Oscar Alzaga Villaamil

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Indicaciones y materiales para la enseñanza de la Constitución
Departamento de Derecho Político. UNED
El presente texto se reproduce con fines exclusivamente docentes,
para su uso por parte de profesores y alumnos
en el ámbito de la enseñanza de la Constitución
Oscar Alzaga Villaamil, “Los valores superiores del ordenamiento
jurídico”,
Apartado 2 del Capítulo XII de Oscar Alzaga Villaamil, Ignacio Gutiérrez
Gutiérrez y Jorge Rodríguez Zapata, Derecho Político español según la
Constitución de 1978. I. Constitución y fuentes del Derecho, 3ª ed., Madrid:
Centro de Estudios Ramón Areces, 2001, págs. 282 a 289
Extracto
2.1. El alcance de su constitucionalización
(...) El art. 1.1 dispone que el Estado social y democrático de Derecho “propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político” (...) Parejo ha subrayado la correlación que a su juicio existe entre
“los valores superiores con las notas definitorias del Estado, así, el principio
democrático con el valor pluralismo político, el principio Estado de Derecho con el
valor libertad e igualmente el principio Estado social con el valor igualdad.
(...) Estos valores (...) son guía para el legislador en su obra de desarrollo del
ordenamiento jurídico y para el juez en su tarea de aplicar e interpretar el Derecho.
Evidentemente, estos valores encierran un ancho margen de actuación tanto para el
legislador como para el juez, ya que se trata de conceptos abiertos, que pueden tener
diversas lecturas, amén de que su consideración social experimenta cierta evolución a lo
largo de la historia (...). Por mucho que el legislador y los jueces estén sometidos al
carácter vinculante del valor superior de la “justicia”, no será fácil que prospere un
recurso sustentado en que una determinada ley, o un precepto de la misma, es injusta; ya
que el legislador, desde la representación popular que ostenta, tiene un ancho margen de
interpretación de cómo ha de traducir el valor justicia a una ley ordinaria y no será fácil
que el Tribunal Constitucional, sin que concurra la contravención de otro precepto
constitucional, declare inconstitucional una ley simplemente porque a juicio de sus
magistrados la misma no respeta el valor superior de la justicia (...).
Merece especial consideración el que, al parecer, el Tribunal Constitucional no estima
que la enumeración de “valores superiores del ordenamiento jurídico” que contiene el
art. 1.1 sea un numerus clausus y de hecho ha concedido este rango al derecho a la vida
(...).
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2.2. La libertad
La libertad, en cuanto valor superior del ordenamiento jurídico, tiene, amén de en otros
preceptos constitucionales, su desarrollo más específico en el Capítulo II del Título I,
cuyo rótulo es precisamente “Derechos y libertades”. Como todo el Título pende del art.
10, que manifiesta que los derechos “son inherentes a la dignidad de la persona”, valor,
a su vez, anterior al propio ordenamiento constitucional y vinculado a la propia
naturaleza humana, como ser racional y capaz de ajustar su conducta a criterios morales.
La Constitución al proclamar el valor superior de la libertad está consagrando el
reconocimiento de la autonomía del individuo para elegir entre las diversas opciones
vitales que se le presenten, de acuerdo con sus propios intereses, convicciones o
preferencias.
El Tribunal Constitucional ha conectado a este valor superior el viejo principio liberal
de que a un ciudadano le está permitido todo lo que no está expresamente prohibido,
cuando ha afirmado que “este principio general de libertad autoriza a los ciudadanos a
llevar a cabo todas aquellas actividades que la ley no prohíba, o cuyo ejercicio
subordine a requisitos o condiciones determinadas”.
2.3. La justicia
(...) La Justicia puede entenderse, en cierto sentido, como el contrapunto imposible del
derecho positivo, pero también como el valor, como el fin ideal, a que debe tender todo
el ordenamiento jurídico, sentido este último a que hace alusión el art. 1.1. CE. que nos
ocupa.
El valor superior de la justicia tiene su manifestación en numerosos preceptos
constitucionales, como sucede en algunos del propio Título I (...). Más arriba dejábamos
constancia de las dificultades que encierra en la práctica este valor superior para
pretender la declaración de inconstitucionalidad de leyes que se estimen injustas, por
ello no nos puede extrañar que el Tribunal Constitucional, al menos hasta el presente,
haya eludido la aplicación directa de este valor excepto en su ámbito más estricto, a
saber, el relativo a la Administración de Justicia. Igualmente, el Tribunal Constitucional
ha declarado que “en el reproche de arbitrariedad (art. 9.3 CE) debe incluirse, asimismo,
el relativo a la lesión del valor justicia, que consagra el art. 1”.
2.4. La igualdad
El emplazamiento de la igualdad, como valor superior, junto con la libertad no deja de
ser significativo. Nuestra Constitución opta por entender que ambos valores lejos de ser
contrapuestos han de ser necesariamente conjugados de forma conjunta. Es sabido que
tras la revolución liberal y, en el ámbito económico-social, tras la revolución industrial,
la libertad se sublimó hasta hacerla, en la práctica, incompatible con el valor de la
igualdad; al menos de la igualdad sustancial, que es diferenciable de la igualdad formal
que sólo parecía interesar a algunos de los primeros liberales.
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Pero la igualdad, lo mismo que, según veíamos, se puede predicar de la libertad, es una
manifestación de la dignidad humana (art. 10.1), a la que repugnan las bolsas de miseria
o de incultura que se conservan en el conjunto de una población. El Estado debe
permitir el ejercicio de sus derechos y libertades por los ciudadanos, pero tutelando (...)
que no se generen explotaciones de los más débiles ni la potenciación de las
desigualdades existentes en la población. Y ello por imperativo concreto del art. 9.2 de
nuestra Constitución, que encomienda a los poderes públicos promover las condiciones
para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean
reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y
facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural
y social.
Igualmente, el objetivo de la igualdad no puede ser perseguido en detrimento del valor
superior de la libertad. Ésta es la fórmula de equilibrio que asume todo el
constitucionalismo europeo contemporáneo y que hace suya nuestra Constitución de
1978. Igualdad sin libertad es una fórmula de convivencia incompatible con el Estado
social y democrático de Derecho.
Junto a la problemática de la igualdad real y efectiva, a que hace referencia el art. 9.2,
está una importante proyección del valor igualdad que (...) se plasma en el principio de
igualdad ante la ley, que consagra el art. 14 (...).
El Tribunal Constitucional, como intérprete supremo de la Constitución, ha realzado la
importancia de la constitucionalización del valor de la igualdad, al que ha calificado de
“valor preeminente” en el ordenamiento jurídico español, al que debe colocarse en un
“rango central” (...).
2.5. El pluralismo político
(...) El pluralismo político no es un valor de alcance tan general como los anteriores (...).
Sin embargo, su constitucionalización es un hecho que se explica por (...) la firme
resolución de los constituyentes de poner punto final a la sociedad seudo-unánime y al
régimen político de “partido único-Movimiento Nacional” del franquismo.
(...) El pluralismo político es un concepto (...) acuñado por el pensamiento liberal e
incompatible con el dogmatismo en la esfera política, con el afán de destruir al
adversario para perpetuarse en el poder (...) y, por supuesto, con el régimen de partido
único. Su reflejo más claro, dentro del texto constitucional, lo encontraremos en el
artículo 6, que afirma que “los partidos expresan el pluralismo político” (...).
El Tribunal Constitucional ha asumido como función propia “fijar los límites dentro de
los cuales pueden plantearse legítimamente las distintas opciones políticas, pues, en
términos generales, resulta claro que la existencia de una sola opción es la negación del
pluralismo” (...). A la par, el alto tribunal ha recordado otro criterio básico de la
democracia occidental cuando afirmaba que “es inherente al valor del pluralismo
político el que las leyes puedan resultar acertadas y oportunas a unos, como
desacertadas e inoportunas a otros”.
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