nuestros más altos horizontes. Testimonios, espejismos y desconciertos 19 Entre el principio y el final de cualquier camino: el tránsito; o sea: el aprendizaje. Dentro del camino, mucho más que los puntos de partida importarán siempre las conclusiones. Existe un yo que se comunica consigo y se apoya en sí, y otro yo que sólo es capaz de comprenderse en medio de la multitud y de convertir sus voces en eco de las voces de los otros y de hacer de sus gestos y muecas un reflejo de las muecas y los gestos ajenos... ¿Se trataría acaso de escoger entre ambos? No, de lo que se trata es de aceptar que las dos opciones existen en los seres humanos; tal vez como algo físico, o, acaso, como una consecuencia de eso a lo que la vida nos ha ido conduciendo. Se trata de que nuestros diálogos y comprensiones propenden, bien hacia el propio mundo interior, bien hacia la vastedad de los afueras. Se trata de movernos por entre familiares espejismos o de desplazarnos con soltura por entre la siempre azarienta realidad. Se trata de girar en torno a nosotros mismos o de hacer de nuestra conciencia permanente comunión con infinitos otros. Quien se habla a sí mismo... Y se entiende. Quien sólo es capaz de hablar con otros... Y entenderlos. Y existen, también, individuos incapaces de hablar: ni con ellos mismos ni con nadie. O sea: comunicación del ser humano consigo, o con el universo exterior, o devastadora ausencia de comunicación en muchos seres humanos. Testimonios, espejismos y desconciertos 20 Precisamos construirnos y reconstruirnos dentro de cálidos lugares erigidos alrededor de eso que nos resulte genuinamente necesario y necesariamente genuino. También los sentimientos pueden ser espacio. El amor, por ejemplo: sitio que compartimos junto a un rostro interlocutor de nuestro rostro; lugar alrededor del cual nos afirmamos, lejos, siempre lejos, de la insoportable confusión de tantas indiferencias, banalidades, aburrimientos, repeticiones y lejanías; territorio donde poder superar, junto a alguien más, la aplastante obesidad de lo cotidiano. “... Estamos juntos y solos frente al mundo. Somos isla y escollo. Somos nosotros nuestra casa entera. Somos nosotros nuestro cieloinfierno. Somos solos: tú y yo y tiempo.”* * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 21 Me es preciso acercarme a ciertos rostros que realmente me importan. Y limitarme a ellos. “Imagen del amor como fuerza identificadora. Al amar, los seres humanos nos salvamos de la atroz anonimia del tiempo gracias a la duración de ese afecto que vive en nosotros en íntima y definitiva memoria.”* Animales y dioses pueden vivir en soledad, algo imposible para un ser humano, que necesitará siempre de la compañía de otro ser humano. No importa que tan solitario sea un individuo: siempre precisará enfrentar junto a alguien más tantas horas vacías y tanta circularidad del tiempo. “Amor: plenitud silenciosa, tiempo y mundo detenidos alrededor de un solo ser imprescindible.”** * ** El azar de las lecturas Espiral de tiempo Testimonios, espejismos y desconciertos 22 Por sobre todas las cosas, el amor es experiencia transfiguradora. Al encabezar su Cementerio Marino, Valéry escoge una invocación de Píndaro: “¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,/ pero agota toda la extensión de lo posible!”; algo relacionado con la más genuina sabiduría del camino: en él nunca se tratará de extender el tiempo sino de intensificarlo. En nuestro camino vamos descubriendo verdades que se hacen parte de nuestra sabiduría personal. Los cuadernos del destierro de Rafael Cadenas, sería una de las más hermosas descripciones que yo haya leído alguna vez sobre esas verdades adquiridas por un caminante dentro de su tiempo. Cadenas escribe Los cuadernos... en Trinidad, donde vivía tras haber sido expulsado del país por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Permanece exiliado en esa vecina isla de Venezuela entre 1952 y 1956. Lejos del espacio de su origen, solitario caminante, Cadenas se enfrenta a las mismas preguntas que, en algún momento, cualquier individuo podría llegar a formularse: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi lugar? ¿Dónde pertenezco? ¿Cómo aceptarme? Cioran dijo alguna vez que todos los seres humanos parecíamos satisfechos con nosotros mismos; pero que, en el fondo, ninguno lo estaba realmente. Quizá el reto esencial para cualquier caminante sea llegar a aceptarse en medio de todas las desorientaciones que, innumerables y Testimonios, espejismos y desconciertos 23 constantes, lo rodean. Desde la primera línea de Los cuadernos..., un yo poético va relatándonos opciones de vida, descubrimientos, propósitos, aprobaciones, rechazos... En su percepción y en su memoria transeúntes comienza por evocarse cierto origen del cual el poeta optó por distanciarse: “Yo pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor (...) Yo no heredé sus virtudes.” Se van dibujando luego, lentamente, las naturales y muy frecuentes paradojas de toda existencia humana: la alegría que existe junto a la tristeza, el error que convive con el acierto, la certeza que se hilvana con la duda, la aprobación y el rechazo que se entrelazan, lo bello y amable hermanado con lo aborrecible, la armonía y la incoherencia complementándose... El camino es, así, dibujado como una incesante suma de contradicciones donde el tiempo presente y el tiempo ya dejado atrás van conduciendo al caminante hacia esa contundente revelación final que cierra el texto: “He recuperado mi nombre”. Recuperar nuestro propio nombre: aprobarnos, reconocernos, aceptar nuestros rumbos transitados y no avergonzarnos de vernos reflejados en ellos... Rafael Cadenas: caminante y poeta, nos confía a sus lectores una sabiduría que es el genuino legado de un camino recorrido. Como poeta, como caminante, Cadenas ha aprendido a vivir consigo mismo, y eso es lo que nos expresa. Siempre que leo Los cuadernos del destierro no puedo dejar de evocar las Cartas a un joven poeta de Rilke; especialmente la primera de ellas, ésa en la que Rilke le dice al joven Kappus que le pide consejo: “Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir (...) Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda.” Los consejos del escritor que es Rilke, dirigidos al joven que desea ser escritor, reflejan, lejanamente, el itinerario de Los cuadernos del destierro; donde ese joven que era entonces Rafael Cadenas, iba descubriéndose a sí mismo, como ser Testimonios, espejismos y desconciertos 24 humano y como poeta, en medio de ásperos e intensos aprendizajes. Miro la vida esforzándome por diseñar en todas y cada una de mis pisadas el esbozo de un destino. “No hay encuentro o espacio, solo tiento. Búsqueda incierta: la vida gotea su tiempo sobre el suelo.”* Enfrento las exigencias del camino. Acepto sus pruebas, algunas veces dando rodeos, disimulando, aguardando pacientemente; otras, exponiéndome en actitud abierta, casi desafiante, ante la vista de todos. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 25 Dice Pablo Neruda: “La causa de tu presente es tu pasado así como la de tu futuro será tu presente ... Tú mismo eres tu destino (...) Fundamentalmente tu has hecho lo que querías en tu vida. Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote. El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error. Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte, enfréntala con valor y acéptala. De una manera u otra es el resultado de tus actos...” O sea: somos nuestro camino, somos nuestro destino, somos el día a día conquistado; con nuestros pasos fuimos identificándonos a un tiempo que, a la vez que nos perteneció, iba, también, construyéndonos. “Nadie enseña a soportar la soledad”, dice Nietzsche. Y tiene razón. La soledad se aprende. O más bien: se aprende a soportarla, a conocerla; y, eventualmente, también a amarla, a disfrutarla... Hago de mis ilusiones y mis rutinas una cadencia; pero, por sobre todo, un diseño, un argumento y una orientación. “Recupero la memoria de viejos y desmesurados arraigos. Escruto en horas de tiempos idos y descifro lugares comunes y Testimonios, espejismos y desconciertos 26 epifanías y atenuadas voces y arbitrarios momentos... Pretextos todos.”* Esencial propósito en mi vida: nunca comenzar aquello que sé que no podré concluir. Contemplo asombrado que lo que por mucho tiempo fue dispersión, impredecibilidad o desorden, terminó por hacerse en mi camino coherencia, armonía y propósito. Me oriento al lado de mis aciertos tratando de no repetir viejísimas equivocaciones. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 27 “Toco el infinito con la punta de mis dedos. Alcanzo el firmamento con mi frente en espasmódico gesto que intenta erigir su propia máscara. Un mágico reloj me recuerda que la memoria existe. Es ella quien construye mi experiencia. Acaso el fugaz espejismo de cada momento sea el que señala el signo de los siempre efímeros ahoras.”* La continuidad y coherencia de mis pasos precisa de la fuerza y el impulso de una pasión, una ilusión o una fe. Sin voluntad ni esperanza no hay sentido alguno para estos pasos que doy. Me remito a las ilusiones con que coloreo la realidad, sobre todo a la hora de contemplar tantas y tantas de sus tonalidades grises. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 28 “He querido lo inverosimil y lo bello Y lo quiero todavía desde este hueco de realidad a la que me precipita el tiempo.”* Mis fantasías personales muy poco tienen que ver con esta circunstancia que me rodea; pero no dejaré nunca de alimentarlas ni de apoyarme en ellas... Mi memoria: hilvanación de mis huellas. Me rodeo de espacios que me protejan, me postulen o me enmascaren. Sé muy bien que la mirada de tantos infaltables otros, se relacionará con el brillo u opacidad de esos espacios. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 29 “Todo lo que es profundo ama la máscara”, dice Nietzsche. Paradójica relación entre lo profundo y lo superficial, o lo real y lo aparente. Almas y máscaras: sólo protegidas por las segundas, podrán aquéllas mantener su solidez o su permanencia. “Máscara: rostro dibujado por mi voluntad ante mis circunstancias. Alma: autenticidad escondida en el fondo de mí mismo.”* El alma... ¿cambia? En todo caso, muchísimo menos que la siempre mutable máscara. * Espiral de tiempo Testimonios, espejismos y desconciertos 30 En el camino, no cesarán nunca de acecharme las reiteraciones ni los extravíos. Me propongo enfrentarlos con mis íntimas fantasmagorías: en ellas intuyo ciertos idealizados horizontes. Resistir en mi camino: una perseverancia tanto como una lucidez; una manera de distinguir en las metas a las que accedí, algo parecido a una confirmación, un mérito o un logro. Dice Octavio Paz: “Con gran dificultad y avanzando a razón de un milímetro por año, tallo un camino en la piedra. Durante milenios he gastado mis dientes y roto mis uñas para llegar allí, al otro lado, a la luz y el aire libre. Y ahora que mis manos sangran y mis dientes tiemblan, inseguro en una cueva, doblegado por la sed y el polvo, me detengo a contemplar mi obra. He pasado la segunda parte de mi vida quebrando las piedras, taladrando los muros, derribando las puertas, quitando los obstáculos que coloqué entre la luz y yo en la primera parte de mi vida”. En el camino, vamos aprendiendo que de lo que se trata es de merecer lo que supimos construir en él; que con nuestros pasos fuimos erigiendo espacios que se angostaban a medida que crecíamos dentro de ellos. Y aprendimos a seguir el rumbo de nuestro aliento y el impulso de nuestros sueños más íntimos. Aprendimos, en fin, de nosotros mismos y de nuestras intuiciones; y terminamos por darnos cuenta de que los ya remotos comienzos del camino, inconsistentes y erráticos, pudieron, sin embargo, conducirnos hasta el más invalorable de los legados: la sabiduría de los sobrevivientes. Testimonios, espejismos y desconciertos 31 La claridad de las visiones, los momentos de lucidez, las revelaciones... Chispazos que, tras desvanecerse, dejan imprevistas impresiones: extrañas manchas, difusas nubes cuyas formas cada caminante entenderá como le plazca. Rara vez existe la nitidez dentro del camino; se reitera en él lo difícil, lo complejo, lo inalcanzable. Sin embargo, afortunadamente, son también a veces posibles las metas cumplidas, las felices conclusiones, las fantasías hechas realidad... Dentro del camino, somos a veces protagonistas y a veces debilitadas comparsas. Testimonios, espejismos y desconciertos 32 Me oriento por entre irregulares itinerarios, tratando de predecirme en medio de insólitos cielos o inesperados infiernos. Enfrento mis despropósitos y equivocaciones apoyándome en una visión de destino en la que no podré nunca dejar de creer. “Impulso revitalizador de viejos proyectos, voz encubridora de sonidos marchitos ocultos ante un definitivo y final estruendo.”* Junto a mi memoria me acerco a cuanto me concierne: mis días gastados, mis sueños y verdades, mis propósitos y espejismos, mis viejas y nuevas ilusiones... * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 33 “Recupero la memoria de viejos y desmesurados arraigos. Escruto en horas de tiempos idos y descifro lugares comunes y epifanías y atenuadas voces y arbitrarios momentos... Pretextos todos.”* Dependo de mi memoria para superar demasiadas horas impredecibles. “... Un mágico reloj me recuerda que la memoria existe. Es ella quien construye mi experiencia.”** No sé lo que me aguarde en mi camino; me propongo, sobre todo, vaticinarme en él. * ** De la sombra el verso De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 34 A veces, siento como si la vida supiese a poco; por eso me esfuerzo en cubrirla con mis ilusiones. Aprendí a preguntar: he comenzado a distinguir respuestas. Aprendí a contemplar: he empezado a entender. “Más allá de la posible búsqueda, más allá del sueño, más allá del proyecto estéril, más allá del triunfo o del fracaso, más allá de las promesas, está este instante complejo, este ahora complicado.”* * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 35 Dudo de mí: me alejo de mi centro. El peor de mis desamparos: no escucharme. Siento a veces que las cosas me suceden sólo para poder aprender de ellas. Quizá, a fin de cuentas, todo en el universo tenga lugar para provecho de ciertos necesarios aprendizajes; casi como si el mundo se convirtiese en un escenario en el que, mientras actúo, voy aprendiendo a conocerme. La estridencia del error, la opacidad del fracaso, la reiteración de los tropiezos, las interminables dudas, las equivocaciones que no cesan de multiplicarse... Frente a todo eso: sostenernos, resistir, persistir... Testimonios, espejismos y desconciertos 36 Por mucho tiempo y en demasiadas oportunidades pude, y efectivamente llegué a ser, mi peor enemigo. En el camino... ¡Qué difícil sumar tanto contradictorio instante! Me aferro a la intensidad de este momento que va haciéndose huella en mí. Desde mis ahoras, avizoro en el porvenir; desde mis ahoras, metaforizo el pasado. Testimonios, espejismos y desconciertos 37 Sobrehumano esfuerzo el de tratar de convertir todos y cada uno de mis pasos en imagen, en significado. El tiempo que construyo me pertenece; y estoy obligado a darle un sentido: acaso el más importante de todos: el de la aprobación. En la escritura de la vida... ¡Tanta línea sin sentido! ¡Tanto garabato informe! Ninguna conclusión es por entero definitiva: todas dejarán paso a otras, con las que acceder a otras... Y así interminablemente. Alcanzar un determinado lugar será siempre un preludio hacia nuevos horizontes. Testimonios, espejismos y desconciertos 38 Escudriño en mis horas vividas repitiéndome verdades en las que no podría dejar de creer. Me adivino en lo inesperado, me preveo en lo sorpresivo, me predigo en lo azariento... Propósitos, empeños; eventualmente logros, ciertamente destinos, metas... “El ser humano no mira fuera de sí ni lejos del mundo; solo, se contempla reflejado en las sombras que su cuerpo proyecta en derredor.”* La memoria de mis ahoras se relaciona con los aprendizajes que ellos me legarán. * Arrogante último esplendor Testimonios, espejismos y desconciertos 39 Acepto que mis decisiones fueron justas si lograron traerme hasta este lugar que ahora me satisface. El más sabio de los dichos humanos: “Conócete a ti mismo...” Se trata de entrar en nuestro mundo y descubrir en él verdades que nos resulten irrefutables. No es para mí el fruto de la semilla que ignoro haber sembrado. Amargura y autodestrucción: dos laboriosas tejedoras de infiernos; las dos, consunción e inconsistencia, decadencia y regresión, sustracción y penuria; anuncios, ambas, de lentas e irreversibles agonías. Testimonios, espejismos y desconciertos 40 Aislamiento y olvido, soledad y lejanía: ejercicios posibles para algunas voluntades humanas. Ser demasiado viajero me desvanece. Ser en extremo sedentario me petrifica. ¿Peregrino o ermitaño? ¿Aventurero o gregario? ¿Elegir vivir mi aventura al cielo abierto o escoger mi encierro dentro de rincones tempranamente definitivos? Opciones las dos; las dos, impulso, construcción, apuesta, pacto... Mis pasos hablan de esa fugacidad que soy y de esa continuidad que no puedo dejar de ser. Mi límite: contorno de nuevas y de viejas ilusiones, lindero de deseos y memorias. Testimonios, espejismos y desconciertos 41 Nos creemos elegidos cuando logramos acceder a eso que pensábamos merecer. ¿Elegidos de quién? ¿Elegidos para qué? ¿Elegidos? No. ¿Diferentes? ¿Peculiares? Sin duda. Nuestros pasos: un itinerario. Nuestros desconciertos: un punto de partida. Me coloco al lado de mis sueños. Me construyo junto a mis caprichos. Me afirmo en mi voluntad. Me sostengo en mis esperanzas... ¿Cuál es el tiempo que me desvanece? El de las inconclusiones y circularidades, el de las reiteradas Testimonios, espejismos y desconciertos 42 naderías, el de las forzosas imposibilidades. Pero incluso todo esto podría dejar en mí alguna huella que querré nombrar. Me esfuerzo por crecer dentro de mis ínfimos espacios y mis íntimos escondrijos; lejos, siempre muy lejos de tanto ritual de apariencias practicado por casi todos. Mi peor ignorancia: no reconocerme. Satisfacerme de ese sitio en el que habito y saber que él es, efectivamente, mío porque supe construirlo con mi esfuerzo... ¿Podría haber algo más gratificante y reconciliador? Testimonios, espejismos y desconciertos 43 Distorsión del mundo: ¿en qué lo hemos convertido los hombres después de tanto manosearlo? El mundo se deforma o se oscurece cuando nos acercamos demasiado a él. En los horizontes contemporáneos, la imagen de vastedad es engañosa. La amplitud de los espacios que nos rodean no cesa de reducirse en la estrechez de nuestras comprensiones. Es una de las muchísimas paradojas de nuestro tiempo: se multiplican las miradas y las voces de los hombres pero no cesan de reducirse sus desciframientos. Del “Pienso, luego existo” cartesiano, nuestro tiempo se siente mucho más cerca del “yo soy, luego existo” de Paul Ricoeur. O sea: una nueva dimensión para un yo comunicante que siente, sufre, vive, disfruta, actúa: siempre intensa y humanamente contradictorio. Testimonios, espejismos y desconciertos 44 La palabra se opone al número. A nuestro alrededor éste ejerce muy particulares formas de simplificación o ajenidad. Numerar, cuantificar, calificar, clasificar: esfuerzo de un tiempo como el nuestro que proyecta su homogénea sombra sobre demasiados y muy fríos cálculos. Testimonios, espejismos y desconciertos 45 II "El arte no es un espejo en el que nos contemplamos, sino un destino en el que nos realizamos." Octavio Paz Testimonios, espejismos y desconciertos 46 Por muchas razones, y acaso la fundamental de todas ellas sea la soledad: miedo a una soledad real o a la absoluta incomunicación, el ser de palabras escribe para decir eso que necesita decir. Le desconcierta el mismo estruendo o el mismo silencio que aturde a cualquier ser humano, y los conjura con su escritura. Con ella se propone la desmesura de diseñar el mundo desde su voz. La lógica y el sentido de su esfuerzo se apoyará, sobre todo, en el rigor y en la autenticidad. Baudelaire habló del “lenguaje de las cosas mudas”: ese idioma conocido por todos aquéllos que se propusieron erradicar el silencio de sí mismos. El ser de palabras escribe y, al hacerlo, apuesta al más antiguo de los propósitos humanos: fundar con la palabra; bautizar: signo preternatural de la voz que evoca al primer hombre nombrando cuanto le era necesario decir. Testimonios, espejismos y desconciertos 47 Nadie escucha al ser de palabras que habla muy quedo ni entiende al ser de palabras que se aparta de sus voces ni acepta al ser de palabras que contradice su expresión. El ser de palabras se legitima gracias a su elocuencia. El contacto de casi todos los seres de palabras con el mundo suele ser irreal. La escritura pudiera acercarlos a esos fragmentos de la realidad que les conciernen. Para Cesare Pavese, la escritura era un “camino de salvación”: disciplinada entrega que podía permitir al ser de palabras enfrentar la confusión de la vida y tratar de convertir esa confusión en diseño, significado, propósito... Testimonios, espejismos y desconciertos 48 La escritura, al igual que toda forma de arte, enseña, enseña siempre. El acto de escribir acepta las sumas, los añadidos, las transformaciones; permite todos los estilos, todas las expresiones, todos los matices, todos los énfasis, todas las entonaciones... El ser de palabras se debe a sus verdades y a sus interrogantes. Junto a ellas, y siempre al lado de sus necesarios espejismos, explora, descubre y construye. Poetas, filósofos: seres de palabras tan diferentes y, sin embargo, tan semejantes en su propósito por decir eso que los seres humanos siempre hemos necesitado escuchar. Testimonios, espejismos y desconciertos 49 El ser de palabras nombra desde la memoria de sus experiencias. Desde ella escoge acercarse, alejarse o esconderse de un mundo que, muy a menudo, es para él confusión y reto, azar y paradoja, amenaza y enigma. Todo ser de palabras posee una cartografía personal hecha con voces ajenas. Se sabe en deuda con esos autores en los que percibe verdad y coincidencia: modelos, en el más exacto sentido de la palabra, que dijeron eso que el ser de palabras necesita también decir. Escribo: construyo un territorio donde reúno mi vida y mis voces; defino mis límites y me centro dentro de un espacio verbal que, a la vez que me protege, también me expone y vulnera. Testimonios, espejismos y desconciertos 50 Mis palabras son ecos y son reflejos: del mundo, de mis actos y memorias, de mis sueños y pesadillas, de mis fantasías y rebeliones, de mis decepciones y certezas, de mis temores y mis más firmes convicciones. En suma: mis voces son el eco y el reflejo de mi camino. Paradoja del eco y del reflejo: siempre será posible adivinar en su fugacidad, la eternidad de algunas comprensiones y la infinitud de ciertas verdades. “El verso, claro y oscuro, cumple su búsqueda en la palabra fresca o marchita, en el alma de la letra y en el papel virgen. Verso, raíz: ángulos de un mundo que escapa de la mano, de aquello que se quiere decir porque se quiere.”* Aprendo de las voces a medida que me esfuerzo por utilizarlas en mis comprensiones. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 51 Nuestra estirpe humana se proyecta sobre vocablos en los que escuchamos remotos orígenes: resplandores y sonidos de un mundo que nunca hemos cesado de dibujar los hombres. El más genuino de los anhelos del ser de palabras: con su escritura alcanzar una comunicación atemporal con el universo; que sus voces lo perpetúen y rescaten del absoluto silencio al que el tiempo condena a casi todos los seres humanos. Escribo para nombrar algunas de mis personales verdades, revelaciones que el curso de los años hicieron incuestionables. Decir significa, espejismos de nuestro que un ser de palabras encarna en sus voces, no en modo alguno, postular ese juego de falsos y ridículos abalorios con que tantos intelectuales tiempo gustan de rodearse, confundiendo sabiduría Testimonios, espejismos y desconciertos 52 con malabarismo verbal e intensidad con ornamento, fasto y escamoteo. La escritura forma parte de la vida del ser de palabras: enraiza en ella, la alimenta, la acompaña, le da un sentido, pero no es la vida; sus voces lo reflejan y aluden, no lo sustituyen. Son su expresión y su fuerza, no su réplica. Entre las ideologías y las vivencias no podría existir para el ser de palabras otra opción que la de las vivencias; o sea: su cercanía a la vida. Sólo eso hará de los diseños y entonaciones de sus voces algo genuino y, eventualmente, perdurable. Lo más expresivo de las voces del ser de palabras se apoya en sus exclamaciones, en sus lágrimas y en sus risas. ¿Hay respuestas para las preguntas del ser de palabras? Sí. Ellas existen, sobre todo, en la piel de sus recuerdos, en el alma de sus razones, en la carne de sus sueños. Testimonios, espejismos y desconciertos 53 Las voces del ser de palabras reflejan tanto sus desamparos y extravíos como su voluntad de acogerse a cuanto le resulte genuino y sustentador. Con su escritura, el ser de palabras convierte sus disfraces y armaduras en entonación, estilo, voz inconfundiblemente propia. Verdad de la escritura: verdad de una mirada individual que, ante la infinitud del mundo, se hace voz y se dibuja en letra. Para el ser de palabras, su escritura es lugar en permanente construcción: haciéndose y rehaciéndose en las voces tachadas y vueltas a escribir; superficie que será siempre diversas cosas a la vez: escondrijo, morada, otero; territorio tan amplio como la voluntad del escritor por Testimonios, espejismos y desconciertos 54 crearlo, superando desalientos y equivocaciones, corrigiendo errores y reiterando aciertos. Dice Cesare Pavese en ese largo diario que tan certeramente tituló El oficio de vivir: “Soy incapaz de sentimientos comunes: el placer de la fiesta, la alegría de las muchedumbres, los afectos familiares...” Sin embargo, pocas páginas más adelante, afirma poseer pasiones excepcionales vividas en medio de “la soledad y el dominio”. Acaso pocas líneas podrían reflejar con mayor exactitud la sabiduría de un ser de palabras que ese reconocimiento de Pavese a su incapacidad hacia los “sentimientos comunes”, y, a la vez, su identificación con una plenitud alcanzada en los íntimos dominios de un vastísimo universo interior. ¿De que trata la escritura? De saber elegir palabras exactas para nombrar revelaciones, curiosidades, interrogantes, respuestas; de saber jugar el juego de las voces: acto de afirmación y de supervivencia para quien lo sepa jugar. En parte por narcisismo y en parte para entenderse a sí mismos, algunos seres de palabras convierten sus páginas en espejos donde verse reflejados. Testimonios, espejismos y desconciertos 55 Escribo: establezco un orden en el que descifro significados para mi camino, apoyándome en un estilo que es impulso, rostro, máscara; fuerza germinativa, seminal, espermática; potestad, densidad, asidero, proyección; propósito tanto como convicción, artificio tanto como necesidad. Un estilo: mi estilo: ahora y siempre de mis voces. Mi forma de vivirlas y sentirlas y actuarlas. Construyo mi estilo y, a la vez, él me construye; permanece junto a mí, siempre al alcance de mi mano y junto a mis ahoras: meta y, a la vez, rutina cotidiana. “Palabra: instrumento ilimitado, forma que escapa a la restricta estatura de la idea. Universo de signos: glosario de la contingencia humana: finitud presentida y cierta.”* Eso que percibo hoy podría ser muy diferente de eso que contemplaré mañana. Eso que nombro ahora tal vez lo callaré * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 56 luego. La incesante movilidad de los días acompaña el sentido de mis voces necesariamente sucesivas. Al escribir me arriesgo a hablar de más pero también a callar demasiado. Son los peligros de la escritura: decir en exceso, decir poco, no decir lo suficiente, decir inoportunamente... Escribo: inventario mi nombre. Todo ser de palabras posee su propia relación con la escritura, y desde ella se afirma y acrecienta sus voces y conjura los silencios y alcanza su más plena armonía como ser de palabras. Testimonios, espejismos y desconciertos 57 “Forma cristalina y equívoca que alza la voz en gris levitación y confunde su proyecto trunco. Silente acertijo. Expresión de complacencia inútil carente de sentido previo a su armonía.”* El destino de la escritura depende de su comunicación con los lectores; algo que tiene que ver, sobre todo, con oportunidad, originalidad, cercanía, empatía, a veces estridencia... ¿Qué leyes rigen la recepción de las voces que escriben los seres de palabras? ¿Qué determina su interminable sonoridad o su definitivo silencio? Es imposible responder estas preguntas. Para el ser de palabras, decir lo que realmente importa no significará nunca decir eso que es importante para todos o decir lo que en cualquier oportunidad pareciera necesario decir. De lo que se trata es de nombrar eso que fue haciéndose esencial para él. Escribir lo importante no se relacionará nunca ni con altisonancia, ni con dogmatismo, ni con monserga. * De la sombra el verso Testimonios, espejismos y desconciertos 58 Escribo lo que me importa: enfrento el silencio de muchísimas cosas mudas y resisto en mi camino junto a voces que me sostienen. Escribo desde mis esenciales curiosidades y mis revelaciones, desde mis días abiertos y mis noches insomnes, desde mis palabras interrumpidas y la continuidad de mi entendimiento, desde la sombra o la ceniza de tantos días gastados y el brillo de los días nuevos, desde las esperanzas que no declinan y las imposibilidades que me circunscriben, desde las fantasías a las que no podría dejar de acogerme y la opacidad de mis desconciertos, desde la sonoridad de mis triunfos y la amarga sombra de mis fracasos, desde la necesaria continuidad de mis pasos y mis abruptas decepciones, desde mis sueños hechos realidad y tantos días iguales a sí mismos, desde muchas sorpresas imposibles y demasiadas rutinas consabidas, desde la alegría y la tristeza, desde la esperanza y la desilusión, desde la tormenta en un vaso de agua y la pulsión por reinventarme a cada paso, desde la búsqueda de mis horizontes y la claudicación ante linderos que necesito sobrepasar, desde la firmeza de muchos actos y la imposibilidad de actuar, desde mi obsesiva búsqueda de espacios y demasiados vacíos que no sé como llenar, desde mi amor por la soledad y mi necesidad de compañía, desde las voces ásperas y la seductora melodía de los días, desde los instantes que me abruman y los ahoras que me iluminan, desde la fuerza de mis fantasías y la banalidad de mis desesperanzas, desde el sueño por siempre repetido y la ausencia de cualquier sueño, desde los vagos comienzos que me trajeron hasta este lugar en que me encuentro y mi esperanza por ir más allá de este lugar en que me encuentro... Testimonios, espejismos y desconciertos 59 Junto a mis voces soslayo muchísimos ahoras que van dejando en mi boca un sabor como a naufragio o a vacío... Hay una escritura heredera de la casa y una escritura heredera del laberinto. Casa es la escritura que me ayuda a reconocerme en mi camino; laberíntica, la que me arrastra a rincones sin escapatoria. Casa es la escritura que me fortalece en mis espacios; laberíntica, la que me lleva a ignorar la vida y la vida de las voces, para, absurdamente, urdir sólo ritualizadas pequeñeces. Casa es la escritura que me apoya en mis revelaciones; laberíntica, la que me desorienta y clausura al interior de farfullantes, irrespirables espacios. Al igual que todo juego, el de las palabras nos permite ganar; pero, desde luego, también podríamos perder con él. Gana quien logra, junto a sus voces, hacerse interlocutor del mundo. Pierde, quien olvida el destino y el sentido de las palabras para convertirlas en códigos o fórmulas frente a muy puntuales circunstancias. Gana quien se entrega a una expresión que lo compromete. Pierde el prestidigitador de fáciles malabarismos verbales que cree que son las voces quienes le sirven, siendo él, en realidad como es, su único posible servidor. Testimonios, espejismos y desconciertos 60 De todos los seres de palabras, ganan, esencialmente, aquéllos que en sus voces descubren orientación y centramiento en medio de los días sombríos. Nuestro es el tiempo de la prosa... Y de la poesía. El tiempo que escucha cadencias poéticas en medio de la lineal contundencia de la prosa y que contempla cómo la hilvanación de la prosa se bifurca por entre las impredecibles variantes de la poesía. Nuestro es el tiempo de la versatilidad y la inclusión, el de la amplitud y la transparencia, el de las voces constructoras de pasos humanos rodeados por interminables puntos suspensivos... Entonación autobiográfica de tantas páginas escritas por autores que, abiertamente, muestran sus rostros y nombran todo eso que han decidido que no pueden o no quieren callar... ¿Qué les resulta tan importante decir? Desde luego, depende de cada ser de palabras: de sus pasos, de sus evocadas vivencias, de las entonaciones en las que desee perpetuarse... Recuerdo un texto en particular: El porvenir es largo de Louis Althusser, escrito en el sanatorio donde fue recluido tras estrangular a su esposa. En la última página de sus memorias, Althusser hace una afirmación que no podría dejar de conmover a ningún lector que haya conocido la tragedia que rodeó el final de su vida: “La vida puede aún, a pesar de sus dramas, ser bella”. O sea: después de todo vale la pena vivir; aún los recuerdos de las existencias más amargas podrían poseer ese consolador epitafio: es posible cruzar todos los desiertos de la vida y atravesar por entre sus infinitas intemperies para alcanzar a aprobar, al menos, Testimonios, espejismos y desconciertos algunas huellas construidas y llegar a la convicción de que... ¡Después de todo, valió la pena vivir! 61 Testimonios, espejismos y desconciertos 62 III “Pueden en mí, más que todos los infinitos, mis tres o cuatro costumbres inocentes”. Antonio Porchia: Voces Testimonios, espejismos y desconciertos 63 Ser feliz: un acto de lucidez tanto como un propósito, un asunto de inteligencia tanto como un esfuerzo. Proponernos ser felices: tratar de dar un significado de plenitud o de armonía a esos actos y pasos y espacios que construyen nuestra existencia. Uno de los mayores absurdos de la condición humana: no reconocer la felicidad. O, dicho de otra manera: grotesca y muy humana actitud de colocarse ante el paisaje de la felicidad y negarse a contemplarlo. Testimonios, espejismos y desconciertos 64 La felicidad tiene que ver, sobre todo, con este instante que nos rodea, con este momento que tocamos y con este ahora que vivimos. Somos felices aquí y somos felices ahora. Jamás supeditaré este ahora esencial ni ante recuerdos petrificados en el ayer ni ante ilusiones volcadas sobre el mañana. Racionalizo mi felicidad: trato de definir qué me hace feliz y giro a su alrededor. Hay individuos más propensos a la felicidad que otros; y, absurdamente, hay muchos seres humanos que parecieran someterse a la infelicidad por voluntad propia. Testimonios, espejismos y desconciertos 65 Conocerme y aceptarme: necesario punto de partida para alcanzar ese volátil estado de alma que he llamo mi felicidad. En la condición humana está aspirar a más o a tener eso que no se tiene. Pero si llegásemos, efectivamente, a obtener más, entonces también eso nos resultaría insuficiente. O insatisfactorio. Nunca conformes, nunca satisfechos, los seres humanos nos condenamos a vivir en una frenética persecución de más, de siempre más... La única manera de superar tanto interminable absurdo descontento será el equilibrio; una necesaria mesura, hecha de lucidez y de inteligencia, que nos espete: “¡Disfruta eso que has logrado!” “¡Regocíjate con lo que tienes!”. En su libro La gaya ciencia, Nietzsche dio a la Humanidad uno de los más extraordinarios consejos que ningún ser humano le haya dado jamás: que cada quien sea capaz de convertir su vida en meta; que con actos y propósitos, logros y sueños, esfuerzos y fantasías logremos cubrir armoniosamente nuestros días vividos... Las exactas palabras de Nietzsche fueron: “¿Qué sucedería si un demonio te dijese: esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla... una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro... vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden... Si este pensamiento tomase fuerza en ti ... ¡Cuánto tendrías que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino esta suprema y eterna confirmación!”. O sea: con nuestras limitaciones y posibilidades, junto a nuestras grandezas y Testimonios, espejismos y desconciertos 66 miserias, en medio de nuestros mejores y peores momentos, al lado de muchísimas esperanzas y decepciones y creencias y sueños, llegar a ser capaces de encontrar plenitud en nuestros recorridos y espacios sumados. Esto es: construir nuestra existencia de la forma más plena de la que podamos ser capaces. Desperdicio de los dones, dilapidación del talento, derroche de las oportunidades: signos relacionados, todos, con el fracaso del caminante en medio de muchos itinerarios equivocados. Grotesca contrapartida de la visión nietzscheana de la plenitud de una vida que no posee más recompensa que ella misma ni otro aliciente que el de ser vivida. Tragedia de recorridos humanos donde todos y cada uno de los pasos auguran derrota y vulnerabilidad y corrupción y error... Conquistar, como propuso Nietzsche, los espacios de nuestra vida gracias a una lúcida voluntad que nos sostenga; o, por el contrario, verlos desmoronarse a causa de una propia ineptitud o estupidez. Hay caminantes que por voluntad propia, desbaratan sus huellas y, absurdamente, apuestan a la decadencia: condenándose a ser sólo polvo en medio de los recorridos y huellas de tantísimos otros caminantes. Testimonios, espejismos y desconciertos 67 En ese tiempo en el que, como dijo Nietzsche, “el desierto crece”, pareciera imponerse una ética asociada a supervivencia: moral construida por individuos obligados a dar un sentido a demasiadas horas que parecieran no tenerlo en absoluto. Un sobreviviente podría definirse como un individualista para quien el diseño de su camino lo es todo, un caminante que en el ritmo de sus pasos no cesa nunca de proponerse el cumplimiento de ciertos esenciales propósitos. Ante el vacío de tantas respuestas colectivas agotadas, queda para el sobreviviente la verdad de sus propias respuestas; la de la felicidad, por ejemplo: más que una respuesta, una meta, un destino, un propósito de vida. Libertad, rebeldía, egoísmo: impulsos de sobrevivientes empeñados en crecer al lado de sus comprensiones, esperanzas y memorias. Testimonios, espejismos y desconciertos 68 Nos rebelamos cuando nos negamos a aceptar eso que casi todos aceptan y nos reconocemos en nuestra asumida subjetividad. La más natural forma de rebeldía: saber ir en contra de la corriente. Inteligente expresión del egoísmo rebelde: averiguar qué nos hace felices y poner toda nuestra voluntad en conseguirlo. Tratar de ser felices: acaso el más individualista de todos los propósitos humanos. Testimonios, espejismos y desconciertos 69 Sólo podrá ser feliz el caminante capaz de moverse libremente en la búsqueda de su propia plenitud. Reconocido el lugar de mi felicidad, me aferro con todas mis fuerzas a las relampagueantes intensidades que lo colman. Un exceso del egoísta: clausurarse dentro de los estrechísimos linderos de circunstanciales conveniencias y, allí, aplastarse hasta el extremo de anularse o desaparecer. El egoísmo individual podría llegar a convertirse en aliento, impulso, direccionalidad o fuerza para quienes lo asumen. Pero en un tiempo como el de nuestro presente, el egoísmo colectivo de naciones, credos o culturas es absurdo y es suicida. Colectivamente, dependemos, cada vez más, todos de todos: lo que sucede a algunos allí, concernirá siempre a otros aquí. Y ésa es una de las más insoslayables realidades de nuestra época. Testimonios, espejismos y desconciertos 70 Hay dos cosas que no podrían dejar de asociarse con el descubrimiento de la felicidad. Una: que ella reside sólo en nosotros, que nadie está obligado a hacernos felices. Otra: que lo que significa la felicidad para unos muy poco o nada tiene que ver con el significado de la felicidad para otros. En el comienzo de su libro La conquista de la felicidad, explica Bertrand Russell: “Me convencí de manera profunda de que la mayoría de los seres humanos están poseídos por una honda infelicidad que se desahoga en odios destructivos, y que sólo mediante la difusión de una alegría instintiva se puede llegar a construir un nuevo mundo.” La conquista de la felicidad, ofrece a sus lectores una serie de consejos de elemental sentido común. Tal vez demasiado sentido común: muy rara vez la felicidad se apoya en él. Si sólo se tratara de eso, existirían muy eficaces fórmulas para obtenerla. Ni hay enseñanza de la felicidad ni hay garantías para conservarla. La noción de felicidad se relaciona, sobre todo, con el espacio de los espejismos individuales de cada quien. No todo el mundo concibe la felicidad de la misma manera ni la coloca en el mismo lugar. Tenemos que averiguar –y eso es algo que forma parte de los esenciales aprendizajes de nuestro caminoen qué lugar la ubicamos y cómo la definimos. Testimonios, espejismos y desconciertos 71 Esperar que alguien nos haga felices es tan absurdo como esperar que alguien nos ayude a entender o a vivir o a mirar o a percibir o a conocer o a disfrutar... “Las palabras felicidad y serenidad son las del final del camino. Las aprendemos tarde. Saber vivir es saber pronunciarlas; haber aprendido de ellas la dicha y el aplomo; haber logrado disfrutar esa única posible felicidad hallada en brevísimos fragmentos, chispazos únicos.”* En un programa de televisión dedicado a Rembrandt, me entero de la gran cantidad de autorretratos que el gran pintor dibujó a lo largo de su vida: una amplísima galería de representaciones personales poseedoras, en su mayoría, de un signo común: la solemnidad de ese rostro con que un Rembrandt joven, maduro o anciano nos contempla. Con dignidad, con prestancia que a veces llega a ser altivez, Rembrandt nos mira. Sin embargo, poco antes de morir, Rembrandt se autorretrata por última vez: ahora riendo; un anciano desdentado que ríe abiertamente con una risa franca, contagiosa, amplia. Ante el universo, ante el tiempo y ante el tiempo que para él ya termina, Rembrandt ríe. ¿Acaso ha aprendido a reir? ¿O es que no teme ya mostrarse riendo? Quizá ríe porque mira la vida de otra manera o porque ahora sabe cosas que antes ignoraba. Tal vez ríe de sí mismo y de todo. De su cara han desaparecido distancia y empaque. En su jocosa expresión hay muchas cosas... ¿Genuino alborozo? ¿Hilarante resignación? ¿Festiva nostalgia? Imposible saberlo. A lo mejor Rembrandt ríe porque no se toma ya * Espiral de tiempo Testimonios, espejismos y desconciertos 72 demasiado en serio. O tal vez su risa sea el gesto satisfecho de quien acepta plenamente itinerarios recorridos y huellas dejadas tras de sí. O sea: Rembrandt ríe porque aprueba sus pasos; porque al mirar atrás comprende que el camino recorrido le muestra que mereció eso que obtuvo, y ríe al lado de muchos instantes evocados en los que sabe que llegó a tocar algo fuera del alcance de la inmensa mayoría de los seres humanos: hacer de las visiones de su vida imágenes que perdurarán por siempre. Huyo del hastío o me protejo de él. Vivo los días de acuerdo a mis curiosidades. Trato de hacer lo que me gusta. Me entrego a eso en lo que creo. Me muevo siempre en torno a lo que considero importante... Diversos esbozos sueltos de un dibujo personal de mi siempre escurridiza felicidad. Veo una película por demás mediocre. El film se titula, o es traducido al español, como Joe Black o ¿Conoces a Joe Black? Pero en él hay una escena donde ese excelente actor que es Anthony Hopkins hace el papel de un hombre que va a morir y que lo sabe. Llegado su momento final, lo encara con digna valentía y dirige a los invitados a la fiesta de su último cumpleaños unas palabras dignas de no olvidarse. Las repito de memoria, no textualmente: “¡Deseo para ustedes eso que tuve: una buena vida; de la que, en general, no me arrepiento de nada. Disfruté lo que viví. Y volvería a vivirlo todo de nuevo!” No concibo un imaginario más preciso de la felicidad que ése al que alude el discurso de un gran actor en medio de una mala película: vivir una vida donde aciertos y satisfacciones superen con creces a decepciones y errores; una vida que no nos arrepentimos de haber vivido: único posible final feliz de cualquier existencia humana. Testimonios, espejismos y desconciertos 73 De mi camino recuerdo momentos que podría volver a vivir. Otros no. No importa. De lo que se trata es de que exista la justificación para vivir de nuevo. Y basta con eso. Lo que queríamos de la vida y lo que la vida nos dio: inmenso, infranqueable abismo entre muchos de nuestros sueños primeros y la muy áspera realidad del paso del tiempo. El rostro que teníamos a los veinte años y el que tenemos cuatro o cinco o seis décadas después... ¿Qué mayor triunfo que conseguir que el segundo pueda aún reconocerse en el primero? Quizá uno de los más comprensibles anhelos de cualquier ser humano sea que su rostro pasado y su rostro presente se Testimonios, espejismos y desconciertos 74 asemejen; que el tiempo vivido los superponga con gracia y que, armoniosamente, los acerque; que las ilusiones y la frescura de la edad temprana no resulten demasiado estragadas con el paso de los años. “Que la muerte te acoja con tus sueños intactos”, dice Alvaro Mutis en uno de sus versos. Algo que nos recuerda uno de los más antiguos sueños de todo ser humano: que el momento final de su vida no señale muy abruptas contradicciones entre el rostro de antes y ese rostro de ahora con el cual enfrenta la muerte. Que la faz final de cada individuo sea la válida y comprensible metamorfosis de un lejano rostro juvenil y nunca su grotesca, su deformada caricatura.” La felicidad, como ideal o como aspiración, es un descubrimiento que tiene mucho que ver con esa conciencia de extrema individualidad que los seres humanos hemos aprendido a aceptar; percepción de que cada uno de nosotros es una entidad distinta, separada, libre para reconocerse y aceptarse en medio de sus más personales elecciones. La felicidad individual se opone drásticamente a cualquier idea de felicidad convertida en fórmula colectiva. No entiendo esas promesas de felicidad a cargo de Estados, Iglesias, Secretarios, Presidentes o Santones. Cualquier religión, sistema o utopía que prometa felicidades multitudinarias y futuras a cambio de ciegas obediencias individuales, será una oferta corrompida. La ofrecida felicidad para creyentes, seguidores, súbditos o borregos, es y será siempre una promesa falsa o una promesa vacía. Tampoco hay ni podría haber felicidades decretadas para todos en un Testimonios, espejismos y desconciertos 75 tiempo por venir o en un tiempo que ha dejado de ser humano. La felicidad existe aquí y existe ahora. A fin de cuentas, ése sería uno de los tantos desenlaces al que nos ha llevado nuestro atosigante presente: enseñarnos a los hombres a ser razonablemente egoístas para poder ser razonablemente felices. Testimonios, espejismos y desconciertos 76 Y finalmente... “Verá en (sus versos) su amada propiedad natural, un trozo y una voz de su vida. Una obra de arte”. Rainer María Rilke: Cartas a un joven poeta Testimonios, espejismos y desconciertos 77 Ernst Jünger dijo algo que, muy a menudo, me acompaña como sugerencia o como inspiración: “Sólo los hombres libres pueden hacer auténtica historia. La historia es la impronta que el hombre libre da al destino”. Entre esos hombres “libres” que “hacen historia”, Jünger destacó muy especialmente a los artistas: individuos capaces de convertir su propia vida en expresión, en imagen. En la voluntad creadora de un artista, en su necesidad de hacer y de decir, y de hacerlo con estilo, Jünger percibió uno de los actos humanos más dignos y trascendentes. Un artista vive y crea. Su obra es su reto y su apuesta; es, también, ese lugar donde se concentra su pasión y su inteligencia, su inspiración y su lucidez, y, sobre todo, su propia plenitud humana. Y regreso a la poderosísima imagen de Nietzsche: “esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla... una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro... vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden... Si este pensamiento tomase fuerza en ti...¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino esta suprema y eterna confirmación!”. Un artista empeñado en jugar hasta el final su juego estético, entregado a su diálogo con el mundo para enfrentarse a éste, huir de él o acercarse a él, convierte su experiencia de vida, en imagen, en estilo, en significación. Su acto creador, construcción hecha de convicciones, sentimientos, fantasías y memorias, le permite redimirse de muchísimos vacíos y sinsentidos; con él está moralmente obligado, además, a procurarse dos respuestas: una, la de sus búsquedas y hallazgos artísticos, la otra, la de su compromiso ético al escoger expresar eso que, en modo alguno, podría callar. Y al hacer esto, el artista une su vida a su obra. Círculo interminable: su vida explica su creación que, a su vez, refleja su vida... Testimonios, espejismos y desconciertos 78 Hacer arte y vivir la vida como si ésta fuese una obra de arte pudiesen ser cosas muy parecidas; en ambos casos, se trata de armonizar espacios y acciones, de reunir visiones y experiencias bajo un mismo propósito de hilvanación y de finalidad. Un artista que se entrega a su arte evoca a un ser humano que construye su existencia en torno a esfuerzos que alimentan actos, iniciativas, metas, ilusiones, propósitos... Los dos, artista e individuo, se esfuerzan por alcanzar un estilo: talante propio que los acompañe en el momento de expresar eso que sienten y saben y desean y sueñan y esperan... La coherencia, la plenitud, la intensidad, la felicidad bien pudieran ser, a fin de cuentas, el eventual desenlace de tan humanísimo esfuerzo.