El Valle del Queiles La zona de producción de la Ribera del Queiles forma parte, en su conjunto, de la gran depresión del Valle del Ebro. El territorio se configura como una gran grada que desciende hacia el Ebro. Se incia en su parte meridional en el somontano del Moncayo, para descendiendo suavemente terminar en el cauce del Ebro, en dirección norte hasta Tudela. La Ribera del Queiles presenta un relieve tabular de llanuras escalonadas que, desde los 500 metros de altitud al sur, desciende hasta los 250 m. aproximadamente al norte.. Claramente se aprecia en la Ribera del Queiles un predominio de los suelos sedimentarios terciarios, con amplias vegas aluviales cuaternarias a lo largo de los cauces de los ríos. Epipedión. Predominan los suelos pardos sobre depósitos alóctonos pedregosos, de perfil A/(B)/C, que corresponden a las amplias terrazas fluviales existentes. Al norte y noroeste de Tudela aparece una zona de cierta extensión de suelos grises subdesérticos salinos sobre rocas del Mioceno Burdigaliense. Asimismo, en la parte más meridional de la zona se han formado suelos pardo calizos sobre material no consolidado con perfil A/(B)/C, a partir de margas miocénicas, con algunas áreas de yesos intercaladas. Suelos pardos calizos sobre material no consolidado. Estos suelos muestran un color que varía desde los tonos amarillentos al rojizo, pasando por tonos rosados, según los óxidos de hierro que contengan. Presentan carbonato cálcico libre en el perfil. Se han originado sobre sedimentos terciarios, fundamentalmente miocénicos, generalmente blandos, y su relieve, cuando se han desarrollado únicamente sobre margas, es casi llano o suavemente ondulado, haciendo la erosión aflorar en la cima de suaves cerros la marga originaria y localizándose los suelos más profundos, a veces hidromorfos, entre los cerros y en las vaguadas.. Suelos pardos sobre depósitos alóctonos pedregosos. Éstos se han desarrollado sobre depósitos de gravas más o menos rodadas, a veces poligénicas. Corresponden a las terrazas fluviales, aunque pueden aparecer sobre depósitos pedregosos más antiguos, pliocénicos y aún miocénicos. El perfil de estos suelos es muy variable, siendo los más frecuentes los tipos A/(B)/D, A/B/Ca /D o A/B/D. La naturaleza del horizonte superior, generalmente antrópico, varía mucho en su riqueza en materia orgánica, textura y estructura. La transición al horizonte inferior es brusca. Este horizonte puede ser textural o estructural, generalmente calizo y de color variable, desde el pardo al rojo. Su textura varía desde areno limosa a limosa y la estructura poliédrica de desarrollo medio a fuerte. Las condiciones climatológicas de la zona han motivado, en muchos casos, su evolución a suelos pardo-calizos ya comentados. Suelos grises subdesérticos. Estos suelos se han originado a partir de margas burdigalienses, de facies de cuenca lagunar de desecación, presentan altos porcentajes de yeso, cloruro sódico y sales magnésicas. El perfil ordinario es (A)/C o A/C1/C. Los suelos grises presentan en todos los horizontes textura entre areno limosa y limo-arcillo-arenosa. La estructura de suelos es moderadamente fina y sub angular, conservándose en los horizontes inferiores la propia de las margas, muy marcada, en bloques angulares y subangulares. La capacidad de retención hídrica es media presentando una tendencia general a crecer con la profundidad. La permeabilidad al agua disminuye en este mismo sentido, siendo en conjunto baja. Son suelos muy calizos, con carbonato cálcico total del 40 al 70%, la mitad aproximadamente corresponde a la parte activa. Los pH oscilan entre 7,5 y 8,5. La materia orgánica se sitúa alrededor del 1%. El nitrógeno total, el fósforo y el potasio asimilables, también se encuentran en baja proporción. Las concentraciones de sodio, cloruros y sulfato cálcico se incrementan en profundidad por lixiviación. Relación suelo / viña Los suelos descritos, presentan entre otras, las particularidades siguientes: Elevado nivel de caliza en el perfil. Escasa acumulación de arcilla en el horizonte (B), que está poco definido y tiene buena permeabilidad. Horizonte superficial (A), pobre en materia orgánica. Horizontes inferiores constituidos por materiales blandos en algunos casos, y por cantos rodados fuertemente aglomerados por un cemento calizo, en otros. Estas características edafológicas originan suelos en los que la fertilidad es generalmente escasa; con un adecuado nivel de caliza, buena permeabilidad y, en consecuencia, buenas condiciones de sanidad. Estos factores son muy favorables para el cultivo de viñedo, orientado a la producción de vinos de calidad. Los elevados niveles de caliza activa que pueden presentarse en algunos de estos suelos, requieren una cuidadosa elección de los patrones (pies) en función de su resistencia a la misma. Los suelos grises subdesérticos, excelentes suelos cerealistas cuando la climatología no es demasiado adversa, presentan el grave inconveniente de acumular sales en los horizontes inferiores, lo que unido a la poca permeabilidad de estos horizontes, hace a estos tipos de suelos inadecuados para la plantación de viña. Terrazas: Holoceno, representa principalmente la terraza de inundación actual del Queiles y probablemente alguna terraza superior y glacis. En la Zona de confluencia de los ríos Queiles y Ebro, este nivel se confunde con la terraza baja del Ebro. Esta terraza presenta la secuencia fluvial típica, con gravas y arenas en la mitad inferior y arenas, arcillas y limos en la mitad superior. Los depósitos de relleno de valle están constituidos esencialmente por materiales finos (arcillas y limos), a veces con abundante yeso disperso. Resumen del suelo: de moderadamente profundo a profundo. con una textura relativamente ligera con grava en el subsuelo y piedras en la superficie. con un buen drenaje. con suficiente materia orgánica, suficiente aireación y buena retención de nutrientes. relativamente infértiles con elementos minerales suficientes y nitrógeno suficiente para permitir un vigor vegetativo moderado. Equilibrio Hídrico: La relación entre el suelo y el agua, es de regulación sin exceso o deficiencia, el drenaje es correcto. Al margen de las lluvias hay el agua suficiente y necesaria. Orientación Ideal: El cierzo, viento noroeste dominante, debe ser tenido en cuenta a la hora de la plantación en la orientación de las filas de cepas, puesto que en nuestra zona sopla con mucha fuerza. Insolación: Horas de luz anuales 2.700 horas Historia de los viñedos Tenemos vestigios de cultivo de la vid, al menos desde el tiempo de los romanos, con ánforas vinarias aparecidas en distintos lugares. Desde el siglo XV Tudela y su región deben buena parte de su prestigio a su vino y su aceite. En 1494 Muenzer señala “la región produce vino y aceite de calidad superior”, y Vayrac precisa en 1719 que su vino tinto “se parece al de Borgoña, si bien no es tan delicado ni tan exquisito”. Govantes en 1802 califica el vino de Tudela como “muy especial y famoso”. No tenemos informaciones precisas sobre la superficie de viñedo en la Ribera del Queiles antes del fin del siglo XVIII, pero la importancia de la viña en la economía ribereña queda de manifiesto por la relevancia que ocupa la reglamentación del viñedo, en particular la del de regadío, en las ordenanzas de 1538. La producción local quedaba cuidadosamente protegida frente a los vinos foráneos, cuya introducción sólo estaba permitida al clero y a los conventos (diezmos). La producción de vino, aparte de cubrir las necesidades locales, se enviaba al resto de Navarra y a “Soria y su tierra”, lo que parece lógico, dada la proximidad y la deficiente red viaria de la época. En el siglo XVIII la prosperidad del viñedo ribereño resultó gravemente afectada por la proliferación de los viñedos en otras zonas navarras y por la competencia en los mercados sorianos de los vinos aragoneses y castellanos. Una encuesta de 1802, daba al viñedo de Tudela una superficie de 14.500 robadas (1.300 has.), lo que suponía cerca de un 29% del total de tierras cultivadas y una producción de 67.100 cántaros de vino (7.900 Hl.) además de una buena partida de aguardiente (existían en la ciudad tres negocios de destilación). Los cereales ocupaban una superficie ligeramente superior (1.400 has.) y los olivos eran el cultivo prioritario (1.600 has.) que disputaba a la viña la mayor parte de los terrenos de regadío (Govantes). En 1823, según Yanguas y Miranda, el viñedo de Tudela ocupaba una superficie de 7.090 robadas (638 has.), es decir la mitad que veinte años antes. El retroceso de la viticultura fue más importante que el de los cereales y el olivo, la viña representaba el 22% de las tierras cultivadas, quizás resultado de: los acontecimientos históricos acaecidos durante el periodo; las superiores necesidades de mano de obra del viñedo con relación a otros cultivos; o a la toma en consideración de las amplias posibilidades que ofrece el regadío de Tudela para la producción de cualquier tipo de hortaliza y fruta, hasta ese momento postergadas en favor del viñedo. La viña estaba lejos de ser un monocultivo, en el secano estaba asociada al olivo, que daba un aceite muy apreciado, y en el regadío disputaba el terreno a los cereales, al cáñamo, los forrajes y a los cultivos hortícolas. A partir de mediados del siglo XVI el viñedo comenzó a poco a implantarse en los extensos montes, Argenzón y Montes de Cierzo, que separan al Valle del Alhama del Valle del Queiles de la margen derecha del Ebro. Los aprovechamientos de pastos en los Montes de Cierzo eran compartidos por las siete localidades colindantes y una serie de Ordenanzas, entre ellas las de 1531, prohibían formalmente toda plantación en los montes bajo pena de multa de 10 ducados por robada y el arranque de las viñas plantadas ilegalmente podía ser practicado por cualquier vecino de los pueblos congozantes. Las ordenanzas no fueron respetadas y en 1545, los habitantes de Cintruénigo fueron acusados de haber multiplicado las plantaciones de viña prohibidas; finalmente la autoridad real decidió tolerarlas, a condición de que no fuesen cercadas y que el ganado pudiera pastar en ellas libremente después de la vendimia. En 1665 las localidades congozantes adquirieron la propiedad de los Montes de Cierzo, por un precio de 12.000 ducados, comprometiéndose a no plantar viñedo en los mismos. Una gran parte del terreno se dedicó al cereal, pero el compromiso de no plantar viña no fue respetado, de nuevo por los vecinos de Corella, Cintruénigo, Cascante y Murchante, que siguieron roturando el monte para plantar viñedos. Al este de los Montes de Cierzo, en el valle del Queiles, los pueblos fueron igualmente incrementando sus plantaciones de viña. En 1607 Murchante es poco vitícola, de los 60 vecinos 19 cultivaban viñedos, la mayor parte de los mismos gravados por un censo; por otra parte los habitantes de Tudela poseían en el término municipal 12 has de viña; en la fecha señalada, el 57% de las propiedades inmobiliarias de Murchante (edificios y terrenos) eran propiedad de vecinos de Tudela. Más al Sur, Ablitas y Cascante tenían, en la misma época, mayor superficie de viña (96 y 120 has respectivamente), pero su actividad agrícola era muy diversa, cereales, legumbres y olivo además del viñedo, por lo que éste no era primordial. Monteagudo es un pueblo de “señorío” que dedicaba a la viña tan solo 26 has. Dos siglos más tarde, a comienzos del siglo XIX, Ablitas se había convertido en un importante centro vitícola con cerca de 400 has. de viñedo y una producción de 3.000 Hl.; Murchante, con 157 vecinos, había incrementado su superficie de viña hasta alcanzar las 124 has. En Tulebras, con 32 vecinos, la viña no ocupaba más que unas pocas hectáreas, mientras que existían 160 has. de olivar y 90 de cereales. En Barillas se dedicaba a la vid una superficie muy reducida. El viñedo de la Ribera del Queiles experimentó en la segunda mitad del siglo XIX la misma evolución que el conjunto del viñedo navarro, la crisis provocada por la llegada del oídio, la posterior aparición del mildiu y la debacle que desencadenó la invasión de la filoxera que supuso la desaparición del viñedo franco de pie y los periodos sucesivos de euforia y depresión vinculados a la más temprana aparición de dichas enfermedades y plagas en Francia. Superficie del viñedo en la Ribera Baja (miles de hectáreas) 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 0 1888 1900 1910 1920 1948 1978 1996 2001 2004 La superficie dedicada a viñedo en los municipios que integran la Ribera del Queiles alcanzaba en 1888 las 7241 hectáreas. Como resultado de la bonanza que atravesaba la viticultura vinculada a la crisis filoxérica en Francia, se siguió incrementando las plantaciones para llegar a la máxima expansión histórica de la viña en la zona que fue alcanzada en 1900 con 9.416 hectáreas. Las cifras de viñedo existentes en 1910, 856 hectáreas, muestran la intensidad del desastre provocado por la filoxera. La renovación de las plantaciones con el empleo de portainjertos, propiciada por las autoridades regionales, tras una serie de abatares, permitió alcanzar las 5.972 hectáreas en 1920. Siguió la recuperación del cultivo en los decenios posteriores, en 1930 existían 6.931 hectáreas, en 1940 7.765 hectáreas y en 1948 8.420 hectáreas de viña en la zona. En el catastro vitícola efectuado en 1978 la superficie de viñedo en la Ribera Baja era de 7.382 hectáreas, lo que supone una reducción del 13 % respecto al dato anterior. En los años posteriores se mantuvo la tendencia a la reducción de la superficie vitícola que se aceleró sensiblemente a partir de 1993 hasta llegar en 1996 a 4.109 hectáreas que supuso el mínimo desde la invasión filoxerica. En los años posteriores se inicia una recuperación que permitió alcanzar las 5.300 hectáreas en 2004, cifra que se mantiene en la actualidad. Desde el año 1995 en la zona se procedió a la plantación de la vid en terrenos de elevada fertilidad, incluidas las vegas de los ríos, lo que dió origen, en estos casos, a una viticultura con rendimientos muy superiores a la tradicional, pero con problemas sanitarios y de calidad. Igualmente, desde la misma fecha, la proliferación de las instalaciones de riego que transformaron terrenos de secano dedicados tradicionalmente a viñedo en irrigados, ha requerido una especial capacitación de los viticultores para llevar a cabo el cultivo en unas condiciones substancialmente diferentes a las clásicas de la Ribera del Queiles, y ha permitido eliminar en buena parte la aleatoriedad en los rendimientos, resultado de la incertidumbre en las precipitaciones anuales, sin caer en el evidente riesgo de la obtención de un producto de calidad mediocre. El viñedo de la Ribera del Queiles es predominantemente de uva tinta, las variedades blancas no han llegado nunca a superar el 15 % del total. A partir de 1996 año en que se alcanzó el mínimo de superficie con posterioridad a la crisis filoxérica, se inició en la zona una recuperación de la superficie plantada, pero si analizamos este proceso por tipos de uva, podemos ver que mientras el incremento de las variedades tintas ha sido continuo, mientras las blancas alcanzaron un máximo en 1999 para iniciar un retroceso mantenido hasta llegar a las 309 hectáreas de 2006.