posibilidad del conocimiento

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POSIBILIDAD DEL CONOCIMIENTO
EL DOGMATISMO: es la primera escuela y la más antigua ellos pensaban que
conocer NO ES PROBLEMA ya que se da absolutamente la posibilidad de adquirirlo y
NO HAY DUDA, prevalece la confianza en la razón humana. Creen hasta en lo que no
ven o pueden comprobar.
ESCEPTICISMO: En esta escuela se oponen al dogmatismo, ellos DUDAN toda la
posibilidad de conocer, por lo que tienen siempre la intención de sembrar la DUDA. Su
interés es no conformarse con las explicaciones dadas, siempre buscan más
preguntas para poder encontrar respuestas más profundas.
SUBJETIVISMO: Esta corriente establece que NO HAY RESPUESTAS NI
VERDADES absolutamente válidas ni universales para todo y que nos satisfaga a
todos, por lo que afirman que la VERDAD y el CONOCIMIENTO van a tener una
validez limitada de acuerdo a las características y factores en los que se encuentre el
sujeto que conoce, y de acuerdo también a las experiencias y circunstancias que se
presenten, es como van a determinar e interpretar su verdad.
RELATIVISMO: En esta corriente se opina que los factores externos del ser humano
son determinantes en la adquisición del CONOCIMIENTO, como son: el medio
ambiente, la época, condiciones geográficas, en las que se desarrolla el individuo.
Afirma que toda verdad es relativa de ahí su nombre.
PRAGAMATISMO: Expresa que el CONOCIMIENTO no debe de servir sólo para
conocer la verdad, si no para que el ser humano sepa conducirse y desarrollarse en la
realidad. Por lo que la verdad se fundamenta en la vinculación y concordancia de las
ideas del hombre con sus fines prácticos; a sí que consideran lo práctico, así que
consideran a lo verdadero en la medida en que sea útil y valioso para la vida humana.
CRITICISMO: Esta corriente explica que a través de la REFLEXIÓN y la CRÍTICA
como es posible lograr y generar el CONOCIMIENTO; por lo que sus investigaciones
las sustenta en las afirmaciones, negaciones y objeciones fundamentando cada una
de ellas y dando como resultado un método que da la posibilidad de alcanzar la
certeza.
“Entonces el conocimiento se obtiene a través de:
1. LA EXPERIENCIA, percepción de los sentidos
2. LA RAZÓN, la capacidad de razonamiento, que permite inferir lógicamente
unos conceptos y enunciados, de otros.
3. LA INTUICIÓN O COMPRENSIÓN profunda de algo por una especie de visión
rápida intelectual, sin necesidad de razonamiento deductivo.
A través de los siglos pensadores y filósofos han reflexionado sobre los orígenes y la
esencia del conocimiento.
a) Racionalismo: El conocimiento real se origina en el pensamiento, el cual
es otorgado al sujeto, para que conozca por medio de los sentidos y la
razón.
b) Empirismo: El conocimiento se origina por la experiencia de hechos
concretos que promueven un proceso formado por sensaciones.
(experiencias internas) y reflexiones (experiencias externas).
c) Intelectualismo: la experiencia y la razón son fuente del conocimiento
en un proceso donde se perciben las imágenes de las cosas y la razón
separa lo esencial de la complejidad percibida.
d) Apriorismo: Siempre hay un a priori inherente a la razón, pero
independiente de la experiencia, por lo tanto, la razón es la base del
conocimiento antes que la experiencia.
TIPOS DE CONOCIMIENTO
Desde tiempos inmemoriales la humanidad ha querido conocer todo lo que le rodea y
dar explicación de los fenómenos que observa en la realidad. Te acordarás que la
humanidad pasó por varios periodos de evolución, sí recuerda cuando el ser humano
caminaba por el mundo (nómadas) sin necesidad de visas o pasaportes, en ese
tiempo era más parecido a un CHANGO, por ser peludo y simpático, vestía pieles, sin
alterar la naturaleza y ningún animal estaba en peligro de extinción. Desde entonces el
ser humano buscó conocer la realidad en donde vivía, pero cuando no encontró
respuestas a sus interrogantes, sobre lo que pasaba en su realidad, buscó entenderlo
a través de un DOGMA DE FE, conocimiento religioso, en donde no se exige la
comprobación de éste y no se acepta la duda. En pocas palabras divinizó los
fenómenos.
Seguramente tu recuerdas episodios de la mitología griega, nórdica, azteca, maya.
Con el paso del tiempo buscó otras explicaciones que calmaran su curiosidad por
conocer el mundo que lo rodea, entonces llegó al conocimiento PRE – CIENTÍFICO O
DEL SENTIDO COMÚN Este conocimiento ocurre cuando se conoce a través de los
sentidos, y la experiencia personal que se tiene de la realidad, no se trata de explicar
el cómo ni el porque, ni para que, sólo se conforma con lo que aparece
superficialmente. En otras palabras, la respuesta a problemas o fenómenos de la
realidad queda parcializada y subjetiva, debido a que están sustentadas en las
vivencias adquiridas en condiciones, características y circunstancias individuales.
Con el conocimiento empírico, basado en la experiencia, pero que busca dar
respuestas al porque y cómo de los fenómenos que suceden en la realidad llegamos al
conocimiento científico, que tiene como objetivo describir la realidad tal cual es sin
mitos ni suposiciones. Es donde la humanidad adquirió el método de investigación, el
cual esta compuesto de varios pasos: Observar, planteamiento del problema,
hipótesis, experimentación, comprobación, categoría de ley. Pero quiero decirte que
este es un método experimental que se usa para ciencias como la biología.
CIENCIA PURA Y CIENCIA APLICADA
Uno de los grandes debates dentro de la epistemología científica actual es si existe y
si debe existir la investigación científica pura y ajena al objetivo de su aplicación. En
otras palabras, ¿es deseable realizar investigaciones son el solo propósito de
incrementar nuestro conocimiento de la naturaleza sin que ello conduzca a ninguna
aplicación práctica? Los historiadores de la ciencia nos enseñan que la mayoría de las
investigaciones en los albores de la ciencia carecían de un propósito explícito utilitario,
pero progresivamente se fue incorporando este ingrediente. De cualquier manera, es
un hecho bien comprobado que cualquier descubrimiento por muy básico que sea
encontrará, tarde o temprano, alguna aplicación práctica o tecnológica. El estudiante
que desea formarse como científico encuentra generalmente su más genuina
motivación en la gran fascinación que ejerce la ciencia aplicada en la sociedad
moderna. Poco sabe y menos reflexiona sobre la ciencia básica que no reclama una
intención práctica, por lo que no busca programas que lo conduzcan por ese derrotero
que considera extraño y misterioso.
En las entrevistas de los candidatos a investigador resalta el hecho de que en su
mayoría desean formarse como científicos para hacer algo práctico. Descubrir una
vacuna contra el SIDA, encontrar la cura del cáncer, sintetizar un medicamento contra
la enfermedad de Alzheimer, desarrollar robots con inteligencia artificial, para obtener
energía ilimitada del agua, desarrollar aparatos antigravitacionales para volar, etc. Son
algunas de las fantasías que albergan los que se inician en una carrera científica. Esta
forma de abordar la ciencia no es esencialmente mala pues funciona como motor
intelectual del iniciado, pero es sesgada e insuficiente. Por ello el estudiante deberá
tomar en cuenta el lado o aplicativo de la ciencia al menos como ejercicio intelectual.
LA CIENCIA PURA
La historia nos enseña que el pensamiento científico nació como un ejercicio
intelectual ajeno completamente a cualquier sentido utilitario. Como se expuso
anteriormente, los griegos, desde Pitágoras hasta Aristóteles, generaron ideas pero no
inventaron nada. Pero su edificio intelectual fue tan formidable que ahí precisamente
encuentran sus raíces la ciencia y la filosofía occidentales. Su objetivo era descubrir la
naturaleza de las cosas y del hombre mediante el uso de la razón. Aunque ellos no
usaron la experimentación ni basaron sus estudios en sistemas empíricos y
objetivamente demostrables, sentaron las bases para la búsqueda del conocimiento
como un valor en sí mismo.
Los padres de la ciencia moderna que introdujeron la experimentación y la medición,
no tuvieron tampoco una visión utilitaria. Galileo no descubrió las leyes del péndulo
para hacer mejores relojes, ni observó las lunas de Júpiter o la superficie irregular de
la luna pensando en aplicarlas para ningún fin práctico. Las leyes de la gravitación
universal de Newton no fueron postuladas para realizar vuelos espaciales ni su óptica
y teoría de los colores para fabricar ningún instrumento de uso cotidiano.
El descubrimiento de la vida microscópica por Antón van Leeuwenhoeck no se orientó
al desarrollo de antibióticos o antiparasitarios.
Todos esos descubrimientos y muchos otros más, permitieron abrir enormes reductos
del conocimiento de la naturaleza y constituyen ejemplos claros de cómo la ciencia
pura es capaz de conducirnos a territorios insospechados que cambian nuestra
percepción del mundo. Es pertinente destacar que andando el tiempo todos estos
descubrimientos científicos salieron del ámbito teórico y encontraron aplicaciones de lo
más variado.
Esta es una característica de la ciencia pura: que tarde o temprano puede ser aplicada
para el beneficio y progreso de la sociedad.
Aun sin proponérselo, la ciencia pura, que sólo busca la expansión de nuestro
conocimiento de la naturaleza por métodos objetivos, encontrará alguna forma de
aplicación práctica. Uno de los ejemplos más claros es el de la mecánica cuántica, que
en sus albores fue criticada y vista con recelo hasta por el propio Einstein y que ahora
ha permitido el impresionante desarrollo de la electrónica y cibernética modernas.
Todavía no podemos entender a dónde nos llevará saber si el universo se expande o
si se contrae; si terminará en una gran implosión o se esfumará en un oscuro vacío
dentro de los trillones de años; no comprendemos en qué nos ayuda saber que los
quarks son el último reducto de la materia o si hay algo más allá en dimensiones fuera
de nuestro alcance; el gran misterio de la emergencia de la mente humana sigue
preocupando a neurobiólogos, físicos y expertos en sistemas que se afanan en
encontrar nuevas rutas del conocimiento. Pero sea cual fuere el destino de esas
investigaciones, lo cierto es que no han permitido explorar territorios antes
inimaginados y han servido de fermento para nuestro progreso intelectual.
La ciencia pura, también conocida como ciencia básica y en algunos ámbitos como
ciencia académica
la ejercen por lo general científicos que laboran en alguna
universidad o instituto de enseñanza superior siguiendo un código no escrito pero
implícito que gira alrededor de dos premisas fundamentales.
1. Neutralidad
2. Libertad académica
La neutralidad se refiere a evitar la participación de intereses o directrices tanto
externas como internas. Con esto se quiere señalar que las investigaciones que se
realicen en esta modalidad no deben ser dirigidas o impuestas por personas, comités,
o industrias para obtener algún beneficio especial. Pero tampoco deberán ser
orientadas por el propio investigador para el mismo fin. Ante esa postura han surgido
numerosos críticos que afirman que esta forma de hacer ciencia no existe y que sólo
constituye una idealización de la investigación científica. En verdad hacer ciencia con
el puro propósito de expandir y profundizar el conocimiento resulta cada vez más
difícil. Sin embargo hay áreas de la ciencia que se caracterizan por este impulso, como
la física teórica, las matemáticas o la astronomía. Aun en las ciencias biológicas cuya
aplicabilidad es evidente, los evolucionistas no generan conocimiento que encuentre
fácilmente aplicabilidad práctica.
La libertad académica que en verdad es una consecuencia del postulado anterior fue
instituida desde el siglo XVIII en la universidades alemanas como un principio de la
reforma de Humboldt (Akademische Freiheit) y adoptada desde entonces por la
mayoría de las grandes universidades occidentales.
El académico, que debe constituir el binomio de Profesor investigador debe tenr la
libertad de elegir el área y el tipo de investigación que desea realizar siempre y cuando
sea dentro del marco conceptual que define la investigación científica.
La libertad académica se ideó para impedir que a los profesores – investigadores se le
obligase a realizar investigaciones por mandato de una instancia superior y peor aún,
que fuesen suspendidos al no acatar ese mandato. Se considera que un investigador
científico sólidamente preparado debe tener el juicio y la entera libertad de escoger el
campo de investigación en que desea trabajar. También debe permitírsele cambiar de
línea de investigación cuando lo considere conveniente.
Es sólo en un ambiente de libertad académica que puede desarrollarse esa creatividad
personal que reclama el quehacer científico. Sin embargo el alumno que ingresa a
programas de este tipo deberá percatarse que durante su preparación tendrá que
ajustarse a un protocolo bajo supervisión de los investigadores senior. Esto no quiere
decir que los tutores yugulen su proceso creativo, antes al contrario, deben estimular
su inventiva para generar nuevas ideas.
Considero útil, a pesar de las críticas y corrientes en contra, preparar al alumno dentro
de estos postulados de neutralidad y libertad académica como principios de un código
ético de la investigación científica.
LA CIENCIA APLICADA
Es indudable que el gran éxito social de la ciencia se debe a sus logros aplicativos. La
aceptación de la física atómica no se debe tanto a que se conozca la masa del
electrón o la estructura del núcleo de los átomos, sino a que ya se puede disponer de
la energía atómica para multitud de usos; la aceptación de la mecánica cuántica no se
debe al enunciado del principio de incertidumbre de Heisenberg ni la dualidad partícula
– onda, sino que disponemos de extraordinarios instrumentos de aplicación cotidiana;
la doble hélice del DNA de Watson y Crick y el desciframiento del genoma humano no
alcanzaron
su
enorme
popularidad
simplemente
por
conocer
su
complejo
apareamiento de bases púricas y pirimídicas sino por la inminente aplicación a multitud
de problemas de la salud humana.
Todos lo días somos testigos de nuevos descubrimientos e ingeniosos inventos que
inciden en nuestra vida diaria. Hace apenas un poco más de un siglo que se inventó el
teléfono y que se descubrió la telegrafía inalámbrica; hoy todo el mundo se encuentra
intercomunicado a través de satélites y diversos instrumentos. A la vuelta del siglo XX
por primera vez se pudo realizar un vuelo de unos cuantos minutos con una máquina
primitiva; hoy viajamos a velocidades supesónicas y hemos iniciado viajes espaciales
con sonado éxito. Hace unos 60 años no había antibióticos ni se disponía de
hormonas; hoy tenemos más de 100 antibióticos y se producen todas las hormonas
conocidas. Por aquella época las computadoras y la cibernética eran sólo propuestas
teóricas; hoy los ordenadores y los sistemas informáticos son de uso común.
Así podríamos mencionar cientos de productos científico – tecnológicos que han
cambiado radicalmente nuestra forma de vida. Los que tenemos edad suficiente como
para haber sido testigos de esos impresionantes aportes prácticos de la ciencia no
dejamos de sorprendernos, peor el joven encuentra difícil entender el complejo camino
que tuvo que recorrerse desde los descubrimientos científicos básicos hasta su
aplicación. Por ello considera que el aventurarse en la carrera de científico se le
abrirán las puertas para la aplicación de sus descubrimientos o para el invento
novedoso.
En realidad la mayoría de la investigación científica que se práctica en la
actualidad tiene una orientación aplicativa.
Esta tendencia tiene sus raíces indudablemente en las presiones socioeconómicas a
las que se ve sometido el científico moderno.
La sociedad, que patrocina la investigación reclama resultados. La enorme inversión
que realizan los países desarrollados a través de sus crecientes presupuestos para el
desarrollo científico exige productos tangibles que ayuden a mejorar y permitan
progresar a la sociedad humana. Por ello la investigación pura sin propósitos
aplicativos inmediatos tiende a relegarse.
Existen dos maneras generales para impulsar la investigación aplicada. Una es
a través de las grandes industrias y la otra es por medio de políticas gubernamentales.
La industria hoy, como nunca antes, requiere de investigación científica orientada. La
mayoría de esos enormes consorcios mantienen directa o indirectamente a grupos y
departamentos de investigación que deben realizar investigación de frontera en las
áreas de interés de cada industria Las empresas dedicadas a la electrónica e
informática, las farmacéuticas y las biotecnológicas son las que mayor uso hacen de la
ciencia aplicada. Pero su esfera de acción no se limita a la propia empresa sino que
con reiterada frecuencia recurren a universidades e institutos de investigación para
contratar servicios científicos. Así se obtienen beneficios mutuos pues la industria al
patrocinar proyectos de investigación aporta recursos económicos a las instituciones
académicas y capitaliza después, en forma de patentes, los resultados de la
investigación.
Este modelo de cooperación académico – industrial se ha extendido en muchos países
y es altamente redituable.
El fomento a la investigación aplicada ha rendido frutos muy suculentos y
promete un progreso aun más espectacular. Sin embargo existen dos grandes
problemas generados por el patrocinio industrial de la ciencia. Uno podría
denominarse el problema académico y el otro el problema ético. El primero se refiere a
la seducción económica que representa la industria para el profesor – investigador
universitario. Los salarios, infraestructura y estímulos que ofrecen las instituciones
académicas son generalmente inferiores a los que otorgan las empresas. Esto explica
la peligrosa tendencia de migración científica de la academia a la industria. Ya no es
raro ver a prominentes científicos abandonar sus puestos universitarios para dirigirse a
la industria, incluyendo a un buen número de premios Nobel. El adelgazamiento
consecuente de la planta académica de las instituciones de enseñanza superior
debilita sus programas educativos y científicos.
El problema ético surge en estas condiciones porque se eliminan los dos
principios básicos de la ciencia pura: la neutralidad y la libertad académica. Debe
aclararse que en la investigación vinculada con la industria no es por sí misma una
actividad alejada de la ética. En verdad la mayoría de esa ciencia aplicada conduce
dentro de un marco ético aceptable siguiendo las normas de cualquier investigación
científica. Lo que conviene destacar aquí es que la investigación dirigida en estas
circunstancias está guiada hacia un fin utilitario y económico y que por ese cambio de
objetivo se pueden favorecer circunstancias para apartarse de la ética científica. Por
ejemplo, el promover investigación para producir instrumentos de destrucción masiva
como las armas atómicas; la investigación microbiológica orientada a generar cepas
altamente patógenas para la guerra bacteriológica; la producción de desfoliantes o de
sustancias químicas que amenazan nuestros ecosistemas. Estos casos demuestran
cómo la ciencia puede ser nociva para el ser humano en vez de contribuir al progreso
de la sociedad.
Respecto de la libertad académica baste decir que el investigador empleado
por la industria no goza de esa prerrogativa, pues obviamente está obligado a seguir la
línea de investigación que le marca la empresa. Su creatividad queda limitada y le es
difícil si no imposible cambiar o alterar el rumbo de sus investigaciones. Pero
finalmente el investigador acepta trabajar en esas circunstancias será una decisión
personal y no existirá ni conflicto interior ni nada que reprocharle.
Los gobiernos son también impulsores de la ciencia aplicada. En el último siglo
los Estados han incorporado a sus programas de gobierno políticas específicas se
desarrollo científico y tecnológico. Estos programa reclaman presupuestos cada vez
más amplios y es sabido que los países desarrollados destinan entre 2.5 y 4 % de su
producto interno bruto a estos programas. La mayor parte de estos fondos tienen un
destino específico para los objetivos claramente definidos que tengan un impacto
social.
Desarrollar vacunas contra el SIDA o el paludismo; estrategias terapéuticas contra el
cáncer; desciframiento del genoma humano; desarrollo de redes satelitales para
comunicación; exploración de planetas próximos como Marte son algunos de los
ejemplos más sobresalientes a nivel mundial, pero cada país debe definir sus
prioridades. Por esa razón los fondos se canalizan preferentemente a las áreas de
interés para las políticas gubernamentales. Esto trae como resultado que los
científicos,
universidades
e
institutos
busquen
hacer
investigación
aplicada
precisamente en esas áreas porque es así como obtienen el mejor apoyo político y
económico.
En algunos países en que los recursos para la ciencia son muy parcos es
indispensable distribuirlos racionalmente en las áreas que requieren un desarrollo y
solución más urgentes. Pero las críticas más fuertes a estos sistemas de distribución
presupuestaria es que quienes deciden las prioridades y destinan los recursos no son
habitualmente los científicos sino los políticos y los economistas, cuya visión es, por
lógica, distinta a aquellos que ejercen la investigación científica. Es cierto que muchos
gobiernos se asesoran de científicos destacados pero la decisión final sigue siendo
responsabilidad exclusiva del político. El episodio más dramático del fracaso de una
política gubernamental es el ocurrido en la disuelta Unión Soviética, que dejó en
manos de un seudocientífico charlatán llamado Lysenko el desarrollo de una política
de desarrollo agrario basada nada menos que en una hipótesis totalmente
desprestigiada de herencia lamarckiana.
La orientación moderna de la ciencia
Ante las grandes escisiones ideológicas; ante los conflictos y fracasos, así como ante
el surgimiento de múltiples casos de violaciones éticas en el quehacer científico, la
sociedad, los políticos y los hombres de ciencia parecen encaminarse a una ruta de
colaboración y síntesis. Es indudable que la ciencia básica debe protegerse y nutrirse
en las instituciones académicas pues es la fuente fundamental del saber. Al mismo
tiempo la ciencia aplicada que reclama la sociedad, debe acelerar su paso para
incrementar el bienestar humano. Las industrias con su poder económico deben
contribuir al desarrollo de ambas y mantener un flujo bidireccional continuo de
información.
Las universidades, la industria y el gobierno buscan ahora alianzas benéficas y
los científicos ya figuran como parte integral de los equipos humanos que deciden las
prioriddes presupuestales. Si estas coaliciones prosperan dentro de un marco racional
y ético la ciencia moderna y en especial la sociedad se verán altamente beneficazas.
FUENTE; Benítez, Bribiesca Luis. Una Ruta Hacia La Ciencia. La preparación de un científico.
Mc Graw Hill. México, D.F. 20003
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