Palacio hudí de la Aljafería de Zaragoza

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El palacio hudí de La Aljafería en Zaragoza
GONZALO BORRÁS GUALIS
Una dinastía de origen beréber, la hudí, procedente
de Balaguer y Lérida, desplaza a los tuyibíes de la taifa
zaragozana en el año 1039. La importancia dinástica de
los hudíes, que dominan todo el valle medio del Ebro,
sólo es comparable por su extensión territorial a la de los
du-l-nuníes de Toledo o a la de los abbadíes de Sevilla. El
segundo sultán de la dinastía hudí, Abu Yafar Ahmad ibn
Sulayman al-Muqtádir, que gobierna entre los años 10461047 y 1081-1082, manda construir un palacio extramuros
de la ciudad de Zaragoza, que en la actualidad ha
quedado englobado en el interior del recinto urbano, al
que da el nombre de qasr al-surur, es decir, “palacio del regocijo”, lo que explica
su función de finca de recreo, en la huerta del Ebro, al sur del río y al oeste de la
ciudad. Las fuentes árabes en fecha muy antigua, ya en 1109, denominan a este
palacio al-Yafariyya, que en romance da “Aljafería”, un topónimo derivado del
nombre del sultán constructor, Yafar. Las obras
de este palacio hudí no se iniciarían hasta
después del año 1065, fecha en la que tras la
batalla de Barbastro el sultán Ahmad adoptó
el laqab [sobrenombre] de al-Muqtádir billáh, que aparece en algunas inscripciones, y a
partir de los poemas de al-Gassar, el carnicero,
editados por Salvador Barberá, sabemos que
las obras del palacio se prolongaron durante
el gobierno de los siguientes sultanes hasta la
invasión almorávide de la ciudad de Zaragoza
en el año 1110.
La crítica de autenticidad del palacio de La
Aljafería constituye una buena piedra de
toque, ejemplarizante y absolutamente necesaria en todos los monumentos andalusíes del
Capitel procedente de la Aljafería.
Museo de Zaragoza
De las Artes 173
periodo taifal. En efecto, el palacio ha sufrido una larga historia de ampliaciones,
modificaciones y destrucciones, hasta su restauración monumental en el siglo XX.
Convertido en alcázar cristiano tras la conquista de Zaragoza en el año 1118 por
el rey Alfonso el Batallador, su disposición sufrirá numerosas transformaciones
entre las que destacan las obras realizadas por Pedro IV en el siglo XIV, el palacio
construido por los Reyes Católicos en la emblemática fecha de 1492, las fortificaciones y el foso seco realizados por Felipe II en 1593, la transformación profunda
realizada por Carlos III en 1772, todo ello culminado con una radical adaptación
para cuartel, con irreparables destrucciones, tras la donación de Isabel II al ejército
en 1866. En este último momento se recogieron ya abundantes restos materiales
procedentes del palacio, que se repartirían entre el Museo de Zaragoza y el Museo
Arqueológico Nacional de Madrid.
Tal como se visita en la actualidad desde 1998 el monumento es el resultado de
un largo proceso de restauración y anastilosis realizada en lo esencial entre los
años 1947 y 1982 por el arquitecto Francisco Íñiguez Almech, su primer estudioso
[Íñiguez Almech, 1964, 1977 y 1980], ayudado en los últimos años por el arquitecto
Ángel Peropadre Muniesa, que continuó con la campaña restauradora tras la muerte
de Íñiguez hasta el año 1985. A partir de esta fecha, en que se decide destinar el
palacio para sede de las Cortes de Aragón, se pone fin al periodo de restauración y
se inicia una nueva etapa de rehabilitación del inmueble para acomodo de su nueva
función parlamentaria, quedando el conjunto monumental hudí y mudéjar envuelto
por las dependencias parlamentarias. Este proceso de rehabilitación, dirigido por los
arquitectos Luis Franco y Mariano Pemán, se prolonga hasta el año 1998.
Arquerías restauradas del “salón del Trono”
174 Delimitación Comarcal de Zaragoza
La restauración y anastilosis efectuadas por Íñiguez y Peropadre, actuaciones de
las que no se han publicado las memorias, pero que conocemos con precisión
gracias al estudio de Pedro Sobradiel [Sobradiel Valenzuela, 1998], se fundamentaron
tanto en la exploración monumental y consolidación de los elementos originales
conservados in situ como en la reposición de lo desaparecido a partir de muy diversa
información, entre la que destacan los testimonios de carácter gráfico, en especial
los alzados del ingeniero italiano Tiburzio Spannocchi, levantados en 1593, hasta los
numerosos planos del siglo XVIII elaborados por los ingenieros militares. Íñiguez
tuvo como prioridad de su proyecto de restauración la recuperación de los restos
monumentales del palacio hudí y del palacio de los Reyes Católicos, sacrificando el
resto de lo conservado a estos dos objetivos.
A pesar de todo lo anotado y teniendo en cuenta los restos originales conservados,
el palacio hudí de La Aljafería, tanto por su tipología como por su decoración,
es un monumento capital del arte andalusí y el más importante palacio islámico
de Occidente en el siglo XI [Beltrán Martínez (dir.), 1998]. De su tipología debe
destacarse, en primer lugar, el recinto exterior amurallado, de planta rectangular,
con torreones ultrasemicirculares, y un solo acceso con puerta en arco de herradura
entre dos de estos torreones en el lado este, de donde parte el camino en dirección
a la ciudad. El recinto amurallado reaprovechó una torre de época prehudí, de
planta rectangular, dispuesta en el lienzo norte y conocida en la actualidad como
“torre del Trovador”, cuya parte inferior, con sus sillares calcinados, se data en el
siglo X. Tanto Gómez-Moreno [1951] como Ewert [1976 y 1978-1980] han señalado
el arcaísmo de este recinto amurallado, con precedentes en los palacios omeyas
del desierto. Por su parte Íñiguez [1977] ha relacionado el diámetro decreciente en
altura de estos torreones con los de las murallas romanas de la ciudad de Zaragoza,
apuntando la hipótesis de que el recinto amurallado pudiera ser de época califal.
Estos torreones, anastilosados en toda la mitad oriental del palacio, conservan
en su parte inferior algunas hiladas originales, labradas en piedra de alabastro,
mientras que todo lo repuesto se ha realizado en piedra caliza.
Tradicionalmente se ha defendido que sólo el tercio central del espacio interior,
en dirección norte-sur, estuvo ocupado por el palacio hudí, quedando los otros
dos tercios, a oriente y a poniente, vacíos. No obstante Juan A. Souto [1987a y
1987b] ha constatado, en las excavaciones realizadas en febrero y marzo del año
1985, además de la puerta de acceso en recodo, sistema ya existente en lo emiral
y califal, restos de muros hudíes en el tercio oriental. La tipología del palacio
en sentido estricto sigue los modelos domésticos ya analizados en Madínat azZahrá’, en particular en la vivienda del patio de la Alberca. Se trata de la tipología
de vivienda con patio central, en este caso de planta rectangular, llamado patio de
Santa Isabel, con una alberca en su lado sur, y dotado con pórticos en los lados
norte y sur, que preceden a salones con alcobas laterales. El pórtico del lado norte,
además, avanza lateralmente sus brazos hacia el patio. El avance de esta tipología
sobre el modelo cordobés, ya señalado por Rafael Manzano, consiste en que los
pórticos se hallan ya totalmente abiertos, mientras que en Madínat az-Zahrá’
De las Artes 175
eran antesalas de carácter más cerrado
al abrirse mediante una triple arquería.
Puerta de acceso a la mezquita desde el “salón
del Trono”
Los estudios de Bernabé Cabañero
han permitido ensayar una reconstitución del salón norte, que rectifica en
buena medida la anastilosis realizada
por Íñiguez; para ello se ha fundamentado en el estudio exhaustivo de
los numerosos fragmentos de yeserías
conservados. Este es el “Salón Dorado”
[Cabañero Subiza y Lasa Gracia, 2004],
o salón del trono, dotado de alcobas
laterales. A partir de las inscripciones
epigráficas con parte de las azoras
LXVII y XXXVI del Corán, se puede
concluir que el sultán al-Muqtádir se
nos presenta como un continuador del
poder califal, refrendado artísticamente
por las constantes citas formales del
arte califal cordobés, ya señaladas por
Ewert, tanto en la mezquita como en
este salón norte.
Por lo que a la decoración se refiere, exhaustivamente estudiada [Ewert, Duda y
Kircher, 1971-1979] y relacionada estilísticamente con los restos hallados en las
excavaciones del castillo de Balaguer (Lérida), cabe efectuar dos referencias: la
primera para aludir a la rica serie de esbeltos capiteles, labrados en alabastro,
cuya proporción es de doble alto que ancho, y con el campo de las hojas de
acanto profusamente decorado con ataurique, sustituidos además sus caulículos
por grandes palmetas y incluso por arquillos lobulados entrecruzados; la segunda
es para poner de relieve la nueva decoración de carácter vegetal aplicada a la
arquitectura, que deriva de lo innovado por el maestro eborario Halaf en los
marfiles cordobeses, es decir, palmetas digitadas con foliolos y ojetes, que alcanzará
su posterior desarrollo en el arte almorávide.
La mezquita queda adosada al pórtico norte en su lado oriental, en el itinerario
de acceso y de salida del salón del trono del palacio hudí. Esta mezquita de
La Aljafería es de planta octogonal, que arranca de un cuadrado mediante
arcos de ángulo. La portada exterior de la mezquita fue tapiada a partir de
1866, momento en que el palacio se transforma en cuartel tras su donación
al ejército por la reina Isabel II, abriéndose entonces una puerta de acceso al
interior de la mezquita desde el patio de San Martín. Esta portada original ha
Página siguiente:
Mirhrab de la mezquita
176 Delimitación Comarcal de Zaragoza
De las Artes 177
podido ser recuperada por el arquitecto restaurador Francisco Íñiguez (19471983) decapando el revoco decimonónico, y responde en su trazado a la misma
disposición de la fachada del mihrab de la mezquita aljama de Córdoba, es
decir, abre en arco de herradura, recuadrado en alfiz y sobre él se dispone
un friso superior de arcos ciegos de medio punto entrecruzados. Sobre la
morfología del arranque del arco de herradura de esta portada han discrepado
Íñiguez y Ewert, éste segundo su estudioso principal, defendiendo el primero
la presencia ya en este momento del salmer serpentiforme, que tendrá un
posterior momento en el periodo almorávide.
El mihrab de la mezquita, dispuesto en el lado suroccidental del octógono, sigue
en todo la disposición del de la aljama cordobesa, es decir, es de planta octogonal,
se cubre con cúpula gallonada, y el arco de herradura que da acceso al mismo es
de módulo y proporciones califales. Cada uno de los otros siete lados del nivel
inferior de la mezquita se decora con un arco ciego mixtilíneo, un nuevo elemento
formal, que alcanzará su desarrollo en el periodo almorávide. El nivel medio se
resuelve mediante una falsa tribuna, cerrada con pretiles calados con lazos de seis
en bajo y con arcos lobulados entrecruzados en alto. Las paredes de la falsa tribuna
van decoradas con pintura mural, que fue objeto de una inadecuada restauración,
y que ha sido objeto de estudio monográfico [Ewert, G. y C., 1999]; se detectan en
la misma claros influjos orientales, con representación de piezas cerámicas [Álvaro
Zamora, 1989-1990].
La cúpula que cubría esta mezquita ya fue eliminada en las obras realizadas por
los Reyes Católicos entre 1488 y 1494 para la construcción de un nuevo palacio.
Íñiguez sospechó que la cúpula original seguiría el sistema cordobés de arcos
entrecruzados, pero con la importante novedad de su plementería calada, un
aspecto formal que no se constatará hasta lo almorávide. No obstante, la repuso
con una solución ecléctica de raigambre cordobesa.
178 Delimitación Comarcal de Zaragoza
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