El Reglamento Provisorio para el Régimen de Gobierno de la Pcia

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El Reglamento Provisorio para el
Régimen de Gobierno de la Pcia.
de San Luis
de 1832
RODOLFO S. FOLLARI
SAN LUIS
(1982)
INDICE
JUSTIFICACIÓN
3
REGLAMENTO PROVISORI O
4
I –INTRODUCCION – ANTECEDENTES
8
II – LA SITUACION POLITICA DE S AN LUIS
10
III – EL MOMENTO POLITICO
11
IV – EL “REGLAMENTO PROV ISORIO” DE 1832
15
V – INTITUCIONES – DERECHOS – OBLIGACIONES
19
VI – JUICIO CRITICO
21
VII – CARÁCTER DEL REGLAMENTO PROVISORIO DE 1832
24
NOTAS
26
JUSTIFICACIÓN
Invitado por la Fundación NUESTRA HISTORIA a participar en el
Segundo Congreso de Historia de la Confe deración Argentina (1829 -1852) que
se celebrara en la ciudad de Buenos Aires durante los días 22, 23 y 24 de
octubre de 1981, preparé y presenté el trabajo titulado EL REGLAMENTO
PROVISORIO PARA EL REGIMEN Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SAN
LUIS.1832.
El tema, en sus aspectos histórico e institucional, correspondía
perfectamente a la época en estudio y efectuamos el aporte en el criterio de
tratarse de un asunto esencial en la historiografía sanluiseña, hoy poco
conocido.
El texto completo del Reglamento P rovisorio que utilizara para este
estudio, se encuentra en el Archivo Histórico y Administrativo de San Luis –
Documento Nro. 4281- en seis hojas (confrontado según esa designación en
julio de 1968). El texto del documento completo fue publicado en el orden
nacional en la ya clásica obra El Derecho Público de las Provincias Argentinas,
de Juan P. Ramos (Buenos Aires, 1914 -3 tomos- edición de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires,
conforme la Ordenanza del 11 de octubre de 1911), en el Tomo I, págs.
254/260. El Dr. Ramos anotó entonces al pie de página “copia manuscrita de la
época que existe en poder del Dr, Nicolás Jofr e”, quién fue el que la facilitó al
Dr. Juan P. Ramos.
Los historiadores puntanos lo menci onan ligeramente, como Gez
(Historia de la Provincia de San Luis, Buenos Aires, 1916 –Tomo I, Págs.
316/17). Sosa Loyola, sin analizarlo emite juicios críticos ligeros e infundados.
Reynaldo A. Pastor y Víctor Saá, han trabajado más el tema al estudiar el
periodo histórico respectivo, como se advertirá en las páginas siguientes.
Víctor Saá en su estudio “La Provincia de San Luis y el Ejérc ito de
operaciones del Centro en la Campaña de 1833 contra los indios ”, que
menciono en el trabajo, aún inédito, pero q ue hemos cotejado con particular
atención, adelanta una investigación muy valiosa y totalmente nueva alrededor
del tema.
Urbano J. Nuñez en su “Historia de San Luis” (Editorial Plus Ultra,
Buenos Aires, 1980), es el primer autor que en San Luis lo trascri be íntegro, en
el Cap. XI titulado “Un pueblo que no quiere morir”, en sus págs 302 a 309, sin
agregar comentario significativo, salvo la expresión “ creemos que en el texto
recio pervive la voluntad de ser. Por eso, apartándonos de cualquier
comentario, lo trascribimos palabra a palabra”.
De ese texto trascripto fielmente por Nuñez, s obre la base del original a
que hemos aludido y compulsado existente en el Archivo Histórico y
Administrativo de San Luis , hemos tomado el que incluimos en la Primera Parte
de este trabajo. La Segunda Parte corresponda a nuestro estudio.
Agradecemos especialmente al Presidente del Consejo Directivo de la
Fundación NUESTRA HISTORIA, que patrocinara el Congreso, la atenta
autorización para publicar este trabajo y a la Junta de h istoria de San Luis su
generosa gestión para editarlo en su colección de Monografías.
R.S.F.
Buenos Aires, febrero 21 de 1982
Reglamento Provisorio para el régimen y gobierno de la
provincia de San Luis, formando por el Congreso de sus
diputados representantes en la ciudad de San Luis a 7 de enero
de 1832.
La provincia de San Luis, reunida por medio de sus diputados
representantes con el objeto de nombrar su Supremo Gobierno y deliberar
sobre los demás asuntos concernientes a la felicidad pública, ha dispuesto que
ha la posible brevedad y antes de proceder a la elección de Gobierno se forme
un Reglamento provisional, por el cual deba regirse la provincia bajo la forma
de gobierno federal que ha acordado entre tanto se congrega la Nación, quién
señalará la forma de gobierno bajo del cual y las leyes que dictaré deberá
regirse. A fin de evitar, por lo pronto, el escandaloso desorden a que nos ha
conducido las convulsiones políticas, y penetrada de la grave necesidad de
fortalecer los eslabones de la caden a que debe ligar los robustos brazos de la
arbitrariedad y despotismo, para que no profane por más tiempo el sagrado
recinto en que se custodia la libertad, la igualdad, la propiedad y la seguridad,
que hacen la rica herencia de los interesantes derechos d el hombre. Penetrada
igualmente de la funesta devastación que ha causado en el espíritu de los
hombres el monstruo de la ambición que ha creído, para acercarse algún tanto
a la senda que conduce a la felicidad común, según lo permite su estado
actual, la premura del tiempo y las circunstancias, debe establecer (como
establece) las reglas provinciales siguientes:
CAPITULO I – RELIGION
Articulo 1º — En virtud que la provincia de San Luis profesa la
verdadera Religión Apostólica Romana con exclusión de cua lquiera otra, toda
persona de cualquiera condición o clase que sea, que atente contra ella por
palabra o por obra, será severamente castigada por las autoridades
eclesiásticas o política; y si fuese extraño de la provincia se mandará salir de
ella inmediatamente, para cuyo efecto se prestarán los auxilios necesarios a las
predichas autoridades.
Artículo 2º — En razón de pertenecer los diezmos de la provincia
exclusivamente a ella, se devolverán a la iglesia para que se le s dé el destino
que siempre han tenido.
CAPITULO 2 – CAMARA LEGISLATIVA
Articulo 1º — En la ciudad deberá ha ber una Sala que represente la
provincia, compuesta de siete individuos de los de más probidad y adhesión al
sistema federal, con su presidente , vicepresidente y secretario, la que deberá
ser nombrada por la provincia.
Articulo 2º — Será de la inspección de ésta resolver, como
soberana, todos los asuntos de grave momento que le pertenezcan.
Articulo 3º — Será del deber de la Honorable Sala el reunirse un
día en la semana para acordar los artículos que sean benéficos al bien de la
provincia, y agregarlos a este cuerpo de ley.
CAPITULO 3 – PODER EJECUTIVO
Articulo 1º — El Supremo Gobierno de la provincia deberá, asimismo,
ser elegido por sus diputados representantes en la persona de un ciudadano
hijo del país o vecino que tenga diez años de residencia en él y capital de mil
pesos, lo menos, en bienes raíces o estables.
Articulo 2º — Para obtener este empleo, deberá ser persona que
tenga adhesión a la causa federal adoptada por la provincia y que no
sea deudor a la caja del Estado.
Articulo 3º — El tiempo de la administración de su gobierno deberá ser
el término perentorio de dos años y no podrá ser reelegido hasta pasado un
bienio, entendiéndose que cual esquiera función o actuació n que haga
concluido el tiempo de su gobierno se tendrá por irrito o nulo.
Articulo 4º — El citado gobernador deberá anunciar a la provincia la
conclusión de su gobierno y convocarla para nueva elección quince días antes
de su terminación , y en caso de o mitirlo la provincia se tendrá por convocada
en virtud de esta ley.
Articulo 5º — El gobierno electo, al prestar el juramento de estilo,
agregará la protesta de cumplir y hacer cumplir fiel y legalmente este
Reglamento de que se le hará entrega.
Articulo 6º — Se le pagará un sueldo con la dotación de seiscientos
pesos anuales, atendiendo a la pobreza en que se halla la provincia, y cuando
mejoren estas circunstancias aumentará algo más. Y la dotación del ministro
secretario será de treinta pesos mensuales.
Articulo 7º —. Inmediatamente de haber concluido el tiempo de su
gobierno y de haberse elegido el sucesor, nombrará la provincia una comisión
compuesta de siete individuos de los de más probidad y justicia y conocida
adhesión a la causa, para que residenc ien al gobernador saliente de su
administración, cualquiera que haya sido, y a la que ocurrirán los agraviados (si
los hubiese), los de la ciudad en el término de quince días, y los de la campaña
en el de veinte.
Articulo 8º — El Poder Ejecutivo no podrá d eclarar guerra ni paz, ni
mandar expedición ninguna fuera de la provincia, sino con acuerdo y resolución
de la Sala de sus Representantes.
Articulo 9º — Hallándose en paz y tranquilidad la provincia, sólo habrá
en el cuartel y piquete de diez y seis hombr es para lo que se pueda ofrecer, y
éste se deberá alternar mensualmente y su gratificación será la que el
Supremo Gobierno estime conveniente.
Articulo 10º — Toda persona, de cualesquiera clase o condición que
sea, que se atreva a atentar por medio de revo lución a la autoridad del
Supremo Gobierno Ejecutivo, será castigada con pena de muerte; dando por
irrita y nula cualesquiera disposición que éste y sus aliados tomen en el
particular.
Articulo 11º — Es de la inspección del Supremo Gobierno nombrar el
ministro de Hacienda, administrador de Correos y receptor de Propios en
distintos sujetos que no tengan con él parentesco inmediato.
Articulo 12º — El ramo de Propios de ciudad a su ingreso recibirá la
mitad el receptor que se nombre y la otra mitad el ministr o de Hacienda.
Articulo 13º — Cuando se nombrasen los jueces ordinarios se
nombrarán igualmente los defensores de pobres y de menores.
Artículo 14º — La elección de los citados en el artículo anterior deberá
hacerse por la Sala de Representantes de la prov incia.
Articulo 15º — El ejercicio del Juez de Policía, que debe haber, queda
al cargo de los jueves ordinarios por no permitir las circunstancias la creación
de este funcionario.
Articulo 16º — El Poder Ejecutivo deberá, a la posible brevedad,
establecer una escuela de primeras letras para la juventud, cuyo maestro será
el mejor que se pueda conseguir.
Articulo 17º — la dotación del dicho maestro será la de veinte y cinco
pesos mensuales pagados del ramo de carne destinado para este objeto, el
que será tan privilegiado que no podrá invertir en otro destino que en éste para
que ha sido impuesto; y cuando, por alguna urgentísima necesidad del Estado,
se ocupe su fondo, será reconocida la deuda con preferencia.
Articulo 18º — Si por algún acontecimiento se sus pendiese la escuela
por falta de maestro o por algún otro motivo, el citado ramo se irá guardando en
depósito hasta su tiempo en poder del receptor de Propios, quien deberá
igualmente recibirlo.
Articulo 19º — Asimismo será del cargo del Gobierno Ejecutivo nombrar
una comisión de tres individuos de probidad e inteligencia, cada cuatro meses,
que revise la escuela y se imponga de los adelantamientos de la juventud, así
en lo moral de su doctrina como en lo literal, y ponerlo en con ocimiento del
Supremo Gobierno.
Articulo 20º — Siendo uno de los deberes de la provincia proteger y
asegurar, del modo que previenen las leyes, la vida, reputación, li bertad,
seguridad, propiedad de cada uno de sus individuos, no se sacarán auxilios ni
contribuciones sino por el ord en que establece este Reglamento.
Articulo 21º— Se tomará una cuenta exacta de todas las especies de
animales mostrencos de la provincia para el servicio común y se distribuirán en
todos los puntos necesarios para el buen régimen de ella, a disposición del
Poder Ejecutivo.
Articulo 22º — Se señalará una comisión, compuesta de seis individuos
de probidad asociados con el juez respectivo, que empadronen todos los
propietarios que componen la provincia, para que en los casos de invasión de
indios u otras urgencias graves, se les señale con arreglo a justicia distributiva
con lo que cada uno debe contribuir.
Articulo 23º — Si antes de haberse efectuado la distribución sucediese
alguna invasión de indios o alguna otra de gravedad en la provincia, la
Honorable Sala de Representantes con anuencia del Ejecutivo acordarán lo
inconveniente.
Articulo 24º — En los auxilios que se deban sacar será guardando la
proporción de que de cada veinte y cinco animales vacunos sólo se saque uno,
y de cada seis caballos, uno; y siendo enemigo de la causa, el duplo.
Articulo 25º — El individuo que no teniendo ninguna de estas especies,
pero que tenga otros intereses, se lo graduarán y sacará a proporción de ellos;
y siendo enemigo de la causa, con arreglo al artículo anterior.
Articulo 26º — Ningún propietario entregará auxilio de ninguna especie
sin que sea previa la orden superior, exigiendo el recibo de la especie
entregada.
Articulo 27º — El Gobierno Ejecutivo tendrá especial cuidado de
mandar devolver los caballos a sus sueños de spués de hecha la fatiga para
que han sido sacados, como también de tomar una razón económica del gast o
de carne que se haga para la tropa.
Articulo 28º — Serán plenamente respetados los ciudadanos y sus
intereses, y no serán atropellados por persona alguna de ninguna graduación
que sea; y el que se encontrase ofendido formará su queja al Ejecutivo, quien
no dejará impune la infracción de este artículo; pero si no encontrase justicia, la
elevará en grado de queja a la comisión de residencia.
Articulo 29 — No se podrá en la provincia fusilar ni confinar a ningún
reo sin el previo proceso y sentencia legal.
Articulo 30º — Habiéndose hecho costumbre el pernicioso vicio del
robo, para cortar de raíz este grave mal se impone la pena a todo el que incurra
en él, desde el valor de un peso, ochenta azotes por la primera vez; y a la que
reincidiesen se les aplicará penas más fuertes, las que señalará el Poder
Ejecutivo, como también a los malos jue ces que disimulen esta clase de
delincuentes.
Artículo 31º — Queda privada la extracción de toda especie de
hacienda hembra, y sólo lo macho podrá extraerse pagando el derecho de tres
reales por cabeza de ganado vacuno, y del cabalgar manso o chúcaro, cuatro
reales, y por el lanar un real.
Artículo 32º — Será del deber del Poder Ejecutivo, inmediatamente de
su recepción, proveer en persona idónea el empleo de comandante general,
como tan necesario en las actuales circunstancias; cuyo sueldo será, estando
en ejercicio activo de su empleo, el de treinta pesos mensuales , y en tiempo de
quietud sólo será el de quince pesos.
Articulo 33º — Por ningún pretexto se deberán ocupar en el servicio
militar a los propietarios ni a sus capataces, a no ser en los casos de invasión
del enemigo bárbaro.
NOTA: Los sacerdotes nombrados en la co misión al abrirse la sesión del
artículo 10 del capitulo 3º, sobre si debía imponerse pena de muerte a la
persona que atentase por medio de revolución contra el Supremo Gobierno de
la provincia, se retiraron diciendo que el espíritu de lenidad de su cará cter y
ministerio no les permitía concurrir a la imposición de esa pena.
Habiendo presentado a la Honorable Asamblea la comisión nombrada el
Reglamento provisional de que fue encargada, y discutiéndose artículo por
artículo su conveniencia, acordó en cuanto al artículo 2º del capitulo1º se
devuelvan los diezmos a la iglesia desde el remate siguiente, pero que los
pertenecientes a este año se cedan al Estado, en razón de haber gastado parte
de ellos y necesitar de la otra parte para auxiliar la defensa contra el enemigo
bárbaro que amenaza invadir la provincia. Asimismo acordó, en cuanto al
artículo 32 Capítulo 3º, que el sueldo del comandante general de armas deba
ser el que le asigne el Supremo Gobierno con acuerdo de la Sala de
Representantes.
Y siendo de la aprobación de los señores representantes todos y cada
uno de los artículos contenidos en el expresado Regl amento, dijeron que lo
sancionaban y mandaban se cumpliese fiel y legalmente por todos los
individuos de la provincia, que se publique en esta ciudad en los lugares de
estilo para que llegue a noticia de todos, y a la jurisdicción se manden copias
legalizadas por el Gobierno Ejecutivo a los jueces de los partidos, para que del
mismo modo lo manden publicar, obedecer y cumplir. Y para su constancia lo
firmaron en ocho días del mes de enero de mil ochocientos treinta y dos.
Juan Lamas – Fray Francisco Gayoso - Fray Baltasar de León – Tomás
Barroso – José Leandro Cortés – Juan Vílchez – Juan Anselmo Garay – Pablo
Lucero – Pascual Bailón Ferreyra – A ruego de Lorenzo Andrada, Pascual
Bailón Ferreyra – Rufino Calderón – José María Funes – Estanislao Bargas –
Gumersindo Pérez – Hilarión Miranda – Félix Rodríguez de Romero – José
Manuel Atencio – Isidro Capdevilla – Eugenio Panelo – José León Gallardo –
José Fernández – Pedro José Arabena – Martín Peralta – Francisco Javier
Bustos – Ignacio Suárez – Pedro Celestino Alfonso – Bernabé Balenzuela –
Juan Esteban Funes – José Hilario Sepúlveda – Andrés Alfonso – Pedro
Herrera – José Olalla Cabral – Juan Pereira – Rafael Panelo – Ignacio Suárez
– Laureano Alfonso – Pedro Nolasco Pedernera – Pedro Jacinto García –
Rufino de Flores – Por el señor Presidente (Fray Benito Lucio Lucero), Pío
Solano Jofré - Cornelio Lucero, Secretario.
I –INTRODUCCION – ANTECEDENTES
Los estudios histórico políticos acerca de los diversos reglamentos y
estatutos dictados por las provincias argentinas después de su autonomía (que
y en casi todos los casos se concreta alrededor del año 1820), no abundan,
son escasos, incompletos y fragmenta rios. La Tradición histórica liberal divide
el período independiente desde 1830 hasta Caseros, sin ahondar o investigar a
fondo los hechos de ese lapso fundamental, o ignorado a sabiendas la
existencia de las constituciones provinciales del período de la C onfederación
(1829-1852).
Nuestros tratadistas silenciaron la materia, o le restaron importancia, con
la excepción significativa de Juan P. Ramos en su –EL DERECHO PUBLICO
DE LAS PROVINCIAS ARGENTINAS, y posteriores trabajos menores de Jaime
Gálvez, Carlos A. Tagle, etc.– Como señalara Ramos en 1913, año en que
aparece su obra.
“no se trata aquí de coordinar los textos constitucionales sancionados
por las provincias entre 1819 y 1853, no obstante lo cual nadie ha emprendido
ese trabajo, que no deja de tener una gran importancia para el conocimiento
pleno de lo que ha sido el derecho público federal argentino. En efecto, durante
ese periodo las provincias han tenido en una vigencia más o menos efectiva
quince constituciones diferentes, de las cuales tres son hoy desconocidas y
parecen perdidas para siempre. Estas constituciones, por lo general, son
ignoradas por todo el mundo, salvo para esos modestos eruditos del interior
que son una historia viviente del pasado de su provincia y que las saben de
memoria”. (1)
La cuestión de la organización del Estado, después de lograda la
Independencia nacional y la autonomía política de las provincias, se constituye
en el tema central del país. Todos los esfuerzos y tentativas tendientes a crear
una autoridad con todos los atributos necesarios para la organización del
Estado y el bienestar temporal de los habitantes, ponen a prueba la capacidad
individual del hombre argentino y de nuestros políticos. Los pocos aciertos y
reiterados desaciertos destacan con características p ropias las dificultades
originarias y sobrevinientes y los vaivenes de la sociedad política en formación.
Señala Díaz de Vivar que
“establecida la Primera Junta, al mismo tiempo que empezaba el
gobierno autónomo, se planteaba también la cuestión de c omo se había de
organizarlo; y aparecían por un lado las pretensiones de la burguesía porteña,
que por una singular reversión de criterio, al mismo tiempo que sostenía el
derecho de igualdad política de todos los pueblos del Virreinato, se creía
heredera directa de los antiguos privilegios de los peninsulares –civis romanus
sun- y la de los otros componentes del Virreinato, con individualidades propias,
que sacaban del mismo principio otra consecuencia más lógica: la de su
coparticipación en el gobierno que debí a regir comunes intereses;
pensamientos que los civis romanus consideraban atrevido, absurdo,
insolente”. (2)
El esfuerzo de las provincias para alcanzar formas aceptables de
expresión política no logra generalmente alcanzar el resultado esperado. En la
mayoría de los casos, las tentativas provincianas son meras formas de encarar
una realidad polifacética y cambiante, que principios flexibles para adecuarlos a
la contingente realidad. Las causas de este hecho radican, sostiene Ramos,
“más que en la insuficiencia de la materia, en la poca aptitud de los
sostenedores del régimen federal de nuestros primeros años para redactar
constituciones y expresar ideas adecuadas al estado de ánimo y de cultura de
las muchedumbres o grupos políticos que dirigían. Las muche dumbres, los
partidos, los caudillos y los hombres del gobierno del interior, a fuerza de ver
obrar tan torpemente mal a los hombre de Buenos Aires, conce bían la
federación de las provincias como una aspiración, como un sentimiento, como
un símbolo de protesta, más que como una idea doctrinaria abstracta e
inspiradora de debates trascendentales. La Federación, en sus cerebros, era
todo, menos doctrina”. (3).
Significó un notable esfuerzo para dotar a la incipiente y desguarnecida
sociedad de entonces de nor mas básicas que resolvier an los problemas
cotidianos fundamentales, de manera de preparar un encauzamiento en las
costumbres públicas y un necesario hábito político. Fueron pues formas
rudimentarias, primerizas, llamadas a servir de fundamento a futuros ca mbios y
a ser convenientemente mejoradas con el tiempo y el crecimiento social.
Como destaca Ramos,
“esas constituciones, si nada valen como doctrina, valen mucho como
documentos. En muchos, si no en todas ellas, sanción redacción, principios
inspiradores, equilibrio de los poderes del Estado, articulado, etc, forman y
fundamentan conclusiones o sugestiones profundamente típicas y reveladoras.
A causa de su contextura interna, del estado económico y social, que nos
revelan, dejan de ser documentos fríos de Derecho Público para convertirse en
resúmenes auténticos y concretos de una epoca determinada”. (4)
II – LA SITUACION POLITICA DE SAN LUIS
La provincia de San Luis participó en el Congreso Constituyente de
1824/27 por invitación efectuada por Buenos Aires al convocarlo, conforme los
acuerdos logrados en los tratados de Pilar del 22 de febrero de 1820 y el
llamado Cuadrilátero, suscripto el 20 de agosto de 1822 entre Buenos Aires,
Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. El comisionado porteño para las provi ncias
de Córdoba y Cuyo fue el Dean de la Catedral de Buenos Aires Diego
Estanislao Zabaleta. El enviado en la ciudad puntana sometió al gobernador
José Santos Ortíz el mensaje de la ciudad mayor y las consideraciones que
formulaba acerca del problema cent ral a considerar por los gobiernos
provinciales. Zabaleta, afirma Battini Vidal,
“obtuvo un rápido y completo éxito para su misión en San Luis. No sólo
logró la adhesión puntana a los dos asuntos que presentaba, sino que recibió
de Ortiz el encargo (aceptado por el comisionado con el visto bueno de su
gobierno) de mediar ante Mendoza y San Juan en un nuevo intento de
reunificar la antigua provincia de Cuyo. Decidida la convocatoria a congreso,
los electores de la provincia de San Luis designaron diputado an te él al Dr.
Dalmacio Vélez Sarsfield el 19 de agosto de 1824”. (5)
El gobernador Ortíz comunicó directamente el nombramiento de
diputado constituyente al gobernador de la provincia de Buenos Aires el 8 de
septiembre de ese año. Más tarde al aumentar el c ongreso el número de sus
miembros, según la cantidad de habitantes San Luis designó para completar su
diputación a don Calixto González y al licenciado Santiago Funes, ambos
puntanos y el último también gobernador luego.
En la labor del Congreso la repres entación puntana que encabezara el
futuro codificador, que Battini Vidal estudia con profundidad, (6) se expresa en
síntesis, de la manera siguiente:
“Vélez adhirió a la posición unitaria del congreso. González que sostenía
su postura federal votó también por la posición del congreso, fundamentando
su voto sobre la forma del Estado, en la sesión del 20 de julio de 1826. (7) Sí
bien la provincia no se pronuncio oficialmente sobre el tema de la forma de
gobierno, de la actitud de sus diputados se desprende qu e aceptada la fórmula
unitaria, en defensa de sus propios intereses, pues por sus medios no podía
lograr hasta entonces suficiente capacidad para el gobierno propio”. (8).
Si González realmente hablaba con fundamento y conocimiento cabal de
lo expresaba, o sea que San Luis se inclinaba por el unitarismo, también podía
pensarse en una posible influencia de Vélez sobre su cuñado gobernador, pues
Ortíz militaba ostensiblemente en el federalismo. Pero igualmente había que
aceptar que, si existió esa eventual i nfluencia debió ser efímera y poco
profunda. Los hechos desautorizaron en forma terminante a González:
convocada sin mucho optimismo por Ortíz en mayo de 1827, la Junta de
Representantes se expidió el 26 de ese mes rechazando la constitución,
“por no estar montada sobre la base de federación por que se ha
pronunciado la pluralidad de la provincia”. (9).
Finalmente, concluye Battini Vidal,
“Buenos Aires, eje de la discusión, condicionaba una vez más las
distintas posiciones. Por un lado, su poderosa autono mía resultaba un escollo
insalvable para los teóricos del unitarismo, y por ello se la trataba de eliminar.
Por el otro, desde el punto de vista provinciano, o bien se l a atacaba, como
Vélez, buscando el reparto y evitando su hegemonía dominadora –con lo que
se llegaba a la misma postura del unitarismo -, o bien se pretendía su
subsistencia, como Gonzále z, pero no como defensa monolítica de la s
autonomías en general, con lo que se adoptaba una tesitura federal. Todo esto
venia mezclado con una doble caracter ística negativa: la general carencia o
grave deficiencia de base teórica en materia política, y la indecisión e
indefinición ideológica consecuente, en el momento que analizamos, que
duraron hasta los hechos, generalizados y profundizados, forzaron una
resolución, aunque siempre huérfana de ideología, a favor del federalismo (o
mejor, de la Confederación)”. (10).
III – EL MOMENTO POLITICO
En general la Constitución de 1826 había sido rechazada por las
provincias. Las incipientes legislaturas o las deci siones de los caudillos que
interpretaban el sentir colectivo de los pueblos del interior, hacia poco nacidos
a la vida autónoma, se pronunciaron categóricamente contra el aparato
rivadaviano. Como expresa Busaniche,
“La constitución de 1826 había negado l a ciudadanía al peón, al
jornalero, al doméstico, al analfabeto, formando como dijo Dorrego “una
aristocracia del dinero”. Lavalle aspiraba a asegurar la influencia de la primera
clase de la sociedad. El almirante Brown, tan poco distinguido y olvidando sus
triunfos de corsario había declarado con orgullo: “he sido y soy testigo del
pronunciamiento de la clase distinguida de esta ciudad, a favor del cambio
acaecido el 1 de diciembre”. Un sinnúmero de testimonios de esa misma
naturaleza, demuestran que la gu erra decisiva iniciada en 1831 se hacía por la
provocación de esa clase propietaria y supuestamente ‘ilustrada’ (Lavalle), o
‘distinguida’´ (Brown), o ‘culta’ (Paz), contra el elemento calificado arbitraria y
malignamente de gaucho, o de masa popular. Y es ta guerra había de ser fatal
para el unitarismo rico, ilustrado, propietario y distinguido”. (11).
La provincia de San Luis no escapó a esta situación a la que alude
claramente Busaniche. Por su ubicación en el cuadro del país y por decisión de
la mayoría de sus habitantes, se incorporó al sector que respondía a la política
del general Juan Facundo Quiroga. Luego de las dificultades de la Tablada y
Oncativo, donde el general Paz triunfó con las tropas aguerridas que
regresaron de la guerra con el Brasil, Q uiroga moviliza y fortifica su ejército e
inicia una campaña de triunfos sucesivos. Salió desde Buenos Aires en enero
de 1831 hacia el sur de Córdoba, con el objeto de cubrir la región de Cuyo. A
fines de febrero y comienzos de marzo enfrento la Villa de l a Concepción de
Río Cuarto, la población más importante de la región defendida por las tropas
que respondían al general Paz. Entre los defensores de Río Cuarto se
encontraba el coronel puntano y héroe de la Independencia Juan Pascual
Pringles. Quiroga, vencedor con las tropas federales, avanza hacia San Luis.
El gobierno de esta provincia al frente de don Luis de Videla, que
respondía al general Paz, pide el 15 de marzo a la Sala de Representantes,
como señala Nuñez,
“la designación de una persona en quien delegar sus funciones, ya que
le era preciso ocurrir de un momento a otro a donde lo exigieran el sostén del
orden y mantenimiento de la tranquilidad de la provincia”. (12).
El ejército al mando del general Quiroga sigue hacia el oeste su
campaña arrolladora y el 20 de marzo la vanguardia al frente del cor onel José
Ruíz Huidobro, entraba en la ciudad de San Luis. Ante la caída del gobierno de
Luis de Videla, la Sala de Representantes designa como gobernador provisorio
a don Mateo Gómez, representativo de l a fracción federal prevaleciente,
secundado como ministro general por don Juan L amas. La consolidación del
triunfo federal quedó en la provincia circuns tancialmente en manos de
Prudencio Vidal Guiñazú y José Felipe Ortíz.
Quiroga continúa su avance hacia Mendoza; el 28 de marzo ganaba la
batalla de Rodeo de Chacón y el 29 entrab a triunfante en Mendoza.
Simultáneamente en San Juan los federales deponían al oficial que había
colocado el general Paz en el gobierno. De esa forma todo Cuyo respondía al
general Quiroga.
Al respecto, expresa Irazusta comentando la situación política general:
“En efecto, desde la ruptura de las hostilidades, los éxitos militares de
los federales habían sido casi ininterrumpidos… Así cuando poco después del
feliz ataque a Fraile Mue rto realizado por Pacheco, el general Quiroga realizó
su operación de flanco por el sur de Córdoba, con los recursos que reunió en
Buenos Aires; su marcha fue una sucesión de triunfos, hasta en sus pasos
aventurados. Como en ese asalto a Río Cuarto, que Pa z en sus Memorias le
censura como inútil para la finalidad que el riojano perseguía, de sublevar la
región de Cuyo. Como quiera, asesta allí un gran golpe, que conmueve a la
opinión por la idea que da de su poder, y por la altura con que honra al héroe
de la Independencia, Pringles, muerto en una escaramuza durante la
persecución a los derrotados que se retiraban hacia el oeste . Poco después
emprende la marcha, y al salirle al encuentro el gobernador de Mendoza Videla
Castillo, con todas las fuerzas unitari as asequibles en la zona, lo derrota en el
Rodeo de Chacón el 28 de marzo de 1831. El general vencido escapó,
escoltado por unos 60 hombres. Pero su homónimo o pariente Luis de Videla,
que había hecho de implacable proco nsul en la gobernación de San Luis, cayó
prisionero, así como muchos oficiales y soldados. La acción derribó en
Mendoza al unitarismo; éste había caído también en La Rioja ante la
sublevación de Brizuela, cuya montonera se reunió a los vencedores en cuanto
la fuerza de Quiroga ocupó la capit al del vencido. Por su parte los federales
sanjuaninos se pronunciaron al saber la llegada de Facundo a Mendoza. Y
prevalecieron” (13).
El despliegue y el éxito de Quiroga en Córdoba y Cuyo lo comenta el
gobernador Rosas en carta a Estanislao López, del 2 1 de abril de 1831. (14).
La consolidación de las fuerzas federales en San Luis en ese difícil y
cambiante año 1831, se torna alterada y azarosa. Los grupos políticos
respondían a las dos corrientes políticas que prevalecían en el debate nacional :
federales y unitarios. Los Primeros, de fuerte raigambre popular, eran
representados por los hermanos Ortíz (José Santos y José Lucas Ortíz), desde
los días en que la provincia se declaraba autónoma. Los segundos, seguidores
de los rivadavianos y ahora del general Paz, de indudable predicamento
profesional luego de los triunfos en la guerra contra el Brasil, como el caso del
ilustre soldado sanmartiniano coronel Juan Pascual Pringles.
Después del rechazo de la Constitución de 1826, la Sala de
Representantes acogerá en su mayor número a los hombres definidamente
alineados en el partido federal, que por el año 1831, luego del triunfo de
Quiroga, se definiera claramente por la política de la Confederación dirigida
desde Buenos Aires por el general Juan Manuel de Rosas.
Por ese entonces, Estanislao López, desde Santa Fe escribía al
gobernador de San Luis
“ha llegado por fin la época deseaba y feliz en que respirando las
provincias, libre del despotismo militar que las agobiaba pueden entablar y
estrechar entre si sus rel aciones amistosas”. (15).
Pero faltaban algunas acciones menores y otras definiciones en el
gobierno puntano. En efecto, desde mediados de julio, apartado
circunstancialmente don Mateo Gómez, se designa interinamente al frente del
gobierno al licenciado don Santiago Funes, resistido por lo federales, como
bien destaca Núñez. Funes afronta con dificultades los problemas que originan
las serias incursiones de los indios a la ciudad y poblaciones vecinas, que
alteran gravemente la vida misma de la ciudad capi tal, renunciando por ello el
15 de noviembre. La Sala de Representantes designa interinamente al frente
del gobierno nuevamente a don Mateo Gómez, identificado con la situación
general y hábil conocedor de los políticos del momento y de los intereses en
juego. Gómez estrecha vínculos con el Dr. José Santos Ortíz, ministro por
entonces del gobierno de Mendoza y figura clave en la organización federal de
la región.
Los federales de San Luis identificados con la política de la
Confederación y acordes con los p rincipios y normas contenidos en el Pacto
Federal del 4 de enero de 1831, adhirieron a la política de Rosas, cimentad a
luego de los triunfos militares logrados en el centro, oeste y norte del país.
Rosas, en carta al general Juan Facundo Quiroga, del 4 d e octubre de
1831, le expresaba:
“Mi querido buen amigo:
Así que me entreviste con el señor gobernador don Estanislao López
debo proponerle que pues se acerca el período de arreglar las provincias en
todos sus ramos, para simplificar su organización, conve ndría por ahora
conducirnos en orden a la liga general de todos los pueblos de la Republica
bajo un sistema de federación que deje salva la soberanía, libertad, e
independencia de cada provincia en particular, a fin de proceder de un modo
que no violente la marcha, que los pasos se den en amistad y sin coacción,
pero con firmeza y que gradualmente los unos preparen los otros, según el
orden natural de las cosas y la disposición y aspecto que vayan presentando
bajo los auspicios de la paz y la amistad, de mo do que proporción de la
consolidación y mejoras que las provincias vayan adquiriendo en su
administración, así vayan sintiendo los progresos de la marcha.
………………………………
En este estado, obtenida la paz general, estando encargado el gobierno
de la provincia de Buenos Aires de cultivar las relaciones exteriores, se haya ya
provista la primera necesidad general, para figura en cuerpo de república.
Enseguida de esto lo que principalmente importa e s que cada provincia se
arregle, se tranquilice interiormente y se presente marchando de un modo
propio hacia el término que le indique la naturaza de sus elementos y recursos
de prosperidad.
………………………………
Para formar pues juicio para lo sucesivo, se hace preciso esperar a que
cada pueblo tome su asiento natural y fijo, qu e indique su marcha; y que
entonces solamente se podrá juzgar de la relación en que deba considerársele
con respecto a todos los demás.
………………………………
Creo en este estado que basta por ahora que cada provincia haga por
medio de su respectiva Junta Represent ativa una solemne declaración, que
comprenda el contenido de los once primeros artículos del Tratado del 4 de
enero último en Santa Fe, sin meternos a hacer variaciones que troquen en lo
sustancial, esencial y principal de su contenido, de modo que nada se quite, o
añada que altere dicho tratado. Como esta declaración la hacen todas, todas
quedan recíprocamente obligadas y se ponen por ellas la piedra angular sobre
que debe descansar el gran edificio de la Federación.
………………………………
Por dicha declaración qued an ya todos los pueblos federados.
Queda establecido y reconocido entre unos y otros solemnemente su
respectiva soberanía, libertad e independencia; quedan en el deber de
concurrir todos en general a defenderla a favor de cualquiera de ellos en
particular y en caso de alguna agresión extranjera se hallan todos obligados a
prestar su cooperación y esfuerzos para resistirla: de modo que se presentan
por este acto, todos los pueblos en un cuerpo de república dispuesto a
conservar y sostener uniformemente y en un mismo sentido todos los derechos
comunes, y hacer valer la fuerza de todos en favor de cada uno en particular,
sin aislamiento ni rivalidad, sin los peligros de las reuniones. Lo que haya de
hacerse después, lo indicará el tiempo, la marcha de los suces os y la posición
que vayan tomando los pueblos por su buena organización y verdadero
patriotismo”.
….………………… Juan Manuel de Rosas. (16).
La declaraciones solemnes de cada provincia –comenta Irazusta de la
citada carta de Rosas -, para acceder al pacto, si n quitarle ni agregarle nada,
que aconsejaba como destinadas a poner la piedra sillar de la federación, eran
la base de su política. Y Quiroga se las conseguiría en todas las provincias
donde influyera, que eran ya muchas y a poco serían más. (17).
Durante la gestión gubernativa interina de don Mateo Gómez, en los
últimos meses de 1831, la Sala de Representantes preocupada por los
vaivenes políticos y dificultades que se advierten en la vida del estado local, y
de acuerdo con la adhesión expresa al Pacto Fe deral formulada por el gobierno
de San Luis el 30 de abril de ese año, comisiona a un conjunto de personas
representativas de la ciudad el estudio y preparación de una norma o Carta
fundamental local, de rango institucional, que posibilite la organización política
estable la consolidación de los órganos del Estado y la organización de los
poderes políticos o de gobierno. San Luis ensayaba así la integración de una
primera convención constituyente, aún cuando no resistió tal carácter , que
permitiera la sanción de una norma institucional fundamental para la definición
de su vida política.
IV – EL “REGLAMENTO PROVISORIO” DE 1832
La Sala de Representantes de San Luis sancionó el 7 de enero de 1832
la primera Constitución provincial denominada “REGLAMENTO PR OVISORIO”
para el régimen de gobierno de la provincia de San Luis, formado por el
Congreso de sus diputados representantes, en la ciudad de Sa n Luis, el 7 de
enero de 1832”.
Nació esa ley fundamental con el objeto de organizar el Estado, dotarlo
de instituciones fundamentales, ordenar los poderes públicos “por el cual deba
regirse la provincia, bajo la forma de gobierno federal que ha acordado, entre
tanto se congregue la Nación, quien señalará la forma de gobierno bajo el cual
y las leyes que dictaré deber á regirse. A fin de evitar por lo pronto, el
escandaloso desorden a que nos han conducido las convulsiones políticas”,
como se expresa en su introducción.
La oportunidad y conveniencia del Reglamento Provisorio está
expresada en su propio texto y en la nec esidad evidente, como hemos
señalado, de dotar al medio puntano en crecimiento, de una norma ordenadora
de la vida política. A casi dieciséis años de la declara ción de la independencia
de la República y a doce de la autonomía provincial, San Luis emerge co n
criterio propio y voluntad soberana. Los hombres más representativos están
entre los integrantes del congreso de sus “diputados representantes”, a saber:
Juan Lamas; los frailes dominicos Francisco Gayoso, Baltasar Ponce de León y
Benito Lucio Lucero; Jo sé Leandro Cortés; Tomás Barroso ; Pablo Lucero;
Isidro Capdevila; Pío Solano Jofré y Pedro Herrera, entre otros.
Al respecto, señala Víctor Saá:
“Juan Lamas, que se destaca en el período del gobernador Calderón; los
tres dominicos: Gayoso, que posiblement e no era puntano; Ponce de León,
sanjuanino y Lucio Lucero, puntano que presidio la constituyente, sin duda
alguna tienen que haber dirigido y puesto el sello al texto, que tuvo carácter de
“Reglamento Provisional”, y que comienza en su cap.1º, art. 1º expresando
categóricamente la fé común”. (18).
Y acerca de la influencia de alguna personalidad decisiva y destacada,
agrega el historiador e investigador puntano:
“Sin duda, pueden haber tenido el asesoramiento de don José Santos
Ortiz, que por esos días en Mendoza, era de gran predicamento jurídico como
ministro del gobernador Molina y, desde luego, de Quiroga”. (19)
La seguridad de la provincia era el tema central desencadenado a raíz
de la presencia y acción bélica del general Paz en las provincias del i nterior. A
fin de conjurar la situación harto difícil del país, se reunieron en Santa Fe el 10
de julio de 1830, los diputados Domingo Cullen, José María Rojas y Patrón y
Antonio Crespo, por Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, respectivamente, a
fin de considerar la situación política de la región litoral y consecuentemente del
país todo. La importancia de las deliberaciones concluyó en la suscripción del
Tratado Federal, el 4 de enero de 1831, pacto que mayor repercusión ha tenido
en nuestra historia inst itucional, conocido también por los nombres de Pacto
Federal o Pacto Fundamental. Sus consideraciones preliminares terminan
diciendo “que la mayor parte de los pueblos de la República han proclamado
del modo más libre y espontáneo, la forma de gobierno federal”. (20)
Cuando San Luis dicta su Reglamento Provisorio en 1832, ya había
adherido el 30 de abril del año anterior , al criterio prevaleciente de federarse
con las provincias litorales y arreglar la administración del país por medio de un
CONGRESO GENERAL FEDERATIVO, ratificando más tarde el 12 de julio de
1832, en igual sentido. (21)
El Reglamento Provisorio de 1832 es un cuerpo normativo simple o
elemental, integrado por una Declaración Preliminar y tres capítulos. El primero
titulado Religión, integrad o por dos artículos el segundo titulado Cámara
Legislativa, contiene tres artículos. El tercero, titulado Poder Ejecutivo,
integrado por treinta y tres artículos. Contiene finalmente una aclaración
llamada Nota, suscripta presumi blemente por los redactores , a saber: fray
Benito Lucio Lucero, fray Baltazar Ponce de León, fray Francisco Gayoso;
Pablo Lucero, Leandro Cortés y Cornelio Lucero. Además, un párrafo final,
explicativo de la labor de la Comisión Redactora y de alguna de las
disposiciones del texto.
Firman el Reglamento Provisorio los representantes del pueblo de la
provincia: Tomás Barroso, Juan Vílchez, Juan Anselmo Garro, Pascual Bailón
Pereira, Lorenzo Andrada, Rufino Calderón, José M aría Funes, Estanislao
Vargas, Gumersindo Pérez, Hilarión Mirand a, Félix Rodríguez de Romero, Juan
Manuel Atencio, Isidro Ca pdevila, Eugenio Panelo, José León Gallardo, José
Fernández, Pedro José Aravena, Martín Peralta, Francisco Javier Bustos,
Ignacio Suárez, Pedro Celestino Alfonso, Bernabé Valenzuela, Juan Esteban
Funes, José Hilarión Sepúlveda, Andrés Alfonso, Pedro Herrara, José Olalla
Cabral, Juan Pereira, Rufino Flores, Pedro Jacinto García, Rafael Panelo,
Laureano Alfonso, Pedro Nolasco Pedernera. Presidente de la Asamblea: fray
Benito Lucio Lucero; Secretario: Cornelio Lucero.
Componen el texto, en total, treinta y ocho artículos. La Declaración
Preliminar sintetiza la idea central que ha impulsado la necesidad de dictar el
Reglamento Provisorio, con sentido estricto de Carta Fundamental o de
Constitución, si bien, en términos escuetos, algo pobres, pero que
fundamentalmente expresan la necesidad y el criterio de fundar una base para
la autoridad y la organización del gobierno local.
El capítulo primero, art, 1, dice: “En virtud que la provincia de San Luis
profesa la verdadera Religión Católica Apostólica Romana con exclusión de
cualquiera otra, toda persona de cualquier condición o clase que sea, que
atente contra ella por palabra o por obra será severamente castigada por las
autoridades eclesiásticas o polític as, y si fuese extraño de la provincia se
mandará salir de ella inmediatamente, para cuyo efecto se prestarán los
auxilios necesarios a las predichas autoridades”.
Como anota Saá, el Reglamento.
“Expresa categóricamente la FE común ” (22) del pueblo puntano. Adopta
en tal sentido el firme criterio tradicional de la estirpe y la creencia
prevaleciente en la sociedad argentina de entonces.
El capitulo segundo determina la organización del cuerpo representativo
o la Sala de Representantes.
“en la ciudad deberá haber una Sala que represente la provincia,
compuesta de siete individuos, lo demás probidad y adhesión al sistema
federal” (art. 1º) “Será de la inspección de éste resolver como soberana todos
los asuntos de grave momento que le pertenezcan” (art. 2º) .
Un rudimentario Poder Legislativo, integrado por los representantes
probos del medio y que sustenten la causa de la Nación, expresada en el
“sistema federal”.
Se combinan con acierto las ideas tradicionales acerca de la
representatividad y la probidad en el servicio público. Si tenemos en cuenta la
severa austeridad del medio provinciano y la crisis política y de autoridad en
ese momento, la fórmula contenida en los artículos del Reglamento Provisorio
expresan suficientemente las ideas que subyacen en la C onstitución puntana
que consideramos.
El capítulo tercero está consagrado a la organización del poder político
local, el clásico ejecutivo. El art. 1º establece la elección indirecta para
gobernador de la provincia “elegido por sus diputados representantes ”. Agrega
requisitos de nacimiento o residencia y ser propietario (intereses en el medio
local).
Art. 2º: credo político, “adhesión a la causa federal” y no ser deudor del fisco.
Art. 3º: Duración de dos años, sin reelección.
Art. 4º: lazo y forma de elección.
Art. 5º: obligaciones para el electo.
Art. 6º: renumeración del gobernador y ministro.
Art. 7º: trámite de residencia para el gobernador saliente.
Art. 8º: obligaciones que requieren acuerdo de la Sala de Representantes.
Art. 9º: fuerza de seguridad local.
Art. 10: sanción grave para la insurrección o atentado revolucionario.
Art. 11: nombramiento de funcionarios subalternos.
Art. 12: el ramo de Propios.
Art. 13: nombramiento de jueces y defensores.
Art. 14: elección para los nombramientos de jueces por la Sala de
Representantes.
Art. 15: ejercicio temporario de la función policial.
Art. 16: se encarga al gobierno proveer lo necesario para la enseñanza
elemental.
Art. 17: renumeración de los maestros.
Art. 18: previsión para el supuesto de falta de m aestros.
Art. 19: condiciones de vigilancia para la actividad del magisterio.
Art. 20: medios de contribuciones para la garantía de las personas.
Art. 21: vigilancia y control de los animales mostrencos.
Art. 22: se confiere rango institucional al empadronamiento y censo de
propietarios, para la participación en la defensa de la ciudad contra los
indios.
Art. 23: la Sala de Representantes se reserva el derecho de obrar para el caso
de futuras invasiones de indios.
Art. 24: forma en que se debe participar en la dotación de animales para la
seguridad pública.
Art. 25: participación para los propietarios de otros bienes.
Art. 26: forma en que se acredita la participación de bienes para la seguridad
pública.
Art. 27: control gubernamental de las participaciones para la seguridad pública
Art. 28: derechos y garantías para las personas y bienes. Comisión de
residencia.
Art. 29: garantía del debido proceso para los casos de sanciones graves
(fusilamiento y confinamiento).
Art. 30: sanciones graves para el delito d e robo y ejercicio de la función
jurisdiccional.
Art. 31: Prohibición de sacar ganado hembra de la provincia; tráfico del ganado
macho.
Art. 32: la vigilancia de la provincia queda a cargo de un comandante general.
Art. 33: exclusión del servicio militar a los propietarios y capataces; salvo en
época de invasión de indios.
En la NOTA final, se deja constancia que los miembros sacerdotes de la
comisión redactora del Reglamento Provisorio, no participaron cuando se trató
el art. 10 del cap. 3º (pena grave c ontra la insurrección y el atentado
revolucionario). En lo concerniente al art. 2º del cap. 1º (devolución de diezmos
a la iglesia), se acordó la devolución a partir del año 1833; los de ese año
quedarían para el Estado para sumarlos a los urgentes auxilio s de la defensa
contra la indiada bárbara.
V – INTITUCIONES – DERECHOS – OBLIGACIONES
ORGANIZACIÓN DE LOS PODERES
ORGANIZACIÓN DEL ESTADO, etc.
a) Rudimentariamente se prevee la garantía de los derechos individuales
(“serán plenamente respetados los c iudadanos y sus intereses”) (cap. 3º,
art. 28).
b) El estado protege y asegura la vida, libertad y seguridad de los ciudadanos
(“siendo uno de los deberes de la provincia proteger y asegurar , del modo
que previenen la leyes, la vida, la reputación, libertad, seguridad, propiedad
de cada uno…”) (cap.3º, art. 20).
c) En plena anarquía política, se garantiza la vida de sus habitantes. (“no se
`podrá en la provincia fusilar ni confinar a ningún reo sin previo proceso y
sentencia legal” (cap. 3º, art.29).
d) El pueblo de la provincia se expresa por sus representantes. (“ en la ciudad
deberá haber una Sala que represente la provincia, compuesta de siete
individuos de los de más probidad y adhesión al sistema federal…”) (cap.2º,
art.1º).
e) El pueblo por intermedio de sus repre sentantes es soberano y dispone la
resolución de todos los problemas públicos. (“será de la inspección de ésta
resolver, como soberana, todos lo asuntos de grave momento…”) (cap.2º,
art. 2º).
f) Los representantes del pueblo eligen el gobierno y nombra el gob ernador.
(“el supremo gobierno de la provincia, deberá asimismo ser elegido por sus
diputados representantes”) (cap.3º, art. 1º).
g) El gobernador, dada la emergencia nacional, debe identificarse con la causa
nacional y no ser deudor del Estado. (“deberá ser persona que tenga
adhesión a la causa federal adoptada por la provincia y que no sea
deudor...”) (cap. 3º, art 2º).
h) La Sala de Representantes nombra los jueces y funcionarios judiciales.
(“cuando se nombrasen los jueces ordinarios se nombrarán igualmente l os
defensores de pobres y de menores”) (cap.3º, art. 13 y 14).
Como el Reglamento Provisorio fue también la primera ley orgánica del
momento, dispuso en su articulado, medidas básicas concernientes a otras
áreas de la vida administrativa de la provincia. En efecto y en ese orden reviste
una importancia extraordinaria las normas acerca de la enseñanza elemental y
la organización a tales efectos (las primeras de derecho positivo en el orden
provincial), que indican y muestran la noble preocupación del gobie rno de
entonces -desbordado por los conflictos y la anarquía -, por mejorar la cultura
del medio y dotar al pueblo de beneficios reales y bienestar cultural.
Así, en tal sentido, ya a doce años de la azarosa vida provincial, con
rango legislativo se dispone que
“El Poder Ejecutivo deberá, a la posible brevedad establecer una
escuela de primeras letras para la juventud…” (cap. 3º, art. 16).
Y asimismo se dispone que se integre una comisión de los mejores
ciudadanos, para que controle la escuela y disponga de lo necesario, de los
requerimientos de la juventud, morales y humanos para hacerlo saber a las
autoridades y disponer lo pertinente.
“Será del cargo del Gobierno Ejecutivo nombrar una comisión de tres
individuos de probidad e inteligencia, cada cuatro mese s, que revise la escuela
y se imponga de los adelantamientos de la juventud, así en lo moral de su
doctrina como en lo literal…” (cap. 3º, art 19).
Esa noble inquietud por formatear la enseñanza y extender sus
beneficios a lo largo de la joven provincia, precisamente en esos años durante
la vigencia del Reglamento Provisional de 1832, ha sido claramente estudiado
y documentado – y muy poco difundido-, por el investigador puntano Víctor
Saá, quien afirma:
“La escuela de primeras letras de la ciudad de San L uis funcionó con
bastante regularidad durante el transcurso del tremendo año 1833. Don Rafael
Antonio Diez fue su preceptor; hombre de buena pluma y de la entera
confianza del gobernador Calderón.
Comenzó el año con una asignación de 20 pesos mensuales y l o
término cobrando 28, en circunstancias en que los sueldos del presupuesto
militar fueron rebajados, a punto tal que el comandante del contingente puntano
percibía 25 pesos mensuales a fin de año, habiendo comenzado con 48
Cobraba con toda regularidad, y alguna vez se le anticiparon dos meses
de sueldo, y se le suministraba carne de l Estado, a más de que se podía dar el
lujo de comprar papel para los niños pobres.
No carecía de útiles ni de libros y contaba con la colaboración de un
portero al que se le abonaba 3 pesos mensuales. Tentado estoy de señalar el
valor actualísimo del apuntamiento. Precisamente en 1833 se refaccionó el
local escolar (Archivo Histórico y Gráfico de San Luis -Carpeta Nº 54, expte. 1;
carpeta 55 expte. 5; carpeta 56, -expte. 17, 18, 19, 20 y 21.)
Pero no fue esa la única escuela que funcionó en el ámbito provincial.
Es cierto que los “espíritus fuertes”, los “iluminados”, los “progresistas” de antes
y después de 1810, habían dejado a San Luis sin la escuela de lo jesu ítas y de
los dominicanos.
Sin embargo, en abril de 1833, don Juan Alberto Montiveros, desde
Quines, pedía cartillas para la escuela de primeras letras, advirtiendo que él las
pagará (Archivo, Carpeta 58, expte. 11).
Asimismo, desde Piedras Blancas, don Juan José Vidal, co n fecha 26 de
marzo, escribe a Calderón, y en la carta hace atinadas observaciones críticas
con respecto al maestro de la localidad, solicitando se lo reemplace por otro
sujeto capaz de realizar la tarea docente debidamente (Archivo, Carpeta 58,
expte. 26).
El mismo modo, el 1 de abril, el Juez de Paz de Cortaderas, don José
Luciano Ponce, no sabría decir si como pueblo o como gobierno, se dirige a
Calderón solicitando la instalación de “escuela de letras menores”, ya que el
maestro lo tiene en su casa. (Ar chivo, Carpeta 59, expte. 7)
Y todo esto, que por lo visto “pasó del papel”, en plena y desesperada
lucha con los ranqueles, sin más tiempo que el indispensable para discurrir el
modo más aparente que permitiera al pueblo puntano sobrevivir como sociedad
civilizada y culta” (23).
Años más tarde, ha señalado y documentado el historiador Víctor Saá, el
gobernador Pablo Lucero, en la década de 1840, crea otra
“aula de gramática, cuyo primer director fue Mauricio Herrera… Durante
este periodo se fundó la Escue la de Latinidad, que fue continuación del aula de
gramática. Los libros para esta escuela llegaron en 1845. Fue director de la
misma fray Luis Joaquín Tula, ilustrado fraile catamarqueño. En esa misma
época, había dos escuelas particulares en la ciudad de San Luis, dirigidas, una
por el señor Rey y Ramos y su esposa la señora Carmen Lucio Lucero, y la
otra, de señoritas, por la señora Paula Domínguez de Bazán”. (24).
VI – JUICIO CRITICO
El Reglamento Provisorio de 1832, considerado como una de las
constituciones federales anteriores a la organización nacional, fue la primera
ley orgánica también que se dictara en San Luis después de su declaración de
autonomía en 1820.
A sólo doce años de vida autónoma, en plena anarquía y luchas
civiles, el esfuerzo del gobierno provisorio por dotar al pequeño medio
provinciano de una norma de carácter general, con rango institucional, significó
una considerable iniciación y un avance político indudable, de tal modo que
coordinó la vida local, permanentemente azotada p or las insistentes
arremetidas de los indios.
La defensa de la población escasa –antiguo y grave problema
provincial-, hasta entonces exclusivamente a costa de los pobladores y del
gobierno provincial, tomará como consecuencia de una acción oficial
respaldada en el Reglamento Provisorio y las disposiciones de auxilio y la
colaboración interprovincial emergentes del Pacto Federal del 4 de enero de
1831, otro carácter y mayor énfasis, como lo concretará el gobernador
Calderón durante su gobierno.
El Plan de Defensa presentado al gobierno puntano por el
Comandante José Gregorio Calderón tend ía a aunar la participación de las
fuerzas locales con las que proveería el gobernador de Buenos Aires Juan
Manuel de Rosas, conforme a los acuerdos suscriptos y también el apoyo
desde Mendoza del ex gobernador José Santos Ortíz.
Ante la perspectiva de nuevas y asoladas invasiones, expresa Víctor
Saá
“los gobiernos de Mendoza, San Juan y San Luis, por especial
gestión de don José Santos Ortíz, el 12 de diciembre de 1832 se
comprometieron formalmente a llevar la guerra a los ranqueles, ofreciendo la
dirección de esta campaña al general Juan Facundo Quiroga. Este plan de
acción debió, empero, ceder su lugar al de Rosas, que en lo que respecta a
San Luis, cuyas fuerzas –Dragones de la Unión-, formaban parte de la División
del Centro mandada por el Coronel José Ruíz Huidobro, después del victorioso
combate de Las Acollaradas (16 de marzo de 1833), término su realización al
sur de Leubucó. El 25 de diciembre de 1833 y de acuerdo con las disposiciones
del Reglamento Provisorio del 7 de enero de 1832, fue nombrado gobernador
el Comandante don José Gregorio Calderón”. (25)
El Reglamento Provisorio dispuso también en su cap.1º, art.2º, que
“en razón de pertenecer los diezmos de la prov incia exclusivamente
a ella, se resolverán a la Iglesia para que se les dé el destino que siempre han
tenido”.
Revertía así la disposición que desde la época de Rivadavia y su
reforma (1823) había quitado a la Iglesia los diezmos, confiriéndolos al
gobierno civil. (26) La vieja legislación indiana encontrada así su justificación
que duraría unos años más, hasta la definitiva organización nacional en 1853.
Los diezmos del año 1832 quedarían para el Estado provincial, a tenor del
segundo párrafo de la Nota f inal citada, comenzando por ello su nueva
aplicación a partir del año 1833.
La literatura unitaria, centralista y liberal, desbordada por la ideología
y por el espíritu faccioso que caracteriza a toda la historia del período federal
que va desde 1829 a 185 2, ha negado el desarrollo y la evolución de la vida
provinciana, ignorando el esfuerzo colectivo y el sentido patriótico de la acción
política y militar de la época. Juan P. Ramos en su agudo y erudito estudio “El
Derecho Público de las Provincias Argenti nas”, está plagado de preconceptos,
definiéndose en una postura subjetiva centralista que lo arrastra a embarcarse
en defensa del unitarismo a ultranza, sin comprender siquiera en muchos
aspectos las característicos de l espíritu hispánico que generar a lo criollo, con
su singularidad notable.
Refiriéndose a los caudillos y a las primeras disposiciones legales
dictadas en las provincias, expresa:
“sus palabras, sus proclamas, sus mensajes, sus constituciones, son
elementos insuperables para bosque jar su tosca y montaraz psicología, pero
no para escribir un libro de historia prescindiendo de la historia propiamente
dicha. Esas frases, citadas corrientemente en abono de la buena fe de algunos
caudillos, no pueden ni deben fundamentar, sin embargo, ninguna valede ra
apreciación de carácter histórico o constitucional”. (27)
Esa mentalidad imbuída de constitucionalismo a la europea, estilo
siglo XX, incapaz de comprender en profundidad la difícil evolución de nuestra
sociedad de origen, con sus características propi as y singulares, lo lleva a
expresar:
“Una constitución, para no ser una obra edificada en el vacío, tiene
necesariamente que revestir uno de estos dos caracteres: o es un cuerpo de
leyes y doctrina nacido de las entrañas mismas del grupo humano que está
llamado a regir; o es una constitución civilizadora, dando a este vocablo la
exacta acepción con que a definido a la nacional de 1853 el Dr. Rodolfo
Rivarola. Los estatutos de las provincias argentinas, en la época que estoy
estudiando, no podían de manera alguna pertenecer al primer tipo. Las
modalidades propias de nuestra nación; la falta de una cultura media general
suficientemente extendida por ciudades y campañas como para merecer tener
un adecuado instrumento de gobierno de verdadera y posible aplicaci ón
práctica; la absoluta carencia de hábitos de propia dirección; la inmensidad del
territorio a regir en proporción con lo diminuto del grupo humano que
sustentaba; el corto número de hombres poseedores de una ilustración y de
una educación política capac es de orientar normalmente los destinos de
aquella nueva nacionalidad, lo que presuponía la imposibilidad material de
organizar varios gobiernos locales completos; la dificultad de hacer entrar de
golpe y de una sola vez a poblaciones de civilización demas iado primitiva en el
molde de instituciones que exigen de antemano una evolución social que haya
llegado a revestir caracter es bien definidos y equilibrados; todo eso y algo más
que omito, hacía imposible la existencia de constituciones que respondían al
tipo de las norteamericanas de los estados. Los estatutos que podían sancionar
entonces las provincias argentinas, si querían de verdad adaptarlos a las
exigencias, modalidades y necesidades del medio ambiente, debían ser
instrumentos rudimentarios de gobie rno, simple cuerpo de disposiciones
reglamentarias, destinados a regir relaciones administrativas entre los
diferentes rodajes del estado entre sí y entre los individuos y los poderes
públicos constituidos, nada más.”(28)
Pues bien, el Reglamento Provisor io de 1832 fue precisamente eso,
una ley nacida de las entrañas mismas del grupo humano, destinada a regir la
vida orgánica de un pueblo sencillo en formación, asolado por los indios y con
muy escasos recursos, para resolver de esa forma los diversos y dif íciles
problemas concretos que afrontaba en el diario vivir. Ni fue “cuerpo de doctrina”
ni pretendía ser “constitución civilizadora”, como ambicionaron los liberales del
19 o 26, pero como norma provisora que era, resolvió los problemas creados,
impuso orden en la provincia, organizó la acción de gobierno y la vida
administrativa, en síntesis, dio sentido a la vida pública, cimentando el Estado
provincial y el respeto a la autoridad.
Zorraquín Becú ha estudiado y analizado con acierto y penetración
el juego sutil de las ideas y los intereses concretos de nuestra política
originaria, que sustentara las expresiones de nuestro federalismo. Así
manifiesta:
“la oposición de los liberales a las formulas políticas que los
centralistas pretendían imponer no deriva da, como se ha visto, de
concepciones opuestas, sino del criterio dominante acerca de las necesidades
y del estado del país. La imposibilidad de constituirlo en aquellos tiempos,
conciliando los apetitos regionales y las aspiraciones diversas de cada facci ón,
era un hecho que no escapaba a la visión realista de quienes tenían la
dirección de los negocios públicos. Y surgía así, en las declaraciones políticas
y en los hechos, la creencia de que er a requisito previo indispensable organizar
adecuadamente cada grupo, para preparar la base de la futura organización
general. De tal modo, esporádicamente, influenciados tanto por las teorías
políticas de los liberales cuanto por la aspiración universal de dar formas y
límites al ejercicio del poder, fueron dictándos e en la mayoría de las provincias,
constituciones y leyes cuyo fracaso permitía calificar de estéril el nuevo
criterio…
Estas declaraciones de independencia, con las correspondientes
manifestaciones relativas a la soberanía y libertad de cada provincia, no
respondían, aunque el vocabulario no se adecuara al pensamiento, a un
propósito de desunión, sino al de formar ulteriormente parte del estado federal
que en los hechos quedaba reconocido, y que sólo faltaba organizar. Cada una
des provincias fue proclaman do a su tiempo esta condición, adelantándose a lo
que debía resolver el congreso a convocarse. Y es que, conforme a la doctrina
en boga, cada provincia, al desligarse de las jerarquías, políticas existentes,
había adquirido el derecho de disponer con enter a independencia de su propio
destino: resabio doctrinario que los federales –siempre escasos de principios había extraído del ideario de la revolución. La soberanía de los pueblos así
proclamada permitía a cada uno de estos integrar voluntariamente el est ado
que había de constituirse, concurriendo a su formación con iguales derechos.”
(29)
VII – CARÁCTER DEL REGLAMENTO PROVISORIO DE 1832
El Reglamento Provisorio importó para San Luis una constitución en
sentido pleno. Como hemos examinado, con todas l as características de una
norma rígida, imperfecta, llamada a llenar las fundamentales necesidades de
un periódico difícil y anárquico. Función que cumplió de manera satisfactoria,
encauzando la organización incipiente del estado sanluiseño. Carente por
completo de finalidad doctrinaria, su objetivo fue ordenar y poner en marcha,
con los medios con que se contaba entonces, un modo de organización acorde
con el criterio de la época, a fin de permitir la evolución de la sociedad política
de entonces, sobre la base de la idea federal.
Rigió como norma fundamental de la provincia, por espacio de
veintitrés años, desde 1832 a 1855, en que el gobernador Pablo Lucero, último
de la época de Rosas y primero de la de Urquiza, convocara a la Legislatura
puntana para elegir su reemplazante legal, de acuerdo con las expresas
disposiciones del Reglamento Provisorio para el régimen y gobierno de la
provincia de San Luis de 1832. (30)
El valor jurídico del Reglamento Provisorio es indudable. Su carácter
normativo fundamental emerge de la organización de los poderes (legislativo y
ejecutivo, solamente), y de la instauración de un gobierno estable, las dos
cuestiones urgentes de la sociedad anarquizada de entonces. Consagró pues
de esa manera la legitimación de la autoridad gub ernamental, objeto clave de
toda constitución.
La Convención Constituyente que en 1855 sancionó la Constitución
de la Provincia de San Luis había iniciado sus actividades el 6 de noviembre de
1854 y sesionó hasta el 18 de abril de 1855, día en que fuera co nformada y
finalmente fue aprobada por el Congreso de la Confederación Argentina
reunido en Paraná, en la sesión del 29 de agosto de 1855, aprobada luego por
Ley Nro. 39, que fue promulgada por Decreto del 6 de octubre de 1855, que la
tuvo por ley fundamental de la provincia. Fue solemnemente jurada en San
Luis, en presencia del gobernador Justo Daract el 20 de noviembre de 1855.
(31).
La no inclusión en el Reglamento Provisorio de 1832 de normas o
disposiciones expresas acerca del Poder Judicial, a la mane ra de las
constituciones posteriores a la organización nacional, desató muchos años más
tarde críticas severas, sin que se advirtiera por cierto por los enjuiciadores las
razones fundamentales sobre el momento histórico en que fue dictado y las
circunstancias particulares de la vida provincial, a que hemos aludido
precedentemente. Gilberto Sosa Loyola en su obra “La Tradición Jurídica de
San Luis” escrita desde una perceptiva liberal a ultranza, con manifiesto
sectarismo para interpretar nuestro pasado hisp ánico y la Confederación
Argentina hasta 1852, despotrica contra el Reglamento Provisorio, llamándolo
“tosco y casi bárbaro estatuto constitucional de1832” (32)
Por su parte, Reynaldo A. Pastor lo llama
“tosco ensayo constitucional y primer esfuerzo hacia la organización
rudimentaria de los poderes del Estado, en una época en que el vendaval de
las pasiones y enconos desatados impulsaba las naves de los gobiernos
locales”. (33)
Años más tarde, en otro estudio, también expresa:
“… en algunos aspectos fue c onfuso y contradictorio y en otros tuvo
la suficiente claridad y precisión para ser interpretado honradamente.
Sus autores acaso tuvieron la noble intención de provocar una sana
reacción en las prácticas del gobierno y si esto sólo ocurrió a medias, se deb ió
más a los defectos de los hombres y a las dificultades del medio ambiente que
a las notables deficiencias de su concepción lucubraba entre quehaceres
impostergables y tremendas desavenencias”. (34)
Ramos, siguiendo el criterio que ya hemos destacado y en una
perspectiva más bien de orden general que particular o local, expresa:
“Es el más pobre de los textos constitucionales argentinos
sancionados por las provincias haciendo digna pareja con el Estatuto de 1839
del general Estanislao López”. (35)
La crítica ha hecho hincapié generalmente en la ausencia de
principios en las disposiciones del Reglamento Provisorio. El tema es por cierto
de vieja data en la historiografía argentina. Si los principios e ideas
fundamentales no exaltan la libertad “liberal”, tan cara a la ideología unitaria o
del sector prevaleciente en la política nacional posterior a Caseros, la norma
cae fulminada por el marginamiento, imputándosele la negación o
desconocimiento de las llamadas libertades fundamentales. El Reglamento
Provisorio de 1832 fue alcanzada por ese concepto pobre y faccioso y se negó
y finalmente olvidó.
Trató tan solo de resolver, como una norma temporal de rango
institucional, la concreta situación del momento en que se exigió su dictado,
para solucionar con sus p revisiones una situación histórica dada. Sirvió de tal
modo, realmente, para consolidar la unidad política de la provincia de San Luis,
tan necesaria entonces, y evitar consiguientemente la lucha entre hermanos,
objetivo no siempre conseguido, para encamin ar la vida sanluiseña por la
senda de la seguridad, la libertad y el progreso general.
RODOLFO S. FOLLARI
Buenos Aires, agosto de 1981
NOTAS
1) Juan P. Ramos – El Derecho Público de las Provincias Argentinas – Buenos
Aires, 1914 – T.I. p. 68.
2) Justo Díaz de Vivar – Las luchas por el Federalismo. Buenos Aires, 1935.
p.38
3) Juan P. Ramos – ob. cit., p. 69.
4).Juan T. Battini Vidal – La forma de Estado y el punto de vista provinciano (a
propósito de Vélez Sarsfield, constituyente por San Luis). Sep arata de la
Revista del Instituto Historia del Derecho, Nro 23. Buenos Aires. 1972.
p.322.
5) Ibídem – p. 323 y nota 9.
6) Ibídem – p. 328. Don Calixto González no era puntano sino cordobés, como
lo ha destacado recientemente el Dr. Battini Vidal. Muy posi ble, amigo del
Dr. Vélez y persona de su entera confianza.
7) Asambleas Constituyentes Argentinas. T. III, p. 257.
8) Esta actitud, señala Battini Vidal, en la nota 24 de su importante estudio,
“basada en la pobreza , escasa población y atraso cultural e in stitucional de
algunas provincias…”. Después de todo había en ello bastante justificación
y acierto. Es posible que en la idea expresaba por González haya también
una referencia tácita a los ya comentados esfuerzos del gobernador Ortíz
para reunificar la antigua provincia de Cuyo, que se proponía, precisamente,
como solución para aquellos problemas ”.
9) Battini Vidal, ob. cit., p. 329; Asambleas Const ituyentes Argentinas – T. III,
p.1405.
10) Ibídem – p. 329.
11) José Luis Busaniche – Historia Argentina – Buenos Aires, 1969. p. 508.
12) Urbano J. Nuñez – Historia de San Luis. Buenos Aires, 1980 – Cap. XI, p.
281
13) Julio Irazusta – Vida Política de Juan Manuel de Rosas, a través de su
correspondencia. Buenos Aires, 1970 – T. II, cap. 16, p.7/8.
14) Julio Irazusta – ob. cit., p. 8/9.
15) Urbano J. Nuñez – ob. cit., p.286. El capitulo XI de la reciente Historia de
San Luis, que cubre precisamente el periodo que estudiamos, es uno de los
más trabajados y documentados, y refleja un buen criterio del investigador
amigo, fallecido el año pasado en San Luis.
16) Julio Irazusta – ob. cit., p. 41/42.
17) Ibídem.
18) Víctor Saá – en Carta al autor (Inédita), del 2/7/81.
19) Ibídem.
20) Jaime Gálvez – Rosas y el proceso constitucional. Buenos Aires 1961. p.
84.
21) Ibídem., p. 90 y 91.
22) Víctor Saá – ob. cit.
23) Víctor Saá. La Provincia de San Luis y el Ejército de Operaciones del
Centro en la Campaña de 1833 contra los indios. Trabajo presentado al
Primer Congreso de Historia de la Confederación Argentina, organizado por
la Fundación NUESTRA HISTORIA en 1974. (Inédito). En este erudito y
valioso estudio analiza el investigador puntano las difi cultades del gobierno
provinciano en manos del gobernador provisorio Mateo Gómez, primero, de
la Junta Gubernamental después, d urante el año 1833, la atención prestada
por el gobierno puntano a toda la actividad militar desplegada para la
campaña contra los indios, el agradecimiento e xpresado por la Junta local al
comandante José Gregorio Calderón, por su labor cumplida en benefic io de
la provincia, la extraordinaria y esforzada colaboración cumplida para reunir
fondos necesarios para afrontar el alistamiento y la campaña, las gestiones
con el Coronel José Ruíz Huidobro al frente del Ejército en Operaciones.
Finalmente, la Junta, con arreglo a las disposiciones del Reglamento
Provisorio de 1832, eligió el 25 de diciembre de 1832 gobernador de la
provincia al comandante vencedor don José Gregorio Calderón.
24) Víctor Saá – San Luis (1832 – 1862), en Historia de la Nación Argentina –
Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires, 1962. T.X. – Tercera Parte.
Sección Provincia de San Luis. Cap. II , p. 225.
25) Víctor Saá – ob. cit., págs. 221 y siguientes.
26) La reforma eclesi ástica de Rivadavia quitó a la I glesia la percepción y
destino de los diezmos, otorgándoselo al gobierno civil. En San Luis la
reforma se aplicó a partir de 1823, y debió ser resistida dado el espíritu
religioso del pueblo y la influencia incuestionablemente bienhechora de la
Iglesia, desde la fundación de la cuid ad. La disposición del Reglamento
Provisorio de 1832 modifica el criterio liberal introducido por Rivadavia diez
años antes, y restaura el derecho para la Ig lesia de percibir el diezmo,
conforme la legislación hispánica, vigente hasta esa fecha. Veánse al
respeto: El Obispo de August ópoli Fray José Hilarión De Etura y Zeballos,
de Fray Reginaldo de la Cruz Saldaña Retamar O.P. – Buenos Aires, 1937
– págs. 36/39 y 44/50; y la Política religiosa de Rivadavia – de Guillermo
Gallardo – Buenos Aires, 1962.
27) Juan P. Ramos – ob. cit., p. 76.
28) Ibídem – p. 79/80
29) Ricardo Zorraquín Becú – El Federalismo Argentino – Buenos Aires, 1939,
págs. 198/200.
30) Salvador M. Dana Montaño – Las primeras constituciones de las provincias
de Cuyo. Mendoza, 1938 – p. 81.
31) Ibídem.
32) Gilberto Sosa Loyola – La Tradición Jurídica de San Luis – Buenos Aires,
1944 – p.38.
33) Reynaldo A. Pastor – San Luis (1810-1832). En Historia de la Nación
Argentina – Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires, 1962. T.X –
Tercera Parte. Sección Provincia de San Luis. Cap. I.p.219.
34) Reynaldo A. Pastor – San Luis. Su gloriosa y callada gesta.
Buenos Aires, 1970, pág. 194.
35) Juan P. Ramos – ob. cit., p.107.
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