La adquisición de conceptos

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La adquisición de conceptos
Fernando Martínez Manrique
Departamento de Filosofía, Universidad de Granada
Donostia, 23 de Mayo de 2006
Resumen extenso
1. El problema de la adquisición del pensamiento
¿Cuándo comienza un individuo a tener pensamientos? ¿Qué condiciones son
necesarias para ello? Podemos llamar a éste el problema de la adquisición del
pensamiento, para diferenciarlo del problema (seguramente relacionado) de la aparición
del pensamiento en algún punto de la evolución.
La geografía de las posibles respuestas varía en función de lo que uno entienda
por pensamiento. Para delimitar la tarea, me centraré únicamente en los elementos que
muchos entienden como los componentes básicos del pensamiento: los conceptos. Lo
haré,
además,
ciñéndome
a
las
teorías
que
mantienen
algún
elemento
representacionalista.
Tradicionalmente las respuestas acerca de la adquisición de conceptos se han
agrupado alrededor de dos grandes polos: innatismo y empirismo.
-Desde el polo innatista el individuo viene ya dotado de un cierto número de conceptos.
En su versión más radical no hay adquisición propiamente dicha, sólo activación por
parte de los estímulos apropiados del entorno.
-Desde el polo empirista se insiste en el papel constitutivo que el entorno desempeña en
el pensamiento. En su versión más radical, la mente viene inicialmente desprovista de
todo contenido y es “amueblada” a través de la experiencia sensorial.
Entre ambos polos se extiende una variedad de posturas. La tabla 1 es un intento
de sistematizarlas. No tiene pretensiones de exhaustividad (habría que añadir muchas
más ramificaciones y vínculos entre ellas) y la emplearé únicamente de manera
heurística para orientarnos en la discusión del problema. Las posiciones que aparecen
están catalogadas de acuerdo a su modo de responder a tres preguntas básicas:
TABLA 1. ADQUISICIÓN DE CONCEPTOS: MAPA DE POSICIONES
¿Son todos los conceptos innatos?
SÍ
Innatismo Radical
NO
¿Son todos los conceptos adquiridos?
NO
¿Hay un conjunto de primitivos?
SÍ
¿Es el entorno mero “activador”?
SÍ
NO
Descomposicionalismo
Programa
Interaccionista
Genético
SÍ
Constituidos por: ¿datos perceptuales?
NO
Doble Rasero
NO
¿lenguaje?
NO
¿leyes de la naturaleza?
NO
...
NO
¿práctica social?
SÍ
Constructivismo
Social
SÍ
Determinismo
Lingüístico
SÍ
Atomismo No Innatista
SÍ
¿percepto = concepto?
NO
SÍ
Contenido
Empirismo
NoConceptual
Conceptual
1) ¿Hay conceptos adquiridos?
2) Si hay conceptos adquiridos ¿se construyen a partir de un conjunto de unidades
básicas innatas (los primitivos)?
3) Si no hay tales unidades básicas, ¿cuál es el “elemento principal” que constituye los
conceptos?
Como pauta general, a medida que nos movemos más a la izquierda de la tabla, nos
encontramos posiciones más cercanas al innatismo, mientras que hacia la derecha nos
escoramos hacia el empirismo. Pero la postura concreta que uno adopte va a depender
en buena medida de su concepción detallada en cuestiones como la naturaleza de los
primitivos o el carácter de ese “elemento principal” que constituye los conceptos.
En lo que sigue, voy a comentar algunos aspectos (con abundantes
simplificaciones) que diferencian a las posiciones de la tabla.
2. Innatismo: atomista y descomposicionalista
El innatismo radical se fundamenta en conocidos argumentos desarrollados por Jerry
Fodor en los años 70. El eje principal es una tesis relativa a qué se requiere para adquirir
un concepto:
-Adquirir un concepto requiere formar y poner a prueba una hipótesis concerniente a
dicho concepto.
Por ejemplo, adquirir el concepto JIRAFA podría suponer formular hipótesis del estilo:
“ese bicho es una jirafa”, “las jirafas tienen el cuello largo”, “la jirafa come carne”, etc.
Algunas de esas hipótesis se ven confirmadas por la realidad y otras desmentidas.
Estas hipótesis se formulan en algún medio representacional de la mente (para
Fodor, un lenguaje del pensamiento), formando una estructura conceptual con un
determinado valor de verdad. Ahora bien, para formar hipótesis concernientes a las
jirafas, es preciso que el concepto JIRAFA ya figure en nuestro repertorio. Es decir, no
es posible construir la estructura conceptual correspondiente a esas hipótesis si el propio
concepto JIRAFA no forma parte de ella. Para evitar un regreso al infinito, la única
opción que queda es que dicho concepto sea innato.
Muchos consideran inaceptable esta conclusión. Si el argumento nos conduce a
la idea de que conceptos como DVD o SIDA son innatos, algo debe fallar. ¿Pero el qué?
Algunos aceptan la parte del argumento relativa al “regreso al infinito”: es cierto que en
algún punto debemos encontrar los elementos últimos con los que se construyen los
pensamientos, pero estos elementos se encuentran a una escala mucho menor de lo que
conceptos como JIRAFA o DVD dan a entender. Estos últimos conceptos poseen, a su
vez, una estructura compleja, cuyos componentes son representaciones conceptuales
que posiblemente no tengan sino un reflejo aproximado en el lenguaje. Estos elementos
son lo que tienen en común conceptos como JIRAFA y CABALLO, o DVD y CD.
Tenemos así dos variedades de innatismo, atomista y descomposicionalista (del
cual Jackendoff sería un representante). Para este último hay un número, relativamente
reducido, de elementos representacionales básicos que intervienen en la composición de
los conceptos. Para el atomista, cada concepto es en realidad un primitivo, dado que es
irreducible
a
una
combinación
de
conceptos
más
simples.
Aunque
el
descomposicionalismo soluciona el problema de innatismo masivo que se sigue de las
tesis atomistas, no tiene una teoría clara acerca de en qué consiste la estructura compleja
de un concepto, qué elementos resultan centrales en su constitución y cómo se
organizan en el proceso de adquisición. Otras maneras de enfrentarse a las indeseables
consecuencias del innatismo atomista resultan de modificar sus tesis acerca de cómo se
produce la adquisición de un concepto. En lugar de un proceso de formación y prueba
de hipótesis se proponen diversos modos de construcción de los conceptos, de carácter
más o menos empirsta.
3. Empirismo conceptual y teorías del contenido no conceptual
Las versiones más clásicas del empirismo (en su vertiente más representacionalista, no
las de corte conductista) se fundan en la idea de que es posible construir las entidades
mentales a partir de los estímulos llegados del entorno o “datos de los sentidos”. Las
críticas filosóficas vertidas sobre este tipo de posiciones a mediados del siglo pasado,
junto con la mayor influencia de las tesis innatistas en las ciencias de la mente, hacen
que el empirismo pierda fuerza en las explicaciones de la constitución de lo mental. No
obstante, recientemente se ha visto revitalizado en dos familias de teorías, una que se
reclama explícitamente empirista, y otra que lo es de manera más implícita.
La primera es el empirismo conceptual, resucitado por Prinz, según el cual todo
concepto es una copia, o combinación de copias, de representaciones perceptuales. Cada
concepto viene cimentado en códigos representacionales específicos para nuestros
diferentes sistemas perceptivos. Las representaciones perceptivas de la teoría de Prinz se
sustentan sobre una variedad de mecanismos detectores e indicadores básicos,
susceptibles de ser combinados entre sí. Un concepto no sería sino un complejo
mecanismo de detección construido a partir de aquellos. Aunque esta idea
aparentemente lo relaciona con los primitivos propuestos por el descomposicionalismo,
una diferencia sustancial es que este último aún mantiene el carácter amodal de los
conceptos, es decir, su independencia y abstracción respecto a modalidades sensoriales
particulares.
La segunda familia de teorías de corte empirista, por su énfasis en el carácter
constitutivo de elementos perceptuales, son las teorías de contenido no conceptual (v.g.,
Bermúdez). Este se suele caracterizar como un tipo de contenido que se puede adscribir
a un individuo sin adscribirle a un tiempo los conceptos necesarios para describir y
especificar aquel contenido. Pensemos en la riqueza de detalle con que se percibe una
puesta de sol: la “imagen mental” que nos formamos tiene una riqueza de detalles (v.g.,
todos los matices de formas y colores), los cuales no se corresponden con conceptos que
el individuo posee. Otros tipos de contenido no conceptual se pueden hallar en el
movimiento a través de un espacio o la emoción. Una similitud entre esta teoría y el
empirismo conceptual reside en que ambas suelen entender los elementos básicos como
representaciones mentales. La diferencia capital es que el empirismo de Prinz es
continuista: considera esos elementos a su vez como conceptos, que sólo se diferencian
de los que normalmente expresamos con palabras en su grado de complejidad. En
cambio, el contenido no conceptual no es asimilable al conceptual, aunque de algún
modo lo fundamenta.
Entre los problemas a los que se enfrentan teorías como las anteriores podemos
destacar tres. Uno es cómo dar cuenta, en términos de construcción perceptual, de los
conceptos más abstractos. Otro es qué tipo de teoría de la representación mental
presuponen (en el caso del contenido no conceptual: cómo distinguirlo del conceptual).
Finalmente, el acuciante problema de la composicionalidad, esto es, cómo combinar los
conceptos en estructuras con valor de verdad (pensamientos) que sea función de sus
componentes.
4. La influencia social: cultura y lenguaje
Las posiciones anteriores se caracterizan, en líneas generales, por su énfasis en explicar
la adquisición de conceptos apelando a propiedades del medio interno. Esto es obvio en
el caso de las variedades de innatismo, pero también aparece en las teorías empiristas: si
bien en éstas el entorno desempeña un papel central, la adquisición de un concepto se
explica principalmente apelando a los mecanismos internos por los que se construye. O
puesto de otro modo: el entorno se tiene en cuenta sólo en la medida en que se puede
traducir a un patrón estimular detectable y representable por el individuo. Ahora bien, es
posible trasladar la atención al medio externo, en particular al medio social en el que se
desenvuelve un sujeto, para obtener una visión diferente. En esta visión es el elemento
crucial es la adquisición cultural. Los conceptos sólo tendrían presencia en relación a un
entramado de relaciones y prácticas sociales que los fundan. Por tanto, es en la medida
en que un individuo comparte dichas relaciones y prácticas que se puede decir que
posee o no determinado concepto.
Ahora bien, he dicho en un principio que me limitaría a explorar las posiciones
de corte más representacionalista. ¿Cómo entender representacionalismo en este
contexto? Una alternativa es trasladar el foco desde las representaciones mentales, como
algo interno y superveniente a un individuo, hacia las representaciones externas que las
sociedades registran en diversos medios. En este sentido cabe entender algunas de las
propuestas externalistas del último decenio, que pretenden descargar la mente de
representaciones
cuasi-lingüísticas.
No
obstante,
la
inclinación
hacia
el
antirrepresentacionalismo es notable en este terreno. Una tendencia entre quienes
quieren mantener un papel central para la noción de representación es anclarla en el más
obvio de los medios representacionales externos: el lenguaje público.
La idea no es meramente que el lenguaje es esencial para la adquisición de
conceptos: esto es algo que ninguna de las teorías presentadas tiene inconveniente en
suscribir. La diferencia decisiva se encuentra en si se adjudica al lenguaje algún tipo de
función constitutiva de lo conceptual (v.g., Carruthers). Esto se puede entender de
diversas maneras. La más tentadora, quizá, es asumir que el lenguaje público es el
medio en que pensamos, de manera que adquirir un concepto es adquirir una palabra,
sin que se plantee el problema adicional de cuál sea el correlato de dicha palabra en el
pensamiento. En la medida en que somos capaces de usar una expresión en los
contextos apropiados podremos decir que dominamos el concepto correspondiente.
Entendida de manera fuerte, esta tesis acarrea el problema de deslizarse hacia el
determinismo y relatividad lingüísticas: lo que pensamos vendría condicionado por la
lengua concreta que hablamos, y en la medida en que las lenguas difieren también lo
harán los pensamientos de quienes las hablan. La tesis resulta intuitivamente atractiva
para muchas personas, pero lo cierto es que deja demasiadas cosas sin explicar, por
ejemplo, qué tienen en común los conceptos y cómo caracterizar la (presunta) mente de
los seres sin lenguaje.
5. De vuelta al atomismo y consideraciones finales
Señalaba más arriba que el innatismo radical de Fodor tiene su origen en la tesis acerca
de la adquisición de conceptos como formación de hipótesis, y que las otras posiciones
abandonan dicha hipótesis. Lo cierto es que el propio Fodor la abandona con
posterioridad, para sostener una teoría de tipo causal-informacional: un concepto es una
entidad mental que se instancia en la mente cuando ésta se encuentra en una relación
causal apropiada (más concretamente: una relación que cae bajo alguna descripción
nomológica, i.e., regida por leyes) con la propiedad del mundo a la que hace referencia
el concepto. Lo que no ha abandonado es el atomismo, dado que parece ser la única
teoría a la que no se le plantean problemas cuando se trata de ver cómo los conceptos se
combinan entre sí.
La posición que resulta no es necesariamente innatista (aunque tampoco lo
excluye) pero sí desemboca en contemplar todo concepto atómico como un primitivo,
que se relaciona además de manera única con una palabra (o ítem léxico) del lenguaje
público. La consecuencia es (chocantemente, por proceder de Fodor) una teoría que
resulta muy afín al proyecto de quienes consideran el lenguaje constitutivo del
pensamiento, dado que tenemos una teoría que prácticamente interioriza todo el aparato
lingüístico externo.
Para concluir este rápido recorrido, podemos preguntarnos si quedan posiciones
importantes por ocupar en esta geografía provisional que hemos establecido; por
ejemplo, qué otro elemento constitutivo de lo conceptual se pueda echar en falta que
llene los puntos suspensivos en la parte inferior de nuestro esquema (o bien alguna
región más a la derecha). Y podemos preguntarnos, así mismo, si las diferencias entre
las distintas posiciones son realmente sustanciales o hay algún punto en el que tiendan a
converger. Toda sugerencia es bienvenida.
Bibliografía
Bermúdez, J. L. (1998) The Paradox of Self-Consciousness. Cambridge, MA: MIT
Press.
Carruthers, P. 1996 Language, Thought, and Consciousness. Cambridge: Cambridge
University Press.
Fodor, J. (1975) The Language of Thought. New York: Crowell (El lenguaje del
pensamiento. Madrid: Alianza)
Fodor, J. 1981 “The Present Status of the Innateness Controversy”. In Representations,
Cambridge, MA: MIT Press, pp. 257-316.
Fodor, J. (1998) Concepts. New York: Oxford University Press.
Jackendoff, R. (1992) Languages of the Mind. Cambridge, MA: MIT Press.
Laurence, S. and Margolis, E. (eds.) (1999) Concepts: Core Readings. Cambridge, MA,
MIT Press.
Margolis, E. (1998) “How to Acquire a Concept” Mind and Language 13, 347-369.
Prinz, J. J. (2002) Furnishing the Mind. Cambridge, MA: MIT Press.
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