Los Senderos del Tigre; Juan Madrid

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Resumen del libro Los Senderos del Tigre
Un joven recibe un baúl que su abuelo, Luis Santos Peregrino (dado por desaparecido en la selva amazónica), que envió desde Perú y que ha tardado en llegar treinta y cuatro años. Pero el destinatario, su hijo, ha muerto en un accidente y es el nieto, el protagonista, quien recibe sus pertenencias con el relato del abuelo contando sus peripecias en América: el naufragio en el Amazonas, ladrones, cazadores de recompensas, sus relaciones con las tribus indígenas… Un mundo lleno de peligros y maravillas en la fantástica selva americana.
Juan Madrid nos conduce magistralmente a través de Los senderos del tigre desde la mirada de un joven que, gracias a su coraje y a su deseo de conocer, dejará de ser un «sin nombre» y asumirá un destino diferente.
Los Senderos del Tigre.
Comentaros que me ha encantado el libro, y recomiendo que lo leáis. El resumen está
redactado en dos tiempos. Utilizo la 3ª persona cuando hablo yo. Y la 1ª persona
cuando habla el protagonista ( letra cursiva)
Introducción
Cuando el joven recibe una carta de Perú y posteriormente el baúl, descubre al abrirlo
su contenido:
-
Un rifle Winchester Bauer de repetición, adornado con plumas de tucán y con
signos indios grabados en la culata, un cuchillo Rauwling de fabricación inglesa
y un hermoso collar indio formado por bellísimas plumas del colibrí de pico
dorado y un paquete grueso de cuero, atado con fibra tensada súper resistente
que envolvía el manuscrito de las aventuras del abuelo, con el título “
Verdadero relación de la estancia entre los indios xántis del Perú ( 1905- 1912)
contada por Luis Santos Peregrino.
Capitulo 1
Transcurría el verano de 1905, había ido al puerto de Málaga a ver si podía
descargar algunas cajas de pescado, misión difícil para un joven, ya que los
descargadores del puerto no permitían intrusos.
Aquel día era especial, atracaba uno de los trasatlánticos más modernos y
lujosos “El Andrea Doria” y todo estaba engalanado para su recibimiento y la
policía portuaria que vigilaba, viendo los harapos con los que vestía, me
echaron sin miramientos, pensando que era un ladronzuelo. En lugar de
marcharme, me acomodé sobre un enorme rollo de cuerdas y me dispuse a
contemplar la arribada del buque.
En estos momentos, Luis, tiene unos quince o dieciséis años. No lo sabía a ciencia
cierta. De pequeño, con unos 5 meses su madre biológica lo entregó a los padres
Franciscanos, con los que estuvo hasta los 8 años y le enseñaron a leer y a escribir. A
ésta edad fue adoptado por una familia de pescadores, Luis Bartolomé y María, que le
trataron como a un hijo verdadero.
Sus padres no eran ricos, vivian de la pesca, y muchas veces lo acompañaba en la
faena, donde aprendió a timonear, a orientarse con las estrellas y a no tener miedo del
trabajo.
Pero la felicidad familiar se rompió, cuando enfermó su madre de la gripe asiática, su
padre tuvo que vender lo poco que tenían para pagar los medicamentos, pero María
murió y poco después su padre también. Tenía 13 años y estaba solo, con un sueño,
ser marinero y surcar los mares. Subsistía de recoger colillas para vender como
tabaco y descargar cajas de pescado.
Volvemos al puerto:
“Estaba observando el desembarque, la banda de música tocaba. Primero
descendiendo los elegantes pasajeros por la escalinata y después, los
marineros muy alegres.
Uno de ellos, se separó del grupo y entonces corrí hasta él, para ofrecerle
tabaco y sacarme algo para la cena, pero el marinero me amenazó con llamar a
la policía tratándome de ladrón.”
Es cuando Luis, se busca la vida, vende su paquetito de tabaco, come lo que puede y
después de una siestecita, reinicia su trabajo de recogedor de colillas. Los mejores
sitios donde se fuma puros, están ocupados y se va a las tabernas, aunque el tabaco
sea peor.
Entonces ve al marinero que lo están atracando, y sin pensárselo dos veces corre en
su ayuda, éste, en agradecimiento lo invita a cenar. Allí le ofrece, al ver que sabe
remar, formar parte de un negocio de caucho en América y embarcarse en el Doria,
con otro socio.
Luis acepta y como no tiene dinero, el marinero, llamado Toni Sousa, le presta lo
suficiente para que compre ropa y se arregle para presentarse al capitán del barco.
Capitulo 2
Y Luis se embarcó en el Andrea Doria de fogonero. Siempre trabajando, pero muy
contento, cuando su trabajo lo permitía se escapaba a proa y contempla el horizonte.
Desde Málaga hasta Brasil. A veces hablaba con Toni de su proyecto.
Pronto le presenta al socio, Oliveira, un hombre experto en la selva, que solo le
interesaba saber si Luis podía manejar una barca. Días después lo vio por la noche
en una pelea con cuchillo, en la que por un impulso intervino, salvando al contrincante
de una muerte segura.
Días antes de llegar al destino, Toni Sousa le da instrucciones para el encuentro
después del desembarque y quedan en la salida de la ciudad, en la cantina Coímbra.
Capitulo 3
El 23 de agosto de 1905, llegan a Belém del Pará, en el delta del rio Amazonas.
Antes de abandonar el barco, el sobrecargo le paga su trabajo 28 libras esterlinas, le
intenta convencer para que se vuelva a enrolar. No ve a sus socios.
Al llegar a tierra ve un ambiente sucio y por primera vez a un indio, descalzos y
cargando enormes fardos sujetos por la frente a la espalda. Los hombres blancos
llevaban armas. Pero lo que más le llama la atención son unas bolas grisáceas:
Caucho, el oro negro.
Con el dinero ganado se compra ropa apropiada y se dirige al punto de encuentro con
sus socios. Cuando al final llega a la cantina, los socios ya lo tenían todo preparado
para partir.
Oliveira, tiene una barca hecha con un tronco de árbol vaciado, equipada y lista para
iniciar la aventura por el amazonas. Luis se encarga de hacerla navegar.
Capitulo 4
“Navegando, sintiendo la humedad en la piel, descubriendo la grandeza del rio,
era un autentico mar de agua dulce, con las orillas tan escarpadas que se hacía
imposible desembarcar para descansar. Al fin encontramos un “igarapé”, orilla
de rio.
Era el paraíso, bellísimas flores, abundante pesca. Mientras los socios fueron a
por leña, me bañe en el gran río, después preparé el pescado. Después de la
encender el fuego y disfrutar de la comida, me advirtieron del peligro de bañarse
por las pirañas y también me advirtieron de las serpientes, muy divertidos con
la cara de miedo que ponía.
Pasaron los días y el rio nos mostraba a sus habitantes, con sus poblados.
Oliveira era el que nos guiaba. Doce días después de salir de Belem, llegamos a
Manao, un Paris en medio de la selva. Pero tampoco paramos, Oliviera tenía
mucha prisa por llegar a Iquitos. Aquella noche la pasamos navegando. A la
mañana siguiente, por fin pudimos detenernos en un “igarapé” de la orilla
izquierda.
Capitulo 5
A la mañana siguiente, Oliveira descubre que tres hombres intentan robarles la
barca, en la barca hay una caja plateada, que Oliveira tenía escondida. Cogen los
rifles para matar a los intrusos y en un descuido a Luis se le dispara, y los ladrones
huyen. Después de disparar toda la carga del rifle y viendo que se encapan, Oliveira,
como loco manda perseguirlos. Reman y reman. Están exhaustos. Cuando están
cerca disparan a la vela del barco ladrón. Y después de una larga confrontación, ven
como la barca zozobra. En ese momento Oliveira salta, intentando recuperar la caja
metálica. En ese momento Sousa, intenta ayudarlo a subir a la barca pero el peso, los
hace zozobrar. En medio del rio, en una lucha frenética con el agua y las corrientes.
Luis encuentra una pequeña ribera en el rio y ayuda a Oliveira y a su caja, que no la
quiere soltar por nada, y salva a Sousa que estaba cubierto de pirañas que
mordisqueaban su cara.
Capitulo 6
Ya a salvo los náufragos, en una pequeña porción de tierra del tamaño de una cama,
con Sousa febril y Oliveira queriéndolo tirar al agua. Una gran tormenta los acompañó
toda la noche. Estaban aislados, empapados, desesperados. El agua subiendo cada
vez más. Intentan buscar un lugar seco en la selva, pero era imposible. Se
acomodaron como pudieron en el árbol de la ribera, no sin antes coger la caja de
Oliviera, hasta que bajasen las aguas, les venció el cansancio y se durmieron. Por la
mañana Luis descubre que Sousa, no está, se ha caído al rio a pesar de atarlo por la
noche al árbol.
Un día después las aguas bajaron y pudieron descender a la base del tronco, por la
tarde vieron aparecer una canoa y disparando llamó su atención para que los
rescatasen. Después de ofrecerle hasta 3 Luises de oro, el cabolo, mestizo indio
llamado Méndez, acepto llevar a uno de ellos, ya que la barca era muy pequeña y
podría con todos.
“Oliveira, se marchó en el canoa, no sin antes dejarme el rifle y el machete, que
le prohibieron llevar y unas pocas provisiones, me prometió que volvería a por
mí”.
Capitulo 7
Al tercer día pasó una canoa con 2 hombres blancos que pasaron
saladando.Pasé 10 días sobreviviendo en le árbol, y la esperanza de que
vinieran a salvarme desapareció. Comprendí que había sido engañado desde el
principio, que me habían utilizado solo para manejar la barca. Eran unos
ladrones.
Al despuntar el nuevo día, vi una jangada con dos hombres, les hice señas
disparando y ellos me devolvieron los disparos. Se acercaron a la orilla, era una
barca tosca. Los tripulantes eran colombianos se llamaban Crisóstomo y
Encarnación, y se dedicaban al comercio de pieles de tigre. Me propusieron que
les acompañara en la expedición, necesitaban un socio que preparara la comida
y cuidara la jangada, mientras ellos cazaban. Las pieles se pagaban muy bien,
podría hacerme rico.
Acepté, con la condición de que si encontraba otro barco que me llevara a
Manaos y volver a Belem. Me dieron ropa nueva, comimos, bebimos y cantamos
como buenos camaradas para celebrar la asociación.
Descendimos por el Amazonas, dirigiéndonos al río Purús. A veces después de
comer y aunque no era zona de tigres Crisóstomo y Encarnación, partían con
sus trampas. Siempre traían alguna piel.
Dos días después llegaron al rio Purús. Y mientras ellos salían a cazar, Luis se
quedaba en la jangada, reparándola y preparando la comida. Pero un día decidió
acompañarlos en la expedición para ver como cazaban. Utilizaban monos que
cazaban y después mataban, el cadáver lo colgaban y lo rodeaban de trampas. A los
tigres les parece exquisita la carne de mono y siempre acudían al olor de la sangre.
Con una vez que vio como cazaban tuvo bastante y ya no les acompañó más.
Capitulo 8
Hasta que un día los vio aparecer bastante antes de que anocheciera, con una niña
india de uno 5 años que llevaban con los tobillos y las muñecas atadas. Los cazadores
pensaban cambiarla a los indios por veinte pieles de tigre y si no matarían a la
pequeña india. No era la primera vez que capturaban un rehén para cambiarlo por
pieles.
La niña pertenecía a la tribu “huni kui”- hombres verdaderos o “xántis”.
Luis, apiadándose de la niña le dio comida y agua, y le aflojo los nudos que le estaban
haciendo llagas.
Pasaron toda la noche en vela, no vieron y oyeron nada, pero por la mañana
descubrieron que los indios habían dejado las pieles en la orilla. Crisóstomo ordeno a
Luis que fuera a buscarlas, cuando ya tenían todas las pieles en la barca, Luis les
pidió que cumpliesen su palabra y soltasen a la chica. Pero ellos lo que hicieron fue
arrojarla al rio y la niña se hundió. Luis fue en su ayuda, cuando la sacó del agua, lo
primero que hizo fue desatarle las cuerdas y en ese momento, como si fuera un
pececillo, la niña escapó hasta la orilla.
“Entonces me dio cuenta que sus compañeros se alejaban, dejándole
abandonado frente a los indios que silenciosos le estaban esperando.
Capitulo 9
Pensé por un momento huir nadando, pero cerré los ojos y esperé el golpe de
maza que acabaría con mi vida. Pero en su lugar el jefe indio, me metió los
dedos en la nariz. Ellos desconfiaban de viracochas- los blancos-por las
enfermedades que trasmitían y así se aseguraban de que no tenía la gripe.
Después me ataron y así empezamos la andadura pro la selva, atravesando la
más inquieta espesura que parecía abrirse frente a los indios.
Sin dejar de caminar, atravesamos arroyos, vadeamos pantanos y charcas,
subimos y bajamos colinas, siempre bajo la bóveda verde de la selva, por la que
apenas pasaba el sol. A causa de que iba atado no paraba de caerme.
Paramos a descansar, al ver los indios que yo estaba en un estado lamentable,
apenas me dejaron beber agua y me dieron un trozo de carne seca, me frotaron
las heridas del cuerpo con un jugo de raíces y tras atarme de nuevo
emprendimos nuevamente la marcha.
Al final del tercer día de mi captura, me quede inconsciente. Cuando desperté
era de día y un indio me masajeaba las piernas, me dieron de beber “guaraná”,
un liquido espeso y dulzón que me hizo muy bien. Les rogué que no me ataran
y los indios accedieron. Así era más fácil continuar la marcha, siempre con un
trotecillo constante.
Durante el quinto día de marcha, llovió torrencialmente. Ya casi no podía
caminar, los harapos que se habían convertido las ropas que no dejaban que
traspirase y las botas que me laceraban los pies, me impedían continuar.
Observe que la desnudez de los indios no era un signo de salvajismo, sino de
inteligencia.
Un día, el indio que iba delante de mí se detuvo y se puso a la escucha, se hizo
un silencio denso en la selva y entonces escuchamos un terrible rugido. Era
ONCA, un jaguar o tigre americano, que salió de la floresta y caminó majestuoso
hasta la orilla del remanso para beber, después se alejó. Continuamos nuestra
marcha, siempre al trote, cuando al crepúsculo allegamos a un claro donde nos
estaban esperando el resto de los indios en un campamento de víveres. Allí
pasamos 2 días, todos los indios trabajaban, todos menos yo que seguía
amarrado por el cuello y las manos a un poste clavado en la tierra.
Capitulo 10
Al día siguiente, llegaron dos guerreros que traían un bulto con el Winchester,
más rifles, machetes y el cuchillo de Oliveira y las cabezas de Crisóstomo y
Encarnación, con los ojos y la boca cosidos.
Yo esperaba que me mataran. En su lugar me dieron de comer y beber y
emprendimos la marcha.
Poco después, llegamos a la aldea de la tribu, anunciando su regreso con la
imitación de cantos de pájaros.
Mi llegada fue todo un acontecimiento para el poblado. Entre la algarabía de los
niños, salió el gran jefe, un anciano de cabellera blanca, que mandó que me
despojaran de las ropas, dos ancianas se acercaran para inspeccionar
nuevamente mis narices. Entonces mi captor por nombre Numoncawa, a una
orden del jefe, levantó la maza sobre mi cabeza, haciendo molinetes, apenas a
unos centímetros de mi cabeza y, en ese momento empecé a hablar:
-
Mi nombre es Luis, Luis Santos Peregrino
-
Nabacasi- me contesto Numoncawa
Nabacasi, significa “sin nombre”, pero todos los presentes habían escuchado
“Luis”, muy parecido a loui o “el pájaro que habla”, nombre que también se le
da a los habladores.
A una orden del jefe, las ancianas me trasladaron a una cabaña y como a un
perro, me dieron de comer, mientras el poblado celebraba feliz la vuelta de la
expedición.
La cabaña del Gran Jefe Xumu, era la más grande. Las esteras hacían de pared,
tenían unos 5 metros de altura y en el centro siempre había encendido un fuego. Las
cabañas también servían de almacén.
Por la noche hubo una fiesta y entonces Luis lloró. Se sentía solo y desesperado. Una
figurilla apareció a su lado, era la chiquilla que había salvado de Crisóstomo y
Encarnación, que alargando su mano le secó las lágrimas. Su nombre era Onda- KI
“El pájaro que revolotea sobre el agua”, fue la primera palabra que aprendió en la
lengua de los Xántis.
Capitulo 11
Me dormí antes de que amaneciera. Me despertaron los golpes de las ancianas.
Con sus dedos sarmentosos, me untaron las encías con un líquido verduzco,
que servía de dentífrico. Me obligaban a desplumar aves, y a la limpieza de la
cabaña.
Al cuarto día me sentí ligero y lleno de energía y después de hacer mis tareas,
como no había nadie en la cabaña, me decidí a dar una vuelta por el poblado.
Nadie parecía verme, me ignoraban. Vi a unos muchachos practicando con el
arco y la flecha. Entonces apareció Ondaki, que gritaba – Uri, Uri. Uri, era un
muchacho que estaba practicando con el arco, era su hermano, él me llamó
Nabacasi, -sin nombre- la segunda palabra que aprendí de los xántis.
Cuando volví a la cabaña, me estaba esperando la anciana, que con una caña de
bambú, empezó a darme cañazos, mientras me empujaba a la cabaña del Gran
Jefe Xum, donde había un hombre cabizbajo con dos grandes cestas de fibra de
palma. Al verme se colocó una de ellas a la espalda, sujeta a la frente gracias a
una apertura. Comprendí que debía coger la otra cesta y seguirlo, se llamaba
“Nabacasi”. Fuimos a recoger mazorcas.
A partir de entonces, todas las mañanas mi compañero me esperaba fuera de la
cabaña, sabia siempre las tareas que debíamos hacer. Éramos esclavos,
sirvientes, nabacasis.
Pero no todo era trabajo, tenía tiempo libre. En esas ocasiones me iba con los
niños a jugar a la pelota o a la poza a bañarme. Aprendí a trepar a los árboles.
Fui feliz, porque nunca tuve una infancia verdadera en Málaga. Solo me faltaba
ser libre.
Me propuse aprender 3 palabras diarias, me gané fama de
“tamarinchi”, o sea de hablador.
En la aldea era costumbre después de cenar, reunirse en la explanada y
escuchar a los narradores, las experiencias del día. Se llamaba el “Corro de las
Palabras”.
Capitulo 12
Un día apareció un guerrero de otra tribu, buscando esposa. Al verlo mi
compañero, huyo corriendo a esconderse. Traía de dote dos pieles de tigre y un
cobertor de plumas. Pasó 3 días inmóvil, sin dormir ni comer, hasta que se le
acercó una muchacha soltera que le llevo agua. Un día después, el Gran Jefe
Xumu, bendijo la unión.
Aquel día en el corro de las palabra, vi que no estaba mi compañero, que nunca
se perdía una sesión. Preocupado fui a buscarlo y entonces me contó, que él
también había sido un guerrero y que se llamaba Naiboo y que por un gran
pecado se consideraba muerto.
Después fuimos al corro de la palabras, donde Wanarami, un hombre anciano,
contó como cazó un “capivar”. Luego tomo la palabra el Gran Jefe Xumu, que
relató cómo los viracochas- hombres blancos - habían masacrado su pueblo,
terminando la historia con las palabras de siempre, que son. “Así creo que fue,
al menos eso ha sido lo que he visto y lo que me han contado. Quizás.”
Uri, entonces me contó la historia de la luna y el sol, y que ellos para hacerse
fuerte se comían a sus enemigos. Yo también había comido carne humana, la
carne de los raptores de Ondaki, en el campamento de caza.
Capitulo 13
Sentí un gran horror al descubrir que eran caníbales y decidí que tenía que
fugarme. Pero antes de todo tenía que aprender a ser un indio auténtico. Me
dirigí al Gran Jefe Xumu y le pedí que me dejara aprender a ser un auténtico
“huni kui” (indio) a lo que accedió
De éste modo dejé de ser niño y comencé mi instrucción de guerrero. Tuve que
fabricarme un arco y una flecha y poco a poco aprendí a luchar. Después de la
instrucción nos bañábamos en el arroyo y Ondaki, me esperaba para volver
charlando a la aldea.
Llevaba bastante tiempo, dándole vueltas al tema de las cabezas que tenían
colgadas, había 72, cabezas y le pregunte al maestro Numoncawa por qué tenían
los ojos y la boca cosidos, me contesto:
-
Cosemos los parpados para que sus almas no encuentren el camino de
Mansariche, y la boca, para que no contaran a los espíritus malos que le
habían dejado sus almas sin ojos.
Forje una gran amistad con Naiboo-el compañero sin nombre-, y por fin me
enteré por Uri, que había roto un tabú, mató a su esposa por celos.
Un día, tome la palabra en el Corro de las Palabras y conté una historia de un
mono viejo que al final fue tragado por una boa, cuando se acercó creyendo que
era una hermosa mona casadera, semejando a la historia real del Gran Jefe ya
anciano.
Capitulo 14
Mi amistad con el gran jefe se fue acrecentando, hasta que terminé llamándole
“padre”, me enseñó sus tesoros, al ver las armas que tenía guardadas, le
explique cómo funcionaban, y no quiso saber nada más, por el peligro de
muerte que tenían. Yo había dejado de ser un “sin nombre”, ahora me llamaban
Loui- Loui.
Una noche, el Gran Jefe, me confesó que cuando el muriera, Numoncawa,
querría ser el jefe, y para ello mataría a Uri y a mí mismo. Me enseño a escuchar
los sonidos de la selva y a entender el canto de los pájaros, a sobrevivir en la
selva.
Me contó, como los viracochas, destruyeron su pueblo, mataron a su hijo con
los palos de fuego- rifles-, y tuvieron que huir por el sendero del tigre, un
camino que tienes que hacer con el mismo sigilo que un tigre, por eso, yo
nunca me podría ir. Para que no les enseñara a los viracochas el camino. Yo le
dije que eso nunca lo haría.
Capitulo 15
Pasaron los años y llegó el momento de que los jóvenes debíamos cazar al
tigre, a Onca y convertirnos en adultos. Éramos 4- Uri, Poweno, Noncowo y yo.
Nos preparamos, purificándonos durante 3 días, ayunamos y el 3er día nos
pintaron el cuerpo, las armas que nos prepararon eran 20 flechas, 1 arco y 2
azagayas.
En la primera noche como guerrero XANTI, me construí un lecho techado para
dormir. Por la mañana llame a mi pájaro de pico amarillo “loui, loui” par que me
ayudara en la búsqueda de Onca. El pájaro me contestó, y cuando lo encontré le
disparé una flecha que lo atravesó. Me unté el cuerpo con su sangre y me comí
su carne para adquirir así mejor el canto del pájaro. Ya estaba preparado para
cazar a Onca. Estuvo lloviendo casi 3 días, me refugié en un árbol, al igual que el
tigre, al amanecer del 3er día escampó y me dispuse a encontrar a ONCA,
tendría sed, a l igual que yo. Me dirigí a un igarapé – zona de agua donde van
todos los animales a beber-. Descubrí su rastro por el olfato, imitando su forma
de moverse, encontré sus excrementos, ¿dónde estaría? Y al girarme lo vi en el
aire lanzándose hacia mí, coloqué rápidamente las dos azagayas con las puntas
hacia arriba y el tigre cayó encima atravesado.
Había matado a Onca, lo arrastre a un igarapé, lo desangre, le saque las
vísceras, que rellené con resina de oruru, para ablandar la carne y que se
separara de la piel y los huesos. Raspé la piel, la lavé con arena y me la coloqué
a la espalda. Así cacé al tigre.
En el regreso, me encontré a Uri, que había cazado a Onca el segundo día y me
estaba esperando. Allí esperamos a los otros dos. Y juntos volvimos a la aldea,
pero a mitad del camino un ruido sordo surgía a nuestra derecha, era el Pongo,
el Infierno y quise ir a verlo. Los compañeros se marcharon a la aldea.
Capitulo 16
Descubrí una inmensa cascada de más de 30 metros. Volví a la aldea, donde
todos me esperaban, Ondaki me regalo un bello collar, no se separó de mi un
solo momento en toda la noche.
Todos esperaban que me casara, todos los demás compañeros ya estaban
comprometidos, Y Ondaki, que quería casarse conmigo iba propagando por
todos sitios nuestro compromiso, cosa que no les gustaba porque Ondaki, aún
era una niña.
Un día, Numoncawa, su padre me llamó al corro de las palabras y se enfrentó
produciendo una discusión amenazándome con que colgaría mi cabeza en la
empalizada.
Mi amigo Naiboo, me aconsejo de huyera por el Pongo, ante el peligro que
corría.
Una semana después, unos recién casados que volvían del viaje, en el corro de
las palabras nos contaron sus hazañas, narrando que a la vuelta habían visto
una flotilla de panhas- tribu india peligrosa- y tuvieron que esconderse debajo
de la canoa que le habían dado la vuelta para que pareciera un tronco de árbol.
Capitulo 17
Xumu, envió unos exploradores, que volvieron a la hora escasa advirtiendo que
los panhas, estaban a menos de una jornada. Sacamos todas las armas que
había, nos pintamos el cuerpo con los colores del tigre y nos dispusimos a
esperar. Los guerreros delante, los viejos y jóvenes detrás y las mujeres
encargándose de los niños y las provisiones.
Al amanecer aparecieron los Panhas, al frente su l Gran Jefe Nunta,- también
llamado Curaca- que les pidió a sus mujeres, a lo que el Gran Jefe Xumu, le dijo
que se fueran antes de que lo mataran, a lo que Numoncawa lanzó una flecha al
Jefe Nunta y empezó la pelea. Con una gran maza me tumbaron y ya esperaba
que me matara el guerrero, cuando apareció Naiboo, y me salvo, al igual que a
los demás debido a que era superfuerte. Los enemigos al final se retiraron.
Cuando las mujeres nos estaban curando de las terribles heridas, fuimos
atacados de nuevo, y entonces me acorde del rifle que tenía guardado el Gran
Jefe Xumu. Entre una nube de flechas que iban y venían, disparé el rifle. Todos
se quedaron paralizados. Con otro tiro, mate al Curaca y después otro y otro,
hasta que termine con las balas. Mis compañeros salieron también a atacar y
entre todos matamos a casi todos.
La tribu lo celebró con un festín de carne humana .El Gran Jefe Xumu, murió.
Cuando salí de la cabaña y vi el espectáculo de sangre, salí corriendo y sin
darme cuenta aparecí en el desfiladero del
Pongo. Llevaba el fusil y el
cuchillo. Entonces salté al abismo.
Capitulo 18
Me salvé de milagro. Me desmaye y al despertarme vi a dos viracochas que al
pensar que yo era un indio pretendían pegarme un tiro. Con un gran esfuerzo,
les hable y les dije mi nombre: Luis Santos Peregrino, y volví a desmayarme.
Cuando me desperté en la cabaña de los viracochas, que estaban cocinando,
estaban hablando del mi rifle. Querían matarme. Decidí que tenía que salir de
allí, me incorpore del camastro y vi que también había una mujer india. Me
dijeron que eran buscadores de oro. Con engaños quisieron robarme el fusil,
entonces descubrieron que mi cuerpo estaba cubierto de oro quedándose
paralizado por la sorpresa, entonces la india salió en mi ayuda y pude huir.
Al salir el sol, divisé un poblado. Intenté comunicarme a través del sonido de los
pájaros, al final un anciano salió de su choza, era indio, pero llevaba mucho
tiempo entre los viracochas. Hablamos en “tupi”, una especie de lengua
general. Les pedí ropa a cambio del oro que llevaba adherido por haber estado
en el Pongo. Sus hijas me ayudaron a quitarme el oro del cuerpo y les di la
mitad.
Me dirigí al pueblo y fui a comprar un billete de barco para volver a Manaos,
pero no tenía suficiente oro, en su lugar compre una pala, un cedazo y un hacha.
Me quite de nuevo las ropas de blanco y me fui al Pongo a por más oro, para
poder pagar el billete. No tuve suerte, me empezó a crecer la barba y tenía
mucha morrilla de los Xántis
Capitulo 19
A partir del 6º mes, empecé a encontrar oro. Cuando conseguí suficiente, volví a
ponerme las ropas de blanco y me embarque a Manaos. Al llegar, vi a unos
niños llorando, eran recogedores de colillas. Del interior de un café vi como un
individuo abofeteaba a un hombre gordo, que salió corriendo. Me sorprendió
que se acercara a los niños y les secara las lágrimas, a la vez que les hablaba en
Tupi. Les dio un billete. Los niños no sabían el valor del billete y le dije que haría
mejor si les daba unas monedas.
Agradecido por mi intervención, se presentó, era el coronel Cándido Mariano da
Silva Rondón. Era un luchador por los derechos del Indio. Al conocer mi
historia, me propuso que me convirtiera en jefe de exploradores del Servicio de
Protección de Indios.
En cinco años conseguí ser teniente, y mandaba una compañía especial de
exploradores que ayudábamos a las tribus.
Pero, yo anhelaba regresar con los XANTIS.
Después de algún tiempo decidí ir en su busca, entonces me encontré con el
Gran Jefe Dambam, que había matado a Oliveira, que me abandonó a mi suerte.
Seguí el sendero del tigre y al amanecer del 13 días, llegue al poblado de mis
amigos. Me recibió Uri, Naiboo y dos guerreros más.
Uri, se había convertido en Gran Jefe Xumu. Busqué a ONDAKI, que me estaba
esperando en la cabaña.
Dos semanas después la lleve a la misión de San Rafael y nos casamos. Desde
entonces ella se llamó María Ondaki.
Epilogo
Ya anciano, con un hijo, vio como las esperanzas de su amigo Mariano, con su
muerte, se desvanecieron.
Ondaki, murió de paludismo, a su hijo lo envió a estudiar a Manaos, pero el niño se
fugó en un vapor rumbo a Europa.
El mismo viaje que tantos años atrás había hecho, su padre.
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