El llamado a ser discípulos

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El llamado a
ser discípulos
David Roper
no de los términos que más comúnmente se
usan en la Biblia para hacer referencia a un
seguidor de Jesús es «discípulo» (Mateo 5.1; 8.21,
23; 9.19; Hechos 6.1–2, 7; 9.1). La palabra «discípulo»
es una traducción de una palabra griega que
significa «aprendiz». 1 Un discípulo era, en el
sentido más amplio, alguien que seguía a un maestro (Mateo 16.24), aprendía del maestro (Mateo
11.29) y luego seguía los dictados de ese maestro
(Juan 8.31). Era una estrecha relación la que existía
entre el maestro y el discípulo, al punto, que un
verdadero discípulo llegaba a ser como su maestro
(Mateo 10.25a).
Para este sermón sobre «El llamado a ser
discípulos», usaremos como texto Lucas 5.1–11,2
que habla de la ocasión en que Jesús llamó a Pedro
y a sus amigos. Durante este estudio, descubriremos
algunos de los requisitos que deben llenarse para
ser discípulo.
U
HAY ALGO QUE DEBE APRENDER
(VERS.OS 1–3)
Para ser discípulo de Jesús, uno debe aprender
algo. Debe estar dispuesto a ser enseñado por el
Señor. Algunos tienen actitud de sabelotodo, y
dicen: «No hay quien me pueda enseñar nada».
Mientras uno no esté dispuesto a escuchar, y a
aprender, no podrá ser discípulo de Cristo. Veremos
la importancia de esto en el siguiente texto.
El relato comienza narrando que Jesús estaba
predicando junto al mar de Galilea.3 Simón Pedro
estaba cerca, junto a su barca de pescador, lavando
las redes. Él y sus socios habían estado pescando
toda la noche, pero lo único con que vieron
1
La palabra griega combina una forma de la palabra
«aprender» con el sufijo tes, que significa «uno que».
2
Si lo desea, puede usted explicar que son muchos los
pasajes que podrían usarse para aprender qué significa ser
discípulo. Podría leer o citar algunos de los pasajes
mencionados en el párrafo anterior, y otros tales como Juan
13.35 y Juan 15.8. Después podría añadir que para esta
lección, no obstante, se centrará en Lucas 5.1–11.
3
En Lucas se lee: «lago de Genesaret», que es otro
nombre para el mar de Galilea. Vea «El mar de Galilea» en
la página 5.
Un examen
más detenido
de Lucas 5.1 –11
recompensado sus esfuerzos fue con músculos
adoloridos y redes sucias. Me imagino a Pedro, con
su cabeza ladeada, escuchando a Jesús, mientras
sus dedos quitaban con destreza las malezas y el
lodo de los cuadros anudados de la red. Este no era
el primer encuentro del pescador con Jesús. Él
había andado con Cristo en Judea. Sin embargo,
después de regresar a la provincia de Galilea,
volvió a su antigua ocupación.
A medida que Jesús predicaba, la multitud era
cada vez mayor. Los oyentes entusiasmados se
agolpaban sobre Cristo, obligándolo a acercarse
cada vez más al lago, hasta que el agua empezó a
mojarle las sandalias. Entonces, se dirigió a la
barca de Pedro, entró en ella y le pidió al pescador
que la retirara hacia dentro del lago . Y desde allí,
improvisándose un púlpito sobre la proa, Jesús
siguió Su discurso.
¿Qué cree usted que hacía Pedro mientras
estaba sentado en el centro de la barca, manteniéndola estable? Tenga la seguridad de que
estaba escuchando. ¿Escuchando qué? Del texto se
desprende la respuesta a esta pregunta, pues en él
dice que Jesús estaba predicando «la palabra de
Dios» (vers.o 1). Por lo tanto, una enseñanza que
podemos entresacar de esta situación, es que uno
no puede ser discípulo del Señor sin ser estudiante
de la Palabra. Jesús dijo: «Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas» (Mateo 11.29; énfasis nuestro). Algunos
que afirman ser discípulos, pasan los años siendo
ignorantes de la Biblia; ¡sin embargo, uno no puede
ser discípulo de Jesús sin tomar en serio el estudio
de las verdades de Él que se encuentran en la
Palabra escrita!
HAY ALGO QUE DEBE ENTENDER
(VERS.OS 3–8)
Al final Jesús terminó Su sermón. Acabó con la
multitud, pero no con Pedro. Este tenía mucho
potencial, pero también mucho que aprender, y
era hora de su siguiente lección. Jesús, el maestro
poco ortodoxo que siempre era, hizo lo que menos
1
se esperaba. Mandó a Pedro, diciéndole: «Boga
mar adentro, y echad vuestras redes para pescar»
(vers.o 4).
Como bien sabían todos los buenos pescadores
del mar de Galilea, Pedro estaba seguro de que las
horas de pesca eran las de la noche, cuando los
peces subían a alimentarse, y no las del día. Además,
era en aguas superficiales, y no en aguas profundas,
que se pescaba. Por último, tenía más sentido
aprovechar sus esfuerzos cuando había peces que
atrapar, y no después de diez horas o así sin éxito
alguno, no cuando se había desvelado toda la noche
y había quedado tan cansado.
Al ser un pescador experimentado, esforzado
y exitoso, era lógico que le causara cierto resentimiento tener a un carpintero (Marcos 6.3) diciéndole
cómo pescar. (A mí en lo personal me resiente un
poquito que personas que nunca han predicado,
me digan cómo debe hacerse este oficio.) En la
respuesta de Pedro puede haber cierto indicio de
lo anterior, pues dijo: «Maestro, toda la noche
hemos estado trabajando, y nada hemos pescado…»
(vers.o 5a).
Note, no obstante, la palabra que usó después.
Usó la palabra «mas». Dijo: «… mas en tu palabra
echaré la red» (vers. o 5). Me encanta la
expresión «sin embargo», que usa la KJV. En otras
palabras: «Hemos pescado toda la noche sin éxito
[…] sin embargo […] si Tú me dices que lo intente
nuevamente, así lo haré. Puede que sea contrario a
todo lo que he aprendido en más de una década de
estar pescando, pero haré lo que Tú me dices».
¿Cómo podría tener Pedro tal actitud? La
respuesta se encuentra en el título con que se
dirigió a Jesús: «Maestro». En el texto original, esta
no es la palabra usual para «maestro» o «señor».4
Esta es una palabra especial, y Lucas es el único
que la usa. Es una designación que se aplica
únicamente a Jesús (Lucas 8.24, 45; 9.33, 49; 17.13).
Es un verbo griego compuesto que combina la
palabra para «mantenerse» con la palabra «sobre».
Se refiere a «alguien que se mantiene sobre», alguien
que tiene autoridad total sobre otro. Que Pedro
estuviera de acuerdo o no con el mandamiento de
Jesús, no era lo que importaba. Jesús era el Señor,
y él el siervo, un siervo que estaba presto a obedecer.
Si deseamos ser discípulos de Jesús, hay algo
que debemos entender: que Él es el Maestro. Al
Maestro no le enseñamos; sino que Él nos enseña.
No le decimos qué vamos hacer, ni qué no vamos
a hacer; sino que Él nos dice lo que debemos hacer.
4
Esta palabra se usa para dirigirse a Jesús en el
versículo 8.
2
«Maestro» es una palabra de mucho peso. Los
maestros no hacen sugerencias, ni dan consejos;
sino que dan mandamientos, mandamientos que
han de ser obedecidos sin cuestionamiento alguno.
A Pedro tal vez le pareció una tontería llevar la
barca a aguas profundas. Es probable que le diera
pena echar las redes. Puede que oyera risas de los
demás pescadores que estaban en la orilla.5 Sin
embargo, hizo lo que el Maestro mandó.
¿Cómo recompensó el Señor su obediencia?
No pasó mucho tiempo para que Pedro sintiera un
tirón en las cuerdas. Él y sus ayudantes comenzaron
a sacar las redes, que estaban llenas de peces. Los
peces pululaban dentro de las redes, y las colas de
estos chapoteaban en el agua. Cuando los hombres
se esforzaban por tirar de las redes para ponerlas
dentro de la barca, los cuadros entrelazados de
estas comenzaron a romperse. Frenéticamente,
hicieron señales a sus compañeros que estaban en
la orilla, pidiéndoles que vinieran a ayudarles.
Jacobo y Juan vinieron en su barca de pesca.
Pronto ambas barcas estaban cargadas de peces
resbalosos que caían pesadamente, tan cargadas
que estaban en peligro de hundirse.6 Estas no eran
las barcas de remos, de tres a cinco metros de
eslora, que algunos conocemos; sino que eran las
barcas profesionales de pesca, de siete a diez metros
de eslora, que se usaban en el mar de Galilea.
¡Jamás vieron los curtidos pescadores otra captura
tan grande de peces!
¡Qué reveladora debió de haber sido esta
experiencia para Pedro y los demás pescadores!
Aun cuando se trata de la pesca, ¡nuestro Señor
sabe de lo que está hablando!
La mayoría de las veces, los mandamientos del
Señor tienen sentido para nosotros, pero no hay
garantía de que siempre será así.7 La pregunta no
es: «¿Tiene sentido esto para mí?». La pregunta es:
«¿Es esto lo que Cristo me pide que haga?». Si lo es,
respondamos como Pedro: «En tu Palabra [haré lo
que pides]». Si obedecemos, ¡al final hallaremos
que el método del Señor es el correcto!
Si usted desea ser discípulo de Cristo, deberá
5
Cientos de pescadores pescaban en el mar.
El versículo 7 dice «que se hundían», pero aparentemente no llegaron a hundirse en realidad. Tal vez los
pescadores tuvieron que redistribuir la carga, o hacer
algún otro ajuste.
7
Puede que usted desee dar algunos ejemplos de
mandamientos divinos que no tenían sentido: marchar
alrededor de los muros de Jericó, o sumergirse siete veces
en el Jordán, por ejemplo. Hay personas a quienes les
parece ilógico el bautismo por inmersión o la necesidad de
participar de la Cena del Señor cada primer día de la
semana.
6
convencerse de que Él es Maestro de todo, y deberá
actuar conforme a tal convicción.
HAY ALGO QUE DEBE RECONOCER
(VERS.OS 8–10a)
Pedro había visto a Cristo hacer algunos
milagros impresionantes. Lo había visto convertir
el agua en vino (Juan 2.1–11). Lo había visto sanar
al hijo de un noble (Juan 4.46–54). Había estado
presente para ver a Cristo haciendo muchas otras
señales y maravillas (vea Juan 2.23; 3.2), pero
ninguno de los demás milagros le afectó tanto
como este. Este tenía que ver con el oficio de
Simón; se relacionaba nada menos que con su
forma de vida. Le hizo ver que Jesús es Señor de todo.
Cuando Pedro vio a Jesús con otros ojos,
también se vio a sí mismo. Repentinamente le
abrumaron sus propios defectos. «Cayó de rodillas
ante Jesús», sobre el montón de agitados peces, y
dijo: «Apártate de mí, Señor, porque soy
hombre pecador» (vers.o 8). Respondió como otros
siempre han respondido cuando de repente son
confrontados con el poder y la gloria de Dios
(Génesis 18.27; Job 42.4; Isaías 6.5).
Si usted desea ser discípulo de Jesús, debe
reconocer dos verdades: En primer lugar, que Él es
todo. Observe el tratamiento que le dio Pedro a
Jesús cuando confesó su pecaminosidad: Le llamó:
«Señor». Pablo dijo que, si uno desea ser salvo,
debe «[confesar con su boca] que Jesús es el Señor»
(Romanos 10.9). En segundo lugar, al reconocer
que Él es todo, uno debe reconocer que uno no es
nada. Debe reconocer su necesidad de Él.
Un hombre «lleno de sí mismo»8 no tiene cabida
para el Señor. Jesús no puede usar a los que dicen:
«Señor, ¡mira qué bueno soy! ¡Mira qué inteligente,
qué talentoso, qué exitoso! ¡Espero que aprecies
todo lo que puedo hacer!». Cristo solo puede usar
a los que caen a Sus pies, reconociendo sus
debilidades y su dependencia de Él. Usando las
palabras de otro, uno debe estar dispuesto a decir:
«Dios, sé propicio a mí, pecador» (Lucas 18.13b).
HAY ALGO QUE DEBE CAMBIAR
(VERS.O 10b)
Cuando Pedro vio la brecha que le separaba de
Jesús, él dijo: «Apártate de mí» (vers. o 8).
Dichosamente, Jesús no le hizo caso. En lugar de
esto, Jesús se acercó a Pedro presentándole un
desafío especial. «Pero Jesús dijo a Simón: No
8
«Lleno de sí mismo» es una expresión que significa
«lleno de orgullo». Si bien, me parece que se explica por sí
misma, es aconsejable que use una expresión parecida
donde usted vive.
temas; desde ahora serás pescador de hombres»
(vers.o 10b). En el griego, la palabra que se traduce
por «pescador» es un verbo en tiempo presente,
que indica acción continua. No se trataba de una
aventura fugaz, sino de una ocupación para toda
una vida. Además, la palabra griega significa
«atrapar con vida».9 Ellos iban a estar trayendo
hombres a Jesús, que «da vida al mundo» (Juan
6.33). Mateo recoge el llamado de esta manera:
«Venid en pos de mí, y os haré pescadores de
hombres» (4.19; vea Marcos 1.17).
El desafío para Pedro consistía en darle un
nuevo centro a su vida. Él se había estado concentrando en pescar peces; ahora su vida se
centraría en pescar hombres.
Jesús llama a agricultores a sembrar la semilla
del reino (la Palabra; Lucas 8.11).10 Llama a los
mercaderes a hablarles a los hombres acerca de «la
perla de gran precio» (Mateo 13.46; el evangelio).
Llama a los carpinteros a ampliar Su casa (la iglesia;
vea Mateo 16.18; 1era Timoteo 3.15). Jesús llama a
los médicos a trabajar con el Gran Médico en la
sanidad de las almas (Juan 12.40). Cual sea su
vocación o interés en la vida, si usted ha de ser
discípulo de Jesús, debe haber una redefinición
del centro de su vida. Cuando usted cambia el
centro de Su vida, habrá cambio de énfasis y de
prioridades.
Un amigo mío, Floyd Schubert, tenía una exitosa
empresa que abastecía de materiales educativos a
las escuelas. Sobre su escritorio, tenía un rótulo
que decía: «Mi oficio es servir a Dios. Vendo lápices
para pagar las cuentas».
HAY ALGO A LO CUAL DEBE RENUNCIAR
(VERS.O 11)
Como ya se hizo notar, Pedro había andado
con Jesús anteriormente. Sus amigos también lo
habían hecho. Ahora Jesús los estaba llamando a
un nuevo nivel de discipulado: a seguirlo a tiempo
completo.11 Para hacer esto, tendrían que dejar sus
barcas, sus redes y la pesca. Tendrían que dejar
mucho que había sido importante para ellos. Tenían
que dejar atrás un ingreso estable y la seguridad
financiera.
Según todos los indicios, los hombres tenían
un negocio de pesca de proporciones respetables.
9
En mi Biblia interlinear se lee esta traducción literal
del griego: «tomarás hombres vivos».
10
En la región donde yo vivo, uso varias ocupaciones
corrientes. Adapte usted a las vocaciones conocidas en su
región del mundo.
11
Vea el comentario acerca de las tres etapas del
discipulado en las páginas 3 y 4 de «Hacia el norte a
Galilea».
3
Ya hemos visto que los socios tenían más de una
barca de pesca. Jacobo y Juan tenían jornaleros
(Marcos 1.20). La madre de Jacobo y de Juan fue
una de las mujeres que más adelante sostuvo
financieramente a Jesús y a Sus discípulos
(Mateo 27.55–56; Lucas 8.3). Juan era conocido del
sumo sacerdote (Juan 18.15); es probable que él y
su familia tuvieran tratos de negocios con el
funcionario religioso. Ahora tenía que quedar atrás
aquel negocio altamente lucrativo.
Era mucho pedir, pero aparentemente no les
pareció demasiado. Esto es lo que leemos en el
versículo 11: «Y cuando trajeron a tierra las barcas,
dejándolo todo, le siguieron». Marcos nos dice que
Pedro y su hermano Andrés «dejando luego sus
redes, le siguieron» (1.18), y que Jacobo y Juan
«dejando a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, le siguieron» (vers.o 20).
He oído algunos que protestan diciendo: «Por
supuesto que el Señor no exige esto de todo
discípulo». Sin embargo, en Lucas 14, Jesús les dijo
a varios candidatos a discípulo, lo siguiente: «Así,
pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a
todo lo que posee, no puede ser mi discípulo»
(vers.o 33). Al haber trabajado con varias escuelas
de preparación de predicadores, he conocido a
muchos que renunciaron a lucrativos negocios y a
empleos de altos salarios, que vendieron todo lo
que tenían, con el fin de asistir a la escuela para
aprender a enseñar y a predicar la Palabra de Dios.
Estos que protestan así, también preguntan
diciendo: «¿Y qué de aquellos que no pensamos
dedicarnos a predicar a tiempo completo?». A
estos se les responde que aun ellos tienen «algo a lo
cual renunciar»: Necesitan renunciar a cualquier
cosa que se interponga entre ellos y el servicio
incondicional al Señor.12 En Mateo 16.24, Jesús
recalcó, diciendo: «Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame».
(Énfasis nuestro.)
También uno debe estar dispuesto a confiar en
que, suceda lo que suceda, el Señor cuidará de uno.
Cuando Pedro, Andrés, Jacobo y Juan siguieron a
Jesús, dejando atrás el mar de Galilea, ellos estaban
confiando en que Él proveería para sus necesidades,
del mismo modo que había provisto la gran
cantidad de peces. A veces no confiamos en el
Señor como deberíamos. He conocido hombres
que dicen: «¡Si yo renunciara a la manera de hacer
12
Puede que usted desee insertar la firme enseñanza
de Mateo 18.8–9 (vea también Mateo 5.29–30). Este pasaje
no enseña la automutilación, sino el principio en el sentido
de que uno necesita «cortar y echar de sí» (deshacerse de)
cualquier cosa que le haga desobedecer a Dios.
4
negocios que tenía antes de ser cristiano, no podría
ganarme la vida! Mi familia se moriría de hambre».
Jesús prometió que si lo ponemos a Él y Su camino
en primer lugar, tendremos para las necesidades
de la vida (Mateo 6.33). Pablo escribió: «Mi Dios,
pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus
riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses
4.19).13
Una vez Pedro le dijo a Jesús: «He aquí, nosotros
lo hemos dejado todo, y te hemos seguido» (Marcos
10.28). Jesús lo tranquilizó luego con estas palabras:
De cierto os digo que no hay ninguno que
haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o
padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por
causa de mí y del evangelio, que no reciba
cien veces más ahora en este tiempo; casas,
hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras,
con persecuciones; y en el siglo venidero la
vida eterna (vers.os 29–30).
Lo que sea que usted deje para ser discípulo de
Jesús, no se compara con lo que el Señor le puede
dar.
HAY ALGO QUE DEBE HACER (VERS.O 11)
Es necesario mencionar un último requisito
para ser discípulo de Jesús. Este obvio requisito
está implícito en la palabra «discípulo», y ya lo
hemos visto en el texto, pero se debe mencionar:
Hay algo que debe hacer. Concretamente, debe
seguir a Jesús. El texto de la lección dice que Pedro
y los demás, «dejándolo todo, le siguieron» (vers.o
11; énfasis nuestro). Mateo y Marcos recalcan que
los cuatro hombres dejaron sus barcas y sus redes,
y «le siguieron» (Mateo 4.20, 22; Marcos 1.18, 20;
énfasis nuestro). Jesús dijo: «Si alguno quiere venir
en pos de mí […] tome su cruz, y sígame» (Mateo
16.34; énfasis nuestro).
Seguir a Jesús no fue fácil para Pedro ni para
los demás. Los discípulos sufrieron desgaste,
hostilidad y, con el tiempo, la muerte, por
seguir a Jesús. Sin embargo, habían asumido un
compromiso. Siguieron a Cristo dondequiera que
Este quiso que fueran.14
13
Al escribir estas líneas, estoy consciente de que no he
sido probado del mismo modo que algunos cristianos de
otros países. Para seguir a Jesús, han tenido que literalmente
renunciar a todo lo que ha sido precioso para ellos. Por ser
discípulos de Jesús, viven al borde de la pobreza y/o del
hambre. Les admiro de corazón, y solo les puedo decir:
«¡Que Dios los bendiga por dar un buen ejemplo al resto de
nosotros!».
14
Estoy consciente de las debilidades de los apóstoles,
y del hecho de que tuvieron que crecer en su entendimiento
de todo lo que suponía seguir a Jesús. Aún así, el resultado
final fue el que se afirmó en esta frase.
Puede que usted no se haya hecho discípulo de
Jesús todavía. Necesita creer en Jesús como Aquel
que murió por usted, y que le puede salvar de sus
pecados. Fue Cristo quien dijo (no yo): «… si no
creéis que yo soy [el Mesías], en vuestros pecados
moriréis» (Juan 8.24). El mandamiento del Maestro
(no mío) es en el sentido de creer y ser bautizados
(sumergidos en agua) para ser salvos (Marcos 16.16;
vea Mateo 28.18). Una vez que sea cristiano, tendrá
que seguirlo el resto de su vida. Él le dejó ejemplo,
«para que [siga] sus pisadas» (1era Pedro 2.21). No
siempre será fácil (Hechos 14.22), ¡pero es «el
requisito mínimo» para ser Su discípulo!
CONCLUSIÓN
Hemos visto varios requisitos para ser discípulos.
Hay algo que debe aprender: Debemos ser
estudiantes de la Palabra.
Hay algo que debe entender: Debemos entender
que Jesús es el Maestro de nuestra vida.
Hay algo que debe reconocer: Debemos
reconocer nuestra propia insuficiencia, y nuestra
dependencia de Cristo.
Hay algo que debe cambiar: Debemos cambiar
el enfoque de nuestra vida. Debemos vivir para
glorificar al Señor y para traer a los demás a Él.
Hay algo a lo cual debe renunciar: Debemos
estar dispuestos a renunciar a cualquier cosa que
nos impida el servicio incondicional, y estar
dispuestos a confiar en el Señor.
Hay algo que debe hacer: Debemos estar
dispuestos a seguirlo dondequiera que Él desee
que vayamos.
¿Tiene usted lo que se necesita para ser Su
discípulo?15
15
Cuando use este sermón, anime a sus oyentes a hacer
lo que sea necesario para llenar los requisitos para ser
discípulos. Amplíe el párrafo final en el último punto
principal de la lección.
El mar de Galilea
«Eran millares de barcas de pesca, de transporte y
de placer las que se desplazaban de un lado a otro
del lago, de modo que toda la región constituía una
concentración de dinamismo y prosperidad.»1
NIC
IA
1
James Stalker, The Life of Jesus Christ (La vida de
Jesucristo) (Chicago: Fleming H. Revell Co., 1981), 59.
• Dan
FE
El mar de Galilea se encuentra al extremo norte
del valle del río Jordán. En el Antiguo Testamento
se le llamaba mar de Cineret (o Cinerot) (Números
34.11; Josué 12.3; 13.27), llamado así por una ciudad
fortificada y distrito (Josué 19.35; 1o Reyes 15.20).
Por lo general se le llama mar de Galilea en el
Nuevo Testamento, por la provincia de Galilea.
Lucas se refirió a él como el lago de Genesaret
(Lucas 5.1); Genesaret era una región que quedaba
al oeste del lago (Mateo 14.34). Al mar se le llamó
después mar de Tiberias (Juan 6.1; 21.1), un nombre
tomado de una ciudad fundada sobre su margen
occidental. Para evitar confusiones, nos referiremos
en general a esta masa de agua como el mar de
Galilea.
El mar tiene forma de pera, y mide aproximadamente veinte por diez kilómetros, y se sitúa a
unos doscientos metros bajo el nivel del mar. La
mayor profundidad del mar es de unos cuarenta y
cinco metros. Está rodeado de colinas y montes,
que se elevan de doscientos a trescientos metros
sobre el nivel de él. En ocasiones, el aire frío de las
elevaciones más altas se precipita sobre el lago,
azotando su superficie y provocando grandes olas.
En vista de que el mar recibe agua, y también se
deshace de ella, sus aguas son dulces y claras, con
abundancia de peces (lo contrario del mar Muerto).
En el tiempo de Cristo, estaba rodeado de ciudades,
que proporcionaban mercados disponibles para
los peces que se sacaban de sus profundidades.
GALILEA
Cuernos
de
Hattin
Llanura de Capernaum
•
Genesaret Mar
de
¿Caná? ▲▲ •Galilea
Nazaret • •
Val
Tiberias
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