Comunicación, identidad y resistencia cultural

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XII Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social FELAFACS ­ Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, septiembre de 2006 Mesa # 10: Medios ciudadanos, comunicación alternativa… MODERADOR: Rafael Obregón Comunicación, identidad y r esistencia cultur al Por Héctor Sepúlveda “Hablar de resistencia cultural…es hablar no sólo de victorias, sino también de capitulación; no sólo de placer, sino también de sufrimiento, de enojo, de frustración­o de desesperanza” Ien Ang (1994). “…la r adio <no sólo encauza sino que desencadena o impulsa un despliegue de subjetividad que no encuentr a cabida en una actividad política muy for malizada, y la desplaza hacia el mercado cultur al>… está sirviendo de puente hacia la otr a r acionalidad, la de los infor mativos y los pr ogr amas de opinión, convir tiéndose así en un medio <que está histor izando la vida y llenando el vacío que dejan los apar atos tr adicionales en la constr ucción de sentido>.Mar tín Bar ber o (Oficio de car tógr afo, 2002, p. 162) Mucho se ha señalado contra los medios, tanto por intelectuales apocalípticos como por los consumidores de los textos mediáticos, en todos los países que se
precian de disfrutar del desarrollo comunicacional. En lo que hoy se clasifican como sociedades informacionales o del conocimiento. (Mattelart, 2003: Castells, 1998). Y quizás, mucho más se ha difamado de aquellos que han utilizado la massmediación para el beneficio de su bolsillo y sus agendas manipulativas para conservar el poder y sus privilegios (Escuela de Francfort). Sin embargo, no suele ser de la misma manera cuando se trata de mirar las aportaciones que hacen los medios a la educación o la concienciación de la gente en su vida cotidiana. Estas miradas del pensamiento comunicacional, como por ejemplo la escuela culturalista de origen británico, han explotado aquella visión primaria en esa dirección reivindicativa de los estudios pioneros estadounidenses, nucleados en la Escuela de los Mass Communication Research (Beltrán, 2000) . Si bien es cierto que el enfoque de dichas corrientes culturalistas intentan reivindicar las aspiraciones de los públicos en su exposición y consumo de los textos mediáticos­ y no pocas veces lo logran­ lo es también que lo hacen desde una mirada muy general en términos culturales. Me refiero a que las apropiaciones que hace la gente que consume los productos mediáticos no siempre se piensan desde lo ampliamente cultural sino también de algunas especificidades de dicho espacio. La diversidad y mestizaje (García Canclini, 1988; Martín Barbero, 2000) de las culturas populares de Nuestra América, por ejemplo, nos desafían a buscar esas particularidades que se piensan y se practican desde la recepción de los medios. Aspectos como la identidad y la resistencia en países que todavía no han resuelto el problema de la colonialidad de forma convencional para la comunidad internacional­ por ejemplo, Puerto Rico­ son algunas de las particularidades culturales en las que nos hemos ocupado desde que pensamos la comunicación en Puerto Rico.
La identidad y la resistencia cultural son a mi juicio las características que han definido a la sociedad puertorriqueña desde mediados del siglo 18 hasta hoy (Sepúlveda, 2005). Desde las revueltas de nuestro “primer piso”, la esclavitud negra­ que aunque sin mucha significación, eran frecuentes (Baralt, 1980)­pasando por el fallido pero estridente Grito de Lares de 1868 (Moscoso, 2003) hasta la victoria popular en Vieques, (Jiménez, 2003) el pueblo puertorriqueño ha sabido resistir la agenda de despersonalización y desarraigo que siempre ha caracterizado a los imperios coloniales. Sin embargo, esa resistencia no siempre ha sido convocada por las revueltas o las armas­ al menos en Puerto Rico­ sino también por la negociación con los poderes hegemónicos o por la civilidad que ha mostrado no pocas veces el pueblo, o incluso mediada por los representantes que, bien o mal, ha seleccionado. Por tanto, nuestra tesis es que la negociación con dichos poderes siempre ha sido­ o al menos la generalidad de las veces­ producto directo o indirecto de la resistencia revestida de diversas formas que ha desarrollado el pueblo en su forcejeo por defender y preservar su identidad. Hemos tenido que aceptar, por ejemplo, que ambos conceptos no han sido patrimonio exclusivo de los grupos independentistas del país, sino que los grupos autonomistas también han contribuido a la formación identitaria puertorriqueña, desde los tiempos de la dominación española. El caso de la encarcelación de Román Baldorioty de Castro,­ un criollo mestizo oriundo de la segunda ciudad del país, también emblemática de nuestra identidad( Quintero Rivera, 1986) por ejemplo, padre del autonomismo puertorriqueño decimonónico, por el régimen absolutista español en la
isla, podría considerarse como un primer ejemplo de lo señalado. La mediación de Muñoz Rivera­ heredero del maginario de Baldorioty­ con las autoridades españolas por la excarcelación del periodista Evaristo Izcoa Díaz (Picó,1987) a finales del siglo 19, podría señalarse como un segundo caso. Este es aún más revelador en el sentido que representa al proceso de negociación, después de la resistencia personificado por el primero y el segundo prócer respectivamente. En este renglón pienso que aunque suene a contrapelo la oferta de identidad y resistencia también se ha colado en muchas de las voces que han incursionado entre los discursos mediáticos en nuestro país, específicamente en el radial. Y nuestra radio le ha dado suficiente espacio como para que hoy cargue este medio con gran cuota de responsabilidad en el desarrollo de esas dos características de nuestro pueblo en su modernidad. Sobre todo en ese período histórico en que investigamos, desde los años 30 al 60 del siglo pasado en que el medio era casi en su totalidad propiedad de puertorriqueños. Este período a mi modo de ver es uno de intensos cambios sociales y culturales en Puerto Rico. Es el período que marca la entrada del país a la modernidad, no de forma gratuita sino mediante el forcejeo en la escena política de quizás los dos líderes más importantes que ha tenido la historia del país. Y claro está, es también el período en que la radio campea por su respeto, logrado por su poder seductor y su alcance y penetración masiva, y que ningún otro medio logra todavía en el espacio geográfico del país, en cuanto al tratamiento de los temas serios y de gran preocupación en nuestra sociedad. Aquellos dos líderes contemporáneos­ opuestos y antagónicos desde la cuna­ se iban a repartir la simpatía de la utopía popular borincana. Estos fueron Pedro Albizu Campos y Luis Muñoz Marín. Aunque el primero ligeramente mayor que el
otro, ambos fueron caracteres marcados por sus respectivas descendencias de clase y­ me atrevo a decir como otros­, racial. El primero: mulato, costero y pobre, pero educado en la metrópoli mediante una beca de una Logia masónica de Ponce. El segundo: blanco y rico, también educado en la metrópoli e hijo del líder político más influyente, acomodado y poderoso de la colonialidad española y la recién llegada estadounidense, Luis Muñoz Rivera, mencionado anteriormente. La educación en la metrópoli es lo único que los homogeneiza. El primero, fiel a su clase y origen va a echar su suerte con los pobres de su tierra pero de forma revolucionaria, una vez llega a su patria con un título de jurista desde la metrópoli en 1921, pero sin aceptar rendir sus servicios a las corporaciones existentes en el país. Consideró que era su deber orientar a los puertorriqueños en cuanto a la conveniencia de encararse con su condición colonial. Allá rechazó una oferta de trabajo como embajador de los EEUU para América Latina. Adeptos, admiradores y biógrafos de uno y del otro disputarán obviamente sus respectivas inteligencias, su calidad y capacidad representacional del pueblo. Es decir, se disputan todavía hoy en el país, historiadores de uno y de otro bando la importancia de cada uno de estos iconos políticos borincanos en la formación de la verdadera identidad puertorriqueña y su sobrevivencia hasta esta posmodernidad que nos arropa. Después de la invasión estadounidense en 1898, los líderes políticos y culturales de orientación identitaria puertorriqueñista estaban en su otoño o en el ocaso de su vida. Muñoz Rivera, heredero del autonomismo revolucionario del ponceño, Román Baldorioty de Castro y que luego se abraza a las disposiciones de los nuevos amos del Norte, muere en el 1914. De Diego, primer presidente de la Cámara de Delegados, compañero en el Partido Unión de aquél pero todavía
abrazado a la ideología independentista en el ocaso de su vida, muere en 1916. De Hostos, que regresa a Puerto Rico después de 35 años de ausencia,(Romeo, 1985) los que aprovecha para despuntar históricamente en Chile y la República Dominicana, y el primer intelectual que pretende negociar un plebiscito con los poderes invasores (Dicho sea de paso, es el primer político e intelectual puertorriqueño en agregar dicho concepto al léxico polítco criollo (Roméu, Ibid), muere en el 1915, sin lograr su objetivo y sin el reconocimiento popular de su gestión ni de su grandeza de pensamiento. José de Diego, primer presidente de la Cámara de Delegados, durante el efímero gobierno autonomista que logró el país cuatro meses antes de la invasión norteamericana y también durante el gobierno militar y civil del nuevo amo era producto de familia de hacendados, y como tal sirvió de abogado de dicha clase. Específicamente de la Guánica Central, monopolio de la colonia azucarera del Sur. Poeta, políglota y tribuno se había educado en Barcelona y abrazó la rebeldía de todos los poetas romántico del 19 y viene a ser algo así como el heredero del discurso betancino, pero no con el arraigo popular de aquél. Muere en el 1916 y deja en dicho escenario a dos tribunos e intelectuales independentistas que le fueron grandes críticos, tanto de su alianza con las clases apoderadas como de su poesía, la que tachaban palabrera y hueca. El poeta más reconocido y destacado del momento, Luis Llorens Torres, y el no menos destacado escritor, jurista y periodista, Nemesio Canales, ambos delegados de la Cámara de Representantes y compañeros de De Diego (El primero formado en la Madre Patria y el segundo en los EEUU, que sustituye a aquella desde 1898), aunque mucho más nacionalistas y críticos de aquél y herederos del pensamiento de Betances
( el primer puertorriqueño que lidera una revolución criolla contra el colonialismo español, en 1898) más que del de Hostos, se encontraban en el ocaso de sus vidas y ninguno descolló en su momento, lamentablemente, como líderes políticos populistas ni mucho menos populares. Llorens Torres despega como el poeta más culto y revelador de la época y por tanto, interpeló mucho más a los grupos intelectuales y académicos de los años 30 que a las masas populares, mayoritariamente analfabetas, paupérrimas y con nulo acceso a la cultura libresca. Sin embargo su poesía recrea los sueños e identidades populares de la época; una sociedad eminentemente agrícola, campesina y pobre pero amante de su terruño, sus tradiciones y su herencia mestiza. Solía el poeta degustar manjares criollos en la Plaza de Mercado de Río Piedras, (un espacio auténticamente popular entonces y todavía), a pocos metros del local de su oficina profesional, (Braschi, 1978), pero no logró la identificación que posiblemente anhelaba de las masas con su imaginario político ni con su arte. Nemesio Canales, de familia hacendada del centro de la Isla, es el primer intelectual puertorriqueño que va a encontrar en lo popular su trinchera y bandera de lucha. Prefirió la prosa coloquial en el periódico y la revista para construir sus mensajes de resistencia e identidad puertorriqueñista. Sus obras, Paliques y J uan Bobo, son un manojo de escritos periódicos en los que recrea de forma coloquial y humorística cuentos, anécdotas, sueños y utopías de nuestras culturas populares de entonces. Estos tres intelectuales puertorriqueños son los que fundamentalmente heredan el ideario de Betances en Puerto Rico, el que al comienzo del nuevo gobierno reúnen con el ídem hostosiano para enfrentar el nuevo escenario colonial.
El personaje de más poder entonces es Luis Muñoz Rivera, quien se queda sollo en el ideario autonomista tras la separación ideológica de De Diego. A partir de los años 30 es ese el trasfondo del escenario político­cultural fundamental que le sirve de telón de fondo a los dos líderes que irían a continuar las luchas de los imaginarios autonomistas e independentistas de esos dos sectores mayoritarios puertorriqueños. La prensa y la radio son los medios masivos populares del momento. Albizu publicará sus artículos y ensayos sobre la resistencia puertorriqueña revestida de ropaje cívico de lucha por la independencia y de la moda global del momento; el nacionalismo. Lo hace en los dos diarios más influyentes del país: El Mundo y El Imparcial, el semanario Los Quijotes y, por supuesto, El Nacionalista, órgano oficial del Partido Nacionalista. En Puerto Rico la radio ha estado fuertemente vinculada a la política del país desde el Jueves Santo de 1931. En la ocasión el primer político que se atrevió a utilizar el medio para difundir un mensaje en la plaza del pueblo de Luquillo fue precisamente el primer revolucionario del nacionalismo de la modernidad puertorriqueña, el Dr. Pedro Albizu Campos, a través de las ondas de WKAQ. Desde entonces, “la voz del líder nacionalista se siguió escuchando por Radio, con frecuencia” (Torregrosa, 1991; 183). Más tarde, lo imitó el líder del Partido Popular, Luis Muñoz Marín, quien convencido de la efectividad del medio “empezó a presentar un programa diario” (Ibid). A partir de entonces la radio de nuestro país ha sido el medio que quizás más ha estado vinculado a la cosa política de nuestro entorno.
Estos dos líderes son los que entonces van a liderar la escena política del país durante los próximos 30 años. Muchas de sus arengas de resistencia y negociación fueron reseñadas a través de los medios más populares del momento, la radio y la prensa. Ese detalle es lo que nos lanza a pensar que mucho de su discurso contribuyó a lo que hoy es Puerto Rico: un país caribeño que ha defendido y patentizado su estirpe indoafrohispana como ningún otro. Pues ningún otra nación culturalmente definida en el mundo ha tenido que resistir durante más de cien años la influencia cotidiana del imperio más poderoso de la historia. Veamos, un momento, la similitud del discurso de resistencia de estos dos líderes de la identidad y cultura política puertorriqueñas. Muchos de tales discursos fueron difundidos por la radio de la época, los años treintas del siglo XX. En un país donde el analfabetismo era de casi la mitad de la población del país* y dónde escasamente circulaban dos periódicos diarios. A mediados de los años 30 del siglo pasado, Luis Muñoz Marín, siendo presidente del Senado del territorio colonial puertorriqueño terminaba un discurso en el pleno de la siguiente forma y combatiendo desde esa tribuna una ley que impulsaban las firmas ausentistas de la industria cañera del país en detrimento de los trabajdores y el capital puertorriqueños: De manera que: lo que busca Wayne Johson, abogado de la Aguirre (la mayor central azucarera de la época), es que se entreguen millones de pesos de los 'processing taxes' asignados a Puerto Rico, a las corporaciones absentistas, y que no haya manera de imponer aumento de jornales a los trabajadores y aumento de pago a los agricultores. El cuadro no puede ser más edificante, ni más patriótico, ni más justiciero: los que se han estado tragando a Puerto Rico, quieren tragarse igualmente la Reconstrucción de Puerto Rico. . . Dillingham el Presidente de la Guánica está de acuerdo. Yo no sé si este Senado lo permitirá, pero estoy absolutamente seguro que el pueblo de Puerto Rico no lo permitirá; que el pueblo de Puerto Rico lo impedirá, en cualquier
terreno y en todos los terrenos. Y cueste lo que cueste. (Discur so de Luis Muñoz Mar ín sobr e la Ley Costigan en el Senado de Puer to Rico ­ 28 de febr ero de 1935). Dos años antes, el 18 de octubre de 1933, Albizu Campos, arengaba al país sobre un asunto similar, sobre ese capital ausentista que en la ocasión esquilmaba al país: Los intereses yankis no pagan contribuciones. El tesoro se ha visto obligado por sentencia de los tribunales yankis a condonar a la Central Guánica (el otro ingeno azucarero más grande del pais) el pago de ochocientos mil dólares ($800, 000). De contribuciones. La Legislatura Insular quiso hacer una investigación, pero cogió miedo y dejó el asunto sobre la mesa. (Torres, 1975; p.,281) *Según la Oficina del Censo( Census Bureau) del Departamento de Comercio del Gobierno Federal de los EEUU de una población de 1,093, 423, había un total de 452,338 personas analfabetas en la Isla en 1930. Mientras que dos años antes había planteado, igualmente con relación a la economía depresiva de los treintas en la isla …con el cabotaje libre, y un arancel que excluya toda competencia extranjera, queda nuestra riqueza agraria, industrial y comercial a merced del poder económico más fuerte del mundo, que, además de su fuerza intrínseca financiera , se ha retenido en sus manos todos los poderes políticos en nuestro país que, seguirá inerme a esta invasión a menos que haya una reacción … que pueda sofrenarlo (Torres, 1975; p.,115). Sobre el mismo tema , un año antes, en 1930,planteaba: No podemos ante esta tragedia cruzarnos de brazos. El país tiene que reconquistar sus bienes materiales . Ni Estados Unidos ni sus ciudadanos tienen derecho a desposeer a los puertorriqueños de la riqueza nativa. Esto es nuestro, y si de ello se nos ha despojado, es nuestro derecho y nuestro deber reconquistarlo inmediatamente (Torres, 1975; p.,146). Diez años después, el 31 de marzo de 1940, el lider autonomista de la resistencia de aquellos tiempos planteaba a través de la emisora radial de más alcance, penetración e influencia en la isla lo siguiente:
El sistema de explotación que ha existido en Puerto Rico tritura prácticamente a todos los puertorriqueños. El rico llega a pobre. El pobre llega a la miseria, el que vivía en la miseria siente el dolor del hambre,­ primero en sus estómago, después…le pasa a los huesos, después le roba diez años de su vida­ porque en Puerto Rico el promedio de vida es de muchos años menos que en países donde hay sustento adecuado para la población. Y el dolor del hambre que se siente hoy no es solamente la molestia y la indignación de ese dolor…Y óiganme bien los débiles y los poderosos. Y óiganme bien los ricos y los pobres. Y óiganme bien los grandes y los pequeños, que estas palabras son para todos. Nuestro pueblo es sufrido. Nuestro pueblo es paciente. Nuestro pueblo es resignado. Nuestro pueblo ha sufrido pacientemente, resignadamente, por muchos años, una situación aceleradamente trágica. Pero ningún pueblo, ni el pueblo más resignado, ni el pueblo más paciente que Dios hiciera sobre este mundo puede resistir diez años más de esta situación horrible en Puerto Rico. Dentro de la paciencia de nuestro pueblo se está fraguando la fuerza tremenda del coraje de nuestro pueblo. Mientras más paciente haya sido, más terrible y más destructor va a ser su coraje cuando estalle desesperadamente* No somos pocos los que hace algunos años despotricábamos contra el autonomismo, por sus­ muchas veces­ oportunismo histórico y por sus colaboraciones represivas con el régimen de intervención estadounidense en la isla (Sánchez Olmeda, 1990; Acosta, 1987). Sin embargo, hemos tenido que reconocer la no exclusividad independentista del discurso identitario puertorriqueño. Sobre todo cuando nos desembarazamos de nuestros prejuicios ideológicos o partidistas y cuando nos pensamos como pueblo con un mismo destino y unos mismos sueños. Mucho más cuando pensamos y constatamos que nuestra diáspora, enarbola el discurso identitario en la metrópoli con la que cotidianamente negocia la resistencia, mediante la afirmación de su identidad. La radio en Puerto Rico, como dije, ha sido el medio de más cercanía a la formación de esa resistencia basada en esas dos formas de construir la identidad, durante el segundo tercio del siglo XX. Una basada en el discurso nacionalista y revolucionario de evocación y rastros decimonónicos (el de Albizu Campos) y sus
secuelas de la actualidad, y el otro, basado en la negociación gramsciana de dicha resistencia en la modernidad puertorriqueña (el de Luis Muñoz Marín). Y reitero lo que apuntaba en otra ocasión (Sepúlveda, 2005), se negocia una resistencia basada en la identidad y ésta como requisito indispensable de aquella. _________________ *Discurso pronunciado por don Luis Muñoz Marín el domingo 31 de marzo de 1940 a través de la estación WKAQ, y retransmitido a las estaciones WPRP, de Ponce y WPRA de Mayagüez, desde las 9:15 de la noche hasta las 10:45. Me ubico, pues, en una tercera posición en esta investigación ; en la de pensar la resistencia y la identidad puertorriqueña desde el medio y no desde la ideología o la posición clasista o política. Sostengo que la identidad y la resistencia de los y las puertorriqueñas ha permanecido, gracias, en gran medida, al discurso de tales características de estos dos líderes a través de la radio, durante el período estudiado, ya sea como protagonistas principales o secundarios. Es decir, como principales interlocutores o relatores de resistencia e identidad o como personajes principales de los relatos que hacían de ellos, o de sus periferias, los comunicadores radiales*. No son pocos los que me tildarán de flojo, olvidadizo o, a lo sumo, de traidor por posiciones que he asumido en el pasado en torno al debate de la lucha de independencia de PR. Sin embargo, la función de intelectual mediático que he escogido para servirle a mi pueblo y mi cultura debe prevalecer por sobre cualquiera otra consideración. No tengo la menor duda de que la identidad y la resistencia­ algunos colegas prefieren hablar de supervivencia­ que mantenemos el pueblo puertorriqueño frente al imperio más poderoso de la historia se debe, con demasiada cuota, al poder que
han tenido los medios en la representación del discurso de dichas características. Y en ese segundo tercio del siglo pasado la radio fue el medio más significativo en dicha gestión. *El relato más emblemático de la época, transmitido por la radio, ocurrió el 31 de octubre de 1950 en el “Salón Boricua”, cuando, a las 2:00 p.m., 15 policías y 25 guardias nacionales con ametralladoras, rifles, carabinas, revólveres y granadas se batieron por más de tres horas con un solo hombre, “el barbero de Don Pedro Albizu Campos”, Vidal Santiago Díaz, según la prensa de la época. Referencias Ang, I. (1994) "Cultura y comunicación: por una crítica etnográfica del consumo de medios en el sistema mediático trasnacional" en Causas y azares Nº 1, Buenos Aires. Baralt, G. A. (1981). esclavos r ebeldes. conspiraciones y sublevaciones de esclavos en puer to r ico (1795­1873). Río Piedras: Huracán. Baschi, W. (1978). Per files puer tor r iqueños. San Juan: Biblioteca de Autores Puertorriqueños. Beltrán, L. R. (2000). Investigación sobr e comunicación en Latinoamér ica. Inicio, tr ascendencia y pr oyección. La Paz: Plural. Castells, M. (1998). La Era de la Información. Volúmen 3, 1998. Madrid: Alianza.
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