No uno, sino dos - effunditdatabona

Anuncio
Rodríguez Silva. No uno, sino dos
De momento, con la información que poseemos, sería aventurado decir cuántos
niños nacieron en el hogar de los Rodríguez. Tenemos información sobre 4: Juan
Pedro, Laura, Rufino y Natividad. Todos se hicieron salesianos...
La historia de los varones, por momentos, va por carriles semejantes. Ambos se
desempeñaban como guardaciviles en Villa Colón y, -dice el P. Horne- cada uno,
“como el vecindario daba poco trabajo, todas las mañanas dejaba el machete en la
puerta de la iglesia y entraba a participar de la Misa”. Al primero que pescó D.
Lasagna, en 1878, fue a Juan Pedro (1856-1935), el mayor. Un tiempo después
cayó Rufino (1859-1914). En su momento, cada uno hizo el noviciado en el Colegio
Pío (1878 y 1880, respectivamente) y, una vez salesianos, siguieron adelante con
su vocación. Su experiencia previa como custodias de la población les permitió, a
ambos, ser muy recordados por su desempeño como responsables de la disciplina
en distintos colegios.
Juan Pedro fue el primer salesiano uruguayo y el primer sacerdote de Don
Bosco en América, ordenado el 23 de febrero de 1883. Además de las clases, la
catequesis y el oratorio en distintas casas también fue encargado pastoral,
responsable de estudios y disciplina, y director. En 1892 lo envían a fundar el
colegio San Miguel (Mercedes), como director, lugar y cargo al que regresa más
tarde, en tiempos muy difíciles. De esa época, escribe el P. Horne: “Creo que su
mérito principal es el de haber arraigado en Mercedes la devoción a María
Auxiliadora como no lo está hoy día (1935) en ninguna otra ciudad fuera de
Montevideo. Con empeño singular, a Ella levantó la iglesia actual: hermosa obra
arquitectóica del P. Ernesto Vespignani... Ya de edad, con achaques y casi ciego,
fue llevado a los Talleres (1925) donde se le prestaron todas la atenciones. Quedó
ciego y perdió la dirección de sí mismo. Murió santamente en la víspera del 24 de
mayo”.
No hay dos hermanos idénticos; tampoco en este caso. La personalidad de Rufino,
parece, nunca lo puso en puestos importantes; siempre en servicios sacrificados.
Apenas ordenado sacerdote (1891), “fue enviado a San Vicente1, Villa Colón y
Paysandú Rosario, donde permaneció muchos años desempeñándose, la mayor
parte de ellos, como Consejero Escolar con tino y frutos muy singulares. No
castigaba nunca; suave era su mando; idem sus consejos y represiones. Todos lo
temían y lo querían. Así lo oí del P. José Mª Vidal, alumno pupilo el colegio en esos
tiempos”. También le tocó acompañar a su hermano en Mercedes y en el entonces
Sagrado Corazón (hoy Juan XXIII). Allí se le vio “celoso y activo; tabajó
intensamente en el oratorio festivo y con los jóvenes del centro Mons. Lasagna. Lo
atacó un fortísimo reuma. Debió sufrir intensamente. Sus gritos de dolor se oían en
la vecindad. En la noche del 31 de diciembre, agravándose, el P. Jáuregui le
administró los Stos. Sacramentos. Recibido el Viático, cerró los ojos y a los
momentos expiraba. No vio la aurora del nuevo año 1915”.
Dos hermanos, dos historias. Ambos recibieron de Don Bosco, y aceptaron, la
invitación transmitida por Lasagna. El P. Hermán Horne, a quien debemos los
perfiles de muchos salesianos de fines del siglo XIX y primera mitad del pasado, los
conoció a ambos. Así describe a Juan Pedro: “Era de regular estatura. Algo delgado,
tez aceitunada y arrugada. Trato amable, de amena conversación. Muy apreciado
fuera de casa”. Y Horne encuentra formas amables para expresar que Rufino era
bastante feo: “Rostro poco favorable y cutis muy arrugado y trigueño. Amigo de
chistes y de cuentos. Tipo gaucho. De todos estimado, se fue a la tumba sin dejar
enemigos”.
1
NdR: Una ‘sucursal’ del Colegio Pío, de corta existencia.
Descargar