¿Permitió Dios Que Su Hijo Muriera Solo?

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Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 2
¿Permitió Dios Que Su Hijo Muriera Solo?
No puedo concebir que el Padre en el cielo le diera la espalda a Su Hijo, Jesús. Si,
conozco la declaración que el Señor hizo en Mateo 27:46 – “Cerca de la hora novena,
Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Este, por supuesto, es el mismo clamor de David como está registrado en el Salmo
22:1. Una pregunta que viene a mi mente es: “¿En algún momento Dios se ha olvidado
de alguien?” Y la respuesta debería ser “Si”. Leemos en el Antiguo Testamento de
las muchas veces que el pueblo de Dios fue advertido de que Dios los abandonaría SI,
y solamente SI ellos lo dejaban – “Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías
hijo del sacerdote Joiada; y puesto en pie, donde estaba más alto que el pueblo, les
dijo: Así ha dicho Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os
vendrá bien por ello; porque por haber dejado a Jehová, él también os abandonará”
(2 Cr. 24:20).
Pero tenemos que ser extremadamente crueles para que Dios abandone a cualquiera. Nótese lo que Nehemías dice acerca de Judá: “Porque siervos somos; mas en
nuestra servidumbre no nos ha desamparado nuestro Dios, sino que inclinó sobre
nosotros su misericordia delante de los reyes de Persia, para que se nos diese vida
para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y darnos protección en
Judá y en Jerusalén. Pero ahora, ¿qué diremos, oh Dios nuestro, después de esto?
Porque nosotros hemos dejado tus mandamientos” (Esdras 9:9-10).
El punto que es hecho por medio de estos versículos es que Dios desamparará
a Sus hijos solamente cuando ellos lo dejen. Dejarlo a El no es necesariamente por
haber cometido un pecado. Todo pecado es doloroso a los ojos de Dios y podría
hacer que nos perdamos pero no estamos discutiendo esa clase de situación; estamos
discutiendo el desamparo. El pueblo de Israel cometió pecado todo el tiempo y El
nunca los desamparó hasta que ellos le volvieron la espalda completamente. David
cometió pecados dolorosos pero Dios nunca lo desamparó. El sufrió el mal trato por
parte de Saúl, por muchos de sus propios hermanos, por sus hijos, y el enemigo siempre estuvo esperando para devorarlo. Llegó a un punto en su vida donde clamó con
angustia, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Sal. 22:1). ¿Dios
lo había desamparado? Dios desampara a aquellos que lo dejan. Nótese la lectura:
este es un clamor personal. ¿Dios lo había desamparado? Antes de que se apartara
de este monólogo hiperbólico (exageración), él reconoce la verdad que supo siempre;
Dios no lo desampararía:
“Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob,
y temedle vosotros, descendencia toda de Israel. Porque no menospreció ni
abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando
clamó a él, le oyó” – (Sal. 22:22-24).
En otras palabras, David había experimentado tantas cosas malas que estaba hablando
en hipérbole; todo estaba llendo tan mal que parecía como si Dios también lo hubiera
desamparado.
Sus enemigos, en una oportunidad, tuvieron la misma idea. Nótese la lectura del
Salmo 71:
“En ti, oh Jehová, me he refugiado; no sea yo avergonzado jamás. Socórreme y
líbrame en tu justicia; inclina tu oído y sálvame. Sé para mí una roca de refugio,
adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme,
porque tú eres mi roca y mi fortaleza. Dios mío, líbrame de la mano del impío,
de la mano del perverso y violento. Porque tú, oh Señor, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud. En ti he sido sustentado desde el vientre; de las
entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; de ti será siempre mi alabanza.
Como prodigio he sido a muchos, y tú mi refugio fuerte. Sea llena mi boca de
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tu alabanza, de tu gloria todo el día. No me deseches en el tiempo de la vejez;
cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. Porque mis enemigos hablan
de mí, y los que acechan mi alma consultaron juntamente, diciendo: Dios lo ha
desamparado; perseguidle y tomadle, porque no hay quien le libre. Oh Dios, no
te alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro” – (Sal. 71:1-12).
Así fue con Jesús. Todo lo que pudo haber ido mal, aparentemente, fue mal. Los suyos,
el pueblo Judío, no lo había recibido, lo rechazaron. Sus amigos más cercanos lo habían
abandonado. Un camarada que había escogido lo había traicionado. Sus discípulos lo
habían abandonado. Sus enemigos lo habían crucificado. En Su humanidad, pareciera
que él estuvo sólo del todo de manera que usó el mismo clamor hiperbólico que su
padre en la carne, David, había usado hacia mucho tiempo. ¿Había El abandonado a
Su Padre? Recuerde, Dios desampara a aquellos que lo abandonan. Este es el mismo
clamor personal que escuchamos de David. Sabemos que esta actitud no prevaleció por
siempre porque sus siguientes palabras fueron, “... Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu ...” (Luc. 23:46). Lucas dice, “Entonces Jesús, clamando a gran voz ...”
Evidentemente esa gran voz fue la que se registró Mateo, “Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?” (Mat. 27:46), e inmediatamente después de la gran voz,
“en tus manos encomiendo mi espíritu” (Luc. 23:46b).
Miremos algunas conclusiones: Dios nunca ha desamparado a nadie a no ser que
la persona lo hubiera abandonado – “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo
desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Sal. 37:25). Pablo nos dá
la misma seguridad: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5). Si El
desampararía a Su Hijo Unigénito, ¿qué tan seguros podemos estar de que no nos
desamparará a nosotros?
Estoy bien enterado de la carga de los pecados del hombre que El llevó, no de los
suyos. Isaías dijo, “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores ... Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado ... y fue contado
con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos ...”(Isa. 53:4a,10b,12c).
También estoy enterado del sacrificio del macho cabrío – uno llevando la culpa del
otro. Pero no estoy discutiendo, y no creo que el clamor de Jesús tuviera que ver algo
con eso, el sacrificio del cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Recuerde,
como tipo del Antiguo Testamento , en el propiciatorio donde todos los pecados de
Israel era presentados, Dios dijo, “me econtraré con mi pueblo allí”. Allí sus pecados fueron perdonados sobre la base del derramamiento de la sangre de Cristo (lea
Hebreos 9 y 10). Siguiendo esa figura, tenemos la ofrenda sacrificial de Cristo en la
cruz, una propiciación por sus pecados y los pecados de todo el mundo. Alguien dirá
que allí El desamparó a Cristo, la ofrenda sacrificial. ¿Puede alguien creer eso? No
pudo, no le volvería la espalda a eso para lo cual había preparado al mundo. Pero eso
deja solamente a una persona, a Jesús, Su Hijo. Ningún pecado, ninguna iniquidad,
ninguna transgresión. Aquellos que iban a ser quitados con el sacrificio, de manera
que El no podía volverle la espalda a esa promesa. ¿Realmente Dios se apartó de Su
Hijo y lo dejó morir sólo o es este clamor el clamor hiperbólico de la humanidad?
Algunos han dicho, “esto es especulación de su parte”. Quizás. Pero yo tengo el
mismo derecho, con algunos pasajes que me respaldan, como a aquellos que describen
este momento de obscuridad en sus propias palabras y en su propia forma sin algún
pasaje que los respalde. Lo de ellos, también es especulación.
Un último argumento para concluir, y quizás, el punto más fuerte en mi favor – “Mas
todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos
los discípulos, dejándole, huyeron” (Mat. 26:56). Solamente había quedado uno en
quien pudo depender: “Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo,
sino yo y el que me envió, el Padre” (Jn. 8:16). “Porque el que me envió, conmigo
está; no me ha dejado sólo el Padre ...” (Jn. 8:29). “Para que todos sean uno; como
tú, oh Padre, en mí, y yo en ti ...” (Jn. 17:21). Ellos estuvieron juntos en todo lo que
hicieron. ¿No es razonable creer que aún estuvieron juntos? Creo que lo estuvieron.
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“He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por
su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo”
(Jn. 16:32).
Si, la hora había llegado, y él no estaba solo. Muchos volverían a escribir ese pasaje
para que dijera como esto: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; y yo estaré totalmente solo, porque
el Padre también me desamparará”.
Sustento mi caso.
[The Preceptor, Vol. 46, Pág. 324, R.L. (Bob) Craig].
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