Abencerraje, El Acosta, Delfina Acosta, Oscar Acquaroni, Rosana Acuña, Hernando de Acuña, Manuel Aguado, Jesús Aguilar, Julio César Agustin, Delmira Ajmátova, Ana Alarcón, Pedro Antonio de Alberti, Rafael Alberti Rafael II Albi, José Alcalá, Hugo Rodríguez Alcántara, Manuel Alcázar, Baltazar de Alcolea Jiménez, Juan José Aldana, Francisco de Alegría, Claribel Aleixandre, Vicente Aleixandre, Vicente II Alighieri, Dante Alix, Juan Antonio Alonso, Dámaso Alonso, Dámaso II Alonso, Odette Altamirano, Ignacio Manuel Altolaguirre, Manuel Alvarado, T. Harold Álvarez, Francisco Álvarez, José María Álvarez, Q. Serafín y Joaquín Andrade, Eugenio de Andreu, Blanca Ángel, Montoya Alberto Apollinaire, Guillaume Aragon, Louis Arango, Manuel de Zequeira y Arce, José Manuel Arce, Gaspar Núñez de Aregensola, Bartolomé Arghezi, Tudor Aridjis, Homero Arolas, Juan Artaud, Antonin Arteche Salinas, Miguel Arturo, Aurelio Arriaza, Juan Bautista Arteche, Miguel Ascasubi, Hilario Atencia, María Victoria Augier, Ángel Ávila, Santa Teresa de Ayala, Pero López de Azcoaga, Enrique Azuela, Francisco El Abencerraje y la hermosa Jarifa AUTOR ANÓNIMO Flor de romances, escogida entre los de Abindarráez, Jarifa y Rodrigo de Narváez ROMANCES 1 Rodrigo de Narváez guarda la frontera En el tiempo que reinaba el Infante don Fernando, que del reino de Aragón fue después Rey coronado, en España residía un caballero esforzado, que Rodrigo de Narváez fue de su nombre llamado, que a todos los de su tiempo en valor se ha aventajado; y entre las cosas que hizo adonde más le ha mostrado, fue cuando ganó a Antequera el Infante ya nombrado; y ansí, de Alora y de ella por alcaide le han dejado, donde estuvo mucho tiempo con algunos hijosdalgo, muy valerosas empresas contra moros acabando. Pues como la ociosidad nunca en ellos ha reinado, saliéronse nueve juntos una noche del verano, del murmurar de los vientos apacible convidados, y de la luz de la luna a la salida incitando, por ver si tienen descuido los de su bando contrario, o si sale alguno de ellos en la noche confiado [...] 2 Cabalgata nocturna, bajo la luna, de Rodrigo de Narváez y los suyos Al campo sale Narváez, vasallo del Rey de España y alcaide de Antequera, con ilustre cabalgada; todos a punto de guerra, de gran nombradía y fama, salen por topar los moros haciendo alguna emboscada: La media noche sería y la tierra en silencio estaba. Narváez se sube al otero, de allí la luna miraba; tan clara estaba y serena, que de vella se admiraba. La noche parece día, según el cielo mostraba; el camino por do iban en dos caminos se aparta [...] 3 Abindarráez, vistosamente ataviado y con ricas armas, sale por la noche en busca de Jarifa. Los caballeros cristianos de Rodrigo de Narváez, al acecho, contemplan admirados la bella estampa del moro cantando los amores con su dama [...] Métense en una arboleda muy hermosa, que allí había. Desde a poco rato vieron venir con gran osadía un valiente y gentil moro de hermosa filosomía, en un caballo ruano, poderoso a maravilla, amenazando los vientos con la furia que traía; que la silla con el freno eran de grande valía, con muchas borlas de grana, demostrando el alegría que llevaba el fuerte moro, y en lo demás que traía: las cabezadas, de plata, labradas a la Turquía; un caparazón bordado de aljófar, que relucía, y los estribos dorados, aciones de seda fina. El moro venia vestido con estrema galanía, marlota de carmesín, muy llena de pedrería; un albornoz de damasco cortado de fantasía; una fuerte cimitarra a su costado ceñía; el puño, de una esmeralda; pomo, de piedra zafira; la guarnición es de oro; la vaina, de perlería. Una adarga ante sus pechos, de fuerte piel granadina, a la morisca labrada; una luna por divisa; lleva el brazo arremangado que muy fuerte parescía; una lanza con dos hierros, que veinte palmos tenía; con aquel brazo herculeo fuertemente la blandía. Rica toca en su cabeza, que tunecí se decía; con las vueltas que le daba, de armadura le servía, con rapacejos colgando, de oro de Alejandría. Parecía el moro fuerte un Héctor en valentía; iba en todo tan lozano, y tan lleno de alegría, que con una voz graciosa aqueste cantar decía: En Granada fui nacido de una mora de valía, y en Cartama fui criado por triste ventura mía. Tengo dentro de Coín las cosas que más quería, que es mi bien y mi señora, la muy graciosa jarifa. Hora voy por su mandado, do muy presto la vería, si le placiere a Mahoma, antes que amanezca el día. Con tanta gracia cantaba, porque en todo la tenía, que a un triste corazón bastaba a dar alegría [...] 4 En este romance se trata de la desgracia en que cayeron los Abencerrajes como consecuencia de las habladurías propaladas por sus enemigos en la Corte de Granada, causa del destierro de Abindarráez a la frontera, cuando era niño Caballeros granadinos, aunque moros, hijos dalgo, con envidiosos intentos al rey moro van hablando, viendo que los favorece todo el granadino estado, hombres, niños y mujeres, caballeros y villanos; dicen que los Bencerrajes, linaje noble, afamado, procuran dalle la muerte para gozar su reinado. 5 Otro romance sobre la desgracia de la familia de los Abencerrajes En las torres del Alhambra sonaba gran vocería y en la ciudad de Granada grande llanto se hacía, porque sin razón el Rey hizo degollar un día treinta y seis Abencerrajes nobles y de gran valía, a quien Cegrís y Gomeles acusan de alevosía. Granada los llora más, con gran dolor que sentía, que en perder tales varones es mucho lo que perdía: hombres, niños y mujeres lloran tan grande perdida, lloraban todas las damas, cuantas en Granada había. Por las calles y ventanas mucho luto parecía; no había dama principal que luto no se ponía ni caballero ninguno que de negro no vestía, sino fueran los Gomeles, do salió el alevosía; y con ellos los Cegrís que les tienen compañía. Y si alguno luto lleva, es por los que muerto habían los Gazules y Alabeces, por vengar la villanía, en el cuarto de los Leones, con gran valor y osadía. Y si hallaran al rey le privaran de la vida, por consentir la maldad que allí consentido había. 6 En este romance se trata de los amores primeros de Abindarráez y Jarifa, y la separación de los enamorados por irse ella con su padre a otro lugar de la frontera Crióse el Abindarráez en Cartama, esa alcaidía, hasta que fue de quince años con la hermosa Jarifa. Padre llamaba al alcaide que él en guarda lo tenía, y Jarifa como hermana le regalaba y servía. Y solos por los jardines se andaban de noche y día, cogiendo de entre las flores la que mejor parecía. Si Abindarráez cantaba, Jarifa le respondía, y si acaso estaba triste, Jarifa se entristecía. Y estando una madrugada, ya que la aurora salía, sentados junto a una fuente que el agua dulce corría, Jarifa de Abindarráez muchas veces se retira, y aunque muestra rostro alegre, no burla como solía; antes de muy congojada en mirándole sospira, y el valiente Abindarráez mucha tristeza sentía. Y con la voz amorosa le pregunta qué tenía. Jarifa como discreta sospirando respondía: ?¡Ay, Abindarráez querido, ay, alma del alma mía! ¡Cómo se nos va apartando el contento y alegría! Que a mi padre oí anoche, fingiendo estar yo dormida, que hermandad ni parentesco entre nosotros no había; y que de aquesta frontera el rey, alcaide os hacía, y que mi padre en Coín quiere el rey que asista y viva; y pues oí el desengaño en que engañada vivía, siendo mi gloria tan breve ¿cómo podré tener vida? Y estando los dos amantes en su triste despedida, llega a Abindarráez un paje a pedille las albricias. 7 Romance de la carta de amor que escribe el Abencerraje a Jarifa instándole a que le mande llamar A ti, la hermosa Jarifa, Abindarráez salud envía, el cual sin ella y sin ti esta carta te escribía. Mil veces dejé la pluma y dejada la tenía; el esfuerzo me animaba, el temor me combatía. En esto el atrevimiento que te escribiese, decía; el temor, ya despedido, el amor me dio osadía. Lo que te escribo, señora, corazón y vida mía, es que te acuerdes de mí, cual salí de gallardía en la vega de Granada vestido de tu divisa; y lo que más te agradezco, Jarifa, en cuanto podía, de saber cuán bien celaste con Fátima, tu querida, nuestros secretos amores, como discreta entendida. Lo que al presente suplico con amor y cortesía es que cumplas tu palabra como de ti se confía, que es de enviarme a llamar; di: ¿cuándo será este día? Y si error hay en la carta, culpe a quien lo merecía. Al amor primeramente porque me favorecía; después al atrevimiento, y a la mano que escribía. 8 Romance de la carta de amor que escribe Jarifa a Abindarráez avisándole de la ausencia de su padre, para que vaya a encontrarse con ella La pluma toma Jarifa, y en un papel escribía una carta a Abindarráez, quien más que a sí le quería: "Bien sabes, Abindarráez, que soy tu menor cautiva, tu vasalla y servidora hasta el fin de mi vida. Bien sabes que con tu ausencia, por ser tú mi compañía, vivo la más triste mora de toda la morería. Con esperanzas de verte tengo esperanza de vida. Ha querido el gran Mahoma dar hoy fin a mi porfía, que mi padre es ido a Ronda, a Ronda, aquesa villa, diciendo que ha de volver dentro de tercero día. Luego, vista la presente, te parte[s], por vida mía, que la tierra está segura y tu fuerza está rendida." 9 Romance de los temores del Abencerraje esperando la carta de Jarifa y la llegada del mensajero con la misiva de amor El postrero Abencerraje que Abindarráez se llamaba, teniendo por el rey Chico la alcaidía de Cartama, ninguna noche duerme ni de día sosegaba viéndose tan apartado del contento de su alma, porque su amada Jarifa allá en Coín, donde estaba, témese que no le olvide, siendo de otro festejada; que aunque estaba bien fiado, siempre teme su mudanza, porque mudanza en mujer es cosa muy ordinaria, cuantimás que en larga ausencia ninguna paciencia abasta. Y con este pensamiento grandes congojas pasaba, mas todo es bien empleado. Pues tan bien se le pasaba, que estando el Abencerraje asomado a una ventana, mirando hacia aquella parte donde su señora estaba, que este era el mayor regalo que para su mal hallaba, diciendo: "¡Dichosa tierra, pues que deseo alabada, que tienes la flor del mundo, y la más hermosa dama de todas cuantas han sido ni serán según su fama!"; vio venir un escudero que a gran priesa caminaba, con una carta en la mano, y hacia él enderezaba. El moro cuando le vido su corazón se alteraba, porque no sabe quién fuese ni para qué le buscaba, y en llegando el escudero de rodillas se hincaba, y la carta que traía en su mano se le daba; y aunque no vio sobre escripto no quiso preguntar nada, mas en habiéndola abierto la color se le mudaba, porque vio en la cortesía que era letra de su dama, que a dar fin a sus amores le envía a decir que vaya. 10 Lope de Vega cuenta, por medio de un romance en boca de Abindarráez, cómo Don Rodrigo rindió al moro cuando este iba camino de sus bodas Abindarráez a Jarifa Llegó a Cartama Celindo con tu carta cuando estaba el sol inclinado al Sur, pardo y triste, y no sin causa. Leíla, beséla y dile albricias de mi esperanza, que se perdió en el ausencia después de llena de canas. Vestíme, hermosa señora, colores, plumas y galas, que un alegre pensamiento con todas tres se declara. Bajé a nuestra huerta antigua, y despedíme en voz alta de los árboles y flores, de las fuentes y las aguas. Diles mil abrazos tiernos, y ellos también se inclinaban a darme para ti muchos, que aun tienen alma las plantas. Puse al estribo las mías sin el arzón, y a la casa le dije volviendo el rostro: ?Piedras, Jarifa me aguarda. No sé si me respondieron, pero sentí que sonaban por largo trecho las fuentes: o era envidia o tu alabanza. Esta, por todo el camino, jornada, aunque breve, larga, iban alternando a veces entre la lengua y el alma, cuando de unos robles verdes entre pálidas retamas oigo relinchos y voces, y alzo la lanza y la adarga. Pero al punto estoy en medio de cinco lanzas cristianas, mas sin soberbia te digo que eran pocas otras tantas; y quizá porque eran pocas, trajo luego mi desgracia otras tantas de refresco, y una, la mejor de España: Este fue el alcaide fuerte, si sabes su nombre y fama, que es de Alora y Antequera, y estaba puesto en celada. Apartó sus caballeros desafióme a batalla como caballero fuerte, cuerpo a cuerpo en la campaña. Como era fuerza, acetéle y ansí con la luna clara comenzamos nuestra guerra jugando las fuertes lanzas. Y pues al fin me venció. No me alabo; decir basta que tenía tres heridas en brazo, muslo y espaldas. No me las dieron huyendo pero quien con diez batalla, también sospecho que tiene en las espaldas la cara. Don Rodrigo de Narváez, que así el alcaide se llama, me prendió, y llevaba a Alora de sus diez hombres en guarda, cuando, viendo mi tristeza, si le contaba la causa, me prometió dar remedio y ansí fue justo contarla: Que hizo el cristiano conmigo esta gentileza extraña, con sólo mi juramento, porque le di la palabra que dentro el día tercero volvería a Alora sin falta a ser su preso y cautivo. Mira si es justo quebrarla. Y mira, mi bien, si debo llorar mi suerte contraria, pues le he de llevar el cuerpo de quien tú tienes el alma. 11 El Abencerraje cuenta a don Rodrigo, camino de la prisión, después de la derrota, sus amores con Jarifa; en este fragmento de romance le refiere su juventud hasta que supo que la mora no era su hermana Cuando yo nascí, cuitado, luego mi padre me envía para que criado fuese en Cartama aquesa villa. Encargárame al Alcaide, que mi padre lo tenía por grande amigo, y lo era, y en las obras parecía, pues con una hija sola me criaba y le servía. Ella me llamaba hermano, yo a ella hermana mía; como hermanos muy amados pasábamos nuestra vida. El amor entre los dos diferencia no hacía; como su hermano me amaba, yo por hermana tenía. Tanto cresció en hermosura, que par a ella no había. Vila una vez en la fuente que en nuestro jardín corría, peinándose los cabellos como oro de Alejandría. A la hermosa Salmasis en belleza parescía. Dije: ?¡Oh, quién fuese Troco para estar cabe esta ninfa, sin jamás quitarme de ella, ni de noche ni de día! Con su gracia y hermosura corriendo a mí se venía, y abrazándome me dijo: ?Ay, hermano de mi vida, decidme, ¿dónde venís, que yo buscado os había? ?Yo también a vos, hermana, que sin vos no hay alegría. Pero vos ¿cómo sabéis que seáis hermana mía? ?Yo no más del grande amor que como hermano os tenía, y ver también que mi padre como sus hijos nos cría. Otras mil cosas pasamos que el amor nos insistía. Y como el tiempo descubre las cosas, yo supe un día como no era mi hermana, y holguéme en demasía [...] 12 Otro romance que cuenta el mismo episodio de la libertad del moro Mal herido Abindarráez se sale de una batalla, y preso, que es lo peor; y lo que más estimaba, no por verse de un cristiano sobrado lanza por lanza, mas por no poder cumplir a Jarifa su palabra. Solo va en medio de todos los que el alcalde llevaba, muy triste y muy pensativo, y la cabeza abajada. Suspira de rato en rato, y entre sí él se quejaba: ?¿Hasta cuándo, di, fortuna, has de estar conmigo airada? Acaba ya, si quisieres; mira que no ganas nada, que no es honra en cuerpo muerto, como dicen, dar lanzada. Jarifa, señora mía, mal nos fue en esta batalla, pues tú pierdes tu cautivo, yo mi gloria deseada. No esperes, porque si esperas estarás desesperada, esperando a quien no espera, que se acabó su esperanza. ¡Ay de mí, triste cautivo, ay, que el alma se me arranca! Diciendo esto dio un suspiro, y los ojos se alimpiaba. El alcaide, que es discreto, y la noche hacía clara, iba notando del moro la tristeza que llevaba, y apartándole a una parte, supo de él toda la causa; y al punto le dio licencia con que le diese palabra de volver a su prisión, esta ventura acabada; y el moro se fue contento adonde Jarifa estaba. 13 En el curso de la novela de los amores de Geminandro y Laura, un personaje canta el romance de la soledad de Jarifa mientras espera a su enamorado; sigue otro en el que se canta el gozo del encuentro entre los enamorados moros; y otro más sobre la vuelta de Abindarráez y Jarifa al castillo de Rodrigo de Narváez [...] y después de ya el suntuoso y rico banquete acabado, pidió Laura a Pinela tocase el instrumento y cantase alguna historia de cristiano o moro. A quien Pinela respondió diciendo que de cristiano no tenía cosa al presente de gusto, pero que sí tenía de moro enamorado, cuya historia, aunque antigua, la tenía sacada a lo nuevo; así, veniendo en ello Geminandro, y templando el instrumento, comenzó a requebrar la soledad de Jarifa en suave canto: Triste, pensativa y sola está la bella Jarifa, temerosa de perder al Bencerraje, su vida. Debajo está de un jazmín, en un jardín retraída, de celos y pensamientos el alma y fe combatida. Siente que el plazo se pasa y teme que se retira el Abindarráez de verla por mudanza o por desdicha. Aflígela su sospecha y el esperar la fatiga, porque el firme amor, si espera, siente cualquier niñería. Con la memoria y los ojos un solo camino mira, y por corazón y boca al Abindarráez suspira. Teme la lanza cristiana que don Fernando tenía en el castillo de Alora, por el Narváez regida. Y con estas tristes olas la llama de amor batida, respirando por la boca resuelve en llanto estas liras: Si de la cruda ausencia, le nasce al alma desastrada suerte, no espere otra sentencia el que espera la muerte padesciendo este trago duro y fuerte. Ausencia tiene el alma rendida al celo sospechoso y duro, el pensamiento en calma; y el amor firme y puro, si pasa mal de ausencia, no es seguro. ¡Ay, dulce Abindarráez, si extraño amor y ausencia te han mudado, o el cristiano Narváez te tiene aprisionado, no pierdas de Jarifa tu cuidado! Cesó porque el moro vino herido de dos heridas: el fiel cuerpo, de Narváez, y el corazón, de Jarifa. Fue el discantar de Pinela tan gustoso a Geminandro y Laura que a mucha instancia le pidieron proseguiese si tenía acabada la historia por conoscer el gozo de presencia en los amantes, que ausencia fue tan penosa. Así proseguiendo Pinela, mudó el tono en la cítara y dijo: 14 Holgando está con Jarifa el Abindarráez gallardo, y contemplando en la gloria que meresció su cuidado. "Mi alma y mi bien", le dice; ella: "mi ser y regalo"; él la llama: "mi señora"; ella: "mi señor y amado". Que cuando es amor de tempre, es con los suyos tan franco, que con placeres de un día, paga pesares de un año. Pero como viene herido, y cautivo de un cristiano, no sabe si lo descubra o si lo tenga callado. Al "sí" le fuerza el se ver de su palabra obligado, mas el dar pena en Jarifa, al "no" le está convidando. Pero descúbrelo el rostro, que ya le tiene turbado, porque están juntos en él amor y fe batallando. Habla en Jarifa su celo y pide el por qué celado vive, suspenso y cuidoso, triste, presente y mudado. Rompen silencio en el moro amor, temor y mandado, y responde con suspiro refiriendo el qué del caso: "Ajeno de imaginar insistiera mi contrario, en resistir mi penar a talle de batallar, partí anoche solitario. Intención sólo guiaba a ver tu dulce presencia pero fortuna que agrava me ofreció batalla brava cristiana, mas con clemencia. De Alora ciertos guerreros con Rodrigo de Narváez en granadinos ligeros salieron [a] Abindarráez, armados de caballeros. La sobrevista mirando, vieron en mí que era moro, y cinco que eran de bando me acometieron volando agraviando su decoro. Señaláronse en rencuentro con la fuerza de su langa, pero no hicieron mudanza en el corazón, que dentro gozaba de tu esperanza. Ora la suerte quisiese, ora su corta ventura, o el sitio de la espesura, no hubo alguno que me hiriese, ni falsease la armadura. Doblóseles fuerza en verme en la cruel liga metido, y pretendiendo prenderme, vieron tan bien defenderme que temieron su partido. Nascióles de este temor corazón para llamar al alcaide, su tutor, de cuya fuerza y valor te puedes asegurar. León se mostró en la guerra hasta que me vio rendido, pero rendido y en tierra, fue tan noble y comedido, que su término me atierra. Orgulloso y de guerrero por armas quiso rendirme, pero como caballero sabiendo mi amor tan vero, dio licencia de partirme. Déjele palabra y fe de volver a su prisión, cumplida tu petición. Esto, pues, es el por qué, Jarifa, de mi pasión. Arto siento en despedirme, Jarifa, de tu presencia, no por el temor de ausencia, pues mal podrán ya rendirme su mudanza y empaciencia. Y cuanto quiera llegar a destrozar mi constancia, no hallarán tiempo y lugar; para sólo imaginar sacará de mí ganancia. Ágalo posible en ello, que aunque en hacer se deshaga no podrá dejar la llaga que tiene en el alma sello de pagar lo que te paga." Cuando Jarifa entendió el por qué del triste caso, y conosció ser cautivo el Bencerraje su amado, determina de partirse a cumplir con él el plazo, por no se quedar sin alma con su ausencia y sin su amparo. ¿Ha sido, hermana Pinela ?dijo Silabia?, tan grata a mi gusto la letra y el concierto de tu música, que si competidores y premios hubiera, a mi juicio merescieras la corona. ?Bien es verdad ?dijo Laura?, pero parésceme que ha favorescido en la letra menos a Jarifa, no siendo ella en amar al moro menos aventajada. ?Harto a mi juicio ?dijo Geminandro? ha dicho de ella, señora, y si gustáis, pues no tiene competidor que la contradiga, prosiga la historia que a mi parescer lo más gracioso resta. Y viniendo en ello Laura, templando a talle la cítara, prosiguió Pinela la historia en diversas tonadas de esta manera (prosigue en el romance XV) 15 Holgándose está con Jarifa el Abindarráez gallardo, y contemplando la gloria que mereció su cuidado. "Mi alma y mi bien", le decía; ella: "Mi rey y regalo"; él: "Mi contento y señora"; ella: "Mi señor y amado". Que el amor, si está de temple, es con los suyos tan franco, que por el placer de una hora quita pesares de un año. Mas como él viene herido y cautivo de un cristiano, de la villa de Antequera, alcaide del rey don Sancho, no pudo con el dolor llevar su contento al cabo; mas, con sobrada ocasión, un triste suspiro ha dado. Armas verdes y cautivo, preso de amor sin batalla, rendido el pecho a Jarifa el Bencerraje cabalga. No le dejan partir solo los amores de quien ama, porque ella gusta de ir presa donde lleva presa el alma. Parten los dos mano a mano a cumplir la fe y palabra que Abindarráez dio a Rodrigo de volver preso a su casa. Pasando por el jaral adonde fue la batalla, dice con un ¡ay! el moro que del corazón arranca: ?Dulce Jarifa, aquí fue donde tu amante perdió la victoria que ganó cuando te vendió su fe, y tu cautivo quedó. Aquí cayó Abindarráez queriendo la suerte dura, y ofresció en esta espesura a Rodrigo de Narváez tiempo, lugar y ventura. Visto el sentimiento que hace, tuerce Jarifa la habla por restaurar el dolor que le renueva la llaga. Y con alegre semblante mueven cuestión delicada del hacer comedimiento a don Rodrigo en su casa. ?Porque la gente cristiana no nos condene en lenguaje, quiero saber, Bencerraje, qué salva será más llana para tan llano hospedaje. Pues donde hay vencimiento es como esclavo el vencido, si el vencedor es servido, y este duro tratamiento muchos hay que le han tenido. No le puede dar respuesta porque acabó la palabra a la vista del castillo donde don Rodrigo aguarda. En lo último iba Pinela de su gustoso canto cuando por un camino que algo encima la fuente caía, sintieron venir agramente llorando una dama... 16 Romance con las quejas de la espera de Jarifa y la llegada del Abencerraje Cercada de mil sospechas la hermosa Jarifa estaba, temiendo que Abindarráez le faltase la palabra, porque ve pasar la noche y que a Coín no llegaba. Con la congoja que siente muchas veces sospiraba, y sus ojos hechos fuentes estas palabras hablaba: ?¿Dónde estáis, Abindarráez? ¡Qué es de ti, bien de mi alma! ¿Por qué has querido engañarme, sabiendo que soy tu esclava? Si no pensabas venir, respondiérades a la carta, y no hacerme esperar para estar desesperada, que aunque quiera no lo estar no es tan larga la jornada, que pueda pensar que en ella gastaras noche tan larga. Mas si acaso la fortuna me quiso ser tan contraria, que te encontrasen cristianos para vencerte en batalla, ruego [a] Alá que esto no sea, antes que quede burlada que, por no verte cautivo, daré por rescate el alma. Tanto lloraba Jarifa que las piedras ablandaba, pero vínole el remedio cuando más penada estaba, porque lo oyó, que en el jardín, que sonaba un cuento de lanza, y bajó corriendo [a] abrille de placer alborotada; y con la gran turbación casi abrille no acertaba, mas después que le hubo abierto, un recio abrazo le daba. Con el brazo echado al hombro, al castillo lo llevaba, adonde le hizo señor de su hermosura y gracia. Delfina Acosta (Asunción, 1956). Poeta, narradora y periodista. Aunque química-farmacéutica de profesión, Delfina Acosta se ha dedicado a la creación literaria desde muy joven. Sus primeros poemas aparecen en Poesía itinerante (1984), publicación colectiva del Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero. Posteriormente ha publicado dos poemarios: Todas las voces, mujer... (1986; Premio "Amigos del Arte") y La Cruz del Colibrí (1993). Parte de su obra poética figura en antologías literarias nacionales y extranjeras. En 1987, en los "Juegos Florales" --concurso organizado por la municipalidad asuncena en ocasión del 450 aniversario de la fundación de Asunción-- su obra Pilares de Asunción fue galardonada con el premio "Mburucuyá de plata". Ha ganado además numerosos otros premios, entre ellos: el segundo premio "Poesía Joven" (1983), la "primera mención" en el Concurso de la Municipalidad de Asunción (1991) y una "mención especial" en el concurso de cuento breve "Néstor Romero Valdovinos" (1993) por su cuento "La fiesta en la mar", publicado después en el suplemento cultural del diario "Hoy". Tiene también varios cuentos aún inéditos. LA ROSA DURA El gallo soy de la veleta roja que mira al Norte porque Norte soy. A mi pueblo lo barre el mismo pueblo: un viento malo con que al río voy. La saeta del Este cuando gira da vuelta al pueblo, al lirio y al convoy del caballo al que subo al ser el día para saber al irme en dónde estoy. He plantado una estrella en el Oeste que bajará a la noche. Te la doy porque subes al Este cada tarde. Yo te amaría, mas veleta soy. El gallo fui de la veleta roja que al Sur apunta pues al Sur me voy. En su frío se templa mi poesía: la rosa dura que ha de abrirse hoy. ENEMIGO Mi peor enemigo, tú que me amas como una ciega lluvia que al caer escampa, arrecia, escampa. Mi enemigo, yo te corono amante, pueblo y rey. Con una hiedra mis cabellos atas y sabes del lunar que es mi clavel. Cuando el jazmín de su rocío cuelga y huele a flor pisada antes de ayer, con la ronda impaciente de tus pasos bajo tu sombra vengo a florecer. Si no te amara, nunca te odiaría. No te vaya, enemigo, yo a perder. ¿Quién me perdonará? ¿Por quién mis versos caerán de mi tristeza en el papel? Tú, mi enemigo. Yo, enemiga tuya. La muerte no helará nuestro querer. CUARTO AZUL Somos amantes. Suelen los poetas con infantiles coplas y sonetos celebrar el tañir de las campanas como la hora nupcial de nuestro encuentro. Dirían más, pero se callan porque se abrevia así el relato en dulce cuento. Es la sombra que atiende el buen negocio, madama de aire triste; los dineros pagados por el cuarto azul agrandan sus ojos apagados, mas los juegos de los amantes en las escaleras no la dejan dormir. Se siente el cielo cuando en la calle oscura y sin un ánima ya somos de la acera dos silencios por una tos la culpa de un ladrido. ¡ Qué accidente ! ¿Quién más irá a saberlo? ROPAJE Es el mar mi ropaje: así desnuda como una enorme ola a ti yo llego. Mi ocasión la tormenta y los relámpagos, y es la montura de mi amor el viento. No retorno: yo voy pues son mis pasos como a la hierba la pasión del fuego. Soy la bestia de larga cabellera que lame la otra lengua que es el beso. En la forma de piedra me hallo a gusto porque es así tan duro mi silencio que no lo vencerá el dolor del mundo, ni del odio la gota de veneno. Es el mar mi ropaje: así desnuda como una enorme ola a ti yo llego. Brotaron en mis manos de agua sucia las flores venenosas de estos versos. ESTATUA EN LA PLAZA VERDE Te esperaría. Yo sería, amado, la primera en llegar hasta la vía, y la última en volver, con un paraguas, de la estación del tren que te traería. Iré hasta el mar como la lluvia, a veces, y pasaré del mar a la otra cita, en el muelle del puerto, frente al río. Seré la gris silueta que tirita. Inmensamente sola como novia saldré a buscarte y volveré tardía. Del balcón a la plaza partiré. Seré una estatua de melancolía. Y a la hora puntual de nuestras muertes, si llegara primera a nuestra cita, te estaré ya aguardando para darte mi amor en una blanca margherita. DIENTES Estrella que es error, yo soy los dientes, y solamente dientes, no la boca que yerra, miente, injuria, a Dios calumnia, y cuando su áspid guarda queda roja. Ay, pobres bocas, lenguas enredadas con las malas palabras que hablan solas. Yo soy los dientes que castañetean cuando filosos muerden a las rocas. La bocas son carmín que en la intemperie pierden su fuego; en su lugar, las rosas en las muy frías noches, de sus frentes dejan caer sobre el amor sus gotas. Soy como Hefesto, dios que cojo y feo, pelea doy, mas llama que se llora, no sé qué frase mágica invocara para una vez besarte oscura boca. EL BESO Voy a contarte un cuento que otras saben. Las menos como tú jamás supieron. Era un juego de a dos pues se enfrentaban un rey hermoso y una reina a besos. Y érase que ella alegre se moría como última tecla en cada beso. Y él riendo tomaba con su boca un poco de su lengua y de su aliento. Pasó el verano bajo el puente chino, sopló el otoño y garuó el invierno, volvió la primavera y se marchó detrás de un par de niños aquel juego. Y érase esa mujer que aún lo amaba, y moría de pena, pero en serio. Y érase la tristeza en el ciprés la hora en que llovía en ese reino. HADES La primera señal: te salen lágrimas, y escribes, sin querer, mejores versos. Se apagan los faroles de la cuadra, pero tus ojos brillan más atentos. Y hay dos señales: si con él te cruzas es como si te diste vuelta a verlo. La cerrazón que cae sobre tu alma te lleva a presumir que ya es invierno. Si habré escuchado historias en mi vida: Érase una que bajó al infierno donde perdió a su amante. Y hubo un ánima por siempre enamorada de un espectro. Y hay más relatos. Y éste es muy contado: Dirá que al bosque irá por un momento. Te besará como quien va por más cerillas. Nunca volverás a verlo. NIÑO BELLO En tu día de bodas, niño mío, arrancaré las flores de tu herida. Tu cutis sobre el mío hará caer del cielo en esa noche lozanía. Te limpiaré a la aurora con mi lengua y me odiarás fielmente cada día. Mi nombre harás rodar del río al mar. No le amarás aunque su amor le pidas a la mujer que dejará alargar por ti su cabellera de llovizna, y a la otra también, que trenzará sus bucles con malezas y gramillas. Deja niño que sea yo quien cause el mal irreparable en ti. Que digas que te he querido y que te quise más de lo que por quererte me querías. PERO TAN CONTENTA Si ya te ha amado alguna, y luego otra a quien llevaste con su hermana a fiestas, y aquella a cuyo rostro te arrimaste del lado en que asomó la luna llena, ¿por qué me distrajiste si me hallaba cuando muy sola anduve tan contenta? Era una triste, azul mirada fija. Un beso me quitaste y me entró pena. Que ya no quiero amarte bienamado porque mejor amante es el poema: rondando como un lobo, si la luna florece entre las ramas, me despierta. Que ya no quiero amarte bienamado porque mejor amante es el poema. Los versos tras las aves alzan vuelo. Mi alma incendiada en el papel gotea. DESOLADA A Gabriela Mistral Antes de echar mi cuerpo al ebrio río, muy ebria ya, entré por las abiertas puertas del templo; oí a una rata huir. El atrio era una vieja madriguera. Y le dije a mi Dios, en cualquier parte, que pecar, no pequé, y ni siquiera... Un relámpago atroz iluminó las pocas velas y tronó la iglesia. No supe qué decir, mas las palabras fluían de mis lágrimas, sinceras. Los santos parecían escucharme con esa educación de gente vieja. Y por si ahí estaba, a Dios le dije, que amar, amé. Mis huesos di a las fieras. Jesucristo en la cruz olía a herrumbre. El río me aguardaba entre las piedras. PORQUE SIENDO VERANO Será tal vez el alma lo que duele porque siendo verano paso frío. Como una gota se cayó y rodó mi alma en la escalera de un altillo. Ayer estaba alegre y contagiosa. Hoy mi ojo triste en el espejo espío. Por la salud de todas tus amantes hago sonar mi copa contra el piso. ¡Noches de amor y ni una medianoche! Las penas se me van con los vestidos, mi maldición en balde y el veneno que bebo de mi cáliz los domingos. ¡ Rodó la gota por las escaleras ! No se me pasa el alma con suspiros. La pena es ese pájaro que trina sobre una rama y canta, a Dios, divino. UNIGÉNITA DEL SUR Tal vez es culpa mía que haga frío, que rija ya el otoño, y que las hojas se borren de las ramas como pájaros, o se largue a llover a cualquier hora. O es sólo culpa nuestra. Por querernos un fuerte viento por las calles sopla. ¿Cuál mariposa recibió una piedra y mana sangre limpia de paloma? Un trébol por un beso, y un poema para quedarse triste en tu memoria. Me diste lo mejor de tu tristeza y te clavé en el pecho una amapola. Los pasos de la lluvia suenan lentos. Acaso quien camina es tu persona. Soy hojarasca que otro paso esparce. A mi favor tan sólo el viento sopla. VUELVO PRONTO Tras un hombre que amé en la primavera se marchó mi vestido, enamorado. Él me abrazó diciendo "vuelvo pronto". La flor que me dejó arrugó mis manos. Mi chal de Cachemira se llevó quien me acostó a la sombra del verano, y mudó a sus mejillas mi color, y la sal de sus besos a mis labios. Mi abrigo beige que calentó un otoño me lo quitó, sobre el sofá, jugando, el hombre de otra, que me dijo hallar de soledades llenas nuestras manos. Que todo se llevaron. Fue muy fácil bajar el cierre de mis dos leopardos, arrugar mis vestidos, deshojar... A veces me sangraban los costados. YO, OTELO Te celo de las niñas imposibles, rostros de brasa y lágrimas de nieve. Me encuentras a tu madre parecida, y de razón mudable cuando llueve. Te quiero y tú me quieres, mas no basta, ni esta promesa de quererse siempre. Mi amor lleva mi letra simple y triste. El tuyo es una carta que se enciende. A veces miras sin notar el cielo y dices, por ejemplo, que me quieres. Yo juego a que estoy muerta y me distraigo mirando cómo el pasto se oscurece. Y por amarme y por besarme tanto, y por morderte y luego por lamerte, cayó el adiós, cayó después la lluvia, en esta última tarde de diciembre. BODA PATÉTICA Que no sea en otoño, ni en verano. Yo querría que fuese en primavera; dará setiembre entonces sus primicias y los jazmines abrirán las rejas. Caerán besos de adiós en mis mejillas. Mis ojos como lágrimas abiertas se cerrarán en boca de mi amado. ¡ Que no será velorio, sino fiesta ! Un tocador con mar confeccionado hará rodar sobre mi sien realeza. En la brumosa esquina del salón, cualquier pedido tocará la orquesta. Y sonarán las notas de Gardel. Se oirá este coro: "El día que me quieras..." Me iré a casar. Empezará a llover y los jazmines cerrarán las rejas. COSECHA Descalza peregrino debajo de la lluvia. Lloro por dentro un agua de oro. Cuéntame, bienamado. ¿Dónde tu reino, tus lacayos, tu ángel de la guarda, y tu bufón? Mas, ¿dónde tu victoria, tu cicatriz profunda, tu esclava, tu corona, y tu cabeza amada? Mi corazón en llamas es la señal callada de que aún vivo. PIEDRA EN LLAMAS ¿ Y si me amaras ? También si me dijeras palabras que no hablan en esta tarde que se va deprisa por una puerta abierta hacia otro día. ¿ Si me quisieras ? O si me permitieras ver tus ojos, más, mucho más de su color de agua, para encontrar en ellos lo que busco: mi corazón, mi propio corazón perdido. Yo me imagino, a veces, convertida sobre tu pecho en medallón de plata. Yo me contemplo, página ya escrita, quemándome en tu cuerpo lentamente, para brotar después, para rehacerme en lágrimas de un rostro maquillado. Si me dijeras, mejor, si no dijeras, y yo supiera igual que tú también... LOS MODOS DE MARCHARSE Hay modos de marcharse de la vida: poco a poco se van de tu memoria los versos más hermosos de Rimbaud. Te ocurren dos fatalidades juntas: se te muere la rosa que al mirarla quisiste con suspenso de niño, con el amor de Dios, y se entierran, también, en el jardín, las hojas amarillas de tu alma. Para llenar las horas de la tarde vas y vienes del tiempo en que quedó el recuerdo de aquella boca tibia ayer besada. Hay modos de marcharse de la vida: poco a poco se van de tu memoria los versos más hermosos de Rimbaud. LA NODRIZA Me quieres por ser triste y por mayor. Me quieres pues no tienes aún edad para llevar a una mujer a misa. Te permito morder, lamer, sanar. Tú bebes de los ríos de mis senos el agua de las rocas frente al mar. Me pides que te muerda, y al besarte, te pinte mi boquita de labial. Te dejo susurrarme en el oído lo que otro día a otra le dirás: "¡ Ay, triste mía, mía, sólo mía !" El amor como el vino habla demás. Ninguno como tú, entre todos dios. Te enseño a ser varón y te me das. Aprende niño hermoso que el amor lleva en su tibia sangre la maldad. ANTES DEL OLVIDO Acaso es tarde. No importa ya que con favor del diablo coloque mis jazmines en la acera, mi zapato de tierra en la ventana, y me quede en cuclillas, aguardando, que alguien golpee de una vez mi puerta. No importa ya que con las gotas de un día que en la fiesta fue lluvioso, yo moje mis cabellos y mejillas, y me quede sentada, parpadeando, sobre el sillón de mimbre, en la penumbra. Acaso es tarde. Acaso el tiempo me llegó de golpe por andarme de madre, por andarme de hija, y este fuego nocturno que sube por mis huesos, este aullido feroz que levanta mi sangre, ya no son señales para llamar a nadie. LOS PASAJEROS Amigo, vamos a abordar un tren. Desde la ventanilla miraremos a los lobos cercándole a la luna, y a la lluvia apagando al firmamento. Tomaremos un break en la campiña donde grazna al Señor, un triste cuervo. Lloverá y volveremos a subir. Me habré marchado de tu abrazo lejos. Sin darme cuenta de que te has quedado debajo del ciprés que arquea al viento, te contaré las cosas que he callado, y te diré en la boca que te quiero. El tren habrá parado en la comparsa que de esquina en esquina va hasta el puerto. Después de un rato pitará, y entonces me iré con él para pasar de lejos. NO SE LO DIGAS No se lo muestres nunca a nadie, ni se lo digas a tu mejor amigo haciéndole jurar con muchas copas que nunca contará. Escucha: ya maduró la luz en la primera fruta del parral y quiero que te asombres. Ni siquiera te nombro, y sin embargo, sus versos que poseen el color de mis venas te cuentan a través de los vientos y del agua que a ti me lleva el blanco de la virginidad que te debí en las noches consteladas, el verde de las hojas de tu pueblo donde fueron a misa los vestidos, y el rosado prudente de la amante que finge ser la esposa en la fiesta. ANGELUS Quién pudiera aprender los largos versos que saben las oscuras golondrinas; ellas retornan al oír el canto de lo que fue un lejano Ave María. Quién dijera de pronto al recordarme: delante de una lámpara encendida dejaba en cada línea de papel los versos que las páginas perdían. Solía al ver crecidas su melena, su lágrima y su uña andar sombría. Y le han crecido por andarse triste en vez de cualquier cosa, margaritas. Y que se diga un dulce cuento al niño: bajó la muerte a ella cierto día en que la lluvia se volvió una gota sobre la rosa que perdió la vida. ¿QUÉ HISTORIA CUENTA? ¿ Qué historia cuenta, si el ciprés se arquea, y la higuera se rompe, el loco viento ? ¿ Si las puertas se cierran de repente, es que ha estallado su terrible genio ? Ya sufrir pareciera cuando el lobo aterra con su aullido, desde lejos, mientras la tos despierta al moribundo, y ladra sin dejar dormir el perro. Si las campanas suenan espantando del viejo campanario a los murciélagos, se diría que él sale de un garito donde ha apostado el alma de los muertos. En ocre caracol arrinconado a nuestro oído sopla muy enfermo. Como él ninguno, de los libres dios, y espíritu, quien sabe, de los muertos. POR LAS ROSAS Me voy a maquillar para morir. Por la luna sabrán si estaba loca. "Era llena de lluvia", contará quien cambia los amores de mi alcoba. Me voy a maquillar para morir. Por la luna sabrán si estaba loca. Jugando a que me muero, muero. Ay, camalote que en el río flota. Sabré yo entonces quiénes me han amado, no por llorarme bajo lluvia en contra, ni por callar, o por decir de mí por estar muerta y buena, o tantas rosas. Alumbrarán mis noches los relámpagos. La cruz mayor proyectará mi sombra. Un río largo y limpio escribiré. Mi verso crecerá en las verdes hojas. MIL Se llega a mil, señora, con la verja que cerca a su jardín, de doce metros. Las estrellas que el ojo no ha contado nada quitan ni añaden a estos versos. Porque casada cambia de maridos: un Dios te salve y nueve Padrenuestros. A tanta cifra agrego aquí los guiños romances, citas, y piropos cientos. Es siempre doce el número mejor. Morenas doce rosas, por ejemplo. Un paraguas abierto y una lluvia no dejan ver a una mujer de duelo. El resto es saldo de ochocientos perlas, así como cincuenta y dos dineros, pañuelo con que abulto mi corpiño. A mil llegué señora y firmo el verso. Acosta Oscar Biografía Poeta, político y diplomático hondureño nacido en Tegucigalpa en 1933. Residió en Perú desde 1952, donde dio a conocer sus primeras producciones poéticas alejadas del estilo costumbrista dominante hasta entonces en su país. Su primera publicación fue «Responso poético al cuerpo presente de José Trinidad Reyes» en 1955, seguida luego por «Poesía menor» en 1957. Residenciado de nuevo en Honduras, continuó su carrera literaria con «Poesía menor» en 1957, «Tiempo detenido» en 1962, «Mi país» en 1971, y sus antologías «Selección 1952-1965» en 1965 y «Selección 1952-1971» en 1976. Cultivó el teatro y la crítica literaria dirigiendo las revistas Honduras Literaria y Extra de Tegucigalpa. Fue el primer director de la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y fundó en Tegucigalpa la Editorial Nuevo Continente. Es además miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. En 1960 recibió en Nicaragua el Premio Rubén Darío, y en 1979 el Premio Nacional de Literatura Ramón Sosa de Honduras. CABELLO DE MUCHACHA EL FUEGO EL NOMBRE DE LA PATRIA EL ROSTRO ESCRITO EN PIEDRA FORMAS DEL AMOR LA ESTRELLA LOS AMANTES CABELLO DE MUCHACHA Tu cabello es de humo dorado, una copa con un jugo encendido, un caracol de ondeado vidrio, una flor de bronce tímido. Tu pelo existe, tiembla suavemente cuando mi mano llega a su rocío, cuando lo beso entusiasmado, cuando llora como los niños. Tu cabello es un odre con frío, una estrella dulce, un pistilo que lucha por ser lirio. Es una paloma convertida en durazno, una corona que alumbra con sus cirios y que calienta la sangre como el vino. EL FUEGO Frotó el indio la yesca, el pedernal, el pino con otro pino viejo, la madera, las hojas de roble, la corteza de los ceibos caídos, el cuerpo del animal salvaje, el carbón mineral endurecido. El mundo cambió entonces otro espejo movible que no era el del agua, alzó su brazo rojo en la espesa maleza, en el ámbito crudo de miles de años a la sombra, iluminados solamente por el rayo o por el centelleo de los lúcidos ojos de las fieras. Tú te callaste entonces viendo crecer la lengua clarísima, la llama que levantó su lanza, su corona de espinas y que lamió la noche como animal salvaje. Ante tu limpio rostro de indígena doncella nacía otro milagro: el milagro del fuego. EL NOMBRE DE LA PATRIA Mi patria es altísima. No puedo escribir una letra sin oír el viento que viene de su nombre. Su forma irregular la hace más bella porque dan deseos de formarla, de hacerla como a un niño a quien se enseña a hablar, a decir palabras tiernas y verdaderas, a quien se le muestran los peligros del mundo. Mi patria es altísima. Por eso digo que su nombre se descompone en millones de cosas para recordármela. Lo he oído sonar en los caracoles incesantes. Venía en los caballos y en los fuegos que mis ojos han visto y admirado. Lo traían las muchachas hermosas en la voz y en una guitarra. Mi patria es altísima. No puedo imaginármela bajo el mar o escondiéndose bajo su propia sombra. Por eso digo que más allá del hombre, del amor que nos dan en cucharadas, de la presencia viva del cadáver, está ardiendo el nombre de la patria. EL ROSTRO De tu rostro purísimo y resplandeciente surge una luz silenciosa que todo lo desnuda, descubre paraísos y mares de ceniza, oculta sombras con su bella campana y vuela como un pájaro. Olvidar tu rostro es ahogar el corazón, tratar de ignorarlo es vivir a ciegas, dando tumbos; no es necesario volver a decir que tu rostro nos promete un reino en un universo inmóvil y destruido. ESCRITO EN PIEDRA Yo vi, joven señora, su bello cuerpo entre las piedras como una orquídea. No había fuego entonces al servicio del hombre, ni dúctiles metales mostraban al asombro del primitivo ser sus formas. Ándabamos descalzos como niños, desnudos como peces en el agua y corríamos libres como ágiles leopardos Era el año dos mil o cuatro mil antes de Jesucristo. Las tribus combatían con pedernales, con piedras y cuchillos. Antes de ir al combate pinto estos signos en la pared antigua de una cálida cueva, junto a otros símbolos que mis antepasados en ocasiones similares escribieron. Ignoro quién recogerá estas frases. Es posible que entonces no seamos, tú y yo, ni estática ceniza ni barro sumergido. Desde mi monarquía compartida, te recuerdo. Y si volvieras a nacer te prometo que siempre serías, como ahora lo eres, mi mujer y mi reina. II En la mesa veo frutas, agua en los cántaros, peces con los ojos abiertos en las cuerdas del patio, el maíz calentándose en los cuartos. El cazador soy yo, el cazador que sale en la noche a buscar el alimento diario, las hojas para el lecho, la fibra para el manto, la flor para tu pelo, la piel para el zapato. Hoy te traigo una flor selvática, una luna caída, un perfume barato, yo quiero que la pongas en tu pecho blanquísimo, en tu seno cubierto con cuero de venado. Eso te traigo ahora, compañera mía, ojo para mi llanto. III Para ti las fúlgidas naranjas, la dura came de las ciruelas, el azúcar mojado de la piña, la suavísima daga del plátano, la invicta blancura de la caña, el agua limpia del cocotero, el vello niño del durazno, la división de la guanábana, la aristocracia de la manzana y la tristeza de la guayaba. Para ti todo eso con la mano que recoge en el monte la fruta, la deja en la mesa de cedro y la corta todas las mañanas. FORMAS DEL AMOR "Niña invicta, te he visto ya en las onzas españolas" Medardo Mejía Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel, tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan, tu cabellera suave, tu corazón pequeño. Oye la campana del día apagando el luto de la noche mira la luz que si lenciosamente nos cubre, mira el cielo: ese jardín sobre tu pecho; respira el aire quieto que el ruiseñor anuncia con su lanza, conduce tu desamor a un lago sepultado y háblame con tus labios excelsos. Llegué a sentir sobre las manos el agua efímera, el verano derribando sus torres, el abismo cerrando uss ventanas, el fruto abandonado, el mar abriiéndose las venas, el fuego hundido, hasta que tú, niña mía, perfecta virgen repetida, me entregaste tu rostro. Veo de cerca la copa confusa de las aguas, busco tu claro nombre entre las rosas, tu dulzura en la esencia de los árboles, tu vigilia en el beso, tu olor en los duraznos, tu luz en el rocío y me doy cuenta sorprendido que todo me lo traes, niña mía, con tu mano sagrada. LA ESTRELLA Sobre mi pecho abatido por los golpes está tu estrella tibia, dolorosamente azul, diríase un cielo toda ella. No quiebra el agua su perfecta dulzura, su sencillez es transparente y tiene el uniforme brillo de la lluvia alta. Déjame este lucero, este cuerpo celeste sembrando sobre mi pecho lleno de golpes, estás ya tan humilde que tu nombre se puede decir con respeto y con pequeñas letras de amor, dios mío. LOS AMANTES Los amantes se tienden en el lecho y suavemente van ocultando las palabras y los besos. Están desnudos como niños desvalidos y en sus sentidos se concentra el mundo. No hay luz y sombra para sus ojos apagados y la vida no tiene para ellos forma alguna. La hermosa cabellera de la mujer puede ser una rosa, el agua tibia o un surtidoe enamorado. El fuego es solamente un golpe oscuro. Los amantes están tendidos en el lecho. Acquaroni Rosana Biografía Poeta española nacida en Madrid en 1964. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, trabaja como profesora de español para extranjeros en la Universidad Complutense de Madrid desde 1992. Es autora de materiales didácticos para la enseñanza de ELE, ha impartido cursos de formación de ELE en Inglaterra, Estados Unidos y Túnez, y es profesora del Máster de formación de profesores de ELE de la Universidad Complutense de Madrid. Entre los reconocimientos obtenidos, se destacan: el Accésit del Premio Adonais de Poesía 1987 con el libro «Del Mar bajo los puentes», la Ayuda para la Creación Literaria del Ministerio de Cultura para su libro «El Jardín Navegable» y el Premio de Poesía Cáceres Patrimonio Mundial 1995 con el libro «Cartografía sin mundo». Su último libro, «Lámparas de arena» fue publicado por la Comunidad de Madrid y la Fundación Gerardo Diego. Sus poemas han sido traducidos al francés, al alemán y al árabe y aparecen recogidos en varias antologías. Especial Para "A media voz" es muy satisfactorio publicar el trabajo de una voz joven de la poesía española. Agradecemos a Rosana la selección de poemas que nos ha enviado para compartir con nuestros visitantes. COMO EN LOS CUENTOS DE DUENDES ZAPATEROS... COMO UNA BALSA ARDIENDO... CUANDO TODO SE MECE... EL MAR CONTIENE AL MUNDO EL NIÑO AMAESTRADO EN EL FONDO EL OLVIDO EN ESA NOCHE PABLO... HAY VENTANAS QUE PUEDEN HABITARSE... HE LLEGADO AL INICIO... LA MISMA INCERTIDUMBRE... MÁQUINA TEMERARIA ME HE QUEDADO PENSANDO... NIÑO SIN SOMBRA SABRÍAMOS RECORDAR CADA TROZO DEL MUNDO... TIEMPO DE OPACIDAD... TODA LA NOCHE HE NAVEGADO BAJO LA LLUVIA DESCONOCIDA TÚ NO ESTARÁS... Y ES AHORA Y NO NUNCA... YO SOY LA QUE OS ESCRIBE... COMO EN LOS CUENTOS DE DUENDES ZAPATEROS... Como en los cuentos de duendes zapateros ella lo hace por mí. Ella, la que desclava mis palabras, hace el trabajo sucio para luego comerse mis perdices. De "Lámparas de arena" 2000 COMO UNA BALSA ARDIENDO... Como una balsa ardiendo en el centro del agua, una bañera terca rebosa lentamente en mitad de la noche. La tibieza del agua desatada, liba la flor de las mareas acarrea cigüeñas y tortura con zarzas y gacelas ríos de oscuridad. Así el agua ha llagado la humedad de mi vientre y deposita almendros sobre mis pies descalzos. Ya sólo espero el relato del agua, la lenta supuración del llanto. De "Lámparas de arena" 2000 CUANDO TODO SE MECE... Es horrible ser dos inútilmente. Antonio Gamoneda Cuando todo se mece sobre el párpado abierto de la noche y se oyen las pisadas de los últimos porteadores de sueños que se alejan, cuando la luz ya es término arterial que la memoria traza desde dentro y oímos germinar sin acritud el talar de la sangre bajo el peso de un labio, ella se enciende sola. Mi lámpara rebelde arde como áspera piel de las sirenas, disemina palabras que son naipes sin luz sobre la hierba. Las bautiza las hunde en las diademas de la noche. Es horrible ser dos inútilmente y por eso la dejo gozar de mi tristeza, nadar contracorriente en la crecida de otra voz que no alumbra la ceguera y se enciende tal vez más allá de nosotros. De "Lámparas de arena" 2000 EL MAR CONTIENE AL MUNDO No nos deja olvidar pues cada ola es un recordatorio bramando nuestra muerte hacia la orilla. De "Cartografía sin mundo" 1995 EL NIÑO AMAESTRADO Miraba sus piececitos tapiados como tallados litorales. Huir de la tiranía de sus pasos le haría bien. Palabras Descalzándose Sin tiempo. De "Del mar bajo los puentes" 1988 EN EL FONDO EL OLVIDO En el fondo el olvido es un gran simulacro repleto de fantasmas Mario Benedetti Como un cuadro que ha sido descolgado a destiempo y deja una marca gris en la pared vacía, mi cuerpo se desprende más allá del olvido, ocupa su lugar. Lejos del paraíso, donde ya no es posible enmascarar el sueño desencajado del desaparecido, ni blanquear la mano atormentada del delito, ni difamar los labios en mitad de la piedra. Como el escalador que apoya todo el cuerpo en los resquicios del vacío, paso sin ser notada abriendo las compuertas borrando los caminos, con la boca nodriza y los ojos ausentes. Rehén de la memoria, rememoro el olvido, ese gran simulacro repleto de fantasmas que arrastran su silencio hacia el abismo. Como el ilusionista que dibuja pañuelos en la seda del aire, me guardo inútilmente una paloma quebrada en las trincheras de la noche. De "Discordia de los dóciles" (inédito) EN ESA NOCHE PABLO... En esa noche Pablo besó aquel cuerpo muerto muchas veces, acarició sus muslos, los labios deshojados, la ternura del sexo impracticable. El vientre entumecido, la gangrena incipiente apenas florecida, el algodón del llanto, la breve remembranza de algún lunar dormido para siempre. Sarcomadekaposi precipita los cuencos enfermizos. Tramos decrepitud, rescoldos del amor, limaduras de frío. Lámpara que entenebrece, hurgando para siempre en el desván de las heridas. Las sienes astilladas los párpados hinchados que enloquecen después de la ceguera. La sutura violácea que entraña el corazón a la deriva -pequeñas incisionesLa oscura luxación acaecida al final del dolor. De "Cartografía sin mundo" 1995 HAY VENTANAS QUE PUEDEN HABITARSE... Hay ventanas que pueden habitarse como se habita una ciudad, durante años. Hay escenas que encienden una vida y vidas que encienden una muerte mientras duran. Tan sólo fue un instante. Después aquella imagen fue quedándose atrás y tuve la certeza de que ella misma había consentido en su muerte. El sacrificio es siempre una forma de venganza. En la noche anterior él le había prometido llevarla a ver el mar. La ventanilla de un tren puede llegar a contener el mundo en un instante. Después de golpearla ella cayó de rodillas ante él, mientras él la miraba y su mano homicida se abría sin querer y la piedra sangraba, se dejaba caer, se despeñaba talud abajo. Me pregunto cómo se conocieron. En dónde enamoraron. Si ella sabía coser. Si habría criaturas esperándola. No pude decir nada. Asistir al fragmento de la vida de otros. Sentir la medianía de un cuerpo malogrado. Ver cómo me alejaba y mi ojos sin tiempo querían estirarse, detenerse, comprender. El tren seguía su curso. (Un hombre solo que planea una muerte en campo abierto. Alguien que casualmente miraba en ese instante por la ventanilla de un tren y lo contempla. Eso es todo.) De "Lámparas de arena" 2000 HE LLEGADO AL INICIO... He llegado al inicio, como quien se extravía bajo la rotación laberíntica de un bosque sin raíces. Y doy vueltas Y vueltas sobre mi propia herida tras la única gasa que macera el silencio y su drenaje, la dársena del tiempo. He llegado al inicio y mi nombre no era más allá de un abismo sin aliento y mi cuerpo sin nombre se llenaba de lámparas y niñas, perdía pie sin reservar la hierba. Y mi arena se oía crepitar hasta el fondo sobre el granizo muerto. He llegado al inicio sin saber hacia dónde desvivirme, sin creer en la muerte de las olas, habitando la ausencia de mí misma Y no encuentro el reloj que repare mi arena. De "Lámparas de arena" 2000 LA MISMA INCERTIDUMBRE... La misma incertidumbre con la que un día preciso que ya fuiste acordando sin saberlo, comienza a desprenderse la leve gasa que ocultara la trama de tu herida, una herida reciente que late sin hablar y está tan dentro que tu vida depende de mantenerla viva. Con la misma soltura con la que cada órgano se acomoda para el parto y se abre un trecho de luz en mitad de tu cuerpo, una tarde descubres que no puedes contar tus cicatrices pues sus bordes te unen a fragmentos de otros, a vidas paralelas, a bálsamos de humo. Y es entonces que esa herida se cumple y es más cierta que el mundo, nos regresa al origen, sus lámparas de arena, la palabra en el vientre, cuando todos vivíamos recíprocos y juntos cuidando las heridas. De "Lámparas de arena" 2000 MÁQUINA TEMERARIA Máquina temeraria. Yo soy la que comienza a no existir. Mientras ella se preña se atraganta con mis escritos de la tarde. Desordena quiebra despedaza se adueña sabe que yo la escucho desde dentro. De "Lámparas de arena" 2000 ME HE QUEDADO PENSANDO... Me he quedado pensando que de pronto una despedida puede ser un comienzo. Y he abierto mis manos y he pensado besarte cuando ya estés dormido inaugurar el campanario de los besos dibujar un pañuelo en la seda del aire apalabrar la senda de tus ojos cerrados quebrantar ese sueño que ahora habitas en mitad de la noche y decirte a los labios adiós amor hoy quiero despedirme zozobrar para siempre en esta isla reparar el amor. De "Cartografía sin mundo" 1995 NIÑO SIN SOMBRA Para Andrés Romero, cuando sea mayor Niño sin sombra, Andrés, desmigada sonrisa, cuerpo de junco tierno todavía. Que la vida te lleve por caminos agrestes no por sendas baldías. Que un pájaro de arena aleje la ceniza, el vaivén de columpios monocordes. Niño sin sombra, Andrés, ¿dónde duerme la noche? una niña Marina te acunará en los parques, mientras otra Lucía te posará en silencio sus párpados de cobre. Inédito 15-03-2005 SABRÍAMOS RECORDAR CADA TROZO DEL MUNDO... Sabríamos recordar cada trozo de mundo, cada tropiezo vivido si al abrir la mirada recobráramos de nuevo la luz de cada instante, pues toda inmolación deja su propio surco, su propia oscuridad, y cada imagen tiene su propia lámpara. Lámpara de la niñez, -allí comienza todoesa luz que se ve con los ojos cerrados las claras azoteas, desierto de palomas, el tamiz lanceolado de las hojas de cobre transparente, un otoño agitando su ramaje, abriéndose paso sobre la mansedad de las aceras. Allí comienza todo, aquello que era nuestro a pesar del dolor, pues desde entonces, sólo he buscado el ser de aquella luz, y la siento crecer dentro de mí como le crecen párpados de trapo al corazón tras el olvido. De "Lámparas de arena" 2000 TIEMPO DE OPACIDAD... Tiempo de opacidad, de desencuentro. Hay mujeres que lloran tras los escaparates de los supermercados, golpeando las lunas de las lamentaciones, en las monumentales góndolas de los productos lácteos, de las niños sin nombre de las huevos de alondra lacerados, maraña de retales. Los acomodadores desatrancan la lluvia en los vestíbulos desiertos de los cines donde rompen los pájaros y las olas de nadie. Olvido sin memoria, olvido fructifica, olvido da su fruto. Lo dicen los anuncios las ofertas y las liquidaciones, los oídos que tocan los ojos que olfatean los labios que te miran mientras muerdes un pedazo de invierno en el fondo de un beso. De "Lámparas de arena" 2000 TODA LA NOCHE HE NAVEGADO BAJO LA LLUVIA DESCONOCIDA Toda la noche he navegado bajo la lluvia desconocida, barricada en el templo del absurdo alguien tiembla en el pozo desde antiguo donde crece la hierba y se amontona la noche. En el firme del aire tan en silencio vuela el pájaro tambor de la madera con su lámpara alada en la senda del bosque. La claridad se aprende como la herida aprende a no doler. Alguien dice tragar los harapos de la madrugada el fósforo encendido la cerilla mojada que duerme en la claridad de la tormenta. Alguien dice vaciar la niebla y su nervadura tragar harapos ciegos tan en silencio El terror. De "Cartografía sin mundo" 1995 TÚ NO ESTARÁS... Tú no estarás. Ya no. En la última tarde tu mirada tenía un dolor a jardines descuidados, una luz huidiza y astillada, un caminar de hombre con mirada de trapo, y un corazón tartamudo. Llevabas un temblor de naufragio y una venda en los ojos. El temblor también es una forma de mirar. Y tú temblabas mientras tu luz caía. Crepitar es caer. Pero hacia dentro. Estaba requiriendo una llamada. Estabas demorándote en aquellos días primeros del verano, contra un presentimiento de invernadero triste, de sangre requisada. Perdido en las aduanas del corazón. Supe que te morías por tus ojos. Esos ojos que eran con dolor a madera, con sabor a manzanas, párpados de cobre como cofres de lluvia que se abrían con lástima. Ahora todo es ausencia. Los pájaros que encuentro, el crujir de la tierra sobre la mansa lluvia, el llanto de los niños detrás de las palabras. A veces el pensamiento se ensombrece de pronto y declina el mundo aún más deprisa y nos sobreviene una noche destemplada, una herida negra. Sé que me buscaste. En esa larga noche de imperdibles sin rumbo, en el instante mismo en que tu cuerpo se astilló para siempre y tu llama empezaba a ser fractura, témpano, camisa desplomándose. El verano se acaba. y los recuerdos ruedan sobre los empedrados negros como regueros de sombra. Y es cierto que tal vez puedas vivir años y años sin regresar de una sonrisa Y tú estás regresando con el verdor de los arces en la lluvia sobre la claraboya más blanca de la luz. Y tu frente ha tomado la difícil transparencia del brezo o la retama. Y veo descarriarse de pronto aquel ovillo de lana triste que fue toda mi infancia, aquella habitación de costurera aquel balcón solaz que de muy niña se asomaba al clamor hirviente de las calles, y ahora lo veo todo irse desmadejándose encima de tu cuerpo, detrás detrás detrás y todavía mi pequeño puñal de niña sin palabras, DEPRISA, MÁS, CAER Y SIN EMBARGO, un cuerpo que se rompe, EL CABO FINAL DE LA MADEJA, aquel reloj de arena creciendo desmesuradamente mientras cae cada pequeña muerte en granazón, y todas se reúnen, y la arena se agranda hasta cubrir toda la habitación con un murmullo seco de sombras alejándose. En este sueño, padre, puedo verte jugando con mis manos. Cuando las manos eran cálidas y obradoras. Lápices de ternura, que nos llevaban siempre a emborronar los sueños. De "El jardín navegable" 1990 Y ES AHORA Y NO NUNCA... Y es ahora y no nunca precisamente siempre, cuando el náufrago desciende sin memoria preguntando preguntándose refrescando el olvido de esa herida reciente que no sangra ni alumbra. Manantiales de humo. Pactemos la mentira amenazante que mana del recuerdo. La verdad será siempre una eterna mentira. Aprendamos a ser más allá de nosotros. De "Lámparas de arena" 2000 YO SOY LA QUE OS ESCRIBE... Yo soy la que os escribe. Mi luz es un antílope que pace entre las ruinas del misterio. El espino que sangra, el surco desde dentro que nunca cicatriza. El manantial sonoro que se expande en el sueño. Yo soy la que os escribe. La lámpara que arde. La boca movediza que os senda con su luz, que os conduce a la sombra, que os aguarda y os hunde en la profundidad de la caverna. La luz que os encamina en su ceguera, la lámpara que os salva. La claridad que os funda, la pared que os desnuda, os alimenta, os finge y os codicia y sin embargo, miente. La lámpara de arena. De "Lámparas de arena" 2000 en la profundidad de la caverna. La luz que os encamina en su ceguera, la lámpara que os salva. La claridad que os funda, la pared que os desnuda, os alimenta, os finge y os codicia y sin embargo, miente. La lámpara de arena. De "Lámparas de arena" 2000 Hernando de Acuña (¿1520? - 1580) Natural de Valladolid. Falleció en Granada. Además de gran poeta, fue un excelente hombre de armas. Combatió en Italia y Alemania. Fue coetáneo y amigo de Gracilazo de la Vega. Como traductor nos dejó obras clásicas de los grandes escritores latinos e italianos, como las Heroidas, de Ovidio, Orlando el enamorado y el Caballero libertado, de Oliver Marche, en donde se nota la influencia de Virgilo e, incluso, de su amigo Gracilazo de la Vega. Entre sus propias obras se destacan la Fábula de Narciso, la Contienda de Ayax y Telamonio y Ulises. Pero es más conocido por sus admirables sonetos, sus églogas y elegías, algunas de ellas dedicadas al Emperador Carlos V. Elegía a una partida Si el dolor de la muerte es tan crecido que pueda compararse al que yo siento, duélase el que nació de ser nacido. Mas nunca pudo muerte al más contento parecerle jamás tan cruda y fiera, que iguale a mi dolor su sentimiento. Muerte puede hacer que el cuerpo muera, mas, cuando el amador de su bien parte, el alma se divide, que era entera. Antes la más perfeta y mejor parte es la que en el poder ajeno queda, que con su propia mano Amor la parte. Pues ved cómo de vos partirme pueda, que sois parte mayor del alma mía, sin que el dolor al del morir preceda. Ya se me representa el triste día tan lleno de tiniebla, horror y espanto, cuan ajeno de luz y de alegría. Y pues de agora se comienza el llanto, ved qué será en efeto la partida, si sólo el esperalla duele tanto. Será gran bien en pena tan crecida que, pues partiendo de mi bien me alejo, antes que parta el pie parta la vida. Mas el injusto Amor, de quien me quejo, permite, para daño más notable, que deje, sin morir, el bien que dejo. ¡Oh fortuna envidiosa y variable, que apenas vi mi bien ya desparece, tanto te precias de tu ser mudable! Aún bien no amaneció cuando anochece, que en el bien que he tenido ser primero su fin que su principio me parece. Mas mi sustentamiento verdadero, partiéndome de vos, por quien vivía, es la esperanza de volver do espero. Ni aunque me vaya donde nace el día tendrá el sol rayo tan resplandeciente que alumbre en su tiniebla el alma mía. Otra alba han menester, otro orïente mis ojos, que sin vos hallan escuro del cielo el resplandor más excelente. Y el bien que más deseo y más procuro casi me ofende, que es dejarme veros, visto a lo que partiendo me aventuro. Y amenázame Amor con el perderos, aunque mi corazón no lo consiente, que desto se asegura con quereros. Pero, señora, quien os ve presente ¿qué corazón tendrá para acordarse que de esos ojos se ha de ver ausente, y para ver la triste hora llegarse en que los míos hayan de partirse del bien de que no saben apartarse? Si la pasión que desto ha de sentirse es cierto que ha de ser conforme al daño, harto se manifiesta sin decirse. No digo la que siento en el engaño de ser mi voluntad desconocida, que éste es otro dolor nuevo y extraño: ver que cosa de vos va tan sabida no queráis por su nombre confesalla por no la agradecer siendo creída; que, aunque jamás yo supe declaralla, sé que de vos por un igual se entiende esto que digo y lo que el alma calla. Mas lo que en mi partida ella pretende y, en pago de su fe, por ella os pido, si el pedillo, señora, no os ofende, es sólo que a un querer tan conocido le deis su nombre, y que no sea pagado el jamás olvidaros con olvido, ni con ese descuido mi cuidado. Glosas deste verso: "Quiero lo que no ha de ser" 1 Si medir yo mi deseo con lo posible pudiera, tan libre ahora me viera cuan sin libertad me veo; pero pasó mi querer sin podelle detener, tanto de lo que se espera que, dejando lo que fuera, quiero lo que no ha de ser. El bien que basta querelle para poder alcanzalle, el que para en desealle aún no llega a merecelle. Así me lo dio a entender Amor, que pudo hacer poco todo lo posible, por donde con fe inamovible quiero lo que no ha de ser. Merece ser condenado por grosero el amador que quiere cerrar a Amor en término limitado; y pues para su poder mil ejemplos hacen ver que es corto y estrecho el mundo, yo, que en su valor me fundo, quiero lo que no ha de ser. Claro está que perdería gran parte de su valor, si se sujetase Amor sólo a lo que ser podría. Y no alcanzando a saber a dónde llega un querer, ni fuera vida el vivir ni pudiera yo decir quiero lo que no ha de ser. Encierra un nuevo esperar en sí la desconfianza, y así no falta esperanza cuando más viene a faltar; y pues podella tener disminuye el merecer y la fe pierde su grado, satisfecho de mi estado, quiero lo que no ha de ser. 2 Si al sospechoso acrecientan las sospechas que le dan, certezas se le harán. Es cosa en amor muy hecha, donde no hay hora segura, el venir siempre en figura de verdad cualquier sospecha; pero si el dolor estrecha a quien sospechas le dan, certezas se le harán. Vienen con tal desatino y es tal su naturaleza, que de sospecha a certeza no hay un hora de camino, que al corazón adivino males que nunca vendrán certezas se le harán. A la más adversa suerte resiste un buen amador, mas la fuerza de un temor enflaquece lo más fuerte: no le busquen otra muerte, que, si sospechas le dan, aquéllas le acabarán. No se levantan del suelo un dedo en su nacimiento, y llegan en un momento con las cabezas al cielo; nacen de fuego y de yelo y, en fin, del lugar do están muy tarde o nunca se van. Fuerzan a creer de hecho cualquier manifiesto engaño, y antes la mentira en daño que la verdad en provecho. Al entrar rompen el pecho, si la entrada no les dan para el corazón do van. De cualquier ligero viento suelen nacer y formarse, y vienen luego a fundarse sin tener más fundamento; en llegando al pensamiento, al corazón llegarán y allí permanecerán. Y, para que no se sientan, nunca es parte la razón, porque ellas el todo son en el lugar donde asientan; y si después se acrecientan por mano de quien se dan, juzgad el mal que harán. 3 Pues que no se ha de hacer lo que mi querer desea, quiero lo que no ha de ser, quizá con no lo querer posible será que sea. Pues por derecho camino pierdo siempre lo que espero, ya, señora, lo que quiero no querello determino. Orden nueva ha de tener el alma en lo que desea, quiera lo que no ha de ser, quizá con no lo querer posible será que sea, No hay bien que para alcanzalle me haya bastado querelle y, para luego perdelle, basta sólo el desealle. Y a quien ha de suceder al revés cuanto desea, quiera lo que no ha de ser, quizá con no lo querer posible será que sea. Así, porque mi servicio ante vos algo merezca, procuraré que os parezca el serviros deservicio; y que mi extremo querer no se reciba ni crea sino por aborrecer, por ver si podrá valer para que lo que es no sea. De lo que no os acordáis será el olvido remedio, y el callar tendré por medio para que mi mal sepáis. Apartaréme de os ver para que mejor os vea, y así probaré a hacer que sepáis lo que es querer, y que lo imposible sea. De hoy más sirva la esperanza sólo de desconfiar, porque ya para esperar quiero la desconfianza. Ésta es la que ha de traer al alma el bien que desea, pues esperar y querer cualquier bien que pueda ser hacen que cierto no sea. Para más presto llegar alargaré mi camino, usando del desatino para poder atinar. Así quiero pretender que alguna señal se vea del bien que no puedo haber, y que lo que no ha de ser por razón sin ella sea. Para apartarme del daño procuraré de dañarme, y para desengañarme entraré en mayor engaño. No veré ni quiero ver lo que más claro se vea, ni querré lo que ha de ser, pues que hace mi querer que lo que ha de ser no sea. Cuando viere en este mar mayor peligro y más cierto, apartaréme del puerto para podelle tomar. Y pues es claro de ver que en atajar se rodea, quiero lo que no ha de ser, quizá con no lo querer posible será que sea. Así en figura mudado será cuanto digo agora, mas mí voluntad, señora, no tiene mudable estado: que dejaros de querer no es posible que se vea ni nadie lo espere ver, porque nunca vendrá a ser sino cuando yo no sea. 4 Zagala, di, ¿qué harás cuando me verás partido? -Carillo, quererte más que en mi vida te he querido. Dime, pues fortuna ordena mi pasión y mi partida, si será de ti sentida parte alguna de mi pena; o si no, siendo partido, zagala, di, ¿qué harás? -Carillo, quererte más que en mi vida te he querido. ¡Oh, si, viéndome yo ausente destos campos y ribera, te fuese siempre, cual era, mi pena y amor presente! Mas temo que, con ser ido, desto te disculparás. -No, sino quererte he más que en mi vida te he querido. Fortuna tendrá poder para apartarme de verte, pero del bien de quererte jamás lo podrá hacer; mas tú, viéndome partido, zagala, ¿qué sentirás? -Carillo, quererte más que en mi vida te he querido. Dóblame el dolor que siento de verme apartar de ti el pensar que sólo en mí se halla este sentimiento, y que de verme partido por ventura holgarás. -No, sino quererte he más que en mi vida te he querido. ¿Cómo estará asegurado de tanto bien en ausencia el que, muriendo en presencia, temió de ser olvidado? Temo que, en siendo partido, por muerto me juzgarás. -No, sino quererte he más que en mi vida te he querido. Mira que es grave el dolor que me causa esta mudanza, y que a débil esperanza siempre la vence el temor; y, siendo así, de tu olvido ¿qué seguridad me das? -Carillo, quererte más que en mi vida te he querido. Respuestas 1 Si confesar yo quererte no te quita de fatiga, Carillo, no sé qué diga que baste a satisfacerte; mas por ser tú endurecido desto no me mudarás, porque he de quererte más que en mi vida te he querido. Partiendo, no lleves miedo, carillo, sólo de ti, pues si tú partes sin mí, también yo sin ti me quedo; y, cuando fueres partido, mira que dejas atrás la que ha de quererte más que en su vida te ha querido. ¿Qué mayor seguridad quieres de lo que te toca que verme a mí por mi boca descubrir tan gran verdad? Si hasta aquí no me has creído, sé que en fin me creerás, porque he de quererte más que en mi vida te he querido. Si lo que digo no fuese verdad en el alma mía, carillo, ¿quién me podría forzar a que lo dijese? Bien podrás tú ser partido, mas de mí nunca sabrás sino que te quiero más que en mi vida te he querido. Soneto sobre la red de amor Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha la red de Amor, que a tanta gente prende? ¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende, no está del tiempo ya rota o deshecha? ¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha, pues hierro ni valor se le defiende? ¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende, de plomo, plata y oro tanta flecha? Y si dicen que es niño, ¿cómo viene a vencer los gigantes? Y si es ciego, ¿cómo toma al tirar cierta la mira? Y si, como se escribe, siempre tiene en una mano el arco, en otra el fuego, ¿cómo tiende la red y cómo tira? Sonetos 1 De amor se hace, y por él mesmo es hecha la red de amor que a tanta gente prende, y como la refuerza el que la tiende, no está ni puede estar rota o deshecha. Hermosura es el arco que Amor flecha, del cual ninguna fuerza se defiende, y el gusto humano es quien le da y le vende de diversos metales tanta flecha. Nace niño, y por horas crece y viene a ser más que gigante y, siendo ciego, vuélvese un Argos al tomar la mira y un mostruo tan extraño, que, aunque tiene en una mano el arco, en otra el fuego, con mil tiende la red y con mil tira. 2 La red de amor, pues por Amor es hecha, no es de maravillar si a tantos prende ni que, pues él la coge y él la tiende, la guarde sin estar rota o deshecha; ni que, del arco que Amor hace y flecha, trabaje en vano aquél que se defiende, ni que se engañe quien le da y le vende, mirando y deseando, tanta flecha. Es niño y vence, porque él solo viene a poder lo imposible, tal que ciego muy cierta, sin mirar, toma la mira, y nos hace sentir que a un tiempo tiene las manos en el arco y en el fuego, y prende con la red, y abrasa y tira. 3 La red de amor es invisible y hecha de suerte que, sin verse, enlaza y prende, y de valerle tanto al que la tiende procede el nunca estar rota o deshecha. Deleite forja el arco que Amor flecha, del cual nuestro valor mal se defiende, y el flaco natural le da y le vende, para daño del mundo, tanta flecha. Amor es fuerza indómita, aunque viene en figura de niño, y aunque es ciego, sola su voluntad es punto y mira; y así, pudiendo cuanto quiere, tiene en una mano el arco, en otra el fuego, cuando tiende la red y cuando tira. 4 Cuando era nuevo el mundo y producía gentes, como salvajes, indiscretas, y el cielo dio furor a los poetas y el canto con que el vulgo los seguía, fingieron dios a Amor, y que tenía por armas fuego, red, arco y saetas, porque las fieras gentes no sujetas se allanasen al trato y compañía; después, viniendo a más razón los hombres, los que fueron más sabios y constantes al Amor figuraron niño y ciego, para mostrar que dél y destos hombres les viene por herencia a los amantes simpleza, ceguedad, desasosiego. 5 De oliva y verde yedra coronado, cuando el rayo del sol es más caliente, vueltos los ojos a una clara fuente, y al pie de un alto pino recostado, sin acuerdo de sí ni del ganado, que de pacer dejaba al son que siente, así soltó la voz süavemente de amores un pastor apasionado: «Las ondas cesarán del mar profundo, por altas cumbres subirán los ríos, sin hoja verde nos vendrá el verano y escuro hará el sol antes el mundo que, aunque refuerce Amor los males míos, a Silvia deje de adorar Silvano». 6 Como vemos que un río mansamente, por do no halla estorbo, sin sonido, sigue su natural curso seguido tal, que aun apenas murmurar se siente; pero, si topa algún inconveniente, rompe con fuerza y pasa con ruïdo tanto, que de muy lejos es sentido el alto y gran rumor de la corriente; por sosegado curso semejante fueron un tiempo mis alegres días, sin que queja o pasión de mí se oyese; mas como se me puso Amor delante la gran corriente de las ansias mías, fue fuerza que en el mundo se sintiese. 7 Pastora en quien mostrar quiso natura, a la miseria deste bajo suelo, la más cierta señal del bien del cielo y un claro sol en la tiniebla escura, si pastoral ingenio a tanta altura pudiese levantar su corto vuelo, que cantase Damón cuánto consuelo es verte y no te ver cuál desventura, desde el un polo al otro se sabría que no yo solo, mas cualquier que ausente de tu presencia vive, oh Galatea, debe sentir la mesma pasión mía, pues sola en ti se halla juntamente cuanto bien se procura y se desea. 8 Mientras amor con deleitoso engaño daba color a la esperanza mía, el seso, lo mejor que él entendía, declarar procuró mi mal extraño. Pero ya que llegar a ser tamaño le vio, y que iba creciendo cada día, dejó la menos necesaria vía por más considerar el propio daño. Desde allí, va en silencio y noche escura, con mil acuerdos de mi bien pasado y del presente mal, paso mi vida, que en tal extremo está de desventura, que, si hay firmeza en miserable estado, ni puedo ya subir ni dar caída. 9 Nunca me vi tan solo ni apartado, que lo pudiese estar de un pensamiento que me renueva el doloroso cuento de mi estado presente y del pasado; do Amor, por verme siempre lastimado con apariencias de contentamiento, modera su rigor, y luego siento con esperanza mi temor mezclado. Entran luego los dos en su porfía, donde en fin el temor vence la prueba y pierde la esperanza mal fundada. En esto estoy mil veces cada día, y siempre el mesmo caso me renueva tristes congojas y, pasión doblada. 10 Vivir, señora, quien os vio, sin veros, no es por virtud ni fuerza de la vida, que, en partiendo de vos, fuera perdida, si el dejaros de ver fuese perderos; mas de tanto valor es el quereros, que, teniéndoos el alma en sí esculpida, de su vista y memoria, que no olvida, ninguna novedad basta a moveros. Así, aunque lejos de vuestra presencia, vos sola me estaréis siempre presente y no me faltaréis hora ninguna, sin que puedan tenerme un punto ausente el áspero desdén, la cruda ausencia, nueva llaga de amor, tiempo o fortuna. Sonetos en prisión de franceses 1 Como el poderos ver, señora mía, me sustentaba sin usar de otra arte, cuando en segura y reposada parte Fortuna tanto bien me concedía; así, después que por contraria vía volvió su rueda, y con el fiero Marte, sin que cese su furia ni se aparte de mí, los dos me dañan a porfía, ni su poder ni la prisión francesa, do por nuevo camino me han traído, privarán de su bien mi pensamiento; con que no sólo ningún mal me pesa, mas aun, señora, viéndome perdido, conozco que lo estoy, y no lo siento. 2 Lo que es mortal padece esta prisión, que lo inmortal, señora, está en la vuestra; ésta tiene de mí sola la muestra, la vuestra tiene el alma y corazón. Por donde yo no hallo por razón que a Fortuna llamar deba siniestra, pues ella me guió con mano diestra a veros y a sufrir por vos pasión. Así de todo el mal en que me ha puesto, cuando pienso este bien en que me puso, no sólo le perdono su mudanza, pero aun no estando satisfecha desto, de cualquier otro mal también la excuso. salvándose de veros mi esperanza. 3 Cuando contemplo el triste estado mío y se me acuerda mi dichoso estado, hallo mi ser en todo tan trocado, que pensar tuve bien es desvarío. Con mi memoria por mi mal porfío, pues, si no es esperanza en bien pasado, y en ella con razón fui confiado, con muy mayor agora desconfío. Ausencia, de pasiones madre y fuente junta con el temor de vuestro olvido, del cual aun en presencia me temía, hacen con fuerza del dolor presente parecerme, según ya estoy perdido, que ni fue ni vi entonces lo que vía. Soneto de Silvano a su pastora Silvia Cuando la alegre y dulce primavera a partir sus riquezas comenzaba, y de los verdes campos desterraba aquella estéril sequedad primera, un pastor triste y solo en la ribera de Tesín gravemente sospiraba, y vi que en un alto olmo que allí estaba con un hierro escribió desta manera: «Si, de amor libre, por aquí pasare acaso algún pastor, cualquier que fuere, huya desta ribera y deste llano, que, cuando más sin pena se hallare, si a Silvia la cruel pastora viere, por ella morirá como Silvano. Canto de Silvano A la sazón que se nos muestra llena la tierra de cien mil varias colores, y comienza su llanto Filomena; cuando, partido Amor en mil amores, produce en todo corazón humano como en la tierra el tiempo nuevas flores; al pie de un monte, en un florido llano, a la sombra de una haya en la verdura. cantaba triste su dolor Silvano, y asegundaba voz en su tristura el agua que bajaba con sonido de una fuente que nace en el altura. Pastor en todo el valle conocido, a quien la musa pastoral ha dado un estilo en cantar dulce y subido. Después que su zampoña hubo templado, dijo, como si viera ante sus ojos a aquélla por quien vive apasionado: «Silvia cruel, pues que de mis enojos el número mayor más te contenta, y es tuya la vitoria y los despojos, muévete al menos a tomar en cuenta aquella voluntad tan conocida con que sufro el dolor que me atormenta. No sé por qué de ti ya no es creída, si no porque de grande es increíble y tú, enemiga, de ti poseída. ¡Oh, si me fuese ahora tan posible acabar ante ti por contentarte, como vivir sin ti me es imposible! En pago de aquel tiempo que en mirarte gasté contento, cuando no mostrabas como huelgas ahora de alejarte, Silvia cruel, que verte me dejabas, porque venido al tiempo de no verte me viese cual tú verme procurabas, si del atrevimiento de quererte merecí pena, ya la padecía, que bastaba perderme sin perderte. Acuérdome de un tiempo que solía contar Silvano el triste sus pasiones, y Silvia la cruel se las oía. Acuérdome que mis toscas razones hallaban en tu pecho acogimiento, si hallaban también contradicciones. Acuérdome también que mi sustento era tu vista y desto se holgaba quien huelga ahora de mi perdimiento. ¡Quién me dijera, cuando yo te daba cuenta tan larga de las ansias mías, que desventura tal se me guardaba! ¡Quién me dijera, Silvia, que encubrías, so color de dolerte, la crueza que al fin acabará mis tristes días! No pienses que tendrá ya tu fiereza lugar en mí do pueda ejecutarse, que la fuerza que viste es ya flaqueza. Mi vida es la que gana en acabarse, tú sola perderás en que se acabe, que yo no pierdo sino en dilatarse. Este alto monte, que mis ansias sabe, por mi contino canto doloroso sabe la crueldad que en Silvia cabe. Y al son que hacen triste, y tan lloroso, las ninfas del Tesín en su ribera, responden las del Po, claro y famoso. Deste llano, do siempre primavera hallaban los pastores y el ganado, hora huye y se aparta toda fiera. Sólo Silvano, el triste desdichado, a llorar su dolor y desventura quedó, como en desierto, desterrado. ¡Cuán diferente ya en esta pastura de aquél que ahora soy me vi cantando, no versos de dolor ni de tristura, sino de tal sujeto que, en tocando, la rústica zampoña resonaba mi suerte y tus bellezas alabando! Y de las dos riberas se juntaba la más sentida parte de pastores, que, estimando mi canto, me escuchaban. Allí los más penados amadores a cantar comenzaban dulcemente en amoroso verso sus dolores. De sombra en sombra, de una en otra fuente, en loar cada cual a su pastora, procuraba mostrarse más valiente. Donde no se pasó jamás un hora que tu precioso nombre no se oyese, tu nombre, Silvia, por quien muero agora. Ni pienso que algún olmo o salce hubiese, do escrita de mi mano por tu gloria parte de tu valor no se leyese. Con esta simple pastoral historia procuraba dejar en estos llanos inmortal para siempre tu memoria. Porque del bien de nuestra edad ufanos pudiesen en el tiempo venidero gozarse los pastores comarcanos. Entonces tuve vida, ahora muero; entonces, Silvia, no menospreciabas a tu pastor Silvano, aunque grosero; entonces vi que no te desdeñabas de alegrar con tu vista estas riberas, sin mostrar que de verme te enojabas. Gozábamos tu vista, tus maneras, tu habla, tus graciosos movimientos para hacer mil almas prisioneras. Y todas mis congojas y tormentos con tu presencia así se deshacían como la niebla con furiosos vientos. Cuando estos campos tanto bien tenían, los árboles, las flores y los prados de granizo ni piedra no temían. Todos los frutos por aquí sembrados se vían de hora en hora levantarse como por mano de natura alzados, y todas estas yerbas alegrarse, como se ven ahora, no te viendo, antes de tiempo y sin sazón secarse. Pero cual yo te vi flores cogiendo por estos campos es para sentirse sólo en el alma, y voylo yo diciendo. Al aire esos cabellos vi esparcirse, en mil ñudos al aire esos cabellos, y luego de una nube el sol cubrirse de corrimiento y pura envidia dellos, hasta que tú, porque él se descubriese, tornabas a encubrillos y cogellos. Si con el bien perdido se perdiese la memoria que vive tan dañosa, aún pienso triste que vivir pudiese; pero con ella en ansia congojosa pasaré con dolor lo que me queda, que es poco, desta vida trabajosa. Volvió Fortuna su mudable rueda porque en estado triste y miserable quejarme siempre sin valerme pueda. Y tú, Silvia cruel, fuiste mudable con quien tuvo y tendrá siempre contigo una fe y un amor tan entrañable. Pues si tal crueldad usas comigo, procurar, siendo tuyo, de acabarme, ¿qué más puede esperar un enemigo? En comenzando tú a desampararme, me faltó todo bien y la esperanza que en algún tiempo no solía faltarme. Has mudado mi ser con tu mudanza, y sola una señal no me dejaste de bien en que tuviese confianza. Y pienso que, de ver que no acabaste esta sombra que queda de la vida, aún no juzgas mi mal tanto que baste. Pues aunque tu belleza es tan subida, no soy tal, si lo miras, que merezca que de mí te desprecies ser querida. Ni tan disforme soy que, do se ofrezca mostrarme con pastores mis iguales, no pueda parecer, y no parezca. Y tú mesma de nuestros mayorales siempre viste tenerse y estimarse Silvano, el que ahora muere, y no le vales; pues de lo que un pastor debe preciarse, en nuestro valle ningún otro veo que de mí le hayas visto aventajarse. Mi canto ya le oíste, y yo no creo que pudiera de ti ser más loada la musa de Damón y Alfesibeo. Mas triste, sin ventura, todo es nada: ¿qué vale fe en amor, ni partes buenas, a pastor cuya vida es malhadada? Antes ayudan a doblar las penas, que tanto más las siente el que padece, cuanto más le debieran ser ajenas. Porque al pastor que menos lo merece la Fortuna cruel se muestra amiga, y al que merece más desfavorece. No sé, Silvia, qué piense o qué me diga, sino que ya no espero que se amanse tu enojo ni que menos me persiga. Mis días hacia el fin vuelan y vanse, y pienso serán antes consumidos que vea un hora sola en que descanse. ¡Oh, si ahora mis versos doloridos con este triste son se levantasen y pudiesen llegar a tus oídos! Que ya que tu dureza no ablandasen, yo sé que de mi mal alguna parte que negar no pudieses te mostrasen; no porque vayan guarnecidos de arte, sino por ser el cuento simple y puro del dolor que comigo Amor reparte. Versos movieron corazón muy duro, mas es el tuvo duro en tal extremo, que ni lo espero ya ni lo procuro, ni busco otro remedio, antes lo temo, pues sale de mis ojos siempre un río que pasa por la llama en que me quemo; y ni el gran fuego al triste llanto mío disminuye el humor que le sustenta, ni decrece el ardor por agua o frío. Y si pena mayor quieres que sienta, o mayor puede ser, mándalo luego, que cosa no querrás que no consienta. Mas mira el triste llanto y vivo fuego que me consume y arde, y verás claro que no puedo pasar de donde llego, que ni a pastor jamás costó tan caro amar pastora, ni la quiso tanto, ni se vio perdición tan sin reparo». Aquí llegó Silvano con su canto, dando por fuerza de pasión tamaña fin a los versos y principio al llanto. Eco, del centro de la gran montaña, resuena en su favor, ya por costumbre, con temerosa voz, triste y extraña. Mas como Febo, con su clara lumbre, acabó de encubrirse y esconderse, desamparando ya toda alta cumbre, y se alegraba Endimión de verse cercano de gozar su bien tamaño, comenzó el pastor triste a recogerse, llevando a la majada su rebaño. Soneto La grave enfermedad que en Silvia vía lloraba triste su pastor Silvano, cuando, mirando en la siniestra mano, le vio un agudo hierro que tenía, así diciendo: «De la furia mía guárdese todo corazón humano». ¿Y qué hará con gesto alegre y sano la que doliente y tal esto hacía? Mostró que, pues peligro descubierto tan claro desengaña al que le viere, huyan todos la muerte conocida, porque el daño mayor está encubierto, que el triste que a quererla se atreviere harto más aventura que la vida. Silvano a Silvia A Silvia la crüel salud envía Silvano el triste, de quién él la espera, que habella de otra parte desconfía. Yo quisiera hacerte, si pudiera, esta mi carta alegre o menos triste, mas salióme por fuerza verdadera. En ella te verás cual siempre fuiste, soberbia vencedora de un vencido que no se defendió ni se resiste. Y a mí me verás tal, y tan perdido, como tú mesma desear podrías, que es cuanto puede ser encarecido. Verás aquellos tan sabrosos días, que con tu voluntad gocé de verte, vueltos en ansias y en congojas mías. Temo contar mi dolorosa suerte que sé que a cada paso deste cuento he de topar mil veces con mi muerte. Y aunque palabra para sentimiento de tan creidos males no hay ninguna, lo que puedo diré de lo que siento. Bien sé que el triste canto te importuna, porque ya con mi suerte le ha mudado de alegre en doloroso mi fortuna. El doloroso verso enamorado, que un tiempo tus oídos deleitaba, en triste y enojoso se ha trocado. Entonces que mi vista te gozaba, con que tú me mirases, o mirarte, toda amorosa queja se templaba. Pero ya con el vano imaginarte, ¿de qué sustentaré mi triste vida, buscándote mis ojos sin hallarte? Nunca sentí tal pena que, medida con la gloria de verte, no la viese menor mil veces, aunque muy crecida. Ni tormento sufrí que Amor me diese que, pensando en el bien de tu presencia, aunque fuese mortal, yo le temiese. Mas ¡oh dura, cruel, grave sentencia de Amor y mi fortuna, que han querido que sufra un cuerpo de su alma ausencia! ¡Cuánto más sano y cuán mejor partido me fuera el acabar, que tú lo vieras! Mas porque fuera lo mejor, no ha sido. Entonces a lo menos me creyeras ni hubieras visto lo que me decías: que nunca fue mi mal pena de veras, y que eran de obstinado mis porfías, y que por mi placer te importunaba, buscando de enojarte nuevas vías. Si penaba de veras o burlaba, puédeslo ver en lo que paso ahora, que el fin por el principio se mostraba. Si padecer un mal que no mejora, ni espera mejorar de ningún arte, ni siente de descanso sola un hora; si en ausencia quererte y contemplarte, si tener en el alma tu figura, y sólo al corazón dar della parte; si en tan grave pasión y desventura sumarse mi remedio y mi consuelo en ver o imaginar tu hermosura y, para mayor daño y desconsuelo, tener Amor en mí la entrada cierta al dolor miserable del recelo; si haber cerrado a todo bien la puerta, y abrirla a todo mal de la manera que Amor por acabarme lo concierta, no son de mi congoja lastimera para poderla ver ciertas señales, ¿cuáles serán de pena verdadera? Pero las mías, aunque son mortales, bien sé que no podrán satisfacerte, porque a tu voluntad no son iguales. Así jamás espero de tenerte, por males que padezca, satisfecha, aunque morir me vieses por quererte. Mas esta vía he de seguir derecha por no faltarme a mí de lo que debo, que contigo bien sé que no aprovecha. Por presupuesto ya en mis males llevo que ni en mí el padecer es cosa nueva, ni en ti no conocerlo es caso nuevo. No tengo para qué hacer más prueba, que ya tu voluntad está probada, pues que por ella tanto mal se aprueba. De mi vida presente y la pasada quedará para ti sabrosa historia del alma por mi mano trasladada. De mis penas tendrás dulce memoria, y en la diversidad de cada una diversamente te verás en gloria. Holgarás con Amor y con Fortuna, que con tu voluntad se han concertado, y en todos tres la voluntad es una. Verás los dos para lo que han bastado; verás también a lo que tú bastaste, que pudiste acabar lo comenzado; verás cumplido cuanto procuraste, y más se cumplirá si más procuras, que en mí no tiene tu querer contraste. Disparates los llamas y locuras, mas, ¡oh, cuán diferente es el juicio del que se halla envuelto en desventuras! Tú en lastimarme seguirás tu oficio, yo en padecer seguiré siempre el mío, que efetos son los dos de tu servicio. Y si mis quejas a escribir porfío, no es ya porque yo espere de ablandarte, que esperallo sería un desvarío, ni porque piense que la menor parte del mal que hasta ahora he padecido pueda mi bajo estilo declararte: que en uno será siempre lo que ha sido, y en otro yo sé bien si faltaría el más delgado estilo y más subido. Mas movióme a escribirte el ansia mía, ver que descanso en cosa no hallaba, y probéle a buscar por esta vía. Hame salido lo que yo esperaba, que en tales esperanzas no me engaño, aunque del mal forzado lo probaba; mas aunque su dolor grave y extraño sojuzga ya del todo el sufrimiento, pido que crezca en mí, si puede, el daño, pues con él crece tu contentamiento. Soneto Estas palabras de su Silvia cruda puso Silvano en esta haya umbrosa: «Silvia, do vemos de cruel y hermosa tales extremos que el mayor se duda, conociendo mi mal y que su ayuda es sola en mi remedio poderosa, mírame y de cruel en piadosa muestra querer mudarse, y no se muda. Con tales muestras me sostiene en vida, hasta que muerte o más dichoso hado me aparten del Tesín y su ribera. Y si esto puede una piedad fingida, considera, pastor enamorado, lo que podría hacer la verdadera». Quejas de ausencia enviadas a su mujer No sé por qué culpa o yerro, señora, me desterraron, mas sé que me condenaron más a muerte que a destierro cuando de vos me apartaron; que en ser de vos apartado, mi temor y mi cuidado, mi tristeza y mi pasión serán sin limitación, aunque el tiempo es limitado. No me puede el tiempo dar alivio con limitarse, pues el mal que ha de pasarse puede también acabar la vida como acabarse; ni sin vos podré tener sino siempre que temer entretanto que no os viere, porque, aunque veros espere, en fin esperar no es ver. Bien sé que algunos dijeron que nuestra imaginación hace caso, y lo escribieron, mas no entiendo en qué razón se fundan, si lo creyeron; pues, si pudiera traeros a mis ojos el quereros con el siempre imaginaros, ni me faltara el miraros ni me matara el no veros. Verdad es que en esta ausencia, puesto que el alma suspira, siempre os tiene en su presencia, y los ojos con que os mira son de mayor excelencia: porque os miran, siendo ausente, tan firme y seguramente, que de poderos mirar jamás los podrá apartar ausencia ni otro acidente. Mas los míos que os miraban y mirándoos, conocían el regalo en que vivían, el bien que en veros gozaban y el que partiendo perdían, no tienen más que perder: pues no veros es no ver, sólo les queda esperar que, volviéndoos a mirar, vuelvan a cobrar su ser. Y si fuere del temor esta esperanza vencida, mi memoria, que no olvida, defenderá del dolor, en vuestra ausencia, la vida; que aunque el continuo acordarme no puede ni basta a darme consuelo ni bien entero, en falta del verdadero éste no puede faltarme. Porque tan aceto ha sido en el alma este cuidado, que fue, en habiéndoos mirado, de mi memoria el olvido para siempre desterrado; la cual del bien que tenía dio al juicio, en aquel día la parte que en él cupiese, para que lo más creyese, pues lo menos entendía. Así en esto convinieron memoria y entendimiento, uno y otro tan contento, que con vos sola tuvieron cumplido contentamiento; y su acordar y entender pudieron luego mover a la voluntad que fuera sola en esto, y la primera cuando lo pudiera ser. No es dudosa esta verdad ni flaco su fundamento, pues os dan seguridad memoria y entendimiento juntos con la voluntad; los cuales de tal manera se conforman en que os quiera, que, según todos declaran, a quereros me forzaran si de grado no os quisiera. Aunque no fuera el forzarme por el usado camino por donde solían llevarme Amor y mi desatino, sin poder yo remediarme; do, si tuve algún poder, faltóme en ello el saber, pero sé que, aunque supiera valerme, no lo hiciera ni lo quisiera hacer. Mas ya sé, ya puedo y quiero seguir la más sana vía, pues por la que antes seguía he visto el despeñadero con la claridad del día: ya me espinan los abrojos, ya el sol alumbra mis ojos, que estuvieron deslumbrados, y pasaron mis cuidados, que no fueron sino antojos. Amo ya seguramente sin duda de ser pagado, imagino el mal pasado, considero el bien presente, y así es el gusto doblado: con aquél sentí tormento, con éste, en contentamiento me voy siempre mejorado; del uno quedo burlado, y del otro, más contento. Hizo Amor del yelo y fuego süave y dulce templanza, de mi temor esperanza, de mi cuidado sosiego, de su tempestad bonanza. Ya no sólo me aseguro de Amor, pero dél procuro llegar a mayor extremo, como quien a vela y remo navega su mar seguro. Y, si otro tiempo aprobaba cosas dél que agora niego, ya vio por milagro el ciego, pues yo, de donde llegaba, pude volver donde llego, que es donde he descubierto el pasado desconcierto, y me ha dado el desengaño de tanta fortuna y daño seguridad en su puerto. Vos, señora, sois y fuistes de todo este bien la guía, y al peligro en que me vía, cuando vos me socorristes, tal socorro convenía. Así, en cuanto digo y hago, so tan corto que no os pago, que, aunque basta y aprovecha para estar vos satisfecha, a mí no me satisfago. Esto solo os debe dar alguna satisfación, que en el alma y corazón tenéis, señora, el lugar que se os debe por razón; aunque por la parte humana, que es también sincera y sana, pierden y están mis sentidos en esta ausencia perdidos donde sola el alma gana. Estas dos partes, señora, que el alma y sentidos fueron, aunque siempre difirieron, en quereros nunca un hora discordes jamás se vieron; y, si estarlo parecía sobre cuál más os quería, quedaban, hecha su cuenta, cada cual dellas contenta con el bien que le cabía. Mas las dos han ya venido en caso tan desigual, que tiene la principal el bien que siempre ha tenido, y la otra sólo el mal; porque el destierro y ausencia no quitan su preeminencia de veros a la mayor, y hay de vos a la menor mil leguas de diferencia. Y así me aparta el remedio Fortuna, que me destierra de la paz a tanta guerra, do mi vista tenga en medio tanta distancia de tierra, que, aunque el tiempo da y consiente esperanzas al doliente, hace el temor no sentir, del bien que está por venir, alivio en el mal presente. Y, aunque es alguno pensar en volveros presto a ver, he ya llegado a saber que no esfuerza el esperar cuanto desmaya el temer. Y en ausencia, este consuelo llega helado más que el yelo y deshácese en un hora, que en este estado, señora, mucho más puede el recelo. Y así parte tan caída nunca mejora aunque espere, que, si el bien se le difiere, resiste poco la vida a mal que tan recio hiere. Mas haga el cielo que os vea quien tanto veros desea, pues sin esto no hay consuelo, ni sin vos en este suelo para mí bien que lo sea. Vuele el tiempo como puede, y con tal fuerza lo haga, que en esto me satisfaga, pues de su tardar procede todo el dolor de la llaga: porque estos ojos y oídos, privados y distraídos de todo el bien que desean, hasta que os oyan y vean no se llamarán sentidos. Madrigales a una señora 1 En un contino llanto hasta acabar la vida, ¿quién no murió de ver vuestra partida? Y es muy poca señal de mal tan fuerte tal pérdida llorada, pues con el postrer daño, que es la muerte, aun no fuera igualada. Sólo puede igualarle mi quedada, pues siendo vos partida, quedé yo sin el alma y sin la vida. 2 En el tiempo, señora, que encubría lo que publico agora, no tuve de descanso sola un hora. Lo que sentía me forzó a quejarme, y quedo más quejoso, porque lo que busqué para aliviarme me da menos reposo; y pues todo camino es tan dañoso, yo tomo por mejor dejarme en vuestra mano y la de Amor. Epitafio puesto en un retrato de una señora El que ensalzar procura su sentido y de toda bajeza libre verse, el que más sin remedio está perdido y cobrarse quisiere con perderse, y el que busca el deseo bien cumplido y extremo que no pueda merecerse, de gracia, de valor y hermosura reposen, en mirando esta figura. A un buen caballero, y mal poeta, la lira de Gracilazo contrahecha De vuestra torpe lira ofende tanto el son, que en un momento mueve al discreto a ira y a descontentamiento, y vos sólo, señor, quedáis contento. Yo en ásperas montañas no dudo que tal canto endureciese las fieras alimañas, o a risa las moviese si natura el reír les concediese. Y cuanto habéis cantado es para echar las aves de su nido, y el fiero Marte airado, mirándoos, se ha reído de veros tras Apolo andar perdido. ¡Ay de los capitanes en las sublimes ruedas colocados, aunque sean alemanes, si para ser loados fueran a vuestra musa encomendados! Mas ¡ay, señor, de aquélla cuya beldad de vos fuere cantada!, que vos daréis con ella do verse sepultada tuviese por mejor que ser loada. Que vuestra musa sola basta a secar del campo la verdura, y al lirio y la vïola, do hay tanta hermosura, estragar la color y la frescura. Triste de aquel cautivo que a escucharos, señor, es condenado que está muriendo vivo de versos enfadado, y a decir que son buenos es forzado. Por vos, como solía, no reprehende Apolo ni corrige la mala poesía, ni las plumas rige, pues la vuestra anda sola y nos aflige. Por vuestra cruda mano aquella triste tradución furiosa no tiene hueso sano, y vive sospechosa que aun vida le daréis más trabajosa. Por vos la docta musa no da favor a nadie con que cante, y mil querellas usa con un llanto abundante, mas nunca escarmentáis para adelante. A vos es vuestro amigo grave, si no os alaba, y enojoso, y si verdad os digo, daisme por ambicioso, por hombre que no entiende o sospechoso. Si yo poeta fuera, viendo la cosa ya rota y perdida, a Apolo le escribiera, pues que de sí se olvida, que reforme su casa o la despida. Que no ha sido engendrada la poesía de la dura tierra, para que sea tratada como enemigo en guerra de quien se muestra amigo y la destierra. Ella anda temerosa con sobrada razón, y tan cobarde, que aun quejarse no osa, ni halla quien la guarde de que en vuestro poder no haga alarde. Y estáis os alegrando, el pecho contra Apolo empedernido, y a su pesar cantando, de que él está sentido y el coro de las musas muy corrido. Por ley es condenado cualquier que ocupa posesión ajena, y es muy averiguado que con trabajo y pena el oro no se saca do no hay vena. Pues ¿qué podrá decirse de quien de versos llenos de aspereza no quiere arrepentirse, y para tal dureza anda sacando fuerzas de flaqueza? Señor, unos dejaron fama en el mundo por lo que escribieron, y de otros se burlaron, que, en obras que hicieron, ajeno parecer nunca admitieron. Palabras aplicadas podrían ser éstas a vuestra escritura, pero no señaladas, porque es en piedra dura, y ya vuestro escribir no tiene cura. Mas digo finalmente, aunque decirlo es ya cosa excusada, que no hagáis la gente de vos maravillada, juntando mal la pluma con la espada. Mueran luego a la hora las públicas estancias y secretas, y no queráis agora que vuestras imperfetas obras y rudo estilo a los poetas den inmortal materia para cantar, en verso lamentable, las faltas y miseria de estilo tan culpable, digno que no sin risa dél se habla. Acuña Manuel Biografía Poeta mexicano nacido en Saltillo, Coahuila, en 1849. A los veinte años de edad inició su carrera poética con una elegía a la muerte de su compañero y amigo Eduardo Alzúa. En el mismo año, fundó en compañía de varios intelectuales la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, en el seno de la cual dio a conocer sus primeros versos. En 1871 fue reconocido por la crítica por su drama «El Pasado», publicado en un folleto del periódico La Iberia intitulado Ensayos literarios de la Sociedad Nezahualcóyotl. Este folleto contenía además once de sus poemas y su famoso «Nocturno a Rosario», inspirado en el gran amor de su vida, Rosario de la Peña, quien estuvo íntimamente ligada a sus últimos años y pesó tanto en su ánimo que mucho tuvo que ver con su trágica muerte. Su obra poética está compuesta por poemas amorosos y satíricos, contenidos en la publicación «Donde las dan las toman» y en una edición póstuma aparecida en el año 1874. Se quitó la vida en diciembre de 1873. A ASUNCIÓN A CH... A ROSARIO A UN ARROYO A UNA FLOR ADIÓS AMOR HOJAS SECAS LA AUSENCIA DEL OLVIDO LA BRISA LA FELICIDAD MISTERIO NOCTURNO A ROSARIO POBRE FLOR POR ESO RESIGNACIÓN SI SUPIERAS NIÑA INGRATA... SONETO UN SUEÑO A ASUNCIÓN Mire usted, Asunción: aunque algún ángel metiéndose envidioso, conciba allá en el cielo el mal capricho de venir por la noche a hacerle el oso y en un acto glorioso llevársela de aquí, como le ha dicho no sé qué nigromante misterioso, no vaya usted, por Dios, a hacerle caso, ni a dar con el tal ángel un mal paso; estése usted dormida, debajo de las sábanas metida, y deje usted que la hable y que la vuelva a hablar y que se endiable, que entonces con un dedo puesto sobre otro en cruz, ¡afuera miedo! No vaya usté a rendirse ante el ruego o las lágrimas y a irse... que donde usted nos deje por seguir en el vuelo a su Tenorio, después irá a llorar al purgatorio sin tener quien la mime, aunque se queje... Conque mucho cuidado si siente usted un ángel a su lado, que yo, como su amigo, con tal que usted, Asunción, me lo permita, le aconsejo y le digo que después de Rosario y Margarita no admita usted más ángeles consigo. Estése usted con ellas compartiendo delicias e ilusiones todas las horas tienen que ser bellas; viva usted muchos años (como un humilde criado le diría) y mañana que sola o entre extraños se encuentre por desgracia en este día, si busca usted una alma que la ame, llame usted a mi pecho, y conque llame, si no estoy muerto encontrará la mía. A CH... Si supieras, niña ingrata, lo que mi pecho te adora; si supieras que me mata la pasión que por ti abrigo; tal vez, niña encantadora, no fueras tan cruel conmigo. Si supieras que del alma con tu desdén ha volado fugaz y triste la calma, y que te amo más mil veces, que las violetas al prado y que a los mares los peces; tal vez entonces, hermosa, oyeras el triste acento de mi querella amorosa; y atendiendo a mi reclamo, mitigaras mi tormento con un beso y un "yo te amo". Si supieras, dulce dueño, que tú eres del alma mía el solo y único sueño; y que al mirar tus enojos, la ruda melancolía baña en lágrimas mis ojos; tal vez entonces me amaras, y con tus labios de niño mis labios secos besaras; y cariñosa y sonriente a mi constante cariño no fueras indiferente. Ámame, pues, niña pura ya que has oído el acento del que idolatrarte jura; y atendiendo a mi reclamo, ven y calma mi tormento con un beso y un "yo te amo". A ROSARIO Esta hoja arrebatada a una corona que la fortuna colocó en mi frente entre el aplauso fácil e indulgente con que el primer ensayo se perdona. Esta hoja de un laurel que aún me emociona como en aquella noche, dulcemente, por más que mi razón comprende y siente que es un laurel que el mérito no abona. Tú la viste nacer, y dulce y buena te estremeciste como yo al encanto que produjo al rodar sobre la escena; Guárdala y de la ausencia en el quebranto, que te recuerde de mis besos, llena, al buen amigo que te quiere tanto. A UN ARROYO A mi hermano Juan de Dios Peza Cuando todo era flores tu camino, cuando todo era pájaros tu ambiente, cediendo de tu curso a la pendiente todo era en tí fugaz y repentino. Vino el invierno con sus nieblas vino el hielo que hoy estanca tu corriente, y en situación tan triste y diferente ni aún un pálido sol te da el destino. Y así en la vida el incesante vuelo mientras que todo es ilusión, avanza en sólo una hora cuanto mide un cielo; Y cuando el duelo asoma en lontananza entonces como tú cambiada en hielo no puede reflejar ni la esperanza. A UNA FLOR Cuando tu broche apenas se entreabría para aspirar la dicha y el contento ¿te doblas ya y cansada y sin aliento, te entregas al dolor y a la agonía? ¿No ves, acaso, que esa sombra impía que ennegrece el azul del firmamento nube es tan sólo que al soplar el viento, te dejará de nuevo ver el día?... ¡Resucita y levántate!... Aún no llega la hora de que en el fondo de tu broche des cabida al pesar que te doblega. Injusto para el sol es tu reproche, que esa sombra que pasa y que te ciega, es una sombra, pero aún no es la noche. ADIÓS A... Después de que el destino me ha hundido en las congojas del árbol que se muere crujiendo de dolor, truncando una por una las flores y las hojas que al beso de los cielos brotaron de mi amor. Después de que mis ramas se han roto bajo el peso de tanta y tanta nieve cayendo sin cesar, y que mi ardiente savia se ha helado con el beso que el ángel del invierno me dio al atravesar. Después... es necesario que tú tambien te alejes en pos de otras florestas y de otro cielo en pos; que te alces de tu nido, que te alces y me dejes sin escuchar mis ruegos y sin decirme adiós. Yo estaba solo y triste cuando la noche te hizo plegar las blancas alas para acogerte a mí, entonces mi ramaje doliente y enfermizo brotó sus flores todas tan solo para ti. En ellas te hice el nido risueño en que dormías de amor y de ventura temblando en su vaivén, y en él te hallaban siempre las noches y los días feliz con mi cariño y amándote también... ¡Ah! nunca en mis delirios creí que fuera eterno el sol de aquellas horas de encanto y frenesí; pero jamás tampoco que el soplo del invierno llegara entre tus cantos, y hallándote tú aquí... Es fuerza que te alejes... rompiéndome en astillas; ya siento entre mis ramas crujir el huracán, y heladas y temblando mis hojas amarillas se arrancan y vacilan y vuelan y se van... Adiós, paloma blanca que huyendo de la nieve te vas a otras regiones y dejas tu árbol fiel; mañana que termine mi vida oscura y breve ya solo tus recuerdos palpitarán sobre él. Es fuerza que te alejes del cántico y del nido tu sabes bien la historia paloma que te vas... El nido es el recuerdo y el cántico el olvido, el árbol es el siempre y el ave es el jamás. Adiós mientras que puedes oír bajo este cielo el último ¡ay! del himno cantado por los dos... Te vas y ya levantas el ímpetu y el vuelo, te vas y ya me dejas, ¡paloma, adiós, adiós! AMOR ¡Amar a una mujer, sentir su aliento, y escuchar a su lado lo dulce y armonioso de su acento; tener su boca a nuestra boca unida y su cuello en el nuestro reclinado, es el placer mas grato de la vida, el goce mas profundo que puede disfrutarse sobre el mundo! Porque el amor al hombre es tan preciso, como el agua a las flores, como el querube ardiente al paraíso; es el prisma de mágicos colores que transforma y convierte las espinas en rosas, y que hace bella hasta la misma muerte a pesar de sus formas espantosas. Amando a una mujer, olvida el hombre hasta su misma esencia, sus deberes mas santos y su nombre; no cambia por el cielo su existencia; y con su afán y su delirio, loco, acaricia sonriendo su creencia, y el mundo entero le parece poco... Quitadle al zenzontle la armonía, y al águila su vuelo, y al iluminar espléndido del día el azul pabellón del ancho cielo, y el mundo seguirá... Más la criatura, del amor separada morirá como muere marchitada la rosa blanca y pura que el huracán feroz deja tronchada; como muere la nube y se deshace en perlas cristalinas cuando le hace falta un sol que la sostenga en la etérea región de las ondinas. ¡Amor es Dios!, a su divino fiat brotó la tierra con sus gayas flores y sus selvas pobladas de abejas y de pájaros cantores, y con sus blancas y espumosas fuentes y sus limpias cascadas cayendo entre las rocas a torrentes; brotó sin canto ni armonía... Hasta que el beso puro de Adán y Eva, resonando en el viento, enseñó a las criaturas ese idioma, ese acento magnífico y sublime con que suspira el cisne cuando canta y la tórtola dulce cuando gime, ¡Amor es Dios!, y la mujer la forma en que encarna su espíritu fecundo; él es el astro y ella su reflejo, él es el paraíso y ella el mundo... Y vivir es amar. A quien no ha sentido latir el corazón dentro del pecho del amor al impulso, no comprende las quejas de la brisa que vaga entre los lirios de la loma, ni de la virgen casta la sonrisa ni el suspiro fugaz de la paloma. ¡Existir es amar! Quien no comprende esa emoción dulcisima y suave, esa tierna fusión de dos criaturas gimiendo en un gemido, en un goce gozando y latiendo en unísono latido... Quien no comprende ese placer supremo, purísimo y sonriente, ése miente si dice que ha vivido; si dice que ha gozado, miente. Y el amor no es el goce de un instante que en su lecho de seda nos brinda la ramera palpitante; no es el deleite impuro que hallamos al brillar una moneda del cieno y de la infamia entre lo oscuro; no es la miel que provoca y que deja, después que la apuramos, amargura en el alma y en la boca... Pureza y armonía, ángeles bellos y hadas primorosas en un Edén de luz y de poesía, en un pensíl de nardos y de rosas, Todo es el amor. Mundo en que nadie llora o suspira sin hallar un eco; fanal de bienandanza que hace que siempre ante los ojos radie la viva claridad de una esperanza. El amor es la gloria, la corona esplendente con que sueña el genio de alma grande que pulsa el arpa o el acero blande, la virgen sonriente. El Petrarca sin Laura, no fuera el vate del sentido canto que hace brotar suspiros en el pecho y en la pupila llanto. Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta a veces dulce y tierno, y a veces grande, aterrador y ronco como el cantor salido del infierno... Y es que el amor encierra en su forma infinita cuanto de bello el universo habita, cuanto existe de ideal sobre la tierra. Amor es Dios, el lazo que mantiene en constante armonía los seres mil de la creación inmensa; y la mujer la diosa, la encarnación sublime y sacrosanta que la pradera con su olor inciensa y que la orquesta del Supremo canta, ¡Y salve, amor! emanación divina... ¡Tú, mas blanca y mas pura que la luz de la estrella matutina! ¡Salve, soplo de Dios!... Y cuando mi alma deje de ser un templo a la hermosura, ven a arrancarme el corazón del pecho ven a abrir a mis pies la sepultura. HOJAS SECAS I Mañana que ya no puedan encontrarse nuestros ojos, y que vivamos ausentes, muy lejos uno del otro, que te hable de mí este libro como de ti me habla todo. II Cada hoja es un recuerdo tan triste como tierno de que hubo sobre ese árbol un cielo y un amor; reunidas forman todas el canto del invierno, la estrofa de las nieves y el himno del dolor. III Mañana a la misma hora en que el sol te besó por vez primera, sobre tu frente pura y hechicera caerá otra vez el beso de la aurora; pero ese beso que en aquel oriente cayó sobre tu frente solo y frío, mañana bajará dulce y ardiente, porque el beso del sol sobre tu frente bajará acompañado con el mío. IV En Dios le exiges a mi fe que crea, y que le alce un altar dentro de mí. ¡Ah! ¡Si basta no más con que te vea para que yo ame a Dios, creyendo en ti! V Si hay algún césped blando cubierto de rocío en donde siempre se alce dormida alguna flor, y en donde siempre puedas hallar, dulce bien mío, violetas y jazmines muriéndose de amor; yo quiero ser el césped florido y matizado donde se asienten, niña, las huellas de tus pies; yo quiero ser la brisa tranquila de ese prado para besar tus labios y agonizar después. Si hay algún pecho amante que de ternura lleno se agite y se estremezca no más para el amor, yo quiero ser, mi vida, yo quiero ser el seno donde tu frente inclines para dormir mejor. Yo quiero oír latiendo tu pecho junto al mío, yo quiero oír qué dicen los dos en su latir, y luego darte un beso de ardiente desvarío, y luego... arrodillarme mirándote dormir. VI Las doce... ¡adiós...! Es fuerza que me vaya y que te diga adiós... Tu lámpara está ya por extinguirse, y es necesario. -Aún no-. Las sombras son traidoras, y no quiero que al asomar el sol, se detengan sus rayos a la entrada de nuestro corazón... -Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas queda velando Dios? -¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras al lado del amor? -Cuando te duermas ¿me enviarás un beso? -¡Y mi alma! -¡Adiós...! -¡Adiós...! VII Lo que siente el árbol seco por el pájaro que cruza cuando plegando las alas baja hasta sus ramas mustias, y con sus cantos alegra las horas de su amargura; lo que siente pro el día la desolación nocturna que en medio de sus angustias, ve asomar con la mañana de sus esperanzas una; lo que sienten los sepulcros por la mano buena y pura que solamente obligada por la piedad que la impulsa, riega de flores y de hojas la blanca lápida muda, eso es al amarte mi alma lo que siente por la tuya, que has bajado hasta mi invierno, que has surgido entre mi angustia y que has regado de flores la soledad de mi tumba. Mi hojarasca son mis creencias, mis tinieblas son la duda, mi esperanza es el cadáver, y el mundo mi sepultura... Y como de entre esas hojas jamás retoña ninguna; como la duda es el cielo de una noche siempre oscura, y como la fe es un muerto que no resucita nunca, yo no puedo darte un nido donde recojas tus plumas, ni puedo darte un espacio donde enciendas tu luz pura, ni hacer que mi alma de muerto palpite unida a la tuya; pero si gozar contigo no ha de ser posible nunca, cuando estés triste, y en el alma sientas alguna amargura, yo te ayudaré a que llores, yo te ayudaré a que sufras, y te prestaré mis lágrimas cuando se acaben las tuyas. VIII 1 Aún más que con los labios hablamos con los ojos; con los labios hablamos de la tierra, con los ojos del cielo y de nosotros. 2 Cuando volví a mi casa de tanta dicha loco, fue cuando comprendí muy lejos de ella que no hay cosa más triste que estar solo. 3 Radiante de ventura, frenético de gozo, cogí una pluma, le escribí a mi madre, y al escribirle se lo dije todo. 4 Después, a la fatiga cediendo poco a poco, me dormí y al dormirme sentí en sueños que ella me daba un beso y mi madre otro. 5 ¡Oh sueño, el de mi vida más santo y más hermoso! ¡Qué dulce has de haber sido cuando aun muerto gozo con tu recuerdo de este modo! IX Cuando yo comprendí que te quería con toda la lealtad de mi corazón, fue aquella noche en que al abrirme tu alma miré hasta su interior. Rotas estaban tus virgíneas alas que ocultaba en sus pliegues un crespón y un ángel enlutado cerca de ellas lloraba como yo. Otro tal vez, te hubiera aborrecido delante de aquel cuadro aterrador; pero yo no miré en aquel instante más que mi corazón; y te quise tal vez por tus tinieblas, y te adoré, tal vez, por tu dolor, ¡que es muy bello poder decir que el alma ha servido de sol...! X Las lágrimas del niño la madre enjuga, las lágrimas del hombre las seca la mujer... ¡Qué tristes las que brotan y bajan por la arruga, del hombre que está solo, del hijo que está ausente, del ser abandonado que llora y que no siente ni el beso de la cuna, ni el beso del placer! XI ¡Cómo quieres que tan pronto olvide el mal que me has hecho, si cuando me toco el pecho la herida me duele más! Entre el perdón y el olvido hay una distancia inmensa; yo perdonaré la ofensa; pero olvidarla... ¡jamás! XII ¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve tu laurel mágico y santo, cuando ella no enjuga el llanto que estoy vertiendo sobre él! ¡De qué me sirve el reflejo de tu soñada corona! ¡cuando ella no me perdona ni en nombre de ese laurel! XIII La que a la luz de sus ojos despertó mi pensamiento, la que al amor de su acento encendió en mí la pasión; muerta para el mundo entero y aun para ella misma muerta, solamente está despierta dentro de mi corazón. XIV El cielo muy negro, y como un velo lo envuelve en su crespón la oscuridad; con una sombra más sobre ese cielo el rayo puede desatar su vuelo y la nube cambiarse en tempestad. XV Oye, ven a ver las naves, están vestidas de luto, y en vez de las golondrinas están graznando los búhos. . . El órgano está callado, el templo solo y oscuro, sobre el altar... ¿y la virgen por qué tiene el rostro oculto? ¿Ves?... en aquellas paredes están cavando un sepulcro, y parece como que alguien solloza allí, junto al muro. ¿Por qué me miras y tiemblas? ¿Por qué tienes tanto susto? ¿Tú sabes quién es el muerto? ¿Tú sabes quién fue el verdugo? LA AUSENCIA DEL OLVIDO A Lola Iba llorando la Ausencia Con el semblante abatido Cuando se encontró en presencia Del Olvido, Que al ver su faz marchitada, Le dijo con voz turbada: Sin colores, -"Ya no llores niña bella, ya no llores. Que si tu contraria estrella Te oprime incansable y ruda Yo te prometo mi ayuda Contra tu mal y contra ella". Oyó la Ausencia llorando La propuesta cariñosa, Y los ojos enjugando Ruborosa, -"Admito desde el momento buen anciano". Le dijo con dulce acento. "Admito lo que me ofreces y que en vano he buscado tantas veces, yo que triste y sin ventura, la copa de la amargura he apurado hasta las heces" Desde entonces, Lola bella, Cariñosa y anhelante Vive el Olvido con ella, Siempre amante; Y la Ausencia ya ni gime, Ni doliente Recuerda el mal que la oprime; Que un amor ha concebido Tan ardiente Por el anciano querido, Que si sus penas resiste, Suspira y llora muy triste Cuando la deja el Olvido. LA BRISA A mi querido amigo J.C. Fernández Aliento de la mañana que vas robando en tu vuelo la esencia pura y temprana que la violeta lozana despide en vapor al cielo. Dime, soplo de la aurora, brisa inconstante y ligera, ¿vas por ventura a esta hora al valle que te enamora y que gimiendo te espera? ¿O vas acaso a los nidos de los jilgueros cantores que en la espesura escondidos te aguardan medio adormidos sobre sus lechos de flores? ¿O vas anunciando acaso, sopla del alba naciente, al murmurar de tu paso, que el muerto sol del ocaso se alza un niño en Oriente? Recoge tus leves alas, brisa pura del Estío, que los perfumes que exhalas vas robando entre las galas de las violetas del río. Detén tu fugaz carrera sobre las risueñas flores de la loma y la pradera, y ve a despertar ligera al ángel de mis amores. Y dile, brisa aromada, con tu murmullo sonoro, que ella es mi ilusión dorada, y que en mi pecho grabada como a mi vida la adoro. LA FELICIDAD Un cielo azul de estrellas brillando en la inmensidad; un pájaro enamorado cantando en el florestal; por ambiente los aromas del jardín y el azahar; junto a nosotros el agua brotando del manantial nuestros corazones cerca, nuestros labios mucho más, tú levantándote al cielo y yo siguiéndote allá, ese es el amor mi vida, ¡Esa es la felicidad!... Cruza con las mismas alas los mundos de lo ideal; apurar todos los goces, y todo el bien apurar; de lo sueños y la dicha volver a la realidad, despertando entre las flores de un césped primaveral; los dos mirándonos mucho, los dos besándonos más, ese es el amor, mi vida, ¡Esa es la felicidad...! MISTERIO Si tu alma pura es un broche que para abrirse a la vida quiere la calma adormecida de las sombras de la noche; Si buscas como un abrigo lo más tranquilo y espeso, para que tu alma y tu beso se encuentren sólo conmigo; Y si temiendo en tus huellas testigos de tus amores, no quieres ver más que flores, más que montañas y estrellas; Yo sé muchas grutas, y una donde podrás en tu anhelo, ver un pedazo de cielo cuando aparezca la luna. Donde a tu tímido oído no llegarán otros sones que las tranquilas canciones de algún ruiseñor perdido. Donde a tu mágico acento y estremecido y de hinojos, veré abrirse ante mis ojos los mundos del sentimiento. Y donde tu alma y la mía, como una sola estrechadas, se adormirán embriagdas de amor y melancolía. Ven a esta gruta y en ella yo te daré mis desvelos, hasta que se hunda en los cielos la luz de la última estrella. Y antes que el ave temprana su alegre vuelo levante y entre los álamos cante la vuelta de la mañana. Yo te volveré al abrigo de tu estancia encantadora, donde el recuerdo de esa hora vendrás a soñar conmigo... Mientras que yo en el exceso de la pasión que me inspiras iré a soñar que me miras, e iré a soñar que te beso. NOCTURNO A ROSARIO ¡Pues bien! yo necesito decirte que te adoro decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto al grito que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión. II Yo quiero que tu sepas que ya hace muchos días estoy enfermo y pálido de tanto no dormir; que ya se han muerto todas las esperanzas mías, que están mis noches negras, tan negras y sombrías, que ya no se ni dónde se alzaba el porvenir. III De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver, camino mucho, mucho, y al fin de la jornada las formas de mi madre se pierden en la nada y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer. IV Comprendo que tus besos jamás han de ser míos, comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás, y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, y en vez de amarte menos te quiero mucho más. V A veces pienso en darte mi eterna despedida, borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión mas si es en vano todo y el alma no te olvida, ¿Que quieres tu que yo haga, pedazo de mi vida? ¿Que quieres tu que yo haga con este corazón? VI Y luego que ya estaba concluído tu santuario, tu lámpara encendida, tu velo en el altar; el sol de la mañana detrás del campanario, chispeando las antorchas, humeando el incensario, y abierta alla a lo lejos la puerta del hogar... VII ¡Que hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo, los dos unidos siempre y amandonos los dos; tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho, los dos una sola alma, los dos un solo pecho, y en medio de nosotros mi madre como un Dios! VIII ¡Figúrate que hermosas las horas de esa vida! Que dulce y bello el viaje por una tierra asi! Y yo soñaba en eso, mi santa prometida; y al delirar en ello con alma estremecida, pensaba yo en ser bueno por tí, no mas por ti. IX !Bien sabe Dios que ese era mi mas hermoso sueño, mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer; bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño, sino en amarte mucho bajo el hogar risueño que me envolvió en sus besos cuando me vió nacer! X Esa era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores se opone el hondo abismo que existe entre los dos, ¡Adios por la vez última, amor de mis amores; la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores; mi lira de poeta, mi juventud, adiós! POBRE FLOR -«¿Por qué te miro así tan abatida, pobre flor? ¿En dónde están las galas de tu vida y el color? »Dime, ¿por qué tan triste te consumes, dulce bien?» -«¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco de un amor, que me fue consumiendo poco a poco de dolor! Porque amando con toda la ternura de la fe, a mí no quiso amarme la criatura que yo amé. »Y por eso sin galas me marchito triste aquí, siempre llorando en mi dolor maldito, ¡Siempre así!»¡Habló la flor!... Yo gemí... era igual a la memoria de mi amor. POR ESO Porque eres buena, inocente como un sueño de doncella, porque eres cándida y bella como un nectario naciente. Porque en tus ojos asoma con un dulcísimo encanto, todo lo hermoso y lo santo del alma de una paloma. Porque eres toda una esencia de castidad y consuelo, porque tu alma es todo un cielo de ternura y de inocencia. Porque al sol de tus virtudes se mira en ti realizado el ideal vago y soñado de todas las juventudes; por eso, niña hechicera, te adoro en mi loco exceso; por eso te amo, y por eso te he dado mi vida entera. Por eso a tu luz se inspira la fe de mi amor sublime; ¡por eso solloza y gime como un corazón mi lira! Por eso cuando te evoca mi afán en tus embelesos, siento que un mundo de besos palpita sobre mi boca. Y por eso entre la calma de mi existencia sombría, mi amor no anhela más día que el que una mi alma con tu alma. RESIGNACIÓN ¡Sin lágrimas, sin quejas, sin decirnos adiós, sin un sollozo! cumplamos hasta lo último... la suerte nos trajo aquí con el objeto mismo, los dos venimos a enterrar el alma bajo la losa del escepticismo. Sin lágrimas... las lágrimas no pueden devolver a un cadáver la existencia; que caigan nuestras flores y que rueden, pero al rodar, siquiera que nos queden seca la vista y firme la conciencia. ¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma los espacios y el mundo están desiertos... los dos hemos concluido, y de tristeza y aflicción cubiertos, ya no somos al fin sino dos muertos que buscan la mortaja del olvido. Niños y soñadores cuando apenas de dejar acabábamos la cuna, y nuestras vidas al dolor ajenas se deslizaban dulces y serenas como el ala de un cisne en la laguna cuando la aurora del primer cariño aún no asomaba a recoger el velo que la ignorancia virginal del niño extiende entre sus párpados y el cielo, tu alma como la mía, en su reloj adelantando la hora y en sus tinieblas encendiendo el día, vieron un panorama que se abría bajo el beso y la luz de aquella aurora; y sintiendo al mirar ese paisaje las alas de un esfuerzo soberano, temprano las abrimos, y temprano nos trajeron al término del viaje. Le dimos a la tierra los tintes del amor y de la rosa; a nuestro huerto nidos y cantares, a nuestro cielo pájaros y estrellas; agotamos las flores del camino para formar con ellas una corona al ángel del destino... y hoy en medio del triste desacuerdo de tanta flor agonizante o muerta, ya sólo se alza pálida y desierta la flor envenenada del recuerdo. Del libro de la vida la que escribimos hoy es la última hoja... Cerrémoslo en seguida, y en el sepulcro de la fe perdida enterremos también nuestra congoja. Y ya que el cielo nos concede que este de nuestros males el postrero sea, para que el alma a descansar se apreste, aunque la última lágrima nos cueste, cumplamos hasta el fin con la tarea. Y después cuando al ángel del olvido hayamos entregado estas cenizas que guardan el recuerdo adolorido de tantas ilusiones hechas trizas y de tanto placer desvanecido, dejemos los espacios y volvamos a la tranquila vida de la tierra, ya que la noche del dolor temprana se avanza hasta nosotros y nos cierra los dulces horizontes del mañana. Dejemos los espacios, o si quieres que hagamos, ensayando nuestro aliento, un nuevo viaje a esa región bendita cuyo sólo recuerdo resucita al cadáver del alma al sentimiento, lancémonos entonces a ese mundo en donde todo es sombras y vacío, hagamos una luna del recuerdo si el sol de nuestro amor está ya frío; volemos, si tu quieres, al fondo de esas mágicas regiones, y fingiendo esperanzas e ilusiones, rompamos el sepulcro, y levantando nuestro atrevido y poderoso vuelo, formaremos un cielo entre las sombras, y seremos los duendes de ese cielo. SI SUPIERAS NIÑA INGRATA... A Ch... Si supieras, niña ingrata, lo que mi pecho te adora; si supieras que me mata la pasión que por ti abrigo; tal vez, niña encantadora, no fueras tan cruel conmigo. Si supieras que del alma con tu desdén ha volado fugaz y triste la calma, y que te amo más mil veces, que las violetas al prado y que a los mares los peces; tal vez entonces, hermosa, oyeras el triste acento de mi querella amorosa; y atendiendo a mi reclamo, mitigaras mi tormento con un beso y un "yo te amo". Si supieras, dulce dueño, que tú eres del alma mía el solo y único sueño; y que al mirar tus enojos, la ruda melancolía baña en lágrimas mis ojos; tal vez entonces me amaras, y con tus labios de niño mis labios secos besaras; y cariñosa y sonriente a mi constante cariño no fueras indiferente. Ámame, pues, niña pura ya que has oído el acento del que idolatrarte jura; y atendiendo a mi reclamo, ven y calma mi tormento con un beso y un "yo te amo". SONETO Porque dejaste el mundo de dolores buscando en otro cielo la alegría que aquí, si nace, sólo dura un día y eso entre sombras, dudas y temores. Porque en pos de otro mundo y de otras flores abandonaste esta región sombría, donde tu alma gigante se sentía condenada a continuos sinsabores. Yo vengo a decir mi enhorabuena al mandarte la eterna despedida que de dolor el corazón me llena; Que aunque cruel y muy triste tu partida, si la vida a los goces es ajena, mejor es el sepulcro que la vida. UN SUEÑO A Ch... ¿Quieres oir un sueño?... Pues anoche ví la brisa fugaz de la espesura que al rozar con el broche de un lirio que se alzaba en la pradera grabó sobre él un "beso", perdiéndose después rauda y ligera de la enramada entre el follaje espeso. Este es mi sueño todo, y si entenderlo quieres, niña bella, une tus labios en los labios míos y sabrás quién es "él" y quien es "ella". Estadísticas Web UN SUEÑO A Ch... ¿Quieres oir un sueño?... Pues anoche ví la brisa fugaz de la espesura que al rozar con el broche de un lirio que se alzaba en la pradera grabó sobre él un "beso", perdiéndose después rauda y ligera de la enramada entre el follaje espeso. Este es mi sueño todo, y si entenderlo quieres, niña bella, une tus labios en los labios míos y sabrás quién es "él" y quien es "ella". ANTE UN CADAVER ¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha donde el gran horizonte de la ciencia la extensión de sus límites ensancha. Aqui donde la rígida experiencia viene a dictar las leyes superiores a que está sometida la existencia. Aqui donde derrama sus fulgores ese astro a cuya luz desaparece la distinción de esclavos y señores. Aqui donde la fábula enmudece y la voz de los hechos se levanta y la superstición se desvanece. Aqui donde la ciencia se adelanta a leer la solución de ese problema cuyo sólo enunciado nos espanta. Ella que tiene la razón por lema y que en tus labios escuchar ansía la augusta voz de la verdad suprema. Aqui está ya... tras de la lucha impía en que romper al cabo conseguiste la cárcel que al dolor te retenía. La luz de tus pupilas ya no existe, tu máquina vital descansa inerte y a cumplir con su objeto se resiste. ¡Miseria y nada mas¡ dirán al verte los que creen que el imperio de la vida acaba donde empieza el de la muerte. Y suponiendo tu misión cumplida se acercarán a ti, y en su mirada te mandarán la eterna despedida. Pero, ¡no!... tu misión no está acabada, que ni es la nada el punto en que nacemos ni el punto en que morimos es la nada. Círculo es la existencia, y mal hacemos cuando al querer medirla le asignamos la cuna y el sepulcro por extremos. La madre es sólo el molde en que tomamos nuestra forma, la forma pasajera con que la ingrata vida atravesamos. Pero ni es esa forma la primera que nuestro ser reviste, ni tampoco será su última forma cuando muera. Tú sin aliento ya, dentro de poco volverás a la tierra y a su seno que es de la vida universal el foco. Y allí, a la vida en apariencia ajeno, el poder de la lluvia y del verano fecundará de gérmenes tu cieno. Y al ascender de la raíz al grano, irás del vergel a ser testigo en el laboratorio soberano; Tal vez, para volver cambiado en trigo al triste hogar donde la triste esposa sin encontrar unpan sueña contigo. En tanto que las grietas de tu fosa verán alzarse de su fondo abierto la larva convertida en mariposa; Que en los ensayos de su vuelo incierto irá al lecho infeliz de tus amores a llevarle tus ósculos de muerto. Y en medio de esos cambios interiores tu cráneo lleno de una nueva vida, en vez de pensamientos dará flores, en cuyo cáliz brillará escondida la lágrima tal vez con que tu amada acompañó el adiós de tu partida. La tumba es el final de la jornada, porque en la tumba es donde queda muerta la llama en nuestro espiritú encerrada. Pero en esa mansión a cuya puerta se extingue nuestro aliento, hay otro aliento que de nuevo a la vida nos despierta. Allí acaban la fuerza y el talento, allí acaban los goces y los males allí acaban la fe y el sentimiento. Allí acaban los lazos terrenales, y mezclados el sabio y el idiota se hunden en la región de los iguales. Pero allí donde el ánimo se agota y perece la máquina, alli mismo el ser que muere es otro ser que brota. El poderoso y fecundante abismo del antiguo organismo se apodera y forma y hace de el otro organismo. Abandona a la historia justiciera un nombre sin cuidarse, indiferente, de que ese nombre se eternice o muera. El recoge la masa únicamente, y cambiando las formas y el objeto se encarga de que viva eternamente; La tumba sólo guarda un esqueleto mas la vida en su bóveda mortuoria prosigue alimentándose en secreto. Que al fin de esta existencia transitoria a la que tanto nuestro afán se adhiere, la materia, inmortal como la gloria, cambia de formas; pero nunca muere. UNA LIMOSNA A mi querido amigo A.F. Cuenca. ¡Entrad!... en mi aposento donde sólo se ven sombras, está una mujer muriendo entre insufribles congojas... Y a su cabecera tristes dos niñas bellas que lloran, y que entrelazan sus manos y que gimen y sollozan. Y la infeliz ya no mira ni tiene aliento en la boca, y cuando habla sólo dice con voz hueca y espantosa: "¡Yo tengo hambre! ¡Yo tengo hambre! Por piedad ¡Una limosna!" Y calla... y las niñas gimen... y calla... y el viento sopla... y llora... y nadie la escuchas, ¡que nadie escucha al que llora! ........................................... ¿Y la oís? - ¡Ay!, hijas mías vasi por fin a quedar solas... solas... y sin una madre que os alivie y que os socorra... solas... y sin un mendrugo que llevar a vuestra boca... Adiós... adiós... ya me muero... ya no tengo hambre... y la mísera expiraba ¡"Una limosna!" entre angustias y congojas, mientras que las pobres niñas casi locas, casi locas la besaban y lloraban envueltas entre las sombras. Después... temblando de frío bajo sus rasgadas ropas, caminaban lentamente por la calle oscura y sola, exclamando con voz triste al divisar una forma; ..."¡Me muero de hambre!" Y la otra... ..."¡Una limosna!" Enero de 1869. ADIOS A MEXICO Escrita para la Sra. Cayrón y leída por ella en una función de despedida. Pues que del destino en pos débil contra su cadena, frente al deber que lo ordena tengo que decirte adiós; Antes que mi boca se abra para dar paso a este acento, la voz de mi sentimiento quiere hablarte una palabra. Que muy bien pudiera ser que cuando de aquí me aleje, al decirte adiós, te deje para no volverte a ver. Y asi entre el mal con que lucho y y que en el dolor me abisma, quiero decirte yo misma, sepas que te quiero mucho. Que enamorada de tí desde antes de conocerte, yo vine sólo por verte, y al verte te puse aquí. Que mi alma reconocida te adora con loco empeño, porque tu amor era el sueño más hermoso de mi vida. Que del libro de mi historia te dejo la hoja mas bella, porque en esa hoja destella tu gloria más que mi gloria. Que soñaba en no dejarte sino hasta el poster momento, partiendo mi pensamiento entre tu amor y el del arte. Y que hoy ante esa ilusión que se borra y se deshace, siento ¡ay de mí! que se hace pedazos mi corazon... Tal vez ya nunca en mi anhelo podré endulzar mi tristeza con ver sobre mi cabeza el esplendor de tu cielo. Tal vez ya nunca a mi oído resonará en la mañana, la voz del ave temprana que canta desde su nido. Y tal vez en los amores con que te adoro y admiro estas flores que hoy aspiro serán las últimas flores... Pero si afectos tan tiernos quiere el destino que deje, y que me aparte y me aleje para no volver a vernos; Bajo la luz de este día de encanto inefable y puro al darte mi adiós te juro, ¡oh dulce México mío! Que si él con sus fuerzas trunca todos los humanos lazos, te arrancará de mis brazos pero de mi pecho, nunca! MISTERIO Si tu alma pura es un broche que para abrirse a la vida quiere la calma adormecida de las sombras de la noche; Si buscas como un abrigo lo más tranquilo y espeso, para que tu alma y tu beso se encuentren sólo conmigo; Y si temiendo en tus huellas testigos de tus amores, no quieres ver más que flores, más que montañas y estrellas; Yo sé muchas grutas, y una donde podrás en tu anhelo, ver un pedazo de cielo cuando aparezca la luna. Donde a tu tímido oído no llegarán otros sones que las tranquilas canciones de algún ruiseñor perdido. Donde a tu mágico acento y estremecido y de hinojos, veré abrirse ante mis ojos los mundos del sentimiento. Y donde tu alma y la mía, como una sola estrechadas, se adormirán embriagdas de amor y melancolía. Ven a esta gruta y en ella yo te daré mis desvelos, hasta que se hunda en los cielos la luz de la última estrella. Y antes que el ave temprana su alegre vuelo levante y entre los álamos cante la vuelta de la mañana. Yo te volveré al abrigo de tu estancia encantadora, donde el recuerdo de esa hora vendrás a soñar conmigo... Mientras que yo en el exceso de la pasión que me inspiras iré a soñar que me miras, e iré a soñar que te beso. NADA SOBRE NADA Poesía leída en la velada literaria que celebró la Sociedad "El Porvenir" la noche del 3 de mayo de 1873. Pues, señor, dije yo, ya que es preciso puesto que asi lo han dicho en el programa, que rompa ya la bendecida prosa que preparado para el caso había, y que escriba en vez de ella alguna cosa asi, que parezca poesía, pongámonos al punto, ya que es forzoso y necesario, en obra, sin preocuparnos mucho del asunto, porque al fin el asunto es lo que sobra. Asi dije, y tomando no el arpa ni la lira que la lira y el arpa no pasan hoy de ser una mentira, sino una pluma de ave con la que escribo yo generalmente violenté las arrugas de mi frente hasta ponerla cejijunta y grave y pensando en mi novia, en la adorada por quien suspiro y lloro sin sosiego, mojé mi pluma en el tintero, y luego puse ocho letras: "A mi amada." Su retrato, un retrato firmado por Valleto y compañía, se alzaba junto a mi plácido y grato, mostrándome las gracias y recato que tanto adonran a la amada mia; y como el verlo sólo basta para que mi alma se emocione, que Apolo me perdone si, dije aqui que me sentí un Apolo. Ella no es una rosa ni un ser ideal, ni cosa que lo valga; pero en verso o en prosa no seré yo el estúpido que salga con que mi novia es fea, cuando puedo decir que es muy hermosa por más que ni ella misma me lo crea; asi es que en mi pintura hecha en rasgos por cierto no muy fieles, aumenté de tal modo su hermosura que casi resultaba una figura digna de ser pintada por Apeles. Después de dibujarla como he dicho, faltando a la verdad por el capricho, iba yo a colocar el fondo negro de su alma inexorable y desdeñosa, cuando al hacerlo me ocurrió una cosa que hundió mi plan, y de lo cual me alegro; porque, en último caso, como pensaba yo entre las paredes de mi cuarto sombrío, ¿qué les importa a ustedes que mi amada me niegue sus mercedes, ni que yo tenga el corazón vacío? Si mi vida vegeta en la tristeza y el yugo del dolor ya no soporta, caeré de referirlo en la simpleza para que alguien me diga en su franqueza: "si viera usted que a mi nada me importa?...!" No, de seguro, que antes prefiero verme loco por tres días, que imitar a ese eterno Jeremías que se llama el señor de Cervantes. Y convencido de esto, ya que era conveniente y necesario, borré el título puesto, y buscando a mi lira otro pretexto escrbí este otro título: El Santuario. ¡El santuario!... exclamé; pero y ¿qué cosa puedo decir de nuevo sobre el caso, cuando en cada volumen de poesías, en versos unos malos y otros buenos, sobre templos, santuarios y abadías? Para entonar sobre esto mis cantares, a mas de que el asunto vale poco, ¿Qué entiendo yo de claustros ni de altares, ni que se yo de sacristán tampoco? No, en la naturaleza hay asuntos mas dignos y mejores, y mas llenos de encantos y de belleza, y que he de escribir, haré una pieza que se llame: Los prados y las flores. Hablaré de la incauta mariposa que en incesante y atrevido vuelo, ya abandona el cielo por la rosa; ya abandona la rosa por el cielo, del insecto pintado y sorprendente que de esconderse entre las hierbas trata, y de el ave inocente que lo mata, lo cual prueba que no es tan inocente; hablaré... pero y luego que haya hablado sacando a luz el boquirrubio Febo, me pregunto, señor, ¿que habre ganado, si al hacerlo no digo nada nuevo?... Con que si esto tampoco es un asunto digno de preocuparme una sola hora, dejemos sus inútiles detalles, ya que no hay ni un señor ni una señora que no sepa muy bien lo que es la aurora y lo que son las flores y los valles... Coloquemos a un lado estas materias que valen tan poco para el caso, y pues esto se ofrece a cada paso hablemos de la vida y sus miserias. Empezaré diciendo desde luego, que no hay virtud, creencias ni ilusiones; que en criminal y estúpido sosiego ya no late la fe en los corazones; que el hombre imbécil, a la gloria ciego, sólo piensa en el oro y los doblones, y concluiré en estilo gemebundo: ¡Que haya un cadáver mas que importa al mundo! Y me puse a escribir, y asi en efecto, lo hice en ciento cincuenta octavas reales, cuyo único defecto, como se ve por lo que dicho queda, era que en vez de ser originales no pasaba de un plagio de Espronceda. Como era fuerza, las rompí en el acto desesperado de mi triste suerte, viendo por fin que en esto de poesía no hay un solo argumento ni una idea que no peque de futil, o no sea tan vieja como el pan de cada día. En situación tan triste y estando la hora ya tan avanzada, ¿que hago, dije yo, para salvarme de este grave y horrible compromiso, cuando ningún asunto puede darme ni siquiera un adarme de novedad, de encanto, o de un hechizo? ¿Hablaré de la guerra y de la gente que enardecida de las cumbres baja desafiando al contrario frente a frente, y habre de convertirme en un valiente yo que nunca he empuñado una navaja? No, señor, aunque estudio medicina y pertenezco a esa importante clase que no hay pueblo y lugar en donde no pase por ser la mas horrible y asesina, aparte de que en esto hay poco cierto, como lo prueba y mucho la experiencia, yo, a lo menos hasta hoy, me hallo a cubierto de que se alce la sombra de algún muerto a turbar la quietud de mi conciencia. Sobre los libros santos, se podría con meditar y con plagiar un poco, arreglar o escribir una poesía; pero ni esto es muy fácil en un día ni para hablar sobre esto estoy tampoco; porque en fiestas como esta donde el saber está en su templo, salir con el Diluvio, por ejemplo, fuera casi querer aguar la fiesta; y como yo no quiero que se diga que he venido a tal cosa, ya que en mi numen agotado me hallo el asunto y el plan a que yo aspiro rompo mi humilde cítara, me callo, y con perdón de ustedes me retiro. UN SUEÑO A Ch.... ¿Quieres oir un sueño?... Pues anoche ví la brisa fugaz de la espesura que al rozar con el broche de un lirio que se alzaba en la pradera grabó sobre él un "beso", perdiéndose después rauda y ligera de la enramada entre el follaje espeso. Este es mi sueño todo, y si entenderlo quieres, niña bella, une tus labios en los labios míos y sabrás quién es "él" y quien es "ella". AMOR ¡Amar a una mujer, sentir su aliento, y escuchar a su lado lo dulce y armonioso de su acento; tener su boca a nuestra boca unida y su cuello en el nuestro reclinado, es el placer mas grato de la vida, el goce mas profundo que puede disfrutarse sobre el mundo! Porque el amor al hombre es tan preciso, como el agua a las flores, como el querube ardiente al paraíso; es el prisma de mágicos colores que transforma y convierte las espinas en rosas, y que hace bella hasta la misma muerte a pesar de sus formas espantosas. Amando a una mujer, olvida el hombre hasta su misma esencia, sus deberes mas santos y su nombre; no cambia por el cielo su existencia; y con su afán y su delirio, loco, acaricia sonriendo su creencia, y el mundo entero le parece poco... Quitadle al zenzontle la armonia, y al águila su vuelo, y al iluminar espléndido del día el azul pabellón del ancho cielo, y el mundo seguirá... Más la criatura, del amor separada morirá como muere marchitada la rosa blanca y pura que el huracán feroz deja tronchada; como muere la nube y se deshace en perlas cristalinas cuando le hace falta un sol que la sostenga en la etérea región de las ondinas. ¡Amor es Dios!, a su divino fiat brotó la tierra con sus gayas flores y sus selvas pobladas de abejas y de pájaros cantores, y con sus blancas y espumosas fuentes y sus limpias cascadas cayendo entre las rocas a torrentes; brotó sin canto ni armonía... Hasta que el beso puro de Adán y Eva, resonando en el viento, enseñó a las criaturas ese idioma, ese acento magnífico y sublime con que suspira el cisne cuando canta y la tórtola dulce cuando gime, ¡Amor es Dios!, y la mujer la forma en que encarna su espíritu fecundo; él es el astro y ella su reflejo, él es el paraíso y ella el mundo... Y vivir es amar. A quien no ha sentido latir el corazón dentro del pecho del amor al impulso, no comprende las quejas de la brisa que vaga entre los lirios de la loma, ni de la virgen casta la sonrisa ni el suspiro fugaz de la paloma. ¡Existir es amar! Quien no comprende esa emoción dulcisima y suave, esa tierna fusión de dos criaturas gimiendo en un gemido, en un goce gozando y latiendo en unísono latido... Quien no comprende ese placer supremo, purísimo y sonriente, ese miente si dice que ha vivido; si dice que ha gozado, miente. Y el amor no es el goce de un instante que en su lecho de seda nos brinda la ramera palpitante; no es el deleite impuro que hallamos al brillar una moneda del cieno y de la infamia entre lo oscuro; no es la miel que provoca y que deja, después que la apuramos, amargura en el alma y en la boca... Pureza y armonía, ángeles bellos y hadas primorosas en un Edén de luz y de poesía, en un pensíl de nardos y de rosas, Todo es el amor. Mundo en que nadie llora o suspira sin hallar un eco; fanal de bienandanza que hace que siempre ante los ojos radie la viva claridad de una esperanza. El amor es la gloria, la corona esplendente con que sueña el genio de alma grande que pulsa el arpa o el acero blande, la virgen sonriente. El Petrarca sin Laura, no fuera el vate del sentido canto que hace brotar suspiros en el pecho y en la pupila llanto. Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta a veces dulce y tierno, y a veces grande, aterrador y ronco como el cantor salido del infierno... Y es que el amor encierra en su forma infinita cuanto de bello el universo habita, cuanto existe de ideal sobre la tierra. Amor es Dios, el lazo que mantiene en constante armonía los seres mil de la creación inmensa; y la mujer la diosa, la encarnación sublime y sacrosanta que la pradera con su olor inciensa y que la orquesta del Supremo canta, ¡Y salve, amor! emanación divina... ...¡Tu, mas blanca y mas pura que la luz de la estrella matutina! ¡Salve, soplo de Dios!... Y cuando mi alma deje de ser un templo a la hermosura, ven a arrancarme el corazón del pecho ven a abrir a mis pies la sepultura Enero de 1869. POBRE FLOR -¿Por que te miro así tan abatida, pobre flor? ¿En donde están las galas de tu vida y el color? Díme, ¿por que tan triste te consumes, dulce bien? ¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco de un amor, que me fue consumiendo poco a poco de dolor! Porque amando con toda la ternura de la fe a mi no quiso amarme la criatura que yo amé Y por eso sin galas me marchito triste aquí, siempre llorando en mi dolor maldito, ¡Siempre asi! Habló la flor!... Yo gemí... era igual a la memoria de mi amor. Cabrío, febrero de 1969 LA RAMERA A mi querido amigo Manuel Roa. Humanidad pigmea, tu que proclamas la verdad y el Cristo, mintiendo caridad en cada idea: tu que, de orgullo el corazón beodo, por mirar a la altura te olvidas de que marchas sobre lodo: tu que diciendo hermano, escupes al gintano y al mendigo porque son un mendigo y un gitano: Ahí está esa mujer que gime y sufre con el dolor inmenso con que gimen los que cruzan sin fe por la existencia; escúpela tambien... ¡anda!... ¡no importa que tu hayas sido quien la hundió en el crimen que tu hayas sido quien mató su creencia! ¡Pobre mujer, que abandonada y sola sobre el oscuro y negro precipicio, en lugar de una mano que la salve siente una mano que la impele al vicio; y que al bajar en su redor los ojos y a través de las sombras que la ocultan no encuentra mas que seres que la miran y que burlando su dolor la insultan... Antes era una flor... una azucena rica de galas y de esencias rica, llena de aromas y de encantos llena; era una flor hermosa que envidiaban las aves y las flores, y tan bella y tan pura como es pura la nieve del armiño, como es pura la flor de los amores, como es puro el corazón del niño. Las brisas le brindaban con sus besos, y con sus tibias perlas el rocío, y el bosque con sus álamos espesos, y con su arena y su corriente el río; y amada por las sombras en la noche, y amada por la luz en la mañana, vegetaba magnífica y lozana, tendiendo al aire su purpúreo broche; pero una vez el soplo del invierno en su furia maldita, pasó sobre ella y le arrancó sus hojas, pasó sobre ella y la dejó marchita; y al contemplar sin galas su cálice antes de perfumes lleno, la arrebató impaciente entre sus alas y fue a hundirla cadáver en el cieno. Filosofo mentido!... ¡Apóstol miserable de una idea que tu cerebro vil no ha comprendido! Tu que la ves que gime y que solloza, y burlas su sollozo y su gemido... ¿Que hiciste de aquel ángel que amoroso y sonriente formó de tu niñez el dulce encanto! ¿Que hiciste de aquel ángel de otros días, que lloraba contigo si llorabas y gozaba contigo si reías...? ¡Te acuerdas!... Lo arrancaste de la nube donde flotaba vaporoso y bello, y arrojándola al hambre, sin ver su angustia ni su amor siquiera, le convertiste de camelia en lodo: le transformaste de ángel en ramera! ¡Maldito tu que pasas junto a las frescas rosas, y que sus galas sin piedad les quitas! ¡Maldito tu que sin piedad las hieres, y luego las insultas por marchitas! ¡Pobre mujer!... ¡Juguete miserable de su verdugo mismo!... Víctima condenada a vegetar sumida en un abismo mas negro que el abismo de la nada y a no escuchar mas eco en sus dolores, que el eco de la horrible carcajada con que el hombre le paga sus amores. ¡Pobre mujer, a la que el hombre niega el derecho sublime de llamar hijo a su hijo! ¡Pobre mujer que de rubor se cubre cuando escucha que le grita madre! Y que quiere besarle, y se detiene, porque sabe que un beso de sus besos se convierte en borrón donde lo imprime! Deja ya de llorar, pobre criatura, que si del mundo en la escabrosa senda, caminas entre fango y amargura, sin encontrar un ser que te comprenda, en el cielo los ángeles te miran, te compadecen, te aman, y lloran con el llanto lastimero que tus ojos bellísimos derraman. ¡Y que se burle el hombre, y que se ría! ¡Y que te llame harapo y te desprecie! Déjale tu reír, y que te insulte, Que ha de llegar el día en que la gota cristalina y pura se desprenda del lodo para elevarse nube hasta la altura. Y entonces en lugar de un anatema, en lugar de un desprecio, escucharás al Cristo del Calvario, que añadiendo tu pena a tus lágrimas tristes en abono te dirá como ha tiempo a Magdalena: Levantate, mujer, yo te perdono. LAGRIMAS Quum subit illius tristissima noctis imago quae mihi supremum tempus in urbe fuit; quum respeto noctem qui a tot mihi cara reliquie labitur es oculis nuc quoque gutta meis. OVIDIO.-ELEGIAS III. Aún era you muy niño, cuando un día, cogiendo mi cabeza entre sus manos y llorando a la vez que me veía "¡Adiós! ¡Adiós!" me dijo; "desde este instante un horizonte nuevo se presenta a tus ojos; vas a buscar la fuente donde apagar la sed que te devora; marcha... y cuando mañana al mal que aún no conoces ofrezca de tu llanto las primicias, ten valor y esperanza, anima el paso tardo, y mientras llega de tu vuelta la hora, ama un poco a tu padre que te adora, y ten valor y ... marcha... yo te aguardo". Asi me dijo, y confundiendo en uno su sollozo y el mío, me dio un beso en la frente... sus brazos me estrecharon... y despues a los pálidos reflejos del sol que en el crepúsculo se hundía sólo vi una ciudad que se perdía con mi cuna y mis padres a lo lejos. El viento de la noche saturado de arrullos y de esencias, soplaba en mi redor, tranquilo y dulce como aliento de niño; tal vez llevando en sus ligeras alas con la tibia embriaguez de sus aromas, el acento fugaz y enamorado del silencioso beso de mi madre sobre el blanco lecho abandonado... Las campanas distantes repetían el toque de oraciones... una estrella apareció en el seno de una nube; tras de mi oscura huella la inmensidad se alzaba... y haciendo estremecer el infinito de mi dolor supremo con el grito; "¡Adiós, mi santo hogar", clamé llorando, "¡Adiós, hogar bendito,! en cuyo seno viven los recuerdos mas queridos de mi alma... pedazo de ese azul en donde anidan mis ilusiones cándidas de niño... ¡Quién sabe si mis ojos no volveran a verte!... ¡Quien sabe si hoy te envío el adiós de la muerte!... Mas si el destino rudo ha de darme el morir bajo tu techo, si el ave de la selva ha de plegar las alas en su nido, ¡guárdame mi tesoro, hogar querido, guárdame mi tesoro hasta que vuelva!" Las lágrimas brotaron a mis hinchados párpados... las sombras espesas y agrupadas de repente se abrieron de los astros a la huella... cruzó una luz por lo alto, alcé la frente, el cielo era una página y en ella ví esta cifra -¡Detente! Detente... y a mi oído llegó como un arrullo de paloma la nota de un gemido; algo como un suspiro de la noche rompiendo del silencio la honda calma; algo como la queja algo como el adiós con que los muertos, del amor al esfuerzo soberano, saludan desde el fondo de sus tumbas al recuerdo lejano. ........................................... Al despertar de aquel supremo instante de letargo sombrío la noche de la ausencia desplegaba su impenetrable velo, sus sombras sin estrellas, su atmósfera de hielo... esa odiosa ceguez en que el ausente proscrito del cariño cumple con su destierro, suspirando por sus recuerdos vírgenes de niño; ese inmenso dolor que hace del alma en el terrible y solitario viaje, un árido desierto en donde es un miraje cada punto y en donde es un amor cada miraje... Y asi de la ampolleta de mi vida se deslizaban las eternas horas sobre mi frente mustia y abatida, soñando al extenderse en lontananza, como una dulce estrofa desprendida del arpa celestial de la esperanza; asi, cuando una vez, en el instante en que la blanca flor de mi delirio desplegaba en los aires su capullo; cuando mi muerta fe se estremecía bajo sus ropas fúnebres del duelo al ver flotando en el azul del cielo el alma de mi hogar sobre la mía; cuando iba ya a sonar para mis ojos la última hora de llanto, y se cambiaba en música de salve la música elegíaca de mi canto; mi corazón como la flor marchita que se abre a las sonrisas de la aurora esperando la vida de sus rayos también se abrió... para plegar su broche, y las caricias del amor abierto, encerrando en el fondo de su noche las caricias de un muerto!... En el espacio blanco y encendido por los trémulos rayos de la luna yo vi asomar su sombra... La gasa del sepulcro lo envolvía con sus espesos pliegues... En su frente espectral se dibujaba una aureola de angustia, lo que dijo se perdió en la región donde flotaba... su mano me bendijo... su pecho sollozaba... La sombra se elevó como la niebla que en la mañana se alza de los campos; cerró los ojos, supirando y luego... oí un adiós en la profunda calma de aquella inmensidad muda y tranquila, y al levantar de nuevo la pupila ¡el cielo estaba negro como mi alma! En el reloj terrible donde cada dolor marca su instante, el destino inflexible señalaba la cifra palpitante de aquella hora imposible; hora triste en que el íntimo santuario de mis sueños de gloria, vió su altar solitario, convertido su sol en tenebrario, y su culto en memoria... Hora negra en que la urna consagrada para envolverlo, ¡oh, padre! del cariño en la esencia perfumada, fue un sepulcro sombrío donde sólo dejaste tu recuerdo para hacer mas inmenso su vacío. ¡Padre... perdón porque te amaba tanto, que en el orgullo de mi amor creía darte en el un escudo! ¡Perdón porque luché contra la suerte, y desprenderme de tus lazos pudo! ¡Perdón porque a tu muerte le arrebaté mis últimas caricias y te dejé morir sin que rompiendo mi alma los densos nublos de la ausencia, fuera a unirse en un beso con la tuya y a escuchar tu postrera confidencia! Sobre la blanca cuna en que de niño me adurmieron los cantos de la noche, el cielo azul flotaba, y siempre que mis párpados se abrían, siempre hallé en ese cielo dos estrellas que al verme desde allí se sonreían; mañana que mis ojos se alcen de nuevo hacia el espacio umbrío que se mece fugaz sobre mi cuna, tu sabes, padre mío, que sobre aquella cuna hay un vacío, de esas dos estrellas falta una. Caiste... de los libros de la noche yo no tengo la ciencia ni la clave; en la tumba en que duermes yo no se si el amor tiene cabida... yo no se si el sepulcro puede amar a la vida; pero en la densa oscuridad que envuelve mi corazón para sufrir cobarde, yo se que existe el germen de una hoguera que a tu memoria se estremece y arde... yo se que es el mas dulce de los nombres el nombre que te doy cuando te llamo, y que en la religión de mis recuerdos tu eres el dios que amo. Caíste de tu abismo empenetrable la helada niebla arroja su negra proyección sobre mi frente, crepúsculo que avanza derramando en el aire transparente, las sombras de una noche sin oriente y el capuz de un dolor sin esperanza. Padre... duérmete... mi alma estremecida te manda su cantar y sus adioses; vuela hacia ti, y flotando sobre la piedra fúnebre que sella tu huesa solitaria, mi amor la enciende, y sobre ti, sobre ella en la noche sin fin de tu sepulcro mi alma será una estrella. EL REO A MUERTE Al eminente actor D. José Valero Esa noche, ardiendo el pueblo de animacion y entusiasmo bajo el influjo sublime de tu genio soberano, todo era bravos y dianas, todo era vivas y aplausos, todo cariño en los ojos todo cariño en los labios, y todo flores, laureles, admiración y ... entretanto, allá muy lejos, muy lejos, sonando lento y pausado, se alzaba entre las tinieblas y entre el silencio un cadalso, sin otro eco que el latido del pecho del condenado que en diálogo con la muerte velaba en un subterraneo. aquel cadalso se alzaba cada vez mas y mas alto, como un espectro, sombrío como un vampiro, callado, como una tumba implacable, y como un mosntruo, inhumano; se alzaba y, sin que ninguno oyera aquel ruido amargo, por los sollozos de un hombre solamente acompañado, la humanidad impasible bajo su mudo letargo, miraba crecer y alzarse las formas de aquel cadalso, cuando tu, tu que escuchaste sus ecos tristes y vagos te levantaste por ella con la voz del entusiasmo, y en presencia de aquel pueblo y enfrente de aquel tablado ceñida con tus laureles la hiciste hablar por tus labios, salvando al sol de aquel día del rubor de aquel cadalso. *** Aquel que es su desamparo, y aun mas que unos pocos días y aun mas que unos pocos años pudo gozar la dulzura de ver a su hijo en los brazos, libre del infame nombre de hijo del ajusticiado; pero yo que desde niño aprendí lleno de espanto a aborrecer los verdugos y a maldecir los cadalsos dejo a la gloria que entonces para ensalzarte su canto, y del condenado a muerte bajo los recuerdos gratos, en nombre suyo, las gracias de la humanidad te mando. ODA Leida en la sesión que el Liceo Hidalgo celebró en honor de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. De los tres cielos que recorre el hombre de la existencia en la medida impía, cuando la gloria me enseñó tu nombre yo estaba en el primero todavía. La pena que del pecho hasta el abismo lóbrego desciende, y del cadáver de un amor deshecho finge flotando en derredor del lecho la aparición bellísima de un duende; la sombra a cuyo peso aborrecido muere el placer y el alma se acobarda, tratando de evocar en el olvido el recuerdo dulcisimo y querido de los besos del ángel de la guarda; todo eso que en la frente deja un sello de luto y desconsuelo, cuando en el alma pálida y doliente no queda ni la fe que es del creyente la última golondrina que alza el vuelo todo eso que de noche baja hasta el corazón como una sombra, y que terrible y sin piedad ninguna sus ilusiones todas despedaza, aun no era sobre el cielo de mi cuna. ni la pálida nube que importuna se levanta enseñando la amenaza. Dichoso con la dulce indiferencia del que al amor de su callado asilo ha vivido a la luz de la inocencia, acostumbrado a ver en la existencia la imagen de un azul siempre tranquilo, yo entonces ignoraba que, mas alla de aquel humilde techo que sus caricias y su amor me daba, clamando al cielo y suspirando en vano desde el rincón sin luz de la vigilia, hubiera en otro hogar una familia de la que yo también era un hermano... Mi amor no sospechaba que existiera mas ilusion ni cariñoso exceso que la mirada dulce y hechicera de la santa mujer que la primera nos anuncia a la vida con un beso... Y hasta que al ducle y mágico sonido del arpa que temblaba entre tus manos, dejé mi rama, abandoné mi nido y te segué hastaese árbol bendecido donde todos los nidos son hermanos, fue cuando despertando de la calma en que flotaba la existencia mía, sentí asomar en lo íntimo de mi alma algo como la luz de un nuevo día. Tu voz fue la primera que me habló en la dulzura de ese idioma que canta como canta la paloma y gime ocmo gime la palmera... las cuerdas de tu lira, como la voz de la primera alondra que llama a las demás y las despierta, fueron las que al arrullo de tu acento sonaron sobre mi alma estremecida, como si siendo un pájaro la vida quisieran despertarlo al sentimiento... Tu nombre va ligado en mi cariño con los recuerdos santos y amorosos de mis tiempos de niño, con los placeres dulces y sabrosos de esa época sonriente en la que es cada instante una promesa y en la que el ángel de la fe aun no besa las primeras arrugas de la frente; tu nombre es la memoria del pueblo y del hogar adonde un día fue a estremecerse el eco de tu gloria y el trino arrullador de tu poesía; la evocación de todo lo más santo en medio de mis noches desmayadas, que aún tiemblan a las dulces campanadas, de aquellas horas en que amaba tanto... Y asi, cuando yo supe que abandonada a tu dolor morías, y que en tu muda y lánguida tristeza renunciabas a ver junto a tu lecho, quien, al rodar sin vida tu cabeza, recogiera el laurel de tu grandeza y el último sollozo de tu pecho; cuando yo supe que en la huesa insana te inclinabas por fin pálida y sola, sin que el adiós de tu alma soberana se enlutara la cítara cubana ni gimiera la cítara española; al darte mis adioses, los adioses de la eterna y postrera despedida, sentú que algo de triste sollozaba de mi dolor en el oscuro abismo, y que tu sombra que flotaba arriba, al extinguirse y al borrarse se iba llevándose un pedazo de si mismo, y entonces al poder de los recuerdos borrando la distancia tendí mis alas hacia el nido blando de los primeros sueños de la infancia; llegué al rincón modesto donde tus dulces páginas leía a la fe y al amor siempre dispuesto y allí de pie frente a la blanca cuna donde en sus flores me envolvió el destino, busqué en su fondo alguna que aún no cerrara su oloroso broche, y en el hallé dormida, éesta con la qeu el alma agradecida viene a aromar las sombras de la noche. Deuda en mi cariño contraje desde niño con tu nombre, esa flor es el cántico del niño mezclada con las lágrimas del hombre; esta flor es el fruto de aquel germen que derramaste en mi niñez dichosa, y que al rodar sobre la humilde fosa donde tus restos duermen entre sus piedras ásperas se arraiga recogiendo su jugo en tus cenizas, y esperando en su cáliz a que caiga la gota de los cielos que le traiga la esencia y el amor de tus sonrisas. A UN ARROYO A mi hermano Juan de Dios Peza. Cuando todo era flores tu camino, cuando todo era pájaros tu ambiente, cediendo de tu curso a la pendiente todo era en tí fugaz y repentino. Vino el invierno con sus nieblas vino el hielo que hoy estanca tu corriente, y en situación tan triste y diferente ni aún un pálido sol te da el destino. Y así en la vida el incesante vuelo mientras que todo es ilusión, avanza en sólo una hora cuanto mide un cielo; Y cuando el duelo asoma en lontananza entonces como tú cambiada en hielo no puede reflejar ni la esperanza. SONETO Porque dejaste el mundo de dolores buscando en otro cielo la alegría que aquí, si nace, sólo dura un día y eso entre sombras, dudas y temores. Porque en pos de otro mundo y de otras flores abandonaste esta región sombría, donde tu alma gigante se sentía condenada a continuos sinsabores. Yovengo a decir mi enhorabuena al mandarte la eterna despedida que de dolor el corazón me llena; Que aunque cruel y muy triste Aguado Jesús Biografía Poeta, traductor y antólogo español nacido en Madrid en 1961. Aunque vivió desde los dos años en Sevilla, actualmente y despues de un tiempo pasado en Benares, India, lo hace en Málaga. Es una de las figuras sobresalientes de la última generación de poetas españoles. Su obra está contenida en las siguientes publicaciones: «Primeros poemas del naufragio» en 1984, «Mi enemigo» en 1987, «Semillas para un cuerpo» en 1988, «Los amores imposibles» Premio Hiperión 1990, «Libro de homenajes» en 1993, «El placer de las metamorfosis - Antología 1984-1993» en 1996, «El fugitivo» en 1998, «Piezas para un puzzle» en 1999, «Los poemas de Vikram Babu» en 2000, «La gorda y otros poemas» en 2001 y «Lo que dices de mí» en 2002. Además ha traducido varios libros relacionados con la cultura de la India y preparado una edición de poetas devocionales de ese país, «Antología de poesía devocional de la India» en 1998. Es articulista del diario La Opinión y codirector de varias colecciones de poesía. DE "LO QUE DICES DE MÍ" 2002: 1. Lo que dices de mí... 2. Tus palabras... 3. Algo dice de mí... 4. Lo que dices de mí... 5. Todo lo que decimos... 6. Lo que dices de mí me obliga a contestarte... 7. Lo que veo pasar me ve pasar... COMO AQUEL ALFARERO... COMO UN ÁGUILA... EL SALTADOR ESTÁBAMOS AHÍ DETRÁS DEL SETO LECCIÓN DE METAFÍSICA NO ESTÉS TRISTE MI AMOR... NO LAMENTO TU AUSENCIA... POEMA DEL CÍRCULO 1. LO QUE DICES DE MÍ... Lo que dices de mí: un extraño camino que nunca he recorrido, un camino que enlosan tus palabras y que si miras bien se corresponde con una de las líneas de tu mano. Lo que dices de mí eres tú misma, eres tú de repente bifurcada, una parte de ti que se queda a tu lado, otra parte de ti que se viene conmigo. Lo que dices de mí va borrando mis huellas Lo que dices de mí me prepara emboscadas. Lo que dices de mí es saliva y es tierra que amasas para darme figura de caballo, figura de montículo, figura de lunar, figura de tu espalda, figura de cualquiera de mis dedos cerrando uno por uno todos tus orificios (más saliva y más tierra que coges para darme figura de cabaña, figura de murciélago. Lo que dices de mí es mentira que acierta a decir la verdad. Lo que dices de mí se acuesta junto a mí donde estaré, se acuesta junto a un hueco que llama por mi nombre y al que besa y aplasta hasta que nazco. Lo que dices de mí es telaraña, es red, pero tú no las tensas, pero nadie las tensa pues nadie está al acecho, es red, es telaraña frenando una caída que no se ha producido. Lo que dices de mí me desconoce del modo más perfecto imaginable, me desconoce más que el desconocimiento que me tienen las vetas de una mina, que me tienen los kraken, que me tienen las aguas cenagosas, que me tienen los cientos de tejados que guarda el huracán en su gruta secreta. Lo que dices de mí se va probando mundos. Lo que dices de mí me multiplica. Lo que dices de mí estira mis pulmones, catapulta mis ojos, despierta a los caimanes de mi sangre. Lo que dices de mí me acelera y me vuelve más lento. Lo que dices de mí no lo dices de mí, no lo dices siquiera, no soy yo, es raíces de un árbol cuya fruta se deshace en tu boca y la refresca, es un malentendido que tu voz provoca en nuestro sexo (el fosfeno y la noche es lo que dices cuando dices de mí no importa lo que digas.) Lo que dices de mí no son tus opiniones, es el dulce apagón de la conciencia, es la locuacidad de lo que existe, es un puente colgante entre nosotros, son ardillas que roen las cuerdas de ese puente, son cáscaras de nueces, un arca abandonada, maderos embreados que alimentan el fuego de un náufrago asustado. Lo que dices de mí es estaca que busca con avidez al ávido corazón de ese muerto que ronda mis castillos y se duerme en sus sótanos, ese muerto no muerto que llamamos amor. Lo que dices de mí no necesita de mí para encontrarme. Lo que dices de mí no se viene conmigo a menos que yo firme una página en blanco. Lo que dices de mí lo dices simplemente con estar en el mundo, lo dice tu deseo, esa energía pura que hace pasar las nubes. Lo que dices de mí obliga al horizonte a tenderse a tus pies y lamerte sumiso. Lo que dices de mí se escribe en las paredes con tizones calientes de tus muslos. Lo que dices de mí es la jaula y el mapa en el acto preciso de aprender a vendarse los ojos y saltar al vacío. Lo que dices de mí me pone en marcha, un loco mecanismo de huesos astillados como sables que va retando a duelo a todos los que dicen que nunca has dicho nada de mí, que estás callada, que un mutismo feroz te ha comido la lengua. Lo que dices de mí es manada de lobos hambrientos y atrapados en páramos nevados, lobos que se devoran entre aullidos mientras hila la luna bufandas para el No. Lo que dices de mí me traduce a un idioma que aún no conocemos. Lo que dices de mí me resucita. Lo que dices de mí: una orquesta sonámbula de músicos que tocan concentrados y miran sin rencor sus partituras mientras todo el pasaje ya abarrota los botes salvavidas. Lo que dices de mí me deja solo. 2. TUS PALABRAS... Tus palabras: me envuelven en una placenta y me colocan delicadamente en tu interior para gestarme. Me trasladan, las traslado, vamos abriendo surcos desde dentro hacia afuera. Una flecha que viaja por el interior de una diana: para ella acertar consiste en encontrar la salida (y sólo tiene una oportunidad, un tiro): para ella la diana es un laberinto. Así que finge dormirse hasta que la salida, que coincide con el centro, pasa distraída por su lado. Entonces sí: se alza, se tensa y le dispara por la espalda. Todo recién nacido lleva tatuado un laberinto y una diana que la vida se encargará de ir haciendo visibles trazo a trazo. Vivir es reparar los efectos de esa emboscada original que supuso la muerte del centro, es hacerle el boca a boca al centro hasta que vuelva a respirar. Pero el centro no es Dios (el centro no es el Centro) sino tú, yo, cualquiera de nosotros. Cuando te tanteo en la oscuridad mis manos ecorren las paredes del laberinto. Y el modo en el que tus gemidos rebotan, se amplifican o se duermen por sus corredores me enseña las dimensiones y el dibujo del laberinto. Cuando me lames en la oscuridad una diana se pone a rodar cadera abajo, un blanco en movimiento al que sólo puede acertar una flecha perfectamente inmóvil. Tus palabras son un líquido cálido: al bucearlas me duermo. Al hablar desenrollas los caminos del mundo para que yo los explore. Cuando callas los vuelves a enrollar, pero queda una tenue huella de cada uno de ellos gracias a lacual siempre puedo reconstruir algunos. Me has enseñado a serpeligroso para mí mismo y a ser inofensivo para los demás. Después de muchos abrazos no somos una pareja sino un atlas. Si alguien quiere saber dónde se encuentra o hacia dónde queda el lugar al que planea viajar, sólo tiene que abrirnos y poner un dedo sobre el punto de destino. Si no fuera por lo que dices de mí, y porque me llevas en tu interior como una madre al feto, mi laberinto estaría en ruinas: cascotes en vez de muros, montones de piedras en vez de elegantes revueltas, ratas comedoras de ojos en vez de minotauros, polvo en suspensión en vez de corrientes de aire fresco filtrándose por las grietas. El cordón madeja. umbilical: el hilo de la Dejarse nacer en otro es un acto de fe, una locura. Y también: un pacto con el silencio que fuimos para que no irrumpa en el silencio que seremos. Sólo soy una sombra proyectada en la pared: existo porque tú eres cuerpo y bombilla. Existo porque nada se interpone entre nosotros. Tus fluidos me escriben, me dibujan el modo de salir. Dibujo que he de beber para que tenga sentido. 3. ALGO DICE DE MÍ... Algo dice de mí la labor del orfebre, el arcoiris doble, los anzuelos, las diecisiete formas que tiene el esquimal de nombrar a la nieve y el tibetano a la conciencia, los pechos comparados con cúpulas o cántaros, la barra de los bares, las películas, los cables de la luz parcelando el paisaje, las etimologías inventadas, la tala de las selvas, las bombas nucleares, la estupidez, el odio, la mentira, el mal gusto, el dolor, las equivocaciones, las hambrunas, las guerras, el asombro, el camino, la retama, la piedad, la emoción, la fiebre de un bebé, el aguardiente, el sol, la desmemoria, los delfines, el saxo. (Algo dice de mí cada ser, cada cosa que ocurre, todo dice un aspecto de mí y lo señala, y quiere despertarlo y que yo aprenda a llegar hasta el nido donde incuba sus ojos, y me invita a probarme esos ojos, a mirar de otro modo lo que soy.) Algo dice de mí el ruido, el brutal ruido que hace casi imposible escuchar lo que dicen de mí las cataratas o el silencio. 4. LO QUE DICES DE MÍ... Lo que dices de mí me posee a horcajadas detrás de unos arbustos. Lo que dices de mí me aprieta la cintura en medio del océano. Lo que dices de mí me araña de los muslos a la nuca mientras un elefante nos transporta en la selva. Lo que dices de mí me tira de los pelos en un piso catorce. Lo que dices de mí me saliva la oreja en un vagón. Lo que dices de mí me embadurna de aceites aromáticos dentro de un telescopio enfocado a Saturno. Lo que dices de mí mordisquea mi sexo en la estela de un barco. Lo que dices de mí jadea en una mesa de un albergue. Lo que dices de mí se bebe mi sudor en la calle más céntrica (en el escaparate de una agencia de viajes). Lo que dices de mí tapona con su lengua mi ombligo en una tundra. Lo que dices de mí se toca los pezones más allá del espejo. Lo que dices de mí dilata su vagina en el arcén de una autopista en obras. Lo que dices de mí grita en un diccionario abierto por la «p». Lo que dices de mí se arquea hasta romperse en una alcantarilla. Lo que dices de mí me eriza en una lámpara. Lo que dices de mí me da masajes rápidos y suaves en la fuente de un río. Lo que dices de mí te besa las axilas en el filo de un hacha. Lo que dices de mí acaricia tu pubis en una enredadera. Lo que dices de mí desoculta tu clítoris en un alto trapecio. Lo que dices de mí me gira y me retuerce en un vaso de vino. Lo que dices de mí me amorata en un puerto asolado después de un maremoto. Lo que dices de mí olfatea mi semen dentro de un espejismo. Lo que dices de mí se pellizca la piel en un frutero. Lo que dices de mí pone un índice mío detrás y otro delante en un viejo astrolabio. Lo que dices de mí pierde el conocimiento en un poema. 5. TODO LO QUE DECIMOS... Todo lo inaugura que decimos distancias,/ estructura de modo distinto lo que somos/ y nuestra relación con lo que existe,/ cambia de decorado y cambia de guión,/ modifica el sentido de las leyes/ y nos hace asumir actitudes y fines/ que antes ni siquiera imaginábamos. Por eso las palabras nos escriben,/ es decir, nos tornean, nos labran, nos dibujan./ Para ser más exactos: las palabras,/ lejos de ser pasivos instrumentos/ en nuestras manos, son gigantas poderosas/ desde aquí puedo ver el grosor de sus músculos,/ sus ojos inyectados, la determinación/ que demuestran sus gestos) que nos usan/ como materia prima para hacerse sus casas. Las palabras nos hablan, las palabras/ nos habitan. Por eso decir lo que nos dice/ (o hablar lo que nos habla, callar lo que nos calla,/ escribir lo que escribe nuestra vida)/ es mucho más que un acto/ de aceptación de la existencia; es/ poner una semilla en la palabra/ para que diga lo que somos; es/ seducir la palabra y penetrarla/ para que nos alumbre y nos lleve a su casa:/ y nos lleve a una casa que es la nuestra. Frente a todos aquellos/ que están donde no están y no están donde están,/ frente a todos aquellos que al vivir/en una casa ajena en realidad/ habitan una cárcel,/ la poesía y el amor nos hacen/ libres para elegir una casa y un mundo/ y nos dejan abiertos para ser elegidos/ por la casa y el mundo que elegimos. Y cuando afirmo «todo lo que decimos» quiero/ decir la que decimos con sentido:/ aquello que se dice por medio de nosotros/ (la poesía y el amor, la luz/ y los bosques y el mar, la nada y el olvido...),/ aquello que bautiza las medidas del mundo/ (rediseña la planta de la casa),/ aquello que le da al mundo otra apariencia/ sin por ello impedir que siga intacto/, aquello, en fin, que afirma la que es/ en vez de destrozarlo, de ignorarlo,/ de pasar a su lado con los ojos borrándose. 6. LO QUE DICES DE MÍ ME OBLIGA A CONTESTARTE... Lo que dices de mí me obliga a contestarte, lo que digo de ti te obliga a contestarme: de tanto tú venir hasta mi casa, de tanto yo acudir hasta la tuya se va abriendo un camino. *** Se va abriendo un camino que recoge tus huellas y las mías y las cura y las mima y les da de comer y cuando ya están fuertes y seguras de sí las lleva a la espesura y las instruye bien hasta que aprenden a no necesitarnos para abrir un camino. *** Se va abriendo un camino que nos anda y dice lo que dices y dice lo que digo. *** Y cada vez son más: un millón de caminos (un millón de palabras, un millón de silencios), el mapa de una historia que al vivirla nos vive. *** Un mapa que exploramos para que nos explore: dos territorios anchos como el cielo y la tierra que se buscan, se abrazan, se respiran, se logran vehementes, se confunden, se duermen enlazados. *** Un mapa que estudiamos para que nos estudie (piratas codiciosos interpretando signos) poeque ambos escondemos un tesoro que el otro ansía tanto descubrir. *** Lo que dices de mí es un collar de huellas, y un vestido de huellas, y un cinturón de huellas, y pendientes de huellas, y sandalias de huellas. *** Lo que dices de mí es un reloj de huellas que al consultarlo anuncia la hora en punto de la eternidad. *** Lo que dices de mí me lleva a la espesura y me abandona; luego me canta una canción para orientarme y canta otra canción para ahuyentar las fieras. Yo me embarco en su voz hasta que fluye bajo mis pies un río que me deja a su lado. *** Cuando una huella vuelve como río al camino que la hab{ia llevado a la espesura ya no es ella la alumna que temblaba. Ahora ya es más sabia que el camino y le ayuda a aprender esta lección: cómo ir por el mundo sin pagar el peaje de unas huellas. *** Lo que dices de mí son monedas de huellas que debo devolverte como mar, como río, como lluvia, como dardo de agua estallando en tu boca, como dardo de lágrimas acertando en tu boca, como dardo de nieve acallando tu boca. *** De tu casa a la mía hay un camino: si lo miras atento es el de siempre, si lo miras atento y además permites que el camino te observe atentamente cada día es distinto. *** Quien le venda los ojos al camino que va desde su casa a otra casa cualquiera queda a merced del zombi, a merced de las zanjas de la muerte (Que convierten entonces el camino en trincheras, en tumbas, en túneles, en trampas). *** Lo que dices de mí le abre los ojos al camino que va desde tu casa hasta mi casa. *** Lo que dices de mí me lleva a donde estás (una parte de mí que se queda conmigo, otra parte de mí que se marcha a tu lado) y me aloja en su casa y me llena de huellas que un río fugitivo borrará turbulento. *** Lo que dices de mí pone un mapa en mis manos, me empuja con dulzura y me pone en camino en un camino. 7. LO QUE VEO PASAR ME VE PASAR... Lo que veo pasar me ve pasar y por eso estoy vivo. Lo que veo detenido me ve quedarme quieto y por eso no muero. En mis ojos, los ojos de los árboles y el río se miran para ser y darme el ser. No espejos sino luz. No parentesco o relacion sino lo mismo. No el tiempo desplegándose despacio para extender su red sino la araña devorando a la araña para hacerse tan grande como el tiempo y devorarle. Lo que veo pasar me deja ciego y por eso estoy vivo. Lo que veo detenido me aparta de mis ojos y por eso no muero. !Sigo aqui! COMO AQUEL ALFARERO... Como aquel alfarero que rompía las jarras nada más terminarlas. Sin perder la sonrisa destrozaba los platos y los vasos y luego se ponía a decorar los fragmentos dispersos por el suelo con sangre que sacaba gota a gota de sus dedos y brazos, de sus muslos, de las callosas plantas de sus pies. Extraía de sí los pigmentos del alma hasta quedar exhausto y venir los insectos a chupar sus heridas. Los vecinos, por compasión, ponían monedas en el torno y se llevaban trozos de loza hasta sus casas. Al despertar seguía sonriendo y de nuevo amasaba en el barro mojado las formas de lo informe, los diminutos cuencos donde cabe lo eterno. Vikram Babu pregunta: ¿dónde bebes? COMO UN ÁGUILA... Como un águila, Dios también de vez en cuando necesita descansar de Sí Mismo y replegar Sus alas y dejar de volar por un instante. Nosotros somos árboles plantados por Sus manos, apenas una mancha en el paisaje de lo Eterno: lugares para que Dios repose. Vikram Babu pregunta: ¿qué crueles leñadores os talaron? De "Los poemas de Vikram Babu" EL SALTADOR El saltador se encoge, se agarra las rodillas, esconde la cabeza entre las piernas. A punto de llegar da un latigazo y se estira de golpe contra el agua: al sumergirse nace, y el mundo, sacudido, vuelve a iniciar de nuevo sus circunvoluciones, su salto de gestante que atraviesa el espacio como una caracola o bosta o piedra lanzado hacia la luz: le enseña el saltador al mundo su trabajo, y a convertirlo en juego, y cómo al zambullirse quedar recién nacido: le enseña el mecanismo de la vida. El mundo se detiene y mira concentrado, quizás reconociéndose en los gestos del hombre que rota y se traslada dibujando una elíptica con su cuerpo visible sobre un eje invisible. Es el mundo el que salta, no es el hombre: esa bola que rasga la seda de la tarde desnudándolo todo, no es un hombre: es el cauce de un río, las raíces de un árbol, la tierra de aluvión, pero no un hombre: es el molde de un hombre, un recipiente vaciado de un hombre y luego vuelto a llenar con el cauce, las raíces, la tierra: es el hueco dejado por un hombre para darle un cobijo a las cosas del mundo. El hombre, cuando salta, ya no piensa, pues su interior es agua, filamentos o polvo. Cuando salta es el puro movimiento y es la inmovilidad perfecta y pura: es el mundo que gira y el mundo detenido. El mundo, ese aprendiz de saltador, y el saltador, ese aprendiz de mundo, se duermen en el aire y nos suenan. ESTÁBAMOS AHÍ DETRÁS DEL SETO estábamos ahí detrás del seto hendidos a buril en la espesura estábamos ahí abrazados e inmóviles a salvo de los perros de la casa estábamos ahí como piedras talladas por el canto del búho como agua detenida por el canto del liquen como raíz medicinal que aguardase a una enferma estábamos ahí tras los arbustos a salvo del bullicio feliz de las palabras lo que dices de mí lo que digo de ti las palabras que dicen pon la cena el columpio chirría que se laven las manos he encontrado ese vino que te gusta estábamos ahí sin las palabras hundidos en la noche como huella en el barro abrazados e inmóviles como el rayo en el tronco a salvo del Estar y del Ahí perros que muerden al extraño que salta el muro de la casa estábamos ahí detrás del seto como un poco de lluvia secándose en la cuerda de la ropa besándonos despacio para parar el río buscándonos despacio viviéndonos despacio para parar el hielo y el deshielo para parar las nubes y las águilas para entrar muy despacio al cuarto donde duermen las preguntas para salir del tiempo sin salir de nosotros estábamos ahí sin arcos de palabras sin flechas de palabras desarmados y solos como el óxido que baja por la verja sin cepos de palabras sin lazos de palabras sin tirachinas de palabras abrazados e inmóviles como briznas de un nido como una mariposa en el cuerno de un toro como un cadete muerto en su trinchera a salvo del Decir y del Nosotros emboscados y tristes lamiéndonos despacio desde nunca hacia nunca pulsándonos despacio como a un violín los cambios de humedad cerrándonos despacio las madrigueras del deseo mientras ladran los canes y olfatean mientras ladra el Decir ladra el Nosotros mientras ladran a coro las palabras lo que dices de mí lo que digo de ti ayúdame a peinarme la leche no está fresca gracias por el jersey gracias por tu sonrisa hoy te toca fregar ya mí las camas ayer no te acordaste de recoger las fotos se han mustiado las rosas pero no los geranios estábamos ahí sembrándonos semillas de dedos y de bocas la pepita el carozo las costillas los tarsos sembrándonos el árbol de los huesos arrojando caricias como grano en el surco arándonos a espalda de los bueyes pesados del espíritu estábamos ahí detrás del seto no en silencio pues éste mana de las palabras cercados por hurones por babosas por pistilos y abejas por el viento y un trozo de papel no en silencio pues éste se calla en las palabras el silencio se calla dentro de las palabras a salvo del Estar y del Ahí que se llenan la panza con todas tus palabras y las mías palabras como pienso que trituran sus dientes montones de palabras que les mantienen vivos y excitados palabras recogidas en platos de silencio que les hacen saltar mancharte con sus patas aullar a los de afuera palabras que alimentan la exclusión estábamos ahí tras los arbustos como tréboles setas coccinelas como asteroides recién precipitados del olvido como el tallo espinoso de la nada como torpes alumnos del sauce y la colina como luz rebotando de tu cuerpo a mi cuerpo de pared a pared quitándonos despacio los ladrillos quitándonos ladrillos uno al otro para poner un claro del bosque entre los dos atesorando fórmulas para el tiempo del caos estábamos ahí esculpiendo la luz en la espesura estábamps ahí detrás del seto como ladrones sin pasado ladrones sin más plan que no ser atrapados por la Historia ladrones con las manos vacías de vacío ladrones sin ganzúas sin linternas sin gusntes sin cronómetros sin pólvora futura ni el cortafrío del presente ladrones sin sintaxis ni pistolas plantados en un robo como en una maceta plantados en el plano de una casa como alfileres en un corcho plantados en el antes y el después como una jabalina lanzada contra un ñu estábamos ahí soldados a la noche como planchas de un barco a la deriva sorbiéndonos y siendo sorbidos por los líquidos fantásma naufragando en un fantasma estábamos ahí entre el bosque y la casa tras un seto a salvo del Decir que rompe el espinazo de los gatos a salvo del Estar que acorrala a los topos a salvo del Nosotros que acecha a los gorriones a salvo del Ahí que gruñe al visitante a salvo del desfile de palabras que aplastan tulipanes y magnolias lo que dices de mí lo que digo de ti barnizar las persianas me llevará una tarde por lo menos el paquete de harina me recuerda a tu amigo me esconderé en el gel cuando te duches te vi en mi pesadilla con treinta y dos cabezas de lechuga haz copia de esta llave haz copia de tu lengua estábamos ahí abrazados e inmóviles como raíles a la tierra como una copa al agua que derrama desmigajados como para un cuervo desorientados como la brújula prendida de un imán abrazados e inmóviles como el humo y los troncos como el mirlo y sus trinos como el tren y el temblor y el pasajero estábamos ahí detrás de los arbustos no escuchando las risas ni los discos ni los coches frenando al llegar a la curva no mirando los globos de colores no oliendo las galletas horneándose a salvo del Nosotros anfitrión de una fiesta a salvo del Decir malabarista a salvo del Estar que sirve canapés a salvo del Ahí que guarda los abrigos abrazados e inmóviles como nutrias de agua como milanos de aire como arcilla en la piel del alfarero no sintiendo el relente que empapa las hamacas y los toldos y riza los cabellos de los que bailan en el porche no atendiendo al silencio de todas las palabras lo que dices de mí lo que digo de ti nos vamos a tu casa. lo siento eres mi tipo. pues más a mi favor. es que jamás me acuesto con hombres que me gustan estropea las cosas cuando todo termina, estoy a tiempo aún de no gustarte si me das media hora, es tarde para el tiempo y es tarde para ti ya me gustas muchísimo. soy horrible lo juro. para mí una ginebra yo seguiré con blanco me han hablado de ti me han dicho que eres dulce y optimista el dinero ya sabes sólo sirve a la nada mientras más menos eres he dejado a las niñas con mi primo estábamos ahí abrazados e inmóviles inocupados como los bancos de una plaza un día de tormenta desiertos como el iris de un cervatillo muerto desposeídos como una cantera de reptiles inobservados como las tejas de una torre a salvo del Abrazo y de lo Inmóvil esos perros rabiosos que atacan a sus dueños a salvo del Abrazo que le ofrece tus ojos a los pulpos cuando intentas salvar al que se ahoga a salvo de lo Inmóvil que transforma este punto en una cárcel estábamos ahí entre el bosque y la casa dilucidados por el canto de un bosque y una casa dilucidados por el humus las brácteas las mantis religiosas dilucidados por el canto de ventanas y puertas abiertos al sentido abiertos los sentidos penetrando en lo otro que no es otro cayendo hacia lo otro desde un puente pintado sobre el agua cruzando a la otra orilla sobre balsa de espejos dilucidados por el canto que salva de lo Otro dilucidados por el canto que nos salva del Entre estábamos ahí tras los arbustos ausentes de la punta de una lanza que viaja por nosotros como un escarabajo por el hueco de un árbol la punta de una lanza que no gobierna ya ni el asa ni la elíptica de un tiro la punta de una lanza que abreva en el hilillo de una sangre inmóvil y abrazada a nuestras bocas ausentes del galápago que desova en la playa del silencio ausentes de las fresas y del muérdago más allá del Decir y del Nosotros esas ratas que rompen los huevos del galápago más allá del Estar y del Ahí ese tifón que arrasa las playas y la ausencia más allá de las fresas comparadas con labios y más allá del muérdago que desvela los símbolos ausentes y presentes como el cielo reflejado en un lago lo que dices de mí lo que digo de ti le pondría una pizca de salvia y de tomillo el dolor no me sirve para entender los nardos esa novela es buena pero mejor que la olvidemos no descuides tu tierna hipocresía cuando te lo presente estábamos ahí hendidos a buril en la espesura hendidos a buril por el vacío una fragua encendida en la espesura un taller de escultor con lascas de vacío dos cuerpos que se cruzan en la fronda como huenas de zorro con huenas de gineta cuerpos que en vez de manos tienen cambios de agujas cuerpos que en vez de cuerpos son minas de antracita hendidos muy despacio con golpes de vacío borrados por el canto del murete por el canto de la cancela por el canto del chumbo cuerpos o vagonetas herrados al vacío cuerpos para una estatua del vacío estábamos ahí barriendo la hojarasca de nuestro Corazón con la escoba del cuerpo barriendo la hojarasca de los músculos con movimientos limpios de cadera barriendo la hojarasca del antes y el después para quemarla ahora en nuestro sexo desocultados como un salto de jaguar hacia una iguana pero ocultados como iguana en una poza desocultados y ocultados como la palabra en el canto estábamos ahí tras los arbustos velando nuestro estar dormidos como espigas dormidos como calabazas dormidos como peras en un árbol velando la respiración de la cosa en la cosa y del cuerpo en el cuerpo velando el transcurrir del tiempo deteniéndose en el tiempo atentos al hidrógeno que avanza por la savia como una bicicleta que colgada de un gancho escala su pared sin miedo al precipicio atentos al arroz que avanza por el humedal como el cielo recorre una cometa enredada en los cables de la luz cuidando las raíces de la noche las raíces que sanan a la enferma estábamos ahí detrás del seto anadeando en el estanque de los muslos a salvo del Decir y del Nosotros lo que dices de mí lo que digo de ti me sentiré culpable de nuestro apocalipsis atrácala a la carta. sitar gratis. sé de crema mercedes. reconocer. radar la tenía en mis menos y la echaba de manos las alarmas no sirven si es un profesional el que te besa tanto pan de centeno y luego los bombones y bájame la cremallera sin exiliar tu boca de mi nuca sin que levante el vuelo tu mano del pezón sin que abandone el monte de mis nalgas tu cintura rebelde alzada en armas si la amnesia es un don sé entonces mi accidente crocanti y leche condensada una hora a fuego lento y está listo estábamos ahí tras los arbustos orinados por hadas y unicornios orinados por la velocidad por la imaginación por las metáforas empapados de olor pero inmutables como el musgo o la esquina como el tocón o el grifo que surte a la manguera manchados con la orina del lenguaje orinados por todas las palabras que después de aliviarse se olvidan de nosotros manchados de silencio manchados por las heces de la nada orinados por gnomos y por sílfides por hidras y por monstruos orinados por máscaras y voces orinados por Ti y por Mí por el Entre y el Ser por Ahora y por Nunca estábamos ahí desmigajados como para un pez estábamos ahí detrás del seto viéndonos despacio para burlar la Vida urmiendo a las preguntas para salir del tiempo sin salir de nosotros estábamos ahí tras los arbustos desgajados de todas las palabras lo que dices de mí lo que digo de ti mejor llévate un chal si te vas a la guerra otro avión se ha estrellado tantos mueren de sed y nosotros piscinas y piscinas minas antipersona en la concienda un solo mandamiento es necesario no usarás ya más pronombres posesivos estábamos ahí detrás de los arbustos o tras el seto abrazados e inmóviles como raíz medicinal en manos de una enferma a salvo de los perros de la casa esperando esperando esperando el poema LECCIÓN DE METAFÍSICA Lo que existe parece que no existe porque tú lo has tocado ser adentro, porque tú lo has tocado beso adentro con la nerviosa lengua de la nada. Me palpas con tus manos infinitas (no son manos, lo sé, sino estallidos: el tiempo que no llega nunca a tiempo, un tiempo adelantado o retrasado que acaba siendo mar o nebulosa) y se borra mi cuerpo, y al borrarse por fin se hace visible: un signo cero suspendido en el aire entre nosotros. Me piensas con tu boca y con tu sexo, esos dos silogismos refutables, esos dioses borrachos que han perdido la pizarra o azar donde escribirme. Y al pensarme me restas, me haces menos, me deshaces, me viertes al vacío, me entregas al no ser y maniatado. Parece que no existo por tu amor porque tu amor me funda, es el origen, ese punto o lugar donde está todo (también lo que no está: tu ausencia: nada). Tu cuerpo me hace náufrago, un islote de repente ignorado por el cosmos, meteorito tachado de los mapas, nave sin un planeta al que volver que fuera giro a giro di-sol-viéndose en la luz cegadora del olvido. Tu cuerpo hace que exista lo que existe: tu cuerpo hace imposible lo que existe. Lo que existe parece que no existe porque tú lo has dejado sin besar. Parece que no existes porque tienes unos labios carnosos y unos dedos que dibujan el mundo. Nada y todo se abrazan en tus piernas cuando salen a respirar del fondo de tu mente. Me piensas con tu nuca y con tu ombligo, me piensas con tus huesos y tus músculos, me piensas con las sillas de tu casa, me piensas con el agua y el jabón, me piensas con los árboles del bosque, me piensas con tus heces y tus gritos, me piensas no pensándome y, pensándome. Me piensas, no me piensas: es lo mismo. Por ti me piensa el tiempo y el espacio. Me piensan las paredes de este cuarto, me piensan con la cal y con las manchas, me piensan con la sombra de mi cuerpo. Y al pensarme me borran, ya no estoy y ya no queda nadie en este cuarto. El amor es un cuarto que no existe donde duerme a resguardo lo que existe. Y el amor es un cuarto que sí existe donde duerme a resguardo lo que no. (Un poema es un plano que refleja el justo itinerario hasta ese cuarto.) Me piensas con el ser, con el no ser, me piensas con los números caídos del portal de la casa donde vives, me piensan tus jadeos, tus dos gatos, el barro de las ruedas de tu coche, me piensan tus palabras cuando callan y ya no son palabras sino cuerpo, me piensas cuando pienso en ti y el aire se adensa entre nosotros y parece un huracán inmóvil y desnudo. más allá de ti nos piensa lo impensable (y viene hacia nosotros a la velocidad de las arañas muertas para hilarnos al no). Busquemos el silencio para amarnos. POEMA DEL CÍRCULO Todo lo que decimos da vueltas y más vueltas rueda desde nosotros a nosotros baja por la pendiente que llamamos espalda mundo ser da vueltas y más vueltas para encerrarnos juntos en la bola de nieve en el alud de círculos que van por la ladera creciendo y retumbando aplastando lo frágil la huella de los lobos y al Viejo Excursionista expulsado del cielo. II Y lo que no decimos da vueltas y más vueltas gira sobre sí mismo en loca rotación que provoca una llama invisible un incendio que se extiende imparable por un bosque ocupado por seres que no existen por seres imposibles o vacíos habitantes M cero o de la nada que escuchan temerosos el no-chisporroteo de las llamas y ponen sus no-piernas a correr estampida de huecos que buscan una forma donde estar a salvo del no-bosque que se quema una forma o palabra o barro o nota el estruendo de un círculo bajando una montaña que aplaste lo más frágil la huella del Silencio. III Todo lo que decimos o callamos da vueltas y más vueltas abrazo de espirales que giran enredándose las curvas enlazadas a las curvas remolino de curvas que forman la palabra y su silencio agujero que busca sus paredes de vidrio para llamarse vaso tierra que busca el aire para llamarse halcón remolino de círculos que escapan de sí mismos de círculos abiertos enganchados forzándose a decir lo que callan y a callar lo que dicen no-palabra que busca que alguien la pronuncie para llamarse tiempo y palabra que busca la mano que la borre para llamarse amor no-palabra y palabra que se enredan mientras van por el aire y se olvidan de qué estaban buscando y se rozan se frenan se detienen de pronto un círculo o tifón dormido en el vacío un círculo al que un ojo sueña desde el vacío. IV Un círculo y un ojo que se miran despacio mientras ruedan inmóviles la ladera hacia arriba y aplastan lo más frágil algo que estaba en ellos y dejaron caer un punto una pupila el centro de sí mismos algo que estaba en ellos y ya no necesitan pues ya no son palabra o no-palabra sino tiempo y amor un círculo incansablemente quieto que se evadió del punto o centro o Dios y que ahora lo aplasta en el ahora. NO ESTÉS TRISTE MI AMOR... No estés triste‚ mi amor‚ y si lo estás‚ que tu tristeza sea un modo de vengarte de Dios y de las flores‚ de la alegría inútil que debe ser la vida según ellos‚ y no estés triste nunca por las cosas que pasan o no pasan‚ sino solo por esto: porque contempla la tristeza desde lejos a Dios y a las flores y al tiempo y nos lleva al lugar donde amar es posible. De "Semillas para un cuerpo" 1988 NO LAMENTO TU AUSENCIA... No lamento tu ausencia‚ no me alegro tampoco: esta paz de tenerte como siempre en las manos es parte de mi amor‚ de este nuevo sentido que has puesto en mis sentidos‚ y no es que estés muy lejos‚ es que madura lento lo que más nos importa y el tiempo y el espacio son frutas delicadas· De "Semillas para un cuerpo" 1988 Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, editor y traductor. Es médico cirujano por la Universidad de Guadalajara. Fue editordirector de las hojas de poesía Crisol y La llama ardiente y de la revista literaria Orfeo, así como del sello La otra orilla. Ha coordinado varios talleres de creación literaria y ha publicado en revistas y suplementos culturales de México, Estados Unidos y España. Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco durante 1998. Autor de Rescoldos (Mala estrella, 1995), Nostalgia de no ser mar (Ayuntamiento de Guadalajara, 1997), Brevesencias (Secretaría de Cultura de Jalisco, 1997), Mano abierta (Mala estrella, 1998), El desierto del mundo (Fondo editorial tierra adentro, 1998), El patio de la bugambilia (La otra orilla, 1998), Orilla de la madrugada (Gobierno del estado de Coahuila, 1999) e Illuminated Mysteries/Misterios iluminados (Galvart Press, 2001). Aparece antologado en La rosa escrita (Aldus, 1996), Tiro al blanco. Poesía última de Guadalajara (Ediciones arlequín, 1998), Inkwell Echoes (The San Antonio Poets' Association, 2001), A Poetic Odyssey (Famous poets society, 2001), Poesía de Jalisco del siglo XX (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002), New Millennium Poets (Famous poets society, 2002), Voices Along the River (The San Antonio poetry fair, 2002), Celebrate! Poets Speak Out (Creative communication, Inc., 2002), Voices Along the River (The San Antonio poetry fair, 2003) y Solamente palabras (Centro de estudios poéticos, 2003). Obtuvo los primeros lugares en The Hispanic Heritage Award dentro del River City Poetry Contest (2001) y The San Antonio Poetry Fair, Director's Award (2002) y Mención Honorífica en The San Antonio Poetry Fair (2003). Es miembro de The Academy of American Poets. Asistió al I Encuentro Nacional de Talleres Literarios, realizado en Morelia, Michoacán en 1997; así como al I y II Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes de Tierra Adentro en 2001 y 2002, respectivamente, llevados a cabo en el estado de Chihuahua, México. Actualmente radica en San Antonio, Texas, Estados Unidos, desde donde colabora para algunos diarios y revistas. Soy el guardián... Soy el guardián de la noche, administrador de los sueños y de las conquistas. Mientras ella duerme, contemplo desde la sombra la obstinación de la luna. De sus entrañas brota mi voz, sé que me sueña, ¿o es que sus ojos son mi espejo y su nombre mi apellido? De pronto se desliza entre mis hombros y estamos juntos. Me introduzco al sueño respirando de su aliento minutos breves. Somos uno. Permanecemos bajo paréntesis hasta que el balbuceo de la luz mina nuestras paredes. La noche entonces abre mis ojos, baja mis párpados y al verdadero mundo me lanza. Nada, sino tu sombra... Nada, sino tu sombra galopando. Va y viene a través de las cortinas translúcidas del pensamiento. Y la atrapo. Y consagro las palabras al silencio de tus manos. Ah, la fatiga. Cavé una fosa, en vano, para tu luz distante, imperecedera. Mas nada. Nomás la sombra de un fantasma. Mañana escucharé... Mañana escucharé el eco de tus pasos en mi memoria, no para reconstruirte, sino para negarle al tiempo su complicidad con el olvido. El corazón Amanece tras un instante y otro ritmando sueños, silbándole al sol la memoria de una leyenda. Alza su propio eco hacia el más alto pino de la noche lenta. Bajo el aliento palpitante de la muerte renace siempre amaneciendo. La flor en la tierra La semilla de la muerte que ha de germinar al sol revienta bajo la tierra. Las manos de Dios alegres que desgranando los días cultivan la muerte ya trabajan siempre la tierra desde el único principio de la extensísima vida. Apenas una raíz asciende hacia el infinito, mientras Dios medita y ve los vastos frutos de luz que van a cubrir la tierra. Está la flor de la muerte brillando sobre la tierra, y con su esencia perfuma el aire todos los aires: los rincones de la vida donde se deshoja eterna. Hacia la muerte Como moneda que lanzara Dios al abismo, sin detenerse, ruedan los días hacia la abierta alcantarilla por la que exhala, en su locura, su desorden la infatigable muerte. Y nosotros, con el afán de rescatar la moneda y de hacerla propia, tras ella rodamos. Arrojados al vacío igual que desechos por el Dios invisible, junto con la moneda nosotros vamos también al respiradero donde, irremisiblemente, un pedazo de nuestras vidas, cualquier día al fin, ha de arrastrar el asfixiante tumulto de sus aguas. Canción Hay en tu boca la luz de un hálito que resplandece Desde tus ojos más cercano es el horizonte Un canto alegre mi sueño canta para tu boca Renace el mundo vivos mis ojos en tu mirada Medianoche Los pensamientos, hoy perdidos, en la eternidad de mi noche buscan su cauce, su destino. Llega de unos gatos la cópula de lejos hasta mis oídos. Ya por debajo de las sábanas más helado se vuelve el frío. A través de un terco reloj muy lentamente me aproximo a los latidos del silencio más rotundo y definitivo. Custodiando en la oscuridad, antiguos fantasmas amigos con su pasado ríen-saltan: dan un salto desde el olvido. Entonces enfrento la noche armado de mí, de mí mismo, y empiezo después a escribir... El instante es el camino Árbol antiguo visto desde una infancia, el tiempo se deshoja, floreciendo, siempre reintegrándose a sí mismo, firme ante los aires de cualquier viento, ante los vientos de la muerte, el viento iracundo de la nada. Suspiro interminable es caminar el tiempo, jugar un juego que no acaba dentro del árbol de las horas, muy adentro del ramaje más caudaloso. Si los pasos se detienen en su marcha los abandona el tiempo a la intemperie, pasos perdidos son hasta reencontrarse. !Y qué laberinto es el camino! (Pero encuentra el pie su huella, y al momento retoma su destino y se desborda.) Mientras el tiempo se hunde en su savia brevieterna, de las ramas, fruto pleno, asciende uno hacia el fondo de la vida. La espera Ha vuelto a madurar la fruta sobre la mesa, las flores de las macetas ya se secaron, enterradas las cosas bajo el polvo ¿qué se puede hacer? Los anocheceres dan fe de la espera, la multitud de estrellas -testigo perpetuosin duda alguna lo sabrá decir, pero a quién sino al corazón que a veces siento caduco, imposible para vivir: endurecido. El florecido sueño En la fertilidad de tus manos inacabables puse anoche a dormitar el sueño más largamente soñado, y ya ves ahora, mano tan abierta, cómo de tus costados, poco a poco, lúcidamente va enraizándose, dando al aire su aromada luz que apenas se irradia. No ráfagas de amor es lo que pide el beso, sino habitar en tus manos que son mis manos: claridad de la luz en la luz, labios del amor verdadero; y en la perfección de tu magnífica mano darle dichoso a los días un tiempo que sea mi tiempo, siempre eterno de amaneceres igual al sol de la vida. El florecido sueño tiene el sabor de tus manos, y tus manos saben a lo que sabe la fruta cuando madura bajo las manos de Dios. Sólo un rumor Ven, aún es tiempo de habitar el paraíso, me dije cuando en el alma crecía tal deseo como un rumor de aves: eran pájaros que no cantaban, batir de alas en desventura. Me acerqué a la luz de la conciencia, no vi nada. Fui entonces a las cavernas interiores y pude seguir las huellas del polvo conduciéndome al olvido, a la cruel indiferencia. No dije más. Comprendí que aquel deseo, mínimo, era sólo un leve, lánguido rumor. El desierto del mundo A través de la ventana (que son mis ojos) veo el desierto del mundo y miro lo que puedo, lo que sé mirar: ¿qué fuera yo si no fuera lo que soy?, ¿qué soy en este desierto sino un cactus, un animal salvaje, un insecto más? ¿Sería acaso el sol enfermizo, el veneno de los alacranes o el silencio devastador? Descendiendo las escaleras del tiempo no arribo a ninguna parte, por eso me callo, por eso me voy... Cierro la ventana y me encierro en la oscuridad de mi espíritu. Si acaso... Yo nada pido, nada estoy diciendo, no, es nada lo que quiero al decir lo que digo; mínimamente es nada esto que estoy diciendo. Si acaso, la conciencia de no saberme muerto, de pretender subir por rumbo misterioso a ese gran misterio de la palabra dicha. Yo nada pido, nada estoy diciendo, no, sólo sé que es del canto la inevitable voz. Nada puedo pedirte Dame lo que me quieras dar, Señor, nada quiero pedir, nada te exijo, hoy ya comprendo que si miro el cielo es tu resplandor de luz lo que miro; cuando me siento extraviado en la noche en tus estrellas encuentro el camino. Eres, Señor, agua para la lluvia, para los manantiales y los ríos; en el arcoiris tú estás presente en las sombras escucho tus latidos... Nada puedo pedirte, Señor, nada: creo en tu amoroso amor siempre vivo. Escribes... Escribes bajo el fulgor de la noche, sintiendo su influjo como un llamado a la escritura. Piensas entonces que la noche uno a uno te dictará los versos. Pero en verdad, nada dice. Solamente los grillos, entre sí, e dicen su cuento; ah, y también las lechuzas. Sigues esperando que la noche te hable, y nomás un coro de estrellas lejanas deletrea tu presencia. La hora Vuelve la luz a hacerse luz, plácida claridad en el vaivén de sombras, y la calma otra vez, el remanso donde reposa -como en el sueño el insomnesu paso frenético el corazón. El aire que se respira se hace respirable, y el paisaje a cada mirada recobra el color y la forma. Surge a la vida el que vive en la muerte y muere de nada. Esta es la hora de la resurrección. Ecos de la agonía Fui sólo sombra habitada por el desdén, por los caprichos de la luz vagante. Fructificó en mi ser la desventura y puntualmente repartí sus dones; a veces la alegría dejaba en el aire su estela. Árbol solitario, pan de la multitud, fui lo que pude. De repente todo se va muriendo. (!Dios, cierra los ojos y mira tu obra y compadécete de ti!, pero si soy yo el hacedor de tanto fruto estéril, mándame de una vez al infierno y olvídame. !Acaba ya conmigo, Dios, tú ganas!) Hoy, al borde de esta tarde yo también me muero, para luego tal vez recomenzar... De claridad y esperanza A mi voz susurró el tiempo su historia de claridad y esperanza, y por mi lengua de barro yo supe que también a la muerte se canta. Vine a este cielo -sólo vinepara alumbrar con la flor de mi verso la tristeza, pero he de saber que en la tierra la alegría-alegría igualmente es flor luminosa. En mi boca florecen los himnos que son del mundo canción y el mundo, río en mi sangre, es ríomundo, pero siempre sangre. La consigna y el milagro Volver a tus dominios, infancia, acercarse es lentamente a la explosiva boca de un volcán y luego ¿para qué volver entonces al origen del desastre donde aún el escombro es el reino de la insania y una voz de látigo, férrea para el castigo y la zozobra hace cumplir puntualmente su mandato? ¿Para qué, entonces, escarbar lo caminado y hundirse en las cenizas de un esplendor fallido en cuyas ruinas aguarda temeroso un niño? Regresar a la infancia y salvar al corazón de su infortunio han de ser la consigna y el milagro. Elegía de la pierna A la sombra de su estatura bendice tú la harina de su hueso, ceniza caminante en triste enflaquecido músculo y piel de nardo. Para que vuele, para que no se incendie, sacúdele la rabia que la aniquila. Que en un grito alarido enorme resucite y si no, luego entonces nuevamente crucifícala. Ha callado tanto tan silenciosamente que ya no escucha, que no obedece más los desvaríos de aquél que habla, del que empinó en su copa toda la embriaguez del infortunio escondiéndose pronto luego en su corazón que sabe sólo dar caídas de ciego. Huellas del llanto Como abandonados huérfanos, habitantes del olvido, mis viejos zapatos repasan todavía su historia desde el recinto de las añoranzas y lo inservible. ¿Cuántas aún lágrimas tendrán por decir? Oh tan míos mis sufridos zapatos ejemplos de mi sinamor. Muchas veces huir quise de sus tribulaciones: contemplé los caminos que no anduvieron y ahondé a la selva en la que me perdí. Qué importa si con sus agravios ahora me persigno: aun así no restaño el cuantísimo tiempo que por mi cobardía engañé el rumbo, la dirección de su ortopedia para juntos no andar hacia el horizonte de nuestro destino. En el país de los zapatos los míos optaron por el exilio, y aunque sobre todo mártires de mi vergüenza, ellos el espejo y mi referencia son. Porque metáfora posible no hay para llorar tanta amargura yo sólo pienso, ay amargos los zapatos míos como triste fue mi corazón. Mundonuestro Del niño que respiró en mí alimentado de mi sangre y con mis huesos protegido, de ese solo niño criatura amarga, no sé exactamente si algo de su ser perdure aún, invicto en su catástrofe de miedo. En realidad, me sobrevive su mirada, relámpago furioso partiendo en más de dos mi nombre. A través de sus turbulencias imágenes sueño lo que él mira, deseo lo que su pensamiento imagina. (Ese que canta soy yo. El que conjura con sus versos el desenfreno agrio de la locura, enclaustrado en su atalaya de muerte esperanzada.) No. No ha muerto y no morirá. Lo sé ahora, cuando descubro que erige nuestro mundo desde sus sílabas de cataclismo y fuego. Agustini Delmira Biografía Poeta uruguaya nacida en Montevideo en 1886, en el seno de una familia burguesa descendiente de alemanes, franceses y porteños. Desde muy corta edad incursionó en el campo poético publicando su primer poemario, «El libro blanco» en 1907. Luego aparecieron «Cantos de la mañana» en 1910 y «Los cálices vacíos». Mujer de gran sensibilidad y sensualismo, asombró a Montevideo y Buenos Aires con sus libros de versos. Contrajo matrimonio en 1913. Su matrimonio fracasó a los dos meses, y un año después, en 1914, murió asesinada por su marido quien se suicidó después. Después de su muerte se publicaron dos composiciones más: «El rosario de Eros» y «La alborada». AMOR BOCA A BOCA BOCETO INCONCLUSO CEGUERA CON TU RETRATO CUENTAS DE FUEGO DESDE LEJOS DÍA NUESTRO EL ARROYO EL CISNE EL DIAMANTE EL RAUDAL EL INTRUSO EL SURTIDOR DE ORO EL VAMPIRO EN TUS OJOSEXÉGESIS EXPLOSIÓN FIERA DE AMORFUE AL PASARHACIA LA PRIMAVERA HOY DESDE EL GRAN CAMINO... CITA INEXTINGUIBLES LA COPA DEL AMOR LA MUSALA SED LAS ALAS LO INEFABLE LOS RELICARIOS DULCES LOS RETRATOS MIS AMORES NOCTURNO OFRENDANDO EL LIBRO A EROS OTRA ESTIRPE ÍNTIMALA BARCA MILAGROSA LA PARA TUS MANOSPOBRES LÁGRIMAS MÍAS... PUPILA AZUL DE MI PARQUE SERPENTINA SOBRE UNA TUMBA CÁNDIDA SUPREMO IDILIO TU AMOR TU BOCA TÚ DORMÍAS VEN VIDA VISIÓN AMOR Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente; hablaba el impreciso lenguaje del torrente; era un mar desbordado de locura y de fuego, rodando por la vida como un eterno riego. Luego soñélo triste, como un gran sol poniente que dobla ante la noche la cabeza de fuego; después rió, y en su boca tan tierna como un ruego, soñaba sus cristales el alma de la fuente. Y hoy sueño que es vibrante y suave y riente y triste, que todas las tinieblas y todo el iris viste, que, frágil como un ídolo y eterno como Dios, sobre la vida toda su majestad levanta: y el beso cae ardiendo a perfumar su planta en una flor de fuego deshojada por dos.... SERPENTINA En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente! gliso y ondulo como una corriente; dos píldoras de insomnio y de hipnotismo son mis ojos; la punta del encanto es mi lengua... ¡y atraigo con mi llanto! soy un pomo de abismo. Mi cuerpo es una cinta de delicia, glisa y ondula como una caricia... Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente! mi lengua es una venenosa fuente; mi testa es la luzbélica diadema, haz de la muerte, en un fatal soslayo son mis pupilas; y mi cuerpo en gema ¡es la vaina del rayo! Si así sueño mi carne, así es mi mente: un cuerpo largo, largo, de serpiente, vibrando eterna, ¡voluptuosamente! Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte: jardinero de oro de la vida, jardinero de fuego de la muerte en el carmen fecundo de mi vida. Pico de cuervo con olor de rosas, aguijón enmelado de delicias tu lengua es. Tus manos misteriosas son garras enguantadas de caricias. Tus ojos son mis medianoches crueles, panales negros de malditas mieles que se desangran en la acerbidad; crisálida de un vuelo del futuro, es tu brazo magnífico y oscuro, torre embrujada de mi soledad. VISIÓN ¿Acaso fue en un marco de ilusión, en el profundo espejo del deseo, o fue divina y simplemente en vida que yo te vi velar mi sueño la otra noche? En mi alcoba agrandada de soledad y miedo, taciturno a mi lado apareciste como un hongo gigante, muerto y vivo, brotado en los rincones de la noche húmedos de silencio, y engrasados de sombra y soledad. Te inclinabas a mí supremamente, como a la copa de cristal de un lago sobre el mantel de fuego del desierto; te inclinabas a mí, como un enfermo de la vida a los opios infalibles y a las vendas de piedra de la Muerte; Te inclinabas a mí como el creyente a la oblea de cielo de la hostia... -Gota de nieve con sabor de estrellas que alimenta los lirios de la Carne, chispa de dios que estrella los espíritus.Te inclinabas a mí como el gran sauce de la Melancolía a las hondas lagunas del silencio; te inclinabas a mí como la torre de mármol del Orgullo, minada por un monstruo de tristeza, a la hermana solemne de su sombra... Te inclinabas a mí como si fuera mi cuerpo la inicial de tu destino en la página oscura de mi lecho; te inclinabas a mí como al milagro de una ventana abierta al más allá. ¡Y te inclinabas más que todo eso! Y era mi mirada una culebra apuntada entre zarzas de pestañas, al cisne reverente de tu cuerpo. Y era mi deseo una culebra glisando entre los riscos de la sombra a la estatua de lirios de tu cuerpo! Tú te inclinabas más y más... y tanto, y tanto te inclinaste, que mis flores eróticas son dobles, y mi estrella es más grande desde entonces. Toda tu vida se imprimió en mi vida... Yo esperaba suspensa el aletazo del abrazo magnífico; un abrazo de cuatro brazos que la gloria viste de fiebre y de milagro, será un vuelo! Y pueden ser los hechizados brazos cuatro raíces de una raza nueva: Y esperaba suspensa el aletazo del abrazo magnífico... ¡Y cuando, te abrí los ojos como un alma, y vi que te hacías atrás y te envolvías en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra! LA CITA En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche de flores y de luces de espíritu; mi alma calzada de silencio y vestida de calma irá a ti por la senda más negra de esta noche. Apaga las bujías para ver cosas bellas; cierra todas las puertas para entrar la ilusión; arranca del misterio un manojo de estrellas y enflora como un vaso triunfal tu corazón. Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!... Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho.... Para el amor divino ten un diván de calma, y con el lirio místico que es su arma, mi alma apagará una a una las rosas de tu lecho. MIS AMORES Hoy han vuelto. Por todos los senderos de la noche han venido a llorar en mi lecho. ¡Fueron tantos, son tantos! Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto. Me lloraré yo misma para llorarlos todos. La noche bebe el llanto como un pañuelo negro. Hay cabezas doradas a sol, como maduras... Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio, cabezas coronadas de una espina invisible, cabezas que son rosa, la rosa del ensueño, cabezas que se doblan en cojines de abismo, cabezas que quisieran descansar en el cielo, algunas que no alcanzan a oler a primavera, y muchas que trascienden a las flores de invierno. Todas esas cabezas me duelen como llagas... me duelen como muertos... ¡Ah...! y los ojos...los ojos me duelen más: ¡son dobles..! Indefinidos, verdes, grises, azules, negros, abrasan si fulguran, son caricias, dolor, constelación, infierno. Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas, se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo. Ellos me dieron sed de todas esas bocas... de todas esas bocas que florecen mi lecho: vasos rojos o pálidos de miel o de amargura con lises de armonía o rosas de silencio, de todos esos vasos donde bebí la vida, de todas esos vasos donde la muerte bebo... El jardín de sus bocas, venenoso, embriagante, en donde respiraban "sus almas" y "sus cuerpos". Humedecido en lágrimas han rodeado mi lecho... Y las manos, las manos colmadas de destinos, secretas y alhajadas de anillos de misterio... Hay manos que nacieron con guantes de caricia, manos que están colmadas de la flor del deseo, manos en que se siente un puñal nunca visto, manos en que se ve un intangible cetro; pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes, en todas, todas ellas, puede engarzar un sueño. Con tristeza de almas se doblegan los cuerpos, sin velos, santamente vestidos de deseo. Imanes de mis brazos, panales de mi entraña como invisible abismo se inclinan en mi lecho... ¡Ah, entre todas las manos, yo he buscado tus manos! Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos, de todas las cabezas yo quiero tu cabeza, de todos esos ojos, ¡tus ojos sólo quiero! Tú eres el más triste, por ser el más querido, tú has llegado el primero por venir de más lejos... ¡Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca y las pupilas claras que miré tanto tiempo! Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes, la palidez extraña que doblé sin saberlo, ven a mí: mente a mente; ven a mí: cuerpo a cuerpo. Tú me dirás que has hecho de mi primer suspiro... Tú me dirás que has hecho del sueño de aquel beso... Me dirás si lloraste cuando te dejé solo... ¡Y me dirás si has muerto...! Si has muerto, mi pena enlutará la alcoba lentamente, y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo. Y en el silencio ahondado de tinieblas, y en la tiniebla ahondada de silencio, nos velará llorando, llorando hasta morirse nuestro hijo: el recuerdo. DÍA NUESTRO -La tienda de la noche se ha rasgado hacia Oriente.Tu espíritu amanece maravillosamente; su luz penetra en mi alma como el sol a un vergel... -Pleno sol. Llueve fuego. -Tu amor tienta, es la gruta afelpada de musgo, el arroyo, la fruta, la deleitosa fruta madura a toda miel. -El Ángelus. -Tus manos son dos alas tranquilas, mi espíritu se dobla como un gajo de lilas, y mi cuerpo te envuelve... tan sutil como un velo. -El triunfo de la noche. -De tus manos, más bellas, fluyen todas las sombras y todas las estrellas, y mi cuerpo se vuelve profundo como un cielo! OTRA ESTIRPE Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego... pido a tus manos todopoderosas, su cuerpo excelso derramado en fuego sobre mi cuerpo desmayado en rosas! La eléctrica corola que hoy despliego brinda el nectario de un jardín de Esposas; para sus buitres en mi carne entrego todo un enjambre de palomas rosas! Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles, mi gran tallo febril... Absintio, mieles, viérteme de sus venas, de su boca... ¡Así tendida, soy un surco ardiente, donde puede nutrirse la simiente, de otra Estirpe, sublimemente loca! EL SURTIDOR DE ORO Vibre, mi musa, el surtidor de oro la taza rosa de tu boca en besos; de las espumas armoniosas surja vivo, supremo, misterioso, eterno, el amante ideal, el esculpido en prodigios de almas y de cuerpos; debe ser vivo a fuerza de soñado, que sangre y alma se me va en los sueños; ha de nacer a deslumbrar la vida, y ha de ser un dios nuevo! Las culebras azules de sus venas se nutren de milagro en mi cerebro... Selle, mi musa, el surtidor de oro la taza rosa de tu boca en besos; el amante ideal, el esculpido en prodigios de almas y de cuerpos, arraigando las uñas extrahumanas en mi carne, solloza en mis ensueños: -Yo no quiero más vida que tu vida, son en ti los supremos elementos; déjame bajo el cielo de tu alma, en la cálida tierra de tu cuerpo!-Selle, mi musa, el surtidor de oro la taza rosa de tu boca en besos! EL INTRUSO Amor, la noche estaba trágica y sollozante cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura; luego, la puerta abierta sobre la sombra helante, tu forma fue una mancha de luz y de blancura. Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante; bebieron en mi copa tus labios de frescura; y descansó en mi almohada tu cabeza fragante; me encantó tu descaro y adoré tu locura. ¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas; y si duermes, duermo como un perro a tus plantas! ¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera; y tiemblo si tu mano toca la cerradura; y bendigo la noche sollozante y oscura que floreció en mi vida tu boca tempranera! CUENTAS DE FUEGO Cerrar la puerta cómplice con rumor de caricia, deshojar hacia el mal el lirio de una veste... -La seda es un pecado, el desnudo es celeste; y es un cuerpo mullido, un diván de delicia.Abrir brazos...así todo ser es alado; o una cálida lira dulcemente rendida de canto y de silencio...más tarde, en el helado más allá de un espejo, como un lago inclinado ver la olímpica bestia que elabora la vida... Amor rojo, amor mío; sangre de mundos y rumor de cielos... ¡Tú me los des, Dios mío! BOCETO INCONCLUSO A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio, -un silencio agudo y profundo como el acecho de un sonido insólito y misteriososiento como si su alma y la mía corrieran lejanamente, por yo no sé qué tierras nunca vistas, en un raudal potente y rumoroso... LA MUSA Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja; con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales; en su boca, una fruta perfumada y bermeja que destile más miel que los rubios panales. A veces nos asalte un aguijón de abeja: úna raptos feroces a gestos imperiales y sorprenda en tu risa el dolor de una queja; ¡En sus manos asombren caricias y puñales! Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante, y sea águila, tigre, paloma en un instante, que el Universo quepa en sus ansias divinas. Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame, y una frente que, erguida, su corona reclame ¡de rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas! EXPLOSIÓN ¡Si la vida es amor, bendita sea! Quiero más vida para amar! Hoy siento que no valen mil años de la idea lo que un minuto azul de sentimiento. Mi corazón moría triste y lento... Hoy abre en luz como una flor febea. ¡La vida brota como un mar violento donde la mano del amor golpea! Hoy partió hacia la noche, triste, fría... rotas las alas, mi melancolía; como una vieja mancha de dolor en la sombra lejana se deslíe... ¡Mi vida toda canta, besa, ríe! ¡Mi vida toda es una boca en flor! LO INEFABLE Yo muero extrañamente...No me mata la Vida, no me mata la Muerte, no me mata el Amor; muero de un pensamiento mudo como una herida... ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida, devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor? ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?... Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente, desgarradora y árida, la trágica simiente clavada en las entrañas como un diente feroz!... Pero arrancarla un día en una flor que abriera milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera tener entre las manos la cabeza de Dios! EL VAMPIRO En el regazo de la tarde triste Yo invoqué tu dolor... Sentirlo era Sentirte el corazón! Palideciste Hasta la voz, tus párpados de cera, Bajaron... y callaste... y pareciste Oír pasar la Muerte... Yo que abriera Tu herida mordí en ella -¿me sentiste?Como en el oro de un panal mordiera ! Y exprimí más, traidora, dulcemente Tu corazón herido mortalmente, Por la cruel daga rara y exquisita De un mal sin nombre, hasta sangrarlo en llanto! Y las mil bocas de mi sed maldita Tendí á esa fuente abierta en tu quebranto. ................................... ¿ Por qué fui tu vampiro de amargura ?... ¿ Soy flor ó estirpe de una especie obscura Que come llagas y que bebe el llanto ? LAS ALAS Yo tenía... dos alas!... Dos alas, que del Azur vivían como dos siderales raíces!... Dos alas, con todos los milagros de la vida, la muerte y la ilusión. Dos alas, fulmíneas como el velamen de una estrella en fuga; Dos alas, como dos firmamentos con tormentas, con calmas y con astros... ¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?... El áureo campaneo del ritmo; el inefable matiz, atesorando el iris todo, más un iris nuevo ofuscante y divino, que adoraran las plenas pupilas del Futuro, ( las pupilas maduras a toda luz! )... El vuelo... El vuelo eterno, devorante y único, que largo tiempo atormentó los cielos, despertó soles, bólidos, tormentas: abrillantó los rayos y los astros ¿y la amplitud? : tenían calor y sombra para todo el Mundo, y hasta incubar un "más allá" pudieron. Un día, raramente desmayada a la tierra, Yo me dormí en las felpas profundas de este bosque... Soñé divinas cosas... Una sonrisa tuya me despertó, paréceme... ¡Y no siento mis alas!... ¿Mis alas?... - Yo las vi deshacerse entre mis brazos... ¡Era como un deshielo! VEN Ven, oye, yo te evoco. Extraño amado de mi musa extraña, ven, tú, el que meces los enigmas hondos en el vibrar de las pupilas cálidas. El que ahondas los cauces de amatista de las ojeras cárdenas... Ven, oye, yo te evoco, extraño amado de mi musa extraña! Ven, tú, el que imprime un solemne ritmo al parpadeo de la tumba helada! el que dictas los lúgubres acentos del decir hondo de las sombras trágicas. Ven, tú, el poeta abrumador, que pulsas la lira del silencio: la más rara! La de las largas vibraciones mudas, la que se acorda al diapasón del alma! Ven, oye, yo te evoco, extraño amado de mi musa extraña! Ven acércate a mí, que en mis pupilas se hunden las tuyas en tenaz mirada, vislumbre en ellas el sublime enigma del "más allá", que espanta... Ven... acércate más... clava en mis labios tus fríos labios de ámbar, guste yo en ellos el sabor ignoto, de la esencia enervante de tu alma! Ven, oye, yo te evoco, extraño amado de mi musa extraña! TU BOCA Yo hacía una divina labor, sobre la roca creciente del orgullo. De la vida lejana algún pétalo vivo voló en la mañana, algún beso en la noche. Tenaz como una loca, seguía mi divina labor sobre la roca, cuando tu voz que funde como sacra campana en la nota celeste la vibración humana, tendió su lazo de oro al borde de tu boca; -¡Maravilloso nido del vértigo, tu boca! Dos pétalos de rosa abrochando un abismo...Labor, labor gloriosa, dolorosa y liviana; tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo tú quedas en la testa soberbia de la roca, y yo caigo sin fin en el sangriento abismo! FIERA DE AMOR Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones de palomos, de buitres, de corzos o leones, no hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor, había ya estragado mis garras y mi instinto, cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto, me deslumbró una estatua de antiguo emperador. Y crecí de entusiasmo; por el tronco de piedra ascendió mi deseo como fulmínea hiedra hasta el pecho, nutrido en nieve al parecer; y clamé al imposible corazón... la escultura su gloria custodiaba serenísima y pura, con la frente en Mañana y la planta en Ayer. Perenne mi deseo, en el tronco de piedra ha quedado prendido como sangrienta hiedra; y desde entonces muerdo soñando un corazón de estatua, presa suma para mi garra bella; no es ni carne ni mármol: una pasta de estrella sin sangre, sin calor y sin palpitación... ¡Con la esencia de una sobrehumana pasión! EL CISNE Pupila azul de mi parque es el sensitivo espejo de un lago claro, muy claro!... Tan claro que a veces creo que en su cristalina página se imprime mi pensamiento. Flor del aire, flor del agua, alma del lago es un cisne con dos pupilas humanas, grave y gentil como un príncipe; alas lirio, remos rosa... Pico en fuego, cuello triste y orgulloso, y la blancura y la suavidad de un cisne... El ave cándida y grave tiene un maléfico encanto; clavel vestido de lirio, trasciende a llama y milagro!... Sus alas blancas me turban como dos cálidos brazos; ningunos labios ardieron como su pico en mis manos; ninguna testa ha caído tan lánguida en mi regazo; ninguna carne tan viva he padecido o gozado: viborean en sus venas filtros dos veces humanos! Del rubí de la lujuria su testa está coronada: y va arrastrando el deseo en una cauda rosada... Agua le doy en mis manos y él parece beber fuego, y yo parezco ofrecerle todo el vaso de mi cuerpo... Y vive tanto en mis sueños, Y ahonda tanto en mi carne, que a veces pienso si el cisne con sus dos alas fugaces,sus raros ojos humanos y el rojo pico quemante, es solo un cosne en mi lago o es en mi vida un amante... Al margen del lago claro yo le interrogo en silencio... y el silencio es una rosa sobre su pico de fuego... Pero en su carne me habla y yo en mi carne le entiendo. -A veces ¡toda! soy alma; y a veces ¡toda! soy cuerpo.Hunde el pico en mi regazo y se queda como muerto... Y en la cristalina página, en el sensitivo espejo del algo que algunas veces refleja mi pensamiento, ¡el cisne asusta, de rojo, y yo, de blanca, doy miedo! TÚ DORMÍAS Engastada en mis manos fulguraba como extraña presea, tu cabeza; yo la ideaba estuches, y preciaba luz a luz, sombra a sombra su belleza. En tus ojos tal vez se concentraba la vida, como un filtro de tristeza en dos vasos profundos... yo soñaba que era una flor de mármol tu cabeza;... Cuando en tu frente nacarada a luna, como un monstruo en la paz de una laguna surgió un enorme ensueño taciturno... Ah! tu cabeza me asustó... Fluía de ella una ignota vida... Parecía no sé qué mundo anónimo y nocturno... LA COPA DEL AMOR ¡Bebamos juntos en la copa egregia! Raro licor se ofrenda a nuestras almas, ¡Abran mis rosas su frescura regia a la sombra indeleble de tus palmas! Tú despertaste mi alma adormecida en la tumba silente de las horas; a ti la primer sangre de mi vida ¡en los vasos de luz de mis auroras! ¡Ah! tu voz vino a recamar de oro mis lóbregos silencios; tú rompiste el gran hilo de perlas de mi lloro, y al sol naciente mi horizonte abriste. Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora tendió el temblor rosado de su tul; así en las sombras de la vida ahora, yo te abro el alma como un cielo azul. ¡Ah, yo me siento abrir como una rosa! Ven a beber mis mieles soberanas: ¡yo soy la copa del amor pomposa que engarzará en tus manos sobrehumanas! La copa erige su esplendor de llama... ¡Con qué hechizo en tus manos brillaría! Su misteriosa exquisitez reclama dedos de ensueño y labios de armonía. Tómala y bebe, que la gloria dora el idilio de luz de nuestras almas; ¡marchítense las rosas de mi aurora a la sombra indeleble de tus palmas! SOBRE UNA TUMBA CÁNDIDA «Ha muerto..., ha muerto...», dicen tan claro que no entiendo... ¡Verter licor tan suave en vaso tan tremendo!... Tal vez fue un mal extraño tu mirar por divino, tu alma por celeste, o tu perfil por fino... Tal vez fueron tus brazos dos capullos de alas... ¡Eran cielo a tu paso los jardines, las salas, y te asomaste al mundo dulce como una muerta! Acaso tu ventana quedó una noche abierta. -¡Oh, tentación de alas, una ventana abierta!¡Y te sedujo un ángel por la estrella más pura... y tus alas abrieron, y cortaron la altura en un tijeretazo de luz y de candor! Y en la alcoba que tu alma tapizaba de armiño, donde ardían los vasos de rosas de cariño, la Soledad llamaba en silencio al Horror... FUE AL PASAR Yo creí que tus ojos anegaban el mundo... Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes que un corazón partido en dos trozos ardientes parecieron... Fluían de tu rostro profundo como dos manantiales graves y venenosos... fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas que no sé desde dónde me miraban, redondas y oscuras como mundos lontanos y medrosos. ¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías de tus ojeras donde reconocí mis rastros!... ¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo, y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo la medianoche húmeda de tu mirar sin astros! ÍNTIMA Yo te diré los sueños de mi vida en lo más hondo de la noche azul... Mi alma desnuda temblará en tus manos, sobre tus hombros pesará mi cruz. Las cumbres de la vida son tan solas, ¡tan solas y tan frías! Yo encerré mis ansias en mí misma, y toda entera como una torre de marfil me alcé. Hoy abriré a tu alma el gran misterio; ella es capaz de penetrar en mí. En el silencio hay vértigos de abismos: yo vacilaba, me sostengo en ti. Muero de ensueños; beberé en tus fuentes puras y frescas la verdad; yo sé que está en el fondo magno de tu pecho el manantial que vencerá mi sed. Y sé que en nuestras vidas se produjo el milagro inefable del reflejo... En el silencio de la noche mi alma llega a la tuya como un gran espejo. ¡Imagina el amor que habré soñado en la tumba glacial de mi silencio! Más grande que la vida, más que el sueño, bajo el azur sin fin se sintió preso. Imagina mi amor, mi amor que quiere vida imposible, vida sobrehumana, tú sabes que si pesan, si consumen alma y sueños de olimpo en carne humana. Y cuando frente al alma que sentía poco el azur para bañar sus alas como un gran horizonte aurisolado o una playa de luz, se abrió tu alma: ¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante el imposible! ¡La ilusión vivida! Bendije a Dios, al sol, la flor, el aire, ¡la vida toda porque tú eras vida! Si con angustia yo compré esta dicha, ¡bendito el llanto que manchó mis ojos! ¡Todas las llagas del pasado ríen al sol naciente por sus labios rojos! ¡Ah! Tú sabrás mi amor; mas vamos lejos, a través de la noche florecida; acá lo humano asusta, acá se oye, se ve, se siente sin cesar la vida. Vamos más lejos en la noche, vamos donde ni un eco repercuta en mí, como una flor nocturna allá en la sombra me abriré dulcemente para ti. CEGUERA Me abismo en una rara ceguera luminosa, un astro, casi un alma, me ha velado la Vida. ¿Se ha prendido en mí como brillante mariposa, o en su disco de luz he quedado prendida? No sé... Rara ceguera que me borras el mundo, estrella, casi alma, con que asciendo o me hundo. ¡Dame tu luz y vélame eternamente el mundo! EL ARROYO ¿Te acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena... Yo muero extrañamente... No me mata la Vida, ¿Te acuerdas? El arroyo fue la serpiente buena... Fluía triste y triste como un llanto de ciego cuando en las piedras grises donde arraiga la pena como un inmenso lirio se levantó tu ruego. Mi corazón, la piedra más gris y más serena, despertó en la caricia de la corriente y luego sintió cómo la tarde, con manos de agarena, prendía sobre él una rosa de fuego. Y mientras la serpiente del arroyo blandía el veneno divino de la melancolía, tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza, la coroné de un beso fatal, en la corriente vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza. TU AMOR Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte: jardinero de oro de la vida, jardinero de fuego de la muerte, en el carmen fecundo de mi vida. Pico de cuervo con olor de rosas, aguijón enmelado de delicias tu lengua es. Tus manos misteriosas son garras enguantadas de caricias. Tus ojos son mis medianoches crueles, panales negros de malditas mieles que se desangran en mi acerbidad; crisálida de un vuelo del futuro, es tu abrazo magnífico y oscuro torre embrujada de mi soledad. NOCTURNO Engarzado en la noche el lago de tu alma, diríase una tela de cristal y de calma tramada por las grandes arañas del desvelo. Nata de agua lustral en vaso de alabastros; espejo de pureza que abrillantas los astros y reflejas la cima de la Vida en un cielo... Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros, voy manchando los lagos y remontando el vuelo. BOCA A BOCA Copa de vino donde quiero y sueño beber la muerte con fruición sombría, surco de fuego donde logra Ensueño fuertes semillas de melancolía. Boca que besas a distancia y llamas en silencio, pastilla de locura, color de sed y húmeda de llamas... ¡Verja de abismos es tu dentadura! Sexo de un alma triste de gloriosa; el placer unges de dolor; tu beso, puñal de fuego en vaina de embeleso, me come en sueños como un cáncer rosa... Joya de sangre y luna, vaso pleno de rosas de silencio y de armonía, nectario de su miel y su veneno, vampiro vuelto mariposa al día. Tijera ardiente de glaciales lirios, panal de besos, ánfora viviente donde brindan delicias y delirios fresas de aurora en vino de poniente... Estuche de encendidos terciopelos en que su voz es fúlgida presea, alas del verbo amenazando vuelos, cáliz en donde el corazón flamea. Pico rojo del buitre del deseo que hubiste sangre y alma entre mi boca, de tu largo y sonante picoteo brotó una llaga como flor de roca. Inaccesible... Si otra vez mi vida cruzas, dando a la tierra removida siembra de oro tu verbo fecundo, tú curarás la misteriosa herida: lirio de muerte, cóndor de vida, ¡flor de tu beso que perfuma al mundo! CON TU RETRATO Yo no sé si mis ojos o mis manos encendieron la vida en tu retrato; nubes humanas, rayos sobrehumanos, todo tu Yo de Emperador innato amanece a mis ojos, en mis manos. ¡Por eso, toda en llamas, yo desato cabellos y alma para tu retrato, y me abro en flor!... Entonces, soberanos de la sombra y la luz, tus ojos graves dicen grandezas que yo sé y tú sabes... y te dejo morir... Queda en mis manos una gran mancha lívida y sombría... ¡Y renaces en mi melancolía formado de astros fríos y lejanos! EN TUS OJOS ¡Ojos a toda luz y a toda sombra! Heliotropos del Sueño! Plenos ojos que encandiló el Milagro y que no asombra jamás la vida... Eléctricos cerrojos de profundas estancias; claros broches, broches oscuros, húmedos, temblantes, para un collar de días y de noches... Bocas de abismo en labios centelleantes; natas de amargas mares nunca vistas; claras medallas; tétricos blasones; capullos de dos noches imprevistas y madreperlas de constelaciones... ¿Sabes todas las cosas palpitantes, inanimadas, claras, tenebrosas, dulces, horrendas, juntas o distantes, que pueden ser tus ojos?... ¡Tantas cosas que se nombraran infinitamente!... Maravilladas veladoras mías que en fuego bordan visionariamente la trama de mis noches y mis días!... Lagos que son también una corriente... ¡Jardines de los iris! devorados por dos fuentes que eclipsan los tesoros sombríos más sombríos, más preciados.. Firmamentos en flor de meteoros; fondos marinos, cristalinas grutas donde se encastilló la Maravilla; faros que apuntan misteriosas rutas... Caminos temblorosos de una orilla desconocida; lámparas votivas que se nutren de espíritus humanos y que el milagro enciende; gemas vivas y hoy por gracia divina, ¡siemprevivas! y en el azur del Arte, ¡astros hermanos! PARA TUS MANOS Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño; que disteis toda belleza que toda belleza os dieron; tan vivas como dos almas, tan blancas como de muerto, tan suaves que se diría acariciar un recuerdo; vasos de los elixires los filtros y los venenos; ¡manos que me disteis gloria manos que me disteis miedo! Con finos dedos tomasteis la ardiente flor de mi cuerpo... Manos que vais enjoyadas del rubí de mi deseo, la perla de mi tristeza, y el diamante de mi beso: ¡llevad a la fosa misma un pétalo de mi cuerpo! Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño. ........................ ¿En qué tela de llamas me envolvieron las arañas de nieve de tus manos? ¡Red de tu alma y de tu carne, lía mis alas y mis brazos! Tú me llegaste de un país tan lejos que a veces pienso si será soñado... Venías a traerme mi destino, tal vez desde el Olimpo, en esas manos; y hoy que tu nave peregrina cruza no sé que mar al soplo del Acaso, ellas abren sin fin sobre mi vida, como un cielo presente aunque lejano, y de sus palmas armoniosas bajan noches y días alhajados de astros, o encapuzados de siniestras nubes que me apuntan sus rayos... Ellas me alzaron como un lirio roto de mi tristeza como de un pantano; me desvelaron de melancolías, obturaron las venas de mi llanto, las corolas de oro de mis lámparas de insomnio deshojaron, abrieron deslumbrantes los dormidos capullos de mis astros, y gráciles prendieron en mi pecho la rosa del Encanto. Mis alas embriagadas de pereza, con dulzura balsámica peinaron, les curaron las llagas de la tierra, y apartando las puertas del Milagro, con un gesto que hacía un horizonte una vía de azur me señalaron... Yo abrí los brazos al tender las alas... ¡quise volar... y desmayé en tus manos! ............................. ¿En qué tela de fuego me envolvieron las arañas de nieve de tus manos? ¡Red de tu alma y de tu carne, lía mis alas y mis brazos! ............................. ¡Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño; manos que me disteis gloria, manos que me disteis miedo! Llevad a la fosa misma un pétalo de mi cuerpo... -¿Contendrán esas manos divinas, invisible, el doloroso signo de las supremas leyes?... ¡Yo creo que solemnes, dominarán al Tiempo! ¡y dulces, juraría que hechizan a la Muerte!............................... ¡Manos ¡Manos ¡Manos ¡Manos que que que que sois de la Vida! sois del Ensueño! me disteis gloria! me disteis miedo! VIDA A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente límpida, fresca, mansa, colosal... y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre en la corriente blanda y poderosa. Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque en cuyos terciopelos profundos la fatiga se aduerme dulcemente, con música de brisas, de pájaros y aguas... y del umbroso bosque salgo siempre radiante y despierta como un amanecer. Vengo a ti en mis heridas, como al vaso de bálsamos en que el dolor se embriaga hasta morir de olvido... Y llevo selladas mis heridas como las bocas muertas, y por tus buenas manos vendadas de delicias. Cuando el frío me ciñe doloroso sudario, lívida vengo a ti, como al rincón dorado del hogar, ¡como al Hogar universal del Sol!... Y vuelvo toda en rosas como una primavera, arropada en tu fuego. A ti vengo en mi orgullo como a la torre dúctil, como a la torre única ¡que me izará sobre las cosas todas! ¡Sobre la cumbre misma, arriscada y creciente, de mi eterno capricho! Para mi vida hambrienta ¡eres la presa única! ¡Eres la presa eterna! El olor de tu sangre, el color de tu sangre flamean en los picos ávidos de mis águilas. Vengo a ti en mi deseo como en mil devorantes abismos, toda abierta el alma incontenible... ¡Y me lo ofreces todo!... Los mares misteriosos florecidos en mundos, los cielos misteriosos florecidos en astros, ¡los astros y los mundos! ...Y las constelaciones de espíritus suspensas entre mundos y astros... ...Y los sueños que viven más allá de los astros, más acá de los mundos... ¿Cómo dejarte? -¡Vida!cómo salir del dulce corazón hospitalario y pródigo como una patria fértil?... Si para mí la tierra, si para mí el espacio, ¡todos! ¡son los que abarca el horizonte puro de tus brazos!... ¡Si para mí tu más allá es la Muerte, sencillamente, prodigiosamente!... LA SED ¡Tengo sed, sed ardiente! -dije a la maga, y ella me ofreció de sus néctares. -¡Eso no: me empalaga!Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga, exprimió en una copa clara como una estrella; y un brillo de rubíes hubo en la copa bella. Yo probé. -Es dulce, dulce. ¡Hay días que me halaga tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga! Vi pasar por los ojos del hada una centella. Y por un verde valle perfumado y brillante, llevóme hasta una clara corriente de diamante. -¡Bebe! -dijo-. Yo ardía, mi pecho era una fragua. Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina... ¡Oh, frescura! ¡Oh, pureza! ¡Oh, sensación divina! -Gracias, maga, ¡y bendita la limpidez del agua! INEXTINGUIBLES ¡Oh tú que duermes tan hondo que no despiertas! Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas, y por muertas y vivas eternamente abiertas, alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas bajo un trapo de sombra o una blonda de luna. Bebo en ellas la Calma como en una laguna. Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas un lecho o una tumba parece cada una. PUPILA AZUL DE MI PARQUE Pupila azul de mi parque es el sensitivo espejo de un lago claro, muy claro!... tan claro que a veces creo que en su cristalina página se imprime mi pensamiento. Flor del aire, flor del agua, alma del lago es un cisne con dos pupilas humanas, grave y gentil como un príncipe; alas lirio, remos rosa, pico en fuego, cuello triste y orgulloso, y la blancura y la suavidad de un cisne... El ave cándida y grave tiene un maléfico encanto; -Clavel vestido de lirio, trasciende a llama y milagro-; Sus alas blancas me turban como dos cálidos brazos; ningunos labios ardieron como su pico en mis manos, ninguna testa ha caído tan lánguida en mi regazo; ninguna carne tan viva, ha padecido o gozado: viborean en sus venas filtros dos veces humanos! Del rubí de la lujuria su testa está coronada; y va arrastrando el deseo en una cauda rosada... Agua le doy en mis manos y él parece beber fuego; y yo parezco ofrecerle todo el vaso en mi cuerpo... Y vive tanto en mis sueños, y ahonda tanto en mi carne, que a veces pienso si el cisne con sus dos alas fugaces, sus raros ojos humanos y el rojo pico quemante, es sólo un cisne en mi lago o es en mi vida un amante... Al margen del lago claro yo le interrogo en silencio... y el silencio es una rosa sobre su pico de fuego... Pero en su carne me habla y yo en mi carne lo entiendo. -A veces ¡toda! soy alma; y a veces ¡toda! soy cuerpo-. Hunde el pico en mi regazo y se queda como muerto... Y en la cristalina página, en el sensitivo espejo del lago que algunas veces refleja mi pensamiento, el cisne asusta de rojo, y yo de blanca doy miedo! EXÉGESIS ¡Pobres lágrimas mías las que glisan a la esponja sombría del Misterio, sin que abra en flor como una copa cárdena tu dolorosa boca de sediento! ¡Pobre mi corazón que se desangra como clepsidra trágica en silencio, sin el milagro de inefables bálsamos en las vendas tremantes de tus dedos! ¡Pobre mi alma tuya, acurrucada en el pórtico en ruinas del recuerdo, esperando de espaldas a la Vida que acaso un día retroceda el Tiempo...! HACIA LA PRIMAVERA Sobre el mar que los cielos del ensueño retrata alza mi torre azul su capitel de plata que Eolo pulsa rara, dulcemente... Suspira al pie la vaga ola su vaga serenata. Y yo sueño en los cantos que duermen en mi lira, cuando un ave vibrante, de plumaje escarlata, en la ventana abierta se detiene y me mira: -¿Qué haces? -dice. -¡Allá abajo, es primavera...! ¡Inspira ansia de sol, de rosas, de caricias, de vida, la mágica palabra! Vuela el ave encendida. Yo bajo, desamarro mi yate marfileño..., y corto mares hacia alegre primavera. A mi espalda, en las olas, solitaria y austera mi torre azul se yergue como un largo «Ave Ensueño»... DESDE LEJOS En el silencio siento pasar hora tras hora como un cortejo lento, acompasado y frío ¡Ah, cuando tú estás lejos de mi alma todo llora, y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío! Yo sé que volverás, que brillará otra aurora en mi horizonte grave como un sueño sombrío; revivirá en mis bosques tu gran risa sonora que los cruzaba alegre como el cristal de un río. Un día, al encontrarnos tristes en el camino yo puse entre tus manos mi pálido destino. ¡Y nada más hermoso jamás han de ofrecerte! Mi alma es, frente a tu alma, como el mar frente al cielo: pasarán entre ellas, cual la sombra de un vuelo, la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte! HOY DESDE EL GRAN CAMINO... Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte, Muda como una lágrima he mirado hacia atrás, Y tu voz de muy lejos, con un olor de muerte, Vino á aullarme al oído un triste "¡ Nunca más !" Tan triste que he llorado hasta quedar inerte... ¡ Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás ! No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte... - Almas hermanas mías, nunca miréis atrás ! Los pasados se cierran como los ataúdes, Al Otoño, las hojas en dorados aludes Ruedan... y arde en los troncos la nueva floración... -...Las noches son caminos negros de las auroras...Oyendo deshojarse tristemente las horas Dulces, hablemos de otras flores al corazón. De "Elegías dulces" POBRES LÁGRIMAS MÍAS... Pobres lágrimas mías las que glisan A la esponja sombría del Misterio, Sin que abra en flor como una copa cárdena Tu dolorosa boca de sediento! Pobre mi corazón que se desangra Como clepsidra trágica en silencio, Sin el milagro de inefables bálsamos En las vendas tremantes de tus dedos! Pobre mi alma tuya acurrucada En el pórtico en ruinas del Recuerdo, Esperando de espaldas á la vida Que acaso un día retroceda el Tiempo!... De "Elegías dulces" LA BARCA MILAGROSA Preparadme una barca como un gran pensamiento... La llamarán "La Sombra" unos, otros "La Estrella". No ha de estar al capricho de una mano ó de un viento: Yo la quiero consciente, indominable y bella! La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento De vida sobrehumana; he de sentirme en ella Fuerte como en los brazos de Dios! En todo viento, En todo mar templadme su prora de centella! La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo, Iré como la rota corola de un nelumbo Por sobre el horizonte líquido de la mar... Barca, alma hermana; hacia qué tierras nunca vistas, De hondas revelaciones, de cosas imprevistas Iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar... De "Elegías dulces" SUPREMO IDILIO ( Boceto de un poema ) En el balcón romántico de un castillo adormido que los ojos suspensos de la noche adiamantan, una figura blanca hasta la luz... Erguido bajo el balcón romántico del castillo adormido, un cuerpo tenebroso... Alternándose cantan. -¡Oh tú, flor augural de una estirpe suprema que doblará los pétalos sensitivos del alma, nata de azules sangres, aurisolar diadema florecida en las sienes de la Raza!... SupremaMente pulso en la noche tu corazón en calma! -¡Oh tú que surges pálido de un gran fondo de enigma como el retrato incógnito de una tela remota!... Tu sello puede ser un blasón ó un estigma; en las aguas cambiantes de tus ojos de enigma un corazón herido -y acaso muerto- flota! -Los ojos son la Carne y son el Alma: mira! Yo soy la Aristocracia lívida del Dolor que forja los puñales, las cruces y las liras, que en las llagas sonríe y en los labios suspira... Satán pudiera ser mi semilla ó mi flor! Soy fruto de aspereza y maldición: yo amargo y mancho mortalmente el labio que me toca; mi beso es flor sombría de un Otoño muy largo... Exprimido en tus labios dará un sabor amargo, y todo el Mal del Mundo florecerá en tu boca! Bajo la aurora fúlgida de tu ilusión, mi vida extenderá las ruinas de un apagado Averno; vengo como el vampiro de una noche aterida a embriagarme en tu sangre nueva: llego á tu vida derramada en capullos, como un ceñudo Invierno! -!Cómo en pétalos flojos yo desmayo á tu hechizo!... Traga siniestro buitre mi pobre corazón! En tus manos mi espíritu es dúctil como un rizo... El corazón me lleva á tu siniestro hechizo como el barco inconsciente el ala del timón! Comulga con mi cuerpo devoradora sima! Mi alma clavo en tu alma como una estrella de oro; florecerá tu frente como una tierra opima, cuando en tu almohada trágica y honda como una sima, mis rizos se derramen como una fuente de oro! -Mi alma es negra tumba, fría como la Nieve... -Buscaré una rendija para filtrarme en luz ! -Albo lirio !... A tocarte ni mi sombra se atreve... -Te abro; ¡ oh mancha de lodo ! mi gran cáliz de nieve y tiendo á ti eucarísticos mis brazos, negra cruz! Enróscate; ¡oh serpiente caída de mi Estrella sombría! a mi ardoroso tronco primaveral... Yo apagaré tu Noche ó me incrustaré en ella: seré en tus cielos negros el fanal de una estrella seré en tus mares turbios la estrella de un fanal! Sé mi bien ó mi mal, yo viviré en tu vida! Yo enlazo á tus espinas mi hiedra de Ilusión... Seré en ti una paloma que en una ruina anida; soy blanca, y dulce, y leve; llévame por la Vida prendida como un lirio sobre tu corazón! -Oh dulce, dulce lirio!... Llave de las alburas! Tú has abierto la sala blanca en mi alma sombría, la sala en que silentes las Ilusiones puras en dorados sitiales, tejen mallas de alburas!... -Tu alma se vuelve blanca porque va siendo mía! -Oh leyes de Milagro!... yo, hijo de la sombra Morder tu carne rubia: oh fruto de los soles! -Soy tuya fatalmente: mi silencio te nombra, y si la tocas tiembla como un alma mi sombra!... Oh maga flor del Oro brotada en mis crisoles! -Los surcos azurados del Ensueño sembremos de alguna palpitante simiente inconcebida que arda en florecimientos imprevistos y extremos; y al amparo inefable de los cielos sembremos de besos extrahumanos las cumbres de la Vida! Amor es milagroso, invencible y eterno; la vida formidable florece entre sus labios... Raiz nutrida en la entraña del Cielo y del Averno, viene á dar á la tierra el fuerte fruto eterno cuyo sangriento zumo se bebe á cuatro labios! Amor es todo el Bien y todo el Mal, el Cielo todo es la arcada ardiente de sus alas cernidas... Bajar de un plinto vano es remontar el vuelo... Y Él te impulsa á mis brazos abiertos como el Cielo, oh suma flor con alma, á deshojar en vidas!... En el balcón romántico de un castillo adormido que los ojos suspensos en la Noche adiamantan, el Silencio y la Sombra se acarician sin ruido... Bajo el balcón romántico del castillo adormido un fuerte claro-oscuro y dos voces que cantan... De "Elegías dulces" EL DIAMANTE Hoy, en una mano burda instintiva, deforme, he visto el diamante más bello que pueda encender el Milagro... Parecía vivo y doloroso como un espíritu desolado... Vi fluir de su luz una sombra tan triste, que he llorado por él y por todos los bellos diamantes extraviados en manos deformes... EL RAUDAL A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio, -un silencio agudo y profundo como el acecho de un sonido insólito y misteriososiento como si su alma y la mía corrieran lejanamente, por yo no sé que tierras nunca vistas, en un raudal potente y rumoroso... LOS RETRATOS Si os asomárais a mi alma como a una estancia profunda, veríais cuánto la entenebrece e ilumina la intrincada galería de los Desconocidos... Figuras incógnitas que, acaso, una sola vez en la vida pasaron por mi lado sin mirarme, y están fijas allá dentro como clavadas con astros... OFRENDANDO EL LIBRO A EROS Porque haces tu can de la leona más fuerte de la Vida, y la aprisiona la cadena de rosas de tu brazo. Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo esencial de los troncos discordantes del placer y el dolor, plantas gigantes. Porque emerge en tu mano bella y fuerte, como en broche de míticos diamantes el más embriagador lis de la Muerte. Porque sobre el espacio te diviso, pueste de luz, perfume y melodía, comunicando infierno y paraíso -con alma fúlgida y carne sombría... LOS RELICARIOS DULCES Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía. Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería el abanico de oro de su risa se abría, o su llanto sangraba una corriente más; alma que yo ondulaba, tal una cabellera derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera, murió de una tristeza mía... Tan dúctil era, tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás... OFRENDANDO EL LIBRO A EROS Porque haces tu can de la leona más fuerte de la Vida, y la aprisiona la cadena de rosas de tu brazo. Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo esencial de los troncos discordantes del placer y el dolor, plantas gigantes. Porque emerge en tu mano bella y fuerte, como en broche de míticos diamantes el más embriagador lis de la Muerte. Porque sobre el espacio te diviso, pueste de luz, perfume y melodía, comunicando infierno y paraíso -con alma fúlgida y carne sombría... LOS RELICARIOS DULCES Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía. Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería el abanico de oro de su risa se abría, o su llanto sangraba una corriente más; alma que yo ondulaba, tal una cabellera derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera, murió de una tristeza mía... Tan dúctil era, tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás... LA VIOLETA Hay belleza en el lirio inmaculado De majestad emblema, Hay belleza en el cáliz nacarino De la blanca azucena, Hay belleza en la rosa purpurina Y en el albo reseda, Hay belleza en la nítida corola De la nívea camelia, Hay belleza en el pálido junquillo Y en la suave diamela, Hay belleza en el triste pensamiento Y no hay flor en la cual no haya belleza, Pero hay una que es flor entre las flores Con ser la más modesta, Una flor de fragancia incomparable, Delicada y pequeña, Una flor que en un lecho de esmeraldas Oculta su belleza, Una flor que un encanto misterioso En su cáliz encierra, Un encanto ideal, indefinible, Que no hay flor que contenga, Una flor para mí como ninguna, Una flor que se llama ¡la violeta! LA ESPERANZA Soy el dulce consuelo del que sufre, Soy bálsamo que alienta al afligido, Y soy quien muchas veces salva al hombre Del crimen o el suicidio. Yo le sirvo al mortal que me alimenta Contra el dolor de sin igual muralla, Soy quien seca su llanto dolorido Y calma su pesar ¡Soy la Esperanza! OJOS-NIDOS Para mi madre Entre el espeso follaje De una selva de pestañas Hay dos nidos luminosos Como dos flores fantásticas. ¡Nidos de negros fulgores! ¡De oscuras vibrantes llamas! Y allá: dentro de esa selva De follaje negro, espléndido, En el fondo de esos nidos Como flores de destellos, ¡Agita sus ígneas alas El ave del Pensamiento! EN UN ÁLBUM Cuando abriendo tu boca perfumada, La voz dulce y perlada De tu bella garganta haces brotar, En voces de sirenas ideales, Y en arpas de sonidos celestiales, A mí me haces pensar. Cuando miro tu cuello alabastrino Y tu cuerpo divino Que al de Venus la diosa ha de igualar, Del mármol la blancura, Y del cisne la olímpica figura, Me haces recordar. ¡Cuántas veces ligera como un hada, Te he visto yo ocupada En las dulces tareas del hogar, Y entonces a mi madre, Y Carlota de Werther heroína, Me has hecho recordar! EN UN ÁLBUM La belleza más pura y delicada Se refleja en tu rostro juvenil, Eres ninfa risueña, eres un hada, Eres flor de algún célico pensil. Es tu espesa y sedosa cabellera Una inmensa cascada de hebras de oro, La corona de un rey jamás valiera Lo que vale ese aurífero tesoro. Dos azules zafiros son tus ojos, Que iluminan tu rostro angelical, Y tus labios delgados son tan rojos Que podrían llamarse de coral. Son tus manos dos blancas mariposas O dos flores talladas en marfil, Y tus frescas mejillas son dos rosas Que recién ha entreabierto el sol de Abril. Es mi estilo muy tosco e imperfecto Y no puedo expresar, en su rudeza, Lo que vale tu rostro tan perfecto, Desbordante de célica belleza. ¡POESÍA! ¡Poesía inmortal, cantarte anhelo! ¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano! ¿Acaso puede al esplendente cielo Subir altivo el infeliz gusano? Tú eres la sirena misteriosa Que atrae con su voz al navegante, ¡Eres la estrella blanca y luminosa! ¡El torrente espumoso y palpitante! Eres la brisa perfumada y suave Que juguetea en el vergel florido, ¡Eres la inquieta y trinadora ave Que en el verde naranjo cuelga el nido! Eres la onda de imperial grandeza Que altiva rueda vomitando espuma, ¡Eres el cisne de sin par belleza que surca el lodo sin manchar su pluma! Eres la flor que al despuntar la aurora Entreabre el cáliz de perfume lleno, ¡Una perla blanquísima que mora Del mar del alma en el profundo seno! ¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo Alzar mi voz para ensalzar tus galas? ¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo! ¡Que pretende volar sin tener alas! CREPÚSCULO Ya del dulce crepúsculo Hanse extendido los flotantes velos, Gime el triste zorzal en la espesura, Manso susurra en el follaje el viento. En esta hora es el campo Un edén de belleza incomparable, Todo en él es sosiego, todo es calma, Muere la luz y las tinieblas nacen. De pálidas estrellas A bordarse principia el firmamento, El ángel renegrido de la noche Sus alas de azabache ya está abriendo. Mil níveas azucenas Inundan de perfume el tibio ambiente, Y el frondoso rosal rico de savia Al peso de sus flores desfallece. Varias flores nocturnas Los broches de sus cálices desprenden, Y áureos lampos semejan las luciérnagas Entre las sombras que la noche extiende. ¿Qué atracción misteriosa En esta hora indefinible encuentro? ¿Por qué a la viva luz del mediodía Sus tenues resplandores yo prefiero? Porque el crepúsculo en sus leves gasas Guarda un algo sombrío, un algo tétrico, Y en lo triste y sombrío siempre existe La belleza que atrae en lo funéreo, En las tinieblas de la noche oscura, Y en lo insondable del abismo inmenso, ¡La belleza más grande y atrayente, La sublime belleza del misterio! LA FANTASÍA La fantasía, misteriosa hada A cuyo paso vagoroso, queda, De perlas astros irisada nácar Y níveas flores, delicada estela. Es el astro celeste que nos guía A la dulce región de la quimera Por un albo camino que el ensueño Formó con lirios, azahar y perlas. Un camino ignorado para el vulgo Y que sólo conocen los poetas, Soñar es necesario para verlo ¡Y las almas vulgares nunca sueñan! Es la maga ideal que nos envuelve De la ilusión en el rosado velo. ¡La copa de marfil en que apuramos El néctar delicioso del ensueño! Es la llave de oro con que abrimos La mansión ideal de la poesía, ¡Y en la mente agitada del artista Es un rayo de luz la fantasía! FLOR NOCTURNA Cuando la noche tendiendo Su manto de gasa negra La silenciosa campiña Envuelve en sombras funéreas, Cuando allá en el firmamento Las argentinas estrellas Semejan ígneas pupilas Que inmóviles nos contemplan, Cuando las aves nocturnas Exhalan lúgubres quejas Que vibran en el silencio Monótonas y siniestras, Cuando el genio de las sombras De su letargo despierta, E invisible en torno nuestro Se agita y revolotea, Entonces, entre el follaje Tímidamente encubierta, Pálida flor, entreabres, Tu corola marfileña, Tu corola que del día Al primer albor se cierra, Para reabrirse al helado Contacto de la tiniebla, ¡Hastiada siempre de lumbre! ¡Siempre de sombras sedienta! ¡Extraño destino el tuyo! El día te encuentra muerta, Tu triste vida concluye Cuando la nuestra comienza. Mas cuando tu cáliz abres Nuestras pupilas se cierran... Y entonces tal vez tu vida Más dulce y pálida sea, Allá perdida en las sombras Entre el follaje encubierta, ¡Lejos de envidias y odios! ¡Lejos de traiciones negras! Sigue tu vida, abre siempre Cuando la noche comienza, Y al primer albor del día Tu cáliz de nácar, cierra, Para reabrirlo al helado Contacto de la tiniebla, ¡Hastiada siempre de lumbre! ¡Siempre de sombras sedienta! EN EL ÁLBUM DE LA SEÑORITA E. T. Tus grandes ojos de oriental pupila, Vivos fulgores sin cesar irradian, ¡Son dos trozos de lumbre desprendidos Del sol esplendoroso de la Arabia! Son dos fúlgidos astros cuyo brillo Apenas nubla tu pestaña negra, Son dos astros... y tienen del abismo La atracción, el misterio y las tinieblas. Son dos diamantes negros engarzados Bajo una frente de azahar y nardo, ¡Una frente divina que coronan Sedosos bucles de reflejos áureos! De tu perfil las armoniosas líneas, Por su pureza sin igual asombran, Sin duda un ángel las formó teniendo Por modelo el semblante de una diosa. Es tu pequeña y primorosa boca Gracioso estuche de coral y perlas, ¡Una purpúrea flor en cuyo cáliz Lloró la aurora sus celestes penas! Pero a pesar del brillo esplendoroso Que irradian tus pupilas musulmanas, A pesar de tus nítidas facciones Y de tu frente pálida, Y a pesar de tus labios purpurinos Y tus dientes de nácar ¡La ideal belleza de tu faz no excede A la inefable y pura de tu alma! ¡ARTISTAS! Para M. E. Vaz Ferreira Cuando el nimbo de la gloria resplandece en vuestras frentes, Veis que en pos de vuestros pasos van dos sombras que inclementes Sin desmayos ni fatigas os persiguen con afán; Son la envidia y la calumnia, dos hermanas maldecidas, Siempre juntas van y vienen por la fiebre consumidas, Impotentes y orgullosas -son dos sierpes venenosas Cuya mísera ponzoña sólo a ellas causa mal. Alevosas y siniestras cuando tratan de atacaros; Temerosas de la lumbre, siempre buscan el misterio. Mas, burlaos de sus iras: ¡nada pueden! y el artista Tiene un arma irresistible para ellas: ¡el desprecio! CLAROBSCURO Cuando sonriente, la aurora Sus áureos cabellos suelta Y en el pálido horizonte Su faz sonrosada muestra, Y las albas avecillas De sus manos marfileñas, Van rasgando de la noche El amplio manto de niebla, Un níveo, frágil insecto De sus ensueños despierta, Y agitando dulcemente Sus alas leves, etéreas, Sediento en busca de flores Su vuelo ondulante eleva. Flores que recién se abran Y en sus copas soñolientas, Le brinden savia, perfumes ¡Y una llovizna de perlas! Tenue, vaporoso insecto Cuyas alas nacareñas, Del lirio tienen la albura Y la suave transparencia, Tal vez de su vara al toque El hada Delicadeza, Formólo de una sonrisa Un silfo, un sueño, una perla. ¡Y la luz diole por sangre Una gota de su esencia! Existe un lúgubre insecto De alas pesadas y negras, Que espera ansioso el momento De silencio y de tinieblas En que en brazos de la noche Duerme enlutada la tierra, Y entonces alza su vuelo De lentitudes funéreas, ¡Vuelo pesante, fatídico, De vibraciones siniestras! ¡Tétrico, ominoso insecto! ¡Animalaña funesta! Al vivo fulgor del día Permanece inmóvil, yerta, La helada sombra nocturna Da vida a sus alas muertas. Es que tal vez de la noche Le brinda la copa inmensa, De la esencia del misterio El vivificante néctar, Esencia que por lo oscura Parece su propia esencia! ¡Raro, sublime contraste! ¡Atrayente diferencia! Aquél, una estrella alada, Éste, un jirón de tiniebla; Aquél, graciosa alegría, Éste, fúnebre tristeza; Aquél tiene la celeste, La luminosa belleza, Del astro claro, radiante, De una sonrisa arcangélica, Éste tiene la sombría Severa magnificencia, La atracción trágica, extraña, Irresistible, funesta, Del abismo devorante! De la sima negra, tétrica! FANTASMAS Célicas legiones de hadas vaporosas En vaivén gracioso van y van pasando; Son las ilusiones tenues, sonrosadas, Son los sueños níveos, impalpables, diáfanos. Llegan a mi oído y al pasar se inclinan. Himnos de esperanza quedo susurrando; Son las ilusiones, Los ensueños blancos, Que entre frescas rosas y espumosos lirios En bajel dorado, Suaves nos deslizan A través del mundo, ¡piélago encrespado! Arrojando flores Sobre los escollos que encuentran al paso! ........................................................ Son las ilusiones Los ensueños blancos, Son los compañeros, Los amigos dulces de los pocos años. ........................................................ Son las ilusiones Los ensueños blancos. ......................................................... Los celestes bandos de hadas vaporosas En vaivén gracioso van y van pasando, Himnos de esperanza Quedo susurrando, Son las ilusiones, Los ensueños blancos. ......................................................... Pero, ¡cosa extraña! Mis risueñas hadas Las pupilas ígneas abren con espanto. Aterrados huyen Los alegres bandos... Siento frío... tiemblo... Junto a mí se yergue Un fantasma raro, De pupilas negras, insondables, duras, De ambarino cutis y terrosos labios. Cúbrelo un espeso, Renegrido manto. Todo en él es frío, ¡hasta de sus ojos El fulgor extraño! Fuego incomprensible, que cegando hiela; Fuego inexplicable, que deslumbra enfriando; Viene a mí, se inclina; sus pupilas negras Sobre mí ha fijado, Mi aterido cuerpo Tiembla y se contrae en terrible espasmo. El fantasma oprime mi marmórea frente Con su dedo helado; Y fijando ahora su mirada dura En mis níveos sueños que ya están lejanos, Con desprecio y odio Agitado mueve los terrosos labios. Luego a mí se vuelve Y hacia sí me trae en estrecho abrazo; A mi oído acerca su nerviosa boca, Con acento intenso, convincente, trágico, -¡¡Mienten!! -dice- ¡¡Mienten!! -Luego me abandona Y se va, dejando En mi frente, impresa, La invisible huella de su dedo helado! ......................................................... ¡Pobres ilusiones! ¡Pobres sueños blancos! ......................................................... Ha pasado el tiempo Sobre mí; los años Con profundas huellas Marcaron su paso, Y jamás han vuelto Ni las ilusiones, ni los sueños blancos. ¡Pobres ilusiones! ¡Pobres sueños blancos! Es que aquel fantasma demacrado y frío Era el Desengaño; Y al tocar mi frente dejó en ella impresa la indeleble huella de su dedo helado! ........................................................... ¡Pobres ilusiones! ¡Pobres sueños blancos! LA DUDA Vino: dos alas sombrías Vibraron sobre mi frente, Sentí una mano inclemente Oprimir las sienes mías. Sentí dos abejas frías Clavarse en mi boca ardiente; Sentí el mirar persistente De dos órbitas vacías. Llegó esa mirada ansiosa A mi corazón deshecho, Huyó de mí presurosa Para no volver, la calma, Y allá en el fondo del pecho Sentí morirse mi alma! MONÓSTROFE Hay un tétrico fantasma que en el cáliz de mi vida Va vertiendo amargas gotas de una esencia maldecida Que me enerva y envenena, que consume mi razón; Y si un grito suplicante, si una tímida protesta Brotan hondos, desgarrantes de mi alma dolorida, El maléfico fantasma impasible me contesta Con sarcástica sonrisa que me hiela el corazón. VIENE... Blandos preludios, Nievan orquídeas opalinas, pálidas; Lánguidos lirios soñolientos riman Estrofas perfumadas. Hay roces blancos, leves, Hay notas leves, blancas... ..................................................... Viene... es ella, es mi musa, La suave niña de los ojos de ámbar; Es mi musa enfermiza: la ojerosa, La más honda y precoz, la musa extraña! Es pálida, muy pálida, en sus ojos Bate el Enigma sus pesadas alas; En las cadencias de su blanda marcha Los misterios desmayan... Es la musa enfermiza, la ojerosa, La más honda y precoz, la musa extraña! ...................................................... Viene... no trae lira La suave niña de los ojos de ámbar... Ella canta sin lira, Mi dulce musa extraña! Sus lánguidos arpegios, Sus vibraciones de pasión, arranca, Con angustias que crispan, ¡A las fibras sensibles de su alma! ....................................................... ¡Ven, canta, canta! ¡Oh, mi musa enfermiza! ¡Oh, mi musa precoz, mi musa extraña! CAPRICHO Al Excelso escritor uruguayo Manuel Medina Betancort Entre el raso y los encajes de la alcoba parisina La enfermiza japonesa, la nostálgica ambarina, Se revuelve en las espumas de su lecho de marfil; El incendio de la fiebre ha pintado en sus mejillas -Sus mejillas japonesas como rosas amarillasSangraciones de claveles, centelleos de rubí. Vibra en llamas del delirio la muñeca principesca, Se estremecen los marfiles de su faz miniaturesca, Su pupila enloquecida lanza chorros de fulgor; Burbujeantes las palabras efervescen locamente Con hervores de champaña de su boca balbuciente, De su boca de topacio, moribunda, sin frescor. Sueña ahora de su infancia: blancas, leves las visiones Van pasando juguetonas en alígeras legiones, Con sus vestes de albas gasas, con sus nimbos de claror; Nievan lirios, perlas, rosas, rosas blancas como espumas, Avecillas eucarísticas, suaves copas de albas plumas, Son las aves del recuerdo, van diciendo su canción. Cruza ahora misteriosa, inefable, aristocrática Una pálida figura de expresión honda, enigmática, Perezosos movimientos, fatigoso, lento andar; En sus ojos tristes, suaves, hay miradas que sollozan, Hay reproches hondos, dulces, que acarician, que destrozan, Con la blanda inconsistencia del enojo maternal. ...................................................................... ...................................................................... Extinguióse ya la fiebre, la enfermita no delira, Centellea en sus pupilas el sol rojo de la ira Y sus brazos se retuercen como sierpes de marfil; Brota un nombre de sus labios entre espuma y maldiciones, Su nacáreo cuerpecito se revuelca en convulsiones, Tremular de lirio enfermo, sacudidas de jazmín. Es que vibra en su cerebro con malditas resonancias El recuerdo del lord rubio de imperiales arrogancias, El altivo millonario de los ojos de zafir, El que en redes misteriosas de promesas quebradizas, Apresó el pájaro blanco de su almita asustadiza Arrancándola a sus padres, sus ensueños, su país. ................................................................... Y en la cárcel principesca de la alcoba parisina La olvidada japonesa, la nostálgica ambarina Desfallece sofocada por agónico estertor, ¡Oh, mimosa susceptible, por un soplo deslucida! Devolviérale la gracia, devolviérale la vida Una gota de cariño, un efluvio de su sol! En sus ojos, hondos cauces, hay un algo extraño, helado, Reflectores de la muerte, ésta en ellos se ha mirado Y es su imagen la que flota en su fondo de carey, Pero... súbito se animan, arde en ellos la alegría, Alegría de muriente con vislumbres de sombría, La enfermita vibra toda su figura de poupée; Sus deditos finos, pálidos, como niños macilentos, Han tomado, y ahora oprimen con nerviosos movimientos Un marchito crisantemo; blanco hermano del Japón! Él también sufre nostalgias, hondas, diáfanas, impías Abejillas de oro y ópalo que se clavan lentas, frías, En el glóbulo de aromas de su raro corazón. La enfermita las comprende, las nostalgias amarillas Del pequeño moribundo, y le acerca a sus mejillas Y a sus labios en arranques de cariño fraternal, Es su hermano, sí, es su hermano ese copo de albo lino, Como ella agonizante, como ella nacarino, Como ella desmayando en lujosa soledad. .................................................................. .................................................................. Duerme, duerme la enfermita entre cirios de oro escuálidos Hay un muerto crisantemo en sus dedos finos, pálidos, Su cajita funeraria es estuche de blancor. ................................................................... En lo alto: al regio alcázar del Eterno, del Clemente, Entre angélicos festejos, leve, diáfana, sonriente, Llega el alma de una niña, trae el alma de una flor! Ajmátova Ana LA MUSA Cuando en la noche oscura espero su llegada, se me antoja que todo pende de un hilo. ¿Qué valen los honores, la libertad incluso, cuando ella acude presta y toca el caramillo? Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo: "¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?" Y ella responde: "Yo soy aquella." OTROS POEMAS DE ANA AJMATOVA: A LA CIUDAD DE PUSHKIN CUANDO ESCUCHES EL TRUENO... DEDICATORIA HAY EN LA INTIMIDAD... LA TIERRA NATAL LLEGUÉ A VISITAR AL POETA SONETO DE ESTÍO SÓTANO DEL RECUERDO CUANDO LA LUNA ES DE MELÓN A LA CIUDAD DE PUSHKIN 1 ¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron, ¡Qué encuentro más cruel que el separarse! Aquí hubo un surtidor, allá alamedas, más a lo lejos verdecía el parque... La aurora más rosada que ella misma fue aquél abril. Olor a húmeda tierra, a primer beso... 2 Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron, para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso. Las rosas se trocaron en purpúreas rosaledas silvestres, pero los himnos de la escuela siguen brotando sin desánimo. ¡Medio siglo pasó! Fui premiada por la divina suerte y en los días violentos olvidé el fluir de los años. ¡Ya no voy por allí! Pero a la orilla del río de la muerte, yo llevaré mis trémulos jardines de Tsárskoie Seló. Versión de: Rafael Alberti LLEGUÉ A VISITAR AL POETA A Alexander Blok Llegué a visitar al poeta exactamente al mediodía, un domingo. En el cuarto espacioso reinaba el silencio afuera, en la calle, hacía frío. Un sol agradable se paseaba sobre el tupido humo grisazul... El poeta me miraba fijamente, en silencio, como un gran anfitrión. Es mejor ser cuidadosa y no mirar nunca a sus ojos; son ojos tan extraños que jamás se pueden olvidar. No olvidaré ese encuentro aquel brumoso mediodía de domingo a las orillas del Neva en una casa grande y gris. Versión de Jorge Bustamante García LA TIERRA NATAL No la llevamos en oscuros amuletos, ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella, no perturba nuestro amargo sueño, ni nos parece el paraíso prometido. En nuestra alma no la convertimos en objeto que se compra o se vende. Por ella, enfermos, indigentes, errantes ni siquiera la recordamos. Sí, para nosotros es tierra en los zapatos. Sí, para nosotros es piedra entre los dientes. Y molemos, arrancamos, aplastamos esa tierra que con nada se mezcla. Pero en ella yacemos y somos ella, y por eso, dichosos, la llamamos nuestra. Versión de María Fernanda Palacio DEDICATORIA Las montañas se doblan ante tamaña pena y el gigantesco río queda inerte. Pero fuertes cerrojos tiene la condena, detrás de ellos sólo "mazmorras de la trena" y una melancolía que es la muerte. Para quién sopla la brisa ligera, para quién es el deleite del ocaso Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera, sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras y del soldado el pesado paso. Nos levantamos como para la misa de madrugada, caminábamos por la ciudad incierta, para encontrar una a la otra, muerta, inanimada, bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada, mas la esperanza a lo lejos canta cierta... La sentencia... y las lágrimas brotan de repente, ya de todo separada, como arrancan la vida al corazón, dolorosamente, como si hacia atrás la derribaran brutalmente, pero marcha... vacila... aislada... ¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar, de mis años de infierno desnudo? ¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar, qué imaginan en el círculo lunar? A vosotras os envío mi adiós y mi saludo SONETO DE ESTÍO Más que yo vivirá lo que aquí vive, hasta los nidos de los estorninos, y este aire migratorio que cruzó, aire primaveral, la mar en vuelo. La voz eternidad de allá nos llama, del más allá con su invencible fuerza, y por encima del cerezo en flor, la luz lunar menguando se derrama. Parece que blanquea sin estorbo, a través de las verdes espesuras, la senda que no digo adónde lleva... Allí hay más claridad entre los troncos y todo se asemeja a la arboleda que circunda el estanque en Tsárkoie Seló. Versión de María Teresa León CUANDO ESCUCHES EL TRUENO... Cuando escuches el trueno me recordarás y tal vez pienses que amaba la tormenta... El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí y el corazón, como entonces, estará en el fuego. Esto sucederá un día en Moscú cuando abandone la ciudad para siempre y me precipite hacia el puerto deseado dejando entre ustedes apenas mi sombra. CUANDO LA LUNA ES DE MELÓN Cuando la luna es de melón una tajada en la ventana y en redor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría y la nieve del paño y arde una bujía de cera tal que en la niñez, mariposas zumban la calma, que no oye mi palabra, retumba entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera... la soledad en sus redes me hizo prisionera el gato negro el alma me mira, como ojos centenarios y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario. Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche. HAY EN LA INTIMIDAD... Hay en la intimidad un límite sagrado que trasponer no puede aun la pasión más loca siquiera si el amor el corazón desgarra y en medio del silencio se funden nuestras bocas. La amistad nada puede, nada pueden los años de vuelos elevados, de llameante dicha, cuando es el alma libre y no la vence la dulce languidez del goce y la lascivia. Pretenden alcanzarlo mentes enajeadas, y a quienes lo trasponen los colma la tristeza. ¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón no late a ritmo debajo de tu diestra? SÓTANO DEL RECUERDO Es pura tontería que vivo entristecida y que estoy por el recuerdo torturada. No soy yo asidua invitada en su guarida y allí me siento trastornada. Cuando con el farol al sótano desciendo, me parece que de nuevo un sordo hundimiento retumba en la estrecha escalera empinada. Humea el farol. Regresar no consigo y sé que voy allí donde está el enemigo. Y pediré benevolencia... pero allí ahora todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó! Hace treinta año se acompañaba a la señora, hace treinta que el pícaro de viejo murió... He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna! Ya no puedo lucirme en parte alguna, pero rozo de las paredes las pinturas y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla! a través del moho, la ceniza y la negrura dos esmeraldas grises brillan y el gato maulla. ¡Vamos a casa, criatura! ¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura? Pedro Antonio de Alarcón A mi mujer Dedicatoria El que va tras flores halla espinas El que va tras espinas halla flores -IEntre incesantes, improvisas fiestas, ¡cuán presto pasa el suspirado día que bulliciosa turba en las florestas consagrara al amor y la alegría! ¡Cuán presto!... Ved. -La tarde moribunda los párpados entorna en Occidente, e inadvertida oscuridad profunda va envolviendo al tropel indiferente... Melancólico al fin lejos resuena el toque de oración, eco de un mundo que a Dios acude en su constante pena, y, tétrica y medrosa, la antes alegre turba bulliciosa regresa a sus hogares y al cotidiano afán de sus pesares. ¡Pasó, y no volverá! ¡Pasó aquel día de vano aturdimiento y de locura que les dispuso en la enramada umbría el genio del placer y la hermosura! -Helos tornar entre la sombra oscura... ¡Feliz aquel que vuelve aprisionado en las redes de amor, y enamorada ve a la prenda querida que a su lado suspira por la luz de una mirada! Pero, de tantas descuidadas risas, de la danza frenética y del canto, de los besos fiados a las brisas, ¿qué más le resta que mortal quebranto al que en su pobre corazón vacío tan sólo siente el gotear del llanto que lento infiltra el implacable hastío? - II Así tornaba yo de los pensiles de mis años floridos, contemplando cómo aquellos quiméricos abriles vinieron y se fueron tan callando. Soñando entré en mis años juveniles; soñando los pasé; salí soñando... y al despertar entonces me veía solo, en la noche de un soñado día. Detrás de mí, cerrada y misteriosa quedaba, ya distante, una arboleda, cuyas ramas mil veces cariñosa meció para arrullarme el aura leda... ¡Era mi juventud! -Triste y oscura, como negra alameda plantada entre una y otra sepultura, ya al lejos la enramada aparecía... ¡Allí quedaba la corriente pura que bullir entre céspedes veía; allí la senda abierta entre las flores; allí la sombra que gustar solía, y el trino de los tiernos ruiseñores; que nunca más ¡ay triste! ¡escucharía!... La edad cruel en tanto me empujaba por áridos senderos: -¿Adónde caminaba?¡Sólo el recuerdo inútil me quedaba de mis años primeros! ¡El recuerdo no más!... -¡Oh vil memoria, cómplice fiera del ajeno olvido! ¿Qué me valía la pasada historia, si era ya el corazón desierto nido? ¿A qué hablar de las aves pasajeras, que huyeron hacia nuevas primaveras al árbol en que ayer su amor cantaron? ¡Qué valen a las áridas praderas las flores que sin fruto se secaron? ¡Fueron ¡ay! mis estériles venturas leves nubes del cielo, cuyas mudables tintas y figuras arrastra el aire en su callado vuelo! Y mis ídolos fueron sueños míos, que yo, insensato, apellidé querubes; y a merced de mis propios desvaríos, mudaron nombre y forma y atavíos, como a merced del sol cambian las nubes. Muerto en mi cielo el luminar del día, borrados de mis sueños los antojos, huérfano el corazón, solo y sin guía, breñas y abismos viendo ante mis ojos, ¿cómo arrostrar la pedregosa vía, cubierta de malezas y de abrojos? ¿A qué existir? ¿A qué tan cruda guerra, si era un desierto para mí la tierra? En la dorada copa de la vida, de grato néctar por el cielo henchida, no quedaba ya más que la hez amarga y el veneno fatal de la experiencia... ¿Qué hacer de mi existencia? ¿Vivir... para morir? ¡Imbécil carga! ¿Esperar? ¿Merecer? ¡Atroz violencia! ¡Cáncer cuyos dolores nunca embarga el bálsamo eficaz de la paciencia! - III Imagínate ahora, esposa mía, -tú, a quien mi alma reverente canto en estos versos tímidos te envía,que, en tanta soledad y duelo tanto, cuando más tenebroso mi camino era y más triste mi ignorado llanto, hubiese visto en el confín del cielo alzarse blanca, pura, misteriosa, la bienhechora luna tras un monte, esclareciendo con su faz radiosa la densa lobreguez de mi horizonte. Imagínate el gozo con que viera inundarse de luz la ingente esfera, reaparecer el mundo ante mis ojos, y en medio de los ásperos abrojos, serpentear la senda ya perdida... así como del alma agradecida la emoción y contento al verse acompañada y asistida de la casta deidad del firmamento. Idólatra o amante, fijos mis ojos en aquel semblante que una paz inmortal me prometía, hubiérale sin duda abierto el alma, diciéndole: «Pon fin a aquesta guerra, »y apártame por siempre de la tierra, »tú que del cielo vives en la calma. »Llévame de este mundo y de esta vida »a otro mundo mejor donde las flores »no desparezcan en veloz huida »al soplo de los vientos bramadores. »¡Háblame de delicias inmortales; »cuéntame las grandezas de esa altura; »que vivos en mi alma los raudales »aún están de la fe y de la ternura!». Tal hubiérale dicho yo a la Diosa, al verla aparecer... Mas no era ella: no fue la luna la deidad radiosa que allí me apareció... -¡Cuánto más bella y cándida y piadosa, a mis ojos lució gentil doncella!... -Pero mis labios sella ese rubor que en tu mejilla casta me suplica modesto que no siga... No temas. -Yo también ¡oh dulce amiga! tiemblo y bendigo y enmudezco... -Basta. - IV ¿Ni a qué más? ¿Por ventura, al dedicarte estas desaliñadas poesías, fatuas de inspiración, mofa del arte, cosecha ingrata de los tristes días que viví sin amarte, fuera noble que gárrulas excusas te diese, como suelen los conversos, sobre la varia multitud de Musas que verás invocadas en mis versos? No: ni fuera cortés (y lo pasado merece cuando menos cortesía) renegar a la postre de ese coro, ayer tan celebrado, que vaga entre una y otra poesía, ¡ni tu propio decoro semejante hecatombe aceptaría! ¡Baste decir que para ti he reunido éstas que llamaré marchitas flores dispersas por el viento del olvido, y que en todas cantara tus amores... si primero te hubiera conocido! El suspiro del moro Canto Épico (Dedicado a mi hija Paulina) Y el Santo de Israel abrió su mano, y los dejó, y cayó en despeñadero el carro y el caballo y caballero. (HERRERA.) No la grandeza del empeño santo, que eternizó en Granada la memoria de la ínclita Isabel: el duelo canto del rey sin trono, sin hogar ni gloria, que, en vez de sangre, vergonzoso llanto vertió a la postre de su infanda historia: ¡llanto sin fin que los anales cierra de siete siglos de implacable guerra! Madre Afligida del Amor cristiano: sé Tú la Musa que piedad me inspire, para que enfrente del procaz pagano ni los de Dios ni tus agravios mire. Está vencido, llora, y es mi hermano... ¡Haz que a su vez mi cítara suspire cuando él dirija la postrer mirada de eterno adiós a la gentil Granada! Y tú que, errante, la infinita arena de los desiertos cruzas, los tesoros sin olvidar de esta región amena: ¡triste progenie de los reyes moros! deja que tu apenada cantilena salve del mar los ámbitos sonoros, y preste al eco de la guzla mía su vagón son y lánguida armonía. Eran los días de feliz memoria en que la Cruz, venciendo a la Fortuna, tras luenga noche de eternal historia, miró en su ocaso a la menguada Luna: primeros días en que el sol de gloria que un tiempo tuvo en Covadonga cuna, libre veía el territorio hispano bajo el bendito pabellón cristiano. Una garrida, valerosa dama, noble matrona, celestial princesa, ganando eterna bendición y fama, cumplido había la sagrada empresa: ¡Reina inmortal, que aun reverente aclama el pueblo fiel que su sepulcro besa!... ¡Fuerte heroína, cuyo nombre santo aún oye el Moro con terror y espanto! Ella fue, sí, la que, animosa y pía, su Fe inculco y su aliento a la cruzada; ella quien supo la prudencia fría de FERNANDO trocar en furia armada; y ella tras su bridón llevado había ante los muros de la infiel Granada aquella flor de ilustres campeones que al grito de «ISABEL» fueron leones. Y las altas empresas de Cisneros, de Pulgar las magníficas hazañas, del gran Gonzalo los arranques fieros, de Tendilla y de Cabra las campañas, y los hechos de tantos caballeros, gloria de Cristo, prez de las Españas, justas fueron de amor, fiestas galantes que en su obsequio inventaban los Gigantes. Dado me fuera aliento para tanto, y aquí cantara la mortal refriega que una vez y otra vez sembró el espanto en la ciudad sitiada y la ancha vega; pero ni el cerco ni las lides canto que precedieron a la humilde entrega, ni la lucha civil encarnizada que franqueó las puertas de Granada. Absorto ante ese cuadro de grandeza, el son apago de mi plectro rudo; descubro reverente mi cabeza, y admiro y tiemblo con respeto mudo; triunfante en la morisca fortaleza la Santa Cruz del Redentor saludo, y, de piedad y compasión movido, sigo los pasos de Boabdil vencido. Principiaba una fúlgida mañana, de esas que alegran el adusto invierno cual bellas hijas que en edad temprana la hiel endulzan del dolor paterno: del monte excelso la cabeza cana reflejaba del sol el rayo eterno, y en la atmósfera azul, diáfana y pura destacaba la nieve su blancura. Por los barrancos de la ingente Sierra mil arroyuelos nítidos corrían, buscando el llano, en cuya arada tierra su caudal fecundante repartían: tranquilos ya, tras la finada guerra, los labradores a su afán volvían, y en medio de los densos olivares humeaban los rústicos hogares. También las aves a sus dulces nidos y a la paz que perdieron retornaban; los rebaños, ayer despavoridos, otra vez por las cubiertas asomaban; y cantos y rumores y balidos el aire placidísimo poblaban, cual si el pasado sanguinoso empeño hubiera sido imaginario ensueño. Esa mañana refulgente y grata, mientras el sol del aterido Enero rizados hilos de escarcha plata trocaba en perlas con su ardor primero, de Moros una espesa cabalgata, que el blanco lino y el bruñido acero igualaban a un bando de palomas, subía del Padul las mansas lomas. Aquel cortejo, triste y misterioso de noche a Santafé dejado había, y cruzado la vega silencioso antes que el alba despertase al día; pero al salvar el punto montuoso a que llegaba cuando el sol salía, los Moros sus corceles refrenaron y atrás la vista con afán tornaron. Iba al frente de aquella comitiva un joven de gallarda gentileza, cuyo boato y majestad esquiva señales daban de imperial grandeza; su noble palidez y frente altiva, sus negros ojos de oriental belleza, sus blancas tocas y barba oscura completaban tan clásica figura. Siempre a su lado, como fiel esposa, fijos en él los hechiceros ojos, cabalgaba una joven tan hermosa, que a la cándida luna diera enojos: de su semblante angelical la rosa y de sus labios los claveles rojos trocado había pertinaz la pena en lirio mustio y pálida azucena. Junto a ella, blanco cual nevado armiño; hermoso, aunque tristísimo y doliente; único bien del paternal cariño; severo ya como león naciente, sobre negro corcel marchaba un niño, no llegado a la edad adolescente; pero que ya maldijo su hado insano, cautivo y solo en el Real cristiano. Torvo el aspecto de la faz sombría, parda la tez y la cabeza cana, tras ellos impertérrita venía una lujosa, gigantesca anciana: su viril ademán y la energía de su mirada fiera y soberana descubrían en ella a la matrona digna del cetro y la imperial corona. Dos príncipes, que el pálido semblante en su idéntico rostro reflejaban del Moro esquivo que subió delante. a la austera mujer acompañaban; y, en fin, tras estos, en tropel brillante, hasta cien caballeros galopaban, entre los cuales víanse mezclados palaciegos, visires y criados. Desde el lugar en que parado habían, a la vez abarcaba la mirada los rudos montes en que entrar debían y la extendida vega matizada. ¡Un paso más..., y nunca ya verían el mágico horizonte de Granada! ¡Un paso más..., y de su vista ansiosa desparecía la ciudad hermosa! El Moro más altivo y arrogante se apartó de la inquieta muchedumbre, y silencioso, tétrico, anhelante, quedó como clavado en la alta cumbre. La horrible contracción de su semblante retrataba su negra pesadumbre; pero en su seno, comprimido el llanto, negaba alivio a su mortal quebranto. Fijos los ojos, cual queriendo en ellos dejar grabados y por siempre vivos de aquel paisaje los matices bellos; mudo, inmóvil, alzado en los estribos, el infeliz, del sol a los destellos, vio pasar los instantes fugitivos, sin poder separar la vista un punto de aquel sublime, sin igual conjunto. ¿Quién era? ¿Iba a morir? ¿Por qué tal duelo? ¿Por qué a su alrededor no resonaba ni una voz de esperanza o de consuelo? ¿Por qué su esposa con rubor echaba sobre la casta faz el blanco velo? ¿Quién era el triste que tan solo estaba? ¿Qué maldición cayó sobre aquel hombre? ¿Cuál era su infortunio? ¿Cuál su nombre? ¡Era Boabdil!... ¡Boabdil, el fruto airado de Muley desdeñoso y de Aixa fiera; el hijo por la madre aleccionado contra su padre y rey a alzar bandera; el ambicioso audaz y desalmado, ladrón del solio a cuyo pie naciera, que al eco santo del paterno grito, fue por su raza y por su Dios maldito! ¡Era Boabdil, cuya ominosa estrella costó a sus padres sempiterno lloro, rompió el encanto de la Alhambra bella y el fin atrajo del Imperio moro!... ¡Mísero rey, tras cuya infausta huella se hundió la tierra siempre, y llanto y oro y sangre y honras devoró el abismo, hasta que al cabo sumergiose él mismo! ¡Era Boabdil, que con indigna mano dado las llaves de la Alhambra había y su trono y su pueblo al Rey cristiano!... ¡Era Boabdil, que desde allí veía tremolar en la Vela al castellano la Santa Cruz del Hijo de María! ¡Era Boabdil, que la postrer mirada dirigía por siempre a su Granada! Érase la ciudad cuyas ruinas, festoneadas de perpetuas rosas, aun alegran las aguas cristalinas que en sus cármenes entran bulliciosas: la Ciudad que las fieles golondrinas, como en tiempo mejor, buscan ansiosas, pidiendo a los palacios derruidos grata quietud para sus caros nidos Érase la Ciudad que despoblada hoy parece tal vez al que la mira de yerba y rotos mármoles sembrada, como Paesthum, Itálica o Palmira: La Ciudad que, entre flores sepultada, aun al viajero admiración inspira, mientras sus muros de labrada piedra disputa el tiempo a la viciosa hiedra. ¡Era Granada... rica y prepotente, tal como fue... cuando Granada era! Llamábanla Damasco de Occidente, de la grey de Ismael Roma altanera, de sus sabios Atenas floreciente, de las artes lujosa primavera, hija del Cielo, patria de las flores, edén de la hermosura y los amores. Boabdil la contemplaba adormecida en los cárdenos montes del Oriente, de un alquicel blanquísimo vestida, y de bermejas torres la alta frente, cual de corona señorial, ceñida... ¡Allá quedaba lánguida, indolente, adúltera sultana, infiel esposa, mostrando al vencedor su risa hermosa!... Y allá quedaban los amantes ríos que plata y oro le tributan fieles; el Dauro con sus cármenes umbríos, y el Genil con sus cálidos vergeles; del Albaicín los blancos caseríos, la Antequeruela oculta entre laureles, de la Alcazaba el recio baluarte, y la Alhambra gentil, ¡gloria del arte! ¡La Alhambra! ¡Regio edén, huerto florido, soñado alcázar, que su planta moja del hondo Dauro en el raudal temido, y cuyas torres de argamasa roja, de las copas del bosque entretejido salir se ven entre la verde hoja y luego alzarse a la región del viento, como ideal, aéreo monumento!... ¡Oh! ¡Con cuánto pesar, con cuánta pena Boabdil aquel recinto miraría donde su infancia transcurrió serena y entró aclamado, victorioso un día! Entonces ¡ay! desde su fuerte almena reinaba en la mitad de Andalucía... Ya... sólo le ofrecía el hado cierto un caballo... y la arena del desierto. Luego miró la anchísima llanura... tapiz que bordan con vistosas tintas, ora las huertas de eternal verdura, ora las blancas y graciosas quintas, ya de extenso olivar la mancha oscura, ya de las aguas las fulgentes cintas, aquí las torres de apiñada aldea, allí el camino que tenaz serpea... ¡Cuadro grandioso, que mostraba unidos de tierra y cielo todos los favores...! -nieves perpetuas, árboles floridos, verdes campiñas, nubes de colores un aire que arrobaba los sentidos, un firmamento azul y un sol de amores!...¡Cuadro cuya magnífica hermosura de Boabdil puso el colmo a la amargura! ¡Triste Boabdil! Su miserable estrella ¿Por qué en Lucena le negó la muerte? ¡No viera entonces tras su infame huella marchar, ligados a su aciaga suerte, a un tierno hijo, a su Moraima bella, a Aixa, la madre valerosa y fuerte, y a dos nobles hermanos, que su yerro al ocio condenaba y al destierro! ¡Triste Boabdil! ¡Cuánto a sus pies veía fue suyo, fue su vida, fue su encanto... ¡Y nunca más a verlo tornaría!... ¡Nunca más! -Al pensarlo, fue ya tanto su dolor, y tan fiera su agonía, que de sus ojos desbordose el llanto, y, con acento fúnebre y rugiente, lanzó un suspiro que aterró a su gente... ¡Suspiro amargo, lúgubre, espantoso, que aún en Granada sin cesar resuena, turbando de los siglos el reposo y de la muerte la región serena! ¡Y repítelo el viento caluroso, que raudo agita la africana arena!... ¡Y sonará implacable, tremebundo, mientras se acuerde de la Alhambra el mundo! Aixa, entretanto, la sublime altura de Mulhacen miraba con recelo... -(¡Allí..., al amparo de la nieve pura, en la sagrada vecindad del cielo, yacía en misteriosa sepultura Muley, su esposo, presenciando el duelo de la airada consorte y del mal hijo a quienes fiero al expirar maldijo!...) Pero al ver la Sultana el triste llanto del rey, que entre suspiros repetía: «¡Allak-Akbar!...», tan íntimo quebranto, lejos de conmover su faz sombría, inflamola de un fuego que dio espanto, y, mujer insensible, madre impía, cuanto patricia indómita y severa, dijo el débil Boabdil de esta manera: «¡Llora como mujer, desventurado, la pérdida del reino que has debido cual hombre defender!... ¡Llora, menguado!» Y con brusco desdén mal comprimido, (¡tal vez con hondo amor desesperado!), apartose del príncipe afligido, y, mirando colérica a Granada, huyó vencida, pero no domada. Como reo de muerte que a la vida y al sol y al cielo como afán profundo da el adiós de suprema despedida... así Boabdil, lanzado de aquel mundo en que dejaba su ilusión querida, «¡Adiós!...» dijo con aye moribundo, e inclinando la frente sobre el pecho, huyó también, en lágrimas deshecho... Y, tras él, en confuso torbellino, partieron todos; y del sol la lumbre vio, de polvo entre denso remolino, desbocada correr de cumbre en cumbre, huyendo de su lóbrego destino, a aquella fastuosa muchedumbre, a quien la desventura daba en arras un rincón en las agrias Alpujarras. Pronto, como blanquísima paloma, mirábase a lo lejos, de la Sierra a un jinete salvar la última loma... Era el triste fantasma de la guerra... Era el poder inicuo de Mahoma que abandonaba la española tierra... ¡Era Boabdil, herido por el rayo que allá en Asturias fulminó Pelayo! Otro día..., del mar sobre la espuma, sola cruzó desde Adra hasta Melilla rápida nave cual ligera pluma. Ganada, al cabo, la africana orilla, viose a un Moro gentil, entre la bruma, doblar, al pisar tierra, la rodilla... ¡Era Boabdil, a quien su negro sino negó una tumba en suelo granadino! Un día, en fin, que el Marroquí tirano luchaba por salvar su poderío contra los dos Jarifes, -un anciano lidió por él con temerario brío, hasta que, herido y sin aliento humano, se hundió en las olas de opulento río... ¡Era Boabdil, a quien su suerte dura le negaba en la tierra sepultura! ¡Así cumpliose lo que escrito estaba... pero escrito por Dios, que al hombre dijo: «HONRARÁS A TU PADRE». -Así acababa el príncipe rebelde, ingrato hijo, a quien su padre ciego, que espiraba una vez y otra vez feroz maldijo... ¡Y así fue llanto y exterminio y luto de la traición de Don Julián el fruto! ¡Huyó de España para siempre el Moro!... ¡Bendigamos a Dios! -«Él es el fuerte: Él solo es vencedor: Él es tesoro de vida y de salud: Él da la muerte». Así, con letras de carmín y oro, cuando propicia contempló la suerte, lo consignó en la Alhambra el Mahometano. -¡DIOS SÓLO ES VENCEDOR! Dice el Cristiano. Sueños de sueños Vine a verte, y dormías; y dormías tan muda y mansamente, que una rosa cerrada parecías. Era la siesta. -La morisca frente, sola en el patio, conturbaba apenas la quietud de las anchas galerías, de fresca sombra y de silencio llenas. Las aves en sus jaulas; el ambiente, embargado entre opacas celosías; el perro fiel y el gato negligente reposaban también... -Calma y pereza era todo en redor... -¡Tan sólo el vuelo del zumbador insecto recordaba que el sol, en tanto, vívido lanzaba mares de lumbre desde el alto cielo! He dicho que dormías; y dormías tan muda y mansamente, que una rosa cerrada parecías. Dormías... y, aunque amante desdeñado, próximo alguna vez a aborrecerte, (odio del sitiador hacia el sitiado, que arguye amor al codiciado fuerte), te admiré en aquel sueño sosegado... sin desear que fuera el de la muerte. Quizás más bien compadecí tu suerte, y perdón te pedí de mis antojos... -«¿Por qué (dije), por qué tan combatida? »¿Culpa es acaso de su mansa vida »inspirarme este amor que me da enojos? »¿Es obra de sus ojos, »o de los míos, mi mortal herida?»Y, si no es culpa suya el ser hermosa, »y, a su pesar, a mí me encuentra feo, »(arguyamos en prosa), »¿Ha de dejar por mí de ser dichosa? »¿Me ha de abrazar como al verdugo el reo?... »¡No! ¡Nunca! -¡Duerme, pobrecita, duerme; »pues, diga lo que quiera mi deseo, »obligación no tienes de quererme!» En esto un aye leve y fugitivo lanzaste al modo de suspiro tierno, y pareciome que tu pecho esquivo, cándido y frío como helado invierno, se entreabría al cariñoso rayo que en ti fijaban mis amantes ojos, como su cáliz de matices rojos entreabre una rosa al sol de Mayo. Lo que quiere decir que, aunque dormías, dormías tan turbada y tiernamente, que una rosa entreabierta parecías. ¿Qué soñabas? -Lo vi: de mis pesares al cabo condolida, imaginabas de pasión y gloria la que te ofrezco venturosa vida. Suspensa, enternecida, amorosa... (perdóname), soñabas estar en brazos del amor prendida... y de temor y gratitud llorabas, y mi nombre, gimiendo, pronunciabas. -¡Ay! Aquel dulce, generoso llanto cayó en mi corazón como el rocío sobre el árida arena del desierto... ¡Nunca te he amado tanto! ¡Yo por aquellas lágrimas, bien mío, mil veces con placer hubiera muerto! -Por poco te despierto. ¡Ah! Nunca lo creyera, y sé que exclamarás: «¡Quién lo diría!» (yo hago justicia a tu virtud austera)... mas tú por mí llorabas, vida mía, y llanto de pasión tu llanto era. Perdónale este agravio a tu propia locura, y dispénsame a mí si tal ventura se atreve a pronunciar trémulo el labio... Pero lo vi... Mi espíritu sin calma era ya de tu espíritu un reflejo... Toda mi alma se espació en tu alma, y en ella viose como en claro espejo. Consignado lo dejo: quizás era una burla del destino aquel falso espectáculo halagüeño... Yo sé que todo sueño es desatino, y el tuyo no pasó de ser un sueño... Porque ello es que dormías y dormías tan dulce y blandamente, que ya una rosa abierta parecías. La monótona fuente, única voz de la callada siesta, murmurando seguía su cántiga modesta, y, del toldo a la sombra, con mil líquidas perlas recamaba del verde césped la mullida alfombra. Retratarte olvidaba. Sobre un sofá dormías: una mano, suave apoyo a tu cabeza daba, y el otro brazo lánguido colgaba, envidia siendo del cincel pagano. -Vestías una bata de verano.Sobre tu frente pálida y serena la aureola de oro de un ángel tu cabello parecía: tus mejillas de rosa y azucena aún ostentaban del reciente lloro dos perlas que la aurora envidiaría; y el cándido tesoro de tu inocencia púdica, que, aleve, indiscreto cendal diera al olvido, como palomas que el amor conmueve, palpitaba al compás incierto y breve de tu dichoso corazón dormido. Tus puros labios, de caricias nido; tus dientes, gotas límpidas de hielo; tu lindo pie, soltando inadvertido el árabe chapín de terciopelo, todo era bello y tentador... y todo me enajenó de modo... que hubiera dado por tu amor la vida, aun no siendo mi vida tan cuitada... -¡Ay! ¡Tú, prenda adorada, no te has visto dormida! ¡Nunca tan hechicera me pareció tu angélica hermosura! ¡Nunca tan noble y celestial!... Y era que el amor le prestaba su dulzura... ¡era que amabas por la vez primera! ¡Oh! ¡Tú me amabas, sí! Noches serenas de soledad conmigo te fingías, tardes de encanto y de misterio llenas, y allá lejanos, bonancibles días en que contarnos las pasadas penas. Libres éramos ya como las aves, libres como los céfiros suaves, como las amapolas en los trigos... y ni tutores ni parientes graves eran fieros testigos, de nuestras expansiones enemigos. Ya podíamos vernos en mis pupilas tú, yo en tus pupilas, y ahogar suspiros con suspiros tiernos, y luego en dulces pláticas tranquilas pasar instantes de quietud eternos. Y ya eran frutos las primeras flores; o bien de nuestro amor nuevos cariños brotaban cual capullos seductores; o, por mejor decir, nuestros amores se convertían en alegres niños... Y a todo esto dormías, y dormías tan quieta y hondamente, que una rosa marchita parecías. Tal soñaste... y en tanto la tarde deslizándose había ido por la triste pendiente de la sombra, el silencio y el olvido. Y su vuelo tupido tendida ya la noche, y el ambiente agitaba sus alas bienhechoras, mientras que murmuraba más sonoras sus quejas melancólicas la fuente. -Entonces desperté. -Ya era de día.Tu sueño recordé... Mas ¿dónde estabas, dónde, mi bien, que ya no te veía? -¡Ay, desdichado! ¡Yo era el que dormía y yo era el que soñaba que soñabas! A Fray Luis de León al inaugurarse su estatua en Salamanca «¡Gloria!» las arpas, los salterios «¡gloria!» resuenen por doquier... ¡Ved al poeta surgir triunfante, coronado atleta, del seno de la noche mortuoria! ¡Él es! -Un sueño de dolor han sido trescientos años de pasada historia... La tumba en pedestal se ha convertido, y el pedestal en cátedra... ¡Silencio! ¡LEÓN, libre otra vez, como algún día, desde el alzado puesto mira al concurso con afable calma... la multitud lo aclama como entonces... y, con acento que percibe el alma, «Decíamos ayer...» prorrumpe el bronce! ¡Él es, que torna a la vital arena, no ya del fondo de prisión impía, mas de los reinos de la muerte oscura, rota mostrando al mundo su cadena, íntegra y salva su doctrina pura! ¡Él es!..., el docto, el inspirado, el tierno, seráfico agustino... el poeta divino que, en coloquios de amor con el Eterno, cantó la ansiada libertad del alma y de caducos bienes el olvido, cual ruiseñor que en la solemne calma de la NOCHE SERENA, de amor enloquecido, entona apasionada cantilena, única voz del mundo adormecido! Jubilosa Natura ya reconoce a su cantor amado... a aquel que blandamente recostado cabe la linfa de fontana pura, las horas descuidado pasaba, ni envidioso ni envidiado. Y ufano el sol, extática la luna, las flores de placer ruborizadas, trémulo el bosque, y locas de alegría las aves en sus copas anidadas, saludan a porfía la noble Efigie del ilustre vate, cuando en el alto pedestal parece en que un siglo entusiasta le coloca, del tiempo a resistir el fiero embate, como a la mar la perdurable roca. Gozoso en tanto el pueblo salmantino, con aplausos y vítores aclama el triunfo egregio, la perpetua fama del cristiano David, segundo Aquino. Y el raudal cristalino del viejo Tormes, que los patrios lares besó de tanto ingenio peregrino, olvidando sus lúgubres pesares: «¡Loor a Fray Luis!», resuena por Castilla... «¡Vítor!», responden de la mar las olas, al recibir el Tormes con el Duero, y «¡Vítor!», claman en el mundo entero cuantas naciones fueron españolas. ¡Noble ciudad, Atenas castellana, Salamanca inmortal, aula del mundo! Oye también mis plácemes, y acoge en tan dichoso, memorable día, (sin ver la ruda mano que las coge), las flores que a LEÓN Granada envía. Hijas son de sus cármenes amenos que ofrecieron al vate laureado de amor y juventud años serenos... De la Alhambra en los huertos han brotado, donde acaso escuchó por vez primera el sabio esclarecido, de su vida en la dulce primavera, el cántico sabroso, no aprendido de avecilla parlera, y aquel manso ruido que del oro y el cetro pone olvido. Y ellas entre sus hojas perfumadas llévanle de las almas granadinas lágrimas de entusiasmo, derramadas al escuchar sus cántigas divinas: llévanle el parabién con que, postrada, reverencia al altísimo Maestro la musa del Genil, ya consagrada un fausto día y con valioso estro a hacerle revivir joven y amante sobre la corva escena, al compás del aplauso resonante, galardón de tan ínclita faena: y llévanle, por fin, con el acento tímido de mi lira, que, en su impotencia, trémula suspira al ensalzar al Píndaro cristiano, el orgullo, la envidia y el contento del pueblo que vio suyo al grande hombre y donde tiene su glorioso nombre en cada corazón un monumento. Granada, 1868. Alberti Rafael Biografía Poeta y dramaturgo español, nacido en el puerto de Santa María, Cádiz, en 1902 y fallecido en Madrid en 1999. Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario español, fue el último poeta de la Generación del 27, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925 y del Premio Cervantes en 1983. Durante la guerra civil militó activamente en la política y dirigió varias revistas de orientación comunista. Vivió en el exilio hasta el año de 1977. Entre sus obras más importantes se cuentan «Marinero en Tierra», «Sobre los Ángeles», «Cal y Canto» y «Sermones y Moradas». Alberti, Rafael (1902-1999) Poeta y dramaturgo español, nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz). Inicialmente se dedicó a la pintura. Se trasladó a Madrid con su familia, y en 1924 se le concedió el Premio Nacional de Literatura por el primer libro que publicó, Marinero en tierra. Se trata de una obra de un refinado popularismo donde universaliza el mar, que llega a convertirse en un mito. En 1926, apareció La amante, relato poético de un viaje en automóvil, al que sigue, al año siguiente, un nuevo libro de poemas, El alba del alhelí. Las tres obras se inscriben dentro de la tradición de los poetas anónimos del romancero y Garcilaso de la Vega, aunque con una sensibilidad de poeta vanguardista. En 1929, tuvo lugar un cambio importante en su poesía, cuando publicó Cal y canto, influido por Luis de Góngora y el ultraísmo. También de ese mismo año es Sobre los ángeles. Considerada su obra maestra, es una alegoría surrealista en la que los ángeles representan fuerzas dentro del mundo real. Producto de una intensa crisis personal relacionada con lo que el propio poeta califica de "amor imposible" y los "celos más rabiosos", contiene imágenes que suponen altas cumbres poéticas. Sus tonos apocalípticos se prolongaron en Sermones y moradas (1930). Su surrealismo le lleva a introducir asuntos personales en el ámbito de las cuestiones históricas, lo que supuso en él una inclinación hacia el anarquismo, como demuestra su elegía Con los zapatos puestos tengo que morir, de 1930. Posteriormente se afilió al Partido Comunista español, y publicó, hasta 1937, un conjunto de libros que el autor denominó El poeta en la calle, aparecidos conjuntamente en 1938. También de la misma época son sus obras de teatro, entre las que destaca Fermín Galán (1931). Posteriormente, y dentro de la misma línea de carácter surrealista y político, escribió obras teatrales y entre las más conocidas se encuentran El adefesio, de 1944, y, de 1956, Noche de guerra en el Museo del Prado. Una nota que hay que destacar en este escritor andaluz es su afición taurina, que le ha llevado a realizar carteles taurinos, escribir muchos y destacados poemas sobre el tema, e incluso salir a los ruedos en la cuadrilla de Ignacio Sánchez Mejías. Desde el exilio Con su compañera, la también escritora María Teresa León, se vio obligado a exiliarse después de la derrota de la República en la Guerra Civil española. Vivió en Argentina hasta 1962. A partir de ese año residió en Roma, y no regresó a España hasta 1977; fue elegido diputado por la provincia de Cádiz. El poeta recoge su vida durante los años de destierro en La arboleda perdida (1959 y 1987). Entre la poesía no política de Alberti, posterior a 1939, destacan Entre el clavel y la espada, de 1941, y A la pintura, de 1948, un brillante intento de describir un arte en términos de otro. En Retornos de lo vivo lejano, de 1952, y Baladas y canciones del Paraná, libro de poemas publicado el año siguiente, incluye canciones muy cercanas a las de Marinero en tierra que ofrecen un universo nostálgico del que no está ausente la ironía. Algo que vuelve a ocurrir en el primer libro que publicó a su regreso a Europa, Roma, peligro de caminantes, de 1968. Al lado de estos poemarios, están los poemas más estrictamente políticos inspirados por las circunstancias, como las muy conocidas Coplas de Juan Panadero, de 1949, y La primavera de los pueblos, de 1961. Entre la producción de Alberti posterior a su regreso a España, cabe destacar el libro de carácter erótico Canciones para Altair, publicado en 1989. Ha recibido muchos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Lenin de la Paz, en 1966, y el Premio Cervantes, en 1983. El 28 de octubre de 1999 falleció Rafael Alberti, el último exponente de la generación del 27 y figura clave de la poesía española de todos los tiempos. Un paro cardiorrespiratorio fue la causa de su muerte, cuando se encontraba en su casa del Puerto de Santa María, en Cádiz, en la misma ciudad que le vio nacer hace 96 años. Por expreso deseo del poeta, sus restos mortales fueron incinerados y sus cenizas serán devueltas a las aguas de la Bahía de Cádiz, a la que tan estrechamente vinculadas han estado su vida y su obra. En el Puerto de Santa María, localidad de la que era además alcalde honorario, se declararon tres días de luto y se le rindió un homenaje popular. A LA LÍNEA A NIEBLA, MI PERRO A VECES ALTAIR GIME LARGO... AMARANTA ¡AMOR!, GRITÓ EL LORO ANÉMONA ENCANTADA... ATENTADO CAMPO DE BATALLA CANCIÓN A ALTAÍR CANCIÓN DE AMOR CÚBREME, AMOR, EL CIELO DE LA BOCA DIÁLOGO ENTRE VENUS Y PRÍAPO ( completo ) EL ÁNGEL ÁNGEL EL ÁNGEL BUENO EL ÁNGEL DESCONOCIDO HUELE A SANGRE MEZCLADA CON ESPLIEGO LA MALDECIDA LA PALOMA CAMISA LA NIÑA ROSA, SENTADA LUNA MÍA DE AYER, HOY DE MI OLVIDO MALVA-LUNA DE YELOMUJER EN NOCTURNO POR ALLÍ HONDO, UNA HUMEDAD ARDIENTE POR AMIGA, POR AMIGA RETORNOS DEL AMOR ANTE LAS ANTIGUAS DEIDADES RETORNOS DEL AMOR EN LA NOCHE TRISTE RETORNOS DEL AMOR EN LAS ARENASRETORNOS DEL AMOR EN LOS VIVIDOS PAISAJES RETORNOS DEL AMOR TAL COMO ERA RETORNOS DEL ÁNGEL DE SOMBRA RETORNOS DEL AMOR RECIÉN APARECIDO SABES TANTO DE MÍ SIXTINA SONETO SUBES DEL MAR, ENTRAS DEL MAR AHORA... TE DIGO ADIÓS, AMOR TIRTEO UN PAPEL DESVELADO EN SU BLANCURAVEN VEN, VEN, ASÍ, TE BESO... VUELA LA NOCHE ANTIGUA DE ERECCIONES Puedes escuchar al poeta en: LA VOZ DE LOS POETAS Más poesía de Rafael Alberti en: POESÍA PERDURABLE CAMPO DE BATALLA Nace en las ingles un calor callado, como un rumor de espuma silencioso. Su dura mimbre el tulipán precioso dobla sin agua, vivo y agotado. Crece en la sangre un desasosegado, urgente pensamiento belicoso. La exhausta flor perdida en su reposo rompe su sueño en la raíz mojado. Salta la tierra y de su entraña pierde savia, veneno y alameda verde. Palpita, cruje, azota, empuja, estalla. La vida hiende vida en plena vida. Y aunque la muerte gane la partida, todo es un campo alegre de batalla. SONETO Oh tú mi amor, la de subidos senos en punta de rubíes levantados los más firmes, pulidos, deseados, llenos de luz y de penumbra llenos. Hermosos, dulces, mágicos, serenos o en la batalla erguidos, agitados, o ya en juegos de puro amor besados, gráciles corzas de dormir morenos. Oh tú mi amor, el esmerado estilo de tu gran hermosura que en sigilo casi muriendo alabo a toda hora. Oh tú mi amor, yo canto la armonía de tus perfectos senos la alegría al ver que se me abren cada aurora. A NIEBLA, MI PERRO «Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas, el tabaco inocente, tonto, de tu mirada, los largos resplandores que por el monte dejas, al saltar, rayo tierno de brizna despeinada. Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados, que de improviso surgen de las rotas neblinas, arrastrar en sus tímidos pasos desorientados todo el terror reciente de su casa en ruinas. A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo, que transportan la muerte en un cajón desnudo; de ese niño que observa lo mismo que un festejo la batalla en el aire, que asesinarle pudo; a pesar del mejor compañero perdido, de mi más que tristísima familia que no entiende lo que yo más quisiera que hubiera comprendido, y a pesar del amigo que deserta y nos vende; «Niebla», mi camarada, aunque tú no lo sabes, nos queda todavía, en medio de esta heroica pena bombardeada, la fe, que es alegría, alegría, alegría. AMARANTA Rubios, pulidos senos de Amaranta, por una lengua de lebrel limados pórticos de limones desviados por el canal que asciende a tu garganta. Rojo, un puente de rizos se adelanta e incendia tus marfiles ondulados. Muerde, heridor, tus dientes desangrados, y corvo, en vilo, al viento te levanta. La soledad, dormida en la espesura calza su pie de céfiro y desciende del olmo alto al mar de la llanura. Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende, y gladiadora, como un ascua impura entre Amaranta y su amador se tiende. DIÁLOGO ENTRE VENUS Y PRÍAPO Príapo: ...Despierta, sí, cerrada caverna de coral. Voy por tus breñas, cabeceante, ciego, perseguido. Ábrete a mi llamada, al mismo sueño que en tu gruta sueñas. Tus rojas furias sueltas me han mordido. ¿Me escuchas en lo oscuro? sediento, he jadeado las colinas y descendido al valle donde empieza el caminar más duro, pues todo, aunque cabellos, son espinas, montes allí rizados de maleza. ¿Duermes aún? ¿No sientes cómo mi flor, brillante y ruborosa la piel, extensa y alta se desnuda, y con labios calientes -coral los tuyos y los míos rosabesa la noche de tus labios muda? ¡Despierta!... Venus: ¿Quién me nombra? ¿quién persigue mis óleos seminales, quién mi gruta de sombra y navegar oculto mis canales? Príapo: Quien solamente puede y se desvela, levantado por ti, de noche y día, se atiranta en candela y no se dobla hasta que el mar lo enfría ¡Deja que te contemple! Venus: Que te mire déjame a mí también. ?Siempre eres bello! Príapo: ¡Déjame que en tus selvas te respire! Venus: ¡Que me despeine en tu robusto cuello! Príapo: ¿Por qué dormías? Venus: Todo era fingido. Mi dormir no era más que desearte. Tú alzas mi sueño cuando estás dormido. Nací tan sólo para levantarte. Príapo: ¡Oh noche clara! Venus: ¡Oh clara luna llena! ¡Rayo directo que me inundas! Príapo: Eres taza de espuma azul, concha marina, alga abierta en la arena, paraíso de sal de las mujeres secreto erizo que en la mar trasmina. Golfo nocturno, ábrete a mí, bañadas del más cálido aliento tus riberas. Sabes a mosto submarino, a olas en vivientes moluscos despeñadas, a tajamares, soles de escolleras ya rumor de perdidas caracolas. Sabes también... Venus: Repósate un momento... Príapo: El reposar es mi mayor tristeza. Venus: También yo quiero repetir al viento toda mi admiración por tu grandeza. Príapo: Hincho las velas. Habla. Venus: Eres trinquete, palo mesana, ,torre indagadora y, ardido del más rojo gallardete, cresta de gallo al despuntar la aurora. Sales de un bosque, lanza o jabalina. Redondos aramboles, de espejuelos te alumbran cuando cazas. Pende en los dos la gloria masculina. Llenas las nubes, los cargados cielos rebosan de sus tazas. Príapo: ¡Oh, ven más cerca! ¡Ven! Venus: ¡No! No me riegues, amor, de blancos copos todavía. Guarda, mi bien, esas nevadas flores hasta que al fin me llegues a lo más hondo de mi cueva umbría con tus largos y ocultos surtidores.Príapo: ¿Qué quieres más? Venus: Anhelo que me cantes cosas que faltan. Mis alrededores prometen sima al sur y al norte cumbres. Príapo: Hacia ellas van mis rayos penetrantes, su flor certera, sus certeras lumbres. Venus: ¿Qué ves, qué me iluminas? Príapo: ¡Oh precipicio, oh noche bordeada de oscuridad también! ¡Despeñadero que hacia las sombras sólo me encaminas! Te miro y más se hunde mi mirada. si la dicha es redonda, está en tu cero. Venus: Pasa a los altos, sube a los alcores... ¿qué ves ahora, dime? Príapo: Un baluarte de clavel y de nieve a cada lado. ¡Oh fortalezas! ¡Claros miradores para clavar en ellos mi estandarte y descender al bosque enamorado! Venus: Dime si escondes para mi ventura cosas que acaso yo no sepa. Príapo: Escondo, también allá en lo hondo de una caverna oscura, de blancas y mordientes almenas vigiladas, una muy dulce y de humedad mojada cautiva... Venus: Yo prosigo. Son los dientes los que fijos la rondan y dan vela. También yo otra cautiva como la tuya aguardo. ¿No la sientes? A navegar sobre su propia estela mírala aquí dispuesta, siempre viva. Príapo: ¡Oh encendido alhelí, flor rumorosa! Deja que tu saliva de miel, que tu graciosa corola lanceolada de rubíes mojen mi lengua, ansiosa de en la tuya mojar mis carmesíes. Venus: ¡Flor contra flor! Príapo: ¡Qué blandos oleajes ya por mis flancos tu alhelí resbala! Venus: Gira la noche... Príapo: Cantan los cordajes... Venus: Cambia el viento... Dan vuelta los paisajes... Príapo: Y hace en tus labios mi navío escala, mientras tu fuente oculta, prisionera de mi boca, entreabriendo su dócil ya y sumisa enredadera, dulce y quejosamente va fluyendo. Venus: ¡Oh bonanza! Príapo: ¡Oh tranquilo descanso ahora! ¡Calmas, aunque plenas, nuncios ya de los hondos y más duros combates! Venus: ¡Desflecadas, hilo a hilo, tus espumas descienden mis almenas. Príapo: Tus arroyos y peces más oscuros me corren por los labios todavía. Venus: Un sabor a jazmín me permanece ya tallo donde nada antes crecía. Príapo: A tallo que por ti de nuevo crece. Venus: ¡Oh asombro! ¡Prodigiosa, mágica fuerza! Príapo: ¡Abismo que me atrae! Venus: ¡Oh cima misteriosa! Príapo: ¡Cima que sólo en ese abismo cae! Venus: Qué mármol jaspeado! ¡Pálida, arquitectónica belleza! ¡Qué alto fuste estriado de azules ríos! ¡Capitel armado para elevar el mundo en su cabeza! Príapo: Avanzo ya. Venus: La noche abrasa. Príapo: Gotas de esperma verde tiemblan los luceros. Venus: Las dehesas remotas de la luna, sus albos ventisqueros se llenan de bramidos. Del cielo penden signos genitales. La Vía Láctea rueda sus henchidos torrentes de amorosos sementales Príapo: Gruta sagrada, toco tus orillas. Abre tus labios ya, siénteme dentro. Venus: ¡Oh maravilla de las maravillas! ¡Luz que me quema el más profundo centro! Príapo: Se confunden los bosques, las lianas se juntan y conmueven. en el pomar revientan las manzanas y en el jardín copos de nardos llueven. Venus: ¡Qué bien cubres mis ámbitos! Sus muros ¡cómo me los ensanchas y los llenas! ¡Qué pleamar, qué viento acompasados! Príapo: Jaca y jinete, unísonos, seguros, galopan de corales y de arenas y de espumas bañados. Venus: Detente, amor. No infundas ese aliento tan rápido a las brisas. Aminora un poco el paso. Da a tu movimiento un ritmo nuevo ahora. Príapo: Pondré en mis alas un volar más lento. Venus: ¡Dulce vaivén! rezuman mis paredes las más blandas esencias. Príapo: Desasidas de sus más hondas redes, ya mis médulas saltan encendidas. Venus: Ten más el freno. Príapo: ¿El freno? Querencioso, mi caballo se pierde a la carrera. Venus: Sigo también su galopar furioso, antes que derramado en mí se muera. Príapo: ¡Amor! Venus: ¡Amor! La noche se desvae. Nos baña el mar. ¡Oh luz! El mundo canta. Cae la luna... El viento... Príapo: Todo cae cuando el gallo del hombre se levanta. CANCIÓN A ALTAÍR Cuando abre sus piernas Altair en la mitad del cielo, fulge en su centro la más bella noche concentrada de estrellas que palpitan lloviéndose en mis labios, mientras aquí en la tierra, una lejana, ardiente pupila sola, anuncia la llegada de una nueva; dichosa, ciega constelación desconocida. Altair: Oh, soñar con tus siempre apetecidas altas colinas dulces y apretadas, y con tus manos juntas resbaladas, en el monte de Venus escondidas..... RETORNOS DEL AMOR EN LAS ARENAS Esta mañana, amor, tenemos veinte años. Van voluntariamente lentas, entrelazándose nuestras sombras descalzas camino de los huertos que enfrentan los azules de mar con sus verdores. Tú todavía eres casi la aparecida, la llegada una tarde sin luz entre dos luces, cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga, pensativo, a sabiendas el regreso a su casa. Tú todavía eres aquella que a mi lado vas buscando el declive secreto de las dunas, la ladera recóndita de la arena, el oculto cañaveral que pone cortinas a los ojos marineros del viento. Allí estás, allí estoy contra ti, comprobando la alta temperatura de las odas felices, el corazón del mar ciegamente ascendido, muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas. Todo nos mira alegre, después , por las orillas. Los castillos caídos sus almenas levantan, las algas nos ofrecen coronas y las velas, tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres. Esta mañana, amor, tenemos veinte años. RETORNOS DEL AMOR TAL COMO ERA Eras en aquel tiempo rubia y grande, sólida espuma ardiente y levantada Parecías un cuerpo desprendido de los centros del sol, abandonado por un golpe de mar en las arenas. Todo era fuego en aquel tiempo. Ardía la playa en tu contorno. A rutilantes vidrios de voz quedaban reducidos las algas, los moluscos y las piedras que el oleaje contra ti mandaba. Todo era fuego, exhalación, latido de onda caliente en ti. Si era una mano la atrevida o los labios, ciegas ascuas, voladoras, silbaban por el aire. Tiempo abrasado, sueño consumido. Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo. RETORNOS DEL AMOR EN LA NOCHE TRISTE Ven, amor mío, ven, en esta noche sola y triste de Italia. Son tus hombros fuertes y bellos los que necesito. Son tus preciosos brazos, la largura maciza de tus muslos y ese arranque de pierna, esa compacta línea que te rodea y te suspende, dichoso mar, abierta playa mía. ¿Cómo decirte, amor, en esta noche solitaria de Génova, escuchando el corazón azul del oleaje, que eres tú la que vienes por la espuma? Bésame, amor, en esta noche triste. Te diré las palabras que mis labios, de tanto amor, mi amor, no se atrevieron. Amor mío, amor mío, es tu cabeza de oro tendido junto a mí, su ardiente bosque largo de otoño quien me escucha. Óyeme, que te llamo. Vida mía, sí, vida mía, vida mía sola. ¿De quién más, de quién más si solamente puedo ser yo quien cante a tus oídos: vida, vida, mi vida, vida mía? ¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera sin ese fuerte y dulce muro blando que me da luz cuando me da la sombra, sueño, cuando se escapa de mis ojos. Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras, oscuras, braceando en las tinieblas, sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos golpes de sal, sin ti, contra mi boca! ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío. ¿Me escuchas? ¿No me sientes llegar como una lágrima llamándote, por encima del mar, en esta noche? MALVA-LUNA DE YELO Las floridas espaldas ya en la nieve, y los cabellos de marfil al viento. Agua muerta en la sien, el pensamiento color halo de luna cuando llueve. ¡Oh, qué clamor bajo del seno breve, qué palma al aire el solitario aliento! ¡Qué témpano, cogido al firmamento, el pie descalzo que a morir se atreve! Brazos de mar, en cruz, sobre la helada bandeja de la noche; senos fríos, de donde surge, yerta, la alborada; ¡oh piernas como dos celestes ríos, Malva-luna-de-yelo, amortajada bajo los mares de los ojos míos! LA MALDECIDA No quiero, no, que te rías, ni que te pintes de azul los ojos, ni que te empolves de arroz la cara, ni que te pongas la blusa verde, ni que te pongas la falda grana. Que quiero verte muy seria, que quiero verte siempre muy pálida, que quiero verte siempre llorando, que quiero verte siempre enlutada. TE DIGO ADIÓS, AMOR Te digo adiós, amor, y no estoy triste. Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado, un solo beso lento y prolongado que se truncó en dolor cuando partiste. No supiste entender, no comprendiste que era un amor final, desesperado, ni intentaste arrancarme de tu lado cuando con duro corazón me heriste. Lloré tanto aquel día que no quiero pensar que el mismo sufrimiento espero cada vez que en tu vida reaparece ese amor que al negarlo te ilumina. Tu luz es él cuando mi luz decrece, tu solo amor cuando mi amor declina. RETORNOS DEL AMOR EN LOS VIVIDOS PAISAJES Creemos, amor mío, que aquellos paisajes se quedaron dormidos o muertos con nosotros en la edad, en el día en que los habitamos; que los árboles pierden la memoria y las noches se van, dando al olvido lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales. Pero basta el más leve palpitar de una hoja, una estrella borrada que respira de pronto para vernos los mismos alegres que llenamos los lugares que juntos nos tuvieron. Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado, entre los groselleros y las fresas ocultas al amparo del firme corazón de los bosques. Allí está la caricia mojada de rocío, las briznas delicadas que refrescan tu lecho, los silfos encantados de ornar tu cabellera y las altas ardillas misteriosas que llueven sobre tu sueño el verde menudo de las ramas. Sé feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño, hoja que me has traído con tu temblor pequeño el aroma de tanta ciega edad luminosa. Y tú, mínima estrella perdida que me abres las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes, nunca cierres tu lumbre sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron y aquella biblioteca con la luna y los libros aquellos dulcemente caídos y los montes afuera desvelados cantándonos. RETORNOS DEL ÁNGEL DE SOMBRA A veces, amor mío, soy tu ángel de sombra. Me levanto de no sé qué guaridas, fulmíneo, entre los dientes una espada de filos amargos, una triste espada que tú bien, mi pobre amor, conoces. Son los días oscuros de la furia, las horas del despiadado despertar, queriéndote en medio de las lágrimas subidas del más injusto y dulce desconsuelo. Yo sé, mi amor, de dónde esas tinieblas vienen a mí, ciñéndote, apretándome hasta hacerlas caer sobre tus hombros y doblarlos, deshechos como un río. ¿Qué quieres tú, si a veces, amor mío, así soy, cuando en las imborrables piedras pasadas, ciego, me destrozo y batallo por romperlas, por verte libre y sola en la luz mía? Vencido siempre, aniquilado siempre, vuelvo a la calma, amor, a la serena felicidad, hasta ese oscuro instante en que de nuevo bajo a mis guaridas para erguirme otra vez tu ángel de sombra. RETORNOS DEL AMOR RECIÉN APARECIDO Cuando tu apareciste, penaba yo en la entraña más profunda de una cueva sin aire y sin salida. Braceaba en lo oscuro, agonizando, oyendo un estertor que aleteaba como el latir de un ave imperceptible. Sobre mí derramaste tus cabellos y ascendí al sol y vi que eran la aurora cubriendo un alto mas en primavera. Fue como si llegara al más hermoso puerto del mediodía. Se anegaban en ti los más lucidos paisajes: claros, agudos montes coronados de nueve rosa, fuentes escondidas en el rizado umbroso de los bosques. Yo aprendí a descansar sobre sus hombros y a descender por ríos y laderas, a entrelazarme en las tendidas ramas y a hacer del sueño mi más dulce muerte. Arcos me abriste y mis floridos años recién subidos a la luz, yacieron bajo el amor de tu apretada sombra, sacando el corazón al viento libre y ajustándolo al verde son del tuyo. Ya iba a dormir, ya a despertar sabiendo que no penaba en una cueva oscura, braceando sin aire y sin salida. Porque habías al fin aparecido. CANCIÓN DE AMOR Amor, deja que me vaya, déjame morir, amor. Tú eres el mar y la playa. Amor. Amor, déjame la vida, no dejes que muera, amor. Tú eres mi luz escondida. Amor. Amor, déjame quererte. Abre las fuentes, amor. Mis labios quieren beberte. Amor. Amor, está anocheciendo. Duermen las flores, amor, y tú estás amaneciendo. Amor. RETORNOS DEL AMOR ANTE LAS ANTIGUAS DEIDADES Soñarte, amor, soñarte como entonces, ante aquellas dianas desceñidas, aquellas diosas de robustos pechos y el viento impune entre las libres piernas. Tú eras lo mismo, amor. Todas las Gracias. igual que tres veranos encendidos, el levantado hervor de las bacantes, la carrera bullente de las ninfas, esa maciza flor de la belleza redonda y clara, poderosamente en ti se abría, en ti también se alzaba. Soñarte como entonces, sí, soñarte ante aquellas fundidas alamedas, jardín de Amor en donde la ancha Venus, muslos dorados, vientre pensativo, se baña en el concierto de la tarde. Soñarte, amor, soñarte, oh, sí, soñarte la idéntica de entonces, la surgida, del mar y aquellos bosques, reviviendo en ti el amor henchido, sano y fuerte de las antiguas diosas terrenales. VUELA LA NOCHE ANTIGUA DE ERECCIONES Vuela la noche antigua de erecciones, Muertas, como las manos, a la aurora. Un clavel prolongado desmejora, Hasta empalidecerlos, los limones. Contra lo oscuro cimbran esquilones, Y émbolos de una azul desnatadora Mueven entre la sangre batidora Un vertido rodar de cangilones. Cuando el cielo se arranca su armadura Y en un errante nido de basura Le grita un ojo al sol recién abierto. Futuro en las entrañas sueña el trigo, Llamando al hombre para ser testigo... Mas ya el hombre a su lado duerme muerto. UN PAPEL DESVELADO EN SU BLANCURA Un papel desvelado en su blancura. La hoja blanca de un álamo intachable. El revés de un jazmín insobornable. Una azucena virgen de escritura. El albo viso de una córnea pura. La piel del agua impúber e impecable. El dorso de una estrella invulnerable Sobre lo opuesto a una paloma oscura. Lo blanco a lo más blanco desafía. Se asesinan de cal los carmesíes Y el pelo rubio de la luz es cano. Nada se atreve a desdecir el día. Mas todo se me mancha de alhelíes Por la movida nieve de una mano. POR AMIGA, POR AMIGA Por amiga, por amiga. Por amiga, por amiga. Sólo por amiga. Por amante, por querida. Sólo por querida. Por esposa, no. Sólo por amiga. SUBES DEL MAR, ENTRAS DEL MAR AHORA... Subes del mar, entras del mar ahora. Mis labios sueñan ya con tus sabores. Me beberé tus algas, los licores de tu más escondida, ardiente flora. Conmigo no podrá la lenta aurora, pues me hallará prendido a tus alcores, resbalando por dulces corredores a ese abismo sin fin que me devora. Ya estás del mar aquí, flor sacudida, estrella revolcada, descendida espuma seminal de mis desvelos. Vuélcate, estírate, tiéndete, levanta, éntrate toda entera en mi garganta, y para siempre vuélame a tus cielos. POR ALLÍ HONDO, UNA HUMEDAD ARDIENTE Por allí, hondo, una humedad ardiente; blando, un calor oscuro el que allí hervía; sofocado anhelar el que se hundía, doblándose y muriendo largamente. Labios en labios que no ataca diente; Lengua en garganta que se corta, umbría; Áspero alrededor, fiera porfía Por morder lo imposible de la fuente. Fiera porfía, ya que ni a la hembra Más hembra ni al varón más varón dieron Otra cumbre que ser sembrado y siembra. Pues lo demás, ¡oh cuerpos desvelados!, Son fulgores que al alba se perdieron En un súbito arder, desesperados. LUNA MÍA DE AYER, HOY DE MI OLVIDO Luna mía de ayer, hoy de mi olvido, Ven esta noche a mí, baja a la tierra, Y en vez de ser hoy luna de la guerra, Sélo tan sólo de mi amor dormido. Dale en tu luz el reno perseguido Que por los yelos de tus ojos yerra, Y dile, si tu lumbre lo destierra, Que será lana su destierro y nido. Tiempos de horror en que la sangre habita Obligatoriamente separada De la linde natal de su terreno. ¡Ay luna de mi olvido, tu visita no me despierte el labio de la espada, sí el de mi amor, guardado por tu reno! CÚBREME, AMOR, EL CIELO DE LA BOCA Cúbreme, amor, el cielo de la boca con esa arrebatada espuma extrema, que es jazmín del que sabe y del que quema, brotado en punta de coral de roca. Alóquemelo, amor, su sal, aloca Tu lancinante aguda flor suprema, Doblando su furor en la diadema del mordiente clavel que la desboca. ¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello borbotar temperado de la nieve por tan estrecha gruta en carne viva, para mirar cómo tu fino cuello se te resbala, amor, y se te llueve de jazmines y estrellas de saliva! HUELE A SANGRE MEZCLADA CON ESPLIEGO Huele a sangre mezclada con espliego, Venida entre un olor de resplandores. A sangre huelen las quemadas flores Y a súbito ciprés de sangre el fuego. Del aire baja un repentino riego De astro y sangre resueltos en olores, Y un tornado de aromas y colores Al mundo deja por la sangre ciego. Fría y enferma y sin dormir y aullando, Desatada la fiebre va saltando, Como un temblor, por las terrazas solas. Coagulada la luna en la cornisa, Mira la adolescente sin camisa Poblársele las ingles de amapolas. NOCTURNO Deja ese sueño. Envuélvete desnuda y blanca, en tu sábana. Te esperan en el jardín tras las tapias. Tus padres mueren, dormidos. Deja ese sueño. Anda. Tras las tapias, te esperan con un cuchillo. Vuelve de prisa a tu casa. Deja ese sueño. Anda. En la alcoba de tus padres entra desnuda, en silencio. Corre de prisa a las tapias. Deja ese sueño. Sáltalas. Vente. ¿Qué rubí hierve en tus manos y quema, negro, tu sábana? Deja ese sueño. Anda. ... Duérmete. TIRTEO ¿Qué tienes, dime, Musa de mis cuarenta años? -Nostalgias de la tierra, de la mar y del colegio... LA NIÑA ROSA, SENTADA La niña rosa, sentada. Sobre su falda, como una flor, abierto, un atlas. ¡Cómo la miraba yo viajar, desde mi balcón! Su dedo, blanco velero, desde las islas Canarias iba a morir al mar Negro. ¡Cómo la miraba yo morir, desde mi balcón!. La niña, rosa sentada. Sobre su falda, como una flor, cerrado, un atlas. Por el mar de la tarde van las nubes llorando rojas islas de sangre. EL ÁNGEL BUENO Un año, ya dormido, alguien quien no esperaba se paró en mi ventana. -¡Levántate Y mis ojos vieron plumas y espadas. Atrás, montes y mares, nubes, picos y alas, los ocasos, las albas. -¡Mírala ahí! Su sueño, pendiente de la nada. -¡Oh anhelo, fijo mármol, fija luz, fijas aguas movibles de mi alma! Alguien dijo: ¡Levántate! Y me encontré en tu estancia. EL ÁNGEL DESCONOCIDO ¡Nostalgia de los arcángeles! Yo era... Miradme. Vestido como en el mundo, ya no se me ven las alas. Nadie sabe como fui. No me conocen. Por las calles, ¿quién se acuerda? Zapatos son mis sandalias. Mi túnica, pantalones y chaqueta inglesa. Dime quién soy. Y, sin embargo, yo era... Miradme. EL ÁNGEL ÁNGEL Y el mar fue y le dio un nombre y un apellido el viento y las nubes un cuerpo y un alma el fuego. La tierra, nada. Ese reino movible, colgado de las águilas, no la conoce. Nunca escribió su sombra la figura de un hombre. SABES TANTO DE MÍ Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera repetir con tus labios mi propia poesía, elegir un pasaje de mi vida primera: un cometa en la playa, peinado por Sofía. No tengo que esperar ni que decirte espera a ver en la memoria de la melancolía, los pinares de Ibiza, la escondida trinchera, el lento amanecer sin que llegara el día. Y luego amor, y luego, ver que la vida avanza plena de abiertos años y plena de colores, sin final, no cerrada al sol por ningún muro. Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza, que los años en mí no son hojas, son flores, que nunca soy pasado, sino siempre futuro. VEN Ven, mi amor, en la tarde de Aniene y siéntate conmigo a ver el viento. Aunque no estés, mi solo pensamiento es ver contigo el viento que va y viene. Tú no te vas, porque mi amor te tiene. Yo no me iré, pues junto a ti me siento más vida de mi sangre, más tu aliento, más luz del corazón que me sostiene. Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras. Tú no te irás, mi amor, y si te fueras, aún yéndote, mi amor, jamás te irías. Es tuya mi canción, en ella estoy. Y en ese viento que va y viene voy, y en ese viento siempre me verías. SIXTINA Tú mi vida, esta noche me has borrado del corazón y hasta del pensamiento, y tal vez, sin saberlo, me has negado dándome por perdido ya en el viento. Más luego, vida, vi cómo llorabas, entre mis brazos y que me besabas. ATENTADO Robada por un pez de acero y lona, tú, sin malló, dormida, diste con una estrella que, escondida, rondaba a Barcelona. ¡Susto en la luz! Teléfonos fundidos. A los timbres, disparos. El giratorio idioma de los faros, los vientos, detenidos. Y una voz, buzo negro, disfrazada y en taxi, solicita volarte el corazón con dinamita. Mas tu ilesa, sin nada. MUJER EN CAMISA Te amo así, sentada, con los senos cortados y clavados en el filo, como una transparencia, del espaldar de la butaca rosa, con media cara en ángulo, el cabello entubado de colores, la camisa caída bajo el atornillado botón saliente del ombligo, y las piernas, las piernas confundidas con las patas que sostienen tu cuerpo en apariencia dislocado, adherido al journal que espera la lectura. Divinamente ancha, precisa, aunque dispersa, la belleza real que uno quisiera componer cada noche. A VECES ALTAIR GIME LARGO... A veces Altair gime largo, tendida, hincada por el viento oscuro que la envuelve, agitada en su sima dulce de espumas lentas que la llevan casi a morir sin voz, para salirse otra vez de su hondo mar secreto, sin límite, incesante... Una estrella Altair, latente y poderosa. VEN, VEN, ASÍ, TE BESO... Ven. Ven. Así. Te beso. Te arranco. Te arrebato. Te compruebo en lo oscuro, ardiente oscuridad, abierta, negra, oculta derramada golondrina, oh tan azul, de negra, palpitante. Oh así, así, ansiados, blandos labios undosos, piel de rosa o corales delicados, tan finos. Así, así, absorbidos, más y más, succionados. Así, por todo el tiempo. Muy de allá, de lo hondo, dulces ungüentos desprendidos, amados, bebidos con frenesí, amor hasta desesperados. Mi único, mi solo, solitario alimento, mi húmedo, lloviznado en mi boca, resbalado en mi ser. Amor. Mi amor. Ay, ay. Me dueles. Me lastimas. Ráspame, límame, jadéame tú a mí, comienza y recomienza, con dientes y garganta, muriendo, agonizando, nuevamente volviendo, falleciendo otra vez, así por siempre, para siempre, en lo oscuro, quemante oscuridad, uncida noche, amor, sin morir y muriendo, amor, amor, amor, eternamente. ANÉMONA ENCANTADA... Anémona encantada enamorada. Orquídea despeinada enamorada. Flor abierta o cerrada enamorada. No me las enseñes más, que me matarás. A LA LÍNEA A ti, contorno de la gracia humana, recta, curva, bailable geometría, delirante en la luz, caligrafía que diluye la niebla más liviana. A ti, sumisa cuanto más tirana misteriosa de flor y astronomía imprescindible al sueño y la poesía urgente al curso que tu ley dimana. A ti, bella expresión de lo distinto complejidad, araña, laberinto donde se mueve presa la figura. El infinito azul es tu palacio. Te canta el punto ardiendo en el espacio. A ti, andamio y sostén de la pintura. LA PALOMA Se equivocó la paloma se equivocaba. Por ir al norte, fue al sur creyó que el trigo era agua, se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo que la noche, la mañana, se equivocaba, se equivocaba. Que las estrellas, rocío que la calor, la nevada, se equivocaba, se equivocaba. Que tu falda era tu blusa que tu corazón, su casa, se equivocaba, se equivocaba. Ella se durmió en la orilla, tú en la cumbre de una rama. Creyó que el mar era el cielo que la noche, la mañana se equivocaba, se equivocaba. Que las estrellas, rocío que la calor, la nevada, se equivocaba, se equivocaba. Que tu falda era tu blusa que tu corazón, su casa, se equivocaba, se equivocaba... ¡AMOR!, GRITÓ EL LORO ¡Amor!, gritó el loro (Nadie le contestó de un chopo al otro). ¡Amor, amor mío! (Silencio de pino a pino.) ¡Amooor! (Tampoco el río le oyó.) ¡Me muero! (Ni el chopo, ni el pino, ni el río fueron a su entierro.) Alberti Rafael 2 Biografía Poeta y dramaturgo español, nacido en el puerto de Santa María, Cádiz, en 1902 y fallecido en Madrid en 1999. Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario español, fue el último poeta de la Generación del 27, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925 y del Premio Cervantes en 1983. Durante la guerra civil militó activamente en la política y dirigió varias revistas de orientación comunista. Vivió en el exilio hasta el año de 1977. Entre sus obras más importantes se cuentan «Marinero en Tierra», «Sobre los Ángeles», «Cal y Canto» y «Sermones y Moradas». ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLOEL ÁNGEL DEL CARBÓNEL ÁNGEL DEL MISTERIO EL ÁNGEL SUPERVIVIENTE EL CUERPO DESHABITADO GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA HACE FALTA ESTAR CIEGO LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO LO QUE DEJE POR TI LOS ÁNGELES MUERTOS LOS ÁNGELES SONÁMBULOS MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA NOCTURNO PAMPLINAS PARAÍSO PERDIDO ( Haiku ) RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA RETORNOS DEL AMOR EN UN AZOTEA VERANO RETORNOS DEL OTOÑO RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE SE EQUIVOCÓ LA PALOMA SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA TAL VEZ, OH MAR... TRES RECUERDOS DEL CIELO LOS ÁNGELES MUERTOS Buscad, buscadlos: en el insomnio de las cañerías olvidadas, en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras. No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube, unos ojos perdidos, una sortija rota o una estrella pisoteada. Porque yo los he visto: en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas. Porque yo los he tocado: en el destierro de un ladrillo difunto, venido a la nada desde una torre o un carro. Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos. En todo esto. Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego, en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados, no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes. Buscad, buscadlos: debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro o la firma de uno de esos rincones de cartas que trae rodando el polvo. Cerca del casco perdido de una botella, de una suela extraviada en la nieve, de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio. LO QUE DEJE POR TI Dejé por ti mis bosques, mi perdida arboleda, mis perros desvelados, mis capitales años desterrados hasta casi el invierno de la vida. Dejé un temblor, dejé una sacudida, un resplandor de fuegos no apagados, dejé mi sombra en los desesperados ojos sangrantes de la despedida. Dejé palomas tristes junto a un río, caballos sobre el sol de las arenas, dejé de oler la mar, dejé de verte. Dejé por ti todo lo que era mío. Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, tanto como dejé para tenerte. RETORNOS DEL AMOR EN UNA NOCHE DE VERANO A tientas el amor, a ciegas en lo oscuro tal vez entre las ramas, madura, alguna estrella, vuelvo a sentirlo, vuelvo, mojado de la escarcha caliente de la noche, contra el hoyo de mentas tronchadas y tomillos. Es él, único, sólo, lo mismo que mi mano la piel desparramada de mi cuerpo, la sombra de mi recién salido corazón, los umbrosos centros más subterráneos de mi ser lo querían. Vuelve único, vuelve como forma tocada nada más, como llena palpitación tendida cubierta de cabellos, como sangre enredada en mi sangre, un latido dentro de otro latido solamente. Más las palabras, ¿dónde? Las palabras no llegan. No tuvieron espacio en aquel agostado nocturno, no tuvieron ese mínimo aire que media entre dos bocas antes de reducirse a un clavel silencioso. Pero un aroma oculto se desliza , resbala, me quema un desvelado olor a oscura orilla. Alguien está prendiendo por la yerba un murmullo. Es que siempre en la noche del amor pasa un río. SE EQUIVOCÓ LA PALOMA Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba. Que las estrellas, rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su casa. Se equivocaba. Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama. PARAÍSO PERDIDO ( Haiku ) 35 Silencio. Más silencio. Inmóviles los pulsos del sinfín de la noche. 45 ¡Oh boquete de sombras! ¡Hervidero del mundo! ¡Qué confusión de siglos! 5 Sola, sin muebles y sin alcobas, deshabitada. 9 Alma en pena: el resplandor sin vida, tu derrota. 11 Ángeles buenos o malos, que no sé, te arrojaron a mi alma. 16 ¡Paraíso perdido! Perdido por buscarte, yo, sin luz para siempre. 25 A través de los siglos, por la nada del mundo, yo, sin sueño, buscándote. 10 Ciudades sin respuesta, ríos sin habla, cumbres sin ecos, mares mudos. RETORNOS DEL OTOÑO Nos dicen: Sed alegres. Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos ni el más leve ruido de una lágrima. Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero, mas hay horas, hay días, hasta meses y años en que se carga el alma de una justa tristeza y por tantos motivos que luchan silenciosos rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos.Miro el otoño, escucho sus aguas melancólicas de dobladas umbrías que pronto van a irse. Me miro a mí, me escucho esta mañana y perdido ese miedo que me atenaza a veces hasta dejarme mudo, me repito: Confiesa grita valientemente que quisieras morirte.Di también: Tienes frío. Di también: Estás solo, aunque otros te acompañen. ¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras? Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos que parecen quererte de verdad, ¿qué dirían?Sonreíd. Sed alegres. Cantad la vida nueva. Pero yo sin vivirla, ¡cuántas veces la canto! ¡Cuántas veces animo ciegamente a los tristes, diciéndoles: Sed fuertes, porque vuestra es el alba!Perdonadme que hoy sienta pena y la diga. No me culpéis. Ha sido la vuelta del otoño. TAL VEZ, OH MAR... Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada y le empiece a faltar aquella transparencia, aquel arranque igual al tuyo, aquello que era tan parecido a tu oleaje. Han pasado los años por mí, sus duras olas han mordido la piedra de mi vida, y al viento de este ocaso playero ya la miro doblándose en las húmedas arenas. Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre y esos ojos azules renovados que ven hundirse, insomnes, las edades. RETORNOS DEL AMOR EN UNA AZOTEA Poblado estoy de muchas azoteas. Sobre la mar se tienden las más blancas, dispuestas a zarpar al sol, llevando como velas las sábanas tendidas. Otras dan a los campos, pero hay una que solo da al amor, cara a los montes. Y es la que siempre vuelve. Allí el amor peinaba sus geranios, conducía las rosas y jazmines por las barandas y en la ardiente noche se deshacía en una fresca lluvia. Lejos, las cumbres, soportando el peso de las grandes estrellas, lo velaban. ¿Cuándo el amor vivió más venturoso ni cuándo entre las flores recién regadas fuera con más alma en la sangre poseído? Subía el silbo de los trenes. Tiemblos de farolillos de verbena y músicas de los quioscos y encendidos árboles remontaban y súbitos diluvios de cometas veloces que vertían en sus ojos fugaces resplandores. Fue la más bella edad del corazón. Retorna hoy tan distante en que la estoy soñando sobre este viejo tronco, en un camino que no me lleva ya a ninguna parte. MADRIGAL AL BILLETE DE TRANVÍA Adonde el viento, impávido, subleva torres de luz contra la sangre mía, tú, billete, flor nueva, cortada en los balcones del tranvía. Huyes, directa, rectamente liso, en tu pétalo un nombre y un encuentro latentes, a ese centro cerrado y por cortar del compromiso. Y no arde en ti la rosa ni en ti priva el finado clavel, sí la violeta contemporánea, viva, del libro que viaja en la chaqueta. SI MI VOZ MURIERA EN TIERRA Si mi voz muriera en tierra llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento una vela! NOCTURNO Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre se escucha que transita solamente la rabia, que en los tuétanos tiembla despabilado el odio y en las médulas arde continua la venganza, las palabras entonces no sirven son palabras. Manifiestos, artículos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas, qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua! Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste, lo desgraciado y muerto que tiene una garganta cuando desde el abismo de su idioma quisiera gritar que no puede por imposible, y calla. Siento esta noche heridas de muerte las palabras. TRES RECUERDOS DEL CIELO Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer PRÓLOGO No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel. Todo, anterior al balido y al llanto. Cuando la luz ignoraba todavía si el mar nacería niño o niña. Cuando el viento soñaba melenas que peinar y claveles el fuego que encender y mejillas y el agua unos labios parados donde beber. Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo. Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo... PRIMER RECUERDO ...una azucena tronchada... G. A. Bécquer Paseaba con un dejo de azucena que piensa, casi de pájaro que sabe ha de nacer. Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el sueño y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies. A un silencio asomada. Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras. No sabía. Blanca alumna del aire, temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles. Su tallo, su verde talle. Con las estrellas mías que, ignorantes de todo, por cavar dos lagunas en sus ojos la ahogaron en dos mares. Y recuerdo... Nada más: muerta, alejarse. SEGUNDO RECUERDO ...rumor de besos y batir de alas... G .A. Bécquer También antes, mucho antes de la rebelión de las sombras, de que al mundo cayeran plumas incendiadas y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio. Antes, antes que tú me preguntaras el número y el sitio de mi cuerpo. Mucho antes del cuerpo. En la época del alma. Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo, la primera dinastía del sueño. Cuando tú, al mirarme en la nada, inventaste la primera palabra. Entonces, nuestro encuentro. ASOMBRO DE LA ESTRELLA ANTE EL DESTELLO Asombro de la estrella ante el destello de su cardada lumbre en alborozo. Sueña el melocotón en que su bozo Al aire pueda amanecer cabello. Atónito el limón y agriado el cuello, Sufre en la greña del membrillo mozo, Y no hay para la rosa mayor gozo Que ver sus piernas de espinado vello. Ensombrecida entre las lajas, triste De sufrirlas tan duras y tan solas, Lisas para el desnudo de sus manos, Ante el crinado mar que las embiste, Mira la adolescente por las olas Poblársele las ingles de vilanos. LLORABA RECIO, GOLPEANDO, OSCURO Lloraba recio, golpeando, oscuro, las humanas paredes sin salida. Para marcarlo de una sacudida, Lo esperaba la luz fuera del muro. Grito en la entraña que lo hincó, futuro, Desventuradamente y resistida Por la misma cerrada, abierta herida Que ha de exponerlo al primer golpe duro. ¡Qué desconsolación y qué ventura! Monstruo batido en sangre, descuajado De la cueva carnal del sufrimiento. Mama la luz y agótala, criatura, Tabícala en tu ser iluminado, Que mamas con la leche el pensamiento. GUERRA A LA GUERRA POR LA GUERRA Guerra a la guerra por la guerra. Vente. Vuelve la espalda. El mar. Abre la boca. Contra una mina una sirena choca Y un arcángel se hunde, indiferente. Tiempo de fuego. Adiós. Urgentemente. Cierra los ojos. Es el monte. Toca. Saltan las cumbres salpicando roca Y un arcángel se hunde, indiferente. ¿Dinamita a la luna también? Vamos. Muerte a la muerte por la muerte: guerra. En verdad, piensa el toro, el mundo es bello Encendidos están, amor, los ramos. Abre la boca. (El mar. El monte.) Cierra Los ojos y desátate el cabello. EL CUERPO DESHABITADO Yo te arrojé de mi cuerpo, yo, con un carbón ardiendo. -Vete. Madrugada. La luz, muerta en las esquinas y en las casas. Los hombres y las mujeres ya no estaban. -Vete. Quedó mi cuerpo vacío, negro saco, a la ventana. Se fue. Se fue, doblando las calles. Mi cuerpo anduvo, sin nadie. EL ÁNGEL DEL CARBÓN Feo, de hollín y fango. ¡No verte! Antes, de nieve, áureo, en trineo por mi alma. Cuajados pinos. Pendientes. Y ahora por las cocheras, de carbón, sucio. ¡Te lleven! Por los desvanes de los sueños rotos. Telarañas. Polillas. Polvo. ¡Te condenen! Tiznados por tus manos, mis muebles, mis paredes. En todo, tu estampado recuerdo de tinta negra y barro. ¡Te quemen! Amor, pulpo de sombra, malo. PAMPLINAS De lona y níquel, peces de las nubes, bajan al mar periódicos y cartas. (Los carteros no creen en las sirenas ni en el vals de las olas, sí en la muerte. Y aún hay calvas marchitas a la luna y llorosos cabellos en los libros. Un polisón de nieve, blanqueando las sombras, se suicida en los jardines. ¿Qué será de mi alma, que hace tiempo bate el récord continuo de la ausencia? ¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca, picado ante el azar y el accidente? Exploradme los ojos, y, perdidos, os herirán las ansias de los náufragos, la balumba de nortes ya difuntos, el solo bamboleo de los mares. Cascos de chispa y pólvora, jinetes sin alma y sin montura entre los trigos; basílicas de escombros, levantadas trombas de fuego, sangre, cal, ceniza. Pero también, un sol en cada brazo, el alba aviadora, pez de oro, sobre la frente un número, una letra, y en el pico una carta azul, sin sello. Nuncio -la voz, eléctrica, y la coladel aceleramiento de los astros, del confín del amor, del estampido de la rosa mecánica del mundo. Sabed de mí, que dije por teléfono mi madrigal dinámico a los hombres: ¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo? -Un relámpago más, la nueva vida. EL ÁNGEL DEL MISTERIO Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos, pisados por un nombre y una sombra. No sé si por un nombre o muchos nombres, si por una sombra o muchas sombras. Reveládmelo. Sé que habitan los pozos frías voces, que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos, de un alma sola o muchas almas. No sé. Decídmelo. Que un caballo sin nadie va estampando a su amazona antigua por los muros. Que en las almenas grita, muerto, alguien que yo toqué, dormido, en un espejo, que yo, mudo, le dije... No sé. Explicádmelo. EL ÁNGEL SUPERVIVIENTE Acordáos. La nieve traía gotas de lacre, de plomo derretido y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne. Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato. La derrota del cielo, un amigo. Acordáos de aquel día, acordáos y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros. En el frío, murieron dos fantasmas. Por un ave, tres anillos de oro fueron hallados y enterrados en la escarcha. La última voz del hombre ensangrentó el viento. Todos los ángeles perdieron la vida. Menos uno, herido, alicortado. RETORNOS DE UNA SOMBRA MALDITA ¿Será difícil, madre, volver a ti? Feroces somos tus hijos. Sabes que no te merecemos quizás, que hoy una sombra maldita nos desune, nos separa de tu agobiado corazón, cayendo atroz, dura, mortal, sobre sus telas, como un oscuro hachazo. No, no tenemos manos, ¿verdad?, no las tenemos, que no lo son, ay, ay, porque son garras, zarpas siempre dispuestas a romper esas fuentes que coagulan para ti sola en llanto. No son dientes tampoco, que son puntas, fieras crestas limadas incapaces de comprender tus labios y mejillas. Han pasado desgracias, han sucedido, madre, verdaderas noches sin ojos, albas que no abrían sino para cerrarse en ciega muerte. Cosas que no acontecen, que alguien pensó más lejos, más allá de las lívidas fronteras del espanto, madre, han acontecido. Y todavía por si acaso hubieras, por si tal vez hubieras soñado en un momento que en el olvido puede calmar el mar sus olas, un incesante acoso un ceñido rodeo te aprietan hasta hacerte subir vertida y sin final en sangre. Júntanos, madre. Acerca esa preciosa rama tuya, tan escondida, que anhelamos asir, estrechar todos, encendiéndonos en ella como un único fruto de sabor dulce, igual. Que en ese día, desnudos de esa amarga corteza, liberados de ese hueso de hiel que nos consume, alegres, rebosemos tu ya tranquilo corazón sin sombra. LOS ÁNGELES SONÁMBULOS 1 Pensad en aquella hora: cuando se rebelaron contra un rey en tinieblas los ojos invisibles de las alcobas. Lo sabéis, lo sabéis. ¡Dejadme! Si a lo largo de mí se abren grietas de nieve, tumbas de aguas paradas nebulosas de sueños oxidados, echad la llave para siempre a vuestros párpados. ¿Qué queréis? Ojos invisibles, grandes, atacan. Púas incandescentes se hunden en los tabiques. Ruedan pupilas muertas, sábanas. Un rey es un erizo de pestañas. 2 También, también los oídos invisibles de las alcobas, contra un rey en tinieblas. Ya sabéis que mi boca es un pozo de nombres de números y letras difuntos. Que los ecos se hastían sin mis palabras y lo que jamás dije desprecia y odia al viento. Nada tenéis que oír. ¡Dejadme! Pero oídos se agrandan contra el pecho. De escayola, fríos, bajan a la garganta, a los sótanos lentos de la sangre, a los tubos de los huesos. Un rey es un erizo sin secreto. Como yo, como todos. Y nadie espera ya la llegada del expreso, la visita oficial de la luz a los mares necesitados, la resurrección de las voces en los ecos que se calcinan. HACE FALTA ESTAR CIEGO Hace falta estar ciego, tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio, cal viva, arena hirviendo, para no ver la luz que salta en nuestros actos, que ilumina por dentro nuestra lengua, nuestra diaria palabra. Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría, sin participación de los himnos futuros, sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra. Hace falta querer ya en vida ser pasado, obstáculo sangriento, cosa muerta, seco olvido. HACE FALTA ESTAR CIEGO Hace falta estar ciego, tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio, cal viva, arena hirviendo, para no ver la luz que salta en nuestros actos, que ilumina por dentro nuestra lengua, nuestra diaria palabra. Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría, sin participación de los himnos futuros, sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra. Hace falta querer ya en vida ser pasado, obstáculo sangriento, cosa muerta, seco olvido. Albi José Biografía Poeta, novelista y traductor español nacido en Valencia en 1922. Estudió Derecho en su ciudad natal y Filosofía y Letras en Zaragoza, doctorándose en la Universidad de Madrid. Fundador y director de «Cuadernos literarios y Verbo», del anuario de Poesía española «Anupe», y autor de una «Antología del surrealismo español». Ha sido además Crítico de poesía y de arte, conferencista y viajero infatigable. Sus poesías han sido traducidas al francés, inglés, alemán, y al hebreo moderno, e incorporadas a diversas antologías españolas, europeas y sudamericanas. Obtuvo el premio Gabriel Miró por su novela «El silencio de Dios», el premio Valencia de Literatura por «Odisea 77» en 1977, y en 1978 el premio Miguel Angel de Argumosa por «Elegía atlántica». Entre sus publicaciones poéticas merecen destacarse: «Poemas del amor de siempre», «Septiembre en Paris», «Bajo palabra de amor», «Elegías apasionadas», «Piedra viva», «Elegía atlántica» en 1978, «Javea o el gozo» en 1992 y «Esfinges» en el año 2000. A BRAZO PARTIDOAMOR LEJANO ESTRELLA DE ALTA MAR, MÁRCAME EL RUMBO DEFINITIVA SOLEDAD SONETO DE LA AUSENCIA Y A TI QUE TE DIRÉ, RÍO DEL ALMA ¿Y A TI QUE TE DIRÉ, RÍO DEL ALMA? ¿Y a ti qué te diré, río del alma, cántaro de mi sed, jardín cerrado? ¿Y a ti qué te diré, mujer que dejas tu corazón al borde de mi vida? Hasta ti llegaré y, entre las manos, tomaré viento y agua; luz y tierra, y amasaré nuestros dos nombres juntos. Qué nuestra es la esperanza, que nos gana y nos pierde cada día. Qué nuestra es la tristeza, que se escurre a lo largo de los hombros y nos deja indefensos, solitarios. Qué nuestro es el recuerdo, que nos une lo mismo que un abrazo. Qué nuestro es nuestro amor. Con él estamos igual que un niño con zapatos nuevos. Qué nuestro es nuestro mundo: isla de guerra y paz, isla profunda hecha a la dimensión de nuestras almas. Qué nuestro es nuestro amor, Qué indescifrable, qué remoto, qué mío Qué mía que eres tú, qué mío el mundo, que mía mi verdad cuando te tengo. Encontrándome en ti, me hallo a mí mismo. Mi vida empieza donde tú terminas. Mi vida es despeñarse, como un toro por las encrucijadas del misterio. Mi vida es caminar, morirse a ratos, y comenzar de nuevo la jornada. Pero tú eres la paz. La paz ganada a pulso, a fuerza de huracanes y batallas. No hay victoria que valga si no arriesgamos nuestra propia vida Y la nuestra aquí está. Sin burladeros, jugando con el mundo a cuerpo limpio. Amor es bello si la herida es honda. Horademos la piedra gota a gota. Hay que aprender la paz de cada día. Yo la aprendí en tus ojos. Aprenderla y vivirla. Yo he aprendido a vivir a tu manera. No hay paz para quien lleva sus dos manos vacías de esperanza No hay paz para quien niega sombra o luz á su hermano. No hay paz para quien cierra el corazón, y calla si alguien llama a su puerta. Ni hay paz para la fuente que no mana, para el árbol sin fruta, para el labio sin beso, sin perdón y sin fuego... No, no hay paz para el hombre vacío de esperanza. Haya paz para el hombre que te busca, como el campo la lluvia de setiembre. Haya paz para el hombre que está solo, con su destino a cuestas Haya paz y haya amor. Romped los diques de la fe y de los besos, y ahogadme en sus dulces huracanes. Yo te llamo mujer, y te llamo ternura y fortaleza; y alegría y dolor a un mismo tiempo. ¡Oh, región fabulosa de tus brazos! Aprenderemos a vivir de nuevo. Dame tú luz, tu cumbre, tu destino. Dame más, mucho más: tu propia vida, pues sabes darlo todo a manos llenas. Eres incalculable como un mundo. Y tiernísima y frágil como un niño. Me sorprendes, me empujas, me acorralas, y entre los labios te me mueres dócil. Eres tú y eres yo. Todo es a un tiempo rabia de destrucción y de ternura, de inexplicable y de gozoso hallazgo, de generoso encono de caricia. Nuestra vida se suma y se desborda. Mi encarnizada soledad es tuya. Tu terquedad dulcísima y el agua de tu mirada triste son ya sangre en mi piel, ya son cascada. Somos un viento que en la vida clama, abriendo puertas, derribando muros, levantando la niebla de los turbios callejones del hombre. Aquí está nuestra lluvia de esperanza. Somos la vida. Detened el brazo que amenaza y conmina. .. Nada podéis, porque la tierra muere, pero nace otra vez. Somos la tierra que nos forma, nos une y nos libera. Tierra de Dios, con fuego en el costado que incendia un corazón para dos vidas. ¡Qué terrible esperanza! ¡Qué delirante gozol ¡Qué vértigo en el alma! ¡Qué insumisión, qué cólera, qué fuego...! Si fuimos dos, ya somos uno mismo. ESTRELLA DE ALTA MAR, MÁRCAME EL RUMBO Estrella de alta mar, márcame el rumbo. Puerta del corazón, dame cobijo. Enamorada miel, tenme en tus labios. Arrebatada luz, ponme en tus ojos. Paloma en libertad, cédeme el vuelo. Palmera, cielo al fin, hazme a tu imagen. Ámbito de mi fe, cólmame el gozo. Mujer y nada más, sé toda mía. Tú, mi dolor, mi sed, mi sobresalto, mi júbilo y mi luz a manos llenas. Revelación total, regocijémonos Llave de mi ansiedad, dame la vida. Hoguera de cristal, torre encendida, ensimismada alondra de la tarde, gloriosa claridad, lirio iniciado, milagro de la paz y de la espiga. Dame la paz, la paz, tú siempre amada. Para siempre la paz y la esperanza. AMOR LEJANO Abro, de par en par, el viento, la ventana y te contemplo, amor, voy contemplando todo lo que fue mío: los almendros alegres todavía, y el mar en los almendros, la luz en los almendros, y más mar todavía allá a lo lejos. Quizá piense en tu piel, quizá vaya pasando la mano por la corteza de los pinos, quizá los años vayan cayendo como las gotas del grifo; quizá los siglos. Y quizá todavía te tenga entre los brazos, como ayer, como siempre. ¿Oyes los montes? Puede que canten. Puede que se derrumben, que se acuerden de ti, que te nombren, que inventen la palabra burbujeantes, nueva, ' como el agua de los neveros despeñándose, como mi voz en medio de la noche. -¿Duermes, amor? No me contesta nadie. Sé que duermes. Bernia, como un gran perro bajo la luna, se acurruca a mis pies. Oigo su palpitar estremecido. Ifach, allá a lo lejos, se nos hunde en el mar, golpea las estrellas con su silencio. Más cerca, las luces chiquitinas, lentas y fieles de Guadalest. vuelvo a rozar tu sueño tu piel con luna, los dos ríos lejanos de tus piernas. Tú, montaña también, valle dormido, mar toda tú. -¿Duermes, amor? Gotea el grifo, ladra un perro infinito, remoto como la eternidad. Voy a ciegas, tanteo las paredes y los acantilados y los vientos. Te amé, te estoy amando, te estoy llamando. Sólo un eco de piedra me contesta: Aytana, Chortá, Bernia... La casa está vacía. El silencio respira aquí, a mi lado. SONETO DE LA AUSENCIA ¿Me oyes, amor? Hay un fragor de trenes, o quizá de batanes o de espigas que te aleja de mí. No, no me digas que te irás para siempre. Los andenes se despoblaron. Yo, regreso. Penes por donde penes, corazón, no sigas, no te sigas marchando. Más fatigas y más amor perdido si no vienes. Ay, dolor, que yo sé lo que me pasa. Que mi casa sin ti ya no es mi casa, y el aire ni respira ni madura. Que estás dentro de mí, pero no basta aunque te lleve hasta los huesos, hasta la misma pena que hasta ti me dura. DEFINITIVA SOLEDAD ¿Oyes el mar? Eternamente estaremos escuchándolo. Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz como te llevo a ti misma. Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida, la soledad tan grande en que me has dejado. Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo. Me asomo: lo contemplo desde esta tarde lenta, desde esta fría y herrumbrosa baranda adonde no te asomas. Amor, no estás conmigo. ¿Ves el silencio en torno? Baja como las olas, me roza como el río de tu piel, se aleja para siempre. Tú, mar, eterno mar de mi sueño, sueño ya tú, lejana, irremediable. El viento te acaricia. Yo soy el viento. Pero estoy solo. Y tú, tú estás lejana. Sólo el mar te recuerda, te vive, te arrebata. Siento tus labios, que es sentirte entera; siento tu carne, calladamente mía. Mis manos en el aire te dan vida, y la playa, ya inútil sin tu huella, deshabitada y torpe se aleja como el día. Sólo la tarde existe; existe y va muriendo. Unos dedos de espuma me agitan los cabellos; unas hojas doradas por el sol van cayendo. Quizá son tus palabras, quizá el cerco ya inútil de tus brazos. Escucha, amor, te voy nombrando como te nombra el mar. Algún abismo se quiebra no sé dónde, y este mar que respiro no es el mío con capiteles rotos y con mirto. Es tu terrible mar, tu ecuatoriana selva, como tú, tormentosa; como tú, quieta, insospechada, dulce, y otra vez angustiosa y arrebatada. Amor, me vas muriendo. Este mar que era nuestro me mira indiferente. Quisiera levantarme como un viento tremendo y sacudir las velas, descerrojar los brazos, morirme a chorros. Pero sólo el silencio. Yo, acodado en en el aire, contemplo tu recuerdo. No hay más que arena. La ciudad, a lo lejos, se desdibuja. Es un humo borroso como el olvido. Ahora estiro los brazos y te busco. Aquí están nuestras rocas. El mar se mira en ellas; también te busca. Una estrella de mar va acariciando mi sombra: mi sombra que, sin la tuya, no es más que un pozo seco. Esta tarde es como media vida: la media que me falta. La que tú te has llevado. No, no has venido. Eternamente no vendrás. Caerán constelaciones, se hundirán montes, siglos, tempestades, y no vendrás. Y yo estaré mirando lo que nos une todavía: el mar. Un buque remotísimo buscará el horizonte; pasará una pescador con sus cañas al hombro. Sólo tú no vendrás. No vendrás nunca. A BRAZO PARTIDO Llevo en los huesos tanto amor metido que sólo en carne viva y a bandazos, voy capeando el mar de estos dos brazos entre los que me encuentro sometido. No, no basta gritar, tomar partido, morir hasta caerse uno a pedazos; hay que hundir a caricias y a zarpazos tu corazón, tu corazón vencido. Quiero daros la vida que me sobra, y este amor que me arranca de los huesos. Vuestro mi corazón, vuestra mi obra de compartir lo vuestro y nuestro y mío, consumidos en cólera y en besos. Sólo a mi amor vuestro dolor confío. Hugo Rodríguez Alcalá Biografía de: Hugo Rodríguez Alcalá Hugo Rodríguez Alcalá, doctor en Derecho y Ciencias Sociales (Asunción, 1943), Master of Arts in Foreign Languages (Washington, 1949), y doctor en Filosofía y Letras (University of Wisconsin, 1953), se jubiló tras casi cuarenta años de docencia superior en universidades como Columbia University, Rutgers University, University of Washington, University of California, etc. Es autor de más de cuarenta libros de historia literaria como: Literatura Latinoamericana de la Ilustración (Madrid, 1979), Literatura Latinoamericana de la Independencia, (Madrid, 1980), de ensayos filosóficos y literarios como Ensayos de Norte a Sur (Méjico, 1960), de estudios de crítica como El Arte de Juan Rulfo (Méjico, 1965), Sugestión e Ilusión (Méjico, 1969), Narrativa Hispanoamericana, (Madrid, 1973), Historia de la Literatura Paraguaya, (Méjico y Madrid, 1970). Ricardo Güiraldes: Apología y Detracción (1986), de poesía como El Canto del Aljibe, (Méjico, 1973), El Portón Invisible (1983), La casa de la montaña, (1986), etc. Entre sus galardones más importantes figuran el Premio de las Humanidades y las Artes, de Estados Unidos, (1969), y la Medalla de Gabriela Mistral conferida por el gobierno de Chile en 1996. En narrativa es autor de El ojo del bosque (1993), La doma del jaguar (1995), Relatos de norte y sur (1993). En la vida universitaria norteamericana alcanzó la máxima jerarquía académica: "Profesor Above Scale" (profesor por encima del escalafón), y obtuvo premios y honores. Ha sido consejero literario de varias revistas como Hispanic Review, Revista Iberoamericana, Hispanic Journal, Letras de Buenos Aires, etc. Ha sido incluido en diccionarios biográficos como Who´s who in America, Who´s who in Latin America, The National Register of Prominent Americans, Directory of American Scholars, etc. En la Capital de Méjico fue Director del Centro de Estudios de la Universidad de California (1972-1974). Ha sido Presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua Española (1989-1994) y fundador del Taller Cuento Breve de Asunción. El pueblo A Regina Igel Lo sueño, lo entresueño, lo persigo. Para su acceso no hay más que el recuerdo. Faltan los ojos puros, la inocencia. Faltan los pies pequeños. La calle larga, de calzada roja, de la casa dormida en el silencio, está en aquel lugar, acaso idéntica, bajo idéntico cielo. La que entreveo no es la misma calle y se esfumina y se me pierde, lejos. La casa del zaguán siempre cerrado y oscuro de misterio; la casa de la parra prodigiosa de racimos que asedian los insectos no existe ya. Lo sé. Ya es otra casa. Ha cambiado de dueños: La habitan hoy ancianas como brujas horribles de vejez y de ojos ciegos. Acaso el pueblo es pura fantasía. O un pueblo en que conozco a los espectros, pero en el que los vivos son extraños que nunca conocieron a mis muertos. Pero lo sueño siempre, lo persigo, y si jamás lo encuentro y recupero para mirarlo, allí, palpable y vivo como se ven, palpables, otros pueblos, es porque es invisible, por llevarlo adentro, adentro, demasiado adentro. 3 de abril de 1974 Patio A Victoria Pueyrredón ¡Patio de aromas fuertes, terco en mi pensamiento, con estival murmullo de siestas de febrero! Si de un vivir mentido voy a un vivir auténtico, te recupero intacto con tu color y aliento. Muchos viajes, muchos tumultos de otros pueblos, y, sobre todo, muchos derrumbes en el tiempo, me hacen soñar dormido, me hacen soñar despierto, en tu lejano y verde y mágico silencio. A ti regreso, patio, cuando en la vida, pierdo. La sombra de tu parra me hace sentir más bueno. En ti me purifico, me curo y recupero. No importa que hoy no existas más que en mis hondos sueños. En ellos no estoy solo. Hay alguien que es tu dueño. Si este alguien nunca muere, patio, serás eterno. Marzo, 1977 El dueño de la parra (A Don Manuel, el verdadero dueño) Si pudieras volver, si regresaras con tu inclinado busto, con tu noble mirada y tu manera silenciosa de andar, y, ya despierto, vuelto al mundo y al aire de la vida, ansiosamente quisieras ver tu casa, tu familia, la parra de tu patio, los amigos de la ciudad que vio crecer tus hijos... Y entonces comprendieras que en tres décadas transcurrieron tres siglos: que tu casa pasó a manos ajenas; que tu esposa yace en otra ciudad bajo la tierra; que tu hijo mayor es un anciano desmemoriado y débil, más anciano que tú cuando gozabas contemplando su avance victorioso por la vida; que tu parra famosa, que a tus patios daba una larga sombra de cien metros, sombra con su opulencia de racimos reventones de miel cada verano; que tu parra, tu orgullo, es un recuerdo que sólo hoy vive en tu cabeza muerta; que tus amigos -todos- los que antaño en la esquina rosada de tu casa se reunían sin falta a hablar del tiempo, de las buenas cosechas y las malas; que tus amigos, todos, bajo tierra, en cenizosos ataúdes yacen: Entonces, yo a tu lado acudiría, te pondría una mano sobre el hombro, y te diría solamente: -Vamos. Tú y yo tenemos juntos un secreto: todo ese mundo tuyo que hoy no existe. Al no reconocerme porque tengo marchito el rostro y los cabellos grises, con voz muy baja te preguntaría: -¿No recuerdas que tú me diste un día toda tu parra y todos sus racimos? Ella, en mis sueños, sigue siendo mía... 12 de abril, 1972 Vida y muerte A Hogla Barceló ¡Oh niñez con olor a sellos de correo, gomas de bicicleta y siestas de febrero! ¡El corredor, el patio en que jugaba y... juego; el balcón y la acera con vivos que están muertos! ¡Cómo el vivir es ir muriendo con los deudos que al inmovilizarse siguen aún viviendo en noches irreales, la vida de los sueños! 8 de junio, 1977 Puerta del paraíso A Jean-Pierre Barricelli El patio de ladrillo y tierra apisonada, tenía un gran portón que hacía el Poniente daba. Entrar en ese patio5 por el portón, causaba una felicidad nunca recuperada. El loro allí era el centro de una alegría mágica: ¡frescura de los pámpanos, racimos de uvas blancas! Aquel era el Vergel secreto entre las tapias. Pasión tenía el pájaro por su amo y por la parra. El amo le traía con mimos la pitanza. Su nombre era Don Pedro, señor de buena fama, honrado y humorista y de mujer muy flaca. Nunca hubo en todo el pueblo nariz tan colorada ni boca tan sonriente como las de su cara. Don Pedro era festivo. El loro lo miraba con sus redondos ojos tendiéndole la pata. Mas se murió Don Pedro de viejo, y en su cama. Y se murió su enteca mujer, como uva pasa. Vinieron gentes feas. La casa, rematada, con el aro de fierro colgado de la parra y el loro en él posado, pasó a manos extrañas. El loro, viendo aquello no quiso saber nada y se murió de viejo o se murió de rabia. Sin loro y sin Don Pedro triste quedó la parra. Secose al poco tiempo de vieja o de nostalgia. Tapiaron el portón del patio de la casa: ¡Puerta del Paraíso, quedaste condenada! 19 de abril, 1972 El loro dionisíaco Durante treinta años vivió bajo la parra, bien firmes en el aro de fierro las dos patas. Allí tenía todo cuanto necesitaba su gárrula persona: balcón, tribuna y cama. El viejo alambre que tras la botella clásica el aro sostenía, vibraba con la charla, la grita y el fandango. ¡Botella que colgabas al pájaro impidiendo trepar hasta la parra, creyérase que siempre vertieras rubia caña para embriaguez perpetua del ave dionisiaca! Dicen: murió de viejo; dicen: murió de rabia. Es falso: el pobre loro murió por otras causas. ¡Pregunten a la higuera, pregunten a la parra, pregunten al silencio en que se hundió la casa! 9 de agosto, 1977. El portón invisible ...Ed io non so chi va e chi resta... E. Montale En la fotografía busco el alto portón, aquel portón del viejo patio para ver si es que puedo introducirme en secreto, y quedarme allí, temblando, en espera de cosas abolidas. Mas la fotografía sólo muestra el muro de ladrillo, a mano izquierda, y a la mano derecha, esas casonas que hoy como ayer están allí, en silencio, proyectando sus sombras en la acera. Un muchacho moreno, muy delgado, con ágil paso avanza junto al muro. Ese muchacho es hoy un blanco abuelo que habrá olvidado acaso aquella siesta en la calle desierta, bajo un cielo ardoroso de enero o de febrero. -Muchacho: date vuelta; retrocede; ve si puedes llegar hasta el portón y abrirlo para mí. Tuya es la hora de esa remota siesta. Deja abierto el antiguo portón ahora invisible. Yo habré de entrar para quedarme a solas en el patio, mirando a todos lados, andando de puntillas hacia el fondo... Tú seguirás andando mientras tanto por la calle soleada y silenciosa. Yo, sin hacer ruido, al poco rato, saldré a la calle que ahora es toda tuya y cerraré con llave, para siempre, el portón de tu infancia y de mi infancia. 17 de junio, 1972 En la escalinata Las doce gradas de la escalinata inundadas de sol a media siesta. Tres niñas -dos hermanas y una prima muy pequeña- sentadas, sonriendo. en la segunda grada reluciente. Las tres están descalzas. Una de ellas -la mayorcita- empuña una sombrilla que, abierta y encendida en luz muy nítida, sin darle sombra ni ocultarle el rostro, es como una aureola a sus espaldas. Su cabello abundante resplandece. La otra niña, mostrando ambas rodillas, muy quemada del sol de aquel verano, sabe que ya la máquina funciona, que en este instante la fotografían, y está como azorada y expectante. Centro del grupo, el mimo, las caricias, la pequeñita esquiva la mirada, En las barandas las enredaderas con manojos de flores que echan lumbre, están perpetuamente embelleciendo el instante estival eternizado. ¡Ah, la figura más feliz del grupo la niña cuya fúlgida sombrilla dibuja una aureola a sus espaldas, quedó sonriendo, niña para siempre, candor en que se suma la delicia de un verano florido y melodioso! Pero ella es hoy, en un lugar oscuro, breve esqueleto que tendrá, aún intactos, sus cabellos sedosos, sus cabellos que ya no crecen más ni al sol relumbran. 4, abril 1981 Don Manuel, el patriarca Ognuno sta solo sul cuor della terra... S. Quasimodo Nació en España. Vino al Nuevo Mundo con sus padres, severos castellanos, siendo apenas un niño. Una leyenda de oscuros infortunios y naufragios envuelve la memoria de esos padres de los que sólo quedan dos retratos: Él, con cerrada barba, de levita; ella, de luto, en las monjiles manos sosteniendo, devota, un libro negro del que cuelgan las cuentas de un rosario. Nunca el patriarca evoca los recuerdos de aquella travesía del Atlántico, ni del arduo triunfo en tierra extraña, que hubo de hacer un opulento indiano de su padre difunto. Nunca evoca el alto caserón de vastos patios en que vivió su adolescencia, y nunca las dichas y desdichas de esos años. ¿Qué sucedió en su mocedad lejana? ¿Cómo vino la quiebra, el desamparo? ¿Qué fue de aquel señor de barba oscura que se yergue, severo, en el retrato, conquistador de una opulencia efímera en un rincón del Sur americano? Don Manuel, el patriarca, siendo joven, y padre ya -para sus tres hermanosabandonó la Tierra Prometida y vino al Paraguay. Con su trabajo se abrió camino y prosperó. Su casa vasta y feliz, con emparrados patios, se llenó de la risa de los niños y de la algarabía de los pájaros. ¡Qué misterioso, pienso hoy, ha sido, aquel tío Manuel, de rostro santo, que vivió en tres países tantas vidas y parecía no tener pasado! Fue su vivir, vivir día tras día el drama de sucesos cotidianos: los pequeños problemas y los graves, con un valor tranquilo y resignado Tuvo un negocio grande y bien nutrido, el mejor de la villa en muchos años. Muchedumbres llenaban esa tienda, de la villa, y de pueblos comarcanos. Fue próspero y feliz. Todas las tardes, tras el bronco tumulto del trabajo, él podaba su parra o sus rosales, o paseaba por su inmenso patio. Su mujer y sus hijos y sus clientes, -los ricos y los pobres-; sus criados; sus múltiples ahijados y compadres lo querían. Él era un hombre honrado, un varón casi mítico: el patriarca. En su huerta crecieron los manzanos, las higueras y nísperos. Los frutos de su huerta no fueron nunca ácidos. En su ubérrima parra los racimos fueron la miel de todos los veranos. Sólo antes de su muerte, un mediodía, habló de su niñez, triste y nostálgico. Habló del viejo caserón perdido, y sus ojos profundos se nublaron. Se vio en el Sur en florecido huerto, vio a su remoto padre castellano con su barba cerrada; vio a su madre desgranando las cuentas del rosario... Y acaso vio también el oleaje brillante de promesas, del Atlántico. 1972 Domingos A Graciela Delgado Holiday ...luoghi noti se non che fatti irreali... M. Luzi Los domingos había allá una calma nunca recuperada en otros pueblos. La palabra añoranza acaso tenga el sabor de esa dicha irrecobrable. El color de la vida era el celeste del cielo abanderado de su pueblo. Pasaban las muchachas misteriosas con sus madres. La misa era el destino. En la plaza los árboles brillaban bajo el sol eucarístico, en el aire vibrante de campanas y estriado por vuelos de paloma. Mi mundo estaba en una esquina blanca de calles silenciosas. Las calzadas temblaban al pasar de los jinetes. No se oían carretas. Los domingos descansaban los bueyes en el campo. En la esquina sombreada por ovenias los tíos patriarcales, sosegados, ya desaparecidos hace tiempo de sus casonas de emparrados patios, se reunían y hablaban y reían felices, a la sombra en sus sillones, con la paz del domingo en la mirada, y eternos en la fuga de las horas. 18 de octubre, 1973 Elegía Ah non e piú per me questa bellezza P. P. Pasolini Allí el zaguán. Al fondo el patio verde separado de la amplia galería por una balaustrada toda blanca. ¿Dónde estarán las dos criadas mozas cuyo canto llenaba aquella casa: Lucía, la del mate mañanero para el viejo señor de ojos azules; y Luisa, que cuidaba de las jaulas y daba de vivir a los jilgueros, el tembloroso alpiste entre los labios? ¿Dónde, doña Isabel, la blanca dama, que en esa mecedora, adormecida, soñaba con los hijos que no tuvo, y en cuyo inmenso caserón, los pájaros, prisioneros en jaulas resonantes compensaban la ausencia de los niños? Años de enormes soles transcurrieron, Maduraron las uvas de la parra verano tras verano. En la casona un día y otro día y otro día pasó fugaz la vida, siempre sueño: los mismos cantos en las mismas jaulas, y Lucía y Luisa, atareadas, en el manso vivir de la provincia. Hoy nadie, nadie, vive en la casona. En las salas, los muebles polvorientos evocan los fantasmas familiares. Un pesado silencio allí se espesa. Ha tiempo que callaron los jilgueros en las jaulas vacías. Y la hierba ahoga los rosales en el patio. Sólo la parra, verde como siempre, ofrece inútilmente sus racimos que hoy nadie ve brillar entre los pámpanos. Don Pedro de Villarrica 1 Don Pedro está sentado, muy tranquilo, frente a su casa, en su sillón de mimbre. Tiene cincuenta años, nariz roja, escaso el pelo y los ojillos grises. La boca, grande, nunca se le cierra porque la tiene siempre hecha sonrisa: amplia sonrisa con destellos de oro. Don Pedro está contento con la vida. Este domingo tibio, de noviembre, se ha tomado unos mates, ha charlado con sus perros, sus gatos y sus loros y está gozando ahora el espectáculo de la calle. ¡Qué linda va Teresa a la misa de nueve con su tía! Teresita es su ahijada, como Lola, como Ofelia, Isabel, Beatriz y Silvia. Don Pedro no se queja, aunque le duele que su mujer y él, ¡ellos tan luego! tengan que resignarse a ser padrinos y a amar con triste amor hijos ajenos. -¡La bendición, padrino!- Teresita le pide muy modosa, con las manos unidas a la altura de la boca. Él cumple con el rito de buen grado como un obispo en su sillón, y exclama: -¡Qué preciosa mi ahijada va a la misa! En latín, los acólitos y el cura, dirán tres veces: ¡Linda, linda, linda! 2 Pasan dos campesinos y saludan sacándose el sombrero con respeto. Pasa un jinete de montado blanco y saluda también con el sombrero. Pasa una crujidora, alta carreta, y el carretero rinde su homenaje con respeto aún mayor: es que Don Pedro no sólo es poderoso, es su compadre. Por el follaje nuevo de la ovenia a cuya sombra está nuestro prohombre, rayos del sol ya ardiente van colándose. Mueve el sillón Don Pedro a un lugar donde el sol no le moleste. -Con lo roja que tengo la nariz -piensa Don Pedrono dejaré que el sol me haga cosquillas donde resulto hermoso por lo feo. -¡Qué domingo estupendo! Treinta años pronto se cumplirán desde que vine, edifiqué mi casa, abrí el negocio y me casé. Los años más felices son los aquí vividos -continúa-Y si no tengo hijos tengo ahijados. Mi mujer no es gran cosa en cuanto a físico. Pero la quiero. Es flaca como un palo. Pero la quiero. Pobre mujer flaca, si no la quiero yo quién va a quererla... (Doña Isabel, en ese mismo instante aparece en el marco de la puerta). -¿Quieres, amor, un mate? ¡Lindo día! -Lo lindo es la mujer que trae el mate y con el mate la mejor figuracontesta él, quién sabe si galante por costumbre, o acaso convencido de que flaca, Isabel, y con achaques, dientes postizos y cabello escaso, con toda su flacura tiene ángel. Don Pedro acepta el mate y sorbe el líquido verde y caliente por el tubo grueso de la bombilla de oro, y mientras sorbe, le queda el rostro, unos segundos, serio: la sonrisa feliz, por vez primera, al desaparecer, se le fue adentro, pero vuelve a salir, al fin del mate: En ella brilla el oro de dos dientes y una verdosa gratitud afable... 29 de noviembre, 1968 La plenitud de un día de esos años... ...Ma quel giorno non torna Cesare Pavese Inmenso ser viviente de alma verde, veo cubrir la parra los dos patios. Veo fulgir el sol entre sarmientos y veo trozos de un azul diáfano. Estoy allí, a la sombra de esa parra. Siento el aire caliente del verano, el olor de la tierra humedecida, y la semiembriaguez de dulces vahos. Mas yo quisiera ver la casa entera: los muebles, los objetos de los cuartos tales como antes, con su luz y sombra; la sala en que dormía aquel piano, la de grandes ventanas con postigos biselados de sol curioso y cálido. Quisiera ver el lecho en que he dormido los sueños de mis días plateados. Y despertar quisiera en la penumbra del dormitorio, a algún domingo mágico, y salir a aquel aire amanecido, estriado por los silbos de los pájaros. ¡Ver más, ver mucho más de lo que veo, en lento film de todo ese pasado; en la resurrección de un universo en que hasta el musgo sobre el muro blanco exige verdear en la memoria en la restauración de todo el cuadro! ¡Y vivir otra vez, en un minuto la plenitud de un día de esos años! 28 de diciembre, 1973 La noche inesperada I Subo la escalinata a pasos lentos y llego a un corredor de alta techumbre. Hay una puerta abierta. Hay otras puertas que a amplias alcobas blancas dan acceso. Voy hacia el comedor, en cuya estufa se vio brillar un día una centella. (Se hizo de noche de repente: el cielo se derrumbó entre rayos y relámpagos, y ante nuestro estupor, zigzagueante, de la estufa surgió la enorme chispa). De esto hace mucho tiempo. Lo recuerdo mientras contemplo la espaciosa sala: las vigas negras sobre el techo blanco, los cuadros y los muebles impasibles; el ventanal que, inmenso, de cristales lucientes, es el marco de un bellísimo paisaje: el lago azul, los cerros verdes, y, en la calle, un lapacho que se alza con su fiesta de flores amarillas, más doradas que el sol que las enciende. II Estoy solo. No se oye más que el trino de pájaros bermejos en los patios. Y cruzo el comedor porque sospecho que afuera, junto al pozo enjalbegado, me esperan; que este día recupero la dicha de otro día muy lejano. Debajo de la pérgola no hay nadie; y, solitario, el pozo duerme mudo, con un círculo negro allá en su fondo. Regreso al comedor, miro hacia el lago, pero no veo el lago, ni los cerros, sino una niebla gris que avanza lenta. Ya no cantan los pájaros bermejos. Bajo la escalinata como huyendo de no sé qué peligro. Y de repente me encuentro aquí, en la noche inesperada, ajeno ya a aquel mundo, mientras suenan dobles acompasados en las sombras. Abril, 1981 Perdurable tertulia Una dama, dos graves caballeros y un mozo adolescente, en sus butacas de claro mimbre o de madera oscura aquel remoto día platicaban. Lo testimonia una fotografía que alguien sacó con una antigua cámara. Frente al zaguán de la casona prócer están, sobre la acera sombreada por un árbol frondoso. Las imágenes se van desvaneciendo. La mañana de aquel día de sol más se adivina que se la siente con su lumbre clara. Yace a los pies del grupo un can oscuro adormilado sobre la calzada. Hay un enigma en la fotografía que es el del niño que, junto a la dama, en traje marinero, desdibuja en la sombra, los rasgos de su cara. ¿Quién sería? ¿Yo mismo? ¿Algún pariente? Es su perfil una confusa mancha. Mas la hora perdura todavía con fijeza tenaz en la instantánea. El grupo sigue hablando, misterioso, y entre los caballeros y la dama vibrar parece aún el aire quedo con un temblor de voces y de almas. Sólo el adolescente hoy sobrevive y acaso viva el niño cuya vaga figura, con su traje marinero su identidad esconde a la mirada. ¡Oh, qué hermoso si en sueños visionarios a aquel día remoto regresara y, después de saludos y de abrazos le viera al niño aquel la faz velada y despertando al can adormecido todo un mundo abolido restaurara! 5 de marzo, 1981 Extraña visita Fue el regreso de toda la familia al pueblo y a la casa de los tíos. Después de tantos años, la visita la hacíamos los muertos y los vivos. A nadie este prodigio sorprendía. No existía la muerte entre los míos, porque o los muertos no se habían muerto, o los vivos vivían otra vida; o quizás, todos éramos espectros volviendo a una soñada Villa Rica. El pueblo era un milagro de hermosura: había un resplendor sobre las casas y una alegría y una paz profunda en verdes patios de sombrosas parras. ¿Era un día domingo en primavera? ¿Era el pueblo de antaño u otro pueblo? Imposible decirlo. Era y no era. Su extraña maravilla era lo cierto. Por un zaguán de cal reciente entramos. Vimos la galería -enjalbegado también con cal reciente- acogedora. La parra y los rosales en el patio resplandecían bajo luz dorada. Todo estaba en su sitio como otrora. El gran perro ladró un instante y luego sumiso y manso meneó la cola. Era el Pampa, mi amigo de otro tiempo. Cantaban los canarios en sus jaulas. En el aro de hierro el papagayo las palabras de siempre mascullaba. Nosotros, dando voces, avanzamos. Mas nadie respondía a nuestras voces sino los ecos que en las vastas salas oscuramente repetían nombres. ¿Dónde estaban los tíos? Nos miraban curiosos, sus retratos taciturnos, desde un día de bodas muy lejanas, y sus miradas eran de otro mundo. ¿Nadie estaba en la casa? No importaba. Ya vendrían más tarde. Nos reunimos en el patio, y sentados en los bancos conversamos los padres y los hijos. Y estábamos alegres porque estábamos juntos allí, los muertos y los vivos como si nunca hubiera habido muertes ni aun la de aquellos que se habían ido y dejado la casa abandonada aunque limpia y hermosa: el patio, verde; blanca la galería, pura el agua del hondísimo pozo, y las alcobas recién barridas, con sus anchas camas tendidas; y, con rosas, los floreros. -Este racimo es para ti: el más grande dijo un hermano muerto, y sonriendo puso el racimo en manos de mi padre, Cantaban los canarios en las jaulas. Mascullaba el pintado papagayo su escaso repertorio de palabras. ¿Dónde estaban los tíos? ¿No vendrían felices de encontramos en su casa sin previo aviso nuestro, y la familia renovaría entonces los coloquios hacía tanto tiempo suspendidos? La dicha familiar cesó de pronto. Se oyó una voz en el zaguán vacío: la voz no era de nadie, pero alguien invisible volvía del olvido oscureciendo de terror el aire. 26 de febrero, 1981 El portón invisible Rodríguez Alcalá, Hugo Alcántara Manuel Biografía Poeta y periodista español nacido en Málaga en 1928. Desde 1945 se radicó en Madrid donde cursó estudios de Derecho. Lleva muchos años publicando columnas diarias en la prensa española, dándole la oportunidad a sus lectores de vivir muy de cerca su fino humor y su personalidad brillante. Ha obtenido varios premios de periodismo y numerosos certámenes poéticos de provincias. Entre sus galardones se destacan el Premio Nacional de Literatura, el Premio Periodístico Comité Español de Unicef, el premio Juventud en 1955, el Premio Javier Bueno de la Asociación de la Prensa de Madrid y los premios Luca de Tena, César González Ruano, Mariano de Cavia y José María Pemán. Asimismo, recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Málaga en el año 2000 y Pluma de Plata del Club de la Escritura de Parker Waterman en el año 2001. Entre sus publicaciones figuran: «Manera de silencio» en 1955, «Ciudad de entonces» en 1962 y «La mitad del tiempo» en 1963. AMANECER ARCÁNGEL DE PEREZA BIOGRAFÍA DE MÍ, UNA GUITARRA EN AQUEL TIEMPO ESTE JUEVES SONETO PARA ACABAR UN AMOR SONETO PARA EMPEZAR UN AMOR SONETO PARA ESPERARTE EN UNA CAFETERÍA SONETO PARA EMPEZAR UN AMOR Ocurre que el olvido, antes de serlo, fue grande amor, dorado cataclismo; muchacha en el umbral de mi egoísmo, ¿qué va a pasar? mejor es no saberlo. Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo? Amar son cercanías de uno mismo. Como siempre, rodando en el abismo, se irá el amor, sin verlo ni beberlo. Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío; cumpliendo años irás en mi memoria, viviendo para ayer, como una brasa, porque no llegará la sangre al río, porque un día seremos sólo historia y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa. SONETO PARA ESPERARTE EN UNA CAFETERÍA Resulta que la historia estaba escrita cuando yo quise hacerla a mi manera. Cuando yo no quería que volviera resulta que la historia resucita. Resulta que en el tiempo de la cita tendrán que hacer un banco de madera. Al corazón le viene bien la espera, quién sabe si además la necesita. Azafatas de vuelo alicortado van del café a las piñas tropicales por aires ciudadanos y ruidosos. Arriba el tiempo nuevo ha presentado sus fluorescentes luces credenciales y enrolla pergaminos luminosos. SONETO PARA ACABAR UN AMOR He quemado el pañuelo por si acaso se pudiera tejer de nuevo el lino. Le sobra la mitad del vaso al vino y más de media noche al cielo raso. Tenía que pasar esto. Y el caso es que estando yo siempre de camino y estando tú parada, no te vi y no me ha cogido el amor nunca de paso. Puede que salga a relucir la historia porque nunca se acaba lo que acaba, que se queda a vivir en la memoria. Echa a andar el amor que te he tenido y se va no sé dónde. Donde estaba. De donde no debiera haber salido. EN AQUEL TIEMPO Yo tuve el corazón capaz de lluvia. Ocurría febrero con sus alas y el tiempo digital nos puso juntas las manos y los ojos y los cuerpos: toda la tierra que el amor excusa. Igual que el viento en las banderas altas se comportó en nosotros esta música. Me fui quedando acompañado y cierto, entendido en los bosques de mi jungla, leñador orgulloso de raíces que no debieron nunca estar ocultas. Lo de siempre se puso a ser distinto: el mar entero cupo en una urna, el hielo de los vasos provenía de una lejana nieve, nuestra y única, mis manos migratorias se quedaron a vivir en tu tierra más profunda y en mi boca, de siempre descontenta, dimitían de pronto las preguntas. Presenciadas por dos cambian las torres, la muerte aplaza sus gestiones últimas y estar vivo se agita y condecora. La muerte debe ser como un espejo donde uno mira y mira sin ver nunca. Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa ninguna muerte ni ninguna duda. Te hablo desde febrero y desde siempre: sabemos del amor por lo que alumbra, por lo que tuerce y acrecienta y rige, por su forma de andar en la penumbra... Y así, sobre semanas perseguidas izamos con esfuerzo nuestra alma. ARCÁNGEL DE PEREZA Un arcángel me ronda indiferente, oigo sus alas cerca de mi aliento; un arcángel me ronda, yo lo siento con el peso del aire por mi frente. El me enseñó a decir "inútilmente" y a darle los propósitos al viento; su espada, del metal del desaliento se hundió en mi voluntad desobediente. Arcángel rondador de la desgana, que se lleva el dolor que no me tomo para traerlo el día de mañana... Sujetas van las penas por las bridas, enjaezadas, dolientes, nobles, como las mulas al final de las corridas. Sólo la ociosidad es mi tarea. Las morunas naranjas, gajo a gajo, vierten su antiguo zumo, y en el tajo se ha vuelto perezosa la pelea. Si esto es vivir, que venga Dios y vea cómo ando con la vida cuesta abajo... Que cuesta estar de pie mucho trabajo para después marcharse adonde sea. El naufragio que llevo entre las sienes, que es verdad que no cabe en cualquier río, me trae a mal traer... Y aquí me tienes contándole una historia a los desiertos, machacando la vida en hierro frío, hablando de la muerte con los muertos. Lo sabe el corazón. Que no se diga que el corazón no sabe lo que tiene. Sobre su propia muerte se sostiene pero la sangre a veces se fatiga. Cansado y todo dice Dios que siga habitando el vacío, que se llene de noches y de nada... Mientras viene uno se echa a dormir. Pereza obliga. Con la genealogía de los trinos cantando está la antigua voz del arte a la insegura sombra de la suerte, la memoria se llena de caminos pero no llegaré a ninguna parte con este corazón de mala muerte. ESTE JUEVES Este jueves depende de tu boca. Debes cuidarlo igual que un parque a un niño, como cuida el otoño cada hoja y le procura el aire necesario para que se reúna con las otras. Mira este jueves. No lo sabe. Míralo acercarse a nosotros entre sombras. y ocupar la ciudad como un ejército que no pensara nunca en su derrota. Será jueves en todo. Está de paso pero quiere vivir de luces propias. Entrará en la oficina de mañana, a mediodía contará sus horas y se quedará al norte de las cartas que desde que se escriben son remotas. Mira cómo se acerca hasta nosotros: viste de azul y herencias sigilosas, establece su número y su luna ¡el tiempo siendo jueves en las cosas! Cuídalo tú que puedes, no le dejes que tal día haga un año en la memoria. Mira cómo se acerca a la ventana sin saber que depende de tu boca. Para pasar un día con nosotros ha salido este jueves de sus sombras. AMANECER Una vez más reaparece el día de ayer, ya dado por muerto y por enterrado. Otra vez desaparece el silencio y me amanece otra vez a nuestro lado. No sé si será pecado. A mí no me lo parece. En este día cualquiera párate a ver cómo canta, antes que me vaya fuera, mi corazón en tu mano y tu boca en mi garganta por la mañana temprano. BIOGRAFÍA Lo mejor del recuerdo es el olvido... Málaga naufragaba y emergía... Manuel, junto a la mar, desentendido; yo era un niño jugando a la alegría. Ahora juego a todo lo que obliga la impuesta profesión de ser humano, y a veces, al final de la fatiga, enseño a andar palabras de la mano. Ser hombre es ir andando hacia el olvido haciéndose una patria en la esperanza; cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido y a gritos no se alcanza. ( Dentro de poco se dirá que fuiste, que alguien llamado así, vivió y amaba...) Ser hombre es una larga historia triste y un buen día se acaba. Desde mis veinticinco historias vengo. Nada me importó nada. Pero cualquier capítulo lo tengo miniado en letra triste y colorada. Un hombre hecho y deshecho os habla. Soy distinto cada año. Tengo un desconocido por el pecho. Sí. Miradme a los versos. No os engaño. Tengo el sombrío bosque de la frente esperando que llueva; mientras, el alma suena bajo el puente, y cuando el alma suena es que a Dios lleva. Vuelvo a andar el camino desandado y en mi paso resuenan las cadenas. Recuerda el corazón acostumbrado..., ¡qué buen fisonomista de las penas! Unas pocas palabras me mantienen: duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo... Amor, duda, esperanza... Siempre vienen... La ilusión, si la he visto, no me acuerdo. Lo mejor del recuerdo es el olvido... Málaga naufragaba y emergía... Manuel, junto a la mar, desentendido; hubo una vez un niño en la bahía. Y hay un hombre de pie sobre mis huellas indefenso y sonoro, a ras del suelo, que se irá mientras hacen las estrellas propaganda de Dios allá en el cielo. DE MÍ, UNA GUITARRA Cuando yo me haya ido -qué triste que me vayade esta madera mía que me hagan una guitarra. Cuando termine la muerte, si dicen: "¡A levantarse!", a mí que no me despierten. Que por mucho que lo piense, yo no sé lo que me espera cuando termine la muerte. Que yo me conformo siempre, y una vez acostumbrado a mí que no me despierten. Para encontrarme conmigo vuelvo a salir a la calle, calle del tiempo perdido. Para encontrarme contigo estoy buscando en el suelo las huellas de su sonido. Para encontrarme con nadie me pongo a mirar arriba, ¡Auxilio, que Dios me ampare! Mis cuentas no están cabales: me falta una golondrina y me sobran tres cristales. Mira qué cosa tan rara: pasé la noche contigo estando solo en mi cama. En este día cualquiera párate a ver cómo canta, antes que me vaya fuera, mi corazón en tu mano y tu boca en mi garganta por la mañana temprano. Ponte a vivir como loco: ama, ríe, bebe, olvida. Puesto a vivir todo es poco por más que dure la vida. El mar no puede morir, se quedará navegando aunque no haya nadie aquí. Si otros no buscan a Dios yo no tengo más remedio: me debe una explicación. No digo que sí o que no. Digo que si Dios existe no tiene perdón de Dios. No digo que no o que sí. Digo que me gustaría que Él también creyera en mí. Yo no le guardo rencor. Si le encuentro alguna vez nos perdonamos los dos. Mi pobre tierra no puede darme lo que estoy buscando. Nadie da lo que no tiene. Yo no culpo a Andalucía, sé muy bien que a su esperanza le pasó lo que a la mía. Averigua quién te dio esas ganas de morirte. Ha tenido que ser Dios. Ha tenido que ser Dios un día que estaba triste. No tiene otra explicación. Baltazar de Alcázar BALTAZAR DE ALCÁZAR (1530 – 1606) Baltasar de Alcázar (o del Alcázar) nació en Sevilla, de una familia numerosa y acomodada de conversos: fue el sexto hijo del jurado Luis de Alcázar. Su madre fue madre doña Leonor de León Garabito. Parece ser que estudió Humanidades en León, aunque otros dicen que en Sevilla. Militó en las galeras del famoso Marqués de Santa Cruz y de Álvaro de Bazán y, luego, al servicio de Fernando Enríquez de Ribera, duque de Alcalá. Fue alcalde de la villa de Los Molares y contable de los condes de Gelves. Como a otros, estas actividades militares y cívicas no fueron obstáculo para escribir la literatura y consagrarse a otras artes. Era de carácter alegre y jovial. Estoico por naturaleza y siempre haciendo frente a cualquier adversidad, como a su larga enfermedad de la gota. Humilde. Nunca buscó la fama. La poesía era para él un deleite y una recreación. Baltasar de Alcázar murió en Ronda, a causa de la gota, en 1606. TRES COSAS Tres cosas me tienen preso de amores el corazón, la bella Inés, el jamón y berenjenas con queso. Esta Inés (amantes) es quien tuvo en mí tal poder, que me hizo aborrecer todo lo que no era Inés. Trájome un año sin seso, hasta que en una ocasión me dio a merendar jamón y berenjenas con queso. Fue de Inés la primer palma, pero ya júzgase mal entre todos ellos cuál tiene más parte en mi alma. En gusto, medida y peso no le hallo distinción, ya quiero Inés, ya jamón, ya berenjenas con queso. Alega Inés su beldad, el jamón que es de Aracena, el queso y berenjena la española antigüedad. Y está tan en fil el peso que juzgado sin pasión todo es uno, Inés, jamón, y berenjenas con queso. A lo menos este trato de estos mis nuevos amores, hará que Inés sus favores, me los venda más barato. Pues tendrá por contrapeso si no hiciere razón, una lonja de jamón y berenjenas con queso. A CRISTO Cansado estoy de haber sin Ti vivido, que todo cansa en tan dañosa ausencia. Mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia, si me falta el dolor de arrepentido? Pero, Señor, en pecho tan rendido algo descubrirás de suficiencia que te obligue a curar como dolencia mi obstinación y yerro cometido. Tuya es mi conversión y Tú la quieres; tuya es, Señor, la traza y tuyo el medio de conocerme yo y de conocerte. Aplícale a mi mal, por quien Tú eres, aquel eficacísimo remedio compuesto de tu sangre, vida y muerte. CERCADA Cercada está mi alma de contrarios; la fuerza, flaca; el castellano, loco; el presidio, infiel, bisoño y poco, ningunos los pertrechos necesarios. Los socorros que espero, voluntarios, porque ni los merezco ni provoco; tan desvalido, que aun a Dios no invoco porque mis consejeros andan varios. Los combates, continuos, y la ofensa; los enemigos, de ánimo indomable; rota por todas partes la muralla. Nadie quiere acudir a la defensa... ¿qué hará el castellano miserable que en tanto estrecho y confusión se halla? AL AMOR 1 Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto me prometiste presto y a pie quedo? ¿Andar mirlado entre esperanza y miedo, cercado de respetos, hecho un tanto? Sustos, celos, favores, risa y llanto dalos, Amor, a quien se lame el dedo; los que me diste a mí te vuelvo y cedo, no quiero tomar más cosa de espanto. Bien siento las heridas y que salgo de tu poder para ponerme en cura, porque tengo aún abiertas las primeras. Y juro por la fe de hijodalgo de si mi buen propósito me dura de no partir de hoy más contigo peras. 2 Amor, no es para mí ya tu ejercicio, porque cosa que importa no la hago; antes lo que tu intentas yo lo estrago, porque no valgo un cuarto en el oficio. Hazme pues, por tu fe, este beneficio: que me sueltes y des carta de pago. Infamia es que tus tiros den en vago: procura sangre nueva en tu servicio. Ya yo con solas cuentas y buen vino holgaré de pasar hasta el extremo; y si me libras de prisión tan fiera, de aquí te ofrezco un viejo mi vecino que te sirva por mí en el propio remo, como quien se rescata de galera. YO ACUERDO Yo acuerdo revelaros un secreto en un soneto, Inés, bella enemiga; mas, por buen orden que yo en éste siga, no podrá ser en el primer cuarteto. Venidos al segundo, yo os prometo que no se ha de pasar sin que os lo diga; mas estoy hecho, Inés, una hormiga, que van fuera ocho versos del soneto. Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado, que teniendo el soneto ya en la boca y el orden de decillo ya estudiado, conté los versos todos y he hallado que, por la cuenta que a un soneto toca, ya este soneto, Inés, es acabado. A UNA MUJER ESCUÁLIDA Yace en esta losa dura una mujer tan delgada que en la vaina de una espada se trajo a la sepultura. Aquí el huésped notifique dura punta o polvo leve, que al pasar no se la lleve, o al pisarla, no se pique. JOB A Job el diablo tentó con tanta solicitud, que los bienes, la salud y los hijos le quitó. Más no pudiendo vencer su virtud, por inquietarle, trató de desesperarle y le dejó... la mujer. EL ESTUDIANTE Cierto día un estudiante al revisar su ropilla, se encontró en la pantorrilla, un enorme interrogante. Siguió el pobrete adelante, y al ver que en puntos hervía su calceta, maldecía diciendo: "¡Cuán bueno fuera si más estambre tuviera y menos ortografía!" CONSTANZA Dos galanes pelearon sobre Constanza una tarde: Mirad, así Dios nos guarde, para donde lo guardaron. Si nació la enemistad de verse un poco apretados, dos pueden caber holgados y aún tres a necesidad. LA NARIZ DE CLARA Tu nariz, hermana Clara, ya vemos visiblemente que parte desde la frente: no hay quien sepa dónde para. Mas puesto que no haya quien, por derivación se saca que una cosa tan bellaca no puede parar en bien A UN GIBOSO DE DELANTE Un socarrón mesonero dijo a un giboso al revés: - No me neguéis esta vez que cargasteis delantero. El gibado, a estas razones replicó: - Es muy importante llevar la carga delante quien se halla entre ladrones. UNA CENA En Jaén, donde resido, vive don Lope de Sosa y diréte, Inés, la cosa más brava de él que has oído. Tenía este caballero un criado portugués... Pero cenemos, Inés si te parece primero. La mesa tenemos puesta, lo que se ha de cenar junto, las tazas del vino a punto: falta comenzar la fiesta. Comience el vinillo nuevo y échole la bendición; yo tengo por devoción de santiguar lo que bebo. Franco, fue, Inés, este toque, pero arrójame la bota; vale un florín cada gota de aqueste vinillo aloque. ¿De qué taberna se traxo? Mas ya..., de la del Castillo diez y seis vale el cuartillo, no tiene vino más baxo. Por nuestro Señor, que es mina la taberna de Alcocer; grande consuelo es tener la taberna por vecina. Si es o no invención moderna, vive Dios que no lo sé, pero delicada fue la invención de la taberna. Porque allí llego sediento, pido vino de lo nuevo, mídenlo, dánmelo, bebo, págolo y voyme contento. Esto, Inés, ello se alaba, no es menester alaballo; sólo una falta le hallo que con la priesa se acaba. La ensalada y salpicón hizo fin: ¿qué viene ahora? La morcilla, ¡oh gran señora, digna de veneración! ¡Qué oronda viene y qué bella! ¡Qué través y enjundia tiene! Paréceme, Inés, que viene para que demos en ella. Pues, sus, encójase y entre que es algo estrecho el camino. No eches agua, Inés, al vino, no se escandalice el vientre. Echa de lo tras añejo, porque con más gusto comas, Dios te guarde, que así tomas, como sabia mi consejo. Mas di, ¿no adoras y aprecias la morcilla ilustre y rica? ¡Cómo la traidora pica; tal debe tener de especias! ¡Qué llena está de piñones! Morcilla de cortesanos, y asada por esas manos hechas a cebar lechones. El corazón me revienta de placer; no sé de ti. ¿Cómo te va? Yo, por mí, sospecho que estás contenta. Alegre estoy, vive Dios: mas oye un punto sutil: ¿no pusiste allí un candil? ¿Cómo me parecen dos? Pero son preguntas viles; ya sé lo que puede ser: con este negro beber se acrecientan los candiles. Probemos lo del pichel, alto licor celestial; no es el aloquillo tal, no tiene que ver con el. ¡Qué suavidad! ¡Qué clareza! ¡Qué rancio gusto y olor! ¡Qué paladar! ¡Qué color! ¡Todo con tanta fineza! Mas el queso sale a plaza la moradilla va entrando, y ambos vienen preguntando por el pichel y la taza. Prueba el queso, que es extremo, el de Pinto no le iguala; pues la aceituna no es mala bien puedes bogar su remo. Haz, pues, Inés, lo que sueles, daca de la bota llena seis tragos; hecha es la cena, levántese los manteles. Ya que, Inés, hemos cenado tan bien y con tanto gusto, parece que será justo volver al cuento pasado. Pues sabrás, Inés hermana, que el portugués cayó enfermo... Las once dan, yo me duermo; quédese para mañana. SU MODO DE VIVIR EN LA VEJEZ Deseáis, señor Sarmiento, saber en estos mis años, sujetos a tantos daños, cómo me porto y sustento. Yo os lo diré en brevedad, porque la historia es bien breve, y el daros gusto se os debe con toda puntualidad. Salido el sol por oriente de rayos acompañado, me dan un huevo pasado por agua, blando y caliente. Con dos tragos del que suelo llamar yo néctar divino, y a quién otros llaman vino porque nos vino del cielo. Cuando el luminoso vaso toca en la meridional, distando por un igual del Oriente y del ocaso, me dan asada y cocida una gruesa y gentil ave, con tres veces del suave licor que alarga la vida. Después que cayendo, viene a dar en el mar Hesperio, desamparado el imperio que en este horizonte tiene; me suelen dar a comer tostadas en vino mulso, que el enflaquecido pulso restituyen a su ser. Luego me cierran la puerta, yo me entrego al dulce sueño, dormido soy de otro dueño; no sé de mi nueva cierta. Hasta que, habiendo sol nuevo me cuentan cómo he dormido: y así de nuevo les pido que me den néctar y huevo. Ser vieja la casa es esto: veo que se va cayendo, voile puntales poniendo porque no caiga tan presto. Más todo es vano artificio; presto me dicen mis males que han de faltar los puntales y allanarse el edificio. EPIGRAMAS 1 "Hurtaron a Madalena Sus chapines y jervillas, Brama y hace maravillas De su cuerpo con la pena. Mas dará por bien hurtados las jervillas y chapines dándoles un par de botines de los que llaman cerrados" 2 "Tus botines, Dorotea, Tienen ya la flor gastada. Dáselos a tu criada Que ya lo merece y desea. Dáselos de buena gana, Que a ti no te ha de faltar, Pues que los suelen dar A pares cada semana." Duda si Hero gozó a Leandro Tiempo fue en que se dudó Si tuvo ó no doña Hero La vela en su candelero Cuando Leandro se anegó. Y certificóme Lara, Su dueña, que no; pues fuera Cierto que, si la tuviera, Leandro no se anegara. 3 Epitafio a los mismos A Hero y Leandro encierra, Esposos de mala data, Esta poca arena ingrata, Que aun no alcanzan buena tierra. Consumaron, para dar De loco amor testimonio, En el templo, el matrimonio; El disparate, en el mar. 4 Soga fué Leandro, y Hero Caldero; pozo fué el mar, Y vino el demonio á echar La soga tras el caldero. A SIRINGA Dicen que Siringa era Lo que después fue jeringa, Porque le faltó a Siringa Una ayuda en la carrera. Otras no alcanzan un pan, Y aquésta de Pan huía; Que con la beldad se cría Tan descortés ademán. Criada en ocio y regalo, Sin hilar como mujer, no le debía saber Bien à secas pan tan malo. Mas Pan, por dárselo à secas, Corrido de correr, dio En que la que nunca hiló Diese cañas para ruecas. A PRÍAMO Y TISBE Yacen aquí amantes dos, Muertos de una necedad, Que siempre fue enfermedad De que sólo cura Dios. Principio y fin dio a su amor Agujero lisonjero, Que, en fin, cualquier agujero Es mortal en el honor. Escarmientos en su mal Te dará esta selva triste Llora con la fuente y viste De luto con el moral. Francisco de Aldana Biografía FRANCISCO DE ALDANA (¿1528 - 1575) Castellano de nacimiento y perteneció a la escuela salmantina. Fue hombre de armas, general en Flandes y guerrero que acompaño al monarca portugués don Sebastián en la reyerta de Alcazarquivir, perdiendo allí heroicamente la vida. Gran humanista, prototipo del renacimiento español. Poseía gran fuerza expresiva y una fuerte pasión por todo y en todo lo que emprendía, incluyendo la poesía sobre todo bajo el símbolo patriótico. Si bien se le considera como poeta consumado, su espíritu, firmeza moral y fe se ensalzan de una manera particular en su famosa Carta para Arias Montano, en donde muestra un neoplatonismo claramente expuesto en lo místico y lindando todo ello en un vital dramatismo. CARTA PARA ARIAS MONTANO GLOSA SONETOS EPÍSTOLA A UNA DAMA A UNA DAMA CARTA PARA ARIAS MONTANO Montano, cuyo nombre es la primera estrellada señal por do camina el sol el cerco oblicuo de la esfera, nombrado así por voluntad divina, para mostrar que en ti comienza Apolo la luz de su celeste diciplina: yo soy un hombre desvalido y solo, expuesto al duro hado cual marchita hoja al rigor del descortés Eolo; mi vida temporal anda precita dentro el infierno del común trafago que siempre añade un mal y un bien nos quita. Oficio militar profeso y hago, baja condenación de mi ventura que al alma dos infiernos da por pago. Los huesos y la sangre que natura me dio para vivir, no poca parte dellos y della he dado a la locura, mientras el pecho al desenvuelto Marte tan libre di que sin mi daño puede, hablando la verdad, ser muda el arte. Y el rico galardón que se concede a mi (llámola así) ciega porfía es que por ciego y porfiado quede. No digo más sobre esto, que podría cosas decir que un mármol deshiciese en el piadoso humor que el ojo envía, y callaré las causas de interese, no sé si justo o injusto, que en alguno hubo porque mi mal más largo fuese. Menos te quiero ser ora importuno en declarar mi vida y nacimiento, que tiempo dará Dios más oportuno: basta decir que cuatro veces ciento y dos cuarenta vueltas dadas miro del planeta seteno al firmamento que en el aire común vivo y respiro, sin haber hecho más que andar haciendo yo mismo a mí, crüel, doblado tiro y con un trasgo a brazos debatiendo que al cabo, al cabo, ¡ay Dios!, de tan gran rato mi costoso sudor queda riendo. Mas ya, ¡merced del cielo!, me desato, ya rompo a la esperanza lisonjera el lazo en que me asió con doble trato. Pienso torcer de la común carrera que sigue el vulgo y caminar derecho jornada de mi patria verdadera; entrarme en el secreto de mi pecho y platicar en él mi interior hombre, dó va, dó está, si vive, o qué se ha hecho. Y porque vano error más no me asombre, en algún alto y solitario nido pienso enterrar mi ser, mi vida y nombre y, como si no hubiera acá nacido, estarme allá, cual Eco, replicando al dulce son de Dios, del alma oído. Y ¿qué debiera ser, bien contemplando, el alma sino un eco resonante a la eterna beldad que está llamando y, desde el cavernoso y vacilante cuerpo, volver mis réplicas de amores al sobrecelestial Narciso amante; rica de sus intrínsecos favores, con un piadoso escarnio el bajo oficio burlar de los mundanos amadores? En tierra o en árbol hoja algún bullicio no hace que, al moverse, ella no encuentra en nuevo y para Dios grato ejercicio; y como el fuego saca y desencentra oloroso licor por alquitara del cuerpo de la rosa que en ella entra, así destilará, de la gran cara del mundo, inmaterial varia belleza con el fuego de amor que la prepara; y pasará de vuelo a tanta alteza que, volviéndose a ver tan sublimada, su misma olvidará naturaleza, cuya capacidad ya dilatada allá verná do casi ser le toca en su primera causa transformada. Ojos, oídos, pies, manos y boca, hablando, obrando, andando, oyendo y viendo, serán del mar de Dios cubierta roca; cual pece dentro el vaso alto, estupendo, del oceano irá su pensamiento desde Dios para Dios yendo y viniendo. Serále allí quietud el movimiento, cual círculo mental sobre el divino centro, glorioso origen del contento, que, pues el alto, esférico camino del cielo causa en él vida y holganza, sin que lugar adquiera peregrino, llegada el alma al fin de la esperanza, mejor se moverá para quietarse dentro el lugar que sobre el mundo alcanza, do llega en tanto extremo a mejorarse (torno a decir) que en él se transfigura, casi el velo mortal sin animarse. No que del alma la especial natura, dentro al divino piélago hundida, cese en el hacedor de ser hechura, o quede aniquilada y destrüida, cual gota de licor, que el rostro enciende, del altísimo mar toda absorbida, mas como el aire, en quien en luz se extiende el claro sol, que juntos aire y lumbre ser una misma cosa el ojo entiende. Es bien verdad que a tan sublime cumbre suele impedir el venturoso vuelo del cuerpo la terrena pesadumbre. Pero, con todo, llega al bajo suelo la escala de Jacob, por do podemos al alcázar subir del alto cielo; que, yendo allá, no dudo que encontremos favor de más de un ángel diligente con quien alegre tránsito llevemos. Puede del sol pequeña fuerza ardiente desde la tierra alzar graves vapores a la región del aire allá eminente, ¿y tantos celestiales protectores, para subir a Dios alma sencilla, vernán a ejercitar fuerzas menores? Mas pues, Montano, va mi navecilla corriendo este gran mar con suelta vela, hacia la infinidad buscando orilla, quiero, para tejer tan rica tela, muy desde atrás decir lo que podría hacer el alma que a su causa vuela. Paréceme, Montano, que debría buscar lugar que al dulce pensamiento, encaminando a Dios, abra la vía, ado todo exterior derramamiento cese, y en su secreto el alma entrada comience a examinar, con modo atento, antes que del Señor fuese crïada cómo no fue, ni pudo haber salido de aquella privación que llaman nada; ver aquel alto piélago de olvido, aquel sin hacer pie luengo vacío, tomado tan atrás del no haber sido, y diga a Dios: «¡Oh causa del ser mío, cuál me sacaste desa muerte escura, rica del don de vida y de albedrío!» Allí, gozosa en la mayor natura, déjese el alma andar süavemente con leda admiración de su ventura. Húndase toda en la divina fuente y, del vital licor humedecida, sálgase a ver del tiempo en la corriente: veráse como línea producida del punto eterno, en el mortal sujeto bajada a gobernar la humana vida dentro la cárcel del corpóreo afeto, hecha horizonte allí deste alterable mundo y del otro puro y sin defeto; donde, a su fin únicamente amable vuelta, conozca dél ser tan dichosa forma gentil de vida indeclinable, y sienta que la mano dadivosa de Dios cosas crïo tantas y tales, hasta la más süez, mínima cosa, sin que las calidades principales, los cielos con su lúcida belleza, los coros del Impíreo angelicales consigan facultad de tanta alteza que lo más bajo y vil que asconde el cieno puedan criar, ni hay tal naturaleza. Enamórese el alma en ver cuán bueno es Dios, que un gusanillo le podría llamar su criador de lleno en lleno, y poco a poco le amanezca el día de la contemplación, siempre cobrando luz y calor que Dios de allá le envía. Déjese descansar de cuando en cuando sin procurar subir, porque no rompa el hilo que el amor queda tramando, y veráse colmar de alegre pompa, de divino favor, tan ordenado cuan libre de desmán que le interrompa. Torno a decir que el pecho enamorado la celestial, de allá, rica inflüencia espere humilde, atento y reposado, sin dar ni recebir propia sentencia, que en tal lugar la lengua más despierta es de natura error y balbucencia. Abra de par en par la firme puerta de su querer, pues no tan presto pasa el sol por la región del aire abierta, ni el agua universal con menos tasa hinchió toda del suelo alta abertura, bajando a la región de luz escasa, como aquella mayor, suma natura hinche de su divino sentimiento el alma cuando abrir se le procura. No que de allí le quede atrevimiento para creer que en sí mérito encierra con que al supremo obligue entendimiento, pues la impotencia misma que la tierra tiene para obligar que le dé el cielo llovida ambrosia en valle, en llano, o en sierra, o para producir flores el hielo y plantas levantar de verde cima desierto estéril y arenoso suelo, tiene el alma mejor, de más estima, para obligar que en ella gracia influya el bien que a tanta alteza le sublima. Es don de Dios, manificiencia suya, divina autoridad que el ser abona, de nuestra indinidad que no le arguya; y cuando da de gloria la corona, es último favor que los ya hechos, como sus propios méritos, corona. Así que el alma en los divinos pechos beba infusión de gracia sin buscalla, sin gana de sentir nuevos provechos, que allí la diligencia menos halla cuanto más busca, y suelen los favores trocarse en interior, nueva batalla. No tiene que buscar los resplandores del sol quien de su luz anda cercado, ni el rico abril pedir hierbas y flores; pues no mejor el húmido pescado dentro el abismo está del oceano, cubierto del humor grave y salado, que el alma, alzada sobre el curso humano queda, sin ser curiosa o diligente, de aquel gran mar cubierta ultramundano; no, como el Pece, sólo exteriormente, mas dentro mucho más que esté en el fuego el íntimo calor que en él se siente. Digo que puesta el alma en su sosiego espere a Dios, cual ojo que cayendo se va sabrosamente al sueño ciego, que al que trabaja por quedar durmiendo, esa misma inquietud destrama el hilo del sueño, que se da no le pidiendo. Ella verá, con desusado estilo, toda regarse, y regalarse junto, de un salido de Dios sagrado Nilo; recogida su luz toda en un punto, aquella mirará de quien es ella indinamente imagen y trasunto y, cual de amor la matutina estrella dentro el abismo del eterno día, se cubrirá toda luciente y bella. Como la hermosísima judía que, llena de doncel, novicio espanto, viendo Isaac que para sí venía, dejó cubrir el rostro con el manto, y decendida presto del camello recoge humilde al novio casto y santo, disponga el alma así con Dios hacello y de su presunción decienda altiva, cubierto el rostro y reclinado el cuello. y aquella sacrosanta virtud viva, única, crïadora y redentora, con profunda humildad en sí reciba. Mas ¿quién dirá, mas quién decir agora podrá los peregrinos sentimientos que el alma en sus potencias atesora: aquellos ricos amontonamientos de sobrecelestiales inflüencias dilatados de amor descubrimientos; aquellas ilustradas advertencias de las musas de Dios sobreesenciales, destierro general de contingencias; aquellos nutrimentos divinales, de la inmortalidad fomentadores, que exceden los posibles naturales; aquellos (¡qué diré!) colmos favores, privanzas nunca oídas, nunca vistas, suma especialidad del bien de amores? ¡Oh grandes, oh riquísimas conquistas de las Indias de Dios, de aquel gran mundo tan escondido a las mundanas vistas! Mas ¡ay de mí!, que voy hacia el profundo do no se entiende suelo ni ribera, y si no vuelvo atrás, me anego y hundo. No más allá; ni puedo, aunque lo quiera. Do la vista alcanzó, llegó la mano; ya se les cierra a entrambos la carrera. ¿Notaste bien, dotísimo Montano, notaste cuál salí, más atrevido que del cretense padre el hijo insano? Tratar en esto es sólo a ti debido, en quien el cielo sus noticias llueve para dejar el mundo enriquecido; por quien de Pindo las hermanas nueve dejan sus montes, dejan sus amadas aguas, donde la sed se mata y bebe, y en el santo Sïon ya trasladadas, al profético coro por tu boca oyendo están, atentas y humilladas. ¡Dichosísimo aquél que estar le toca contigo en bosque o en monte o en valle umbroso o encima la más alta, áspera roca! ¡Oh tres y cuatro veces yo dichoso si fuese Aldino aquél, si aquél yo fuese que, en orden de vivir tan venturoso, juntamente contigo estar pudiese, lejos de error, de engaño y sobresalto, como si el mundo en sí no me incluyese! Un monte dicen que hay sublime y alto, tanto que, al parecer, la excelsa cima al cielo muestra dar glorioso asalto y que el pastor, con su ganado, encima, debajo de sus pies correr el trueno ve dentro el nubiloso, helado clima, y en el puro, vital aire sereno va respirando allá, libre y exento, casi nuevo lugar, del mundo ajeno, sin que le impida el desmandado viento, el trabado granizo, el suelto rayo, ni el de la tierra grueso, húmido aliento. Todo es tranquilidad de fértil mayo, purísima del sol templada lumbre, de hielo o de calor sin triste ensayo. Pareces tú, Montano, a la gran cumbre deste gran monte, pues vivir contigo es muerte de la misma pesadumbre, es un poner debajo a su enemigo: de la soberbia el trueno estar mirando cuál va descomponiendo al más amigo, las nubes de la invidia descargando ver, de murmuración duro granizo, de vanagloria el viento andar soplando, y de lujuria el rayo encontradizo, de acidia el grueso aliento y de avaricia, con lo demás que el padre antiguo hizo; y desta turba vil que el mundo envicia descargado, gozar cuanto ilustrare el sol en ti de gloria y de justicia. El alma que contigo se juntare cierto reprimirá cualquier deseo que contra el proprio bien la vida encare; podrá luchar con el terrestre Anteo de su rebelde cuerpo, aunque le cueste vencer la lid por fuerza y por rodeo, y casi vuelta un Hércules celeste, sompesará de tierra ese imperfeto, porque el f avor no pase della en éste, tanto que el pie del sensitivo afeto no la llegue a tocar y el enemigo al hercúleo valor quede sujeto; de sí le apartará, junto consigo domándole, firmado en la potencia del pecho ejecutor del gran castigo; serán temor de Dios y penitencia los brazos, coronada de diadema la caridad, valor de toda esencia. Mas para conclüir tan largo tema, quiero el lugar pintar do, con Montano, deseo llegar de vida al hora extrema. No busco monte excelso y soberano, de ventiscosa cumbre, en quien se halle la triplicada nieve en el verano; menos profundo, escuro, húmido valle donde las aguas bajan despeñadas por entre desigual, torcida calle; las partes medias son más aprobadas de la natura, siempre frutüosas, siempre de nuevas flores esmaltadas. Quiero también, Montano, entre otras cosas, no lejos descubrir de nuestro nido el alto mar, con ondas bulliciosas: dos elementos ver, uno movido del aéreo desdén, otro fijado, sobre su mismo peso establecido; ver uno desigual, otro igualado, de mil colores éste, aquél mostrando el claro azul del cielo no añublado. Bajaremos allá de cuando en cuando, altas y ponderadas maravillas en recíproco amor juntos tratando. Verás por las marítimas orillas la espumosa resaca entre el arena bruñir mil blancas conchas y lucillas, en quien hiriendo el sol con luz serena, echan como de sí nuevos resoles do el rayo visüal su curso enfrena. Verás mil retorcidas caracoles, mil bucios istrïados, con señales y pintas de lustrosos arreboles: los unos del color de los corales, los otros de la luz que el sol represa en los pintados arcos celestiales, de varia operación, de varia empresa, despidiendo de sí como centellas, en rica mezcla de oro y de turquesa. Cualquiera especie producir de aquéllas verás (lo que en la tierra no acontece) pequeñas en extreno y grandes dellas, donde el secreto, artificioso pece pegado está, y en otros despegarse suele y al mar salir, si le parece, (por cierto, cosa dina de admirarse tan menudo animal sin niervo y hueso encima tan gran máquina arrastrarse, crïar el agua un cuerpo tan espeso como la concha, casi fuerte muro reparador de todo caso avieso, todo de fuera peñascoso y duro, liso de dentro, que al salir injuria no haga a su señor tratable y puro), el nácar, el almeja y la purpuria venera, con matices luminosos que acá y allá del mar siguen la furia. ¡Ver los marinos riscos cavernosos por alto y bajo en varia forma abiertos, do encuentran mil embates espumosos; los peces acudir por sus inciertos caminos con agalla purpurina, de escamoso cristal todos cubiertos! También verás correr por la marina, con sus airosas tocas, sesga y presta, la nave, a lejos climas peregrina. Verás encaramar la comba cresta del líquido elemento a los extremos de la helada región, al fuego opuesta; los salados abismos miraremos entre dos sierras de agua abrir cañada, que de temor Catón suelta sus remos. Veráse luego mansa y reposada la mar, que por sirena nos figura la bien regida y sabia edad pasada, la cual en tan gentil, blanda postura vista del marinero, se adormece casi a música voz, süave y pura, y en tanto el fiero mar se arbola y crece de modo que, aun despierto, ya cualquiera remedio de vivir le desfallece. En fin, Montano, el que temiendo espera y velando ama, sólo éste prevale en la estrecha, de Dios, cierta carrera. Mas ya parece que mi pluma sale del término de epístola, escribiendo a ti, que eres de mí lo que más vale; a mayor ocasión voy remitiendo, de nuestra soledad contemplativa, algún nuevo primor que della entiendo. Tú, mi Montano, así tu Aldino viva contigo, en paz dichosa, esto que queda por consumir de vida fugitiva; y el cielo, cuando pides, te conceda que nunca de su todo se desmiembre ésta tu parte y siempre serlo pueda. Nuestro Señor en ti su gracia siembre para coger la gloria que promete. De Madrid, a los siete de setiembre, mil y quinientos y setenta y siete. GLOSA DEL SONETO «PASANDO EL MAR LEANDRO...» Entre el Asia y Europa es repartido un estrecho de mar, do el fuerte Eolo, con ímpetu terrible embravecido, muestra revuelto el uno y otro polo: de aquí la triste moza, desde Abido, siente a su amigo entre las ondas solo; aquí dio fin al último reposo, pasando el mar, Leandro el animoso. De un ardiente querer, de un mozo ardiente la más ardiente llama aquí se muestra, que de un pecho gentil, noble y valiente, da aquel furor que el fiero niño adiestra. ¡Oh milagro de amor, que tal consiente! ¡Oh estrella en rodear mil glorias diestra, pues mansa le aguardaste feneciendo, en amoroso luego todo ardiendo. No torbellino de aire ni nublado, no por las aguas, con helado viento, subirse el ancho mar al cielo airado, temblar el alto y bajo firmamento, al animoso mozo enamorado pudieron detener solo un momento; el cual, la blanca espuma ya partiendo, esforzó el viento, y fuese embraveciendo. Los brazos y las piernas ya cansadas mueve el mozo gentil con pecho fuerte y lucha con las ondas alteradas, mas antes con el fin ya de su suerte. ¡Oh Parcas!, ¿cómo sois tan mal miradas en no aguardarle, a la tornada, muerte?, pues ya cortando va el pecho amoroso las aguas con un ímpetu furioso. Déjale, ¡oh Parca!, ver dentro en los brazos de su querida y de su amada Hero, concédeles que den sendos abrazos en remembranza de su amor primero; aplaca el mar que en tantos embarazos por evitar, se puso, un gozo entero; ¿ya no le ves sin fuerza y sin reposo, vencido del trabajo presuroso? [...] [...] Los brazos con flaqueza y pesadumbre, ya de puro cansado, mueve apenas: ora se ve del cielo allá en la cumbre, ora revuelto en medio a las arenas. Dice, volviendo a ver su clara lumbre: «Luz que tan dulce escuridad me ordenas»; mostrando por tal fin ser más dichoso, que de su propia vida congojoso. En esto el viento, con furioso asalto, hiere la torre de la bella Hero, que, muerta y desmayada, en lo más alto está esperando a su amador primero, mas viendo al mar tan intratable y falto y el mundo triste, al espantable agüero, regando sus mejillas, casi helada, como pudo esforzó su voz cansada. Probó esforzar su voz, mas cuando quiso detúvola el dolor que la ocupaba, y el órgano, forzado, al improviso, en sospirar profundo lo exhalaba; de aquí tomó la desdichada aviso que su caro Leandro ya faltaba, y tornando a cobrar la voz primera, a las ondas habló desta manera: «¡Oh turbias aguas que so el gran tridente del repentino dios vais gobernadas. paz a mi bien metido en la corriente, paz ya, por Dios, corrientes alteradas; socorro al dulce esposo prestamente, socorro, que en mi mal vais concertadas, socorro -dice- a mi Leandro y vida!» Mas nunca fue su voz dellas oida. Mas ¿quién podrá contar, ¡oh avaro cielo! las quejas que en el viento el mozo pierde viendo, presente tanto desconsuelo, quebrarse el tronco de su vida verde? Dijo a la mar, forzando el sutil velo del aliento vital que al alma muerde: «Dejadme allá llegar, ondas, siquiera, ondas, pues no se excusa que yo muera.» Y procediendo con el ruego honesto: « ¡Hero, Hero! -pasito profería¡oh cara Hero, oh Hero!, ¿qué es aquesto? ¿quién nos aparta, oh cara Hero mía?» Un golpe muy furioso le dio en esto que el aliento postrero en él desvía; queriendo hablar, su voz fue aquí acabada: «Dejadme allá llegar, y a la tornada.» No pudo más porque en el pecho helado el alma fuerza tanta no cobraba, y queriendo salir del cuerpo amado a la fria boca un poco de aire daba. Al fin, con sospirar breve y cortado que el nombre de Hero casi pronunciaba, dijo difuto y muerto en su salida: «Vuestro furor esecutá en mi vida.» SONETOS 1 Es tanto el bien que derramó en mi seno, piadoso de mi mal, vuestro cuidado, que nunca fue tras mal bien tan preciado como este tal, por mí de bien tan lleno. Mal que este bien causó jamás ajeno sea de mí, ni de mí quede apartado, antes, del cuerpo al alma trasladado, se reserve de muerte un mal tan bueno. Mas paréceme ver que el mortal velo, no consintiendo al mal nuevo aposento, lo guarda allá en su centro el más profundo; sea, pues, así: que el cuerpo acá en el suelo posea su mal, y al postrimero aliento gócelo el alma y pase a nuevo mundo. 2 ¿Cuál nunca osó mortal tan alto el vuelo subir, o quién venció más su destino, mi clara y nueva luz, mi sol divino, que das y aumentas nuevo rayo al cielo, cuanto el que pudo en este bajo suelo, ¡oh estrella amiga, oh hado peregrino!) los ojos contemplar que de contino engendran paz, quietud, guerra y recelo? Bien lo sé yo, que Amor, viéndome puesto do no sube a mirar con mucha parte olmo, pino, ciprés, ni helado monte, de sus ligeras alas diome presto dos plumas y me dijo. «Amigo,¡guarte del mal suceso de Ícaro o Fetonte!» 3 Hase movido, dama, una pasión entre Venus, Amor y la Natura sobre vuestra hermosísima figura, en la cual todos tres tienen razón; buscan quien les absuelva esta quistión con viva diligencia y suma cura, y es tan alta, tan honda y tan oscura que no hay quien dalle pueda solución Ponen estas querellas contra vos: Venus, que le usurpáis su sacrificio, Amor, que no lo conocéis por dios, Natura dice, y jura por su oficio, que de vuestra impresión nunca hizo dos y que ingrata le sois del beneficio. EPÍSTOLA A UNA DAMA ¡Ay dura ley de amor que así me obliga a no tener más voluntad de aquella que me ordena el rigor de mi enemiga! Navío que en alto mar perdió la estrella es, de tan rico don desnuda, el alma, siendo la voluntad nueva alma della. Tiene de mí la vitoriosa palma otro querer, cual suele otro elemento distribuir al mar tormenta o calma: es el incontrastable mandamiento de mi señora, rayo presuroso a quien se humilla y tiembla el firmamento. Perder la voluntad caso es lloroso, mas ¿cómo llora aquel que para el llanto, sin ajeno poder, no es poderoso? ¡Extrañeza de amor digna de espanto, que tras tan largo mal sin resentirme, quiere que el mismo mal no sienta tanto! Y no sólo me impide el descubrirme, mas quiere que no pueda y que no quiera, y mata y, tras matar, niega herirme. Pues digo que así quiero y que quisiera poderme anticipar con la obediencia al mandamiento, aunque más duro fuera, y pues desnudo estoy de la potencia para negar, conviértase mi vida en alta ejecución de la sentencia, que aquella voluntad, ya reducida en otra, espero yo que el tiempo vea negociarme piedad nueva y crecida. Mas ¿cómo podrá ser que así no sea, pues forzosa piedad me tiene y debe la voluntad que allá se está y emplea? No es corazón humano tan de nieve, ¡oh duro pecho fuerte y de diamante a quien tanto penar no le conmueve!) ¡ay!, que el que ve a un miserable amante vivir, morir y amar, luego se inflama de celo en tanto ardor firme y constante. Mas nueva voz me acude y me reclama, dentro del más secreto pensamiento, que rompedor de fe me nombra y llama, diciendo: «El mandamiento y juramento rompes, de no escribir antes ni agora la causa y ocasión de tu tormento.» Entiende, pues, hermosa usurpadora de mi albedrío, cuán libre, sin mentirte, está de culpa el alma que te adora, pues si te escribo, es sólo por decirte que ella obedecerá cuanto quisieres, y no por ofenderte ni escribirte. Sola una cosa no querría, si quieres, y no podré querer, que es el no amarte, lo cual no está en poder, siendo quien eres. Y así de nuevo torno a consagrarte la dada fe, que nunca desconcierte del punto adonde está por observarte; puede muy bien la inexorable muerte romper la nueva estambre de mi vida, mas no el deseo de siempre obedecerte. Y no pienses que agora obedecida dejas de ser porque te escribo, siendo tu voluntad de mí tan bien cumplida, pues juro por los ojos do me enciendo que solamente escribo porque veas con cuántas fes fundar mi fe pretendo, y, sólo porque tengas y, poseas con más seguridad mi fe firmada y lo que en lengua oíste en carta leas, no por duda o temor que quebrantada será jamás de mí ni ha jamás sido, mas sólo por razón bien ordenada. Y porque no la cubra ciego olvido de vil costumbre, bien será que quede esto por ley de amor establecido, pues siempre renovar se me concede la escrita fe, que en el discurso humano tanto con Dios, y en ti tan poco, puede; y tú también, con más piadoso y llano trato, me escribirás que yo confirme la nueva obligación de propria mano, y no te agraviarás por escribirme si escribes por usar tu cetro y mando, siendo lo ya mandado repetirme. De nuevo yo mi fe saldré obligando de jamás escribirte, aunque, escribiendo uno y otro, escribir fuese alcanzando, y así, la fe y el mando repitiendo, imposible será después quebrarse tan alta convención cual voy tejiendo. No porque el fuerte pino, al comenzarse de su nueva raíz, si un brazo extiende, deja con mil raíces de arraigarse, con quien después se ampara y se defiende del riguroso y descortés invierno, que apenas hoja dél daña y ofende; tu mandamiento así, pues, blando y tierno dentro mi pecho está cual niño en cuna, conservando el poder largo y eterno para que el tiempo, al fin, muerte, y fortuna, caso, destino, providencia y arte no me puedan entrar en suerte alguna. Aquí verás quien tanto sabe amarte, si es bien que de Boscán robe el sujeto para mejor sus males declararte: así como al más noble y alto efeto excede amor, del cielo y de natura, así es más alto y noble mi conceto. No tiene mi verdad sincera y pura, cierta, abundante, y de sí misma llena, necesidad de ajena compostura: sería de Libia a la quemada arena agua pedir el húmido oceano, y a la ortiga su olor el azucena, del seco invierno el dulce abril temprano flores coger, y la desierta cumbre de hierba enriquecer al fértil llano, robar el claro sol belleza, lumbre, a la noche, sería, más triste y fea, y el mundo renovar suerte y costumbre. Permita Amor que esta verdad se lea de ti, que siendo así, no dudo cierto que con más alta luz se entienda y crea: a pecho que es de amor guarida y puerto, a frente de valor tan rica y llena, cualquier cerrado abismo es aire abierto; a ojos cuya luz viva y serena al mismo sol, según los alza y mueve toda niebla de error se le enajena, a púrpura tan fina y fresca nieve, tan largo oro sotil, tan ondeado, esle cualquier secreto cierto y breve; a encendido coral tan bien cortado, entre el claro marfil muy liso y puro, todo le debe ser claro y tratado; a cuello de cristal, coluna y muro de todo bien, a mano tan hermosa, será lo más incierto más seguro. Quédese, pues, aquí mi dolorosa y baja pluma, sólo con decirte que, mientras no mandares otra cosa, siempre te serviré de no escribirte. A UNA DAMA Pues tan piadosa luz de estrella amiga del cielo en mi favor baja y se emplea, que por premio especial de mi fatiga ordena esta ocasión que os hable y vea, mis ojos mueva amor, y amor bendiga mi lengua, cuya voz tan dulce os sea que en vos haga el lugar que acá en mi pecho vuestra gracia y beldad tienen ya hecho. Mas ¿para qué invocar de la gran diosa el niño arquero, estando vos presente? Es toda luz oscura y tenebrosa en pareciendo el sol en el oriente; así pues, vos, mi sol, con luz hermosa herís mi corazón tan altamente. De vos para con vos el bien yo tenga, sin que todo otro bien es bien que venga. Pues ¡sus!, querida y dulce usurpadora de mi albedrío, volved, piadoso y blando, ese rostro gentil que me enamora hacia estos ojos que le están mirando. ¡Oh sobre todas venturosa el hora que os di mi libertad, dichoso el cuándo me llamé vuestro, pues tan dulce y cara me fue y será vuestra hermosa cara! Dificultad no veo, cosa no siento debajo el cielo ya que me resista, pues vuela el animoso pensamiento con alas del favor de vuestra vista. Paraíso total de mi contento, agora, porque el bien perfeto asista, os pido que escuchéis lo que procura deciros mi afición sincera y pura. Paréceme también que en vos ya veo grata y dulce atención por colocarme donde apenas llegar puede el deseo, y que fortuna al fin llegue a envidiarme; pues digo, así, que el bien que yo poseo, en la seguridad de vos amarme, es tal que triste yo si tal no fuera mil millares por él de vidas diera. No llamo vida yo, mas baja muerte el tiempo que viví sin conoceros; más sin comparación, más noble suerte es que el vivir el veros y quereros; mas ¿cuánto y cuál será si alguno acierte a voluntad recíproca volveros? No sabe merecer tan rica palma si no habilita el mismo bien el alma. Ya que en tan alta silla de fortuna con las alas de Amor me veo subido, dos vidas gozo, porque vive en una la que me aseguró de vuestro olvido; mas ved cómo debajo de la luna no hay acabado mal ni bien cumplido, y cómo la tristeza a la alegría siguiendo va, como la noche al día. Mi día sereno y claro es verme amado de vos, a quien me doy con fuerza tanta que Amor de su poder queda espantado (¡ved cuál será mi amor si Amor se espanta!); la noche, que cubierta de ñublado tras tanto bien me afloja y me quebranta, es ver que por mi causa Amor ordena el destino crüel, congoja y pena. Bien sé que ese pesar tan descubierto, ese vivo dolor que os atormenta, es porque a nuestro amor el hado incierto dificultades mil nos representa, llevando, sin tomar playa ni puerto, nuestro navío cercado de tormenta. ¡Ay hado descortés, cuánta amargura celaste en el dulzor de mi ventura! Pero destruya Amor, con dulce celo, tan amargo pesar que así me alcanza, no pueda ese atrevido desconsuelo el fresco abril dañar de mi esperanza. Muy lejos de los ángeles del cielo vive el deseo, la pena y la mudanza; ¡sus, haga vuestra luz que me gobierna en ambas almas primavera eterna! Huye con el calor de vuestra lumbre cualquiera tempestad lluviosa y fría; no puede la terrena pesadumbre los rayos eclipsar de mi alegría; los ojos, donde amor tiene costumbre venir para ilustrar el alma mía, contra el duro desdén que los indina harán su tierna aurora matutina. Si por amarme vos puedo seguro estar de cualquier pena (pues cualquiera menos es que ésta) os juro y os conjuro, por la encendida fe que amando espera, que más no dure en vos pesar tan duro, huya cual niebla al sol vana y ligera, y no queráis que siendo vos mi vida venga a ser cosa vuestra mi homicida. Vendrá mi propia vida a ser mi muerte, viniendo a ser en mí vuestro cuidado, de más rigor, más poderosa y fuerte, como rayo del sol reverberado; después os causará mi dura suerte pena mayor, más lamentable estado, por ver de vuestra mano en mis heridas cortado el rico hilo de dos vidas. Así vuestra piedad dura adversaria me verná a ser, en sí no concediendo dulce y atenta oreja a mi plegaria, y el mal irá por términos creciendo. Huye un contrario la virtud contraria, como la escuridad la luz viniendo, mas ¿quién vido jamás daño tamaño quererse así juntar con mayor daño? No quiero que penseis que pida o hable cosa tocante a vos, pero si pude seros en cosa mía nunca agradable (lo cual mi pura fe no es bien que dude), con afeto de amor todo entrañable, por esa misma os pido que en vos mude nuevo estilo el dolor, porque siquiera cosa agradable a vos por vos no muera. No quiero que penséis que pida o hable nace de la piedad que me tenéis, piedad podéis tener del sentimiento que con vuestro dolor me causaréis; si viene, porque amor tarda, el contento con las dificultades que sabéis, el Amor fuerce a la Fortuna y pueda nuestra conformidad más que su rueda. Contra el velo mortal Fortuna extiende su brazo, el cual no llega contra el alma, mas vos, cuya beldad hiere, arde y prende todo albedrío que esté en tormenta o calma, siendo fuerza menor la que pretende llevar de vos la triunfante palma, con sólo el revolver de ojos airados hacéis temblar las suertes y los hados. Pues no me pienso yo que Amor obrando y Fortuna crüel que fuese vuestro me negarán (aquél dichoso cuándo por quien es mi deseo tan gran maestro); pueden andarme el tiempo dilatando mas no el hilo cortar del gozo nuestro, pues, a dos voluntades hecha una, se rinde amor, el tiempo y la fortuna. No tardará, mi bien, por más que tenga difícil ocasión, nuestro deseo; do no hay contradición fuerza es que venga el bien, o por atajo o por rodeo; aunque en invierno el sol más se detenga allá con los antípodas, no veo, por eso, que amanezca a nuestro mundo menos hermoso, claro y, rubicundo. Si a nuestro desear menos hiciese esta dificultad que os turba el seno, o que después el bien, cuando viniese, por la tardanza, fuese menos bueno, admito la razón que se sintiese, por no perder un bien, de bienes lleno, pero si el bien está todo en un punto, ¿por qué a mi bien el mal viene tan junto? No niego que el deseo mientras más crece tanto más el placer queda encogido, mas esto es en el bien que compadece, mas en el desear ni es bien cumplido; no sólo a un bien cual vos, mi bien, empece ni le debe empecer mal atrevido, mas al mismo pesar vestir debría de alegre luz, cual viste al alma mía. Por ese oro sutil, nuevo y luciente, que por mano de Amor se ordena y mueve, por esa de marfil graciosa frente donde tiene el abril perpetua nieve, mi sol, os pido, y por la llama ardiente que en mí la luz de vuestros ojos llueve, que abráis a rato más gracioso y tierno el alma, y gozarán las del infierno. Salgan por esos ojos, de improviso, amigos y amorosos resplandores, el aire al derredor, hecho un Narciso, trate lleno de luz consigo amores, descubra mi terreno paraíso en la desierta arena alegres flores, y por él arda en amoroso celo la tierra, el agua, el aire, el fuego, el cielo. Sabroso idolo mio, vivid sin duda, que agora, aunque Fortuna áspera y fiera, con punta de dolor viva y aguda, a vos, y a mí por él, maltrate y hiera, aquella inclinación, que vuelve y muda su rueda en torno, fácil y ligera, por fuerza acudirá donde podamos gozar de todo el bien que deseamos. No siempre el aire está de nubes lleno, no siempre el viento mueve a la mar guerra, no siempre con furor de rayo o trueno hiere Jove inmortal la baja tierra; también su manto azul, claro y sereno, suele el cielo mostrar, también se encierra el viento, el mar también se pone quieto, y Jove es apacible y mansüeto. Después de un gran viaje, el peregrino vuelve al albergue, de su vida incierto; corre la nave el húmido camino, de un polo al otro, y goza al fin del puerto; a segura salud dudoso vino el que poco antes se tenía por muerto: así terná, después de un largo ultraje, puerto alegre y salud nuestro viaje. Desdeñan los espíritus gentiles empresa a su valor no conviniente; tienen dificultad las cosas viles, las grandes no se alcanzan fácilmente; sus obras, la natura, más sutiles ser muchas y comunes no consiente, y así sola una Fénix tiene el mundo, y solo un sol, a vos sóla segundo. Mirad ¡cuánta afición, el mozo hebreo (aquél que con el ángel vino a brazos) pasó con su Raquel, cuánto rodeo del tiempo y trabajosos embarazos! Dio venturoso fin a su deseo, después que amor le puso entre los brazos de la que le hizo andar siete y siete años amoroso pastor de sus rebaños. Mirad con cuánta fuerza y cuánta pena, el mancebo real convierte y tira en uso alegre la vencida Helena, tras quien fue lo demás fuego y mentira. El mismo Jove sale en el arena, nadando sobre el mar que Creta mira, hecho un valiente toro, con la bella ninfa que Europa fue su nombre della. Mas recogiendo, en suma, lo que quiero, y lo que con el alma os pido y ruego, es que huya de vos todo severo cuidado, usurpador de mi sosiego, y no pueda pesar, grave o ligero, escurecer la luz de nuestro fuego; cosa no valga más, pues todo cuanto mira acá bajo el sol no vale tanto. Así como en saber, gracia y belleza, nacistes para el mundo único ejemplo, así mi fe, por última riqueza, por honra suya Amor cuelga en su templo. No me pudiera dar naturaleza bien diferente del que yo contemplo, pues tan nacidamente sois vos mía; yo vuestro soy, cual es del sol el día. De aquí podéis hacer cierto argumento que, contra nuestro amor, jamás ventura tendrá poder, pues tiene fundamento en la necesidad de la natura. Siempre fue claro el sol, movible el viento, húmida el agua, fresca la verdura: así, contra el crüel hado siniestro, vos siempre mía seréis, yo siempre vuestro. Mil cosas os diría desta manera si, en tan dulce ocasión, no me abreviase el tiempo y alegría perecedera. ¡Cuán tarde vino y cuán temprano vase! Todo aquello demás que yo dijera, y escucharlo de vos, por carta pase. Mi vida, adiós, quedad tan persuadida de mí cuanto de vos está mi vida. Alegría Claribel Biografía Poeta centroamericana nacida en Estelí, Nicaragua, en 1924. Desde muy niña se trasladó y vivió con su familia en El Salvador y en 1943 viajó a EE.UU. donde obtuvo el título en Filosofía y Letras por la Universidad George Washington. Después de residir por varios años en EE.UU., contrajo matrimonio y viajó por diferentes países, regresando a Nicaragua en 1985 para servir de baluarte en la reconstrucción de su país. Ha publicado una veintena de libros de poesía y narrativa así como muchos testimonios históricos. Es además traductora de algunos poetas norteamericanos y autora de la publicación «Nuevas voces de Norteamérica». En 1978 obtuvo el premio Casa de las Américas por «Sobrevivo», y en el año 2000, el Premio de Poesía de Autores Independientes. De su obra, se destacan además, «Anillo de Silencio», «Vigilias», «Umbrales», «Fuga de Canto Grande», «La mujer del río» y su última producción, «Saudade». Especial Claribel Alegría ha tenido la gentileza de enviarnos diez poemas de su último libro, «Saudade», editado por Visor de España. Con nuestro profundo reconocimiento por su generosidad, los ponemos a disposición de los visitantes de Poesía Perdurable para que puedan disfrutarlos tanto como nosotros. Aquí están: ¿CÓMO SERÁ EL ENCUENTRO? DAME TU MANO HOY ES NOCHE DE SOMBRAS INSOMNIO LAMENTACIÓN DE ARIADNA MUERO DE A POCO NO PUEDE RITO INCUMPLIDO SAUDADE SOY UNA GAVIOTA Y aquí encuentras el resto de los poemas de la página en su honor: AMOR ARS POETICA AUSENCIA AUTORRETRATO BARAJANDO RECUERDOSCADA VEZ CARTA A UN DESTERRADO CARTA AL TIEMPOCÍRCULOS CONJURA CREÍ PASAR MI TIEMPO DESAHOGO FUGAZ DESHORASDÍA DE LLUVIA EL MURO DE LAS SONRISAS EPÍLOGO ERES RECUERDO ESE BESOESTÁS VIVO EXTRAÑO HUÉSPED FLORECEN LOS ALMENDROS FRONTERASINSTANTESLA MARIPOSAMI LABERINTO PIENSES EN MAÑANANO PRECISO CONCEPTOS NUESTRO AMOR OTOÑOPEQUEÑA MUERTE POEMAPOR LAS NOCHES QUÉ LÁSTIMA QUERENCIASQUIERO ENTRAR A LA MUERTE QUIERO SER TODO EN EL AMOR REALIDAD SIEMPRE HAY UN INTRUSO SOLOS DE NUEVOSOY ESPEJOTAMBIEN ME GUSTA EL AMOR TU MUERTE TIEMPO DE AMOR VEN CONMIGOVUELO INTERRUMPIDO YO SIN TI SAUDADE Quisiera creer que te veré otra vez que nuestro amor florecerá de nuevo quizá seas un átomo de luz quizá apenas existan tus cenizas quizá vuelvas y yo seré cenizas un átomo de luz o estaré lejana. No volverá a repetirse nuestro amor. DAME TU MANO NO "Hoy me gusta la vida mucho menos pero siempre me gusta vivir"... César Vallejo Dame tu mano amor no dejes que me hunda en la tristeza Ya mi cuerpo aprendió el dolor de tu ausencia y a pesar de los golpes quiere seguir viviendo. No te alejes amor encuéntrame en el sueño defiende tu memoria mi memoria de ti que no quiero extraviar. Somos la voz y el eco el espejo y el rostro dame tu mano espera debo ajustar mi cuerpo hasta alcanzarte. RITO INCUMPLIDO A mi madre Dicen que la muerte es solitaria que nos morimos solos aunque estemos rodeados de aquellos que nos aman pero tú me llamaste y yo no estuve: no te cerré los ojos no te besé la frente no te ayudé a pasar al otro lado estuve lejos lejos de ti que me alumbraste me nutriste educaste mis alas. No cumplí con el rito estuve lejos lejos y ese es el sollozo que me arrebata en olas en cúpulas en grutas y no puede salir y me persigue en sueños y me ahoga. Perdóname/libérame necesito aullar batir tambores un golpe en la cerviz un estallido para arrancar de cuajo este sollozo y no invocarte más en desolados versos. MUERO DE A POCO Muero de a poco, amor no es la muerte sorpresa que deseaba la que libera y lanza es la otra la lenta la que corta en pedazos da estocadas y de perfil se escurre. NO PUEDE No puede conmigo la tristeza la arrastro hacia la vida y se evapora. LAMENTACIÓN DE ARIADNA No te pierdas, Teseo vuelve a mí. La playa está desierta tengo los pies sangrientos de correr en tu busca ¿será que me engañaste dejándome dormida en esta isla? Perdóname, Teseo ¿Recuerdas nuestro encuentro? amor eterno me juraste y yo te di el ovillo y volviste a la luz después de haber destruido al minotauro. ¿Te secuestró algún dios sintiéndose celoso? No me inspiran temor ni Poseidón ni Zeus es de fuego mi ira y se alzará desde estas aguas hasta el cielo. Vuelve, vuelve, Teseo no te pierdas en los laberintos de la muerte anda suelto el ovillo de mi amor atrápalo, Teseo vuelve a mí soy tu tierra tu luna tu destino. Clava en mí tus raíces. INSOMNIO Digo amor y lacera mi cuerpo el desamparo. ¿CÓMO SERÁ EL ENCUENTRO? ¿Cómo será el encuentro? Descarnados los dos sin tu mirada sin mis labios posándose en los tuyos. Partículas de luz quizá seremos que se atraen se buscan se amalgaman. SOY UNA GAVIOTA Soy una gaviota solitaria con el ala tronchada abro un surco en la arena. HOY ES NOCHE DE SOMBRAS Hoy es noche de sombras de recuerdos-espada la soledad me tumba. Nadie que aguarde mi llegada con un beso y un ron y mil preguntas. La soledad retumba. Quiere estallar de rabia el corazón pero le brotan alas. QUÉ LÁSTIMA Qué lástima que duermas y se interrumpa el diálogo y no sientas mi beso en tus ojos cerrados. Qué lástima tu infancia así truncada, ese tiempo sin tiempo a medio abrir por el que ya empezaba a vislumbrarte. Mañana todo habrá cambiado: otra vez hablándonos de lejos desde nuestras esquivas soledades. Qué lástima los signos de mi amor, mis apretados círculos de miedo que no sé si entendiste. AUSENCIA Hola dije mirando tu retrato y se pasmó el saludo entre mis labios. Otra vez la punzada, el saber que es inútil; el calcinado clima de tu ausencia. QUIERO ENTRAR A LA MUERTE Quiero entrar a la muerte con los ojos abiertos abiertos los oídos sin máscaras sin miedo sabiendo y no sabiendo enfrentarme serena a otras voces a otros aires a otros cauces olvidar mis recuerdos desprenderme nacer de nuevo intacta. DESHORAS A veces pienso en ti en lo que pudo ser en tu ternura presa en las deshoras. CREÍ PASAR MI TIEMPO Creí pasar mi tiempo amando y siendo amada comienzo a darme cuenta que lo pasé despedazando mientras era a mi vez des pe da za da. ESE BESO Ese beso de ayer me abrió la puerta y todos los recuerdos que yo creí fantasmas se levantaron tercos a morderme. CARTA AL TIEMPO Estimado señor: Esta carta la escribo en mi cumpleaños. Recibí su regalo. No me gusta. Siempre y siempre lo mismo. Cuando niña, impaciente lo esperaba; me vestía de fiesta y salía a la calle a pregonarlo. No sea usted tenaz. Todavía lo veo jugando ajedrez con el abuelo. Al principio eran sueltas sus visitas; se volvieron muy pronto cotidianas y la voz del abuelo fue perdiendo su brillo. Y usted insistía y no respetaba la humildad de su carácter dulce y sus zapatos. Después me cortejaba. Era yo adolescente y usted con ese rostro que no cambia. Amigo de mi padre para ganarme a mí. Pobrecito el abuelo. En su lecho de muerte estaba usted presente, esperando el final. Un aire insospechado flotaba entre los muebles Parecían más blancas las paredes. Y había alguien más, usted le hacía señas. El le cerró los ojos al abuelo y se detuvo un rato a contemplarme Le prohibo que vuelva. Cada vez que los veo me recorre las vértebras el frío. No me persiga más, se lo suplico. Hace años que amo a otro y ya no me interesan sus ofrendas. ¿Por qué me espera siempre en las vitrinas, en la boca del sueño, bajo el cielo indeciso del domingo? Sabe a cuarto cerrado su saludo. Lo he visto con los niños. Reconocí su traje: el mismo tweed de entonces cuando era yo estudiante y usted amigo de mi padre. Su ridículo traje de entretiempo. No vuelva, le repito. No se detenga más en mi jardín. Se asustarán los niños y las hojas se caen: las he visto. ¿De qué sirve todo esto? Se va a reír un rato con esa risa eterna y seguirá saliéndome al encuentro. Los niños, mi rostro, las hojas, todo extraviado en sus pupilas. Ganará sin remedio. Al comenzar mi carta lo sabía. BARAJANDO RECUERDOS Barajando recuerdos me encontré con el tuyo. No dolía. Lo saqué de su estuche, sacudí sus raíces en el viento, lo puse a contraluz: Era un cristal pulido reflejando peces de colores, una flor sin espinas que no ardía. Lo arrojé contra el muro y sonó la sirena de mi alarma. ¿Quién apagó su lumbre? ¿Quién le quitó su filo a mi recuerdo-lanza que yo amaba? NO PIENSES EN MAÑANA No pienses en mañana ni me hagas promesas ni tú serás el mismo ni yo estaré presente. Vivamos juntos la cima de este amor sin engaños sin miedo transparentes. QUIERO SER TODO EN EL AMOR Quiero ser todo en el amor el amante la amada el vértigo la brisa el agua que refleja y esa nube blanca vaporosa indecisa que nos cubre un instante. VEN CONMIGO Ven conmigo subamos al volcán para llegar al cráter hay que romper la niebla allí adentro en el cráter burbujea la historia: Atlacatl Alvarado Morazán y Martí y todo ese gran pueblo que hoy apuesta. Desciende por las nubes hacia el juego de verdes que cintila: los amantes la ceiba el cafetal mira los zopilotes esperando el festín. «Yo estuve mucho rato en el chorro del río.» explica la mujer «un niño de cinco años me pedía salir. Cuando llegó el ejército haciendo la barbarie nosotros tratamos de arrancar. Fue el catorce de mayo cuando empezamos a correr. Tres hijos me mataron en la huida al hombre mío se lo llevaron amarrado.» Por ellos llora la mujer llora en silencio con su hijo menor entre los brazos. «Cuando llegaron los soldados yo me hacía la muerta tenía miedo que mi cipote empezara a llorar y lo mataran.» Consuela en susurros a su niño lo arrulla con su llanto arranca hojas de un árbol y le dice: «mira hacia el sol por esta hoja» y el niño sonríe y ella se cubre el rostro de hojas para que él no llore para que vea el mundo a través de las hojas y no llore mientras pasan los guardias rastreando. Cayó herida entre dos peñas junto al río Sumpul allí quedó botada con el niño que quiere salir del agua y con el suyo. Las hormigas le suben por las piernas se tapa las piernas con más hojas y su niño sonríe y el otro callado la contempla ha visto a los guardias y no se atreve a hablar a preguntar. La mujer junto al río esperaba la muerte no la vieron los guardias y pasaron de largo los niños no lloraron fue la Virgen del Carmen se repite en silencio un zopilote arriba hace círculos lentos lo mira la mujer y lo miran los niños el zopilote baja y no los ve es la Virgen del Carmen repite la mujer el zopilote vuela frente a ellos con su carga de cohetes y los niños lo miran y sonríen da dos vueltas y empieza a subir me ha salvado la Virgen exclama la mujer y se cubre la herida con más hojas se ha vuelto transparente se confunde su cuerpo con la tierra y las hojas es la tierra es el agua es el planeta la madre tierra húmeda rezumando ternura la madre tierra herida mira esa grieta honda que se le abre la herida está sangrando lanza lava el volcán una lava rabiosa amasada con sangre se ha convertido en lava nuestra historia en pueblo incandescente que se confunde con la tierra en guerrilleros invisibles que bajan en cascadas transparentes los guardias no los ven ni los ven los pilotos que calculan los muertos ni el estratega yanqui que confía en sus zopilotes artillados ni los cinco cadáveres de lentes ahumados que gobiernan. Son ciegos a la lava al pueblo incandescente a los guerrilleros disfrazados de ancianos centinelas y de niños correo de responsables de tugurios de seguridad de curas conductores de cuadros clandestinos de pordioseros sucios sentados en las gradas de la iglesia que vigilan la guardia. La mujer de Sumpul está allí con sus niños uno duerme en sus brazos y el otro camina. Cuénteme lo que vio le dice el periodista. «Yo estuve mucho rato en el chorro del río.» NUESTRO AMOR Es simple nuestro amor sin estallidos como una de esas casas con helechos y alguna que otra rana intempestiva. OTOÑO Has entrado al otoño me dijiste y me sentí temblar hoja encendida que se aferra a su tallo que se obstina que es párpado amarillo y luz de vela danza de vida y muerte claridad suspendida en el eterno instante del presente. SIEMPRE HAY UN INTRUSO Una mirada a veces un gesto entorpecido una frase un olor el beso que al unirnos nos separa. TIEMPO DE AMOR Sólo cuando me amas se me cae esta máscara pulida y mi sonrisa es mía y la luna la luna y estos mismos árboles de ahora este cielo esta luz presencias que se abren hasta el vértigo y acaban de nacer y son eternos y tus ojos también nacen con ellos tu mirada tus labios que al nombrarme me descubren. Sólo cuando te amo sé que no acabo en mí que es tránsito la vida y que la muerte es tránsito y el tiempo un carbúnculo encendido sin ayeres gastados sin futuro. DÍA DE LLUVIA Nunca más esta lluvia ni esa mancha de luz en el peñasco ni el borde de esa nube ni tu inmóvil sonrisa fugitiva. Nunca más este instante que ya me dice adiós desde tus ojos. EXTRAÑO HUÉSPED Es extraño este huésped este amor cuanto más me despoja más me colma. FRONTERAS Fui la nube y la lluvia y el mar y quiero ser la tarde y la muralla y tú. CONJURA Desde tu ausencia llamo de tu exilio desde este viento sur que te convoca y se asemeja a ti. SOLOS DE NUEVO Solos de nuevo solos sin palabras sin gestos sin adornos con un sabor a fruta en nuestros cuerpos. INSTANTES Sólo éste ahora es mío este momento el pasado escapó y no vislumbro el rostro del futuro. YO SIN TI Yo sin ti pero contigo llevando a cuestas tu muerte. Mi soledad y la tuya que ya han cerrado su escape. FLORECEN LOS ALMENDROS Florecen los almendros en Mallorca y no estás para verlos. De mi balcón anoche los vi fosforecer. Te llamé por tu nombre, conjuré tu fantasma, te perfilé de pétalos caídos y una ráfaga de aire te rasgo. PEQUEÑA MUERTE Fue una pequeña muerte tu partida. Una muerte pequeña que me crece cuando imagino a veces que estás cerca y me obstino en dar vueltas por las calles y regreso a mi casa con la lluvia cayendo y me asalta tu voz en la noche sin horas. POEMA ¿Qué fue de ese poema que no pude atrapar el que pasó rengueando frente a mí con las alitas rotas? ERES RECUERDO No sé si con tu muerte has quedado a la zaga ¿eres recuerdo? o has dado un salto repentino que yo tendré que hollar hasta alcanzarte. AMOR Todos lo que amo están en ti y tú en todo lo que amo. SOY ESPEJO Brilla el agua en mi piel y no la siento corre a chorros el agua por mi espalda no la siento me froto con la toalla me pellizco en un brazo no me siento comienzo a vestirme a tropezones de los rincones brotan relámpagos de gritos ojos desorbitados ratas que corren dientes aún no siento nada me extravío en las calles: niños con caras sucias pidiéndome limosna muchachas prostitutas que no tienen quince años todo es llaga en las calles tanques que se aproximan bayonetas alzadas cuerpos que caen llanto por fin siento mi brazo dejé de ser fantasma me duele luego existo vuelvo a mirar la escena: muchachos que corren desangrados mujeres con pánico en el rostro esta vez duele menos me pellizco de nuevo y ya no siento nada simplemente reflejo lo que pasa a mi lado los tanques no son tanques ni los gritos son gritos soy un espejo plano en que nada penetra mi superficie es dura es brillante es pulida me convertí en espejo y estoy descarnada apenas si conservo una memoria vaga del dolor. EL MURO DE LAS SONRISAS Cuando el amor se aja se marchita se te vuelve amarillo no hay remedio sólo te queda la sonrisa. Cuando te sientes sola entre sus brazos y tu piel es frontera y no te brota el llanto sólo te queda la sonrisa. Cuando te sientes sola entre sus brazos y tu piel es frontera y no te brota el llanto sólo te queda la sonrisa. Cuando el canto se oxida y el paisaje y todo lo vivido es un espectro tu único refugio es la sonrisa: ese muro cerrado impenetrable sin ayeres sin hoy y sin mañanas donde todos los sueños se hacen trizas. QUERENCIAS A Juan GelmanPorque aprendí a quererme puedo sangrar con tus heridas. POR LAS NOCHES Por las noches en sueños más de un amigo muerto resucita al despertar me pregunto si ellos también me han soñado. NO PRECISO CONCEPTOS No preciso conceptos. No más divagaciones ni teólogos discursos que anestesien mi herida. Tus palabras preciso, la imagen de tu rostro entre las sábanas, tu último estertor en mis oídos. VUELO INTERRUMPIDO Soñé que era un ala desperté con el tirón de mis raíces. CADA VEZ Cada vez que te amo vida y muerte están presentes: amanecer y noche paraíso sepulcro. LA MARIPOSA Ya la ceiba no existe derrumbaron mi ceiba se hicieron añicos los espejos eché a secar mi Río y se escondió la luna. Estoy vacía de deseos mi espada en su estuche de satén. ¿Por qué ahora por qué busca seducirme la poesía? Entró por la ventana y se posó en mi mano la miré con nostalgia se entreabrieron mis labios y con un leve soplo la alejé. CÍRCULOS Otro círculo amor que hemos cumplido ¿será este el último en cerrarse? EPÍLOGO ...existen los barrotes nos rodean también existe el catre y sus ángulos duros y el poema río que nos sostiene a todos y es tan substantivo como el catre el poema que todos escribimos con lágrimas y uñas y carbón. CARTA A UN DESTERRADO Mi querido Odiseo: Ya no es posible más esposo mío que el tiempo pase y vuele y no te cuente yo de mi vida en Itaca. Hace ya muchos años que te fuiste tu ausencia nos pesó a tu hijo y a mí. Empezaron a cercarme pretendientes eran tantos tan tenaces sus requiebros que apiadándose un dios de mi congoja me aconsejó tejer una tela sutil interminable que te sirviera a ti como sudario. Si llegaba a concluirla tendría yo sin mora que elegir un esposo. Me cautivó la idea que al levantarse el sol me ponía a tejer y destejía por la noche. Así pasé tres años pero ahora, Odiseo, mi corazón suspira por un joven tan bello como tú cuando eras mozo tan hábil con el arco y con la lanza. Nuestra casa está en ruinas y necesito un hombre que la sepa regir Telémaco es un niño todavía y tu padre un anciano preferible, Odiseo que no vuelvas los hombres son más débiles no soportan la afrenta. De mi amor hacia ti no queda ni un rescoldo Telémaco está bien ni siquiera pregunta por su padre es mejor para ti que te demos por muerto. Sé por los forasteros de Calipso y de Circe aprovecha Odiseo si eliges a Calipso recuperarás la juventud si es Circe la elegida serás entre sus chanchos el supremo. Espero que esta carta no te ofenda no invoques a los dioses será en vano recuerda a Menelao con Helena por esa guerra loca han perdido la vida nuestros mejores hombres y estas tú donde estas. No vuelvas, Odiseo te suplico. Tu discreta Penélope TAMBIEN ME GUSTA EL AMOR También me gusta el amor al que le cierran la puerta el que entra por la ventana volando sobre una cuerda. ESTÁS VIVO Estás vivo en mi pecho y sólo yo te siento. Eres el alquimista que tranforma en poesía nuestro llanto. MI LABERINTO Mi laberinto es circular voy cavando en el aire con los ojos clavados en la muerte que me bebe y me bebe en cada vuelta. AUTORRETRATO Malogrados los ojos Oblicua la niña temerosa, deshechos los bucles. Los dientes, trizados. Cuerdas tensas subiéndome del cuello. Bruñidas las mejillas, sin facciones. Destrozada. Sólo me quedan los fragmentos. Se han gastado los trajes de entonces. Tengo otras uñas, otra piel, ¿Por qué siempre el recuerdo? Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados, de gentes con ojos mal puestos, mal puestas las narices. Lenguas saliendo como espinas de acongojadas bocas. Tampoco me encontré. Seguí buscando en las conversaciones con los míos, en los salones de conferencia, en las bibliotecas. Todos como yo rodeando el hueco. Necesito un espejo. No hay nada que me cubra la oquedad. Solamente fragmentos y el marco. Aristados fragmentos que me hieren reflejando un ojo, un labio, una oreja, Como si no tuviese rostro, como si algo sintético, movedizo, oscilara en las cuatro dimensiones escurriéndose a veces en las otras aún desconocidas. He cambiado de formas y de danza. Voy a morirme un día y no sé de mi rostro y no puedo volverme. DESAHOGO FUGAZ Soy una chispa en la tierra un desahogo fugaz del corazón que nos piensa. TU MUERTE Tu muerte te congela estás inmóvil mi vida en cambio fluye y me acerca veloz hacia el encuentro. REALIDAD En este aposento que soy yo mi realidad (la cotidiana ... realidad (la cotidiana) es un jadeo apenas que se extingue. ARS POETICA Yo, poeta de oficio, condenada tantas veces a ser cuervo jamás me cambiaría por la Venus de Milo: mientras reina en el Louvre y se muere de tedio y junta polvo yo descubro el sol todos los días y entre valles volcanes y despojos de guerra avizoro la tierra prometida. Estadísticas Web (la cotidiana) es un jadeo apenas que se extingue. ARS POETICA Yo, poeta de oficio, condenada tantas veces a ser cuervo jamás me cambiaría por la Venus de Milo: mientras reina en el Louvre y se muere de tedio y junta polvo yo descubro el sol todos los días y entre valles volcanes y despojos de guerra avizoro la tierra prometida. Juan José Alcolea Jiménez Juan José Alcolea Jiménez nace el 26 de Enero del 1.946 en Badajoz, para inmediatamente volver al lugar en donde fue concebido, Socuéllamos, en el corazón mismo de la Mancha, lugar donde esquinan sus límites Albacete, Ciudad Real y Cuenca. Allí trascurre toda su infancia y juventud con los obligados paréntesis de los estudios en las dos primeras capitales antes citadas. Es pues en la llanura manchega y entre sus gentes, donde se forja su personalidad, y a lo largo de toda su obra se puede observar la influencia de este escueto y amplísimo paisaje. En 1970 llega a Madrid en donde alterna su trabajo en una empresa financiera con sus estudios mercantiles. Felizmente casado en 1972, ubica su lugar de residencia en Alcorcón, en donde comienza a dar clases, se licencia en Geografía e Historia por la U.N.E.D. a la vez que continúa su labor en el sector antes citado. Hacia principios de los años noventa empiezan a crecer sus inquietudes literarias abandonadas desde la juventud, y sucesivos premios a lo largo y ancho de España le hacen replantearse su vocación y dedicarse activamente a la escritura. Desde entonces, la búsqueda del tiempo perdido es una constante en su poesía, así como la dialéctica del encuentrodesencuentro entre el poeta y la palabra, muchas veces elaborada desde una visión ascético–mística. La investigación y la escritura, las colaboraciones, la promoción de asociaciones y revistas literarias llenan una parte importante de su vida en la actualidad. El “Hermanos Argensola” de Barbastro, “Amantes de Teruel” en dos ocasiones, “Tomás Navarro Tomás” en La Roda , “Artifice” en Loja, el “Ciudad de Astorga”, “Raimundo Escribano” en Alicante, los “Aurelio Guirao” y “Luys Santamarina” en Cieza, el “Mario López” en Bujalance, “La bufanda” en Coslada son algunos de los premios cosechados por este extremeño-manchego residente en Alcorcón. Sucinta bibliografía III Antología "BILAKETA" de poesía, AOIZ, 1997 VII Antología "ROBLES Y TINAJAS" Cruz Roja Villarrobledo 1997 "DEJADME MI LIBERTAD" premio "Hermanos Argensola" Ayuntamiento de Barbastro 1999 “APROXIMACIÓN INICIATICA” Editorial “Verbo Azul. Alcorcón 2001 “LA PALABRA CONTRA EL TIEMPO” Antología “Verbo Azul” poesía 2002. “ESTA TURBIA CORRIENTE” Verbo Azul, diciembre 2002. (Proyecto para una antología personal) “Diecisiete años de Poesía en veinte años de Café” ,Editorial Vitruvio, “Cafetín Croché", “Donde el aire” Antología PROEMIO TRES III Edición Certamen Literario Artifice de Loja, agosto 2003 “ENVERO DE AMOR”, Editorial “Verbo Azul”, Abril, 2003 “CERCO DE SOMBRAS”, Editorial “Verbo Azul. Alcorcón, Abril 2004 Revista “MANXA”, Ciudad Real. Revista “CALICANTO” Manzanares Revista “La hoja azul en blanco” Alcorcón Revista “ÁBACO” del I. E. S. Diego Tortosa de Cieza Antología PROEMIO CUATRO, Edición Certamen Literario Artifice de Loja, Agosto 2004 “SIN MÁS DEMORA” Premio “Lluis Santamarina” de Cieza,2005 “SI FUI DE LLAMA AMOR, ESTAS CENIZAS” Premio Mario Lopez de Bujalance 2005 “L A VERTICAL DEL SIGNO” Premio “La bufanda” Coslada 2005 UNA TURBIA CORRIENTE (Propuesta para una poética) I Una turbia corriente me devora Y al tiempo sugerente me convida Llenándome de luz por la ancha herida Que busca en mi confín hora tras hora. Esta turbia corriente arrasadora Que fluye con el agua de mi vida, Esta turbia corriente, esta medida, Me pide la palabra sin demora. Yo cedo mi palabra mansamente, Palabra soy, por ella definido, Palabra es mi pasado y mi presente. En ella voy buscándome un sentido, En ella puedo hallarme diferente, En ella hacia el futuro voy hendido. II Llevo un grito de amor calladamente, Calladamente alzado por mi vena, Llevo un grito de amor que me resuena Buscando mi garganta ansiadamente. Llevo un grito de amor que es una fuente Que va con su insistente cantilena Sonando en mi extensión y que me llena De ruido el corazón hasta la frente. Lleva tanto rumor la sangre mía En este cuerpo angosto en que resido Que el grito ya es clamor que me extravía. Cual brisa enamorada, en un latido De dulce susurrar y de armonía Quisiera despertarme en el olvido. III De amor y de palabra me recibo, De amor y de palabra voy urgente Sembrando la ilusión en que me vivo. De amor y de palabra oscuramente. De amor y de palabra llevo activo El eco de mi voz y mi simiente, De amor y de palabra es lo que escribo Y va mi corazón de carga ingente. Si alguno me encontráis en la espesura Del bosque de futuro en que me ausente Cerrad de cielo azul mi sepultura. Quisiera descansar pausadamente En esta larga y leve singladura Soñándome en palabra eternamente. TRASMIGRACIÓN DEL TACTO Quiero guardar tu tacto inmune en la memoria, quiero librar tu imagen de la erosión del tiempo, quiero llevar donde el silencio diga el turbio roce de tu rumor de encuentro. Quiero dejar la sombra y el gemido de tu caricia en mi recuerdo impreso, y el yugo abierto en que tu cuerpo yace y el dulce cauce en que te invado y muero. Quiero, cuando las venas se adormezcan, llevarme al aire tu clamor despierto, tu latitud de musgo por mis manos tu redención oscura por mis dedos. Quiero de la mordaza de tus labios dejar mi boca atenazada y, luego, en las calladas tardes del olvido, gozar su jugo de sabor intenso. De tu perfil de poma y sembradura quiero la curva doble de tu seno, quiero la miel que grana en tus pezones, quiero la negra llaga de tu pelo. Quiero que tu presencia me ilumine, ara en que de hombre me inmolé sin precio, cuando los pulsos tardos se detengan por las cavernas hondas de mi cuerpo. Quiero en el margen quieto de lo sido de tus pupilas su paisaje abierto y por las turbias sendas de la muerte hacer camino en tu presencia quiero. Quiero llevar tu tacto inmune en la memoria quiero en las hondas yemas de mis dedos robar la acequia que en tu piel se posa y hacerla insomne temblor... siempre latiendo. Porque tu tacto tiene aromas imposibles, porque tu boca tiene orgiásticos venenos, porque tus ojos miran alquimias insondables y en tu cintura habitan mágicos advientos. Y si es que acaso un día aquí volviera del implacable exilio del destierro, que el palpitante hueco que desnudas fuera de nuevo... cauce de mi cuerpo. VIENTO Viento, tú que vas y vienes de tu rosa en derredor, viento dime ¿Dónde habita el dios que cuida el amor? ¿En qué refugio?¿En qué cima? ¿En qué galaxia o que sol? ¿En qué alejado silencio plantó su tienda ese dios? ¿En qué acabado desierto tiene su jardín la flor? ¿Bajo qué luna se enfría la fuerza de su calor? Si lo vieras, viento, dile... dile que me busque...yo llevo en relojes de sangre su ausencia en mi corazón. ¡AY! ¡Ay! Quién pudiera tener tras el silencio el olvido y recordarte después. ¡Ay! Quién pudiera tener... Sentir la sangre varada en esteros del ayer y ser sangre enamorada. ¡Ay! Quién pudiera tener... Y de nuevo renacer del desierto de la nada y en ti saciarse la sed. ¡Ay! Quién pudiera tener... Y tras la quieta jornada sentir de nuevo en la piel el beso de tu mirada. ¡Ay! Quién pudiera tener... ROBADME DEL PASAR... Crece el silencio sobre el alma mía y en ella dulcemente se me posa cual en la cima leve de la rosa se duerme el agua cuando viene el día. Viene tan pura, tan clara la alegría tan llena de pudor y tan hermosa que el cáliz de mi cuerpo se rebosa y añora otra celeste lejanía. Mañanas que de luz, pausadamente, me dais la claridad como alimento, mudadme a una distancia diferente. Robadme del pasar en que me intento y, en otro ansiado mar, calmadamente, levad mi corazón con otro viento. CLIMAX El sol en la ventana florecía una tarde de Marzo, mansamente. Tu boca era un panal ebrio que urgente clamaba de mi boca compañía. El tiempo se paró por si podía quedarse así de amor alzadamente y un sueño de naranjas en poniente cuajó horizontes donde muere el día. ¡Qué denso el palpitar se fue callando! ¡Qué pobre la palabra contenida! ¡Qué plena en su canción la sangre hablando! El aire era de luz. De luz la vida. De luz ese clamor que fue granando. De luz busca mi voz ser tu medida. ASÍ Como el monte al albor se va creciendo ceñido por la luz que le rodea, así tu viento, amor, en su tarea, perfila este rumor en que me enciendo. Así, sin ruido apenas, va puliendo tu labio este cantil que me rodea y va mi sangre haciéndose a tu idea y yo de ti me voy aconteciendo. Así, como el talud de fina arena se va del aire cálido besando, así ya tu caricia por mi vena. Así, como esa lluvia que serena va el suelo de sabores aventando, así tu yugo, amor, y tu cadena. DESPUÉS Después, cuando los ojos no acaricien la rosa en su mirar, cuando el viento no siembre ya el oído con su rumor de mar, cuando el cielo en la noche, transgredido por el silencio astral, no pueble de murmullo este latido, mi sueño...¿Dónde irá? Cuando el miedo no acucie con su ruido de llanto por llegar y cese el corazón su ritmo herido de tiempo y de lugar, si el hueco de mi ser ya no lo anido, mi ausencia... ¿Dónde irá? Si ya con mi canción no soy el río que llora en el canchal, si no lleva en su son la voz mi vibro ni el verso mi anhelar, si no siento el calor de esta contigo, si no te puedo amar, si no eres tú ese dios a que me inclino Amor... ¿Qué queda ya? PARTIDA Cada día su propio desconcierto, su propia dimensión establecida, tablero de ajedrez con la partida propuesta del futuro en que me inserto. Tan sólo del final el jaque cierto y, mientras, despiezándome la vida jornada tras jornada, trampa urdida al mar de la esperanza en que me vierto. Cada día los cuadros del tablero con ciega exactitud, calladamente, me ofrecen la distancia en la que muero. Cada día, latiendo más urgente, mi ronco corazón, por compañero, arriesga otra jugada indiferente. PULSIÓN Labio insistente del mar que en el talud de la arena dejas un beso y te vas. Débil huella que se queda en su destino a esperar el labio que la condena. . Vaivén que viene y se va y marchándose regresa para volverse a extrañar. Y así por la eternidad tú, ronco son, y en la arena... en la arena hambre de sal. NOCHE La noche planta jardines de oscuridad. Cementerio. Las muertas niñas deshojan -¿qué sí?... ¿qué no?- crisantemos. La luna afila despacio su redondez con el sueño, mientras recorta a las niñas trenzas - ¿No?...¡Sí! - del tiempo. VELEIDAD Me vienes y te vas, tu rastro por mi cieno mi rostro por tu altar. Me vienes y te vas... Mis límites más ciertos invades y, al pasar, hambre y dolor de tu verbo. Y sin embargo te vas... DEJADME LA VOZ que quiero más que cantor ser cantar más ser música que tiempo más que sangre, libertad Dejadme la voz que quiero palabra ser y volar PARA PONERLE NOMBRE a lo que el corazón me grita esa inaccesible pulsación de sombra ese oscuro batir del sentimiento para robar palabras que sólo escucha el aire para alumbrar auroras que rompan sobre el tedio para que herida ronca que al callar supura sepáis del hombre que en mí derrama el tiempo DEJAD QUE OS COJA LA MANO, que mi piel con vuestra piel descanse de su cansancio. Dejadme que de la miel del dulce calor humano me sacie de tanta sed y dejadme, terminando, que peregrine después. Hay manos que están buscando el calor que yo les dé. ESTÁN LLOVIENDO MARIPOSAS MUERTAS por un otoño de árboles inmenso La levedad alcanza cotas imposibles y la nostalgia adorna el alma de recuerdos Todas las memorias se agrupan convergentes y sopla irreverente por el alma el viento cierzo Mas pasará este tiempo dorado de angostura y pasará la luna frígida de invierno y en las abiertas colinas de la aurora para otro sueño el sol de marzo renacerá de nuevo LA NIÑA Y EL ÁRBOL Las mariposas adornan cerezos: Es primavera. ¡Qué triste si no se espera! Y el agua, la luz y el viento saltan, refulgen y vuelan. ¡Qué triste si no se espera! La niña se desabrocha de pechos la botonera.. ¡Qué joven la primavera! Si no tuviera mil años ni mis altas ramas yertas... ¡Qué triste la primavera! Que triste el árbol, que alegres manos que por ti crecieran. ¡La niña su blusa abierta! NO MÁS TARDE ¡Ahora!, no más tarde ni más lejos, ¡Ahora es el momento y es el lance! silencio puro que está presto a la escucha o voz cual brizna fugaz que cruza el aire. ¡Ahora ya sin más o siempre nunca derrámese mi voz hasta entregarse derrámense los hondos argumentos que máscaras se obstinan en cerrarle. ¡Ahora o nunca más! Este es el tiempo, en esta herida rota de la sangre, en este desguazarse de la vida por muelles acostados de la tarde. FE DE VIDA Eres, no puedes evitarlo, esa es tu herencia, tu límite, tu afán, tu contenido. Eres, con toda la extensión de la palabra, con toda su dureza y con su estría. Eres. El ser es tu noción, tu fe, tu sueño, tu terca sensación, tu sola herida. Eres. En río, en transición, en esa espera del qué serás el día en que no fueres. Futuro hacia un pasado eres. De tiempo encarcelado, malherido, de luz, de oscuridad, de amor de muerte eres. Y ser es tu pasión, tu voz, tu vida, tu pálido rumor, tu peso inerte, la sangre que te fluye y la partida que juegas con tu Dios. Suerte pues eres. TE ME VAS Te me vas, hoja que el viento corta y leva cual rota percepción de viva imagen te me vas. Cual bronce que diluye en un silencio su tránsito de vibro y de campana te me vas. Cual ala de una voz que no es pregunta, cual ansia de un pecado desgastado te me vas. Te me vas, música fue mi labio en tu presencia y te me vas. Tacto de sed mi lengua en tu respuesta y te me vas. Te me vas Árbol que ayer tejió penumbra y cielo y te me vas. Calladamente luz, callado empeño, puntada de intención en lo imposible e, impunemente, ahora, te me vas. En plena oscuridad, por noche ajena, heridamente ausente y te me vas. POR LA AMURA DEL VIENTO Me quisiera despierto cuando llegue la noche, cuando abreve el invierno por mis hondas vasijas, cuando el viento se calle y en la puerta del tiempo el tapiz del paisaje por mis ojos se extinga. Cuando el cuerpo no pueda soportar el asedio del acerbo de historias que propone la vida, con los brazos cual leños y los dedos hastiados por los tactos abiertos de sus yemas extintas. Y dispuesto quisiera aceptar en la brecha del callado enemigo la gastada clepsidra, la memoria colmada de un alud de vivencias y en los labios cristales de asombradas caricias. En la sima del aire por la amura del viento la mirada dejarme de horizontes perdida, acuarelas de alumbre por ocasos de adviento y murales de auroras por sedientas retinas. En silencio alejarme del aullido del tiempo, del rumor de relojes que se añoran de Estigias, del sabor de la sangre y de la duda del miedo, del sonido de ausencias por mi lenta deriva. Ya ya ya ya en la caja del pecho el latido imposible, el archivo cansado de memorias cautivas, el matraz de la sangre los veneros exhaustos, la boca en estricta comisura de vida. Y al futuro dejarle como poso en mi hueco, si es que acaso persiste cuando ya me despida, mi aparejo de calcio como abono postrero y en su bronce tañendo mi pulsión de entropía. Quiero al borde del aire descansar un momento y sin penas ni agravios desalmar mi medida y dejarme del cuerpo como al cabo la tarde se descuelga del cielo cuando el sol se deriva. Y si el viejo del tiempo con su insomne cayado me regala un instante cuando ya me despida, que mi boca se calle con un último verso y la cómplice seña de una leve sonrisa. Y que el gramo postrero del calor de mi mano en el caz de la mano de mi amada se extinga, y que el beso me selle de su boca el recuerdo que a la muerte me lleve del rumor de la vida. Y que acaso si hubiera tras el muro otro hueco en que el alma despierte de la sombra emprendida que me dejen que cante su abismado misterio de arrasado horizonte con mi hallada poesía. Y si alguno quisiera rebuscar en los pecios que a la escoria y al polvo de mi turno resistan que rescate del fondo del olvido mis versos y que así de memoria... me devuelva la vida. ROMANCE EN SOCUÉLLAMOS. I En un lugar donde nunca en el Quijote se habla, en un rincón de ese campo horizontal de la Mancha, pudo ocurrir el suceso que este romance nos narra. La palabra es un obrero que no duerme ni descansa siempre surcando caminos de tiempo por la garganta. Es como el curso de un río que va allegando en su marcha mil murmullo y que luego en voz al mar se los canta. Lo que ocurrió aquella tarde en la estepa castellana que desde Cuenca a Albacete junto a Socuéllamos pasa, un pastor, cansado y viejo pero sabio, lo contaba mientras en mudo silencio este poeta escuchaba. II Era por el mil quinientos, cuando en Castilla reinaba un español que de negro vestía y su blanca barba era señal del gran peso que el gobernar le mandaba. El mes era de por Mayo, ese en que el campo se cambia su triste paño de invierno por verde jubón y blanca camisa que de gorgueras en mil flores se levanta. Daba el sol del mediodía en vertical su cascada, ni una brizna se movía el viento de tanta calma. Por la cañada el silencio era la voz que cantaba y las encinas dormían un sueño de siestas pardas. Del fondo del horizonte, línea que nunca se acaba, primero fue un punto negro, y luego yegua montada por un noble caballero, cruz de Santiago y espada. Las botas de fino cuero, las espuelas son de plata, el jubón de terciopelo, y la camisa de holanda. Lleva el mentón sobre el pecho y ya canosa la barba, arrugado el entrecejo y las espaldas cansadas de cien combates y sueños de la grandeza de España. Mancha de los caballeros que alzado te han a la fama, tierra que de extremo a extremo estás al cielo abocada. III De pronto el hondo silencio por un cuchillo se rasga, el cuchillo es un lamento que horada el aire... y el alma. El caballero, al oírlo, del estribo se levanta, su mirada recia busca de tanto dolor la llama. El lamento se repite, ya es un ¡Ay! débil que clama de algún lugar escondido y de una dulce garganta. Se ha bajado el caballero de su yegua peliblanca, y metiéndose en el bosque busca la voz que le llama. Tendida ha, sobre el suelo, encontrado una zagala bajo las zarzas y el pecho amapolas le mandaban. ¡Dios bendito de los cielos! ¡Esta niña se desangra! Le ha vendado el joven cuerpo con su camisa y su capa. ¿Quién eres mujer y dónde están tu familia y casa? ¿Quién ha encendido este velo de dolor sobre tu infancia? -“Soy morisca, caballero, y mis padres tienen casa a media legua y el suelo para cosechar lo labran. En la fuente que aquí corre, junto a la encina más alta, estaba de barro un rojo cántaro llenando de agua. Unos vaqueros que al punto por la vereda pasaban me han malherido y abierto heridas que ya no sanan. Eran tres, uno de cuero llevaba sucia zamarra, otro era tuerto, el tercero hablaba roncas palabras”. Ha dicho esto y ha muerto de pena y dolor cansada. Mancha de los caballeros de sangre niña manchada, los niños labriegos piden negra y cumplida venganza. IV El caballero ha llevado la niña muerta a su casa y ha jurado hacer justicia sobre la cruz de su espada. Bruñido ha puesto el acero toledano de sus armas, ha pedido que le dejen a solas orar y manda que le limpien los arreos y ensillen su yegua blanca. A las siete de la tarde, el poniente ya empezaba a enrojecer el abismo donde el sol hunde su llama, ha partido el caballero, fiel, a cumplir su palabra. Las crines peinan el viento, el aire afila la cara, la mirada dura al frente y el corazón con su carga. No le temblará la mano ni el cierzo le halará el alma cuando le llegue el momento de hacer de muerte su causa. Mancha de los caballeros, la noche se alarga y tapa tus límites, y sus flecos por Alcaraz se derraman. V La noche lleva subiendo la luna redonda y blanca y en los ramajes del cielo cuelgan las estrellas sabias. Tres hombres rudos a un tiempo de noche negra se tapan y en taimados pensamientos miran de soslayo y callan. Han terminado la cena junto a la hoguera que manda reflejos sobre los rostros de tan rufiana canalla. Tienen miedo y escudriñan la oscuridad sus miradas, les parece que han oido ruido. –“¡Serán alimañas!” - dice el mas viejo – y empuña bajo su mantón la daga. Angeles negros empiezan a cepillarse las alas y van abriendo tres huecos en el infierno a tres almas. Del silencio de la noche una voz de hierro alza esta pregunta que cierra de terror las tres gargantas. - ¿Habeis visto, por ventura, una niña que llevaba apoyado en la cadera un rojo cántaro de agua? Uno alcanza su ballesta, el otro su daga plana y el tercero por el mango levanta el rayo de un hacha. Furia de luz el acero, en una terrible danza, ha levantado un invierno de frigidez en tres almas. No han enterrado a los muertos, para escarnio y enseñanza, han dejado que los cuerpos los coman las alimañas. Dicen que aquel caballero, que a Socuéllamos marchaba, para conseguir del cielo el perdón de su venganza, se hizo eremita, viviendo junto a una laguna blanca que en Ruidera esta prendida por cruces a sus murallas. Mancha de los caballeros, tierra bronca donde manda la locura hidalgos viejos y poetas que la ensanchan. CONCIERTO BARROCO Vivaldi tocaba un largo al revés. El sol se moría cansado del día al atardecer. ¡No te vayas! ¡Ven! No ves que no puedo mirarte ni ver. La luna en el centro de la frigidez y el silencio muerte al atardecer. ¡No te vayas! ¡Ven! Insiste Albinoni: "A cinque concerte" La viola libera cifras del papel, un chelo, muy grave, las vuelve a prender. Allegro del llanto al atardecer. ¡No te vayas! ¡Ven! No ves que la muerte me quiere coger. Sonatas de hielo pueblan mi través y suenan trompetas de llamada. ¡Ven! Van llamando ausencias con su voz de miel. ¡No te vayas! ¡Ven! Llantos de guitarra vibran en tropel. Mira que no puedo ya moverme.¡Ven! Arterias de piedra sobre mis dos pies y Haendel soñando el número diez. ¿Por qué me abandonas? ¡No te vayas! ¡Ven! No ves que me muero este atardecer. Capricio finale. Flautas y un rabel. Resuenan los cascos ya de su corcel. Andante maestoso. Sonata. Purcell. El tiempo se rompe este atardecer. ¡Ya no vengas! ¡Vete! Ya soy del ayer Aleixandre Vicente Biografía Poeta español nacido en Sevilla en 1898. Su infancia transcurrió en Málaga, y aunque desde los trece años se trasladó con su familia a Madrid, el mar dejó una profunda huella en su poesía. Fue profesor de Derecho Mercantil y miembro de la Real Academia Española desde 1949. Es uno de los grandes valores de la poesía del siglo XX. Su primer libro, «Ámbito», fue publicado en 1928, al que siguieron, «Espadas como labios» en 1932, «Pasión de la tierra» en 1935, «Sombra del paraíso» en 1944, «Mundo a solas» en 1950, «Nacimiento último» en 1953, «Historia del corazón» en 1954, «Poemas de la consumación» en 1968, «Diálogos del conocimiento» en 1974 y póstumamente «En gran noche» en 1991. En 1934 fue Premio Nacional de Literatura y en 1977 recibió el Premio Nobel de Literatura. Falleció en Madrid en 1984. A TI, VIVA ADOLESCENCIA AL CIELO CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA COMO LA MAR, LOS BESOS CRIATURAS EN LA AURORA DESPUÉS DEL AMOR DIOSA EL ALMA EL OLVIDOEL POETA SE ACUERDA DE SU VIDA EL SEXOEL ÚLTIMO AMOR HIJA DE LA MAR LAS MANOS LOS BESOS MUÑECAS MANO ENTREGADA NACIMIENTO DEL AMOR NO BUSQUES, NO QUERÍAN NO TE CONOZCO PLENITUD DEL AMORREPOSO SI MIRO TUS OJOS... SIN FE TORMENTO DEL AMORTRIUNFO DEL AMOR UNAS POCAS PALABRAS UNIDAD EN ELLA VEN, SIEMPRE VEN Más poesía de Vicente Aleixandre en: POESÍA DE ORO Puedes escuchar al poeta en: LA VOZ DE LOS POETAS UNAS POCAS PALABRAS SE Unas pocas palabras en tu oído diría. Poca es la fe de un hombre incierto. Vivir mucho es oscuro, y de pronto saber no es conocerse. Pero aún así diría. Pues mis ojos repiten lo que copian: tu belleza, tu nombre, el son del río, el bosque, el alma a solas. Todo lo vio y lo tienen. Eso dicen los ojos. A quien los ve responden. Pero nunca preguntan. Porque si sucesivamente van tomando de la luz el color, del oro el cieno y de todo el sabor el pozo lúcido, no desconocen besos, ni rumores, ni aromas; han visto árboles grandes, murmullos silenciosos, hogueras apagadas, ascuas, venas, ceniza, y el mar, el mar al fondo, con sus lentas espinas, restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven. Unas pocas palabras, mientras alguien callase; las del viento en las hojas, mientras beso tus labios. Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno. Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto, estoy muerto. SIN FE Tienes ojos oscuros. Brillos allí que oscuridad prometen. Ah, cuán cierta es tu noche, cuán incierta mi duda. Miro al fondo la luz, y creo a solas. A solas pues que existes. Existir es vivir con ciencia a ciegas. Pues oscura te acercas y en mis ojos más luces siéntense sin mirar que en ellos brillen. No brillan, pues supieron. saber es alentar con los ojos abiertos. ¿Dudar...? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia. COMO LA MAR, LOS BESOS No importan los emblemas ni las vanas palabras que son un soplo sólo. Importa el eco de lo que oí y escucho. Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar aquí aún te hablo. Eras más consistente, más duradera, no porque te besase, ni porque en ti asiera firme a la existencia. Sino porque como la mar después que arena invade temerosa se ahonda. En verdes o en espumas la mar, se aleja. Como ella fue y volvió tú nunca vuelves. Quizá porque, rodada sobre playa sin fin, no pude hallarte. La huella de tu espuma, cuando el agua se va, queda en los bordes. Sólo bordes encuentro. Sólo el filo de voz que en mí quedara. Como un alga tus besos. Mágicos en la luz, pues muertos tornan. UNIDAD EN ELLA Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo el mundo, donde graciosos pájaros se copian fugitivos, volando a la región donde nada se olvida.Tu forma externa, diamante o rubí duro, brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, cráter que me convoca con su música íntima, con esa indescifrable llamada de tus dientes.Muero porque me arrojo, porque quiero morir, porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera no es mío, sino el caliente aliento que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.Deja, deja que mire, teñido del amor, enrojecido el rostro por tu purpúrea vida, deja que mire el hondo clamor de tus entrañas donde muero y renuncio a vivir para siempre.Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa larva rugiente que regando encerrada bellos miembros extremos siente así los hermosos límites de la vida. Este beso en tus labios como una lenta espina, como un mar que voló hecho un espejo, como el brillo de un ala, es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo, un crepitar de la luz vengadora, luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza, pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo. MANO ENTREGADA Pero otro día toco tu mano. Mano tibia... Tu delicada mano silente. A veces cierro mis ojos y toco leve tu mano, leve toque que comprueba su forma, que tienta su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca el amor. Oh carne dulce, que sí empapa del amor hermoso. Es por la piel secreta, secretamente abierta, invisiblemente entreabierta, por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce; para rodar por ellas en tu escondida sangre, como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente oscura te besara por dentro, recorriendo despacio como sonido puro ese cuerpo que resuena mío, mío poblado de mis voces profundas ¡oh resonado cuerpo de mi amor!, ¡oh poseído cuerpo!, ¡oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole! Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehusa mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-. Y que una zona triste de tu ser se rehusa, mientras tu carne entera llega un instante lúcido en que total flamea, por virtud de ese lento contacto de tu mano, de tu porosa mano suavísima que gime, tu delicada mano silente, por donde entro despacio, despacísimo, secretamente en tu vida, hasta tus venas hondas totales donde bogo, donde te pueblo y canto completo entre tu carne. SE QUERÍAN Se querían. Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura, labios partidos, sangre, ¿sangre dónde? Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz. Se querían como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo, cuando los rostros giran melancólicamente, giralunas que brillan recibiendo aquel beso. Se querían de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca. Se querían de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente sólo. Se querían de día, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo. Mediodía perfecto, se querían tan íntimos, mar altísimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando. Amando. Se querían como la luna lúcida, como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida, donde los peces rojos van y vienen sin música. Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal, metal, música, labio, silencio, vegetal, mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo. NACIMIENTO DEL AMOR ¿Cómo nació el amor? fue ya en otoño. Maduro el mundo, no te aguardaba ya. Llegaste alegre, ligeramente rubia, resbalando en lo blando del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa me pareciste aún, sonriente, vívida, frente a la luna aún niña, prematura en la tarde, sin luz, graciosa en aires dorados; como tú, que llegabas sobre el azul, sin beso, pero con dientes claros, con impaciente amor! Te miré. La tristeza se encogía a lo lejos, llena de paños largos, como un poniente graso que sus ondas retira. Casi una lluvia fina -¡el cielo azul!- mojaba tu frente nueva. ¡Amante, amante era el destino de la luz! Tan dorada te miré que los soles apenas se atrevían a insistir, a encenderse por ti, de ti, a darte siempre su pasión luminosa, ronda tierna de soles que giraban en torno a ti, astro dulce, en torno a un cuerpo casi transparente, gozoso, que empapa luces húmedas, finales, de la tarde y vierte, todavía matinal, sus auroras. Eras tú, amor, destino, final amor luciente, nacimiento penúltimo hacia la muerte acaso. Pero no. Tú asomaste. ¿Eras ave, eras cuerpo, alma solo? Ah, tu carne traslúcida besaba como dos alas tibias, como el aire que mueve un pecho respirando, y sentí tus palabras, tu perfume, y en el alma profunda, clarividente diste fondo. Calado de ti hasta el tuétano de la luz, sentí tristeza, tristeza del amor: amor es triste. En mi alma nacía el día. Brillando estaba de ti; tu alma en mí estaba. Sentí dentro, en mi boca, el sabor a la aurora. Mis ojos dieron su dorada verdad. sentí a los pájaros en mi frente piar, ensordeciendo mi corazón. Miré por dentro los ramos, las cañadas luminosas, las alas variantes, y un vuelo de plumajes de color, de encendidos presentes me embriagó, mientras todo mi ser a un mediodía, raudo, loco, creciente se incendiaba y mi sangre ruidosa se despeñaba en gozos de amor, de luz, de plenitud, de espuma. DIOSA Dormida sobre el tigre, su leve trenza yace. Mirad su bulto. Alienta sobre la piel hermosa, tranquila, soberana. ¿Quién puede osar, quién sólo sus labios hoy pondría sobre la luz dichosa que, humana apenas, sueña? Miradla allí. ¡Cuán sola! ¡Cuán intacta! ¿Tangible? Casi divina, leve el seno se alza, cesa, se yergue, abate; gime como el amor. Y un tigre soberbio la sostiene como la mar hircana, donde flotase extensa, feliz, nunca ofrecida. ¡Ah, mortales! No, nunca; desnuda, nunca vuestra. Sobre la piel hoy ígnea miradla, exenta: es diosa. ADOLESCENCIA Vinieras y te fueras dulcemente, de otro camino a otro camino. Verte, y ya otra vez no verte. Pasar por un puente a otro puente. -El pie breve, la luz vencida alegre-. Muchacho que sería yo mirando aguas abajo la corriente, y en el espejo tu pasaje fluir, desvanecerse. EL OLVIDO No es tu final como una copa vana que hay que apurar. Arroja el casco, y muere. Por eso lentamente levantas en tu mano un brillo o su mención, y arden tus dedos, como una nieve súbita. Está y no estuvo, pero estuvo y calla. El frío quema y en tus ojos nace su memoria. Recordar es obsceno, peor: es triste. Olvidar es morir. Con dignidad murió. Su sombra cruza. EL ÚLTIMO AMOR I Amor mío, amor mío. Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo. Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de salir. Acabamos de oír cerrarse la puerta. Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz se queja en la garganta. Amor mío... Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio la puerta, si es que no quedó bien cerrada. Regrésate. Siéntate ahí, y descansa. No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No puede volver. Se ha marchado, y estás solo. No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en todo aún estuviera. Se está haciendo de noche. Ponte así: tu rostro en tu mano. Apóyate. Descansa. Te envuelve dulcemente la oscuridad, y lentamente te borra. Todavía respiras. Duerme. Duerme si puedes. Duerme poquito a poco, deshaciéndote, desliéndote en la noche que poco a poco te anega. ¿No oyes? No, ya no oyes. El puro silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado, oh solitario. ¡Oh, si yo pudiera hacer que nunca más despertases! II Las palabras del abandono. Las de la amargura. Yo mismo, sí, yo y no otro. Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo sonido. Las decían los mismos labios, que hacían el mismo movimiento. Pero no se las podía oír igual. Porque significan: las palabras significan. Ay, si las palabras fuesen sólo un suave sonido, y cerrando los ojos se las pudiese escuchar en el sueño... Yo las oí. Y su sonido final fue como el de una llave que se cierra. Como un portazo. Las oí, y quedé mudo. Y oí los pasos que se alejaron. Volví, y me senté. Silenciosamente cerré la puerta yo mismo. Sin ruido. Y me senté. Sin sollozo. Sereno, mientras la noche empezaba. La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano. Y dije... Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente, suavísimamente. Y dibujé todavía el último gesto, ese que yo ya nunca repetiría. MUÑECAS Un coro de muñecas, cartón amable para unos labios míos, cartón de luna o tierra acariciada, muñecas como liras a un viento acero que no, apenas si las toca. Muchachas con un pecho donde élitros de bronce, diente fortuito o sed bajo lo oscuro, muerde -escarabajo fino, lentitud goteada por una piel sedeña. Un coro de muñecas cantando con los codos, midiendo dulcemente los extremos, sentado sobre un niño; boca, humedad lasciva, casi pólvora, carne rota en pedazos como herrumbre. Boca, boca de fango, amor, flor detenida, viva, abierta, boca, boca, nenúfar, sangre amarilla o casta por los aires. Muchachas, delantales, carne, madera o liquen, musgo frío del vientre sosegado respirando ese beso ambiguo o verde. Mar, mar dolorido o cárdeno, flanco de virgen, duda inanimada. Gigantes de placer que sin cabeza soles radiantes sienten sobre el hombro. REPOSO Una tristeza del tamaño de un pájaro. Un aro limpio, una oquedad, un siglo. Este pasar despacio sin sonido, esperando el gemido de lo oscuro. Oh tú, mármol de carne soberana. Resplandor que traspasas los encantos, partiendo en dos la piedra derribada. Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa los cardos cuando crecen, cuando arañan las gargantas partidas por el beso. Oh esa luz sin espinas que acaricia la postrer ignorancia que es la muerte. LOS BESOS No te olvides, temprana, de los besos un día. De los besos alados que a tu boca llegaron. Un instante pusieron su plumaje encendido sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto, en tu boca latiendo su celeste plumaje. Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha. ¿Quién no besa esos pájaros cuando llegan, escapan?Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos. Ah, los picos delgados entre labios se hunden. Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.¡Cuán graciosa, cuán fina, cuán esbelta reinabas! Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes. Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes, que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan. Mira: vuelan, ascienden, el azul los adopta. Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo. Gimen, cantan, esplenden. En el cielo deliran. VEN, SIEMPRE VEN No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente, las huellas de unos besos, ese resplandor que aún me da se siente si te acercas, ese resplandor contagioso que me queda en las manos, ese río luminoso en que hundo mis brazos, en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero. No quiero que vivas en mí como vive la luz, con ese aislamiento de estrella que se une con su luz, a quien el amor se niega a través del espacio duro y azul que separa y no une, donde cada lucero inaccesible es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza. La soledad destella en el mundo sin amor. La vida es una vívida corteza, una rugosa piel inmóvil donde el hombre no puede encontrar su descanso, por más que aplique su sueño contra un astro apagado. Pero tú no te acerques. Tu frente destellante, carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir, de quemarme los labios con tu roce indeleble, de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador. No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas, como el espacio que súbitamente se incendia, éter propagador donde la destrucción de los mundos es un único corazón que totalmente se abrasa. Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro que encierra una muerte; ven como la noche ciega que me acerca su rostro; ven como los dos labios marcados por el rojo, por esa línea larga que funde los metales. Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante que luces como una órbita que va a morir en mis brazos, ven como dos ojos o dos profundas soledades, dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco. ¡Ven, ven muerte, amor; ven pronto, te destruyo; ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo; ven, que ruedas como liviana piedra, confundida como una luna que me pide mis rayos! LAS MANOSMira tu mano, que despacio se mueve, transparente, tangible, atravesada por la luz, hermosa, viva, casi humana en la noche. Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de sueño, mírala así crecer, mientras alzas el brazo, búsqueda inútil de una noche perdida, ala de luz que cruzando en silencio toca carnal esa bóveda oscura.No fosforece tu pesar, no ha atrapado ese caliente palpitar de otro vuelo. Mano volante perseguida: pareja. Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.Sois las amantes vocaciones, los signos que en la tiniebla sin sonido se apelan. Cielo extinguido de luceros que, tibios, campo a los vuelos silenciosos te brindas.Manos de amantes que murieron, recientes, manos con vida que volantes se buscan y cuando chocan y se estrechan encienden sobre los hombres una luna instantánea. CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA Dime, dime el secreto de tu corazón virgen, dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra, quiero saber por qué ahora eres un agua, esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma. Dime por qué sobre tu pelo suelto, sobre tu dulce hierba acariciada, cae, resbala, acaricia, se va un sol ardiente o reposado que te toca como un viento que lleva sólo un pájaro o mano. Dime por qué tu corazón como una selva diminuta espera bajo tierra los imposibles pájaros, esa canción total que por encima de los ojos hacen los sueños cuando pasan sin ruido. Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo, que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme, cantas color de piedra, color de beso o labio, cantas como si el nácar durmiera o respirara. Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste, ese rizo voluble que ignora el viento, esos ojos por donde sólo boga el silencio, esos dientes que son de marfil resguardado, ese aire que no mueve unas hojas no verdes. ¡Oh tú, cielo riente que pasas como nube; oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes; fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna; césped blando que pisan unos pies adorados! TORMENTO DEL AMOR Te amé, te amé, por tus ojos, tus labios, tu garganta, tu voz, tu corazón encendido en violencia. Te amé como a mi furia, mi destino furioso, mi cerrazón sin alba, mi luna machacada. Eras hermosa. Tenías ojos grandes. Palomas grandes, veloces garras, altas águilas potentísimas... Tenías esa plenitud por un cielo rutilante donde el fragor de los mundos no es un beso en tu boca. Pero te amé como la luna ama la sangre, como la luna busca la sangre de las venas, como la luna suplanta a la sangre y recorre furiosa las venas encendidas de amarillas pasiones. No sé lo que es la muerte, si se besa la boca. No sé lo que es morir. Yo no muero. Yo canto. Canto muerto y podrido como un hueso brillante, radiante ante la luna como un cristal purísimo. Canto como la carne, como la dura piedra. Canto tus dientes feroces sin palabras. Canto su sola sombra, su tristísima sombra sobre la dulce tierra donde un césped se amansa. Nadie llora. No mires este rostro donde las lágrimas no viven, no respiran. No mires esta piedra, esta llama de hierro, este cuerpo que resuena como una torre metálica. Tenías cabellera, dulces rizos, miradas y mejillas. Tenías brazos, y no ríos sin límite. Tenías tu forma, tu frontera preciosa, tu dulce margen de carne estremecida. Era tu corazón como alada bandera. ¡Pero tu sangre no, tu vida no, tu maldad no! ¿Quién soy yo que suplica a la luna mi muerte? ¿Quién soy yo que resiste los vientos, que siente las heridas de sus frenéticos cuchillos, que le mojen su dibujo de mármol como una dura estatua ensangrentada por la tormenta? ¿Quién soy yo que no escucho entre los truenos, ni mi brazo de hueso con signo de relámpago, ni la lluvia sangrienta que tiñe la yerba que ha nacido entre mis pies mordidos por un río de dientes? ¿Quién soy, quién eres, quién te sabe? ¿A quién amo, oh tú, hermosa mortal, amante reluciente, pecho radiante; ¿a quién o a quién amo, a qué sombra, a qué carne, a qué podridos huesos que como flores me embriagan? PLENITUD DEL AMOR Qué fresco y nuevo encanto, qué dulce perfil rubio emerge de la tarde sin nieblas? Cuando creí que la esperanza, la ilusión, la vida, derivaba hacia oriente en triste y vana busca del placer. Cuando yo había visto bogar por los cielos imágenes sonrientes, dulces corazones cansados, espinas que atravesaban bellos labios, y un humo casi doliente donde palabras amantes se deshacían como el aliento del amor sin destino... Apareciste tú, ligera como el árbol, como la brisa cálida que un oleaje envía del mediodía, envuelta en las sales febriles, como en las frescas aguas del azul. Un árbol joven, sobre un limitado horizonte, horizonte tangible para besos amantes; un árbol nuevo y verde que melodiosamente mueve sus hojas altaneras alabando la dicha de su viento en los brazos. Un pecho alegre, un corazón sencillo como la pleamar remota que hereda sangre, espuma, de otras regiones vivas. Un oleaje lúcido bajo el gran sol abierto, desplegando las plumas de una mar inspirada; plumas, aves, espumas, mares verdes o cálidas: todo el mensaje vivo de un pecho rumoroso. Yo sé que tu perfil sobre el azul tierno del crepúsculo entero no finge vaga nube que un ensueño ha creado. lQué dura frente dulce, qué piedra hermosa y viva, encendida de besos bajo el sol melodioso, es tu frente besada por unos labios libres, rama joven bellísima que un ocaso arrebata! ¡Ah, la verdad tangible de un cuerpo estremecido entre los brazos vivos de tu amante furioso, que besa vivos labios, blancos dientes, ardores y un cuello como un agua cálidamente alerta! Por un torso desnudo tibios hilillos ruedan. ¡Qué gran risa de lluvia sobre tu pecho ardiente! ¡Qué fresco vientre terso, donde su curva oculta leve musgo de sombra rumoroso de peces! Muslos de tierra, barcas donde bogar un día por el músico mar del amor enturbiado, donde escapar libérrimos rumbo a los cielos altos en que la espuma nace de dos cuerpos volantes. ¡Ah, maravilla lúcida de tu cuerpo cantando, destellando de besos sobre tu piel despierta: bóveda centelleante, nocturnamente hermosa, que humedece mi pecho de estrellas o de espumas! Lejos ya la agonía, la soledad gimiente, las torpes aves bajas que gravemente rozaron mi frente en los oscuros días del dolor. Lejos los mares ocultos que enviaban sus aguas, pesadas, gruesas, lentas, bajo la extinguida zona de la luz. Ahora vuelto a tu claridad no es difícil reconocer a los pájaros matinales que pían, ni percibir en las mejillas los impalpables velos de la aurora, como es posible sobre los suaves pliegues de la tierra divisar el duro, vivo, generoso desnudo del día, que hunde sus pies ligeros en unas aguas transparentes. Dejadme entonces, vagas preocupaciones de ayer. abandonar mis lentos trajes sin música, como un árbol que depone su luto rumoroso. su mate adiós a la tristeza, para exhalar feliz sus hojas verdes, sus azules campánulas y esa gozosa espuma que cabrillea en su copa cuando por primera vez le invade la riente primavera. Después del amor, de la felicidad activa del amor, reposado, tendido, imitando descuidadamente un arroyo, yo reflejo las nubes, los pájaros, las futuras, estrellas, a tu lado, oh reciente, oh viva, oh entregada; y me miro en tu cuerpo, en tu forma blanda, dulcísima, apagada, como se contempla la tarde que colmadamente termina. DESPUÉS DEL AMOR Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto, como el silencio que queda después del amor, yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen. Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído. Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace un instante, en desorden, como lumbre cantaba. El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su forma continua, para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de la llama, convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites se rehace. Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios, delicadamente desnudos, se sabe que la amada persiste en su vida. Momentánea destrucción el amor, combustión que amenaza al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera, sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la vida, la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad nos llamaba. He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado, opulento de su sangre serena, dorado reluce. He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado pie, y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente, la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa nacido, y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro amor, que allí lúcido vela. En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla caldea sin celo, está la boca fina, rasgada, pura en las luces. Oh temerosa llave del recinto del fuego. Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben, mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada. EL ALMA El día ha amanecido. Anoche te he tenido en mis brazos. Qué misterioso es el color de la carne. Anoche, más suave que nunca: Carne casi soñada. Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible. Alma mía, tus bordes, tu casi luz, tu tibieza conforme. Repasaba tu pecho, tu garganta, tu cintura: lo terso, lo misterioso, lo maravillosamente expresado. Tocaba despacio, despacísimo, lento, el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada. Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable. El alma con su olor a azucena. Oh, no: con su sima, con su irrupción misteriosa de bulto vivo. El alma por donde navegar no es preciso porque a mi lado extendida, arribada, se muestra como una inmensa flor; oh, no: como un cuerpo maravillosamente investido. Ondas de alma..., alma reconocible. Mirando, tentando su brillo conforme, su limitado brillo que mi mano somete, creo, creo, amor mío, realidad, mi destino, alma olorosa, espíritu que se realiza, maravilloso misterio que lentamente se teje, hasta hacerse ya como un cuerpo, comunicación que bajo mis ojos miro formarse, organizarse, y conformemente brillar, trasminar , trascender, en su dibujo bellísimo, en su sola verdad de cuerpo advenido; oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano, que por una manifestada suavidad se desliza. Así, amada mía, cuando desnuda te rozo, cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco. en la maravillosa noche de nuestro amor. Con luz, para mirarte. Con bella luz porque es para ti. Para engolfarme en mi dicha. Para olerte, adorarte, para, ceñida, trastornarme con tu emanación. Para amasarte con estos brazos que sin cansancio se ahorman. Para sentir contra mi pecho todos los brillos, contagiándome de ti, que, alma, como una niña sonríes cuando te digo: « Alma mía... » EL SEXO I ¡Pendiente de ese tronco el fruto consta en vida. Su materia consiente una verdad durable. En la sombra él madura, si por siglos, finito, y no cae sino cuando el árbol rueda en tierra. Fruto de carne o masa de vida congruente, pálido en su corteza, nudosa nuez compacta. La sangre rueda y pasa, y ardiente sigue y vase, mientras el viento pone la vida en llamas y arde doble tiniebla absorta. Eje del sol que un rayo descargará sin duelo y estallará en la liza dentro en la sombra exacta. Oh, conjunción del fuego con su materia idónea. Fuego del sol, o fruto que al estallar se siembra. II Entre las piernas suaves pasa un río, lecho insinuado para el agua viva; entre la fresca sombra o un humo quedo que en el terso crepúsculo está inmóvil. Entre los muslos, sólo el tiempo quieto, el tiempo que no pasa, eternamente, inmortal, sin nacer, entre las sombras. Entre las piernas bellas sólo un río en el fondo se siente cruzar único. Agua oscura sin tiempo que no nace y que sobre la tierra desemboca. Oh, hermosa conjunción de sangre y flor, botón secreto que en la luz perfuma el nacimiento de la luz creciendo de entre los muslos de la bella echada. Ruda moneda o sol que exhala el día naciendo de ese cuerpo dolorido, presto al amor cuando el cenit empuje al adversario que agresivo avanza. Misterio entonces del ocaso ardiente cuando como en caricia el rayo ingrese en la sima voraz y se haga noche : noche perfecta de los dos amantes. NO TE CONOZCO ¿A quién amo, a quién beso, a quién no conozco ? A veces creo que beso solo a tu sombra en la tierra, a tu sombra para mis brazos humanos. Y no es que yo niegue tu condición de mujer, oh nunca diosa que en mi lecho gimes. Pero yo nunca gimo de alegría cuando te estrecho. Sobre la ebriedad del amor, cuando bajo mi pecho brillas con el secreto brillo íntimo que sólo la piel de mi pecho conoce, yo sufro de soledad, oh siempre allí postreramente desconocida. Nunca: cuando la unidad del amor grita su victoria en la ya única vida, algo en mí no te conoce en la oscura sombra estremecida que bajo el dulce peso del amor me sostiene y me lleva en sus aguas iluminadamente arrastrado. Yo brillando arrastrado sobre tus aguas vivas, a veces oscuras, con mezcladas ondas de plata, a veces deslumbrantes, con gruesas bandas de sombra. Pero yo, sobre el hondo misterio, desconociéndolas. Natación del amor sobre las aguas mortales, sobre las que gemir flotando sobre el abismo, hondas aguas espesas que nadie revela y que llevan mi cuerpo sobre ausencias o sombras. Entonces, cerrado tu cuerpo bajo la zarpa ruda, bajo la delicada garra que arranca toda la música de tu carne ligera, yo te escucho y me sobrecojo de la secreta melodía, del irreal sonido que de tu vida me invade. Oh, no te conozco: ¿ quién canta o quién gime? ¿Qué música me penetra por mis oídos absortos? Oh, cuán dolorosamente no te conozco, cuerpo amado que no hablas para mí que no escucho. SI MIRO TUS OJOS... Si miro tus ojos, si acerco a tus ojos los míos, ¡oh, cómo leo en ellos retratado todo el pensamiento de mi soledad! Ah, mi desconocida amante a quien día a día estrecho en los brazos. Cuán delicadamente beso despacio, despacísimo, secretamente en tu piel la delicada frontera que de mí te separa. Piel preciosa, tibia, presentemente dulce, invisiblemente cerrada que tiene la contextura suave, el color, la entrega de la fina magnolia. Su mismo perfume, que parece decir: "Tuya soy, heme entregada al ser que adoro como una hoja leve, apenas resistente, toda aroma bajo sus labios frescos". Pero no. Yo la beso, a tu piel, finísima, sutil, casi irreal bajo el rozar de mi boca, y te siento del otro lado, inasible, imposible, rehusada, detrás de tu frontera preciosa, de tu mágica piel inviolable, separada de mí por tu superficie delicada, por tu severa magnolia cuerpo encerrado débilmente en perfume que me enloque de distancia y que, envuelto rigurosamente, como una diosa de mí te aparta, bajo mis labios mortales. Déjame entonces con mi beso recorrer la secreta cárcel de mi vivir, piel pálida y olorosa, carnalidad de flor, ramo o perfume, suave carnación que delicadamente te niega, mientras cierro los ojos, en la tarde extinguiéndose, ebrio de tus aromas remotos, inalcanzables, dueño de ese pétalo entero que tu esencia me niega. CRIATURAS EN LA AURORA Vosotros conocisteis la generosa luz de la inocencia. Entre las flores silvestres recogisteis cada mañana el último, el pálido eco de la postrer estrella. Bebisteis ese cristalino fulgor, que con una mano purísima dice adiós a los hombres detrás de la fantástica presencia montañosa. Bajo el azul naciente, entre las luces nuevas, entre los puros céfiros primeros, que vencían a fuerza de -candor a la noche, amanecisteis cada día, porque cada día la túnica casi húmeda se desgarraba virginalmente para amaros, desnuda, pura, inviolada. Aparecisteis entre la suavidad de las laderas, donde la hierba apacible ha recibido eternamente el beso instantáneo de la luna. Ojo dulce, mirada repentina para un mundo estremecido que se siente inefable más allá de su misma apariencia. La música de los ríos, la quietud de las alas, esas plumas que todavía con el recuerdo del día se plegaron para el amor como para el sueño, entonaban su quietísimo éxtasis bajo el mágico soplo de la luz, luna ferviente que aparecida en el cielo parece ignorar su efímero destino transparente. La melancólica inclinación de los montes no significaba el arrepentimiento terreno ante la inevitable mutación de las horas: era más bien la tersura, la mórbida superficie del mundo que ofrecía su curva como un seno hechizado. Allí vivisteis. Allí cada día presenciasteis la tierra, la luz, el calor, el sondear lentísimo de los rayos celestes que adivinaban las formas, que palpaban tiernamente las laderas, los valles, los ríos con su ya casi brillante espada solar, acero vívido que guarda aún, sin lágrimas, la amarillez tan íntima, la plateada faz de la luna retenida en sus ondas. Allí nacían cada mañana los pájaros, sorprendentes, novísimos, vividores, celestes. Las lenguas de la inocencia no decían palabras: entre las ramas de los altos álamos blancos sonaban casi también vegetales, como el soplo en las frondas. ¡Pájaros de la dicha inicial, que se abrían estrenando sus alas, sin perder la gota virginal del rocío! Las flores salpicadas, las apenas brillantes florecillas del soto, eran blandas, sin grito, a vuestras plantas desnudas. Yo os vi, os presentí, cuando el perfume invisible besaba vuestros pies, insensibles al beso. ¡No crueles: dichosos! En las cabezas desnudas brillaban acaso las hojas iluminadas del alba. Vuestra frente se hería, ella misma, contra los rayos dorados, recientes, de la vida, del sol, del amor, del silencio bellísimo. No había lluvia, pero unos dulces brazos parecían presidir a los aires, y vuestros cabellos sentían su hechicera presencia, mientras decíais palabras a las que el sol naciente daba magia de plumas. No, no es ahora, cuando la noche va cayendo, también con la misma dulzura pero con un levísimo vapor de ceniza, cuando yo correré tras vuestras sombras amadas. Lejos están las inmarchitas horas matinales, imagen feliz de la aurora impaciente, tierno nacimiento de la dicha en los labios, en los seres vivísimos que yo amé en vuestras márgenes. El placer no tomaba el temeroso nombre de placer, ni el turbio espesor de los bosques hendidos, sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas donde la luz se desliza con sencillez de pájaro. Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales de un mundo virginal que diariamente se repetía cuando la vida sonaba en las gargantas felices de las aves, los ríos, los aires y los hombres. A TI VIVA Es tocar el cielo, poner el dedo sobre un cuerpo humano. Novalis Cuando contemplo tu cuerpo extendido como un río que nunca acaba de pasar, como un claro espejo donde cantan las aves, donde es un gozo sentir el día cómo amanece. cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida que me llama, canción de un fondo que sólo sospecho; cuando veo tu forma, tu frente serena, piedra luciente en que mis besos destellan, como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde. Cuando acerco mis labios a esa música incierta, a ese rumor de los siempre juvenil, del ardor de la tierra que canta entre lo verde, cuerpo que húmedo siempre resbalaría como un amor feliz que escapa y vuelve... Siento el mundo rodar bajo mis pies, rodar ligero con siempre capacidad de estrella, con esa alegre generosidad del lucero que ni siquiera pide un mar en que doblarse. Todo es sorpresa. El mundo destellando siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo, que es ese pecho enfebrecido y ávido que sólo pide el brillo de Id luz. La creación riela. La dicha sosegada transcurre como un placer que nunca llega al colmo, como esa rápida ascensión del amor donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas. Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya, que esa cercana música que concierta a las aves, a las aguas, al bosque, a ese ligado latido de este mundo absoluto que siento ahora en los labios. TRIUNFO DEL AMOR Brilla la luna entre el viento de otoño, en el cielo luciendo como un dolor largamente sufrido. Pero no será, no, el poeta quien diga los móviles ocultos, indescifrable signo de un cielo líquido de ardiente fuego que anegara las almas, si las almas supieran su destino en la tierra. La luna como una mano, reparte con la injusticia que la belleza usa, sus dones sobre el mundo. Miro unos rostros pálidos. Miro rostros amados. No seré yo quien bese ese dolor que en cada rostro asoma. Sólo la luna puede cerrar, besando, unos párpados dulces fatigados de vida. Unos labios lucientes, labios de luna pálida, labios hermanos para los tristes hombres, son un signo de amor en la vida vacía, son el cóncavo espacio donde el hombre respira mientras vuela en la tierra ciegamente girando. El signo del amor, a veces en los rostros queridos es sólo la blancura brillante, la rasgada blancura de unos dientes riendo. Entonces sí que arriba palidece la luna, los luceros se extinguen y hay un eco lejano, resplandor en oriente, vago clamor de soles por irrumpir pugnando. ¡Qué dicha alegre entonces cuando la risa fulge! Cuando un cuerpo adorado; erguido en su desnudo, brilla como la piedra, como la dura piedra que los besos encienden. Mirad la boca. Arriba relámpagos diurnos cruzan un rostro bello, un cielo en que los ojos no son sombra, pestañas, rumorosos engaños, sino brisa de un aire que recorre mi cuerpo como un eco de juncos espigados cantando contra las aguas vivas, azuladas de besos. El puro corazón adorado, la verdad de la vida, la certeza presente de un amor irradiante, su luz sobre los ríos, su desnudo mojado, todo vive, pervive, sobrevive y asciende como un ascua luciente de deseo en los cielos. Es sólo ya el desnudo. Es la risa en los dientes. Es la luz o su gema fulgurante: los labios. Es el agua que besa unos pies adorados, como un misterio oculto a la noche vencida. ¡Ah maravilla lúcida de estrechar en los brazos un desnudo fragante, ceñido de los bosques! ¡Ah soledad del mundo bajo los pies girando, ciegamente buscando su destino de besos! Yo sé quien ama y vive, quien muere y gira y vuela. Sé que lunas se extinguen, renacen, viven, lloran. Sé que dos cuerpos aman, dos almas se confunden. HIJA DE LA MAR Muchacha, corazón o sonrisa, caliente nudo de presencia en el día, irresponsable belleza que a sí misma se ignora, ojos de azul radiante que estremece. Tu inocencia como un mar en que vivesqué pena a ti alcanzarte, tú sola isla aún intacta; qué pecho el tuyo, playa o arena amada que escurre entre los dedos aún sin forma. Generosa presencia la de una niña que amar, derribado o tendido cuerpo o playa a una brisa, a unos ojos templados que te miran, oreando un desnudo dócil a su tacto. No mientas nunca, conserva siempre tu inerte y armoniosa fiebre que no resiste, playa o cuerpo dorado, muchacha que en la orilla es siempre alguna concha que unas ondas dejaron. Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido; escucha el son de tu madre imperiosa; sé tú espuma que queda después de aquel amor, después de que, agua o madre, la orilla se retira. NO BUSQUES, NO Yo te he querido como nunca. Eras azul como noche que acaba, eras la impenetrable caparazón del galápago que se oculta bajo la roca de la amorosa llegada de la luz. Eras la sombra torpe que cuaja entre los dedos cuando en tierra dormimos solitarios. De nada serviría besar tu oscura encrucijada de sangre alterna, donde de pronto el pulso navegaba y de pronto faltaba como un mar que desprecia a la arena. La sequedad viviente de unos ojos marchitos, de los que yo veía a través de las lágrimas, era una caricia para herir las pupilas, sin que siquiera el párpado se cerrase en defensa. Cuán amorosa forma la del suelo las noches del verano cuando echado en la tierra se acaricia este mundo que rueda, la sequedad oscura, la sordera profunda, la cerrazón a todo, que transcurre como lo más ajeno a un sollozo. Tú, pobre hombre que duermes sin notar esa luna trunca que gemebunda apenas si te roza; tú, que viajas postrero con la corteza seca que rueda entre tus brazos, no beses el silencio sin falla por donde nunca a la sangre se espía, por donde será inútil la busca del calor que por los labios se bebe y hace fulgir el cuerpo como con una luz azul si la noche es de plomo. No, no busques esa gota pequeñita, ese mundo reducido o sangre mínima, esa lágrima que ha latido y en la que apoyar la mejilla descansa. De "La destrucción o el amor" 1932 - 1933 EL POETA SE ACUERDA DE SU VIDA Perdonadme: he dormido. Y dormir no es vivir. Paz a los hombres. Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan. ¿Vivir en ellas? Las palabras mueren. Bellas son al sonar, mas nunca duran. Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora o cuando el día cumplido estira el rayo final, ya en tu rostro acaso. Con tu pincel de luz cierra tus ojos. Duerme. La noche es larga, pero ya ha pasado. AL CIELO El puro azul ennoblece mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas al agitado corazón con que estos años vivo. Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel y, roja de oscura hermosura, asalta el muro débil del pecho, pidiendo tu vista, cielo feliz que en la mañana rutilas, que asciendes entero y majestuoso presides mi frente clara, donde mis ojos te besan. Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!, cielo intocable que siempre me pides, sin camsancio, mis besos, como de cada mortal, virginal, solicitas. Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre. Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz, recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza, una larga espada tendida como sangre recorre mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado, das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo. Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida. Hazte blando a mi frente como una mano tangible y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera. Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno, mis labios sumidos en tu celeste luz apurada sientan tu roce meridiano, y mis ojos ebrios de tu estelar pensamiento te amen, mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros, mis oídos escuchan al único amor que no muere. Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel y, roja de oscura hermosura, asalta el muro débil del pecho, pidiendo tu vista, cielo feliz que en la mañana rutilas, que asciendes entero y majestuoso presides mi frente clara, donde mis ojos te besan. Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!, cielo intocable que siempre me pides, sin camsancio, mis besos, como de cada mortal, virginal, solicitas. Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre. Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz, recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza, una larga espada tendida como sangre recorre mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado, das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo. Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida. Hazte blando a mi frente como una mano tangible y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera. Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno, mis labios sumidos en tu celeste luz apurada sientan tu roce meridiano, y mis ojos ebrios de tu estelar pensamiento te amen, mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros, mis oídos escuchan al único amor que no muere. Aleixandre Vicente 2 BESO ALEGRE CABELLERA NEGRA EL PERFUME EL SUEÑO ESPÍRITUS DE LA AURORA LA PLAZA MIRADA FINAL SOMBRA FINAL YO TE HE QUERIDO COMO NUNCA SOMBRA FINAL Pensamiento apagado, alma sombría, ¿quién aquí tú, que largamente beso? Alma o bulto sin luz, o letal hueso que inmóvil consumió la fiebre mía. Aquí ciega pasión se estrelló fría, aquí mi corazón golpeó obseso, tercamente insistió, palpitó opreso. Aquí perdió mi boca su alegría. Entre mis brazos ciega te he tenido, bajo mi pecho respiraste amada y en ti vivió mi sangre tu latido. Oh noche oscura. Ya no espero nada. La soledad no miente a tu sentido. Reina la pura sombra sosegada. CABELLERA NEGRA ¿Por qué te miro, con tus ojos oscuros, terciopelo viviente en que mi vida lastimo? Cabello negro, luto donde entierro mi boca, oleaje doloroso donde mueren mis besos, orilla en fin donde mi voz al cabo se extingue y moja tu majestad, oh cabellera que en una almohada derramada reinas. En tu borde se rompen, como en una playa oscura, mis deseos continuos. ¡Oh inundada: aún existes, sobrevives, imperas! Toda tú victoriosa como un pico e los mares. BESO ALEGRE Beso alegre, descuidada paloma, blancura entre las manos, sol o nube; corazón que no intenta volar porque basta el calor, basta el ala peinada por los labios ya vivos. El día se sienta hacia afuera; sólo existe el amor. Tú y yo en la boca sentimos nacer lo que no vive, lo que es el beso indestructible cuando la boca son alas, alas que nos ahogan mientras los ojos se cierran, mientras la luz dorada está dentro de los párpados. Ven, ven, huyamos quietos como el amor; vida como el calor que es todo el mundo solo, que es esa música suave que tiembla bajo los pies, mundo que vuela único, con luz de estrella viva, como un cuerpo o dos almas, como un último pájaro. EL PERFUME Chupar tu vida sobre los labios, no es quererte en la muerte. Chupar tu vida, amante, para que lenta mueras de mí, de mí que mato. para agotar tu vida como una rosa exhausta. color, olor: mis venas saben a ti: allí te abres. Ebriamente encendido, tú me recorres. toda, toda mi sangre es sólo perfume. Tú me habitas, aroma arrebatado que por mí te despliegas, que como sangre corres por mí: ¡que a mí me pueblas! EL SUEÑO Hay momentos de soledad en que el corazón reconoce, atónito, que no ama. Acabamos de incorporarnos, cansados: el día oscuro. Alguien duerme, inocente, todavía sobre ese lecho. Pero quizá nosotros dormimos... Ah, no: nos movemos. Y estamos tristes, callados. La lluvia, allí insiste. Mañana de bruma lenta, impiadosa. ¡Cuán solos! Miramos por los cristales. Las ropas, caídas; el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto, helado en este duro invierno que, fuera, es distinto. Así te quedas callado, tu rostro en tu palma. Tu codo sobre la mesa. La silla, en silencio. Y sólo suena el pausado respiro de alguien, de aquella que allí, serena, bellísima, duerme y sueña que no la quieres, y tú eres su sueño. ESPÍRITUS DE LA AURORA No, no es la ahora cuando la noche va cayendo, también con la misma dulzura pero con un levísimo vapor de ceniza, cuando yo correré tras vuestras sombras amadas. Lejos están las inmarchitas horas matinales, imagen feliz de la aurora impaciente, tierno nacimiento de la dicha en los labios, en los seres que yo amé en vuestras márgenes. El placer no tomaba el temeroso nombre de placer, ni el turbio espesor de los bosques hendidos, sino la embriagadora nitidez de las cañadas abiertas donde la luz se desliza con sencillez de pájaro. Por eso os amo, inocentes, amorosos seres mortales de un mundo virginal que diariamente se repetía cuando la vida sonaba en las gargantas felices de las aves, los ríos, los aires y los hombres. LA PLAZAEra una gran plaza abierta, y había olor de existencia. Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo, un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano, su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba. Y era el serpear que se movía como único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso, pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra. Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse. Cuando en la tarde caldeada, solo en tu gabinete, con los ojos extraños y la interrogación en la boca, quisieras preguntar algo a tu imagen, no te busques en el espejo, en un extinto diálogo en que no te oyes. Baja, baja despacio y búscate entre los otros. Allí están todos, y tú entre ellos. Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete. YO TE HE QUERIDO COMO NUNCA Yo te he querido como nunca. Eras azul como noche que acaba, eras la impenetrable caparazón del galápago que se oculta bajo la roca de la amorosa llegada de la luz. Eras la sombra torpe que cuaja entre los dedos cuando en tierra dormimos solitarios. De nada serviría besar tu oscura encrucijada de sangre alterna, donde de pronto el pulso navegaba y de pronto faltaba como un mar que desprecia a la arena. La sequedad viviente de unos ojos marchitos, de los que yo veía a través de las lágrimas, era una caricia para herir las pupilas, sin que siquiera el párpado se cerrase en defensa. Cuán amorosa forma la del suelo las noches del verano cuando echado en la tierra se acaricia este mundo que rueda, la sequedad oscura, la sordera profunda, la cerrazón a todo, que transcurre como lo más ajeno a un sollozo. Tú, pobre hombre que duermes sin notar esa luna trunca que gemebunda apenas si te roza; tú, que viajas postrero con la cabeza seca que rueda entre tus brazos, no beses el silencio sin falla por donde nunca a la sangre se espía, por donde será inútil la busca del calor que por los labios se bebe y hace fulgir el cuerpo como con una luz azul si la noche es de plomo. No, no busques esa gota pequeñita, ese mundo reducido a sangre mínima, esa lágrima que ha latido y en la que apoyar la mejilla descansa. NOCTURNO MIEDO Todo en la noche vive una duda secreta: el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar. Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos nada podemos contra la secreta ansiedad.Y no basta cerrar los ojos en la sombra ni hundirlos en el sueño para ya no mirar, porque en la dura sombra y en la gruta del sueño la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.Entonces, con el paso de un dormido despierto, sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar. La noche vierte sobre nosotros su misterio, y algo nos dice que morir es despertar.¿Y quién entre las sombras de una calle desierta, en el muro, lívido espejo de soledad, no se ha visto pasar o venir a su encuentro y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?El miedo de no ser sino un cuerpo vacío que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar y la angustia de verse fuera de sí viviendo y la duda de ser o no ser realidad. MIRADA FINAL La soledad, en que hemos abierto los ojos. La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos, derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos. Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse. Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no es, y ve aparecer sus miembros, y se palpa: Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza; y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado, y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge, no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele, pero le duele todo. Y arriba mira el camino, y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle. Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la vida como un instante, me miro. Esta tierra fuíste tú, amor de mi vida? Me preguntaré así cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte, recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar? No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado. No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir. No, matéria adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma, hubiera al fin de expulsar. No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible y desde la que también alzaré mis ojos finales cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira, contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo los párpados, en el fin el cielo piadosamente brillar. Alighieri Dante OTROS POEMAS DE DANTE ALIGHIERI: AMOR E'L COR GENTIL CANTO I° DE LA DIVINA COMEDIA ( fragmento ) CANTO III DE LA DIVINA COMEDIA LA VIDA NUEVA SONETO SONETO XL TANTO GENTILE (fragmento) OLTRE LA SPERA... TUTTI LI MIEI PENSER... VEDE PERFETTAMENTE... AMOR E'L COR GENTIL Corazón y el Amor son una cosa sola y gentil -el sabio lo ha dictado. Ninguno sin el otro ha palpitado, que la razón no puede estar ociosa. Falla natura cuando está amorosa, y Amor o el Corazón por un cuidado; transcurra el tiempo breve o dilatado, lo mismo en inquietud que si reposa. Si a la Bella se suma la Discreta, y nuestra vista bebe su dulzura colmando el corazón de ansia secreta, del Amor al asedio que perdura pidiendo estadio la Beldad nos reta como bravo adalid en su armadura. Versión de: Carlos López Narváez CANTO III DE LA DIVINA COMEDIA ( fragmento ) INSCRIPCIÓN Por mí se llega a la ciudad doliente. Por mí se avanza hacia la eterna pena. Por mí se va tras la perdida gente. Dios al pecado señaló condena y surgí entonces cual suprema alianza del poder sumo y la justicia plena. Y no existiendo en mí fin ni mudanza nada me precedió sino Dios mismo. Los que entrásteis perded toda esperanza. Versión de: Nicolás Bayona Posada LA VIDA NUEVA (fragmento) Muchas veces me vienen a la cabeza la oscura cualidad que me da el Amor y me tengo lástima y así me digo: ¡Ay de mí!, ¿les pasa esto a otros?; porque tan hábilmente me asalta el amor que la vida casi me abandona: sólo un hilo de espíritu deja medio vivo, uno que sólo por ti vive y razona. Luego me esfuerzo, yo deseo salvarme, y casi muerto, sin ningún valor, vengo a verte, creyendo así curarme: y cuando alzo los ojos para observarte en mi corazón se inicia un terremoto que suspende en mi alma todos los latidos. OLTRE LA SPERA... Allende el orbe de rodar más lento llega el suspiro que mi pecho exhala: nuevo intelecto con que Amor escala célica altura en alas del lamento. Cuando alcanza la cima de su intento ve la Mujer que otra ninguna iguala por su esplendor: a quien todo señala de Amor para el más alto rendimiento. Viéndola así, con voz sutil, ardiente, Amor le habla al corazón doliente que lo interroga y no comprende nada. Soy yo quien me hablo a mí y ante la bella membranza de Beatriz, todo destella y lo entiende mi mente iluminada. Versión de: Carlos López Narváez SONETO Amor brilla en los ojos de mi amada, y se torna gentil cuando ella mira: donde pasa, todo hombre a verla gira y a quien ve tiembla el alma enamorada. Anochece si esconde su mirada, y por volverla a ver todo suspira: ante ella la soberbia huye y la ira; bellas, honrad conmigo a mi adorada. Feliz mil veces quien la ve y la siente; al nacerle el alma al punto empieza todo humilde pensar, toda dulzura, y no sabe, almirarla sonriente, si en ella se excedió naturaleza, o el milagro gentil tanta hermosura. Versión de: Alejandro Araoz Frazer SONETO XL Peregrinos que vais meditabundos talvez en algo que no veis presente: ¿Venis desde una tan remota gente que os miro, con agobios tan profundos y sin llanto en los ojos errabundos, ir a través de la ciudad doliente, como si ciego, sordo, indiferente, la viera vuestro ser desde otros mundos? Me dice el corazón entre lamentos -parad por escucharlo unos momentosque al salir d'ella os seguirá el quebranto. Ya su BEATRIZ sólo es celeste sombra, y de toda palabra que la nombra fluye un acerbo manantial de llanto. Versión de: Carlos López Narváez TANTO GENTILE Tanto es gentil el porte de mi amada, tanto digna de amor cuando saluda, que toda lengua permanece muda y a todos avasalla su mirada. Rauda se aleja oyéndose ensalzada -humildad que la viste y que la escuda-, y es a la tierra cual celeste ayuda en humano prodigio transformada. Tanto embeleso el contemplarla inspira, que al corazón embriaga de ternura: lo siente y lo comprende quien la mira. Y en sus labios, cual signo de ventura, vagar parece un rizo de dulzura que el alma va diciéndole: ¡Suspira! Versión de: Carlos López Narváez TUTTI LI MIEI PENSER... Sabe sólo de Amor mi pensamiento; por él y en él lo tengo tan cambiante: de Amor la potestad lo lleva amante, o a loco razonar, su valimiento. Me infunde en la esperanza dulce aliento, o acerbo lloro en onda desbordante; tan sólo se unifica si tremante mi alma de pavor se ve un momento. Y así mi suerte ignoro en la contienda, y no querer decirlo y que lo diga: vagando voy en amorosa erranza... Y si con todos he de hacer alianza vano será clamarle a mi enemiga -la insensible Piedad- que me defienda. Versión de: Carlos López Narváez VEDE PERFETTAMENTE... Bien sabe a cuál saluda y reverencia el que vea entre damas a la mía; todas ellas hacerle compañía tienen de Dios como gentil clemencia. De su beldad es tánta la excelencia que envidias no despierta ni falsía: bien antes, galanura y ufanía -dones de Amor- afinca su presencia. De su redor dimana mansedumbre y así vestidas de su misma lumbre, cada una, sintiéndolo, se honora. Fue siempre todo en Ella tan luciente, que nadie, suspirando dulcemente, podrá olvidar su gracia arrobadora. Versión de: Carlos López Narváez CANTO I° DE LA DIVINA COMEDIA (Fragmento) Del camino a mitad de nuestra vida encontréme por una selva oscura, que de derecha senda era perdida. ¡Y cuánto en el decir es cosa dura esta selva salvaje, áspera y fuerte, que en el pensar renueva la pavura! Tanto es amarga que es poco más muerte: más, para hablar del bien que allí encontrara diré otras cosas de que fui vidente. Yo no se bien decir cómo allí entrara; tan lleno era de sueño en aquel punto que el derecho camino abandonara. Mas luego, al ser al pie de un monte junto en donde daba término aquel valle que aflicto en miedo el corazón me tuvo, miré a lo alto, y vi que era en su talle vestido ya de rayos del planeta que nos guía derecho en cualquier calle. Fue entonces la pavura un poco quieta, que en el lago del pecho aún me duraba la noche, que pasara tanto inquieta. Y como aquel que con cansadas ansias, salido ya del piélago a la riba, se vuelve a ver las peligrosas aguas, así el ánima mía, aún fugitiva, se volvió atrás a remirar el paso que no dejó jamás persona viva. Cuando di algún reposo al cuerpo laso aquella proseguí playa desierta, tal que el pie firme siempre era el más bajo. Y he aquí, casi al comenzar la cuesta una onza ligera y presta pronto, que de pie maculada era cubierta: y no se me apartaba de ante el rostro, así tanto impedía mi camino que muchas veces intenté el retorno. Tiempo era el principio matutino, y remontaba el sol con las estrellas que eran con él, cuando el amor divino movió al principio aquellas cosas bellas; tal que de esperar bien me dio ocasión, de la fiera de piel pintada aquella, la hora del tiempo y dulce la estación: mas no sin que temor no me infundiese la aparecida vista de un león. Este semblaba contra mi viniese con la testa alta y apetito fiero, que el aire parecía le temiese; mas una loba, que de todo anhelo parecía cargada en su magrura, y vivir mucha gente hizo con duelo, esta causome turbación tan dura con el temor, nacido de su vista, que perdí la esperanza de la altura. Y como aquel, que con placer aquista, y llega el tiempo que perder le haga, que en todo su pensar llora y se atrista, tal me hiciera la fiera de paz falta, que, viniendo a mi encuentro, poco a poco, me rechazaba allí donde el sol falla. Mientras retrocedía al lugar hondo ante mi vista se hizo descubierto quien mudo pareció en lo silencioso. Cuando yo le miré en el gran desierto, "Apiádate de mi -le grité al mismo-, quienquiera seas, sombra u hombre cierto." Respondiome: "Hombre no; hombre ya he sido, los que diéronme el ser fueron lombardos, y ambos por patria a Mantua la han tenido. Nací sub Julio, bien que un poco tardo y viví en Roma, bajo el buen Augusto, en tiempos de engañosos dioses falsos. Poeta he sido, y yo canté del justo hijo de Anquises, que volvió de Troya después que fuese el soberbio Ilión combusto. Mas, ¿por qué a tanta pena tu retornas? ¿por qué no vas al deleitoso monte que es principio y razón de dicha toda?" "¿Eres tu aquel Virgilio, aquella fuente que tan gran río en el hablar difunde? -le respondí con vergonzosa frente-. ¡Oh, de los otros poetas honra y lumbre! válgame el largo estudio y grande amor, que a mí buscar me han hecho tu volumen. Eres tu mi maestro, eres mi autor: eres tu solo aquel, de quien yo hurto el bello estilo, que me ha dado honor. Mira la bestia por la cual yo huyo: de ella, famoso sabio, has de ayudarme, que me hace estremecer venas y pulso." Te conviene seguir distinto viaje, -dijo, después de ver que yo lloraba-, si quieres huir de este lugar salvaje: porque esta bestia, por la qual tu clamas, no deja que otro pase por su vía, mas tanto se lo impide que lo mata; y es su natura tan malvada e impía que su rabiosa gana nunca llena, y ha más hambre al comer que antes tenía. Con muchos animales se empareja, y aún serán muchos más, hasta que el Veltro vendrá, y hará que con dolor se muera. Este no comerá tierra ni peltro, pero si amor, virtud, sabiduría, y su patria estará entre Feltro y Feltro; será salud de aquella humilde Italia, por quien murió la virginal Camila, Euríalo y Turno y Niso en la batalla. Este la cazara por cada villa, hasta arrojarla dentro del infierno, del que al principio la sacó la envidia. Mas ahora por tu bien pienso y discierno que tu me sigas, yo seré tu guía: te sacaré de aquí a un lugar eterno, donde oirás espantosa gritería: verás viejos espíritus en duelo, que todos la segunda muerte ansían; luego aquellos verás, que están contentos en fuego, porque esperan la llegada entre los alabados, a su tiempo: a los cuales, si tu ascender desearas, otra alma te quiara que yo más digna, te dejaré con ella cuando parta: que aquel Emperador, que reina arriba, porque yo con su ley rebelde me hice, no quiere a su cuidad por mi la ida. En toda parte impera y allí rige, allí está su ciudad y su alto asiento: ¡dichoso aquel, que al lado suyo elige!" Yo le dije: "Poeta, te requiero por ese Dios que tu no conociste, para huir de este mal o más adverso, que me lleves allá donde dijiste, tal que yo vea la puerta de San Pedro y aquellos que tu dices ser tan tristes." Anduvo entonces, y seguí postrero. Versión de: Carlos López Narváez <: "Poeta, te requiero por ese Dios que tu no conociste, para huir de este mal o más adverso, que me lleves allá donde dijiste, tal que yo vea la puerta de San Pedro y aquellos que tu dices ser tan tristes." Anduvo entonces, y seguí postrero. Versión de: Carlos López Narváez Juan Antonio Alix (1833-1918) Nació en Moca y se crió en la ciudad de Santiago. Hijo de Félix Alix y maría Magdalena Rodríguez. El más acabado tipo de poeta popular dominicano, emanado del Cibao, región donde el alma nacional conserva sus caracteres autóctonos y el habla del pueblo no ha perdido el sabor añejo del claro y sonoro idioma español en su modalidad andaluza. Las manifestaciones espontáneas de la vida criolla, reflejo de virtudes, vicios, inclinaciones pasionales, tristezas y alegrías, se tamizaban por su alma, y brotaban en la simple rima de la décima, forma poética con que de preferencia expresaba sus sentimientos el tipo salido del seno anónimo del pueblo. Con la vena en un incesante manar, el lenguaje rimado era la expresión natural de su espíritu jocundo, curioso, ligero, decidor y optimista, tocado siempre del amor y entusiasmo por las cosas nativas. Su sentimiento no se aferraba a ninguna de las tendencias pasionales ocasionadas por lo cambiante de la vida social, sino que las iba siguiendo y captando conforme a la naturaleza anónima del alma popular de suyo sensible a ciertos aspectos de la existencia. Cuando usa el lenguaje inculto del campesino, casi el mismo de las masas de la ciudad, la versificación es más fluida y más certera la fijación de costumbres y maneras. Producto del medio, tan instintivo y sin artificio como el llano vivir corriente. Por esa correspondencia, es el primer poeta eminentemente social que ha tenido el pueblo dominicano. Por doquiera aparecía el decimero como flor silvestre, y sus producciones, según el grado de interés que despertaran, corrían de boca en boca, pasando de una región a otra. Su extensión y efecto no paraba ahí. Aparte de originar un nuevo merengue que las cantaba en el jolgorio, la agudeza, moraleja, expresión picaresca o intencional, envuelta en el estribillo o en una estrofa, quedaba asentada en el espíritu, y se repetía, con ocasión de determinado motivo, como un dicho popular, con intención de refrán. Sobresalió entre todos los decimeros, sintetizando lo mejor que cada uno poseía, Juan Antonio Alix. Su fecundidad no fue el resultado de una satisfacción espiritual o reclamo de un ideal, sino exigencia de la vida. El sustento de la familia era un poderoso incentivo para ejercitar la aptitud especial con que la naturaleza le dotara. Y la décima de la noche, al otro día se convertiría en el dinero que llenaba los huecos del hogar. Ya su juventud había pasado. En lo más florido de ella no tomó nunca en serio el rimar, sino que vivió siguiendo el grato curso de las cosas frívolas y alegres, poniendo en sus actos un constante matiza de buen humor. Dentro de esa moral, no había sino indiferente a las guerras libertadoras. En las luchas de la Independencia fue soldado, y en la Restauración, figurando entre los patriotas que se sublevaron en Guayubín y Santiago el mes de febrero del 63. Pareció determinado a no deponer las armas, y junto con otros dominicanos buscó refugio en Haití. Se enteró bien de las costumbres de aquel pueblo, y además estuvo al tanto de las costumbres de aquel pueblo, y además estuvo al tanto de los preparativos para la formal guerra libertadora; pero días antes del golpe de Capotillo, repasó la frontera, se acogió a las garantías de las autoridades españolas, e hizo algo peor, que fue darles informes de los planes de sus compatriotas en Haití, por lo que los militares exóticos tomaron algunas precauciones con el fin de evitar el ataque de sorpresa. Alix en lo adelante no se pudo separar de los españoles, a los cuales siguió hasta verse en la ciudad de Santo Domingo, donde le encontró la Restauración de la República, a la que se adhirió, como otros compañeros. Su juventud bulliciosa, vivida como quiera, en contraste con el motivo que le da valor social permanente, fue la que echó las bases del acervo de experiencia, conocimiento y amor de las cosas del medio. Había sido, por otro lado, sin estorbárselo su manera regocijada de entender el vivir, un famoso pendenciero, de mano fatídica en el juego de las armas, y sin entrañas, con el contrincante que errara el golpe mortal. Un abogado que pasó la mayor parte de su vida entre el ejercicio de la profesión y la judicatura, tenía en la manquedad de un brazo la señal de un sable manejado por Juan Antonio Alix. Sus décimas satisficieron una necesidad del espíritu colectivo. Eran solicitadas por el pueblo, que las compraba no bien estaban en circulación. Las habladurías de la calle, el escándalo social de la hora, alguna amarga queja del público, el incidente burlesco hecho comidilla de los murmuradores que lo eran casi todos los vecinos de la población, la oportunidad de un desbordamiento de júbilo público, el triunfo o fracaso de una revolución, o acaso un fusilamiento, ejecutado de manera espectacular, constituían el material preferido para las décimas, tocadas siempre de un vivo color de actualidad y salpicadas de pimienta satírica, de que tanto gusta el pueblo, por ser uno de sus íntimos fermentos. Lo que no podía o no sabía hacer el periódico, lo proporcionaba la décima. La sátira en el decimero popular por excelencia era una de las emanaciones del alma colectiva. En las poblaciones de alma propia, con su manera personal de entender y vivir la vida, se sucedían, casi regularmente, frases populares con tonalidad de refrán, en el sentido lato de la palabra, surgidas de lo anónimo, pero acogidas y usadas en todos los planos de la sociedad como el último dicho de moda y de color festivo. Cada dicho popular se extinguía con la aparición de otro que insensiblemente lo reemplazaba. Alguna vez llegaba de fuera, como sucedió con el dicho: no te vista que no va, traído a Santiago por el payaso de un circo que hizo pasar días de muchísimo contento por el primer decenio del siglo. Alix produjo una décima sobre esta frase, del mismo modo que lo había hecho y siguió haciendo con otras tomadas de estribillo. El elemento típicamente haitiano, en relación con su lenguaje y costumbres, es oportuno consignar, fue un particular fermento que puso a manar la cuerda burlesca del poeta Alix, mostrando lo chistoso propio del contraste de lenguas e inclinaciones en individuos y pueblos como el nuestro y el haitiano. Décimas suyas de este género tienen todas soltura y gracejo. En general, las décimas reflejaban una de las tonalidades del ser social, no salido del primitivo y elemental existir aldeano, exento de elevadas aspiraciones y diariamente ocupado en formar con el copioso excedente de sus energías los suaves canales por donde deslizar el tiempo. Hasta los analfabetos de las hacían leer para tomarlas de coro y recitarlas en habiendo oportunidad. Entre los papeles de familia guardados en el fondo del baúl no era raro encontrar una décima de Juan Antonio Alix. Consideradas desde el punto de vista de los motivos que las inspiraban, se pueden sacar de ellas cuadros de costumbres nacionales, de esas que desterradas ya de los centros urbanos, perduran en las aldeas aisladas del progreso. Se puede, además, formar un catálogo de palabras y frases populares, cifrada expresión de maneras en el vivir y estados de pensamiento. Hasta ahora se ha publicado un volumen de las décimas pero hay material para más. La edición es del año 1927 y tiene prólogo de José Ramón López. (1833-1917). AL PUBLICO Lo que ha pasado en ¡a Otra Banda del Yaque el día 7 del presente mes. Ya que el público lo manda Diremos por la presente, Que el día siete del corriente Por la noche, en Otra Banda De pilluelos una tanda Y de armamento provista, Después de pasar revista A siete chivos robados, Dieron muerte los malvados Al pedáneo Juan Batista. Los pillos un burro prieto Listo de un todo ‘llevaron, Y de carne lo cargaron Sin desollar por completo. Batista, bello sujeto, Y Alcalde de la Sección, Por cumplir su obligación Y sus bienes defender, Vino el pobre a perecer A las manos de un ladrón. Dicen que fué acompañado De dos o tres compañeros, Que se mandaron ligeros Cuando Juanico ha goteado. Y que un joven buen soldado Lelo Marte, el muy valiente, Quien venció a los bandidos, Dejó allí a dos heridos Y un prisionero igualmente. Según cuentan los vecinos De Otra Banda y más lugares, Dizque pasan de millares Los chivos y los cochinos, Y ovejos, que esos dañinos Por todas partes cogían, Y los cueros no vendían En bruto los malhechores, Pues, como son curtidores, Ellos mismos los curtían. También suelen declarar Vecinos de Rafael, Que en todo el lugar aquel No se oye un chivo berrear, Ni un ovejito balar Ni otras clases de animales, Porque los pilluelos tales Haciendo de carne líos, Han dejado allí vacíos Los chiqueros y corrales. Hoy se encuentra en el Juzgado De Instrucción el burro prieto, El que vino bien repleto De chivos muertos cargado, Con el cuero aún pegado; Pues dicen que los chiveros Por querer andar ligeros Nada más los degollaban, Y el mondongo lo dejaban En los mismos mataderos. Del pueblo la mayoría Deseaba que los malvados Fueran todos fusilados, Que de ejemplo serviría. Y la Autoridad quería Al público complacer, Pero que por atender A unos cuantos consejeros, Hoy se encuentran los chiveros De la Justicia en poder. Esta corta relación Con gusto he publicado, Porque me lo ha suplicado Entera esta población. Para con más atención Que obren los tribunales, Y se empeñen los fiscales En emplear más energía, Para darle garantía A la crianza de animales. Santiago, Agosto 10 de 1903 AL GOBIERNO PROVISIONAL DE LA REPUBLICA SANTIAGO Como cantor nacional Yo no puedo prescindir, De marchar o de seguir A La opinión ‘general. Por eso es muy natural Cantar lo que ella desea: Que para evitar pelea O no más guerra civil, Le diga a Alejandro Gil: Afloja la jicotea. De Alejandro siempre he sido Amigo particular, Y no lo puedo negar Que le estoy agradecido; Y como amigo querido Este amigo le desea, Que en salvamento se vea; Y si de cerca le viera Lo abrazaría y le dijera: Afloja la jicotea. Si el País entero ya Desconoce tu poder, No hagas la sangre correr Que hasta Dios se enojará. Vete, que tú volverás Cuando en paz todo se vea. A tu Patria que desea Que no haya más bancarrota; Conque, si eres buen patriota: Afloja la jicotea. Cantando estoy como un grillo Sin a nadie maltratar, Sin subir ni arrempujar A partido ni a caudillo. Ni canto por darle brillo Ni al Jesús de Galilea, Canto con la buena idea, De lo que mejor conviene, Y decirle al que la tiene: Afloja la jicotea. A ninguno adularé Con atronadores vivas, Y ni con flores ni olivas A nadie coronaré. A la paz le cantare Y a la Unión que hoy campea; Esa es toda mi tarea, Evitar guerra civil, Diciéndole a Woss y Gil: Afloja la jicotea. El País por el momento Poco a poco se fusiona, Sin distinción de persona Y sin apasionamiento. No ha habido atropellamiento Ni quien arriba se crea, De la discordia la tea, Ya no hay ni quien la nombre; Conque Gil, si eres buen hombre: Afloja la jicotea. En la más completa unión Se encuentran greñudo y bolo: Formando un partido solo Como hermanitos que son. No ha habido una discusión Ni una palabrita fea, Pues si lo que se desea Es en paz todos vivir, Gil, si te quieres lucir, Afloja la jicotea. Formando un solo partido Se encuentra todo el Cibao, Desde Masacre al Bonao Como ya es bien sabido. El Este y Sur se han unido Al Cibao con esa idea, Y como la unión florea, Con placer y gusto mil, Amigo Alejandro Gil: Afloja la jicotea. De todo corazón te desea un feliz viaje, tu siempre amigo, Juan Antonio Alix. Santiago, 2 de Noviembre de 1903. LAS JUNTAS DE FOMENTO Establecidas por el progresista Don Eugenio Descham ps, Vicepresidente y Delegado del Gobierno en el Cibao Para dar conocimiento Al público en general, De lo que el Gobierno actual Practica por el momento, Como asuntos de fomento, De riqueza y bienestar, Debo de manifestar Que si el Gobierno consigue Lo que con afán persigue El país se ha de salvar. Sabido es, que el habitante Del campo, que trae su fruto, Como gato entre macuto Se lo endosa al comerciante; Y al momento el negociante, Ya sea por ambición O por la mala intención De trancar a un tercero, Se lo compra al cosechero, Sea cual sea su condición. Por eso más criminal Es sin duda el comerciante, Que el gitanillo habitante Y mucho más ilegal; Pues si el cosechero tal, Convencido ya estuviera Que su fruto no vendiera En pésima condición, Jamás a la población, Ni de chepa lo trajera. Pero como saben bien Que si ellos traen basura El comerciante se apura En comprarla en su almacén, Eso yo lo haría también Si yo fuera cosechero, Pues de casa el basurero Al comercio le trajera Aunque así después se hundiera Enviándolo al extranjero. El Gobierno superior No tiene más ideales, Que a los frutos nacionales Darle crédito y valor. Para que en el exterior Sean siempre solicitados, Y no tan desmeritados, Como están a la sazón Por su mala condición Y tan mal clasificados. En todo el Departamento Del Cibao están nombradas Por Deschamps e instaladas Varias Juntas de Fomento. Para darle crecimiento De una manera segura, A comercio, agricultura, Y a otras cosas igualmente, Para que el País realmente Se coloque en grande altura. El Gobierno ha concedido Sin pérdida de momento, A las Juntas de Fomento Cuanto ellas han pedido, Y en todo está decidido Dichas Juntas a apoyar, Y hacerlas bien respetar Con la mayor energía, Porque es la única vía De la cosa organizar. Ya con esto es suficiente Para que el agricultor, Y todo especulador Estén lo más al corriente, Que el Gobierno no consiente Que salga de la Nación, Sea cual sea la producción, Si no está bien comprobada, Y bastante examinada Su exquisita condición. Así todo agricultor Como todo comerciante, Ya sabrán que en lo adelante El Gobierno superior Castigará con rigor, Con multas y con prisión, Al que tenga la ocasión De comprar o de vender Frutos de poco valer Y de mala condición. Lo que pretende el Gobierno Con esa sabia medida, Es sacar, pero en seguida, Al País de tanto infierno, Y de un padecer eterno, Pues en los tiempos actuales La miseria y tantos males Que afligen a la Nación, Es la mala condición De los frutos nacionales. Santiago, 14 de Octubre de 1903. UN HIJO DESOBEDIENTE Que fué a una fiesta en contra del gusto de su padre A mi amigo el Gral. Pedro M. Espaillat. Santo Domingo. Hoy también contar me toca Otro caso parecido, Al del hijo maldecido En un campo allá de Moca. Que por una cosa poca O es decir, por un pollito, Ese muchacho maldito A su madre maltrató, Y el diablo se lo llevó Al infierno derechito. Pues en Jacagua ha pasado Otro caso cuasi igual, Que lo contaré tal cual Como a mí me lo han contado. “Un padre de familia honrado A un hijo le aconsejó Y mucho le suplicó Que no fuera a una fiesta, Que esa noche había propuesta En qué parte no sé yo” Y el hijo sin más espera Al padre así le contesta: “Pues sí voy a la fiesta Aunque el demonio no quiera, Me voy de cualquier manera Sin que nadie me sujete, Y el primero que se mete En privarme de mi gusto, Cuatro balazos le ajusto Como cinco y dos son siete”. Otra vez le dijo el padre: “Tú no vayas a la fiesta Que en tu cama hago una apuesta Que no hay perro que te ladre. —Por la salud de mi madre A esa fiesta sí que voy, Porque listo ya lo estoy Y el que me salga al encuentro Del pecho en el mismo centro Cuatro balazos le doy”. El padre quedó abismado Contemplando largo rato, Aquel hijo tan ingrato Desobediente y malcriado. Y al fin, le dijo indignado: “Hijo mío, jamás te hablo; Pero yo espero en San Pablo Y en el gran Poder Divino, Que al marcharte, en el camino, Ojalá te lleve el diablo”. El hijo sin atender A más nada se marchó, Y al festín se dirigió Lleno de gusto y placer; Pero pronto pudo ver Que salía de una emboscada Un hombre de grande alzada Con dos cuernos en la frente, Y los ojos puramente De fuego una llamarada. El joven así que vió Aquella infernal figura, Con muy notable bravura Al momento se cuadró Y el revólver lo sacó, Sin andar con pareceres; Y al hombre dijo: ¡quién eres! Si en el mundo andas penando, De parte de Dios te mando Que me digas lo que quieres”. “Cállate esa boca, perro: El fantasma contestó, Que a arreglarte vengo yo Con estas uñas de hierro. Yo soy el diablo que encierro A todo el que no me cuadre, Y al perro que a mí me ladre Como tú, que así me gruñas, Le enseño con estas uñas A respetar a su padre”. De una vez entró con él El demonio y lo tumbó, Y las uñas le clavó Con una fiereza cruel; Que si no es por San Miguel Que de encima se lo quita De virtud con su varita, El joven ya estuviera Junto con aquella fiera Que maltrató a su mamita. E1 hijo, de tal manera Llegó a su casa estropeado, Con todo el cuerpo aruñado Y la camisa por fuera, Gritando al padre le abriera La puerta sin dilación, Para pedirle perdón, Y el padre así que lo vió Hincado, lo perdonó Y le echó la bendición. Viva la paz! Viva la unión! Y abajo los cogedores de mangos bajitos! AlIé. AlIé, a buscar qué hacer, y dejen al País tranquilo. Santiago, 6 de Octubre EL 14 DE FEBRERO CONTINUACION DE LAS DECIMAS Unidos los santiagueros Con un grupo de mocanos Valientes como espartanos Y rabudos espueleros, A los bolos majaderos Tanto el dado le cargaron Que unos cuantos ni atinaron A salir de la ciudad, Pidiendo hospitalidad Donde ocultos se quedaron. Los bolos razón tenían En temerle tanto al foete, Porque ya en el mismo ojete La rabiza la sentían. Y mucho más cuando oían “Que atájenlos por allá”, ¡“Que atráquenlos por acá”, Y el fun fun de las abejas Tan cerca de las orejas, Que el más valiente se va. ¡Pero cuánto patriotismo! ¡ Oh valientes veteranos! Estrechen aquí sus manos! ¡Qué heroísmo! ¡qué heroísmo! Y cuánto valor: lo mismo Les decían los camarones, Pero a1 verlos en pelotones Huyendo que se mataban, Indignados les voceaban: ¡Qué pelones, qué pelones! No se hallaron en la acción Varios bolos generales Por temor que en los panales Les picara un abejón. Fuera de la población Quedarse allá resolvieron Pero que cuando sintieron El bajo de la tollina, Pues, al que le dan camina, En sus jacos se tendieron. Entre ambos que lucharon, Con seguridad se cuenta, Que han pasado de sesenta Las bajas que resultaron. Los ‘bolos aquí dejaron Muertos y algunos heridos Los que fueron recogidos Por la Cruz Roja bendita Que con piedad inaudita Fueron todos socorridos. Después de la gran tollina A los pájaros sin rabo En los Cerros de Gurabo Les dieron otra propina. Teniendo aquella colina Fuertemente atrincherada En donde no hicieron nada Trescientos que allí se hallaron, Porque todos se panquearon Para Cuesta Colorada. Al salir de propartida De los Cerros los zancudos Continuaron los rabudos Dándoles la despedida. Y en la Cuesta referida El derrote fué tan cruel, Que echando cuasi la hiel Por la boca, de cansados, Llegaron desgaritados A Llanos de Rafael. Así pues, que no valieron Las misas a San Antonio, Ni los brujos del demonio, Ni los judú que se dieron. Ni mil promesas que hicieron Porque todo fué pamplina; La Providencia Divina Como ella está con Morales En vano son los cordiales Y los caldos de gallina. Y a quien Dios le da la jicotea que se la bendiga San JUAN A. ALIX. Amén Jesus. Santiago, Mayo de 1904. VIVA LA PAZ La República Dominicana se encuentra por el momento en plena paz y tranquilidad. ¡ Loado sea Dios! DEDICATORIA: Al ilustre Caballero Mr. Tomás Cleveland, Ministro Americano cerca del Gobierno Dominicano, residente en la Ca pital de nuestra República. El señor Cleveland ha sido bien obsequiado en todas las Comarcas del Cibao que ha visitado; que para bien sea. Con toda satisfacción Damos hoy publicidad Que ya la tranquilidad Reina en toda la Nación; Pues la cruel revolución Ha bajado su estandarte En ese mismo baluarte que de cuna le sirvió; Y la paz enarboló El suyo por toda parte. Los dos Jefes principales De la tal revolución, Viendo ya con atención Las consecuencias fatales De esas luchas criminales, Con el Gobierno pactaron, Y fielmente celebraron El Demetrio y Desiderio, Un pacto bastante serio Que en Montecristy firmaron. La Provincia de La Vega Se encuentra toda de gala, Porque Perico Lasala Tampoco quiere más brega; Haciendo su gente entrega De sus armas principales; Inclusos los generales Pimentel y otros varios, Los que ya no son contrarios Del Gobierno de Morales. Y hay quien diga con afán Que ya Perico Lasala, Jamás tirará una bala Por su compadre don Juan El araña capitán, Que después que le ofreció La ínsula, se embarcó A gozar a Puerto Rico, Y al infeliz del Perico En la estaca lo dejó. (1). Por lo dicho se verá Que ya todo está tranquilo, ------------(1) El refrán que dice: “quedó como perico en la estaca” . Y por ese mismo estilo Mucho tiempo lo estará. Aunque nunca faltará Algún hijuelo de perra, Que desee otra vez la guerra; Pero si cualquiera abusa, Ya encontrará su tusa Con los blancos de otra tierra. Pues, ¿quién es el que no sabe Que el Gobierno yanqui ha sido Quien más ha contribuido A que la guerra se acabe? Y que esa gloria le cabe A los norte-americanos, Que alzadas tienen las manos Para aplastar a cualquiera, Que intente encender la hoguera Entre los dominicanos. Toda nación europea Y los norte-americanos, Entre los dominicanos No consienten más pelea. Que cual gobierno que sea Ellos lo han de proteger Y por la fuerza han de hacer Que no se altere la paz, Como remedio eficaz Para el País florecer. Ya un Ministro americano Reside en la Capital, Y lo que es el litoral Del País dominicano Nunca faltará a la mano Muy grandes buques de guerra, Que echarán gentes a tierra Por millones si se ofrece; Y el que se mueve, perece, Y que de una vez se entierra. El pueblo dominicano Será siempre independiente, Como promete fielmente El coloso americano; Y no habrá poder humano Que le toque en realidad, Viviendo en tranquilidad En paz, en buena armonía, Pero, si es en anarquía, Perderá su libertad. Así es que desgraciado Del que ahora se menea, Que prontamente gotea Y es de una vez sepultado. Morales está apoyado Y su Gobierno igualmente, Con buques, dinero y gente, y ya con revolución Lo que es en nuestra Nación No se tumba presidente. Eso es bueno con batata, como dice un refrán. Santiago, 11 de Julio de 1904 LA OREJA DE ÑICO EL LOCO A mi amigo Octaviano Estrella Ciudad. El Pobre de Ñico el loco Es un infeliz idiota, Que solamente se bota Cuando lo cuquean un poco. Ni le hace daño tampoco A nadie ese desgraciado; Pero como es alocado, Donde la noche le coge, En el suelo se recoge Y allí duerme engurruñado. Esa infeliz criatura Cuando no está embriagado, Se ocupa de hacer mandado Y adquiere su valedura; En la plaza de verdura Allí gana sus cuartillas, Cargando mesas y sillas, Cajones y otras frioleras, A unas cuantas canasteras Que venden en las casillas. Pues a ese desdichado Sin dar motivos de queja, Le mocharon una oreja Sin duda agún condenado, Que viéndolo allí acostado Durmiendo en una cazada La oreja le fué cortada Por algún ser inhumano, Que rio tiene de cristiano Ni siquiera una pulgada. El maldito criminal Que a Ñico lo ha señalado Dicen que mocho y bocado Le puso como señal, Como de crianza animal; Y aunque no es de juicio sano, El Ñico no es un marrano; Es hijo de Dios lo mismo, Por el agua del bautismo Que tiene como cristiano. El que cometió por cierto Ese crimen tan horrendo, Que se vaya previniendo Con Dios que vive despierto, Con su tribunal abierto Y su ley siempre pareja: Y como ese Dios no deja Sin testigo al delincuente, Que tengan eso presente Los corta dores de oreja. Estas coplas las publico Para que el mundo lo sepa, Que aquí se vive de chepa Tanto el pobre como el rico. Porque cuando el pobre Ñico Que no debe culpas viejas, Lo han dejado sin orejas Si a esta tierra viene el Papa, Como ya nadie se escapa Le arrancan hasta las cejas. Avenuncío, satanás!; toma la cruz, perro mataluz! y líbrenos Dios de tanta vagabundería. Sí, señor! Santiago, 11 de Junio de 1904. LOS NIÑITOS Que se oían gritando en noches pasadas en la Iglesia de Nuestra Señora de la Altagracia. El caso que resultó En la Iglesia de Altagracia, Aunque falto soy de gracia A contarlo vengo yo. Tal cual como lo contó De aquel templo una vecina, Que se halló en la fajina, Dizque de unos niñitos Trancados y dando gritos En esa mansión divina. Los niños dizque decían ¡Ay mamá! ¡ay mamá!... ¡Ay papá! ¡ay papá!... Y a carcajadas reían. Pero tanta bulla hacían Que la policía corrió, Y el vecindario acudió Lleno de miedo profundo; Y así fué que todo el mundo Por allí se alborotó. Unos cuantos que miraban Por el abra de una puerta. Decian como cosa cierta Que en el coro se encontraban. Unos niños que cantaban En fila todos parados; Y a otros veían sentados Desnuditos en los bancos; Y que todos eran blancos Con gorritos colorados. El sacristán de la Ermita. Que se apareció en chancleta. Armado de una escopeta Y de un revólver marmita. Para cantar el rosario Por aquellos angelitos Que de los cielos benditos Bajaron a aquel santuario. “Que salga una comisión dijo allí un mequetrefe— Para darle parte al Jefe De esta sagrada mansión”. Tocó allí una campanita Así fue, sin dilación, Y reunió al vecindario El cura al momento vino, Y al abrir con mucho tino De la Sacristía la puerta, Salió a carrera abierta Huyendo un perro barcino. Es todo cuanto ha pasado En la Parroquia Altagracia, Que no ha sido una desgracia Como ya se ha propagado; Un pobre perro trancado En la iglesia dando gritos; Eran pues los angelitos Que ¡ay mamá! dlzque decían, Y que también los veían Con gorros y desnuditos. Lo que sí es cosa cierta, Y se puede asegurar, Que no pueden ya dejar Iglesia ninguna abierta. Ya es preciso andar alerta Con los brujos hoy en día, Pues toda esa ratería En las iglesias divinas, Son los brujos y adivinas Para arreglar brujería. Y es cierto que al Padre Armando Le han robado del altar, Un vaso que suele usar Cuando él está consagrando Y Luis Pérez predicando Se ha quejado ya con pena. Que alguna persona buena, Creyendo hacerle un favor Entró a la Iglesia Mayor Y le robó su patena. Los brujos y las adivinas están de plácemes! No hay quien les llegue al cuero. Así memo, así! Santiago, Octubre 19 de 1904. LAMENTACIONES De una dicha de 35 carnavales que está por casarse que no ve. A la juventud universal, porque en todas partes se cuecen habas. Caramba! quiero casarme, Aunque mi mamá lo sienta; Porque paso de los treinta Y yo no quiero quedarme; Yo estoy ya por colocarme Pero de cualquier manera, Sin andar con más espera Ni más vuelta al pensamiento; Yo estoy ya por casamiento Y me caso con cualquiera. Cansada estoy de esperar Y me moriré de vieja, Esperando esta pareja Con quien me quieren casar, Que del cielo ha de bajar; Blanco, noble y millonario, De un talento extraordinario, Buen mozo, muy elegante Que toque el piano, y que cante Más bonito que un canario. Mi mamá culpa ha tenido Que llegara yo a esta edad, Sin esa felicidad De tener un buen marido; Porque a ella le ha cogido Con que debo ser casada, Con ministro o embajada, De Alemania o Inglaterra; Cuando aquí en nuestra tierra No valemos cuasi nada. Envidia me causa ver Miles mujeres casadas, Que están muy bien colocadas Por no ponerse a escoger; Pues el mucho pretender Y ese orgullo mal fundado, No da ningún resultado; Pero ni luce ni cabe, Donde todo el mundo sabe Del pie que uno ha cojeado. Mi mamá siempre se pone Con miles de sacaliñas, Cuando de cacas y tiñas Este mundo se compone; El que a eso se dispone Se olvida de ciertas cosas, Que no son ni tan honrosas Para que anden repingando Y narices aventando Como las vacas rabiosas. Y mi mama en otra era Nunca frecuentó un salón Que mereciera atención Y ni mirarlo siquiera; Pero hoy que en la primera De verse tanto se alegra Le sopla su bola negra A tantos jóvenes buenos, Porque dízque tiene a menos De que la tengan por suegra. Yo me muero por bailar Y mi mama no me deja, Por no haber noble pareja Con quien pueda yo danzar. La Juventud del lugar No puede ser más decente, Más culta y más complaciente, Y a mi mama le ha cogido, Con que el mundo está perdido Y en los bailes comen gente. No quiere que tenga amores, Ni quiere que al Parque vaya, Porque no falta canalla Entre los visitadores. Ni por los alrededores De casa pisa varón Porque dizque todos son Unas aves de rapiñas, Que se llevan a las niñas Como a paloma un gorrión. Así es, que quiero casarme Con el hombre que me cuadre, Y no con el que mi madre Por esposo quiera darme. Pues yo no quiero quedarme Como otras que están penando, Que por estar esperando Casarse con un Sultán, Vistiendo santos están Y en las iglesias cantando. Para tanta esclavitud, Seguro que me coloco, Así sea con Ñico el loco, Si no anda con prontitud La piadosa juventud, Pues cualquiera se condena Viviendo con tanta pena Y así tan mortificada, Como una monja encerrada Sin saber de cosa buena. La probe! Ojalá encuentre un viejo bobo que la saque de pena, así sea como el decímero. Santiago, 29 de septiembre. 1904. EL CHIVO MOTON A los amigos Rodolfo Lithgow y Enrique Pastoriza. Ha llegado a la Estación Del Ferrocarril Central, Un chivo fenomenal Que ha causado admiración. Es un chivato motón De larga barba poblado Y entre patas bien pegado, Un talego regular, Con el que puede probar Que nunca ha sido capado. El chivo de referencia A Montecristi llegó, Y por la Aduana pasó Con la mayor insolencia, Pues sin pedirle licencia Al jefe de aquel bufete, Se ajustó por un boquete, Pasó por la población, Sin ninguna interrupción Hasta verse en Navarrete. Francamente ahí llegó Monrado en varias carretas, Con barriles y maletas Que allí las depositó. Más tarde se trasladó Al tren de la vía Central, Y con gran ceremonial Tuvo en esta población, La más bella recepción Por la autoridad local. Allí fué el Gobernador, El Alcalde y el Fiscal. Los Jueces del Tribunal, Los de orden Superior; También le cupo ese honor Al Señor Juez de Instrucción, Y de gente una porción Lo mismo pasó en seguida, A darle la bienvenida Al caballero motón. Mas después de celebrada La recepción oficial, Con un proceso verbal La fiesta fué terminada. Perú, que a la llegada. De señor facultativo, Que observó que dicho chivo El vientre tenía inflamado Al punto le fué aplicado De emético un vomitivo. Con ese medicamento El motón se mejoró, Porque al instante arrojó Mucha bilis y excremento, Envuelto aquello en cemento Romano, varios barriles Y un sin fin de proyectiles Explosivos, igualmente, y revólver de patente, Pero no arrojó fusiles. Como el Laudo en Puerto Plata Ha puesto los mangos altos, Van los chivos dando saltos En busca de mejor mata; Donde no es preciso lata Ni otros cuantos requisitos, Sino seguir derechitos Y entrar por aquel boquete, Por donde el chivo se mete A coger mangos bajitos. Y la Impruven (1) ¿qué dirá Del motón y su regalo? Dirá que por ese palo Nunca se le pagará; Pues si todo el mundo va En busca de los totones, Ya vendrán otros motones Buscando el mismo boquete, Y pasar a Navarrete Francamente en carretones. Santiago, 7 de Noviembre de 1904. LOS MANGOS BAJITOS Al simpático y popularísimo "Listín Diario", el periódico más interesante y de más circulación que ha tenido el País. Vamos a ver lo que dice don Martín Garata. Dice don Martin Garata, Persona de alto rango, Que le gusta mucho el mango Porque es una fruta grata. Pero treparse en la mata Y verse en los cogollitos, Y en aprietos infinitos... Como eso es tan peligroso, El encuentra más sabroso Coger los mangos bajitos. Don Martín dice también Que le gusta la castaña, Pero cuando mano extraña La saca de la sartén, Y que se la pelen bien Con todos los requisitos; Pero arderse los deditos Metiéndolos en la flama. Eso sí que no se llama Coger Los mangos bajitos. Por eso la suerte ingrata De la Patria no mejora Porque muchos son ahora Como don Martín Garata, Que quieren meterse en plata Ganando cuartos mansitos Con monopolios bonitos, Con chivos o contrabando, O así, de cuenta de mando, Coger los mangos bajitos. Cuando hay revolución Maña es la más antigua, Despachar a la manigua De brutos a una porción. Que al mandarlos algún don Ya se marchan derechitos, Y los dones quietecitos Cada cual queda en su casa. Para cuando todo pasa, Coger los mangos bajitos. Cuando el toro está plantado Se verán miles toreros, Allí en los burladeros Con el pitirrio apretado. Cuando el toro otro ha matado Al punto salen toditos, Echando vivas a gritos Y a empuñar buenos empleos, Que son todos sus deseos Coger los mangos bajitos. Dejen ya la maña vieja De mandar al monte gente Para tumbar presidente Sin dar motivos de queja; Que la prudencia aconseja, Que vivamos tranquilitos, Como buenos hermanitos, Que mucha sangre ha costado Y la ruina del Estado Coger los mangos bajitos. Y que vean lo que ha costado La tumba de dos poderes, Que han muerto miles de seres Que la tierra se ha tragado. Cuántas viudas no han quedado, Y huérfanos infinitos! Cuántas miserias y gritos! Y cuánta sangre correr!... Por unos cuantos querer Coger los mangos bajitos. Ahora lo que han de hacer Echarlo todo al olvido, Y al Presidente elegido Ayudarlo a sostener. Y evitar que vuelva a haber Más viudas y huerfanitos, Más crímenes y delitos, Y lárguense a trabajar, Los que quieren, SIN SUDAR, Coger los mangos bajitos. Viva la paz! Viva la Unión! Y abajo los cogedores de mangos bajitos! Allé, Allé, a buscar qué hacer, Y dejen al país tranquilo! EL PLEITO DE PONTEZUELA Ocurrido en dicho lugar en la noche del día de Santa Rosa El día de Santa Rosa Gran pleito en la Pontezuela, Dos muertos y dos heridos Quedaron en la refriega. En casa de un tal Silverio Hubo una gran diversión, La que fué sin dilación Convertida en cementerio. Pues ya se dice de serio Que por una simple cosa, En esa fiesta azarosa Quedaron allí tendidos Dos muertos y dos heridos En el día de Santa Rosa. Todo fué por cuatro reales De juego en una partida, Que allí se quitó la vida Aquel par de irracionales. Y más de cien criminales Al ver el apaga vela, Se prendieron en candela Con los revólver, to, to, to!... Y la fiesta se volvió Gran pleito en la Pontezuela. También hay que declarar Que en medio del tiroteo, Hubo grito y pataleo De mujeres con el mar; Y caballos relinchar Se oían, despavoridos, Y de perros los aullidos, Las gallinas cacareando, Y las familias gritando Dos muertos y dos heridos. Y los dos que parecieron Por un castigo de Dios, José Rodríguez, los dos El mismo nombre tuvieron. Y José los que salieron Heridos en esa brega; Así es que nadie niega Lo que muy claro se ve, De que allí cuatro José Quedaron en la refriega . Muertos: José Rodríguez Rosario, José Rodríguez Rosario. (Primos hermanos y amigos). Heridos: José Fernández, José Eugenio Blanco. Aprieta, Colasa! qué tal? Santiago, 4 de Setiem Ramón de Almagro Ramón Valdez, cuyo Nom de Plume es Ramón de Almagro, debido al barrio en que ha vivido durante más de 60 años, nació el 10 de Abril de 1934 en Arrecifes, ciudad al noroeste de la provincia de Buenos Aires. El poeta dedicó la mayor parte de su vida a un negocio de almacén. Sus actividades diarias lo mantenían suficientemente ocupado para brindar atención adecuada a cierta inquietud que estuvo latente durante toda su vida, muy al fondo de su corazón... ¡la Poesía! En 1996 la economía del país envió a pique gran cantidad de negocios y el almacén de este gran poeta no fue una excepción. Al verse sin trabajo, Ramón decide continuar su educación atendiendo un plantel secundario del cual se gradúa en diciembre de 1998. Fue durante ese tiempo que volvió a reencontrarse con la poesía. Esta vez, su pasión venía acompañada de la necesidad, la cual obliga al poeta a publicar para comer. Empieza a escribir y a publicar folletos que vende él, personalmente, en el “Subte” (Tren subterráneo) “D” El poeta lleva ahora una vida al igual que los antiguos juglares que iban de pueblo en pueblo recitando sus épicas y romances para obtener el sustento de cada día. Y gracias a Dios, Metrovías y su personal, y a los pasajeros. El poeta dedica tiempo completo a la escritura, publicación y venta de sus obras. EL VELERO BLANCO Desde que era niño siempre tuvo un sueño, se lo dio un barquito hecho de papel, y fue desde entonces que quiso ser dueño de un velero blanco y bogar en él, no por los paisajes de un mundo lejano cubierto por islas de hermoso coral él solo soñaba sentarse en su barco y por una brisa dejarse llevar. Al pasar el tiempo se quedó en un sueño como tantos sueños, su sueño de mar nunca dijo nada, pues siempre temía que si alguien sabía se fuera a burlar. Hoy que ya está viejo, y nadie le ofrece por sus pocas fuerzas un trozo de pan, agarra la silla, esa que se mece, y se va hasta el patio, buscando soñar, en la vieja silla se siente en el barco, cerrando los ojos escucha la mar y hasta hay una brisa... que baja a sus labios olas muy pequeñas... con sabor... a sal... MI POEMA DE ABRIL Picoteando la cáscara de algún viejo recuerdo con la lluvia de Abril nacerá mi poema le pondré mil colores los más puros y claros una música tenue y un perfume de nardos. Como una luciérnaga brillará titilando y se irá por los aires escapando de mi alma se estirarán mis manos sin poder alcanzarlo, se quedarán mis labios como siempre rogando: Que una estrella lo guíe que lo lleve a tu lado, pues si tú lo encontraras, y llegas a escucharlo mi poema de Abril quizá viva... hasta Mayo. TU ESPALDA (Dedicado a mi esposa Doña Elsa) Tu espalda es mi descanso, mi sosiego, es la calma después de haber amado, tu espalda es un refugio donde llego a lamer mis heridas angustiado. Tu espalda es taller de mi poesía en las noches que paso desvelado, tu espalda tiene el fin de cada día, es el sueño y un beso ya cansado. Y si todo se me hace cuesta arriba, si la vida se ensaña con mi vida, más que nunca, tu espalda es necesaria, Pues si es dura la mano del destino, tu espalda es el altar donde me inclino para llegar a Dios... con mi plegaria. NIÑA DE LA ARENA Niña que en la arena te encontré llorando, con un llanto blando, tu primer amor, orgullo de niña que se hallaba herido, tal vez un motivo, que nunca existió. Por algo que él dijo o no sé que cosa tu boca de rosa se te marchitó. y aquellos pucheros, los que se habían ido, vuelven del olvido a llorar tu amor. De un mundo de mimos salís a la vida, y aquí, no hay quien cuida de algún moretón, ya viene la noche niña de la arena recoge tu pena, mañana... mañana habrá sol. RONDA PARA MALVA Esa niña, aquella, de los ojos claros, la que llaman Malva, la de pies desnudos, y a veces sangrando, no tiene apellido. Entre los cartones donde ella ha nacido nunca sobra nada, y menos monedas para un colectivo, y... no la anotaron. Su madre... Su madre ha buscado, entre los recuerdos, unos ojos claros, unos ojos claros o algo parecido. Pero tan oscuro siempre fue el amor. Sólo por las noches se le han acercado siempre atropellados pidiendo el favor, y luego se fueron como habían llegado, siempre apresurados, sin decir adiós, Y esa niña, aquella, la que llaman Malva, la de pies desnudos y sin apellido, a todos nos mira, como preguntando: ¿Estos ojos claros, estos ojos claros de donde han venido? ME PREGUNTO (Soneto II ) Que se dirán, amor, esas veredas Que nos vieron pasar juntos del brazo Que se dirán, amor, hoy que nos queda Llevar entre los dos nuestro fracaso. Que se dirán, amor, aquellos árboles Que marcamos con tantos juramentos Que se dirán si oyen nuestras voces Discutiendo llevadas por el viento. Que se dirán, amor, esas estrellas Que se dirán al ver nuestras querellas Que se dirán, ya sé... no dirán nada. Amores tan deshechos como el nuestro Se ven tantos, amor, que por supuesto, Las estrellas ya están... acostumbradas LA NIÑA DEL LAGO La niña sentada a orillas del lago, Leyendo poesía de su libro Azul,* Te muestra que todo, no está tan cambiado, Están los que sueñan, lo mismo que tú. Son los que leyendo de un mundo de ensueño, Mundo de romance, reino del amor, Sienten que ellos pueden también ser los dueños De esos sentimientos que brinda el autor. Sueñan ser amados como en la poesía, Por seres perfectos de muy suave voz, Que al hablar envuelven con la melodía Que solo se escucha cuando habla el amor. La niña del lago levanta los ojos, Viendo que la tarde ya casi pasó, Leyendo poesía se le hizo tan corta, Que dubitativa... mira su reloj. Con pena, suspiros, recoge sus sueños, Los guarda entre hojas de su libro Azul,* Y por un sendero se nos va corriendo, Ha vuelto este mundo, de tanta inquietud. OLVIDO Tú puedes olvidar y los recuerdos Se pegan a mi piel como un castigo Tú puedes olvidar, yo sólo vivo Añorando el querer que se ha perdido Tú puedes olvidar y en cada noche Mil vueltas siempre doy buscando olvido Tú puedes olvidar, cómo quisiera Olvidar como tú... sin un suspiro. PÁGINA EN BLANCO ... y me vuelco a una página en blanco, a llenar los renglones vacíos... ...a tratar de formar con palabras, el poema que venza tu hastío... ... el que logre llevar a tus ojos unas gotas de suave rocío ... ...el que arranque por fin de tus labios un susurro que suene a suspiro... ... el que pueda poner en tu pecho algo de esto que hoy late en el mío... ME HAN TIRADO UN BESO ESTA MAÑANA Me han tirado un beso esta mañana, me lo enviaron los labios de un niño, y tú sabes cuanta sed hay en el alma, de una simple muestra de cariño. Me han tirado un beso esta mañana, y mira como influyen estas cosas, que mi aburrido día de semana, de golpe... se pobló de mariposas. Alonso Dámaso Biografía Poeta e historiador español, nacido en Madrid en 1898. Su principal aportación a las letras es una impresionante actividad filológica que lo llevó a dirigir la Real Academia Española entre 1968 y 1982 y a recibir el Premio Cervantes en 1978. Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, fue crítico literario, editor de clásicos, antólogo y traductor. Perteneció a la Academia de la Historia y fue Doctor Honoris Causa y conferencista en varias universidades europeas y americanas. Obra poética: «Poemas puros», «Poemillas de la ciudad», «El viento y el verso, «Hijos de la ira», «Hombre y Dios», «Gozos de la vista» y «Duda y amor sobre el Ser Supremo». Falleció en Madrid en 1990. AMOR ¡AY, TERCA NIÑA!... CIENCIA DE AMOR ¿CÓMO ERA? CREACIÓN DELEGADA DESTRUCCIÓN INMINENTE DOLOR EN LA SOMBRA ¿EXISTES? ¿NO EXISTES? GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR GOZO DEL TACTO INSOMNIO LUCÍA MADRIGAL DE LAS ONCE MUJERES ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA SOLO VIDA YO ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA Tú le diste esa ardiente simetría de los labios, con brasa de tu hondura, y en dos enormes cauces de negrura, simas de infinitud, luz de tu día; esos bultos de nieve, que bullía al soliviar del lino la tersura, y, prodigios de exacta arquitectura, dos columnas que cantan tu armonía. Ay, tú, Señor, le diste esa ladera que en un álabe dulce se derrama, miel secreta en el humo entredorado. ¿A qué tu poderosa mano espera? Mortal belleza eternidad reclama. ¡Dale la eternidad que le has negado! LUCÍA Lucía es rubia y pálida. Sus quietas pupilas de princesa vagamente miran hacia el ocaso, y en su frente se muere una ilusión. Las violetas de sus grandes ojeras melancólicas parece que presienten el intenso olor del camposanto y el incienso de preces funerarias y católicas. Sobre su falda tiene un libro abierto... Mueve el aire los árboles del huerto, y a la hoja del libro va una hoja otoñal... ( En el libro se refiere cómo besa una hoja que se muere a una rosa carnal que se deshoja... ) Qué sutil gracia tiene tu amor, Amada! Hoy las rosas eran más rosas y las palomas blancas, más blancas y la risa del niño paralítico del paseo de invierno estaba suspensa, quieta, azul y diluida para ti y para mí. ¡Qué sutil gracia tiene tu amor, Amada! MUJERES Oh, blancura. ¿Quién puso en nuestras vidas de frenéticas bestias abismales este claror de luces siderales, estas nieves, con sueño enardecidas? Oh Oh Oh Oh dulces bestezuelas perseguidas. terso roce. Oh signos cenitales. músicas. Oh llamas. Oh cristales. velas altas, de la mar surgidas. Ay, tímidos fulgores, orto puro, quién os trajo a este pecho de hombre duro, a este negro fragor de odio y olvido? Dulces espectros, nubes, flores vanas... ¡Oh tiernas sombras, vagamente humanas, tristes mujeres, de aire o de gemido! AMOR ¡Primavera feroz! Va mi ternura por las más hondas venas derramada, fresco hontanar, y furia desvelada, que a extenuante pasmo se apresura. ¡Oh qué acezar, qué hervir, oh, qué premura de hallar, en la colina clausurada, la llaga roja de la cueva helada, y su cura más dulce, en la locura! ¡Monstruo fugaz, espanto de mi vida, rayo sin luz, oh tú, mi primavera, mi alimaña feroz, mi arcángel fuerte! ¿Hacia qué hondón sombrío me convida, desplegada y astral, tu cabellera? ¡Amor. amor, principio de la muerte! CIENCIA DE AMOR No sé. Sólo me llega, en el venero de tus ojos, la lóbrega noticia de dios; sólo en tus labios, la caricia de un mundo en mies, de un celestial granero. ¿Eres limpio cristal, o ventisquero destructor? No, no sé... De esta delicia, yo sólo sé su cósmica avaricia, el sideral latir con que te quiero. yo no sé si eres muerte o eres vida, si toco rosa en ti, si toco estrella, si llamo a Dios o a ti cuando te llamo. Junco en el agua o sorda piedra herida, sólo sé que la tarde es ancha y bella, sólo sé que soy hombre y que te amo. MADRIGAL DE LAS ONCE Desnudas han caído las once campanadas. Picotean la sombra de los árboles las gallinas pintadas y un enjambre de abejas va rezumbando encima. La mañana ha roto su collar desde la torre. En los troncos, se rascan las cigarras. Por detrás de la verja del jardín, resbala, quieta, tu sombrilla blanca. ¿CÓMO ERA? ¿Cómo era Dios mío, cómo era? Juan Ramón Jiménez La puerta franca. Vino queda y suave. Ni materia ni espíritu. Traía una ligera inclinación de nave y una luz matinal de claro día. No era de ritmo, no era de armonía ni de color. El corazón la sabe, pero decir cómo era no podría porque no es forma, ni en la forma cabe. Lengua, barro mortal, cincel inepto deja la flor intacta del concepto en esta clara noche de mi boda, y canta mansamente, humildemente, la sensación, la sombra, el accidente, mientras Ella me llena el alma toda. GOTA PEQUEÑA, MI DOLOR Gota pequeña, mi dolor. La tiré al mar. Al hondo mar. Luego me dije: ¡A tu sabor ya puedes navegar!Más me perdió la poca fe... La poca fe de mi cantar. Entre onda y cielo naufragué. Y era un dolor inmenso el mar. VIDA Entre mis manos cogí un puñadito de tierra. Soplaba el viento terrero. La tierra volvió a la tierra. Entre tus manos me tienes, tierra soy. El viento orea tus dedos, largos de siglos. Y el puñadito de arena -grano a grano, grano a granoel gran viento se lo lleva. DESTRUCCIÓN INMINENTE ¿Te quebraré, varita de avellano, te quebraré quizás? ¡Oh tierna vida, ciega pasión en verde hervor nacida, tú, frágil ser que oprimo con mi mano! Un chispazo fugaz, sólo un liviano crujir en dulce pulpa estremecida, y aprenderás, oh rama desvalida, cuánto pudo la muerte en un verano. Mas, no; te dejaré... Juega en el viento, hasta que pierdas, al otoño agudo, tu verde frenesí, hoja tras hoja. Dame otoño también, Señor, que siento no sé qué hondo crujir, qué espanto mudo. Detén, oh Dios, tu llamarada roja. ¡AY, TERCA NIÑA!... ¡Ay, terca niña! Le dices que no al viento, a la niebla y al agua: rajas al viento, partes la niebla, hiendes el agua. Te niegas a la luz profundamente: la rechazas, ya teñida de ti: verde, amarilla, - vencida ya - gris, roja, plata. Y celas de la noche, la ardua noche de horror de tus entrañas sordas. Cuando la mano intenta poseerte, siente la piel tus límites: la muralla, la cava de tu enemiga fe, siempre en alerta. Nombre te puse, te marcó mi hierro, «cáliz», «brida», «clavel», «cenefa», «pluma»... (Era tu sombra lo que aprisionaba.) Al interior sentido convoqué contra ti. Y, oh burladora, te deshiciste en forma y en color, en peso o en fragancia. ¡Nunca tú: tú, caudal, tú, inaprehensible! ¡Ay, niña terca. Ay, voluntad del ser, presencia hostil, límite frío a nuestro amor! ¡Ay turbia bestezuela de sombra, que palpitas ahora entre mis dedos, que repites ahora entre mis dedos tu dura negativa de alimaña. GOZO DEL TACTO Estoy vivo y toco Toco, toco, toco. Y no, no estoy loco. Hombre, toca, toca lo que te provoca: seno, pluma, roca, pues mañana es cierto que ya estarás muerto, tieso, hinchado, yerto. Toca, toca, toca, ¡qué alegría loca! Toca. Toca. Toca. CREACIÓN DELEGADA Qué maravilla, libertad. Soy dueño de mi albedrío. Me forjo (y forjo) obrando. Yo me esculpo, hombre libre. Pero, ando. hablo, callo, me río, pongo ceño, yo, Dámaso, cual Dámaso. Pequeño agente, yo, del Dios enorme, cuando pienso, obro, río. Creación creando le prolongo a mi Dios su fértil sueño. Dios me sopla en la piel la vaharada creadora. Padre, madre, sonriente, se mira (¡Vamos! ¡Ea!) en mis pinitos. Niño de Dios, Creación plasmado de nada, yo, punto libre, voluntad crujiente entre atónitos orbes infinitos. SOLO Como perro sin amo, que no tiene huela ni olfato, y yerra por los caminos... Antonio Machado Hiéreme. Sienta mi carne tu caricia destructora. Desde la entraña se eleva mi grito, y no me respondías. Soledad absoluta. Solo. Solo. Sí, yo he visto estos canes errabundos, allá en las cercas últimas, jadeantes huir a prima noche, y esquivar las cabañas y el sonoro redil, donde mastines más dichosos, no ignoran ni el duro pan ni el palo del pastor. Pero ellos huyen, hozando por las secas torrenteras, venteando luceros, y si buscan junto a un tocón del quejigal yacija, pronto otra vez se yerguen: se yerguen y avizoran la hondonada de las sombras, y huyen bajo la indiferencia de los astros, entre los cierzos finos. ¿EXISTES? ¿NO EXISTES? I ¿Estás? ¿No estás? Lo ignoro; sí, lo ignoro. Que estés, yo lo deseo intensamente. Yo lo pido, lo rezo. ¿A quién? No sé ¿A quién? ¿a quién? Problema es infinito. ¿A ti? ¿Pues cómo, si no sé si existes? Te estoy amando, sin poder saberlo. Simple, te estoy rezando; y sólo flota en mi mente un enorme «Nada» absurdo. Si es que tú no eres, ¿qué podrás decirme? ¡Ah!, me toca ignorar, no hay día claro; la pregunta se hereda, noche a noche: mi sueño es desear, buscar sin nada. Me lo rezo a mi mismo: busco, busco. Vana ilusión buscar tu gran belleza. Siempre necio creer en mi cerebro: no me llega más dato que la duda. ¿Quizá tú eres visible? ¿O quizá sólo serás visible, a inmensidad soberbia? ¿Serás quizá materia al infinito, de cósmica sustancia difundida? ¿Hallaré tu existir si intento, atónito, encontrarte a mi ver, o en lejanía? La mayor amplitud, cual ser inmenso, buscaré donde el mundo me responda. II ¿Pedir sólo lo inmenso conocido? ¿Pedir o preguntar al Universo? No al universo de la tierra nuestra, bajo, insensible, monstruoso, duro; sí al Universo enorme, ya sin límites, con planetas, los astros, las galaxias: tal un dios material, flotando luces en billones de años, sin fronteras. Allí hay humanidades infinitas; las llamo tal, mas son de extrañas formas: nada igual a los hombres de esta tierra, que aquí lloramos nuestra vida inmunda. ¡Extremado universo, inmenso, hermoso! Con eterna amplitud, materias cósmicas, avanzan infinitas las galaxias, nebulosas: son gas, sólidas, líquidas. III Inmensidad, cierto es. Mas yo no quiero inmensidad-materia; otra es la mía, inmateria que exista ( ¡ay, si no existe! ), eterna, de omnisciencia, omnipotente. No material, ¿pues que? Te llamo espíritu ( porque en mi vida espíritu es lo sumo ). Yo ignoro si es que existes; y si espíritu. Yo, sin saber, te adoro, te deseo. esto es máximo amor; mi amor te inunda; el alma se me irradia en adorarte; mi vida es tuya sólo ( ¿ya no dudo? ). Amor, no sé si existes. Tuyo, te amo. INSOMNIO Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches? DOLOR Hacia la madrugada me despertó de un sueño dulce un súbito dolor, un estilete en el tercer espacio intercostal derecho. Fino, fino, iba creciendo y en largos arcos se irradiaba. Proyectaba raíces, que, invasoras, se hincaban en la carne, desviaban, crujiendo, los tendones, perforaban, sin astillar, los obstinados huesos, durísimos y de él surgía todo un cielo de ramas oscilantes y aéreas, como un sauce juvenil bajo el viento, ahora iluminado, ahora torvo, según los galgos-nubes galopan sobre el campo en la mañana primaveral. Sí, sí, todo mi cuerpo era como un sauce abrileño, como un sutil dibujo, como un sauce temblón, todo delgada tracería, largas ramas eléctricas, que entrechocaban con descargas breves, entrelazándose, disgregándose, para fundirse en nódulos o abrirse en abanico. ¡Ay! Yo, acurrucado junto a mi dolor, era igual que un niñito de seis años que contemplara absorto a su hermano menor, recién nacido, y de pronto le viera crecer, crecer, crecer, hacerse adulto, crecer y convertirse en un gigante, crecer, pujar, y ser ya cual los montes, pujar, pujar, y ser como la vía láctea, pero de fuego, crecer aún, aún, ay, crecer siempre. Y yo era un niño de seis años acurrucado en sombra junto a un gigante cósmico. Y fue como un incendio, como si mis huesos ardieran, como si la médula de mis huesos chorreara fundida, como si mi conciencia se estuviera abrasando, y abrasándose, aniquilándose, aún incesantemente se repusiera su materia combustible. Fuera, había formas no ardientes, lentas y sigilosas, frías: minutos, siglos, eras: el tiempo. Nada más: el tiempo frío, y junto a él un incendio universal, inextinguible. Y rodaba, rodaba el frío tiempo, el impiadoso tiempo sin cesar, mientras ardía con virutas de llamas, con largas serpientes de azufre, con terribles silbidos y crujidos, siempre, mi gran hoguera. Ah, mi conciencia ardía en frenesí, ardía en la noche, soltando un río líquido y metálico de fuego, como los altos hornos que no se apagan nunca, nacidos para arder, para arder siempre. EN LA SOMBRA Sí: tú me buscas. A veces en la noche yo te siento a mi lado, que me acechas, que me quieres palpar, y el alma se me agita con el terror y el sueño, como una cabritilla, amarrada a una estaca, que ha sentido la onda sigilosa del tigre y el fallido zarpazo que no incendió la carne, que se extinguió en el aire oscuro. Sí: tú me buscas. Tú me oteas, escucho tu jadear caliente, tu revolver de bestia que se hiere en los troncos, siento en la sombra tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el agua salobre. Sí: me buscas. Torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas. No me digas que no. No, no me digas que soy náufrago solo como esos que de súbito han visto las tinieblas rasgadas por la brasa de luz de un gran navío, y el corazón les puja de gozo y de esperanza. Pero el resuello enorme pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche, indiferente y sordo. Dime, di que me buscas. Tengo miedo de ser náufrago solitario, miedo de que me ignores como al náufrago ignoran los vientos que le baten, las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan. YO Mi portento inmediato, mi frenética pasión de cada día, mi flor, mi ángel de cada instante, aun como el pan caliente con olor de tu hornada, aun sumergido en las aguas de Dios, y en los aires azules del día original del mundo: dime, dulce amor mío, dime, presencia incógnita, 45 años de misteriosa compañía, ¿aún no son suficientes para entregarte, para desvelarte a tu amigo, a tu hermano, a tu triste doble? ¡No, no! Dime, alacrán, necrófago, cadáver que se me está pudriendo encima desde hace 45 años, hiena crepuscular, fétida hidra de 800.000 cabezas, ¿por qué siempre me muestras sólo una cara? Siempre a cada segundo una cara distinta, unos ojos crueles, los ojos de un desconocido, que me miran sin comprender (con ese odio del desconocido) y pasan: a cada segundo. Son tus cabezas hediondas, tus cabezas crueles, oh hidra violácea. Hace 45 años que te odio, que te escupo, que te maldigo, pero no sé a quién maldigo, a quién odio, a quién escupo. Dulce, dulce amor mío incógnito, 45 años hace ya que te amo. De "Hijos de la ira" Alonso Dámaso 2 AH, YO QUIERO VIVIR... CANCIONCILLA DE PROFUNDIS HOMBRE Y DIOS LIBERTAD MONSTRUOS MUJER CON ALCUZA SUEÑO DE LAS DOS CIERVAS TORRENTE DE LA SANGRE VIENTO DE NOCHE A UN RÍO LE LLAMAN CARLOS AH, YO QUIERO VIVIR... Ah, yo quiero vivir dentro del orden general de tu mundo. Necesito vivir entre los hombres. Veo un árbol: sus brazos ya en angustia o ya en delicia lánguida proclaman su verdad: su alma de árbol se expresa, irreductiblemente única. Pero el hombre que pasa junto a mí el hombre moderno con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras con sus automóviles de suntuosa hojalata o con sus tristes vitaminas, mudo tras su etiqueta que dice «comunismo» o «democracia» dice, con apagados ojos y un alma de ceniza ¿que es?, ¿quién es? ¿Es una mancha gris, un monstruo gris? Monstruo gris, gris profundo, profundamente oculta sus amores, sus odios, gris en su casa, gris en su juego, en su trabajo, gris, hombre gris, de gris alma. Yo quiero, necesito, mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle, arrancarle su careta de cemento, buscarle por detrás de sus tristes rutinas. Por debajo de sus fórmulas de lorito real (¡Pase usted! ¡Tanto gusto!), aventarle sus tumbas de ceniza huracanarle su cloroformo diario. Un día llegará en que lo gris se rompa, y tus bandos resuenen arcangélicos, oh gran Dios. Dime, Dios mío, que tu amor refulge detrás de la ceniza. Dame ojos que penetren tras lo gris la verdad de las almas, la hermosa desnudez de tu imagen: el hombre. VIENTO DE NOCHEEl viento es un can sin dueño, que lame la noche inmensa. La noche no tiene sueño. Y el hombre, entre sueños, piensa. Y el hombre sueña, dormido, que el viento es un can sin dueño, que aúlla a sus pies tendido para lamerle el ensueño. Y aun no ha sonado la hora. La noche no tiene sueño: ¡alerta, la veladora! SUEÑO DE LAS DOS CIERVAS¡Oh terso claroscuro del durmiente! Derribadas las lindes, fluyó el sueño. Sólo el espacio.Luz y sombra, dos ciervas velocísimas, huyen hacia la hontana de aguas frescas, centro de todo.¿Vivir no es más que el roce de su viento? Fuga del viento, angustia, luz y sombra: forma de todo.Y las ciervas, las ciervas incansables, flechas emparejadas hacia el hito, huyen y huyen.El árbol del espacio. (Duerme el hombre...) Al fin de cada rama hay una estrella. Noche: los siglos.Duerme y se agita con terror: comprende. Ha comprendido, y se le eriza el alma. ¡Gélido sueño!Huye el gran árbol que florece estrellas, huyen las ciervas de los pies veloces, huye la fuente.¿Por qué nos huyes, Dios, por qué nos huyes? Tu veste en rastro, tu cabello en cauda, ¿dónde se anegan?¿Hay un hondón, bocana del espacio, negra rotura hacia la nada, donde viertes tu aliento?Ay, nunca formas llegarán a esencia, nunca ciervas a fuente fugitiva. ¡Ay, nunca, nunca! A UN RÍO LE LLAMAN CARLOS Yo me senté en la orilla; quería preguntarte, preguntarme tu secreto; convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y viven; y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos). Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives. Dímelo, río, y dime, di, por qué te llaman Carlos. Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras (genero, especie...) y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», «fluente»; qué instante era tu instante cuál de tus mil reflejos, tú; reflejo absoluto yo quería indagar el último recinto de tu vida tu unicidad, esa alma de agua única, por la que te conocen por Carlos. Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye entre edificios nobles, a Minerva sagrados y entre hangares que anuncios y consignas coronan. Y el río fluye y fluye, indiferente. A veces, suburbana, verde, una sonrisilla de hierba se distiende, pegada a la ribera. Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para pensar por qué los ríos siempre anhelan futuro, como tú lento y gris. Y para preguntarte por qué te llaman Carlos. Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente y no escuchabas a tu amante extático que te miraba preguntándote como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos, y si en su sima el mundo será todo luz blanca o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que besa. Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de los quince años, entre fiebres oscuras y los días -qué verano- tan lentos. Yo quería que me revelaras el secreto de la vida y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos. Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando el fluir de este río... Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora. El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora. Pero sé que la tristeza es gris y fluye. Porque sólo fluye en el mundo la tristeza. Todo lo que fluye es lágrimas. Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la tristeza. Como yo no sé quién te llora, río Carlos, como yo no sé por qué eres una tristeza ni por qué te llaman Carlos. Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el misterio fluyente de este río, y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote. Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios; preguntándome, como se le pregunta a un dios triste: ¿qué buscan los ríos? ¿qué es un río? Dime, dime qué eres, qué buscas, río, y por qué te llaman Carlos. Y ahora me fluye dentro una tristeza, un río de tristeza gris, con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises. Tengo frío en el alma y en los pies. Y el sol se pone. Ha debido pasar mucho tiempo. Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras. Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo lentísimo. Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un río indiferente. Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas de esta tristeza, de este río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos. LIBERTAD Qué hermosa eres, libertad. No hay nada que te contraste. ¿Qué? Dadme tormento. Más brilla y en más puro firmamento libertad en tormento acrisolada.¿Que no grite? ¿Mordaza hay preparada? Venid: amordazad mi pensamiento. Grito no es vibración de ondas al viento: grito es conciencia de hombre sublevada. Qué hermosa eres, libertad. Dios mismo te vio lucir, ante el primer abismo sobre su pecho, solitaria estrella. Una chispita del volcán ardiente tomó en su mano. Y te prendió en mi frente, libre llama de Dios, libertad bella... MUJER CON ALCUZA A Leopoldo Panero ¿Adónde va esa mujer, arrastrándose por la acera, ahora que ya es casi de noche, con la alcuza en la mano? Acercaos: no nos ve. Yo no sé qué es más gris, si el acero frío de sus ojos, si el gris desvaído de ese chal con el que se envuelve el cuello y la cabeza, o si el paisaje desolado de su alma.Va despacio, arrastrando los pies, desgastando suela, desgastando losa, pero llevada por un terror oscuro, por una voluntad de esquivar algo horrible.Sí, estamos equivocados. Esta mujer no avanza por la acera de esta ciudad, esta mujer va por un campo yerto, entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes, y tristes caballones, de humana dimensión, de tierra removida, de tierra que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó, entre abismales pozos sombríos, y turbias simas súbitas, llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.Oh sí, la conozco. Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren, en un tren muy largo; ha viajado durante muchos días y durante muchas noches: unas veces nevaba y hacía mucho frío, otras veces lucía el sol y rejemía el viento arbustos juveniles en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas. Y ella ha viajado y ha viajado, mareada por el ruido de la conversación, por el traqueteo de las ruedas y por el humo, por el olor a nicotina rancia. ¡Oh!: noches y días, días y noches, noches y días, días y noches, y muchos, muchos días, y muchas, muchas noches.Pero el horrible tren ha ido parando en tantas estaciones diferentes, que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban, ni los sitios, ni las épocas.Ella recuerda sólo que en todas estaba oscuro, y que partir, al arrancar el tren ha comprendido siempre cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta, ha sentido siempre una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla, como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma, como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo, como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir. Pero las lúgubres estaciones se alejaban, y ella se asomaba frenética a las ventanillas, gritando y retorciéndose, sólo para ver alejarse en la infinita llanura eso, una solitaria estación, un lugar señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico por una cruz bajo las estrellas.Y por fin se ha dormido, sí, ha dormitado en la sombra, arrullada por un fondo de lejanas conversaciones, por gritos ahogados y empañadas risas, como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas, sólo rasgadas de improviso por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche, o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas, ... aún mareada por el humo del tabaco.Y ha viajado noches y días, sí, muchos días, y muchas noches. Siempre parando en estaciones diferentes, siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también, ay, para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada, para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables....No ha sabido cómo. Su sueño era cada vez más profundo, iban cesando, casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor: sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras, algún cuchillo como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche. Y luego nada. Sólo la velocidad, sólo el traqueteo de maderas y hierro del tren, sólo el ruido del tren.Y esta mujer se ha despertado en la noche, y estaba sola, y ha mirado a su alrededor, y estaba sola, y ha buscado al revisor, a los mozos del tren, a algún empleado, a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento, y estaba sola, y ha gritado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado en la oscuridad, y estaba sola, y ha preguntado quién conducía, quién movía aquel horrible tren. Y no le ha contestado nadie, porque estaba sola, porque estaba sola. Y ha seguido días y días, loca, frenética, en el enorme tren vacío, donde no va nadie, que no conduce nadie.... Y esa es la terrible, la estúpida fuerza sin pupilas, que aún hace que esa mujer avance y avance por la acera, desgastando la suela de sus viejos zapatones, desgastando las losas, entre zanjas abiertas a un lado y otro, entre caballones de tierra, de dos metros de longitud, con ese tamaño preciso de nuestra ternura de cuerpos humanos. Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza), abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita, como si caminara surcando un trigal en granazón, sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces, de cercanas cruces, de cruces lejanas.Ella, en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más, se inclina, va curvada como un signo de interrogación, con la espina dorsal arqueada sobre el suelo. ¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera, como si se asomara por la ventanilla de un tren, al ver alejarse la estación anónima en que se debía haber quedado? ¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro sus recuerdos de tierra en putrefacción, y se le tensan tirantes cables invisibles desde sus tumbas diseminadas? ¿O es que como esos almendros que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta, conserva aún en el invierno el tierno vicio, guarda aún el dulce álabe de la cargazón y de la compañía, en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros? TORRENTE DE LA SANGRE ¡Ceja, testuz fatal! ¡Cómo te siento, furibundo, embestir contra mis sienes! Ciega bestia en acoso, ¿por qué vienes Contra el dique a romper de tu aposento? ¿Qué frenesí te acucia? Ese lamento mugidor, di ¿por qué? ¿Por qué, si tienes mis más dorados días en rehenes y en prenda un corazón que fue del viento? Árbol de pulpa roja, arrebatado Del huracán de mi secreta mina, Por donde en sombra rompes tu camino; Árbol, cual yo, torrente despeñado, Ciega bestia, cual yo, ¡Mi ángel de ruina! ¡Oh ciclón de mi propio torbellino! CANCIONCILLA Otros querrán mausoleos donde cuelguen los trofeos, donde nadie ha de llorar, y yo no los quiero, no (que lo digo en un cantar) porque yo morir quisiera en el viento, como la gente de mar en el mar. Me podrían enterrar en la ancha fosa del viento. Oh, qué dulce descansar ir sepultado en el viento como un capitán del viento como un capitán del mar, muerto en medio de la mar. HOMBRE Y DIOS Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro donde se anuda el mundo. Si Hombre falla otra vez el vacío y la batalla del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!» Hombre es amor, y Dios habita dentro de ese pecho y profundo, en él se acalla; con esos ojos fisga, tras la valla, su creación, atónitos de encuentro. Amor-Hombre, total rijo sistema yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles tú, flor inmensa que en mi insomnio creces! Yo soy tu centro para ti, tu tema de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles. Si me deshago, tú desapareces. DE PROFUNDIS Si vais por la carrera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia. El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo, y una ramera de solicitaciones mi alma, no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe, sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano, sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes, que ya ha olvidado las palabras de amor, y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada. Yo soy la piltrafa que el tablejero arroja al perro del mendigo, y el perro del mendigo arroja al muladar. Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria, mi corazón se ha levantado hasta mi Dios, y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre, mírame, yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha, yo soy el excremento del can sarnoso, el zapato sin suela en el carnero del camposanto, yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra, y donde casi ni escarban las gallinas. Pero te amo, pero te amo frenéticamente. ¡Déjame, déjame fermentar en tu amor, deja que me pudra hasta la entraña, que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser, para que un día sea mantillo de tus huertos! MONSTRUOS Todos los días rezo esta oración al levantarme: Oh Dios, no me atormentes más. Dime qué significan estos espantos que me rodean. Cercado estoy de monstruos que mudamente me preguntan, igual, igual que yo les interrogo a ellos. Que tal vez te preguntan, lo mismo que yo en vano perturbo el silencio de tu invariable noche con mi desgarradora interrogación. Bajo la penumbra de las estrellas y bajo la terrible tiniebla de la luz solar, me acechan ojos enemigos, formas grotescas me vigilan, colores hirientes lazos me están tendiendo: ¡son monstruos, estoy cercado de monstruos! No me devoran. Devoran mi reposo anhelado, me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma, me hacen hombre, monstruo entre monstruos. No, ninguno tan horrible como este Dámaso frenético, como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sus tentáculos enloquecidos, como esta bestia inmediata transfundida en una angustia fluyente; no, ninguno tan monstruoso como esta alimaña que brama hacia ti, como esta desgarrada incógnita que ahora te increpa con gemidos articulados, que ahora te dice: ”Oh Dios, no me atormentes más, dime qué significan estos monstruos que me rodean y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.” no, ninguno tan monstruoso como esta alimaña que brama hacia ti, como esta desgarrada incógnita que ahora te increpa con gemidos articulados, que ahora te dice: ”Oh Dios, no me atormentes más, dime qué significan estos monstruos que me rodean y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.” Alonso Odette Biografía Poeta y narradora cubana nacida en Santiago de Cuba en 1964. Obtuvo su Licenciatura en Filología por la Universidad de Oriente, Cuba, y posteriormente viajó por varios países de América radicándose definitivamente en México desde 1992. Gracias a su intenso y productivo trajinar literario su obra ha sido incluida en varias antologías, revistas y publicaciones culturales de Cuba, México, Estados Unidos y Canadá. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, de la Unión de Mujeres Escritoras de las Antillas y editora de la antología Las cuatro puntas del pañuelo, Poetas cubanos de la diáspora, con el que que obtuvo uno de los Premios 2003 de Cuban Artists Fund, con sede en Nueva York. Ha publicado: «Criterios al pie de la obra», Premio Nacional 13 de Marzo 1988, «Enigma de la sed» 1989, «Historias para el desayuno», Premio de poesía Adelaida del Mármol 1989, «Palabra del que vuelve», Premio de poesía Pinos Nuevos, Cuba 1996, «Linternas» 1997, «Onírica, última función» 1999, «Insomnios en la noche del espejo», Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 1999, «Visiones Prosa poética» 2000, «Antología cósmica de Odette Alonso» 2001, «Cuando la lluvia cesa» 2002 y «Diario del caminante» en 2003. ANTESALA DEL MIEDO BAILARINA BALCÓN AL MAR CAJA DE MÚSICA CANCIÓN DEL MANSO PASTORZUELO EN EL PUENTE EVA O EL PECADO ORIGINAL FÁBULA DEL AGUADOR Y LA CIUDAD DE ENFRENTE HELENA O LA OTRA CARA DEL SILENCIO HISTORIA BREVE DE UNA MUJER DE LEJOS INSOMNIOS EN LA NOCHE DEL ESPEJO LAS ISLAS LINTERNAS LOS AMANTES DE POMPEYA MARGARITA O LA IDEA DE LA FELICIDAD MORIREMOS DE AMOR NÁUFRAGO SENTADO FRENTE AL MAR ÓLEO ONÍRICA ÚLTIMA FUNCIÓN PREMONICIÓN TRANSPARENCIA ANTESALA DEL MIEDO Supe de la neblina y salí al mundo. El miedo era un planeta extraño verte venir desde la acera opuesta toda tu luz burlando el mediodía. Yo que apuré el asfalto todo el viento del mundo reteniéndome. De qué sirve el amor qué extraña esencia nutre su llegada para que se convierta en una espera en una melodía. Calle para mis pasos y el mar que desemboca a la vuelta de tus ojos como el deseo de ser mar encrucijada. Qué luz viene de ti que me enceguece. No puedo darte la felicidad sino su anverso. Voy a decir amor trazo de sombra y no te marches. El miedo es un planeta absurdo y cierto. BAILARINA A Radhis Curí Saltó desde mi ojo a la ventana desnuda está en la acera mojada a la intemperie bajo una luna extraña. De pronto ya no baila me sigue el rastro ajeno taciturno la ira del zapato sobre el lomo. Salta la bailarina me recorre la espalda habla de Irlanda en mis hombros y no entiendo la hago saltar a punta de pistola dolor para gritar malas palabras y no aguantar ni un poco y no tener piedad. Gritar para que salte disparar y ver su cuerpecito llevado por el aire danzando a contraluz. BALCÓN AL MAR Llego a tus costas como al reverso menos cruel de la moneda y tengo todo el tiempo para amarte aunque el amor no sea más que alguna carta a veces una espera. Me desvisto en el muelle me deslumbro tiendo mi mano para hallar otra respuesta y allí estás tú allí vuelvo a encontrarte toda tu firma voluntad sobre mis huesos. La Habana al otro lado es una mancha una extensa muchacha de luces en la espalda siempre llena de veredas y centauros. Porque no soy igual a los demás es que te amo cuando la muerte es una rosa de los vientos un golpe de suerte una limpia palmada sobre el hombro. Porque no soy igual a los demás es que te canto que asciende mi canción buscando un puerto un balcón frente al mar donde dejar mi mano donde dejar toda mi voz a buen recaudo sobre el reverso menos cruel de la moneda. CAJA DE MÚSICA A Veleta. A Piri Alza la tapa. Escucha. La música será como un alivio como un bálsamo azul como un portazo y luego este silencio. Los amigos se fueron perdieron el camino y los recuerdos. Sólo queda esa música. Alza la tapa y oye. Piensa que ellos han vuelto y empujarán la puerta que traen los rones viejos y la inconformidad que bailarán de nuevo aquella melodía aunque no sea igual aunque no lleguen nunca aunque alces la tapa y no suene la música. CANCIÓN DEL MANSO PASTORZUELO Ella alzaba el martillo y lo dejaba caer una vez y otra vez sobre mi frente luego abría las piernas y yo volvía a entrar en un mundo cercano a la esperanza. Decía las manzanas la luz el precipicio y dejaba mi cuerpo enlodarse en la pendiente. Mentira tras mentira levantamos la casa y acunamos al hijo soñamos un futuro que supimos incierto. Yo cortaba la leña y encendía la hoguera que me consumiría yo le decía amor y esperaba anhelante la primera patada o el beso más certero. Oteaba la llanura desde lo alto veía con envidia a las ovejas descarriarse y regresaba manso al calor de su falda. Lloré todas las noches un llanto recalentado y torpe y así la vi partir sin voltearse a mirar el humo de la choza. EN EL PUENTE A Dora Al extremo del puente la luz es más intensa enceguece la luz cambia nociones. Las brújulas atrofian su certeza los mapas desdibujan sus contornos la noche apaga la verdad del firmamento. Sólo queda un camino lleva al final del puente. Basta extender las manos y preparar el salto caer hacia el abismo luminoso de tus ojos. EVA O EL PECADO ORIGINAL Nada fue como dicen. Yo descubrí mi cuerpo mojado en la maleza y lo empecé a palpar. Era mi cuerpo solo el que se hinchaba inflamada mi vela. No supe qué corría por mi vientre trepaba hasta mi pecho enceguecía. Tuve miedo y grité tuve miedo y rodé por la maleza. Era fuego era sangre era lava de volcán era espejismo. No supe qué pasaba y tuve miedo pero dejé rodar mi cuerpo y la llovizna y algo estalló vibrante quién sabe en qué recodo. Después dormí tranquila un tiempo inexplicablemente largo. Después quizás llegara Adán pero ya no lo vi otra vez la llovizna humedeció mi cuerpo y me sentí gritar. FÁBULA DEL AGUADOR Y LA CIUDAD DE ENFRENTE Ella confunde la piel con algún río y al corazón con la ciudad de enfrente F. A. Dopico Ella confunde la piel con un estanque canta junto a mi oído su vieja melodía. Yo le traía el agua vaciaba la botija en sus arenas mitigaba su sed. La sed mi corazón en la ciudad de enfrente un río subterráneo para mis pies cansados. Yo ganaba su sed y me iba a buscar frutas al pie de la montaña para escanciar el néctar sobre sus dientes nuevos. Un día no volví al pie de la montaña era el abismo pozo donde caer agua que hierve. Ella confunde el corazón con una espera larga canta junto a la fuente espera por las aguas que no llegan. Oh mi ciudad dormida qué silbido recuerda a las aguas de antaño que corriente vendrá de nuevo a tus orillas. HELENA O LA OTRA CARA DEL SILENCIO Sentada ante la rueca Helena piensa en Paris. Sus hijos crecen y Menelao dormita entre las mantas en un rincón desde donde la mira a veces. Ella hilando la rueca está pensando en Paris la hermosura y el pánico y tal vez una lágrima o un pálpito mientras el hilo corre entre sus dedos y Menelao dormita y sus hijos persiguen mariposas y Paris es un sueño que el tiempo le devuelve detenido engalanado vencedor de nada en esta dulce tarde en que Helena está hilando su recuerdo con una limpia lágrima o un pálpito. HISTORIA BREVE DE UNA MUJER DE LEJOS Una mujer espera en el andén y se asoma al hueco breve de su impronta. Cuando llegó sin haberlo previsto el sol quebró su cápsula rojiza y sorprendió un quejido de escorpiones. Quizá entonces no pensara en la estampida y fuera un simple juego comenzar pero hoy el sol es una moraleja. Con su abolida oscuridad de cobres oculta una nostalgia entre los hombros y destruye el cascarón oyendo voces quizás pasos ascendiendo la escalera o algún ruido inusual inesperado. Una mujer de lejos se convence desdice sus arranques y sus duda con tal de que alguien quiera responderle de que alquien quiera amar de que alguien pueda. Una mujer recoge caracoles insuficientes como cuello de botella y cuelga en su cadena una angustia amarilla. Disfraza cuanto puede su estirpe de ermitaño pidiendo a gritos una desbandada y el corazón se vuelve un rótulo impreciso que dice ya no puedo. INSOMNIOS EN LA NOCHE DEL ESPEJO Como sombras danzantes saliendo del telón azules los anillos te atenazan bajo una lluvia espesa. Era tibio tu cuerpo arañas asesinas sobre los vidrios rotos y el atrio de la iglesia donde jugaba un niño. Voces lejanas alegres pesadillas bailan sobre la inútil falange enfebrecida colman como lamentos la noche del espejo. La luz no será alivio el sueño no vendrá. LAS ISLAS Sentada en su balcón mirando al horizonte la niña sueña con viajar muy lejos. Europa bajo sus plantas las luces de París en una mano reconquista del mundo en sentido contrario. La despeina el viento suave de las islas y ella cierra los ojos atisbando a lo lejos marido rico que mantendrá su ocio y tiendas coloridas donde cubrir su cuerpo. Sentada en el balcón ve pasar los aviones aparatos plateados que atraviesan el mar y pisan otras tierras donde el verano ha de ser menos caliente y la nieve una fiesta de muñecos blanquísimos. Viajes y fiestas imagina mientras las olas se estrellan contra el muro viajes y fiestas y no añoranza de las islas y no morirse sola donde ser extranjero no es ningún privilegio y no deudas y trabajo y centavos contados. Viajes y fiestas y vestidos bonitos y dólares que caen como un milagro. Sentada en su balcón mirando al horizonte, la niña sueña. LINTERNAS Hoja que marca el curso de la noche el filo de una esquina traicionera vendedora de historias trashumantes disueltas en la bruma. Nadie pasa a través de la muralla nadie espera ya el soplo de la brisa a las cinco de la tarde. La arena te ha poblado los recuerdos devuelve el bofetón a los alisios enciende la linterna. Ayer éramos más un ejército de desesperanzados cómplices de la noche alcohol en el paseo y 23 ramas absurdas y árboles caídos ebrios también desencantados. Ayer éramos niños de milagro escondido en los bolsillos y canción recitada como un himno. Ayer pintamos muros o creímos hacerlo escribimos consignas en el forro de los libros de historia al pie del alma mater. Soñábamos soldados pastelitos caravanas y éramos más. Llovía a cántaros sobre la suciedad de las fachadas siglos de polvo hollín conspiración del tiempo. Luego la desbandada hoja que marca el curso del olvido linterna que se enciende o que se apaga según quien le haga el guiño. LOS AMANTES DE POMPEYA La luna era distinta hace un segundo te iluminaba entraba por la hendija como un sorbo. Moriremos de amor amiga mía presiento que un tropel desciende de las cumbres siento su oleada tibia presionando mi espalda. Moriremos de amor todos los vientos llegan como una manotada y yo cubro tu cuerpo lo incorporo quiero aliviarme en ti. Hace un segundo la luna era distinta y no había ese susto en tu mirada. Algo nos viene encima ese sordo rumor es un presagio. Cierra los ojos pronto amiga mía. Es el amor que llega. MARGARITA O LA IDEA DE LA FELICIDAD Vender el alma al Diablo o vender el alma a Dios. Vender el alma y que ella llegue alguna tarde a ponerme su almíbar en los labios a dejarme danzar descalza en esta alfombra. Su almíbar o su furia sobre mis tristes huesos que esperan por la muerte o la felicidad. Vender el alma el cuerpo y que ella diga sí que me ponga en los labios el pedazo de dolor que tenga vivo toda su indecisión o su perfume. Margarita esta tarde con su frío mosaico Margarita y mis manos tanteándole la furia y los almíbares Margarita y el miedo de que dijera no. MORIREMOS DE AMOR Todos los vientos llegan como una manotada y yo cubro tu cuerpo lo incorporo quiero aliviarme en ti. Hace un segundo la luna era distinta y no había ese susto en tu mirada. Algo nos viene encima ese sordo rumor es un presagio. Cierra los ojos pronto amiga mía. Es el amor que llega. NÁUFRAGO SENTADO FRENTE AL MAR Alguien lanza el oscuro mandamiento la muerte es el mejor de los anuncios cualquiera es el profeta. Yo aquí me siento a ver el mar cuando anochece a ver las horas regresar a su tumulto. Los buques se deshacen al final de la línea sin ver mi vela blanca ni mi hoguera. Los marineros señalan desde el puente y ríen. Un náufrago es un hombre en una piedra un hombre con su piedra y con su oscuridad un hombre solo. Otro lanza el oscuro mandamiento y soy un pedazo de tela desgarrada un profeta sentado en esta roca sin que nadie me escuche. ÓLEO La muchacha del óleo me ha mirado de su pincel renazco sin saberlo dos manchas sobre el lienzo tinta negra. El pincel es mi dedo dibujado en su espalda su dedo en mi nariz la caricia en la nuca. El lienzo es esta cama y la ciudad entera corazón que se abre sin confianza blanco y negro en el lienzo esa muchacha y yo. ONÍRICA ÚLTIMA FUNCIÓN Por Tosca, a Margarita Terminó la función y me he soñado arcángel cuando soy sólo un violinista dormido ante su atril. Vacía la taberna vacío el corazón como una plaza pública me encuentro frente a ti frente a mí misma. También yo fui una niña y luego fui un traidor y luego un marinero naufragando en el agua podrida de su charca. Y quise desnudarme echarme sobre ti como sobre el abismo y después no ser yo sino tu piel el insalvable pozo de tus ojos o un violinista dormido ante su atril soñando que despierta y que te ama. PREMONICIÓN Cuando el avión se alzó sobre La Habana y se perdió hacia el sur como una baratija era otra vez el rito de las horas y el aullido del mar otra vez esa música enterrada en la arena. Todavía te alzabas sobre mi dedo índice desde allí me observabas aterradoramente. Pero aquella ciudad ya no sería mi límite ni colgaría en la puerta tus lluvias ternecitas. La píldora horadaba el iracundo vientre y la noche era un ave un halcón que se pierde con las alas desnudas. TRANSPARENCIA A Teresa. A Darsi Yo nunca fui la luz yo sólo era la lámpara que su mano encendía o el fuego primigenio que ella me descubrió. Toda anticipación era ilusoria yo broté de su mano como una planta nueva me inflamé en esa llama torpe viento. Yo nunca fui la luz y nunca volverá a ser lo que era polvo que se dispersa y me vacía. Veo llegar la muerte como un sueño y el sueño es esa franja transparente donde todo es mentira. Ignacio Manuel Altamirano Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) Nace cerca de Tixtla, en el estado de Guerrero, el 13 de noviembre de 1834, sus padres Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio, eran indígenas puros; el primero recibió su apellido del español Juan Altamirano, padrino de uno de sus ascendientes. Altamirano cumple 14 años sin hablar castellano, lengua de la cultura oficial, por lo tanto aún no sabe leer y escribir. Inicia precisamente por aquel entonces un proceso de alfabetización que sorprende por su rapidez y consigue, en 1849, una beca instituida por Ignacio Ramírez "El Nigromante" para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, donde éste mismo imparte sus enseñanzas, siendo además, intelectual y librepensador, futuro ministro con Porfirio Díaz, cuyo interés por la juventud indígena le convierte en mentor y amigo de Altamirano. Estudiante de derecho en el Colegio de San Juan de Letrán, costeó sus estudios dando clases de francés en una escuela particular. Altamirano alinea con los revolucionarios de Ayutla, combate a los conservadores en la guerra de Reforma y más tarde, tras ponerse decididamente al lado de los juaristas, es elegido en 1861 diputado al Congreso de la Unión, donde pronuncia su famoso discurso contra la amnistía a los enemigos de la Reforma (10 de julio de 1861), Cuando la Intervención Francesa participa, con el grado de coronel (1863,1867) en varias acciones militares, en las batallas de Tierra Blanca, Cuernavaca y Querétaro. Es citado en la orden general del ejército por su comportamiento, "como un héroe" en el sitio de Querétaro. En 1867, restablecida ya la República, consagra por fin su vida a la enseñanza, la literatura y el servicio público, en el que desempeña muy distintas funciones como magistrado, presidente de la Suprema Corte de Justicia y oficial mayor en el Ministerio de Fomento. Funda junto a su maestro Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, el Correo de México, publicación que le sirve para exponer y defender su ideario romántico y liberal; dos años más tarde, en 1869, aparece gracias a sus desvelos la revista Renacimiento, que se convierte en el núcleo que agrupa y articula los más destacados literatos e intelectuales de la época con el común objetivo de renovar las letras nacionales. Ese deseo de renacimiento literario y el encendido nacionalismo, que tan bien se adapta a sus ardores románticos, desembocarán en la publicación de sus Rimas (187 1), en cuyas páginas las descripciones de paisaje patrio le sirven de instrumento en la búsqueda de una lírica genuinamente mexicana. En 1868, había publicado Clemencia, considerada por los estudiosos como la primera novela mexicana moderna y había tenido una destacada intervención en las Veladas Literarias que tanta importancia tuvieron en la historia de la literatura mexicana. Otras de su obras de tipo narrativo son: La Navidad en las montañas (1870), Cuentos de invierno (1880). Su novela El Zarco "Episodios de la vida mexicana en los años 1861-1863" es editada póstumamente en el año de 1901. Su concepto del hombre y de la patria, su incansable actividad cultural, su defensa de los valores indigenistas, su decidida apuesta por las ideas de progreso justifican que se le haya comparado con una de las figuras míticas de la historia de México, al afirmar que fue el apóstol de la cultura como Juárez lo fue de la libertad mexicana. Se esforzó por crear e impulsar una literatura de contenido y acento nacionales, pero con raíces en las ideas universales. La obra educativa de Manuel Altamirano fue muy notable. Fue profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de Comercio, la de Jurisprudencia, la Nacional de Profesores y otros establecimientos docentes; así, tanto por su vida como por su incesante magisterio, Altamirano se ganó a pulso el título de "maestro" que tantos le otorgan. El 13 de junio de 1889 fue nombrado Cónsul General de España, con residencia en Barcelona y posteriormente en Francia (18 de febrero de 1890). Visita Italia y Suiza. Enferma; se traslada a San Remo, Italia, donde muere el 13 de febrero de 1893. En 1934, al celebrarse el centenario de su nacimiento, el Congreso de la Unión acordó que sus cenizas fueran trasladadas del Panteón Francés a la Rotonda de los Hombres Ilustres. ATOYAC Abrase el sol de julio las playas arenosas Que azota con sus tumbos embravecido el mar; Y opongan en su lucha las aguas orgullosas Al encendido rayo su ronco rebramar. Tú corres blandamente bajo la fresca sombra Que el mangle con sus ramas espesas te formó; Y duermen tus remansos en la mullida alfombra Que dulce Primavera de flores matizó. Tú juegas en las grutas que forman tus riberas De ceibas y parotas el bosque colosal; Y plácido murmuras al pie de las palmeras, Que esbeltas se retratan en tu onda de cristal. En este Edén divino, que esconde aquí la costa, El sol ya no penetra con rayo abrasador; Su luz, cayendo tibia, los árboles no agosta, Y en tu enramada espesa se tiñe de verdor. Aquí sólo se escuchan murmullos mil suaves, El blando son que forman tus linfas al correr, La planta cuando crece, y el canto de las aves, Y el aura que suspira, las ramas al mecer. Osténtanse las flores que cuelgan de tu techo En mil y mil guirnaldas para adornar tu sien; Y el gigantesco loto, que brota de tu lecho, Con frescos ramilletes inclínase también. Se dobla en tus orillas, cimbrándose, el papayo, El mango con sus pomas de oro y de carmín; Y en los ilamos saltan, gozoso el papagayo, El ronco carpintero y el dulce colorín. A veces tus cristales se apartan bulliciosos De tus morenas ninfas jugando en derredor; Y amante les prodigas abrazos misteriosos, Y lánguido recibes sus ósculos de amor. Y cuando el sol se oculta detrás de los palmares, Y en tu salvaje templo comienza a obscurecer, Del ave te saludan los últimos cantares Que lleva de los vientos el vuelo postrimer. La noche viene tibia; se cuelga ya brillando La blanca luna, en medio de un cielo de zafir, Y todo allá en los bosques se encoge y va callando, Y todo en tus riberas empieza ya a dormir. Entonces en tu lecho de arena, aletargado, Cubriéndose las palmas con lúgubre capuz, También te vas durmiendo, apenas alumbrado Del astro de la noche por la argentada luz. Y así resbalas muelle; ni turban tu reposo Del remo de las barcas el tímido rumor, Ni el repentino brinco del pez que huye medroso En busca de las peñas que esquiva el pescador. Ni el silbo de los grillos que se alza en los esteros, Ni el ronco que a los aires los caracoles dan, Ni el hueco vigilante que en gritos lastimeros Inquieta entre los juncos el sueño del caimán. En tanto los cocuyos en polvo refulgente Salpican los umbrosos yerbajes de huamil, Y las oscuras malvas de algodón naciente, Que crece de las cañas de maíz entre el carril. Y en tanto en la cabaña, la joven que se mece En la ligera hamaca y en lánguido vaivén. Arrúllase cantando la zamba que entristece Mezclado con las trovas el suspirar también. Mas de repente, al aire resuenan los bordones Del arpa de la costa con incitante son; Y agítanse y preludian la flor de las canciones, La dulce malagueña que alegra el corazón. Entonces, de los Barrios la turba placentera En pos del arpa el bosque comienza a recorrer, Y todo en breve es fiestas y danza en tu ribera, Y todo amor y cantos y risas y placer. Así transcurren breves y sin sentir las horas; Y de tus blandos sueños en medio del sopor Escuchas a tus hijas, morenas seductoras, Que entonan a la luna sus cántigas de amor. Las aves en sus nidos, de dicha se estremecen, Los floripondios se abren su esencia a derramar; Los céfiros despiertan, y suspirar parecen; Tus aguas en el álveo se sienten palpitar. ¡Ay! ¿Quién en estas horas en que el insomnio ardiente Aviva los recuerdos del eclipsado bien, No busca el blando seno de la querida ausente Para posar los labios y reclinar la sien? Las palmas se entrelazan, la luz en sus caricias Destierra de tu lecho la triste oscuridad: Las flores a las auras inundan de delicias... Y sólo el alma siente su triste soledad. Adiós, callado río: tus verdes y risueñas Orillas, no entristezcan las quejas del pesar; Que oírlas sólo deben las solitarias peñas Que azota, con sus tumbos, embravecido el mar. Tú queda reflejando la luna en tus cristales, Que pasan en tus bordes tupidos a mecer Los verdes ahuejotes y azules carrizales, Que al sueño ya rendidos volviéronse a caer. Tú corre blandamente bajo la fresca sombra Que el mangle con sus ramas espesas te formó; Y duermen tus remansos en la mullida alfombra Que alegre Primavera de flores matizó. LOS NARANJOS Perdiéronse las neblinas En los picos de la sierra, Y el sol derrama en la tierra Su torrente abrasador. Y se derriten las perlas Del argentado rocío, En las adelfas del río Y en los naranjos en flor. Del mamey el duro tronco Picotea el carpintero, Y en el frondoso manguero Canta su amor el turpial; Y buscan miel las abejas En las piñas olorosas, Y pueblan las mariposas El florido cafetal. Deja el baño, amada mía, Sal de la onda bullidora; Desde que alumbró la aurora Jugueteas loca allí. ¿Acaso el genio que habita De ese río en los cristales, Te brinda delicias tales Que lo prefieres a mí? ¡Ingrata! ¿por qué riendo Te apartas de la ribera? Ven pronto, que ya te espera Palpitando el corazón ¿No ves que todo se agita, Todo despierta y florece? ¿No ves que todo enardece Mi deseo y mi pasión? En los verdes tamarindos Se requiebran las palomas, Y en el nardo los aromas A beber las brisas van. ¿Tu corazón, por ventura, Esa sed de amor no siente, Que así se muestra inclemente A mi dulce y tierno afán? ¡Ah, no! perdona, bien mío; Cedes al fin a mi ruego; Y de la pasión el fuego Miro en tus ojos lucir. Ven, que tu amor, virgen bella, Néctar es para mi alma; Sin él, que mi pena calma, ¿Cómo pudiera vivir? Ven y estréchame, no apartes Ya tus brazos de mi cuello, No ocultes el rostro bello Tímida huyendo de mí. Oprímanse nuestros labios En un beso eterno, ardiente, Y transcurran dulcemente Lentas las horas así. En los verdes tamarindos Enmudecen las palomas; En los nardos no hay aromas Para los ambientes ya. Tú languideces; tus ojos Ha cerrado la fatiga Y tu seno, dulce amiga, Estremeciéndose está. En la ribera del río, Todo se agosta y desmaya; Las adelfas de la playa Se adormecen de calor. Voy el reposo a brindarte De trébol en esta alfombra De los naranjos en flor. SALIR DE ACAPULCO A bordo del vapor "St. Louis" de la línea del Pacífico. El 30 de octubre de 1863, a las once de la noche ....Aun diviso tu sombra en la ribera, Salpicada de luces cintilantes, Y aun escucho a la turba vocinglera De alegres y despiertos habitantes, Cuyo acento lejano hasta mi oído Viene el terral trayendo, por instantes. Dentro de poco ¡ay Dios! Te habré perdido, Ultima, que pisara cariñoso, Tierra encantada de mi Sur querido. Me arroja mi destino tempestuoso, ¿Adónde? No lo sé; pero yo siento De su mano el empuje poderoso. ¿Volveré? Tal vez no; y el pensamiento Ni una esperanza descubrir podría En esta hora de huracán sangriento. Tal vez te miro el postrimero día, Y el alma que devoran los pesares Su adiós eterno, desde aquí te envía. Quédate pues, ciudad de los palmares, En tus noches tranquilas arrullada Por el acento de los roncos mares. Y a orillas de tu puerto recostada, Como una ninfa en el verano ardiente Al borde de un estanque desmayada. De la sierra el dosel cubre tu frente, Y las ondas del mar siempre serenas Acarician tus plantas dulcemente. ¡Oh suerte infausta! ¡Me dejaste apenas De una ligera dicha los sabores, Y a desventura larga me condenas! Dejarte ¡oh Sur! Acrece mis dolores, Hoy que en tus bosques quédase escondida La hermosura y tierna flor de mis amores, Guárdala ¡oh Sur! Y su existencia cuida Y con ella alimenta mi esperanza ¡Porque es su aroma el néctar de mi vida! Mas ya te miro huir; en lontananza Oigo alegre el adiós de extraña gente, el buque, lento en su partida avanza. Todo ríe en la cubierta indiferente; Sólo yo con el pecho palpitando, Te digo adiós con labio balbuciente. La niebla de la mar te va ocultando; Faro, remoto ya, tu luz semeja; Ruge el vapor, y el Leviatán bramando. Las anchas sombras de los montes deja. Presuroso atraviesa la bahía, Salva la entrada y a la mar se aleja; Y en la llanura lóbrega y sombría Abre en su carrera acelerada Un surco de brillante argentería. La luna, entonces, hasta aquí velada, Súbita brota en el zafir desnuda, Brillando en alta mar: Mi alma agitada Pensando en Dios, la inmensidad saluda. RECUERDOS Se oprime el corazón al recordarte, Madre, mi único bien, mi dulce encanto; Se oprime el corazón y se me parte, Y me abrasa los párpados el llanto. Lejos de ti y en la orfandad, proscrito, Verte nomás en mi delirio anhelo; Como anhela el presito Ver los fulgores del perdido cielo. ¡Cuánto tiempo, mi madre, ha transcurrido Desde ese día en que la negra suerte Nos separó cruel!... ¡Tanto he sufrido Desde entonces, oh Dios, tanto he perdido, Que siento helar mi corazón de muerte! ¿No lloras tú también ¡oh madre mía! Al recordarme, al recordar el día En que te dije adiós, cuando en tus brazos Sollozaba infeliz al separarme, Y con el seno herido hecho pedazos, Aun balbucí tu nombre al alejarme? Debiste llorar mucho. Yo era niño Y comencé a sufrir, porque al perderte Perdí la dicha del primer cariño. Después, cuando en la noche solitaria Te busqué para orar, sólo vi el cielo, Al murmurar mi tímida plegaria, Mi profundo y callado desconsuelo. Era una noche obscura y silenciosa, Sólo cantaba el búho en la montaña; Sólo gemía el viento en la espadaña De la llanura triste y cenagosa. Debajo de una encina corpulenta Inmóvil entonces me postré de hinojos, Y mi frente incliné calenturienta. ¡Oh! ¡cuánto pensé en ti llenos los ojos de lágrimas amargas! ... la existencia. Fue ya un martirio, y erial de abrojos El sendero del mundo con tu ausencia. Mi niñez pasó pronto, y se llevaba Mis dulces ilusiones una a una; No pudieron vivir, no me inspiraba El dulce amor que protegió mi cuna. Vino después la juventud insana, Pero me halló doliente caminando Lánguido en pos de la vejez temprana, Y las marchitas flores deshojando Nacidas al albor de mi mañana. Nada gocé; mi fe ya está perdida; El mundo es para mí triste desierto; Se extingue ya la lumbre de mi vida, Y el corazón, antes feliz, ha muerto. Me agito en la orfandad, busco un abrigo Donde encontrar la dicha, la ternura De los primeros días; ni un amigo Quiere partir mi negra desventura. Todo miro al través del desconsuelo; Y ni me alivia en mi dolor profundo El loco goce que me ofrece el mundo, Ni la esperanza que sonríe en el cielo. Abordo ya la tumba, madre mía, Me mata ya el dolor... voy a perderte, Y el pobre ser que acariciaste un día ¡Presa será temprano de la muerte! Cuando te dije adiós, era yo niño: Diez años hace ya; mi triste alma Aún siente revivir su antigua calma Al recordar tu celestial cariño. Era yo bueno entonces, y mi frente Muy tersa aún tu ósculo encontraba... Hace años, de dolor la reja ardiente Allí dos surcos sin piedad trazaba. Envejecí en la juventud, señora; Que la vejez enferma se adelanta, Cuando temprano en el dolor se llora, Cuando temprano el mundo desencanta, Y el iris de la fe se descolora. Cuando contemplo en el confín del cielo, En la mano apoyando la mejilla, Mis montañas azules, esa sierra Que apenas a vislumbrar mi vista alcanza, Dios me manda el consuelo, Y renace mi férvida esperanza, Y me inclino doblando la rodilla, Y adoro desde aquí la hermosa tierra De las altas palmeras y manglares, De las aves hermosas, de las flores, De los bravos torrentes bramadores, Y de los anchos ríos como mares, Y de la brisa tibia y perfumada Do tu cabaña está mujer amada. Ya te veré muy pronto madre mía; Ya te veré muy pronto, ¡Dios lo quiera! Y oraremos humildes ese día Junto a la cruz de la montaña umbría, Como en los años de mi edad primera. Olvidaré el furor de mis pasiones. Me volverán rientes una a una De la niñez las dulces ilusiones, El pobre techo que abrigó mi cuna. Reclinaré en tu hombro mi cabeza Escucharás mis quejas de quebranto, Velarás en mis horas de tristeza Y enjugarás las gotas de mi llanto. Huirán mi duda, mi doliente anhelo. Recuerdos de mi vida desdichada; Que allí estarás, ¡oh ángel de consuelo! Pobre madre infeliz... ¡madre adorada!. MARIA Allí en el valle fértil y risueño, Do nace el Lerma y, débil todavía Juega, desnudo de la regia pompa Que lo acompaña hasta la mar bravía; Allí donde se eleva El viejo xinantécatl, cuyo aliento, Por millares de siglos inflamado, Al soplo de los tiempos se ha apagado, Pero que altivo y majestuoso eleva Su frente que corona eterno hielo Hasta esconderla en el azul del cielo. Allí donde el favonio murmurante Mece los frutos de oro del manzano Y los rojos racimos del cerezo Y recoge en sus alas vagarosas La esencia de los nardos y las rosas. Allí por vez primera Un extraño temblor desconocido, De repente, agitado y sorprendido Mi adolescente corazón sintiera. Turbada fue de la niñez la calma, Ni supe qué pensar en ese instante Del ardor de mi pecho palpitante Ni de la tierna languidez del alma. Era el amor: mas tímido, inocente, Ráfaga pura del albor naciente, Apenas devaneo Del pensamiento virginal del niño; No la voraz hoguera del deseo, Sino el risueño lampo del cariño. Yo la miré una vez, virgen querida Despertaba cual yo, del sueño blando De las primeras horas de la vida: Pura azucena que arrojó el destino De mi existencia en el primer camino, Recibían sus pétalos temblando Los ósculos del aura bullidora Y el tierno cáliz encerraba apenas El blanco aliento de la tibia aurora. Cuando en ella fijé larga mirada De santa adoración, sus negros ojos De mi apartó; su frente nacarada Se tiñó del carmín de los sonrojos; Su seno se agitó por un momento, Y entre sus labios espiró su acento. Me amó también. Jamás amado había; Como yo, esta inquietud no conocía, Nuestros ojos ardientes se atrajeron Y nuestras lamas vírgenes se unieron Con la unión misteriosa que preside El hado, entre las sombras, mudo y ciego, Y de la dicha del vivir decide Para romperla sin clemencia luego. ¡Ay! Que esta unión purísima debiera No turbarse jamás, que así la dicha Tal vez perenne en la existencia fuera: ¿Cómo no ser sagrada y duradera si la niñez entretejió sus lazos Y la animó, divina, entre sus brazos La castidad de la pasión primera? Pero el amor es árbol delicado Que el aire puro de la dicha quiere, Y cuando de dolor el cierzo helado Su frente toca, se doblega y muere. ¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María? ¿Por qué tan pronto del pesar sañudo Pudo apartarnos la segura impía? ¿Cómo tan pronto obscurecernos pudo La negra noche en el nacer del día? ¿Por qué entonces no fuimos más felices? ¿Por qué después no fuimos más constantes? ¿Por qué en el débil corazón, señora, Se hacen eternos siglos los instantes, Desfalleciendo antes De apurar del dolor la última hora? ¡Pobre María! Entonces ignorabas Y yo también, lo que apellida el mundo ¡Amor... amor! Y ciega no pensabas Que es perfidia, interés, deleite inmundo, Y que tu alma pura y sin mancilla Que amó como los ángeles amaran Con fuego intenso, mas con fe sencilla, Iba a encontrarse sola y sin defensa De la maldad entre la mar inmensa. Entonces, en los días inocentes De nuestro amor, una mirada sola Fue la felicidad, los puros goces De nuestro corazón... el casto beso, La tierna y silenciosa confianza, La fe en el porvenir y la esperanza. Entonces... en las noches silenciosas ¡Ay! Cuántas horas contemplamos juntos Con cariño las pálidas estrellas En el cielo sin nubes cintilando, Como si en nuestro amor gozaran ellas; O el resplandor benéfico y amigo De la callada luna, De nuestra dicha plácido testigo, O a las brisas balsámicas y leves Con placer confiamos Nuestros suspiros y palabras breves. ¡Oh! ¿qué mal hace al cielo Este modesto bien, que tras él manda De la separación el negro duelo, La frialdad espantosa del olvido Y el amargo sabor del desengaño, Tristes reliquias del amor perdido? Hoy sabes qué sufrir, pobre María, Y sentiste al presente El desamor que mezcla su hiel fría De los placeres en la copa ardiente, El cansancio, la triste indiferencia, Y hasta el odio que impío El antes cielo azul de la existencia Nos convierte en un cóncavo sombrío, Y la duda también, duda maldita Que de acíbar eterno el alma llena, La enturbia y envenena Y en el caos del mal la precipita. Muy pronto, sí, nos condenó la suerte A no vernos jamás hasta la muerte: Corrió la primera lágrima encendida Del corazón a la primera herida, Mas pronto se siguió el pensar profundo, Del desdén la sonrisa amenazante Y la mirada de odio chispeante, Terrible reto de venganza al mundo. Mucho tiempo pasó. Tristes seguimos El mandato cruel del hado fiero, Contrarias sendas recorriendo fuimos Sin consuelo ni afán... Y bien, señora, ¿Podremos sin rubor mirarnos ora? ¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella! Tal vez la seducción marcó su huella En tu pálida frente ya surcada, Porque contemplo en tus hundidos ojos Señal de llanto y lívida mirada. Con el fulgor de acero de la ira. Se marchitaron los claveles rojos Sobre tus labios ora contraidos Por risa de desdén que desafía Tu bárbaro pesar, ¡pobre María! Y yo... yo estoy tranquilo: Del dolor las tremendas tempestades, Roncas rugieron agitando el alma; La erupción fue terrible y poderosa... Pero hoy volvió la calma Que se turbó un momento, Y aunque siente el volcán mugir violento El fuego adentro del, nunca se atreve Su cubierta a romper de dura nieve. Continuemos, mujer, nuestro camino. ¿Dónde parar? ...¿Acaso los sabemos? ¿Lo sabemos acaso? Que destino Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos, Ya que ni un faro de esperanza vemos Llenos de duda y de pesar marchamos, Marchamos siempre, y a perdernos vamos ¡Ay! De la muerte en el océano obscuro, ¿Hay más allá riberas?... no es seguro, Quién sabe si las hay; mas si abordamos A esas riberas torvas y sombrías Y siempre silenciosas, Allí sabré tus quejas dolorosas, Y tú también escucharás las mías. A OFELIA PLISSE Yo no te vi jamás; pero hubo un día En que un patriota y joven peregrino Que de esa tierra donde existes, vino Hasta las playas de la patria mía, Conmovido me habló de tu hermosura Que de una diosa el don llamarse puede, Y que admirable y rara, sólo cede A la santa virtud de tu alma pura. Cruzaba yo, me dijo tristemente, Mi camino erial desfallecido Temiendo sucumbir, mas de repente Me encontré sorprendido Al levantar mi dolorida frente, Con un carmen florido; Que resguardan altivos cocoteros, Que embalsaman obscuros limoneros, Y que esmaltan jazmines y amapolas, Y que mecen pujantes De dos océanos las inmensas olas. Es Panamá la bella; la cintura De la virgen América, allí donde Del mundo de Colón el cielo esconde La grandeza futura. Como símbolo santo, hermoso y puro De esa edad venturosa y anhelada, Cuya luz ya descubre la mirada Del porvenir en el confín obscuro, Existe una beldad, joven, risueña, Inteligente, dulce y seductora Como un amante en sus afanes sueña, Como un creyente en su delirio adora. Es Ofelia, la diosa de ese suelo, La maga de ese carmen encantado, De dicha imagen ideal deseado, El astro fulgurante de aquel cielo. La perfumada flor, la que descuella, De corola gentil, fresca y lozana, Abriéndose a la luz de la mañana En los jardines ístmicos, ¡es ella! Allí la admiración le erigió altares, Incienso le da Amor, la Poesía Le consagra dulcísimos cantares; Y un himno inmenso Libertad le envía Entre el ronco suspiro de los mares. Yo la vi, la adoré cual peregrino A quien la mano del dolor dirige; Adorarla y pasar fue mi destino. ¡Ay! Yo me alejo, mi deber lo exige, Mas su recuerdo alumbra mi camino; Yo llevaré su imagen por do quiera, Y confundiendo en uno mis dolores Y en un objeto uniendo mis amores, Yo escribiré su nombre en mi bandera. Tú a esa tierra lejana En las dóciles alas de los vientos Envía de tu lira los acentos A esa beldad que he visto, soberana. Así me dijo el joven peregrino Y siguió con tristeza su camino. A ORILLAS DEL MAR Esos bosques de ilamos y de palmas Que refrescan las ondas murmurantes Del cristalino Técpam, al cansado Pero tranquilo labrador convidan En los ardores de la ardiente siesta A reposar bajo su sombra grata, Que él si podrá sin dolorosa lucha Libre de afanes entregarse al sueño. Mas yo que el alma siento combatida De tenaces recuerdos y cuidados Que sin cesar me siguen dolorosos, Olvido y sueño con esfuerzo inútil, En vano procuré la blanda alfombra De césped y de musgo, horrible lecho De arena ardiente y de espinosos cardos Fue para mí. De la inquietud la fiebre Me hace de allí apartar, y en mi tristeza, Vengo a buscar las solitarias dunas Que el ronco tumbo de la mar azota. Esta playa que abrasa un sol de fuego, Esta llanura inmensa que se agita, Del fiero Sud al irritado soplo, Y este cielo do van espesas nubes Negro dosel en su reunión formando Al infortunio y al pesar convienen. Aquí, los ojos en las ondas fijos, Pienso en la Patria ¡ay Dios! Patria infelices, De eterna esclavitud amenazada Por extranjeros déspotas. La ira Hierve en el fondo del honrado pecho Al recordar que la cobarde turba De menguados traidores, que en malhora La sangre de su seno alimentara, La rodilla doblando ante el injusto, El más injusto de los fieros reyes Que a la paciente Europa tiranizan, Un verdugo pidiera para el pueblo, Que al fin cansado rechazó su orgullo. ¡Francia! País de corazón tan grande, De pensamiento generoso y libre, Tú que alumbraste al mundo esclavizado Y soplaste al alma de los pueblos, En los modernos siglos, ese odio Que va minando el trono de los reyes; Tú que recuerdas con tremenda ira Las orgías del inglés en tus hogares, Y el insultante grito del cosaco Al pisar el cadáver del imperio, ¿cómo vienes ahora en tus legiones El lábaro feroz de la ignorancia Y de la injusta y negra servidumbre A un pueblo libre que te amó, trayendo? ¿Tu misión olvidaste con tu historia Y manchas tus blasones, despreciando Tu pura fama, al interés vendida? Yo te miro República naciente Ahogar la débil libertad de Roma; Yo te miro después apresurada Dar un abrazo a Austria sobre Hungría; Yo te miro más tarde abandonando De los zares al fiero despotismo La suerte ¡ay! De la infeliz Polonia, Y voy a maldecirte... y me detengo. No eres tú, no eres tú, pueblo grandioso Que a la divina Libertad consagras Dentro tu corazón ardiente culto, Sino el tirano odioso que te oprime Raquítico remedo de aquel hombre Colosal que cayó, cuya grandeza De escaño sirve y pedestal y asilo A la ambición del mísero pequeño. Tal el nombre de César y de Augusto Tiranos, sí, más grandes, elevara La obscura mezquindad de Cayo el loco Del imbécil Claudio y de Enobardo infame. Tú gimes, tú también, pueblo de libres Encadenado ahora al soli férreo Que tu paciencia sufre y abomina; Mas su injusticia y su furor acusan El grito de tus nobles desterrados Y la voz varonil de tus tribunos Y la cólera santa que te agita. En tanto, de mi Patria los fecundos Campos abrasa el fuego de la guerra; Gimen sus pueblos y la sangre corre En los surcos que abriera laborioso El labrador que con horror contempla El paso de tus huestes destructoras. Ruge el cañón y con su acento anuncia La elevación de un rey en esta tierra De la América libre, cuyo jugo, Es veneno letal a los tiranos, Y esta nueva desgracia, todavía Mi triste patria a tus soldados debe. El trono del Habsburgo se levanta Sobre bases de sangre y de ruina, ¿Cómo existir podrá, si sus cimientos el amor de los pueblos no sostiene? Su ejército servil corre furioso, A sangre y fuego su pendón llevando; La falacia precede tentadora, Que a las almas mezquinas avasalla; Y se diezman del pueblo las legiones, Y los pechos menguados desfallecen, Y en el cielo parece que se eclipsa ¡De libertad la fulgurante estrella! ¡Solemne instante de angustiosa duda Para el alma de cieno del cobarde! ¡Solemne instante de entusiasmo fiero Para el alma ardorosa del creyente! ¡Oh no, jamás! La Libertad es grande, Como grande es el Ser de donde emana. ¿Qué pueden en si contra los reptiles? Ya encendido en el cielo el sol parece Entre nubes de púrpura brillando... ¡Es el astro de Hidalgo y de Morelos Nuncio de guerra, de venganza y gloria, Y el que miró Guerrero en su infortunio, Faro de libertad y de esperanza, Y el que vio Zaragoza en Guadalupe La sublime victoria prometiendo! A su esplendor renuévanse la lucha, Crece el aliento, la desgracia amengua; La ancha tierra de Méjico agitada Se estremece al fragor de los cañones, Desde el confín al centro, en las altivas Montañas que domina el viejo Ajusco, Del norte en las llanuras y en las selvas Fieras de Michoacán y donde corren El Lerma undoso y el salvaje Bravo; De Oaxaca en las puertas que defienden Nobles sus hijos de entusiasmo llenos Y en el áspero Sur, altar grandioso A libertad por siempre consagrado. Y en las playas que azota rudo Atlante Y en las que habita belicoso pueblo Y el Pacífico baña majestuoso. Sí, donde quiera en la empeñada lucha Altivo el patrio pabellón ondea, ¿Qué importa que el cobarde abandonado Las filas del honor corra a humillarse Del déspota a las plantas, tembloroso? ¿Qué importa la miseria? ¿ qué la dura Intemperie y las bárbaras fatigas? ¿Qué el aspecto terrible del cadalso? Este combate al miserable aparta, Del desamparo el fuerte no se turba Sólo el vil con el número bravea. ¡Cuán hermoso es sufrir honrado y libre, Y al cadalso subir del despotismo Por la divina Libertad, cuán dulce! ¡Oh! Yo te adoro Patria desdichada Y con tu suerte venturosa sueño, Me destrozan el alma tus dolores Tu santa indignación mi pecho sufre, Ya en tu defensa levanté mi acento. Tu atroz ultraje acrecentó mis odios, ¡Hoy mis promesas sellaré con sangre Que en tus altares consagré mi vida! El triunfo aguarda, el porvenir sonríe, Pueda el destino favorable luego, Dar a tus hijos que combaten bravos Menos errores y mayor ventura. Pero si quiere la enemiga suerte De nuevo hacer que encadenada llores Antes que verte en servidumbre horrenda Pueda yo sucumbir, ¡oh Patria mía! LA SALIDA DEL SOL Ya brotan del sol naciente los primeros resplandores, dorando las altas cimas de los encumbrados montes. Las neblinas de los valles hacia las alturas corren, y de las rocas se cuelgan o en las cañadas se esconden. En ascuas de oro convierten del astro rey los fulgores, del mar que duerme tranquilo las mansas ondas salobres. sus hilos tiende el rocío de diamantes tembladores, en la alfombra de los prados y en el manto de los bosques. sobre la verde ladera que esmaltan gallardas flores, elevan sus frente altiva los enhiestos girasoles, y las caléndulas rojas vierte al pie sus olores. Las amarillas retamas visten las colinas, donde se ocultan pardas y alegres las chozas de los pastores. Purpúrea el agua del río lame de esmeralda el bordo, que con sus hojas encubren los plátanos cimbradores; mientras que allá en la montaña, flotando en la peña enorme, la cascada se reviste de iris con los colores. El ganado en las llanuras trisca alegre, salta y corre; cantan las aves, y zumban mil insectos bullidores que el rayo del sol anima, que pronto mata la noche. En tanto el sol se levanta sobre el lejano horizonte, bajo la bóveda limpia de un cielo sereno . . . Entonces sus fatigosas tareas suspenden los labradores, y un santo respeto embarga sus sencillos corazones. En el valle, en la floresta, en el mar, en todo el orbe se escuchan himnos sagrados, misteriosas oraciones; porque el mundo en esta hora es altar inmenso, en donde la gratitud de los seres su tierno holocausto pone; y Dios, que todos los días ofrenda tan santa acoge, la enciende de Sol que nace con los puros resplandores. LA PLEGARIA DE LOS NIÑOS "En la campana del puerto ¡Tocan, hijos, la oración. . . ! ¡De rodillas! . . . y roguemos a la madre del Señor por vuestro padre infelice, que ha tanto tiempo partió, y quizá esté luchando de la mar con el furor. Tal vez, a una tabla asido, ¡no lo permita el buen Dios! náufrago, triste y hambriento, y al sucumbir sin valor los ojos al cielo alzando con lágrimas de aflicción, dirija el adiós postrero a los hijos de su amor. ¡Orad, orad, hijos míos, la Virgen siempre escuchó 1a plegaria de los niños y los ayes de dolor!" En una humilde cabaña, con piadosa devoción, puesta de hinojos y triste a sus hijos así habló: la mujer de un marinero al oír la santa voz de la campana del puerto que tocaba la oración. Rezaron los pobres niños todo quedóse en silencio y después sólo se oyó, entre apagados sollozos, de las olas el rumor. De repente en la bocana truena lejano el cañón: ";Entra buque!", allá en la playa la gente ansiosa gritó. Los niños se levantaron; mas la esposa, en su dolor, "no es vuestro padre les dijo: tantas veces me engañó la esperanza, que hoy no puede alegrarse el corazón" Pero después de una pausa ligero un hombre subió por el angosto sendero, murmurando una canción. Era un marino...¡Era el padre! La mujer palideció al oírle, y de rodillas palpitando de emoción, dijo ¿Lo véis, hijos míos? La Virgen siempre escuchó la plegaria de los niños y los ayes de dolor Altolaguirre Manuel Biografía Poeta español nacido en Málaga en 1905. Antes de los veinte años fundó su primera revista de poesía en la que aparecían colaboraciones de poetas muy reconocidos, además de las de algunos compañeros de su generación. Viajó posteriormente a Francia e Inglaterra y allí fundó su propia imprenta, regresando a España donde militó en las filas de la República durante la guerra civil. En 1939 abandonó a España definitivamente y fijó su residencia en México dedicándose al final de su carrera a la dirección cinematográfica. En 1959 durante una visita a España, falleció en un accidente automovilístico en la ciudad de Burgos. Entre sus obras más reconocidas, se encuentran: «Soledades juntas», «Vida poética» y «Poema del agua». ABANDONO AL VER POR DONDE HUYES... AMORAMOR OSCURO AMOR, SÓLO TE MUESTRAS... BESO COMO UN ALA NEGRA CONTIGO DESNUDO EL CIEGO AMOR NO SABE DE DISTANCIAS...EL ALMA ES IGUAL QUE EL AIRE... ESTOY PERDIDO FIN DE UN AMOR HICE BIEN EN HERIRTE... FUGA HOY PUEDO ESTAR CONTIGO... LA NUBE LAS CARICIAS LAS SENDAS QUE ME OBLIGO A RECORRER POR TI...MALDADNOCHE A LAS ONCENUBE A NUBE... PARA ALCANZAR LA LUZRECUERDO DE UN OLVIDO RETRATO ROMANCE SOLEDAD SIN OLVIDOTANTO MUNDO QUE HE VISTO... TE QUIERO TRANSPARENCIAS TRINO TU SOLEDAD TE DEFIENDE TUS PALABRASTUVO MI AMOR LA FORMA DE LA VIDA... VETE VIAJE LAS CARICIAS ¡Qué música del tacto las caricias contigo! ¡Qué acordes tan profundos! ¡Qué escalas de ternuras, de durezas, de goces! Nuestro amor silencioso y oscuro nos eleva a las eternas noches que separan altísimas los astros más distantes. ¡Qué música del tacto las caricias contigo! BESO ¡Qué sola estabas por dentro! Cuando me asomé a tus labios un rojo túnel de sangre, oscuro y triste, se hundía hasta el final de tu alma. Cuando penetró mi beso, su calor y su luz daban temblores y sobresaltos a tu carne sorprendida. Desde entonces los caminos que conducen a tu alma no quieres que estén desiertos. ¡Cuántas flechas, peces, pájaros, cuántas caricias y besos! TRANSPARENCIAS Hice bien en herirte, mujer desconocida. Al abrazarte luego de distinta manera, ¡qué verdadero amor, el único, sentimos! Como el mueble y la tela, tu desnudo ya no tenía imponencia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. Era el suelo de un ámbito celeste, imponderable. Éramos transparencias altísimas, calientes. ABANDONO ¡Qué dulce dolor de ancla en el corazón sentías! Tu corazón reteniendo, duro coral, mi partida. Ahogada en amor, tu amor como un mar me sostenía. Altos vientos me empujaron solitario a la deriva. Si mi nave se fue lejos más profunda quedó hundida tu dura rama de sangre, rota el ancla de mi vida. Solo, entre las grises nubes que mis sienes acarician, sin ti voy por entre nieblas recordando tu agonía. FUGA Al ver por dónde huyes dichoso cambiaría las sendas interiores de tu alma por las de alegres campos. Que si tu fuga fuera sobre verdes caminos y sobre las espumas, y te vieran mis ojos, seguirte yo sabría. No hacia dentro de ti, donde te internas, que al querer perseguirte me doy contra los muros de tu cuerpo. No hacia dentro de ti, porque no estemos: tú, pálida, escondida, yo como ante una puerta ante tu pecho frío. RETRATO Estabas sola y alta. Yo miraba cómo todos los pájaros debajo de tu frente se escondían. ¡Qué ir y venir y qué volver! Cómo todas las cosas quedándose se iban a entrarse por tus ojos. Cómo yo mismo no sabía si estaba junto al árbol bajo aquel cielo tan azul, o si los verdes límites del parque estaban encerrados en tu frente. Si de tanto entrar ya dentro de ti las cosas, eras el mundo donde estábamos. Si para que brillaran las estrellas bastaba que cerrases tus dos ojos. Estabas sola y alta, pero también dentro de ti. TUS PALABRAS Apoyada en mi hombro eres mi ala derecha. Como si desplegaras tus suaves plumas negras, tus palabras a un cielo blanquísimo me elevan. Exaltación. Silencio. Sentado estoy a mi mesa, sangrándome la espalda, doliéndome tu ausencia. SOLEDAD SIN OLVIDO ¡Qué pena ésta de hoy! Haberlo dicho todo, volcando por completo lo que pesaba tanto, y ver luego que todo se queda siempre dentro, que las palabras fueron espejos engañosos, cristales habitados por fantasmas sin vida; que todo queda dentro con sus negras presencias, insistentes, doliendo. NOCHE A LAS ONCE Éstas son las rodillas de la noche. Aún no sabemos de sus ojos. La frente, el alba, el pelo rubio, vendrán más tarde. Su cuerpo recorrido lentamente por las vidas sin sueño en las naranjas de la tarde, hunde los vagos pies, mientras las manos amanecen tempranas en el aire. En el pecho la luna. Con el sol en la mente. Altiva. Negra. Sola. Mujer o noche. Alta. VETE Mi sueño no tiene sitio para que vivas. No hay sitio. Todo es sueño. Te hundirías. Vete a vivir a otra parte, tú que estás viva. Si fueran como hierro o como piedra mis pensamientos, te quedarías. Pero son fuego y son nubes, lo que era el mundo al principio cuando nadie en él vivía. No puedes vivir. No hay sitio. Mis sueños te quemarían. MALDAD El silencio eres tú. Pleno como lo oscuro, incalculable como una gran llanura desierta, desolada, sin palmeras de música, sin flores, sin palabras. Para mi oído atento eres noche profunda sin auroras posibles. No oiré la luz del día, porque tu orgullo terco, rubio y alto, lo impide. El silencio eres tú: cuerpo de piedra. RECUERDO DE UN OLVIDO Se agrandaban las puertas. Yo gigante, con el recuerdo de mi olvido dentro, atravesaba las estancias, golpeando las paredes sordas.¡Qué collar interior en mi garganta de palabras en germen, de lamentos que no podían salir, que se estorbaban en su gran muchedumbre! ¡Cuánto tiempo de olvido incomprensible! Siempre ella en su ventana. Su ventana entre dos nubes -una y ella- siempre. Y yo distante, agigantado, loco, con el recuerdo de mi olvido dentro, pesándome en el alma su naufragio, agarrándose, hundiéndome, en un espeso mar de cielos grises. TU SOLEDAD TE DEFIENDE Tu soledad te defiende, te limitan tus miradas, que yo sé que tu alma llega adonde tu vista alcanza, adonde llegan tus sueños, adonde tu amor acaba. Este viento no es el viento, es tu soledad alterada, es tu aire que revuela, es que alborota tu gracia. Son tus ojos que acarician transparencias y esperanzas, agua de lagos y ríos, verdores de esbeltas ramas. Es tu soledad valiente, defensora de tu alma. EL ALMA ES IGUAL QUE EL AIRE... El alma es igual que el aire. Con la luz se hace invisible, perdiendo su honda negrura. Sólo en las profundas noches son visibles alma y aire. Sólo en las noches profundas. Que se ennegrezca tu alma pues quieren verla mis ojos. Oscurece tu alma pura. Déjame que sea tu noche, que enturbie tu transparencia. ¡Déjame ver tu hermosura! AMOR Mi forma inerte grande como un mundo no tiene noche alrededor ni día pero tiniebla y claridad por dentro hacen que yo, que tú, vivamos. Mares y cielos de mi sangre tuya navegamos los dos. No me despiertes. No te despiertes, no, sueña la vida. Yo también pienso en mí cuando te sueño y robo al tiempo todas mis edades para poblar mis íntimas moradas y acompañarte siempre, siempre, siempre. DESNUDO El cielo de tu tacto amarillo cubría el oculto jardín de pasión y de música. Altas yedras de sangre abrazaban tus huesos. La caricia del alma -brisa en temblor- movía todo lo que tú eras. ¡Qué crepúsculo bello de rubor y cansancio era tu piel! Estabas como un astro sin brillo, recibiendo del sol la luz de tu contorno. Sólo bajo tus pies era de noche. Eres cárcel de música de la música presa, que intentaba escapar en cada gesto tuyo, pero que no podía salir y se asomaba como un niño a los cristales de tus ojos claros. FIN DE UN AMOR No sé si es que cumplió ya su destino, si alcanzó perfección o si acabado este amor a su límite ha llegado sin dar un paso más en su camino. Aún le miro subir, de donde vino, a la alta cumbre donde ha terminado su penosa ascensión. Tal ha quedado estático un amor tan peregrino. No me resigno a dar la despedida a tal altivo y firme sentimiento que tanto impulso y luz diera a mi vida. No es su culminación lo que lamento, su culminar no causa la partida, la causará, tal vez, su acabamiento. CONTIGO No estás tan sola sin mí. Mi soledad te acompaña. Yo desterrado, tú ausente. ¿Quién de los dos tiene patria? Nos une el cielo y el mar. El pensamiento y las lágrimas. Islas y nubes de olvido a ti y a mí nos separan. ¿Mi luz aleja tu noche? ¿Tu noche apaga mis ansias? ¿Tu voz penetra en mi muerte? ¿Mi muerte se fue y te alcanza? En mis labios los recuerdos. En tus ojos la esperanza. No estoy tan solo sin ti. Tu soledad me acompaña. EL CIEGO AMOR NO SABE DE DISTANCIAS... El ciego amor no sabe de distancias y, sin embargo, el corazón desierto todo su espacio para mucho olvido le da lugar para perderse a solas entre cielos abismos y horizontes. Cuando me quieres, al mirarme adentro, mientras la sangre nuestra se confunde, una redonda lejanía profunda hace posible nuevas ilusiones. Ser tuyo es renacerme porque logras borrar, hundir, que se retiren todos los espejos, los muros de mi alma. Blancura del amor. Con cuánto fuego se anunció tu presencia. Tengo ahora la luz de aquel incendio y un vacío donde esperar, donde temer tu vida. TANTO MUNDO QUE HE VISTO... Tanto mundo que he visto, todo el cielo, ahora cuando estoy solo no me basta para mi vida ni para mi sueño. Y sin embargo, cuando estoy contigo, a flor de esa imprecisa superficie que es el tiempo pasado sin gozarte, un anhelo cortándome las alas reduce los lejanos horizontes a un pequeño cristal pronto a perderse como la sal en el profundo olvido. Junto a ti, frente al mar, nada recuerdo y dan la luz y el aire molde cóncavo a mi presente, a la inmutable y firme roca de amor. Que nadie nunca diga: «Ayer la vi» o «la veré mañana». TUVO MI AMOR LA FORMA DE LA VIDA... Tuvo mi amor la forma de tu vida. Nunca el olvido le cerró los labios a la estela ni al cauce, ni a la gruta que atravesabas tú; límite era que se quedaba estático afirmando contra el tiempo engañoso una perenne honda oquedad tan fiel a tu persona que más que ausencia un alma parecía. Ven a buscarme. Tengo yo la entrada de tus recuerdos, quietos, encerrados en mis caricias: forma de tu vida. LAS SENDAS QUE ME OBLIGO A RECORRER POR TI... Las sendas que me obligo a recorrer por ti, no las borra la vida, y en vez de flores, una venda, dura como una máscara, va dividiendo el campo. Quisiera haber nacido junto a ti, vivir de rama en rama, sin caminos, pero veo la distancia, el no alcanzarte y peregrina el corazón pisando rosas y llega al tuyo cuando sueña dentro de una ciudad donde aplastado quedó el verdor, la risa, las colmenas. En ellas se enredaron los caminos y la tierra ofendida quedamente lanza leves suspiros, sus jardines; sus torres que desprecios a la brisa hacen inmóviles voces de bronce dan para anunciar las nuevas tumbas. Yo sé por qué la tierra enfurecida a veces tiembla y rompe las ciudades: alguien responde al llanto de las yerbas que no pueden nacer bajo las losas. Las pisadas del hombre van dejando su estéril huella, firme que divide con una seca herida el prado verde y más endurecido y seco implora sostén a sus pisadas, que se calle el color, que no pronuncie en tallos de alegría su gesto el campo; mas impasible quiere su dominio, con mármol sueña lapidar llanuras. No así mi amor, tu mundo, otro planeta, la flor intacta con ocultos ríos: por sus venas iré sin ser notado, soy de tu corazón dócil corriente. HOY PUEDO ESTAR CONTIGO... Hoy puedo estar contigo. He deseado para ti todo el bien y me acompaña la bondad del amor. A ti te debo gozar en soledad la compañía más difícil del hombre, la que tiene consigo mismo. No me causa miedo reconocerme, ni busco a nadie, no. Le has dado a mi semblante sin saberlo una luz interior que me hace fuerte, para vencer mayores soledades. NUBE A NUBE... Nube a nube hasta muy hondo haciéndome un alma estoy dentro de mí, donde gozo tristezas que se hacen luces o música, donde lloro deleites que se hacen humo, humo negro y silencioso. El amor rompe esas nubes y apaga tristezas, sólo quisiera sacarme el alma para quererte del todo; o que tu vida, amor mío, de torre se hiciera pozo, que en mi se clave, se pierda como un reflejo sonoro de mi sueño, de ese sueño que se me va de los ojos. AMOR, SÓLO TE MUESTRAS... Amor, sólo te muestras por lo que de mí arrancas, aire invisible eres que despojas mi alma manchando el limpio cielo con suspiros y lágrimas. Al pasar me has dejado erizado de ramas, defendido del frío por espinas que arañan, cerradas mis raíces el paso de las aguas, ciega y sin hojas la desnuda frente que atesoró verdores y esperanzas. AMOR OSCURO Si para ti fui sombra cuando cubrí tu cuerpo, si cuando te besaba mis ojos eran ciegos, sigamos siendo noche, como la noche inmensos, con nuestro amor oscuro, sin límites, eterno... Porque a la luz del día nuestro amor es pequeño. TE QUIERO Un lago en una isla eso es tu amor por mí, y mi amor te rodea como un inmenso mar de silencios azules; pero tienen también tus grandezas ocultas. Soy un niño de sal sobre tu falda; me sostienen tus prados submarinos, eres frondosa cumbre, eminencia visible de tu tierra profunda. Me enriquecen los ríos, y tu amor, ese lago corazón de la isla, es la fuente de todas las líquidas comarcas. Te haces querer. Te quiero. Mira mis blancas olas. LA NUBE Oh libertad errante, soñadora, desnuda de verdor, libre de venas, arboleda del mar, errante nube; si en lluvia el desengaño te convierte, la forma de mi copa podrá darte una pequeña sensación de cielo. Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida, a las cadenas de los largos ríos, a las prisiones de los hondos lagos; vuelve afiliada a penetrar mil veces angostos laberintos vegetales. ¡Oh libertad, tus puertas son heridas! No las quieras abrir, sigue encerrada en la sedienta piel o te sostenga el inclinado cauce del torrente. Todo sueño que es nube se deshace. Vuelva a brillar el sol, pues la blancura de esa ilusión de libertad celeste es tan sólo una sombra hecha jirones. No sueñe más el agua, y tenga vida en la savia o la sangre, tenga sólo en mí su libertad, libre en mis lágrimas. ROMANCE Se levantó sin despertarme. Andaba lenta, aplastándose tanto hasta pasar bajo imposibles sitios huecos, o estirándose fina como un ala atravesando puertas entreabiertas. No tenía vista, pero salvaba los obstáculos con previsora maestría. Ni tacto, pero evitaba las esquinas sin recibir un golpe. Ni oído, pero cuando el portazo aquél, sobresaltada, corriendo vino a mí, en mí escondiéndose y despertando en mí, su cuerpo. PARA ALCANZAR LA LUZ Dicen que soy un ángel y, peldaño a peldaño, para alcanzar la luz tengo que usar las piernas. Cansado de subir, a veces ruedo (tal vez serán los pliegues de mi túnica), pero un ángel rodando no es un ángel si no tiene el honor de llegar al abismo. Y lo que yo encontré en mi mayor caída era blando, brillante; recuerdo su perfume, su malsano deleite. Desperté y ahora quiero encontrar la escalera, para subir sin alas poco a poco a mi muerte. HICE BIEN EN HERIRTE... Hice bien en herirte, mujer desconocida. Al abrazarte luego de distinta manera, ¡qué verdadero amor, el único, sentimos, y qué besos eléctricos se dieron nuestras nubes! Como el mueble y la tela, tus denudo no tenía importancia bajo el aire, bajo el alma, bajo nuestras almas. Nosotros ya no entendíamos de aquello. Era el suelo de un ámbito celeste, imponderable. Éramos transparencias altísimas, calientes. AL VER POR DONDE HUYES... Al ver por donde huyes dichoso cambiaría las sendas interiores de tu alma por la de alegres campos. Que si tu fuga fuera sobre verdes caminos o sobre las espumas y te vieran mis ojos, seguirte yo sabría. No hacia dentro de ti. donde te internas, que al querer perseguirte me doy contra los muros de tu cuerpo. No hacia dentro de ti, porque no estemos: tú, pálida, escondida; yo, como ante una puerta ante tu pecho frío. COMO UN ALA NEGRA Como un ala negra de aire desprendida de hombro alto, cuerpo de un muerto reflejo en duras tierras ahogado, la sombra quieta, tendida, flota sobre el liso campo. La nube, sombra en el viento de la sombra, flor sin tallo, de la amplia campana azul adormecido badajo, techo azul y suelo verde tiene en la tarde de mayo. Como una rama de almendro el horizonte nublado. La sombra quieta, tendida, flota sobre el liso campo, cuerpo de un muerto reflejo en duras tierras ahogado. VIAJE ¡Qué golpe aquel de aldaba sobre el ébano frío de la noche! Se desclavaron las estrellas frágiles. Todos los prisioneros percibimos el descoserse de la cerradura. ¿Por quién? ¿Adónde? El sol su página plisada entró por la rendija oblicuamente, iluminando el polvo. Descorrió su cortina el elegido, y penetró en los ámbitos sonoros del Triángulo y la espuma. Nos dejó la burbuja de su ausencia y la conversación de sus elogios. TRINO Quiero vivir para siempre en torre de tres ventanas, donde tres luces distintas den una luz a mi alma. Tres personas y una luz en esa torre tan alta. Aquí abajo, entre los hombres, donde el bien y el mal batallan, el dos significa pleito, el dos indica amenaza. Quiero vivir para siempre en torre de tres ventanas. ESTOY PERDIDO Profeta de mis fines no dudaba del mundo que pintó mi fantasía en los grandes desiertos invisibles. Reconcentrado y penetrante, solo, mudo, predestinado, esclarecido, mi aislamiento profundo, mi hondo centro, mi sueño errante y soledad hundida, se dilataban por lo inexistente, hasta que vacilé cuando la duda oscureció por dentro mi ceguera. Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo, entre las dos tinieblas, definía una ignorada juventud ardiente. Encuéntrame en la noche. Estoy perdido. Alvarado T. Harold Biografía Poeta, ensayista, traductor y editor colombiano nacido en Buga en 1945. Hizo estudios de Literatura Latinoamericana en la Universidad Complutense de Madrid, donde recibió título de Doctor con una tesis sobre la obra de Jorge Luis Borges. Ha sido docente en varias universidades americanas, catedrático en el departamento de literatura latinoamericana de Marymount Manhattan College de New York y director del departamento de Letras en la Universidad Nacional de Colombia donde recibió el Título de Profesor. Entre sus libros figuran: «Cinco poetas españoles de la Generación del Cincuenta» en 1980, «Kavafis» en 1984, «Espejo de máscaras» en 1987, «Una generación desencantada: los poetas colombianos de los años setentas» en 1985, «La poesía de T.S. Eliot» en 1988, «Poemas chinos de amor» en 1992, «Ensayos» en 1994, «Literaturas de América Latina» en 1995, «Summa del cuerpo» en 2002 y «Fragmentos y despojos» en 2002. Ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y el Internacional de Poesía Arcipreste de Hita. Su obra ha sido publicada en inglés, francés, italiano, griego, chino, alemán y portugués. ANOTACIONES BODAS DE PLATA CABARET CAFÉ BLANCHE CAFÉ BEACH CAFÉ CUANDO FUIMOS UNO CON OTRO DÓNDE HAPPY NEW YEAR HOJA DE OTOÑO LA PREGUNTA LUNAS DE AYER M.M.C. NOCHE DE OCTUBRE PERICLES ANASTASIADES, EL AÑO DE 1895 PORTERO DE NOCHE SERVICIO DE PLACER TARDES UNA BARBA DE CAMDEN 1975 ANOTACIONES Dulce enemiga que llevas al hombre más allá de sí mismo. Adoro tus perfecciones y tus fulgores sobre mi cuerpo helado. Recorres a zancadas los cielos -nada apaciblesy las estrellas incesantes y las estrellas quietas. Bella al alba y al crepúsculo dueña de la vida todo te magnifica. Ante vosotros llego soberanos de la gran ramera con la vieja segadora de vidas. Otorgadle, como a los secuaces del gran negocio, pasteles y agua y aire y una casa solariega en Manhattan. Retrocede, Sui, viejo cocodrilo no me acometas vete no cortarás mi juventud. Mis versos como cuchillo de pedernal, mis versos como muelas de joven caballo, destruirán tus ojos y tu boca. BODAS DE PLATA La belleza de tu rostro y la dulzura de tu voz bastaron para que te amara. Un año pasamos juntos y luego a él regresaste. Ahora, que de nuevo le engañas, te duele el corazón y ante a mí crece tu desgracia: has comenzado a envejecer. CABARET Que el poema la retrate sólo como la viste en el tiempo que quiso darse a tus ojos y a tu alma. Hecha de la dura memoria de la carne, mostraba la astucia y el candor de quien presentía la huella que deja otro corazón. Así la deseabas. Querías someterte al desdén que promete el oro de la juventud. Estabas dispuesto a sufrir el rigor de sus ojos de hembra del mejor cabaret: la vida. CAFÉ BEACH CAFÉ El amargo sabor de los sueños volverá para darte una muchacha con el pelo suelto contando recibos del paso del día. Desnúdate de ti y ella vendrá a vestirse con las caderas, los ojos y los gestos que hubo en tu camino ese verano del ochenta y dos. CAFÉ BLANCHE Creyendo que la mejor cura contra la melancolía eran esas superficies radiantes y abiertas fuiste hasta las memorables ruinas y viste la estatua de basalto que del cuerpo de Antonio hicieron. Grecia era el testimonio, bajo esa copiosa y virulenta luz, de cómo solo lo externo tiene propia existencia. Ética y belleza eran una y lo mismo. Tallar el cuerpo era tallar también el alma. Curar el odio a si mismo era curar la soledad. De vuelta a casa, liberado ya del pasado, con aquellas camisas de colores chillones, tus negros pantalones de tres prenses, tus zapatos puntiagudos y habaneros, el desnudo pecho mostrando la cadena de oro macizo y los cinco medallones entrabas al Blanche y pasabas las noches bebiendo cubatas y quemando porros. Todas y todos eran tuyos. Te enamorabas, sin duda. Amabas tanto los ritos de la carne, su lenguaje y sus palabras que incluso ahora, cuando escribes, no sientes, tampoco, interés alguno por el "acto final". CUANDO FUIMOS UNO CON OTRO Cuando fuimos uno con otro contamos numerosas estrellas Cuando hacíamos el amor las noches se detenían en la nuestra Cuando de toda palabra nos recibíamos escribíamos un libro Los dioses no han sido derrocados y su poder nos asignó varios caminos Cuando nos separamos todo retornó al futuro y al vacío Habíamos recobrado nuestra contingencia y el pasado habitaba en la memoria. DÓNDE ¿Dónde posar el pie, dónde el poema? ¿Por qué las llagas nos cubren y el escarnio te cerca a toda hora? Sueño del hombre y su sombra ninguno sabe que uno es sombra de otro nadie sabe si sueña o está muerto. HAPPY NEW YEAR Cruzamos trece mil novecientos kilómetros para encontrarnos pero, como es habitual en ti, cambiaste el parecer. Oh, tú, nacida en un Diciembre inconstante, de grandes ojos de novilla, de fina cintura y pies diminutos, dueña de un Loto Dorado voraz e insaciable. HOJA DE OTOÑO Hoja de otoño, no percibes el saludo y el beso, el cuerpo detenido en un lecho de aroma, la mano y el labio en la boca, la carne y el ojo en los ojos. Viento de otoño vuelto hacia dentro. LA PREGUNTA Un día preguntaron qué deseaba y le trajeron aquella que había perdido en su juventud. Después de siete lunas y siete sonrisas un hueso de uva le separó de sus brazos de su perfume y sus ajorcas. LUNAS DE AYER La luna, esta noche, la que nunca ha vuelto vendrá para nosotros. Porque hemos mentido, como en las lunas de ayer. No habrá segunda parte esta vez. Nuestro amor ha de ser como nunca fue, un insensato amor, amor de dos que nada necesitan ni nada desean más que amarse. Nuestro amor será así o no será. M.M.C. Miro tu rostro. Imagino que habríamos sido felices si fuera joven como tú, sin un pasado, sin las convicciones que compramos al tiempo. Miro tu rostro y confirmo que nada tiene ya sentido: tu hermosura debería ser mi sal de cada día tu juventud me haría vivir otros veinte años. Miro tu rostro y me pregunto: ¿Quién estableció esta rutinaria separación de edades? ¿Quién la fidelidad como hierro inamovible? ¿Quién nos quitó la realidad y sólo nos dejó el deseo? NOCHE DE OCTUBRE Su memorable voz una noche de Octubre, sobre la puerta. Su cabeza coronada con hiedra, violetas y numerosas cintas de colores. El equilibrio de su cuerpo dejando oír, cómo una noche, recostado en aquel a quien amaba, rogando compartir su cuerpo obtuvo sólo una mirada. PERICLES ANASTASIADES, EL AÑO DE 1895 Para Raúl Lecuona Rodríguez Vagos, son ya, los rostros de su rostro vaga, también, la forma de sus manos lejos, está, su aliento de mi boca su pequeña estatura sus quince años Sólo un ayer ocupa mi memoria nuestro pequeño amor nuestro pequeño mes hace diez lunas De repente en la alta noche tus ojos, de púrpura vestidos, tus labios labios de un amor apresurado tus largos brazos brazos de inolvidable carnadura aparecen ¡Cuanto he perdido buen Dios Cuanto he perdido! PORTERO DE NOCHE Bajo el arduo sopor del mediodía Vuelvo y veo tus ojos, esa noche. Al volver abriste la puerta y para verme mejor preguntaste la hora: eran la una y cuarto. Tu cuerpo exigía otro cuerpo. Y eso obtuviste. SERVICIO DE PLACER De cada noche que vivimos recuerdo implacable tus caderas. Como nunca, nadie ofreció iguales placeres. Como nunca, nadie extrajo de mí la vida. Dicen que ahora otro, tan alto como yo, complace tus caprichos y los de tus padres. Soy sólo un escribano y debo componer tres mil caracteres cada día. Apenas sirvo para dar placer. TARDES Nada fue fácil para él. Nada difícil. El tiempo dispuso para su corazón buenas y malas tardes hasta cuando sufrió el desdén, la frialdad, la escasez de una mirada. Se duele el hombre en lo que ama se duele la mujer. Los tiempos han dispuesto buenas o malas tardes. UNA BARBA DE CAMDEN Mientras más te cerque el día definitivo mayores goces encontrará la carne. Busca una joven y cantarás con ella lo que une y entrelaza. A vuestro alrededor, jóvenes rozagantes se disponen a tocar tus brazos. 1975 La delicia de las cosas reposa en el paladar. Desgraciado quien llegado a los treinta sólo ha probado un lado del placer y gustado sólo una caricia. Álvarez Francisco Biografía Poeta español contemporáneo, nacido en Los Corrales de Buelna, Cantabria en 1935. Licenciado en Filosofía y Letras, políglota y viajero incansable. Su obra poética incluye varios segmentos: «Poemas y Sonetos», «Luminarias» y «Breverías y Haiku». ABRAZOS AMOR AUSENTE ANTE EL ESPEJO BESOS DORMIDOS BREVERÍAS CUANDO DE TI ME VAYA DEJA DESNUDO DULCE Y TRISTE EL EL VIENTO ELLA EN MIS RODILLAS EN TI HUELLAS DEL BESO JUNTO AL FUEGOJUNTOS LOS CUATRO ELEMENTOS MANOS LEJANAS PÉRDIDA QUIETUD QUIZÁ LLÉVAME CONTIGO REGENERACIÓN SEX(T)O SENTIDO SILENCIO Y LEJANÍA SÓLO TENEMOS UN BESO TU GEOGRAFÍA TU SOMBRA TUS MANOS VIRGINAL SEX(T)O SENTIDO En mi letargo estoy, adormecido, flotando en sueños lánguidos y oscuros, confinado a la sombra de dos muros, y relegado a transitorio olvido...Tu perfume me indica que has venido, la mano percibió tus senos duros, y al roce de tus dedos inseguros se irguió mi cuerpo firme y decidido. Enciendes en mi carne rebeldías, incitándome a dulces agresiones al abrazar tus labios mi contorno.Habré de hacer tus cavidades mías, y tuyas han de ser mis vibraciones, con cada avance y con cada retorno. LOS CUATRO ELEMENTOS Si tú fueras agua, yo quisiera ser la copa de plata que te abrazaría; o en tus humedades me sumergiría, íntima, adaptable, profunda mujer. Si tú fueras tierra, yo sería el pie descalzo y ligero que no te oprimiera; y en tu surco haría ardiente sementera que me diera un día lo que en ti sembré. Si tú fueras aire, yo seré la rama bajo tu caricia temblando en mis hojas, y si en recio soplo de ellas me despojas, verás que mi abrazo desnudo te llama. Y si fueras fuego, yo he de ser el leño que tus lenguas lamen, que tu ardor calcina, y si mi ceniza el viento arremolina en él dormiré el definitivo sueño. TU SOMBRA Sin vacilar, tu sombra fugitiva desliza imperceptible su figura bajo mi puerta, cada noche oscura, abrazándose a mí, tensa y lasciva.Indiferentemente insensitiva al sueño de mi esposa, me procura el raudal de placeres de locura de esta pasión fatal que me cautiva.¡Qué deliciosa, ardiente mensajera, vibrante cual redoble de campana, yaciendo junto a mí la noche entera!¡Qué plenitud de sentimientos mana de esta sombra gentil, al irse afuera con el primer albor de la mañana! ANTE EL ESPEJO Me ha engañado el espejo, dulce engaño, devolviendo una imagen que no es mía; mi desnudez le ofrezco cada día envuelta sólo en el vapor del baño.Nunca me devolvió un reflejo extraño, sólo a mí, en mi tristeza o mi alegría, pero hoy vi que tu rostro aparecía bajo mi pelo de color castaño.Y al mirarme tus ojos fijamente, mi piel mojada te sintió presente, y me abrazó un ligero escalofrío.Y no sabré decir si mi delicia vino de tu caricia o mi caricia, mías tus manos, y tu rostro mío. MANOS LEJANAS "Muchas cosas sabe Onán que nunca supo Don Juan" ( A. Machado )Me despierta el crujido de la seda liberando la piel efervescente, y entre mis dedos el temblor se enreda de una suave atrevida mano ausente.Dedos que saben recorrer caminos que ignora el más experto viajero, y en espiral de lentos remolinos fabrica el toque lánguido y certero.Y al arquear la espalda se endurecen las puntas de los senos, ofrecidos a invisibles amantes, que parecen quedar indiferentes o dormidos.Oh desnudez del vientre, suave y cálida, humedad de los muslos tentadora, línea de la cadera, curva y pálida… manos lejanas, ¿dónde estáis ahora?No me dejéis en soledad de tacto, que hay tristeza en placer sin asistencia; dadme la compañía y el contacto, aunque vengáis con vuestra inexperiencia. DESNUDO Desnuda al pie de la vetusta encina alza los brazos en ofrecimiento, y el arroyo se acerca, claro y lento, roba sus formas y se arremolina.Desierto está el paisaje. En la colina rompe el amanecer, y en un momento invisibles tentáculos de viento la envuelven en espira clandestina.Oh, libertad del cuerpo despojado de vestimenta inútil, que ha logrado revestirse de luz y de color.Belleza de los senos descubiertos, de temblorosos muslos entreabiertos, y en los ojos azules el candor. QUIETUD Sentada a media luz en mi rodilla, y una sonrisa tenue y luminosa como las alas de una mariposa, me reclinó en el hombro la mejilla y abandonóse inmóvil, silenciosa. Se me quedó dormida entre los brazos, niña interior, aunque mujer externa, un tiempo apasionada, luego tierna, frágil hoy con el alma hecha pedazos, mañana con impulsos de galerna. No me quise mover por no alterarla, y dejé transcurrir el tiempo lento, con el temor de que hasta el pensamiento pudiera, al agitarse, despertarla, destruyendo la magia del momento. Y así quedó, colgada de mi cuello, dormida en mí, sin dudas y sin prisa, y hasta su soplo refrenó la brisa; y al fin, acariciando su cabello, hice anidar mi beso en su sonrisa. ELLA Desnúdenme tus manos lentamente sobrenadando senos y caderas, y desliza tus dedos diligente entre botones, lazos, cremalleras. Mira mis ojos y ábreme la blusa, y descuelga los pechos prisioneros, que mi deseo nada te rehusa, y ellos son del deseo mensajeros. Se abren a ti como dos rosas tiernas, esperando la lengua en los pezones, y percibo temblores en mis piernas, y un aire abrasador en los pulmones. No hay en mi ofrecimiento ambigüedades, va a ti sin desvergüenza o timidez, y aunque con tinte de frivolidades, parece siempre la primera vez. Besa con humedad mi boca hambrienta, y haz que ambas lenguas jueguen en contacto, no ha de haber nada a lo que no consienta , mía es la voluntad, tuyo es el acto. En la espalda hay insólitos caminos que mi mano jamás ha transitado, y de tus dedos brotan remolinos erizando la piel de mi costado. En breve y delicada sacudida mis hombros de la blusa se desprenden; semidesnuda estoy, y enardecida, y alzo los brazos, que hacia ti se extienden. Detente brevemente en la cintura, rodéame en caricias circulares, y explora el resto de mi arquitectura, con paso franco a todos mis lugares. Cae la falda a los pies..., al fin desnuda... Qué libertad e independencia siento. No queda en mí vacilación ni duda, sólo serenidad..., y atrevimiento. Están mis ojos en tus ojos fijos, y tus manos me arropan insistentes; suaves contactos causan regocijos, lentas fricciones llegan más frecuentes. Aproxímate más, cúbreme entera, encadéname a ti, y abre mi rosa, dame un beso total, de tal manera que resulte en fusión voluptuosa. Quédate en pie y recibe el doble abrazo, y al rodear tu cuerpo con mis piernas, introduce tu furia de un zarpazo anegando mis cámaras internas. El ímpetu, el gemido y los sudores me dirán que soy tuya y eres mío; seremos mutuamente posesores, como el cauce y las aguas en el río. El Hay en tu rostro un gesto de embeleso al ajustar tu mano mi corbata; y me encuentro vestido con exceso al ver tu desnudez bajo la bata. De repente me asaltan intenciones que sacuden la fibra del sentido, y que encajan en las incitaciones que el brillo de tus ojos me ha tendido. Sin vacilar, toma hoy la iniciativa y traduce en acciones la sonrisa, que tu mano sensual y decisiva me arranque la corbata y la camisa. Deslízame los dedos sobre el pecho, y extiéndete a la espalda suavemente; mi instinto levantado está al acecho, todo mi voluntad te lo consiente. Hoy serás tú quien todo lo decida, seré el juguete, y tú serás quien juegue, tendrás autoridad indefinida y no encontrarás nada que te niegue. Ya el cinturón se siente relajado, y tu contacto excita mi impaciencia, siento el impulso desencadenado, pero a él, no a ti, he de hacerle resistencia. Es tu oportunidad, es tu momento, será tu desnudez junto a la mía, tus caricias tendrán el ritmo lento de inevitable, espléndida agonía. Y aunque te exija que me lo aceleres, no escuches mi clamor ni mi quejido, habré de recibir lo que me dieres, cuando, como y en donde hayas querido. Siento tus manos descendiendo lentas y tú también te inclinas y desciendes, y a mi virilidad la boca enfrentas, y una violencia emocional enciendes. Ese beso profundo y penetrante, me acerca a ti de singular manera; y aunque no puedo verlo en tu semblante, percibo toda tu pasión entera. Tus manos en mi piel clavan crispadas las uñas, que de sangre se revisten; flota tu pelo en nuevas oleadas, los labios y la lengua no desisten. Qué catarata de placer provocas volcándose en caída resonante, tal la furia del mar contra las rocas… Qué maravilla poder ser tu amante. Y al fin las aguas, blancas de la espuma, tras la caída, avanzan en el río; siento en la mente el sueño de la bruma, y en el cuerpo el postrer escalofrío. Levántate y abrázame, cariño, yace conmigo en silenciosa calma, manténme en tu regazo como a un niño, y toma posesión de cuerpo y alma. JUNTOS Por cauce horizontal y paralelo, mi mano, cabalgando en tu figura, baja de la cadera a la cintura, ronda los senos y ensortija el pelo. Tu intimidad sensual levanta el vuelo descubriendo vibrante una estructura con ansiedad de entrega y de aventura y la agresión de una leona en celo. He de hacer de tu cuerpo una mordaza, y formarán tus labios un camino de humedad, arrastrándose en mi piel. Verás mi círculo de amor que abraza tu temblor en furioso torbellino, y plantaré mi flor en tu vergel. JUNTO AL FUEGO Ven hacia mí en silencio, con la sonrisa abierta, absorbiendo en los ojos la noche iluminada; deslízame en la mano la imperceptible oferta del rayo que la luna depositó en tu almohada. Reclínate en la alfombra y oye el rumor del fuego cuyas lenguas nerviosas erotizan el leño; que su calor tu cuerpo revitalice, y luego encienda tu mirada y acaricie mi sueño. A tu lado en el suelo veré los diablos rojos de las llamas inquietas, con tu mano en mi mano, y las chispas revueltas danzarán en tus ojos como estrellas fugaces en un cielo lejano. Descenderá mi brazo de tu hombro a tu cintura, despertando temblores en tu piel descubierta, y acercarás el rostro bañado de ternura para aspirar los besos de mi boca entreabierta. Las cien lenguas del fuego se deslizan lascivas en torno al tronco envuelto por el abrazo ardiente, y tus trémulas manos se arrastrarán furtivas asiendo el miembro erecto gentil y firmemente. En tu mirar directo flotan complicidades que acercan a mi mundo tu intensidad de amante, y percibo tu entrega y calmo tus ansiedades, mientras entre tus dedos me retienes vibrante. Lame incesante el fuego, y es cálida tu boca, en aquel, sequedades, y humedades en ésta; labios que se resbalan, y paladar que toca, y relieves e impulsos que el amor manifiesta. Arde el leño sin tregua, con ligeros chasquidos, y se elevan las llamas en ondas desiguales; y en tu ascenso y descenso hay rítmicos sonidos de profundos y tensos contactos guturales. El leño se retuerce bajo el calor intenso y explota en la alegría de una amplia llamarada; y tus ojos revelan el repentino y denso fluir de surtidores en garganta infiltrada. La lumbre ya se extingue, y el tronco está deshecho; ven, mujer, y sonríe, y abrázame apacible, reposa tu cabeza gentil sobre mi pecho, y soñemos el sueño de un futuro tangible. TU GEOGRAFÍA Permíteme explorar tu geografía y aprender los secretos de tu historia. Yo te abriré el caudal de mi memoria, me guardarás en ti, y tú serás mía. Contemplaré de cerca tu paisaje, observándolo dulce y lentamente, y con el gesto alegre y sonriente aprestaré mi cuerpo para el viaje. Desataré en mis manos diez corceles para escalar las cumbres de tus senos. Cabalgarán sin bridas y sin frenos, y volverán cargados de laureles. Se adentrarán en la espesura densa de tus cabellos ondeando al viento, y con un galopar raudo y violento descenderán a la llanura inmensa. Sus cascos herirán la superficie de tu vientre desnudo, terso y suave, y en un trote solemne, firme y grave, llegarán al confín de la planicie. Pasarán por tus muslos temblorosos flotando de sus crines las banderas, y lanzarán al aire en sus carreras relinchos estridentes y furiosos. Yo soltaré las águilas reales de mis labios en torno a tus montañas, y rondarán las verdes espadañas en manso vuelo y suaves espirales. Y buscarán el nido de tu boca y las laderas de tu esbelto cuello, y en su revuelo fulgurante y bello sentirás su aleteo que te toca. Sus plumas rozarán tu piel caliente, despertando en tu cuerpo la agonía de un más, y un más aún, y un todavía, y un ansia de alargar este presente. Libertaré al león que ruge dentro, y con rítmicos saltos elegantes, y el poder de un rebaño de elefantes, se lanzará hacia el misterioso centro. Irá con furia atávica y salvaje, buscará la recóndita caverna, penetrará con fuerza de galerna, a través de la fronda y el ramaje. Y tras la caza audaz y agotadora reposará su cuerpo fatigado, tendido al interior, aletargado, pero alerta su mente cazadora. Permíteme explorar tu geografía y aprender los secretos de tu historia. Yo te abriré el caudal de mi memoria, me guardarás en ti, y tú serás mía. VIRGINAL Te vi en el vórtice del remolino de luz, ceñido en torno a tus caderas, la túnica arrancada por el viento, sobre fondo de estrellas, rebaños de centauros chapoteando en juego en la ribera. Protegías los senos descubiertos con ambas manos, y la cabellera larga, sedosa, flotaba al aire suelta. Qué contraste de labios y mirada, sedientos y sensuales, con la entera actitud de tu cuerpo, de virgen indefensa. Te vi como surgiendo de las olas, aunque los pies se anclaban en la tierra, y desaté el deseo en mis entrañas, y le envié a enroscarse entre tus piernas, sin advertir que en torno a los tobillos arqueaba su lomo la pantera. Y me quedé perdido en mi distancia, y tú quedaste en permanente ofrenda. DEJA Si los mínimos dedos de la lluvia tiemblan sobre tu rostro y se deslizan; si te envuelve el embozo de la ligera capa de la brisa; si el espejo sonríe cada vez que le miras; y se elevan del mar múltiples senos hacia la clara luz de manos tibias; deja a mis dedos dibujar tu imagen en prolongada, trémula caricia; deja a mis brazos circundar los hombros en actitud tajante, posesiva; a mi rostro flotar en los radiantes, oscuros círculos de tus pupilas; y entera libertad en estas manos, que anhelantes están de hacerte mía. TUS MANOSAh, las manos, tus manos, cómo extraño la suavidad, la firme contextura, su roce de caderas y cintura, y los sondeos íntimos del baño.Intento duplicar cada peldaño trepando palmo a palmo mi estatura, y al ver que no eres tú quien lo procura me siento causa de mi propio engaño. Vuelvan tus manos, ráfagas febriles, a alborotar mis senos juveniles, a suscitar sobre mi piel temblores. Toca, acaricia, explora, roza, exprime, que el cuerpo clama cuando el alma gime, y mis gemidos son desgarradores. SILENCIO Y LEJANÍA Vino, me amó y partió; dejó a su paso plenitudes, placeres y vacíos; se perdió como el sol en el ocaso, como se pierden en el mar los ríos. Ha de tener el sol otra alborada, y aunque el río se va, también se queda; pero de aquella fiera llamarada, ni el recuerdo quizá en su mente rueda. Mantúvose en silencio y lejanía como quien duerme en brazos de la muerte; y yo permanecí esperando el día en que de nuevo su alma se despierte. Y si al abrir sus ojos al pasado se detienen en mí por un momento, tal vez vuelva su amor arrebatado a producir un nuevo ofrecimiento. Y aquí estaré, en deseos y temblores, sin recriminaciones, ni exigencia, para dar nueva vida a aquellas flores que a punto estuvo de agostar la ausencia. DULCE Y TRISTE ¡Qué dulce es querer mucho, pero también qué triste! ¿Por qué esperamos tanto y obtenemos tan poco? ¿Por qué si uno se entrega el otro se resiste? ¿Por qué el amor es ciego, y sordo, y mudo, y loco? Llevamos en el alma la divina tendencia de ofrecer sin reservas nuestros cálidos brazos, y nos quedamos solos, con nuestra propia ausencia, y el corazón sangrante partido en mil pedazos. REGENERACIÓN Déjame penetrar en tu memoria para arrancar de cuajo con mis manos los recuerdos crueles, inhumanos, que oscurecen el cielo de tu historia. He de restablecer toda la gloria de los tiempos felices, tan lejanos; y en tus jardines crecerán lozanos árboles de pasión, gozo y euforia. Entrarás en la tierra prometida libre de soledad, dolor y llanto, y mi mano estará siempre tendida. Te cubrirá mi amor bajo su manto, y cuanto tengo y soy en esta vida, tuyo será, porque te quiero tanto. EL VIENTO Vino primero tenue y acarició su pelo, nube de mariposas rozando sus mejillas; era el beso de un ángel flotando en las orillas de sus ojos azules con reflejos de cielo. Y se agitó en ligeros y suaves remolinos trepando dulce y ágil en torno a su figura, cubriendo en un abrazo la flor de su cintura, llevando su perfume por todos los caminos. Llegó por las esquinas borracho y pendenciero, y sacudió su blusa con empuje atrevido. Era intenso y robusto, rebelde y encendido, y la apretó con fuertes tentáculos de acero. Se transformó en violento ciclón desesperado, arrancando la falda con sus múltiples manos, invadiendo los fondos recónditos y arcanos, y arrebatando el fuego de su cuerpo azotado. Gentil soplo de viento crecido sin medida, tierno beso de amigo transformado en amante, leve caricia alzada en pasión dominante, sueños nunca vividos de una ocasión perdida. CUANDO DE TI ME VAYA Al llegar el momento, ha de llorar la luna con lágrimas de estrellas haciendo más oscuro en la noche el firmamento, pero serán las tuyas más tristes y más bellas. Cuando llegue el momento se aferrará tu mano a la mía, intentando retenerme a tu vera, y maldiciendo al tiempo, inflexible tirano, que no detuvo el paso en su carrera. Una serpiente amarga se enroscará en tu pecho, atenazando el alma con negra incertidumbre. Qué frío habrá en tu lecho, qué sola irás entre la muchedumbre. Mas quedará el recuerdo de los días brillantes, de las noches rojizas en que fuimos amantes, y el fuego estará vivo en las cenizas. Y habrá un faro en la costa destellando chorros de luces sobre el mar inquieto, penetrando en las sombras, y aventando la duda oculta y el temor secreto. Mira en la oscuridad del sentimiento triste el resplandor, no la fugacidad, de la entrega que di y que me ofreciste. Y cesará la luna de sollozar nostálgicos olvidos, porque no habrá ninguna, ninguna otra mujer en mis gemidos. QUIZÁ Percibo tu presencia sin estar a mi lado, y oigo tu breve paso hallándote tan lejos; siento tu escalofrío sin haberte tocado, y aún cerrando los ojos me ciegan tus reflejos. Veo pasar las sombras y en ellas te adivino; cuando me roza el aire sé que son tus cabellos; si me azota la lluvia, tus besos imagino, y por ti son mis sueños inmensamente bellos. Pero no reconozco tu risa entre las risas, porque amarga tristeza te cubre con su manto; y en el tropel de gentes ruidosas y con prisas no estás, porque te encuentras en soledad y llanto. Un aura te rodea solemne y misteriosa que fascina mis ojos aunque nunca te han visto; es quizá la nostalgia gentil y silenciosa que permea tu vida y en que yo mismo existo. No obstante, ambos sabemos que ha de llegar el día en que la luz disipe la sombra en que vivimos; y al resurgir pujante nuestra innata alegría, hemos de ser de nuevo como otro tiempo fuimos. Tú encontrarás un hombre que te bese y te cante, y no habrá en vuestra entrega ni exigencia ni ruego; yo volveré a mis sueños, inventando una amante y escribiéndola versos, sentado junto al fuego. Y al mirar al pasado desde el nuevo presente de ilusiones azules y de esperanzas verdes, una estrella en el cielo y una luz en tu mente musitarás mi nombre… y quizá me recuerdes. EN MIS RODILLAS Sentada en mis rodillas y a mi cuello abrazada, se ha detenido el tiempo, la palabra dormita, el pensamiento inmóvil no se ocupa de nada, e ignoran los oídos a quien murmura o grita. Qué lejanas las sombras que las nubes proyectan, y las dudas qué absurdas y qué insignificantes, que aún estando en el fondo del alma, no la infectan, y aún hiriendo sus teclas no suenan discordantes.Flota la mente ausente en exótico nirvana, el sentimiento fluye profundo pero lento, y en la quietud serena ni el sentido se afana, ni la ansiedad destruye la magia del momento.La cabeza en el hombro resuelve los dilemas, evade los conflictos y el horizonte amplía; susurraré a tu oído uno de mis poemas, y te amaré esta noche que es joven todavía. ABRAZOS "Tenme junto a ti de mil maneras" I Hambrientos y desnudos, van mis brazos en busca de un abrazo, arrastrando abandono, y abiertos en silencio en doble arco. En las mieses maduras del gentío, separan las espigas cuando avanzo. Qué insípida igualdad de multitudes, sin destacarse variedad ni encanto. Roja de sangre, tímida amapola, ¿dónde te ocultas, bajo el sol de mayo? Mira que vengo ahogado de infortunio, y te quiero adherir a mi costado.II Sentada en mis rodillas, desprovista de palabras, ideas y reclamos, recoge mi hombro el rostro, leve sonrisa y ojos entornados. Flota en el aire la quietud dormida, con auras místicas de epitalamio, y la mente vacía se columpia en la sombra de un mundo imaginario. Nada se mueve en torno, como el agua tranquila del remanso; detenida la arena en la clepsidra, dormido el viento, inmóviles los pájaros… Qué abrazo interminablemente dulce; no te muevas, mujer, de mi regazo. III Este abrazo, mujer, viste mi cuerpo de la túnica azul de tu arrebato, marea de tu mar, contra las rocas firmes y erectas de mi acantilado. Cúbreme de ti misma, que al ceñirme, tus labios con los míos amordazo, y sólo el alma me hablará en tus ojos, y me transmitirá tus sobresaltos. Estrecha el cerco, que aún no somos uno, que dos es casi tanto como varios… Desliza la rodilla entre mis piernas, que a mi tigre despierta como un látigo, y en ímpetu salvaje se abalanza hacia tí incontrolable, incontrolado. Abrazo vertical, exuberante, nudo incondicional, íntimo abrazo. IV Se alejaron las aguas torrenciales que el paisaje arrasaron a su paso; desanudóse la atadura firme y la pasión degeneró en letargo. Mi cómplice, mi amante, yace exhausta a mi lado., y los brazos que fueran energía, se hallan ahora en descanso. Se despierta la brisa junto al río, coqueteando inquieta entre los álamos, y se percibe el agridulce aroma de almendros, limoneros y naranjos. El sol naciente besará tu espalda, y se adormecerá en ella mi mano, y tamborilearán sobre mi pecho tus finos dedos largos. Lentas las horas van, y silenciosas, seco el sudor, y el ímpetu apagado, sueña despierta junto a mí, y sonríe al sentir en tus párpados mis labios. SÓLO TENEMOS UN BESO Beso indeleble, beso insuficiente, compendio de inseguras realidades y perspectivas de fugacidades, entre ayer y mañana estrecho puente.A tu vida amarrada, dependiente de tan inciertas eventualidades, y víctima de mis perplejidades, por no hacerme en tu vida permanente.Hacia ti van mis aguas encauzadas, con fuerza torrencial, o sosegadas, pero siempre abocando a lo imposible.Cómo duele en el alma esta distancia, cómo me duele ser tu circunstancia, amor de lejanía, inasequible. AMOR AUSENTE Fue un amor a distancia, absorbente y profundo, que vertió luz intensa sobre mi estéril mundo. Fue el clamor estentóreo de vibrante campana, resucitando el eco de una pasión temprana. Vino como una musa, recitando cantares, filtrándose en mi arena, subiendo a mis altares. La percibí a mi lado como una frágil rosa abriéndome sus pétalos, ingenua y temblorosa. Se me adentró en el alma, y navegó en mis venas, arrasando a su paso mi muro y mis almenas. Galvanizó mi entraña con la encendida furia de una sed insaciable de candente lujuria. La contemplé desnuda, dulce y acogedora, agresiva y violenta, crepúsculo y aurora. Depositó en mis labios sus labios, entregados a amar con besos tenues y besos prolongados. Y al acercar mi boca a los duros pezones sentí el salvaje instinto de tigres y leones. Sus muslos me ofrecían la invitación callada de atravesar su carne al filo de mi espada. Palpé su piel vibrante, su vientre estremecido, y la humedad ardiente del recóndito nido. Era un canto a la vida, manojo de temblores, estallido en la sombra de ocultos interiores. Y era el rumor alegre del agua entre las rocas, y el clarín que se anuncia con esperanzas locas. Y un firmamento cálido, envolviendo en su seno el murmullo del aire y el rugido del trueno. Y una lluvia ligera su ternura incesante, y un huracán furioso sus pasiones de amante Y al despertar del sueño que soñaba despierto, sin haber recogido las rosas de su huerto, abrumado del peso sentido en el instante, maldije los amores del amante distante. LLÉVAME CONTIGO ¿No me ves sumergida en el silencio, y amordazada en soledad y olvido? Al pasar por la sombra de mi vida, dame la mano y llévame contigo.Te esperé tantos años sin saberlo, perdida dentro de mi laberinto… ahora que me has abierto la salida, dame la mano y llévame contigo.No quiero abrir el libro del pasado, porque detesto cuanto en él he escrito; uno en blanco abriré para tu pluma; dame la mano y llévame contigo.Llena mis hojas de apretada letra, yo no quiero escribir, hazlo tú mismo, enrojeciéndome de sangre y fuego; dame la mano y llévame contigo.Dondequiera que vayas, te acompaño, porque haré tu camino mi camino; déjame despertar en tus mañanas; dame la mano y llévame contigo.No he de mirar atrás, sólo adelante; perdí el pasado, y el futuro es mío; no te quiero perder; dame la mano, dame la mano y llévame contigo. BREVERÍAS 92 Sentirás una noche de repente tibio temblor que sobre ti resbala. No es el roce de un ángel con el ala, sino mis labios al besar tu frente. 97 ¡Cómo me sorprendió la mansedumbre de tus manos rozando mis mejillas! Haz de esa iniciativa una costumbre, yo seré el río, y tú las dos orillas. 100 Me acercaré a tu espalda con ternura Reclinando en el hombro mi barbilla, rozaré suavemente tu mejilla, y anudarán mis brazos tu cintura. 106 Me esperabas con alma descubierta, y el alma entera con pasión te di. Me entreabriste tu más secreta puerta, y mi puerta secreta yo te abrí. Mi vida estaba estéril y desierta, y entraste en ella cuando entré yo en ti. Y sólo quiero al verme en tu mirada, tenerte para siempre penetrada. 123 Déjame entrar en ti por las esquinas, tocándote la mano con la mano, el brazo en la cintura si caminas, o el beso del amigo o del hermano. Pero ábrete también a mis deseos, con impulsos desnudos y humedades, sin escrúpulos y sin titubeos, con invasiones y voracidades. 149 Derrámate en la hierba innumerable, húmeda y fresca alfombra, déjame que te cubra con mi sombra, que mi boca te bese, y no te hable. El viento arrullará los arrayanes, y su perfume te saldrá al encuentro, mientras en ti me adentro inundándote el alma de huracanes. 153 No he de ser en tu vida el alfarero que pueda moldear tu roja arcilla; debo absorber tu espíritu primero para que en mí germine tu semilla; mas quiero ser el único velero que en tu mar trace estelas con su quilla. Tú serás tú, sin modificaciones, susurrando en mi oído tus canciones. 167 Amordaza el impulso del sollozo y suelta la gaviota de la risa que en el azul del mar y de la brisa alzará la blancura de su gozo. Mas si el dolor no duerme su gemido, no cierres los oídos ni le ignores, mejor será que en la tristeza llores, porque el dolor no entiende del olvido. 177 Lejos estás de mí, pero tan dentro te llevo que jamás podré perderte. Y tan presente estás en mí que encuentro imposible mirar algo sin verte. 199 Hay lágrimas en mí cuando tú lloras, y habrá sonrisas cuando tú sonrías; permíteme que arranque de tus días un ramillete de olvidadas horas, para alargar tus noches, y las mías, retrasando la luz de las auroras. 200 Cuántas veces mi cuerpo ha percibido la magia y el calor de tu contacto, y cuántas en el alma he recibido tu entrega, sin haber firmado un pacto. Tu impulso, generoso y decidido, fue un estado de amor, no un sólo acto; y habrá de prolongarse en permanencia con cada beso y cada confidencia. 206 Despierta mis estímulos de amante, sal del letargo que ata tus sentidos; te quiero frente a frente, cimbreante, no espalda contra espalda, ambos dormidos.242 Te vas, me voy, qué fría es la distancia, qué largo es el camino que divide: Que tu amor permanezca en vigilancia, me sueñe cada noche, y no me olvide. 247 Me has llevado a tu sueño, amada ausente, y en ti perdido me encontró la aurora. No despiertes, que aún no llegó tu hora: Suéñame, amor, interminablemente.270 El muro de Berlín que te rodea debe ser abatido pieza a pieza; yo colaboraré en esa tarea, pero el desmantelar tu fortaleza debe empezar por rechazar la idea de que es debilidad la gentileza. Eres frágil…y ¿qué? Así es la rosa, y entre las flores es la más hermosa. 278 Introduce tus dedos en mi pelo, introduce tus labios en mi boca, introdúcete en mí con furia loca, aquí, de pie o rodando por el suelo. 308 Fui temeroso del amor un día, por su dolor, quizá, y sus desengaños; pero en el tiempo aquel no comprendía lo que aprendí al correr de tantos años: Miedo al amor es miedo a la alegría, miedo a la vida en todos sus peldaños; y quienes tienen miedo de la vida, la consideran ya medio perdida. 313 Bajo los pliegues semitransparentes de la bata adivino tu figura; deslizando mi mano en la abertura florecerán deseos inminentes al rodear mi brazo tu cintura.332 Dedos de fina seda tiene el viento, e impulsos de callado atrevimiento; rondándote la blusa le sentí.Percibí sus caricias en tus senos, y cuanto más le dejas, tanto menos parece ser que queda para mí. 343 Si acaso temes o si acaso dudas, piensa en la vida que se desperdicia; acaricia la piel que te acaricia, mira en silencio las miradas mudas.Ríe con el que ríe, y al que olvida olvídale sin más, pero a quien ama ámale con pasión, y que esa llama desvanezca las sombras de tu vida.368 Alza tu falda juguetón el viento con sus mil dedos de invisible amante acariciando el vientre con su aliento, y pintando de rojo tu semblante, pero no te defiendes de su intento, tan atrevido como estimulante. Si el camino del viento yo siguiera, cómo te haría mía a mi manera.353 Muerde tus muslos al pasar el río y lúbrico se apropia tu figura; yo te contemplo oculto en la espesura, y percibo un ligero escalofrío anudándose en torno a tu cintura.374 Tu beso ha recorrido mis sentidos, serpiente de calor y de humedades, vertiendo su veneno en mis oídos, indagando en el vientre oscuridades, ya en juegos silenciosos y prohibidos, ya bordeando en las frivolidades; y de la rigidez a lo flexible, no halló lugar que fuera inaccesible. 391 Si te abrazara el aire, si la lluvia lo hiciera, si la luz, si la nube, si la sombra, si el fuego, no sería un abrazo tan total como fuera mi abrazo por ti mudo, y por ti sordo y ciego.398 Con los ojos cerrados, con los brazos abiertos, con sonrisa elocuente sobre labios callados, y en doble ofrecimiento los senos descubiertos, y los ojos abiertos, y los brazos cerrados,ven a mí con la audacia que ni duda ni niega, vestida de ilusiones, desnuda de temor, exhibiendo en el gesto definitiva entrega, que te estoy esperando para hacer el amor.413 Recogeré en otoño tus sonrisas bajo los olmos desnudando el llanto de las hojas, que flotan indecisas, y al fin descansan en crujiente manto.Sobre esta alfombra te hallaré tendida, bajo diáfana cúpula de ramas, sólo de tus deseos revestida, y ofreciendo lo mismo que reclamas. PÉRDIDA Recórreme la ruta del recuerdo, tan desierta sin ti que nadie ha impreso huellas sobre tus huellas, y me pierdo en la niebla que impide tu regreso.El ángel del olvido contra mi mente alzó espada de hielo, y amanecí en las sombras, abatido, mi pasado filtrándose en el suelo.¿En qué color tus ojos se perdían? ¿Tu cabello era liso, u ondulado? ¿Eran lentos tus pies, o parecían danzar a un ritmo alegre, acelerado?No sé, porque me miro y no te veo, se me ha desvanecido tu figura, y lo único de ti que ahora poseo es un presagio: Nada más perdura.Quisiera recobrarte en todo el esplendor que hubo en ti un día; resucitar la idea y cincelarte con el mismo perfil que antes tenía.Mas no lo podré hacer si no regresas por el sendero azul de la memoria, demostrando que cantas, lloras, besas, y borrando tu línea divisoria. EN TI Quisiera ser tu propio pensamiento, la inseparable sombra que te siga si no ya como amante, como amiga, en sol, en luna, en luz de apartamento.Quisiera ser el vaho de tu aliento, la inquietud afectiva que te intriga, de tu edificio columnata y viga, de tus heridas oloroso ungüento.Tanto quiero ser tuya, hacerte mío, que dejaré mi espíritu vacío para que lo satures de tu esencia.Remolca mi silueta en tu sendero, sombra adherida a tu vagar ligero, y absórbeme en tu piel y en tu existencia. BESOS DORMIDOS Vendrán los besos, y traerán silencio, y nos preguntaremos quiénes somos, dónde nos conocimos, qué buscamos, y tal vez nos respondan nuestros ojos, ignorantes del miedo a la palabra, pues la verdad les grita desde el fondo. Y al mirarnos, habrá una luz recóndita de tibio colorido melancólico, que abrirá perspectivas imprevistas, y que será en sí misma testimonio de algo que fue, que ya es insostenible, tan quimérico como el unicornio.Ayer los besos, aunque amortiguados, llevaban un clamor de intenso gozo, entretejían lágrimas y risas en verdes primaveras y en otoños, calendario de pétalos dormidos, dormido el tiempo sobre nuestros rostros.¿Qué sucedió? Tal vez una mañana, a la orilla del río, entre los olmos, se despertó la niebla del cansancio, y repobló el paisaje de abandono. Y los besos se fueron marchitando, sin casi percibirlo, sin sollozos. Y hoy sólo son costumbre, su arrebato en retirada triste, sin retorno. Es hora de partir; se fue la magia, el temblor está en calma, el amor prófugo, los besos silenciosos, tan dormidos que no despertarán... como nosotros. HUELLAS DEL BESO No sé por qué tus labios me despiertan besos lejanos que jamás me diste; no saben desterrarlos, o no aciertan a dejarlos dormir. Cuando viniste, rozándome la carne, de puntillas, nadie te vio, nadie escuchó tu paso, sino un temblor ligero en mis rodillas, trémulo de enfrentarme a otro fracaso. Cuántas veces idéntico sendero nos conduce a dispares objetivos, y en el nuevo, no vemos que el primero aún nos mantiene en su poder cautivos. Y no sirve pensar que lo pasado pasado está, que nunca ha de volver; ayer, más que un diseño ya borrado, es espectro que vuelve a aparecer Y así fluye la vida, una amalgama de incidentes que fueron, y que son,. que no se desvanecen; una trama de dolores, de olvidos, de ilusión; como rosa que cada primavera asiduamente en el rosal florece, nube inquieta, incesante viajera, o estrella que a la aurora palidece. Quizá tus besos son evocadores de nube transeúnte, antigua rosa, o estrella cuyos últimos fulgores se extinguieron, y duerme silenciosa. Hay tanto nuevo en cada beso, hay tanto que arrastramos de antiguo, tanta vida, tanto de gozo, soledad y llanto, tanto de acogedor y despedida, que un beso no es un beso solo, aislado, es una larga historia enmarañada aflorando a un presente arrebatado, que abraza todo, y que no olvida nada. Álvarez José María Biografía Poeta y novelista español nacido en Cartagena en 1942. Licenciado en historia, traductor y autor de guiones cinematográficos, ha dedicado su vida a la literatura y especialmente a la poesía. Formó parte de la antología Nueve Novísimos, fue finalista del Premio Planeta con «El manuscrito de Palermo», y ganador de los premios La sonrisa vertical con «La esclava instruida», Barcarola y Loewe. De su obra poética se destaca «Museo de cera» en el que se integran La edad de oro, Nocturnos, Tosigo ardento, El escudo de Aquiles, Signifying nothing, El botín del mundo y La serpiente de bronce. Como traductor se le debe la obra de Konstantino Kavafis, los "Poemas de la locura" de Hólderlin, la poesía de Robert Louis Stevenson, T. S. Eliot, François Villon y Shakespeare. Fue organizador en 1985 del Homenaje Mundial a Ezra Pound en Venecia, y en 1990 recibió el Doctorado Honoris Causa por Dowling, New York, gracias al conjunto de su obra. Varias de sus novelas y poemas han sido traducidos a más de veinte idiomas. ABÇATRITAZ ANATRON ARGENT VIVO ASTARNUZ AYMANT BEZAHAR BIZEDI CORAL HETORA MADUZ MARGULL MARINA NUBES DORADAS PIEDRA DEL SUEÑO ROMANA YCTANIZ ZAROCAN ZEBECH ABÇATRITAZ Un secreto esplendor que aún no es ceniza Francisco Brines Si Brittles prefiere abrir la puerta en presencia de testigos -dijo Gilles después de una larga pausa-, me presto sin duda a acompañarlo Charles Dickens Podrías huir. Sin duda. La nueva Luz del mundo, Octavio, te perdonaría (si no gustoso, el interés le haría respetarte, cubrirte de riquezas). Yeres aún tan bella. Sí, podrías... Pero no seguirás ese camino. Y no por el amor de Antonio, ni porque fuera indigno de quien de tantos reyes es el último, sino algo más profundo: algo que sólo a ti te vale, a cuanto yace en tu memoria. Y cómo modificaría esa huida, el pasado. Lo que fuera esplendor -esa gloria por la que apostasteahora sería mediocridad; la grandeza de guerras y pasiones quedaría convertida en las vulgares apetencias de una zorra codiciosa. Por eso, no lo dudas. y dejas que te vistan tus sirvientas con tus mejores ropas, y perfumas tu cuello, y te sientas segura y orgullosa en ese trono. Y sin que la sonrisa se borre de tu boca, metes la mano en ese cesto de higos que se mueven, y esperas la picadura en tu muñeca. ANATRON -¿Y tú quién eres? -La Ocasión poderosa Posidipo Raya algún destello histórico allá entre las lobregueces del siglo Edward Gibbon Para Evelyne Sinnassamy y Michael Nerlich No existían. He aquí un producto del siglo XX en sus finales. Genuino: Esta criatura, aún ni siquiera adolescente, vestida y maquillada como puta, exhibiendo (ignoro si sintiendo) lumbre de furia sensual, fantástica, letal. Esas piernas, ese culo, ese cuerpo moldeado por la lycra, no Son ya piernas, culo, cuerpo, -como no lo es esa mirada pervertida- capaces de una devastación normal. Esos ojos, esa boca, ese rostro con ese maquillaje, es otra dimensión de la belleza y la sensualidad que controlábamos. Mientras tú aún estás pensando en Lampedusa, el Rey Anuro, o en el Ramayana o en Rimbaud, o dándole vueltas a la Guerra de los Treinta Años, o qué sé yo, pensando aún que nuestras vidas son esos ríos, según Manrique, que van al mar / morir, este Ser de la Noche, bizarre déité como diría el disipado Baudelaire, ha descubierto que ni Gatopardos ni Wallenstein, ni siquiera el mar/morir. Sino que todo es, simplemente, una molestia, y que toda molestia ha de evitarse. La televisión, y en el colegio, y en su familia, ha aprendido que el mundo es suyo. Y ah, cómo retoza, cómo brilla, fantástica, a las luces de este bar, qué hermoso es ese rostro sin destino, excitante, cómo mastica nuestras entrañas, ese juguillo que le resbala por la comisura de los labios... Por fin, la quintaesencia de la sonrisa de la Esfinge, morfina de la desesperación, que bailará, llamándonos más allá de la cenizas, las ruinas, los despojos, por fin, la dulce mano que sostendrá, arrancado del cadáver, el corazón aún latiendo del Horror. ARGENT VIVO ¡Qué vida más tranquila parece llevar mi familia! -pensó Gregorio Franz Kafka La voluntad y los apetitos... ah! Edmund Burke ¿Lo recuerdas? Tuvimos la Luna en la palma de la mano. Nunca otra vez la música de aquel tambalillo de la playa volverá a hacernos bailar, ni, sin que nosotros lo escuchemos, a crujir el mundo volverá. Volverá tu marido, no es mal tipo, en su jardín tu aburrimiento a colgar, y el calorcillo que alumbra entre tus muslos ¿a quién llamará? Quizá otros brazos y otros besos profundamente sentirás, y tu marido y yo quizá acabemos bebiendo solitarios en un bar, haciéndonos amigos; como es lógico evocarte nos unirá. Pero recuerda, como yo te he leído a Scott Fitzgerald nadie te lo leerá. ASTARNUZ Algún Dios de amor avía Cartagena Como la adormidera del desierto Juan Arolas La súbita luz de este conocimiento, surgido en medio del horror, obró un efecto extraordinario en mí Henry James Son cosas que suceden en los hoteles. Cuando un hombre llega, aburrido, tira la chaqueta en la cama, se sirve un vodka, y con rostro impenerrable conecta el aparato de la televisión. Es raro que acontezca algo notable. Pero aquella noche -oh ebria la Fortunanada más encenderse, apareció en pantalla un rostro único, admirable, perfecto, inteligente, cómplice. Me aguardaba como las panteras acechan a su presa. Era Sharon Stone. Me dije: No es posible. Y contemplé la imbecilidad de aquella película como cuando recorro el Canal Grande de Venezia, sin dejar de asombrarme. No es que uno sea demasiado impresionable. Le aseguro al lector haber pasado trances de esta índole, muy altos. Pero el gesto y la mirada de la Stone, son otra cosa. Y si entonces -y hoy- porque ese rostro, esa boca, esos ojos, ese gesto estuviera en mi cama, me pidieran releer ya nunca a Stendhal, yo aceptara. Porque gozar a una mujer así no es placer inferior ni acaso de otra especie que escuchar la Misa en sí menor de Bach en Chartres, que acarician la carne del crepúsculo sobre Istanbul o que leer a Píndaro en voz alta desde Delfos. Meter la lengua en esa boca y recibir la suya, debe ser ¡Dios! como la sacudida en la inteligencia cuando se lee a Shakespeare o a Borges, o a Nabokov, como lo que debió sentir Colón al oler la tierra. Sentir cómo ese cuerpo se abandona al placer, ver enturbiarse esa mirada, no es de rango menor que comprender el Panteón. Y hay que ver, todo eso, con la cantidad de excitantes pensamientos a que después diera lugar, con lo que ha enriquecido mi vida y mi memoria, es algo que sucede, así, sin pretenderlo, una noche de tantas, por ir a dar una conferencia en Barcelona, en una habitación de hotel, de pronto, como dicen que veía Mozart, o los santos, a Dios. AYMANT Como a Bennvenuto Cellini -hacia quien experimento mayor inclinación de la que tengo por los otros maestros del Quattrocento-, me gusta vagar por la arena abandonada por la marea, recogiendo conchas, guijas Claude Lévi--Strauss ...Las viejas playas. A las que siempre algo te lleva. Como ningún otro latido del mundo, esas orillas... Caminas por el filo de las aguas. El sol que las traspasa, ese velo cristalino, y esas conchas medio enterradas en la arena, y esas cintas azules que la luz dibuja. No es tu memoria quien reconoce, donde existe depositada esa luz, esos colores, estas orillas transparentes, la sensación de la mar en tus dedos. Es una dicha sin pasado. Sólo su instante de exaltación, la Vida más allá de lo comprensible. BEZAHAR Míos fueron, mi corazón, los vuestros ojos morenos. ¿Quién los hizo ser ajenos? Cancionero anónimo En estos tiempos que corren, provechoso es disponer de una mujer hermosa Alessandra Mancinghi-Strozzi Estas divertidas divagaciones levantaron por un momento su ánimo, y entregose a la contemplación Joris-Karl Huysmans El oro de la tarde sobre el mar de tu cuerpo El crepúsculo ardiendo en tu mirada El ulular de sirenas de tus entrañas Nuestras lenguas enlazándose como pájaros suntuosos Contemplando tu belleza y mi deseo acepto la vida BIZEDI Así nosotros, desesperanzados, ya sin esforzarnos ni cuidar la razón, resueltos ibamos de lodazal en lodazal, por la alta mar de esa líquida basura Giordano Bruno -Caballero, yo no me mezclo en esos asuntos; no estoy aquí para eso Condesa de Espoz y Mina Quiero que veáis -dijo el Conde- que soy de nobles sentimientos Heldris de Cornualles El otro día, Cintia, me decías que siempre me quedaba en la puerta, que no daba el paso «decisivo» decías, del que ya no hay retorno, y que era cobardía ante la vida, que me estaba perdiendo no sé qué. Seguramente es cierto que me pierdo «eso», pero no tengo duda, te aseguro que conozco territorios muy cercanos y acaso alguno más allá, y que nunca me produjeron algo que pudiera considerar siquiera como placer menor. ¿Sabes lo que me preocupa, lo que a veces me inquieta? Imaginar que no hay salida en tu descenso a los Infiernos, hilo que te asegure regresar. Porque veo algo terrible en tu forma de lanzarte a la vida. No se sostiene en nada, no sirve para nada. No lo sabes, pero repites lo que significan las palabras del asesino en Macbeth al aceptar matar a Banquo: «Haría lo que fuese por desquitarme del mundo». Y yo no quiero desquitarme de nada. Claro que es hermoso, de vez en cuando adentrarse en esa plenitud de la disipación, te lleve donde lleve, y entregar cuerpo y alma a los abismos de eso que hay en nosotros escondido, darse la lengua con las simas de la vida, tocar el esplendor de ese misterio salvaje, que jamás descifraremos. Pero siempre, querida, que haya un faro al fondo de la noche, las columnas ardientes de la sabiduría, el Arte, algunas certidumbres morales, el ejemplo indeleble de los grandes, esos modelos que nos guían. CORAL El sacrificio ha sido favorable Aristófanes La gloria conquistada por los adolescentes Píndaro El otro día, hojeando un viejo álbum de fotografías, apareciste. En una playa que ciega el sol (seguramente, Le Lavandou), orgullosa y alegre sobre las brasas de aquel Verano. Como un pinchazo esa imagen me trae algo de la pasión que sacudió esos días. Contemplé largo rato la fotografía: tus ojos dichosos, tu boca, esa mano que desenfocada parece querer tapar el objetivo. ¿Te das cuenta? No has envejecido. Dios sabe dónde estarás, ni siquiera si aún vives. Pero ahí, ah cómo brilla intacta tu sonrisa, los crepitantes ojos del deseo. Te había olvidado. Pero ahora que esa fotografía te devuelve, me doy cuenta de cómo la memoria generosa te había guardado sin decírmelo para darme algún día este regalo. Poder casi tocar un instante de felicidad. Tanto se ha ido... y entonces apareces tú, en esa playa de la juventud, y me haces este regalo, la posibilidad de que viva en alguien el que fui, la imagen deseada de quien era, esa que hasta yo mismo ya he olvidado. Porque igual que la otra tarde tú viniste puede que alguna vez, si tu recuerdas esos días, de ellos emerja un joven mediterráneo y sonriendo y recuerdes el placer de esas horas y algo de la pasión que entonces abrasó nuestros cuerpos aún te toque. Gracias. HETORA Armonía cosmopolita Zoilo Escobar Deliciosa la cena, señora, y aún más delicioso todo lo que la cena ha convocado. Yo os miraba y pensaba: Reina Carme Riera -sobre las copas de excelente vinofeliz, dosificando la inteligencia de los invitados. Más atractiva que la conversación misma. Dosificando los placeres de la Cultura. Hasta la noche se estremece envidiosa de la belleza de este instante. MADUZ Prefiero a lo que miro lo que creo Francisco de Quevedo Es dichoso vivir en estos climas que permiten relaciones normales Montesquieu Suavemente (si lo considero con ecuanimidad, acaso sin rescoldos de pasión, es más, sin interés; pero al fin y al cabo, suavemente) te miro, mientras un norteamericano de origen africano (obsérvese cómo venero la solidaridad y el pensamiento liso) toca al fondo del bar, en piano blanco, una pieza -y esto es lo importantecuya letra en tiempos menos lisos fue «Easy living» y la cantaba Billie Holiday. Lo importante -repito- es el recuerdo que este arreglo trivial me trae de lo que era vida, y cómo los decorados, y la escena, mudan por la memoria hacia horas que yacen agazapadas en el alma. La situación es siempre parecida: Un rostro de mujer -no necesariamente jovenal final del punto de mira de mi vaso, unos ojos que miran de pronto, cómplices, animales, como puestas de sol, unos labios -que ya han dejado su carmín en cigarrilloshúmedos, el movimiento de una melena que roza una nuca. Noches y noches, rostros, mientras hilas la Nada y sientes la ginebra calentar tu alma, y a veces, por un instante, notas que tienes en la mano el secreto del mundo. Todo eso junto eleva esta anodina escena, y a quien seas, a depurado Arte. Desde luego si decides seguirme mientras me siento tan activo gracias al «Easy living» original y a las llamitas de esos otros momentos, casi me atrevo a prometerte una experiencia interesante -como muy poco, diferentey en ningún caso, espero, que vulgar. Aunque seguramente a ti te da lo mismo, a mí, no. MARGULL Hace el amor gran villanía al no enlazarte a ti Jacopo da Lentino Como un desnudo con alhajas la noche de Verano languidece en este bar junto a las aguas. Desazón del calor. Una música ingrata que impide hablar. Y esos seres (en los que nada reconoces) ofrendando a la madrugada su vacío de alcohol y drogas... Y de pronto, en medio de esos rostros, el tuyo. Esa mirada alegre, ese gesto risueño, esa vitalidad deslumbrante que como dando saltitos se exhibe ante mí. Una vez más, la vida ha sido generosa; me permite contemplar la delicia de una juventud en su esplendor, imaginar mis manos acariciando esa piel suave, y a mis labios besando ese pelo salvaje, esas sienes, esa boca, ese vientre, soñando el calor y el olor de ese cuerpo. Sí. Y este viejo corazón, como si no estuviera hastiado, como si aún tuviera diecisiete años, se alboroza, tiembla. Y estos viejos ojos de los que se ha borrado la vileza de este sitio, el sinsentido de esta noche, agradecen vivir -¿A quién, a qué? Al Deseo. Que como ciertos libros, como algunas obras de Arte es lo único ya que hace soportable la existencia. MARINA ¿Qué debemos hacer hoy para salvar la Cultura? Curzio Malaparte Para Vicente Gallego Sólo dos cosas, Filis, yo quisiera decirte, hacer que aniden en tu desvergonzado corazón: Es la primera un consejo de Ovidio, cuando escribe: Si a una de vosotras Venus negó sensual naturaleza, fingid. Supongo que ahora no lo entiendes. Pero hazme caso. Confía en tu instructor. La otra se refiere a tu pregunta: ¿Y cómo sugieres que debería ser mi vida? Querida, serás muchas. Pero aquí sí que dicto un canon. Y es curioso: lo dijo un enemigo (acaso de los más feroces, irreconciliable), el que fuera Ministro de Propaganda en aquel Reich e los Mil Años, Joseph Goebbels. Según Speer en sus Memorias, llamolo a su Departamento cierta tarde Goebbels, y le pidió: «Amigo Speer, quiero que me diseñe un despacho de verdad impresionante». «¿Cómo le gustaría?», dijo Speer. «Estilo trasatlántico», repuso Goebbels. Pues eso, vida mía, Filis querida y deseada: Estilo Trasatlántico. NUBES DORADAS "La nostalgia que siento no está ni en el pasado ni en el futuro..." Fernando Pessoa "-En el coche queda una botella de ginebra. -Por qué no lo dijo antes, en vez de hacerme perder el tiempo hablando tonterías?" Daniell Hammettt "La resistencia se organiza en todas las formas puras" Tristán Tzara A Jaime Gil de Biedma Qué importa ya mi vida. Cada vez que levanté mi casa, la destruía. A cualquier país que llego no amo otro momento que aquel de divisarlo. Nunca pude decir dos veces bien venida a la misma mujer. Respetarse uno mismo. Pensar. Veo crecer los rosales que planté. Destapo la última botella del último pedido. Miro como mi vida salva cuanto hay de noble. Por ti, oh cultura, y por todos los que vivos o muertos me hacen compañía, bebo. Más allá del tiempo y de mi cuerpo, bebo. Lleno de nuevo el vaso. Dejo que lentamente el alcohol vaya cortando los hilos que me unen a esta barbarie. Y con la última copa, la del desprecio, brindo por los que aman como yo. PIEDRA DEL SUEÑO En medio de tantos desórdenes siempre reinó una alegría que los hizo menos funestos Voltaire Para Hélene y Bobo Ferruzzi Este pasador... En el oro más fino cincelado. Cuántas veces dedos anhelantes lo habrán apartado para que una melena oliendo a mujer cayese abandonada sobre unos hombros mórbidos. Ahora, muerto en esta vitrina, parece reírse de nosotros, reprocharnos que seamos capaces de pasar el tiempo admirándolo. «No soy nada -nos dice-, sólo un objeto para sujetar el pelo. Soy hermoso porque cuando alguien me hizo era impensable no modelar belleza. Pero sólo existo cuando brillo allí para donde fui concebido, no en el acabamiento de esta veneración mediocre, sino sobre un rostro hermoso y moreno». ROMANA (RETRATO DE NIÑA CON «VINGT MILLE LIEUES SOUS LES MERS» o COMO ALECCIONA FLAUBERT: QUELLE JOIE CE SERAIT QUE DE VOIR CE BON PETIT ÊTRE S'ÈPANOUIR AUX SPLENDEURS DE L'ART ET DE LA NATURE!) Al corazón gentil acude siempre el amor Guido Guinizelli Da Principi Que arda en el Deseo Y que sus besos quemen Cuando la estreche entre mis brazos Auguste Kopisch Dulcísima criatura, de una felicidad que aún no ha salido de Watteau. Cuando te miro, adormecida en esta siesta, y sobre tu regazo, abandonada, esa mano, y caído de ella, ese libro querido... En instantes así cómo todo mi ser responde a la invitación de ese abandono, a esos labios entreabiertos, al olor que imagina emanar de tu cuerpo. Qué no daría por besane, tocarte, por ser yo quien te hiciera gozar, por verte retozona, abandonada al placer, por escuchar tus suspiros, por beberte. Pero bien sé que debo contentarme con esta adoración. Y dejarte ahí, dormida. Escucha. No hagas caso jamás de las mentiras con que querrá amaestrarte nuestro mundo. Sé como Shakespeare decía, a rebel's whore, la puta de un rebelde. YCTANIZ Musafir «Huésped; visitante»- El que viaja por medio de la reflexión mental (Fikr) sobre los inteligibles; lo cual es entender las cosas invisibles a través de la antología de las visibles (I'Tibär), de modo que pueda cruzar (Ábara) desde la orilla de este mundo a la otra Ibn Al' Arabi Esta prenda, suave, delicada, casi caliente aún, aún húmeda de ti. Aspiro, absorbo su olor, hundo mi rostro en ese perfume mojado que abre mis ensueños los mares de la dicha. Siquiera imaginar que te ha rozado, que esa humedad es tuya, esa dulcísima manchita que beso. ¿Tendrá la Muerte este olor? ¿Esta sensación de suavidad? ¿Esta tibieza? Ah, déjame un instante aún palpándola. Tarda en volver del baño. Déjame cerrar los ojos, inhalar su fragancia y comulgar con ella. Ah, vida mía, esto sí que es el «éxtasi amoroso» que abrasaba a Quevedo. Casi me causa más placer que acariciarte a ti. ZAROCAN Es muy propio de nuestra naturaleza ir muy lejos en la perfección Lawrence de Arabia No tengo ninguna objeción grosera que oponer a la circunnavegación del globo con fines de Arte, de estudio y de benevolencia Ralph Waldo Emerson Quien ha contemplado la Belleza Deja su suerte en manos de la muerte August von Platten-Hellermünde Noche legendaria Ópalo de los Angeles Noche de plata en llamas Ah esa hora Cuando sacudes, con la mirada turbia Tu pelo sobre tus hombros Desnudos Y el deseo roza con sus labios El cristal de tu copa Ah esos labios Canallas, húmedos De divinos licores ZEBECH Tus pensamientos passiuos Deuen ser contenplatiuos Pedro de Veragoe Ese relamerse, esos labios brillantes de saliva, ese mohín entre infantil y disoluto, esos ojos burlones que cruzan como un rayo el universo de plástico del aeropuerto... Su amiga, sin embargo, aún siendo hermosa, acaso más hermosa, no excita. Y es que no es la belleza la que irradia ese misterio que te hechiza, esa lumbre de júbilo, ese pájaro con las alas en llamas. No es la belleza de esos ojos, sino su forma de mirar; el desmadejamiento de esas piernas, esa lengüecita incandescente, esa lividez canalla bajo sus ojos, cómo mueve el pelo, cómo lo sabe. Eso que los Dioses conceden sólo a muy pocas, y a veces sólo por poco tiempo. Esa dicha a la que no puede tocar el Destino. Álvarez Q. Serafín y Joaquín AÑO NUEVO AUTORRETRATO DOLOR DE DOLORES ERA UN JARDÍN SONRIENTE... LA SIESTA LA SIESTA En un rincón de un patio fresco y ameno, que alegran y perfuman aves y flores, una niña morena, que tiene amores, duerme, puestas las manos sobre su seno. Sueña, y al grato hechizo de cuanto mira a través de la bruma de lo soñado, se dilata su seno blanco y rosado, y su boca de grana se abre y suspira. Luz del alma ilumina su rostro hermoso: se encienden sus mejillas, tiembla y sonríe, y más con lo que sueña su amor se engríe, y es cada vez su aliento más anheloso... Murmura luego su nombre: nadie contesta... Abre sus ojos negros con mudo espanto, y al ver de sus quimeras roto el espanto volviendo al sueño dice: ¡Bendita siesta! ERA UN JARDÍN SONRIENTE... Era un jardín sonriente; era una tranquila fuente de cristal; era, a su borde asomada, una rosa inmaculada de un rosal Era un viejo jardinero que cuidaba con esmero del vergel, y era la rosa un tesoro de más quilates que el oro para él. A la orilla de la fuente un caballero pasó, y la rosa dulcemente de su tallo separó. Y al notar el jardinero que faltaba en el rosal, cantaba así, plañidero, receloso de su mal: -Rosa la más delicada que por mi amor cultivaba nunca fue; rosa la más encendida la más fragante y pulida que cuidé; blanca estrella que del cielo, curiosa de ver el suelo, resbaló; a la que una mariposa de mancharla temerosa no llegó ¿Quién te quiere? ¿Quién te llama por tu bien o por tu mal? ¿Quién te llevó de la rama, que no estás en tu rosal? ¿Tú no sabes que es grosero el mundo? ¿Qué es traicionero el amor? ¿Qué no se aprecia en la vida la pura miel escondida en la flor? ¿Bajo que cielo caíste? ¿a quién tu tesoro diste virginal? ¿En que manos te deshojas? ¿Qué aliento quema tus hojas infernal? ¿Quién te cuida con esmero como el viejo jardinero te cuidó? ¿Quién por ti sola suspira? ¿Quién te quiere? ¿Quién te mira como yo? ¿Quién te miente que te ama con fe y con ternura igual? ¿Quién te llevó de la rama, que no estás en tu rosal? ¿Por qué te fuiste tan pura de otra vida a la ventura o al dolor? ¿Qué faltaba a tu recreo? ¿Qué a tu inocente deseo, soñador? En la fuente limpia y clara, espejo que te copiara ¿no te di? Los pájaros escondidos, ¿no cantaban en sus nido para ti? Cuando era el aire de fuego, ¿no refresqué con mi riego tu calor? ¿No te dio mi trato amigo en las heladas abrigo protector? Quién para sí te reclama, ¿te hará bien o te hará mal? ¿Quién te llevó de la rama, que no estás en tu rosal? Así un día y otro día entre espinas y entre flores, el jardinero plañía, imaginando dolores, desde aquel en que a la fuente un caballero llegó y la rosa dulcemente de su tallo separó... AUTORRETRATO Fuimos... entre espigas y olivares: el uno esperó al otro en la lactancia, y en el primer pinito de la infancia ya escribimos comedias y cantares Después... libros, y novias y billares ¡memorias que ilumina la distancia! luego... una juventud cuya fragancia envenenan agobios y pesares. Fuimos... cuanto hay que ser: covachuelistas, estudiantes, "diablillos", editores, críticos, "pintamonos", retratistas... Y hoy, como ayer, sencillos escritores que siguen, a la luz de sus conquistas, sembrando sueños por que nazcan flores. DOLOR DE DOLORES Dime, «¿por qué es ese llanto?» «Por una ilusión perdida, por una reciente herida, por un nuevo desencanto...» «Pues no llores más... y olvida» «¿Porqué lloras, flor de flores?» «Porque él era dueño mío, el que me hablaba de amores, me hiere con desvío...» «Pues olvídalo... y no llores.» «¿Porqué sollozas ahora?» «¡Ay! Ya no alumbra la aurora ni dará flores mi huerto... Lloro por mi niño muerto...» «Pues, no lo olvides... y llora». AÑO NUEVO De su ventana, tras el verde herraje, entre flores de invierno prisionera, una mujer, humana primavera, teje, soñando, delicado encaje. Sus manos, palomitas sin plumaje, hacen labor paciente y duradera, y su alma, mariposa volandera, libre va de un paraje a otro paraje. Se lleva un año muertas ilusiones: ni amor de novio, ni amistad de amigo... ¿Dónde están los amantes corazones? Y entristecida, y sola, y sin testigo, piensa, al calor de ocultas emociones: "¡Ven, Año Nuevo! ¡Y el amor contigo!" Andrade Eugenio de OTROS POEMAS DE EUGÉNIO DE ANDRADE AHORA VIVO MÁS CERCA DEL SOL BLANCO EN LO BLANCO EL AMOR EN UN LUGAR AL SUR LA LLUVIA CAE EN EL POLVO IGUAL QUE EL POEMA LAS CIGÜEÑAS UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO Ir a: A media voz Ir a: Traducciones de poesía Pulsa aquí para recomendar esta página gran ayuda para el desarrollo de esta página. Escríbenos a: Tus comentarios o sugerencias serán de [email protected] Esta página se ve mejor con su fuente original. Si no la tienes, bájala a tu disco duro, descomprime el fichero y cópiala en: Windows/Fonts: Georgia BLANCO EN LO BLANCO Haz una llave, aunque sea pequeña, entra en la casa. Consiente en la dulzura, ten piedad de la materia de los sueños y de las aves. Invoca el fuego, la claridad, la música de los flancos. No digas piedra, di ventana. No seas como la sombra. Di hombre, di niño, di estrella. Repite las sílabas donde la luz es feliz y se demora, vuelve a decir: hombre, mujer, niño. Donde la belleza es más nueva. Versión de Aníbal Núñez EL AMOR Estoy amándote como el frío corta los labios. Arrancando la raíz a lo más diminuto de tus ríos. Inundándote de dagas de saliva esperma lumbre. Estoy rodeado de agujas tu boca más vulnerable. Marcando en tus costados el itinerario de la espuma. Así es el amor: mortal y navegable. Versión de Alberto Ruy Sánchez EN UN LUGAR AL SUR Es un lugar al sur, un lugar donde la cal amotinada desafia el mirar. Donde viviste. Donde a veces en sueños vives aún. El nombre empapado de agua te escurre de la boca. Por caminos de cabras descendías a la playa, el mar batía en aquellas piedras, en estas sílabas. Los ojos se perdían ahogados en el fulgor del último o del primer día. Era la perfección. Versión de Aníbal Núñez LA LLUVIA CAE EN EL POLVO IGUAL QUE EL POEMA La lluvia cae en el polvo igual que en el poema de Li Po. En el sur los días tienen ojos grandes y redondos; en el sur el trigo ondula, sus crines danzan en el viento, son la bandera descamisada de mi embarcación; en el sur la tierra huele a lino blanco, a pan en la mesa, el fulvo ardor de luz invade el agua, cayendo sobre el polvo, leve, encendida. Igual que en el poema Versión de Aníbal Núñez UN AMIGO ES A VECES EL DESIERTO Un amigo es a veces el desierto, otras el agua. Despréndete del ínfimo rumor de agosto; no siempre un cuerpo es el lugar de la furtiva luz desnuda, de cargados limoneros de pájaros y el verano en el pelo; en el follaje oscuro del sueño es donde brilla la piel molaja, la floración dificil de la lengua. Lo cierto es la palabra. Versión de Aníbal Núñez LAS CIGÜEÑAS Las cigüeñas. Me traen el atrio, dos casas, o tres, si fueran blancas, (se fut la torre donde se posaban lentas. tenía yo entonces la edad de las moras, el sol sobre la boca sofocaba. ¿te acuerdas? , o el peso de otra boca. de otra razón. no sé. corria a pedradas a los perros de los que tenías miedo. y huía de ti para acariciar en secreto el caballito bayo que enamoraba entonces. Versión de Aníbal Núñez AHORA VIVO MÁS CERCA DEL SOL Ahora vivo más cerca del sol, los amigos no saben el camino: es bueno ser así de nadie en las altas ramas, hermano del canto exento de algún ave de paso, reflejo de un reflejo, contemporáneo de cualquier mirada desprevenida, solamente este ir y venir con las mareas, ardor hecho de olvido, polvo dulce a la flor de la espuma, eso apenas.Versión de Aníbal Núñez Andreu Blanca Biografía Poeta española nacida en La Coruña, en 1959. Pasó su infancia y adolescencia en Orihuela, Alicante y Murcia y posteriormente se trasladó a Madrid donde contrajo matrimonio con el novelista Juan Benet en 1985. A raíz de la muerte de su esposo ocurrida en 1993, se radicó en La Coruña donde vive apartada de toda actividad pública. Obtuvo el Premio Adonais en 1980 con su libro «De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall» y el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo en 1982 con «Báculo de Babel». Posteriormente publicó «Capitán Elphistone» en el año 1988 y «Sueño Oscuro» en el año 1989. Fue galardonada en 1981 con el Premio de Cuentos Gabriel Miró, en 1982 con el Ícaro de Literatura y en el año 2001 le fue otorgado el Premio Laureá Melá de Poesía por el libro «La tierra transparente». Está considerada como el punto de partida de la llamada «Generación postnovísima» española. AMOR DE LOS INCENDIOS Y DE LA PERFECCIÓN... AMOR MÍO... ASÍ, EN PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO... CINCO POEMAS PARA ABDICAR CINERARIO CÓMO ME PARECERÁ EXTRAÑO... DAME LA NOCHE QUE NO INTERCEDE... DESDE IRAK DI QUE QUERÍAS SER CABALLO ESBELTO, NOMBRE DOS ELPHISTONE EN LA INDIA ENTRE TÚ Y YO... ESCUCHA, ESCÚCHAME... FÁBULA DE LA FUENTE Y EL CABALLO HASTA NOSOTROS LA INFANCIA DE LOS METALES RAROS... LO QUE TUVE Y LO QUE NO TUVE... LOS LABIOS IMPACIENTES... MANTUA MARINA HOMBRES DE LOS OCÉANOS MARINA DEL COLOR DEL AMOR MARINA DEL LIBRO MUERTE PÁJARO PRÍNCIPE... OCEÁNIDOS OCEÁNIDOS II OFRENDA PARA OLGA QUÉ SEÑOR DE LAS NOCHES... SANGRO DE VERAS SANGRO LUZ... SOMBRA Y RITO DE AMOR... SUSPIRO GERMÁNICO TE VEO EN UNA PROFUNDIDAD QUIETA Y CLARA... TÚ ERAS COLUMNA DE BABILONIA... UNO URSA MAIOR VENDRÁ SIN LAS ESTRELLAS LÁCTEAS... YA NO ES IDIOMA DEGOLLADO... YO SOLA OSCURA... YO TE DI HUESOS DE PALOMAS ROJAS... AMOR DE LOS INCENDIOS Y DE LA PERFECCIÓN... Amor de los incendios y de la perfección, amor entre la gracia y el crimen, como medio cristal y media viña blanca, como vena furtiva de paloma: sangre de ciervo antiguo que perfume las cerraduras de la muerte. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 AMOR MÍO... Amor mío, mira mi boca de vitriolo y mi garganta de cicuta jónica, mira la perdiz de ala rota que carece de casa y muere por los desiertos de tomillo de Rimbaud, mira los árboles como nervios crispados del día llorando agua de guadaña. Esto es lo que yo veo en la hora lisa de abril, también en la capilla del espejo esto veo, y no puedo pensar en las palomas que habitan la palabra Alejandría ni escribir cartas para Rilke el poeta. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 ASÍ, EN PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO... Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto voy hablando del trozo de universo que yo era, de subcutáneas estrellas de sangre cazadas por el ángel de la anemia en el cielo arterial, diciendo leucocitos del alba y rio de linfa, o bien de lo que quise: el ligero Mediterráneo, la prohibición de envejecer, la gavilla del sueño barbitúrico, y sobre todo, sobre todas las cosas, Mozart anfetamínico preámbulo de pájaros, Mozart en ala y aeropuerto, arco de violín principe o piloto: Mozart el Músico. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 CINCO POEMAS PARA ABDICAR Cinco poemas para abdicar, para que sean un destello terrestre en mi tránsito mientras el vaivén de mi cuerpo me dote de viejo sueño y tenga un altar adornado, mientras mis ojos suspendan la aspersión del líquido más breve, abandonen su aire lacustre y la ligereza de la lágrima cóncava en donde beben grullas y otras zancudas con pie de bailarina, mientras mis manos sean hangares en las salinas negras para aviones de turbios vuelos, mientras el súcubo murciélago diga en mi oído espuma y diga oscuridad en las marineras negras. Cinco poemas para la marcha en el paisaje de sábana de hilo, un páramo es encaje antepasado, iniciales bordadas hace ya tres mil días y alguna mancha de amor. Cinco poemas como cinco frutos cifrados o como cinco velas para la travesía: el primero hacia aquella a la que nadie ve en la vaga velada del lago: un resquicio de abril para Virginia, porque amó a las mujeres. El segundo para mi amor: sé bien que encima de mis heridas busco la alondra de tus heridas, sé bien que encima de mis heridas una cigüeña pone sus huevos. Encima de tus heridas las ramas de los nervios se han dormido y ahora son alas, páginas, oleaje, seres verdes. Encima de mis heridas yo descubro una tela desventurada y ocre, rasgada de enemigos, o una palabra emborrachada por el lacre. Pero cuando me duerma ya no te querré. El tercero para la casa que cae y el álamo vihuela o jardín bello, para el ángel que guarda a la lombriz, para todo lo que es pueril o leve y que clava submarinos anzuelos en los ojos adultos. El tercero es para el corazón de la raíz y para la cerrada tierra de los estambres, para la lluvia seria de las siestas del norte, mala como una institutriz. Dile que no se meta en los salones y los llene de gafas estrujadas. Ay, dile que no espante los espejos de mirada niña. Había tres balcones sangrantes, había tres balcones como tres heridas incurables del muro, había tres balcones y siete temblorosos escabeles. Ay, dile que no asuste las palabras palomas, que no deje que vayan batiendo un aire usado con alas de cuchillo. Las palabras apátridas de mi tercer poema que no me muerdan las mejillas y las sonatas que yo no toqué nunca, que no cesen, ni el pequeño cuaderno de Ana Magdalena. Yo no dije: ¡silencio!, y ahora el réquiem se teje con seres y desastres consanguíneos. Dejadme las hortensias vestidas de pupilas, con traje de mirada, esa campana vegetal que ya no suena y llora un zumo epílogo, y las magnolias catalejos, y aquel sillar tan grande como el siglo más cíclope. Yo no dije: ¡silencio! pero me fui bebiendo vino de exilio en la boca de piedra, bebiendo fermentado líquido migratorio, los ramos de las tórtolas de agosto y el eco de la casa que se cae. Veo que no sobrevive el alma alta del muro, la espuma voladora borracha de gaviotas, el ángel que cuidaba la cucaracha de uva y la lombriz, ni ningún pájaro como lágrima póstuma y celeste, ni la resina tañendo su ámbar triste, ni tampoco las malvas, las violentas, las verdes partituras. El cuarto es para mi amor. Amor mío, sé bien que no te escupirá mi sueño y que tu cuello no será sajado por el filo último de mi sueño, que no te insultará el hiriente corazón de mi sueño, porque si duermo ya no te querré. Sé bien que busco encima de mis heridas el escorpión de oro de tus heridas. Sé bien que encima de mis heridas sólo habita la imagen encalada de mi muerte. Y por eso voy a asesinar con la virgen cuchilla barbitúrico la muchedumbre de heroicos locos que entonan para mí la pesadilla y el bostezo, amor mío, sin asomar por la ventana fuegos viejos, frescas cenizas, familias errantes de soles. Mi amor para la imagen encalada de mi muerte, para la cal que se come a los niños, para mi último caballo, oro, sobre asfalto celeste y el hule astral de abril. Sé bien que galoparé en negro porque negro es el color de los sueños, negras las manos de la intimidad, y sin espuelas, y sin bridas, porque las espuelas son el poder, la aberración, estrellas de tijera y abismo. El quinto para mi caballo, para cuando ya estemos sucediendo como dos estaciones o dos días iguales. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 CINERARIO a Marta I Ahora me pregunto qué sería de aquel fuego y de su noche, la ceniza. II El fuego es dios de nada, dijo el poeta, es nada aunque a veces sople por las chimeneas un aire alemán. III Ahora me pregunto qué fue de aquellos fuegos y de su norte, la ceniza. IV El fuego es dios de nada -dijo el poeta- es nada y jamás se controla por educación o cualquier otra sino que obra y porfía. V Ahora me pregunto que será de aquel fuego y su sepulcro, la ceniza. "Capitán Elphistone" 1988 CÓMO ME PARECERÁ EXTRAÑO... Cómo me parecerá extraño el aire que me envuelve, cómo será así extraño, cuando tú ya no estés, la catedral del día, el claustro que condensa la gran edad de la luz y el carácter de las tormentas. Amor mío, amor mío, tú sin día para ti, enjambrado entre espejos y entre las cosas malas, muerta la plata trascendental y las ya antiguas anémonas de égloga, muerta esta versión, que ahora oscuro, y declino, para leerla, más joven. Amor mío de nunca, afiebrado y pacífico, versos para el pequeño pulpo de la muerte, versos para la muerte rara que hace la travesía de los téléfonos, para mi mente debelada versos, para el circuito del violín, para el circuito de la garza, para el confín del sur, del sueño, versos que no me asilen ni sean causa de vida, que no me den la dulce serpiente umbilical ni la sala glucosa del útero. "El sueño oscuro" 1994 DAME LA NOCHE QUE NO INTERCEDE... Dame la noche que no intercede, la noche migratoria con cifras de cigüeña, con la grulla celeste y su alamar guerrero, palafrén de la ola oscuridad. Dame tu parentesco con una sombra de oro, dame el mármol y su perfil leve y ciervo, como de estrofa antigua. Dame mis manos degolladas por la noche que no intercede, palafrén de las más altas mareas, mis manos degolladas entre los altos cepos y las llamas lunares, mis manos migratorias por el cielo de agosto. Dame mis manos degolladas por el antiguo oficio de la infancia, mis manos que sajaron el cuello de la noche, el destello del sueño con metáforas verdes, el vino blasonado que se quedó dormido. Amor de los incendios y de la perfección, amor entre la gracia y el crimen, como medio cristal y media viña blanca, como vena furtiva de paloma: sangre de ciervo antiguo que perfume las cerraduras de la muerte. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 DESDE IRAK Respóndeme, político, ¿por qué quieres desfigurar la faz del mundo? ¿Por qué quieres cortar las cabezas azules de mis templos? ¿Por qué quieres salpicar con mi sangre a tu pueblo inocente? ¿No sabes que si envías la muerte a visitarme volverá sobre ti, boomerang en retorno? ¿Por qué quieres matar mi casa romper mi niño quemar mi perro? DI QUE QUERÍAS SER CABALLO ESBELTO, NOMBRE Di que querías ser caballo esbelto, nombre de algún caballo mítico, o acaso nombre de tristán, y oscuro. Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años, di sur, y di paloma adelfa blanca, que habrías querido ser en tales cosas, morirte en su substancia, ser columna. Di que demasiadas veces astrolabios, estrellas, el nervio de los ángeles, vinieron a hacer música para Rilke el poeta, no para tus rodillas o tu alma de muro. Mientras la marihuana destila mares verdes, habla en las recepciones con sus lágrimas verdes, o le roba a la luz su luz más verde, te desconoces, te desconoces. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 DOS Y casi espíritu de fuego, casi la empuñadura de una idea del fuego aire de pájaro o espada, pero espía, en tu interior hay ciervos y prodigios, acaso un charco de oro. "Libro de las bestias. Primer fisiólogo" 1984 ELPHISTONE Es la hiedra negra, en las raíces, entre las hojas del invierno, caídas hojas bajo la nieve, en las estrellas del invierno, estrellas gastadas. Yo lo recuerdo de la misma manera que el invierno cuando con sus grandes botas pisotea la tierra, como la sombra que divide así yo lo recuerdo entre arbotantes y grandes maderos, en tanto el viento escapa hacia el altar. Yo recuerdo la luz de su fría república, -sin duda la luna u otra materia maléfica. Yo recuerdo su luz mientras el viento escapa y una sombra torcida cruza hacia el altar. Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes, qué silencio crecido en un secreto como las ramas y las catedrales cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies. Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero recuerda aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la oscuridad como dos animales vivos. Sobre la niebla, entonces, propagaba su pensamiento y relaciones y analogías relucían semejantes a peces, recuerdos refulgiendo sobre el lomo del mar, huraños pasillos de la memoria, entonces -los últimos sentimientos, negros como la sombra en la bodega, se saben todavía mal interpretados- qué astrolabio y qué brújula, qué viento del noroeste para el sombrío capitán Elphistone, para su mirada cuando saluda a las constelaciones, el Boyero y las Cabrillas contra el incendio de las tempestades o bien qué mueca definitivamente fría como un hueso. Gesto de sable pájaro, ademán de orgullo cuando con los días contados finges, te creces, injurias con la voz que va derecha. Fugaces cortesías de los mares se disputan tu honor y cierto género de noticias o silencios muy elocuentes, espías del recuerdo las estrellas evocadoras, oleajes de postrimerías, bendiciones, cuando -bajo la advocación del Holandés- te desposas con el aparejo y el viento oficiante murmura sobre el podrido tálamo de lona mientras que la madera entona el réquiem. De "Elphistone" 1989 EN LA INDIA (Loto) -¿Quién eres tú, misteriosa paloma vegetal de las aguas perfumada estrella viviente? -Cuando alza el azafrán como un monarca su morada corona y hace brillar su pistilo escarlata del color de unos labios diciendo: “cosechadme” y las lentejas de agua y las castañas de agua abren sus verdes ojos y pasean por el lago yo lanzo mis raíces a las profundidades navego por debajo en un viaje de muerte como el amor terrible atravieso el olvido y llego hasta la tierra sub-acuática como a un palacio negro y allí entro sombrío, soberano a comenzar mi historia y entonces vivo contra las aguas desde la tierra al cielo como el amor real y majestuoso subo de la savia a la flor y entonces soy corazón blanco en las manos del río soy nube anclada de salvajes raíces soy el suave cordero de las lagunas: la rosa de Siddhartha. "El sueño oscuro" 1994 ENTRE TÚ Y YO... Entre tú y yo no hay ningún no. "El sueño oscuro" 1994 ESCUCHA, ESCÚCHAME... Escucha, escúchame, nada de vidrios verdes o doscientos días de historia, o de libros abiertos como heridas abiertas, o de lunas de Jonia y cosas así, sino sólo beber yedra mala, y zarzas, y erizadas anémonas parecidas a flores. Escucha, dime, siempre fue de este modo, algo falta y hay que ponerle nombre, creer en la poesía, y en la intolerancia de la poesía, y decir niña o decir nube, adelfa, sufrimiento, decir desesperada vena sola, cosas así, casi reliquias, casi lejos. Y no es únicamente por el órgano tiempo que cesa y no cesa, por lo crecido, para lo sonriente, para mi soledad hecha esquina, hecha torre, hecha leve notario, hecha párvula muerta, sino porque no hay otra forma más violenta de alejarse. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 FÁBULA DE LA FUENTE Y EL CABALLO A Beatriz de Laiglesia y Werner Aspenström Dicen que murió un caballo. Contaron que pasó como una sombra, que galopaba como noticia que va corriendo todos los días hasta la fuente -agua y sonidos blancos, jaurías blancas y galgo crepitartodos los días entre la nieve y en el deshielo, sobre la hierba de mayo, año tras año huía de los lobos ese caballo que ahora está muerto atravesaba los bosques encendidos por la luna quien lo saludaba fríamente. Era castaño -acaso era una yeguaese caballo del que hablo. Nunca lo podré conocer. Me han dicho que pasó como una sombra que su vida no fue sino una sombra y sin embargo el caballo era luz. Era un caballo ateniense. En sus ojos brillaba el fuego de la verdad y la beneza, pero nadie lo conoció. Ese caballo que ahora viene vigilante hasta este poema con los ojos agrandados por el insomnio de la muerte, con la mirada de mi hermano y la sonrisa de fábula a veces miraba a los hombres, pero los hombres no sabían prestar atención a un caballo. Ni el sabio ni el indiferente se preocuparon de indagar. Y así el caballo pudo ir año tras año hasta la fuente aquella y dicen que se hicieron compañía durante los durísimos tiempos. No hablaban más que de sus cosas en un lenguaje desconocido, más misterioso que el sueco aquel caballo y aquena fuente. La fuente era una comadre de las que todavía quedan, vividora, aficionada a los chismes. El caballo era un caballero, no puede decirse otra cosa. Dicen que galopaba como noticia que va corriendo a propagar la prosperidad, como un mensaje del rojo del verano. Y nadie lo escuchó sino la fuente, nadie supo su signo ni su símbolo, nadie quiso saber sino la fuente de aquel caballo color hoja seca. En el interior de un verso sueco descansa de su soledad y ahora ha negado a este poema antes del amanecer con grandes ojos semejantes a los de un antiguo profeta, con ojos que no se preguntan si fue dios quien hizo la muerte, con grandes ojos elevados a la categoría de potencias. Sueño y sendero, sangre y oscuridad que suenan como campanadas. Hacia dónde vuelan. De su paso no queda vestigio alguno. Y el caballo -desde la noche- mira y aprueba no los ojos de la desapacible sino la última luz de una brizna de hierba. "Capitán Elphistone" 1988 HASTA NOSOTROS LA INFANCIA DE LOS METALES RAROS... Corónate, juventud, de una hoja más aguda SAINT-JOHN PERSE Hasta nosotros la infancia de los metales raros, la muchedumbre de la plata que nos pudre en su espuma, su larga espuma larga como una cinta que naciera en un cuaderno de Back el Joven Y viniera a morir aquí, en las aves que anidan en los discos, mientras Rainer María ya no es tan joven como en la página 38, no es ni siquiera un joven muerto, un infante difunto sin pavana, y yo lo sé, y no desfallecemos entre sexos cerrados como libros cerrados, pero desfallecemos, yo me desmayo, tú te desvaneces, él siente un ligero mareo sin llegar a la náusea escrita o no escrita. Ay, bostezamos ante tazas de azul de metileno, aspiramos con aire distante el amoníaco, nos hastiamos frente al alto sonido del vitriolo, nos coronamos de veronal, pues no encontramos hoja más aguda. Mi hermano busca el cetro de mil alas de Heliogábalo, aquellos niños prefieren la tiara papel, y estos pequeños cíclopes enfermos del pulmón que bajan de autobuses o de la marihuana, y son hermosos como hermafroditas, se coronan con cipreses de silos color vino: no han encontrado un árbol más agudo. Pero qué más da, el vaivén de sus cuerpos es vano y terrible, y en absoluto excesiva la droga seria que se teje en la sangre, las inyecciones de grave savia, el hierro y el mercurio en las arterias haciendo de armadura y filtro, el casco negro y la zarza negra de ningún caballero andante. Como en mi medieval historia, cuando ardían las piedras colegiales para las brechas en la frente y el cuerpo me dotaba de opio recién nacido, la hora propia nos confunde, nos hace himnos o hijos del antiguo caballo mitológico y de una niña triste con la vena extendida, de una aguja levantada por nieve increíble, por amarillo de palomas persas: hablemos de los caballos padres, hagamos alusión a los cascos secretos que nos darán la paz y a las bridas ningunas, a las futuras crines delicadamente angustiadas, hablemos de los caballos padres que nos traerán la muerte y de la luna de anfetamina, hablemos de la vena madre que nos traerá la dicha del fin, hablemos de la virgen bebida extrema, no hablemos sino del litoral y las vertientes de la locura que posee a los hombres en los parques y ordena, sino del puñalito que coronará la arteria coronaria como diadema suma con la hoja infantil del metal más raro y más agudo del mundo. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 HOMBRES DE LOS OCÉANOS A Miguel Lodeiro Navego sobre trigo celeste entre hierbas azules por los campos marinos. Aquí son gaviotas las tórtolas y el mirlo, cormorán. Los que labran estos húmedos surcos de color verde o índigo recogen plata si siembran sueños o deseos de volver al hogar. LO QUE TUVE Y LO QUE NO TUVE... Lo que tuve y lo que no tuve y acaso aquello que mi mano solitariamente asilaba, todo lo que ahora escucho maldecir y llamear. Del mismo modo que escucho tu nombre golpeando fragua mítica, sonando en metal de saga, en herrería blanca que aún me quema. "Báculo de Babel" 1982 LOS LABIOS IMPACIENTES... Los labios impacientes de la noche te sanan mientras abren el olor de la piedra te conducen si acosan el alma de la piedra si el tierno corazón mineral beben es tu hora es la noche así, dirás que te han robado como un vino novicio y te harás piedra aguda como un líquido agudo limpia como opio de oro y será s tregua tuya y alianza así, dirás que la que es contigo y lleva un aire desigual a balanza entre estrellas la idéntica más favorable tu obra nocturna rara es la que muestra sonrisa y griterío palabras como estrellas y escucha un piano terso como una estrella, estrellas. "El sueño oscuro" 1994 MANTUA Qué bandada de horas hacia nunca más aprovecha el viento a favor, qué brusco aleteo cuando todas las aves han callado, cuando de las acacias risas secas escapan huyendo hacia el final o ese hombre entre las estatuas entristecidas y las fuentes que vigilan su honra mientras el agua desenreda su elocuencia y la luna quebrada juzga tu quehacer. Cuando callaron los vencejos un ladrón volvió al cruce de calles dirigiendo a la luna inéditas súplicas, llamándola hoja de olivo y sal de la noche, extrañas invocaciones que ignora el poeta, entre piedras, sobre el pavimento, caído al costado del hotel Wellington donde declina su porvenir asombrado por la luna bajo un pálido claro de letra. Esta era la escena. Y vio cómo la flota de las horas naufragaba en la noche, en el agua oscura, entre las estrellas, con todas las velas sueltas se hundía entre las sábanas, negaba hasta tu lecho. "Capitán Elphistone" 1988 MARINA Te he visto, océano te he galopado a lomos de un violín de madera pulida de un potro alabeado del color del cerezo y eras, océano un prado de hierba azul en movimiento. Como si fueras el propio olvido te he visitado océano emperador de las aguas espejo profundo del cielo y he visto en tus eternas barbas de espuma cereales azules y flores del silencio. "El sueño oscuro" 1994 MARINA DEL COLOR DEL AMOR Eres la estrofa azul, el poema verde que mi amor me recita con su sonrisa roja que me canta mi amor con alma gigantesca y dedos negros. Eres el verso azul inacabable hecho de estrellas y de cielo líquido sembrado de naranjas y de lunas donde ata mi amor sus pensamientos. "El sueño oscuro" 1994 MARINA DEL LIBRO Inquiero los porqués, los hasta cuándo los cómo y dónde y esa pregunta muda que me ahoga y vive en el silencio. Y entonces tú contestas majestuoso enorme gamo verde país de agua donde los soñadores se dan cita. Me hablas grande mar telón del cielo y tus olas responden como páginas de un libro cuyo autor lo sabe todo como páginas, mar y como pétalos de una rosa que nunca se deshoja. "El sueño oscuro" 1994 MUERTE PÁJARO PRÍNCIPE... Muerte pájaro príncipe, un pájaro es un ángel inmaduro. Y así, hablaré de tus manos que se alejan y de las manos de lo hermosísimo ardiendo, pequeño dios con nariz de ciervo, hermano mío, héroes de alma recortada, niñas de oro hipodérmico que nunca creen morir, qué aguda la pupila y el filo de los dedos encendiendo la muerte mientras un ángel sobrevuela y pasa de largo con el pico de plata y de ginebra, labios del mediodía resuelto en ave sobre tus manos que se alejan y mis manos y las manos del pequeño ciervo de aire griego salvaje, hermano mío, y las manos sin venas de los héroes, de las madonas amnésicas. Mis alas de dolor robadas por tus manos, amor mío, corazón mío pintado de blanco, mis alas de dolor con botellas agónicas y líquidos que disuelven la vida, y los labios que te aman en mí en la convulso, y la música en trompas delgadísimas, trompetas peraltadas. peraltadas, columnas niñas, qué sobreagudo el do, la mirada más alta y la más alta queja, muerte pájaro príncipe volando, un pájaro es un ángel inmaduro. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 OCEÁNIDOS De los bosques salados llegan ciervos que son delfines brincando en su belleza como arcos celestes . Parecen hechos de hojas de olivo tras una lluvia de luz de luna . Como potros como campanas saltan brillan salpican sueños. OCEÁNIDOS II Ay ballestas de plata sobre los matorrales de la espuma que lanzáis como flechas vuestro cuerpo en el salto. Ay sabios adivinos voladores delicados délficos delfines. Tórtolas de las aguas. Sobre los blancos matorrales también vosotros morís de amor. OFRENDA Decidme, agua, fuego furioso, nuvia del infierno, sobre la grande mar redoblan los tambores del enemigo viento y retumban como campanas los lingotes de cobre en la sentina. Decidme, lastre o mercancía, fardos de especias, negros fueron sacrificados al gran ladrón, fueron por la borda, sombras raptadas, ropas, animales y una mujer. "Capitán Elphistone" 1988 PARA OLGA Niña de greyes delicadamente doradas, niña obsesión de la cigüeña virgen con mechones de plumas de damasco que salpicaban muerte, de la cigüeña loca con alones de estricnina dorada que viajaba dejándote un corpóreo perfume, un pulcro olor a lilas, ya dorados y rudos sueños. Niña que obedeció al autillo apóstol y a la mirada turbia de los ojos reales, con pueriles dibujos de Selene y demás. Niña de inexistente concierto, niña de crueles sonatinas y malévolos libros de Tom Wolfe, o de encajes de brujas para vendar las llagas de los corzos heridos, de ciervos vulnerados asomados en los oteros místicos, en los sitios así. Niña pluscuamperfecta, niña que nunca fuimos, dilo ahora, dilo ahora tú, ahora que es tan tarde, pronuncia el torvo adagio, pronúnciame la lágrima, la silueta morada de la yegua, la del potro que se tendió a tus pies despertando la espuma. Declama abandonada las palabras de antaño, sombra de Juan Ramón: Soledad, te soy fiel. Declama desdeñosa las palabras de antaño, pero no aquella estrofa cortesana, no hables de reinas blancas como un lirio, nieves y Juana ardiendo, y la melancolía entretejida del querido Villon, sino los verbos claros donde poder beber el líquido más triste, jarros de mar y alivio, ahora que ya es tarde, alza párvula voz y eco albacea y canta: Dile a la vida que la recuerdo, que la recuerdo. Definitivamente se extravía en un bosque naciente esta muerte pequeña, el brote del cometa detenido, esto que nadie salva, joven volcán de huesos y ráfaga novicia hecha de pájaro y de párpado y de ola pensante que ningún libro estela, ningún libro estofado de oro solar de Italia, ningún libro de lava viene a sellar por mí. Y así la muerte tantas veces escrita se me vuelve radiante, y puedo hablar del deseo y del lacre rubio y ciego en los faros, del cadáver quimera de la tripulación. Y así la muerte se convierte en historia de aquella niña muda que se ahorcó con las cuerdas boreales del arpa porque tenía en la lengua un veneno nupcial. Definitivamente me extravío acunando camadas de raros epitafios, niña de grey dorada, diré a la vida que la recuerdas, diré a la muerte que la recuerdas, que recuerdas sus líneas conjurando tu sombra, que recuerdas sus hábitos y su carácter solo, su laurel ácido, su profunda zarza, su descarado error y sus hordas dolidas, mientras gatos efesios van llorando a mis pies, mientras gatas perdidas plateadas van cuajando su alcurnia en ciprés genealógico y en álamo, diré a la vida que te recuerde, que me recuerde, ahora, cuando me alzo con cuerdas capilares y bucles hasta el desastre de mi cabeza, hasta el desastre de mis veinte años, hasta el desastre, luz quebrantahuesos. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 SANGRO DE VERAS SANGRO LUZ... Sangro de veras sangro luz que se escapa y es en mí donde las cabalgaduras se reúnen para arrancar con orlados cascos ancas de piedra atesorada la asesina vegetación del tomillo y las llamas de mayo. También arrastro mi sueño como un vestido manchado sucio y celeste originado por el ángel que divulga la sangre la sed arrastro mi sueño emerjo bajo un mediodía inmoderado arrastrando y dejando ángulos letras que penden de los cielos de la sangre la sed. "Báculo de Babel" 1982 SOMBRA Y RITO DE AMOR... Sombra y rito de amor: di tú ángel visible cuya existencia se fragua en la insumisión a la palabra y a su asilo di tú ángel adelgazado por el silencio, esbeltísimo en lo callado, con el costado intacto antiguo en guerras di tú la palabra que leo en el minuto que dura mi corazón. "Báculo de Babel" 1982 SUSPIRO GERMÁNICO Limpio y claro como una gota de agua como una lágrima tu amor como una gota de agua transparente como una lágrima es transparente limpio y claro como una lágrima tu amor y como un beso. "La tierra transparente" 2001 TE VEO EN UNA PROFUNDIDAD QUIETA Y CLARA ... Te veo en una profundidad quieta y clara y tus ojos amantes me acompañan de cerca. Bien puedes romper todas mis remilgadas opiniones llenas de chismes, enredos y vicios: entre tú y yo no hay ninguno. "El sueño oscuro" 1994 TÚ ERAS COLUMNA DE BABILONIA... Tú eras columna de Babilonia o casi, capítulo del beso de Babel cuando eras mano labios dedos torres historia alta de ti, el libro de la voz deshojándose con paso de danza, y la colonia que se despierta y escribe estrofas verdes, y el viento escabel para tus pies en la luna bermeja del salón. O cuando fuiste dioses, dioses para la adolescencia que se vende, o antes, sí, antes de esperar casas del lenguaje arquitecto, templos para mi soledad y rastro lejano de ti, mirando el ligero Mediterráneo, aguardando una iluminación del nervioso mar, un haz de días, una camada lírica. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 UNO De este modo se forma agreste y larga como agua sin riqueza, como un animal que no aguarda, el vuelo, la grandeza, los belfos con fiebre, las alas malheridas, como un animal impensado, el perfil vuelto hacia los vientos y los peligros. Con escrituras terrestres, huellas de ancas y cascos, egagrópilas y excrementos, con escrituras del instinto levantando la luz o bien golpeándola, con escrituras del instinto y perfume mortal. Animal de la perfección, tu último rostro me niega, tu caligrafía amarga en el hondo lugar de mayo, tu salvación de espada que se desploma, de sangre pálida, tu absoluto sin ángeles ni mares libres. "Libro de las bestias. Primer fisiólogo" 1984 URSA MAIOR Cierra tus puertas, muerte de los sueños, fueras el hombre que en turbión de centeno y hierba seca sobre el mar amarillo cae cuando se desbocan los caballos y despierta la cólera del padre. Aquí y allá caía sobre el mar sin perder su sonrisa torcida, anunciaba sus derechos escudo en alto, y en la sombra que legisla la usura y los muertos encendió para ti su elocuencia. Sal de los malecones, señor de los sueños, muestra tu condición, levanta estatuas con los barcos perdidos en el dorso. Vuelve a nosotros ese tu rostro coronado de algas y espinas. "Capitán Elphistone" 1988 VENDRÁ SIN LAS ESTRELLAS LÁCTEAS... Vendrá la muerte y tendrá tus ojos C. Pavese Vendrá sin las estrellas lácteas y sin tiranosaurios de luz, maroma umbilical para niños marítimos que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la columna vertical mayor, entre jarcias y vértebras. Pues somos una saga. Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro, y golpes de cerezo. Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante, que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño, complicadísimas hidrólisis, pero nunca marfil y mediodía. Colegio: niña que bebía los pomelos directamente en labios de la noche, que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie, que juraba que el miedo la había violado hasta doscientos hijos. Amor, la niña rusa que comulgaba reno asado Iy bebía liquen. Amor, la niña rusa que leía a Tom Wolfe. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 YA NO ES IDIOMA DEGOLLADO... Ya no es idioma degollado desavenencia de sinfonías música del prodigio de un dios captado. Ya no es. Ahora todo te vence te olvida con unción. Por ti el vino ulcerado yace por ti yace muy frio el vino de la infancia y su pasión despierta, sombra en sus juicios en su instinto que se desmaya sus perfumes. Y mientras vas tomando la excéntrica forma de mi vigilia lloro sobre una generación que es la mía y no existe. Sobre una generación que no existe y la canto. "Báculo de Babel" 1982 YO SOLA OSCURA... Yo sola oscura por azoteas con alas amontonadas por la quietud y por la muerte agrandadas y por cantos diciéndote ay condúceme con mi corazón desconocido a la puerta de las tiendas todas donde venden altísimas gravitaciones ángeles infinitamente confusos que acuden en compases de trenes y se albergan en grises estuarios ay condúceme ahora cuando mi fortaleza martiriza derramándose cuando excesivamente levanta armas de nada y se precipita sobre nada como una certeza y una antífona de la eliminación. "Báculo de Babel" 1982 YO TE DI HUESOS DE PALOMAS ROJAS... Los muertos odian el número dos. F. García Lorca Yo te di huesos de palomas rojas de palomas que alientan dentro de los rasguños desdeñoso licor de herida pequeño peldaño de muerte Atrapé las palomas que habitaban en la sangre alterada de los niños perversos robé vuelos morados vuelos de adelfa y alarido vuelos de arteria y arañazo espejos fiestas del jacintos del sur Yo te di huesos de palomas muy pequeñas astrolabios de tierno esqueleto guías luciérnagas y otras luces nerviosas para que oyeras cómo el fósforo declama los viejos versos del número par para anclarte a mi noche para anclarte a mi noche con la cal delicada Yo te di huesos anclas pequeñitas para que te encallaras en la sal de las puertas y dije las palabras que así existen filtros de Melibea brujas líquidas o la voz fuerte de Rilke el poeta: retenle sí, retenle. "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"1980 URSA MAIOR Cierra tus puertas, muerte de los sueños, fueras el hombre que en turbión de centeno y hierba seca sobre el mar amarillo cae cuando se desbocan los caballos y despierta la cólera del padre. Aquí y allá caía sobre el mar sin perder su sonrisa torcida, anunciaba sus derechos escudo en alto, y en la sombra que legisla la usura y los muertos encendió para ti su elocuencia. Sal de los malecones, señor de los sueños, muestra tu condición, levanta estatuas con los barcos perdidos en el dorso. Vuelve a nosotros ese tu rostro coronado de algas y espinas. QUÉ SEÑOR DE LAS NOCHES... Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes, qué silencio crecido en un secreto como las ramas y las catedrales cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies. Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero recuerda aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la oscuridad como dos animales vivos. Sobre la niebla, entonces, propagaba su pensamiento y relaciones y analogías relucían semejantes a peces, recuerdos refulgiendo sobre el lomo del mar, huraños pasillos de la memoria, entonces —los últimos sentimientos, negros como la sombra en la bodega, se saben todavía mal interpretados —qué astrolabio y qué brújula, qué viento del noroeste para el sombrío capitán Elphistone, para su mirada cuando saluda a las constelaciones, el Boyero y las Cabrillas contra el incendio de las tempestades o bien qué mueca definitivamente fría como un hueso. QUÉ SEÑOR DE LAS NOCHES... Qué señor de las noches, qué guerreros, qué ausentes, qué silencio crecido en un secreto como las ramas y las catedrales cuando la música de marzo tiene la verdad a sus pies. Qué estaciones donde nada hay y ningún mensajero recuerda aquella música lejana, aquellos ojos que brillan en la oscuridad como dos animales vivos. Sobre la niebla, entonces, propagaba su pensamiento y relaciones y analogías relucían semejantes a peces, recuerdos refulgiendo sobre el lomo del mar, huraños pasillos de la memoria, entonces —los últimos sentimientos, negros como la sombra en la bodega, se saben todavía mal interpretados —qué astrolabio y qué brújula, qué viento del noroeste para el sombrío capitán Elphistone, para su mirada cuando saluda a las constelaciones, el Boyero y las Cabrillas contra el incendio de las tempestades o bien qué mueca definitivamente fría como un hueso. Ángel Montoya Alberto Biografía Poeta colombiano, nacido en Bogotá en 1902. Cultor de un tono romántico trabajado en sonetos magistrales. Enamorado de la bohemia, del amor y de la mujer en niveles de suma elegancia, el poeta mereció el calificativo de Maestro del soneto galante. Y eso fue, con toda justeza y exactitud. Su vida estuvo dedicada a la poesía de modo exclusivo. Sus diversos libros, entre los cuales se destacan «La vigilia del vino» y «El alba inútil», fueron reunidos en un solo volumen con el título de «Lección de poesía». Falleció en 1970. A TIA UNA AMAZONA ANACAMPO DE CAZA CENACITA DOS MUJERES EL ALBA INÚTILEL BESOEL RETORNO EL RITO UN DULCE PRESAGIO... ESA MUJER ELLAÉRAMOS TRES LOS CABALLEROS ESTUVO ELLA TAN CERCA....FÉMINA JOYEL LA CITA II LA INICIADALA NIÑA DE LAS NARANJAS LA VOZ APENASLAS COPAS LAS MANOS LELIA MADRIGALESMAITINESNOCTURNO OFRENDA PERENNIDAD QUERELLA PASION TARDÍA PRELUDIO RENUNCIAMIENTO ROMANCE DE LA NIÑA INOCENTE ROMANCE DEL ESTÍO ROUGE SE EVAPORO SU NOMBRE... SE EXTASIABAN TUS OJOS EN LA ESPERA... SONETO AL AMOR I SONETO AL AMOR II SONETO AL AMOR III SOUVENIR TU PIE TU ZAPATO VARIACIÓN PARA UN RECUERDO VARIACION SOBRE EL TEMA DE SUS MANOS VIENTO EN LA ALCOBA VOLVIÓ ALGÚN DÍA MI PASIÓN ERRANTE... VUELO DEL CORAZÓN... ES PRELUDIO ...Cecil, van a talar el bosque. Un día florecieron tus manos en la ausencia de la luz que tu mano resumía... Era octubre, y la doble florescencia de tus manos -estrellas sin distanciainventaba la luz con su presencia. Tu belleza era sólo tu fragancia para mí que en la sombra te sentía, y tu talle en mi brazo tu distancia, y tu nombre el lenguaje de la umbría con aquel cecear de hojas de viento. Era octubre, era invierno y eras mía. Eras más que mujer, un pensamiento hacia una mujer, que me viniera vuelto perfume y sílaba en el viento. Y el bosque todo en sus rumores era tu nombre tantas veces repetido como hojas vio nacer la primavera. Iba el viento a tu cuerpo tan ceñido y tú a mí tan ceñida entre la bruma, que fue de bruma y viento tu vestido. No más así sentirte era la suma visión de tu belleza reclinada contra el amor, al viento y a la bruma. No más así eras toda. Tu mirada debió copiar la senda ensombrecida, y yo sé que vagué por tu mirada. Yo sentí tu melena distraída, como otro sol tendido a la tiniebla, flotar sobre mis sienes y mi vida. Tu nombre. El bosque. Y un rumor que puebla con tu nombre no más el bosque entero. Y tú de viento, de perfume y niebla. Tú, alta y fina no más por el sendero. Nada más que alta, perfumada y fina. Y yo hallando en tu brazo otro sendero. La mano que seduce y que adivina erraba varonil y silenciosa de una mínima fronda a una colina. El lirio dúctil y la erecta rosa. Fingido miedo y mentirosa huida, porque encontré la negra mariposa del invierno en tu sexo detenida. Cómo la mano varonil y errante supo acercar tu carne estremecida a ti misma que huías del instante acercándote más, y aún más cercana fingías defenderte aún más distante. Ni más dulce blancura ni más grana tuvo el viejo cantar cuando decía, "hay leche y miel bajo tu lengua, hermana". Hoja a hoja el invierno descendía: Era tu nombre sobre el mundo, eterno. Cecilia...El bosque....Tu esbeltez....Un día.... Cuán cálida estación fue aquel invierno. SE EXTASIABAN TUS OJOS EN LA ESPERA... Se extasiaban tus ojos en la espera y una ola de amplia encajería tu albo cuerpo orgulloso circuía como circunda el mar una escollera. Altanero pendón, alta bandera alzada en ti por recordar la vía, sobre el cuello y los hombros se extendía, a un viento de pasión, tu cabellera. Desde las duras cúpulas al blando y oculto valle, la batalla entera fulgió al incendio de tu boca, cuando tras la derrota de tu cabellera, como una lanza a un viento sin bandera, quedó tu grito entre los dos temblando. ROMANCE DE LA NIÑA INOCENTE No me la mostréis vestida que yo la miré desnuda. Su propia piel la ceñía veste a su propia hermosura. Y era de armiño su cuello que en red de venas se azula. Y era el sostén de sus senos su sola forma alta y dura. Y para el seno por joyas los corales de sus puntas. Y el banco raso del torso bajando hasta la negrura del terciopelo que al sexo a un tiempo exhibe y oculta. Y eran sus piernas de seda. Y eran sus plantas menudas. -Tan menudas que en mi mano cupieron una por una-. Zapatos de Cenicienta, cómo brillaban sus uñas. No me la mostréis vestida que yo la tuve desnuda. VUELO DEL CORAZÓN... Vuelo del corazón que se ha abatido de tan alto volar sobre tu seno. Vuelo del corazón que en campo ajeno cayó ayer al azar de lo perdido. Unos ojos de cielo descendido, y un seno en nube hacia ese azul, y lleno de aquel mirar el seno, y sobre el seno el amor en dos nubes repartido. Nada más fue este amor. Mi campo cierra hoy un límite exacto, y el desvelo de un otro amor por mis dominios yerra. Nada más fue este amor que el sólo vuelo de haber soñado que la oscura tierra pudiera ser la nube y ser el cielo. VOLVIÓ ALGÚN DÍA MI PASIÓN ERRANTE... Volvió algún día mi pasión errante a tu ardua playa que llamé yo mía. Marino sólo en su melancolía, viré hacia ti la ruta y el instante. Volví a ganarte, oh isla, al expectante litoral de tu flanco y su armonía. Mar al cielo y al cielo la osadía del vuelo al mar....Y el litoral delante. Ojos y sexo por ganar la gloria de tu cuerpo insular. Era la guerra del placer y el dolor por su victoria. Y en los ojos y el sexo --cielo y tierra-perdí tu amor pero gané tu historia: oh Gladys B***, tu cuerpo fue Inglaterra. ESTUVO ELLA TAN CERCA... Estuvo ella tan cerca, su cuerpo junto al mío, que entreverle los senos era amarla dos veces. Iba el río cantando porque el agua del río el cuerpo de la niña le inventaba los peces. Era tan bello el cuerpo y el cuerpo era tan mío, que yo supe ser río jugando con sus peces. Pasa el río gritando, y a la orilla del río un recuerdo redondo me tortura dos veces. ¿Qué se hicieron los senos de la niña en las ondas? ¿Por cuál cauce de sombra naufragó su azucena? ¿Por qué arroyos sus brazos y en qué grutas sus frondas? Vuelve el río llorando sin la niña. Salvaje fulge el trópico y ríe. -De la niña, en la arena, quedó sólo la forma de un perfume en su traje-. ES UN DULCE PRESAGIO... "A batallas de amor, campo de plumas..." Luis de Góngora y Argote Es un dulce presagio de combate este extenderse entre la bruma intacta de frío albor que con tu albura pacta porque el goce sus ímpetus desate. Esta albura de lino, y esta mate palidez que en tu vientre se retracta en un sitio no más, con esa exacta negrura azul que alértase al combate. Largo tu brazo en su extensión dilata la espera voluptuosa e intranquila; mas cae al fin la niebla de tu bata, cuando ante la pasión que los vigila, de algas y sal al ósculo pirata, se abren lentos los golfos de tu axila. VARIACIÓN PARA UN RECUERDO I El tiempo ya, Cecilia, sobre mi alma y en mi cumbre de sombra, es como un viento. Y en el viento una hoja va dorada. Es tu melena de oro en aquel largo amanecer de un baile jubiloso. Hoja al alba del beso desvelado. Yo en medio de la fiesta estaba solo, pero era todo tú cuando caía tu cabeza dorada sobre mi hombro. Las rondas de galanes te seguían, asediando tu cuerpo con palabras que tú sólo en mis manos comprendías. El diván recatado se alargaba un poco menos largo que tu cuerpo y al fulgor excesivo de la lámpara. Tú amenguaste la luz en un reflejo tan escaso y tan pálido que apenas el rescoldo brilló del pebetero. Y yo hallé entre la sombra tus guedejas, y el diván parecióme en ese instante un poco menos largo que tus piernas. Y ardió entonces la lámpara en la sangre, suspensa en la sorpresa del hallazgo por una dualidad de fruta y ave. Al erguirte, tu cuerpo fue más alto que nunca aquella noche y aquel baile porque él llegó a la altura de mis labios. Afuera, en el salón, con tono grave, algún galán filósofo explicaba el "pienso luego existo" de Descartes. Mas ya el tiempo eras tú dentro del alma.... Dime, ¿por tus salones elegantes entre una luz de joyas y de galas surgidas al albor de tus nupciales azucenas de espera resignada, o en tus nupcias, ya de otro tu azucena, no evocaste un momento aquella estancia? ¿Olvidaste aquel mundo que era apenas ese doble hemisferio de tus senos bajo el sol primordial de tu melena? ¿Y aquel instante al pálido reflejo de una lámpara vana en la sorpresa de las manos, los labios y los besos? ¿En tu grato salón, con tono grave, aún tu galán filósofo te habla? ¿A qué otro amor le explicas lo que sabes? El tiempo ya , Cecilia, sobre mi alma y en mi cumbre de sombra, es como un viento. Y en el viento una hoja aún va dorada. Mas es triste la ráfaga del tiempo. II A ti volví una noche porque mi alma caía como un fruto en tu recuerdo. Pero era ya ceniza la manzana. Llegábame tu voz como del eco de otra voz nunca oída y nunca amada, y en mi sueño de amor aún era el sueño tu voz entre otras voces ignoradas, cuando de fronda y alba tus cabellos despertaban los días en tu espalda. ¿Qué te hablan esas voces? ¿Con qué acento dicen ahora la gentil palabra que yo una aurora te enseñé en silencio? Y jamás otra voz, si otra voz canta, dirá lo que el silencio de aquel beso que a tu alondra infantil le enseñó el alba. ¿Qué fácil traje de sensual diseño prolongará en tus hombros la mañana del baile de esa noche? ¿En qué discreto camarín tu cabello es el champaña? ¿Qué amor partirá el mundo en tus dos senos? ¿En qué anillo o qué broche está tu alma? Alguien viene a decirme que el invierno golpea en el cristal de mi ventana. ¿Cuál será la ventana y cuál el cielo? En el trágico viento iba dorada una hoja perenne que en el cierzo otra hoja más cálida evocaba. Así devuelvo al alba mi recuerdo porque nada le falte a la alborada de tu amor, y aún le sobren estos versos. Es tiempo ya, Cecilia, sobre mi alma y en mi cumbre de sombra, es sólo el viento. Y el viento es ya la noche sin el alba. Mas tú fuiste la víspera del tiempo. LA VOZ APENAS Yo me he quedado con la voz de esa mujer -la voz apenascomo se quedan los marinos oyendo el mar desde la tierra. Y sin embargo yo algún día pude ceñir la fácil hembra y así ganar en dulce viaje la costa azul de sus ojeras. Y beber pude entre sus manos el agua amarga de las penas, por sólo hundir entre sus senos mi ansia de onda y de sirena. Yo amé mujeres como islas entre amplios lechos de marea donde las olas de los linos alzaba el gozo de la entrega. Y vi penínsulas de brazos; playa al amor del beso abierta para llevar el labio lento hasta una rada de sorpresa. Y hallé las cóncavas marismas, -que son lo mismo alga y guedejay hacia ellas iba la pasión como hacia el norte va la vela. Pero la voz de esa mujer era la única sirena para el oído turbulento en las sensuales odiseas. Y me he quedado con la voz de esa mujer -la voz apenascomo se quedan los marinos oyendo el mar desde la arena. Cuán tristes son los marineros que ansiaron muerte en la tormenta, y junto al mar, un cualquier día, la muerte encuentran en la tierra. A UNA AMAZONA ( G.B. ) "El hombre sólo es completo a caballo". J. Barbey D'Aurevilly Quiero soñar contigo, rubia y alta amazona que has cruzado esta tarde mis predios sin saber que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona clausurada del parque, no es el mismo de ayer. Has salvado los fosos y has saltado los setos. El viejo jardinero me ha dicho que eres tú. Rubia y alta amazona de los claros sonetos que yo escribí una noche porque no estabas tú. Otra mujer cercaba mis horas con los lazos del placer, y en su grito yo añoraba tu voz porque el recuerdo triste de una aurora en tus brazos segaba los minutos como el trigo a la hoz. Si te amé, no sabría contestarle a mi duda. Si me amaste, qué importa?... yo te amaba tal vez. Ibas por vez primera bajo el traje desnuda, ya desceñido el cuerpo de su alba doncellez. Llevabas en tus labios tu deseo primero y en los ojos azules tu lejano país. Un bucle blondo y firme. Firme y alto el sombrero. Las cárdenas violetas sobre tu traje gris. Erguíase tu cuerpo tan fino como un tallo floral, a cuyo extremo tu rostro era la flor. ¿Te acuerdas?... Sólo un día... Tu traje... Tu caballo. Trotábamos, y el trote fue mi verso mejor. Se asomaban los párvulos paisajes al camino por mirarte a caballo y a mi lado pasar. Y era el camino largo, como tu cuerpo fino. Y era todo el camino de luz crepuscular. Fulgía el campo verde como una esmeralda que se hubiese caído de la mano de Dios. Trotábamos, y el viento jugaba con tu falda. Tu caballo -aún recuerdo- se llamaba Panglós. II Puedes entrar, si quieres. Llama al buen jardinero. Desciende del caballo y avanza el breve pie por las graves estancias y entra al salón severo, que el fuego está encendido y es la hora del té. Aún el diván imita la curva de tu pierna. Y aún el fuego en las llamas imita tu carmín. Un sólo instante efímero te hizo en mi verso eterna, y el tiempo está en tu nombre sin principio ni fin. Al filo del recuerdo se han tronchado mis días. -La Garconne... Mary Duchess... Childe Harold... Sans-a-toutPuedes entrar si quieres en las cuadras vacías; yo vendí los caballos; no lo hagas nunca tú. Guarda como un tesoro tu júbilo. Esa intacta alegría de entonces...Mi dolor, qué más da? Y haz grabar en tus bridas esta sentencia exacta: "Sólo es completo el hombre cuando a caballo va". FÉMINA Con una ambigüedad de ave y de fiera, leopardesa y paloma en tu destino, al selvático ardor juntas un fino tacto de arrullo en virginal espera. Mas, ay, que tras la plácida quimera, vuelven a ser por dualidad del sino, garra la mano al ímpetu felino y anca de leona la gentil cadera. Con cuánta candidez de virgen muda por la sorpresa, en tu callar se advierte frágil pudor que la inocencia escuda, sabiendo que otra vez, lúbrica y fuerte, volverás a gemir toda desnuda aún en los brazos del Ángel de la muerte. MADRIGALES III La mano que besé ayer ya libre del fino guante, leve, transida y fragante, comenzaba a florecer. Yo buscaba en su color algo que nieve no fuera, mientras abrió primavera cinco pétalos de amor. Que por verla florecer, leve, transida y fragante, yo misma libré del guante la mano que besé ayer. VI Para el trigo de tu voz, trémula espiga en sonido, tienes el labio teñido en curva como una hoz. Yo he escuchado ese teñir gemir de amor, y he mirado tu grito en él desmayado que es igual mirar que oír, si en curva como una hoz tu rojo labio teñido siega la espiga en gemido que es el trigo de tu voz. VII Cubre de nuevo el carmín tu boca en alba de huida y ya de pieles ceñida pones a la noche fin. Ah, que asombrada visión mirarte otra vez desnuda. Del raso que el cuerpo escuda va surgiendo la visión. La luz te sorprende al fin toda desnuda y transida, y sólo queda vestida tu boca bajo el carmín. IX Dicen mis labios "jamás", y "siempre" dice tu boca. Yo orgullo de enhiesta boca, tú espuma y brisa no más. Qué extraña y fugaz pasión la que soñamos eterna: curva del seno y la pierna en moldes de corazón. Mañana otro amor tendrás y hoy otro amor mi ansia invoca, pero mi nombre tu boca pintó de siempre y jamás. CITA Cómo era de hermoso el albo cuello al quitarte la marta cibelina. Cómo era la espalda de divina. Cómo el hombro en su albor era de bello. Emuló con sus uñas el destello del diamante nupcial tu mano fina, y cayó con la marta cibelina tu pudor a mis manos desde el cuello. Te cercaban batistas y pecados y a un tiempo con tu veste descendía mi caricia inicial por tus collados. La tarde aún en tu diamante ardía, pero al vagar por tus oscuros prados la noche negra comenzó en tu umbría. ROMANCE DEL ESTÍO Fui a su puerta de jazmines para pedirle una brasa, y ella me dijo que sí, mientras mis labios miraba. La moza criolla tenía rostro de color de playa, y un mar de negros presagios en su cabeza ondulaba. -La boca no se la vi porque sus ojos cegaban-. Yo la miré caminar flexible como una liana, y la perla de su hombro se me engastó en la mirada. -La brisa ciñó sus flancos desnudos bajo la falda-. -¿Quieres amarme esta noche, que será noche estrellada? Le dije, cuando me trajo su corazón en la brasa. -Bajo el ardor de mis ojos sus senos se maduraban-. Ella me dijo que sí, y la tomé por el anca. Ancas que yo imaginé ancas de zebra africana. Piernas de yegua de sangre que así las hallé de largas. Pisfar de indómitos bríos hizo estremecer la pampa. Rudo galope de besos oyeron los que pasaban. Centauro de dos cabezas miró la noche asombrada. CENA Una historia de ayer traza tu fino labio en carmín, y es hoy en tus ojeras. Y hay un collar de olvidos y de esperas si se yergue tu cuello alabastrino. Las orquídeas ensayan tu destino en un haz de fugaces primaveras, y se curvan tu labio y tus ojeras a la vez sobre el llanto y sobre el vino. Pero no lloras. Elegante y ducha en el amor, sonríes a la pena. Un llanto oculto con tu risa lucha, y así bebes y ríes. Mas la cena es ya el recuerdo de otra cena. Escucha: son los "Cuentos de los bosques de Viena". TU PIE Nardo y rosa, tu pie guarda una clave de voluptuosidad que me estremece, cuando en la alfombra silenciosa y suave, bajo tu bata, al caminar, florece. Si en las manos lo tomo, me parece, transido al roce de mi tacto, un ave que al sentirse cautiva, desfallece: tan pequeño es que entre mi mano cabe. Ni en la húmeda curva de tu labio, ni en tu seno rotundo, ni en el sabio giro sensual mi esclavitud persiste. Ese pie, nardo y rosa, diminuto, en el espasmo breve de un minuto tornó mi beso eternamente triste. LAS MANOS Yo no sueño con manos gentilicias blancas como las blancas azucenas. Albas las sueño, mas las sueño plenas de pasión y de eróticas primicias. Manos para los rezos impropicias. Pálidos nidos de azuladas venas. Manos sabias en íntimas caricias. Manos para borrar todas las penas. Manos que entre las uñas afiladas guarden cruentas lujurias ignoradas. y al mandato de sádicos fervores, clavaran su febril concupiscencia en la misma maniática inconsciencia con que otras manos deshojaran flores. LAS COPAS Para buscar el alma de los vinos no me basta mi cáliz cincelado. quiero altas copas de cristal tallado que imiten largos cuerpos femeninos. Copas en cuyos bordes cristalinos el vino fuera un beso prolongado, ya que en todas las bocas que he besado los besos fueron capitosos vinos. Unas en cuya euritmia transparente, nuestros ávidos ojos evocaran giros de amor en cuerpos de serpiente. Otras castas cual núbiles doncellas, y tan frágiles, ay, que se quebraran en nuestras manos al beber en ellas. MAITINES Tu voz reza la gracia de la hora. Mi orquídea en el ojal ya está marchita. Y en tus joyas refulge la exquisita irisación lejana de la aurora. El amplio lecho perfumado añora tu última ofrenda en la pasada cita. Cómo tu vientre a la pasión me invita: cálido huerto de enervante flora. Místico bronce nos recuerda en vano que hay un castigo para el goce humano. Llega un rumor de música distante: es el final sonoro de la orgía. Alba de rosa... Juventud... Oh Mía. He aquí para pecar un bello instante. CAMPO DE CAZA A la sombra del bosque de tu oscura melena me acechaban tus ojos como lagos siniestros. El fuego de tus labios orientó mi camino porque perdí la ruta cándida de tus brazos. Mi ruego era un anuncio de huellas bajo el alba. Vislumbré enardecido las cumbres de tus senos, y al sentir el efluvio de tus vírgenes frondas azucé mis lebreles por tus flancos desnudos. A su raudo galope de besos, se ofrecían en una primavera de incógnitos asombros, los núbiles senderos florecidos de nardos y las cálidas grutas de capitosos musgos. Iniciaron colinas y ganaron florestas. Y al final, ya enervados por las rutas ansiosas, alígeros cayeron sobre el valle de nieve donde temblaba inquieta la gacela escondida. Mujer, -maravillosa selva donde yo me he perdidotú fuiste a mis instintos como un campo de caza. EL ALBA INÚTIL A los labios del hombre taciturno, la aurora trajo un ebrio recuerdo de olvidados cantares. El alba en las pupilas noctámbulas había sorprendido la angustia de las viejas saudades. En los círculos hondos de las mustias ojeras se azulaba un exceso de veladas sensuales. Vertió el vino de Francia en la copa vibrante. -La noche prolongaban los grises cortinajes-. Miró la flor marchita de su frac un instante, y evocó vagamente: Casi estaba desnuda en la fiebre del baile. El breve seno apenas velaban los encajes. Oprimía la espalda la caricia insinuante que vagaba furtiva de deseos. El talle cedía entre su brazo como un junco ondulante. Después... aun más desnuda la tuvo que en el vals, y pensó vagamente: Flor y mujer, vosotras sólo duráis un baile. -En la mano brillaba la heráldica sortija herencia antigua y noble de un tiempo inmemorable. Trémula entre los dedos fatigados, la copa despertó una añoranza de mujeres fugaces-. *** Las lámparas habían develado la alcoba. El alba subrayaba de luz los ventanales. Las severas efigies de los antepasados miraban desde el fondo de remotas edades. Con un grito argentado de dagas, la panoplia al nieto recordaba las glorias ancestrales. Dejó la copa exhausta sobre la mesa grave. Descorrió silencioso los grises cortinajes, y pensó vagamente: ¿Y de todo qué resta tras el sensual alarde? Sólo una flor marchita en la seda del traje. -En las manos del hombre taciturno, la aurora palideció una huella de victorias cobardes-. OFRENDA Qué dualidad de arcángel y vampiro. Frío de sol y llama sobre el hielo. Qué luz de amor y para amar, el cielo concretado en tus ojos de zafiro. Tendiéronse tus brazos en un giro insinuante y febril de alas al vuelo, y tu seno emergió del terciopelo, mitad forma al amor, mitad suspiro. Toma desde temprano, me dijiste -y era leve tu voz como tu manolo que tarde entregar me fuera triste. Aromaba tu fruto mi verano, y como por temprano lo ofreciste, tomé el fruto por bello y por temprano. ROUGE De un solo beso desteñir provoca tu boca en corazón recién pintada. Fruta y flor a la vez; copa colmada de vino y miel para la sed más loca. Ella en sus vivos múrices evoca el símbolo sensual de la granada, y pienso al verla sonreír, que nada en el mundo es más rojo que tu boca. Cuando presos, al fin, por mis arrojos, ceden tus labios y después me ofrecen aún más amor que el que al besar me dieron, tan húmedos están y son tan rojos, que sólo las palabras que dijeron más rojas que tus labios me parecen. EL BESO Un pebetero erótica fragancia de ámbar y nardo en el salón deslíe, al par que en bronce un sátiro sonríe impregnando de mal toda la estancia. Verde malva es el traje, y tu elegancia, porque a su encanto mi pasión confíe, mientras las copas un efebo escancia, perversamente en el diván se engríe. Súbito el vino tu fervor desmaya en un rictus de amor. Mi mano ensaya buscar el seno repulido y breve. Y cuando tú revives de la ignota languidez pasional, mancha una gota de sangre tibia tu mentón de nieve SONETO AL AMOR I Cuántas veces, amor, por retenerte puse a tus pies mi juventud rendida. Y cuántas a pesar de estar herida te la volví a entregar por no perderte. Cuántas veces también, altivo y fuerte, por alcanzar la gracia prometida, me batí frente a frente con la vida, o me hallé cara a cara con la muerte. Y hoy, cuando mi ilusión vuelve a tu lado trayéndole al misterio de tu hechizo la pluma azul del pájaro encantado, torna otra vez a mi pupila el lloro al mirar desde el puente levadizo que está cerrado tu castillo de oro. SONETO AL AMOR II Este dolor de amor que me fue dado a cambio del amor que di sin tasa, para el olvido que al amor traspasa ya tiene el corazón crucificado. Esta sangre fluyendo del costado será el placer de ese otro amor que pasa, dolor que hiere y júbilo que abrasa: otro amor a nacer para olvidado. Herir el gozo a que clamando aspira. Sufrir gozando de saberse herido. Oh, amor con su verdad y su mentira. Toda la angustia del amor perdido, y el gozo triste que al amor le inspira poder de corazón hacer olvido. SONETO AL AMOR III Hiere más fuerte, amor, hiere más hondo, que aún en tu dardo está toda mi vida. Para que goces con tu propia herida, ni el alma oculto, ni la llaga escondo. Mira un momento hacia el ayer. Al fondo, otra -aquella- desángrase vencida. Trasfúndele la sangre de tu herida, y por lograrlo, amor, hiere más hondo. Qué triste fue nuestro placer, qué vano. Oh, carne con sus rosas y racimos, manjar para el necrófago gusano. Y ha de ser el final lo que quisimos desde un tiempo, oh amor, ya tan lejano. Mas vencidos, amor, nos redimimos. A TI Como la fruta original tú tienes duplicidad de hieles y panales. Eres todos los Males y los Bienes, sin saber de los Bienes y los Males. Buscando paraísos terrenales, discurrí por tus núbiles edenes, y al hollar de vaivenes tus rosales hallé todos los males y los Bienes. Al amparo de signos augurales, diademó la inocencia de tus sienes un gajo de las ciencias primordiales; y, así, otra vez, a mi reclamo vienes, trayendo en tu querer todos los Bienes, y en tu beso fatal, todos los Males. ANA He vuelto al puerto tropical que un día miró el reposo de mi sed liviana bajo la sombra de tus brazos. Ana, tu boca era una fruta al medio día. Después amor y estío en romería. Viajes por hielo en el borgoña grana. Y tras el vino, la caricia vana. Mío el desdén y tuya la porfía. Hoy de otro cuerpo mi placer se ufana. Al "Café de los guamos" todavía llega en vinos nocturnos la mañana. Pero un dolor invade mi alegría: no haberte amado cuando fuiste mía y amarte ahora que te sé lejana. DOS MUJERES Agua amarga de un mar cuya ribera era el párpado azul. Qué cielo ido de ese mar a otro mar, entristecido de lágrimas también y azul ojera. Yo las amé a las dos. La una era triste y frágil y pálida de olvido. Y la otra... ¿la otra?... hubiera sido -si sido hubiese- igual a la primera. ¿Qué misterio de amor será este vano ambicionar el fruto no caído, cuando se tiene el fruto entre la mano? Y soñar en un cielo descendido, soñándolo lejano, y tan cercano de una mar a otra mar el cielo ido. RENUNCIAMIENTO No sabes tú, doncella que a mi dolor te ofreces, que mi alma está cercada de horóscopos fatales? ¿No sabes que en mi copa sólo quedan las heces sacrílegas e impuras del vino de los males? Si ante la sola angustia de un beso te estremeces, cómo acoger podría tus dones virginales aquél que a las virtudes prefirió tantas veces el goce de los siete pecados capitales? Huye de mi deseo. La divina serpiente no cabe entre la curva de tu seno incipiente. Yo que soy un fantasma de lo que fui, no puedo contagiarte de sombra. No quiero que en tus ojos brille una sola lágrima. Huye de los despojos de un corazón en ruinas por donde vaga el miedo. VARIACIÓN SOBRE EL TEMA DE SUS MANOS Yo las miré juntándose en un acto de pío amor, por el amor transidas. Sutil comparación de nuestras vidas: la dicha igual y el corazón exacto. Qué vanidad de nieves en el pacto de tus manos unánimes, unidas sin otro espacio entre las dos, floridas, que el jardín invisible de su tacto. Blanco efluvio de angélicas redomas, nubilando las bóvedas sombrías, mezclaban los inciensos sus aromas a la blancura de tus manos pías. Qué emulación de nubes y palomas bajo los cielos de las letanías. ELLA Ella está aquí, presente en la distancia que separa su nombre de mi oído y está aquí en el espacio estremecido que hay entre mi recuerdo y su fragancia. Ella se fue, y aún yerra por mi estancia su nombre en su perfume diluido, que por marcarle un límite al olvido se hizo nombre y perfume la distancia. Ella está aquí, presente en el abismo de su ausencia en aroma. En el amargo acento de su nombre en mi mutismo. Que de tan corto amor, dolor tan largo, sólo es nombre y perfume... Y sin embargo yo pude acompañarla hasta mí mismo. SE EVAPORÓ SU NOMBRE.... Se evaporó su nombre y ha quedado su recuerdo en mi ser desvanecido, como queda un arbusto alzado en nido, ya sin trino, en el aire, despojado. ¿Cómo era su nombre? ¿En qué ignorado alfabeto del aire está perdido? Y una voz acercándose a mi oído: Se llamaba -me dice-... Lo he olvidado. Aún queda su perfume. Pero en dónde, si él con su nombre estaba confundido como el llanto en la lágrima se esconde? Se lo pregunto al aire estremecido, mas en el aire sólo me responde un silencio que cruza hacia el olvido. SOUVENIR Este amor que ha llegado entre la niebla, igual que en otro invierno, sigiloso, todo un ayer con su presencia puebla. No turbarán el don de su reposo crueles palabras ni celosos daños. Sólo la facha en la oquedad del foso. Así vuelve el amor con sus engaños a ser fiel esta tarde en que el invierno le augura nieve a los perdidos años. Vuelve otra vez amor con ese tierno acento de ilusión en que creímos hallar la clave de un amor eterno. Y otra vez a la carne le pedimos, por hallar otra vez lo que encontramos, rosas negras y cándidos racimos. Pero el amor de ayer no lo olvidamos. PASIÓN TARDÍA Toma la copa y bebe, que mañana no habrá vino en tu copa ni en la mía. Inútilmente prolongué mi fría indiferencia mentirosa y vana. Rompe la copa y ríe... Que si un día te hizo llorar mi juventud liviana, en el fervor de mi pasión tardía te llamo mía, y te apellido hermana. Que importa si en ruidosas bacanales o en los brazos de todas las rivales burlé tu lloro y angustié tus días, si hoy al final de haber reído tanto preso en la red que me tendió tu llanto vengo a llorar para que tú sonrías. ESA MUJER La noche junto a mí. La compañera del alcohol, los besos y el desvío. La noche en el espacio y en el frío. La noche en fin. Y una mujer cualquiera. Una mujer cualquiera en el desvío de la hora que ríe placentera. Una cualquier mujer que no supiera más que pasar la noche bajo el frío. Pasar la noche y esperar la aurora. Y al vino devolver su primitiva forma de uva, la boca tentadora. Esa mujer eterna y fugitiva. Esa mujer de siempre y de una hora: Mariela, Esther, Emperatriz, Oliva. TU ZAPATO Pesa tan poco tu zapato leve, que finge ser, cuando tu pie reposa, más que un zapato, un pétalo de rosa hecho para pisar copos de nieve. Si ágil orquesta sus compases mueve y a la danza te entregas jubilosa, simula el giro de tu planta breve ir posado sobre una mariposa. ¿Con qué nervioso andar guió la exquisita angustia infiel de tu primera cita? ¿Qué secretos de amor lo han hechizado? Barca de raso en que tu pie navega, él te condujo desalada y ciega a la Citeres del primer pecado. JOYEL "Y es el dolor que de la ausencia viene lo que no pudo ser ni será nunca”. Carducci Este diamante de fulgores pleno que el rico engaste de platino irisa, oyó tu llanto y escuchó tu risa, altivo sobre el raso de tu seno. También oyó mi confesión. Sereno miró el encanto audaz de tu sonrisa, que tuvo en ese instante la imprecisa dualidad de una miel y de un veneno. Guárdalo -una mañana me dijiste-, Si me olvidas, lo juegas....Y partiste. Y hoy que tu muerte mi esperanza trunca y el fausto don de tu belleza pierdo, lo he mirado brillar como el recuerdo de algo que pudo ser, y no fue nunca. EL RITO He hallado un rito antiguo, dolor, para que oficie tu orgullo su venganza. Asiática molicie sobre cojines blandos. Mágico sueño de opio. Edén imaginario que a la tristeza engañas, colores imposibles y figuras extrañas como si fueran vistos en un caleidoscopio. No saber de los odios, envidias y rencores. Creer estar tendido sobre un tapiz de flores. Dejar de ser, o acaso ser todo y no ser nada. Oh sueño que simulas roce de manos de hada sobre los ojos puestas. El mundo qué pequeño. Qué corta la existencia para vivir un sueño. Frágil entre una nube de túnicas flotantes pasa un desfile eterno de cuerpos insinuantes que yo jamás amé. Y todo en un pesado silencio de nirvana, mientras que, suavemente, de la mesita enana se difunde el aroma de las tazas de té. Y ella lejos, muy lejos. Tan lejos, tan lejana, que fue un milagro el lecho con ella esta mañana. LA INICIADA El destino, voluble caballero embriagado, se fastidio ayer tarde con tu inútil promesa y te vendió a la noche. Y la noche tahuresa te jugó sobre el verde tapete del pecado. Yo que aceché la gracia de tus horas, y presa tu doncellez sabía de un fervor resignado, lancé mi primer ruego como si fuera un dado y le gané a la noche tu boca y tu promesa. Le ofreceré a la noche desquite si mañana hastía mis orgullos tu juventud liviana: falsa moneda rubia que me gané al acaso. Pero hoy en el suntuoso festín de bienvenida, la copa de tu cuerpo será pulido vaso para escanciar el triste champaña de la vida. ÉRAMOS TRES LOS CABALLEROS Éramos tres los caballeros. Uno amaba el juego y la mujer. El otro amaba la mujer y amaba el vino. Yo amaba el vino, la mujer y el juego. Íbamos por garitos y tabernas jugando las sortijas después de haber jugado las monedas. Y en los amaneceres licenciosos dejábamos al pie de la ruleta la última sonrisa y la última gema. -Sobre el jardín en flor de las barajas inventaba el zafiro una alba nueva-. Bebíamos en copas repulidas viejos vinos de rica procedencia, o en los cálices rojos de las bocas de las mujeres bellas, vino de rojas uvas maduradas al beso ardiente y la sensual promesa. -Mujeres que una noche nos amaron e hicieron más amarga nuestra pena-. Éramos tres los caballeros. Uno, jugador sin sortija y sin monedas, se jugará la vida alguna noche al dado con la trágica tahuresa. Como fue su querer vivir de gala en el vaivén de las mundanas fiestas, a cambio de la flor luce en su traje un estigma letal de adormideras. Y bebe en el festín imaginario, en la copa del día, vino de albas siniestras. El otro en un vagar hacia los vicios y en busca de un licor que no ha existido ni existirá jamás sobre la tierra, llegó hasta el Monte de Piedad. Un día vertió en la copa su dolor, y plena la copa de amargura, moribundo, brindó por la bohemia. Éramos tres los caballeros. Nadie comprenderá en el mundo esa tristeza que efluvia el fondo de las copas rotas en que bebieron labios de doncellas, ni el resignado hastío que el grave azul de la sortija lleva. -Éramos tres los caballeros... nadie comprenderá jamás nuestra tristeza-. QUERELLA ¿Cómo quieres que cese la querella que hace hoy de ti un sueño preterido, si a mi voz el rencor sella tu oído, y el orgullo a tu voz el labio sella? Alárgame tu amor, y hasta la estrella subiré de tu alma, en un olvido de todo lo gozado y lo sufrido; hazte más mía y devendrás más bella. Será otra vez tu juventud el sueño de ayer y siempre; y en el dulce empeño de ser yo tuyo para tú ser mía, matará nuestro amor su desengaño. Para borrar las lágrimas de un año, basta el glorioso sonreír de un día. EL RETORNO Fue tan grande y amargo mi despecho, y fue tu angustia en el adiós tan poca, que al recordar la herida de tu boca soñé con otra igual para mi pecho. Mas hoy depongo mi rencor. Sospecho que acaso loco yo, tú también loca, el mal que así nuestro dolor provoca uno al otro, a la vez, nos lo hemos hecho. Prueba la copa y el dorado vino ofréceme en tus labios. Adivino que idéntica a esa flor presa en tu broche, sumisa al ruego del amor serás. Cómo eres tú, lo comprendí esta noche. Cómo soy yo, tú nunca lo sabrás. PERENNIDAD Señora, estoy aquí en el sitio de aquel diván y aquel recuerdo. Es ya ceniza el fuego extinto, pero al crepúsculo otro leño se encenderá para el olvido y habrá otro amor cerca del fuego. -Tedio del goce en lo previsto tras la igualdad de lo diverso-. Yo estaré solo y en mí mismo. Tú de ti misma estarás lejos. Pero aunque todo esté distinto y se ilumine un amor nuevo, tú volverás desde el olvido en el crepúsculo y el fuego. VIENTO EN LA ALCOBA La misma alcoba de ese amor, es ésta. Una flor seca y una copa rota. Soledad del orgullo y voz ignota del viento intruso, es todo lo que resta. ¿Y dónde, oh viento, el nombre y la floresta ceceantes al par en tu remota complicidad? Y al pregunta flota vanamente en el viento sin respuesta. La ventana que abrí, cerrada ha tanto tiempo al viento y al nombre, parecía tener cuajado en su cristal el llanto. Ella y su nombre. El viento y su porfía. Y sobre el libro del amor y el canto, el retrato inocente todavía. II Tiendo la mano hacia el misterio mudo de las cosas, y al largo movimiento palpo apenas el tránsito del viento que no vistió de aroma y va desnudo. Ya solo el viento. Y lo que fue y no pudo sobrevivir al plácido momento. Altivo trance del renunciamiento. Y algo invádame, lóbrego y sañudo. No es el dolor que añora en la lejana tarde del bosque el nombre descendido, al ábrego de octubre, hoja temprana. Ni la hoja marchita, ni el sonido que hizo tal vez la hoja en la ventana Es el viento que en mí se ha detenido. LA CITA II Una historia de ayer traza tu fino labio en carmín, y es hoy en tus ojeras. Y hay un collar de olvidos y de esperas si se yergue tu cuello alabastrino. Las orquídeas ensayan tu destino en un haz de fugaces primaveras, y se curvan tu labio y tus ojeras a la vez sobre el llanto y sobre el vino. Pero no lloras. Elegante y ducha en el amor, sonríes a la pena. Un llanto oculto con tu risa lucha, y así bebes y ríes. Mas la cena es ya el recuerdo de otra cena. Escucha: son los "cuentos de los bosques de Viena". LELIA Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana. La tarde está conmigo lo mismo que una hermana convaleciente y triste que me tendiera el brazo para vagar soñando por el jardín. Aún arde el rojo sol que incendia de rosas el ocaso. Es la hora en que al bosque llegábamos. Acaso también tú estábais conmigo difundida en la tarde. Vibran los saucedales donde la leve brisa deja un sutil murmullo de músicas eolias. Dijérase que vuelve la visión imprecisa de doncellas cansadas que evocó tu sonrisa: fugaces Massimilias, Violantes y Anatolias. Al ritmo de tu angustia yo idealicé mis días. Nadie sabrá el encanto que hallé mientras sufrías -Más larga es la caricia si ante el dolor absorto el hado nos acecha... y el beso es menos corto. Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana. Es la hora en que el bosque dejábamos. No arde ya el sol entre la hoguera de rosas del poniente. Dulce Lelia imposible... Suave Lelia doliente. Tal vez eres la estrella que floreció en la tarde. LA NIÑA DE LAS NARANJAS Muchachita de la aldea, flor de la villa cercana, llevas la noche en los ojos y el sol reluce en tu cara Yo ayer me encontré contigo cuando cruzabas la plaza, y vi en tus manos tus senos al ofrecerme naranjas. Te pregunté si eras de alguien, tú no me dijiste nada, y te besé en los dos ojos por si tu boca abrasaba. -Alas de sombra cruzaron sobre tus ojos en agua. El niño Amor, atrevido, oprimía las naranjas-. -Vente a mi casa, te dije porque tus ojos lloraban. Mi caballo sabe bien llevar mujeres al anca. -La chiquilla de la aldea, hecha de sol y naranjas, jugando a no dcspertarme me despertó esta mañana-. NOCTURNO Un doncel y una estrella compendian el nocturno. Sobre la playa el grácil doncel está desnudo. Tendido el cuerpo y pálido a la luz de la estrella, se le pensara al verlo formado de la arena, como si un ángel virgen de ociosos digitales, jugando con la arena, formado hubiese otro ángel. Hasta la mancha misma de crenchas en desorden se blanquea de estrella y se azula de noche. Y así todo él sería de un blanco azul moreno si sus ojos no fueran intensamente negros ahora que me miran. Su mirada ha quedado como una orquídea negra sobre mi traje blanco. La luciré esta noche que es de orgía en el puerto. El doncel mira al río, y en el río va el cielo. La estrella está muy lejos, allá; mas si la miro encuentro que la estrella también está en mismo. Un canto de mujeres que irrumpe en la ribera me abre siete caminos de amor hacia la hembra. -Mi cuerpo, al apartarme del río y del rapaz finge en la azul penumbra una estatua de sal. Apollinaire Guillaume OTROS POEMAS DE GUILLAUME APOLLINAIRE: CUARTO POEMA SECRETO A MADELAINE EL ADIÓS EL BESTIARIO O CORTEJO DE ORFEO EL PUENTE MIRABEAU ESCRIBO SOLO... LA LINDA PELIRROJA LAS CAMPANAS LAS HORAS PASAN... OH PUERTAS DE TU CUERPO SI YO MUERO ALLÁ LEJOS... TUVE EL VALOR DE MIRAR HACIA ATRÁS UN PÁJARO CANTA Ir a: A media voz Ir a: Traducciones de poesía Comparte esta página con tus amigos pulsando en este logo: Tus comentarios o sugerencias serán de gran ayuda para el desarrollo de esta página. Escríbenos a: [email protected] Esta página se ve mejor con su fuente original. Si no la tienes, bájala a tu disco duro, descomprime el fichero y cópiala en: Windows/Fonts: Georgia CUARTO POEMA SECRETO A MADELAINE Mi boca tendrá ardores de averno, mi boca será para ti un infierno de dulzura, los ángeles de mi boca reinarán en tu corazón, mi boca será crucificada y tu boca será el madero horizontal de la cruz, pero qué boca será el madero vertical de esta cruz. Oh boca vertical de mi amor, los soldados de mi boca tomarán al asalto tus entrañas, los sacerdotes de mi boca incensarán tu belleza en su templo, tu cuerpo se agitará como una región durante un terremoto, tus ojos entonces se cargarán de todo el amor que se ha reunido en las miradas de toda la humanidad desde que existe. Amor mío mi boca será un ejército contra ti, un ejército lleno de desatinos, que cambia lo mismo que un mago sabe cambiar sus metamorfosis, pues mi boca se dirige también a tu oído y ante todo mi boca te dirá amor, desde lejos te lo murmura y mil jerarquías angélicas que te preparan una paradisíaca dulzura en él se agitan, y mi boca es también la Orden que te convierte en mi esclava, y me da tu boca Madeleine, tu boca que beso Madeleine.Versión de José Umaña EL ADIÓS Recogí esta brizna en la nieve Recuerda aquel otoño En breve No nos veremos más Yo muero Olor del tiempo brizna leve Recuerda siempre que te espero Versión de Andrés Holguín EL BESTIARIO O CORTEJO DE ORFEO I. El dromedario Teniendo cuatro dromedarios Don Pedro de Alfarubeira Fue por el mundo y lo admiró. Él hizo lo que hiciera yo Teniendo cuatro dromedarios. 2. La cabra del Tibet Los pelos de esta cabra, y esos Dorados, el embeleso De Jasón, nada son al lado De los que me han enamorado. 3. La langosta Es esta la esbelta langosta, El alimento de San Juan; Ojalá mis versos, como ella, De buenas gentes sea el pan. 4. El delfín Delfines, jugáis en el mar, Pero las olas son amargas. ¿A veces brota mi alegría? La vida es siempre despiadada. 5. Elcangrejo Incertidumbre, iremos lejos y alegres, sin volver jamás, Así como van los cangrejos; De para atrás... de para atrás... 6. La carpa En los estanques y en las charcas, Cuánto tiempo vivís, ¡áh carpas! ¿Acaso la muerte os olvida, Peces de la melancolía? Versión de Otto de Greiff EL PUENTE MIRABEAU El puente Mirabeau mira pasar el Sena Mira pasar nuestros amores. Y recuerda al alma serena Que la alegría siempre viene tras de la pena Viene la noche suena la hora Y los días se alejan Y aquí me dejan Frente a frente mirémonos-las manos enlazadasMientras que pasan bajo el puente De nuestros brazos -fatigadasLas hondas silenciosas de nuestras dos miradas Viene la noche suena la hora Y los días se alejan Y aquí me dejan El amor se nos fuga como esta agua corriente El amor se nos va Se va la vida lentamente Cómo es de poderosa la esperanza naciente Viene la noche suena la hora Y los días se alejan Y aquí me dejan Huyen el lento día y la noche serena Mas nunca vuelven Los tiempos que pasaron ni el amor ni la pena El puente Mirabeau mira pasar el Sena Viene la noche suena la hora y los días se alejan y aquí me dejan Versión de Andrés Holguín ESCRIBO SOLO... Escribo solo a las cambiantes luces Que arroja un leño ardiente A veces se lamentan los obuses Frecuentemente Oigo el galope de un corcel que cruza Por el campo lejano El siniestro graznar de la lechuza Sube al cielo mi mano Traza estas líneas desoladamente Adiós mi corazón Trazo el signo también místicamente De la Gran Ilusión Oh mi místico amor oh Lou la vida Nos dará el doble fuego De la delectación nunca extinguida Compartiremos luego Un amor que será el único amor Adiós mi corazón Enciende un astro místico su fuego Tiene el color Del ambiguo color de tu mirada Que entre las sombras arde Siento una aguda herida renovada Adiós. Es tarde Versión de Andrés Holguín LA LINDA PELIRROJA Estoy aquí delante de todos un hombre con sentido común que conoce la vida y de la muerte lo que un hombre puede conocer probó los dolores y los goces del amor impuso algunas veces sus ideas conoce varias lenguas y no ha viajado poco vio la guerra en la infantería y la artillería herido en la cabeza trepanada bajo el cloroformo perdió sus mejores amigos en la espantosa lucha sé de lo antiguo y de lo nuevo lo que un hombre solitario puede saber de esas cosas y sin inquietarme hoy de esta guerra entre nosotros y para vosotros amigos míos juzgo esta larga querella de la tradición y de la invención del orden y de la aventura Vosotros con la boca hecha a la imagen de la boca de Dios boca que es el orden mismo sed indulgentes al compararnos con los que fueron la perfección y el orden nosotros que siempre buscamos la aventura no somos enemigos Al queremos daros vastos y extraños dominios donde el misterio germina para el que quiera cosecharlo hay fuegos nuevos colores nunca vistos mil fantasmas imponderables para darles realidad y explorar la bondad país enorme y silencioso hay tiempo para desterrar y tiempo para el regreso piedad para nosotros que combatimos siempre en las fronteras de lo ilimitado y lo porvenir piedad para nuestros errores piedad para nuestros pecados He aquí que viene el estío la estación violenta y mi juventud ha muerto como la primavera oh sol es el tiempo de la razón ardiente y espero para seguir la forma noble y dulce que adopta ella para que pueda amarla llega y me atrae como al hierro el imán tiene el aspecto encantador de una adorable pelirroja Sus cabellos son de oro se diría un bello relámpago que nunca acaba o esas llamas que presumen en las rosas te marchitas ya Reíd reíd de mí hombres de todas partes sobre todo gentes de aquí porque hay tantas cosas que no me atrevo a decir tantas cosas que no me dejariais decir tened piedad de mí Versión de José Umaña Bernal LAS CAMPANAS Entre el rumor de las campanas, bella gitana, amante y mía, nos amamos perdidamente y nadie, nadie, nos veía. Olvidamos que las campanas, asomadas al campanario, nos vieron, ay, y noche y día se lo cuentan al vecindario. Mañana Pedro y Catalina, el panadero y su mujer, Juan y María Golondrina, mi amiga Luz, mi prima Ester, sonreirán, de cierta manera... Yo no sabré dónde meterme... Tú estarás lejos... Lloraré... Y hasta es posible que me muera... Versión de Eduardo Carranza LAS HORAS PASAN... Las horas pasan lentamente Como el desfile de un entierro Llorarás la hora en que lloras Que huirá también rápidamente Como pasan todas las horas Versión de Andrés Holguín OH PUERTAS DE TU CUERPO Oh puertas de tu cuerpo Son nueve y las he abierto todas Oh puertas de tu cuerpo Son nueve y para mí se han vuelto a cerrar todas En la primera puerta La Clara Razón ha muerto Era ¿te acuerdas? el primer día en Niza Tu ojo izquierdo así como una culebra se desliza Hasta mi corazón Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada izquierda En la segunda puerta Ha muerto toda mi fuerza Era ¿te acuerdas? en un albergue en Cagnes Tu ojo derecho palpitaba como mi corazón Tus párpados latían como en la brisa laten las flores Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada derecha En la tercera puerta Escucha latir la aorta Y todas mis arterias hinchadas por tu sólo amor Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído izquierdo En la cuarta puerta Me escoltan todas las primaveras Y aguzando el oído se escucha del bonito bosque Subir esta canción de amor y de los nidos Tan triste para los soldados que están en la guerra Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído derecho En la quinta puerta Es mi vida que te traigo Era ¿te acuerdas? en el tren que volvía de Grasse Y en la sombra muy cerca muy bajito Tu boca me decía Palabras de condenación tan perversas y tan tiernas Que pregunto a mi alma herida Cómo pude oirlas sin morir Oh palabras tan dulces tan fuertes que cuando lo pienso me parece tocarlas Y que se abra de nuevo la puerta de tu boca En la sexta puerta Tu gestación de putrefacción oh Guerra está abortando He aquí todas las primaveras con sus flores He aquí las catedrales con su incienso He aquí tus axilas con su divino olor Y tus cartas perfumadas que huelo Durante horas Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado izquierdo de tu nariz En la séptima puerta Oh perfumes del pasado que la corriente de aire se lleva Los efluvios salinos daban a tus labios el sabor del mar Olor marino olor de amor bajo nuestras ventanas se moría el mar Y el olor de los naranjos te envolvía de amor Mientras en mis brazos te acurrucabas Quieta y callada Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado derecho de tu nariz En la octava puerta Dos ángeles mofletudos cuidan de las rosas temblorosas que soportan El cielo exquisito de tu cintura elástica Y heme aquí armado con un látigo hecho con rayos de luna Los amores coronados con jacinto llegan en tropel. Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu alma Con la novena puerta Es preciso que salga el amor mismo Vida de mi vida Me junto contigo para la eternidad Y por el amor perfecto y sin ira Llegaremos a la pasión pura y perversa Según lo que queramos A todo saber a todo ver a todo oír Yo me renuncié en el secreto profundo de tu amor Oh puerta umbrosa oh puerta de coral vivo Entre dos columnas de perfección Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta que tus manos saben abrir tan bien Versión de Claire Deloupy SI YO MUERO ALLÁ LEJOS... Si yo muero allá lejos en el frente de guerra Tú llorarás un día oh Lou mi gran amor y después mi recuerdo se apagará en la tierra Como un obús que estalla en el frente de guerra Bello obús semejante a la mimosa en flor Más tarde este recuerdo que en el aire ha estallado Cubrirá con mi sangre la tierra toda entera El valle el mar y el astro que pasa como al lado De Baratier los frutos de oro en primavera Presencia en cada cosa olvidada y viviente Yo encenderé el color de tus senos rosados Encenderé tus labios y tu cabello ardiente Tú no envejecerás y todo lo existente Cobrará nueva vida sobre el destino amado La fuga ineluctable de mi sangre en el mundo Dará un fulgor más vivo al sol agonizante Hará la flor más roja y hará el mar más profundo Un amor inaudito descenderá hasta el mundo Y tendrá más poder en tu cuerpo tu amante Si al morir allá lejos mi recuerdo se olvida Recuerda Lou en los éxtasis más puros de tu vida -En tus días de ardor y pasión amorosaQue mi sangre es la fuente de esta dicha futura Y siendo la más bella sé tú la más dichosa Oh mi amor oh mi única oh mi inmensa locura! Versión de Andrés Holguín TUVE EL VALOR DE MIRAR HACIA ATRÁS Tuve el valor de mirar hacia atrás Los cadáveres de mis días Marcan mi camino y les voy llorando Unos se pudren en las iglesias italianas O en pequeños bosques de limoneros Que florecen y fructifican Al mismo tiempo y en todas las estaciones Otros días lloraron antes de morir en las tabernas Donde ardientes ramos rodaban Ante los ojos de una mulata que inventaba la poesía Y las rosas de la electricidad se abren aún En el jardín de mi memoria Versión de Claire Deloupy UN PÁJARO CANTA Canta un pájaro no sé dónde Debe ser tu alma siempre en vela Que entre los soldados se esconde Su canto me encanta y desvela Escucha canta tiernamente No sé desde qué rama canta Mas noche y día eternamente Semana y domingo me encanta Qué decir del pájaro que ama Su transformación milagrosa Del alma que canta en la rama De amor en cielo y cielo en rosa Ave del soldado es amor y es mi amor una hermosa niña La rosa es menos bella y por Mí solo el pájaro azul trina Ave azul como el corazón Azul que entre mi pecho llora Haz que oiga tu dulce canción La funesta ametralladora Que restalla en la lejanía Siembran astros con su canción? Va así la noche va así el día Amor azul como mi corazón Versión de Andrés Holguín Arce José Manuel Biografía Poeta y dramaturgo guatemalteco nacido en Ciudad de Guatemala en 1935. Fue una de las voces altas de la cultura guatemalteca. Fundamentalmente poeta, cultivó también con éxito el teatro. La intensidad y la profundidad de su obra lo llevaron a obtener importantes premios centroamericanos. En la década de los ochenta debió salir de su país para exiliarse en Francia por las constantes amenazas de parte del régimen de Lucas García. Desde allí escribió unos duros poemas en contra del gobierno de Guatemala, publicados después de su muerte. De su obra poética se destacan: «En el nombre del Padre» en 1955, «De la posible aurora» en 1957, «Cantos en vida» en 1960, «Eternauta» en 1962, «Los episodios del vagón de carga» en 1971 y «Palabras alusivas al acto y otros poemas con el tema del amor» en 1978. Falleció de un cáncer pulmonar, en el exilio, en 1985 en Francia. AMOR, SI FUERAS AIRE Y RESPIRARTE DÉCIMAS EPIGRAMA PARA ANTONIO EPIGRAMA PARA CASIA EPIGRAMA PARA FEDRA HOLA MASACRE EN EL DORMITORIO PAISAJE QUINTO RETRATO DE LA CIUDAD RETRATO DEL PIE SÉPTIMO SI SÓLO PUDIERA VERTE TENGO GANAS DE UN POCO DE ENTUSIASMO TODA TÚ AMOR, SI FUERAS AIRE Y RESPIRARTE Y si fueras, Amor, vino y beberte. Si fueras sombra para no perderte. O si fueras camino y caminarte. Amor, fueras cantar para cantarte. Fueras hilo en mis manos y tejerte. Que mi alimento fueras y comerte. Si fueras tierra, Amor, para labrarte. Si fueras para más que para amarte: Amor, Amor, Amor, si fueras muerte. DÉCIMAS Manso remanso del río. Estrella en el cocotero. Tanta paz cabe en enero para tanto dolor mío. Tanto color. Tanto frío. Cocotero con su estrella. Camino con tanta huella. El río con su remanso. La hamaca con su descanso. Y yo, aquí, solo, sin ella. *** Pasaste como cantando aquella semana aciaga. Tú me curaste una llaga que se me abrió no sé cuándo. Ya me estaba acostumbrando al calor de tu cintura, a tu caliente ternura y a tu modo de besar. Pero te empecé a olvidar con dolor y sin premura. *** No sé qué casualidad te trae hoya mi recuerdo. Pero te busco y me pierdo y sigo en mi soledad. Sé que es una necedad querer volver a la infancia como es, en última instancia, algo tan torpe y tan fútil llamarte, porque es inútil: ya te tragó la distancia. EPIGRAMA PARA ANTONIO Es famosa la méntula de Antonio por su tamaño, en todo desmedido. Mas, mientras él la luce por las termas, su mujer me murmura en el oído: -prefiero tu pequeño gladiador al gigante dormido EPIGRAMA PARA CASIA Conmigo, en el amor, mi dulce Casia es más que Cicerón en la tribuna: conoce los secretos de la cama, es entusiasta y única. Mas su torpe marido la olvlidó y sólo busca cortesanas de puerto. Qué sabio fue quien dijo que no es la margarita para el cerdo. EPIGRAMA PARA FEDRA Sin saber que de Lesbos practicabas los rituales extraños, un día gris, inadvertidamente, puse un beso en tus labios. Hoy sonrío en la calle y me pregunto -tras aquel desencanto-: ¿no sienten algo al verme tus amigas, las que indirectamente yo he besado? HOLA Tú, que vienes caminando desde el fondo de mi vida; que traes como bandera la música de tu risa; tú que en tus ojos escondes lo que mi alma necesita; tú, que en mi pecho has vivido por años como dormida y hoy me despiertas de golpe hasta que no da cabida mi pequeño corazón para esta explosión de dicha. Eres el río al que quise ponerle diques un día. Hoy que subió tu corriente ya no hay diques que resistan. En la casa de mi pecho, en mi sueño y mi vigilia, en las calles de mis manos, en la ciudad de mis días, en la patria de mis pasos y en el país de mi vida ven, entra y manda: es tu reino, tu victoria, tu conquista. MASACRE EN EL DORMITORIO Estábamos tranquilos, dulces y agradecidos con nuestras simples vísceras que nos dieron pretexto para satisfacerlas. Y estábamos haciéndolo contentos. Y he aquí que de pronto, sin previo aviso y sin pedir permiso, todos ellos han venido a meterse en nuestra propia cama, aquí, entre nuestras sábanas, y ponen los zapatos en la almohada -donde pusiste el sueñoy amenazan quebrar la cabecera que me costó serruchos y martillo. No nos dejan estar, nos registran los pelos de las ingles en busca del pecado, sacan el código y el dedeté, la indagación y los escapularios. Yo no sé ni me importa si es que tienen derecho. Me consta, nada más, que me son antipáticos, que me molestan como las agruras y los soporto sólo por ver si los alejo. Son un tropel de gansos metidos en la cama, graznan y ensucian todo con sus patas palmípedas, amenazan con picos y miradas y me parece que te me acobardan. Lo único que quiero es besarte completa, y poderme acostar sobre tu vientre y saberte feliz de estar conmigo. Amarte sin sofisma ni retórica. Llenar los dos desnudos nuestra cama. Creo que es suficiente. No sé qué hacer con todos estos molestos pajarracos. Miedo de que te lleven. De que no nos permitan terminar nuestro abrazo. Nos están estorbando. No sé cómo espantarlos. Creo que ahora mismo me sacaré los ojos. PAISAJE Igual que las antenas de los televisores tiendo a veces mis brazos para captar tu imagen. Frío árbol de aluminio, Y voy por la ciudad buscándote, llamándote, auscultando uno a uno los canales del viento. Se me llenan los ojos de anuncios y señales, de violencias ajenas, de misterios vulgares. Pero tú no apareces. Igual que las antenas de los televisores tiendo mis fríos brazos de aluminio en todas direcciones para ver si te encuentro. Abro mi pecho acústico para oír tus palabras que lleguen por mis brazos al corazón sonoro. Pero tu voz no llega. ¿Dónde estás? ¿Por dónde pasa el río tembloroso de tu imagen? ¿Dónde estás? No te encuentro. No capto tu huella de luciérnagas. Y me quedo en la noche igual que las antenas de los televisores, con mis rígidos brazos como árbol de aluminio. QUINTO Nada de ésto es así. Esta no es nuestra tierra. Ni ésta ni cualquier otra ni el agua. Yo soy un desterrado. Todavía mi espalda tiene dolor de alas. Nunca podré aprender a tocar las monedas: Se palapan se acarician, se toman fieramente, ¿o se les busca algo? Yo soy un desterrado, un extranjero, un intruso que se halla entre nosotros con un martillo absurdo entre las manos y un impulso distinto que me lleva por camino contrario. No soy de aquí. No sé de dónde vine. Y no sé a dónde voy. No me gusta. Nada de ésto me gusta. Me irritan vuestras caras de organismo. Me molestan estas vuestras palabras que ahora uso. Nada de esto me gusta. ¡Quién me obliga a necesitar de esto que no me gusta? Mirad, vengo a deciros, ¡pero no! ¡Qué nos importa! Yo no soy de los vuestros. Todavía mi espalda tiene dolor de alas. Y vuestras rabadillas tienen dolor de colas. Yo fui un ángel, primero; después, fui un gran silencio y un día seré Dios. Vosotros fuisteis micos y seguis siendo micos. Después seréis gusanos y excremento. ¡Os excomulgo de mi credo limpio! ¡Os destierro del cosmos que sostengo! ¡Os clausuro la entrada de la vida que vivo! ¡Os expulso de todo! Y sin embargo sigo entre vosotros, y usando las palabras de vosotros, y usando las palabras de vosotros. Compartiendo temores y miserias hambre, muerte, cansacioque no van con mis alas. Yo soy un desterrado. ¡Pero algún día volveré a mi reino! RETRATO DE LA CIUDAD Aguja de una iglesia que se eleva con esa clara unción de la plegaria. Árbol con golondrina necesaria. Parque: almendro que músicas renueva. Ansiedad de un crepúsculo que lleva los tintes de una sangre temeraria. Calles con rectitudes de araucaria. Sudor, contra-quejidos en la gleba. Heroica por la sangre de sus manes, por su pecho de ardiente fumarola y su raza de auténticos titanes. Santa Ana es una flor en su corola con pétalos de cerros y volcanes. Santa Ana, para mí, se llama Lola... RETRATO DEL PIE Base de tu figura es tu pie breve y porque en él se inicia tu estatura lo encuentro de principio en tu figura, como el agua es principio de la nieve. Se me interna en alma su blancura su peso musical de alondra leve: en tu huella permíteme que lleve el cimiento inicial de tu estructura. Amalgama del iris y la cera. Alpha, comienzo de tu recorrido. Armonía perfecta de la espera. La actitud de tu pie -como dormidollenándome de luz me desespera y un beso se me escapa en su sentido... SÉPTIMO Tus nobles manos buenas. Tus manos dulces sobre mi veneno. Qué llamas tibias, compañera, entre agujas de invierno. Qué dos brasas serenas. En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos. El cielo limpio en ellas. Pósalas, compañera, como dos alas médicas sobre el turbio hemisferio de mi cabeza. Sobre el dolor que tengo de no ser Dios y sobre mis tormentas, posa tus manos dulces de silencio, quietas de amor, grávidas y eternas. Siembra la fe en mi frente igual que un trigo bueno con tus manos morenas. Puerto de paz tus manos en mi pecho. Como dos puertos son, como dos puertas luminosas al cielo que siempre están abiertas. Soy el marino loco, ebrio de viento. Vengo del mar oscuro, compañera. a sal me sabe el sueño. Traigo las manos viejas. Soy tu marino amargo que vuelvo de los mares de los muertos con la proa encendida y encendidas las velas tras apagar los fuegos de San Telmo. Vengo a tus manos plenas, a tu profundo pecho terrestre y generosa, compañera. Vengo al puerto de tus manos que es la tierra firme en que tengo hijo y cosecha, amor, fuego de hogar, semilla plena, jubiloso arado, pecho tranquilo y fuerte, raíz, suelo, agua clara y noble sal para mi mesa. Y limpio, casto don para mi lecho. ¡Qué llamas tibias, qué brasas serenas, qué dulces alas de sereno vuelo tus manos en mi alma, compañera! Queda mi arboladura en este suelo. Mi ancla en esta tierra. SI SÓLO PUDIERA VERTE Si sólo pudiera verte y sólo escuchar tu risa. Si sólo fuera la brisa que en tu pelo se divierte. Si sólo fuera el inerte ladrillo que tu pie pisa o el agua que se desliza sobre ti sin conocerte. Si sólo fuera el no verte, mas sin la muerte y la prisa. TENGO GANAS DE UN POCO DE ENTUSIASMO Tengo ganas de un poco de entusiasmo que no siento hace tiempo. No sé por qué no sabe a nada vivo ni el mes, ni la avenida, ni la luz,ni el orgasmo. En realidad también tengo la culpa y me declaro honestamente reo de una gris negligencia que por todo mi cuerpo se pasea y que de todo mi fervor disfruta. Pero, además, declaro que han entrado en mis días muchas gentes armadas de agresivas pasividades turbias y han saqueado mis horas una a una hasta dejarme sólo esta inopia profunda. Han tomado mis sueños, mis molares, mis palabras usuales y mis vísceras. Con mis ideas han envuelto carne y ropa sucia con mi vida íntima. Protesto. Yo protesto. Tengo ganas de un poco de entusiasmo tardío y trasnochado, del estricto, del justo y necesario para morir mi almuerzo. TODA TÚ Toda tú eres santuario, toda blanca; se ha llenado tu cuerpo de designios. Tienes la santidad de la esperanza y la paz generosa de los lirios. Toda tú eres milagro, das tu lecho de altas arenas al naciente río; enciendes en tu sangre el claro fuego y con tu carne pueblas el vacío. Toda tu, fervorosa, temerosa, frente a tu propio territorio vivo, junto a los ventanales de tu alma, bajo la blanca sombra de tu espíritu. Toda tú, niña, blanca, inmaculada, santificada en el minuto limpio; más mujer que la tierra, más fecunda, innumerable y grave como un libro. Cimiento de las horas, silenciosa; vértice de mi amor, toda camino, toda inmanchable altura, toda tiempo, inflamada de vida, toda río. Aragon Louis OTROS POEMAS DE LOUIS ARAGON: CÁNTICO A ELSA CARLITOS MÍSTICO CE LA ROSA Y LA RESEDA LO QUE DICE ELSA LOS OJOS DE ELSA LOS VIEJOS PUENTES MÁS BELLA QUE LAS LÁGRIMASNO HAY NINGÚN AMOR FELIZ PALABRAS DE HENRI MATISSE QUE NO HAY AMOR FELIZ TODAS LAS HABITACIONES DE MI VIDA X... FRANCES CÁNTICO A ELSA (Obertura) Te toco y veo tu cuerpo y tú respiras, ya no es el tiempo de vivir separados. Eres tú; vas y vienes y yo sigo tu imperio para lo mejor y para lo peor. Y jamás fuiste tan lejana a mi gusto. Juntos encontramos en el país de las maravillas el serio placer color de absoluto. Pero cuando vuelvo a vosotros al despertarme si suspiro a tu oído como palabras de adiós tú no las oyes. Ella duerme. Profundamente la escucho callar. Ésta es ella presente en mis brazos, y, sin embargo, más ausente de estar en ellos y más solitaria de estar cerca de su misterio, como un jugador que lee en los dados el punto que le hace perder. El día que parecerá arrancarla a la ausencia me la descubre más conmovedora y más bella que él. De la sombra guarda ella el perfume y la esencia. Es como un sueño de los sentidos. El día que la devuelve es todavía una noche. Zarzales cotidianos en que nos desgarramos. La vida habrá pasado como un viento enfadoso. Jamás saciado de esos ojos que me dan hambre. Mi cielo, mi desesperación de mujer, trece años habré espiado tu silencio cantando. Como las madréporas inscriben el mar, embriagando mi corazón trece años, trece inviernos, trece veranos; habré temblado trece años sobre un suelo de quimeras, trece años de un miedo dulce amargo, y conjurado peligros aumentados trece años. ¡Oh niña mía!, el tiempo no está a nuestra medida que mil y una noche son poco para los amantes. Trece años son como un día y es fuego de pajas. El que quema a nuestros pies malla por malla el mágico tapiz de nuestra soledad. Versión de: María Dolores Sartorio CARLITOS MÍSTICO El ascensor descendía siempre hasta perder aliento y la escalera subía siempre Esta dama no entiende lo que se habla es postiza Yo que ya soñaba con hablarle de amor Oh el dependiente tan cómico con su bigote y sus cejas artificiales Dio un grito cuando yo tiré de ellos Qué raro Qué veo Esa noble extranjera Señor yo no soy una mujer liviana Uh la fea Por suerte nosotros tenemos valijas de piel de cerdo a toda prueba Ésta Veinte dólares Y contiene mil Siempre el mismo sistema Ni medida ni lógica mal tema Feu de joie Versión de Aldo Pellgrini LO QUE DICE ELSA Me dices que estos versos son oscuros, y acaso lo son, sin embargo, menos de lo que he querido. Cerremos nuestra ventana sobre la felicidad robada, por miedo a que entre el día, y vele para siempre la foto que deseaste. Me dices nuestro amor si es que inaugura un mundo, es un mundo en el que la gente gusta de hablar sencillamente. Deja allá a Lancelot, deja la Tabla Redonda, Ireo Virnana Esclarnionda, que por espejo tenía una espada deformadora. Lee el amor en mis ojos y no en las sombras. No trastornes tu corazón con sus antiguos filtros. Las ruinas a mediodía son solamente escombros. Ésa es la hora en que tenemos dos sombras para mejor estorbar el arte de los románticos. Tendría acaso la noche más encanto que el día. Vergüenza para aquellos que ante el puro cielo no suspiran. Vergüenza para aquellos que, un niño de golpe no desarma. Vergüenza para aquellos que no tienen lágrimas para un canto callejero una flor en los prados. Tú me dices si tú quieres que te ame y te ame. Es preciso que ese retrato que vas a pintarme tenga como un verde nido sobre fondo de crisantemo. Un tema escondido en su tema. Y une al amor el sol que ha de venir. Versión de: María Dolores Sartorio QUE NO HAY AMOR FELIZ Nada tiene seguro El hombre ni flaqueza Ni fuerza ni corazón Si cree abrir los brazos Una cruz es su sombra Cuando quiere ceñir Su vida la destruye Es su vida un extraño Doloroso divorcio Que no hay amor feliz Se parece su vida A soldados sin armas Que se hubiera vestido Para muy otro fin De qué puede servirles Alzarse de mañana Para hallarse a la tarde Desarmados sin fe Repetid «vida mía» Y contened el llanto Que no hay amor feliz Amor mi bello amor Desgarradura mía Yo te llevo en mi ser Como pájaro herido y aquéllos sin saber Miran cómo pasamos Diciendo tras de mí Palabras que he trenzado y por tus grandes ojos Murieron sin vivir Que no hay amor feliz De aprender a vivir No hay tiempo es tarde Lloremos en la noche Nuestro llanto al unísono Con cuántas pesadumbres Pagamos un temblor Y con cuántos dolores La mínima canción Por un son de guitarra Cuánto hay que gemir Que no hay amor feliz Que no hay nunca amor Que no sea un dolor Que no hay nunca amor Que no nos llegue a herir Que no hay nunca amor Que no pueda humillar Ni el amor a la patria Más que el amor a ti Que no hay nunca amor Que no haga llorar Que no hay amor feliz Nuestro amor es así Versión de: José Ángel Valente TODAS LAS HABITACIONES DE MI VIDA Todas las habitaciones de mi vida Me habrán estrangulado con sus paredes Aquí los murmullos se ahogan Los gritos se rompen Aquellas en las que viví solo Con grandes pasos vacíos Aquellas Que guardaban sus espectros antiguos Las habitaciones de indiferencia Las habitaciones de la fiebre y aquella que Había yo instalado para ahí fríamente morir El placer alquilado Las noches extranjeras Hay habitaciones más hermosas que las heridas Hay habitaciones que os parecerán banales Hay habitaciones de súplicas Habitaciones de luz baja Habitaciones dispuestas a todo excepto a la felicidad Hay habitaciones para mí de mi sangre para siempre salpicadas En todas las habitaciones viene un día en que el hombre se despelleja vivo En que cae de rodillas que pide piedad Que balbucea y se vuelca como un vaso Y padece el suplicio espantoso del tiempo Derviche lento es redondo el tiempo que gira sobre sí mismo Que mira con ojo circular El descuartizamiento de su destino Y el pequeño ruido de angustia antes de las Horas antes de las medias No sé nunca si eso va a sonar por mi muerte Todas las habitaciones son habitaciones de justicia Aquí conozco mi medida y el espejo No me perdona Todas las habitaciones cuando por fin me he dormido Han lanzado sobre mí el castigo de los sueños Porque no sé de los dos lo peor soñar o vivir. Versión de: Claire Deloupy LA ROSA Y LA RESEDA El que en el Cielo creía, el que no creía en él, los dos con idolatría amaban a la rehén. Uno a mirarla subía, otro tendíase al pie: el que en el Cielo creía, el que no creía en él. Nada importa cuál sería la luz que alumbrando fue; uno del templo salía, otro esquivó su dintel: el que en el Cielo creía, el que no creía en él. Cuerpo y alma en alegría, cada cual amante fiel, que Ella vive se decía, y quien viva lo ha de ver: el que en el Cielo creía, el que no creía en él. Loco pedir cortesía viendo arrasada la mies, rumiando melancolía de la metralla al vaivén: el que en el Cielo creía, el que no creía en él. Desde lo alto el vigía tiró una y otra vez; uno tras otro caía; ¿cuál de ellos muerto fue: el que en el Cielo creía, el que no creía en él? ¿En la prisión cuál sería el de más duro yacer; cuál de los dos prefería de las ratas el tropel: el que en el Cielo creía, el que no creía en él? Sollozar de rebeldía, ¿a quién puede conmover? Dejan la terrena vía al rayar el alba cruel el que en el Cielo creía, el que no creía en él. Al caer, nombrar se oía a la que adorada fue; con brillo igual relucía la roja sangre al caer del que en el Cielo creía, del que no creía en él. Cárdeno arroyo teñía la tierra de su nacer para que madure un día vendimias de moscatel el que en el Cielo creía, el que no creía en él. Corren, vuelan a porfía el bretón y el lorenés; vuelve el grillo a su tonía en el huerto y el vergel. Flauta o viola en melodía, en doble amor van a arder las aves entre la um'bría, rosa y reseda también. Versión de: Carlos López Narváez LOS OJOS DE ELSA Inclinando a tus ojos los míos sitibundos en su fondo vi todos los soles reflejados, y el salto hacia la muerte de los desesperados, como el de mis recuerdos a tus ojos profundos. Es un mar en tinieblas bajo el palio de un vuelo; de pronto el día plácido de tus pupilas sube; en los linos del ángel recorta el sol la nube y sobre las espigas se azula más el cielo. Vuelve al azul la bruma del viento perseguida; -más diáfanos tus ojos abiertos bajo el llanto; ni aún tras de la lluvia los cielos fulgen tánto; el vaso azul no es tan azul como en la herida. Madona de Dolores, humedecida lumbre, siete espadas rompieron el prisma de colores; el día es más punzante nacido entre clamores, y el nocturno relente, más azul en quejumbre. De las melancolías en la plácida fiebre reabres con tus ojos sendas de epifanía. Latiendo el corazón, el manto de María al tiempo los Tres Magos vieron en el pesebre. Al Mayo de las voces basta con un salterio para todos los ayes y todas las canciones; guarda un trozo de cielo luceros por millones, donde faltan tus ojos con su doble misterio. El infante absorbido por mirífioos viajes desmesuradamente menos asombro espacia que si agrandas tus ojos -insoluble falaciacomo racha que abriera dos capullos salvajes. ¿Escondes tus relámpagos en medio del espliego donde el insecto vive su voluptuoso instante? Preso estoy en el lazo de la estrella filante, como ahogado marino bajo estival sosiego. Yo extraje ese metal sutil de su pechblenda; yo calciné mis dedos en su fuego prohibido; paraíso mil veces recobrado y perdido, tus ojos mi Golconda, mi dorada leyenda. Y sucedió que el mundo bajo la tarde excelsa rompiose en arrecifes de pérfidos fanales, en tanto yo veía desde los litorales sobre lívidas ondas brillar los ojosde Elsa. Versión de: Carlos López Narváez PALABRAS DE HENRI MATISSE Mil manos entreabren todas las cabelleras, de mis manos recoge sus colores el día; un suspiro es la brisa de mis barcas veleras; del sueño que perdura parte mi lejanía. Toda flor por desnuda parece una cautiva que hace temblar el tacto con su esplendor celeste; escucho, miro y pienso, y el cielo a la deriva es para mi sencillo como quitada veste. Explico mis palabras al paso de la ronda; aplico el pie desnudo por el viento borrado; dsvelo para el mundo lo que el instante ahonda, y el sol que se levanta del hombro deseado. Explico la silueta que enmarca la ventana; doy la clave de árboles, pájaros y estaciones, la del sellado júbilo de la planta lozana, la del sigilo extraño que habita los rincones. Explico en infinitos negrura y transparencia; descifro el destellante roce de las mujeres, y en la cósmica cifra la individual presencia, y la razón que aúna las cosas y los seres. Me entregan su perfume las formas pasajeras, y la página en blanco su musical acento; y explico lo que hace las hojas más ligeras, y de la rama un brazo levemente más lento. Innoble en la tormenta de la época gris; avasalla mi norma la lumbre justiciera; yo pinto la esperanza... Yo soy Henri Matisse que le anticipa al mundo lo que del tiempo espera. Versión de: Carlos López Narváez MÁS BELLA QUE LAS LÁGRIMAS Mi respiro perturba la vida a cierta gente: como vago reproche los mantiene despiertos; tal vez porque mi canto cual un cobre estridente pudiera despertar con su clangor los muertos. Ah! si os hiere mi verso con su tonada bélica -rugir que a vuestro oído no queréis que se acerquees que en el arpa el treno mató la voz angélica y resurgen los ecos pávidos de Dunkerque. Verdad: en recordarlo mi mal gusto compendio... Así somos algunos: en sus cuerpos quizás perduran los mordiscos del infernal incendio que los faros del Norte contemplaran jamás. Si te nombro, Amor mío, burla y odio concitas; si alabo el sol, vosotros el invernal derroche; decís que en mi pradera sobran las margarita, azules en mi cielo y estrellas en mi noche. Buscáis en mis palabras a ver qué se descubre, como fino escalpelo que escarba un corazón... Tal vez me fuera poco perder Pont-neuf y el Louvre, que aún vuestra venganza pide satisfacción. De alados cancioneros podréis hacer galeotes; ahuyentar al poeta podrá vuestra elegancia; pero nunca podrán vuestros serviles brotes arrebatar el dón de nuestro amor a Francia. Oye tú, pasajera que vas de puerta en puerta: tal vez yo soy el hombre que vuelve de tu olvido; colma tu delantal la primavera muerta, y de un color de parvas tus ojos se han teñido. ¿Mintió nuestro embeleso? ¿Mintió nuestra ternura? Mirad aquesta frente nublada por el sol... Pero el ansia renace cual se ve en la llanura por entre las espigas surgir el ababol. ¿Y no son estos brazos los de las Afroditas que entre la mies dorada coronan el peñón? Plenitud encantada que eterna resucitas la sombra de Racine en la Ferté-Milón. La sonrisa de Reims con sus labios perfectos es el sol que se apaga sobre una tarde eximia; y para perdición de profetas y electos sus trenzas de champaña trascienden a vendimia. Ingres de Montalbán trazó la arquitectura y el cuenco de esos hombros donde pára tranquilo el ansiado tesoro .de la linfa más pura filtrada en las raíces del álamo y el tilo. Oh Laura! como a ti, Petrarca habría cantado a esta Francia que sangra por nuestro corazón; sangrante corza en fuga que lleva en el costado la jabalina de los monteros de Aviñón. Invoca el espejismo de mil y una grandezas que sosieguen fantasmas, donde el gemir acalles: Brantome, San Juan de Acre -cavas y fortalezas, laderas y gargantas- Vercors y Roncesvalles. Con el viento que llega de Arlés vuelven los sueños -el corazón apenas los nombra en un rumor-. En Aunis y en Saintonge los marjales trigueños muestran aún el surco brutal del invasor. Alta ronda de urbes, de villas y comarcas, erguidas como flores de un esplendor rival, y en pos de la galante huella de los monarcas Razón y Sueño cifran en un solo ideal. Oh cautiva Durance, oh cielo encadenado. Suelo pastor vestido de racimos maduros; país con cuyo nombre tan dulcemente amado marcaba el Rey de Francia los sarracenos muros. Como tú misma es dulce la locura en desvelo porque te reconozcan de mi canto a la luz; y pues entre dos mares vacila nuestro duelo, detenga nuestros pasos el umbral de Naurouze. ¡Mas, no! Tornas al vuelo, clamor insosegable... ¿A dónde vas? asado Mont-Ventoux, allá el Sena en lo hondo se fuga, y entre un deleitable manzanar, Lamartine sueña en la Magdalena. Mujer, vinos fragantes, madrigales, montaña: ¿cuáles pintaré? ¿cuáles más vivamente adoro? ¿Son esos los pomares de tu seno, Bretaña, y esas gemas tus pinos en ponientes de oro? Alba gorguera donde los labios abrasados mendigan cidra y leche. Plenitud que suspira, Normandía secreta, por ti los desterrados caballeros poblaron las ruinas de Palmira. En verdad ya no sé dónde empieza el encanto... Hay nombres que son carne como los de Andelyz. Oh rostro que te vuelves por no mostrar el llanto, pliega tus labios. ..Cálla, oh París, mi Parísl París de las canciones, París de la Bastilla; hoy sólo tus albercas están embanderadas... Como estrella polar no ya tu frente brilla: París lo eres tan sólo formando barricadas. París de nuestros bienes, París de nuestros males; París del Cours-la-Reine, Corte de Flor-de-lys; de suburbio en suburbio por todos los umbrales, tu nombre, más que un grito nos desgarra, PARIS. Huyamos de este sitio donde la atroz germina; la vida aún aguarda su amanecer incierto; del Oise y el Marne falta la epopeya leonina; y Sylvia ya no cruza por el Valois desierto. Almenar del recuerdo donde alzaran sus llamas los sueños de veinte años a un cielo que mintió; y en vez de amor, el negro Camino de las Damas, y el crepitar del rojo molino de Laffaux. Atraviesa la ruta polvorienta y famosa de país en país persiguiendo incansada por la selva de Argonne y en los Altos del Mosa que renazca perenne tu gloria traicionada. Como ciervo flechado que trémulo agoniza, bajo el bosque se azulan los ojos de la charca... Descanso de destierro que va camino a Suiza, la que amara Courbet, la plácida comarca. Te he perdido, Alsacia, donde si el Rhin desborda, faisanes deslumbrados caen de los encinos; donde Werther su treno por un instante asorda, compasándolo al júbilo de coros campesinos. De Port~Vendre a Dunkerque la tromba de tortura no podrá enmudecer la voz de nuestras venas; nadie podrá romper la mágica armadura que Aymon forjó en el rojo cubil de las Ardenas. A los férvidos labios no habrá quien arrebate la flauta que a los siglos entrega su raudal; tras la siega de lauros, aún llama al combate, hermanos en la espiga, la hierba y el rosal. Se oye entre las hojas un galopar que avanza... Hilandera, suspénde: mi pecho va a estallar. Hablan en voz de fuente la noche y la esperanza... Si fuera Duguesclin volviendo a batallar... Qué importa que yo muera sin que la veneranda faz mire dibujarse bajo el solar fulgor. Dancemos, hijo mío, la loca zarabanda. Mi patria es la Miseria y el Hambre y el Amor. Versión de: Carlos López Narváez X... FRANCES Un nombre como sangre de trivial cortadura sencillo por demás para ser retenido; se dice sin pensarlo cual se bebe agua pura; lo pudiera llevar cualquier desconocido. Un nombre, corazón isócrono en que radie la quietud de las horas si de pronto se altera; un nombre que no haria volver el rostro a nadie: como el que los soldados llevan en la pulsera. Un nombre como tántos que destiñen los vientos en las tablas, las tumbas y las actas civiles; un nombre y apellido -punzantes y sangrientos zuecos donde se estrujan unos pies infantiles. Ayer como nosotros era un adolescente aquel cuyos verdugos llegaron con el día; decían las mujeres su nombre dulcemente sin saber que al nombrarlo la gloria sonreía. Ese nombre trivial como tierra sin amos, con devoción ahora nuestra gente lo nombra: sobre el asfalto, al pie de su escritura hay ramos y damas de rodillas ataviadas de sombra. Nombre bello, incoloro: como se dan en Francia para cruzar la turba y morir sin reproche; un nombre silencioso como la vigilancia; nombre como las luces de una aldea en la noche. Versión de: Carlos López Narváez CE Todo empezará en el CE, el puente que yo crucé. Habla un romance perdido del buen caballero herido; de una rosa en la calzada y una túnica soltada; de un castillo misterioso y albos cisnes en el foso, y una pradera en que danza la novia sin esperanza. Como una noche de hielo, el lay de glorias en duelo. Se van con mis pensamientos por el Loire los armamentos; y los convoyes volcados y llantos mal enjugados. ¡Oh Francia, mi bien-amada! iOh mi dulce abandonada! qué sola yo te dejé cruzando el puente de CE. Versión de: Carlos López Narváez LOS VIEJOS PUENTES Yo pasé por los viejos puentes Todo allí comenzó después Una canción del tiempo ido Habla de un herido doncel De un traje que fué desceñido Y de un desangrado clavel Del castillo de un duque loco De los negros cisnes de un rey De la pradera donde canta La eterna novia del ayer Yo bebí el canto de las glorias Falsas conmo una helada miel El Loira arrastra mis recuerdos Con el ejército francés Con las armas ya disparadas Y el llanto sin borrar también Oh abandonada oh Francia mía! Yo los viejos puentes pasé Versión de: Andrés Holguín NO HAY NINGÚN AMOR FELIZ El hombre nada adquiere jamás Ni su ternura Ni su amor ni su fuerza Y cuando abre loa brazos La sombra que proyecta es una cruz oscura Y si abraza su dicha la destroza en pedazos Su vida es una extraña y espantable locura No hay ningún amor feliz Su vida se parece a un inerme soldado Que para otra estrategia ha sido preparado Que madruga y de noche sufre de hambre y de sed Y que en la tarde tiembla deshecho y desarmado Decid «mi pobre vida» y el llanto contened No hay ningún amor feliz Mi bello amor mi dulce amor mi amor perdido Dentro de mí te llevo como un pájaro yerto Y aquellos que de lejos nos vieron no han sabido Que mis propios poemas tras de mí han repetido Y que ya por tus ojos varias veces han muerto No hay ningún amor feliz El tiempo de aprender a vivir ya ha pasado Que lloren en la noche nuestros dos corazones Por el dolor que esconde cada recuerdo amado Las tragedias que nutren el éxtasis soñado Los sollozos que impregnan las menores canciones No hay ningún amor feliz No hay amor que no aflija al par que desespera No hay amor que no se halle mezclado a su dolor No hay amor que no espante No hay amor que no hiera No hay amor que no viva de lágrimas y espera Y el amor de la patria lo mismo que tu amor No hay ningún amor feliz Pero este es nuestro amor Versión de: Andrés Holguín Manuel de Zequeira y Arango (1764 - 1846) Nació en La Habana. Procedía de familia noble y pudiente. Aprendió las primeras letras en su propio hogar. En 1774 ingresó en el Seminario San Carlos. En ese mismo Seminario estudió historia, literatura y la cultura latina. Diez años más tarde se asoció al Regimiento de Infantería de Soria, España. A la edad de 28 años escribió publicó poemas y ensayos literarios en varios periódicos de La Habana. Participó en muchas expediciones militares, tanto en Cuba como en las Antillas, pasando más tarde a Venezuela y al Virreinato de Nueva Granada.. Debido a su participación en las guerras recibió algunos honores. Después de sus correrías militares, vuelve a La Habana, en donde contrae matrimonio. Colaboró en El Aviso de La Habana, El Criticón de la Habana, El Mensajero político económico y literario de La Habana, El Noticioso Mercantil, El Observador Habanero y La Lira de Apolo. En 1821 se trasladó a Matanzas, en función de coronel. Allí le aparecieron los primeros indicios de locura, de la cual no se podrá restablecer. Sus poesías fueron editadas con las de Manuel Justo Rubalcava en 1964, por la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, de la cual entresacamos algunos poemas que siguen a continuación. Un caso curioso a notar es que, por lo menos, utilizó unos veinte seudónimos como noms-de-plume. EL MOTIVO DE MIS VERSOS Canta el forzado en su fatal tormento, Y al son del remo el marinero canta, Cantando, al sueño el pescador espanta, Y el cautivo cantando está contento: Al artesano en su entretenimiento Le divierte la voz de su garganta; Canta el herrero que el metal quebranta, Y canta el desvalido macilento. El más infortunado entre sus penas Con la armónica voz mitiga el llanto, Y el peso de sus bárbaras cadenas; Pues si el dulce cantar consuela tanto Al mísero mortal en sus faenas, Yo por burlar mis desventuras canto. A LA VIDA Vida, que sin cesar huyes de suerte Que no eres de ningún bien merecedora, ¿Por qué quieres llevarme encantadora Con alegre esperanza hasta la muerte? Si el tiempo que risueña te divierte Es el mismo al fin que te devora Por qué te he de apreciar si a cada hora Se me acerca el momento de perderte. Mas, ¿qué pierdo en perderte? La vil parte De la miseria humana, el cuerpo indigno Que debieras más bien de él alejarte, Si a más vida, mas males imagino Ya me puedes dejar, que yo en dejarte Harto que agradecer tengo al destino. EL DESTINO Del grueso tronco del mejor madero, Suele arbitrariamente el artesano, Hacer que salga de su docta mano El asiento que ocupa un zapatero: Toma otras veces este mismo obrero Una porción del leño más villano, Y forma con instinto soberano El busto de una diosa o de un guerrero. El destino también inicuamente Al artífice imita en sus deslices, Haciendo venturoso al delincuente; Y aquellos que debieran ser felices Por sus nobles virtudes, inclemente Los deja miserables e infelices. CONTRA EL AMOR Huye, Climene, deja los encantos Del amor, que no son sino dolores; Es una oculta sierpe entre las flores Cuyos silbos parecen dulces cantos: Es Es Es Es néctar que quema y da quebrantos, Vesubio que esconde sus ardores, delicia mezclada con rigores, jardín que se riega con los llantos: Es del entendimiento laberinto De entrada fácil y salida estrecha, Donde el más racional pierde su instinto: Jamás mira su llama satisfecha, Y en fingiendo que está su ardor extinto, Es cuando más estrago hace su flecha. EL VALOR Brame si quiere encapotado el cielo: Terror infunda el lóbrego nublado Montes desquicie el Bóreas desatado, Tiemble y caduque con espanto el suelo: Con hórrido estallido el negro velo Júpiter rompa de la nube airado: Quede el Etna en las ondas sepultado: Quede el mar convertido en Mongibelo: La máquina del orbe desunida, Cumpliendo el vaticinio, y las supremas Leyes, caiga en cenizas reducida: Por estas de pavor causas extremas, Ni por las furias que el tirano Como temas a Dios, a nada temas. A LA INJUSTIC1A Al tribunal de la injusticia un día, El mérito llego desconsolado, A la deidad rogándole postrado Lo que por sus hazañas merecía: Treinta años de servicios exponía, Diez batallas, herido, acreditado, Volvió el rostro la diosa al desdichado Y dijo: no ha lugar, con voz impía. Mostró luego el poder sus pretensiones, Y la ingrata a obsequiarlo se decide, Aunque oye impertinentes peticiones; Y cuando injusta al mérito despide, Al poder por razón de sus doblones, La deidad decretó: como lo pide. CONTRA LA GUERRA De cóncavos metales disparada, Sale la muerte envuelta en estampido Y en torrentes de plomo repartido Brota el Etna su llama aprisionada. El espanto, el dolor, la ruina airada, Al vencedor oprimen y al vencido, Huye esquivo el reposo apetecido, Sólo esgrime el valor sangrienta espada: El hombre contra el hombre se enfurece, Su propia destrucción forma su historia, Y de sangre teñido comparece En el sagrado templo de la gloria Cese hombre tu furor, tu ambición cese, Si el destruirte a ti mismo es tu victoria. LA ILUSIÓN Sic transit gloria huius mundi. Soñé que la fortuna en lo eminente, Del más brillante trono, me ofrecía El imperio del orbe, y que ceñía Con diadema inmortal mi augusta frente: Soñé que hasta el ocaso desde oriente, Mi formidable nombre discurría, Y que del septentrión al mediodía, Mi poder se adoraba humildemente; De triunfantes despojos revestido, Soñé que de mi carro rubicundo, Tiraba César con Pompeyo uncido: Despertóme el estruendo furibundo, Solté la risa y dije en mi sentido, Así pasan las glorias de este mundo. LAS MUJERES AMAN A LOS HOMBRES Solamente por interés Verás amigo un burro alivolante, A un buey tocar la flauta dulcemente, Correr una tortuga velozmente Y hacer de volatín un elefante: En requesones vuelto el mar de Atlante, Y de Guadiana el agua en aguardiente, El Ebro, Duero y Tajo con corriente De generoso vino de Alicante Verás durante el sol lucir la luna, Verás de noche el sol claro y entero, Verás para su rueda la fortuna estos portentos, sí, verás primero Que puedas encontrar mujer alguna Que quiera al hombre falto de dinero. LA APARICIÓN DEL COMETA No envidio la pluma de Cervantes, Ni del Argivo la sonora trompa, Ni el lauro de Colón por más que rompa Nuevos caminos a los navegantes. No codicio los pinceles de Timantes, Aunque el tiempo sus tintes no corrompa, Ni de Alejandro la triunfante pompa, Ni el distinguido empleo de los almirantes. No apetezco ver los muros de la China, Ni conocer a Napoleón me inquieta Por más que suene en la inmortal bocina. Otra cosa anhela mi pasión discreta, Y es que siempre me viera mi Corina Con la atención que el vulgo ve al cometa. A NARCISA EN SUS DÍAS ¡Qué estupendo banquete, qué función Te preparo, oh Narcisa, que festín Tendrás las ricas frutas de Turín, Las tortas te vendrán desde Tolón. El rey de Esparta tocará el violón, El de Palmira trinará un violín Y Alejandro vendrá con el flautín Que tocaba el ilustre Agamenón. Treinta mil reposteros te vendrán De Pekín, de Moscú y de Jaén Y un millón de princesas de Tetuán: De Sajonia será dorado el tren;, Y contigo los dioses beberán Del licor que bebió Matusalén. A LA PIÑA Del seno fértil de la Madre Vesta, En actitud erguida se levanta La airosa piña de esplendor vestida, Llena de ricas galas. Desde que nace, liberal Pomona Con la muy verde túnica la ampara, Hasta que Ceres borda su vestido Con estrellas doradas. Aun antes de existir, su augusta madre El vegetal imperio la prepara, Y por regio blasón la gran diadema La ciñe de esmeraldas. Como suele gentil alguna ninfa, Que allá entre sus domésticas resalta El pomposo penacho que la cubre Brilla entre frutas varias. Es su presencia honor de los jardines, Y obelisco rural que se levanta En el florido templo de Amaltea, Para ilustrar sus aras. Los olorosos jugos de las flores, Las esencias, los bálsamos de Arabia, Y todos los aromas, la Natura Congela en sus entrañas. A nuestros campos desde el sacro Olimpo, El copero de Júpiter se lanza; Y con la fruta vuelve que los dioses Para el festín aguardan. En la empírea mansión fue recibida Con júbilo común, y al despojarla De su real vestidura, el firmamento Perfumó con el ámbar. En la sagrada copa la ambrosia Su mérito perdió, y con la fragancia Del dulce zumo del sorbete indiano, Los Númenes se inflaman. Después que lo libró el divino Orfeo, Al compás de la lira bien templada, Hinchendo con su música el empíreo, Cantó sus alabanzas. La madre Venus cuando al labio rojo Su néctar aplicó, quedó embriagada De lúbrico placer, y en voz festiva A Ganimedes llama. "La piña, dijo, la fragante piña, En mis pensiles sea cultivada Por mano de mis ninfas; sí, que con Su bálsamo en Idalia". ¡Salve, suelo feliz, donde prodiga Madre Naturaleza en abundancia La odorífera planta fumigable! ¡Salve feliz Habana! La bella flor en tu región ardiente Recogiendo odoríferas sustancias, Templa de Cáncer la calor estiva Con las frescas Ananas. Coronada de flor la primavera, El rico otoño, y las benignas auras En mil trinados y festivos coros Su mérito proclaman. Todos los dones, las delicias todas, Que la Natura en sus talleres labra, En el meloso néctar de la piña Se ven recopiladas. ¡Salve divino fruto! y con el óleo De tu esencia mis labios embalsama: Haz que mi musa de tu elogio digna Publique tu fragancia. Así el clemente, el poderoso Jove, Jamás permita que de nube parda Veloz centella, que tronando vibra, Sobre tu copa caiga: Así en tu rededor jamás Belona Tiña los campos con la sangre humana, Ni algún tirano asolador derribe Tu trono con su espada: Así el céfiro blando en tu contorno Jamás se canse de latir sus alas, De ti apartando el corruptor insecto Y el aquilón que brama. Y así la aurora con divino aliento Brotando perlas que en su seno cuaja, Conserve tu esplendor, para que seas La pompa de mi Patria. A LA BRISA Rompe en oriente sus prisiones Eolo, Tiende sus alas, y con blando aliento Bate en la concha del neptúneo carro Lleno de Pompa. Siguen su rumbo los tritones, siguen Cándidas ninfas sus etéreos pasos Liras templando de cristal sonoro Dulces sirenas. Bajo sus alas el campeón ibero Llega a regiones peregrinas donde Guarda su gloria y su memoria el ancho Valle de Otumba. Sobre tapices de esmeralda Ceres Dulces placeres con Pomona parte Cuando reparte la risueña brisa Gratos aromas. Puesto a la sombra del abeto, entonces Oigo los mirtos y laureles santos Cómo conversan con el aire, y cómo Flora se anima. La ave de Venus con amante pico Llama al consorte de su nido ausente, Dando al ambiente el parabién, y dando Tiernos arrullos. Todo se mueve con festivo enlace, Driades y Faunos en sus verdes templos Danzan los unos, y los otros tocan Rudos silbatos. Cuando tú soplas oh sagrada brisa, Todo revive con tu aliento, y cuando Vienes se alegra la fecunda en oro Tórrida zona. EL BANQUETE No fue sólo el satírico de Francia Del banquete importuno fiel testigo Que a su lira prestó tanta elegancia: Yo también si me escuchas, Claudio amigo, Te instruiré de otro lance, cuya escena Trágica contar puedo por testigo. Es el caso que ayer Doña Ximena Celebrar de su esposo Don Sempronio, Quiso el natal, y un gran banquete ordena. Por darme de amistad buen testimonio Entre treinta que fueron, un billete Me cupo por astucia del demonio. ¡Grande honor para aquel que en su retreta Por costumbre frugal en apetito, Más le sacia el silencio que el banquete! Porque no me imputaron un delito, Fui puntual, ostentando cortesía Exterior; pero el alma en gran conflicto. A tres horas después del mediodía Principióse el obsequio en cuyo instante Mi débil vientre estaba en agonía. ¡Caprichosa costumbre, interesante Para el moderno gusto, que consiste En dar blando martirio al circunstante! Con grato aspecto y pensamiento triste Ocupé mi destino, y a mi lado Un joven se sentó de garbo y chiste; Pasar quiero en silencio el delicado Aseo en las vajillas ¡quién creyera Que había para un ejercito sobrado! No fue bambolla el aparato, era La abundancia efectiva, porque un pozo De sopa se plantó con su caldera. No Camacho en Cervantes tan costoso Dio más a conocer de su rudeza La probidad en todo generoso. Como el tal Don Sempronio: nunca mesa Lucio con tan opípara abundancia, Nada de Filili, todo grandeza. Un toro asado vi, cuya distancia De lugar ocupaba... ¿Claudio Amigo, Ríes porque te hace disonancia? Pues vive el rey Clarion, que hablo contigo, Nadie nos oye, sufre, soy poeta Y contra todos mi torrente sigo. No es hipérbole, no, mas si te inquieta Esta voz sin mudar de consonantes Escúchame cual ato la historieta. En desorden común los circunstantes Con rumor sus asientos ocuparon A manera de tropas asaltantes. Aquí, Claudio, mis penas principiaron Cuando vi de los pajes la gran tropa Y los varios manjares que acopiaron. ¡Qué pregón! ¡Qué algazara! ¡Vaya sopa, (Gritaban) tallarines.-- macarrones...! Y en esto un plato con el otro topa. Sobre mí vi llover los empellones De un gargantón que a mi siniestra había, Más voraz que quinientos sabañones. Con la vista los platos recorría, Y resollando como inmundo cerdo Las viandas devoraba y engullía. A veces como en sómnico recuerdo Monosílabos sólo contestaba, en repetir los tragos nada lerdo. Frente por frente de mi asiento estaba, Otro extranjero bozalón, que todo Con mil incultas frases encomiaba. Allá a su medio idioma y a su modo, La galina, decía., estar charmante, Y a cada instante levantaba el codo. A su diestra, con plácido semblante, Zoylo estaba mil brindis repitiendo, Injuriando a Helicona a cada instante. El estilo jocoso fue exprimiendo Del barrio del Barquillo la agudeza, Con chistes de Manolos zahiriendo. Unas veces hablaba con terneza, Y otras muchas gritaba atolondrado Hasta echarse de bruces en la mesa. Cual si fuese otro Horacio, acalorado Principió a criticar mi poesía, Por agradar y parecer letrado. Encendida en furor la fantasía Reputaba mis versos por malditos, Interpretando lo que no entendía: Una silaba sólo con mil gritos Corrigióme, sin ver que de su absurdo Se burlaban los necios y peritos. Hubo otro tiempo en Argos un palurdo Que de poeta, sin serlo, presumía (También hay vanos bajo paño burdo). Este loco ignorante marchó un día Presuntuoso y contento al coliseo, A tiempo que en el teatro nadie había. Inflamado de ardor Apolineo, Delirante el palurdo imaginaba, Los aplausos que quiso su deseo; Sin escuchar actores se alegraba, Y figuróse sin haber compuesto, Que una comedia suya se operaba. Ya entiendes, Claudio, lo que digo en esto, Si a ti para advertir las alusiones Te sobra astucia en lo que ves expuesto: Volvió, Zoylo, a enhebrar sus maldiciones, Efectos de su mísero ejercicio, Queriendo al sacro Pindo dar lecciones. ¡Oh fatal, dije, abominable vicio! Sólo el médico habla de remedios, Cada artesano trata de su oficio. El rústico jamás toca de asedios; Pero siempre los necios tienen todos, Para injuriar las musas, torpes medios. Aquel que ignora los discretos modos Con que los simples se preparan, sepa Que en vez de medicinas hará lodos. Lo mismo aquel que, presumido, trepa Sin balancín en cuerda, y sin auxilio El pie se le resbala y le discrepa. Pues si Zoylo jamás leyó a Lucilio, Ni comprende las sátiras de Horacio, ¿Qué concepto merece? El de Basilio. Y con todo en inmundo cartapacio Se atreve a publicar su critiquilla Que de verla no ceso, ni me sacio. Perdona, Claudio, si es que la mancilla De un parásito vano ha interrumpido El orden de mi sátira sencilla. Volvamos al banquete donde, erguido, Mebio también con tono destemplado Daba muestra de ser varón leído. Fabio, que estaba junto a mi sentado, Reventaba de risa, y muy frecuente Con su codo tocaba en mi costado. Yo procuré apretar diente con diente, Para no prorrumpir la carcajada, Ni ser de Baco víctima inclemente. Me contuve pensando en la extremada Locura de Alejandro entre los vinos, Hiriendo a Clito con su lanza airada: Y también recordé los desatinos Con que Calistenes sufrió la muerte Porque a sus cultos resistió divinos. Muy de continuo con acento fuerte Bomba... bomba... Don Mebio repetía, Y en cada bomba una botella vierte. Con voz ronca mil erres prorrumpía, Y, exhalando sudor su aspecto rojo, Quitóse el corbatín que le oprimía. Ya en sus pies vacilaba el cuerpo flojo, Y aun temía que imitara a Polifemo Cuando en la triste cueva perdió el ojo. De crítico adulón, pasó a blasfemo, Y perdiendo del todo la chaveta Cada vez deliró con más extremos. En fin, Mebio con cara de baqueta, De todos recibió funesto trato, Terminóse el banquete, y cual saeta Me aparté por no ver tal mentecato. A LELIO Lleva, Lelio, a la sombra De la fuente vecina, Los vasos, las botellas, Y la sonora lira: De yedra coronados Sentados a la orilla Alegres beberemos Con las campestres ninfas. No cantaré el azote De guerras numantinas Ni la sangrienta espada Del invencible Anibal; No en púrpura tenidos Los mares de Sicilia, Ni el Cíclope asaltando La esfera cristalina. No al héroe macedonio De Marte imagen viva, Sobre el triunfante carro Talando por las Indias. No, Lelio, no, estos cantos Mis cabellos erizan, Las cuerdas se revientan, Y crujen las clavijas; Pero, sí cantaremos Las tres hermanas ninfas Con el hijo vendado: Y a su madre divina; Cantaremos a Baco De vid la sien ceñida, Con amorosas hojas Y derramando risas: El céfiro halagüeño, Las dulces avecillas, El arroyo plateado Y el rumor de las guijas: Todos estos placeres En la fuente vecina, Bebiendo llenos vasos, harán sonar la lira. A CARMELINA Con la sonora trompa De caliope divina, Cantaba yo de Aquiles Las bélicas conquistas: El furor de los griegos, Las fúnebres cenizas Del Ilion, y la suerte De Andrómaca afligida. Tan hórridos acentos Los ecos repetían, Cuando un pasmo amoroso Dejó mi sangre tibia; Poco a poco el aliento De mí se despedía, Negándose la trompa Al soplo que la anima. Perdí en fin los compases, Creció más mi fatiga; Hasta que vino Erato Cediéndome su lira: "Canta, me dijo, toca En ésta, que yo misma Te animaré si cantas La dulce Carmelina: No cantes de Belona, Ni de Marte las iras; Canta, sí, las de Venus Y de tu amor reliquias". Yo tomé el instrumento, Y a tiempo que la ninfa Me dictaba los sones En las cuerdas divinas. Entonces se aparece La tierna Carmelina, Circundada de amores, De gracias y de risas. Y al verla, de las manos Se desprendió mi lira, Quedándose suspensa, Erato, y yo sin vida. A LA MISMA En un prado a la sombra Donde la primavera, A las rosas y lirios, Les daba vida nueva, Mi Carmelina estaba Divertida una siesta, Difundiendo en los aires Fragancias de Amaltea: Formando caracoles Susurraba una abeja, La flor examinando Que mas jugo tuviera: Cesó por fin su vuelo, Y en las mejillas tiernas De Carmelina, ansiosa Chupó las azucenas; Batió después sus alas, Volvió a girar contenta, Sintió el veneno dulce Y reventó la fiera. A LA MISMA Entre un coro de ninfas Retozaba contento Cupidillo desnudo De su Carcax funesto: Dulcemente las unas Le estrechan en su seno, Imprimiendo las otras En sus mejillas besos. Cada cual a porfía Celebra al rapazuelo, Llenándole de flores Y cintas el cabello: Pasaba por acaso Carmelina a este tiempo Con inocentes risas Hechizando los cielos: Sus Sus Sus Sus labios de corales, dulces movimientos, rosas, y sus lises, mejillas y cuello. Todo brillaba en ella Con más puros reflejos, Que Febo cuando opaca Los astros y luceros. Cupido avergonzado Batió veloz su vuelo, Al ver que Carmelina Triunfaba en los afectos; Legó donde su madre, Lloroso del desprecio, Llenando de gemidos El templo citereo: Mas Venus al mirarle Con tan tristes lamentos, Tomándole en sus brazos Le consoló diciendo: "No llores, hijo mío, Serena el rostro bello, ¿No sabes que es tu hermana La que causo tus celos?" LETRILLAS Si algún galán o mozuelo Dijere con voz confusa Que es embustera mi musa, Que se lo cuente su abuela. Si el sastre más afamado, Cuando traza algún vestido, Asegura que ha cumplido Con la palabra que ha dado; Y que siempre que ha cortado, Para si no guardó tela, Que se lo cuente a tu abuela. Si por honrar su espadín Cita el militar campañas, Sin mostrar otras hazañas Que heridas del bisturí: Y arguye que en San Quintín Le quitaron una muela, que se lo cuente a su abuela. Que quiera el adulador Sufrir cual lacayo o paje, Desprecios del personaje De quien espera un favor Sin que el alma en su interior No se abochorne y le duela, Que se o cuente a su abuela. Que el avaro nunca asome En su mesa el rico vino Por que embriaga, y que el tocino Le da empacho si lo come, Y chocolate no tome Porque hace mal la canela, Que se lo cuente a su abuela. Si Laura, que no ha tenido Titulo, renta, o pensiones Se presenta en las funciono, Con el mas rico vestido, Y jura que su marido Por vestirla se desvela, Que se lo cuente a su abuela. Si porque Nisena ha blanqueado, Siendo oscura como hollín, Asegura que el carmín No es quien la ha vivificado, Y afirma que no ha zurrado Su cutis como gacela, Que se lo cuente a, su abuela. Si alguien de mis tijeretas Se apropiare algún vestido Para salir a la moda, Buena suerte le ha cabido. Al que indiscreto se casa Con una niña bonita, Que gusta de la visita Cuando el novio no está en casa, Y siendo la renta escasa Ostenta un porte lucido, Buena suerte le ha cabido. Al que sedujo el honor, (Que el honor también engaña) Y ha regado la campana Con la sangre y el sudor, Y ve que otro por favor Logra lo que él no ha podido, Buena suerte le ha cabido. Al miserable usurero, Verdugo de su existencia, Que ha vivido en penitencia Por dejarle a su heredero, Si va a contar su dinero Y halla el candado rompido. Buena suerte le ha cabido. Al que tiene en la justicia Confiados sus intereses, Y al cabo de ochenta meses Sabe por primer noticia, Que el contrario (sin malicia) Con oro se ha defendido, Buena suerte le ha cabido. AI cazador que anda alerta En busca de una perdiz, Si ve que por un desliz Otro cazador le acierta, Y advierte que viene muerta La perdiz que había querido Buena suerte le ha cabido. Al que seis horas hablando Oye en junta los Galenos De exóticas frases llenos A las Parcas invocando, Y sale el pobre temblando Sin haberlas entendido, Buena suerte le ha cabido. Al que ansioso se encomienda Al peligro de los mares, Sufriendo diez mil pesares Por lograr una prebenda, Y gasta toda su hacienda Sin haberla conseguido, Buena suerte le ha cabido. Al que buscando fortuna Su edad juvenil pasó Quedándose como yo En los cuernos de la luna, Sin hallar persona alguna Que lo haya favorecido, Buena suerte le ha cabido. EPIGRAMAS Como suele en viva llama Pronto arder la Mariposa; Así la vista curiosa Se quema en un epigrama: Y si es el estilo terso, Claro y lleno de alusiones, Puedan bien cuatro renglones Incendiar el Universo. *** Rezaba un sepulturero Por el doctor del lugar, Luego que se iba a acostar, Devoto un trisagio entero: Pregúntale su mujer Por quien oraba, y el dice: "Ruego por que se eternice E1 que nos da de comer". *** Para una enferma apurada A un médico se llamó Con tal prisa, que salió Sin el bastón, ni la espada: No importa que esto se note, Dijo con modesto labio, Que en mi oficio mata el sabio Sin espada ni garrote. *** Un acreedor eficaz Cobró a Blas cuando moría, Y éste al acreedor decía, Déjame morir en paz ¿Conque morirte prefieres? Dijo el otro, pues no quiero, Paga la deuda primero Y muere cuando quieres. *** Cierto alcalde corcovado Que la justicia vendía, Con otro alcalde reñía Porque andaba descarriado: El reñido con despecho Respondió, diciendo: "amigo, Contra mí no es buen testigo EI que no anda muy derecho". *** A visitar un vicario El Doctor Don Gil entró, Y el sacristán que lo vio Se fue al punto al campanario; Pero al irse dijo: "advierto Que si Dios no nos socorre, De aquí a que llegue a la torre Bien puedo tocar a muerto". *** Encontróse un bandolero Con cierto escribano un día, Y quitándose el sombrero Le hizo a aquél su cortesía: El escribano dio indicio De que extrañaba el halago; Mas el otro dijo: "lo hago Porque somos de un oficio". Gaspar Núñez de Arce RECUERDOS I ¡Tantas esperanzas muertas y tantos recuerdos vivos!... en el corazón humano jamás se forma el vacío. Nace una ilusión y muere; pero su cadáver mismo queda insepulto en el alma y siempre en la mente fijo. ¡Ay! por eso yo que os llevo ha tantos años conmigo, esperanzas engañosas que me halagásteis de niño; hoy que bajo el grave peso de vuestro cadáver gimo, ¡infeliz de mí! quisiera que nunca hubiérais nacido. II ¿Te acuerdas? Al pie de un árbol, en el jardín de tu casa, el dulce y maduro fruto ibas cogiendo en la falda. Turbando nuestra alegría crujió de pronto la rama, diste un grito, y desplomado caí sin voz a tus plantas. No vi más; pero entre sueños me pareció que escuchaba desconsolados gemidos, tiernas y amantes palabras. Y cuando volví a la vida, en una sola mirada se besaron nuestros ojos y se unieron nuestras almas. III ¿Te acuerdas? Seis años hace cuando por la vez primera eterno amor nos juramos y fidelidad eterna. ¡Cuán venturosas corrieron las horas! ¡ay! ¡y cuán prestas! un deseo, una esperanza fué nuestra dulce existencia. Turbóse un día el encanto de aquella pasión inmensa, y el viento de la fortuna llevome a lejanas tierras. Colgándote de mi cuello, en llanto amargo deshecha, vuelve, -me dijiste- vuelve; que mi corazón te llevas.Volví... ¡Ya estabas casada! y un ángel de rubias hebras en tu regazo dormía el sueño de la inocencia. Posé, temblando, mis labios en su faz blanca y risueña, y al mirarte, vi que estabas pálida como una muerta. IV Después... Aturdido, ciego, cuando me hirió el desengaño, en tus queridas memorias quise vengar mis agravios. Busqué frenético el rizo de tus cabellos castaños, que en la postrer despedida me diste, Inés, sollozando. -Muera, dije- este recuerdo de aquel corazón ingrato, y arrastre el viento en cenizas la inútil prenda que guardo.Miréla suspenso y mudo, hasta que ahogándome el llanto, en vez de arrojarla al fuego la llevé ¡loco! a mis labios. ¡Ay! quiera Dios que no veas preso en amorosos lazos, al hijo de tus entrañas llorar, como estoy llorando. V ¿Te acuerdas? Cuando en los días de mi secreto infortunio dudaba yo de mí mismo, pobre, olvidado y oscuro; enjugando compasiva mi llanto abundante y mudo, -no desmayes, me dijiste, que el porvenir será tuyo. Yo compartiré contigo lauros, honores y triunfos, y a la sombra de tu fama nuestro amor llenará el mundo.Hoy rompe a veces mi nombre la indiferencia del vulgo, y a veces también su aplauso trémulo y turbado escucho. Pero como estás muy lejos y en vano te llamo y busco, paréceme que resuena en el hueco de un sepulcro. EL REO DE MUERTE ¡Oh, vedle, vedle! ¿Turbia y ardiente la mirada, en brazos de su culpa que le acrimina austera, tan lejos y tan cerca de la insondable nada, del mundo que le arroja, del polvo que le espera!... ¡Luchando con extrañas y horribles agonías que traen ante sus ojos en rápida carrera sus inocentes horas, sus conturbados días, el cuadro pavoroso de su existencia entera! Ayer, aunque entre sombras, el porvenir incierto brindábale ilusiones de amor y de ventura, y hoy, asomado al borde de su sepulcro abierto, contempla horripilado la eternidad oscura. La muerte, que le acosa con misterioso grito, despierta los terrores de su conciencia impura: quiere llamar, y apaga sus voces el delito, quiere huir, y le asalta la hambrienta sepultura. ¡Ay, si recuerda entonces el dulce hogar sereno donde pasó ignorada su infancia soñadora, la amante y pobre madre que le llevó en su seno, único ser acaso que le disculpa y llora! ¡Ay triste de él si al lado del hondo precipicio su amparo no le presta la fe consoladora; la fe que se levanta potente en el suplicio y da sus alas de ángel al alma pecadora! ¡Miradle! Cada paso que hacia el cadalso avanza de su agitada vida los horizontes cierra: apágase en sus ojos la luz de la esperanza y el peso de la muerte fatídico le aterra. ¡Ay, ten valor! Si un día de imprevisión y dolo te puso con los hombres y con la ley en guerra, mañana entre los muertos abandonado y solo en su profundo olvido te envolverá la tierra. Aparta tu mirada terrífica y sombría de esa apiñada turba que bulle en el camino para gozar del triste placer de tu agonía y presenciar el término de tu fatal destino. ¡Oh! no la empuja sólo su imbécil sentimiento hacia el cadalso infame que espera al asesino. ¡Hasta la cumbre misma del Gólgota sangriento siguió también los pasos del Redentor divino! CREPÚSCULO El sol tocaba en su ocaso, y la luz tibia y dudosa del crepúsculo envolvía la naturaleza toda. Los dos estábamos solos, mudos de amor y zozobra, con las manos enlazadas, trémulas y abrasadoras, contemplando cómo el valle, el mar y apacible costa, lentamente iban perdiendo color, trasparencia y forma. A medida que la noche adelantaba medrosa, nuestra tristeza se hacía más invencible y más honda. Hasta que al fin, no sé cómo yo trastornado, tú loca, estalló en ardiente beso nuestra pasión silenciosa. ¡Ay! al volver suspirando de aquel éxtasis de gloria, ¿qué vimos? Sombra en el cielo y en nuestra conciencia sombra. ¡AMOR! ¡Oh eterno amor, que en tu inmortal carrera, das a los seres vida y movimiento, con qué entusiasta admiración te siento, aunque invisible, palpitar doquiera! Esclava tuya la creación entera, se estremece y anima con tu aliento, y es tu grandeza tal, que el pensamiento te proclamara Dios, si Dios no hubiera. Los impalpables átomos combinas con tu soplo magnético y profundo: tú creas, tú trasformas, tú iluminas, y en el cielo infinito, en el profundo mar, en la tierra atónito dominas, ¡amor, eterno amor, alma del mundo! MISERERE Es de noche: el monasterio que alzó Felipe Segundo para admiración del mundo y ostentación de su imperio, yace envuelto en el misterio y en las tinieblas sumido. De nuestro poder, ya hundido, último resto glorioso, parece que está el coloso al pie del monte, rendido. El viento del Guadarrama deja sus antros oscuros, y estrellándose en los muros del templo, se agita y brama. Fugaz y rojiza llama surca el ancho firmamento, y a veces, como un lamento, resuena el lúgubre son con que llama a la oración la campana del convento. La iglesia, triste y sombría, en honda calma reposa, tan helada y silenciosa como una tumba vacía. Colgada lámpara envía su incierta luz a lo lejos, y a sus trémulos reflejos llegan, huyen, se levantan esas mil sombras que espantan a los niños y a los viejos. De pronto, claro y distinto la regia cripta conmueve ruido extraño, que aunque leve, llena el mortuorio recinto. Es que el César Carlos Quinto, con mano firme y segura entreabre su sepultura, y haciendo una horrible mueca, su faz carcomida y seca asoma por la hendidura. Golpea su descarnada frente con tenaz empeño, como quien sale de un sueño sin acordarse de nada. Recorre con su mirada aquel lugar solitario, alza el mármol funerario, y arrebatado y resuelto salta del sepulcro, envuelto en su andrajoso sudario. -¡Hola! -grita en son de guerra con aquella voz concisa, que oyó en el siglo, sumisa y amedrentada la tierra. -¡Volcad la losa que os cierra! Vástagos de imperial rama, varones que honrais la fama, antiguas y excelsas glorias, de vuestras urnas mortuorias salid, que el César os llama. Contestando a estos conjuros, un clamor confuso y hondo parece brotar del fondo de aquellos mármoles duros. Surgen vapores impuros de los sepulcros ya abiertos: la serie de reyes muertos después a salir empieza, y es de notar la tristeza, el gesto despavorido de los que han envilecido la corona en su cabeza. Grave, solemne, pausado, se alza Felipe Segundo, en su lucha con el mundo vencido, mas no domado. Su hijo se despierta al lado, y detrás del rey devoto, aquel que humillado y roto vio desmoronarse a España, cual granítica montaña, a impulsos del terremoto. Luego el monarca enfermizo, de infausta y negra memoria, en cuya Edad, nuestra gloria como nieve se deshizo. Bajo el poder de su hechizo se estremece todavía. ¡Ay qué terrible armonía, qué oscuro enlace se nota entre aquel mísero idiota y su exhausta monarquía! Con terrífica sorpresa y en silencioso concierto todos los reyes que han muerto van saliendo de su huesa. La ya apagada pavesa cobra los vitales bríos y se aglomeran sombríos aquellos yertos despojos, aquellas cuencas sin ojos, aquellos cráneos vacíos. De los monarcas en pos, respondiendo al llamamiento, cual si llegara el momento del santo juicio de Dios, acuden de dos en dos por claustros y corredores, príncipes, grandes señores, prelados, frailes, guerreros, favoritos, consejeros, teólogos e inquisidores. ¡Qué es mirar como serpea por su semblante amarillo el fosforescente brillo que la podredumbre crea! ¡Qué espíritu no flaquea con mil terrores secretos, viendo aquellos esqueletos, que ante el César, que los nombra, se deslizan por la sombra mudos, absortos, inquietos! ¡Cuántas altas potestades, cuántas grandezas pasadas, cuántas invictas espadas, cuántas firmes voluntades en aquellas soledades muestran sus restos livianos! ¡Cuántos cráneos soberanos, que el genio habitara en vida, convertidos en guarida de miserables gusanos! Desde el triste panteón en que se agolpa y hacina, hacia el templo se encamina la fúnebre procesión. Marcha con pausado son tras del rey que la congrega, y cuando a la iglesia llega, inunda la altiva nave un resplandor tibio y suave, que ni deslumbra ni ciega. Guardando el regio decoro, como en los siglos pasados, reyes, príncipes, prelados toman asiento en el coro. Después en tropel sonoro por el templo se derrama, rindiendo culto a la fama con que llena las historias, aquel haz de muertas glorias, que el César convoca y llama. Por mandato soberano de Carlos, que el cetro ostenta llega al órgano y se sienta un viejo esqueleto humano. La seca y huesosa mano en el gran teclado imprime, y la música sublime que a inmensos raudales brota, parece que en cada nota reza y llora, canta y gime. Uniendo al acorde santo su voz, los muertos despojos caen ante el ara de hinojos y a Dios elevan su canto. Honda expresión del quebranto, aquel eco de la tumba crece, se dilata, zumba, y al paso que va creciendo resuena con el estruendo de un mundo que se derrumba: «Fuimos las ondas de un río »caudaloso y desbordado. »Hoy la fuente se ha secado, »hoy el cauce está vacío. »Ya ¡oh Dios! nuestro poderío »se extingue, se apaga y muere. »¡Miserere! »¡Maldito, maldito sea »aquel portentoso invento »que dió vida al pensamiento »y alas de luz a la idea! »El verbo animado ondea »y como el rayo nos hiere. »¡Miserere! »¡Maldito el hilo fecundo »que a los pueblos eslabona, »y busca, y cuenta, y pregona »las pulsaciones del mundo! »Ya en el silencio profundo »ninguna injusticia muere. »¡Miserere! »Ya no vive cada raza »en solitario destierro, »ya con vínculo de hierro »la humana especie se enlaza. »Ya el aislamiento rechaza, »ya la libertad prefiere. »¡Miserere! »Rígido y brutal azote »con desacordado empuje »sobre las espaldas cruje »del rey y del sacerdote. »Ya nada existe que embote »el golpe ¡oh Dios! que nos hiere. »¡Miserere! »Mas ¡ay! que en su audacia loca, »también el orgullo humano »pone en los cielos su mano »y a ti, Señor, te provoca. »Mientras blasfeme su boca, »ni paz ni ventura espere. »¡Miserere! »No en la tormenta enemiga: »no en el insondable abismo: »el mundo lleva en sí mismo »el rayo que le castiga. »Sin compasión ni fatiga »hoy nos mata; pero muere. »¡Miserere! »Grande y caudaloso río, »que corres precipitado »ve que el nuestro se ha secado »y tiene el cauce vacío. »¡No prevalezca el impío, »ni la iniquidad prospere! »¡Miserere!» Súbito, con sordo ruido cruje el órgano y estalla, la luz se amortigua, y calla el concurso dolorido. Al disiparse el sonido del grave y solemne canto llega a su colmo el espanto de las mudas calaveras, y de sus órbitas hueras desciende abundoso llanto. A medida que decrece la luz misteriosa y vaga, todo murmullo se apaga y el cuadro se desvanece. Con el alba que aparece el cortejo se evapora, y mientras la blanca aurora esparce su lumbre escasa, a lo lejos silba y pasa la rauda locomotora. PROBLEMA Ciego, ¿es la tierra el centro de las almas? Quiero, dejando hipótesis a un lado, una duda exponer, y es la siguiente: -¿Por qué cruza la tierra el inocente, de espinas o de sombras coronado? ¿Por qué feliz y próspero, el malvado alza orgulloso la atrevida frente? ¿Por qué Dios, que es el bien, mira y consiente el eterno dominio del pecado? ¿Por qué, desde Caín, la humana raza, sometida al dolor, con sangre traza la historia de sus luchas giganteas? Y si es ficción la gloria prometida, si aquí empieza y acaba nuestra vida, ¿por qué, implacable Dios, por qué nos creas? TRISTEZAS Cuando recuerdo la piedad sincera con que en mi edad primera entraba en nuestra viejas catedrales, donde postrado ante la cruz de hinojos alzaba a Dios mis ojos soñando en las venturas celestiales; hoy que mi frente atónito golpeo, y con febril deseo busco los restos de mi fe perdida, por hallarla otra vez, radiante y bella como en la edad aquella, ¡desgraciado de mí! diera la vida. ¡Con qué profundo amor, niño inocente, prosternaba mi frente en las losas del templo sacrosanto! Llenábase mi joven fantasía de luz, de poesía, de mudo asombro, de terrible espanto. Aquellas altas bóvedas que al cielo levantaban mi anhelo; aquella majestad solemne y grave; aquel pausado canto, parecido a un doliente gemido, que retumbaba en la espaciosa nave; las marmóreas y austeras esculturas de antiguas sepulturas, aspiración del arte a lo infinito; la luz que por los vidrios de colores sus tibios resplandores quebraba en los pilares de granito; haces de donde en curva fugitiva para formar la ojiva cada ramal subiendo se separa, cual del rumor de multitud que ruega, cuando a los cielos llega, surge cada oración distinta y clara; en el gótico altar inmoble y fijo el santo Crucifijo, que extiende sin vigor sus brazos yertos, siempre en la sorda lucha, de la vida, tan áspera y reñida, para el dolor y la humildad abiertos; el místico clamor de la campana que sobre el alma humana de las caladas torres se despeña, y anuncia y lleva en sus aladas notas mil promesas ignotas al triste corazón que sufre o sueña; todo elevaba mi ánimo intranquilo a más sereno asilo: religión, arte, soledad, misterio... todo en el templo secular hacía vibrar el alma mía como vibran las cuerdas de un salterio. Y a esta voz interior que sólo entiende quien crédulo se enciende en fervoroso y celestial cariño, envuelta en sus flotantes vestiduras volaba a las alturas, virgen sin mancha, mi oración de niño. Su rauda, viva y luminosa huella como fugaz centella traspasaba el espacio, y ante el puro resplandor de sus alas de querube, rasgábase la nube que me ocultaba el inmortal seguro. ¡Oh anhelo de esta vida transitoria! ¡Oh perdurable gloria! ¡Oh sed inextinguible del deseo! ¡Oh cielo, que antes para mí tenías fulgores y armonías, y hoy tan oscuro y desolado veo! Ya no templas mis íntimos pesares, ya al pie de tus altares como en mis años de candor no acudo. Para llegar a ti perdí el camino, y errante peregrino entre tinieblas desespero y dudo. Voy espantado sin saber por dónde; grito, y nadie responde a mi angustiada voz; alzo los ojos y a penetrar la lobreguez no alcanzo; medrosamente avanzo, y me hieren el alma los abrojos. Hijo del siglo, en vano me resisto a su impiedad, ¡oh Cristo! Su grandeza satánica me oprime. Siglo de maravillas y de asombros, levanta sobre escombros un Dios sin esperanza, un Dios que gime, ¡y ese Dios no eres tú! No tu serena faz, de consuelos llena, alumbra y guía nuestro incierto paso. Es otro Dios incógnito y sombrío: su cielo es el vacío, sacerdote el Error, ley el Acaso. [....................................] un siglo más inmenso, más rebelde a tu voz, más atrevido; entre nubes de fuego alza su frente, como Luzbel, potente; pero también como Luzbel, caído. A medida que marcha y que investiga, es mayor su fatiga, es su noche más honda y más oscura, y pasma, al ver lo que padece y sabe, cómo en su seno cabe tanta grandeza y tanta desventura. Como la nave sin timón y rota, que el ronco mar azota, incendia el rayo y la borrasca mece en piélago ignorado y proceloso, nuestro siglo-coloso con la luz que le abrasa, resplandece. ¡Y está la playa mística tan lejos!... a los tristes reflejos del sol poniente se colora y brilla. El huracán arrecia, el bajel arde, y es tarde, es ¡ay! muy tarde para alcanzar la sosegada orilla. ¿Qué es la ciencia sin fe? Corcel sin freno, a todo yugo ajeno, que al impulso del vértigo se entrega, y al través de intrincadas espesuras, desbocado y a oscuras avanza sin cesar y nunca llega. ¡Llegar! ¿Adónde?... El pensamiento humano en vano lucha; en vano su ley oculta y misteriosa infringe. En la lumbre del sol sus alas quema, y no aclara el problema, ni penetra el enigma de la Esfinge. ¡Sálvanos, Cristo, sálvanos, si es cierto que tu poder no ha muerto! Salva a esta sociedad desventurada, que bajo el peso de su orgullo mismo rueda al profundo abismo, acaso más enferma que culpada. La ciencia audaz, cuando de ti se aleja, en nuestras almas deja1 el germen de recónditos dolores, como al tender el vuelo hacia la altura, deja su larva impura el insecto en el cáliz de las flores. Si en esta confusión honda y sombría es, Señor, todavía raudal de vida tu palabra santa, dí a nuestra fe desalentada, incierta: -¡Anímate y despierta! como dijiste a Lázaro: -¡Levanta! IDILIO (Fragmento) XXXI Desde el alba hasta el término del día ya nadie nos veía vagar sin rumbo en fraternal concierto. Ya no andábamos juntos, ni ya unidos buscábamos los nidos, en los frondosos árboles del huerto. XXXII Ya no me acompañaba, y yo, alterado, pasaba por su lado, tranquilo en la apariencia y satisfecho. Era oponer la indiferencia al dolo; mas al quedarme solo se me saltaba el corazón del pecho. XXXIII Entonces ¡ay de mí! pensando en ella dirigía mi huella hacia las ruinas del feudal castillo, que sobre estéril y ondulada mota alza su frente rota sin almenas, sin puente ni rastrillo. XXXIV Elévase fantástica y disforme aquella mole enorme que muestra de los siglos el estrago: crece en las hendiduras de la piedra la trepadora hiedra y al pie del muro el triste jaramago. XXXV Solo las bulliciosas golondrinas turban de aquellas ruinas la paz solemne con sesgado vuelo, y alguna alondra al ascender inquieta símbolo del poeta, que cuando canta se remonta al cielo. XXXVI En muda calma y soledad medrosa parece que reposa aquel gigante por la edad rendido. Hasta un arroyo que a sus plantas corre, y la vetusta torre proyecta en su cristal, pasa sin ruido. XXXVII Para vencer mi insoportable tedio, y hallar algún remedio a mis ansias prolijas y secretas, con brazo vigoroso y pie seguro subía por el muro, buscando apoyo en sus profundas grietas. XXXVIII Ágil, robusto, dueño de mí mismo, al través del abismo alzábame hasta el fin, no sin trabajo, para ver en confusa perspectiva la inmensidad arriba, y la tristeza del silencio abajo. XXXIX Las aves que en la torre se acogían al acercarme huían, y solo con mis penas en la altura, de codos en el ancho parapeto, miraba con respeto el cielo azul y la feraz llanura. XL ¡Cuántas veces mi espíritu errabundo apartado del mundo en aquel torreón del homenaje, con íntima y tenaz melancolía se engolfaba y hundía en la infinita calma del paisaje! XLI Ni aislada roca, ni escarpado monte del diáfano horizonte el indeciso término cortaban: por todas partes se extendía el llano hasta el confín lejano en que el cielo y la tierra se abrazaban. XLII ¡Oh tierra en que nací noble y sencilla! ¡Oh campos de Castilla donde corrió mi infancia! ¡Aire sereno! ¡Fecundadora luz! ¡Pobre cultivo!... ¡Con qué placer tan vivo se espaciaba mi vista en vuestro seno! XLIII Cual dilatado mar, la mies dorada a trechos esmaltada de ya escasas y mustias amapolas, cediendo al soplo halagador del viento acompasado y lento, a los rayos del sol mueve sus olas. XLIV Cuadrilla de atezados segadores, sufriendo los rigores del sol canicular, el trigo abate, que cae agavillado en los inciertos surcos como los muertos en el revuelto campo de combate. XLV Corta y cambia de pronto la campiña alguna hojosa viña que en las umbrías y laderas crece, y entre las ondas de la mies madura, cual isla de verdura, con sus varios matices resplandece. XLVI Serpean y se enlazan por los prados, barbechos y sembrados, los arroyos, las lindes y caminos, y donde apenas la mirada alcanza, cierran la lontananza espesos bosques de perennes pinos. XLVII Por angostos atajos y veredas, los carros de anchas ruedas pesadamente y sin cesar transitan, y sentados encima de los haces rapazas y rapaces con incansable ardor cantan o gritan. XLVIII Lleno de majestad y de reposo el Duero caudaloso al través de los campos se dilata: refleja en su corriente el sol de estío, y el sosegado río cinta parece de bruñida plata XLIX Ya oculta de improviso una alameda su marcha mansa y leda; ya le obstruye la presa de un molino, y como potro a quien el freno exalta, párase, el dique salta y sigue apresurado su camino. L En las tendidas vegas y en las lomas, cual nidos de palomas, se agrupan en desorden las aldeas, y en la atmósfera azul pura y tranquila ligeramente oscila el humo de las negras chimeneas. LI En las cercanas eras reina el gozo. Con íntimo alborozo contempla el dueño la creciente hacina, y mientras un zagal apura el jarro otro descarga el carro que bajo el peso de la mies rechina. LII Otro en el trillo de aguzadas puntas, que poderosas yuntas mueven en rueda, con afán trabaja, y cual premio debido a su fatiga desgránase la espiga, y salta rota la reseca paja. INTRODUCCIÓN ¡Los tiempos son de lucha! ¿Quién concibe el ocio muelle en nuestra edad inquieta? En medio de la lid canta el poeta, el tribuno perora, el sabio escribe. Nadie el golpe que da ni el que recibe siente, a medida que el peligro aprieta; desplómase vencido el fuerte atleta y otro al recio combate se apercibe. La ciega multitud se precipita, invade el campo, avanza alborotada con el sordo rumor de la marea. Y son en el furor que nos agita, trueno y rayo la voz; el arte, espada; la ciencia, ariete; tempestad la idea. LA GUERRA Por razones que se calla la historia prudentemente, dos monarcas de Occidente riñeron fiera batalla. La causa del rompimiento no está, en verdad, a mi alcance, ni hace falta para el lance que referiros intento. Sobre el campo del honor cubierto de sangre y gloria, donde alcanzó la victoria más la astucia que el valor; dos discípulos de Marte, que airados se acometieron y juntamente cayeron pasados de parte a parte; sumergidos en el lodo, mientras que llegaba el cura para darles sepultura, platicaban de este modo: SOLDADO PRIMERO -¡Hola, compadre! ¿Qué tal te ha parecido el asunto? SOLDADO SEGUNDO Puesto que me ves difunto debe parecerme mal. SOLDADO PRIMERO Pues ha sido divertida la función: mira a tu lado. Lo menos hemos quedado doce mil héroes sin vida. Y en esto me quedo corto, que me enfadan los extremos. SOLDADO SEGUNDO ¡Con qué habilidad nos hemos destrozado! Estoy absorto. Ha habido alarmas y sustos y muertes y atrocidades para todas las edades y para todos los gustos. SOLDADO PRIMERO Mas yo quisiera saber por qué con tanto denuedo nos matamos... SOLDADO SEGUNDO ¡Ay! No puedo tu duda satisfacer. Para entrar en esta danza tuve que dejar mi oficio. Sé que aprendí el ejercicio, sé que estudié la Ordenanza. Sé que en compañía de esos que están mordiendo la tierra, me trajeron a la guerra y me moliste los huesos. Y, en fin, francamente hablando, puedo decirte al oído, que he muerto como he nacido; sin saber por qué ni cuándo. SOLDADO PRIMERO De tu explicación me huelgo, Porque mi vida retrata. En esto, alzando la pata un moribundo jamelgo, -¡Gracias, dioses inmortales! -dijo con voz lastimera,Pues de la misma manera morimos los animales. Cuando pasó la impresión de tan extraño incidente, así anudó el más valiente la rota conversación. SOLDADO PRIMERO Aunque ignoramos la ley que produjo esta querella, ¡juro a Dios vivo! que en ella lleva la razón mi rey. SOLDADO SEGUNDO ¿Y por qué? SOLDADO PRIMERO Porque es el mío. SOLDADO SEGUNDO ¡Qué salida de pavana! La justicia es de quien gana. SOLDADO PRIMERO De tu ignorancia me río. ¡Pues cuántos que han hecho eternos sus nombres con la victoria, no han ido a gozar la gloria de su triunfo a los infiernos! SOLDADO SEGUNDO Considera lo que dices, porque estoy ardiendo en ira. SOLDADO PRIMERO ¡No me alces el gallo!... SOLDADO SEGUNDO Mira que te rompo las narices.Y fieros y cejijuntos a combatir empezaron de nuevo... ¡Y no se mataron, porque ya estaban difuntos! Diéronse golpes crueles, hasta que hueca y ufana llegó la Locura humana, sonando sus cascabeles. Puso paz entre los dos y dijo con desenfado: -«¿Qué es esto? ¿Habéis olvidado que sois imagen de Dios? Tal vez la inmortalidad con justo título esperen los que por la Patria mueren, por Dios, por la libertad. Pero que el hombre sucumba en conquistadora guerra, cuando siete pies de tierra le bastan para su tumba; o que en lucha fratricida entre, sin saber quizá ni por qué la muerte da, ni por qué pierde la vida; esto mi paciencia apura, y cuantas veces lo veo, aunque soy Locura, creo que es demasiada locura.» Poesías Núñez de Arce, Gaspar El Arcipreste de Hita EL ARCIPRESTE DE HITA (¿1283?-¿1350?) Juan Ruiz, mejor conocido por El Arcipreste de Hita, vivió hacia mediados del siglo XIV, de acuerdo a los datos cronológicos de las publicaciones de sus libros. Con todo, no pudo concretarse el año de nacimiento ni el de su muerte, ni siquiera pudo ubicarse el lugar exacto de su nacimiento, sospechando unos que fue Alcalá de Henares y otros la ciudad de Guadalajara. Pero el caso de El Arcipreste no es el único. Mucos otros escritores de este período medieval corrieron la misma suerte. Algunos datos sabemos, o, por lo menos, tenemos suficientes indicios para formar un juicio sobre su vida y famosa obra, El Libro de Buen Amor. Según algunos historiadores parece ser que lo compuso en la cárcel, durante los doce o trece años que duró el castigo impuesto poderoso arzobispo cardenal de Toledo, don Gil, quien, a su vez, fue consagrado por uno de los papas espurios de Aviñón que hubo por aqul tiempo. Oraçión Esta es oraçión qu'el Açipreste fizo a Dios quando començó este libro suyo Señor Dios, que a los jodíos, pueblo de perdiçión, sacaste de cabtivo del poder de Faraón, a Danïel sacaste del poço de Babilón: saca a mí, coitado, d'esta mala presión. Señor, tú diste gracia a Ester la reína, ante el rey Asüero ovo tu graçia digna. Señor, dame tu graçia e tu merçed aína, sácame d'esta lazeria, d'esta presión [... ina]. Señor, tú que sacaste al profecta del lago, de poder de gentiles sacaste a Santiago, a santa Marina libreste del vientre del drago: libra a mí, Dios mío, d'esta presión do yago. Señor, tú que libreste a santa Susaña del falso testimonio de la falsa conpaña, líbrame tú, mi Dios, d'esta coita tan maña, dame tu misericordia, tira de mí tu saña. A Jonás el profecta, del vientre de la ballena, en que moró tres días dentro en la mar llena, sacástelo tú sano así como de casa buena: Mexías, tú me salva sin culpa e sin pena. Señor, a los tres niños de muerte los libreste, del forno del gran fuego sin lisión saqueste: de las ondas del mar a sant Pedro tomeste: Señor, de aquesta coita saca al tu Açipreste. Aún tú, que dixiste a los tus servidores que con ellos serías, ante reys dezidores, e les darias palabras que fablasen mejores: Señor, tú sey comigo, guárdame de traidores. El nombre profetizado fue grande Hemanuel, Fijo de Dios muy alto, salvador de Israel; en la salutaçión el ángel Grabïel te fizo çierta d'esto, tú fueste çierta d'él. Por esta profeçía e por la salutaçión, por el nombre tan alto, Hemanuel, salvaçión, Señora, dame tu gracia e dame consolaçión, gáname del tu fijo graçia e bendiçión. Dame graçia, Señora de todos los señores, tira de mí tu saña, tira de mí rencores, faz que todo se torne sobre los mescladores: ¡ayúdame, Gloriosa, Madre de pecadores. Aquí dize de cómo el Açipreste rogó a Dios que le diese graçia que podiese fazer este libro Dios Padre e Dios Fijo e Dios Spíritu Santo, el que nasçió de virgen esfuérçenos de tanto, que sienpre lo loemos en prosa e en canto; sea de nuestras almas cobertura e manto. El que fizo el çielo, la tierra e la mar, Él me done su graçia e me quiera alunbrar, que pueda de cantares un librete rimar, que los que lo oyeren puedan solaz tomar. Tú, Señor e Dios mío que el onme formeste, enforma e ayuda a mí, el tu açipreste, que pueda fazer libro de buen amor aqueste, que los cuerpos alegre e a las almas preste. Si queredes, señores, oír un buen solaz, escuchad el romanze, sosegadvos en paz; non vos diré mentira en quanto en él yaz, ca por todo el mundo se usa e se faz. E porque mejor sea de todos escuchado, fablarvos he por trobas e por cuento rimado: es un dezir fermoso e saber sin pecado, razón más plazentera, fablar más apostado. Non creades que es libro neçio, de devaneo, nin tengades por chufa algo que en él leo: ca, segund buen dinero yaze en vil correo, ansí en feo libro está saber non feo. El axenuz, de fuera negro más que caldera, es de dentro muy blanco más que la peñavera; blanca farina está so negra cobertera, açúcar dulçe e blanco está en vil cañavera. So la espina está la rosa, noble flor, so fea letra está saber de grand dotor; como so mala capa yaze buen bevedor, ansí so mal tabardo está el buen amor. E porque de todo bien es comienço e raíz la Virgen Santa María, por ende yo, Joan Royz, Açipreste de Fita, d'ella primero fiz cantar de los sus gozos siete, que ansí diz: Gozos de Santa María (1) ¡O María luz del día, tú me guía toda vía! Gáname gracia e bendiçión e de Jhesú consolaçión, que pueda con devoçión cantar de tu alegría. El primero gozo queAs lea: en çibdad de Galilea, Nazarec creo que sea, oviste mensajería del ángel que a ti vino, Grabïel santo e digno; tróxote mensaz divino, díxote: ¡Ave María! Tú, desque el mandado oíste, omilmente lo resçebiste, luego virgen conçebiste al fijo que Dios enbía. En Belem acaesçió el segundo quando nasçió e sin dolor aparesçió de ti, Virgen, el Mexía. El tercero cuentan las Leyes quando venieron los reyes e adoraron al que veyes en tu braço do yazía. Ofreçiól mirra Gaspar, Melchior fue ençienso dar, oro ofreçió Baltasar al que Dios e omne seía. Alegría quarta e buena fue quando la Madalena te dixo goço sin pena, que el tu fijo vevía. El quinto plazer oviste quando al tu fijo viste sobir al Çielo e diste graçias a Dios ó subía. Madre, el tu gozo sesto: quando en los disçípulos, presto, fue Spíritu Santo puesto en tu santa conpañía. Del septeno, Madre santa, la Iglesia toda canta: sobiste con gloria tanta al çielo quana ý avía. Reinas con tu fijo quisto, nuestro Señor Jhesu Christo: por ti sea de nós visto en la gloria sin fallía. Gozos de Santa María (2) Virgen, del Çielo reína, e del mundo melezina, quiérasme oír, que de tus gozos escriva yo prosa digna por te servir. Dezirte he tu alegría rogándote toda vía, yo pecador, que a la grand culpa mía non pares mientes, María, mas al loor. Tú siete gozos oviste: el primero, quando resçebiste Salutaçión del ángel, quando oíste ¡Ave, María; conçebiste Dios, salvaçión. El segundo fue conplido quando fue de ti nasçido e sin dolor; de los ángeles servido, fue luego conosçido por Salvador. Fue el tu gozo terçero quando vino el luzero a demostrar el camino verdadero a los reyes, conpañero fue en guiar. Fue tu quarta alegría quando te dixo, María, el Grabïel que el tu fijo vevía e por señal te dezía que viera a él. El quinto fue de grand dulçor: quando al tu fijo Señor viste sobir al çielo, a su Padre Mayor, e tú fincaste con amor de a él ir. Non es el sesto de olvidar: los discípulos vino alunbrar con espanto; tú estavas en ese lugar, del çielo viste ý entrar Spíritu Santo. Este septeno non ha par: quando por ti quiso enbïar Dios tu padre, al çielo te fizo pujar, con él te fizo assentar como a Madre. Señora, óy al pecador, que tu fijo, el Salvador, por nós diçió del çielo, en ti morador; el que pariste, blanca flor, por nós murió. Pecadores non aborrescas, pues por ellos ser merescas Madre de Dios; ant'él connusco parescas, nuestras almas le ofrescas, ruégal por nós. Aquí fabla de cómo todo omne entre los sus cuidados se debe alegrar e de la disputaçión que los griegos e los romanos en uno ovieron Palabra es del sabio e dízela Catón, que omne a sus coidados, que tiene en coraçón, entreponga plazeres e alegre razón, que la mucha tristeza mucho pecado pon. E porque de buen seso non puede omne reír, avré algunas bulras aquí a enxerir: cada que las oyeres non quieras comedir salvo en la manera del trobar e dezir. Entiende bien mis dichos e piensa la sentençia; non me contesca contigo como al doctor de Greçia con el ribal romano e su poca sabiençia, quando demandó Roma a Grecia la çïençia. Ansí fue que romanos las leyes non avién, fuéronlas demandar a griegos que las tenién; respondieron los griegos que non las meresçién nin las podrian entender, pues que tan poco sabién. Pero que si las querién para por ellas usar, que ante les convenia con sus sabios disputar por ver si las entendrién e las meresçian levar: esta respuesta fermosa davan por se escusar. Respondieron romanos que les plazia de grado: para la disputaçión pusieron pleito firmado; mas, porque non entendrién el lenguaje non usado, que disputasen por signos e por señas de letrado. Pusieron día sabido todos por contender; fueron romanos en coita, non sabian qué se fazer porque non eran letrados nin podrían entender a los griegos doctores nin al su mucho saber. Estando en su coita, dixo un çibdadano que tomasen un ribaldo, un vellaco romano; segund Dios le demostrase fazer señas con la mano que tales las feziese: fueles consejo sano. Fueron a un vellaco muy grand e muy ardid; dixiéronle: ¡Nós avemos con griegos nuestro conbit para disputar por señas; lo que tú quisieres pit e nós dártelo hemos; escúsanos d'esta lid! Vistiéronle muy ricos paños de grand valía, como si fuese doctor en la filosofía; subió en alta cáthreda, dixo con bavoquía: ¡D'oy mais vengan los griegos con toda su porfía! Vino aý un griego, doctor muy esmerado, escogido de griegos, entre todos loado; sobió en otra cáthreda, todo el pueblo juntado, e començó sus señas como era tractado. Levantóse el griego, sosegado, de vagar, e mostró sólo un dedo que está çerca del pulgar, luego se assentó en ese mismo lugar; levantóse el ribaldo, bravo, de malpagar. Mostró luego tres dedos contra el griego tendidos: el polgar con otros dos que con él son contenidos, en manera de arpón los otros dos encogidos; assentóse el neçio, catando sus vestidos. Levantóse el griego, tendió la palma llana e assentóse luego con su memoria sana; levantáse el vellaco con fantasía vana, mostró puño cerrado: de porfía avia gana. A todos los de Greçia dixo el sabio griego: ¡Meresçen los romanos las leys, non gelas niego. Levantáronse todos con paz e con sosiego; grand onra ovo Roma por un vil andariego. Preguntaron al griego qué fue lo que dixiera por señas al romano e qué le respondiera. Diz: ¡Yo dixe que es un Dios; el romano dixo que era uno en tres personas, e tal señal feziera! Yo dixe que era todo a la su voluntad; respondió que en su poder tenié el mundo, e diz verdad. Desque vi que entendién e creyén la Trinidad, entendí que meresçién de leyes çertenidad. Preguntaron al vellaco quál fuera su antojo; diz: ¡Díxome que con su dedo que me quebrantaria el ojo! D'esto ove grand pesar e tomé grand enojo, respondíle con saña, con ira e con cordojo que yo le quebrantaría ante todas las gentes con dos dedos los ojos, con el pulgar los dientes; díxorne luego após esto que le parase mientes, que me daria grand palmada en los oídos retinientes. Yo le respondí queAl daría a él una tal puñada, que en tienpo de su vida nunca la vies vengada; desque vio que la pelea tenié mal aparejada, dexóse de amenazar do non gelo preçian nada. Por esto diz' la pastraña de la vieja ardida: ¡Non ha mala palabra si non es a mal tenida; verás que bien es dicha si bien es entendida: entiende bien mi libro e avrás dueña garrida. La bulra que oyeres non la tengas en vil; la manera del libro entiéndela sotil; que saber bien e mal, dezir encobierto e doñeguil, tú non fallarás uno de trobadores mill. Fallarás muchas garças, non fallarás un uevo; remendar bien non sabe todo alfayate nuevo: a trobar con locura non creas que me muevo; lo que buen amor dize, con razón te lo pruevo. En general a todos fabla la escriptura: los cuerdos con buen sesso entendrán la cordura; los mançebos livianos guárdense de locura: escoja lo mejor el de buena ventura. Las del buen amor son razones encubiertas: trabaja do fallares las sus señales çiertas; si la razón entiendes o en el sesso açiertas, non dirás mal del libro que agora refiertas. Do coidares que miente dize mayor verdat: en las coplas pintadas yaze grant fealdat; dicha buena o mala por puntos la juzgat, las coplas con los puntos load o denostat. De todos instrumentos yo, libro, só pariente: bien o mal, qual puntares, tal diré ciertamente; qual tú dezir quisieres, ý faz punto, ý tente; si me puntar sopieres, sienpre me avrás en miente. Aquí dize de cómo segund natura los omes e las otras animalias quieren aver conpañía con las fenbras Como dize Aristótiles, cosa es verdadera, el mundo por dos cosas trabaja: la primera, por aver mantenençia; la otra cosa era por aver juntamiento con fenbra plazentera. Si lo dexiés de mío, sería de culpar; dizelo grand filósofo, non só yo de rebtar: de lo que dize el sabio non devemos dubdar, ca por obra se prueva el sabio e su fablar. Que diz verdat el sabio clarame[n]te se prueva: omnes, aves, animalias, toda bestia de cueva quieren segund natura conpaña sienpre nueva, e quanto más el omne que toda cosa queAs mueva. Digo muy más el omne que toda creatura: todas a tienpo çierto se juntan, con natura; el omne de mal seso todo tienpo, sin mesura, cada que puede quiere fazer esta locura. El fuego sienpre quiere estar en la çeniza, comoquier que más arde quanto más se atiza; el omne quando peca bien vee que desliza, mas non se parte ende ca natura lo enriza. E yo, como só omne como otro, pecador, ove de las mugeres a las vezes grand amor; provar omne las cosas non es por ende peor, e saber bien e mal, e usar lo mejor. De cómo el Arçipreste fue enamorado Assí fue que un tienpo una dueña me prisso, de su amor non fui en ese tienpo repiso: sienpre avía della buena fabla e buen riso, nunca ál fizo por mí nin creo que fazer quiso. Era dueña en todo e de dueñas señora; non podía ser solo con ella una ora: mucho de omne se guardan allí do ella mora, más mucho que non guardan los jodíos la Tora. Sabe toda nobleza de oro e de seda, conplida de todos bienes, anda mansa e leda; es de buenas constunbres, sossegada e queda, non se podria vençer por pintada moneda. Enbiél esta cantiga, que es deyuso puesta, con la mi mensajera, que tenía enpuesta; dize verdat la fabla que ¡la dueña conpuesta, si non quiere el mandado, non da buena repuesta. Dixo la dueña cuerda a la mi mensajera: ¡Yo veo otras muchas creer a ti, parlera, e fállanse ende mal; castigo en su manera, bien como la rapossa en agena mollera! Enxienplo de cómo el león estava doliente e las otras animalias lo venían a ver Diz que yazié doliente el león de dolor; todas las animalias vinieron ver su señor; tomó plazer con ellas e sentióse mejor: alegráronse todas mucho por su amor. Por le fazer serviçio e más le alegrar, conbidáronle todas queAl darian a yantar; dixieron que mandase quáles quisiese matar; mandó matar al toro, queAl podría abastar. Fizo echán al lobo e mandó que a todos diese; él apartó lo menudo para el león, que comiese, e para sí la canal, la mejor que omne viese; al león dixo el lobo que la mesa bendixiese. ¡Señor! diz, tú estás flaco, esta vïanda liviana cómela tú, señor, que te será buena e sana; para mí e a los otros, la canal, que es vana. El león fue sañudo, que de comer á gana. Alçó el león la mano por la mesa santiguar, dio grand golpe en la cabeça al lobo por castigar: el cuero, con la oreja, del caxco le fue arrancar; el león a la raposa mandó la vïanda dar. La gulpeja con el miedo, e como es muy artera, toda la canal del toro al león dio entera, para sí e a los otros todo lo menudo era: maravillóse el león de tan buena egualadera. El león dixo: ¡Comadre! ¿quién vos mostró a fazer partiçión tan buena, tan aguisada, tan derecha con razón? Ella dixo: ¡En la cabeça del lobo tomé yo esta liçión, en el lobo castigué qué fezíese o qué non! ¡Por ende yo te digo, diçia mas non mi amiga, que jamás a mí non vengas nin me digas tal nemiga, si non yo te mostraré cómo el león santigua, que el cuerdo e la cuerda en mal ageno castiga. E segund diz Jhesu Christo, non ay cossa escondida que, a cabo de tienpo, non sea bien sabida: fue la mi poridat luego a la plaça salida, la dueña muy guardada fue luego de mí partida. Nunca desde esa ora yo más la pude ver; enbïóme mandar que punase en fazer algún triste ditado que podiese ella saber, que cantase con tristeza, pues la non podía aver. Por conplir su mandado de aquesta mi señor, fize cantar tan triste como este triste amor; cantávalo la dueña, creo que con dolor: más que yo podría ser d'ello trobador. Diz el proverbio viejo: ¡Quien matar quier su can, achaque le levanta porque non le dé del pan! Los que quieren partirnos, como fecho lo han, mescláronme con ella e dixiéronle de plan que me loava d'ella como de buena taça, e profaçava d'ella como si fuese caraça. Diz la dueña, sañuda: ¡Non ay paño sin raça nin el leal amigo non es en toda plaça. Como dize la fabla: ¡Quando a otro someten, qual palabra te dizen, tal coraçón te meten! Posiéronle gran saña, d'esto se entremeten. Diz la dueña: ¡Los novios non dan quanto prometen! Como la buena dueña era mucho letrada, sotil e entendida, cuerda e bien messurada, dixo a la mi vieja, que le avia enbïada, esta fabla conpuesta, de Isopete sacada. Diz: ¡Quando quier casar onme con dueña mucho onrada, promete e manda mucho! Desque la ha cobrada, de quanto le prometió o da poco o da nada; faze como la tierra quando estava finchada. Enxienplo de quando la tierra bramava Ansí fue que la tierra començó a bramar: estava tan finchada, que quería quebrar; a quantos la oyén podié malespantar; como dueña en parto, començós de coitar. La gente que bramidos atán grandes oía, coidavan que era preñada, atanto se dolía, pensavan que grand sierpe o grand bestia pariría, que a todo el mundo conbrié e estragaría. Quando ella bramava, pensavan de foír, e desque vino el día que ovo de parir, parió un mur topo: escarnio fue de reír; sus bramuras e espantos en burla fueron salir. E bien ansí acaesçió a muchos e a tu amo: prometen mucho trigo e dan poca paja, tamo; çiegan muchos con el viento, vanse perder con mal ramo; vete, dil que me non quiera, que no'l quiero ni'l amo. Omne que mucho fabla faze menos a vezes; pone muy grant espanto, chica cosa es dos nuezes; las cosas mucho caras alguna ora son rafezes, las viles e las refezes son caras a las de vezes. Tomé por chica cosa aborrençia e grand saña, arredróse de mí, fizome el juegomaña; aquel es engañado quien coida que engaña, d'esto fize una troba de tristeza tan maña. Fiz luego estas cantigas de verdadera salva, mandé que gelas diesen de noche o al alva; non las quiso tomar; dixe yo: ¡Muy mal va; al tiempo se encoje mejor la yerva malva! De cómo todas las cossas del mundo son vanidat, si non amar a Dios Como dize Salamón, e dize la verdat, que las cosas el mundo todas son vanidat, todas son pasaderas, vanse con la hedat, salvo amor de Dios, todas son liviandat. E yo, desque vi la dueña partida e mudada, dixe: ¡Querer do non me quieren, faría una nada, responder do non me llaman es vanidad provada! Partíme de su pleito, pues de mí es redrada. Sabe Dios que aquesta dueña e quantas yo vi, sienpre quise guarda[r]las e sienpre las serví; si servir non las pude, nunca las deserví: de dueña mesurada sienpre bien escreví. Mucho seria villano e torpe pajez si de la muger noble dixiese cosa refez, ca en muger loçana, fermosa e cortés, todo bien del mundo e todo plazer es. Si Dios, quando formó el omne, entendiera que era mala cosa la muger, non la diera al omne por conpaña nin d'él non la feziera; si para bien non fuera, tan noble non saliera. Si omne a la muger non la quisiesse bien, non ternia tantos presos el amor quantos tien; por santo nin por santa que seya, non sé quién non cobdiçie conpaña, si solo se mantién. Una fabla lo dize que vos digo agora, que ¡una ave sola nin bien canta nin bien llora; el mástel sin la vela non puede estar toda ora nin las verças non se crían tan bien sin la noria. E yo, como estava solo, sin conpañía, codiçiava tener lo que otro para sí tenía: puse el ojo en otra, non santa mas sentía; yo cruiziava por ella, otro la avié valdía. E, porque yo non podia con ella ansí fablar, puse por mi mensajero, coidando recabdar, a un mi conpañero; sóporne el clavo echar: él comió la vïanda e a mí fazié rumiar. Fiz con el gran pessar esta troba caçurra; la dueña que la oyere por ello non me aburra: ca devriénme dezir neçio e más que bestia burra, si de tan grand escarnio yo non trobase burla. De lo que contesció al Arçipreste con Ferrand Garçía, su mensajero Mis ojos non verán luz, pues perdido he a Cruz. Cruz cruzada, panadera, tomé por entende[de]ra, tomé senda por carrera como [....] andaluz. Coidando que la avría, díxielo a Ferrand Garçía que troxiése la pletesía e fuese pleités e duz. Díxome queAl plazia de grado, e fizose de la Cruz privado: a mí dio rumiar salvado, él comió el pan más duz. Prometiól por mi consejo trigo que tenía añejo e presentól un conejo, el traidor falso, marfuz. ¡Dios confonda mensajero tan presto e tan ligero! ¡Non medre Dios tal conejero que la caça ansí aduz! Aquí fabla de la constelaçión e de la planeta en que los omnes nasçen, e del juizio que los çinco sabios naturales dieron en el nasçemiento del fijo del rey Alcarez Los antiguos astrólogos dizen en la çïençia de la astrología, una buena sabiençia, qu'el omne, quando nasçe, luego en su naçençia, el signo en que naçe le juzgan por sentençia. Esto diz Tholomeo e dízelo Platón, otros muchos maestros en este acuerdo son: qual es el asçendente e la costelAlaçión del que naçe, tal es su fado e su don. Muchos ay que trabajan sienpre por clerezía, deprenden grandes tienpos, espienden grant quantía; en cabo saben poco, que su fado les guía: non pueden desmentir a la astrología. Otros entran en orden por salvar las sus almas, otros toman esfuerço en querer usar armas, otros sirven señores con las sus manos amas, pero, muchos de aquestos dan en tierra, de palmas. Non acaban en orden nin son más cavalleros, nin han merçed de señores nin heredan sus dineros; porque puede ser esto, creo ser verdaderos, segund natural curso, los dichos estrelleros. Porque creas el curso d'estos signos atales, dezirt'é un juïzio de çinco naturales, que judgaron un niño por sus çiertas señales, dieron juïzios fuertes de acabados males. Era un rey de moros, Alcaraz nonbre avía; nasçióle un fijo bello, más de aquél non tenía; enbïó por sus sabios, dellos saber quería el signo e la planeta del fijo queAl nasçía. Entre los estrelleros queAl vinieron a ver, vinieron çinco dellos de más conplido saber; desque tomaron el punto en que ovo de nasçer, dixo el un maestro: ¡Apedreado ha de ser! Judgó el otro e dixo: ¡Éste ha de ser quemado! El terçero dize: ¡El niño ha de ser despeñado! Diz el quarto: ¡El infante ha de ser colgado! Dixo el quinto maestro: ¡Morrá en agua afogado! Quando oyó el rey juïzios desacordados, mandó que los maestros fuesen muy bien guardados; fizolos tener presos en logares apartados: dio todos sus juïzios por mitrosos provados. Desque fue el infante a buena hedat llegado, pidió al rey su padre que le fuese otorgado de ir a correr monte, caçar algún venado; respondióle el rey que le plazia, de grado. Cataron día claro para ir a caçar; desque fueron en el monte, óvose a levantar un revatado nublo, començó de agranizar, e a poca de ora començó de apedrear. Acordóse su ayo de cómo lo judgaron los sabios naturales que su signo cataron; ¡Señor! diz, ¡acojámonos, que los que a vós fadaron non sean verdaderos en lo que adevinaron! Pensaron mucho aína todos de se acojer; mas como es verdat e non puede fallesçer que lo que Dios ordena en cómo ha de ser, segund natural curso, non se puede estorçer: façiendo la grand piedra, el infante aguijó, pasando por la puente, un grand rayo le dio, foradóse la puente, por allí se despeñó, en un árbol del río de sus faldas se colgó. Estando ansí colgado, a do todos lo vieron, afogóse en el agua, acorrer non lo podieron: los çinco fados dichos todos bien se conplieron, los sabios naturales verdaderos salieron. Desque vido el rey conplido su pessar, mandó los estrelleros de la presión soltar; fízoles mucho bien e mandóles usar de su astrología, en que non avié que dubdar. Yo creo los estrólogos verdad naturalmente; pero, Dios, que crió natura e açidente, puédelos demudar e fazer otramente: segund la fe cathólica yo desto só creyente. En creer lo de natura non es malestança, e creer muy más en Dios con firme esperança; porque creas mis dichos e non tomes dubdança, pruévotelo brevemente con esta semejança: çierto es que el rey en su regno ha poder de dar fueros, e leyes e derechos fazer: d'esto manda fazer libros e quadernos conponer, para, quien faze el yerro, qué pena deve aver. Acaesçe que alguno faze grand traïçión, ansí que por el fuero deve morir con raçón; pero, por los privados, que en su ayuda son, si piden merçed al rey, dale conplido perdón; O si, por aventura, aqueste que lo erró, al rey en algund tienpo atanto le servié, que piedat e serviçio mucho al rey movió, por que del yerro fecho conplido perdón le dio. E ansí como por fuero avía de morir, el fazedor del fuero non lo quiere consentir; dispensa contra el fuero e déxalo bevir: quien puede fazer leyes puede contra ellas ir. Otrosí puede el papa sus decretales far, en que a sus súbditos manda çierta pena dar; pero, puede muy bien contra ellas dispensar, por graçia o por serviçio toda la pena soltar. Veemos cada día pasar esto de fecho, pero, por todo eso las leyes y el derecho e el fuero escripto non es por ende desfecho, ante es çierta çïençia e de mucho provecho. Bien ansí Nuestro Señor Dios, quando el cielo crió, puso en él sus signos e planetas ordenó, sus poderíos çiertos e juïzios otorgó, pero, mayor poder retuvo en sí que les non dio. Ansí que por ayuno e limosna e oraçión e por servir a Dios con mucha contriçión, non ha poder mal signo nin su costelAlaçión: el poderío de Dios tuelle la tribulaçión. Non son por todo aquesto los estrelleros mintrosos, que judgan segund natura por sus cuentos fermosos; ellos e la çïençia son çiertos e non dubdosos, mas non pueden contra Dios ir, nin son poderosos. Non sé astrología nin só ende maestro, nin sé astralabio más que buey de cabestro; mas porque cada día veo pasar esto, por aqueso lo digo; otrosí veo aquesto: muchos nasçen en Venus, que lo más de su vida es amar las mugeres, nunca se les olvida; trabajan e afanan mucho, sin medida, e los más non recabdan la cosa más querida. En este signo atal creo que yo nasçí: sienpre puné en servir dueñas que conoscí; el bien que me feçieron non lo desagradesçí: a muchas serví mucho que nada non acabesçí. Comoquier que he provado mi signo ser atal ¡en servir a las dueñas punar e non en ál! pero, aunque omne non goste la pera del peral, en estar a la sonbra es plazer comunal. Muchas noblezas ha en el que a las dueñas sirve: loçano, fablador, en ser franco se abive; en servir a las dueñas el bueno non se esquive, que, si mucho trabaja, en mucho plazer bive. El amor faz sotil al omne que es rudo, fázele fablar fermoso al que antes es mudo; al omne que es covarde fázelo muy atrevudo, al perezoso faze ser presto e agudo; al mançebo mantiene mucho en mançebez e al viejo faz perder mucho la vejez; faze blanco e fermoso del negro como pez, lo que non vale una nuez amor le da grand prez. El que es enamorado, por muy feo que sea, otrosí su amiga, maguer que sea muy fea, el uno e el otro non ha cosa que vea que tan bien le paresca nin que tanto desea. El bavieca, el torpe, el neçio e el pobre a su amiga bueno paresçe e rico?onbre, más noble que los otros; por ende todo onbre, como un amor pierde, luego otro cobre. Ca, puesto que su signo sea de tal natura como es este mío, dize una escriptura que ¡buen esfuerço vençe a la mala ventura e a toda pera dura grand tienpo la madura. Una tacha le fallo al amor poderoso, la qual a vós, dueñas, yo descobrir non oso; mas, porque non me tengades por dezidor medroso, es ésta: que el amor sienpre fabla mentiroso. Ca segund vos he dicho en la otra conseja, lo que en sí es torpe con amor bien semeja, tiene por noble cosa lo que non vale una arveja: lo que semeja non es, oya bien tu oreja. Si las mançanas sienpre oviesen tal sabor de dentro, qual de fuera dan vista e color, non avrié de las plantas fructa de tal valor; mas ante pudren que otra, pero dan buen olor. Bien atal es el amor, que da palabra llena, toda cosa que dice paresçe mucho buena: non es todo cantar quanto rüido suena; por vos descobrir esto, dueñas, non aya pena. Diz: ¡Por las verdades se pierden los amigos, e por las non dezir se fazen desamigos. Ansí entendet sano los proverbios antiguos, e nunca vos creades loores de enemigos. De cómo el Açipreste fue enamorado e del enxienplo del ladrón e del mastín Como dize el sabio, cosa dura e fuerte es dexar la costunbre, el fado e la suerte; la costunbre es otra natura, çiertamente: apenas non se pierde fasta que viene la muerte. E porque es constunbre de mançebos usada querer sienpre tener alguna enamorada, por aver solaz bueno del amor con amada, tomé amiga nueva, una dueña ençerrada. Dueña de buen linaje e de mucha nobleza, todo saber de dueña sabe con sotileza, cuerda e de buen seso, non sabe de vilAleza, muchas dueñas e otras, de buen saber las veza. De talla muy apuesta e de gesto amorosa, loçana, doñeguil, plazentera, fermosa, cortés e mesurada, falaguera, donosa, graçiosa e donable, amor en toda cosa. Por amor d'esta dueña fiz trobas e cantares, senbré avena loca ribera de Henares; verdat es lo que dizen los antiguos retráheres: ¡Quien en el arenal sienbra non trilla pegujares! Coidando la yo aver entre las benditas, dávale de mis donas, non paños e non çintas, non cuentas nin sartal nin sortijas nin mitas, con ello estas cantigas que son deyuso escriptas. Non quiso reçevirlo, bien fuxo de avoleza, fizo de mí bavieca; diz: ¡Non muestran pereza los omnes en dar poco por tomar grand riqueza; levadlo e dezidle que malmercar non es franqueza! Non perderé yo a Dios nin al su paraíso por pecado del mundo, que es sonbra de aliso; non soy yo tan sin seso, que si algo he priso, quien toma dar deve, dízelo sabio enviso. Ansí conteçió a mí con la dueña de prestar, como conteçió al ladrón que entrava a furtar, que falló un grand mastín; començóle de ladrar; el ladrón, por furtar algo, començóle a falagar. Lançó medio pan al perro, que traía en la mano: dentro ivan las çaraças, varruntólo el alano; diz: ¡Non quiero mal bocado, non serié para mí sano; por el pan de una noche non perderé quanto gano! Por poca vïanda que esta noche çenaría, non perderé los manjares nin el pan de cada día; si yo tu mal pan comiese, con ello me afogaría, tú furtarias lo que guardo e yo grand traiçión faría. Al señor que me crió non faré tal falsedat, que tú furtes su thesoro que dexó en mi fealdat: tú levarías el algo, yo faría grand maldat; ¡vete de aquí, ladrón, non quiero tu poridad! Començó de ladrar mucho, el mastín era mazillero; tanto siguió al ladrón que fuyó de aquel çillero. Así conteçió a mí e al mi buen mensajero con aquesta dueña cuerda e con la otra primero. Fueron dares valdíos, de que ove manzilla; dixe: ¡Uno coida el vayo e otro el que lo ensilla! Redréme de la dueña e creí la fablilla que diz: ¡Por lo perdido non estés mano en mesilla! Ca, segund vos he dicho, de tal ventura seo que, si lo faz mi signo o si mi mal asseo, nunca puedo acabar lo medio que deseo: por esto a las vegadas con el Amor peleo. De cómo el Amor vino al Arçipreste e de la pelea que con él ovo el dicho Arçipreste Dirévos una pelea que una noche me vino, pensando en mi ventura, sañudo e non con vino: un omne grande, fermoso, mesurado, a mí vino; yo le pregunté quién era; dixo: ¡Amor, tu vecino! Con saña que tenía, fuilo a denostar; díxel: ¡Si Amor eres, non puedes aquí estar: eres mentiroso falso en muchos enartar; salvar non puedes uno, puedes çient mill matar! Con engaños e lisonjas e sotiles mentiras, enpoçonas las lenguas, enervolas tus viras; al que mejor te sirve, a él fieres quando tiras, párteslo del amiga al omne que aíras. Traes enloqueçidos a muchos con tu saber, fázesles perder el sueño, el comer y el bever, fazes a muchos omes tanto se atrever en ti fasta que el cuerpo e el alma van perder. Non tienes regla çierta nin tienes en ti tiento: a las vegadas prendes con grand arrevatamiento, a vezes poco a poco con maestrías çiento: de quanto yo te digo, tú sabes que non miento. Desque los omnes prendes, non das por ellos nada, tráeslos de oy en cras en vida muy penada; fazes, al que te cree, lazar en tu mesnada, e, por plazer poquillo, andar luenga jornada. Eres tan enconado que, do fieres de golpe, non lo sana mengía, enplasto nin xarope; non sé fuerte nin reçio, que se contigo tope, que noAl debatas luego, por mucho que se enforçe. De cómo enflaquezes las gentes e las dapñas, muchos libros ay d'esto, de cómo las engañas con tus muchos doñeos e con tus malas mañas; sienpre tiras la fuerça, dízenlo en fazañas: Enxienplo del garçón que quería cassar con tres mugeres Era un garçón loco, mançebo bien valiente, non quería cassarse con una solamente, sinon con tres mugeres: tal era su talente; porfiaron en cabo con él toda la gente. Su padre e su madre e su hermano mayor afincáronle mucho que ya, por su amor, con dos, que se cassase: primero con la menor e, dende a un mes conplido, casase con la mayor. Fizo su cassamiento con aquesta condiçión; el primer mes ya pasado, dixiéronle tal razón: que al otro su hermano con una e con más non quisiese que le casasen a ley e a bendiçión. Respondió el cassado que esto non feçiesen, que él tenía muger en que anbos a dos oviesen casamiento abondo e d'esto le dixiesen; de casarlo con otra non se entremetiesen. Aqueste omne bueno, padre de aqueste necio, tenía un molino de gran muela de preçio; ante que fuese casado el garçón atán reçio, andando mucho la muela, teniala con el pie quedo. Aquesta fuerça grande e aquesta valentía, ante que fuese casado, ligero la fazía; el un mes ya pasado que casado avía, quiso provar como ante e vino allí un día. Provó tener la muela como avía usado: levantóle las piernas, echólo por mal cabo. Levantóse el neçio, maldíxole con mal fado, diz: '¡Ay, molino rezio, aún te vea casado!' A la muger primera él tanto la amó que a la otra donzella nunca más la tomó; non provó más tener la muela, sól non lo asomó: ansí tu devaneo al garçón loco domó. Eres padre del fuego, pariente de la llama, más arde e más se quema qualquier que te más ama; Amor, quien te más sigue, quémasle cuerpo e alma, destrúyeslo del todo, como el fuego a la rama. Los que te non provaron, en buen día nasçieron; folgaron sin cuidado, nunca entristeçieron; desque a ti fallaron, todo su bien perdieron: fueles como a las ranas, quando el rey pidieron. Enxienplo de las ranas en cómo demandavan rey a Don Júpiter Las ranas en un lago cantavan e jugavan, cosa non les nuzía, bien solteras andavan; creyeron al dïablo, que del mal se pagavan, pidieron rey a Don Júpiter, mucho gelo rogavan. Enbïóles Don Júpiter una viga de lagar, la mayor que él pudo, cayó en ese lugar: el grand golpe del fuste fizo las ranas callar, mas vieron que non era rey para las castigar. Suben sobre la viga quantas podian sobir; dixieron: 'Non es éste rey para lo nós servir.' Pidieron rey a Don Júpiter como lo solian pedir; Don Júpiter, con saña, óvolas de oír. Enbióles por su rey çigüeña manzillera; çercava todo el lago, ansí faz la ribera, andando pico abierta; como era vente[r]nera, de dos en dos las ranas comía bien ligera. Querellando a Don Júpiter, dieron boçes las ranas: '¡Señor, Señor, acórrenos, tú que matas e sanas; el rey que tú nos diste por nuestras bozes vanas, danos muy malas tardes e peores las mañanas! '¡Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga! De dos en dos nos come, nos abarca e nos traga! ¡Señor, tú nos defiende, Señor, tú ya nos paga; danos la tu ayuda, tira de nós tu plaga!' Respondióles don Júpiter: 'Tened lo que pidistes; el rey tan demandado, por quantas bozes distes, vengue vuestra locura, ca en poco tovistes ser libres e sin premia; reñid, pues lo quesistes.' Quien tiene lo que al cunple, con ello sea pagado; quien podiere ser suyo non sea enajenado; el que non toviere premia non quiera ser apremiado: libertat e soltura non es por oro conprado. Bien ansí acaesçe a todos tus contrallos: do son de sí señores, tórnanse tus vasallos; tú, después, nunca piensas sinon por astragallos en cuerpos e en almas: así todos tragallos. Queréllanse de ti, mas non les vales nada, que tan presos los tienes en tu cadena doblada, que non pueden partirse de tu vida penada; responde a quien te llama, ¡vete de mi posada! Non quiero tu conpaña, ¡vete de aquí, varón! Das al cuerpo lazeria, trabajo sin razón; de día e de noche eres fino ladrón: quando omne está seguro, fúrtasle el coraçón. En punto que lo furtas, luego lo enajenas: dasle a quien non le ama, torméntasle con penas; anda el coraçón sin cuerpo en tus cadenas, pensando e sospirando por las cosas ajenas. Fázeslo andar bolando como la golondrina, rebuélveslo a menudo, tu mal non adevina: oras coida en Susaña, oras en Merjelina; de diversas maneras tu quexa lo espina. En un punto lo pones a jornadas trezientas, anda todo el mundo quando tú lo retientas; déxasle solo e triste con muchas sobervientas; a quien noAl quiere niAl ama sienpre gela mientas. Varón, ¿qué as conmigo? ¿Quál fue aquel mal debdo que tanto me persigues? Viénesme manso e quedo, nunca me aperçibes de tu ojo nin del dedo: dasme en el coraçón, triste fazes del ledo. Non te puedo prender, tanta es tu maestría, e maguer te presiese, crey que te non mataría; tú, cada que a mí prendes, tanta es tu orgullía, sin pïedat me matas de noche e de día. Responde: ¿qué te fiz? ¿Por qué me non diste dicha en quantas que amé, nin de la dueña bendicha? De quanto me prometié, luego era desdicha; en fuerte punto te vi: la ora fue maldicha. Quanto más aquí estás, tanto más me assaño, más fallo que te diga, veyendo quánto dapño sienpre de ti me vino con tu sotil engaño: andas urdiendo sienpre, cobierto so mal paño. Bartolomé Aregensola BARTOLOMÉ AREGENSOLA (1562 - 1631) Aragonés. Nació en Barbastro. Estudió en varios lugares de Aragón, como Huesca, Zaragoza, pasando después a Salamanca. Siendo aún joven, se ordenó de sacerdote. Muy pronto lo hicieron capellán del duque de Villahermosa. Siguió de capellán a la Emperatriz María de Austria, en Madrid. Pasó algún tiempo en Nápoles con su hermano Lupercio y el conde de Lemos. Volvió a Aragón en donde lo hicieron canónigo en la diócesis de Zaragoza. Aquí participó activamente en tertulias de literatos. Estando en Madrid hizo amistad con Lupe de Vega y Miguel de Cervantes, entre otros literatos de su tiempo. En general puede decirse que su poesía se caracteriza por algo de frialdad y cerebral. La inteligencia se sobrepone al sentimentalismo y la idea a la fantasía. Quizás por esto mismo, sus poesías se distinguen de las de sus contemporáneos por una forma correctísima y mesurada. En cuanto al tema, casi toda ella es de carácter filosófico-moral. SONETOS 1 A Don Martín de bolea y Castro Aunque el bélico pecho y animoso de tal manera a Orlando le ha ensalzado, que está en suprema cumbre levantado, pues en todo ha salido victorioso, no menos por tu pluma fue dichoso, Orlando en ser de ti tan celebrado, que tanta fama y gloria has tú alcanzado, cuanta él con ser en armas valeroso. El postrimero límite y subjeto, donde otros no pudieron allegarse, desde allí comenzó tu vuelo altivo: ha hallado don Martín tu gran conceto entre furia y amor determinarse: dio este corte y falló superlativo. 2 Soneto de Bartolomé Leonardo y Argensola al muy reverendo P. Fray Bartolomé Ponce ¿Cómo podrá premiar el bajo suelo, subjeto al corto término de vida, obra tan encumbrada y tan subida que a su fin principal no abarca el cielo? El premio, pues (divino Ponce), délo el que, bajo accidentes de comida, a tus manos se rinde y te convida con el disfraz del delicado velo. Que tu subtil labor y heroico estilo, donde (cual muro oculto) so la yedra más con su fortaleza reverdece, o cual bajo la cera está el pabilo, en rica guarnición la árabe piedra, estando Dios, no sé qué más merece. 3 A una dama que sin beber vino ni tener negros los dientes le olía mal la boca, señal de poca castidad Si nunca Baco y siempre fuente viva para tus labios su licor ofrece, y de apariencia artificial carece esa belleza sólida y nativa, ¿de qué causa tu aliento se deriva que los tersos marfiles obscurece? Hoy huele a yema pollo que perece corrompido en la cáscara abortiva. Decir que en los convites excediendo se estraga el huelgo, como en su frecuencia de tu rara templanza te desvíes, no lo quiero creer, con tu licencia. Colorada te pones y te ríes: mal disimulas, Filis; ya lo entiendo. 4 A una persona que se preciaba de platónica Gala, no alegues a Platón o alega algo más corporal lo que alegares, que esos cómplices tuyos son vulgares y escuchan mal la sutileza griega. Desnudo al sol y al látigo navega más de un amante tuyo en ambos mares que te sabe los íntimos lunares y quizá es tan honrado que lo niega. Y tú, en la metafísica elevada, dices que unir las almas es tu intento, ruda y sencilla en inferiores cosas; pues yo sé que Apuleyo más te agrada cuando rebuzna en forma de jumento que en la que se quedó comiendo rosas. 5 A un privado Oh tú, que en las sublimes aulas de oro de reyes vives, huye, y escarmienta del que a nado escapó de la tormenta, echando al mar riquezas y tesoro. Y cuando la Fortuna en su alto coro vieres que el rostro alegre te presenta, teme de Amor la rigurosa cuenta, como tragedia que provoca a lloro. ¿Qué piensas que has de hallar firme y estable donde están en sus tronos la mentira, la lisonja, el engaño y la mudanza? Huye de tu rüina lamentable, que el cielo sólo arroja rayos de ira a los que en él no ponen su esperanza. 6 Pródiga de nariz, de ojos avara, espaciosa de boca, angosta en frente, mejillas de cuaresma penitente, y barba que en pirámide repara; bosque do el tiempo con los años ara, encubierto a la luz del rojo oriente; fértil mina de pez que eternamente destila en cada poro un alquitara; vientre de odre, pecho de amazona, cuello de tina, brazos de cordeles, y en piernas de raíces pies de pato; es dibujada al vivo en líneas fieles, monseñor, la magnífica persona di quella che vi piace in bel ritrato. 7 A la vida quieta y libre Quiera el primer autor que se eternice este dichoso estado en que me veo, adonde en paz mi libertad poseo, que es el bien de la tierra más felice. Apaciente cualquiera o martirice entre quimeras varias su deseo; llueva rojo metal, seque el Ejeo y a los hados en suma tiranice; que yo, mientras el cielo permitiere que mis ojos de luz ricos se vean, pobre entre pobres lares verme quiero; que nunca el rayo a los humildes hiere, ni Jove deja que afligidos sean de tirano envidioso o lisonjero. 8 Cuando a su dulce olvido me convida la noche, y en sus faldas me adormece, entre sueños la imagen me parece de aquella que fue sueño en esta vida. Yo, sin temor que su desdén lo impida, los brazos tiendo al gusto que me ofrece; mas ella (sombra al fin) desaparece, y abrazo al aire, donde está escondida. Así burlado, digo: «¡Ah falso engaño de aquella ingrata, que aun mi mal procura; tente, aguarda, lisonja del deseo!» Mas ella, en tanto, por la noche obscura huye; corro tras ella, ¡oh caso extraño! ¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento? 9 A la mañana de la resurrección Porque hoy llegó a sus términos la ira del daño universal, más viva aurora cuanto yace en sus fábricas explora, cuanto crece a su luz, cuanto respira. Naturaleza en sus esencias mira intrépida virtud que las mejora, y que la suerte humana vencedora a sucesos más prósperos aspira. En tanto que el eterno anfiteatro hoy introduce al inmortal difunto, componiendo otra vez el orbe suyo, mísero yo en el ámbito de un punto, de esta segunda perfección me excluyo y a dioses fabricados idolatro. 10 A una dama que desdeñaba un paje suyo, con quien estaba amancebada Pues tú con tanta propiedad desdeñas ese paje que es todo tu apetito, miente de cualquier cosa el sobrescrito: no es frío el hierro, ni ásperas las penas. Sabe, señora, que una de tus dueñas (a quien yo algunas veces ejercito) me hace ver en tus brazos el cabrito que, como cabra, en tu retrete ordeñas. Pues yo le vi atreverse a tu camisa suplir pródigamente ajenas menguas de tu marido, por tu industria ausente; y mientras ambos os chupáis las lenguas, yo, atento al espectáculo, impaciente, muerdo la mía con envidia y risa. 11 A un amigo que no daba en el punto para alcanzar cierta dama En la edad de oro, aunque hubo afectos tiernos, se ve que honestidad guardaron, Niso; mas la de plata el freno más remiso vio en frente humana los primeros cuernos. La de hierro acabó de ensordecernos a la voz del ejemplo y del aviso; después ningún metal, de honesto, quiso intitular la edad de los modernos. Y por Gala, tu Eurïalo, cautivo, no sin risa del pueblo anda fogoso, cohechando siervos y falseando llaves. Dile tú que lo trate con su esposo, que, con ciertos capítulos süaves, su mismo esposo le tendrá el estribo. 12 Rendida la cerviz al sacrificio, en la ardiente parrilla recostados están los duros huesos abrasados, sin mostrar de flaqueza algún indicio. «Tu amor, mi Dios, teniéndote propicio, aunque el rigor del fuego era sobrado, por Dios y por señor te he confesado, poniendo en alabarte mi ejercicio. »Como al oro en el fuego me probaste, y aunque fue tan terrible aquel tormento, lo deshice, en tu amparo confiado. »Así mi corazón perfecto hallaste, que, por tener en ti su dulce asiento, no le es notado rastro de pecado.» 13 Hoy que amontona fiestas y alegrías la madre más fecunda y la más santa, dando a sus buenos hijos toda cuanta honra les dio partida en muchos días, subid, deseos y esperanzas mías, donde se goza lo que aquí se canta, sin temer la grandeza que os espanta de aquellas celestiales jerarquías. Penetrad los palacios soberanos hasta el trono do asiste el Rey que juzga y gobierna y sustenta a los mortales; y ved si entre sus nobles cortesanos habrá por gran favor quien me introduzca siquiera en el zaguán o en sus umbrales. 14 Lo que merece nombre de esperanza nace de causa de esperar dudosa, si se espera sin ella, y fe animosa, si con seguridad es confianza. Si a complacer en lo imposible alcanza, puede llamarse adulación forzosa, y casi posesión toda otra cosa que quita el miedo a la desconfianza; declina Amor en quien esperar puede, que la enajenación y encogimiento aun discurrir al esperar prohíbe, Y en el gozoso asombro que pretende, contemplando posee el pensamiento todo el bien de que nace y de que vive. 15 A Dios omnipotente Señor, que miras de tu excelsa cumbre el tiempo todo en un presente eterno, tu imagen mira en mí, que al ciego infierno la inclina su terrena pesadumbre. Oh suma luz, ya la encendida lumbre de mi gozoso abril florido y tierno muere, y ya temo ver en el invierno más verde la raíz de mi costumbre. Mírala, sacro santo Rey divino, con ojos de piedad, que al dulce encuentro del rayo celestial verás volvella a verte, como en vidrio cristalino la imagen mira el que se espeja dentro, y está en su vista dél su mirar della. 16 Corneja que vestiste ajenas plumas, ganso que le usurpaste al cisne el canto, cuervo cuyo graznar anuncia llanto, voz que siendo de Arcadia suena en Cumas; como hendrija de pipa te rezumas, el rebozo destapa, quita el manto, ingenio de almofrex de cal y canto, ligero como plomo en las espumas; que dejes de enredar más el urdimbre de parte de las Musas te conjuro, antes que el bello Apolo te confunda. No mezcles nuestro abril con tu diciembre; si no, por el Estigio lago juro que el verdugo te dé una brava tunda. 17 Mi afecto, Amor, me acometió con brío, mas no pudo rendirme a tu obediencia, ni la exterior beldad que con violencia dio el mismo asalto al pensamiento mío; hasta que con más noble poderío allanó la razón mi resistencia, y por su autoridad y en su presencia juró tu servidumbre mi albedrío. Mas aunque la prisión que arrastro suena, y sabe Cintia bien que adoro el peso, no la oye, o no la admite, o la aborrece. Suple o adorna tú el valor del preso, pues su elección ya sierva no merece que Cintia quiera asir de la cadena. 18 A Felipe cuarto, que entró en un convento de monjas y le ayudó el patrón Qué mucho que en tus lámparas, oh Vesta, la casta luz tus vírgines desamen, si en una tiene concubina el flamen, fuego vecino por lo menos tuesta. Y ella hace ostentación de tan honesta, que siempre que ante Séneca la llamen pasará sin temor por el examen de recoger el agua en una cesta. ¿Es posible que al cómplice estupendo le admitan sin horror las aras pías que han recibido dél tantas injurias? A Júpiter al fin yo no lo entiendo: él castiga con rayos niñerías y solapa sacrílegas lujurias. 19 Hoy el nefando autor del color bayo y el sacrílego vil que a hecho injuria al sacro honor de la romana curia son mariposas en el blanco sayo. Guarda, Sodoma, que deciende el rayo dela mano de Dios, con justa furia, contra la gomorrea vil lujuria que abrasa a España con mortal desmayo. Saca en los hombros la virtud, Eneas, de las llamas del ocio consumida, si ser piadoso príncipe deseas. Camina, Loth, con tu mujer querida; vuelve los ojos, Corte, no lo veas, si no quies ser en piedra convertida. 20 Soneto a Madrid, cuando se trataba mudar la corte a Valladolid Volverse han muchos a labranzas toscas, que fueron sus primeros ejercicios; tratarán los magnates y patricios en rubias mieses y vacadas hoscas. Dejarán las culebras ya sus roscas en que enlazaban huéspedes novicios; andarán los casados en sus quicios, pues le dejan en paz su miel las moscas. Viviráse con gusto y más sin arte, y cesará el hablar por cartapacio, engomar el copete y frente lucia, y las mohatras en igual descarte. En faltando la Corte, Rey, Palacio, aunque limpia, Madrid será muy sucia. A un letrado Si vos pretendéis que venga a ser tan gran necio el mundo, que por vuestra barba luenga, por filósofo profundo, sin otro argumento, os tenga; mirad que dais ocasión a que ya cualquier cabrón, por la gran barba que cría, aspire a ser algún día otro Séneca o Platón. Epigramas 1 Cuando una liebre me envías, Gelia, me sueles decir: «Mi Marcial, has de salir hermoso estos siete días.» Si no te burlas, si das crédito a tales antojos, Gelia, liebre tú a mis ojos no la comiste jamás. 2 Escribí y no ha respondido Nevia; luego indicio es malo que no hará lo que le pido; pero pienso que ha leído mi billete; luego harálo. Dístico de Ausonio Dido infeliz, no bien eres dada a marido ninguno, huyes, cuando muere el uno, y cuando el otro huye, mueres. Al libro de las fundaciones de Santa Teresa de Jesús Bien probáis que quien se humilla crece, oh virgen, hasta el Cielo, pues le fundáis un Carmelo en cada humilde casilla; demás que otra maravilla merecen ver superior: que las baña un resplandor tan apacible y tan fuerte, que en cada cual se convierte vuestro Carmelo en Tabor. A un caballero de la casa del duque de Híjar, que trajo un francolín al autor de parte de la duquesa Doña Estefanía, siendo dama Si es cosa cierta, señor, que suelto el francolín canta, y le añuda la garganta la vista del cazador; por retrato de mi amor la dulce tirana mía este francolín me envía: mas si a cantar me atreví, y en viéndola enmudecí, yo seré cisne algún día. Hombre Hombre, si esa unión divides que se obró con astas fuertes, por presto que la conciertes habrá tardanzas y lides; húyelas, y como Alcides, siquiera una vez, temprano forma un justo abrigo humano que dure y guarde tus paces, pues para este fin las haces con el acero en la mano. Al velo de D.ª Jerónima López en el monasterio del Santo Sepulcro de Zaragoza Si os ha de valer a vos el privilegio de esposa, ya, Jerónima, sois diosa, porque os desposáis con Dios. Iguala Amor los amantes, y él sólo es quien juntar sabe con lazo fuerte y süave los extremos más distantes. Hoy lo muestra bien con vos, pues de sierva os hace esposa, dándoos título de diosa por ser esposa de Dios. A vuestro esposo abrazad porque en ese abrazo estrecho os comunica el derecho no menos que a su deidad. Ya el Reino es de ambos a dos, porque la unión poderosa os transforma a vos en diosa desde que os casa con Dios. Últimos suspiros míos Últimos suspiros míos, pues que me dejáis de suerte que, en despidiéndoos, la muerte hinchirá vuestros vacíos, partir con vuelo ligero a dar nuevas del postrero esfuerzo con que os arrojo, si no habéis de dar enojo con decir lo bien que muero. Que pues no gusta esta fiera de haberme dado la vida, también quedará ofendida de oír que por ella muera; mas si entrambas cosas siente, decidle que se contente del fruto de sus desdenes, pues ninguno de estos bienes le dio voluntariamente. Y si en ella echáis de ver señales de compasión (¡oh triste imaginación, lo que me atrevo a creer!), proseguid y acrecentad aquella tarda piedad hasta que mi muerte sienta de suerte que se arrepienta en vano de su crueldad. Porque es tan libre y altiva, que si no a su pecho injusto jamás ha mostrado gusto de que muera o de que viva; y yo, intérprete confuso, cuando su silencio acuso, o el público desamor, por cordura y por valor lo canonizo o lo excuso. Pues basta lo que he vivido, ni admitido ni olvidado que sin saber si la enfado, soy por su ley excluido; su vida tan trabajosa, pues que la muerte es honrosa, acertado el trueque fue, que en su callar bien se ve que no esperaba otra cosa. ¡Oh Dios, qué trasordinaria y tiránica inclemencia con no hacer diligencia mostrar que no es voluntaria; y que obedeciendo a tiento adivinemos su intento, y ella mire los servicios, no obligada a dar indicios de amor o aborrecimiento! Por otra parte, el engaño en que por su causa estoy, hace sospechar que soy yo mismo autor de mi daño, y que el fuego donde moro, cual salamandra lo adoro aunque yo sigo otro estilo, que muero como Perilo dentro de su mismo toro. ¿Cuál es mayor maravilla, el padecer con valor vida de tanto rigor, o morir por no vivilla? Yo que no me satisfago de sufrir sólo un estrago, ambicioso de más gloria, en esta última victoria ambas maravillas hago. Mas, triste, ya está a la puerta, ¡oh mis suspiros!, la vida debilitada y perdida y de espíritus desierta. Id volando, no tardéis, que detrás la llevaréis como víctima al altar, donde podréis celebrar con llanto lo que perdéis. Yo, cual cisne que lamento el fin que contento espero, ¡en qué desdén vivo y muero, que es nido y sepulcro junto! Y mi lástima os obliga a que cada cual le diga que sea a todos intractable, pues quien la mereció afable no la mereció enemiga. Romances 1 Aquel pastor, que pajizo un vestido hizo en la aldea y por volverlo encarnado gotas de sangre le cuesta (es tan costosa la gala, que ha comprado cinco piezas de grana, que le hizo Tiro en el blanco de una oblea), hoy sale en santa Lucía y ofrece a todos su mesa, que es la vida perdurable contar el regalo de ella. Se casa en casa Bernardo, que en pruebas de su limpieza un hábito da a la novia y en su orden la encomienda. En el raso de los cielos hale cortado la tela: mucho durará el vestido por ser gala sempiterna. Toda de blanco la viste, y en la cruz roja le muestra la pureza de su sangre, dulce candor de sus venas. La novia el alma le ofrece con mucha gracia dispuesta, en tres potencias su dote, en la condición su suegra. Si calidad sólo busca en su profesión por prenda, sin duda es galán de la alma pues se paga de finezas. De fina y enamorada con sus tres votos profesa, y para no errar el caso toma en Bernardo la regla. Este favor que recibe es una merced muy cierta, que pasará a señoría cuando se vea abadesa Romance lírico ¡Oh qué soberanas lumbres dispensan cándidos rayos, y entre soñolientas luces el sol sale pestañeando! El sol de justicia viene, y del Oriente los lazos desata la claridad que en botón tuvo el ocaso. Crédito es la Providencia que el rosicler desmayado temió no gozar el día desconfió del sol los pasos. Esta fiesta lo publica, y a su común desagravio fundará la Providencia religión en Cayetano. ¡Oh qué noblemente espera el influjo soberano sin zozobrar que le pase su fecundidad por alto! Toma el ejemplo en las aves, que ramilletes del campo a flor y pluma vinculan el alimento del canto. Sus censos son la piedad, la limosna el mayorazgo fundado en el no pedir, que es un vínculo apretado. La viña del Evangelio a sus hijos ha dejado: manda que cojan buen fruto y son las cepas carrascos. Vivid, hijos del cristal de roca más soberano, a cuyo espejo las luces reflejos dan por milagros. Que aunque mis coplas lo empañen con el aliento bastardo, en los lejos de sus sombras habrán visto su retrato. 3 Sabia pastora, decid: ¿Cuándo las penas que siente supo tan discretamente templarlas Valladolid? No me juzgues por tan lerda que crea que es la poeta que habla tan como discreta y siente tan como cuerda. Agravios harto diversos de los de la Corte son los que con la indignación os hacen componer versos. Que como anda en esta casa quien gasta tan buen humor, que en poético furor se tuesta, si no se abrasa, por las poetas crespinas os le dan las nueve hermanas, bien que con ellas humanas y con vos más que divinas. Andad entre las poetas, a lo menos con los dos, aunque se diga por vos Saúl entre los profetas. Que seso en quien tanto cabe no es posible que no pegue a cualquier que se le llegue cordura y estilo grave. Cuanto a mí (pues ya he juzgado sin aplicación escura que es Valladolid figura y algo más lo figurado) digo que con vos, severo, las penas de esta tardanza, en virtud de la esperanza de otro tiempo venidero. Súfrase quien penas tiene, pero si no enmienda el cielo a la causa, no es consuelo que siempre tras tiempo viene. Pues las coplas crispinales las tocas os han quitado, y con zurrón y cayado os sacan a los jarales, bien puedo yo desde agora con vuestra buena licencia, pues no es contra mi conciencia, trataros como a pastora. A la fuente llamada de Garcilaso Pasajero, a la gran fuente donde has suspendido el paso, ya con versos Garcilaso detuvo el de su corriente. Consonancia tan vehemente ¿a cuál Orfeo no admira? Pero es Palas quien la inspira, que, como en el campo armada, le ciñó su misma espada, le dio aquí su misma lira. DÉCIMAS 1 A un primer movimiento de amor Apriétame de manera cierto pensamiento mío, que cuanto más lo desvío, se introduce y apodera. ¿Qué no hará, si persevera en seguir su competencia? Y más si mi resistencia acude a paso tan lento; que pierde el merecimiento la contraria diligencia. Aunque (por decir verdad) tan agradable se ofrece, que atropellarlo parece villanía y crueldad. Terrible severidad es esta de la razón; que arme a un tierno corazón contra el hijo natural. Luego, si resiste mal, no le cause admiración. No hago todo lo que puedo, y no puedo más hacer; que a la gloria de vencer tengo cobrado gran miedo. Es mengua, yo lo concedo; mas si con fuerza lo evito, doile vigor infinito, porque, al fin, he descubierto que cuanto más lo divierto, crece porque lo ejercito. Que como al alma acompaña este apacible importuno, en viendo descuido alguno, valiéndose dél, la engaña. Y de tal gloria me baña infundido por el seno, que no le tuvo tan lleno de Apolo alguna Sibila como cuando en mí distila su dulcísimo veneno. Retrátame en la memoria de Amarilis la belleza, ya que no hay naturaleza que resista a tanta gloria; mas si queda esta vitoria (por resistida) imperfeta, acude con nueva treta eficaz y poderosa, y píntamela piadosa, que es con lo que me sujeta. Al fin, viene a ser deseo esto que me hace la guerra, que derribado por tierra, cobra fuerzas como Anteo. Del aprieto en que me veo (pues nunca inferior me vi), yo solo la causa fui; porque no fuera Dios fiel si le hubiera dado a él mayores fuerzas que a mí. 2 Cuando la razón tenía mis afectos concertados, le fueron tiranizados, y, a mi ver, sin tiranía; porque Amor, que pretendía ser dueño del corazón, le mostró a Filis acción tan apacible y tan fiel, que ya no ha dejado en él ni un átomo a la razón. Y luego que a la obediencia de Filis tuvo rendidos con los fáciles sentidos los de mayor excelencia, en lo puro de mi esencia (a cuya luz no se atreve ni una nubecilla leve) le dedico el vivo altar, donde se humana a aceptar el culto que se le debe. En esta región secreta no tiene el engaño parte, ni la adulación ni el arte que a la fortuna respeta; de la sencillez perfecta (diosa en esta esfera) alcanza mi decoro su alabanza, porque, a merecer atento, ejercita el sufrimiento, y no escucha a la esperanza. Generosa la pureza se entraña aquí en las acciones, por quien acepta sus dones otra no vulgar nobleza; que como Naturaleza en lo esencial siempre es una, no son de importancia alguna, para premiar voluntades, las falsas desigualdades que introdujo la fortuna. Y así con esta igualdad (aunque a la humana licencia pone Filis reverencia y horror su divinidad), las alas de mi verdad por los claros aires pruebo, donde, con ejemplo nuevo, propicio al sol me asegura, en cuya luz limpia y pura con felicidad me elevo. Por fértiles, ya no pueden caber sus efectos dentro en mi fe; y así, del centro que los atesora exceden; y él, aunque más raros queden, cuanto menos exteriores, muestra en ellos sus favores, atónito de que pudo llevar con silencio mudo finezas tan superiores. Mas si en el estéril seno es Amor quien los cultiva, cierto es que dél se deriva fruto de sazón tan lleno. Así con humor ajeno crecen pimpollos altivos que en infelices olivos ingirió industriosa mano, y el árbol se mira ufano de los ramos adoptivos. 3 Burléme (yo lo confieso) de tus cadenas, Amor, mas no merecí el rigor que padezco en ellas preso. A mi exceso (si fue exceso) excede el de tu venganza, pues ya en mi nueva mudanza no sólo pruebo su furia, sino que adoro la injuria de tu perdida esperanza. Si te ha ofendido la historia de mi desdeñosa edad (demás que su libertad fue materia de tu gloria), nunca es mayor la vitoria que el esfuerzo del vencido; y tú sabes que lo he sido, no desarmado ni huyendo, pues me hallaste resistiendo valiente y apercebido. Y ambos podemos por esto fundar justa competencia: tú en mi grande resistencia, yo en lo mucho que te cuesto; pues para rendirme has puesto, contra mi libre opinión, la más alta perfeción: armas con cuyo poder te fuera fácil traer los dioses a tu prisión. El resplandor de unos ojos, donde tus flechas enciendes, a cuya deidad suspendes los enemigos despojos; allí entre tus dardos rojos gimen corazones vivos, que padecen por altivos los efetos de tu ira; y porque Cloris los mira, se precian de tus cautivos. Tú allí, pues tanta noticia tienes de mi esfuerzo, advierte que estimar al cauto y fuerte no es piedad, sino justicia. Verás cómo en tu milicia las finezas que yo enseño (que siendo de mejor dueño no he de mostrar menos brío), si cuando arde el hierro frío, arde más que el seco leño. Mas, ¡ay!, que en plazos tan largos esta esperanza risueña (aun cuando los desempeña) obra efectos más amargos. Así con los ojos de Argos el pavo al sol desafía, y cuando más lozanía muestra en las plumas lucientes, triste y con ojos prudentes, encoge su gallardía. No trate desta manera tu esperanza a quien la sigue, sino es para que castigue al que sus glorias espera; pues cuando más verdadera y constante nos parece, recibimos las que ofrece los que en su fe confiamos, y al fin velando soñamos, y el desengaño enmudece. 4 Silvia, dos arcos te ha dado para tus cejas Cupido, de ébano son (no bruñido dices tú, sino aserrado); mas ni el marfil transformado en el honor de tu frente recibe sombra indecente, ni el de las pestañas graves turba en tus ojos suüaves la serenidad luciente. Antes sus flechas envía con esos arcos Amor, y el vecino resplandor es su aljaba o su armería. En ellos la diestra impía. de rendir no satisfecha, las puntas de oro pertrecha de cierto rigor tan vivo, que es ya un rayo vengativo el cuento de cada flecha. Ese casto ardor sereno, que el alma en tus ojos puso, hierve en las flechas infuso, de clemencia y de ira lleno; que ambas fuerzas desde el seno tu ardiente luz les inspira, cuando a su instancia las mira, para que obre más estragos la clemencia con halagos que con desdenes la ira. Que el golpe de un desdén claro, aunque atormente, no injuria, pues no es descortés la furia que nos previene al reparo. Mas ¿quién prevendrá un tan raro género de rendimiento, si lo advierte el mismo acento que halaga con la bonanza, animando la esperanza con mengua del sufrimiento? Así el favor nos oprime, Silvia, en tu vista risueña más que cuando nos desdeña desde su altivez sublime. ¿Quién no yace, o quién no gime a tu libre condición? Tragedia es y adulación, que, en fe de sí misma, atiende a la crueldad, que pretende que la llamemos razón. Di que es crueldad; no la dores; que la razón no ha de hacer ministro al mismo placer del mayor de los rigores. Como áspid entre las flores, nos da la muerte escondida, para que asalte la vida, cuando en tu gracia inhumana se entretiene más ufana y menos apercebida. Silvia, no más; considera si es bien que luego comiences a conservar lo que vences, porque tu gloria no muera. Caiga la piedad severa, con que ha tanto que fulminas desde esas luces divinas; que no es gloriosa vitoria la que encomienda su gloria al horror de unas rüinas. 5 A una dama que le tiró una naranjilla con agua de azahar Dulce señora, no hallar fiel vuestra bala quisiera, pues siendo verde y de cera, me previene a no esperar; porque escondéis el azar en lo hueco de lo verde, para que por él me acuerde que, con esperanza vana, cuanto en lo exterior se gana, en lo sustancial se pierde. Arghezi Tudor LA CENIZA DE NUESTROS SUEÑOS La ceniza de nuestros sueños se derrama a montones en nosotros, como caen en los cántaros los pétalos azules, atacados por un insecto oculto entre las hojas. Se agita el viento y gime. La tierra se funde con el cielo, las ciudades son maraña y laberinto, hondos laúdes de blasfemia, y el aire es frío como el hierro. La tierra es un molino hueco con larvas mendigando un aposento, moviéndose en el polvo que se muere que se pierde en confusiones y desastres... La tierra de los sueños que no fueron... OTROS POEMAS DE TUDOR ARGHEZI: CANCIÓN PARA ADORMECER A MITZOURA EL SALMO DEL MISTERIO ENTRE NOCHES ESPONSALES HE AQUÍ, ALMA MÍA PRÓLOGO DEL LIBRO DE LOS PAISAJES SALMO STANE, CAPITÁN TESTAMENTO CANCIÓN PARA ADORMECER A MITZOURA Hazle, Dios mío, una cabaña al sol, en un rincón de la vieja campiña, no debe ser más alta que una flor que sea del tamaño de una oreja. Hazle una charca de agua bajo el sol, y de un palo de fósforo una nave para que en su azufrada cabecita ella pueda tocar el infinito. Dále una mariposa delicada y una rana tallada en esmeralda y, Dios mío, promete a su cabaña algún calor en el bosque de absintio. Dále tamhién., Dios mío, los colores y el papel de la China necesario para que borroneando en él, Mitzoura, diseñe los perfiles de tu gloria. Porque, por fin, cuando todo esté listo, Dios mío, el padre vivirá en su casa. Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada EL SALMO DEL MISTERIO Oh, tú, la de otro tiempo perdido en los caminos de la tierra! Quién ha puesto tu frente sobre mi alma tomando en ella el sitio de la madre? Mujer en mí esparcida como está la fragancia en una selva porque tu nombre se escribió en el sueño a golpe de hacha se grabó en mí mismo, Tú amarraste mi vida a la canción e hiciste que mis brazos la buscaran en tus manos y sobre tus mejillas. Como si hubieras sido un brazalete ceñida te llevé a mi pensamiento cuando aspiré a mecer entre mis brazos al hijo de los hombres. Rosa pura, te obstinas en mi cruz con clavos de diamante y en cualquier movimiento pierdes por cada pétalo una estrella. Imán de mis deseos, oh, tú fuente de sed encarnizada, tierra de los rebaños, tierra de las cosechas y las sombras. Cambiaste mi sendero, lo convertiste en olas sobre el mar que se lleva mi proa solitaria de un abismo a otro abismo. Mis riberas se agrandan en la noche, en las olas crecientes, con tu consentimiento se movió la marea del dolor, y dónde están tus manos para que hagan volver las vías de la luz al aire oscuro? Y dónde están tus dedos para que en mi corona delaten las espinas? Y la cadera acostada en la hierba que las plantas enlazan y escuchan en tus senos el suspiro del amor conquistado en la agonía? Oh, tú, que cuando cruzas las praderas haces estremecerse los follajes y abrazas lo que encuentras con una red caliente de frescura. Tú que escuchas, sacándote del pecho parte de tu vestido que con el fuego de tu boca besas y tomas con tus manos suavemente el desierto del tiempo atravesado por halcones, arenas y cenizas, a los que el viento entrega una apariencia que no tiene rostro ? Vas extraviada del mundo y su camino como flecha sin rumbo y se hizo tu belleza sólo para engañarme, Pero, por qué no fuiste vencedora de aquel destino que acechó tu ser, no. supiste crear en su camino aquel odio que lo derribaría. Levanta de la tierra tus orejas! En esta hora nocturna te reclamo para que escuches tú, la inolvidada, mi maldición ardiente! Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada ENTRE NOCHES El azadón agudo planté en mi habitación, fuera soplaba el viento, la lluvia estaba afuera. Cavé mi habitación debajo de la tierra, afuera era la lluvia, el viento estaba afuera. Por la ventana eché la tierra de la fosa. Negra estaba la tierra: su cortina era azul. Se amontonó en los vidrios la tierra hasta la altura. Jesús lloraba encima de aquella altura inmensa. Se rompió el azadón cavando. Quién lo hizo? Fue el Padre mismo con sus reliquias de piedra. Volví, luego subí por el tiempo de nuevo. Volvió otra vez el tedio a mi pieza desnuda. Quise subir entonces y quedarme en la cima. Parpadeaba una estrella. Era tarde en el cielo. Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada ESPONSALES Quieres ser tu mi tierra con sembrados, con viñas, con estanques, con bosques, con arroyos y animales salvajes? Lasvacas traerán sus ubres llenas y mugirán en nuestra puerta adornada de acacias y de flores azules. Las comadrejas jugarán en el patio con lechones y patos, con polluelos de seda, sin dañarlos. Cantarán uno a uno los granos de maíz y espantarán las nubes de mosquitos. Los altos arces frente a nuestra terraza mientras el gallo canta moverán sus follajes. Traeremos grandes cestas de flores y con ramas de mimbre entre ambos tejeremos nuestro nido. Y con la lana en vellones formaremos la cuna de los gatos. Quieres ser mi jardín, de esbeltas hierbas y de terciopelo? 1935 Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada HE AQUÍ, ALMA MÍA A Walt Whitman He aquí, alma mía, los versos sin rostro, sin sonoridad y sin eco, de polvo y arena. Recíbelos, susúrralos. Respetuosamente tú nos recibes de nuevo. Teníamos miedo porque te habíamos visto salvaje e inquieto. Yo doy abrigo bajo mi mismo techo a Dios ya los grandes milagros. Entonces, ¿cómo podría no espantarme? Yo desgarré, para que se desgraven rosarios desunidos, los encajes, harapos, gasas de seda y hojas. Yo espero que volvamos a conversar de nuevo una vez que las danzas se detengan y la orquesta se calle. Quiero que hablemos idiomas destrozados, arrancar la palabra entre palabras, y escogiendo los temas según se nos antoje. Antes hablé en versos calzados, cortados sobre medida y con adornos. Cansado de que opriman mi lengua los coturnos desde ahora andará con pies desnudos. 1936 Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada PRÓLOGO DEL LIBRO DE LOS PAISAJES En el año milnovecientos siete, en una noche del mes de Marzo, desde Hodivoy de pronto surgió al cielo, desde Flaminzi y desde Stanislesti, una gran llamarada. Los cirios y las antorchas se encendieron a lo largo de todos los caminos como si fuera Pascua de Resurrección. ¡Todo era luminarias y candelas! Igual que en nuestra casa, en el altar arde un botón de fuego encima de una vela: la luz que se consagra a los iconos. De aldea a aldea se extendió el fuego sobre el trigo acumulado y parecía un juego aquel incendio pasando de graneros a castillos. Seguiría la fiesta, un requiem por los muertos? Hasta los perros aullaban, locos! Socórrenos, Señor! ¡El pueblo se amotina! 1907 Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada SALMO Te busco en el bullicio, en el silencio, y así como a una presa te persigo por ver si tú eres el halcón que busco y postrarme a tus pies o aniquilarte. Entre la negación y la creencia ando en tu siga inútil y audazmente. Eres el alto sueño que mantengo: no puedo derribarte de tu cielo. Como en la superficie de una charca de pronto te apareces o te ocultas, te distingo entre estrellas o entre peces como el toro salvaje cuando bebe. En esta hora a solas con tu historia he decidido combatir contigo y no quiero alcanzar una victoria sino tocarte y proclamar que existes. Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada STANE, CAPITÁN Hay revuelta en el campo. -Buenos muchachos, hacia dónde van? No es día de mercado ni de feria. -A la buena de Dios vamos andando. Bendito seas, viejo! Como no estamos muertos todavía y como ya llegó la primavera vamos a acariciar a los Boyardos! -Y ustedes saben lo que van a hacer? -No, no lo hemos pensado todavía. Nos ahoga la hiel. Está que se revienta. -Me parece que no se puede hacer un buen trabajo sin orden. Mucha sangre de ustedes va a perderse. Por qué correr tan lejos como tontos? Por qué no han escogido un capitán? -Tenemos uno: Stane. -Oyeme un poco, Stane, capitán, qué han decidido hacer en Straoine? Por qué correr así a pie por los caminos, sin otra cosa que los propios hombros y las mochilas rotas? Es ésta una revuelta o una broma? Y ya que hablamos de esto, qué va a pasar mañana cuando escupan ustedes la cara de la ley sin prevenirlo todo? -Qué caramba! Ya ves, no se nos ocurrió pensar en eso. Y los hombres se fueron, largo tiempo marcharon como lo dije antes, a la buena de Dios. Se divisó más tarde desde lejos que el horizonte ardía como escoria, los álamos flameaban como antorchas. Rebaños de caballos y de bueyes mugían, relinchaban, del lado del incendio. Los hombres destrozaron los divanes, defecaron adentro de los pianos de cola, demolieron armarios, los vaciaron con furia y todo lo incendiaron: tapices, ropas, camas, sillones y cortinas, vertiginosamente. Reventaron los cuadros a patadas, quemaron las despensas, y aunque allí había en cantidad vituallas escogidas y barricas repletas de los vinos más caros, ni siquiera probaron una miga de pan, porque sabían ellos que el tesoro allí se acumuló a costa de pecados y de sangre. Atardecer. Vuelve a la aldea un grupo. El viejo reaparece. Viene un hombre con un violín en la mano, viene otro con un ovillo de hilo, otro trae el respaldo de una silla, otro una pala, otro un rastrillo roto... -Caramba! oí que mugían los rebaños de bueyes, balaban los corderos, oí que relinchaban los caballos. Creí que traerían el ganado, carros llenos de trigo hasta los bordes! El incendio duró toda la noche! Y es esto todo lo que han hecho ustedes después de sufrir tanto, después de esperar tanto? Es esta la victoria que esperaban? Pero, entonces, por qué se amotinaron? -Caramba!, dice Stane, no pensemos en eso. Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada TESTAMENTO Cuando me muera no dejaré bienes, un nombre sobre un libro, nada más. En la noche rebelde que partió hacia ti desde mis antepasados, porque a través de abismos y de fosos por donde se arrastraron mis abuelos, hacia ti comenzó a marchar mi libro: Hijo mío, los míos te esperaban. Deja este documento en tu almohada. Es la primera vez que se expresaron los siervos de hopalanda, es la palabra de sus huesos vaciados en mí mismo. Para que hoy por la primera vez se transforme la pala en lapicero y en tintero la tierra, nuestros antepasados amasaron el sudor del trabajo de los siglos. Con ruda voz, hablándole a los bueyes, di nacimiento a las palabras nuevas ya la canción de cuna de mañana. Luego amasando el largo tiempo duro le di forma de ídolos y sueños. Convertí los harapos en coronas. Y cuando transformé el veneno en miel la dulce forma se mantuvo intacta. Hilando el hilo del insulto a veces tejí la gentileza o la blasfemia. Y en el atrio patricio la ceniza de los muertos cambié en un dios de piedra: En esa alta frontera de dos mundos fue mi deber velar desde la altura. Mis tristezas amargas, mis dolores, en un solo violín se acumularon a cuyo son puede el señor bailar como si degollaran un carnero. Del fango, de las llagas, del horror, hice que renaciera la belleza. El látigo de ayer es hoy palabra, es el dulce castigo para el hijo por el crimen de todos y las cárceles. Es el derecho de una rama oscura que sale de la selva hacia una estrella y así como un racimo de verrugas se anuncia el fruto del dolor humano. Perezosa, tendida en el sofá, ay, la princesa sufre por mi libro. Porque, letra de fuego o de herrería, en mi libro se casan y se funden como el hierro quemante y la tenaza. El siervo lo escribió. El señor lo lee, pero no ve en el fondo de sus letras la cólera de mis antepasados. 1927 Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada Enbsp; 1927 Versión de Pablo Neruda "De 44 poetas rumanos" Ed. Losada Aridjis Homero Biografía Poeta mexicano nacido en Michoacán en 1940. Es uno de los escritores más prolíficos de México. Periodista, novelista y catedrático, fue becario de varias instituciones mexicanas, y profesor de literatura mexicana en varias universidades norteamericanas. En 1993 la Universidad de Indiana le otorgó el doctorado Honoris Causa. Ha desempeñado diversos cargos diplomáticos a través de su carrera: en 1972 fue agregado cultural de México en Holanda, y posteriormente, fue embajador de México en Suiza. También dirigió el Instituto Michoacano de Cultura. Su antología incluye sus obras más conocidas: «Los ojos desdoblados», «Antes del reino», «Los espacios azules», «Tiempo de ángeles» y «Antología Poética». A VECES UNO TOCA UN CUERPO... ABRIL ES ELLA QUIEN HABLA POR TUS LABIOS... AL HABLARTE ME ESCUCHAS... ANVERSO AYER Y HOY CAE LA LLUVIA SOBRE JUNIO... CUANDO LA SOMBRA DUERME... DÉJAME A TU ÍNTIMO ALFABETO DÉJAME ENTRAR DONDE EL ENSOÑADO Y EL SOÑADO... ELLA VIOLENTA Y PÚBLICA... ERÓTICA NOMBRE Y ES TAMBIÉN OCTUBRE... HE DE PERSEGUIR TU CUERPO... LA FORMA DE TU AUSENCIA LA NOCHE MUERE SOBRE UNA MANZANA ROTA... DORMIDALLAMARÉ MIRÁNDOLA DORMIR MITLA LA PERFECTA PERO TÚ NO TE RECONOCES COMO MÍA... ES TU PERSÉFONE (fragmento) POEMA POEMA DE AMOR EN LA CIUDAD DE MÉXICO ENSIMISMADO...POR EL SILENCIO SIGUES... POLVO DE TI EN EL SUELO SÉ QUE PIENSAS EN MÍ TE AMO AHÍ CONTRA EL MURO DESTRUIDO TERCER POEMA DE AUSENCIA TIENE LA MEDIDA DE MI SUEÑO... UN POEMA DE AMOR VAS CRECIENDO SOMBRA A SOMBRA... Y TODAS LAS COSAS QUE A MI AMOR CONTEMPLABAN... Y TU AMOR SE DENUNCIA POR EL CANTO DE UN PÁJARO TIENE LA MEDIDA DE MI SUEÑO... "Elle a la forme de mes mains elle a la couleur de mes yeux..." Paul Éluard Tiene la medida de mi sueño los ojos de mi infancia ama lo que yo amo lo que no retorna lo que no llega todavía se levanta en mis párpados y de ahí hace volar sus sueños Se desplaza y permanece siempre es ella en todas partes saludando al universo Llena todos los días del mundo y aún no nace porque no tiene fin La encuentro en el silencio en la absolución pero ella está dispersa respirando en todo Si algún día llego a penetrar su alma le daré vendimias de su cuerpo el hombre el pasto la niebla. DÉJAME ENTRAR A TU ÍNTIMO ALFABETO Déjame entrar a tu íntimo alfabeto para saber lo tuyo por su nombre y a través de tus letras hablar de lo que permanece y también de auroras y de nieblas Déjame entrar para aprenderte y girar en tu órbita de voces hablándote de lo que me acontece describiéndote a ti Quiero dar testimonio a los hombres de tus enes y tus zetas desnudarte ante ellos como una niña para que todos se expresen con acento puro. SÉ QUE PIENSAS EN MÍ... Sé que piensas en mí porque los ojos se te van para adentro y tienes detenida en los labios una sonrisa que sangra largamente Pero estás lejos y lo que piensas no puede penetrarme yo te grito Ven abre mi soledad en dos y mueve en ella el canto haz girar este mundo detenido Yo te digo Ven déjame nacer sobre la tierra. AL HABLARTE ME ESCUCHAS... Al hablarte me escuchas desnuda de conceptos renuncias a ti misma para volverte aire y al vuelo de mis pájaros verbales concibes la palabra siempre virgen y madre vas perdurando los instantes en tu cintura poderosa algún día cuando pierda al mundo me harás permanecer. ANVERSO No veo tu sonrisa entre mis labios apurar la prolongada espera en tu abandono de luciérnaga a la noche; sólo tengo asida entre mis brazos la inexpresable lucha de penetrar en el bosque sin fondo de tu sueño que empieza en la penumbra. Sólo el afán de arañar las escamas de la tierra y volcar la savia del origen en tu canasto de riveras blandas, para encontrarte a ti, en el hueco de tus verdes plantaciones como un todo revuelto entre mis manos. Sólo mis párpados abiertos confundidos en el incendio de absorberte en tu acuario de humo, bajo la soledad de unos cerebros desyelmados. No veo tu presencia desdoblada ahondarme y contenerme, sólo mi furia de hombre en las grietas de ti misma persiguiéndote sin alcanzarte. Sólo la noche posada en tus cabellos, la noche raspándonos los ojos, la noche uniéndonos y separándonos como división eterna entre los cuerpos. ES TU NOMBRE Y ES TAMBIÉN OCTUBRE... Es tu nombre y es también octubre es el diván y tus ungüentos es ella tú la joven de las turbaciones y son las palomas en vuelos secretos y el último escalón de la torre y es la amada acechando el amor en ante muros y es lo dable en cada movimiento y los objetos y son los pabellones y el no estar del todo en una acción y es el Cantar de los Cantares y es el amor que te ama y es un resumen de vigilia de vigilancia sola al borde de la noche al borde del soñador y los insomnios y también es abril y noviembre y los disturbios interiores de agosto y es tu desnudez que absorbe la luz de los espejos y es tu capacidad de trigo de hacerte mirar en las cosas y eres tú y soy yo y es un caminarte en círculo dar a tus hechos dimensión de arco y a solas con tu impulso decirte la palabra. Y TODAS LAS COSAS QUE A MI AMOR CONTEMPLABAN... Y todas las cosas que a mi amor contemplaban el sonido y la lluvia los parques y la imagen se asomaron en ella Y todos los seres que en el tiempo eran árboles abrieron sus pestañas a los frutos del día y el sol fue su mirada reencontrada en el mar Y era un verano de diamante y de polvo despierto al borde de la noche dormida y creció entre la luz y la sombra trenzada Creció sin detenerse y miré la Vía Láctea perdido entre las negras mariposas fugaces y las bocas llamando como rojas campanas Creció con el amante en verde silencioso vestido de destinos cabalgando las horas y breves arco iris espontáneos y breves Y mis manos pudieron ser aire de sus manos y en medio de la fábula descubrí nuevas fábulas y el cuerpo de su risa emergiendo del aire Y tocamos el musgo de sus aguas inmóviles y sentimos los ojos redondear las palabras y volamos muy libres adentro de los pájaros. A VECES UNO TOCA UN CUERPO... A veces uno toca un cuerpo y lo despierta por él pasamos la noche que se abre la pulsación sensible de los brazos marinosy como al mar lo amamos como a un canto desnudo como al solo veranoLe decimos luz como se dice ahora le decimos ayer y otras parteslo llenamos de cuerpos y de cuerpos de gaviotas que son nuestras gaviotasLo vamos escalando punta a punta con orillas y techos y aldabascon hoteles y cauces y memorias y paisajes y tiempo y asteroidesLo colmamos de nosotros y de alma de collares de islas y de almaLo sentimos vivir y cotidiano lo sentimos hermoso pero sombra. POR EL SILENCIO SIGUES... Por el silencio sigues embriagada y sonámbula Detrás de los espejos se desnuda tu nombre Difusa entre las lámparas es mortal tu pupila Naciendo con el día llevas un luto largo de vasijas y cuerpos Tu revelación no cesa nunca en la noche sin huellas Al fondo de tu voz que niega hay otra voz que afirma Tus dioses desplazados se recrean sigilosos en la realidad invisible. Y TU AMOR SE DENUNCIA POR EL CANTO DE UN PÁJARO Tu nombre repetido por las calles Tu boca Tu paso que no es nocturno ni de aurora Tu voz Sólo tu ser creciendo en las esquinas Tu tiempo... tus alianzas Ahora sentada en espiral Después el humo. UN POEMA DE AMOR Cuando hable con el silencio cuando sólo tenga una cadena de domingos grises para darte cuando sólo tenga un lecho vacío para compartir contigo un deseo que no se satisface ya con los cuerpos de este mundo cuando ya no me basten las palabras del castellano para decirte lo que estoy mirando cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento cuando haya arrojado lejos de mí el miedo a morir de cualquier muerte cuando ya no tenga tiempo para ser yo ni ganas de ser aquel que nunca he sido cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte una eternidad de voces y de olvido una eternidad en la que ya no podré verte ni tocarte ni encelarte ni matarte cuando a mí mismo ya no me responda y no tenga día ni cuerpo entonces seré tuyo entonces te amaré para siempre. TE AMO AHÍ CONTRA EL MURO DESTRUIDO Te amo ahí contra el muro destruido contra la ciudad y contra el sol y contra el viento contra lo otro que yo amo y se ha quedado como un guerrero entrampado en los recuerdosTe amo contra tus ojos que se apagan y sufren adentro esta superficie vana y sospechan venganzas y muertes por desolación o por fastidioTe amo más allá de puertas y esquinas de trenes que se han ido sin llevarnos de amigos que se hundieron ascendiendo ventanas periódicas y estrellasTe amo contra tu alegría y tu regreso contra el dolor que astilla tus seres más amados contra lo que puede ser y lo que fuiste ceremonia nocturna por lugares fantásticosTe amo contra la noche y el verano contra la luz y tu semejanza silenciosa contra el mar y septiembre y los labios que te expresan contra el humo invencible de los muertos. MIRÁNDOLA DORMIR ( Fragmento ) Cálida ahí donde te toco. Grupa vaporosa. Radiante en cualquiera de sus poros. Cabalgando. Y sobre lo espléndido va lo irrepetible. Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será ahogada con zumo de tus manos. situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el medio movimiento. En la pulsable ostentación de ser en dos un solo verbo. Traídos y llevados y atentos. Y ella bien oculta. Máscara de siete ojos. Tendida, vaporosa, suya, mirándose leve sobre la inclinación de su cuello, de su desplazamiento. Regocijada entre los números inexactos de su memoria. Niña loca, joven de burdel. Adelante de los pequeños verbos y de los caballos que tremolan. Desnuda de tiempo en horas anormales. Vaporosa bruta. Dormida satisfecha en su abundancia. Los senos esféricos sobre el cuerpo horizontal. Apuntando, y atravesados por venas azules. Qué murmurar sanguíneo. Sueltos y desnudos: apuntando a fantasmas espesos y erectos; libres. Muy de Berenice. Terráqueos y afectuosos. Muy en ella. ABRIL ES ELLA QUIEN HABLA POR TUS LABIOS... Abril es ella quien habla por tus labios como un joven sonido desnudo por el aire En la noche ha volado con tu vuelo más alto con risa de muchacha como el fuego nocturno de los frutos del viento donde vibran los pájaros su voz bajo la lluvia es un pescado rojo Embarcada en sus cuencos con los ojos absortos es la virgen gaviota que ha bebido del mar en el agua su sol mariposa de luz LA FORMA DE TU AUSENCIA Ni un momento he dejado de ver en este cuerpo la forma de tu ausencia, como una esfera que ya no te contiene. Pero dos cosas constantes te revelan, te tienen de cuerpo entero en el instante, y son la cama y la mesa de madera, hechas a la medida del amor y del hambre AYER Y HOY Tu paso, como una sombra, era difícil de seguir, y al perderte en una esquina sólo quedaba en mí, como en la calle, un vago sentimiento de vacío. Manzana del amor Tu cimbreo, tu cintura me estremecían y el jardín parecía tener más rosas y el verano calor, pues en mis labios de niño aún no había la palabra que define al amor. La edad nos separaba, como a dos cuerpos, no de tamaños distintos, sino de espacios diferentes. Y mis manos asiéndote, mis brazos abarcándote, no podían asirte, no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada. POEMA Pensabas que el amor era bueno y que volabas en dos cuerpos que eran el tuyo y no eran el tuyo al mismo tiempo que la tierra era aérea llena de camas y de puertas llena de llaves y de ceros y que la ciudad con sus charcos y sus perros eran un cielo sin fin para tu vuelo pensabas que tu cuerpo diferente de su cuerpo no era tuyo si te alejabas un instante de su abrazo de su sol y de su suelo DÉJAME Déjame estoy lleno de ti, no te perderé, llevo conmigo tu esperanza invicta y los diluvios de tu claustro; he visto levantarse de tus pupilas el sentimiento inaugural del hombre, pero todavía no tengo la sangre y la tierra y la palabra no me pertenecen TERCER POEMA DE AUSENCIA Tú has escondido la luz en alguna parte y me niegas el retorno, sé que esta oscuridad no es cierta porque antes de mis manos volaban las luciérnagas, y yo te buscaba y tú eras tú y éramos unos ojos en un mismo lecho y nadie de nosotros pensaba en el eclipse, pero nos hicimos fríos y conocidos y la noche se hizo inaccesible para bajarla juntos. Tú has escondido la luz en alguna parte, la has plantado en otros ojos, porque desde que ya no existes nada de lo que está junto a mí amanece. LA PERFECTA DORMIDA En el hálito ardiente de su propio sonido quema y en su ámpula germina la crisálida La libélula transcurre bajo el sol Rompe la quieta corriente del instante el río que ha pasado comparece al golpe del nuevo movimiento Se recuesta en el agua el esplendor Otras criaturas tañen las olas bajo el mar Aire de su aire mueve la gaviota el soplo el verbo el yo soy de esa muchacha como los árboles etéreo Nuevas existencias toman superficie toman cuerpo en Sus ojos Los astros son pupilas Siempre un poeta canta entre los muertos CUANDO LA SOMBRA DUERME... CUANDO la sombra duerme su cuerpo se ilumina su rostro reflejado atraviesa cristales y finalmente se instala en todo brillo Sus dedos trenzan en el aire los bellos frutos de los días de mayo Muda en la respiración muda de las cosas la voz de una mujer pasa buscándola Desnuda en el esplendor irreparable sus ojos se abren como un río de luz y de sonido CAE LA LLUVIA SOBRE JUNIO... CAE la lluvia sobre junio El espíritu de la mujer que ama corre en tu cuerpo se desnuda en las calles La vida en los rincones sostiene el equilibrio del mundo con un algo de Dios que asciende de las ruinas Los hijos del hombre hacen su universo sobre un barco de papel que se destroza pero la alegría no está precisamente allí sino en la proyección de otro universo Nada debe detenerse volverá septiembre y después abril y los amigos que no acudieron esta primavera estarán con nosotros en un invierno previsible Amo este tiempo donde los perros son sagrados y los insectos titubean en los vidrios Te amo a ti por efímera por susceptible al frío La ciudad se ilumina para nuevas proezas VAS CRECIENDO SOMBRA A SOMBRA... VAS CRECIENDO sombra a sombra abril se desvanece en tus cabellos papeles sin sueño habitan en los parques el día negro es una estrella acuática La iluminación tiene alas del camino en los muros no pesa el aire el rostro de la noche en la ventana es un ser dormido que despierta Hay un tiempo desvelado que te esconde y un fantasma que te hace recordar La primavera oficia en secreto un diálogo de niños y en el cuenco de tus manos pueden volar los pájaros El mundo es gris en tus pupilas es un cuerpo desnudo que se apoya en los párpados Elástica la luz se cumple en otro asombro Sólo tu voz rompe la bruma Vas creciendo sombra a sombra POLVO DE TI EN EL SUELO ENSIMISMADO... POLVO de ti en el suelo ensimismado cuencos de ti hasta el fondo y por arriba agua de ti me baña las palabras Cópula de vulnerables y prosigue números sin salida te denuncian el sol la tarde el grito son un mismo ojo Todo es agua en la noche compartida Me descubro en tu antemuro como cuerpo Emerges niebla Yo los dedos adheridos Mujer preservas el trigo hasta el verano Aglomeración de luz es la tiniebla Hay mesura en tus fugas me desplazo Eres causal cuando te heredas estás llena de afecciones y habitada qué azul sereno agradecida Antes de hablar ya tengo tu vestigio claridad de seres sacramentos tuyos Déjame buscarte cuando pasas Esto es el mundo sumisión de arena abrazo de cálida penuria escribir en tus ojos hacia dentro La mujer sonrisa doble lo ha sabido Continua y ascendiendo la luz de la fatiga Te inmensas por el campo Ya no estás A VECES UNO TOCA UN CUERPO Y LO DESPIERTA... A VECES uno toca un cuerpo y lo despierta por él pasamos la noche que se abre la pulsación sensible de los brazos marinos y como al mar lo amamos como a un canto desnudo como al solo verano Le decimos luz como se dice ahora le decimos ayer y otras partes lo llenamos de cuerpos y de cuerpos de gaviotas que son nuestras gaviotas Lo vamos escalando punta a punta con hoteles y cauces y memoria Lo colmamos de nosotros y de alma de collares de islas y de alma Lo sentimos vivir y cotidiano la sentimos hermoso pero sombra DONDE EL ENSOÑADO Y EL SOÑADO... DONDE el ensoñado y el soñado van por un solo camino se levanta un cuerpo Por ese adentro de mujeres que hablan de pasadas contiendas en las que no estuvimos otro cuerpo se abre y todo aquello que los cuerpos forman es en la sombra un brillo solitario HE DE PERSEGUIR TU CUERPO... HE DE perseguir tu cuerpo hasta donde dos cuerpos pelean tu callejón oscuro y peligrosamente el día tiene contacto con una luz que no le corresponde para sentirse propio y poseído hasta donde la demolición de los conjuros no perdona el rumor de las palabras he de perseguir tu cuerpo hasta el fin de tus calles donde los saludos forman esquina con el viento y la seguridad imposible de manos conocidas hace vivir deseos constelaciones en el solo equilibrio de la sombra PERO TÚ NO TE RECONOCES COMO MÍA... PERO tú no te reconoces como mía Luces dispersas te saludan como suya Siempre igual en todas partes siempre primero a ti mujeres apagadas A pesar de ciudades y ciudades de rostros y rostros de semejanza y semejanza Lo que tocas me niega Ascensos y descensos no me tienen Labios y palabras y engaños son para mí una muerte verdadera Silencios tan largos como un segundo caen sobre mí sin conocerte He creído encontrarte adentro del sonido Los espejos confunden las imágenes No amaneces No eres tú Eres otra Es la noche Quedas viva inmune caminando todavía sobre los muertos LA NOCHE MUERE SOBRE UNA MANZANA ROTA... LA NOCHE muere sobre una manzana rota La creación recomienza El alba crece insuperable compacta en sus disturbios El hombre pulsa la memoria abre el instante nuevo con manos transparentes Por todas partes la fantasía de ser entre las horas la proeza el grito la resurrección También de la tierra húmeda de los hechos ya ocultos llega el movimiento el segundo perpetuo la presencia Una palabra corta en dos tus labios ELLA VIOLENTA Y PÚBLICA... ELLA violenta y pública en el peregrinaje lento de las horas que resbalan coloreándose hacia el alba ella exterminada y recobrada por batallones en su misma mano faz que se dobla en el arco haciéndose durar plenitud quebranto inclinación centro donde el esplendor se esparce o se concentra con el instante a la deriva con los fetiches con los proscritos de las calles con las mujeres que llaman con susurros con los que esperan que lo oscuro amanezca para que su techo sea un techo dorado ella con lunas negras pareja y cada uno de los oponentes sobre el hallazgo y el trance al fondo de su secreto brilla alberga alas que la ascienden ojos que develan sus brumas la noche es su aurora sacude en el pasmado al desertor teje un manto de espanto en torno de aquellos que niegan la justicia LLAMARÉ hasta que las puertas de tu ciudad fortificada con estatutos inviolables me acojan como habitante de la vida que en ti se desenvuelve igual que la lluvia de silencio sobre tu cabeza Gradualmente me impregnaré de ti hasta que sea humo en tu voz luz en tus ojos y haga sobre mis hombros tu futuro Cuando llegue el otoño te descubriré al rostro de los hombres para que en tus vasos alimenticios vengan a nutrirse de esperanza ERÓTICA Globos El deseo perfora en la clara dureza de su cuerpo, delgadeces empujan en su vientre un temblor que si se agita salta, ritmos balancean bajo su pecho viva abundancia que el deseo persigue con una sombra flaca. Deseo Dos llamas que apagan su calor cuando están más fundidas, y tienen más desolación cuando parecen más unidas. Pareja Dos cuerpos que agotan su fervor en otro cuerpo, que es suyo y no es suyo al mismo tiempo. PERSÉFONE (fragmento) Un río carnal abre los muslos. Perséfone se abre como una escalera estrecha y empinada. Perséfone ríe al borde sus fibras nerviosas. Navegan barcos por mar desconocido. Navega un dios en sí mismo enlazado. El cuello de los cisnes en un solo cuello. Perséfone me mira como yesca que acecha el fuego. Pone los codos sobre las rodillas, mete la cabeza entre las manos. Se sienta en sus cojines suaves. Se sienta sobre un lecho que por las arrugas de las mantas parece un trono rudo. Mis manos friccionan con ardor sus miembros. En sus miembros se confunde lo blanco de su piel, lo rojo de su ardor. A sus miembros que fricciono llegan su silencio, su emoción, sus gestos. Un mismo calor anima su corazón, sus pies, sus dedos. El fuego le abre el cuerpo, igual que un incendio descubre en una casa muchas ventanas, muchos ojos. Igual que si se hubiera vuelto su interioridad hacia afuera, y un color propio la recorriera matizando sus rasgos. Me adentra. No pienso. Mis sentidos despiertan. Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo enredarse en el mío. Crecen los dos, enmudecen, maduran, se avejentan, mueren. Oigo el eco de su desaparición, de su nacimiento. Oigo. Que no están, que llegan, que se van. Siento su cuerpo. Toca con mil poros abiertos a mi piel. Me roza con mil manos y muslos. Me roza con pedazos de carne que se labia, se hiende. Mojándome. Huelo su origen. Su deseo. Su deseo. Su ceniza. Sus cabellos húmedos de mis cabellos. Su roce que es mi roce. Veo la palabra que no dice en su lengua curvada, alargada hasta mi lengua. Su sexo que entraña mi sexo. Sus pies extendidos. Su movimiento sacando chispas de las sábanas con las caderas. Su hundimiento en el colchón. Su levantarse y caer y sonar. La oscuridad momentánea de su boca, de sus axilas, de su cuello y sus brazos. Llena mi ver una rodilla. Un brazo. Un ojo. Un cabello entre mis labios. Un trozo de muslo. Un pedazo de vientre. El ombligo. Sus cabellos. Su ombligo. Su cara vuelta a la derecha. Su cara vuelta a la izquierda. Su mentón apuntando hacia arriba y hacia abajo. Su cuerpo recogido. Su cuerpo diagonal. Su ombligo. Su oreja. Sus cabellos. Su sexo. Su boca que se ahonda y se ahonda, que se sumerge por adentro de ella, que cae y cae, toca mi sexo, sube por mi cuerpo, se convierte en mi boca que la besa en su boca que se ahonda, y cae en mí, y cae en ella. POEMA DE AMOR EN LA CIUDAD DE MÉXICO En este valle rodeado de montañas había un lago, y en medio del lago una ciudad, donde un águila desgarraba una serpiente sobre una planta espinosa de la tierra. Una mañana llegaron hombres barbados a caballo y arrasaron los templos de los dioses, los palacios, los muros, los panteones, y cegaron las acequias y las fuentes. Sobre sus ruinas, con sus mismas piedras los vencidos construyeron las casas de los vencedores, erigieron las iglesias de su Dios, y las calles por las que corrieron los días hacia su olvido. Siglos después, las multitudes la conquistaron de nuevo, subieron a los cerros, bajaron a las barrancas, entubaron los ríos, talaron árboles, y la ciudad comenzó a morir de sed. Una tarde, por una avenida multitudinaria, una mujer vino hacia a mí, y toda la noche y todo el día anduvimos las calles sin nombre, los barrios desfigurados de México-Tenochtitlán-Distrito Federal. Entre paquetes humanos y embotellamientos de coches, por plazas, mercados y hoteles, conocimos nuestros cuerpos, hicimos de los dos un cuerpo. Cuando ella se fue, la ciudad se quedó sola, con sus muchedumbres, su lago desecado, su cielo de nebluno y sus montañas invisibles. MITLA Señoras del presente y del olvido las hormigas recorren los espacios del silencio arrastrando grumos de vida hacia el mundo de las sombras Como vampiros con las alas abiertas en el horizonte borroso los escuálidos señores de la muerte sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso sin ser tocados por el viento o la hora Entre peñascos rotos que un día acabarán sobre el sabino antiguo que un día caerá sin la memoria mínima de los dioses extintos ni del Bigaña estricto que se volvió humedad miro el sol que se muere Bajan las sombras lentas por los caminos ralos de Monte Albán y dirigiéndose al otro mundo atraviesan cuerpos y muros con su temblor y frío En el patio ruinosos al borde de una tumba un sacerdote enjuto con camisas de grecas arroja su espectro sobre el polvo y traza con dedo descarnado la forma de las constelaciones deshechas Bajan las sombras lentas por los caminos ralos de Monte Albán y dirigiéndose al otro mundo atraviesan cuerpos y muros con su temblor y frío En el patio ruinosos al borde de una tumba un sacerdote enjuto con camisas de grecas arroja su espectro sobre el polvo y traza con dedo descarnado la forma de las constelaciones deshechas Juan Arolas LAS ARMONÍAS Los pinos son las arpas del desierto que, entregando a los euros su ramaje, dan a la soledad largo concierto con un eco monótono y salvaje. Que allí donde sin flores se ostentaba naturaleza triste, inculta, fiera, de ese arrullo feroz necesitaba para que entre peñascos se durmiera. Y a la voz general de todo el mundo que alaba al Hacedor con sus cantares debía responder eco profundo de pinos y de abetos seculares. Del mar que cruza el hombre en su osadía escuchemos la voz atronadora; ¿conocéis de las olas la armonía? ¿Ruge el mar o suspira? ¿canta o llora? Esa tremenda voz es la primera que dio cuando el gran Ser lo refrenara, y una valla de arena le pusiera, que, sin poder salvarla, la besara. Suspira, pues, besando las arenas, como esclavo infeliz de sangre hirviente que mira con tristura sus cadenas teniendo un corazón libre y valiente. Y una vez las rompió: fue cuando el hombre quiso pasar su vida en una orgía, y olvidando de Dios el santo nombre ídolos de metales se fundía. Y adoraba becerros y serpiente