Reflexiones sobre la pretensión de instaurar la mediación laboral

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REFLEXIONES SOBRE LA PRETENSION DE INSTAURAR LA
MEDIACION LABORAL OBLIGATORIA EN LA PROVINCIA DE
BUENOS AIRES
Por el Dr. Raúl Ferrara
Director Provincial de Asuntos Legales
“Fue en la noche de los tiempos cuando no pocos advirtieron la ficción de libertad
que encerraba la abolición de las diferentes expresiones de la esclavitud. Porque ocurrió
entonces –cuando el siglo XIX comenzaba a madurar- que, al advertir la indisimulada
ansiedad que impulsaba al reciente e ingenuo liberto, la libertad provocó y luego rechazó al
iluso al advertirle: antes que puedas comer el próximo plato de lentejas, te será negado tres
veces.
El liberto, que hasta ese día, con la naturalidad de la respiración y el sueño, había
recibido regularmente su ración alimentaria, no logró comprender el sentido de esa
promesa cargada de desafío. Además, el goce inmediato que le provocaba la sensación de
estar eximido de toda obligación, no dejaba espacio para preocupaciones.
Pero pasaron las horas y finalmente tuvo hambre. Acudió entonces, según era su
hábito, a buscar el plato de lentejas. Pero tropezó con la novedad de que debía pagar por él.
Y para esto necesitaba dinero. No debió extremarse en sus indagaciones para enterarse de
que, al no disponer de bienes recibidos por herencia, el único medio lícito para ganar dinero
que admitía la sociedad, era el trabajo.
Y ahí se encontró con la primera negación de la libertad, porque frente a la ineludible
necesidad de trabajar él no tenía posibilidad de elección, que es condición y consecuencia
de la libertad, puesto que ésta supone, precisamente, la opción por la negativa, la potestad
de decir que no. Pero el liberto no tenía riquezas, y solo los ricos tienen la posibilidad de
elegir entre trabajar o no hacerlo.
Resignado así a trabajar, se enfrentó entonces a una nueva disyuntiva: hacerlo por
cuenta propia o trabajar para otro.
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Carente de un capital propio, descubrió inmediatamente que se le negaba por
segunda vez la libertad, y esta vez por partida doble, ya que no solo no podía escoger entre
trabajar en forma autónoma o dependiente, sino que, impuesta la segunda, -como
consecuencia de su pobreza- tampoco podía elegir para quien trabajar, dado que esta
posibilidad de elección es excepcional, y está limitada a unos pocos trabajadores altamente
calificados, en circunstancias también infrecuentes.
Hasta que finalmente fue contratado, pero con este logro apareció la tercera
concesión de libertad, ahora ya en una triple manifestación, porque el trabajo subordinado
supone, precisamente, entrega de libertad personal, que se manifiesta en la subordinación a
los poderes de organización, dirección y disciplinario del empleador…Negada así tres veces
la libertad, accedió el ahora trabajador al plato de lentejas.”
Ofendía a la cultura liberal y humanista del siglo XIX que, para acceder a una vida
digna, fuera necesaria una desmesurada pérdida de libertades. Porque tal resignación era
en sí misma una negación de la dignidad humana. Fue así como comenzó a construirse el
principio protectorio del trabajo. (Enrique Precedo, citando Artículos de Doctrina “Entre el
exabrupto y la esperanza” de Mario Ackerman).
Con el relato figurativamente expuesto queda evidenciado la desigualdad de
condiciones en que se encuentra el trabajador con respecto al empleador, por lo que el
Derecho del Trabajo es esencialmente protectorio muñido de un Orden Publico Laboral, el
cual establece un piso mínimo de derechos, los cuales son irrenunciables y solo podrán
mejorarse.
Asimismo la Constitución Nacional en su art. 14 bis, establece de manera expresa
que las leyes “protegerán al trabajo en todas sus formas”, otorgándole de esta manera
jerarquía constitucional al mentado principio.
De la línea de pensamiento que venimos esbozando surge que las leyes laborales
fueron creadas para proteger al Trabajador, con el único fin de lograr desde el Orden
Público Laboral, fortalecer su posición para de esta manera equilibrar la relación existente
con su Empleador durante toda la relación contractual, y aún después de finalizada esta. El
jurista Mario Ackerman en su obra “Tratado de Derecho del Trabajo” sostiene que la razón
de ser del Derecho del Trabajo y con él la protección de las personas que trabajan podría
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encontrarse no solo en la posición desigual de los contratantes, sino, antes aún, en la
resignación de libertad o libertades que supone el trabajo dependiente.
Nuestra normativa reconoce esta inferioridad de condiciones en que se encuentra el
trabajador, toda vez que para que se configure una relación de empleo debe existir
subordinación técnica, económica y jurídica (arts. 21, 22, y 23 de la LCT).
De esta dependencia del trabajador deriva una manifiesta desigualdad respecto del
empleador, que requiere, a efectos de evitar abusos, de una protección que constituye el
objeto central del Derecho Laboral. Es por ello que las normas del Derecho del Trabajo son,
en su gran mayoría, disposiciones de aplicación imperativa, y como tales no disponibles por
la voluntad de las partes, es decir son contenidos mínimos obligatorios que rigen cualquier
relación laboral.
Ahora bien, ¿Por qué hacemos referencia al Orden Publico Laboral y a la
Subordinación del Trabajador con respecto al empleador?. Ello es así dado que si vamos a
hablar de la mediación en el ámbito laboral, van a existir elementos que otorgaran
características propias a la Mediación en esta materia.
MEDIACION LABORAL: ¿PRIVADA Y OBLIGATORIA?
Es menester primeramente analizar que se entiende en general por “mediación”
para abordar la presente temática.
Christopher Moore define la mediación como la “intervención en una disputa o
negociación de un tercero imparcial y neutral que carece de un poder autorizado de
decisión, para ayudar a las partes en conflicto a alcanzar voluntariamente su propio arreglo,
mutuamente aceptable”.
Folberg y Taylor, la entienden como: “El proceso mediante el cual los participantes,
junto con la asistencia de una persona o personas neutrales, aíslan sistemáticamente los
problemas en disputa con el objeto de encontrar opciones, considerar alternativas, y llegar
a un acuerdo mutuo que se ajuste a sus necesidades”.
En lo que respecta al conflicto laboral se observa que posee ciertas características
que lo diferencian de los que se suscitan en las restantes ramas del derecho.
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Por un lado el conflicto de trabajo se desarrolla dentro de relaciones ordenadas
jerárquicamente. Al empleador se le reconoce una potestad de mando y al trabajador un
deber de obediencia. No es un conflicto entre iguales o entre quienes se miran como tales.
La desigualdad de poderes es una cuestión estructural e inherente a la relación laboral e
informa todo el conflicto laboral.
Por otro lado las divergencias tienden a versar sobre cuestiones de orden
económico, por lo que van a requerir de una intervención y solución especial.
Sentado ello, ¿corresponde que la instancia de mediación en materia laboral sea
obligatoria?
Con acierto, Hilda E. Bustamante Ojeda, expresa que la imposición de la instancia
previa de carácter “obligatorio” se opone al derecho que posee toda persona a ser oída, con
las debidas garantías, por un juez o tribunal competente, para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden laboral que se consagra en el art. 8 inc. 1, CADH,
incorporada a la Constitución Nacional por la reforma de 1994 con el art. 75 inc. 22 (Revista
de Derecho Laboral y Seguridad Social, 2008 A, pag. 233).
Por otro lado, el artículo 15 de la Ley de Contrato de Trabajo (Ley 20.774 y sus
modificatorias), en su parte pertinente establece: “Los acuerdos transaccionales,
conciliatorios o liberatorios solo serán válidos cuando se realicen con intervención de la
autoridad judicial o administrativa, y mediare resolución fundada de cualquiera de éstas
que acredite que mediante tales actos se ha alcanzado una justa composición de los
derechos e intereses de las partes…”.
Con ello queremos significar que la participación en la instancia conciliatoria de la
autoridad administrativa o judicial no es ni secundaria ni formal, si no muy por el contrario
adopta un rol trascendental para garantizar al trabajador el entendimiento de los alcances
del acto, su libertad de expresión, logrando de esta manera que no le queden dudas del
significado real del acuerdo al que se ha arribado, liberándolo de cualquier tipo de
presiones.
Así, en su trabajo “Celeridad y economía procesal”, Héctor Hugo Boleso, sostiene:
“Desde el punto de vista constitucional y del sustancial, es obvio que las propuestas e
intentos de privatizar la justicia, están en pugna abierta con aquellos. En especial, lo
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demuestran el art.14 bis de la C.N. y la Ley de Contrato de Trabajo. Si para algunas
cuestiones civiles y comerciales (pequeñas causas, barriales, de consumidores), la
conciliación, la mediación y el arbitraje, pueden resultar útiles como medios de resolución
alternativa de conflictos, ello no sucede con el derecho laboral y los derechos humanos,
pues el Estado no debe delegar su función –y menos al mercado- ni su responsabilidad de
administrar justicia, de manera razonable y con sensibilidad social”.
El laboralista Ricardo Cornaglia dice: “...Quienes desde la óptica empresaria han
buscado limitar los efectos de la reparación de daños referidos a los infortunios laborales y
los despidos arbitrarios o incausados, han otorgado a la transaccionalidad una función que
suele poner en aprietos a la equidad de los institutos normativos, y en ocasiones, burla
torpemente los mas elementales criterios que rigen al principio "alterum non laedere".
Someterse a esos criterios en materia de derecho del trabajo, implica sostener como
axioma: repárense los daños, en la medida que ello no resulte caro ..." (La Ley Bs. As./2006,
pág. 1420).
No hay que olvidar, que en la temática que aquí se trata, toma fundamental
relevancia otro principio basal del Derecho del Trabajo como lo es el de Irrenunciabilidad,
que “aparece como el aspecto más relevante del principio protectorio e impide tanto la
renuncia anticipada de derechos como la renuncia de derechos ya obtenidos, sea que
provengan de la ley, del convenio colectivo de trabajo o del contrato individual” (Fernández
Madrid, Tratado Práctico de Derecho del Trabajo).
Así el Dr. Rodolfo Aníbal González expreso: “En este marco, uno de los supuestos de
irrenunciabilidad se refiere a la renuncia de derechos ya obtenidos que se han incorporado
al patrimonio del trabajador (V.gr. créditos devengados provenientes de un despido
injustificado, un salario no pagado).
Este principio, fundamental y esencial en el derecho laboral, limita los alcances de la
mediación y su objetivo, la conciliación del conflicto.
En contraste, en el resto del derecho privado en general (siempre que no estén en
juego normas de orden público), prima el principio de autonomía de la voluntad por el que
las partes están facultadas plenamente a efectuar renuncias, quitas, transacciones cuya
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conveniencia económica es ajena al interés de las leyes, en la medida que quienes transen
sus derechos resulten capaces y su voluntad no haya estado viciada.
Con esta gran limitación, la misión del legislador de introducir en este ámbito legal
rígido y protectorio las formas modernas de mediación, lejos estaba de constituir una tarea
fácil” (Equipo Federal del Trabajo, “Ley 24.635: A cuatro años de la creación de SECLO”).
En este orden de ideas, existe jurisprudencia que respalda lo que se viene
expresando, a modo de ejemplo traemos a consideración dos fallos. En el primero, la
Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo declaro la nulidad del acto homologatorio
dictado por el SECLO (Servicio de Conciliación Laboral Obligatorio dependiente del
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación) respecto de un acuerdo
conciliatorio, por considerar que no hubo una justa composición de los derechos de ambas
partes, y que se vulneró el orden público laboral al convalidar la renuncia por parte del
trabajador de casi la mitad de créditos no controvertidos que ya estaban incorporados a su
patrimonio (Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, sala II- 21-10-2008 – Relats y
Delmases Javier C/ Ceteco Argentina S.A. y Otro- La Ley Online).
En segundo lugar, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, Sala I declaro
ineficaz un acuerdo transaccional celebrado ante el SECLO, en la cual el actor manifestó que
una vez percibida íntegramente la suma acordada nada más tiene que reclamar del
demandado por conceptos emergentes del vínculo laboral que los uniera, toda vez que el
trabajador asintió en consignar una antigüedad que evidencia un certero fraude en los
términos del art. 14 de la ley de contrato de trabajo, vulnerando abiertamente el principio
de irrenunciabilidad que emerge del art. 12 del ordenamiento mencionado (Cámara
Nacional de Apelaciones del Trabajo, sala I -04-03-2005 – Dilonardo, Héctor C/ Testino S.A.
y otro- La Ley 05-01-2006).
Asimismo existen otras cuestiones que inciden en el caso de que se llegara a la
“privatización” del sistema de mediación laboral, así el Dr. Rodolfo Aníbal González
expreso (Equipo Federal del Trabajo, “Ley 24.635: A cuatro años de la creación de
SECLO”) que el escenario judicial, ámbito donde antes se celebraban las audiencias o el
del Ministerio de Trabajo, a pesar de su precariedad edilicia, infundía al trabajador un
lógico sentimiento de protección; era el ámbito del Estado, al cual recurría para recibir la
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protección de sus derechos. El traslado a estudios jurídicos privados, psicológicamente,
NO ES LO MISMO, sobre todo
para bajos niveles culturales. Los símbolos
desaparecieron. Ya no hay bandera ni escudo en la puerta. Ni funcionarios en las
oficinas. El reclamante concurre a un estudio jurídico privado.
La eliminación de los símbolos tiene fundamental importancia tanto desde un
aspecto psicológico como sociológico. Las señales y los símbolos son signos. Éstos
constituyen uno de los elementos constitutivos de la cultura (siguiendo la definición del
antropólogo inglés Edward Tylor que cultura es un conjunto complejo de conocimientos,
creencias, valores, normas, signos, arte y cualesquiera otras capacidades que el hombre
produce, aprende, transmite y comparte a lo largo de su interacción social). Como lo
señala el sociólogo Enrique M. Del Percio (Tiempost Modernos, 2000, editorial Altamira)
el símbolo trae a la mente del sujeto receptor el concepto de la cosa significada. Se
concluye entonces que su supresión, influye negativamente sobre quien accede a través
de ellos a abstracciones como el concepto de Estado o de Justicia.
El trabajador que acude para que se haga Justicia en su reivindicación, se
encuentra de pronto en una reunión de abogados, donde “juega de visitante” y el
empleador de “local”. La importancia de estas circunstancias la conoce cualquier
estudiante de psicología. Todos nos damos cuenta, aplicando un mínimo de sentido
común. El conciliador, por más buena voluntad que ponga en su gestión, no es un
funcionario administrativo o judicial. Yo he sentido con vergüenza, el desencanto del
trabajador, cuando, sin experiencia previa en el sistema y esperando con ansiedad su
primer contacto con la Justicia, observa el escenario, los saludos, las amables charlas
sobre temas diversos, los intercambios de tarjetas, la informalidad, el remate de sus
derechos, etc. Él y éstos en soledad: convidados de piedra.
Ello se ve favorecido por las urgencias económicas de los reclamantes en época
de crisis y desocupación. Se juega y especula con esta realidad ofertando sumas
irrisorias. Se reiteran argumentos sobre la lentitud de la Justicia; el remanido y
lamentable “más vale un mal arreglo que un buen juicio”, expresado por abogados que
mancillan su profesión; la amenazante manifestación de una inminente cesación y
desaparición de la empresa, etc. etc. y la lamentable conclusión final: “No hay problema,
el Ministerio homologa siempre”, manifestada por muchos conciliadores que sólo vieron
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en el sistema una forma de incrementar magros ingresos. Otros, que cumplen su función
a conciencia, no obtienen de la legislación vigente los medios coactivos necesarios para
que la instancia sea respetada por las partes, habida cuenta las irrisorias multas y
exigüos honorarios en ella establecidos.
Creemos juntamente con la Dra. Hilda E. Bustamante Ojeda (Revista de Derecho
Laboral y Seguridad Social, 2008 A, pag. 232/233), “que resulta razonablemente
criticable la delegación de la función conciliatoria en sujetos privados, cuya retribución
depende en buena medida de que las partes lleguen efectivamente a un acuerdo con el
riesgo de que no se arribe a una solución justa del conflicto.
Frecuentemente la extrema necesidad del trabajador determina la suerte de un
acuerdo por el que resigna y concede en su perjuicio, mas allá de lo que debiere hacerlo
para que dicha concesión fuese considerada reciproca.
El éxito de una conciliación no se mide solo por el logro de un acuerdo, sino porque
además sea un buen acuerdo”.
CONCLUSIONES
Por ultimo queremos hacer hincapié en la critica que muchos jurista realizan y en la
que basan la instauración de estas vías alternativas de solución de conflictos, en cuanto a
que nuestros tribunales, con su estructura actual no pueden resolver los conflictos
individuales con la celeridad que se merecen, haciendo notar que la duración promedio de
un juicio laboral es de tres años y medio.
Ante tal afirmación nos preguntamos ¿y en el caso de que en esta instancia previa a
la interposición de la demanda, no se llegara a ningún acuerdo?, ¿Cuánto demoraría el juicio
laboral?... ¿cuatro años tal vez? Y en tal caso ¿Dónde queda el carácter alimentario de las
remuneraciones del trabajador? ¿Quién se beneficia al compeler al trabajador a una
instancia previa?
Sin dudas es el empleador quién aumenta su poder negocial y minimiza con el paso
del tiempo sus costos laborales. El trabajador… bien…gracias
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Es evidente que en este potencial escenario sólo se estaría limitando la ya
restringida libertad del trabajador.
¿Cuál sería entonces la alternativa a ese sistema de mediación privatizada y
obligatoria que proponen algunos sectores?
Por un lado, aquel que garantice debidamente la libertad y voluntariedad de
sometimiento a la instancia previa por parte del trabajador pero que, a la vez, faculte a la
autoridad administrativa del trabajo a compeler la asistencia del empleador. Vale decir, un
sistema en el que la comparecencia del mismo sea obligatoria, pero sólo ello, en tanto a
partir de ese momento la voluntad negocial y conciliatoria requiere del acuerdo de ambas
partes.
Por el otro, su realización en un ámbito imparcial, en el que la autoridad
administrativa tenga un rol activo y protagónico en la solución del diferendo y no una mera
intervención como “controlador formal” de la actividad conciliatorio que realizan terceros
en un ámbito ajeno al del propio Estado.
En tal entendimiento, la Provincia de Buenos Aires, cuenta con los elementos tanto
normativos como operativos para cumplir con esas dos premisas fundamentales para una
solución efectiva de los conflictos individuales y pluriindividuales del trabajo mediante la
conciliación.
Así, la Ley 13.757, en su art. 23 establece: “Le corresponde al Ministerio de
Trabajo…: inc. 4- Intervenir en el tratamiento de los conflictos individuales o colectivos de
trabajo públicos, provinciales o municipales y privados, ejerciendo facultades de
conciliación y arbitraje con arreglo a las normas aplicables…”
Por su lado, la Ley 10.149 en su art. 3, dispone que tiene a su cargo el conocimiento
de las cuestiones vinculadas con el trabajo en todas sus formas y especialmente: inc. a)
Intervenir y decidir en la conciliación y arbitraje de las controversias individuales del
trabajo y en los de instancia voluntaria; estableciendo a su vez en su art. 7 la obligatoriedad
en la asistencia a la primera audiencia y el apercibimiento de ser conducido por la fuerza
pública sin perjuicio de las sanciones que pudieran aplicarse (art. 8)
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Tales atribuciones legales otorgan a la cartera laboral la entidad de verdadera casa
de los trabajadores, encargada de velar por sus derechos y que los mismos no sean
vulnerados.
Si a ello agregamos la presencia territorial del organismo a través de sus cuarenta y
seis (46) Delegaciones Regionales de Trabajo y Empleo, las treinta (30) Subdelegaciones y
las veintitrés (23) Oficinas de Atención distribuidas a lo largo y a lo ancho de la provincia
estableciendo un cercano y estrecho vínculo con la población, se advierte la innecesariedad
de “privatizar” esta función del estado de trascendental importancia.
Tratar a la misma bajo una óptica netamente mercantilista y deshumanizante sería
desconocer el rol del estado en la equiparación de las naturales desigualdades derivadas de
las relaciones de trabajo.
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