Cholitas paceñas: en la cima de la moda

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Cholitas paceñas: en la cima de la moda
Cholitas paceñas:
en la cima de la moda
Las cholas, mujeres indígenas del altiplano boliviano, pasaron de ser
discriminadas a convertirse en personas reconocidas dentro de la
sociedad local. Su presencia en ámbitos políticos, sociales y económicos
es cada vez más notoria. Además, su vestimenta se ha estilizado y sigue
los mandamientos de la moda. Incluso, el costo de un traje de chola (que
incluye sombrero, zapatos, blusa, manta y pollera), puede llegar hasta
los 10.000 dólares. Y el mejor lugar para lucirlo son los eventos sociales
de La Paz. Es por eso que hoy, se organizan desfiles de cholitas modelos.
E
liana Paco es diseñadora
de modas. En su negocio,
ubicado en la zona
norte de La Paz, entran y salen
decenas de clientas diariamente.
Con casi 10 años de experiencia,
sus diseños están considerados
entre los más exclusivos. Gloria
Mamani es modelo, aunque
recién el año pasado empezó a
participar de desfiles y eventos
similares. Es muy requerida y
sus fotografías ya aparecieron
en varias revistas. ¿Y qué es lo
que une a estas dos mujeres?
Ambas son cholas: mujeres
aymaras bolivianas que visten
polleras, mantas y sombreros
típicos del país.
Bolivia es el país con mayor
porcentaje
de
población
indígena de América Latina
(62% según el PNUD, 2006).
De esta población nativa, se
calcula que los aymaras son el
39,8% y la mitad son mujeres;
son cholas.
Hasta hace pocos años, estas
mujeres eran discriminadas
en Bolivia. El estereotipo de
las cholas que se difundió
era el de mujeres pobres, con
ropa sencilla, que vivían en el
campo y tenían varios hijos a su
cuidado.
“Antes las mamás les decían
a sus hijas que no se vistieran
de pollera, porque las iban
a botar, a hacer a un lado”,
recuerda
Carmen
Quispe,
amiga de Gloria y guía de
una fraternidad de morenada,
grupo de aproximadamente 50
bailarines vestidos con trajes
de “morenos”, que representan
a los esclavos traídos a Bolivia.
Sin embargo, la llegada al poder
del presidente Evo Morales
cambió varios aspectos sociales
y políticos en el país. Uno
de ellos fue la aceptación e
inclusión gradual de las cholas
en espacios que antes les eran
negados.
“Ahora todas quieren vestirse
de chola. Como varias se
educaron en otro ambiente, son
profesionales, no usaron pollera
durante su niñez. Pero ahora
retoman ese vestuario. A mí me
encanta ver que algunas señoras
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que van de cholas a las fiestas,
a sus hijitas, que tienen 5 años,
las visten de cholita. Para esa
niña será normal vestirse así
de aquí a unos años”, agrega
Limbert Cussi, artesano que
elabora mantas de vicuña para
cholas y es parte de Warmi
Producciones, iniciativa que
promueve su imagen a través de
publicaciones.
Empoderamiento de las cholas
El
comercio
de
ropa,
electrodomésticos y víveres
es el área en la que más se han
desarrollado las cholas y las
cholitas (el diminutivo se usa
para referirse a las mujeres
jóvenes y solteras). Hoy en día,
viajan constantemente a Asia y
Norteamérica y hacen negocios
por miles de dólares.
Son dueñas de varias casas,
edificios,
galerías,
centros
comerciales y tiendas ubicadas
en la zona sur de la ciudad,
considerada la más exclusiva
y antes reservada a las “élites
blancas”. Así, además de vender
a otras cholas, los clientes
objetivo ahora son mujeres
y jóvenes de la clase alta y
media, que también tienen poder
adquisitivo.
Pero, las cholas necesitan otra
forma para demostrar todos
esos logros y lo hacen a través
de su vestimenta. Esta ha ido
destacándose con el tiempo y
también cambiando en el uso
de telas, accesorios y diseños.
Por eso, hacen despliegue de
moda en las fiestas relacionadas
con las entradas folklóricas de
la ciudad. Las más importantes
son Gran Poder y la Festividad
de la Virgen del Carmen, que
se realiza cada 16 de julio en El
Alto.
Así, en cada fiesta, que se conoce
como recepción social, las cholas
visten sus mejores ropas, cada
traje con un sombrero y zapatos
específicos. Eso sí, no repiten
ropa: en la siguiente ocasión su
prenda será totalmente distinta.
“Esto pasa, sobre todo, entre las
cholas ‘top’ que son las pasantes
y las prestes, quienes organizan
y financian los encuentros”,
explica Carmen.
El ingreso a las pasarelas
Desde 2004, la abogada,
política y chola Rosario Aguilar
comenzó a organizar el desfile
denominado “Chola paceña,
tradición nuestra”. Año tras
año, incrementaron el número
de modelos y también de
diseñadores hasta convertirse
en el evento más importante que
presenta los mejores diseños.
Asimismo, en marzo de 2014,
se creó la “Escuela de Modelaje
Promociones Rosario”. Fue la
primera en su tipo pues estaba
destinada a enseñar a modelar
a las cholitas. Este espacio fue
ideado por Aguilar para educar
no solo a cholitas sino a todas
aquellas interesadas en modelar
mantas y polleras.
El curso incluía materias sobre
protocolo, cultura de la mujer
paceña, liderazgo y dar a conocer
la identidad y la cultura de la
chola. En agosto de ese mismo
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año, se graduaron las primeras
20 modelos. Sin embargo, el
proyecto no continuó debido
a la falta de alumnado y que
las primeras egresadas no
consiguieron
trabajo.
Sin
embargo, las cholitas no dejaron
de presentarse en las pasarelas.
Es así como el desfile “Chola
paceña” ya alista su undécima
versión en el que las modelos
exhibirán diseños y colores
innovadores.
Por eso, Cussi decidió juntar a
más modelos y retratarlas en la
revista y calendario “Warmi”,
con el fin de promover desfiles
en diferentes espacios como
programas de TV y hasta en
exposiciones de arte plástico.
“Siempre he considerado que
este es un mundo que hay que
mostrarlo. Sobre todo, el trabajo
del artesano, porque la chola es
la culminación de todo nuestro
trabajo. Pero no es tan fácil
porque es un mundo que nadie
conoce y es bien cerrado”.
Las tímidas
modelos
y
elegantes
Entrevistar a una cholita no es
fácil. La timidez se refleja en su
rostro y en su voz. Poco a poco
Gloria empieza a contar sobre
su trabajo. “Las modelos en los
desfiles de la ‘Chola paceña’
y otros son, generalmente,
las bailarinas guías de las
fraternidades que participan en
la festividad del Gran Poder.
Las invitan a las más bonitas”,
señala. “Cuando me convidaron,
no sabía qué responder, pero
luego acepté porque me dijeron
que me iban a dar ropa linda”,
agrega entre risas.
Falta una hora para que
empiece el desfile, poco a
poco las modelos llegan. Los
organizadores les entregan su
vestuario y les indican el orden
en que ingresarán. Gloria está
nerviosa pero observa con una
sonrisa la pollera y manta que
le tocó: “Son de color rosado,
mi favorito”, cuenta. Ella y
sus compañeras comienzan a
vestirse. Parece un ritual, cada
prenda tiene una forma especial
de colocarse sobre el cuerpo. La
pollera, por ejemplo, debe estar
bien amarrada, sino se cae. Los
últimos detalles son los zapatos
y las joyas, así están listas para
salir a la pasarela.
“En los tres calendarios que
hicimos y en las revistas hay una
matriz por la que me guío y es el
rostro. Si o si tiene que mostrar
un rostro étnico, finito, que
tenga el porte y esos ademanes
de cholita”, añade Cussi.
Además, el artesano también
organiza
presentaciones
y
eventos con pasarela de cholitas,
las mismas que están en sus
revistas y calendarios. Tiene
el proyecto de promocionarlas
para que sean contratadas como
modelos de marcas y empresas.
Así, en marzo, se organizó la
exposición de artistas plásticos
de El Alto y en la inauguración
participaron varias cholitas
modelos que recibieron aplausos
y ovaciones.
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Algunos datos…
Los aymaras o aimaras son un
pueblo originario de América del
Sur que habita la meseta andina
del lago Titicaca, repartiéndose
su población total de 2,1
millones entre el occidente de
Bolivia, el sur del Perú, el norte
de Chile y Argentina.
El investigador Gonzalo Íñiguez
explicó que el atuendo de la
chola se remonta al siglo XVIII.
“La Corona, a manera de
castigo, prohibió a los indígenas
el uso de su vestimenta
originaria” que pudiera traer
memoria a tiempos incaicos.
“Desde ese momento la mujer
indígena y mestiza usó pollera,
blusa, manta y sombrero”.
Según el historiador Antonio
Paredes Candia, la palabra
chola procede del español
“chulo”, palabra que identifica
al hombre que colabora con
el torero. La mujer del chulo,
la chula, “...vestía saya larga,
plisada, una blusa adornada
de encajes y sobre los hombros
un mantón de espumilla (…), el
llamado mantón de Manila. La
chula es muy donairosa en su
porte y atrevida en sus actitudes
y palabras”.
Un traje completo de chola cuesta
alrededor de 10.000 dólares. Los
zapatos varían entre US$ 15 y
170. La manta, pollera, enaguas
y blusa fluctúan entre US$ 100
y 290. En cuanto al sombrero,
cuesta entre US$ 15 y 710. Las
joyas; aretes, anillos, manillas,
tienen un precio de entre US$
40 y 8.000, dependiendo del
material.
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