Abencerraje, El Acosta, Delfina Acosta, Oscar Acquaroni, Rosana

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Abencerraje, El
Acosta, Delfina
Acosta, Oscar
Acquaroni, Rosana
Acuña, Hernando de
Acuña, Manuel
Aguado, Jesús
Aguilar, Julio César
Agustin, Delmira
Ajmátova, Ana
Alarcón, Pedro Antonio de
Alberti, Rafael
Alberti Rafael II
Albi, José
Alcalá, Hugo Rodríguez
Alcántara, Manuel
Alcázar, Baltazar de
Alcolea Jiménez, Juan José
Aldana, Francisco de
Alegría, Claribel
Aleixandre, Vicente
Aleixandre, Vicente II
Alighieri, Dante
Alix, Juan Antonio
Alonso, Dámaso
Alonso, Dámaso II
Alonso, Odette
Altamirano, Ignacio Manuel
Altolaguirre, Manuel
Alvarado, T. Harold
Álvarez, Francisco
Álvarez, José María
Álvarez, Q. Serafín y Joaquín
Andrade, Eugenio de
Andreu, Blanca
Ángel, Montoya Alberto
Apollinaire, Guillaume
Aragon, Louis
Arango, Manuel de Zequeira y
Arce, José Manuel
Arce, Gaspar Núñez de
Aregensola, Bartolomé
Arghezi, Tudor
Aridjis, Homero
Arolas, Juan
Artaud, Antonin
Arteche Salinas, Miguel
Arturo, Aurelio
Arriaza, Juan Bautista
Arteche, Miguel
Ascasubi, Hilario
Atencia, María Victoria
Augier, Ángel
Ávila, Santa Teresa de
Ayala, Pero López de
Azcoaga, Enrique
Azuela, Francisco
El Abencerraje y la hermosa Jarifa
AUTOR ANÓNIMO
Flor de romances, escogida entre los de Abindarráez, Jarifa y
Rodrigo de Narváez
ROMANCES
1
Rodrigo de Narváez guarda la frontera
En el tiempo que reinaba
el Infante don Fernando,
que del reino de Aragón
fue después Rey coronado,
en España residía
un caballero esforzado,
que Rodrigo de Narváez
fue de su nombre llamado,
que a todos los de su tiempo
en valor se ha aventajado;
y entre las cosas que hizo
adonde más le ha mostrado,
fue cuando ganó a Antequera
el Infante ya nombrado;
y ansí, de Alora y de ella
por alcaide le han dejado,
donde estuvo mucho tiempo
con algunos hijosdalgo,
muy valerosas empresas
contra moros acabando.
Pues como la ociosidad
nunca en ellos ha reinado,
saliéronse nueve juntos
una noche del verano,
del murmurar de los vientos
apacible convidados,
y de la luz de la luna
a la salida incitando,
por ver si tienen descuido
los de su bando contrario,
o si sale alguno de ellos
en la noche confiado [...]
2
Cabalgata nocturna, bajo la luna, de Rodrigo de Narváez y los suyos
Al campo sale Narváez,
vasallo del Rey de España
y alcaide de Antequera,
con ilustre cabalgada;
todos a punto de guerra,
de gran nombradía y fama,
salen por topar los moros
haciendo alguna emboscada:
La media noche sería
y la tierra en silencio estaba.
Narváez se sube al otero,
de allí la luna miraba;
tan clara estaba y serena,
que de vella se admiraba.
La noche parece día,
según el cielo mostraba;
el camino por do iban
en dos caminos se aparta
[...]
3
Abindarráez, vistosamente ataviado y con ricas armas, sale por la
noche en busca de Jarifa. Los caballeros cristianos de Rodrigo de
Narváez, al acecho, contemplan admirados la bella estampa del
moro cantando los amores con su dama
[...] Métense en una arboleda
muy hermosa, que allí había.
Desde a poco rato vieron
venir con gran osadía
un valiente y gentil moro
de hermosa filosomía,
en un caballo ruano,
poderoso a maravilla,
amenazando los vientos
con la furia que traía;
que la silla con el freno
eran de grande valía,
con muchas borlas de grana,
demostrando el alegría
que llevaba el fuerte moro,
y en lo demás que traía:
las cabezadas, de plata,
labradas a la Turquía;
un caparazón bordado
de aljófar, que relucía,
y los estribos dorados,
aciones de seda fina.
El moro venia vestido
con estrema galanía,
marlota de carmesín,
muy llena de pedrería;
un albornoz de damasco
cortado de fantasía;
una fuerte cimitarra
a su costado ceñía;
el puño, de una esmeralda;
pomo, de piedra zafira;
la guarnición es de oro;
la vaina, de perlería.
Una adarga ante sus pechos,
de fuerte piel granadina,
a la morisca labrada;
una luna por divisa;
lleva el brazo arremangado
que muy fuerte parescía;
una lanza con dos hierros,
que veinte palmos tenía;
con aquel brazo herculeo
fuertemente la blandía.
Rica toca en su cabeza,
que tunecí se decía;
con las vueltas que le daba,
de armadura le servía,
con rapacejos colgando,
de oro de Alejandría.
Parecía el moro fuerte
un Héctor en valentía;
iba en todo tan lozano,
y tan lleno de alegría,
que con una voz graciosa
aqueste cantar decía:
En Granada fui nacido
de una mora de valía,
y en Cartama fui criado
por triste ventura mía.
Tengo dentro de Coín
las cosas que más quería,
que es mi bien y mi señora,
la muy graciosa jarifa.
Hora voy por su mandado,
do muy presto la vería,
si le placiere a Mahoma,
antes que amanezca el día.
Con tanta gracia cantaba,
porque en todo la tenía,
que a un triste corazón
bastaba a dar alegría
[...]
4
En este romance se trata de la desgracia en que cayeron los
Abencerrajes como consecuencia de las habladurías propaladas por
sus enemigos en la Corte de Granada, causa del destierro de
Abindarráez a la frontera, cuando era niño
Caballeros granadinos,
aunque moros, hijos dalgo,
con envidiosos intentos
al rey moro van hablando,
viendo que los favorece
todo el granadino estado,
hombres, niños y mujeres,
caballeros y villanos;
dicen que los Bencerrajes,
linaje noble, afamado,
procuran dalle la muerte
para gozar su reinado.
5
Otro romance sobre la desgracia de la familia de los Abencerrajes
En las torres del Alhambra
sonaba gran vocería
y en la ciudad de Granada
grande llanto se hacía,
porque sin razón el Rey
hizo degollar un día
treinta y seis Abencerrajes
nobles y de gran valía,
a quien Cegrís y Gomeles
acusan de alevosía.
Granada los llora más,
con gran dolor que sentía,
que en perder tales varones
es mucho lo que perdía:
hombres, niños y mujeres
lloran tan grande perdida,
lloraban todas las damas,
cuantas en Granada había.
Por las calles y ventanas
mucho luto parecía;
no había dama principal
que luto no se ponía
ni caballero ninguno
que de negro no vestía,
sino fueran los Gomeles,
do salió el alevosía;
y con ellos los Cegrís
que les tienen compañía.
Y si alguno luto lleva,
es por los que muerto habían
los Gazules y Alabeces,
por vengar la villanía,
en el cuarto de los Leones,
con gran valor y osadía.
Y si hallaran al rey
le privaran de la vida,
por consentir la maldad
que allí consentido había.
6
En este romance se trata de los amores primeros de Abindarráez y
Jarifa, y la separación de los enamorados por irse ella con su padre
a otro lugar de la frontera
Crióse el Abindarráez
en Cartama, esa alcaidía,
hasta que fue de quince años
con la hermosa Jarifa.
Padre llamaba al alcaide
que él en guarda lo tenía,
y Jarifa como hermana
le regalaba y servía.
Y solos por los jardines
se andaban de noche y día,
cogiendo de entre las flores
la que mejor parecía.
Si Abindarráez cantaba,
Jarifa le respondía,
y si acaso estaba triste,
Jarifa se entristecía.
Y estando una madrugada,
ya que la aurora salía,
sentados junto a una fuente
que el agua dulce corría,
Jarifa de Abindarráez
muchas veces se retira,
y aunque muestra rostro alegre,
no burla como solía;
antes de muy congojada
en mirándole sospira,
y el valiente Abindarráez
mucha tristeza sentía.
Y con la voz amorosa
le pregunta qué tenía.
Jarifa como discreta
sospirando respondía:
?¡Ay, Abindarráez querido,
ay, alma del alma mía!
¡Cómo se nos va apartando
el contento y alegría!
Que a mi padre oí anoche,
fingiendo estar yo dormida,
que hermandad ni parentesco
entre nosotros no había;
y que de aquesta frontera
el rey, alcaide os hacía,
y que mi padre en Coín
quiere el rey que asista y viva;
y pues oí el desengaño
en que engañada vivía,
siendo mi gloria tan breve
¿cómo podré tener vida?
Y estando los dos amantes
en su triste despedida,
llega a Abindarráez un paje
a pedille las albricias.
7
Romance de la carta de amor que escribe el Abencerraje a Jarifa
instándole a que le mande llamar
A ti, la hermosa Jarifa,
Abindarráez salud envía,
el cual sin ella y sin ti
esta carta te escribía.
Mil veces dejé la pluma
y dejada la tenía;
el esfuerzo me animaba,
el temor me combatía.
En esto el atrevimiento
que te escribiese, decía;
el temor, ya despedido,
el amor me dio osadía.
Lo que te escribo, señora,
corazón y vida mía,
es que te acuerdes de mí,
cual salí de gallardía
en la vega de Granada
vestido de tu divisa;
y lo que más te agradezco,
Jarifa, en cuanto podía,
de saber cuán bien celaste
con Fátima, tu querida,
nuestros secretos amores,
como discreta entendida.
Lo que al presente suplico
con amor y cortesía
es que cumplas tu palabra
como de ti se confía,
que es de enviarme a llamar;
di: ¿cuándo será este día?
Y si error hay en la carta,
culpe a quien lo merecía.
Al amor primeramente
porque me favorecía;
después al atrevimiento,
y a la mano que escribía.
8
Romance de la carta de amor que escribe Jarifa a Abindarráez
avisándole de la ausencia de su padre, para que vaya a encontrarse
con ella
La pluma toma Jarifa,
y en un papel escribía
una carta a Abindarráez,
quien más que a sí le quería:
"Bien sabes, Abindarráez,
que soy tu menor cautiva,
tu vasalla y servidora
hasta el fin de mi vida.
Bien sabes que con tu ausencia,
por ser tú mi compañía,
vivo la más triste mora
de toda la morería.
Con esperanzas de verte
tengo esperanza de vida.
Ha querido el gran Mahoma
dar hoy fin a mi porfía,
que mi padre es ido a Ronda,
a Ronda, aquesa villa,
diciendo que ha de volver
dentro de tercero día.
Luego, vista la presente,
te parte[s], por vida mía,
que la tierra está segura
y tu fuerza está rendida."
9
Romance de los temores del Abencerraje esperando la carta de
Jarifa y la llegada del mensajero con la misiva de amor
El postrero Abencerraje
que Abindarráez se llamaba,
teniendo por el rey Chico
la alcaidía de Cartama,
ninguna noche duerme
ni de día sosegaba
viéndose tan apartado
del contento de su alma,
porque su amada Jarifa
allá en Coín, donde estaba,
témese que no le olvide,
siendo de otro festejada;
que aunque estaba bien fiado,
siempre teme su mudanza,
porque mudanza en mujer
es cosa muy ordinaria,
cuantimás que en larga ausencia
ninguna paciencia abasta.
Y con este pensamiento
grandes congojas pasaba,
mas todo es bien empleado.
Pues tan bien se le pasaba,
que estando el Abencerraje
asomado a una ventana,
mirando hacia aquella parte
donde su señora estaba,
que este era el mayor regalo
que para su mal hallaba,
diciendo: "¡Dichosa tierra,
pues que deseo alabada,
que tienes la flor del mundo,
y la más hermosa dama
de todas cuantas han sido
ni serán según su fama!";
vio venir un escudero
que a gran priesa caminaba,
con una carta en la mano,
y hacia él enderezaba.
El moro cuando le vido
su corazón se alteraba,
porque no sabe quién fuese
ni para qué le buscaba,
y en llegando el escudero
de rodillas se hincaba,
y la carta que traía
en su mano se le daba;
y aunque no vio sobre escripto
no quiso preguntar nada,
mas en habiéndola abierto
la color se le mudaba,
porque vio en la cortesía
que era letra de su dama,
que a dar fin a sus amores
le envía a decir que vaya.
10
Lope de Vega cuenta, por medio de un romance en boca de
Abindarráez, cómo Don Rodrigo rindió al moro cuando este iba
camino de sus bodas Abindarráez a Jarifa
Llegó a Cartama Celindo
con tu carta cuando estaba
el sol inclinado al Sur,
pardo y triste, y no sin causa.
Leíla, beséla y dile
albricias de mi esperanza,
que se perdió en el ausencia
después de llena de canas.
Vestíme, hermosa señora,
colores, plumas y galas,
que un alegre pensamiento
con todas tres se declara.
Bajé a nuestra huerta antigua,
y despedíme en voz alta
de los árboles y flores,
de las fuentes y las aguas.
Diles mil abrazos tiernos,
y ellos también se inclinaban
a darme para ti muchos,
que aun tienen alma las plantas.
Puse al estribo las mías
sin el arzón, y a la casa
le dije volviendo el rostro:
?Piedras, Jarifa me aguarda.
No sé si me respondieron,
pero sentí que sonaban
por largo trecho las fuentes:
o era envidia o tu alabanza.
Esta, por todo el camino,
jornada, aunque breve, larga,
iban alternando a veces
entre la lengua y el alma,
cuando de unos robles verdes
entre pálidas retamas
oigo relinchos y voces,
y alzo la lanza y la adarga.
Pero al punto estoy en medio
de cinco lanzas cristianas,
mas sin soberbia te digo
que eran pocas otras tantas;
y quizá porque eran pocas,
trajo luego mi desgracia
otras tantas de refresco,
y una, la mejor de España:
Este fue el alcaide fuerte,
si sabes su nombre y fama,
que es de Alora y Antequera,
y estaba puesto en celada.
Apartó sus caballeros
desafióme a batalla
como caballero fuerte,
cuerpo a cuerpo en la campaña.
Como era fuerza, acetéle
y ansí con la luna clara
comenzamos nuestra guerra
jugando las fuertes lanzas.
Y pues al fin me venció.
No me alabo; decir basta
que tenía tres heridas
en brazo, muslo y espaldas.
No me las dieron huyendo
pero quien con diez batalla,
también sospecho que tiene
en las espaldas la cara.
Don Rodrigo de Narváez,
que así el alcaide se llama,
me prendió, y llevaba a Alora
de sus diez hombres en guarda,
cuando, viendo mi tristeza,
si le contaba la causa,
me prometió dar remedio
y ansí fue justo contarla:
Que hizo el cristiano conmigo
esta gentileza extraña,
con sólo mi juramento,
porque le di la palabra
que dentro el día tercero
volvería a Alora sin falta
a ser su preso y cautivo.
Mira si es justo quebrarla.
Y mira, mi bien, si debo
llorar mi suerte contraria,
pues le he de llevar el cuerpo
de quien tú tienes el alma.
11
El Abencerraje cuenta a don Rodrigo, camino de la prisión, después
de la derrota, sus amores con Jarifa; en este fragmento de romance
le refiere su juventud hasta que supo que la mora no era su
hermana
Cuando yo nascí, cuitado,
luego mi padre me envía
para que criado fuese
en Cartama aquesa villa.
Encargárame al Alcaide,
que mi padre lo tenía
por grande amigo, y lo era,
y en las obras parecía,
pues con una hija sola
me criaba y le servía.
Ella me llamaba hermano,
yo a ella hermana mía;
como hermanos muy amados
pasábamos nuestra vida.
El amor entre los dos
diferencia no hacía;
como su hermano me amaba,
yo por hermana tenía.
Tanto cresció en hermosura,
que par a ella no había.
Vila una vez en la fuente
que en nuestro jardín corría,
peinándose los cabellos
como oro de Alejandría.
A la hermosa Salmasis
en belleza parescía.
Dije: ?¡Oh, quién fuese Troco
para estar cabe esta ninfa,
sin jamás quitarme de ella,
ni de noche ni de día!
Con su gracia y hermosura
corriendo a mí se venía,
y abrazándome me dijo:
?Ay, hermano de mi vida,
decidme, ¿dónde venís,
que yo buscado os había?
?Yo también a vos, hermana,
que sin vos no hay alegría.
Pero vos ¿cómo sabéis
que seáis hermana mía?
?Yo no más del grande amor
que como hermano os tenía,
y ver también que mi padre
como sus hijos nos cría.
Otras mil cosas pasamos
que el amor nos insistía.
Y como el tiempo descubre
las cosas, yo supe un día
como no era mi hermana,
y holguéme en demasía [...]
12
Otro romance que cuenta el mismo episodio de la libertad del moro
Mal herido Abindarráez
se sale de una batalla,
y preso, que es lo peor;
y lo que más estimaba,
no por verse de un cristiano
sobrado lanza por lanza,
mas por no poder cumplir
a Jarifa su palabra.
Solo va en medio de todos
los que el alcalde llevaba,
muy triste y muy pensativo,
y la cabeza abajada.
Suspira de rato en rato,
y entre sí él se quejaba:
?¿Hasta cuándo, di, fortuna,
has de estar conmigo airada?
Acaba ya, si quisieres;
mira que no ganas nada,
que no es honra en cuerpo muerto,
como dicen, dar lanzada.
Jarifa, señora mía,
mal nos fue en esta batalla,
pues tú pierdes tu cautivo,
yo mi gloria deseada.
No esperes, porque si esperas
estarás desesperada,
esperando a quien no espera,
que se acabó su esperanza.
¡Ay de mí, triste cautivo,
ay, que el alma se me arranca!
Diciendo esto dio un suspiro,
y los ojos se alimpiaba.
El alcaide, que es discreto,
y la noche hacía clara,
iba notando del moro
la tristeza que llevaba,
y apartándole a una parte,
supo de él toda la causa;
y al punto le dio licencia
con que le diese palabra
de volver a su prisión,
esta ventura acabada;
y el moro se fue contento
adonde Jarifa estaba.
13
En el curso de la novela de los amores de Geminandro y Laura, un
personaje canta el romance de la soledad de Jarifa mientras espera
a su enamorado; sigue otro en el que se canta el gozo del
encuentro entre los enamorados moros; y otro más sobre la vuelta
de Abindarráez y Jarifa al castillo de Rodrigo de Narváez
[...] y después de ya el suntuoso y rico banquete acabado, pidió
Laura a Pinela tocase el instrumento y cantase alguna historia de
cristiano o moro. A quien Pinela respondió diciendo que de cristiano
no tenía cosa al presente de gusto, pero que sí tenía de moro
enamorado, cuya historia, aunque antigua, la tenía sacada a lo
nuevo; así, veniendo en ello Geminandro, y templando el
instrumento, comenzó a requebrar la soledad de Jarifa en suave
canto:
Triste, pensativa y sola
está la bella Jarifa,
temerosa de perder
al Bencerraje, su vida.
Debajo está de un jazmín,
en un jardín retraída,
de celos y pensamientos
el alma y fe combatida.
Siente que el plazo se pasa
y teme que se retira
el Abindarráez de verla
por mudanza o por desdicha.
Aflígela su sospecha
y el esperar la fatiga,
porque el firme amor, si espera,
siente cualquier niñería.
Con la memoria y los ojos
un solo camino mira,
y por corazón y boca
al Abindarráez suspira.
Teme la lanza cristiana
que don Fernando tenía
en el castillo de Alora,
por el Narváez regida.
Y con estas tristes olas
la llama de amor batida,
respirando por la boca
resuelve en llanto estas liras:
Si de la cruda ausencia,
le nasce al alma desastrada suerte,
no espere otra sentencia
el que espera la muerte
padesciendo este trago duro y fuerte.
Ausencia tiene el alma
rendida al celo sospechoso y duro,
el pensamiento en calma;
y el amor firme y puro,
si pasa mal de ausencia, no es seguro.
¡Ay, dulce Abindarráez,
si extraño amor y ausencia te han mudado,
o el cristiano Narváez
te tiene aprisionado,
no pierdas de Jarifa tu cuidado!
Cesó porque el moro vino
herido de dos heridas:
el fiel cuerpo, de Narváez,
y el corazón, de Jarifa.
Fue el discantar de Pinela tan gustoso a Geminandro y Laura que a
mucha instancia le pidieron proseguiese si tenía acabada la historia
por conoscer el gozo de presencia en los amantes, que ausencia fue
tan penosa. Así proseguiendo Pinela, mudó el tono en la cítara y
dijo:
14
Holgando está con Jarifa
el Abindarráez gallardo,
y contemplando en la gloria
que meresció su cuidado.
"Mi alma y mi bien", le dice;
ella: "mi ser y regalo";
él la llama: "mi señora";
ella: "mi señor y amado".
Que cuando es amor de tempre,
es con los suyos tan franco,
que con placeres de un día,
paga pesares de un año.
Pero como viene herido,
y cautivo de un cristiano,
no sabe si lo descubra
o si lo tenga callado.
Al "sí" le fuerza el se ver
de su palabra obligado,
mas el dar pena en Jarifa,
al "no" le está convidando.
Pero descúbrelo el rostro,
que ya le tiene turbado,
porque están juntos en él
amor y fe batallando.
Habla en Jarifa su celo
y pide el por qué celado
vive, suspenso y cuidoso,
triste, presente y mudado.
Rompen silencio en el moro
amor, temor y mandado,
y responde con suspiro
refiriendo el qué del caso:
"Ajeno de imaginar
insistiera mi contrario,
en resistir mi penar
a talle de batallar,
partí anoche solitario.
Intención sólo guiaba
a ver tu dulce presencia
pero fortuna que agrava
me ofreció batalla brava
cristiana, mas con clemencia.
De Alora ciertos guerreros
con Rodrigo de Narváez
en granadinos ligeros
salieron [a] Abindarráez,
armados de caballeros.
La sobrevista mirando,
vieron en mí que era moro,
y cinco que eran de bando
me acometieron volando
agraviando su decoro.
Señaláronse en rencuentro
con la fuerza de su langa,
pero no hicieron mudanza
en el corazón, que dentro
gozaba de tu esperanza.
Ora la suerte quisiese,
ora su corta ventura,
o el sitio de la espesura,
no hubo alguno que me hiriese,
ni falsease la armadura.
Doblóseles fuerza en verme
en la cruel liga metido,
y pretendiendo prenderme,
vieron tan bien defenderme
que temieron su partido.
Nascióles de este temor
corazón para llamar
al alcaide, su tutor,
de cuya fuerza y valor
te puedes asegurar.
León se mostró en la guerra
hasta que me vio rendido,
pero rendido y en tierra,
fue tan noble y comedido,
que su término me atierra.
Orgulloso y de guerrero
por armas quiso rendirme,
pero como caballero
sabiendo mi amor tan vero,
dio licencia de partirme.
Déjele palabra y fe
de volver a su prisión,
cumplida tu petición.
Esto, pues, es el por qué,
Jarifa, de mi pasión.
Arto siento en despedirme,
Jarifa, de tu presencia,
no por el temor de ausencia,
pues mal podrán ya rendirme
su mudanza y empaciencia.
Y cuanto quiera llegar
a destrozar mi constancia,
no hallarán tiempo y lugar;
para sólo imaginar
sacará de mí ganancia.
Ágalo posible en ello,
que aunque en hacer se deshaga
no podrá dejar la llaga
que tiene en el alma sello
de pagar lo que te paga."
Cuando Jarifa entendió
el por qué del triste caso,
y conosció ser cautivo
el Bencerraje su amado,
determina de partirse
a cumplir con él el plazo,
por no se quedar sin alma
con su ausencia y sin su amparo.
¿Ha sido, hermana Pinela ?dijo Silabia?, tan grata a mi gusto la letra
y el concierto de tu música, que si competidores y premios hubiera,
a mi juicio merescieras la corona.
?Bien es verdad ?dijo Laura?, pero parésceme que ha favorescido
en la letra menos a Jarifa, no siendo ella en amar al moro menos
aventajada.
?Harto a mi juicio ?dijo Geminandro? ha dicho de ella, señora, y si
gustáis, pues no tiene competidor que la contradiga, prosiga la
historia que a mi parescer lo más gracioso resta.
Y viniendo en ello Laura, templando a talle la cítara, prosiguió Pinela
la historia en diversas tonadas de esta manera (prosigue en el
romance XV)
15
Holgándose está con Jarifa
el Abindarráez gallardo,
y contemplando la gloria
que mereció su cuidado.
"Mi alma y mi bien", le decía;
ella: "Mi rey y regalo";
él: "Mi contento y señora";
ella: "Mi señor y amado".
Que el amor, si está de temple,
es con los suyos tan franco,
que por el placer de una hora
quita pesares de un año.
Mas como él viene herido
y cautivo de un cristiano,
de la villa de Antequera,
alcaide del rey don Sancho,
no pudo con el dolor
llevar su contento al cabo;
mas, con sobrada ocasión,
un triste suspiro ha dado.
Armas verdes y cautivo,
preso de amor sin batalla,
rendido el pecho a Jarifa
el Bencerraje cabalga.
No le dejan partir solo
los amores de quien ama,
porque ella gusta de ir presa
donde lleva presa el alma.
Parten los dos mano a mano
a cumplir la fe y palabra
que Abindarráez dio a Rodrigo
de volver preso a su casa.
Pasando por el jaral
adonde fue la batalla,
dice con un ¡ay! el moro
que del corazón arranca:
?Dulce Jarifa, aquí fue
donde tu amante perdió
la victoria que ganó
cuando te vendió su fe,
y tu cautivo quedó.
Aquí cayó Abindarráez
queriendo la suerte dura,
y ofresció en esta espesura
a Rodrigo de Narváez
tiempo, lugar y ventura.
Visto el sentimiento que hace,
tuerce Jarifa la habla
por restaurar el dolor
que le renueva la llaga.
Y con alegre semblante
mueven cuestión delicada
del hacer comedimiento
a don Rodrigo en su casa.
?Porque la gente cristiana
no nos condene en lenguaje,
quiero saber, Bencerraje,
qué salva será más llana
para tan llano hospedaje.
Pues donde hay vencimiento
es como esclavo el vencido,
si el vencedor es servido,
y este duro tratamiento
muchos hay que le han tenido.
No le puede dar respuesta
porque acabó la palabra
a la vista del castillo
donde don Rodrigo aguarda.
En lo último iba Pinela de su gustoso canto cuando por un camino
que algo encima la fuente caía, sintieron venir agramente llorando
una dama...
16
Romance con las quejas de la espera de Jarifa y la llegada del
Abencerraje
Cercada de mil sospechas
la hermosa Jarifa estaba,
temiendo que Abindarráez
le faltase la palabra,
porque ve pasar la noche
y que a Coín no llegaba.
Con la congoja que siente
muchas veces sospiraba,
y sus ojos hechos fuentes
estas palabras hablaba:
?¿Dónde estáis, Abindarráez?
¡Qué es de ti, bien de mi alma!
¿Por qué has querido engañarme,
sabiendo que soy tu esclava?
Si no pensabas venir,
respondiérades a la carta,
y no hacerme esperar
para estar desesperada,
que aunque quiera no lo estar
no es tan larga la jornada,
que pueda pensar que en ella
gastaras noche tan larga.
Mas si acaso la fortuna
me quiso ser tan contraria,
que te encontrasen cristianos
para vencerte en batalla,
ruego [a] Alá que esto no sea,
antes que quede burlada
que, por no verte cautivo,
daré por rescate el alma.
Tanto lloraba Jarifa
que las piedras ablandaba,
pero vínole el remedio
cuando más penada estaba,
porque lo oyó, que en el jardín,
que sonaba un cuento de lanza,
y bajó corriendo [a] abrille
de placer alborotada;
y con la gran turbación
casi abrille no acertaba,
mas después que le hubo abierto,
un recio abrazo le daba.
Con el brazo echado al hombro,
al castillo lo llevaba,
adonde le hizo señor
de su hermosura y gracia.
Delfina Acosta
(Asunción, 1956).
Poeta, narradora y periodista. Aunque química-farmacéutica de
profesión, Delfina Acosta se ha dedicado a la creación literaria desde
muy joven. Sus primeros poemas aparecen en Poesía itinerante
(1984), publicación colectiva del Taller de Poesía Manuel Ortiz
Guerrero. Posteriormente ha publicado dos poemarios: Todas las
voces, mujer... (1986; Premio "Amigos del Arte") y La Cruz del
Colibrí (1993). Parte de su obra poética figura en antologías
literarias nacionales y extranjeras. En 1987, en los "Juegos Florales"
--concurso organizado por la municipalidad asuncena en ocasión del
450 aniversario de la fundación de Asunción-- su obra Pilares de
Asunción fue galardonada con el premio "Mburucuyá de plata". Ha
ganado además numerosos otros premios, entre ellos: el segundo
premio "Poesía Joven" (1983), la "primera mención" en el Concurso
de la Municipalidad de Asunción (1991) y una "mención especial" en
el concurso de cuento breve "Néstor Romero Valdovinos" (1993) por
su cuento "La fiesta en la mar", publicado después en el suplemento
cultural del diario "Hoy". Tiene también varios cuentos aún inéditos.
LA ROSA DURA
El gallo soy de la veleta roja
que mira al Norte porque Norte soy.
A mi pueblo lo barre el mismo pueblo:
un viento malo con que al río voy.
La saeta del Este cuando gira
da vuelta al pueblo, al lirio y al convoy
del caballo al que subo al ser el día
para saber al irme en dónde estoy.
He plantado una estrella en el Oeste
que bajará a la noche. Te la doy
porque subes al Este cada tarde.
Yo te amaría, mas veleta soy.
El gallo fui de la veleta roja
que al Sur apunta pues al Sur me voy.
En su frío se templa mi poesía:
la rosa dura que ha de abrirse hoy.
ENEMIGO
Mi peor enemigo, tú que me amas
como una ciega lluvia que al caer
escampa, arrecia, escampa. Mi enemigo,
yo te corono amante, pueblo y rey.
Con una hiedra mis cabellos atas
y sabes del lunar que es mi clavel.
Cuando el jazmín de su rocío cuelga
y huele a flor pisada antes de ayer,
con la ronda impaciente de tus pasos
bajo tu sombra vengo a florecer.
Si no te amara, nunca te odiaría.
No te vaya, enemigo, yo a perder.
¿Quién me perdonará? ¿Por quién mis versos
caerán de mi tristeza en el papel?
Tú, mi enemigo. Yo, enemiga tuya.
La muerte no helará nuestro querer.
CUARTO AZUL
Somos amantes. Suelen los poetas
con infantiles coplas y sonetos
celebrar el tañir de las campanas
como la hora nupcial de nuestro encuentro.
Dirían más, pero se callan porque
se abrevia así el relato en dulce cuento.
Es la sombra que atiende el buen negocio,
madama de aire triste; los dineros
pagados por el cuarto azul agrandan
sus ojos apagados, mas los juegos
de los amantes en las escaleras
no la dejan dormir. Se siente el cielo
cuando en la calle oscura y sin un ánima
ya somos de la acera dos silencios
por una tos la culpa de un ladrido.
¡ Qué accidente ! ¿Quién más irá a saberlo?
ROPAJE
Es el mar mi ropaje: así desnuda
como una enorme ola a ti yo llego.
Mi ocasión la tormenta y los relámpagos,
y es la montura de mi amor el viento.
No retorno: yo voy pues son mis pasos
como a la hierba la pasión del fuego.
Soy la bestia de larga cabellera
que lame la otra lengua que es el beso.
En la forma de piedra me hallo a gusto
porque es así tan duro mi silencio
que no lo vencerá el dolor del mundo,
ni del odio la gota de veneno.
Es el mar mi ropaje: así desnuda
como una enorme ola a ti yo llego.
Brotaron en mis manos de agua sucia
las flores venenosas de estos versos.
ESTATUA EN LA PLAZA VERDE
Te esperaría. Yo sería, amado,
la primera en llegar hasta la vía,
y la última en volver, con un paraguas,
de la estación del tren que te traería.
Iré hasta el mar como la lluvia, a veces,
y pasaré del mar a la otra cita,
en el muelle del puerto, frente al río.
Seré la gris silueta que tirita.
Inmensamente sola como novia
saldré a buscarte y volveré tardía.
Del balcón a la plaza partiré.
Seré una estatua de melancolía.
Y a la hora puntual de nuestras muertes,
si llegara primera a nuestra cita,
te estaré ya aguardando para darte
mi amor en una blanca margherita.
DIENTES
Estrella que es error, yo soy los dientes,
y solamente dientes, no la boca
que yerra, miente, injuria, a Dios calumnia,
y cuando su áspid guarda queda roja.
Ay, pobres bocas, lenguas enredadas
con las malas palabras que hablan solas.
Yo soy los dientes que castañetean
cuando filosos muerden a las rocas.
La bocas son carmín que en la intemperie
pierden su fuego; en su lugar, las rosas
en las muy frías noches, de sus frentes
dejan caer sobre el amor sus gotas.
Soy como Hefesto, dios que cojo y feo,
pelea doy, mas llama que se llora,
no sé qué frase mágica invocara
para una vez besarte oscura boca.
EL BESO
Voy a contarte un cuento que otras saben.
Las menos como tú jamás supieron.
Era un juego de a dos pues se enfrentaban
un rey hermoso y una reina a besos.
Y érase que ella alegre se moría
como última tecla en cada beso.
Y él riendo tomaba con su boca
un poco de su lengua y de su aliento.
Pasó el verano bajo el puente chino,
sopló el otoño y garuó el invierno,
volvió la primavera y se marchó
detrás de un par de niños aquel juego.
Y érase esa mujer que aún lo amaba,
y moría de pena, pero en serio.
Y érase la tristeza en el ciprés
la hora en que llovía en ese reino.
HADES
La primera señal: te salen lágrimas,
y escribes, sin querer, mejores versos.
Se apagan los faroles de la cuadra,
pero tus ojos brillan más atentos.
Y hay dos señales: si con él te cruzas
es como si te diste vuelta a verlo.
La cerrazón que cae sobre tu alma
te lleva a presumir que ya es invierno.
Si habré escuchado historias en mi vida:
Érase una que bajó al infierno
donde perdió a su amante. Y hubo un ánima
por siempre enamorada de un espectro.
Y hay más relatos. Y éste es muy contado:
Dirá que al bosque irá por un momento.
Te besará como quien va por más
cerillas. Nunca volverás a verlo.
NIÑO BELLO
En tu día de bodas, niño mío,
arrancaré las flores de tu herida.
Tu cutis sobre el mío hará caer
del cielo en esa noche lozanía.
Te limpiaré a la aurora con mi lengua
y me odiarás fielmente cada día.
Mi nombre harás rodar del río al mar.
No le amarás aunque su amor le pidas
a la mujer que dejará alargar
por ti su cabellera de llovizna,
y a la otra también, que trenzará
sus bucles con malezas y gramillas.
Deja niño que sea yo quien cause
el mal irreparable en ti. Que digas
que te he querido y que te quise más
de lo que por quererte me querías.
PERO TAN CONTENTA
Si ya te ha amado alguna, y luego otra
a quien llevaste con su hermana a fiestas,
y aquella a cuyo rostro te arrimaste
del lado en que asomó la luna llena,
¿por qué me distrajiste si me hallaba
cuando muy sola anduve tan contenta?
Era una triste, azul mirada fija.
Un beso me quitaste y me entró pena.
Que ya no quiero amarte bienamado
porque mejor amante es el poema:
rondando como un lobo, si la luna
florece entre las ramas, me despierta.
Que ya no quiero amarte bienamado
porque mejor amante es el poema.
Los versos tras las aves alzan vuelo.
Mi alma incendiada en el papel gotea.
DESOLADA
A Gabriela Mistral
Antes de echar mi cuerpo al ebrio río,
muy ebria ya, entré por las abiertas
puertas del templo; oí a una rata huir.
El atrio era una vieja madriguera.
Y le dije a mi Dios, en cualquier parte,
que pecar, no pequé, y ni siquiera...
Un relámpago atroz iluminó
las pocas velas y tronó la iglesia.
No supe qué decir, mas las palabras
fluían de mis lágrimas, sinceras.
Los santos parecían escucharme
con esa educación de gente vieja.
Y por si ahí estaba, a Dios le dije,
que amar, amé. Mis huesos di a las fieras.
Jesucristo en la cruz olía a herrumbre.
El río me aguardaba entre las piedras.
PORQUE SIENDO VERANO
Será tal vez el alma lo que duele
porque siendo verano paso frío.
Como una gota se cayó y rodó
mi alma en la escalera de un altillo.
Ayer estaba alegre y contagiosa.
Hoy mi ojo triste en el espejo espío.
Por la salud de todas tus amantes
hago sonar mi copa contra el piso.
¡Noches de amor y ni una medianoche!
Las penas se me van con los vestidos,
mi maldición en balde y el veneno
que bebo de mi cáliz los domingos.
¡ Rodó la gota por las escaleras !
No se me pasa el alma con suspiros.
La pena es ese pájaro que trina
sobre una rama y canta, a Dios, divino.
UNIGÉNITA DEL SUR
Tal vez es culpa mía que haga frío,
que rija ya el otoño, y que las hojas
se borren de las ramas como pájaros,
o se largue a llover a cualquier hora.
O es sólo culpa nuestra. Por querernos
un fuerte viento por las calles sopla.
¿Cuál mariposa recibió una piedra
y mana sangre limpia de paloma?
Un trébol por un beso, y un poema
para quedarse triste en tu memoria.
Me diste lo mejor de tu tristeza
y te clavé en el pecho una amapola.
Los pasos de la lluvia suenan lentos.
Acaso quien camina es tu persona.
Soy hojarasca que otro paso esparce.
A mi favor tan sólo el viento sopla.
VUELVO PRONTO
Tras un hombre que amé en la primavera
se marchó mi vestido, enamorado.
Él me abrazó diciendo "vuelvo pronto".
La flor que me dejó arrugó mis manos.
Mi chal de Cachemira se llevó
quien me acostó a la sombra del verano,
y mudó a sus mejillas mi color,
y la sal de sus besos a mis labios.
Mi abrigo beige que calentó un otoño
me lo quitó, sobre el sofá, jugando,
el hombre de otra, que me dijo hallar
de soledades llenas nuestras manos.
Que todo se llevaron. Fue muy fácil
bajar el cierre de mis dos leopardos,
arrugar mis vestidos, deshojar...
A veces me sangraban los costados.
YO, OTELO
Te celo de las niñas imposibles,
rostros de brasa y lágrimas de nieve.
Me encuentras a tu madre parecida,
y de razón mudable cuando llueve.
Te quiero y tú me quieres, mas no basta,
ni esta promesa de quererse siempre.
Mi amor lleva mi letra simple y triste.
El tuyo es una carta que se enciende.
A veces miras sin notar el cielo
y dices, por ejemplo, que me quieres.
Yo juego a que estoy muerta y me distraigo
mirando cómo el pasto se oscurece.
Y por amarme y por besarme tanto,
y por morderte y luego por lamerte,
cayó el adiós, cayó después la lluvia,
en esta última tarde de diciembre.
BODA PATÉTICA
Que no sea en otoño, ni en verano.
Yo querría que fuese en primavera;
dará setiembre entonces sus primicias
y los jazmines abrirán las rejas.
Caerán besos de adiós en mis mejillas.
Mis ojos como lágrimas abiertas
se cerrarán en boca de mi amado.
¡ Que no será velorio, sino fiesta !
Un tocador con mar confeccionado
hará rodar sobre mi sien realeza.
En la brumosa esquina del salón,
cualquier pedido tocará la orquesta.
Y sonarán las notas de Gardel.
Se oirá este coro: "El día que me quieras..."
Me iré a casar. Empezará a llover
y los jazmines cerrarán las rejas.
COSECHA
Descalza peregrino debajo de la lluvia.
Lloro por dentro
un agua de oro.
Cuéntame, bienamado.
¿Dónde tu reino, tus lacayos,
tu ángel de la guarda, y tu bufón?
Mas, ¿dónde tu victoria,
tu cicatriz profunda,
tu esclava, tu corona,
y tu cabeza amada?
Mi corazón en llamas
es la señal callada de que aún vivo.
PIEDRA EN LLAMAS
¿ Y si me amaras ?
También si me dijeras
palabras que no hablan
en esta tarde que se va deprisa
por una puerta abierta hacia otro día.
¿ Si me quisieras ?
O si me permitieras ver tus ojos,
más, mucho más de su color de agua,
para encontrar en ellos lo que busco:
mi corazón,
mi propio corazón perdido.
Yo me imagino, a veces, convertida
sobre tu pecho en medallón de plata.
Yo me contemplo,
página ya escrita,
quemándome en tu cuerpo lentamente,
para brotar después,
para rehacerme
en lágrimas de un rostro maquillado.
Si me dijeras,
mejor, si no dijeras,
y yo supiera igual que tú también...
LOS MODOS DE MARCHARSE
Hay modos de marcharse de la vida:
poco a poco
se van de tu memoria
los versos más hermosos de Rimbaud.
Te ocurren dos fatalidades juntas:
se te muere la rosa
que al mirarla quisiste
con suspenso de niño,
con el amor de Dios,
y se entierran, también, en el jardín,
las hojas amarillas de tu alma.
Para llenar las horas de la tarde
vas y vienes del tiempo
en que quedó el recuerdo
de aquella boca tibia ayer besada.
Hay modos de marcharse
de la vida:
poco a poco
se van de tu memoria
los versos más hermosos de Rimbaud.
LA NODRIZA
Me quieres por ser triste y por mayor.
Me quieres pues no tienes aún edad
para llevar a una mujer a misa.
Te permito morder, lamer, sanar.
Tú bebes de los ríos de mis senos
el agua de las rocas frente al mar.
Me pides que te muerda, y al besarte,
te pinte mi boquita de labial.
Te dejo susurrarme en el oído
lo que otro día a otra le dirás:
"¡ Ay, triste mía, mía, sólo mía !"
El amor como el vino habla demás.
Ninguno como tú, entre todos dios.
Te enseño a ser varón y te me das.
Aprende niño hermoso que el amor
lleva en su tibia sangre la maldad.
ANTES DEL OLVIDO
Acaso es tarde.
No importa ya
que con favor del diablo
coloque mis jazmines en la acera,
mi zapato de tierra
en la ventana,
y me quede
en cuclillas,
aguardando,
que alguien golpee de una vez mi puerta.
No importa ya
que con las gotas
de un día que en la fiesta fue lluvioso,
yo moje mis cabellos y mejillas,
y me quede sentada,
parpadeando,
sobre el sillón de mimbre, en la penumbra.
Acaso es tarde.
Acaso el tiempo
me llegó de golpe
por andarme de madre,
por andarme de hija,
y este fuego nocturno
que sube por mis huesos,
este aullido feroz
que levanta mi sangre,
ya no son señales
para llamar a nadie.
LOS PASAJEROS
Amigo, vamos a abordar un tren.
Desde la ventanilla miraremos
a los lobos cercándole a la luna,
y a la lluvia apagando al firmamento.
Tomaremos un break en la campiña
donde grazna al Señor, un triste cuervo.
Lloverá y volveremos a subir.
Me habré marchado de tu abrazo lejos.
Sin darme cuenta de que te has quedado
debajo del ciprés que arquea al viento,
te contaré las cosas que he callado,
y te diré en la boca que te quiero.
El tren habrá parado en la comparsa
que de esquina en esquina va hasta el puerto.
Después de un rato pitará, y entonces
me iré con él para pasar de lejos.
NO SE LO DIGAS
No se lo muestres nunca a nadie,
ni se lo digas
a tu mejor amigo
haciéndole jurar con muchas copas
que nunca contará.
Escucha:
ya maduró la luz
en la primera fruta del parral
y quiero que te asombres.
Ni siquiera
te nombro,
y sin embargo,
sus versos que poseen el color de mis venas
te cuentan
a través de los vientos y del agua
que a ti me lleva el blanco
de la virginidad
que te debí en las noches consteladas,
el verde de las hojas de tu pueblo
donde fueron a misa los vestidos,
y el rosado prudente
de la amante que finge
ser la esposa en la fiesta.
ANGELUS
Quién pudiera aprender los largos versos
que saben las oscuras golondrinas;
ellas retornan al oír el canto
de lo que fue un lejano Ave María.
Quién dijera de pronto al recordarme:
delante de una lámpara encendida
dejaba en cada línea de papel
los versos que las páginas perdían.
Solía al ver crecidas su melena,
su lágrima y su uña andar sombría.
Y le han crecido por andarse triste
en vez de cualquier cosa, margaritas.
Y que se diga un dulce cuento al niño:
bajó la muerte a ella cierto día
en que la lluvia se volvió una gota
sobre la rosa que perdió la vida.
¿QUÉ HISTORIA CUENTA?
¿ Qué historia cuenta, si el ciprés se arquea,
y la higuera se rompe, el loco viento ?
¿ Si las puertas se cierran de repente,
es que ha estallado su terrible genio ?
Ya sufrir pareciera cuando el lobo
aterra con su aullido, desde lejos,
mientras la tos despierta al moribundo,
y ladra sin dejar dormir el perro.
Si las campanas suenan espantando
del viejo campanario a los murciélagos,
se diría que él sale de un garito
donde ha apostado el alma de los muertos.
En ocre caracol arrinconado
a nuestro oído sopla muy enfermo.
Como él ninguno, de los libres dios,
y espíritu, quien sabe, de los muertos.
POR LAS ROSAS
Me voy a maquillar para morir.
Por la luna sabrán si estaba loca.
"Era llena de lluvia", contará
quien cambia los amores de mi alcoba.
Me voy a maquillar para morir.
Por la luna sabrán si estaba loca.
Jugando a que me muero, muero.
Ay, camalote que en el río flota.
Sabré yo entonces quiénes me han amado,
no por llorarme bajo lluvia en contra,
ni por callar, o por decir de mí
por estar muerta y buena, o tantas rosas.
Alumbrarán mis noches los relámpagos.
La cruz mayor proyectará mi sombra.
Un río largo y limpio escribiré.
Mi verso crecerá en las verdes hojas.
MIL
Se llega a mil, señora, con la verja
que cerca a su jardín, de doce metros.
Las estrellas que el ojo no ha contado
nada quitan ni añaden a estos versos.
Porque casada cambia de maridos:
un Dios te salve y nueve Padrenuestros.
A tanta cifra agrego aquí los guiños
romances, citas, y piropos cientos.
Es siempre doce el número mejor.
Morenas doce rosas, por ejemplo.
Un paraguas abierto y una lluvia
no dejan ver a una mujer de duelo.
El resto es saldo de ochocientos perlas,
así como cincuenta y dos dineros,
pañuelo con que abulto mi corpiño.
A mil llegué señora y firmo el verso.
Acosta Oscar
Biografía
Poeta, político y diplomático hondureño nacido en Tegucigalpa en 1933.
Residió en Perú desde 1952, donde dio a conocer sus primeras producciones poéticas
alejadas del estilo costumbrista dominante hasta entonces en su país. Su primera
publicación fue «Responso poético al cuerpo presente de José Trinidad Reyes» en 1955,
seguida luego por «Poesía menor» en 1957. Residenciado de nuevo en Honduras, continuó
su carrera literaria con «Poesía menor» en 1957, «Tiempo detenido» en 1962, «Mi país» en
1971, y sus antologías «Selección 1952-1965» en 1965 y «Selección 1952-1971» en
1976.
Cultivó el teatro y la crítica literaria dirigiendo las revistas Honduras Literaria y Extra de
Tegucigalpa.
Fue el primer director de la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y
fundó en Tegucigalpa la Editorial Nuevo Continente. Es además miembro de número de la
Academia Hondureña de la Lengua.
En 1960 recibió en Nicaragua el Premio Rubén Darío, y en 1979 el Premio Nacional de
Literatura Ramón Sosa de Honduras.
CABELLO DE MUCHACHA
EL FUEGO
EL NOMBRE DE LA PATRIA
EL ROSTRO
ESCRITO EN PIEDRA
FORMAS DEL AMOR
LA ESTRELLA
LOS AMANTES
CABELLO DE MUCHACHA
Tu cabello es de humo dorado,
una copa con un jugo encendido,
un caracol de ondeado vidrio,
una flor de bronce tímido.
Tu pelo existe, tiembla suavemente
cuando mi mano llega a su rocío,
cuando lo beso entusiasmado,
cuando llora como los niños.
Tu cabello es un odre con frío,
una estrella dulce, un pistilo
que lucha por ser lirio.
Es una paloma convertida en durazno,
una corona que alumbra con sus cirios
y que calienta la sangre como el vino.
EL FUEGO
Frotó el indio la yesca,
el pedernal, el pino
con otro pino viejo,
la madera, las hojas
de roble, la corteza
de los ceibos caídos,
el cuerpo del animal
salvaje, el carbón
mineral endurecido.
El mundo cambió entonces
otro espejo movible
que no era el del agua,
alzó su brazo rojo
en la espesa maleza,
en el ámbito crudo
de miles de años
a la sombra, iluminados
solamente por el rayo
o por el centelleo
de los lúcidos ojos
de las fieras.
Tú te callaste entonces
viendo crecer la lengua
clarísima, la llama
que levantó su lanza,
su corona de espinas
y que lamió la noche
como animal salvaje.
Ante tu limpio rostro
de indígena doncella
nacía otro milagro:
el milagro del fuego.
EL NOMBRE DE LA PATRIA
Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
porque dan deseos de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo.
Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
Venía en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y admirado.
Lo traían las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra.
Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas,
de la presencia viva del cadáver,
está ardiendo el nombre de la patria.
EL ROSTRO
De tu rostro purísimo y resplandeciente
surge una luz silenciosa
que todo lo desnuda, descubre
paraísos y mares de ceniza,
oculta sombras con su bella campana
y vuela como un pájaro.
Olvidar tu rostro es ahogar el corazón,
tratar de ignorarlo es vivir
a ciegas, dando tumbos;
no es necesario volver a decir
que tu rostro nos promete un reino
en un universo inmóvil y destruido.
ESCRITO EN PIEDRA
Yo vi, joven señora,
su bello cuerpo
entre las piedras
como una orquídea.
No había fuego entonces
al servicio del hombre,
ni dúctiles metales
mostraban al asombro
del primitivo ser
sus formas.
Ándabamos descalzos
como niños,
desnudos como peces
en el agua
y corríamos libres
como ágiles leopardos
Era el año dos mil
o cuatro mil
antes de Jesucristo.
Las tribus combatían
con pedernales,
con piedras
y cuchillos.
Antes de ir al combate
pinto estos signos
en la pared antigua
de una cálida cueva,
junto a otros símbolos
que mis antepasados
en ocasiones similares
escribieron.
Ignoro quién recogerá
estas frases.
Es posible que entonces
no seamos, tú y yo,
ni estática ceniza
ni barro sumergido.
Desde mi monarquía
compartida, te recuerdo.
Y si volvieras a nacer
te prometo que siempre
serías, como ahora lo eres,
mi mujer y mi reina.
II
En la mesa veo frutas,
agua en los cántaros,
peces con los ojos abiertos
en las cuerdas del patio,
el maíz calentándose en los cuartos.
El cazador soy yo,
el cazador que sale
en la noche a buscar
el alimento diario,
las hojas para el lecho,
la fibra para el manto,
la flor para tu pelo,
la piel para el zapato.
Hoy te traigo una flor
selvática, una luna caída,
un perfume barato,
yo quiero que la pongas
en tu pecho blanquísimo,
en tu seno cubierto
con cuero de venado.
Eso te traigo ahora,
compañera mía, ojo
para mi llanto.
III
Para ti las fúlgidas naranjas,
la dura came de las ciruelas,
el azúcar mojado de la piña,
la suavísima daga del plátano,
la invicta blancura de la caña,
el agua limpia del cocotero,
el vello niño del durazno,
la división de la guanábana,
la aristocracia de la manzana
y la tristeza de la guayaba.
Para ti todo eso con la mano
que recoge en el monte la fruta,
la deja en la mesa de cedro
y la corta todas las mañanas.
FORMAS DEL AMOR
"Niña invicta,
te he visto ya en las onzas españolas"
Medardo Mejía
Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,
tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,
tu cabellera suave,
tu corazón pequeño.
Oye la campana del día
apagando el luto de la noche
mira la luz que si lenciosamente nos cubre,
mira el cielo:
ese jardín sobre tu pecho;
respira el aire quieto
que el ruiseñor anuncia con su lanza,
conduce tu desamor
a un lago sepultado
y háblame con tus labios excelsos.
Llegué a sentir sobre las manos
el agua efímera,
el verano derribando sus torres,
el abismo cerrando uss ventanas,
el fruto abandonado,
el mar abriiéndose las venas,
el fuego hundido,
hasta que tú, niña mía,
perfecta virgen repetida,
me entregaste tu rostro.
Veo de cerca la copa
confusa de las aguas,
busco tu claro nombre entre las rosas,
tu dulzura en la esencia de los árboles,
tu vigilia en el beso,
tu olor en los duraznos,
tu luz en el rocío
y me doy cuenta sorprendido
que todo me lo traes, niña mía,
con tu mano sagrada.
LA ESTRELLA
Sobre mi pecho abatido por los golpes
está tu estrella tibia, dolorosamente azul,
diríase un cielo toda ella.
No quiebra el agua su perfecta dulzura,
su sencillez es transparente y tiene
el uniforme brillo de la lluvia alta.
Déjame este lucero, este cuerpo celeste
sembrando sobre mi pecho lleno de golpes,
estás ya tan humilde que tu nombre
se puede decir con respeto y con pequeñas
letras de amor, dios mío.
LOS AMANTES
Los amantes se tienden en el lecho
y suavemente van ocultando las palabras y los besos.
Están desnudos como niños desvalidos
y en sus sentidos se concentra el mundo.
No hay luz y sombra para sus ojos apagados
y la vida no tiene para ellos forma alguna.
La hermosa cabellera de la mujer puede ser una rosa,
el agua tibia o un surtidoe enamorado.
El fuego es solamente un golpe oscuro.
Los amantes están tendidos en el lecho.
Acquaroni Rosana
Biografía
Poeta española nacida en Madrid en 1964.
Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, trabaja como
profesora de español para extranjeros en la Universidad Complutense de Madrid desde
1992. Es autora de materiales didácticos para la enseñanza de ELE, ha impartido cursos de
formación de ELE en Inglaterra, Estados Unidos y Túnez, y es profesora del Máster de
formación de profesores de ELE de la Universidad Complutense de Madrid.
Entre los reconocimientos obtenidos, se destacan: el Accésit del Premio Adonais de Poesía
1987 con el libro «Del Mar bajo los puentes», la Ayuda para la Creación Literaria del
Ministerio de Cultura para su libro «El Jardín Navegable» y el Premio de Poesía Cáceres
Patrimonio Mundial 1995 con el libro «Cartografía sin mundo».
Su último libro, «Lámparas de arena» fue publicado por la Comunidad de Madrid y la
Fundación Gerardo Diego.
Sus poemas han sido traducidos al francés, al alemán y al árabe y aparecen recogidos en
varias antologías.
Especial
Para "A media voz" es muy satisfactorio publicar el trabajo de una voz joven de la poesía
española. Agradecemos a Rosana la selección de poemas que nos ha enviado para
compartir con nuestros visitantes.
COMO EN LOS CUENTOS DE DUENDES ZAPATEROS...
COMO UNA BALSA ARDIENDO...
CUANDO TODO SE MECE...
EL MAR CONTIENE AL MUNDO
EL NIÑO AMAESTRADO
EN EL FONDO EL OLVIDO
EN ESA NOCHE PABLO...
HAY VENTANAS QUE PUEDEN HABITARSE...
HE LLEGADO AL INICIO...
LA MISMA INCERTIDUMBRE...
MÁQUINA TEMERARIA
ME HE QUEDADO PENSANDO...
NIÑO SIN SOMBRA
SABRÍAMOS RECORDAR CADA TROZO DEL MUNDO...
TIEMPO DE OPACIDAD...
TODA LA NOCHE HE NAVEGADO BAJO LA LLUVIA DESCONOCIDA
TÚ NO ESTARÁS...
Y ES AHORA Y NO NUNCA...
YO SOY LA QUE OS ESCRIBE...
COMO EN LOS CUENTOS DE DUENDES ZAPATEROS...
Como en los cuentos de duendes zapateros
ella
lo hace por mí.
Ella,
la que desclava mis palabras,
hace el trabajo sucio
para luego
comerse mis perdices.
De "Lámparas de arena" 2000
COMO UNA BALSA ARDIENDO...
Como una balsa ardiendo
en el centro del agua,
una bañera terca rebosa lentamente
en mitad de la noche.
La tibieza del agua desatada,
liba la flor de las mareas
acarrea cigüeñas
y tortura con zarzas y gacelas
ríos de oscuridad.
Así el agua ha llagado la humedad de mi vientre
y deposita almendros sobre mis pies descalzos.
Ya sólo espero el relato del agua,
la lenta
supuración
del llanto.
De "Lámparas de arena" 2000
CUANDO TODO SE MECE...
Es horrible ser dos inútilmente.
Antonio Gamoneda
Cuando todo se mece sobre el párpado abierto de la noche
y se oyen las pisadas
de los últimos porteadores de sueños que se alejan,
cuando la luz ya es término arterial
que la memoria traza desde dentro
y oímos germinar sin acritud
el talar de la sangre
bajo el peso de un labio,
ella se enciende sola.
Mi lámpara rebelde
arde como áspera piel de las sirenas,
disemina palabras
que son naipes sin luz
sobre la hierba.
Las bautiza
las hunde en las diademas
de la noche.
Es horrible ser dos inútilmente
y por eso la dejo
gozar de mi tristeza,
nadar contracorriente
en la crecida
de otra voz que no alumbra la ceguera
y se enciende
tal vez
más allá de nosotros.
De "Lámparas de arena" 2000
EL MAR CONTIENE AL MUNDO
No nos deja olvidar
pues cada ola
es un recordatorio
bramando
nuestra muerte
hacia la orilla.
De "Cartografía sin mundo" 1995
EL NIÑO AMAESTRADO
Miraba sus piececitos tapiados
como tallados litorales.
Huir de la tiranía de sus pasos
le haría bien.
Palabras
Descalzándose
Sin tiempo.
De "Del mar bajo los puentes" 1988
EN EL FONDO EL OLVIDO
En el fondo el olvido es un gran simulacro repleto de fantasmas
Mario Benedetti
Como un cuadro que ha sido
descolgado a destiempo
y deja una marca gris en la pared vacía,
mi cuerpo se desprende
más allá del olvido,
ocupa su lugar.
Lejos del paraíso,
donde ya no es posible
enmascarar el sueño desencajado
del desaparecido,
ni blanquear la mano atormentada del delito,
ni difamar los labios en mitad de la piedra.
Como el escalador
que apoya todo el cuerpo
en los resquicios del vacío,
paso sin ser notada
abriendo las compuertas
borrando los caminos,
con la boca nodriza y los ojos ausentes.
Rehén de la memoria,
rememoro el olvido,
ese gran simulacro repleto de fantasmas
que arrastran
su silencio
hacia el abismo.
Como el ilusionista
que dibuja pañuelos en la seda del aire,
me guardo inútilmente una paloma
quebrada en las trincheras de la noche.
De "Discordia de los dóciles" (inédito)
EN ESA NOCHE PABLO...
En esa noche Pablo
besó aquel cuerpo muerto muchas veces,
acarició sus muslos,
los labios deshojados,
la ternura del sexo impracticable.
El vientre entumecido,
la gangrena incipiente apenas florecida,
el algodón del llanto,
la breve remembranza
de algún lunar dormido para siempre.
Sarcomadekaposi
precipita los cuencos enfermizos.
Tramos decrepitud,
rescoldos del amor,
limaduras de frío.
Lámpara que entenebrece,
hurgando para siempre
en el desván de las heridas.
Las sienes astilladas
los párpados hinchados que enloquecen
después de la ceguera.
La sutura violácea que entraña el corazón a la deriva
-pequeñas incisionesLa oscura luxación acaecida
al final del dolor.
De "Cartografía sin mundo" 1995
HAY VENTANAS QUE PUEDEN HABITARSE...
Hay ventanas que pueden habitarse
como se habita una ciudad, durante años.
Hay escenas que encienden una vida
y vidas
que encienden una muerte mientras duran.
Tan sólo fue un instante.
Después
aquella imagen fue quedándose atrás
y tuve la certeza
de que ella misma había consentido en su muerte.
El sacrificio es siempre una forma de venganza.
En la noche anterior
él le había prometido llevarla a ver el mar.
La ventanilla de un tren
puede llegar a contener el mundo en un instante.
Después de golpearla
ella cayó de rodillas ante él,
mientras él la miraba
y su mano homicida se abría sin querer
y la piedra sangraba,
se dejaba caer,
se despeñaba talud abajo.
Me pregunto cómo se conocieron.
En dónde enamoraron.
Si ella sabía coser.
Si habría criaturas esperándola.
No pude decir nada.
Asistir al fragmento de la vida de otros.
Sentir la medianía de un cuerpo malogrado.
Ver cómo me alejaba
y mi ojos sin tiempo
querían estirarse, detenerse,
comprender.
El tren seguía su curso.
(Un hombre solo que planea una muerte en campo abierto. Alguien que casualmente miraba
en ese instante por la ventanilla de un tren y lo contempla. Eso es todo.)
De "Lámparas de arena" 2000
HE LLEGADO AL INICIO...
He llegado al inicio,
como quien se extravía
bajo la rotación laberíntica
de un bosque sin raíces.
Y doy vueltas
Y vueltas
sobre mi propia herida
tras la única gasa
que macera el silencio y su drenaje,
la dársena del tiempo.
He llegado al inicio
y mi nombre no era
más allá de un abismo sin aliento
y mi cuerpo sin nombre
se llenaba de lámparas
y niñas,
perdía pie
sin reservar la hierba.
Y mi arena se oía
crepitar hasta el fondo
sobre el granizo muerto.
He llegado al inicio
sin saber hacia dónde desvivirme,
sin creer en la muerte de las olas,
habitando la ausencia de mí misma
Y no encuentro
el reloj
que repare mi arena.
De "Lámparas de arena" 2000
LA MISMA INCERTIDUMBRE...
La misma incertidumbre
con la que un día preciso
que ya fuiste acordando sin saberlo,
comienza a desprenderse
la leve gasa que ocultara
la trama de tu herida,
una herida reciente que late sin hablar
y está tan dentro
que tu vida depende de mantenerla viva.
Con la misma soltura
con la que cada órgano se acomoda para el parto
y se abre un trecho de luz
en mitad de tu cuerpo,
una tarde descubres
que no puedes contar tus cicatrices
pues sus bordes te unen a fragmentos de otros,
a vidas paralelas,
a bálsamos de humo.
Y es entonces
que esa herida se cumple
y es más cierta que el mundo,
nos regresa al origen,
sus lámparas de arena,
la palabra en el vientre,
cuando todos vivíamos
recíprocos y juntos
cuidando las heridas.
De "Lámparas de arena" 2000
MÁQUINA TEMERARIA
Máquina temeraria.
Yo soy la que comienza a no existir.
Mientras ella
se preña
se atraganta
con mis escritos de la tarde.
Desordena
quiebra
despedaza
se adueña
sabe
que yo la escucho desde dentro.
De "Lámparas de arena" 2000
ME HE QUEDADO PENSANDO...
Me he quedado pensando
que de pronto una despedida
puede ser un comienzo.
Y he abierto mis manos
y he pensado besarte cuando ya estés dormido
inaugurar el campanario de los besos
dibujar un pañuelo
en la seda del aire
apalabrar la senda
de tus ojos cerrados
quebrantar ese sueño
que ahora habitas
en mitad de la noche
y decirte a los labios
adiós amor
hoy quiero despedirme
zozobrar para siempre en esta isla
reparar el amor.
De "Cartografía sin mundo" 1995
NIÑO SIN SOMBRA
Para Andrés Romero, cuando sea mayor
Niño sin sombra, Andrés,
desmigada sonrisa,
cuerpo de junco tierno todavía.
Que la vida te lleve por caminos agrestes
no por sendas baldías.
Que un pájaro de arena
aleje la ceniza,
el vaivén de columpios monocordes.
Niño sin sombra, Andrés,
¿dónde duerme la noche?
una niña Marina te acunará en los parques,
mientras otra Lucía te posará en silencio
sus párpados de cobre.
Inédito 15-03-2005
SABRÍAMOS RECORDAR CADA TROZO DEL MUNDO...
Sabríamos recordar cada trozo de mundo,
cada tropiezo vivido
si al abrir la mirada
recobráramos de nuevo
la luz de cada instante,
pues toda inmolación deja su propio surco,
su propia oscuridad,
y cada imagen
tiene su propia lámpara.
Lámpara de la niñez,
-allí comienza todoesa luz que se ve con los ojos cerrados
las claras azoteas,
desierto de palomas,
el tamiz lanceolado de las hojas de cobre transparente,
un otoño agitando su ramaje,
abriéndose paso sobre la mansedad de las aceras.
Allí comienza todo,
aquello que era nuestro a pesar del dolor,
pues desde entonces,
sólo he buscado el ser de aquella luz,
y la siento crecer dentro de mí
como le crecen párpados de trapo al corazón tras el olvido.
De "Lámparas de arena" 2000
TIEMPO DE OPACIDAD...
Tiempo de opacidad,
de desencuentro.
Hay mujeres que lloran
tras los escaparates de los supermercados,
golpeando las lunas de las lamentaciones,
en las monumentales góndolas
de los productos lácteos,
de las niños sin nombre
de las huevos de alondra lacerados,
maraña de retales.
Los acomodadores desatrancan la lluvia
en los vestíbulos desiertos de los cines
donde rompen los pájaros y las olas de nadie.
Olvido sin memoria,
olvido fructifica,
olvido da su fruto.
Lo dicen los anuncios
las ofertas
y las liquidaciones,
los oídos que tocan
los ojos que olfatean
los labios que te miran
mientras muerdes
un pedazo de invierno en el fondo de un beso.
De "Lámparas de arena" 2000
TODA LA NOCHE HE NAVEGADO BAJO LA LLUVIA DESCONOCIDA
Toda la noche he navegado bajo la lluvia desconocida,
barricada en el templo del absurdo
alguien tiembla en el pozo desde antiguo
donde crece la hierba y se amontona la noche.
En el firme del aire
tan en silencio vuela
el pájaro tambor de la madera
con su lámpara alada en la senda del bosque.
La claridad se aprende
como la herida aprende a no doler.
Alguien
dice tragar los harapos de la madrugada
el fósforo encendido
la cerilla mojada
que duerme en la claridad de la tormenta.
Alguien
dice vaciar la niebla y su nervadura
tragar harapos ciegos
tan en silencio
El terror.
De "Cartografía sin mundo" 1995
TÚ NO ESTARÁS...
Tú no estarás. Ya no.
En la última tarde tu mirada tenía
un dolor a jardines descuidados,
una luz huidiza y astillada,
un caminar de hombre con mirada de trapo,
y un corazón tartamudo.
Llevabas un temblor de naufragio y una venda en los ojos.
El temblor también es una forma de mirar.
Y tú temblabas mientras tu luz caía.
Crepitar es caer. Pero hacia dentro.
Estaba requiriendo una llamada.
Estabas demorándote
en aquellos días primeros del verano,
contra un presentimiento de invernadero triste,
de sangre requisada.
Perdido en las aduanas del corazón.
Supe que te morías por tus ojos.
Esos ojos que eran
con dolor a madera,
con sabor a manzanas,
párpados de cobre
como cofres de lluvia
que se abrían con lástima.
Ahora todo es ausencia.
Los pájaros que encuentro,
el crujir de la tierra sobre la mansa lluvia,
el llanto de los niños detrás de las palabras.
A veces el pensamiento se ensombrece de pronto
y declina el mundo aún más deprisa
y nos sobreviene una noche destemplada, una herida negra.
Sé que me buscaste.
En esa larga noche de imperdibles sin rumbo,
en el instante mismo en que tu cuerpo
se astilló para siempre
y tu llama empezaba a ser fractura,
témpano,
camisa desplomándose.
El verano se acaba.
y los recuerdos ruedan
sobre los empedrados negros
como regueros de sombra.
Y es cierto que tal vez puedas vivir años y años
sin regresar de una sonrisa
Y tú estás regresando
con el verdor de los arces en la lluvia
sobre la claraboya más blanca de la luz.
Y tu frente ha tomado
la difícil transparencia del brezo o la retama.
Y veo descarriarse de pronto
aquel ovillo de lana triste
que fue toda mi infancia,
aquella habitación de costurera
aquel balcón solaz
que de muy niña
se asomaba al clamor hirviente de las calles,
y ahora lo veo todo
irse desmadejándose encima de tu cuerpo,
detrás
detrás
detrás
y todavía
mi pequeño puñal de niña sin palabras,
DEPRISA,
MÁS,
CAER
Y SIN EMBARGO,
un cuerpo que se rompe,
EL CABO FINAL DE LA MADEJA,
aquel reloj de arena creciendo
desmesuradamente
mientras cae
cada pequeña muerte en granazón,
y todas se reúnen,
y la arena se agranda
hasta cubrir toda la habitación
con un murmullo seco de sombras alejándose.
En este sueño, padre,
puedo verte jugando con mis manos.
Cuando las manos eran cálidas y obradoras.
Lápices de ternura,
que nos llevaban siempre a emborronar los sueños.
De "El jardín navegable" 1990
Y ES AHORA Y NO NUNCA...
Y es ahora y no nunca
precisamente siempre,
cuando el náufrago desciende sin memoria
preguntando preguntándose
refrescando el olvido
de esa herida reciente
que no sangra ni alumbra.
Manantiales de humo.
Pactemos la mentira amenazante
que mana del recuerdo.
La verdad será siempre
una eterna mentira.
Aprendamos a ser más allá de nosotros.
De "Lámparas de arena" 2000
YO SOY LA QUE OS ESCRIBE...
Yo soy la que os escribe.
Mi luz es un antílope que pace
entre las ruinas del misterio.
El espino que sangra,
el surco desde dentro
que nunca cicatriza.
El manantial sonoro
que se expande en el sueño.
Yo soy la que os escribe.
La lámpara que arde.
La boca movediza que os senda con su luz,
que os conduce a la sombra,
que os aguarda y os hunde
en la profundidad de la caverna.
La luz que os encamina en su ceguera,
la lámpara que os salva.
La claridad que os funda,
la pared que os desnuda,
os alimenta,
os finge y os codicia
y sin embargo,
miente.
La lámpara de arena.
De "Lámparas de arena" 2000
en la profundidad de la caverna.
La luz que os encamina en su ceguera,
la lámpara que os salva.
La claridad que os funda,
la pared que os desnuda,
os alimenta,
os finge y os codicia
y sin embargo,
miente.
La lámpara de arena.
De "Lámparas de arena" 2000
Hernando de Acuña
(¿1520? - 1580)
Natural de Valladolid. Falleció en Granada. Además de gran poeta,
fue un excelente hombre de armas. Combatió en Italia y Alemania.
Fue coetáneo y amigo de Gracilazo de la Vega.
Como traductor nos dejó obras clásicas de los grandes escritores
latinos e italianos, como las Heroidas, de Ovidio, Orlando el
enamorado y el Caballero libertado, de Oliver Marche, en donde se
nota la influencia de Virgilo e, incluso, de su amigo Gracilazo de la
Vega.
Entre sus propias obras se destacan la Fábula de Narciso, la
Contienda de Ayax y Telamonio y Ulises. Pero es más conocido por
sus admirables sonetos, sus églogas y elegías, algunas de ellas
dedicadas al Emperador Carlos V.
Elegía a una partida
Si el dolor de la muerte es tan crecido
que pueda compararse al que yo siento,
duélase el que nació de ser nacido.
Mas nunca pudo muerte al más contento
parecerle jamás tan cruda y fiera,
que iguale a mi dolor su sentimiento.
Muerte puede hacer que el cuerpo muera,
mas, cuando el amador de su bien parte,
el alma se divide, que era entera.
Antes la más perfeta y mejor parte
es la que en el poder ajeno queda,
que con su propia mano Amor la parte.
Pues ved cómo de vos partirme pueda,
que sois parte mayor del alma mía,
sin que el dolor al del morir preceda.
Ya se me representa el triste día
tan lleno de tiniebla, horror y espanto,
cuan ajeno de luz y de alegría.
Y pues de agora se comienza el llanto,
ved qué será en efeto la partida,
si sólo el esperalla duele tanto.
Será gran bien en pena tan crecida
que, pues partiendo de mi bien me alejo,
antes que parta el pie parta la vida.
Mas el injusto Amor, de quien me quejo,
permite, para daño más notable,
que deje, sin morir, el bien que dejo.
¡Oh fortuna envidiosa y variable,
que apenas vi mi bien ya desparece,
tanto te precias de tu ser mudable!
Aún bien no amaneció cuando anochece,
que en el bien que he tenido ser primero
su fin que su principio me parece.
Mas mi sustentamiento verdadero,
partiéndome de vos, por quien vivía,
es la esperanza de volver do espero.
Ni aunque me vaya donde nace el día
tendrá el sol rayo tan resplandeciente
que alumbre en su tiniebla el alma mía.
Otra alba han menester, otro orïente
mis ojos, que sin vos hallan escuro
del cielo el resplandor más excelente.
Y el bien que más deseo y más procuro
casi me ofende, que es dejarme veros,
visto a lo que partiendo me aventuro.
Y amenázame Amor con el perderos,
aunque mi corazón no lo consiente,
que desto se asegura con quereros.
Pero, señora, quien os ve presente
¿qué corazón tendrá para acordarse
que de esos ojos se ha de ver ausente,
y para ver la triste hora llegarse
en que los míos hayan de partirse
del bien de que no saben apartarse?
Si la pasión que desto ha de sentirse
es cierto que ha de ser conforme al daño,
harto se manifiesta sin decirse.
No digo la que siento en el engaño
de ser mi voluntad desconocida,
que éste es otro dolor nuevo y extraño:
ver que cosa de vos va tan sabida
no queráis por su nombre confesalla
por no la agradecer siendo creída;
que, aunque jamás yo supe declaralla,
sé que de vos por un igual se entiende
esto que digo y lo que el alma calla.
Mas lo que en mi partida ella pretende
y, en pago de su fe, por ella os pido,
si el pedillo, señora, no os ofende,
es sólo que a un querer tan conocido
le deis su nombre, y que no sea pagado
el jamás olvidaros con olvido,
ni con ese descuido mi cuidado.
Glosas deste verso: "Quiero lo que no ha de ser"
1
Si medir yo mi deseo
con lo posible pudiera,
tan libre ahora me viera
cuan sin libertad me veo;
pero pasó mi querer
sin podelle detener,
tanto de lo que se espera
que, dejando lo que fuera,
quiero lo que no ha de ser.
El bien que basta querelle
para poder alcanzalle,
el que para en desealle
aún no llega a merecelle.
Así me lo dio a entender
Amor, que pudo hacer
poco todo lo posible,
por donde con fe inamovible
quiero lo que no ha de ser.
Merece ser condenado
por grosero el amador
que quiere cerrar a Amor
en término limitado;
y pues para su poder
mil ejemplos hacen ver
que es corto y estrecho el mundo,
yo, que en su valor me fundo,
quiero lo que no ha de ser.
Claro está que perdería
gran parte de su valor,
si se sujetase Amor
sólo a lo que ser podría.
Y no alcanzando a saber
a dónde llega un querer,
ni fuera vida el vivir
ni pudiera yo decir
quiero lo que no ha de ser.
Encierra un nuevo esperar
en sí la desconfianza,
y así no falta esperanza
cuando más viene a faltar;
y pues podella tener
disminuye el merecer
y la fe pierde su grado,
satisfecho de mi estado,
quiero lo que no ha de ser.
2
Si al sospechoso acrecientan
las sospechas que le dan,
certezas se le harán.
Es cosa en amor muy hecha,
donde no hay hora segura,
el venir siempre en figura
de verdad cualquier sospecha;
pero si el dolor estrecha
a quien sospechas le dan,
certezas se le harán.
Vienen con tal desatino
y es tal su naturaleza,
que de sospecha a certeza
no hay un hora de camino,
que al corazón adivino
males que nunca vendrán
certezas se le harán.
A la más adversa suerte
resiste un buen amador,
mas la fuerza de un temor
enflaquece lo más fuerte:
no le busquen otra muerte,
que, si sospechas le dan,
aquéllas le acabarán.
No se levantan del suelo
un dedo en su nacimiento,
y llegan en un momento
con las cabezas al cielo;
nacen de fuego y de yelo
y, en fin, del lugar do están
muy tarde o nunca se van.
Fuerzan a creer de hecho
cualquier manifiesto engaño,
y antes la mentira en daño
que la verdad en provecho.
Al entrar rompen el pecho,
si la entrada no les dan
para el corazón do van.
De cualquier ligero viento
suelen nacer y formarse,
y vienen luego a fundarse
sin tener más fundamento;
en llegando al pensamiento,
al corazón llegarán
y allí permanecerán.
Y, para que no se sientan,
nunca es parte la razón,
porque ellas el todo son
en el lugar donde asientan;
y si después se acrecientan
por mano de quien se dan,
juzgad el mal que harán.
3
Pues que no se ha de hacer
lo que mi querer desea,
quiero lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea.
Pues por derecho camino
pierdo siempre lo que espero,
ya, señora, lo que quiero
no querello determino.
Orden nueva ha de tener
el alma en lo que desea,
quiera lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea,
No hay bien que para alcanzalle
me haya bastado querelle
y, para luego perdelle,
basta sólo el desealle.
Y a quien ha de suceder
al revés cuanto desea,
quiera lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea.
Así, porque mi servicio
ante vos algo merezca,
procuraré que os parezca
el serviros deservicio;
y que mi extremo querer
no se reciba ni crea
sino por aborrecer,
por ver si podrá valer
para que lo que es no sea.
De lo que no os acordáis
será el olvido remedio,
y el callar tendré por medio
para que mi mal sepáis.
Apartaréme de os ver
para que mejor os vea,
y así probaré a hacer
que sepáis lo que es querer,
y que lo imposible sea.
De hoy más sirva la esperanza
sólo de desconfiar,
porque ya para esperar
quiero la desconfianza.
Ésta es la que ha de traer
al alma el bien que desea,
pues esperar y querer
cualquier bien que pueda ser
hacen que cierto no sea.
Para más presto llegar
alargaré mi camino,
usando del desatino
para poder atinar.
Así quiero pretender
que alguna señal se vea
del bien que no puedo haber,
y que lo que no ha de ser
por razón sin ella sea.
Para apartarme del daño
procuraré de dañarme,
y para desengañarme
entraré en mayor engaño.
No veré ni quiero ver
lo que más claro se vea,
ni querré lo que ha de ser,
pues que hace mi querer
que lo que ha de ser no sea.
Cuando viere en este mar
mayor peligro y más cierto,
apartaréme del puerto
para podelle tomar.
Y pues es claro de ver
que en atajar se rodea,
quiero lo que no ha de ser,
quizá con no lo querer
posible será que sea.
Así en figura mudado
será cuanto digo agora,
mas mí voluntad, señora,
no tiene mudable estado:
que dejaros de querer
no es posible que se vea
ni nadie lo espere ver,
porque nunca vendrá a ser
sino cuando yo no sea.
4
Zagala, di, ¿qué harás
cuando me verás partido?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.
Dime, pues fortuna ordena
mi pasión y mi partida,
si será de ti sentida
parte alguna de mi pena;
o si no, siendo partido,
zagala, di, ¿qué harás?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.
¡Oh, si, viéndome yo ausente
destos campos y ribera,
te fuese siempre, cual era,
mi pena y amor presente!
Mas temo que, con ser ido,
desto te disculparás.
-No, sino quererte he más
que en mi vida te he querido.
Fortuna tendrá poder
para apartarme de verte,
pero del bien de quererte
jamás lo podrá hacer;
mas tú, viéndome partido,
zagala, ¿qué sentirás?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.
Dóblame el dolor que siento
de verme apartar de ti
el pensar que sólo en mí
se halla este sentimiento,
y que de verme partido
por ventura holgarás.
-No, sino quererte he más
que en mi vida te he querido.
¿Cómo estará asegurado
de tanto bien en ausencia
el que, muriendo en presencia,
temió de ser olvidado?
Temo que, en siendo partido,
por muerto me juzgarás.
-No, sino quererte he más
que en mi vida te he querido.
Mira que es grave el dolor
que me causa esta mudanza,
y que a débil esperanza
siempre la vence el temor;
y, siendo así, de tu olvido
¿qué seguridad me das?
-Carillo, quererte más
que en mi vida te he querido.
Respuestas
1
Si confesar yo quererte
no te quita de fatiga,
Carillo, no sé qué diga
que baste a satisfacerte;
mas por ser tú endurecido
desto no me mudarás,
porque he de quererte más
que en mi vida te he querido.
Partiendo, no lleves miedo,
carillo, sólo de ti,
pues si tú partes sin mí,
también yo sin ti me quedo;
y, cuando fueres partido,
mira que dejas atrás
la que ha de quererte más
que en su vida te ha querido.
¿Qué mayor seguridad
quieres de lo que te toca
que verme a mí por mi boca
descubrir tan gran verdad?
Si hasta aquí no me has creído,
sé que en fin me creerás,
porque he de quererte más
que en mi vida te he querido.
Si lo que digo no fuese
verdad en el alma mía,
carillo, ¿quién me podría
forzar a que lo dijese?
Bien podrás tú ser partido,
mas de mí nunca sabrás
sino que te quiero más
que en mi vida te he querido.
Soneto sobre la red de amor
Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que a tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?
¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha,
pues hierro ni valor se le defiende?
¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende,
de plomo, plata y oro tanta flecha?
Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
a vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿cómo toma al tirar cierta la mira?
Y si, como se escribe, siempre tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿cómo tiende la red y cómo tira?
Sonetos
1
De amor se hace, y por él mesmo es hecha
la red de amor que a tanta gente prende,
y como la refuerza el que la tiende,
no está ni puede estar rota o deshecha.
Hermosura es el arco que Amor flecha,
del cual ninguna fuerza se defiende,
y el gusto humano es quien le da y le vende
de diversos metales tanta flecha.
Nace niño, y por horas crece y viene
a ser más que gigante y, siendo ciego,
vuélvese un Argos al tomar la mira
y un mostruo tan extraño, que, aunque tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
con mil tiende la red y con mil tira.
2
La red de amor, pues por Amor es hecha,
no es de maravillar si a tantos prende
ni que, pues él la coge y él la tiende,
la guarde sin estar rota o deshecha;
ni que, del arco que Amor hace y flecha,
trabaje en vano aquél que se defiende,
ni que se engañe quien le da y le vende,
mirando y deseando, tanta flecha.
Es niño y vence, porque él solo viene
a poder lo imposible, tal que ciego
muy cierta, sin mirar, toma la mira,
y nos hace sentir que a un tiempo tiene
las manos en el arco y en el fuego,
y prende con la red, y abrasa y tira.
3
La red de amor es invisible y hecha
de suerte que, sin verse, enlaza y prende,
y de valerle tanto al que la tiende
procede el nunca estar rota o deshecha.
Deleite forja el arco que Amor flecha,
del cual nuestro valor mal se defiende,
y el flaco natural le da y le vende,
para daño del mundo, tanta flecha.
Amor es fuerza indómita, aunque viene
en figura de niño, y aunque es ciego,
sola su voluntad es punto y mira;
y así, pudiendo cuanto quiere, tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
cuando tiende la red y cuando tira.
4
Cuando era nuevo el mundo y producía
gentes, como salvajes, indiscretas,
y el cielo dio furor a los poetas
y el canto con que el vulgo los seguía,
fingieron dios a Amor, y que tenía
por armas fuego, red, arco y saetas,
porque las fieras gentes no sujetas
se allanasen al trato y compañía;
después, viniendo a más razón los hombres,
los que fueron más sabios y constantes
al Amor figuraron niño y ciego,
para mostrar que dél y destos hombres
les viene por herencia a los amantes
simpleza, ceguedad, desasosiego.
5
De oliva y verde yedra coronado,
cuando el rayo del sol es más caliente,
vueltos los ojos a una clara fuente,
y al pie de un alto pino recostado,
sin acuerdo de sí ni del ganado,
que de pacer dejaba al son que siente,
así soltó la voz süavemente
de amores un pastor apasionado:
«Las ondas cesarán del mar profundo,
por altas cumbres subirán los ríos,
sin hoja verde nos vendrá el verano
y escuro hará el sol antes el mundo
que, aunque refuerce Amor los males míos,
a Silvia deje de adorar Silvano».
6
Como vemos que un río mansamente,
por do no halla estorbo, sin sonido,
sigue su natural curso seguido
tal, que aun apenas murmurar se siente;
pero, si topa algún inconveniente,
rompe con fuerza y pasa con ruïdo
tanto, que de muy lejos es sentido
el alto y gran rumor de la corriente;
por sosegado curso semejante
fueron un tiempo mis alegres días,
sin que queja o pasión de mí se oyese;
mas como se me puso Amor delante
la gran corriente de las ansias mías,
fue fuerza que en el mundo se sintiese.
7
Pastora en quien mostrar quiso natura,
a la miseria deste bajo suelo,
la más cierta señal del bien del cielo
y un claro sol en la tiniebla escura,
si pastoral ingenio a tanta altura
pudiese levantar su corto vuelo,
que cantase Damón cuánto consuelo
es verte y no te ver cuál desventura,
desde el un polo al otro se sabría
que no yo solo, mas cualquier que ausente
de tu presencia vive, oh Galatea,
debe sentir la mesma pasión mía,
pues sola en ti se halla juntamente
cuanto bien se procura y se desea.
8
Mientras amor con deleitoso engaño
daba color a la esperanza mía,
el seso, lo mejor que él entendía,
declarar procuró mi mal extraño.
Pero ya que llegar a ser tamaño
le vio, y que iba creciendo cada día,
dejó la menos necesaria vía
por más considerar el propio daño.
Desde allí, va en silencio y noche escura,
con mil acuerdos de mi bien pasado
y del presente mal, paso mi vida,
que en tal extremo está de desventura,
que, si hay firmeza en miserable estado,
ni puedo ya subir ni dar caída.
9
Nunca me vi tan solo ni apartado,
que lo pudiese estar de un pensamiento
que me renueva el doloroso cuento
de mi estado presente y del pasado;
do Amor, por verme siempre lastimado
con apariencias de contentamiento,
modera su rigor, y luego siento
con esperanza mi temor mezclado.
Entran luego los dos en su porfía,
donde en fin el temor vence la prueba
y pierde la esperanza mal fundada.
En esto estoy mil veces cada día,
y siempre el mesmo caso me renueva
tristes congojas y, pasión doblada.
10
Vivir, señora, quien os vio, sin veros,
no es por virtud ni fuerza de la vida,
que, en partiendo de vos, fuera perdida,
si el dejaros de ver fuese perderos;
mas de tanto valor es el quereros,
que, teniéndoos el alma en sí esculpida,
de su vista y memoria, que no olvida,
ninguna novedad basta a moveros.
Así, aunque lejos de vuestra presencia,
vos sola me estaréis siempre presente
y no me faltaréis hora ninguna,
sin que puedan tenerme un punto ausente
el áspero desdén, la cruda ausencia,
nueva llaga de amor, tiempo o fortuna.
Sonetos en prisión de franceses
1
Como el poderos ver, señora mía,
me sustentaba sin usar de otra arte,
cuando en segura y reposada parte
Fortuna tanto bien me concedía;
así, después que por contraria vía
volvió su rueda, y con el fiero Marte,
sin que cese su furia ni se aparte
de mí, los dos me dañan a porfía,
ni su poder ni la prisión francesa,
do por nuevo camino me han traído,
privarán de su bien mi pensamiento;
con que no sólo ningún mal me pesa,
mas aun, señora, viéndome perdido,
conozco que lo estoy, y no lo siento.
2
Lo que es mortal padece esta prisión,
que lo inmortal, señora, está en la vuestra;
ésta tiene de mí sola la muestra,
la vuestra tiene el alma y corazón.
Por donde yo no hallo por razón
que a Fortuna llamar deba siniestra,
pues ella me guió con mano diestra
a veros y a sufrir por vos pasión.
Así de todo el mal en que me ha puesto,
cuando pienso este bien en que me puso,
no sólo le perdono su mudanza,
pero aun no estando satisfecha desto,
de cualquier otro mal también la excuso.
salvándose de veros mi esperanza.
3
Cuando contemplo el triste estado mío
y se me acuerda mi dichoso estado,
hallo mi ser en todo tan trocado,
que pensar tuve bien es desvarío.
Con mi memoria por mi mal porfío,
pues, si no es esperanza en bien pasado,
y en ella con razón fui confiado,
con muy mayor agora desconfío.
Ausencia, de pasiones madre y fuente
junta con el temor de vuestro olvido,
del cual aun en presencia me temía,
hacen con fuerza del dolor presente
parecerme, según ya estoy perdido,
que ni fue ni vi entonces lo que vía.
Soneto de Silvano a su pastora Silvia
Cuando la alegre y dulce primavera
a partir sus riquezas comenzaba,
y de los verdes campos desterraba
aquella estéril sequedad primera,
un pastor triste y solo en la ribera
de Tesín gravemente sospiraba,
y vi que en un alto olmo que allí estaba
con un hierro escribió desta manera:
«Si, de amor libre, por aquí pasare
acaso algún pastor, cualquier que fuere,
huya desta ribera y deste llano,
que, cuando más sin pena se hallare,
si a Silvia la cruel pastora viere,
por ella morirá como Silvano.
Canto de Silvano
A la sazón que se nos muestra llena
la tierra de cien mil varias colores,
y comienza su llanto Filomena;
cuando, partido Amor en mil amores,
produce en todo corazón humano
como en la tierra el tiempo nuevas flores;
al pie de un monte, en un florido llano,
a la sombra de una haya en la verdura.
cantaba triste su dolor Silvano,
y asegundaba voz en su tristura
el agua que bajaba con sonido
de una fuente que nace en el altura.
Pastor en todo el valle conocido,
a quien la musa pastoral ha dado
un estilo en cantar dulce y subido.
Después que su zampoña hubo templado,
dijo, como si viera ante sus ojos
a aquélla por quien vive apasionado:
«Silvia cruel, pues que de mis enojos
el número mayor más te contenta,
y es tuya la vitoria y los despojos,
muévete al menos a tomar en cuenta
aquella voluntad tan conocida
con que sufro el dolor que me atormenta.
No sé por qué de ti ya no es creída,
si no porque de grande es increíble
y tú, enemiga, de ti poseída.
¡Oh, si me fuese ahora tan posible
acabar ante ti por contentarte,
como vivir sin ti me es imposible!
En pago de aquel tiempo que en mirarte
gasté contento, cuando no mostrabas
como huelgas ahora de alejarte,
Silvia cruel, que verte me dejabas,
porque venido al tiempo de no verte
me viese cual tú verme procurabas,
si del atrevimiento de quererte
merecí pena, ya la padecía,
que bastaba perderme sin perderte.
Acuérdome de un tiempo que solía
contar Silvano el triste sus pasiones,
y Silvia la cruel se las oía.
Acuérdome que mis toscas razones
hallaban en tu pecho acogimiento,
si hallaban también contradicciones.
Acuérdome también que mi sustento
era tu vista y desto se holgaba
quien huelga ahora de mi perdimiento.
¡Quién me dijera, cuando yo te daba
cuenta tan larga de las ansias mías,
que desventura tal se me guardaba!
¡Quién me dijera, Silvia, que encubrías,
so color de dolerte, la crueza
que al fin acabará mis tristes días!
No pienses que tendrá ya tu fiereza
lugar en mí do pueda ejecutarse,
que la fuerza que viste es ya flaqueza.
Mi vida es la que gana en acabarse,
tú sola perderás en que se acabe,
que yo no pierdo sino en dilatarse.
Este alto monte, que mis ansias sabe,
por mi contino canto doloroso
sabe la crueldad que en Silvia cabe.
Y al son que hacen triste, y tan lloroso,
las ninfas del Tesín en su ribera,
responden las del Po, claro y famoso.
Deste llano, do siempre primavera
hallaban los pastores y el ganado,
hora huye y se aparta toda fiera.
Sólo Silvano, el triste desdichado,
a llorar su dolor y desventura
quedó, como en desierto, desterrado.
¡Cuán diferente ya en esta pastura
de aquél que ahora soy me vi cantando,
no versos de dolor ni de tristura,
sino de tal sujeto que, en tocando,
la rústica zampoña resonaba
mi suerte y tus bellezas alabando!
Y de las dos riberas se juntaba
la más sentida parte de pastores,
que, estimando mi canto, me escuchaban.
Allí los más penados amadores
a cantar comenzaban dulcemente
en amoroso verso sus dolores.
De sombra en sombra, de una en otra fuente,
en loar cada cual a su pastora,
procuraba mostrarse más valiente.
Donde no se pasó jamás un hora
que tu precioso nombre no se oyese,
tu nombre, Silvia, por quien muero agora.
Ni pienso que algún olmo o salce hubiese,
do escrita de mi mano por tu gloria
parte de tu valor no se leyese.
Con esta simple pastoral historia
procuraba dejar en estos llanos
inmortal para siempre tu memoria.
Porque del bien de nuestra edad ufanos
pudiesen en el tiempo venidero
gozarse los pastores comarcanos.
Entonces tuve vida, ahora muero;
entonces, Silvia, no menospreciabas
a tu pastor Silvano, aunque grosero;
entonces vi que no te desdeñabas
de alegrar con tu vista estas riberas,
sin mostrar que de verme te enojabas.
Gozábamos tu vista, tus maneras,
tu habla, tus graciosos movimientos
para hacer mil almas prisioneras.
Y todas mis congojas y tormentos
con tu presencia así se deshacían
como la niebla con furiosos vientos.
Cuando estos campos tanto bien tenían,
los árboles, las flores y los prados
de granizo ni piedra no temían.
Todos los frutos por aquí sembrados
se vían de hora en hora levantarse
como por mano de natura alzados,
y todas estas yerbas alegrarse,
como se ven ahora, no te viendo,
antes de tiempo y sin sazón secarse.
Pero cual yo te vi flores cogiendo
por estos campos es para sentirse
sólo en el alma, y voylo yo diciendo.
Al aire esos cabellos vi esparcirse,
en mil ñudos al aire esos cabellos,
y luego de una nube el sol cubrirse
de corrimiento y pura envidia dellos,
hasta que tú, porque él se descubriese,
tornabas a encubrillos y cogellos.
Si con el bien perdido se perdiese
la memoria que vive tan dañosa,
aún pienso triste que vivir pudiese;
pero con ella en ansia congojosa
pasaré con dolor lo que me queda,
que es poco, desta vida trabajosa.
Volvió Fortuna su mudable rueda
porque en estado triste y miserable
quejarme siempre sin valerme pueda.
Y tú, Silvia cruel, fuiste mudable
con quien tuvo y tendrá siempre contigo
una fe y un amor tan entrañable.
Pues si tal crueldad usas comigo,
procurar, siendo tuyo, de acabarme,
¿qué más puede esperar un enemigo?
En comenzando tú a desampararme,
me faltó todo bien y la esperanza
que en algún tiempo no solía faltarme.
Has mudado mi ser con tu mudanza,
y sola una señal no me dejaste
de bien en que tuviese confianza.
Y pienso que, de ver que no acabaste
esta sombra que queda de la vida,
aún no juzgas mi mal tanto que baste.
Pues aunque tu belleza es tan subida,
no soy tal, si lo miras, que merezca
que de mí te desprecies ser querida.
Ni tan disforme soy que, do se ofrezca
mostrarme con pastores mis iguales,
no pueda parecer, y no parezca.
Y tú mesma de nuestros mayorales
siempre viste tenerse y estimarse
Silvano, el que ahora muere, y no le vales;
pues de lo que un pastor debe preciarse,
en nuestro valle ningún otro veo
que de mí le hayas visto aventajarse.
Mi canto ya le oíste, y yo no creo
que pudiera de ti ser más loada
la musa de Damón y Alfesibeo.
Mas triste, sin ventura, todo es nada:
¿qué vale fe en amor, ni partes buenas,
a pastor cuya vida es malhadada?
Antes ayudan a doblar las penas,
que tanto más las siente el que padece,
cuanto más le debieran ser ajenas.
Porque al pastor que menos lo merece
la Fortuna cruel se muestra amiga,
y al que merece más desfavorece.
No sé, Silvia, qué piense o qué me diga,
sino que ya no espero que se amanse
tu enojo ni que menos me persiga.
Mis días hacia el fin vuelan y vanse,
y pienso serán antes consumidos
que vea un hora sola en que descanse.
¡Oh, si ahora mis versos doloridos
con este triste son se levantasen
y pudiesen llegar a tus oídos!
Que ya que tu dureza no ablandasen,
yo sé que de mi mal alguna parte
que negar no pudieses te mostrasen;
no porque vayan guarnecidos de arte,
sino por ser el cuento simple y puro
del dolor que comigo Amor reparte.
Versos movieron corazón muy duro,
mas es el tuvo duro en tal extremo,
que ni lo espero ya ni lo procuro,
ni busco otro remedio, antes lo temo,
pues sale de mis ojos siempre un río
que pasa por la llama en que me quemo;
y ni el gran fuego al triste llanto mío
disminuye el humor que le sustenta,
ni decrece el ardor por agua o frío.
Y si pena mayor quieres que sienta,
o mayor puede ser, mándalo luego,
que cosa no querrás que no consienta.
Mas mira el triste llanto y vivo fuego
que me consume y arde, y verás claro
que no puedo pasar de donde llego,
que ni a pastor jamás costó tan caro
amar pastora, ni la quiso tanto,
ni se vio perdición tan sin reparo».
Aquí llegó Silvano con su canto,
dando por fuerza de pasión tamaña
fin a los versos y principio al llanto.
Eco, del centro de la gran montaña,
resuena en su favor, ya por costumbre,
con temerosa voz, triste y extraña.
Mas como Febo, con su clara lumbre,
acabó de encubrirse y esconderse,
desamparando ya toda alta cumbre,
y se alegraba Endimión de verse
cercano de gozar su bien tamaño,
comenzó el pastor triste a recogerse,
llevando a la majada su rebaño.
Soneto
La grave enfermedad que en Silvia vía
lloraba triste su pastor Silvano,
cuando, mirando en la siniestra mano,
le vio un agudo hierro que tenía,
así diciendo: «De la furia mía
guárdese todo corazón humano».
¿Y qué hará con gesto alegre y sano
la que doliente y tal esto hacía?
Mostró que, pues peligro descubierto
tan claro desengaña al que le viere,
huyan todos la muerte conocida,
porque el daño mayor está encubierto,
que el triste que a quererla se atreviere
harto más aventura que la vida.
Silvano a Silvia
A Silvia la crüel salud envía
Silvano el triste, de quién él la espera,
que habella de otra parte desconfía.
Yo quisiera hacerte, si pudiera,
esta mi carta alegre o menos triste,
mas salióme por fuerza verdadera.
En ella te verás cual siempre fuiste,
soberbia vencedora de un vencido
que no se defendió ni se resiste.
Y a mí me verás tal, y tan perdido,
como tú mesma desear podrías,
que es cuanto puede ser encarecido.
Verás aquellos tan sabrosos días,
que con tu voluntad gocé de verte,
vueltos en ansias y en congojas mías.
Temo contar mi dolorosa suerte
que sé que a cada paso deste cuento
he de topar mil veces con mi muerte.
Y aunque palabra para sentimiento
de tan creidos males no hay ninguna,
lo que puedo diré de lo que siento.
Bien sé que el triste canto te importuna,
porque ya con mi suerte le ha mudado
de alegre en doloroso mi fortuna.
El doloroso verso enamorado,
que un tiempo tus oídos deleitaba,
en triste y enojoso se ha trocado.
Entonces que mi vista te gozaba,
con que tú me mirases, o mirarte,
toda amorosa queja se templaba.
Pero ya con el vano imaginarte,
¿de qué sustentaré mi triste vida,
buscándote mis ojos sin hallarte?
Nunca sentí tal pena que, medida
con la gloria de verte, no la viese
menor mil veces, aunque muy crecida.
Ni tormento sufrí que Amor me diese
que, pensando en el bien de tu presencia,
aunque fuese mortal, yo le temiese.
Mas ¡oh dura, cruel, grave sentencia
de Amor y mi fortuna, que han querido
que sufra un cuerpo de su alma ausencia!
¡Cuánto más sano y cuán mejor partido
me fuera el acabar, que tú lo vieras!
Mas porque fuera lo mejor, no ha sido.
Entonces a lo menos me creyeras
ni hubieras visto lo que me decías:
que nunca fue mi mal pena de veras,
y que eran de obstinado mis porfías,
y que por mi placer te importunaba,
buscando de enojarte nuevas vías.
Si penaba de veras o burlaba,
puédeslo ver en lo que paso ahora,
que el fin por el principio se mostraba.
Si padecer un mal que no mejora,
ni espera mejorar de ningún arte,
ni siente de descanso sola un hora;
si en ausencia quererte y contemplarte,
si tener en el alma tu figura,
y sólo al corazón dar della parte;
si en tan grave pasión y desventura
sumarse mi remedio y mi consuelo
en ver o imaginar tu hermosura
y, para mayor daño y desconsuelo,
tener Amor en mí la entrada cierta
al dolor miserable del recelo;
si haber cerrado a todo bien la puerta,
y abrirla a todo mal de la manera
que Amor por acabarme lo concierta,
no son de mi congoja lastimera
para poderla ver ciertas señales,
¿cuáles serán de pena verdadera?
Pero las mías, aunque son mortales,
bien sé que no podrán satisfacerte,
porque a tu voluntad no son iguales.
Así jamás espero de tenerte,
por males que padezca, satisfecha,
aunque morir me vieses por quererte.
Mas esta vía he de seguir derecha
por no faltarme a mí de lo que debo,
que contigo bien sé que no aprovecha.
Por presupuesto ya en mis males llevo
que ni en mí el padecer es cosa nueva,
ni en ti no conocerlo es caso nuevo.
No tengo para qué hacer más prueba,
que ya tu voluntad está probada,
pues que por ella tanto mal se aprueba.
De mi vida presente y la pasada
quedará para ti sabrosa historia
del alma por mi mano trasladada.
De mis penas tendrás dulce memoria,
y en la diversidad de cada una
diversamente te verás en gloria.
Holgarás con Amor y con Fortuna,
que con tu voluntad se han concertado,
y en todos tres la voluntad es una.
Verás los dos para lo que han bastado;
verás también a lo que tú bastaste,
que pudiste acabar lo comenzado;
verás cumplido cuanto procuraste,
y más se cumplirá si más procuras,
que en mí no tiene tu querer contraste.
Disparates los llamas y locuras,
mas, ¡oh, cuán diferente es el juicio
del que se halla envuelto en desventuras!
Tú en lastimarme seguirás tu oficio,
yo en padecer seguiré siempre el mío,
que efetos son los dos de tu servicio.
Y si mis quejas a escribir porfío,
no es ya porque yo espere de ablandarte,
que esperallo sería un desvarío,
ni porque piense que la menor parte
del mal que hasta ahora he padecido
pueda mi bajo estilo declararte:
que en uno será siempre lo que ha sido,
y en otro yo sé bien si faltaría
el más delgado estilo y más subido.
Mas movióme a escribirte el ansia mía,
ver que descanso en cosa no hallaba,
y probéle a buscar por esta vía.
Hame salido lo que yo esperaba,
que en tales esperanzas no me engaño,
aunque del mal forzado lo probaba;
mas aunque su dolor grave y extraño
sojuzga ya del todo el sufrimiento,
pido que crezca en mí, si puede, el daño,
pues con él crece tu contentamiento.
Soneto
Estas palabras de su Silvia cruda
puso Silvano en esta haya umbrosa:
«Silvia, do vemos de cruel y hermosa
tales extremos que el mayor se duda,
conociendo mi mal y que su ayuda
es sola en mi remedio poderosa,
mírame y de cruel en piadosa
muestra querer mudarse, y no se muda.
Con tales muestras me sostiene en vida,
hasta que muerte o más dichoso hado
me aparten del Tesín y su ribera.
Y si esto puede una piedad fingida,
considera, pastor enamorado,
lo que podría hacer la verdadera».
Quejas de ausencia enviadas a su mujer
No sé por qué culpa o yerro,
señora, me desterraron,
mas sé que me condenaron
más a muerte que a destierro
cuando de vos me apartaron;
que en ser de vos apartado,
mi temor y mi cuidado,
mi tristeza y mi pasión
serán sin limitación,
aunque el tiempo es limitado.
No me puede el tiempo dar
alivio con limitarse,
pues el mal que ha de pasarse
puede también acabar
la vida como acabarse;
ni sin vos podré tener
sino siempre que temer
entretanto que no os viere,
porque, aunque veros espere,
en fin esperar no es ver.
Bien sé que algunos dijeron
que nuestra imaginación
hace caso, y lo escribieron,
mas no entiendo en qué razón
se fundan, si lo creyeron;
pues, si pudiera traeros
a mis ojos el quereros
con el siempre imaginaros,
ni me faltara el miraros
ni me matara el no veros.
Verdad es que en esta ausencia,
puesto que el alma suspira,
siempre os tiene en su presencia,
y los ojos con que os mira
son de mayor excelencia:
porque os miran, siendo ausente,
tan firme y seguramente,
que de poderos mirar
jamás los podrá apartar
ausencia ni otro acidente.
Mas los míos que os miraban
y mirándoos, conocían
el regalo en que vivían,
el bien que en veros gozaban
y el que partiendo perdían,
no tienen más que perder:
pues no veros es no ver,
sólo les queda esperar
que, volviéndoos a mirar,
vuelvan a cobrar su ser.
Y si fuere del temor
esta esperanza vencida,
mi memoria, que no olvida,
defenderá del dolor,
en vuestra ausencia, la vida;
que aunque el continuo acordarme
no puede ni basta a darme
consuelo ni bien entero,
en falta del verdadero
éste no puede faltarme.
Porque tan aceto ha sido
en el alma este cuidado,
que fue, en habiéndoos mirado,
de mi memoria el olvido
para siempre desterrado;
la cual del bien que tenía
dio al juicio, en aquel día
la parte que en él cupiese,
para que lo más creyese,
pues lo menos entendía.
Así en esto convinieron
memoria y entendimiento,
uno y otro tan contento,
que con vos sola tuvieron
cumplido contentamiento;
y su acordar y entender
pudieron luego mover
a la voluntad que fuera
sola en esto, y la primera
cuando lo pudiera ser.
No es dudosa esta verdad
ni flaco su fundamento,
pues os dan seguridad
memoria y entendimiento
juntos con la voluntad;
los cuales de tal manera
se conforman en que os quiera,
que, según todos declaran,
a quereros me forzaran
si de grado no os quisiera.
Aunque no fuera el forzarme
por el usado camino
por donde solían llevarme
Amor y mi desatino,
sin poder yo remediarme;
do, si tuve algún poder,
faltóme en ello el saber,
pero sé que, aunque supiera
valerme, no lo hiciera
ni lo quisiera hacer.
Mas ya sé, ya puedo y quiero
seguir la más sana vía,
pues por la que antes seguía
he visto el despeñadero
con la claridad del día:
ya me espinan los abrojos,
ya el sol alumbra mis ojos,
que estuvieron deslumbrados,
y pasaron mis cuidados,
que no fueron sino antojos.
Amo ya seguramente
sin duda de ser pagado,
imagino el mal pasado,
considero el bien presente,
y así es el gusto doblado:
con aquél sentí tormento,
con éste, en contentamiento
me voy siempre mejorado;
del uno quedo burlado,
y del otro, más contento.
Hizo Amor del yelo y fuego
süave y dulce templanza,
de mi temor esperanza,
de mi cuidado sosiego,
de su tempestad bonanza.
Ya no sólo me aseguro
de Amor, pero dél procuro
llegar a mayor extremo,
como quien a vela y remo
navega su mar seguro.
Y, si otro tiempo aprobaba
cosas dél que agora niego,
ya vio por milagro el ciego,
pues yo, de donde llegaba,
pude volver donde llego,
que es donde he descubierto
el pasado desconcierto,
y me ha dado el desengaño
de tanta fortuna y daño
seguridad en su puerto.
Vos, señora, sois y fuistes
de todo este bien la guía,
y al peligro en que me vía,
cuando vos me socorristes,
tal socorro convenía.
Así, en cuanto digo y hago,
so tan corto que no os pago,
que, aunque basta y aprovecha
para estar vos satisfecha,
a mí no me satisfago.
Esto solo os debe dar
alguna satisfación,
que en el alma y corazón
tenéis, señora, el lugar
que se os debe por razón;
aunque por la parte humana,
que es también sincera y sana,
pierden y están mis sentidos
en esta ausencia perdidos
donde sola el alma gana.
Estas dos partes, señora,
que el alma y sentidos fueron,
aunque siempre difirieron,
en quereros nunca un hora
discordes jamás se vieron;
y, si estarlo parecía
sobre cuál más os quería,
quedaban, hecha su cuenta,
cada cual dellas contenta
con el bien que le cabía.
Mas las dos han ya venido
en caso tan desigual,
que tiene la principal
el bien que siempre ha tenido,
y la otra sólo el mal;
porque el destierro y ausencia
no quitan su preeminencia
de veros a la mayor,
y hay de vos a la menor
mil leguas de diferencia.
Y así me aparta el remedio
Fortuna, que me destierra
de la paz a tanta guerra,
do mi vista tenga en medio
tanta distancia de tierra,
que, aunque el tiempo da y consiente
esperanzas al doliente,
hace el temor no sentir,
del bien que está por venir,
alivio en el mal presente.
Y, aunque es alguno pensar
en volveros presto a ver,
he ya llegado a saber
que no esfuerza el esperar
cuanto desmaya el temer.
Y en ausencia, este consuelo
llega helado más que el yelo
y deshácese en un hora,
que en este estado, señora,
mucho más puede el recelo.
Y así parte tan caída
nunca mejora aunque espere,
que, si el bien se le difiere,
resiste poco la vida
a mal que tan recio hiere.
Mas haga el cielo que os vea
quien tanto veros desea,
pues sin esto no hay consuelo,
ni sin vos en este suelo
para mí bien que lo sea.
Vuele el tiempo como puede,
y con tal fuerza lo haga,
que en esto me satisfaga,
pues de su tardar procede
todo el dolor de la llaga:
porque estos ojos y oídos,
privados y distraídos
de todo el bien que desean,
hasta que os oyan y vean
no se llamarán sentidos.
Madrigales a una señora
1
En un contino llanto
hasta acabar la vida,
¿quién no murió de ver vuestra partida?
Y es muy poca señal de mal tan fuerte
tal pérdida llorada,
pues con el postrer daño, que es la muerte,
aun no fuera igualada.
Sólo puede igualarle mi quedada,
pues siendo vos partida,
quedé yo sin el alma y sin la vida.
2
En el tiempo, señora, que encubría
lo que publico agora,
no tuve de descanso sola un hora.
Lo que sentía me forzó a quejarme,
y quedo más quejoso,
porque lo que busqué para aliviarme
me da menos reposo;
y pues todo camino es tan dañoso,
yo tomo por mejor
dejarme en vuestra mano y la de Amor.
Epitafio puesto en un retrato de una señora
El que ensalzar procura su sentido
y de toda bajeza libre verse,
el que más sin remedio está perdido
y cobrarse quisiere con perderse,
y el que busca el deseo bien cumplido
y extremo que no pueda merecerse,
de gracia, de valor y hermosura
reposen, en mirando esta figura.
A un buen caballero, y mal poeta, la lira de
Gracilazo contrahecha
De vuestra torpe lira
ofende tanto el son, que en un momento
mueve al discreto a ira
y a descontentamiento,
y vos sólo, señor, quedáis contento.
Yo en ásperas montañas
no dudo que tal canto endureciese
las fieras alimañas,
o a risa las moviese
si natura el reír les concediese.
Y cuanto habéis cantado
es para echar las aves de su nido,
y el fiero Marte airado,
mirándoos, se ha reído
de veros tras Apolo andar perdido.
¡Ay de los capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
aunque sean alemanes,
si para ser loados
fueran a vuestra musa encomendados!
Mas ¡ay, señor, de aquélla
cuya beldad de vos fuere cantada!,
que vos daréis con ella
do verse sepultada
tuviese por mejor que ser loada.
Que vuestra musa sola
basta a secar del campo la verdura,
y al lirio y la vïola,
do hay tanta hermosura,
estragar la color y la frescura.
Triste de aquel cautivo
que a escucharos, señor, es condenado
que está muriendo vivo
de versos enfadado,
y a decir que son buenos es forzado.
Por vos, como solía,
no reprehende Apolo ni corrige
la mala poesía,
ni las plumas rige,
pues la vuestra anda sola y nos aflige.
Por vuestra cruda mano
aquella triste tradución furiosa
no tiene hueso sano,
y vive sospechosa
que aun vida le daréis más trabajosa.
Por vos la docta musa
no da favor a nadie con que cante,
y mil querellas usa
con un llanto abundante,
mas nunca escarmentáis para adelante.
A vos es vuestro amigo
grave, si no os alaba, y enojoso,
y si verdad os digo,
daisme por ambicioso,
por hombre que no entiende o sospechoso.
Si yo poeta fuera,
viendo la cosa ya rota y perdida,
a Apolo le escribiera,
pues que de sí se olvida,
que reforme su casa o la despida.
Que no ha sido engendrada
la poesía de la dura tierra,
para que sea tratada
como enemigo en guerra
de quien se muestra amigo y la destierra.
Ella anda temerosa
con sobrada razón, y tan cobarde,
que aun quejarse no osa,
ni halla quien la guarde
de que en vuestro poder no haga alarde.
Y estáis os alegrando,
el pecho contra Apolo empedernido,
y a su pesar cantando,
de que él está sentido
y el coro de las musas muy corrido.
Por ley es condenado
cualquier que ocupa posesión ajena,
y es muy averiguado
que con trabajo y pena
el oro no se saca do no hay vena.
Pues ¿qué podrá decirse
de quien de versos llenos de aspereza
no quiere arrepentirse,
y para tal dureza
anda sacando fuerzas de flaqueza?
Señor, unos dejaron
fama en el mundo por lo que escribieron,
y de otros se burlaron,
que, en obras que hicieron,
ajeno parecer nunca admitieron.
Palabras aplicadas
podrían ser éstas a vuestra escritura,
pero no señaladas,
porque es en piedra dura,
y ya vuestro escribir no tiene cura.
Mas digo finalmente,
aunque decirlo es ya cosa excusada,
que no hagáis la gente
de vos maravillada,
juntando mal la pluma con la espada.
Mueran luego a la hora
las públicas estancias y secretas,
y no queráis agora
que vuestras imperfetas
obras y rudo estilo a los poetas
den inmortal materia
para cantar, en verso lamentable,
las faltas y miseria
de estilo tan culpable,
digno que no sin risa dél se habla.
Acuña Manuel
Biografía
Poeta mexicano nacido en Saltillo, Coahuila, en 1849.
A los veinte años de edad inició su carrera poética con una elegía a la muerte de su
compañero y amigo Eduardo Alzúa. En el mismo año, fundó en compañía de varios
intelectuales la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, en el seno de la cual dio a conocer sus
primeros versos.
En 1871 fue reconocido por la crítica por su drama «El Pasado», publicado en un folleto del
periódico La Iberia intitulado Ensayos literarios de la Sociedad Nezahualcóyotl. Este folleto
contenía además once de sus poemas y su famoso «Nocturno a Rosario», inspirado en el
gran amor de su vida, Rosario de la Peña, quien estuvo íntimamente ligada a sus últimos
años y pesó tanto en su ánimo que mucho tuvo que ver con su trágica muerte.
Su obra poética está compuesta por poemas amorosos y satíricos, contenidos en la
publicación «Donde las dan las toman» y en una edición póstuma aparecida en el año 1874.
Se quitó la vida en diciembre de 1873.
A ASUNCIÓN
A CH...
A ROSARIO
A UN ARROYO
A UNA FLOR
ADIÓS
AMOR
HOJAS SECAS
LA AUSENCIA DEL OLVIDO
LA BRISA
LA FELICIDAD
MISTERIO
NOCTURNO A ROSARIO
POBRE FLOR
POR ESO
RESIGNACIÓN
SI SUPIERAS NIÑA INGRATA...
SONETO
UN SUEÑO
A ASUNCIÓN
Mire usted, Asunción: aunque algún ángel
metiéndose envidioso,
conciba allá en el cielo el mal capricho
de venir por la noche a hacerle el oso
y en un acto glorioso
llevársela de aquí, como le ha dicho
no sé qué nigromante misterioso,
no vaya usted, por Dios, a hacerle caso,
ni a dar con el tal ángel un mal paso;
estése usted dormida,
debajo de las sábanas metida,
y deje usted que la hable
y que la vuelva a hablar y que se endiable,
que entonces con un dedo
puesto sobre otro en cruz, ¡afuera miedo!
No vaya usté a rendirse
ante el ruego o las lágrimas y a irse...
que donde usted nos deje
por seguir en el vuelo a su Tenorio,
después irá a llorar al purgatorio
sin tener quien la mime, aunque se queje...
Conque mucho cuidado
si siente usted un ángel a su lado,
que yo, como su amigo,
con tal que usted, Asunción, me lo permita,
le aconsejo y le digo
que después de Rosario y Margarita
no admita usted más ángeles consigo.
Estése usted con ellas
compartiendo delicias e ilusiones
todas las horas tienen que ser bellas;
viva usted muchos años
(como un humilde criado le diría)
y mañana que sola o entre extraños
se encuentre por desgracia en este día,
si busca usted una alma que la ame,
llame usted a mi pecho, y conque llame,
si no estoy muerto encontrará la mía.
A CH...
Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.
Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;
tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".
Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el solo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;
tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.
Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".
A ROSARIO
Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con que el primer ensayo se perdona.
Esta hoja de un laurel que aún me emociona
como en aquella noche, dulcemente,
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.
Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto
que produjo al rodar sobre la escena;
Guárdala y de la ausencia en el quebranto,
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.
A UN ARROYO
A mi hermano Juan de Dios Peza
Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en tí fugaz y repentino.
Vino el invierno con sus nieblas vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.
Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide un cielo;
Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puede reflejar ni la esperanza.
A UNA FLOR
Cuando tu broche apenas se entreabría
para aspirar la dicha y el contento
¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
te entregas al dolor y a la agonía?
¿No ves, acaso, que esa sombra impía
que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?...
¡Resucita y levántate!... Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu broche
des cabida al pesar que te doblega.
Injusto para el sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.
ADIÓS
A...
Después de que el destino
me ha hundido en las congojas
del árbol que se muere
crujiendo de dolor,
truncando una por una
las flores y las hojas
que al beso de los cielos
brotaron de mi amor.
Después de que mis ramas
se han roto bajo el peso
de tanta y tanta nieve
cayendo sin cesar,
y que mi ardiente savia
se ha helado con el beso
que el ángel del invierno
me dio al atravesar.
Después... es necesario
que tú tambien te alejes
en pos de otras florestas
y de otro cielo en pos;
que te alces de tu nido,
que te alces y me dejes
sin escuchar mis ruegos
y sin decirme adiós.
Yo estaba solo y triste
cuando la noche te hizo
plegar las blancas alas
para acogerte a mí,
entonces mi ramaje
doliente y enfermizo
brotó sus flores todas
tan solo para ti.
En ellas te hice el nido
risueño en que dormías
de amor y de ventura
temblando en su vaivén,
y en él te hallaban siempre
las noches y los días
feliz con mi cariño
y amándote también...
¡Ah! nunca en mis delirios
creí que fuera eterno
el sol de aquellas horas
de encanto y frenesí;
pero jamás tampoco
que el soplo del invierno
llegara entre tus cantos,
y hallándote tú aquí...
Es fuerza que te alejes...
rompiéndome en astillas;
ya siento entre mis ramas
crujir el huracán,
y heladas y temblando
mis hojas amarillas
se arrancan y vacilan
y vuelan y se van...
Adiós, paloma blanca
que huyendo de la nieve
te vas a otras regiones
y dejas tu árbol fiel;
mañana que termine
mi vida oscura y breve
ya solo tus recuerdos
palpitarán sobre él.
Es fuerza que te alejes
del cántico y del nido
tu sabes bien la historia
paloma que te vas...
El nido es el recuerdo
y el cántico el olvido,
el árbol es el siempre
y el ave es el jamás.
Adiós mientras que puedes
oír bajo este cielo
el último ¡ay! del himno
cantado por los dos...
Te vas y ya levantas
el ímpetu y el vuelo,
te vas y ya me dejas,
¡paloma, adiós, adiós!
AMOR
¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!
Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.
Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco...
Quitadle al zenzontle la armonía,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá... Más la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.
¡Amor es Dios!, a su divino fiat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía...
Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime,
¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo...
Y vivir es amar. A quien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.
¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcisima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido...
Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ése miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.
Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;
no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca...
Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pensíl de nardos y de rosas,
Todo es el amor.
Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.
El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.
El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.
Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno...
Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.
Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina...
¡Tú, mas blanca y mas pura
que la luz de la estrella matutina!
¡Salve, soplo de Dios!...
Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura.
HOJAS SECAS
I
Mañana que ya no puedan
encontrarse nuestros ojos,
y que vivamos ausentes,
muy lejos uno del otro,
que te hable de mí este libro
como de ti me habla todo.
II
Cada hoja es un recuerdo
tan triste como tierno
de que hubo sobre ese árbol
un cielo y un amor;
reunidas forman todas
el canto del invierno,
la estrofa de las nieves
y el himno del dolor.
III
Mañana a la misma hora
en que el sol te besó por vez primera,
sobre tu frente pura y hechicera
caerá otra vez el beso de la aurora;
pero ese beso que en aquel oriente
cayó sobre tu frente solo y frío,
mañana bajará dulce y ardiente,
porque el beso del sol sobre tu frente
bajará acompañado con el mío.
IV
En Dios le exiges a mi fe que crea,
y que le alce un altar dentro de mí.
¡Ah! ¡Si basta no más con que te vea
para que yo ame a Dios, creyendo en ti!
V
Si hay algún césped blando
cubierto de rocío
en donde siempre se alce
dormida alguna flor,
y en donde siempre puedas
hallar, dulce bien mío,
violetas y jazmines
muriéndose de amor;
yo quiero ser el césped
florido y matizado
donde se asienten, niña,
las huellas de tus pies;
yo quiero ser la brisa
tranquila de ese prado
para besar tus labios
y agonizar después.
Si hay algún pecho amante
que de ternura lleno
se agite y se estremezca
no más para el amor,
yo quiero ser, mi vida,
yo quiero ser el seno
donde tu frente inclines
para dormir mejor.
Yo quiero oír latiendo
tu pecho junto al mío,
yo quiero oír qué dicen
los dos en su latir,
y luego darte un beso
de ardiente desvarío,
y luego... arrodillarme
mirándote dormir.
VI
Las doce... ¡adiós...! Es fuerza que me vaya
y que te diga adiós...
Tu lámpara está ya por extinguirse,
y es necesario.
-Aún no-.
Las sombras son traidoras, y no quiero
que al asomar el sol,
se detengan sus rayos a la entrada
de nuestro corazón...
-Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas
queda velando Dios?
-¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras
al lado del amor?
-Cuando te duermas ¿me enviarás un beso?
-¡Y mi alma!
-¡Adiós...!
-¡Adiós...!
VII
Lo que siente el árbol seco
por el pájaro que cruza
cuando plegando las alas
baja hasta sus ramas mustias,
y con sus cantos alegra
las horas de su amargura;
lo que siente pro el día
la desolación nocturna
que en medio de sus angustias,
ve asomar con la mañana
de sus esperanzas una;
lo que sienten los sepulcros
por la mano buena y pura
que solamente obligada
por la piedad que la impulsa,
riega de flores y de hojas
la blanca lápida muda,
eso es al amarte mi alma
lo que siente por la tuya,
que has bajado hasta mi invierno,
que has surgido entre mi angustia
y que has regado de flores
la soledad de mi tumba.
Mi hojarasca son mis creencias,
mis tinieblas son la duda,
mi esperanza es el cadáver,
y el mundo mi sepultura...
Y como de entre esas hojas
jamás retoña ninguna;
como la duda es el cielo
de una noche siempre oscura,
y como la fe es un muerto
que no resucita nunca,
yo no puedo darte un nido
donde recojas tus plumas,
ni puedo darte un espacio
donde enciendas tu luz pura,
ni hacer que mi alma de muerto
palpite unida a la tuya;
pero si gozar contigo
no ha de ser posible nunca,
cuando estés triste, y en el alma
sientas alguna amargura,
yo te ayudaré a que llores,
yo te ayudaré a que sufras,
y te prestaré mis lágrimas
cuando se acaben las tuyas.
VIII
1
Aún más que con los labios
hablamos con los ojos;
con los labios hablamos de la tierra,
con los ojos del cielo y de nosotros.
2
Cuando volví a mi casa
de tanta dicha loco,
fue cuando comprendí muy lejos de ella
que no hay cosa más triste que estar solo.
3
Radiante de ventura,
frenético de gozo,
cogí una pluma, le escribí a mi madre,
y al escribirle se lo dije todo.
4
Después, a la fatiga
cediendo poco a poco,
me dormí y al dormirme sentí en sueños
que ella me daba un beso y mi madre otro.
5
¡Oh sueño, el de mi vida
más santo y más hermoso!
¡Qué dulce has de haber sido cuando aun muerto
gozo con tu recuerdo de este modo!
IX
Cuando yo comprendí que te quería
con toda la lealtad de mi corazón,
fue aquella noche en que al abrirme tu alma
miré hasta su interior.
Rotas estaban tus virgíneas alas
que ocultaba en sus pliegues un crespón
y un ángel enlutado cerca de ellas
lloraba como yo.
Otro tal vez, te hubiera aborrecido
delante de aquel cuadro aterrador;
pero yo no miré en aquel instante
más que mi corazón;
y te quise tal vez por tus tinieblas,
y te adoré, tal vez, por tu dolor,
¡que es muy bello poder decir que el alma
ha servido de sol...!
X
Las lágrimas del niño
la madre enjuga,
las lágrimas del hombre
las seca la mujer...
¡Qué tristes las que brotan
y bajan por la arruga,
del hombre que está solo,
del hijo que está ausente,
del ser abandonado
que llora y que no siente
ni el beso de la cuna,
ni el beso del placer!
XI
¡Cómo quieres que tan pronto
olvide el mal que me has hecho,
si cuando me toco el pecho
la herida me duele más!
Entre el perdón y el olvido
hay una distancia inmensa;
yo perdonaré la ofensa;
pero olvidarla... ¡jamás!
XII
¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve
tu laurel mágico y santo,
cuando ella no enjuga el llanto
que estoy vertiendo sobre él!
¡De qué me sirve el reflejo
de tu soñada corona!
¡cuando ella no me perdona
ni en nombre de ese laurel!
XIII
La que a la luz de sus ojos
despertó mi pensamiento,
la que al amor de su acento
encendió en mí la pasión;
muerta para el mundo entero
y aun para ella misma muerta,
solamente está despierta
dentro de mi corazón.
XIV
El cielo muy negro, y como un velo
lo envuelve en su crespón la oscuridad;
con una sombra más sobre ese cielo
el rayo puede desatar su vuelo
y la nube cambiarse en tempestad.
XV
Oye, ven a ver las naves,
están vestidas de luto,
y en vez de las golondrinas
están graznando los búhos. . .
El órgano está callado,
el templo solo y oscuro,
sobre el altar... ¿y la virgen
por qué tiene el rostro oculto?
¿Ves?... en aquellas paredes
están cavando un sepulcro,
y parece como que alguien
solloza allí, junto al muro.
¿Por qué me miras y tiemblas?
¿Por qué tienes tanto susto?
¿Tú sabes quién es el muerto?
¿Tú sabes quién fue el verdugo?
LA AUSENCIA DEL OLVIDO
A Lola
Iba llorando la Ausencia
Con el semblante abatido
Cuando se encontró en presencia
Del Olvido,
Que al ver su faz marchitada,
Le dijo con voz turbada:
Sin colores,
-"Ya no llores niña bella,
ya no llores.
Que si tu contraria estrella
Te oprime incansable y ruda
Yo te prometo mi ayuda
Contra tu mal y contra ella".
Oyó la Ausencia llorando
La propuesta cariñosa,
Y los ojos enjugando
Ruborosa,
-"Admito desde el momento
buen anciano".
Le dijo con dulce acento.
"Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces"
Desde entonces, Lola bella,
Cariñosa y anhelante
Vive el Olvido con ella,
Siempre amante;
Y la Ausencia ya ni gime,
Ni doliente
Recuerda el mal que la oprime;
Que un amor ha concebido
Tan ardiente
Por el anciano querido,
Que si sus penas resiste,
Suspira y llora muy triste
Cuando la deja el Olvido.
LA BRISA
A mi querido amigo J.C. Fernández
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo.
Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en Oriente?
Recoge tus leves alas,
brisa pura del Estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.
LA FELICIDAD
Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!
MISTERIO
Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;
Si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo;
Y si temiendo en tus huellas
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;
Yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna.
Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido.
Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento.
Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagdas
de amor y melancolía.
Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella.
Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana.
Yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo...
Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.
NOCTURNO A ROSARIO
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.
II
Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no se ni dónde
se alzaba el porvenir.
III
De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Que quieres tu que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Que quieres tu que yo haga
con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba
concluído tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta alla a lo lejos
la puerta del hogar...
VII
¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amandonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!
VIII
¡Figúrate que hermosas
las horas de esa vida!
Que dulce y bello el viaje
por una tierra asi!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por tí, no mas por ti.
IX
!Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vió nacer!
X
Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adios por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!
POBRE FLOR
-«¿Por qué te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En dónde están las galas de tu vida
y el color?
»Dime, ¿por qué tan triste te consumes,
dulce bien?»
-«¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe,
a mí no quiso amarme la criatura
que yo amé.
»Y por eso sin galas me marchito
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre así!»¡Habló la flor!...
Yo gemí... era igual a la memoria
de mi amor.
POR ESO
Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.
Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.
Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.
Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;
por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.
Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!
Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.
Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.
RESIGNACIÓN
¡Sin lágrimas, sin quejas,
sin decirnos adiós, sin un sollozo!
cumplamos hasta lo último... la suerte
nos trajo aquí con el objeto mismo,
los dos venimos a enterrar el alma
bajo la losa del escepticismo.
Sin lágrimas... las lágrimas no pueden
devolver a un cadáver la existencia;
que caigan nuestras flores y que rueden,
pero al rodar, siquiera que nos queden
seca la vista y firme la conciencia.
¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma
los espacios y el mundo están desiertos...
los dos hemos concluido,
y de tristeza y aflicción cubiertos,
ya no somos al fin sino dos muertos
que buscan la mortaja del olvido.
Niños y soñadores cuando apenas
de dejar acabábamos la cuna,
y nuestras vidas al dolor ajenas
se deslizaban dulces y serenas
como el ala de un cisne en la laguna
cuando la aurora del primer cariño
aún no asomaba a recoger el velo
que la ignorancia virginal del niño
extiende entre sus párpados y el cielo,
tu alma como la mía,
en su reloj adelantando la hora
y en sus tinieblas encendiendo el día,
vieron un panorama que se abría
bajo el beso y la luz de aquella aurora;
y sintiendo al mirar ese paisaje
las alas de un esfuerzo soberano,
temprano las abrimos, y temprano
nos trajeron al término del viaje.
Le dimos a la tierra
los tintes del amor y de la rosa;
a nuestro huerto nidos y cantares,
a nuestro cielo pájaros y estrellas;
agotamos las flores del camino
para formar con ellas
una corona al ángel del destino...
y hoy en medio del triste desacuerdo
de tanta flor agonizante o muerta,
ya sólo se alza pálida y desierta
la flor envenenada del recuerdo.
Del libro de la vida
la que escribimos hoy es la última hoja...
Cerrémoslo en seguida,
y en el sepulcro de la fe perdida
enterremos también nuestra congoja.
Y ya que el cielo nos concede que este
de nuestros males el postrero sea,
para que el alma a descansar se apreste,
aunque la última lágrima nos cueste,
cumplamos hasta el fin con la tarea.
Y después cuando al ángel del olvido
hayamos entregado estas cenizas
que guardan el recuerdo adolorido
de tantas ilusiones hechas trizas
y de tanto placer desvanecido,
dejemos los espacios y volvamos
a la tranquila vida de la tierra,
ya que la noche del dolor temprana
se avanza hasta nosotros y nos cierra
los dulces horizontes del mañana.
Dejemos los espacios, o si quieres
que hagamos, ensayando nuestro aliento,
un nuevo viaje a esa región bendita
cuyo sólo recuerdo resucita
al cadáver del alma al sentimiento,
lancémonos entonces a ese mundo
en donde todo es sombras y vacío,
hagamos una luna del recuerdo
si el sol de nuestro amor está ya frío;
volemos, si tu quieres,
al fondo de esas mágicas regiones,
y fingiendo esperanzas e ilusiones,
rompamos el sepulcro, y levantando
nuestro atrevido y poderoso vuelo,
formaremos un cielo entre las sombras,
y seremos los duendes de ese cielo.
SI SUPIERAS NIÑA INGRATA...
A Ch...
Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.
Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;
tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".
Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el solo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;
tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.
Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".
SONETO
Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.
Porque en pos de otro mundo y de otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.
Yo vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;
Que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena,
mejor es el sepulcro que la vida.
UN SUEÑO
A Ch...
¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es "él" y quien es "ella".
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UN SUEÑO
A Ch...
¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es "él" y quien es "ella".
ANTE UN CADAVER
¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha
donde el gran horizonte de la ciencia
la extensión de sus límites ensancha.
Aqui donde la rígida experiencia
viene a dictar las leyes superiores
a que está sometida la existencia.
Aqui donde derrama sus fulgores
ese astro a cuya luz desaparece
la distinción de esclavos y señores.
Aqui donde la fábula enmudece
y la voz de los hechos se levanta
y la superstición se desvanece.
Aqui donde la ciencia se adelanta
a leer la solución de ese problema
cuyo sólo enunciado nos espanta.
Ella que tiene la razón por lema
y que en tus labios escuchar ansía
la augusta voz de la verdad suprema.
Aqui está ya... tras de la lucha impía
en que romper al cabo conseguiste
la cárcel que al dolor te retenía.
La luz de tus pupilas ya no existe,
tu máquina vital descansa inerte
y a cumplir con su objeto se resiste.
¡Miseria y nada mas¡ dirán al verte
los que creen que el imperio de la vida
acaba donde empieza el de la muerte.
Y suponiendo tu misión cumplida
se acercarán a ti, y en su mirada
te mandarán la eterna despedida.
Pero, ¡no!... tu misión no está acabada,
que ni es la nada el punto en que nacemos
ni el punto en que morimos es la nada.
Círculo es la existencia, y mal hacemos
cuando al querer medirla le asignamos
la cuna y el sepulcro por extremos.
La madre es sólo el molde en que tomamos
nuestra forma, la forma pasajera
con que la ingrata vida atravesamos.
Pero ni es esa forma la primera
que nuestro ser reviste, ni tampoco
será su última forma cuando muera.
Tú sin aliento ya, dentro de poco
volverás a la tierra y a su seno
que es de la vida universal el foco.
Y allí, a la vida en apariencia ajeno,
el poder de la lluvia y del verano
fecundará de gérmenes tu cieno.
Y al ascender de la raíz al grano,
irás del vergel a ser testigo
en el laboratorio soberano;
Tal vez, para volver cambiado en trigo
al triste hogar donde la triste esposa
sin encontrar unpan sueña contigo.
En tanto que las grietas de tu fosa
verán alzarse de su fondo abierto
la larva convertida en mariposa;
Que en los ensayos de su vuelo incierto
irá al lecho infeliz de tus amores
a llevarle tus ósculos de muerto.
Y en medio de esos cambios interiores
tu cráneo lleno de una nueva vida,
en vez de pensamientos dará flores,
en cuyo cáliz brillará escondida
la lágrima tal vez con que tu amada
acompañó el adiós de tu partida.
La tumba es el final de la jornada,
porque en la tumba es donde queda muerta
la llama en nuestro espiritú encerrada.
Pero en esa mansión a cuya puerta
se extingue nuestro aliento, hay otro aliento
que de nuevo a la vida nos despierta.
Allí acaban la fuerza y el talento,
allí acaban los goces y los males
allí acaban la fe y el sentimiento.
Allí acaban los lazos terrenales,
y mezclados el sabio y el idiota
se hunden en la región de los iguales.
Pero allí donde el ánimo se agota
y perece la máquina, alli mismo
el ser que muere es otro ser que brota.
El poderoso y fecundante abismo
del antiguo organismo se apodera
y forma y hace de el otro organismo.
Abandona a la historia justiciera
un nombre sin cuidarse, indiferente,
de que ese nombre se eternice o muera.
El recoge la masa únicamente,
y cambiando las formas y el objeto
se encarga de que viva eternamente;
La tumba sólo guarda un esqueleto
mas la vida en su bóveda mortuoria
prosigue alimentándose en secreto.
Que al fin de esta existencia transitoria
a la que tanto nuestro afán se adhiere,
la materia, inmortal como la gloria,
cambia de formas; pero nunca muere.
UNA LIMOSNA
A mi querido amigo A.F. Cuenca.
¡Entrad!... en mi aposento
donde sólo se ven sombras,
está una mujer muriendo
entre insufribles congojas...
Y a su cabecera tristes
dos niñas bellas que lloran,
y que entrelazan sus manos
y que gimen y sollozan.
Y la infeliz ya no mira
ni tiene aliento en la boca,
y cuando habla sólo dice
con voz hueca y espantosa:
"¡Yo tengo hambre! ¡Yo tengo hambre!
Por piedad ¡Una limosna!"
Y calla... y las niñas gimen...
y calla... y el viento sopla...
y llora... y nadie la escuchas,
¡que nadie escucha al que llora!
...........................................
¿Y la oís? - ¡Ay!, hijas mías
vasi por fin a quedar solas...
solas... y sin una madre
que os alivie y que os socorra...
solas... y sin un mendrugo
que llevar a vuestra boca...
Adiós... adiós... ya me muero...
ya no tengo hambre...
y la mísera expiraba ¡"Una limosna!"
entre angustias y congojas,
mientras que las pobres niñas
casi locas, casi locas
la besaban y lloraban
envueltas entre las sombras.
Después... temblando de frío
bajo sus rasgadas ropas,
caminaban lentamente
por la calle oscura y sola,
exclamando con voz triste
al divisar una forma;
..."¡Me muero de hambre!"
Y la otra...
..."¡Una limosna!"
Enero de 1869.
ADIOS A MEXICO
Escrita para la Sra. Cayrón y leída por ella
en una función de despedida.
Pues que del destino en pos
débil contra su cadena,
frente al deber que lo ordena
tengo que decirte adiós;
Antes que mi boca se abra
para dar paso a este acento,
la voz de mi sentimiento
quiere hablarte una palabra.
Que muy bien pudiera ser
que cuando de aquí me aleje,
al decirte adiós, te deje
para no volverte a ver.
Y asi entre el mal con que lucho
y y que en el dolor me abisma,
quiero decirte yo misma,
sepas que te quiero mucho.
Que enamorada de tí
desde antes de conocerte,
yo vine sólo por verte,
y al verte te puse aquí.
Que mi alma reconocida
te adora con loco empeño,
porque tu amor era el sueño
más hermoso de mi vida.
Que del libro de mi historia
te dejo la hoja mas bella,
porque en esa hoja destella
tu gloria más que mi gloria.
Que soñaba en no dejarte
sino hasta el poster momento,
partiendo mi pensamiento
entre tu amor y el del arte.
Y que hoy ante esa ilusión
que se borra y se deshace,
siento ¡ay de mí! que se hace
pedazos mi corazon...
Tal vez ya nunca en mi anhelo
podré endulzar mi tristeza
con ver sobre mi cabeza
el esplendor de tu cielo.
Tal vez ya nunca a mi oído
resonará en la mañana,
la voz del ave temprana
que canta desde su nido.
Y tal vez en los amores
con que te adoro y admiro
estas flores que hoy aspiro
serán las últimas flores...
Pero si afectos tan tiernos
quiere el destino que deje,
y que me aparte y me aleje
para no volver a vernos;
Bajo la luz de este día
de encanto inefable y puro
al darte mi adiós te juro,
¡oh dulce México mío!
Que si él con sus fuerzas trunca
todos los humanos lazos,
te arrancará de mis brazos
pero de mi pecho, nunca!
MISTERIO
Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;
Si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo;
Y si temiendo en tus huellas
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;
Yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna.
Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido.
Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento.
Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagdas
de amor y melancolía.
Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella.
Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana.
Yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo...
Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.
NADA SOBRE NADA
Poesía leída en la velada literaria
que celebró la Sociedad "El Porvenir"
la noche del 3 de mayo de 1873.
Pues, señor, dije yo, ya que es preciso
puesto que asi lo han dicho en el programa,
que rompa ya la bendecida prosa
que preparado para el caso había,
y que escriba en vez de ella alguna cosa
asi, que parezca poesía,
pongámonos al punto,
ya que es forzoso y necesario, en obra,
sin preocuparnos mucho del asunto,
porque al fin el asunto es lo que sobra.
Asi dije, y tomando
no el arpa ni la lira
que la lira y el arpa
no pasan hoy de ser una mentira,
sino una pluma de ave
con la que escribo yo generalmente
violenté las arrugas de mi frente
hasta ponerla cejijunta y grave
y pensando en mi novia, en la adorada
por quien suspiro y lloro sin sosiego,
mojé mi pluma en el tintero, y luego
puse ocho letras: "A mi amada."
Su retrato, un retrato
firmado por Valleto y compañía,
se alzaba junto a mi plácido y grato,
mostrándome las gracias y recato
que tanto adonran a la amada mia;
y como el verlo sólo
basta para que mi alma se emocione,
que Apolo me perdone
si, dije aqui que me sentí un Apolo.
Ella no es una rosa
ni un ser ideal, ni cosa que lo valga;
pero en verso o en prosa
no seré yo el estúpido que salga
con que mi novia es fea,
cuando puedo decir que es muy hermosa
por más que ni ella misma me lo crea;
asi es que en mi pintura
hecha en rasgos por cierto no muy fieles,
aumenté de tal modo su hermosura
que casi resultaba una figura
digna de ser pintada por Apeles.
Después de dibujarla como he dicho,
faltando a la verdad por el capricho,
iba yo a colocar el fondo negro
de su alma inexorable y desdeñosa,
cuando al hacerlo me ocurrió una cosa
que hundió mi plan, y de lo cual me alegro;
porque, en último caso,
como pensaba yo entre las paredes
de mi cuarto sombrío,
¿qué les importa a ustedes
que mi amada me niegue sus mercedes,
ni que yo tenga el corazón vacío?
Si mi vida vegeta en la tristeza
y el yugo del dolor ya no soporta,
caeré de referirlo en la simpleza
para que alguien me diga en su franqueza:
"si viera usted que a mi nada me importa?...!"
No, de seguro, que antes
prefiero verme loco por tres días,
que imitar a ese eterno Jeremías
que se llama el señor de Cervantes.
Y convencido de esto,
ya que era conveniente y necesario,
borré el título puesto,
y buscando a mi lira otro pretexto
escrbí este otro título: El Santuario.
¡El santuario!... exclamé; pero y ¿qué cosa
puedo decir de nuevo sobre el caso,
cuando en cada volumen de poesías,
en versos unos malos y otros buenos,
sobre templos, santuarios y abadías?
Para entonar sobre esto mis cantares,
a mas de que el asunto vale poco,
¿Qué entiendo yo de claustros ni de altares,
ni que se yo de sacristán tampoco?
No, en la naturaleza
hay asuntos mas dignos y mejores,
y mas llenos de encantos y de belleza,
y que he de escribir, haré una pieza
que se llame: Los prados y las flores.
Hablaré de la incauta mariposa
que en incesante y atrevido vuelo,
ya abandona el cielo por la rosa;
ya abandona la rosa por el cielo,
del insecto pintado y sorprendente
que de esconderse entre las hierbas trata,
y de el ave inocente que lo mata,
lo cual prueba que no es tan inocente;
hablaré... pero y luego que haya hablado
sacando a luz el boquirrubio Febo,
me pregunto, señor, ¿que habre ganado,
si al hacerlo no digo nada nuevo?...
Con que si esto tampoco es un asunto
digno de preocuparme una sola hora,
dejemos sus inútiles detalles,
ya que no hay ni un señor ni una señora
que no sepa muy bien lo que es la aurora
y lo que son las flores y los valles...
Coloquemos a un lado estas materias
que valen tan poco para el caso,
y pues esto se ofrece a cada paso
hablemos de la vida y sus miserias.
Empezaré diciendo desde luego,
que no hay virtud, creencias ni ilusiones;
que en criminal y estúpido sosiego
ya no late la fe en los corazones;
que el hombre imbécil, a la gloria ciego,
sólo piensa en el oro y los doblones,
y concluiré en estilo gemebundo:
¡Que haya un cadáver mas que importa al mundo!
Y me puse a escribir, y asi en efecto,
lo hice en ciento cincuenta octavas reales,
cuyo único defecto,
como se ve por lo que dicho queda,
era que en vez de ser originales
no pasaba de un plagio de Espronceda.
Como era fuerza, las rompí en el acto
desesperado de mi triste suerte,
viendo por fin que en esto de poesía
no hay un solo argumento ni una idea
que no peque de futil, o no sea
tan vieja como el pan de cada día.
En situación tan triste
y estando la hora ya tan avanzada,
¿que hago, dije yo, para salvarme
de este grave y horrible compromiso,
cuando ningún asunto puede darme
ni siquiera un adarme
de novedad, de encanto, o de un hechizo?
¿Hablaré de la guerra y de la gente
que enardecida de las cumbres baja
desafiando al contrario frente a frente,
y habre de convertirme en un valiente
yo que nunca he empuñado una navaja?
No, señor, aunque estudio medicina
y pertenezco a esa importante clase
que no hay pueblo y lugar en donde no pase
por ser la mas horrible y asesina,
aparte de que en esto hay poco cierto,
como lo prueba y mucho la experiencia,
yo, a lo menos hasta hoy, me hallo a cubierto
de que se alce la sombra de algún muerto
a turbar la quietud de mi conciencia.
Sobre los libros santos, se podría
con meditar y con plagiar un poco,
arreglar o escribir una poesía;
pero ni esto es muy fácil en un día
ni para hablar sobre esto estoy tampoco;
porque en fiestas como esta
donde el saber está en su templo,
salir con el Diluvio, por ejemplo,
fuera casi querer aguar la fiesta;
y como yo no quiero que se diga
que he venido a tal cosa,
ya que en mi numen agotado me hallo
el asunto y el plan a que yo aspiro
rompo mi humilde cítara, me callo,
y con perdón de ustedes me retiro.
UN SUEÑO
A Ch....
¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es "él" y quien es "ella".
AMOR
¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!
Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.
Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco...
Quitadle al zenzontle la armonia,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá... Más la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.
¡Amor es Dios!, a su divino fiat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía...
Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime,
¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo...
Y vivir es amar. A quien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.
¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcisima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido...
Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ese miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.
Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;
no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca...
Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pensíl de nardos y de rosas,
Todo es el amor.
Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.
El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.
El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.
Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno...
Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.
Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina...
...¡Tu, mas blanca y mas pura
que la luz de la estrella matutina!
¡Salve, soplo de Dios!...
Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura
Enero de 1869.
POBRE FLOR
-¿Por que te miro así tan abatida,
pobre flor?
¿En donde están las galas de tu vida
y el color?
Díme, ¿por que tan triste te consumes,
dulce bien?
¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco
de un amor,
que me fue consumiendo poco a poco
de dolor!
Porque amando con toda la ternura
de la fe
a mi no quiso amarme la criatura
que yo amé
Y por eso sin galas me marchito
triste aquí,
siempre llorando en mi dolor maldito,
¡Siempre asi!
Habló la flor!...
Yo gemí... era igual a la memoria
de mi amor.
Cabrío, febrero de 1969
LA RAMERA
A mi querido amigo Manuel Roa.
Humanidad pigmea,
tu que proclamas la verdad y el Cristo,
mintiendo caridad en cada idea:
tu que, de orgullo el corazón beodo,
por mirar a la altura
te olvidas de que marchas sobre lodo:
tu que diciendo hermano,
escupes al gintano y al mendigo
porque son un mendigo y un gitano:
Ahí está esa mujer que gime y sufre
con el dolor inmenso con que gimen
los que cruzan sin fe por la existencia;
escúpela tambien... ¡anda!... ¡no importa
que tu hayas sido quien la hundió en el crimen
que tu hayas sido quien mató su creencia!
¡Pobre mujer, que abandonada y sola
sobre el oscuro y negro precipicio,
en lugar de una mano que la salve
siente una mano que la impele al vicio;
y que al bajar en su redor los ojos
y a través de las sombras que la ocultan
no encuentra mas que seres que la miran
y que burlando su dolor la insultan...
Antes era una flor... una azucena
rica de galas y de esencias rica,
llena de aromas y de encantos llena;
era una flor hermosa
que envidiaban las aves y las flores,
y tan bella y tan pura
como es pura la nieve del armiño,
como es pura la flor de los amores,
como es puro el corazón del niño.
Las brisas le brindaban con sus besos,
y con sus tibias perlas el rocío,
y el bosque con sus álamos espesos,
y con su arena y su corriente el río;
y amada por las sombras en la noche,
y amada por la luz en la mañana,
vegetaba magnífica y lozana,
tendiendo al aire su purpúreo broche;
pero una vez el soplo del invierno
en su furia maldita,
pasó sobre ella y le arrancó sus hojas,
pasó sobre ella y la dejó marchita;
y al contemplar sin galas
su cálice antes de perfumes lleno,
la arrebató impaciente entre sus alas
y fue a hundirla cadáver en el cieno.
Filosofo mentido!...
¡Apóstol miserable de una idea
que tu cerebro vil no ha comprendido!
Tu que la ves que gime y que solloza,
y burlas su sollozo y su gemido...
¿Que hiciste de aquel ángel
que amoroso y sonriente
formó de tu niñez el dulce encanto!
¿Que hiciste de aquel ángel de otros días,
que lloraba contigo si llorabas
y gozaba contigo si reías...?
¡Te acuerdas!... Lo arrancaste de la nube
donde flotaba vaporoso y bello,
y arrojándola al hambre,
sin ver su angustia ni su amor siquiera,
le convertiste de camelia en lodo:
le transformaste de ángel en ramera!
¡Maldito tu que pasas
junto a las frescas rosas,
y que sus galas sin piedad les quitas!
¡Maldito tu que sin piedad las hieres,
y luego las insultas por marchitas!
¡Pobre mujer!... ¡Juguete miserable
de su verdugo mismo!...
Víctima condenada
a vegetar sumida en un abismo
mas negro que el abismo de la nada
y a no escuchar mas eco en sus dolores,
que el eco de la horrible carcajada
con que el hombre le paga sus amores.
¡Pobre mujer, a la que el hombre niega
el derecho sublime
de llamar hijo a su hijo!
¡Pobre mujer que de rubor se cubre
cuando escucha que le grita madre!
Y que quiere besarle, y se detiene,
porque sabe que un beso de sus besos
se convierte en borrón donde lo imprime!
Deja ya de llorar, pobre criatura,
que si del mundo en la escabrosa senda,
caminas entre fango y amargura,
sin encontrar un ser que te comprenda,
en el cielo los ángeles te miran,
te compadecen, te aman,
y lloran con el llanto lastimero
que tus ojos bellísimos derraman.
¡Y que se burle el hombre, y que se ría!
¡Y que te llame harapo y te desprecie!
Déjale tu reír, y que te insulte,
Que ha de llegar el día
en que la gota cristalina y pura
se desprenda del lodo
para elevarse nube hasta la altura.
Y entonces en lugar de un anatema,
en lugar de un desprecio,
escucharás al Cristo del Calvario,
que añadiendo tu pena
a tus lágrimas tristes en abono
te dirá como ha tiempo a Magdalena:
Levantate, mujer, yo te perdono.
LAGRIMAS
Quum subit illius tristissima noctis imago
quae mihi supremum tempus in urbe fuit;
quum respeto noctem qui a tot mihi cara reliquie
labitur es oculis nuc quoque gutta meis.
OVIDIO.-ELEGIAS III.
Aún era you muy niño, cuando un día,
cogiendo mi cabeza entre sus manos
y llorando a la vez que me veía
"¡Adiós! ¡Adiós!" me dijo;
"desde este instante un horizonte nuevo
se presenta a tus ojos;
vas a buscar la fuente
donde apagar la sed que te devora;
marcha... y cuando mañana
al mal que aún no conoces
ofrezca de tu llanto las primicias,
ten valor y esperanza,
anima el paso tardo,
y mientras llega de tu vuelta la hora,
ama un poco a tu padre que te adora,
y ten valor y ... marcha... yo te aguardo".
Asi me dijo, y confundiendo en uno
su sollozo y el mío,
me dio un beso en la frente...
sus brazos me estrecharon...
y despues a los pálidos reflejos
del sol que en el crepúsculo se hundía
sólo vi una ciudad que se perdía
con mi cuna y mis padres a lo lejos.
El viento de la noche
saturado de arrullos y de esencias,
soplaba en mi redor, tranquilo y dulce
como aliento de niño;
tal vez llevando en sus ligeras alas
con la tibia embriaguez de sus aromas,
el acento fugaz y enamorado
del silencioso beso de mi madre
sobre el blanco lecho abandonado...
Las campanas distantes repetían
el toque de oraciones... una estrella
apareció en el seno de una nube;
tras de mi oscura huella
la inmensidad se alzaba...
y haciendo estremecer el infinito
de mi dolor supremo con el grito;
"¡Adiós, mi santo hogar", clamé llorando,
"¡Adiós, hogar bendito,!
en cuyo seno viven los recuerdos
mas queridos de mi alma...
pedazo de ese azul en donde anidan
mis ilusiones cándidas de niño...
¡Quién sabe si mis ojos
no volveran a verte!...
¡Quien sabe si hoy te envío
el adiós de la muerte!...
Mas si el destino rudo
ha de darme el morir bajo tu techo,
si el ave de la selva
ha de plegar las alas en su nido,
¡guárdame mi tesoro, hogar querido,
guárdame mi tesoro hasta que vuelva!"
Las lágrimas brotaron
a mis hinchados párpados... las sombras
espesas y agrupadas de repente
se abrieron de los astros a la huella...
cruzó una luz por lo alto, alcé la frente,
el cielo era una página y en ella
ví esta cifra -¡Detente!
Detente... y a mi oído
llegó como un arrullo de paloma
la nota de un gemido;
algo como un suspiro de la noche
rompiendo del silencio la honda calma;
algo como la queja
algo como el adiós con que los muertos,
del amor al esfuerzo soberano,
saludan desde el fondo de sus tumbas
al recuerdo lejano.
...........................................
Al despertar de aquel supremo instante
de letargo sombrío
la noche de la ausencia desplegaba
su impenetrable velo,
sus sombras sin estrellas,
su atmósfera de hielo...
esa odiosa ceguez en que el ausente
proscrito del cariño
cumple con su destierro, suspirando
por sus recuerdos vírgenes de niño;
ese inmenso dolor que hace del alma
en el terrible y solitario viaje,
un árido desierto
en donde es un miraje cada punto
y en donde es un amor cada miraje...
Y asi de la ampolleta de mi vida
se deslizaban las eternas horas
sobre mi frente mustia y abatida,
soñando al extenderse en lontananza,
como una dulce estrofa desprendida
del arpa celestial de la esperanza;
asi, cuando una vez, en el instante
en que la blanca flor de mi delirio
desplegaba en los aires su capullo;
cuando mi muerta fe se estremecía
bajo sus ropas fúnebres del duelo
al ver flotando en el azul del cielo
el alma de mi hogar sobre la mía;
cuando iba ya a sonar para mis ojos
la última hora de llanto,
y se cambiaba en música de salve
la música elegíaca de mi canto;
mi corazón como la flor marchita
que se abre a las sonrisas de la aurora
esperando la vida de sus rayos
también se abrió... para plegar su broche,
y las caricias del amor abierto,
encerrando en el fondo de su noche
las caricias de un muerto!...
En el espacio blanco y encendido
por los trémulos rayos de la luna
yo vi asomar su sombra...
La gasa del sepulcro lo envolvía
con sus espesos pliegues...
En su frente espectral se dibujaba
una aureola de angustia, lo que dijo
se perdió en la región donde flotaba...
su mano me bendijo...
su pecho sollozaba...
La sombra se elevó como la niebla
que en la mañana se alza de los campos;
cerró los ojos, supirando y luego...
oí un adiós en la profunda calma
de aquella inmensidad muda y tranquila,
y al levantar de nuevo la pupila
¡el cielo estaba negro como mi alma!
En el reloj terrible
donde cada dolor marca su instante,
el destino inflexible
señalaba la cifra palpitante
de aquella hora imposible;
hora triste en que el íntimo santuario
de mis sueños de gloria,
vió su altar solitario,
convertido su sol en tenebrario,
y su culto en memoria...
Hora negra en que la urna consagrada
para envolverlo, ¡oh, padre!
del cariño en la esencia perfumada,
fue un sepulcro sombrío
donde sólo dejaste tu recuerdo
para hacer mas inmenso su vacío.
¡Padre... perdón porque te amaba tanto,
que en el orgullo de mi amor creía
darte en el un escudo!
¡Perdón porque luché contra la suerte,
y desprenderme de tus lazos pudo!
¡Perdón porque a tu muerte
le arrebaté mis últimas caricias
y te dejé morir sin que rompiendo
mi alma los densos nublos de la ausencia,
fuera a unirse en un beso con la tuya
y a escuchar tu postrera confidencia!
Sobre la blanca cuna en que de niño
me adurmieron los cantos de la noche,
el cielo azul flotaba,
y siempre que mis párpados se abrían,
siempre hallé en ese cielo dos estrellas
que al verme desde allí se sonreían;
mañana que mis ojos
se alcen de nuevo hacia el espacio umbrío
que se mece fugaz sobre mi cuna,
tu sabes, padre mío,
que sobre aquella cuna hay un vacío,
de esas dos estrellas falta una.
Caiste... de los libros de la noche
yo no tengo la ciencia ni la clave;
en la tumba en que duermes
yo no se si el amor tiene cabida...
yo no se si el sepulcro
puede amar a la vida;
pero en la densa oscuridad que envuelve
mi corazón para sufrir cobarde,
yo se que existe el germen de una hoguera
que a tu memoria se estremece y arde...
yo se que es el mas dulce de los nombres
el nombre que te doy cuando te llamo,
y que en la religión de mis recuerdos
tu eres el dios que amo.
Caíste de tu abismo empenetrable
la helada niebla arroja
su negra proyección sobre mi frente,
crepúsculo que avanza
derramando en el aire transparente,
las sombras de una noche sin oriente
y el capuz de un dolor sin esperanza.
Padre... duérmete... mi alma estremecida
te manda su cantar y sus adioses;
vuela hacia ti, y flotando
sobre la piedra fúnebre que sella
tu huesa solitaria,
mi amor la enciende, y sobre ti, sobre ella
en la noche sin fin de tu sepulcro
mi alma será una estrella.
EL REO A MUERTE
Al eminente actor D. José Valero
Esa noche, ardiendo el pueblo
de animacion y entusiasmo
bajo el influjo sublime
de tu genio soberano,
todo era bravos y dianas,
todo era vivas y aplausos,
todo cariño en los ojos
todo cariño en los labios,
y todo flores, laureles,
admiración y ... entretanto,
allá muy lejos, muy lejos,
sonando lento y pausado,
se alzaba entre las tinieblas
y entre el silencio un cadalso,
sin otro eco que el latido
del pecho del condenado
que en diálogo con la muerte
velaba en un subterraneo.
aquel cadalso se alzaba
cada vez mas y mas alto,
como un espectro, sombrío
como un vampiro, callado,
como una tumba implacable,
y como un mosntruo, inhumano;
se alzaba y, sin que ninguno
oyera aquel ruido amargo,
por los sollozos de un hombre
solamente acompañado,
la humanidad impasible
bajo su mudo letargo,
miraba crecer y alzarse
las formas de aquel cadalso,
cuando tu, tu que escuchaste
sus ecos tristes y vagos
te levantaste por ella
con la voz del entusiasmo,
y en presencia de aquel pueblo
y enfrente de aquel tablado
ceñida con tus laureles
la hiciste hablar por tus labios,
salvando al sol de aquel día
del rubor de aquel cadalso.
***
Aquel que es su desamparo,
y aun mas que unos pocos días
y aun mas que unos pocos años
pudo gozar la dulzura
de ver a su hijo en los brazos,
libre del infame nombre
de hijo del ajusticiado;
pero yo que desde niño
aprendí lleno de espanto
a aborrecer los verdugos
y a maldecir los cadalsos
dejo a la gloria que entonces
para ensalzarte su canto,
y del condenado a muerte
bajo los recuerdos gratos,
en nombre suyo, las gracias
de la humanidad te mando.
ODA
Leida en la sesión que el Liceo Hidalgo
celebró en honor de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.
De los tres cielos que recorre el hombre
de la existencia en la medida impía,
cuando la gloria me enseñó tu nombre
yo estaba en el primero todavía.
La pena que del pecho
hasta el abismo lóbrego desciende,
y del cadáver de un amor deshecho
finge flotando en derredor del lecho
la aparición bellísima de un duende;
la sombra a cuyo peso aborrecido
muere el placer y el alma se acobarda,
tratando de evocar en el olvido
el recuerdo dulcisimo y querido
de los besos del ángel de la guarda;
todo eso que en la frente
deja un sello de luto y desconsuelo,
cuando en el alma pálida y doliente
no queda ni la fe que es del creyente
la última golondrina que alza el vuelo
todo eso que de noche
baja hasta el corazón como una sombra,
y que terrible y sin piedad ninguna
sus ilusiones todas despedaza,
aun no era sobre el cielo de mi cuna.
ni la pálida nube que importuna
se levanta enseñando la amenaza.
Dichoso con la dulce indiferencia
del que al amor de su callado asilo
ha vivido a la luz de la inocencia,
acostumbrado a ver en la existencia
la imagen de un azul siempre tranquilo,
yo entonces ignoraba
que, mas alla de aquel humilde techo
que sus caricias y su amor me daba,
clamando al cielo y suspirando en vano
desde el rincón sin luz de la vigilia,
hubiera en otro hogar una familia
de la que yo también era un hermano...
Mi amor no sospechaba que existiera
mas ilusion ni cariñoso exceso
que la mirada dulce y hechicera
de la santa mujer que la primera
nos anuncia a la vida con un beso...
Y hasta que al ducle y mágico sonido
del arpa que temblaba entre tus manos,
dejé mi rama, abandoné mi nido
y te segué hastaese árbol bendecido
donde todos los nidos son hermanos,
fue cuando despertando de la calma
en que flotaba la existencia mía,
sentí asomar en lo íntimo de mi alma
algo como la luz de un nuevo día.
Tu voz fue la primera
que me habló en la dulzura de ese idioma
que canta como canta la paloma
y gime ocmo gime la palmera...
las cuerdas de tu lira,
como la voz de la primera alondra
que llama a las demás y las despierta,
fueron las que al arrullo de tu acento
sonaron sobre mi alma estremecida,
como si siendo un pájaro la vida
quisieran despertarlo al sentimiento...
Tu nombre va ligado en mi cariño
con los recuerdos santos y amorosos
de mis tiempos de niño,
con los placeres dulces y sabrosos
de esa época sonriente
en la que es cada instante una promesa
y en la que el ángel de la fe aun no besa
las primeras arrugas de la frente;
tu nombre es la memoria
del pueblo y del hogar adonde un día
fue a estremecerse el eco de tu gloria
y el trino arrullador de tu poesía;
la evocación de todo lo más santo
en medio de mis noches desmayadas,
que aún tiemblan a las dulces campanadas,
de aquellas horas en que amaba tanto...
Y asi, cuando yo supe
que abandonada a tu dolor morías,
y que en tu muda y lánguida tristeza
renunciabas a ver junto a tu lecho,
quien, al rodar sin vida tu cabeza,
recogiera el laurel de tu grandeza
y el último sollozo de tu pecho;
cuando yo supe que en la huesa insana
te inclinabas por fin pálida y sola,
sin que el adiós de tu alma soberana
se enlutara la cítara cubana
ni gimiera la cítara española;
al darte mis adioses, los adioses
de la eterna y postrera despedida,
sentú que algo de triste sollozaba
de mi dolor en el oscuro abismo,
y que tu sombra que flotaba arriba,
al extinguirse y al borrarse se iba
llevándose un pedazo de si mismo,
y entonces al poder de los recuerdos
borrando la distancia
tendí mis alas hacia el nido blando
de los primeros sueños de la infancia;
llegué al rincón modesto
donde tus dulces páginas leía
a la fe y al amor siempre dispuesto
y allí de pie frente a la blanca cuna
donde en sus flores me envolvió el destino,
busqué en su fondo alguna
que aún no cerrara su oloroso broche,
y en el hallé dormida,
éesta con la qeu el alma agradecida
viene a aromar las sombras de la noche.
Deuda en mi cariño
contraje desde niño con tu nombre,
esa flor es el cántico del niño
mezclada con las lágrimas del hombre;
esta flor es el fruto de aquel germen
que derramaste en mi niñez dichosa,
y que al rodar sobre la humilde fosa
donde tus restos duermen
entre sus piedras ásperas se arraiga
recogiendo su jugo en tus cenizas,
y esperando en su cáliz a que caiga
la gota de los cielos que le traiga
la esencia y el amor de tus sonrisas.
A UN ARROYO
A mi hermano Juan de Dios Peza.
Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en tí fugaz y repentino.
Vino el invierno con sus nieblas vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.
Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide un cielo;
Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puede reflejar ni la esperanza.
SONETO
Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.
Porque en pos de otro mundo y de otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.
Yovengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;
Que aunque cruel y muy triste
Aguado Jesús
Biografía
Poeta, traductor y antólogo español nacido en Madrid en 1961.
Aunque vivió desde los dos años en Sevilla, actualmente y despues de un tiempo pasado en
Benares, India, lo hace en Málaga.
Es una de las figuras sobresalientes de la última generación de poetas españoles.
Su obra está contenida en las siguientes publicaciones: «Primeros poemas del naufragio» en
1984, «Mi enemigo» en 1987, «Semillas para un cuerpo» en 1988, «Los amores
imposibles» Premio Hiperión 1990, «Libro de homenajes» en 1993,
«El placer de las metamorfosis - Antología 1984-1993» en 1996, «El fugitivo» en 1998,
«Piezas para un puzzle» en 1999, «Los poemas de Vikram Babu» en 2000,
«La gorda y otros poemas» en 2001 y «Lo que dices de mí» en 2002.
Además ha traducido varios libros relacionados con la cultura de la India y preparado una
edición de poetas devocionales de ese país, «Antología de poesía devocional de la India» en
1998.
Es articulista del diario La Opinión y codirector de varias colecciones de poesía.
DE "LO QUE DICES DE MÍ" 2002:
1. Lo que dices de mí...
2. Tus palabras...
3. Algo dice de mí...
4. Lo que dices de mí...
5. Todo lo que decimos...
6. Lo que dices de mí me obliga a contestarte...
7. Lo que veo pasar me ve pasar...
COMO AQUEL ALFARERO...
COMO UN ÁGUILA...
EL SALTADOR
ESTÁBAMOS AHÍ DETRÁS DEL SETO
LECCIÓN DE METAFÍSICA
NO ESTÉS TRISTE MI AMOR...
NO LAMENTO TU AUSENCIA...
POEMA DEL CÍRCULO
1. LO QUE DICES DE MÍ...
Lo que dices de mí:
un extraño camino que nunca he recorrido,
un camino que enlosan tus palabras
y que si miras bien se corresponde
con una de las líneas de tu mano.
Lo que dices de mí
eres tú misma,
eres tú de repente bifurcada,
una parte de ti que se queda a tu lado,
otra parte de ti que se viene conmigo.
Lo que dices de mí va borrando mis huellas
Lo que dices de mí me prepara emboscadas.
Lo que dices de mí
es saliva y es tierra que amasas para darme
figura de caballo, figura de montículo,
figura de lunar, figura de tu espalda,
figura de cualquiera de mis dedos
cerrando uno por uno todos tus orificios
(más saliva y más tierra que coges para darme
figura de cabaña, figura de murciélago.
Lo que dices de mí
es mentira que acierta a decir la verdad.
Lo que dices de mí
se acuesta junto a mí donde estaré,
se acuesta junto a un hueco que llama por mi nombre
y al que besa y aplasta hasta que nazco.
Lo que dices de mí
es telaraña, es red, pero tú no las tensas,
pero nadie las tensa pues nadie está al acecho,
es red, es telaraña frenando una caída
que no se ha producido.
Lo que dices de mí me desconoce
del modo más perfecto imaginable,
me desconoce más que el desconocimiento
que me tienen las vetas de una mina,
que me tienen los kraken,
que me tienen las aguas cenagosas,
que me tienen los cientos de tejados
que guarda el huracán en su gruta secreta.
Lo que dices de mí se va probando mundos.
Lo que dices de mí me multiplica.
Lo que dices de mí estira mis pulmones,
catapulta mis ojos,
despierta a los caimanes de mi sangre.
Lo que dices de mí me acelera y me vuelve
más lento.
Lo que dices de mí no lo dices de mí,
no lo dices siquiera, no soy yo,
es raíces de un árbol cuya fruta
se deshace en tu boca y la refresca,
es un malentendido que tu voz
provoca en nuestro sexo
(el fosfeno y la noche es lo que dices
cuando dices de mí no importa lo que digas.)
Lo que dices de mí no son tus opiniones,
es el dulce apagón de la conciencia,
es la locuacidad de lo que existe,
es un puente colgante entre nosotros,
son ardillas que roen las cuerdas de ese puente,
son cáscaras de nueces, un arca abandonada,
maderos embreados que alimentan el fuego
de un náufrago asustado.
Lo que dices de mí
es estaca que busca
con avidez al ávido corazón de ese muerto
que ronda mis castillos y se duerme en sus sótanos,
ese muerto no muerto que llamamos amor.
Lo que dices de mí no necesita
de mí para encontrarme.
Lo que dices de mí no se viene conmigo
a menos que yo firme una página en blanco.
Lo que dices de mí lo dices simplemente
con estar en el mundo, lo dice tu deseo,
esa energía pura que hace pasar las nubes.
Lo que dices de mí
obliga al horizonte
a tenderse a tus pies y lamerte sumiso.
Lo que dices de mí se escribe en las paredes
con tizones calientes de tus muslos.
Lo que dices de mí
es la jaula y el mapa
en el acto preciso de aprender
a vendarse los ojos y saltar al vacío.
Lo que dices de mí me pone en marcha,
un loco mecanismo
de huesos astillados como sables
que va retando a duelo a todos los que dicen
que nunca has dicho nada de mí, que estás callada,
que un mutismo feroz te ha comido la lengua.
Lo que dices de mí
es manada de lobos
hambrientos y atrapados en páramos nevados,
lobos que se devoran entre aullidos
mientras hila la luna bufandas para el No.
Lo que dices de mí me traduce a un idioma
que aún no conocemos.
Lo que dices de mí me resucita.
Lo que dices de mí:
una orquesta sonámbula
de músicos que tocan concentrados
y miran sin rencor sus partituras
mientras todo el pasaje
ya abarrota los botes salvavidas.
Lo que dices de mí me deja solo.
2. TUS PALABRAS...
Tus palabras: me envuelven en una
placenta y me colocan delicadamente
en tu interior para gestarme.
Me
trasladan, las traslado, vamos
abriendo surcos desde dentro hacia
afuera.
Una flecha que viaja por el interior de
una diana: para ella acertar consiste en
encontrar la salida (y sólo tiene una
oportunidad, un tiro): para ella la diana
es un laberinto. Así que finge dormirse
hasta que la salida, que coincide con el
centro, pasa distraída por su lado.
Entonces sí: se alza, se tensa y le dispara
por la espalda.
Todo recién nacido lleva tatuado un
laberinto y una diana que la vida se
encargará de ir haciendo visibles trazo a
trazo.
Vivir es reparar los efectos de esa
emboscada
original que
supuso la
muerte del centro, es hacerle el boca a
boca al centro hasta que vuelva a
respirar. Pero el centro no es Dios (el
centro no es el Centro) sino tú, yo,
cualquiera de nosotros.
Cuando te tanteo en la oscuridad mis
manos
ecorren
las
paredes
del
laberinto. Y el modo en el que tus
gemidos rebotan, se amplifican o
se
duermen por sus corredores me enseña
las
dimensiones y
el
dibujo del
laberinto.
Cuando me lames en la oscuridad una
diana se pone a rodar cadera abajo, un
blanco
en movimiento al que
sólo
puede acertar una flecha perfectamente
inmóvil.
Tus
palabras son un líquido cálido:
al
bucearlas
me
duermo.
Al hablar desenrollas los caminos
del
mundo
para que yo
los
explore.
Cuando callas los vuelves a
enrollar,
pero queda una tenue huella de
cada
uno de ellos gracias a lacual
siempre
puedo reconstruir algunos.
Me has enseñado a serpeligroso para
mí mismo y a ser inofensivo para
los
demás.
Después de muchos abrazos no somos
una pareja sino un atlas. Si alguien
quiere saber dónde se encuentra o hacia
dónde queda el lugar al que
planea
viajar, sólo tiene que abrirnos y poner
un dedo sobre el punto de destino.
Si no fuera por lo que dices de mí,
y
porque me llevas en tu interior como
una madre al feto, mi laberinto
estaría
en ruinas: cascotes en vez de
muros,
montones
de
piedras
en vez
de
elegantes revueltas, ratas comedoras de
ojos en vez de minotauros,
polvo en
suspensión en vez de corrientes de aire
fresco filtrándose por las grietas.
El
cordón
madeja.
umbilical:
el
hilo
de
la
Dejarse nacer en otro es un acto de fe,
una locura. Y también: un pacto con el
silencio que fuimos
para
que
no
irrumpa en el silencio que seremos.
Sólo soy una sombra proyectada en la
pared: existo porque tú eres cuerpo y
bombilla.
Existo
porque
nada
se
interpone entre nosotros.
Tus fluidos me escriben, me dibujan el
modo de salir. Dibujo que he de beber
para que tenga sentido.
3. ALGO DICE DE MÍ...
Algo dice de mí
la labor del orfebre,
el arcoiris doble, los anzuelos,
las diecisiete formas que tiene el esquimal de nombrar
a la nieve y el tibetano a la conciencia,
los pechos comparados con cúpulas o cántaros,
la barra de los bares, las películas,
los cables de la luz parcelando el paisaje,
las etimologías inventadas,
la tala de las selvas, las bombas nucleares,
la estupidez, el odio, la mentira,
el mal gusto, el dolor, las equivocaciones,
las hambrunas, las guerras,
el asombro, el camino, la retama,
la piedad, la emoción, la fiebre de un bebé,
el aguardiente, el sol, la desmemoria,
los delfines, el saxo.
(Algo dice de mí cada ser, cada cosa
que ocurre, todo dice
un aspecto de mí
y lo señala,
y quiere despertarlo y que yo aprenda
a llegar hasta el nido donde incuba sus ojos,
y me invita a probarme
esos ojos,
a mirar de otro modo lo que soy.)
Algo dice de mí
el ruido, el brutal ruido
que hace casi imposible escuchar lo que dicen
de mí las cataratas o el silencio.
4. LO QUE DICES DE MÍ...
Lo que dices de mí
me posee a horcajadas detrás de unos arbustos.
Lo que dices de mí
me aprieta la cintura en medio del océano.
Lo que dices de mí
me araña de los muslos a la nuca
mientras un elefante nos transporta en la selva.
Lo que dices de mí
me tira de los pelos en un piso catorce.
Lo que dices de mí
me saliva la oreja en un vagón.
Lo que dices de mí
me embadurna de aceites aromáticos
dentro de un telescopio enfocado a Saturno.
Lo que dices de mí
mordisquea mi sexo en la estela de un barco.
Lo que dices de mí
jadea en una mesa de un albergue.
Lo que dices de mí
se bebe mi sudor en la calle más céntrica
(en el escaparate de una agencia de viajes).
Lo que dices de mí
tapona con su lengua mi ombligo en una tundra.
Lo que dices de mí
se toca los pezones más allá del espejo.
Lo que dices de mí
dilata su vagina en el arcén
de una autopista en obras.
Lo que dices de mí
grita en un diccionario abierto por la «p».
Lo que dices de mí
se arquea hasta romperse en una alcantarilla.
Lo que dices de mí
me eriza en una lámpara.
Lo que dices de mí
me da masajes rápidos y suaves
en la fuente de un río.
Lo que dices de mí
te besa las axilas en el filo de un hacha.
Lo que dices de mí
acaricia tu pubis en una enredadera.
Lo que dices de mí
desoculta tu clítoris en un alto trapecio.
Lo que dices de mí
me gira y me retuerce en un vaso de vino.
Lo que dices de mí
me amorata en un puerto
asolado después de un maremoto.
Lo que dices de mí
olfatea mi semen dentro de un espejismo.
Lo que dices de mí
se pellizca la piel en un frutero.
Lo que dices de mí
pone un índice mío detrás y otro delante
en un viejo astrolabio.
Lo que dices de mí
pierde el conocimiento en un poema.
5. TODO LO QUE DECIMOS...
Todo
lo
inaugura
que
decimos
distancias,/
estructura de modo distinto lo
que somos/ y nuestra relación
con lo que existe,/ cambia de
decorado y cambia de guión,/
modifica el sentido de
las
leyes/ y nos hace asumir
actitudes y fines/ que antes ni
siquiera imaginábamos.
Por
eso las palabras
nos
escriben,/ es
decir,
nos
tornean, nos
labran,
nos
dibujan./
Para
ser
más
exactos: las palabras,/ lejos de
ser pasivos instrumentos/ en
nuestras manos, son gigantas
poderosas/
desde aquí puedo
ver
el
grosor
de
sus
músculos,/
sus
ojos
inyectados,
la determinación/
que demuestran sus gestos)
que nos usan/ como materia
prima para hacerse sus casas.
Las palabras nos hablan, las
palabras/ nos habitan. Por eso
decir lo que nos
dice/ (o
hablar lo que nos habla, callar
lo que nos calla,/ escribir lo
que escribe nuestra vida)/ es
mucho más que un acto/ de
aceptación
de la existencia;
es/
poner
una semilla en la
palabra/ para que diga lo que
somos; es/ seducir la palabra y
penetrarla/
para
que
nos
alumbre y nos lleve a su casa:/
y nos lleve a una casa que es la
nuestra.
Frente a todos aquellos/ que
están donde no están
y no
están donde están,/ frente a
todos aquellos que al vivir/en
una casa ajena en realidad/
habitan una cárcel,/ la poesía
y el amor nos hacen/ libres
para elegir una
casa
y un
mundo/ y nos dejan abiertos
para ser elegidos/ por la casa y
el mundo que elegimos.
Y cuando afirmo «todo lo que
decimos» quiero/ decir la que
decimos con sentido:/ aquello
que
se dice por
medio de
nosotros/ (la poesía y el amor,
la luz/ y los bosques y el mar,
la nada y el olvido...),/ aquello
que bautiza las medidas
del
mundo/ (rediseña la planta de
la casa),/ aquello que le da al
mundo
otra
apariencia/
sin
por
ello
impedir
que
siga
intacto/,
aquello, en fin,
que
afirma la que es/ en
vez de
destrozarlo,
de ignorarlo,/
de
pasar
a su lado
con los ojos
borrándose.
6. LO QUE DICES DE MÍ ME OBLIGA A CONTESTARTE...
Lo que dices de mí me obliga a contestarte,
lo que digo de ti te obliga a contestarme:
de tanto tú venir hasta mi casa,
de tanto yo acudir hasta la tuya
se va abriendo un camino.
***
Se va abriendo un camino
que recoge tus huellas y las mías
y las cura y las mima y les da de comer
y cuando ya están fuertes y seguras de sí
las lleva a la espesura
y las instruye bien hasta que aprenden
a no necesitarnos para abrir un camino.
***
Se va abriendo un camino que nos anda
y dice lo que dices y dice lo que digo.
***
Y cada vez son más: un millón de caminos
(un millón de palabras, un millón de silencios),
el mapa de una historia que al vivirla nos vive.
***
Un mapa que exploramos para que nos explore:
dos territorios anchos como el cielo y la tierra
que se buscan, se abrazan, se respiran,
se logran vehementes, se confunden,
se duermen enlazados.
***
Un mapa que estudiamos para que nos estudie
(piratas codiciosos interpretando signos)
poeque ambos escondemos un tesoro
que el otro ansía tanto descubrir.
***
Lo que dices de mí
es un collar de huellas,
y un vestido de huellas, y un cinturón de huellas,
y pendientes de huellas, y sandalias de huellas.
***
Lo que dices de mí
es un reloj de huellas
que al consultarlo anuncia
la hora en punto de la eternidad.
***
Lo que dices de mí me lleva a la espesura
y me abandona; luego
me canta una canción para orientarme
y canta otra canción para ahuyentar las fieras.
Yo me embarco en su voz hasta que fluye
bajo mis pies un río que me deja a su lado.
***
Cuando una huella vuelve como río al camino
que la hab{ia llevado a la espesura
ya no es ella la alumna que temblaba.
Ahora ya es más sabia que el camino
y le ayuda a aprender esta lección:
cómo ir por el mundo
sin pagar el peaje de unas huellas.
***
Lo que dices de mí
son monedas de huellas que debo devolverte
como mar, como río, como lluvia,
como dardo de agua estallando en tu boca,
como dardo de lágrimas acertando en tu boca,
como dardo de nieve acallando tu boca.
***
De tu casa a la mía hay un camino:
si lo miras atento es el de siempre,
si lo miras atento y además
permites que el camino te observe atentamente
cada día es distinto.
***
Quien le venda los ojos al camino
que va desde su casa a otra casa cualquiera
queda a merced del zombi,
a merced de las zanjas de la muerte
(Que convierten entonces el camino
en trincheras, en tumbas, en túneles, en trampas).
***
Lo que dices de mí
le abre los ojos al camino
que va desde tu casa hasta mi casa.
***
Lo que dices de mí me lleva a donde estás
(una parte de mí que se queda conmigo,
otra parte de mí que se marcha a tu lado)
y me aloja en su casa y me llena de huellas
que un río fugitivo borrará turbulento.
***
Lo que dices de mí
pone un mapa en mis manos,
me empuja con dulzura
y me pone en camino en un camino.
7. LO QUE VEO PASAR ME VE PASAR...
Lo que veo pasar me ve pasar
y por eso estoy vivo.
Lo que veo
detenido me ve quedarme quieto
y por eso no muero.
En mis ojos,
los ojos de los árboles y el río
se miran para ser y darme el ser.
No espejos sino luz.
No parentesco
o relacion sino lo mismo.
No
el tiempo desplegándose despacio
para extender su red
sino la araña
devorando a la araña para hacerse
tan grande como el tiempo y devorarle.
Lo que veo pasar me deja ciego
y por eso estoy vivo.
Lo que veo
detenido me aparta de mis ojos
y por eso no muero.
!Sigo aqui!
COMO AQUEL ALFARERO...
Como aquel alfarero que rompía las jarras
nada más terminarlas.
Sin perder la sonrisa
destrozaba los platos y los vasos
y luego se ponía a decorar
los fragmentos dispersos por el suelo
con sangre que sacaba gota a gota
de sus dedos y brazos, de sus muslos,
de las callosas plantas de sus pies.
Extraía de sí los pigmentos del alma
hasta quedar exhausto
y venir los insectos
a chupar sus heridas.
Los vecinos,
por compasión, ponían monedas en el torno
y se llevaban trozos de loza hasta sus casas.
Al despertar seguía sonriendo
y de nuevo amasaba en el barro mojado
las formas de lo informe,
los diminutos cuencos donde cabe lo eterno.
Vikram Babu pregunta:
¿dónde bebes?
COMO UN ÁGUILA...
Como un águila,
Dios
también de vez en cuando necesita
descansar de Sí Mismo
y replegar Sus alas
y dejar de volar por un instante.
Nosotros somos árboles plantados por Sus manos,
apenas una mancha en el paisaje
de lo Eterno:
lugares
para que Dios repose.
Vikram Babu pregunta:
¿qué crueles leñadores os talaron?
De "Los poemas de Vikram Babu"
EL SALTADOR
El saltador se encoge, se agarra las rodillas,
esconde la cabeza entre las piernas.
A punto de llegar da un latigazo
y se estira de golpe contra el agua:
al sumergirse nace, y el mundo, sacudido,
vuelve a iniciar de nuevo sus circunvoluciones,
su salto de gestante que atraviesa el espacio
como una caracola o bosta o piedra
lanzado hacia la luz: le enseña el saltador
al mundo su trabajo, y a convertirlo en juego,
y cómo al zambullirse quedar recién nacido:
le enseña el mecanismo de la vida.
El mundo se detiene y mira concentrado,
quizás reconociéndose en los gestos del hombre
que rota y se traslada dibujando una elíptica
con su cuerpo visible sobre un eje invisible.
Es el mundo el que salta, no es el hombre:
esa bola que rasga la seda de la tarde
desnudándolo todo, no es un hombre:
es el cauce de un río, las raíces de un árbol,
la tierra de aluvión, pero no un hombre:
es el molde de un hombre, un recipiente
vaciado de un hombre y luego vuelto
a llenar con el cauce, las raíces, la tierra:
es el hueco dejado por un hombre
para darle un cobijo a las cosas del mundo.
El hombre, cuando salta, ya no piensa,
pues su interior es agua, filamentos o polvo.
Cuando salta es el puro movimiento
y es la inmovilidad perfecta y pura:
es el mundo que gira y el mundo detenido.
El mundo, ese aprendiz de saltador,
y el saltador, ese aprendiz de mundo,
se duermen en el aire
y nos suenan.
ESTÁBAMOS AHÍ DETRÁS DEL SETO
estábamos ahí detrás del seto
hendidos a buril en la espesura
estábamos ahí abrazados e inmóviles
a salvo de los perros de la casa
estábamos ahí
como piedras talladas por el canto del búho
como agua detenida por el canto del liquen
como raíz medicinal que aguardase a una enferma
estábamos ahí tras los arbustos
a salvo del bullicio feliz de las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
las palabras que dicen
pon la cena el columpio chirría que se laven las manos
he encontrado ese vino que te gusta
estábamos ahí
sin las palabras
hundidos en la noche como huella en el barro
abrazados e inmóviles como el rayo en el tronco
a salvo del Estar y del Ahí
perros que muerden al extraño que salta el muro de la casa
estábamos ahí detrás del seto
como un poco de lluvia secándose en la cuerda de la ropa
besándonos despacio para parar el río
buscándonos despacio viviéndonos despacio
para parar el hielo y el deshielo
para parar las nubes y las águilas
para entrar muy despacio al cuarto donde duermen las
preguntas
para salir del tiempo sin salir de nosotros
estábamos ahí
sin arcos de palabras sin flechas de palabras
desarmados y solos como el óxido que baja por la verja
sin cepos de palabras sin lazos de palabras
sin tirachinas de palabras
abrazados e inmóviles como briznas de un nido
como una mariposa en el cuerno de un toro
como un cadete muerto en su trinchera
a salvo del Decir y del Nosotros
emboscados y tristes
lamiéndonos despacio desde nunca hacia nunca
pulsándonos despacio como a un violín los cambios de
humedad
cerrándonos despacio las madrigueras del deseo
mientras ladran los canes y olfatean
mientras ladra el Decir ladra el Nosotros
mientras ladran a coro las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
ayúdame a peinarme la leche no está fresca
gracias por el jersey gracias por tu sonrisa
hoy te toca fregar ya mí las camas
ayer no te acordaste de recoger las fotos
se han mustiado las rosas pero no los geranios
estábamos ahí
sembrándonos semillas de dedos y de bocas
la pepita el carozo las costillas los tarsos
sembrándonos el árbol de los huesos
arrojando caricias como grano en el surco
arándonos a espalda de los bueyes pesados del espíritu
estábamos ahí detrás del seto
no en silencio pues éste mana de las palabras
cercados por hurones por babosas
por pistilos y abejas por el viento y un trozo de papel
no en silencio pues éste se calla en las palabras
el silencio se calla dentro de las palabras
a salvo del Estar y del Ahí
que se llenan la panza con todas tus palabras y las mías
palabras como pienso que trituran sus dientes
montones de palabras que les mantienen vivos y excitados
palabras recogidas en platos de silencio
que les hacen saltar mancharte con sus patas aullar a los
de afuera
palabras que alimentan la exclusión
estábamos ahí tras los arbustos
como tréboles setas coccinelas
como asteroides recién precipitados del olvido
como el tallo espinoso de la nada
como torpes alumnos del sauce y la colina
como luz rebotando de tu cuerpo a mi cuerpo de pared a
pared
quitándonos despacio los ladrillos
quitándonos ladrillos uno al otro para poner un claro del
bosque entre los dos
atesorando fórmulas para el tiempo del caos
estábamos ahí
esculpiendo la luz en la espesura
estábamps ahí detrás del seto
como ladrones sin pasado
ladrones sin más plan que no ser atrapados por la Historia
ladrones con las manos vacías de vacío
ladrones sin ganzúas sin linternas sin gusntes sin
cronómetros
sin pólvora futura ni el cortafrío del presente
ladrones sin sintaxis ni pistolas
plantados en un robo como en una maceta
plantados en el plano de una casa como alfileres en un
corcho
plantados en el antes y el después como una jabalina
lanzada contra un ñu
estábamos ahí
soldados a la noche como planchas de un barco a la deriva
sorbiéndonos y siendo sorbidos por los líquidos
fantásma naufragando en un fantasma
estábamos ahí
entre el bosque y la casa
tras un seto
a salvo del Decir que rompe el espinazo de los gatos
a salvo del Estar que acorrala a los topos
a salvo del Nosotros que acecha a los gorriones
a salvo del Ahí que gruñe al visitante
a salvo del desfile de palabras que aplastan tulipanes y
magnolias
lo que dices de mí lo que digo de ti
barnizar las persianas me llevará una tarde por lo menos
el paquete de harina me recuerda a tu amigo
me esconderé en el gel cuando te duches
te vi en mi pesadilla con treinta y dos cabezas de lechuga
haz copia de esta llave haz copia de tu lengua
estábamos ahí
abrazados e inmóviles como raíles a la tierra
como una copa al agua que derrama
desmigajados como para un cuervo
desorientados como la brújula prendida de un imán
abrazados e inmóviles como el humo y los troncos
como el mirlo y sus trinos
como el tren y el temblor y el pasajero
estábamos ahí detrás de los arbustos
no escuchando las risas ni los discos ni los coches
frenando al llegar a la curva
no mirando los globos de colores
no oliendo las galletas horneándose
a salvo del Nosotros anfitrión de una fiesta
a salvo del Decir malabarista
a salvo del Estar que sirve canapés
a salvo del Ahí que guarda los abrigos
abrazados e inmóviles como nutrias de agua
como milanos de aire
como arcilla en la piel del alfarero
no sintiendo el relente que empapa las hamacas y los
toldos y riza los cabellos de los que bailan en el
porche
no atendiendo al silencio de todas las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
nos vamos a tu casa. lo siento eres mi tipo. pues más a
mi favor. es que jamás me acuesto con hombres
que me gustan estropea las cosas cuando todo
termina, estoy a tiempo aún de no gustarte si me
das media hora, es tarde para el tiempo y es tarde
para ti ya me gustas muchísimo. soy horrible lo
juro.
para mí una ginebra yo seguiré con blanco
me han hablado de ti me han dicho que eres dulce y
optimista
el dinero ya sabes sólo sirve a la nada mientras más menos
eres
he dejado a las niñas con mi primo
estábamos ahí
abrazados e inmóviles
inocupados como los bancos de una plaza un día de tormenta
desiertos como el iris de un cervatillo muerto
desposeídos como una cantera de reptiles
inobservados como las tejas de una torre
a salvo del Abrazo y de lo Inmóvil
esos perros rabiosos que atacan a sus dueños
a salvo del Abrazo que le ofrece tus ojos a los pulpos
cuando intentas salvar al que se ahoga
a salvo de lo Inmóvil que transforma este punto en una
cárcel
estábamos ahí
entre el bosque y la casa
dilucidados por el canto de un bosque y una casa
dilucidados por el humus las brácteas las mantis
religiosas
dilucidados por el canto de ventanas y puertas
abiertos al sentido abiertos los sentidos
penetrando en lo otro que no es otro
cayendo hacia lo otro desde un puente pintado sobre el
agua
cruzando a la otra orilla sobre balsa de espejos
dilucidados por el canto que salva de lo Otro
dilucidados por el canto que nos salva del Entre
estábamos ahí tras los arbustos
ausentes de la punta de una lanza que viaja por nosotros
como un escarabajo por el hueco de un árbol
la punta de una lanza que no gobierna ya ni el asa ni la
elíptica de un tiro
la punta de una lanza que abreva en el hilillo de una
sangre inmóvil y abrazada a nuestras bocas
ausentes del galápago que desova en la playa del silencio
ausentes de las fresas y del muérdago
más allá del Decir y del Nosotros
esas ratas que rompen los huevos del galápago
más allá del Estar y del Ahí
ese tifón que arrasa las playas y la ausencia
más allá de las fresas comparadas con labios y más allá
del muérdago que desvela los símbolos
ausentes y presentes como el cielo reflejado en un lago
lo que dices de mí lo que digo de ti
le pondría una pizca de salvia y de tomillo
el dolor no me sirve para entender los nardos
esa novela es buena pero mejor que la olvidemos
no descuides tu tierna hipocresía cuando te lo presente
estábamos ahí
hendidos a buril en la espesura
hendidos a buril por el vacío
una fragua encendida en la espesura
un taller de escultor con lascas de vacío
dos cuerpos que se cruzan en la fronda como huenas de
zorro con huenas de gineta
cuerpos que en vez de manos tienen cambios de agujas
cuerpos que en vez de cuerpos son minas de antracita
hendidos muy despacio con golpes de vacío
borrados por el canto del murete por el canto de la
cancela por el canto del chumbo
cuerpos o vagonetas herrados al vacío
cuerpos para una estatua del vacío
estábamos ahí
barriendo la hojarasca de nuestro Corazón con la escoba
del cuerpo
barriendo la hojarasca de los músculos con movimientos
limpios de cadera
barriendo la hojarasca del antes y el después para
quemarla ahora en nuestro sexo
desocultados como un salto de jaguar hacia una iguana pero
ocultados como iguana en una poza
desocultados y ocultados como la palabra en el canto
estábamos ahí tras los arbustos
velando nuestro estar dormidos como espigas dormidos como
calabazas dormidos como peras en un árbol
velando la respiración de la cosa en la cosa y del cuerpo
en el cuerpo
velando el transcurrir del tiempo deteniéndose en el
tiempo
atentos al hidrógeno que avanza por la savia como una
bicicleta que colgada de un gancho escala su pared
sin miedo al precipicio
atentos al arroz que avanza por el humedal como el cielo
recorre una cometa enredada en los cables de la luz
cuidando las raíces de la noche las raíces que sanan a la
enferma
estábamos ahí detrás del seto
anadeando en el estanque de los muslos
a salvo del Decir y del Nosotros
lo que dices de mí lo que digo de ti
me sentiré culpable de nuestro apocalipsis
atrácala a la carta. sitar gratis. sé de crema mercedes.
reconocer. radar
la tenía en mis menos y la echaba de manos
las alarmas no sirven si es un profesional el que te besa
tanto pan de centeno y luego los bombones
y bájame la cremallera sin exiliar tu boca de mi nuca sin
que levante el vuelo tu mano del pezón sin que
abandone el monte de mis nalgas tu cintura rebelde
alzada en armas
si la amnesia es un don sé entonces mi accidente
crocanti y leche condensada una hora a fuego lento y está
listo
estábamos ahí tras los arbustos
orinados por hadas y unicornios
orinados por la velocidad por la imaginación por las
metáforas
empapados de olor pero inmutables como el musgo o la
esquina como el tocón o el grifo que surte a la
manguera
manchados con la orina del lenguaje
orinados por todas las palabras que después de aliviarse
se olvidan de nosotros
manchados de silencio
manchados por las heces de la nada
orinados por gnomos y por sílfides por hidras y por
monstruos
orinados por máscaras y voces
orinados por Ti y por Mí por el Entre y el Ser por Ahora y
por Nunca
estábamos ahí
desmigajados como para un pez
estábamos ahí detrás del seto
viéndonos despacio para burlar la Vida
urmiendo a las preguntas para salir del tiempo sin salir
de nosotros
estábamos ahí tras los arbustos
desgajados de todas las palabras
lo que dices de mí lo que digo de ti
mejor llévate un chal si te vas a la guerra
otro avión se ha estrellado
tantos mueren de sed y nosotros piscinas y piscinas
minas antipersona en la concienda
un solo mandamiento es necesario no usarás ya más
pronombres posesivos
estábamos ahí
detrás de los arbustos
o tras el seto
abrazados e inmóviles
como raíz medicinal en manos de una enferma
a salvo de los perros de la casa
esperando
esperando
esperando el poema
LECCIÓN DE METAFÍSICA
Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has tocado ser adentro,
porque tú lo has tocado beso adentro
con la nerviosa lengua de la nada.
Me palpas con tus manos infinitas
(no son manos, lo sé, sino estallidos:
el tiempo que no llega nunca a tiempo,
un tiempo adelantado o retrasado
que acaba siendo mar o nebulosa)
y se borra mi cuerpo, y al borrarse
por fin se hace visible: un signo cero
suspendido en el aire entre nosotros.
Me piensas con tu boca y con tu sexo,
esos dos silogismos refutables,
esos dioses borrachos que han perdido
la pizarra o azar donde escribirme.
Y al pensarme me restas, me haces menos,
me deshaces, me viertes al vacío,
me entregas al no ser
y maniatado.
Parece que no existo por tu amor
porque tu amor me funda, es el origen,
ese punto o lugar donde está todo
(también lo que no está: tu ausencia: nada).
Tu cuerpo me hace náufrago, un islote
de repente ignorado por el cosmos,
meteorito tachado de los mapas,
nave sin un planeta al que volver
que fuera giro a giro di-sol-viéndose
en la luz cegadora del olvido.
Tu cuerpo hace que exista lo que existe:
tu cuerpo hace imposible lo que existe.
Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has dejado sin besar.
Parece que no existes porque tienes
unos labios carnosos y unos dedos
que dibujan el mundo.
Nada y todo
se abrazan en tus piernas cuando salen
a respirar del fondo de tu mente.
Me piensas con tu nuca y con tu ombligo,
me piensas con tus huesos y tus músculos,
me piensas con las sillas de tu casa,
me piensas con el agua y el jabón,
me piensas con los árboles del bosque,
me piensas con tus heces y tus gritos,
me piensas no pensándome y, pensándome.
Me piensas, no me piensas: es lo mismo.
Por ti me piensa el tiempo y el espacio.
Me piensan las paredes de este cuarto,
me piensan con la cal y con las manchas,
me piensan con la sombra de mi cuerpo.
Y al pensarme me borran, ya no estoy
y ya no queda nadie en este cuarto.
El amor es un cuarto que no existe
donde duerme a resguardo lo que existe.
Y el amor es un cuarto que sí existe
donde duerme a resguardo lo que no.
(Un poema es un plano que refleja
el justo itinerario hasta ese cuarto.)
Me piensas con el ser, con el no ser,
me piensas con los números caídos
del portal de la casa donde vives,
me piensan tus jadeos, tus dos gatos,
el barro de las ruedas de tu coche,
me piensan tus palabras cuando callan
y ya no son palabras sino cuerpo,
me piensas cuando pienso en ti y el aire
se adensa entre nosotros y parece
un huracán inmóvil y desnudo.
más allá de ti
nos piensa lo impensable
(y viene hacia nosotros
a la velocidad
de las arañas muertas
para hilarnos al no).
Busquemos el silencio para amarnos.
POEMA DEL CÍRCULO
Todo lo que decimos
da vueltas y más vueltas
rueda desde nosotros a nosotros
baja por la pendiente
que llamamos espalda mundo ser
da vueltas y más vueltas
para encerrarnos juntos
en la bola de nieve en el alud
de círculos que van por la ladera
creciendo y retumbando
aplastando lo frágil
la huella de los lobos
y al Viejo Excursionista expulsado del cielo.
II
Y lo que no decimos
da vueltas y más vueltas
gira sobre sí mismo
en loca rotación que provoca una llama
invisible un incendio
que se extiende imparable por un bosque
ocupado por seres que no existen
por seres imposibles o vacíos
habitantes M cero o de la nada
que escuchan temerosos
el no-chisporroteo de las llamas
y ponen sus no-piernas a correr
estampida de huecos
que buscan una forma donde estar
a salvo del no-bosque que se quema
una forma o palabra o barro o nota
el estruendo de un círculo bajando una montaña
que aplaste lo más frágil la huella del Silencio.
III
Todo lo que decimos o callamos
da vueltas y más vueltas
abrazo de espirales
que giran enredándose
las curvas enlazadas a las curvas
remolino de curvas
que forman la palabra y su silencio
agujero que busca sus paredes de vidrio
para llamarse vaso
tierra que busca el aire para llamarse halcón
remolino de círculos que escapan de sí mismos
de círculos abiertos enganchados forzándose
a decir lo que callan y a callar lo que dicen
no-palabra que busca que alguien la pronuncie
para llamarse tiempo
y palabra que busca la mano que la borre
para llamarse amor
no-palabra y palabra que se enredan
mientras van por el aire
y se olvidan de qué estaban buscando
y se rozan se frenan se detienen de pronto
un círculo o tifón dormido en el vacío
un círculo al que un ojo sueña desde el vacío.
IV
Un círculo y un ojo que se miran despacio
mientras ruedan inmóviles
la ladera hacia arriba
y aplastan lo más frágil
algo que estaba en ellos y dejaron caer
un punto una pupila
el centro de sí mismos
algo que estaba en ellos y ya no necesitan
pues ya no son palabra
o no-palabra sino tiempo y amor
un círculo incansablemente quieto
que se evadió del punto o centro o Dios
y que ahora lo aplasta en el ahora.
NO ESTÉS TRISTE MI AMOR...
No estés triste‚ mi amor‚
y si lo estás‚
que tu tristeza sea un modo de vengarte
de Dios y de las flores‚ de la alegría inútil
que debe ser la vida según ellos‚
y no estés triste nunca
por las cosas que pasan o no pasan‚
sino solo por esto: porque contempla la tristeza
desde lejos a Dios y a las flores y al tiempo
y nos lleva al lugar donde amar es posible.
De "Semillas para un cuerpo" 1988
NO LAMENTO TU AUSENCIA...
No lamento tu ausencia‚ no me alegro tampoco:
esta paz de tenerte como siempre en las manos
es parte de mi amor‚
de este nuevo sentido que has puesto en mis sentidos‚
y no es que estés muy lejos‚
es que madura lento lo que más nos importa
y el tiempo y el espacio son frutas delicadas·
De "Semillas para un cuerpo" 1988
Julio César Aguilar
(Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, editor y traductor.
Es médico cirujano por la Universidad de Guadalajara. Fue editordirector de las hojas de poesía Crisol y La llama ardiente y de la
revista literaria Orfeo, así como del sello La otra orilla. Ha
coordinado varios talleres de creación literaria y ha publicado en
revistas y suplementos culturales de México, Estados Unidos y
España. Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de
Jalisco durante 1998. Autor de Rescoldos (Mala estrella, 1995),
Nostalgia de no ser mar (Ayuntamiento de Guadalajara, 1997),
Brevesencias (Secretaría de Cultura de Jalisco, 1997), Mano abierta
(Mala estrella, 1998), El desierto del mundo (Fondo editorial tierra
adentro, 1998), El patio de la bugambilia (La otra orilla, 1998),
Orilla de la madrugada (Gobierno del estado de Coahuila, 1999) e
Illuminated Mysteries/Misterios iluminados (Galvart Press, 2001).
Aparece antologado en La rosa escrita (Aldus, 1996), Tiro al blanco.
Poesía última de Guadalajara (Ediciones arlequín, 1998), Inkwell
Echoes (The San Antonio Poets' Association, 2001), A Poetic
Odyssey (Famous poets society, 2001), Poesía de Jalisco del siglo
XX (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002), New Millennium Poets
(Famous poets society, 2002), Voices Along the River (The San
Antonio poetry fair, 2002), Celebrate! Poets Speak Out (Creative
communication, Inc., 2002), Voices Along the River (The San
Antonio poetry fair, 2003) y Solamente palabras (Centro de
estudios poéticos, 2003). Obtuvo los primeros lugares en The
Hispanic Heritage Award dentro del River City Poetry Contest (2001)
y The San Antonio Poetry Fair, Director's Award (2002) y Mención
Honorífica en The San Antonio Poetry Fair (2003). Es miembro de
The Academy of American Poets. Asistió al I Encuentro Nacional de
Talleres Literarios, realizado en Morelia, Michoacán en 1997; así
como al I y II Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes de Tierra
Adentro en 2001 y 2002, respectivamente, llevados a cabo en el
estado de Chihuahua, México. Actualmente radica en San Antonio,
Texas, Estados Unidos, desde donde colabora para algunos diarios y
revistas.
Soy el guardián...
Soy el guardián
de la noche,
administrador de los sueños
y de las conquistas.
Mientras ella duerme, contemplo
desde la sombra
la obstinación de la luna.
De sus entrañas
brota mi voz,
sé que me sueña,
¿o es que sus ojos
son mi espejo y su nombre
mi apellido?
De pronto se desliza
entre mis hombros
y estamos juntos.
Me introduzco
al sueño respirando
de su aliento minutos breves.
Somos uno.
Permanecemos bajo paréntesis
hasta que el balbuceo de la luz
mina nuestras paredes.
La noche entonces
abre mis ojos,
baja mis párpados
y al verdadero mundo
me lanza.
Nada, sino tu sombra...
Nada, sino tu sombra
galopando.
Va y viene a través de las cortinas
translúcidas del pensamiento.
Y la atrapo.
Y consagro
las palabras
al silencio de tus manos.
Ah, la fatiga.
Cavé una fosa, en vano,
para tu luz distante, imperecedera.
Mas nada. Nomás la sombra
de un fantasma.
Mañana escucharé...
Mañana escucharé
el eco de tus pasos
en mi memoria,
no para reconstruirte,
sino para negarle al tiempo
su complicidad con el olvido.
El corazón
Amanece
tras un instante
y otro
ritmando sueños,
silbándole al sol
la memoria
de una leyenda.
Alza
su propio eco
hacia el más alto pino
de la noche lenta.
Bajo
el aliento palpitante
de la muerte
renace siempre
amaneciendo.
La flor en la tierra
La semilla de la muerte
que ha de germinar al sol
revienta bajo la tierra.
Las manos de Dios alegres
que desgranando los días
cultivan la muerte ya
trabajan siempre la tierra
desde el único principio
de la extensísima vida.
Apenas una raíz
asciende hacia el infinito,
mientras Dios medita y ve
los vastos frutos de luz
que van a cubrir la tierra.
Está la flor de la muerte
brillando sobre la tierra,
y con su esencia perfuma
el aire todos los aires:
los rincones de la vida
donde se deshoja eterna.
Hacia la muerte
Como moneda
que lanzara Dios al abismo,
sin detenerse,
ruedan los días
hacia la abierta alcantarilla
por la que exhala, en su locura,
su desorden la infatigable muerte.
Y nosotros,
con el afán de rescatar la moneda
y de hacerla propia,
tras ella rodamos.
Arrojados al vacío
igual que desechos
por el Dios invisible,
junto con la moneda nosotros
vamos también al respiradero
donde, irremisiblemente,
un pedazo de nuestras vidas,
cualquier día al fin, ha de arrastrar
el asfixiante tumulto de sus aguas.
Canción
Hay en tu boca
la luz de un hálito
que resplandece
Desde tus ojos
más cercano es
el horizonte
Un canto alegre
mi sueño canta
para tu boca
Renace el mundo
vivos mis ojos
en tu mirada
Medianoche
Los pensamientos, hoy perdidos,
en la eternidad de mi noche
buscan su cauce, su destino.
Llega de unos gatos la cópula
de lejos hasta mis oídos.
Ya por debajo de las sábanas
más helado se vuelve el frío.
A través de un terco reloj
muy lentamente me aproximo
a los latidos del silencio
más rotundo y definitivo.
Custodiando en la oscuridad,
antiguos fantasmas amigos
con su pasado ríen-saltan:
dan un salto desde el olvido.
Entonces enfrento la noche
armado de mí, de mí mismo,
y empiezo después a escribir...
El instante es el camino
Árbol antiguo visto desde una infancia,
el tiempo se deshoja, floreciendo,
siempre reintegrándose a sí mismo,
firme ante los aires de cualquier viento,
ante los vientos de la muerte,
el viento iracundo de la nada.
Suspiro interminable es caminar el tiempo,
jugar un juego que no acaba
dentro del árbol de las horas,
muy adentro del ramaje más caudaloso.
Si los pasos se detienen en su marcha
los abandona el tiempo a la intemperie,
pasos perdidos son hasta reencontrarse.
!Y qué laberinto es el camino!
(Pero encuentra el pie su huella, y al momento
retoma su destino y se desborda.)
Mientras el tiempo se hunde
en su savia brevieterna,
de las ramas, fruto pleno,
asciende uno hacia el fondo de la vida.
La espera
Ha vuelto a madurar la fruta sobre la mesa,
las flores de las macetas ya se secaron,
enterradas las cosas bajo el polvo
¿qué se puede hacer?
Los anocheceres dan fe de la espera,
la multitud de estrellas -testigo perpetuosin duda alguna lo sabrá decir,
pero a quién sino al corazón
que a veces siento caduco,
imposible para vivir: endurecido.
El florecido sueño
En la fertilidad de tus manos inacabables
puse anoche a dormitar el sueño
más largamente soñado,
y ya ves ahora, mano tan abierta,
cómo de tus costados, poco a poco,
lúcidamente va enraizándose,
dando al aire su aromada luz
que apenas se irradia.
No ráfagas de amor es lo que pide el beso,
sino habitar en tus manos
que son mis manos:
claridad de la luz en la luz,
labios del amor verdadero;
y en la perfección de tu magnífica mano
darle dichoso a los días
un tiempo que sea mi tiempo,
siempre eterno de amaneceres
igual al sol de la vida.
El florecido sueño tiene el sabor de tus manos,
y tus manos saben a lo que sabe la fruta
cuando madura bajo las manos de Dios.
Sólo un rumor
Ven, aún es tiempo de habitar el paraíso,
me dije
cuando en el alma crecía tal deseo
como un rumor de aves:
eran pájaros que no cantaban,
batir de alas en desventura.
Me acerqué a la luz de la conciencia,
no vi nada.
Fui entonces a las cavernas interiores
y pude seguir las huellas del polvo
conduciéndome al olvido,
a la cruel indiferencia.
No dije más.
Comprendí que aquel deseo, mínimo,
era sólo un leve, lánguido rumor.
El desierto del mundo
A través de la ventana (que son mis ojos)
veo el desierto del mundo
y miro lo que puedo, lo que sé mirar:
¿qué fuera yo si no fuera lo que soy?,
¿qué soy en este desierto
sino un cactus, un animal salvaje,
un insecto más?
¿Sería acaso el sol enfermizo,
el veneno de los alacranes
o el silencio devastador?
Descendiendo las escaleras del tiempo
no arribo a ninguna parte,
por eso me callo, por eso me voy...
Cierro la ventana
y me encierro en la oscuridad
de mi espíritu.
Si acaso...
Yo nada pido, nada
estoy diciendo, no,
es nada lo que quiero
al decir lo que digo;
mínimamente es nada
esto que estoy diciendo.
Si acaso, la conciencia
de no saberme muerto,
de pretender subir
por rumbo misterioso
a ese gran misterio
de la palabra dicha.
Yo nada pido, nada
estoy diciendo, no,
sólo sé que es del canto
la inevitable voz.
Nada puedo pedirte
Dame lo que me quieras dar, Señor,
nada quiero pedir, nada te exijo,
hoy ya comprendo que si miro el cielo
es tu resplandor de luz lo que miro;
cuando me siento extraviado en la noche
en tus estrellas encuentro el camino.
Eres, Señor, agua para la lluvia,
para los manantiales y los ríos;
en el arcoiris tú estás presente
en las sombras escucho tus latidos...
Nada puedo pedirte, Señor, nada:
creo en tu amoroso amor siempre vivo.
Escribes...
Escribes
bajo el fulgor de la noche,
sintiendo su influjo
como un llamado a la escritura.
Piensas entonces que la noche
uno a uno
te dictará los versos.
Pero en verdad, nada dice.
Solamente los grillos,
entre sí,
e dicen su cuento;
ah, y también las lechuzas.
Sigues esperando que la noche te hable,
y nomás un coro de estrellas lejanas
deletrea tu presencia.
La hora
Vuelve la luz
a hacerse luz, plácida claridad
en el vaivén de sombras,
y la calma otra vez, el remanso
donde reposa -como en el sueño el insomnesu paso frenético el corazón.
El aire que se respira
se hace respirable,
y el paisaje a cada mirada
recobra el color y la forma.
Surge a la vida
el que vive en la muerte y muere de nada.
Esta es la hora de la resurrección.
Ecos de la agonía
Fui sólo sombra
habitada por el desdén, por los caprichos
de la luz vagante.
Fructificó en mi ser la desventura
y puntualmente repartí sus dones;
a veces la alegría dejaba en el aire su estela.
Árbol solitario, pan
de la multitud, fui
lo que pude.
De repente todo se va muriendo.
(!Dios, cierra los ojos
y mira tu obra
y compadécete
de ti!,
pero si soy yo el hacedor
de tanto fruto estéril, mándame
de una vez al infierno
y olvídame.
!Acaba ya conmigo, Dios,
tú ganas!)
Hoy, al borde
de esta tarde
yo también me muero,
para luego tal vez recomenzar...
De claridad y esperanza
A mi voz susurró el tiempo
su historia de claridad
y esperanza,
y
por mi lengua de barro
yo supe
que también a la muerte se canta.
Vine a este cielo -sólo vinepara alumbrar con la flor
de mi verso
la tristeza,
pero he de saber
que en la tierra
la alegría-alegría
igualmente
es flor luminosa.
En mi boca
florecen los himnos
que son del mundo canción
y el mundo, río en mi sangre,
es ríomundo, pero siempre sangre.
La consigna y el milagro
Volver a tus dominios, infancia,
acercarse es lentamente
a la explosiva boca de un volcán
y luego ¿para qué volver entonces
al origen del desastre
donde aún el escombro
es el reino de la insania
y una voz de látigo, férrea
para el castigo y la zozobra
hace cumplir puntualmente su mandato?
¿Para qué, entonces,
escarbar lo caminado
y hundirse en las cenizas
de un esplendor fallido en cuyas ruinas
aguarda temeroso un niño?
Regresar a la infancia
y salvar al corazón de su infortunio
han de ser la consigna y el milagro.
Elegía de la pierna
A la sombra de su estatura
bendice tú la harina de su hueso, ceniza caminante
en triste enflaquecido músculo
y piel de nardo.
Para que vuele, para que
no se incendie, sacúdele
la rabia que la aniquila.
Que en un grito alarido enorme resucite
y si no, luego entonces
nuevamente crucifícala.
Ha callado tanto tan silenciosamente
que ya no escucha, que no obedece más
los desvaríos de aquél que habla,
del que empinó en su copa
toda la embriaguez del infortunio
escondiéndose pronto luego en su corazón
que sabe sólo dar
caídas de ciego.
Huellas del llanto
Como abandonados huérfanos, habitantes
del olvido, mis viejos zapatos
repasan todavía su historia
desde el recinto de las añoranzas y lo inservible.
¿Cuántas aún lágrimas tendrán por decir?
Oh tan míos mis sufridos zapatos
ejemplos de mi sinamor.
Muchas veces huir quise de sus tribulaciones:
contemplé los caminos que no anduvieron y ahondé
a la selva en la que me perdí.
Qué importa si con sus agravios
ahora me persigno:
aun así no restaño el cuantísimo tiempo
que por mi cobardía engañé el rumbo,
la dirección de su ortopedia
para juntos no andar
hacia el horizonte de nuestro destino.
En el país de los zapatos
los míos optaron por el exilio,
y aunque sobre todo mártires
de mi vergüenza,
ellos el espejo y mi referencia son.
Porque metáfora posible no hay
para llorar tanta amargura
yo sólo pienso, ay
amargos los zapatos míos
como triste fue mi corazón.
Mundonuestro
Del niño que respiró en mí
alimentado de mi sangre
y con mis huesos protegido,
de ese solo niño
criatura amarga,
no sé exactamente
si algo de su ser
perdure aún, invicto
en su catástrofe de miedo.
En realidad, me sobrevive
su mirada, relámpago furioso
partiendo en más de dos mi nombre.
A través de sus turbulencias imágenes
sueño lo que él mira, deseo
lo que su pensamiento imagina.
(Ese que canta soy yo.
El que conjura con sus versos
el desenfreno agrio de la locura,
enclaustrado en su atalaya de muerte
esperanzada.)
No. No ha muerto y no morirá.
Lo sé ahora, cuando descubro
que erige nuestro mundo desde sus sílabas
de cataclismo y fuego.
Agustini Delmira
Biografía
Poeta uruguaya nacida en Montevideo en 1886, en el seno de una familia burguesa
descendiente de alemanes, franceses y porteños.
Desde muy corta edad incursionó en el campo poético publicando su primer poemario, «El
libro blanco» en 1907. Luego aparecieron «Cantos de la mañana» en 1910 y «Los cálices
vacíos».
Mujer de gran sensibilidad y sensualismo, asombró a Montevideo y Buenos Aires con sus
libros de versos. Contrajo matrimonio en 1913. Su matrimonio fracasó a los dos meses, y
un año después, en 1914, murió asesinada por su marido quien se suicidó después.
Después de su muerte se publicaron dos composiciones más: «El rosario de Eros»
y «La alborada».
AMOR
BOCA A BOCA
BOCETO INCONCLUSO
CEGUERA
CON TU RETRATO CUENTAS DE FUEGO
DESDE LEJOS
DÍA NUESTRO
EL ARROYO EL CISNE EL DIAMANTE
EL RAUDAL
EL INTRUSO
EL SURTIDOR DE ORO
EL VAMPIRO EN TUS OJOSEXÉGESIS
EXPLOSIÓN
FIERA DE AMORFUE AL PASARHACIA LA PRIMAVERA
HOY DESDE EL GRAN CAMINO...
CITA
INEXTINGUIBLES
LA COPA DEL AMOR
LA MUSALA SED
LAS ALAS
LO INEFABLE
LOS RELICARIOS DULCES
LOS RETRATOS
MIS AMORES
NOCTURNO OFRENDANDO EL LIBRO A EROS
OTRA ESTIRPE
ÍNTIMALA BARCA MILAGROSA
LA
PARA TUS MANOSPOBRES LÁGRIMAS MÍAS... PUPILA AZUL DE MI PARQUE
SERPENTINA
SOBRE UNA TUMBA CÁNDIDA SUPREMO IDILIO TU AMOR
TU BOCA
TÚ DORMÍAS
VEN
VIDA
VISIÓN
AMOR
Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un eterno riego.
Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
soñaba sus cristales el alma de la fuente.
Y hoy sueño que es vibrante y suave y riente y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste,
que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,
sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos....
SERPENTINA
En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente!
gliso y ondulo como una corriente;
dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
son mis ojos; la punta del encanto
es mi lengua... ¡y atraigo con mi llanto!
soy un pomo de abismo.
Mi cuerpo es una cinta de delicia,
glisa y ondula como una caricia...
Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente!
mi lengua es una venenosa fuente;
mi testa es la luzbélica diadema,
haz de la muerte, en un fatal soslayo
son mis pupilas; y mi cuerpo en gema
¡es la vaina del rayo!
Si así sueño mi carne, así es mi mente:
un cuerpo largo, largo, de serpiente,
vibrando eterna, ¡voluptuosamente!
Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte
en el carmen fecundo de mi vida.
Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.
Tus ojos son mis medianoches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en la acerbidad;
crisálida de un vuelo del futuro,
es tu brazo magnífico y oscuro,
torre embrujada de mi soledad.
VISIÓN
¿Acaso fue en un marco de ilusión,
en el profundo espejo del deseo,
o fue divina y simplemente en vida
que yo te vi velar mi sueño la otra noche? En mi alcoba agrandada de soledad y miedo,
taciturno a mi lado apareciste
como un hongo gigante, muerto y vivo,
brotado en los rincones de la noche
húmedos de silencio,
y engrasados de sombra y soledad. Te inclinabas a mí supremamente,
como a la copa de cristal de un lago
sobre el mantel de fuego del desierto;
te inclinabas a mí, como un enfermo
de la vida a los opios infalibles
y a las vendas de piedra de la Muerte;
Te inclinabas a mí como el creyente
a la oblea de cielo de la hostia...
-Gota de nieve con sabor de estrellas
que alimenta los lirios de la Carne,
chispa de dios que estrella los espíritus.Te inclinabas a mí como el gran sauce
de la Melancolía
a las hondas lagunas del silencio;
te inclinabas a mí como la torre
de mármol del Orgullo,
minada por un monstruo de tristeza,
a la hermana solemne de su sombra...
Te inclinabas a mí como si fuera
mi cuerpo la inicial de tu destino
en la página oscura de mi lecho;
te inclinabas a mí como al milagro
de una ventana abierta al más allá.
¡Y te inclinabas más que todo eso!
Y era mi mirada una culebra
apuntada entre zarzas de pestañas,
al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era mi deseo una culebra
glisando entre los riscos de la sombra
a la estatua de lirios de tu cuerpo! Tú te inclinabas más y más... y tanto,
y tanto te inclinaste,
que mis flores eróticas son dobles,
y mi estrella es más grande desde entonces.
Toda tu vida se imprimió en mi vida... Yo esperaba suspensa el aletazo
del abrazo magnífico; un abrazo
de cuatro brazos que la gloria viste
de fiebre y de milagro, será un vuelo!
Y pueden ser los hechizados brazos
cuatro raíces de una raza nueva: Y esperaba suspensa el aletazo
del abrazo magnífico...
¡Y cuando,
te abrí los ojos como un alma, y vi
que te hacías atrás y te envolvías
en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!
LA CITA
En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
de flores y de luces de espíritu; mi alma
calzada de silencio y vestida de calma
irá a ti por la senda más negra de esta noche.
Apaga las bujías para ver cosas bellas;
cierra todas las puertas para entrar la ilusión;
arranca del misterio un manojo de estrellas
y enflora como un vaso triunfal tu corazón.
Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!...
Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando
que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho....
Para el amor divino ten un diván de calma,
y con el lirio místico que es su arma, mi alma
apagará una a una las rosas de tu lecho.
MIS AMORES
Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
a llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré yo misma para llorarlos todos.
La noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas a sol, como maduras...
Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que son rosa, la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan en cojines de abismo,
cabezas que quisieran descansar en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a primavera,
y muchas que trascienden a las flores de invierno.
Todas esas cabezas me duelen como llagas...
me duelen como muertos...
¡Ah...! y los ojos...los ojos me duelen más: ¡son dobles..!
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran,
son caricias, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo.
Ellos me dieron sed de todas esas bocas...
de todas esas bocas que florecen mi lecho:
vasos rojos o pálidos de miel o de amargura
con lises de armonía o rosas de silencio,
de todos esos vasos donde bebí la vida,
de todas esos vasos donde la muerte bebo...
El jardín de sus bocas, venenoso, embriagante,
en donde respiraban "sus almas" y "sus cuerpos".
Humedecido en lágrimas
han rodeado mi lecho...
Y las manos, las manos colmadas de destinos,
secretas y alhajadas de anillos de misterio...
Hay manos que nacieron con guantes de caricia,
manos que están colmadas de la flor del deseo,
manos en que se siente un puñal nunca visto,
manos en que se ve un intangible cetro;
pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes,
en todas, todas ellas, puede engarzar un sueño.
Con tristeza de almas se doblegan los cuerpos,
sin velos, santamente vestidos de deseo.
Imanes de mis brazos, panales de mi entraña
como invisible abismo se inclinan en mi lecho...
¡Ah, entre todas las manos, yo he buscado tus manos!
Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu cabeza,
de todos esos ojos, ¡tus ojos sólo quiero!
Tú eres el más triste, por ser el más querido,
tú has llegado el primero por venir de más lejos...
¡Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca
y las pupilas claras que miré tanto tiempo!
Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé sin saberlo,
ven a mí: mente a mente;
ven a mí: cuerpo a cuerpo.
Tú me dirás que has hecho de mi primer suspiro...
Tú me dirás que has hecho del sueño de aquel beso...
Me dirás si lloraste cuando te dejé solo...
¡Y me dirás si has muerto...!
Si has muerto,
mi pena enlutará la alcoba lentamente,
y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo.
Y en el silencio ahondado de tinieblas,
y en la tiniebla ahondada de silencio,
nos velará llorando, llorando hasta morirse
nuestro hijo: el recuerdo.
DÍA NUESTRO
-La tienda de la noche se ha rasgado hacia Oriente.Tu espíritu amanece maravillosamente;
su luz penetra en mi alma como el sol a un vergel... -Pleno sol. Llueve fuego. -Tu amor
tienta, es la gruta
afelpada de musgo, el arroyo, la fruta,
la deleitosa fruta madura a toda miel. -El Ángelus. -Tus manos son dos alas tranquilas,
mi espíritu se dobla como un gajo de lilas,
y mi cuerpo te envuelve... tan sutil como un velo. -El triunfo de la noche. -De tus manos,
más bellas,
fluyen todas las sombras y todas las estrellas,
y mi cuerpo se vuelve profundo como un cielo!
OTRA ESTIRPE
Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...
pido a tus manos todopoderosas,
su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas! La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas! Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente,
donde puede nutrirse la simiente,
de otra Estirpe, sublimemente loca!
EL SURTIDOR DE ORO
Vibre, mi musa, el surtidor de oro
la taza rosa de tu boca en besos;
de las espumas armoniosas surja
vivo, supremo, misterioso, eterno,
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos;
debe ser vivo a fuerza de soñado,
que sangre y alma se me va en los sueños;
ha de nacer a deslumbrar la vida,
y ha de ser un dios nuevo!
Las culebras azules de sus venas
se nutren de milagro en mi cerebro... Selle, mi musa, el surtidor de oro
la taza rosa de tu boca en besos;
el amante ideal, el esculpido
en prodigios de almas y de cuerpos,
arraigando las uñas extrahumanas
en mi carne, solloza en mis ensueños:
-Yo no quiero más vida que tu vida,
son en ti los supremos elementos;
déjame bajo el cielo de tu alma,
en la cálida tierra de tu cuerpo!-Selle, mi musa, el surtidor de oro
la taza rosa de tu boca en besos!
EL INTRUSO
Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.
¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;
y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!
CUENTAS DE FUEGO
Cerrar la puerta cómplice con rumor de caricia,
deshojar hacia el mal el lirio de una veste...
-La seda es un pecado, el desnudo es celeste;
y es un cuerpo mullido, un diván de delicia.Abrir brazos...así todo ser es alado;
o una cálida lira dulcemente rendida
de canto y de silencio...más tarde, en el helado
más allá de un espejo, como un lago inclinado
ver la olímpica bestia que elabora la vida...
Amor rojo, amor mío;
sangre de mundos y rumor de cielos...
¡Tú me los des, Dios mío!
BOCETO INCONCLUSO
A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio,
-un silencio agudo y profundo como el acecho
de un sonido insólito y misteriososiento como si su alma y la mía corrieran lejanamente,
por yo no sé qué tierras nunca vistas,
en un raudal potente y rumoroso...
LA MUSA
Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.
A veces nos asalte un aguijón de abeja:
úna raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en tu risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y puñales!
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma en un instante,
que el Universo quepa en sus ansias divinas.
Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que, erguida, su corona reclame
¡de rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!
EXPLOSIÓN
¡Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.
Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!
Hoy partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!
LO INEFABLE
Yo muero extrañamente...No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...
Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!...
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!
EL VAMPIRO
En el regazo de la tarde triste
Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste
Hasta la voz, tus párpados de cera,
Bajaron... y callaste... y pareciste
Oír pasar la Muerte... Yo que abriera
Tu herida mordí en ella -¿me sentiste?Como en el oro de un panal mordiera !
Y exprimí más, traidora, dulcemente
Tu corazón herido mortalmente,
Por la cruel daga rara y exquisita
De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto!
Y las mil bocas de mi sed maldita
Tendí á esa fuente abierta en tu quebranto.
...................................
¿ Por qué fui tu vampiro de amargura ?...
¿ Soy flor ó estirpe de una especie obscura
Que come llagas y que bebe el llanto ?
LAS ALAS
Yo tenía...
dos alas!...
Dos alas,
que del Azur vivían como dos siderales
raíces!...
Dos alas,
con todos los milagros de la vida, la muerte
y la ilusión. Dos alas,
fulmíneas
como el velamen de una estrella en fuga;
Dos alas,
como dos firmamentos
con tormentas, con calmas y con astros...
¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...
El áureo campaneo
del ritmo; el inefable
matiz, atesorando
el iris todo, más un iris nuevo
ofuscante y divino,
que adoraran las plenas pupilas del Futuro,
( las pupilas maduras a toda luz! )... El vuelo...
El vuelo eterno, devorante y único,
que largo tiempo atormentó los cielos,
despertó soles, bólidos, tormentas:
abrillantó los rayos y los astros
¿y la amplitud? : tenían
calor y sombra para todo el Mundo,
y hasta incubar un "más allá" pudieron.
Un día, raramente
desmayada a la tierra,
Yo me dormí en las felpas profundas de este bosque...
Soñé divinas cosas...
Una sonrisa tuya me despertó, paréceme...
¡Y no siento mis alas!...
¿Mis alas?...
- Yo las vi deshacerse entre mis brazos...
¡Era como un deshielo!
VEN
Ven, oye, yo te evoco.
Extraño amado de mi musa extraña,
ven, tú, el que meces los enigmas hondos
en el vibrar de las pupilas cálidas.
El que ahondas los cauces de amatista
de las ojeras cárdenas...
Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!
Ven, tú, el que imprime un solemne ritmo
al parpadeo de la tumba helada!
el que dictas los lúgubres acentos
del decir hondo de las sombras trágicas.
Ven, tú, el poeta abrumador, que pulsas
la lira del silencio: la más rara!
La de las largas vibraciones mudas,
la que se acorda al diapasón del alma!
Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!
Ven acércate a mí, que en mis pupilas
se hunden las tuyas en tenaz mirada,
vislumbre en ellas el sublime enigma
del "más allá", que espanta...
Ven... acércate más... clava en mis labios
tus fríos labios de ámbar,
guste yo en ellos el sabor ignoto,
de la esencia enervante de tu alma!
Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!
TU BOCA
Yo hacía una divina labor, sobre la roca
creciente del orgullo. De la vida lejana
algún pétalo vivo voló en la mañana,
algún beso en la noche. Tenaz como una loca,
seguía mi divina labor sobre la roca,
cuando tu voz que funde como sacra campana
en la nota celeste la vibración humana,
tendió su lazo de oro al borde de tu boca;
-¡Maravilloso nido del vértigo, tu boca!
Dos pétalos de rosa abrochando un abismo...Labor, labor gloriosa, dolorosa y liviana;
tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo
tú quedas en la testa soberbia de la roca,
y yo caigo sin fin en el sangriento abismo!
FIERA DE AMOR
Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones
de palomos, de buitres, de corzos o leones,
no hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor,
había ya estragado mis garras y mi instinto,
cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,
me deslumbró una estatua de antiguo emperador.
Y crecí de entusiasmo; por el tronco de piedra
ascendió mi deseo como fulmínea hiedra
hasta el pecho, nutrido en nieve al parecer;
y clamé al imposible corazón... la escultura
su gloria custodiaba serenísima y pura,
con la frente en Mañana y la planta en Ayer.
Perenne mi deseo, en el tronco de piedra
ha quedado prendido como sangrienta hiedra;
y desde entonces muerdo soñando un corazón
de estatua, presa suma para mi garra bella;
no es ni carne ni mármol: una pasta de estrella
sin sangre, sin calor y sin palpitación...
¡Con la esencia de una sobrehumana pasión!
EL CISNE
Pupila azul de mi parque
es el sensitivo espejo
de un lago claro, muy claro!...
Tan claro que a veces creo
que en su cristalina página
se imprime mi pensamiento.
Flor del aire, flor del agua,
alma del lago es un cisne
con dos pupilas humanas,
grave y gentil como un príncipe;
alas lirio, remos rosa...
Pico en fuego, cuello triste
y orgulloso, y la blancura
y la suavidad de un cisne...
El ave cándida y grave
tiene un maléfico encanto;
clavel vestido de lirio,
trasciende a llama y milagro!...
Sus alas blancas me turban
como dos cálidos brazos;
ningunos labios ardieron
como su pico en mis manos;
ninguna testa ha caído
tan lánguida en mi regazo;
ninguna carne tan viva
he padecido o gozado:
viborean en sus venas
filtros dos veces humanos!
Del rubí de la lujuria
su testa está coronada:
y va arrastrando el deseo
en una cauda rosada...
Agua le doy en mis manos
y él parece beber fuego,
y yo parezco ofrecerle
todo el vaso de mi cuerpo...
Y vive tanto en mis sueños,
Y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es solo un cosne en mi lago
o es en mi vida un amante...
Al margen del lago claro
yo le interrogo en silencio...
y el silencio es una rosa
sobre su pico de fuego...
Pero en su carne me habla
y yo en mi carne le entiendo.
-A veces ¡toda! soy alma;
y a veces ¡toda! soy cuerpo.Hunde el pico en mi regazo
y se queda como muerto...
Y en la cristalina página,
en el sensitivo espejo
del algo que algunas veces
refleja mi pensamiento,
¡el cisne asusta, de rojo,
y yo, de blanca, doy miedo!
TÚ DORMÍAS
Engastada en mis manos fulguraba
como extraña presea, tu cabeza;
yo la ideaba estuches, y preciaba
luz a luz, sombra a sombra su belleza.
En tus ojos tal vez se concentraba
la vida, como un filtro de tristeza
en dos vasos profundos... yo soñaba
que era una flor de mármol tu cabeza;...
Cuando en tu frente nacarada a luna,
como un monstruo en la paz de una laguna
surgió un enorme ensueño taciturno...
Ah! tu cabeza me asustó... Fluía
de ella una ignota vida... Parecía
no sé qué mundo anónimo y nocturno...
LA COPA DEL AMOR
¡Bebamos juntos en la copa egregia!
Raro licor se ofrenda a nuestras almas,
¡Abran mis rosas su frescura regia
a la sombra indeleble de tus palmas!
Tú despertaste mi alma adormecida
en la tumba silente de las horas;
a ti la primer sangre de mi vida
¡en los vasos de luz de mis auroras!
¡Ah! tu voz vino a recamar de oro
mis lóbregos silencios; tú rompiste
el gran hilo de perlas de mi lloro,
y al sol naciente mi horizonte abriste.
Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora
tendió el temblor rosado de su tul;
así en las sombras de la vida ahora,
yo te abro el alma como un cielo azul.
¡Ah, yo me siento abrir como una rosa!
Ven a beber mis mieles soberanas:
¡yo soy la copa del amor pomposa
que engarzará en tus manos sobrehumanas!
La copa erige su esplendor de llama...
¡Con qué hechizo en tus manos brillaría!
Su misteriosa exquisitez reclama
dedos de ensueño y labios de armonía.
Tómala y bebe, que la gloria dora
el idilio de luz de nuestras almas;
¡marchítense las rosas de mi aurora
a la sombra indeleble de tus palmas!
SOBRE UNA TUMBA CÁNDIDA
«Ha muerto..., ha muerto...», dicen tan claro
que no entiendo...
¡Verter licor tan suave en vaso tan tremendo!...
Tal vez fue un mal extraño tu mirar por divino,
tu alma por celeste, o tu perfil por fino...
Tal vez fueron tus brazos dos capullos de alas...
¡Eran cielo a tu paso los jardines, las salas,
y te asomaste al mundo dulce como una muerta!
Acaso tu ventana quedó una noche abierta.
-¡Oh, tentación de alas, una ventana abierta!¡Y te sedujo un ángel por la estrella más pura...
y tus alas abrieron, y cortaron la altura
en un tijeretazo de luz y de candor!
Y en la alcoba que tu alma tapizaba de armiño,
donde ardían los vasos de rosas de cariño,
la Soledad llamaba en silencio al Horror...
FUE AL PASAR
Yo creí que tus ojos anegaban el mundo...
Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes
que un corazón partido en dos trozos ardientes
parecieron... Fluían de tu rostro profundo
como dos manantiales graves y venenosos...
fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas
que no sé desde dónde me miraban, redondas
y oscuras como mundos lontanos y medrosos.
¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías
abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías
de tus ojeras donde reconocí mis rastros!...
¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo,
y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo
la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!
ÍNTIMA
Yo te diré los sueños de mi vida
en lo más hondo de la noche azul...
Mi alma desnuda temblará en tus manos,
sobre tus hombros pesará mi cruz.
Las cumbres de la vida son tan solas,
¡tan solas y tan frías! Yo encerré
mis ansias en mí misma, y toda entera
como una torre de marfil me alcé.
Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
ella es capaz de penetrar en mí.
En el silencio hay vértigos de abismos:
yo vacilaba, me sostengo en ti.
Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
puras y frescas la verdad; yo sé
que está en el fondo magno de tu pecho
el manantial que vencerá mi sed.
Y sé que en nuestras vidas se produjo
el milagro inefable del reflejo...
En el silencio de la noche mi alma
llega a la tuya como un gran espejo.
¡Imagina el amor que habré soñado
en la tumba glacial de mi silencio!
Más grande que la vida, más que el sueño,
bajo el azur sin fin se sintió preso.
Imagina mi amor, mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú sabes que si pesan, si consumen
alma y sueños de olimpo en carne humana.
Y cuando frente al alma que sentía
poco el azur para bañar sus alas
como un gran horizonte aurisolado
o una playa de luz, se abrió tu alma:
¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante
el imposible! ¡La ilusión vivida!
Bendije a Dios, al sol, la flor, el aire,
¡la vida toda porque tú eras vida!
Si con angustia yo compré esta dicha,
¡bendito el llanto que manchó mis ojos!
¡Todas las llagas del pasado ríen
al sol naciente por sus labios rojos!
¡Ah! Tú sabrás mi amor; mas vamos lejos,
a través de la noche florecida;
acá lo humano asusta, acá se oye,
se ve, se siente sin cesar la vida.
Vamos más lejos en la noche, vamos
donde ni un eco repercuta en mí,
como una flor nocturna allá en la sombra
me abriré dulcemente para ti.
CEGUERA
Me abismo en una rara ceguera luminosa,
un astro, casi un alma, me ha velado la Vida.
¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa,
o en su disco de luz he quedado prendida?
No sé...
Rara ceguera que me borras el mundo,
estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo.
¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo!
EL ARROYO
¿Te acuerdas?
El arroyo fue la serpiente buena...
Yo muero extrañamente...
No me mata la Vida,
¿Te acuerdas?
El arroyo fue la serpiente buena...
Fluía triste y triste como un llanto de ciego
cuando en las piedras grises
donde arraiga la pena
como un inmenso lirio se levantó tu ruego.
Mi corazón, la piedra más gris y más serena,
despertó en la caricia de la corriente y luego
sintió cómo la tarde, con manos de agarena,
prendía sobre él una rosa de fuego.
Y mientras la serpiente del arroyo blandía
el veneno divino de la melancolía,
tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza,
la coroné de un beso fatal, en la corriente
vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente
me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza.
TU AMOR
Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,
jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.
Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.
Tus ojos son mis medianoches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en mi acerbidad;
crisálida de un vuelo del futuro,
es tu abrazo magnífico y oscuro
torre embrujada de mi soledad.
NOCTURNO
Engarzado en la noche el lago de tu alma,
diríase una tela de cristal y de calma
tramada por las grandes arañas del desvelo.
Nata de agua lustral en vaso de alabastros;
espejo de pureza que abrillantas los astros
y reflejas la cima de la Vida en un cielo...
Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,
voy manchando los lagos y remontando el vuelo.
BOCA A BOCA
Copa de vino donde quiero y sueño
beber la muerte con fruición sombría,
surco de fuego donde logra Ensueño
fuertes semillas de melancolía.
Boca que besas a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura,
color de sed y húmeda de llamas...
¡Verja de abismos es tu dentadura!
Sexo de un alma triste de gloriosa;
el placer unges de dolor; tu beso,
puñal de fuego en vaina de embeleso,
me come en sueños como un cáncer rosa...
Joya de sangre y luna, vaso pleno
de rosas de silencio y de armonía,
nectario de su miel y su veneno,
vampiro vuelto mariposa al día.
Tijera ardiente de glaciales lirios,
panal de besos, ánfora viviente
donde brindan delicias y delirios
fresas de aurora en vino de poniente...
Estuche de encendidos terciopelos
en que su voz es fúlgida presea,
alas del verbo amenazando vuelos,
cáliz en donde el corazón flamea.
Pico rojo del buitre del deseo
que hubiste sangre y alma entre mi boca,
de tu largo y sonante picoteo
brotó una llaga como flor de roca.
Inaccesible... Si otra vez mi vida
cruzas, dando a la tierra removida
siembra de oro tu verbo fecundo,
tú curarás la misteriosa herida:
lirio de muerte, cóndor de vida,
¡flor de tu beso que perfuma al mundo!
CON TU RETRATO
Yo no sé si mis ojos o mis manos
encendieron la vida en tu retrato;
nubes humanas, rayos sobrehumanos,
todo tu Yo de Emperador innato
amanece a mis ojos, en mis manos.
¡Por eso, toda en llamas, yo desato
cabellos y alma para tu retrato,
y me abro en flor!... Entonces, soberanos
de la sombra y la luz, tus ojos graves
dicen grandezas que yo sé y tú sabes...
y te dejo morir... Queda en mis manos
una gran mancha lívida y sombría...
¡Y renaces en mi melancolía
formado de astros fríos y lejanos!
EN TUS OJOS
¡Ojos a toda luz y a toda sombra!
Heliotropos del Sueño! Plenos ojos
que encandiló el Milagro y que no asombra
jamás la vida... Eléctricos cerrojos
de profundas estancias; claros broches,
broches oscuros, húmedos, temblantes,
para un collar de días y de noches...
Bocas de abismo en labios centelleantes;
natas de amargas mares nunca vistas;
claras medallas; tétricos blasones;
capullos de dos noches imprevistas
y madreperlas de constelaciones...
¿Sabes todas las cosas palpitantes,
inanimadas, claras, tenebrosas,
dulces, horrendas, juntas o distantes,
que pueden ser tus ojos?... ¡Tantas cosas
que se nombraran infinitamente!...
Maravilladas veladoras mías
que en fuego bordan visionariamente
la trama de mis noches y mis días!...
Lagos que son también una corriente...
¡Jardines de los iris! devorados
por dos fuentes que eclipsan los tesoros
sombríos más sombríos, más preciados..
Firmamentos en flor de meteoros;
fondos marinos, cristalinas grutas
donde se encastilló la Maravilla;
faros que apuntan misteriosas rutas...
Caminos temblorosos de una orilla
desconocida; lámparas votivas
que se nutren de espíritus humanos
y que el milagro enciende; gemas vivas
y hoy por gracia divina, ¡siemprevivas!
y en el azur del Arte, ¡astros hermanos!
PARA TUS MANOS
Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
que disteis toda belleza
que toda belleza os dieron;
tan vivas como dos almas,
tan blancas como de muerto,
tan suaves que se diría
acariciar un recuerdo;
vasos de los elixires
los filtros y los venenos;
¡manos que me disteis gloria
manos que me disteis miedo!
Con finos dedos tomasteis
la ardiente flor de mi cuerpo...
Manos que vais enjoyadas
del rubí de mi deseo,
la perla de mi tristeza,
y el diamante de mi beso:
¡llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo!
Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño.
........................
¿En qué tela de llamas me envolvieron
las arañas de nieve de tus manos?
¡Red de tu alma y de tu carne, lía
mis alas y mis brazos!
Tú me llegaste de un país tan lejos
que a veces pienso si será soñado...
Venías a traerme mi destino,
tal vez desde el Olimpo, en esas manos;
y hoy que tu nave peregrina cruza
no sé que mar al soplo del Acaso,
ellas abren sin fin sobre mi vida,
como un cielo presente aunque lejano,
y de sus palmas armoniosas bajan
noches y días alhajados de astros,
o encapuzados de siniestras nubes
que me apuntan sus rayos...
Ellas me alzaron como un lirio roto
de mi tristeza como de un pantano;
me desvelaron de melancolías,
obturaron las venas de mi llanto,
las corolas de oro de mis lámparas
de insomnio deshojaron,
abrieron deslumbrantes los dormidos
capullos de mis astros,
y gráciles prendieron en mi pecho
la rosa del Encanto.
Mis alas embriagadas de pereza,
con dulzura balsámica peinaron,
les curaron las llagas de la tierra,
y apartando las puertas del Milagro,
con un gesto que hacía un horizonte
una vía de azur me señalaron...
Yo abrí los brazos al tender las alas...
¡quise volar... y desmayé en tus manos!
.............................
¿En qué tela de fuego me envolvieron
las arañas de nieve de tus manos?
¡Red de tu alma y de tu carne, lía
mis alas y mis brazos!
.............................
¡Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
manos que me disteis gloria,
manos que me disteis miedo!
Llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo...
-¿Contendrán esas manos divinas, invisible,
el doloroso signo de las supremas leyes?...
¡Yo creo que solemnes, dominarán al Tiempo!
¡y dulces, juraría que hechizan a la Muerte!...............................
¡Manos
¡Manos
¡Manos
¡Manos
que
que
que
que
sois de la Vida!
sois del Ensueño!
me disteis gloria!
me disteis miedo!
VIDA
A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente
límpida, fresca, mansa, colosal...
y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre
en la corriente blanda y poderosa.
Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque
en cuyos terciopelos profundos la fatiga
se aduerme dulcemente, con música de brisas,
de pájaros y aguas...
y del umbroso bosque salgo siempre radiante
y despierta como un amanecer.
Vengo a ti en mis heridas, como al vaso de bálsamos
en que el dolor se embriaga hasta morir de olvido...
Y llevo
selladas mis heridas como las bocas muertas,
y por tus buenas manos vendadas de delicias.
Cuando el frío me ciñe doloroso sudario,
lívida vengo a ti,
como al rincón dorado del hogar,
¡como al Hogar universal del Sol!...
Y vuelvo toda en rosas como una primavera,
arropada en tu fuego.
A ti vengo en mi orgullo
como a la torre dúctil,
como a la torre única
¡que me izará sobre las cosas todas!
¡Sobre la cumbre misma,
arriscada y creciente,
de mi eterno capricho!
Para mi vida hambrienta
¡eres la presa única!
¡Eres la presa eterna!
El olor de tu sangre,
el color de tu sangre
flamean en los picos ávidos de mis águilas.
Vengo a ti en mi deseo
como en mil devorantes abismos, toda abierta
el alma incontenible...
¡Y me lo ofreces todo!...
Los mares misteriosos florecidos en mundos,
los cielos misteriosos florecidos en astros,
¡los astros y los mundos!
...Y las constelaciones de espíritus suspensas
entre mundos y astros...
...Y los sueños que viven más allá de los astros,
más acá de los mundos...
¿Cómo dejarte? -¡Vida!cómo salir del dulce corazón
hospitalario y pródigo
como una patria fértil?...
Si para mí la tierra,
si para mí el espacio,
¡todos! ¡son los que abarca
el horizonte puro de tus brazos!...
¡Si para mí tu más allá es la Muerte,
sencillamente, prodigiosamente!...
LA SED
¡Tengo sed, sed ardiente! -dije a la maga, y ella
me ofreció de sus néctares. -¡Eso no: me empalaga!Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga,
exprimió en una copa clara como una estrella;
y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé. -Es dulce, dulce. ¡Hay días que me halaga
tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga!
Vi pasar por los ojos del hada una centella.
Y por un verde valle perfumado y brillante,
llevóme hasta una clara corriente de diamante.
-¡Bebe! -dijo-. Yo ardía, mi pecho era una fragua.
Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina...
¡Oh, frescura! ¡Oh, pureza! ¡Oh, sensación divina!
-Gracias, maga, ¡y bendita la limpidez del agua!
INEXTINGUIBLES
¡Oh tú que duermes tan hondo
que no despiertas!
Milagrosas de vivas,
milagrosas de muertas,
y por muertas y vivas
eternamente abiertas,
alguna noche en duelo
yo encuentro tus pupilas
bajo un trapo de sombra
o una blonda de luna.
Bebo en ellas la Calma
como en una laguna.
Por hondas, por calladas,
por buenas, por tranquilas
un lecho o una tumba
parece cada una.
PUPILA AZUL DE MI PARQUE
Pupila azul de mi parque
es el sensitivo espejo
de un lago claro, muy claro!...
tan claro que a veces creo
que en su cristalina página
se imprime mi pensamiento.
Flor del aire, flor del agua,
alma del lago es un cisne
con dos pupilas humanas,
grave y gentil como un príncipe;
alas lirio, remos rosa,
pico en fuego, cuello triste
y orgulloso, y la blancura
y la suavidad de un cisne...
El ave cándida y grave
tiene un maléfico encanto;
-Clavel vestido de lirio,
trasciende a llama y milagro-;
Sus alas blancas me turban
como dos cálidos brazos;
ningunos labios ardieron
como su pico en mis manos,
ninguna testa ha caído
tan lánguida en mi regazo;
ninguna carne tan viva,
ha padecido o gozado:
viborean en sus venas
filtros dos veces humanos!
Del rubí de la lujuria
su testa está coronada;
y va arrastrando el deseo
en una cauda rosada...
Agua le doy en mis manos
y él parece beber fuego;
y yo parezco ofrecerle
todo el vaso en mi cuerpo...
Y vive tanto en mis sueños,
y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es sólo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante...
Al margen del lago claro
yo le interrogo en silencio...
y el silencio es una rosa
sobre su pico de fuego...
Pero en su carne me habla
y yo en mi carne lo entiendo.
-A veces ¡toda! soy alma;
y a veces ¡toda! soy cuerpo-.
Hunde el pico en mi regazo
y se queda como muerto...
Y en la cristalina página,
en el sensitivo espejo
del lago que algunas veces
refleja mi pensamiento,
el cisne asusta de rojo,
y yo de blanca doy miedo!
EXÉGESIS
¡Pobres lágrimas mías las que glisan
a la esponja sombría del Misterio,
sin que abra en flor como una copa cárdena
tu dolorosa boca de sediento!
¡Pobre mi corazón que se desangra
como clepsidra trágica en silencio,
sin el milagro de inefables bálsamos
en las vendas tremantes de tus dedos!
¡Pobre mi alma tuya, acurrucada
en el pórtico en ruinas del recuerdo,
esperando de espaldas a la Vida
que acaso un día retroceda el Tiempo...!
HACIA LA PRIMAVERA
Sobre el mar que los cielos del ensueño retrata
alza mi torre azul su capitel de plata
que Eolo pulsa rara, dulcemente... Suspira
al pie la vaga ola su vaga serenata.
Y yo sueño en los cantos que duermen en mi lira,
cuando un ave vibrante, de plumaje escarlata,
en la ventana abierta se detiene y me mira:
-¿Qué haces? -dice. -¡Allá abajo, es primavera...! ¡Inspira
ansia de sol, de rosas, de caricias, de vida,
la mágica palabra! Vuela el ave encendida.
Yo bajo, desamarro mi yate marfileño...,
y corto mares hacia alegre primavera.
A mi espalda, en las olas, solitaria y austera
mi torre azul se yergue como un largo «Ave Ensueño»...
DESDE LEJOS
En el silencio siento pasar hora tras hora
como un cortejo lento, acompasado y frío
¡Ah, cuando tú estás lejos de mi alma todo llora,
y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío!
Yo sé que volverás, que brillará otra aurora
en mi horizonte grave como un sueño sombrío;
revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el cristal de un río.
Un día, al encontrarnos tristes en el camino
yo puse entre tus manos mi pálido destino.
¡Y nada más hermoso jamás han de ofrecerte!
Mi alma es, frente a tu alma, como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, cual la sombra de un vuelo,
la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!
HOY DESDE EL GRAN CAMINO...
Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
Muda como una lágrima he mirado hacia atrás,
Y tu voz de muy lejos, con un olor de muerte,
Vino á aullarme al oído un triste "¡ Nunca más !"
Tan triste que he llorado hasta quedar inerte...
¡ Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás !
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
- Almas hermanas mías, nunca miréis atrás !
Los pasados se cierran como los ataúdes,
Al Otoño, las hojas en dorados aludes
Ruedan... y arde en los troncos la nueva floración...
-...Las noches son caminos negros de las auroras...Oyendo deshojarse tristemente las horas
Dulces, hablemos de otras flores al corazón.
De "Elegías dulces"
POBRES LÁGRIMAS MÍAS...
Pobres lágrimas mías las que glisan
A la esponja sombría del Misterio,
Sin que abra en flor como una copa cárdena
Tu dolorosa boca de sediento!
Pobre mi corazón que se desangra
Como clepsidra trágica en silencio,
Sin el milagro de inefables bálsamos
En las vendas tremantes de tus dedos!
Pobre mi alma tuya acurrucada
En el pórtico en ruinas del Recuerdo,
Esperando de espaldas á la vida
Que acaso un día retroceda el Tiempo!...
De "Elegías dulces"
LA BARCA MILAGROSA
Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán "La Sombra" unos, otros "La Estrella".
No ha de estar al capricho de una mano ó de un viento:
Yo la quiero consciente, indominable y bella!
La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento
De vida sobrehumana; he de sentirme en ella
Fuerte como en los brazos de Dios! En todo viento,
En todo mar templadme su prora de centella!
La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
Iré como la rota corola de un nelumbo
Por sobre el horizonte líquido de la mar...
Barca, alma hermana; hacia qué tierras nunca vistas,
De hondas revelaciones, de cosas imprevistas
Iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar...
De "Elegías dulces"
SUPREMO IDILIO
( Boceto de un poema )
En el balcón romántico de un castillo adormido
que los ojos suspensos de la noche adiamantan,
una figura blanca hasta la luz... Erguido
bajo el balcón romántico del castillo adormido,
un cuerpo tenebroso... Alternándose cantan.
-¡Oh tú, flor augural de una estirpe suprema
que doblará los pétalos sensitivos del alma,
nata de azules sangres, aurisolar diadema
florecida en las sienes de la Raza!... SupremaMente pulso en la noche tu corazón en calma!
-¡Oh tú que surges pálido de un gran fondo de enigma
como el retrato incógnito de una tela remota!...
Tu sello puede ser un blasón ó un estigma;
en las aguas cambiantes de tus ojos de enigma
un corazón herido -y acaso muerto- flota!
-Los ojos son la Carne y son el Alma: mira!
Yo soy la Aristocracia lívida del Dolor
que forja los puñales, las cruces y las liras,
que en las llagas sonríe y en los labios suspira...
Satán pudiera ser mi semilla ó mi flor!
Soy fruto de aspereza y maldición: yo amargo
y mancho mortalmente el labio que me toca;
mi beso es flor sombría de un Otoño muy largo...
Exprimido en tus labios dará un sabor amargo,
y todo el Mal del Mundo florecerá en tu boca!
Bajo la aurora fúlgida de tu ilusión, mi vida
extenderá las ruinas de un apagado Averno;
vengo como el vampiro de una noche aterida
a embriagarme en tu sangre nueva: llego á tu vida
derramada en capullos, como un ceñudo Invierno!
-!Cómo en pétalos flojos yo desmayo á tu hechizo!...
Traga siniestro buitre mi pobre corazón!
En tus manos mi espíritu es dúctil como un rizo...
El corazón me lleva á tu siniestro hechizo
como el barco inconsciente el ala del timón!
Comulga con mi cuerpo devoradora sima!
Mi alma clavo en tu alma como una estrella de oro;
florecerá tu frente como una tierra opima,
cuando en tu almohada trágica y honda como una sima,
mis rizos se derramen como una fuente de oro!
-Mi alma es negra tumba, fría como la Nieve...
-Buscaré una rendija para filtrarme en luz !
-Albo lirio !... A tocarte ni mi sombra se atreve...
-Te abro; ¡ oh mancha de lodo ! mi gran cáliz de nieve
y tiendo á ti eucarísticos mis brazos, negra cruz!
Enróscate; ¡oh serpiente caída de mi Estrella
sombría! a mi ardoroso tronco primaveral...
Yo apagaré tu Noche ó me incrustaré en ella:
seré en tus cielos negros el fanal de una estrella
seré en tus mares turbios la estrella de un fanal!
Sé mi bien ó mi mal, yo viviré en tu vida!
Yo enlazo á tus espinas mi hiedra de Ilusión...
Seré en ti una paloma que en una ruina anida;
soy blanca, y dulce, y leve; llévame por la Vida
prendida como un lirio sobre tu corazón!
-Oh dulce, dulce lirio!... Llave de las alburas!
Tú has abierto la sala blanca en mi alma sombría,
la sala en que silentes las Ilusiones puras
en dorados sitiales, tejen mallas de alburas!...
-Tu alma se vuelve blanca porque va siendo mía!
-Oh leyes de Milagro!... yo, hijo de la sombra
Morder tu carne rubia: oh fruto de los soles!
-Soy tuya fatalmente: mi silencio te nombra,
y si la tocas tiembla como un alma mi sombra!...
Oh maga flor del Oro brotada en mis crisoles!
-Los surcos azurados del Ensueño sembremos
de alguna palpitante simiente inconcebida
que arda en florecimientos imprevistos y extremos;
y al amparo inefable de los cielos sembremos
de besos extrahumanos las cumbres de la Vida!
Amor es milagroso, invencible y eterno;
la vida formidable florece entre sus labios...
Raiz nutrida en la entraña del Cielo y del Averno,
viene á dar á la tierra el fuerte fruto eterno
cuyo sangriento zumo se bebe á cuatro labios!
Amor es todo el Bien y todo el Mal, el Cielo
todo es la arcada ardiente de sus alas cernidas...
Bajar de un plinto vano es remontar el vuelo...
Y Él te impulsa á mis brazos abiertos como el Cielo,
oh suma flor con alma, á deshojar en vidas!...
En el balcón romántico de un castillo adormido
que los ojos suspensos en la Noche adiamantan,
el Silencio y la Sombra se acarician sin ruido...
Bajo el balcón romántico del castillo adormido
un fuerte claro-oscuro y dos voces que cantan...
De "Elegías dulces"
EL DIAMANTE
Hoy, en una mano burda instintiva, deforme, he visto el diamante más bello que pueda
encender el Milagro... Parecía vivo y doloroso como un espíritu desolado... Vi fluir de su luz
una sombra tan triste, que he llorado por él y por todos los bellos diamantes extraviados en
manos deformes...
EL RAUDAL
A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio, -un silencio agudo y profundo como el
acecho de un sonido insólito y misteriososiento como si su alma y la mía corrieran lejanamente, por yo no sé
que tierras nunca vistas, en un raudal potente y rumoroso...
LOS RETRATOS
Si os asomárais a mi alma como a una estancia profunda, veríais cuánto la entenebrece e
ilumina la intrincada galería de los Desconocidos... Figuras incógnitas que, acaso, una sola
vez en la vida pasaron por mi lado sin mirarme, y están fijas allá dentro como clavadas con
astros...
OFRENDANDO EL LIBRO A EROS
Porque haces tu can de la leona
más fuerte de la Vida, y la aprisiona
la cadena de rosas de tu brazo.
Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
esencial de los troncos discordantes
del placer y el dolor, plantas gigantes.
Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
como en broche de míticos diamantes
el más embriagador lis de la Muerte.
Porque sobre el espacio te diviso,
pueste de luz, perfume y melodía,
comunicando infierno y paraíso
-con alma fúlgida y carne sombría...
LOS RELICARIOS DULCES
Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía.
Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
el abanico de oro de su risa se abría,
o su llanto sangraba una corriente más;
alma que yo ondulaba, tal una cabellera
derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera,
murió de una tristeza mía... Tan dúctil era,
tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás...
OFRENDANDO EL LIBRO A EROS
Porque haces tu can de la leona
más fuerte de la Vida, y la aprisiona
la cadena de rosas de tu brazo.
Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
esencial de los troncos discordantes
del placer y el dolor, plantas gigantes.
Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
como en broche de míticos diamantes
el más embriagador lis de la Muerte.
Porque sobre el espacio te diviso,
pueste de luz, perfume y melodía,
comunicando infierno y paraíso
-con alma fúlgida y carne sombría...
LOS RELICARIOS DULCES
Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía.
Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería
el abanico de oro de su risa se abría,
o su llanto sangraba una corriente más;
alma que yo ondulaba, tal una cabellera
derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera,
murió de una tristeza mía... Tan dúctil era,
tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás...
LA VIOLETA
Hay belleza en el lirio inmaculado
De majestad emblema,
Hay belleza en el cáliz nacarino
De la blanca azucena,
Hay belleza en la rosa purpurina
Y en el albo reseda,
Hay belleza en la nítida corola
De la nívea camelia,
Hay belleza en el pálido junquillo
Y en la suave diamela,
Hay belleza en el triste pensamiento
Y no hay flor en la cual no haya belleza,
Pero hay una que es flor entre las flores
Con ser la más modesta,
Una flor de fragancia incomparable,
Delicada y pequeña,
Una flor que en un lecho de esmeraldas
Oculta su belleza,
Una flor que un encanto misterioso
En su cáliz encierra,
Un encanto ideal, indefinible,
Que no hay flor que contenga,
Una flor para mí como ninguna,
Una flor que se llama ¡la violeta!
LA ESPERANZA
Soy el dulce consuelo del que sufre,
Soy bálsamo que alienta al afligido,
Y soy quien muchas veces salva al hombre
Del crimen o el suicidio.
Yo le sirvo al mortal que me alimenta
Contra el dolor de sin igual muralla,
Soy quien seca su llanto dolorido
Y calma su pesar ¡Soy la Esperanza!
OJOS-NIDOS
Para mi madre
Entre el espeso follaje
De una selva de pestañas
Hay dos nidos luminosos
Como dos flores fantásticas.
¡Nidos de negros fulgores!
¡De oscuras vibrantes llamas!
Y allá: dentro de esa selva
De follaje negro, espléndido,
En el fondo de esos nidos
Como flores de destellos,
¡Agita sus ígneas alas
El ave del Pensamiento!
EN UN ÁLBUM
Cuando abriendo tu boca perfumada,
La voz dulce y perlada
De tu bella garganta haces brotar,
En voces de sirenas ideales,
Y en arpas de sonidos celestiales,
A mí me haces pensar.
Cuando miro tu cuello alabastrino
Y tu cuerpo divino
Que al de Venus la diosa ha de igualar,
Del mármol la blancura,
Y del cisne la olímpica figura,
Me haces recordar.
¡Cuántas veces ligera como un hada,
Te he visto yo ocupada
En las dulces tareas del hogar,
Y entonces a mi madre,
Y Carlota de Werther heroína,
Me has hecho recordar!
EN UN ÁLBUM
La belleza más pura y delicada
Se refleja en tu rostro juvenil,
Eres ninfa risueña, eres un hada,
Eres flor de algún célico pensil.
Es tu espesa y sedosa cabellera
Una inmensa cascada de hebras de oro,
La corona de un rey jamás valiera
Lo que vale ese aurífero tesoro.
Dos azules zafiros son tus ojos,
Que iluminan tu rostro angelical,
Y tus labios delgados son tan rojos
Que podrían llamarse de coral.
Son tus manos dos blancas mariposas
O dos flores talladas en marfil,
Y tus frescas mejillas son dos rosas
Que recién ha entreabierto el sol de Abril.
Es mi estilo muy tosco e imperfecto
Y no puedo expresar, en su rudeza,
Lo que vale tu rostro tan perfecto,
Desbordante de célica belleza.
¡POESÍA!
¡Poesía inmortal, cantarte anhelo!
¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano!
¿Acaso puede al esplendente cielo
Subir altivo el infeliz gusano?
Tú eres la sirena misteriosa
Que atrae con su voz al navegante,
¡Eres la estrella blanca y luminosa!
¡El torrente espumoso y palpitante!
Eres la brisa perfumada y suave
Que juguetea en el vergel florido,
¡Eres la inquieta y trinadora ave
Que en el verde naranjo cuelga el nido!
Eres la onda de imperial grandeza
Que altiva rueda vomitando espuma,
¡Eres el cisne de sin par belleza
que surca el lodo sin manchar su pluma!
Eres la flor que al despuntar la aurora
Entreabre el cáliz de perfume lleno,
¡Una perla blanquísima que mora
Del mar del alma en el profundo seno!
¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo
Alzar mi voz para ensalzar tus galas?
¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo!
¡Que pretende volar sin tener alas!
CREPÚSCULO
Ya del dulce crepúsculo
Hanse extendido los flotantes velos,
Gime el triste zorzal en la espesura,
Manso susurra en el follaje el viento.
En esta hora es el campo
Un edén de belleza incomparable,
Todo en él es sosiego, todo es calma,
Muere la luz y las tinieblas nacen.
De pálidas estrellas
A bordarse principia el firmamento,
El ángel renegrido de la noche
Sus alas de azabache ya está abriendo.
Mil níveas azucenas
Inundan de perfume el tibio ambiente,
Y el frondoso rosal rico de savia
Al peso de sus flores desfallece.
Varias flores nocturnas
Los broches de sus cálices desprenden,
Y áureos lampos semejan las luciérnagas
Entre las sombras que la noche extiende.
¿Qué atracción misteriosa
En esta hora indefinible encuentro?
¿Por qué a la viva luz del mediodía
Sus tenues resplandores yo prefiero?
Porque el crepúsculo en sus leves gasas
Guarda un algo sombrío, un algo tétrico,
Y en lo triste y sombrío siempre existe
La belleza que atrae en lo funéreo,
En las tinieblas de la noche oscura,
Y en lo insondable del abismo inmenso,
¡La belleza más grande y atrayente,
La sublime belleza del misterio!
LA FANTASÍA
La fantasía, misteriosa hada
A cuyo paso vagoroso, queda,
De perlas astros irisada nácar
Y níveas flores, delicada estela.
Es el astro celeste que nos guía
A la dulce región de la quimera
Por un albo camino que el ensueño
Formó con lirios, azahar y perlas.
Un camino ignorado para el vulgo
Y que sólo conocen los poetas,
Soñar es necesario para verlo
¡Y las almas vulgares nunca sueñan!
Es la maga ideal que nos envuelve
De la ilusión en el rosado velo.
¡La copa de marfil en que apuramos
El néctar delicioso del ensueño!
Es la llave de oro con que abrimos
La mansión ideal de la poesía,
¡Y en la mente agitada del artista
Es un rayo de luz la fantasía!
FLOR NOCTURNA
Cuando la noche tendiendo
Su manto de gasa negra
La silenciosa campiña
Envuelve en sombras funéreas,
Cuando allá en el firmamento
Las argentinas estrellas
Semejan ígneas pupilas
Que inmóviles nos contemplan,
Cuando las aves nocturnas
Exhalan lúgubres quejas
Que vibran en el silencio
Monótonas y siniestras,
Cuando el genio de las sombras
De su letargo despierta,
E invisible en torno nuestro
Se agita y revolotea,
Entonces, entre el follaje
Tímidamente encubierta,
Pálida flor, entreabres,
Tu corola marfileña,
Tu corola que del día
Al primer albor se cierra,
Para reabrirse al helado
Contacto de la tiniebla,
¡Hastiada siempre de lumbre!
¡Siempre de sombras sedienta!
¡Extraño destino el tuyo!
El día te encuentra muerta,
Tu triste vida concluye
Cuando la nuestra comienza.
Mas cuando tu cáliz abres
Nuestras pupilas se cierran...
Y entonces tal vez tu vida
Más dulce y pálida sea,
Allá perdida en las sombras
Entre el follaje encubierta,
¡Lejos de envidias y odios!
¡Lejos de traiciones negras!
Sigue tu vida, abre siempre
Cuando la noche comienza,
Y al primer albor del día
Tu cáliz de nácar, cierra,
Para reabrirlo al helado
Contacto de la tiniebla,
¡Hastiada siempre de lumbre!
¡Siempre de sombras sedienta!
EN EL ÁLBUM DE LA SEÑORITA E. T.
Tus grandes ojos de oriental pupila,
Vivos fulgores sin cesar irradian,
¡Son dos trozos de lumbre desprendidos
Del sol esplendoroso de la Arabia!
Son dos fúlgidos astros cuyo brillo
Apenas nubla tu pestaña negra,
Son dos astros... y tienen del abismo
La atracción, el misterio y las tinieblas.
Son dos diamantes negros engarzados
Bajo una frente de azahar y nardo,
¡Una frente divina que coronan
Sedosos bucles de reflejos áureos!
De tu perfil las armoniosas líneas,
Por su pureza sin igual asombran,
Sin duda un ángel las formó teniendo
Por modelo el semblante de una diosa.
Es tu pequeña y primorosa boca
Gracioso estuche de coral y perlas,
¡Una purpúrea flor en cuyo cáliz
Lloró la aurora sus celestes penas!
Pero a pesar del brillo esplendoroso
Que irradian tus pupilas musulmanas,
A pesar de tus nítidas facciones
Y de tu frente pálida,
Y a pesar de tus labios purpurinos
Y tus dientes de nácar
¡La ideal belleza de tu faz no excede
A la inefable y pura de tu alma!
¡ARTISTAS!
Para M. E. Vaz Ferreira
Cuando el nimbo de la gloria resplandece en vuestras frentes,
Veis que en pos de vuestros pasos van dos sombras que
inclementes
Sin desmayos ni fatigas os persiguen con afán;
Son la envidia y la calumnia, dos hermanas maldecidas,
Siempre juntas van y vienen por la fiebre consumidas,
Impotentes y orgullosas -son dos sierpes venenosas
Cuya mísera ponzoña sólo a ellas causa mal.
Alevosas y siniestras cuando tratan de atacaros;
Temerosas de la lumbre, siempre buscan el misterio.
Mas, burlaos de sus iras: ¡nada pueden! y el artista
Tiene un arma irresistible para ellas: ¡el desprecio!
CLAROBSCURO
Cuando sonriente, la aurora
Sus áureos cabellos suelta
Y en el pálido horizonte
Su faz sonrosada muestra,
Y las albas avecillas
De sus manos marfileñas,
Van rasgando de la noche
El amplio manto de niebla,
Un níveo, frágil insecto
De sus ensueños despierta,
Y agitando dulcemente
Sus alas leves, etéreas,
Sediento en busca de flores
Su vuelo ondulante eleva.
Flores que recién se abran
Y en sus copas soñolientas,
Le brinden savia, perfumes
¡Y una llovizna de perlas!
Tenue, vaporoso insecto
Cuyas alas nacareñas,
Del lirio tienen la albura
Y la suave transparencia,
Tal vez de su vara al toque
El hada Delicadeza,
Formólo de una sonrisa
Un silfo, un sueño, una perla.
¡Y la luz diole por sangre
Una gota de su esencia!
Existe un lúgubre insecto
De alas pesadas y negras,
Que espera ansioso el momento
De silencio y de tinieblas
En que en brazos de la noche
Duerme enlutada la tierra,
Y entonces alza su vuelo
De lentitudes funéreas,
¡Vuelo pesante, fatídico,
De vibraciones siniestras!
¡Tétrico, ominoso insecto!
¡Animalaña funesta!
Al vivo fulgor del día
Permanece inmóvil, yerta,
La helada sombra nocturna
Da vida a sus alas muertas.
Es que tal vez de la noche
Le brinda la copa inmensa,
De la esencia del misterio
El vivificante néctar,
Esencia que por lo oscura
Parece su propia esencia!
¡Raro, sublime contraste!
¡Atrayente diferencia!
Aquél, una estrella alada,
Éste, un jirón de tiniebla;
Aquél, graciosa alegría,
Éste, fúnebre tristeza;
Aquél tiene la celeste,
La luminosa belleza,
Del astro claro, radiante,
De una sonrisa arcangélica,
Éste tiene la sombría
Severa magnificencia,
La atracción trágica, extraña,
Irresistible, funesta,
Del abismo devorante!
De la sima negra, tétrica!
FANTASMAS
Célicas legiones de hadas vaporosas
En vaivén gracioso van y van pasando;
Son las ilusiones tenues, sonrosadas,
Son los sueños níveos, impalpables, diáfanos.
Llegan a mi oído y al pasar se inclinan.
Himnos de esperanza quedo susurrando;
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos,
Que entre frescas rosas y espumosos lirios
En bajel dorado,
Suaves nos deslizan
A través del mundo, ¡piélago encrespado!
Arrojando flores
Sobre los escollos que encuentran al paso!
........................................................
Son las ilusiones
Los ensueños blancos,
Son los compañeros,
Los amigos dulces de los pocos años.
........................................................
Son las ilusiones
Los ensueños blancos.
.........................................................
Los celestes bandos de hadas vaporosas
En vaivén gracioso van y van pasando,
Himnos de esperanza
Quedo susurrando,
Son las ilusiones,
Los ensueños blancos.
.........................................................
Pero, ¡cosa extraña! Mis risueñas hadas
Las pupilas ígneas abren con espanto.
Aterrados huyen
Los alegres bandos...
Siento frío... tiemblo... Junto a mí se yergue
Un fantasma raro,
De pupilas negras, insondables, duras,
De ambarino cutis y terrosos labios.
Cúbrelo un espeso,
Renegrido manto.
Todo en él es frío, ¡hasta de sus ojos
El fulgor extraño!
Fuego incomprensible, que cegando hiela;
Fuego inexplicable, que deslumbra enfriando;
Viene a mí, se inclina; sus pupilas negras
Sobre mí ha fijado,
Mi aterido cuerpo
Tiembla y se contrae en terrible espasmo.
El fantasma oprime mi marmórea frente
Con su dedo helado;
Y fijando ahora su mirada dura
En mis níveos sueños que ya están lejanos,
Con desprecio y odio
Agitado mueve los terrosos labios.
Luego a mí se vuelve
Y hacia sí me trae en estrecho abrazo;
A mi oído acerca su nerviosa boca,
Con acento intenso, convincente, trágico,
-¡¡Mienten!! -dice- ¡¡Mienten!! -Luego me abandona
Y se va, dejando
En mi frente, impresa,
La invisible huella de su dedo helado!
.........................................................
¡Pobres ilusiones!
¡Pobres sueños blancos!
.........................................................
Ha pasado el tiempo
Sobre mí; los años
Con profundas huellas
Marcaron su paso,
Y jamás han vuelto
Ni las ilusiones, ni los sueños blancos.
¡Pobres ilusiones!
¡Pobres sueños blancos!
Es que aquel fantasma demacrado y frío
Era el Desengaño;
Y al tocar mi frente dejó en ella impresa
la indeleble huella de su dedo helado!
...........................................................
¡Pobres ilusiones!
¡Pobres sueños blancos!
LA DUDA
Vino: dos alas sombrías
Vibraron sobre mi frente,
Sentí una mano inclemente
Oprimir las sienes mías.
Sentí dos abejas frías
Clavarse en mi boca ardiente;
Sentí el mirar persistente
De dos órbitas vacías.
Llegó esa mirada ansiosa
A mi corazón deshecho,
Huyó de mí presurosa
Para no volver, la calma,
Y allá en el fondo del pecho
Sentí morirse mi alma!
MONÓSTROFE
Hay un tétrico fantasma que en el cáliz de mi vida
Va vertiendo amargas gotas de una esencia maldecida
Que me enerva y envenena, que consume mi razón;
Y si un grito suplicante, si una tímida protesta
Brotan hondos, desgarrantes de mi alma dolorida,
El maléfico fantasma impasible me contesta
Con sarcástica sonrisa que me hiela el corazón.
VIENE...
Blandos preludios,
Nievan orquídeas opalinas, pálidas;
Lánguidos lirios soñolientos riman
Estrofas perfumadas.
Hay roces blancos, leves,
Hay notas leves, blancas...
.....................................................
Viene... es ella, es mi musa,
La suave niña de los ojos de ámbar;
Es mi musa enfermiza: la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!
Es pálida, muy pálida, en sus ojos
Bate el Enigma sus pesadas alas;
En las cadencias de su blanda marcha
Los misterios desmayan...
Es la musa enfermiza, la ojerosa,
La más honda y precoz, la musa extraña!
......................................................
Viene... no trae lira
La suave niña de los ojos de ámbar...
Ella canta sin lira,
Mi dulce musa extraña!
Sus lánguidos arpegios,
Sus vibraciones de pasión, arranca,
Con angustias que crispan,
¡A las fibras sensibles de su alma!
.......................................................
¡Ven, canta, canta!
¡Oh, mi musa enfermiza!
¡Oh, mi musa precoz, mi musa extraña!
CAPRICHO
Al Excelso escritor uruguayo Manuel Medina Betancort
Entre el raso y los encajes de la alcoba parisina
La enfermiza japonesa, la nostálgica ambarina,
Se revuelve en las espumas de su lecho de marfil;
El incendio de la fiebre ha pintado en sus mejillas
-Sus mejillas japonesas como rosas amarillasSangraciones de claveles, centelleos de rubí.
Vibra en llamas del delirio la muñeca principesca,
Se estremecen los marfiles de su faz miniaturesca,
Su pupila enloquecida lanza chorros de fulgor;
Burbujeantes las palabras efervescen locamente
Con hervores de champaña de su boca balbuciente,
De su boca de topacio, moribunda, sin frescor.
Sueña ahora de su infancia: blancas, leves las visiones
Van pasando juguetonas en alígeras legiones,
Con sus vestes de albas gasas, con sus nimbos de claror;
Nievan lirios, perlas, rosas, rosas blancas como espumas,
Avecillas eucarísticas, suaves copas de albas plumas,
Son las aves del recuerdo, van diciendo su canción.
Cruza ahora misteriosa, inefable, aristocrática
Una pálida figura de expresión honda, enigmática,
Perezosos movimientos, fatigoso, lento andar;
En sus ojos tristes, suaves, hay miradas que sollozan,
Hay reproches hondos, dulces, que acarician, que destrozan,
Con la blanda inconsistencia del enojo maternal.
......................................................................
......................................................................
Extinguióse ya la fiebre, la enfermita no delira,
Centellea en sus pupilas el sol rojo de la ira
Y sus brazos se retuercen como sierpes de marfil;
Brota un nombre de sus labios entre espuma y maldiciones,
Su nacáreo cuerpecito se revuelca en convulsiones,
Tremular de lirio enfermo, sacudidas de jazmín.
Es que vibra en su cerebro con malditas resonancias
El recuerdo del lord rubio de imperiales arrogancias,
El altivo millonario de los ojos de zafir,
El que en redes misteriosas de promesas quebradizas,
Apresó el pájaro blanco de su almita asustadiza
Arrancándola a sus padres, sus ensueños, su país.
...................................................................
Y en la cárcel principesca de la alcoba parisina
La olvidada japonesa, la nostálgica ambarina
Desfallece sofocada por agónico estertor,
¡Oh, mimosa susceptible, por un soplo deslucida!
Devolviérale la gracia, devolviérale la vida
Una gota de cariño, un efluvio de su sol!
En sus ojos, hondos cauces, hay un algo extraño, helado,
Reflectores de la muerte, ésta en ellos se ha mirado
Y es su imagen la que flota en su fondo de carey,
Pero... súbito se animan, arde en ellos la alegría,
Alegría de muriente con vislumbres de sombría,
La enfermita vibra toda su figura de poupée;
Sus deditos finos, pálidos, como niños macilentos,
Han tomado, y ahora oprimen con nerviosos movimientos
Un marchito crisantemo; blanco hermano del Japón!
Él también sufre nostalgias, hondas, diáfanas, impías
Abejillas de oro y ópalo que se clavan lentas, frías,
En el glóbulo de aromas de su raro corazón.
La enfermita las comprende, las nostalgias amarillas
Del pequeño moribundo, y le acerca a sus mejillas
Y a sus labios en arranques de cariño fraternal,
Es su hermano, sí, es su hermano ese copo de albo lino,
Como ella agonizante, como ella nacarino,
Como ella desmayando en lujosa soledad.
..................................................................
..................................................................
Duerme, duerme la enfermita entre cirios de oro escuálidos
Hay un muerto crisantemo en sus dedos finos, pálidos,
Su cajita funeraria es estuche de blancor.
...................................................................
En lo alto: al regio alcázar del Eterno, del Clemente,
Entre angélicos festejos, leve, diáfana, sonriente,
Llega el alma de una niña, trae el alma de una flor!
Ajmátova Ana
LA MUSA
Cuando en la noche oscura espero su llegada,
se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas
sobre el infierno?"
Y ella responde: "Yo soy aquella."
OTROS POEMAS DE ANA AJMATOVA:
A LA CIUDAD DE PUSHKIN
CUANDO ESCUCHES EL TRUENO...
DEDICATORIA
HAY EN LA INTIMIDAD...
LA TIERRA NATAL
LLEGUÉ A VISITAR AL POETA
SONETO DE ESTÍO
SÓTANO DEL RECUERDO
CUANDO LA LUNA ES DE MELÓN
A LA CIUDAD DE PUSHKIN
1
¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
más a lo lejos verdecía el parque...
La aurora más rosada que ella misma
fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
a primer beso...
2
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.
Las rosas se trocaron en purpúreas rosaledas silvestres,
pero los himnos de la escuela siguen brotando sin desánimo.
¡Medio siglo pasó! Fui premiada por la divina suerte
y en los días violentos olvidé el fluir de los años.
¡Ya no voy por allí! Pero a la orilla del río de la muerte,
yo llevaré mis trémulos jardines de Tsárskoie Seló.
Versión de: Rafael Alberti
LLEGUÉ A VISITAR AL POETA
A Alexander Blok
Llegué a visitar al poeta
exactamente al mediodía, un domingo.
En el cuarto espacioso reinaba el silencio
afuera, en la calle, hacía frío.
Un sol agradable se paseaba
sobre el tupido humo grisazul...
El poeta me miraba fijamente,
en silencio, como un gran anfitrión.
Es mejor ser cuidadosa
y no mirar nunca a sus ojos;
son ojos tan extraños
que jamás se pueden olvidar.
No olvidaré ese encuentro
aquel brumoso mediodía de domingo
a las orillas del Neva
en una casa grande y gris.
Versión de Jorge Bustamante García
LA TIERRA NATAL
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
Versión de María Fernanda Palacio
DEDICATORIA
Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo "mazmorras de la trena"
y una melancolía que es la muerte.
Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.
Nos levantamos como para la misa de madrugada,
caminábamos por la ciudad incierta,
para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
mas la esperanza a lo lejos canta cierta...
La sentencia... y las lágrimas brotan de repente,
ya de todo separada,
como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
pero marcha... vacila... aislada...
¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
de mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo
SONETO DE ESTÍO
Más que yo vivirá lo que aquí vive,
hasta los nidos de los estorninos,
y este aire migratorio que cruzó,
aire primaveral, la mar en vuelo.
La voz eternidad de allá nos llama,
del más allá con su invencible fuerza,
y por encima del cerezo en flor,
la luz lunar menguando se derrama.
Parece que blanquea sin estorbo,
a través de las verdes espesuras,
la senda que no digo adónde lleva...
Allí hay más claridad entre los troncos
y todo se asemeja a la arboleda
que circunda el estanque en Tsárkoie Seló.
Versión de María Teresa León
CUANDO ESCUCHES EL TRUENO...
Cuando escuches el trueno me recordarás
y tal vez pienses que amaba la tormenta...
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
y el corazón, como entonces, estará en el fuego.
Esto sucederá un día en Moscú
cuando abandone la ciudad para siempre
y me precipite hacia el puerto deseado
dejando entre ustedes apenas mi sombra.
CUANDO LA LUNA ES DE MELÓN
Cuando la luna es de melón una tajada en la ventana
y en redor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada
por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría
y la nieve del paño y arde una bujía de cera
tal que en la niñez, mariposas zumban
la calma, que no oye mi palabra, retumba
entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto
y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera...
la soledad en sus redes me hizo prisionera
el gato negro el alma me mira, como ojos centenarios
y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.
Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche.
HAY EN LA INTIMIDAD...
Hay en la intimidad un límite sagrado
que trasponer no puede aun la pasión más loca
siquiera si el amor el corazón desgarra
y en medio del silencio se funden nuestras bocas.
La amistad nada puede, nada pueden los años
de vuelos elevados, de llameante dicha,
cuando es el alma libre y no la vence
la dulce languidez del goce y la lascivia.
Pretenden alcanzarlo mentes enajeadas,
y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
no late a ritmo debajo de tu diestra?
SÓTANO DEL RECUERDO
Es pura tontería que vivo entristecida
y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida
y allí me siento trastornada.
Cuando con el farol al sótano desciendo,
me parece que de nuevo un sordo hundimiento
retumba en la estrecha escalera empinada.
Humea el farol. Regresar no consigo
y sé que voy allí donde está el enemigo.
Y pediré benevolencia... pero allí ahora
todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó!
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
hace treinta que el pícaro de viejo murió...
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna!
Ya no puedo lucirme en parte alguna,
pero rozo de las paredes las pinturas
y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla!
a través del moho, la ceniza y la negrura
dos esmeraldas grises brillan
y el gato maulla. ¡Vamos a casa, criatura!
¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?
Pedro Antonio de Alarcón
A mi mujer
Dedicatoria
El que va tras flores halla espinas
El que va tras espinas halla flores
-IEntre incesantes,
improvisas fiestas,
¡cuán presto pasa el suspirado día
que bulliciosa turba en las florestas
consagrara al amor y la alegría!
¡Cuán presto!... Ved. -La tarde moribunda
los párpados entorna en Occidente,
e inadvertida oscuridad profunda
va envolviendo al tropel indiferente...
Melancólico al fin lejos resuena
el toque de oración, eco de un mundo
que a Dios acude en su constante pena,
y, tétrica y medrosa,
la antes alegre turba bulliciosa
regresa a sus hogares
y al cotidiano afán de sus pesares.
¡Pasó, y no volverá! ¡Pasó aquel día
de vano aturdimiento y de locura
que les dispuso en la enramada umbría
el genio del placer y la hermosura!
-Helos tornar entre la sombra oscura...
¡Feliz aquel que vuelve aprisionado
en las redes de amor, y enamorada
ve a la prenda querida que a su lado
suspira por la luz de una mirada!
Pero, de tantas descuidadas risas,
de la danza frenética y del canto,
de los besos fiados a las brisas,
¿qué más le resta que mortal quebranto
al que en su pobre corazón vacío
tan sólo siente el gotear del llanto
que lento infiltra el implacable hastío?
- II Así tornaba yo de los pensiles
de mis años floridos, contemplando
cómo aquellos quiméricos abriles
vinieron y se fueron tan callando.
Soñando entré en mis años juveniles;
soñando los pasé; salí soñando...
y al despertar entonces me veía
solo, en la noche de un soñado día.
Detrás de mí, cerrada y misteriosa
quedaba, ya distante, una arboleda,
cuyas ramas mil veces cariñosa
meció para arrullarme el aura leda...
¡Era mi juventud! -Triste y oscura,
como negra alameda
plantada entre una y otra sepultura,
ya al lejos la enramada aparecía...
¡Allí quedaba la corriente pura
que bullir entre céspedes veía;
allí la senda abierta entre las flores;
allí la sombra que gustar solía,
y el trino de los tiernos ruiseñores;
que nunca más ¡ay triste! ¡escucharía!...
La edad cruel en tanto me empujaba
por áridos senderos:
-¿Adónde caminaba?¡Sólo el recuerdo inútil me quedaba
de mis años primeros!
¡El recuerdo no más!... -¡Oh vil memoria,
cómplice fiera del ajeno olvido!
¿Qué me valía la pasada historia,
si era ya el corazón desierto nido?
¿A qué hablar de las aves pasajeras,
que huyeron hacia nuevas primaveras
al árbol en que ayer su amor cantaron?
¡Qué valen a las áridas praderas
las flores que sin fruto se secaron?
¡Fueron ¡ay! mis estériles venturas
leves nubes del cielo,
cuyas mudables tintas y figuras
arrastra el aire en su callado vuelo!
Y mis ídolos fueron sueños míos,
que yo, insensato, apellidé querubes;
y a merced de mis propios desvaríos,
mudaron nombre y forma y atavíos,
como a merced del sol cambian las nubes.
Muerto en mi cielo el luminar del día,
borrados de mis sueños los antojos,
huérfano el corazón, solo y sin guía,
breñas y abismos viendo ante mis ojos,
¿cómo arrostrar la pedregosa vía,
cubierta de malezas y de abrojos?
¿A qué existir? ¿A qué tan cruda guerra,
si era un desierto para mí la tierra?
En la dorada copa de la vida,
de grato néctar por el cielo henchida,
no quedaba ya más que la hez amarga
y el veneno fatal de la experiencia...
¿Qué hacer de mi existencia?
¿Vivir... para morir? ¡Imbécil carga!
¿Esperar? ¿Merecer? ¡Atroz violencia!
¡Cáncer cuyos dolores nunca embarga
el bálsamo eficaz de la paciencia!
- III Imagínate ahora, esposa mía,
-tú, a quien mi alma reverente canto
en estos versos tímidos te envía,que, en tanta soledad y duelo tanto,
cuando más tenebroso mi camino
era y más triste mi ignorado llanto,
hubiese visto en el confín del cielo
alzarse blanca, pura, misteriosa,
la bienhechora luna tras un monte,
esclareciendo con su faz radiosa
la densa lobreguez de mi horizonte.
Imagínate el gozo con que viera
inundarse de luz la ingente esfera,
reaparecer el mundo ante mis ojos,
y en medio de los ásperos abrojos,
serpentear la senda ya perdida...
así como del alma agradecida
la emoción y contento
al verse acompañada y asistida
de la casta deidad del firmamento.
Idólatra o amante,
fijos mis ojos en aquel semblante
que una paz inmortal me prometía,
hubiérale sin duda abierto el alma,
diciéndole: «Pon fin a aquesta guerra,
»y apártame por siempre de la tierra,
»tú que del cielo vives en la calma.
»Llévame de este mundo y de esta vida
»a otro mundo mejor donde las flores
»no desparezcan en veloz huida
»al soplo de los vientos bramadores.
»¡Háblame de delicias inmortales;
»cuéntame las grandezas de esa altura;
»que vivos en mi alma los raudales
»aún están de la fe y de la ternura!».
Tal hubiérale dicho yo a la Diosa,
al verla aparecer... Mas no era ella:
no fue la luna la deidad radiosa
que allí me apareció... -¡Cuánto más bella
y cándida y piadosa,
a mis ojos lució gentil doncella!...
-Pero mis labios sella
ese rubor que en tu mejilla casta
me suplica modesto que no siga...
No temas. -Yo también ¡oh dulce amiga!
tiemblo y bendigo y enmudezco... -Basta.
- IV ¿Ni a qué más? ¿Por ventura, al dedicarte
estas desaliñadas poesías,
fatuas de inspiración, mofa del arte,
cosecha ingrata de los tristes días
que viví sin amarte,
fuera noble que gárrulas excusas
te diese, como suelen los conversos,
sobre la varia multitud de Musas
que verás invocadas en mis versos?
No: ni fuera cortés (y lo pasado
merece cuando menos cortesía)
renegar a la postre de ese coro,
ayer tan celebrado,
que vaga entre una y otra poesía,
¡ni tu propio decoro
semejante hecatombe aceptaría!
¡Baste decir que para ti he reunido
éstas que llamaré marchitas flores
dispersas por el viento del olvido,
y que en todas cantara tus amores...
si primero te hubiera conocido!
El suspiro del moro
Canto Épico
(Dedicado a mi hija Paulina)
Y el Santo de Israel abrió su mano,
y los dejó, y cayó en despeñadero
el carro y el caballo y caballero.
(HERRERA.)
No la grandeza del empeño santo,
que eternizó en Granada la memoria
de la ínclita Isabel: el duelo canto
del rey sin trono, sin hogar ni gloria,
que, en vez de sangre, vergonzoso llanto
vertió a la postre de su infanda historia:
¡llanto sin fin que los anales cierra
de siete siglos de implacable guerra!
Madre Afligida del Amor cristiano:
sé Tú la Musa que piedad me inspire,
para que enfrente del procaz pagano
ni los de Dios ni tus agravios mire.
Está vencido, llora, y es mi hermano...
¡Haz que a su vez mi cítara suspire
cuando él dirija la postrer mirada
de eterno adiós a la gentil Granada!
Y tú que, errante, la infinita arena
de los desiertos cruzas, los tesoros
sin olvidar de esta región amena:
¡triste progenie de los reyes moros!
deja que tu apenada cantilena
salve del mar los ámbitos sonoros,
y preste al eco de la guzla mía
su vagón son y lánguida armonía.
Eran los días de feliz memoria
en que la Cruz, venciendo a la Fortuna,
tras luenga noche de eternal historia,
miró en su ocaso a la menguada Luna:
primeros días en que el sol de gloria
que un tiempo tuvo en Covadonga cuna,
libre veía el territorio hispano
bajo el bendito pabellón cristiano.
Una garrida, valerosa dama,
noble matrona, celestial princesa,
ganando eterna bendición y fama,
cumplido había la sagrada empresa:
¡Reina inmortal, que aun reverente aclama
el pueblo fiel que su sepulcro besa!...
¡Fuerte heroína, cuyo nombre santo
aún oye el Moro con terror y espanto!
Ella fue, sí, la que, animosa y pía,
su Fe inculco y su aliento a la cruzada;
ella quien supo la prudencia fría
de FERNANDO trocar en furia armada;
y ella tras su bridón llevado había
ante los muros de la infiel Granada
aquella flor de ilustres campeones
que al grito de «ISABEL» fueron leones.
Y las altas empresas de Cisneros,
de Pulgar las magníficas hazañas,
del gran Gonzalo los arranques fieros,
de Tendilla y de Cabra las campañas,
y los hechos de tantos caballeros,
gloria de Cristo, prez de las Españas,
justas fueron de amor, fiestas galantes
que en su obsequio inventaban los Gigantes.
Dado me fuera aliento para tanto,
y aquí cantara la mortal refriega
que una vez y otra vez sembró el espanto
en la ciudad sitiada y la ancha vega;
pero ni el cerco ni las lides canto
que precedieron a la humilde entrega,
ni la lucha civil encarnizada
que franqueó las puertas de Granada.
Absorto ante ese cuadro de grandeza,
el son apago de mi plectro rudo;
descubro reverente mi cabeza,
y admiro y tiemblo con respeto mudo;
triunfante en la morisca fortaleza
la Santa Cruz del Redentor saludo,
y, de piedad y compasión movido,
sigo los pasos de Boabdil vencido.
Principiaba una fúlgida mañana,
de esas que alegran el adusto invierno
cual bellas hijas que en edad temprana
la hiel endulzan del dolor paterno:
del monte excelso la cabeza cana
reflejaba del sol el rayo eterno,
y en la atmósfera azul, diáfana y pura
destacaba la nieve su blancura.
Por los barrancos de la ingente Sierra
mil arroyuelos nítidos corrían,
buscando el llano, en cuya arada tierra
su caudal fecundante repartían:
tranquilos ya, tras la finada guerra,
los labradores a su afán volvían,
y en medio de los densos olivares
humeaban los rústicos hogares.
También las aves a sus dulces nidos
y a la paz que perdieron retornaban;
los rebaños, ayer despavoridos,
otra vez por las cubiertas asomaban;
y cantos y rumores y balidos
el aire placidísimo poblaban,
cual si el pasado sanguinoso empeño
hubiera sido imaginario ensueño.
Esa mañana refulgente y grata,
mientras el sol del aterido Enero
rizados hilos de escarcha plata
trocaba en perlas con su ardor primero,
de Moros una espesa cabalgata,
que el blanco lino y el bruñido acero
igualaban a un bando de palomas,
subía del Padul las mansas lomas.
Aquel cortejo, triste y misterioso
de noche a Santafé dejado había,
y cruzado la vega silencioso
antes que el alba despertase al día;
pero al salvar el punto montuoso
a que llegaba cuando el sol salía,
los Moros sus corceles refrenaron
y atrás la vista con afán tornaron.
Iba al frente de aquella comitiva
un joven de gallarda gentileza,
cuyo boato y majestad esquiva
señales daban de imperial grandeza;
su noble palidez y frente altiva,
sus negros ojos de oriental belleza,
sus blancas tocas y barba oscura
completaban tan clásica figura.
Siempre a su lado, como fiel esposa,
fijos en él los hechiceros ojos,
cabalgaba una joven tan hermosa,
que a la cándida luna diera enojos:
de su semblante angelical la rosa
y de sus labios los claveles rojos
trocado había pertinaz la pena
en lirio mustio y pálida azucena.
Junto a ella, blanco cual nevado armiño;
hermoso, aunque tristísimo y doliente;
único bien del paternal cariño;
severo ya como león naciente,
sobre negro corcel marchaba un niño,
no llegado a la edad adolescente;
pero que ya maldijo su hado insano,
cautivo y solo en el Real cristiano.
Torvo el aspecto de la faz sombría,
parda la tez y la cabeza cana,
tras ellos impertérrita venía
una lujosa, gigantesca anciana:
su viril ademán y la energía
de su mirada fiera y soberana
descubrían en ella a la matrona
digna del cetro y la imperial corona.
Dos príncipes, que el pálido semblante
en su idéntico rostro reflejaban
del Moro esquivo que subió delante.
a la austera mujer acompañaban;
y, en fin, tras estos, en tropel brillante,
hasta cien caballeros galopaban,
entre los cuales víanse mezclados
palaciegos, visires y criados.
Desde el lugar en que parado habían,
a la vez abarcaba la mirada
los rudos montes en que entrar debían
y la extendida vega matizada.
¡Un paso más..., y nunca ya verían
el mágico horizonte de Granada!
¡Un paso más..., y de su vista ansiosa
desparecía la ciudad hermosa!
El Moro más altivo y arrogante
se apartó de la inquieta muchedumbre,
y silencioso, tétrico, anhelante,
quedó como clavado en la alta cumbre.
La horrible contracción de su semblante
retrataba su negra pesadumbre;
pero en su seno, comprimido el llanto,
negaba alivio a su mortal quebranto.
Fijos los ojos, cual queriendo en ellos
dejar grabados y por siempre vivos
de aquel paisaje los matices bellos;
mudo, inmóvil, alzado en los estribos,
el infeliz, del sol a los destellos,
vio pasar los instantes fugitivos,
sin poder separar la vista un punto
de aquel sublime, sin igual conjunto.
¿Quién era? ¿Iba a morir? ¿Por qué tal duelo?
¿Por qué a su alrededor no resonaba
ni una voz de esperanza o de consuelo?
¿Por qué su esposa con rubor echaba
sobre la casta faz el blanco velo?
¿Quién era el triste que tan solo estaba?
¿Qué maldición cayó sobre aquel hombre?
¿Cuál era su infortunio? ¿Cuál su nombre?
¡Era Boabdil!... ¡Boabdil, el fruto airado
de Muley desdeñoso y de Aixa fiera;
el hijo por la madre aleccionado
contra su padre y rey a alzar bandera;
el ambicioso audaz y desalmado,
ladrón del solio a cuyo pie naciera,
que al eco santo del paterno grito,
fue por su raza y por su Dios maldito!
¡Era Boabdil, cuya ominosa estrella
costó a sus padres sempiterno lloro,
rompió el encanto de la Alhambra bella
y el fin atrajo del Imperio moro!...
¡Mísero rey, tras cuya infausta huella
se hundió la tierra siempre, y llanto y oro
y sangre y honras devoró el abismo,
hasta que al cabo sumergiose él mismo!
¡Era Boabdil, que con indigna mano
dado las llaves de la Alhambra había
y su trono y su pueblo al Rey cristiano!...
¡Era Boabdil, que desde allí veía
tremolar en la Vela al castellano
la Santa Cruz del Hijo de María!
¡Era Boabdil, que la postrer mirada
dirigía por siempre a su Granada!
Érase la ciudad cuyas ruinas,
festoneadas de perpetuas rosas,
aun alegran las aguas cristalinas
que en sus cármenes entran bulliciosas:
la Ciudad que las fieles golondrinas,
como en tiempo mejor, buscan ansiosas,
pidiendo a los palacios derruidos
grata quietud para sus caros nidos
Érase la Ciudad que despoblada
hoy parece tal vez al que la mira
de yerba y rotos mármoles sembrada,
como Paesthum, Itálica o Palmira:
La Ciudad que, entre flores sepultada,
aun al viajero admiración inspira,
mientras sus muros de labrada piedra
disputa el tiempo a la viciosa hiedra.
¡Era Granada... rica y prepotente,
tal como fue... cuando Granada era!
Llamábanla Damasco de Occidente,
de la grey de Ismael Roma altanera,
de sus sabios Atenas floreciente,
de las artes lujosa primavera,
hija del Cielo, patria de las flores,
edén de la hermosura y los amores.
Boabdil la contemplaba adormecida
en los cárdenos montes del Oriente,
de un alquicel blanquísimo vestida,
y de bermejas torres la alta frente,
cual de corona señorial, ceñida...
¡Allá quedaba lánguida, indolente,
adúltera sultana, infiel esposa,
mostrando al vencedor su risa hermosa!...
Y allá quedaban los amantes ríos
que plata y oro le tributan fieles;
el Dauro con sus cármenes umbríos,
y el Genil con sus cálidos vergeles;
del Albaicín los blancos caseríos,
la Antequeruela oculta entre laureles,
de la Alcazaba el recio baluarte,
y la Alhambra gentil, ¡gloria del arte!
¡La Alhambra! ¡Regio edén, huerto florido,
soñado alcázar, que su planta moja
del hondo Dauro en el raudal temido,
y cuyas torres de argamasa roja,
de las copas del bosque entretejido
salir se ven entre la verde hoja
y luego alzarse a la región del viento,
como ideal, aéreo monumento!...
¡Oh! ¡Con cuánto pesar, con cuánta pena
Boabdil aquel recinto miraría
donde su infancia transcurrió serena
y entró aclamado, victorioso un día!
Entonces ¡ay! desde su fuerte almena
reinaba en la mitad de Andalucía...
Ya... sólo le ofrecía el hado cierto
un caballo... y la arena del desierto.
Luego miró la anchísima llanura...
tapiz que bordan con vistosas tintas,
ora las huertas de eternal verdura,
ora las blancas y graciosas quintas,
ya de extenso olivar la mancha oscura,
ya de las aguas las fulgentes cintas,
aquí las torres de apiñada aldea,
allí el camino que tenaz serpea...
¡Cuadro grandioso, que mostraba unidos
de tierra y cielo todos los favores...!
-nieves perpetuas, árboles floridos,
verdes campiñas, nubes de colores
un aire que arrobaba los sentidos,
un firmamento azul y un sol de amores!...¡Cuadro cuya magnífica hermosura
de Boabdil puso el colmo a la amargura!
¡Triste Boabdil! Su miserable estrella
¿Por qué en Lucena le negó la muerte?
¡No viera entonces tras su infame huella
marchar, ligados a su aciaga suerte,
a un tierno hijo, a su Moraima bella,
a Aixa, la madre valerosa y fuerte,
y a dos nobles hermanos, que su yerro
al ocio condenaba y al destierro!
¡Triste Boabdil! ¡Cuánto a sus pies veía
fue suyo, fue su vida, fue su encanto...
¡Y nunca más a verlo tornaría!...
¡Nunca más! -Al pensarlo, fue ya tanto
su dolor, y tan fiera su agonía,
que de sus ojos desbordose el llanto,
y, con acento fúnebre y rugiente,
lanzó un suspiro que aterró a su gente...
¡Suspiro amargo, lúgubre, espantoso,
que aún en Granada sin cesar resuena,
turbando de los siglos el reposo
y de la muerte la región serena!
¡Y repítelo el viento caluroso,
que raudo agita la africana arena!...
¡Y sonará implacable, tremebundo,
mientras se acuerde de la Alhambra el mundo!
Aixa, entretanto, la sublime altura
de Mulhacen miraba con recelo...
-(¡Allí..., al amparo de la nieve pura,
en la sagrada vecindad del cielo,
yacía en misteriosa sepultura
Muley, su esposo, presenciando el duelo
de la airada consorte y del mal hijo
a quienes fiero al expirar maldijo!...)
Pero al ver la Sultana el triste llanto
del rey, que entre suspiros repetía:
«¡Allak-Akbar!...», tan íntimo quebranto,
lejos de conmover su faz sombría,
inflamola de un fuego que dio espanto,
y, mujer insensible, madre impía,
cuanto patricia indómita y severa,
dijo el débil Boabdil de esta manera:
«¡Llora como mujer, desventurado,
la pérdida del reino que has debido
cual hombre defender!... ¡Llora, menguado!»
Y con brusco desdén mal comprimido,
(¡tal vez con hondo amor desesperado!),
apartose del príncipe afligido,
y, mirando colérica a Granada,
huyó vencida, pero no domada.
Como reo de muerte que a la vida
y al sol y al cielo como afán profundo
da el adiós de suprema despedida...
así Boabdil, lanzado de aquel mundo
en que dejaba su ilusión querida,
«¡Adiós!...» dijo con aye moribundo,
e inclinando la frente sobre el pecho,
huyó también, en lágrimas deshecho...
Y, tras él, en confuso torbellino,
partieron todos; y del sol la lumbre
vio, de polvo entre denso remolino,
desbocada correr de cumbre en cumbre,
huyendo de su lóbrego destino,
a aquella fastuosa muchedumbre,
a quien la desventura daba en arras
un rincón en las agrias Alpujarras.
Pronto, como blanquísima paloma,
mirábase a lo lejos, de la Sierra
a un jinete salvar la última loma...
Era el triste fantasma de la guerra...
Era el poder inicuo de Mahoma
que abandonaba la española tierra...
¡Era Boabdil, herido por el rayo
que allá en Asturias fulminó Pelayo!
Otro día..., del mar sobre la espuma,
sola cruzó desde Adra hasta Melilla
rápida nave cual ligera pluma.
Ganada, al cabo, la africana orilla,
viose a un Moro gentil, entre la bruma,
doblar, al pisar tierra, la rodilla...
¡Era Boabdil, a quien su negro sino
negó una tumba en suelo granadino!
Un día, en fin, que el Marroquí tirano
luchaba por salvar su poderío
contra los dos Jarifes, -un anciano
lidió por él con temerario brío,
hasta que, herido y sin aliento humano,
se hundió en las olas de opulento río...
¡Era Boabdil, a quien su suerte dura
le negaba en la tierra sepultura!
¡Así cumpliose lo que escrito estaba...
pero escrito por Dios, que al hombre dijo:
«HONRARÁS A TU PADRE». -Así acababa
el príncipe rebelde, ingrato hijo,
a quien su padre ciego, que espiraba
una vez y otra vez feroz maldijo...
¡Y así fue llanto y exterminio y luto
de la traición de Don Julián el fruto!
¡Huyó de España para siempre el Moro!...
¡Bendigamos a Dios! -«Él es el fuerte:
Él solo es vencedor: Él es tesoro
de vida y de salud: Él da la muerte».
Así, con letras de carmín y oro,
cuando propicia contempló la suerte,
lo consignó en la Alhambra el Mahometano.
-¡DIOS SÓLO ES VENCEDOR! Dice el Cristiano.
Sueños de sueños
Vine a verte, y dormías;
y dormías tan muda y mansamente,
que una rosa cerrada parecías.
Era la siesta. -La morisca frente,
sola en el patio, conturbaba apenas
la quietud de las anchas galerías,
de fresca sombra y de silencio llenas.
Las aves en sus jaulas; el ambiente,
embargado entre opacas celosías;
el perro fiel y el gato negligente
reposaban también... -Calma y pereza
era todo en redor... -¡Tan sólo el vuelo
del zumbador insecto recordaba
que el sol, en tanto, vívido lanzaba
mares de lumbre desde el alto cielo!
He dicho que dormías;
y dormías tan muda y mansamente,
que una rosa cerrada parecías.
Dormías... y, aunque amante desdeñado,
próximo alguna vez a aborrecerte,
(odio del sitiador hacia el sitiado,
que arguye amor al codiciado fuerte),
te admiré en aquel sueño sosegado...
sin desear que fuera el de la muerte.
Quizás más bien compadecí tu suerte,
y perdón te pedí de mis antojos...
-«¿Por qué (dije), por qué tan combatida?
»¿Culpa es acaso de su mansa vida
»inspirarme este amor que me da enojos?
»¿Es obra de sus ojos,
»o de los míos, mi mortal herida?»Y, si no es culpa suya el ser hermosa,
»y, a su pesar, a mí me encuentra feo,
»(arguyamos en prosa),
»¿Ha de dejar por mí de ser dichosa?
»¿Me ha de abrazar como al verdugo el reo?...
»¡No! ¡Nunca! -¡Duerme, pobrecita, duerme;
»pues, diga lo que quiera mi deseo,
»obligación no tienes de quererme!»
En esto un aye leve y fugitivo
lanzaste al modo de suspiro tierno,
y pareciome que tu pecho esquivo,
cándido y frío como helado invierno,
se entreabría al cariñoso rayo
que en ti fijaban mis amantes ojos,
como su cáliz de matices rojos
entreabre una rosa al sol de Mayo.
Lo que quiere decir que, aunque dormías,
dormías tan turbada y tiernamente,
que una rosa entreabierta parecías.
¿Qué soñabas? -Lo vi: de mis pesares
al cabo condolida,
imaginabas de pasión y gloria
la que te ofrezco venturosa vida.
Suspensa, enternecida,
amorosa... (perdóname), soñabas
estar en brazos del amor prendida...
y de temor y gratitud llorabas,
y mi nombre, gimiendo, pronunciabas.
-¡Ay! Aquel dulce, generoso llanto
cayó en mi corazón como el rocío
sobre el árida arena del desierto...
¡Nunca te he amado tanto!
¡Yo por aquellas lágrimas, bien mío,
mil veces con placer hubiera muerto!
-Por poco te despierto.
¡Ah! Nunca lo creyera,
y sé que exclamarás: «¡Quién lo diría!»
(yo hago justicia a tu virtud austera)...
mas tú por mí llorabas, vida mía,
y llanto de pasión tu llanto era.
Perdónale este agravio
a tu propia locura,
y dispénsame a mí si tal ventura
se atreve a pronunciar trémulo el labio...
Pero lo vi... Mi espíritu sin calma
era ya de tu espíritu un reflejo...
Toda mi alma se espació en tu alma,
y en ella viose como en claro espejo.
Consignado lo dejo:
quizás era una burla del destino
aquel falso espectáculo halagüeño...
Yo sé que todo sueño es desatino,
y el tuyo no pasó de ser un sueño...
Porque ello es que dormías
y dormías tan dulce y blandamente,
que ya una rosa abierta parecías.
La monótona fuente,
única voz de la callada siesta,
murmurando seguía
su cántiga modesta,
y, del toldo a la sombra,
con mil líquidas perlas recamaba
del verde césped la mullida alfombra.
Retratarte olvidaba.
Sobre un sofá dormías: una mano,
suave apoyo a tu cabeza daba,
y el otro brazo lánguido colgaba,
envidia siendo del cincel pagano.
-Vestías una bata de verano.Sobre tu frente pálida y serena
la aureola de oro
de un ángel tu cabello parecía:
tus mejillas de rosa y azucena
aún ostentaban del reciente lloro
dos perlas que la aurora envidiaría;
y el cándido tesoro
de tu inocencia púdica, que, aleve,
indiscreto cendal diera al olvido,
como palomas que el amor conmueve,
palpitaba al compás incierto y breve
de tu dichoso corazón dormido.
Tus puros labios, de caricias nido;
tus dientes, gotas límpidas de hielo;
tu lindo pie, soltando inadvertido
el árabe chapín de terciopelo,
todo era bello y tentador... y todo
me enajenó de modo...
que hubiera dado por tu amor la vida,
aun no siendo mi vida tan cuitada...
-¡Ay! ¡Tú, prenda adorada,
no te has visto dormida!
¡Nunca tan hechicera
me pareció tu angélica hermosura!
¡Nunca tan noble y celestial!... Y era
que el amor le prestaba su dulzura...
¡era que amabas por la vez primera!
¡Oh! ¡Tú me amabas, sí! Noches serenas
de soledad conmigo te fingías,
tardes de encanto y de misterio llenas,
y allá lejanos, bonancibles días
en que contarnos las pasadas penas.
Libres éramos ya como las aves,
libres como los céfiros suaves,
como las amapolas en los trigos...
y ni tutores ni parientes graves
eran fieros testigos,
de nuestras expansiones enemigos.
Ya podíamos vernos
en mis pupilas tú, yo en tus pupilas,
y ahogar suspiros con suspiros tiernos,
y luego en dulces pláticas tranquilas
pasar instantes de quietud eternos.
Y ya eran frutos las primeras flores;
o bien de nuestro amor nuevos cariños
brotaban cual capullos seductores;
o, por mejor decir, nuestros amores
se convertían en alegres niños...
Y a todo esto dormías,
y dormías tan quieta y hondamente,
que una rosa marchita parecías.
Tal soñaste... y en tanto
la tarde deslizándose había ido
por la triste pendiente
de la sombra, el silencio y el olvido.
Y su vuelo tupido
tendida ya la noche, y el ambiente
agitaba sus alas bienhechoras,
mientras que murmuraba más sonoras
sus quejas melancólicas la fuente.
-Entonces desperté. -Ya era de día.Tu sueño recordé... Mas ¿dónde estabas,
dónde, mi bien, que ya no te veía?
-¡Ay, desdichado! ¡Yo era el que dormía
y yo era el que soñaba que soñabas!
A Fray Luis de León al inaugurarse su estatua en
Salamanca
«¡Gloria!» las arpas, los salterios «¡gloria!»
resuenen por doquier... ¡Ved al poeta
surgir triunfante, coronado atleta,
del seno de la noche mortuoria!
¡Él es! -Un sueño de dolor han sido
trescientos años de pasada historia...
La tumba en pedestal se ha convertido,
y el pedestal en cátedra... ¡Silencio!
¡LEÓN, libre otra vez, como algún día,
desde el alzado puesto
mira al concurso con afable calma...
la multitud lo aclama como entonces...
y, con acento que percibe el alma,
«Decíamos ayer...» prorrumpe el bronce!
¡Él es, que torna a la vital arena,
no ya del fondo de prisión impía,
mas de los reinos de la muerte oscura,
rota mostrando al mundo su cadena,
íntegra y salva su doctrina pura!
¡Él es!..., el docto, el inspirado, el tierno,
seráfico agustino...
el poeta divino
que, en coloquios de amor con el Eterno,
cantó la ansiada libertad del alma
y de caducos bienes el olvido,
cual ruiseñor que en la solemne calma
de la NOCHE SERENA,
de amor enloquecido,
entona apasionada cantilena,
única voz del mundo adormecido!
Jubilosa Natura
ya reconoce a su cantor amado...
a aquel que blandamente recostado
cabe la linfa de fontana pura,
las horas descuidado
pasaba, ni envidioso ni envidiado.
Y ufano el sol, extática la luna,
las flores de placer ruborizadas,
trémulo el bosque, y locas de alegría
las aves en sus copas anidadas,
saludan a porfía
la noble Efigie del ilustre vate,
cuando en el alto pedestal parece
en que un siglo entusiasta le coloca,
del tiempo a resistir el fiero embate,
como a la mar la perdurable roca.
Gozoso en tanto el pueblo salmantino,
con aplausos y vítores aclama
el triunfo egregio, la perpetua fama
del cristiano David, segundo Aquino.
Y el raudal cristalino
del viejo Tormes, que los patrios lares
besó de tanto ingenio peregrino,
olvidando sus lúgubres pesares:
«¡Loor a Fray Luis!», resuena por Castilla...
«¡Vítor!», responden de la mar las olas,
al recibir el Tormes con el Duero,
y «¡Vítor!», claman en el mundo entero
cuantas naciones fueron españolas.
¡Noble ciudad, Atenas castellana,
Salamanca inmortal, aula del mundo!
Oye también mis plácemes, y acoge
en tan dichoso, memorable día,
(sin ver la ruda mano que las coge),
las flores que a LEÓN Granada envía.
Hijas son de sus cármenes amenos
que ofrecieron al vate laureado
de amor y juventud años serenos...
De la Alhambra en los huertos han brotado,
donde acaso escuchó por vez primera
el sabio esclarecido,
de su vida en la dulce primavera,
el cántico sabroso, no aprendido
de avecilla parlera,
y aquel manso ruido
que del oro y el cetro pone olvido.
Y ellas entre sus hojas perfumadas
llévanle de las almas granadinas
lágrimas de entusiasmo, derramadas
al escuchar sus cántigas divinas:
llévanle el parabién con que, postrada,
reverencia al altísimo Maestro
la musa del Genil, ya consagrada
un fausto día y con valioso estro
a hacerle revivir joven y amante
sobre la corva escena,
al compás del aplauso resonante,
galardón de tan ínclita faena:
y llévanle, por fin, con el acento
tímido de mi lira,
que, en su impotencia, trémula suspira
al ensalzar al Píndaro cristiano,
el orgullo, la envidia y el contento
del pueblo que vio suyo al grande hombre
y donde tiene su glorioso nombre
en cada corazón un monumento.
Granada, 1868.
Alberti Rafael
Biografía
Poeta y dramaturgo español, nacido en el puerto de Santa María, Cádiz, en 1902 y fallecido
en Madrid en 1999.
Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario español, fue el último
poeta de la Generación del 27, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925 y del
Premio Cervantes en 1983.
Durante la guerra civil militó activamente en la política y dirigió varias revistas de
orientación comunista. Vivió en el exilio hasta el año de 1977.
Entre sus obras más importantes se cuentan «Marinero en Tierra», «Sobre los Ángeles»,
«Cal y Canto» y «Sermones y Moradas».
Alberti, Rafael
(1902-1999)
Poeta y dramaturgo español, nacido en El Puerto de Santa María
(Cádiz). Inicialmente se dedicó a la pintura. Se trasladó a Madrid
con su
familia, y en 1924 se le concedió el Premio Nacional de Literatura
por el primer
libro que publicó, Marinero en tierra. Se trata de una obra de un
refinado
popularismo donde universaliza el mar, que llega a convertirse en
un mito. En
1926, apareció La amante, relato poético de un viaje en automóvil,
al que sigue, al
año siguiente, un nuevo libro de poemas, El alba del alhelí. Las tres
obras se inscriben dentro de la tradición de los poetas anónimos del
romancero
y Garcilaso de la Vega, aunque con una sensibilidad de poeta
vanguardista. En 1929, tuvo lugar un cambio importante en su
poesía, cuando publicó Cal y canto, influido por Luis de Góngora y
el ultraísmo. También de ese
mismo año es Sobre los ángeles. Considerada su obra maestra, es
una alegoría
surrealista en la que los ángeles representan fuerzas dentro del
mundo real. Producto
de una intensa crisis personal relacionada con lo que el propio poeta
califica de "amor imposible" y los "celos más rabiosos", contiene
imágenes que suponen altas cumbres poéticas. Sus tonos
apocalípticos se prolongaron en Sermones y moradas (1930).
Su surrealismo le lleva a introducir asuntos personales en el ámbito
de las cuestiones históricas, lo que supuso en él una inclinación
hacia el
anarquismo, como demuestra su elegía Con los zapatos puestos
tengo que morir, de
1930. Posteriormente se afilió al Partido Comunista español, y
publicó,
hasta 1937, un conjunto de libros que el autor denominó El poeta
en la calle,
aparecidos conjuntamente en 1938. También de la misma época
son sus obras de
teatro, entre las que destaca Fermín Galán (1931). Posteriormente,
y dentro de
la misma línea de carácter surrealista y político, escribió obras
teatrales y entre las más conocidas se encuentran El adefesio, de
1944, y, de 1956, Noche de guerra en el Museo del Prado. Una nota
que
hay que destacar en este escritor andaluz es su afición taurina, que
le ha llevado a realizar carteles taurinos, escribir muchos y
destacados poemas sobre el tema, e incluso salir a los ruedos en la
cuadrilla de Ignacio Sánchez Mejías.
Desde el exilio Con su compañera, la también escritora María Teresa
León, se vio
obligado a exiliarse después de la derrota de la República en la
Guerra Civil
española. Vivió en Argentina hasta 1962. A partir de ese año residió
en Roma, y no regresó a España hasta 1977; fue elegido diputado
por la
provincia de Cádiz. El poeta recoge su vida durante los años de
destierro en La arboleda perdida (1959 y 1987).
Entre la poesía no política de Alberti, posterior a 1939, destacan
Entre el clavel y la espada, de 1941, y A la pintura, de 1948, un
brillante intento de describir un arte en términos de otro. En
Retornos de lo vivo lejano, de 1952, y Baladas y canciones del
Paraná,
libro de poemas publicado el año siguiente, incluye canciones muy
cercanas a las de Marinero en tierra que ofrecen un universo
nostálgico del que no está ausente la ironía. Algo que vuelve a
ocurrir en el primer libro que publicó a su regreso a Europa, Roma,
peligro de caminantes, de 1968. Al lado de estos poemarios, están
los poemas más estrictamente políticos inspirados por las
circunstancias, como las muy conocidas Coplas de Juan Panadero,
de 1949, y La primavera de los pueblos, de 1961. Entre
la producción de Alberti posterior a su regreso a España, cabe
destacar el libro de
carácter erótico Canciones para Altair, publicado en 1989. Ha
recibido muchos
premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Lenin de la Paz, en
1966, y el
Premio Cervantes, en 1983. El 28 de octubre de 1999 falleció
Rafael Alberti, el último exponente de la generación del 27 y figura
clave de la poesía española de todos los tiempos. Un paro
cardiorrespiratorio fue la causa de su muerte, cuando se
encontraba en su casa del Puerto de Santa María, en Cádiz, en la
misma ciudad que le vio nacer hace 96 años.
Por expreso deseo del poeta, sus restos mortales fueron incinerados
y
sus cenizas serán devueltas a las aguas de la Bahía de Cádiz, a la
que tan
estrechamente vinculadas han estado su vida y su obra. En el
Puerto de
Santa María, localidad de la que era además alcalde honorario, se
declararon
tres días de luto y se le rindió un homenaje popular.
A LA LÍNEA
A NIEBLA, MI PERRO
A VECES ALTAIR GIME LARGO...
AMARANTA
¡AMOR!, GRITÓ EL LORO
ANÉMONA ENCANTADA...
ATENTADO
CAMPO DE BATALLA
CANCIÓN A ALTAÍR
CANCIÓN DE AMOR
CÚBREME, AMOR, EL CIELO DE LA BOCA
DIÁLOGO ENTRE VENUS Y PRÍAPO ( completo )
EL ÁNGEL ÁNGEL
EL ÁNGEL BUENO EL ÁNGEL DESCONOCIDO HUELE A SANGRE MEZCLADA CON ESPLIEGO
LA MALDECIDA
LA PALOMA
CAMISA
LA NIÑA ROSA, SENTADA
LUNA MÍA DE AYER, HOY DE MI OLVIDO MALVA-LUNA DE YELOMUJER EN
NOCTURNO POR ALLÍ HONDO, UNA HUMEDAD ARDIENTE
POR AMIGA, POR AMIGA
RETORNOS DEL AMOR ANTE LAS ANTIGUAS DEIDADES
RETORNOS DEL AMOR EN LA NOCHE TRISTE
RETORNOS DEL AMOR EN LAS ARENASRETORNOS DEL AMOR EN LOS VIVIDOS PAISAJES
RETORNOS DEL AMOR TAL COMO ERA
RETORNOS DEL ÁNGEL DE SOMBRA
RETORNOS DEL AMOR RECIÉN APARECIDO SABES TANTO DE MÍ SIXTINA
SONETO
SUBES DEL MAR, ENTRAS DEL MAR AHORA...
TE DIGO ADIÓS, AMOR TIRTEO
UN PAPEL DESVELADO EN SU BLANCURAVEN
VEN, VEN, ASÍ, TE BESO...
VUELA LA NOCHE ANTIGUA DE ERECCIONES
Puedes escuchar al poeta en: LA VOZ DE LOS POETAS
Más poesía de Rafael Alberti en: POESÍA PERDURABLE
CAMPO DE BATALLA
Nace en las ingles un calor callado,
como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.
Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.
Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, veneno y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.
La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.
SONETO
Oh tú mi amor, la de subidos senos
en punta de rubíes levantados
los más firmes, pulidos, deseados,
llenos de luz y de penumbra llenos.
Hermosos, dulces, mágicos, serenos
o en la batalla erguidos, agitados,
o ya en juegos de puro amor besados,
gráciles corzas de dormir morenos.
Oh tú mi amor, el esmerado estilo
de tu gran hermosura que en sigilo
casi muriendo alabo a toda hora.
Oh tú mi amor, yo canto la armonía
de tus perfectos senos la alegría
al ver que se me abren cada aurora.
A NIEBLA, MI PERRO
«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,
el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,
los largos resplandores que por el monte dejas,
al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.
Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,
que de improviso surgen de las rotas neblinas,
arrastrar en sus tímidos pasos desorientados
todo el terror reciente de su casa en ruinas.
A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,
que transportan la muerte en un cajón desnudo;
de ese niño que observa lo mismo que un festejo
la batalla en el aire, que asesinarle pudo;
a pesar del mejor compañero perdido,
de mi más que tristísima familia que no entiende
lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,
y a pesar del amigo que deserta y nos vende;
«Niebla», mi camarada,
aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,
en medio de esta heroica pena bombardeada,
la fe, que es alegría, alegría, alegría.
AMARANTA
Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados
pórticos de limones desviados
por el canal que asciende a tu garganta.
Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad, dormida en la espesura
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura
entre Amaranta y su amador se tiende.
DIÁLOGO ENTRE VENUS Y PRÍAPO
Príapo:
...Despierta, sí, cerrada
caverna de coral. Voy por tus breñas,
cabeceante, ciego, perseguido.
Ábrete a mi llamada,
al mismo sueño que en tu gruta sueñas.
Tus rojas furias sueltas me han mordido.
¿Me escuchas en lo oscuro?
sediento, he jadeado las colinas
y descendido al valle donde empieza
el caminar más duro,
pues todo, aunque cabellos, son espinas,
montes allí rizados de maleza.
¿Duermes aún? ¿No sientes
cómo mi flor, brillante y ruborosa
la piel, extensa y alta se desnuda,
y con labios calientes
-coral los tuyos y los míos rosabesa la noche de tus labios muda?
¡Despierta!...
Venus:
¿Quién me nombra?
¿quién persigue mis óleos seminales,
quién mi gruta de sombra
y navegar oculto mis canales?
Príapo:
Quien solamente puede y se desvela,
levantado por ti, de noche y día,
se atiranta en candela
y no se dobla hasta que el mar lo enfría
¡Deja que te contemple!
Venus:
Que te mire
déjame a mí también. ?Siempre eres bello!
Príapo:
¡Déjame que en tus selvas te respire!
Venus:
¡Que me despeine en tu robusto cuello!
Príapo:
¿Por qué dormías?
Venus:
Todo era fingido.
Mi dormir no era más que desearte.
Tú alzas mi sueño cuando estás dormido.
Nací tan sólo para levantarte.
Príapo:
¡Oh noche clara!
Venus:
¡Oh clara luna llena!
¡Rayo directo que me inundas!
Príapo:
Eres taza de espuma azul,
concha marina,
alga abierta en la arena,
paraíso de sal de las mujeres
secreto erizo que en la mar trasmina.
Golfo nocturno, ábrete a mí, bañadas
del más cálido aliento tus riberas.
Sabes a mosto submarino, a olas
en vivientes moluscos despeñadas,
a tajamares, soles de escolleras
ya rumor de perdidas caracolas.
Sabes también...
Venus:
Repósate un momento...
Príapo:
El reposar es mi mayor tristeza.
Venus:
También yo quiero repetir al viento
toda mi admiración por tu grandeza.
Príapo:
Hincho las velas. Habla.
Venus:
Eres trinquete,
palo mesana, ,torre indagadora
y, ardido del más rojo gallardete,
cresta de gallo al despuntar la aurora.
Sales de un bosque, lanza o jabalina.
Redondos aramboles, de espejuelos
te alumbran cuando cazas.
Pende en los dos la gloria masculina.
Llenas las nubes, los cargados cielos
rebosan de sus tazas.
Príapo:
¡Oh, ven más cerca! ¡Ven!
Venus:
¡No! No me riegues,
amor, de blancos copos todavía.
Guarda, mi bien, esas nevadas flores
hasta que al fin me llegues
a lo más hondo de mi cueva umbría
con tus largos y ocultos surtidores.Príapo:
¿Qué quieres más?
Venus:
Anhelo que me cantes
cosas que faltan. Mis alrededores
prometen sima al sur y al norte cumbres.
Príapo:
Hacia ellas van mis rayos penetrantes,
su flor certera, sus certeras lumbres.
Venus:
¿Qué ves, qué me iluminas?
Príapo:
¡Oh precipicio, oh noche bordeada
de oscuridad también! ¡Despeñadero
que hacia las sombras sólo me encaminas!
Te miro y más se hunde mi mirada.
si la dicha es redonda, está en tu cero.
Venus:
Pasa a los altos, sube a los alcores...
¿qué ves ahora, dime?
Príapo:
Un baluarte
de clavel y de nieve a cada lado.
¡Oh fortalezas! ¡Claros miradores
para clavar en ellos mi estandarte
y descender al bosque enamorado!
Venus:
Dime si escondes para mi ventura
cosas que acaso yo no sepa.
Príapo:
Escondo,
también allá en lo hondo
de una caverna oscura,
de blancas y mordientes
almenas vigiladas,
una muy dulce y de humedad mojada
cautiva...
Venus:
Yo prosigo. Son los dientes
los que fijos la rondan y dan vela.
También yo otra cautiva
como la tuya aguardo. ¿No la sientes?
A navegar sobre su propia estela
mírala aquí dispuesta, siempre viva.
Príapo:
¡Oh encendido alhelí, flor rumorosa!
Deja que tu saliva
de miel, que tu graciosa
corola lanceolada de rubíes
mojen mi lengua, ansiosa
de en la tuya mojar mis carmesíes.
Venus:
¡Flor contra flor!
Príapo:
¡Qué blandos oleajes
ya por mis flancos tu alhelí resbala!
Venus:
Gira la noche...
Príapo:
Cantan los cordajes...
Venus:
Cambia el viento... Dan vuelta los paisajes...
Príapo:
Y hace en tus labios mi navío escala,
mientras tu fuente oculta, prisionera
de mi boca, entreabriendo
su dócil ya y sumisa enredadera,
dulce y quejosamente va fluyendo.
Venus:
¡Oh bonanza!
Príapo:
¡Oh tranquilo
descanso ahora! ¡Calmas, aunque plenas,
nuncios ya de los hondos y más duros
combates!
Venus:
¡Desflecadas, hilo a hilo,
tus espumas descienden mis almenas.
Príapo:
Tus arroyos y peces más oscuros
me corren por los labios todavía.
Venus:
Un sabor a jazmín me permanece
ya tallo donde nada antes crecía.
Príapo:
A tallo que por ti de nuevo crece.
Venus:
¡Oh asombro! ¡Prodigiosa,
mágica fuerza!
Príapo:
¡Abismo que me atrae!
Venus:
¡Oh cima misteriosa!
Príapo:
¡Cima que sólo en ese abismo cae!
Venus:
Qué mármol jaspeado!
¡Pálida, arquitectónica belleza!
¡Qué alto fuste estriado
de azules ríos! ¡Capitel armado
para elevar el mundo en su cabeza!
Príapo:
Avanzo ya.
Venus:
La noche abrasa.
Príapo:
Gotas
de esperma verde tiemblan los luceros.
Venus:
Las dehesas remotas
de la luna, sus albos ventisqueros
se llenan de bramidos.
Del cielo penden signos genitales.
La Vía Láctea rueda sus henchidos
torrentes de amorosos sementales
Príapo:
Gruta sagrada, toco tus orillas.
Abre tus labios ya, siénteme dentro.
Venus:
¡Oh maravilla de las maravillas!
¡Luz que me quema el más profundo centro!
Príapo:
Se confunden los bosques, las lianas
se juntan y conmueven.
en el pomar revientan las manzanas
y en el jardín copos de nardos llueven.
Venus:
¡Qué bien cubres mis ámbitos! Sus muros
¡cómo me los ensanchas y los llenas!
¡Qué pleamar, qué viento acompasados!
Príapo:
Jaca y jinete, unísonos, seguros,
galopan de corales y de arenas
y de espumas bañados.
Venus:
Detente, amor. No infundas ese aliento
tan rápido a las brisas. Aminora
un poco el paso. Da a tu movimiento
un ritmo nuevo ahora.
Príapo:
Pondré en mis alas un volar más lento.
Venus:
¡Dulce vaivén! rezuman mis paredes
las más blandas esencias.
Príapo:
Desasidas de sus más hondas redes,
ya mis médulas saltan encendidas.
Venus:
Ten más el freno.
Príapo:
¿El freno? Querencioso,
mi caballo se pierde a la carrera.
Venus:
Sigo también su galopar furioso,
antes que derramado en mí se muera.
Príapo:
¡Amor!
Venus:
¡Amor! La noche se desvae.
Nos baña el mar. ¡Oh luz! El mundo canta.
Cae la luna... El viento...
Príapo:
Todo cae
cuando el gallo del hombre se levanta.
CANCIÓN A ALTAÍR
Cuando abre sus piernas Altair
en la mitad del cielo,
fulge en su centro la más bella noche
concentrada de estrellas
que palpitan lloviéndose en mis labios,
mientras aquí en la tierra,
una lejana, ardiente
pupila sola, anuncia la llegada
de una nueva; dichosa,
ciega constelación desconocida.
Altair:
Oh, soñar con tus siempre apetecidas
altas colinas dulces y apretadas,
y con tus manos juntas resbaladas,
en el monte de Venus escondidas.....
RETORNOS DEL AMOR EN LAS ARENAS
Esta mañana, amor, tenemos veinte años.
Van voluntariamente lentas, entrelazándose
nuestras sombras descalzas camino de los huertos
que enfrentan los azules de mar con sus verdores.
Tú todavía eres casi la aparecida,
la llegada una tarde sin luz entre dos luces,
cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,
pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.
Tú todavía eres aquella que a mi lado
vas buscando el declive secreto de las dunas,
la ladera recóndita de la arena, el oculto
cañaveral que pone
cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando
la alta temperatura de las odas felices,
el corazón del mar ciegamente ascendido,
muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.
Todo nos mira alegre, después , por las orillas.
Los castillos caídos sus almenas levantan,
las algas nos ofrecen coronas y las velas,
tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.
Esta mañana, amor, tenemos veinte años.
RETORNOS DEL AMOR TAL COMO ERA
Eras en aquel tiempo rubia y grande,
sólida espuma ardiente y levantada
Parecías un cuerpo desprendido
de los centros del sol, abandonado
por un golpe de mar en las arenas.
Todo era fuego en aquel tiempo. Ardía
la playa en tu contorno. A rutilantes
vidrios de voz quedaban reducidos
las algas, los moluscos y las piedras
que el oleaje contra ti mandaba.
Todo era fuego, exhalación, latido
de onda caliente en ti. Si era una mano
la atrevida o los labios, ciegas ascuas,
voladoras, silbaban por el aire.
Tiempo abrasado, sueño consumido.
Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo.
RETORNOS DEL AMOR EN LA NOCHE TRISTE
Ven, amor mío, ven, en esta noche
sola y triste de Italia. Son tus hombros
fuertes y bellos los que necesito.
Son tus preciosos brazos, la largura
maciza de tus muslos y ese arranque
de pierna, esa compacta
línea que te rodea y te suspende,
dichoso mar, abierta playa mía.
¿Cómo decirte, amor, en esta noche
solitaria de Génova, escuchando
el corazón azul del oleaje,
que eres tú la que vienes por la espuma?
Bésame, amor, en esta noche triste.
Te diré las palabras que mis labios,
de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.
Amor mío, amor mío, es tu cabeza
de oro tendido junto a mí, su ardiente
bosque largo de otoño quien me escucha.
Óyeme, que te llamo. Vida mía,
sí, vida mía, vida mía sola.
¿De quién más, de quién más si solamente
puedo ser yo quien cante a tus oídos:
vida, vida, mi vida, vida mía?
¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera
sin ese fuerte y dulce muro blando
que me da luz cuando me da la sombra,
sueño, cuando se escapa de mis ojos.
Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,
oscuras, braceando en las tinieblas,
sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos
golpes de sal, sin ti, contra mi boca!
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío.
¿Me escuchas? ¿No me sientes
llegar como una lágrima llamándote,
por encima del mar, en esta noche?
MALVA-LUNA DE YELO
Las floridas espaldas ya en la nieve,
y los cabellos de marfil al viento.
Agua muerta en la sien, el pensamiento
color halo de luna cuando llueve.
¡Oh, qué clamor bajo del seno breve,
qué palma al aire el solitario aliento!
¡Qué témpano, cogido al firmamento,
el pie descalzo que a morir se atreve!
Brazos de mar, en cruz, sobre la helada
bandeja de la noche; senos fríos,
de donde surge, yerta, la alborada;
¡oh piernas como dos celestes ríos,
Malva-luna-de-yelo, amortajada
bajo los mares de los ojos míos!
LA MALDECIDA
No quiero, no, que te rías,
ni que te pintes de azul los ojos,
ni que te empolves de arroz la cara,
ni que te pongas la blusa verde,
ni que te pongas la falda grana.
Que quiero verte muy seria,
que quiero verte siempre muy pálida,
que quiero verte siempre llorando,
que quiero verte siempre enlutada.
TE DIGO ADIÓS, AMOR
Te digo adiós, amor, y no estoy triste.
Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,
un solo beso lento y prolongado
que se truncó en dolor cuando partiste.
No supiste entender, no comprendiste
que era un amor final, desesperado,
ni intentaste arrancarme de tu lado
cuando con duro corazón me heriste.
Lloré tanto aquel día que no quiero
pensar que el mismo sufrimiento espero
cada vez que en tu vida reaparece
ese amor que al negarlo te ilumina.
Tu luz es él cuando mi luz decrece,
tu solo amor cuando mi amor declina.
RETORNOS DEL AMOR EN LOS VIVIDOS PAISAJES
Creemos, amor mío, que aquellos paisajes
se quedaron dormidos o muertos con nosotros
en la edad, en el día en que los habitamos;
que los árboles pierden la memoria
y las noches se van, dando al olvido
lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales.
Pero basta el más leve palpitar de una hoja,
una estrella borrada que respira de pronto
para vernos los mismos alegres que llenamos
los lugares que juntos nos tuvieron.
Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado,
entre los groselleros y las fresas ocultas
al amparo del firme corazón de los bosques.
Allí está la caricia mojada de rocío,
las briznas delicadas que refrescan tu lecho,
los silfos encantados de ornar tu cabellera
y las altas ardillas misteriosas que llueven
sobre tu sueño el verde menudo de las ramas.
Sé feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño,
hoja que me has traído
con tu temblor pequeño
el aroma de tanta ciega edad luminosa.
Y tú, mínima estrella perdida que me abres
las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes,
nunca cierres tu lumbre
sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron
y aquella biblioteca con la luna
y los libros aquellos dulcemente caídos
y los montes afuera desvelados cantándonos.
RETORNOS DEL ÁNGEL DE SOMBRA
A veces, amor mío, soy tu ángel de sombra.
Me levanto de no sé qué guaridas,
fulmíneo, entre los dientes
una espada de filos amargos, una triste
espada que tú bien, mi pobre amor, conoces.
Son los días oscuros de la furia, las horas
del despiadado despertar, queriéndote
en medio de las lágrimas subidas
del más injusto y dulce desconsuelo.
Yo sé, mi amor, de dónde esas tinieblas
vienen a mí, ciñéndote, apretándome
hasta hacerlas caer sobre tus hombros
y doblarlos, deshechos como un río.
¿Qué quieres tú, si a veces, amor mío, así soy,
cuando en las imborrables piedras pasadas, ciego,
me destrozo y batallo por romperlas,
por verte libre y sola en la luz mía?
Vencido siempre, aniquilado siempre,
vuelvo a la calma, amor, a la serena
felicidad, hasta ese oscuro instante
en que de nuevo bajo a mis guaridas
para erguirme otra vez tu ángel de sombra.
RETORNOS DEL AMOR RECIÉN APARECIDO
Cuando tu apareciste,
penaba yo en la entraña más profunda
de una cueva sin aire y sin salida.
Braceaba en lo oscuro, agonizando,
oyendo un estertor que aleteaba
como el latir de un ave imperceptible.
Sobre mí derramaste tus cabellos
y ascendí al sol y vi que eran la aurora
cubriendo un alto mas en primavera.
Fue como si llegara al más hermoso
puerto del mediodía. Se anegaban
en ti los más lucidos paisajes:
claros, agudos montes coronados
de nueve rosa, fuentes escondidas
en el rizado umbroso de los bosques.
Yo aprendí a descansar sobre sus hombros
y a descender por ríos y laderas,
a entrelazarme en las tendidas ramas
y a hacer del sueño mi más dulce muerte.
Arcos me abriste y mis floridos años
recién subidos a la luz, yacieron
bajo el amor de tu apretada sombra,
sacando el corazón al viento libre
y ajustándolo al verde son del tuyo.
Ya iba a dormir, ya a despertar sabiendo
que no penaba en una cueva oscura,
braceando sin aire y sin salida.
Porque habías al fin aparecido.
CANCIÓN DE AMOR
Amor, deja que me vaya,
déjame morir, amor.
Tú eres el mar y la playa.
Amor.
Amor, déjame la vida,
no dejes que muera, amor.
Tú eres mi luz escondida.
Amor.
Amor, déjame quererte.
Abre las fuentes, amor.
Mis labios quieren beberte.
Amor.
Amor, está anocheciendo.
Duermen las flores, amor,
y tú estás amaneciendo.
Amor.
RETORNOS DEL AMOR ANTE LAS ANTIGUAS DEIDADES
Soñarte, amor, soñarte como entonces,
ante aquellas dianas desceñidas,
aquellas diosas de robustos pechos
y el viento impune entre las libres piernas.
Tú eras lo mismo, amor. Todas las Gracias.
igual que tres veranos encendidos,
el levantado hervor de las bacantes,
la carrera bullente de las ninfas,
esa maciza flor de la belleza
redonda y clara, poderosamente
en ti se abría, en ti también se alzaba.
Soñarte como entonces, sí, soñarte
ante aquellas fundidas alamedas,
jardín de Amor en donde la ancha Venus,
muslos dorados, vientre pensativo,
se baña en el concierto de la tarde.
Soñarte, amor, soñarte, oh, sí, soñarte
la idéntica de entonces, la surgida,
del mar y aquellos bosques, reviviendo
en ti el amor henchido, sano y fuerte
de las antiguas diosas terrenales.
VUELA LA NOCHE ANTIGUA DE ERECCIONES
Vuela la noche antigua de erecciones,
Muertas, como las manos, a la aurora.
Un clavel prolongado desmejora,
Hasta empalidecerlos, los limones.
Contra lo oscuro cimbran esquilones,
Y émbolos de una azul desnatadora
Mueven entre la sangre batidora
Un vertido rodar de cangilones.
Cuando el cielo se arranca su armadura
Y en un errante nido de basura
Le grita un ojo al sol recién abierto.
Futuro en las entrañas sueña el trigo,
Llamando al hombre para ser testigo...
Mas ya el hombre a su lado duerme muerto.
UN PAPEL DESVELADO EN SU BLANCURA
Un papel desvelado en su blancura.
La hoja blanca de un álamo intachable.
El revés de un jazmín insobornable.
Una azucena virgen de escritura.
El albo viso de una córnea pura.
La piel del agua impúber e impecable.
El dorso de una estrella invulnerable
Sobre lo opuesto a una paloma oscura.
Lo blanco a lo más blanco desafía.
Se asesinan de cal los carmesíes
Y el pelo rubio de la luz es cano.
Nada se atreve a desdecir el día.
Mas todo se me mancha de alhelíes
Por la movida nieve de una mano.
POR AMIGA, POR AMIGA
Por amiga, por amiga.
Por amiga, por amiga.
Sólo por amiga.
Por amante, por querida.
Sólo por querida.
Por esposa, no.
Sólo por amiga.
SUBES DEL MAR, ENTRAS DEL MAR AHORA...
Subes del mar, entras del mar ahora.
Mis labios sueñan ya con tus sabores.
Me beberé tus algas, los licores
de tu más escondida, ardiente flora.
Conmigo no podrá la lenta aurora,
pues me hallará prendido a tus alcores,
resbalando por dulces corredores
a ese abismo sin fin que me devora.
Ya estás del mar aquí, flor sacudida,
estrella revolcada, descendida
espuma seminal de mis desvelos.
Vuélcate, estírate, tiéndete, levanta,
éntrate toda entera en mi garganta,
y para siempre vuélame a tus cielos.
POR ALLÍ HONDO, UNA HUMEDAD ARDIENTE
Por allí, hondo, una humedad ardiente;
blando, un calor oscuro el que allí hervía;
sofocado anhelar el que se hundía,
doblándose y muriendo largamente.
Labios en labios que no ataca diente;
Lengua en garganta que se corta, umbría;
Áspero alrededor, fiera porfía
Por morder lo imposible de la fuente.
Fiera porfía, ya que ni a la hembra
Más hembra ni al varón más varón dieron
Otra cumbre que ser sembrado y siembra.
Pues lo demás, ¡oh cuerpos desvelados!,
Son fulgores que al alba se perdieron
En un súbito arder, desesperados.
LUNA MÍA DE AYER, HOY DE MI OLVIDO
Luna mía de ayer, hoy de mi olvido,
Ven esta noche a mí, baja a la tierra,
Y en vez de ser hoy luna de la guerra,
Sélo tan sólo de mi amor dormido.
Dale en tu luz el reno perseguido
Que por los yelos de tus ojos yerra,
Y dile, si tu lumbre lo destierra,
Que será lana su destierro y nido.
Tiempos de horror en que la sangre habita
Obligatoriamente separada
De la linde natal de su terreno.
¡Ay luna de mi olvido, tu visita
no me despierte el labio de la espada,
sí el de mi amor, guardado por tu reno!
CÚBREME, AMOR, EL CIELO DE LA BOCA
Cúbreme, amor, el cielo de la boca
con esa arrebatada espuma extrema,
que es jazmín del que sabe y del que quema,
brotado en punta de coral de roca.
Alóquemelo, amor, su sal, aloca
Tu lancinante aguda flor suprema,
Doblando su furor en la diadema
del mordiente clavel que la desboca.
¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello
borbotar temperado de la nieve
por tan estrecha gruta en carne viva,
para mirar cómo tu fino cuello
se te resbala, amor, y se te llueve
de jazmines y estrellas de saliva!
HUELE A SANGRE MEZCLADA CON ESPLIEGO
Huele a sangre mezclada con espliego,
Venida entre un olor de resplandores.
A sangre huelen las quemadas flores
Y a súbito ciprés de sangre el fuego.
Del aire baja un repentino riego
De astro y sangre resueltos en olores,
Y un tornado de aromas y colores
Al mundo deja por la sangre ciego.
Fría y enferma y sin dormir y aullando,
Desatada la fiebre va saltando,
Como un temblor, por las terrazas solas.
Coagulada la luna en la cornisa,
Mira la adolescente sin camisa
Poblársele las ingles de amapolas.
NOCTURNO
Deja ese sueño.
Envuélvete
desnuda y blanca, en tu sábana.
Te esperan en el jardín
tras las tapias.
Tus padres mueren, dormidos.
Deja ese sueño.
Anda.
Tras las tapias,
te esperan con un cuchillo.
Vuelve de prisa a tu casa.
Deja ese sueño.
Anda.
En la alcoba de tus padres
entra desnuda, en silencio.
Corre de prisa a las tapias.
Deja ese sueño.
Sáltalas.
Vente.
¿Qué rubí hierve en tus manos
y quema, negro, tu sábana?
Deja ese sueño.
Anda.
... Duérmete.
TIRTEO
¿Qué tienes, dime, Musa de mis cuarenta años?
-Nostalgias de la tierra, de la mar y del colegio...
LA NIÑA ROSA, SENTADA
La niña rosa, sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar, desde mi balcón!
Su dedo, blanco velero,
desde las islas Canarias
iba a morir al mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!.
La niña, rosa sentada.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
rojas islas de sangre.
EL ÁNGEL BUENO
Un año, ya dormido,
alguien quien no esperaba
se paró en mi ventana.
-¡Levántate Y mis ojos
vieron plumas y espadas.
Atrás, montes y mares,
nubes, picos y alas,
los ocasos, las albas.
-¡Mírala ahí! Su sueño,
pendiente de la nada.
-¡Oh anhelo, fijo mármol,
fija luz, fijas aguas
movibles de mi alma!
Alguien dijo: ¡Levántate!
Y me encontré en tu estancia.
EL ÁNGEL DESCONOCIDO
¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era...
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe como fui.
No me conocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era...
Miradme.
EL ÁNGEL ÁNGEL
Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.
SABES TANTO DE MÍ
Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera
repetir con tus labios mi propia poesía,
elegir un pasaje de mi vida primera:
un cometa en la playa, peinado por Sofía.
No tengo que esperar ni que decirte espera
a ver en la memoria de la melancolía,
los pinares de Ibiza, la escondida trinchera,
el lento amanecer sin que llegara el día.
Y luego amor, y luego, ver que la vida avanza
plena de abiertos años y plena de colores,
sin final, no cerrada al sol por ningún muro.
Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza,
que los años en mí no son hojas, son flores,
que nunca soy pasado, sino siempre futuro.
VEN
Ven, mi amor, en la tarde de Aniene
y siéntate conmigo a ver el viento.
Aunque no estés, mi solo pensamiento
es ver contigo el viento que va y viene.
Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me iré, pues junto a ti me siento
más vida de mi sangre, más tu aliento,
más luz del corazón que me sostiene.
Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,
aún yéndote, mi amor, jamás te irías.
Es tuya mi canción, en ella estoy.
Y en ese viento que va y viene voy,
y en ese viento siempre me verías.
SIXTINA
Tú mi vida, esta noche me has borrado
del corazón y hasta del pensamiento,
y tal vez, sin saberlo, me has negado
dándome por perdido ya en el viento.
Más luego, vida, vi cómo llorabas,
entre mis brazos y que me besabas.
ATENTADO
Robada por un pez de acero y lona,
tú, sin malló, dormida,
diste con una estrella que, escondida,
rondaba a Barcelona.
¡Susto en la luz! Teléfonos fundidos.
A los timbres, disparos.
El giratorio idioma de los faros,
los vientos, detenidos.
Y una voz, buzo negro, disfrazada
y en taxi, solicita
volarte el corazón con dinamita.
Mas tu ilesa, sin nada.
MUJER EN CAMISA
Te amo así, sentada,
con los senos cortados y clavados en el filo,
como una transparencia,
del espaldar de la butaca rosa,
con media cara en ángulo,
el cabello entubado de colores,
la camisa caída
bajo el atornillado botón saliente del ombligo,
y las piernas,
las piernas confundidas con las patas
que sostienen tu cuerpo
en apariencia dislocado,
adherido al journal que espera la lectura.
Divinamente ancha, precisa, aunque dispersa,
la belleza real
que uno quisiera componer cada noche.
A VECES ALTAIR GIME LARGO...
A veces Altair gime largo, tendida,
hincada por el viento oscuro que la envuelve,
agitada en su sima
dulce de espumas lentas que la llevan
casi a morir sin voz, para salirse
otra vez de su hondo
mar secreto, sin límite, incesante...
Una estrella Altair, latente y poderosa.
VEN, VEN, ASÍ, TE BESO...
Ven. Ven. Así. Te beso. Te arranco. Te arrebato. Te compruebo en lo oscuro, ardiente
oscuridad, abierta, negra, oculta derramada golondrina, oh tan azul, de negra, palpitante.
Oh así, así, ansiados, blandos labios undosos, piel de rosa o corales delicados, tan finos. Así,
así, absorbidos, más y más, succionados. Así, por todo el tiempo. Muy de allá, de lo hondo,
dulces ungüentos desprendidos, amados, bebidos con frenesí, amor hasta desesperados. Mi
único, mi solo, solitario alimento, mi húmedo, lloviznado en mi boca, resbalado en mi ser.
Amor. Mi amor. Ay, ay. Me dueles. Me lastimas. Ráspame, límame, jadéame tú a mí,
comienza y recomienza, con dientes y garganta, muriendo, agonizando, nuevamente
volviendo, falleciendo otra vez, así por siempre, para siempre, en lo oscuro, quemante
oscuridad, uncida noche, amor, sin morir y muriendo, amor, amor, amor, eternamente.
ANÉMONA ENCANTADA...
Anémona encantada
enamorada.
Orquídea despeinada
enamorada.
Flor abierta o cerrada
enamorada.
No me las enseñes más,
que me matarás.
A LA LÍNEA
A ti, contorno de la gracia humana,
recta, curva, bailable geometría,
delirante en la luz, caligrafía
que diluye la niebla más liviana.
A ti, sumisa cuanto más tirana
misteriosa de flor y astronomía
imprescindible al sueño y la poesía
urgente al curso que tu ley dimana.
A ti, bella expresión de lo distinto
complejidad, araña, laberinto
donde se mueve presa la figura.
El infinito azul es tu palacio.
Te canta el punto ardiendo en el espacio.
A ti, andamio y sostén de la pintura.
LA PALOMA
Se equivocó la paloma
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur
creyó que el trigo era agua,
se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba.
Ella se durmió en la orilla,
tú en la cumbre de una rama.
Creyó que el mar era el cielo
que la noche, la mañana
se equivocaba,
se equivocaba.
Que las estrellas, rocío
que la calor, la nevada,
se equivocaba,
se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa
que tu corazón, su casa,
se equivocaba,
se equivocaba...
¡AMOR!, GRITÓ EL LORO
¡Amor!, gritó el loro
(Nadie le contestó de un chopo al otro).
¡Amor, amor mío!
(Silencio de pino a pino.)
¡Amooor!
(Tampoco el río le oyó.)
¡Me muero!
(Ni el chopo,
ni el pino,
ni el río
fueron a su entierro.)
Alberti Rafael 2
Biografía
Poeta y dramaturgo español, nacido en el puerto de Santa María, Cádiz, en 1902 y fallecido
en Madrid en 1999.
Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario español, fue el último
poeta de la Generación del 27, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925 y del
Premio Cervantes en 1983.
Durante la guerra civil militó activamente en la política y dirigió varias revistas de
orientación comunista. Vivió en el exilio hasta el año de 1977.
Entre sus obras más importantes se cuentan «Marinero en Tierra», «Sobre los Ángeles»,
«Cal y Canto» y «Sermones y Moradas».
ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLOEL ÁNGEL DEL CARBÓNEL ÁNGEL DEL
MISTERIO EL ÁNGEL SUPERVIVIENTE
EL CUERPO DESHABITADO
GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA
HACE FALTA ESTAR CIEGO
LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO
LO QUE DEJE POR TI
LOS ÁNGELES MUERTOS
LOS ÁNGELES SONÁMBULOS
MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA
NOCTURNO
PAMPLINAS
PARAÍSO PERDIDO ( Haiku )
RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA
RETORNOS DEL AMOR EN UN AZOTEA
VERANO RETORNOS DEL OTOÑO
RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE
SE EQUIVOCÓ LA PALOMA SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA
TAL VEZ, OH MAR...
TRES RECUERDOS DEL CIELO
LOS ÁNGELES MUERTOS
Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las
neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles
desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se
enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un
precipicio.
LO QUE DEJE POR TI
Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.
RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE VERANO
A tientas el amor, a ciegas en lo oscuro
tal vez entre las ramas, madura, alguna estrella,
vuelvo a sentirlo, vuelvo,
mojado de la escarcha caliente de la noche,
contra el hoyo de mentas tronchadas y tomillos.
Es él, único, sólo, lo mismo que mi mano
la piel desparramada de mi cuerpo, la sombra
de mi recién salido corazón, los umbrosos
centros más subterráneos de mi ser lo querían.
Vuelve único, vuelve
como forma tocada nada más, como llena
palpitación tendida cubierta de cabellos,
como sangre enredada en mi sangre, un latido
dentro de otro latido solamente.
Más las palabras, ¿dónde?
Las palabras no llegan. No tuvieron espacio
en aquel agostado nocturno, no tuvieron
ese mínimo aire que media entre dos bocas
antes de reducirse a un clavel silencioso.
Pero un aroma oculto se desliza , resbala,
me quema un desvelado olor a oscura orilla.
Alguien está prendiendo por la yerba un murmullo.
Es que siempre en la noche del amor pasa un río.
SE EQUIVOCÓ LA PALOMA
Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.
PARAÍSO PERDIDO ( Haiku )
35
Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.
45
¡Oh boquete de sombras!
¡Hervidero del mundo!
¡Qué confusión de siglos!
5
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.
9
Alma en pena:
el resplandor sin vida,
tu derrota.
11
Ángeles buenos o malos,
que no sé,
te arrojaron a mi alma.
16
¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.
25
A través de los siglos,
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.
10
Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.
RETORNOS DEL OTOÑO
Nos dicen: Sed alegres.
Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos
ni el más leve ruido de una lágrima.
Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero,
mas hay horas, hay días, hasta meses y años
en que se carga el alma de una justa tristeza
y por tantos motivos que luchan silenciosos
rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas
de dobladas umbrías que pronto van a irse.
Me miro a mí, me escucho esta mañana
y perdido ese miedo
que me atenaza a veces hasta dejarme mudo,
me repito: Confiesa
grita valientemente que quisieras morirte.Di también: Tienes frío.
Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen.
¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras?
Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos
que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva.
Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto!
¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes,
diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!Perdonadme que hoy sienta pena y la
diga.
No me culpéis. Ha sido
la vuelta del otoño.
TAL VEZ, OH MAR...
Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada
y le empiece a faltar aquella transparencia,
aquel arranque igual al tuyo, aquello
que era tan parecido a tu oleaje.
Han pasado los años por mí, sus duras olas
han mordido la piedra de mi vida,
y al viento de este ocaso playero ya la miro
doblándose en las húmedas arenas.
Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre
y esos ojos azules renovados
que ven hundirse, insomnes, las edades.
RETORNOS DEL AMOR EN UNA AZOTEA
Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.
Allí el amor peinaba sus geranios,
conducía las rosas y jazmines
por las barandas y en la ardiente noche
se deshacía en una fresca lluvia.
Lejos, las cumbres, soportando el peso
de las grandes estrellas, lo velaban.
¿Cuándo el amor vivió más venturoso
ni cuándo entre las flores
recién regadas fuera
con más alma en la sangre poseído?
Subía el silbo de los trenes. Tiemblos
de farolillos de verbena y músicas
de los quioscos y encendidos árboles
remontaban y súbitos diluvios
de cometas veloces que vertían
en sus ojos fugaces resplandores.
Fue la más bella edad del corazón. Retorna
hoy tan distante en que la estoy soñando
sobre este viejo tronco, en un camino
que no me lleva ya a ninguna parte.
MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA
Adonde el viento, impávido, subleva
torres de luz contra la sangre mía,
tú, billete, flor nueva,
cortada en los balcones del tranvía.
Huyes, directa, rectamente liso,
en tu pétalo un nombre y un encuentro
latentes, a ese centro
cerrado y por cortar del compromiso.
Y no arde en ti la rosa ni en ti priva
el finado clavel, sí la violeta
contemporánea, viva,
del libro que viaja en la chaqueta.
SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA
Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.
Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento una vela!
NOCTURNO
Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,
las palabras entonces no sirven son palabras.
Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar que no puede por imposible, y calla.
Siento esta noche heridas de muerte las palabras.
TRES RECUERDOS DEL CIELO
Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer
PRÓLOGO
No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.
Todo, anterior al balido y al llanto.
Cuando la luz ignoraba todavía
si el mar nacería niño o niña.
Cuando el viento soñaba melenas que peinar
y claveles el fuego que encender y mejillas
y el agua unos labios parados donde beber.
Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.
Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo...
PRIMER RECUERDO
...una azucena tronchada...
G. A. Bécquer
Paseaba con un dejo de azucena que piensa,
casi de pájaro que sabe ha de nacer.
Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el
sueño
y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies.
A un silencio asomada.
Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.
No sabía.
Blanca alumna del aire,
temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.
Su tallo, su verde talle.
Con las estrellas mías
que, ignorantes de todo,
por cavar dos lagunas en sus ojos
la ahogaron en dos mares.
Y recuerdo...
Nada más: muerta, alejarse.
SEGUNDO RECUERDO
...rumor de besos y batir de alas...
G .A. Bécquer
También antes,
mucho antes de la rebelión de las sombras,
de que al mundo cayeran plumas incendiadas
y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.
Antes, antes que tú me preguntaras
el número y el sitio de mi cuerpo.
Mucho antes del cuerpo.
En la época del alma.
Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,
la primera dinastía del sueño.
Cuando tú, al mirarme en la nada,
inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.
ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLO
Asombro de la estrella ante el destello
de su cardada lumbre en alborozo.
Sueña el melocotón en que su bozo
Al aire pueda amanecer cabello.
Atónito el limón y agriado el cuello,
Sufre en la greña del membrillo mozo,
Y no hay para la rosa mayor gozo
Que ver sus piernas de espinado vello.
Ensombrecida entre las lajas, triste
De sufrirlas tan duras y tan solas,
Lisas para el desnudo de sus manos,
Ante el crinado mar que las embiste,
Mira la adolescente por las olas
Poblársele las ingles de vilanos.
LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO
Lloraba recio, golpeando, oscuro,
las humanas paredes sin salida.
Para marcarlo de una sacudida,
Lo esperaba la luz fuera del muro.
Grito en la entraña que lo hincó, futuro,
Desventuradamente y resistida
Por la misma cerrada, abierta herida
Que ha de exponerlo al primer golpe duro.
¡Qué desconsolación y qué ventura!
Monstruo batido en sangre, descuajado
De la cueva carnal del sufrimiento.
Mama la luz y agótala, criatura,
Tabícala en tu ser iluminado,
Que mamas con la leche el pensamiento.
GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA
Guerra a la guerra por la guerra. Vente.
Vuelve la espalda. El mar. Abre la boca.
Contra una mina una sirena choca
Y un arcángel se hunde, indiferente.
Tiempo de fuego. Adiós. Urgentemente.
Cierra los ojos. Es el monte. Toca.
Saltan las cumbres salpicando roca
Y un arcángel se hunde, indiferente.
¿Dinamita a la luna también? Vamos.
Muerte a la muerte por la muerte: guerra.
En verdad, piensa el toro, el mundo es bello
Encendidos están, amor, los ramos.
Abre la boca. (El mar. El monte.) Cierra
Los ojos y desátate el cabello.
EL CUERPO DESHABITADO
Yo te arrojé de mi cuerpo,
yo, con un carbón ardiendo.
-Vete.
Madrugada.
La luz, muerta en las esquinas
y en las casas.
Los hombres y las mujeres
ya no estaban.
-Vete.
Quedó mi cuerpo vacío,
negro saco, a la ventana.
Se fue.
Se fue, doblando las calles.
Mi cuerpo anduvo, sin nadie.
EL ÁNGEL DEL CARBÓN
Feo, de hollín y fango.
¡No verte!
Antes, de nieve, áureo,
en trineo por mi alma.
Cuajados pinos. Pendientes.
Y ahora por las cocheras,
de carbón, sucio.
¡Te lleven!
Por los desvanes de los sueños rotos.
Telarañas. Polillas. Polvo.
¡Te condenen!
Tiznados por tus manos,
mis muebles, mis paredes.
En todo,
tu estampado recuerdo
de tinta negra y barro.
¡Te quemen!
Amor, pulpo de sombra,
malo.
PAMPLINAS
De lona y níquel, peces de las nubes,
bajan al mar periódicos y cartas.
(Los carteros no creen en las sirenas
ni en el vals de las olas, sí en la muerte.
Y aún hay calvas marchitas a la luna
y llorosos cabellos en los libros.
Un polisón de nieve, blanqueando
las sombras, se suicida en los jardines.
¿Qué será de mi alma, que hace tiempo
bate el récord continuo de la ausencia?
¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca,
picado ante el azar y el accidente?
Exploradme los ojos, y, perdidos,
os herirán las ansias de los náufragos,
la balumba de nortes ya difuntos,
el solo bamboleo de los mares.
Cascos de chispa y pólvora, jinetes
sin alma y sin montura entre los trigos;
basílicas de escombros, levantadas
trombas de fuego, sangre, cal, ceniza.
Pero también, un sol en cada brazo,
el alba aviadora, pez de oro,
sobre la frente un número, una letra,
y en el pico una carta azul, sin sello.
Nuncio -la voz, eléctrica, y la coladel aceleramiento de los astros,
del confín del amor, del estampido
de la rosa mecánica del mundo.
Sabed de mí, que dije por teléfono
mi madrigal dinámico a los hombres:
¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?
-Un relámpago más, la nueva vida.
EL ÁNGEL DEL MISTERIO
Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.
Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije...
No sé.
Explicádmelo.
EL ÁNGEL SUPERVIVIENTE
Acordáos.
La nieve traía gotas de lacre, de plomo derretido
y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.
Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.
La derrota del cielo, un amigo.
Acordáos de aquel día, acordáos
y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.
En el frío, murieron dos fantasmas.
Por un ave, tres anillos de oro
fueron hallados y enterrados en la escarcha.
La última voz del hombre ensangrentó el viento.
Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.
RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA
¿Será difícil, madre, volver a ti? Feroces
somos tus hijos. Sabes
que no te merecemos quizás, que hoy una sombra
maldita nos desune, nos separa
de tu agobiado corazón, cayendo
atroz, dura, mortal, sobre sus telas,
como un oscuro hachazo.
No, no tenemos manos, ¿verdad?, no las tenemos,
que no lo son, ay, ay, porque son garras,
zarpas siempre dispuestas
a romper esas fuentes que coagulan
para ti sola en llanto.
No son dientes tampoco, que son puntas,
fieras crestas limadas incapaces
de comprender tus labios y mejillas.
Han pasado desgracias,
han sucedido, madre, verdaderas
noches sin ojos, albas que no abrían
sino para cerrarse en ciega muerte.
Cosas que no acontecen,
que alguien pensó más lejos,
más allá de las lívidas fronteras del espanto,
madre, han acontecido.
Y todavía por si acaso hubieras,
por si tal vez hubieras soñado en un momento
que en el olvido puede calmar el mar sus olas,
un incesante acoso
un ceñido rodeo
te aprietan hasta hacerte
subir vertida y sin final en sangre.
Júntanos, madre. Acerca
esa preciosa rama
tuya, tan escondida, que anhelamos
asir, estrechar todos, encendiéndonos
en ella como un único fruto
de sabor dulce, igual. Que en ese día,
desnudos de esa amarga corteza, liberados
de ese hueso de hiel que nos consume,
alegres, rebosemos
tu ya tranquilo corazón sin sombra.
LOS ÁNGELES SONÁMBULOS
1
Pensad en aquella hora:
cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas
los ojos invisibles de las alcobas.
Lo sabéis, lo sabéis. ¡Dejadme!
Si a lo largo de mí se abren grietas de nieve,
tumbas de aguas paradas
nebulosas de sueños oxidados,
echad la llave para siempre a vuestros párpados.
¿Qué queréis?
Ojos invisibles, grandes, atacan.
Púas incandescentes se hunden en los tabiques.
Ruedan pupilas muertas,
sábanas.
Un rey es un erizo de pestañas.
2
También,
también los oídos invisibles de las alcobas,
contra un rey en tinieblas.
Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres
de números y letras difuntos.
Que los ecos se hastían sin mis palabras
y lo que jamás dije desprecia y odia al viento.
Nada tenéis que oír.
¡Dejadme!
Pero oídos se agrandan contra el pecho.
De escayola, fríos,
bajan a la garganta,
a los sótanos lentos de la sangre,
a los tubos de los huesos.
Un rey es un erizo sin secreto.
Como yo, como todos.
Y nadie espera ya la llegada del expreso,
la visita oficial de la luz a los mares necesitados,
la resurrección de las voces en los ecos que se calcinan.
HACE FALTA ESTAR CIEGO
Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.
Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación de los himnos futuros,
sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.
Hace falta querer ya en vida ser pasado,
obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.
HACE FALTA ESTAR CIEGO
Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.
Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación de los himnos futuros,
sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra.
Hace falta querer ya en vida ser pasado,
obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.
Albi José
Biografía
Poeta, novelista y traductor español nacido en Valencia en 1922.
Estudió Derecho en su ciudad natal y Filosofía y Letras en Zaragoza, doctorándose en la
Universidad de Madrid.
Fundador y director de «Cuadernos literarios y Verbo», del anuario de Poesía española
«Anupe», y autor de una «Antología del surrealismo español». Ha sido además Crítico de
poesía y de arte, conferencista y viajero infatigable.
Sus poesías han sido traducidas al francés, inglés, alemán, y al hebreo moderno, e
incorporadas a diversas antologías españolas, europeas y sudamericanas.
Obtuvo el premio Gabriel Miró por su novela «El silencio de Dios», el premio Valencia de
Literatura por «Odisea 77» en 1977, y en 1978 el premio Miguel Angel de Argumosa por
«Elegía atlántica». Entre sus publicaciones poéticas merecen destacarse: «Poemas del amor
de siempre», «Septiembre en Paris», «Bajo palabra de amor», «Elegías apasionadas»,
«Piedra viva», «Elegía atlántica» en 1978, «Javea o el gozo» en 1992 y «Esfinges» en el
año 2000.
A BRAZO PARTIDOAMOR LEJANO
ESTRELLA DE ALTA MAR, MÁRCAME EL RUMBO
DEFINITIVA SOLEDAD
SONETO DE LA AUSENCIA
Y A TI QUE TE DIRÉ, RÍO DEL ALMA
¿Y A TI QUE TE DIRÉ, RÍO DEL ALMA?
¿Y a ti qué te diré, río del alma, cántaro de mi sed,
jardín cerrado?
¿Y a ti qué te diré, mujer que dejas tu corazón al borde
de mi vida?
Hasta ti llegaré y, entre las manos, tomaré viento y agua;
luz y tierra,
y amasaré nuestros dos nombres juntos.
Qué nuestra es la esperanza, que nos gana y nos pierde
cada día.
Qué nuestra es la tristeza, que se escurre a lo largo de los
hombros y nos deja indefensos, solitarios.
Qué nuestro es el recuerdo, que nos une lo mismo que un
abrazo.
Qué nuestro es nuestro amor. Con él estamos igual que
un niño con zapatos nuevos.
Qué nuestro es nuestro mundo: isla de guerra y paz,
isla profunda
hecha a la dimensión de nuestras almas.
Qué nuestro es nuestro amor,
Qué indescifrable, qué remoto, qué mío
Qué mía que eres tú, qué mío el mundo, que mía mi verdad
cuando te tengo.
Encontrándome en ti, me hallo a mí mismo. Mi vida empieza
donde tú terminas.
Mi vida es despeñarse, como un toro por las encrucijadas
del misterio.
Mi vida es caminar, morirse a ratos, y comenzar de nuevo
la jornada.
Pero tú eres la paz. La paz ganada a pulso, a fuerza de
huracanes y batallas.
No hay victoria que valga si no arriesgamos nuestra propia
vida
Y la nuestra aquí está. Sin burladeros, jugando con el mundo
a cuerpo limpio.
Amor es bello si la herida es honda. Horademos la piedra
gota a gota.
Hay que aprender la paz de cada día. Yo la aprendí
en tus ojos.
Aprenderla y vivirla. Yo he aprendido a vivir a tu manera.
No hay paz para quien lleva sus dos manos vacías de
esperanza
No hay paz para quien niega sombra o luz á su hermano.
No hay paz para quien cierra el corazón, y calla si alguien
llama a su puerta.
Ni hay paz para la fuente que no mana, para el árbol
sin fruta,
para el labio sin beso, sin perdón y sin fuego...
No, no hay paz para el hombre vacío de esperanza.
Haya paz para el hombre que te busca, como el campo
la lluvia de setiembre.
Haya paz para el hombre que está solo, con su destino
a cuestas
Haya paz y haya amor. Romped los diques de la fe y de los
besos, y ahogadme en sus dulces huracanes.
Yo te llamo mujer, y te llamo ternura y fortaleza; y alegría
y dolor a un mismo tiempo.
¡Oh, región fabulosa de tus brazos! Aprenderemos a vivir
de nuevo.
Dame tú luz, tu cumbre, tu destino. Dame más, mucho más:
tu propia vida, pues sabes darlo todo a manos llenas.
Eres incalculable como un mundo. Y tiernísima y frágil como
un niño.
Me sorprendes, me empujas, me acorralas, y entre los labios
te me mueres dócil.
Eres tú y eres yo. Todo es a un tiempo rabia de destrucción
y de ternura,
de inexplicable y de gozoso hallazgo, de generoso encono
de caricia.
Nuestra vida se suma y se desborda. Mi encarnizada
soledad es tuya.
Tu terquedad dulcísima y el agua de tu mirada triste son ya
sangre en mi piel, ya son cascada.
Somos un viento que en la vida clama, abriendo puertas,
derribando muros,
levantando la niebla de los turbios callejones del hombre.
Aquí está nuestra lluvia de esperanza. Somos la vida.
Detened el brazo que amenaza y conmina. ..
Nada podéis, porque la tierra muere, pero nace otra vez.
Somos la tierra que nos forma, nos une y nos libera.
Tierra de Dios, con fuego en el costado que incendia
un corazón para dos vidas.
¡Qué terrible esperanza! ¡Qué delirante gozol ¡Qué vértigo
en el alma!
¡Qué insumisión, qué cólera, qué fuego...!
Si fuimos dos, ya somos uno mismo.
ESTRELLA DE ALTA MAR, MÁRCAME EL RUMBO
Estrella de alta mar, márcame el rumbo.
Puerta del corazón, dame cobijo.
Enamorada miel, tenme en tus labios.
Arrebatada luz, ponme en tus ojos.
Paloma en libertad, cédeme el vuelo.
Palmera, cielo al fin, hazme a tu imagen.
Ámbito de mi fe, cólmame el gozo.
Mujer y nada más, sé toda mía.
Tú, mi dolor, mi sed, mi sobresalto,
mi júbilo y mi luz a manos llenas.
Revelación total, regocijémonos
Llave de mi ansiedad, dame la vida.
Hoguera de cristal, torre encendida, ensimismada
alondra de la tarde,
gloriosa claridad, lirio iniciado, milagro de la
paz y de la espiga.
Dame la paz, la paz, tú siempre amada.
Para siempre la paz y la esperanza.
AMOR LEJANO
Abro, de par en par, el viento, la ventana
y te contemplo, amor, voy contemplando todo lo que fue mío:
los almendros alegres todavía,
y el mar en los almendros, la luz en los almendros,
y más mar todavía allá a lo lejos.
Quizá piense en tu piel,
quizá vaya pasando la mano por la corteza de los pinos,
quizá los años vayan cayendo como las gotas del grifo;
quizá los siglos.
Y quizá todavía te tenga entre los brazos,
como ayer, como siempre.
¿Oyes los montes? Puede que canten.
Puede que se derrumben,
que se acuerden de ti, que te nombren,
que inventen la palabra burbujeantes, nueva, '
como el agua de los neveros despeñándose,
como mi voz en medio de la noche.
-¿Duermes, amor?
No me contesta nadie. Sé que duermes.
Bernia, como un gran perro bajo la luna,
se acurruca a mis pies.
Oigo su palpitar estremecido.
Ifach, allá a lo lejos, se nos hunde en el mar,
golpea las estrellas con su silencio.
Más cerca, las luces chiquitinas, lentas y fieles de Guadalest.
vuelvo a rozar tu sueño
tu piel con luna,
los dos ríos lejanos de tus piernas.
Tú, montaña también, valle dormido,
mar toda tú.
-¿Duermes, amor?
Gotea el grifo, ladra un perro
infinito, remoto como la eternidad.
Voy a ciegas, tanteo las paredes
y los acantilados y los vientos.
Te amé, te estoy amando, te estoy llamando.
Sólo un eco de piedra me contesta:
Aytana, Chortá, Bernia...
La casa está vacía.
El silencio respira aquí, a mi lado.
SONETO DE LA AUSENCIA
¿Me oyes, amor? Hay un fragor de trenes,
o quizá de batanes o de espigas
que te aleja de mí. No, no me digas
que te irás para siempre. Los andenes
se despoblaron. Yo, regreso. Penes
por donde penes, corazón, no sigas,
no te sigas marchando. Más fatigas
y más amor perdido si no vienes.
Ay, dolor, que yo sé lo que me pasa.
Que mi casa sin ti ya no es mi casa,
y el aire ni respira ni madura.
Que estás dentro de mí, pero no basta
aunque te lleve hasta los huesos, hasta
la misma pena que hasta ti me dura.
DEFINITIVA SOLEDAD
¿Oyes el mar?
Eternamente estaremos escuchándolo.
Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz
como te llevo a ti misma.
Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida,
la soledad tan grande en que me has dejado.
Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo.
Me asomo: lo contemplo desde esta tarde lenta,
desde esta fría y herrumbrosa baranda
adonde no te asomas.
Amor, no estás conmigo. ¿Ves el silencio en torno?
Baja como las olas,
me roza como el río de tu piel,
se aleja para siempre.
Tú, mar, eterno mar de mi sueño,
sueño ya tú, lejana, irremediable.
El viento te acaricia. Yo soy el viento.
Pero estoy solo.
Y tú, tú estás lejana.
Sólo el mar te recuerda, te vive, te arrebata.
Siento tus labios, que es sentirte entera;
siento tu carne, calladamente mía.
Mis manos en el aire te dan vida,
y la playa, ya inútil sin tu huella,
deshabitada y torpe se aleja como el día.
Sólo la tarde existe;
existe y va muriendo. Unos dedos de espuma
me agitan los cabellos;
unas hojas doradas por el sol van cayendo.
Quizá son tus palabras,
quizá el cerco ya inútil de tus brazos.
Escucha, amor, te voy nombrando
como te nombra el mar. Algún abismo
se quiebra no sé dónde, y este mar que respiro
no es el mío
con capiteles rotos y con mirto.
Es tu terrible mar, tu ecuatoriana selva,
como tú, tormentosa; como tú, quieta, insospechada, dulce,
y otra vez angustiosa y arrebatada. Amor,
me vas muriendo. Este mar que era nuestro
me mira indiferente. Quisiera levantarme
como un viento tremendo
y sacudir las velas, descerrojar los brazos,
morirme a chorros.
Pero sólo el silencio. Yo, acodado en en el aire,
contemplo tu recuerdo.
No hay más que arena.
La ciudad, a lo lejos, se desdibuja.
Es un humo borroso como el olvido.
Ahora estiro los brazos y te busco.
Aquí están nuestras rocas. El mar se mira en ellas;
también te busca.
Una estrella de mar va acariciando mi sombra:
mi sombra que, sin la tuya, no es más que un pozo seco.
Esta tarde es como media vida: la media que me falta.
La que tú te has llevado.
No, no has venido.
Eternamente no vendrás. Caerán constelaciones,
se hundirán montes, siglos, tempestades,
y no vendrás. Y yo estaré mirando
lo que nos une todavía: el mar.
Un buque remotísimo buscará el horizonte;
pasará una pescador con sus cañas al hombro.
Sólo tú no vendrás.
No vendrás nunca.
A BRAZO PARTIDO
Llevo en los huesos tanto amor metido
que sólo en carne viva y a bandazos,
voy capeando el mar de estos dos brazos
entre los que me encuentro sometido.
No, no basta gritar, tomar partido,
morir hasta caerse uno a pedazos;
hay que hundir a caricias y a zarpazos
tu corazón, tu corazón vencido.
Quiero daros la vida que me sobra,
y este amor que me arranca de los huesos.
Vuestro mi corazón, vuestra mi obra
de compartir lo vuestro y nuestro y mío,
consumidos en cólera y en besos.
Sólo a mi amor vuestro dolor confío.
Hugo Rodríguez Alcalá
Biografía de:
Hugo Rodríguez Alcalá
Hugo Rodríguez Alcalá, doctor en Derecho y Ciencias Sociales
(Asunción, 1943), Master of Arts in Foreign Languages (Washington,
1949), y doctor en Filosofía y Letras (University of Wisconsin,
1953), se jubiló tras casi cuarenta años de docencia superior en
universidades como Columbia University, Rutgers University,
University of Washington, University of California, etc.
Es autor de más de cuarenta libros de historia literaria como:
Literatura Latinoamericana de la Ilustración (Madrid, 1979),
Literatura Latinoamericana de la Independencia, (Madrid, 1980), de
ensayos filosóficos y literarios como Ensayos de Norte a Sur (Méjico,
1960), de estudios de crítica como El Arte de Juan Rulfo (Méjico,
1965), Sugestión e Ilusión (Méjico, 1969), Narrativa
Hispanoamericana, (Madrid, 1973), Historia de la Literatura
Paraguaya, (Méjico y Madrid, 1970). Ricardo Güiraldes: Apología y
Detracción (1986), de poesía como El Canto del Aljibe, (Méjico,
1973), El Portón Invisible (1983), La casa de la montaña, (1986),
etc.
Entre sus galardones más importantes figuran el Premio de las
Humanidades y las Artes, de Estados Unidos, (1969), y la Medalla
de Gabriela Mistral conferida por el gobierno de Chile en 1996. En
narrativa es autor de El ojo del bosque (1993), La doma del jaguar
(1995), Relatos de norte y sur (1993). En la vida universitaria
norteamericana alcanzó la máxima jerarquía académica: "Profesor
Above Scale" (profesor por encima del escalafón), y obtuvo premios
y honores.
Ha sido consejero literario de varias revistas como Hispanic Review,
Revista Iberoamericana, Hispanic Journal, Letras de Buenos Aires,
etc.
Ha sido incluido en diccionarios biográficos como Who´s who in
America, Who´s who in Latin America, The National Register of
Prominent Americans, Directory of American Scholars, etc.
En la Capital de Méjico fue Director del Centro de Estudios de la
Universidad de California (1972-1974).
Ha sido Presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española
(1989-1994) y fundador del Taller Cuento Breve de Asunción.
El pueblo
A Regina Igel
Lo sueño, lo entresueño, lo persigo.
Para su acceso no hay más que el recuerdo.
Faltan los ojos puros, la inocencia.
Faltan los pies pequeños.
La calle larga, de calzada roja,
de la casa dormida en el silencio,
está en aquel lugar, acaso idéntica,
bajo idéntico cielo.
La que entreveo no es la misma calle
y se esfumina y se me pierde, lejos.
La casa del zaguán siempre cerrado
y oscuro de misterio;
la casa de la parra prodigiosa
de racimos que asedian los insectos
no existe ya. Lo sé. Ya es otra casa.
Ha cambiado de dueños:
La habitan hoy ancianas como brujas
horribles de vejez y de ojos ciegos.
Acaso el pueblo es pura fantasía.
O un pueblo en que conozco a los espectros,
pero en el que los vivos son extraños
que nunca conocieron a mis muertos.
Pero lo sueño siempre, lo persigo,
y si jamás lo encuentro y recupero
para mirarlo, allí, palpable y vivo
como se ven, palpables, otros pueblos,
es porque es invisible, por llevarlo
adentro, adentro, demasiado adentro.
3 de abril de 1974
Patio
A Victoria Pueyrredón
¡Patio de aromas fuertes,
terco en mi pensamiento,
con estival murmullo
de siestas de febrero!
Si de un vivir mentido
voy a un vivir auténtico,
te recupero intacto
con tu color y aliento.
Muchos viajes, muchos
tumultos de otros pueblos,
y, sobre todo, muchos
derrumbes en el tiempo,
me hacen soñar dormido,
me hacen soñar despierto,
en tu lejano y verde
y mágico silencio.
A ti regreso, patio,
cuando en la vida, pierdo.
La sombra de tu parra
me hace sentir más bueno.
En ti me purifico,
me curo y recupero.
No importa que hoy no existas
más que en mis hondos sueños.
En ellos no estoy solo.
Hay alguien que es tu dueño.
Si este alguien nunca muere,
patio, serás eterno.
Marzo, 1977
El dueño de la parra
(A Don Manuel, el
verdadero dueño)
Si pudieras volver, si regresaras
con tu inclinado busto, con tu noble
mirada y tu manera silenciosa
de andar, y, ya despierto, vuelto al mundo
y al aire de la vida, ansiosamente
quisieras ver tu casa, tu familia,
la parra de tu patio, los amigos
de la ciudad que vio crecer tus hijos...
Y entonces comprendieras que en tres décadas
transcurrieron tres siglos: que tu casa
pasó a manos ajenas; que tu esposa
yace en otra ciudad bajo la tierra;
que tu hijo mayor es un anciano
desmemoriado y débil, más anciano
que tú cuando gozabas contemplando
su avance victorioso por la vida;
que tu parra famosa, que a tus patios
daba una larga sombra de cien metros,
sombra con su opulencia de racimos
reventones de miel cada verano;
que tu parra, tu orgullo, es un recuerdo
que sólo hoy vive en tu cabeza muerta;
que tus amigos -todos- los que antaño
en la esquina rosada de tu casa
se reunían sin falta a hablar del tiempo,
de las buenas cosechas y las malas;
que tus amigos, todos, bajo tierra,
en cenizosos ataúdes yacen:
Entonces, yo a tu lado acudiría,
te pondría una mano sobre el hombro,
y te diría solamente: -Vamos.
Tú y yo tenemos juntos un secreto:
todo ese mundo tuyo que hoy no existe.
Al no reconocerme porque tengo
marchito el rostro y los cabellos grises,
con voz muy baja te preguntaría:
-¿No recuerdas que tú me diste un día
toda tu parra y todos sus racimos?
Ella, en mis sueños, sigue siendo mía...
12 de abril, 1972
Vida y muerte
A Hogla Barceló
¡Oh niñez con olor
a sellos de correo,
gomas de bicicleta
y siestas de febrero!
¡El corredor, el patio
en que jugaba y... juego;
el balcón y la acera
con vivos que están muertos!
¡Cómo el vivir es ir
muriendo con los deudos
que al inmovilizarse
siguen aún viviendo
en noches irreales,
la vida de los sueños!
8 de junio, 1977
Puerta del paraíso
A Jean-Pierre Barricelli
El patio de ladrillo
y tierra apisonada,
tenía un gran portón
que hacía el Poniente daba.
Entrar en ese patio5
por el portón, causaba
una felicidad
nunca recuperada.
El loro allí era el centro
de una alegría mágica:
¡frescura de los pámpanos,
racimos de uvas blancas!
Aquel era el Vergel
secreto entre las tapias.
Pasión tenía el pájaro
por su amo y por la parra.
El amo le traía
con mimos la pitanza.
Su nombre era Don Pedro,
señor de buena fama,
honrado y humorista
y de mujer muy flaca.
Nunca hubo en todo el pueblo
nariz tan colorada
ni boca tan sonriente
como las de su cara.
Don Pedro era festivo.
El loro lo miraba
con sus redondos ojos
tendiéndole la pata.
Mas se murió Don Pedro
de viejo, y en su cama.
Y se murió su enteca
mujer, como uva pasa.
Vinieron gentes feas.
La casa, rematada,
con el aro de fierro
colgado de la parra
y el loro en él posado,
pasó a manos extrañas.
El loro, viendo aquello
no quiso saber nada
y se murió de viejo
o se murió de rabia.
Sin loro y sin Don Pedro
triste quedó la parra.
Secose al poco tiempo
de vieja o de nostalgia.
Tapiaron el portón
del patio de la casa:
¡Puerta del Paraíso,
quedaste condenada!
19 de abril, 1972
El loro dionisíaco
Durante treinta años
vivió bajo la parra,
bien firmes en el aro
de fierro las dos patas.
Allí tenía todo
cuanto necesitaba
su gárrula persona:
balcón, tribuna y cama.
El viejo alambre que
tras la botella clásica
el aro sostenía,
vibraba con la charla,
la grita y el fandango.
¡Botella que colgabas
al pájaro impidiendo
trepar hasta la parra,
creyérase que siempre
vertieras rubia caña
para embriaguez perpetua
del ave dionisiaca!
Dicen: murió de viejo;
dicen: murió de rabia.
Es falso: el pobre loro
murió por otras causas.
¡Pregunten a la higuera,
pregunten a la parra,
pregunten al silencio
en que se hundió la casa!
9 de agosto, 1977.
El portón invisible
...Ed io non so
chi va e chi resta...
E. Montale
En la fotografía busco el alto
portón, aquel portón del viejo patio
para ver si es que puedo introducirme
en secreto, y quedarme allí, temblando,
en espera de cosas abolidas.
Mas la fotografía sólo muestra
el muro de ladrillo, a mano izquierda,
y a la mano derecha, esas casonas
que hoy como ayer están allí, en silencio,
proyectando sus sombras en la acera.
Un muchacho moreno, muy delgado,
con ágil paso avanza junto al muro.
Ese muchacho es hoy un blanco abuelo
que habrá olvidado acaso aquella siesta
en la calle desierta, bajo un cielo
ardoroso de enero o de febrero.
-Muchacho: date vuelta; retrocede;
ve si puedes llegar hasta el portón
y abrirlo para mí. Tuya es la hora
de esa remota siesta. Deja abierto
el antiguo portón ahora invisible.
Yo habré de entrar para quedarme a solas
en el patio, mirando a todos lados,
andando de puntillas hacia el fondo...
Tú seguirás andando mientras tanto
por la calle soleada y silenciosa.
Yo, sin hacer ruido, al poco rato,
saldré a la calle que ahora es toda tuya
y cerraré con llave, para siempre,
el portón de tu infancia y de mi infancia.
17 de junio, 1972
En la escalinata
Las doce gradas de la escalinata
inundadas de sol a media siesta.
Tres niñas -dos hermanas y una prima
muy pequeña- sentadas, sonriendo.
en la segunda grada reluciente.
Las tres están descalzas. Una de ellas
-la mayorcita- empuña una sombrilla
que, abierta y encendida en luz muy nítida,
sin darle sombra ni ocultarle el rostro,
es como una aureola a sus espaldas.
Su cabello abundante resplandece.
La otra niña, mostrando ambas rodillas,
muy quemada del sol de aquel verano,
sabe que ya la máquina funciona,
que en este instante la fotografían,
y está como azorada y expectante.
Centro del grupo, el mimo, las caricias,
la pequeñita esquiva la mirada,
En las barandas las enredaderas
con manojos de flores que echan lumbre,
están perpetuamente embelleciendo
el instante estival eternizado.
¡Ah, la figura más feliz del grupo
la niña cuya fúlgida sombrilla
dibuja una aureola a sus espaldas,
quedó sonriendo, niña para siempre,
candor en que se suma la delicia
de un verano florido y melodioso!
Pero ella es hoy, en un lugar oscuro,
breve esqueleto que tendrá, aún intactos,
sus cabellos sedosos, sus cabellos
que ya no crecen más ni al sol relumbran.
4, abril 1981
Don Manuel, el patriarca
Ognuno sta solo sul
cuor della terra...
S. Quasimodo
Nació en España. Vino al Nuevo Mundo
con sus padres, severos castellanos,
siendo apenas un niño. Una leyenda
de oscuros infortunios y naufragios
envuelve la memoria de esos padres
de los que sólo quedan dos retratos:
Él, con cerrada barba, de levita;
ella, de luto, en las monjiles manos
sosteniendo, devota, un libro negro
del que cuelgan las cuentas de un rosario.
Nunca el patriarca evoca los recuerdos
de aquella travesía del Atlántico,
ni del arduo triunfo en tierra extraña,
que hubo de hacer un opulento indiano
de su padre difunto. Nunca evoca
el alto caserón de vastos patios
en que vivió su adolescencia, y nunca
las dichas y desdichas de esos años.
¿Qué sucedió en su mocedad lejana?
¿Cómo vino la quiebra, el desamparo?
¿Qué fue de aquel señor de barba oscura
que se yergue, severo, en el retrato,
conquistador de una opulencia efímera
en un rincón del Sur americano?
Don Manuel, el patriarca, siendo joven,
y padre ya -para sus tres hermanosabandonó la Tierra Prometida
y vino al Paraguay. Con su trabajo
se abrió camino y prosperó. Su casa
vasta y feliz, con emparrados patios,
se llenó de la risa de los niños
y de la algarabía de los pájaros.
¡Qué misterioso, pienso hoy, ha sido,
aquel tío Manuel, de rostro santo,
que vivió en tres países tantas vidas
y parecía no tener pasado!
Fue su vivir, vivir día tras día
el drama de sucesos cotidianos:
los pequeños problemas y los graves,
con un valor tranquilo y resignado
Tuvo un negocio grande y bien nutrido,
el mejor de la villa en muchos años.
Muchedumbres llenaban esa tienda,
de la villa, y de pueblos comarcanos.
Fue próspero y feliz. Todas las tardes,
tras el bronco tumulto del trabajo,
él podaba su parra o sus rosales,
o paseaba por su inmenso patio.
Su mujer y sus hijos y sus clientes,
-los ricos y los pobres-; sus criados;
sus múltiples ahijados y compadres
lo querían. Él era un hombre honrado,
un varón casi mítico: el patriarca.
En su huerta crecieron los manzanos,
las higueras y nísperos. Los frutos
de su huerta no fueron nunca ácidos.
En su ubérrima parra los racimos
fueron la miel de todos los veranos.
Sólo antes de su muerte, un mediodía,
habló de su niñez, triste y nostálgico.
Habló del viejo caserón perdido,
y sus ojos profundos se nublaron.
Se vio en el Sur en florecido huerto,
vio a su remoto padre castellano
con su barba cerrada; vio a su madre
desgranando las cuentas del rosario...
Y acaso vio también el oleaje
brillante de promesas, del Atlántico.
1972
Domingos
A Graciela Delgado Holiday
...luoghi noti
se non che fatti irreali...
M. Luzi
Los domingos había allá una calma
nunca recuperada en otros pueblos.
La palabra añoranza acaso tenga
el sabor de esa dicha irrecobrable.
El color de la vida era el celeste
del cielo abanderado de su pueblo.
Pasaban las muchachas misteriosas
con sus madres. La misa era el destino.
En la plaza los árboles brillaban
bajo el sol eucarístico, en el aire
vibrante de campanas y estriado
por vuelos de paloma.
Mi mundo estaba en una esquina blanca
de calles silenciosas. Las calzadas
temblaban al pasar de los jinetes.
No se oían carretas. Los domingos
descansaban los bueyes en el campo.
En la esquina sombreada por ovenias
los tíos patriarcales, sosegados,
ya desaparecidos hace tiempo
de sus casonas de emparrados patios,
se reunían y hablaban y reían
felices, a la sombra en sus sillones,
con la paz del domingo en la mirada,
y eternos en la fuga de las horas.
18 de octubre, 1973
Elegía
Ah non e piú per me
questa bellezza
P. P. Pasolini
Allí el zaguán. Al fondo el patio verde
separado de la amplia galería
por una balaustrada toda blanca.
¿Dónde estarán las dos criadas mozas
cuyo canto llenaba aquella casa:
Lucía, la del mate mañanero
para el viejo señor de ojos azules;
y Luisa, que cuidaba de las jaulas
y daba de vivir a los jilgueros,
el tembloroso alpiste entre los labios?
¿Dónde, doña Isabel, la blanca dama,
que en esa mecedora, adormecida,
soñaba con los hijos que no tuvo,
y en cuyo inmenso caserón, los pájaros,
prisioneros en jaulas resonantes
compensaban la ausencia de los niños?
Años de enormes soles transcurrieron,
Maduraron las uvas de la parra
verano tras verano. En la casona
un día y otro día y otro día
pasó fugaz la vida, siempre sueño:
los mismos cantos en las mismas jaulas,
y Lucía y Luisa, atareadas,
en el manso vivir de la provincia.
Hoy nadie, nadie, vive en la casona.
En las salas, los muebles polvorientos
evocan los fantasmas familiares.
Un pesado silencio allí se espesa.
Ha tiempo que callaron los jilgueros
en las jaulas vacías. Y la hierba
ahoga los rosales en el patio.
Sólo la parra, verde como siempre,
ofrece inútilmente sus racimos
que hoy nadie ve brillar entre los pámpanos.
Don Pedro de Villarrica
1
Don Pedro está sentado, muy tranquilo,
frente a su casa, en su sillón de mimbre.
Tiene cincuenta años, nariz roja,
escaso el pelo y los ojillos grises.
La boca, grande, nunca se le cierra
porque la tiene siempre hecha sonrisa:
amplia sonrisa con destellos de oro.
Don Pedro está contento con la vida.
Este domingo tibio, de noviembre,
se ha tomado unos mates, ha charlado
con sus perros, sus gatos y sus loros
y está gozando ahora el espectáculo
de la calle. ¡Qué linda va Teresa
a la misa de nueve con su tía!
Teresita es su ahijada, como Lola,
como Ofelia, Isabel, Beatriz y Silvia.
Don Pedro no se queja, aunque le duele
que su mujer y él, ¡ellos tan luego!
tengan que resignarse a ser padrinos
y a amar con triste amor hijos ajenos.
-¡La bendición, padrino!- Teresita
le pide muy modosa, con las manos
unidas a la altura de la boca.
Él cumple con el rito de buen grado
como un obispo en su sillón, y exclama:
-¡Qué preciosa mi ahijada va a la misa!
En latín, los acólitos y el cura,
dirán tres veces: ¡Linda, linda, linda!
2
Pasan dos campesinos y saludan
sacándose el sombrero con respeto.
Pasa un jinete de montado blanco
y saluda también con el sombrero.
Pasa una crujidora, alta carreta,
y el carretero rinde su homenaje
con respeto aún mayor: es que Don Pedro
no sólo es poderoso, es su compadre.
Por el follaje nuevo de la ovenia
a cuya sombra está nuestro prohombre,
rayos del sol ya ardiente van colándose.
Mueve el sillón Don Pedro a un lugar donde
el sol no le moleste. -Con lo roja
que tengo la nariz -piensa Don Pedrono dejaré que el sol me haga cosquillas
donde resulto hermoso por lo feo.
-¡Qué domingo estupendo! Treinta años
pronto se cumplirán desde que vine,
edifiqué mi casa, abrí el negocio
y me casé. Los años más felices
son los aquí vividos -continúa-Y si no tengo hijos tengo ahijados.
Mi mujer no es gran cosa en cuanto a físico.
Pero la quiero. Es flaca como un palo.
Pero la quiero. Pobre mujer flaca,
si no la quiero yo quién va a quererla...
(Doña Isabel, en ese mismo instante
aparece en el marco de la puerta).
-¿Quieres, amor, un mate? ¡Lindo día!
-Lo lindo es la mujer que trae el mate
y con el mate la mejor figuracontesta él, quién sabe si galante
por costumbre, o acaso convencido
de que flaca, Isabel, y con achaques,
dientes postizos y cabello escaso,
con toda su flacura tiene ángel.
Don Pedro acepta el mate y sorbe el líquido
verde y caliente por el tubo grueso
de la bombilla de oro, y mientras sorbe,
le queda el rostro, unos segundos, serio:
la sonrisa feliz, por vez primera,
al desaparecer, se le fue adentro,
pero vuelve a salir, al fin del mate:
En ella brilla el oro de dos dientes
y una verdosa gratitud afable...
29 de noviembre, 1968
La plenitud de un día de esos años...
...Ma quel giorno non torna
Cesare Pavese
Inmenso ser viviente de alma verde,
veo cubrir la parra los dos patios.
Veo fulgir el sol entre sarmientos
y veo trozos de un azul diáfano.
Estoy allí, a la sombra de esa parra.
Siento el aire caliente del verano,
el olor de la tierra humedecida,
y la semiembriaguez de dulces vahos.
Mas yo quisiera ver la casa entera:
los muebles, los objetos de los cuartos
tales como antes, con su luz y sombra;
la sala en que dormía aquel piano,
la de grandes ventanas con postigos
biselados de sol curioso y cálido.
Quisiera ver el lecho en que he dormido
los sueños de mis días plateados.
Y despertar quisiera en la penumbra
del dormitorio, a algún domingo mágico,
y salir a aquel aire amanecido,
estriado por los silbos de los pájaros.
¡Ver más, ver mucho más de lo que veo,
en lento film de todo ese pasado;
en la resurrección de un universo
en que hasta el musgo sobre el muro blanco
exige verdear en la memoria
en la restauración de todo el cuadro!
¡Y vivir otra vez, en un minuto
la plenitud de un día de esos años!
28 de diciembre, 1973
La noche inesperada
I
Subo la escalinata a pasos lentos
y llego a un corredor de alta techumbre.
Hay una puerta abierta. Hay otras puertas
que a amplias alcobas blancas dan acceso.
Voy hacia el comedor, en cuya estufa
se vio brillar un día una centella.
(Se hizo de noche de repente: el cielo
se derrumbó entre rayos y relámpagos,
y ante nuestro estupor, zigzagueante,
de la estufa surgió la enorme chispa).
De esto hace mucho tiempo. Lo recuerdo
mientras contemplo la espaciosa sala:
las vigas negras sobre el techo blanco,
los cuadros y los muebles impasibles;
el ventanal que, inmenso, de cristales
lucientes, es el marco de un bellísimo
paisaje: el lago azul, los cerros verdes,
y, en la calle, un lapacho que se alza
con su fiesta de flores amarillas,
más doradas que el sol que las enciende.
II
Estoy solo. No se oye más que el trino
de pájaros bermejos en los patios.
Y cruzo el comedor porque sospecho
que afuera, junto al pozo enjalbegado,
me esperan; que este día recupero
la dicha de otro día muy lejano.
Debajo de la pérgola no hay nadie;
y, solitario, el pozo duerme mudo,
con un círculo negro allá en su fondo.
Regreso al comedor, miro hacia el lago,
pero no veo el lago, ni los cerros,
sino una niebla gris que avanza lenta.
Ya no cantan los pájaros bermejos.
Bajo la escalinata como huyendo
de no sé qué peligro. Y de repente
me encuentro aquí, en la noche inesperada,
ajeno ya a aquel mundo, mientras suenan
dobles acompasados en las sombras.
Abril, 1981
Perdurable tertulia
Una dama, dos graves caballeros
y un mozo adolescente, en sus butacas
de claro mimbre o de madera oscura
aquel remoto día platicaban.
Lo testimonia una fotografía
que alguien sacó con una antigua cámara.
Frente al zaguán de la casona prócer
están, sobre la acera sombreada
por un árbol frondoso. Las imágenes
se van desvaneciendo. La mañana
de aquel día de sol más se adivina
que se la siente con su lumbre clara.
Yace a los pies del grupo un can oscuro
adormilado sobre la calzada.
Hay un enigma en la fotografía
que es el del niño que, junto a la dama,
en traje marinero, desdibuja
en la sombra, los rasgos de su cara.
¿Quién sería? ¿Yo mismo? ¿Algún pariente?
Es su perfil una confusa mancha.
Mas la hora perdura todavía
con fijeza tenaz en la instantánea.
El grupo sigue hablando, misterioso,
y entre los caballeros y la dama
vibrar parece aún el aire quedo
con un temblor de voces y de almas.
Sólo el adolescente hoy sobrevive
y acaso viva el niño cuya vaga
figura, con su traje marinero
su identidad esconde a la mirada.
¡Oh, qué hermoso si en sueños visionarios
a aquel día remoto regresara
y, después de saludos y de abrazos
le viera al niño aquel la faz velada
y despertando al can adormecido
todo un mundo abolido restaurara!
5 de marzo, 1981
Extraña visita
Fue el regreso de toda la familia
al pueblo y a la casa de los tíos.
Después de tantos años, la visita
la hacíamos los muertos y los vivos.
A nadie este prodigio sorprendía.
No existía la muerte entre los míos,
porque o los muertos no se habían muerto,
o los vivos vivían otra vida;
o quizás, todos éramos espectros
volviendo a una soñada Villa Rica.
El pueblo era un milagro de hermosura:
había un resplendor sobre las casas
y una alegría y una paz profunda
en verdes patios de sombrosas parras.
¿Era un día domingo en primavera?
¿Era el pueblo de antaño u otro pueblo?
Imposible decirlo. Era y no era.
Su extraña maravilla era lo cierto.
Por un zaguán de cal reciente entramos.
Vimos la galería -enjalbegado
también con cal reciente- acogedora.
La parra y los rosales en el patio
resplandecían bajo luz dorada.
Todo estaba en su sitio como otrora.
El gran perro ladró un instante y luego
sumiso y manso meneó la cola.
Era el Pampa, mi amigo de otro tiempo.
Cantaban los canarios en sus jaulas.
En el aro de hierro el papagayo
las palabras de siempre mascullaba.
Nosotros, dando voces, avanzamos.
Mas nadie respondía a nuestras voces
sino los ecos que en las vastas salas
oscuramente repetían nombres.
¿Dónde estaban los tíos? Nos miraban
curiosos, sus retratos taciturnos,
desde un día de bodas muy lejanas,
y sus miradas eran de otro mundo.
¿Nadie estaba en la casa? No importaba.
Ya vendrían más tarde. Nos reunimos
en el patio, y sentados en los bancos
conversamos los padres y los hijos.
Y estábamos alegres porque estábamos
juntos allí, los muertos y los vivos
como si nunca hubiera habido muertes
ni aun la de aquellos que se habían ido
y dejado la casa abandonada
aunque limpia y hermosa: el patio, verde;
blanca la galería, pura el agua
del hondísimo pozo, y las alcobas
recién barridas, con sus anchas camas
tendidas; y, con rosas, los floreros.
-Este racimo es para ti: el más grande
dijo un hermano muerto, y sonriendo
puso el racimo en manos de mi padre,
Cantaban los canarios en las jaulas.
Mascullaba el pintado papagayo
su escaso repertorio de palabras.
¿Dónde estaban los tíos? ¿No vendrían
felices de encontramos en su casa
sin previo aviso nuestro, y la familia
renovaría entonces los coloquios
hacía tanto tiempo suspendidos?
La dicha familiar cesó de pronto.
Se oyó una voz en el zaguán vacío:
la voz no era de nadie, pero alguien
invisible volvía del olvido
oscureciendo de terror el aire.
26 de febrero, 1981
El portón invisible
Rodríguez Alcalá, Hugo
Alcántara Manuel
Biografía
Poeta y periodista español nacido en Málaga en 1928.
Desde 1945 se radicó en Madrid donde cursó estudios de Derecho. Lleva muchos años
publicando columnas diarias en la prensa española, dándole la oportunidad a sus lectores de
vivir muy de cerca su fino humor y su personalidad brillante.
Ha obtenido varios premios de periodismo y numerosos certámenes poéticos de provincias.
Entre sus galardones se destacan el Premio Nacional de Literatura, el Premio Periodístico
Comité Español de Unicef, el premio Juventud en 1955, el Premio Javier Bueno de la
Asociación de la Prensa de Madrid y los premios Luca de Tena, César González Ruano,
Mariano de Cavia y José María Pemán.
Asimismo, recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga en el año
2000 y Pluma de Plata del Club de la Escritura de Parker Waterman en el año 2001.
Entre sus publicaciones figuran: «Manera de silencio» en 1955, «Ciudad de entonces» en
1962 y «La mitad del tiempo» en 1963.
AMANECER
ARCÁNGEL DE PEREZA
BIOGRAFÍA
DE MÍ, UNA GUITARRA EN AQUEL TIEMPO
ESTE JUEVES
SONETO PARA ACABAR UN AMOR
SONETO PARA EMPEZAR UN AMOR
SONETO PARA ESPERARTE EN UNA CAFETERÍA
SONETO PARA EMPEZAR UN AMOR
Ocurre que el olvido, antes de serlo,
fue grande amor, dorado cataclismo;
muchacha en el umbral de mi egoísmo,
¿qué va a pasar? mejor es no saberlo.
Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo?
Amar son cercanías de uno mismo.
Como siempre, rodando en el abismo,
se irá el amor, sin verlo ni beberlo.
Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío;
cumpliendo años irás en mi memoria,
viviendo para ayer, como una brasa,
porque no llegará la sangre al río,
porque un día seremos sólo historia
y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.
SONETO PARA ESPERARTE EN UNA CAFETERÍA
Resulta que la historia estaba escrita
cuando yo quise hacerla a mi manera.
Cuando yo no quería que volviera
resulta que la historia resucita.
Resulta que en el tiempo de la cita
tendrán que hacer un banco de madera.
Al corazón le viene bien la espera,
quién sabe si además la necesita.
Azafatas de vuelo alicortado
van del café a las piñas tropicales
por aires ciudadanos y ruidosos.
Arriba el tiempo nuevo ha presentado
sus fluorescentes luces credenciales
y enrolla pergaminos luminosos.
SONETO PARA ACABAR UN AMOR
He quemado el pañuelo por si acaso
se pudiera tejer de nuevo el lino.
Le sobra la mitad del vaso al vino
y más de media noche al cielo raso.
Tenía que pasar esto. Y el caso
es que estando yo siempre de camino
y estando tú parada, no te vi y no
me ha cogido el amor nunca de paso.
Puede que salga a relucir la historia
porque nunca se acaba lo que acaba,
que se queda a vivir en la memoria.
Echa a andar el amor que te he tenido
y se va no sé dónde. Donde estaba.
De donde no debiera haber salido.
EN AQUEL TIEMPO
Yo tuve el corazón capaz de lluvia.
Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.
Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.
Me fui quedando acompañado y cierto,
entendido en los bosques de mi jungla,
leñador orgulloso de raíces
que no debieron nunca estar ocultas.
Lo de siempre se puso a ser distinto:
el mar entero cupo en una urna,
el hielo de los vasos provenía
de una lejana nieve, nuestra y única,
mis manos migratorias se quedaron
a vivir en tu tierra más profunda
y en mi boca, de siempre descontenta,
dimitían de pronto las preguntas.
Presenciadas por dos cambian las torres,
la muerte aplaza sus gestiones últimas
y estar vivo se agita y condecora.
La muerte debe ser como un espejo
donde uno mira y mira sin ver nunca.
Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa
ninguna muerte ni ninguna duda.
Te hablo desde febrero y desde siempre:
sabemos del amor por lo que alumbra,
por lo que tuerce y acrecienta y rige,
por su forma de andar en la penumbra...
Y así, sobre semanas perseguidas
izamos con esfuerzo nuestra alma.
ARCÁNGEL DE PEREZA
Un arcángel me ronda indiferente,
oigo sus alas cerca de mi aliento;
un arcángel me ronda, yo lo siento
con el peso del aire por mi frente.
El me enseñó a decir "inútilmente"
y a darle los propósitos al viento;
su espada, del metal del desaliento
se hundió en mi voluntad desobediente.
Arcángel rondador de la desgana,
que se lleva el dolor que no me tomo
para traerlo el día de mañana...
Sujetas van las penas por las bridas,
enjaezadas, dolientes, nobles, como
las mulas al final de las corridas.
Sólo la ociosidad es mi tarea.
Las morunas naranjas, gajo a gajo,
vierten su antiguo zumo, y en el tajo
se ha vuelto perezosa la pelea.
Si esto es vivir, que venga Dios y vea
cómo ando con la vida cuesta abajo...
Que cuesta estar de pie mucho trabajo
para después marcharse adonde sea.
El naufragio que llevo entre las sienes,
que es verdad que no cabe en cualquier río,
me trae a mal traer... Y aquí me tienes
contándole una historia a los desiertos,
machacando la vida en hierro frío,
hablando de la muerte con los muertos.
Lo sabe el corazón. Que no se diga
que el corazón no sabe lo que tiene.
Sobre su propia muerte se sostiene
pero la sangre a veces se fatiga.
Cansado y todo dice Dios que siga
habitando el vacío, que se llene
de noches y de nada... Mientras viene
uno se echa a dormir. Pereza obliga.
Con la genealogía de los trinos
cantando está la antigua voz del arte
a la insegura sombra de la suerte,
la memoria se llena de caminos
pero no llegaré a ninguna parte
con este corazón de mala muerte.
ESTE JUEVES
Este jueves depende de tu boca.
Debes cuidarlo igual que un parque a un niño,
como cuida el otoño cada hoja
y le procura el aire necesario
para que se reúna con las otras.
Mira este jueves. No lo sabe. Míralo
acercarse a nosotros entre sombras.
y ocupar la ciudad como un ejército
que no pensara nunca en su derrota.
Será jueves en todo. Está de paso
pero quiere vivir de luces propias.
Entrará en la oficina de mañana,
a mediodía contará sus horas
y se quedará al norte de las cartas
que desde que se escriben son remotas.
Mira cómo se acerca hasta nosotros:
viste de azul y herencias sigilosas,
establece su número y su luna
¡el tiempo siendo jueves en las cosas!
Cuídalo tú que puedes, no le dejes
que tal día haga un año en la memoria.
Mira cómo se acerca a la ventana
sin saber que depende de tu boca.
Para pasar un día con nosotros
ha salido este jueves de sus sombras.
AMANECER
Una vez más reaparece
el día de ayer, ya dado
por muerto y por enterrado.
Otra vez desaparece
el silencio y me amanece
otra vez a nuestro lado.
No sé si será pecado.
A mí no me lo parece.
En este día cualquiera
párate a ver cómo canta,
antes que me vaya fuera,
mi corazón en tu mano
y tu boca en mi garganta
por la mañana temprano.
BIOGRAFÍA
Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
yo era un niño jugando a la alegría.
Ahora juego a todo lo que obliga
la impuesta profesión de ser humano,
y a veces, al final de la fatiga,
enseño a andar palabras de la mano.
Ser hombre es ir andando hacia el olvido
haciéndose una patria en la esperanza;
cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido
y a gritos no se alcanza.
( Dentro de poco se dirá que fuiste,
que alguien llamado así, vivió y amaba...)
Ser hombre es una larga historia triste
y un buen día se acaba.
Desde mis veinticinco historias vengo.
Nada me importó nada.
Pero cualquier capítulo lo tengo
miniado en letra triste y colorada.
Un hombre hecho y deshecho
os habla. Soy distinto cada año.
Tengo un desconocido por el pecho.
Sí. Miradme a los versos. No os engaño.
Tengo el sombrío bosque de la frente
esperando que llueva;
mientras, el alma suena bajo el puente,
y cuando el alma suena es que a Dios lleva.
Vuelvo a andar el camino desandado
y en mi paso resuenan las cadenas.
Recuerda el corazón acostumbrado...,
¡qué buen fisonomista de las penas!
Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo...
Amor, duda, esperanza... Siempre vienen...
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.
Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.
Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo.
DE MÍ, UNA GUITARRA
Cuando yo me haya ido
-qué triste que me vayade esta madera mía
que me hagan una guitarra.
Cuando termine la muerte,
si dicen: "¡A levantarse!",
a mí que no me despierten.
Que por mucho que lo piense,
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.
Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.
Para encontrarme conmigo
vuelvo a salir a la calle,
calle del tiempo perdido.
Para encontrarme contigo
estoy buscando en el suelo
las huellas de su sonido.
Para encontrarme con nadie
me pongo a mirar arriba,
¡Auxilio, que Dios me ampare!
Mis cuentas no están cabales:
me falta una golondrina
y me sobran tres cristales.
Mira qué cosa tan rara:
pasé la noche contigo
estando solo en mi cama.
En este día cualquiera
párate a ver cómo canta,
antes que me vaya fuera,
mi corazón en tu mano
y tu boca en mi garganta
por la mañana temprano.
Ponte a vivir como loco:
ama, ríe, bebe, olvida.
Puesto a vivir todo es poco
por más que dure la vida.
El mar no puede morir,
se quedará navegando
aunque no haya nadie aquí.
Si otros no buscan a Dios
yo no tengo más remedio:
me debe una explicación.
No digo que sí o que no.
Digo que si Dios existe
no tiene perdón de Dios.
No digo que no o que sí.
Digo que me gustaría
que Él también creyera en mí.
Yo no le guardo rencor.
Si le encuentro alguna vez
nos perdonamos los dos.
Mi pobre tierra no puede
darme lo que estoy buscando.
Nadie da lo que no tiene.
Yo no culpo a Andalucía,
sé muy bien que a su esperanza
le pasó lo que a la mía.
Averigua quién te dio
esas ganas de morirte.
Ha tenido que ser Dios.
Ha tenido que ser Dios
un día que estaba triste.
No tiene otra explicación.
Baltazar de Alcázar
BALTAZAR DE ALCÁZAR
(1530 – 1606)
Baltasar de Alcázar (o del Alcázar) nació en Sevilla, de una familia
numerosa y acomodada de conversos: fue el sexto hijo del jurado
Luis de Alcázar. Su madre fue madre doña Leonor de León Garabito.
Parece ser que estudió Humanidades en León, aunque otros dicen
que en Sevilla.
Militó en las galeras del famoso Marqués de Santa Cruz y de Álvaro
de Bazán y, luego, al servicio de Fernando Enríquez de Ribera,
duque de Alcalá. Fue alcalde de la villa de Los Molares y contable de
los condes de Gelves. Como a otros, estas actividades militares y
cívicas no fueron obstáculo para escribir la literatura y consagrarse
a otras artes.
Era de carácter alegre y jovial. Estoico por naturaleza y siempre
haciendo frente a cualquier adversidad, como a su larga
enfermedad de la gota. Humilde. Nunca buscó la fama. La poesía
era para él un deleite y una recreación.
Baltasar de Alcázar murió en Ronda, a causa de la gota, en 1606.
TRES COSAS
Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.
Esta Inés (amantes) es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.
Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.
Fue de Inés la primer palma,
pero ya júzgase mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.
En gusto, medida y peso
no le hallo distinción,
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.
Alega Inés su beldad,
el jamón que es de Aracena,
el queso y berenjena
la española antigüedad.
Y está tan en fil el peso
que juzgado sin pasión
todo es uno, Inés, jamón,
y berenjenas con queso.
A lo menos este trato
de estos mis nuevos amores,
hará que Inés sus favores,
me los venda más barato.
Pues tendrá por contrapeso
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.
A CRISTO
Cansado estoy de haber sin Ti vivido,
que todo cansa en tan dañosa ausencia.
Mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia,
si me falta el dolor de arrepentido?
Pero, Señor, en pecho tan rendido
algo descubrirás de suficiencia
que te obligue a curar como dolencia
mi obstinación y yerro cometido.
Tuya es mi conversión y Tú la quieres;
tuya es, Señor, la traza y tuyo el medio
de conocerme yo y de conocerte.
Aplícale a mi mal, por quien Tú eres,
aquel eficacísimo remedio
compuesto de tu sangre, vida y muerte.
CERCADA
Cercada está mi alma de contrarios;
la fuerza, flaca; el castellano, loco;
el presidio, infiel, bisoño y poco,
ningunos los pertrechos necesarios.
Los socorros que espero, voluntarios,
porque ni los merezco ni provoco;
tan desvalido, que aun a Dios no invoco
porque mis consejeros andan varios.
Los combates, continuos, y la ofensa;
los enemigos, de ánimo indomable;
rota por todas partes la muralla.
Nadie quiere acudir a la defensa...
¿qué hará el castellano miserable
que en tanto estrecho y confusión se halla?
AL AMOR
1
Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto
me prometiste presto y a pie quedo?
¿Andar mirlado entre esperanza y miedo,
cercado de respetos, hecho un tanto?
Sustos, celos, favores, risa y llanto
dalos, Amor, a quien se lame el dedo;
los que me diste a mí te vuelvo y cedo,
no quiero tomar más cosa de espanto.
Bien siento las heridas y que salgo
de tu poder para ponerme en cura,
porque tengo aún abiertas las primeras.
Y juro por la fe de hijodalgo
de si mi buen propósito me dura
de no partir de hoy más contigo peras.
2
Amor, no es para mí ya tu ejercicio,
porque cosa que importa no la hago;
antes lo que tu intentas yo lo estrago,
porque no valgo un cuarto en el oficio.
Hazme pues, por tu fe, este beneficio:
que me sueltes y des carta de pago.
Infamia es que tus tiros den en vago:
procura sangre nueva en tu servicio.
Ya yo con solas cuentas y buen vino
holgaré de pasar hasta el extremo;
y si me libras de prisión tan fiera,
de aquí te ofrezco un viejo mi vecino
que te sirva por mí en el propio remo,
como quien se rescata de galera.
YO ACUERDO
Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en éste siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.
Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga,
que van fuera ocho versos del soneto.
Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado,
que teniendo el soneto ya en la boca
y el orden de decillo ya estudiado,
conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés, es acabado.
A UNA MUJER ESCUÁLIDA
Yace en esta losa dura
una mujer tan delgada
que en la vaina de una espada
se trajo a la sepultura.
Aquí el huésped notifique
dura punta o polvo leve,
que al pasar no se la lleve,
o al pisarla, no se pique.
JOB
A Job el diablo tentó
con tanta solicitud,
que los bienes, la salud
y los hijos le quitó.
Más no pudiendo vencer
su virtud, por inquietarle,
trató de desesperarle
y le dejó... la mujer.
EL ESTUDIANTE
Cierto día un estudiante
al revisar su ropilla,
se encontró en la pantorrilla,
un enorme interrogante.
Siguió el pobrete adelante,
y al ver que en puntos hervía
su calceta, maldecía
diciendo: "¡Cuán bueno fuera
si más estambre tuviera
y menos ortografía!"
CONSTANZA
Dos galanes pelearon
sobre Constanza una tarde:
Mirad, así Dios nos guarde,
para donde lo guardaron.
Si nació la enemistad
de verse un poco apretados,
dos pueden caber holgados
y aún tres a necesidad.
LA NARIZ DE CLARA
Tu nariz, hermana Clara,
ya vemos visiblemente
que parte desde la frente:
no hay quien sepa dónde para.
Mas puesto que no haya quien,
por derivación se saca
que una cosa tan bellaca
no puede parar en bien
A UN GIBOSO DE DELANTE
Un socarrón mesonero
dijo a un giboso al revés:
- No me neguéis esta vez
que cargasteis delantero.
El gibado, a estas razones
replicó: - Es muy importante
llevar la carga delante
quien se halla entre ladrones.
UNA CENA
En Jaén, donde resido,
vive don Lope de Sosa
y diréte, Inés, la cosa
más brava de él que has oído.
Tenía este caballero
un criado portugués...
Pero cenemos, Inés
si te parece primero.
La mesa tenemos puesta,
lo que se ha de cenar junto,
las tazas del vino a punto:
falta comenzar la fiesta.
Comience el vinillo nuevo
y échole la bendición;
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo.
Franco, fue, Inés, este toque,
pero arrójame la bota;
vale un florín cada gota
de aqueste vinillo aloque.
¿De qué taberna se traxo?
Mas ya..., de la del Castillo
diez y seis vale el cuartillo,
no tiene vino más baxo.
Por nuestro Señor, que es mina
la taberna de Alcocer;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.
Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.
Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento.
Esto, Inés, ello se alaba,
no es menester alaballo;
sólo una falta le hallo
que con la priesa se acaba.
La ensalada y salpicón
hizo fin: ¿qué viene ahora?
La morcilla, ¡oh gran señora,
digna de veneración!
¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué través y enjundia tiene!
Paréceme, Inés, que viene
para que demos en ella.
Pues, sus, encójase y entre
que es algo estrecho el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.
Echa de lo tras añejo,
porque con más gusto comas,
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia mi consejo.
Mas di, ¿no adoras y aprecias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica;
tal debe tener de especias!
¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos,
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.
El corazón me revienta
de placer; no sé de ti.
¿Cómo te va? Yo, por mí,
sospecho que estás contenta.
Alegre estoy, vive Dios:
mas oye un punto sutil:
¿no pusiste allí un candil?
¿Cómo me parecen dos?
Pero son preguntas viles;
ya sé lo que puede ser:
con este negro beber
se acrecientan los candiles.
Probemos lo del pichel,
alto licor celestial;
no es el aloquillo tal,
no tiene que ver con el.
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color!
¡Todo con tanta fineza!
Mas el queso sale a plaza
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.
Prueba el queso, que es extremo,
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es mala
bien puedes bogar su remo.
Haz, pues, Inés, lo que sueles,
daca de la bota llena
seis tragos; hecha es la cena,
levántese los manteles.
Ya que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.
Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo...
Las once dan, yo me duermo;
quédese para mañana.
SU MODO DE VIVIR EN LA VEJEZ
Deseáis, señor Sarmiento,
saber en estos mis años,
sujetos a tantos daños,
cómo me porto y sustento.
Yo os lo diré en brevedad,
porque la historia es bien breve,
y el daros gusto se os debe
con toda puntualidad.
Salido el sol por oriente
de rayos acompañado,
me dan un huevo pasado
por agua, blando y caliente.
Con dos tragos del que suelo
llamar yo néctar divino,
y a quién otros llaman vino
porque nos vino del cielo.
Cuando el luminoso vaso
toca en la meridional,
distando por un igual
del Oriente y del ocaso,
me dan asada y cocida
una gruesa y gentil ave,
con tres veces del suave
licor que alarga la vida.
Después que cayendo, viene
a dar en el mar Hesperio,
desamparado el imperio
que en este horizonte tiene;
me suelen dar a comer
tostadas en vino mulso,
que el enflaquecido pulso
restituyen a su ser.
Luego me cierran la puerta,
yo me entrego al dulce sueño,
dormido soy de otro dueño;
no sé de mi nueva cierta.
Hasta que, habiendo sol nuevo
me cuentan cómo he dormido:
y así de nuevo les pido
que me den néctar y huevo.
Ser vieja la casa es esto:
veo que se va cayendo,
voile puntales poniendo
porque no caiga tan presto.
Más todo es vano artificio;
presto me dicen mis males
que han de faltar los puntales
y allanarse el edificio.
EPIGRAMAS
1
"Hurtaron a Madalena
Sus chapines y jervillas,
Brama y hace maravillas
De su cuerpo con la pena.
Mas dará por bien hurtados
las jervillas y chapines
dándoles un par de botines
de los que llaman cerrados"
2
"Tus botines, Dorotea,
Tienen ya la flor gastada.
Dáselos a tu criada
Que ya lo merece y desea.
Dáselos de buena gana,
Que a ti no te ha de faltar,
Pues que los suelen dar
A pares cada semana."
Duda si Hero gozó a Leandro
Tiempo fue en que se dudó
Si tuvo ó no doña Hero
La vela en su candelero
Cuando Leandro se anegó.
Y certificóme Lara,
Su dueña, que no; pues fuera
Cierto que, si la tuviera,
Leandro no se anegara.
3
Epitafio a los mismos
A Hero y Leandro encierra,
Esposos de mala data,
Esta poca arena ingrata,
Que aun no alcanzan buena tierra.
Consumaron, para dar
De loco amor testimonio,
En el templo, el matrimonio;
El disparate, en el mar.
4
Soga fué Leandro, y Hero
Caldero; pozo fué el mar,
Y vino el demonio á echar
La soga tras el caldero.
A SIRINGA
Dicen que Siringa era
Lo que después fue jeringa,
Porque le faltó a Siringa
Una ayuda en la carrera.
Otras no alcanzan un pan,
Y aquésta de Pan huía;
Que con la beldad se cría
Tan descortés ademán.
Criada en ocio y regalo,
Sin hilar como mujer,
no le debía saber
Bien à secas pan tan malo.
Mas Pan, por dárselo à secas,
Corrido de correr, dio
En que la que nunca hiló
Diese cañas para ruecas.
A PRÍAMO Y TISBE
Yacen aquí amantes dos,
Muertos de una necedad,
Que siempre fue enfermedad
De que sólo cura Dios.
Principio y fin dio a su amor
Agujero lisonjero,
Que, en fin, cualquier agujero
Es mortal en el honor.
Escarmientos en su mal
Te dará esta selva triste
Llora con la fuente y viste
De luto con el moral.
Francisco de Aldana
Biografía
FRANCISCO DE ALDANA
(¿1528 - 1575)
Castellano de nacimiento y perteneció a la escuela salmantina. Fue
hombre de armas, general en Flandes y guerrero que acompaño al
monarca portugués don Sebastián en la reyerta de Alcazarquivir,
perdiendo allí heroicamente la vida.
Gran humanista, prototipo del renacimiento español. Poseía gran
fuerza expresiva y una fuerte pasión por todo y en todo lo que
emprendía, incluyendo la poesía sobre todo bajo el símbolo
patriótico.
Si bien se le considera como poeta consumado, su espíritu, firmeza
moral y fe se ensalzan de una manera particular en su famosa Carta
para Arias Montano, en donde muestra un neoplatonismo
claramente expuesto en lo místico y lindando todo ello en un vital
dramatismo.
CARTA PARA ARIAS MONTANO
GLOSA
SONETOS
EPÍSTOLA A UNA DAMA
A UNA DAMA
CARTA PARA ARIAS MONTANO
Montano, cuyo nombre es la primera
estrellada señal por do camina
el sol el cerco oblicuo de la esfera,
nombrado así por voluntad divina,
para mostrar que en ti comienza Apolo
la luz de su celeste diciplina:
yo soy un hombre desvalido y solo,
expuesto al duro hado cual marchita
hoja al rigor del descortés Eolo;
mi vida temporal anda precita
dentro el infierno del común trafago
que siempre añade un mal y un bien nos quita.
Oficio militar profeso y hago,
baja condenación de mi ventura
que al alma dos infiernos da por pago.
Los huesos y la sangre que natura
me dio para vivir, no poca parte
dellos y della he dado a la locura,
mientras el pecho al desenvuelto Marte
tan libre di que sin mi daño puede,
hablando la verdad, ser muda el arte.
Y el rico galardón que se concede
a mi (llámola así) ciega porfía
es que por ciego y porfiado quede.
No digo más sobre esto, que podría
cosas decir que un mármol deshiciese
en el piadoso humor que el ojo envía,
y callaré las causas de interese,
no sé si justo o injusto, que en alguno
hubo porque mi mal más largo fuese.
Menos te quiero ser ora importuno
en declarar mi vida y nacimiento,
que tiempo dará Dios más oportuno:
basta decir que cuatro veces ciento
y dos cuarenta vueltas dadas miro
del planeta seteno al firmamento
que en el aire común vivo y respiro,
sin haber hecho más que andar haciendo
yo mismo a mí, crüel, doblado tiro
y con un trasgo a brazos debatiendo
que al cabo, al cabo, ¡ay Dios!, de tan gran rato
mi costoso sudor queda riendo.
Mas ya, ¡merced del cielo!, me desato,
ya rompo a la esperanza lisonjera
el lazo en que me asió con doble trato.
Pienso torcer de la común carrera
que sigue el vulgo y caminar derecho
jornada de mi patria verdadera;
entrarme en el secreto de mi pecho
y platicar en él mi interior hombre,
dó va, dó está, si vive, o qué se ha hecho.
Y porque vano error más no me asombre,
en algún alto y solitario nido
pienso enterrar mi ser, mi vida y nombre
y, como si no hubiera acá nacido,
estarme allá, cual Eco, replicando
al dulce son de Dios, del alma oído.
Y ¿qué debiera ser, bien contemplando,
el alma sino un eco resonante
a la eterna beldad que está llamando
y, desde el cavernoso y vacilante
cuerpo, volver mis réplicas de amores
al sobrecelestial Narciso amante;
rica de sus intrínsecos favores,
con un piadoso escarnio el bajo oficio
burlar de los mundanos amadores?
En tierra o en árbol hoja algún bullicio
no hace que, al moverse, ella no encuentra
en nuevo y para Dios grato ejercicio;
y como el fuego saca y desencentra
oloroso licor por alquitara
del cuerpo de la rosa que en ella entra,
así destilará, de la gran cara
del mundo, inmaterial varia belleza
con el fuego de amor que la prepara;
y pasará de vuelo a tanta alteza
que, volviéndose a ver tan sublimada,
su misma olvidará naturaleza,
cuya capacidad ya dilatada
allá verná do casi ser le toca
en su primera causa transformada.
Ojos, oídos, pies, manos y boca,
hablando, obrando, andando, oyendo y viendo,
serán del mar de Dios cubierta roca;
cual pece dentro el vaso alto, estupendo,
del oceano irá su pensamiento
desde Dios para Dios yendo y viniendo.
Serále allí quietud el movimiento,
cual círculo mental sobre el divino
centro, glorioso origen del contento,
que, pues el alto, esférico camino
del cielo causa en él vida y holganza,
sin que lugar adquiera peregrino,
llegada el alma al fin de la esperanza,
mejor se moverá para quietarse
dentro el lugar que sobre el mundo alcanza,
do llega en tanto extremo a mejorarse
(torno a decir) que en él se transfigura,
casi el velo mortal sin animarse.
No que del alma la especial natura,
dentro al divino piélago hundida,
cese en el hacedor de ser hechura,
o quede aniquilada y destrüida,
cual gota de licor, que el rostro enciende,
del altísimo mar toda absorbida,
mas como el aire, en quien en luz se extiende
el claro sol, que juntos aire y lumbre
ser una misma cosa el ojo entiende.
Es bien verdad que a tan sublime cumbre
suele impedir el venturoso vuelo
del cuerpo la terrena pesadumbre.
Pero, con todo, llega al bajo suelo
la escala de Jacob, por do podemos
al alcázar subir del alto cielo;
que, yendo allá, no dudo que encontremos
favor de más de un ángel diligente
con quien alegre tránsito llevemos.
Puede del sol pequeña fuerza ardiente
desde la tierra alzar graves vapores
a la región del aire allá eminente,
¿y tantos celestiales protectores,
para subir a Dios alma sencilla,
vernán a ejercitar fuerzas menores?
Mas pues, Montano, va mi navecilla
corriendo este gran mar con suelta vela,
hacia la infinidad buscando orilla,
quiero, para tejer tan rica tela,
muy desde atrás decir lo que podría
hacer el alma que a su causa vuela.
Paréceme, Montano, que debría
buscar lugar que al dulce pensamiento,
encaminando a Dios, abra la vía,
ado todo exterior derramamiento
cese, y en su secreto el alma entrada
comience a examinar, con modo atento,
antes que del Señor fuese crïada
cómo no fue, ni pudo haber salido
de aquella privación que llaman nada;
ver aquel alto piélago de olvido,
aquel sin hacer pie luengo vacío,
tomado tan atrás del no haber sido,
y diga a Dios: «¡Oh causa del ser mío,
cuál me sacaste desa muerte escura,
rica del don de vida y de albedrío!»
Allí, gozosa en la mayor natura,
déjese el alma andar süavemente
con leda admiración de su ventura.
Húndase toda en la divina fuente
y, del vital licor humedecida,
sálgase a ver del tiempo en la corriente:
veráse como línea producida
del punto eterno, en el mortal sujeto
bajada a gobernar la humana vida
dentro la cárcel del corpóreo afeto,
hecha horizonte allí deste alterable
mundo y del otro puro y sin defeto;
donde, a su fin únicamente amable
vuelta, conozca dél ser tan dichosa
forma gentil de vida indeclinable,
y sienta que la mano dadivosa
de Dios cosas crïo tantas y tales,
hasta la más süez, mínima cosa,
sin que las calidades principales,
los cielos con su lúcida belleza,
los coros del Impíreo angelicales
consigan facultad de tanta alteza
que lo más bajo y vil que asconde el cieno
puedan criar, ni hay tal naturaleza.
Enamórese el alma en ver cuán bueno
es Dios, que un gusanillo le podría
llamar su criador de lleno en lleno,
y poco a poco le amanezca el día
de la contemplación, siempre cobrando
luz y calor que Dios de allá le envía.
Déjese descansar de cuando en cuando
sin procurar subir, porque no rompa
el hilo que el amor queda tramando,
y veráse colmar de alegre pompa,
de divino favor, tan ordenado
cuan libre de desmán que le interrompa.
Torno a decir que el pecho enamorado
la celestial, de allá, rica inflüencia
espere humilde, atento y reposado,
sin dar ni recebir propia sentencia,
que en tal lugar la lengua más despierta
es de natura error y balbucencia.
Abra de par en par la firme puerta
de su querer, pues no tan presto pasa
el sol por la región del aire abierta,
ni el agua universal con menos tasa
hinchió toda del suelo alta abertura,
bajando a la región de luz escasa,
como aquella mayor, suma natura
hinche de su divino sentimiento
el alma cuando abrir se le procura.
No que de allí le quede atrevimiento
para creer que en sí mérito encierra
con que al supremo obligue entendimiento,
pues la impotencia misma que la tierra
tiene para obligar que le dé el cielo
llovida ambrosia en valle, en llano, o en sierra,
o para producir flores el hielo
y plantas levantar de verde cima
desierto estéril y arenoso suelo,
tiene el alma mejor, de más estima,
para obligar que en ella gracia influya
el bien que a tanta alteza le sublima.
Es don de Dios, manificiencia suya,
divina autoridad que el ser abona,
de nuestra indinidad que no le arguya;
y cuando da de gloria la corona,
es último favor que los ya hechos,
como sus propios méritos, corona.
Así que el alma en los divinos pechos
beba infusión de gracia sin buscalla,
sin gana de sentir nuevos provechos,
que allí la diligencia menos halla
cuanto más busca, y suelen los favores
trocarse en interior, nueva batalla.
No tiene que buscar los resplandores
del sol quien de su luz anda cercado,
ni el rico abril pedir hierbas y flores;
pues no mejor el húmido pescado
dentro el abismo está del oceano,
cubierto del humor grave y salado,
que el alma, alzada sobre el curso humano
queda, sin ser curiosa o diligente,
de aquel gran mar cubierta ultramundano;
no, como el Pece, sólo exteriormente,
mas dentro mucho más que esté en el fuego
el íntimo calor que en él se siente.
Digo que puesta el alma en su sosiego
espere a Dios, cual ojo que cayendo
se va sabrosamente al sueño ciego,
que al que trabaja por quedar durmiendo,
esa misma inquietud destrama el hilo
del sueño, que se da no le pidiendo.
Ella verá, con desusado estilo,
toda regarse, y regalarse junto,
de un salido de Dios sagrado Nilo;
recogida su luz toda en un punto,
aquella mirará de quien es ella
indinamente imagen y trasunto
y, cual de amor la matutina estrella
dentro el abismo del eterno día,
se cubrirá toda luciente y bella.
Como la hermosísima judía
que, llena de doncel, novicio espanto,
viendo Isaac que para sí venía,
dejó cubrir el rostro con el manto,
y decendida presto del camello
recoge humilde al novio casto y santo,
disponga el alma así con Dios hacello
y de su presunción decienda altiva,
cubierto el rostro y reclinado el cuello.
y aquella sacrosanta virtud viva,
única, crïadora y redentora,
con profunda humildad en sí reciba.
Mas ¿quién dirá, mas quién decir agora
podrá los peregrinos sentimientos
que el alma en sus potencias atesora:
aquellos ricos amontonamientos
de sobrecelestiales inflüencias
dilatados de amor descubrimientos;
aquellas ilustradas advertencias
de las musas de Dios sobreesenciales,
destierro general de contingencias;
aquellos nutrimentos divinales,
de la inmortalidad fomentadores,
que exceden los posibles naturales;
aquellos (¡qué diré!) colmos favores,
privanzas nunca oídas, nunca vistas,
suma especialidad del bien de amores?
¡Oh grandes, oh riquísimas conquistas
de las Indias de Dios, de aquel gran mundo
tan escondido a las mundanas vistas!
Mas ¡ay de mí!, que voy hacia el profundo
do no se entiende suelo ni ribera,
y si no vuelvo atrás, me anego y hundo.
No más allá; ni puedo, aunque lo quiera.
Do la vista alcanzó, llegó la mano;
ya se les cierra a entrambos la carrera.
¿Notaste bien, dotísimo Montano,
notaste cuál salí, más atrevido
que del cretense padre el hijo insano?
Tratar en esto es sólo a ti debido,
en quien el cielo sus noticias llueve
para dejar el mundo enriquecido;
por quien de Pindo las hermanas nueve
dejan sus montes, dejan sus amadas
aguas, donde la sed se mata y bebe,
y en el santo Sïon ya trasladadas,
al profético coro por tu boca
oyendo están, atentas y humilladas.
¡Dichosísimo aquél que estar le toca
contigo en bosque o en monte o en valle umbroso
o encima la más alta, áspera roca!
¡Oh tres y cuatro veces yo dichoso
si fuese Aldino aquél, si aquél yo fuese
que, en orden de vivir tan venturoso,
juntamente contigo estar pudiese,
lejos de error, de engaño y sobresalto,
como si el mundo en sí no me incluyese!
Un monte dicen que hay sublime y alto,
tanto que, al parecer, la excelsa cima
al cielo muestra dar glorioso asalto
y que el pastor, con su ganado, encima,
debajo de sus pies correr el trueno
ve dentro el nubiloso, helado clima,
y en el puro, vital aire sereno
va respirando allá, libre y exento,
casi nuevo lugar, del mundo ajeno,
sin que le impida el desmandado viento,
el trabado granizo, el suelto rayo,
ni el de la tierra grueso, húmido aliento.
Todo es tranquilidad de fértil mayo,
purísima del sol templada lumbre,
de hielo o de calor sin triste ensayo.
Pareces tú, Montano, a la gran cumbre
deste gran monte, pues vivir contigo
es muerte de la misma pesadumbre,
es un poner debajo a su enemigo:
de la soberbia el trueno estar mirando
cuál va descomponiendo al más amigo,
las nubes de la invidia descargando
ver, de murmuración duro granizo,
de vanagloria el viento andar soplando,
y de lujuria el rayo encontradizo,
de acidia el grueso aliento y de avaricia,
con lo demás que el padre antiguo hizo;
y desta turba vil que el mundo envicia
descargado, gozar cuanto ilustrare
el sol en ti de gloria y de justicia.
El alma que contigo se juntare
cierto reprimirá cualquier deseo
que contra el proprio bien la vida encare;
podrá luchar con el terrestre Anteo
de su rebelde cuerpo, aunque le cueste
vencer la lid por fuerza y por rodeo,
y casi vuelta un Hércules celeste,
sompesará de tierra ese imperfeto,
porque el f avor no pase della en éste,
tanto que el pie del sensitivo afeto
no la llegue a tocar y el enemigo
al hercúleo valor quede sujeto;
de sí le apartará, junto consigo
domándole, firmado en la potencia
del pecho ejecutor del gran castigo;
serán temor de Dios y penitencia
los brazos, coronada de diadema
la caridad, valor de toda esencia.
Mas para conclüir tan largo tema,
quiero el lugar pintar do, con Montano,
deseo llegar de vida al hora extrema.
No busco monte excelso y soberano,
de ventiscosa cumbre, en quien se halle
la triplicada nieve en el verano;
menos profundo, escuro, húmido valle
donde las aguas bajan despeñadas
por entre desigual, torcida calle;
las partes medias son más aprobadas
de la natura, siempre frutüosas,
siempre de nuevas flores esmaltadas.
Quiero también, Montano, entre otras cosas,
no lejos descubrir de nuestro nido
el alto mar, con ondas bulliciosas:
dos elementos ver, uno movido
del aéreo desdén, otro fijado,
sobre su mismo peso establecido;
ver uno desigual, otro igualado,
de mil colores éste, aquél mostrando
el claro azul del cielo no añublado.
Bajaremos allá de cuando en cuando,
altas y ponderadas maravillas
en recíproco amor juntos tratando.
Verás por las marítimas orillas
la espumosa resaca entre el arena
bruñir mil blancas conchas y lucillas,
en quien hiriendo el sol con luz serena,
echan como de sí nuevos resoles
do el rayo visüal su curso enfrena.
Verás mil retorcidas caracoles,
mil bucios istrïados, con señales
y pintas de lustrosos arreboles:
los unos del color de los corales,
los otros de la luz que el sol represa
en los pintados arcos celestiales,
de varia operación, de varia empresa,
despidiendo de sí como centellas,
en rica mezcla de oro y de turquesa.
Cualquiera especie producir de aquéllas
verás (lo que en la tierra no acontece)
pequeñas en extreno y grandes dellas,
donde el secreto, artificioso pece
pegado está, y en otros despegarse
suele y al mar salir, si le parece,
(por cierto, cosa dina de admirarse
tan menudo animal sin niervo y hueso
encima tan gran máquina arrastrarse,
crïar el agua un cuerpo tan espeso
como la concha, casi fuerte muro
reparador de todo caso avieso,
todo de fuera peñascoso y duro,
liso de dentro, que al salir injuria
no haga a su señor tratable y puro),
el nácar, el almeja y la purpuria
venera, con matices luminosos
que acá y allá del mar siguen la furia.
¡Ver los marinos riscos cavernosos
por alto y bajo en varia forma abiertos,
do encuentran mil embates espumosos;
los peces acudir por sus inciertos
caminos con agalla purpurina,
de escamoso cristal todos cubiertos!
También verás correr por la marina,
con sus airosas tocas, sesga y presta,
la nave, a lejos climas peregrina.
Verás encaramar la comba cresta
del líquido elemento a los extremos
de la helada región, al fuego opuesta;
los salados abismos miraremos
entre dos sierras de agua abrir cañada,
que de temor Catón suelta sus remos.
Veráse luego mansa y reposada
la mar, que por sirena nos figura
la bien regida y sabia edad pasada,
la cual en tan gentil, blanda postura
vista del marinero, se adormece
casi a música voz, süave y pura,
y en tanto el fiero mar se arbola y crece
de modo que, aun despierto, ya cualquiera
remedio de vivir le desfallece.
En fin, Montano, el que temiendo espera
y velando ama, sólo éste prevale
en la estrecha, de Dios, cierta carrera.
Mas ya parece que mi pluma sale
del término de epístola, escribiendo
a ti, que eres de mí lo que más vale;
a mayor ocasión voy remitiendo,
de nuestra soledad contemplativa,
algún nuevo primor que della entiendo.
Tú, mi Montano, así tu Aldino viva
contigo, en paz dichosa, esto que queda
por consumir de vida fugitiva;
y el cielo, cuando pides, te conceda
que nunca de su todo se desmiembre
ésta tu parte y siempre serlo pueda.
Nuestro Señor en ti su gracia siembre
para coger la gloria que promete.
De Madrid, a los siete de setiembre,
mil y quinientos y setenta y siete.
GLOSA DEL SONETO «PASANDO EL MAR LEANDRO...»
Entre el Asia y Europa es repartido
un estrecho de mar, do el fuerte Eolo,
con ímpetu terrible embravecido,
muestra revuelto el uno y otro polo:
de aquí la triste moza, desde Abido,
siente a su amigo entre las ondas solo;
aquí dio fin al último reposo,
pasando el mar, Leandro el animoso.
De un ardiente querer, de un mozo ardiente
la más ardiente llama aquí se muestra,
que de un pecho gentil, noble y valiente,
da aquel furor que el fiero niño adiestra.
¡Oh milagro de amor, que tal consiente!
¡Oh estrella en rodear mil glorias diestra,
pues mansa le aguardaste feneciendo,
en amoroso luego todo ardiendo.
No torbellino de aire ni nublado,
no por las aguas, con helado viento,
subirse el ancho mar al cielo airado,
temblar el alto y bajo firmamento,
al animoso mozo enamorado
pudieron detener solo un momento;
el cual, la blanca espuma ya partiendo,
esforzó el viento, y fuese embraveciendo.
Los brazos y las piernas ya cansadas
mueve el mozo gentil con pecho fuerte
y lucha con las ondas alteradas,
mas antes con el fin ya de su suerte.
¡Oh Parcas!, ¿cómo sois tan mal miradas
en no aguardarle, a la tornada, muerte?,
pues ya cortando va el pecho amoroso
las aguas con un ímpetu furioso.
Déjale, ¡oh Parca!, ver dentro en los brazos
de su querida y de su amada Hero,
concédeles que den sendos abrazos
en remembranza de su amor primero;
aplaca el mar que en tantos embarazos
por evitar, se puso, un gozo entero;
¿ya no le ves sin fuerza y sin reposo,
vencido del trabajo presuroso?
[...]
[...]
Los brazos con flaqueza y pesadumbre,
ya de puro cansado, mueve apenas:
ora se ve del cielo allá en la cumbre,
ora revuelto en medio a las arenas.
Dice, volviendo a ver su clara lumbre:
«Luz que tan dulce escuridad me ordenas»;
mostrando por tal fin ser más dichoso,
que de su propia vida congojoso.
En esto el viento, con furioso asalto,
hiere la torre de la bella Hero,
que, muerta y desmayada, en lo más alto
está esperando a su amador primero,
mas viendo al mar tan intratable y falto
y el mundo triste, al espantable agüero,
regando sus mejillas, casi helada,
como pudo esforzó su voz cansada.
Probó esforzar su voz, mas cuando quiso
detúvola el dolor que la ocupaba,
y el órgano, forzado, al improviso,
en sospirar profundo lo exhalaba;
de aquí tomó la desdichada aviso
que su caro Leandro ya faltaba,
y tornando a cobrar la voz primera,
a las ondas habló desta manera:
«¡Oh turbias aguas que so el gran tridente
del repentino dios vais gobernadas.
paz a mi bien metido en la corriente,
paz ya, por Dios, corrientes alteradas;
socorro al dulce esposo prestamente,
socorro, que en mi mal vais concertadas,
socorro -dice- a mi Leandro y vida!»
Mas nunca fue su voz dellas oida.
Mas ¿quién podrá contar, ¡oh avaro cielo!
las quejas que en el viento el mozo pierde
viendo, presente tanto desconsuelo,
quebrarse el tronco de su vida verde?
Dijo a la mar, forzando el sutil velo
del aliento vital que al alma muerde:
«Dejadme allá llegar, ondas, siquiera,
ondas, pues no se excusa que yo muera.»
Y procediendo con el ruego honesto:
« ¡Hero, Hero! -pasito profería¡oh cara Hero, oh Hero!, ¿qué es aquesto?
¿quién nos aparta, oh cara Hero mía?»
Un golpe muy furioso le dio en esto
que el aliento postrero en él desvía;
queriendo hablar, su voz fue aquí acabada:
«Dejadme allá llegar, y a la tornada.»
No pudo más porque en el pecho helado
el alma fuerza tanta no cobraba,
y queriendo salir del cuerpo amado
a la fria boca un poco de aire daba.
Al fin, con sospirar breve y cortado
que el nombre de Hero casi pronunciaba,
dijo difuto y muerto en su salida:
«Vuestro furor esecutá en mi vida.»
SONETOS
1
Es tanto el bien que derramó en mi seno,
piadoso de mi mal, vuestro cuidado,
que nunca fue tras mal bien tan preciado
como este tal, por mí de bien tan lleno.
Mal que este bien causó jamás ajeno
sea de mí, ni de mí quede apartado,
antes, del cuerpo al alma trasladado,
se reserve de muerte un mal tan bueno.
Mas paréceme ver que el mortal velo,
no consintiendo al mal nuevo aposento,
lo guarda allá en su centro el más profundo;
sea, pues, así: que el cuerpo acá en el suelo
posea su mal, y al postrimero aliento
gócelo el alma y pase a nuevo mundo.
2
¿Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo
subir, o quién venció más su destino,
mi clara y nueva luz, mi sol divino,
que das y aumentas nuevo rayo al cielo,
cuanto el que pudo en este bajo suelo,
¡oh estrella amiga, oh hado peregrino!)
los ojos contemplar que de contino
engendran paz, quietud, guerra y recelo?
Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto
do no sube a mirar con mucha parte
olmo, pino, ciprés, ni helado monte,
de sus ligeras alas diome presto
dos plumas y me dijo. «Amigo,¡guarte
del mal suceso de Ícaro o Fetonte!»
3
Hase movido, dama, una pasión
entre Venus, Amor y la Natura
sobre vuestra hermosísima figura,
en la cual todos tres tienen razón;
buscan quien les absuelva esta quistión
con viva diligencia y suma cura,
y es tan alta, tan honda y tan oscura
que no hay quien dalle pueda solución
Ponen estas querellas contra vos:
Venus, que le usurpáis su sacrificio,
Amor, que no lo conocéis por dios,
Natura dice, y jura por su oficio,
que de vuestra impresión nunca hizo dos
y que ingrata le sois del beneficio.
EPÍSTOLA A UNA DAMA
¡Ay dura ley de amor que así me obliga
a no tener más voluntad de aquella
que me ordena el rigor de mi enemiga!
Navío que en alto mar perdió la estrella
es, de tan rico don desnuda, el alma,
siendo la voluntad nueva alma della.
Tiene de mí la vitoriosa palma
otro querer, cual suele otro elemento
distribuir al mar tormenta o calma:
es el incontrastable mandamiento
de mi señora, rayo presuroso
a quien se humilla y tiembla el firmamento.
Perder la voluntad caso es lloroso,
mas ¿cómo llora aquel que para el llanto,
sin ajeno poder, no es poderoso?
¡Extrañeza de amor digna de espanto,
que tras tan largo mal sin resentirme,
quiere que el mismo mal no sienta tanto!
Y no sólo me impide el descubrirme,
mas quiere que no pueda y que no quiera,
y mata y, tras matar, niega herirme.
Pues digo que así quiero y que quisiera
poderme anticipar con la obediencia
al mandamiento, aunque más duro fuera,
y pues desnudo estoy de la potencia
para negar, conviértase mi vida
en alta ejecución de la sentencia,
que aquella voluntad, ya reducida
en otra, espero yo que el tiempo vea
negociarme piedad nueva y crecida.
Mas ¿cómo podrá ser que así no sea,
pues forzosa piedad me tiene y debe
la voluntad que allá se está y emplea?
No es corazón humano tan de nieve,
¡oh duro pecho fuerte y de diamante
a quien tanto penar no le conmueve!)
¡ay!, que el que ve a un miserable amante
vivir, morir y amar, luego se inflama
de celo en tanto ardor firme y constante.
Mas nueva voz me acude y me reclama,
dentro del más secreto pensamiento,
que rompedor de fe me nombra y llama,
diciendo: «El mandamiento y juramento
rompes, de no escribir antes ni agora
la causa y ocasión de tu tormento.»
Entiende, pues, hermosa usurpadora
de mi albedrío, cuán libre, sin mentirte,
está de culpa el alma que te adora,
pues si te escribo, es sólo por decirte
que ella obedecerá cuanto quisieres,
y no por ofenderte ni escribirte.
Sola una cosa no querría, si quieres,
y no podré querer, que es el no amarte,
lo cual no está en poder, siendo quien eres.
Y así de nuevo torno a consagrarte
la dada fe, que nunca desconcierte
del punto adonde está por observarte;
puede muy bien la inexorable muerte
romper la nueva estambre de mi vida,
mas no el deseo de siempre obedecerte.
Y no pienses que agora obedecida
dejas de ser porque te escribo, siendo
tu voluntad de mí tan bien cumplida,
pues juro por los ojos do me enciendo
que solamente escribo porque veas
con cuántas fes fundar mi fe pretendo,
y, sólo porque tengas y, poseas
con más seguridad mi fe firmada
y lo que en lengua oíste en carta leas,
no por duda o temor que quebrantada
será jamás de mí ni ha jamás sido,
mas sólo por razón bien ordenada.
Y porque no la cubra ciego olvido
de vil costumbre, bien será que quede
esto por ley de amor establecido,
pues siempre renovar se me concede
la escrita fe, que en el discurso humano
tanto con Dios, y en ti tan poco, puede;
y tú también, con más piadoso y llano
trato, me escribirás que yo confirme
la nueva obligación de propria mano,
y no te agraviarás por escribirme
si escribes por usar tu cetro y mando,
siendo lo ya mandado repetirme.
De nuevo yo mi fe saldré obligando
de jamás escribirte, aunque, escribiendo
uno y otro, escribir fuese alcanzando,
y así, la fe y el mando repitiendo,
imposible será después quebrarse
tan alta convención cual voy tejiendo.
No porque el fuerte pino, al comenzarse
de su nueva raíz, si un brazo extiende,
deja con mil raíces de arraigarse,
con quien después se ampara y se defiende
del riguroso y descortés invierno,
que apenas hoja dél daña y ofende;
tu mandamiento así, pues, blando y tierno
dentro mi pecho está cual niño en cuna,
conservando el poder largo y eterno
para que el tiempo, al fin, muerte, y fortuna,
caso, destino, providencia y arte
no me puedan entrar en suerte alguna.
Aquí verás quien tanto sabe amarte,
si es bien que de Boscán robe el sujeto
para mejor sus males declararte:
así como al más noble y alto efeto
excede amor, del cielo y de natura,
así es más alto y noble mi conceto.
No tiene mi verdad sincera y pura,
cierta, abundante, y de sí misma llena,
necesidad de ajena compostura:
sería de Libia a la quemada arena
agua pedir el húmido oceano,
y a la ortiga su olor el azucena,
del seco invierno el dulce abril temprano
flores coger, y la desierta cumbre
de hierba enriquecer al fértil llano,
robar el claro sol belleza, lumbre,
a la noche, sería, más triste y fea,
y el mundo renovar suerte y costumbre.
Permita Amor que esta verdad se lea
de ti, que siendo así, no dudo cierto
que con más alta luz se entienda y crea:
a pecho que es de amor guarida y puerto,
a frente de valor tan rica y llena,
cualquier cerrado abismo es aire abierto;
a ojos cuya luz viva y serena
al mismo sol, según los alza y mueve
toda niebla de error se le enajena,
a púrpura tan fina y fresca nieve,
tan largo oro sotil, tan ondeado,
esle cualquier secreto cierto y breve;
a encendido coral tan bien cortado,
entre el claro marfil muy liso y puro,
todo le debe ser claro y tratado;
a cuello de cristal, coluna y muro
de todo bien, a mano tan hermosa,
será lo más incierto más seguro.
Quédese, pues, aquí mi dolorosa
y baja pluma, sólo con decirte
que, mientras no mandares otra cosa,
siempre te serviré de no escribirte.
A UNA DAMA
Pues tan piadosa luz de estrella amiga
del cielo en mi favor baja y se emplea,
que por premio especial de mi fatiga
ordena esta ocasión que os hable y vea,
mis ojos mueva amor, y amor bendiga
mi lengua, cuya voz tan dulce os sea
que en vos haga el lugar que acá en mi pecho
vuestra gracia y beldad tienen ya hecho.
Mas ¿para qué invocar de la gran diosa
el niño arquero, estando vos presente?
Es toda luz oscura y tenebrosa
en pareciendo el sol en el oriente;
así pues, vos, mi sol, con luz hermosa
herís mi corazón tan altamente.
De vos para con vos el bien yo tenga,
sin que todo otro bien es bien que venga.
Pues ¡sus!, querida y dulce usurpadora
de mi albedrío, volved, piadoso y blando,
ese rostro gentil que me enamora
hacia estos ojos que le están mirando.
¡Oh sobre todas venturosa el hora
que os di mi libertad, dichoso el cuándo
me llamé vuestro, pues tan dulce y cara
me fue y será vuestra hermosa cara!
Dificultad no veo, cosa no siento
debajo el cielo ya que me resista,
pues vuela el animoso pensamiento
con alas del favor de vuestra vista.
Paraíso total de mi contento,
agora, porque el bien perfeto asista,
os pido que escuchéis lo que procura
deciros mi afición sincera y pura.
Paréceme también que en vos ya veo
grata y dulce atención por colocarme
donde apenas llegar puede el deseo,
y que fortuna al fin llegue a envidiarme;
pues digo, así, que el bien que yo poseo,
en la seguridad de vos amarme,
es tal que triste yo si tal no fuera
mil millares por él de vidas diera.
No llamo vida yo, mas baja muerte
el tiempo que viví sin conoceros;
más sin comparación, más noble suerte
es que el vivir el veros y quereros;
mas ¿cuánto y cuál será si alguno acierte
a voluntad recíproca volveros?
No sabe merecer tan rica palma
si no habilita el mismo bien el alma.
Ya que en tan alta silla de fortuna
con las alas de Amor me veo subido,
dos vidas gozo, porque vive en una
la que me aseguró de vuestro olvido;
mas ved cómo debajo de la luna
no hay acabado mal ni bien cumplido,
y cómo la tristeza a la alegría
siguiendo va, como la noche al día.
Mi día sereno y claro es verme amado
de vos, a quien me doy con fuerza tanta
que Amor de su poder queda espantado
(¡ved cuál será mi amor si Amor se espanta!);
la noche, que cubierta de ñublado
tras tanto bien me afloja y me quebranta,
es ver que por mi causa Amor ordena
el destino crüel, congoja y pena.
Bien sé que ese pesar tan descubierto,
ese vivo dolor que os atormenta,
es porque a nuestro amor el hado incierto
dificultades mil nos representa,
llevando, sin tomar playa ni puerto,
nuestro navío cercado de tormenta.
¡Ay hado descortés, cuánta amargura
celaste en el dulzor de mi ventura!
Pero destruya Amor, con dulce celo,
tan amargo pesar que así me alcanza,
no pueda ese atrevido desconsuelo
el fresco abril dañar de mi esperanza.
Muy lejos de los ángeles del cielo
vive el deseo, la pena y la mudanza;
¡sus, haga vuestra luz que me gobierna
en ambas almas primavera eterna!
Huye con el calor de vuestra lumbre
cualquiera tempestad lluviosa y fría;
no puede la terrena pesadumbre
los rayos eclipsar de mi alegría;
los ojos, donde amor tiene costumbre
venir para ilustrar el alma mía,
contra el duro desdén que los indina
harán su tierna aurora matutina.
Si por amarme vos puedo seguro
estar de cualquier pena (pues cualquiera
menos es que ésta) os juro y os conjuro,
por la encendida fe que amando espera,
que más no dure en vos pesar tan duro,
huya cual niebla al sol vana y ligera,
y no queráis que siendo vos mi vida
venga a ser cosa vuestra mi homicida.
Vendrá mi propia vida a ser mi muerte,
viniendo a ser en mí vuestro cuidado,
de más rigor, más poderosa y fuerte,
como rayo del sol reverberado;
después os causará mi dura suerte
pena mayor, más lamentable estado,
por ver de vuestra mano en mis heridas
cortado el rico hilo de dos vidas.
Así vuestra piedad dura adversaria
me verná a ser, en sí no concediendo
dulce y atenta oreja a mi plegaria,
y el mal irá por términos creciendo.
Huye un contrario la virtud contraria,
como la escuridad la luz viniendo,
mas ¿quién vido jamás daño tamaño
quererse así juntar con mayor daño?
No quiero que penseis que pida o hable
cosa tocante a vos, pero si pude
seros en cosa mía nunca agradable
(lo cual mi pura fe no es bien que dude),
con afeto de amor todo entrañable,
por esa misma os pido que en vos mude
nuevo estilo el dolor, porque siquiera
cosa agradable a vos por vos no muera.
No quiero que penséis que pida o hable
nace de la piedad que me tenéis,
piedad podéis tener del sentimiento
que con vuestro dolor me causaréis;
si viene, porque amor tarda, el contento
con las dificultades que sabéis,
el Amor fuerce a la Fortuna y pueda
nuestra conformidad más que su rueda.
Contra el velo mortal Fortuna extiende
su brazo, el cual no llega contra el alma,
mas vos, cuya beldad hiere, arde y prende
todo albedrío que esté en tormenta o calma,
siendo fuerza menor la que pretende
llevar de vos la triunfante palma,
con sólo el revolver de ojos airados
hacéis temblar las suertes y los hados.
Pues no me pienso yo que Amor obrando
y Fortuna crüel que fuese vuestro
me negarán (aquél dichoso cuándo
por quien es mi deseo tan gran maestro);
pueden andarme el tiempo dilatando
mas no el hilo cortar del gozo nuestro,
pues, a dos voluntades hecha una,
se rinde amor, el tiempo y la fortuna.
No tardará, mi bien, por más que tenga
difícil ocasión, nuestro deseo;
do no hay contradición fuerza es que venga
el bien, o por atajo o por rodeo;
aunque en invierno el sol más se detenga
allá con los antípodas, no veo,
por eso, que amanezca a nuestro mundo
menos hermoso, claro y, rubicundo.
Si a nuestro desear menos hiciese
esta dificultad que os turba el seno,
o que después el bien, cuando viniese,
por la tardanza, fuese menos bueno,
admito la razón que se sintiese,
por no perder un bien, de bienes lleno,
pero si el bien está todo en un punto,
¿por qué a mi bien el mal viene tan junto?
No niego que el deseo mientras más crece
tanto más el placer queda encogido,
mas esto es en el bien que compadece,
mas en el desear ni es bien cumplido;
no sólo a un bien cual vos, mi bien, empece
ni le debe empecer mal atrevido,
mas al mismo pesar vestir debría
de alegre luz, cual viste al alma mía.
Por ese oro sutil, nuevo y luciente,
que por mano de Amor se ordena y mueve,
por esa de marfil graciosa frente
donde tiene el abril perpetua nieve,
mi sol, os pido, y por la llama ardiente
que en mí la luz de vuestros ojos llueve,
que abráis a rato más gracioso y tierno
el alma, y gozarán las del infierno.
Salgan por esos ojos, de improviso,
amigos y amorosos resplandores,
el aire al derredor, hecho un Narciso,
trate lleno de luz consigo amores,
descubra mi terreno paraíso
en la desierta arena alegres flores,
y por él arda en amoroso celo
la tierra, el agua, el aire, el fuego, el cielo.
Sabroso idolo mio, vivid sin duda,
que agora, aunque Fortuna áspera y fiera,
con punta de dolor viva y aguda,
a vos, y a mí por él, maltrate y hiera,
aquella inclinación, que vuelve y muda
su rueda en torno, fácil y ligera,
por fuerza acudirá donde podamos
gozar de todo el bien que deseamos.
No siempre el aire está de nubes lleno,
no siempre el viento mueve a la mar guerra,
no siempre con furor de rayo o trueno
hiere Jove inmortal la baja tierra;
también su manto azul, claro y sereno,
suele el cielo mostrar, también se encierra
el viento, el mar también se pone quieto,
y Jove es apacible y mansüeto.
Después de un gran viaje, el peregrino
vuelve al albergue, de su vida incierto;
corre la nave el húmido camino,
de un polo al otro, y goza al fin del puerto;
a segura salud dudoso vino
el que poco antes se tenía por muerto:
así terná, después de un largo ultraje,
puerto alegre y salud nuestro viaje.
Desdeñan los espíritus gentiles
empresa a su valor no conviniente;
tienen dificultad las cosas viles,
las grandes no se alcanzan fácilmente;
sus obras, la natura, más sutiles
ser muchas y comunes no consiente,
y así sola una Fénix tiene el mundo,
y solo un sol, a vos sóla segundo.
Mirad ¡cuánta afición, el mozo hebreo
(aquél que con el ángel vino a brazos)
pasó con su Raquel, cuánto rodeo
del tiempo y trabajosos embarazos!
Dio venturoso fin a su deseo,
después que amor le puso entre los brazos
de la que le hizo andar siete y siete años
amoroso pastor de sus rebaños.
Mirad con cuánta fuerza y cuánta pena,
el mancebo real convierte y tira
en uso alegre la vencida Helena,
tras quien fue lo demás fuego y mentira.
El mismo Jove sale en el arena,
nadando sobre el mar que Creta mira,
hecho un valiente toro, con la bella
ninfa que Europa fue su nombre della.
Mas recogiendo, en suma, lo que quiero,
y lo que con el alma os pido y ruego,
es que huya de vos todo severo
cuidado, usurpador de mi sosiego,
y no pueda pesar, grave o ligero,
escurecer la luz de nuestro fuego;
cosa no valga más, pues todo cuanto
mira acá bajo el sol no vale tanto.
Así como en saber, gracia y belleza,
nacistes para el mundo único ejemplo,
así mi fe, por última riqueza,
por honra suya Amor cuelga en su templo.
No me pudiera dar naturaleza
bien diferente del que yo contemplo,
pues tan nacidamente sois vos mía;
yo vuestro soy, cual es del sol el día.
De aquí podéis hacer cierto argumento
que, contra nuestro amor, jamás ventura
tendrá poder, pues tiene fundamento
en la necesidad de la natura.
Siempre fue claro el sol, movible el viento,
húmida el agua, fresca la verdura:
así, contra el crüel hado siniestro,
vos siempre mía seréis, yo siempre vuestro.
Mil cosas os diría desta manera
si, en tan dulce ocasión, no me abreviase
el tiempo y alegría perecedera.
¡Cuán tarde vino y cuán temprano vase!
Todo aquello demás que yo dijera,
y escucharlo de vos, por carta pase.
Mi vida, adiós, quedad tan persuadida
de mí cuanto de vos está mi vida.
Alegría Claribel
Biografía
Poeta centroamericana nacida en Estelí, Nicaragua, en 1924. Desde muy niña se trasladó y
vivió con su familia en El Salvador y en 1943 viajó a EE.UU. donde obtuvo el título en
Filosofía y Letras por la Universidad George Washington. Después de residir por varios años
en EE.UU., contrajo matrimonio y viajó por diferentes países, regresando a Nicaragua en
1985 para servir de baluarte en la reconstrucción de su país.
Ha publicado una veintena de libros de poesía y narrativa así como muchos testimonios
históricos. Es además traductora de algunos poetas norteamericanos y autora de la
publicación «Nuevas voces de Norteamérica».
En 1978 obtuvo el premio Casa de las Américas por «Sobrevivo», y en el año 2000, el
Premio de Poesía de Autores Independientes.
De su obra, se destacan además, «Anillo de Silencio», «Vigilias», «Umbrales», «Fuga de
Canto Grande», «La mujer del río» y su última producción, «Saudade».
Especial
Claribel Alegría ha tenido la gentileza de enviarnos diez poemas de su último libro,
«Saudade», editado por Visor de España.
Con nuestro profundo reconocimiento por su generosidad, los ponemos a disposición de los
visitantes de Poesía Perdurable para que puedan disfrutarlos tanto como nosotros.
Aquí están:
¿CÓMO SERÁ EL ENCUENTRO?
DAME TU MANO
HOY ES NOCHE DE SOMBRAS
INSOMNIO
LAMENTACIÓN DE ARIADNA
MUERO DE A POCO
NO PUEDE
RITO INCUMPLIDO
SAUDADE
SOY UNA GAVIOTA
Y aquí encuentras el resto de los poemas de la página en su honor:
AMOR
ARS POETICA
AUSENCIA
AUTORRETRATO
BARAJANDO RECUERDOSCADA VEZ
CARTA A UN DESTERRADO CARTA AL TIEMPOCÍRCULOS CONJURA CREÍ PASAR MI
TIEMPO
DESAHOGO FUGAZ
DESHORASDÍA DE LLUVIA
EL MURO DE LAS SONRISAS
EPÍLOGO
ERES RECUERDO
ESE BESOESTÁS VIVO
EXTRAÑO HUÉSPED
FLORECEN LOS ALMENDROS FRONTERASINSTANTESLA MARIPOSAMI LABERINTO
PIENSES EN MAÑANANO PRECISO CONCEPTOS NUESTRO AMOR OTOÑOPEQUEÑA
MUERTE POEMAPOR LAS NOCHES QUÉ LÁSTIMA
QUERENCIASQUIERO ENTRAR A LA MUERTE
QUIERO SER TODO EN EL AMOR
REALIDAD
SIEMPRE HAY UN INTRUSO
SOLOS DE NUEVOSOY ESPEJOTAMBIEN ME GUSTA EL AMOR
TU MUERTE
TIEMPO DE AMOR
VEN CONMIGOVUELO INTERRUMPIDO
YO SIN TI
SAUDADE
Quisiera creer
que te veré otra vez
que nuestro amor
florecerá de nuevo
quizá seas un átomo de luz
quizá apenas existan tus cenizas
quizá vuelvas
y yo seré cenizas
un átomo de luz
o estaré lejana.
No volverá a repetirse
nuestro amor.
DAME TU MANO
NO
"Hoy me gusta la vida mucho menos
pero siempre me gusta vivir"...
César Vallejo
Dame tu mano
amor
no dejes que me hunda
en la tristeza
Ya mi cuerpo aprendió
el dolor de tu ausencia
y a pesar de los golpes
quiere seguir viviendo.
No te alejes
amor
encuéntrame en el sueño
defiende tu memoria
mi memoria de ti
que no quiero extraviar.
Somos la voz
y el eco
el espejo
y el rostro
dame tu mano
espera
debo ajustar mi cuerpo
hasta alcanzarte.
RITO INCUMPLIDO
A mi madre
Dicen que la muerte es solitaria
que nos morimos solos
aunque estemos rodeados de aquellos que nos aman
pero tú me llamaste
y yo no estuve:
no te cerré los ojos
no te besé la frente
no te ayudé a pasar
al otro lado
estuve lejos
lejos de ti que me alumbraste
me nutriste
educaste mis alas.
No cumplí con el rito
estuve lejos
lejos
y ese es el sollozo que me arrebata en olas
en cúpulas
en grutas
y no puede salir
y me persigue en sueños
y me ahoga.
Perdóname/libérame
necesito aullar
batir tambores
un golpe en la cerviz
un estallido
para arrancar de cuajo este sollozo
y no invocarte más
en desolados
versos.
MUERO DE A POCO
Muero de a poco, amor
no es la muerte sorpresa
que deseaba
la que libera
y lanza
es la otra
la lenta
la que corta en pedazos
da estocadas
y de perfil se escurre.
NO PUEDE
No puede conmigo
la tristeza
la arrastro hacia la vida
y se evapora.
LAMENTACIÓN DE ARIADNA
No te pierdas, Teseo
vuelve a mí.
La playa está desierta
tengo los pies sangrientos
de correr en tu busca
¿será que me engañaste
dejándome dormida en esta isla?
Perdóname, Teseo
¿Recuerdas nuestro encuentro?
amor eterno me juraste
y yo te di el ovillo
y volviste a la luz
después de haber destruido
al minotauro.
¿Te secuestró algún dios
sintiéndose celoso?
No me inspiran temor
ni Poseidón
ni Zeus
es de fuego mi ira
y se alzará
desde estas aguas
hasta el cielo.
Vuelve,
vuelve, Teseo
no te pierdas
en los laberintos
de la muerte
anda suelto
el ovillo de mi amor
atrápalo, Teseo
vuelve a mí
soy tu tierra
tu luna
tu destino.
Clava en mí tus raíces.
INSOMNIO
Digo amor
y lacera mi cuerpo
el desamparo.
¿CÓMO SERÁ EL ENCUENTRO?
¿Cómo será el encuentro?
Descarnados los dos
sin tu mirada
sin mis labios
posándose en los tuyos.
Partículas de luz quizá seremos
que se atraen
se buscan
se amalgaman.
SOY UNA GAVIOTA
Soy una gaviota
solitaria
con el ala tronchada
abro un surco en la arena.
HOY ES NOCHE DE SOMBRAS
Hoy es noche de sombras
de recuerdos-espada
la soledad me tumba.
Nadie que aguarde mi llegada
con un beso
y un ron
y mil preguntas.
La soledad retumba.
Quiere estallar de rabia
el corazón
pero le brotan alas.
QUÉ LÁSTIMA
Qué lástima que duermas
y se interrumpa el diálogo
y no sientas mi beso
en tus ojos cerrados.
Qué lástima tu infancia
así truncada,
ese tiempo sin tiempo
a medio abrir
por el que ya empezaba
a vislumbrarte.
Mañana todo habrá cambiado:
otra vez hablándonos
de lejos
desde nuestras esquivas
soledades.
Qué lástima
los signos de mi amor,
mis apretados círculos
de miedo
que no sé si entendiste.
AUSENCIA
Hola
dije mirando tu retrato
y se pasmó el saludo
entre mis labios.
Otra vez la punzada,
el saber que es inútil;
el calcinado clima
de tu ausencia.
QUIERO ENTRAR A LA MUERTE
Quiero entrar a la muerte
con los ojos abiertos
abiertos los oídos
sin máscaras
sin miedo
sabiendo y no sabiendo
enfrentarme serena
a otras voces
a otros aires
a otros cauces
olvidar mis recuerdos
desprenderme
nacer de nuevo
intacta.
DESHORAS
A veces
pienso en ti
en lo que pudo ser
en tu ternura presa
en las deshoras.
CREÍ PASAR MI TIEMPO
Creí pasar mi tiempo
amando
y siendo amada
comienzo a darme cuenta
que lo pasé despedazando
mientras era a mi vez
des
pe
da
za
da.
ESE BESO
Ese beso de ayer
me abrió la puerta
y todos los recuerdos
que yo creí fantasmas
se levantaron tercos
a morderme.
CARTA AL TIEMPO
Estimado señor:
Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
Recibí su regalo. No me gusta.
Siempre y siempre lo mismo.
Cuando niña, impaciente lo esperaba;
me vestía de fiesta
y salía a la calle a pregonarlo.
No sea usted tenaz.
Todavía lo veo
jugando ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas;
se volvieron muy pronto cotidianas
y la voz del abuelo
fue perdiendo su brillo.
Y usted insistía
y no respetaba la humildad
de su carácter dulce
y sus zapatos.
Después me cortejaba.
Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cambia.
Amigo de mi padre
para ganarme a mí.
Pobrecito el abuelo.
En su lecho de muerte
estaba usted presente,
esperando el final.
Un aire insospechado
flotaba entre los muebles
Parecían más blancas las paredes.
Y había alguien más,
usted le hacía señas.
El le cerró los ojos al abuelo
y se detuvo un rato a contemplarme
Le prohibo que vuelva.
Cada vez que los veo
me recorre las vértebras el frío.
No me persiga más,
se lo suplico.
Hace años que amo a otro
y ya no me interesan sus ofrendas.
¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
en la boca del sueño,
bajo el cielo indeciso del domingo?
Sabe a cuarto cerrado su saludo.
Lo he visto con los niños.
Reconocí su traje:
el mismo tweed de entonces
cuando era yo estudiante
y usted amigo de mi padre.
Su ridículo traje de entretiempo.
No vuelva,
le repito.
No se detenga más en mi jardín.
Se asustarán los niños
y las hojas se caen:
las he visto.
¿De qué sirve todo esto?
Se va a reír un rato
con esa risa eterna
y seguirá saliéndome al encuentro.
Los niños,
mi rostro,
las hojas,
todo extraviado en sus pupilas.
Ganará sin remedio.
Al comenzar mi carta lo sabía.
BARAJANDO RECUERDOS
Barajando recuerdos
me encontré con el tuyo.
No dolía.
Lo saqué de su estuche,
sacudí sus raíces
en el viento,
lo puse a contraluz:
Era un cristal pulido
reflejando peces de colores,
una flor sin espinas
que no ardía.
Lo arrojé contra el muro
y sonó la sirena de mi alarma.
¿Quién apagó su lumbre?
¿Quién le quitó su filo
a mi recuerdo-lanza
que yo amaba?
NO PIENSES EN MAÑANA
No pienses en mañana
ni me hagas promesas
ni tú serás el mismo
ni yo estaré presente.
Vivamos juntos la cima de este amor
sin engaños
sin miedo
transparentes.
QUIERO SER TODO EN EL AMOR
Quiero ser todo en el amor
el amante
la amada
el vértigo
la brisa
el agua que refleja
y esa nube blanca
vaporosa
indecisa
que nos cubre un instante.
VEN CONMIGO
Ven conmigo
subamos al volcán
para llegar al cráter
hay que romper la niebla
allí adentro
en el cráter
burbujea la historia:
Atlacatl
Alvarado
Morazán
y Martí
y todo ese gran pueblo
que hoy apuesta.
Desciende por las nubes
hacia el juego de verdes
que cintila:
los amantes
la ceiba
el cafetal
mira los zopilotes
esperando el festín.
«Yo estuve mucho rato
en el chorro del río.»
explica la mujer
«un niño de cinco años
me pedía salir.
Cuando llegó el ejército
haciendo la barbarie
nosotros tratamos de arrancar.
Fue el catorce de mayo
cuando empezamos a correr.
Tres hijos me mataron
en la huida
al hombre mío
se lo llevaron amarrado.»
Por ellos llora la mujer
llora en silencio
con su hijo menor
entre los brazos.
«Cuando llegaron los soldados
yo me hacía la muerta
tenía miedo que mi cipote
empezara a llorar
y lo mataran.»
Consuela en susurros
a su niño
lo arrulla con su llanto
arranca hojas de un árbol
y le dice:
«mira hacia el sol
por esta hoja»
y el niño sonríe
y ella se cubre el rostro de hojas
para que él no llore
para que vea el mundo
a través de las hojas y no llore
mientras pasan los guardias
rastreando.
Cayó herida
entre dos peñas
junto al río Sumpul
allí quedó botada
con el niño que quiere
salir del agua
y con el suyo.
Las hormigas le suben
por las piernas
se tapa las piernas
con más hojas
y su niño sonríe
y el otro callado
la contempla
ha visto a los guardias
y no se atreve a hablar
a preguntar.
La mujer junto al río esperaba la muerte
no la vieron los guardias
y pasaron de largo
los niños no lloraron
fue la Virgen del Carmen
se repite en silencio
un zopilote arriba
hace círculos lentos
lo mira la mujer
y lo miran los niños
el zopilote baja
y no los ve
es la Virgen del Carmen
repite la mujer
el zopilote vuela
frente a ellos
con su carga de cohetes y los niños lo miran
y sonríen
da dos vueltas
y empieza a subir
me ha salvado la Virgen
exclama la mujer
y se cubre la herida
con más hojas
se ha vuelto transparente
se confunde su cuerpo con la tierra
y las hojas
es la tierra
es el agua
es el planeta
la madre tierra
húmeda
rezumando ternura
la madre tierra herida
mira esa grieta honda
que se le abre
la herida está sangrando
lanza lava el volcán
una lava rabiosa
amasada con sangre
se ha convertido en lava
nuestra historia
en pueblo incandescente
que se confunde con la tierra
en guerrilleros invisibles
que bajan en cascadas
transparentes
los guardias
no los ven
ni los ven los pilotos
que calculan los muertos
ni el estratega yanqui
que confía en sus zopilotes
artillados
ni los cinco cadáveres
de lentes ahumados
que gobiernan.
Son ciegos a la lava
al pueblo incandescente
a los guerrilleros disfrazados
de ancianos centinelas
y de niños correo
de responsables de tugurios
de seguridad
de curas conductores
de cuadros clandestinos
de pordioseros sucios
sentados en las gradas
de la iglesia
que vigilan la guardia.
La mujer de Sumpul
está allí con sus niños
uno duerme en sus brazos
y el otro camina.
Cuénteme lo que vio
le dice el periodista.
«Yo estuve mucho rato
en el chorro del río.»
NUESTRO AMOR
Es simple nuestro amor
sin estallidos
como una de esas casas
con helechos
y alguna que otra rana
intempestiva.
OTOÑO
Has entrado al otoño
me dijiste
y me sentí temblar
hoja encendida
que se aferra a su tallo
que se obstina
que es párpado amarillo
y luz de vela
danza de vida
y muerte
claridad suspendida
en el eterno instante
del presente.
SIEMPRE HAY UN INTRUSO
Una mirada a veces
un gesto entorpecido
una frase
un olor
el beso que al unirnos
nos separa.
TIEMPO DE AMOR
Sólo cuando me amas
se me cae esta máscara pulida
y mi sonrisa es mía
y la luna la luna
y estos mismos árboles
de ahora
este cielo
esta luz
presencias que se abren
hasta el vértigo
y acaban de nacer
y son eternos
y tus ojos también
nacen con ellos
tu mirada
tus labios que al nombrarme
me descubren.
Sólo cuando te amo
sé que no acabo en mí
que es tránsito la vida
y que la muerte es tránsito
y el tiempo un carbúnculo encendido
sin ayeres gastados
sin futuro.
DÍA DE LLUVIA
Nunca más esta lluvia
ni esa mancha de luz
en el peñasco
ni el borde
de esa nube
ni tu inmóvil sonrisa
fugitiva.
Nunca más este instante
que ya me dice adiós
desde tus ojos.
EXTRAÑO HUÉSPED
Es extraño este huésped
este amor
cuanto más me despoja
más me colma.
FRONTERAS
Fui la nube
y la lluvia
y el mar
y quiero ser la tarde
y la muralla
y tú.
CONJURA
Desde tu ausencia
llamo
de tu exilio
desde este viento sur
que te convoca
y se asemeja a ti.
SOLOS DE NUEVO
Solos de nuevo
solos
sin palabras
sin gestos
sin adornos
con un sabor a fruta
en nuestros cuerpos.
INSTANTES
Sólo éste ahora es mío
este momento
el pasado escapó
y no vislumbro el rostro
del futuro.
YO SIN TI
Yo sin ti
pero contigo
llevando a cuestas
tu muerte.
Mi soledad y la tuya
que ya han cerrado
su escape.
FLORECEN LOS ALMENDROS
Florecen los almendros
en Mallorca
y no estás para verlos.
De mi balcón anoche
los vi fosforecer.
Te llamé por tu nombre,
conjuré tu fantasma,
te perfilé de pétalos caídos
y una ráfaga de aire
te rasgo.
PEQUEÑA MUERTE
Fue una pequeña muerte
tu partida.
Una muerte pequeña que me crece
cuando imagino
a veces que estás cerca
y me obstino en dar vueltas
por las calles
y regreso a mi casa
con la lluvia
cayendo
y me asalta tu voz
en la noche
sin horas.
POEMA
¿Qué fue de ese poema
que no pude atrapar
el que pasó rengueando
frente a mí
con las alitas rotas?
ERES RECUERDO
No sé si con tu muerte
has quedado a la zaga
¿eres recuerdo?
o has dado un salto
repentino
que yo tendré que hollar
hasta alcanzarte.
AMOR
Todos lo que amo
están en ti
y tú
en todo lo que amo.
SOY ESPEJO
Brilla el agua
en mi piel
y no la siento
corre a chorros el agua
por mi espalda
no la siento
me froto con la toalla
me pellizco en un brazo
no me siento
comienzo a vestirme
a tropezones
de los rincones brotan
relámpagos de gritos
ojos desorbitados
ratas que corren
dientes
aún no siento nada
me extravío en las calles:
niños con caras sucias
pidiéndome limosna
muchachas prostitutas
que no tienen quince años
todo es llaga en las calles
tanques que se aproximan
bayonetas alzadas
cuerpos que caen
llanto
por fin siento mi brazo
dejé de ser fantasma
me duele
luego existo
vuelvo a mirar la escena:
muchachos que corren
desangrados
mujeres con pánico
en el rostro
esta vez duele menos
me pellizco de nuevo y ya no siento nada
simplemente reflejo
lo que pasa a mi lado
los tanques
no son tanques
ni los gritos
son gritos
soy un espejo plano
en que nada penetra
mi superficie
es dura
es brillante
es pulida
me convertí en espejo
y estoy descarnada
apenas si conservo
una memoria vaga
del dolor.
EL MURO DE LAS SONRISAS
Cuando el amor se aja
se marchita
se te vuelve amarillo
no hay remedio
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando el canto se oxida
y el paisaje
y todo lo vivido
es un espectro
tu único refugio
es la sonrisa:
ese muro cerrado
impenetrable
sin ayeres
sin hoy
y sin mañanas
donde todos los sueños
se hacen trizas.
QUERENCIAS
A Juan GelmanPorque aprendí a quererme
puedo sangrar
con tus heridas.
POR LAS NOCHES
Por las noches
en sueños
más de un amigo muerto
resucita
al despertar
me pregunto
si ellos también
me han soñado.
NO PRECISO CONCEPTOS
No preciso conceptos.
No más divagaciones
ni teólogos discursos
que anestesien mi herida.
Tus palabras preciso,
la imagen de tu rostro
entre las sábanas,
tu último estertor
en mis oídos.
VUELO INTERRUMPIDO
Soñé que era un ala
desperté
con el tirón
de mis raíces.
CADA VEZ
Cada vez que te amo
vida y muerte
están presentes:
amanecer
y noche
paraíso
sepulcro.
LA MARIPOSA
Ya la ceiba no existe
derrumbaron mi ceiba
se hicieron añicos los espejos
eché a secar mi Río
y se escondió la luna.
Estoy vacía de deseos
mi espada
en su estuche de satén.
¿Por qué ahora
por qué
busca seducirme
la poesía?
Entró por la ventana
y se posó en mi mano
la miré con nostalgia
se entreabrieron mis labios
y con un leve soplo
la alejé.
CÍRCULOS
Otro círculo
amor
que hemos cumplido
¿será este el último
en cerrarse?
EPÍLOGO
...existen los barrotes
nos rodean
también existe el catre
y sus ángulos duros
y el poema río
que nos sostiene a todos
y es tan substantivo
como el catre
el poema que todos escribimos
con lágrimas
y uñas
y carbón.
CARTA A UN DESTERRADO
Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.
Tu discreta Penélope
TAMBIEN ME GUSTA EL AMOR
También me gusta el amor
al que le cierran la puerta
el que entra por la ventana
volando sobre una cuerda.
ESTÁS VIVO
Estás vivo en mi pecho
y sólo yo te siento.
Eres el alquimista
que tranforma en poesía
nuestro llanto.
MI LABERINTO
Mi laberinto es circular
voy cavando en el aire
con los ojos clavados
en la muerte
que me bebe
y me bebe
en cada vuelta.
AUTORRETRATO
Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.
DESAHOGO FUGAZ
Soy una chispa
en la tierra
un desahogo fugaz
del corazón que nos piensa.
TU MUERTE
Tu muerte te congela
estás inmóvil
mi vida en cambio
fluye
y me acerca veloz
hacia el encuentro.
REALIDAD
En este aposento
que soy yo
mi realidad
(la cotidiana
... realidad
(la cotidiana)
es un jadeo apenas
que se extingue.
ARS POETICA
Yo,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jamás me cambiaría
por la Venus de Milo:
mientras reina en el Louvre
y se muere de tedio
y junta polvo
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcanes
y despojos de guerra
avizoro la tierra prometida.
Estadísticas Web
(la cotidiana)
es un jadeo apenas
que se extingue.
ARS POETICA
Yo,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jamás me cambiaría
por la Venus de Milo:
mientras reina en el Louvre
y se muere de tedio
y junta polvo
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcanes
y despojos de guerra
avizoro la tierra prometida.
Juan José Alcolea Jiménez
Juan José Alcolea Jiménez nace el 26 de Enero del 1.946 en
Badajoz, para inmediatamente volver al lugar en donde fue
concebido, Socuéllamos, en el corazón mismo de la Mancha, lugar
donde esquinan sus límites Albacete, Ciudad Real y Cuenca. Allí
trascurre toda su infancia y juventud con los obligados paréntesis
de los estudios en las dos primeras capitales antes citadas. Es
pues en la llanura manchega y entre sus gentes, donde se forja su
personalidad, y a lo largo de toda su obra se puede observar la
influencia de este escueto y amplísimo paisaje.
En 1970 llega a Madrid en donde alterna su trabajo en una
empresa financiera con sus estudios mercantiles. Felizmente casado
en 1972, ubica su lugar de residencia en Alcorcón, en donde
comienza a dar clases, se licencia en Geografía e Historia por la
U.N.E.D. a la vez que continúa su labor en el sector antes citado.
Hacia principios de los años noventa empiezan a crecer sus
inquietudes literarias abandonadas desde la juventud, y sucesivos
premios a lo largo y ancho de España le hacen replantearse su
vocación y dedicarse activamente a la escritura.
Desde entonces, la búsqueda del tiempo perdido es una
constante en su poesía, así como la dialéctica del encuentrodesencuentro entre el poeta y la palabra, muchas veces elaborada
desde una visión ascético–mística.
La investigación y la escritura, las colaboraciones, la promoción
de asociaciones y revistas literarias llenan una parte importante de
su vida en la actualidad.
El “Hermanos Argensola” de Barbastro, “Amantes de Teruel”
en dos ocasiones, “Tomás Navarro Tomás” en La Roda , “Artifice”
en Loja, el “Ciudad de Astorga”, “Raimundo Escribano” en Alicante,
los “Aurelio Guirao” y “Luys Santamarina” en Cieza, el “Mario
López” en Bujalance, “La bufanda” en Coslada son algunos de los
premios cosechados por este extremeño-manchego residente en
Alcorcón.
Sucinta bibliografía
III Antología "BILAKETA" de poesía, AOIZ, 1997
VII Antología "ROBLES Y TINAJAS" Cruz Roja Villarrobledo 1997
"DEJADME MI LIBERTAD" premio "Hermanos Argensola"
Ayuntamiento de Barbastro 1999
“APROXIMACIÓN INICIATICA” Editorial “Verbo Azul. Alcorcón
2001
“LA PALABRA CONTRA EL TIEMPO” Antología “Verbo Azul” poesía
2002.
“ESTA TURBIA CORRIENTE” Verbo Azul, diciembre 2002.
(Proyecto para una antología personal)
“Diecisiete años de Poesía en veinte años de Café” ,Editorial
Vitruvio, “Cafetín Croché",
“Donde el aire” Antología PROEMIO TRES III Edición Certamen
Literario Artifice de Loja, agosto 2003
“ENVERO DE AMOR”, Editorial “Verbo Azul”, Abril, 2003
“CERCO DE SOMBRAS”, Editorial “Verbo Azul. Alcorcón, Abril
2004
Revista “MANXA”, Ciudad Real.
Revista “CALICANTO” Manzanares
Revista “La hoja azul en blanco” Alcorcón
Revista “ÁBACO” del I. E. S. Diego Tortosa de Cieza
Antología PROEMIO CUATRO, Edición Certamen Literario Artifice
de Loja, Agosto 2004
“SIN MÁS DEMORA” Premio “Lluis Santamarina” de Cieza,2005
“SI FUI DE LLAMA AMOR, ESTAS CENIZAS” Premio Mario Lopez
de Bujalance 2005
 “L A VERTICAL DEL SIGNO” Premio “La bufanda” Coslada 2005

UNA TURBIA CORRIENTE
(Propuesta para una poética)
I
Una turbia corriente me devora
Y al tiempo sugerente me convida
Llenándome de luz por la ancha herida
Que busca en mi confín hora tras hora.
Esta turbia corriente arrasadora
Que fluye con el agua de mi vida,
Esta turbia corriente, esta medida,
Me pide la palabra sin demora.
Yo cedo mi palabra mansamente,
Palabra soy, por ella definido,
Palabra es mi pasado y mi presente.
En ella voy buscándome un sentido,
En ella puedo hallarme diferente,
En ella hacia el futuro voy hendido.
II
Llevo un grito de amor calladamente,
Calladamente alzado por mi vena,
Llevo un grito de amor que me resuena
Buscando mi garganta ansiadamente.
Llevo un grito de amor que es una fuente
Que va con su insistente cantilena
Sonando en mi extensión y que me llena
De ruido el corazón hasta la frente.
Lleva tanto rumor la sangre mía
En este cuerpo angosto en que resido
Que el grito ya es clamor que me extravía.
Cual brisa enamorada, en un latido
De dulce susurrar y de armonía
Quisiera despertarme en el olvido.
III
De amor y de palabra me recibo,
De amor y de palabra voy urgente
Sembrando la ilusión en que me vivo.
De amor y de palabra oscuramente.
De amor y de palabra llevo activo
El eco de mi voz y mi simiente,
De amor y de palabra es lo que escribo
Y va mi corazón de carga ingente.
Si alguno me encontráis en la espesura
Del bosque de futuro en que me ausente
Cerrad de cielo azul mi sepultura.
Quisiera descansar pausadamente
En esta larga y leve singladura
Soñándome en palabra eternamente.
TRASMIGRACIÓN DEL TACTO
Quiero guardar tu tacto
inmune en la memoria,
quiero librar tu imagen
de la erosión del tiempo,
quiero llevar donde el silencio diga
el turbio roce
de tu rumor de encuentro.
Quiero dejar la sombra y el gemido
de tu caricia en mi recuerdo impreso,
y el yugo abierto en que tu cuerpo yace
y el dulce cauce
en que te invado y muero.
Quiero, cuando las venas se adormezcan,
llevarme al aire tu clamor despierto,
tu latitud de musgo por mis manos
tu redención oscura por mis dedos.
Quiero de la mordaza de tus labios
dejar mi boca atenazada y, luego,
en las calladas tardes del olvido,
gozar su jugo de sabor intenso.
De tu perfil de poma y sembradura
quiero la curva doble de tu seno,
quiero la miel que grana en tus pezones,
quiero la negra llaga de tu pelo.
Quiero que tu presencia me ilumine,
ara en que de hombre me inmolé sin precio,
cuando los pulsos tardos se detengan
por las cavernas hondas de mi cuerpo.
Quiero en el margen quieto de lo sido
de tus pupilas su paisaje abierto
y por las turbias sendas de la muerte
hacer camino en tu presencia quiero.
Quiero llevar tu tacto
inmune en la memoria
quiero en las hondas yemas de mis dedos
robar la acequia que en tu piel se posa
y hacerla insomne
temblor...
siempre latiendo.
Porque tu tacto tiene
aromas imposibles,
porque tu boca tiene
orgiásticos venenos,
porque tus ojos miran
alquimias insondables
y en tu cintura habitan
mágicos advientos.
Y si es que acaso
un día aquí volviera
del implacable exilio del destierro,
que el palpitante hueco que desnudas
fuera de nuevo...
cauce
de mi cuerpo.
VIENTO
Viento, tú que vas y vienes
de tu rosa en derredor,
viento dime ¿Dónde habita
el dios que cuida el amor?
¿En qué refugio?¿En qué cima?
¿En qué galaxia o que sol?
¿En qué alejado silencio
plantó su tienda ese dios?
¿En qué acabado desierto
tiene su jardín la flor?
¿Bajo qué luna se enfría
la fuerza de su calor?
Si lo vieras, viento, dile...
dile que me busque...yo
llevo en relojes de sangre
su ausencia en mi corazón.
¡AY!
¡Ay! Quién pudiera tener
tras el silencio el olvido
y recordarte después.
¡Ay! Quién pudiera tener...
Sentir la sangre varada
en esteros del ayer
y ser sangre enamorada.
¡Ay! Quién pudiera tener...
Y de nuevo renacer
del desierto de la nada
y en ti saciarse la sed.
¡Ay! Quién pudiera tener...
Y tras la quieta jornada
sentir de nuevo en la piel
el beso de tu mirada.
¡Ay! Quién pudiera tener...
ROBADME DEL PASAR...
Crece el silencio sobre el alma mía
y en ella dulcemente se me posa
cual en la cima leve de la rosa
se duerme el agua cuando viene el día.
Viene tan pura, tan clara la alegría
tan llena de pudor y tan hermosa
que el cáliz de mi cuerpo se rebosa
y añora otra celeste lejanía.
Mañanas que de luz, pausadamente,
me dais la claridad como alimento,
mudadme a una distancia diferente.
Robadme del pasar en que me intento
y, en otro ansiado mar, calmadamente,
levad mi corazón con otro viento.
CLIMAX
El sol en la ventana florecía
una tarde de Marzo, mansamente.
Tu boca era un panal ebrio que urgente
clamaba de mi boca compañía.
El tiempo se paró por si podía
quedarse así de amor alzadamente
y un sueño de naranjas en poniente
cuajó horizontes donde muere el día.
¡Qué denso el palpitar se fue callando!
¡Qué pobre la palabra contenida!
¡Qué plena en su canción la sangre hablando!
El aire era de luz. De luz la vida.
De luz ese clamor que fue granando.
De luz busca mi voz ser tu medida.
ASÍ
Como el monte al albor se va creciendo
ceñido por la luz que le rodea,
así tu viento, amor, en su tarea,
perfila este rumor en que me enciendo.
Así, sin ruido apenas, va puliendo
tu labio este cantil que me rodea
y va mi sangre haciéndose a tu idea
y yo de ti me voy aconteciendo.
Así, como el talud de fina arena
se va del aire cálido besando,
así ya tu caricia por mi vena.
Así, como esa lluvia que serena
va el suelo de sabores aventando,
así tu yugo, amor, y tu cadena.
DESPUÉS
Después, cuando los ojos no acaricien
la rosa en su mirar,
cuando el viento no siembre ya el oído
con su rumor de mar,
cuando el cielo en la noche, transgredido
por el silencio astral,
no pueble de murmullo este latido,
mi sueño...¿Dónde irá?
Cuando el miedo no acucie con su ruido
de llanto por llegar
y cese el corazón su ritmo herido
de tiempo y de lugar,
si el hueco de mi ser ya no lo anido,
mi ausencia... ¿Dónde irá?
Si ya con mi canción no soy el río
que llora en el canchal,
si no lleva en su son la voz mi vibro
ni el verso mi anhelar,
si no siento el calor de esta contigo,
si no te puedo amar,
si no eres tú ese dios a que me inclino
Amor... ¿Qué queda ya?
PARTIDA
Cada día su propio desconcierto,
su propia dimensión establecida,
tablero de ajedrez con la partida
propuesta del futuro en que me inserto.
Tan sólo del final el jaque cierto
y, mientras, despiezándome la vida
jornada tras jornada, trampa urdida
al mar de la esperanza en que me vierto.
Cada día los cuadros del tablero
con ciega exactitud, calladamente,
me ofrecen la distancia en la que muero.
Cada día, latiendo más urgente,
mi ronco corazón, por compañero,
arriesga otra jugada indiferente.
PULSIÓN
Labio insistente del mar
que en el talud de la arena
dejas un beso y te vas.
Débil huella que se queda
en su destino a esperar
el labio que la condena. .
Vaivén que viene y se va
y marchándose regresa
para volverse a extrañar.
Y así por la eternidad
tú, ronco son, y en la arena...
en la arena hambre de sal.
NOCHE
La noche planta jardines
de oscuridad. Cementerio.
Las muertas niñas deshojan
-¿qué sí?... ¿qué no?- crisantemos.
La luna afila despacio
su redondez con el sueño,
mientras recorta a las niñas
trenzas - ¿No?...¡Sí! - del tiempo.
VELEIDAD
Me vienes y te vas,
tu rastro por mi cieno
mi rostro por tu altar.
Me vienes y te vas...
Mis límites más ciertos
invades y, al pasar,
hambre y dolor de tu verbo.
Y sin embargo te vas...
DEJADME LA VOZ
que quiero
más que cantor ser cantar
más ser música que tiempo
más que sangre, libertad
Dejadme la voz que quiero
palabra ser
y volar
PARA PONERLE NOMBRE
a lo que el corazón me grita
esa inaccesible pulsación de sombra
ese oscuro batir del sentimiento
para robar palabras que sólo escucha el aire
para alumbrar auroras que rompan sobre el tedio
para que
herida ronca que al callar supura
sepáis del hombre que en mí derrama el tiempo
DEJAD QUE OS COJA LA MANO,
que mi piel con vuestra piel
descanse de su cansancio.
Dejadme que de la miel
del dulce calor humano
me sacie de tanta sed
y dejadme, terminando,
que peregrine después.
Hay manos que están buscando
el calor que yo les dé.
ESTÁN LLOVIENDO MARIPOSAS MUERTAS
por un otoño de árboles inmenso
La levedad alcanza cotas imposibles
y la nostalgia adorna el alma de recuerdos
Todas las memorias se agrupan convergentes
y sopla irreverente por el alma el viento cierzo
Mas pasará este tiempo dorado de angostura
y pasará la luna frígida de invierno
y en las abiertas colinas de la aurora
para otro sueño
el sol de marzo renacerá de nuevo
LA NIÑA Y EL ÁRBOL
Las mariposas adornan
cerezos: Es primavera.
¡Qué triste si no se espera!
Y el agua, la luz y el viento
saltan, refulgen y vuelan.
¡Qué triste si no se espera!
La niña se desabrocha
de pechos la botonera..
¡Qué joven la primavera!
Si no tuviera mil años
ni mis altas ramas yertas...
¡Qué triste la primavera!
Que triste el árbol, que alegres
manos que por ti crecieran.
¡La niña su blusa abierta!
NO MÁS TARDE
¡Ahora!, no más tarde ni más lejos,
¡Ahora es el momento y es el lance!
silencio puro que está presto a la escucha
o voz cual brizna
fugaz que cruza el aire.
¡Ahora ya sin más o siempre nunca
derrámese mi voz hasta entregarse
derrámense los hondos argumentos
que máscaras se obstinan en cerrarle.
¡Ahora o nunca más! Este es el tiempo,
en esta herida rota de la sangre,
en este desguazarse de la vida
por muelles acostados de la tarde.
FE DE VIDA
Eres,
no puedes evitarlo,
esa es tu herencia, tu límite, tu afán,
tu contenido.
Eres,
con toda la extensión de la palabra,
con toda su dureza y con su estría.
Eres.
El ser es tu noción, tu fe, tu sueño,
tu terca sensación, tu sola herida.
Eres.
En río, en transición, en esa espera
del qué serás el día en que no fueres.
Futuro hacia un pasado eres.
De tiempo encarcelado, malherido,
de luz, de oscuridad, de amor
de muerte eres.
Y ser es tu pasión, tu voz, tu vida,
tu pálido rumor, tu peso inerte,
la sangre que te fluye y la partida
que juegas con tu Dios.
Suerte pues eres.
TE ME VAS
Te me vas,
hoja que el viento corta y leva
cual rota percepción de viva imagen te me vas.
Cual bronce que diluye en un silencio
su tránsito de vibro y de campana te me vas.
Cual ala de una voz que no es pregunta,
cual ansia de un pecado desgastado te me vas.
Te me vas,
música fue mi labio en tu presencia y te me vas.
Tacto de sed mi lengua en tu respuesta y te me vas.
Te me vas
Árbol que ayer tejió penumbra y cielo y te me vas.
Calladamente luz, callado empeño,
puntada de intención en lo imposible
e, impunemente, ahora, te me vas.
En plena oscuridad,
por noche ajena,
heridamente ausente
y te me vas.
POR LA AMURA DEL VIENTO
Me quisiera despierto cuando llegue la noche,
cuando abreve el invierno por mis hondas vasijas,
cuando el viento se calle y en la puerta del tiempo
el tapiz del paisaje por mis ojos se extinga.
Cuando el cuerpo no pueda soportar el asedio
del acerbo de historias que propone la vida,
con los brazos cual leños y los dedos hastiados
por los tactos abiertos de sus yemas extintas.
Y dispuesto quisiera aceptar en la brecha
del callado enemigo la gastada clepsidra,
la memoria colmada de un alud de vivencias
y en los labios cristales de asombradas caricias.
En la sima del aire por la amura del viento
la mirada dejarme de horizontes perdida,
acuarelas de alumbre por ocasos de adviento
y murales de auroras por sedientas retinas.
En silencio alejarme del aullido del tiempo,
del rumor de relojes que se añoran de Estigias,
del sabor de la sangre y de la duda del miedo,
del sonido de ausencias por mi lenta deriva.
Ya
ya
ya
ya
en la caja del pecho el latido imposible,
el archivo cansado de memorias cautivas,
el matraz de la sangre los veneros exhaustos,
la boca en estricta comisura de vida.
Y al futuro dejarle como poso en mi hueco,
si es que acaso persiste cuando ya me despida,
mi aparejo de calcio como abono postrero
y en su bronce tañendo mi pulsión de entropía.
Quiero al borde del aire descansar un momento
y sin penas ni agravios desalmar mi medida
y dejarme del cuerpo como al cabo la tarde
se descuelga del cielo cuando el sol se deriva.
Y si el viejo del tiempo con su insomne cayado
me regala un instante cuando ya me despida,
que mi boca se calle con un último verso
y la cómplice seña de una leve sonrisa.
Y que el gramo postrero del calor de mi mano
en el caz de la mano de mi amada se extinga,
y que el beso me selle de su boca el recuerdo
que a la muerte me lleve del rumor de la vida.
Y que acaso si hubiera tras el muro otro hueco
en que el alma despierte de la sombra emprendida
que me dejen que cante su abismado misterio
de arrasado horizonte con mi hallada poesía.
Y si alguno quisiera rebuscar en los pecios
que a la escoria y al polvo de mi turno resistan
que rescate del fondo del olvido mis versos
y que así de memoria... me devuelva la vida.
ROMANCE EN SOCUÉLLAMOS.
I
En un lugar donde nunca
en el Quijote se habla,
en un rincón de ese campo
horizontal de la Mancha,
pudo ocurrir el suceso
que este romance nos narra.
La palabra es un obrero
que no duerme ni descansa
siempre surcando caminos
de tiempo por la garganta.
Es como el curso de un río
que va allegando en su marcha
mil murmullo y que luego
en voz al mar se los canta.
Lo que ocurrió aquella tarde
en la estepa castellana
que desde Cuenca a Albacete
junto a Socuéllamos pasa,
un pastor, cansado y viejo
pero sabio, lo contaba
mientras en mudo silencio
este poeta escuchaba.
II
Era por el mil quinientos,
cuando en Castilla reinaba
un español que de negro
vestía y su blanca barba
era señal del gran peso
que el gobernar le mandaba.
El mes era de por Mayo,
ese en que el campo se cambia
su triste paño de invierno
por verde jubón y blanca
camisa que de gorgueras
en mil flores se levanta.
Daba el sol del mediodía
en vertical su cascada,
ni una brizna se movía
el viento de tanta calma.
Por la cañada el silencio
era la voz que cantaba
y las encinas dormían
un sueño de siestas pardas.
Del fondo del horizonte,
línea que nunca se acaba,
primero fue un punto negro,
y luego yegua montada
por un noble caballero,
cruz de Santiago y espada.
Las botas de fino cuero,
las espuelas son de plata,
el jubón de terciopelo,
y la camisa de holanda.
Lleva el mentón sobre el pecho
y ya canosa la barba,
arrugado el entrecejo
y las espaldas cansadas
de cien combates y sueños
de la grandeza de España.
Mancha de los caballeros
que alzado te han a la fama,
tierra que de extremo a extremo
estás al cielo abocada.
III
De pronto el hondo silencio
por un cuchillo se rasga,
el cuchillo es un lamento
que horada el aire... y el alma.
El caballero, al oírlo,
del estribo se levanta,
su mirada recia busca
de tanto dolor la llama.
El lamento se repite,
ya es un ¡Ay! débil que clama
de algún lugar escondido
y de una dulce garganta.
Se ha bajado el caballero
de su yegua peliblanca,
y metiéndose en el bosque
busca la voz que le llama.
Tendida ha, sobre el suelo,
encontrado una zagala
bajo las zarzas y el pecho
amapolas le mandaban.
¡Dios bendito de los cielos!
¡Esta niña se desangra!
Le ha vendado el joven cuerpo
con su camisa y su capa.
¿Quién eres mujer y dónde
están tu familia y casa?
¿Quién ha encendido este velo
de dolor sobre tu infancia?
-“Soy morisca, caballero,
y mis padres tienen casa
a media legua y el suelo
para cosechar lo labran.
En la fuente que aquí corre,
junto a la encina más alta,
estaba de barro un rojo
cántaro llenando de agua.
Unos vaqueros que al punto
por la vereda pasaban
me han malherido y abierto
heridas que ya no sanan.
Eran tres, uno de cuero
llevaba sucia zamarra,
otro era tuerto, el tercero
hablaba roncas palabras”.
Ha dicho esto y ha muerto
de pena y dolor cansada.
Mancha de los caballeros
de sangre niña manchada,
los niños labriegos piden
negra y cumplida venganza.
IV
El caballero ha llevado
la niña muerta a su casa
y ha jurado hacer justicia
sobre la cruz de su espada.
Bruñido ha puesto el acero
toledano de sus armas,
ha pedido que le dejen
a solas orar y manda
que le limpien los arreos
y ensillen su yegua blanca.
A las siete de la tarde,
el poniente ya empezaba
a enrojecer el abismo
donde el sol hunde su llama,
ha partido el caballero,
fiel, a cumplir su palabra.
Las crines peinan el viento,
el aire afila la cara,
la mirada dura al frente
y el corazón con su carga.
No le temblará la mano
ni el cierzo le halará el alma
cuando le llegue el momento
de hacer de muerte su causa.
Mancha de los caballeros,
la noche se alarga y tapa
tus límites, y sus flecos
por Alcaraz se derraman.
V
La noche lleva subiendo
la luna redonda y blanca
y en los ramajes del cielo
cuelgan las estrellas sabias.
Tres hombres rudos a un tiempo
de noche negra se tapan
y en taimados pensamientos
miran de soslayo y callan.
Han terminado la cena
junto a la hoguera que manda
reflejos sobre los rostros
de tan rufiana canalla.
Tienen miedo y escudriñan
la oscuridad sus miradas,
les parece que han oido
ruido. –“¡Serán alimañas!”
- dice el mas viejo – y empuña
bajo su mantón la daga.
Angeles negros empiezan
a cepillarse las alas
y van abriendo tres huecos
en el infierno a tres almas.
Del silencio de la noche
una voz de hierro alza
esta pregunta que cierra
de terror las tres gargantas.
- ¿Habeis visto, por ventura,
una niña que llevaba
apoyado en la cadera
un rojo cántaro de agua?
Uno alcanza su ballesta,
el otro su daga plana
y el tercero por el mango
levanta el rayo de un hacha.
Furia de luz el acero,
en una terrible danza,
ha levantado un invierno
de frigidez en tres almas.
No han enterrado a los muertos,
para escarnio y enseñanza,
han dejado que los cuerpos
los coman las alimañas.
Dicen que aquel caballero,
que a Socuéllamos marchaba,
para conseguir del cielo
el perdón de su venganza,
se hizo eremita, viviendo
junto a una laguna blanca
que en Ruidera esta prendida
por cruces a sus murallas.
Mancha de los caballeros,
tierra bronca donde manda
la locura hidalgos viejos
y poetas que la ensanchan.
CONCIERTO BARROCO
Vivaldi tocaba
un largo al revés.
El sol se moría
cansado del día
al atardecer.
¡No te vayas! ¡Ven!
No ves que no puedo
mirarte ni ver.
La luna en el centro
de la frigidez
y el silencio muerte
al atardecer.
¡No te vayas! ¡Ven!
Insiste Albinoni:
"A cinque concerte"
La viola libera
cifras del papel,
un chelo, muy grave,
las vuelve a prender.
Allegro del llanto
al atardecer.
¡No te vayas! ¡Ven!
No ves que la muerte
me quiere coger.
Sonatas de hielo
pueblan mi través
y suenan trompetas
de llamada. ¡Ven!
Van llamando ausencias
con su voz de miel.
¡No te vayas! ¡Ven!
Llantos de guitarra
vibran en tropel.
Mira que no puedo
ya moverme.¡Ven!
Arterias de piedra
sobre mis dos pies
y Haendel soñando
el número diez.
¿Por qué me abandonas?
¡No te vayas! ¡Ven!
No ves que me muero
este atardecer.
Capricio finale.
Flautas y un rabel.
Resuenan los cascos
ya de su corcel.
Andante maestoso.
Sonata. Purcell.
El tiempo se rompe
este atardecer.
¡Ya no vengas! ¡Vete!
Ya soy del ayer
Aleixandre Vicente
Biografía
Poeta español nacido en Sevilla en 1898.
Su infancia transcurrió en Málaga, y aunque desde los trece años se trasladó con su familia
a Madrid, el mar dejó una profunda huella en su poesía. Fue profesor de Derecho Mercantil
y miembro de la Real Academia Española desde 1949. Es uno de los grandes valores de la
poesía del siglo XX.
Su primer libro, «Ámbito», fue publicado en 1928, al que siguieron, «Espadas como labios»
en 1932, «Pasión de la tierra» en 1935, «Sombra del paraíso» en 1944, «Mundo a solas»
en 1950, «Nacimiento último» en 1953, «Historia del corazón» en 1954, «Poemas de la
consumación» en 1968, «Diálogos del conocimiento» en 1974 y póstumamente «En gran
noche» en 1991.
En 1934 fue Premio Nacional de Literatura y en 1977 recibió el Premio Nobel de Literatura.
Falleció en Madrid en 1984.
A TI, VIVA
ADOLESCENCIA
AL CIELO
CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA COMO LA MAR, LOS BESOS
CRIATURAS EN LA AURORA
DESPUÉS DEL AMOR DIOSA
EL ALMA
EL OLVIDOEL POETA SE ACUERDA DE SU VIDA
EL SEXOEL ÚLTIMO AMOR
HIJA DE LA MAR
LAS MANOS LOS BESOS
MUÑECAS
MANO ENTREGADA
NACIMIENTO DEL AMOR
NO BUSQUES, NO
QUERÍAN
NO TE CONOZCO PLENITUD DEL AMORREPOSO
SI MIRO TUS OJOS...
SIN FE
TORMENTO DEL AMORTRIUNFO DEL AMOR
UNAS POCAS PALABRAS
UNIDAD EN ELLA
VEN, SIEMPRE VEN Más poesía de Vicente Aleixandre en: POESÍA DE ORO
Puedes escuchar al poeta en: LA VOZ DE LOS POETAS
UNAS POCAS PALABRAS
SE
Unas pocas palabras en tu oído diría.
Poca es la fe de un hombre incierto.
Vivir mucho es oscuro, y de pronto saber no es conocerse.
Pero aún así diría. Pues mis ojos repiten lo que copian:
tu belleza, tu nombre, el son del río, el bosque,
el alma a solas.
Todo lo vio y lo tienen. Eso dicen los ojos.
A quien los ve responden. Pero nunca preguntan.
Porque si sucesivamente van tomando
de la luz el color, del oro el cieno
y de todo el sabor el pozo lúcido,
no desconocen besos, ni rumores, ni aromas;
han visto árboles grandes, murmullos silenciosos,
hogueras apagadas, ascuas, venas, ceniza,
y el mar, el mar al fondo, con sus lentas espinas,
restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven.
Unas pocas palabras, mientras alguien callase;
las del viento en las hojas, mientras beso tus labios.
Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno.
Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto,
estoy muerto.
SIN FE
Tienes ojos oscuros.
Brillos allí que oscuridad prometen.
Ah, cuán cierta es tu noche,
cuán incierta mi duda.
Miro al fondo la luz, y creo a solas.
A solas pues que existes.
Existir es vivir con ciencia a ciegas.
Pues oscura te acercas
y en mis ojos más luces
siéntense sin mirar que en ellos brillen.
No brillan, pues supieron.
saber es alentar con los ojos abiertos.
¿Dudar...? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia.
COMO LA MAR, LOS BESOS
No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.
Eras más consistente,
más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.
Quizá porque, rodada
sobre playa sin fin, no pude hallarte.
La huella de tu espuma,
cuando el agua se va, queda en los bordes.
Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que
en mí quedara.
Como un alga tus besos.
Mágicos en la luz, pues muertos tornan.
UNIDAD EN ELLA
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.Deja, deja que mire, teñido del
amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.Quiero amor o la muerte, quiero morir del
todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa larva rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala, es todavía unas manos,
un repasar de tu crujiente pelo, un crepitar
de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
MANO ENTREGADA
Pero otro día toco tu mano. Mano tibia...
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí empapa del amor hermoso.
Es por la piel secreta, secretamente abierta,
invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce;
para rodar por ellas en tu escondida sangre,
como otra sangre que sonara oscura,
que dulcemente oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo que resuena mío, mío poblado de mis
voces profundas
¡oh resonado cuerpo de mi amor!, ¡oh poseído cuerpo!,
¡oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole!
Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehusa
mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-.
Y que una zona triste de tu ser se rehusa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese lento contacto
de tu mano,
de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donde te pueblo y canto completo entre tu carne.
SE QUERÍAN
Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
NACIMIENTO DEL AMOR
¿Cómo nació el amor? fue ya en otoño.
Maduro el mundo,
no te aguardaba ya. Llegaste alegre,
ligeramente rubia, resbalando en lo blando
del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa
me pareciste aún, sonriente, vívida,
frente a la luna aún niña, prematura en la tarde,
sin luz, graciosa en aires dorados; como tú,
que llegabas sobre el azul, sin beso,
pero con dientes claros, con impaciente amor!
Te miré. La tristeza
se encogía a lo lejos, llena de paños largos,
como un poniente graso que sus ondas retira.
Casi una lluvia fina -¡el cielo azul!- mojaba
tu frente nueva. ¡Amante, amante era el destino
de la luz! Tan dorada te miré que los soles
apenas se atrevían a insistir, a encenderse
por ti, de ti, a darte siempre
su pasión luminosa, ronda tierna
de soles que giraban en torno a ti, astro dulce,
en torno a un cuerpo casi transparente, gozoso,
que empapa luces húmedas, finales, de la tarde
y vierte, todavía matinal, sus auroras.
Eras tú, amor, destino, final amor luciente,
nacimiento penúltimo hacia la muerte acaso.
Pero no. Tú asomaste. ¿Eras ave, eras cuerpo,
alma solo? Ah, tu carne traslúcida
besaba como dos alas tibias,
como el aire que mueve un pecho respirando,
y sentí tus palabras, tu perfume,
y en el alma profunda, clarividente
diste fondo. Calado de ti hasta el tuétano de la luz,
sentí tristeza, tristeza del amor: amor es triste.
En mi alma nacía el día. Brillando
estaba de ti; tu alma en mí estaba.
Sentí dentro, en mi boca, el sabor a la aurora.
Mis ojos dieron su dorada verdad. sentí a los pájaros
en mi frente piar, ensordeciendo
mi corazón. Miré por dentro
los ramos, las cañadas luminosas, las alas variantes,
y un vuelo de plumajes de color, de encendidos
presentes me embriagó, mientras todo mi ser
a un mediodía,
raudo, loco, creciente se incendiaba
y mi sangre ruidosa se despeñaba en gozos
de amor, de luz, de plenitud, de espuma.
DIOSA
Dormida sobre el tigre,
su leve trenza yace.
Mirad su bulto. Alienta
sobre la piel hermosa,
tranquila, soberana.
¿Quién puede osar, quién sólo
sus labios hoy pondría
sobre la luz dichosa
que, humana apenas, sueña?
Miradla allí. ¡Cuán sola!
¡Cuán intacta! ¿Tangible?
Casi divina, leve
el seno se alza, cesa,
se yergue, abate; gime
como el amor. Y un tigre
soberbio la sostiene
como la mar hircana,
donde flotase extensa,
feliz, nunca ofrecida.
¡Ah, mortales! No, nunca;
desnuda, nunca vuestra.
Sobre la piel hoy ígnea
miradla, exenta: es diosa.
ADOLESCENCIA
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
EL OLVIDO
No es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.
Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.
Con dignidad murió. Su sombra cruza.
EL ÚLTIMO AMOR
I
Amor mío, amor mío.
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de salir. Acabamos de oír
cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz se queja en la garganta.
Amor mío...
Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio la puerta, si es que
no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No puede volver.
Se ha marchado, y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en todo aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate. Descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad, y lentamente te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duerme poquito a poco, deshaciéndote, desliéndote
en la noche que poco a poco te anega.
¿No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado,
oh solitario.
¡Oh, si yo pudiera hacer que nunca más despertases!
II
Las palabras del abandono. Las de la amargura.
Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo sonido.
Las decían los mismos labios, que hacían el mismo movimiento.
Pero no se las podía oír igual. Porque significan: las palabras
significan. Ay, si las palabras fuesen sólo un suave sonido,
y cerrando los ojos se las pudiese escuchar en el sueño...
Yo las oí. Y su sonido final fue como el de una llave que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví, y me senté.
Silenciosamente cerré la puerta yo mismo.
Sin ruido. Y me senté. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano.
Y dije...
Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente, suavísimamente.
Y dibujé todavía
el último gesto, ese
que yo ya nunca repetiría.
MUÑECAS
Un coro de muñecas,
cartón amable para unos labios míos,
cartón de luna o tierra acariciada,
muñecas como liras
a un viento acero que no, apenas si las toca.
Muchachas con un pecho
donde élitros de bronce,
diente fortuito o sed bajo lo oscuro,
muerde -escarabajo fino,
lentitud goteada por una piel sedeña.
Un coro de muñecas
cantando con los codos,
midiendo dulcemente los extremos,
sentado sobre un niño;
boca, humedad lasciva, casi pólvora,
carne rota en pedazos como herrumbre.
Boca, boca de fango,
amor, flor detenida, viva, abierta,
boca, boca, nenúfar,
sangre amarilla o casta por los aires.
Muchachas, delantales,
carne, madera o liquen,
musgo frío del vientre sosegado
respirando ese beso ambiguo o verde.
Mar, mar dolorido o cárdeno,
flanco de virgen, duda inanimada.
Gigantes de placer que sin cabeza
soles radiantes sienten sobre el hombro.
REPOSO
Una tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro limpio, una oquedad, un siglo.
Este pasar despacio sin sonido,
esperando el gemido de lo oscuro.
Oh tú, mármol de carne soberana.
Resplandor que traspasas los encantos,
partiendo en dos la piedra derribada.
Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los cardos cuando crecen, cuando arañan
las gargantas partidas por el beso.
Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte.
LOS BESOS
No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto,
en tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?Entreabierta tu boca vi tus dientes
blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta
reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.No lo olvides. Felices, mira, van, ahora
escapan.
Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo.
Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.
VEN, SIEMPRE VEN
No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente,
tu encendida frente, las huellas de unos besos,
ese resplandor que aún me da se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después
a ya una dura vida de lucero. No quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza. La soledad destella en el mundo sin
amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado. Pero tú no te acerques. Tu frente
destellante,
carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador. No te acerques, porque tu
beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa. Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro
que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales. Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente,
redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos,
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco. ¡Ven, ven muerte, amor; ven
pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!
LAS MANOSMira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla,
con vaguedad de sueño,
mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.
CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA
Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos
se bañan con espuma.
Dime por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va
un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.
Dime por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.
Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.
Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes.
¡Oh tú, cielo riente que pasas como nube;
oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna;
césped blando que pisan unos pies adorados!
TORMENTO DEL AMOR
Te amé, te amé, por tus ojos, tus labios, tu garganta, tu voz,
tu corazón encendido en violencia.
Te amé como a mi furia, mi destino furioso,
mi cerrazón sin alba, mi luna machacada.
Eras hermosa. Tenías ojos grandes.
Palomas grandes, veloces garras, altas águilas potentísimas...
Tenías esa plenitud por un cielo rutilante
donde el fragor de los mundos no es un beso en tu boca.
Pero te amé como la luna ama la sangre,
como la luna busca la sangre de las venas,
como la luna suplanta a la sangre y recorre furiosa
las venas encendidas de amarillas pasiones.
No sé lo que es la muerte, si se besa la boca.
No sé lo que es morir. Yo no muero. Yo canto.
Canto muerto y podrido como un hueso brillante,
radiante ante la luna como un cristal purísimo.
Canto como la carne, como la dura piedra.
Canto tus dientes feroces sin palabras.
Canto su sola sombra, su tristísima sombra
sobre la dulce tierra donde un césped se amansa.
Nadie llora. No mires este rostro
donde las lágrimas no viven, no respiran.
No mires esta piedra, esta llama de hierro,
este cuerpo que resuena como una torre metálica.
Tenías cabellera, dulces rizos, miradas y mejillas.
Tenías brazos, y no ríos sin límite.
Tenías tu forma, tu frontera preciosa, tu dulce margen
de carne estremecida.
Era tu corazón como alada bandera.
¡Pero tu sangre no, tu vida no, tu maldad no!
¿Quién soy yo que suplica a la luna mi muerte?
¿Quién soy yo que resiste los vientos, que siente las
heridas de sus frenéticos cuchillos,
que le mojen su dibujo de mármol
como una dura estatua ensangrentada por la tormenta?
¿Quién soy yo que no escucho entre los truenos,
ni mi brazo de hueso con signo de relámpago,
ni la lluvia sangrienta que tiñe la yerba que ha nacido
entre mis pies mordidos por un río de dientes?
¿Quién soy, quién eres, quién te sabe?
¿A quién amo, oh tú, hermosa mortal,
amante reluciente, pecho radiante;
¿a quién o a quién amo, a qué sombra, a qué carne,
a qué podridos huesos que como flores me embriagan?
PLENITUD DEL AMOR
Qué fresco y nuevo encanto,
qué dulce perfil rubio emerge
de la tarde sin nieblas?
Cuando creí que la esperanza, la ilusión, la vida,
derivaba hacia oriente
en triste y vana busca del placer.
Cuando yo había visto bogar por los cielos
imágenes sonrientes, dulces corazones cansados,
espinas que atravesaban bellos labios,
y un humo casi doliente
donde palabras amantes se deshacían como el aliento
del amor sin destino...
Apareciste tú, ligera como el árbol,
como la brisa cálida que un oleaje envía del mediodía,
envuelta
en las sales febriles, como en las frescas aguas del azul.
Un árbol joven, sobre un limitado horizonte,
horizonte tangible para besos amantes;
un árbol nuevo y verde que melodiosamente mueve sus
hojas altaneras
alabando la dicha de su viento en los brazos.
Un pecho alegre, un corazón sencillo como la pleamar
remota
que hereda sangre, espuma, de otras regiones vivas.
Un oleaje lúcido bajo el gran sol abierto,
desplegando las plumas de una mar inspirada;
plumas, aves, espumas, mares verdes o cálidas:
todo el mensaje vivo de un pecho rumoroso.
Yo sé que tu perfil sobre el azul tierno del crepúsculo
entero
no finge vaga nube que un ensueño ha creado.
lQué dura frente dulce, qué piedra hermosa y viva,
encendida de besos bajo el sol melodioso,
es tu frente besada por unos labios libres,
rama joven bellísima que un ocaso arrebata!
¡Ah, la verdad tangible de un cuerpo estremecido
entre los brazos vivos de tu amante furioso,
que besa vivos labios, blancos dientes, ardores
y un cuello como un agua cálidamente alerta!
Por un torso desnudo tibios hilillos ruedan.
¡Qué gran risa de lluvia sobre tu pecho ardiente!
¡Qué fresco vientre terso, donde su curva oculta
leve musgo de sombra rumoroso de peces!
Muslos de tierra, barcas donde bogar un día
por el músico mar del amor enturbiado,
donde escapar libérrimos rumbo a los cielos altos
en que la espuma nace de dos cuerpos volantes.
¡Ah, maravilla lúcida de tu cuerpo cantando,
destellando de besos sobre tu piel despierta:
bóveda centelleante, nocturnamente hermosa,
que humedece mi pecho de estrellas o de espumas!
Lejos ya la agonía, la soledad gimiente,
las torpes aves bajas que gravemente rozaron mi frente
en los oscuros días del dolor.
Lejos los mares ocultos que enviaban sus aguas,
pesadas, gruesas, lentas, bajo la extinguida zona de la luz.
Ahora vuelto a tu claridad no es difícil
reconocer a los pájaros matinales que pían,
ni percibir en las mejillas los impalpables velos de la aurora,
como es posible sobre los suaves pliegues de la tierra
divisar el duro, vivo, generoso desnudo del día,
que hunde sus pies ligeros en unas aguas transparentes.
Dejadme entonces, vagas preocupaciones de ayer.
abandonar mis lentos trajes sin música,
como un árbol que depone su luto rumoroso.
su mate adiós a la tristeza,
para exhalar feliz sus hojas verdes, sus azules campánulas
y esa gozosa espuma que cabrillea en su copa
cuando por primera vez le invade la riente primavera.
Después del amor, de la felicidad activa del amor, reposado,
tendido, imitando descuidadamente un arroyo,
yo reflejo las nubes, los pájaros, las futuras, estrellas,
a tu lado, oh reciente, oh viva, oh entregada;
y me miro en tu cuerpo, en tu forma blanda, dulcísima,
apagada,
como se contempla la tarde que colmadamente termina.
DESPUÉS DEL AMOR
Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir
retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace
un instante, en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su
forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de
la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites
se rehace.
Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios,
delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que
amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la
vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad
nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado
pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa
nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro
amor, que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla
caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.
EL ALMA
El día ha amanecido.
Anoche te he tenido en mis brazos.
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible.
Alma mía, tus bordes,
tu casi luz, tu tibieza conforme.
Repasaba tu pecho, tu garganta,
tu cintura: lo terso,
lo misterioso, lo maravillosamente expresado.
Tocaba despacio, despacísimo, lento,
el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada.
Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable.
El alma con su olor a azucena.
Oh, no: con su sima,
con su irrupción misteriosa de bulto vivo.
El alma por donde navegar no es preciso
porque a mi lado extendida, arribada, se muestra
como una inmensa flor; oh, no: como un cuerpo
maravillosamente investido.
Ondas de alma..., alma reconocible.
Mirando, tentando su brillo conforme,
su limitado brillo que mi mano somete,
creo,
creo, amor mío, realidad, mi destino,
alma olorosa, espíritu que se realiza,
maravilloso misterio que lentamente se teje,
hasta hacerse ya como un cuerpo,
comunicación que bajo mis ojos miro formarse,
organizarse,
y conformemente brillar,
trasminar ,
trascender,
en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano, que por
una manifestada suavidad se desliza.
Así, amada mía,
cuando desnuda te rozo,
cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco.
en la maravillosa noche de nuestro amor.
Con luz, para mirarte.
Con bella luz porque es para ti.
Para engolfarme en mi dicha.
Para olerte, adorarte,
para, ceñida, trastornarme con tu emanación.
Para amasarte con estos brazos que sin cansancio se
ahorman.
Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
contagiándome de ti,
que, alma, como una niña sonríes
cuando te digo: « Alma mía... »
EL SEXO
I
¡Pendiente de ese tronco
el fruto consta en vida.
Su materia consiente
una verdad durable.
En la sombra él madura,
si por siglos, finito,
y no cae sino cuando
el árbol rueda en tierra.
Fruto de carne o masa
de vida congruente,
pálido en su corteza,
nudosa nuez compacta.
La sangre rueda y pasa,
y ardiente sigue y vase,
mientras el viento pone
la vida en llamas y arde
doble tiniebla absorta.
Eje del sol que un rayo
descargará sin duelo
y estallará en la liza
dentro en la sombra exacta.
Oh, conjunción del fuego
con su materia idónea.
Fuego del sol, o fruto
que al estallar se siembra.
II
Entre las piernas suaves pasa un río,
lecho insinuado para el agua viva;
entre la fresca sombra o un humo quedo
que en el terso crepúsculo está inmóvil.
Entre los muslos, sólo el tiempo quieto,
el tiempo que no pasa, eternamente,
inmortal, sin nacer, entre las sombras.
Entre las piernas bellas sólo un río
en el fondo se siente cruzar único.
Agua oscura sin tiempo que no nace
y que sobre la tierra desemboca.
Oh, hermosa conjunción de sangre y flor,
botón secreto que en la luz perfuma
el nacimiento de la luz creciendo
de entre los muslos de la bella echada.
Ruda moneda o sol que exhala el día
naciendo de ese cuerpo dolorido,
presto al amor cuando el cenit empuje
al adversario que agresivo avanza.
Misterio entonces del ocaso ardiente
cuando como en caricia el rayo ingrese
en la sima voraz y se haga noche :
noche perfecta de los dos amantes.
NO TE CONOZCO
¿A quién amo, a quién beso, a quién no conozco ?
A veces creo que beso solo a tu sombra en la tierra,
a tu sombra para mis brazos humanos.
Y no es que yo niegue tu condición de mujer,
oh nunca diosa que en mi lecho gimes.
Pero yo nunca gimo de alegría cuando te estrecho.
Sobre la ebriedad del amor, cuando bajo mi pecho brillas
con el secreto brillo íntimo que sólo la piel de mi pecho
conoce,
yo sufro de soledad, oh siempre allí postreramente
desconocida.
Nunca: cuando la unidad del amor grita su victoria en la
ya única vida,
algo en mí no te conoce en la oscura sombra estremecida
que bajo el dulce peso del amor me sostiene
y me lleva en sus aguas iluminadamente arrastrado.
Yo brillando arrastrado sobre tus aguas vivas,
a veces oscuras, con mezcladas ondas de plata,
a veces deslumbrantes, con gruesas bandas de sombra.
Pero yo, sobre el hondo misterio, desconociéndolas.
Natación del amor sobre las aguas mortales,
sobre las que gemir flotando sobre el abismo,
hondas aguas espesas que nadie revela
y que llevan mi cuerpo sobre ausencias o sombras.
Entonces, cerrado tu cuerpo bajo la zarpa ruda,
bajo la delicada garra que arranca toda la música de tu
carne ligera,
yo te escucho y me sobrecojo de la secreta melodía,
del irreal sonido que de tu vida me invade.
Oh, no te conozco: ¿ quién canta o quién gime?
¿Qué música me penetra por mis oídos absortos?
Oh, cuán dolorosamente no te conozco,
cuerpo amado que no hablas para mí que no escucho.
SI MIRO TUS OJOS...
Si miro tus ojos,
si acerco a tus ojos los míos,
¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi
soledad!
Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los
brazos.
Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo,
secretamente en tu piel
la delicada frontera que de mí te separa.
Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente
cerrada
que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina
magnolia.
Su mismo perfume, que parece decir: "Tuya soy, heme
entregada al ser que adoro
como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus
labios frescos".
Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el
rozar de mi boca,
y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada,
detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable,
separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa
magnolia
cuerpo encerrado débilmente en perfume
que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente,
como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales.
Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi
vivir,
piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume,
suave carnación que delicadamente te niega,
mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose,
ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables,
dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega.
CRIATURAS EN LA AURORA
Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia.
Entre las flores silvestres recogisteis cada mañana
el último, el pálido eco de la postrer estrella.
Bebisteis ese cristalino fulgor,
que con una mano purísima
dice adiós a los hombres detrás de la fantástica
presencia montañosa.
Bajo el azul naciente,
entre las luces nuevas, entre los puros céfiros primeros,
que vencían a fuerza de -candor a la noche,
amanecisteis cada día, porque cada día la túnica casi
húmeda
se desgarraba virginalmente para amaros,
desnuda, pura, inviolada.
Aparecisteis entre la suavidad de las laderas,
donde la hierba apacible ha recibido eternamente el
beso instantáneo de la luna.
Ojo dulce, mirada repentina para un mundo estremecido
que se siente inefable más allá de su misma apariencia.
La música de los ríos, la quietud de las alas,
esas plumas que todavía con el recuerdo del día se
plegaron para el amor como para el sueño,
entonaban su quietísimo éxtasis
bajo el mágico soplo de la luz,
luna ferviente que aparecida en el cielo
parece ignorar su efímero destino transparente.
La melancólica inclinación de los montes
no significaba el arrepentimiento terreno
ante la inevitable mutación de las horas:
era más bien la tersura, la mórbida superficie del mundo
que ofrecía su curva como un seno hechizado.
Allí vivisteis. Allí cada día presenciasteis la tierra,
la luz, el calor, el sondear lentísimo
de los rayos celestes que adivinaban las formas,
que palpaban tiernamente las laderas, los valles,
los ríos con su ya casi brillante espada solar,
acero vívido que guarda aún, sin lágrimas, la amarillez
tan íntima,
la plateada faz de la luna retenida en sus ondas.
Allí nacían cada mañana los pájaros,
sorprendentes, novísimos, vividores, celestes.
Las lenguas de la inocencia
no decían palabras:
entre las ramas de los altos álamos blancos
sonaban casi también vegetales, como el soplo en las
frondas.
¡Pájaros de la dicha inicial, que se abrían
estrenando sus alas, sin perder la gota virginal del rocío!
Las flores salpicadas, las apenas brillantes florecillas del
soto,
eran blandas, sin grito, a vuestras plantas desnudas.
Yo os vi, os presentí, cuando el perfume invisible
besaba vuestros pies, insensibles al beso.
¡No crueles: dichosos! En las cabezas desnudas
brillaban acaso las hojas iluminadas del alba.
Vuestra frente se hería, ella misma, contra los rayos
dorados, recientes, de la vida,
del sol, del amor, del silencio bellísimo.
No había lluvia, pero unos dulces brazos
parecían presidir a los aires,
y vuestros cabellos sentían su hechicera presencia,
mientras decíais palabras a las que el sol naciente daba
magia de plumas.
No, no es ahora, cuando la noche va cayendo,
también con la misma dulzura pero con un levísimo
vapor de ceniza,
cuando yo correré tras vuestras sombras amadas.
Lejos están las inmarchitas horas matinales,
imagen feliz de la aurora impaciente,
tierno nacimiento de la dicha en los labios,
en los seres vivísimos que yo amé en vuestras márgenes.
El placer no tomaba el temeroso nombre de placer,
ni el turbio espesor de los bosques hendidos,
sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas
donde la luz se desliza con sencillez de pájaro.
Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales
de un mundo virginal que diariamente se repetía
cuando la vida sonaba en las gargantas felices
de las aves, los ríos, los aires y los hombres.
A TI VIVA
Es tocar el cielo, poner el dedo
sobre un cuerpo humano.
Novalis
Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece.
cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida
que me llama,
canción de un fondo que sólo sospecho;
cuando veo tu forma, tu frente serena,
piedra luciente en que mis besos destellan,
como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.
Cuando acerco mis labios a esa música incierta,
a ese rumor de los siempre juvenil,
del ardor de la tierra que canta entre lo verde,
cuerpo que húmedo siempre resbalaría
como un amor feliz que escapa y vuelve...
Siento el mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa alegre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.
Todo es sorpresa. El mundo destellando
siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo,
que es ese pecho enfebrecido y ávido
que sólo pide el brillo de Id luz.
La creación riela. La dicha sosegada
transcurre como un placer que nunca llega al colmo,
como esa rápida ascensión del amor
donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.
Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya,
que esa cercana música que concierta a las aves,
a las aguas, al bosque, a ese ligado latido
de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.
TRIUNFO DEL AMOR
Brilla la luna entre el viento de otoño,
en el cielo luciendo como un dolor largamente sufrido.
Pero no será, no, el poeta quien diga
los móviles ocultos, indescifrable signo
de un cielo líquido de ardiente fuego que anegara
las almas,
si las almas supieran su destino en la tierra.
La luna como una mano,
reparte con la injusticia que la belleza usa,
sus dones sobre el mundo.
Miro unos rostros pálidos.
Miro rostros amados.
No seré yo quien bese ese dolor que en cada rostro asoma.
Sólo la luna puede cerrar, besando,
unos párpados dulces fatigados de vida.
Unos labios lucientes, labios de luna pálida,
labios hermanos para los tristes hombres,
son un signo de amor en la vida vacía,
son el cóncavo espacio donde el hombre respira
mientras vuela en la tierra ciegamente girando.
El signo del amor, a veces en los rostros queridos
es sólo la blancura brillante,
la rasgada blancura de unos dientes riendo.
Entonces sí que arriba palidece la luna,
los luceros se extinguen
y hay un eco lejano, resplandor en oriente,
vago clamor de soles por irrumpir pugnando.
¡Qué dicha alegre entonces cuando la risa fulge!
Cuando un cuerpo adorado;
erguido en su desnudo, brilla como la piedra,
como la dura piedra que los besos encienden.
Mirad la boca. Arriba relámpagos diurnos
cruzan un rostro bello, un cielo en que los ojos
no son sombra, pestañas, rumorosos engaños,
sino brisa de un aire que recorre mi cuerpo
como un eco de juncos espigados cantando
contra las aguas vivas, azuladas de besos.
El puro corazón adorado, la verdad de la vida,
la certeza presente de un amor irradiante,
su luz sobre los ríos, su desnudo mojado,
todo vive, pervive, sobrevive y asciende
como un ascua luciente de deseo en los cielos.
Es sólo ya el desnudo. Es la risa en los dientes.
Es la luz o su gema fulgurante: los labios.
Es el agua que besa unos pies adorados,
como un misterio oculto a la noche vencida.
¡Ah maravilla lúcida de estrechar en los brazos
un desnudo fragante, ceñido de los bosques!
¡Ah soledad del mundo bajo los pies girando,
ciegamente buscando su destino de besos!
Yo sé quien ama y vive, quien muere y gira y vuela.
Sé que lunas se extinguen, renacen, viven, lloran.
Sé que dos cuerpos aman, dos almas se confunden.
HIJA DE LA MAR
Muchacha, corazón o sonrisa,
caliente nudo de presencia en el día,
irresponsable belleza que a sí misma se ignora,
ojos de azul radiante que estremece.
Tu inocencia como un mar en que vivesqué pena a ti alcanzarte, tú sola isla aún intacta;
qué pecho el tuyo, playa o arena amada
que escurre entre los dedos aún sin forma.
Generosa presencia la de una niña que amar,
derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa,
a unos ojos templados que te miran,
oreando un desnudo dócil a su tacto.
No mientas nunca, conserva siempre
tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste,
playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla
es siempre alguna concha que unas ondas dejaron.
Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido;
escucha el son de tu madre imperiosa;
sé tú espuma que queda después de aquel amor,
después de que, agua o madre, la orilla se retira.
NO BUSQUES, NO
Yo te he querido como nunca.
Eras azul como noche que acaba,
eras la impenetrable caparazón del galápago
que se oculta bajo la roca de la amorosa llegada de la luz.
Eras la sombra torpe
que cuaja entre los dedos cuando en tierra dormimos solitarios.
De nada serviría besar tu oscura encrucijada de sangre alterna,
donde de pronto el pulso navegaba
y de pronto faltaba como un mar que desprecia a la arena.
La sequedad viviente de unos ojos marchitos,
de los que yo veía a través de las lágrimas,
era una caricia para herir las pupilas,
sin que siquiera el párpado se cerrase en defensa.
Cuán amorosa forma
la del suelo las noches del verano
cuando echado en la tierra se acaricia este mundo que rueda,
la sequedad oscura,
la sordera profunda,
la cerrazón a todo,
que transcurre como lo más ajeno a un sollozo.
Tú, pobre hombre que duermes
sin notar esa luna trunca
que gemebunda apenas si te roza;
tú, que viajas postrero
con la corteza seca que rueda entre tus brazos,
no beses el silencio sin falla por donde nunca
a la sangre se espía,
por donde será inútil la busca del calor
que por los labios se bebe
y hace fulgir el cuerpo como con una luz azul si la noche es de plomo.
No, no busques esa gota pequeñita,
ese mundo reducido o sangre mínima,
esa lágrima que ha latido
y en la que apoyar la mejilla descansa.
De "La destrucción o el amor" 1932 - 1933
EL POETA SE ACUERDA DE SU VIDA
Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir en ellas? Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora
o cuando el día cumplido estira el rayo
final, ya en tu rostro acaso.
Con tu pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.
AL CIELO
El puro azul ennoblece
mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo
inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas
al agitado corazón con que estos años vivo.
Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.
Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin camsancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.
Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.
Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.
Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos
ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.
Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.
Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin camsancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.
Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.
Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.
Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos
ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.
Aleixandre Vicente 2
BESO ALEGRE
CABELLERA NEGRA
EL PERFUME
EL SUEÑO
ESPÍRITUS DE LA AURORA
LA PLAZA
MIRADA FINAL
SOMBRA FINAL
YO TE HE QUERIDO COMO NUNCA
SOMBRA FINAL
Pensamiento apagado, alma sombría,
¿quién aquí tú, que largamente beso?
Alma o bulto sin luz, o letal hueso
que inmóvil consumió la fiebre mía.
Aquí ciega pasión se estrelló fría,
aquí mi corazón golpeó obseso,
tercamente insistió, palpitó opreso.
Aquí perdió mi boca su alegría.
Entre mis brazos ciega te he tenido,
bajo mi pecho respiraste amada
y en ti vivió mi sangre tu latido.
Oh noche oscura. Ya no espero nada.
La soledad no miente a tu sentido.
Reina la pura sombra sosegada.
CABELLERA NEGRA
¿Por qué te miro, con tus ojos oscuros,
terciopelo viviente en que mi vida lastimo?
Cabello negro, luto donde entierro mi boca,
oleaje doloroso donde mueren mis besos,
orilla en fin donde mi voz al cabo se extingue y moja
tu majestad, oh cabellera que en una almohada
derramada reinas.
En tu borde se rompen,
como en una playa oscura, mis deseos continuos.
¡Oh inundada: aún existes, sobrevives, imperas!
Toda tú victoriosa como un pico e los mares.
BESO ALEGRE
Beso alegre, descuidada paloma,
blancura entre las manos, sol o nube;
corazón que no intenta volar porque basta el calor,
basta el ala peinada por los labios ya vivos.
El día se sienta hacia afuera; sólo existe el amor.
Tú y yo en la boca sentimos nacer lo que no vive,
lo que es el beso indestructible
cuando la boca son alas, alas que nos ahogan mientras los ojos se
cierran,
mientras la luz dorada está dentro de los párpados.
Ven, ven, huyamos quietos como el amor;
vida como el calor que es todo el mundo solo,
que es esa música suave que tiembla bajo los pies,
mundo que vuela único, con luz de estrella viva,
como un cuerpo o dos almas, como un último pájaro.
EL PERFUME
Chupar tu vida sobre los labios,
no es quererte en la muerte.
Chupar tu vida, amante,
para que lenta mueras
de mí, de mí que mato.
para agotar tu vida
como una rosa exhausta.
color, olor: mis venas
saben a ti: allí te abres.
Ebriamente encendido,
tú me recorres. toda,
toda mi sangre es sólo
perfume. Tú me habitas,
aroma arrebatado
que por mí te despliegas,
que como sangre corres
por mí: ¡que a mí me pueblas!
EL SUEÑO
Hay momentos de soledad en que el corazón reconoce, atónito, que
no ama.
Acabamos de incorporarnos, cansados: el día oscuro.
Alguien duerme, inocente, todavía sobre ese lecho.
Pero quizá nosotros dormimos...
Ah, no: nos movemos.
Y estamos tristes, callados. La lluvia, allí insiste.
Mañana de bruma lenta, impiadosa. ¡Cuán solos!
Miramos por los cristales. Las ropas, caídas;
el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto,
helado en este duro invierno que, fuera, es distinto.
Así te quedas callado, tu rostro en tu palma.
Tu codo sobre la mesa. La silla, en silencio.
Y sólo suena el pausado respiro de alguien,
de aquella que allí, serena, bellísima, duerme
y sueña que no la quieres, y tú eres su sueño.
ESPÍRITUS DE LA AURORA
No, no es la ahora cuando la noche va cayendo,
también con la misma dulzura
pero con un levísimo vapor de ceniza,
cuando yo correré tras vuestras sombras amadas.
Lejos están las inmarchitas horas matinales,
imagen feliz de la aurora impaciente,
tierno nacimiento de la dicha en los labios,
en los seres que yo amé en vuestras márgenes.
El placer no tomaba el temeroso nombre de placer,
ni el turbio espesor de los bosques hendidos,
sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas
donde la luz se desliza con sencillez de pájaro.
Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales
de un mundo virginal que diariamente se repetía
cuando la vida sonaba en las gargantas felices
de las aves, los ríos, los aires y los hombres.
LA PLAZAEra una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas
y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía
como único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.
Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse
y puede reconocerse.
Cuando en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras preguntar algo a tu imagen,
no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.
YO TE HE QUERIDO COMO NUNCA
Yo te he querido como nunca.
Eras azul como noche que acaba,
eras la impenetrable caparazón del galápago
que se oculta bajo la roca de la amorosa
llegada de la luz.
Eras la sombra torpe
que cuaja entre los dedos cuando en tierra dormimos solitarios.
De nada serviría besar tu oscura encrucijada
de sangre alterna,
donde de pronto el pulso navegaba
y de pronto faltaba como un mar
que desprecia a la arena.
La sequedad viviente de unos ojos marchitos,
de los que yo veía a través de las lágrimas,
era una caricia para herir las pupilas,
sin que siquiera el párpado se cerrase en defensa.
Cuán amorosa forma
la del suelo las noches del verano
cuando echado en la tierra se acaricia
este mundo que rueda,
la sequedad oscura,
la sordera profunda,
la cerrazón a todo,
que transcurre como lo más ajeno a un sollozo.
Tú, pobre hombre que duermes
sin notar esa luna trunca
que gemebunda apenas si te roza;
tú, que viajas postrero
con la cabeza seca que rueda entre tus brazos,
no beses el silencio sin falla por donde nunca
a la sangre se espía,
por donde será inútil la busca del calor
que por los labios se bebe
y hace fulgir el cuerpo como con una luz azul
si la noche es de plomo.
No, no busques esa gota pequeñita,
ese mundo reducido a sangre mínima,
esa lágrima que ha latido
y en la que apoyar la mejilla descansa.
NOCTURNO MIEDO
Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.Entonces, con el paso de un dormido
despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.¿Y quién entre las sombras de una calle
desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?El miedo de no ser sino un cuerpo
vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar
y la angustia de verse fuera de sí viviendo
y la duda de ser o no ser realidad.
MIRADA FINAL
La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos,
derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén
y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede
reconocerse.
Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no
es, y ve aparecer sus miembros,
y se palpa: Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y
esta mi pierna, e intacta está mi cabeza;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y
él emerge,
no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el
cielo destella
con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta
y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele,
pero le duele todo. Y arriba mira el camino,
y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe
y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo
azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la
vida como un instante, me miro.
Esta tierra fuíste tú, amor de mi vida? Me preguntaré así
cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte,
recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la
hondonada, en el fin, mire un cielo
piadosamente brillar?
No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo
una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el
largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el
vivir.
No, matéria adherida y tristísima que una postrer mano, la mía
misma, hubiera al fin de expulsar.
No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me
fue la vida posible
y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi
alma contigo todo lo mira,
contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo
los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.
Alighieri Dante
OTROS POEMAS DE DANTE ALIGHIERI:
AMOR E'L COR GENTIL
CANTO I° DE LA DIVINA COMEDIA ( fragmento )
CANTO III DE LA DIVINA COMEDIA
LA VIDA NUEVA
SONETO
SONETO XL
TANTO GENTILE
(fragmento)
OLTRE LA SPERA...
TUTTI LI MIEI PENSER...
VEDE PERFETTAMENTE...
AMOR E'L COR GENTIL
Corazón y el Amor son una cosa
sola y gentil -el sabio lo ha dictado.
Ninguno sin el otro ha palpitado,
que la razón no puede estar ociosa.
Falla natura cuando está amorosa,
y Amor o el Corazón por un cuidado;
transcurra el tiempo breve o dilatado,
lo mismo en inquietud que si reposa.
Si a la Bella se suma la Discreta,
y nuestra vista bebe su dulzura
colmando el corazón de ansia secreta,
del Amor al asedio que perdura
pidiendo estadio la Beldad nos reta
como bravo adalid en su armadura.
Versión de: Carlos López Narváez
CANTO III DE LA DIVINA COMEDIA ( fragmento )
INSCRIPCIÓN
Por mí se llega a la ciudad doliente.
Por mí se avanza hacia la eterna pena.
Por mí se va tras la perdida gente.
Dios al pecado señaló condena
y surgí entonces cual suprema alianza
del poder sumo y la justicia plena.
Y no existiendo en mí fin ni mudanza
nada me precedió sino Dios mismo.
Los que entrásteis perded toda esperanza.
Versión de: Nicolás Bayona Posada
LA VIDA NUEVA
(fragmento)
Muchas veces me vienen a la cabeza
la oscura cualidad que me da el Amor
y me tengo lástima y así me digo:
¡Ay de mí!, ¿les pasa esto a otros?;
porque tan hábilmente me asalta el amor
que la vida casi me abandona:
sólo un hilo de espíritu deja medio vivo,
uno que sólo por ti vive y razona.
Luego me esfuerzo, yo deseo salvarme,
y casi muerto, sin ningún valor,
vengo a verte, creyendo así curarme:
y cuando alzo los ojos para observarte
en mi corazón se inicia un terremoto
que suspende en mi alma todos los latidos.
OLTRE LA SPERA...
Allende el orbe de rodar más lento
llega el suspiro que mi pecho exhala:
nuevo intelecto con que Amor escala
célica altura en alas del lamento.
Cuando alcanza la cima de su intento
ve la Mujer que otra ninguna iguala
por su esplendor: a quien todo señala
de Amor para el más alto rendimiento.
Viéndola así, con voz sutil, ardiente,
Amor le habla al corazón doliente
que lo interroga y no comprende nada.
Soy yo quien me hablo a mí y ante la bella
membranza de Beatriz, todo destella
y lo entiende mi mente iluminada.
Versión de: Carlos López Narváez
SONETO
Amor brilla en los ojos de mi amada,
y se torna gentil cuando ella mira:
donde pasa, todo hombre a verla gira
y a quien ve tiembla el alma enamorada.
Anochece si esconde su mirada,
y por volverla a ver todo suspira:
ante ella la soberbia huye y la ira;
bellas, honrad conmigo a mi adorada.
Feliz mil veces quien la ve y la siente;
al nacerle el alma al punto empieza
todo humilde pensar, toda dulzura,
y no sabe, almirarla sonriente,
si en ella se excedió naturaleza,
o el milagro gentil tanta hermosura.
Versión de: Alejandro Araoz Frazer
SONETO XL
Peregrinos que vais meditabundos
talvez en algo que no veis presente:
¿Venis desde una tan remota gente
que os miro, con agobios tan profundos
y sin llanto en los ojos errabundos,
ir a través de la ciudad doliente,
como si ciego, sordo, indiferente,
la viera vuestro ser desde otros mundos?
Me dice el corazón entre lamentos
-parad por escucharlo unos momentosque al salir d'ella os seguirá el quebranto.
Ya su BEATRIZ sólo es celeste sombra,
y de toda palabra que la nombra
fluye un acerbo manantial de llanto.
Versión de: Carlos López Narváez
TANTO GENTILE
Tanto es gentil el porte de mi amada,
tanto digna de amor cuando saluda,
que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada.
Rauda se aleja oyéndose ensalzada
-humildad que la viste y que la escuda-,
y es a la tierra cual celeste ayuda
en humano prodigio transformada.
Tanto embeleso el contemplarla inspira,
que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira.
Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que el alma va diciéndole: ¡Suspira!
Versión de: Carlos López Narváez
TUTTI LI MIEI PENSER...
Sabe sólo de Amor mi pensamiento;
por él y en él lo tengo tan cambiante:
de Amor la potestad lo lleva amante,
o a loco razonar, su valimiento.
Me infunde en la esperanza dulce aliento,
o acerbo lloro en onda desbordante;
tan sólo se unifica si tremante
mi alma de pavor se ve un momento.
Y así mi suerte ignoro en la contienda,
y no querer decirlo y que lo diga:
vagando voy en amorosa erranza...
Y si con todos he de hacer alianza
vano será clamarle a mi enemiga
-la insensible Piedad- que me defienda.
Versión de: Carlos López Narváez
VEDE PERFETTAMENTE...
Bien sabe a cuál saluda y reverencia
el que vea entre damas a la mía;
todas ellas hacerle compañía
tienen de Dios como gentil clemencia.
De su beldad es tánta la excelencia
que envidias no despierta ni falsía:
bien antes, galanura y ufanía
-dones de Amor- afinca su presencia.
De su redor dimana mansedumbre
y así vestidas de su misma lumbre,
cada una, sintiéndolo, se honora.
Fue siempre todo en Ella tan luciente,
que nadie, suspirando dulcemente,
podrá olvidar su gracia arrobadora.
Versión de: Carlos López Narváez
CANTO I° DE LA DIVINA COMEDIA
(Fragmento)
Del camino a mitad de nuestra vida
encontréme por una selva oscura,
que de derecha senda era perdida.
¡Y cuánto en el decir es cosa dura
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
que en el pensar renueva la pavura!
Tanto es amarga que es poco más muerte:
más, para hablar del bien que allí encontrara
diré otras cosas de que fui vidente.
Yo no se bien decir cómo allí entrara;
tan lleno era de sueño en aquel punto
que el derecho camino abandonara.
Mas luego, al ser al pie de un monte junto
en donde daba término aquel valle
que aflicto en miedo el corazón me tuvo,
miré a lo alto, y vi que era en su talle
vestido ya de rayos del planeta
que nos guía derecho en cualquier calle.
Fue entonces la pavura un poco quieta,
que en el lago del pecho aún me duraba
la noche, que pasara tanto inquieta.
Y como aquel que con cansadas ansias,
salido ya del piélago a la riba,
se vuelve a ver las peligrosas aguas,
así el ánima mía, aún fugitiva,
se volvió atrás a remirar el paso
que no dejó jamás persona viva.
Cuando di algún reposo al cuerpo laso
aquella proseguí playa desierta,
tal que el pie firme siempre era el más bajo.
Y he aquí, casi al comenzar la cuesta
una onza ligera y presta pronto,
que de pie maculada era cubierta:
y no se me apartaba de ante el rostro,
así tanto impedía mi camino
que muchas veces intenté el retorno.
Tiempo era el principio matutino,
y remontaba el sol con las estrellas
que eran con él, cuando el amor divino
movió al principio aquellas cosas bellas;
tal que de esperar bien me dio ocasión,
de la fiera de piel pintada aquella,
la hora del tiempo y dulce la estación:
mas no sin que temor no me infundiese
la aparecida vista de un león.
Este semblaba contra mi viniese
con la testa alta y apetito fiero,
que el aire parecía le temiese;
mas una loba, que de todo anhelo
parecía cargada en su magrura,
y vivir mucha gente hizo con duelo,
esta causome turbación tan dura
con el temor, nacido de su vista,
que perdí la esperanza de la altura.
Y como aquel, que con placer aquista,
y llega el tiempo que perder le haga,
que en todo su pensar llora y se atrista,
tal me hiciera la fiera de paz falta,
que, viniendo a mi encuentro, poco a poco,
me rechazaba allí donde el sol falla.
Mientras retrocedía al lugar hondo
ante mi vista se hizo descubierto
quien mudo pareció en lo silencioso.
Cuando yo le miré en el gran desierto,
"Apiádate de mi -le grité al mismo-,
quienquiera seas, sombra u hombre cierto."
Respondiome: "Hombre no; hombre ya he sido,
los que diéronme el ser fueron lombardos,
y ambos por patria a Mantua la han tenido.
Nací sub Julio, bien que un poco tardo
y viví en Roma, bajo el buen Augusto,
en tiempos de engañosos dioses falsos.
Poeta he sido, y yo canté del justo
hijo de Anquises, que volvió de Troya
después que fuese el soberbio Ilión combusto.
Mas, ¿por qué a tanta pena tu retornas?
¿por qué no vas al deleitoso monte
que es principio y razón de dicha toda?"
"¿Eres tu aquel Virgilio, aquella fuente
que tan gran río en el hablar difunde?
-le respondí con vergonzosa frente-.
¡Oh, de los otros poetas honra y lumbre!
válgame el largo estudio y grande amor,
que a mí buscar me han hecho tu volumen.
Eres tu mi maestro, eres mi autor:
eres tu solo aquel, de quien yo hurto
el bello estilo, que me ha dado honor.
Mira la bestia por la cual yo huyo:
de ella, famoso sabio, has de ayudarme,
que me hace estremecer venas y pulso."
Te conviene seguir distinto viaje,
-dijo, después de ver que yo lloraba-,
si quieres huir de este lugar salvaje:
porque esta bestia, por la qual tu clamas,
no deja que otro pase por su vía,
mas tanto se lo impide que lo mata;
y es su natura tan malvada e impía
que su rabiosa gana nunca llena,
y ha más hambre al comer que antes tenía.
Con muchos animales se empareja,
y aún serán muchos más, hasta que el Veltro
vendrá, y hará que con dolor se muera.
Este no comerá tierra ni peltro,
pero si amor, virtud, sabiduría,
y su patria estará entre Feltro y Feltro;
será salud de aquella humilde Italia,
por quien murió la virginal Camila,
Euríalo y Turno y Niso en la batalla.
Este la cazara por cada villa,
hasta arrojarla dentro del infierno,
del que al principio la sacó la envidia.
Mas ahora por tu bien pienso y discierno
que tu me sigas, yo seré tu guía:
te sacaré de aquí a un lugar eterno,
donde oirás espantosa gritería:
verás viejos espíritus en duelo,
que todos la segunda muerte ansían;
luego aquellos verás, que están contentos
en fuego, porque esperan la llegada
entre los alabados, a su tiempo:
a los cuales, si tu ascender desearas,
otra alma te quiara que yo más digna,
te dejaré con ella cuando parta:
que aquel Emperador, que reina arriba,
porque yo con su ley rebelde me hice,
no quiere a su cuidad por mi la ida.
En toda parte impera y allí rige,
allí está su ciudad y su alto asiento:
¡dichoso aquel, que al lado suyo elige!"
Yo le dije: "Poeta, te requiero
por ese Dios que tu no conociste,
para huir de este mal o más adverso,
que me lleves allá donde dijiste,
tal que yo vea la puerta de San Pedro
y aquellos que tu dices ser tan tristes."
Anduvo entonces, y seguí postrero.
Versión de: Carlos López Narváez
<: "Poeta, te requiero
por ese Dios que tu no conociste,
para huir de este mal o más adverso,
que me lleves allá donde dijiste,
tal que yo vea la puerta de San Pedro
y aquellos que tu dices ser tan tristes."
Anduvo entonces, y seguí postrero.
Versión de: Carlos López Narváez
Juan Antonio Alix
(1833-1918)
Nació en Moca y se crió en la ciudad de Santiago. Hijo de Félix Alix
y maría Magdalena Rodríguez. El más acabado tipo de poeta popular
dominicano, emanado del Cibao, región donde el alma nacional
conserva sus caracteres autóctonos y el habla del pueblo no ha
perdido el sabor añejo del claro y sonoro idioma español en su
modalidad andaluza. Las manifestaciones espontáneas de la vida
criolla, reflejo de virtudes, vicios, inclinaciones pasionales, tristezas
y alegrías, se tamizaban por su alma, y brotaban en la simple rima
de la décima, forma poética con que de preferencia expresaba sus
sentimientos el tipo salido del seno anónimo del pueblo. Con la vena
en un incesante manar, el lenguaje rimado era la expresión natural
de su espíritu jocundo, curioso, ligero, decidor y optimista, tocado
siempre del amor y entusiasmo por las cosas nativas.
Su sentimiento no se aferraba a ninguna de las tendencias
pasionales ocasionadas por lo cambiante de la vida social, sino que
las iba siguiendo y captando conforme a la naturaleza anónima del
alma popular de suyo sensible a ciertos aspectos de la existencia.
Cuando usa el lenguaje inculto del campesino, casi el mismo de las
masas de la ciudad, la versificación es más fluida y más certera la
fijación de costumbres y maneras. Producto del medio, tan
instintivo y sin artificio como el llano vivir corriente. Por esa
correspondencia, es el primer poeta eminentemente social que ha
tenido el pueblo dominicano. Por doquiera aparecía el decimero
como flor silvestre, y sus producciones, según el grado de interés
que despertaran, corrían de boca en boca, pasando de una región a
otra.
Su extensión y efecto no paraba ahí. Aparte de originar un nuevo
merengue que las cantaba en el jolgorio, la agudeza, moraleja,
expresión picaresca o intencional, envuelta en el estribillo o en una
estrofa, quedaba asentada en el espíritu, y se repetía, con ocasión
de determinado motivo, como un dicho popular, con intención de
refrán. Sobresalió entre todos los decimeros, sintetizando lo mejor
que cada uno poseía, Juan Antonio Alix.
Su fecundidad no fue el resultado de una satisfacción espiritual o
reclamo de un ideal, sino exigencia de la vida. El sustento de la
familia era un poderoso incentivo para ejercitar la aptitud especial
con que la naturaleza le dotara. Y la décima de la noche, al otro día
se convertiría en el dinero que llenaba los huecos del hogar. Ya su
juventud había pasado. En lo más florido de ella no tomó nunca en
serio el rimar, sino que vivió siguiendo el grato curso de las cosas
frívolas y alegres, poniendo en sus actos un constante matiza de
buen humor. Dentro de esa moral, no había sino indiferente a las
guerras libertadoras. En las luchas de la Independencia fue soldado,
y en la Restauración, figurando entre los patriotas que se
sublevaron en Guayubín y Santiago el mes de febrero del 63.
Pareció determinado a no deponer las armas, y junto con otros
dominicanos buscó refugio en Haití. Se enteró bien de las
costumbres de aquel pueblo, y además estuvo al tanto de las
costumbres de aquel pueblo, y además estuvo al tanto de los
preparativos para la formal guerra libertadora; pero días antes del
golpe de Capotillo, repasó la frontera, se acogió a las garantías de
las autoridades españolas, e hizo algo peor, que fue darles informes
de los planes de sus compatriotas en Haití, por lo que los militares
exóticos tomaron algunas precauciones con el fin de evitar el ataque
de sorpresa. Alix en lo adelante no se pudo separar de los
españoles, a los cuales siguió hasta verse en la ciudad de Santo
Domingo, donde le encontró la Restauración de la República, a la
que se adhirió, como otros compañeros.
Su juventud bulliciosa, vivida como quiera, en contraste con el
motivo que le da valor social permanente, fue la que echó las bases
del acervo de experiencia, conocimiento y amor de las cosas del
medio. Había sido, por otro lado, sin estorbárselo su manera
regocijada de entender el vivir, un famoso pendenciero, de mano
fatídica en el juego de las armas, y sin entrañas, con el contrincante
que errara el golpe mortal. Un abogado que pasó la mayor parte de
su vida entre el ejercicio de la profesión y la judicatura, tenía en la
manquedad de un brazo la señal de un sable manejado por Juan
Antonio Alix.
Sus décimas satisficieron una necesidad del espíritu colectivo. Eran
solicitadas por el pueblo, que las compraba no bien estaban en
circulación. Las habladurías de la calle, el escándalo social de la
hora, alguna amarga queja del público, el incidente burlesco hecho
comidilla de los murmuradores que lo eran casi todos los vecinos de
la población, la oportunidad de un desbordamiento de júbilo público,
el triunfo o fracaso de una revolución, o acaso un fusilamiento,
ejecutado de manera espectacular, constituían el material preferido
para las décimas, tocadas siempre de un vivo color de actualidad y
salpicadas de pimienta satírica, de que tanto gusta el pueblo, por
ser uno de sus íntimos fermentos.
Lo que no podía o no sabía hacer el periódico, lo proporcionaba la
décima. La sátira en el decimero popular por excelencia era una de
las emanaciones del alma colectiva. En las poblaciones de alma
propia, con su manera personal de entender y vivir la vida, se
sucedían, casi regularmente, frases populares con tonalidad de
refrán, en el sentido lato de la palabra, surgidas de lo anónimo,
pero acogidas y usadas en todos los planos de la sociedad como el
último dicho de moda y de color festivo. Cada dicho popular se
extinguía con la aparición de otro que insensiblemente lo
reemplazaba. Alguna vez llegaba de fuera, como sucedió con el
dicho: no te vista que no va, traído a Santiago por el payaso de un
circo que hizo pasar días de muchísimo contento por el primer
decenio del siglo. Alix produjo una décima sobre esta frase, del
mismo modo que lo había hecho y siguió haciendo con otras
tomadas de estribillo.
El elemento típicamente haitiano, en relación con su lenguaje y
costumbres, es oportuno consignar, fue un particular fermento que
puso a manar la cuerda burlesca del poeta Alix, mostrando lo
chistoso propio del contraste de lenguas e inclinaciones en
individuos y pueblos como el nuestro y el haitiano. Décimas suyas
de este género tienen todas soltura y gracejo.
En general, las décimas reflejaban una de las tonalidades del ser
social, no salido del primitivo y elemental existir aldeano, exento de
elevadas aspiraciones y diariamente ocupado en formar con el
copioso excedente de sus energías los suaves canales por donde
deslizar el tiempo. Hasta los analfabetos de las hacían leer para
tomarlas de coro y recitarlas en habiendo oportunidad. Entre los
papeles de familia guardados en el fondo del baúl no era raro
encontrar una décima de Juan Antonio Alix. Consideradas desde el
punto de vista de los motivos que las inspiraban, se pueden sacar
de ellas cuadros de costumbres nacionales, de esas que desterradas
ya de los centros urbanos, perduran en las aldeas aisladas del
progreso. Se puede, además, formar un catálogo de palabras y
frases populares, cifrada expresión de maneras en el vivir y estados
de pensamiento. Hasta ahora se ha publicado un volumen de las
décimas pero hay material para más. La edición es del año 1927 y
tiene prólogo de José Ramón López. (1833-1917).
AL PUBLICO
Lo que ha pasado en ¡a Otra Banda del
Yaque el día 7 del presente mes.
Ya que el público lo manda
Diremos por la presente,
Que el día siete del corriente
Por la noche, en Otra Banda
De pilluelos una tanda
Y de armamento provista,
Después de pasar revista
A siete chivos robados,
Dieron muerte los malvados
Al pedáneo Juan Batista.
Los pillos un burro prieto
Listo de un todo ‘llevaron,
Y de carne lo cargaron
Sin desollar por completo.
Batista, bello sujeto,
Y Alcalde de la Sección,
Por cumplir su obligación
Y sus bienes defender,
Vino el pobre a perecer
A las manos de un ladrón.
Dicen que fué acompañado
De dos o tres compañeros,
Que se mandaron ligeros
Cuando Juanico ha goteado.
Y que un joven buen soldado
Lelo Marte, el muy valiente,
Quien venció a los bandidos,
Dejó allí a dos heridos
Y un prisionero igualmente.
Según cuentan los vecinos
De Otra Banda y más lugares,
Dizque pasan de millares
Los chivos y los cochinos,
Y ovejos, que esos dañinos
Por todas partes cogían,
Y los cueros no vendían
En bruto los malhechores,
Pues, como son curtidores,
Ellos mismos los curtían.
También suelen declarar
Vecinos de Rafael,
Que en todo el lugar aquel
No se oye un chivo berrear,
Ni un ovejito balar
Ni otras clases de animales,
Porque los pilluelos tales
Haciendo de carne líos,
Han dejado allí vacíos
Los chiqueros y corrales.
Hoy se encuentra en el Juzgado
De Instrucción el burro prieto,
El que vino bien repleto
De chivos muertos cargado,
Con el cuero aún pegado;
Pues dicen que los chiveros
Por querer andar ligeros
Nada más los degollaban,
Y el mondongo lo dejaban
En los mismos mataderos.
Del pueblo la mayoría
Deseaba que los malvados
Fueran todos fusilados,
Que de ejemplo serviría.
Y la Autoridad quería
Al público complacer,
Pero que por atender
A unos cuantos consejeros,
Hoy se encuentran los chiveros
De la Justicia en poder.
Esta corta relación
Con gusto he publicado,
Porque me lo ha suplicado
Entera esta población.
Para con más atención
Que obren los tribunales,
Y se empeñen los fiscales
En emplear más energía,
Para darle garantía
A la crianza de animales.
Santiago, Agosto 10 de 1903
AL GOBIERNO PROVISIONAL
DE LA REPUBLICA SANTIAGO
Como cantor nacional
Yo no puedo prescindir,
De marchar o de seguir
A La opinión ‘general.
Por eso es muy natural
Cantar lo que ella desea:
Que para evitar pelea
O no más guerra civil,
Le diga a Alejandro Gil:
Afloja la jicotea.
De Alejandro siempre he sido
Amigo particular,
Y no lo puedo negar
Que le estoy agradecido;
Y como amigo querido
Este amigo le desea,
Que en salvamento se vea;
Y si de cerca le viera
Lo abrazaría y le dijera:
Afloja la jicotea.
Si el País entero ya
Desconoce tu poder,
No hagas la sangre correr
Que hasta Dios se enojará.
Vete, que tú volverás
Cuando en paz todo se vea.
A tu Patria que desea
Que no haya más bancarrota;
Conque, si eres buen patriota:
Afloja la jicotea.
Cantando estoy como un grillo
Sin a nadie maltratar,
Sin subir ni arrempujar
A partido ni a caudillo.
Ni canto por darle brillo
Ni al Jesús de Galilea,
Canto con la buena idea,
De lo que mejor conviene,
Y decirle al que la tiene:
Afloja la jicotea.
A ninguno adularé
Con atronadores vivas,
Y ni con flores ni olivas
A nadie coronaré.
A la paz le cantare
Y a la Unión que hoy campea;
Esa es toda mi tarea,
Evitar guerra civil,
Diciéndole a Woss y Gil:
Afloja la jicotea.
El País por el momento
Poco a poco se fusiona,
Sin distinción de persona
Y sin apasionamiento.
No ha habido atropellamiento
Ni quien arriba se crea,
De la discordia la tea,
Ya no hay ni quien la nombre;
Conque Gil, si eres buen hombre:
Afloja la jicotea.
En la más completa unión
Se encuentran greñudo y bolo:
Formando un partido solo
Como hermanitos que son.
No ha habido una discusión
Ni una palabrita fea,
Pues si lo que se desea
Es en paz todos vivir,
Gil, si te quieres lucir,
Afloja la jicotea.
Formando un solo partido
Se encuentra todo el Cibao,
Desde Masacre al Bonao
Como ya es bien sabido.
El Este y Sur se han unido
Al Cibao con esa idea,
Y como la unión florea,
Con placer y gusto mil,
Amigo Alejandro Gil:
Afloja la jicotea.
De todo corazón te desea un feliz
viaje, tu siempre amigo,
Juan Antonio Alix.
Santiago, 2 de Noviembre de 1903.
LAS JUNTAS DE FOMENTO
Establecidas por el progresista Don
Eugenio Descham ps, Vicepresidente y
Delegado del Gobierno en el Cibao
Para dar conocimiento
Al público en general,
De lo que el Gobierno actual
Practica por el momento,
Como asuntos de fomento,
De riqueza y bienestar,
Debo de manifestar
Que si el Gobierno consigue
Lo que con afán persigue
El país se ha de salvar.
Sabido es, que el habitante
Del campo, que trae su fruto,
Como gato entre macuto
Se lo endosa al comerciante;
Y al momento el negociante,
Ya sea por ambición
O por la mala intención
De trancar a un tercero,
Se lo compra al cosechero,
Sea cual sea su condición.
Por eso más criminal
Es sin duda el comerciante,
Que el gitanillo habitante
Y mucho más ilegal;
Pues si el cosechero tal,
Convencido ya estuviera
Que su fruto no vendiera
En pésima condición,
Jamás a la población,
Ni de chepa lo trajera.
Pero como saben bien
Que si ellos traen basura
El comerciante se apura
En comprarla en su almacén,
Eso yo lo haría también
Si yo fuera cosechero,
Pues de casa el basurero
Al comercio le trajera
Aunque así después se hundiera
Enviándolo al extranjero.
El Gobierno superior
No tiene más ideales,
Que a los frutos nacionales
Darle crédito y valor.
Para que en el exterior
Sean siempre solicitados,
Y no tan desmeritados,
Como están a la sazón
Por su mala condición
Y tan mal clasificados.
En todo el Departamento
Del Cibao están nombradas
Por Deschamps e instaladas
Varias Juntas de Fomento.
Para darle crecimiento
De una manera segura,
A comercio, agricultura,
Y a otras cosas igualmente,
Para que el País realmente
Se coloque en grande altura.
El Gobierno ha concedido
Sin pérdida de momento,
A las Juntas de Fomento
Cuanto ellas han pedido,
Y en todo está decidido
Dichas Juntas a apoyar,
Y hacerlas bien respetar
Con la mayor energía,
Porque es la única vía
De la cosa organizar.
Ya con esto es suficiente
Para que el agricultor,
Y todo especulador
Estén lo más al corriente,
Que el Gobierno no consiente
Que salga de la Nación,
Sea cual sea la producción,
Si no está bien comprobada,
Y bastante examinada
Su exquisita condición.
Así todo agricultor
Como todo comerciante,
Ya sabrán que en lo adelante
El Gobierno superior
Castigará con rigor,
Con multas y con prisión,
Al que tenga la ocasión
De comprar o de vender
Frutos de poco valer
Y de mala condición.
Lo que pretende el Gobierno
Con esa sabia medida,
Es sacar, pero en seguida,
Al País de tanto infierno,
Y de un padecer eterno,
Pues en los tiempos actuales
La miseria y tantos males
Que afligen a la Nación,
Es la mala condición
De los frutos nacionales.
Santiago, 14 de Octubre de 1903.
UN HIJO DESOBEDIENTE
Que fué a una fiesta en contra del
gusto de su padre
A mi amigo el Gral. Pedro M.
Espaillat. Santo Domingo.
Hoy también contar me toca
Otro caso parecido,
Al del hijo maldecido
En un campo allá de Moca.
Que por una cosa poca
O es decir, por un pollito,
Ese muchacho maldito
A su madre maltrató,
Y el diablo se lo llevó
Al infierno derechito.
Pues en Jacagua ha pasado
Otro caso cuasi igual,
Que lo contaré tal cual
Como a mí me lo han contado.
“Un padre de familia honrado
A un hijo le aconsejó
Y mucho le suplicó
Que no fuera a una fiesta,
Que esa noche había propuesta
En qué parte no sé yo”
Y el hijo sin más espera
Al padre así le contesta:
“Pues sí voy a la fiesta
Aunque el demonio no quiera,
Me voy de cualquier manera
Sin que nadie me sujete,
Y el primero que se mete
En privarme de mi gusto,
Cuatro balazos le ajusto
Como cinco y dos son siete”.
Otra vez le dijo el padre:
“Tú no vayas a la fiesta
Que en tu cama hago una apuesta
Que no hay perro que te ladre.
—Por la salud de mi madre
A esa fiesta sí que voy,
Porque listo ya lo estoy
Y el que me salga al encuentro
Del pecho en el mismo centro
Cuatro balazos le doy”.
El padre quedó abismado
Contemplando largo rato,
Aquel hijo tan ingrato
Desobediente y malcriado.
Y al fin, le dijo indignado:
“Hijo mío, jamás te hablo;
Pero yo espero en San Pablo
Y en el gran Poder Divino,
Que al marcharte, en el camino,
Ojalá te lleve el diablo”.
El hijo sin atender
A más nada se marchó,
Y al festín se dirigió
Lleno de gusto y placer;
Pero pronto pudo ver
Que salía de una emboscada
Un hombre de grande alzada
Con dos cuernos en la frente,
Y los ojos puramente
De fuego una llamarada.
El joven así que vió
Aquella infernal figura,
Con muy notable bravura
Al momento se cuadró
Y el revólver lo sacó,
Sin andar con pareceres;
Y al hombre dijo: ¡quién eres!
Si en el mundo andas penando,
De parte de Dios te mando
Que me digas lo que quieres”.
“Cállate esa boca, perro:
El fantasma contestó,
Que a arreglarte vengo yo
Con estas uñas de hierro.
Yo soy el diablo que encierro
A todo el que no me cuadre,
Y al perro que a mí me ladre
Como tú, que así me gruñas,
Le enseño con estas uñas
A respetar a su padre”.
De una vez entró con él
El demonio y lo tumbó,
Y las uñas le clavó
Con una fiereza cruel;
Que si no es por San Miguel
Que de encima se lo quita
De virtud con su varita,
El joven ya estuviera
Junto con aquella fiera
Que maltrató a su mamita.
E1 hijo, de tal manera
Llegó a su casa estropeado,
Con todo el cuerpo aruñado
Y la camisa por fuera,
Gritando al padre le abriera
La puerta sin dilación,
Para pedirle perdón,
Y el padre así que lo vió
Hincado, lo perdonó
Y le echó la bendición.
Viva la paz! Viva la unión! Y abajo
los cogedores de mangos bajitos! AlIé.
AlIé, a buscar qué hacer, y dejen al
País tranquilo.
Santiago, 6 de Octubre
EL 14 DE FEBRERO
CONTINUACION DE LAS DECIMAS
Unidos los santiagueros
Con un grupo de mocanos
Valientes como espartanos
Y rabudos espueleros,
A los bolos majaderos
Tanto el dado le cargaron
Que unos cuantos ni atinaron
A salir de la ciudad,
Pidiendo hospitalidad
Donde ocultos se quedaron.
Los bolos razón tenían
En temerle tanto al foete,
Porque ya en el mismo ojete
La rabiza la sentían.
Y mucho más cuando oían
“Que atájenlos por allá”,
¡“Que atráquenlos por acá”,
Y el fun fun de las abejas
Tan cerca de las orejas,
Que el más valiente se va.
¡Pero cuánto patriotismo!
¡ Oh valientes veteranos!
Estrechen aquí sus manos!
¡Qué heroísmo! ¡qué heroísmo!
Y cuánto valor: lo mismo
Les decían los camarones,
Pero a1 verlos en pelotones
Huyendo que se mataban,
Indignados les voceaban:
¡Qué pelones, qué pelones!
No se hallaron en la acción
Varios bolos generales
Por temor que en los panales
Les picara un abejón.
Fuera de la población
Quedarse allá resolvieron
Pero que cuando sintieron
El bajo de la tollina,
Pues, al que le dan camina,
En sus jacos se tendieron.
Entre ambos que lucharon,
Con seguridad se cuenta,
Que han pasado de sesenta
Las bajas que resultaron.
Los ‘bolos aquí dejaron
Muertos y algunos heridos
Los que fueron recogidos
Por la Cruz Roja bendita
Que con piedad inaudita
Fueron todos socorridos.
Después de la gran tollina
A los pájaros sin rabo
En los Cerros de Gurabo
Les dieron otra propina.
Teniendo aquella colina
Fuertemente atrincherada
En donde no hicieron nada
Trescientos que allí se hallaron,
Porque todos se panquearon
Para Cuesta Colorada.
Al salir de propartida
De los Cerros los zancudos
Continuaron los rabudos
Dándoles la despedida.
Y en la Cuesta referida
El derrote fué tan cruel,
Que echando cuasi la hiel
Por la boca, de cansados,
Llegaron desgaritados
A Llanos de Rafael.
Así pues, que no valieron
Las misas a San Antonio,
Ni los brujos del demonio,
Ni los judú que se dieron.
Ni mil promesas que hicieron
Porque todo fué pamplina;
La Providencia Divina
Como ella está con Morales
En vano son los cordiales
Y los caldos de gallina.
Y a quien Dios le da la jicotea que
se la bendiga San JUAN A. ALIX.
Amén Jesus.
Santiago, Mayo de 1904.
VIVA LA PAZ
La República Dominicana se encuentra
por el momento en plena paz y tranquilidad. ¡ Loado sea Dios!
DEDICATORIA:
Al ilustre Caballero Mr. Tomás Cleveland, Ministro Americano cerca del Gobierno Dominicano, residente en la Ca pital de nuestra República. El señor
Cleveland ha sido bien obsequiado en
todas las Comarcas del Cibao que ha
visitado; que para bien sea.
Con toda satisfacción
Damos hoy publicidad
Que ya la tranquilidad
Reina en toda la Nación;
Pues la cruel revolución
Ha bajado su estandarte
En ese mismo baluarte
que de cuna le sirvió;
Y la paz enarboló
El suyo por toda parte.
Los dos Jefes principales
De la tal revolución,
Viendo ya con atención
Las consecuencias fatales
De esas luchas criminales,
Con el Gobierno pactaron,
Y fielmente celebraron
El Demetrio y Desiderio,
Un pacto bastante serio
Que en Montecristy firmaron.
La Provincia de La Vega
Se encuentra toda de gala,
Porque Perico Lasala
Tampoco quiere más brega;
Haciendo su gente entrega
De sus armas principales;
Inclusos los generales
Pimentel y otros varios,
Los que ya no son contrarios
Del Gobierno de Morales.
Y hay quien diga con afán
Que ya Perico Lasala,
Jamás tirará una bala
Por su compadre don Juan
El araña capitán,
Que después que le ofreció
La ínsula, se embarcó
A gozar a Puerto Rico,
Y al infeliz del Perico
En la estaca lo dejó. (1).
Por lo dicho se verá
Que ya todo está tranquilo,
------------(1) El refrán que dice: “quedó como
perico en la estaca”
.
Y por ese mismo estilo
Mucho tiempo lo estará.
Aunque nunca faltará
Algún hijuelo de perra,
Que desee otra vez la guerra;
Pero si cualquiera abusa,
Ya encontrará su tusa
Con los blancos de otra tierra.
Pues, ¿quién es el que no sabe
Que el Gobierno yanqui ha sido
Quien más ha contribuido
A que la guerra se acabe?
Y que esa gloria le cabe
A los norte-americanos,
Que alzadas tienen las manos
Para aplastar a cualquiera,
Que intente encender la hoguera
Entre los dominicanos.
Toda nación europea
Y los norte-americanos,
Entre los dominicanos
No consienten más pelea.
Que cual gobierno que sea
Ellos lo han de proteger
Y por la fuerza han de hacer
Que no se altere la paz,
Como remedio eficaz
Para el País florecer.
Ya un Ministro americano
Reside en la Capital,
Y lo que es el litoral
Del País dominicano
Nunca faltará a la mano
Muy grandes buques de guerra,
Que echarán gentes a tierra
Por millones si se ofrece;
Y el que se mueve, perece,
Y que de una vez se entierra.
El pueblo dominicano
Será siempre independiente,
Como promete fielmente
El coloso americano;
Y no habrá poder humano
Que le toque en realidad,
Viviendo en tranquilidad
En paz, en buena armonía,
Pero, si es en anarquía,
Perderá su libertad.
Así es que desgraciado
Del que ahora se menea,
Que prontamente gotea
Y es de una vez sepultado.
Morales está apoyado
Y su Gobierno igualmente,
Con buques, dinero y gente,
y ya con revolución
Lo que es en nuestra Nación
No se tumba presidente.
Eso es bueno con batata, como dice
un refrán.
Santiago, 11 de Julio de 1904
LA OREJA DE ÑICO EL LOCO
A mi amigo Octaviano Estrella Ciudad.
El Pobre de Ñico el loco
Es un infeliz idiota,
Que solamente se bota
Cuando lo cuquean un poco.
Ni le hace daño tampoco
A nadie ese desgraciado;
Pero como es alocado,
Donde la noche le coge,
En el suelo se recoge
Y allí duerme engurruñado.
Esa infeliz criatura
Cuando no está embriagado,
Se ocupa de hacer mandado
Y adquiere su valedura;
En la plaza de verdura
Allí gana sus cuartillas,
Cargando mesas y sillas,
Cajones y otras frioleras,
A unas cuantas canasteras
Que venden en las casillas.
Pues a ese desdichado
Sin dar motivos de queja,
Le mocharon una oreja
Sin duda agún condenado,
Que viéndolo allí acostado
Durmiendo en una cazada
La oreja le fué cortada
Por algún ser inhumano,
Que rio tiene de cristiano
Ni siquiera una pulgada.
El maldito criminal
Que a Ñico lo ha señalado
Dicen que mocho y bocado
Le puso como señal,
Como de crianza animal;
Y aunque no es de juicio sano,
El Ñico no es un marrano;
Es hijo de Dios lo mismo,
Por el agua del bautismo
Que tiene como cristiano.
El que cometió por cierto
Ese crimen tan horrendo,
Que se vaya previniendo
Con Dios que vive despierto,
Con su tribunal abierto
Y su ley siempre pareja:
Y como ese Dios no deja
Sin testigo al delincuente,
Que tengan eso presente
Los corta dores de oreja.
Estas coplas las publico
Para que el mundo lo sepa,
Que aquí se vive de chepa
Tanto el pobre como el rico.
Porque cuando el pobre Ñico
Que no debe culpas viejas,
Lo han dejado sin orejas
Si a esta tierra viene el Papa,
Como ya nadie se escapa
Le arrancan hasta las cejas.
Avenuncío, satanás!; toma la cruz,
perro mataluz! y líbrenos Dios de tanta
vagabundería. Sí, señor!
Santiago, 11 de Junio de 1904.
LOS NIÑITOS
Que se oían gritando en noches pasadas
en la Iglesia de Nuestra Señora de la
Altagracia.
El caso que resultó
En la Iglesia de Altagracia,
Aunque falto soy de gracia
A contarlo vengo yo.
Tal cual como lo contó
De aquel templo una vecina,
Que se halló en la fajina,
Dizque de unos niñitos
Trancados y dando gritos
En esa mansión divina.
Los niños dizque decían
¡Ay mamá! ¡ay mamá!...
¡Ay papá! ¡ay papá!...
Y a carcajadas reían.
Pero tanta bulla hacían
Que la policía corrió,
Y el vecindario acudió
Lleno de miedo profundo;
Y así fué que todo el mundo
Por allí se alborotó.
Unos cuantos que miraban
Por el abra de una puerta.
Decian como cosa cierta
Que en el coro se encontraban.
Unos niños que cantaban
En fila todos parados;
Y a otros veían sentados
Desnuditos en los bancos;
Y que todos eran blancos
Con gorritos colorados.
El sacristán de la Ermita.
Que se apareció en chancleta.
Armado de una escopeta
Y de un revólver marmita.
Para cantar el rosario
Por aquellos angelitos
Que de los cielos benditos
Bajaron a aquel santuario.
“Que salga una comisión
dijo allí un mequetrefe—
Para darle parte al Jefe
De esta sagrada mansión”.
Tocó allí una campanita
Así fue, sin dilación,
Y reunió al vecindario
El cura al momento vino,
Y al abrir con mucho tino
De la Sacristía la puerta,
Salió a carrera abierta
Huyendo un perro barcino.
Es todo cuanto ha pasado
En la Parroquia Altagracia,
Que no ha sido una desgracia
Como ya se ha propagado;
Un pobre perro trancado
En la iglesia dando gritos;
Eran pues los angelitos
Que ¡ay mamá! dlzque decían,
Y que también los veían
Con gorros y desnuditos.
Lo que sí es cosa cierta,
Y se puede asegurar,
Que no pueden ya dejar
Iglesia ninguna abierta.
Ya es preciso andar alerta
Con los brujos hoy en día,
Pues toda esa ratería
En las iglesias divinas,
Son los brujos y adivinas
Para arreglar brujería.
Y es cierto que al Padre Armando
Le han robado del altar,
Un vaso que suele usar
Cuando él está consagrando
Y Luis Pérez predicando
Se ha quejado ya con pena.
Que alguna persona buena,
Creyendo hacerle un favor
Entró a la Iglesia Mayor
Y le robó su patena.
Los brujos y las adivinas están de
plácemes! No hay quien les llegue al
cuero.
Así memo, así!
Santiago, Octubre 19 de 1904.
LAMENTACIONES
De una dicha de 35 carnavales que está
por casarse que no ve.
A la juventud universal, porque en
todas partes se cuecen habas.
Caramba! quiero casarme,
Aunque mi mamá lo sienta;
Porque paso de los treinta
Y yo no quiero quedarme;
Yo estoy ya por colocarme
Pero de cualquier manera,
Sin andar con más espera
Ni más vuelta al pensamiento;
Yo estoy ya por casamiento
Y me caso con cualquiera.
Cansada estoy de esperar
Y me moriré de vieja,
Esperando esta pareja
Con quien me quieren casar,
Que del cielo ha de bajar;
Blanco, noble y millonario,
De un talento extraordinario,
Buen mozo, muy elegante
Que toque el piano, y que cante
Más bonito que un canario.
Mi mamá culpa ha tenido
Que llegara yo a esta edad,
Sin esa felicidad
De tener un buen marido;
Porque a ella le ha cogido
Con que debo ser casada,
Con ministro o embajada,
De Alemania o Inglaterra;
Cuando aquí en nuestra tierra
No valemos cuasi nada.
Envidia me causa ver
Miles mujeres casadas,
Que están muy bien colocadas
Por no ponerse a escoger;
Pues el mucho pretender
Y ese orgullo mal fundado,
No da ningún resultado;
Pero ni luce ni cabe,
Donde todo el mundo sabe
Del pie que uno ha cojeado.
Mi mamá siempre se pone
Con miles de sacaliñas,
Cuando de cacas y tiñas
Este mundo se compone;
El que a eso se dispone
Se olvida de ciertas cosas,
Que no son ni tan honrosas
Para que anden repingando
Y narices aventando
Como las vacas rabiosas.
Y mi mama en otra era
Nunca frecuentó un salón
Que mereciera atención
Y ni mirarlo siquiera;
Pero hoy que en la primera
De verse tanto se alegra
Le sopla su bola negra
A tantos jóvenes buenos,
Porque dízque tiene a menos
De que la tengan por suegra.
Yo me muero por bailar
Y mi mama no me deja,
Por no haber noble pareja
Con quien pueda yo danzar.
La Juventud del lugar
No puede ser más decente,
Más culta y más complaciente,
Y a mi mama le ha cogido,
Con que el mundo está perdido
Y en los bailes comen gente.
No quiere que tenga amores,
Ni quiere que al Parque vaya,
Porque no falta canalla
Entre los visitadores.
Ni por los alrededores
De casa pisa varón
Porque dizque todos son
Unas aves de rapiñas,
Que se llevan a las niñas
Como a paloma un gorrión.
Así es, que quiero casarme
Con el hombre que me cuadre,
Y no con el que mi madre
Por esposo quiera darme.
Pues yo no quiero quedarme
Como otras que están penando,
Que por estar esperando
Casarse con un Sultán,
Vistiendo santos están
Y en las iglesias cantando.
Para tanta esclavitud,
Seguro que me coloco,
Así sea con Ñico el loco,
Si no anda con prontitud
La piadosa juventud,
Pues cualquiera se condena
Viviendo con tanta pena
Y así tan mortificada,
Como una monja encerrada
Sin saber de cosa buena.
La probe! Ojalá encuentre un viejo
bobo que la saque de pena, así sea como el decímero.
Santiago, 29 de septiembre. 1904.
EL CHIVO MOTON
A los amigos Rodolfo Lithgow y
Enrique Pastoriza.
Ha llegado a la Estación
Del Ferrocarril Central,
Un chivo fenomenal
Que ha causado admiración.
Es un chivato motón
De larga barba poblado
Y entre patas bien pegado,
Un talego regular,
Con el que puede probar
Que nunca ha sido capado.
El chivo de referencia
A Montecristi llegó,
Y por la Aduana pasó
Con la mayor insolencia,
Pues sin pedirle licencia
Al jefe de aquel bufete,
Se ajustó por un boquete,
Pasó por la población,
Sin ninguna interrupción
Hasta verse en Navarrete.
Francamente ahí llegó
Monrado en varias carretas,
Con barriles y maletas
Que allí las depositó.
Más tarde se trasladó
Al tren de la vía Central,
Y con gran ceremonial
Tuvo en esta población,
La más bella recepción
Por la autoridad local.
Allí fué el Gobernador,
El Alcalde y el Fiscal.
Los Jueces del Tribunal,
Los de orden Superior;
También le cupo ese honor
Al Señor Juez de Instrucción,
Y de gente una porción
Lo mismo pasó en seguida,
A darle la bienvenida
Al caballero motón.
Mas después de celebrada
La recepción oficial,
Con un proceso verbal
La fiesta fué terminada.
Perú, que a la llegada.
De señor facultativo,
Que observó que dicho chivo
El vientre tenía inflamado
Al punto le fué aplicado
De emético un vomitivo.
Con ese medicamento
El motón se mejoró,
Porque al instante arrojó
Mucha bilis y excremento,
Envuelto aquello en cemento
Romano, varios barriles
Y un sin fin de proyectiles
Explosivos, igualmente,
y revólver de patente,
Pero no arrojó fusiles.
Como el Laudo en Puerto Plata
Ha puesto los mangos altos,
Van los chivos dando saltos
En busca de mejor mata;
Donde no es preciso lata
Ni otros cuantos requisitos,
Sino seguir derechitos
Y entrar por aquel boquete,
Por donde el chivo se mete
A coger mangos bajitos.
Y la Impruven (1) ¿qué dirá
Del motón y su regalo?
Dirá que por ese palo
Nunca se le pagará;
Pues si todo el mundo va
En busca de los totones,
Ya vendrán otros motones
Buscando el mismo boquete,
Y pasar a Navarrete
Francamente en carretones.
Santiago, 7 de Noviembre de 1904.
LOS MANGOS BAJITOS
Al simpático y popularísimo "Listín Diario",
el periódico más interesante y de más circulación
que ha tenido el País.
Vamos a ver lo que dice don Martín Garata.
Dice don Martin Garata,
Persona de alto rango,
Que le gusta mucho el mango
Porque es una fruta grata.
Pero treparse en la mata
Y verse en los cogollitos,
Y en aprietos infinitos...
Como eso es tan peligroso,
El encuentra más sabroso
Coger los mangos bajitos.
Don Martín dice también
Que le gusta la castaña,
Pero cuando mano extraña
La saca de la sartén,
Y que se la pelen bien
Con todos los requisitos;
Pero arderse los deditos
Metiéndolos en la flama.
Eso sí que no se llama
Coger Los mangos bajitos.
Por eso la suerte ingrata
De la Patria no mejora
Porque muchos son ahora
Como don Martín Garata,
Que quieren meterse en plata
Ganando cuartos mansitos
Con monopolios bonitos,
Con chivos o contrabando,
O así, de cuenta de mando,
Coger los mangos bajitos.
Cuando hay revolución
Maña es la más antigua,
Despachar a la manigua
De brutos a una porción.
Que al mandarlos algún don
Ya se marchan derechitos,
Y los dones quietecitos
Cada cual queda en su casa.
Para cuando todo pasa,
Coger los mangos bajitos.
Cuando el toro está plantado
Se verán miles toreros,
Allí en los burladeros
Con el pitirrio apretado.
Cuando el toro otro ha matado
Al punto salen toditos,
Echando vivas a gritos
Y a empuñar buenos empleos,
Que son todos sus deseos
Coger los mangos bajitos.
Dejen ya la maña vieja
De mandar al monte gente
Para tumbar presidente
Sin dar motivos de queja;
Que la prudencia aconseja,
Que vivamos tranquilitos,
Como buenos hermanitos,
Que mucha sangre ha costado
Y la ruina del Estado
Coger los mangos bajitos.
Y que vean lo que ha costado
La tumba de dos poderes,
Que han muerto miles de seres
Que la tierra se ha tragado.
Cuántas viudas no han quedado,
Y huérfanos infinitos!
Cuántas miserias y gritos!
Y cuánta sangre correr!...
Por unos cuantos querer
Coger los mangos bajitos.
Ahora lo que han de hacer
Echarlo todo al olvido,
Y al Presidente elegido
Ayudarlo a sostener.
Y evitar que vuelva a haber
Más viudas y huerfanitos,
Más crímenes y delitos,
Y lárguense a trabajar,
Los que quieren,
SIN SUDAR,
Coger los mangos bajitos.
Viva la paz! Viva la Unión!
Y abajo los cogedores de mangos bajitos!
Allé, Allé, a buscar qué hacer,
Y dejen al país tranquilo!
EL PLEITO DE PONTEZUELA
Ocurrido en dicho lugar en la
noche del día de Santa Rosa
El día de Santa Rosa
Gran pleito en la Pontezuela,
Dos muertos y dos heridos
Quedaron en la refriega.
En casa de un tal Silverio
Hubo una gran diversión,
La que fué sin dilación
Convertida en cementerio.
Pues ya se dice de serio
Que por una simple cosa,
En esa fiesta azarosa
Quedaron allí tendidos
Dos muertos y dos heridos
En el día de Santa Rosa.
Todo fué por cuatro reales
De juego en una partida,
Que allí se quitó la vida
Aquel par de irracionales.
Y más de cien criminales
Al ver el apaga vela,
Se prendieron en candela
Con los revólver, to, to, to!...
Y la fiesta se volvió
Gran pleito en la Pontezuela.
También hay que declarar
Que en medio del tiroteo,
Hubo grito y pataleo
De mujeres con el mar;
Y caballos relinchar
Se oían, despavoridos,
Y de perros los aullidos,
Las gallinas cacareando,
Y las familias gritando
Dos muertos y dos heridos.
Y los dos que parecieron
Por un castigo de Dios,
José Rodríguez, los dos
El mismo nombre tuvieron.
Y José los que salieron
Heridos en esa brega;
Así es que nadie niega
Lo que muy claro se ve,
De que allí cuatro José
Quedaron en la refriega
.
Muertos:
José Rodríguez Rosario,
José Rodríguez Rosario.
(Primos hermanos y amigos).
Heridos:
José Fernández,
José Eugenio Blanco.
Aprieta, Colasa! qué tal?
Santiago, 4 de Setiem
Ramón de Almagro
Ramón Valdez, cuyo Nom de Plume es Ramón de Almagro, debido
al barrio en que ha vivido durante más de 60 años, nació el 10 de
Abril de 1934 en Arrecifes, ciudad al noroeste de la provincia de
Buenos Aires.
El poeta dedicó la mayor parte de su vida a un negocio de
almacén. Sus actividades diarias lo mantenían suficientemente
ocupado para brindar atención adecuada a cierta inquietud que
estuvo latente durante toda su vida, muy al fondo de su corazón...
¡la Poesía! En 1996 la economía del país envió a pique gran
cantidad de negocios y el almacén de este gran poeta no fue una
excepción. Al verse sin trabajo, Ramón decide continuar su
educación atendiendo un plantel secundario del cual se gradúa en
diciembre de 1998. Fue durante ese tiempo que volvió a
reencontrarse con la poesía. Esta vez, su pasión venía acompañada
de la necesidad, la cual obliga al poeta a publicar para comer.
Empieza a escribir y a publicar folletos que vende él,
personalmente, en el “Subte” (Tren subterráneo) “D” El poeta lleva
ahora una vida al igual que los antiguos juglares que iban de pueblo
en pueblo recitando sus épicas y romances para obtener el sustento
de cada día. Y gracias a Dios, Metrovías y su personal, y a los
pasajeros. El poeta dedica tiempo completo a la escritura,
publicación y venta de sus obras.
EL VELERO BLANCO
Desde que era niño siempre tuvo un sueño,
se lo dio un barquito hecho de papel,
y fue desde entonces que quiso ser dueño
de un velero blanco y bogar en él,
no por los paisajes de un mundo lejano
cubierto por islas de hermoso coral
él solo soñaba sentarse en su barco
y por una brisa dejarse llevar.
Al pasar el tiempo se quedó en un sueño
como tantos sueños, su sueño de mar
nunca dijo nada, pues siempre temía
que si alguien sabía se fuera a burlar.
Hoy que ya está viejo, y nadie le ofrece
por sus pocas fuerzas un trozo de pan,
agarra la silla, esa que se mece,
y se va hasta el patio, buscando soñar,
en la vieja silla se siente en el barco,
cerrando los ojos escucha la mar
y hasta hay una brisa...
que baja a sus labios
olas muy pequeñas...
con sabor...
a sal...
MI POEMA DE ABRIL
Picoteando la cáscara
de algún viejo recuerdo
con la lluvia de Abril
nacerá mi poema
le pondré mil colores
los más puros y claros
una música tenue
y un perfume de nardos.
Como una luciérnaga
brillará titilando
y se irá por los aires
escapando de mi alma
se estirarán mis manos
sin poder alcanzarlo,
se quedarán mis labios
como siempre rogando:
Que una estrella lo guíe
que lo lleve a tu lado,
pues si tú lo encontraras,
y llegas a escucharlo
mi poema de Abril
quizá viva... hasta Mayo.
TU ESPALDA
(Dedicado a mi esposa Doña Elsa)
Tu espalda es mi descanso, mi sosiego,
es la calma después de haber amado,
tu espalda es un refugio donde llego
a lamer mis heridas angustiado.
Tu espalda es taller de mi poesía
en las noches que paso desvelado,
tu espalda tiene el fin de cada día,
es el sueño y un beso ya cansado.
Y si todo se me hace cuesta arriba,
si la vida se ensaña con mi vida,
más que nunca, tu espalda es necesaria,
Pues si es dura la mano del destino,
tu espalda es el altar donde me inclino
para llegar a Dios... con mi plegaria.
NIÑA DE LA ARENA
Niña que en la arena te encontré llorando,
con un llanto blando, tu primer amor,
orgullo de niña que se hallaba herido,
tal vez un motivo, que nunca existió.
Por algo que él dijo o no sé que cosa
tu boca de rosa se te marchitó.
y aquellos pucheros, los que se habían ido,
vuelven del olvido a llorar tu amor.
De un mundo de mimos salís a la vida,
y aquí,
no hay quien cuida de algún moretón,
ya viene la noche niña de la arena
recoge tu pena, mañana...
mañana habrá sol.
RONDA PARA MALVA
Esa niña, aquella, de los ojos claros,
la que llaman Malva,
la de pies desnudos, y a veces sangrando,
no tiene apellido.
Entre los cartones donde ella ha nacido
nunca sobra nada,
y menos monedas para un colectivo,
y... no la anotaron.
Su madre... Su madre ha buscado,
entre los recuerdos, unos ojos claros,
unos ojos claros o algo parecido.
Pero tan oscuro siempre fue el amor.
Sólo por las noches se le han acercado
siempre atropellados
pidiendo el favor,
y luego se fueron
como habían llegado,
siempre apresurados,
sin decir adiós,
Y esa niña, aquella,
la que llaman Malva,
la de pies desnudos y sin apellido,
a todos nos mira, como preguntando:
¿Estos ojos claros,
estos ojos claros
de donde
han venido?
ME PREGUNTO
(Soneto II )
Que se dirán, amor, esas veredas
Que nos vieron pasar juntos del brazo
Que se dirán, amor, hoy que nos queda
Llevar entre los dos nuestro fracaso.
Que se dirán, amor, aquellos árboles
Que marcamos con tantos juramentos
Que se dirán si oyen nuestras voces
Discutiendo llevadas por el viento.
Que se dirán, amor, esas estrellas
Que se dirán al ver nuestras querellas
Que se dirán, ya sé... no dirán nada.
Amores tan deshechos como el nuestro
Se ven tantos, amor, que por supuesto,
Las estrellas ya están... acostumbradas
LA NIÑA DEL LAGO
La niña sentada a orillas del lago,
Leyendo poesía de su libro Azul,*
Te muestra que todo, no está tan cambiado,
Están los que sueñan, lo mismo que tú.
Son los que leyendo de un mundo de ensueño,
Mundo de romance, reino del amor,
Sienten que ellos pueden también ser los dueños
De esos sentimientos que brinda el autor.
Sueñan ser amados como en la poesía,
Por seres perfectos de muy suave voz,
Que al hablar envuelven con la melodía
Que solo se escucha cuando habla el amor.
La niña del lago levanta los ojos,
Viendo que la tarde ya casi pasó,
Leyendo poesía se le hizo tan corta,
Que dubitativa... mira su reloj.
Con pena, suspiros, recoge sus sueños,
Los guarda entre hojas de su libro Azul,*
Y por un sendero se nos va corriendo,
Ha vuelto este mundo, de tanta inquietud.
OLVIDO
Tú puedes olvidar y los recuerdos
Se pegan a mi piel como un castigo
Tú puedes olvidar, yo sólo vivo
Añorando el querer que se ha perdido
Tú puedes olvidar y en cada noche
Mil vueltas siempre doy buscando olvido
Tú puedes olvidar, cómo quisiera
Olvidar como tú... sin un suspiro.
PÁGINA EN BLANCO
... y me vuelco a una página en blanco,
a llenar los renglones vacíos...
...a tratar de formar con palabras,
el poema que venza tu hastío...
... el que logre llevar a tus ojos
unas gotas de suave rocío ...
...el que arranque por fin de tus labios
un susurro que suene a suspiro...
... el que pueda poner en tu pecho
algo de esto que hoy late en el mío...
ME HAN TIRADO UN BESO ESTA MAÑANA
Me han tirado un beso esta mañana,
me lo enviaron los labios de un niño,
y tú sabes cuanta sed hay en el alma,
de una simple muestra de cariño.
Me han tirado un beso esta mañana,
y mira como influyen estas cosas,
que mi aburrido día de semana,
de golpe... se pobló de mariposas.
Alonso Dámaso
Biografía
Poeta e historiador español, nacido en Madrid en 1898.
Su principal aportación a las letras es una impresionante actividad filológica que lo llevó a
dirigir la Real Academia Española entre 1968 y 1982 y a recibir el Premio Cervantes en
1978.
Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, fue crítico literario, editor de clásicos, antólogo y
traductor. Perteneció a la Academia de la Historia y fue Doctor Honoris Causa y
conferencista en varias universidades europeas y americanas.
Obra poética: «Poemas puros», «Poemillas de la ciudad», «El viento y el verso, «Hijos de la
ira», «Hombre y Dios», «Gozos de la vista» y «Duda y amor sobre el Ser Supremo».
Falleció en Madrid en 1990.
AMOR
¡AY, TERCA NIÑA!...
CIENCIA DE AMOR
¿CÓMO ERA?
CREACIÓN DELEGADA
DESTRUCCIÓN INMINENTE
DOLOR
EN LA SOMBRA
¿EXISTES? ¿NO EXISTES?
GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR
GOZO DEL TACTO INSOMNIO
LUCÍA
MADRIGAL DE LAS ONCE
MUJERES
ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA
SOLO
VIDA
YO
ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA
Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;
esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.
¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!
LUCÍA
Lucía es rubia y pálida. Sus quietas
pupilas de princesa vagamente
miran hacia el ocaso, y en su frente
se muere una ilusión. Las violetas
de sus grandes ojeras melancólicas
parece que presienten el intenso
olor del camposanto y el incienso
de preces funerarias y católicas.
Sobre su falda tiene un libro abierto...
Mueve el aire los árboles del huerto,
y a la hoja del libro va una hoja
otoñal...
( En el libro se refiere
cómo besa una hoja que se muere
a una rosa carnal que se deshoja... )
Qué sutil gracia
tiene tu amor, Amada!
Hoy las rosas eran más rosas
y las palomas blancas, más blancas
y la risa del niño paralítico
del paseo de invierno estaba
suspensa, quieta, azul y diluida
para ti y para mí.
¡Qué sutil gracia
tiene tu amor, Amada!
MUJERES
Oh, blancura. ¿Quién puso en nuestras vidas
de frenéticas bestias abismales
este claror de luces siderales,
estas nieves, con sueño enardecidas?
Oh
Oh
Oh
Oh
dulces bestezuelas perseguidas.
terso roce. Oh signos cenitales.
músicas. Oh llamas. Oh cristales.
velas altas, de la mar surgidas.
Ay, tímidos fulgores, orto puro,
quién os trajo a este pecho de hombre duro,
a este negro fragor de odio y olvido?
Dulces espectros, nubes, flores vanas...
¡Oh tiernas sombras, vagamente humanas,
tristes mujeres, de aire o de gemido!
AMOR
¡Primavera feroz! Va mi ternura
por las más hondas venas derramada,
fresco hontanar, y furia desvelada,
que a extenuante pasmo se apresura.
¡Oh qué acezar, qué hervir, oh, qué premura
de hallar, en la colina clausurada,
la llaga roja de la cueva helada,
y su cura más dulce, en la locura!
¡Monstruo fugaz, espanto de mi vida,
rayo sin luz, oh tú, mi primavera,
mi alimaña feroz, mi arcángel fuerte!
¿Hacia qué hondón sombrío me convida,
desplegada y astral, tu cabellera?
¡Amor. amor, principio de la muerte!
CIENCIA DE AMOR
No sé. Sólo me llega, en el venero
de tus ojos, la lóbrega noticia
de dios; sólo en tus labios, la caricia
de un mundo en mies, de un celestial granero.
¿Eres limpio cristal, o ventisquero
destructor? No, no sé... De esta delicia,
yo sólo sé su cósmica avaricia,
el sideral latir con que te quiero.
yo no sé si eres muerte o eres vida,
si toco rosa en ti, si toco estrella,
si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.
Junco en el agua o sorda piedra herida,
sólo sé que la tarde es ancha y bella,
sólo sé que soy hombre y que te amo.
MADRIGAL DE LAS ONCE
Desnudas han caído
las once campanadas.
Picotean la sombra de los árboles
las gallinas pintadas
y un enjambre de abejas
va rezumbando encima.
La mañana
ha roto su collar desde la torre.
En los troncos, se rascan las cigarras.
Por detrás de la verja del jardín,
resbala,
quieta,
tu sombrilla blanca.
¿CÓMO ERA?
¿Cómo era Dios mío, cómo era?
Juan Ramón Jiménez
La puerta franca.
Vino queda y suave.
Ni materia ni espíritu. Traía
una ligera inclinación de nave
y una luz matinal de claro día.
No era de ritmo, no era de armonía
ni de color. El corazón la sabe,
pero decir cómo era no podría
porque no es forma, ni en la forma cabe.
Lengua, barro mortal, cincel inepto
deja la flor intacta del concepto
en esta clara noche de mi boda,
y canta mansamente, humildemente,
la sensación, la sombra, el accidente,
mientras Ella me llena el alma toda.
GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR
Gota pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tu sabor
ya puedes navegar!Más me perdió la poca fe...
La poca fe
de mi cantar.
Entre onda y cielo naufragué.
Y era un dolor inmenso el mar.
VIDA
Entre mis manos cogí
un puñadito de tierra.
Soplaba el viento terrero.
La tierra volvió a la tierra.
Entre tus manos me tienes,
tierra soy.
El viento orea
tus dedos, largos de siglos.
Y el puñadito de arena
-grano a grano, grano a granoel gran viento se lo lleva.
DESTRUCCIÓN INMINENTE
¿Te quebraré, varita de avellano,
te quebraré quizás? ¡Oh tierna vida,
ciega pasión en verde hervor nacida,
tú, frágil ser que oprimo con mi mano!
Un chispazo fugaz, sólo un liviano
crujir en dulce pulpa estremecida,
y aprenderás, oh rama desvalida,
cuánto pudo la muerte en un verano.
Mas, no; te dejaré... Juega en el viento,
hasta que pierdas, al otoño agudo,
tu verde frenesí, hoja tras hoja.
Dame otoño también, Señor, que siento
no sé qué hondo crujir, qué espanto mudo.
Detén, oh Dios, tu llamarada roja.
¡AY, TERCA NIÑA!...
¡Ay, terca niña!
Le dices que no al viento,
a la niebla y al agua:
rajas al viento,
partes la niebla,
hiendes el agua.
Te niegas a la luz profundamente:
la rechazas,
ya teñida de ti: verde, amarilla,
- vencida ya - gris, roja, plata.
Y celas de la noche,
la ardua
noche de horror de tus entrañas sordas.
Cuando la mano intenta poseerte,
siente la piel tus límites:
la muralla, la cava
de tu enemiga fe, siempre en alerta.
Nombre te puse, te marcó mi hierro,
«cáliz», «brida», «clavel», «cenefa», «pluma»...
(Era tu sombra lo que aprisionaba.)
Al interior sentido
convoqué contra ti. Y, oh burladora,
te deshiciste en forma y en color,
en peso o en fragancia.
¡Nunca tú: tú, caudal, tú, inaprehensible!
¡Ay, niña terca.
Ay, voluntad del ser, presencia hostil,
límite frío a nuestro amor! ¡Ay turbia
bestezuela de sombra,
que palpitas ahora entre mis dedos,
que repites ahora entre mis dedos
tu dura negativa de alimaña.
GOZO DEL TACTO
Estoy vivo y toco
Toco, toco, toco.
Y no, no estoy loco.
Hombre, toca, toca
lo que te provoca:
seno, pluma, roca,
pues mañana es cierto
que ya estarás muerto,
tieso, hinchado, yerto.
Toca, toca, toca,
¡qué alegría loca!
Toca. Toca. Toca.
CREACIÓN DELEGADA
Qué maravilla, libertad. Soy dueño
de mi albedrío. Me forjo (y forjo) obrando.
Yo me esculpo, hombre libre. Pero, ando.
hablo, callo, me río, pongo ceño,
yo, Dámaso, cual Dámaso. Pequeño
agente, yo, del Dios enorme, cuando
pienso, obro, río. Creación creando
le prolongo a mi Dios su fértil sueño.
Dios me sopla en la piel la vaharada
creadora. Padre, madre, sonriente,
se mira (¡Vamos! ¡Ea!) en mis pinitos.
Niño de Dios, Creación plasmado de nada,
yo, punto libre, voluntad crujiente
entre atónitos orbes infinitos.
SOLO
Como perro sin amo, que no tiene
huela ni olfato, y yerra
por los caminos...
Antonio Machado
Hiéreme. Sienta
mi carne tu caricia destructora.
Desde la entraña se eleva mi grito,
y no me respondías. Soledad
absoluta. Solo. Solo.
Sí, yo he visto estos canes errabundos,
allá en las cercas últimas,
jadeantes huir a prima noche,
y esquivar las cabañas
y el sonoro redil, donde mastines
más dichosos, no ignoran
ni el duro pan ni el palo del pastor.
Pero ellos huyen,
hozando por las secas torrenteras,
venteando luceros, y si buscan
junto a un tocón del quejigal yacija,
pronto otra vez se yerguen:
se yerguen y avizoran la hondonada
de las sombras, y huyen
bajo la indiferencia de los astros,
entre los cierzos finos.
¿EXISTES? ¿NO EXISTES?
I
¿Estás? ¿No estás? Lo ignoro; sí, lo ignoro.
Que estés, yo lo deseo intensamente.
Yo lo pido, lo rezo. ¿A quién? No sé
¿A quién? ¿a quién? Problema es infinito.
¿A ti? ¿Pues cómo, si no sé si existes?
Te estoy amando, sin poder saberlo.
Simple, te estoy rezando; y sólo flota
en mi mente un enorme «Nada» absurdo.
Si es que tú no eres, ¿qué podrás decirme?
¡Ah!, me toca ignorar, no hay día claro;
la pregunta se hereda, noche a noche:
mi sueño es desear, buscar sin nada.
Me lo rezo a mi mismo: busco, busco.
Vana ilusión buscar tu gran belleza.
Siempre necio creer en mi cerebro:
no me llega más dato que la duda.
¿Quizá tú eres visible? ¿O quizá sólo
serás visible, a inmensidad soberbia?
¿Serás quizá materia al infinito,
de cósmica sustancia difundida?
¿Hallaré tu existir si intento, atónito,
encontrarte a mi ver, o en lejanía?
La mayor amplitud, cual ser inmenso,
buscaré donde el mundo me responda.
II
¿Pedir sólo lo inmenso conocido?
¿Pedir o preguntar al Universo?
No al universo de la tierra nuestra,
bajo, insensible, monstruoso, duro;
sí al Universo enorme, ya sin límites,
con planetas, los astros, las galaxias:
tal un dios material, flotando luces
en billones de años, sin fronteras.
Allí hay humanidades infinitas;
las llamo tal, mas son de extrañas formas:
nada igual a los hombres de esta tierra,
que aquí lloramos nuestra vida inmunda.
¡Extremado universo, inmenso, hermoso!
Con eterna amplitud, materias cósmicas,
avanzan infinitas las galaxias,
nebulosas: son gas, sólidas, líquidas.
III
Inmensidad, cierto es.
Mas yo no quiero
inmensidad-materia; otra es la mía,
inmateria que exista ( ¡ay, si no existe! ),
eterna, de omnisciencia, omnipotente.
No material, ¿pues que? Te llamo espíritu
( porque en mi vida espíritu es lo sumo ).
Yo ignoro si es que existes; y si espíritu.
Yo, sin saber, te adoro, te deseo.
esto es máximo amor; mi amor te inunda;
el alma se me irradia en adorarte;
mi vida es tuya sólo ( ¿ya no dudo? ).
Amor, no sé si existes. Tuyo, te amo.
INSOMNIO
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros,
o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?
DOLOR
Hacia la madrugada
me despertó de un sueño dulce
un súbito dolor,
un estilete
en el tercer espacio intercostal derecho.
Fino, fino,
iba creciendo y en largos arcos se irradiaba.
Proyectaba raíces, que, invasoras,
se hincaban en la carne,
desviaban, crujiendo, los tendones,
perforaban, sin astillar, los obstinados huesos,
durísimos
y de él surgía todo un cielo de ramas
oscilantes y aéreas,
como un sauce juvenil bajo el viento,
ahora iluminado, ahora torvo,
según los galgos-nubes galopan sobre el campo
en la mañana primaveral.
Sí, sí, todo mi cuerpo era como un sauce abrileño,
como un sutil dibujo,
como un sauce temblón, todo delgada tracería,
largas ramas eléctricas,
que entrechocaban con descargas breves,
entrelazándose, disgregándose,
para fundirse en nódulos o abrirse
en abanico.
¡Ay!
Yo, acurrucado junto a mi dolor,
era igual que un niñito de seis años
que contemplara absorto
a su hermano menor, recién nacido,
y de pronto le viera
crecer, crecer, crecer,
hacerse adulto, crecer
y convertirse en un gigante,
crecer, pujar, y ser ya cual los montes,
pujar, pujar, y ser como la vía láctea,
pero de fuego,
crecer aún, aún,
ay, crecer siempre.
Y yo era un niño de seis años
acurrucado en sombra junto a un gigante cósmico.
Y fue como un incendio,
como si mis huesos ardieran,
como si la médula de mis huesos chorreara fundida,
como si mi conciencia se estuviera abrasando,
y abrasándose, aniquilándose,
aún incesantemente
se repusiera su materia combustible.
Fuera, había formas no ardientes,
lentas y sigilosas,
frías:
minutos, siglos, eras:
el tiempo.
Nada más: el tiempo frío, y junto a él un incendio
universal, inextinguible.
Y rodaba, rodaba el frío tiempo, el impiadoso tiempo
sin cesar,
mientras ardía con virutas de llamas,
con largas serpientes de azufre,
con terribles silbidos y crujidos,
siempre,
mi gran hoguera.
Ah, mi conciencia ardía en frenesí,
ardía en la noche,
soltando un río líquido y metálico
de fuego,
como los altos hornos
que no se apagan nunca,
nacidos para arder, para arder siempre.
EN LA SOMBRA
Sí: tú me buscas.
A veces en la noche yo te siento a mi lado,
que me acechas,
que me quieres palpar,
y el alma se me agita con el terror y el sueño,
como una cabritilla, amarrada a una estaca,
que ha sentido la onda sigilosa del tigre
y el fallido zarpazo que no incendió la carne,
que se extinguió en el aire oscuro.
Sí: tú me buscas.
Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,
tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,
siento en la sombra
tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea
igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el
agua salobre.
Sí: me buscas.
Torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas.
No me digas que no. No, no me digas
que soy náufrago solo
como esos que de súbito han visto las tinieblas
rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,
y el corazón les puja de gozo y de esperanza.
Pero el resuello enorme
pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche,
indiferente y sordo.
Dime, di que me buscas.
Tengo miedo de ser náufrago solitario,
miedo de que me ignores
como al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.
YO
Mi portento inmediato,
mi frenética pasión de cada día,
mi flor, mi ángel de cada instante,
aun como el pan caliente con olor de tu hornada,
aun sumergido en las aguas de Dios,
y en los aires azules del día original del mundo:
dime, dulce amor mío,
dime, presencia incógnita,
45 años de misteriosa compañía,
¿aún no son suficientes
para entregarte, para desvelarte
a tu amigo, a tu hermano,
a tu triste doble?
¡No, no! Dime, alacrán, necrófago,
cadáver que se me está pudriendo encima
desde hace 45 años,
hiena crepuscular,
fétida hidra de 800.000 cabezas,
¿por qué siempre me muestras sólo una cara?
Siempre a cada segundo una cara distinta,
unos ojos crueles,
los ojos de un desconocido,
que me miran sin comprender
(con ese odio del desconocido)
y pasan:
a cada segundo.
Son tus cabezas hediondas, tus cabezas crueles,
oh hidra violácea.
Hace 45 años que te odio,
que te escupo, que te maldigo,
pero no sé a quién maldigo,
a quién odio, a quién escupo.
Dulce,
dulce amor mío incógnito,
45 años hace ya
que te amo.
De "Hijos de la ira"
Alonso Dámaso 2
AH, YO QUIERO VIVIR...
CANCIONCILLA
DE PROFUNDIS
HOMBRE Y DIOS
LIBERTAD
MONSTRUOS
MUJER CON ALCUZA
SUEÑO DE LAS DOS CIERVAS
TORRENTE DE LA SANGRE
VIENTO DE NOCHE
A UN RÍO LE LLAMAN CARLOS
AH, YO QUIERO VIVIR...
Ah, yo quiero vivir
dentro del orden general
de tu mundo.
Necesito vivir entre los hombres.
Veo un árbol: sus brazos ya en angustia
o ya en delicia lánguida
proclaman su verdad:
su alma de árbol se expresa,
irreductiblemente única.
Pero el hombre que pasa junto a mí
el hombre moderno
con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras
con sus automóviles de suntuosa hojalata
o con sus tristes vitaminas,
mudo tras su etiqueta que dice «comunismo» o «democracia» dice,
con apagados ojos y un alma de ceniza
¿que es?, ¿quién es?
¿Es una mancha gris, un monstruo gris?
Monstruo gris, gris profundo,
profundamente oculta sus amores, sus odios,
gris en su casa,
gris en su juego,
en su trabajo, gris,
hombre gris, de gris alma.
Yo quiero, necesito,
mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle,
arrancarle su careta de cemento,
buscarle por detrás de sus tristes rutinas.
Por debajo de sus fórmulas de lorito
real (¡Pase usted! ¡Tanto gusto!),
aventarle sus tumbas de ceniza
huracanarle su cloroformo diario.
Un día llegará en que lo gris se rompa,
y tus bandos resuenen arcangélicos,
oh gran Dios.
Dime, Dios mío, que tu amor refulge
detrás de la ceniza.
Dame ojos que penetren tras lo gris
la verdad de las almas,
la hermosa desnudez de tu imagen:
el hombre.
VIENTO DE NOCHEEl viento es un can sin dueño,
que lame la noche inmensa.
La noche no tiene sueño.
Y el hombre, entre sueños, piensa. Y el hombre sueña, dormido,
que el viento es un can sin dueño,
que aúlla a sus pies tendido
para lamerle el ensueño. Y aun no ha sonado la hora. La noche no tiene sueño:
¡alerta, la veladora!
SUEÑO DE LAS DOS CIERVAS¡Oh terso claroscuro del durmiente!
Derribadas las lindes, fluyó el sueño.
Sólo el espacio.Luz y sombra, dos ciervas velocísimas,
huyen hacia la hontana de aguas frescas,
centro de todo.¿Vivir no es más que el roce de su viento?
Fuga del viento, angustia, luz y sombra:
forma de todo.Y las ciervas, las ciervas incansables,
flechas emparejadas hacia el hito,
huyen y huyen.El árbol del espacio. (Duerme el hombre...)
Al fin de cada rama hay una estrella.
Noche: los siglos.Duerme y se agita con terror: comprende.
Ha comprendido, y se le eriza el alma.
¡Gélido sueño!Huye el gran árbol que florece estrellas,
huyen las ciervas de los pies veloces,
huye la fuente.¿Por qué nos huyes, Dios, por qué nos huyes?
Tu veste en rastro, tu cabello en cauda,
¿dónde se anegan?¿Hay un hondón, bocana del espacio,
negra rotura hacia la nada, donde
viertes tu aliento?Ay, nunca formas llegarán a esencia,
nunca ciervas a fuente fugitiva.
¡Ay, nunca, nunca!
A UN RÍO LE LLAMAN CARLOS
Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan
hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere distinto
(lo mismo que a ti te llaman Carlos).
Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(genero, especie...)
y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tú; reflejo absoluto
yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris,
que fluye entre edificios nobles,
a Minerva sagrados y entre hangares
que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada
del invierno para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye
un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra
de los quince años,
entre fiebres oscuras y los días -qué verano- tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste,
contemplando el fluir de este río...
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado
a contemplar el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos? ¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises,
como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento,
minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo,
como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo,
como un río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos,
mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla,
a orillas de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
LIBERTAD
Qué hermosa eres, libertad. No hay nada
que te contraste. ¿Qué? Dadme tormento.
Más brilla y en más puro firmamento
libertad en tormento acrisolada.¿Que no grite? ¿Mordaza hay preparada?
Venid: amordazad mi pensamiento.
Grito no es vibración de ondas al viento:
grito es conciencia de hombre sublevada.
Qué hermosa eres, libertad. Dios mismo
te vio lucir, ante el primer abismo
sobre su pecho, solitaria estrella.
Una chispita del volcán ardiente
tomó en su mano. Y te prendió en mi frente,
libre llama de Dios, libertad bella...
MUJER CON ALCUZA
A Leopoldo Panero
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?
Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible.Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida,
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas,
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la
desesperanza.Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,
en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y rejemía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.Ella
recuerda sólo
que en todas estaba oscuro, y que partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de
la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas
cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de
minutos en sucesión que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
sólo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación,
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas.Y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les
pellizcan las nalgas,
... aún mareada por el humo del tabaco.Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días,
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables....No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las
sombras,
algún cuchillo como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
sólo el ruido del tren.Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola,
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quién movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.... Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una
semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón,
sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una
nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
se inclina,
va curvada como un signo de interrogación,
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los
pájaros?
TORRENTE DE LA SANGRE
¡Ceja, testuz fatal! ¡Cómo te siento,
furibundo, embestir contra mis sienes!
Ciega bestia en acoso, ¿por qué vienes
Contra el dique a romper de tu aposento?
¿Qué frenesí te acucia? Ese lamento
mugidor, di ¿por qué? ¿Por qué, si tienes
mis más dorados días en rehenes
y en prenda un corazón que fue del viento?
Árbol de pulpa roja, arrebatado
Del huracán de mi secreta mina,
Por donde en sombra rompes tu camino;
Árbol, cual yo, torrente despeñado,
Ciega bestia, cual yo, ¡Mi ángel de ruina!
¡Oh ciclón de mi propio torbellino!
CANCIONCILLA
Otros querrán mausoleos
donde cuelguen los trofeos,
donde nadie ha de llorar,
y yo no los quiero, no
(que lo digo en un cantar)
porque yo
morir quisiera en el viento,
como la gente de mar
en el mar.
Me podrían enterrar
en la ancha fosa del viento.
Oh, qué dulce descansar
ir sepultado en el viento
como un capitán del viento
como un capitán del mar,
muerto en medio de la mar.
HOMBRE Y DIOS
Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!»
Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.
Amor-Hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!
Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.
DE PROFUNDIS
Si vais por la carrera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi
cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe,
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablejero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra,
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!
MONSTRUOS
Todos los días rezo esta oración
al levantarme:
Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan,
igual, igual que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
el silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.
Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!
No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a
sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.
No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con
todos sus tentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente;
no, ninguno tan monstruoso
como esta alimaña que brama hacia ti,
como esta desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
”Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.”
no, ninguno tan monstruoso
como esta alimaña que brama hacia ti,
como esta desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
”Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.”
Alonso Odette
Biografía
Poeta y narradora cubana nacida en Santiago de Cuba en 1964.
Obtuvo su Licenciatura en Filología por la Universidad de Oriente, Cuba,
y posteriormente viajó por varios países de América radicándose definitivamente en México
desde 1992.
Gracias a su intenso y productivo trajinar literario su obra ha sido incluida en varias
antologías, revistas y publicaciones culturales de Cuba, México, Estados Unidos y Canadá.
Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la Unión de Mujeres Escritoras
de las Antillas y editora de la antología Las cuatro puntas del pañuelo, Poetas cubanos de
la diáspora, con el que que obtuvo uno de los Premios 2003 de Cuban Artists Fund, con
sede en Nueva York.
Ha publicado: «Criterios al pie de la obra», Premio Nacional 13 de Marzo 1988, «Enigma de
la sed» 1989, «Historias para el desayuno», Premio de poesía Adelaida del Mármol 1989,
«Palabra del que vuelve», Premio de poesía Pinos Nuevos, Cuba 1996, «Linternas» 1997,
«Onírica, última función» 1999, «Insomnios en la noche del espejo», Premio Internacional
de Poesía Nicolás Guillén 1999, «Visiones Prosa poética» 2000, «Antología cósmica de
Odette Alonso» 2001, «Cuando la lluvia cesa» 2002 y «Diario del caminante» en
2003.
ANTESALA DEL MIEDO
BAILARINA
BALCÓN AL MAR
CAJA DE MÚSICA
CANCIÓN DEL MANSO PASTORZUELO
EN EL PUENTE
EVA O EL PECADO ORIGINAL
FÁBULA DEL AGUADOR Y LA CIUDAD DE ENFRENTE
HELENA O LA OTRA CARA DEL SILENCIO
HISTORIA BREVE DE UNA MUJER DE LEJOS
INSOMNIOS EN LA NOCHE DEL ESPEJO
LAS ISLAS
LINTERNAS
LOS AMANTES DE POMPEYA
MARGARITA O LA IDEA DE LA FELICIDAD
MORIREMOS DE AMOR
NÁUFRAGO SENTADO FRENTE AL MAR
ÓLEO
ONÍRICA ÚLTIMA FUNCIÓN
PREMONICIÓN
TRANSPARENCIA
ANTESALA DEL MIEDO
Supe de la neblina
y salí al mundo.
El miedo era un planeta extraño
verte venir desde la acera opuesta
toda tu luz burlando el mediodía.
Yo que apuré el asfalto
todo el viento del mundo reteniéndome.
De qué sirve el amor
qué extraña esencia nutre su llegada
para que se convierta en una espera
en una melodía.
Calle para mis pasos
y el mar que desemboca a la vuelta de tus ojos
como el deseo de ser mar
encrucijada.
Qué luz viene de ti que me enceguece.
No puedo darte la felicidad sino su anverso.
Voy a decir amor trazo de sombra y no te marches.
El miedo es un planeta absurdo y cierto.
BAILARINA
A Radhis Curí
Saltó desde mi ojo a la ventana
desnuda está en la acera mojada a la intemperie
bajo una luna extraña.
De pronto ya no baila
me sigue el rastro ajeno taciturno
la ira del zapato sobre el lomo.
Salta la bailarina
me recorre la espalda
habla de Irlanda en mis hombros y no entiendo
la hago saltar a punta de pistola
dolor para gritar malas palabras
y no aguantar ni un poco
y no tener piedad.
Gritar para que salte disparar
y ver su cuerpecito llevado por el aire
danzando a contraluz.
BALCÓN AL MAR
Llego a tus costas
como al reverso menos cruel de la moneda
y tengo todo el tiempo para amarte
aunque el amor no sea más que alguna carta
a veces una espera.
Me desvisto en el muelle
me deslumbro
tiendo mi mano para hallar otra respuesta
y allí estás tú
allí vuelvo a encontrarte
toda tu firma voluntad sobre mis huesos.
La Habana
al otro lado
es una mancha
una extensa muchacha de luces en la espalda
siempre llena de veredas y centauros.
Porque no soy igual a los demás es que te amo
cuando la muerte es una rosa de los vientos
un golpe de suerte
una limpia palmada sobre el hombro.
Porque no soy igual a los demás es que te canto
que asciende mi canción buscando un puerto
un balcón frente al mar
donde dejar mi mano
donde dejar toda mi voz a buen recaudo
sobre el reverso menos cruel de la moneda.
CAJA DE MÚSICA
A Veleta. A Piri
Alza la tapa.
Escucha.
La música será como un alivio
como un bálsamo azul
como un portazo y luego este silencio.
Los amigos se fueron
perdieron el camino y los recuerdos.
Sólo queda esa música.
Alza la tapa y oye.
Piensa que ellos han vuelto y empujarán la puerta
que traen los rones viejos y la inconformidad
que bailarán de nuevo aquella melodía
aunque no sea igual
aunque no lleguen nunca
aunque alces la tapa y no suene la música.
CANCIÓN DEL MANSO PASTORZUELO
Ella alzaba el martillo
y lo dejaba caer una vez y otra vez sobre mi frente
luego abría las piernas
y yo volvía a entrar en un mundo cercano a la esperanza.
Decía las manzanas la luz el precipicio
y dejaba mi cuerpo enlodarse en la pendiente.
Mentira tras mentira
levantamos la casa y acunamos al hijo
soñamos un futuro que supimos incierto.
Yo cortaba la leña
y encendía la hoguera que me consumiría
yo le decía amor
y esperaba anhelante la primera patada
o el beso más certero.
Oteaba la llanura desde lo alto
veía con envidia a las ovejas descarriarse
y regresaba manso al calor de su falda.
Lloré todas las noches
un llanto recalentado y torpe
y así la vi partir
sin voltearse a mirar el humo de la choza.
EN EL PUENTE
A Dora
Al extremo del puente la luz es más intensa
enceguece la luz
cambia nociones.
Las brújulas atrofian su certeza
los mapas desdibujan sus contornos
la noche apaga la verdad del firmamento.
Sólo queda un camino
lleva al final del puente.
Basta extender las manos y preparar el salto
caer hacia el abismo luminoso de tus ojos.
EVA O EL PECADO ORIGINAL
Nada fue como dicen.
Yo descubrí mi cuerpo mojado en la maleza
y lo empecé a palpar.
Era mi cuerpo solo el que se hinchaba
inflamada mi vela.
No supe qué corría por mi vientre
trepaba hasta mi pecho
enceguecía.
Tuve miedo y grité
tuve miedo y rodé por la maleza.
Era fuego era sangre era lava de volcán
era espejismo.
No supe qué pasaba y tuve miedo
pero dejé rodar mi cuerpo y la llovizna
y algo estalló vibrante quién sabe en qué recodo.
Después dormí tranquila
un tiempo inexplicablemente largo.
Después quizás llegara Adán pero ya no lo vi
otra vez la llovizna humedeció mi cuerpo
y me sentí gritar.
FÁBULA DEL AGUADOR Y LA CIUDAD DE ENFRENTE
Ella confunde la piel con algún río
y al corazón con la ciudad de enfrente
F. A. Dopico
Ella confunde la piel con un estanque
canta junto a mi oído su vieja melodía.
Yo le traía el agua
vaciaba la botija en sus arenas
mitigaba su sed.
La sed mi corazón en la ciudad de enfrente
un río subterráneo para mis pies cansados.
Yo ganaba su sed
y me iba a buscar frutas al pie de la montaña
para escanciar el néctar sobre sus dientes nuevos.
Un día no volví
al pie de la montaña era el abismo
pozo donde caer agua que hierve.
Ella confunde el corazón con una espera larga
canta junto a la fuente
espera por las aguas que no llegan.
Oh mi ciudad dormida
qué silbido recuerda a las aguas de antaño
que corriente vendrá de nuevo a tus orillas.
HELENA O LA OTRA CARA DEL SILENCIO
Sentada ante la rueca
Helena piensa en Paris.
Sus hijos crecen
y Menelao dormita entre las mantas
en un rincón desde donde la mira a veces.
Ella hilando la rueca
está pensando en Paris
la hermosura y el pánico
y tal vez una lágrima o un pálpito
mientras el hilo corre entre sus dedos
y Menelao dormita
y sus hijos persiguen mariposas
y Paris es un sueño que el tiempo le devuelve detenido
engalanado vencedor de nada
en esta dulce tarde en que Helena está hilando su recuerdo
con una limpia lágrima o un pálpito.
HISTORIA BREVE DE UNA MUJER DE LEJOS
Una mujer espera en el andén
y se asoma al hueco breve de su impronta.
Cuando llegó
sin haberlo previsto
el sol quebró su cápsula rojiza
y sorprendió un quejido de escorpiones.
Quizá entonces no pensara en la estampida
y fuera un simple juego comenzar
pero hoy el sol es una moraleja.
Con su abolida oscuridad de cobres
oculta una nostalgia entre los hombros
y destruye el cascarón
oyendo voces
quizás pasos ascendiendo la escalera
o algún ruido inusual
inesperado.
Una mujer de lejos se convence
desdice sus arranques y sus duda
con tal de que alguien quiera responderle
de que alquien quiera amar
de que alguien pueda.
Una mujer recoge caracoles
insuficientes como cuello de botella
y cuelga en su cadena una angustia amarilla.
Disfraza cuanto puede su estirpe de ermitaño
pidiendo a gritos una desbandada
y el corazón se vuelve un rótulo impreciso
que dice ya no puedo.
INSOMNIOS EN LA NOCHE DEL ESPEJO
Como sombras danzantes saliendo del telón
azules los anillos te atenazan
bajo una lluvia espesa.
Era tibio tu cuerpo
arañas asesinas sobre los vidrios rotos
y el atrio de la iglesia donde jugaba un niño.
Voces lejanas alegres pesadillas
bailan sobre la inútil falange enfebrecida
colman como lamentos la noche del espejo.
La luz no será alivio
el sueño no vendrá.
LAS ISLAS
Sentada en su balcón
mirando al horizonte
la niña sueña con viajar muy lejos.
Europa bajo sus plantas
las luces de París en una mano
reconquista del mundo en sentido contrario.
La despeina el viento suave de las islas
y ella cierra los ojos atisbando a lo lejos
marido rico que mantendrá su ocio
y tiendas coloridas donde cubrir su cuerpo.
Sentada en el balcón ve pasar los aviones
aparatos plateados que atraviesan el mar
y pisan otras tierras
donde el verano ha de ser menos caliente
y la nieve una fiesta de muñecos blanquísimos.
Viajes y fiestas imagina
mientras las olas se estrellan contra el muro
viajes y fiestas
y no añoranza de las islas
y no morirse sola
donde ser extranjero no es ningún privilegio
y no deudas y trabajo y centavos contados.
Viajes y fiestas y vestidos bonitos
y dólares que caen como un milagro.
Sentada en su balcón
mirando al horizonte,
la niña sueña.
LINTERNAS
Hoja que marca el curso de la noche
el filo de una esquina traicionera
vendedora de historias trashumantes
disueltas en la bruma.
Nadie pasa a través de la muralla
nadie espera ya el soplo de la brisa
a las cinco de la tarde.
La arena te ha poblado los recuerdos
devuelve el bofetón a los alisios
enciende la linterna.
Ayer éramos más
un ejército de desesperanzados
cómplices de la noche
alcohol en el paseo y 23
ramas absurdas y árboles caídos
ebrios también
desencantados.
Ayer éramos niños
de milagro escondido en los bolsillos
y canción recitada como un himno.
Ayer pintamos muros o creímos hacerlo
escribimos consignas en el forro de los libros de historia
al pie del alma mater.
Soñábamos soldados pastelitos caravanas
y éramos más.
Llovía a cántaros sobre la suciedad de las fachadas
siglos de polvo
hollín
conspiración del tiempo.
Luego la desbandada
hoja que marca el curso del olvido
linterna que se enciende o que se apaga
según quien le haga el guiño.
LOS AMANTES DE POMPEYA
La luna era distinta hace un segundo
te iluminaba
entraba por la hendija como un sorbo.
Moriremos de amor amiga mía
presiento que un tropel desciende de las cumbres
siento su oleada tibia presionando mi espalda.
Moriremos de amor
todos los vientos llegan como una manotada
y yo cubro tu cuerpo lo incorporo
quiero aliviarme en ti.
Hace un segundo la luna era distinta
y no había ese susto en tu mirada.
Algo nos viene encima
ese sordo rumor es un presagio.
Cierra los ojos pronto amiga mía.
Es el amor que llega.
MARGARITA O LA IDEA DE LA FELICIDAD
Vender el alma al Diablo
o vender el alma a Dios.
Vender el alma y que ella llegue alguna tarde
a ponerme su almíbar en los labios
a dejarme danzar descalza en esta alfombra.
Su almíbar o su furia sobre mis tristes huesos
que esperan por la muerte o la felicidad.
Vender el alma el cuerpo y que ella diga sí
que me ponga en los labios el pedazo de dolor que tenga vivo
toda su indecisión o su perfume.
Margarita esta tarde con su frío mosaico
Margarita y mis manos tanteándole la furia y los almíbares
Margarita y el miedo de que dijera no.
MORIREMOS DE AMOR
Todos los vientos llegan como una manotada
y yo cubro tu cuerpo lo incorporo
quiero aliviarme en ti.
Hace un segundo la luna era distinta
y no había ese susto en tu mirada.
Algo nos viene encima
ese sordo rumor es un presagio.
Cierra los ojos pronto amiga mía.
Es el amor que llega.
NÁUFRAGO SENTADO FRENTE AL MAR
Alguien lanza el oscuro mandamiento
la muerte es el mejor de los anuncios
cualquiera es el profeta.
Yo aquí me siento a ver el mar cuando anochece
a ver las horas regresar a su tumulto.
Los buques se deshacen al final de la línea
sin ver mi vela blanca ni mi hoguera.
Los marineros señalan desde el puente y ríen.
Un náufrago es un hombre en una piedra
un hombre con su piedra y con su oscuridad
un hombre solo.
Otro lanza el oscuro mandamiento
y soy un pedazo de tela desgarrada
un profeta sentado en esta roca
sin que nadie me escuche.
ÓLEO
La muchacha del óleo me ha mirado
de su pincel renazco sin saberlo
dos manchas sobre el lienzo
tinta negra.
El pincel es mi dedo dibujado en su espalda
su dedo en mi nariz
la caricia en la nuca.
El lienzo es esta cama
y la ciudad entera
corazón que se abre sin confianza
blanco y negro en el lienzo
esa muchacha y yo.
ONÍRICA ÚLTIMA FUNCIÓN
Por Tosca, a Margarita
Terminó la función
y me he soñado arcángel
cuando soy sólo un violinista dormido ante su atril.
Vacía la taberna
vacío el corazón como una plaza pública
me encuentro frente a ti
frente a mí misma.
También yo fui una niña y luego fui un traidor
y luego un marinero naufragando
en el agua podrida de su charca.
Y quise desnudarme
echarme sobre ti como sobre el abismo
y después no ser yo sino tu piel
el insalvable pozo de tus ojos
o un violinista dormido ante su atril
soñando que despierta y que te ama.
PREMONICIÓN
Cuando el avión se alzó sobre La Habana
y se perdió hacia el sur como una baratija
era otra vez el rito de las horas
y el aullido del mar
otra vez esa música enterrada en la arena.
Todavía te alzabas sobre mi dedo índice
desde allí me observabas aterradoramente.
Pero aquella ciudad ya no sería mi límite
ni colgaría en la puerta tus lluvias ternecitas.
La píldora horadaba el iracundo vientre
y la noche era un ave
un halcón que se pierde con las alas desnudas.
TRANSPARENCIA
A Teresa. A Darsi
Yo nunca fui la luz
yo sólo era la lámpara que su mano encendía
o el fuego primigenio que ella me descubrió.
Toda anticipación era ilusoria
yo broté de su mano como una planta nueva
me inflamé en esa llama torpe viento.
Yo nunca fui la luz
y nunca volverá a ser lo que era
polvo que se dispersa y me vacía.
Veo llegar la muerte como un sueño
y el sueño es esa franja transparente
donde todo es mentira.
Ignacio Manuel
Altamirano
Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893)
Nace cerca de Tixtla, en el estado de Guerrero, el 13 de noviembre
de 1834, sus padres Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, eran
indígenas puros; el primero recibió su apellido del español Juan
Altamirano, padrino de uno de sus ascendientes. Altamirano cumple
14 años sin hablar castellano, lengua de la cultura oficial, por lo
tanto aún no sabe leer y escribir. Inicia precisamente por aquel
entonces un proceso de alfabetización que sorprende por su rapidez
y consigue, en 1849, una beca instituida por Ignacio Ramírez "El
Nigromante" para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde
éste mismo imparte sus enseñanzas, siendo además, intelectual y
librepensador, futuro ministro con Porfirio Díaz, cuyo interés por
la juventud indígena le convierte en mentor y amigo de Altamirano.
Estudiante de derecho en el Colegio de San Juan de Letrán, costeó
sus estudios dando clases de francés en una escuela particular.
Altamirano alinea con los revolucionarios de Ayutla, combate a
los conservadores en la guerra de Reforma y más tarde, tras
ponerse
decididamente al lado de los juaristas, es elegido en 1861 diputado
al Congreso de la Unión, donde pronuncia su famoso discurso contra
la amnistía a los enemigos de la Reforma (10 de julio de 1861),
Cuando la Intervención Francesa participa, con el grado de coronel
(1863,1867) en varias acciones militares, en las batallas de Tierra
Blanca, Cuernavaca y Querétaro. Es citado en la orden general del
ejército por su comportamiento, "como un héroe" en el sitio de
Querétaro.
En 1867, restablecida ya la República, consagra por fin su vida
a la enseñanza, la literatura y el servicio público, en el que
desempeña muy distintas funciones como magistrado, presidente de
la
Suprema Corte de Justicia y oficial mayor en el Ministerio de
Fomento.
Funda junto a su maestro Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, el
Correo
de México, publicación que le sirve para exponer y defender su
ideario
romántico y liberal; dos años más tarde, en 1869, aparece gracias a
sus desvelos la revista Renacimiento, que se convierte en el núcleo
que agrupa y articula los más destacados literatos e intelectuales
de la época con el común objetivo de renovar las letras nacionales.
Ese deseo de
renacimiento literario y el encendido nacionalismo, que tan bien se
adapta a sus ardores románticos, desembocarán en la publicación
de sus
Rimas (187 1), en cuyas páginas las descripciones de paisaje patrio
le
sirven de instrumento en la búsqueda de una lírica genuinamente
mexicana. En 1868, había publicado Clemencia, considerada por los
estudiosos como la primera novela mexicana moderna y había
tenido una
destacada intervención en las Veladas Literarias que tanta
importancia
tuvieron en la historia de la literatura mexicana.
Otras de su obras de tipo narrativo son: La Navidad en las
montañas
(1870), Cuentos de invierno (1880).
Su novela El Zarco "Episodios de la vida mexicana en los años
1861-1863" es editada póstumamente en el año de 1901.
Su concepto del hombre y de la patria, su incansable actividad
cultural, su defensa de los valores indigenistas, su decidida apuesta
por las ideas de progreso justifican que se le haya comparado con
una
de las figuras míticas de la historia de México, al afirmar que fue el
apóstol de la cultura como Juárez lo fue de la libertad mexicana.
Se esforzó por crear e impulsar una literatura de contenido y
acento nacionales, pero con raíces en las ideas universales.
La obra educativa de Manuel Altamirano fue muy notable. Fue
profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de
Comercio,
la de Jurisprudencia, la Nacional de Profesores y otros
establecimientos docentes; así, tanto por su vida como por su
incesante
magisterio, Altamirano se ganó a pulso el título de "maestro" que
tantos le otorgan.
El 13 de junio de 1889 fue nombrado Cónsul General de España,
con
residencia en Barcelona y posteriormente en Francia (18 de febrero
de
1890). Visita Italia y Suiza. Enferma; se traslada a San Remo,
Italia,
donde muere el 13 de febrero de 1893. En 1934, al celebrarse el
centenario de su nacimiento, el Congreso de la Unión acordó que
sus
cenizas fueran trasladadas del Panteón Francés a la Rotonda de los
Hombres Ilustres.
ATOYAC
Abrase el sol de julio las playas arenosas
Que azota con sus tumbos embravecido el mar;
Y opongan en su lucha las aguas orgullosas
Al encendido rayo su ronco rebramar.
Tú corres blandamente bajo la fresca sombra
Que el mangle con sus ramas espesas te formó;
Y duermen tus remansos en la mullida alfombra
Que dulce Primavera de flores matizó.
Tú juegas en las grutas que forman tus riberas
De ceibas y parotas el bosque colosal;
Y plácido murmuras al pie de las palmeras,
Que esbeltas se retratan en tu onda de cristal.
En este Edén divino, que esconde aquí la costa,
El sol ya no penetra con rayo abrasador;
Su luz, cayendo tibia, los árboles no agosta,
Y en tu enramada espesa se tiñe de verdor.
Aquí sólo se escuchan murmullos mil suaves,
El blando son que forman tus linfas al correr,
La planta cuando crece, y el canto de las aves,
Y el aura que suspira, las ramas al mecer.
Osténtanse las flores que cuelgan de tu techo
En mil y mil guirnaldas para adornar tu sien;
Y el gigantesco loto, que brota de tu lecho,
Con frescos ramilletes inclínase también.
Se dobla en tus orillas, cimbrándose, el papayo,
El mango con sus pomas de oro y de carmín;
Y en los ilamos saltan, gozoso el papagayo,
El ronco carpintero y el dulce colorín.
A veces tus cristales se apartan bulliciosos
De tus morenas ninfas jugando en derredor;
Y amante les prodigas abrazos misteriosos,
Y lánguido recibes sus ósculos de amor.
Y cuando el sol se oculta detrás de los palmares,
Y en tu salvaje templo comienza a obscurecer,
Del ave te saludan los últimos cantares
Que lleva de los vientos el vuelo postrimer.
La noche viene tibia; se cuelga ya brillando
La blanca luna, en medio de un cielo de zafir,
Y todo allá en los bosques se encoge y va callando,
Y todo en tus riberas empieza ya a dormir.
Entonces en tu lecho de arena, aletargado,
Cubriéndose las palmas con lúgubre capuz,
También te vas durmiendo, apenas alumbrado
Del astro de la noche por la argentada luz.
Y así resbalas muelle; ni turban tu reposo
Del remo de las barcas el tímido rumor,
Ni el repentino brinco del pez que huye medroso
En busca de las peñas que esquiva el pescador.
Ni el silbo de los grillos que se alza en los esteros,
Ni el ronco que a los aires los caracoles dan,
Ni el hueco vigilante que en gritos lastimeros
Inquieta entre los juncos el sueño del caimán.
En tanto los cocuyos en polvo refulgente
Salpican los umbrosos yerbajes de huamil,
Y las oscuras malvas de algodón naciente,
Que crece de las cañas de maíz entre el carril.
Y en tanto en la cabaña, la joven que se mece
En la ligera hamaca y en lánguido vaivén.
Arrúllase cantando la zamba que entristece
Mezclado con las trovas el suspirar también.
Mas de repente, al aire resuenan los bordones
Del arpa de la costa con incitante son;
Y agítanse y preludian la flor de las canciones,
La dulce malagueña que alegra el corazón.
Entonces, de los Barrios la turba placentera
En pos del arpa el bosque comienza a recorrer,
Y todo en breve es fiestas y danza en tu ribera,
Y todo amor y cantos y risas y placer.
Así transcurren breves y sin sentir las horas;
Y de tus blandos sueños en medio del sopor
Escuchas a tus hijas, morenas seductoras,
Que entonan a la luna sus cántigas de amor.
Las aves en sus nidos, de dicha se estremecen,
Los floripondios se abren su esencia a derramar;
Los céfiros despiertan, y suspirar parecen;
Tus aguas en el álveo se sienten palpitar.
¡Ay! ¿Quién en estas horas en que el insomnio ardiente
Aviva los recuerdos del eclipsado bien,
No busca el blando seno de la querida ausente
Para posar los labios y reclinar la sien?
Las palmas se entrelazan, la luz en sus caricias
Destierra de tu lecho la triste oscuridad:
Las flores a las auras inundan de delicias...
Y sólo el alma siente su triste soledad.
Adiós, callado río: tus verdes y risueñas
Orillas, no entristezcan las quejas del pesar;
Que oírlas sólo deben las solitarias peñas
Que azota, con sus tumbos, embravecido el mar.
Tú queda reflejando la luna en tus cristales,
Que pasan en tus bordes tupidos a mecer
Los verdes ahuejotes y azules carrizales,
Que al sueño ya rendidos volviéronse a caer.
Tú corre blandamente bajo la fresca sombra
Que el mangle con sus ramas espesas te formó;
Y duermen tus remansos en la mullida alfombra
Que alegre Primavera de flores matizó.
LOS NARANJOS
Perdiéronse las neblinas
En los picos de la sierra,
Y el sol derrama en la tierra
Su torrente abrasador.
Y se derriten las perlas
Del argentado rocío,
En las adelfas del río
Y en los naranjos en flor.
Del mamey el duro tronco
Picotea el carpintero,
Y en el frondoso manguero
Canta su amor el turpial;
Y buscan miel las abejas
En las piñas olorosas,
Y pueblan las mariposas
El florido cafetal.
Deja el baño, amada mía,
Sal de la onda bullidora;
Desde que alumbró la aurora
Jugueteas loca allí.
¿Acaso el genio que habita
De ese río en los cristales,
Te brinda delicias tales
Que lo prefieres a mí?
¡Ingrata! ¿por qué riendo
Te apartas de la ribera?
Ven pronto, que ya te espera
Palpitando el corazón
¿No ves que todo se agita,
Todo despierta y florece?
¿No ves que todo enardece
Mi deseo y mi pasión?
En los verdes tamarindos
Se requiebran las palomas,
Y en el nardo los aromas
A beber las brisas van.
¿Tu corazón, por ventura,
Esa sed de amor no siente,
Que así se muestra inclemente
A mi dulce y tierno afán?
¡Ah, no! perdona, bien mío;
Cedes al fin a mi ruego;
Y de la pasión el fuego
Miro en tus ojos lucir.
Ven, que tu amor, virgen bella,
Néctar es para mi alma;
Sin él, que mi pena calma,
¿Cómo pudiera vivir?
Ven y estréchame, no apartes
Ya tus brazos de mi cuello,
No ocultes el rostro bello
Tímida huyendo de mí.
Oprímanse nuestros labios
En un beso eterno, ardiente,
Y transcurran dulcemente
Lentas las horas así.
En los verdes tamarindos
Enmudecen las palomas;
En los nardos no hay aromas
Para los ambientes ya.
Tú languideces; tus ojos
Ha cerrado la fatiga
Y tu seno, dulce amiga,
Estremeciéndose está.
En la ribera del río,
Todo se agosta y desmaya;
Las adelfas de la playa
Se adormecen de calor.
Voy el reposo a brindarte
De trébol en esta alfombra
De los naranjos en flor.
SALIR DE ACAPULCO
A bordo del vapor "St. Louis" de la línea del Pacífico.
El 30 de octubre de 1863, a las once de la noche
....Aun diviso tu sombra en la ribera,
Salpicada de luces cintilantes,
Y aun escucho a la turba vocinglera
De alegres y despiertos habitantes,
Cuyo acento lejano hasta mi oído
Viene el terral trayendo, por instantes.
Dentro de poco ¡ay Dios! Te habré perdido,
Ultima, que pisara cariñoso,
Tierra encantada de mi Sur querido.
Me arroja mi destino tempestuoso,
¿Adónde? No lo sé; pero yo siento
De su mano el empuje poderoso.
¿Volveré? Tal vez no; y el pensamiento
Ni una esperanza descubrir podría
En esta hora de huracán sangriento.
Tal vez te miro el postrimero día,
Y el alma que devoran los pesares
Su adiós eterno, desde aquí te envía.
Quédate pues, ciudad de los palmares,
En tus noches tranquilas arrullada
Por el acento de los roncos mares.
Y a orillas de tu puerto recostada,
Como una ninfa en el verano ardiente
Al borde de un estanque desmayada.
De la sierra el dosel cubre tu frente,
Y las ondas del mar siempre serenas
Acarician tus plantas dulcemente.
¡Oh suerte infausta! ¡Me dejaste apenas
De una ligera dicha los sabores,
Y a desventura larga me condenas!
Dejarte ¡oh Sur! Acrece mis dolores,
Hoy que en tus bosques quédase escondida
La hermosura y tierna flor de mis amores,
Guárdala ¡oh Sur! Y su existencia cuida
Y con ella alimenta mi esperanza
¡Porque es su aroma el néctar de mi vida!
Mas ya te miro huir; en lontananza
Oigo alegre el adiós de extraña gente,
el buque, lento en su partida avanza.
Todo ríe en la cubierta indiferente;
Sólo yo con el pecho palpitando,
Te digo adiós con labio balbuciente.
La niebla de la mar te va ocultando;
Faro, remoto ya, tu luz semeja;
Ruge el vapor, y el Leviatán bramando.
Las anchas sombras de los montes deja.
Presuroso atraviesa la bahía,
Salva la entrada y a la mar se aleja;
Y en la llanura lóbrega y sombría
Abre en su carrera acelerada
Un surco de brillante argentería.
La luna, entonces, hasta aquí velada,
Súbita brota en el zafir desnuda,
Brillando en alta mar: Mi alma agitada
Pensando en Dios, la inmensidad saluda.
RECUERDOS
Se oprime el corazón al recordarte,
Madre, mi único bien, mi dulce encanto;
Se oprime el corazón y se me parte,
Y me abrasa los párpados el llanto.
Lejos de ti y en la orfandad, proscrito,
Verte nomás en mi delirio anhelo;
Como anhela el presito
Ver los fulgores del perdido cielo.
¡Cuánto tiempo, mi madre, ha transcurrido
Desde ese día en que la negra suerte
Nos separó cruel!... ¡Tanto he sufrido
Desde entonces, oh Dios, tanto he perdido,
Que siento helar mi corazón de muerte!
¿No lloras tú también ¡oh madre mía!
Al recordarme, al recordar el día
En que te dije adiós, cuando en tus brazos
Sollozaba infeliz al separarme,
Y con el seno herido hecho pedazos,
Aun balbucí tu nombre al alejarme?
Debiste llorar mucho. Yo era niño
Y comencé a sufrir, porque al perderte
Perdí la dicha del primer cariño.
Después, cuando en la noche solitaria
Te busqué para orar, sólo vi el cielo,
Al murmurar mi tímida plegaria,
Mi profundo y callado desconsuelo.
Era una noche obscura y silenciosa,
Sólo cantaba el búho en la montaña;
Sólo gemía el viento en la espadaña
De la llanura triste y cenagosa.
Debajo de una encina corpulenta
Inmóvil entonces me postré de hinojos,
Y mi frente incliné calenturienta.
¡Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos
de lágrimas amargas! ... la existencia.
Fue ya un martirio, y erial de abrojos
El sendero del mundo con tu ausencia.
Mi niñez pasó pronto, y se llevaba
Mis dulces ilusiones una a una;
No pudieron vivir, no me inspiraba
El dulce amor que protegió mi cuna.
Vino después la juventud insana,
Pero me halló doliente caminando
Lánguido en pos de la vejez temprana,
Y las marchitas flores deshojando
Nacidas al albor de mi mañana.
Nada gocé; mi fe ya está perdida;
El mundo es para mí triste desierto;
Se extingue ya la lumbre de mi vida,
Y el corazón, antes feliz, ha muerto.
Me agito en la orfandad, busco un abrigo
Donde encontrar la dicha, la ternura
De los primeros días; ni un amigo
Quiere partir mi negra desventura.
Todo miro al través del desconsuelo;
Y ni me alivia en mi dolor profundo
El loco goce que me ofrece el mundo,
Ni la esperanza que sonríe en el cielo.
Abordo ya la tumba, madre mía,
Me mata ya el dolor... voy a perderte,
Y el pobre ser que acariciaste un día
¡Presa será temprano de la muerte!
Cuando te dije adiós, era yo niño:
Diez años hace ya; mi triste alma
Aún siente revivir su antigua calma
Al recordar tu celestial cariño.
Era yo bueno entonces, y mi frente
Muy tersa aún tu ósculo encontraba...
Hace años, de dolor la reja ardiente
Allí dos surcos sin piedad trazaba.
Envejecí en la juventud, señora;
Que la vejez enferma se adelanta,
Cuando temprano en el dolor se llora,
Cuando temprano el mundo desencanta,
Y el iris de la fe se descolora.
Cuando contemplo en el confín del cielo,
En la mano apoyando la mejilla,
Mis montañas azules, esa sierra
Que apenas a vislumbrar mi vista alcanza,
Dios me manda el consuelo,
Y renace mi férvida esperanza,
Y me inclino doblando la rodilla,
Y adoro desde aquí la hermosa tierra
De las altas palmeras y manglares,
De las aves hermosas, de las flores,
De los bravos torrentes bramadores,
Y de los anchos ríos como mares,
Y de la brisa tibia y perfumada
Do tu cabaña está mujer amada.
Ya te veré muy pronto madre mía;
Ya te veré muy pronto, ¡Dios lo quiera!
Y oraremos humildes ese día
Junto a la cruz de la montaña umbría,
Como en los años de mi edad primera.
Olvidaré el furor de mis pasiones.
Me volverán rientes una a una
De la niñez las dulces ilusiones,
El pobre techo que abrigó mi cuna.
Reclinaré en tu hombro mi cabeza
Escucharás mis quejas de quebranto,
Velarás en mis horas de tristeza
Y enjugarás las gotas de mi llanto.
Huirán mi duda, mi doliente anhelo.
Recuerdos de mi vida desdichada;
Que allí estarás, ¡oh ángel de consuelo!
Pobre madre infeliz... ¡madre adorada!.
MARIA
Allí en el valle fértil y risueño,
Do nace el Lerma y, débil todavía
Juega, desnudo de la regia pompa
Que lo acompaña hasta la mar bravía;
Allí donde se eleva
El viejo xinantécatl, cuyo aliento,
Por millares de siglos inflamado,
Al soplo de los tiempos se ha apagado,
Pero que altivo y majestuoso eleva
Su frente que corona eterno hielo
Hasta esconderla en el azul del cielo.
Allí donde el favonio murmurante
Mece los frutos de oro del manzano
Y los rojos racimos del cerezo
Y recoge en sus alas vagarosas
La esencia de los nardos y las rosas.
Allí por vez primera
Un extraño temblor desconocido,
De repente, agitado y sorprendido
Mi adolescente corazón sintiera.
Turbada fue de la niñez la calma,
Ni supe qué pensar en ese instante
Del ardor de mi pecho palpitante
Ni de la tierna languidez del alma.
Era el amor: mas tímido, inocente,
Ráfaga pura del albor naciente,
Apenas devaneo
Del pensamiento virginal del niño;
No la voraz hoguera del deseo,
Sino el risueño lampo del cariño.
Yo la miré una vez, virgen querida
Despertaba cual yo, del sueño blando
De las primeras horas de la vida:
Pura azucena que arrojó el destino
De mi existencia en el primer camino,
Recibían sus pétalos temblando
Los ósculos del aura bullidora
Y el tierno cáliz encerraba apenas
El blanco aliento de la tibia aurora.
Cuando en ella fijé larga mirada
De santa adoración, sus negros ojos
De mi apartó; su frente nacarada
Se tiñó del carmín de los sonrojos;
Su seno se agitó por un momento,
Y entre sus labios espiró su acento.
Me amó también. Jamás amado había;
Como yo, esta inquietud no conocía,
Nuestros ojos ardientes se atrajeron
Y nuestras lamas vírgenes se unieron
Con la unión misteriosa que preside
El hado, entre las sombras, mudo y ciego,
Y de la dicha del vivir decide
Para romperla sin clemencia luego.
¡Ay! Que esta unión purísima debiera
No turbarse jamás, que así la dicha
Tal vez perenne en la existencia fuera:
¿Cómo no ser sagrada y duradera
si la niñez entretejió sus lazos
Y la animó, divina, entre sus brazos
La castidad de la pasión primera?
Pero el amor es árbol delicado
Que el aire puro de la dicha quiere,
Y cuando de dolor el cierzo helado
Su frente toca, se doblega y muere.
¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María?
¿Por qué tan pronto del pesar sañudo
Pudo apartarnos la segura impía?
¿Cómo tan pronto obscurecernos pudo
La negra noche en el nacer del día?
¿Por qué entonces no fuimos más felices?
¿Por qué después no fuimos más constantes?
¿Por qué en el débil corazón, señora,
Se hacen eternos siglos los instantes,
Desfalleciendo antes
De apurar del dolor la última hora?
¡Pobre María! Entonces ignorabas
Y yo también, lo que apellida el mundo
¡Amor... amor! Y ciega no pensabas
Que es perfidia, interés, deleite inmundo,
Y que tu alma pura y sin mancilla
Que amó como los ángeles amaran
Con fuego intenso, mas con fe sencilla,
Iba a encontrarse sola y sin defensa
De la maldad entre la mar inmensa.
Entonces, en los días inocentes
De nuestro amor, una mirada sola
Fue la felicidad, los puros goces
De nuestro corazón... el casto beso,
La tierna y silenciosa confianza,
La fe en el porvenir y la esperanza.
Entonces... en las noches silenciosas
¡Ay! Cuántas horas contemplamos juntos
Con cariño las pálidas estrellas
En el cielo sin nubes cintilando,
Como si en nuestro amor gozaran ellas;
O el resplandor benéfico y amigo
De la callada luna,
De nuestra dicha plácido testigo,
O a las brisas balsámicas y leves
Con placer confiamos
Nuestros suspiros y palabras breves.
¡Oh! ¿qué mal hace al cielo
Este modesto bien, que tras él manda
De la separación el negro duelo,
La frialdad espantosa del olvido
Y el amargo sabor del desengaño,
Tristes reliquias del amor perdido?
Hoy sabes qué sufrir, pobre María,
Y sentiste al presente
El desamor que mezcla su hiel fría
De los placeres en la copa ardiente,
El cansancio, la triste indiferencia,
Y hasta el odio que impío
El antes cielo azul de la existencia
Nos convierte en un cóncavo sombrío,
Y la duda también, duda maldita
Que de acíbar eterno el alma llena,
La enturbia y envenena
Y en el caos del mal la precipita.
Muy pronto, sí, nos condenó la suerte
A no vernos jamás hasta la muerte:
Corrió la primera lágrima encendida
Del corazón a la primera herida,
Mas pronto se siguió el pensar profundo,
Del desdén la sonrisa amenazante
Y la mirada de odio chispeante,
Terrible reto de venganza al mundo.
Mucho tiempo pasó. Tristes seguimos
El mandato cruel del hado fiero,
Contrarias sendas recorriendo fuimos
Sin consuelo ni afán... Y bien, señora,
¿Podremos sin rubor mirarnos ora?
¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella!
Tal vez la seducción marcó su huella
En tu pálida frente ya surcada,
Porque contemplo en tus hundidos ojos
Señal de llanto y lívida mirada.
Con el fulgor de acero de la ira.
Se marchitaron los claveles rojos
Sobre tus labios ora contraidos
Por risa de desdén que desafía
Tu bárbaro pesar, ¡pobre María!
Y yo... yo estoy tranquilo:
Del dolor las tremendas tempestades,
Roncas rugieron agitando el alma;
La erupción fue terrible y poderosa...
Pero hoy volvió la calma
Que se turbó un momento,
Y aunque siente el volcán mugir violento
El fuego adentro del, nunca se atreve
Su cubierta a romper de dura nieve.
Continuemos, mujer, nuestro camino.
¿Dónde parar? ...¿Acaso los sabemos?
¿Lo sabemos acaso? Que destino
Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos,
Ya que ni un faro de esperanza vemos
Llenos de duda y de pesar marchamos,
Marchamos siempre, y a perdernos vamos
¡Ay! De la muerte en el océano obscuro,
¿Hay más allá riberas?... no es seguro,
Quién sabe si las hay; mas si abordamos
A esas riberas torvas y sombrías
Y siempre silenciosas,
Allí sabré tus quejas dolorosas,
Y tú también escucharás las mías.
A OFELIA PLISSE
Yo no te vi jamás; pero hubo un día
En que un patriota y joven peregrino
Que de esa tierra donde existes, vino
Hasta las playas de la patria mía,
Conmovido me habló de tu hermosura
Que de una diosa el don llamarse puede,
Y que admirable y rara, sólo cede
A la santa virtud de tu alma pura.
Cruzaba yo, me dijo tristemente,
Mi camino erial desfallecido
Temiendo sucumbir, mas de repente
Me encontré sorprendido
Al levantar mi dolorida frente,
Con un carmen florido;
Que resguardan altivos cocoteros,
Que embalsaman obscuros limoneros,
Y que esmaltan jazmines y amapolas,
Y que mecen pujantes
De dos océanos las inmensas olas.
Es Panamá la bella; la cintura
De la virgen América, allí donde
Del mundo de Colón el cielo esconde
La grandeza futura.
Como símbolo santo, hermoso y puro
De esa edad venturosa y anhelada,
Cuya luz ya descubre la mirada
Del porvenir en el confín obscuro,
Existe una beldad, joven, risueña,
Inteligente, dulce y seductora
Como un amante en sus afanes sueña,
Como un creyente en su delirio adora.
Es Ofelia, la diosa de ese suelo,
La maga de ese carmen encantado,
De dicha imagen ideal deseado,
El astro fulgurante de aquel cielo.
La perfumada flor, la que descuella,
De corola gentil, fresca y lozana,
Abriéndose a la luz de la mañana
En los jardines ístmicos, ¡es ella!
Allí la admiración le erigió altares,
Incienso le da Amor, la Poesía
Le consagra dulcísimos cantares;
Y un himno inmenso Libertad le envía
Entre el ronco suspiro de los mares.
Yo la vi, la adoré cual peregrino
A quien la mano del dolor dirige;
Adorarla y pasar fue mi destino.
¡Ay! Yo me alejo, mi deber lo exige,
Mas su recuerdo alumbra mi camino;
Yo llevaré su imagen por do quiera,
Y confundiendo en uno mis dolores
Y en un objeto uniendo mis amores,
Yo escribiré su nombre en mi bandera.
Tú a esa tierra lejana
En las dóciles alas de los vientos
Envía de tu lira los acentos
A esa beldad que he visto, soberana.
Así me dijo el joven peregrino
Y siguió con tristeza su camino.
A ORILLAS DEL MAR
Esos bosques de ilamos y de palmas
Que refrescan las ondas murmurantes
Del cristalino Técpam, al cansado
Pero tranquilo labrador convidan
En los ardores de la ardiente siesta
A reposar bajo su sombra grata,
Que él si podrá sin dolorosa lucha
Libre de afanes entregarse al sueño.
Mas yo que el alma siento combatida
De tenaces recuerdos y cuidados
Que sin cesar me siguen dolorosos,
Olvido y sueño con esfuerzo inútil,
En vano procuré la blanda alfombra
De césped y de musgo, horrible lecho
De arena ardiente y de espinosos cardos
Fue para mí. De la inquietud la fiebre
Me hace de allí apartar, y en mi tristeza,
Vengo a buscar las solitarias dunas
Que el ronco tumbo de la mar azota.
Esta playa que abrasa un sol de fuego,
Esta llanura inmensa que se agita,
Del fiero Sud al irritado soplo,
Y este cielo do van espesas nubes
Negro dosel en su reunión formando
Al infortunio y al pesar convienen.
Aquí, los ojos en las ondas fijos,
Pienso en la Patria ¡ay Dios! Patria infelices,
De eterna esclavitud amenazada
Por extranjeros déspotas. La ira
Hierve en el fondo del honrado pecho
Al recordar que la cobarde turba
De menguados traidores, que en malhora
La sangre de su seno alimentara,
La rodilla doblando ante el injusto,
El más injusto de los fieros reyes
Que a la paciente Europa tiranizan,
Un verdugo pidiera para el pueblo,
Que al fin cansado rechazó su orgullo.
¡Francia! País de corazón tan grande,
De pensamiento generoso y libre,
Tú que alumbraste al mundo esclavizado
Y soplaste al alma de los pueblos,
En los modernos siglos, ese odio
Que va minando el trono de los reyes;
Tú que recuerdas con tremenda ira
Las orgías del inglés en tus hogares,
Y el insultante grito del cosaco
Al pisar el cadáver del imperio,
¿cómo vienes ahora en tus legiones
El lábaro feroz de la ignorancia
Y de la injusta y negra servidumbre
A un pueblo libre que te amó, trayendo?
¿Tu misión olvidaste con tu historia
Y manchas tus blasones, despreciando
Tu pura fama, al interés vendida?
Yo te miro República naciente
Ahogar la débil libertad de Roma;
Yo te miro después apresurada
Dar un abrazo a Austria sobre Hungría;
Yo te miro más tarde abandonando
De los zares al fiero despotismo
La suerte ¡ay! De la infeliz Polonia,
Y voy a maldecirte... y me detengo.
No eres tú, no eres tú, pueblo grandioso
Que a la divina Libertad consagras
Dentro tu corazón ardiente culto,
Sino el tirano odioso que te oprime
Raquítico remedo de aquel hombre
Colosal que cayó, cuya grandeza
De escaño sirve y pedestal y asilo
A la ambición del mísero pequeño.
Tal el nombre de César y de Augusto
Tiranos, sí, más grandes, elevara
La obscura mezquindad de Cayo el loco
Del imbécil Claudio y de Enobardo infame.
Tú gimes, tú también, pueblo de libres
Encadenado ahora al soli férreo
Que tu paciencia sufre y abomina;
Mas su injusticia y su furor acusan
El grito de tus nobles desterrados
Y la voz varonil de tus tribunos
Y la cólera santa que te agita.
En tanto, de mi Patria los fecundos
Campos abrasa el fuego de la guerra;
Gimen sus pueblos y la sangre corre
En los surcos que abriera laborioso
El labrador que con horror contempla
El paso de tus huestes destructoras.
Ruge el cañón y con su acento anuncia
La elevación de un rey en esta tierra
De la América libre, cuyo jugo,
Es veneno letal a los tiranos,
Y esta nueva desgracia, todavía
Mi triste patria a tus soldados debe.
El trono del Habsburgo se levanta
Sobre bases de sangre y de ruina,
¿Cómo existir podrá, si sus cimientos
el amor de los pueblos no sostiene?
Su ejército servil corre furioso,
A sangre y fuego su pendón llevando;
La falacia precede tentadora,
Que a las almas mezquinas avasalla;
Y se diezman del pueblo las legiones,
Y los pechos menguados desfallecen,
Y en el cielo parece que se eclipsa
¡De libertad la fulgurante estrella!
¡Solemne instante de angustiosa duda
Para el alma de cieno del cobarde!
¡Solemne instante de entusiasmo fiero
Para el alma ardorosa del creyente!
¡Oh no, jamás! La Libertad es grande,
Como grande es el Ser de donde emana.
¿Qué pueden en si contra los reptiles?
Ya encendido en el cielo el sol parece
Entre nubes de púrpura brillando...
¡Es el astro de Hidalgo y de Morelos
Nuncio de guerra, de venganza y gloria,
Y el que miró Guerrero en su infortunio,
Faro de libertad y de esperanza,
Y el que vio Zaragoza en Guadalupe
La sublime victoria prometiendo!
A su esplendor renuévanse la lucha,
Crece el aliento, la desgracia amengua;
La ancha tierra de Méjico agitada
Se estremece al fragor de los cañones,
Desde el confín al centro, en las altivas
Montañas que domina el viejo Ajusco,
Del norte en las llanuras y en las selvas
Fieras de Michoacán y donde corren
El Lerma undoso y el salvaje Bravo;
De Oaxaca en las puertas que defienden
Nobles sus hijos de entusiasmo llenos
Y en el áspero Sur, altar grandioso
A libertad por siempre consagrado.
Y en las playas que azota rudo Atlante
Y en las que habita belicoso pueblo
Y el Pacífico baña majestuoso.
Sí, donde quiera en la empeñada lucha
Altivo el patrio pabellón ondea,
¿Qué importa que el cobarde abandonado
Las filas del honor corra a humillarse
Del déspota a las plantas, tembloroso?
¿Qué importa la miseria? ¿ qué la dura
Intemperie y las bárbaras fatigas?
¿Qué el aspecto terrible del cadalso?
Este combate al miserable aparta,
Del desamparo el fuerte no se turba
Sólo el vil con el número bravea.
¡Cuán hermoso es sufrir honrado y libre,
Y al cadalso subir del despotismo
Por la divina Libertad, cuán dulce!
¡Oh! Yo te adoro Patria desdichada
Y con tu suerte venturosa sueño,
Me destrozan el alma tus dolores
Tu santa indignación mi pecho sufre,
Ya en tu defensa levanté mi acento.
Tu atroz ultraje acrecentó mis odios,
¡Hoy mis promesas sellaré con sangre
Que en tus altares consagré mi vida!
El triunfo aguarda, el porvenir sonríe,
Pueda el destino favorable luego,
Dar a tus hijos que combaten bravos
Menos errores y mayor ventura.
Pero si quiere la enemiga suerte
De nuevo hacer que encadenada llores
Antes que verte en servidumbre horrenda
Pueda yo sucumbir, ¡oh Patria mía!
LA SALIDA DEL SOL
Ya brotan del sol naciente
los primeros resplandores,
dorando las altas cimas
de los encumbrados montes.
Las neblinas de los valles
hacia las alturas corren,
y de las rocas se cuelgan
o en las cañadas se esconden.
En ascuas de oro convierten
del astro rey los fulgores,
del mar que duerme tranquilo
las mansas ondas salobres.
sus hilos tiende el rocío
de diamantes tembladores,
en la alfombra de los prados
y en el manto de los bosques.
sobre la verde ladera
que esmaltan gallardas flores,
elevan sus frente altiva
los enhiestos girasoles,
y las caléndulas rojas
vierte al pie sus olores.
Las amarillas retamas
visten las colinas, donde
se ocultan pardas y alegres
las chozas de los pastores.
Purpúrea el agua del río
lame de esmeralda el bordo,
que con sus hojas encubren
los plátanos cimbradores;
mientras que allá en la montaña,
flotando en la peña enorme,
la cascada se reviste
de iris con los colores.
El ganado en las llanuras
trisca alegre, salta y corre;
cantan las aves, y zumban
mil insectos bullidores
que el rayo del sol anima,
que pronto mata la noche.
En tanto el sol se levanta
sobre el lejano horizonte,
bajo la bóveda limpia
de un cielo sereno . . . Entonces
sus fatigosas tareas
suspenden los labradores,
y un santo respeto embarga
sus sencillos corazones.
En el valle, en la floresta,
en el mar, en todo el orbe
se escuchan himnos sagrados,
misteriosas oraciones;
porque el mundo en esta hora
es altar inmenso, en donde
la gratitud de los seres
su tierno holocausto pone;
y Dios, que todos los días
ofrenda tan santa acoge,
la enciende de Sol que nace
con los puros resplandores.
LA PLEGARIA DE LOS NIÑOS
"En la campana del puerto
¡Tocan, hijos, la oración. . . !
¡De rodillas! . . . y roguemos
a la madre del Señor
por vuestro padre infelice,
que ha tanto tiempo partió,
y quizá esté luchando
de la mar con el furor.
Tal vez, a una tabla asido,
¡no lo permita el buen Dios!
náufrago, triste y hambriento,
y al sucumbir sin valor
los ojos al cielo alzando
con lágrimas de aflicción,
dirija el adiós postrero
a los hijos de su amor.
¡Orad, orad, hijos míos,
la Virgen siempre escuchó
1a plegaria de los niños
y los ayes de dolor!"
En una humilde cabaña,
con piadosa devoción,
puesta de hinojos y triste
a sus hijos así habló:
la mujer de un marinero
al oír la santa voz
de la campana del puerto
que tocaba la oración.
Rezaron los pobres niños
todo quedóse en silencio
y después sólo se oyó,
entre apagados sollozos,
de las olas el rumor.
De repente en la bocana
truena lejano el cañón:
";Entra buque!", allá en la playa
la gente ansiosa gritó.
Los niños se levantaron;
mas la esposa, en su dolor,
"no es vuestro padre les dijo:
tantas veces me engañó
la esperanza, que hoy no puede
alegrarse el corazón"
Pero después de una pausa
ligero un hombre subió
por el angosto sendero,
murmurando una canción.
Era un marino...¡Era el padre!
La mujer palideció
al oírle, y de rodillas
palpitando de emoción,
dijo ¿Lo véis, hijos míos?
La Virgen siempre escuchó
la plegaria de los niños
y los ayes de dolor
Altolaguirre Manuel
Biografía
Poeta español nacido en Málaga en 1905.
Antes de los veinte años fundó su primera revista de poesía en la que aparecían
colaboraciones de poetas muy reconocidos, además de las de algunos compañeros de su
generación.
Viajó posteriormente a Francia e Inglaterra y allí fundó su propia imprenta, regresando a
España donde militó en las filas de la República durante la guerra civil. En 1939 abandonó a
España definitivamente y fijó su residencia en México dedicándose al final de su carrera a la
dirección cinematográfica.
En 1959 durante una visita a España, falleció en un accidente automovilístico en la ciudad
de Burgos.
Entre sus obras más reconocidas, se encuentran: «Soledades juntas», «Vida poética» y
«Poema del agua».
ABANDONO
AL VER POR DONDE HUYES...
AMORAMOR OSCURO AMOR, SÓLO TE MUESTRAS...
BESO
COMO UN ALA NEGRA
CONTIGO
DESNUDO
EL CIEGO AMOR NO SABE DE DISTANCIAS...EL ALMA ES IGUAL QUE EL AIRE...
ESTOY PERDIDO
FIN DE UN AMOR
HICE BIEN EN HERIRTE...
FUGA
HOY PUEDO ESTAR CONTIGO... LA NUBE
LAS CARICIAS
LAS SENDAS QUE ME OBLIGO A RECORRER POR TI...MALDADNOCHE A LAS ONCENUBE A
NUBE... PARA ALCANZAR LA LUZRECUERDO DE UN OLVIDO
RETRATO
ROMANCE
SOLEDAD SIN OLVIDOTANTO MUNDO QUE HE VISTO... TE QUIERO
TRANSPARENCIAS
TRINO
TU SOLEDAD TE DEFIENDE
TUS PALABRASTUVO MI AMOR LA FORMA DE LA VIDA...
VETE
VIAJE
LAS CARICIAS
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
BESO
¡Qué sola estabas por dentro!
Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.
Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.
Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.
¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!
TRANSPARENCIAS
Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué verdadero amor,
el único, sentimos!
Como el mueble y la tela, tu desnudo
ya no tenía imponencia bajo el aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Nosotros ya no entendíamos de aquello.
Era el suelo de un ámbito
celeste, imponderable.
Éramos transparencias
altísimas, calientes.
ABANDONO
¡Qué dulce dolor de ancla
en el corazón sentías!
Tu corazón reteniendo,
duro coral, mi partida.
Ahogada en amor, tu amor
como un mar me sostenía.
Altos vientos me empujaron
solitario a la deriva.
Si mi nave se fue lejos
más profunda quedó hundida
tu dura rama de sangre,
rota el ancla de mi vida.
Solo, entre las grises nubes
que mis sienes acarician,
sin ti voy por entre nieblas
recordando tu agonía.
FUGA
Al ver por dónde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por las de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
y sobre las espumas,
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
No hacia dentro de ti,
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.
No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida,
yo como ante una puerta
ante tu pecho frío.
RETRATO
Estabas sola y alta.
Yo miraba cómo todos los pájaros
debajo de tu frente se escondían.
¡Qué ir y venir y qué volver!
Cómo todas las cosas
quedándose se iban
a entrarse por tus ojos.
Cómo yo mismo no sabía
si estaba junto al árbol
bajo aquel cielo tan azul,
o si los verdes límites del parque
estaban encerrados en tu frente.
Si de tanto entrar ya
dentro de ti las cosas,
eras el mundo donde estábamos.
Si para que brillaran las estrellas
bastaba que cerrases tus dos ojos.
Estabas sola y alta,
pero también dentro de ti.
TUS PALABRAS
Apoyada en mi hombro
eres mi ala derecha.
Como si desplegaras
tus suaves plumas negras,
tus palabras a un cielo
blanquísimo me elevan.
Exaltación. Silencio.
Sentado estoy a mi mesa,
sangrándome la espalda,
doliéndome tu ausencia.
SOLEDAD SIN OLVIDO
¡Qué pena ésta de hoy!
Haberlo dicho todo,
volcando por completo
lo que pesaba tanto,
y ver luego que todo
se queda siempre dentro,
que las palabras fueron
espejos engañosos,
cristales habitados
por fantasmas sin vida;
que todo queda dentro
con sus negras presencias,
insistentes, doliendo.
NOCHE A LAS ONCE
Éstas son las rodillas de la noche.
Aún no sabemos de sus ojos.
La frente, el alba, el pelo rubio,
vendrán más tarde.
Su cuerpo recorrido lentamente
por las vidas sin sueño
en las naranjas de la tarde,
hunde los vagos pies,
mientras las manos
amanecen tempranas en el aire.
En el pecho la luna.
Con el sol en la mente.
Altiva. Negra. Sola.
Mujer o noche. Alta.
VETE
Mi sueño no tiene sitio
para que vivas. No hay sitio.
Todo es sueño. Te hundirías.
Vete a vivir a otra parte,
tú que estás viva. Si fueran
como hierro o como piedra
mis pensamientos, te quedarías.
Pero son fuego y son nubes,
lo que era el mundo al principio
cuando nadie en él vivía.
No puedes vivir. No hay sitio.
Mis sueños te quemarían.
MALDAD
El silencio eres tú.
Pleno como lo oscuro,
incalculable
como una gran llanura
desierta, desolada,
sin palmeras de música,
sin flores, sin palabras.
Para mi oído atento
eres noche profunda
sin auroras posibles.
No oiré la luz del día,
porque tu orgullo terco,
rubio y alto, lo impide.
El silencio eres tú:
cuerpo de piedra.
RECUERDO DE UN OLVIDO
Se agrandaban las puertas. Yo gigante,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
atravesaba las estancias,
golpeando las paredes sordas.¡Qué collar interior en mi garganta
de palabras en germen, de lamentos
que no podían salir, que se estorbaban
en su gran muchedumbre!
¡Cuánto tiempo de olvido incomprensible!
Siempre ella en su ventana.
Su ventana entre dos nubes
-una y ella- siempre.
Y yo distante, agigantado, loco,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
pesándome en el alma su naufragio,
agarrándose, hundiéndome,
en un espeso mar de cielos grises.
TU SOLEDAD TE DEFIENDE
Tu soledad te defiende,
te limitan tus miradas,
que yo sé que tu alma llega
adonde tu vista alcanza,
adonde llegan tus sueños,
adonde tu amor acaba.
Este viento no es el viento,
es tu soledad alterada,
es tu aire que revuela,
es que alborota tu gracia.
Son tus ojos que acarician
transparencias y esperanzas,
agua de lagos y ríos,
verdores de esbeltas ramas.
Es tu soledad valiente,
defensora de tu alma.
EL ALMA ES IGUAL QUE EL AIRE...
El alma es igual que el aire.
Con la luz se hace invisible,
perdiendo su honda negrura.
Sólo en las profundas noches
son visibles alma y aire.
Sólo en las noches profundas.
Que se ennegrezca tu alma
pues quieren verla mis ojos.
Oscurece tu alma pura.
Déjame que sea tu noche,
que enturbie tu transparencia.
¡Déjame ver tu hermosura!
AMOR
Mi forma inerte grande como un mundo
no tiene noche alrededor ni día
pero tiniebla y claridad por dentro
hacen que yo, que tú, vivamos.
Mares y cielos de mi sangre tuya
navegamos los dos. No me despiertes.
No te despiertes, no, sueña la vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño
y robo al tiempo todas mis edades
para poblar mis íntimas moradas
y acompañarte siempre, siempre, siempre.
DESNUDO
El cielo de tu tacto
amarillo cubría
el oculto jardín
de pasión y de música.
Altas yedras de sangre
abrazaban tus huesos.
La caricia del alma
-brisa en temblor- movía
todo lo que tú eras.
¡Qué crepúsculo bello
de rubor y cansancio
era tu piel! Estabas
como un astro sin brillo,
recibiendo del sol
la luz de tu contorno.
Sólo bajo tus pies era de noche.
Eres cárcel de música
de la música presa,
que intentaba escapar
en cada gesto tuyo,
pero que no podía salir
y se asomaba como un niño
a los cristales de tus ojos claros.
FIN DE UN AMOR
No sé si es que cumplió ya su destino,
si alcanzó perfección o si acabado
este amor a su límite ha llegado
sin dar un paso más en su camino.
Aún le miro subir, de donde vino,
a la alta cumbre donde ha terminado
su penosa ascensión. Tal ha quedado
estático un amor tan peregrino.
No me resigno a dar la despedida
a tal altivo y firme sentimiento
que tanto impulso y luz diera a mi vida.
No es su culminación lo que lamento,
su culminar no causa la partida,
la causará, tal vez, su acabamiento.
CONTIGO
No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?
Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.
¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?
En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.
EL CIEGO AMOR NO SABE DE DISTANCIAS...
El ciego amor no sabe de distancias
y, sin embargo, el corazón desierto
todo su espacio para mucho olvido
le da lugar para perderse a solas
entre cielos abismos y horizontes.
Cuando me quieres, al mirarme adentro,
mientras la sangre nuestra se confunde,
una redonda lejanía profunda
hace posible nuevas ilusiones.
Ser tuyo es renacerme porque logras
borrar, hundir, que se retiren todos
los espejos, los muros de mi alma.
Blancura del amor. Con cuánto fuego
se anunció tu presencia. Tengo ahora
la luz de aquel incendio y un vacío
donde esperar, donde temer tu vida.
TANTO MUNDO QUE HE VISTO...
Tanto mundo que he visto, todo el cielo,
ahora cuando estoy solo no me basta
para mi vida ni para mi sueño.
Y sin embargo, cuando estoy contigo,
a flor de esa imprecisa superficie
que es el tiempo pasado sin gozarte,
un anhelo cortándome las alas
reduce los lejanos horizontes
a un pequeño cristal pronto a perderse
como la sal en el profundo olvido.
Junto a ti, frente al mar, nada recuerdo
y dan la luz y el aire molde cóncavo
a mi presente, a la inmutable y firme
roca de amor. Que nadie nunca diga:
«Ayer la vi» o «la veré mañana».
TUVO MI AMOR LA FORMA DE LA VIDA...
Tuvo mi amor la forma de tu vida.
Nunca el olvido le cerró los labios
a la estela ni al cauce, ni a la gruta
que atravesabas tú; límite era
que se quedaba estático afirmando
contra el tiempo engañoso una perenne
honda oquedad tan fiel a tu persona
que más que ausencia un alma parecía.
Ven a buscarme. Tengo yo la entrada
de tus recuerdos, quietos, encerrados
en mis caricias: forma de tu vida.
LAS SENDAS QUE ME OBLIGO A RECORRER POR TI...
Las sendas que me obligo
a recorrer por ti,
no las borra la vida,
y en vez de flores, una venda,
dura como una máscara,
va dividiendo el campo.
Quisiera haber nacido junto a ti,
vivir de rama en rama, sin caminos,
pero veo la distancia, el no alcanzarte
y peregrina el corazón pisando rosas
y llega al tuyo cuando sueña
dentro de una ciudad donde aplastado
quedó el verdor, la risa, las colmenas.
En ellas se enredaron los caminos
y la tierra ofendida quedamente
lanza leves suspiros, sus jardines;
sus torres que desprecios a la brisa
hacen inmóviles
voces de bronce dan
para anunciar las nuevas tumbas.
Yo sé por qué la tierra enfurecida
a veces tiembla y rompe las ciudades:
alguien responde al llanto de las yerbas
que no pueden nacer bajo las losas.
Las pisadas del hombre van dejando
su estéril huella, firme que divide
con una seca herida el prado verde
y más endurecido y seco implora
sostén a sus pisadas, que se calle
el color, que no pronuncie
en tallos de alegría
su gesto el campo;
mas impasible quiere su dominio,
con mármol sueña lapidar llanuras.
No así mi amor, tu mundo, otro planeta,
la flor intacta con ocultos ríos:
por sus venas iré sin ser notado,
soy de tu corazón dócil corriente.
HOY PUEDO ESTAR CONTIGO...
Hoy puedo estar contigo. He deseado
para ti todo el bien y me acompaña
la bondad del amor. A ti te debo
gozar en soledad la compañía
más difícil del hombre, la que tiene
consigo mismo. No me causa miedo
reconocerme, ni busco a nadie, no.
Le has dado a mi semblante sin saberlo
una luz interior que me hace fuerte,
para vencer mayores soledades.
NUBE A NUBE...
Nube a nube hasta muy hondo
haciéndome un alma estoy
dentro de mí, donde gozo
tristezas que se hacen luces
o música, donde lloro
deleites que se hacen humo,
humo negro y silencioso.
El amor rompe esas nubes
y apaga tristezas, sólo
quisiera sacarme el alma
para quererte del todo;
o que tu vida, amor mío,
de torre se hiciera pozo,
que en mi se clave, se pierda
como un reflejo sonoro
de mi sueño, de ese sueño
que se me va de los ojos.
AMOR, SÓLO TE MUESTRAS...
Amor, sólo te muestras
por lo que de mí arrancas,
aire invisible eres
que despojas mi alma
manchando el limpio cielo
con suspiros y lágrimas.
Al pasar me has dejado
erizado de ramas,
defendido del frío
por espinas que arañan,
cerradas mis raíces
el paso de las aguas,
ciega y sin hojas la desnuda frente
que atesoró verdores y esperanzas.
AMOR OSCURO
Si para ti fui sombra
cuando cubrí tu cuerpo,
si cuando te besaba
mis ojos eran ciegos,
sigamos siendo noche,
como la noche inmensos,
con nuestro amor oscuro,
sin límites, eterno...
Porque a la luz del día
nuestro amor es pequeño.
TE QUIERO
Un lago en una isla
eso es tu amor por mí,
y mi amor te rodea
como un inmenso mar
de silencios azules;
pero tienen también
tus grandezas ocultas.
Soy un niño de sal
sobre tu falda;
me sostienen tus prados
submarinos,
eres frondosa cumbre,
eminencia visible
de tu tierra profunda.
Me enriquecen los ríos,
y tu amor, ese lago
corazón de la isla,
es la fuente de todas
las líquidas comarcas.
Te haces querer. Te quiero.
Mira mis blancas olas.
LA NUBE
Oh libertad errante, soñadora,
desnuda de verdor, libre de venas,
arboleda del mar, errante nube;
si en lluvia el desengaño te convierte,
la forma de mi copa podrá darte
una pequeña sensación de cielo.
Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida,
a las cadenas de los largos ríos,
a las prisiones de los hondos lagos;
vuelve afiliada a penetrar mil veces
angostos laberintos vegetales.
¡Oh libertad, tus puertas son heridas!
No las quieras abrir, sigue encerrada
en la sedienta piel o te sostenga
el inclinado cauce del torrente.
Todo sueño que es nube se deshace.
Vuelva a brillar el sol, pues la blancura
de esa ilusión de libertad celeste
es tan sólo una sombra hecha jirones.
No sueñe más el agua, y tenga vida
en la savia o la sangre, tenga sólo
en mí su libertad, libre en mis lágrimas.
ROMANCE
Se levantó sin despertarme.
Andaba lenta, aplastándose tanto
hasta pasar bajo imposibles
sitios huecos,
o estirándose fina como un ala
atravesando puertas entreabiertas.
No tenía vista,
pero salvaba los obstáculos
con previsora maestría.
Ni tacto,
pero evitaba las esquinas
sin recibir un golpe.
Ni oído,
pero cuando el portazo aquél,
sobresaltada,
corriendo vino a mí,
en mí escondiéndose
y despertando en mí,
su cuerpo.
PARA ALCANZAR LA LUZ
Dicen que soy un ángel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.
Cansado de subir, a veces ruedo
(tal vez serán los pliegues de mi túnica),
pero un ángel rodando no es un ángel
si no tiene el honor de llegar al abismo.
Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.
Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte.
HICE BIEN EN HERIRTE...
Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué verdadero amor,
el único, sentimos,
y qué besos eléctricos
se dieron nuestras nubes!
Como el mueble y la tela, tus denudo
no tenía importancia bajo el aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Nosotros ya no entendíamos de aquello.
Era el suelo de un ámbito
celeste, imponderable.
Éramos transparencias
altísimas, calientes.
AL VER POR DONDE HUYES...
Al ver por donde huyes
dichoso cambiaría
las sendas interiores de tu alma
por la de alegres campos.
Que si tu fuga fuera
sobre verdes caminos
o sobre las espumas
y te vieran mis ojos,
seguirte yo sabría.
No hacia dentro de ti.
donde te internas,
que al querer perseguirte
me doy contra los muros de tu cuerpo.
No hacia dentro de ti,
porque no estemos:
tú, pálida, escondida;
yo, como ante una puerta
ante tu pecho frío.
COMO UN ALA NEGRA
Como un ala negra de aire
desprendida de hombro alto,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras tierras ahogado,
la sombra quieta, tendida,
flota sobre el liso campo.
La nube, sombra en el viento
de la sombra, flor sin tallo,
de la amplia campana azul
adormecido badajo,
techo azul y suelo verde
tiene en la tarde de mayo.
Como una rama de almendro
el horizonte nublado.
La sombra quieta, tendida,
flota sobre el liso campo,
cuerpo de un muerto reflejo
en duras tierras ahogado.
VIAJE
¡Qué golpe aquel de aldaba
sobre el ébano frío de la noche!
Se desclavaron las estrellas frágiles.
Todos los prisioneros percibimos
el descoserse de la cerradura.
¿Por quién? ¿Adónde?
El sol su página plisada
entró por la rendija oblicuamente,
iluminando el polvo.
Descorrió su cortina el elegido,
y penetró en los ámbitos sonoros
del Triángulo y la espuma.
Nos dejó la burbuja de su ausencia
y la conversación de sus elogios.
TRINO
Quiero vivir para siempre
en torre de tres ventanas,
donde tres luces distintas
den una luz a mi alma.
Tres personas y una luz
en esa torre tan alta.
Aquí abajo, entre los hombres,
donde el bien y el mal batallan,
el dos significa pleito,
el dos indica amenaza.
Quiero vivir para siempre
en torre de tres ventanas.
ESTOY PERDIDO
Profeta de mis fines no dudaba
del mundo que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante, solo,
mudo, predestinado, esclarecido,
mi aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño errante y soledad hundida,
se dilataban por lo inexistente,
hasta que vacilé cuando la duda
oscureció por dentro mi ceguera.
Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,
entre las dos tinieblas, definía
una ignorada juventud ardiente.
Encuéntrame en la noche. Estoy perdido.
Alvarado T. Harold
Biografía
Poeta, ensayista, traductor y editor colombiano nacido en Buga en 1945.
Hizo estudios de Literatura Latinoamericana en la Universidad Complutense de Madrid,
donde recibió título de Doctor con una tesis sobre la obra de Jorge Luis Borges.
Ha sido docente en varias universidades americanas, catedrático en el departamento de
literatura latinoamericana de Marymount Manhattan College de New York y director del
departamento de Letras en la Universidad Nacional de Colombia donde recibió el Título de
Profesor.
Entre sus libros figuran: «Cinco poetas españoles de la Generación del Cincuenta» en 1980,
«Kavafis» en 1984, «Espejo de máscaras» en 1987, «Una generación desencantada: los
poetas colombianos de los años setentas» en 1985, «La poesía de T.S. Eliot» en 1988,
«Poemas chinos de amor» en 1992, «Ensayos» en 1994, «Literaturas de América Latina»
en 1995, «Summa del cuerpo» en 2002 y «Fragmentos y despojos» en 2002.
Ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y el Internacional
de Poesía Arcipreste de Hita.
Su obra ha sido publicada en inglés, francés, italiano, griego, chino, alemán y portugués.
ANOTACIONES
BODAS DE PLATA
CABARET
CAFÉ BLANCHE
CAFÉ BEACH CAFÉ
CUANDO FUIMOS UNO CON OTRO
DÓNDE
HAPPY NEW YEAR
HOJA DE OTOÑO
LA PREGUNTA
LUNAS DE AYER
M.M.C.
NOCHE DE OCTUBRE
PERICLES ANASTASIADES, EL AÑO DE 1895
PORTERO DE NOCHE
SERVICIO DE PLACER
TARDES
UNA BARBA DE CAMDEN
1975
ANOTACIONES
Dulce enemiga
que llevas al hombre
más allá de sí mismo.
Adoro tus perfecciones
y tus fulgores sobre mi cuerpo helado.
Recorres a zancadas
los cielos -nada apaciblesy las estrellas incesantes
y las estrellas quietas.
Bella al alba y al crepúsculo
dueña de la vida
todo te magnifica.
Ante vosotros llego
soberanos de la gran ramera
con la vieja segadora de vidas.
Otorgadle,
como a los secuaces del gran negocio,
pasteles y agua y aire
y una casa solariega en Manhattan.
Retrocede, Sui,
viejo cocodrilo
no me acometas
vete
no cortarás mi juventud.
Mis versos
como cuchillo de pedernal,
mis versos
como muelas de joven caballo,
destruirán tus ojos y tu boca.
BODAS DE PLATA
La belleza de tu rostro
y la dulzura de tu voz bastaron
para que te amara.
Un año pasamos juntos
y luego a él regresaste.
Ahora, que de nuevo le engañas,
te duele el corazón
y ante a mí
crece tu desgracia:
has comenzado a envejecer.
CABARET
Que el poema la retrate
sólo como la viste en el tiempo
que quiso darse a tus ojos y a tu alma.
Hecha de la dura memoria de la carne,
mostraba la astucia y el candor
de quien presentía
la huella que deja otro corazón.
Así la deseabas.
Querías someterte al desdén que promete
el oro de la juventud.
Estabas dispuesto
a sufrir el rigor de sus ojos de hembra
del mejor cabaret: la vida.
CAFÉ BEACH CAFÉ
El amargo sabor de los sueños
volverá para darte una muchacha
con el pelo suelto
contando recibos del paso del día.
Desnúdate de ti
y ella vendrá a vestirse
con las caderas, los ojos y los gestos
que hubo en tu camino
ese verano del ochenta y dos.
CAFÉ
BLANCHE
Creyendo que la mejor cura contra la melancolía
eran esas superficies radiantes y abiertas
fuiste hasta las memorables ruinas
y viste la estatua de basalto
que del cuerpo de Antonio hicieron.
Grecia era el testimonio, bajo esa copiosa
y virulenta luz, de cómo solo lo externo
tiene propia existencia.
Ética y belleza
eran una y lo mismo.
Tallar el cuerpo era
tallar también el alma.
Curar el odio a si mismo
era curar la soledad.
De vuelta a casa, liberado ya del pasado,
con aquellas camisas de colores chillones,
tus negros pantalones de tres prenses,
tus zapatos puntiagudos y habaneros,
el desnudo pecho mostrando la cadena
de oro macizo y los cinco medallones
entrabas al Blanche y pasabas las noches
bebiendo cubatas y quemando porros.
Todas y todos eran tuyos.
Te enamorabas, sin duda.
Amabas tanto los ritos de la carne,
su lenguaje y sus palabras
que incluso ahora, cuando escribes,
no sientes, tampoco, interés alguno
por el "acto final".
CUANDO FUIMOS UNO CON OTRO
Cuando fuimos uno con otro
contamos numerosas estrellas
Cuando hacíamos el amor
las noches se detenían en la nuestra
Cuando de toda palabra nos recibíamos
escribíamos un libro
Los dioses no han sido derrocados
y su poder nos asignó varios caminos
Cuando nos separamos
todo retornó al futuro y al vacío
Habíamos recobrado nuestra contingencia
y el pasado habitaba en la memoria.
DÓNDE
¿Dónde posar el pie,
dónde el poema?
¿Por qué las llagas nos cubren
y el escarnio te cerca a toda hora?
Sueño del hombre y su sombra
ninguno sabe que uno es sombra de otro
nadie sabe si sueña o está muerto.
HAPPY NEW YEAR
Cruzamos
trece mil novecientos kilómetros
para encontrarnos
pero, como es habitual en ti,
cambiaste el parecer.
Oh, tú, nacida
en un Diciembre inconstante,
de grandes ojos de novilla,
de fina cintura
y pies diminutos,
dueña de un Loto Dorado
voraz e insaciable.
HOJA DE OTOÑO
Hoja de otoño, no percibes
el saludo y el beso,
el cuerpo detenido en un lecho de aroma,
la mano y el labio en la boca,
la carne y el ojo en los ojos.
Viento de otoño vuelto hacia dentro.
LA PREGUNTA
Un día preguntaron qué deseaba
y le trajeron aquella que había perdido en su juventud.
Después de siete lunas y siete sonrisas
un hueso de uva
le separó de sus brazos
de su perfume
y sus ajorcas.
LUNAS DE AYER
La luna, esta noche, la que nunca ha vuelto
vendrá para nosotros.
Porque hemos mentido, como en las lunas de ayer.
No habrá segunda parte esta vez.
Nuestro amor ha de ser como nunca fue,
un insensato amor, amor de dos
que nada necesitan ni nada desean
más que amarse.
Nuestro amor será así
o no será.
M.M.C.
Miro tu rostro.
Imagino que habríamos sido felices
si fuera joven
como tú,
sin un pasado,
sin las convicciones que compramos al tiempo.
Miro tu rostro
y confirmo
que nada tiene ya sentido:
tu hermosura debería ser mi sal de cada día
tu juventud me haría vivir otros veinte años.
Miro tu rostro
y me pregunto:
¿Quién estableció esta rutinaria separación de edades?
¿Quién la fidelidad como hierro inamovible?
¿Quién nos quitó la realidad
y sólo nos dejó el deseo?
NOCHE DE OCTUBRE
Su memorable voz
una noche de Octubre, sobre la puerta.
Su cabeza coronada con hiedra, violetas
y numerosas cintas de colores.
El equilibrio de su cuerpo
dejando oír, cómo una noche,
recostado en aquel a quien amaba,
rogando compartir su cuerpo
obtuvo sólo una mirada.
PERICLES ANASTASIADES, EL AÑO DE 1895
Para Raúl Lecuona Rodríguez
Vagos, son ya, los rostros de su rostro
vaga, también, la forma de sus manos
lejos, está, su aliento de mi boca
su pequeña estatura
sus quince años
Sólo un ayer ocupa mi memoria
nuestro pequeño amor
nuestro pequeño mes
hace diez lunas
De repente
en la alta noche
tus ojos, de púrpura vestidos,
tus labios
labios de un amor apresurado
tus largos brazos
brazos de inolvidable carnadura
aparecen
¡Cuanto he perdido buen Dios
Cuanto he perdido!
PORTERO DE NOCHE
Bajo el arduo sopor del mediodía
Vuelvo y veo tus ojos, esa noche.
Al volver abriste la puerta
y para verme mejor preguntaste la hora:
eran la una y cuarto.
Tu cuerpo exigía otro cuerpo.
Y eso obtuviste.
SERVICIO DE PLACER
De cada noche que vivimos
recuerdo implacable tus caderas.
Como nunca, nadie
ofreció iguales placeres.
Como nunca, nadie
extrajo de mí la vida.
Dicen que ahora otro,
tan alto como yo,
complace tus caprichos
y los de tus padres.
Soy sólo un escribano
y debo componer
tres mil caracteres cada día.
Apenas sirvo para dar placer.
TARDES
Nada fue fácil para él.
Nada difícil.
El tiempo dispuso para su corazón
buenas y malas tardes
hasta cuando sufrió el desdén,
la frialdad, la escasez de una mirada.
Se duele el hombre en lo que ama
se duele la mujer.
Los tiempos han dispuesto
buenas o malas tardes.
UNA BARBA DE CAMDEN
Mientras más te cerque el día definitivo
mayores goces encontrará la carne.
Busca una joven y cantarás con ella
lo que une y entrelaza.
A vuestro alrededor,
jóvenes rozagantes
se disponen a tocar tus brazos.
1975
La delicia de las cosas
reposa en el paladar.
Desgraciado
quien llegado a los treinta
sólo ha probado un lado del placer
y gustado sólo una caricia.
Álvarez Francisco
Biografía
Poeta español contemporáneo, nacido en Los Corrales de Buelna, Cantabria en 1935.
Licenciado en Filosofía y Letras, políglota y viajero incansable. Su obra poética incluye
varios segmentos: «Poemas y Sonetos», «Luminarias» y «Breverías y Haiku».
ABRAZOS
AMOR AUSENTE
ANTE EL ESPEJO
BESOS DORMIDOS
BREVERÍAS
CUANDO DE TI ME VAYA
DEJA
DESNUDO
DULCE Y TRISTE
EL
EL VIENTO
ELLA
EN MIS RODILLAS
EN TI
HUELLAS DEL BESO
JUNTO AL FUEGOJUNTOS
LOS CUATRO ELEMENTOS
MANOS LEJANAS
PÉRDIDA
QUIETUD
QUIZÁ
LLÉVAME CONTIGO
REGENERACIÓN
SEX(T)O SENTIDO
SILENCIO Y LEJANÍA
SÓLO TENEMOS UN BESO
TU GEOGRAFÍA
TU SOMBRA
TUS MANOS
VIRGINAL
SEX(T)O SENTIDO
En mi letargo estoy, adormecido,
flotando en sueños lánguidos y oscuros,
confinado a la sombra de dos muros,
y relegado a transitorio olvido...Tu perfume me indica que has venido,
la mano percibió tus senos duros,
y al roce de tus dedos inseguros
se irguió mi cuerpo firme y decidido.
Enciendes en mi carne rebeldías,
incitándome a dulces agresiones
al abrazar tus labios mi contorno.Habré de hacer tus cavidades mías,
y tuyas han de ser mis vibraciones,
con cada avance y con cada retorno.
LOS CUATRO ELEMENTOS
Si tú fueras agua, yo quisiera ser
la copa de plata que te abrazaría;
o en tus humedades me sumergiría,
íntima, adaptable, profunda mujer.
Si tú fueras tierra, yo sería el pie
descalzo y ligero que no te oprimiera;
y en tu surco haría ardiente sementera
que me diera un día lo que en ti sembré.
Si tú fueras aire, yo seré la rama
bajo tu caricia temblando en mis hojas,
y si en recio soplo de ellas me despojas,
verás que mi abrazo desnudo te llama.
Y si fueras fuego, yo he de ser el leño
que tus lenguas lamen, que tu ardor calcina,
y si mi ceniza el viento arremolina
en él dormiré el definitivo sueño.
TU SOMBRA
Sin vacilar, tu sombra fugitiva
desliza imperceptible su figura
bajo mi puerta, cada noche oscura,
abrazándose a mí, tensa y lasciva.Indiferentemente insensitiva
al sueño de mi esposa, me procura
el raudal de placeres de locura
de esta pasión fatal que me cautiva.¡Qué deliciosa, ardiente mensajera,
vibrante cual redoble de campana,
yaciendo junto a mí la noche entera!¡Qué plenitud de sentimientos mana
de esta sombra gentil, al irse afuera
con el primer albor de la mañana!
ANTE EL ESPEJO
Me ha engañado el espejo, dulce engaño,
devolviendo una imagen que no es mía;
mi desnudez le ofrezco cada día
envuelta sólo en el vapor del baño.Nunca me devolvió un reflejo extraño,
sólo a mí, en mi tristeza o mi alegría,
pero hoy vi que tu rostro aparecía
bajo mi pelo de color castaño.Y al mirarme tus ojos fijamente,
mi piel mojada te sintió presente,
y me abrazó un ligero escalofrío.Y no sabré decir si mi delicia
vino de tu caricia o mi caricia,
mías tus manos, y tu rostro mío.
MANOS LEJANAS
"Muchas cosas sabe Onán
que nunca supo Don Juan"
( A. Machado )Me despierta el crujido de la seda
liberando la piel efervescente,
y entre mis dedos el temblor se enreda
de una suave atrevida mano ausente.Dedos que saben recorrer caminos
que ignora el más experto viajero,
y en espiral de lentos remolinos
fabrica el toque lánguido y certero.Y al arquear la espalda se endurecen
las puntas de los senos, ofrecidos
a invisibles amantes, que parecen
quedar indiferentes o dormidos.Oh desnudez del vientre, suave y cálida,
humedad de los muslos tentadora,
línea de la cadera, curva y pálida…
manos lejanas, ¿dónde estáis ahora?No me dejéis en soledad de tacto,
que hay tristeza en placer sin asistencia;
dadme la compañía y el contacto,
aunque vengáis con vuestra inexperiencia.
DESNUDO
Desnuda al pie de la vetusta encina
alza los brazos en ofrecimiento,
y el arroyo se acerca, claro y lento,
roba sus formas y se arremolina.Desierto está el paisaje. En la colina
rompe el amanecer, y en un momento
invisibles tentáculos de viento
la envuelven en espira clandestina.Oh, libertad del cuerpo despojado
de vestimenta inútil, que ha logrado
revestirse de luz y de color.Belleza de los senos descubiertos,
de temblorosos muslos entreabiertos,
y en los ojos azules el candor.
QUIETUD
Sentada a media luz en mi rodilla,
y una sonrisa tenue y luminosa
como las alas de una mariposa,
me reclinó en el hombro la mejilla
y abandonóse inmóvil, silenciosa.
Se me quedó dormida entre los brazos,
niña interior, aunque mujer externa,
un tiempo apasionada, luego tierna,
frágil hoy con el alma hecha pedazos,
mañana con impulsos de galerna.
No me quise mover por no alterarla,
y dejé transcurrir el tiempo lento,
con el temor de que hasta el pensamiento
pudiera, al agitarse, despertarla,
destruyendo la magia del momento.
Y así quedó, colgada de mi cuello,
dormida en mí, sin dudas y sin prisa,
y hasta su soplo refrenó la brisa;
y al fin, acariciando su cabello,
hice anidar mi beso en su sonrisa.
ELLA
Desnúdenme tus manos lentamente
sobrenadando senos y caderas,
y desliza tus dedos diligente
entre botones, lazos, cremalleras.
Mira mis ojos y ábreme la blusa,
y descuelga los pechos prisioneros,
que mi deseo nada te rehusa,
y ellos son del deseo mensajeros.
Se abren a ti como dos rosas tiernas,
esperando la lengua en los pezones,
y percibo temblores en mis piernas,
y un aire abrasador en los pulmones.
No hay en mi ofrecimiento ambigüedades,
va a ti sin desvergüenza o timidez,
y aunque con tinte de frivolidades,
parece siempre la primera vez.
Besa con humedad mi boca hambrienta,
y haz que ambas lenguas jueguen en contacto,
no ha de haber nada a lo que no consienta ,
mía es la voluntad, tuyo es el acto.
En la espalda hay insólitos caminos
que mi mano jamás ha transitado,
y de tus dedos brotan remolinos
erizando la piel de mi costado.
En breve y delicada sacudida
mis hombros de la blusa se desprenden;
semidesnuda estoy, y enardecida,
y alzo los brazos, que hacia ti se extienden.
Detente brevemente en la cintura,
rodéame en caricias circulares,
y explora el resto de mi arquitectura,
con paso franco a todos mis lugares.
Cae la falda a los pies..., al fin desnuda...
Qué libertad e independencia siento.
No queda en mí vacilación ni duda,
sólo serenidad..., y atrevimiento.
Están mis ojos en tus ojos fijos,
y tus manos me arropan insistentes;
suaves contactos causan regocijos,
lentas fricciones llegan más frecuentes.
Aproxímate más, cúbreme entera,
encadéname a ti, y abre mi rosa,
dame un beso total, de tal manera
que resulte en fusión voluptuosa.
Quédate en pie y recibe el doble abrazo,
y al rodear tu cuerpo con mis piernas,
introduce tu furia de un zarpazo
anegando mis cámaras internas.
El ímpetu, el gemido y los sudores
me dirán que soy tuya y eres mío;
seremos mutuamente posesores,
como el cauce y las aguas en el río.
El
Hay en tu rostro un gesto de embeleso
al ajustar tu mano mi corbata;
y me encuentro vestido con exceso
al ver tu desnudez bajo la bata.
De repente me asaltan intenciones
que sacuden la fibra del sentido,
y que encajan en las incitaciones
que el brillo de tus ojos me ha tendido.
Sin vacilar, toma hoy la iniciativa
y traduce en acciones la sonrisa,
que tu mano sensual y decisiva
me arranque la corbata y la camisa.
Deslízame los dedos sobre el pecho,
y extiéndete a la espalda suavemente;
mi instinto levantado está al acecho,
todo mi voluntad te lo consiente.
Hoy serás tú quien todo lo decida,
seré el juguete, y tú serás quien juegue,
tendrás autoridad indefinida
y no encontrarás nada que te niegue.
Ya el cinturón se siente relajado,
y tu contacto excita mi impaciencia,
siento el impulso desencadenado,
pero a él, no a ti, he de hacerle resistencia.
Es tu oportunidad, es tu momento,
será tu desnudez junto a la mía,
tus caricias tendrán el ritmo lento
de inevitable, espléndida agonía.
Y aunque te exija que me lo aceleres,
no escuches mi clamor ni mi quejido,
habré de recibir lo que me dieres,
cuando, como y en donde hayas querido.
Siento tus manos descendiendo lentas
y tú también te inclinas y desciendes,
y a mi virilidad la boca enfrentas,
y una violencia emocional enciendes.
Ese beso profundo y penetrante,
me acerca a ti de singular manera;
y aunque no puedo verlo en tu semblante,
percibo toda tu pasión entera.
Tus manos en mi piel clavan crispadas
las uñas, que de sangre se revisten;
flota tu pelo en nuevas oleadas,
los labios y la lengua no desisten.
Qué catarata de placer provocas
volcándose en caída resonante,
tal la furia del mar contra las rocas…
Qué maravilla poder ser tu amante.
Y al fin las aguas, blancas de la espuma,
tras la caída, avanzan en el río;
siento en la mente el sueño de la bruma,
y en el cuerpo el postrer escalofrío.
Levántate y abrázame, cariño,
yace conmigo en silenciosa calma,
manténme en tu regazo como a un niño,
y toma posesión de cuerpo y alma.
JUNTOS
Por cauce horizontal y paralelo,
mi mano, cabalgando en tu figura,
baja de la cadera a la cintura,
ronda los senos y ensortija el pelo.
Tu intimidad sensual levanta el vuelo
descubriendo vibrante una estructura
con ansiedad de entrega y de aventura
y la agresión de una leona en celo.
He de hacer de tu cuerpo una mordaza,
y formarán tus labios un camino
de humedad, arrastrándose en mi piel.
Verás mi círculo de amor que abraza
tu temblor en furioso torbellino,
y plantaré mi flor en tu vergel.
JUNTO AL FUEGO
Ven hacia mí en silencio, con la sonrisa abierta,
absorbiendo en los ojos la noche iluminada;
deslízame en la mano la imperceptible oferta
del rayo que la luna depositó en tu almohada.
Reclínate en la alfombra y oye el rumor del fuego
cuyas lenguas nerviosas erotizan el leño;
que su calor tu cuerpo revitalice, y luego
encienda tu mirada y acaricie mi sueño.
A tu lado en el suelo veré los diablos rojos
de las llamas inquietas, con tu mano en mi mano,
y las chispas revueltas danzarán en tus ojos
como estrellas fugaces en un cielo lejano.
Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura,
despertando temblores en tu piel descubierta,
y acercarás el rostro bañado de ternura
para aspirar los besos de mi boca entreabierta.
Las cien lenguas del fuego se deslizan lascivas
en torno al tronco envuelto por el abrazo ardiente,
y tus trémulas manos se arrastrarán furtivas
asiendo el miembro erecto gentil y firmemente.
En tu mirar directo flotan complicidades
que acercan a mi mundo tu intensidad de amante,
y percibo tu entrega y calmo tus ansiedades,
mientras entre tus dedos me retienes vibrante.
Lame incesante el fuego, y es cálida tu boca,
en aquel, sequedades, y humedades en ésta;
labios que se resbalan, y paladar que toca,
y relieves e impulsos que el amor manifiesta.
Arde el leño sin tregua, con ligeros chasquidos,
y se elevan las llamas en ondas desiguales;
y en tu ascenso y descenso hay rítmicos sonidos
de profundos y tensos contactos guturales.
El leño se retuerce bajo el calor intenso
y explota en la alegría de una amplia llamarada;
y tus ojos revelan el repentino y denso
fluir de surtidores en garganta infiltrada.
La lumbre ya se extingue, y el tronco está deshecho;
ven, mujer, y sonríe, y abrázame apacible,
reposa tu cabeza gentil sobre mi pecho,
y soñemos el sueño de un futuro tangible.
TU GEOGRAFÍA
Permíteme explorar tu geografía
y aprender los secretos de tu historia.
Yo te abriré el caudal de mi memoria,
me guardarás en ti, y tú serás mía.
Contemplaré de cerca tu paisaje,
observándolo dulce y lentamente,
y con el gesto alegre y sonriente
aprestaré mi cuerpo para el viaje.
Desataré en mis manos diez corceles
para escalar las cumbres de tus senos.
Cabalgarán sin bridas y sin frenos,
y volverán cargados de laureles.
Se adentrarán en la espesura densa
de tus cabellos ondeando al viento,
y con un galopar raudo y violento
descenderán a la llanura inmensa.
Sus cascos herirán la superficie
de tu vientre desnudo, terso y suave,
y en un trote solemne, firme y grave,
llegarán al confín de la planicie.
Pasarán por tus muslos temblorosos
flotando de sus crines las banderas,
y lanzarán al aire en sus carreras
relinchos estridentes y furiosos.
Yo soltaré las águilas reales
de mis labios en torno a tus montañas,
y rondarán las verdes espadañas
en manso vuelo y suaves espirales.
Y buscarán el nido de tu boca
y las laderas de tu esbelto cuello,
y en su revuelo fulgurante y bello
sentirás su aleteo que te toca.
Sus plumas rozarán tu piel caliente,
despertando en tu cuerpo la agonía
de un más, y un más aún, y un todavía,
y un ansia de alargar este presente.
Libertaré al león que ruge dentro,
y con rítmicos saltos elegantes,
y el poder de un rebaño de elefantes,
se lanzará hacia el misterioso centro.
Irá con furia atávica y salvaje,
buscará la recóndita caverna,
penetrará con fuerza de galerna,
a través de la fronda y el ramaje.
Y tras la caza audaz y agotadora
reposará su cuerpo fatigado,
tendido al interior, aletargado,
pero alerta su mente cazadora.
Permíteme explorar tu geografía
y aprender los secretos de tu historia.
Yo te abriré el caudal de mi memoria,
me guardarás en ti, y tú serás mía.
VIRGINAL
Te vi en el vórtice del remolino
de luz, ceñido en torno a tus caderas,
la túnica arrancada por el viento,
sobre fondo de estrellas,
rebaños de centauros
chapoteando en juego en la ribera.
Protegías los senos descubiertos
con ambas manos, y la cabellera
larga, sedosa,
flotaba al aire suelta.
Qué contraste de labios y mirada,
sedientos y sensuales, con la entera
actitud de tu cuerpo,
de virgen indefensa.
Te vi como surgiendo de las olas,
aunque los pies se anclaban en la tierra,
y desaté el deseo en mis entrañas,
y le envié a enroscarse entre tus piernas,
sin advertir que en torno a los tobillos
arqueaba su lomo la pantera.
Y me quedé perdido en mi distancia,
y tú quedaste en permanente ofrenda.
DEJA
Si los mínimos dedos de la lluvia
tiemblan sobre tu rostro y se deslizan;
si te envuelve el embozo
de la ligera capa de la brisa;
si el espejo sonríe
cada vez que le miras;
y se elevan del mar múltiples senos
hacia la clara luz de manos tibias;
deja a mis dedos dibujar tu imagen
en prolongada, trémula caricia;
deja a mis brazos circundar los hombros
en actitud tajante, posesiva;
a mi rostro flotar en los radiantes,
oscuros círculos de tus pupilas;
y entera libertad en estas manos,
que anhelantes están de hacerte mía.
TUS MANOSAh, las manos, tus manos, cómo extraño
la suavidad, la firme contextura,
su roce de caderas y cintura,
y los sondeos íntimos del baño.Intento duplicar cada peldaño
trepando palmo a palmo mi estatura,
y al ver que no eres tú quien lo procura
me siento causa de mi propio engaño. Vuelvan tus manos, ráfagas febriles,
a alborotar mis senos juveniles,
a suscitar sobre mi piel temblores. Toca, acaricia, explora, roza, exprime,
que el cuerpo clama cuando el alma gime,
y mis gemidos son desgarradores.
SILENCIO Y LEJANÍA
Vino, me amó y partió; dejó a su paso
plenitudes, placeres y vacíos;
se perdió como el sol en el ocaso,
como se pierden en el mar los ríos. Ha de tener el sol otra alborada,
y aunque el río se va, también se queda;
pero de aquella fiera llamarada,
ni el recuerdo quizá en su mente rueda. Mantúvose en silencio y lejanía
como quien duerme en brazos de la muerte;
y yo permanecí esperando el día
en que de nuevo su alma se despierte. Y si al abrir sus ojos al pasado
se detienen en mí por un momento,
tal vez vuelva su amor arrebatado
a producir un nuevo ofrecimiento. Y aquí estaré, en deseos y temblores,
sin recriminaciones, ni exigencia,
para dar nueva vida a aquellas flores
que a punto estuvo de agostar la ausencia.
DULCE Y TRISTE
¡Qué dulce es querer mucho, pero también qué triste!
¿Por qué esperamos tanto y obtenemos tan poco?
¿Por qué si uno se entrega el otro se resiste?
¿Por qué el amor es ciego, y sordo, y mudo, y loco?
Llevamos en el alma la divina tendencia
de ofrecer sin reservas nuestros cálidos brazos,
y nos quedamos solos, con nuestra propia ausencia,
y el corazón sangrante partido en mil pedazos.
REGENERACIÓN
Déjame penetrar en tu memoria
para arrancar de cuajo con mis manos
los recuerdos crueles, inhumanos,
que oscurecen el cielo de tu historia.
He de restablecer toda la gloria
de los tiempos felices, tan lejanos;
y en tus jardines crecerán lozanos
árboles de pasión, gozo y euforia.
Entrarás en la tierra prometida
libre de soledad, dolor y llanto,
y mi mano estará siempre tendida.
Te cubrirá mi amor bajo su manto,
y cuanto tengo y soy en esta vida,
tuyo será, porque te quiero tanto.
EL VIENTO
Vino primero tenue y acarició su pelo,
nube de mariposas rozando sus mejillas;
era el beso de un ángel flotando en las orillas
de sus ojos azules con reflejos de cielo.
Y se agitó en ligeros y suaves remolinos
trepando dulce y ágil en torno a su figura,
cubriendo en un abrazo la flor de su cintura,
llevando su perfume por todos los caminos.
Llegó por las esquinas borracho y pendenciero,
y sacudió su blusa con empuje atrevido.
Era intenso y robusto, rebelde y encendido,
y la apretó con fuertes tentáculos de acero.
Se transformó en violento ciclón desesperado,
arrancando la falda con sus múltiples manos,
invadiendo los fondos recónditos y arcanos,
y arrebatando el fuego de su cuerpo azotado.
Gentil soplo de viento crecido sin medida,
tierno beso de amigo transformado en amante,
leve caricia alzada en pasión dominante,
sueños nunca vividos de una ocasión perdida.
CUANDO DE TI ME VAYA
Al llegar el momento,
ha de llorar la luna con lágrimas de estrellas
haciendo más oscuro en la noche el firmamento,
pero serán las tuyas más tristes y más bellas.
Cuando llegue el momento se aferrará tu mano
a la mía, intentando retenerme a tu vera,
y maldiciendo al tiempo, inflexible tirano,
que no detuvo el paso en su carrera.
Una serpiente amarga se enroscará en tu pecho,
atenazando el alma con negra incertidumbre.
Qué frío habrá en tu lecho,
qué sola irás entre la muchedumbre.
Mas quedará el recuerdo de los días brillantes,
de las noches rojizas
en que fuimos amantes,
y el fuego estará vivo en las cenizas.
Y habrá un faro en la costa destellando
chorros de luces sobre el mar inquieto,
penetrando en las sombras, y aventando
la duda oculta y el temor secreto.
Mira en la oscuridad
del sentimiento triste
el resplandor, no la fugacidad,
de la entrega que di y que me ofreciste.
Y cesará la luna
de sollozar nostálgicos olvidos,
porque no habrá ninguna,
ninguna otra mujer en mis gemidos.
QUIZÁ
Percibo tu presencia sin estar a mi lado,
y oigo tu breve paso hallándote tan lejos;
siento tu escalofrío sin haberte tocado,
y aún cerrando los ojos me ciegan tus reflejos.
Veo pasar las sombras y en ellas te adivino;
cuando me roza el aire sé que son tus cabellos;
si me azota la lluvia, tus besos imagino,
y por ti son mis sueños inmensamente bellos.
Pero no reconozco tu risa entre las risas,
porque amarga tristeza te cubre con su manto;
y en el tropel de gentes ruidosas y con prisas
no estás, porque te encuentras en soledad y llanto.
Un aura te rodea solemne y misteriosa
que fascina mis ojos aunque nunca te han visto;
es quizá la nostalgia gentil y silenciosa
que permea tu vida y en que yo mismo existo.
No obstante, ambos sabemos que ha de llegar el día
en que la luz disipe la sombra en que vivimos;
y al resurgir pujante nuestra innata alegría,
hemos de ser de nuevo como otro tiempo fuimos.
Tú encontrarás un hombre que te bese y te cante,
y no habrá en vuestra entrega ni exigencia ni ruego;
yo volveré a mis sueños, inventando una amante
y escribiéndola versos, sentado junto al fuego.
Y al mirar al pasado desde el nuevo presente
de ilusiones azules y de esperanzas verdes,
una estrella en el cielo y una luz en tu mente
musitarás mi nombre… y quizá me recuerdes.
EN MIS RODILLAS
Sentada en mis rodillas y a mi cuello abrazada,
se ha detenido el tiempo, la palabra dormita,
el pensamiento inmóvil no se ocupa de nada,
e ignoran los oídos a quien murmura o grita.
Qué lejanas las sombras que las nubes proyectan,
y las dudas qué absurdas y qué insignificantes,
que aún estando en el fondo del alma, no la infectan,
y aún hiriendo sus teclas no suenan discordantes.Flota la mente ausente en exótico nirvana,
el sentimiento fluye profundo pero lento,
y en la quietud serena ni el sentido se afana,
ni la ansiedad destruye la magia del momento.La cabeza en el hombro resuelve los dilemas,
evade los conflictos y el horizonte amplía;
susurraré a tu oído uno de mis poemas,
y te amaré esta noche que es joven todavía.
ABRAZOS
"Tenme junto a ti de mil maneras"
I
Hambrientos y desnudos,
van mis brazos en busca de un abrazo,
arrastrando abandono,
y abiertos en silencio en doble arco.
En las mieses maduras del gentío,
separan las espigas cuando avanzo.
Qué insípida igualdad de multitudes,
sin destacarse variedad ni encanto.
Roja de sangre, tímida amapola,
¿dónde te ocultas, bajo el sol de mayo?
Mira que vengo ahogado de infortunio,
y te quiero adherir a mi costado.II
Sentada en mis rodillas, desprovista
de palabras, ideas y reclamos,
recoge mi hombro el rostro,
leve sonrisa y ojos entornados.
Flota en el aire la quietud dormida,
con auras místicas de epitalamio,
y la mente vacía se columpia
en la sombra de un mundo imaginario.
Nada se mueve en torno,
como el agua tranquila del remanso;
detenida la arena en la clepsidra,
dormido el viento, inmóviles los pájaros…
Qué abrazo interminablemente dulce;
no te muevas, mujer, de mi regazo.
III
Este abrazo, mujer, viste mi cuerpo
de la túnica azul de tu arrebato,
marea de tu mar, contra las rocas
firmes y erectas de mi acantilado.
Cúbreme de ti misma, que al ceñirme,
tus labios con los míos amordazo,
y sólo el alma me hablará en tus ojos,
y me transmitirá tus sobresaltos.
Estrecha el cerco, que aún no somos uno,
que dos es casi tanto como varios…
Desliza la rodilla entre mis piernas,
que a mi tigre despierta como un látigo,
y en ímpetu salvaje se abalanza
hacia tí incontrolable, incontrolado.
Abrazo vertical, exuberante,
nudo incondicional, íntimo abrazo.
IV
Se alejaron las aguas torrenciales
que el paisaje arrasaron a su paso;
desanudóse la atadura firme
y la pasión degeneró en letargo.
Mi cómplice, mi amante,
yace exhausta a mi lado.,
y los brazos que fueran energía,
se hallan ahora en descanso.
Se despierta la brisa junto al río,
coqueteando inquieta entre los álamos,
y se percibe el agridulce aroma
de almendros, limoneros y naranjos.
El sol naciente besará tu espalda,
y se adormecerá en ella mi mano,
y tamborilearán sobre mi pecho
tus finos dedos largos.
Lentas las horas van, y silenciosas,
seco el sudor, y el ímpetu apagado,
sueña despierta junto a mí, y sonríe
al sentir en tus párpados mis labios.
SÓLO TENEMOS UN BESO
Beso indeleble, beso insuficiente,
compendio de inseguras realidades
y perspectivas de fugacidades,
entre ayer y mañana estrecho puente.A tu vida amarrada, dependiente
de tan inciertas eventualidades,
y víctima de mis perplejidades,
por no hacerme en tu vida permanente.Hacia ti van mis aguas encauzadas,
con fuerza torrencial, o sosegadas,
pero siempre abocando a lo imposible.Cómo duele en el alma esta distancia,
cómo me duele ser tu circunstancia,
amor de lejanía, inasequible.
AMOR AUSENTE
Fue un amor a distancia, absorbente y profundo,
que vertió luz intensa sobre mi estéril mundo.
Fue el clamor estentóreo de vibrante campana,
resucitando el eco de una pasión temprana.
Vino como una musa, recitando cantares,
filtrándose en mi arena, subiendo a mis altares.
La percibí a mi lado como una frágil rosa
abriéndome sus pétalos, ingenua y temblorosa.
Se me adentró en el alma, y navegó en mis venas,
arrasando a su paso mi muro y mis almenas.
Galvanizó mi entraña con la encendida furia
de una sed insaciable de candente lujuria.
La contemplé desnuda, dulce y acogedora,
agresiva y violenta, crepúsculo y aurora.
Depositó en mis labios sus labios, entregados
a amar con besos tenues y besos prolongados.
Y al acercar mi boca a los duros pezones
sentí el salvaje instinto de tigres y leones.
Sus muslos me ofrecían la invitación callada
de atravesar su carne al filo de mi espada.
Palpé su piel vibrante, su vientre estremecido,
y la humedad ardiente del recóndito nido.
Era un canto a la vida, manojo de temblores,
estallido en la sombra de ocultos interiores.
Y era el rumor alegre del agua entre las rocas,
y el clarín que se anuncia con esperanzas locas.
Y un firmamento cálido, envolviendo en su seno
el murmullo del aire y el rugido del trueno.
Y una lluvia ligera su ternura incesante,
y un huracán furioso sus pasiones de amante
Y al despertar del sueño que soñaba despierto,
sin haber recogido las rosas de su huerto,
abrumado del peso sentido en el instante,
maldije los amores del amante distante.
LLÉVAME CONTIGO
¿No me ves sumergida en el silencio,
y amordazada en soledad y olvido?
Al pasar por la sombra de mi vida,
dame la mano y llévame contigo.Te esperé tantos años sin saberlo,
perdida dentro de mi laberinto…
ahora que me has abierto la salida,
dame la mano y llévame contigo.No quiero abrir el libro del pasado,
porque detesto cuanto en él he escrito;
uno en blanco abriré para tu pluma;
dame la mano y llévame contigo.Llena mis hojas de apretada letra,
yo no quiero escribir, hazlo tú mismo,
enrojeciéndome de sangre y fuego;
dame la mano y llévame contigo.Dondequiera que vayas, te acompaño,
porque haré tu camino mi camino;
déjame despertar en tus mañanas;
dame la mano y llévame contigo.No he de mirar atrás, sólo adelante;
perdí el pasado, y el futuro es mío;
no te quiero perder; dame la mano,
dame la mano y llévame contigo.
BREVERÍAS
92
Sentirás una noche de repente
tibio temblor que sobre ti resbala.
No es el roce de un ángel con el ala,
sino mis labios al besar tu frente.
97
¡Cómo me sorprendió la mansedumbre
de tus manos rozando mis mejillas!
Haz de esa iniciativa una costumbre,
yo seré el río, y tú las dos orillas.
100
Me acercaré a tu espalda con ternura
Reclinando en el hombro mi barbilla,
rozaré suavemente tu mejilla,
y anudarán mis brazos tu cintura.
106
Me esperabas con alma descubierta,
y el alma entera con pasión te di.
Me entreabriste tu más secreta puerta,
y mi puerta secreta yo te abrí.
Mi vida estaba estéril y desierta,
y entraste en ella cuando entré yo en ti.
Y sólo quiero al verme en tu mirada,
tenerte para siempre penetrada.
123
Déjame entrar en ti por las esquinas,
tocándote la mano con la mano,
el brazo en la cintura si caminas,
o el beso del amigo o del hermano.
Pero ábrete también a mis deseos,
con impulsos desnudos y humedades,
sin escrúpulos y sin titubeos,
con invasiones y voracidades.
149
Derrámate en la hierba innumerable,
húmeda y fresca alfombra,
déjame que te cubra con mi sombra,
que mi boca te bese, y no te hable.
El viento arrullará los arrayanes,
y su perfume te saldrá al encuentro,
mientras en ti me adentro
inundándote el alma de huracanes.
153
No he de ser en tu vida el alfarero
que pueda moldear tu roja arcilla;
debo absorber tu espíritu primero
para que en mí germine tu semilla;
mas quiero ser el único velero
que en tu mar trace estelas con su quilla.
Tú serás tú, sin modificaciones,
susurrando en mi oído tus canciones.
167
Amordaza el impulso del sollozo
y suelta la gaviota de la risa
que en el azul del mar y de la brisa
alzará la blancura de su gozo.
Mas si el dolor no duerme su gemido,
no cierres los oídos ni le ignores,
mejor será que en la tristeza llores,
porque el dolor no entiende del olvido.
177
Lejos estás de mí, pero tan dentro
te llevo que jamás podré perderte.
Y tan presente estás en mí que encuentro
imposible mirar algo sin verte.
199
Hay lágrimas en mí cuando tú lloras,
y habrá sonrisas cuando tú sonrías;
permíteme que arranque de tus días
un ramillete de olvidadas horas,
para alargar tus noches, y las mías,
retrasando la luz de las auroras.
200
Cuántas veces mi cuerpo ha percibido
la magia y el calor de tu contacto,
y cuántas en el alma he recibido
tu entrega, sin haber firmado un pacto.
Tu impulso, generoso y decidido,
fue un estado de amor, no un sólo acto;
y habrá de prolongarse en permanencia
con cada beso y cada confidencia.
206
Despierta mis estímulos de amante,
sal del letargo que ata tus sentidos;
te quiero frente a frente, cimbreante,
no espalda contra espalda, ambos dormidos.242
Te vas, me voy, qué fría es la distancia,
qué largo es el camino que divide:
Que tu amor permanezca en vigilancia,
me sueñe cada noche, y no me olvide.
247
Me has llevado a tu sueño, amada ausente,
y en ti perdido me encontró la aurora.
No despiertes, que aún no llegó tu hora:
Suéñame, amor, interminablemente.270
El muro de Berlín que te rodea
debe ser abatido pieza a pieza;
yo colaboraré en esa tarea,
pero el desmantelar tu fortaleza
debe empezar por rechazar la idea
de que es debilidad la gentileza.
Eres frágil…y ¿qué? Así es la rosa,
y entre las flores es la más hermosa.
278
Introduce tus dedos en mi pelo,
introduce tus labios en mi boca,
introdúcete en mí con furia loca,
aquí, de pie o rodando por el suelo.
308
Fui temeroso del amor un día,
por su dolor, quizá, y sus desengaños;
pero en el tiempo aquel no comprendía
lo que aprendí al correr de tantos años:
Miedo al amor es miedo a la alegría,
miedo a la vida en todos sus peldaños;
y quienes tienen miedo de la vida,
la consideran ya medio perdida.
313
Bajo los pliegues semitransparentes
de la bata adivino tu figura;
deslizando mi mano en la abertura
florecerán deseos inminentes
al rodear mi brazo tu cintura.332
Dedos de fina seda tiene el viento,
e impulsos de callado atrevimiento;
rondándote la blusa le sentí.Percibí sus caricias en tus senos,
y cuanto más le dejas, tanto menos
parece ser que queda para mí.
343
Si acaso temes o si acaso dudas,
piensa en la vida que se desperdicia;
acaricia la piel que te acaricia,
mira en silencio las miradas mudas.Ríe con el que ríe, y al que olvida
olvídale sin más, pero a quien ama
ámale con pasión, y que esa llama
desvanezca las sombras de tu vida.368
Alza tu falda juguetón el viento
con sus mil dedos de invisible amante
acariciando el vientre con su aliento,
y pintando de rojo tu semblante,
pero no te defiendes de su intento,
tan atrevido como estimulante.
Si el camino del viento yo siguiera,
cómo te haría mía a mi manera.353
Muerde tus muslos al pasar el río
y lúbrico se apropia tu figura;
yo te contemplo oculto en la espesura,
y percibo un ligero escalofrío
anudándose en torno a tu cintura.374
Tu beso ha recorrido mis sentidos,
serpiente de calor y de humedades,
vertiendo su veneno en mis oídos,
indagando en el vientre oscuridades,
ya en juegos silenciosos y prohibidos,
ya bordeando en las frivolidades;
y de la rigidez a lo flexible,
no halló lugar que fuera inaccesible.
391
Si te abrazara el aire, si la lluvia lo hiciera,
si la luz, si la nube, si la sombra, si el fuego,
no sería un abrazo tan total como fuera
mi abrazo por ti mudo, y por ti sordo y ciego.398
Con los ojos cerrados, con los brazos abiertos,
con sonrisa elocuente sobre labios callados,
y en doble ofrecimiento los senos descubiertos,
y los ojos abiertos, y los brazos cerrados,ven a mí con la audacia que ni duda ni
niega,
vestida de ilusiones, desnuda de temor,
exhibiendo en el gesto definitiva entrega,
que te estoy esperando para hacer el amor.413
Recogeré en otoño tus sonrisas
bajo los olmos desnudando el llanto
de las hojas, que flotan indecisas,
y al fin descansan en crujiente manto.Sobre esta alfombra te hallaré tendida,
bajo diáfana cúpula de ramas,
sólo de tus deseos revestida,
y ofreciendo lo mismo que reclamas.
PÉRDIDA
Recórreme la ruta del recuerdo,
tan desierta sin ti que nadie ha impreso
huellas sobre tus huellas, y me pierdo
en la niebla que impide tu regreso.El ángel del olvido
contra mi mente alzó espada de hielo,
y amanecí en las sombras, abatido,
mi pasado filtrándose en el suelo.¿En qué color tus ojos se perdían?
¿Tu cabello era liso, u ondulado?
¿Eran lentos tus pies, o parecían
danzar a un ritmo alegre, acelerado?No sé, porque me miro y no te veo,
se me ha desvanecido tu figura,
y lo único de ti que ahora poseo
es un presagio: Nada más perdura.Quisiera recobrarte
en todo el esplendor que hubo en ti un día;
resucitar la idea y cincelarte
con el mismo perfil que antes tenía.Mas no lo podré hacer si no regresas
por el sendero azul de la memoria,
demostrando que cantas, lloras, besas,
y borrando tu línea divisoria.
EN TI
Quisiera ser tu propio pensamiento,
la inseparable sombra que te siga
si no ya como amante, como amiga,
en sol, en luna, en luz de apartamento.Quisiera ser el vaho de tu aliento,
la inquietud afectiva que te intriga,
de tu edificio columnata y viga,
de tus heridas oloroso ungüento.Tanto quiero ser tuya, hacerte mío,
que dejaré mi espíritu vacío
para que lo satures de tu esencia.Remolca mi silueta en tu sendero,
sombra adherida a tu vagar ligero,
y absórbeme en tu piel y en tu existencia.
BESOS DORMIDOS
Vendrán los besos, y traerán silencio,
y nos preguntaremos quiénes somos,
dónde nos conocimos, qué buscamos,
y tal vez nos respondan nuestros ojos,
ignorantes del miedo a la palabra,
pues la verdad les grita desde el fondo.
Y al mirarnos, habrá una luz recóndita
de tibio colorido melancólico,
que abrirá perspectivas imprevistas,
y que será en sí misma testimonio
de algo que fue, que ya es insostenible,
tan quimérico como el unicornio.Ayer los besos, aunque amortiguados,
llevaban un clamor de intenso gozo,
entretejían lágrimas y risas
en verdes primaveras y en otoños,
calendario de pétalos dormidos,
dormido el tiempo sobre nuestros rostros.¿Qué sucedió? Tal vez una mañana,
a la orilla del río, entre los olmos,
se despertó la niebla del cansancio,
y repobló el paisaje de abandono.
Y los besos se fueron marchitando,
sin casi percibirlo, sin sollozos.
Y hoy sólo son costumbre, su arrebato
en retirada triste, sin retorno.
Es hora de partir; se fue la magia,
el temblor está en calma, el amor prófugo,
los besos silenciosos, tan dormidos
que no despertarán... como nosotros.
HUELLAS DEL BESO
No sé por qué tus labios me despiertan
besos lejanos que jamás me diste;
no saben desterrarlos, o no aciertan
a dejarlos dormir. Cuando viniste,
rozándome la carne, de puntillas,
nadie te vio, nadie escuchó tu paso,
sino un temblor ligero en mis rodillas,
trémulo de enfrentarme a otro fracaso.
Cuántas veces idéntico sendero
nos conduce a dispares objetivos,
y en el nuevo, no vemos que el primero
aún nos mantiene en su poder cautivos.
Y no sirve pensar que lo pasado
pasado está, que nunca ha de volver;
ayer, más que un diseño ya borrado,
es espectro que vuelve a aparecer
Y así fluye la vida, una amalgama
de incidentes que fueron, y que son,.
que no se desvanecen; una trama
de dolores, de olvidos, de ilusión;
como rosa que cada primavera
asiduamente en el rosal florece,
nube inquieta, incesante viajera,
o estrella que a la aurora palidece.
Quizá tus besos son evocadores
de nube transeúnte, antigua rosa,
o estrella cuyos últimos fulgores
se extinguieron, y duerme silenciosa.
Hay tanto nuevo en cada beso, hay tanto
que arrastramos de antiguo, tanta vida,
tanto de gozo, soledad y llanto,
tanto de acogedor y despedida,
que un beso no es un beso solo, aislado,
es una larga historia enmarañada
aflorando a un presente arrebatado,
que abraza todo, y que no olvida nada.
Álvarez José María
Biografía
Poeta y novelista español nacido en Cartagena en 1942.
Licenciado en historia, traductor y autor de guiones cinematográficos, ha dedicado su vida a
la literatura y especialmente a la poesía.
Formó parte de la antología Nueve Novísimos, fue finalista del Premio Planeta con «El
manuscrito de Palermo», y ganador de los premios La sonrisa vertical con «La esclava
instruida», Barcarola y Loewe.
De su obra poética se destaca «Museo de cera» en el que se integran La edad de oro,
Nocturnos, Tosigo ardento, El escudo de Aquiles, Signifying nothing, El botín del mundo y La
serpiente de bronce.
Como traductor se le debe la obra de Konstantino Kavafis, los "Poemas de la locura" de
Hólderlin, la poesía de Robert Louis Stevenson, T. S. Eliot, François Villon y Shakespeare.
Fue organizador en 1985 del Homenaje Mundial a Ezra Pound en Venecia, y en 1990 recibió
el Doctorado Honoris Causa por Dowling, New York, gracias al conjunto de su obra.
Varias de sus novelas y poemas han sido traducidos a más de veinte idiomas.
ABÇATRITAZ
ANATRON
ARGENT VIVO
ASTARNUZ
AYMANT
BEZAHAR
BIZEDI
CORAL
HETORA
MADUZ
MARGULL
MARINA
NUBES DORADAS
PIEDRA DEL SUEÑO
ROMANA
YCTANIZ
ZAROCAN
ZEBECH
ABÇATRITAZ
Un secreto esplendor que aún no es ceniza
Francisco Brines
Si Brittles prefiere abrir la puerta en presencia
de testigos -dijo Gilles después de una larga pausa-,
me presto sin duda a acompañarlo
Charles Dickens
Podrías huir. Sin duda. La
nueva Luz del mundo, Octavio, te
perdonaría (si no gustoso, el interés
le haría respetarte,
cubrirte de riquezas). Yeres aún tan bella. Sí, podrías...
Pero no seguirás ese camino.
Y no
por el amor de Antonio, ni porque fuera indigno
de quien de tantos reyes es el último,
sino algo más profundo: algo que sólo a ti te vale,
a cuanto yace en tu memoria.
Y cómo modificaría
esa huida, el pasado.
Lo que fuera esplendor
-esa gloria por la que apostasteahora sería mediocridad;
la grandeza de guerras y pasiones
quedaría convertida en las vulgares
apetencias de una zorra codiciosa.
Por eso, no lo dudas.
y dejas que te vistan tus sirvientas
con tus mejores ropas, y perfumas
tu cuello, y te sientas
segura y orgullosa
en ese trono. Y sin
que la sonrisa se borre de tu boca,
metes la mano en ese cesto
de higos que se mueven, y esperas
la picadura en tu muñeca.
ANATRON
-¿Y tú quién eres?
-La Ocasión poderosa
Posidipo
Raya algún destello histórico allá entre las lobregueces
del siglo
Edward Gibbon
Para Evelyne Sinnassamy y Michael Nerlich
No existían. He aquí un producto
del siglo XX en sus finales. Genuino:
Esta criatura,
aún ni siquiera adolescente,
vestida y maquillada como puta,
exhibiendo (ignoro si sintiendo)
lumbre de furia sensual,
fantástica,
letal.
Esas piernas, ese culo, ese cuerpo
moldeado por la lycra,
no Son ya piernas, culo, cuerpo,
-como no lo es esa mirada
pervertida- capaces
de una devastación
normal. Esos ojos, esa
boca, ese rostro con ese maquillaje,
es otra dimensión de la belleza
y la sensualidad que controlábamos.
Mientras tú aún estás pensando
en Lampedusa, el Rey Anuro, o en el Ramayana o en
Rimbaud,
o dándole vueltas a la Guerra de los Treinta Años,
o qué sé yo, pensando aún que nuestras vidas
son esos ríos, según Manrique,
que van al mar / morir,
este Ser de la Noche,
bizarre déité como diría
el disipado Baudelaire, ha descubierto
que ni Gatopardos ni Wallenstein,
ni siquiera el mar/morir. Sino que todo
es, simplemente, una molestia,
y que toda molestia ha de evitarse.
La televisión, y en el colegio,
y en su familia, ha aprendido
que el mundo es suyo.
Y ah, cómo retoza,
cómo brilla, fantástica, a las luces
de este bar, qué hermoso es ese rostro
sin destino, excitante, cómo mastica
nuestras entrañas, ese juguillo que le resbala
por la comisura de los labios...
Por fin, la quintaesencia
de la sonrisa de la Esfinge,
morfina de la desesperación,
que bailará, llamándonos
más allá de la cenizas, las ruinas, los despojos,
por fin, la dulce mano
que sostendrá, arrancado del cadáver,
el corazón aún latiendo del Horror.
ARGENT VIVO
¡Qué vida más tranquila parece llevar mi familia!
-pensó Gregorio
Franz Kafka
La voluntad y los apetitos... ah!
Edmund Burke
¿Lo recuerdas? Tuvimos
la Luna en la palma de la mano.
Nunca otra vez la música
de aquel tambalillo de la playa
volverá a hacernos bailar,
ni, sin que nosotros lo escuchemos,
a crujir el mundo volverá.
Volverá tu marido, no es mal tipo,
en su jardín tu aburrimiento a colgar,
y el calorcillo que alumbra entre tus muslos
¿a quién llamará?
Quizá otros brazos y otros besos
profundamente sentirás,
y tu marido y yo quizá acabemos
bebiendo solitarios en un bar,
haciéndonos amigos; como es lógico
evocarte nos unirá.
Pero recuerda, como yo te he leído a Scott Fitzgerald
nadie te lo leerá.
ASTARNUZ
Algún Dios de amor avía
Cartagena
Como la adormidera del desierto
Juan Arolas
La súbita luz de este conocimiento, surgido en medio del horror,
obró un efecto extraordinario en mí
Henry James
Son cosas que suceden
en los hoteles. Cuando un hombre
llega, aburrido, tira
la chaqueta en la cama, se sirve un vodka, y
con rostro impenerrable
conecta el aparato de la televisión.
Es raro que acontezca
algo notable. Pero
aquella noche -oh ebria la Fortunanada más encenderse,
apareció en pantalla un rostro único,
admirable, perfecto, inteligente,
cómplice.
Me aguardaba
como las panteras acechan a su presa.
Era Sharon Stone.
Me dije: No es posible.
Y contemplé la imbecilidad de aquella película
como cuando recorro el Canal Grande de Venezia,
sin dejar de asombrarme.
No es que uno sea demasiado impresionable.
Le aseguro al lector haber pasado
trances de esta índole, muy altos.
Pero
el gesto y la mirada de la Stone,
son otra cosa. Y
si entonces -y hoy- porque ese rostro,
esa boca, esos ojos, ese gesto
estuviera en mi cama, me pidieran
releer ya nunca a Stendhal, yo aceptara.
Porque gozar a una mujer así
no es placer inferior
ni acaso de otra especie
que escuchar la Misa en sí menor de Bach en Chartres,
que acarician la carne del crepúsculo sobre Istanbul
o que leer a Píndaro en voz alta
desde Delfos. Meter la lengua en esa boca
y recibir la suya, debe ser
¡Dios! como la sacudida en la inteligencia cuando
se lee a Shakespeare o a Borges, o a Nabokov, como
lo que debió sentir Colón
al oler la tierra. Sentir cómo ese cuerpo se abandona al placer,
ver enturbiarse esa mirada,
no es de rango menor
que comprender el Panteón.
Y
hay que ver, todo eso,
con la cantidad de excitantes pensamientos
a que después diera lugar, con lo que ha enriquecido
mi vida y mi memoria,
es algo que sucede, así, sin pretenderlo,
una noche de tantas,
por ir a dar una conferencia en Barcelona,
en una habitación
de hotel, de pronto, como dicen
que veía
Mozart,
o los santos,
a Dios.
AYMANT
Como a Bennvenuto Cellini -hacia quien experimento mayor
inclinación de la que tengo por los otros maestros del
Quattrocento-, me gusta vagar por la arena abandonada por
la marea, recogiendo conchas, guijas
Claude Lévi--Strauss
...Las viejas playas. A las que siempre
algo
te lleva. Como ningún otro latido
del mundo, esas orillas...
Caminas por el filo de las aguas. El sol que las traspasa,
ese velo cristalino,
y esas conchas
medio enterradas en la arena, y esas cintas
azules
que la luz dibuja.
No es tu memoria
quien reconoce,
donde existe depositada esa luz, esos colores,
estas orillas transparentes, la sensación
de la mar en tus dedos.
Es una dicha sin pasado. Sólo su instante
de exaltación, la
Vida
más allá
de lo comprensible.
BEZAHAR
Míos fueron, mi corazón,
los vuestros ojos morenos.
¿Quién los hizo ser ajenos?
Cancionero anónimo
En estos tiempos que corren, provechoso es disponer
de una mujer hermosa
Alessandra Mancinghi-Strozzi
Estas divertidas divagaciones levantaron por un
momento su ánimo, y entregose a la contemplación
Joris-Karl Huysmans
El oro de la tarde
sobre el mar de tu cuerpo
El crepúsculo ardiendo en tu mirada
El ulular de sirenas de tus entrañas
Nuestras lenguas enlazándose como pájaros suntuosos
Contemplando tu belleza y mi deseo
acepto la vida
BIZEDI
Así nosotros, desesperanzados, ya sin esforzarnos ni cuidar la
razón, resueltos ibamos de lodazal en lodazal, por la alta mar
de esa líquida basura
Giordano Bruno
-Caballero, yo no me mezclo en esos asuntos; no estoy aquí para
eso
Condesa de Espoz y Mina
Quiero que veáis -dijo el Conde- que soy de nobles sentimientos
Heldris de Cornualles
El otro día, Cintia, me decías
que siempre me quedaba en la puerta, que no
daba el paso «decisivo» decías, del que ya no hay retorno,
y que era cobardía ante la vida,
que me estaba perdiendo no sé qué.
Seguramente es cierto que me pierdo
«eso», pero no tengo duda, te aseguro
que conozco territorios muy cercanos
y acaso alguno más allá, y que nunca
me produjeron algo que pudiera
considerar siquiera
como placer menor.
¿Sabes lo que me preocupa, lo que
a veces me inquieta?
Imaginar que no hay salida
en tu descenso a los Infiernos,
hilo que te asegure regresar.
Porque veo algo terrible
en tu forma
de lanzarte a la vida. No
se sostiene en nada, no
sirve
para
nada. No lo sabes, pero
repites lo que significan las palabras
del asesino en Macbeth
al aceptar matar a Banquo:
«Haría lo que fuese
por desquitarme
del mundo».
Y yo no quiero desquitarme
de nada.
Claro que es hermoso, de vez en cuando
adentrarse en esa plenitud
de la disipación, te lleve donde lleve,
y entregar cuerpo y alma a los abismos
de eso que hay en nosotros escondido,
darse la lengua con las simas de la vida,
tocar el esplendor de ese misterio
salvaje, que jamás descifraremos.
Pero siempre, querida, que haya un faro
al fondo de la noche,
las columnas ardientes de la sabiduría,
el Arte, algunas
certidumbres morales,
el ejemplo indeleble de los grandes,
esos modelos que nos guían.
CORAL
El sacrificio ha sido favorable
Aristófanes
La gloria conquistada por los adolescentes
Píndaro
El otro día, hojeando un viejo álbum
de fotografías,
apareciste. En una playa
que ciega el sol (seguramente,
Le Lavandou), orgullosa y alegre
sobre las brasas
de aquel Verano.
Como un pinchazo
esa imagen me trae
algo de la pasión que sacudió esos días.
Contemplé largo rato la fotografía:
tus ojos dichosos, tu boca, esa
mano que
desenfocada
parece querer tapar el objetivo.
¿Te das cuenta? No has envejecido.
Dios sabe dónde
estarás, ni siquiera si aún vives. Pero ahí,
ah cómo brilla
intacta
tu sonrisa,
los crepitantes ojos del deseo.
Te había olvidado. Pero ahora
que esa fotografía te devuelve,
me doy cuenta de cómo la memoria
generosa
te había guardado sin decírmelo
para darme algún día
este regalo. Poder casi tocar
un instante de felicidad.
Tanto se ha ido...
y entonces apareces
tú,
en esa playa de la juventud,
y me haces este regalo,
la posibilidad
de que viva en alguien el que fui,
la imagen deseada de quien era,
esa que hasta yo mismo ya he olvidado.
Porque igual que la otra tarde tú viniste
puede que alguna vez, si tu recuerdas esos días,
de ellos emerja un joven mediterráneo y sonriendo
y recuerdes el placer de esas horas
y algo de la pasión que entonces
abrasó nuestros cuerpos
aún te toque.
Gracias.
HETORA
Armonía cosmopolita
Zoilo Escobar
Deliciosa la cena,
señora,
y aún más delicioso
todo lo que la cena ha convocado.
Yo os miraba y pensaba:
Reina Carme Riera
-sobre las copas de excelente vinofeliz,
dosificando la inteligencia de los invitados.
Más atractiva que la conversación
misma. Dosificando los placeres
de la Cultura. Hasta la noche
se estremece
envidiosa de la belleza de este instante.
MADUZ
Prefiero a lo que miro lo que creo
Francisco de Quevedo
Es dichoso vivir en estos climas que permiten
relaciones normales
Montesquieu
Suavemente (si
lo considero
con ecuanimidad, acaso
sin rescoldos de pasión, es más,
sin interés; pero al fin y al cabo, suavemente)
te
miro,
mientras un norteamericano de origen africano
(obsérvese cómo venero la solidaridad y el pensamiento liso)
toca al fondo del bar, en piano blanco,
una pieza -y esto es lo importantecuya letra en tiempos menos lisos
fue «Easy living» y la cantaba Billie Holiday.
Lo importante -repito- es el recuerdo
que este arreglo trivial me trae de lo que era
vida,
y cómo los decorados, y la escena,
mudan por la memoria hacia horas que yacen
agazapadas en el alma.
La situación es siempre parecida:
Un rostro
de mujer -no necesariamente jovenal final
del punto de mira de mi vaso,
unos ojos que miran de pronto, cómplices, animales,
como puestas de sol, unos labios
-que ya han dejado su carmín en cigarrilloshúmedos,
el movimiento de una melena que roza una nuca.
Noches y noches, rostros,
mientras hilas la Nada
y sientes la ginebra calentar tu alma,
y a veces, por un instante,
notas que tienes en la mano
el secreto del mundo.
Todo eso junto eleva esta anodina
escena, y a quien seas,
a depurado Arte.
Desde luego
si decides seguirme mientras me siento tan activo
gracias al «Easy living» original y a las llamitas
de esos otros momentos,
casi me atrevo a prometerte
una experiencia interesante
-como muy poco, diferentey en ningún caso, espero, que vulgar.
Aunque seguramente a ti te da lo mismo,
a mí, no.
MARGULL
Hace el amor gran villanía al no enlazarte a ti
Jacopo da Lentino
Como un desnudo con alhajas
la noche de Verano languidece
en este bar junto a las aguas.
Desazón del calor. Una música ingrata
que impide hablar. Y esos seres
(en los que nada reconoces)
ofrendando a la madrugada su vacío
de alcohol y drogas...
Y de pronto, en medio de esos rostros,
el tuyo. Esa mirada alegre,
ese gesto risueño, esa
vitalidad deslumbrante que
como dando saltitos
se exhibe ante mí.
Una vez más, la vida
ha sido generosa; me permite
contemplar la delicia de una juventud
en su esplendor, imaginar mis manos
acariciando esa piel suave,
y a mis labios besando ese pelo salvaje,
esas sienes, esa boca, ese vientre,
soñando el calor y el olor de ese cuerpo.
Sí. Y este viejo corazón,
como si no estuviera hastiado,
como si aún tuviera diecisiete años,
se alboroza, tiembla.
Y estos viejos ojos
de los que se ha borrado la vileza de este sitio,
el sinsentido de esta noche,
agradecen vivir -¿A quién, a qué? Al Deseo.
Que como ciertos libros, como algunas
obras de Arte
es lo único ya
que hace soportable la existencia.
MARINA
¿Qué debemos hacer hoy para salvar la Cultura?
Curzio Malaparte
Para Vicente Gallego
Sólo dos cosas, Filis, yo quisiera
decirte, hacer que aniden
en tu desvergonzado corazón: Es la primera
un consejo de Ovidio, cuando escribe: Si a una de vosotras
Venus negó sensual naturaleza,
fingid.
Supongo que ahora no lo entiendes.
Pero hazme caso.
Confía en tu instructor.
La otra se refiere
a tu pregunta: ¿Y cómo
sugieres que debería ser mi vida?
Querida, serás muchas.
Pero aquí sí que dicto
un canon. Y es curioso: lo dijo
un enemigo (acaso
de los más feroces, irreconciliable), el que fuera Ministro
de Propaganda en aquel Reich
e los Mil Años, Joseph Goebbels.
Según Speer en sus Memorias,
llamolo a su Departamento cierta tarde
Goebbels, y le pidió:
«Amigo Speer, quiero que me diseñe
un despacho de verdad impresionante».
«¿Cómo le gustaría?», dijo Speer.
«Estilo trasatlántico», repuso
Goebbels.
Pues eso, vida mía, Filis querida y deseada:
Estilo Trasatlántico.
NUBES DORADAS
"La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro..."
Fernando Pessoa
"-En el coche queda una botella de ginebra.
-Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo
hablando tonterías?"
Daniell Hammettt
"La resistencia se organiza en todas las formas puras"
Tristán Tzara
A Jaime Gil de Biedma
Qué importa ya mi vida.
Cada vez que levanté mi casa, la
destruía. A cualquier país que llego
no amo otro momento
que aquel de divisarlo. Nunca
pude decir dos veces bien venida
a la misma mujer.
Respetarse uno mismo.
Pensar.
Veo crecer los rosales que planté.
Destapo la última botella del último
pedido.
Miro
como mi vida salva cuanto hay de noble.
Por ti, oh cultura, y por todos
los que vivos o muertos me hacen compañía, bebo.
Más allá del tiempo y de mi cuerpo,
bebo. Lleno
de nuevo el vaso. Dejo
que lentamente el alcohol vaya cortando
los hilos que me unen
a esta barbarie.
Y con la última
copa, la del desprecio,
brindo por los que aman como yo.
PIEDRA DEL SUEÑO
En medio de tantos desórdenes siempre reinó una alegría
que los hizo menos funestos
Voltaire
Para Hélene y Bobo Ferruzzi
Este pasador... En el oro más fino
cincelado. Cuántas veces
dedos anhelantes lo habrán apartado
para que una melena oliendo a mujer
cayese abandonada
sobre unos hombros mórbidos.
Ahora, muerto en esta vitrina,
parece reírse de nosotros, reprocharnos
que seamos capaces de pasar el tiempo
admirándolo.
«No soy nada
-nos dice-, sólo un objeto
para sujetar el pelo. Soy hermoso
porque cuando alguien me hizo
era impensable no modelar belleza.
Pero sólo existo cuando brillo
allí para donde fui concebido,
no en el acabamiento de esta veneración mediocre,
sino sobre un rostro hermoso y moreno».
ROMANA
(RETRATO DE NIÑA CON «VINGT MILLE LIEUES SOUS LES
MERS» o COMO ALECCIONA FLAUBERT: QUELLE JOIE CE
SERAIT QUE DE VOIR CE BON PETIT ÊTRE S'ÈPANOUIR
AUX SPLENDEURS DE L'ART ET DE LA NATURE!)
Al corazón gentil acude siempre el amor
Guido Guinizelli Da Principi
Que arda en el Deseo
Y que sus besos quemen
Cuando la estreche entre mis brazos
Auguste Kopisch
Dulcísima criatura, de una felicidad
que aún no ha salido de Watteau.
Cuando te miro, adormecida en esta siesta,
y sobre tu regazo, abandonada, esa mano, y
caído de ella, ese libro querido...
En instantes así
cómo todo mi ser
responde
a la invitación de ese abandono, a esos labios
entreabiertos, al olor que imagina
emanar de tu cuerpo.
Qué no daría por besane, tocarte, por ser yo
quien te hiciera gozar, por verte retozona,
abandonada al placer, por escuchar
tus suspiros, por
beberte.
Pero bien sé que debo contentarme
con esta adoración.
Y dejarte
ahí, dormida.
Escucha.
No hagas caso
jamás de las mentiras
con que querrá amaestrarte nuestro mundo.
Sé
como Shakespeare decía,
a rebel's whore,
la puta de un rebelde.
YCTANIZ
Musafir «Huésped; visitante»-
El que viaja por medio de la reflexión mental (Fikr) sobre los
inteligibles; lo cual es entender las cosas invisibles a través
de la antología de las visibles (I'Tibär), de modo que pueda
cruzar (Ábara) desde la orilla de este mundo a la otra
Ibn Al' Arabi
Esta prenda, suave, delicada,
casi caliente aún, aún húmeda
de ti.
Aspiro, absorbo
su olor, hundo mi rostro
en ese perfume
mojado
que abre mis ensueños
los mares de la dicha.
Siquiera imaginar que te ha rozado,
que esa humedad es tuya,
esa dulcísima manchita
que beso.
¿Tendrá la Muerte
este olor? ¿Esta sensación de suavidad?
¿Esta tibieza?
Ah, déjame
un instante aún palpándola.
Tarda en volver del baño.
Déjame
cerrar los ojos, inhalar su fragancia
y comulgar con ella.
Ah, vida mía,
esto sí que es el «éxtasi amoroso»
que abrasaba a Quevedo.
Casi me causa más placer
que acariciarte a ti.
ZAROCAN
Es muy propio de nuestra naturaleza ir muy lejos en
la perfección
Lawrence de Arabia
No tengo ninguna objeción grosera que oponer a la
circunnavegación del globo con fines de Arte, de
estudio y de benevolencia
Ralph Waldo Emerson
Quien ha contemplado la Belleza
Deja su suerte en manos de la muerte
August von Platten-Hellermünde
Noche legendaria
Ópalo de los Angeles
Noche de plata en llamas
Ah esa hora
Cuando sacudes, con la mirada turbia
Tu pelo sobre tus hombros
Desnudos
Y el deseo roza con sus labios
El cristal de tu copa Ah esos labios
Canallas, húmedos
De divinos licores
ZEBECH
Tus pensamientos passiuos
Deuen ser contenplatiuos
Pedro de Veragoe
Ese
relamerse, esos labios
brillantes de saliva, ese mohín
entre infantil y disoluto,
esos ojos burlones que cruzan como un rayo
el universo de plástico del aeropuerto...
Su amiga, sin embargo,
aún siendo hermosa, acaso más hermosa, no
excita.
Y es que no es la belleza la que irradia
ese misterio que te hechiza,
esa lumbre de júbilo,
ese pájaro con las alas en llamas.
No es la belleza de esos ojos, sino su forma de mirar;
el desmadejamiento de esas piernas,
esa lengüecita incandescente,
esa lividez canalla bajo sus ojos,
cómo mueve el pelo,
cómo lo sabe.
Eso
que los Dioses conceden
sólo a muy pocas,
y a veces sólo por poco tiempo.
Esa dicha a la que no puede
tocar
el Destino.
Álvarez Q. Serafín y Joaquín
AÑO NUEVO
AUTORRETRATO
DOLOR DE DOLORES
ERA UN JARDÍN SONRIENTE...
LA SIESTA
LA SIESTA
En un rincón de un patio fresco y ameno,
que alegran y perfuman aves y flores,
una niña morena, que tiene amores,
duerme, puestas las manos sobre su seno.
Sueña, y al grato hechizo de cuanto mira
a través de la bruma de lo soñado,
se dilata su seno blanco y rosado,
y su boca de grana se abre y suspira.
Luz del alma ilumina su rostro hermoso:
se encienden sus mejillas, tiembla y sonríe,
y más con lo que sueña su amor se engríe,
y es cada vez su aliento más anheloso...
Murmura luego su nombre: nadie contesta...
Abre sus ojos negros con mudo espanto,
y al ver de sus quimeras roto el espanto
volviendo al sueño dice: ¡Bendita siesta!
ERA UN JARDÍN SONRIENTE...
Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era, a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.
A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:
-Rosa la más delicada
que por mi amor cultivaba
nunca fue;
rosa la más encendida
la más fragante y pulida
que cuidé;
blanca estrella que del cielo,
curiosa de ver el suelo,
resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
no llegó
¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
¿Tú no sabes que es grosero
el mundo? ¿Qué es traicionero
el amor?
¿Qué no se aprecia en la vida
la pura miel escondida
en la flor?
¿Bajo que cielo caíste?
¿a quién tu tesoro diste
virginal?
¿En que manos te deshojas?
¿Qué aliento quema tus hojas
infernal?
¿Quién te cuida con esmero
como el viejo jardinero
te cuidó?
¿Quién por ti sola suspira?
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira
como yo?
¿Quién te miente que te ama
con fe y con ternura igual?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
¿Por qué te fuiste tan pura
de otra vida a la ventura
o al dolor?
¿Qué faltaba a tu recreo?
¿Qué a tu inocente deseo,
soñador?
En la fuente limpia y clara,
espejo que te copiara
¿no te di?
Los pájaros escondidos,
¿no cantaban en sus nido
para ti?
Cuando era el aire de fuego,
¿no refresqué con mi riego
tu calor?
¿No te dio mi trato amigo
en las heladas abrigo
protector?
Quién para sí te reclama,
¿te hará bien o te hará mal?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
Así un día y otro día
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía,
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero llegó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó...
AUTORRETRATO
Fuimos... entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares
Después... libros, y novias y billares
¡memorias que ilumina la distancia!
luego... una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.
Fuimos... cuanto hay que ser: covachuelistas,
estudiantes, "diablillos", editores,
críticos, "pintamonos", retratistas...
Y hoy, como ayer, sencillos escritores
que siguen, a la luz de sus conquistas,
sembrando sueños por que nazcan flores.
DOLOR DE DOLORES
Dime, «¿por qué es ese llanto?»
«Por una ilusión perdida,
por una reciente herida,
por un nuevo desencanto...»
«Pues no llores más... y olvida»
«¿Porqué lloras, flor de flores?»
«Porque él era dueño mío,
el que me hablaba de amores,
me hiere con desvío...»
«Pues olvídalo... y no llores.»
«¿Porqué sollozas ahora?»
«¡Ay! Ya no alumbra la aurora
ni dará flores mi huerto...
Lloro por mi niño muerto...»
«Pues, no lo olvides... y llora».
AÑO NUEVO
De su ventana, tras el verde herraje,
entre flores de invierno prisionera,
una mujer, humana primavera,
teje, soñando, delicado encaje.
Sus manos, palomitas sin plumaje,
hacen labor paciente y duradera,
y su alma, mariposa volandera,
libre va de un paraje a otro paraje.
Se lleva un año muertas ilusiones:
ni amor de novio, ni amistad de amigo...
¿Dónde están los amantes corazones?
Y entristecida, y sola, y sin testigo,
piensa, al calor de ocultas emociones:
"¡Ven, Año Nuevo! ¡Y el amor contigo!"
Andrade Eugenio de
OTROS POEMAS DE EUGÉNIO DE ANDRADE
AHORA VIVO MÁS CERCA DEL SOL
BLANCO EN LO BLANCO
EL AMOR
EN UN LUGAR AL SUR
LA LLUVIA CAE EN EL POLVO IGUAL QUE EL POEMA
LAS CIGÜEÑAS
UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO
Ir a: A media voz
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BLANCO EN LO BLANCO
Haz una llave, aunque sea pequeña,
entra en la casa.
Consiente en la dulzura, ten piedad
de la materia de los sueños y de las aves.
Invoca el fuego, la claridad, la música
de los flancos.
No digas piedra, di ventana.
No seas como la sombra.
Di hombre, di niño, di estrella.
Repite las sílabas
donde la luz es feliz y se demora,
vuelve a decir: hombre, mujer, niño.
Donde la belleza es más nueva.
Versión de Aníbal Núñez
EL AMOR
Estoy amándote como el frío
corta los labios.
Arrancando la raíz
a lo más diminuto de tus ríos.
Inundándote de dagas
de saliva esperma lumbre.
Estoy rodeado de agujas
tu boca más vulnerable.
Marcando en tus costados
el itinerario de la espuma.
Así es el amor: mortal y navegable.
Versión de Alberto Ruy Sánchez
EN UN LUGAR AL SUR
Es un lugar al sur, un lugar donde
la cal
amotinada desafia el mirar.
Donde viviste. Donde a veces en sueños
vives aún. El nombre empapado de agua
te escurre de la boca.
Por caminos de cabras descendías
a la playa, el mar batía
en aquellas piedras, en estas sílabas.
Los ojos se perdían ahogados
en el fulgor
del último o del primer día.
Era la perfección.
Versión de Aníbal Núñez
LA LLUVIA CAE EN EL POLVO IGUAL QUE EL POEMA
La lluvia cae en el polvo igual que en el poema
de Li Po. En el sur
los días tienen ojos grandes
y redondos; en el sur el trigo ondula,
sus crines danzan en el viento,
son la bandera
descamisada de mi embarcación;
en el sur la tierra huele a lino blanco,
a pan en la mesa,
el fulvo ardor de luz invade el agua,
cayendo sobre el polvo, leve, encendida.
Igual que en el poema
Versión de Aníbal Núñez
UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO
Un amigo es a veces el desierto,
otras el agua.
Despréndete del ínfimo rumor
de agosto; no siempre
un cuerpo es el lugar de la furtiva
luz desnuda, de cargados
limoneros de pájaros
y el verano en el pelo;
en el follaje oscuro del sueño
es donde brilla
la piel molaja,
la floración dificil de la lengua.
Lo cierto es la palabra.
Versión de Aníbal Núñez
LAS CIGÜEÑAS
Las cigüeñas.
Me traen el atrio,
dos casas, o tres, si fueran blancas, (se fut
la torre donde se posaban
lentas. tenía yo entonces
la edad de las moras,
el sol sobre la boca sofocaba.
¿te acuerdas? , o el peso de otra boca.
de otra razón. no sé.
corria a pedradas
a los perros de los que tenías miedo.
y huía de ti para acariciar
en secreto
el caballito bayo que enamoraba entonces.
Versión de Aníbal Núñez
AHORA VIVO MÁS CERCA DEL SOL
Ahora vivo más cerca del sol, los amigos
no saben el camino: es bueno
ser así de nadie
en las altas ramas, hermano
del canto exento de algún ave
de paso, reflejo de un reflejo,
contemporáneo
de cualquier mirada desprevenida,
solamente este ir y venir con las mareas,
ardor hecho de olvido,
polvo dulce a la flor de la espuma,
eso apenas.Versión de Aníbal Núñez
Andreu Blanca
Biografía
Poeta española nacida en La Coruña, en 1959.
Pasó su infancia y adolescencia en Orihuela, Alicante y Murcia y posteriormente se trasladó
a Madrid donde contrajo matrimonio con el novelista Juan Benet en 1985. A raíz de la
muerte de su esposo ocurrida en 1993, se radicó en La Coruña donde vive apartada de toda
actividad pública.
Obtuvo el Premio Adonais en 1980 con su libro «De una niña de provincias que se vino a
vivir en un Chagall» y el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo en 1982 con
«Báculo de Babel».
Posteriormente publicó «Capitán Elphistone» en el año 1988 y «Sueño Oscuro» en el año
1989.
Fue galardonada en 1981 con el Premio de Cuentos Gabriel Miró, en 1982 con el Ícaro de
Literatura y en el año 2001 le fue otorgado el Premio Laureá Melá de Poesía por el libro «La
tierra transparente».
Está considerada como el punto de partida de la llamada «Generación postnovísima»
española.
AMOR DE LOS INCENDIOS Y DE LA PERFECCIÓN...
AMOR MÍO...
ASÍ, EN PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO...
CINCO POEMAS PARA ABDICAR
CINERARIO
CÓMO ME PARECERÁ EXTRAÑO...
DAME LA NOCHE QUE NO INTERCEDE...
DESDE IRAK
DI QUE QUERÍAS SER CABALLO ESBELTO, NOMBRE
DOS
ELPHISTONE
EN LA INDIA
ENTRE TÚ Y YO...
ESCUCHA, ESCÚCHAME...
FÁBULA DE LA FUENTE Y EL CABALLO
HASTA NOSOTROS LA INFANCIA DE LOS METALES RAROS...
LO QUE TUVE Y LO QUE NO TUVE...
LOS LABIOS IMPACIENTES...
MANTUA
MARINA
HOMBRES DE LOS OCÉANOS
MARINA DEL COLOR DEL AMOR
MARINA DEL LIBRO
MUERTE PÁJARO PRÍNCIPE...
OCEÁNIDOS
OCEÁNIDOS II
OFRENDA
PARA OLGA
QUÉ SEÑOR DE LAS NOCHES...
SANGRO DE VERAS SANGRO LUZ...
SOMBRA Y RITO DE AMOR...
SUSPIRO GERMÁNICO
TE VEO EN UNA PROFUNDIDAD QUIETA Y CLARA...
TÚ ERAS COLUMNA DE BABILONIA...
UNO
URSA MAIOR
VENDRÁ SIN LAS ESTRELLAS LÁCTEAS...
YA NO ES IDIOMA DEGOLLADO...
YO SOLA OSCURA...
YO TE DI HUESOS DE PALOMAS ROJAS...
AMOR DE LOS INCENDIOS Y DE LA PERFECCIÓN...
Amor de los incendios y de la perfección, amor entre
la gracia y el crimen,
como medio cristal y media viña blanca,
como vena furtiva de paloma:
sangre de ciervo antiguo que perfume
las cerraduras de la muerte.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
AMOR MÍO...
Amor mío, mira mi boca de vitriolo
y mi garganta de cicuta jónica,
mira la perdiz de ala rota que carece de casa y muere
por los desiertos de tomillo de Rimbaud,
mira los árboles como nervios crispados del día
llorando agua de guadaña.
Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril,
también en la capilla del espejo esto veo,
y no puedo pensar en las palomas que habitan la palabra
Alejandría
ni escribir cartas para Rilke el poeta.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
ASÍ, EN PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO...
Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto
voy hablando del trozo de universo que yo era,
de subcutáneas estrellas de sangre
cazadas por el ángel de la anemia
en el cielo arterial,
diciendo leucocitos del alba y rio de linfa,
o bien de lo que quise:
el ligero Mediterráneo,
la prohibición de envejecer,
la gavilla del sueño barbitúrico,
y sobre todo, sobre todas las cosas,
Mozart anfetamínico preámbulo de pájaros,
Mozart en ala y aeropuerto,
arco de violín principe o piloto: Mozart el Músico.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
CINCO POEMAS PARA ABDICAR
Cinco poemas para abdicar,
para que sean un destello terrestre en mi tránsito
mientras el vaivén de mi cuerpo me dote de viejo sueño
y tenga un altar adornado,
mientras mis ojos suspendan la aspersión del líquido más breve,
abandonen su aire lacustre y la ligereza de la lágrima cóncava
en donde beben grullas
y otras zancudas con pie de bailarina,
mientras mis manos sean hangares en las salinas negras
para aviones de turbios vuelos,
mientras el súcubo murciélago diga en mi oído espuma
y diga oscuridad
en las marineras negras.
Cinco poemas para la marcha en el paisaje de sábana de hilo,
un páramo es encaje antepasado,
iniciales bordadas hace ya tres mil días
y alguna mancha de amor.
Cinco poemas como cinco frutos cifrados
o como cinco velas para la travesía:
el primero hacia aquella a la que nadie ve en la vaga velada
del lago:
un resquicio de abril para Virginia, porque amó a las mujeres.
El segundo para mi amor:
sé bien que encima de mis heridas busco la alondra
de tus heridas,
sé bien que encima de mis heridas una cigüeña pone sus huevos.
Encima de tus heridas las ramas de los nervios se han dormido
y ahora son alas, páginas, oleaje, seres verdes.
Encima de mis heridas yo descubro una tela desventurada
y ocre,
rasgada de enemigos,
o una palabra emborrachada por el lacre.
Pero cuando me duerma
ya no te querré.
El tercero para la casa que cae y el álamo vihuela o jardín bello,
para el ángel que guarda a la lombriz,
para todo lo que es pueril o leve y que clava
submarinos anzuelos en los ojos adultos.
El tercero es para el corazón de la raíz
y para la cerrada tierra de los estambres,
para la lluvia seria de las siestas del norte,
mala como una institutriz.
Dile que no se meta en los salones
y los llene de gafas estrujadas.
Ay, dile que no espante los espejos de mirada niña.
Había tres balcones sangrantes,
había tres balcones como tres heridas incurables del muro,
había tres balcones y siete temblorosos escabeles.
Ay, dile que no asuste las palabras palomas,
que no deje que vayan batiendo un aire usado con
alas de cuchillo.
Las palabras apátridas de mi tercer poema
que no me muerdan las mejillas
y las sonatas que yo no toqué nunca, que no cesen,
ni el pequeño cuaderno de Ana Magdalena.
Yo no dije: ¡silencio!,
y ahora el réquiem se teje con seres y desastres consanguíneos.
Dejadme las hortensias vestidas de pupilas, con traje de mirada,
esa campana vegetal que ya no suena y llora un zumo epílogo,
y las magnolias catalejos,
y aquel sillar tan grande como el siglo más cíclope.
Yo no dije: ¡silencio!
pero me fui bebiendo vino de exilio en la boca de piedra,
bebiendo fermentado líquido migratorio,
los ramos de las tórtolas de agosto y el eco de la casa
que se cae.
Veo que no sobrevive el alma alta del muro,
la espuma voladora borracha de gaviotas,
el ángel que cuidaba la cucaracha de uva y la lombriz,
ni ningún pájaro como lágrima póstuma y celeste,
ni la resina tañendo su ámbar triste,
ni tampoco las malvas, las violentas, las verdes partituras.
El cuarto es para mi amor.
Amor mío,
sé bien que no te escupirá mi sueño y que tu cuello
no será sajado
por el filo último de mi sueño,
que no te insultará el hiriente corazón de mi sueño,
porque si duermo ya no te querré.
Sé bien que busco encima de mis heridas
el escorpión de oro de tus heridas.
Sé bien que encima de mis heridas sólo habita
la imagen encalada de mi muerte.
Y por eso voy a asesinar
con la virgen cuchilla barbitúrico
la muchedumbre de heroicos locos que entonan para mí
la pesadilla y el bostezo,
amor mío, sin asomar por la ventana
fuegos viejos, frescas cenizas,
familias errantes de soles.
Mi amor para la imagen encalada de mi muerte,
para la cal que se come a los niños,
para mi último caballo, oro, sobre asfalto celeste y el hule
astral de abril.
Sé bien que galoparé en negro
porque negro es el color de los sueños,
negras las manos de la intimidad,
y sin espuelas, y sin bridas,
porque las espuelas son el poder, la aberración,
estrellas de tijera y abismo.
El quinto para mi caballo,
para cuando ya estemos sucediendo
como dos estaciones
o dos días iguales.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
CINERARIO
a Marta
I
Ahora me pregunto qué sería de aquel fuego
y de su noche, la ceniza.
II
El fuego es dios de nada, dijo el poeta, es nada
aunque a veces sople por las chimeneas
un aire alemán.
III
Ahora me pregunto qué fue de aquellos fuegos
y de su norte, la ceniza.
IV
El fuego es dios de nada -dijo el poeta- es nada
y jamás se controla por educación
o cualquier otra
sino que obra
y porfía.
V
Ahora me pregunto que será de aquel fuego
y su sepulcro, la ceniza.
"Capitán Elphistone" 1988
CÓMO ME PARECERÁ EXTRAÑO...
Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve,
cómo será así extraño,
cuando tú ya no estés,
la catedral del día,
el claustro que condensa la gran edad de la luz
y el carácter de las tormentas.
Amor mío, amor mío, tú sin día para ti,
enjambrado entre espejos y entre las cosas malas,
muerta la plata trascendental
y las ya antiguas anémonas de égloga,
muerta esta versión, que ahora oscuro, y declino, para leerla,
más joven.
Amor mío de nunca, afiebrado y pacífico,
versos para el pequeño pulpo de la muerte,
versos para la muerte rara que hace la travesía de los téléfonos,
para mi mente debelada versos, para el circuito del violín,
para el circuito de la garza,
para el confín del sur, del sueño,
versos que no me asilen ni sean causa de vida,
que no me den la dulce serpiente umbilical
ni la sala glucosa del útero.
"El sueño oscuro" 1994
DAME LA NOCHE QUE NO INTERCEDE...
Dame la noche que no intercede,
la noche migratoria con cifras de cigüeña,
con la grulla celeste y su alamar guerrero,
palafrén de la ola oscuridad.
Dame tu parentesco con una sombra de oro,
dame el mármol y su perfil
leve y ciervo,
como de estrofa antigua.
Dame mis manos degolladas por la noche que no intercede,
palafrén de las más altas mareas,
mis manos degolladas entre los altos cepos y las llamas lunares,
mis manos migratorias por el cielo de agosto.
Dame mis manos degolladas por el antiguo oficio de la infancia,
mis manos que sajaron el cuello de la noche,
el destello del sueño con metáforas verdes,
el vino blasonado que se quedó dormido.
Amor de los incendios y de la perfección,
amor entre la gracia y el crimen,
como medio cristal y media viña blanca,
como vena furtiva de paloma:
sangre de ciervo antiguo que perfume
las cerraduras de la muerte.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
DESDE IRAK
Respóndeme, político, ¿por qué
quieres desfigurar la faz del mundo?
¿Por qué quieres cortar
las cabezas azules de mis templos?
¿Por qué quieres
salpicar con mi sangre
a tu pueblo inocente?
¿No sabes que si envías
la muerte a visitarme
volverá sobre ti, boomerang en retorno?
¿Por qué quieres
matar mi casa
romper mi niño
quemar mi perro?
DI QUE QUERÍAS SER CABALLO ESBELTO, NOMBRE
Di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, el nervio de los ángeles,
vinieron a hacer música para Rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.
Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
DOS
Y casi espíritu de fuego, casi la empuñadura de una idea del fuego
aire de pájaro o espada, pero espía,
en tu interior hay ciervos y prodigios,
acaso un charco de oro.
"Libro de las bestias. Primer fisiólogo" 1984
ELPHISTONE
Es la hiedra negra, en las raíces, entre las hojas
del invierno, caídas hojas bajo la nieve, en las estrellas
del invierno, estrellas gastadas.
Yo lo recuerdo de la misma manera que el invierno
cuando con sus grandes botas pisotea la tierra,
como la sombra que divide así yo lo recuerdo
entre arbotantes y grandes maderos, en tanto el viento
escapa hacia el altar.
Yo recuerdo la luz de su fría república,
-sin duda la luna u otra materia maléfica.
Yo recuerdo su luz mientras el viento escapa
y una sombra torcida cruza hacia el altar.
Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes,
qué silencio crecido en un secreto como las ramas y
las catedrales
cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies.
Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero
recuerda
aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la
oscuridad
como dos animales vivos.
Sobre la niebla, entonces, propagaba su pensamiento
y relaciones y analogías relucían semejantes a peces,
recuerdos refulgiendo sobre el lomo del mar, huraños
pasillos de la memoria, entonces -los últimos
sentimientos, negros como la sombra en la bodega,
se saben todavía mal interpretados- qué astrolabio
y qué brújula, qué viento del noroeste
para el sombrío capitán Elphistone, para su mirada
cuando saluda a las constelaciones, el Boyero y las
Cabrillas
contra el incendio de las tempestades
o bien qué mueca definitivamente fría como un hueso.
Gesto de sable pájaro, ademán de orgullo
cuando con los días contados
finges, te creces, injurias con la voz que va derecha.
Fugaces cortesías de los mares se disputan tu honor
y cierto género de noticias o silencios muy elocuentes,
espías del recuerdo las estrellas evocadoras, oleajes
de postrimerías, bendiciones, cuando
-bajo la advocación del Holandés- te desposas con el
aparejo
y el viento oficiante murmura
sobre el podrido tálamo de lona
mientras que la madera entona el réquiem.
De "Elphistone" 1989
EN LA INDIA
(Loto)
-¿Quién eres tú, misteriosa
paloma vegetal de las aguas
perfumada estrella viviente?
-Cuando alza el azafrán como un monarca
su morada corona
y hace brillar su pistilo escarlata
del color de unos labios diciendo: “cosechadme”
y las lentejas de agua
y las castañas de agua
abren sus verdes ojos y pasean por el lago
yo lanzo mis raíces
a las profundidades
navego
por debajo
en un viaje de muerte
como el amor terrible
atravieso el olvido
y llego hasta la tierra sub-acuática
como a un palacio negro
y allí entro
sombrío, soberano
a comenzar mi historia
y entonces
vivo contra las aguas
desde la tierra al cielo
como el amor real
y majestuoso
subo
de la savia a la flor
y entonces soy
corazón blanco en las manos del río
soy nube anclada
de salvajes raíces
soy el suave
cordero
de las lagunas:
la rosa de Siddhartha.
"El sueño oscuro" 1994
ENTRE TÚ Y YO...
Entre tú y yo no hay ningún no.
"El sueño oscuro" 1994
ESCUCHA, ESCÚCHAME...
Escucha, escúchame, nada de vidrios verdes o doscientos días
de historia, o de libros
abiertos como heridas abiertas, o de lunas de Jonia y cosas así,
sino sólo beber yedra mala, y zarzas, y erizadas anémonas
parecidas a flores.
Escucha, dime, siempre fue de este modo,
algo falta y hay que ponerle nombre,
creer en la poesía, y en la intolerancia de la poesía, y decir niña
o decir nube, adelfa,
sufrimiento,
decir desesperada vena sola, cosas así, casi reliquias, casi lejos.
Y no es únicamente por el órgano tiempo que cesa y no cesa,
por lo crecido, para lo sonriente,
para mi soledad hecha esquina, hecha torre, hecha leve notario,
hecha párvula muerta,
sino porque no hay otra forma más violenta de alejarse.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
FÁBULA DE LA FUENTE Y EL CABALLO
A Beatriz de Laiglesia y Werner Aspenström
Dicen que murió un caballo.
Contaron que pasó como una sombra, que galopaba
como noticia que va corriendo
todos los días hasta la fuente -agua y sonidos blancos,
jaurías blancas y galgo crepitartodos los días entre la nieve y en el deshielo, sobre la
hierba de mayo, año tras año
huía de los lobos
ese caballo que ahora está muerto
atravesaba los bosques encendidos por la luna
quien lo saludaba fríamente.
Era castaño -acaso era una yeguaese caballo del que hablo. Nunca lo podré conocer.
Me han dicho que pasó como una sombra
que su vida no fue sino una sombra y sin embargo el caballo
era luz.
Era un caballo ateniense. En sus ojos brillaba el fuego
de la verdad y la beneza,
pero nadie lo conoció.
Ese caballo que ahora viene vigilante hasta este poema
con los ojos agrandados por el insomnio de la muerte,
con la mirada de mi hermano y la sonrisa de fábula
a veces miraba a los hombres,
pero los hombres no sabían prestar atención a un caballo.
Ni el sabio ni el indiferente se preocuparon de indagar.
Y así el caballo pudo ir año tras año
hasta la fuente aquella y dicen
que se hicieron compañía
durante los durísimos tiempos.
No hablaban más que de sus cosas
en un lenguaje desconocido, más misterioso que el sueco
aquel caballo y aquena fuente.
La fuente era una comadre de las que todavía quedan,
vividora, aficionada
a los chismes.
El caballo era un caballero, no puede decirse otra cosa.
Dicen que galopaba como noticia que va corriendo
a propagar la prosperidad, como un mensaje
del rojo del verano.
Y nadie lo escuchó sino la fuente, nadie supo su signo
ni su símbolo,
nadie quiso saber sino la fuente de aquel caballo color hoja seca.
En el interior de un verso sueco descansa de su soledad
y ahora ha negado a este poema antes del amanecer
con grandes ojos semejantes a los de un antiguo profeta,
con ojos que no se preguntan si fue dios quien hizo la
muerte,
con grandes ojos elevados
a la categoría de potencias.
Sueño y sendero, sangre y oscuridad
que suenan como campanadas.
Hacia dónde vuelan. De su paso no queda
vestigio alguno. Y el caballo -desde la noche- mira y aprueba
no los ojos de la desapacible
sino la última luz de una brizna de hierba.
"Capitán Elphistone" 1988
HASTA NOSOTROS LA INFANCIA DE LOS METALES RAROS...
Corónate, juventud, de una hoja más aguda
SAINT-JOHN PERSE
Hasta nosotros la infancia de los metales raros,
la muchedumbre de la plata que nos pudre en su espuma,
su larga espuma larga como una cinta que naciera en un
cuaderno de Back el Joven
Y viniera a morir aquí,
en las aves que anidan en los discos,
mientras Rainer María ya no es tan joven como en la
página 38,
no es ni siquiera un joven muerto,
un infante difunto sin pavana,
y yo lo sé,
y no desfallecemos entre sexos cerrados como libros
cerrados,
pero desfallecemos,
yo me desmayo,
tú te desvaneces,
él siente un ligero mareo sin llegar a la náusea
escrita o no escrita.
Ay, bostezamos ante tazas de azul de metileno,
aspiramos con aire distante el amoníaco,
nos hastiamos frente al alto sonido del vitriolo,
nos coronamos de veronal,
pues no encontramos hoja más aguda.
Mi hermano busca el cetro de mil alas de Heliogábalo,
aquellos niños prefieren la tiara papel,
y estos pequeños cíclopes enfermos del pulmón
que bajan de autobuses o de la marihuana,
y son hermosos como hermafroditas,
se coronan con cipreses de silos color vino:
no han encontrado un árbol más agudo.
Pero qué más da, el vaivén de sus cuerpos es vano y
terrible,
y en absoluto excesiva la droga seria que se teje en la
sangre,
las inyecciones de grave savia,
el hierro y el mercurio en las arterias haciendo de
armadura y filtro,
el casco negro y la zarza negra de ningún caballero andante.
Como en mi medieval historia,
cuando ardían las piedras colegiales
para las brechas en la frente
y el cuerpo me dotaba de opio recién nacido,
la hora propia nos confunde,
nos hace himnos o hijos del antiguo caballo mitológico
y de una niña triste con la vena extendida,
de una aguja levantada por nieve increíble,
por amarillo de palomas persas:
hablemos de los caballos padres,
hagamos alusión a los cascos secretos que nos darán la paz
y a las bridas ningunas,
a las futuras crines delicadamente angustiadas,
hablemos de los caballos padres que nos traerán la
muerte y de la luna de anfetamina,
hablemos de la vena madre que nos traerá la dicha del fin,
hablemos de la virgen bebida extrema,
no hablemos sino del litoral y las vertientes de la locura
que posee a los hombres en los parques y ordena,
sino del puñalito que coronará la arteria coronaria como
diadema suma
con la hoja infantil del metal más raro y más agudo del
mundo.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
HOMBRES DE LOS OCÉANOS
A Miguel Lodeiro
Navego
sobre trigo celeste
entre hierbas azules por los campos marinos.
Aquí son gaviotas las tórtolas
y el mirlo, cormorán.
Los que labran estos húmedos surcos
de color verde o índigo
recogen plata
si siembran
sueños
o deseos
de volver al hogar.
LO QUE TUVE Y LO QUE NO TUVE...
Lo que tuve y lo que no tuve y acaso aquello que mi mano
solitariamente asilaba,
todo lo que ahora escucho maldecir y llamear.
Del mismo modo que escucho tu nombre golpeando fragua
mítica,
sonando en metal de saga,
en herrería blanca que aún me quema.
"Báculo de Babel" 1982
LOS LABIOS IMPACIENTES...
Los labios impacientes de la noche te sanan mientras abren
el olor de la piedra
te conducen si acosan el alma de la piedra
si el tierno corazón mineral beben
es tu hora es la noche
así, dirás que te han robado como un vino novicio
y te harás piedra aguda como un líquido agudo
limpia como opio de oro
y será s tregua tuya
y alianza
así, dirás que la que es contigo y lleva un aire desigual a
balanza entre estrellas
la idéntica más favorable
tu obra nocturna rara
es la que muestra sonrisa y griterío
palabras como estrellas
y escucha un piano terso como una estrella, estrellas.
"El sueño oscuro" 1994
MANTUA
Qué bandada de horas hacia nunca más aprovecha el viento
a favor,
qué brusco aleteo cuando todas las aves han callado,
cuando de las acacias risas secas escapan huyendo hacia el
final
o ese hombre entre las estatuas entristecidas y las fuentes que
vigilan su honra
mientras el agua desenreda su elocuencia
y la luna quebrada juzga tu quehacer.
Cuando callaron los vencejos
un ladrón volvió al cruce de calles dirigiendo a la luna
inéditas súplicas,
llamándola hoja de olivo y sal de la noche,
extrañas invocaciones que ignora el poeta,
entre piedras, sobre el pavimento, caído
al costado del hotel Wellington
donde declina su porvenir asombrado por la luna
bajo un pálido claro de letra. Esta era la escena.
Y vio cómo la flota de las horas naufragaba en la noche,
en el agua oscura, entre las estrellas,
con todas las velas sueltas se hundía entre las sábanas,
negaba hasta tu lecho.
"Capitán Elphistone" 1988
MARINA
Te he visto, océano
te he galopado
a lomos de un violín
de madera pulida
de un potro alabeado
del color del cerezo
y eras, océano
un prado
de hierba azul
en movimiento.
Como si fueras
el propio olvido
te he visitado
océano
emperador de las aguas
espejo profundo del cielo
y he visto en tus eternas barbas de espuma
cereales azules y flores del silencio.
"El sueño oscuro" 1994
MARINA DEL COLOR DEL AMOR
Eres la estrofa azul, el poema verde
que mi amor me recita con su sonrisa roja
que me canta mi amor
con alma gigantesca y dedos negros.
Eres el verso azul inacabable
hecho de estrellas y de cielo líquido
sembrado de naranjas y de lunas
donde ata mi amor sus pensamientos.
"El sueño oscuro" 1994
MARINA DEL LIBRO
Inquiero los porqués, los hasta cuándo
los cómo y dónde
y esa pregunta muda que me ahoga
y vive en el silencio.
Y entonces tú contestas
majestuoso
enorme gamo verde
país de agua
donde los soñadores se dan cita.
Me hablas
grande mar
telón del cielo
y tus olas responden como páginas
de un libro cuyo autor lo sabe todo
como páginas, mar
y como pétalos
de una rosa que nunca se deshoja.
"El sueño oscuro" 1994
MUERTE PÁJARO PRÍNCIPE...
Muerte pájaro príncipe, un pájaro es un ángel inmaduro.
Y así, hablaré de tus manos que se alejan y de las manos
de lo hermosísimo ardiendo,
pequeño dios con nariz de ciervo, hermano mío, héroes
de alma recortada,
niñas de oro hipodérmico que nunca creen morir,
qué aguda la pupila y el filo de los dedos encendiendo la
muerte mientras un ángel sobrevuela y pasa de largo
con el pico de plata y de ginebra,
labios del mediodía resuelto en ave sobre tus manos que
se alejan y mis manos
y las manos del pequeño ciervo de aire griego salvaje,
hermano mío,
y las manos sin venas de los héroes, de las madonas
amnésicas.
Mis alas de dolor robadas por tus manos, amor mío,
corazón mío pintado de blanco,
mis alas de dolor con botellas agónicas y líquidos que
disuelven la vida,
y los labios que te aman en mí en la convulso,
y la música en trompas delgadísimas, trompetas peraltadas.
peraltadas, columnas niñas, qué
sobreagudo el do,
la mirada más alta y la más alta queja,
muerte pájaro príncipe volando,
un pájaro es un ángel inmaduro.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
OCEÁNIDOS
De los bosques salados
llegan ciervos
que son delfines
brincando en su belleza
como arcos celestes .
Parecen hechos de hojas de olivo
tras una lluvia de luz de luna .
Como potros
como campanas
saltan
brillan
salpican
sueños.
OCEÁNIDOS II
Ay ballestas de plata
sobre los matorrales
de la espuma
que lanzáis como flechas
vuestro cuerpo en el salto.
Ay sabios adivinos
voladores
delicados
délficos
delfines.
Tórtolas de las aguas.
Sobre los blancos matorrales
también vosotros
morís de amor.
OFRENDA
Decidme, agua, fuego furioso, nuvia del infierno,
sobre la grande mar redoblan los tambores
del enemigo viento y retumban como campanas
los lingotes de cobre en la sentina.
Decidme, lastre o mercancía, fardos de especias, negros
fueron sacrificados al gran ladrón, fueron por la borda,
sombras raptadas, ropas, animales
y una mujer.
"Capitán Elphistone" 1988
PARA OLGA
Niña de greyes delicadamente doradas,
niña obsesión de la cigüeña virgen
con mechones de plumas de damasco
que salpicaban muerte,
de la cigüeña loca con alones
de estricnina dorada
que viajaba dejándote un corpóreo perfume,
un pulcro olor a lilas, ya dorados y rudos sueños.
Niña que obedeció al autillo apóstol
y a la mirada turbia de los ojos reales,
con pueriles dibujos de Selene y demás.
Niña de inexistente concierto,
niña de crueles sonatinas y malévolos libros de Tom Wolfe,
o de encajes de brujas para vendar las llagas de los corzos
heridos,
de ciervos vulnerados asomados en los oteros místicos,
en los sitios así.
Niña pluscuamperfecta, niña que nunca fuimos,
dilo ahora,
dilo ahora tú, ahora que es tan tarde,
pronuncia el torvo adagio,
pronúnciame la lágrima,
la silueta morada de la yegua,
la del potro que se tendió a tus pies despertando la espuma.
Declama abandonada las palabras de antaño,
sombra de Juan Ramón: Soledad, te soy fiel.
Declama desdeñosa las palabras de antaño,
pero no aquella estrofa cortesana,
no hables de reinas blancas como un lirio,
nieves y Juana ardiendo,
y la melancolía entretejida
del querido Villon,
sino los verbos claros donde poder beber el líquido más triste,
jarros de mar y alivio, ahora que ya es tarde,
alza párvula voz y eco albacea y canta:
Dile a la vida que la recuerdo,
que la recuerdo.
Definitivamente se extravía en un bosque naciente esta muerte
pequeña,
el brote del cometa detenido,
esto que nadie salva,
joven volcán de huesos y ráfaga novicia
hecha de pájaro y de párpado y de ola pensante
que ningún libro estela,
ningún libro estofado de oro solar de Italia,
ningún libro de lava
viene a sellar por mí.
Y así la muerte tantas veces escrita
se me vuelve radiante,
y puedo hablar
del deseo y del lacre rubio y ciego en los faros,
del cadáver quimera de la tripulación.
Y así la muerte
se convierte en historia
de aquella niña muda que se ahorcó
con las cuerdas boreales del arpa
porque tenía en la lengua un veneno nupcial.
Definitivamente me extravío acunando camadas de raros
epitafios,
niña de grey dorada,
diré a la vida que la recuerdas,
diré a la muerte que la recuerdas,
que recuerdas sus líneas conjurando tu sombra,
que recuerdas sus hábitos y su carácter solo,
su laurel ácido, su profunda zarza, su descarado error y sus
hordas dolidas,
mientras gatos efesios van llorando a mis pies,
mientras gatas perdidas plateadas
van cuajando su alcurnia en ciprés genealógico y en álamo,
diré a la vida que te recuerde,
que me recuerde,
ahora,
cuando me alzo con cuerdas capilares y bucles
hasta el desastre de mi cabeza,
hasta el desastre de mis veinte años,
hasta el desastre, luz quebrantahuesos.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
SANGRO DE VERAS SANGRO LUZ...
Sangro de veras sangro luz que se escapa y es en mí donde las
cabalgaduras se reúnen para arrancar con orlados cascos ancas
de piedra atesorada la asesina vegetación del tomillo y las llamas
de mayo. También arrastro mi sueño como un vestido manchado
sucio y celeste originado por el ángel que divulga la sangre la sed
arrastro mi sueño emerjo bajo un mediodía inmoderado arrastrando
y dejando ángulos letras que penden de los cielos de la sangre la sed.
"Báculo de Babel" 1982
SOMBRA Y RITO DE AMOR...
Sombra y rito de amor:
di tú ángel visible
cuya existencia se fragua en la insumisión
a la palabra y a su asilo
di tú ángel adelgazado por el silencio,
esbeltísimo en lo callado,
con el costado intacto antiguo en guerras
di tú la palabra que leo en el minuto que dura mi corazón.
"Báculo de Babel" 1982
SUSPIRO GERMÁNICO
Limpio y claro como una gota de agua
como una lágrima
tu amor
como una gota de agua transparente
como una lágrima
es transparente
limpio y claro
como una lágrima
tu amor
y como un beso.
"La tierra transparente" 2001
TE VEO EN UNA PROFUNDIDAD QUIETA Y CLARA ...
Te veo en una profundidad quieta y clara y tus ojos amantes
me acompañan de cerca. Bien puedes romper todas mis
remilgadas opiniones llenas de chismes, enredos y vicios:
entre tú y yo no hay ninguno.
"El sueño oscuro" 1994
TÚ ERAS COLUMNA DE BABILONIA...
Tú eras columna de Babilonia o casi,
capítulo del beso de Babel cuando eras mano
labios dedos torres
historia alta de ti,
el libro de la voz deshojándose con paso de
danza,
y la colonia que se despierta y escribe estrofas
verdes,
y el viento escabel para tus pies
en la luna bermeja del salón.
O cuando fuiste dioses, dioses para la
adolescencia que se vende,
o antes, sí, antes de esperar casas
del lenguaje arquitecto,
templos para mi soledad y rastro lejano de ti,
mirando el ligero Mediterráneo,
aguardando una iluminación del nervioso mar,
un haz de días,
una camada lírica.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
UNO
De este modo se forma agreste y larga como agua sin riqueza,
como un animal que no aguarda,
el vuelo, la grandeza, los belfos con fiebre, las alas malheridas,
como un animal impensado, el perfil vuelto hacia los vientos y
los peligros.
Con escrituras terrestres, huellas de ancas y cascos, egagrópilas
y excrementos,
con escrituras del instinto levantando la luz o bien golpeándola,
con escrituras del instinto y perfume mortal.
Animal de la perfección, tu último rostro me niega,
tu caligrafía amarga en el hondo lugar de mayo,
tu salvación de espada que se desploma, de sangre pálida,
tu absoluto sin ángeles ni mares libres.
"Libro de las bestias. Primer fisiólogo" 1984
URSA MAIOR
Cierra tus puertas, muerte de los sueños,
fueras el hombre que en turbión de centeno
y hierba seca sobre el mar amarillo
cae cuando se desbocan los caballos
y despierta la cólera del padre.
Aquí y allá caía sobre el mar
sin perder su sonrisa torcida,
anunciaba sus derechos escudo en alto,
y en la sombra que legisla la usura y los muertos
encendió para ti su elocuencia.
Sal de los malecones, señor de los sueños,
muestra tu condición, levanta estatuas
con los barcos perdidos en el dorso.
Vuelve a nosotros ese tu rostro
coronado de algas y espinas.
"Capitán Elphistone" 1988
VENDRÁ SIN LAS ESTRELLAS LÁCTEAS...
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
C. Pavese
Vendrá sin las estrellas lácteas
y sin tiranosaurios de luz,
maroma umbilical para niños marítimos
que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos
huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la
columna vertical mayor,
entre jarcias y vértebras.
Pues somos una saga.
Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro,
y golpes de cerezo.
Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante,
que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño,
complicadísimas hidrólisis,
pero nunca marfil y mediodía.
Colegio: niña que bebía los pomelos
directamente en labios de la noche,
que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie,
que juraba que el miedo
la había violado hasta doscientos hijos.
Amor, la niña rusa
que comulgaba reno asado
Iy bebía liquen.
Amor, la niña rusa que leía a Tom Wolfe.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
YA NO ES IDIOMA DEGOLLADO...
Ya no es idioma degollado desavenencia de sinfonías música
del prodigio de un dios captado. Ya no es.
Ahora todo te vence te olvida con unción.
Por ti el vino ulcerado yace por ti yace muy frio el vino de la infancia
y su pasión despierta, sombra en sus juicios en su instinto
que se desmaya sus perfumes. Y mientras vas tomando la excéntrica forma de mi vigilia
lloro sobre una generación que es la mía y no existe. Sobre una generación que no existe y
la canto.
"Báculo de Babel" 1982
YO SOLA OSCURA...
Yo sola oscura por azoteas con alas amontonadas por la quietud y por la
muerte agrandadas y por cantos diciéndote ay condúceme con mi corazón
desconocido a la puerta de las tiendas todas donde venden altísimas
gravitaciones ángeles infinitamente confusos que acuden en compases de trenes y se
albergan en grises estuarios ay condúceme ahora cuando mi fortaleza martiriza
derramándose cuando excesivamente levanta armas de nada y se precipita sobre nada
como una certeza y una antífona de la eliminación.
"Báculo de Babel" 1982
YO TE DI HUESOS DE PALOMAS ROJAS...
Los muertos odian el número dos.
F. García Lorca
Yo te di huesos de palomas rojas
de palomas que alientan dentro de los rasguños
desdeñoso licor de herida
pequeño peldaño de muerte
Atrapé las palomas que habitaban en la sangre alterada
de los niños perversos
robé vuelos morados
vuelos de adelfa y alarido
vuelos de arteria y arañazo
espejos
fiestas
del jacintos del sur
Yo te di huesos de palomas muy pequeñas
astrolabios de tierno esqueleto
guías luciérnagas y otras luces nerviosas
para que oyeras cómo el fósforo declama los viejos versos
del número par
para anclarte a mi noche
para anclarte a mi noche con la cal delicada
Yo te di huesos
anclas pequeñitas
para que te encallaras en la sal de las puertas
y dije las palabras que así existen
filtros de Melibea
brujas líquidas
o la voz fuerte de Rilke el poeta:
retenle
sí, retenle.
"De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980
URSA MAIOR
Cierra tus puertas, muerte de los sueños,
fueras el hombre que en turbión de centeno
y hierba seca sobre el mar amarillo
cae cuando se desbocan los caballos
y despierta la cólera del padre.
Aquí y allá caía sobre el mar
sin perder su sonrisa torcida,
anunciaba sus derechos escudo en alto,
y en la sombra que legisla la usura y los muertos
encendió para ti su elocuencia.
Sal de los malecones, señor de los sueños,
muestra tu condición, levanta estatuas
con los barcos perdidos en el dorso.
Vuelve a nosotros ese tu rostro
coronado de algas y espinas.
QUÉ SEÑOR DE LAS NOCHES...
Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes,
qué silencio crecido en un secreto como las ramas y
las catedrales
cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies.
Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero recuerda
aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la
oscuridad
como dos animales vivos.
Sobre la niebla, entonces, propagaba su pensamiento
y relaciones y analogías relucían semejantes a peces,
recuerdos refulgiendo sobre el lomo del mar, huraños
pasillos de la memoria, entonces —los últimos
sentimientos, negros como la sombra en la bodega,
se saben todavía mal interpretados —qué astrolabio
y qué brújula, qué viento del noroeste
para el sombrío capitán Elphistone, para su mirada
cuando saluda a las constelaciones, el Boyero y las
Cabrillas
contra el incendio de las tempestades
o bien qué mueca definitivamente fría como un hueso.
QUÉ SEÑOR DE LAS NOCHES...
Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes,
qué silencio crecido en un secreto como las ramas y
las catedrales
cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies.
Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero recuerda
aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la
oscuridad
como dos animales vivos.
Sobre la niebla, entonces, propagaba su pensamiento
y relaciones y analogías relucían semejantes a peces,
recuerdos refulgiendo sobre el lomo del mar, huraños
pasillos de la memoria, entonces —los últimos
sentimientos, negros como la sombra en la bodega,
se saben todavía mal interpretados —qué astrolabio
y qué brújula, qué viento del noroeste
para el sombrío capitán Elphistone, para su mirada
cuando saluda a las constelaciones, el Boyero y las
Cabrillas
contra el incendio de las tempestades
o bien qué mueca definitivamente fría como un hueso.
Ángel Montoya Alberto
Biografía
Poeta colombiano, nacido en Bogotá en 1902.
Cultor de un tono romántico trabajado en sonetos magistrales. Enamorado de la bohemia,
del amor y de la mujer en niveles de suma elegancia, el poeta mereció el calificativo de
Maestro del soneto galante. Y eso fue, con toda justeza y exactitud.
Su vida estuvo dedicada a la poesía de modo exclusivo. Sus diversos libros, entre los cuales
se destacan «La vigilia del vino» y «El alba inútil», fueron reunidos en un solo volumen con
el título de «Lección de poesía».
Falleció en 1970.
A TIA UNA AMAZONA ANACAMPO DE CAZA
CENACITA
DOS MUJERES
EL ALBA INÚTILEL BESOEL RETORNO EL RITO
UN DULCE PRESAGIO...
ESA MUJER
ELLAÉRAMOS TRES LOS CABALLEROS
ESTUVO ELLA TAN CERCA....FÉMINA
JOYEL LA CITA II
LA INICIADALA NIÑA DE LAS NARANJAS
LA VOZ APENASLAS COPAS LAS MANOS
LELIA MADRIGALESMAITINESNOCTURNO OFRENDA
PERENNIDAD
QUERELLA
PASION TARDÍA
PRELUDIO
RENUNCIAMIENTO
ROMANCE DE LA NIÑA INOCENTE
ROMANCE DEL ESTÍO
ROUGE
SE EVAPORO SU NOMBRE... SE EXTASIABAN TUS OJOS EN LA ESPERA...
SONETO AL AMOR I
SONETO AL AMOR II
SONETO AL AMOR III
SOUVENIR
TU PIE TU ZAPATO
VARIACIÓN PARA UN RECUERDO
VARIACION SOBRE EL TEMA DE SUS MANOS
VIENTO EN LA ALCOBA VOLVIÓ ALGÚN DÍA MI PASIÓN ERRANTE...
VUELO DEL CORAZÓN...
ES
PRELUDIO
...Cecil, van a talar el bosque.
Un día florecieron tus manos en la ausencia
de la luz que tu mano resumía...
Era octubre, y la doble florescencia
de tus manos -estrellas sin distanciainventaba la luz con su presencia.
Tu belleza era sólo tu fragancia
para mí que en la sombra te sentía,
y tu talle en mi brazo tu distancia,
y tu nombre el lenguaje de la umbría
con aquel cecear de hojas de viento.
Era octubre, era invierno y eras mía.
Eras más que mujer, un pensamiento
hacia una mujer, que me viniera
vuelto perfume y sílaba en el viento.
Y el bosque todo en sus rumores era
tu nombre tantas veces repetido
como hojas vio nacer la primavera.
Iba el viento a tu cuerpo tan ceñido
y tú a mí tan ceñida entre la bruma,
que fue de bruma y viento tu vestido.
No más así sentirte era la suma
visión de tu belleza reclinada
contra el amor, al viento y a la bruma.
No más así eras toda. Tu mirada
debió copiar la senda ensombrecida,
y yo sé que vagué por tu mirada.
Yo sentí tu melena distraída,
como otro sol tendido a la tiniebla,
flotar sobre mis sienes y mi vida.
Tu nombre. El bosque. Y un rumor que puebla
con tu nombre no más el bosque entero.
Y tú de viento, de perfume y niebla.
Tú, alta y fina no más por el sendero.
Nada más que alta, perfumada y fina.
Y yo hallando en tu brazo otro sendero.
La mano que seduce y que adivina
erraba varonil y silenciosa
de una mínima fronda a una colina.
El lirio dúctil y la erecta rosa.
Fingido miedo y mentirosa huida,
porque encontré la negra mariposa
del invierno en tu sexo detenida.
Cómo la mano varonil y errante
supo acercar tu carne estremecida
a ti misma que huías del instante
acercándote más, y aún más cercana
fingías defenderte aún más distante.
Ni más dulce blancura ni más grana
tuvo el viejo cantar cuando decía,
"hay leche y miel bajo tu lengua, hermana".
Hoja a hoja el invierno descendía:
Era tu nombre sobre el mundo, eterno.
Cecilia...El bosque....Tu esbeltez....Un día....
Cuán cálida estación fue aquel invierno.
SE EXTASIABAN TUS OJOS EN LA ESPERA...
Se extasiaban tus ojos en la espera
y una ola de amplia encajería
tu albo cuerpo orgulloso circuía
como circunda el mar una escollera.
Altanero pendón, alta bandera
alzada en ti por recordar la vía,
sobre el cuello y los hombros se extendía,
a un viento de pasión, tu cabellera.
Desde las duras cúpulas al blando
y oculto valle, la batalla entera
fulgió al incendio de tu boca, cuando
tras la derrota de tu cabellera,
como una lanza a un viento sin bandera,
quedó tu grito entre los dos temblando.
ROMANCE DE LA NIÑA INOCENTE
No me la mostréis vestida
que yo la miré desnuda.
Su propia piel la ceñía
veste a su propia hermosura.
Y era de armiño su cuello
que en red de venas se azula.
Y era el sostén de sus senos
su sola forma alta y dura.
Y para el seno por joyas
los corales de sus puntas.
Y el banco raso del torso
bajando hasta la negrura
del terciopelo que al sexo
a un tiempo exhibe y oculta.
Y eran sus piernas de seda.
Y eran sus plantas menudas.
-Tan menudas que en mi mano
cupieron una por una-.
Zapatos de Cenicienta,
cómo brillaban sus uñas.
No me la mostréis vestida
que yo la tuve desnuda.
VUELO DEL CORAZÓN...
Vuelo del corazón que se ha abatido
de tan alto volar sobre tu seno.
Vuelo del corazón que en campo ajeno
cayó ayer al azar de lo perdido.
Unos ojos de cielo descendido,
y un seno en nube hacia ese azul, y lleno
de aquel mirar el seno, y sobre el seno
el amor en dos nubes repartido.
Nada más fue este amor. Mi campo cierra
hoy un límite exacto, y el desvelo
de un otro amor por mis dominios yerra.
Nada más fue este amor que el sólo vuelo
de haber soñado que la oscura tierra
pudiera ser la nube y ser el cielo.
VOLVIÓ ALGÚN DÍA MI PASIÓN ERRANTE...
Volvió algún día mi pasión errante
a tu ardua playa que llamé yo mía.
Marino sólo en su melancolía,
viré hacia ti la ruta y el instante.
Volví a ganarte, oh isla, al expectante
litoral de tu flanco y su armonía.
Mar al cielo y al cielo la osadía
del vuelo al mar....Y el litoral delante.
Ojos y sexo por ganar la gloria
de tu cuerpo insular. Era la guerra
del placer y el dolor por su victoria.
Y en los ojos y el sexo --cielo y tierra-perdí tu amor pero gané tu historia:
oh Gladys B***, tu cuerpo fue Inglaterra.
ESTUVO ELLA TAN CERCA...
Estuvo ella tan cerca, su cuerpo junto al mío,
que entreverle los senos era amarla dos veces.
Iba el río cantando porque el agua del río
el cuerpo de la niña le inventaba los peces.
Era tan bello el cuerpo y el cuerpo era tan mío,
que yo supe ser río jugando con sus peces.
Pasa el río gritando, y a la orilla del río
un recuerdo redondo me tortura dos veces.
¿Qué se hicieron los senos de la niña en las ondas?
¿Por cuál cauce de sombra naufragó su azucena?
¿Por qué arroyos sus brazos y en qué grutas sus frondas?
Vuelve el río llorando sin la niña. Salvaje
fulge el trópico y ríe. -De la niña, en la arena,
quedó sólo la forma de un perfume en su traje-.
ES UN DULCE PRESAGIO...
"A batallas de amor, campo de plumas..."
Luis de Góngora y Argote
Es un dulce presagio de combate
este extenderse entre la bruma intacta
de frío albor que con tu albura pacta
porque el goce sus ímpetus desate.
Esta albura de lino, y esta mate
palidez que en tu vientre se retracta
en un sitio no más, con esa exacta
negrura azul que alértase al combate.
Largo tu brazo en su extensión dilata
la espera voluptuosa e intranquila;
mas cae al fin la niebla de tu bata,
cuando ante la pasión que los vigila,
de algas y sal al ósculo pirata,
se abren lentos los golfos de tu axila.
VARIACIÓN PARA UN RECUERDO
I
El tiempo ya, Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es como un viento.
Y en el viento una hoja va dorada.
Es tu melena de oro en aquel largo
amanecer de un baile jubiloso.
Hoja al alba del beso desvelado.
Yo en medio de la fiesta estaba solo,
pero era todo tú cuando caía
tu cabeza dorada sobre mi hombro.
Las rondas de galanes te seguían,
asediando tu cuerpo con palabras
que tú sólo en mis manos comprendías.
El diván recatado se alargaba
un poco menos largo que tu cuerpo
y al fulgor excesivo de la lámpara.
Tú amenguaste la luz en un reflejo
tan escaso y tan pálido que apenas
el rescoldo brilló del pebetero.
Y yo hallé entre la sombra tus guedejas,
y el diván parecióme en ese instante
un poco menos largo que tus piernas.
Y ardió entonces la lámpara en la sangre,
suspensa en la sorpresa del hallazgo
por una dualidad de fruta y ave.
Al erguirte, tu cuerpo fue más alto
que nunca aquella noche y aquel baile
porque él llegó a la altura de mis labios.
Afuera, en el salón, con tono grave,
algún galán filósofo explicaba
el "pienso luego existo" de Descartes.
Mas ya el tiempo eras tú dentro del alma....
Dime, ¿por tus salones elegantes
entre una luz de joyas y de galas
surgidas al albor de tus nupciales
azucenas de espera resignada,
o en tus nupcias, ya de otro tu azucena,
no evocaste un momento aquella estancia?
¿Olvidaste aquel mundo que era apenas
ese doble hemisferio de tus senos
bajo el sol primordial de tu melena?
¿Y aquel instante al pálido reflejo
de una lámpara vana en la sorpresa
de las manos, los labios y los besos?
¿En tu grato salón, con tono grave,
aún tu galán filósofo te habla?
¿A qué otro amor le explicas lo que sabes?
El tiempo ya , Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es como un viento.
Y en el viento una hoja aún va dorada.
Mas es triste la ráfaga del tiempo.
II
A ti volví una noche porque mi alma
caía como un fruto en tu recuerdo.
Pero era ya ceniza la manzana.
Llegábame tu voz como del eco
de otra voz nunca oída y nunca amada,
y en mi sueño de amor aún era el sueño
tu voz entre otras voces ignoradas,
cuando de fronda y alba tus cabellos
despertaban los días en tu espalda.
¿Qué te hablan esas voces? ¿Con qué acento
dicen ahora la gentil palabra
que yo una aurora te enseñé en silencio?
Y jamás otra voz, si otra voz canta,
dirá lo que el silencio de aquel beso
que a tu alondra infantil le enseñó el alba.
¿Qué fácil traje de sensual diseño
prolongará en tus hombros la mañana
del baile de esa noche? ¿En qué discreto
camarín tu cabello es el champaña?
¿Qué amor partirá el mundo en tus dos senos?
¿En qué anillo o qué broche está tu alma?
Alguien viene a decirme que el invierno
golpea en el cristal de mi ventana.
¿Cuál será la ventana y cuál el cielo?
En el trágico viento iba dorada
una hoja perenne que en el cierzo
otra hoja más cálida evocaba.
Así devuelvo al alba mi recuerdo
porque nada le falte a la alborada
de tu amor, y aún le sobren estos versos.
Es tiempo ya, Cecilia, sobre mi alma
y en mi cumbre de sombra, es sólo el viento.
Y el viento es ya la noche sin el alba.
Mas tú fuiste la víspera del tiempo.
LA VOZ APENAS
Yo me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenascomo se quedan los marinos
oyendo el mar desde la tierra.
Y sin embargo yo algún día
pude ceñir la fácil hembra
y así ganar en dulce viaje
la costa azul de sus ojeras.
Y beber pude entre sus manos
el agua amarga de las penas,
por sólo hundir entre sus senos
mi ansia de onda y de sirena.
Yo amé mujeres como islas
entre amplios lechos de marea
donde las olas de los linos
alzaba el gozo de la entrega.
Y vi penínsulas de brazos;
playa al amor del beso abierta
para llevar el labio lento
hasta una rada de sorpresa.
Y hallé las cóncavas marismas,
-que son lo mismo alga y guedejay hacia ellas iba la pasión
como hacia el norte va la vela.
Pero la voz de esa mujer
era la única sirena
para el oído turbulento
en las sensuales odiseas.
Y me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenascomo se quedan los marinos
oyendo el mar desde la arena.
Cuán tristes son los marineros
que ansiaron muerte en la tormenta,
y junto al mar, un cualquier día,
la muerte encuentran en la tierra.
A UNA AMAZONA ( G.B. )
"El hombre sólo es completo a caballo".
J. Barbey D'Aurevilly
Quiero soñar contigo, rubia y alta amazona
que has cruzado esta tarde mis predios sin saber
que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona
clausurada del parque, no es el mismo de ayer.
Has salvado los fosos y has saltado los setos.
El viejo jardinero me ha dicho que eres tú.
Rubia y alta amazona de los claros sonetos
que yo escribí una noche porque no estabas tú.
Otra mujer cercaba mis horas con los lazos
del placer, y en su grito yo añoraba tu voz
porque el recuerdo triste de una aurora en tus brazos
segaba los minutos como el trigo a la hoz.
Si te amé, no sabría contestarle a mi duda.
Si me amaste, qué importa?... yo te amaba tal vez.
Ibas por vez primera bajo el traje desnuda,
ya desceñido el cuerpo de su alba doncellez.
Llevabas en tus labios tu deseo primero
y en los ojos azules tu lejano país.
Un bucle blondo y firme. Firme y alto el sombrero.
Las cárdenas violetas sobre tu traje gris.
Erguíase tu cuerpo tan fino como un tallo
floral, a cuyo extremo tu rostro era la flor.
¿Te acuerdas?... Sólo un día... Tu traje... Tu caballo.
Trotábamos, y el trote fue mi verso mejor.
Se asomaban los párvulos paisajes al camino
por mirarte a caballo y a mi lado pasar.
Y era el camino largo, como tu cuerpo fino.
Y era todo el camino de luz crepuscular.
Fulgía el campo verde como una esmeralda
que se hubiese caído de la mano de Dios.
Trotábamos, y el viento jugaba con tu falda.
Tu caballo -aún recuerdo- se llamaba Panglós.
II
Puedes entrar, si quieres. Llama al buen jardinero.
Desciende del caballo y avanza el breve pie
por las graves estancias y entra al salón severo,
que el fuego está encendido y es la hora del té.
Aún el diván imita la curva de tu pierna.
Y aún el fuego en las llamas imita tu carmín.
Un sólo instante efímero te hizo en mi verso eterna,
y el tiempo está en tu nombre sin principio ni fin.
Al filo del recuerdo se han tronchado mis días.
-La Garconne... Mary Duchess... Childe Harold... Sans-a-toutPuedes entrar si quieres en las cuadras vacías;
yo vendí los caballos; no lo hagas nunca tú.
Guarda como un tesoro tu júbilo. Esa intacta
alegría de entonces...Mi dolor, qué más da?
Y haz grabar en tus bridas esta sentencia exacta:
"Sólo es completo el hombre cuando a caballo va".
FÉMINA
Con una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.
Mas, ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.
Con cuánta candidez de virgen muda
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,
sabiendo que otra vez, lúbrica y fuerte,
volverás a gemir toda desnuda
aún en los brazos del Ángel de la muerte.
MADRIGALES
III
La mano que besé ayer
ya libre del fino guante,
leve, transida y fragante,
comenzaba a florecer.
Yo buscaba en su color
algo que nieve no fuera,
mientras abrió primavera
cinco pétalos de amor.
Que por verla florecer,
leve, transida y fragante,
yo misma libré del guante
la mano que besé ayer.
VI
Para el trigo de tu voz,
trémula espiga en sonido,
tienes el labio teñido
en curva como una hoz.
Yo he escuchado ese teñir
gemir de amor, y he mirado
tu grito en él desmayado
que es igual mirar que oír,
si en curva como una hoz
tu rojo labio teñido
siega la espiga en gemido
que es el trigo de tu voz.
VII
Cubre de nuevo el carmín
tu boca en alba de huida
y ya de pieles ceñida
pones a la noche fin.
Ah, que asombrada visión
mirarte otra vez desnuda.
Del raso que el cuerpo escuda
va surgiendo la visión.
La luz te sorprende al fin
toda desnuda y transida,
y sólo queda vestida
tu boca bajo el carmín.
IX
Dicen mis labios "jamás",
y "siempre" dice tu boca.
Yo orgullo de enhiesta boca,
tú espuma y brisa no más.
Qué extraña y fugaz pasión
la que soñamos eterna:
curva del seno y la pierna
en moldes de corazón.
Mañana otro amor tendrás
y hoy otro amor mi ansia invoca,
pero mi nombre tu boca
pintó de siempre y jamás.
CITA
Cómo era de hermoso el albo cuello
al quitarte la marta cibelina.
Cómo era la espalda de divina.
Cómo el hombro en su albor era de bello.
Emuló con sus uñas el destello
del diamante nupcial tu mano fina,
y cayó con la marta cibelina
tu pudor a mis manos desde el cuello.
Te cercaban batistas y pecados
y a un tiempo con tu veste descendía
mi caricia inicial por tus collados.
La tarde aún en tu diamante ardía,
pero al vagar por tus oscuros prados
la noche negra comenzó en tu umbría.
ROMANCE DEL ESTÍO
Fui a su puerta de jazmines
para pedirle una brasa,
y ella me dijo que sí,
mientras mis labios miraba.
La moza criolla tenía
rostro de color de playa,
y un mar de negros presagios
en su cabeza ondulaba.
-La boca no se la vi
porque sus ojos cegaban-.
Yo la miré caminar
flexible como una liana,
y la perla de su hombro
se me engastó en la mirada.
-La brisa ciñó sus flancos
desnudos bajo la falda-.
-¿Quieres amarme esta noche,
que será noche estrellada?
Le dije, cuando me trajo
su corazón en la brasa.
-Bajo el ardor de mis ojos
sus senos se maduraban-.
Ella me dijo que sí,
y la tomé por el anca.
Ancas que yo imaginé
ancas de zebra africana.
Piernas de yegua de sangre
que así las hallé de largas.
Pisfar de indómitos bríos
hizo estremecer la pampa.
Rudo galope de besos
oyeron los que pasaban.
Centauro de dos cabezas
miró la noche asombrada.
CENA
Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el vino.
Pero no lloras. Elegante y ducha
en el amor, sonríes a la pena.
Un llanto oculto con tu risa lucha,
y así bebes y ríes. Mas la cena
es ya el recuerdo de otra cena. Escucha:
son los "Cuentos de los bosques de Viena".
TU PIE
Nardo y rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar, florece.
Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano cabe.
Ni en la húmeda curva de tu labio,
ni en tu seno rotundo, ni en el sabio
giro sensual mi esclavitud persiste.
Ese pie, nardo y rosa, diminuto,
en el espasmo breve de un minuto
tornó mi beso eternamente triste.
LAS MANOS
Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.
Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.
Manos para borrar todas las penas.
Manos que entre las uñas afiladas
guarden cruentas lujurias ignoradas.
y al mandato de sádicos fervores,
clavaran su febril concupiscencia
en la misma maniática inconsciencia
con que otras manos deshojaran flores.
LAS COPAS
Para buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
quiero altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.
Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.
Unas en cuya euritmia transparente,
nuestros ávidos ojos evocaran
giros de amor en cuerpos de serpiente.
Otras castas cual núbiles doncellas,
y tan frágiles, ay, que se quebraran
en nuestras manos al beber en ellas.
MAITINES
Tu voz reza la gracia de la hora.
Mi orquídea en el ojal ya está marchita.
Y en tus joyas refulge la exquisita
irisación lejana de la aurora.
El amplio lecho perfumado añora
tu última ofrenda en la pasada cita.
Cómo tu vientre a la pasión me invita:
cálido huerto de enervante flora.
Místico bronce nos recuerda en vano
que hay un castigo para el goce humano.
Llega un rumor de música distante:
es el final sonoro de la orgía.
Alba de rosa... Juventud... Oh Mía.
He aquí para pecar un bello instante.
CAMPO DE CAZA
A la sombra del bosque de tu oscura melena
me acechaban tus ojos como lagos siniestros.
El fuego de tus labios orientó mi camino
porque perdí la ruta cándida de tus brazos.
Mi ruego era un anuncio de huellas bajo el alba.
Vislumbré enardecido las cumbres de tus senos,
y al sentir el efluvio de tus vírgenes frondas
azucé mis lebreles por tus flancos desnudos.
A su raudo galope de besos, se ofrecían
en una primavera de incógnitos asombros,
los núbiles senderos florecidos de nardos
y las cálidas grutas de capitosos musgos.
Iniciaron colinas y ganaron florestas.
Y al final, ya enervados por las rutas ansiosas,
alígeros cayeron sobre el valle de nieve
donde temblaba inquieta la gacela escondida.
Mujer,
-maravillosa selva donde yo me he perdidotú fuiste a mis instintos como un campo de caza.
EL ALBA INÚTIL
A los labios del hombre taciturno, la aurora
trajo un ebrio recuerdo de olvidados cantares.
El alba en las pupilas noctámbulas había
sorprendido la angustia de las viejas saudades.
En los círculos hondos de las mustias ojeras
se azulaba un exceso de veladas sensuales.
Vertió el vino de Francia
en la copa vibrante.
-La noche prolongaban
los grises cortinajes-.
Miró la flor marchita
de su frac un instante,
y evocó vagamente:
Casi estaba desnuda
en la fiebre del baile.
El breve seno apenas
velaban los encajes.
Oprimía la espalda
la caricia insinuante
que vagaba furtiva
de deseos. El talle
cedía entre su brazo
como un junco ondulante.
Después... aun más desnuda
la tuvo que en el vals,
y pensó vagamente:
Flor y mujer, vosotras
sólo duráis un baile.
-En la mano brillaba la heráldica sortija
herencia antigua y noble de un tiempo inmemorable.
Trémula entre los dedos fatigados, la copa
despertó una añoranza de mujeres fugaces-.
***
Las lámparas habían develado la alcoba.
El alba subrayaba de luz los ventanales.
Las severas efigies de los antepasados
miraban desde el fondo de remotas edades.
Con un grito argentado de dagas, la panoplia
al nieto recordaba las glorias ancestrales.
Dejó la copa exhausta
sobre la mesa grave.
Descorrió silencioso
los grises cortinajes,
y pensó vagamente:
¿Y de todo qué resta
tras el sensual alarde?
Sólo una flor marchita
en la seda del traje.
-En las manos del hombre taciturno, la aurora
palideció una huella de victorias cobardes-.
OFRENDA
Qué dualidad de arcángel y vampiro.
Frío de sol y llama sobre el hielo.
Qué luz de amor y para amar, el cielo
concretado en tus ojos de zafiro.
Tendiéronse tus brazos en un giro
insinuante y febril de alas al vuelo,
y tu seno emergió del terciopelo,
mitad forma al amor, mitad suspiro.
Toma desde temprano, me dijiste
-y era leve tu voz como tu manolo que tarde entregar me fuera triste.
Aromaba tu fruto mi verano,
y como por temprano lo ofreciste,
tomé el fruto por bello y por temprano.
ROUGE
De un solo beso desteñir provoca
tu boca en corazón recién pintada.
Fruta y flor a la vez; copa colmada
de vino y miel para la sed más loca.
Ella en sus vivos múrices evoca
el símbolo sensual de la granada,
y pienso al verla sonreír, que nada
en el mundo es más rojo que tu boca.
Cuando presos, al fin, por mis arrojos,
ceden tus labios y después me ofrecen
aún más amor que el que al besar me dieron,
tan húmedos están y son tan rojos,
que sólo las palabras que dijeron
más rojas que tus labios me parecen.
EL BESO
Un pebetero erótica fragancia
de ámbar y nardo en el salón deslíe,
al par que en bronce un sátiro sonríe
impregnando de mal toda la estancia.
Verde malva es el traje, y tu elegancia,
porque a su encanto mi pasión confíe,
mientras las copas un efebo escancia,
perversamente en el diván se engríe.
Súbito el vino tu fervor desmaya
en un rictus de amor. Mi mano ensaya
buscar el seno repulido y breve.
Y cuando tú revives de la ignota
languidez pasional, mancha una gota
de sangre tibia tu mentón de nieve
SONETO AL AMOR I
Cuántas veces, amor, por retenerte
puse a tus pies mi juventud rendida.
Y cuántas a pesar de estar herida
te la volví a entregar por no perderte.
Cuántas veces también, altivo y fuerte,
por alcanzar la gracia prometida,
me batí frente a frente con la vida,
o me hallé cara a cara con la muerte.
Y hoy, cuando mi ilusión vuelve a tu lado
trayéndole al misterio de tu hechizo
la pluma azul del pájaro encantado,
torna otra vez a mi pupila el lloro
al mirar desde el puente levadizo
que está cerrado tu castillo de oro.
SONETO AL AMOR II
Este dolor de amor que me fue dado
a cambio del amor que di sin tasa,
para el olvido que al amor traspasa
ya tiene el corazón crucificado.
Esta sangre fluyendo del costado
será el placer de ese otro amor que pasa,
dolor que hiere y júbilo que abrasa:
otro amor a nacer para olvidado.
Herir el gozo a que clamando aspira.
Sufrir gozando de saberse herido.
Oh, amor con su verdad y su mentira.
Toda la angustia del amor perdido,
y el gozo triste que al amor le inspira
poder de corazón hacer olvido.
SONETO AL AMOR III
Hiere más fuerte, amor, hiere más hondo,
que aún en tu dardo está toda mi vida.
Para que goces con tu propia herida,
ni el alma oculto, ni la llaga escondo.
Mira un momento hacia el ayer. Al fondo,
otra -aquella- desángrase vencida.
Trasfúndele la sangre de tu herida,
y por lograrlo, amor, hiere más hondo.
Qué triste fue nuestro placer, qué vano.
Oh, carne con sus rosas y racimos,
manjar para el necrófago gusano.
Y ha de ser el final lo que quisimos
desde un tiempo, oh amor, ya tan lejano.
Mas vencidos, amor, nos redimimos.
A TI
Como la fruta original tú tienes
duplicidad de hieles y panales.
Eres todos los Males y los Bienes,
sin saber de los Bienes y los Males.
Buscando paraísos terrenales,
discurrí por tus núbiles edenes,
y al hollar de vaivenes tus rosales
hallé todos los males y los Bienes.
Al amparo de signos augurales,
diademó la inocencia de tus sienes
un gajo de las ciencias primordiales;
y, así, otra vez, a mi reclamo vienes,
trayendo en tu querer todos los Bienes,
y en tu beso fatal, todos los Males.
ANA
He vuelto al puerto tropical que un día
miró el reposo de mi sed liviana
bajo la sombra de tus brazos. Ana,
tu boca era una fruta al medio día.
Después amor y estío en romería.
Viajes por hielo en el borgoña grana.
Y tras el vino, la caricia vana.
Mío el desdén y tuya la porfía.
Hoy de otro cuerpo mi placer se ufana.
Al "Café de los guamos" todavía
llega en vinos nocturnos la mañana.
Pero un dolor invade mi alegría:
no haberte amado cuando fuiste mía
y amarte ahora que te sé lejana.
DOS MUJERES
Agua amarga de un mar cuya ribera
era el párpado azul. Qué cielo ido
de ese mar a otro mar, entristecido
de lágrimas también y azul ojera.
Yo las amé a las dos. La una era
triste y frágil y pálida de olvido.
Y la otra... ¿la otra?... hubiera sido
-si sido hubiese- igual a la primera.
¿Qué misterio de amor será este vano
ambicionar el fruto no caído,
cuando se tiene el fruto entre la mano?
Y soñar en un cielo descendido,
soñándolo lejano, y tan cercano
de una mar a otra mar el cielo ido.
RENUNCIAMIENTO
No sabes tú, doncella que a mi dolor te ofreces,
que mi alma está cercada de horóscopos fatales?
¿No sabes que en mi copa sólo quedan las heces
sacrílegas e impuras del vino de los males?
Si ante la sola angustia de un beso te estremeces,
cómo acoger podría tus dones virginales
aquél que a las virtudes prefirió tantas veces
el goce de los siete pecados capitales?
Huye de mi deseo. La divina serpiente
no cabe entre la curva de tu seno incipiente.
Yo que soy un fantasma de lo que fui, no puedo
contagiarte de sombra. No quiero que en tus ojos
brille una sola lágrima. Huye de los despojos
de un corazón en ruinas por donde vaga el miedo.
VARIACIÓN SOBRE EL TEMA DE SUS MANOS
Yo las miré juntándose en un acto
de pío amor, por el amor transidas.
Sutil comparación de nuestras vidas:
la dicha igual y el corazón exacto.
Qué vanidad de nieves en el pacto
de tus manos unánimes, unidas
sin otro espacio entre las dos, floridas,
que el jardín invisible de su tacto.
Blanco efluvio de angélicas redomas,
nubilando las bóvedas sombrías,
mezclaban los inciensos sus aromas
a la blancura de tus manos pías.
Qué emulación de nubes y palomas
bajo los cielos de las letanías.
ELLA
Ella está aquí, presente en la distancia
que separa su nombre de mi oído
y está aquí en el espacio estremecido
que hay entre mi recuerdo y su fragancia.
Ella se fue, y aún yerra por mi estancia
su nombre en su perfume diluido,
que por marcarle un límite al olvido
se hizo nombre y perfume la distancia.
Ella está aquí, presente en el abismo
de su ausencia en aroma. En el amargo
acento de su nombre en mi mutismo.
Que de tan corto amor, dolor tan largo,
sólo es nombre y perfume... Y sin embargo
yo pude acompañarla hasta mí mismo.
SE EVAPORÓ SU NOMBRE....
Se evaporó su nombre y ha quedado
su recuerdo en mi ser desvanecido,
como queda un arbusto alzado en nido,
ya sin trino, en el aire, despojado.
¿Cómo era su nombre? ¿En qué ignorado
alfabeto del aire está perdido?
Y una voz acercándose a mi oído:
Se llamaba -me dice-... Lo he olvidado.
Aún queda su perfume. Pero en dónde,
si él con su nombre estaba confundido
como el llanto en la lágrima se esconde?
Se lo pregunto al aire estremecido,
mas en el aire sólo me responde
un silencio que cruza hacia el olvido.
SOUVENIR
Este amor que ha llegado entre la niebla,
igual que en otro invierno, sigiloso,
todo un ayer con su presencia puebla.
No turbarán el don de su reposo
crueles palabras ni celosos daños.
Sólo la facha en la oquedad del foso.
Así vuelve el amor con sus engaños
a ser fiel esta tarde en que el invierno
le augura nieve a los perdidos años.
Vuelve otra vez amor con ese tierno
acento de ilusión en que creímos
hallar la clave de un amor eterno.
Y otra vez a la carne le pedimos,
por hallar otra vez lo que encontramos,
rosas negras y cándidos racimos.
Pero el amor de ayer no lo olvidamos.
PASIÓN TARDÍA
Toma la copa y bebe, que mañana
no habrá vino en tu copa ni en la mía.
Inútilmente prolongué mi fría
indiferencia mentirosa y vana.
Rompe la copa y ríe... Que si un día
te hizo llorar mi juventud liviana,
en el fervor de mi pasión tardía
te llamo mía, y te apellido hermana.
Que importa si en ruidosas bacanales
o en los brazos de todas las rivales
burlé tu lloro y angustié tus días,
si hoy al final de haber reído tanto
preso en la red que me tendió tu llanto
vengo a llorar para que tú sonrías.
ESA MUJER
La noche junto a mí. La compañera
del alcohol, los besos y el desvío.
La noche en el espacio y en el frío.
La noche en fin. Y una mujer cualquiera.
Una mujer cualquiera en el desvío
de la hora que ríe placentera.
Una cualquier mujer que no supiera
más que pasar la noche bajo el frío.
Pasar la noche y esperar la aurora.
Y al vino devolver su primitiva
forma de uva, la boca tentadora.
Esa mujer eterna y fugitiva.
Esa mujer de siempre y de una hora:
Mariela, Esther, Emperatriz, Oliva.
TU ZAPATO
Pesa tan poco tu zapato leve,
que finge ser, cuando tu pie reposa,
más que un zapato, un pétalo de rosa
hecho para pisar copos de nieve.
Si ágil orquesta sus compases mueve
y a la danza te entregas jubilosa,
simula el giro de tu planta breve
ir posado sobre una mariposa.
¿Con qué nervioso andar guió la exquisita
angustia infiel de tu primera cita?
¿Qué secretos de amor lo han hechizado?
Barca de raso en que tu pie navega,
él te condujo desalada y ciega
a la Citeres del primer pecado.
JOYEL
"Y es el dolor que de la ausencia viene
lo que no pudo ser ni será nunca”. Carducci
Este diamante de fulgores pleno
que el rico engaste de platino irisa,
oyó tu llanto y escuchó tu risa,
altivo sobre el raso de tu seno.
También oyó mi confesión. Sereno
miró el encanto audaz de tu sonrisa,
que tuvo en ese instante la imprecisa
dualidad de una miel y de un veneno.
Guárdalo -una mañana me dijiste-,
Si me olvidas, lo juegas....Y partiste.
Y hoy que tu muerte mi esperanza trunca
y el fausto don de tu belleza pierdo,
lo he mirado brillar como el recuerdo
de algo que pudo ser, y no fue nunca.
EL RITO
He hallado un rito antiguo, dolor, para que oficie
tu orgullo su venganza.
Asiática molicie
sobre cojines blandos. Mágico sueño de opio.
Edén imaginario que a la tristeza engañas,
colores imposibles y figuras extrañas
como si fueran vistos en un caleidoscopio.
No saber de los odios, envidias y rencores.
Creer estar tendido sobre un tapiz de flores.
Dejar de ser, o acaso ser todo y no ser nada.
Oh sueño que simulas roce de manos de hada
sobre los ojos puestas. El mundo qué pequeño.
Qué corta la existencia para vivir un sueño.
Frágil entre una nube de túnicas flotantes
pasa un desfile eterno de cuerpos insinuantes
que yo jamás amé.
Y todo en un pesado silencio de nirvana,
mientras que, suavemente, de la mesita enana
se difunde el aroma de las tazas de té.
Y ella lejos, muy lejos. Tan lejos, tan lejana,
que fue un milagro el lecho con ella esta mañana.
LA INICIADA
El destino, voluble caballero embriagado,
se fastidio ayer tarde con tu inútil promesa
y te vendió a la noche. Y la noche tahuresa
te jugó sobre el verde tapete del pecado.
Yo que aceché la gracia de tus horas, y presa
tu doncellez sabía de un fervor resignado,
lancé mi primer ruego como si fuera un dado
y le gané a la noche tu boca y tu promesa.
Le ofreceré a la noche desquite si mañana
hastía mis orgullos tu juventud liviana:
falsa moneda rubia que me gané al acaso.
Pero hoy en el suntuoso festín de bienvenida,
la copa de tu cuerpo será pulido vaso
para escanciar el triste champaña de la vida.
ÉRAMOS TRES LOS CABALLEROS
Éramos tres los caballeros. Uno
amaba el juego y la mujer. El otro
amaba la mujer y amaba el vino.
Yo amaba el vino, la mujer y el juego.
Íbamos por garitos y tabernas
jugando las sortijas
después de haber jugado las monedas.
Y en los amaneceres licenciosos
dejábamos al pie de la ruleta
la última sonrisa
y la última gema.
-Sobre el jardín en flor de las barajas
inventaba el zafiro una alba nueva-.
Bebíamos en copas repulidas
viejos vinos de rica procedencia,
o en los cálices rojos de las bocas
de las mujeres bellas,
vino de rojas uvas maduradas
al beso ardiente y la sensual promesa.
-Mujeres que una noche nos amaron
e hicieron más amarga nuestra pena-.
Éramos tres los caballeros. Uno,
jugador sin sortija y sin monedas,
se jugará la vida alguna noche
al dado con la trágica tahuresa.
Como fue su querer vivir de gala
en el vaivén de las mundanas fiestas,
a cambio de la flor luce en su traje
un estigma letal de adormideras.
Y bebe en el festín imaginario,
en la copa del día,
vino de albas siniestras.
El otro en un vagar hacia los vicios
y en busca de un licor que no ha existido
ni existirá jamás sobre la tierra,
llegó hasta el Monte de Piedad.
Un día
vertió en la copa su dolor, y plena
la copa de amargura, moribundo,
brindó por la bohemia.
Éramos tres los caballeros. Nadie
comprenderá en el mundo esa tristeza
que efluvia el fondo de las copas rotas
en que bebieron labios de doncellas,
ni el resignado hastío
que el grave azul de la sortija lleva.
-Éramos tres los caballeros... nadie
comprenderá jamás nuestra tristeza-.
QUERELLA
¿Cómo quieres que cese la querella
que hace hoy de ti un sueño preterido,
si a mi voz el rencor sella tu oído,
y el orgullo a tu voz el labio sella?
Alárgame tu amor, y hasta la estrella
subiré de tu alma, en un olvido
de todo lo gozado y lo sufrido;
hazte más mía y devendrás más bella.
Será otra vez tu juventud el sueño
de ayer y siempre; y en el dulce empeño
de ser yo tuyo para tú ser mía,
matará nuestro amor su desengaño.
Para borrar las lágrimas de un año,
basta el glorioso sonreír de un día.
EL RETORNO
Fue tan grande y amargo mi despecho,
y fue tu angustia en el adiós tan poca,
que al recordar la herida de tu boca
soñé con otra igual para mi pecho.
Mas hoy depongo mi rencor. Sospecho
que acaso loco yo, tú también loca,
el mal que así nuestro dolor provoca
uno al otro, a la vez, nos lo hemos hecho.
Prueba la copa y el dorado vino
ofréceme en tus labios. Adivino
que idéntica a esa flor presa en tu broche,
sumisa al ruego del amor serás.
Cómo eres tú, lo comprendí esta noche.
Cómo soy yo, tú nunca lo sabrás.
PERENNIDAD
Señora, estoy aquí en el sitio
de aquel diván y aquel recuerdo.
Es ya ceniza el fuego extinto,
pero al crepúsculo otro leño
se encenderá para el olvido
y habrá otro amor cerca del fuego.
-Tedio del goce en lo previsto
tras la igualdad de lo diverso-.
Yo estaré solo y en mí mismo.
Tú de ti misma estarás lejos.
Pero aunque todo esté distinto
y se ilumine un amor nuevo,
tú volverás desde el olvido
en el crepúsculo y el fuego.
VIENTO EN LA ALCOBA
La misma alcoba de ese amor, es ésta.
Una flor seca y una copa rota.
Soledad del orgullo y voz ignota
del viento intruso, es todo lo que resta.
¿Y dónde, oh viento, el nombre y la floresta
ceceantes al par en tu remota
complicidad? Y al pregunta flota
vanamente en el viento sin respuesta.
La ventana que abrí, cerrada ha tanto
tiempo al viento y al nombre, parecía
tener cuajado en su cristal el llanto.
Ella y su nombre. El viento y su porfía.
Y sobre el libro del amor y el canto,
el retrato inocente todavía.
II
Tiendo la mano hacia el misterio mudo
de las cosas, y al largo movimiento
palpo apenas el tránsito del viento
que no vistió de aroma y va desnudo.
Ya solo el viento. Y lo que fue y no pudo
sobrevivir al plácido momento.
Altivo trance del renunciamiento.
Y algo invádame, lóbrego y sañudo.
No es el dolor que añora en la lejana
tarde del bosque el nombre descendido,
al ábrego de octubre, hoja temprana.
Ni la hoja marchita, ni el sonido
que hizo tal vez la hoja en la ventana
Es el viento que en mí se ha detenido.
LA CITA II
Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el vino.
Pero no lloras. Elegante y ducha
en el amor, sonríes a la pena.
Un llanto oculto con tu risa lucha,
y así bebes y ríes. Mas la cena
es ya el recuerdo de otra cena. Escucha:
son los "cuentos de los bosques de Viena".
LELIA
Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana.
La tarde está conmigo lo mismo que una hermana
convaleciente y triste que me tendiera el brazo
para vagar soñando por el jardín. Aún arde
el rojo sol que incendia de rosas el ocaso.
Es la hora en que al bosque llegábamos. Acaso
también tú estábais conmigo difundida en la tarde.
Vibran los saucedales donde la leve brisa
deja un sutil murmullo de músicas eolias.
Dijérase que vuelve la visión imprecisa
de doncellas cansadas que evocó tu sonrisa:
fugaces Massimilias, Violantes y Anatolias.
Al ritmo de tu angustia yo idealicé mis días.
Nadie sabrá el encanto que hallé mientras sufrías
-Más larga es la caricia si ante el dolor absorto
el hado nos acecha... y el beso es menos corto.
Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana.
Es la hora en que el bosque dejábamos. No arde
ya el sol entre la hoguera de rosas del poniente.
Dulce Lelia imposible... Suave Lelia doliente.
Tal vez eres la estrella que floreció en la tarde.
LA NIÑA DE LAS NARANJAS
Muchachita de la aldea,
flor de la villa cercana,
llevas la noche en los ojos
y el sol reluce en tu cara
Yo ayer me encontré contigo
cuando cruzabas la plaza,
y vi en tus manos tus senos
al ofrecerme naranjas.
Te pregunté si eras de alguien,
tú no me dijiste nada,
y te besé en los dos ojos
por si tu boca abrasaba.
-Alas de sombra cruzaron
sobre tus ojos en agua.
El niño Amor, atrevido,
oprimía las naranjas-.
-Vente a mi casa, te dije
porque tus ojos lloraban.
Mi caballo sabe bien
llevar mujeres al anca.
-La chiquilla de la aldea,
hecha de sol y naranjas,
jugando a no dcspertarme
me despertó esta mañana-.
NOCTURNO
Un doncel y una estrella compendian el nocturno.
Sobre la playa el grácil doncel está desnudo.
Tendido el cuerpo y pálido a la luz de la estrella,
se le pensara al verlo formado de la arena,
como si un ángel virgen de ociosos digitales,
jugando con la arena, formado hubiese otro ángel.
Hasta la mancha misma de crenchas en desorden
se blanquea de estrella y se azula de noche.
Y así todo él sería de un blanco azul moreno
si sus ojos no fueran intensamente negros
ahora que me miran. Su mirada ha quedado
como una orquídea negra sobre mi traje blanco.
La luciré esta noche que es de orgía en el puerto.
El doncel mira al río, y en el río va el cielo.
La estrella está muy lejos, allá; mas si la miro
encuentro que la estrella también está en mismo.
Un canto de mujeres que irrumpe en la ribera
me abre siete caminos de amor hacia la hembra.
-Mi cuerpo, al apartarme del río y del rapaz
finge en la azul penumbra una estatua de sal.
Apollinaire Guillaume
OTROS POEMAS DE GUILLAUME APOLLINAIRE:
CUARTO POEMA SECRETO A MADELAINE
EL ADIÓS
EL BESTIARIO O CORTEJO DE ORFEO
EL PUENTE MIRABEAU
ESCRIBO SOLO...
LA LINDA PELIRROJA
LAS CAMPANAS
LAS HORAS PASAN...
OH PUERTAS DE TU CUERPO
SI YO MUERO ALLÁ LEJOS...
TUVE EL VALOR DE MIRAR HACIA ATRÁS
UN PÁJARO CANTA
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CUARTO POEMA SECRETO A MADELAINE
Mi boca tendrá ardores de averno,
mi boca será para ti un infierno de dulzura,
los ángeles de mi boca reinarán en tu corazón,
mi boca será crucificada
y tu boca será el madero horizontal de la cruz,
pero qué boca será el madero vertical de esta cruz.
Oh boca vertical de mi amor,
los soldados de mi boca tomarán al asalto tus entrañas,
los sacerdotes de mi boca incensarán tu belleza en su templo,
tu cuerpo se agitará como una región durante un terremoto,
tus ojos entonces se cargarán
de todo el amor que se ha reunido
en las miradas de toda la humanidad desde que existe.
Amor mío
mi boca será un ejército contra ti,
un ejército lleno de desatinos,
que cambia lo mismo que un mago
sabe cambiar sus metamorfosis,
pues mi boca se dirige también a tu oído
y ante todo mi boca te dirá amor,
desde lejos te lo murmura
y mil jerarquías angélicas
que te preparan una paradisíaca dulzura en él se agitan,
y mi boca es también la Orden que te convierte en mi esclava,
y me da tu boca Madeleine,
tu boca que beso Madeleine.Versión de José Umaña
EL ADIÓS
Recogí esta brizna en la nieve
Recuerda aquel otoño
En breve
No nos veremos más
Yo muero
Olor del tiempo brizna leve
Recuerda siempre que te espero
Versión de Andrés Holguín
EL BESTIARIO O CORTEJO DE ORFEO
I. El dromedario
Teniendo cuatro dromedarios
Don Pedro de Alfarubeira
Fue por el mundo y lo admiró.
Él hizo lo que hiciera yo
Teniendo cuatro dromedarios.
2. La cabra del Tibet
Los pelos de esta cabra, y esos
Dorados, el embeleso
De Jasón, nada son al lado
De los que me han enamorado.
3. La langosta
Es esta la esbelta langosta,
El alimento de San Juan;
Ojalá mis versos, como ella,
De buenas gentes sea el pan.
4. El delfín
Delfines, jugáis en el mar,
Pero las olas son amargas.
¿A veces brota mi alegría?
La vida es siempre despiadada.
5. Elcangrejo
Incertidumbre, iremos lejos
y alegres, sin volver jamás,
Así como van los cangrejos;
De para atrás... de para atrás...
6. La carpa
En los estanques y en las charcas,
Cuánto tiempo vivís, ¡áh carpas!
¿Acaso la muerte os olvida,
Peces de la melancolía?
Versión de Otto de Greiff
EL PUENTE MIRABEAU
El puente Mirabeau mira pasar el Sena
Mira pasar nuestros amores.
Y recuerda al alma serena
Que la alegría siempre viene tras de la pena
Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
Frente a frente mirémonos-las manos enlazadasMientras que pasan bajo el puente
De nuestros brazos -fatigadasLas hondas silenciosas de nuestras dos miradas
Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
El amor se nos fuga como esta agua corriente
El amor se nos va
Se va la vida lentamente
Cómo es de poderosa la esperanza naciente
Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
Huyen el lento día y la noche serena
Mas nunca vuelven
Los tiempos que pasaron ni el amor ni la pena
El puente Mirabeau mira pasar el Sena
Viene la noche suena la hora
y los días se alejan
y aquí me dejan
Versión de Andrés Holguín
ESCRIBO SOLO...
Escribo solo a las cambiantes luces
Que arroja un leño ardiente
A veces se lamentan los obuses
Frecuentemente
Oigo el galope de un corcel que cruza
Por el campo lejano
El siniestro graznar de la lechuza
Sube al cielo mi mano
Traza estas líneas desoladamente
Adiós mi corazón
Trazo el signo también místicamente
De la Gran Ilusión
Oh mi místico amor oh Lou la vida
Nos dará el doble fuego
De la delectación nunca extinguida
Compartiremos luego
Un amor que será el único amor
Adiós mi corazón
Enciende un astro místico su fuego
Tiene el color
Del ambiguo color de tu mirada
Que entre las sombras arde
Siento una aguda herida renovada
Adiós. Es tarde
Versión de Andrés Holguín
LA LINDA PELIRROJA
Estoy aquí delante de todos un hombre con sentido común
que conoce la vida y de la muerte lo que un hombre
puede conocer
probó los dolores y los goces del amor
impuso algunas veces sus ideas
conoce varias lenguas
y no ha viajado poco
vio la guerra en la infantería y la artillería
herido en la cabeza trepanada bajo el cloroformo
perdió sus mejores amigos en la espantosa lucha
sé de lo antiguo y de lo nuevo lo que un hombre solitario
puede saber de esas cosas
y sin inquietarme hoy de esta guerra
entre nosotros y para vosotros amigos míos
juzgo esta larga querella de la tradición y de la invención
del orden y de la aventura
Vosotros con la boca hecha a la imagen de la boca de Dios
boca que es el orden mismo
sed indulgentes al compararnos
con los que fueron la perfección y el orden
nosotros que siempre buscamos la aventura
no somos enemigos
Al queremos daros vastos y extraños dominios
donde el misterio germina para el que quiera cosecharlo
hay fuegos nuevos colores nunca vistos
mil fantasmas imponderables
para darles realidad
y explorar la bondad país enorme y silencioso
hay tiempo para desterrar
y tiempo para el regreso
piedad para nosotros que combatimos siempre en las fronteras
de lo ilimitado y lo porvenir
piedad para nuestros errores piedad para nuestros pecados
He aquí que viene el estío la estación violenta
y mi juventud ha muerto como la primavera
oh sol es el tiempo de la razón ardiente y espero
para seguir la forma noble y dulce
que adopta ella para que pueda amarla
llega y me atrae como al hierro el imán
tiene el aspecto encantador
de una adorable pelirroja
Sus cabellos son de oro se diría
un bello relámpago que nunca acaba
o esas llamas que presumen
en las rosas te marchitas ya
Reíd reíd de mí
hombres de todas partes sobre todo gentes de aquí
porque hay tantas cosas que no me atrevo a decir
tantas cosas que no me dejariais decir
tened piedad de mí
Versión de José Umaña Bernal
LAS CAMPANAS
Entre el rumor de las campanas,
bella gitana, amante y mía,
nos amamos perdidamente
y nadie, nadie, nos veía.
Olvidamos que las campanas,
asomadas al campanario,
nos vieron, ay, y noche y día
se lo cuentan al vecindario.
Mañana Pedro y Catalina,
el panadero y su mujer,
Juan y María Golondrina,
mi amiga Luz, mi prima Ester,
sonreirán, de cierta manera...
Yo no sabré dónde meterme...
Tú estarás lejos... Lloraré...
Y hasta es posible que me muera...
Versión de Eduardo Carranza
LAS HORAS PASAN...
Las horas pasan lentamente
Como el desfile de un entierro
Llorarás la hora en que lloras
Que huirá también rápidamente
Como pasan todas las horas
Versión de Andrés Holguín
OH PUERTAS DE TU CUERPO
Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y las he abierto todas
Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y para mí se han vuelto a cerrar todas
En la primera puerta
La Clara Razón ha muerto
Era ¿te acuerdas? el primer día en Niza
Tu ojo izquierdo así como una culebra se desliza
Hasta mi corazón
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada izquierda
En la segunda puerta
Ha muerto toda mi fuerza
Era ¿te acuerdas? en un albergue en Cagnes
Tu ojo derecho palpitaba como mi corazón
Tus párpados latían como en la brisa laten las flores
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada derecha
En la tercera puerta
Escucha latir la aorta
Y todas mis arterias hinchadas por tu sólo amor
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído izquierdo
En la cuarta puerta
Me escoltan todas las primaveras
Y aguzando el oído se escucha del bonito bosque
Subir esta canción de amor y de los nidos
Tan triste para los soldados que están en la guerra
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído derecho
En la quinta puerta
Es mi vida que te traigo
Era ¿te acuerdas? en el tren que volvía de Grasse
Y en la sombra muy cerca muy bajito
Tu boca me decía
Palabras de condenación tan perversas y tan tiernas
Que pregunto a mi alma herida
Cómo pude oirlas sin morir
Oh palabras tan dulces tan fuertes que cuando lo pienso me parece tocarlas
Y que se abra de nuevo la puerta de tu boca
En la sexta puerta
Tu gestación de putrefacción oh Guerra está abortando
He aquí todas las primaveras con sus flores
He aquí las catedrales con su incienso
He aquí tus axilas con su divino olor
Y tus cartas perfumadas que huelo
Durante horas
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado izquierdo de tu nariz
En la séptima puerta
Oh perfumes del pasado que la corriente de aire se lleva
Los efluvios salinos daban a tus labios el sabor del mar
Olor marino olor de amor bajo nuestras ventanas se moría el mar
Y el olor de los naranjos te envolvía de amor
Mientras en mis brazos te acurrucabas
Quieta y callada
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado derecho de tu nariz
En la octava puerta
Dos ángeles mofletudos cuidan de las rosas temblorosas que soportan
El cielo exquisito de tu cintura elástica
Y heme aquí armado con un látigo hecho con rayos de luna
Los amores coronados con jacinto llegan en tropel.
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu alma
Con la novena puerta
Es preciso que salga el amor mismo
Vida de mi vida
Me junto contigo para la eternidad
Y por el amor perfecto y sin ira
Llegaremos a la pasión pura y perversa
Según lo que queramos
A todo saber a todo ver a todo oír
Yo me renuncié en el secreto profundo de tu amor
Oh puerta umbrosa oh puerta de coral vivo
Entre dos columnas de perfección
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta que tus manos saben abrir tan bien
Versión de Claire Deloupy
SI YO MUERO ALLÁ LEJOS...
Si yo muero allá lejos en el frente de guerra
Tú llorarás un día oh Lou mi gran amor
y después mi recuerdo se apagará en la tierra
Como un obús que estalla en el frente de guerra
Bello obús semejante a la mimosa en flor
Más tarde este recuerdo que en el aire ha estallado
Cubrirá con mi sangre la tierra toda entera
El valle el mar y el astro que pasa como al lado
De Baratier los frutos de oro en primavera
Presencia en cada cosa olvidada y viviente
Yo encenderé el color de tus senos rosados
Encenderé tus labios y tu cabello ardiente
Tú no envejecerás y todo lo existente
Cobrará nueva vida sobre el destino amado
La fuga ineluctable de mi sangre en el mundo
Dará un fulgor más vivo al sol agonizante
Hará la flor más roja y hará el mar más profundo
Un amor inaudito descenderá hasta el mundo
Y tendrá más poder en tu cuerpo tu amante
Si al morir allá lejos mi recuerdo se olvida
Recuerda Lou en los éxtasis más puros de tu vida
-En tus días de ardor y pasión amorosaQue mi sangre es la fuente de esta dicha futura
Y siendo la más bella sé tú la más dichosa
Oh mi amor oh mi única oh mi inmensa locura!
Versión de Andrés Holguín
TUVE EL VALOR DE MIRAR HACIA ATRÁS
Tuve el valor de mirar hacia atrás
Los cadáveres de mis días
Marcan mi camino y les voy llorando
Unos se pudren en las iglesias italianas
O en pequeños bosques de limoneros
Que florecen y fructifican
Al mismo tiempo y en todas las estaciones
Otros días lloraron antes de morir en las tabernas
Donde ardientes ramos rodaban
Ante los ojos de una mulata que inventaba la poesía
Y las rosas de la electricidad se abren aún
En el jardín de mi memoria
Versión de Claire Deloupy
UN PÁJARO CANTA
Canta un pájaro no sé dónde
Debe ser tu alma siempre en vela
Que entre los soldados se esconde
Su canto me encanta y desvela
Escucha canta tiernamente
No sé desde qué rama canta
Mas noche y día eternamente
Semana y domingo me encanta
Qué decir del pájaro que ama
Su transformación milagrosa
Del alma que canta en la rama
De amor en cielo y cielo en rosa
Ave del soldado es amor
y es mi amor una hermosa niña
La rosa es menos bella y por
Mí solo el pájaro azul trina
Ave azul como el corazón
Azul que entre mi pecho llora
Haz que oiga tu dulce canción
La funesta ametralladora
Que restalla en la lejanía
Siembran astros con su canción?
Va así la noche va así el día
Amor azul como mi corazón
Versión de Andrés Holguín
Arce José Manuel
Biografía
Poeta y dramaturgo guatemalteco nacido en Ciudad de Guatemala en 1935.
Fue una de las voces altas de la cultura guatemalteca. Fundamentalmente poeta, cultivó
también con éxito el teatro. La intensidad y la profundidad de su obra lo llevaron a obtener
importantes premios centroamericanos.
En la década de los ochenta debió salir de su país para exiliarse en Francia por las
constantes amenazas de parte del régimen de Lucas García. Desde allí escribió unos duros
poemas en contra del gobierno de Guatemala, publicados después de su muerte.
De su obra poética se destacan: «En el nombre del Padre» en 1955, «De la posible aurora»
en 1957, «Cantos en vida» en 1960, «Eternauta» en 1962, «Los episodios del vagón de
carga» en 1971 y «Palabras alusivas al acto y otros poemas con el tema del amor» en
1978.
Falleció de un cáncer pulmonar, en el exilio, en 1985 en Francia.
AMOR, SI FUERAS AIRE Y RESPIRARTE
DÉCIMAS
EPIGRAMA PARA ANTONIO
EPIGRAMA PARA CASIA
EPIGRAMA PARA FEDRA
HOLA
MASACRE EN EL DORMITORIO
PAISAJE
QUINTO
RETRATO DE LA CIUDAD
RETRATO DEL PIE
SÉPTIMO
SI SÓLO PUDIERA VERTE
TENGO GANAS DE UN POCO DE ENTUSIASMO
TODA TÚ
AMOR, SI FUERAS AIRE Y RESPIRARTE
Y si fueras, Amor, vino y beberte.
Si fueras sombra para no perderte.
O si fueras camino y caminarte.
Amor, fueras cantar para cantarte.
Fueras hilo en mis manos y tejerte.
Que mi alimento fueras y comerte.
Si fueras tierra, Amor, para labrarte.
Si fueras para más que para amarte:
Amor, Amor, Amor, si fueras muerte.
DÉCIMAS
Manso remanso del río.
Estrella en el cocotero.
Tanta paz cabe en enero
para tanto dolor mío.
Tanto color. Tanto frío.
Cocotero con su estrella.
Camino con tanta huella.
El río con su remanso.
La hamaca con su descanso.
Y yo, aquí, solo, sin ella.
***
Pasaste como cantando
aquella semana aciaga.
Tú me curaste una llaga
que se me abrió no sé cuándo.
Ya me estaba acostumbrando
al calor de tu cintura,
a tu caliente ternura
y a tu modo de besar.
Pero te empecé a olvidar
con dolor y sin premura.
***
No sé qué casualidad
te trae hoya mi recuerdo.
Pero te busco y me pierdo
y sigo en mi soledad.
Sé que es una necedad
querer volver a la infancia
como es, en última instancia,
algo tan torpe y tan fútil
llamarte, porque es inútil:
ya te tragó la distancia.
EPIGRAMA PARA ANTONIO
Es famosa la méntula de Antonio
por su tamaño, en todo desmedido.
Mas, mientras él la luce por las termas,
su mujer me murmura en el oído:
-prefiero tu pequeño gladiador
al gigante dormido
EPIGRAMA PARA CASIA
Conmigo, en el amor, mi dulce Casia
es más que Cicerón en la tribuna:
conoce los secretos de la cama,
es entusiasta y única.
Mas su torpe marido
la olvlidó y sólo busca cortesanas de puerto.
Qué sabio fue quien dijo
que no es la margarita para el cerdo.
EPIGRAMA PARA FEDRA
Sin saber que de Lesbos practicabas
los rituales extraños,
un día gris, inadvertidamente,
puse un beso en tus labios.
Hoy sonrío en la calle y me pregunto
-tras aquel desencanto-:
¿no sienten algo al verme tus amigas,
las que indirectamente yo he besado?
HOLA
Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu reino,
tu victoria, tu conquista.
MASACRE EN EL DORMITORIO
Estábamos tranquilos,
dulces y agradecidos
con nuestras simples vísceras que nos dieron pretexto
para satisfacerlas.
Y estábamos haciéndolo
contentos.
Y he aquí que de pronto,
sin previo aviso
y sin pedir permiso, todos ellos
han venido a meterse en nuestra propia cama,
aquí,
entre nuestras sábanas,
y ponen los zapatos en la almohada
-donde pusiste el sueñoy amenazan quebrar la cabecera que me costó serruchos y martillo.
No nos dejan estar,
nos registran los pelos de las ingles en busca del pecado,
sacan el código y el dedeté,
la indagación y los escapularios.
Yo no sé
ni me importa
si es que tienen derecho.
Me consta, nada más, que me son antipáticos,
que me molestan como las agruras
y los soporto sólo por ver si los alejo.
Son un tropel de gansos metidos en la cama,
graznan y ensucian todo con sus patas palmípedas,
amenazan con picos y miradas
y me parece que te me acobardan.
Lo único que quiero es besarte completa,
y poderme acostar sobre tu vientre
y saberte feliz de estar conmigo.
Amarte sin sofisma ni retórica.
Llenar los dos desnudos nuestra cama.
Creo que es suficiente.
No sé qué hacer con todos estos molestos pajarracos.
Miedo de que te lleven.
De que no nos permitan terminar nuestro abrazo.
Nos están estorbando.
No sé cómo espantarlos.
Creo que ahora mismo me sacaré los ojos.
PAISAJE
Igual que las antenas de los televisores
tiendo a veces mis brazos para captar tu imagen.
Frío árbol de aluminio,
Y voy por la ciudad buscándote,
llamándote,
auscultando uno a uno los canales del viento.
Se me llenan los ojos de anuncios y señales,
de violencias ajenas, de misterios vulgares.
Pero tú no apareces.
Igual que las antenas de los televisores
tiendo mis fríos brazos de aluminio
en todas direcciones
para ver si te encuentro.
Abro mi pecho acústico para oír tus palabras
que lleguen por mis brazos
al corazón sonoro.
Pero tu voz no llega.
¿Dónde estás?
¿Por dónde pasa el río tembloroso de tu imagen?
¿Dónde estás?
No te encuentro. No capto
tu huella de luciérnagas.
Y me quedo en la noche
igual que las antenas de los televisores,
con mis rígidos brazos como árbol de aluminio.
QUINTO
Nada de ésto es así.
Esta no es nuestra tierra.
Ni ésta ni cualquier otra ni el agua.
Yo soy un desterrado.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Nunca podré aprender a tocar las monedas:
Se palapan
se acarician,
se toman fieramente,
¿o se les busca algo?
Yo soy un desterrado,
un extranjero,
un intruso que se halla entre nosotros
con un martillo absurdo entre las manos
y un impulso distinto
que me lleva
por camino contrario.
No soy de aquí.
No sé de dónde vine.
Y no sé a dónde voy.
No me gusta.
Nada de ésto me gusta.
Me irritan vuestras caras de organismo.
Me molestan estas vuestras palabras que ahora uso.
Nada de esto me gusta.
¡Quién me obliga a necesitar de esto que no me gusta?
Mirad,
vengo a deciros,
¡pero no!
¡Qué nos importa!
Yo no soy de los vuestros.
Todavía mi espalda tiene dolor de alas.
Y vuestras rabadillas tienen dolor de colas.
Yo fui un ángel, primero;
después, fui un gran silencio
y un día seré Dios.
Vosotros fuisteis micos
y seguis siendo micos.
Después seréis gusanos y excremento.
¡Os excomulgo de mi credo limpio!
¡Os destierro del cosmos que sostengo!
¡Os clausuro la entrada de la vida que vivo!
¡Os expulso de todo!
Y sin embargo sigo entre vosotros,
y usando las palabras de vosotros,
y usando las palabras de vosotros.
Compartiendo temores y miserias
hambre, muerte, cansacioque no van con mis alas.
Yo soy un desterrado.
¡Pero algún día volveré a mi reino!
RETRATO DE LA CIUDAD
Aguja de una iglesia que se eleva
con esa clara unción de la plegaria.
Árbol con golondrina necesaria.
Parque: almendro que músicas renueva.
Ansiedad de un crepúsculo que lleva
los tintes de una sangre temeraria.
Calles con rectitudes de araucaria.
Sudor, contra-quejidos en la gleba.
Heroica por la sangre de sus manes,
por su pecho de ardiente fumarola
y su raza de auténticos titanes.
Santa Ana es una flor en su corola
con pétalos de cerros y volcanes.
Santa Ana, para mí, se llama Lola...
RETRATO DEL PIE
Base de tu figura es tu pie breve
y porque en él se inicia tu estatura
lo encuentro de principio en tu figura,
como el agua es principio de la nieve.
Se me interna en alma su blancura
su peso musical de alondra leve:
en tu huella permíteme que lleve
el cimiento inicial de tu estructura.
Amalgama del iris y la cera.
Alpha, comienzo de tu recorrido.
Armonía perfecta de la espera.
La actitud de tu pie -como dormidollenándome de luz me desespera
y un beso se me escapa en su sentido...
SÉPTIMO
Tus nobles manos buenas.
Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno.
Qué dos brasas serenas.
En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.
El cielo limpio en ellas.
Pósalas, compañera, como dos alas médicas
sobre el turbio hemisferio
de mi cabeza.
Sobre el dolor que tengo
de no ser Dios y sobre mis tormentas,
posa tus manos dulces de silencio,
quietas de amor, grávidas y eternas.
Siembra la fe en mi frente igual que un trigo bueno
con tus manos morenas.
Puerto de paz tus manos en mi pecho.
Como dos puertos son, como dos puertas
luminosas al cielo
que siempre están abiertas.
Soy el marino loco, ebrio de viento.
Vengo del mar oscuro, compañera.
a sal me sabe el sueño.
Traigo las manos viejas.
Soy tu marino amargo que vuelvo de los mares de los muertos
con la proa encendida y encendidas las velas
tras apagar los fuegos de San Telmo.
Vengo a tus manos plenas,
a tu profundo pecho
terrestre y generosa, compañera.
Vengo
al puerto de tus manos que es la tierra
firme en que tengo
hijo y cosecha,
amor, fuego
de hogar, semilla plena,
jubiloso arado, pecho tranquilo y fuerte, raíz, suelo,
agua clara y noble sal para mi mesa.
Y limpio, casto don para mi lecho.
¡Qué llamas tibias, qué brasas serenas,
qué dulces alas de sereno vuelo
tus manos en mi alma, compañera!
Queda mi arboladura en este suelo.
Mi ancla en esta tierra.
SI SÓLO PUDIERA VERTE
Si sólo pudiera verte
y sólo escuchar tu risa.
Si sólo fuera la brisa
que en tu pelo se divierte.
Si sólo fuera el inerte
ladrillo que tu pie pisa
o el agua que se desliza
sobre ti sin conocerte.
Si sólo fuera el no verte,
mas sin la muerte y la prisa.
TENGO GANAS DE UN POCO DE ENTUSIASMO
Tengo ganas de un poco de entusiasmo
que no siento hace tiempo.
No sé por qué no sabe a nada vivo
ni el mes, ni la avenida, ni la luz,ni el orgasmo.
En realidad también tengo la culpa
y me declaro honestamente reo de una gris negligencia
que por todo mi cuerpo se pasea
y que de todo mi fervor disfruta.
Pero, además, declaro
que han entrado en mis días muchas gentes
armadas de agresivas pasividades turbias
y han saqueado mis horas una a una
hasta dejarme sólo esta inopia profunda.
Han tomado mis sueños,
mis molares,
mis palabras usuales
y mis vísceras.
Con mis ideas han envuelto carne
y ropa sucia con mi vida íntima.
Protesto.
Yo protesto.
Tengo ganas de un poco
de entusiasmo tardío y trasnochado,
del estricto, del justo y necesario
para morir mi almuerzo.
TODA TÚ
Toda tú eres santuario,
toda blanca;
se ha llenado tu cuerpo de designios.
Tienes la santidad de la esperanza
y la paz
generosa
de los lirios.
Toda tú eres milagro,
das tu lecho
de altas arenas
al naciente río;
enciendes en tu sangre
el claro fuego
y con tu carne pueblas el vacío.
Toda tu,
fervorosa,
temerosa,
frente a tu propio territorio vivo,
junto a los ventanales de tu alma,
bajo la blanca sombra de tu espíritu.
Toda tú,
niña,
blanca,
inmaculada,
santificada en el minuto limpio;
más mujer que la tierra,
más fecunda,
innumerable y grave
como un libro.
Cimiento de las horas,
silenciosa;
vértice de mi amor,
toda camino,
toda
inmanchable altura,
toda tiempo,
inflamada de vida,
toda
río.
Aragon Louis
OTROS POEMAS DE LOUIS ARAGON:
CÁNTICO A ELSA
CARLITOS MÍSTICO
CE
LA ROSA Y LA RESEDA
LO QUE DICE ELSA
LOS OJOS DE ELSA
LOS VIEJOS PUENTES MÁS BELLA QUE LAS LÁGRIMASNO HAY NINGÚN AMOR FELIZ
PALABRAS DE HENRI MATISSE
QUE NO HAY AMOR FELIZ
TODAS LAS HABITACIONES DE MI VIDA
X... FRANCES
CÁNTICO A ELSA
(Obertura)
Te toco y veo tu cuerpo y tú respiras,
ya no es el tiempo de vivir separados.
Eres tú; vas y vienes y yo sigo tu imperio
para lo mejor y para lo peor.
Y jamás fuiste tan lejana a mi gusto.
Juntos encontramos en el país de las maravillas
el serio placer color de absoluto.
Pero cuando vuelvo a vosotros al despertarme
si suspiro a tu oído
como palabras de adiós tú no las oyes.
Ella duerme. Profundamente la escucho callar.
Ésta es ella presente en mis brazos, y, sin embargo,
más ausente de estar en ellos y más solitaria
de estar cerca de su misterio,
como un jugador que lee en los dados
el punto que le hace perder.
El día que parecerá arrancarla a la ausencia
me la descubre más conmovedora y más bella que él.
De la sombra guarda ella el perfume y la esencia.
Es como un sueño de los sentidos.
El día que la devuelve es todavía una noche.
Zarzales cotidianos en que nos desgarramos.
La vida habrá pasado como un viento enfadoso.
Jamás saciado de esos ojos que me dan hambre.
Mi cielo, mi desesperación de mujer,
trece años habré espiado tu silencio cantando.
Como las madréporas inscriben el mar,
embriagando mi corazón trece años, trece inviernos,
trece veranos;
habré temblado trece años sobre un suelo de quimeras,
trece años de un miedo dulce amargo,
y conjurado peligros aumentados trece años.
¡Oh niña mía!, el tiempo no está a nuestra medida
que mil y una noche son poco para los amantes.
Trece años son como un día y es fuego de pajas.
El que quema a nuestros pies malla por malla
el mágico tapiz de nuestra soledad.
Versión de: María Dolores Sartorio
CARLITOS MÍSTICO
El ascensor descendía siempre hasta perder aliento
y la escalera subía siempre
Esta dama no entiende lo que se habla
es postiza
Yo que ya soñaba con hablarle de amor
Oh el dependiente
tan cómico con su bigote y sus cejas
artificiales
Dio un grito cuando yo tiré de ellos
Qué raro
Qué veo Esa noble extranjera
Señor yo no soy una mujer liviana
Uh la fea
Por suerte nosotros
tenemos valijas de piel de cerdo
a toda prueba
Ésta
Veinte dólares
Y contiene mil
Siempre el mismo sistema
Ni medida
ni lógica
mal tema
Feu de joie
Versión de Aldo Pellgrini
LO QUE DICE ELSA
Me dices que estos versos son oscuros, y acaso
lo son, sin embargo, menos de lo que he querido.
Cerremos nuestra ventana sobre la felicidad robada,
por miedo a que entre el día,
y vele para siempre la foto que deseaste.
Me dices nuestro amor si es que inaugura un mundo,
es un mundo en el que la gente gusta de hablar
sencillamente.
Deja allá a Lancelot, deja la Tabla Redonda,
Ireo Virnana Esclarnionda,
que por espejo tenía una espada deformadora.
Lee el amor en mis ojos y no en las sombras.
No trastornes tu corazón con sus antiguos filtros.
Las ruinas a mediodía son solamente escombros.
Ésa es la hora en que tenemos dos sombras
para mejor estorbar el arte de los románticos.
Tendría acaso la noche más encanto que el día.
Vergüenza para aquellos que ante el puro cielo no
suspiran.
Vergüenza para aquellos que, un niño de golpe no
desarma.
Vergüenza para aquellos que no tienen lágrimas
para un canto callejero una flor en los prados.
Tú me dices si tú quieres que te ame y te ame.
Es preciso que ese retrato que vas a pintarme
tenga como un verde nido sobre fondo de crisantemo.
Un tema escondido en su tema.
Y une al amor el sol que ha de venir.
Versión de: María Dolores Sartorio
QUE NO HAY AMOR FELIZ
Nada tiene seguro
El hombre ni flaqueza
Ni fuerza ni corazón
Si cree abrir los brazos
Una cruz es su sombra
Cuando quiere ceñir
Su vida la destruye
Es su vida un extraño
Doloroso divorcio
Que no hay amor feliz
Se parece su vida
A soldados sin armas
Que se hubiera vestido
Para muy otro fin
De qué puede servirles
Alzarse de mañana
Para hallarse a la tarde
Desarmados sin fe
Repetid «vida mía»
Y contened el llanto
Que no hay amor feliz
Amor mi bello amor
Desgarradura mía
Yo te llevo en mi ser
Como pájaro herido
y aquéllos sin saber
Miran cómo pasamos
Diciendo tras de mí
Palabras que he trenzado
y por tus grandes ojos
Murieron sin vivir
Que no hay amor feliz
De aprender a vivir
No hay tiempo es tarde
Lloremos en la noche
Nuestro llanto al unísono
Con cuántas pesadumbres
Pagamos un temblor
Y con cuántos dolores
La mínima canción
Por un son de guitarra
Cuánto hay que gemir
Que no hay amor feliz
Que no hay nunca amor
Que no sea un dolor
Que no hay nunca amor
Que no nos llegue a herir
Que no hay nunca amor
Que no pueda humillar
Ni el amor a la patria
Más que el amor a ti
Que no hay nunca amor
Que no haga llorar
Que no hay amor feliz
Nuestro amor es así
Versión de: José Ángel Valente
TODAS LAS HABITACIONES DE MI VIDA
Todas las habitaciones de mi vida
Me habrán estrangulado con sus paredes
Aquí los murmullos se ahogan
Los gritos se rompen
Aquellas en las que viví solo
Con grandes pasos vacíos
Aquellas
Que guardaban sus espectros antiguos
Las habitaciones de indiferencia
Las habitaciones de la fiebre y aquella que
Había yo instalado para ahí fríamente morir
El placer alquilado Las noches extranjeras
Hay habitaciones más hermosas que las heridas
Hay habitaciones que os parecerán banales
Hay habitaciones de súplicas
Habitaciones de luz baja
Habitaciones dispuestas a todo excepto a la felicidad
Hay habitaciones para mí de mi sangre para siempre
salpicadas
En todas las habitaciones viene un día en que el hombre
se despelleja vivo
En que cae de rodillas que pide piedad
Que balbucea y se vuelca como un vaso
Y padece el suplicio espantoso del tiempo
Derviche lento es redondo el tiempo que gira sobre sí mismo
Que mira con ojo circular
El descuartizamiento de su destino
Y el pequeño ruido de angustia antes de las
Horas antes de las medias
No sé nunca si eso va a sonar por mi muerte
Todas las habitaciones son habitaciones de justicia
Aquí conozco mi medida y el espejo
No me perdona
Todas las habitaciones cuando por fin me he dormido
Han lanzado sobre mí el castigo de los sueños
Porque no sé de los dos lo peor soñar o vivir.
Versión de: Claire Deloupy
LA ROSA Y LA RESEDA
El que en el Cielo creía,
el que no creía en él,
los dos con idolatría
amaban a la rehén.
Uno a mirarla subía,
otro tendíase al pie:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Nada importa cuál sería
la luz que alumbrando fue;
uno del templo salía,
otro esquivó su dintel:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Cuerpo y alma en alegría,
cada cual amante fiel,
que Ella vive se decía,
y quien viva lo ha de ver:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Loco pedir cortesía
viendo arrasada la mies,
rumiando melancolía
de la metralla al vaivén:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Desde lo alto el vigía
tiró una y otra vez;
uno tras otro caía;
¿cuál de ellos muerto fue:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él?
¿En la prisión cuál sería
el de más duro yacer;
cuál de los dos prefería
de las ratas el tropel:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él?
Sollozar de rebeldía,
¿a quién puede conmover?
Dejan la terrena vía
al rayar el alba cruel
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Al caer, nombrar se oía
a la que adorada fue;
con brillo igual relucía
la roja sangre al caer
del que en el Cielo creía,
del que no creía en él.
Cárdeno arroyo teñía
la tierra de su nacer
para que madure un día
vendimias de moscatel
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.
Corren, vuelan a porfía
el bretón y el lorenés;
vuelve el grillo a su tonía
en el huerto y el vergel.
Flauta o viola en melodía,
en doble amor van a arder
las aves entre la um'bría,
rosa y reseda también.
Versión de: Carlos López Narváez
LOS OJOS DE ELSA
Inclinando a tus ojos los míos sitibundos
en su fondo vi todos los soles reflejados,
y el salto hacia la muerte de los desesperados,
como el de mis recuerdos a tus ojos profundos.
Es un mar en tinieblas bajo el palio de un vuelo;
de pronto el día plácido de tus pupilas sube;
en los linos del ángel recorta el sol la nube
y sobre las espigas se azula más el cielo.
Vuelve al azul la bruma del viento perseguida;
-más diáfanos tus ojos abiertos bajo el llanto;
ni aún tras de la lluvia los cielos fulgen tánto;
el vaso azul no es tan azul como en la herida.
Madona de Dolores, humedecida lumbre,
siete espadas rompieron el prisma de colores;
el día es más punzante nacido entre clamores,
y el nocturno relente, más azul en quejumbre.
De las melancolías en la plácida fiebre
reabres con tus ojos sendas de epifanía.
Latiendo el corazón, el manto de María
al tiempo los Tres Magos vieron en el pesebre.
Al Mayo de las voces basta con un salterio
para todos los ayes y todas las canciones;
guarda un trozo de cielo luceros por millones,
donde faltan tus ojos con su doble misterio.
El infante absorbido por mirífioos viajes
desmesuradamente menos asombro espacia
que si agrandas tus ojos -insoluble falaciacomo racha que abriera dos capullos salvajes.
¿Escondes tus relámpagos en medio del espliego
donde el insecto vive su voluptuoso instante?
Preso estoy en el lazo de la estrella filante,
como ahogado marino bajo estival sosiego.
Yo extraje ese metal sutil de su pechblenda;
yo calciné mis dedos en su fuego prohibido;
paraíso mil veces recobrado y perdido,
tus ojos mi Golconda, mi dorada leyenda.
Y sucedió que el mundo bajo la tarde excelsa
rompiose en arrecifes de pérfidos fanales,
en tanto yo veía desde los litorales
sobre lívidas ondas brillar los ojosde Elsa.
Versión de: Carlos López Narváez
PALABRAS DE HENRI MATISSE
Mil manos entreabren todas las cabelleras,
de mis manos recoge sus colores el día;
un suspiro es la brisa de mis barcas veleras;
del sueño que perdura parte mi lejanía.
Toda flor por desnuda parece una cautiva
que hace temblar el tacto con su esplendor celeste;
escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva
es para mi sencillo como quitada veste.
Explico mis palabras al paso de la ronda;
aplico el pie desnudo por el viento borrado;
dsvelo para el mundo lo que el instante ahonda,
y el sol que se levanta del hombro deseado.
Explico la silueta que enmarca la ventana;
doy la clave de árboles, pájaros y estaciones,
la del sellado júbilo de la planta lozana,
la del sigilo extraño que habita los rincones.
Explico en infinitos negrura y transparencia;
descifro el destellante roce de las mujeres,
y en la cósmica cifra la individual presencia,
y la razón que aúna las cosas y los seres.
Me entregan su perfume las formas pasajeras,
y la página en blanco su musical acento;
y explico lo que hace las hojas más ligeras,
y de la rama un brazo levemente más lento.
Innoble en la tormenta de la época gris;
avasalla mi norma la lumbre justiciera;
yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse
que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera.
Versión de: Carlos López Narváez
MÁS BELLA QUE LAS LÁGRIMAS
Mi respiro perturba la vida a cierta gente:
como vago reproche los mantiene despiertos;
tal vez porque mi canto cual un cobre estridente
pudiera despertar con su clangor los muertos.
Ah! si os hiere mi verso con su tonada bélica
-rugir que a vuestro oído no queréis que se acerquees que en el arpa el treno mató la voz angélica
y resurgen los ecos pávidos de Dunkerque.
Verdad: en recordarlo mi mal gusto compendio...
Así somos algunos: en sus cuerpos quizás
perduran los mordiscos del infernal incendio
que los faros del Norte contemplaran jamás.
Si te nombro, Amor mío, burla y odio concitas;
si alabo el sol, vosotros el invernal derroche;
decís que en mi pradera sobran las margarita,
azules en mi cielo y estrellas en mi noche.
Buscáis en mis palabras a ver qué se descubre,
como fino escalpelo que escarba un corazón...
Tal vez me fuera poco perder Pont-neuf y el Louvre,
que aún vuestra venganza pide satisfacción.
De alados cancioneros podréis hacer galeotes;
ahuyentar al poeta podrá vuestra elegancia;
pero nunca podrán vuestros serviles brotes
arrebatar el dón de nuestro amor a Francia.
Oye tú, pasajera que vas de puerta en puerta:
tal vez yo soy el hombre que vuelve de tu olvido;
colma tu delantal la primavera muerta,
y de un color de parvas tus ojos se han teñido.
¿Mintió nuestro embeleso? ¿Mintió nuestra ternura?
Mirad aquesta frente nublada por el sol...
Pero el ansia renace cual se ve en la llanura
por entre las espigas surgir el ababol.
¿Y no son estos brazos los de las Afroditas
que entre la mies dorada coronan el peñón?
Plenitud encantada que eterna resucitas
la sombra de Racine en la Ferté-Milón.
La sonrisa de Reims con sus labios perfectos
es el sol que se apaga sobre una tarde eximia;
y para perdición de profetas y electos
sus trenzas de champaña trascienden a vendimia.
Ingres de Montalbán trazó la arquitectura
y el cuenco de esos hombros donde pára tranquilo
el ansiado tesoro .de la linfa más pura
filtrada en las raíces del álamo y el tilo.
Oh Laura! como a ti, Petrarca habría cantado
a esta Francia que sangra por nuestro corazón;
sangrante corza en fuga que lleva en el costado
la jabalina de los monteros de Aviñón.
Invoca el espejismo de mil y una grandezas
que sosieguen fantasmas, donde el gemir acalles:
Brantome, San Juan de Acre -cavas y fortalezas,
laderas y gargantas- Vercors y Roncesvalles.
Con el viento que llega de Arlés vuelven los sueños
-el corazón apenas los nombra en un rumor-.
En Aunis y en Saintonge los marjales trigueños
muestran aún el surco brutal del invasor.
Alta ronda de urbes, de villas y comarcas,
erguidas como flores de un esplendor rival,
y en pos de la galante huella de los monarcas
Razón y Sueño cifran en un solo ideal.
Oh cautiva Durance, oh cielo encadenado.
Suelo pastor vestido de racimos maduros;
país con cuyo nombre tan dulcemente amado
marcaba el Rey de Francia los sarracenos muros.
Como tú misma es dulce la locura en desvelo
porque te reconozcan de mi canto a la luz;
y pues entre dos mares vacila nuestro duelo,
detenga nuestros pasos el umbral de Naurouze.
¡Mas, no! Tornas al vuelo, clamor insosegable...
¿A dónde vas? asado Mont-Ventoux, allá el Sena
en lo hondo se fuga, y entre un deleitable
manzanar, Lamartine sueña en la Magdalena.
Mujer, vinos fragantes, madrigales, montaña:
¿cuáles pintaré? ¿cuáles más vivamente adoro?
¿Son esos los pomares de tu seno, Bretaña,
y esas gemas tus pinos en ponientes de oro?
Alba gorguera donde los labios abrasados
mendigan cidra y leche. Plenitud que suspira,
Normandía secreta, por ti los desterrados
caballeros poblaron las ruinas de Palmira.
En verdad ya no sé dónde empieza el encanto...
Hay nombres que son carne como los de Andelyz.
Oh rostro que te vuelves por no mostrar el llanto,
pliega tus labios. ..Cálla, oh París, mi Parísl
París de las canciones, París de la Bastilla;
hoy sólo tus albercas están embanderadas...
Como estrella polar no ya tu frente brilla:
París lo eres tan sólo formando barricadas.
París de nuestros bienes, París de nuestros males;
París del Cours-la-Reine, Corte de Flor-de-lys;
de suburbio en suburbio por todos los umbrales,
tu nombre, más que un grito nos desgarra, PARIS.
Huyamos de este sitio donde la atroz germina;
la vida aún aguarda su amanecer incierto;
del Oise y el Marne falta la epopeya leonina;
y Sylvia ya no cruza por el Valois desierto.
Almenar del recuerdo donde alzaran sus llamas
los sueños de veinte años a un cielo que mintió;
y en vez de amor, el negro Camino de las Damas,
y el crepitar del rojo molino de Laffaux.
Atraviesa la ruta polvorienta y famosa
de país en país persiguiendo incansada
por la selva de Argonne y en los Altos del Mosa
que renazca perenne tu gloria traicionada.
Como ciervo flechado que trémulo agoniza,
bajo el bosque se azulan los ojos de la charca...
Descanso de destierro que va camino a Suiza,
la que amara Courbet, la plácida comarca.
Te he perdido, Alsacia, donde si el Rhin desborda,
faisanes deslumbrados caen de los encinos;
donde Werther su treno por un instante asorda,
compasándolo al júbilo de coros campesinos.
De Port~Vendre a Dunkerque la tromba de tortura
no podrá enmudecer la voz de nuestras venas;
nadie podrá romper la mágica armadura
que Aymon forjó en el rojo cubil de las Ardenas.
A los férvidos labios no habrá quien arrebate
la flauta que a los siglos entrega su raudal;
tras la siega de lauros, aún llama al combate,
hermanos en la espiga, la hierba y el rosal.
Se oye entre las hojas un galopar que avanza...
Hilandera, suspénde: mi pecho va a estallar.
Hablan en voz de fuente la noche y la esperanza...
Si fuera Duguesclin volviendo a batallar...
Qué importa que yo muera sin que la veneranda
faz mire dibujarse bajo el solar fulgor.
Dancemos, hijo mío, la loca zarabanda.
Mi patria es la Miseria y el Hambre y el Amor.
Versión de: Carlos López Narváez
X... FRANCES
Un nombre como sangre de trivial cortadura
sencillo por demás para ser retenido;
se dice sin pensarlo cual se bebe agua pura;
lo pudiera llevar cualquier desconocido.
Un nombre, corazón isócrono en que radie
la quietud de las horas si de pronto se altera;
un nombre que no haria volver el rostro a nadie:
como el que los soldados llevan en la pulsera.
Un nombre como tántos que destiñen los vientos
en las tablas, las tumbas y las actas civiles;
un nombre y apellido -punzantes y sangrientos
zuecos donde se estrujan unos pies infantiles.
Ayer como nosotros era un adolescente
aquel cuyos verdugos llegaron con el día;
decían las mujeres su nombre dulcemente
sin saber que al nombrarlo la gloria sonreía.
Ese nombre trivial como tierra sin amos,
con devoción ahora nuestra gente lo nombra:
sobre el asfalto, al pie de su escritura hay ramos
y damas de rodillas ataviadas de sombra.
Nombre bello, incoloro: como se dan en Francia
para cruzar la turba y morir sin reproche;
un nombre silencioso como la vigilancia;
nombre como las luces de una aldea en la noche.
Versión de: Carlos López Narváez
CE
Todo empezará en el CE,
el puente que yo crucé.
Habla un romance perdido
del buen caballero herido;
de una rosa en la calzada
y una túnica soltada;
de un castillo misterioso
y albos cisnes en el foso,
y una pradera en que danza
la novia sin esperanza.
Como una noche de hielo,
el lay de glorias en duelo.
Se van con mis pensamientos
por el Loire los armamentos;
y los convoyes volcados
y llantos mal enjugados.
¡Oh Francia, mi bien-amada!
iOh mi dulce abandonada!
qué sola yo te dejé
cruzando el puente de CE.
Versión de: Carlos López Narváez
LOS VIEJOS PUENTES
Yo pasé por los viejos puentes
Todo allí comenzó después
Una canción del tiempo ido
Habla de un herido doncel
De un traje que fué desceñido
Y de un desangrado clavel
Del castillo de un duque loco
De los negros cisnes de un rey
De la pradera donde canta
La eterna novia del ayer
Yo bebí el canto de las glorias
Falsas conmo una helada miel
El Loira arrastra mis recuerdos
Con el ejército francés
Con las armas ya disparadas
Y el llanto sin borrar también
Oh abandonada oh Francia mía!
Yo los viejos puentes pasé
Versión de: Andrés Holguín
NO HAY NINGÚN AMOR FELIZ
El hombre nada adquiere jamás Ni su ternura
Ni su amor ni su fuerza Y cuando abre loa brazos
La sombra que proyecta es una cruz oscura
Y si abraza su dicha la destroza en pedazos
Su vida es una extraña y espantable locura
No hay ningún amor feliz
Su vida se parece a un inerme soldado
Que para otra estrategia ha sido preparado
Que madruga y de noche sufre de hambre y de sed
Y que en la tarde tiembla deshecho y desarmado
Decid «mi pobre vida» y el llanto contened
No hay ningún amor feliz
Mi bello amor mi dulce amor mi amor perdido
Dentro de mí te llevo como un pájaro yerto
Y aquellos que de lejos nos vieron no han sabido
Que mis propios poemas tras de mí han repetido
Y que ya por tus ojos varias veces han muerto
No hay ningún amor feliz
El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado
Que lloren en la noche nuestros dos corazones
Por el dolor que esconde cada recuerdo amado
Las tragedias que nutren el éxtasis soñado
Los sollozos que impregnan las menores canciones
No hay ningún amor feliz
No hay amor que no aflija al par que desespera
No hay amor que no se halle mezclado a su dolor
No hay amor que no espante No hay amor que no hiera
No hay amor que no viva de lágrimas y espera
Y el amor de la patria lo mismo que tu amor
No hay ningún amor feliz
Pero este es nuestro amor
Versión de: Andrés Holguín
Manuel de Zequeira y Arango
(1764 - 1846)
Nació en La Habana. Procedía de familia noble y pudiente. Aprendió
las primeras letras en su propio hogar. En 1774 ingresó en el
Seminario San Carlos. En ese mismo Seminario estudió historia,
literatura y la cultura latina. Diez años más tarde se asoció al
Regimiento de Infantería de Soria, España.
A la edad de 28 años escribió publicó poemas y ensayos literarios
en varios periódicos de La Habana. Participó en muchas
expediciones militares, tanto en Cuba como en las Antillas, pasando
más tarde a Venezuela y al Virreinato de Nueva Granada.. Debido a
su participación en las guerras recibió algunos honores.
Después de sus correrías militares, vuelve a La Habana, en donde
contrae matrimonio. Colaboró en El Aviso de La Habana, El Criticón
de la Habana, El Mensajero político económico y literario de La
Habana, El Noticioso Mercantil, El Observador Habanero y La Lira de
Apolo. En 1821 se trasladó a Matanzas, en función de coronel. Allí le
aparecieron los primeros indicios de locura, de la cual no se podrá
restablecer.
Sus poesías fueron editadas con las de Manuel Justo Rubalcava en
1964, por la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, de la cual
entresacamos algunos poemas que siguen a continuación. Un caso
curioso a notar es que, por lo menos, utilizó unos veinte
seudónimos como noms-de-plume.
EL MOTIVO DE MIS VERSOS
Canta el forzado en su fatal tormento,
Y al son del remo el marinero canta,
Cantando, al sueño el pescador espanta,
Y el cautivo cantando está contento:
Al artesano en su entretenimiento
Le divierte la voz de su garganta;
Canta el herrero que el metal quebranta,
Y canta el desvalido macilento.
El más infortunado entre sus penas
Con la armónica voz mitiga el llanto,
Y el peso de sus bárbaras cadenas;
Pues si el dulce cantar consuela tanto
Al mísero mortal en sus faenas,
Yo por burlar mis desventuras canto.
A LA VIDA
Vida, que sin cesar huyes de suerte
Que no eres de ningún bien merecedora,
¿Por qué quieres llevarme encantadora
Con alegre esperanza hasta la muerte?
Si el tiempo que risueña te divierte
Es el mismo al fin que te devora
Por qué te he de apreciar si a cada hora
Se me acerca el momento de perderte.
Mas, ¿qué pierdo en perderte? La vil parte
De la miseria humana, el cuerpo indigno
Que debieras más bien de él alejarte,
Si a más vida, mas males imagino
Ya me puedes dejar, que yo en dejarte
Harto que agradecer tengo al destino.
EL DESTINO
Del grueso tronco del mejor madero,
Suele arbitrariamente el artesano,
Hacer que salga de su docta mano
El asiento que ocupa un zapatero:
Toma otras veces este mismo obrero
Una porción del leño más villano,
Y forma con instinto soberano
El busto de una diosa o de un guerrero.
El destino también inicuamente
Al artífice imita en sus deslices,
Haciendo venturoso al delincuente;
Y aquellos que debieran ser felices
Por sus nobles virtudes, inclemente
Los deja miserables e infelices.
CONTRA EL AMOR
Huye, Climene, deja los encantos
Del amor, que no son sino dolores;
Es una oculta sierpe entre las flores
Cuyos silbos parecen dulces cantos:
Es
Es
Es
Es
néctar que quema y da quebrantos,
Vesubio que esconde sus ardores,
delicia mezclada con rigores,
jardín que se riega con los llantos:
Es del entendimiento laberinto
De entrada fácil y salida estrecha,
Donde el más racional pierde su instinto:
Jamás mira su llama satisfecha,
Y en fingiendo que está su ardor extinto,
Es cuando más estrago hace su flecha.
EL VALOR
Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado
Montes desquicie el Bóreas desatado,
Tiemble y caduque con espanto el suelo:
Con hórrido estallido el negro velo
Júpiter rompa de la nube airado:
Quede el Etna en las ondas sepultado:
Quede el mar convertido en Mongibelo:
La máquina del orbe desunida,
Cumpliendo el vaticinio, y las supremas
Leyes, caiga en cenizas reducida:
Por estas de pavor causas extremas,
Ni por las furias que el tirano
Como temas a Dios, a nada temas.
A LA INJUSTIC1A
Al tribunal de la injusticia un día,
El mérito llego desconsolado,
A la deidad rogándole postrado
Lo que por sus hazañas merecía:
Treinta años de servicios exponía,
Diez batallas, herido, acreditado,
Volvió el rostro la diosa al desdichado
Y dijo: no ha lugar, con voz impía.
Mostró luego el poder sus pretensiones,
Y la ingrata a obsequiarlo se decide,
Aunque oye impertinentes peticiones;
Y cuando injusta al mérito despide,
Al poder por razón de sus doblones,
La deidad decretó: como lo pide.
CONTRA LA GUERRA
De cóncavos metales disparada,
Sale la muerte envuelta en estampido
Y en torrentes de plomo repartido
Brota el Etna su llama aprisionada.
El espanto, el dolor, la ruina airada,
Al vencedor oprimen y al vencido,
Huye esquivo el reposo apetecido,
Sólo esgrime el valor sangrienta espada:
El hombre contra el hombre se enfurece,
Su propia destrucción forma su historia,
Y de sangre teñido comparece
En el sagrado templo de la gloria
Cese hombre tu furor, tu ambición cese,
Si el destruirte a ti mismo es tu victoria.
LA ILUSIÓN
Sic transit gloria huius mundi.
Soñé que la fortuna en lo eminente,
Del más brillante trono, me ofrecía
El imperio del orbe, y que ceñía
Con diadema inmortal mi augusta frente:
Soñé que hasta el ocaso desde oriente,
Mi formidable nombre discurría,
Y que del septentrión al mediodía,
Mi poder se adoraba humildemente;
De triunfantes despojos revestido,
Soñé que de mi carro rubicundo,
Tiraba César con Pompeyo uncido:
Despertóme el estruendo furibundo,
Solté la risa y dije en mi sentido,
Así pasan las glorias de este mundo.
LAS MUJERES AMAN A LOS HOMBRES
Solamente por interés
Verás amigo un burro alivolante,
A un buey tocar la flauta dulcemente,
Correr una tortuga velozmente
Y hacer de volatín un elefante:
En requesones vuelto el mar de Atlante,
Y de Guadiana el agua en aguardiente,
El Ebro, Duero y Tajo con corriente
De generoso vino de Alicante
Verás durante el sol lucir la luna,
Verás de noche el sol claro y entero,
Verás para su rueda la fortuna
estos portentos, sí, verás primero
Que puedas encontrar mujer alguna
Que quiera al hombre falto de dinero.
LA APARICIÓN DEL COMETA
No envidio la pluma de Cervantes,
Ni del Argivo la sonora trompa,
Ni el lauro de Colón por más que rompa
Nuevos caminos a los navegantes.
No codicio los pinceles de Timantes,
Aunque el tiempo sus tintes no corrompa,
Ni de Alejandro la triunfante pompa,
Ni el distinguido empleo de los almirantes.
No apetezco ver los muros de la China,
Ni conocer a Napoleón me inquieta
Por más que suene en la inmortal bocina.
Otra cosa anhela mi pasión discreta,
Y es que siempre me viera mi Corina
Con la atención que el vulgo ve al cometa.
A NARCISA EN SUS DÍAS
¡Qué estupendo banquete, qué función
Te preparo, oh Narcisa, que festín
Tendrás las ricas frutas de Turín,
Las tortas te vendrán desde Tolón.
El rey de Esparta tocará el violón,
El de Palmira trinará un violín
Y Alejandro vendrá con el flautín
Que tocaba el ilustre Agamenón.
Treinta mil reposteros te vendrán
De Pekín, de Moscú y de Jaén
Y un millón de princesas de Tetuán:
De Sajonia será dorado el tren;,
Y contigo los dioses beberán
Del licor que bebió Matusalén.
A LA PIÑA
Del seno fértil de la Madre Vesta,
En actitud erguida se levanta
La airosa piña de esplendor vestida,
Llena de ricas galas.
Desde que nace, liberal Pomona
Con la muy verde túnica la ampara,
Hasta que Ceres borda su vestido
Con estrellas doradas.
Aun antes de existir, su augusta madre
El vegetal imperio la prepara,
Y por regio blasón la gran diadema
La ciñe de esmeraldas.
Como suele gentil alguna ninfa,
Que allá entre sus domésticas resalta
El pomposo penacho que la cubre
Brilla entre frutas varias.
Es su presencia honor de los jardines,
Y obelisco rural que se levanta
En el florido templo de Amaltea,
Para ilustrar sus aras.
Los olorosos jugos de las flores,
Las esencias, los bálsamos de Arabia,
Y todos los aromas, la Natura
Congela en sus entrañas.
A nuestros campos desde el sacro Olimpo,
El copero de Júpiter se lanza;
Y con la fruta vuelve que los dioses
Para el festín aguardan.
En la empírea mansión fue recibida
Con júbilo común, y al despojarla
De su real vestidura, el firmamento
Perfumó con el ámbar.
En la sagrada copa la ambrosia
Su mérito perdió, y con la fragancia
Del dulce zumo del sorbete indiano,
Los Númenes se inflaman.
Después que lo libró el divino Orfeo,
Al compás de la lira bien templada,
Hinchendo con su música el empíreo,
Cantó sus alabanzas.
La madre Venus cuando al labio rojo
Su néctar aplicó, quedó embriagada
De lúbrico placer, y en voz festiva
A Ganimedes llama.
"La piña, dijo, la fragante piña,
En mis pensiles sea cultivada
Por mano de mis ninfas; sí, que con
Su bálsamo en Idalia".
¡Salve, suelo feliz, donde prodiga
Madre Naturaleza en abundancia
La odorífera planta fumigable!
¡Salve feliz Habana!
La bella flor en tu región ardiente
Recogiendo odoríferas sustancias,
Templa de Cáncer la calor estiva
Con las frescas Ananas.
Coronada de flor la primavera,
El rico otoño, y las benignas auras
En mil trinados y festivos coros
Su mérito proclaman.
Todos los dones, las delicias todas,
Que la Natura en sus talleres labra,
En el meloso néctar de la piña
Se ven recopiladas.
¡Salve divino fruto! y con el óleo
De tu esencia mis labios embalsama:
Haz que mi musa de tu elogio digna
Publique tu fragancia.
Así el clemente, el poderoso Jove,
Jamás permita que de nube parda
Veloz centella, que tronando vibra,
Sobre tu copa caiga:
Así en tu rededor jamás Belona
Tiña los campos con la sangre humana,
Ni algún tirano asolador derribe
Tu trono con su espada:
Así el céfiro blando en tu contorno
Jamás se canse de latir sus alas,
De ti apartando el corruptor insecto
Y el aquilón que brama.
Y así la aurora con divino aliento
Brotando perlas que en su seno cuaja,
Conserve tu esplendor, para que seas
La pompa de mi Patria.
A LA BRISA
Rompe en oriente sus prisiones Eolo,
Tiende sus alas, y con blando aliento
Bate en la concha del neptúneo carro
Lleno de Pompa.
Siguen su rumbo los tritones, siguen
Cándidas ninfas sus etéreos pasos
Liras templando de cristal sonoro
Dulces sirenas.
Bajo sus alas el campeón ibero
Llega a regiones peregrinas donde
Guarda su gloria y su memoria el ancho
Valle de Otumba.
Sobre tapices de esmeralda Ceres
Dulces placeres con Pomona parte
Cuando reparte la risueña brisa
Gratos aromas.
Puesto a la sombra del abeto, entonces
Oigo los mirtos y laureles santos
Cómo conversan con el aire, y cómo
Flora se anima.
La ave de Venus con amante pico
Llama al consorte de su nido ausente,
Dando al ambiente el parabién, y dando
Tiernos arrullos.
Todo se mueve con festivo enlace,
Driades y Faunos en sus verdes templos
Danzan los unos, y los otros tocan
Rudos silbatos.
Cuando tú soplas oh sagrada brisa,
Todo revive con tu aliento, y cuando
Vienes se alegra la fecunda en oro
Tórrida zona.
EL BANQUETE
No fue sólo el satírico de Francia
Del banquete importuno fiel testigo
Que a su lira prestó tanta elegancia:
Yo también si me escuchas, Claudio amigo,
Te instruiré de otro lance, cuya escena
Trágica contar puedo por testigo.
Es el caso que ayer Doña Ximena
Celebrar de su esposo Don Sempronio,
Quiso el natal, y un gran banquete ordena.
Por darme de amistad buen testimonio
Entre treinta que fueron, un billete
Me cupo por astucia del demonio.
¡Grande honor para aquel que en su retreta
Por costumbre frugal en apetito,
Más le sacia el silencio que el banquete!
Porque no me imputaron un delito,
Fui puntual, ostentando cortesía
Exterior; pero el alma en gran conflicto.
A tres horas después del mediodía
Principióse el obsequio en cuyo instante
Mi débil vientre estaba en agonía.
¡Caprichosa costumbre, interesante
Para el moderno gusto, que consiste
En dar blando martirio al circunstante!
Con grato aspecto y pensamiento triste
Ocupé mi destino, y a mi lado
Un joven se sentó de garbo y chiste;
Pasar quiero en silencio el delicado
Aseo en las vajillas ¡quién creyera
Que había para un ejercito sobrado!
No fue bambolla el aparato, era
La abundancia efectiva, porque un pozo
De sopa se plantó con su caldera.
No Camacho en Cervantes tan costoso
Dio más a conocer de su rudeza
La probidad en todo generoso.
Como el tal Don Sempronio: nunca mesa
Lucio con tan opípara abundancia,
Nada de Filili, todo grandeza.
Un toro asado vi, cuya distancia
De lugar ocupaba... ¿Claudio Amigo,
Ríes porque te hace disonancia?
Pues vive el rey Clarion, que hablo contigo,
Nadie nos oye, sufre, soy poeta
Y contra todos mi torrente sigo.
No es hipérbole, no, mas si te inquieta
Esta voz sin mudar de consonantes
Escúchame cual ato la historieta.
En desorden común los circunstantes
Con rumor sus asientos ocuparon
A manera de tropas asaltantes.
Aquí, Claudio, mis penas principiaron
Cuando vi de los pajes la gran tropa
Y los varios manjares que acopiaron.
¡Qué pregón! ¡Qué algazara! ¡Vaya sopa,
(Gritaban) tallarines.-- macarrones...!
Y en esto un plato con el otro topa.
Sobre mí vi llover los empellones
De un gargantón que a mi siniestra había,
Más voraz que quinientos sabañones.
Con la vista los platos recorría,
Y resollando como inmundo cerdo
Las viandas devoraba y engullía.
A veces como en sómnico recuerdo
Monosílabos sólo contestaba,
en repetir los tragos nada lerdo.
Frente por frente de mi asiento estaba,
Otro extranjero bozalón, que todo
Con mil incultas frases encomiaba.
Allá a su medio idioma y a su modo,
La galina, decía., estar charmante,
Y a cada instante levantaba el codo.
A su diestra, con plácido semblante,
Zoylo estaba mil brindis repitiendo,
Injuriando a Helicona a cada instante.
El estilo jocoso fue exprimiendo
Del barrio del Barquillo la agudeza,
Con chistes de Manolos zahiriendo.
Unas veces hablaba con terneza,
Y otras muchas gritaba atolondrado
Hasta echarse de bruces en la mesa.
Cual si fuese otro Horacio, acalorado
Principió a criticar mi poesía,
Por agradar y parecer letrado.
Encendida en furor la fantasía
Reputaba mis versos por malditos,
Interpretando lo que no entendía:
Una silaba sólo con mil gritos
Corrigióme, sin ver que de su absurdo
Se burlaban los necios y peritos.
Hubo otro tiempo en Argos un palurdo
Que de poeta, sin serlo, presumía
(También hay vanos bajo paño burdo).
Este loco ignorante marchó un día
Presuntuoso y contento al coliseo,
A tiempo que en el teatro nadie había.
Inflamado de ardor Apolineo,
Delirante el palurdo imaginaba,
Los aplausos que quiso su deseo;
Sin escuchar actores se alegraba,
Y figuróse sin haber compuesto,
Que una comedia suya se operaba.
Ya entiendes, Claudio, lo que digo en esto,
Si a ti para advertir las alusiones
Te sobra astucia en lo que ves expuesto:
Volvió, Zoylo, a enhebrar sus maldiciones,
Efectos de su mísero ejercicio,
Queriendo al sacro Pindo dar lecciones.
¡Oh fatal, dije, abominable vicio!
Sólo el médico habla de remedios,
Cada artesano trata de su oficio.
El rústico jamás toca de asedios;
Pero siempre los necios tienen todos,
Para injuriar las musas, torpes medios.
Aquel que ignora los discretos modos
Con que los simples se preparan, sepa
Que en vez de medicinas hará lodos.
Lo mismo aquel que, presumido, trepa
Sin balancín en cuerda, y sin auxilio
El pie se le resbala y le discrepa.
Pues si Zoylo jamás leyó a Lucilio,
Ni comprende las sátiras de Horacio,
¿Qué concepto merece? El de Basilio.
Y con todo en inmundo cartapacio
Se atreve a publicar su critiquilla
Que de verla no ceso, ni me sacio.
Perdona, Claudio, si es que la mancilla
De un parásito vano ha interrumpido
El orden de mi sátira sencilla.
Volvamos al banquete donde, erguido,
Mebio también con tono destemplado
Daba muestra de ser varón leído.
Fabio, que estaba junto a mi sentado,
Reventaba de risa, y muy frecuente
Con su codo tocaba en mi costado.
Yo procuré apretar diente con diente,
Para no prorrumpir la carcajada,
Ni ser de Baco víctima inclemente.
Me contuve pensando en la extremada
Locura de Alejandro entre los vinos,
Hiriendo a Clito con su lanza airada:
Y también recordé los desatinos
Con que Calistenes sufrió la muerte
Porque a sus cultos resistió divinos.
Muy de continuo con acento fuerte
Bomba... bomba... Don Mebio repetía,
Y en cada bomba una botella vierte.
Con voz ronca mil erres prorrumpía,
Y, exhalando sudor su aspecto rojo,
Quitóse el corbatín que le oprimía.
Ya en sus pies vacilaba el cuerpo flojo,
Y aun temía que imitara a Polifemo
Cuando en la triste cueva perdió el ojo.
De crítico adulón, pasó a blasfemo,
Y perdiendo del todo la chaveta
Cada vez deliró con más extremos.
En fin, Mebio con cara de baqueta,
De todos recibió funesto trato,
Terminóse el banquete, y cual saeta
Me aparté por no ver tal mentecato.
A LELIO
Lleva, Lelio, a la sombra
De la fuente vecina,
Los vasos, las botellas,
Y la sonora lira:
De yedra coronados
Sentados a la orilla
Alegres beberemos
Con las campestres ninfas.
No cantaré el azote
De guerras numantinas
Ni la sangrienta espada
Del invencible Anibal;
No en púrpura tenidos
Los mares de Sicilia,
Ni el Cíclope asaltando
La esfera cristalina.
No al héroe macedonio
De Marte imagen viva,
Sobre el triunfante carro
Talando por las Indias.
No, Lelio, no, estos cantos
Mis cabellos erizan,
Las cuerdas se revientan,
Y crujen las clavijas;
Pero, sí cantaremos
Las tres hermanas ninfas
Con el hijo vendado:
Y a su madre divina;
Cantaremos a Baco
De vid la sien ceñida,
Con amorosas hojas
Y derramando risas:
El céfiro halagüeño,
Las dulces avecillas,
El arroyo plateado
Y el rumor de las guijas:
Todos estos placeres
En la fuente vecina,
Bebiendo llenos vasos,
harán sonar la lira.
A CARMELINA
Con la sonora trompa
De caliope divina,
Cantaba yo de Aquiles
Las bélicas conquistas:
El furor de los griegos,
Las fúnebres cenizas
Del Ilion, y la suerte
De Andrómaca afligida.
Tan hórridos acentos
Los ecos repetían,
Cuando un pasmo amoroso
Dejó mi sangre tibia;
Poco a poco el aliento
De mí se despedía,
Negándose la trompa
Al soplo que la anima.
Perdí en fin los compases,
Creció más mi fatiga;
Hasta que vino Erato
Cediéndome su lira:
"Canta, me dijo, toca
En ésta, que yo misma
Te animaré si cantas
La dulce Carmelina:
No cantes de Belona,
Ni de Marte las iras;
Canta, sí, las de Venus
Y de tu amor reliquias".
Yo tomé el instrumento,
Y a tiempo que la ninfa
Me dictaba los sones
En las cuerdas divinas.
Entonces se aparece
La tierna Carmelina,
Circundada de amores,
De gracias y de risas.
Y al verla, de las manos
Se desprendió mi lira,
Quedándose suspensa,
Erato, y yo sin vida.
A LA MISMA
En un prado a la sombra
Donde la primavera,
A las rosas y lirios,
Les daba vida nueva,
Mi Carmelina estaba
Divertida una siesta,
Difundiendo en los aires
Fragancias de Amaltea:
Formando caracoles
Susurraba una abeja,
La flor examinando
Que mas jugo tuviera:
Cesó por fin su vuelo,
Y en las mejillas tiernas
De Carmelina, ansiosa
Chupó las azucenas;
Batió después sus alas,
Volvió a girar contenta,
Sintió el veneno dulce
Y reventó la fiera.
A LA MISMA
Entre un coro de ninfas
Retozaba contento
Cupidillo desnudo
De su Carcax funesto:
Dulcemente las unas
Le estrechan en su seno,
Imprimiendo las otras
En sus mejillas besos.
Cada cual a porfía
Celebra al rapazuelo,
Llenándole de flores
Y cintas el cabello:
Pasaba por acaso
Carmelina a este tiempo
Con inocentes risas
Hechizando los cielos:
Sus
Sus
Sus
Sus
labios de corales,
dulces movimientos,
rosas, y sus lises,
mejillas y cuello.
Todo brillaba en ella
Con más puros reflejos,
Que Febo cuando opaca
Los astros y luceros.
Cupido avergonzado
Batió veloz su vuelo,
Al ver que Carmelina
Triunfaba en los afectos;
Legó donde su madre,
Lloroso del desprecio,
Llenando de gemidos
El templo citereo:
Mas Venus al mirarle
Con tan tristes lamentos,
Tomándole en sus brazos
Le consoló diciendo:
"No llores, hijo mío,
Serena el rostro bello,
¿No sabes que es tu hermana
La que causo tus celos?"
LETRILLAS
Si algún galán o mozuelo
Dijere con voz confusa
Que es embustera mi musa,
Que se lo cuente su abuela.
Si el sastre más afamado,
Cuando traza algún vestido,
Asegura que ha cumplido
Con la palabra que ha dado;
Y que siempre que ha cortado,
Para si no guardó tela,
Que se lo cuente a tu abuela.
Si por honrar su espadín
Cita el militar campañas,
Sin mostrar otras hazañas
Que heridas del bisturí:
Y arguye que en San Quintín
Le quitaron una muela,
que se lo cuente a su abuela.
Que quiera el adulador
Sufrir cual lacayo o paje,
Desprecios del personaje
De quien espera un favor
Sin que el alma en su interior
No se abochorne y le duela,
Que se o cuente a su abuela.
Que el avaro nunca asome
En su mesa el rico vino
Por que embriaga, y que el tocino
Le da empacho si lo come,
Y chocolate no tome
Porque hace mal la canela,
Que se lo cuente a su abuela.
Si Laura, que no ha tenido
Titulo, renta, o pensiones
Se presenta en las funciono,
Con el mas rico vestido,
Y jura que su marido
Por vestirla se desvela,
Que se lo cuente a su abuela.
Si porque Nisena ha blanqueado,
Siendo oscura como hollín,
Asegura que el carmín
No es quien la ha vivificado,
Y afirma que no ha zurrado
Su cutis como gacela,
Que se lo cuente a, su abuela.
Si alguien de mis tijeretas
Se apropiare algún vestido
Para salir a la moda,
Buena suerte le ha cabido.
Al que indiscreto se casa
Con una niña bonita,
Que gusta de la visita
Cuando el novio no está en casa,
Y siendo la renta escasa
Ostenta un porte lucido,
Buena suerte le ha cabido.
Al que sedujo el honor,
(Que el honor también engaña)
Y ha regado la campana
Con la sangre y el sudor,
Y ve que otro por favor
Logra lo que él no ha podido,
Buena suerte le ha cabido.
Al miserable usurero,
Verdugo de su existencia,
Que ha vivido en penitencia
Por dejarle a su heredero,
Si va a contar su dinero
Y halla el candado rompido.
Buena suerte le ha cabido.
Al que tiene en la justicia
Confiados sus intereses,
Y al cabo de ochenta meses
Sabe por primer noticia,
Que el contrario (sin malicia)
Con oro se ha defendido,
Buena suerte le ha cabido.
AI cazador que anda alerta
En busca de una perdiz,
Si ve que por un desliz
Otro cazador le acierta,
Y advierte que viene muerta
La perdiz que había querido
Buena suerte le ha cabido.
Al que seis horas hablando
Oye en junta los Galenos
De exóticas frases llenos
A las Parcas invocando,
Y sale el pobre temblando
Sin haberlas entendido,
Buena suerte le ha cabido.
Al que ansioso se encomienda
Al peligro de los mares,
Sufriendo diez mil pesares
Por lograr una prebenda,
Y gasta toda su hacienda
Sin haberla conseguido,
Buena suerte le ha cabido.
Al que buscando fortuna
Su edad juvenil pasó
Quedándose como yo
En los cuernos de la luna,
Sin hallar persona alguna
Que lo haya favorecido,
Buena suerte le ha cabido.
EPIGRAMAS
Como suele en viva llama
Pronto arder la Mariposa;
Así la vista curiosa
Se quema en un epigrama:
Y si es el estilo terso,
Claro y lleno de alusiones,
Puedan bien cuatro renglones
Incendiar el Universo.
***
Rezaba un sepulturero
Por el doctor del lugar,
Luego que se iba a acostar,
Devoto un trisagio entero:
Pregúntale su mujer
Por quien oraba, y el dice:
"Ruego por que se eternice
E1 que nos da de comer".
***
Para una enferma apurada
A un médico se llamó
Con tal prisa, que salió
Sin el bastón, ni la espada:
No importa que esto se note,
Dijo con modesto labio,
Que en mi oficio mata el sabio
Sin espada ni garrote.
***
Un acreedor eficaz
Cobró a Blas cuando moría,
Y éste al acreedor decía,
Déjame morir en paz
¿Conque morirte prefieres?
Dijo el otro, pues no quiero,
Paga la deuda primero
Y muere cuando quieres.
***
Cierto alcalde corcovado
Que la justicia vendía,
Con otro alcalde reñía
Porque andaba descarriado:
El reñido con despecho
Respondió, diciendo: "amigo,
Contra mí no es buen testigo
EI que no anda muy derecho".
***
A visitar un vicario
El Doctor Don Gil entró,
Y el sacristán que lo vio
Se fue al punto al campanario;
Pero al irse dijo: "advierto
Que si Dios no nos socorre,
De aquí a que llegue a la torre
Bien puedo tocar a muerto".
***
Encontróse un bandolero
Con cierto escribano un día,
Y quitándose el sombrero
Le hizo a aquél su cortesía:
El escribano dio indicio
De que extrañaba el halago;
Mas el otro dijo: "lo hago
Porque somos de un oficio".
Gaspar Núñez de Arce
RECUERDOS
I
¡Tantas esperanzas muertas
y tantos recuerdos vivos!...
en el corazón humano
jamás se forma el vacío.
Nace una ilusión y muere;
pero su cadáver mismo
queda insepulto en el alma
y siempre en la mente fijo.
¡Ay! por eso yo que os llevo
ha tantos años conmigo,
esperanzas engañosas
que me halagásteis de niño;
hoy que bajo el grave peso
de vuestro cadáver gimo,
¡infeliz de mí! quisiera
que nunca hubiérais nacido.
II
¿Te acuerdas? Al pie de un árbol,
en el jardín de tu casa,
el dulce y maduro fruto
ibas cogiendo en la falda.
Turbando nuestra alegría
crujió de pronto la rama,
diste un grito, y desplomado
caí sin voz a tus plantas.
No vi más; pero entre sueños
me pareció que escuchaba
desconsolados gemidos,
tiernas y amantes palabras.
Y cuando volví a la vida,
en una sola mirada
se besaron nuestros ojos
y se unieron nuestras almas.
III
¿Te acuerdas? Seis años hace
cuando por la vez primera
eterno amor nos juramos
y fidelidad eterna.
¡Cuán venturosas corrieron
las horas! ¡ay! ¡y cuán prestas!
un deseo, una esperanza
fué nuestra dulce existencia.
Turbóse un día el encanto
de aquella pasión inmensa,
y el viento de la fortuna
llevome a lejanas tierras.
Colgándote de mi cuello,
en llanto amargo deshecha,
vuelve, -me dijiste- vuelve;
que mi corazón te llevas.Volví... ¡Ya estabas casada!
y un ángel de rubias hebras
en tu regazo dormía
el sueño de la inocencia.
Posé, temblando, mis labios
en su faz blanca y risueña,
y al mirarte, vi que estabas
pálida como una muerta.
IV
Después... Aturdido, ciego,
cuando me hirió el desengaño,
en tus queridas memorias
quise vengar mis agravios.
Busqué frenético el rizo
de tus cabellos castaños,
que en la postrer despedida
me diste, Inés, sollozando.
-Muera, dije- este recuerdo
de aquel corazón ingrato,
y arrastre el viento en cenizas
la inútil prenda que guardo.Miréla suspenso y mudo,
hasta que ahogándome el llanto,
en vez de arrojarla al fuego
la llevé ¡loco! a mis labios.
¡Ay! quiera Dios que no veas
preso en amorosos lazos,
al hijo de tus entrañas
llorar, como estoy llorando.
V
¿Te acuerdas? Cuando en los días
de mi secreto infortunio
dudaba yo de mí mismo,
pobre, olvidado y oscuro;
enjugando compasiva
mi llanto abundante y mudo,
-no desmayes, me dijiste,
que el porvenir será tuyo.
Yo compartiré contigo
lauros, honores y triunfos,
y a la sombra de tu fama
nuestro amor llenará el mundo.Hoy rompe a veces mi nombre
la indiferencia del vulgo,
y a veces también su aplauso
trémulo y turbado escucho.
Pero como estás muy lejos
y en vano te llamo y busco,
paréceme que resuena
en el hueco de un sepulcro.
EL REO DE MUERTE
¡Oh, vedle, vedle! ¿Turbia y ardiente la mirada,
en brazos de su culpa que le acrimina austera,
tan lejos y tan cerca de la insondable nada,
del mundo que le arroja, del polvo que le espera!...
¡Luchando con extrañas y horribles agonías
que traen ante sus ojos en rápida carrera
sus inocentes horas, sus conturbados días,
el cuadro pavoroso de su existencia entera!
Ayer, aunque entre sombras, el porvenir incierto
brindábale ilusiones de amor y de ventura,
y hoy, asomado al borde de su sepulcro abierto,
contempla horripilado la eternidad oscura.
La muerte, que le acosa con misterioso grito,
despierta los terrores de su conciencia impura:
quiere llamar, y apaga sus voces el delito,
quiere huir, y le asalta la hambrienta sepultura.
¡Ay, si recuerda entonces el dulce hogar sereno
donde pasó ignorada su infancia soñadora,
la amante y pobre madre que le llevó en su seno,
único ser acaso que le disculpa y llora!
¡Ay triste de él si al lado del hondo precipicio
su amparo no le presta la fe consoladora;
la fe que se levanta potente en el suplicio
y da sus alas de ángel al alma pecadora!
¡Miradle! Cada paso que hacia el cadalso avanza
de su agitada vida los horizontes cierra:
apágase en sus ojos la luz de la esperanza
y el peso de la muerte fatídico le aterra.
¡Ay, ten valor! Si un día de imprevisión y dolo
te puso con los hombres y con la ley en guerra,
mañana entre los muertos abandonado y solo
en su profundo olvido te envolverá la tierra.
Aparta tu mirada terrífica y sombría
de esa apiñada turba que bulle en el camino
para gozar del triste placer de tu agonía
y presenciar el término de tu fatal destino.
¡Oh! no la empuja sólo su imbécil sentimiento
hacia el cadalso infame que espera al asesino.
¡Hasta la cumbre misma del Gólgota sangriento
siguió también los pasos del Redentor divino!
CREPÚSCULO
El sol tocaba en su ocaso,
y la luz tibia y dudosa
del crepúsculo envolvía
la naturaleza toda.
Los dos estábamos solos,
mudos de amor y zozobra,
con las manos enlazadas,
trémulas y abrasadoras,
contemplando cómo el valle,
el mar y apacible costa,
lentamente iban perdiendo
color, trasparencia y forma.
A medida que la noche
adelantaba medrosa,
nuestra tristeza se hacía
más invencible y más honda.
Hasta que al fin, no sé cómo
yo trastornado, tú loca,
estalló en ardiente beso
nuestra pasión silenciosa.
¡Ay! al volver suspirando
de aquel éxtasis de gloria,
¿qué vimos? Sombra en el cielo
y en nuestra conciencia sombra.
¡AMOR!
¡Oh eterno amor, que en tu inmortal carrera,
das a los seres vida y movimiento,
con qué entusiasta admiración te siento,
aunque invisible, palpitar doquiera!
Esclava tuya la creación entera,
se estremece y anima con tu aliento,
y es tu grandeza tal, que el pensamiento
te proclamara Dios, si Dios no hubiera.
Los impalpables átomos combinas
con tu soplo magnético y profundo:
tú creas, tú trasformas, tú iluminas,
y en el cielo infinito, en el profundo
mar, en la tierra atónito dominas,
¡amor, eterno amor, alma del mundo!
MISERERE
Es de noche: el monasterio
que alzó Felipe Segundo
para admiración del mundo
y ostentación de su imperio,
yace envuelto en el misterio
y en las tinieblas sumido.
De nuestro poder, ya hundido,
último resto glorioso,
parece que está el coloso
al pie del monte, rendido.
El viento del Guadarrama
deja sus antros oscuros,
y estrellándose en los muros
del templo, se agita y brama.
Fugaz y rojiza llama
surca el ancho firmamento,
y a veces, como un lamento,
resuena el lúgubre son
con que llama a la oración
la campana del convento.
La iglesia, triste y sombría,
en honda calma reposa,
tan helada y silenciosa
como una tumba vacía.
Colgada lámpara envía
su incierta luz a lo lejos,
y a sus trémulos reflejos
llegan, huyen, se levantan
esas mil sombras que espantan
a los niños y a los viejos.
De pronto, claro y distinto
la regia cripta conmueve
ruido extraño, que aunque leve,
llena el mortuorio recinto.
Es que el César Carlos Quinto,
con mano firme y segura
entreabre su sepultura,
y haciendo una horrible mueca,
su faz carcomida y seca
asoma por la hendidura.
Golpea su descarnada
frente con tenaz empeño,
como quien sale de un sueño
sin acordarse de nada.
Recorre con su mirada
aquel lugar solitario,
alza el mármol funerario,
y arrebatado y resuelto
salta del sepulcro, envuelto
en su andrajoso sudario.
-¡Hola! -grita en son de guerra
con aquella voz concisa,
que oyó en el siglo, sumisa
y amedrentada la tierra.
-¡Volcad la losa que os cierra!
Vástagos de imperial rama,
varones que honrais la fama,
antiguas y excelsas glorias,
de vuestras urnas mortuorias
salid, que el César os llama.
Contestando a estos conjuros,
un clamor confuso y hondo
parece brotar del fondo
de aquellos mármoles duros.
Surgen vapores impuros
de los sepulcros ya abiertos:
la serie de reyes muertos
después a salir empieza,
y es de notar la tristeza,
el gesto despavorido
de los que han envilecido
la corona en su cabeza.
Grave, solemne, pausado,
se alza Felipe Segundo,
en su lucha con el mundo
vencido, mas no domado.
Su hijo se despierta al lado,
y detrás del rey devoto,
aquel que humillado y roto
vio desmoronarse a España,
cual granítica montaña,
a impulsos del terremoto.
Luego el monarca enfermizo,
de infausta y negra memoria,
en cuya Edad, nuestra gloria
como nieve se deshizo.
Bajo el poder de su hechizo
se estremece todavía.
¡Ay qué terrible armonía,
qué oscuro enlace se nota
entre aquel mísero idiota
y su exhausta monarquía!
Con terrífica sorpresa
y en silencioso concierto
todos los reyes que han muerto
van saliendo de su huesa.
La ya apagada pavesa
cobra los vitales bríos
y se aglomeran sombríos
aquellos yertos despojos,
aquellas cuencas sin ojos,
aquellos cráneos vacíos.
De los monarcas en pos,
respondiendo al llamamiento,
cual si llegara el momento
del santo juicio de Dios,
acuden de dos en dos
por claustros y corredores,
príncipes, grandes señores,
prelados, frailes, guerreros,
favoritos, consejeros,
teólogos e inquisidores.
¡Qué es mirar como serpea
por su semblante amarillo
el fosforescente brillo
que la podredumbre crea!
¡Qué espíritu no flaquea
con mil terrores secretos,
viendo aquellos esqueletos,
que ante el César, que los nombra,
se deslizan por la sombra
mudos, absortos, inquietos!
¡Cuántas altas potestades,
cuántas grandezas pasadas,
cuántas invictas espadas,
cuántas firmes voluntades
en aquellas soledades
muestran sus restos livianos!
¡Cuántos cráneos soberanos,
que el genio habitara en vida,
convertidos en guarida
de miserables gusanos!
Desde el triste panteón
en que se agolpa y hacina,
hacia el templo se encamina
la fúnebre procesión.
Marcha con pausado son
tras del rey que la congrega,
y cuando a la iglesia llega,
inunda la altiva nave
un resplandor tibio y suave,
que ni deslumbra ni ciega.
Guardando el regio decoro,
como en los siglos pasados,
reyes, príncipes, prelados
toman asiento en el coro.
Después en tropel sonoro
por el templo se derrama,
rindiendo culto a la fama
con que llena las historias,
aquel haz de muertas glorias,
que el César convoca y llama.
Por mandato soberano
de Carlos, que el cetro ostenta
llega al órgano y se sienta
un viejo esqueleto humano.
La seca y huesosa mano
en el gran teclado imprime,
y la música sublime
que a inmensos raudales brota,
parece que en cada nota
reza y llora, canta y gime.
Uniendo al acorde santo
su voz, los muertos despojos
caen ante el ara de hinojos
y a Dios elevan su canto.
Honda expresión del quebranto,
aquel eco de la tumba
crece, se dilata, zumba,
y al paso que va creciendo
resuena con el estruendo
de un mundo que se derrumba:
«Fuimos las ondas de un río
»caudaloso y desbordado.
»Hoy la fuente se ha secado,
»hoy el cauce está vacío.
»Ya ¡oh Dios! nuestro poderío
»se extingue, se apaga y muere.
»¡Miserere!
»¡Maldito, maldito sea
»aquel portentoso invento
»que dió vida al pensamiento
»y alas de luz a la idea!
»El verbo animado ondea
»y como el rayo nos hiere.
»¡Miserere!
»¡Maldito el hilo fecundo
»que a los pueblos eslabona,
»y busca, y cuenta, y pregona
»las pulsaciones del mundo!
»Ya en el silencio profundo
»ninguna injusticia muere.
»¡Miserere!
»Ya no vive cada raza
»en solitario destierro,
»ya con vínculo de hierro
»la humana especie se enlaza.
»Ya el aislamiento rechaza,
»ya la libertad prefiere.
»¡Miserere!
»Rígido y brutal azote
»con desacordado empuje
»sobre las espaldas cruje
»del rey y del sacerdote.
»Ya nada existe que embote
»el golpe ¡oh Dios! que nos hiere.
»¡Miserere!
»Mas ¡ay! que en su audacia loca,
»también el orgullo humano
»pone en los cielos su mano
»y a ti, Señor, te provoca.
»Mientras blasfeme su boca,
»ni paz ni ventura espere.
»¡Miserere!
»No en la tormenta enemiga:
»no en el insondable abismo:
»el mundo lleva en sí mismo
»el rayo que le castiga.
»Sin compasión ni fatiga
»hoy nos mata; pero muere.
»¡Miserere!
»Grande y caudaloso río,
»que corres precipitado
»ve que el nuestro se ha secado
»y tiene el cauce vacío.
»¡No prevalezca el impío,
»ni la iniquidad prospere!
»¡Miserere!»
Súbito, con sordo ruido
cruje el órgano y estalla,
la luz se amortigua, y calla
el concurso dolorido.
Al disiparse el sonido
del grave y solemne canto
llega a su colmo el espanto
de las mudas calaveras,
y de sus órbitas hueras
desciende abundoso llanto.
A medida que decrece
la luz misteriosa y vaga,
todo murmullo se apaga
y el cuadro se desvanece.
Con el alba que aparece
el cortejo se evapora,
y mientras la blanca aurora
esparce su lumbre escasa,
a lo lejos silba y pasa
la rauda locomotora.
PROBLEMA
Ciego, ¿es la tierra el centro de las almas?
Quiero, dejando hipótesis a un lado,
una duda exponer, y es la siguiente:
-¿Por qué cruza la tierra el inocente,
de espinas o de sombras coronado?
¿Por qué feliz y próspero, el malvado
alza orgulloso la atrevida frente?
¿Por qué Dios, que es el bien, mira y consiente
el eterno dominio del pecado?
¿Por qué, desde Caín, la humana raza,
sometida al dolor, con sangre traza
la historia de sus luchas giganteas?
Y si es ficción la gloria prometida,
si aquí empieza y acaba nuestra vida,
¿por qué, implacable Dios, por qué nos creas?
TRISTEZAS
Cuando recuerdo la piedad sincera
con que en mi edad primera
entraba en nuestra viejas catedrales,
donde postrado ante la cruz de hinojos
alzaba a Dios mis ojos
soñando en las venturas celestiales;
hoy que mi frente atónito golpeo,
y con febril deseo
busco los restos de mi fe perdida,
por hallarla otra vez, radiante y bella
como en la edad aquella,
¡desgraciado de mí! diera la vida.
¡Con qué profundo amor, niño inocente,
prosternaba mi frente
en las losas del templo sacrosanto!
Llenábase mi joven fantasía
de luz, de poesía,
de mudo asombro, de terrible espanto.
Aquellas altas bóvedas que al cielo
levantaban mi anhelo;
aquella majestad solemne y grave;
aquel pausado canto, parecido
a un doliente gemido,
que retumbaba en la espaciosa nave;
las marmóreas y austeras esculturas
de antiguas sepulturas,
aspiración del arte a lo infinito;
la luz que por los vidrios de colores
sus tibios resplandores
quebraba en los pilares de granito;
haces de donde en curva fugitiva
para formar la ojiva
cada ramal subiendo se separa,
cual del rumor de multitud que ruega,
cuando a los cielos llega,
surge cada oración distinta y clara;
en el gótico altar inmoble y fijo
el santo Crucifijo,
que extiende sin vigor sus brazos yertos,
siempre en la sorda lucha, de la vida,
tan áspera y reñida,
para el dolor y la humildad abiertos;
el místico clamor de la campana
que sobre el alma humana
de las caladas torres se despeña,
y anuncia y lleva en sus aladas notas
mil promesas ignotas
al triste corazón que sufre o sueña;
todo elevaba mi ánimo intranquilo
a más sereno asilo:
religión, arte, soledad, misterio...
todo en el templo secular hacía
vibrar el alma mía
como vibran las cuerdas de un salterio.
Y a esta voz interior que sólo entiende
quien crédulo se enciende
en fervoroso y celestial cariño,
envuelta en sus flotantes vestiduras
volaba a las alturas,
virgen sin mancha, mi oración de niño.
Su rauda, viva y luminosa huella
como fugaz centella
traspasaba el espacio, y ante el puro
resplandor de sus alas de querube,
rasgábase la nube
que me ocultaba el inmortal seguro.
¡Oh anhelo de esta vida transitoria!
¡Oh perdurable gloria!
¡Oh sed inextinguible del deseo!
¡Oh cielo, que antes para mí tenías
fulgores y armonías,
y hoy tan oscuro y desolado veo!
Ya no templas mis íntimos pesares,
ya al pie de tus altares
como en mis años de candor no acudo.
Para llegar a ti perdí el camino,
y errante peregrino
entre tinieblas desespero y dudo.
Voy espantado sin saber por dónde;
grito, y nadie responde
a mi angustiada voz; alzo los ojos
y a penetrar la lobreguez no alcanzo;
medrosamente avanzo,
y me hieren el alma los abrojos.
Hijo del siglo, en vano me resisto
a su impiedad, ¡oh Cristo!
Su grandeza satánica me oprime.
Siglo de maravillas y de asombros,
levanta sobre escombros
un Dios sin esperanza, un Dios que gime,
¡y ese Dios no eres tú! No tu serena
faz, de consuelos llena,
alumbra y guía nuestro incierto paso.
Es otro Dios incógnito y sombrío:
su cielo es el vacío,
sacerdote el Error, ley el Acaso.
[....................................]
un siglo más inmenso,
más rebelde a tu voz, más atrevido;
entre nubes de fuego alza su frente,
como Luzbel, potente;
pero también como Luzbel, caído.
A medida que marcha y que investiga,
es mayor su fatiga,
es su noche más honda y más oscura,
y pasma, al ver lo que padece y sabe,
cómo en su seno cabe
tanta grandeza y tanta desventura.
Como la nave sin timón y rota,
que el ronco mar azota,
incendia el rayo y la borrasca mece
en piélago ignorado y proceloso,
nuestro siglo-coloso
con la luz que le abrasa, resplandece.
¡Y está la playa mística tan lejos!...
a los tristes reflejos
del sol poniente se colora y brilla.
El huracán arrecia, el bajel arde,
y es tarde, es ¡ay! muy tarde
para alcanzar la sosegada orilla.
¿Qué es la ciencia sin fe? Corcel sin freno,
a todo yugo ajeno,
que al impulso del vértigo se entrega,
y al través de intrincadas espesuras,
desbocado y a oscuras
avanza sin cesar y nunca llega.
¡Llegar! ¿Adónde?... El pensamiento humano
en vano lucha; en vano
su ley oculta y misteriosa infringe.
En la lumbre del sol sus alas quema,
y no aclara el problema,
ni penetra el enigma de la Esfinge.
¡Sálvanos, Cristo, sálvanos, si es cierto
que tu poder no ha muerto!
Salva a esta sociedad desventurada,
que bajo el peso de su orgullo mismo
rueda al profundo abismo,
acaso más enferma que culpada.
La ciencia audaz, cuando de ti se aleja,
en nuestras almas deja1
el germen de recónditos dolores,
como al tender el vuelo hacia la altura,
deja su larva impura
el insecto en el cáliz de las flores.
Si en esta confusión honda y sombría
es, Señor, todavía
raudal de vida tu palabra santa,
dí a nuestra fe desalentada, incierta:
-¡Anímate y despierta!
como dijiste a Lázaro: -¡Levanta!
IDILIO
(Fragmento)
XXXI
Desde el alba hasta el término del día
ya nadie nos veía
vagar sin rumbo en fraternal concierto.
Ya no andábamos juntos, ni ya unidos
buscábamos los nidos,
en los frondosos árboles del huerto.
XXXII
Ya no me acompañaba, y yo, alterado,
pasaba por su lado,
tranquilo en la apariencia y satisfecho.
Era oponer la indiferencia al dolo;
mas al quedarme solo
se me saltaba el corazón del pecho.
XXXIII
Entonces ¡ay de mí! pensando en ella
dirigía mi huella
hacia las ruinas del feudal castillo,
que sobre estéril y ondulada mota
alza su frente rota
sin almenas, sin puente ni rastrillo.
XXXIV
Elévase fantástica y disforme
aquella mole enorme
que muestra de los siglos el estrago:
crece en las hendiduras de la piedra
la trepadora hiedra
y al pie del muro el triste jaramago.
XXXV
Solo las bulliciosas golondrinas
turban de aquellas ruinas
la paz solemne con sesgado vuelo,
y alguna alondra al ascender inquieta
símbolo del poeta,
que cuando canta se remonta al cielo.
XXXVI
En muda calma y soledad medrosa
parece que reposa
aquel gigante por la edad rendido.
Hasta un arroyo que a sus plantas corre,
y la vetusta torre
proyecta en su cristal, pasa sin ruido.
XXXVII
Para vencer mi insoportable tedio,
y hallar algún remedio
a mis ansias prolijas y secretas,
con brazo vigoroso y pie seguro
subía por el muro,
buscando apoyo en sus profundas grietas.
XXXVIII
Ágil, robusto, dueño de mí mismo,
al través del abismo
alzábame hasta el fin, no sin trabajo,
para ver en confusa perspectiva
la inmensidad arriba,
y la tristeza del silencio abajo.
XXXIX
Las aves que en la torre se acogían
al acercarme huían,
y solo con mis penas en la altura,
de codos en el ancho parapeto,
miraba con respeto
el cielo azul y la feraz llanura.
XL
¡Cuántas veces mi espíritu errabundo
apartado del mundo
en aquel torreón del homenaje,
con íntima y tenaz melancolía
se engolfaba y hundía
en la infinita calma del paisaje!
XLI
Ni aislada roca, ni escarpado monte
del diáfano horizonte
el indeciso término cortaban:
por todas partes se extendía el llano
hasta el confín lejano
en que el cielo y la tierra se abrazaban.
XLII
¡Oh tierra en que nací noble y sencilla!
¡Oh campos de Castilla
donde corrió mi infancia! ¡Aire sereno!
¡Fecundadora luz! ¡Pobre cultivo!...
¡Con qué placer tan vivo
se espaciaba mi vista en vuestro seno!
XLIII
Cual dilatado mar, la mies dorada
a trechos esmaltada
de ya escasas y mustias amapolas,
cediendo al soplo halagador del viento
acompasado y lento,
a los rayos del sol mueve sus olas.
XLIV
Cuadrilla de atezados segadores,
sufriendo los rigores
del sol canicular, el trigo abate,
que cae agavillado en los inciertos
surcos como los muertos
en el revuelto campo de combate.
XLV
Corta y cambia de pronto la campiña
alguna hojosa viña
que en las umbrías y laderas crece,
y entre las ondas de la mies madura,
cual isla de verdura,
con sus varios matices resplandece.
XLVI
Serpean y se enlazan por los prados,
barbechos y sembrados,
los arroyos, las lindes y caminos,
y donde apenas la mirada alcanza,
cierran la lontananza
espesos bosques de perennes pinos.
XLVII
Por angostos atajos y veredas,
los carros de anchas ruedas
pesadamente y sin cesar transitan,
y sentados encima de los haces
rapazas y rapaces
con incansable ardor cantan o gritan.
XLVIII
Lleno de majestad y de reposo
el Duero caudaloso
al través de los campos se dilata:
refleja en su corriente el sol de estío,
y el sosegado río
cinta parece de bruñida plata
XLIX
Ya oculta de improviso una alameda
su marcha mansa y leda;
ya le obstruye la presa de un molino,
y como potro a quien el freno exalta,
párase, el dique salta
y sigue apresurado su camino.
L
En las tendidas vegas y en las lomas,
cual nidos de palomas,
se agrupan en desorden las aldeas,
y en la atmósfera azul pura y tranquila
ligeramente oscila
el humo de las negras chimeneas.
LI
En las cercanas eras reina el gozo.
Con íntimo alborozo
contempla el dueño la creciente hacina,
y mientras un zagal apura el jarro
otro descarga el carro
que bajo el peso de la mies rechina.
LII
Otro en el trillo de aguzadas puntas,
que poderosas yuntas
mueven en rueda, con afán trabaja,
y cual premio debido a su fatiga
desgránase la espiga,
y salta rota la reseca paja.
INTRODUCCIÓN
¡Los tiempos son de
lucha! ¿Quién concibe
el ocio muelle en nuestra edad inquieta?
En medio de la lid canta el poeta,
el tribuno perora, el sabio escribe.
Nadie el golpe que da ni el que recibe
siente, a medida que el peligro aprieta;
desplómase vencido el fuerte atleta
y otro al recio combate se apercibe.
La ciega multitud se precipita,
invade el campo, avanza alborotada
con el sordo rumor de la marea.
Y son en el furor que nos agita,
trueno y rayo la voz; el arte, espada;
la ciencia, ariete; tempestad la idea.
LA GUERRA
Por razones que se calla
la historia prudentemente,
dos monarcas de Occidente
riñeron fiera batalla.
La causa del rompimiento
no está, en verdad, a mi alcance,
ni hace falta para el lance
que referiros intento.
Sobre el campo del honor
cubierto de sangre y gloria,
donde alcanzó la victoria
más la astucia que el valor;
dos discípulos de Marte,
que airados se acometieron
y juntamente cayeron
pasados de parte a parte;
sumergidos en el lodo,
mientras que llegaba el cura
para darles sepultura,
platicaban de este modo:
SOLDADO PRIMERO
-¡Hola, compadre! ¿Qué tal
te ha parecido el asunto?
SOLDADO SEGUNDO
Puesto que me ves difunto
debe parecerme mal.
SOLDADO PRIMERO
Pues ha sido divertida
la función: mira a tu lado.
Lo menos hemos quedado
doce mil héroes sin vida.
Y en esto me quedo corto,
que me enfadan los extremos.
SOLDADO SEGUNDO
¡Con qué habilidad nos hemos
destrozado! Estoy absorto.
Ha habido alarmas y sustos
y muertes y atrocidades
para todas las edades
y para todos los gustos.
SOLDADO PRIMERO
Mas yo quisiera saber
por qué con tanto denuedo
nos matamos...
SOLDADO SEGUNDO
¡Ay! No puedo
tu duda satisfacer.
Para entrar en esta danza
tuve que dejar mi oficio.
Sé que aprendí el ejercicio,
sé que estudié la Ordenanza.
Sé que en compañía de esos
que están mordiendo la tierra,
me trajeron a la guerra
y me moliste los huesos.
Y, en fin, francamente hablando,
puedo decirte al oído,
que he muerto como he nacido;
sin saber por qué ni cuándo.
SOLDADO PRIMERO
De tu explicación me huelgo,
Porque mi vida retrata.
En esto, alzando la pata
un moribundo jamelgo,
-¡Gracias, dioses inmortales!
-dijo con voz lastimera,Pues de la misma manera
morimos los animales.
Cuando pasó la impresión
de tan extraño incidente,
así anudó el más valiente
la rota conversación.
SOLDADO PRIMERO
Aunque ignoramos la ley
que produjo esta querella,
¡juro a Dios vivo! que en ella
lleva la razón mi rey.
SOLDADO SEGUNDO
¿Y por qué?
SOLDADO PRIMERO
Porque es el mío.
SOLDADO SEGUNDO
¡Qué salida de pavana!
La justicia es de quien gana.
SOLDADO PRIMERO
De tu ignorancia me río.
¡Pues cuántos que han hecho eternos
sus nombres con la victoria,
no han ido a gozar la gloria
de su triunfo a los infiernos!
SOLDADO SEGUNDO
Considera lo que dices,
porque estoy ardiendo en ira.
SOLDADO PRIMERO
¡No me alces el gallo!...
SOLDADO SEGUNDO
Mira que te rompo las narices.Y fieros y cejijuntos
a combatir empezaron
de nuevo... ¡Y no se mataron,
porque ya estaban difuntos!
Diéronse golpes crueles,
hasta que hueca y ufana
llegó la Locura humana,
sonando sus cascabeles.
Puso paz entre los dos
y dijo con desenfado:
-«¿Qué es esto? ¿Habéis olvidado
que sois imagen de Dios?
Tal vez la inmortalidad
con justo título esperen
los que por la Patria mueren,
por Dios, por la libertad.
Pero que el hombre sucumba
en conquistadora guerra,
cuando siete pies de tierra
le bastan para su tumba;
o que en lucha fratricida
entre, sin saber quizá
ni por qué la muerte da,
ni por qué pierde la vida;
esto mi paciencia apura,
y cuantas veces lo veo,
aunque soy Locura, creo
que es demasiada locura.»
Poesías
Núñez de Arce, Gaspar
El Arcipreste de Hita
EL ARCIPRESTE DE HITA
(¿1283?-¿1350?)
Juan Ruiz, mejor conocido por El Arcipreste de
Hita, vivió hacia mediados del siglo XIV, de
acuerdo a los datos cronológicos de las
publicaciones de sus libros. Con todo, no pudo
concretarse el año de nacimiento ni el de su
muerte, ni siquiera pudo ubicarse el lugar exacto
de su nacimiento, sospechando unos que fue Alcalá
de Henares y otros la ciudad de Guadalajara. Pero
el caso de El Arcipreste no es el único. Mucos otros
escritores de este período medieval corrieron la
misma suerte.
Algunos datos sabemos, o, por lo menos, tenemos
suficientes indicios para formar un juicio sobre su
vida y famosa obra, El Libro de Buen Amor. Según
algunos historiadores parece ser que lo compuso
en la cárcel, durante los doce o trece años que
duró el castigo impuesto poderoso arzobispo
cardenal de Toledo, don Gil, quien, a su vez, fue
consagrado por uno de los papas espurios de
Aviñón que hubo por aqul tiempo.
Oraçión
Esta es oraçión qu'el Açipreste fizo a Dios quando començó este
libro suyo
Señor Dios, que a los jodíos, pueblo de perdiçión,
sacaste de cabtivo del poder de Faraón,
a Danïel sacaste del poço de Babilón:
saca a mí, coitado, d'esta mala presión.
Señor, tú diste gracia a Ester la reína,
ante el rey Asüero ovo tu graçia digna.
Señor, dame tu graçia e tu merçed aína,
sácame d'esta lazeria, d'esta presión [... ina].
Señor, tú que sacaste al profecta del lago,
de poder de gentiles sacaste a Santiago,
a santa Marina libreste del vientre del drago:
libra a mí, Dios mío, d'esta presión do yago.
Señor, tú que libreste a santa Susaña
del falso testimonio de la falsa conpaña,
líbrame tú, mi Dios, d'esta coita tan maña,
dame tu misericordia, tira de mí tu saña.
A Jonás el profecta, del vientre de la ballena,
en que moró tres días dentro en la mar llena,
sacástelo tú sano así como de casa buena:
Mexías, tú me salva sin culpa e sin pena.
Señor, a los tres niños de muerte los libreste,
del forno del gran fuego sin lisión saqueste:
de las ondas del mar a sant Pedro tomeste:
Señor, de aquesta coita saca al tu Açipreste.
Aún tú, que dixiste a los tus servidores
que con ellos serías, ante reys dezidores,
e les darias palabras que fablasen mejores:
Señor, tú sey comigo, guárdame de traidores.
El nombre profetizado fue grande Hemanuel,
Fijo de Dios muy alto, salvador de Israel;
en la salutaçión el ángel Grabïel
te fizo çierta d'esto, tú fueste çierta d'él.
Por esta profeçía e por la salutaçión,
por el nombre tan alto, Hemanuel, salvaçión,
Señora, dame tu gracia e dame consolaçión,
gáname del tu fijo graçia e bendiçión.
Dame graçia, Señora de todos los señores,
tira de mí tu saña, tira de mí rencores,
faz que todo se torne sobre los mescladores:
¡ayúdame, Gloriosa, Madre de pecadores.
Aquí dize de cómo el Açipreste rogó a Dios que le diese graçia que
podiese fazer este libro
Dios Padre e Dios Fijo e Dios Spíritu Santo,
el que nasçió de virgen esfuérçenos de tanto,
que sienpre lo loemos en prosa e en canto;
sea de nuestras almas cobertura e manto.
El que fizo el çielo, la tierra e la mar,
Él me done su graçia e me quiera alunbrar,
que pueda de cantares un librete rimar,
que los que lo oyeren puedan solaz tomar.
Tú, Señor e Dios mío que el onme formeste,
enforma e ayuda a mí, el tu açipreste,
que pueda fazer libro de buen amor aqueste,
que los cuerpos alegre e a las almas preste.
Si queredes, señores, oír un buen solaz,
escuchad el romanze, sosegadvos en paz;
non vos diré mentira en quanto en él yaz,
ca por todo el mundo se usa e se faz.
E porque mejor sea de todos escuchado,
fablarvos he por trobas e por cuento rimado:
es un dezir fermoso e saber sin pecado,
razón más plazentera, fablar más apostado.
Non creades que es libro neçio, de devaneo,
nin tengades por chufa algo que en él leo:
ca, segund buen dinero yaze en vil correo,
ansí en feo libro está saber non feo.
El axenuz, de fuera negro más que caldera,
es de dentro muy blanco más que la peñavera;
blanca farina está so negra cobertera,
açúcar dulçe e blanco está en vil cañavera.
So la espina está la rosa, noble flor,
so fea letra está saber de grand dotor;
como so mala capa yaze buen bevedor,
ansí so mal tabardo está el buen amor.
E porque de todo bien es comienço e raíz
la Virgen Santa María, por ende yo, Joan Royz,
Açipreste de Fita, d'ella primero fiz
cantar de los sus gozos siete, que ansí diz:
Gozos de Santa María (1)
¡O María
luz del día,
tú me guía
toda vía!
Gáname gracia e bendiçión
e de Jhesú consolaçión,
que pueda con devoçión
cantar de tu alegría.
El primero gozo queAs lea:
en çibdad de Galilea,
Nazarec creo que sea,
oviste mensajería
del ángel que a ti vino,
Grabïel santo e digno;
tróxote mensaz divino,
díxote: ¡Ave María!
Tú, desque el mandado oíste,
omilmente lo resçebiste,
luego virgen conçebiste
al fijo que Dios enbía.
En Belem acaesçió
el segundo quando nasçió
e sin dolor aparesçió
de ti, Virgen, el Mexía.
El tercero cuentan las Leyes
quando venieron los reyes
e adoraron al que veyes
en tu braço do yazía.
Ofreçiól mirra Gaspar,
Melchior fue ençienso dar,
oro ofreçió Baltasar
al que Dios e omne seía.
Alegría quarta e buena
fue quando la Madalena
te dixo goço sin pena,
que el tu fijo vevía.
El quinto plazer oviste
quando al tu fijo viste
sobir al Çielo e diste
graçias a Dios ó subía.
Madre, el tu gozo sesto:
quando en los disçípulos, presto,
fue Spíritu Santo puesto
en tu santa conpañía.
Del septeno, Madre santa,
la Iglesia toda canta:
sobiste con gloria tanta
al çielo quana ý avía.
Reinas con tu fijo quisto,
nuestro Señor Jhesu Christo:
por ti sea de nós visto
en la gloria sin fallía.
Gozos de Santa María (2)
Virgen, del Çielo reína,
e del mundo melezina,
quiérasme oír,
que de tus gozos
escriva yo prosa digna
por te servir.
Dezirte he tu alegría
rogándote toda vía,
yo pecador,
que a la grand culpa mía
non pares mientes, María,
mas al loor.
Tú siete gozos oviste:
el primero, quando resçebiste
Salutaçión
del ángel, quando oíste
¡Ave, María; conçebiste
Dios, salvaçión.
El segundo fue conplido
quando fue de ti nasçido
e sin dolor;
de los ángeles servido,
fue luego conosçido
por Salvador.
Fue el tu gozo terçero
quando vino el luzero
a demostrar
el camino verdadero
a los reyes, conpañero
fue en guiar.
Fue tu quarta alegría
quando te dixo, María,
el Grabïel
que el tu fijo vevía
e por señal te dezía
que viera a él.
El quinto fue de grand dulçor:
quando al tu fijo Señor
viste sobir
al çielo, a su Padre Mayor,
e tú fincaste con amor
de a él ir.
Non es el sesto de olvidar:
los discípulos vino alunbrar
con espanto;
tú estavas en ese lugar,
del çielo viste ý entrar
Spíritu Santo.
Este septeno non ha par:
quando por ti quiso enbïar
Dios tu padre,
al çielo te fizo pujar,
con él te fizo assentar
como a Madre.
Señora, óy al pecador,
que tu fijo, el Salvador,
por nós diçió
del çielo, en ti morador;
el que pariste, blanca flor,
por nós murió.
Pecadores non aborrescas,
pues por ellos ser merescas
Madre de Dios;
ant'él connusco parescas,
nuestras almas le ofrescas,
ruégal por nós.
Aquí fabla de cómo todo omne entre los sus cuidados se debe
alegrar e de la disputaçión que los griegos e los romanos en uno
ovieron
Palabra es del sabio e dízela Catón,
que omne a sus coidados, que tiene en coraçón,
entreponga plazeres e alegre razón,
que la mucha tristeza mucho pecado pon.
E porque de buen seso non puede omne reír,
avré algunas bulras aquí a enxerir:
cada que las oyeres non quieras comedir
salvo en la manera del trobar e dezir.
Entiende bien mis dichos e piensa la sentençia;
non me contesca contigo como al doctor de Greçia
con el ribal romano e su poca sabiençia,
quando demandó Roma a Grecia la çïençia.
Ansí fue que romanos las leyes non avién,
fuéronlas demandar a griegos que las tenién;
respondieron los griegos que non las meresçién
nin las podrian entender, pues que tan poco sabién.
Pero que si las querién para por ellas usar,
que ante les convenia con sus sabios disputar
por ver si las entendrién e las meresçian levar:
esta respuesta fermosa davan por se escusar.
Respondieron romanos que les plazia de grado:
para la disputaçión pusieron pleito firmado;
mas, porque non entendrién el lenguaje non usado,
que disputasen por signos e por señas de letrado.
Pusieron día sabido todos por contender;
fueron romanos en coita, non sabian qué se fazer
porque non eran letrados nin podrían entender
a los griegos doctores nin al su mucho saber.
Estando en su coita, dixo un çibdadano
que tomasen un ribaldo, un vellaco romano;
segund Dios le demostrase fazer señas con la mano
que tales las feziese: fueles consejo sano.
Fueron a un vellaco muy grand e muy ardid;
dixiéronle: ¡Nós avemos con griegos nuestro conbit
para disputar por señas; lo que tú quisieres pit
e nós dártelo hemos; escúsanos d'esta lid!
Vistiéronle muy ricos paños de grand valía,
como si fuese doctor en la filosofía;
subió en alta cáthreda, dixo con bavoquía:
¡D'oy mais vengan los griegos con toda su porfía!
Vino aý un griego, doctor muy esmerado,
escogido de griegos, entre todos loado;
sobió en otra cáthreda, todo el pueblo juntado,
e començó sus señas como era tractado.
Levantóse el griego, sosegado, de vagar,
e mostró sólo un dedo que está çerca del pulgar,
luego se assentó en ese mismo lugar;
levantóse el ribaldo, bravo, de malpagar.
Mostró luego tres dedos contra el griego tendidos:
el polgar con otros dos que con él son contenidos,
en manera de arpón los otros dos encogidos;
assentóse el neçio, catando sus vestidos.
Levantóse el griego, tendió la palma llana
e assentóse luego con su memoria sana;
levantáse el vellaco con fantasía vana,
mostró puño cerrado: de porfía avia gana.
A todos los de Greçia dixo el sabio griego:
¡Meresçen los romanos las leys, non gelas niego.
Levantáronse todos con paz e con sosiego;
grand onra ovo Roma por un vil andariego.
Preguntaron al griego qué fue lo que dixiera
por señas al romano e qué le respondiera.
Diz: ¡Yo dixe que es un Dios; el romano dixo que era
uno en tres personas, e tal señal feziera!
Yo dixe que era todo a la su voluntad;
respondió que en su poder tenié el mundo, e diz verdad.
Desque vi que entendién e creyén la Trinidad,
entendí que meresçién de leyes çertenidad.
Preguntaron al vellaco quál fuera su antojo;
diz: ¡Díxome que con su dedo que me quebrantaria el ojo!
D'esto ove grand pesar e tomé grand enojo,
respondíle con saña, con ira e con cordojo
que yo le quebrantaría ante todas las gentes
con dos dedos los ojos, con el pulgar los dientes;
díxorne luego após esto que le parase mientes,
que me daria grand palmada en los oídos retinientes.
Yo le respondí queAl daría a él una tal puñada,
que en tienpo de su vida nunca la vies vengada;
desque vio que la pelea tenié mal aparejada,
dexóse de amenazar do non gelo preçian nada.
Por esto diz' la pastraña de la vieja ardida:
¡Non ha mala palabra si non es a mal tenida;
verás que bien es dicha si bien es entendida:
entiende bien mi libro e avrás dueña garrida.
La bulra que oyeres non la tengas en vil;
la manera del libro entiéndela sotil;
que saber bien e mal, dezir encobierto e doñeguil,
tú non fallarás uno de trobadores mill.
Fallarás muchas garças, non fallarás un uevo;
remendar bien non sabe todo alfayate nuevo:
a trobar con locura non creas que me muevo;
lo que buen amor dize, con razón te lo pruevo.
En general a todos fabla la escriptura:
los cuerdos con buen sesso entendrán la cordura;
los mançebos livianos guárdense de locura:
escoja lo mejor el de buena ventura.
Las del buen amor son razones encubiertas:
trabaja do fallares las sus señales çiertas;
si la razón entiendes o en el sesso açiertas,
non dirás mal del libro que agora refiertas.
Do coidares que miente dize mayor verdat:
en las coplas pintadas yaze grant fealdat;
dicha buena o mala por puntos la juzgat,
las coplas con los puntos load o denostat.
De todos instrumentos yo, libro, só pariente:
bien o mal, qual puntares, tal diré ciertamente;
qual tú dezir quisieres, ý faz punto, ý tente;
si me puntar sopieres, sienpre me avrás en miente.
Aquí dize de cómo segund natura los omes e las otras animalias
quieren aver conpañía con las fenbras
Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,
por aver mantenençia; la otra cosa era
por aver juntamiento con fenbra plazentera.
Si lo dexiés de mío, sería de culpar;
dizelo grand filósofo, non só yo de rebtar:
de lo que dize el sabio non devemos dubdar,
ca por obra se prueva el sabio e su fablar.
Que diz verdat el sabio clarame[n]te se prueva:
omnes, aves, animalias, toda bestia de cueva
quieren segund natura conpaña sienpre nueva,
e quanto más el omne que toda cosa queAs mueva.
Digo muy más el omne que toda creatura:
todas a tienpo çierto se juntan, con natura;
el omne de mal seso todo tienpo, sin mesura,
cada que puede quiere fazer esta locura.
El fuego sienpre quiere estar en la çeniza,
comoquier que más arde quanto más se atiza;
el omne quando peca bien vee que desliza,
mas non se parte ende ca natura lo enriza.
E yo, como só omne como otro, pecador,
ove de las mugeres a las vezes grand amor;
provar omne las cosas non es por ende peor,
e saber bien e mal, e usar lo mejor.
De cómo el Arçipreste fue enamorado
Assí fue que un tienpo una dueña me prisso,
de su amor non fui en ese tienpo repiso:
sienpre avía della buena fabla e buen riso,
nunca ál fizo por mí nin creo que fazer quiso.
Era dueña en todo e de dueñas señora;
non podía ser solo con ella una ora:
mucho de omne se guardan allí do ella mora,
más mucho que non guardan los jodíos la Tora.
Sabe toda nobleza de oro e de seda,
conplida de todos bienes, anda mansa e leda;
es de buenas constunbres, sossegada e queda,
non se podria vençer por pintada moneda.
Enbiél esta cantiga, que es deyuso puesta,
con la mi mensajera, que tenía enpuesta;
dize verdat la fabla que ¡la dueña conpuesta,
si non quiere el mandado, non da buena repuesta.
Dixo la dueña cuerda a la mi mensajera:
¡Yo veo otras muchas creer a ti, parlera,
e fállanse ende mal; castigo en su manera,
bien como la rapossa en agena mollera!
Enxienplo de cómo el león estava doliente e las otras animalias lo
venían a ver
Diz que yazié doliente el león de dolor;
todas las animalias vinieron ver su señor;
tomó plazer con ellas e sentióse mejor:
alegráronse todas mucho por su amor.
Por le fazer serviçio e más le alegrar,
conbidáronle todas queAl darian a yantar;
dixieron que mandase quáles quisiese matar;
mandó matar al toro, queAl podría abastar.
Fizo echán al lobo e mandó que a todos diese;
él apartó lo menudo para el león, que comiese,
e para sí la canal, la mejor que omne viese;
al león dixo el lobo que la mesa bendixiese.
¡Señor! diz, tú estás flaco, esta vïanda liviana
cómela tú, señor, que te será buena e sana;
para mí e a los otros, la canal, que es vana.
El león fue sañudo, que de comer á gana.
Alçó el león la mano por la mesa santiguar,
dio grand golpe en la cabeça al lobo por castigar:
el cuero, con la oreja, del caxco le fue arrancar;
el león a la raposa mandó la vïanda dar.
La gulpeja con el miedo, e como es muy artera,
toda la canal del toro al león dio entera,
para sí e a los otros todo lo menudo era:
maravillóse el león de tan buena egualadera.
El león dixo: ¡Comadre! ¿quién vos mostró a fazer partiçión
tan buena, tan aguisada, tan derecha con razón?
Ella dixo: ¡En la cabeça del lobo tomé yo esta liçión,
en el lobo castigué qué fezíese o qué non!
¡Por ende yo te digo, diçia mas non mi amiga,
que jamás a mí non vengas nin me digas tal nemiga,
si non yo te mostraré cómo el león santigua,
que el cuerdo e la cuerda en mal ageno castiga.
E segund diz Jhesu Christo, non ay cossa escondida
que, a cabo de tienpo, non sea bien sabida:
fue la mi poridat luego a la plaça salida,
la dueña muy guardada fue luego de mí partida.
Nunca desde esa ora yo más la pude ver;
enbïóme mandar que punase en fazer
algún triste ditado que podiese ella saber,
que cantase con tristeza, pues la non podía aver.
Por conplir su mandado de aquesta mi señor,
fize cantar tan triste como este triste amor;
cantávalo la dueña, creo que con dolor:
más que yo podría ser d'ello trobador.
Diz el proverbio viejo: ¡Quien matar quier su can,
achaque le levanta porque non le dé del pan!
Los que quieren partirnos, como fecho lo han,
mescláronme con ella e dixiéronle de plan
que me loava d'ella como de buena taça,
e profaçava d'ella como si fuese caraça.
Diz la dueña, sañuda: ¡Non ay paño sin raça
nin el leal amigo non es en toda plaça.
Como dize la fabla: ¡Quando a otro someten,
qual palabra te dizen, tal coraçón te meten!
Posiéronle gran saña, d'esto se entremeten.
Diz la dueña: ¡Los novios non dan quanto prometen!
Como la buena dueña era mucho letrada,
sotil e entendida, cuerda e bien messurada,
dixo a la mi vieja, que le avia enbïada,
esta fabla conpuesta, de Isopete sacada.
Diz: ¡Quando quier casar onme con dueña mucho onrada,
promete e manda mucho! Desque la ha cobrada,
de quanto le prometió o da poco o da nada;
faze como la tierra quando estava finchada.
Enxienplo de quando la tierra bramava
Ansí fue que la tierra començó a bramar:
estava tan finchada, que quería quebrar;
a quantos la oyén podié malespantar;
como dueña en parto, començós de coitar.
La gente que bramidos atán grandes oía,
coidavan que era preñada, atanto se dolía,
pensavan que grand sierpe o grand bestia pariría,
que a todo el mundo conbrié e estragaría.
Quando ella bramava, pensavan de foír,
e desque vino el día que ovo de parir,
parió un mur topo: escarnio fue de reír;
sus bramuras e espantos en burla fueron salir.
E bien ansí acaesçió a muchos e a tu amo:
prometen mucho trigo e dan poca paja, tamo;
çiegan muchos con el viento, vanse perder con mal ramo;
vete, dil que me non quiera, que no'l quiero ni'l amo.
Omne que mucho fabla faze menos a vezes;
pone muy grant espanto, chica cosa es dos nuezes;
las cosas mucho caras alguna ora son rafezes,
las viles e las refezes son caras a las de vezes.
Tomé por chica cosa aborrençia e grand saña,
arredróse de mí, fizome el juegomaña;
aquel es engañado quien coida que engaña,
d'esto fize una troba de tristeza tan maña.
Fiz luego estas cantigas de verdadera salva,
mandé que gelas diesen de noche o al alva;
non las quiso tomar; dixe yo: ¡Muy mal va;
al tiempo se encoje mejor la yerva malva!
De cómo todas las cossas del mundo son vanidat, si non amar a
Dios
Como dize Salamón, e dize la verdat,
que las cosas el mundo todas son vanidat,
todas son pasaderas, vanse con la hedat,
salvo amor de Dios, todas son liviandat.
E yo, desque vi la dueña partida e mudada,
dixe: ¡Querer do non me quieren, faría una nada,
responder do non me llaman es vanidad provada!
Partíme de su pleito, pues de mí es redrada.
Sabe Dios que aquesta dueña e quantas yo vi,
sienpre quise guarda[r]las e sienpre las serví;
si servir non las pude, nunca las deserví:
de dueña mesurada sienpre bien escreví.
Mucho seria villano e torpe pajez
si de la muger noble dixiese cosa refez,
ca en muger loçana, fermosa e cortés,
todo bien del mundo e todo plazer es.
Si Dios, quando formó el omne, entendiera
que era mala cosa la muger, non la diera
al omne por conpaña nin d'él non la feziera;
si para bien non fuera, tan noble non saliera.
Si omne a la muger non la quisiesse bien,
non ternia tantos presos el amor quantos tien;
por santo nin por santa que seya, non sé quién
non cobdiçie conpaña, si solo se mantién.
Una fabla lo dize que vos digo agora,
que ¡una ave sola nin bien canta nin bien llora;
el mástel sin la vela non puede estar toda ora
nin las verças non se crían tan bien sin la noria.
E yo, como estava solo, sin conpañía,
codiçiava tener lo que otro para sí tenía:
puse el ojo en otra, non santa mas sentía;
yo cruiziava por ella, otro la avié valdía.
E, porque yo non podia con ella ansí fablar,
puse por mi mensajero, coidando recabdar,
a un mi conpañero; sóporne el clavo echar:
él comió la vïanda e a mí fazié rumiar.
Fiz con el gran pessar esta troba caçurra;
la dueña que la oyere por ello non me aburra:
ca devriénme dezir neçio e más que bestia burra,
si de tan grand escarnio yo non trobase burla.
De lo que contesció al Arçipreste con Ferrand Garçía, su mensajero
Mis ojos non verán luz,
pues perdido he a Cruz.
Cruz cruzada, panadera,
tomé por entende[de]ra,
tomé senda por carrera
como [....] andaluz.
Coidando que la avría,
díxielo a Ferrand Garçía
que troxiése la pletesía
e fuese pleités e duz.
Díxome queAl plazia de grado,
e fizose de la Cruz privado:
a mí dio rumiar salvado,
él comió el pan más duz.
Prometiól por mi consejo
trigo que tenía añejo
e presentól un conejo,
el traidor falso, marfuz.
¡Dios confonda mensajero
tan presto e tan ligero!
¡Non medre Dios tal conejero
que la caça ansí aduz!
Aquí fabla de la constelaçión e de la planeta en que los omnes
nasçen, e del juizio que los çinco sabios naturales dieron en el
nasçemiento del fijo del rey Alcarez
Los antiguos astrólogos dizen en la çïençia
de la astrología, una buena sabiençia,
qu'el omne, quando nasçe, luego en su naçençia,
el signo en que naçe le juzgan por sentençia.
Esto diz Tholomeo e dízelo Platón,
otros muchos maestros en este acuerdo son:
qual es el asçendente e la costelAlaçión
del que naçe, tal es su fado e su don.
Muchos ay que trabajan sienpre por clerezía,
deprenden grandes tienpos, espienden grant quantía;
en cabo saben poco, que su fado les guía:
non pueden desmentir a la astrología.
Otros entran en orden por salvar las sus almas,
otros toman esfuerço en querer usar armas,
otros sirven señores con las sus manos amas,
pero, muchos de aquestos dan en tierra, de palmas.
Non acaban en orden nin son más cavalleros,
nin han merçed de señores nin heredan sus dineros;
porque puede ser esto, creo ser verdaderos,
segund natural curso, los dichos estrelleros.
Porque creas el curso d'estos signos atales,
dezirt'é un juïzio de çinco naturales,
que judgaron un niño por sus çiertas señales,
dieron juïzios fuertes de acabados males.
Era un rey de moros, Alcaraz nonbre avía;
nasçióle un fijo bello, más de aquél non tenía;
enbïó por sus sabios, dellos saber quería
el signo e la planeta del fijo queAl nasçía.
Entre los estrelleros queAl vinieron a ver,
vinieron çinco dellos de más conplido saber;
desque tomaron el punto en que ovo de nasçer,
dixo el un maestro: ¡Apedreado ha de ser!
Judgó el otro e dixo: ¡Éste ha de ser quemado!
El terçero dize: ¡El niño ha de ser despeñado!
Diz el quarto: ¡El infante ha de ser colgado!
Dixo el quinto maestro: ¡Morrá en agua afogado!
Quando oyó el rey juïzios desacordados,
mandó que los maestros fuesen muy bien guardados;
fizolos tener presos en logares apartados:
dio todos sus juïzios por mitrosos provados.
Desque fue el infante a buena hedat llegado,
pidió al rey su padre que le fuese otorgado
de ir a correr monte, caçar algún venado;
respondióle el rey que le plazia, de grado.
Cataron día claro para ir a caçar;
desque fueron en el monte, óvose a levantar
un revatado nublo, començó de agranizar,
e a poca de ora començó de apedrear.
Acordóse su ayo de cómo lo judgaron
los sabios naturales que su signo cataron;
¡Señor! diz, ¡acojámonos, que los que a vós fadaron
non sean verdaderos en lo que adevinaron!
Pensaron mucho aína todos de se acojer;
mas como es verdat e non puede fallesçer
que lo que Dios ordena en cómo ha de ser,
segund natural curso, non se puede estorçer:
façiendo la grand piedra, el infante aguijó,
pasando por la puente, un grand rayo le dio,
foradóse la puente, por allí se despeñó,
en un árbol del río de sus faldas se colgó.
Estando ansí colgado, a do todos lo vieron,
afogóse en el agua, acorrer non lo podieron:
los çinco fados dichos todos bien se conplieron,
los sabios naturales verdaderos salieron.
Desque vido el rey conplido su pessar,
mandó los estrelleros de la presión soltar;
fízoles mucho bien e mandóles usar
de su astrología, en que non avié que dubdar.
Yo creo los estrólogos verdad naturalmente;
pero, Dios, que crió natura e açidente,
puédelos demudar e fazer otramente:
segund la fe cathólica yo desto só creyente.
En creer lo de natura non es malestança,
e creer muy más en Dios con firme esperança;
porque creas mis dichos e non tomes dubdança,
pruévotelo brevemente con esta semejança:
çierto es que el rey en su regno ha poder
de dar fueros, e leyes e derechos fazer:
d'esto manda fazer libros e quadernos conponer,
para, quien faze el yerro, qué pena deve aver.
Acaesçe que alguno faze grand traïçión,
ansí que por el fuero deve morir con raçón;
pero, por los privados, que en su ayuda son,
si piden merçed al rey, dale conplido perdón;
O si, por aventura, aqueste que lo erró,
al rey en algund tienpo atanto le servié,
que piedat e serviçio mucho al rey movió,
por que del yerro fecho conplido perdón le dio.
E ansí como por fuero avía de morir,
el fazedor del fuero non lo quiere consentir;
dispensa contra el fuero e déxalo bevir:
quien puede fazer leyes puede contra ellas ir.
Otrosí puede el papa sus decretales far,
en que a sus súbditos manda çierta pena dar;
pero, puede muy bien contra ellas dispensar,
por graçia o por serviçio toda la pena soltar.
Veemos cada día pasar esto de fecho,
pero, por todo eso las leyes y el derecho
e el fuero escripto non es por ende desfecho,
ante es çierta çïençia e de mucho provecho.
Bien ansí Nuestro Señor Dios, quando el cielo crió,
puso en él sus signos e planetas ordenó,
sus poderíos çiertos e juïzios otorgó,
pero, mayor poder retuvo en sí que les non dio.
Ansí que por ayuno e limosna e oraçión
e por servir a Dios con mucha contriçión,
non ha poder mal signo nin su costelAlaçión:
el poderío de Dios tuelle la tribulaçión.
Non son por todo aquesto los estrelleros mintrosos,
que judgan segund natura por sus cuentos fermosos;
ellos e la çïençia son çiertos e non dubdosos,
mas non pueden contra Dios ir, nin son poderosos.
Non sé astrología nin só ende maestro,
nin sé astralabio más que buey de cabestro;
mas porque cada día veo pasar esto,
por aqueso lo digo; otrosí veo aquesto:
muchos nasçen en Venus, que lo más de su vida
es amar las mugeres, nunca se les olvida;
trabajan e afanan mucho, sin medida,
e los más non recabdan la cosa más querida.
En este signo atal creo que yo nasçí:
sienpre puné en servir dueñas que conoscí;
el bien que me feçieron non lo desagradesçí:
a muchas serví mucho que nada non acabesçí.
Comoquier que he provado mi signo ser atal
¡en servir a las dueñas punar e non en ál!
pero, aunque omne non goste la pera del peral,
en estar a la sonbra es plazer comunal.
Muchas noblezas ha en el que a las dueñas sirve:
loçano, fablador, en ser franco se abive;
en servir a las dueñas el bueno non se esquive,
que, si mucho trabaja, en mucho plazer bive.
El amor faz sotil al omne que es rudo,
fázele fablar fermoso al que antes es mudo;
al omne que es covarde fázelo muy atrevudo,
al perezoso faze ser presto e agudo;
al mançebo mantiene mucho en mançebez
e al viejo faz perder mucho la vejez;
faze blanco e fermoso del negro como pez,
lo que non vale una nuez amor le da grand prez.
El que es enamorado, por muy feo que sea,
otrosí su amiga, maguer que sea muy fea,
el uno e el otro non ha cosa que vea
que tan bien le paresca nin que tanto desea.
El bavieca, el torpe, el neçio e el pobre
a su amiga bueno paresçe e rico?onbre,
más noble que los otros; por ende todo onbre,
como un amor pierde, luego otro cobre.
Ca, puesto que su signo sea de tal natura
como es este mío, dize una escriptura
que ¡buen esfuerço vençe a la mala ventura
e a toda pera dura grand tienpo la madura.
Una tacha le fallo al amor poderoso,
la qual a vós, dueñas, yo descobrir non oso;
mas, porque non me tengades por dezidor medroso,
es ésta: que el amor sienpre fabla mentiroso.
Ca segund vos he dicho en la otra conseja,
lo que en sí es torpe con amor bien semeja,
tiene por noble cosa lo que non vale una arveja:
lo que semeja non es, oya bien tu oreja.
Si las mançanas sienpre oviesen tal sabor
de dentro, qual de fuera dan vista e color,
non avrié de las plantas fructa de tal valor;
mas ante pudren que otra, pero dan buen olor.
Bien atal es el amor, que da palabra llena,
toda cosa que dice paresçe mucho buena:
non es todo cantar quanto rüido suena;
por vos descobrir esto, dueñas, non aya pena.
Diz: ¡Por las verdades se pierden los amigos,
e por las non dezir se fazen desamigos.
Ansí entendet sano los proverbios antiguos,
e nunca vos creades loores de enemigos.
De cómo el Açipreste fue enamorado e del enxienplo del ladrón e
del mastín
Como dize el sabio, cosa dura e fuerte
es dexar la costunbre, el fado e la suerte;
la costunbre es otra natura, çiertamente:
apenas non se pierde fasta que viene la muerte.
E porque es constunbre de mançebos usada
querer sienpre tener alguna enamorada,
por aver solaz bueno del amor con amada,
tomé amiga nueva, una dueña ençerrada.
Dueña de buen linaje e de mucha nobleza,
todo saber de dueña sabe con sotileza,
cuerda e de buen seso, non sabe de vilAleza,
muchas dueñas e otras, de buen saber las veza.
De talla muy apuesta e de gesto amorosa,
loçana, doñeguil, plazentera, fermosa,
cortés e mesurada, falaguera, donosa,
graçiosa e donable, amor en toda cosa.
Por amor d'esta dueña fiz trobas e cantares,
senbré avena loca ribera de Henares;
verdat es lo que dizen los antiguos retráheres:
¡Quien en el arenal sienbra non trilla pegujares!
Coidando la yo aver entre las benditas,
dávale de mis donas, non paños e non çintas,
non cuentas nin sartal nin sortijas nin mitas,
con ello estas cantigas que son deyuso escriptas.
Non quiso reçevirlo, bien fuxo de avoleza,
fizo de mí bavieca; diz: ¡Non muestran pereza
los omnes en dar poco por tomar grand riqueza;
levadlo e dezidle que malmercar non es franqueza!
Non perderé yo a Dios nin al su paraíso
por pecado del mundo, que es sonbra de aliso;
non soy yo tan sin seso, que si algo he priso,
quien toma dar deve, dízelo sabio enviso.
Ansí conteçió a mí con la dueña de prestar,
como conteçió al ladrón que entrava a furtar,
que falló un grand mastín; començóle de ladrar;
el ladrón, por furtar algo, començóle a falagar.
Lançó medio pan al perro, que traía en la mano:
dentro ivan las çaraças, varruntólo el alano;
diz: ¡Non quiero mal bocado, non serié para mí sano;
por el pan de una noche non perderé quanto gano!
Por poca vïanda que esta noche çenaría,
non perderé los manjares nin el pan de cada día;
si yo tu mal pan comiese, con ello me afogaría,
tú furtarias lo que guardo e yo grand traiçión faría.
Al señor que me crió non faré tal falsedat,
que tú furtes su thesoro que dexó en mi fealdat:
tú levarías el algo, yo faría grand maldat;
¡vete de aquí, ladrón, non quiero tu poridad!
Començó de ladrar mucho, el mastín era mazillero;
tanto siguió al ladrón que fuyó de aquel çillero.
Así conteçió a mí e al mi buen mensajero
con aquesta dueña cuerda e con la otra primero.
Fueron dares valdíos, de que ove manzilla;
dixe: ¡Uno coida el vayo e otro el que lo ensilla!
Redréme de la dueña e creí la fablilla
que diz: ¡Por lo perdido non estés mano en mesilla!
Ca, segund vos he dicho, de tal ventura seo
que, si lo faz mi signo o si mi mal asseo,
nunca puedo acabar lo medio que deseo:
por esto a las vegadas con el Amor peleo.
De cómo el Amor vino al Arçipreste e de la pelea que con él ovo el
dicho Arçipreste
Dirévos una pelea que una noche me vino,
pensando en mi ventura, sañudo e non con vino:
un omne grande, fermoso, mesurado, a mí vino;
yo le pregunté quién era; dixo: ¡Amor, tu vecino!
Con saña que tenía, fuilo a denostar;
díxel: ¡Si Amor eres, non puedes aquí estar:
eres mentiroso falso en muchos enartar;
salvar non puedes uno, puedes çient mill matar!
Con engaños e lisonjas e sotiles mentiras,
enpoçonas las lenguas, enervolas tus viras;
al que mejor te sirve, a él fieres quando tiras,
párteslo del amiga al omne que aíras.
Traes enloqueçidos a muchos con tu saber,
fázesles perder el sueño, el comer y el bever,
fazes a muchos omes tanto se atrever
en ti fasta que el cuerpo e el alma van perder.
Non tienes regla çierta nin tienes en ti tiento:
a las vegadas prendes con grand arrevatamiento,
a vezes poco a poco con maestrías çiento:
de quanto yo te digo, tú sabes que non miento.
Desque los omnes prendes, non das por ellos nada,
tráeslos de oy en cras en vida muy penada;
fazes, al que te cree, lazar en tu mesnada,
e, por plazer poquillo, andar luenga jornada.
Eres tan enconado que, do fieres de golpe,
non lo sana mengía, enplasto nin xarope;
non sé fuerte nin reçio, que se contigo tope,
que noAl debatas luego, por mucho que se enforçe.
De cómo enflaquezes las gentes e las dapñas,
muchos libros ay d'esto, de cómo las engañas
con tus muchos doñeos e con tus malas mañas;
sienpre tiras la fuerça, dízenlo en fazañas:
Enxienplo del garçón que quería cassar con tres mugeres
Era un garçón loco, mançebo bien valiente,
non quería cassarse con una solamente,
sinon con tres mugeres: tal era su talente;
porfiaron en cabo con él toda la gente.
Su padre e su madre e su hermano mayor
afincáronle mucho que ya, por su amor,
con dos, que se cassase: primero con la menor
e, dende a un mes conplido, casase con la mayor.
Fizo su cassamiento con aquesta condiçión;
el primer mes ya pasado, dixiéronle tal razón:
que al otro su hermano con una e con más non
quisiese que le casasen a ley e a bendiçión.
Respondió el cassado que esto non feçiesen,
que él tenía muger en que anbos a dos oviesen
casamiento abondo e d'esto le dixiesen;
de casarlo con otra non se entremetiesen.
Aqueste omne bueno, padre de aqueste necio,
tenía un molino de gran muela de preçio;
ante que fuese casado el garçón atán reçio,
andando mucho la muela, teniala con el pie quedo.
Aquesta fuerça grande e aquesta valentía,
ante que fuese casado, ligero la fazía;
el un mes ya pasado que casado avía,
quiso provar como ante e vino allí un día.
Provó tener la muela como avía usado:
levantóle las piernas, echólo por mal cabo.
Levantóse el neçio, maldíxole con mal fado,
diz: '¡Ay, molino rezio, aún te vea casado!'
A la muger primera él tanto la amó
que a la otra donzella nunca más la tomó;
non provó más tener la muela, sól non lo asomó:
ansí tu devaneo al garçón loco domó.
Eres padre del fuego, pariente de la llama,
más arde e más se quema qualquier que te más ama;
Amor, quien te más sigue, quémasle cuerpo e alma,
destrúyeslo del todo, como el fuego a la rama.
Los que te non provaron, en buen día nasçieron;
folgaron sin cuidado, nunca entristeçieron;
desque a ti fallaron, todo su bien perdieron:
fueles como a las ranas, quando el rey pidieron.
Enxienplo de las ranas en cómo demandavan rey a Don Júpiter
Las ranas en un lago cantavan e jugavan,
cosa non les nuzía, bien solteras andavan;
creyeron al dïablo, que del mal se pagavan,
pidieron rey a Don Júpiter, mucho gelo rogavan.
Enbïóles Don Júpiter una viga de lagar,
la mayor que él pudo, cayó en ese lugar:
el grand golpe del fuste fizo las ranas callar,
mas vieron que non era rey para las castigar.
Suben sobre la viga quantas podian sobir;
dixieron: 'Non es éste rey para lo nós servir.'
Pidieron rey a Don Júpiter como lo solian pedir;
Don Júpiter, con saña, óvolas de oír.
Enbióles por su rey çigüeña manzillera;
çercava todo el lago, ansí faz la ribera,
andando pico abierta; como era vente[r]nera,
de dos en dos las ranas comía bien ligera.
Querellando a Don Júpiter, dieron boçes las ranas:
'¡Señor, Señor, acórrenos, tú que matas e sanas;
el rey que tú nos diste por nuestras bozes vanas,
danos muy malas tardes e peores las mañanas!
'¡Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga!
De dos en dos nos come, nos abarca e nos traga!
¡Señor, tú nos defiende, Señor, tú ya nos paga;
danos la tu ayuda, tira de nós tu plaga!'
Respondióles don Júpiter: 'Tened lo que pidistes;
el rey tan demandado, por quantas bozes distes,
vengue vuestra locura, ca en poco tovistes
ser libres e sin premia; reñid, pues lo quesistes.'
Quien tiene lo que al cunple, con ello sea pagado;
quien podiere ser suyo non sea enajenado;
el que non toviere premia non quiera ser apremiado:
libertat e soltura non es por oro conprado.
Bien ansí acaesçe a todos tus contrallos:
do son de sí señores, tórnanse tus vasallos;
tú, después, nunca piensas sinon por astragallos
en cuerpos e en almas: así todos tragallos.
Queréllanse de ti, mas non les vales nada,
que tan presos los tienes en tu cadena doblada,
que non pueden partirse de tu vida penada;
responde a quien te llama, ¡vete de mi posada!
Non quiero tu conpaña, ¡vete de aquí, varón!
Das al cuerpo lazeria, trabajo sin razón;
de día e de noche eres fino ladrón:
quando omne está seguro, fúrtasle el coraçón.
En punto que lo furtas, luego lo enajenas:
dasle a quien non le ama, torméntasle con penas;
anda el coraçón sin cuerpo en tus cadenas,
pensando e sospirando por las cosas ajenas.
Fázeslo andar bolando como la golondrina,
rebuélveslo a menudo, tu mal non adevina:
oras coida en Susaña, oras en Merjelina;
de diversas maneras tu quexa lo espina.
En un punto lo pones a jornadas trezientas,
anda todo el mundo quando tú lo retientas;
déxasle solo e triste con muchas sobervientas;
a quien noAl quiere niAl ama sienpre gela mientas.
Varón, ¿qué as conmigo? ¿Quál fue aquel mal debdo
que tanto me persigues? Viénesme manso e quedo,
nunca me aperçibes de tu ojo nin del dedo:
dasme en el coraçón, triste fazes del ledo.
Non te puedo prender, tanta es tu maestría,
e maguer te presiese, crey que te non mataría;
tú, cada que a mí prendes, tanta es tu orgullía,
sin pïedat me matas de noche e de día.
Responde: ¿qué te fiz? ¿Por qué me non diste dicha
en quantas que amé, nin de la dueña bendicha?
De quanto me prometié, luego era desdicha;
en fuerte punto te vi: la ora fue maldicha.
Quanto más aquí estás, tanto más me assaño,
más fallo que te diga, veyendo quánto dapño
sienpre de ti me vino con tu sotil engaño:
andas urdiendo sienpre, cobierto so mal paño.
Bartolomé Aregensola
BARTOLOMÉ AREGENSOLA
(1562 - 1631)
Aragonés. Nació en Barbastro. Estudió en varios lugares de Aragón,
como Huesca, Zaragoza, pasando después a Salamanca. Siendo aún
joven, se ordenó de sacerdote. Muy pronto lo hicieron capellán del
duque de Villahermosa. Siguió de capellán a la Emperatriz María de
Austria, en Madrid. Pasó algún tiempo en Nápoles con su hermano
Lupercio y el conde de Lemos. Volvió a Aragón en donde lo hicieron
canónigo en la diócesis de Zaragoza.
Aquí participó activamente en tertulias de literatos. Estando en
Madrid hizo amistad con Lupe de Vega y Miguel de Cervantes, entre
otros literatos de su tiempo. En general puede decirse que su poesía
se caracteriza por algo de frialdad y cerebral. La inteligencia se
sobrepone al sentimentalismo y la idea a la fantasía. Quizás por
esto mismo, sus poesías se distinguen de las de sus
contemporáneos por una forma correctísima y mesurada. En cuanto
al tema, casi toda ella es de carácter filosófico-moral.
SONETOS
1
A Don Martín de bolea y Castro
Aunque el bélico pecho y animoso
de tal manera a Orlando le ha ensalzado,
que está en suprema cumbre levantado,
pues en todo ha salido victorioso,
no menos por tu pluma fue dichoso,
Orlando en ser de ti tan celebrado,
que tanta fama y gloria has tú alcanzado,
cuanta él con ser en armas valeroso.
El postrimero límite y subjeto,
donde otros no pudieron allegarse,
desde allí comenzó tu vuelo altivo:
ha hallado don Martín tu gran conceto
entre furia y amor determinarse:
dio este corte y falló superlativo.
2
Soneto de Bartolomé Leonardo y Argensola al muy reverendo P.
Fray Bartolomé Ponce
¿Cómo podrá premiar el bajo suelo,
subjeto al corto término de vida,
obra tan encumbrada y tan subida
que a su fin principal no abarca el cielo?
El premio, pues (divino Ponce), délo
el que, bajo accidentes de comida,
a tus manos se rinde y te convida
con el disfraz del delicado velo.
Que tu subtil labor y heroico estilo,
donde (cual muro oculto) so la yedra
más con su fortaleza reverdece,
o cual bajo la cera está el pabilo,
en rica guarnición la árabe piedra,
estando Dios, no sé qué más merece.
3
A una dama que sin beber vino ni tener negros los dientes le olía
mal la boca, señal de poca castidad
Si nunca Baco y siempre fuente viva
para tus labios su licor ofrece,
y de apariencia artificial carece
esa belleza sólida y nativa,
¿de qué causa tu aliento se deriva
que los tersos marfiles obscurece?
Hoy huele a yema pollo que perece
corrompido en la cáscara abortiva.
Decir que en los convites excediendo
se estraga el huelgo, como en su frecuencia
de tu rara templanza te desvíes,
no lo quiero creer, con tu licencia.
Colorada te pones y te ríes:
mal disimulas, Filis; ya lo entiendo.
4
A una persona que se preciaba de platónica
Gala, no alegues a Platón o alega
algo más corporal lo que alegares,
que esos cómplices tuyos son vulgares
y escuchan mal la sutileza griega.
Desnudo al sol y al látigo navega
más de un amante tuyo en ambos mares
que te sabe los íntimos lunares
y quizá es tan honrado que lo niega.
Y tú, en la metafísica elevada,
dices que unir las almas es tu intento,
ruda y sencilla en inferiores cosas;
pues yo sé que Apuleyo más te agrada
cuando rebuzna en forma de jumento
que en la que se quedó comiendo rosas.
5
A un privado
Oh tú, que en las sublimes aulas de oro
de reyes vives, huye, y escarmienta
del que a nado escapó de la tormenta,
echando al mar riquezas y tesoro.
Y cuando la Fortuna en su alto coro
vieres que el rostro alegre te presenta,
teme de Amor la rigurosa cuenta,
como tragedia que provoca a lloro.
¿Qué piensas que has de hallar firme y estable
donde están en sus tronos la mentira,
la lisonja, el engaño y la mudanza?
Huye de tu rüina lamentable,
que el cielo sólo arroja rayos de ira
a los que en él no ponen su esperanza.
6
Pródiga de nariz, de ojos avara,
espaciosa de boca, angosta en frente,
mejillas de cuaresma penitente,
y barba que en pirámide repara;
bosque do el tiempo con los años ara,
encubierto a la luz del rojo oriente;
fértil mina de pez que eternamente
destila en cada poro un alquitara;
vientre de odre, pecho de amazona,
cuello de tina, brazos de cordeles,
y en piernas de raíces pies de pato;
es dibujada al vivo en líneas fieles,
monseñor, la magnífica persona
di quella che vi piace in bel ritrato.
7
A la vida quieta y libre
Quiera el primer autor que se eternice
este dichoso estado en que me veo,
adonde en paz mi libertad poseo,
que es el bien de la tierra más felice.
Apaciente cualquiera o martirice
entre quimeras varias su deseo;
llueva rojo metal, seque el Ejeo
y a los hados en suma tiranice;
que yo, mientras el cielo permitiere
que mis ojos de luz ricos se vean,
pobre entre pobres lares verme quiero;
que nunca el rayo a los humildes hiere,
ni Jove deja que afligidos sean
de tirano envidioso o lisonjero.
8
Cuando a su dulce olvido me convida
la noche, y en sus faldas me adormece,
entre sueños la imagen me parece
de aquella que fue sueño en esta vida.
Yo, sin temor que su desdén lo impida,
los brazos tiendo al gusto que me ofrece;
mas ella (sombra al fin) desaparece,
y abrazo al aire, donde está escondida.
Así burlado, digo: «¡Ah falso engaño
de aquella ingrata, que aun mi mal procura;
tente, aguarda, lisonja del deseo!»
Mas ella, en tanto, por la noche obscura
huye; corro tras ella, ¡oh caso extraño!
¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?
9
A la mañana de la resurrección
Porque hoy llegó a sus términos la ira
del daño universal, más viva aurora
cuanto yace en sus fábricas explora,
cuanto crece a su luz, cuanto respira.
Naturaleza en sus esencias mira
intrépida virtud que las mejora,
y que la suerte humana vencedora
a sucesos más prósperos aspira.
En tanto que el eterno anfiteatro
hoy introduce al inmortal difunto,
componiendo otra vez el orbe suyo,
mísero yo en el ámbito de un punto,
de esta segunda perfección me excluyo
y a dioses fabricados idolatro.
10
A una dama que desdeñaba un paje suyo, con quien estaba
amancebada
Pues tú con tanta propiedad desdeñas
ese paje que es todo tu apetito,
miente de cualquier cosa el sobrescrito:
no es frío el hierro, ni ásperas las penas.
Sabe, señora, que una de tus dueñas
(a quien yo algunas veces ejercito)
me hace ver en tus brazos el cabrito
que, como cabra, en tu retrete ordeñas.
Pues yo le vi atreverse a tu camisa
suplir pródigamente ajenas menguas
de tu marido, por tu industria ausente;
y mientras ambos os chupáis las lenguas,
yo, atento al espectáculo, impaciente,
muerdo la mía con envidia y risa.
11
A un amigo que no daba en el punto para alcanzar cierta dama
En la edad de oro, aunque hubo afectos tiernos,
se ve que honestidad guardaron, Niso;
mas la de plata el freno más remiso
vio en frente humana los primeros cuernos.
La de hierro acabó de ensordecernos
a la voz del ejemplo y del aviso;
después ningún metal, de honesto, quiso
intitular la edad de los modernos.
Y por Gala, tu Eurïalo, cautivo,
no sin risa del pueblo anda fogoso,
cohechando siervos y falseando llaves.
Dile tú que lo trate con su esposo,
que, con ciertos capítulos süaves,
su mismo esposo le tendrá el estribo.
12
Rendida la cerviz al sacrificio,
en la ardiente parrilla recostados
están los duros huesos abrasados,
sin mostrar de flaqueza algún indicio.
«Tu amor, mi Dios, teniéndote propicio,
aunque el rigor del fuego era sobrado,
por Dios y por señor te he confesado,
poniendo en alabarte mi ejercicio.
»Como al oro en el fuego me probaste,
y aunque fue tan terrible aquel tormento,
lo deshice, en tu amparo confiado.
»Así mi corazón perfecto hallaste,
que, por tener en ti su dulce asiento,
no le es notado rastro de pecado.»
13
Hoy que amontona fiestas y alegrías
la madre más fecunda y la más santa,
dando a sus buenos hijos toda cuanta
honra les dio partida en muchos días,
subid, deseos y esperanzas mías,
donde se goza lo que aquí se canta,
sin temer la grandeza que os espanta
de aquellas celestiales jerarquías.
Penetrad los palacios soberanos
hasta el trono do asiste el Rey que juzga
y gobierna y sustenta a los mortales;
y ved si entre sus nobles cortesanos
habrá por gran favor quien me introduzca
siquiera en el zaguán o en sus umbrales.
14
Lo que merece nombre de esperanza
nace de causa de esperar dudosa,
si se espera sin ella, y fe animosa,
si con seguridad es confianza.
Si a complacer en lo imposible alcanza,
puede llamarse adulación forzosa,
y casi posesión toda otra cosa
que quita el miedo a la desconfianza;
declina Amor en quien esperar puede,
que la enajenación y encogimiento
aun discurrir al esperar prohíbe,
Y en el gozoso asombro que pretende,
contemplando posee el pensamiento
todo el bien de que nace y de que vive.
15
A Dios omnipotente
Señor, que miras de tu excelsa cumbre
el tiempo todo en un presente eterno,
tu imagen mira en mí, que al ciego infierno
la inclina su terrena pesadumbre.
Oh suma luz, ya la encendida lumbre
de mi gozoso abril florido y tierno
muere, y ya temo ver en el invierno
más verde la raíz de mi costumbre.
Mírala, sacro santo Rey divino,
con ojos de piedad, que al dulce encuentro
del rayo celestial verás volvella
a verte, como en vidrio cristalino
la imagen mira el que se espeja dentro,
y está en su vista dél su mirar della.
16
Corneja que vestiste ajenas plumas,
ganso que le usurpaste al cisne el canto,
cuervo cuyo graznar anuncia llanto,
voz que siendo de Arcadia suena en Cumas;
como hendrija de pipa te rezumas,
el rebozo destapa, quita el manto,
ingenio de almofrex de cal y canto,
ligero como plomo en las espumas;
que dejes de enredar más el urdimbre
de parte de las Musas te conjuro,
antes que el bello Apolo te confunda.
No mezcles nuestro abril con tu diciembre;
si no, por el Estigio lago juro
que el verdugo te dé una brava tunda.
17
Mi afecto, Amor, me acometió con brío,
mas no pudo rendirme a tu obediencia,
ni la exterior beldad que con violencia
dio el mismo asalto al pensamiento mío;
hasta que con más noble poderío
allanó la razón mi resistencia,
y por su autoridad y en su presencia
juró tu servidumbre mi albedrío.
Mas aunque la prisión que arrastro suena,
y sabe Cintia bien que adoro el peso,
no la oye, o no la admite, o la aborrece.
Suple o adorna tú el valor del preso,
pues su elección ya sierva no merece
que Cintia quiera asir de la cadena.
18
A Felipe cuarto, que entró en un convento de monjas y le ayudó el
patrón
Qué mucho que en tus lámparas, oh Vesta,
la casta luz tus vírgines desamen,
si en una tiene concubina el flamen,
fuego vecino por lo menos tuesta.
Y ella hace ostentación de tan honesta,
que siempre que ante Séneca la llamen
pasará sin temor por el examen
de recoger el agua en una cesta.
¿Es posible que al cómplice estupendo
le admitan sin horror las aras pías
que han recibido dél tantas injurias?
A Júpiter al fin yo no lo entiendo:
él castiga con rayos niñerías
y solapa sacrílegas lujurias.
19
Hoy el nefando autor del color bayo
y el sacrílego vil que a hecho injuria
al sacro honor de la romana curia
son mariposas en el blanco sayo.
Guarda, Sodoma, que deciende el rayo
dela mano de Dios, con justa furia,
contra la gomorrea vil lujuria
que abrasa a España con mortal desmayo.
Saca en los hombros la virtud, Eneas,
de las llamas del ocio consumida,
si ser piadoso príncipe deseas.
Camina, Loth, con tu mujer querida;
vuelve los ojos, Corte, no lo veas,
si no quies ser en piedra convertida.
20
Soneto a Madrid, cuando se trataba mudar la corte a Valladolid
Volverse han muchos a labranzas toscas,
que fueron sus primeros ejercicios;
tratarán los magnates y patricios
en rubias mieses y vacadas hoscas.
Dejarán las culebras ya sus roscas
en que enlazaban huéspedes novicios;
andarán los casados en sus quicios,
pues le dejan en paz su miel las moscas.
Viviráse con gusto y más sin arte,
y cesará el hablar por cartapacio,
engomar el copete y frente lucia,
y las mohatras en igual descarte.
En faltando la Corte, Rey, Palacio,
aunque limpia, Madrid será muy sucia.
A un letrado
Si vos pretendéis que venga
a ser tan gran necio el mundo,
que por vuestra barba luenga,
por filósofo profundo,
sin otro argumento, os tenga;
mirad que dais ocasión
a que ya cualquier cabrón,
por la gran barba que cría,
aspire a ser algún día
otro Séneca o Platón.
Epigramas
1
Cuando una liebre me envías,
Gelia, me sueles decir:
«Mi Marcial, has de salir
hermoso estos siete días.»
Si no te burlas, si das
crédito a tales antojos,
Gelia, liebre tú a mis ojos
no la comiste jamás.
2
Escribí y no ha respondido
Nevia; luego indicio es malo
que no hará lo que le pido;
pero pienso que ha leído
mi billete; luego harálo.
Dístico de Ausonio
Dido infeliz, no bien eres
dada a marido ninguno,
huyes, cuando muere el uno,
y cuando el otro huye, mueres.
Al libro de las fundaciones de Santa Teresa de Jesús
Bien probáis que quien se humilla
crece, oh virgen, hasta el Cielo,
pues le fundáis un Carmelo
en cada humilde casilla;
demás que otra maravilla
merecen ver superior:
que las baña un resplandor
tan apacible y tan fuerte,
que en cada cual se convierte
vuestro Carmelo en Tabor.
A un caballero de la casa del duque de Híjar, que trajo un francolín
al autor de parte de la duquesa Doña Estefanía, siendo dama
Si es cosa cierta, señor,
que suelto el francolín canta,
y le añuda la garganta
la vista del cazador;
por retrato de mi amor
la dulce tirana mía
este francolín me envía:
mas si a cantar me atreví,
y en viéndola enmudecí,
yo seré cisne algún día.
Hombre
Hombre, si esa unión divides
que se obró con astas fuertes,
por presto que la conciertes
habrá tardanzas y lides;
húyelas, y como Alcides,
siquiera una vez, temprano
forma un justo abrigo humano
que dure y guarde tus paces,
pues para este fin las haces
con el acero en la mano.
Al velo de D.ª Jerónima López en el monasterio del Santo Sepulcro
de Zaragoza
Si os ha de valer a vos
el privilegio de esposa,
ya, Jerónima, sois diosa,
porque os desposáis con Dios.
Iguala Amor los amantes,
y él sólo es quien juntar sabe
con lazo fuerte y süave
los extremos más distantes.
Hoy lo muestra bien con vos,
pues de sierva os hace esposa,
dándoos título de diosa
por ser esposa de Dios.
A vuestro esposo abrazad
porque en ese abrazo estrecho
os comunica el derecho
no menos que a su deidad.
Ya el Reino es de ambos a dos,
porque la unión poderosa
os transforma a vos en diosa
desde que os casa con Dios.
Últimos suspiros míos
Últimos suspiros míos,
pues que me dejáis de suerte
que, en despidiéndoos, la muerte
hinchirá vuestros vacíos,
partir con vuelo ligero
a dar nuevas del postrero
esfuerzo con que os arrojo,
si no habéis de dar enojo
con decir lo bien que muero.
Que pues no gusta esta fiera
de haberme dado la vida,
también quedará ofendida
de oír que por ella muera;
mas si entrambas cosas siente,
decidle que se contente
del fruto de sus desdenes,
pues ninguno de estos bienes
le dio voluntariamente.
Y si en ella echáis de ver
señales de compasión
(¡oh triste imaginación,
lo que me atrevo a creer!),
proseguid y acrecentad
aquella tarda piedad
hasta que mi muerte sienta
de suerte que se arrepienta
en vano de su crueldad.
Porque es tan libre y altiva,
que si no a su pecho injusto
jamás ha mostrado gusto
de que muera o de que viva;
y yo, intérprete confuso,
cuando su silencio acuso,
o el público desamor,
por cordura y por valor
lo canonizo o lo excuso.
Pues basta lo que he vivido,
ni admitido ni olvidado
que sin saber si la enfado,
soy por su ley excluido;
su vida tan trabajosa,
pues que la muerte es honrosa,
acertado el trueque fue,
que en su callar bien se ve
que no esperaba otra cosa.
¡Oh Dios, qué trasordinaria
y tiránica inclemencia
con no hacer diligencia
mostrar que no es voluntaria;
y que obedeciendo a tiento
adivinemos su intento,
y ella mire los servicios,
no obligada a dar indicios
de amor o aborrecimiento!
Por otra parte, el engaño
en que por su causa estoy,
hace sospechar que soy
yo mismo autor de mi daño,
y que el fuego donde moro,
cual salamandra lo adoro
aunque yo sigo otro estilo,
que muero como Perilo
dentro de su mismo toro.
¿Cuál es mayor maravilla,
el padecer con valor
vida de tanto rigor,
o morir por no vivilla?
Yo que no me satisfago
de sufrir sólo un estrago,
ambicioso de más gloria,
en esta última victoria
ambas maravillas hago.
Mas, triste, ya está a la puerta,
¡oh mis suspiros!, la vida
debilitada y perdida
y de espíritus desierta.
Id volando, no tardéis,
que detrás la llevaréis
como víctima al altar,
donde podréis celebrar
con llanto lo que perdéis.
Yo, cual cisne que lamento
el fin que contento espero,
¡en qué desdén vivo y muero,
que es nido y sepulcro junto!
Y mi lástima os obliga
a que cada cual le diga
que sea a todos intractable,
pues quien la mereció afable
no la mereció enemiga.
Romances
1
Aquel pastor, que pajizo
un vestido hizo en la aldea
y por volverlo encarnado
gotas de sangre le cuesta
(es tan costosa la gala,
que ha comprado cinco piezas
de grana, que le hizo Tiro
en el blanco de una oblea),
hoy sale en santa Lucía
y ofrece a todos su mesa,
que es la vida perdurable
contar el regalo de ella.
Se casa en casa Bernardo,
que en pruebas de su limpieza
un hábito da a la novia
y en su orden la encomienda.
En el raso de los cielos
hale cortado la tela:
mucho durará el vestido
por ser gala sempiterna.
Toda de blanco la viste,
y en la cruz roja le muestra
la pureza de su sangre,
dulce candor de sus venas.
La novia el alma le ofrece
con mucha gracia dispuesta,
en tres potencias su dote,
en la condición su suegra.
Si calidad sólo busca
en su profesión por prenda,
sin duda es galán de la alma
pues se paga de finezas.
De fina y enamorada
con sus tres votos profesa,
y para no errar el caso
toma en Bernardo la regla.
Este favor que recibe
es una merced muy cierta,
que pasará a señoría
cuando se vea abadesa
Romance lírico
¡Oh qué soberanas lumbres
dispensan cándidos rayos,
y entre soñolientas luces
el sol sale pestañeando!
El sol de justicia viene,
y del Oriente los lazos
desata la claridad
que en botón tuvo el ocaso.
Crédito es la Providencia
que el rosicler desmayado
temió no gozar el día
desconfió del sol los pasos.
Esta fiesta lo publica,
y a su común desagravio
fundará la Providencia
religión en Cayetano.
¡Oh qué noblemente espera
el influjo soberano
sin zozobrar que le pase
su fecundidad por alto!
Toma el ejemplo en las aves,
que ramilletes del campo
a flor y pluma vinculan
el alimento del canto.
Sus censos son la piedad,
la limosna el mayorazgo
fundado en el no pedir,
que es un vínculo apretado.
La viña del Evangelio
a sus hijos ha dejado:
manda que cojan buen fruto
y son las cepas carrascos.
Vivid, hijos del cristal
de roca más soberano,
a cuyo espejo las luces
reflejos dan por milagros.
Que aunque mis coplas lo empañen
con el aliento bastardo,
en los lejos de sus sombras
habrán visto su retrato.
3
Sabia pastora, decid:
¿Cuándo las penas que siente
supo tan discretamente
templarlas Valladolid?
No me juzgues por tan lerda
que crea que es la poeta
que habla tan como discreta
y siente tan como cuerda.
Agravios harto diversos
de los de la Corte son
los que con la indignación
os hacen componer versos.
Que como anda en esta casa
quien gasta tan buen humor,
que en poético furor
se tuesta, si no se abrasa,
por las poetas crespinas
os le dan las nueve hermanas,
bien que con ellas humanas
y con vos más que divinas.
Andad entre las poetas,
a lo menos con los dos,
aunque se diga por vos
Saúl entre los profetas.
Que seso en quien tanto cabe
no es posible que no pegue
a cualquier que se le llegue
cordura y estilo grave.
Cuanto a mí (pues ya he juzgado
sin aplicación escura
que es Valladolid figura
y algo más lo figurado)
digo que con vos, severo,
las penas de esta tardanza,
en virtud de la esperanza
de otro tiempo venidero.
Súfrase quien penas tiene,
pero si no enmienda el cielo
a la causa, no es consuelo
que siempre tras tiempo viene.
Pues las coplas crispinales
las tocas os han quitado,
y con zurrón y cayado
os sacan a los jarales,
bien puedo yo desde agora
con vuestra buena licencia,
pues no es contra mi conciencia,
trataros como a pastora.
A la fuente llamada de Garcilaso
Pasajero, a la gran fuente
donde has suspendido el paso,
ya con versos Garcilaso
detuvo el de su corriente.
Consonancia tan vehemente
¿a cuál Orfeo no admira?
Pero es Palas quien la inspira,
que, como en el campo armada,
le ciñó su misma espada,
le dio aquí su misma lira.
DÉCIMAS
1
A un primer movimiento de amor
Apriétame de manera
cierto pensamiento mío,
que cuanto más lo desvío,
se introduce y apodera.
¿Qué no hará, si persevera
en seguir su competencia?
Y más si mi resistencia
acude a paso tan lento;
que pierde el merecimiento
la contraria diligencia.
Aunque (por decir verdad)
tan agradable se ofrece,
que atropellarlo parece
villanía y crueldad.
Terrible severidad
es esta de la razón;
que arme a un tierno corazón
contra el hijo natural.
Luego, si resiste mal,
no le cause admiración.
No hago todo lo que puedo,
y no puedo más hacer;
que a la gloria de vencer
tengo cobrado gran miedo.
Es mengua, yo lo concedo;
mas si con fuerza lo evito,
doile vigor infinito,
porque, al fin, he descubierto
que cuanto más lo divierto,
crece porque lo ejercito.
Que como al alma acompaña
este apacible importuno,
en viendo descuido alguno,
valiéndose dél, la engaña.
Y de tal gloria me baña
infundido por el seno,
que no le tuvo tan lleno
de Apolo alguna Sibila
como cuando en mí distila
su dulcísimo veneno.
Retrátame en la memoria
de Amarilis la belleza,
ya que no hay naturaleza
que resista a tanta gloria;
mas si queda esta vitoria
(por resistida) imperfeta,
acude con nueva treta
eficaz y poderosa,
y píntamela piadosa,
que es con lo que me sujeta.
Al fin, viene a ser deseo
esto que me hace la guerra,
que derribado por tierra,
cobra fuerzas como Anteo.
Del aprieto en que me veo
(pues nunca inferior me vi),
yo solo la causa fui;
porque no fuera Dios fiel
si le hubiera dado a él
mayores fuerzas que a mí.
2
Cuando la razón tenía
mis afectos concertados,
le fueron tiranizados,
y, a mi ver, sin tiranía;
porque Amor, que pretendía
ser dueño del corazón,
le mostró a Filis acción
tan apacible y tan fiel,
que ya no ha dejado en él
ni un átomo a la razón.
Y luego que a la obediencia
de Filis tuvo rendidos
con los fáciles sentidos
los de mayor excelencia,
en lo puro de mi esencia
(a cuya luz no se atreve
ni una nubecilla leve)
le dedico el vivo altar,
donde se humana a aceptar
el culto que se le debe.
En esta región secreta
no tiene el engaño parte,
ni la adulación ni el arte
que a la fortuna respeta;
de la sencillez perfecta
(diosa en esta esfera) alcanza
mi decoro su alabanza,
porque, a merecer atento,
ejercita el sufrimiento,
y no escucha a la esperanza.
Generosa la pureza
se entraña aquí en las acciones,
por quien acepta sus dones
otra no vulgar nobleza;
que como Naturaleza
en lo esencial siempre es una,
no son de importancia alguna,
para premiar voluntades,
las falsas desigualdades
que introdujo la fortuna.
Y así con esta igualdad
(aunque a la humana licencia
pone Filis reverencia
y horror su divinidad),
las alas de mi verdad
por los claros aires pruebo,
donde, con ejemplo nuevo,
propicio al sol me asegura,
en cuya luz limpia y pura
con felicidad me elevo.
Por fértiles, ya no pueden
caber sus efectos dentro
en mi fe; y así, del centro
que los atesora exceden;
y él, aunque más raros queden,
cuanto menos exteriores,
muestra en ellos sus favores,
atónito de que pudo
llevar con silencio mudo
finezas tan superiores.
Mas si en el estéril seno
es Amor quien los cultiva,
cierto es que dél se deriva
fruto de sazón tan lleno.
Así con humor ajeno
crecen pimpollos altivos
que en infelices olivos
ingirió industriosa mano,
y el árbol se mira ufano
de los ramos adoptivos.
3
Burléme (yo lo confieso)
de tus cadenas, Amor,
mas no merecí el rigor
que padezco en ellas preso.
A mi exceso (si fue exceso)
excede el de tu venganza,
pues ya en mi nueva mudanza
no sólo pruebo su furia,
sino que adoro la injuria
de tu perdida esperanza.
Si te ha ofendido la historia
de mi desdeñosa edad
(demás que su libertad
fue materia de tu gloria),
nunca es mayor la vitoria
que el esfuerzo del vencido;
y tú sabes que lo he sido,
no desarmado ni huyendo,
pues me hallaste resistiendo
valiente y apercebido.
Y ambos podemos por esto
fundar justa competencia:
tú en mi grande resistencia,
yo en lo mucho que te cuesto;
pues para rendirme has puesto,
contra mi libre opinión,
la más alta perfeción:
armas con cuyo poder
te fuera fácil traer
los dioses a tu prisión.
El resplandor de unos ojos,
donde tus flechas enciendes,
a cuya deidad suspendes
los enemigos despojos;
allí entre tus dardos rojos
gimen corazones vivos,
que padecen por altivos
los efetos de tu ira;
y porque Cloris los mira,
se precian de tus cautivos.
Tú allí, pues tanta noticia
tienes de mi esfuerzo, advierte
que estimar al cauto y fuerte
no es piedad, sino justicia.
Verás cómo en tu milicia
las finezas que yo enseño
(que siendo de mejor dueño
no he de mostrar menos brío),
si cuando arde el hierro frío,
arde más que el seco leño.
Mas, ¡ay!, que en plazos tan largos
esta esperanza risueña
(aun cuando los desempeña)
obra efectos más amargos.
Así con los ojos de Argos
el pavo al sol desafía,
y cuando más lozanía
muestra en las plumas lucientes,
triste y con ojos prudentes,
encoge su gallardía.
No trate desta manera
tu esperanza a quien la sigue,
sino es para que castigue
al que sus glorias espera;
pues cuando más verdadera
y constante nos parece,
recibimos las que ofrece
los que en su fe confiamos,
y al fin velando soñamos,
y el desengaño enmudece.
4
Silvia, dos arcos te ha dado
para tus cejas Cupido,
de ébano son (no bruñido
dices tú, sino aserrado);
mas ni el marfil transformado
en el honor de tu frente
recibe sombra indecente,
ni el de las pestañas graves
turba en tus ojos suüaves
la serenidad luciente.
Antes sus flechas envía
con esos arcos Amor,
y el vecino resplandor
es su aljaba o su armería.
En ellos la diestra impía.
de rendir no satisfecha,
las puntas de oro pertrecha
de cierto rigor tan vivo,
que es ya un rayo vengativo
el cuento de cada flecha.
Ese casto ardor sereno,
que el alma en tus ojos puso,
hierve en las flechas infuso,
de clemencia y de ira lleno;
que ambas fuerzas desde el seno
tu ardiente luz les inspira,
cuando a su instancia las mira,
para que obre más estragos
la clemencia con halagos
que con desdenes la ira.
Que el golpe de un desdén claro,
aunque atormente, no injuria,
pues no es descortés la furia
que nos previene al reparo.
Mas ¿quién prevendrá un tan raro
género de rendimiento,
si lo advierte el mismo acento
que halaga con la bonanza,
animando la esperanza
con mengua del sufrimiento?
Así el favor nos oprime,
Silvia, en tu vista risueña
más que cuando nos desdeña
desde su altivez sublime.
¿Quién no yace, o quién no gime
a tu libre condición?
Tragedia es y adulación,
que, en fe de sí misma, atiende
a la crueldad, que pretende
que la llamemos razón.
Di que es crueldad; no la dores;
que la razón no ha de hacer
ministro al mismo placer
del mayor de los rigores.
Como áspid entre las flores,
nos da la muerte escondida,
para que asalte la vida,
cuando en tu gracia inhumana
se entretiene más ufana
y menos apercebida.
Silvia, no más; considera
si es bien que luego comiences
a conservar lo que vences,
porque tu gloria no muera.
Caiga la piedad severa,
con que ha tanto que fulminas
desde esas luces divinas;
que no es gloriosa vitoria
la que encomienda su gloria
al horror de unas rüinas.
5
A una dama que le tiró una naranjilla con agua de azahar
Dulce señora, no hallar
fiel vuestra bala quisiera,
pues siendo verde y de cera,
me previene a no esperar;
porque escondéis el azar
en lo hueco de lo verde,
para que por él me acuerde
que, con esperanza vana,
cuanto en lo exterior se gana,
en lo sustancial se pierde.
Arghezi Tudor
LA CENIZA DE NUESTROS SUEÑOS
La ceniza de nuestros sueños
se derrama a montones en nosotros,
como caen en los cántaros
los pétalos azules,
atacados por un insecto
oculto entre las hojas.
Se agita el viento y gime.
La tierra se funde con el cielo,
las ciudades son maraña y laberinto,
hondos laúdes de blasfemia,
y el aire es frío como el hierro.
La tierra es un molino hueco
con larvas mendigando un aposento,
moviéndose en el polvo que se muere
que se pierde en confusiones y desastres...
La tierra de los sueños que no fueron...
OTROS POEMAS DE TUDOR ARGHEZI:
CANCIÓN PARA ADORMECER A MITZOURA
EL SALMO DEL MISTERIO
ENTRE NOCHES
ESPONSALES
HE AQUÍ, ALMA MÍA
PRÓLOGO DEL LIBRO DE LOS PAISAJES
SALMO
STANE, CAPITÁN
TESTAMENTO
CANCIÓN PARA ADORMECER A MITZOURA
Hazle, Dios mío, una cabaña al sol,
en un rincón de la vieja campiña,
no debe ser más alta que una flor
que sea del tamaño de una oreja.
Hazle una charca de agua bajo el sol,
y de un palo de fósforo una nave
para que en su azufrada cabecita
ella pueda tocar el infinito.
Dále una mariposa delicada
y una rana tallada en esmeralda
y, Dios mío, promete a su cabaña
algún calor en el bosque de absintio.
Dále tamhién., Dios mío, los colores
y el papel de la China necesario
para que borroneando en él, Mitzoura,
diseñe los perfiles de tu gloria.
Porque, por fin, cuando todo esté listo,
Dios mío, el padre vivirá en su casa.
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
EL SALMO DEL MISTERIO
Oh, tú, la de otro tiempo
perdido en los caminos de la tierra!
Quién ha puesto tu frente sobre mi alma
tomando en ella el sitio de la madre?
Mujer en mí esparcida
como está la fragancia en una selva
porque tu nombre se escribió en el sueño
a golpe de hacha se grabó en mí mismo,
Tú amarraste mi vida a la canción
e hiciste que mis brazos la buscaran
en tus manos y sobre tus mejillas.
Como si hubieras sido un brazalete
ceñida te llevé a mi pensamiento
cuando aspiré a mecer entre mis brazos
al hijo de los hombres.
Rosa pura, te obstinas en mi cruz
con clavos de diamante
y en cualquier movimiento
pierdes por cada pétalo una estrella.
Imán de mis deseos,
oh, tú fuente de sed encarnizada,
tierra de los rebaños,
tierra de las cosechas y las sombras.
Cambiaste mi sendero,
lo convertiste en olas sobre el mar
que se lleva mi proa solitaria
de un abismo a otro abismo.
Mis riberas se agrandan en la noche,
en las olas crecientes,
con tu consentimiento
se movió la marea del dolor,
y dónde están tus manos
para que hagan volver
las vías de la luz al aire oscuro?
Y dónde están tus dedos
para que en mi corona
delaten las espinas?
Y la cadera acostada en la hierba
que las plantas enlazan
y escuchan en tus senos el suspiro
del amor conquistado en la agonía?
Oh, tú, que cuando cruzas las praderas
haces estremecerse los follajes
y abrazas lo que encuentras
con una red caliente de frescura.
Tú que escuchas, sacándote del pecho
parte de tu vestido
que con el fuego de tu boca besas
y tomas con tus manos suavemente
el desierto del tiempo atravesado
por halcones, arenas y cenizas,
a los que el viento entrega
una apariencia que no tiene rostro ?
Vas extraviada del mundo y su camino
como flecha sin rumbo
y se hizo tu belleza
sólo para engañarme,
Pero, por qué no fuiste vencedora
de aquel destino que acechó tu ser,
no. supiste crear en su camino
aquel odio que lo derribaría.
Levanta de la tierra tus orejas!
En esta hora nocturna te reclamo
para que escuches tú, la inolvidada,
mi maldición ardiente!
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
ENTRE NOCHES
El azadón agudo planté en mi habitación,
fuera soplaba el viento, la lluvia estaba afuera.
Cavé mi habitación debajo de la tierra,
afuera era la lluvia, el viento estaba afuera.
Por la ventana eché la tierra de la fosa.
Negra estaba la tierra: su cortina era azul.
Se amontonó en los vidrios la tierra hasta la altura.
Jesús lloraba encima de aquella altura inmensa.
Se rompió el azadón cavando. Quién lo hizo?
Fue el Padre mismo con sus reliquias de piedra.
Volví, luego subí por el tiempo de nuevo.
Volvió otra vez el tedio a mi pieza desnuda.
Quise subir entonces y quedarme en la cima.
Parpadeaba una estrella. Era tarde en el cielo.
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
ESPONSALES
Quieres ser tu mi tierra
con sembrados, con viñas, con estanques,
con bosques, con arroyos y animales salvajes?
Lasvacas traerán sus ubres llenas
y mugirán en nuestra puerta
adornada de acacias y de flores azules.
Las comadrejas jugarán en el patio
con lechones y patos,
con polluelos de seda, sin dañarlos.
Cantarán uno a uno los granos de maíz
y espantarán las nubes de mosquitos.
Los altos arces frente a nuestra terraza
mientras el gallo canta moverán sus follajes.
Traeremos grandes cestas de flores
y con ramas de mimbre
entre ambos tejeremos nuestro nido.
Y con la lana en vellones
formaremos la cuna de los gatos.
Quieres ser mi jardín,
de esbeltas hierbas y de terciopelo?
1935
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
HE AQUÍ, ALMA MÍA
A Walt Whitman
He aquí, alma mía, los versos sin rostro,
sin sonoridad y sin eco,
de polvo y arena.
Recíbelos, susúrralos.
Respetuosamente tú nos recibes de nuevo.
Teníamos miedo porque te habíamos visto
salvaje e inquieto.
Yo doy abrigo bajo mi mismo techo
a Dios ya los grandes milagros.
Entonces, ¿cómo podría no espantarme?
Yo desgarré, para que se desgraven
rosarios desunidos,
los encajes, harapos, gasas de seda y hojas.
Yo espero que volvamos a conversar de nuevo
una vez que las danzas se detengan
y la orquesta se calle.
Quiero que hablemos idiomas destrozados,
arrancar la palabra entre palabras,
y escogiendo los temas según se nos antoje.
Antes hablé en versos calzados,
cortados sobre medida y con adornos.
Cansado de que opriman mi lengua los coturnos
desde ahora andará con pies desnudos.
1936
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
PRÓLOGO DEL LIBRO DE LOS PAISAJES
En el año milnovecientos siete,
en una noche del mes de Marzo,
desde Hodivoy de pronto surgió al cielo,
desde Flaminzi y desde Stanislesti,
una gran llamarada.
Los cirios y las antorchas se encendieron
a lo largo de todos los caminos
como si fuera Pascua de Resurrección.
¡Todo era luminarias y candelas!
Igual que en nuestra casa, en el altar
arde un botón de fuego
encima de una vela:
la luz que se consagra a los iconos.
De aldea a aldea se extendió
el fuego sobre el trigo acumulado
y parecía un juego aquel incendio
pasando de graneros a castillos.
Seguiría la fiesta,
un requiem por los muertos?
Hasta los perros aullaban, locos!
Socórrenos, Señor! ¡El pueblo se amotina!
1907
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
SALMO
Te busco en el bullicio, en el silencio,
y así como a una presa te persigo
por ver si tú eres el halcón que busco
y postrarme a tus pies o aniquilarte.
Entre la negación y la creencia
ando en tu siga inútil y audazmente.
Eres el alto sueño que mantengo:
no puedo derribarte de tu cielo.
Como en la superficie de una charca
de pronto te apareces o te ocultas,
te distingo entre estrellas o entre peces
como el toro salvaje cuando bebe.
En esta hora a solas con tu historia
he decidido combatir contigo
y no quiero alcanzar una victoria
sino tocarte y proclamar que existes.
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
STANE, CAPITÁN
Hay revuelta en el campo.
-Buenos muchachos, hacia dónde van?
No es día de mercado ni de feria.
-A la buena de Dios vamos andando.
Bendito seas, viejo!
Como no estamos muertos todavía
y como ya llegó la primavera
vamos a acariciar a los Boyardos!
-Y ustedes saben lo que van a hacer?
-No, no lo hemos pensado todavía.
Nos ahoga la hiel.
Está que se revienta.
-Me parece
que no se puede hacer un buen trabajo
sin orden.
Mucha sangre de ustedes va a perderse.
Por qué correr tan lejos como tontos?
Por qué no han escogido un capitán?
-Tenemos uno: Stane.
-Oyeme un poco, Stane, capitán,
qué han decidido hacer en Straoine?
Por qué correr así a pie por los caminos,
sin otra cosa que los propios hombros
y las mochilas rotas?
Es ésta una revuelta o una broma?
Y ya que hablamos de esto, qué va a pasar mañana
cuando escupan ustedes la cara de la ley
sin prevenirlo todo?
-Qué caramba! Ya ves,
no se nos ocurrió pensar en eso.
Y los hombres se fueron,
largo tiempo marcharon
como lo dije antes, a la buena de Dios.
Se divisó más tarde desde lejos
que el horizonte ardía como escoria,
los álamos flameaban como antorchas.
Rebaños de caballos y de bueyes
mugían, relinchaban,
del lado del incendio.
Los hombres destrozaron los divanes,
defecaron adentro de los pianos de cola,
demolieron armarios,
los vaciaron con furia
y todo lo incendiaron:
tapices, ropas, camas,
sillones y cortinas,
vertiginosamente.
Reventaron los cuadros a patadas,
quemaron las despensas,
y aunque allí había en cantidad vituallas escogidas
y barricas repletas de los vinos más caros,
ni siquiera probaron una miga de pan,
porque sabían ellos que el tesoro
allí se acumuló
a costa de pecados y de sangre.
Atardecer. Vuelve a la aldea un grupo.
El viejo reaparece.
Viene un hombre con un violín en la mano,
viene otro con un ovillo de hilo,
otro trae el respaldo de una silla,
otro una pala, otro un rastrillo roto...
-Caramba! oí que mugían los rebaños
de bueyes, balaban los corderos,
oí que relinchaban los caballos.
Creí que traerían el ganado,
carros llenos de trigo hasta los bordes!
El incendio duró toda la noche!
Y es esto todo lo que han hecho ustedes
después de sufrir tanto, después de esperar tanto?
Es esta la victoria que esperaban?
Pero, entonces, por qué se amotinaron?
-Caramba!, dice Stane, no pensemos en eso.
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
TESTAMENTO
Cuando me muera no dejaré bienes,
un nombre sobre un libro, nada más.
En la noche rebelde que partió
hacia ti desde mis antepasados,
porque a través de abismos y de fosos
por donde se arrastraron mis abuelos,
hacia ti comenzó a marchar mi libro:
Hijo mío, los míos te esperaban.
Deja este documento en tu almohada.
Es la primera vez que se expresaron
los siervos de hopalanda, es la palabra
de sus huesos vaciados en mí mismo.
Para que hoy por la primera vez
se transforme la pala en lapicero
y en tintero la tierra,
nuestros antepasados amasaron
el sudor del trabajo de los siglos.
Con ruda voz, hablándole a los bueyes,
di nacimiento a las palabras nuevas
ya la canción de cuna de mañana.
Luego amasando el largo tiempo duro
le di forma de ídolos y sueños.
Convertí los harapos en coronas.
Y cuando transformé el veneno en miel
la dulce forma se mantuvo intacta.
Hilando el hilo del insulto a veces
tejí la gentileza o la blasfemia.
Y en el atrio patricio la ceniza
de los muertos cambié en un dios de piedra:
En esa alta frontera de dos mundos
fue mi deber velar desde la altura.
Mis tristezas amargas, mis dolores,
en un solo violín se acumularon
a cuyo son puede el señor bailar
como si degollaran un carnero.
Del fango, de las llagas, del horror,
hice que renaciera la belleza.
El látigo de ayer es hoy palabra,
es el dulce castigo para el hijo
por el crimen de todos y las cárceles.
Es el derecho de una rama oscura
que sale de la selva hacia una estrella
y así como un racimo de verrugas
se anuncia el fruto del dolor humano.
Perezosa, tendida en el sofá,
ay, la princesa sufre por mi libro.
Porque, letra de fuego o de herrería,
en mi libro se casan y se funden
como el hierro quemante y la tenaza.
El siervo lo escribió. El señor lo lee,
pero no ve en el fondo de sus letras
la cólera de mis antepasados.
1927
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
Enbsp;
1927
Versión de Pablo Neruda
"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada
Aridjis Homero
Biografía
Poeta mexicano nacido en Michoacán en 1940.
Es uno de los escritores más prolíficos de México. Periodista, novelista y catedrático, fue
becario de varias instituciones mexicanas, y profesor de literatura mexicana en varias
universidades norteamericanas. En 1993 la Universidad de Indiana le otorgó el doctorado
Honoris Causa. Ha desempeñado diversos cargos diplomáticos a través de su carrera: en
1972 fue agregado cultural de México en Holanda, y posteriormente, fue embajador de
México en Suiza. También dirigió el Instituto Michoacano de Cultura.
Su antología incluye sus obras más conocidas:
«Los ojos desdoblados», «Antes del reino», «Los espacios azules», «Tiempo de ángeles» y
«Antología Poética».
A VECES UNO TOCA UN CUERPO...
ABRIL ES ELLA QUIEN HABLA POR TUS LABIOS... AL HABLARTE ME ESCUCHAS...
ANVERSO
AYER Y HOY
CAE LA LLUVIA SOBRE JUNIO... CUANDO LA SOMBRA DUERME... DÉJAME
A TU ÍNTIMO ALFABETO
DÉJAME ENTRAR
DONDE EL ENSOÑADO Y EL SOÑADO... ELLA VIOLENTA Y PÚBLICA... ERÓTICA
NOMBRE Y ES TAMBIÉN OCTUBRE...
HE DE PERSEGUIR TU CUERPO... LA FORMA DE TU AUSENCIA
LA NOCHE MUERE SOBRE UNA MANZANA ROTA...
DORMIDALLAMARÉ MIRÁNDOLA DORMIR
MITLA
LA PERFECTA
PERO TÚ NO TE RECONOCES COMO MÍA...
ES TU
PERSÉFONE
(fragmento)
POEMA
POEMA DE AMOR EN LA CIUDAD DE MÉXICO
ENSIMISMADO...POR EL SILENCIO SIGUES...
POLVO DE TI EN EL SUELO
SÉ QUE PIENSAS EN MÍ
TE AMO AHÍ CONTRA EL MURO DESTRUIDO
TERCER POEMA DE AUSENCIA
TIENE LA MEDIDA DE MI SUEÑO...
UN POEMA DE AMOR
VAS CRECIENDO SOMBRA A SOMBRA...
Y TODAS LAS COSAS QUE A MI AMOR CONTEMPLABAN...
Y TU AMOR SE DENUNCIA POR EL CANTO DE UN PÁJARO
TIENE LA MEDIDA DE MI SUEÑO...
"Elle a la forme de mes mains
elle a la couleur de mes yeux..."
Paul Éluard
Tiene la medida de mi sueño
los ojos de mi infancia
ama lo que yo amo
lo que no retorna
lo que no llega todavía
se levanta en mis párpados
y de ahí hace volar sus sueños
Se desplaza y permanece
siempre es ella en todas partes
saludando al universo
Llena todos los días del mundo
y aún no nace porque no tiene fin
La encuentro en el silencio en la absolución
pero ella está dispersa respirando en todo
Si algún día llego a penetrar su alma
le daré vendimias de su cuerpo
el hombre el pasto la niebla.
DÉJAME ENTRAR A TU ÍNTIMO ALFABETO
Déjame entrar a tu íntimo alfabeto
para saber lo tuyo por su nombre
y a través de tus letras
hablar de lo que permanece
y también de auroras y de nieblas
Déjame entrar para aprenderte
y girar en tu órbita de voces
hablándote de lo que me acontece
describiéndote a ti
Quiero dar testimonio a los hombres
de tus enes y tus zetas
desnudarte ante ellos como una niña
para que todos se expresen con acento puro.
SÉ QUE PIENSAS EN MÍ...
Sé que piensas en mí
porque los ojos se te van para adentro
y tienes detenida en los labios
una sonrisa que sangra largamente
Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme
yo te grito Ven
abre mi soledad en dos
y mueve en ella el canto
haz girar este mundo detenido
Yo te digo Ven
déjame nacer sobre la tierra.
AL HABLARTE ME ESCUCHAS...
Al hablarte me escuchas
desnuda de conceptos
renuncias a ti misma
para volverte aire
y al vuelo de mis pájaros verbales
concibes la palabra
siempre virgen y madre
vas perdurando los instantes
en tu cintura poderosa
algún día
cuando pierda al mundo
me harás permanecer.
ANVERSO
No veo tu sonrisa entre mis labios
apurar la prolongada espera
en tu abandono de luciérnaga a la noche;
sólo tengo asida entre mis brazos
la inexpresable lucha
de penetrar en el bosque sin fondo de tu sueño
que empieza en la penumbra.
Sólo el afán de arañar las escamas de la tierra
y volcar la savia del origen
en tu canasto de riveras blandas,
para encontrarte a ti,
en el hueco de tus verdes plantaciones
como un todo revuelto entre mis manos.
Sólo mis párpados abiertos
confundidos en el incendio de absorberte
en tu acuario de humo,
bajo la soledad de unos cerebros desyelmados.
No veo tu presencia desdoblada
ahondarme y contenerme,
sólo mi furia de hombre
en las grietas de ti misma
persiguiéndote sin alcanzarte.
Sólo la noche posada en tus cabellos,
la noche raspándonos los ojos,
la noche uniéndonos y separándonos
como división eterna entre los cuerpos.
ES TU NOMBRE Y ES TAMBIÉN OCTUBRE...
Es tu nombre y es también octubre
es el diván y tus ungüentos
es ella tú la joven de las turbaciones
y son las palomas en vuelos secretos
y el último escalón de la torre
y es la amada acechando el amor en ante muros
y es lo dable en cada movimiento y los objetos
y son los pabellones
y el no estar del todo en una acción
y es el Cantar de los Cantares
y es el amor que te ama
y es un resumen de vigilia
de vigilancia sola al borde de la noche
al borde del soñador y los insomnios
y también es abril y noviembre
y los disturbios interiores de agosto
y es tu desnudez
que absorbe la luz de los espejos
y es tu capacidad de trigo
de hacerte mirar en las cosas
y eres tú y soy yo
y es un caminarte en círculo
dar a tus hechos dimensión de arco
y a solas con tu impulso decirte la palabra.
Y TODAS LAS COSAS QUE A MI AMOR CONTEMPLABAN...
Y todas las cosas que a mi amor contemplaban
el sonido y la lluvia los parques y la imagen
se asomaron en ella
Y todos los seres que en el tiempo eran árboles
abrieron sus pestañas a los frutos del día
y el sol fue su mirada reencontrada en el mar
Y era un verano de diamante y de polvo
despierto al borde de la noche dormida
y creció entre la luz y la sombra trenzada
Creció sin detenerse y miré la Vía Láctea
perdido entre las negras mariposas fugaces
y las bocas llamando como rojas campanas
Creció con el amante en verde silencioso
vestido de destinos cabalgando las horas
y breves arco iris espontáneos y breves
Y mis manos pudieron ser aire de sus manos
y en medio de la fábula descubrí nuevas fábulas
y el cuerpo de su risa emergiendo del aire
Y tocamos el musgo de sus aguas inmóviles
y sentimos los ojos redondear las palabras
y volamos muy libres adentro de los pájaros.
A VECES UNO TOCA UN CUERPO...
A veces uno toca un cuerpo y lo despierta
por él pasamos la noche que se abre
la pulsación sensible de los brazos marinosy como al mar lo amamos
como a un canto desnudo
como al solo veranoLe decimos luz como se dice ahora
le decimos ayer y otras parteslo llenamos de cuerpos y de cuerpos
de gaviotas que son nuestras gaviotasLo vamos escalando punta a punta
con orillas y techos y aldabascon hoteles y cauces y memorias
y paisajes y tiempo y asteroidesLo colmamos de nosotros y de alma
de collares de islas y de almaLo sentimos vivir y cotidiano
lo sentimos hermoso pero sombra.
POR EL SILENCIO SIGUES...
Por el silencio sigues
embriagada y sonámbula
Detrás de los espejos
se desnuda tu nombre
Difusa entre las lámparas
es mortal tu pupila
Naciendo con el día
llevas un luto largo
de vasijas y cuerpos
Tu revelación no cesa nunca
en la noche sin huellas
Al fondo de tu voz que niega
hay otra voz que afirma
Tus dioses desplazados
se recrean sigilosos
en la realidad invisible.
Y TU AMOR SE DENUNCIA POR EL CANTO DE UN PÁJARO
Tu nombre repetido por las calles
Tu boca
Tu paso que no es nocturno ni de aurora
Tu voz
Sólo tu ser creciendo en las esquinas
Tu tiempo... tus alianzas
Ahora sentada en espiral
Después el humo.
UN POEMA DE AMOR
Cuando hable con el silencio
cuando sólo tenga una cadena
de domingos grises para darte
cuando sólo tenga un lecho vacío
para compartir contigo un deseo
que no se satisface ya con los cuerpos de este mundo
cuando ya no me basten las palabras del castellano
para decirte lo que estoy mirando
cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento
cuando haya arrojado lejos de mí
el miedo a morir de cualquier muerte
cuando ya no tenga tiempo para ser yo
ni ganas de ser aquel que nunca he sido
cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte
una eternidad de voces y de olvido
una eternidad en la que ya no podré verte
ni tocarte ni encelarte ni matarte
cuando a mí mismo ya no me responda
y no tenga día ni cuerpo
entonces seré tuyo
entonces te amaré para siempre.
TE AMO AHÍ CONTRA EL MURO DESTRUIDO
Te amo ahí contra el muro destruido
contra la ciudad y contra el sol y contra el viento
contra lo otro que yo amo y se ha quedado
como un guerrero entrampado en los recuerdosTe amo contra tus ojos que se apagan
y sufren adentro esta superficie vana
y sospechan venganzas
y muertes por desolación o por fastidioTe amo más allá de puertas y esquinas
de trenes que se han ido sin llevarnos
de amigos que se hundieron ascendiendo
ventanas periódicas y estrellasTe amo contra tu alegría y tu regreso
contra el dolor que astilla tus seres más amados
contra lo que puede ser y lo que fuiste
ceremonia nocturna por lugares fantásticosTe amo contra la noche y el verano
contra la luz y tu semejanza silenciosa
contra el mar y septiembre y los labios que te expresan
contra el humo invencible de los muertos.
MIRÁNDOLA DORMIR ( Fragmento )
Cálida ahí donde te toco.
Grupa vaporosa.
Radiante en cualquiera de sus poros.
Cabalgando.
Y sobre lo espléndido va lo irrepetible.
Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será
ahogada con zumo de tus manos.
situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva
enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el
medio movimiento.
En la pulsable ostentación de ser en dos un solo verbo.
Traídos y llevados y atentos.
Y ella bien oculta.
Máscara de siete ojos.
Tendida, vaporosa, suya, mirándose leve sobre la
inclinación de su cuello, de su desplazamiento.
Regocijada entre los números inexactos de su memoria.
Niña loca, joven de burdel.
Adelante de los pequeños verbos y de los caballos que
tremolan.
Desnuda de tiempo en horas anormales.
Vaporosa bruta.
Dormida satisfecha en su abundancia.
Los senos esféricos sobre el cuerpo horizontal.
Apuntando, y atravesados por venas azules.
Qué murmurar sanguíneo.
Sueltos y desnudos: apuntando a fantasmas espesos y
erectos; libres.
Muy de Berenice. Terráqueos y afectuosos. Muy en ella.
ABRIL ES ELLA QUIEN HABLA POR TUS LABIOS...
Abril es ella quien habla por tus labios
como un joven sonido desnudo por el aire
En la noche ha volado con tu vuelo más alto
con risa de muchacha
como el fuego nocturno de los frutos del viento
donde vibran los pájaros
su voz bajo la lluvia es un pescado rojo
Embarcada en sus cuencos con los ojos absortos
es la virgen gaviota que ha bebido del mar
en el agua su sol
mariposa de luz
LA FORMA DE TU AUSENCIA
Ni un momento
he dejado de ver en este cuerpo
la forma de tu ausencia,
como una esfera que ya no te contiene.
Pero dos cosas constantes te revelan,
te tienen de cuerpo entero en el instante,
y son la cama y la mesa de madera,
hechas a la medida del amor
y del hambre
AYER Y HOY
Tu paso, como una sombra,
era difícil de seguir,
y al perderte en una esquina
sólo quedaba en mí, como en la calle,
un vago sentimiento de vacío.
Manzana del amor
Tu cimbreo, tu cintura
me estremecían
y el jardín parecía tener más rosas
y el verano calor,
pues en mis labios de niño aún no había
la palabra que define al amor.
La edad nos separaba,
como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.
Y mis manos asiéndote,
mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada.
POEMA
Pensabas
que el amor era bueno
y que volabas
en dos cuerpos
que eran el tuyo
y no eran el tuyo
al mismo tiempo
que la tierra era aérea
llena de camas y de puertas
llena de llaves y de ceros
y que la ciudad
con sus charcos y sus perros
eran un cielo sin fin para tu vuelo
pensabas
que tu cuerpo
diferente de su cuerpo
no era tuyo
si te alejabas un instante
de su abrazo
de su sol y de su suelo
DÉJAME
Déjame
estoy lleno de ti,
no te perderé,
llevo conmigo tu esperanza invicta
y los diluvios de tu claustro;
he visto levantarse de tus pupilas
el sentimiento inaugural del hombre,
pero todavía no tengo la sangre
y la tierra y la palabra
no me pertenecen
TERCER POEMA DE AUSENCIA
Tú has escondido la luz en alguna parte
y me niegas el retorno,
sé que esta oscuridad no es cierta
porque antes de mis manos volaban las luciérnagas,
y yo te buscaba
y tú eras tú
y éramos unos ojos
en un mismo lecho
y nadie de nosotros pensaba en el eclipse,
pero nos hicimos fríos y conocidos
y la noche se hizo inaccesible
para bajarla juntos.
Tú has escondido la luz en alguna parte,
la has plantado en otros ojos,
porque desde que ya no existes
nada de lo que está junto a mí amanece.
LA PERFECTA DORMIDA
En el hálito ardiente de su propio sonido quema
y en su ámpula germina la crisálida
La libélula transcurre bajo el sol
Rompe la quieta corriente del instante
el río que ha pasado comparece
al golpe del nuevo movimiento
Se recuesta en el agua el esplendor
Otras criaturas tañen las olas bajo el mar
Aire de su aire mueve la gaviota
el soplo el verbo el yo soy de esa muchacha
como los árboles etéreo
Nuevas existencias toman superficie
toman cuerpo en Sus ojos Los astros son pupilas
Siempre un poeta canta entre los muertos
CUANDO LA SOMBRA DUERME...
CUANDO la sombra duerme su cuerpo se ilumina
su rostro reflejado atraviesa cristales
y finalmente se instala en todo brillo
Sus dedos trenzan en el aire
los bellos frutos de los días de mayo
Muda en la respiración muda de las cosas
la voz de una mujer pasa buscándola
Desnuda en el esplendor irreparable
sus ojos se abren como un río
de luz y de sonido
CAE LA LLUVIA SOBRE JUNIO...
CAE la lluvia sobre junio
El espíritu de la mujer que ama
corre en tu cuerpo
se desnuda en las calles
La vida en los rincones
sostiene el equilibrio del mundo
con un algo de Dios que asciende de las ruinas
Los hijos del hombre hacen su universo
sobre un barco de papel que se destroza
pero la alegría no está precisamente allí
sino en la proyección de otro universo
Nada debe detenerse
volverá septiembre y después abril
y los amigos que no acudieron esta primavera
estarán con nosotros en un invierno previsible
Amo este tiempo
donde los perros son sagrados
y los insectos titubean en los vidrios
Te amo a ti por efímera por susceptible al frío
La ciudad se ilumina para nuevas proezas
VAS CRECIENDO SOMBRA A SOMBRA...
VAS CRECIENDO sombra a sombra
abril se desvanece en tus cabellos
papeles sin sueño habitan en los parques
el día negro es una estrella acuática
La iluminación tiene alas del camino
en los muros no pesa el aire
el rostro de la noche en la ventana
es un ser dormido que despierta
Hay un tiempo desvelado que te esconde
y un fantasma que te hace recordar
La primavera oficia en secreto
un diálogo de niños
y en el cuenco de tus manos
pueden volar los pájaros
El mundo es gris en tus pupilas
es un cuerpo desnudo
que se apoya en los párpados
Elástica la luz se cumple en otro asombro
Sólo tu voz rompe la bruma
Vas creciendo sombra a sombra
POLVO DE TI EN EL SUELO ENSIMISMADO...
POLVO de ti en el suelo ensimismado
cuencos de ti hasta el fondo y por arriba
agua de ti me baña las palabras
Cópula de vulnerables y prosigue
números sin salida te denuncian
el sol la tarde el grito son un mismo ojo
Todo es agua en la noche compartida
Me descubro en tu antemuro como cuerpo
Emerges niebla
Yo los dedos adheridos
Mujer preservas el trigo hasta el verano
Aglomeración de luz es la tiniebla
Hay mesura en tus fugas
me desplazo
Eres causal cuando te heredas
estás llena de afecciones y habitada
qué azul sereno agradecida
Antes de hablar ya tengo tu vestigio
claridad de seres
sacramentos tuyos
Déjame buscarte cuando pasas
Esto es el mundo
sumisión de arena
abrazo de cálida penuria
escribir en tus ojos hacia dentro
La mujer sonrisa doble lo ha sabido
Continua y ascendiendo la luz de la fatiga
Te inmensas por el campo
Ya no estás
A VECES UNO TOCA UN CUERPO Y LO DESPIERTA...
A VECES uno toca un cuerpo y lo despierta
por él pasamos la noche que se abre
la pulsación sensible de los brazos marinos
y como al mar lo amamos
como a un canto desnudo
como al solo verano
Le decimos luz como se dice ahora
le decimos ayer y otras partes
lo llenamos de cuerpos y de cuerpos
de gaviotas que son nuestras gaviotas
Lo vamos escalando punta a punta
con hoteles y cauces y memoria
Lo colmamos de nosotros y de alma
de collares de islas y de alma
Lo sentimos vivir y cotidiano
la sentimos hermoso pero sombra
DONDE EL ENSOÑADO Y EL SOÑADO...
DONDE el ensoñado y el soñado
van por un solo camino
se levanta un cuerpo
Por ese adentro de mujeres que hablan
de pasadas contiendas en las que no estuvimos
otro cuerpo se abre
y todo aquello que los cuerpos forman
es en la sombra
un brillo solitario
HE DE PERSEGUIR TU CUERPO...
HE DE perseguir tu cuerpo
hasta donde dos cuerpos pelean
tu callejón oscuro
y peligrosamente el día
tiene contacto con una luz que no le corresponde
para sentirse propio y poseído
hasta donde la demolición de los conjuros
no perdona el rumor de las palabras
he de perseguir tu cuerpo
hasta el fin de tus calles
donde los saludos forman esquina con el viento
y la seguridad imposible de manos conocidas
hace vivir deseos
constelaciones
en el solo equilibrio de la sombra
PERO TÚ NO TE RECONOCES COMO MÍA...
PERO tú no te reconoces como mía
Luces dispersas te saludan como suya
Siempre igual en todas partes
siempre primero a ti mujeres apagadas
A pesar de ciudades y ciudades
de rostros y rostros de semejanza y semejanza
Lo que tocas me niega
Ascensos y descensos no me tienen
Labios y palabras y engaños
son para mí una muerte verdadera
Silencios tan largos como un segundo
caen sobre mí sin conocerte
He creído encontrarte adentro del sonido
Los espejos confunden las imágenes
No amaneces No eres tú
Eres otra
Es la noche
Quedas viva
inmune
caminando todavía sobre los muertos
LA NOCHE MUERE SOBRE UNA MANZANA ROTA...
LA NOCHE muere sobre una manzana rota
La creación recomienza
El alba crece insuperable
compacta en sus disturbios
El hombre pulsa la memoria
abre el instante nuevo
con manos transparentes
Por todas partes la fantasía
de ser entre las horas
la proeza el grito la resurrección
También de la tierra húmeda
de los hechos ya ocultos
llega el movimiento
el segundo perpetuo
la presencia
Una palabra corta en dos tus labios
ELLA VIOLENTA Y PÚBLICA...
ELLA violenta y pública
en el peregrinaje lento de las horas
que resbalan coloreándose hacia el alba
ella
exterminada y recobrada
por batallones en su misma mano
faz que se dobla en el arco
haciéndose durar
plenitud quebranto inclinación
centro donde el esplendor se esparce
o se concentra con el instante a la deriva
con los fetiches
con los proscritos de las calles
con las mujeres que llaman con susurros
con los que esperan que lo oscuro amanezca
para que su techo sea un techo dorado
ella con lunas negras
pareja y cada uno de los oponentes
sobre el hallazgo y el trance
al fondo de su secreto brilla
alberga alas que la ascienden
ojos que develan sus brumas
la noche es su aurora
sacude en el pasmado al desertor
teje un manto de espanto en torno
de aquellos que niegan la justicia
LLAMARÉ
hasta que las puertas de tu ciudad
fortificada con estatutos inviolables
me acojan como habitante
de la vida que en ti se desenvuelve
igual que la lluvia de silencio
sobre tu cabeza
Gradualmente me impregnaré de ti
hasta que sea humo en tu voz
luz en tus ojos
y haga sobre mis hombros tu futuro
Cuando llegue el otoño
te descubriré al rostro de los hombres
para que en tus vasos alimenticios
vengan a nutrirse de esperanza
ERÓTICA
Globos
El deseo perfora
en la clara dureza de su cuerpo,
delgadeces empujan en su vientre
un temblor que si se agita salta,
ritmos balancean bajo su pecho
viva abundancia que el deseo persigue
con una sombra flaca.
Deseo
Dos llamas que apagan su calor
cuando están más fundidas,
y tienen más desolación
cuando parecen más unidas.
Pareja
Dos cuerpos que agotan su fervor
en otro cuerpo,
que es suyo y no es suyo
al mismo tiempo.
PERSÉFONE
(fragmento)
Un río carnal abre los muslos.
Perséfone se abre como una escalera estrecha y empinada.
Perséfone ríe al borde sus fibras nerviosas.
Navegan barcos por mar desconocido. Navega un dios en
sí mismo enlazado.
El cuello de los cisnes en un solo cuello.
Perséfone me mira como yesca que acecha el fuego.
Pone los codos sobre las rodillas, mete la cabeza entre las manos.
Se sienta en sus cojines suaves. Se sienta sobre un lecho que
por las arrugas de las mantas parece un trono rudo.
Mis manos friccionan con ardor sus miembros. En sus miembros
se confunde lo blanco de su piel, lo rojo de su ardor.
A sus miembros que fricciono llegan su silencio, su emoción, sus gestos.
Un mismo calor anima su corazón, sus pies, sus dedos.
El fuego le abre el cuerpo, igual que un incendio descubre
en una casa muchas ventanas, muchos ojos.
Igual que si se hubiera vuelto su interioridad hacia afuera,
y un color propio la recorriera matizando sus rasgos.
Me adentra.
No pienso.
Mis sentidos despiertan.
Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo enredarse en el mío. Crecen
los dos, enmudecen, maduran, se avejentan, mueren.
Oigo el eco de su desaparición, de su nacimiento. Oigo.
Que no están, que llegan, que se van.
Siento su cuerpo. Toca con mil poros abiertos a mi piel.
Me roza con mil manos y muslos. Me roza con pedazos de
carne que se labia, se hiende.
Mojándome. Huelo su origen. Su deseo. Su deseo. Su ceniza.
Sus cabellos húmedos de mis cabellos. Su roce que es mi roce.
Veo la palabra que no dice en su lengua curvada, alargada
hasta mi lengua. Su sexo que entraña mi sexo. Sus pies extendidos.
Su movimiento sacando chispas de las sábanas con las caderas.
Su hundimiento en el colchón. Su levantarse y caer y sonar.
La oscuridad momentánea de su boca, de sus axilas, de
su cuello y sus brazos.
Llena mi ver una rodilla. Un brazo. Un ojo. Un cabello entre
mis labios. Un trozo de muslo. Un pedazo de vientre.
El ombligo. Sus cabellos. Su ombligo.
Su cara vuelta a la derecha. Su cara vuelta a la izquierda.
Su mentón apuntando hacia arriba y hacia abajo. Su cuerpo
recogido. Su cuerpo diagonal.
Su ombligo. Su oreja. Sus cabellos. Su sexo.
Su boca que se ahonda y se ahonda, que se sumerge por adentro de ella,
que cae y cae, toca mi sexo, sube por mi cuerpo,
se convierte en mi boca que la besa en su boca que se ahonda,
y cae en mí, y cae en ella.
POEMA DE AMOR EN LA CIUDAD DE MÉXICO
En este valle rodeado de montañas había un lago,
y en medio del lago una ciudad,
donde un águila desgarraba una serpiente
sobre una planta espinosa de la tierra.
Una mañana llegaron hombres barbados a caballo
y arrasaron los templos de los dioses,
los palacios, los muros, los panteones,
y cegaron las acequias y las fuentes.
Sobre sus ruinas, con sus mismas piedras
los vencidos construyeron las casas de los vencedores,
erigieron las iglesias de su Dios, y las calles
por las que corrieron los días hacia su olvido.
Siglos después, las multitudes la conquistaron de nuevo,
subieron a los cerros, bajaron a las barrancas,
entubaron los ríos, talaron árboles,
y la ciudad comenzó a morir de sed.
Una tarde, por una avenida multitudinaria, una mujer
vino hacia a mí,
y toda la noche y todo el día
anduvimos las calles sin nombre, los barrios desfigurados
de México-Tenochtitlán-Distrito Federal.
Entre paquetes humanos y embotellamientos de coches,
por plazas, mercados y hoteles,
conocimos nuestros cuerpos,
hicimos de los dos un cuerpo.
Cuando ella se fue, la ciudad se quedó sola,
con sus muchedumbres,
su lago desecado, su cielo de nebluno
y sus montañas invisibles.
MITLA
Señoras del presente y del olvido
las hormigas recorren
los espacios del silencio
arrastrando grumos de vida
hacia el mundo de las sombras
Como vampiros con las alas abiertas
en el horizonte borroso
los escuálidos señores de la muerte
sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso
sin ser tocados por el viento o la hora
Entre peñascos rotos que un día acabarán
sobre el sabino antiguo que un día caerá
sin la memoria mínima de los dioses extintos
ni del Bigaña estricto que se volvió humedad
miro el sol que se muere
Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muros
con su temblor y frío
En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas
Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muros
con su temblor y frío
En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas
Juan Arolas
LAS ARMONÍAS
Los pinos son las arpas del desierto
que, entregando a los euros su ramaje,
dan a la soledad largo concierto
con un eco monótono y salvaje.
Que allí donde sin flores se ostentaba
naturaleza triste, inculta, fiera,
de ese arrullo feroz necesitaba
para que entre peñascos se durmiera.
Y a la voz general de todo el mundo
que alaba al Hacedor con sus cantares
debía responder eco profundo
de pinos y de abetos seculares.
Del mar que cruza el hombre en su osadía
escuchemos la voz atronadora;
¿conocéis de las olas la armonía?
¿Ruge el mar o suspira? ¿canta o llora?
Esa tremenda voz es la primera
que dio cuando el gran Ser lo refrenara,
y una valla de arena le pusiera,
que, sin poder salvarla, la besara.
Suspira, pues, besando las arenas,
como esclavo infeliz de sangre hirviente
que mira con tristura sus cadenas
teniendo un corazón libre y valiente.
Y una vez las rompió: fue cuando el hombre
quiso pasar su vida en una orgía,
y olvidando de Dios el santo nombre
ídolos de metales se fundía.
Y adoraba becerros y serpiente
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