MODELOS CONSTITUCIONALES EN LA HISTORIA COMPARADA

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MODELOS CONSTITUCIONALES EN LA HISTORIA
COMPARADA
(A propósito de la segunda entrega de “Fundamentos”)1
Miguel Ángel Presno Linera
1. El 21 de febrero de este año, en el transcurso de un acto desarrollado en
la Junta General del Principado de Asturias, y en el que intervinieron el
Presidente del Tribunal Constitucional, D. Pedro Cruz Villalón, la
Presidenta de la Junta General del Principado, Doña María Jesús
Álvarez, el Rector de la Universidad de Oviedo, D. Juan Vázquez, y el
Coordinador de la publicación, el profesor Joaquín Varela Suanzes, se
realizó la presentación del segundo número de la revista “Fundamentos”,
editada por el Parlamento asturiano.
2. Con el citado acto se ponía el punto final al laborioso proceso de
elaboración, coordinación y edición, en su doble formato impreso y
electrónico2, de este volumen dedicado al estudio de los “Modelos
Constitucionales en la Historia Comparada”.
3. Este segundo número de “Fundamentos”, publicación de la que son
directores los Catedráticos de Derecho Constitucional de la Universidad
de Oviedo Ramón Punset, Francisco J. Bastida y Joaquín Varela, se
mantiene fiel al espíritu fundacional caracterizado, como se indicaba en
el primer volumen −titulado “Soberanía y Constitución” y coordinado por
el profesor Ramón Punset−, por ser una publicación de índole teórica y
de impronta interdisciplinar en la que se reflexione de manera
monográfica sobre aspectos sustanciales del Derecho Público, la Teoría
del Estado y la Historia Constitucional.
4. Si en el primer volumen ya se reservó un importante espacio a la
Historia Constitucional y de las Instituciones, dedicando su primera parte
al estudio del desarrollo teórico y normativo del concepto de “Soberanía”
desde la Edad Media hasta la actualidad, el volumen segundo aborda de
forma monográfica el estudio de los modelos constitucionales que más
han repercutido en la historia constitucional.
5. Esta segunda entrega se justifica por sí misma, empezando con la
elección de la materia sobre la que versan los diferentes estudios: el
análisis de los modelos constitucionales que han alcanzado más
relevancia; en segundo lugar, por la presencia de una concepción
histórico-constitucional comparada previa, acompañada por una
1
Joaquín Varela Suanzes (coordinador), Fundamentos, número 2 (“Modelos
constitucionales en la historia comparada), Junta General del Principado de Asturias, Oviedo,
2000.
2
La dirección electrónica es: http://www.uniovi.es/~constitucional/fundamentos/portada.htm.
Historia Constitucional (revista electrónica), n. 2, 2001.http://hc.rediris.es/02/index.html
impronta internacional que se refleja no sólo en los distintos estudios,
sino también en la elección de los autores, cuyo perfil responde al de
expertos cualificados de diversas naciones europeas que proceden de
tres disciplinas diferentes: la Historia del Derecho, el Derecho
Constitucional y la Historia de las Instituciones Políticas, y que en la
mayor parte de los casos, y no es casualidad, se ocupan de un modelo
constitucional distinto del de su país de origen.
6. Pudiera objetarse que si bien “son” modelos constitucionales todos los
que aquí “están”, no “están todos los que son”. Esta crítica puede
rebatirse si lo que se echa en falta son modelos que, hasta la fecha al
menos, no han tenido éxito como tales, dado que no se han visto
reflejados más allá del Estado concreto en el que se han desarrollado,
caso del sistema suizo.
7. Más fundada parece una eventual objeción relativa a la ausencia de dos
de los modelos surgidos en momentos cruciales del siglo XX: el
constitucionalismo soviético nacido después de la Primera Guerra
Mundial y reproducido, sobre todo aunque no en exclusiva, en Europa
Oriental en la segunda mitad de esa centuria, y el constitucionalismo
liberal-democrático que surge y se desarrolla en Europa Occidental
después de la Segunda Guerra Mundial.
8. Es evidente que, en el primer caso, no nos encontramos ante un ejemplo
de “constitucionalismo” si por tal se entiende, en la línea propuesta, por
ejemplo, por Nicola Matteucci3, una organización del poder político que
garantice los derechos y libertades de los ciudadanos a partir de la
separación de los poderes del Estado y del acercamiento de la sociedad
al Estado mediante la participación de los individuos en la adopción de
las decisiones políticas esenciales de la comunidad. Pero no es menos
cierto que también el soviético fue un “sistema constitucional” y como tal
se impuso, en el sentido literal del término, como modelo de
organización política en un número importante de Estados
pertenecientes a ámbitos geográficos muy diversos.
9. En el segundo caso, nos encontramos ante un “modelo constitucional”
en los dos sentidos mencionados, con una vigencia histórica consolidada
y que, además, se ha convertido en la fórmula de legitimación interna e
internacional por excelencia, con lo que se presenta como el paradigma
de sistema a imitar.
10. La suerte dispar que han seguido estos dos modelos no empece para
que pudieran ser objeto de tratamiento pormenorizado en un futuro
número de “Fundamentos”, como ha venido sucediendo, en mayor o
menor medida, en los Manuales clásicos de Derecho Constitucional
Comparado y de Instituciones Políticas (los de García-Pelayo,
3
Véase su voz “Costituzionalismo” en el Dizionario di politica, (dirigido por Norberto Bobbio
y Nicola Matteucci), Utet, Turín, 1976, págs. 262 y sigs.
230
Pizzorusso, Biscaretti, De Vergottini, Loewenstein o Duverger, por citar
algunos de los ejemplos más conocidos).
11. Entrando ya en el análisis de los trabajos incluidos en este número, se
pueden agrupar los modelos que se recogen en cuatro etapas
constitucionales4: el nacimiento del constitucionalismo moderno, la etapa
revolucionaria, el constitucionalismo del siglo XIX y el constitucionalismo
de entreguerras.
12. Del nacimiento del constitucionalismo moderno se ocupa el profesor
Joaquín Varela en el artículo que abre la revista5, dedicado a los dos
grandes modelos constitucionales diseñados en Gran Bretaña y que
estaban llamados a repercutir de forma decisiva (bien por vía de
aceptación, bien por vía de rechazo) en todo el constitucionalismo
occidental y, de modo muy singular, en el francés y español: en primer
lugar, la Monarquía Constitucional, articulada sobre la base de una
“Constitución formal” compuesta por las normas creadas por el
Parlamento y los jueces; esta fórmula se apoyaba en un sistema de
checks and balances que en el continente describirían, entre otros,
Montesquieu o De Lolme; en segundo lugar, la Monarquía Parlamentaria
derivada de una “Constitución material” formada a partir de
convenciones y que dará lugar al cabinet system, caracterizado por la
estrecha colaboración entre el Gobierno y la Cámara de los Comunes.
13. Dentro del constitucionalismo revolucionario se incluyen diversos
modelos caracterizados por la búsqueda de una nueva organización del
poder público capaz de garantizar los derechos de los individuos. El
primer gran modelo “revolucionario” fue, como es de sobra conocido, el
de los Estados Unidos, que aquí nos presenta el profesor Roberto
Blanco Valdés6. En su estudio se ponen de relieve las principales
aportaciones de la Constitución de 1787: el federalismo, el sistema
presidencialista de gobierno y el control de constitucionalidad de las
leyes. Con estos mimbres se teje un complejo y estable entramado
capaz de garantizar la libertad tanto por la forma en que la que organiza
el poder, territorial (federalismo) e institucionalmente (presidencialismo),
como por la proclamación de la Constitución como norma suprema a
partir de la que se estructura un Estado de Derecho desconocido en el
continente europeo hasta muchos años después.
14. El segundo gran modelo revolucionario ha de ubicarse a esta orilla del
Atlántico, en la Francia de finales del siglo XVIII, época de especial
efervescencia política de la que surgirán propuestas diversas y
contradictorias. Las que nacen en los primeros momentos (1791, 1793 y
4
Unas etapas que vendrían a coincidir con la división que realiza el profesor Varela en su
libro Textos básicos de la Historia Consstitucional comparada, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 1998.
5
6
“El constitucionalismo británico entre dos revoluciones: 1688-1789”, págs. 25-96.
“El Estado social y el Derecho Político de los norteamericanos”, págs. 97-164.
231
1795) son analizadas por el profesor Roberto Martucci7. En su estudio
se ofrece una explicación original a este devenir constitucional, que
tendría unas raíces más humanas –egoísmo, enfrentamientos
personales, búsqueda de notoriedad- que institucionales.
15. Estas convulsiones constantes terminan por provocar, como reacción,
un modelo de organización política caracterizado por la concentración de
poder, que se plasma en el sistema “bonapartista” articulado por las
Constituciones consulares e imperial de las que se ocupa el profesor
Luca Scuccimarra8. Uno de los elementos centrales de este trabajo es el
análisis exhaustivo del papel desempeñado por Sieyès como artífice de
la nueva estructura de poder, basada en jefatura del Estado fuerte,
auxiliada por órganos consultivos y dotada de un claro componente
plebiscitario. Se pone también de relieve la utilización de los “SenadoConsultos” como instrumento para llevar a cabo reformas
constitucionales y para, en último término, provocar el fin de la República
y el nacimiento del Imperio.
16. Las Constituciones francesas de 1791 y 1793 inspiraron el último de los
modelos “revolucionarios”: el diseñado por la Constitución de Cádiz de
1812, de la que se ocupa con detalle el profesor Ignacio Fernández
Sarasola9, poniendo además de manifiesto la originalidad de nuestra
primera Constitución, basada en una concepción historicista de las
instituciones. En este artículo se analiza de forma exhaustiva la
proyección internacional de este texto constitucional, tanto en el
continente europeo como en Hispanoamérica, repercusión que no
volverá a alcanzar ninguna de nuestras Constituciones posteriores.
17. El estudio del constitucionalismo del siglo XIX se abre con el artículo del
profesor Luigi Lacchè, en el que estudia los modelos franceses de 1814
y 1830 y el belga de 183110, caracterizados, en mayor o menor medida,
por la influencia del constitucionalismo británico. El profesor Lacchè
analiza con detalle el soporte doctrinal de estos textos constitucionales;
en particular el proveniente del pensamiento de Constant, sin olvidar el
liberalismo doctrinario de Guizot y Royer-Collard, y las ideas de
“realistas” como Vitrolles y Chateaubriand. Son objeto de tratamiento
exhaustivo conceptos clave de la Teoría del Estado y de la Constitución
como el soberanía, monarquía y constitución.
7
“La Constitución inencontrable. Conflicto político y estabilización constitucional en Francia
durante la transición de la Monarquía a la República (1789-1799)”, págs. 165-272.
8
“El sistema de excepción. La construcción constitucional del modelo bonapartista (17991804)”, págs. 273-358.
9
“La Constitución española de 1812 y su proyección europea e iberoamericana”, págs.
359-466.
10
“Constitución, Monarquía, Parlamento: Francia y Bélgica ante los problemas y modelos
del constitucionalismo europeo (1814-1848)”, págs. 467-558.
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18. El análisis del constitucionalismo del XIX prosigue con el estudio que el
profesor Werner Heun dedica al principio monárquico alemán11 y en el
que analiza un modelo que considera de transición entre el absolutismo
monárquico y la democracia parlamentaria, basado en un dualismo
articulado sobre dos focos de poder: el Monarca y su Gobierno, por un
lado, y el Parlamento, por otro. Este modelo, en el que se produce una
vinculación negativa del Gobierno al Parlamento, tiene especial
repercusión en la organización del sistema de fuentes, en particular a
propósito de la ubicación de la ley dentro de dicho sistema.
19. Por último, nos encontramos con el constitucionalismo de entreguerras,
al que se dedican dos trabajos. En el primero de ellos, realizado por el
profesor Christoph Gusy12, se analizan las Constituciones de Europa
Central (Alemania, Austria, Polonia, Checoslovaquia y Hungría), a partir
de los presupuestos políticos, sociales y económicos en los que se
insertan (crisis de los Estados nacionales, inestabilidad institucional,...).
Estos presupuestos son los que, a juicio de Gusy, permiten explicar el
fracaso de estos novedosos textos constitucionales, algunas de cuyas
aportaciones permanecerán no obstante como rasgos indelebles del
constitucionalismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial
(sufragio universal, reconocimiento de los derechos sociales,
consolidación de un sistema de jurisdicción constitucional,
descentralización política,...). No fue ajena, como es de sobra conocido,
a la riqueza técnica de estos textos constitucionales la aportación
doctrinal de personas de la talla intelectual de Kelsen, Schmitt, Heller,
Smend o Thoma.
20. A uno de los ejemplos concretos de este constitucionalismo se dedica el
estudio del profesor Javier Corcuera Atienza: la Constitución española
de 193113, en la que, por vez primera en nuestra historia, se intentan
articular respuestas jurídico-constitucionales a alguno de los problemas
endémicos de nuestro país: a las demandas de descentralización
política a través del “Estado integral”; a las desigualdades económicas
mediante el reconocimiento de derechos sociales; a la crisis institucional
con la racionalización del parlamentarismo y el establecimiento de un
sistema democrático moderno, aportaciones todas ellas, junto con la
instauración de un sistema de jurisdicción constitucional concentrada,
que serán tenidas en cuenta por los textos liberal-democráticos
posteriores a la Segunda Guerra Mundial y también por el constituyente
español de 1978.
21. Estas breves líneas de presentación no han pretendido más que dar
noticia al lector de la existencia de una obra que ya es un punto de
referencia obligado en la bibliografía histórico-constitucional; su
proyección va mucho más lejos de lo que convencionalmente se
11
“El principio monárquico y el constitucionalismo alemán del siglo XIX”, págs. 559-592.
12
“Las Constituciones de entreguerras en Europa central”, págs. 593-628.
13
“La Constitución española de 1931 en la historia constitucional comparada”, págs. 629-
696.
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entiende por “cuaderno monográfico”, sin que sea exagerado calificarla
como tratado de Historia Constitucional Comparada. Este es el mérito de
los autores y, en particular, del profesor Varela que, como coordinador,
ha dirigido su realización. Se consolida así un ambicioso e innovador
proyecto que tendrá su próxima entrega en el monográfico que sobre la
representación política coordinará el profesor Bastida.
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