RR Una reunión entre el entonces Presidente Lagos

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LATERCERA Domingo 3 de julio de 2016
RR Una reunión entre el entonces Presidente Lagos y la Unidad de Análisis Estratégico que dirigía Ottone.
“
Me siento más de este mundo,
el intelectual, pero he pasado
muchos años de mi vida en el
otro, el político”, afirma Ernesto Ottone al recordar su
paso por el gobierno de Ricardo Lagos, tema central de su
nuevo libro: El segundo piso. Una disyuntiva que -otra vez- el sociólogo podría enfrentar al calor del debate por una
nueva candidatura presidencial del ex
mandatario.
En esta segunda entrega remarca que lo
suyo es el “mundo de las ideas”, pero
aceptó hacer un paréntesis para sumarse
al gobierno de Ricardo Lagos. ¿Cuáles
fueron sus razones?
Soy un híbrido, un anfibio, porque siempre me vi en el mundo de las ideas, siendo
profesor, un investigador. Mi participación política parte de un imperativo moral del Chile de los años 60, un país muy
injusto, y no de la atracción a la carrera
política.
Y, sin embargo, llegó a altos cargos directivos en el PC…
Me acuerdo que siendo muy joven, en el
PC me propusieron ser candidato a regidor y no quise, prefería estar en el trabajo
interno, donde efectivamente ocupé cargos muy altos de dirección, pero vino el
Golpe y me dije que no podía estar escribiendo y la vida se inclinó hacia la política. De ahí vino El viaje rojo. Al regreso de
mi exilio en 1989, ya podía dedicarme a
lo mío y llegué a la Cepal a través de un
concurso.
Estaba en eso cuando se tentó con la posibilidad de ayudar a Lagos. ¿Por qué?
Mi relación con Lagos siempre fue una relación de mucha empatía intelectual desde que lo conocí en 1983-1984. El hizo un
camino casi a la inversa que el mío: desde
la academia se decide a dedicarse a la política en tiempos muy duros. Yo ya estaba
fuera del PC y me sentía identificado con
esta renovación de la izquierda.
¿Cómo se consolida esta relación de asesor que termina con usted instalado en
La Moneda?
Hay dos momentos, uno en los tempranos
90-91, donde todavía no es orgánica la relación, cuando el diálogo con Lagos se
vuelve frecuente, permanente. Y en el 96
él me pide organizar un equipo de análisis estratégico. Este equipo comienza a
reunirse cada 15 días o a veces semanalmente con él, a “pimponear”. Lagos era
ministro de Obras Públicas y todos trabajábamos en cosas distintas, pero nos juntábamos con una minuta y se analizaba
cuál era el campo de fuerzas que existía
en Chile, qué significado debía tener un
gobierno de la Concertación por primera
vez con un Presidente socialista, cuáles
eran los objetivos a tener y las posibilidades reales de concretarlo.
¿Cuáles eran los principales temores que
tenían en esa época?
Evitar un quiebre de la democracia y el
fantasma histórico de gobiernos progresistas que concluían catastróficamente
desde Balmaceda a Allende. Todos éramos
muy estudiosos de la historia y nuestra
preocupación era cómo una izquierda ya
no revolucionaria, sino reformadora, podía darle gobernabilidad a Chile; haciendo cambios, pero que esos cambios no
significaran una polarización que nos llevara a una posibilidad de ruptura de la
democracia. Eso no sucedió porque se hicieron muchos esfuerzos para que no sucediera. De ahí la prudencia y la consideración de la correlación de fuerzas. La derecha era pinochetista y en el
empresariado se vivía con mucha fuerza
la idea de que Pinochet los había salvado
de la catástrofe. A eso sume que Pinochet
mantenía la dirección de las Fuerzas Armadas. En el Chile que asume Ricardo Lagos todavía existía el miedo.
El sello que más se recuerda del gobierno
de Lagos no es la normalización de las relaciones con las Fuerzas Armadas, sino
que su “amorío” con los empresarios...
Eso es una visión ideologizada. El gobierno de Lagos podría haber sido un gobierno de cambios quizás más profundos en
lo económico y social, los realizó, pero la
vida fue muy compleja. Primero, porque
llegando al gobierno nos dimos cuenta de
que había una tarea central: tener una República en forma, había censura de prensa, no había ley de divorcio, los comandantes en jefe de las FF.AA. no los podías
remover, había senadores designados, etc.
Lagos tiene muchos méritos, pero si tuviera que elegir uno para dejarlo en los libros de historia, sería la generación de
una República en forma y el fin del miedo. Eso es lo central. A todo eso se agrega
que la crisis asiática se alargó y se vino
una situación económica muy grave en
América Latina que debíamos evitar que
contaminara a Chile. Fue como un equipo
de fútbol que sale a la cancha a ser ofensivo y se da cuenta de que Islandia juega
bien, entonces tiene que realizar una defensa sólida.
La diputada Camila Vallejo ha sido muy
dura en este tema con el ex Presidente...
Ella y otros más, con una visión -a mi juicio- ideologizada. También hay una cierta
cuestión generacional respecto de la importancia de los avances logrados en su
gobierno, particularmente en materia de
democracia. Las discusiones y diferencias
con los empresarios también fueron fuertes, además no teníamos mayoría en el
Congreso y se avanzaba con prudencia y
audacia a la vez.
A propósito del proceso constituyente,
también se han criticado las reformas de
2005, señalando que se legitimó la Constitución de Pinochet…
No podríamos estar hablando de discutir
una nueva Constitución sin esos cambios
fundamentales que se hicieron, porque
ahí se sacaron los enclaves más profundos antidemocráticos que tenía la Constitución del 80. Se puede construir una
nueva Constitución, porque ya se dio ese
paso. Negar el valor de aquello en esos
años me parece absurdo, me parece un
fundacionalismo infantil que no ayuda a
las reformas.
¿Por qué Lagos apostó por un equipo de
asesores directos, algo inédito en los gobiernos anteriores?
Cuando se discutía cómo iba a ser el gobierno teníamos la sensación de que era
probable que por las características de ser
el primer Presidente socialista, Lagos no
tuviera la misma libertad para estructurar
un gabinete como él quería. Después no
fue así, fue más bien un prejuicio. Empezamos a preparar, en consecuencia, una
estructura que le permitiera al Presidente
tener una forma de gobierno que fuera
complementada por un grupo de asesores. Segundo, se debe a las características
del Presidente. Lagos es un Presidente
que está permanentemente pensando,
viendo opciones, teniendo dudas, es un
Presidente que le gusta esto que llamo “el
pimponeo” intelectual y político, duro a
veces. Naturalmente, después de ello
toma decisiones que son las suyas.
¿Y cómo lidió el segundo piso con la desconfianza natural de los ministros?
Fue duro en un comienzo, porque muy
pocos nos creían que no estábamos en la
carrera política... Todos nos veían como
potenciales ministros o candidatos a algo.
Y jamás fue así. Les costó convencerse.
Fue sólo con el tiempo.
¿Cuán influyente era este equipo? ¿Podía
tomar una decisión a contrapelo de lo
que un ministro dijera?
No. Este equipo, su única razón de ser y
su único peso, en verdad, era trabajar con
el Presidente. Su legitimidad estaba dada
por él. Cualquier contradicción no la tenía el equipo con un ministro, era el Presidente quien decidía y actuaba.
¿Cuándo un asesor presidencial comienza a generar problemas? Las actuales
asesoras de Bachelet han sido foco de críticas, incluso públicas, de ex ministros...
Es muy importante que los asesores tengan un cliente único: el Presidente, y que,
por lo tanto, la acción la lleve adelante el
Presidente y no surja un tercero en discordia. El esquema nuestro tenía ese bajo
perfil público y una concentración en el
trabajo del Presidente, y funcionó bastante bien. El Presidente te podía hacer encargos, como por ejemplo, en el diálogo
con los militares, con los empresarios o
algunas cosas internacionales. Pero era
una cuestión de criterio y de sensatez que
tenías que coordinarlo con el ministro de
la cartera.
Eso fue una máxima...
Una máxima total. Y nunca tuve problemas con algún ministro, porque ellos tenían que estar informados de lo que yo
estaba haciendo. Si no habría sido un desorden. Y eran problemas gruesos en ese
tiempo, no eran menores.
En el texto usted hace una semblanza del
Presidente Lagos y destaca uno de sus
rasgos: el de la “convicción de un destino
nacional”. Hoy, cuando se plantea su
eventual reelección, esa característica
adquiere relevancia. ¿Qué piensa de una
nueva candidatura de Lagos?
Separaría dos cosas. Cuando se plantea
una candidatura presidencial es necesario
ver el cuadro político, social, del país. Si
esa candidatura presidencial puede responder a conformar una mayoría, si hay
condiciones para construir una mayoría
sólida que permita competir para dirigir
un gobierno. Eso es lo primero que es necesario ver. Creo que eso todavía no se ve
ni para Lagos ni para nadie. Todavía no se
sabe. Los datos de la realidad son todavía
poco claros..., estamos en un momento
muy líquido.
No es el momento de definir una candidatura…
Trato de decirle que todavía las condiciones objetivas necesarias para que exista
una candidatura no están conformadas,
sería un error, una anticipación en este
momento plantearse una candidatura,
para Lagos y para cualquiera.
¿Cómo ve a Lagos hoy?
Lagos está en un momento extraordinario
de su vida y su fortaleza física. Todos estos años de ex presidente ha sido una figura en el mundo, que ha estado en los
temas de punta: cambio climático, drogas, economía global y de la inserción de
Chile, energía, igualdad. Tienes a una
persona que está pensando el futuro de
Chile. Es una cuestión de visión. Y eso él
lo tiene. Las condiciones personales para
una candidatura están. Las condiciones
políticas, sociales, están líquidas.
¿Ustedes como ex asesores -como el segundo piso- han conversado este tema?
Lo hemos hecho siempre, se sigue conversando, pero se conversa de todo. No hay
una obsesión.
Entonces, no encontraría rara la posibilidad de una reelección...
Lagos es una persona que tiene una idea
muy fuerte de lo público, excluyente de
otra actividad. El decidió dedicar su vida a
lo público y cada cosa que hace es una
cosa dirigida a ello. No creo que exista la
jubilación para los intelectuales y para
quienes están pensando el país. Si tú me
dices que pienso que no es raro..., no, no
es raro. Lagos es un patrimonio que tienen
el país y la centroizquierda, y en particular
un tipo de visión moderna respecto del futuro. Entonces, como decía un amigo huaso, puede que sí y puede que no.
A usted no le gusta mucho esa posibilidad...
No es una cuestión de gusto, es una cuestión de cómo se desarrollen los acontecimientos en el futuro.R
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