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Jóvenes Rurales
Necesidad de una Política Pública para Jóvenes del Ambito
Rural.
Por Eduardo H. Fontenla (°)
“Estamos desperdiciando el potencial económico de una gran
parte de la población, en especial en países en desarrollo
que son los que menos se lo pueden permitir. Por eso los
países deben concentrarse en los jóvenes”.
Juan Somovia
Director General de la OIT
Un aspecto clave en la agenda de las políticas públicas en favor de un
desarrollo rural sostenible y con inclusión social, es el referido al estamento
joven vinculado al campo argentino, ya que hacen posible la igualdad de
oportunidades en una sociedad diversa.
Las Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de los veintidós países miembros
de la Comunidad Iberoamericana han manifestado, inspirados en la
importancia que reviste para el presente y futuro de nuestras sociedades, el
atender las necesidades de la juventud, como protagonista y beneficiario del
desarrollo y de políticas públicas, orientadas a garantizar los más elevados
niveles de equidad, justicia social, solidaridad, participación e inclusión en
nuestros pueblos.
Históricamente el estamento joven no fue parte de las políticas públicas de
Desarrollo Rural (DR) y pese al reconocimiento político, aún hoy no califica en
la agenda pública. Los pocos proyectos implementados fueron a partir de
conocimientos intuitivos.
Fue y es un sujeto pasivo con poca visibilidad y valoración política, sólo tenido
en cuenta como un componente estadístico más entre los grupos vulnerables.
La invisibilidad es uno de los aspectos más críticos de la exclusión social, ya
que a su vez contribuye a perpetuar la exclusión.
La juventud rural es invisible o ignorada muchas veces por los grandes
números del sector agropecuario, toneladas de productos o montos
exportables.
Por ello, nos interrogamos sobre qué futuro tienen lo jóvenes rurales y en qué
tienen que cambiar las políticas públicas para que en el medio rural los jóvenes
tengan futuro.
En la Argentina el tema jóvenes rurales fue y es parte de las agendas de las
entidades rurales, de las organizaciones no gubernamentales (ONGs), de las
escuelas e institutos de formación técnica agropecuaria. El Estado sólo
acompañó estas iniciativas y desarrolló acciones sostenidas en los períodos
democráticos, pero los resultados no fueron en todos los casos los esperados.
Generalmente los jóvenes han sido convocado en temas de relevancia
secundaria, para consultas, para festejos, campañas electorales políticaspartidarias y conmemoraciones sociales o aniversarios institucionales de las
organizaciones rurales.
A su vez el derecho de los derechos humanos, sociales, económicos y
culturales han llegado y llegan al campo en menor medida e intensidad que en
los ámbitos urbanos, que se corrobora con los escasos mecanismos de
participación en el sector rural. La participación de los jóvenes en la vida
institucional constituye una experiencia altamente significativa que acompaña y
promueve el desarrollo, en tanto sujetos de derecho y responsabilidad, es decir
en tanto ciudadanos.
La declaración universal de los derechos humanos debería ser universal, pero
vemos que es más urbana que rural.
Tampoco hay equilibrio urbano-rural en la conformación del Consejo Federal de
Juventud, creado por ley N° 26.227 para colaborar con el diseño
y
coordinación de políticas públicas de Juventud nuevas o existentes.
Según datos del Censo Nacional Agropecuario de 1991 la población rural, es
decir, la que vive en poblaciones de menos de 2000 habitantes y áreas
ubicadas a campo abierto (población rural dispersa), alcanzaba en el país al
12,81 % del total de habitantes. Una década después ese porcentaje bajó al
10,63%. En 2001, había 9 de millones de jóvenes de 15 a 29 años en todo el
territorio nacional, de los cuales sólo el 2,5% vivía en áreas rurales dispersas.
Si comparamos estos datos con los de América Latina la proporción es
sumamente baja, ya que en la región el número de jóvenes rurales alcanza a
35 millones de personas, representando un 30% de la población rural. De ello,
un 54 % corresponde a varones y un 46% a mujeres entre los 15 y 29 años.1
Ante el problema del despoblamiento el campo en Argentina cede un actor
estratégico, los jóvenes, dada su potencialidad productiva en favor del
desarrollo y el aporte que pueden ofrecer tanto a la innovación productiva,
como a la renovación generacional del medio rural.
Paralelamente cientos de pueblos del interior se estancan, retroceden e incluso
algunos están en vías de extinción y corren riesgo de convertirse en pueblos
fantasmas.
1
En América Latina y el Caribe hay 104 millones de jóvenes que enfrentan le siguiente panorama: 34%
sólo estudia; 33% sólo trabaja; 13% estudia y trabaja y 20% no estudia ni trabaja. Manimat Jean; Jóvenes
educados y sin empleo, Diario Clarín, 13 de marzo de 2010, pág. 45.
La población rural expulsada hacia los sectores urbanos en la década del ´80
se estima en 1,4 millones. No existe información actualizada sobre la magnitud
del éxodo rural durante el período de la vigencia del plan de convertibilidad.2
Se pueden adoptar distintas definiciones de jóvenes y los límites etáreos
superiores e inferiores varían según regiones y clases sociales, no obstante, a
los fines de este trabajo, nos referimos a la población en el tramo de edad
comprendido entre los 16-30 años.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), a las cual suscribe la Oficina
Internacional del Trabajo (OIT), contempla a la juventud como el grupo
poblacional entre los 15 y 24 años de edad. Se pueden discriminar dos
subgrupos 15 a 19 años (jóvenes adolescentes) y de 20 a 24 años(los jóvenes
adultos). Estos límites inferiores y superiores, obviamente no traducen la
realidad de muchas regiones rurales y exigen una redefinición.
Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
en conjunto con Organización Iberoamericana de la Juventud (CEPAL/OIJ),
afirma que todavía constituye una “tarea compleja, tanto en el mundo
académico como para los gobiernos, delimitar una categoría de juventud que
permita establecer cuáles son los límites de esta etapa de la vida y cómo
visibilizar sus particularidades socio históricas y necesidades”3. Tampoco es
suficiente la definición de diccionario que dice: “lapso comprendido entre la
adolescencia y la adultez”.
Cuando nos referimos a jóvenes rurales consideramos, en sus distintas
denominaciones, a los hijos de campesinos, de productores de la agricultura
familiar, de colonos, de chacareros, de contratistas rurales, a los jóvenes
propietarios de tierra o a los empleados rurales. También incluimos a
trabajadores, técnicos o profesionales de actividades no tradicionalmente
rurales-productivas, que viven en pueblos del interior.
Las políticas públicas orientadas a los jóvenes rurales, por definición, deben
trascender las acciones de los gobiernos y convertirse en una política pública
de Estado. A su vez requieren acciones interdisciplinarias específicas que
atiendan su problemática, con metodologías nuevas y que excedan el ámbito
sectorial agropecuario.
Desde nuestro enfoque, las políticas públicas son proyectos y actividades que
un Estado diseña y gestiona a través de un gobierno y una administración a los
fines de satisfacer necesidades de una sociedad.
En lo específico las juventudes rurales constituyen un sujeto múltiple,
heterogéneo, altamente complejo y contradictorio, con recursos, dinamismo y
potencialidades según las sociedades, las culturas, las particularidades de
2
Confederación Intercooperativa Agropecuaria Cooperativa Ltda. (CONINAGRO), Seminario de
Cooperativas Agropecuarias ´95. Buenos Aires, 12 y 13 de diciembre de 1995.
3
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Organización Iberoamericana
de la Juventud (OIJ), La Juventud en Iberoamérica, tendencias y urgencias. Santiago, Chile,
2004.
cada territorio, la dimensión predial, el sistema de tenencia de la tierra, la
tipología productiva, la posición social y el género. Tampoco es un sujeto ajeno
a los modelos promovidos por los adultos.
Por ende es un estamento con fuertes desigualdades y en razón de esta
diversidad las políticas públicas no deben referirse a una juventud rural sino a
las juventudes rurales argentinas.
Estamos convencidos que se deben decidir y ejecutar políticas públicas para
rejuvenecer el campo o el campo se quedará sin jóvenes, con el consiguiente
debilitamiento productivo y del tejido social en los pueblos del interior.
Una eje a tener en cuenta son los jóvenes rurales pertenecientes o vinculados
a la Agricultura Familiar (AF)4 y los hijos jóvenes de los trabajadores rurales
permanentes, temporarios o golondrinas, cuya estructura agraria y complejidad
socio-laboral-productiva requiere de una acción activa de los Estados que
iguale las oportunidades de acceso y les permita construir su vida digna en el
ámbito de la nueva ruralidad.
Es necesario reconocer y jerarquizar el carácter multifuncional de la AF, en lo
que se refiere a la producción de alimentos de alta calidad, autonomía y
seguridad alimentaria, al mantenimiento del equilibrio de los ecosistemas y
contribución al desarrollo sostenible con base local, a la generación y
mantenimiento de puestos de trabajo decentes que frenen la migración campociudad o éxodo rural.
En cuanto a la pobreza rural las evidencias indican que esta pobreza es
relativamente mayor a la pobreza urbana, un estudio5 especializado señala que
en las áreas rurales se concentran los mayores porcentajes de jóvenes pobres.
La pobreza en el campo se ve agravada por la insuficiente inversión y gasto
público a favor de las áreas rurales comparadas con las urbanas.
A su vez el grupo con mayor incidencia en la pobreza rural y menor acceso a
los servicios sociales es el de los asalariados agropecuarios y obreros rurales.
Los cambios económicos, sociales y tecnológicos ocurridos en Argentina, se
traducen en modificaciones abruptas en las condiciones de vida de los
productores agropecuarios y su grupo familiar, por lo tanto, es lógico que
sobrevengan más tarde o más temprano, transformaciones en los distintos
estamentos
poblacionales
del
campo
argentino,
que
impactan
significativamente en el arraigo, trabajo y destino de la población joven.
4
Agricultura Familiar es una forma de vida y una cuestión cultural, que tiene como principal objetivo la
reproducción social de la familia en condiciones dignas, donde la gestión de la unidad productiva y las
inversiones en ella realizadas son hechas por individuos que mantienen entre sí lazos de familia, la mayor
parte del trabajo es aportada por los miembros de la familia, la propiedad de los medios de producción
(aunque no siempre de la tierra) pertenece a la familia, y es en su interior que se realiza la transmisión de
valores, prácticas y experiencias” Foro Nacional de la Agricultura Familiar (FONAF), 2006.
5
Román Marcela E. Los jóvenes rurales en Argentina: elementos para una estrategia de desarrollo rural.
Secretaría de Agricultura, Ganadería Pesca y Alimentos (SAGPyA), Dirección de Desarrollo
Agropecuario (DDA), PROINDER. Serie Estudios e Investigaciones N° 4, Buenos Aires, 2002, (pág. 30).
Estos cambios se suceden a una gran velocidad y afectan en mayor grado al
estamento joven, que es empujado a migrar de forma incierta, desde el campo
a las zonas urbanas, sin posibilidades de optar, entre sus sueños continuar
como productor agropecuario con identidad cultural o habitante urbano de una
gran ciudad.
A esto se suma que los jóvenes hacen una lectura negativa de la vida rural y
no perciben la actividad que realizan sus padres y/o que realizaban sus
abuelos, como una oportunidad de desarrollo, de trabajo decente y de acceso
a una vida digna.
En el año 2001, menos de un tercio de los jóvenes rurales de 14 a 24 años (el
29%) se encontraba ocupado, el 15% estaba desocupado y el 57% era
inactivo, no significa que no hace nada, significa que no se encuentra
trabajando en una actividad remunerada, ni buscando trabajo remunerado. Es
decir, puedo encontrarse estudiando, realizando tareas domésticas o ayudando
en las distintas actividades de la AF.
Ante esta situación el camino que muchos eligen es el que se expresa en la
jerga corriente como “no queda otro camino”; “conviene arrendar e irse”; “que
otro trabaje la tierra”, paso previo a la venta, consiguiente transferencia y
concentración de las tierras en actores extra rurales urbanos. La desaparición
de productores familiares y las migraciones por falta de oportunidades impacta
en la extranjerización de tierras.
Por la debilidad del vínculo generacional adultos-jóvenes, las sucesiones
planificadas y ordenadas para asegurar el futuro en la AF y la continuidad de
las empresas rurales son muy pocas. No existe plan de transferencia que
permita a los agricultores "más adultos" retirarse decentemente y dar su lugar a
los jóvenes
Un problema nuclear se encuentra en la escasa comunicación entre los
miembros de la familia, cuando los padres encuentran dificultades para hablar
de los planes de continuidad y sucesión con sus hijos.
La antítesis a la continuidad de las empresas familiares fueron los programas
orientados a jóvenes denominado “E” y el “F” que incluía a mujeres también
jóvenes, ejecutado por el Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores
Agropecuarias (PROINDER), de la SAGPyA, con fondos del Banco Mundial
(BIRF), durante los años 2003/04. Entre los requisitos para la calificación y
financiamiento de los proyectos productivos presentados por los jóvenes, se
exigía que el mismo tuviera una actividad diferente a la que desarrollaba su
familia. Por el contrario se debe tender con los programas tanto a la
continuidad, mejora, aumento de escala y poder de negociación en el mercado,
como al agregado de valor de las empresas familiares.
Un impacto favorable de estos programas fue el acceso a la energía eléctrica
en los predios y a partir de ella, al mejoramiento de la calidad de vida, al uso
bombas eléctricas, sistemas de riego, etc.
La migración es el desplazamiento de personas, de jóvenes en caso que nos
ocupa, de un lugar a otro, a menudo de las zonas o pueblos rurales a las
ciudades.
La sobrecarga de estímulos, la exposición a valores y estilos de vida
alternativos inducidos por los medios de comunicación y por los emigrantes que
regresan de visita o por los trabajadores estacionales, son factores de
atracción para a aceptar propuestas de niveles de vida con menores carencias,
una mejor educación y con mayores ingresos en las grandes ciudades. Este
sueño e imaginario juvenil de progreso urbano, muy pocas veces se
corresponde con las expectativas y ofertas que reciben para dejar su territorio,
su entorno significante y sus relaciones sociales.
La migraciones rural-urbana y de pueblos a grandes ciudades serían
prácticamente nulas si la relación costo-beneficio esperada de vivir en
cualquiera de ellas es equivalente; habrá migraciones cuando el nivel de vida
esperado o imaginado en las ciudades es mejor que el esperado en el campo o
pueblos.
Esta situación impacta en mayor medida en la juventud, ya que es una
instancia de indecisiones y de búsquedas, más que de certezas. Es la etapa
donde las capacidades intelectuales están más alertas y son significantes las
preguntas qué hago, para qué y hacia dónde voy.
Con las migraciones de jóvenes se pierden algunas personas en las que más
se ha invertido. A este proceso a veces se lo conoce como la “fuga de
cerebros”.
Así encontramos hoy a las juventudes rurales en flujo migratorio constante por
los distintos eslabonamientos o estaciones en la ruta que tienen las
migraciones rural-urbana, que se inicia con la salida por necesidad o expulsión
del campo o chacra a los pueblos o ciudades cercanas, y luego continúa el
tránsito desde éstos a las ciudades capitales de provincia, para finalizar la
radicación en la región metropolitana de Buenos Aires.
Mayoritariamente en las migraciones internas. Córdoba, Rosario, el primer y el
segundo cordón del Gran Buenos Aires6 son los corredores migratorios y los
lugares de asentamiento de los jóvenes rurales que llegan situación de
pobreza y exclusión del interior, ya que una de las lógicas de la pobreza es
buscar los lugares de mayor densidad de población y la posible asistencia
política y de redes sociales asistencialistas. Este proceso lo podemos
denominar la conurbanización del territorio rural, que implica reciclar la cultura.
A estos jóvenes migrantes forzados y silenciosos les va muy mal en el mercado
laboral, ya que se insertan en trabajos informales o en changas en la gran
6
En la Argentina con casi 40 millones de habitantes, se calcula que un 33 % de población vive en el Gran
Buenos Aires y la Capital Federal, en tanto el resto de la provincia de Buenos Aires alberga a un 37 %
del total general.
ciudad o engañados e incorporados a los “circuitos de explotadores”, lo cual
configura un cuadro de suma precariedad.
En el Gran Buenos Aires, entre 1985 y 1999 la tasa de empleo de los jóvenes
pasa del 60% al 45 %. Otro dato importante es que entre los jóvenes el
porcentaje de trabajo en negro es mucho mayor que entre adultos. A modo
ilustrativo, la información elaborada por el equipo de empleo del Ceil-Piette del
Conicet muestra que, entre 1990 y 2000, el empleo en negro se incrementó en
un 15% entre los jóvenes de 14 a 19 años (más del 80% de los ocupados es
este grupo trabaja en condiciones de precariedad)7.
Se sabe que la tasa de desempleo de los jóvenes duplica la tasa general y
triplica la de los adultos. En la medida que se reducen los puestos de trabajo
disponibles están quedando fuera los jóvenes, luego los pobres y finalmente los
de menos educación.
A su vez el estamento joven es el más afectado por la violencia en sus
diferentes formas, ya sea como víctimas o como efectores.
Además, suelen ser discriminados por la procedencia geográfica, la
apariencia, el tipo de vestimenta, el lenguaje, el origen étnico y/o color de la
piel. Esta situación afecta en mayor medida a los jóvenes con menores niveles
de educación.
En los últimos años han aumentado las migraciones internacionales de jóvenes
rurales, es decir, estamos exportando jóvenes. Aquí, el desarraigo, la
incertidumbre y las tensiones familiares son mayores. Dado que ser inmigrante
es una marca a fuego o señal, que muy pocas veces se quita, siempre se es
una persona de afuera, que nunca se integra del todo.
Para frenar este proceso, la estrategia es brindar herramientas para que los y
las jóvenes puedan ser protagonistas en estos cambios en sus lugares de
origen, es decir, ser parte del arraigo voluntario con oportunidades y de la
movilidad social ascendente.
El precepto constitucional de que cada habitante de la Argentina debe tener
acceso a una vivienda digna, debe aplicarse dentro de las múltiples variables
para favorecer el arraigo rural. Los planes de hábitat deben permitir mejorar el
uso del espacio, reduciendo el riesgo y la vulnerabilidad que crean la
construcción de viviendas en zonas no aptas, como son las inundables y
ubicadas en laderas con riesgo.
Siendo la educación un factor causal del desarrollo sostenible, en materia de
educación formal preocupa tanto las brechas educativas y los déficits, como el
cierre y la concentración de las escuelas rurales.
7
Delfini M. y Spinosa M., Trabajo Argentino, cambios y continuidades en 25 años de democracia.
Universidad Nacional de General Sarmiento; Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2008, (pág. 27).
Según datos del Ministerio de Educación de la Nación, existen 12.000 escuelas
rurales, que significa el 14% de la matrícula primaria y el 8% del ciclo básico
de la educación secundaria.
Un 30% son escuelas rurales uni-docentes, es decir con menos de 20 alumnos,
y el 15% son bi-docentes.
La brecha educativa no es sólo en años de estudio, es también en calidad, los
jóvenes rurales desfavorecidos que deberían tener la mejor atención educativa
no la tienen.
Otro componente clave es revisar el equilibrio y el ajuste curricular que debe
existir entre la formación y el trabajo disponible en el medio rural. Se debe
recuperar la vieja alianza entre educación y trabajo en la enseñanza técnica
agropecuaria.
En el agro se observa que muchos jóvenes salen de la escuela por la
necesidad de trabajar.
Respecto a la educación no formal e informal es significativa la valoración que
los jóvenes rurales hacen de las competencias laborales-productivas
aprendidas en la modalidad extra-escolar.
Sin educación o con mala educación se crean las trampas de la pobreza rural y
de exclusión. No se logra empleabilidad decente y los jóvenes quedan en las
márgenes del mercado de trabajo o en las posibilidades de emprender.
Hoy se requiere formar a los jóvenes rurales en competencias emprendedoras
ya que no es lo mismo tener un oficio, conocer un trabajo o saber producir, que
tener capacidad empresarial. En el campo hay trabajo, trabajo diferente, pero
no hay empleo.
Por lo tano las competencias emprendedoras permiten mejorar las
posibilidades de éxito e identificar las nuevas oportunidades de negocios
tranqueras afuera, en particular en la prestación de servicios rurales y en el
agregado de valor a la producción primaria.
Paralelamente se necesita un acompañamiento durante el período de arranque
e instalación de las nuevas empresas, dado que es el tiempo de mayor
vulnerabilidad por la falta de experiencia o de escala. No obstante se debe
evitar el apalancamiento excesivo.
El acceso a los recursos y al financiamiento debe garantizarse con fondos de
garantías recíprocas o por la viabilidad de los proyectos a desarrollar y no con
la exigencia de garantías reales o convencionales, que obviamente los jóvenes
en su gran mayoría no pueden ofrecer.
La tasas deben ser promocionales o a valor producto, con repagos
acomodados a los ciclos de los productos agropecuarios.
Para alcanzar escala productiva, nivel tecnológico apropiado y poder de
negociación en el mercado, el cooperativismo y la organización de formas
asociativas se presentan como alternativas válidas, no siempre entendidas y
valorizadas. Las cooperativas muestran una clara orientación hacia los
mercados regionales/locales y brindan servicios familiares y a la producción
que las empresas de capitales o el sector público no pueden satisfacer o que
los proporcionan a un mayor precio y/o menor calidad.
El desafío es pensar la expansión de la empresarialidad asociativa joven y no
solamente el trabajo juvenil desde el ámbito del empleo dependiente.
El aumento de la empresarialidad agropecuaria, agroindustrial y
agroalimentario permitirá que muchos profesionales jóvenes oriundos de las
zonas rurales y de los pueblos del interior, que migraron para estudiar puedan
regresar con expectativas de trabajo a sus lugares de origen.
Para definir las agendas de trabajo con juventudes, debemos ser flexibles,
para ajustarnos al cambio y responder a necesidades concretas y actuales
especialmente de la AF. Por ello, es de importancia ejercitar nuevas formas de
construir la autoestima en la AF, considerando su cultura, sus visiones, las
historias, las costumbres y todo lo que es realizado en el sector rural como
generador de pertenencia e identidad. Siendo la pertenencia e identidad un
tema tanto del “ser” como del “llegar a ser”, que nos ayuda no sólo a responder
la pregunta “¿qué somos”?, sino también en “¿cómo llegar a ser?”.
Esta formula permitirá tener un sistema agropecuario, agroalimentario y
agroindustrial diversificado, sostenible, con productores dueños y trabajadores
de la tierra, con identidad cultural, con sueños, con ganas de ser y pertenecer.
Agenda de políticas públicas para juventudes rurales
Veintiséis propuestas:
1.- contribuir al reposicionamiento de la vida en el medio rural y la promoción
del trabajo u oficio de productor agropecuario;
2.- frenar y/o disminuir el proceso de migración forzada del campo a la ciudad
y el despoblamiento rural;
3.- atender las penosas situaciones de pobreza de la vida rural;
4.- favorecer el acceso a los recursos, atendiendo de manera particular el uso
y distribución de la “tierra”, reconociendo la función social y su estrecha
relación con la autonomía - soberanía alimentaria y territorial. Resolver los
problemas de titulación de tierras y construir un banco inmobiliario rural de
datos, actualizados por los Registros Provinciales de Inmuebles.
5.- Mejorar los niveles de conciencia pública sobre los problemas y cuidados
del suelo y del medio ambiente.
6.- mejorar la calidad de vida de los jóvenes en aspectos relacionados con la
participación en la economía, las expresiones culturales, la emancipación de
derechos, la educación en valores, la igualdad de género, la salud, la
recreación, el tiempo libre y el ocio;
7.- aumentar la empresarialidad joven en la diversificación productiva y en los
eslabones estratégicos de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales,
posibilitando llegar con sus productos los más cerca posible del consumidor
final, generando un desarrollo del territorio de base local, en el origen de la
producción primaria;
8.- estimular la organización de nuevas empresas asociativas y cooperativas
para fortalecer la capacidad de gestión y negociación en el mercado,
articulando acciones con el sector clásico o histórico de la economía social y
evitando los procesos de intermediación parasitarios y sin agregado de valor;
9.- proveer infraestructura y servicios competitivos para el sector productivo y
para mejorar la calidad de vida de la población dispersa en campo o que
habita en pequeños pueblos del interior del país;
10.- asistir financieramente en forma directa y oportuna agronómicamente en
las etapas iniciales a los proyectos productivos y de servicios, con repagos
acomodados a los ciclos de los productos.
11.- otorgar acceso prioritario a préstamos especiales de fomento y de estímulo
impositivo y arancelario;
12.- contribuir a reposicionar y jerarquizar la juventud vinculada a la AF en la
producción sostenible de alimentos y en los planes estratégicos de DR de la
SAGPyA;
13.- garantizar una participación porcentual mínima del estamento joven en los
programas de DR de los distintos gobiernos;
14.- mejorar el capital humano a través de oferta educativa formal y no formal
en el campo ajustada al trabajo disponible y potencial, con un programa de
becas de estudios que igualen las condiciones de acceso a los distintos niveles
de formación;
15.- cerrar la brecha de escolaridad entre la matrícula primaria y la secundaria.
16.- tomar el conocimiento como la base del DR para producir con más valor
agregado, equilibrando las demandas tecnológicas de la sociedad moderna con
la actual oferta de las escuelas agrotécnicas en sus distintas modalidades y las
universidades;
17.- promover planes de vivienda familiar y hábitat para el bienestar de las
parejas de jóvenes rurales;
18.- estimular la construcción de capital social o capital relacional, pasando los
límites de la familia o de la comunidad rural a la creación de puentes con otros
actores sociales y productivos bajo un enfoque de desarrollo territorial;
19.- reforzar la legitimidad de la institucionalidad y de los espacios de
participación en el sector rural de los jóvenes y la conexión intergeneracional,
favoreciendo su auto-organización y auto-representación, para lograr que sus
propuestas y demandas sean incluidas en las políticas públicas;
20.- incidir en la inserción e incorporación de los jóvenes en la sociedad civil de
sus comunidades locales y/o regionales;
21.- promover la cooperación y complementariedad entre el Estado y las
organizaciones juveniles rurales;
22.- promover una conciencia crítica para que la juventud se constituya en un
actor de incidencia en la realidad nacional;
23.- Fortalecer la participación activa y representativa en el Consejo Federal
de Juventud, constituido según ley N° 26.227.
24.- organizar y mantener actualizadas “bolsas de trabajo joven” por regiones,
con las ofertas y demandas laborales y que ayuden a los jóvenes a encontrar
su primer trabajo o desarrollar su primer emprendimiento;
25.- construir observatorios y/o bancos de experiencias e indicadores sociales,
económicos, educativos y ambientales, específicos sobre las juventudes
rurales, que den cuenta de la gran variedad de maneras de vivir la juventud en
distintos contextos rurales. Para que las políticas públicas partan de donde
están lo jóvenes rurales y no, desde dónde se cree que están o de dónde se
quiere que estén;
26.- mejorar el transporte público desde y hacia los pueblos y zonas rurales.
Estos veintiseis componentes deben atender transversalmente el tema de
igualdad de género tanto en el entorno público como en el privado.
Actualmente se registra una mayor tasa de actividad agropecuaria en los
varones, no inherente a las competencias o habilidades,
sino a una
construcción social que puede y debe modificarse, revisando los roles
tradicionales de los varones y las mujeres rurales.
Asimismo se deben incorporar las actividades de ocio, tiempo libre, la
participación plena en programas deportivos, de música y en la promoción de
los derechos juveniles, con las particularidades regionales que expresan las
juventudes rurales.
A su vez el trabajo requiere de una estrecha colaboración entre los actores
públicos en sus distintos niveles y privados, especialmente de las
organizaciones juveniles rurales. Porque los programas de juventud se han
caracterizado por su elevada fragmentación y por acciones institucionales
aisladas.
Para dar respuestas al futuro de lo jóvenes, tenemos que desarrollar
consensos básicos, tener voluntad política y ser capaces de superar las meras
contingencias políticas partidarias y, a su vez, dejar de seguir utilizando mapas
viejos para transitar caminos nuevos. Las políticas públicas que se necesitan
deben comenzar con un gobierno y ser continuadas por otros, en un contexto
en el cual la calidad institucional tenga una importancia fundamental.
El trabajo que nos queda es pensar y construir caminos nuevos, porque
queremos llegar a un objetivo diferente en el campo y en el país.
(°) Eduardo H. Fontenla, es Vicepresidente del Colegio de Graduados en Cooperativismo y
Mutualismo (CGCyM)
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