texto completo - Biblioteca Digital de APA

Anuncio
REV. DE PSICOANÁLISIS, Número Especial Internacional, nº 8, 2001, págs. 233 a 248
Investigación en psicoanálisis
y en psicoterapia psicoanalítica
* Mercedes Mitjavila
** Joaquim Poch
Este trabajo1 consta de dos partes. En la primera exponemos algunos posicionamientos,
interrogantes y reflexiones que pretenden explicar, desde nuestro punto de vista, por qué
la comunidad psicoanalítica vive todavía hoy en día, de espaldas a la investigación empírica y experimental.
El contenido de la primera parte se desarrollará a partir de los siguientes puntos: el
debate en el seno de la IPA entorno de la investigación; cómo la denominada crisis del psicoanálisis nos obliga a posicionarnos frente a la investigación empírica y experimental; la
necesidad de la investigación; la investigación denominada propiamente psicoanalítica; los
tópicos y supuestos de los psicoanalistas respecto de diversas modalidades de investigación; acerca de la convivencia de diferentes modalidades de investigación dentro del ámbito psicoterapéutico y psicoanalítico.
En la segunda parte del trabajo queremos aportar una muestra del esfuerzo investigador que han llevado a término los psicoanalistas y terapeutas psicodinámicos a lo largo de
este siglo.
Dado que los conceptos empleados pueden tener acepciones diversas, se detallan a
continuación la clasificación y las definiciones que hemos utilizado en este trabajo.
Tipos de investigación
* Miembro de la Sociedad Española de Psicoanálisis. Profesora de la Facultad de Psicología de la
Universidad Autónoma de Barcelona.
Dirección: Plaza Tirant lo Blanc, nº 2, 4º 2ª (8005) Barcelona, España.
E-mail: [email protected]
** Miembro de la Sociedad Española de Psicoanálisis.
Dirección: Avda. Diagonal 466 (08006) Barcelona, España.
E-mail: [email protected]
1
Este trabajo se presentó a la Sociedad Española de Psicoanálisis en marzo de 1997. Agradecemos el
estímulo de cuantos colegas nos animaron con sus aportaciones y debate. Agradecemos en particular al
Dr. Valentín Barenblit, que nos animó y brindó todas las oportunidades para su publicación.
234
Mercedes Mitjavila
1. Según el contenido:
a) Básica: estudio de los procesos básicos: psicopatología, procesos inconscientes,
desarrollo emocional...
b) Aplicada: estudio del proceso terapéutico (aspectos/variables del paciente, del analista,
de la interacción...etc.), técnica, resultados, indicaciones... etcétera. En el ámbito de la
investigación aplicada en psicoanálisis y en las psicoterapias en general se han dado
dos grandes modalidades: estudios sobre resultados y estudios sobre proceso.
Históricamente aparecieron primero los estudios sobre resultados y posteriormente surgieron los estudios sobre el proceso. En la actualidad coexisten, aunque tienen mayor
prevalencia los estudios sobre proceso.
La investigación básica y la aplicada se pueden llevar a cabo mediante metodologías diferentes:
2. Según el método:
a) Teórica: reflexión, explicación, elaboración conceptual-reflexiva, relacionar/comparar conceptos diversos o relacionar/comparar los mismos conceptos en autores o
escuelas diferentes, evolución de los conceptos a lo largo del tiempo...
b) Empírica: observación sistemática, puede usar la cuantificación (con modelos estadísticos o no) o ser puramente descriptiva y cualitativa.
c) Experimental: se parte de hipótesis que han de confirmarse o refutarse. Es necesario un control estricto de las variables. Es replicable, formula leyes, pretende ser
predictiva, en general utiliza muestras grandes (aunque no es imprescindible, ya
que también pueden llevarse a cabo experimentos con control de variables a partir de pocos casos o de caso único), utilización estadística.
Debate en el seno de la IPA en torno a la investigación
En los últimos años se ha iniciado en el seno de la IPA, y promovido por altos cargos, un
debate en torno a la investigación, empírica y experimental, en el ámbito del psicoanálisis
Investigación en psicoanálisis [...]
235
(Wallerstein, 1994, 1995, 1996; Fonagy, 1994; Green, 1996, Emde y Fonagy, 1997,
Engelbretch, 1997). Asimismo se han propiciado grupos de estudio entorno a la investigación
empírica en psicoanálisis. Citaré algunos de los más representativos en Europa: Fonagy en
Londres, presidiendo The International Association's Research Committe y organizando el
Annual Research Training Programme; Kächele en Ulm, el último encuentro 20th. Workshop
se realizó en junio de 1997, y resultó ser un buen escaparate con muestras muy interesantes
y representativas de investigaciones empíricas en curso, realizadas por psicoanalistas. Son
más conocidas las investigaciones (investigación básica sobre desarrollo) de corte empírico
lideradas por psicoanalistas como Stern y Emde, entre otros.
Este tipo de investigación llevada a cabo por psicoanalistas (Poch, Ávila, 1998) tuvo
poca incidencia dentro del colectivo; en general se la desconoce, raramente los psicoanalistas hacemos referencia a ella y no se incluye, ni siquiera como materia optativa, en
la mayoría de los programas de formación de candidatos; asimismo, apenas está presente en las publicaciones psicoanalíticas oficiales.
La poca incidencia de la investigación no es un rasgo exclusivo de los psicoanalistas
o terapeutas psicodinámicos, se da entre los profesionales que se dedican a la práctica
aplicada en general: psicoterapeutas y clínicos de cualquier orientación (Strupp, 1981;
Barlow, 1981; Morrow-Bradley y Elliot, 1986; Cohen et al., 1986), pero tal vez entre nosotros ha despertado más reticencias.
¿Bienvenida sea la crisis?
No se puede separar totalmente el debate en torno a la investigación de un debate previo, más antiguo, respecto de si el psicoanálisis es o no es ciencia, qué tipo de ciencia es,
si pertenece a las ciencias naturales o a las ciencias humanes y sociales, o si se ha de
considerar una actividad o disciplina hermenéutica, una disciplina clínica o una tecnología
(Tizón, 1978; Freixas y Tizón, 1984; Coderch, 1989). Posiblemente estas clasificaciones
epistemológicas van quedando también obsoletas y debemos prepararnos para renovar y
trabajar con parámetros y modelos que acabarán con estas polémicas tal como se plantean hoy en día.
Aun reconociendo la estrecha relación entre el debate epistemológico y el tema de la
investigación, nos centraremos exclusivamente en este último.
La respuesta más simple y clarificadora es recurrir a la conocida máxima que nos dice:
Lo que determina que una actividad, disciplina o campo de conocimiento sea científico, no
es el objeto que trata sino el método que utiliza para ampliar y verificar sus conocimientos.
Si bien el objeto de conocimiento es lo que da identidad a una ciencia, lo que determina que
una actividad sea científica es el método, es decir el procedimiento que utiliza para obtener
conocimientos.
Creo que podemos reconocer, también, que el incremento del interés en el tema de la investigación, no sólo se debe a un proceso de evolución o crecimiento de la propia disciplina psico-
236
Mercedes Mitjavila
analítica, sino que, lamentablemente (¿o por suerte?), nos ha empujado a ello la tan nombrada
crisis del psicoanálisis (Report of the House of Delegates's Committee on, 1995).
Esta crisis nos está obligando a dar respuesta a retos y cuestionamientos con los que
no nos habíamos enfrentado. Nos vemos cuestionados desde los sectores académicos
(¿Sois o no sois científicos?), desde la administración (¿Sois o no sois eficaces?). La
época de las “vacas gordas” en la la que el modelo psicoanalítico era dominante en el
ámbito psicoterapéutico público y privado, ha dado paso a un incremento del número de
psicoanalistas, psicoterapeutas dinámicos y de otros modelos, además de una ampliación
(en territorio español) de la red pública asistencial y de los progresos de la farmacología.
Esta gran oferta psicoterapéutica ha propiciado, como toda ley de mercado de la que no
podemos escapar, que los usuarios elijan la oferta que creen más ventajosa, sea para su
salud (o el concepto que puedan tener de salud y bienestar), o para su economía.
Hemos de reconocer que nuestro modelo de salud y cambio terapéutico es muy ambicioso, queremos que el paciente tome conciencia, elabore, madure... le pedimos mucha dedicación de tiempo y esfuerzos para llevar a cabo el proceso terapéutico-psicoanalítico. Esto
hace que los propios interesados no compartan siempre nuestra indicación. Entre la demanda inicial del paciente y nuestra propuesta puede haber una gran distancia; es decir, el objetivo del paciente y el objetivo del psicoanalista no siempre coinciden.
Nuestra propia idiosincrasia y, tal vez, la situación confortable de cuando éramos el
modelo predominante, nos han impedido plantearnos retos que ahora nos vienen impuestos desde fuera (Canestri, 1998).
Si la crisis nos lleva –de buen grado o a la fuerza– a una reflexión, replanteamiento y
cambios, deberemos darle la bienvenida.
¿Es necesaria la investigación?
Cualquier psicoanalista, sea cual fuere su adscripción teórica o epistemológica, responderá: “Sí”. La divergencia entre los psicoanalistas, no reside en la respuesta a esta pregunta, sino en la definición de lo que se entiende por investigación.
Creo que partimos, pues, de un punto de acuerdo. La investigación, sea cual fuere la
modalidad, pretende ampliar los conocimientos del corpus teórico, verificar o confirmar
hipótesis, o preguntas o cuestiones o intuiciones que nos surgen en la práctica aplicada,
y tiene como objetivo último revertir en la mejora de la práctica terapéutica/psicoanalítica.
Los datos o conocimientos procedentes de la investigación han de incidir sobre la
teoría y la práctica. Incide sobre la teoría modificándola; la investigación permite confirmar
determinados supuestos teóricos, pero también puede refutar o cuestionar otros. Incide
sobre la práctica optimizándola, haciendo adaptaciones técnicas o de otro tipo, perfilando
indicaciones, etcétera.
Obviamente, todos asumimos que una teoría que fuera inmodificable ya no entraría
Investigación en psicoanálisis [...]
237
dentro de ninguna definición de ciencia: equivaldría a considerar que ya ha llegado a captar la explicación última y total de la realidad (de su objeto de conocimiento), y eso haría
perder el sentido al propio proceso de conocer.
Entre la práctica aplicada y la investigación se ha de dar un feed back continuo. La
práctica aplicada propone interrogantes a la investigación; ésta debe intentar responderlos mediante los procedimientos que le son propios. Asimismo, la docencia deberá recoger y transmitir los conocimientos derivados de ambas fuentes.
Nos encontramos actualmente con que al Psicoanálisis se le reclama una especie de
homologación; homologación según los criterios de la investigación empírica y experimental.
El positivismo impone una única manera de obtener conocimientos válidos y menosprecia los conocimientos derivados de la práctica aplicada. Esta concepción restrictiva, dominante en la docencia académica, empobrece la formación de los futuros profesionales. Este
supuesto es frontalmente cuestionado desde el posmodernismo (Hoshmand y Polkinghorne,
1992; Coderch, 1997).
A nuestro entender, es bueno que la investigación, sobre todo la que se ha definido
como investigación aplicada, se vincule con los interrogantes y las preocupaciones de los
clínicos; si no es así nos encontramos con el conocido divorcio entre investigación y práctica que traduce, también, el divorcio entre el sector académico-investigador y el sector
clínico-profesional (Mahrer, 1988; Goldfried y Wolfe, 1996).2
Esta disociación explica por qué los psicoterapeutas, en general, no son buenos usuarios de las publicaciones científicas (Strupp, 1981; Barlow, 1981; Morrow-Bradley y Elliot,
1986; Cohen, Sargent y Sechrest, 1986).
Por un lado tenemos la investigación básica más distante de la clínica o del quehacer
inmediato del terapeuta, por otro la investigación aplicada que ha de estar conectada con
la práctica –pero, ¿esta conexión entre práctica aplicada e investigación aplicada, significa identidad entre ambas actividades?
¿Qué hacemos los psicoanalistas
cuando decimos que hacemos investigación?
Éste es, sin duda, un tema controvertido. Wallerstein (1994) diferencia el trabajo clínico
dentro del consultorio, cuando estamos con el paciente, de lo que es la actividad investigadora. Estamos totalmente de acuerdo con esta diferenciación entre la actividad investigadora y la actividad clínica-terapéutica.
La afirmación de Wallerstein no es aceptada por la mayor parte de nuestro colectivo;
de hecho topa con el supuesto, tan arraigado dentro de la cultura psicoanalítica, según el
cual “curar” e “investigar” son casi sinónimos.
238
Mercedes Mitjavila
El origen de esta identificación proviene de Freud (1926) “En psicoanálisis reinó desde
el principio una unión indisoluble entre curar e investigar; el conocimiento trajo consigo el
éxito terapéutico; fue imposible tratar a un paciente sin aprender al mismo tiempo algo
nuevo; ninguna nueva información pudo adquirirse sin experimentar simultáneamente sus
resultados benéficos” (pág. 2957) [las bastardillas son mías]. Es decir, conocer (el conocimiento de lo inconsciente) cura.
A nuestro entender, Freud nos dice dos cosas: que conocer es terapéutico (para el
paciente) y que el proceso terapéutico aporta conocimiento (al terapeuta/analista).
Suscribimos ambos supuestos: la cura psicoanalítica va ligada al autoconocimiento y a un
proceso de “investigación personal” (para el paciente y, para tratar un paciente, es necesario
entenderle y, por lo tanto, aprender cosas nuevas acerca de él.
No estamos de acuerdo en sostener que este proceso, que cualquier terapeuta hace
cuando trata a un paciente, sea investigación.
Los psicoanalistas argumentamos que en esta praxis individual con el paciente se
desarrolla una actividad idéntica a la actividad investigadora: el paciente nos aporta unos
datos, el analista/terapeuta formula unas hipótesis (o preguntas), intenta recoger más
datos del paciente que vayan asegurando más esta hipótesis y finalmente formula una
interpretación –que, en general, sigue siendo una hipótesis, (Etchegoyen, 1988) pero más
fundamentada–. La interpretación ha surgido del material del paciente y de los conceptos
que nos aporta la teoría, todo esto mediatizado por el proceso de elaboración del analista (atención flotante, reflexión, contratransferencia, etc.) Ciertamente, esto es un proceso
de descubrimiento y de obtención de nuevos conocimientos, pero no se diferencia del proceso mental propio de otras actividades o prácticas profesionales. Pongamos algún ejemplo que permita comparar y contrastar el proceso del terapeuta/psiconalista con el proceso que realizan otros profesionales. Por ejemplo: en la práctica médica habitual, el paciente aporta unos datos sobre su dolencia y el médico, recurriendo a su bagaje de conocimientos, se formula algunas hipotesis. Tendrá que confirmar alguna y descartar las otras;
esto le lleva a pedir más información al paciente, a explorarlo o a pedir pruebas clínicas
complementarias, finalmente acabará haciendo un diagnóstico y la consiguiente indicación e intervención. Ése también es un proceso de conocimiento y descubrimiento, pero
los médicos denominan a este tipo de actividad práctica clínica y no investigación (hacemos equivalente el proceso de razonamiento y elaboración, no el objeto de conocimiento).
La mayoría de las prácticas profesionales, que enfrentan al especialista o experto ante
un problema que ha de explicar o resolver, requieren un proceso complejo de identificación, selección de información, formulación de hipótesis y la correspondiente verificación
Muy cercano a nosotros, el trabajo de Aguilar (1993), La escala de diagnóstico psicoanalítico, es un
meritorio ejemplo de investigación aplicada que vincula conceptos teóricos psicoanalíticos con las necesidades prácticas de evaluación diagnóstica.
2
Investigación en psicoanálisis [...]
239
o refutación, elección del sistema de intervención adecuado, etcétera.
El hecho de que el objetivo de nuestra praxis (la cura) transcurra por el descubrimiento de aspectos del paciente no es un hecho estrictamente diferencial; en diversas modalidades de enseñanza, el objetivo (conseguir que el alumno aprenda) también pasa por
procesos de descubrimiento e, incluso, de autoconocimiento y toma de conciencia de
determinadas funciones o capacidades físicas o mentales. Para conseguir cualquier
aprendizaje hemos de activar, desarrollar, descubrir competencias o potencialidades que
a veces no conocíamos de nosotros mismos. En este caso, el maestro o instructor, ha de
conocer las particularidades personales del alumno así como sus mecanismos y ritmos
propios de aprendizaje, y el alumno ha de descubrir competencias y aptitudes que no
conocía de sí mismo.
De acuerdo con otros autores citados sostenemos que: la actitud, las funciones y los
objetivos del psicoanalista cuando está en la consulta y la del psicoanalista cuando investiga, son diferentes. Cuando el psicoanalista o terapeuta está en la consulta, el objetivo
primordial es el paciente concreto (su problema, sufrimiento, cómo intervenir...); cuando el
psicoanalista o terapeuta investiga, el objetivo primordial es (obtener, ampliar, contrastar...) el conocimiento. Podríamos también formularlo diciendo: en el primer caso el conocimiento está al servicio del paciente, mientras que en el segundo caso los datos obtenidos del paciente están al servicio del conocimiento (aumentar, contrastar, etcétera, aspectos de la teoría o de la técnica). Es difícil servir a dos señores al mismo tiempo, aunque
podemos servirlos alternativamente pero sabiendo que uno y otro nos exigen cosas distintas.
No pretendemos desvalorizar el conocimiento procedente de la práctica, muy por el
contrario, es fundamental e insustituible; creemos que la práctica y la investigación formalizada deberían aproximarse mucho más, las dos son necesarias, pero diferentes.
Debemos distinguir la práctica clínica, que genera decubrimientos, intuiciones, interrogantes, hipótesis, en una palabra, de la práctica investigadora, que debe verificar dichas
hipótesis. El psicoanálisis, como la mayoría de las ciencias, empezó a construir su teoría
en el mismo contexto de la praxis (terapéutica en este caso). Pero en general el proceso
de crecimiento de las ciencias hace que se vaya diferenciando la práctica aplicada de la
verificación investigadora, cada una de ellas con procedimientos distintos. En el caso del
psicoanálisis esta diferenciación ha sido más difícil y se ha dado casi a contracorriente de
las posiciones mayoritarias del colectivo de psicoanalistas.
La identificación entre curar e investigar, procedente de Freud o de una determinada
lectura de Freud, ha inducido a confusión y ha propiciado que nos quedáramos conformes
con nuestra manera particular de entender la investigación, la cual nos ha distanciado de
la comunidad científica. Este convencimiento, de que ya investigamos diariamente en la
consulta y de que ésta es la única modalidad propia del psicoanálisis, no nos ha permitido desarrollar otras modalidades, ni saber qué hacen los “otros” cuando dicen que investigan.
Tópicos y supuestos de los psicoanalistas
acerca de la investigación empírica y experimental
240
Mercedes Mitjavila
Vamos a repasar unos cuantos enunciados que han fundamentado las reticencias de
los psicoanalistas en relación con la investigación empírica y experimental. Con frecuencia se alude a la complejidad de nuestro objeto de conocimiento; se argumenta también
acerca de la imposibilidad de someter a diseños empíricos la subjevidad y la realidad
interna en general; en relación con todo ello vamos a distinguir los conceptos de observable y objetivable.
Sobre la complejidad de nuestro objeto de conocimiento
Es posible que defender la especificidad y complejidad de nuestro objeto de conocimiento, sea una actitud legítima desde el punto de vista epistemológico, pero la defensa de
nuestro objeto de conocimiento ha estado también frecuentemente saturada de ideología
y emotividad. No estamos en contra ni de la ideología ni de la emotividad cuándo y dónde
correspondan, pero en determinados temas, como el que nos ocupa, los posicionamientos ideológicos y emocionales, aunque inevitables hasta cierto punto, reducen nuestra
ecuanimidad.
Como antes apuntábamos, el quehacer científico no es una cuestión referida al objeto de
conocimiento, sino referida al método o procedimiento para estudiarlo. En principio, cualquier
objeto de conocimiento de cualquier disciplina o ciencia se puede estudiar/investigar desde
métodos o procedimientos diferentes y con diferentes diseños. Cuanto más complejo es un
objeto –la persona, la mente, las relaciones humanas, etcétera– puede admitir mayor diversidad de enfoques metodológicos o, al menos, tiene más sentido plantearse su estudio desde
metodologías diversas. La diversidad de teorías y modelos, coexistentes en el ámbito de la psicología, es una prueba de que la complejidad de la persona humana la hace abordable desde
diversos caminos.
Cuando nos disponemos a estudiar o a intervenir sobre cualquier objeto, inevitablemente hacemos cierto reduccionismo o simplificación, así como cuando intervenimos psicoanalíticamente o psicoterapéuticamente. La actitud del analista ante el paciente, pretende ser más holística que reduccionista, quiere abarcar el conjunto amplio de la persona (consciente, inconsciente, emociones, pensamientos, etcétera) pero, a pesar de ello,
es inevitable que operemos desde cierto reduccionismo o simplificación a la hora de intervenir. ¿Qué queremos decir con esto?: pues que, por muy respetuosos que seamos con
la realidad y la identidad del paciente, éste nunca será del todo abarcable, ni comprensible por nuestra teoría o técnica (ni por cualquier otra). Cuando pretendemos entender
alguna cosa del paciente, perdemos muchas otras.
Todos los conceptos básicos de la teoría psicoanalítica que se convierten en puntos de intervención en la práctica terapéutica, son parcializaciones del sujeto global que es el paciente/persona. Cuando decimos que nuestro sector de intervención es: el inconsciente, o las relaciones
Investigación en psicoanálisis [...]
241
objetales, o la versión transferencial del conflicto intrapsíquico o la versión transferencial de las
relaciones objetales, etcétera, todo esto son aspectos parciales del individuo completo, que es
nuestro paciente. Por tanto, también estamos simplificando, haciendo un cierto reduccionismo,
estamos reduciendo a variables más manejables un objeto muy complejo. Ésta es, ni más ni
menos, la propuesta de los diseños propios de los métodos empírico y experimental.
Siempre que nos planteamos el estudio de alguien o de algo, necesariamente debemos someterlo a cierta manipulación. Cualquier sistema o modelo explicativo –científico o
de sentido común– comporta ya cierta manipulación, es decir conversión de unos datos
primarios que captamos de la realidad a unos datos secundarios.
La explicación, del tipo que sea, es siempre un dato secundario (en el doble sentido:
secundario porque es un producto o resultado de una operación mental y secundario en
el sentido freudiano de la primera tópica, es decir, que pertenece al proceso secundario).
Explicar al paciente psicoanalíticamente, es sólo una de las muchas formas de explicarlo, es tomar una de sus muchas facetas. Cuando se investiga, desde cualquier modalidad, pero sobre todo desde las modalidades empírica y experimental, tenemos que
hacer eso: tomar una/alguna faceta o dimensión y dar una respuesta o buscar alguna relación o correlación entre la faceta que elegimos y algún otro aspecto (del propio paciente
o del terapeuta, o de la modalidad de intervención terapéutica, o de la situación externa).
La investigación científica se limita a aspectos muy parciales, pequeños, simples... de
la realidad (sea la realidad cósmica, física, biológica, humana, social...); sabe que sus respuestas casi nunca son enunciados definitivos y que las aportaciones son ínfimas, nada
espectaculares.
Los diseños de investigación propios del método experimental y empírico desmenuzan
la realidad para poder estudiarla por partes –variables/dimensiones– dado que la realidad
es demasiado compleja o inabarcable y nos desborda.
Esta operación de fragmentación tiende a disgustar a los clínicos (clínicos y terapeutas en general, no sólo psicoanalistas). La mentalidad del clínico tiende a ser más holística respecto del sujeto.
La mayoría de los modelos de intervención psicoterapéutica tratan al paciente en tanto
que sujeto-persona, y es en cualidad de tal que se lo considera interlocutor del terapeuta, aun
así no se puede evitar cierto reduccionismo, imprescindible, ligado al método y a la limitación
del profesional.
Los terapeutas tratan a las personas como un objeto complejo, que ha de reducirse a
variables o dimensiones más simples para ser estudiado. No podemos plantearnos investigar sobre la persona humana, la experiencia humana, o sobre la relación o sobre el
inconsciente,... sino sobre tal aspecto de la persona, o tal aspecto de la relación o tal
aspecto de los procesos inconscientes.
Podemos referirnos a algunos ejemplos de la investigación psicoanalítica experimental, realizada en laboratorio y controlando variables. Shulman (1990) nos expone una serie
de investigaciones en las que se intentó verificar diversas conceptualizaciones psicoanalíticas:
a. Los conceptos sobre narcisismo de Kohut y de Kernberg.
242
Mercedes Mitjavila
b. Las hipótesis sobre dos modalidades de depresión: la anaclítica y la introyectiva.
c. El supuesto de que los conflictos reprimidos pueden ser causa de patología.
d. El concepto freudiano de proyección (inconsciente) contrapuesto al de atribución
cognitiva (consciente).
e. Verificar si los lapsus linguae tienen una causa inconsciente.
Shulman nos muestra que los conceptos psicoanalíticos pueden tratarse según el método experimental más estricto.
Está claro que, como antes decíamos, en estos experimentos se pretendía verificar o
refutar supuestos, hipótesis o conceptos, referidos a funcionamientos mentales; no se pretende investigar sobre la persona o la mente, o el inconsciente, en sentido genérico.
Los ejemplos expuestos servirían como muestra de lo que hemos definido (véase inicio) como investigación básica; también dentro de esta modalidad de investigación básica se incluirían los estudios sobre desarrollo (Stern, 1983, 1997).
¿La subjetividad se puede investigar u objetivar?
Entendemos que estudiar o investigar son actividades que tienden a la objetivación, imprescindible para explicar y transmitir información o conocimientos al colectivo de profesionales o
aprendices interesados en formarse.
La subjetividad, en sí misma, es inobservable por definición. Cuando queremos expresar o estudiar la subjetividad, debemos objetivarla. Por ejemplo, para saber, entender o estudiar qué siente el paciente (=aspecto subjetivo, consciente o inconsciente), tenemos que
basarnos en su relato verbal u otras expresiones extraverbales; esos ya son datos objetivados, diferidos, secundarios (= resultado de..., producto de...). También es cierto que podemos captarlo empáticamente, contratransferencialmente, pero si queremos interpretar, explicar o estudiar este impacto emocional, deberemos traducirlo a pensamiento o a discurso
verbal, es decir, deberemos objetivarlo. Con el impacto directo, inmediato, podemos reaccionar, pero no podemos ni interpretar, ni investigar: para hacerlo habrá que traducir el
impacto a pensamiento o discurso verbal (proceso secundario).
Los procesos inconscientes, igual que la subjetividad, sólo podemos inferirlos a partir
de otras expresiones. El estudio de la vertiente inconsciente y de la vertiente subjetiva
sólo se puede hacer obteniendo información del sujeto, sea mediante entrevistas, asociación libre, cuestionarios, observación directa, etcétera.
¿Podemos pues investigar la subjetividad y los procesos inconscientes? Sí, si somos
capaces de objetivarlo, lo cual ya supone una modificación de la realidad subjetiva, pero
resulta inevitable. ¿Podemos estudiarlo empíricamente? Sí, si definimos adecuadamente qué
aspecto de la subjetividad o de los procesos inconscientes queremos estudiar, si encontramos instrumentos de registro y si analizamos los datos rigurosamente, sea cualitativamente
o cuantitativamente. ¿Podemos estudiar la subjetividad y los procesos inconscientes experimentalmente? También, si además de mantener los criterios anteriores podemos hacer un
correcto control de las variables.
Investigación en psicoanálisis [...]
243
Observable versus objetivable
¿Podemos estudiar todo lo observable e incluso, como acabo de comentar, todo aquello
que sin ser observable puede llegar a ser objetivable. En realidad, es frecuente que la
ciencia estudie, investigue, intente explicar lo que, precisamente, no es observable (la
ciencia trata sobre los no observables, Tous, 1977).
La ley de la gravitación, la teoría de la relatividad, otros principios de la física, de la
astronomía, el Big Bang, la teoría de la evolución de las especies... nada de esto es propiamente observable. Respecto de la mayoría de estos principios sólo observamos las
consecuencias (respecto de la gravedad, por ejemplo, observamos la caída de los objetos, etcétera). Tal como ocurre con el inconsciente, que es un supuesto del que sólo
observamos los efectos: síntomas, sueños, lapsus, transferencia...
El principio skinneriano de reducir la ciencia a lo observable y de que únicamente la
vertiente observable del hombre –la conducta– puede ser tratado científicamente, ya ha
quedado obsoleto, tanto desde las ciencias humanas como desde las ciencias “duras”.3
De hecho, la ciencia estudia objetos o fenómenos observables y no-observables y pretende objetivarlos (mediante una explicación, una fórmula matemática, un concepto, una
teoría...). Entendemos por objetivar el proceso de hacerlo transmisible y compartible.
¿Pueden convivir diferentes modalidades de investigación
dentro del ámbito psicoterapéutico y psicoanalítico?
Nuestra respuesta, ya deducible siguiendo el hilo de la exposición, es afirmativa. Todo
dependerá del planteamiento, o, dicho en la terminología pertinente, del diseño (objetivo,
metodología, instrumentos, sujetos) no tanto de qué queremos investigar, sino de cómo
deseamos hacerlo.
Por ejemplo, sobre el proceso terapéutico/psicoanalítico podríamos plantearnos investigar:
a. ¿ Qué incidencia tienen las interpretaciones transferenciales en contraposición a intervenciones no transferenciales, tales como: señalamientos, “contención” o apoyo.
Detectaremos si las respuestas/reacciones de los pacientes difieren en un caso u otro,
o si, en general, no se dan respuestas diferentes. Aquí no partimos de una hipótesis,
pretendemos explorar, más qué probar.
b. También podríamos partir de una hipótesis, por ejemplo: Las interpretaciones transferenciales tienden a generar más asociaciones libres que las intervenciones no
transferenciales. Tendremos que probar o refutar.
Ambos diseños podrían realizarse con varios, muchos o un único paciente y podría llevarse a cabo con el material recogido durante el proceso terapéutico. Cuanto más rigurosamente recogidas estén las sesiones, intervenciones del terapeuta y respuestas del
244
Mercedes Mitjavila
paciente, más fiables serán los resultados. Eso ya responde al criterio de estudio empírico.
El mismo planteamiento se podría llevar a cabo mediante otros diseños: imaginemos
una muestra suficientemente amplia de pacientes que permita un grupo con indicación de
psicoterapia breve de apoyo sin interpretaciones transferenciales y otro grupo con indicación de psicoterapia breve interpretativa. Aquí ya controlamos dos variables: modalidad
terapéutica (breve) e intervención del terapeuta (interpretativa/no interpretativa). Para realizar este estudio se requiere una planificación especial: selección de la muestra, evaluación de los casos, distribución en cada grupo según la indicación... Este ejemplo ya
tendría algunas de las condiciones del método experimental.
Hemos hecho una mínima referencia a cómo es posible la investigación empírica y la
investigación experimental. Tampoco hemos de olvidar otros tipos de investigación que
nos resultan más familiares y reconocidos, por ejemplo, investigaciones teóricas y conceptuales, como muestra la de Sandler y cols. (1991). Ni la investigación empírica, ni la
experimental ni la teórica, son psicoanálisis, sino diferentes modalidades de estudiar acerca del psicoanálisis. Evidentemente no sustituyen la experiencia y los conocimientos que
obtenemos en nuestra praxis terapéutica. Esta fuente de conocimientos es privilegiada y
la más apreciada por todos nosotros, y define, por antonomasia, nuestra identidad y actividad como psicoanalistas. No se trata, pues, de abandonar el diván por el laboratorio,
sencillamente hemos querido remarcar que, manteniendo cada una su propiedad e idiosincrasia, no sólo pueden coexistir sino también enriquecerse mutuamente y, ¿por qué
no?, intentar una alianza productiva.
DESCRIPTORES: INVESTIGACIÓN / PSICOANÁLISIS / PSICOTERAPIA ANALÍTICA / CURA / CIENCIA
Bibliografía
Aguilar, J. et al. (1993): “L’escala de diagnòstic psicoanalític model kleiniá. Presentació i estudi de
la seva fiabilitat”, Revista Catalana de Psicoanálisi, vol. X, 1-2, págs. 153-162.
—(1996): “The Kleinian psychoanalytic diagnostic scale (revised version): presentation and study
De fet Skinner no negava els processos inconscients o al menys determinats processos inconscients: Las
relaciones de control existentes entre el comportamiento y las variables genéticas y ambientales son inconscientes... (Skinner, 1977, Sobre el conductismo, Ed. Fontanella, pág. 143) El que els conductistes deien era
que, el que no és observable no es pot sotmetre al mètode científic experimental, per tant ells es centraven en
allò observable i no entraven en la caixa negra. Els va perdre tanta prudencia científica perque tanmateix es
van quedar amb l'embolcall de la caixa quan el més interessant, ja se sap, està dintre.
3
Investigación en psicoanálisis [...]
245
of reliability”, Acta psychiatrica scandinavica, 94, págs. 69-78.
Barlow, D. H. (1981): “On the Relation of Clinical Research to Clinical Practice: Current Issues, New
Directions”, Journal of consulting and clinical psychology, vol. 49, 2, págs.147-155.
Coderch, J. (1989): El desafío científico al psicoanálisis, en Poch, J. Psicología dinámica,
Barcelona, Herder.
—(1997): “La influència del pensament postmodern en la psicoanálisi actual”, Conferencia presentada al Institut de psicoanálisi de Barcelona, trabajo no publicado.
Cohen, L. H.; Sargent, M. M. y Sechrest, L. B. (1986): “Use of psychotherapy research by professional
psychologists” American Psychologist, febrero, págs. 198-206.
Emde, R. y Fonagy, P. (1997): “An emerging culture for psychoanalytic research?” International
Journal of Psycho-Analysis, 78, págs. 643-651.
Engelbretch, H. (1997): Informe del Comité sobre la crisis del psicoanálisis. Casa de Delegados de
la IPA, junio.
Etchegoyen, H. (1988): Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, Buenos Aires, Amorrortu.
Fonagy, P. (1994): “Entrenamiento en investigación psicoanalítica en la API” , International
Psychoanalysis, Informativo de la API, versión en castellano, vol. 3, nº2, págs. 12-14.
Freixas, J.; Tizón, J. (1984): “Filosofía de la ciència i psicoanálisi. Consideracions sobre una mala entesa”, Revista Catalana de Psicoanálisi, vol. I, 1, págs.172-191.
Freud, S, (1926): “Análisis profano”, Obras Completas, vol. VIII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1974.
Goldfried, M. R. y Wolfe, B. E. (1996): “Psychotherapy practice and research. Repairing a strained
alliance”, American Psychologist, octubre, vol. LI, nº 10, págs. 1007-1016.
Green, A. (1996): “¿Qué tipo de investigación para el psicoanálisis?”, International psychoanalysis,
Informativo de la API versión en español, vol. V, 1, págs. 10-14.
Hoshmand, L. T. y Polkinghorne, D. E. (1992): “Redefining the science-practice relationship and
professional training”, American Psychologist, vol. XLVII, 1, págs. 55-66.
Mahrer, A. R. (1988): “Discovery-Oriented Psychotherapy Research”, American Psychologist, nº 48,
págs. 694-702.
Morrow-Bradley, CH. y Elliot, R. (1986): “Utilization of psychotherapy research by practicing psychotherapist”, American psychologist, febrero, págs. 188-197.
Poch, J. y Ávila, A. (1998): Investigación en psicoterapia. La contribución psicoanalítica, Barcelona,
Paidós.
Sandler, J.; Dreher, A. U. y Drews, S. (1991): “Una metodología para la investigación conceptual en
psicoanálisis ilustrada con un estudio sobre el trauma psíquico”, Libro anual de psicoanálisis,
Londres/Lima, Ediciones Psicoanalíticas Imago, págs. 291-299.
Stern, D. (1983): La primera relación madre-hijo, Madrid, Morata.
—(1997): La constelación maternal. La psicoterapia en las relaciones entre padres e hijos,
Barcelona, Paidós.
Shulman, D. (1990): “The Investigation of Psychoanalytic Theory by Means of the Experimental
Methods”, International Journal of Psycho-Analysis, nº 71, págs. 487-498.
Strupp, H. H. (1981): “Clinical Research, Practice, and Crisis of Confidence”, Journal of Consulting
and Clinical Psychology, vol. XLIX, nº2, págs. 216-219.
Tizón, J.L. (1978): Introducción a la epistemología de la psicopatología y la psiquiatría, Barcelona,
Ariel.
Thöma, H. y Kächele, H. (1989): Teoría y práctica del psicoanálisis, Barcelona, Herder.
Tous, J. M. (1977): “Los no observables en psicología”, Anuario de psicología, nº 17, págs. 21-40.
246
Mercedes Mitjavila
Wallerstein, R. S. (1994): “La ambivalencia frente a la investigación” International Psychoanalysis,
Informativo de la API, versión en castellano, vol. III, nº2, págs. 45-46.
—(1995): “Columna sobre investigación, International Psychoanalysis. Informativo de la API, versión en castellano, vol. IV, nº2, págs. 34-35.
—(1996): “Investigación psicoanalítica ¿En qué discrepamos?”, International Psychoanalysis,
Informativo de la API, versión en castellano, vol. V, nº1, págs. 15-17.
Investigación en psicoanálisis [...]
247
248
Mercedes Mitjavila
Descargar