La enfermedad psiquiátrica no respeta clases sociales

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superyo | entrevista
Manuel Ortega Sánchez
“La enfermedad
psiquiátrica no respeta
clases sociales”
Psiquiatra de dilatada trayectoria docente y profesional,
es uno de los fundadores del Grupo Humana Asistencia Caracas.
Enfrentado a diario con el impacto de la crisis en la psiquis colectiva,
reclama una mirada más atenta sobre las necesidades emocionales
del venezolano / Teresa De Vincenzo | Fotografía Roberto Mata
El país
“Una situación de absoluta polarización no aguanta
ningún análisis psiquiátrico, porque el mundo no está
dividido en buenos y malos”
El país está enfrentado, hay crisis económica y
altos índices de inseguridad. ¿Cómo impacta eso
en la psiquis colectiva?
El fenómeno social puede ejemplificarse como si
fuera familiar o individual: cuando alguien está
sometido a una situación muy difícil y entra en
crisis, primero aparecen la ansiedad y la angustia,
entendidas como miedo y preocupación ante un
porvenir que se percibe peligroso e incierto. Si la
situación se mantiene y no hay solución, suelen aparecer las manifestaciones depresivas: se cree que
no hay nada que hacer y que las consecuencias son
inevitables. Hemos estado expuestos a factores de
desestabilización emocional, familiar y social, y a
raíz de eso algunos se han ido del país y otros han
desarrollado patologías severas de salud mental.
Ése ha sido el impacto.
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¿Nos hemos acostumbrado a vivir en crisis?
Depende de la visión que cada persona tenga del
hecho y de la aproximación que haga a la situación.
Si bien algunos se han enfermado, otros, a pesar de
vivir la misma realidad social, han podido adaptarse
a ella. Quien está en crisis pasa por un fenómeno de
disociación de la realidad: tiende a separar lo bueno
de lo malo y a definir el mundo como si estuviera
dividido en aspectos totalmente opuestos. Pero cuando uno está bien es capaz de tolerar, de entender
que el otro tiene cosas que a uno no le gustan y que
se puede negociar. La crisis venezolana habla de
nuestras fortalezas individuales y colectivas para
sobreponernos.
Hay quienes dicen que el venezolano busca un
“padre” que le resuelva la vida. ¿Tiene eso que ver
con la situación actual?
Claro, porque una de las características de la crisis
es la dependencia. En momentos difíciles la gente
siente que cuenta con pocos recursos y desea que
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Los grandes problemas del país son de salud
mental: inseguridad, violencia familiar, corrupción,
indiferencia ante el sufrimiento del otro, alcohol,
drogas, niñez abandonada”
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El hombre tiene
tres grandes
miedos atávicos:
a la muerte, al dolor
y a la locura…
y siempre
le ha costado
enfrentarse a ellos”
otra persona le solucione los problemas. El venezolano
tiene tiempo creyendo que hay una figura poderosa, omnipresente, padre al fin, que tiene la capacidad de resolver
sus dificultades. Pero la verdad es que el líder o padre
carismático induce a la dependencia y, en vez de estimular
el crecimiento de la persona o de la sociedad, los obliga a
no pensar, a no tomar decisiones, a no autodeterminarse.
De esa espera pasiva, sin resultados, hemos tenido de
sobra y ya mucha gente entiende que tiene que participar
y organizarse y no esperar a que las soluciones vengan
de arriba.
¿Ha percibido un cambio en ese sentido?
Sí. Por ejemplo, yo tengo 30 años dando clases a estudiantes
de Medicina y en los últimos tres he visto una trasformación importantísima en mis alumnos. Ellos siempre
han sido inteligentes y proactivos, pero en su mayoría dedicados exclusivamente a su formación profesional, con
poco espacio para la responsabilidad social. Ahora tengo
jóvenes que asumen una postura –independientemente de
cuál sea– de significaciones políticas. Sienten que tienen
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una responsabilidad con el país y que no pueden dedicarse sólo a estudiar Medicina. A nivel macro sucede igual:
algunos se van a “quebrar” en la crisis, pero otros van a
mejorar como seres humanos.
¿Se puede definir al venezolano por algún rasgo de
personalidad particular?
Sería demasiado reduccionista darle sólo uno. Lo que sí
pareciera un denominador común es que al venezolano
le gusta tomarse las cosas a broma, es simpático, amable,
gentil y está siempre dispuesto a ayudar. Es un pueblo pacífico que busca conciliar, que prefiere salidas democráticas.
Eso es lo que estamos viendo.
¿Cuál sería su diagnóstico para el país?
Venezuela sí es capaz de vencer la diferenciación y el odio
social. Diría que estamos todavía en una etapa de confrontación, pero con una mayor tendencia a la convivencia.
Lo siento en la gente y en la consulta. La mayoría quiere
un país en paz, productivo e integrado. En ese sentido,
Venezuela está en recuperación.
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La consulta
“Cualquier servicio psiquiátrico que se abre, en tres meses está
abarrotado. La enfermedad mental no respeta clases sociales”
¿Ha aumentado el número de consultas?
Sí, y por dos motivos: uno, porque en los últimos años
han crecido los niveles de preocupación y de dificultad
económica y social, y eso es un generador de patologías
psiquiátricas (angustia, depresión y consumo de sustancias); y dos, porque el prejuicio hacia la enfermedad
mental y, por ende, hacia los psiquiatras y psicólogos ha
ido disminuyendo.
¿Cuál es la razón de ese prejuicio?
Hay varias razones. La primera es que el hombre tiene
tres grandes miedos atávicos: a la muerte, al dolor y a la
locura… y siempre le ha costado enfrentarse a ellos. Y la
segunda es histórica: quien tenía, por ejemplo, un dolor
de muela siempre buscaba y obtenía ayuda, porque evidentemente estaba sufriendo. En cambio, quien padecía
una enfermedad psiquiátrica manifestaba una conducta
disruptiva que extrañaba y atemorizaba. El resultado fue
separar a “los locos” de “los cuerdos” y que el tratamiento
se manejara a escondidas. Hoy cada vez menos personas
se sienten mal por consultar con un psiquiatra o un psicólogo. La mayoría entiende que no lo hacen porque están
locos. Van porque requieren ayuda… y tratar de obtenerla
es lo más inteligente que se puede hacer. Sin embargo, el
estigma sigue rondando por allí.
¿Deriva de ese prejuicio que los seguros no ofrezcan
cobertura para las enfermedades psiquiátricas?
Sí. Es por eso. Hay sectores que consideran que el sufrimiento psicológico y la enfermedad mental son distintos de, por
ejemplo, una apendicitis. Piensan que nuestras patologías
no son medibles. Y se equivocan. La realidad es que la Psiquiatría es una rama de la medicina. Luchar contra esa
diferenciación y esa segregación ha sido la aventura médica
y psiquiátrica más importante de los últimos cien años.
En términos comparativos, ¿cómo es visto el trabajo
psiquiátrico venezolano respecto al resto del mundo?
Tenemos dos psiquiatrías: una que va en jet y otra que va
en burro. Por un lado contamos con herramientas (psicoterapia y fármacos) de primera generación y podemos
hospitalizar dignamente. Pero está la otra cara: la gente de
pocos recursos no tiene acceso a las medicinas, necesita
esperar meses por una cita y no posee formación para
decidirse a pedir ayuda.
¿Cómo hacen las personas de bajos recursos ante una
depresión? ¿Es la enfermedad mental un lujo que pocos
pueden permitirse?
Esa pregunta resume la visión errónea que tiene mucha gente de la enfermedad mental, una realidad incontrovertible
y frecuentísima. Para tener una idea: todos los estudios del
mundo arrojan que entre 20 y 30% de la población podría
tener un diagnóstico psiquiátrico. Obviamente, en ese rango
entran desde una fobia hasta la esquizofrenia. Esa tendencia
no respeta clases sociales. Incluso, en las más bajas hay
más patologías, porque la pobreza, el hacinamiento y la
estructura familiar desorganizada son factores de riesgo
que actúan como desencadenantes.
¿Y a qué recurre quien no puede pagar terapia?
Se suicida, consume droga, sigue siendo víctima o promueve el abuso infantil o la violencia familiar. Mientras
menos recursos sociales tiene la gente para lidiar con el
sufrimiento y las patologías, hay más manifestaciones de
problemas de salud mental.
Entonces la solución posible es atender la enfermedad
mental…
Ésa es la verdadera prioridad. Los grandes problemas del
país son de salud mental: inseguridad, violencia familiar,
corrupción, indiferencia ante el sufrimiento del otro, alcohol, drogas, niñez abandonada. Todos los servicios psiquiátricos públicos de Venezuela están abarrotados. Y, sin
embargo, los presupuestos para el área son irrisorios.
¿Qué preocupaciones llevan los venezolanos a consulta
psiquiátrica?
La preocupación fundamental de la mujer es integrar su
vida: cómo construir su rol femenino, de pareja, de madre
y de profesional. La preocupación del hombre es el logro
social y económico, estar a la altura, poder demostrar su
capacidad y tener éxito.
¿Cuáles son las patologías más frecuentes?
La mujer tiene mayor vulnerabilidad psiquiátrica. Dos de
las enfermedades mentales más comunes –depresión y
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ansiedad– son más frecuentes en ella, y en proporción de
dos a uno. En los hombres la preponderancia está en el
consumo de alcohol y drogas: entre ellos las adicciones
son frecuentísimas.
El hombre
“Nunca converso con mi esposa sobre mis pacientes.
Ella ni siquiera sabe a quién atiendo. El acceso a la intimidad
de las personas implica una ética rigurosa”
¿Qué ventajas le brinda, como padre y esposo, ser
psiquiatra?
La gente piensa que los psiquiatras siempre andamos diagnosticando, analizando o explorando la mente de nuestros
familiares, amigos y conocidos. Nada de eso es así. Uno
aprende rápido que una cosa es el trabajo y otra la vida fuera
del consultorio, que es como la de cualquier persona.
¿Se ha deprimido alguna vez?
Nunca he tenido una depresión clínica. Cuando mi papá
murió me sentí muy mal. Tenía 17 años y fue un momento
difícil porque estaba empezando la universidad. Estuve
golpeado por un tiempo.
Hoja de vida
Manuel Ortega es caraqueño y acaba de cumplir 60 años.
Confiesa haberlos celebrado “muy orgulloso de la vida transcurrida”. Casado en segundas nupcias con Conchita Martín,
tiene cuatro hijos, cuatro nietos y dos más en camino. En sus
ratos libres juega tenis, nada y disfruta como sommelier de
vinos. También es un aficionado a los toros.
Su vocación se gestó en la niñez: su padre, José Ortega Durán, también fue psiquiatra. Se graduó de médico cirujano
en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1971 y
realizó la especialidad en Psiquiatría en el Hospital Militar
Dr. Carlos Arvelo. Desde 1977 ejerce la docencia en la UCV
y coordina la Sección de Psiquiatría de Enlace del Hospital
Universitario de Caracas. En el año 2001 recibió el Premio
Nacional de Medicina “Dr. Luis Razetti”.
En 1998, junto a sus compañeros de promoción Cecilia Carvajal y Pedro Delgado, fundó Humana Asistencia Caracas
(www.humana.com.ve), una institución que ofrece atención
integral en diversas especialidades médico-psicológicas y
psicoterapéuticas. Hoy es el director de Humana Docencia,
el ala docente del grupo.
¿Tiene fobias?
Sí, a los dentistas. Es fuerte. Me armo de valor y entiendo
que hay que ir, pero no me es fácil.
¿Usted va a terapia?
La mayoría de los psiquiatras y psicólogos vamos a psicoterapia como parte de la propia exigencia profesional, y nos
da los mismos beneficios que a los otros pacientes: recursos
para enfrentar problemas, mayor tolerancia, comprensión
de la gente y aceptación de las limitaciones.
¿Algún caso lo ha marcado emocionalmente?
Muchos. Un psiquiatra aprende a manejar las distancias:
lo suficientemente cerca como para lograr una resonancia
afectiva con el paciente (que se sienta atendido y acompa-
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ñado) y adecuadamente lejos para que su problema no lo
afecte. Pero me han movilizado muchas veces. Hay casos
tan dolorosos y terribles que no hay manera de que uno,
como ser humano, no se conmueva.
¿Cuál es la clave para preservar la salud mental?
Desarrollar lo bueno y sabroso de la vida. Hay que procurarse placer, hacer lo que a uno le gusta y rodearse de
personas que aporten satisfacciones. Eso es lo que nos
permite tener la fortaleza necesaria para luchar. Cuando
las personas no tienen la posibilidad de gozar, no hay salud
mental posible. •
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