HISTORIA Y HUMANIDADES Deficiencia, discapacidad, neurología y literatura Susana Collado-Vázquez, Roberto Cano-de-la-Cuerda, Carmen Jiménez-Antona, Elena Muñoz-Hellín Introducción. La literatura siempre se ha sentido atraída por la patología neurológica, existiendo multitud de ejemplos que así lo demuestran. Asimismo, numerosos médicos se han dedicado a la literatura de ficción, plasmando sus conocimientos científicos en sus obras. Objetivos. Se aborda la aparición de la patología neurológica en una muestra de la literatura y se estudia la descripción de la enfermedad, el tratamiento, la visión del paciente y la relación de los profesionales de la salud con el entorno sociofamiliar. Desarrollo. Se han revisado algunas de las principales obras de la literatura de todos los tiempos que han abordado la patología neurológica, como El Quijote, Julio César, David Copperfield, El idiota o Miau, observando que, en muchas de ellas, se ofrece una visión muy fidedigna de la enfermedad. Del mismo modo, se han revisado obras que son testimonio personal de pacientes o familiares de la vivencia de la enfermedad de origen neurológico y la discapacidad derivada, como La escafandra y la mariposa, Mi pie izquierdo o Una posibilidad entre mil. Conclusión. La literatura ha contribuido a dar una visión realista de las patologías de origen neurológico y de los profesionales sanitarios relacionados, existiendo múltiples ejemplos en los que se muestran las vivencias de los propios enfermos y se resalta la importancia del apoyo familiar. Palabras clave. Deficiencia. Discapacidad. Literatura. Neurología. Patología neurológica. Introducción La discapacidad es un fenómeno complejo cuya concepción, explicación y tratamiento ha variado notablemente a lo largo de la historia. Sólo en las últimas décadas, el concepto de discapacidad ha pasado de un enfoque peyorativo a otro más respetuoso hacia las personas que la padecen [1]. Desde tiempos remotos, diferentes disciplinas artísticas se han interesado por la deficiencia, la discapacidad y la enfermedad neurológica [2], mostrando así el grado de conocimiento o acierto en el tratamiento de una problemática tan antigua como los orígenes del hombre. La medicina y la literatura no deben considerarse campos extraños entre sí, pues la relación entre médicos y escritores constituye un ejemplo de simbiosis donde ambas disciplinas se han enriquecido a partir de sus mutuas aportaciones [3]. Probablemente uno de los ejemplos más paradigmáticos sea Antón Pávlovich Chéjov, que llegó a afirmar que la medicina era su esposa y la literatura su amante, y cuya sutileza y meticulosidad en sus relatos guarda relación directa con las finas dotes de observación y empatía desarrolladas a lo largo de su práctica clínica [4]. Otros ejemplos son François Rabelais, Arthur Conan Doyle, William Somerset Maugham, Andrés Bello, Pío Baroja, Gregorio Ma- www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 rañón, Laín Entralgo, Miguel Torga, Luis Pimentel, Antonio Lobo Antunes, Luis Martín Santos, Juan Antonio Vallejo Nájera u Oliver Sacks, entre otros [4-8]. Son muchos los escritores de ficción que han retratado en sus obras la enfermedad neurológica y la discapacidad, con frecuencia, de forma muy acertada. Pueden citarse ejemplos como Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Alejandro Dumas, Char­ les Dickens, Fiodor Dostoievski, Juan Ramón Jiménez, Benito Pérez Galdós y León Tolstoi (Tabla I). También la jerga médica se ha humanizado a través de la literatura; a modo de ejemplo, John Todd, en 1955, se inspiró en Lewis Carroll para denominar síndrome de Alicia en el país de las maravillas a las ilusiones ópticas observadas fundamentalmente en migrañas; y también la literatura de ficción puede enriquecer su léxico mediante términos tradicionalmente acotados al ámbito científico, como en el caso de Una bala en el cerebro (2000), de Tobias Wolff [9]. En el ámbito concreto de la neurología, la literatura de ficción aporta una mirada lúcida sobre las enfermedades neurológicas, tendiendo un puente entre el médico y el paciente, aproximando al lector a una realidad más accesible desprovista de la compleja jerga médica, y contribuyendo a establecer un punto de encuentro en el marco social [4,10]. Departamento de Fisioterapia, Terapia Ocupacional, Rehabilitación y Medicina Física. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Rey Juan Carlos. Alcorcón, Madrid. España. Correspondencia: Dra. Susana Collado Vázquez. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Rey Juan Carlos. Avda. Atenas, s/n. E-28922 Alcorcón (Madrid). Fax: +34 914 888 831. E-mail: [email protected] Aceptado tras revisión externa: 15.05.12. Cómo citar este artículo: Collado-Vázquez S, Cano-de-laCuerda R, Jiménez-Antona C, Muñoz-Hellín E. Deficiencia, discapacidad, neurología y literatura. Rev Neurol 2012; 55: 167-76. © 2012 Revista de Neurología 167 S. Collado-Vázquez, et al Tabla I. Principales obras de ficción en las que se aborda la patología neurológica. Título Autor Patología Año Julio César William Shakespeare Epilepsia 1599 El conde de Montecristo Alejandro Dumas Síndrome de cautiverio 1844 La patrona Fiodor Dostoievski Epilepsia 1847 Humillados y ofendidos Fiodor Dostoievski Epilepsia 1861 Thérèse Raquin Émile Zola Síndrome de cautiverio 1867 El idiota Dostoievski Epilepsia 1868 Los demonios Fiodor Dostoievski Epilepsia 1872 Los hermanos Karamazov Fiodor Dostoievski Epilepsia 1880 Miau Benito Pérez Galdós Síndrome de narcolepsia-cataplejía 1888 Tristana Benito Pérez Galdós Miastenia grave 1892 Pabellón VI Anton Chéjov Hemorragia cerebral 1892 Platero y yo Juan Ramón Jiménez Síndrome pseudobulbar 1917 La familia de Pascual Duarte Camilo José Cela Rabia 1942 El Quijote Miguel de Cervantes Epilepsia 1605-1615 Los papeles del club Pickwick Charles Dickens Síndrome de Pickwick 1836-1837 Dombey e hijo Charles Dickens Ictus 1846-1848 David Copperfield Charles Dickens Posible distonía generalizada, distonía cervical, síndrome de 1849-1850 piernas inquietas, deterioro cognitivo Pequeña Dorrit Charles Dickens Retraso mental 1855-1857 Fortunata y Jacinta Benito Pérez Galdós Ictus 1886-1887 El objetivo del presente trabajo es abordar la aparición de la patología neurológica en la literatura, así como estudiar la descripción de la enfermedad, el tratamiento, la visión del paciente y la relación del médico con el entorno sociofamiliar en los textos literarios. Descripción de la patología neurológica Pueden citarse múltiples obras literarias en las que se realizan descripciones de diversas enfermedades de origen neurológico y su diagnóstico. Se encuen- 168 tran abundantes referencias a estas patologías en los poemas médicos medievales, por ejemplo, en el Medicinalis Liber (s. vii-viii) de Benedicto Crispo de Milán, De cultura hortorum (s. ix) de Walafrido Estrabón, Macer floridus (s. ix), tres tratados de Egidio de Corbeil y el Poema Anatomicum (s. viiix). Estos textos de la Edad Media hacen referencia a cuadros patológicos como las cefaleas, los vértigos, los espasmos o la apoplejía, entre otros [11]. En algunos casos, las descripciones literarias se han adelantado a la descripción médica, como, por ejemplo, en el síndrome de cautiverio, descrito en la obra de Alejandro Dumas El Conde de Montecristo (1844), en la que el anciano Noirtier de Villefort se encuentra inmóvil y para comunicarse utiliza el parpadeo y los movimientos oculares (Fig. 1); en Thèrése Raquin (1867) de Émile Zola también aparece una anciana con este cuadro patológico. Posteriormente, los dramáticos síntomas del síndrome de cautiverio han sido descritos en primera persona por Jean Dominique Bauby en La escafandra y la mariposa (1997), o por José Carlos Carballo en El síndrome de cautiverio en zapatillas (2005) o en Verbos (2007) [12]. Casi todos los trastornos neurológicos aparecen en la literatura de ficción, siendo la epilepsia una de las patologías representadas con mayor profusión. Se han mostrado sus síntomas, pero también la concepción social que se tenía de esta enfermedad, desde mitos ancestrales de posesión divina o demoníaca [13]. En El Quijote (1605-1615) se describen numerosos casos de trastornos neurológicos [14,15], como, por ejemplo, el de Cardenio, el Roto, sobre el que existe la duda de si presentaba crisis epilépticas de tipo minor, o si en realidad padecía una depresión endorreactiva. En el capítulo XLVII se describe otro caso de epilepsia. Cuando Sancho Panza es gobernador de la ínsula de Barataria, un labrador solicita ayuda para consumar el matrimonio de su hijo epiléptico con una joven paralítica, hija adinerada de los Perlerines, cuya parálisis se atribuye a las secuelas de una epidemia de viruela que afectó a varios miembros de la familia. Describe a su hijo diciendo: ‘Mi hijo es endemoniado y no hay día que tres o cuatro veces no le atormenten los malignos espíritus’. Asimismo, pueden encontrarse otros ejemplos, como un trastorno de la conducta del sueño REM de Don Quijote en el episodio de los cueros de vino, una descripción de pica alotriofagia o mioclonías del despertar. Esta obra, además, ofrece una perspectiva de la medicina de su tiempo, sujeta a la teoría de los cuatro humores y con las sangrías como tratamiento principal. www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 Deficiencia, discapacidad, neurología y literatura William Shakespeare, en Julio César (1599), hace referencia a la epilepsia de César: ‘Entonces perdió el conocimiento y se cayó en la plaza del mercado, tenía espuma en la boca y no hablaba’. También en Otelo (1603) describe una crisis epiléptica de este personaje tras un ataque de celos, aunque algunos autores que han analizado esta obra dudan de que realmente presentara un ataque epiléptico, y especulan con la posibilidad de que sufriera un síncope [16,17]. Asimismo, Henry James reflejó esta enfermedad en su obra Otra vuelta de tuerca (1898), en la que la protagonista sufre una epilepsia del lóbulo temporal [18]. Diversos escritores clásicos, a través de su vivencia personal de la enfermedad neurológica, reflejaron en sus personajes sus propios padecimientos o estigmas. En algunos autores sucedió de manera recurrente, tal es el caso de Dostoievski, que padecía epilepsia, y en sus novelas aparecen numerosos personajes que estaban aquejados de esta enfermedad, como El idiota (1868), La patrona (1847) o Los hermanos Karamazov (1880) [19-22]. También Joaquim Machado de Assis padeció epilepsia, pero, al abordarla en sus obras, no lo hacía directamente, sino mediante la utilización de eufemismos [23]. Por ejemplo, ‘el mal que me acompaña’ o ‘pecado original’ son expresiones que aparecen en su correspondencia personal con Mario de Alencar. Asimismo, aunque en la primera edición de su obra Memorias póstumas (1881) utiliza el término epiléptica, en la segunda edición lo sustituye el vocablo convulsa. Otro famoso escritor con epilepsia fue el británico Graham Greene. El diagnóstico de esta enfermedad, tal como relata en su autobiografía, le marcó e influyó en su vida y obra, llegando a considerar el suicidio. Según sus propias palabras, la epilepsia, el cáncer y la lepra eran los tres términos médicos que causaban mayor temor en aquel momento [24,25]. Pocos escritores han sabido describir con tanta precisión la patología neurológica como Dickens. Parece claro que durante su infancia y juventud observó directamente a numerosos pacientes con discapacidad, hecho que propició que realizara descripciones tan ilustrativas. El autor británico descri­ be con precisión varias crisis epilépticas que afectan a distintos personajes de sus novelas, como Monks (villano de Oliver Twist, 1839), Guster (Casa desolada, 1853), Anthony Chuzzlewit (Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit, 1844) y Bradley Hea­stone (Nuestro común amigo, 1865) [26]. En Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit, por ejemplo, describe cómo un personaje sufre una crisis de gran mal: ‘Todo su aspecto indicaba que estaba, en verdad, www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 Figura 1. Noirtier de Villefort, personaje con síndrome de cautiverio de la novela de Alejandro Dumas, El conde de Montecristo (Dumas A. The Count of Monte-Cristo. Vol III. London: George Routledge & Sons; 1888. Ilustrado por G. Staal, J.A. Beauce y otros artistas). muy enfermo, y se agitaba y temblaba terriblemente, no como hace la gente por frío, sino en un horrible tipo de espasmo o convulsión que le atormentaba el cuerpo entero’. En Los papeles del club Pickwick (1836-1837) describe el que, posteriormente, se denominaría síndrome de Pickwick, mientras que en David Copperfield (1849-1850) presenta a diversos personajes con trastornos del movimiento, como Uriah Heep (Fig. 2), que muestra discinesias, probablemente debido a una distonía generalizada. El autor menciona que el extraño personaje, con rasgos marfanoides, presenta posturas anormales y lentas contorsiones serpenteantes [27-29]. Asimismo, en esta novela se describe el síndrome de las piernas inquietas que presenta el camarero de una posada; y Mr. Sharp, un profesor del internado de David, muy probablemente presenta una distonía cervical, pues el autor describe una posición anormal del cuello: ‘llevando la cabeza a un lado… como si fuera demasiado pesada’ [29-32]. Anton Chéjov, en El pabellón VI (1892), presenta a un médico que sufre la rotura de un aneurisma cerebral: ‘A la mañana siguiente se despertó con una tremenda jaqueca. Sentía todo el cuerpo quebrado; estaba sumergido en un marasmo absoluto 169 S. Collado-Vázquez, et al Figura 2. Uriah Heep, personaje con distonías múltiples de la novela de Charles Dickens, David Copperfield (Fred Barnard, 1870). […]. Por la noche, el doctor Ragin tuvo un ataque de apoplejía’ [4,33]. La enfermedad de Alzheimer también se encuentra representada en la literatura de ficción, un ejemplo puede ser Mi madre (2009) de Tahar Ben Je­ lloun, que hace referencia a la pérdida de memoria, a la desorientación, al desmoronamiento de la personalidad: ‘El cerebro ha empezado su suicidio. La personalidad se desmorona. El cableado milimétrico entre las células se estropea cada segundo. Las luces se agotan y se vuelven intermitentes’. En Diario de un hombre decepcionado (1919), Barbellion, pseudónimo del naturalista Bruce Frederick Cummings, describe la enfermedad que padece, esclerosis múltiple, y cómo va evolucionando día a día, con relación a la fatiga, las alteraciones cognitivas y de su estado de ánimo: ‘Hoy soy incapaz de pensar o de expresarme tan bien como lo hacía cuando era un adolescente […] soy un proyecto de cadáver cuya enfermedad me recluye cada vez más en la cama […] me encuentro enfermo y tengo ataques de debilidad. La mala salud me ha hecho cambiar de actitud en relación con el trabajo’. Además, realiza interesantes observaciones clínicas, como la correspondiente al primer brote que afectó al tronco cerebral, y hace mención a las dificultades a las que se enfrenta el médico cuando tie- 170 ne que comunicar a un paciente el diagnóstico de una enfermedad neurodegenerativa. El síndrome de Tourette también está representado en la literatura de ficción, concretamente en la obra Huérfanos de Brooklyn (1999), de Jonathan Lethem: ‘Las palabras salen atropellándose, incontrolables, y las manos no pueden evitar tocar impulsiva y compulsivamente todo lo que tengan cerca’. Autores como Samuel Beckett y Jorge Luis Borges han reflejado en algunas de sus obras la discapacidad física y mental; ceguera, trastornos neurológicos, trastornos del espectro autista o amnesia son algunos de los cuadros patológicos que reflejan en sus obras literarias. Se puede citar como ejemplo la novela de Borges, Funes the Memorious (1942), en la que el autor narra la historia de un gaucho uruguayo con el brazo izquierdo paralizado como consecuencia de una caída de caballo, a raíz de la cual manifestó una memoria y una percepción prodigiosas. También en la trilogía de Beckett aparecen personajes con discapacidad, concretamente con amnesia. Dicha trilogía se compone de las novelas Molloy (1951), Mallone diez (1951) y Unnamable (1953) [34]. Entre los escritores españoles contamos con muchos ejemplos de autores que se interesaron por las enfermedades neurológicas y crearon personajes con cuadros patológicos descritos con detalle. Entre estos escritores se puede citar a Juan Ramón Jiménez, que presenta en Platero y yo (1917) al médico de Platero con unos síntomas compatibles con el síndrome pseudobulbar. Este síndrome cursa con disartria, disfagia e incontinencia emocional. El retrato que el poeta hace de la decrepitud del entrañable personaje bien pudiera formar parte, salvando las distancias estilísticas, de un texto de neurología [35]. Otro caso de un escritor que se interesó por las enfermedades neurológicas en la literatura española no médica fue Benito Pérez Galdós. Morales et al [36] comunicaron la primera descripción de una miastenia grave en España, en un personaje de la novela Tristana (1892), una mujer mayor afectada de ptosis intermitente: ‘Una vida llena de trabajo la dejó con una debilidad nerviosa y debilidad en los párpados. Sólo podía abrir los párpados un poco, y con dificultad. Ciertos días, cuando cambiaba el viento, ella se encontraba tan débil, que tenía que sujetarse los párpados para poder ver. Además, ella padecía del pecho y cuando llegaba el invierno se encontraba muy enferma’. Casado-Naranjo [37] publicó el caso del síndrome narcolepsia-cataplejía de Luisito Cadalso, un personaje de la novela Miau (1888). En Fortunata y Jacinta (1887), la descripción de la muerte de la madre de Jacinta hace pensar en un posible ictus: ‘Fue acometida por un vio- www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 Deficiencia, discapacidad, neurología y literatura lentísimo ataque cerebral’, y Tormento, en la obra homónima, sufría metamorfopsia invertida. En la novela La de Bringas (1884), el autor describe la salud de la niña Isabelita Bringas, diciendo que es raquítica, débil, que tiene frecuentes pesadillas, convulsiones e hiperestesia. Y en La desheredada (1881), describe a Riquín, hijo de Isidora Rufete y Joaquinito Pez, en los siguientes términos: ‘Es algo monstruoso, lo que llamamos un macrocéfalo, es decir, que tiene la cabeza muy grande, deforme’, haciendo referencia muy probablemente a un caso de hidrocefalia. Asimismo, Benito Pérez Galdós hace referencia a otro paciente en la novela Ángel Guerra (1891), en la que un personaje describe a su hermano como un monstruo y dice de él: ‘De cintura para abajo, todo su ser es momio y blando, como si no tuviera huesos; la cabeza de hombre, el cuerpo de niño, los brazos y piernas como fundas vacías’, y además añade que no puede desplazarse, ni hablar y que presenta un retraso mental. Y también se refiere a un personaje con retraso mental en Torquemada en el Purgatorio (1894), en concreto, el hijo de Torquemada y Fidela, al que el médico describe como monstruoso, con una cabeza muy grande, patizambo y con muy bajo nivel intelectual [36-38]. El tratamiento La novela Sinuhé el egipcio (1945), del finlandés Mika Waltari, recoge numerosos tratamientos, entre los que destaca la trepanación craneal. En esta obra se menciona la trepanación craneal ritual en los faraones moribundos, y varias trepanaciones, describiéndose con detalle la técnica, el material utilizado (trépano, cuchillo de sílex, sierra, pinzas o un martillo de ébano), en qué casos se realizaba (traumatismos craneoencefálicos, epilepsias postraumáticas o migrañas) o el porcentaje de supervivencia [39,40]. Margiad Evans, pseudónimo bajo el que escribía la poeta, novelista e ilustradora anglogalesa Peggy Eileen Whistler, tuvo sus mayores éxitos literarios con las obras Country Dance (1932) y Autobiography (1943). La autora fue diagnosticada de epilepsia, lo que le llevó a recoger en una novela autobiográfica, A Ray of Darkness (1952), una confesión sobre su impacto. Asimismo, resulta muy interesante su descripción de los fármacos antiepilépticos disponibles a mediados del siglo xx en un instituto de neurología londinense, fundamentalmente fenobarbital y fenitoína. La autora describe el inicio de sus crisis, la parálisis poscrítica y los problemas psicológicos aso- www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 ciados a la progresión de la enfermedad [41,42]. Como en el resto de ejemplos literarios en los que se ha retratado la epilepsia, resulta importante tener en cuenta el contexto histórico, así como los avances médicos con relación a su abordaje terapéutico y a la concepción social de la enfermedad, que ha sido percibida como muy estigmatizante. En novelas próximas a la ciencia ficción se plantea la posibilidad de tratamientos de enfermedades neurodegenerativas mediante complejas técnicas quirúrgicas o utilizando técnicas de clonación. Un ejemplo es Convulsión (2004), de Robin Cook, escritor y médico, que presenta en esta novela al Dr. Lowell, quien trabaja en un sofisticado laboratorio donde investiga con células madre y parece haber encontrado líneas terapéuticas muy prometedoras. El senador Ashley ha presentado una ley que se opone a estas investigaciones; sin embargo, cuando le diagnostican la enfermedad de Parkinson, decide ponerse en manos de Lowell: si él le cura, paralizará el proyecto de ley. Esta novela se hace eco de los problemas éticos derivados de la investigación con células madre. Otro ejemplo dentro de la ciencia ficción es El hombre terminal (1975), de Michael Crichton, también escritor y médico, que narra la historia de un hombre con epilepsia y una gran agresividad al que intervienen quirúrgicamente e introducen en su cerebro unos electrodos para controlar sus emociones y sus crisis epilépticas. El paciente neurológico El paciente neurológico ha sido mostrado en numerosas obras de la literatura de ficción de todos los tiempos, y asimismo en obras divulgativas y de testimonio escritas por los propios pacientes o sus familias (Tabla II), o en recopilaciones de casos clínicos, llevadas a cabo por médicos, como Oliver Sacks. Un aspecto de gran interés que se ha recogido en múltiples obras literarias es la vivencia que el paciente con patología neurológica tiene de su propia enfermedad, tanto en obras de ficción de diversos géneros literarios, como en obras autobiográficas. En La escafandra y la mariposa, obra autobiográfica de Jean Dominique Bauby que dictó con el parpadeo de su ojo izquierdo, el protagonista, con síndrome de cautiverio, experimenta un sentimiento de indefensión, pues no es capaz de realizar las actividades básicas de la vida diaria, ya que es un gran dependiente [43]. Este síndrome se vuelve a abordar en El síndrome de cautiverio en zapatillas, en el que José Carlos 171 S. Collado-Vázquez, et al Carballo Clavero se inicia como escritor describiendo su propia enfermedad, reflexionando y haciendo partícipe al lector de sus emociones y sensaciones. Resultan esclarecedoras las palabras del protagonista: ‘Yo no soy neurólogo, simplemente un enfermo afectado por un síndrome de cautiverio (…) sinceramente creo que mi caso resulta extremadamente atípico, ya que, además de comunicarme a través del parpadeo de los ojos, he conseguido articular otros miembros que me permiten comunicarme con el mundo exterior (como con este correo electrónico)’. En Verbos, su segunda publicación, realiza un verdadero ejercicio de optimismo a través de sus inquietudes, emociones y experiencias personales. 16 escalones antes de irme a la cama (2009) es un libro escrito por el músico, actor y presentador conocido como El Langui, en el que relata su vida y experiencias y refleja sus dificultades y fortalezas para hacer frente al día a día. El autor presenta una parálisis cerebral, pero esto no le ha impedido conseguir sus objetivos y cumplir muchos de sus sueños. Contamos con otros títulos en los que los autores, portadores de patologías neurológicas, relatan sus vivencias de la enfermedad de forma novelada, como un diario, o incluso en formato de novela gráfica. En este sentido, la enfermedad de Parkinson puede resultar un claro ejemplo, donde una patología degenerativa y crónica muestra el lado más humano y certero de los efectos de la enfermedad en un texto de autotestimonio. Éste es el caso de Hombre con suerte (2002), del actor estadounidense Michael J. Fox, a quien le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson en 1991, diagnóstico que el actor reveló al público en 1998. Sobre esta misma patología encontramos El Parkinson y… yo (2001), de María Moreno Álvaro, donde la autora, con el objetivo de servir de ayuda a aquéllos que se encuentren en su misma situación, muestra sus vivencias desde el diagnóstico de la enfermedad en su juventud. O El Parkinson con nuestras palabras (2011), donde diversos autores con enfermedad de Parkinson reflexionan sobre el impacto que tiene su enfermedad sobre sus familiares y cuidadores, entre otros aspectos. En Mi pie izquierdo (2005), su autor, Christy Brown, un irlandés con parálisis cerebral de tipo atetósico, escribió la obra íntegramente con su pie izquierdo, caso semejante al de Gabriela Brimmer con su libro Gaby Brimmer (1979), que da título a la obra autobiográfica, en la que cuenta sus experiencias y su espíritu de superación. En Sobre la marcha (1996) se ofrece el testimonio de un sacerdote tetrapléjico tras sufrir un acci- 172 dente de tráfico. En él, el autor relata su amnesia postraumática, sus sensaciones ante la enfermedad, la experiencia durante su proceso de rehabilitación, el tratamiento, la relación con los distintos profesionales de la salud, y las barreras y dificultades que encuentra, transmitiendo su mensaje vital y esperanzador. Helen Keller, trabajadora social, escritora y conferenciante, se quedó sorda y ciega a los 19 meses de edad. En 1903 publicó La historia de mi vida, donde narró sus vivencias, sus dificultades y su espíritu de superación para conseguir sus objetivos. Gracias, esclerosis múltiple (2012), de Gloria Pérez González, es una obra entre el estudio y la biografía, donde la autora nos presenta una aproximación sobre la esclerosis múltiple escrita desde la propia experiencia. Como la misma autora expresa, se trata de un ‘resumen de los esfuerzos correctivos espirituales, mentales, físicos, alimenticios’, con precisión técnica y con la posibilidad de posicionar al lector en el lugar de la protagonista. Los profesionales sanitarios Los profesionales sanitarios que trabajan en el ámbito de la neurología también han sido representados en la literatura de ficción, en ocasiones con un papel muy relevante en la historia, en otros casos con escaso peso en la trama. En ocasiones son presentados como profesionales muy competentes, experimentados y con un trato amable con sus pacientes, mientras que en otros casos son mostrados como profesionales con escasa empatía, distantes y, en algunos casos, incluso negligentes. Algunos profesionales de ciencias de la salud han sido reflejados con falta de empatía; por ejemplo, en la ya nombrada La escafandra y la mariposa, se menciona el caso de una enfermera que le despierta por la noche para preguntarle si quiere una pastilla para dormir. En el hospital de Berk-sur-Mer donde se encuentra ingresado, podemos ver la labor de varios profesionales sanitarios: ‘Nunca había visto tantas batas blancas en mi pequeña habitación. Las enfermeras, las auxiliares, la fisioterapeuta, la psicó­ loga, la ergoterapeuta, la neuróloga, los internos y hasta el jefe supremo de servicio, todo el hospital se había desplazado para la ocasión’. También podemos apreciar la labor del fisioterapeuta en una unidad de neurología: ‘A las ocho y media llega la fisioterapeuta. Viene a poner en movimiento mis brazos y piernas, dominados por la anquilosis. Eso se llama movilización, y esta terminología marcial resulta risible cuando se constata la www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 Deficiencia, discapacidad, neurología y literatura delgadez de la tropa: 30 kilos perdidos en 20 semanas. De paso, Brigitte comprueba si se produce algún estremecimiento que presagie una mejoría. ‘Intente apretarme el puño’, me pide. Como a veces abrigo la ilusión de que puedo mover los dedos, concentro mi energía a fin de triturarle las falanges, pero nada se mueve, y ella deposita mi mano inerte en el cuadrado de gomaespuma que le sirve de escenario. La sesión de fisioterapia termina con un masaje facial. Brigitte me recorre con sus dedos tibios todo el rostro, la zona yerta, que me sugiere la consistencia del pergamino, y la parte inervada, en la que al menos puedo fruncir una ceja. Como la línea de demarcación pasa por la boca, sólo esbozo medias sonrisas, lo que se adecua bastante bien a las fluctuaciones de mi estado de ánimo’ [12,43-45]. Este libro ha sido utilizado entre residentes de medicina con el objetivo de fomentar y mejorar sus habilidades para tratar a los pacientes en estado terminal o mejorar la empatía con pacientes graves [46]. La novela autobiográfica Mi pie izquierdo presenta a varios profesionales de la salud. Christy menciona al Dr. Warnants y Mrs. Collis, y comenta que le infunden confianza y seguridad, ayudándole en su proceso de rehabilitación. Familia y adaptación sociolaboral Existe la opinión generalizada en la sociedad, compartida también por los profesionales sanitarios, sobre el papel relevante de la familia y su influencia en la evolución y desarrollo de los miembros que la componen. El nacimiento de un hijo con discapacidad supone un shock dentro de la familia, es algo inesperado, que rompe las expectativas sobre el hijo deseado. Asimismo, esto puede agravarse con el curso progresivo de una patología o con el efecto traumático de la aparición de la discapacidad en las edades posteriores, entendiéndola como una grave alteración en el proceso vital de la persona. Son muchos los ejemplos en los cuales la literatura muestra cómo este entorno percibe, asume, orienta o ayuda a los enfermos con patología neurológica o con discapacidad de diverso origen [47]. En Mi pie izquierdo, la madre de Christy Brown es un claro ejemplo de apoyo y dedicación a su hijo con parálisis cerebral, en contra de las opiniones de los profesionales, que consideraban que no existía tratamiento, salvo los cuidados básicos. Christy empezó a recibir tratamiento de rehabilitación muy tardíamente, cuando, en la actualidad, se recomienda un comienzo precoz e intensivo en este tipo de patologías. www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 Tabla II. Obras de autotestimonio. Título Autor Patología Año Gaby Brimmer Gaby Brimmer, Elena Poniatowska Parálisis cerebral 1979 Tu nombre es Olga Josep M. Espinàs Deficiencia intelectual 1986 El diario de Noa Nicholas Sparks Enfermedad de Alzheimer 1996 La escafandra y la mariposa Jean Dominique Bauby Síndrome de cautiverio 1997 La historia de mi vida Helen Keller Sordoceguera 1999 Una historia verdadera John Roach, Mary Sweeney Ictus 1999 Nacido dos veces Giuseppe Pontiggia Trastorno psicomotor 2000 Elegía por Iris John Bailey Enfermedad de Alzheimer 2000 El Parkinson y… yo María Moreno Álvaro Enfermedad de Parkinson 2001 Yo soy Julia Antonio Martínez Lisencefalia 2001 Berta, tu pots Lourdes Calvet Deficiencia intelectual 2002 Hombre con suerte Michael J. Fox Enfermedad de Parkinson 2002 El síndrome de Mozart Gonzalo Moure Síndrome de Williams 2003 Identidades perdidas: relato de un enfermo de Alzheimer M. Dolores Boixadós Enfermedad de Alzheimer 2004 Mi pie izquierdo Christy Brown Parálisis cerebral 2005 El síndrome de cautiverio en zapatillas José Carlos Carballo Síndrome de cautiverio 2005 Los cuerpos oscuros Juana Castro Enfermedad de Alzheimer 2005 Verbos José Carlos Carballo Síndrome de cautiverio 2007 María y yo Miguel Gallardo Autismo 2007 Sigue sonriendo Asociaciones Americana y Canadiense de Esclerosis Múltiple Esclerosis múltiple 2007 Quieto Màrius Sierra Encefalopatía no filiada 2008 Criaturas de otro planeta Elisabet Pedrosa Síndrome de Rett 2008 Mi madre Tahar Ben Jelloun Enfermedad de Alzheimer 2009 Epiléptico David B. Epilepsia 2009 Una posibilidad entre mil Cristina Durán, Miguel A. Giner Parálisis cerebral 2009 Oyendo campanas Antonio de Benito Enfermedad de Alzheimer 2010 El parque de los abetos Antonio de Benito Enfermedad de Alzheimer 2010 ¿Quién es Parky? Kay Mixson Jenkins Enfermedad de Parkinson 2010 El Parkinson con nuestras palabras Varios autores con enfermedad de Parkinson Enfermedad de Parkinson 2011 Gracias, esclerosis múltiple Gloria Pérez González Esclerosis múltiple 2012 173 S. Collado-Vázquez, et al En Elegía por Iris (2000), John Bayley, marido de la prestigiosa novelista Iris Murdoch, narra sus vivencias como ejemplo de afrontamiento de los familiares con enfermedad de Alzheimer. La segunda parte de la obra, que comienza a mitad de los años noventa, muestra los primeros indicios del Alzheimer en Iris, durante una entrevista en Israel. En personas con alto nivel intelectual, como era el caso de Iris Murdoch, los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer pueden no ser detectados en tests de cribado específicos. En este mismo sentido, pueden encontrarse otros ejemplos, como El diario de Noa (1996), de Nicholas Sparks, o Mi madre (2009), del autor africano Tahar Ben Jelloun. En este último, el autor hace una reflexión sobre la enfermedad de Alzheimer que padeció su madre, con una crítica sentida hacia aquéllos que no supieron estar a la altura de las circunstancias: ‘Brillan por su ausencia los amigos que no fueron, los parientes que tampoco. Es propicia la ocasión para la vileza. La compasión no se muestra y sí la ingratitud, la impaciencia, el costo de las medicinas, el chantaje y el abandono. Pocos son los hijos que se apuntan de buena voluntad a llevar de la mano a una causa perdida. A un peso muerto que vive. A un cuerpo que ha roto con todos los controles. Que destila malos olores. Que se ha desligado del or­ denador’. Cabe destacar también el poemario Los cuerpos oscuros (2005), de Juana Castro, dedicado a sus padres, que también sufrieron enfermedad de Alzheimer. En este último puede verse el conflicto de hijos, nietos y demás entorno que rodea a la persona que sufre la enfermedad. La obra recibió el XXI Premio Jaén de poesía. La literatura a veces ha hecho de la patología neurológica una excusa para la reconciliación familiar y la aproximación sentimental de sus miembros. Tal es el caso de Una historia verdadera (1999), novela de John Roach y Mary Sweeney, llevada al cine por David Lynch, donde se narra la odisea de un anciano que atraviesa los Estados Unidos desde Laurens (Iowa) a Mt. Zion (Wisconsin) al volante de una cortadora de césped, para reconciliarse con su hermano, con el que llevaba años sin hablarse y que acaba de sufrir un ictus. Además de obras literarias de ficción, también se han escrito libros divulgativos y de testimonio con el fin de ayudar a los pacientes y a los familiares, entre ellos a los hijos de pacientes neurológicos, con el objeto de poder asumir la propia afección neurológica. A modo de ejemplo, son reseñables libros como Sigue sonriendo (2007), publicado por las Asociaciones Americana y Canadiense de Esclero- 174 sis Múltiple, para ayudar a entender a los niños de forma sencilla qué es la esclerosis múltiple y cómo puede afrontarse; el libro Oyendo campanas (2010), de Antonio de Benito, acerca a los escolares la rea­ lidad de la enfermedad de Alzheimer, ofreciendo una mirada diferente; El parque de los abetos (2010) cuenta la historia de Marta y la relación con su abuelo Sebastián, vista por los ojos de una singular paloma, y, con una mirada distinta, también se aborda la enfermedad de Alzheimer; o ¿Quién es Parky? (2010), de Kay Mixson Jenkins, donde la enfermedad de Parkinson se explica a través de diálogos que se establecen entre Colt, el pequeño protagonista, y su osito de peluche Parky. A través de esta relación, el niño va descubriendo y comprendiendo los síntomas de la enfermedad que padece su madre. Nacido dos veces (2000), de Giuseppe Pontiggia, es un libro dramático, pero también irónico y apasionado, donde se explica, en primera persona, la relación de un joven profesor con su hijo con discapacidad, debido a un grave trastorno psicomotor. La enseñanza del padre al hijo, desde el nacimiento hasta la adolescencia, se transforma progresivamente en el aprendizaje de un arte de vivir para superar la minusvalía. Cabe destacar también Yo soy Julia (2001), sobre una niña con lisencefalia; Alas de plastilina (2010), de Fernando Cerezo, en la que describe: ‘Es sorprendente comprobar cómo estos niños con dificultades, aunque requieren mucha atención y dedicación, consiguen devolver con creces, a través de su amor y su infinita sonrisa, todo lo que se hace por ellos’; y Quieto (2008), de Màrius Sierra, padre de Lullu, que nació con una grave encefalopatía no filiada. Contamos con ejemplos de novelas gráficas que muestran la vivencia personal o familiar de la patología neurológica, como Una posibilidad entre mil (2009), de Cristina Durán y Miguel A. Giner Bou, sobre la parálisis cerebral infantil; María y yo (2007), de Miguel Gallardo, sobre el autismo; Epiléptico (2009), de David B.; o Arrugas (2007), de Paco Roca, sobre el envejecimiento, la vida en las residencias y la enfermedad de Alzheimer. Conclusiones Desde tiempos remotos, diferentes disciplinas artísticas se han interesado por la deficiencia, la discapacidad y la enfermedad neurológica, mostrando así el grado de conocimiento o acierto en el tratamiento de una problemática tan antigua como los orígenes del hombre. www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176 Deficiencia, discapacidad, neurología y literatura La medicina y la literatura constituyen un ejemplo de simbiosis, donde ambas disciplinas se han enriquecido a partir de sus mutuas aportaciones. En este sentido, la literatura ha contribuido a dar una visión realista de las patologías de origen neurológico y de los profesionales sanitarios relacionados, existiendo múltiples ejemplos en los que se muestran las vivencias de los propios enfermos y se resalta la importancia del apoyo familiar. Bibliografía 1. Cano de la Cuerda R, Collado-Vázquez S. Deficiencia, discapacidad, neurología y arte. Rev Neurol 2010; 51: 108-16. 2. Collado-Vázquez S, Cano de la Cuerda R, Jiménez-Antona C. Deficiencia, discapacidad, neurología y cine. Rev Neurol 2010; 51: 757-63. 3. Díaz JP. Medicina y literatura. Rev Med Uruguay 1994; 10: 5-12. 4. Iniesta I. Neurología y literatura. Neurologia 2010; 25: 507-14. 5. Baños JE. El valor de la literatura en la formación de los estudiantes de medicina. Panace@ 2003; 4: 162-7. 6. Sillau-Gilone JA. La literatura en la medicina. Enfermedades del Tórax 2001; 44: 1-4. 7. Loscos J, Baños JE, Loscos F, De la Cámara J. 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The study addresses the appearance of neurological pathologies in a sample of literary works and examines the description of the disease, its treatment, the patient’s view and the relationship between healthcare professionals and the socio-familial milieu. Development. We review some of the greatest literary works of all times that deal with neurological pathologies, such as Don Quixote, Julius Caesar, David Copperfield, The Idiot or Miau, and many of them are seen to offer a very faithful portrayal of the disease. Similarly, we have also reviewed works that provide a personal account of life with neurological diseases and the ensuing disability written either by the patients themselves or by their relatives, examples being The Diving Bell and the Butterfly, My Left Foot or One Chance in a Thousand. Conclusions. Literature has helped to offer a realistic vision of neurologically-based pathologies and the healthcare professionals who work with them; there are many examples that portray the experiences of the patients themselves and the importance of support from the family is a feature that is constantly underlined. Key words. Deficiency. Disability. Literature. Neurological pathology. Neurology. 176 www.neurologia.com Rev Neurol 2012; 55 (3): 167-176