volar y bucear - Club de buceo Gran Azul

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BOLETÍN MENSUAL
Boletín número 103. Noviembre 09
1.- Artículo del mes:
VOLAR Y BUCEAR: VERDADES Y MENTIRAS
2.- Producto recomendado.
ORDENADOR ALADIN PRIME. Pensado para el buceador deportivo.
3.- Ofertas del mes.
4.- Consejos prácticos:
–
–
EL CUIDADO DE LAS ALETAS
SECAR EL CHALECO
5.- Especies:
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Ficha nº 205: CERDO MARINO
Ficha nº 206: PEZ CLAVO
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1.- ARTÍCULO DEL MES:
VOLAR Y BUCEAR: VERDADES Y MENTIRAS
T
odos los buceadores tenemos más o menos clara la idea de que no
podemos montar en un avión después de bucear, pero no todos saben
muy bien por qué no deben hacerlo, o cuánto tiempo conviene esperar, o
simplemente cuáles pueden ser las consecuencias de no respetar esta
“regla”.
Por eso, para intentar dejar todas las ideas claras, hemos realizado este
artículo que esperamos le sea de utilidad.
FUNDAMENTOS FÍSICOS
Para poder entender cómo afecta la altitud en nuestro cuerpo es necesario que realicemos un pequeño recordatorio de
una de las leyes físicas básicas en el buceo: la Ley de Henry, cuyo enunciado es el siguiente:
“A temperatura constante, la masa de gas disuelta en un volumen determinado de líquido es proporcional a la presión
parcial ejercida sobre el gas.”
Es decir, cuando a una temperatura constante, un gas entra en contacto con un líquido, se disuelve en él hasta el
momento en que la presión exterior e interior alcancen el punto de equilibrio o saturación. Esto se consigue en el
momento en el que el gas disuelto en el líquido mantenga con éste una tensión igual a la presión parcial en la mezcla
gaseosa.
De esta forma, si las condiciones de uno
de los protagonistas varían, también
cambiará la situación de equilibrio: es
decir, si aumenta la presión parcial de gas
nos encontramos en una insaturación y, si
por el contrario, disminuye, estaremos en
un momento de sobresaturación.
En buceo, el momento de sobresaturación
se produce cuando acabamos la inmersión
y nos dirigimos a la superficie. En ese
momento comienza a disminuir la presión
y debemos parar para dar tiempo a que el
gas disuelto en nuestro organismo se libere
antes de llegar a la superficie y aparezca
en forma de peligrosas burbujas, que
pueden desencadenar un accidente por
descompresión.
A la presión atmosférica se disuelve
aproximadamente 1 litro de nitrógeno en
el tejido líquido corporal. Si aumentamos
la presión al doble, es decir, a tan sólo 10 m. de profundidad, el gas disuelto se doblará y así sucesivamente. Es este
exceso de nitrógeno el que debe salir de nuestro cuerpo para que no se produzcan problemas.
Por esta condición se ha fijado un tiempo aproximado de 12 horas para que los tejidos puedan librarse del nitrógeno
saturado sobrante.
CONSECUENCIAS DE SUBIR AL AVIÓN
Tras desaturar el nitrógeno residual a la presión terrestre del nivel del mar, subimos en un avión y el ascenso influye en
la presión, que irá decreciendo (a un ritmo que dependerá del vuelo o incluso del avión).
En esta situación es produce lo que se llama un
“gradiente”, es decir, una diferencia entre la presión
interna de los tejidos que aún contienen nitrógeno y la
presión ambiental, lo que puede dar lugar a la aparición
de nuevo de las temidas burbujas.
Para dar una explicación más práctica, que todos
entendamos: sería algo similar a lo que sucede cuando
abrimos una lata de Coca-cola: si lo hacemos de golpe lo
normal es que las burbujas salgan de golpe, debido a la
diferencia de presión existente entre el interior de la lata y
el exterior. Si la abrimos poco a poco, lo normal es que el
gas salga lentamente y no existan problemas, puesto que
el líquido se mantendrá dentro de la lata.
Además, en el caso de que exista un problema de
despresurización accidental de la cabina del avión, sin
duda todos los pasajeros se llevarán un importante susto,
pero las consecuencias para el buceador que se encuentre
saturado de nitrógeno pueden llegar a ser fatales.
CUÁNTO TIEMPO ESPERAR
Las recomendaciones de la reconocida organización DAN (Divers Alert Network), para vuelos de 610 a 2.438 metros,
son:
– Para 1 única inmersión sin descompresión: se recomienda esperar 12 horas.
– Inmersiones sucesivas (en un mismo día o varios días seguidos): se recomienda una espera de 18 horas.
– Inmersiones profundas, con descompresión: el mínimo a esperar deberá ser de 24 horas.
Por su parte, la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) recomienda no volar en avión en las
veinticuatro horas siguientes a la práctica del buceo y aumentar este período en el caso de haber realizado inmersiones
que hayan requerido paradas de descompresión.
Sobra decir que se trata siempre de intervalos de tiempos estimativos y que no existe una regla de oro que garantice con
absoluta seguridad que no se va a producir una enfermedad descompresiva. El motivo es claro: cada buceador presenta
un perfil de inmersiones diferente así como unas condiciones físicas propias, que por supuesto también tienen su
influencia en el posible desarrollo de un problema descompresivo.
Tanto es así que la gran mayoría de los ordenadores de buceo traen incorporada la opción de cálculo de horas sin volar,
un cálculo que realizan basándose en la saturación real de nitrógeno que cada uno lleva encima, por lo que resultan
bastante fiables.
De cualquier manera, lo que sí está claro es que a más intervalo de tiempo, mayor seguridad, por lo que a nivel general
siempre recomendaríamos el plazo de 24 horas para coger un avión después de haber buceado.
BUCEAR DESPUÉS DE VOLAR
Lo más habitual es que los problemas se generen cuando queremos subir al avión después de unas jornadas de buceo,
pero también debemos tener en cuenta una serie de precauciones cuando nos bajamos del avión.
Conviene saber que el mayor problema de los grandes viajes en avión surge por temas de deshidratación, que puede
llegar a ser realmente grave en caso de que se crucen varios usos horarios.
Esta deshidratación puede predisponer al buceador para sufrir un accidente descompresivo. El motivo es sencillo: en
esta situación nuestro cuerpo ve mermada su capacidad para eliminar los gases inertes (como es el nitrógeno).
Por eso también se recomienda esperar un tiempo prudencial para rehidratarnos y adaptar nuestro cuerpo al cambio
horario, evitando desarreglos como alteraciones del sueño o excesivo cansancio antes de comenzar a bucear.
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