“¿A qué negar la evidente necesidad de la memoria?” afirma el personaje Elle en Hiroshima, mon amour. Comprender la obra de Duras obliga a integrar esa experiencia del exilio, el abandono definitivo de la tierra natal. El desarraigo suscita la necesidad de la escritura. Resurgen entonces largos fragmentos de ese pasado en Indochina. Marguerite Duras evoca su particular visión y experiencia: la de una infancia blanca, pero pobre, en un país colonizado. A diferencia de El Vice-cónsul, la novela El amante es totalmente ajena a la vida mundana y lujosa de los diplomáticos europeos. Al contrario, el personaje de la adolescente, al igual que la autora a la misma edad, se ve atrapado entre un entorno familiar de pobreza y violencia, y los estrictos códigos de la sociedad colonial. Los paisajes y ambientes dejan a su vez un profunda huella en la novela: la presencia constante del río Mekong; la sensualidad que nace del contacto con la naturaleza y el calor húmedo del Sur-Vietnam; las villas blancas del barrio francés de Sadec; Saigón, su colegio exclusivo para niñas europeas, sus barrios elegantes y, por contraste, el barrio chino de Cholen donde tienen lugar, en la vida y en la ficción literaria, los encuentros de la joven Marguerite y su primer amante.