Deforestación tropical contemporánea

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DEFORESTACIÓN TROPICAL CONTEMPORÁNEA
Rodolfo Dirzo*
La diversidad biológica del planeta a través del tiempo
Dejémonos llevar por la imaginación y hagamos un viaje en el tiempo, hacia el pasado.
Regresemos hasta hace uno*s tres mil millones de años. Las extensiones terrestres del planeta
prácticamente carecen de vida. En esencia son inhabitables. En ausencia de una capa de ozono
estratosférica, las radiaciones ultravioleta llegan sin impedimento a la Tierra y, sin protección, los
organismos primitivos que incursionan de las aguas a las superficies, son eliminados por los rayos
letales. Las únicas formas vivientes de este tiempo prosperan bajo la protección del agua. Se trata
de organismos unicelulares, procariontes (sin núcleo celular), similares a las bacterias, junto con
algunos grupos de varias células unidas en filamentos.
La tierra continuará con un gran empobrecimiento biológico –organismos simples y poca
variedad de ellos – por muchos millones de años más.
De regreso de nuestro viaje somos capaces de apreciar mejor la gran complejidad orgánica
de la vida contemporánea y el tremendo incremento de la diversidad biológica. En esencia,
apreciamos el enorme cambio de lo simple y monótono, a lo complejo y variado. De entre los
numerosos eventos que desembocan en la situación biológica actual, descuellan los siguientes: I)
el propio origen de la vida, a partir de moléculas orgánicas prebióticas, de hace unos tres mil
quinientos a tres mil ochocientos millones de años; II) el origen de los organismos eucariontes u
organismos superiores, hace unos mil ochocientos millones de años. En los núcleos celulares de
los eucariontes, el material genético, el ADN, se encontraba ya encapsulado por membranas, y el
resto de la célula albergaba ya mitocondrias y otros organelos. Inicialmente, los organismos fueron
unicelulares pero pronto dieron origen a otros organismos más complejos de varias células
eucarióticas agrupadas en tejidos y órganos; III) la llamada explosión del Cámbrico, hace unos
quinientos a quinientos cincuenta millones de años, en el cual un verdadero espasmo de evolución
de nuevos animales macroscópicos, llenó al planeta de expresiones de vida animal sin precedente:
IV) la evolución del genero Homo, dentro de los mamíferos, en el último millón de años, que
desemboca en el origen de la mente-humana, durante los últimos segundos del calendario de la
vida.
En este extraordinario lapso una tendencia por demás clara es el marcado incremento en
la diversidad biológica en particular en los últimos seiscientos millones de años (el Fanerozóico), a
*
Centro de Ecología. UNAM.
partir de la referida explosión del Cámbrico. En el mar el número de familias, géneros y especies
aumentó progresivamente hasta bien entrado el Ordovísico (unos cuatrocientos millones de años)
y se mantuvo alto hasta hace unos doscientos cincuenta millones de años. Un poco después, unos
doscientos millones de años, ocurre otro pulso de incremento hasta acusar el máximo de todos los
tiempos, en nuestros días. Esta tendencia de incremento en la diversidad biológica se ha
mantenido, a pesar de la ocurrencia de cinco eventos de extinción masiva reconocidos de los
cuales el más notable parece ser el del final de Pérmico, hace unos doscientos cincuenta millones
de años.
De manera similar, la diversidad biológica de plantas y animales terrestres siguió una
trayectoria comparable a la de la vida marina llegando a un pico sin precedentes, también, en
nuestros días. De la tendencia general de aumento en la riqueza biológica, es de destacar que el
pulso más grande ha ocurrido en los últimos cien millones de años. Algunos estudios recientes
sugieren que la magnitud de la riqueza biológica en su punto contemporáneo máximo, puede ser
del orden de treinta millones de especies (ver detalles en Dirzo 1990).
Lo repentino y masivo de la explosión biológica del Cámbico es aún motivo de debate, y las
hipótesis han sido diversas (véase, por ejemplo, Stanley 1973). En contraste, la tendencia
creciente en la diversidad biológica, ya entrado el Fanerozóico, ha sido atribuida (además de a la
existencia un ambiente aeróbico), a los movimientos de las masas continentales, los cuales han
ocurrido de tal forma que probablemente han favorecido la formación de especies. Es conocido
que durante el Paleozoico la superficie terrestre estaba aglutinada en un único supercontinente,
Pangea, el cual se separó en dos grandes masas hacia el principio de Mesozoico, Laurasia al
norte, y Gondwana al sur, con la India separándose y migrando hacia el norte para chocar con el
Arco Himalayo. Posteriormente, hace unos cien millones de años, la conformación moderna de los
continentes ya se había establecido, con los mares intercontinentales cada vez más extensos. Esto
ocasionó que, promovidos por el aislamiento, los componentes de las flores y faunas terrestres
pudiesen evolucionar profusamente.
Asimismo, la magnitud de las líneas costeras aumentó notablemente, junto con el área
disponible para los organismos habitantes de los fondos costeros. Los mares someros se
expandieron y contrajeron repetidamente, creando y eliminando también repetidamente, nuevos
hábitats (y, seguramente, creando nuevas recombinaciones de individuos y especies) que
demandaron nuevas adaptaciones y generaron la evolución de nuevas especies.
Aunque sin duda el ambiente aeróbico y los movimientos continentales tuvieron mucho que
ver en la generación del pico de biodiversidad de los últimos cien millones de años, ésta
seguramente no es la explicación completa.
Para acercarnos al total de la explicación, tal vez deberíamos dirigirnos al estudio de las
floras, faunas y microorganismos actuales.
Uno de los aspectos más notables de la biodiversidad actual es el patrón latitudinal en el
que la riqueza biológica aumenta al moverse de las zonas de mayor latitud hacia las zonas
tropicales. En los trópicos, en particular, la mayor riqueza de especies ocurre en las selvas
húmedas. Son estos los ecosistemas biológicamente más ricos en el planeta, y que probablemente
albergan a la mitad de las especies de plantas y el ochenta por ciento de los animales de la Tierra,
aunque tan sólo constituyen menos del diez por ciento de la superficie terrestre. La (s) causa (s) de
este monopolio biológico constituye una de las preguntas y campos de estudio más fascinante de
la ecología y la evolución, pero nuestro nivel de conocimiento científico de estos ecosistemas, y su
comparación con los extratropicales, es aún muy limitado. Independientemente de las razones, lo
que es innegable es que la mayor contribución a la riqueza biológica planetaria actual se debe a
las selvas tropicales.
El esbozo previo de la historia de la ida en la Tierra y su corolario, la noción de arribar a las
selvas como los sistemas biológicamente más diversos del planeta, tiene dos finalidades. Por una
parte, ofrecer un marco de referencia al hecho de que las selvas tropicales contemporáneas
constituyen la expresión más notable del pináculo de tres mil quinientos millones de años de
evolución orgánica; y por otra, resaltar el hecho de que aunque la extinción biológica masiva ha
sido un fenómeno que ha ocurrido en la historia de la vida, esto ha sido un fenómeno raro, de una
tasa de cinco eventos en seiscientos millones de años. Además, existe evidencia de que en esos
episodios de extinción, el proceso ha sido “selectivo” en cuanto a que algunos grupos de
organismos (por ejemplo las plantas) han sido relativamente poco afectados (Raup 1986). Todo
esto es importante a la luz de los argumentos de que: I) la diversidad biológica actual se encuentra
frente a un nuevo espasmo de extinción masiva ( ver discusión Dirzo 1990, Myers 1986, Wilson
1989); II) este episodio de extinción se atribuye, en gran medida, a la presencia y actividades de
una sola de los probables treinta millones de especies (Homo sapiens); III) dado que las selvas
tropicales son el reservorio mayoritario de especies, la situación actual y futura de las mismas, en
cuanto a su conservación (o destrucción), serían determinantes de la supuesta extinción masiva
contemporánea.
Por lo anteriormente discutido, he pensado que sería de utilidad analizar y presentar, en el
resto de este ensayo, la información más reciente en cuanto a las tendencias de la deforestación
tropical actual (ver Reid 1992), y las consecuencias que esto podría tener para la diversidad
biológica más lata que ha conocido nuestro planeta.
Deforestación tropical y extinción
La pérdida de especies es el problema ambiental global más urgente, ya que la extinción de una
especie (o de alguna población de una especie) es irreversible. Existe poca duda de que la
intensidad de las extinciones biológicas ha aumentado en el transcurso de este siglo. Sin embargo,
nuestro conocimiento se basa en gran medida en algunos grupos de organismos, por lo general los
más llamativos para el hombre. I) Entre 1600 y 1950 se habían extinguido ciento trece especies de
aves y ochenta y tres de mamíferos; II) la tasa de extinción para el período 1600-1650, aumento en
cinco veces para el período de 1900-1950; III) el número de aves y mamíferos extintos entre 1900
y 1950 es de sesenta, lo que equivale a una tasa de extinción de 1.2 especies/año. Esto contrasta
con las tasas de extinción “normales” (es decir, fuera de los episodios de extinción masiva) pre
Homo sapiens, calculadas de una especie por cada cien a mil años. Por lo tanto, las tasas de
extinción contemporáneas para aves y mamíferos son de cien a mil veces más altas que la
“normal”.
Una forma común de evaluar los riesgos de extinción biológica es a través de las llamadas
“Listas Rojas” de especies. Estas son compilaciones de especies que algunas organizaciones (por
ejemplo el Fondo Mundial de la Vida Silvestre, WWF; la Unión Internacional para la Conservación
de la Naturaleza, (UICN) preparan con base en encuestas, informaciones de especialistas o
algunos estudios preliminares, y en los que se designan especies de plantas o animales en
diversas categorías de riesgo de extinción (vulnerables, raras, en alto riesgo de extinción,
etcétera). Así, por ejemplo, se consigna un número de cuatro mil quinientos ochenta y nueve casos
de animales amenazados (UICN 1988), o 50 mil especies de plantas en varias categorías de
riesgo, con 20 mil en situación crítica (Wilcox et al. 1988). Aunque estas recopilaciones tienen
cierta utilidad, dan sólo una visión parcial y con frecuencia reflejan la situación de apenas algunos
grupos de organismos, de nuevo, generalmente especies conspicuas o carismáticas para el
hombre, rara vez están basadas en estudios detallados.
Otra forma de evaluar la extinción es a través de análisis de la destrucción de los hábitats.
El raciocinio para esto es que si conocemos el número de especies que existen en un área dada, al
documentar la pérdida de dicha área, podríamos estimar la magnitud de extinción. La esencia de
este enfoque depende de la relación existente entre el aumento en el número de especies, a donde
S = número de especies; A = área del hábitat y c y z son constantes. Además, z determina la
pendiente de la relación. Con base en esta ecuación es posible predecir la proporción de especies
que se pierden en función de la reducción del hábitat.
¿Qué tanto podríamos aplicar este enfoque para estimar las extinciones actuales y futuras
ocasionadas por la destrucción de la selva tropical húmeda? La ejecución de un ejercicio similar
con los datos más actualizados ha sido publicada recientemente por Reid (1992). Para aplicar este
tipo de análisis se requieren tres parámetros básicos: una estimación del área de las selvas, la tasa
de deforestación, y un conocimiento de la pendiente de la curva especies-área.
Área actual y deforestación
Con base en el conocimiento del área bioclimática de distribución y las características edáficas (de
los suelos) en que crecen las selvas húmedas, se podría estimar que el área cubierta originalmente
por selvas (antes de las alteraciones humanas) era de 1440 millones de hectáreas (Simberloff
1986). Los datos más recientes sugieren que a principios de la década de los ochenta el área se
había reducido a 1 166 millones de hectáreas, es decir aproximadamente el 80% del área original.
La tasa de deforestación tropical se estima, por lo tanto, en unos 10.5 millones de hectárea por
año. Sin embargo, hay que notar que estas tasas de deforestación tienen, por una parte cierto nivel
de incertidumbre, y por otra, pueden cambiar con el tiempo, particularmente, es probable que
aumenten (aunque esto variaría de región en región). Por lo tanto, en este ensayo, basaré el
análisis en tres escenarios posibles de deforestación:
-
Bajo: menor que la tasa conocida actual.
-
Medio: comparable a los mejores datos disponibles en la actualidad.
-
Alto: por arriba de la estimación actual más alta.
Curva de especie-área
En la aplicación de este modelo al problema en cuestión el parámetro z es crucial pues la
estimación de la tasa de extinción es muy sensible al mismo. Numerosos estudios ecológicos
demuestran que los valores de z varían considerablemente, por ejemplo entre hábitats y entre taxa.
En una recopilación y análiss de los estudios empíricos disponibles, CONNOR y McCoy (1979)
encontraron que el valor de z oscila entre 0.15 y 0.35 (n = 100). Por lo tanto, debido a la
incertidumbre de los valores de z apropiados, utilizaré los extremos de los valores empíricos
conocidos.
Así, con base en: I) una estimación del área cubierta por la selva húmeda en 1990; II) tres
escenarios posibles de deforestación, correspondientes a cinco, diez y quince millones de ha/año
(bajo, medio y alto, respectivamente); y III) los extremos de valores de z conocidos (0.15-0.35) de
la relación especies-área, es posible intentar una estimación de la extinción proporcional de
especies, para un tiempo dado.
Resultados
Las estimaciones se han derivado para el año 2015, es decir, veinticinco años después del año
base usado (1990). Los resultados se muestran en la tabla 1 y son indicativos de los ámbitos de
extinción posibles para el futuro cercano. Dado que (por razones de la ecología de las especies y
sus comunidades) la reducción de hábitat no necesariamente trae consigo la extinción inmediata
de las especies, sino que ésta puede tomar un tiempo de equilibrio variable (el llamado “efecto de
relajamiento”, ver por ejemplo, Karr (1982), los resultados muestran el porcentaje de especies
comprometidas a la extinción (cuando se alcance el equilibrio).
Tabla 1
Escenario posible de deforestación
Bajo
% de
extinción
Medio
Alto
A*
B*
A*
B*
A*
B*
2
4
4
8
6
14
*A: coeficiente = 0.15; B: coeficiente = 0.35
Porcentaje de pérdida de especies estimado a partir de las extrapolaciones de tres
escenarios de deforestación tropical, utilizando los valores extremos conocidos (A y B)
de la pendiente para la relación especies-área. Los porcentajes corresponden a la
predicción para el año 2015 (modificado de Reid 1992).
Suponiendo conservadoramente que las especies tropicales constituyen el 50% de todas las
especies del planeta, la magnitud de la extinción global, para el escenario intermedio, sería del 2 al
4% de las especies. Si, en contraste, las selvas húmedas albergasen el 90% de las especies, los
valores correspondientes sugieren que entre el 3.6 y el 7.2% del total de las especies se
extinguirán en los próximos veinticinco años.
Para hacer estas estimaciones más ilustrativas, supongamos conservadamente que
hubiese diez millones de especies en el planeta. Con las tasas actuales de deforestación, los
valores absolutos de extinción serían de entre 8 mil y 32 mil especies por año, o veinte a setenta y
cinco especies por día. Sin duda, estos serían los ritmos de extinción más altos conocidos de todo
el Fanerozóico.
Conclusiones
Los resultados presentados deben tomarse con precaución debido a la incertidumbre de los
parámetros utilizados. En todo caso, deben considerarse como hipótesis de trabajo y como guía de
agendas de trabajo inmediato y para el futuro cercano. En particular, como agendas de trabajo
destacan los siguientes aspectos:
1. La protección inmediata de sitios clave (aquellos de gran riqueza de especies, o ricos en
especies endémicas, de distribución restringida), aún dentro de los trópicos, los cuales son
de por sí áreas de gran biodiversidad, pero que varían a diferentes escalas espaciales.
2. La realización de la agenda de trabajo del punto anterior depende de tener un
conocimiento sólido de la distribución y ecología de las especies. Este es, por lo tanto, un
requisito fundamental que depende de tener cuadros científicos bien preparados, en
particular en los países tropicales.
3. Dado que el proceso de deforestación tropical ocurre de tal manera que genera más o
menos aislados de selva, es necesario aprender a conservar y manejar poblaciones de
especies relativamente pequeñas en fragmentos de selva.
4. Es urgente promover la conservación de la biodiversidad en hábitats más o menos
perturbados, porque esa es la realidad tropical. Es decir, necesitamos aprender o hacer
conservación dentro de, o en vecindad inmediata a, sitios de extracción forestal o de
agricultura rural.
5. Las especies comprometida con la extinción (según se explicó anteriormente), debido a la
deforestación que ya ocurrió, podrían salvarse mediante programas de restauración
ecológica, compitiendo con y rebasando al tiempo de “relajamiento”. El desarrollo de
nuestra capacidad de restauración ecológica es claramente una agenda prioritaria.
6. Aunque es obvio, lo más crítico, tal vez, es el desarrollar un esfuerzo particular por atenuar
la deforestación, nacionalizar el uso forestal y mantener hábitats clave del planeta, entre
los que destacan las selvas húmedas.
El desarrollo de las atmósferas políticas y socio-económicas que permitan realizar las acciones
enumeradas, nos podrían dar la esperanza de lograr una redacción considerable de lo que tiene el
potencial de convertirse en el mayor espasmo de extinción biológica en la historia de la vida de
este planeta.
Referencias
Connor, E. F., y McCoy, E. D., 1979, “The Statistics and Biology of the Species-area Relationship”,
American Naturalist, 13: 791-833.
Dirzo, R., 1990, “La biodiversidad como crisis ecológica actual: ¿qué sabemos?”, Ciencias, 4: 4855.
UICN, 1988, The 1988 Red List of Threatened Animals, Internacional Union for the Conservation of
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Karr, J., 1982, “Avian Extinction on Barro Colorado Island, Panama: a Reassessment”, American
Naturalist, 119: 220-239.
Myers, N., 1986, “Tropical Deforestation and Megaextinction Spasm”, en: Soulé, M. (ed),
Conservation Biology: The Sciece of Scarcity and Diversity, Sinauer Assoc. Pub. Sunderland,
Mass., pp. 394-409.
Raup, D. M., 1986, “biological Extintion in Earth History”, Science, 231: 1528-1533.
Reid, W., 1992, How Manmy Species will there be?, en: Whit-more, T. C. y Sayer, J. A. (eds.),
Tropical Deforestation and Species Extinction, IUCN, London, pp. 55-73.
Simberloff, D, 1986, “Are we on the Verge of a Mass Extintion in Tropical Rain Forest?”, en: Elliot,
D. K. (ed.), Dynamics of Extinction, Wiley, New York, pp. 165-180.
Stanley, S. M., 1973, “An Ecological Theory for the Sudden Origin of Multicellular Life in the Late
Precambrian”, Proceedings of the National Academy of Science, USA, 70:1486-1489.
Wilcox, B. A., Buechner, M. y Ehrich, P. R., 1988, “Tropical Deforestation and Species Extinction”,
Review Document Prepared for WWF.
Wilson, E. O., 1989, “Threats to Biodiversity”, Scinetific American, September Issue, pp. 108-116.
Wilson, E. O., 1922, The Diversity of Life, The Bellknap Press, Cambridge, Mass.
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