Verdaderas intenciones

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Verdaderas intenciones
6 Junio 2014 El País
Uno de los temas en la agenda del 44º Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea
General de la OEA, que tuvo lugar esta semana en Asunción, fue la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Es un asunto clave porque desde hace algún tiempo los países del ALBA, con el apoyo
de otros países de la región, incluyendo el Uruguay, impulsan una serie de reformas
importantes de la CIDH que incluyen cambiar la sede de la Comisión (que se encuentra
en Washington); revisar "las distintas dimensiones del sistema de relatorías de la
CIDH"; impulsar "una revisión rigurosa de las fuentes y metodologías empleadas para
la realización de todos los informes de las relatorías" y "profundizar el análisis con el
objetivo de que el Sistema Interamericano de Derecho Humanos, sea financiado
exclusivamente por los Estados miembros de la OEA" (Declaración de Haití).
Ese lenguaje anfibológico disimula las intenciones bien concretas de los miembros del
ALBA (Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela) de alejar a la Comisión del centro de
la atención mundial, de las sedes de otros organismos internacionales (como la OEA y
las Naciones Unidas) y de las oficinas de las principales ONG dedicadas a la protección
de los derechos humanos; de debilitar determinadas relatorías de la Comisión, que
incluyen, por ejemplo, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (que emitió
un severo informe sobre la situación en Venezuela, en el 2010); y de limitar y controlar
su presupuesto (un proporción sustancial de los ingresos de la CIDH provienen de
contribuciones voluntarias).
Las verdaderas intenciones de los miembros del ALBA quedaron en evidencia en una
sucesión de conferencias celebradas desde entonces: Guayaquil (marzo de 2013),
Cochabamba (mayo de 2013), Montevideo (enero de 2014) y Haití (27 de mayo).
También forma parte de ese proceso la reunión de Ministros de Relaciones exteriores de
la Unasur, que tuviera lugar en las islas Galápagos, en mayo.
Las Declaraciones aprobadas en las Conferencias envuelven las verdaderas intenciones
en un discurso que, a veces, se eleva al nivel de un auténtico newspeak, al mejor estilo
orwelliano. La Declaración de Montevideo reconoce la conveniencia de "adoptar las
transformaciones necesarias que encaminen a mejorar y volver más accesible la
protección de los derechos humanos de todas las víctimas". En la Declaración Haití, se
alude al "espíritu de profundizar el proceso de fortalecimiento del Sistema
Interamericano de Derechos Humanos" y se declara la intención de "mejorar la
promoción y protección de los Derechos Humanos de todos los habitantes del
continente".
Pero ¿cómo se hará más accesible el sistema de protección de los derechos humanos o
de qué manera se mejorará su tutela, cuando se busca estrangular la CIDH?
Las organizaciones no gubernamentales reconocieron de inmediato cuál es el verdadero
propósito de las iniciativas. Tanto en cuanto al fondo como al procedimiento.
Antes de la conferencia de Montevideo, la Coalición Internacional de Organizaciones
por los Derechos Humanos en las Américas declaró que le resultaba alarmante que
continuase la discusión sobre el Sistema Interamericano de Derechos Humanos "por
fuera de los procesos formales que existen en la OEA, y sin garantizar la participación
de todos los actores (otros Estados miembros de la OEA y países observadores, órganos
del Sistema, sociedad civil, entre otros) con interés en el debate".
Las cosas no han mejorado desde entonces.
Una nueva Declaración de la Coalición, de fecha 3 de junio, entre otras cosas, denuncia
que la Conferencia en Haití "se realizó sin transparencia ni participación de la sociedad
civil organizada", y que "no se hicieron públicos con anterioridad a la reunión los
documentos de trabajo, ni la agenda de temas a tratar, así como tampoco se dio a
conocer procedimiento formal alguno de participación e incidencia de las
organizaciones de la sociedad civil". Por algo será…
La Comisión Interamericana puede no ser perfecta, pero está evolucionando y es lo
mejor que tenemos. Los intentos de los países del ALBA para anularla son inaceptables
y deben ser rechazados en forma clara e inequívoca.
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