515-2005 Ses Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. San Salvador, a las nueve horas con veintiocho minutos del día catorce de agosto de dos mil nueve. El presente proceso de amparo ha sido promovido por el abogado Fernando Cáceres Aguillón, actuando en su calidad de apoderado general judicial de la señora María Luisa Castro Rivera contra actuaciones de la Juez Tercero de lo Mercantil de este distrito judicial que considera violatorias de sus derechos de defensa, y propiedad. En el trámite del proceso las partes y el tercero beneficiado manifestaron lo siguiente: I. El apoderado de la actora manifestó que en el proceso ejecutivo mercantil de referencia 319-EM-00, iniciado en su contra por el abogado David Israel Córdova Mena como apoderado del señor Jorge Alberto Machado, la Juez Tercero de lo Mercantil al dictar sentencia definitiva condenándola al pago de cierta cantidad de dinero, vulneró sus derechos de defensa e igualdad puesto que en dicho proceso nombró como su curador ad litem al señor Edgardo Antonio Molina Morales, no obstante éste había autenticado la firma del actor en diferentes escritos presentados a dicho tribunal, haciendo uso de sus facultades de notario sin que la Juez se percatara de esa circunstancia y omitiera, por tanto, su deber de imparcialidad. Lo anterior motivó la interposición por su parte de los recursos de nulidad, y, posteriormente, de revocatoria ante la Juez Tercero de lo Mercantil, sin embargo ambos fueron declarados sin lugar. Asimismo, hizo uso del recurso de apelación pero éste fue declarado sin lugar por extemporáneo interponiendo posteriormente además recurso de casación el cual fue declarado improcedente por la Sala de lo Civil. Por auto de las diez horas con veintiséis minutos del día once de octubre de dos mil cinco, esta Sala admitió la demanda respecto de la sentencia definitiva dictada por la Juez Tercero de lo Mercantil de San Salvador a las doce horas y treinta minutos del día veinticinco de agosto de dos mil cinco en el proceso ejecutivo mercantil de referencia 319EM-00 por presuntas vulneraciones a los derechos de defensa y propiedad de la señora María Luisa Castro Rivera. En el mismo auto se suspendieron los efectos del acto reclamado en el sentido que la referida funcionaria judicial debía abstenerse de proceder a la venta en pública subasta del inmueble embargado en el referido proceso ejecutivo mercantil. El tercero beneficiado con el acto reclamado –el señor Jorge Alberto Machado- a través de su apoderado general judicial, el abogado David Israel Córdova Mena, expuso en síntesis que habiéndose intentado notificar el decreto de embargo a la señora Castro Rivera, demandada dentro del proceso ejecutivo mercantil, el señor Francisco López Martínez 1 expuso al secretario notificador que su suegra se encontraba fuera del país. Que se hicieron las búsquedas necesarias incluso a través del Tribunal Supremo Electoral efectuándose las publicaciones respectivas. Así las diligencias de ausencia concluyeron con el nombramiento de curador ad litem cargo que fue discernido al abogado Edgardo Antonio Molina Morales quien con anterioridad, en el ejercicio de su función notarial, había autenticado firma del actor. Alegó además que, de lo expuesto, no se podía asegurar que éste haya conocido el contenido del documento y las pretensiones planteadas en el mismo, mucho menos que haya surgido una relación entre Notario y el señor Jorge Alberto Machado, y aún así mientras no se tuviera interés conocido dentro del juicio no existía ningún impedimento para su nombramiento como curador. Asimismo, expuso que la obligación del juzgador al nombrar curador ad litem, se encuentra establecida en el Artículo 141 del Código de Procedimientos Civiles, y éstos serán nombrados a elección del Juez o autoridad ante quien se piden o que conoce del negocio, conforme a la ley, procurando que sean abogados o por lo menos personas que tengan conocimientos en derecho, según el artículo 1292 del mismo cuerpo legal. Por su parte, la Juez Tercero de lo Mercantil, en sus informes, acotó que desestimó la nulidad interpuesta por el apoderado de la señora Castro Rivera ya que el hecho que el abogado Edgardo Antonio Molina Morales, en su calidad de notario, haya autenticado firmas en escritos presentados a ese proceso no vicia de nulidad lo actuado, ya que ninguna nulidad puede ser declarada mientras no esté expresamente determinada en la ley; ni tampoco se configuraba delito de patrocinio infiel – como lo alegó dicho apoderado- ya que cuando los escritos eran agregados al proceso, no se le daba intervención al abogado Molina Morales, tan sólo daba fe que la firma que calzaba los mismos era auténtica. Manifiesta, además, que se efectuó el nombramiento en una persona que el tribunal consideró idónea por ser abogado de la República, sometido a la Constitución y a las leyes, además de haberse seguido el tramite de ley correspondiente, es decir, se le notificó su nombramiento, se le juramentó y discernió el cargo; por lo que a juicio de la citada funcionaria judicial, no se le ha vulnerado derecho fundamental alguno y por el contrario se ha cumplido estrictamente con el debido proceso. II. Expuesto lo anterior resulta necesario exponer brevemente el fundamento jurídico de la presente decisión. 1. En el amparo las afirmaciones del actor deben justificar que su reclamo posee relevancia constitucional; pues si plantea aspectos puramente judiciales o administrativos que no revelan una posible violación a sus derechos fundamentales, su queja no podría ser juzgada en esta sede. 2 Debe así recordarse que este Tribunal es incompetente, en razón de lo establecido en su marco normativo de actuación, para conocer de aquellas cuestiones que tienen una exclusiva base infraconstitucional; dado que su regulación y determinación está prevista sólo en normas de rango inferior a la Constitución. La situación comentada motiva el rechazo de la demanda de forma liminar o durante la sustanciación del proceso- por falta de competencia objetiva sobre el caso, ya que decidir sobre lo propuesto en ella cuando carece de un auténtico fundamento constitucional significaría invadir la esfera de la legalidad, obligando a esta Sala a revisar desde esa perspectiva las actuaciones de los funcionarios o autoridades que actúan de acuerdo a sus atribuciones, para lo cual no se encuentra jurídicamente habilitada. 2. Por otra parte, cabe acotar que en un proceso jurisdiccional ante la imposibilidad material del juez de realizar los actos de comunicación al demandado de forma personal, lo puede hacer por medio de esquela, tal como se regula en el artículo 210 del Código de Procedimientos Civiles; sin embargo, cuando se desconoce el paradero de la persona contra la que se reclama, pues nadie da noticias de ella, el mismo legislador ha previsto la figura del curador especial o curador ad litem, quien debe proteger los intereses del demandado ausente de conformidad al artículo 141 del citado Código. Tal y como se acotó en la sentencia dictada el 19-VI-2006 en el Amparo 342-2003, la hipótesis jurídica configurada por el artículo 141 se refiere al caso de una persona que por cualquier causa se ausenta provisionalmente del país yéndose al exterior o se ignora su paradero, y en ambos casos no se sabe si ha dejado procurador u otro representante legal que vele por sus intereses ante los tribunales, en el supuesto que se promueva una demanda contra él. En la sentencia del 28-II-2000 dictada en el amparo 368-98, se especificó en relación a la declaratoria de ausencia, que el mencionado artículo prevé los casos y la forma en que opera dicho incidente y que su aplicación no debe ser irreflexiva, sino que, por el contrario, de uso muy prudente por parte del juzgador. En efecto, se requiere que previo a su utilización se hayan agotado los distintos medios posibles para la concreción invariable del derecho de audiencia en beneficio normal del demandado, esto es, la realización del emplazamiento para contestar la demanda de manera personal, sin embargo, no implica que en caso de no hallarse al demandado en el lugar donde se tramita el proceso, éste deba paralizarse volviendo nugatorios los derechos del demandante, quien también por ser titular de otros puede exigir su tutela. Por ello, se prevé como una aproximación a lo mejor, la creación de la figura del curador, quien debe proteger los intereses del demandado ausente. Figura que desde ninguna óptica, usada conforme a derecho, contraviene la Constitución. 3 En relación a la figura del curador ad litem, en la sentencia dictada el 26-X-2004 en el Amparo 825-2003 se expresó que, así como la postulación procesal , en relación con el actor, exige que para que éste pueda presentar personalmente una demanda tenga que ser abogado, o que, si no lo es, debe hacerlo a través de alguno que le represente o, en todo caso, con firma de abogado director (dirección letrada), también nuestro Código de Procedimientos Civiles ha establecido claramente en su artículo 1292 que el curador ad litem que representa al demandado ausente tiene que ser, en principio, abogado o, por lo menos, persona que tenga conocimientos en el derecho. Que esta postulación procesal establecida en el Código de Procedimientos Civiles tiene por objeto exigir un conocimiento técnico para la defensa de los derechos, a fin de obtener un mejor desenvolvimiento del trámite. Se busca con la postulación, como señala la doctrina procesal, “una seguridad de asistencia técnica” y una “conducción más desapasionada del debate”, que vaya en beneficiado de las partes debido a que el juzgador no puede socorrer a éstas o remediar sus “errores de táctica o de formas”. En definitiva, el legislador ha pretendido que detrás de las partes existan siempre conocimientos técnicos para lograr, en principio, una adecuada intervención procesal en defensa de sus intereses; que haya alguien cono conocimientos detrás de la intervención procesal. III. Dentro del marco de referencia expuesto y tomando en cuenta los hechos ocurridos y los argumentos expuestos por la actora, el tercero beneficiado y la autoridad demandada, es procedente concretar las anteriores nociones jurídicas al caso en estudio. Consta en el presente expediente de folios 364 a folios 391 las diligencias de ausencia tramitadas por la Juez Tercero de lo Mercantil, iniciadas a solicitud del apoderado del señor Jorge Alberto Machado en el proceso ejecutivo mercantil de referencia 319-E-00, puesto que la demandada, la señora María Luisa Castro Rivera, no se encontraba en el país según se verificaba del acta de notificación del emplazamiento, desconociéndose , además, la existencia de apoderado. Como consecuencia de dichas diligencias, la juzgadora nombró como curador ad litem de la demandada María Luisa Castro Rivera, al licenciado Edgardo Antonio Molina Morales para que la representara en el juicio, según se advierte de la fotocopia certificada del auto de las quince horas treinta y cinco minutos del día nueve de junio de dos mil tres agregado a folios 133 de este expediente. Dicho curador mediante escrito presentado a dicho tribunal y cuya copia se encuentra agregado a folios 136 pidió se le tuviera por emplazado y por contestada la demanda en sentido afirmativo. Expuesto lo anterior, se advierte que en el presente caso la demandante plantea una cuestión puramente judicial que representa una simple desavenencia con la actuación de la Juez Tercero de lo Mercantil y, con mayor exactitud, con las actuaciones procesales adoptadas por el curador nombrado para ejercer su representación en el proceso ejecutivo 4 mercantil 319-EM-00, las cuales, a su juicio, se deben a un vínculo existente entre el apoderado del demandante en dicho proceso ejecutivo y el notario que autenticó su firma en los escritos presentados en dicha sede ordinaria. Si bien las actuaciones procesales del curador revelan, en apariencia, poca diligencia en la defensa de los intereses procesales de la demandada, no puede entenderse que genera un vicio de inconstitucionalidad en las resoluciones controvertidas, por lo que no resulta razonable atribuir al funcionario demandado una violación a los derechos constitucionalmente invocados, máxime si se advierte que éste intentó emplazar a la señora María Luisa Casto Rivera en el lugar señalado por su contraparte previo a los trámites por los que se le declaró ausente. En este sentido, esta Sala no está facultada para calificar y pronunciarse acerca de la actividad realizada por el curador ad litem aludido en lo concerniente al ejercicio de los derechos, cargas y expectativas relacionadas con la defensa de la posición procesal de la demandada en el proceso mercantil mencionado, por lo que en el presente caso constituye un asunto de mera legalidad ya que en esencia se trata de la mera disconformidad del actor con la actuación de la persona designada como curador ad litem y por consiguiente con las decisiones dictadas por el juez demandado, lo cual no corresponde al conocimiento de la jurisdicción constitucional por no ser materia propia de proceso de amparo. Y es que debe ponderarse que este mecanismo procesal constitucional no opera como una instancia superior de conocimiento para la revisión desde una perspectiva legal, de las actuaciones de las autoridades que actúan dentro de sus respectivas atribuciones, sino que pretende brindar una protección reforzada de los derechos reconocidos a favor de los gobernados. En consecuencia, del análisis de las circunstancias fácticas y jurídicas esbozadas se deriva la imposibilidad de enjuiciar desde una perspectiva constitucional el reclamo del actor, ya que aquél se apoya en un presunto agravio de carácter infraconstitucional; situación que evidencia la existencia de un defecto en la pretensión constitucional de amparo y vuelve procedente la terminación anormal del mismo a través de la figura del sobreseimiento. IV. No obstante lo expuesto, esta Sala considera pertinente acotar que si bien el artículo 1292 del Código de Procedimientos Civiles le atribuye al Juez la facultad para nombrar como curador ad litem a una persona de su elección, deben evitarse actuaciones como las realizadas por la Juez Tercero de lo Mercantil en el proceso ejecutivo mercantil número 319-EM-00 quien nombró como curador del demandado ausente a una persona que había autenticado la firma del apoderado del actor en los escritos presentados en dicha instancia en su calidad de notario. Y es que tal como se apuntó en el considerando anterior, dicha actuación no puede ser objeto de control constitucional por la vía del amparo, pero no obstante, este tribunal no 5 puede dejar de señalar que se trató de una actividad irregular que debe evitarse en procesos futuros y, en ese sentido, debe reafirmarse que el fin último de la figura del curador ad litem es que el demandado tenga en el proceso jurisdiccional a un profesional que represente sus intereses, procurando el juzgador –como director del proceso- una real aplicación del principio de contradicción, en el que cada parte pueda exponer su argumentación y rebatir la de la contraria. Por tanto, con base en las razones expuestas en los acápites precedentes y de conformidad al artículo 13 y 31 ordinal 3o de la Ley de Procedimientos Constitucionales, esta Sala RESUELVE: (a) Sobreséese este proceso de amparo;(b) Déjase sin efecto la suspensión del acto reclamado ordenada mediante resolución de las diez horas con veintiséis minutos del día once de octubre de dos mil cinco y confirmada mediante auto pronunciado a las diez horas con diecisiete minutos del día veintiuno de noviembre de ese mismo año; y (c) Notifíquese. ---J. B. JAIME---F. MELÉNDEZ---J. N. CASTANEDA S.---E. S. BLANCO R.---R. E. GONZÁLEZ B.---PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---E. SOCORRO C.---RUBRICADAS. 6