Reseñas de Covadonga (epílogo)

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Francisco José Rozada Martínez
Reseñas de Covadonga (epílogo)
Concluimos aquí estas reseñas con un epílogo que dé cabida a algunas
pinceladas más sobre este lugar tan querido y emblemático para los
asturianos. Dentro de dos años se celebrará el centenario de la coronación
canónica de la imagen de Santa María de Covadonga. Con joyas y
donativos aportados por todos los asturianos, la corona fue realizada en
1918 en el taller madrileño de orfebrería del sacerdote -de Pola de Lenadon Félix Granda Buylla. Está realizada con 551 gramos de oro y 232 de
platino, 32 perlas, 983 rubíes, 2.572 zafiros, 2.046 “rosas de Francia”
(corindones rosas) y 1.109 brillantes, con esmaltes azules. En una cámara
acorazada del Museo de Covadonga se puede contemplar, junto con la de
Jesús Niño. El modelo elegido fue el de corona real nimbada por aureola y
representación del Espíritu Santo para la imagen de la Virgen, mientras la
del Niño está inspirada en las coronas imperiales carolingias (con 115
gramos de oro, 85 g. de platino, 52 brillantes, 72 zafiros, 759 “rosas de
Francia” y 25 perlas). En muy excepcionales ocasiones la imagen de la
Santina del siglo XVIII la lleva sobre su cabeza (y sólo por unas horas), pero
-cuando esto ocurre- se toman muy férreas medidas de seguridad, de las
que puede dar fe quien escribe estas líneas. En su origen y hasta 1936 la
corona se mostraba a los fieles sobre la cabeza de la muy bella imagen
sedente que -con rostro de alabastro- había tallado el escultor valenciano
José Capuz Manzano. En el atardecer del 8 de diciembre de 1923 la dos
coronas fueron robadas en el piso bajo de la sala capitular, en Covadonga,
por el alemán Nils Wolmann, el cual se alojaba en el Hotel Sta. Cruz de
Cangas de Onís mientras hacía algunos trabajillos como mecánico. Las
coronas -tras su confesión, después de ser detenido- aparecieron
enterradas cuatro días después en el lugar llamado El Escobio, a orillas del
río Güeña. Nils fue condenado a seis años de prisión, de los que cumplió
dos y -como indemnización- hubo de pagar 12.000 pts. al abad. Tras ser
indultado fue bautizado en Oviedo, siendo su padrino el Marqués de la
Vega de Anzo.
Y ya que hablamos de la coronación canónica de la Virgen de Covadonga,
es preciso destacar que los cangueses de hace un siglo comenzaron a
preparar este acontecimiento -coincidente con el XII centenario de la
Batalla de Covadonga- desde dos años antes (1916). Meses después
ocurrió que la Junta Provincial pretendió trasladar la imagen de La Santina
a Oviedo, para celebrar allí la solemnidad de la coronación, lo que
soliviantó a los vecinos del concejo. El periódico cangués “El Popular” se
hizo eco de la cuestión el 30 de abril de 1918, al recoger la noticia de que
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Francisco José Rozada Martínez
más de 6.000 cangueses -convocados por el Círculo de Artesanos, entre
otros- habían recorrido las calles de la ciudad hasta llegar al ayuntamiento
con la finalidad de solicitar al alcalde (Manuel Pendás Junco) “que hiciese
saber a la superioridad que los habitantes de este concejo no permitirán
de ningún modo que se les arrebate el derecho que legítima y
naturalmente les pertenece de que se celebren aquí dichos actos, que son
una manifestación de su gloriosa tradición y de su propia historia”. El
coraje de los cangueses se impuso y la coronación se celebró en su lugar
lógico y natural, el santuario de Covadonga, enclavado en el concejo de la
que ya se conocía como Cánicas mil doscientos años antes. El 8 de
septiembre de 1918, de manos del cardenal Primado de España y ante los
reyes D. Alfonso XIII y Dña. Victoria Eugenia, fue coronada la imagen de la
Santina y la del Niño. Esa misma tarde, los reyes inauguraron el que pasó a
llamarse Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Como decíamos,
en menos de tres años será el centenario de tan memorable
acontecimiento.
“Covadonga tiene un color especial”… no es el título de ninguna
composición musical ni poética. La basílica, los muros, las escalinatas, la
vía sacra y varias edificaciones fueron construidos valiéndose de la
hermosa piedra caliza de la próxima cantera de Peñalba. Teñida por el
mineral de hierro que abunda en la zona, atesora la compacidad y
formación de una caliza marmórea de muy bella tonalidad rojiza. De
hecho, ha dado nombre al “rojo Covadonga” cuando se habla de este tipo
de piedra, como es el caso de las nuevas aceras de la avenida Covadonga,
en Cangas de Onís.
Por otra parte, no olvidaremos aquí que en 1911 el capitular de la Real
Colegiata de San Fernando era el sacerdote, pedagogo y escritor don
Pedro Poveda Castroverde, fundador de la Institución Teresiana
(canonizado en el año 2003). El día 1 de marzo de 1930 estas religiosas
teresianas ocuparon su nueva casa, próxima a la Santa Cueva, desde
donde siguen cuidando con mimo de muchas tareas relacionadas con el
santuario. Con motivo del primer centenario de la estancia en Covadonga
del canónigo Pedro Poveda -entre 1906 y 1913- así como de la fundación
de su benemérita Institución Teresiana, se hizo grabar esta efeméride para memoria perpetua- directamente sobre una piedra de la Santa
Cueva, a la derecha de la entrada a la misma, (inscripción que -por ciertoalguien debería revisar para que sean corregidas las faltas de ortografía
que contiene…).
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Francisco José Rozada Martínez
El canónigo y deán de la catedral de Salamanca Jerónimo de Chiriboga
visitó el lugar en 1613 por orden de Felipe III y -entre otras muchas
precisiones- solicitaba que se uniese a Covadonga la hacienda del
monasterio de San Pedro de Villanueva. Así, el general de los benedictinos
envió un fraile para tratar de unir Villanueva con Covadonga, pero no llegó
a consumarse la fusión de rentas, ni los monjes benedictinos del
monasterio de San Pedro se unieron a los de Covadonga.
Concluyamos aquí señalando que Covadonga -tras superar tantas
mitificaciones y depurada de reducciones partidistas- es un lugar de
referencia popular y universal. Aglutina y reúne en sí misma espíritu y
materia, naturaleza y arte. Covadonga es raíz, cuna y corazón. En ella se
funden intimidad, fe, maternidad y cultura, consolidando nuestra
conciencia como región, porque Covadonga condensa en sí misma nuestra
milenaria historia y proyecta su plural valor más allá del símbolo, como
plural es también el nombre de Asturias.
Francisco José Rozada Martínez
02.- Corona real nimbada por aureola (1918).
01.-La imagen original con la corona de 1918.
03.-Corona imperial para Jesús Niño (1918)
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