espacio estudiantil

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ESPACIO ESTUDIANTIL
EL ESPACIO URBANO DE CARTAGENA EN LA COLONIA
Monika Therrien
Estudiante del Departamento de Antropología y de la Opción
en Historia
INTRODUCCIÓN
La Historia, como aquella disciplina encargada de recolectar información acerca de los pueblos con
escritura —en especial, aquellos
segmentos de la población que poseían ese privilegio—, o cuando en
el peor de los casos esta escritura
no existía, acogía esta tarea imponiendo sus propios criterios, ha pasado a la historia.
La propuesta de la historia social
comprende el estudio de los sectores populares, las mujeres, los negros, los indígenas y otros grupos
que no fueron tomados en cuenta
por la Historia. En segundo lugar,
se dirige a observar los fenómenos
cotidianos compartidos por estos
grupos o por las colectividades. En
tercer lugar, se encuentra el estudio
de las "mentalidades como registros de tiempo más largo" o de larga duración, que incluye la secuencia de eventos preexistentes a un
acontecimiento y que se siguen manifestando posteriormente (propuesta de F. Braudel retomada por
Cardoso y Pérez Brignoli 1977, Le
Goff 1983, Vovelle 1985).
Para poder realizar estos objetivos
es necesario recurrir a fuentes de información distintas a las tradicionales, o sea aquéllas, como las crónicas, que fueron utilizadas para realzar la personalidad y proezas de los
grandes hombres de la Historia, de-\
jando de lado aquello que fue común o cotidiano. Se intenta a tra-
111
vés de otras disciplinas identificar
las actividades en torno a las cua
les giraban los diversos grupos en
una época dada, como es en este ca
so el de la vida colonial en Car
tagena.
El análisis histórico implementado
actualmente busca estos objetivos,
como nos lo plantean Cardoso y
Pérez Brignoli (1977):
"...aspiramos a conocer, para cada período y cada sociedad, el marco técnico, económico, social e institucional; las pulsaciones de la coyuntura; los movimientos poblacionales; la vida de las grandes masas
y no solamente de los grupos dominantes; los movimientos y relaciones sociales; la psicología colectiva, y no solamente la de los "personajes históricos" (Cardoso y Pérez Brignoli 1977: 31).
Las fuentes para encontrar estos
elementos deben variar. Para entender las mentalidades, las creencias,
los significados, los símbolos e infinidad de aspectos compartidos
por los grupos sociales, hay que recurrir a los campos de la lingüística, de la iconografía, de la arqueología, de la antropología, que nos
proveen de otros datos y diferentes formas de interpretación.
Bajo estos principios se hizo a través de las lecturas un intento de reconstruir el espacio urbano de Cartagena en la colonia. Para ello se
tomaron como guía los monumentos históricos de la ciudad, que ade-
más de representar un estilo arquitectónico, se convierten, por su función y el significado dado por sus
habitantes, en otro documento para la reinterpretación de la vida cotidiana.
El tomar los monumentos como
datos (de la época prehispánica o
post-conquista) se hace cada vez
más necesario, más aún cuando día
a día se acelera el proceso de su demolición perpetuando la actitud de
borrar todo vestigio del pasado que
ha sido considerado como inconveniente en su momento. En la
implantación de los patrones
españoles durante la colonia, no se
impidió la manifestación de elementos aportados por los diferentes grupos étnicos indígenas y negros. Unos y otros se combinan
más que todo por las circunstancias: el acceso a los materiales de
construcción, las condiciones ambientales, la dependencia en la mano de obra aportada por estos grupos. Hay además otros factores que
facilitan esta interacción: el mestizaje cultural, la necesidad de "blanquearse" para poder obtener algunos privilegios de los blancos; esto
se ve claramente en el establecimiento de los palenques de negros,
en donde se imita el espacio urbano español al igual que sus estructuras administrativas y en ocasiones religiosas. Esta es otra razón
por la cual debemos darle importancia a este tipo de estructuras en
donde queda contenida mucha información que permite complementar lo existente.
El espacio urbano implantado por
el español y las actividades desarrolladas dentro de él durante la colonia, han quedado arraigados dentro de nuestro legado urbano moderno, y es en la reconstrucción de
esta historia de Cartagena que demostraremos algunos de estos aspectos.
LA FUNDACIÓN DE
CARTAGENA
Existe controversia sobre la fecha
exacta de la fundación de la ciudad
de Cartagena (entre otros ver Otero D'Costa 1983); sin embargo, la
fecha que la población toma en
consideración desde tiempo atrás es
el 20 de enero de 1533.
La controversia surge a raíz de los
inconvenientes presentados en la localidad escogida para la fundación.
Esta fue elegida por Pedro de Heredia y era la misma que había ocupado hasta ese momento el pueblo
indígena de Calamarí (Calamar).
Los españoles tomaron posesión de
los bohíos que dejaron atrás sus anteriores ocupantes, y estos se convirtieron en su morada durante los
primeros años (Marco Dorta 1988:
9).
Este emplazamiento, en principio,
fue de carácter provisional, y a pesar de constituirse en lugar ideal para edificar un puerto, gracias al fácil acceso de las naves, no contaba
con buenas fuentes de agua capaces de surtir una población grande.
Otra razón por la cual no se consideró el sitio de Calamarí como
asentamiento permanente durante
sus primeros años, fue la omisión
por parte de la corona, dentro de
las capitulaciones entregadas a Heredia, de otorgar encomiendas a los
miembros de la expedición. Esto hizo que muchos pobladores, y entre
ellos el mismo Heredia, buscaran
fortuna en otros lados, principalmente en el área Cenú (Borrego Plá
1983, Castellanos 1942).
112
EL ESPACIO URBANO EN EL
SIGLO XVI
y la de la Aduana (o Real, o del
Mar).
El primer intento de planificación
urbana lo realiza el juez de residencia de Heredia, Juan de Vadillo, entre los años de 1535 y 1537. Entre
las obras que se efectúan durante
su estancia está la elaboración de
la primera catedral de Cartagena y
es Vadillo quien se queja de los "indios (que) no han traído la paja necesaria para acabar la techumbre"
(Marco Dorta 1988: 28). La construcción, en general, parece que fue
efectuada con cañas, por no encontrarse ni madera ni piedras dentro
de la zona. Sin embargo, para el
atrio se pidió a la isla La Española
"cal, yeso, ladrillos, azulejos y un
maestro para hacer el Sagrario, así
como también rejas de madera para la capilla mayor y el coro, puertas grandes y pequeñas..." (Marco
Dorta 1988: 29).
Según Borrego Plá (1983), la plaza
Mayor tenía una importancia más
de carácter social y burocrático. En
ella se encontraba la catedral que
sustituyó la de cañas y el edificio
compartido por el cabildo y el gobernador (desde 1568). Era la plaza el sitio ideal para pasear y conversar, y aunque carecemos de documentación para este siglo en
concreto, tenemos dos citas que hacen referencia a las actividades desarrolladas en ella en el siglo XVIII,
que podrían aplicarse a la época en
cuestión:
La caña y la paja, materiales utilizados por los indígenas, fueron usados en todas las construcciones nuevas. Esto hizo que en el año de 1552
se destruyera la ciudad totalmente,
cuando por un descuido se incendió una casa y con la ayuda de las
brisas marinas su fuego se propagó hacia las demás.
La ciudad fue reconstruida inmediatamente, procurando esta vez
utilizar materiales perdurables, como el bahareque. Sin embargo, con
el ataque del corsario Drake en
1586, se incendió gran parte de la
ciudad y se demostró la necesidad
de utilizar materiales "nobles", tales como ladrillo y piedra, en todas
las construcciones (Borrego Plá
1983).
Del trazo original de la ciudad es
poco lo que se conoce. El mapa
más completo y más antiguo que se
tiene es de 1595 (Marco Dorta 1988:
fig. 13). En este mapa encontramos, entre otras cosas, la existencia de dos plazas: la plaza Mayor
"...otras negras ganando el jornal,
y para ello venden en las Plazas todo lo comestible, y por las Calles
las Frutas y Dulces de Pais de todas especies, y diversos Guisados ó
Comidas; el Bollo de Maíz y el Cazabe, que sirven de Pan con que se
mantienen los Negros." (Gutiérrez
1980: 14).
"La principal gala de las señoras
consiste en que cuando la señora sale de casa vayan tras ella una tras
otra todas las esclavas. La que lleva más se lleva las palmas" (Gutiérrez 1980: 20).
El pasear y reunirse en la plaza aún
se practica en muchas localidades,
incluso en algunas novelas se recrea
como sitio de cortejo (García M.
1985).
Los entierros se realizaban dentro
de este espacio también. Martínez
(1988) en su reconstrucción de Santa Fe de Bogotá, menciona que a
algunos individuos se les enterraba
dentro de las catedrales e iglesias,
y en esto parecen estar de acuerdo
Marco Dorta (1988) y Lemaitre
(1983: 158) cuando se refieren al sitio de enterramiento del conquistador Sebastián de Belalcázar, quien
murió en Cartagena en 1551 (Otero D'Costa 1934) y se asume que
sus restos fueron depositados en la
catedral de paja de la ciudad.
Sebastián al anexarle una enfermería en 1579.
unas cuatrocientas casas hacia finales del siglo (Borrego Plá 1983).
A aquellos individuos que por su
condición no gozaban de este privilegio se les enterraba en una plazuela, construida especialmente para esto, frente a las iglesias (Martínez 1988: 154).
La segunda plaza es la de la Aduana, o del Mar, frente al muelle. En
ella se establecieron la Casa de Contratación, la carnicería y las principales tiendas. La función de esta
plaza era de tipo económico, en ella
se desarrollaron las principales
transacciones mercantiles, aunque
también se celebraban fiestas populares (Marco Dorta 1988). Posiblemente en estas actividades participaban todos los grupos étnicos presentes en esta ciudad.
Las edificaciones oficiales fueron
más tardías. La casa de la Aduana
se inició en 1575. Por otro lado, el
Cabildo se reunía cada viernes en
casa de particulares hasta que se adquirió la casa del tesorero (1586),
por ser la mejor de la ciudad. Esta
era una de las pocas que hasta ese
momento se habían elaborado en
materiales nobles y estaba frente a
la catedral y la plaza Mayor. Era
una construcción de dos pisos; en
la planta baja se reunía el Cabildo,
y la planta superior sirvió de aposentos para el gobernador (Borrego
Plá 1983).
1. Los habitantes: blancos
ricos, blancos pobres,
negros, indios y mestizos
Las principales construcciones durante el siglo XVI fueron de carácter religioso: se iniciaron las obras
del convento de Santo Domingo
(1551), del convento de San Francisco (1555) —única construcción
junto con el matadero levantada en
el Arrabal de Getsemaní en este
siglo— y el de San Agustín (1588).
• Como las primeras catedrales que
se construían en algunas ciudades
eran pequeñas y no daban abasto
para enterrar dentro de ellas a todos los muertos, se permitió que en
las iglesias de estos conventos se
prestara este servicio (Martínez
1988: 154).
La catedral que se consideró como
definitiva, por los materiales utilizados para su construcción (columnas de piedra, portones de madera, etc.), se inició en 1577 y se terminó alrededor de 1612; en el intermedio sufrió daños bajo los ataques
de Drake y con la caída del techo,
posiblemente por un mal cálculo o
deficiencia en los materiales que se
usaron por tal fin. Esta catedral debió coexistir con la catedral de paja, hasta que esta última fue reutilizada en parte por el Hospital San
113
En cuanto a obras civiles se puede
mencionar el puente de San Francisco que une a Getsemaní con la
ciudad de Cartagena. La importancia que fue adquiriendo la ciudad
como puerto marítimo, hizo que se
construyera un muelle adicional.
Casi durante todo el siglo XVI, la
ciudad careció de defensas importantes; sólo se erigieron unas estacadas en madera, pero éstas no impidieron el ataque de los piratas. Al
finalizar el siglo, se comenzó el primer fuerte.
El problema del agua, que fue motivo de tantos inconvenientes en la
fundación de la ciudad, no fue solucionado en forma eficiente en este
período y se acudió al uso de aljibes que se dieron con profusión.
Para solucionar este problema se
recaudaban impuestos en las transacciones comerciales, especialmente en la trata de esclavos negros, pero estos dineros eran desviados hacia otras necesidades tales como
pagar rescates cuando la ciudad era
sitiada por piratas.
A pesar de esta situación, la población urbana en el siglo XVI pasó de
unos pocos bohíos provisionales en
el momento de su fundación, a
En general, la información acerca
de la población proviene del texto
de Borrego Plá (1983), por tanto
aquí se les mencionará brevemente.
La población que habitaba el espacio urbano antes esbozado, era bastante heterogénea en cuanto a las
actividades desarrolladas por los individuos y esto nos da una idea sobre su composición.
Existían tres tipos de comerciantes:
por un lado, los grandes mercaderes, quienes aparecen tardíamente
(hacia 1580) y cuyas rentas parecen
sobrepasar en un momento dado
aquellas percibidas por los encomenderos, otro grupo importante
dentro de la ciudad. Por otro lado,
estaban los regatones quienes eran
comerciantes minoritarios, presentes desde el momento de la fundación. Por último, los posaderos,
quienes se establecieron en su mayoría cerca del río Magdalena, eran
comerciantes menores, transportistas y proveían de alimento y muías
a los viajeros.
Tenemos abundantes artesanos desempeñándose en diferentes oficios
como albañiles, carpinteros, canteros, sastres, zapateros, curtidores,
plateros y cereros —grupo importante encargado de la elaboración
de las velas.
Están los que ejercen las profesiones liberales; los de mayor profusión, son los letrados y escribanos,
a quienes se acudía para tratar los
múltiples pleitos que se generaban
en un puerto marítimo. Pero también estaban los médicos, boticarios
y barberos.
Una de las clases que se forma tardíamente (1587), es la de los mili
tares, a los que se les paga salario,
y su misión es la defensa de la
ciudad.
Se mencionan extranjeros, pero se
desconoce la razón de su permanencia.
Por último, encontramos al clero,
En 1534 fue creado el obispado de
Cartagena. El interés por este estamento radicaba en crear un puente
que permitiera el fácil acceso del
cristianismo al Nuevo Reino. A pesar de existir una profusión de construcciones religiosas, el clero secular era más bien escaso, y así se
mantuvo a lo largo del siglo. El siglo XVII puede considerarse de mayor auge para estas comunidades.
En cuanto a los indígenas, encontramos que algunos vivían dentro
de la ciudad y por tanto se les denominó ladinos. Estos eran empleados principalmente para el servicio
doméstico. Los demás fueron puestos en resguardos, y se ordenó a los
pueblos indígenas un proceso de urbanización similar al de las ciudades. Sin embargo, esto no se sigue
en la provincia de Cartagena, donde se les deja seguir habitando sus
aldeas, pero controlados con la presencia de una iglesia doctrinera.
De los negros no se tiene un registro preciso que permita saber cuándo se inicia su introducción y en qué
cantidad. Sin embargo, a las personas de alto rango social les estaba permitido viajar con ellos. En las
incursiones que efectuó Heredia en
el área Cenú, se menciona que lo
acompañaban alrededor de 50 esclavos negros, pero no se habla más
de ellos después de este recorrido.
En las legislaciones de 1552, se hace referencia a los negros, tanto esclavos como libertos. Su número
debió ser importante, al igual que
preocupante su control, pues al referirse a ellos se habla de ataque,
robos, porte de armas, cuchillos,
114
etc., y se les conmina a respetar el
toque de queda que se implanta en
dicho año. También hubo muchos
negros cimarrones, que una y otra
vez trataron de establecer palenques.
Dos sectores son mencionados muy
por encima, el de los mestizos y las
mujeres. Al parecer, las labores de
servicio doméstico eran efectuadas
generalmente por mujeres, la ma
yoría indígenas aunque no se des
carta el elemento negro, y esto pro
pició su mezcla con blancos. Hay
que tener en cuenta que se realiza
ba otro tipo de mestizaje: el cultu
ral e ideológico; estas mujeres de
bían cuidar de los hijos de las es
pañolas, amamantarlos, criarlos y
este contacto podría generar un
proceso de interdependencia y
transferencia de prácticas cul
turales.
En cuanto a las mujeres españolas,
también es difícil determinar cuándo llegan y en qué número. Sin embargo, ciertos datos que se mencionan al margen nos indican que en
1546 ya hay mujeres. En esta fecha
Cartagena sufre el ataque del pirata francés Baal. La ciudad es tomada por sorpresa, pues se piensa que
el alboroto originado con la invasión es causado por el matrimonio
de la sobrina de Heredia, el cual estaba programado para el desdichado día (Borrego Plá 1983: 88). Esta mención nos señala la presencia
de una mujer, Constanza Heredia,
y siendo una mujer de alto rango,
hace pensar que existen otras mujeres de igual o menor condición
que acompañan a sus esposos, o
que fueron al nuevo mundo en busca de fortuna.
Por otro lado, es interesante observar que se alude a la confusión de
los habitantes, quienes toman el alboroto ocasionado quizá por los
disparos y gritos de guerra, como
el inicio del festejo del matrimonio.
La práctica de lanzar voladores,
cantar y hacer fiesta en un matrimonio es cosa que observamos aún
hoy en algunos pueblos, o barrios de
las ciudades.
Podemos asumir aquí que la población
analizada y las actividades por ella
desarrolladas se prolongan a lo largo
de la Colonia, y que éstas se fueron
complejizando con el tiempo y el
aumento de la población, como lo
pueden
atestiguar
las
nuevas
construcciones levantadas en la ciudad
en los siglos posteriores y la función
que ellas ejercían.
2. El prestigio y su
manifestación cultural
Lo expuesto anteriormente, permite
plantear ciertas hipótesis acerca de la
sociedad durante el siglo XVI. La
persistencia de ciertos privilegios para
los altos rangos sociales, los nobles,
durante el siglo XVIII, ha- cen pensar
que éstos estaban bas- tante arraigados
en el período que nos atañe y
constituyeron
un
recurso
de
diferenciación
social
entre
la
población; hace que las clases más:
prestigiosas que la componen, bus-quen
otros factores de distinción, siguiendo
aquellas que imperan en Europa para
los nobles.
Autores como Rudé o M.S. An-derson
(1968), muestran que en Es-paña, al
igual que en otros países europeos del
siglo XVIII, aún existían ciertos
privilegios que sólo compartían los
nobles. Entre ellos estaba vedado el
tratamiento con el apelativo de Don,
satirizado en la obra de Don Quijote;
tenían derecho de exhibir su escudo de
armas; les estaba vedado el comercio y
no debían pagar tributos. Debían utilizar ropajes distintivos, y ejercer este
mismo derecho sobre los demás
estamentos sociales; podían gozar,
además, de un puesto importante en la
iglesia de la ciudad.
Como vimos, otro factor de diferenciación estaba en el sitio de en-
tierro dentro de las iglesias; una
mayor proximidad al altar implicaba unos costos mayores, que sólo
podían ser sufragados por personas
con altos ingresos, como lo indican
ciertos documentos en los que se fijan estos aranceles.
La existencia de un platero, y la importancia cada vez mayor de los
sastres y zapateros (según una relación hecha por Borrego Plá 1983),
permiten sustentar en parte las hipótesis formuladas.
la construcción; para 1607 se había
duplicado la población y encontramos en ella 800 casas (Marco Dorta 1988), esto hizo necesaria la expansión de la ciudad hacia al Arrabal de Getsemaní. Podemos decir
que aquí se da origen a los que más
tarde constituirían los barrios populares. Las casas que allí se construyeron eran de bahareque, mientras que las del centro de la ciudad
casi en su totalidad estaban elaboradas en piedra o ladrillo y tejas.
Por tanto, a lo largo del siglo XVI,
y muy posiblemente durante toda
la colonia, ciertos elementos de la
cultura material fueron un rasgo
importante, cargados de prestigio,
como factor de diferenciación social, cuyo significado y simbolismo
fue fundamental para ciertos estamentos de la sociedad.
Existen otros elementos cargados
de significado, fruto del conflicto
generado por la interacción de los
diferentes grupos étnicos que se hallan conviviendo en este espacio.
Estos fueron productos del mestizaje cultural e ideológico y posiblemente no se hallan dentro de estas
clases privilegiadas.
Hay una mayor profusión de construcciones religiosas; entre ellas se
levanta el convento de Santa Teresa, el primer recinto para monjas.
En un principio se esperaba que llegaran a él religiosas provenientes de
España. Sin embargo no hay candidatas para esto y se recurre a
monjas de Pamplona para que ocupen el recinto. A este convento le
sigue la construcción de muchos
más con el mismo fin (Marco Doria
1988):
¿Dónde se encuentran estos vestigios del mestizaje? En el espacio urbano de una ciudad es difícil establecerlo, pero posiblemente los encontremos en los poblados indígenas, como producto de la imposición de ciertas costumbres españolas, como la iglesia doctrinera que
mencionamos anteriormente. O en
un palenque, cuyos asentamientos
procuraban asemejarse al de los españoles (Jaramillo 1968: 70). Pero
¿tiene la cultura material el mismo
significado dentro de estos espacios
habitados por poblaciones diferentes?
EL ESPACIO URBANO EN EL
SIGLO XVII
La primera mitad de este siglo fue
bastante agitada en la actividad de
115
Se construye también el convento
agustino en el cerro de La Popa.
Esta labor se efectuó con la ayuda
del Cabildo, el cual estaba interesado en la ejecución de la obra por
cuanto este cerro sirvió de refugio
para los esclavos fugitivos y cimarrones. Más adelante se convirtió en
centro de romerías y de devoción
a la virgen de La Popa. De noche
cumplía la función de faro.
En la Plaza del Mar se construye la
Real Caja; esto con motivo del
aumento en la actividad comercial
y la elevación de la ciudad como
principal puerto de América. Y la
Plaza Mayor quedó como lo describe un documento citado por
Marco Dorta (1988). "bien calificada por la presencia de la Casa de
Inquisición". En un principio consistió de varias casas de dos pisos,
su parte inferior fue alquilada para locales con el fin de obtener rentas. En el siglo XVIII se convirtió
en el monumento barroco que vemos hoy en día.
Entre las obras públicas se construyen dos hospitales más: uno para
convalecientes, el de San Juan de
Dios; y el de San Lázaro para leprosos, enfermedad que al parecer
causaba estragos en Cartagena.
Dentro de los trabajos civiles, se
inician las fortificaciones en piedra
para defensa de la ciudad. El primer fuerte terminado es el de San
Matías, y en 1614 se ponen las primeras piedras del Fuerte San Felipe cuya obra se completa casi un siglo después. Hacia 1630 se terminan las murallas que circundan la
plaza y buena parte de Getsemaní;
sin embargo no fueron suficientes
para evitar las incursiones piratas
y su reconstrucción se siguió durante otros dos siglos.
Durante la segunda mitad del siglo
la actividad constructiva se merma
un poco. Para finales del siglo hay
aproximadamente unas 1500 familias.
EL ESPACIO URBANO EN EL
SIGLO XVIII
El siglo XVIII no trae grandes
construcciones que reflejen importantes cambios en la estructura de
la población. Se caracteriza más
bien porque se terminan muchas de
las obras iniciadas con bastante anterioridad; o por la remodelación
de algunas casas de los más adinerados quienes buscan estar al tanto de los últimos estilos arquitectónicos; o por la reconstrucción de
edificaciones afectadas por los
bombardeos piratas.
Cabe hablar aquí del uso del espacio en las casas cartageneras. Las
del centro de la ciudad eran generalmente de dos pisos. El segundo
piso era ocupado por sus dueños y
se caracterizaba por tener balcones
volados, espacio ideal para aprovechar la brisa marina refrescante
en momentos de intenso calor.
Contaban estas casas también con
patios internos con columnas y arcos, y por lo general estaban construidas en ladrillo, piedra y manipostería. La planta baja frecuentemente era utilizada con fines
comerciales o como depósitos, en
la parte que se encontraba frente a
la calle. La parte interior comprendía los aposentos de la servidumbre y las caballerizas.
En Getsemaní eran más comunes
las casas de un piso con fachada ba
rroca, una puerta central y dos ven
tanas laterales elaboradas con rejas
en madera. En su interior también
existía un patio flanqueado por ar
cos y columnas.
COHCLUSIONES
Esta reconstrucción del espacio ur
bano ha permitido analizar algunos
textos que fueron utilizados duran
te esta investigación.
Como lo mencionamos en la intro
ducción, dentro de las corrientes
historiográficas actuales se enfatiza mucho en la búsqueda de nue
vas fuentes de datos o en el recur
so de otras disciplinas para poder
efectuar análisis que permitan pro
fundizar en las mentalidades de las
colectividades. Sin embargo, estos
recursos no son utilizados por mu
chos autores.
El texto de Borrego (1983) se puede considerar un estudio minucioso de los documentos de archivo,
de las crónicas, como también de
las relaciones de precios, empadronamientos, ordenanzas, etc., con
los cuales se elaboraron numerosos
cuadros para demostrar las relaciones de conflicto entre los encomenderos, y de éstos con otros estamentos sociales particulares en Cartagena. Sin embargo, esto no hace
que pueda ser considerado el estudio de historia social de Cartagena del siglo XVI (como se menciona en el prólogo), por cuanto deja
de lado otros objetivos. Estos son
116
el estudio de las continuidades, de
los acontecimientos como los describe Le Goff (1983) en el que se
modifican las perspectivas cronológicas de la historia para observar lo
repetido y esperado "fiestas del calendario religioso, acontecimientos
y ceremonias unidas a la historia
biológica y familiar: nacimiento,
matrimonio y muerte" (Le Goff
1983: 318).
Cuando la autora se refiere a algunos matrimonios y casos de adulterio, en los cuales debe estar presente el elemento femenino, no desarrolla ningún aspecto que
concierna a las mujeres. Esto va
unido a otro problema que tampoco analiza, no tiene en cuenta lo que
significa para esta época de conquista y colonización, un posible
cambio en los valores de estos individuos españoles al tener contacto
con los indígenas, con las nuevas
tierras, con las nuevas condiciones
en general. Al mismo tiempo tenemos el proceso contrario, el cual
tampoco se examina: el impacto entre la población nativa, no sólo a
nivel demográfico, tema ampliamente discutido, sino también a nivel cultural e ideológico.
Estas situaciones, como vemos,
pueden crear otras formas de conflicto, diferentes a las que ella analiza entre los encomenderos, que
permiten extraer mayor información para complementar el cuadro
cotidiano de la vida urbana.
Por tanto, y aunque se pueda considerar el texto de Borrego Plá como novedoso en ciertos aspectos,
falta ampliar el campo de interpretación con la ayuda de otras áreas
que permitan "descubrir" hechos
escondidos aún en la información
más sencilla.
El texto de Marco Dorta (1988) definitivamente pertenece a una escuela histórica en la cual es evidente
que predominaba el gusto por lo estético y lo majestuoso, allí donde
quedaron las huellas de las grandes
proezas del pasado. Se trata de una
lectura que en fatiza básicamente las
construcciones civiles, particulares
u oficiales, en la cual se describe la
forma de recinto arquitectónico y
la función para la cual estaba destinado. No existe el intento de buscar el contenido con el cual pueda
hacerse un análisis del significado
que tenían estos monumentos para
las colectividades, y su posterior
transformación simbólica (esto se
encuentra más extensamente expuesto en Cardoso y Pérez Brignoli
1977: 334).
La falta de análisis se puede encontrar el tipo de información y el manejo dado por el autor. Marco Dorta transcribe párrafos de las cartas
que intercambiaban los funcionarios de las colonias con la metrópoli, que conciernen principalmente
al sitio, los materiales de construcción empleados y el maestro contratado para este menester. No existe un cuestionamiento de las fuentes escogidas, se queda en el nivel
de descripción.
Datos como la aparición o desaparición de monumentos tienen un
significado importante dentro del
estudio de las estructuras sociales,
por cuanto definen qué estamentos
se van creando para suplir las necesidades de una población, o cuáles desaparecen por su inutilidad,
producto de las transformaciones.
Un ejemplo de esto, que no es analizado por el autor, es la construcción de un convento de monjas un
siglo después de la fundación, lo
que indica nuevamente la presencia
de la mujer pero desempeñando un
rol distinto y nuevo, con un significado bastante diferente al de ser
ama de casa, del servicio doméstico, vendedora de frutas, etc.
Siendo un libro que trata sobre el
espacio arquitectónico no hay ninguna mención sobre la implantación y el impacto que pudo ocasionar este modelo urbano español en
las comunidades étnicas negras e indígenas. Esto muestra que el texto
de Marco Dorta, está aún bajo los
criterios europeos de historia, que
se inicia con la llegada de los españoles y lo que de ahí en adelante se
escriba hace referencia a su historia
en el nuevo mundo, y a su "interpretación" de la cultura indígena
(por cuanto no es considerado dentro de esta corriente que el "otro"
posea historia propia).
Otro caso similar lo constituye la
obra de Lemaitre (1983). En sus
textos predomina la típica separación de prehistoria e historia, donde la prehistoria comprende todo
aquello que es básicamente bárba-
ro: un mundo de religiones incultas, costumbres culturales estéticamente desagradables; contrapuesto a la historia, donde se hace
alusión a los "héroes gloriosos y
magníficos".
Esta labor se lleva a cabo citando
documentos que sirven para especular sobre el comportamiento de
ciertos individuos, principalmente
negros e indios. Tal es el caso cuando menciona a estos últimos para
decir que son "inteligentes" y
acompañan a los españoles en sus
saqueos de los poblados indios. O
para saber por qué Pedro Claver se
dedicó a ayudar a los negros.
Vemos a través de esta investigación la importancia de las fuentes
de información. Pero más importante es el cuestionamiento que de
ellas se haga, cuál era la intención
de las mismas en su momento y
qué representan actualmente. Esto
permitirá que su análisis sea más
coherente y confiable, logrando así
observar los distintos fenómenos
que se dieron entre los diversos grupos humanos, buscando el conflicto, la tensión, la agitación, lo que
perdura y lo que desaparece, pero
ante todo el por qué y el significado de todo ello. Es una alternativa
de análisis que busca cubrir un amplio campo de trabajo, donde no
hay límites definidos que lo separen de otras ramas de investigación;
al contrario, estas encuentran invitadas a participar.
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