"Un nuevo problema en torno a la transmisión de la acción

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Voces: DAÑOS Y PERJUICIOS ~ INDEMNIZACION ~ ACCIDENTE DE TRANSITO ~ VICTIMA ~
MUERTE DE LA VICTIMA ~ SUCESION ~ HEREDERO ~ DERECHOS DEL HEREDERO ~ DAÑO
MORAL ~ PROCEDENCIA DEL DAÑO MORAL ~ CODIGO CIVIL ~ MEDIACION ~ ACCION CIVIL ~
TRANSMISION MORTIS CAUSA ~ HERMANO
Título: Un nuevo problema en torno a la transmisión de la acción resarcitoria del daño moral
Autor: Calvo Costa, Carlos A.
Publicado en: RCyS2013-IX, 35
Fallo comentado: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala G ~ 2012-11-20 ~ Antonuccio, Elvira y otro c. Transporte 22 de
Septiembre S.A.C. y otros s/ daños y perjuicios
Cita Online: AR/DOC/2575/2013
Sumario: I. Los hechos. — II. El dilema de la transmisión acción resarcitoria del daño moral. La cuestión
en el fallo anotado. — III. La sentencia comentada. Nuestra opinión.
I. Los hechos
El día 25/11/2002, la Sra. S.I.A. -de 80 años de edad- viajaba como pasajera transportada en el interno 52 de
la Línea 2, por la colectora de Av. Gral. Paz, cuando al llegar a la altura de la calle Chávez, el conductor del
ómnibus frenó abruptamente, provocando que la pasajera saliera despedida de su asiento, sufriendo por ello
serias lesiones, sobre todo, en su pierna izquierda.
Como consecuencia del accidente, la Sra. S.I.A. jamás evolucionó satisfactoriamente de sus heridas, sino
que, por el contrario, éstas se fueron agravando, convirtiéndose progresivamente en úlceras que no cicatrizaron.
Su cuadro fue empeorando, generando en la Sra. S.I.A. una importante infección en la zona, que fue
determinante en su fallecimiento, ocurrido el 06/08/2003, por paro cardiorrespiratorio, sepsis y accidente
cerebro vascular.
Aún en vida, la Sra. S.I.A. inició la instancia mediación (habría sido hacia junio de 2013, ya que la duda
subsiste porque no surge con certeza el día de su inicio, tal como lo pone en envidencia el Tribunal en sus
considerandos). Sin embargo, la demanda judicial fue promovida, con posterioridad, por sus hermanos E.A. y
S.A. por sí, y en su carácter de herederos de S.I.A; cabe aclarar, que, tratándose de herederos no forzosos, la
declaratoria que los invistió como tales, determinante para su legitimación, recién fue dictada el 13/09/10 en el
juicio sucesorio de S.I.A. que tramitó en un juzgado del Departamento Judicial de La Matanza, es decir, con
posterioridad al inicio de la demanda del fallo que aquí anotamos. No obstante ello, reclamaron los actores iure
hereditaris, daños patrimoniales y daño moral que sufriera la Sra. S.I.A.
La Cámara de Apelaciones, sin perjuicio de cuestionar, en general, la legitimación activa para accionar de
los hermanos de la fallecida (tanto iure proprio como iure hereditatis), por los múltiples motivos que se explican
en el considerando IV -a los que remitimos-, concluyó en que es inviable el reclamo iure hereditatis del daño
moral sufrido por la Sra. S.I.A., toda vez que en el presente caso no ha existido transmisión hereditaria alguna,
al no haber iniciado la fallecida, antes de morir, una acción judicial en tal sentido. Así, destaca, el Tribunal en
el considerando V, que: "En consecuencia, por aplicación del art. 303 del Código Procesal, de entrada debe
quedar descartado todo intento de reclamar la reparación del daño moral que pudo haber sufrido la víctima, pues
la acción no fue iniciada por la víctima".
El fallo que aquí anotamos presenta varios puntos de indudable interés, pero centraremos nuestro análisis en
el conflicto suscitado en torno a la transmisión de la acción resarcitoria del daño moral, y estudiaremos, pues, si
la decisión del Tribunal ha sido la correcta.
Abordaremos la cuestión desde una doble perspectiva: 1) si es transmisible, y en qué casos, la acción
resarcitoria del daño moral; y 2) si se debe mantener la rigidez del criterio legal previsto en el Código Civil para
transmisiones iure hereditatis.
II. El dilema de la transmisión de acción resarcitoria del daño moral
a) Mucho se ha discutido en la doctrina acerca de si era posible la transmisión de la acción resarcitoria para
reclamar el daño moral. El cuestionamiento, surge a partir de que quien ejerce la acción no es el damnificado
directo, sino otra persona a quien le ha sido transmitida esa acción.
Sin embargo, se debe destacar que la solución puede resultar diferente según estemos en presencia de una
transmisión mortis causa o de una por acto entre vivos. Hemos realizado dos trabajos con anterioridad al
presente, en los cuales ya hemos fijado nuestra posición al respecto, por lo cual remitimos al lector a ellos (1),
para evitar incurrir en repeticiones indeseadas, aunque aludiremos -en lo esencial- a dichos aportes en este
trabajo.
A modo de introducción al tema, en cuanto a la transmisión por actos entre vivos, cabe destacar que se
argumenta a favor de la postura que se expide por la negativa a la hora de analizar la posibilidad de la
transmisión de la acción, que ni el crédito ni la acción para exigir la reparación del daño moral pueden ser
cedidos, toda vez que dicho derecho es inherente a la persona (arg. art. 498, CC), y por lo tanto su transmisión
se halla alcanzada por la prohibición expresa del art. 1445 CC (2).
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Por nuestra parte, también hemos sostenido en aquella ocasión, y lo corroboramos hoy en día, que no existe
norma expresa alguna que prohíba la transmisión por acto entre vivos del derecho a obtener la reparación de
daño moral. Ello así, puesto que consideramos que si bien el daño moral es la lesión a un interés espiritual, no
debe ser confundido con el crédito que nace de dicha lesión que es puramente patrimonial e integra el
patrimonio del damnificado (3). En consecuencia, estimamos que dicha transmisión por actos entre vivos, no
puede ni debe ser alcanzada por la prohibición del art. 1445, CC. Es más, como agudamente también lo ha
evidenciado una prestigiosa doctrina (4), la nota a dicho artículo establece que si bien no son cesibles las
acciones fundadas sobre derechos personales, por la razón de que el ejercicio de esos derechos es inseparable de
la individualidad de la persona, "es cesible toda acción resultante de los derechos de obligación, cualquiera sea
el origen de la obligación, bien provenga de convención, de delito o de cualquier otra causa".
Ahora bien, respecto a la transmisión mortis causa de la acción, debemos atenernos a lo dispuesto en el art.
1099 CC, en cuanto establece que "Si se tratase de delitos que no hubiesen causado sino agravio moral, como
las injurias o la difamación, la acción civil no pasa a los herederos y sucesores universales, sino cuando hubiese
sido entablada por el difunto". En razón de ello, sólo puede efectuarse la transmisión cuando la acción haya sido
entablada en vida por el causante damnificado, quedando legitimados de tal forma para continuar con ella, los
sujetos establecidos en la citada norma. Por el contrario, si quien fallece no hubiera iniciado la acción en vida,
su pretensión no se transmite a los herederos, por lo cual éstos carecen de legitimación activa para efectuar tal
reclamo. Expresamos también que dicha hipótesis prevista por el art. 1099 CC, no debe confundirse con los
supuestos del art. 1078 CC, en los cuales los herederos -damnificados indirectos- reclaman iure proprio el
resarcimiento por el perjuicio espiritual propio que padecen con motivo de la muerte de la víctima, toda vez que
en tal caso no invocan derecho hereditario alguno.
b) Efectuada esta distinción, debemos referirnos al caso previsto en el fallo que anotamos, en el cual quienes
reclaman iure hereditatis son los hermanos de la fallecida. Insistimos en que se trata de un supuesto totalmente
distinto del previsto en el art. 1078 CC, ya que en este caso los reclamantes ejercen la acción invocando un
derecho hereditario, al reclamar el daño moral que sufriera la fallecida -Sra. S.I.A.- antes de su muerte.
Así planteada la cuestión, resulta de aplicación el citado art. 1099 CC que requiere, como hemos visto, que
la acción haya sido iniciada previamente por la víctima, para que pueda ser continuada por los herederos. Por el
contrario, si quien ha fallecido no hubiera iniciado la acción en vida, su pretensión no se transmite a los
herederos, por lo cual éstos carecen de legitimación activa reclamar (5). Cabe recordar, que la cuestión en torno
a la legitimación para reclamar el daño moral iure hereditatis no siempre ha sido clara en nuestros tribunales, al
punto que fue necesario el dictado de dos fallos plenarios de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
hace ya unos años (6), para poner fin a las controversias interpretativas suscitadas.
Entendemos, por nuestra parte, que aún cuando podamos cuestionar la solución prevista en el art. 1099 CC,
ya que se funda en el carácter personalísimo de la acción resarcitoria del daño moral (7) (lo cual tornaría
inadmisible, además, su transmisión por actos entre vivos -cfr. arts. 498 y 1445 CC-, postura que no
compartimos (8), como expusimos precedentemente y en nuestros trabajos anteriormente mencionados (9), lo
cierto es que la claridad que emana de dicha disposición legal no deja margen de dudas respecto a cuál ha sido
la decisión del codificador ¿Qué se argumenta a favor de esta norma? Que sólo cuando el damnificado hubiese
ejercitado la acción resarcitoria, operaría una suerte de patrimonialización del derecho al resarcimiento (10), que
pasaría a formar parte del acervo hereditario, y por ello sería susceptible de ser transmitido a los herederos (11).
Por ende, atento a lo dispuesto por el Código Civil argentino, resulta irrefutable que si el damnificado
fallece sin articular la acción resarcitoria del daño moral, ésta no puede ser deducida por sus herederos (12).
Ahora cabe preguntarse: ¿es justa la solución propuesta por el art. 1099 CC?
III. La solución del fallo anotado. Su doctrina. Nuestra opinión
a) En el caso de autos, la Excma. Cámara, más allá de cuestionar la legitimación activa de los actores por
otros tantos argumentos que exceden el marco de este comentario, ha rechazado toda posibilidad de que los
actores pudieran reclamar iure hereditatis el daño moral que sufriera en vida su hermana S.I.A. ya que ésta no
había interpuesto en vida acción judicial alguna. A mayor abundamiento, destaca el Tribunal que el inicio de la
instancia de la mediación por parte de la víctima antes de su fallecimiento, sin que haya interpuesto con
posterioridad el reclamo judicial, no legitima a sus herederos a peticionar iure hereditatis la reparación del
agravio moral por aquélla sufrido. Este mismo criterio, agregamos, es imperante en la jurisprudencia nacional y
ha sido validado hace pocos años en un recordado decisorio de la Suprema Corte de la Provincia de Mendoza,
con un brillante voto de Aída Kemelmajer de Carlucci (13).
b) Advertimos que, desde lo formal, la resolución adoptada por la Excma. Cámara es la correcta y ajustada a
derecho, a tenor del estado actual del ordenamiento jurídico argentino. Sin embargo, dudamos que sea la más
justa, ya que pensamos que la solución legal propiciada por el art. 1099 CC es excesivamente rígida. Y estamos
convencidos de ello.
Por nuestra parte, nos preguntamos: ¿cuál es la verdadera razón por la cual se exige promover una demanda
en forma previa para que opere la transmisión, con exclusión de cualquier otra forma de manifestación de
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voluntad?
Estimamos que si el fundamento esencial del art. 1099 CC, respecto a ello, reside en la necesidad de la
existencia de una voluntad inequívoca del causante, en cuanto a su intención de hacer valer su derecho
resarcitorio, no habría motivo alguno, entonces, para no admitirse el traspaso hereditario luego de una
intimación inequívoca contra el responsable (14), o bien, como ha sucedido en el fallo que anotamos, de haber
iniciado una mediación obligatoria (instituto desconocido por Vélez Sársfield, al momento de legislar el art.
1099 CC).
Tampoco consideramos admisible el argumento brindado por una prestigiosa y tradicional doctrina, en
cuanto a que la acción por daño moral no tiene carácter patrimonial -y por ende no puede ser cedida- a no ser
que la víctima promueva la acción, ya que recién ahí adquiere la nota de patrimonialidad (15). Por nuestra parte,
tal como lo hemos advertido en nuestros anteriores aportes sobre este tema, aun cuando estimamos que es
exacto afirmar que el daño moral es de carácter personalísimo, lo cierto es que su resarcimiento apunta a
compensar las consecuencias disvaliosas que el evento lesivo ha provocado en la personalidad del afectado, al
lesionar intereses espirituales del éste. Por ende, mucho más exacto es aún, que lo que se pretende con la acción
de reclamo de daño moral es la obtención de una indemnización dineraria, que es de naturaleza patrimonial (16),
puesto que la misma ingresará al patrimonio del damnificado una vez percibida, confundiéndose con el resto de
los bienes de valor pecuniario que integran la universalidad jurídica de su patrimonio. Y resultando ser dicha
acción de naturaleza patrimonial, no debe mediar obstáculo alguno para poder ser transmitida.
Se ha sostenido que al derivar de una cuestión personalísima el derecho de la víctima que sufre daño moral,
la decisión de iniciar o no un reclamo para su reparación es una cuestión que queda reservada a su conciencia;
es por ello que resulta obvia la disposición legislativa en torno a la necesidad de que el causante haya
promovido antes de su fallecimiento una demanda judicial (17), para que pueda ser transmitida y continuada por
sus herederos.
Aún cuando respetamos esta posición, no la compartimos. ¿Por qué habría de interpretarse la inactividad del
causante, si no inició el juicio antes del fallecimiento, como una presunción de renuncia -en vida- a hacerlo? (18)
En el caso que anotamos, la víctima había iniciado la instancia de mediación obligatoria, por lo cual -a
nuestro entender- había exteriorizado de algún modo su intención de reclamar la reparación de los daños
sufridos con motivo del hecho relatado en el fallo comentado.
Coincidimos en esto con la calificada doctrina que estima que la exteriorización de la voluntad del causante
de ejercitar el derecho indemnizatorio, no necesariamente debería circunscribirse sólo a la promoción de una
demanda en sede judicial, especialmente cuando medie entre el mismo y el momento de la muerte del causante
un lapso de tiempo no muy prolongado (19).
Adviértase que, en el caso puntual que anotamos, el accidente ocurrió el 25/11/2002 y la víctima -Sra.
S.I.A.- falleció el 6/8/2003, por lo cual, ante tan breve intervalo de tiempo, no es ilógico pensar que quizás su
estado de salud empeoró luego de la instancia de la mediación y tal vez se encontró imposibilitada para
accionar. De admitirse tal posibilidad, cabe preguntarse: ¿por qué habría de descartarse el reclamo iure
hereditatis por parte de los herederos?
Es muy claro que el Código Civil, en el cuestionado art. 1099 CC, hace referencia a la necesidad, para ello,
de que el difunto haya entablado en vida la acción resarcitoria del daño moral. Sin embargo, queda en una
situación de "turbulencia" o "zona gris" el caso, como el de autos, en el cual el fallecido -antes de entablar la
acción judicial- haya tenido que iniciar la mediación previa obligatoria en los términos de la ley 24.573.
¿No es coherente interpretar que el causante tuvo una verdadera intención de reclamar la reparación de sus
daños y que no llegó a interponer la demanda judicial debido a su deceso? ¿Por qué no habría de interpretarse
que, si el reclamo se hubiera iniciado en una jurisdicción que no requiere la instancia de mediación obligatoria,
el causante hubiera llegado a tiempo antes de su fallecimiento, para interponer la acción judicial? Se nos ocurre
que estamos ante una situación de vacío legal (20) que debe ser subsanada en una futura reforma del Código
Civil.
Sin embargo, algunos de nuestros tribunales se han expedido en alguna situación similar a la del fallo
anotado, en el mismo sentido que proponemos en este aporte. A modo de ejemplo, cabe destacar el excelente
fallo de la Dra. María Isabel Benavente, a cargo del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nro. 15,
quien ha resuelto: "Se trata entonces de establecer si cuando la víctima falleció antes de haber promovido
judicialmente la demanda es posible admitir la reparación del daño moral. En este contexto, un primer análisis
de la cuestión, de aplicarse tanto la normativa legal (art. 1099) como la doctrina plenaria en forma literal
parecería que al no haberse entablado la acción propiamente dicha en vida del causante, no procedería reparar el
daño moral. Sin embargo, la interpretación del problema debe realizarse tomando en consideración las
modificaciones legislativas sobrevinientes. Aunque conceptualmente es inadmisible confundir los efectos de la
efectiva promoción de la demanda y de los trámites efectuados en mediación, no puede pasar inadvertido que la
ley 24.573 instituyó la mediación obligatoria a todo juicio como un prerrequisito o exigencia necesaria para
acceder a la administración de justicia (conf. Dupuis, Juan C. "Mediación y Conciliación", pág. 97; Colerio
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3
-Rojas, "La ley de mediación obligatoria y las modificaciones al Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación", en LA LEY, 1996-A, 1213, CSJN, Fallos: 324:3184). Es claro, entonces, que si el legislador nacional
estableció un obstáculo para acceder directamente a la jurisdicción en aras de favorecer y promover la solución
extracontenciosa de los diferendos, el fallecimiento del requirente ocurrido mientras tenía lugar la etapa
extracontenciosa, no puede perjudicar la acción que tenía la víctima y que se transmitió así al patrimonio de la
heredera (art. 3417). De lo que se trata entonces es de buscar una interpretación que armonice lo dispuesto en el
art. 1099 de la ley sustantiva y la doctrina plenaria dictada en consecuencia, con las pautas de la ley 24.573. De
allí, si el damnificado directo exteriorizó su voluntad de promover el reclamo en mediación en orden a obtener
una indemnización por las lesiones experimentadas, es indudable que la promoción del trámite, en tanto
constituye una etapa preliminar o preparatoria del juicio, a los efectos que aquí se analizan debe ser asimilado a
la articulación de la demanda, por cuanto es claro que si el fallecido no la promovió es porque no contó con
tiempo material debido a la muerte sobreveniente. En suma, a mi juicio es suficiente la puesta en marcha de la
mediación para tener por suficientemente comprobado que el causante transmitió la acción respectiva a su
heredera quien por tal razón se encuentra habilitada para continuar el reclamo" (21).
Seguimos manteniendo nuestro pensamiento plasmado en un anterior trabajo sobre este tema (22), en torno a
que la injustificada rigidez de la actual redacción del art. 1099 CC no se condice con la finalidad actual del
Derecho de Daños, que pregona la reparación integral de los perjuicios injustamente sufridos por la víctima. Y
nos resulta preocupante que dicha inflexibilidad se mantenga en el art. 1741 del actual Proyecto de Código Civil
y Comercial (próximo a tomar estado legislativo), en cuanto dispone terminantemente -en torno a la
indemnización de las consecuencias no patrimoniales- que "la acción sólo se transmite a los sucesores
universales del legitimado si es interpuesta por éste", máxime cuando el espíritu de la reforma tiende a ampliar
el elenco de legitimados activos a peticionarla.
(PONER ASTERISCO EN PAPEL) (*) Pueden consultarse otras publicaciones del autor en
www.ccalvocosta.com.ar
(1) CALVO COSTA, Carlos A., "¿Puede transmitirse la acción resarcitoria del daño moral?", RCyS,
2003-183; y en "Acerca de la transmisión mortis causa de la acción resarcitoria del daño moral", RCyS,
2008-573.
(2) Véanse, entre otros: BREBBIA, Roberto H., "El daño moral", Ed. Orbir, Rosario, 1967, ps. 248 y ss.;
ORGAZ, ALFREDO, "El daño resarcible", Ed. Depalma, 1980, ps. 239 y ss.; TRIGO REPRESAS, FÉLIX A.,
"Daño Moral" en "Responsabilidad civil. Presupuestos", Advocatus, Córdoba, 1997, p. 243.
(3) PIZARRO, Ramón D., "Daño moral", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2004, ps. 306 y ss; BUERES,
Alberto J., Comentario a los arts. 1078 y 1099, en "Código Civil y normas complementarias". Análisis
doctrinario y jurisprudencial", Bueres, Alberto -dir-, Highton, Elena -coord-, Ed. Hammurabi, Tomo 3 A,
Buenos Aires, 2005, ps. 201 y ss.; VAZQUEZ FERREYRA, Roberto A., "Cesión de créditos y daño moral", en
Zeus, Rosario, Zeus tomo 39—D—7, setiempre 1985.
(4) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, "Resarcimiento de Daños", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005,
Tomo 5 A, p. 314.
(5) Véanse en este sentido, entre otros: BUERES, Alberto J., "Código Civil y normas complementarias".
Análisis doctrinario y jurisprudencial", Bueres, Alberto -dir-, Highton, Elena -coord-, Ed. Hammurabi, Buenos
Aires, Tomo 3 A, Comentario Art. 1078, p. 195; PIZARRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Carlos G.,
"Instituciones de Derecho Privado. Obligaciones", Ed. Hammurabi, Buenos Aires, Tomo 2, p. 686; ZAVALA
DE GONZÁLEZ, Matilde, "Resarcimiento de Daños", Ed. Hammurabi, 2da. Edición, 4ta. Reimpresión, Buenos
Aires, 2005, Tomo 2 A, ps. 569 y ss.
(6) En ellos se resolvió que: 1) La acción en curso por reparación del daño moral puede ser continuada por
los herederos (ver CNCiv, en pleno, marzo 7-1977, "Lanzillo, José A. c. Fernández Narvaja, Claudio A.", ED,
72-320; LA LEY, 1977-B, 84; JA, 1977-II-229). El fallo se refiere a los herederos en general -forzosos y no
forzosos, legítimos y testamentarios-, aunque no se menciona a los sucesores universales no herederos como el
legatario de cuota o la nueva viuda; y, 2) Cuando del hecho resulta la muerte de la víctima, los herederos
forzosos legitimados para reclamar la indemnización por daño moral según lo previsto por el art. 1078 del
Código Civil, no son sólo los de grado preferente de acuerdo al orden sucesorio; asimismo, son herederos
forzosos todos los que potencialmente invisten ese carácter en el momento de la muerte del causante (ver
CNCiv, en pleno, febrero 28-1994, "Ruiz Nicanor y otro c. Russo, Pascual P.", ED, 157-594; LA LEY, 1994-B,
484; JA, 1994-II-678).
(7) Estimamos que ya ha quedado totalmente superada la doctrina que fundaba la imposibilidad de
transmisión "mortis causa", en la interpretación del silencio o inacción de la víctima como una renuncia
presunta a su derecho (véase en este sentido: FUEYO LANERI, Fernando, "De nuevo sobre el daño
extrapatrimonial y su resarcibilidad", Universidad de los Andes, Facultad de Derecho, Caracas, 1972, p. 121).
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4
Se le critica a esta postura, entre otras cosas, que no debe presumirse nunca una renuncia, y que, además, existen
muchos supuestos en los cuales la víctima ha fallecido sin tener posibilidad material de ejercer su derecho a
iniciar una acción resarcitoria.Ver también en sentido similar: SUÁREZ, Roberto C., "A propósito de un
plenario. El daño moral y la problemática de la transmisión de su acción reparadora", LA LEY, 1977-B, 801.
(8) En el mismo sentido que postulamos, véase: SCONAMIGLIO, Renato, "Danno Morale" en "Novissimo
Digesto Italiano", UTET, Torino, 1964, t. V, p. 149; GAMARRA, Jorge, "Tratado de Derecho Civil uruguayo",
t. XXIII, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, Uruguay, 1991, ps. 86/87; GARCIA LOPEZ, Rafael,
"Responsabilidad civil por daño moral. Doctrina y Jurisprudencia", Ed. Bosch, Barcelona, 1990, p. 164.
(9) Ver nota nro. 1.
(10) BUSTAMANTE ALSINA, JORGE, "Teoría general de la responsabilidad civil", 8ª ed., Ed. Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1993, p. 230.
(11) ZANNONI, EDUARDO, "El daño en la responsabilidad civil", 2ª ed., Ed. Astrea, Buenos Aires, 1987,
ps. 318 y ss.
(12) PIZARRO, RAMÓN D., "El ejercicio "iure hereditatis" de la acción resarcitoria del daño moral", LA
LEY, 2008-C, 586 y RCyS, 2008-565.
(13) Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Mendoza, sala I, 12/03/2008, "Sepúlveda H. y otros c.
Lucarelli, Aroldo y otros s/Daños y perjuicios", LA LEY,2008-C, 585m, con nota de Ramón D. Pizarro, RCyS,
2008-566 con nota de Ramón D. Pizarro y de Carlos A. Calvo Costa. En este caso, se trataba de una persona
que sufrió lesiones al caer de la silla de ruedas en la cual iba sentada, mientras era trasladada en una ambulancia,
en virtud de lo cual inició un reclamo resarcitorio en sede administrativa contra la obra social. Habiendo
fallecido la damnificada, el cónyuge supérstite inició iure hereditatis una demanda de daños y perjuicios contra
la obra social, el titular de la ambulancia y el conductor. Tanto el juez de primera instancia como la Cámara de
Apelaciones rechazaron el reclamo del daño moral por falta de legitimación activa, ya que la víctima no había
iniciado acción judicial alguna antes de su fallecimiento.
(14) BUERES, Alberto J., "Los problemas de la transmisión del crédito a la indemnización por daño moral,
y la relación de tal crédito con el patrimonio de su titular", en Bueres, Alberto J. (dir.), "Responsabilidad por
Daños en el tercer milenio: homenaje al profesor doctor Atilio Aníbal Alterini", Buenos Aires, Abeledo-Perrot,
1997, Volumen 1, p. 203.
(15) ORGAZ, Alfredo, "El daño resarcible", ob. cit, p. 218.
(16) Véase en este mismo sentido: ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, "Resarcimiento de Daños", ob.
cit., Tomo 2 A, ps. 578 y ss, quien destaca que "el carácter personalísimo de los bienes conculcados no siempre
propaga análoga naturaleza a las consecuencias jurídicas emergentes de la violación (...) no necesariamente la
lesión de un derecho inherente a la persona determina que la acción resarcitoria consiguiente, también lo sea".
(17) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, "Teoría general de la responsabilidad civil", Abeledo-Perrot, 9na.
edición, Buenos Aires, 1997, p. 185; COLOMBRES, FERNANDO, "Derechos litigiosos, ius superveniens y
transmisibilidad de la acción para reparar el daño moral", LLNOA, 2009-423 y ss.
(18) Véase también, en el sentido que exponemos: BUERES, Alberto J., "Los problemas de la transmisión
del crédito a la indemnización por daño moral, y la relación de tal crédito con el patrimonio de su titular", ob.
cit., p. 199.
(19) PIZARRO, Ramón D., "Daño moral. Prevención. Reparación. Punición", 2° ed., Bs. As., ed.
Hammurabi, 2004, p. 299. Esta misma línea de pensamiento puede advertirse también en BUERES, Alberto J.,
"Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial", Bueres, Alberto -dir.-,
Highton, Elena -coord.-, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005, t. 3 A, Comentario art. 1078, p. 195; y en
PIZARRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Carlos G., "Instituciones de Derecho Privado. Obligaciones", Ed.
Hammurabi, Buenos Aires, 1999, t. 2, p. 686.
(20) Véase en este mismo sentido: KNAVS, Verónica, "Efectos de la mediación para reclamar el daño
moral "iure hereditatis"", DJ, 2007-III, 589.
(21) Juzg. Nac. de Primera Instancia en lo Civil Nro. 15, 11/06/07, "Dieguez, Jovita Eulalia c. Neira, Jorge
Alberto y otro s/ daños y perjuicios", inédito.
(22) CALVO COSTA, Carlos A., "Acerca de la transmisión mortis causa de la acción resarcitoria del daño
moral", RCyS, 2008-573.
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