PSICOTERAPIA Y ACTITUD ROGERIANA DEL TERAPEUTA MANUEL F. ARTILES Ya lo sabemos: Freud - Adler - Jung - M. Klein - Lacán, son algunos de los nombres-clave para seguir esa trama de develamiento del hombre desde el hombre que nuestra época aporta al camino que desde milenios venimos recorriendo. Luego serán otros, como otros hubo antes de éstos que nombramos. Esos nombres están referidos para nosotros a una situación concreta: la de la relación psicoterapéutica. Desde la madeja del padre del psicoanálisis ellos hilvanaron su propio tejido, desde ángulos distintos enriquecen esa trama del encuentro que se establece entre dos personas a quienes llamamos Terapeuta y "Paciente". Personalmente he visto a través del tiempo que el aporte de Carl Rogers se centra principalmente allí: en el establecimiento de las condiciones esenciales de toda relación psicoterapéutica. Es su afirmación fundamental. Su mensaje para nuestra comprensión de la misma. Concretamente nos hace saber que con distintas técnicas una relación terapéutica resulta efectivamente tal, si el Terapeuta asume determinadas actitudes en función de las cuales se hace posible una "Atmósfera" relacional que permite al Paciente lograr en y desde sí mismo, la emergencia de posibilidades y recursos que lo capacitan para reestructurar su modo de existir conductal y estructuralmente. Pienso, insisto, que esto es lo más importante y que, por una apariencia de obviedad, no profundizamos entre nosotros suficientemente las implicaciones que supona Tratemos de ver algunas. Soy amigo de las citas cuando se trata de referirse al pensamiento de una persona que ha explicitado el mismo. Así en el cap. X I I I del "American Handbook of Psychiatry" editado en 1966 por Silvano Arietti, Carl Rogers dice muy claramente: "Nunca ha sido mi intención inaugurar una 'escuela' de psicoterapia. Mi propósito ha sido, y también el de un creciente nú- 40 mero de terapeutas que sustentan ideas que congenian con las mías, intentar identificar los elementos esenciales de toda psicoterapia efectiva o counseling personal". Y prosigue, como teniendo que cargar con una imprevista mochila: "Pero a causa de que las ideas resultantes se han apartado en cierto modo radicalmente de los acercamientos convencionales a la terapia, la terapia centrada en el cliente ha empezado a ser considerada por los de afuera como una escuela distinta de psicoterapia, y en este capítulo es presentada como un acercamiento distinto y definido hacia el proceso de facilitar un cambio constructivo en la persona con dificultades". Creo útil retener esta perspectiva que Rogers esboza aquí para eludir sectarismos y ganar en libertad. Su intención no ha sido "inaugurar una 'escuela' de psicoterapia" sino "intentar identificar los elementos esenciales de toda psicoterapia efectiva", pese a lo cual reconoce que "los de afuera" consideran su intento como una "escuela distinta". A tal expectativa y perspectiva responde en ese trabajo. Pero tengo la impresión de que pese a él mismo, diríamos más bien que como reflejando la sensación de quienes así juzgan su labor, más que adhiriendo personalmente a tal afirmación. En ese texto, renglones más arriba señala que la llamada "psicoterapia — centrada en el cliente" (hoy prefiere llamarla psicoterapia de "persona a persona"): "Nunca ha sido una escuela de pensamiento rígido o fijo". La misma se ha ¡do haciendo como un proceso a través de experiencias, investigaciones, conceptualizaciones para volver dialécticamente a repartir desde la experiencia. Creo que ahí está el difícil acierto: ni la rigidez de una ortodoxia, ni lo amorfo de un eclecticismo, simplemente la constatación sistemática de lo que aparece como la "verdad" del encuentro psicoterapéutico concreto en sí. Es posible que persista en lo profundo de sí mismo en su primera aproximación. Su propósito ha sido un "sobrevuelo" que le permite desde esa altura identificar el río madre que alimenta tantos afluentes diversificados. Responder a la intuición que pre - veía algo común a tantos encuentros terapéuticos distintos. Ya en 1963 escribió en el artículo del "Bulletin de Psychologie" N° X V I I de la Sorbona que marcó su "entrada" en Francia lo siguiente: "Escuché entrevistas grabadas de muy diverso origen. Poco a poco elaboré algunas proposiciones teóricas, algunas hipótesis relativas a la base de la eficacia terapéutica. Me he interrogado a fin de descubrir cómo personas, cuyos caracteres. 41 orientación teórica, métodos, eran tan distintos, podían resultar eficaces en la situación terapéutica y cómo cada una de ellas podía inducir a un cambio constructivo y una actualización de la personalidad. De todo lo cual he concluido que todas aportan a la relación terapéutica ciertos componentes de actitud. Es la hipótesis que propongo para explicar la eficacia tanto del consultor orientador, del psicólogo clínico o del psiquiatra. ¿Cuáles son entonces esos componentes de actitud, componentes experimentales, que hacen de la relación un clima propicio para la actualización de la personalidad? " . . . Esos componentes nos son familiares sin duda. Se resumirán en la actitud básica por la cual el terapeuta vive al "paciente" como una persona que tiene la capacidad de desarrollarse desde sí mismo. Podemos enunciar esos componentes de acuerdo al último período de elaboración rogeriana, que comenzó en 1957, ert el cual Carl Rogers destaca el elemento "experiencing" del proceso relaciona I terapéutico: 1) Que el Terapeuta esté "abierto" a los sentimientos y actitudes que se suceden en él ante el Paciente. 2) Que el Terapeuta sea percibido por el Paciente realista congruente como: empático con una consideración Positiva Incondicional Todo Terapeuta tiene sus metas, métodos y técnicas, los cuales se expresan en una Actitud la cual traduce sin duda su propio cuadro de Valores. La Actitud es una conducta, cargada por lo tanto de intencionalidad: como conducta traducirá los Valores a los cuales, conscientemente o no, se ajusta, dado que los mismos son criterios organizadores de sistemas de acción. Rogerianamente, un terapeuta no enseña, ni impone valores específicos, pero aplica una orientación que es su filosofía de la relación terapéutica. Los Valores son una "creencia" (en el sentido de Ortega y Gasset) y ésta se halla incluida en una ideología. 42 El Terapeuta rogeriano cree en: 1) el valor del individuo 2) su dignidad de persona 3) su capacidad de autodeterminación Obviamente se concluye que una interacción rogeriana arrastra, por decir así, toda la persona del Terapeuta en el momento mismo de su concreción. Es por eso que Rogers remarca tanto lo esencial del concepto de Congruencia en la Actitud, sin ésta se hace imposible, se falsea, el sentido de la relación en sus planos humano y terapéutico. El Terapeuta rogeriano, por su particular/modalidad de encuentro, se halla desnudo, expuesto a la mirada de ese Otro que llamamos "Paciente", jugando en el acto terapéutico mucho más que una aproximación técnica. Ciertos recursos intelectuales, una posición autoritaria, le están vedados para "salvarse" en aquellas emergencias donde el diálogo se torna para él amenazante, acusador o delator de sí mismo ante sí mismo y ante ese Otro. Desde un rol claro y determinado, él com-parte, aún para su propio bien o mal, el riesgoso intento de un encuentro que sea (las palabras se "gastan". . .) realmente personal y personalizante. En cuanto grupo de formación convendrá traer en relación con todo lo anterior la siguiente afirmación de Rogers en el "Bulletin" citado: .. ."Esto implica que habría que tratar de elegir para la formación de consultores y terapeutas a personas que en sus relaciones habituales con los demás poseyeren ya en alto nivel las cualidades descriptas. Deberíamos desear personas cálidas, espontáneas, auténticas, comprensivas, no enjuiciadoras. Habría que esforzarse también por prepararles un programa de formación tal que progresivamente lleguen a sentir la Empatia y el calor afectivo con respecto al otro de modo tal que encuentren cada vez más fácil el ser ellos mismos, el ser auténticos. Sintiéndose comprendidos y aceptados en el curso de sus experiencias de formación, estando en contacto con la autenticidad y ausencia de máscaras en sus instructores, se harían terapeutas cada vez más competentes. . .". Sabemos que la definición de los componentes de Actitud no son para Rogers postulación romántica de "buenas intenciones" sino, como un cuerpo doctrinal, conclusión de las investigaciones experimentales sistemáticas realizadas corroborando y verificando hechos e intuiciones. A| respecto bastará con referirse a la lec43 tura de "Psicoterapia Centrada en el cliente", pág. 61 y sig. y Carl Rogers de la psicoterapia a la enseñanza" (M. de la Puente), pág. 155 y sig. Para terminar consignaré aquí una especie de "Decálogo" para la revisión de la Actitud terapéutica personal en concordancia con lo más arriba expresado. Está hecho en base a las afirmaciones de Carl Rogers en "El proceso de convertirse en persona" (pág. 39 a 44) y un rogeriano francés G. Mury, en su "Introducción a la no-directividad" (pág. 68 a 84). 1) ¿Puedo llegar a ser percibido por el otro como digno de confianza, como seguro, como consecuente en el sentido más profundo? (Carl Rogers). Es necesario que yo sea percibido como siendo lo que soy. (Gilbert Mury). 2) ¿Mi expresión de mí mismo es tal que podría comunicar sin ambigüedad la imagen de la persona que soy? (C.R.). Es necesario que yo me acepte para estar dispuesto a transmitir esa indicación global de mí mismo (G.M.). 3) ¿Soy capaz de experimentar actitudes positivas respecto del otro, tales como: calor, atención, afecto, interés, respeto? (C.R.). Es necesario no escudarse tras el rol particular a fin de rehuir ser uno mismo (G.M.). 4) ¿Puedo tener una personalidad bastante fuerte como para ser independiente del otro? (C.R.). Una relación terapéutica supone que el otro sea reconocido como otro, en tal caso yo no corro el peligro de hundirme en una angustia, un sufrimiento, una cólera que no me pertenece. Nada puede interesarme ni movilizar más todas mis energías que esa presencia delante mío de un ser que se devela ante mis ojos (G.M.). 5) ¿Mi seguridad interna es tan fuerte como para permitirle a él ser independiente? (C.R.). Ayudar al otro para que sea lo que es, es el objetivo esencial de la psicoterapia rogeriana (G.M.). 6) ¿Puedo permitirme entrar completamente en el universo de los sentimientos del otro y sus concepciones personales, viéndolas desde su mismo ángulo? ¿Puedo perder todo deseo de evaluar o juzgar? (C.R.). La simple actitud de alguien que escucha y desea aceptar el universo del otro siendo capaz de comprenderlo, constituye por sí solo un paso positivo en esta dirección (G.M.). 7) ¿Soy capaz de aceptar todas las facetas que me presenta esta persona tomada tal como es? ¿Puedo comunicarle esta actitud? (C.R.). Es necesario que yo no me sienta amenazado por el fluir de mis propios sentimientos sino que los acepte en mí, sepa reconocerlos y asumirlos. (G.M.). 8) ¿Soy capaz de obrar con suficiente sensibilidad en esta relación como para que mi comportamiento no sea percibido como una amenaza? (C.R.). Si puedo liberarlo lo más posible de toda amenaza exterior, entonces él podrá comenzar a experimentar y enfrentar los conflictos internos que siente como amenazantes en él. (G.M.). 9) ¿Puedo liberarlo del temor a ser juzgado por otros? (C.R.). Mi imagen social constituye en sí misma una amenaza para los otros. (G.M.). 10) ¿Soy capaz de ver a este otro individuo como una persona en devenir o voy a estar maniatado por su pasado y el mío? Si acepto al otro como algo fijado, diagnosticado y clasificado, ya formado por su pasado, contribuyo así a confirmar esa hipótesis. Si lo acepto como un proceso en devenir, entonces yo hago lo que puedo por confirmar o realizar sus potencialidades (C.R.). Si vivo esa relación con el otro de tal manera que la considere como una experiencia totalmente nueva, entonces también yo puedo devenir otro, llegando a ser lo que soy desde lo más profundo de mí mismo y reencontrando ese dinamismo, esa capacidad de crear que había perdido. (G.M.). Realizar estas "diez condiciones" ciertamente no es fácil, pero el coraje para situarnos día tras día en la consulta y fuera de ella, a cara descubierta con los otros es el camino "que se hace al andar"... Ref.: Manuel F. Artiles Coordinador de "Counseling" "Centro de Orientación Psicológica y Desarrollo de la personalidad normal" Canning 2368 - 3er. Piso Dpto. " A " - Cap. Fed. (1425) 45