PROYECTO CUBA

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PROYECTO CUBA-VENEZUELA
Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos
Universidad de Miami
Enero, 2008
LOS CONVENIOS CUBA-VENEZUELA: PETRÓLEO, CIRCO, Y POCO PAN
*Dr. Eugenio Yánez
Cada vez que se anuncia una visita del presidente venezolano Hugo Chávez a Cuba se crea un
ambiente que recuerda cuando el circo visitaba los poblados cubanos hacia mediados del siglo
XX, y los niños esperaban las fieras, payasos y magos, o cuando los gitanos iban a Macondo, con
Melquíades al frente, y Aureliano Buendía podía ver el hielo.
El pretexto en diciembre 2007 fue la cumbre de PETROCARIBE, institución regional creada por
Venezuela que beneficia financieramente a los países del Caribe con suministros de petróleo en
condiciones preferenciales, y la reinauguración de la refinería de Cienfuegos, dinosaurio de la
era soviética revitalizado con 100 millones de dólares venezolanos, como aclaró el embajador
venezolano en Cuba, aunque la propaganda hablaba de una inversión de 500 millones que nunca
existió más allá de las mentes fantasiosas de los ideólogos de la “hermandad” cubanovenezolana.
Cumplidas las actividades protocolares de Cienfuegos, donde el eterno convaleciente en
permanente recuperación Fidel Castro no apareció pero definió a Chávez como brillante y gran
estadista, el circo cubano venezolano visitó Santiago de Cuba, comenzando con un apoteósico
recibimiento.
Catorce convenios fueron firmados en esta ocasión, ocho de ellos del tipo Acuerdos
Institucionales, tres Contratos de Financiamiento y tres constituciones de empresas mixtas,
dentro del ya habitual estilo bi-nacional de firmar infinidad de convenios a los cuales es
imposible seguirles la pista posteriormente, y que los especialistas se preguntan cuantos de ellos
se materializan realmente.
Los Acuerdos Institucionales se refieren al incremento de capacidades de refinación en la
refinería de Santiago de Cuba al desarrollo de la petroquímica en Santiago de Cuba, en los
territorios de Ciego de Ávila, Nuevitas y Sagua la Grande (en lo que parecería un polo de
desarrollo petroquímico al norte-centro del país, quien sabe con qué daños ecológicos a la zona
turística de la región), y en la provincia de Cienfuegos.
Aunque no se dice por lo claro, los acuerdos sobre el territorio norte-centro del país pretenden
reactivar otros dinosaurios heredados de la “indestructible amistad” con los soviéticos en la
producción de fertilizantes, con el políticamente correcto eufemismo de reconversión
tecnológica.
En Santiago de Cuba se pretende construir una fábrica de pinturas y otra de jeringuillas y pañales
desechables (“pampers”), y se especifica la intención de ampliar las capacidades de refinación
petrolera en Cienfuegos hasta los 150,000 barriles diarios, y de reactivar el paralizado oleoducto
Matanzas-Cienfuegos (unas 100 millas ó 160 kilómetros), de importancia estratégica para poder
descargar supertanqueros en la Bahía de Matanzas, aprovechando su gran calado.
Fueron firmados también acuerdos para el “completamiento de las investigaciones (…) y su
desarrollo hasta la puesta en explotación” de la producción de oro, cobre, zinc, cromo
(Villaclara, Camagüey, Las Tunas y Santiago) y una planta productora de cal en Artemisa (La
Habana); para “desarrollar” y “diversificar” la producción de “alimentos” tanto en Cuba como en
Venezuela, instalar mini-industrias y “reanimar” plantas industriales de procesamiento de
alimentos (una vez más los dinosaurios del “socialismo real”).
Un Acuerdo Institucional para el desarrollo local, asistencia técnica en la construcción,
adquisición de maquinarias y herramientas y puesta en funcionamiento de instalaciones. Este
acuerdo especifica, significativamente, que será “sobre la base de los principios de igualdad,
respeto mutuo de la soberanía de sus respectivos países y la reciprocidad de ventajas” (el
subrayado es mío), lo que cierra definitivamente el paso a las ideas de transferencia de soberanía
y unión de países, destacadas por el canciller Felipe Pérez Roque en Naciones Unidas, y que la
prensa oficial cubana nunca divulgó, en un rotundo mentís a las descabelladas ideas chavistastalibanes que los sucesores no comparten en absoluto.
Finalmente, un Acuerdo Institucional relativo a la industria ligera, donde de nuevo se intenta
resucitar los ineficientes dinosaurios soviéticos y este-europeos en las ramas textiles,
farmacéutica, poligráfica, muebles, perfiles de aluminio y envases plásticos, así como baterías
automotrices, refinación de azúcar y destilación de alcohol.
Asimismo, se firmaron contratos de financiamiento de la construcción de una planta
termoeléctrica a base de fuel-oil en Holguín, para la rehabilitación de redes eléctricas en La
Habana, y para la adquisición de dos buques tipo PANAMAX con no más de 228 metros de
eslora (largo).
Se firmaron contratos de constitución de las empresas mixtas CUVENPEQ, S.A., para proyectos
de industria petroquímica en Cuba “o en el extranjero” (¿Angola, Ecuador, Nicaragua,
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Azerbaizjan?), CEMENTOS SANTIAGO, S.A. (extracción, explotación, transportación y
procesamiento industrial de los minerales de los yacimientos estudiados, y su comercialización),
y MORTEROS ARTEMISA S.A. (para la industria del cemento, extracción de minerales y su
transportación a las plantas, nada que ver con fabricación de armamentos).
Como puede verse, gran parte de los convenios se enfoca a la recuperación y rescate de
desastrosas inversiones de la era soviética, con la intención de volver a hacerlas funcionar o
lograr que lo hagan con mayor eficiencia.
Lo que constituye una enfática declaración y reconocimiento del tiempo y recursos perdidos al
haber establecido la dependencia de la industria cubana hacia las tecnologías del extinto Consejo
de Ayuda Mutua Económica.
Y una expresión, a la vez, de la necesidad de buscar nuevos caminos de desarrollo económico sin
querer comprometerse realmente con las verdaderas tecnologías de punta del Primer Mundo, de
las cuales Venezuela es un socio atrasado y en retroceso, pero que en comparación con el
“paraíso” socialista cubano creado con las políticas de desarrollo industrial de Fidel Castro,
Ernesto Guevara o Carlos Rafael Rodríguez parece moverse con años-luz de antelación.
Que se hayan perdido treinta años de experimento de “socialismo real” no impide a los sucesores
intentarlo ahora (¿otros treinta años?) con el “socialismo del siglo XXI”. Como quiera que sea,
Hugo Chávez, de payaso, es más simpático que Anastas Mikoyan o Baibakov en el circo
soviético.
Mientras los cubanos no puedan ni expresar libremente sus opiniones ni tomar sus decisiones sin
“salvadores supremos”, los sucesores no tienen de qué preocuparse.
Aunque deberían tener en cuenta que cada vez son más los cubanos que ya no creen ni en el oso
que monta bicicleta en el circo de Moscú, ni en el mago de barrio que promete sacar diez
millones de toneladas de azúcar de una zafra, ni en los gitanos de Macondo que traen el hielo.
* Eugenio Yánez, PhD en Economía, Lic.Ciencias Políticas, ex-Profesor de la Universidad de La
Habana. Coautor de "Jaque al Rey: La muerte de Fidel Castro" y "Secreto de Estado: Las
primeras doce horas tras la muerte de Fidel Castro". Editor de Cubanálisis-El Think-Tank
(www.cubanalisis.com)
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