OMEBA 12 letra G Grupo 01

Anuncio
GABELA. Conforme a la definición del
Diccionario de la Academia, este vocablo
(del árabe cábela y del hebreo grab) equivale a tributo, impuesto o contribución
que se paga al Estado, entendiendo algunos
que se denominaba así a un determinado
tributo pero en el sentir común es voz genérica. En una acepción anticuada, es el
lugar público a donde todos podían concurrir para ver los espectáculos que se celebraban en él. En sentido figurado significa carga, servidumbre y gravamen.
Escriche en su Diccionario razonado de
jurisprudencia y legislación, entiende que
es una voz genérica representativa de cualquier trabajo, impuesto o contribución. A
su juicio, la palabra proviene de la italiana
gabella, formada del nombre latino gaíñum,
tomada a su vez del siriaco gabbia, que significa publicano o arrendador y colector
de tributos.
Méndez de Vígo y Ortiz Arce, al tratar de
esta misma voz en la Enciclopedia Jurídica
Española afirman que aún refiriéndose a
un sentido genérico de tributo, la palabra
gabela se aplicó más estrictamente al impuesto sobre la sal, siendo su origen antiquísimo porque ya en Roma, Anco Marcio
convirtió a las salinas en bienes públicos o
propios del Estado (M. O. y F.).
GABINETE. (V. FORMAS DE GOBIERNO.)
GALEOTE. Era así llamado el condenado por la justicia a cumplir una pena consistente en remar en las embarcaciones
denominadas galeras, durante todo el tiempo que durase la condena. Este género de
trabajo forzado, indispensable para la navegación, era también desempeñado por los
esclavos en los tiempos y lugares en que
se mantuvo la institución de la esclavitud.
(V. GALERAS [PENA DE]) (M. O. y F.).
GALERAS (PENA DE). Consistía esta
pena en el trabajo forzado de remar en
unas embarcaciones movidas a vela y remo
que tenían la quilla más larga y el menor
calado entre las de vela latina. Esta pena,
de muy vieja data, se mantuvo en rigor
durante todo el tiempo en que fueron necesarios los remeros para la impulsión de las
naves de la armada. Por eso al ir desapareciendo paulativamente esa clase de embarcaciones, fueron variando las características
de tal condena. De ahí que la pragmática de
12 de marzo de 1771 ordenase que los reos
condenados a servir en galeras, fuesen destinados a realizar trabajos forzados en los
arsenales del Ferrol, de Cádiz y de Cartagena. Restablecidas las galeras por cédula
de 16 de febrero de 1785, se destinó de nuevo
a remar en ellas a los reos de tal pena,
hasta que la real orden de 30 de diciembre
de 1803 suprimió esa clase de castigo. En un
principio fue substituido por el trabajo con
cadena en diversas clases de obras públicas.
La pena de galeras revestía extraordinaria gravedad y representaba la Inmediatamente inferior a la pena de muerte; de tal
manera que la conmutación de la pena capital era substituida por la de galeras. Se aplicaba a los reos de delitos considerados como
ignominiosos (hurtos calificados, robos, salteamientos en despoblado, violencias y otros
de igual o mayor importancia). La duración de la pena variaba entre dos y diez
años (.M. O. y F.).
GANADERÍA. (V. HACIENDA [GANADERÍA].)
GANADO MAYOR Y MENOR. (V. ABIGEATO.).
GANANCIALES. (V. SOCIEDAD DE GANANCIALES.)
GANANCIAS EVENTUALES.
(V. IMPUES-
TO A LAS GANANCIAS EVENTUALES.)
GARAJE ( C O N T R A T O DE).* SUMARIO:
Capitulo Primero: a) Etimología; b) Definición; c) Clasificación. Capitulo Segundo:
a) Importancia del contrato que estudiarnos; b) Origen de este contrato; c) El garajista; d) Naturaleza de los actos que realiza el garajista; e) Importancia de la delimitación de esta actividad. Capitulo Tercero: a) El contrato de garaje. Diversas
acepciones; b) Intención de las partes; c)
Naturaleza jurídica; d) Caracteres; e) Perfeccionamiento del contrato; í) Modalidades que puede asumir este contrato. Capítulo Cuarto: a) Definición del contrato de
garaje; b) Relaciones del contrato de garaje:
1) Con el contrato de locación de cosas;
2) Con el contrato de depósito; 3) Soluciones y explicaciones corrientes mediante las
reglas de la locación de cosas o del depósito
en función de la responsabilidad; 4) Relaciones con otros contratos. Capitulo Quinto: Protección Jurídica del usuario. Capitulo Sexto: Responsabilidad civil del garagista y del usuario: a) Las fuentes que determinan la responsabilidad y obligación
del garajista; b) Obligaciones del garajista
respecto del automóvil; c) Deterioros; d)
Caso fortuito y fuerza mayor; e) Algunos
casos de jurisprudencia extranjera. Capítulo Séptimo: La responsabilidad civil del
garajista y del usuario vista desde el punto
de vista de la doctrina y jurisprudencia nacional (segunda parte): a) La responsabilidad del hotelero en la guarda de vehículos; b) La aceptación de la teoría del riesgo;
c) El elemento de ¡a custodia; d) Conclusiones.
Capítulo primero
a) Etimología. Se trata de un galicismo
volcado al idioma castellano, cuyo uso se
ha generalizado ampliamente. Proviene del
término francés garage y ha sido empleado en nuestro idioma durante muchos años
ya sea asi o bien utilizando la letra "j" en
lugar de la "g", es decir garaje.
Por mucho tiempo pasa desapercibida la
forma en que se escribió este término y aún
los más calificados y eruditos tratadistas de
la lengua española aceptaron escribirlo en
ambas formas. Más aún, hemos podido constatar a través de muchos fallos judiciales,
de textos de muchos autores, que reiteradamente se ha aceptado escribirlo con "g" y
no con "j".
La forma correcta de escribir esta palabra es garaje y no garo.ge. No obstante ello,
no será extraño observar a través de este
trabajo, que muchas veces escribimos la
palabra en una u otra forma, de acuerdo a
las citas jurisprudenciales y de diversos
autores.
Las necesidades modernas, particularmente en las grandes ciudades, dieron impulso a ese tipo de albergues, que no con
*
Por el Dr. EMILIO PASCANSKY.
mucha propiedad siempre se denominaron
garages.
La Real Academia Española, aceptando
la amplia divulgación que el "galicismo garage" ha tenido en todos los pueblos de habla española, resolvió castellanizarlo. Y es
asi, que en las últimas incorporaciones al
léxico de nuestra lengua, se incluye esta palabra (Revista de la Asociación de Garajisias Unidos y Afinss Gremial y Mutualista,
Bs. Aires, diciembre 1958-enero 1959, número 344).
Como derivación de esta palabra designamos con el nombre de "garajista" al dueño de tales establecimentos, es decir, al que
explota un local destinado a garaje, y no
al propietario del inmueble donde se explota
el establecimiento, salvo cuando se reúnan
ambas calidades en una misma persona.
b) Definición. Trataremos de definir es-'
ta palabra, independientemente de la que
estudiamos después psro bajo la acepción
de "contrato de garaje".
El Diccionario Espasa Calpe, tomo 25. da
una definición que no nos satisface; "Cochera de automóviles donde estos vehículos se guardan y se recomponen".
Tampoco estamos de acuerdo con la que
contiene el Diccionario Enciclopédico Salvat
(Salvat Editores S. A., 1955. pág. 72) se lo
designa con "g", expresándose que se trata
de un neologismo que sirve para definir:
"Cochera o lugar en que se custodian ios
automóviles, bicicletas, etc.".
No compartimos con la definición quo
trae el Código de Edificación de la Ciudad
de Buenos Aires, que al referirse a esta palabra en el apartado 1.3 "Definiciones",
establece que: "garaje", "es un edificio o
parte de él, cubierto, destinado a proteger
de la intemperie vehículos automotores".
Como toda definición resulta muchas veces imposible abarcar en pocas palabras el
signifi:ado de un concepto.
No obstante ello, asumiendo los riesgos inherentes, intentarnos definirlo del siguiente
modo: Establecimiento habilitado destinado
al estacionamiento de todo tipo de vehículo,
En esta forma creemos descartar los elementos exclusivos de "custodia o guarda"
fijado en las definiciones de los Diccionarios
Espasa, Calpe y Salvat y el de la "defensa
de la intemperie", que expresa el Código de
Edificación citado, para dar cabida a otros
conceptos.
En primer lugar destacamos que debe tratarse de un establecimiento, entendiendo
por tal, una empresa de carácter comercial.
No entraremos aquí a tratar el amplio debate suscitado, con motivo de qué se debe
entender por empresa.
En este sentido compartimos el criterio
de Marcos Satanowsky (Tratado de Derecho
Comercial, t. . 2, Tea, Bs. Aires, 1957, pág.
191) quien siguiendo a Vivante expresa que
"La empresa es un organismo económico
que bajo su propio riesgo, recoge y pone
en actuación sistemáticamente los elementos necesarios para obtener un producto
destinado al cambio. La combinación de
varios factores, naturaleza, capital, trabajo,
que asociándose producen resultados imposibles de conseguir si obrasen divididos, y el
riesgo que el empresario asume al producir
una nueva riqueza, &on los dos requisitos
indispensables a toda empresa".
Dentro de este concepto, no será garaje
desde el punto de vista jurídico, un galpón
o parte de un edificio donde se coloquen
vehículos automotores, porque no fue creado ni destinado a esa finalidad.
Algunos consideran que se trata de lugares
destinados a la guarda de automóviles, y
nosotros opinamos que es una idea muy
restringida.
carruajes, acoplados, bicicletas, triciclos,
casas rodantes, furgones, y a toda clase de
automotores (motonetas, motocicletas, camiones, automóviles de todo tipo), etcétera.
El Código de Edificación a que hemos aludido habla de "edificios cubiertos destinados a proteger de la intemperie a los vehículos automotores". Creemos que ese es
solamente uno de los fines de un garaje,
pero no el único ni tampoco el primordial.
Para nuestra opinión el elemento esencial
es el "estacionamiento", el arrendamiento
de piso como lo han llamado algunos, y otros
el arrendamiento de uso.
Tampoco podemos asimilar al garaje a
una cochera, porque este último concepto
forma parte del primero, existiendo una
relación género a especie y así dentro de un
garaje podrán existir muchas cocheras, pero no a la inversa.
Como veremos más adelante, la cochera
es el espacio reservado para el estacionamiento de un vehículo en un recinto delimitado.
Para nosotros se extiende el estacionamiento de toda clase de vehículos como ser
c) Clasificación:
1) Anexo a una vivienda para uso exclusivo de sus moradores, sean o no propietarios.
A) De vivienda
2) Cuando se alquila un garaje aisladaprivada:
mente para uso exclusivo del detentador
del vehículo, independientemente de la
vivienda.
f
Cuando
se guardan vehículos de personas
B) De Propiedad
-{ que viven en un inmueble de propiedad
Colectiva:
( colectiva.
^Cuando se guardan vehículos períenecienj te a los propietarios de los departamentos
C) De Propiedad
j horizontales que a su vez adquieren una
Horizontal:
I parte proporcional del garaje y puede ser:
(_con o sin determinación de cochera.
D) De servicio comer- f Cuando se guardan vehículos que están
•I destinados a un servicio de una emprecial o industrial:
[sa determinada.
fCon determinación de cocheras fijas
De un estableciSin determinación de cocheras fijas
miento o empresa
Estadías
E) que lo explota
Con o sin limitación de responsabilidad por
robo, hurto, incendio, daño y otros siniescomo tal:
tros, etc., con o sin servicios auxiliares.
F) De un hotel o
f Se rige por las disposicones del Código ciestablecimiento
4 vil, previstas para el contrato de hospedaje
similar:
[ (arts. 2230 y 2231).
G) Estaciones de servicios con garajes.
fEn la superficie
H) Playas de
j Por elevación
estacionamiento: ( En el subsuelo
I) En salas de espectáculos, campos de deportes o lugares similares.
El objeto de nuestro estudio, como ya lo
hemos adelantado en el curso de este trabajo, consistirá especialmente en dedicarnos al punto E) referente al contrato que
se refiere a una empresa que lo explota
como tal.
Capítulo segundo
a) Importancia del contrato que estudiamos, ¿Es posible descartar hoy día la
existencia del contrato de garaje?
Cuando nos hacemos esta pregunta, debemos referirnos a una idea más amplia. ¿Es
el contrato en general, una categoría necesaria del Derecho común? ¿Puede concebirse un orden jurídico qixe prescinda de
éí o lo sustituya con ventaja?
El profesor de la Facultad de Derecho de
Buenos Aires, doctor Marco Aurelio Risolía
en su obra Soberanía y crisis del contrato
en nuestra legislación civil (Edit. Abeledo
Ferrot, B&. Aires, 1953, pág. 104), hace un
profundo estudio al respecto y señala que
una institución que ha regido con tanto
provecho a lo largo de la historia, a la que
tanto deben la gran empresa, la gran industria, el crédito, la utilización racional de
las aptitudes individuales, el imperio del
hombre sobre las más hoscas latitudes del
mundo, pareciera que no ha sido menester
del debate que fije el relieve de su categoría.
Su negación equivale —nos dirá el mentor
menos avisado— al deshaucio de la propiedad privada, y de la organización económica
que se asienta sobre su principio; de la ley
moral clásica que se liga a la voluntad, la
libertad, la dignidad, y la grandeza del
hombre; de la organización jurídica liberal
que busca la realización de los fines superiores del Derecho por un aprovechamiento,
constante de aptitudes y determinaciones
privadas.
Pero más allá de este modo realista de
entender el problema, ¿qué argumentaciones lógicas y jurídicas pueden determinar
nuestro juicio?
Se suele decir que el contrato es una creación del individualismo jurídico que responde a una concepción esencialmente subjetivista (L. Duguit). Se omite considerar
también que el contrato es un "instrumento
de solidaridad jurídica", trasunto de una
coexistencia y de una "coasistencia" de
voluntades malgrado las aberraciones que
indudablemente pueden derivar de su
ejercicio; el recurso más común de aquellos por los cuales el hombre entra en relación con su prójimo (E. Gounot). El
contrato resulta indispensable en una organización que reconozca el valor jurídico permanente de la voluntad privada y
no pronuncie en forma absoluta el domi-
nio exclusivo de la voluntad estatal. Lo que
hace, pues, del contrato una categoría necesaria del derecho común, es su carácter de
fuente indeclinable de las obligaciones. Si no
se justifica ese carácter, será inútil hablar
del contrato como categoría necesaria del
derecho común. El contrato es una de las
fuentes de las obligaciones de acuerdo a
la teoría clásica.
Pero, ¿podemos prescindir de él, para reducir a la ley a todas las fuentes de las
obligaciones? ¿Qué papel juega la voluntad?
Alfredo Colmo en su libro De las obligaciones en general (Edit. J. Menéndez, Bs.
Aires, 1928, núm. 35, pág. 33), decía: "Por
último y siempre de tal manera de ver, hasta puede sostenerse que no hay más que
una fuente de las obligaciones. O bien es
la ley, si se atiende a que la fuerza obligatoria de los contratos deriva de ésta (art.
1197), o bien y esto me parecería más exacto, es la voluntad humana, ya que en todos
los supuestos contractuales, delictuales, cuasi delictuales, cuasi contractuales, y hasta
legales, el Código no hace más que interpretar intenciones y voluntades, consagrar
presuntos deseos, jurídicos, y dar forma
dentro de la convivencia colectiva, a la solución de los problemas que en tales virtudes se originan".
Concluye Risolía la primera parte de su
obra (pág. 110), expresando que el obstáculo es uno sólo: el principio de igualda'd e
independencia recíproca de los individuos
que subrayan Planiol y Ripert (Traite Elémentaire de Droit Civil), en cuya virtud
nadie puede hacer de otro un acreedor a
pesar suyo, ni imponerle, como deudor, una
carga que no está dispuesto a consentir.
Un régimen político que sacrifique los
derechos de la personalidad; un régimen
económico que sacrifique la propiedad privada; un sistema ético que es parte del
principio que impone el respeto de la fe que
se empeña libremente, y un sistema jurídico,
que en consecuencia, no tenga al contrato
como fuente de las obligaciones voluntarias,
es el cuadro que cabe inducir del derrumbe
de esta-institución. Termina bregando que
con "ella caen la voluntad autónoma, la
personalidad, el derecho subjetivo".
La crisis del contrato ha sido destacada
más de una vez. Una vasta literatura, que
se concreta en obras y artículos notorios,
pone en evidencia sus caracteres esenciales y ahonda en la ponderación de sus posibles proyecciones.
Como bien señala Risolía, página 116, pareciera paradójico hablar de crisis en un
tiempo en que la multiplicación de los contratos es asombrosa, ya que nunca se los
ha concluido, en mayor número y por intereses patrimoniales tan elevados.
De más en más, se vive contractualmente,
expresa Josserand (Apergu General des tendences actuettes de la Théorie des contrats, pág. 7) —citada por el autor—. Y no
es sólo ei aumento cuantitativo lo que.merece destacarse. La gama de las categorías
contractuales se enriquece con nuevas figuras, su formación se auxilia de nuevos re-
cursos técnicos, y la institución en sí alumbra nuevas obligaciones, antes ignoradas.
Es así como surge el contrato de garaje,
motivo de nuestro estudio, y entonces repitiendo las palabras de Bisolía, ¿cómo hablar, pues de la crisis del contrato cuando
acrece su número, se diversifican sus especies y se abulta su contenido obligatorio?
Sin embargo, J. M. Saravia ("El contrato.
La crisis de sus postulados clásicos y el
Proyecto de Reforma", en Revista del Colegio de Aboyados, Bs. As., 1940, t. 18, pág. 165),
sostiene que no es la soberanía del contrato
lo que está en crisis, sino, únicamente, los
postulados de la concepción civilista.
Acrecido su número, extendida su esfera
de influencia, afianzado en algunos aspectos su vigor vinculatorio, el contrato mantiene, se añade, su jerarquía de principalísima fuente de las obligaciones. Tan sólo
se imponen nuevos conceptos, que corresponden a nuevas necesidades, y a una distinta realidad. Lo urgente es adaptar la legislación a la evolución que se ha cumplido. Los textos legales de antaño no resultan ya adecuados.
Las razones del doctor Saravia nos parecen atendibles, pero creemos que sin duda
alguna no podemos dejar de lado toda esa
gama de factores que comprometen su estructura por la debilitación de su elemento
substancial: la voluntad autónoma, disminuida por la intervención constante del Estado, y "diluido su valor ético por un régimen de violación que se estimula sin coto",
al decir de Risolía.
Las ideas expuestas no son excluyentes
en nuestra opinión y precisamente de esa
amalgama surge un nuevo contrato que denominamos contrato de garaje.
La doctrina y la jurisprudencia de nuestro país están acordes en considerarlo como
un contrato innominado que participa de los
caracteres de otros contratos previstos y legislados en el Derecho positivo como ya veremos más adelante.
b) Origen de este contrato. Consideramos que el incremento y desarrollo del automovilismo, ha sido un factor determinante
y casi definitivo del desenvolvimiento y proliferación de estos establecimientos. Por tal
motivo nos referimos esencialmente a este
contrato con relación al automóvil, pero
destacamos una vez más que estudiaremos
este contrato 110 sólo como albergue de
automóviles, sino de vehículos en general
(motoclicletas, moto-netas, tractores, implementos agrícolas, camiones, automóviles,
acoplados, carros, casas rodantes, etc.).
El automóvil, en un principio, era un vehículo raro que la vida no había adaptado
al uso continuo. Era generalmente guardado
en la casa de su propietario o de la persona
que lo usara; si el titular ocupaba un departamento en una casa, el ubicaba su
automóvil en la cochera del inmueble, como guardaba, su bicicleta o s.u coche a caballos; pero a medida que adquiere una mayor gravitación, se observa la constante necesidad de ubicar los vehículos en recintos
especiales destinados a tal fin, y surje así
el establecimiento garaje, sobre todo en las
ciudades más pobladas, ya que no se advierte tal desarrollo en las poblaciones pequeñas, donde siempre se han mantenido espacios mayores en las propias fincas, que fueron adaptando construcciones estables o
precarias para albergar tales vehículos dentro de los límites del inmueble donde habitaba su titular.
Es así, que en esa evolución constante
creada por nuevos avances de la ciencia,
surge una figura jurídica, que día a día ha
ido adquiriendo una fisonomía propia hasta
dejar de ser hoy en día un contrato innominado como muchas veces se lo califica
por la doctrina y la jurisprudencia nacional y extranjera para lograr su independencia absoluta y pasar a formar parte
del mundo jurídico como un contrato independiente y autónomo que posee vida
propia, una serie de caracteres especialísimos, vinculaciones que crean derechos y
obligaciones peculiares que lo diferencian
sin lugar a dudas de otros contratos semejantes, dentro de los cuales se lo ha tratado de encasillar para resolver múltiples
problemas que su constante aplicación ha
producido hasta el presente, •
Como consecuencia de ello surge tina nueva actividad que posee un propia fisonomía
y que pasaremos a estudiar a continuación.
c) El garajista. El "garajista", es el titular del garaje y puede reunir en él la condición de propietario del inmueble donde
se explota un establecimiento destinado a
garaje, aún cuando tal recaudo no haga a
la esencia de esa actividad.
El garajista es pues una pers&na o un
ente qua desarrolla su actividad en forma
de empresa comercial y como titular de
un establecimiento que explota como fondo
de comercio.
Nos referimos anteriormente al concepto
de empresa que hemos previsto para, este
contrato. No deseamos pues entrar en el
amplio debate que esta acepción provoca.
(Puede verse entre otros el art., del doctor
Guillermo Cabanellas en el T. X de esta
obra, pág. 53, respecto del término Empresa; asimismo, el interesante trabajo del
doctor Carlos Juan Zavala Rodríguez Código de Comercio y Leyes Complementarias,
Bs. Aires, 1959. Ed. R. Depalma, pág. 5, al
estudiar el art. 8 del Cód. de com., apart. 96
destaca que el concepto de empresa ha sufrido una transformación total en los ultimes años. Según esta nueva orientación,
la empresa no representa un aspecto parcial o aislado del Derecho comercial, sino
que hace á su esencia y a la profesión de
comerciante).
Por ello creemos que cuando Andreé Jack
habla del "Garagista Profesional" quiere
referirse más bien a la acepción que de la
palabra "garajista" hemos efectuado precedentemente. Indudablemente se ha querido referir al garajista que hace profesión
habitual, que realiza actos de comercio y
que nosotros elevamos a la categoría de empresario.
Como todo comerciante, además de las
obligaciones impuestas por su profesión especifica —como ser la obligación de llevar
un libro especial donde consten todos los
coches que entran y salen diariamente y la
presentación de planillas con la declaración
jurada respectiva que impone la autoridad
administrativa—, debe llevar los libros comerciales que prevé el Código de comercio para iodos los comerciantes.
d) Naturaleza de los actos que realiza el
garajista. Pese a nuestra afirmación, se ha
planteado la cuestión de saber si el garajista es comerciante y si sus actos son de
naturaleza comercial.
Nosotros creemos que ya no cabe ninguna
duda a este respecto. El garajista es un
empresario que realiza actos de comercio.
Bu actividad día a día se ha hecho más
compleja no sólo por el aumento creciente de la población, sino por los problemas que ha suscitado frente a! constante desarrollo de la vida comercial.
Siguiendo a Wáldemar Arecha en La Empresa Comercial, Ed. .Depalma 1948, Bs. Aires, pág. 55, señalamos que para que las
cosas sean capaces tíe adquirir calidad de
medios en el campo tíe ia circulación será
menester que reúnan cualidades que les
permitan su acceso al mismo. Tales son la
utilidad y e¡ valor. La primera se funda en
una relación posible de persona con la cosa,
vale decir, que ésta última sea capaz de
cubrir una necesidad —de cualquier orden—
de la persona.
La segunda cualidad-—entre otras características— implica la primera parte porque
lo que no es útil, o no cubre un deseo de
cualquier orden, no vale nada, aunque la
recíproca seria falsa dado que cosas fatal-
mente útiles, como el aire, en su estado natural, nada vale, por su excesiva abundancia. La noción de valor se funda en una relación de persona a persona que se establece por la demanda o reclamación más o
menos frecuente de la cosa, que deja así de
tener una estimación puramente individual
de la misma para adquirir otra social, sin
que por eso pierda el primero. Las cosas
que reúnen tales cualidades son valores de
cambio y constituyen la materia de la circulación sobre la que aplica su actividad el
comerciante.
No dudamos, pues, que la actividad del
garajista entre en la esfera comercial, porque su forma de actuar, las contrataciones
que realiza con los usuarios, la circunstancia de llevar libros rubricados, un libro especial con control de los vehículos que estacionan permanentemente o transitoriamente, el libro de emp-leados y obreros que
prevé la ley 11.729, la exhibición del horario del personal, el suministro de ciertos
servicios, nafta, lubricantes, etcétera, el hecho de que tales establecimientos deban
transmitirse en la forma prescripta por la
ley 11.867 de transferencias dé fondos de
comercios, nos induce definitivamente a
pensar que estamos frente a un comerciante o a una sociedad comercial.
El desarrollo de esta actividad en los últimos treinta años, ha sido cada vez más
notable, en todas las grandes ciudades del
mundo, sobre todo en aquellas donde han
sufrido el aporte de las grandes industrias
dedicadas a la fabricación de vehículos automotores.
En determinado momento, se llegó a dudar si tales establecimientos eran susceptibles de ser declaradas en quiebra.
Raymundo L. Fernández, en su obra
Fundamentos de la Quiebra, "Tratado Teórico Práctico de la quiebra", Bs. Aires, 1937,
tema 78 (quinto), expresa que es suceptible
de declarársele la quiebra.
Al respecto ya hemos expuesto más adelante el interesante fallo del doctor Gastón
Federico Tobal, en Gaceta dsl Foro, 1-1924,
pág. 154, en los autos "Mihanovich Nicolás
S. A. c/ Compañía Metropolitana de Ómnibus" donde se establecía: "El contrato que
celebran los dueños o empresarios de garaje con los propietarios de los automóviles
ailí guardados, constituye un acto de comercio, parque en su precio se incluye el
de la limpieza de los coches, que efectúa
personal de aquellos y que además lucran
con la venta de los aceites y lubricantes".
En esta demanda, el recurrente desdobla
en dos partidas —locación de espacios para
los ómnibus y venta de nafta, aceites, grasas, etc.—, los elementos que en su conjunto constituyen las características del con-
trato que celebraron Jos dueños o empresarios del garaje con los propietarios de ios
automóviles allí guardados.
Que ese contrato constituye, un acto de
comercio porque como es corriente en, el
precio de la locación se incluye el de la limpieza de los automóviles realizada por el
personal de lavadores contratada al efecto
por los empresarios, quienes lucran a su
vez con el precio,de ¡os aceites, lubricantes,
etcétera, que adquieren a menor costo para
revender con ganancias a sus clientes. Que
en consecuencia, no es posible equiparar un
contrato que reúne todas las características de los actos mercantiles, a los de locación, legislados por el Código civil.
Que si bien es cierto que una antigua
jurisprudencia ha establecido que la locación o sublevación de locales es un acto puramente civil tal doctrina responde al concepto de que el tráfico de inmuebles no
constituye actos de comercio, pero ella tiene el inconveniente de no comprender situaciones nuevas presentes con el progreso
de los medios de locomoción y transporte
que como el alquiler de las cocheras en los
garajes se singulariza por características
tan netamente comerciales que han permitido la declaración de quiebra de los dueños de garajes.
Pero precisamente existe un fallo anterior que data de 1917 que fuera publicado
en Gaceta del Foro, 1918, t. i, pág. 286. donde se confirma el fallo de 11 Instancia por
la Cámara Comercial en el juicio Cazzolo
Alfredo L. c/ Pijoan Barnes y Tornos, donde se establece: "El simple hecho de subarrendar el garaje a terceros para la guarda de sus automóviles, y de lucrar con el
servicio de los empicados que exige esa tarea y la circunstancia de que se les provea
de nafta, aunque ello no constituye el principal objeto del negocio del demandado,
bastan para demostrar su calidad de comerciante (art. 8 del Cód. de corn., en sus iiics.
1? y 5?). En virtud de ello y de lo dispuesto
por el artículo 7 del mismo Código, la Cámara de Apelaciones confirma la resolución de 1* Instancia".
Han habido otros fallos que han llegado
a la misma conclusión: (Véase el cap. IX).
Sin .embargo, existen casos en que no se
ha llegado a la misma solución. En la causa
Paz, Manuel Ricardo, Causa 3564, del año
1949, el Juzgado Contencioso Administrativo de la Capital Federal, a cargo del doctor
López Figueroa, establece: '-El garajista no
es ni comerciante mayorista, ni minorista,
sino agente auxiliar de comercio".
En el caso, el recurrente alegaba que era
un comerciante minorista y por tanto se
encontraba comprendido en un decreto del
Poder Ejecutivo y Resolución del Ministe-
rio del Interior por la cual se establecía el
indulto de Jos comerciantes minoristas por
infracciones cometidas anteriormente a las
fechas de dichas disposiciones.
El decreto y la resolución se refería, a
quienes revisten e! carácter de comerciantes minoristas.
P.ara ¿saber si los dueños del garaje se
encontraban comprendidos en el fallo comentado se hace un estudio del. carácter
que éstos revisten. Para determinarlo debe
establecerse: a) qué servicios realizan; b)
clasificación de los mismos; c) determinación dentro de las categorías del Código de
comercio.
a) Clase de servicios que realizan: Los
propietarios de esos locales realizan tres
clases distintas de actos que son: custodia
de los bienes muebles de sus clientes por
un tiempo que expresa o tácitamente determinan, limpieza y conservación de los
mismos y venta tíe combustibles y repuestos.
En el fallo se establece que el acto principal es la guarda de los bienes y lo accesorio, la conservación de éstos, que se efectúa mediante el lavado y limpieza y provisión de combustibles y respuestos, conducentes al normal funcionamiento de ¡os
vehículos.
b) Lo que el dueño del garaje realiza, es
la guarda de ¡os bienes de sus clientes y su
conservación, por lo cual estímase que de
lo que en realidad se trata es de un contrato
do depósito, que no puede ser gratuito, como
se dice en el articulo 2182 mencionado, pues
la principal característica del comercio es
la especulación y el objeto primordial la
obtención de una ganancia (Cód. de com.
art. 573 in fine),
c) Determinación de las categorías del
Código de comercio: Establecido precedentemente que ¡a relación contractual entre
el dueño del garaje y los clientes es depósito, debe determinarse ahora de qué clase
de comerciantes se trata, es decir, si es mayorista o minorista, o si no es de ninguna
de esas clases, encuadrando dentro de las
otras enumeraciones del Código. El Código
no trae una definición de comerciantes mayoristas, por lo cual, debe estarse a la que
traía el Proyecto de Quesada y Villegas del
año 1873, en que se determina las características de esta clase de comerciantes al
decir: "Son comerciantes por mayor los qua
establecen su giro con el objeto de vender
mercaderías para ser revendidas" (Rivarola,
op. cit., t. l, pág. 39, Tratado de Derecho
Comercial).
Son comerciantes minoristas de acuerdo
con el artículo 3<? del Código de comercio,
aquellos que ".. .habitualmente en las cosas que se miden, venden por metras, li-
tros..." Esta definición es corroborada y
ampliada por el artículo 2<? del Decreto del
Poder Ejecutivo 29.237/44 al manifestarse;
"Entiéndese por Comercio Minorista, la actividad de venta de mercaderías al público,
directamente o por intermediarios, ya sea
que tales mercaderías hayan sido adquiridas a un tercero o sean de propia fabricación". Por otra parte el Código en el capítulo III, al hablar de los barraqueros, y administradores de casa de depósito, considerados agentes auxiliares del comercio, establece entre las obligaciones de los mismos la siguiente: Artículo 123, inciso 4<?: "a
conservar en buena guarda los efectos que
recibieron y cuidar que no se deterioren,
haciendo para ese fin, por cuenta de quien
pertenecieren, las mismas diligencias y gastos que harían si fuesen propios"; y en los
artículos 126 y 127 determinada la responsabilidad en que podrían incurrir los administradores de casas de depósitos por
hurtos, malversaciones u omisiones de los
encargados y dependientes, que sufran los
bienes que les han sido confiados.
Sostiene el fallo que de las definiciones
transcriptas debe considerarse cual de ellas
es la referente a las actividades de los dueños de garaje. Es indudable que no se tratan
de comerciantes mayoristas, puesto que no
tienen por objeto la venta de mercaderías,
para ser revendidas, ni de comerciantes minoristas, aunque tengan cierta similitud o
analogía ya que tampoco tienen por objeto,
como expresa el Decreto 29.237 mencionado,
la venta de mercaderías al público.
La característica principal y fundamental de los comerciantes de que se trata, es
la guarda y conservación de los bienes muebles de sus clientes, realizando a tal fin
convenios de depósito. Por ello estímase
que en realidad, los dueños de garajes no
son comerciantes mayoristas ni minoristas,
sino Agentes auxiliares de comercio, ya que
la función por ellos desempeñada es similar a la que los administradores de casas
de depósito, realizan con muy pocas diferencias provenientes éstas de la naturaleza especial de los bienes muebles que le
son confiados.
Tal es el fallo, que nos hemos permitido
transcribir en sus partes más importantes
por considerarlo una novedad dentro de la
jurisprudencia, aun cuando no compartimos el criterio expuesto.
En nuestra opinión el garajista es un comerciante minorista.
En principio, es comerciante, quien realiza habitualmente actos de comercio con
fines de lucro; y es acto de comercio, entre otros, el de la previa compra para una
posterior y beneficiosa enajenación. Pero a
veces el lucro consiste en obtener ganan-
cias, sabré oí trabajo humano, considerado
como verdadera mercancía, o en organizarse como empresa para operar en inmuebles,
o en lucrar sobre servicios personales brindados por dependientes.
Para nosotros no solamente es un acto
comercial la explotación de tal actividad,
sino también concordanteniente, los que
realizan quienes se dedican a la compra y
venta de tales establecimientos, para lucrar con su enajenación.
En uno y otro caso la perfección de tales
actos, deben cumplirse llenando los recaudos que establece la Ley de Transferencia
de fondos de comercio. Dice a este respecto
Miguel Scoini en su obra: Transmisión de
Establecimientos Comerciales e Industriales, 2% ed., Bs. Aires, Ed. V. Abeledo, 1955,
pág. 27. "... la ley es clara y la interpretación unánime. Pero las dudas empiezan
cuando es necesario calificar la actividad.
La comercialidad de un acto o el carácter
comercial de una actividad, dependen de
muchos factores, por lo cual, generalmente,
el problema sólo puede resolverse como una
cuestión de hecho".
La actividad del garajista entra dentro
de las disposiciones que establece el artículo 8 del Código de comercio.
Por tanto el dueño del garaje, ya sean
una o varias personas, que forman o no una
sociedad mercantil, deben cumplir con todos los recaudos legales impuestos por la
ley y sus relaciones para con los terceros
deberán someterse a la ley mercantil en
cuanto ella fuera aplicable. (Ya hemos expresado anteriormente, los libros mercantiles que están obligados a llevar).
El artículo 8 del Código de comercio posee
una serie de incisos que determinan los actos de comercio que la ley declara. La actividad que estudiamos queda encuadrada
en nuestra opinión en los incisos 1?) "Toda adquisición a título oneroso de una. cosa
mueble o de un derecho sobre ella, para lucrar con su enajenación bien sea en el mismo estado en que se adquirió o después de
darle otra forma de mayor o menor valor";
Inc. 2<?) La transmisión a que se refiere el
inciso anterior. Inc. 5?) "Las empresas de
fábricas, comisiones, mandatos comerciales, depósitos o transportes de mercaderías
o personas por agua o por tierra"; Inc. 89)
"Las operaciones de los factores, tenedores
de libros y otros empleados de los comerciantes, en cuanto concierne al comercio del
negociante de quien dependen"; Inc. 11?)
"Los demás actos especialmente legislados
en este Código".
Pero si alguna duda hubiera, y aún aquellos que sostienen una tesis contraria, no
podemos dejar de lado un hecho fundamental: y es la circunstancia de que la
enumeración no es limitativa (Cám. civ. 1$ bilidad y las obligaciones del garajista al
20-8-924; J. A., t. 13, pág. 727; Cám. civ. 2* contrato de depósito. Aún cuando no lo
23-12-931, 3. A., t. 37, pág. 336; Cám. Paz expresa, es al tratar este tipo de contrato
II, 13-3-942, L. L., t. 26, pág. 651; J. A., 1942- cuando dice: "Las obligaciones contraídas
II, pág. 524; Cám. Paz III, 5-5-936, L. L., t. por el depositario pasan a la masa en ra2, pág. 386; Cám. Paz IV, 3-7-944, G. de P., zón del auto de quiebra". Es verdad que
t. 57, pág. 133) citada por Carlos R. S. Al- en lo que concierne a la simple guarda de
eonada Aramburú en Código de Comercio la cosa, el rol del depositario es, en princiAnotado I. Ed. Arayú, Bs. Aires, 1954, pág. 27. pio, puramente pasivo, pero implica, en la
La enumeración que consagra el artículo práctica, según la naturaleza del objeto
8 de nuestro Código de comercio ha mere- depositado, diversas consecuencias que la
cido acerbas críticas que no es el caso de quiebra debe afrontar.
repetir aquí. Entre otros recordamos la
Más adelante señala que a este respecto,
opinión del doctor Mario A. Rivarola en de acuerdo a lo dispuesto por el artículo
Tratado de Derecho Comercial Argentino, 2202 del Código civil, el depositario está
t. 1. Ed. Cía. Argentina de Editores, Bs. Ai- obligado a poner la misma diligencia en la
res, 1938, pág. 6, quien señala la impreci- guarda de la cosa depositada que en las
sión en el Código de comercio en cuanto al suyas propias, obrando como un padre de
criterio de determinación de los actos de familia, lo que queda librado a la aprobacomercio. Es fácil concluir que no sólo exis- ción judicial. Cita a este respecto dos fallos
te una numerosa variedad en la índole de a los cuales nos hemos remitido al estulos actos de comercio que la ley declara diar la responsabilidad del garajista: "La
tales, sino también un sensible desorden e circunstancia de que el depósito oneroso
imprecisión en la enumeración, a lo que se haya sido considerado, por la mayoría de
agrega todavía la designación genérica y los autores como una locación de servicios
comprensiva de todos los demás actos es- no supone que él dueño de un garaje no
pecialmente legislados en este Código. (Se deba emplear la diligencia de un pater
refiere al inc. 11 del art. 8 del Cód. de com.). familia (Cám. civ. 2^, Cap. 28-8-941, RoRamón S. Castillo en Curso de Derecho senvit, José c/Puppo, Julio B., L. L., t. 24,
Comercial, t. 1, Bs. Aires, 8* ed., 1956, págs. pág. 894; J. A., t. 75, pág. 791 y G. del F.,
115 y siguientes, admite que además de la t. 155, pág. 135. Asimismo se refiere al caso
enumeración prevista en el artículo 8 se que ya hemos estudiado registrado en Cám.
incluyen otras empresas, con lo cual se da civ. 2?, 6-12-933, Cap. en autos Levaggi
un carácter esencialmente enunciativo y no c/ Grimaldi Maggiorino en J. A., tomo 44,
taxativo, de modo entonces que puedan , página 683).
incluirse aquellas empresas o actos comerPresumimos pues que la inclusión de esciales que por su naturaleza sean admiti- tos fallos —como referencia al comentario
dos corno tales.
que realiza este autor— coinciden con la
Los especialistas en la materia comercial, tesis que sostenemos. En nuestra opinión,
coinciden, pues dentro de la doctrina na- la declaración de quiebra de un garajista
cional, en considerar tales actos como de se regla por las disposicones del Código de
naturaleza comercial en cuanto a la natu- comercio y por tanto no existen dificultades
raleza de tales actos y tienen por mercan- de ninguna especie, ya que el síndico retiles a las empresas de garaje. Así lo con- presentará a todos los acreedores, y posidera además de los autores que hemos drá solicitar ¡a rescisión de los contratos
citado anteriormente, Francisco J. Garó en con los usuarios si ello se impone por el
su Tratado de las Compras Ventas Comer- ma'ndato judicial.
ciales y Marítimas, t. 1. Ediar S. A., Bs. As.,
Sería de aplicación —por vía de analo1945, pág. 202. Terna 178: "El garajista o gía— lo dispuesto por el articulo 113, indueño de garaje que compra y vende nafta ciso 1? de la ley de quiebras: "Si el quees comerciante" y cita el caso registrado en brado fuere el locatario, tanto la otra parte
J. A., t. 1, pág. 510.
corno el liquidador podrán exigir la resciComo consecuencia de la. expuesto, he- sión de la locación. El plazo para dar por
mos visto que los empresarios que reali- concluida la locación será el plazo legal".
zan esta actividad son susceptibles de ser Esto es en cuanto al locatario que no sea
declarados en quiebra (G. del F., t. 1, pág. dueño del inmueble porque si el garajista
154, autos: Mihanovich, Nicolás S. A. c/ fuera el dueño del1 inmueble sería de apliCía. Metropolitana de Ómnibus).
cación el inciso 2 ?) que establece: "Si el
Es de esta opinión Adolfo E. Parry en su quebrado fuera el locador, la locación conobra: Efectos de la quiebra y el concurso tinuará produciendo sus efectos legales",
civil en las obligaciones y en los contratos, es decir subsitirían los convenios efectuaEdit., Tea, Bs. Aires, 1950, págs. 615 y sigs. dos con los usuarios.
.cuando asimila en principio 3a responsae) Importancia de la delimitación de
esta actividad. Parecería que la delimitación de esta actividad, a los efectos de
establecer si se trata o no de un fondo'de
comercio, si se realizan actos de comercio,
y si su titular es comerciante, no constituyen más que una discusión doctrinaria. Sin
embargo no es así.
Las consecuencias jurídicas que trae aparejado este problema, son múltiples e insospechadas y revisten extraordinaria importancia sobre todo en la interpretación
de los contratos.
Recordamos entre otras, el caso registrado
en J. A., 1956, t. IV, pág. 314, en los autos
Navarra Ezequiel v. De Lúea José s/Reivindicación. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo civil de la Cap. Fed.,(sala "B"),
dejó sentado: 1) "La calidad de cosa mueble
robada, a los efectos de su reivindicación por
su propietario, conforme a lo dispuesto por
el artículo 2765 del Código de comercio,
comprende la sustraída fraudulentamente,
pero no la que ha salido del poder de aquél
por un abuso de confianza, o por la violación de un depósito, o por otro acto de engaño o estafa. 2} La persona contra quien
se reivindica un automóvil, robado, carece
del derecho a reclamar el reintegro de lo que
había pagado por él, si lo compró a personas" que no actuaron, al vendérselo como
dueños o socios de una casa de remates o
simplemente de un negocio públicamente
dedicado a la compraventa de automotores
u otros objetos semejantes. 3) No piteas ser
considerado un negocio -públisamente dedicado a la compra venta de automóviles,
un garaje en el que no exista lugar alguno
destinado a la exhibición de esos vehículos
para su venta al público".
Be acuerdo a lo que disponen los artículos
2768 y 2771 del Código civil, la reivindicación que autoriza, procede a condición de
que el reivindicante reintegre al reivindicado el precio que éste hubiese pagado,
siempre que la cosa se hubiera vendido con
otras iguales en una venta pública o en
una casa de objetos semejantes. Parece evidente que este tipo de reivindicación, con
cargo reconoce como fundamento exclusivo,
dentro de la economía del Código, la muy
adecuada tutela a la indiscutida buena fe,
en el tercer poseedor, de cuya posición se
aparta quien compra la cosa hurtada o perdida a persona sospechosa sin costumbre
de vender cosas semejantes o que carecían
de capacidad o medio para adquirirlas a
su vez.
El demandado había pretendido ampararse en el artículo 2412 del Código civil,
que genera la presunción de propiedad al
adquirente de buena fe de una cosa mueble,
y consiguientemente el poder de repeler
cualquier acción reivindicatoría. Pero en
el caso de autos, el documento no llegó áprobar de que la adquisición la realizó en
las condiciones mencionadas en el artículo
2768 en razón de que la parte vendedora,
no actuó como titular de una casa de remates o de un negocio destinado a la venta de
vehículos u objetos semejantes. La Cámara
confirma el fallo de 1*- instancia por el voto
de los doctores J. V. Martínez, Alfredo Navarro y A, G. Barraquero.
Vinculado a este tema nos preguntamos
si es factible el boycott contra un usuario
propietario de vehículo, para impedirle en
esa forma que el mismo lo guarde o estacione donde le convenga. ¿Se comete un
delito? ¿Constituye tal actitud una restricción del comercio o de la industria?
Sostiene el do:tor Isidro Satanowsky en
su obra: Derecho intelectual, Edit. Tea, t. II,
Bs. Aires, 1954, tema 559 B), pág. 382 que
"sólo puede constituir delito en determinados casos, cuando va acompañada de la violencia física (art. 158 del Cód. pen.). Agrega
que del análisis de la doctrina y jurisprudencia, se infiere que son lícitos los actos
de boycott que tienen por objeto la defensa
de intereses profesionales o del gremio y
que un acto de boycott, cuando es legal,
realizado individualmente, no se transforma
en ilegal por el sólo hecho de. efectuarse
colectivamente". "Y tanto no es delito, que
la inhibición o sea la negativa de comerciar mientras no se cumplan determinadas
obligaciones, ha sido establecida por la Asociación de Propietarios de Garajes, que resolvió (inhibir) que el dueño dé un garaje
no debe admitir en él ningún vehículo cuyo propietario haya dejado cuentas pendientes en un garaje".
Sin embargo existen fallos donde se considera que la actividad del garajista, no es de
carácter comercial.
En la causa Cíchero, registrada en J. A.,
tomo I, página 510, se estableció: "No constituye acto de comercio el hecho de alquilar
locales a terceros para guardar automóviles, siempre que el locador no realice al
mismo tiempo operaciones de compra venta de nafta, y otros accesorios o especule
con el trabajo de obreros en las reparaciones de vehículos".
En este caso la sentencia de 2* instancia
revoca el fallo de 1» instancia del 30 de
abril de 1918 estableciendo que la calidad
de comerciante del deudor, indispensable
para ser declarado en estado de quiebra no
ha sido justificada en el presente caso, parque no constituye acto de comercio el hecho
de alquilar locales a terceros para guardar
automóviles, siempre que el locador del inmueble no realice al mismo tiempo operaciones de compra venta de nafta u otras
accesorios o especule con el trabajo de
obreros en la reparación de los vehículos.
En el caso existía —en principio— la
preeminencia de un arrendamiento de cosas, donde la actividad del principal era la
de un mero "locador" y no el de un garajLsta
organizado como tal.
También nos remitimos al fallo registrado
en los autos: "Iñíguez, Milagro Rafael y
otro v/ Grasso, Ernesto Ángel y otra", publicado en J. A., 1958, tomo I, página 363,
donde se estableció: Especificándose en un
boleto de compra venta de un garaje: "Se
aclara que las entradas mensuales por
concepto de alquiler de cocheras asciende
al importe aproximado mensual de 15.000 a
16.000 pesos m./n. debe considerarse tal manifestación como esencial al contrato, ya
que se refiere a uno de los elementos capitales que se tienen en cuenta en la adquisición de un comercio". "Exigiendo la acción
por vicios redhibitorios extremos distintos
de la acción por dolo, no es posible reemplazar la una por la otra como una mera
cuestión de puro derecho. Frente a una
cláusula contractual, el comprador no está
obligado a realizar ninguna investigación
pues tiene derecho a creer en la buena fe
del vendedor".
"Existe dolo cuando se exageran las utilidades del íondo de comercio vendido, debiendo tenerse en cuenta que la capacidad
productiva es uno de los elementos fundamentales para establecer el valor llave",
"La indemnización acordada a los compradores de un comercio por producir éste meaos utilidades de las prometidas, no puede
ser directamente proporcional a la menor
utilidad bruta del comercio, debiendo fijarse aquélla por los jueces, en virtud de la
facultad conferida por el artículo 37 de la
ley 14.237".
El caso que comentamos demuestra una
vez más que se interpreta al establecimiento "garaje", como un fondo de comercio,
con un valor llave y a su titular como a
un comerciante.
Capitulo tercero
• a) El contrato de ffarafs. Diversas acepciones. Siguiendo a Alfonso de Cossio y
Corra! y Carlos Rubio y.Áreos, en su Tratado de arrendamientos urbanos, Madrid, 1949,
página 303, observamos que estudiara tos
diversos aspectos del contrato en fundón
de los locales destinados a garajes y dtetinguen los siguientes supuestos:
1) Arrendamiento de un local a un particular para que pueda encerrar en él su
coche, en este caso parece indudable que se
trata de un arrendamiento sometido al régimen de viviendas, de conformidad con el
artículo 10 de la ley española del 31 de diciembre de 1946.
2) Arrendamiento de un local, más o
menos amplio a fin de que el arrendatario
establezca en él su negocio de garaje, con
o sin instalaciones: parece igualmente indudable que en tal supuesto se tratará de un
verdadero arrendamiento de local de negocio, ya que las actividades que en él han de
desenvolverse tienen todas las características propias de las actividades de empresa y
que el ánimo de lucro es palmario en tal supuesto.
3) Contrato de garaje propiamente dicho. Resulta difícil su definición y ello se
debe a que, como señalamos, participa a su
vez de los caracteres de otros contratos.
La doctrina no ha encontrado mejor definición que la de A. Jack Les OWigations et
la responsabüité du garagiste, París 1932,
quien expresa que se trata de: "Un contrato
por el que el propietario del automóvil conviene dejar su vehículo mediante remuneración, en los locales destinados a tal fin
de un garagista profesional, con la condición de poder utilizarse en los momentos
que él quiera, durante el tiempo que dure ei
contrato".
Sostiene Valvcrde en su obra: Tratado de
Derecho Civil Español, tomo ni, Valladolid,
1937, página 756, que cuando no se trata de
un contrato con un garajista profesional,
es un arrendamiento de cosas en que el
propietario cede el uso del local sin contraer responsabilidad alguna que no sea de
las derivadas del arriendo. Pero si se celebra
el contrato de garaje con un garajisía profesional, ya no puede encuadrarse en el
arrendamiento de cosas, porque el dueño
del automóvil entrega para su guarda y
conservación. Más se parece al depósito,
pero en realidad no lo es, porque la custodia del automóvil se interrumpe y se reanuda tantas cuantas veces quiera utilizarlo
el dueño.
En el trabajo redactado por Alfonso de
Cossio y Corral intitulado: "El arrendamiento de locales de negocio", Instituto Nacional de Estudio Jurídicos — Anuario de
Derecho citrfí, Madrid, 1949, trae a colación
una sentencia que no mantiene ei criterio
sustentado anteriormente por Valverde.
En la sentencia del 10 de junio de 1929,
donde se sienta la doctrina de que: "El acto
de llevar a encerrar un automóvil a un garaje mediante el pago de la cantidad de
2,50 pesetas por día, sin que consten pactos
o cláusulas especiales, constituye un contrato de arrendamiento de local, comprendido en la definición del artículo 153 del
Código civil aunque llevara implícita la obligación de parte del arrendador de vigilar y
tcostodiar el automóvil en términos genera-
les", Y añade: "Esta obligación de vigilancia y custodia del automóvil encerrado no
desnaturaliza el contrato de arrendamiento
de un. espacio de garaje para convertirlo
en depósito del coche, pues a íavor de la
primera calificación llevan la finalidad del
acto de encerrar el automóvil, que salvo
pacto en contrario, no es otra que la de
albergarle durante el tiempo que no funciona, sin que el dueño traspase la posesión del
mismo al del garaje; la subsistencia del
contrato por el mero hecho de volver a encerrar el coche después de haberlo sacado
cuantas veces quiera el dueño, lo que contradice la naturaleza del depósito, del que
no se alcanaa la utilidad, no siendo por término adecuado a la necesidad de la guarda
y conservación de la cosa, lo que puede establecerse por tiempo indeterminado contra
lo que es de esencia del arrendamiento, a
tenor del artículo 1543 del Código civil,
repugnando a la lógica de los actos el que
en el transcurso de un día se constituyan
y levanten tantos depósitos, como veces entre y salga el automóvil al garaje, y la parvedad de la retribución, así como su uniformidad, tan desproporcionada por el primer concepto, con los riesgos y obligaciones
de que habría de responder el dueño del
local si tuviera el carácter de depositario".
Aclaremos que el artículo 1543 de] Código
civil español dice: "En e! arrendamiento de
cosas, una de las partes se obliga a dar a
la otra el goce o uso de una cosa por tiempo
determinado y precio cierto" (Cód. civ. esp.,
Edit. Reus),
Agrega De Cossio y Corral, que frente a
la tesis clásica de la gratuidad esencial del
depósito, admite la doctrina formas de depósito retribuido, elaborándose una teoría
general de la custodia, la cual se manifiesta
en no pocas figuras contractuales de naturaleza compleja, que abundan en los tiempos modernos.
Ello pudiera llevarnos a pensar con el
Tribunal Supremo que en el caso presente
nos hallábamos con un arrendamiento al
que se habían añadido algunas obligaciones de custodia a cargo del arrendador. Sin
embargo, aún admitiendo que nos encontrásemos aquí con un verdadero arrendamiento, no creemos que se pueda sostener
la existencia de un arrendamiento de local:
no es lo mismo arrendar un local que adquirir el derecho a realizar determinados
actos dentro de ese local y obtener de él
ciertas utilidades, En primer término, puede
distinguirse un doble supuesto: que el derecho adquirido consista en encerrar el coche en una jaula determinada existente
dentro del garaje; o que el coche se haya de
encerrar dentro del garaje, pero sin designación de lugar fijo, el cual puede variar
de un momento a otro; en segundo lugar,
puede limitarse el contrato a encerrar el
coche y a que el garajista preste la debida
custodia, cuyas características serán análogas a las que la ley establece para los
casos de depósito necesario a que se refiere
el artículo 1783 del Código civil (efectos introducidos en fondas y mesones), o extenderse incluso a la prestación de otros servicios, como lo son el de limpieza y engrase
del coche.
Dice el artículo 1783 del Código civil español: "Se reputa también depósito necesario el de los efectos introducidos por los
viajantes en las fondas y mesones. Los fondistas o mesoneros responden de ellos como
tales depositarios, con tal que se hubiesen
dado conocimiento a los mismos, o a sus
dependientes, de los efectos introducidos
en su casa, y que los viajeros por su parte
observen las prevenciones que dichos posaderos o sus sustitutos les hubiesen hecho
sobre cuidado y vigilancia de los efectos".
Claro está que únicamente en el caso en
que lo cedido fuese una jaula o local perfectamente determinado, podría sostenerse la
existencia de un arrendamiento de local, ya
que en los demás supuestos no sería posible
acotar en el espacio el objeto del arrendamiento. Sin embargo, estimamos que ni la
protección ofrecida por la Ley de Arreadamientos Urbanos a los inquilinos y arrendatarios se justifica en -este caso, ni la relación arrendaticia urbana aparece debidamente configurada. A nadie se le ha ocurrido pensar que el hecho de tomar una habitación en un hotel constituya una forma
de arrendamiento urbano, y en este caso
parece que la relación es sumamente parecida.
Ese elemento de custodia que aparece
como esencial al contrato hace que éste no
pueda ser catalogado entre las figuras típicas Que nuestra legislación regula, dando
lugar a un verdadero contrato atípico, cuyo
régimen habrá de establecerse mediante la
aplicación de los preceptos generales del
Código civil en materia de contratos: se
tratará siempre de un aegoc.ío complejo,
integrado por elementos del arrendamiento
de cosas, del depósito, del arrendamiento de
servicios, y aún, a veces, del de obra hecha.
Lo que en modo alguno sería posible, ya que
a él no se ajustan, es aplicarle las normas
que regulan los arrendamientos urbanos, ya
que estas en modo alguno se pueden adaptar a las especíalísimas relaciones que surgen del contrato de garaje.
En la doctrina francesa observamos que
autores como Piaaiol y Ripert (Tratado
práctico de Derecho civil francés, t, XI, 2*
parte, Edit, Cultura S. A., Habana, 1940,
pág. 459) pretenden ver que existe en este
contrato un verdadero depósito, al analizar
la Jurisprudencia Francesa como en el caso
en el que se hace un depósito de una bicicleta que hace el arrendatario en el gara-*
je común del inmueble cuando tal es impuesta por el arrendamiento (Tribunal de
paz, París, 3-10-905, D. 1906, 5. 25). Más
adelante al estudiar los efectos del depósito y referirse a la obligación de guarda expresan que el depositario, según el artículo
1927, debe poner en la guarda de la cosa
depositada, los mismos cuidados que en la
de las cosas que le pertenecen. Esta disposición parece haberse establecido para aliviar la responsabilidad de depositario, que
presta un servicio gratuito, y ha sido libremente elegido por el depositante. De él no
se exigen más cuidados para la cosa depositada que para las suyas propias, ya que,
si es negligente para éstas últimas, el depositante que a pesar de ello le entrega su confianza no puede racionalmente esperar más
que su diligencia ordinaria, en el servicio
que de él pretende.
Por ello partiendo de ese doble punto de
vista, el artículo 1928, reduce la responsabilidad del depositario a la del Derecho
común ya cuando las partes lo han decidido
así, ya cuando el depósito sea retribuido,
o cuando el depositario esté interesado en el
depósito de un modo cualquiera, sea cuando
el depositario se haya ofrecido para recibir
el depósito.
Estas disposiciones se refieren tanto a todos los depósitos verdaderamente usuales,
y sobre ellas conviene insistir.
Tal es el caso, respecto a toda persona
que tenga un establecimiento abierto para
que el público deposite, objetos de determinada categoría como un garage: Tribunal
de Paz, París, abril 28, 1905 D. 1905 2. o un
Banco.
Planiol y Ripert traen a colación el fallo
del Tribunal del Sena, de marzo 28 de 1930
Pa., 1930-2-58, que estableció que el garajista, depositario de un automóvil no está
obligado a vaciar el radiador a fin de ampararlo contra la congelación, solución muy
discutida, ya que se trata ahí de un cuidado
normal previsto además por los usos. (Acotación esta última que hacen Planiol y
Eipert.)
Al estudiar el contrato de hotelería (pág.
476 del mismo tomo}, Planiol y Eipert, hacen extensiva la responsabilidad del hotelero, a todos los objetos que lleve consigo el
pasajero, entre ellos un automóvil que haya
colocado en el recinto del hotel (Conf. Baudry Lacantinerie y Wahl, Loe. núm. 191;
Trib. Fontainebleau, diciembre 10, 1903 D.
1904, 2. 179). Más adelante efectuamos un
estudio respecto a la responsabilidad de los
hoteleros en función de los artículos 2230/31
de nuestro Código civil. Basta señalar por
ahora que el régimen es bien distinte para
el contrato de garaje.
El profesor de la Universidad de Milán
Francisco Messineo en su obra Manual de
Derecho Civil y Comercial, tomo V, Edit.
Ejea, Es. Aires, 1955, pág. 281 considera que
el contrato de estacionamiento es una
subespecie del de depósito, contrato oneroso, y por consiguiente, en el caso depósito
retribuido, que tiene por objeto la custodia
de vehículos, por lo general de autovehículos, hecha en los llamados garajes, en virtud de entrega del vehículo o del autovehículo.
Por el contrario, se trata de depósito verdadero y propio (Arg. art. 1783) cuando el
establecimento sea explotado por el hotelero (o por su auxiliar o representante), donde el depositante del vehículo toma alojamiento (Cucinotta, L'autorímessa, Boma
1934).
Pero el mismo Messineo entiende que no
es depósito, cuando presenta un contenido
más complejo, esto es, cuando además de la
custodia, el depositario asuma obligaciones
ulteriores, que es dudoso si son accesorias y
quedan absorbidas por la obligación principal (custodia); por ejemplo, no tiene un
nexo necesario con la custodia la limpieza u
otra operación que se dirija al 'mantenimiento del vehículo o del autovehículo.
Compartimos esta última opinión porque
nos parece acertada, y en razón de tratarse
de un contrato de naturaleza especial, no
obsta determinar su naturaleza jurídica solamente para arribar a soluciones, sino que
se requiere algo más, determinar con precisión que es lo que las partes han pactado
en cada caso.
Aún cuando no lo parezca el contrato de
garaje posee distintas modalidades que, como hemos reseñado precedentemente, requiere un análisis detenido cada vez que
nos tengamos que enfrentar con uno dé
estos contratos.
En nuestra opinión debemos hablar de
la posibilidad de la existencia de un arrendamiento de uso, contrato que participa de
las características del contrato de locación,
pero con una fisonomía propia cuyos elementos destacaremos más adelante.
Precisamente se ocupan del estudio de
esté contrato Ludwig Enneccerus, Theodor
Kipp y Martín Wolff en su monumental
obra Tratado de Derecho civil, tomo 2' "Derecho de las obligaciones", Edit. Bosch,
página 139, donde se estudia el contrato de
arrendamiento de uso y se establece que la
locatio conductio reí se subdivide en arrendamiento de uso (miete), y arrendamiento
de uso y disfrute (pacht). El arrendamiento
de uso se refiere únicamente a las cosas y
otorga sólo el uso, no el goce de los frutos.
El arrendamiento de uso y disfrute se refiere a las cosas o a derechos y otorga ademas del uso, el goce de los frutos. Por ejemplo, derechos de caza y pesca, de minas,
gabelas, de pago por puentes, etcétera.
En virtud del contrato de arrendamiento
de uso, el arrendador se obliga a garantizar
el uso de una cosa o del local durante el
tiempo de arriendo y el arrendatario a una
contraprestación de cualquier clase.
En cambio el contrato de depósito se dirige al depósito de la cosa, entonces se ha de
disponer un lugar adecuado y custodiarla
debidamente. Si además de la concesión de
un local y de la custodia, se promete una
actividad especial de vigilancia o de cuidado, habrá un mandato o un contrato de
servicios. El depositario no está facultado
para usar de la cosa. Si se le concede el uso,
el contrato es de arrendamiento, si es oneroso y de comodato en el otro caso.
Ahora bien, si conforme a la intención
de las partes el depósito es lo principal y
se permite al depositario usar de la cosa
únicamente en determinadas circunstancias
o en aspectos secundarios este permiso habrá de interpretarse como estipulación accesoria al contrato de depósito. Si solo se
otorga un local al que la cosa debe ser llevada o en la cual pueda dejarse, no hay
contrato de depósito sino arrendamiento de
uso, en el caso de ser retribuido, y si es gratuito, un comodatum loci, Seusff A 37, núm.
305. Tampoco es contrato de depósito el contrato sobre cajas en cámaras acorazadas
sino arrendamiento de uso con obligaciones
secundarias.
Ricardo Fubini, profesor de la Universidad de Turín, en su obra: El contrato de
arrendamiento de cosas, tomo I, Madrid,
1930, página 158, al estudiar el depósito y el
arrendamiento de cosas, destaca que en
muchísimos negocios el elemento de la custodia adquiere una importancia relevante
en cuanto representa la expresión práctica
de la diligencia a la que está obligado el
deudor. Sólo cuando tal elemento constituya la causa de la relación jurídica estamos
frente al contrato de depósito.
En algunas hipótesis en las que el arrendador se obliga a una diligencia especial con
relación a las cosas introducidas por el
arrendatario en los lugares arrendados
quieren ver la figura de un depósito. Lo
mismo sucede en el supuesto del servicio de
cajas de seguridad, negocio del que se derivan consecuencias prácticas diferentes según se le califique jurídicamente de una
forma o de otra. Observamos antes de nada
que, a nuestro parecer, en este caso especial
se ha querido dar por los autores demasiada
importancia a circunstancias de hecho que
nada añaden ni quitan a la fisonomía jurídica del contrato. En efecto, no es posible
incluir bajo una misma fórmula todos los
negocios referentes a un mismo tipo; la
complejidad de las relaciones humanas se
manifiesta continuamente, y en especial
como consecuencia de los progresos industriales, en aspectos cada vez más variados,
pero esto no significa que sea necesario
crear nuevas instituciones, como pretende
hacerse, cuando baste aplicar rectamente
las antiguas y encerrar en sus normas las
figuras que van apareciendo, en cuanto
esto sea posible.
En esta parte de su obra, el citado autor
realiza un profundo estudio acerca del contrato que se perfecciona en los bancos respecto a la utilización de las cajas de seguridad. Pero destaca que lo que influye sobre
el arrendamiento no es la material detentación, sino la posibilidad de goce, el uti
fruti, y ya pudimos ver, a propósito de algunas especies de arrendamiento, que el
desarrollo de una cierta actividad por parte
•del arrendador no basta para que los caracteres el negocio desaparezcan.
Si yo, habitando una casa de tipo moderno, en la que se procura de modo perfecto la vigilancia y el cuidado de las habitaciones por medio de un encargado del
dueño de la casa, dejo en mis habitaciones objetos de valor, no cabe duda de
que atribuyo bastante importancia a la
custodia.
Pues bien, a pesar de esto y a pesar de la
posible responsabilidad del arrendador por
la falta de cuidado de su encargado, la relación fundamental no cambia en nada.
Sostiene Fubini, que el arrendador no
puede ser considerado como depositario de
los objetos contenidos en los locales concedidos en arrendamiento.
No es suficiente la entrega de las llaves
por parte del arrendatario para generar una
responsabilidad especial del arrendador,
cuando otras circunstancias no indican que
haya aceptado constituirse en depositario
de los muebles contenidos en el departamento arrendado y cuando la naturaleza
de la actividad industrial del arrendador
no supusiese por si misma, la obligación
de custodiar los efectos del arrendatario.
No está de más indicar la importancia
práctica de la solución de tal problema en
materia de pérdida de la cosa, porque en
la hipótesis del arrendamiento debe probarse la culpa del arrendador, mientras que
en la de depósito corresponde al depositario
la demostración de su irresponsabilidad.
Louis Josserand, profesor de la Facultad
de Derecho de Lyon, en su obra Derecho
CMl, tomo II, volumen II, Contratos, Bdit.
Bosch y Cía., página 277 destaca que aun-
que el depósito es un contrato real, implica
en las partes una voluntad apropiada; es
preciso que el depositante entienda entregar y el depositario sepa que recibe la cosa
a título de depósito, en este sentido, es exacto decir con el artículo 1921, que "El depósito voluntario se forma por el consentimiento recíproco de la persona que hace el
depósito, y de la persona que lo recibe".
Por esta razón, la operación deja de ser
depósito, en primer lugar, si no revela por
parte del supuesto depositario intención de
asumir la guarda de la cosa., pues se reduce
estrechamente a un negotium más comprensivo en el cual se encuadra; así, la
conservación de equipajes o mercaderías, a
la llegada, forma parte íntegramente del
contrato de transporte, que no cesa hasta
que se entregan los objetos, así ocurre también que los efectos aportados por un doméstico no son en modo alguno objeto de
un depósito, cuya carga no ha entendido el
dueño asumir distintamente, sino que pertenecen al contrato de trabajo, por el mismo título que la ropa o la herramienta dejadas en la obra por un obrero.
En todas estas eventualidades, no hay
depósito porque la voluntad de depositar o
de recibir en depósito no existe principalmente en las partes.
Destaca asimismo Josserand, que la concepción tradicional era que el depósito se
considerara como un contrato esencialmente gratuito (art. 1917), pero en nuestro Derecho —se refiere al francés—, se ha visto
surgir, al lado de este depósito de "viejo
estilo", el depósito remunerado, acto interesado para ambas partes, y, con la mayor frecuencia, acto profesional en el depositario, que se llama depositario general,
guardamuebles, contratista de transportes,
empresario de espectáculos, hotelero, para
los equijajes y efectos del viajero, banquero
para los títulos y los objetos preciosos depositados en sus cajas, garagista, compañía internacional de coches camas, etcétera,
personas todas ellas que no obran desinteresadamente y que entienden la justa
remuneración por sus servicios. Así se ha
constituido un depósito de "moderno estilo",
que difiere bastante sensiblemente del antiguo tipo; el título oneroso ha prevalecido
sobre el título gratuito (L. Josserand, Les
mobiles dnns les ocies juridiques de Droit
privé, números 274 y sgts).
En una palabra, para Loáis Josserand, el
contrato de garaje, es uno de los tantos
contratos de depósito.
Allí donde se ha querido ver como elemento diferenciador entre el arrendamiento
(oneroso) y el depósito (gratuito), no ha
podido determinarse con precisión que el
contrato de garaje pueda encasillarse, den-
tro de uno u otro contrato, porque existen
legislaciones como la del Código italiano,
donde según señala el profesor de la Universidad de Ñapóles Roberto de Ruggiero en
su obra Instituciones de Derecho Civil,
traduc.
Edit. Reus S. A., Madrid, tomo. II,
vol. I1?, página 449, el Código consiente (art.
1844, núm. 2<?) que se pacte una remuneración por la custodia, sin que la relación
degenere en arrendamiento; de ahí que la
gratuidad que el artículo 1837 declara esencial del depósito ordinario, significa únicamente que, no mediando un pacto especial, no se debe abonar compensación alguna.
•b) La intención de las partes. La vo-
luntad de las partes juega un rol esencial
para la tipificación de este contrato.
Las modalidades que puede asumir son
múltiples.
Pero como señala Glno Garla en su obra
El contrato, tomo I, Edit. Bosch, Barcelona,
página 25: "Intención de obligarse en sentido jurídico", no significa que el promitente
tenga exacta conciencia de someterse a un
determinado tipo de coacción jurídica, con
todo su específico mecanismo técnico procesal; ni de los efectos, ni de la extensión
de la responsabilidad que el Derecho atribuye a la promesa, integrando la voluntad
de las partes, más o menos sobre la base
de la experiencia.
En el campo de los negocios típicamente
jurídicos, es decir, de los usuales o de los que
según la costumbre de una determinada
sociedad son considerados como normalmente jurídicos (los llamados contratos típicos), casi parece desaparecer aquella intención, absorbida por el elemento de la
tipicidad. Pero no porque tal intención sea
irrelevante —como bien señala Gorga— ni
porque la función de la voluntad se reduzca a poner en movimiento un mecanismo
jurídico; sino porque en el 99,9 por 100 de
los casos existe ía intención de obligarse
en el terreno jurídico, ya que el hombre
que vive en tal sociedad participa de su
experiencia.
Pero donde adquiere toda su importancia
la intención de obligarse en el plano jurídico es en los contratos atípleos. El problema de la existencia en concreto de dicha
intención adquiere cada vez mayor importancia, porque presenta cada vez mayores
dificultades a medida que se pasa de los
contratos típicos a los atípleos y de éstos
a los que presentan el máximo grado de
atipieidad.
Tal problema lo hemos contemplado en
el nacimiento de este nuevo contrato de
garaje al que hoy día damos un carácter
especial al que creemos se le debe dar la
jerarquía jurídica que corresponde dentro
de las nuevas concepciones del Derecho civil.
c) Naturaleza jurídica. El contrato de
garaje ha sido considerado como un contrato innominado que participa de los caracteres integrantes de otros contratos: el
depósito, arrendamiento de cosas, arrendamiento o locación de servicios y en algunos
casos, de locación de obra.
Indudablemente que participa de las características de otros contratos afines. Creemos que todo reside en analizar cuál es el
contrato que mayor influencia tiene en su
constitución y como consecuencia de ello,
sobre qué contrato reflejará mayor incidencia.
Para ello nos permitimos esbozar el siguiente esquema que efectuamos a continuación:
1.
Arrendamiento:
El estacionamiento o uso de
un espacio.
Depósito: Custodia.
3.
Prestación de servicios y/o de
obra.
4.
Suministros: Compra y venta.
De acuerdo a este cuadro observamos que
el elemento "arrendamiento", constituye no
sólo el factor de preponderancia, sino que
tiene mayor extensión que los demás. Es
decir entonces que desde el punto de vista
cuantitativo y cualitativo, prima sin lugar
a dudas ese elemento que caracteriza al
contrato de arrendamiento y que está por
el espacio necesario que ocupa el vehículo.
Las bases para llegar a esta conclusión
son simples:
a) Porque no se puede concebir el contrato de garaje, sin un lugar adecuado para
dejar el vehículo estacionado. Es decir, que
el elemento espacio es fundamental para
este contrato.
b) Los demás elementos son adicionales
y constituyen meras variantes del contrato
de garaje que a medida que suministra
mayores comodidades al usuario, se convierte en un contrato rnás amplio.
c) Hoy día es común que en los contratos de garaje el propietario limite su responsabilidad, mediante cláusulas especiales insertas en los recibos o contratos, por las
cuales se establece; por ejemplo: "Este establecimiento no se responsabiliza por los
daños al vehículo provenientes de caso fortuito o fuerza mayor" o bien "este establecimiento no se responsabiliza por robos o
hurtos de los vehículos que en él se dejan"
o bien "este establecimiento no se responsabiliza por la pérdida o sustracción de elementos de los vehículos, ni por los daños
que produjeren otros coches estacionados
en el establecimiento", etc. Hemos observado que en algunos casos se ha llegado a
establecer la totalidad de estas cláusulas.
d) En consecuencia aquellos que ven en
el contrato de garaje el elemento de la
"custodia", como el principal factor que influye en determinar que tal contrato se
acerca mas al depósito, no pueden esgrimir
tal argumento, cuando concurren circunstancias donde se establecen cláusulas como
las que hemos referido en el párrafo anterior.
e) No cabe duda, pues que para la calificación definitiva de ciertos contratos como
los innominados, debe estarse a la naturaleza del contrato en sí, en cada caso particular. Por ello, en los países donde el espacio no constituye un factor primordial,
donde exista la comodidad suficiente para
estacionar un vehículo cómodamente y en
cualquier parte de un garaje, o allí donde
no se adviertan los problemas de las grandes urbes superpobladas, el elemento de la
custodia jugará un factor más preponderante tal vez. Pero donde se advierte que los
garajes se van demoliendo o no se construyen en la medida necesaria, en las ciudades
donde se hace indispensable la construcción
constante de viviendas se observa, que el
elemento de la custodia, en tales contratos
juega un rol secundario, para dar cabida al
grave problema del estacionamiento.
f) El articulo 1493 del Código civil establece: "Habrá locación, cuando dos partes
se obliguen recíprocamente, la una a conceder el uso o goce de una cosa, o a ejecutar
una obra, o prestar un servicio; y la otra
a pagar por este uso, goce, obra o servicio
un precio determinado en dinero" (1^ parte). En cambio el artículo 2182 del Código
civil dice: "El contrato de depósito se verifica, cuando una de las partes se obliga
a guardar gratuitamente una cosa mueble
o inmueble que la otra le confía, y a restituir la misma e idéntica cosa". En nuestra opinión, se trata- de un contrato innominado, pero que se inclina hacia el airen'
damiento (en especial: el arrendamiento mentos. Vimos que la guarda o custodia
de uso). De la nota al artículo 1493 no se tampoco caracterizan en nuestra opinión al
desprende que Vélez Sársfield, haya con- contrato de garaje como elemento fundatemplado este tipo de contrato en esta par- mental.,
te del Código. El Codificador hace una serie
Cuando el dueño de un vehículo lo lleva
de acotaciones sobre distintos tipos de con- a un garaje para guardarlo, lo hace con el
tratos que califica de innominados, pero no ánimo de proteger y resguardar al vehículo
de la intemperie, de las inclemencias del
entra a considerarlos específicamente.
En la nota al artículo 2182 del Código ci- tiempo, de trabar la acción de quienes previl, Vélez expresa que "no siempre que se tendan dañarlo, ya sea pinchándole las goguarda gratuitamente una cosa, hay depó- mas o haciendo caricaturas en su pintura.
sito, es preciso que ella tenga por fin prin- Se pretende dificultar la acción de los decipal la guarda de la cosa". Cuando la guar- lincuentes para evitar el robo de vehículos
da de la cosa es sólo secundaria, cuando no o de sus partes esenciales.
Se trata de obtener la comodidad necees sino la consecuencia de un contrato ya
perfecto, en nada cambia la naturaleza de- saria para que el vehículo sea limpiado, o
lavado, en las horas de reposo de su dueño,
este contrato.
Si yo, por ejemplo, os encargo, recibir de etcétera.
Pero no escapará al criterio de nadie que
un tercero una cosa, y guardarla hasta que
disponga de ella, el contrato es mandato y frente a la situación crítica motivada por
no depósito. Lo mismo sería si por resul- la notoria disminución de construcciones
tado de una convención, quedare en poder destinadas a estacionar vehículos, ya sean
del mandatario una suma de dinero, y el garajes particulares o fondos de comercio
mandante le encargare que se la guardase destinados a tal finalidad, lo que se busca
al estacionar un vehículo en un garaje es
hasta disponer de ella.
Es decir entonces que Vélez admite que "un espacio", un "lugar" que podrá ser deno siempre que haya "guarda", es decir terminado o indeterminado, ya que este fac"custodia", deba estarse frente a un con- tor juega un rol secundario, cuando se tietrato de depósito, sino que admite la posi- nen las comodidades necesarias para disfrubilidad que aún cuando medie este propó- tar del uso de un garaje con las comodidasito, no se desnaturalice el verdadero con- des que serían de desear.
Ese elemento "espacio para estacionar",
trato que dio motivo a la relación jurídica
objeto de esa guarda o de esa custodia.
se hace más angustioso para aquellos que
Vemos aquí entonces una de las raíces viven en arterias donde no se permite el
que sirven de base a nuestra postura.
estacionamiento, o que no son susceptibles
Sabemos que el contrato de depósito es de estacionar, como ser en los lugares cénun contrato real, esencialmente gratuito, y tricos de las ciudades o bien en carreteras
unilateral, características que difieren no- que constituyen rutas de tránsito intenso.
toriamente del contrato de locación por ser
Y ya no se piensa en la "custodia", ni en
éste esencialmente, consensual, oneroso y
la guarda.
bilateral.
La instalación del usuario es bien distinta,
Pero hoy día, no puede considerarse al creada eso sí por un estado de necesidad,
contrato de depósito como esencialmente pero al contratar, su voluntad en realidad
gratuito, porque en su evolución moderna tiende a obtener la comodidad necesaria
se ha tornado un contrato oneroso.
para dejar el vehículo estacionado.
g) De acuerdo, pues al párrafo que anEn conclusión no nos cabe ninguna duda
tecede el elemento gratuidad ha pasado al que estamos frente a un nuevo tipo de
segundo plano y debemos descartarlo lisa arrendamiento: el arrendamiento de uso, y
y llanamente.
que priva en este contrato como elemento
h) En consecuencia, aquellos que sostie- esencial el factor "espacio" a los efectos de
nen que en el contrato de garaje, no hay estacionar el vehículo.
depósito, porque este es gratuito, debemos
Una de las críticas más esenciales que se
responderles que si bien entendernos que el han efectuado a esta idea es la de que no
contrato de garaje no es un contrato de puede hablarse de arrendamiento de un
depósito, porque éste es gratuito, debemos espacio en un garaje, cuando no exista la
o de la onerosidad (que caracteriza al determinación de una cochera prefijada, o
arrendamiento), lo que distingue al con- de un espacio delimitado, donde en forma
trato, porque es perfectamente admisible constante se deje y se saque el vehículo. Es
la idea del depósito oneroso sobre todo si , decir la delimitación tíe un espacio fijo.
se tiene en cuenta que se trata o se aproxima'más a un contrato de índole comercial que a uno de carácter civil.
i) Entonces debemos acudir a otros ele-
Nosotros combatimos esta idea como se
podrá observar más adelante, porque entendemos que puede arrendarse un espacio
para el vehículo que se determinará cada
vez que el vehículo se coloque en ese espacio, porque en realidad la determinación
existe desde el momento que se arrienda
cualquier lugar del recinto del garaje, con
tal de dejar estacionado el vehículo en cuestión importando poco esa aparente indeterminación.
Esa indeterminación resulta aparente,
porque está dada por los limites del recinto del garaje o del lugar habilitado como
tal. Se arrienda cualquier lugar pero del
garaje.
¿Acaso no hay arrendamiento cuando se
alquila una misma pieza para que tres personas vivan en ella?
No obsta a la comparación la circunstancia de que en el caso intervenga el vehículo, elemento que no aparece en el ejemplo
propuesto.
d) Caracteres. Entendemos que se trata
de un contrato oneroso, consensual, bilateral, puede ser escrito o verbal.
e) Perfeccionamiento del contrato. El
contrato que estudiamos es de carácter
esencialmente verbal. ••
Generalmente no se confeccionan contratos escritos y su inexistencia ha dado
lugar a soluciones muchas veces injustas.
Como señala A. Jack (ob c\t., pág. 658), la
práctica consiste en confiar su coche al
garaje y se ha adentrado tanto en la vida
corriente y por otra parte, obedece a usos
profesionales ya determinados, para sufrir
precauciones tan incómodas. Esto no quiere decir que no concluya ningún escrito en
ocasión del garaje. Lo único que a lo sumo
recibe el usuario, del garajista, es un recibo
del precio.
Tal recibo no prueba más que la existencia y el precio del garaje respecto a un
cliente determinado; pues también, por la
fecha que menciona, provee datos, sobre el
comienzo de ejecución del mismo, aun cuando no se haya pactado su conclusión, como
es usual.
Pero, no contiene menciones susceptibles
de determinar elementos de solución en
cuanto a la responsabilidad del garajista.
Es preciso saber, si las limitaciones de responsabilidad colocadas en tales recibos tienen validez y si las carteles, avisos o notificaciones efectuadas por los garajtstas tienen alguna importancia para desvirtuar sus
obligaciones.
El caso que planteamos es nuevo.
Ya en Francia, se había planteado esta
situación y pueden observarse por lo menos dos regímenes diferentes. Por un lado,
los afiliados a la Cámara Nacional de Comercio del Automóvil, poseen una tarifa y
un reglamento de garaje, fijados, de antemano por la referida Cámara y que se impone a todos sus clientes. Se trata de cláu-
sulas especiales, de fórmulas simples que
contienen seis o siete artículos generalmente entre los cuales figuran: Las "condiciones generales" donde se establecía las
modalidades de la entrega del dinero, cláusulas concernientes a las acciones de los
clientes y las obligaciones que les incumbían en su conducta en el interior del garaje; reglamento interno del garaje, convenciones de irresponsabilidad del garajista en particular a los objetos móviles que
podría contener el coche, o en caso de estallido del motor por las heladas.
Si bien no podía interpretarse que tal folleto constituyera la prueba preconstituída
del contrato, ya que el garajista no lo firmaba, no era un recibo de depósito, porque
era el cliente y no el garajista como decimos, quien lo firmaba.
Era el cliente prácticamente quien asumía un compromiso, aprobaba con su firma,
todo lo que el escrito decía.
Posteriormente se introduce otro sistema
consistente en un reglamento de garaje y
la tarificación de los precios que se cobran.
Se caracteriza este sistema, porque aun
cuando falte la firma del cliente, él debe ser
considerado como que se encuentra enterado de las mismas, en razón de dejar el
vehículo en el garaje, ya que tales reglamentos se encuentran colocados en la entrada y en lugares bien visibles del local;
constando de pocas cláusulas, legibles aún
a distancia.
¿Y si el cliente pretende ignorar su existencia?
Señala A. Jack (ob. cit., pág. 664), que
de todos modos, se aplicaría tal reglamento, porque está colocado en un lugar bien
visible y el cliente que no lo hubiera leído
sería tachado de negligente o de obrar de
mala fe, circunstancias constitutivas de faltas cuya mayor sanción será la aplicación
del reglamento citado.
Nos preguntamos: ¿Y ello, es Justo?
¿Es admisible que se imponga en esa forma la voluntad unilateral del garajista?
Por un lado tenemos tanto en Francia
como en nuestro país, el principio, que el
silencio equivale a una aceptación tácita en
caso de relaciones preexistentes entre las
partes, pero aún debe ser establecido desde el principio, para que pueda jugar esta
aceptación tácita, que el ofrecimiento haya
sido efectivamente conocido por el aceptante.
En Francia la Corte de Casación reconoce
que el afiche es suficiente para entrañar la
presunción de conocimiento efectivo del reglamento de taller para el obrero.
En nuestro país en lugar del Reglamento
Interno, o el afiche, hemos visto que ciertos
garajistas en los recibos de pago del precio,
colocan cláusulas limitativas de responsabilidad donde establecen que no responderán por el incendio, pérdidas de objetos,
sustracción del vehículo, etcétera.
Varios fallos judiciales se han referido a
la validez de esas cláusulas y la Jurisprudencia imperante se inclina por no aceptarlas.
En el fallo registrado por la Cámara Civil de la Capital Federal, Sala "F" en Expte.
16.648 del 31-3-959 en autos: "M. Hnos. c/P.
J. M. s/ daños y perjuicios", se establece.
"que no excusa la responsabilidad del garajista, la frase asentada en minúsculas
letras de imprenta al final de cada uno de
dichos recibos, ya que por la índole o importancia del contenido de la cláusula debió ser motivo de estipulación, expresa entre las partes (doctrina de los arts. 874, 918,
919 del Cód. civ.); ni el hecho de haber
retirado las llaves de contacto del coche,
puesto que sólo constituían una de las más
elementales precauciones por falta de debida vigilancia, ni la circunstancia de haber efectuado una infructuosa persecución
del coche robado".
Hemos visto ya, el primer sistema de contratación que había en Francia. Debemos
destacar que con respecto a la otra modalidad, es decir a los garajes sindicados, ellos
a menudo tienen un reglamento interno
individual, al menos fragmentario, colocado
en el garaje que generalmente se limita a un
pequeño número de prescripciones, simples
repeticiones de reglamentos de policía como la prohibición de firmas, obligación del
propietario del coche de vaciar el radiador
en caso de helada, etcétera.
En estos casos, se está más de cerca a un
verdadero acuerdo de voluntades, después
de discutir sus condiciones, discusión en las
que las partes habrán expuesto sus razones para concluirlo, de manera que reúnen
las condiciones de un contrato clásico y
normal, por lo menos en su elaboración.
Sucede, pues, lo contrario en los garajes
afiliados a la Cámara Nacional de Comercio del Automóvil en Francia, donde tendrá
fuerza obligatoria la tarifa y el reglamento
que hemos analizado.
¿En este último caso se estaría frente a
un contrato de adhesión?
Sí, si se tiene en cuenta que el reglamento de tales entidades aparecen como derivados de manifestaciones de voluntad tácita, sucesivas y" colectivas de los interesados en la operación garaje. Para A. Jack, se
trata simplemente de usos redactados por
escrito, porque el uso se analiza en una
voluntad común tácita y repetida, resultante de una práctica antigua, puesto que él
obtiene fuerza obligatoria de la voluntad
de las partes.
f) Modalidades que puede asumir este
contrato. Las formas, fuentes y modalidades que puede asumir este contrato son
múltiples. Se entrelazan y dependen unas
de otras. Y es así que haciendo alusión a
los hábitos del cliente y garajista, puede
asumir facetas muy numerosas.
Pero es ante la existencia, extensión o
ausencia de las condiciones entre el garajista y el usuario, cuando nos vamos a encontrar frente a grandes dificultades.
Así por ejemplo, en el caso de deterioraciones por falta de conservación del vehículo.
Muchas veces las tratativas no son con el
garajista mismo, sino con sus empleados o
encargados.
Y en ese sentido ¿puede admitirse la existencia de un mandato tácito y general dado por el patrón para recibir y efectuar
órdenes de cliente y presumido por el solo
hecho de la existencia del contrato de trabajo y de la entrada en funciones del empleado?
Es curioso que esta dificultad práctica,
no haya preocupado a los autores.
Tanto en nuestro país, como en la mayoría de las naciones que tienen el problema del garaje, provocan situaciones de las
más diversas, motivadas por el personal que
generalmente está a cargo del garaje.
En general habrá un representante del
patrón, para atender el garaje.
Lo que puede complicar la situación es la
ausencia del compromiso del dueño, cuando
no está reconocido el poder del empleado
para atender el garaje, para representarlo,
no entrañando necesariamente la ausencia
de toda obligación respecto al cliente, incumbiéndole determinadas tareas y nada
más.
El problema es cuando el empleado muchas veces se obliga personalmente.
La práctica de la propina ha creado —digamos— una especie de remuneración por
parte del cliente con el empleado u obrero
del garaje, sin conocimiento muchas veces
del patrón. Cuando el usuario le da una
orden no se sabe si compromete al patrón
también y quien será finalmente el encargado de ella y el remunerado, por la suma
entregada, ya que prácticamente es el asalariado el que ejecutará el trabajo encomendado y que tomará el dinero a nombre
del patrón o en el suyo propio (generalmente) .
Esta práctica, mientras el dueño del garaje no la conozca ni haya autorizado, será
considerada como ilícita, y contraria a las
obligaciones resultantes, para el empleado
u obrero de su contrato de trabajo, en virtud del cual, salvo estipulación en contrario, él debe todo su tiempo a su patrón, no
obstante que el dueño debe transmitirle las
órdenes dadas pur el cliente, sin que el salario pueda transformarse en el sentido
económico de la palabra, durante su tiempo de trabajo.
El cliente que procede así por contrato directo con el asalariado, ¿no se constituye
en cómplice de la violación de una obligación contractual? ¿Y no es responsable entonces, de daños e intereses al dueño?
Creemos q,ue se tratará de una situación
de injuria a los intereses del patrono provocada por el asalariado que procediera en
esa forma. (Art. 159 de la ley 11.729 por
tratarse de un caso de desobediencia y falta grave del empleado; Código del Trabajo
Anotado, por E. Krotoschin y J. A. F. Ratti,
t. 1, pág. 155. Ed. Depalma, Bs. Aires, 1956;
y Alfredo J. Ruprecht Contrato de Trabajo,
Om«ba, t. 4, pág. 397 y sigs.).
En el caso sometido a la Corte de Riom
el 12 de enero de 1932, se trataba de la orden de vaciado del radiador dada a un empleado y ejecutada imperfectamente, de tal
suerte que el cliente quería cargar al patrón la responsabilidad del estallido del
motor por la helada. El fallo hace justicia
a esta pretención: "Pero considerando que
la invitación'de proceder al vaciado del motor ha sido dada, no a B... que no la ha
conocido de ningún modo sino a sus empleados que haciendo esto M . . . ha dado a
éstos últimos un mandato particular y completamente personal que no entra en las
funciones normales para las cuales B . . .
los ha contratado, por consiguiente, la inejecución sólo pone en juego su propia responsabilidad".
Se pregunta A. Jack (ob. cit., pág. 674), si
la orden dada por el cliente, ¿no entraba
en las funciones normales del empleado?
No, parece, de acuerdo al género del establecimiento y al costo del garaje (26 francos por mes), que haya habido un número
tan grande de empleados y tan especializados que aquellos a quienes se les haya dado
las órdenes del vaciado del motor, no hayan
podido proceder a hacerlo ellos mismos.
Quiere decir entonces, que es más bien el
hecho de recibir órdenes del cliente lo que
no entra dentro de las atribuciones normales del empleado, de acuerdo al criterio
aparente de los consejeros de Riom.
Vemos, pues, la imperiosa necesidad de
establecer un reglamento o un estatuto que
vele por la seguridad y tranquilidad de las
partes que intervienen en este contrato, ya
que las modalidades y las convenciones que
pueden hacerse alrededor del mismo son
múltiples, como hemos dicho anteriormente,
y no será cuestión que los tribunales entren
a juzgar cada situación, pues sin perjuicio
de no contar con una jurisprudencia unifi-
cada, una Corte de Casación, nos veríamos
sometidos a tal incertidumbre, que harían
de este contrato tan complejo, una maraña
de situaciones imposibles de desentrañar, y
creando así una inseguridad propia que
generalmente traen aparejados los nuevos
problemas jurídicos.
Capítulo Cuwto.
a) Definición del Contrato de Garaje.
Cuando queremos referirnos al contrato de
garaje, no invocamos por cierto, el contrato celebrado entre el propietario de un inmueble con el dueño de un local o de un
establecimiento destinado a garaje.
Pretendemos definir la relación existente entre el usuario que detenta un vehículo (sea o no de su propiedad), y el que se
configura con el dueño del establecimiento,
es decir con el garajista.
Resulta difícil comprender en una definición toda la relación jurídica que se desprende del contrato que pueden formalizar
el usuario y el garajista. Su definición por
tanto puede resultar compleja, porque dependerá a veces de las circunstancias del
caso, para establecer concretamente, cual
es la verdadera situación en que se encuentra cada una de las partes, de acuerdo a
la naturaleza del contrato que han querido
establecer.
Para A. Jack (ob. cit., pág. 603), dice que
se trata de "Un contrato por el que el propietario del automóvil conviene dejar su
vehículo mediante remuneración, en los locales destinados a tal fin, de un garajista
profesional, con la condición de poder utilizarle en los momentos que él quiera, durante el tiempo que dure el contrato".
Tal vez otros, hagan la crítica de la definición que proponemos más adelante. Nos
ocuparemos de comentar en líneas generales esta definición.
No compartimos el criterio de A. Jack
cuando se limita a ver este tipo de contrato
solamente, cuando se entrega o conviene
"dejar", un automóvil.
Nosotros entendemos como ya lo señalamos antes, que el contrato puede referirse
a otros vehículos en general, incluso a acoplados, casas rodantes, etcétera, aun cuando no posean un medio de movilidad propios, sino que son susceptibles de remolcarse por otros vehículos.
En una palabra no restringimos el contrato solamente a la presencia de un automóvil.
Señalamos antes los caracteres del contrato y dijimos que era bilateral, sinalagmático y consensual.
Es decir que el contrato no se perfecciona por la entrega del vehículo, como parecería decirlo A. Jack. Dice esta autora que
el contrato se perfecciona con la "entrega" constituye el elemento esencial para la deo cuando se "deja" el vehículo.
terminación de la tenencia.
Opinamos que el contrato queda perfecb) Relaciones del contrato de Garaje con
cionado consensualmente y subsiste aún otros contratos. 1) Con el contrato de locuando el vehículo no se encuentre en el cación de cosas. Es indudable que existe
garaje, como sucede por ejemplo, cuando el una diferencia fundamental entre un conusuario sale de vacaciones, o lo envía a re- trato y otro,
paraciones por un tiempo más a menos
Mientras que el contrato de locación de
prudencial.
cosas consiste en cuanto dos partes se obliObservamos además, que A. Jack consi- guen recíprocamente la una a conceder el
dera que se perfecciona cuando el "propie- uso o goce de una cosa, y la otra a pagar
tario" del vehículo (automóvil), conviene por este uso y goce un precio determinado
dejarlo.
en dinero (art. 1493 del Cód. civ.), el conCreemos que no es necesario que se per- trato de garaje es mucho más complejo,
feccione con el propietario del vehículo. Por . porque encierra asimismo, obligaciones tatal motivo hablamos de usuario, quien po- les como la de guarda y custodia por parte
drá reunir en él la calidad de propietario del garajista, que no son necesarias —a
o no, no siendo esencial que el contrato se veces— pero que caracterizan a este conperfeccione con el dueño del vehículo, sino trato, aun cuando nosotros no las considecon quien realmente lo detenta.
ramos como el elemento fundamental, seLa exigencia impuesta por el control po- gún lo expusimos al estudiar la naturaleza
licial ó administrativo no puede incidir en jurídica del contrato.
ese aspecto, ya que las reglamentaciones
La definición del artículo 1493 no nos alexistentes tienden a dejar perfectamente canza a conformar, pues como bien lo seestablecido, quien es el usuario, su domici- ñala Luis M. Rezzónico (ob. cit.. pág. 15),
lio, características del vehículo, número de omite señalar el carácter de temporalidad
patente, etcétera, pero jamás podrán im- del uso y eoce de la cosa por el locatario
pedir que el contrato se perfeccione con como lo señalan casi todos los Códigos. Por
quien detente el vehículo, no siendo nece- tal motivo resulta más aceptable el artícusario como repetimos, que lo sea el dueño lo 1015 del Proyecto de Reformas de 1938
propiamente.
siguiendo en este punto el Anteproyecto de
Hechas estas aclaraciones definimos el Bibiloni: "Habrá locación de cosas, cuando
contrato de garaje del siguiente modo: una parte se obligue a ceder el uso y goce
de un objeto. t»or tiempo limitado, y la otra
"Un contrato en el cual el detentador de
un vehículo (sea o no propietario del mismo a pagar por ello un precio cierto en dinero".
y cualquiera sea su especie). Conviene con
Como señala A. Jack (ob. cit., pág. 652),
el garajista mediante una remuneración, en el arrendador de inmuebles no está obligaestacionarlo y sacarlo toda vez que así lo do más que a asegurar a su locatario la podesee, aun cuando no posea un espacio pre- sesión de un local conforme al uso al que
ha sido destinado, pero sin diferencia ni
fijad.o dentro del recinto del garaje".
No hablamos de "garajista profesional", consideración particular hacia los objetos
porque entendemos que dentro de la pri- que serán colocados por el tomador del lomera acepción, va incluida la segunda, de cal en el mismo. Por el contrario, en maacuerdo a lo que ya expusimos anterior- teria de garaje, el mueble ubicado en el lomente al referirnos al titular del garaje cal (el automóvil), toma tanta importancia en la intención de las partes y como
como actividad específica.
Consideramos innecesario que el usuario objeto de sus obligaciones, como el local
tenga un espacio prefijado dentro del ga- mismo, porque está esencialmente previsto
raje, porque tal requisito es secundario pa- que es este objeto, sólo es él y ningún otro, el
ra nuestra posición, pese a que para nues- que será ubicado en el antedicho local y
tra Jurisprudencia Criminal, resulte ser el porque la posibilidad para el cliente de reelemento esencial para saber si ha habido tomar su automóvil a su capricho constidespojo .en la usurpación que puede caber, tuye un elemento esencial del contrato.
Además debemos señalar que existe por
en los casos aue el garajista, expulse al
usuario impidiéndole su ingreso al garaje, parte del locador una despreocupación toComo veremos más adelante la fijación tal casi, del destino que se le da a la finca
de un espacio constituyó en un principio locada con tal que no se alteren la moral
el recaudo esencial para determinar si me- y las buenas costumbres, o se cause daños
dia despojo o no en los interdictos que se a la propiedad o a terceros. No ocurre lo
deducen por ruptura de estos contratos. mismo con el garajista, que se preocupa
Pero la Cámara Civil de la Capital Federal constantemente de la ubicación de los vese inclina a aceptar actualmente, que la hículos, tratando que no se obstruyan las
determinación de un espacio prefijado no maniobras de colocación, de modo que el
usuario no pueda colocar el vehículo a su
antojo y en forma caprichosa, situación
que no se presienta en el caso de la locación.
Por otra parte, en la locación el locatario puede prohibir el 'ingreso de la propiedad locada, al locador, cosa que no sucede
en el caso del garaje.
Además la locación no sólo confiere el
uso sino también el goce (art. 1493 dfel Oód.
civ.), es decir, se refiere al aprovechamiento de los frutos, utilidades, ganancias o
provechos de esa cosa, y a "sus productos"
(art. 1495). No sucede tal cosa en el contrato de garaje.
Pero pese a esta distinción no debe dejar
de observarse que puede existir locación
sin derecho a ese "goce", de modo que esta
diferencia no es esencial a la naturaleza
de este contrato.
2) Con el contrato de depósito. Hemos
citado anteriormente la opinión de varios
autores extranjeros para señalar la proximidad que ven con este contrato. Señala-
el garajista y su cliente, no estando el primero más que "parcialmente", obligado a
la conservación de la cosa.
Por nuestra parte, creemos que no podría
legislarse por las normas del depósito, cuando hubiera una limitación tal de responsabilidad por parte del garajista que hicieran
disminuirlas o descartarlas por completo,
para dar cabida entonces al contrato de
arrendamiento de cosas, como sería, por
ejemplo, que se dejara un vehículo en un
garaje por espacio de seis meses por motivo
de que su dueño debe realizar un viaje al
extranjero, y se estipularan esas limitaciones de responsabilidad por parte del garajista.
3) Soluciones y explicaciones corrientes
mediante las reglas de la locación de cosas
o del depósito en función de la responsabilidad. Hemos dicho en otra parte de este
trabajo, que el criterio utilitario, reina a
veces en el litigio, de modo que la polémica
se inclina, cuando se trata de debatir la
responsabilidad civil del garajista, hacia un
mos que Planiol y Ripert (ob. cit., t. 11, pág. lado o el otro según a quien se defienda.
1170), opinan que en tales casos hay "de- No se trata de una posición habilidosa del
pósito" y que son depositarios los consig- abogado, sino que se debe más bien a la
natarios o guardianes de los establecimien- complejidad del problema, de naturaleza estos como los garajes colectivos de automó- pecial que muchas veces no es posible enviles, asimilándolos a los guardamuebles, casillarla', como si fuera una mercancía.
guardarropas de turistas, etcétera. Entien- . (Véase Responsabilidad Civil del Garajista
den que, aun cuando en la mayoría de los y del Usuario).
Cuando el magistrado está frente a los
casos esos depositarios son retribuidos —lo
cual no choca con la tesis clásica de la gra- litigios ocasionados por la falta de restitutuidad esencial del depósito— "no es menos ción del automóvil guardado, destruido por
cierto que se han obligado, a título prin- un incendio o desaparecido, o cuando se
cipal, a asegurar la guardia, la conserva- trata de resolver una cuestión relacionada
ción y la restitución de los objetos que se a su deterioro o al estallido del motor provocado por una acelerada "en frío", o por
les hayan confiado, y con tal independencia
que se excluye todo arrendamiento de -ser- la congelación del agua en el radiador (como ocurre en los países sometidos a climas
vicios".
de inviernos muy rigurosos), les ha sido
Opina A. Jack (ob. cit., pág. 652), que el
garaje en general parece diferir del depó- menester decidir, si el garajista es responsito asalariado, en que él no entraña la sable o no de la falta de devolución del
obligación de cumplir, por el garajista, en vehículo, o debía desembolsar su valor, sin
consideración al automóvil guardado, todos que el usuario debiera probar su falta y
los actos que cumpliría un propietario de determinar si él estaba obligado a la condiligencia normal. La guarda del automó- servación de. ese coche, de asegurar su manvil que él asume, comporta, en efecto, por tenimiento, de forma de evitar su detenuestra definición, obligaciones de vigilan- rioro.
Ahora bien, las investigaciones de los
cia en vista de evitar la desaparición o la
destrucción del vehículo por una causa ex- magistrados les llevaron a concluir que sí
traña a la delicadeza de sus órganos. Pero trataba de problemas de responsabilidad
en cuanto a diversos cuidados, diversas ve- contractual y era menester encontrar el
rificaciones, mantenimiento, etcétera, que contrato o los contratos cuyos efectos y
ellos requieren, no son exigidos normalmen- sanciones estuviesen regladas por el Cóte, por la noción de garaje, es decir, de digo civil, y en cuyas condiciones de apli"puesta al abrigo de riesgos exteriores", y cación pudiesen encuadrarse las circunsellos continúan incumbiendo al automovi- tancias del contrato de garaje.
Hemos señalado anteriormente que valista salvo convención especial de la que ya
hemos hablado. Hay por consiguiente una rios eran los contratos que se aproximan al
división de los deberes de un buen padre que estudiamos y esbozamos un esquema
de familia en consideración al coche entre donde destacamos: el arrendamiento, el de-
pósito, la locación de servicios y algunas
veces la obra.
En Francia se planteó —antes que en
nuestro país—, el mismo problema girando
sobre tres contratos: el depósito, el arrendamiento y la locación de obra.
O bien uno destaca que se trata del uso
de un local ajeno y se ubica en la locación
de inmuebles, o de porción de un inmueble.
O bien repara uno más particularmente en
el hecho de la entrega de una cosa a un
tercero para que la guarde, independientemente del hecho de saber en qué lugar
será ubicada, y nos colocamos en la situación del depositario. Se puede aún, insistir
más todavía sobre el carácter activo del
servicio independiente, y en tal caso estaríamos frente al de locación de obra.
Señala A. Jack, ob. cit., página 614, que
recurrir a estos tres contratos ha sido tanto
más natural, cuando que es por sus reglas
que se ha apelado para otro caso de garaje
de vehículos predecesor cronológicamente
del desarrollo y aparición de la circulación
del automóvil: Se trata de la guarda de bicicletas, sea en el inmueble locado y habitado por el propietario del vehículo sea en
lo de un tercero con quien el ciclista tuviera relación por un tiempo determinado.
Se decidía que se trataba de una locación
de lugar.
El garajista no debía entonces a su cliente más que la posesión o goce del local, sin
ninguna obligación para con el objeto —el
automóvil— ubicado en ese local, no era responsable de su destrucción o deterioro a menos que tales hechos no resultaren de un
vicio del local o de su falta delictual establecida en los términos de los artículos
1382 y siguientes del Código civil francés,
de igual modo que el propietario del inmueble no era responsable por los accidentes
que pudieren sobrevenir al mobiliario del
locatario, salvo el caso de vicios o defectos
de la cosa alquilada (art. 1721, parag. 2<?,
Cód. civ. francés).
Desde entonces, el garajista no era responsable en principio, salvo falta delictual
probada o prueba de un vicio del garaje capaz de ocasionar accidentes, desaparición
del automóvil, su destrucción en el incendio
del garaje, y el estallido del motor por congelación. En el caso de garaje, que se considera como contrario a las hipótesis de locación de obra, es menester decir que el garajista, responsable de la restitución del
automóvil que le ha sido confiado, es de
pleno derecho responsable de su destrucción
o deterioro, liberándose sólo previa prueba
de que tales accidentes no le son imputables,
que el incendio ha .sido provocado sin su intervención, o que ha tomado las providencias contra la desaparición o la helada.
En fin, si se trata de un depósito, las
cosas son desde ya menos netas en la apariencia que en la realidad: la certidumbre
de las soluciones existe en este caso en los
principios sentados en el Código civil, pero
los motivos de hesitación y en el hecho la
contradicción de las decisiones judiciales
aparecen en cuanto se trata de aplicar estas
reglas a las hipótesis de responsabilidad del
garajista que se presentan ante los tribunales.
El principio es que el depositario debe
restituir la cosa que le ha sido confiada,
salvo el caso de fuerza mayor (art. 1929);
pero él debe devolverla en el estado en que
se encuentra en el momento de la restitución (art. 1393), salvo que los deterioros
provengan de su intervención.
El debe, en los términos del artículo 1927
del Código civil francés, aportar en la guarda de la cosa depositada, los mismos cuidados que él prodiga en la guarda de las cosas que son de su propiedad. Es el criterio
de la falta apreciada en concreto, con respecto a la conducta habitual y personal
del depositario, a los cuidados que prodiga a sus propias cosas, independientemente a toda, apreciación ética de su actitud,
criterio evidentemente favorable al depositario. Pero el artículo 1929 del Código civil
francés, viene a prevenir las derogaciones a
esta regla en múltiples hipótesis, en particular ten el caso de "el depositario" que se
ofrece él mismo a recibir el depósito, o bien
el de quien ha estipulado un salario por la
guarda en depósito.
Reservando actualmente la cuestión de
saber si tal depósito remunerado constituye un verdadero depósito parece aceptable
la ocasión que el caso del garaje profesional
parece encuadrar a la vez en las dos hipótesis; el garajista evidentemente se ha ofrecido para recibir automóviles, pese a que
su cliente es quien generalmente toma la
iniciativa del contrato dirigiéndose al garaje, él se ha ofrecido al menos tácitamente,
por cuanto —al margen de toda publicidad
especial— ha instalado un local expresamente adecuado al efecto sobre la vía pública.
Y el depósito —si de depósito se tratase— está en este caso tan bien remunerado
que él constituye el acto normal y esencial
de la profesión del garajista.
Ahora bien, ¿qué resulta de la responsabilidad del depositario en estas dos hipótesis?
El artículo 1928 decide que en caso parecido la disposición del artículo precedente debe ser aplicada con el mayor rigor.
Y los autores deducen tradicional y unánimemente, de esos términos asaz vagos, la
vuelta al criterio abstracto, más corriente
y severo, del buen padre de familia, según
la cual lo que se requiere del depositario
es una diligencia normal.
¿Qué solución puede deducirse de ese criterio en las hipótesis en las que los litigantes han querido hacer jugar la responsabilidad del garajista?
En cuanto al incendio o desaparición del
de la cosa depositada la misma diligencia
que en las leyes suyas propias (art. 2202)".
Desde la construcción del sistema de la
jurisprudencia francesa, se encuentran fallas, y tampoco asombra la variación de la
jurisprudencia respecto a sus decisiones.
Terminan por admitir que el contrato de
coches, ellos constituyen, sean caso de fuerza garaje no es absolutamente un depósito,
mayor ajenas a la voluntad del depositario, sino un "contrato de naturaleza mixta más
sean casos de inimputabilidad, según la cerca del depósito que de la locación de
causa del incendio y la existencia o ausen- servicios" a tal punto que es permitido precia de precauciones suficientes contra el guntarse si las próximas decisiones no abanrobo, la prueba de la fuerza mayor o del donarán estas extensiones inadaptadas de
carácter de no imputable incumbe, por el instituciones preexistentes por n'o encarar
sólo hecho de encontrarnos en materia con- la realidad de las cosas.
tractual y de que hay obligación de restiComo señala A. Jack, ob cit., págs. 619 y
tuir, al depositario.
sgts. es que si las explicaciones mediante la
En la mayoría de los casos, el garajista no locación y el depósito parecen desde ya cripodrá producir esta prueba y será respon- ticables en sus efectos, por consecuencia de
sable de daños e intereses.
la incertidumbre, también de la inexactitud
Algo semejante • sucede en nuestro De- de esos efectos, hesitaciones, dificultades,
recho.
y por consiguiente las críticas se convierten
De acuerdo al artículo 2203 del Código aún en más-encontradas cuando se trata de
civil. "El depositario no responde de los las condiciones de aplicación de esos conacontecimientos de fuerza mayor o caso tratos. Desde luego, el sistema de la jurisfortuito, sino cuando ha tomado sobre sí prudencia francesa fundándose esenciallos casos fortuitos o de fuerza mayor, o mente sobre la distinción de las hipótesis
cuando éstos se han verificado por su cul- del garaje relacionadas con la locación de
pa, o cuando se ha constituido en mora de cosas y de las relativas al depósito, es el
restituir la cosa depositada". Y la jurispru- criterio de esa diferencia, simple y neta en
dencia ha establecido entre otros fallos lo apariencia, que se revela al examen, como
siguiente: "El garajista responde por la pér- fugitivo, complejo y variable. Desde entondida del vehículo cuya custodia se le confia- ces, todo el sistema se derrumba o, por lo
ra excepto si ésta proviene de un caso for- menos, no se sostiene sino dificultosamente
tuito o de fuerza mayor (Cám. Nac. Civ., y con gran esfuerzo, después de añadidos
artificiales.
sala A, 9-8-954, L. L., t. 76, pág. 588).
A primera vista, 'la distinción es fácil:
En virtud del artículo 1525 del Código
civil nuestro, el locador responde de los vi- habría locación cuando las partes considecios o defectos graves de la cosa arrendada ren principalmente, como objeto de las oblique impidieran el uso de ella, aunque él gaciones del garajista. la posesión de un
no los hubiese conocido, o hubiesen sobre- local determinado donde debe ser colocado
venido en el curso de la locación, y el loca- el automóvil; depósito, cuando, por el contario podrá pedir la disminución del precio, trario, es la guarda del automóvil la que ha
o la rescisión del contrato, salvo si hubiese sido encarada particularmente conservanconocido los vicios o defectos de la cosa. do el garajista la libertad de colocarlo en
Lo cierto es que la responsabilidad del la parte del local que quisiera.
En el primer caso, si las partes saben amlocador es más amplia ya que de acuerdo
al artículo 1526 responde igualmente de los bas que utilidad les debe rendir el local alimpedimentos que se opongan al locatario quilado, este conocimiento no entraña otras
para el uso o goce de la cosa arrendada, consecuencias jurídicas que una manera
aunque sean por fuerza mayor, o por ac- particular de apreciar los vicios posibles del
ciones de terceros, en los límites de sus de- local sin que el arrendador tenga ninguna
obligación con respecto a las cosas, ahí
rechos.
Como señala Luis M. Rezzónico en su obra ubicadas por el locatario. En el sengundo
Estudio de los contratos, Edit. Abeledo. 1952, caso, el garajista será obligado a toda la
página 36: "las obligaciones y responsabi- vigilancia y a todas las precauciones activas
lidades del locatario por la guarda y conser- que comportan la guarda del coche, sin que
vación de la cosa son más severas que las la consideración del local donde el coche
está ubicado intervenga de otro modo en las
del depositario, por lo mismo que éste obra
gratuitamente: el locatario responde am- relaciones jurídicas de las partes que como
pliamente por falta de conservación o dete- un elemento de esta obligación de vigilanrioros (art. 1561), mientras que el deposita- cia. Señala Jack, que este principio, a pesar
rio sólo responde si no pone en la guarda de su enunciado firme se va a revelar in-
deciso en sus aplicaciones prácticas. Indecisión inevitable, porque este criterio toma
su origen de consideraciones psicológicas,
porque su aplicación va a necesitar la búsqueda de la voluntad de las partes.
A falta de prueba escrita, para fijar esos
elementos con una precisión suficiente —como es el caso más frecuente— debe recurrirse a las presunciones del hombre, es a
partir de los hechos, de las circunstancias,
que es necesario determinar la intención de
las partes; y la indecisión, las divergencias,
aparecen, tanto en la selección de los hechos a tomarse en cuenta como base de esta
inducción, cuando en el razonamiento mismo que se va a apoyar en esta base.
En resumen, estando expuestos los principios arriba indicados, para que el garaje
pueda ser considerado como una aplicación
de la locación de cosas es necesario establecer que el contrato se refiere a la "posesión o goce de un local determinado" y no
comporta obligación alguna del arrendador
relativa a la guarda de las cosas eventualmente ubicadas en ese local.
O antes bien, las pruebas de esos dos órdenes de consideraciones no deben ser aportadas en justicia al mismo tiempo y por la
misma parte.
He aquí, como, desde el punto de vista del
procedimiento, van a ocurrir las cosas: un
automóvil guardado no puede ser restituido
por haber resultado destruido en el incendio de un garaje o robado o no puede ser
restituido deteriorado; su propietario va a
accionar contra el garajista por inejecución de la obligación de restitución, sin haber probado la responsabilidad de ese garajista, en virtud de los principios de la
responsabilidad contractual; él establecerá
solamente la existencia,. en virtud de las
convenciones concluidas, de la obligación
de restitución del automóvil en su integridad; más precisamente y en concreto, el
cer de manera positiva la existencia a cargo
del demandado de las obligaciones constitutivas del depósito.
Si no obstante las primeras conclusiones
del demandante han sido suficientemente
explícitas sobre este punto, el garajista se
va a esforzar evidentemente en su defensa, de establecer al mismo tiempo que las
condiciones de locación, la ausencia de las
condiciones de depósito por ausencia de la
obligación de vigilancia del coche.
La existencia de las condiciones de la
locación va a ser más fácil de establecer sobre todo en cuanto a la especificación de un
local-determinado, porque los elementos de
prueba simples, derivados de la correspondencia de las partes o simplemente por la
constatación por investigación sumaria del
lugar en que se guardaba el coche, podrá
proveer indicios precisos sobre el punto.
Como lo señalamos en otra parte de este
trabajo, para nosotros la responsabilidad
del garajista no debe tomarse en base a
uno y otro contrato solamente. Consideramos que es esencial en la especie hacer
regir la responsabilidad por la teoría del
riesgo profesional.
4) Relaciones con otros contratos. Las
decisiones jurisprudenciales en materia de
garaje han acudido a otros contratos nominados: al mandato, a la locación de obras
y a la locación de servicios.
Así por ejemplo en el fallo registrado de
la Cámara Nacional en lo civil de la Cap.
Fed., sala "F" (Expte. 46.648) en fallo del
31 de marzo de 1959 (M. Hnos. c/P. J. M.,
por daños y perjuicios), establece la responsabilidad del garajista por la sustracción
del vehículo, y la relación jurídica que vincula a las partes en este juicio emana de
un contrato de los llamados complejos o
mixtos, que por no tener en el Código civil,
una reglamentación especial deben ser incluidos en la categoría de los contratos in-
pretenderá la existencia de un contrato de
depósito. Es entonces que para su defensa,
el garajista va intentar probar que por el
contrario se trataba de una locación de cosas y que por lo tanto el no es responsable
de tal destrucción o robo.
Para establecer bien que se trata de una
locación de cosas el va a tratar de demostrar que se trataba del goce o posesión de
un local determinado.
Pero —opina A. Jack— que no le parece
que es necesario imponerle igualmente la
obligación de la prueba negativa de la
ausencia de obligaciones a la guarda en sí
de la cosa; esto será más bien el propietario del automóvil que en respuesta a esta
defensa y si no hubiera aportado de una
manera suficiente los elementos de tal prueba en su demanda, va a tratar de estable-
nominados (art. 1143 del Cód. civ.), y teniendo en cuenta las obligaciones o prestaciones que cada contratante debe cumplir
participa de los caracteres de la locación
de cosas, del depósito, y de la locación de
servicios.
También en Francia se ha colocado al
contrato que estudiamos en relación a otros
contratos, pero la jurisprudencia francesa
parece además orientarse hacia el reconocimiento del carácter original del contrato
de garaje en relación a otros contratos nominados del Código civil.
La sentencia de la Corte de Riom del 12
de enero de 1932 decide que "es un contrato
de naturaleza mixta". Los consejeros de la
Corte de Riom han sido los primeros en
apercibirse de que se trataba de una solución demasiado perezosa la de asimilar el
garaje al depósito. Pero no han osado llevar hasta el fin el resultado de sus conclusiones: ellos agregan que se trataba de un
contrato "más cercano al depósito que a
la locación de servicios", y tratan electivamente de aplicarle las reglas del depósito.
Para A. Jack, ob. cit., página 655, el contrato de garaje resulta ser un contrato
original, en sus condiciones y eíectos, originalidad que, destaquémoslo bien, no es
una creación técnica arbitraria sino que está gobernada por el fin mismo del contrato.
"Un contrato inominado, hecho si se quiere
de una locación de cosas, y de una locación
de obras de alcance muy restringido".
¿Es el contrato de garaje un contrato
real?
¿Se perfecciona por la tradición o por el
acuerdo de voluntades?
A criterio de A. Jack, el contrato se perfecciona por el acuerdo de voluntades —idea
que compartimos— sin que sea necesaria
la tradición del vehículo para que el mismo
subsista, a semejanza del arrendamiento de
las cajas de seguridad en los bancos.
Los garajistas exigen el pago previo al ingreso del vehículo, y muchas veces por no
decir siempre, el contrato subsiste y existe
la obligación de abonarlo, aún cuando no se
deje al vehículo en el recinto del garaje.
A su vez el garajista tiene la obligación de
conservar el espacio destinado al vehículo,
y no lo utilizará para dárselo a otros usuarios, ni aún en el caso de retardo en la primer guarda del automóvil, de tal suerte
que el precio del garaje, le será debido con
toda equidad durante tal período aún cuando la tradición no hubiera tenido lugar.
Compartimos el criterio de A, Jack, en
este sentido, para llegar a la conclusión entonces, que el garaje, no es un contrato
real, puesto que está perfeccionado a paitir del acuerdo de voluntades.
(Si la tradición fuera indispensable sería
necesario decidir que el contrato se desarrolla durante la permanencia del vehículo en el garaje, que las obligaciones recíprocas de las partes se extinguen luego de
cada saiida del coche y que un nuevo contrato en las condiciones antiguas se forma
tácitamente a cada reingreso del coche.
Consideramos que esta Mea es inaceptable. Por tal motivo no compartirnos los
fundamentos del falio registrado por la
Excrna. Cámara Criminal y Correccional de
la Cap. Fed. ("Fallos", t. VI, pág. 429,- cau-
sa: García Mejuto), cuando se sostiene que
la.3 obligaciones del garajista terminaban
—transcurrido el tiempo del contrato— con
el retiro de las cesas guardadas por su dueño o persona debidamente autorizada al
efecto, y se renuevan cada vez que los vehículos o semovientes vuelven a ser intro-
ducidos en el inmueble, por acuerdo expreso o tácito de ambas partes.
Entendemos que cuando el usuario pacta
con el garajista, no lo hace para estacionar
. el vehículo por un par de horas, porque
generalmente lo dejará estacionado, • o en
una playa destinada a tal efecto. Salvo los
casos de garajes de hoteles, residenciales,
etcétera, creemos que siempre que se pacta
el estacionamiento en un garaje la regla
general es para hacerlo con una idea de
permanencia indefinida —a veces—, o por
un período muy extenso, donde la excepción estará dada por la temporalidad. Además es consabido que la estipulación del
precio siempre se pacta por mes, salvo como hemos dicho en lugares de veraneo, playas de estacionamiento, hoteles, etcétera,
que por la propia naturaleza del lugar o de
la actividad que efectúa cualquiera de las
partes contratantes, dará la pauta definitiva sobre la permanencia y plazo del contrato.
No cabe duda que el garajista está obligado a recibir el coche cuando lo vuelva a
traer el cliente. El dueño del garaje puede
ser pasible de una condenación de dañes y
perjuicios como consecuencia de tal rechazo, sin poder alegar legítimamente la ausencia de un vinculo jurídico con el usuario.
Terminaremos este capítulo señalando,
que dadas las características que reviste
este contrato- ave posee los matices que ya
reseñamos anteriormente es decir participa
de la locación de cosas, del depósito, de la
locación de servicios y a veces de la locación >de obra (en este orden), unas y otras
características no se excluyen entre sí, precisamente por las modalidades que reviste
la naturaleza jurídica de este contrato.
Por tal motivo frente al depósito, contrato
esencialmente real no puede alterarse la
esencia del contrato que estudiamos por
participar de los caracteres del contrato de
locación, de naturaleza consensual.
No cabe duda pues que estamos frente a
un nuevo contrato cuyos elementos y caracteres hemos señalado.
Capítulo quinto
Protección jurídica del usuario. Dentro
de este capítulo estudiaremos varios casos
que se han planteado con motivo del cese
en sus actividades por parte del garajista.
A menudo nos hemos enfrentado en estos
últimos tiempos con la voluntad del propietario de un establecimiento destinado a
garaje que lo desea cerrar, o bien para dañe
otro destino, o, a fin de demolerlo con e)
objeto de edificar en él otro edificio.
Ante tal determinación cunde generalmente la preocupación de todos los usuarios
que han guardado sus vehículos por espa-
cío —en algunos casos— de más de veinte
Años.
Frente a tal decisión se han preguntado
si tienen alguna acción, si existe algún remedio para contrarrestar la expulsión y desocupación —violenta en muchos casos— de
sus vehículos, por la voluntad unilateral del
garajista.
Para nosotros el remedio que hemos aconsejado como solución inmediata, ha sido
recurrir a la acción prevista por el interdicto de retener o recobrar la tenencia; prevista en los Códigos procesales de nuestro
sito de automóviles, afirmando por lo demás, que no medió violencia ni clandestinidad en los procedimentús de la demandada.
En la sentencia se entra a considerar que
la procedencia o no de este interdicto depende de acuerdo al articulo 581 del Cód.
de proc. de la existencia de dos condiciones:
1) De que el actor haya estado en posesión
o tenencia de una cosa y 2) caso de cumplirse el primer requisito, de que fuera despojado con clandestinidad o violencia de
esa posesión o tenencia.
Siempre entendimos que dicha protección
no sólo se funda en el derecho que tiene
el usuario y que surge de la ley procesal
en concordancia con el Código civil, sino
también en resoluciones emanadas de la autoridad competente para reglamentar el
funcionamiento de tales establecimientos,
y que es materia de nuestro estudio en otro
el actor tampoco estuvo en la tenencia que
capítulo de este trabajo.
Los casos de jurisprudencia que hemos
recogido hasta el presente no son muchos,
en razón de que el problema es nuevo y
se ha agudizado a partir del año 1950 sobre
todo en la Capital Federal.
a) En el fallo registrado en la revista
jurídica La Ley, tomo 65, página 909, 1952,
se establece: "No existe el despojo de la
•posesión o la tenencia requeridas para que
sea viable el interdicto de recobrar, por parte del propietario del coche a quien se le
impidió continuar guardándolo en el garage, ya que la relación no es de arrendamiento, sino que acusa predominio del depósito o guarda del vehículo, con la consiguiente inaplicabilidad de las disposiciones
de la ley 13581" (Fallo de la Cáni. Nac. civ.
sala "B", 23-10-951 en los autos de Pablo
Hilario c/ Darkel S. A.).
En esta causa se presenta la actora deduciendo interdicto de recobrar la posesión
(art. 581 del Cód. Proc Civ.), a fin de que
se le ponga en posesión nuevamente de la
cochera que tenía alquilada en el' garaje
donde guardaba su coche. Sostenía el actor
que era locatario de una "cochera" o espacio destinado a colocar su automóvil, existiendo un contrato de locación y que habiendo estado en posesión o tenencia de dicho
sitio o "cochera", de la que fue despojado
con violencia y clandestinidad, tiene derecho a ejercer .este interdicto.
La demandada, si bien reconoce que el actor guardaba su coche en el garaje clausurado, niega la existencia de un contrato de
locación, pues no le alquiló determinado
lugar o superficie; no teniendo por consiguiente el actor, ni la posesión ni la tenencia de espacio alguno del local. Dice que
sólo prestaba un servicio de guarda o depó-
Se sostiene que no hubo posesión, y que
supone y protege el interdicto.
Quedó probado que el actor no tenía "cochera", no existiendo en el garaje por lo
demás "cochera", para ningún coche. Quedó demostrado además que "tenía espacio
donde guardaba su automóvil, sea un lugar
u otro del local, según la hora que llegase";
reconociendo también "que dejaba su automóvil abierto y que, por consiguiente, podría ser puesto en marcha y ubicado por el
personal del garaje en el lugar que consideraba oportuno". Si el actor no tenía asignada una "cochera" o "box", dentro del
garaje, donde por lo demás, nadie tenía ese
derecho, es decir, si no tenía una porción
o superficie concreta y determinada: ¿cómo pretender que ejercía la tenencia y menos la posesión de algo?. Lo único que tenía por el pago de una mensualidad, era el
derecho a guardar el automóvil dentro de
un garaje colectivo, industrial o profesionalmente explotado por su dueño. Y tenía
derecho, por supuesto, de que, quien le
guardaba su coche, ejerciera un cuidado y
vigilancia, ya que quedaba bajo la custodia
y responsabilidad del empresario.
Aparte de que la tenencia (arts. 2460 y
sgts. Cód. civ.) y el propio título de ese
capítulo IV supone la existencia de una
"cosa", en el sentido del artículo 2311 del
Código civil. (Es decir: objeto corporal),
siendo de señalar que el interdicto de recobrar también lo supone (el inc. 1<?, art. 581
del Cód. de proc. habla de "tenencia" de
la cosa), aparte de eso, tal tenencia "sólo
se adquiere por la tradición", o "entrega de
la cosa" (art. 2460 cit.). Y está claro que
en el local del garaje, ni tenía el actor una
cosa —superficie, lugar, sitio espacio cierto
y determinado, ni nadie le hizo entrega de
aquélla.
Agrega el fallo que si para ser tenedor
de una cosa hay que tenerla "efectivamente", en su poder (art. 2352, Cód. civ.), o si
como dice Salvat "la tenencia... consiste
en la detentación material de una cosa"
(Derechos reales, Edic. 1927, t. 1, pág. 196,
núm. 373), no puede el actor invocar la
tenencia de un espacio —por así decir—
abstracto, que día a día, o noche a noche,
podía cambiar y que —como ya se vio—
de hecho cambia continuamente.
La sentencia pues, considera que bastaría
el rechazo del interdicto por la ausencia de
un presupuesto indispensable, como es la
tenencia de una cosa.
mara: había clara predominancia del depósito y guarda del coche del actor que se
entregaba al depositario para disponer de
su custodia.
b) Distinta es la posición mantenida en
el interdicto de recobrar, deducida en un
caso análogo al anterior en los autos: "Casella, Arturo c/ Bozzo, Néstor T." tramitado
en la ciudad de La Plata, Cám. 2^, C. C.,
sala !?• en octubre de 1952, registrada en la
Revista Jurídica La Ley, tomo 68, pág. 728,
año 1952, donde se sienta la siguiente doctrina: "Quien celebra contrato para guardar el automóvil en un garaje, puede ejercitar el interdicto de recobrar. La /alia de
determinación concreta de la ubicación del
•garaje del automóvil desalojado no obsta
el interdicto de recobrar deducido; el último estado es el que fija la tenencia concreta para promover el interdicto".
En el caso que analizamos, el propietario
del local decide cerrar el establecimiento,
luego de haberle hecho entrega del mismo el
dueño del fondo de comercio que lo explotaba como garaje. Los dueños de los vehículos ante la prohibición de ingresar al
mismo deducen el interdicto de recobrar la
posesión. El fallo de !?• instancia hace lugar al mismo, y en 2^ instancia vota en
primer término el doctor P. Legón.
Comienza a analizar este magistrado, sí
realmente existía tenencia o posesión para
inclinarse que había tenencia y que se había producido la violencia o clandestinidad
prevista en la ley procesal. Estudia la naturaleza del contrato de garaje y lo observa desde dos puntos de vista, nominado único, sea depósito o locación de cosa o/y de
servicio; o a la inversa innominado atípico y llega a la conclusión de que en uno
y otro hay tenencia.
Sostiene en síntesis, Troplong (Du Depot
et du Séquestre, tomo 15 de Le droit Civil
expliqué, París, 1845, págs. 18 y 22, núm.
23), que cuando en un convenio hay características de varios, es preciso hallar la
idea dominante, el fin principal, para encontrar el prevalente; o sea, el que en definitiva, viene a constituirse en el nomenclador de esa convención polivalente. Argumenta: "lo mismo que los filósofos no multiplican las entidades, de igual manera los
jurisconsultos deben abstenerse de multiplicar, innecesariamente los contratos".
Agrega F. Legón, que con este patrón
ideológico, no podemos dejar de ver en ese
ésfaleromorfo "contrato de garaje", este
temo de elementos convencionales; algo de
locación de cosas (a veces también de ser-
Por eso no es necesario entrar al análisis del contrato de garaje ni establecer su
naturaleza jurídica.
En el fallo comentado se sigiíe la doctrina y jurisprudencia francesa y termina
diciendo que tampoco existió en este caso
locación de inmuebles, no pudiendo por lo
demás alegarse la existencia de resoluciones ministeriales, no solamente por ser posteriores a los hechos que motivan esta litis,
y de consiguiente, inaplicables, sino también porque debe estarse a las características que de los diversos contratos fija el
Código civil o leyes que lo modifiquen y a
la verdadera naturaleza jurídica de las relaciones contractuales.
El fallo fue recurrido y la Excma Cám.
Nac. de Apelaciones en lo civil de la Cap.
Fed., confirma la sentencia de 1^ instancia
en razón de que no habiendo resultado que
hubiere arrendamiento y consecuente tenencia de una determinada fracción del local, sino con clara predominancia depósito
o guarda del coche del actor, que se entregaba al depositario para disponer de su custodia, se declara bien decidida la causa, por
no ser de aplicación al caso las prescripciones de la ley 13.581, que se invocan en
el curso de la misma y para los efectos que
se persiguen de recuperación definitiva de
las prestaciones a que se daba derecho el
contrato denunciado, entre ellas la de continuar disponiendo de ubicación para el automóvil en el referido local (art. 7<? de
esa ley).
Decía el artículo 7<? de la ley 13.581:
"Tampoco podrá ampararse en la prórroga
quien se encuentra ocupando un inmueble
en virtud de cláusulas accesorias de otro
contrato".
De las conclusiones de este fallo hemos
visto: 1) Que la protección del interdicto
no le correspondía en razón de que no tenía
asignada una "cochera" o "box" dentro del
garaje". 2) Que no tenía la tenencia de una
"cosa", otorgada mediante la "tradición"
o "entrega" de la cosa. 3) Que no había
locación.
Pero en nuestra opinión se deja traslucir
en este fallo la preocupación por determinar cuál era realmente la voluntad de las
partes y la naturaleza del contrato, ya que vicios: cuando se incluye lavado, engrase,
considera que "es bueno advertir que en etc.) y cierta dosis de depósito (cuidado del
el contrato de garaje las variantes no son vehículo).
Se sostiene que el elemento fundamental
pocas", y como sostiene el fallo de la Cá-
que se destaca es el de locación de- cosa,
porque se revela como "¡a genearca de esta
ideogenia convencional".
Adoctrina Troplong ob. cit. que si quisiéramos configurar depósito multifario en todos
los contratos en donde el cuidado de la cosa
se encuentra entremezclado, saldría este
epiíO'nema ¡qué confusión en la clasificación de las convenciones!
La guarda de la cosa es esencial en el depósito (Aubry Rau, Cours, París, 1871, 4?'
edic. t. 4, pág. 818, párr. 401), el fin único
es el de "recusíodienda". (Paúl Pont, Des
Petits Contr-ats, París 1877; del t. 8 de Explicution de Marcada, pág. 187, núm. 384).
En la oportunidad del sub lite, lo del cuidado deja de ser esencial para convertirse
en accesorio, contingente: en los garajes es
lo colectivo lo que incita al también de la
unificación del cuidado. Antieconómíco, en
grado superlativo, resultaría si cada cual
debiera aportar su cuidador
Lo interesante del caso que comentamos
es que eran los mismos propietarios de los
automóviles los que costeaban a los cuidadores, porque el dueño del fondo de comercio, lo había entregado al propietario del
inmueble.
Otra característica notable que se destaca en el fallo, es la onerosidad de esta convención. En cambio, el depósito resulta pronunciadamente proclive hacia la gratuidad.
De la locación de servicios hay muy poco
que glosar. Existe siempre. De existir no es
lo preponderante. Lo necesario, por ende es
él vinculum loci. Por este artículo, la locación de cosa reina y gobierna.
Más adelante analiza el fallo de que la
circunstancia de no existir "box" o lugar
determinante asignado para el vehículo, no
quiere decir que no haya locación. Con
cochera o sin ella, locación hay; y con ésta
la tenencia.
Valverde en su obra Tratado de Derecho
civil español, Valladolid, Madrid, 1913, tomo
3, página 463, señala que para el Código
argentino, en lo referente o locación, no es
preciso que la cosa sea determinada. Rotundamente sale la afirmación del artículo
1500: "Aún las cosas indeterminadas". Vélez Sársfield dice en la nota: "puede alquilarse un coche, un caballo, sin determinasr
precisamente cuál sea". Pero esto tiene sus
límites. En verdad, esta indeterminación
(como lo apunta Rezzónico), es nada más
que relativa: desaparece en el momento en
que tiene lugar la elección.
Concluye el fallo —que comentamos—
admitiendo que la determinación del sitio
cambia y se localiza en cada oportunidad
en que se efectúa un desplazamiento. El
último estado es el que fija la tenencia concreta para la reclamación, por lo que se
invoca: quieta nom moveré. Existe por lo
tanto, la necesaria determinación.
El estudio realizado en este fallo nos parece sumamente interesante por la solución
razonada que a nuestro juicio se analiza
por el doctor Legón.
c) En el fallo registrado por la Cámara
Nacional en lo civil de la Capital Federal,
en los autos: "Yavich, Rodolfo y otros c/
Republic S. R. L. s/Interdicto", la sala "D",
con el voto de los doctores Cicherc, M. Sánchez Bustamante y A. M. Pleitos, el 23 de
diciembre de 1957, resuelve revocar la sentencia de !?• instancia señalando en nuestro
criterio el camino correcto que cabe seguir
ante la presencia de estos contratos. En el
caso que comentamos, los actores, ante la
presencia de un cartel puesto en el local,
donde guardaban sus vehículos, que anunciaba el próximo cierre del establecimiento,
deciden deducir un interdicto de retener.
Publicado en Doctrina judicial, t. I, 1958,
pág. 134, núms. 1401 y 1402 razón por la
cual procedemos a transcribirlo en la parte
pertienente: El interdicto de retener constituye una medida de amparo a favor de
quien se halla en "actual posesión", y se
ha tratado de inquietarlo en ella por actos
materiales (art. 574, Cód. de proc. civ.). Protege el hecho de la posesión, cualquiera sea
su naturaleza, desde que nadie puede turbarla arbitrariamente( art. 2469, Cód. civ.);
por consiguiente, puede ser intentado por el
simple tenedor, y, con mayor razón, cuando
la tenencia se funda en un título, como sería el contrato de locación (Alsina, t. III,
pág. 467 c; Lafaille, Curso de Derechos Reales, 2* edic., t. I, pág. 301).
En el sub lite, el interdicto ha sido promovido por loa titulades locatarios del garaje de la calle Corrientes 3647 y la sentencia
lo rechaza fundada en que los actores no
tienen la posesión strictu sensu, del inmueble, y porque media entre ellos y la demandada una relación contractual que excluye
la vía elegida.
El apelante, se ha extendido en abundantes consideraciones sobre la naturaleza jurídica del contrato que vincula al propietario de un automóvil con el dueño del garaje donde lo guarda. (V. fallo de esta sala
en La Ley, t. 82, pág. 612), cuestión ésta
que es ajena al interdicto, toda, vez que el
progreso del mismo no se subordina al derecho de tener la cosa o poseerla, sino a la
existencia de una relación de hecho entre
la cosa y la persona que la ocupa.
El interdicto de retener, como el de despojo, se dan también al simple tenedor, porque, como ha sido admitido de antiguo por
la Corte Suprema de la Nación, no constituyen acciones típicamente posesorias, sino medidas de carácter policial, encamina-
das a prevenir ia violencia y mantener ei
orden público, impidiendo que las personas
se hagan justicia por mano propia (V.
Fernández, t. I, págs. 479 y 487; causas
43.189 y 44.153, resueltas por esta sala el
18 de octubre y el 13 de diciembre del año
en curso respectivamente^.
De ahí que el poseedor, o el mero tenedor,
que hayan sido turbados o desposeídos pueden hacer uso de este remedio procesal, aún
contra el mismo propietario, o contra quien
invoque derechos sobre la cosa.
De acuerdo con los principios expuestos,
es evidente que los actores, que ocupan
espacios en el garaje de la calle Corrientes
3647, para guardar sus respectivos automóviles, han sido inquietados en esa ocupación,
por el anuncio del dueño del garaje de que,
a partir de determinada fecha, "dejará de
prestar el servicio de cocheras" (Fs. 2/, 48/51,
52/53), en cuanto ese aviso implica la
eventual privación del uso de los espacios
hasta ahora utilizados.
Esto no importa abrir juicio sobre el derecho que puedan o. no tener los actores
para continuar ocupando los lugares destinados a sus vehículos a cuyo respecto la demandada tiene abiertas las vías legales pertinentes, estándole vedado solamente, pretender hacerse justicia por sí misma. .
Tal ha sido la sentencia de segunda instancia que revocó la de primera instancia
cuyas partes pertinentes transcribimos a
continuación: La sentencia de V* instancia
postula que los accionistas debieron probar: lí>) Los actos pertúrbatenos o turbatorios y 2?) La posesión.
Da por probados los actos turbatorios no
así la posesión. Se funda en que los actores eran meros tenedores ligados a la contraparte por un contrato de locación o de
depósito, que no "hace a este juicio dilucidar
la naturaleza del contrato porque en ambos
supuestos la solución es la misma, es decir
de simples tenedores, que carecen de derecho de intentar por la vía de un interdicto,
el mantenimiento de la situación material
y jurídica que la motiva...".
En esencia, se sostiene que el locatario no
está amparado por el régimen de los interdictos, para mantenerse en el uso y goce
de la cosa locada, del cual ha sido privado violentamente y manu milita,ri, por el
locador, en un acto de "justicia por mano
propia". Lo primero que debe resolverse es
cual es la naturaleza jurídica del contrato
o del vínculo que liga a las partes, porque
el resultado final del litigio está vinculado
necesariamente a la solución que se dé a
este problema.
Efectivamente, si hay locación, la procedencia del amparo del interdicto es indiscutible, como es hoy, a la altura de las in-
vestigaciones realizadas, perfectamente
aceptable y demostrable.
Decíamos en la expresión de agravios
que el contrato cuyo cumplimiento manu
miütari había motivado esta litis, se conoce
con el nombre de "contrato de garaje", cuya definición no importaba en ia emergencia, consabidos como son su objeto principal y sus modalidades.
El objeto de este contrato es la ocupación,
uso y goce de un espacio de un garaje, en
el cual el propietario del automotor, guarda
su vehículo pagando por este uso y goce, una
determinada cantidad de dinero. Modalidades de este. contrato, generalmente son
estas: limpieza del vehículo, servicio de
nafta, aceite, etcétera.
Pueden existir otras modalidades, como
es la que no haya un espacio contratado,
previamente determinado o individualizado:
el dueño del vehículo lo deja en el garaje y
el encargado del mismo lo coloca en el espacio que en ese momento tenga libre. Pero,
ni ésta ni las otras modalidades modifican
la naturaleza jurídica del contrato.
Señalábamos que hay en el contrato de
garaje, esencialmente un lugar, un local
determinado o no, en el cual una persona
tiene derecho a ocupar con un coche de su
propiedad, por cuya ocupación debe pagar
un precio determinado.
Hay un inmueble, por cuyo uso y goce, se
paga un precio.
Asimismo hay dos personas: el dueño del
garaje, del inmueble y el dueño del coche,
que han contratado, que han celebrado un
acto jurídico.
¿Podemos decir que estamos ante un contrato innominado?
¿A qué conclusión arribaríamos? ¿Que el
aludido contrato, no tiene nombre en nuestra legislación?
El artículo 1143 del Código civil acepta
la clasificación: "Los contratos son nominados e innominados según que la ley los
designa o no bajo una denominación especial; en la nota puesta al pie de este artículo, por el codificador, éste recuerda la
opinión de Pothier, que no acepta la división y la de Duranton que la sostiene. No
podemos dejar de consentir la clasificación,
ella está impuesta por la ley, y no es tolerable el incumplimiento sino por la fuerza,
en un régimen de tiranía y de incultura.
Mas, ¿qué aporte nos hace esta clasificación
para solucionar la cuestión que hemos enfrentado? Evidentemente ninguno, ni siquiera como punto de referencia.
El Código civil, sostiene una norma que
jueces y abogados, como auxiliares de la
justicia, estamos obligados a acatar.
Es el articulo 16 que nos impone la tarea
de resolver esta "cuestión civil".
Nuestro contrato de garaje, ya tiene nombre, es un viejo contrato que asume hoy
nuevas modalidades, que responde a su vez,
a nuevos aspectos de la vida social, a nuevas exigencias de la vida colectiva.
La empresa del intérprete está señalada
por un constante afán de captar las realidades de la sociedad en que vive, infundiendo con ellas vida, a la norma, revitalizándola, haciendo hablar con nueva voz,
adaptándola al tiempo en vigencia; tiempo
que es elemento capital del Derecho.
En el párrafo anterior tratamos de lograr
concretar los datos de la experiencia que
constituyen el fondo de nuestro contrato y
lo que .sobre este fondo ha emergido logrando para la vista común una inaceptable deformación; inaceptable porque para nosotros, esta deformación no existe, ni como
imposición de la historia —queremos decir
de la vida actuante— ni como concepto de
la ciencia.
Este fondo, lo repetimos, está constituido
por dos personas, una de las cuales, el dueño de un local lo da a la otra en uso y goce
y la otra paga por ese uso y goce, un precio
determinado dentro del tiempo.
¿No ha sido contemplada esta relación
entre estas dos personas por nuestro Código?
No podemos vacilar en la contestación,
ella está dada primordialmente por el artículo 1493 de este Código. Lo que hemos
llamado más arriba deformación, está integrada por nuevas modalidades necesarias
para que el contrato llene su función social,
pero que apenas si lo logran justificar que
se lo considere como una variedad de la
locación de cosas.
Sólo la superficialidad de unos y el abandono de los juristas de su misión altísima
para incursionar en el terreno de la filosofía, ha originado este afán clasificatorio,
que llegando al campo de la ciencia ha dividido al Derecho en varias ramas que enfrentan hoy con el sólo argumento de la rutina, los recientes ideales unitivos que fatalmente serán una realidad exitosa dentro
de no mucho tiempo.
El contrato de locación de cosas ha sido
invadido por ese afán .encontrando nuevos
elementos de distinción, en simples modalidades desprendidas de los inventos científicos, de la técnica y de nuevos canales de la
vida social que no alcanzan para un criterio
bien nutrido, a alterar la esencia del viejo
contrato y apenas, si lo logran como lo hemos dicho, agregarle ideas, que el genio de
los juristas las encauza con toda facilidad
en lús tradicionales moldes. Y no es que el
jurista sea enemigo de lo nuevo —no podría serlo jamás— nada más que exige para aceptarlo que, él importe facilitar el des-
envolvimiento y avance de los anhelos de
justicia, y. el desarrollo de las exigencias
fundamentales de la vida colectiva.
¿Se satisfacerían estos anhelos y estas
exigencias multiplicando hasta el infinito
de los contratos, que son el eje de la vida
social?
Si a cada negocio jurídico nuevo debemos
crearle una nueva figura jurídica que lo
comprenda, los Códigos estarían sometidos
a frecuentes reformas y pronto nos encontraríamos ante una verdadera anarquía
producida por la ley misma, que como sabemos es la voz común del orden.
Sosteníamos que en el caso estábamos ante un contrato de locación de cosas, con algunas modalidades, que pueden justificar
una variedad del mismo, sin acentuación, ni
posible repercusión en los elementos esenciales del contrato clásico.
La sentencia de 1$ instancia que como dijimos fue revocada, sostiene en este fallo
que la locación no está amparada por el
interdicto.
Consecuencia necesaria: El locador puede
desalojar en cualquier momento al locatario y éste no tiene otro amparo que la común acción de incumplimiento de contrato:
daños y perjuicios.
Y conste que el sentenciante en el caso
está frente a un demandado que se ha hecho justicia por sí mismo, por "sus propias
manos", según el decir común. El juez resulta aquí aceptando esta justicia privada,
dándole el asentimiento del Estado, no obstante ser un acto típicamente contrario al
Estado, manifiestamente adverso a principios esenciales de la Constitución y para
ser exacto: contrario a la Constitución misma, como estructuración del Estado, el señor
juez aparece dando validez a un acto de
fuerza.
Esto sólo bastaría para anularla o revocarla.
Agregábamos que si nuestra función, no
fuera otra que la de defender intereses privados, aquí terminaríamos nuestra exposición, pero no. es así, somos auxiliares de la
justicia y nos sentimos impulsados por el
cumplimiento de las obligaciones que tal
cargo importa; de ahí que vamos a tratar de
demostrar que el señor juez está equivocado
cuando sostiene en su pronunciamiento que
la locación de cosas no está amparada por
los interdictos.
En el Derecho romano, vigente aún en la
legislación del mundo occidental, las formas
esenciales del derecho de las cosas son:
propiedad, posesión, detención y jus in re.
A nosotros nos interesa hoy únicamente
la detención o mejor dicho la tenencia.
La, aproximación local de una persona a
una cosa no establece relación jurídica; para
que ésta pueda existir es indispensable la
voluntad de poseer. Voluntad que existe
tanto en la posesión como en la detentación. Cuando esta voluntad es impulsada
por el animus domini, hay posesión, cuando no tiene ese impulso, hay detención.
En lo que alude a la protección jurídica, la
detención, en el antiguo Derecho romano
se caracteriza por la ausencia completa de
•todo derecho por parte del detentador con
respecto del dominus possesionis. Esto es
aplicado por Ihering, por la preponderancia de la clase rica sobre la proletaria,
permitiendo al poseedor de grandes extensiones facilitar a sus clientes el uso gratuito
u oneroso, con la reserva de privarlos de él
cuando creyera conveniente; de este modo
quedaba el simple tenedor a merced del titular de la posesión, quedaba fuera de la ley,
su estado era de completa subordinación.
En este derecho el locatario no podía prevalerse de sus derechos contractuales, sosteniendo que el locador estaba obligado a
dejar en su poder y mantenerlo en el uso
y goce de la misma cosa, pues tal relación
en nada menoscaba el poder del dominus
possesionis, quien podía, prevalido de este
poder expulsar a su voluntad y sin motivo
al locatario, y si este se resistía, podía intentar contra él el interdicto uti possideti
o unde vi.
Luego, según es consabido, Ihering lo
señala, los intereses económicos y el progreso del sentimiento jurídico provocaron
de consuno la reforma, y en virtud de ella,
el locatario quedó protegido por una excepción de dolo y respecto a los terceros por la
actio injuriarum.
El locatario, ya no está, en ese entonces
fuera de la ley. Vamos a dejar sin relacionar
las etapas posteriores de esta evolución, lo
mismo que el Derecho de la Edad Media y
las reformas auspiciadas por el Papa Inocencio III, para entrar directamente a la
investigación de nuestro Código, que ha elevado la relación contractual entre locador y
locatario a tal categoría que casi se confunde con un Jus in re, con un derecho
real, como lo indicara el (Joctor jóse Galiano y lo llevara al doctor, A. Colmo a sostener que el derecho del locatario era netamente un Derecho real.
Nuestros tratadistas han llegado ya a la
conclusión definitiva de que el detentador,
cuando detiene en virtud de una causa jurídica un contrato, que crea un derecho
personal a tener la cosa, no se podrá exigir
a voluntad la restitución.
Este derecho, pues, tiene el amparo innegable del ordenamiento jurídico, de base
Constitucional.
No creemos oportuno extendernos más
sobre el tema.
Pensamos que está suficientemente demostrado que el locatario frente al locador
o poseedor animus domini, tiene el amparo
de los interdictos, que el no puede ser despojado por el titular de la posesión, que no
está fuera de la ley como en el antiguo
Derecho romano y como lo ha declarado la
sentencia en recurso a todas luces incon-
firmable.
Creemos que el fallo dictado en los autos
referidos, se ha inclinado por la buena senda, no por la circunstancia de haberse modificado la sentencia que había resultado
adversa en primera instancia, porque sería
inmodesto que pretendiéramos hacerlo aquí.
Pero es el caso que se consagra en esta forma la tesis que sostenemos en este trabajo.
La protección de la tenencia mediante el
interdicto cuando media justo título para
invocarla.
¿Qué se entiende por "justo título"?
Dada la naturaleza de la medida; su faz
procesal, cuyo resultado puede ser adverso
en una demanda ordinaria.
En este campo no puede entrarse a discutir el fondo de la cuestión por tratarse de
una materia que debe discutirse en juicio
ordinario.
Para nosotros, basta tener la tenencia y
que haya actos pertúrbatenos que han tenido por finalidad modificar esa tenencia.
d) No dejamos entrever que la posición
del usuario o locatario de garaje pueda ser
confundida. Además de tratarse como ya
lo señalamos de un contrato "nuevo", la
protección que se pretende interponer ante
cualquier acto que tienda a modificar la
relación jurídica que une a las partes, procede por vía de interdicto, como acción rápida y eficaz de carácter policial, y que
tiende precisamente a evitar las vías de
hecho.
Las controversias vienen repitiéndose desde antigua data. No entraremos a historiarla porque escaparía a la intención de este
trabajo.
Me limitaré a comentar el excelente
"Manual de Interdictos" del magistrado español don Juan Ríos Sarmiento (Edic. J.
M. Bosch, Barcelona, 1858, págs. 105 y sigs.).
Relata que la ley de Enjuiciamiento española (De Procedimientos), contiene en
el artículo 1651 la siguiente norma: "El interdicto de retener o recobrar procederá
cuando el que se halle en la posesión o en
la tenencia de una cosa haya sido perturbado en ella por actos que manifiesten la
intención de inquietarlo o despojarle, o
cuando haya sido ya djespojado de dicha
posesión o tenencia".
Trae a colación las siguientes sentencias
del Tribunal Supremo: I). S. 11 de julio de
1881: "Procede el interdicto, no sólo para
recobrar la posesión de las cosas, sino la
cuasi posesión de los derechos, pues, resolviéndose en esta clase de juicios sumarisimos cuestiones de orden público, lo mismo se afecta éste privando a uno con violencia o clandestinamente de una cosa corporal que poseía como de un derecho que
cuasi poseía". II). S. 3 de abril de 1884:
"Con arreglo al artículo 724 de la L. E. C.
de 1855 (1655 de la de 1881), el interdicto
de recobrar no sólo compete a los que tienen la posesión judicial, sino también a los
que se hallan en la «tenencia de la cosa»,
o lo que es lo mismo, en la simple ocupación actual y corporal de ella, con derecho
o sin él, corno claramente lo demuestra el
texto de dicho artículo al emplear las palabras «posesión o tenencia», que tienen
distinta significación en el lenguaje forense y en el común". III). S. de 23 de junio de
1880: "Que los «Arrendatarios» se defienden per derecho propio cuando proponen
interdictos contra aquellos que en vez de
acudir a las vías legales, los despojan violentamente de la tenencia de las fincas
arrendadas". IV). S., del 21 de noviembre
de 1904: "Que con arreglo al artículo 1560
Código civil, el arrendador no está obligado
a responder de la perturbación de mero
hecho que un tercero causare en el uso de
la finca arrendada; pero el arrendatario
tendrá acción directa contra el perturbador. . . , que é&ta acción es dimanente de un
propio derecho... que establecido que todo
poseedor, cuyo carácter tiene el tenedor de
la cosa para su disfrute, aunque pertenezca
el dominio a otra persona, tiene derecho a
ser respetado erí su posesión y si fuese inquietado en ella, deberá ser amparado por
los medios que las leyes de procedimientos
establecen, vienen estas disposiciones, contenidas en los artículos 446 y 432 del mismo
Código y UB31 E. C., a corroborar el sentido
del propio derecho sentado en el considerando anterior".
También en España, ha provocado muchas discusiones, el problema de saber si el
arrendatario puede instar interdicto de retener o recobrar cpntra el dueño de la cosa
arrendada.
Opina Juan Ríos Sarmiento (ob. cit.), que
en el Derecho español vigente, el arrentatario puede ejercer la acción interdictal contra todo perturbador o expoliador. Para exceptuar a alguno de estos es necesario que
exista otra disposición legal que lo exceptúe o un motivo jurídico superior a estas
disposiciones legales que produzca tal excepción, o una razón interpretativa que nos
lleve a entender que alguno de los perturbadores o expoliadores no está comprendido en aquellas disposiciones.
Concluye afirmando que muchos autores
son de la misma opinión. Aparte de los artículos publicados por Rodríguez Solano y
por Gimeno Gamarra en la Revista de Derecho Privado y en la General de Legislación y Jurisprudencia de los que hemos tomado muchos datos, el profesor Prieto Castro (Exposición del Derecho Procesal Civil
de España) dice así: No sólo es poseedor
para los efectos de la tutela interdictal de
que tratamos el que posee a título de dueño,
para 'quien la posesión es el signo exterior
de su derecho dominical, sino todo poseedor,
pues sólo importa el corpus, y por consiguiente el simple ocupante o tenedor actual,
el arrendatario, incluso frente a,Y propietario o poseedor mediatos (pues en el interdicto no se ventila el mejor derecho, sino
la persistencia o no de una situación), el
comodatario, el prendario, el depositario,
el anticresista, el usufructuario y el usuario
y- en general todo el que tenga o detente
una cosa". (Exceptúa a los meros servidores de la posesión, como el administrador,
que no es poseedor).
Y Manresa, en sus Comentarios al Código
Civil: "Por regla general, los interdictos de
retener o recobrar pueden establecerse, contra toda persona que realice actos de perturbación o despojo, aunque sea el mismo
dueño".
Hemos querido señalar algunos párrafos
de las ideas expuestas por la doctrina para
demostrar que desde antigua data, se admite que esta acción pueda ser intentada
por el locatario.
En nuestro país nos encontramos aún
hoy día con algunos fallos que no la hacen
extensiva a estos.
De modo que quienes opinan así tampoco entienden que pueda deducirla un usuario de un garaje.
Sin embargo, observamos una inclinación
favorable a la tesis que sustentamos la que
día a día adquiere mayores adeptos.
Nos limitaremos a citar a R. L. Fernández
en Código de Proc. Civ. Comentado, Bs.
Aires, 1955,. pág. 491 —entre otros— quien
expresa: "Para nosotros este interdicto, lo
mismo que el de retener, puede ser iniciado
no sólo por el poseedor animus domini, con
posesión jurídica (anual pública, pacífica,
continuada no interrumpida), y con sólo
posesión actual y momentánea, sino también por el mero tenedor; cuando se intenta recobrar la posesión jurídica perdida, el
interdicto, verdadera acción posesoria, se
llama de recobrar (el Cód. civ. 2487, la
llama «de restitución»); cuando quien la
deduce es un poseedor actual y momentáneo o un tenedor, se llama- interdicto de
despojo, que no importa una acción posesoria, «sino una disposición de orden público con el objeto de prevenir la violencia
y el atentado de hacerse justicia por sí
mismo» —de acuerdo con el principio secular: expoüatur ante omnia restituendo,
que aceptan todas las legislaciones— como
lo ha resuelto la Suprema Corte". (V. pág.
479 y J. A., t. 7, pág. 257; t. 28, pág. 973; t.
48, pág. 320). (Conf.: Caravantes III, pág.
249; Casarino, 392; Castro, III, pág. 131;
Ibarguren, 35; Jofré IV, págs. 121 y sigs.;
Lafaille I, pág. 260 y 290; Llerena, VII,
pág. 267; Machado, 2? Ed. VI, pág. 435; Salvat,.Derechos Reales, I, pág. 291; Segovia N.
a su 2492; 1* C. C. J. A., t. 66, pág. 495; L.
L., t. 9, pág. 397; t. 15, pág. 124; Cám. Fed.,
Córdoba, L. L., t. 11, pág. 46; Cám. Ap., Rosario, L. L., t. 15, pág. 420; V. Cálvente, 268;
interd., despojo: L. L., t. 11, pág. 283; n.
J. A., t. 3, pág. 94).
Agreguemos que dentro de la doctrina
aceptan nuestra tesis Osear Serantes Peña
y Javier Clavell Borras en Código Procesal
Civil y Comercial, Edit. R. Depalma, Bs. As.,
1957, pág. 334, comentario al artículo 581
del Código de proc., pueden intentarlo: 3)
el que celebra contrato para guardar el auto
en un garaje (id. L. L., t. 68, pág. 728; J.
A., 52-4, pág. 367).
e) Volviendo a nuestra jurisprudencia
observamos una inclinación favorable tendiente a lograr la protección jurídica aúa
a casos semejantes al que planteamos en
este trabajo.
Se ha resuelto así: "Que el interdicto de
despojo contra acto de «justicia», privada
es un remedio policial que garantiza el derecho del simple tenedor, lo ha resuelto la
Suprema Corte Nacional". "El interdicto de
despojo es un remedio policial que es de
carácter urgente y sumario, dado en favor
de quien se encuentra en posesión de un
inmueble, con o sin derecho a tenerla y
cualquiera que sea el tiempo de su duración y origen, contra el que por sí y ante
si, le turba con violencia o clandestinidad".
(Set. 6-944, Cap. Fed., La Plata, set. 8-944.
J. A. 1944, 4', pág. 209; J. A. 1944, 4', pág.
509).
Una sentencia de desalojo contra el tenedor que no ha sido oído en el juicio respectivo da lugar al interdicto de retener la
posesión. He aquí la parte dispositiva del
fallo: "La regla de que la notificación de
una sentencia de desalojo no puede dar
base a un interdicto de retener la posesión,
sólo es aplicable cuando se ha dictado contra quien ejercita la tenencia de la finca
no cuando se trata de un poseedor". (J. A.
11-842, pág. 638).
Y vamos a citar un último caso que confirma nuestra tesis sobre la verdadera naturaleza de la protección de los interdictos y
sobre quienes son los que pueden invocar
esta protección: "El artículo 581 del Códi-
go de procedimientos de la Capital'se refiere al interdicto de recuperar la posesión
como a la acción de despojo ya que es aplicable en los supuestos de posesión o tenencia perdidos por tenencia o clandestinidad".
(Cám. Nac. de Apel., en lo Civ. de la Capital. Sala "B" set. 7-953; J. A. 11-954, p. 57).
Creemos que a medida que la civilización
avanza, . los pronunciamientos judiciales
deben tender a evitar los actos de justicia
por mano propia.
f) En el interesante fallo dictado por la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal. Sala "A", (publicado en J. A. IV-958, pág. 49), se establece:
"Es un contrato —el de garaje— innominado. Participa a la vea de algunas características del depósito y de la locación, el que
tiene por objeto la guarda de un automóvil en un garaje: por ello, le son aplicables
las soluciones inherentes a la locación, en
cuanto los hechos las hagan procedentes.
Procede el interdicto para recobrar el espacio que los actores tenían contratado para la guarda de su automóvil en el garaje
del demandado, si éste les prohibió que lo
entraran si no le pagaban la nueva retribución que les exigía". (Autos: "Martorano
Dante y otros c/ D'Amico Héctor").
El fallo de 1» Instancia en sus considerandos tiene en cuenta que la prohibición
de entrada al garaje fue motivada por el
hecho de que los actores no se allanaron a
pagar $ 200 mensuales cada uno, por la
ocupación del local y guarda del coche, en
lugar de las sumas inferiores que hasta entonces abonaban, exigencia dispuesta personalmente por el demandado.
Justificado el carácter de locatario invocado por los actores, estima el a-quo que no
ha podido el copropietario demandado impedir por su exclusiva voluntad que los actores pudieran seguir utilizando el servicio
de ocupación del garaje para la guarda de
sus coches, máxime teniendo en cuenta que
no se ha alegado falta de pago de alquiler
y. demostrado, como está, que el garaje
sigue abierto y en funcionamiento, recibiendo normalmente otros automotores.
A lo expuesto, cabe agregar, que más injustificada aparece aún la actitud del demandado, si se observa que los propietarios del garaje aparecen infringiendo las
disposiciones de la ley 12.830, y sus decretos reglamentarios, en cuanto se relaciona
con el alza de precio de las cocheras de garajes, como se pone de manifiesto en el informe corriente al final del sumario ¿djunto expedido por el jefe del Departamento
Sumarios; todo lo cual, para el criterio del
juzgado hace inaplicable al caso la invocación hecha por el demandado del fallo que
se registra en J. A., 11-952, pág. 173.
Señala que el artículo 2487 del Código civil y el articulo 551 del Código proc., amparan la situación de los actores, en razón de que está probado que gozaban de la
tenencia y derecho de uso del garaje ubicado en la calle citada, a los fines del resguardo de sus respectivos coches por haber
mediado una locación cuyos méritos no ha
podido modificar por sí solo el demandado,
como* lo ha hecho, impidiendo en forma
violenta el acceso al garaje.
En cuanto al régimen jurídico de la locación de garajes, el juez de 1* instancia
comparte la doctrina sustentada en el fallo
que se registra en J. A., IV-952, pág. 367, que
hace viable en el caso el interdicto deducido.
Por este motivo se hace lugar a la demanda deducida y se condena a la parte demandada para que dentro del término de
48 horas restituya a los actores su derecho
a la tenencia y uso del garaje en cuestión,
para sus respectivos automotores, en las
condiciones en que lo ejercitaban hasta la
fecha en que les fue impedido el acceso al
mismo. (Fallo del doctor Enrique Oiraudy
Sec. Lucio L. Meléndez).
La Cámara Nacional'en lo Civil confirma
el fallo el 29-4-58, sosteniendo sustancíalmente que tratándose de un contrato innominado que participa a la vez de algunas
características del depósito y de la locación,
le son aplicables subsidiariamente las soluciones inherentes a la segunda de dichas
relaciones jurídicas, en cuanto los hechos
las hagan asimilables.
Que los actores tenían espacios destinados para guardar sus vehículos y han sido
inquietados en esa ocupación por el anuncio que se les hiciera en la pizarra y con la
posterior prohibición de introducir los vehículos al mencionado garaje, mientras no
pagaran la nueva mensualidad que se les
exigía y a la cual se opusieron (Sala D Causa 43.883. Dic. 23-957 anotado en Doctrina
Judicial, año I, núm. 149).
Por las razones expuestas, lo que surge
del articulo 581 del Código de procedimientos las aducidas por la Sala D en L. L., t.
82, pág.611 y por sus fundamentos se confirma la sentencia apelada. (Voto de los
dostores R. L. Claps y E. Sourrruille).
En otro fallo reciente se sustenta la misma doctrina: "La protección que importa
el interdicto de retener alcanza a la relación
de Derecho en cuya virtud se ha entrado
en la simple tenencia de una cosa y tiende
a evitar cualquier perturbación en la misma; en consecuencia, debe acordarse a los
propietarios de automóviles que guardan
estos en un garaje y a quienes se amenaza
privarlos de sus cocheras, sin que a tal
efecto sea necesario establecer la natura-
leza de la relación jurídica que los protege".
(Parte dispositiva publicada por Doctrina
Judicial 14-7-959, núm. 680. R. 54.269. Viga-
no Ricardo y otros c/ La Negra Rey Basadre
S. A., 29-IV-959. Juzg. doctor Quiroga Ol-
mos See. Santillán. Conf., por la Cám. Nac.
en lo Civ. de la Cap. Ped., Sala B).
Compulsados los autos temos extractado la parte dispositiva de la sentencia de
2$ Instancia que estableció: "Buenos Aires,
junio 29 de 1959 V. y C.: Acciones como la
promovida por los actores llevan a recordar
una vez más, la voluntad de la ley de prevenir la violencia como medio de lograr la
afirmación y efectividad de un derecho, interesada, naturalmente en evitar que las
personas se hagan justicia por su propia
mano. Lo ha dicho reiteradamente la Corte Suprema de Justicia de la Nación, así
como los demás tribunales.
Tal como lo ha sostenido la Sala "D" de
esta Cámara (Causa 43.883, 23-13-957), la
protección que importa el interdicto de retener alcanza a una relación de derecho en
cuya virtud se ha entrado en la simple tenencia de una cosa. De ahí que una vess
probado el hecho de la perturbación, atribuido al demandado deba acogerse el interdicto (Cód. de proc., arts. 574 y 577) y
resolviendo aquel tribunal en situación análoga a la controversia aquí suscitada, toda
vez que se trata precisamente del amparo
de la posesión o tenencia en lo que habían
sido inquietados quienes ocupaban con sus
coches espacios en un garaje, acogió la demanda instaurada.
Lo similar de la situación de los actores,
que se apoyan en las resoluciones ministeriales que citan que son las emanadas del
Ministerio de Comercio e Industria (números 1280/56 y 1440/57), resulta del hecho de
significar los carteles colocados sobre los
surtidores de nafta y en las columnas del
garaje, mediante los que se les requería el
retiro en breves días de los coches por el
inminente cierre o clausura del local, la
realización de actos que afectaban derechos
por cuyo mantenimiento la ley procesal
acuerda el interdicto de retener, en correspondencia con determinadas disposiciones
legales de fondo.
El derecho invocado al demandar, que
las citadas disposiciones contenidas en las
resoluciones del ex ministerio de Comercio
e Industria, establece en cuanto concretan
la prohibición de cesar con la prestación
de los servicios, aún en el caso de proponerse los propietarios cerrar sus establecimientos, ya no es conocido en la alzada.
Antes bien, al invocar la demanda ahora
en su favor otra resolución posterior emanada de la actual Secretaría del Estado de
Comercio, que les es favorable, aparece ajus-
tado también a dichas actuaciones minis- ría correr la misma suerte que la de los
casos resueltos bajo comentario.
teriales su derecho en el pleito.
No es el caso examinar con precisión
Capítulo sexto
la relación de derecho que el servicio presResponsabilidad civil del garajista y del
tado por el garaje generó con los actores
para precisar su verdadera naturaleza jurí- usuario. El criterio utilitario es el que reina
dica toda vez que el interdicto resulta pro- generalmente en el litigio. No pretendemos
cedente por el hecho de ser válida la ocu- traer nada nuevo cuando hacemos esta
pación "autorizada", en el local y de ha- aserción, pero debemos recordarla para el
bérselos inquietado por aquellos actos ma- estudio de este capítulo.
La polémica se inclina, cuando se trata
teriales sostenidos después. Y puesto que el
pleito quedó radicado sotare esas bases por- de debatir la responsabilidad civil del garaque la relación procesal establecida entre jista, hacia un lado o el otro, según a quien
las partes y aún la sentencia recaída en la se defienda.
La vida diaria trae problemas complejos;
instancia anterior sólo se ajustó a ellas,
corresponde que este tribunal decida dentro, de naturaleza especial y de múltiples facede sus exclusivos términos (Cód. de proc., tas, que muchas veces no es posible encasillarlos como si fuera una mercadería.
art. 216).
¿Existe contrato de garaje pero suborniConviene señalarlo muy especialmente
porque en fecha posterior a la de la senten- nado a qué condiciones? ¿Cuáles son las
cia en recurso habríase resuelto por dicha modalidades y las cláusulas que imperaron
Secretaría de Estado autorizar a La Negra durante el transcurso de la contratación?
¿Qué reservas formuló una y otra parte?
Rey Basadre S. A. a que proceda a la des¿Qué pruebas se aportan y detalles de toafección del local destinado a garaje, precisamente el de autos, con la condición de da índole que muchas veces ni los propios
efectuar allí, ¡as construcciones ampliatorias clientes ponen de manifiesto, y recién surde sus cámaras frigoríficas, depósito de hie- gen en la secuela del juicio?
Frente a estos problemas el abogado que
lo y dependencias accesorias, finalidad esa
juzgada de esencial importancia para la po- patrocina a un litigante, interpreta o trata
de interpretar, de acuerdo a sus conviccioblación.
y la razón que es lo que en general
Para ello la firma demandada habría de nes,
prevalece,
la idea de justicia que deberá
presentar antes de la iniciación de la obra primar definitivamente.
los planos de demolición y de la nueva consEnrique Díaz de Guijarro en su excetrucción debidamente aprobados por la
lente
jurídica: Abogados y
autoridad competente. Pero esta situación, Jueces,monografía
edit. Abeledo Perrot, Bs. Aires, 1959
en que pretende ampararse y que podría nos recuerda
con palabras que reconfortan
acaso fundar otra decisión respecto de los el Decálogo del
de Ossorio y Gaocupantes de su garaje, es algo ajeno a los llardo (IV PiensaAbogado
siempre que tú eres para
extremos de hecho y de derecho que fueron el cliente y no el cliente
para ti) y el insigpropios de la litis, respecto a los cuales de- ne Couture en sus mandamientos
(!•? Estube recaer sentencia en ella. Así se brinda- dia: El Derecho se transforma constantería a los ahora accionistas la oportunidad mente. Si no sigues sus pasos serás cada
de actuar y decidirse frente a la novedad
o variante de referencia, que a estar a la día un poco menos abogado), para llevarque esa constante evoluactuación cumplida hasta el presente apa- nos yesseñalarnos
ciencia y progreso.
rece justamente ignorada y omitida en su ción
Bajo esta última faz debemos pues obserpresentación en la alzada.
var esas ideas cambiantes que día a día
La sentencia de !?• instancia es confirma- se traducen en fallos contradictorios a veda por la Excma. Cám. Nac. de Apel. en lo ces y circunstanciales otras, impuestos por
Civ. como hemos dicho.
mil factores que inciden en su desenvolvi-
Los fallos comentados, se inclinan pues,
por la tendencia moderna al interpretar la
verdadera naturaleza jurídica de la relación
mantenida per el usuario con el propietario
del garaje (el garajista). Se sientan así las
primeras bases de la protección jurídica de
este contrato por la vía procesal.
Toca ahora debatir el problema por la vía
ordinaria, para conocer la opinión de nuestros tribunales. No conocemos ningún caso
que se haya promovido hasta el presente,
pero en nuestra opinión, el resultado debe-
miento.
Estas palabras previas, que deseo hacer a
manera de introducción de este capítulo,
sirven pues para demostrarnos desde distintos ángulos que las posiciones asumidas
respecto a la materia que estudiamos, han
sido vistas desde diferentes facetas que denotan sin lugar a dudas ciertas contradicciones que obedecen más que a ningún otro
factor, a ese complejo contrato que estudiamos.
Hemos observado que cuando se trata de
calificar la responsabilidad del garajista,
por pérdida, sustracción, daño, incendio, etcétera, se ha tratado más bien de encasillar
el contrato que analizamos, dándole una faz
de contrato innonimado donde primarán los
rasgos del contrato de depósito o de locación,
según los intereses que persiguen las partes.
a) Las fuentes que determinan la responsabilidad y obligación del garajista. En
principio, dadas las características del contrato que nos ocupa, nada obsta que las convenciones que rijan a este contrato se efectúen con entera libertad por parte de ambos contratantes (art. 1197, Cód. civ.).
Ninguno de los contratantes está en estado de desigualdad. Por tanto no existiría
razón para estar "especialmente protegido",
por normas de Derecho público.
Pero esta afirmación se hace en cuanto a
la responsabilidad del garajista, y no en
cuanto a esa porción del contrato que se
refiere a la locación de cosas, al arrendamiento, porque en cuanto a este último entendemos que nada obsta su regulación por
el Derecho público.
Aquí nos referimos más bien a las obligaciones y a las responsabilidades de carácter patrimonial que reglan las relaciones con
el garajista y en este aspecto, reafirmamos
nuestra opinión que nada obsta para que sus
relaciones se rijan por el principio general
establecido por e! artículo 1197 del Código
civil. ("Las convenciones hechas en los contratos forman para las partes una regla a
la cual deben someterse como a la ley
misma").
Entonces cabe pensar: ¿Por qué recurrir
a medios de solución inciertos y casi extralegales, cuando la ley misma determina los
límites de la responsabilidad contractual?
Si unos rechazan la idea que puedan
aplicarse las normas de la locación y otros
las del depósito, o las de la locación de
servicios, porque no ir entonces directamente a lo que convinieron las partes de
común acuerdo?
Entendemos que ello no es ningún obstáculo cuando realmente se formalizó un
contrato, se celebró una, convención pero
siempre por escrito o cuya prueba se obtenga por confesión de las partes cuando no
se hubiera hecho por escrito.
Y he ahí, que la naturaleza del contrato,
su falta de regulación, y una serie de intereses creados (generalmente los del garajista) , impiden llegar a ese paso y todo se
resuelve en una convención verbal, donde
será dificilísimo averiguar a veces y probar
en otras ocasiones, cual fue la convención
que se celebró.
Entonces es cuando entran a jugar los
principios generales del derecho y se acude
a los contratos análogos.
Pero entendemos que no deben dejarse de
lado otros principios que juegan un rol importantísimo dentro de nuestro Código civil.
Así por ejemplo el Código, en materia de
obligaciones dice en el artículo 574 que:
"La obligación de dar, es la que tiene por
objeto la entrega de una cosa, mueble o
inmueble, con el fin de constituir sobre
ella derechos reales, o de transferir solamente el uso o la tenencia o de restituirla
a su dueño".
Por el artículo 576 del Código civil se establece que: "El deudor de la obligación es
responsable al acreedor, de los perjuicios e
intereses, por falta de las diligencias necesarias para la entrega de la cosa, en el lugar y tiempo estipulados, o en el lugar y
tiempo que el juez designare, cuando no
hubiese estipulación expresa".
Como señala Eduardo B. Busso Código Civil anotado, t. IV, Ediar S. A., Ps. Aires, 1951,
pág. 11: "El dar, o sea la acción de entregar
una cosa, no tiene en sí'mismo un sentido
preciso ni implica un efecto jurídico peculiar y específico. Los derechos u obligaeion.es
que al «dar» deben seguirse, dependen de
las condiciones bajo las cuales la dación se
haya estipulado. Las obligaciones de dar
sirven de medio indistinto para la realización de los varios efectos jurídicos que el
artículo señala: a) Para constituir derechos Reales; b) Para transmitir el uso o la
tenencia; c) «para restituir una cosa a su
dueño»".
Sí bien el Código distingue esos tres tipos
de obligaciones de dar, no reglamenta sino
dos de ellos: el de constituir derechos reales y el de restituir. Si se trata de obligaciones para transferir el uso o la tenencia
el codificador se limita a una remisión a los
títulos "Del Arrendamiento" y "Del depósito" (art. 600 del Cód. civ.).
Cuando se trata de! contrato de garaje,
entendemos que estas normas no bastarán
para resolver el problema, y creemos que nadie pensará restringir su alcance a las obligaciones de dar o restituir una cosa.
La redacción del texto de las disposiciones estudiadas y su remisión a ciertos contratos, establecen que no se trata de la
transferencia de la propiedad de una cosa,
sino de restituir la misma independientemente de toda coloración jurídica de este
acto material.
Si la remisión que se hace al contrato de
depósito bastara por sí mismo, para reglar
la relación entre el usuario y el garajista
no habría problemas de ninguna naturaleza.
Pero si observamos que debemos aplicar
las normas del depósito voluntario resultará que "el depositario está obligado a
poner las mismas diligencias en la guarda
de la cosa depositada, que en las suyas propias"; o.como dice el Cód. civ. francés en
el art. 1928, los cuidados exigidos al deudor
de la guarda de la cosa son simplemente
los que cumpliría un propietario de diligencia normal, su actitud debe ser la que tendría frente a la cosa, el común de los hombres. No obstante a pesar de que la actitud
de un "buen padre de familia", al cuidado
de su coche, sea tan fácil de concebir, es
necesario saber si se aplica al caso del garajista.
Y una vez más debemos ir a la intención
de las partes, más o menos expresa, y es la
que decidirá definitivamente sobre la aplicación de las disposiciones citadas.
La interpretación del contrato que estudiamos no podemos dejarla librada simplemente a estas disposiciones y existen otras
dentro del Código civil que también deben
tenerse en cuenta. Con las que una vez determinado el objeto y el contenido de las
obligaciones del deudor y ante su inejecución, deciden que ésta no conduce a una
sanción de pago y daños, y perjuicios, intereses,'etc., cuando ella se debe a una causa
ajena que no le es imputable en particular,
es decir a un caso de fuerza mayor o caso
fortuito.
Como señala A. Jack ob. cit., pág. 849,
sólo la consideración objetiva de los hechos,
será necesaria para determinar cuando habrá verdaderamente un caso fortuito o fuerza mayor, pero no habrá necesidad ni de la
voluntad de las partes ni de las costumbres
o usos; la convención no intervendrá entonces más que para derogar la regla legal,
imponiendo en casos expresos al deudor la
responsabilidad de ciertos casos fortuitos,
de cuyas consecuencias el derecho común
los habría exonerado.
En una palabra si se considera como generalmente se ha admitido por nuestra jurisprudencia que rigen al respecto las normas del artículo 2203 del Código civil. ("El
depositario no responde de los acontecimientos de fuerza mayor o caso fortuito, sino cuando ha tomado sobre sí los casos fortuitos o de fuerza mayor, o cuando éstos
se han verificado por su culpa, o cuando se
ha constituido en mora de restituir la cosa depositada"), se abordará a conclusiones como estas: "El garajista responde por
la pérdida del vehículo cuya custodia se le
confiara, excepto si ésta proviene de un caso
fortuito o de fuerza mayor" (Cám. Nac.
Civ. sala "A" de la Cap. Fed. 9-8-954, L. L.
t. 76, pág. 588).
Se llegará pues a la conclusión que el verdadero sentido de la responsabilidad estará
.dada por las normas establecidas por el art.
576 del Cód. civ., que bajo la apariencia de
la responsabilidad consagrada instituye
realmente que es a cargo del deudor la obligación de conservar la cosa hasta el momento de la entrega y de cumplir los actos
materiales necesarios para esa entrega. Por
tal motivo, señala Eduardo B. Busso (ob.
cit., pág. 10), que el artículo 576 no consagra estrictamente una obligación sino
que sanciona una responsabilidad. El texto
constituye una exposición sintética e innecesaria de principios contenidos en otros
artículos que legislan sobre mora y culpa
del deudor (arts. 508 y sgts. del Cód. civ.)
y sobre tiempo y lugar del pago (arts. 818,
747, 751 y 752)v
Y si de acuerdo a estas normas se establece que —salvo convención en contrario—
el garajista no es responsable por el daño
fortuito ni la fuerza mayor, resulta entonces
que salvo el casó que mediara culpa o negligencia de su parte, no responde por casos de incendio, inundación, terremoto, etc.,
su responsabilidad en sí es limitadísima,
porque entonces se reduciría a los casos de
robos y/o sustracciones de partes del vehículo, todo lo cual demuestra a nuestro
juicio, que no serán suficientes ni esenciales las normas del depósito para regir el
contrato de garaje.
b) Obligaciones del garajista respecto
del usuario del automóvil. El garajista, debe
asegurar al usuario, la posibilidad de estacionamiento en el local destinado a tal fin,
de retomarlo y volverlo a entrar en todas
las oportunidades que le parezca. Debe estar
constreñido a la obligación accesoria, de
vigilancia del vehículo, para protegerlo de
las influencias exteriores ejercidas en el
garaje, que pueden causar su deterioración; en cuanto a la vigilancia de sus partes
mecánicas y mantenimiento del motor, surgirá de una convención especial al respecto, pero en principio no tiene obligaciones,
A. Jack ob. cit., pág. 676, dice que, entre
las diversas obligaciones que le son encargadas, al garajista, unas le son encomendadas directa e inmediatamente por la acción misma del garaje ya oue constituyen
de alguna forma el contenido —obligación
de recibir y mantener el coche y restituirlo
a gusto del propietario— de la noción de
garaje y las otras son la consecuencia igualmente necesaria, pero indirecta de esta
misma noción, siendo Indispensable no a la
existencia misma del garaje sino a su buen
funcionamiento, como la obligación de pro
veer un local adecuado y vigilarlo para proteger el coche contra los peligros externos
de deterioración o destrucción.
Hay, en suma, dos categorías de obligaciones en relación más o menos directa con
la esencia del contrato, que se encuentran
en una situación jerárquica comparable, por
ejemplo a la obligación recíproca d« trans-
íerir la propiedad y de entregar por una
parte y de la de garantizar contra vicios y
eviccíón, que corresponden al vendedor; o
Vimos que la obligación principal del garajista consiste en recibir, guardar y restituir el automóvil que le ha sido confiado.
bien, en la locación de cosas, de la obligaEn caso de inejecución de tales obligacioción del arrendador de garantizar el goce nes, ¿será el garajista responsable, es decir,
y posesión de la locación por una parte, y la pasible de una condenación de daños y perde efectuar las reparaciones que le corres- juicios a favor de su cliente? La solución
pondan y garantizar al locatario contra los no parece compleja, entendemos que no hay
problemas que afecten su goce o posesión, más que aplicar los principios generales de
por la otra parte.
la responsabilidad contractual a saber, preDada la complejidad del contrato resul- sunción que la inejecución es factible, salta difícil determinarlas con precisión.
vo prueba necesaria del litigante sobre esEs así como se constata que las obligacio- te punto y salvo prueba contraria del ganes sustancíales del garajista puedejí des- rajista de la fuerza mayor, del caso frocomponerse en tres obligaciones-diferentes, tuito o de otra causa extraña no imputable,
cuya ejecución se sucede en el tiempo y que que lo exonere de las consecuencias de esta
corresponde a tres faces cronológicas no inejecución. En virtud de estos principios,
importando que el acto se repita en forma ¿en qué casos el garajista deberá pagar o
constante y cuantas veces lo desee el usua- no daños y perjuicios después de haber falrio: 1) Obligación de recibir el automóvil en tado a sus obligaciones de recibir, guardar
el garaje al primer requerimiento del auto- y restituir el coche guardado?
movilista. 2) Obligación de restituirlo igualDejemos de lado, la obligación de recibir
mente al primer requerimiento. 3) Obliga- el coche en el garaje. Es la que da lugar a
ción de conservarlo en el garaje durante el menos dificultades por una parte, porque
período intermedio.
en realidad, los casos de inejecución, aunEn cuanto a las obligaciones accesorias, que cada día tienden a ser más grandes,
son, por una parte, las que se refieren al no tienen la importancia del perjuicio sulocal donde será guardado el coche, que to- frido por la no restitución del vehículo, o
ma necesariamente en consideración el pro- a su devolución destruido o deteriorado.
El garajista será de pleno derecho responpietario del coche mientras el depositante
se preocupa del lugar donde el depositario sable de la falta de recepción del automóvil
en el momento en que su cliente lo requieva a colocar el objeto del depósito.
Por otra parte, existe una cierta obliga- ra o en la época expresamente fijada en el
ción de vigilancia que se restringe a la pro- acuerdo, salvo caso de fuerza mayor, como
tección del coche contra los daños exteriores sería el incendio en ciertos casos y condisin acompañarse de la obligación de man- ciones, en el supuesto de una invasión extener los organismos del motor, salvo con- tranjera o cataclismos naturales como una
vención en contrario,, mientras que el de- inundación, por ejemplo.
Sucede lo mismo en la obligación de guarpositario igualmente el asalariado, debe a
la cosa todos los cuidados de un propieta- dar el coche y no dejarlo salir mientras su
propietario no lo reclame.
rio diligente.
Muy frecuentemente, a la inejecución de
Cuando no existe un emplazamiento reservado especialmente para el vehículo, el esta obligación de mantener el coche en el
garajista puede desplazarlo de un lugar a garaje, se refieren los casos de responsaotro. El Tribunal de Comercio de Bruselas bilidad indirecta del garajista, casos donde
en su fallo del 8 de marzo de 1926, ha reco- él deberá reparar el perjuicio sufrido, no
nocido la posibilidad para el garajista de por el cliente como consecuencia de una
desplazar un coche, luego de la partida de inejecución de las obligaciones derivadas del
su propietario, por cuanto lo juzgaba opor- contrato de garaje, sino por terceros víctituno en la administración de su garaje, aún mas de accidentes causados en la conduccuando el automovilista buscaba un lugar ción del automóvil y donde se tratará de
a su gusto cada vez que 10 colocaba en el una responsabilidad delictual fundada en
garaje. El fallo ha dado por sobreentendido el Código civil y la noción de guarda; o
que no existía lugar determinado por con- bien en las disposiciones del mandato o del
vención, sino solamente tolerancia y faci- depósito.
lidad benévola dadas por el garajista a su
Indudablemente, debemos admitir que hacliente. El local afectado por el garajista brá restitución del precio pagado de antepara- la ubicación de los vehículos, debe re- mano si el coche no ha podido ser mantevestir por lo demás caracteres propios a la nido dentro del garaje salvo naturalmente
utilización a que se Jo destina, no deberá el caso de fuerza mayor o fortuito. A ello
estar expuesto a la humedad, riesgos de los habrá que agregar el reembolso de la difeincendios, y debe estar suficientemente ce- rencia de precio que hubieran cobrado en
rrado para impedir el robo de coches.
otro garaje, gastos de desplazamiento del
coche, diligencias y todo otro daño imprevisto. Pero, la responsabilidad del garajista
tendrá poco campo de acción en esta situación bajo su forma autónoma; las sanciones por la obligación de guardar el coche,
jugarán al mismo momento y correlativamente con las obligaciones de restituir; porque, a menudo, si el coche no ha permanecido en el garaje, es porque ha sido robado
o destruido, entrañando la imposibilidad de
devolverlo.
En cuanto a la sanción por inejecución
de la obligación de devolver el automóvil,
todo va a depender del origen de esta inejecución.
Se deberán tener en cuenta para ello las
obligaciones del garajista y las que no le
incumben. Además tendrá que tenerse presente, la convención que pueda existir entre
el garajista y el usuario. En principio, el
garajista no es responsable cuando el deterioro del vehículo, no provenga de su culpa o negligencia, sino por una simple falta
de conservación por ejemplo.
También será responsable el garajista de
todos los daños y perjuicios que sobrevengan al vehículo, por las destrucciones, o vicios del local donde está instalado, ya sea
por influencia de un hecho extemo contra
el cual debía estar prevenido, o ya sea del
hecho de un tercero que él debía vigilar o
que por su negligencia no ha impedido su
acción.
En este sentido se ha reponsabilizado al
garajista: "Cuantío no ha adoptado precauciones contra el robo; caso en que otro
cliente del garaje, por su torpeza, ha causado un incendio o bien ocasionado estragos
en otro coche, por cuanto el garajista debía vigilar de manera suficiente para evitar tales accidentes" (Cf. Burdeos, 12 de mayo de 1931, Gaz. Pal. 1931, 2-223).
Señala A. Jack, que la situación parece
por consiguiente que se ha resuelto muy
simplemente por la determinación de la
causa de no restitución integral y en función de la extensión de las obligaciones del
garajista que hemos delimitado precedentemente. Pero esta simplicidad no es más que
aparente y nosotros no hemos resuelto automáticamente el problema de la responsabilidad que viene a sancionar la inejecución
de las obligaciones así determinadas por el
solo hecho de haber procedido a esta determinación.
He aquí, en efecto, cuatro órdenes de dificultades persistentes que deben ^resolverse
para arribar a una conclusión, si no muy firme, al menos aproximadamente exacta: 19)
Dificultades referentes a la prueba de que
se está en la fase de la situación contractual que obliga a restituir. 2") Dificultades
de división entre la influencia de la falta de
conservación y la de otras causas posibles de
deterioración del coche de las que debe responder el garajista. 3') Hesitaciones en
cuanto a. la determinación de los acontecimientos que constituyen o no casos de fuerza mayor. 4") Hipótesis de falta común del
garajista y de su cliente o aún de falta del
automovilista, sólo que es el acreedor de la
obligación que permanece sin ejecutar.
Antes de saber si en tales casos el garajista debe responder de falta de restitución
del coche, según la causa de tal falta, es
necesario preguntarse si él está obligado a
restituir. Pero ¿cómo puede imaginarse uno
esta pregunta, si el garaje consiste esencialmente en la guarda de un automóvil
por el garajista, si bien han podido intentar
asimilarlo al depósito?
Es que como hemos visto, el garaje es un
contrato permanente, comportando muchas
faces, en las cuales produce efectos diferentes respecto a las obligaciones del garajista. Y toda cuestión será precisamente, saber en presencia de un litigio entre el garajista y'su cliente, en qué face nos encontramos; si en aquella en que, habiendo salido el coche, debe recibirlo de vuelta, o
en aquella en que estando dentro debe entregarlo.
Prácticamente el caso se presentará en el
momento en que se reclame la devolución de
un coche al garajista, y éste se niegue a. ello,
por cuanto el automóvil ya había salido del
garaje y no había vuelto a ingresar.
No habría necesariamente mala fe por
una u otra parte, en el caso que el coche
hubiera sido sacado por el chófer en ignorancia del cliente. Si el chófer desapareciera con el coche, podrían presentarse las
cuestiones anexas de falta del automovilista que no ha vigilado suficientemente a su
empleado o no ha prevenido al garajista de
su despido; o bien de falta del garajista
que sospechando que el chófer no está más
al servicio de su cliente, no ha solicitado
aclaraciones.
¿Cuáles son los elementos de prueba a los
que podrá recurrir?
Generalmente será la declaración testimonial de los empleados del garaje, que
pueden por otra parte y con toda facilidad ser considerados como sospechosos.
A veces, habrá un registro de entradas y
salidas, que servirá a título de presunción,
salvo el caso que lleve la firma del interesado. En todo caso, exigir un escrito en esta
materia será prácticamente suprimir toda
responsabilidad de prueba para aquél a
quien ella incunibre. (Es decir, al garajista litigante en la acción de restitución, sosteniendo por vía de excepción que el coche
ha salido del garaje por orden del propie-
tario en un momento dado, o a su cliente
replicando que el había sido devuelto.)
En tal caso no entraría en juego la limitación impuesta por los artículos 1192 y
1193 de nuestro Código civil, pero entendemos que no serían aplicables al caso, ante la
imposibilidad voluntaria de procurarse la
prueba por escrito, y porque tales entradas
y salidas del vehículo "no constituyen verdaderas tradiciones o restituciones teniendo
un alcance jurídico, sino simples hechos
materiales, pudiendo ser probados por todos
los medios admisibles.
La prueba de salida del coche será bien
difícil para el garajista en ausencia de un
registro de entradas y salidas o de la redacción de un escrito cualquiera, pero él
será responsable de no haber tomado las
precauciones en esta materia, porque es él,
quien de una manera general, toma la iniciativa y regla los procedimientos de prueba
de las estipulaciones y consecuencias del
contrato de garaje.
Es el estudio de la jurisprudencia francesa una de las fuentes principales de este
trabajo. Vemos a través de ella soluciones
que denotan la aprehensión de nuevas teorías sobre la responsabilidad, que escapan
muchas veces a las soluciones comunes.
Uno de esos casos es el siguiente: "El
propietario de un coche, deseando venderlo,
lo remite a un corredor de ventas de automóviles de ocasión. Este, a raíz de una imprudencia, derriba un ciclista. La víctima
demanda al conductor, cuya culpa se establece y al propietario en su calidad de guardián. Se resuelve que el propietario no tenía la guarda del vehículo y se condena al
corredor al pago de la indemnización integral.
Pero como el condenado era insolvente,
la víctima intenta una nueva acción contra el propietario, invocando el artículo
1382 del Código civil.
El proyecto, afirma la nueva demanda,
incurrió en culpa al confiar el coche a
un insolvente no asegurado.
La Corte del Colmar (15-4-958), admite
que el hecho de confiar un coche a una
persona sin verificar su solvencia y la existencia de un seguro, es imprudencia. No
contestan los comentaristas esta cuestión
a la que alcanzan las modificaciones de los
textos nuevos sobre seguro obligatorio; pero
admitiendo la existencia de culpa del propietario, ¿tiene ella relación de causalidad
suficiente con el daño del que el ciclista
reclama reparación?
La sentencia admite que el perjuicio "es
directo", apoyándose en el siguiente razonamiento: sin duda, la imprudencia del propietario del coche no es la causa directa de
las heridas sufridas por el ciclista, pero es
la causa directa de la imposibilidad en que
se encuentra la víctima de obtener la reparación del conductor (DJA, núm. 142, pág.
4, núm. 9).
El razonamiento es ingenioso y ya fue
propuesto con anterioridad a las Cámaras
reunidas de Casación (S. 1941-1-271), respecto a un coche #0 cerrado con llave, sin
que la Alta Corte lo aceptara (D., 1946, J.,
117).
Eate caso fue publicado en la Revue Trimestrielle de Droit Civil, enero-marzo de
1959, con traducción del doctor Manuel
Orus (J. A., 15-7-959).
La construcción es realmente original,
pero creemos que pudo resolverse en el
mismo juicio —si se hubieran previsto las
consecuencias del primer pleito— sin necesidad de tener que iniciar otro.
El mismo comentarista, refiere el caso
extractado y traducido de la Revue Trimestrielle de Droit Civil, abril-junio de 1959
(J. A,, 21-9-959, núm. 254), con comentario
de los profesores de la Universidad de París,
H. y L. Mazeaud..
En ejecución de un contrato de depósito
oneroso, se envía un automóvil a un garaje.
El dueño de éste, depositario, no puede devolver el coche en el estado recibido, pues
fue robado en el garaje y encontrado después dañado.
La Corte de Apelación rehusó tener por
comprometida la responsabilidad del dueño
del garaje, fundándose en que no se había
demostrado falta de vigilancia; y que, aun-
que se hubiese probado, no sería la causa
del daño, pues el causado al coche sería
consecuencia directa de la culpa del ladrón
y no del propietario del garaje. El segundo
argumento no era serio, pues si bien Casación ha resuelto que la muerte de una persona llevada por delante por un coche robado manejado por el ladrón, no es, en principio, consecuencia directa de la negligencia del guardián del automóvil, negligencia
que facilitó el robo (J. A., 1957, t. IV, sec
doct., pág. 79, núm. 18 y referencias abundante jurisprudencia y Lalau, Savatier, Mazeaud) ; ¡nunca se resolvió que el daño sufrido por el robado —pérdida o deteriore
de su cosa— no fuera la consecuencia Üirecta de la negligencia de la persona encargada de vigilar la cosa!
Casación (Civ. 23-12-958) no lo ha señalado, pues se contentó con rechazar el
argumento invocado en primer término. El
depositario por precio que no puede restituir la cosa depositada en el estado en que
se le entregó, debe, para ser exonerado de
responsabilidad, probar que el hecho de un
tercero que causó daño a la cosa "presentaba para él los caracteres de la fuerza ma-
yor". Es entonces el dueño del garaje quien
tiene a su cargo la prueba y no el depositante.
Los comentaristas señalan cierta ambigüedad en la sentencia cuando la Corte
agrega que el dueño del garaje "debía ser
declarado responsable respecto al depositante. .. si una falta de vigilancia por su
parte había permitido el robo", y se preguntan: ¿No debe considerarse que para
la Corte de Casación, el depositario puede
liberarse demostrando que no ha habido
falta de vigilancia? Tal posición parece difícil de sostener, pues la obligación de restituir la cosa es de resultado, por lo que,
a pesar d,e la confusión doctrinaria y jurisprudencial, ia falta de restitución de la
cosa depositada obliga al depositario, salvo
que pruebe" un acontecimiento de fuerza
mayor (J. A., 1957, II sec. doct., pág. 87,
núm. 19 y referencias).
No estamos de acuerdo con el fallo registrado precedentemente. Para nosotros la
responsabilidad del garajista era evidente
y BO podía trasladarse la culpa de éste al
ladrón que provocó el daño, sin perjuicio
del derecho que pudiera ejercer el garajista contra el ladrón por el resultado del litigio que debió interponer el dueño del vehículo en su contra,
Por imperio de la teoría del riesgo que
hemos aceptado como definitiva para establecer la responsabilidad del garajista, no
cabe otra solución que asignarle a éste la
responsabilidad del hecho delictual o cuasi
delictual imponiéndole asimismo al empresario ia obligación de producir la prueba
de descargo,
c) Deterioros. La exoneración de las
consecuencias de la falta de conservación
del coche parece prima -facie no ofrecer dificultades para el garajista, por cuanto hay
inejecución de una de sus obligaciones. Pero
a veces hay tales deterioros que uno no sabe
si son debidos a una falta de conservación
del coche o a circunstancias externas de
cuyas consecuencias responde el garajista,
o que podrían resultar de los dos órdenes de
causas, sin que uno pueda determinar entonces cuál es la parte de cada uno. Además, no se puede sostener que poco importa esta proporción, que el daño será siempre imputable al garajista, porque el podría
haber adoptado las previsiones posibles que
le incumbían y que habrían producido la
supresión de las causas exteriores. No es
otra cosa que la aplicación indirecta y accesoria de una teoría que ha hecho hablar
de ella en materia de responsabilidad delictual; la de la equivalencia de las condiciones necesarias para producir un daño.
Es verdad que el propietario del coche tiene la culpa de todo el daño, que no se habría producido si hubiese cuidado suficien-
temente el coche. De tal suerte que habrá
lugar, no a la responsabilidad completa
del garajista en lugar de su exoneración
completa, sino a la responsabilidad parcial
en virtud de los principios de la responsabilidad común en materia contractual (A.
Jack, oto. cit., pág. 700).
Es así como el garajista no responde, por
ejemplo, por la deterioración de los frenos
del automóvil por falta de líquido, o por
la falta de aceite en el motor, puestjj que
ello incumbe al propietario, salvo convención en contrario. Pero este daño ha podido producirse o bien ser aumentado por un
vicio del garaje, en particular por un exceso de humedad.
O bien el motor del coche ha estallado
por ia congelación de! agua contenida en el
radiador, cuyo vaciado se había omitido;
pero tal desastre no habría sucedido si la
temperatura no hubiese bajado de O" en el
interior del garaje; es decir si el garaje hubiera estado bien abrigado por obra de la
calefacción y otros medios.
Esta complejidad de causas internas y
externas de deterioración del coche, como
señala A. Jack, no van a hacer desplomarse
nuestro sistema. Una visión precisa de las
cosas y un análisis riguroso nos permitirán
despejar esta contradicción-, el garajista no
será responsable en tal caso sino de la causa exterior que viene a acumular sus efec- tos con los de la falta de cuidados siempre
que presente el doble carácter dt ser anormal y de poder ser combatida y aniquilada
por medio de precauciones que, por las costumbres, le incumben.
Asi será, raro, que el garajista responda
indirectamente de los desgastes debidos a
la ausencia de engrase de los resortes del
coche o por su propietario; sólo deberá hacerlo cuando su garaje presente vicios particulares que influyeron en el caso, o bien si
expuso el coche en forma anormal a la
intemperie, a la humedad; porque el cliente
ha debido contar con una humedad e influencias externas normales, de las cuales
estaba obligado a prevenirse.
En nuestro país, el garajista no seria en
principio responsable por el estallido del
motor o daños en el mismo provocados por
las heladas.
Sin embargo, creemos que t¡al responsabilidad existiría si el garajista se hubiera
apartado de sus obligaciones, dejando al
vehículo en la intemperie, por haberlo corrido cíe su lugar habitual, para dejar salir
a otros vehículos, o para ubicarlos mejor, j
no lo hubiera puesto nuevamente dentro
del recinto del garaje.
En países donde el frío llega a muchos
grados bajo cero, el problema no es tan
fácil. Si bien como principio general el ga-
rajista no responde de los daños producidos
por la falta de vaciado de agua del radiador, puesto que ninguna obligación lo constriñe a hacerlo, saivo el caso de convenio en
tal sentido. Esta falta, podría no ser perjudicial, en el supuesto de establecimientos
que posean una temperatura templada.
Ahora bien, ¿estaría el garajista obligado a suministrar calefacción a su local para
evitar la congelación del agua del radiador?
Si el usuario no ha tenido en cuenta esa
condición para contratar, si el servicio de
calefacción no se suministraba a la época
del contrato, si no se convino, o se percibe
una remuneración especial por este servicio
entendemos que no cabe la responsabilidad
del garajista.
No puede decirse que el usuario contrató
teniendo en mira tal servicio.
Ante esa situación, como así también en
los casos de garajes de menor importancia,
entendemos que será el cliente culpable de
no vaciar el radiador, quien deberá soportar las consecuencias, y no podrá ser indemnizado por el garajista, porque no existe
ninguna obligación de parte de éste.
Sin embargo observamos ei caso fallado
por el Tribunal Civil del Sena del 28 de
marzo de 1930, donde se trataba de un garaje con servicios de calefacción, que implicaba un suplemento de 30 francos por
mes. El Tribunal sin embargo, concluyó en
la irresponsabilidad del garajisía en el caso
de estallido del motor por caso de helada.
Entonces, nos preguntamos, ¿para qué servía la calefacción? El tribunal establece
que ¡a calefacción tenía por fin solamente
asegurar en el garaje una temperatura
agradable durante la jornada, pero no preservar los coches de los efectos de las, heladas durante ¡as crudas noches de invierno; "además, es imposible luchar con la
calefacción central,
contra temperaturas
inferiores o 0a".
En nuestra opinión creemos que el fallo
es errado, porque consideramos que el usuario tiene en cuenta en el momento de contratar todos los factores que se le ofrecen
y subsisten en el garaje, entre ellos están
otros servicios semejantes como ser, por
ejemplo, la existencia de ascensores para
ser utilizados por los usuarios cuando dejan o sacan sus vehículos que les evita subir escaleras de varios pisos; la circunstancia de po-der colocar su vehículo a una
distancia prudencial, de otros, de modo que
se les permita abrir las puertas sin entorpecer ai vehículo más próximo por la posibilidad de rayarla o causarle cualquier otro
daño, etcétera.
En el caso que se modificara tal situación
indudablemente, ello tendría que ser por
una razón atendible y que no diera lugar a
motivos de responsabilidad como sería el
caso, por ejemplo, de una persona enferma
o imposibilitada que -se afectara seriamente mediante la subida de escaleras en lugar
del ascensor o de los daños provocados por
la aproximación antirreglamentaria de vehículos que puedan afectar a los usuarios.
Por tal motivo resulta criticable el caso
que hemos comentado anteriormente (J.
A., 21-9-959, núm. 264) cuando en la eje. cución de un contrato de depósito oneroso
se envía un automóvil a un garaje y el dueño de éste, no puede devolverlo en el estado recibido, pues fue robado en el garaje
y encontrado después dañado.
La Corte de Apelación rehusó tener por
comprometida la responsabilidad del dueño
del garaje, fundándose en que no se había
demostrado falta de vigilancia; y que, aunque se hubiese probado, no sería la causa
del daño, pues el causado al coche seria
consecuencia directa de la culpa del ladrón
y no del propietario del garaje.
Como lo señalamos en otra parte de este
trabajo, no aceptamos esta solución, y en
principio el dueño del garaje es responsable
de tal evento y debió restituir el vehículo
en el estado en que lo recibió, salvo que hubiera podido probar para ser exonerado de
toda responsabilidad, que el hecho de un
tercero que causó el daño a la cosa revestía
los caracteres de ,1a fuerza mayor.
d) Caso fortuito y fuerza mayor. Según A. Jack, ob. cit., pág. 703, de acuerdo
al artículo 1147 del Código civil Francés, el
deudor no será condenado al pago de daños y perjuicios e intereses por inejecución
de su obligación • si él justifica que esta
inejecución proviene de una causa, ajena
que no lo puede ser imputada. Y el artículo 1148 prevé expresamente el caso fortuito y la fuerza mayor.
Es especialmente a estos dos últimos términos que los intérpretes se refieren particularmente, es en el caso de fuerza mayor
que los litigantes tratan -generalmente de
establecer como definitivo, pero el artículo 1147 queda como principio general,
Los garajistas demandados por la no
restitución de un vehículo, han intentado
frecuentemente alegar ¡a fuerza mayor. Es
el medio de defensa esencial aunque implícito invocado por el garajista de Béxiers
para justificar su negativa de restituir el
coche a la salida de las corridas de toros.
En Francia como en nuestro país, es
generalmente el caso de fuerza mayor, lo
que los garajistas han invocado generalmente a fin de que los jueces consideren
su inejecución en el robo o incendio del automóvil guardado.
Y uno trata de comprender su criterio: el
robo, el incendio del automóvil guardado
son causas —por excelencia— de no restitución del coche; extrañas e inimputables,
son accidentes anormales e imprevisibles
—aducea los más entusiastas a esta doctrina—, causas externas, humanas o naturales contra las cuales nadie ha podido
prevenirse.
Sin embargo, los jueces no se han dejado
atrapar por esta argumentación tendenciosa: todas las decisiones proclaman a porfía que el incendio y el robo dei coche no
constituyen por ellos mismos casos de iuer2a mayor. En efecto, según un análisis doctrinario unánime y que procede directamente de los términos mismos de las dos
expresiones precisas, el caso de fuerza mayor presenta la doble característica de constituir un obstáculo absoluto para la ejecución. Y se trataba de un acontecimiento tan
previsible que el garajista intentaba alegar
que su actitud le estaba dictada por el
uso (?) en casos parecidos. En cuanto al
robo o incendio del coche, ellos constituyen, por definición, una imposibilidad absoluta de ejecución y pueden, según los casos, haber sido completamente imprevisibles
como por el contrario no haber podido realizarse como consecuencia de una falta del
garajista.
Muchas veces estos acontecimientos no
provienen de una causa extraña no imputable, y puede ser combatida por medio
de precauciones necesarias que están a cargo del deudor de la obligación. No dudamos
que dependerá de las circunstancias y que
en definitiva son cuestiones de hecho.
El artículo Í148 del Código civil francés es
semejante al artículo 513 dei Código civil
argentino que dice; "El deudor no será responsable de los daños e intereses que se
originen al acreedor por falta de cumplimiento de la obligación, cuando éstos resultaren de caso fortuito o fuerza mayor, a
no ser que el deudor hubiera tomado a su
cargo las consecuencias del caso fortuito,
o éste hubiera, ocurrido por su culpa, o
hubiese ya sido aquél constituido en mora,
que no fuese motivada por caso fortuito o
fuerza mayor".
No entramos ai amplio debate que puede
dar lugar la interpretación y estudio de
este artículo porque no deseamos extendernos en demasía en el problema que dejamos
reservado para los tratadistas que han profundizado brillantemente sobre el tema.
Recordemos eso sí, que algunos consideran los conceptos de ausencia de culpa y
de causa ajena (que imposibilita la ejecución, como conceptos idénticos que necesariamente coinciden en todos ios casos (Savatíer Traite de la Responsabilité Civile, I,
núms. 182 y 183). Otros autores, establecen
la existencia de una zona intermedia entre
la ausencia de culpa y el caso fortuito
(Mazeaud, I, núm. 630, ota, cit. y 3. M.
López Oiaciregui La fuerza mayor y la orden del Soberano ante la teoría de la responsabilidad civil, J. A., 1944, t. IV, págs.
311 y sgts,),
Como señalan los autores nacionales, si
bien se está de acuerdo en que la fuerza
mayor y el caso fortuito excluyen la culpa
y, por consiguiente, ia responsabilidad del
deudor, la- dificultad consiste en definir claramente lo que ha de entenderse por tales
conceptos. El codificador sólo ha dado una
definición del caso fortuito (art. 514), pero
ha callado con respecto a la fuerza mayor
(excepto la nota al art, 514).
Eduardo B. Busso, ob. cit., t. III, págs. 301
y sgts., desarrolla con suficiencia las teorías
que distinguen el caso fortuito de la fuerza
mayor y a ese trabajo nos remitimos, entre otros, sin dejar de reconocer el mérito
de otros autorse que han desarrollado el
tema con brillantez, pero que por razones de
espacio no podemos citar.
La doctrina argentina coincide en que, en
principio, los dos términos "caso fortuito" y
"fuerza mayor", corresponden a un mismo y
único concepto. Sin embargo, los autores
más modernos que en sus obras han tenido
ya en cuenta las teorías recientes, sobre todo
la de Exner y la de la responsabilidad objetiva, llevan a conclusiones intermedias que
concillan las nuevas tendencias con el principio básico de nuestro Código, consistente
en que no hay responsabilidad sin culpa.
La jurisprudencia francesa atribuye a
ambas expresiones un sentido análogo y
equipara ambas nociones. (Planiol y Ripert,
ob. cit., t. II, pág. 231, y Mazeaud, ob. cit.,
II, núm. 1561). (Con excepción del accidente de trabajo, tanto en nuestro país
como en Francia, donde no se admite como
causa liberatoria de responsabilidad por
parte del empresario).
En el caso de robo del automóvil estacionado en el garaje, ¿podrá invocar el garajista en todos los casos que se trata de un
hecho fortuito o de causa de fuerza mayor?
¿Podrá invocarlos en los casos que se trate de una causa extraña a él, como por
ejemplo cuando emana a veces de una negligencia de un empleado del garaje, sea
porque puede producirse por el hecho de un
cliente del garaje?
En el primer caso la responsabilidad del
garajista se impone porque el es responsable por el hecho do un tercero (en materia contractual, como en materia de responsabilidad delictuai) artículos 1112 y conc.
del Código civil en concordancia con el artículo 1384 del Código civil francés. ("La
obligación del que ha causado un daño se
extiende a los daños que causaren ios qua
están bajo su dependencia, o por las cosas
Cám. Civ. 1», 26-11-943; J. A., 1944-252 Con-
de que se sirve, o que tiene a, su cuidado").
tra: Cám. 1* La Plata, 25-3-1940, L. L. 18-
En el segundo caso la responsabilidad del
garajista existe, a nuestro criterio, porque éi
está obligado a vigilar a las personas que
circulan en su establecimiento y en razón,
de que e! deudor responde ai acreedor del
hecho de otro de sus co-contratantes.
Si se tratara de Un robo cometido por un
verdadero tercero, ej. un ladrón completamente ajeno al garaje, hasta con violencia,
o bien de un robo en que el autor permanezca ignorado, el garajista deberá aún,
para ser liberado establecer que no ha cometido ninguna falta, que ha tomado todas
las precauciones necesarias contra el robo,
porque este hecho no es en sí mismo imprevisible; el establecerá, por ejemplo, que ha
exigido y recibido justificaciones serias de
la persona que viene a reclamar el coche
en nombre de su propietario y que no se
trata más que de un estafador; y que no ha
concebido sospechas o bien tratándose de
un verdadero robo, probará que su garaje
estaba herméticamente cerrado durante la
noche y con cuidador adecuado y lo mismo
bien vigilado durante el día, a menos que
el género de garaje relativo al coche robado y la disposición del local a él afectado, no vienen, por fuerza de las cosas a
limitar su obligación de vigilancia. (A. Jack,
ob. cit., pág. 706, cita por ejemplo el caso
de maniobras cometidas por el ladrón, que
pueden consistir, en la exhibición de un poder falso; o podrá tratarse también del abuso de confianza cometido, por un chófer cuyo patrón no le hubiera prevenido al garajista de desconfiar de él o hubiera omitido
notificarle su despido).
Relacionado con el tema, y aún cuando los
fallos no se refieran en todos los casos a
situaciones de garajes, hemos seleccionado
la siguiente jurisprudencia: 1) "Para que
el principal responda por los daños causados por el dependiente, es menester, según
la juprisprudencia que pueda considerarse
dominante, que el daño haya sido causado
por éste en el ejercicio de sus funciones".
Cám. Fed. Tucumán, 1-10-242, S, A., 19431-386; Cám. Nac. en la Civ. "C" 10-10-1951,
L. L. 65-66. 2) "Se entiende que ello ocurre
siempre que el dependiente actúa dentro de
los límites y objeto aparente de las mismas:
(C. S. N. 4-11-942) J. A., 1943-1- 443; 3)
"Aunque en realidad haya mediado un abuso o una desobediencia a las órdenes recibidas": Cám. de Apel. de Rosario en pleno,
22-3-1955, J. A., 1955-111-26; S. C. Es. As.,
15-5-1945, J. A., 1945-11-767; 4) O el hecho
constituya un delito de derecho criminal,
Cám. Nac. Civ. "C" 24-6-54 L. L., 75-531;
5) "Como cuando el chófer usa el vehículo
contrariando una prohibición del principal:
205; 6) U obra en su propio interés: Cám.
Civ. !<», 17-12-1930, J. A,, 34-1157; 7) "En
cambio se ha responsabilizado al comitente
por los hechos dañosos realizados por el
subordinado", con ocasión de las tareas encomendadas, considerando que en tal caso
ha encontrado en elias el medio para causar el perjuicio: Cám. Paz Letr. 8-7-49, L. L.,
57-717: Cám. !?•, La Plata, 7-5-1940, J. A.,
71-420; S. T. Sta. Fe, 19-9-47, L. L. 49-712;
S. C. Tucumán 2-4-49; L. L., 57-454; 8)
"Pero en todo caso, si el hecho dañoso es por
completo extraño a la relación de dependencia, el principal no responde; S. C. Bs.
As., 7-7-4-, L. L. 27-260. 9) "Se ha resuelto que el dueño de una estación de servi-
cio no responde por ios daños ocasionados
a un tercero por su dependiente al conducir
un automóvil, si éste le fue entregado directamente por su propietario, quien lo autorizó para utilizarlo en asuntos ajenos a sus
funciones, en cuyas circunstancias acaeció
el accidente": Cám. Civ. 1*. 21-4-1950, L. L.,
58-688. 10) "Para que se responda por el
hecho ajeno conforme a lo establecido por
esta norma, es requisito indispensable que
medie una situación de subordinación (Cám.
Civ. I*, 6-5-1918, J. A., 1-655). 11) "Que la
persona a quien se pretende hacer responsable por el hecho de otra tenga la facultad de dirigir a ésta en el desempeño de sus
funciones": Cám. Paz Letr., 26-12-1939, J. A.,
69-211; S. C. Bs. As., 7-7-1942, J. A., 1942,
II 320. 12) "Es indiferente que los servicios
prestados por el autor del daño sean remunerados, que medie un contrato entre ambos
o que resulte de un acto de cortesía": (Cám.
Civ. 1?, 16-3-1943, J. A., 1943-1-1915).
Si bien el contrato de garaje, reviste como ya dijimos un contrato de naturaleza especial, lleva consigo una serie de obligaciones que no son precontractuales muchas
veces, sino que no han podido proveerse
en el pacto celebrado entre el usuario y el
garajista. Por otra parte, no en todos los
daños se sabrá a ciencia cierta quién y porqué debe responder de sus ulterioridades.
Y en tal sentido nos remitimos al excelente trabajo del doctor Arturo Acuña Anzorena: "La previsibilidad como límite de la
obligación de resarcimiento en la responsabilidad extracontractual", publicado en la
Revista del Colegio de Abogados de La
Plata, año I, tomo I, 1958, página 17, donde
expresa que dentro de los múltiples problemas qiie genera la vasta y difícil materia
de la responsabilidad extracontractual, está
el referente a la medida de la obligación
de resarcimiento a cargo del autor del hecho lícito que ha preocupado siempre a los
juristas. Las dimensiones de aquella obliga-
ción pueden extenderse en profundidad o
en extensión, es decir, tanto en lo referente
a los daños indemnizables a la víctima directa del evento, cuanto a las personas
con derecho a demandar la reparación, sin
más ni más, que la obligación del responsable consiste en reparar en todo el daño
inferido a quien quiera que lo sufre, muy a
menudo podría darse el caso en que la
verdadera víctima no sería el lesionado sino
el lesionante y no per lo que pudo pesar
en él como tortura moral o cargo de conciencia, sino como gravamen patrimonial,
que al tener que afrontar tantos requerimientos, podría verse en la pobreza y en
la necesidad de requerir se le acuerde beneficio de competencia.
Nuestro Código civil, en tres disposiciones resume la doctrina esencial que lo inspira: la de los artículos. 1077 "Todo delito
hace nacer la obligación de reparar el perjuicio que por él resultare a otra persona";
artículo 1079: "La obligación de reparar el
daño causado por un delito existe, no sólo
respecto de aquel a quien el delito ha damnificado dire:tamente, sino respecto de
toda persona que por él hubiese sufrido,
aunque sea de manera indirecta", y el artículo 1109: "Todo el que ejecuta un hecho
que por su culpa o negligencia ocasiona un
daño a otro, está obligado a la reparación
del perjuicio".
La letra de estos textos no indica restricciones de modo que la obligación de resarcimiento no tendría otra medida que la
que le señala el acabamiento de las consecuencias del hecho, es decir, que sería ilimitada, porque interminable es la concatenación que existe entre estos dos extremos: hecho y consecuencia.
Acuña Anzorena concluye que uno de los
medios por los que se puede limitar si no el
quantum, sí la extensión de los daños derivados de un acto ilícito, es el que proporciona la previsibilidad y la previsión de sus
consecuencias.
Desde el momento que en esta materia y
de conformidad con la ley civil que nos rige
no hay responsabilidad sin culpa, ni culpa
sin imputabilidad moral o subjetiva, la extensión del daño debe ser establecida en
consideración a la previsibilidad de sus efectos, para lo que es preciso tomar en cuenta
!a naturaleza del acto ejecutado, las circunstancias de persona, tiempo y lugar, así
como la gravedad de la falta: dolo o culpa
forma del Código Civil, Edic, Gmo. Kraft
Ltda., t. II, pág. 236, nota a su art. 1385.
Y en el caso de daños causados al vehículo estacionado en el garaje por un incendio, ¿hay responsabilidad del gurajista?
Es necesario determinar si se conocen las
causas o permanecen desconocidas y si se
han adoptado todas las precauciones necesarias contra el incendio mediante medidas
preventivas de rápida defensa y adecuadas
al fin del siniestro.
En un establecimiento donde existen depositadas materias inflamables (nafta, aeronafta, etc.),. no seria admisible sostener
que un incendio es un acontecimiento fortuito, imprevisible y que en ausencia de las
precauciones adecuadas, esta causa extraña es inimputable al garajista.
Por eso sostienen H. y L. Mazeaud, ob. cit,,
2^ edic., tomo II, núm. 1576, pág. 452 "decir
que un acontecimiento era imprevisible significa que no habría ninguna razón especial
de pensar que este acontecimiento se produciría.
"Una simple posibilidad vaga de realización no sería suficiente para excluir la im-
propiamente dicha. Es lo que resulta de
los artículos 901 a 906, interpretados en armonía con los artículos 512 y 513 y lo que
responsabilizar, con que se obre con el
criterio común suficiente para atribuir el
carácter de voluntario al acto, sino que además impone la obligación de corresponder
con una mayor atención y obrar con un
conocimiento más profundo del acto que se
"exige la justicia misma inmanente": la
que existe en la conciencia humana, al decir di- Bibiloni en su Anteproyecto de Re-
previsibilidad".
Y tales obligaciones resultan indudablemente de los artículos 901 y sgts. de nuestro Código civil.
Art. 901 Cód. civ.: "Las consecuencias de
un hecho que acostumbra suceder, según el
curso natural y ordinario de las cosas, se
llaman en este Código consecuencias inmediatas. Las consecuencias que resultan solamente de la conexión de un hecho con un
acontecimento distinto, se llaman consecuencias mediatas. Las consecuencias mediatas que no puedan proveerse se llaman
consecuencias casuales".
Art. 902 Cód. civ.: "Las consecuencias inmediatas de los hechos libres son imputables al autor de ellos".
Art, 904 Cód. civ.: "Las consecuencias
mediatas son también imputables al autor
del hecho, cuando las hubiere previsto, y
cuando empleando la debida atención y conocimiento de la cosa, haya podido preverlas".
Es decir entonces que estas consecuencias
han de presentar ese carácter cuando, aunque su producción no ocurra de ordinario,
naturalmente o de manera acostumbrada,
el sujeto pudo prever que ocurriría empleando la debida atención y conocimiento
de la cosa".
En este caso la ley no se conforma para
realiza, ante la posibilidad de que ese hecho
lo interfiera, dando lugar a consecuencias
perniciosas que sin ellos rso se hubieran producido, y que si no se observa constituye una
conducta culpable en quien no la emplea.
Uno de los factores que también han
contribuido a sostener que el garajista es
responsable del incendio, es la prueba que
éste prevé la posibilidad del siniestro, al
asegurar contra él. y por los perjuicios que
pueda responder ante los dueños de los vehículos que se guardan en el garaje.
Es el criterio sustentado por la Corte de
Burdeos en el fallo del 22 de mayo de 1931
'(Cae. de Palacio, 1931-2-233), donde se sostiene? que está permitido pensar aún que ia
existencia de un seguro contratado por el
garajista, en esta materia del problema de
la responsabilidad, ha influido en las decisiones jurisprudenciales- decisiones siempre positivas sobre el principio de la responsabilidad en los casos de incendio contra el
cual a veces está también asegurado; siempre negativas han resultado en los casos de
helada contra la cual no está asegurado ni
lo estará sin duda debido a la cláusula de
irresponsabilidad, que ha sido impuesta en
los reglamentos de garajes.
La causa de la existencia del incendio es
necesario establecerla con precisión. No habrá mayores dificultades si el siniestro se
deba a falta del garajista o de sus dependientes.
La Corte de Túnez (junio" 26 de 1958)
estima a un proveedor de nafta responsable
del incendio ocurrido mientras entregaba el
carburante al dueño de un garaje, su cliente.
Pero el contrato de provisión tenía una
cláusula que lo liberaba de toda responsabilidad.
Para descartar esta exoneración convencional, la Corte pone de manifiesto que el
incendio se debió a culpa grave del proveedor; y afirma muy exactamente que el contrato no puede descartar una responsabilidad en que se incurra per culpa intencional
o grave (Mazeaud y J. A. 1957, secc. doctr.,
pág. 90, núm. 45, t. II). La Corte agrega,
con menos exactitud, que si la cuipa hubiera sido leve, ¡a cláusula hubiera dado lugar
a la inversión de la carga de la prueba.
Tal opinión, bien que se encuentre en varias
decisiones es inexacta: la cláusula de exoneración de responsabilidad, cuando se aplica, libera a su beneficario, aun cuando se
demuestre culpa leve. (J. A., 1857, III, Ssc.
Doct., pág. §7, núm. 53). (Extracto traducido de la Revue Trimenstrieile de Droít
Civil, enero-marzo de 19S9 por el doctor M.
Orús, J. A., 15-7-1959, núm. 196).
¿Y si el autor culpable del Incendio resulta ser un tercero?
Pues tal hecho de un tercero 'no pue-
de exonerar completamente al garajista, si
se trata de un cliente del garaje, pues el
garajista tiene obligación de vigilarlo.
Entendemos que serían causales de exoneración entre otras, en el caso de incendio,
la circunstancia de haberse propagado éste
desde una casa vecina, o en el caso que provenga de un terremoto, caída de un rayo o
una circunstancia semejante.
Pero creemos que no podrá invocarse bajo ningún punto de vista el caso fortuito, el
hecho presentado ante la Corte de Burdeos
y fallado el 13 de mayo de 1931, según ya
dijimos por el cual resulta, que en la madrugada del 19 de abril de 1930 siendo las tres
de la mañana, M. R.... viene .a tomar su
coche del garaje. Ordena al sereno llenar el
tanque con nafta y se vuelca parte de ésta
sobre el motor y el suelo y en ese Ínterin
se le cae la tapa del tanque. A fin de buscarla y dado que no había mucha luz, M. R.,
instintivamente prende una ceriíla, y tanto
el coche como todo el garaje se incendian
completamente, por cuanto no alcanzan a
sacar el coche envuelto en llamas.
El fallo demuestra una serie de faltas cometidas por el garajista por cuanto no habían hecho colocar en el garaje extinguídores de incendio y sobre todo por las gruesas omisiones del empleado que había cometido ya sea por omitir la vigilancia de
los actos de M. R., ya sea no iluminado suficientemente el garaje, sea vertiendo con excesiva rapidez ia nafta del tanque; sea por
no prender una luz para buscar el tapón,
que había caído, sea por no maniobrar adecuadamente el coche para sacarlo afuera
cuando comenzaba a incendiarse. Tales exigencias son tal vez severas y fáciles de exponer, pero no resulta así frente a la complejidad de situaciones que se pueden presentar.
Hemos dicho anteriormente que el garajista responderá de las deterioraciones del
vehículo estacionado en el garaje, ya sean
producidos por la torpeza de uno de sus
clientes, sea de uno de sus empleados, sea
de otro cliente.
¿Es posible limitar esta responsabilidad
del garajista?
En el fallo de la Cám, Civ. de la Cap Fed.,
sala "F" en expíe. 16.648 del 31-3-59 en
autos: M. Hnos. e/ P. J. M. s/daños y perjuicios", se sienta Ja doctrina que a nuestro
juicio es la más correcta: "No excusa la
responsabilidad del garajista, la frase asentada en minúsculas letras de imprenta al
final de cada uno de dichos realas, ya que
por la índole o importancia del contenido
de las cláusulas debió se3?HpDtivo de estipulación eicprtí^ entre las partes" (doctrina
de los artículos 874, 918 y 919 del Cód. civ.).
Es decir que por el artículo 874 se sienta
el principio general de que "la renuncia no
se presume y la interpretación de los actos
que induzca a probarla debe ser restrictiva";
por el artículo 918 se establece que "la expresión tácita de la voluntad resulta de
aquellos actos, por los cuales se puede conocer con certidumbre la existencia de la
voluntad, en los casos en que no se exija
una expresión positiva, o cuando no haya
una protesta o declaración expresa contraria"; por último por el articulo 919: "El
silencio opuesto a actos, o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad, conforme al acto
o a la interrogación, sino en los casos en que
haya una obligación de explicarse por la
ley o por las relaciones de familia, o a causa de una relación entre el silencio actual
y las declaraciones precedentes".
Ahora bien, puede ocurrir que esa limitación se haga en un convenio por acuerdo
mutuo de las partes, es decir, que esa limitación, no estaría dada por la manifestación escrita y unilateral en el recibo de
pago, como en el caso que acabamos de referirnos.
Opina A. Jack, ob. cit., pág. 710, que sería factible en principio admitir que si se
ha pactado la irresponsabilidad del garajista, ya sea en el contrato o en el reglamento del garaje, no habría motivo alguno para admitir tal convención como lícita, puesto que no se trata de una falta
grave sino, por el contrario, de su responsabilidad por e'i hecho de otro o por falta de
una obligación de simple vigilancia de otfo.
Está admitido pensar que en ausencia
de tal cláusula el garajista no faltaría a sus
obligaciones, luego de haber indemnizado
al propietario del coche dañado, volviendo
contra el autor del daño y triunfando a
menudo en su acción, de tal suerte que la
cláusula del reglamento presenta esta ventaja de evitar un circuito de acciones, mientras que la obligación que el prevé igualmente, de una declaración de todo accidente ante el administrador del garaje,
debe, si ha sido correctamente observada,
preservar suficientemente los intereses de
la víctima.
¿Es admisible la culpa concurrente, del
usuario y del garajista? ¿En tal caso, puede
admitirse la compensación? En principio,
creemos que puede admitirse.
Pero en este contrato, la colaboración entre el usuario y el garajista y sus dependientes, debe ser más frecuente e íntima
que en otros casos, precisamente a causa
de preexistir una relación jurídica, la circunstancia de tratarse de un vehículo que
posee motores complejos y delicados, el hecho de que sea el dueño del garaje o sus
dependientes quienes lo manejen en el in-
terior del establecimiento, por la división
de las atribuciones y obligaciones en cuanto
a su guarda.
Existen casos donde la falta del acreedor
es tal que absorbe y relega a segundo plano
la del deudor, o aún viene a retirar a la inejecución de su obligación su carácter de
falta grave.
Tal situación se planteará comúnmente
en los casos en que el garajista no sea responsable de la falta de restitución del coche o de los desgastes sufridos por el en su
garaje, porque esta destrucción o esta deteriorización son debidas a defectos de conservación del coche por su propietario, entonces el mismo no ha faltado a sus obligaciones de vigilancia.
O bien, existe el caso de llevarse el coche
el chófer del dueño del vehículo, y resulta
que éste no le había avisado al dueño del
garaje, que no se lo entregue porque lo
había despedido.
Señala A. Jack, ob. cit., pág. 713, que pueden ocurrir otros casos, como por ejemplo:
Un garajista rehusa restituir el coche que
le ha sido confiado y que está siempre en
su poder en perfecto estado, en tanto su
cliente no pague las mensualidades atrasadas. Hay una aplicación del derecho de retención medida de seguridad prevista por
ciertos textos, admitida como una institución en ciertos Códigos y que la jurisprudencia francesa aplica en todos los casos
en que hay relación contractual entre dos
personas con referencia a la posesión de una
cosa retenida o al menos debitum cun re
junetum. El garajista responde, no solamente a la segunda de estas dos condiciones, sino aún a la primera, y además puede
argumentarse, en lo que le concierne, que
el artículo 1948 del Código civil francés
prevé expresamente el derecho de retención
del depositario por pago de lo que se le debe.
Jack aplica esta disposición al contrato
de garaje, señalando que aún cuando no
existe identidad completa con el depósito,
al menos, la analogía existente entre el garaje y el depósito y la posibilidad de aplicarlo de manera parcial y luego del examen de sus motivos, las regías del segundo
al primero.
Luego el garajista, no está en falta por su
restitución del automóvil, porque por el
contrario es a la actitud del automovilista
que debe imputarse la inejecución de esta
obligación de restitución. La situación es,
por otra parte, un poco especial, por relación a la teoría general de la aplicación,
porque la falta del propietario del automóvil consiste entonces, no ya en una falta
a una de las obligaciones accesorias a la
ejecución de la obligación principal del garajista a su respecto, sino en la inejecución
de la propia obligación sustancial de pagar
el precio del garaje, mientras áue la inejecución por el garajista es voluntaria y
jurídicamente lícita.
En otro caso, por el contrario, donde el
cliente del garajista no parece haber faltado a sus obligaciones contractuales frente a él, pero se lo considera culpable en su
conducta personal en el garaje en cuanto
a sus deberes respecto a su vehículo. El
caso se presentó ante los Tribunales de
Comercio del Sena el 27 de octubre de 1926:
se incendió una motocicleta en un garaje
mientras se llenaba su tanque de combustible. Parece que el garajista fuera responsable; él no restituye el vehículo que le
fuera confiado debido al daño causado por
uno de sus empleados en el manejo del
surtidor de nafta. Pero en el caso el fallo
declaró irresponsable al garajista constatando, en principio, que el motociclista estaba presente en la operación, luego que el
incendio no pudo provenir de defectos en
el surtidor, sino más bien del exceso de
nafta extendido sobre las piezas de la máquina recalentada, por la marcha, en presencia de un tanque lleno hasta el tope.
Este caso no se trata exactamente de la
responsabilidad del garajista por el hecho
del garaje, sino de la responsabilidad como
propietario y guardián del surtidor; el motociclista, no había guardado en el garaje
anteriormente y no se había detenido en él
más que para la compra de combustible.
. "Pero en nuestro derecho no existe razón
ninguna para acudir al contrato de depósito
en el caso de que se quiera ejercer el derecho de retención, por el simple hecho de estar previsto este derecho en l&s normas del
depósito.
Creemos que este derecho también puede
ejercerse, acudiendo a las normas de la locación (arts. 1558, 1585, 1586, 1618, 3883,
3884 y 3885 del Cód. civ.}.
Los supuestos planteados en esta materia
son múltiples,
¿Y en el caso que un garajista rehusa
restituir el coche que le ha sido confiado
y que está siempre en su poder en perfecto
estado, y en tanto su cliente no le abone
las mensualidades atrasadas?
El garajista no estaría en falta por su
no restitución del automóvil, porque por el
contrario es a la actitud del automovilista
que debe imputarse la inejecución de esta
obligación de restitución,
Ante la Corte.de Biom (12 de enero de
1932} se ventiló un caso de sumo interés.
El demandante dueño del vehículo se presentó al garaje para buscar su coche y
constata que el motor se había roto por
haberse helado el agua del radiador. El garajista responde la demanda y la Corte
parece admitirlo que el vaciado del radiador, no entra dentro de las obligaciones del
garajista.
El automovilista alega entonces la existencia de una convención expresa que tenía
por fin precisamente crear tal obligación
a cargo del garajista; pero por una parte,
él había dado tales órdenes sólo a título
personal a un empleado del garaje y por
otra parte, "está demostrado que el coche
poseía un doble sistema de vaciado que no
era de uso corriente y que el usuario, no
justificó haber señalado su existencia a los
empleados, los cuales, se han limitado, como es corriente, a vaciar el radiador lo que
en tal caso, no fue suficiente.
Hubo pues, falta de colaboración, la falta
de la obligación accesoria de facilitar la
ejecución de su obligación principal al deudor, de hacerla más fácil y de la mejor
manera posible, cometida por el acreedor,
quien deberá soportar las consecuencias de
la mala ejecución ocasionada por su culpa;
en el caso, ineficacia del vaciado del radiador, que constituía la ejecución normal
de la obligación estipulada por el garajista,
por cuanto eran necesarios cuidados especiales en presencia de las particularidades
del coche y que el dueño había omitido
prevenir a los empleados del garaje a ,su
respecto.
Por su relación con el tema que estamos
estudiando nos permitimos citar el caso
"Mondani, Gaiewski y Cía. Soc. de Resp.
Ltda. c/ Blanco, Manuel A. P." de la Cám.
Nac. de Comercio de la Cap. Fed., sala
"C", publicado en La Ley el 18-10-959 "Corresponde la sustitución pedida por el demandado del derecho de retención —en el
caso, sobre un vehículo— que ejerce el
actor en virtud del artículo 3939 del Código
civil, por el embargo de la suma consignada
en autos que cubre con creces el importe
reclamado en concepto de arreglos efectuados en el coche. Los gastos que pueda ocasionar el juicio en el que se reclama el importe de los arreglos efectuados en un vehículo, no se encuentran amparados por el
derecho de retención, ya que no son debidos
por «razón» de la cosa misma (art. 3939,
Cód. civ.). Los gastos de garaje, sereno y seguro referentes al vehículo, al que se le efectuaron unos arreglos cuyo importe se reclama, no habiendo sido hechos, en la cosa
misma y no teniendo el carácter de necesarios (arts. 3939 y 2466, Cód civ.), no están
amparados por el derecho de retención.
Dado que al sustituirse el derecho de retención per el embargo, en el caso de la
suma consignada que cubre con creces el
importe reclamado por los arreglos efectuados al vehículo, la cosa queda desafectada, no corresponde la designación de deposi-
tario. Aunque el vehículo haya quedado
desafectado al sustituirse eí derecho de retención por el embargo de la suma consignada, dado que de conformidad con lo solicitado por ambas partes el perito mecánico debe examinarlo para que presente un
informe respecto a determinadas circunstancias que indica el demandado y acerca
dei estado del coche como So solicita el actor; recién concluido ese cometido el oficial
de justicia hará efectiva la entrega del coche, no correspondiendo, por tanto, la designación de depositario y la entrega inmediata".
Del fallo comentado resulta que se admite implícitamente, que ios gastos de garaje, sereno y seguro referentes al vehículo, al que se le efectuaron arreglos se encontrarían amparados por el derecho de retención, si fueran debidos con motivo de
"la cosa misma" (art. 3939 del Cód. civ.).
e) Algunos casos de jurisprudencia extranjera. Ya hemos visto a través de este
estudio, la señalada inclinación de los tribunales franceses, belgas y suizos a considerar la regulación dei contrato que estudiamos bajo las reglas aplicables ai contrato de depósito principalmente.
Es él caso de conocer también cuáles serán las normas aplicables en IQS casos de
responsabilidad del garajista o del usuario,
En el extracto traducido de La Revue
Trímestrielle de Droit Civil, oetubre-diciembre 1956 (J, A., 1957, t. II, pág. 85), se comenta el siguiente caso: "Para reparar un
automóvil se utiliza en un garaje un soplete que funciona con acetileno. El tubo
de éste explota hiriendo al propietario del
coche, quien demanda a los herederos dei
dueño dei taller —muerto en la explosión—
invocando el artículo 1384. Los herederos
responden que es inaplicable tal disposición
legal, pues la responsabilidad que incumbe
es contractual y no delictua!. Achiramos que
el 1384 del Código francés es semejante
al artículo 1113 de nuestro Código civil,
que dice: "La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están bajo su dependencia, o
por las cosas de que se sirve, o que tiene a
su cuidado".
El Tribunal de Marsella (junio 12 1956),
rehusa admitir tai razonamiento pues, aunque el accidente se produjo en el curso de
la ejecución de un contrato, la responsabilidad sólo es contractual "si existe una relación íntima y directa entre el daño y
el objeto del contrato", relación, que en el
caso, no existía. Vale decir que la responsabilidad sólo es contractual cuando el daño
resalta de la inejecución de una obligación nacida del contrato {Revue, 1947, pág.
324, núm. 2 y Mazeaud). Hubo enejecución
de la obligación de reparar el coche; pero las
heridas del dueño de éste no tenían relación con esa inejecución.
Dos cuestiones deben examinarse. Existiría relación de causalidad sí el propietario fuese víctima de un accidente debido
a una mala reparación. Pero el tribunal
comprobó que no era éste el caso. En cuanto al contenido del contrato, no había en
el caso obligación de resultado o de medios
en cuanto al dueño del coche, sino en
cuanto al coche, en sí; y, por otra parte, la
presencia dei dueño en el garaje era necesaria. La seguridad del dueño del coche no
estaba garantizada. Es lo que bien subraya
la sentencia, cuando dice: "Que el propietario del coche asistía a la operación por el
mismo titulo que una persona extraña al
contrato". Si bien el dueño de un taller mecánico debe seguridad a toda persona a la
que deja entrar en su taller, no contrata
con ella; su obligación de seguridad, es pues
delictual.
En otro caso interesante que tiene íntima relación con la materia que estudiamos se resuelve sobre la obligación contractual de conservación y restitución. El Tribunal de Metz (28-3-1956), ha hecho un
análisis minucioso y exacto de las obligaciones que pesan sobre eí dueño de un taller
mecánico para automóviles, en cuanto a la
conservación y restitución del coche cuya
reparación &e le confió. El contrato es de
locación de industria y depósito. Las mismas reglas gobiernan la responsabilidad
del locador operó, y dei depositario que no
cumplen su obligación de restitución y conservación.
La sentencia precisa, que la obligación de
restitución de la cosa al día convenido de
una obligación determinada (o de resultado) ; si el taller no entrega el coche el
día convenido, en el estado en que se encuentra debe, para escapar a la responsabilidad, establecer causa extraña. El se comprometió en ese día.
En cuanto a la obligación de conservación, el tribunal establece que lo es sólo
de prudencia, y diligencia (o de medios); si
el taller restituye la cosa el día prometido,
pero en mal estado, incumbe al cliente demostrar negligencia o imprudencia. Es lo
que resulta del articulo 1927 (depósito) y
del 1789 (locación de industria). La obligación de prudencia y diligencia es más o
menos estricta según que el depósito sea
oneroso o gratuito. En el caso, el cliente
afirmaba que el coche le fue entregado con
las bielas fundidas y que él lo llevó al taller con esas piezas en buen estado. El tribunal considera que en tal caso la prueba
incumbe al cliente-, pero que éste la habla
producido (J. A., 1955, IV sece. doct. pág.
131, núm, 19 y referencias).
Relacionado también con el tema que estudiamos nos remitimos al interesante caso
publicado en La Ley, t. 58, pág. 688 de la
Cám, civ. 1* el 21-4-950: "El dueño de una
estación de servicio no responde por los
daños ocasionados a un tercero por su dependiente al conducir un automóvil, si éste
le fue entregado directamente por su propietario, quien lo autorizó para utilizarlo en
asuntos ajenos a sus funciones, en cuyas
circunstancias acaeció el accidente".
Ya hemos dicho que no sólo incurre en
responsabilidades el dueño del garaje. También incurre en ellas el usuario o el dueño
del vehículo, ya sea porque se afecten las
instalaciones del garaje o se causen daños
a otros vehículos que se encuentran estacionados en él.
En el caso registrado por la jurisprudencia
francesa y citado en J. A., 1958, t. III, pág.
68 (Doctrina), se refiere a la responsabilidad del dueño del garaje herido por el
estallido de un neumático.
Tal accidente es común durante la operación de inflar las gomas. ¿Puede el mecánico demandar al propietario del coche como guardián?
El propietario continúa siendo guardián
"de ¡a estructura", de la cosa, mientras que
el oficial inflador lo es de su "utilización".
Si el estallido se debe no a la inflación, sino
al neumático, el propietario será responsable como guardia (J. A,, 1957, III sec. doct.,
pág. 92, núm. 2 4 ) .
La cuestión solo se presenta cuando el
empleado de la estación de servicio o del
garaje fue herido por la cosa misma que
estaba encargado de reparar o poner en
condiciones. Si. el accidente se debe a otro
órgano del coche, el propietario sufre las
consecuencias de ser incuestionablemente
guardián.
Para condenar al propietarjo, la Corte de
Montpellier (julio 3 de 1957), tiene cuidado
de poner de manifiesto que el empleado
fue lesionado no por el estallido del neumático de la rueda que estaba inflando, sino
por el de la gemela interior''.
En el fallo registrado en J. A., 1958, t. IV,
pág, 22 de jurisprudencia extranjera, se
cita el caso del Tribunal Federal de Suiza
que establece la responsabilidad del dueño
del garaje por robo del coche guardado,
cuando el propietario de éste deja las llaves en ei mismo.
"Un turista llegado par la noche a Lucerna, a la vista dei anuncio de un garaje
destinado a la guarda de coches de tijrismo
y viajes, albergó durante la noche su automóvil, pagando la locación y dejando por
descuido las llaves del motor puesta. Ai día
siguiente el auto había desaparecido a consecuencia de un robo. El propietario del
coche inició acción contra el garajista en
demanda de indemnización por el valor del
coche; la accionada expresó que no explotaba un garaje público y que sólo accidentalmente y sin su autorización Jiabía el encargado admitido el rodado del actor".
Admitida la acción y dictado fallo a favor
de las pretensiones del actor, el Tribunal
Federal, en sentencia de junio 23 de 1955
(B. O., 62, II, 1951), confirmó el fallo declarando la responsabilidad del dueño del
garaje, rechazando toda culpa del automovilista por haber dejado por inadvertencia
las llaves del motor.
La primera cuestión estudiada es la de sí
la sociedad demandada responde a,l daño, en
la misma medida que el tenedor de un harás público conforme al artículo 490 del
Código de las obligaciones que dice: "Los
propietarios de harás públicas son responsables de todo deterioro, destrucción o sustracción de animales o vehículos, así como
de los arneses y otros accesorios depositados o recibido, sea por ellos, sea por su personal, sino probaren que el daño se debió
al depositante"...
El hecho determinante de la responsabilidad reside en que los locales de que es
arrendataria la demanda, se presentan al
exterior co-mo un garaje público y que el
coche del actor fue aceptado por el empleado de forma tal que debía autorizar aquella impresión. Por consiguiente importa poco dilucidar si se trata o no de la explotación de un garaje público, "correspondiendo a la accionada" sufrir las consecuencias de tal estado de cosas, en virtud de la
teorír. que impone que, en el momento do
la conclusión del contrato, las partes pueden confiarse a las manifestaciones exteriores de voluntad.
Importa poco que la demanda sólo albergase allí sus coches, porque precisamente
este hecho de la presencia de rodantes, unidos a la actitud receptora del empleado que
admitió el del actor, podía hacer creer a
éste último que se trataba de un garaje público explotado comercialmente. No podía,
por sí mismo, darse cuenta de si los coches
albergados pertenecían exclusivamente a la
accionada.
Agrega la decisión qns "es inadmisible la
excepción interpuesta de que el empleado
carecía de las calidades necesarias para concluir un contrato de garaje con el actor;
el empleado estaca al servicio del garaje
como sereno nocturno y tenía las llaves del
garaje. Por tanto, debía aparecer a los ojos
de terceros como una persona autorizada
a recibir los autos en el garaje. El contrato
quedó concluso y liga a ías partes, desde el
momento en que el empleado con el cual
ha sido concertado, ocupa, a los ojos de
terceros, una situación que, conforme al
concepto corriente en el mundo de los negocios, le daba facultad y poder para obligar
a la otra parte".
Por ello la empresa responde de todo el
daño sufrido por el demandante, a menos
que pruebe que el mismo es debido a propia
falta del actor. Es lo que invoca precisamente la demanda, apoyada en el hecho de
haber dejado el dueño la llave del motor,
lo que permitió la sustracción del coche.
Este punto de vista es inadmisible. El actor no tenía en ningún caso la obligación
de prevenirse contra un robo.
El que deja su coche en un garaje público
lo hace esencialmente a fin de ponerlo a
seguro contra un empleo abusivo o contra
daños causados por el hecho de quedar el
rodante a la intemperie. Además, expresa
el fajlo, es tan corriente como necesario
dejar en los coches albergados en garajes
la llave del motor, "porque lo contrario
puede ofrecer inconvenientes prácticos para
la explotación del mismo garaje, cuando se
tratara de poner en movimiento con rapidez los automotores",
Por todas estas razones, declara el tribunal que "la propietaria del garaje debe indemnizar al demandante el valor total del
coche robado".
Rene Demogue, profesor de la Facultad de
París, en un estudio hecho en La Revue
Trimestrielle de Droit Civil, t. 21, año 1922,
pág. 908 refiere el caso del alquiler de un
local para introducir un coche: Una sociedad de garajes alquila a una persona un
garaje separado que tiene una única entrada por la calle, entrada cuyo locatario
sólo tiene la llave. No habiendo contraído la
sociedad ningún, compromiso particular
frente al locatario para asegurar la guardia
y vigilancia del coche introducido, no teniendo medios de acceso, ignorando cuándo
el coche está afuera, no es ella responsable
si se lo roban (Tribunal de Niza, 1.5 de mayo de 1922, Gaz de Pal., 1922, 2, 55). Es completamente distinto si ios coches se introducen a un garaje colectivo o a un cuarto
particular en el interior de un. garaje donde
el propietario del garaje ejerce una vigilancia constante En el primer caso hay un
alquiler simple, en el segundo un alquiler
con cláusulas especiales. Esta decisión hace ana muy justa distinción entre el contrato de alquiler ordinario y aquellos contratos que contengan no sólo un alquiler
sino también otras obligaciones accesorias.
Hagamos constar que el alquiler de un departamento en una casa donde hay un conserje entra ya en la segunda categoría, debiendo el conserje vigilar las entradas en la
casa y de ahí resulta una cierta responsabilidad en caso de robo. (V. sobre la responsabilidad del conserje, Revue, 1915, pág. 184;
Baudry y Wahl, locación I, núm. 859.)".
Otro caso interesante, es el que comenta
Rene Demogue en la Revue Trimestrielle de
Droit Civil, París, enero-marzo de 1938, página 139 donde se establece la responsabilidad del hotelero "garajista" en caso de
incendio de un coche dejado con las puertas cerradas. Refiere el anotador de un fallo de la Corte de Alejandría del 13 de mayo
de 1937, que declaró la responsabilidad de
un hotelero, a consecuencia del incendio
de un coche dejado en el garaje por uno
de sus clientes, con las puertas cerradas.
El fuego había cercado el coche; y al parecer por imprudencia de los empleados del
hotelero, alcanzó por la nafta desparramada en el suelo, el vehículo del cliente que
reclamó la indemnización. El hotelero argüía que el coche estaba frenado y sus
puertas cerradas, de suerte que e! salvamento hubiera sido imposible por el hecho
del viajero,
La Corte desestimó la defensa, declarando ,
que "corresponde al garajista, si no quiere
asumir la responsabilidad de la guarda de
un coche cerrado, avisar al cliente, sea
por medio de una indicación sobre el recibo
entregado, sea llamando la atención al
cliente de otra manera".
Demogue aprueba la solución, pues el
hotelero acepta el depósito tai como se le
entrega, si no quiere aceptarlo sino bajo
ciertas condiciones debe indicarlo.
En nuestra opinión, el fallo nos parece
acertado, pero como lo señalamos en otra
parte de este trabajo —en especial en el
capitulo VIII— la responsabilidad del hotelero, es distinta y se rige por otras normas
que las que rigen para el garajista. Tanto en
Francia como en nuestro país, los Códigos
civiles contienen normas especiales que se
refieren a este aspecto, de modo que la responsabilidad la debemos fijar de acuerdo a
tales normas. Nuestro Código civil ia establece en los artículos 2230 y 2231, cuando
establecen: "El posadero y todos aquellos
cuya profesión consiste en dar alojamiento
a los viajeros, responden de todo daño o
pérdida que sufran los efectos de toda clase
introducidos en las posadas, sea por culpa
de sus dependientes o de las mismas personas que se alojan en la casa; pero no responden de los daños o hurtos de ios fami-
liares o visitantes de los viajeros"... "El
posadero responde de los carros y efectos
de toda dase que hayan entrado en las depedencias de las posadas,. .".y concuerdan.
con los artículos 1953 y 1954 del Código ci-
vil francés.
En otro aspecto del tema que estudiamos
traemos a colación el fallo registrado en la
Revue Trimestrielle de Droü Civile (abriljunio de 1958), J. A., t. I, pág. 23, sec. doct.:
La Corte Grenoble (7-10-1957) acaba de dar
una interpretación muy estricta. La cláusula excluía de la garantía a los "accidentes causados por los vehículos utilizados
para el transporte de mercaderías o de pasajeros por título oneroso o afectados a la
locación, o sin Chófer. El asegurado era
dueño de un garaje. Uno de sus camiones
causa un. accidente. La Corte rehusa obligar
al asegurador en garantía porque el camión estaba afectado a «na carga de transporte público. Poco, importa, agrega, que en
el momento en que el accidente ocurrió el
camión estuviera afectado al uso personal
del asegurado o no. Los comentaristas critican la decisión, la que no les parece ortodoxa, pues la interpretación para ellos
es inexacta",
Ya hemos mencionado un juicio del Tribunal del Sena (23 de marzo de 1930), declarando DO responsable a un garajista, por
la congelación del agua en el radiador del
vehículo del cliente, que provocó su estallido. La Corte de Biom (Gaz. Paz, 1932, t.
1, pág. 671), lia juzgado que hay un contrato de naturaleza mixta, más próximo al
depósito que a la locación de servicios ya
que fuera de las convenciones o circunstancias particulares que pueden hacer de la
cochera una simple locación de espacio, el
depositario asalariado no tendría otra obligación que la de velar por la conservación
de la cosa en las condiciones fijadas por los
artículos 1927 y sgts. del Cód. civ. Este texto
habla de "procurar los cuidados". Y -bien.,
aportar los cuidados, es para un animal,
alimentarlo, tomar las precauciones para
evitarle enfermedades o accidentes, tornar
medidas para curarlo si está enfermo.
Por analogía, para una máquina es tomar
medidas para que ella no se deteriore por
la humedad, la helada, los choques, etc.
Nosotros 'creemos por consiguiente que el
depósito obliga a tomar precauciones contra
la helada. Pero, en este caso, la Corte ha
admitido la falta de responsabilidad fundándose en que los avisos invitando a los
clientes a vaciar ellos mismos los depósitos de agua, estaban ubicados de modo visible a la entrada del garaje. Esta razón fue
decisiva. Pero se presentó una complicación: el cliente había dicho a un empleado del garaje, en ignorancia del dueño de
éste, que procediera al vaciado del depósito del coche, habiéndolo hecho éste en
forma incompleta. Esto arroja un problema
difícil. La Corte ha juzgado que el cliente
ha dado al empleado un mandato particular y completamente personal que no entra en las funciones normales que el gara-
jista le propusiera y por consiguiente su
inejecución no pone en juego más que su
sola responsabilidad. "Hay entonces un contrato particular con el empleado. Se puede
sostener cuanto más que se trataba por parte del empleo de derogar un contrato concluido entre el cliente y el patrón, que el
no tenía poder para hacerlo y que el no era
un mandatario teniendo poder, aparentemente, para tal efecto. Pero por otra parte,
el empleado ha concluido un contrato en
ocasión de sus funciones y lo ha ejecutado
mal. El patrón, prácticamente no es responsable, pues es el usuario el que estaba en
falta, por haber aceptado al empleado como contratante, sabiendo que hacía un acto
contrario al contrato entre cliente y patrón.
Hay aquí una particularidad más que
inclina a señalar la falta de responsabilidad del dueño del garaje y es la circunstancia que ya hemos señalado, en el sentido
de que el coche poseía un doble sistema de
vaciado que no era de uso corriente, y el
cliente no había señalado este hecho al
empleado, quien únicamente había abierto uno de los grifos. Había allí una falta del
acreedor que le hacía responsable de sus
consecuencias, (V. Demogue, O'blígations,
VI, núm. 328 bis; Planiol, Rippert et Esmein,
I, núm. 930, Demolombe, XXIV, núm. 602.).
El caso que comentamos constituye en
realidad un ejemplo de lo que es corriente
en los garajes de cualquier ciudad. En efecto, el empresario, el garajista, generalmente está en el garaje unas pocas horas al
día y a veces ni concurre como tal en varios días.
Todss las tratativas se hacen con un
peón, empleado, o limpiador y la costumbre
hace que mediante propinas u otras dádivas, se crea una relación especial con el
usuario que da lugar a la obtención de una
serie de srevicios que son extraños a veces
al contrato de garaje. Dentro de esas tratativas se va creando una serie de antecedentes tales como: que en lugar de que el
usuario saque personalmente el vehículo
del garaje, el empleado lo hace y lo deja
preparado en la puerta de acceso (a veces
con las llaves puestas), para que el usuario lo lleve de inmediato, sin necesidad de
tener que perder tiempo haciendo maniobras que demoran; ¡o mismo ocurre cuando
el usuario llega al garaje, en lugar de entrarlo y dejarlo en el lugar correspondiente
—si tiene cochera— o bien donde usual mente'lo deja, lo estaciona en la puerta de
acceso por la misma razón; en otros casos
se prestan servicios que son ajenos al contrato en sí, como el cambio de baterías, cam-'
bio de ruedas, cambio de cubiertas, llenado
de nafta dentro del establecimiento, etc.,
pero que en realidad, se trata de actos que
no están comprendidos dentro de la contratación usual de garaje, que están al
margen del contrato, pero que crea un riesgo y una responsabilidad que debe ser estudiada en cada caso a fin de establecer
ante cualquier situación anormal, quién es
el responsable defintivo, de la falta que pueda producirse en el caso que sobrevenga un
siniestro, o de robo del mismo o de alguno
de los instrumentos usuales del vehículo.
Capítulo séptimo
La responsabilidad civil del garajista. y
del usuario vista desde el punto de vista de
la doctrina y jurisprudencia nacional. La
jurisprudencia de nuestros tribunales, es
la que ha impulsado el estudio del contrato
de garaje, ya que como lo hemos señalado
anteriormente, se trata de un contrato nuevo, cuyo estudio no ha sido encarado en forma profunda por la doctrina nacional.
Comenzaremos pues el estudio de este
capítulo analizando los siguientes fallos
jurisprudenciales, en cuya transcripción, nos
hemos limitado muchas veces en referirnos
a la parte dispositiva a fin de poder aportar
a este trabajo, el mayor número de casos
posibles con el fin de contemplarios exhaustivamente.
I) En los autos: "Rosenvit, J. c/ Puppo,
J. B." (28-8-941), La Ley, tomo 24, página
894 se establece: "1) Es cláusula implícita
del depósito de automóviles en un garaje
que los coches sólo podrán ser retirados por
sus dueños o por las personas debidamente
autorizadas. 2} La circunstancia de que el
depósito oneroso haya sido considerado por
la mayoría de los autores como una locación de servicios no supone que el dueño
de un garaje no deba emplear la diligencia
de un pater familiae. 3) Siendo la obligación primordial del dueño de un garaje la
guarda de los automóviles su responsabilidad queda comprometida cuando estos son
dañados en la vía pública por haber sido
extraídos por incumplimiento de los deberes
de vigilancia que esa guarda comporta. 4)
Los daños ocasionados por un empleado
que saca un automóvil del garaje, aunque
sea en actos extrañes a sus ordinarios servicios, obligan la responsabilidad del.patrón
que en tal caso es directa y proviene de
no haber inspeccionado como corresponde
la salida de los automóviles" (Cárn. Civ. 2^
de la Cap, Fed.).
II) En'los autos: "Levaggi c/ Grimaidi
Maggiorino" (6-12-933), J. A., t. 44, pág. 683
se determina: 1* Inst.: Considerando: "Las
partes están de acuerdo en que el carro y
el caballo del actor fueron robados del corralón en donde se guardaban, por perso-
nas extrañas. El punto, por consiguiente,
a dilucidar es si el demandado era sólo el
locador del local, -donde se guardaban, o si
corría con el cuidado de los mismos como
guardador de ellos. Luego el precio de $ 15
mensuales que el actor pagaba al demandado por el uso del local a los efectos de
tener el carro y el caballo; hace presumir
que Grimaidi sólo alquilaba el local sin
mayor responsabilidad por las sustracciones
o perjuicios ocasionados por terceros. La
prueba del actor consiste en las declaraciones de les testigos y en las posiciones
puestas al demandado y de ellos no surge
que éste fuera caballerizo o alquilador de
cocheras, cuidando por la mantención de
ios animales y cuidado .de los vehículos. Las
posiciones de fs. 17 pliego de fs. 16, no dieron resultado a los efectos de demostrar,
ni que fuera otra cosa que el locador, ni
que pudiera imputarse el hecho a su culpa
o negligencia, desde que el corralón se dejaba casi a merced de los que quisieran entrar y no había motivo para sospechar de
un delito tampoco, para hacer saber el
hecho al actor el que vive cerca del corralón.
Se discutía si el demandado era o no un
simple locador y si su responsabilidad estaba encuadrada dentro d'el artículo 1118
del Código civil. (Es decir ia que se refiere
a los dueños de hoteles, casas públicas de
hospedaje y establecimientos públicos, que
son responsables del daño causado por sus
agentes o empleados en los efectos de ios
que habitan en ellas, o cuando tales efectos
desapareciesen, aunque prueben que les ha
sido imposible impedir el daño).
El juez a-quo rechaza la demanda fundado principalmente en lo que dispone el
artículo 1528 del Código civil: "El locador
no está obligado a garantir al locatario de
las vías de hecho de terceros, que no pretendan la propiedad, servidumbre, uso u
goce de la cosa. El locatario no tiene acción
sino contra los autores de ios hechos, y
aunque éstos fuesen insolventes, no tendrá
acción contra el locador".
Nuestra opinión, es que este artículo en
la parte que establece: "ns> está obligado",
no quiere decir, que pueda convenirse lo
contrario, y no por elío perderá el carácter
de locación. No negarnos eso sí que se acercará entonces al contrato de depósito.
El citado fallo fue revocado. Transcribiremos las partes fundamentales de la sentencia: E! do:tor Senillosa dijo: "En 102C
se demanda al locador del locaí donde ¡^
tenían, por el valor del carrito ue reparto
y su caballo, hurtados; se reconocen los
hechos, más se niega toda responsabilidad.
La sentencia en recurso, previa apertura
de la causa a prueba, de que el actor y demandado participan y de producir los respectivos alegatos sobre su mérito rechaza la
acción sin costas, ambas partes apelan expresando y contestando agravios que dicen
se les infiere. Estoy por su íntegra confirmación, también sin coscas en 1* Instancia
dado el resultado de los recursos en tal supuesto (Cód. de proc. art. 221, ap. 2', no
siendo entonces el caso del art. 274). No
se trata de una cochería, garaje, caballeriza, ni depósito, sujetos a determinado régimen con las consiguientes responsabilidades inherentes al cargo de guardador, ni
a otro contrato que no fuese el de locación
de un reducido espacio.
El local es el de un corralón de maderas
donde mediante una módica retribución
'($ 15 al mes), se admitían rodados y animales sin encargarse de su cuidado, guarda, limpieza y alimentación sitio de tan
fácil acceso y sin vigilancia alguna al que
los dueños o sus encargados o peones llevaban o retiraban libremente los vehículos
y sus caballo?, sin aviso u orden escrita de
ninguna prevención. Es así que ya antes
había si tí o robada una yegua y que un buen
día unos desconocidos .sustrajeron un carrito y el caballo ctel actor y las guarniciones o arneses de un tercero. Tan pronta
como se descubrió el robo, cuando el verdadero dueño fue por ellos y ya no estaban, concurrió el hijo del demandado a. la
comisaría de policía de la Sección y formuló la denuncia que instruye el testimonio
de fs. 47- cabeza del proceso del sumario.
Con esa sola pieza y las posiciones recíprocas prescindiendo aún de la prueba testifical y las disposiciones de los artículos 910,
1107 y 1528, unos que invocan eí demandado y otros que bien aplica el juez, no a otro
resultado se llegaría, me parece, que al que
arriba la sentencia. En efecto, antes de la
madrugada de un día del mes de marzo,
corno a las tres, dos sujetos, de los que uno
vestía guardapolvo, como los peones de la
carnicería inmediata del actor, abriendo
casi a la hora habitual el portón mediante
un palo que se dejaba afuera para correr
la "tranca" interior que tan poco o tan mal
la sujetaba e invocando orden o autorización de aquél cuando fueron interrogados,
ataron o engancharon el caballo al carro
valiéndose de arneses de otro dueño y salieron a la calle sin reparo con él. Más tarde
se supo del robo y se denunció; esto es todo
y entonces, como ellos digo, corno el a-quo
y como el demandado, el patrón del corralón no incurrió en ningún hecho u omisión
ilícita no estaba obligado a gestión o diligencia alguna, el acto de los autores o
agentes no afecta al locador ante el locatario y tampoco le incumben responsabilidades que para otras personas y otros casos
determina el artículo 1118.
El doct&r Figucroa Alcorta dijo: "I>os cir-
cunstancias destacan desde luego a mi modo de ver la negligencia o falta de precaución con que procedió el hijo del demandado la hora del suceso y el hecho de tratarse de dos sujetos desconocidos según el
mismo manifiesta porque en cuanto a lo
primero a estar a la declaración, el a.ctor
acostumbraba a retirar el carro de cuatro.a
cinco de la mañana, sin que el demandado
haya probado lo contrario y en lo que respecta a lo segundo de lo manifestado por el
mismo testigo mencionado y por Ángel Orefice se comprende que contrariamente a lo
afirmado por Virgilio Orimaldi eí actor iba
siempre él mismo a buscar su carro o mandaba únicamente a su hijo o a su peón con
este objeto, el hijo del demandado obrando
pues con una prudencia, elemental debió
dar la voz de alarma o consultar el caso
con su padre o requerir en fin una ratificación de la supuesta orden de parte del propio Levaggí tanto más cuando el negocio
de éste está situado a poco menos de media cuadra del corralón.
Si bien se comprende que la guarda y vigilancia de ios carros y caballos estuviera a
cargo de sus dueños durante el día, es decir el tiempo normal de trabajo, que con
ellos se efectuaba parece ilógico extenderla
a las horas de la noche en que el local quedaba ocupado exclusivamente por el demandado y su familia, que revestían en
cierto modo la calidad y los deberes de un
verdadero depositario a semejanza de lo que
ocurre con los posaderos (art, 1120 del Código civil).
El módico precio pagado por los locatarios y que correspondía a la naturaleza de
la contraprestación tampoco puede influir
a mi juicio para determinar una conclusión
contraria aún, en el depósito civil gratuito
por su esencia, artículo 2182, el depositario
regular está obligado a él y a poner en la
guarda de la cosa las mismas diligencias
que en las suyas propias y «responde de los
deterioros de ella sufridos por su culpa,
artículo 2202 a contrario sensu.
Entiendo por otra parte que el artículo
1528 del Código civil, no es aplicable al caso
de autos. Dicho precepto funciona cuando
la cosa locada está en poder del locatario
que es la situación normal y corriente porque en esa hipótesis es natural que sea éste
último quien ejerza la vigilancia de ella y
así las vías de hecho de terceros quedar en
principio fuera, de la garantía del locador,
salvo el caso previsto en el artículo 1529
a que también parece referirse el articulo
1517 pero algo muy distinto sucede cuando
lo que se arrienda es un local para la guarda de una cosa determinada y ese local queda en poder y bajo el cuidado del propio
locador que es lo que ocurre en el sub-júdice.
En las condiciones expuestas aún cuando ga el valor que al vehículo se le atribuye
se admita que el principio del artículo 1107 por la actora y el importe de los gastos de
del Código civil excluye la aplicación de lo movilidad reclamados y termina solicitando
dispuesto en los artículos 1109, 1113 y 1114 el rechazo de la demanda.
del mismo Código, lo que en ei caso sería
Las partes están acordes en que el autodiscutible por más de un concepto, estimo móvil se encontraba en poder del demanque la responsabilidad del demandado na- dado cuando fue sustraído en virtud de un
cería siempre de lo preceptuado por los ar- contrato que podríamos llamar "de garaje",
tículos 511, 512, 902 y 1198 y sus conc. de la sobre cuya calificación jurídica discrepan.
ley citada.
De acuerdo con el contrato de referencia
En consecuencia corresponde ea mí opi- el demandado recibía el automóvil del actor
nión revocar la sentencia en recurso y deen un garaje, colectivo donde no tenía sigvolver las actuaciones al juzgado de origen nado un recinto especial o "box", quedando
a efectos de que éste se pronuncie sobre su las llaves del vehículo en poder del garajismonto de los perjuicios reclamados confor- ta a fin de poder desplazarlo dentro del lome a lo establecido por el tribunal en casos cal según las necesidades del caso, existienanálogos. En la causa "Feldman y Varas do un servicio continuo de vigilancia.
(Soc. de Resp. Ltda. e/ Pérez Balsa Ramón",
Sostiene el a-quo que parece indiscutible
registrada en L. L., t. 76, pág, 588, III), se que en el contrato de garaje lo que se busca
establece por la Cámara Nacional de Ape- es principalmente la custodia del vehículo
lación en lo Civil Sala "A" de la Capital durante el tiempo que no lo tiene en uso su
Federal, en 9 de agosto de 1954: 1) La per- propietario —criterio que no compartisona que por virtud de un contrato de ga- mos—; como ya se ha expuesto al estudiar
raje se compromete como garajista a guar- su naturaleza jurídica. Se acude aquí a la
dar un automóvil durante el tiempo en que opinión de A. Jack (ob. cit., pág, 679), quien
no lo tiene en uso su propietario, responde califica al contrato como innominado, cona éste por la pérdida del vehículo, salvo 'sistente especialmente en guardar el vehículo en su local durante el tiempo que su
caso fortuito o de 'fuerza mayor.
2) Los hechos que pueden probarse en propietario desee dejarlo. Tal obligación de
2$ Instancia, si no son nuevos, son aquellos custodia constituye el objeto propio del contrato de depósito (art. 2182 del Cocí, civ.),
conducentes con relación a la litis trabada;
más, no los que suponen una innovación por lo que sus normas son aplicables a la
importante de la misma y que por razones responsabilidad del "garajista", frente al
que hacen a la seguridad jurídica aconse- cliente aunque no se le quiera reconocer
jan omitir todo pronunciamiento y conside- esta calidad por ser oneroso (art. 16 del
Cód. civ.), como se aplican a los otros conrarlos ajenos a la relación procesal.
La actora se presenta y expresa que el tratos en que el accipiens, debe restituir la
demandado es propietario de un garaje misma idéntica cosa (art, 2185 del Cód.
donde su representada guardaba un autp- civ.).
móvil, el que fue robado mientras se enSiendo eilo así, el "garajista", responde
contraba bajo su custodia, reclama el valor por la pérdida del vehículo, salvo caso fordel vehículo, habiendo su asegurador abo- tuito o de fuerza mayor (art. 2203 del Cód.
nado $ 15.000 m/n., reclamando la diferen- civ.), prueba que le incumbe de acuerdo con
cia entre ambas cantidades y las de $ 700 los principios generales (J. A., 1949-1, pág.
mensuales hasta que se haga efectivo el 91); en e] caso de autos el demandado, no
pago de la indemnización correspondiente ha aportado ningún elemento útil en tal
en concepto de gastos de movilidad. Pide se sentido; por el contrario, el hechcs de que
condene ai demandado al pago de las su- su empleado lo haya sacado a la calle a las
mas indicadas con más sus intereses y las 2,30 de la mañana donde lo dejara sin vicostas del juicio.
gilancia de ninguna especie, aunque hubiera
El demandado contesta la demanda, ne- sacado las llaves del contacto del tablero
gando que la actora sea propietaria del del automóvil importa una culpa grave tesVehículo en cuestión, por lo que plantea la timoniada, en el cumplimiento de sus oblidefensa de falta de acción; afirma que sólo gaciones (arts. 511 y 512 del Cód. civ.).
mediaba un contrato de "locación de piso",
El fallo, una vez fijada la responsabilidad
habiéndose procedido en ía emergencia en tíe ia demanda, tiende' a fijar la existenla forma acostumbrada entre las partes, cia de los perjuicios y su monto, rigiéndose
pues el actor requería el vehículo en horas esta segunda parte por los principios getempranas, por lo que éste le sacaba a la nerales, por cuyo motivo no nos referirecalle dejando el contacto cerrado, y las llamos a ella.
ves en el interior del local, circunstancias
El fallo de 2* instancia confirma en toen la que se produjo el robo por lo que no das sus partes el de 1* Instancia, pero no
ha mediado de su parte culpa alguna. Nie- se extendió en otras consideraciones ea ra-
tratos que llevan implícita o con el aual
tiene mayores semejanzas.
Es sabido que el dueño del garaje se-oblic/Sánchez y otros", (L. L., t. 82, pág. 611, ga a ceder al cliente el uso de determinala Cám. Nac. de ApeL, en lo Civ. Sala "D" dos espacios para el estacionamiento del
de la Cap. Ped., en abril 25 de 1958), sienta automóvil, a cuidar ei mismo, y, generallas .siguientes premisas: i) El depósito de mente a proveer a su limpieza y lavado.
Por ,su parte el propietario del vehículo
un automotor en un garaje constituye un
se obliga a pagar e! precio estipulado, una
contrato con fisonomía propia, de los llamados por la doctrina complejas o mixtos, relación jurídica de este tipo participa de
pero que por no tener en el Código civil una, los caracteres de la locación de cosas, del
reglamentación especial debe ser incluido depósito y de la locación de servicios.
Las dos primeras prestaciones constituen la categoría áe ¿os con/míos innominados. 2) Los contratas innominados rigen yen elementas principales del contrato. No
sus efectos —en caso de insuficiencia de se produce aquí lo que se ha dado en llamar
las estipulaciones de las partes—, por las "absorción", del contrato accesorio por el
normas generales relativas a los contratos contrato principal, toda vez que ambas
y. además por las particularidades áe] con- prestaciones ocupan el primer plano y retrato que lleva implícito o con el cual tiene gulan en sa integridad la relación jurídica,
Y según esté en juego una u otra, la remayores semeianzas, 3) La' obligación de
guarda del vehículo y la de conceder el uso lación se regirá por las normas relativas al
y goce del lugar destinado a su estaciona- depósito o a la locación de inmuebles.
En una palabra, esta parte del fallo dimiento, son igualmente preponderantes en
el negocio jurídico- consistente en el depó- siente con nuestra opinión que hemos exsito de un automotor en un garaje: y según puesto al estudiar la naturaleza jurídica
esté en juego una u otra, la relación se re- del contrato, señalando que el contrato de
girá por las normas relativas al depósito o locación era el principal y a él se encuentra
a la locación de inmuebles. 4) La excepción subordinado el depósito.
que consagra el artículo 2202 del Código ciEn la especie, se imputa responsabilidad
vil al principio de la apreciarían objetiva a los demandados por los daños y desperde la culpa (art. 512), se funda en la idea fectos sufridos por el automóvil mientras
de que el depositario presta un servicio permaneció en el garaje de su propiedad,
gratuito, pero desde el momento en que esa de manera que la cuestión litigiosa debe
circunstancia no concurre debe volverse al ' resolverse por aplicación de las normas reguladoras del contrato de depósito.
sistema del derecho común.
Agrega el fallo, que la responsabilidad de
El actor en el caso, había dejado durante
un largo tiempo su vehículo en el garaje a los demandados no es dudosa. En el depócargo de los demandados. Dicho vehículo sito gratuito el depositario debe poner en
se encontraba en perfectas condiciones, es- la guarda de la cosa que le ha sido contipulándose además el cuidado y limpieza fiada,, la misma diligencia que habitualtnende dicho vehículo mediante un precio que te se pone en la guarda de la cosa propia
se abonaba mensualmente. El actor tuvo (aris. 2182 y 2202 Cód. civ.), esto es, resque ausentarse de la Capital y en el Ínterin ponde por la culpa leve "sin concreto"
(nota al art. 512 Cód. civ.}, le está vedado
el graraie cambié de dueños.
El fallo de 2? Instancia que confirma el servirse de ella (art. 2208 del Cód. civ.). y
de 19 es sumamente interesante sobre todo debo restituir "la misma e idéntica cosa",
en el 2" aportado, que se refiere al contrato que le ha sido entregada (art. 2210). Ei
cumplimiento de estas obligaciones debe
que nos preocupa.
zón de haberse encontrado el vehículo en
el ínterin.
IV) En el expediente "Martín Antonio
El primer agravio se funda en la naturaleza del contrato, que en la decisión apelada se lo califica de depósito y es para los
recurrentes una simple "locación de espacio para el estacionamiento de vehículos".
El acto jurídico en cuestión, constituye, a
mi juicio un contratí) con fisonomía propia,
de ios llamados por la doctrina complejos
o mixtos, pero que par no tener en el Códi-
go civil una reglamentación especial debe
ser incluido- en la categoría de los contratos innominados (art. 1143) y nota, y como
tal'regir sus efectos —en caso de insuficiencia di? las estipulaciones de las partes— por
las normas generales relativas a los^con-
exigirse con mayor brevedad, cuando el depositario percibe remuneración, porque la
onerosidad del contrato hace más rigurosa
su1 responsabilidad. Es natural exigir mayor
diligencia a quien se hace pagar su cuidado que al que lo presta gratuitamente
(Rev. L. L., t. 24, pág' 894). (Fallo al cual
nos referimos en el apart. I),
La excepción que consagra el artículo
2202 al principio de ¡a apreciación objetiva
de la culpa (art. 512 del Cód. civ.), se funda en la idea de que el depositario presta
un servicio gratuito, pero desde el momento en que esta circunstancia no concurre,
debe volverse al sistema del derecho común.
Apreciada con arreglo a estos principios
la conducta de los demandados, se advierte
de inmediato que han incurrido en grave
culpa en oí cumplimiento ce sus obligaciones y han faltado a la confianza que <'s de
la esencia del centrólo (le depósito. Corno
consecuencia, deben responder de los deterioros que la cosa haya sufrido por sus hechos u omisiones culposas «arts. 511 y 552
del Cód. civ.). ya que ante )a imposibilidad
de restituir la cosa en el mismo estado en
que la recibieron (arts. 2182 y 2210). según
se desprende del examen de los perito;; la
obligación debe resolverse en daños y perjuicios (art. 505 del Cód. civ.).
En el caso que hemos expuesto precedentemente, se trata de una convención de naturaleza muy especial. No es usua) que cri
los contratos de este tipo, se deje un vehículo inmovilizado por espacio cíe cerca, de
diez años, porque entonces ya no se trata
del contrato típico de garaje que nos interesa estudiar, y aún cuando en el fallo no
se hace esa diferenciación, cabe hacer resaltar esta circunstancia, porque en éste
caso creernos que realmente medió un deposito, o por lo menos, este último contrato
es el que ha primado en la relación jurídica.
Pero ese depósito pudo llevarse a cabo en
manos de cualquiera que tuviera un espacio suficiente como para albergar ei vehículo, de modo que no era necesario que actuara como tal precisamente un garajista,
Seguimos sosteniendo que estamos frente
u un contrato de naturaleza especial donde
prima el elemento o mejor dicho el contrato de locación de cosas, porque aquellos
que sostienen que no existo en el contrato
de garaje locación de cosas, y si depósito,
le exhibiremos como ejemplo este fallo,
donde se demuestra que un vehículo permanece par espacio de diez años en un
mismo lugar, "Con determinación de espacio", y sin embargo, se trata de un depósito
porque además su propietario se había ausentado y no efectuaba los actos de detentación del espacio ni del vehículo, que es
tan usual en el contrato especifico de garaje.
Una vez más sostenemos que la determinación del espacio predeterminado y fijo
juega un rol secundario en el contrato de
garaje y no hace a Sa esencia, de esta convención.
Y aún no alcanzó tampoco a modificar
esa situación la mera circunstancia de que
c! propietario dcj garaje había iniciado juicio po¡ "cobro de alquileres", contra el proj;!(;tun<i del vehículo.
El ínl!-:> de segunda instancia termina
confirmando Ir. sentencia dictada en primera instancia, cor. costas. (Voto del doc-
tor Cichero al que adhirieron los doctores
M. Sánchez de Bustamante y Acdecl E.
Salas).
V i En los autos rotulados: "Ages Antonia c/Genijovich Isaac" Oa Cám. Nac. de
Paz, Srla IV de la Cap. Fed., en noviembre
ñ de 1955 resuelve en el fallo registrado en
L. L., t. 81, pág. 282). "Cualquiera sea la
calificación que se dé al contrato de garaje,
locación o depósito, el dueño del vehículo
que desapareció, es el único responsable del
hecho, si por comodidad, revelando una noIcria y voluntario, falta de cuidado mínimo,
dejó el camión, no e?i el espacio destinado
u ese efecto, sino frente al garaje, fuera del
alcance del propietario del mismo, a quien
pretende res-ponsaliiUzar"
En este juicio reclama el actor el pago
del precio de diversas mercaderías suministradas al demandado, como asimismo el alquiler de una cochera en el garaje de su
propiedad, lo que en total forma el importe de $ 872,50. Al contestarse la demanda
reconviene ¡a contraparte por ia cantidad
de S 38.500 rn/n., en concepto de resarcimiento por la sustracción de un camión que
es el que originó la cuenta precitada, siempre que no se le entregue otro de las mismas características con más la de S 5.000
que representan el valor de los daños y perjuicios ocasionados por ese hecho, acaecido,
según se expresa por la negligencia del actor, debiendo cargar éste con la consiguiente responsabilidad.
En segunda instancia se considera que
los agravios del memorial del demandado
no son eficaces, ni en lo que se refieren a la
prueba ni tampoco en lo que respecta a la
necesidad de calificar el contrato que existió entre las partes, por cuanto las particularidades del caso anotadas revelan una
notoria y voluntaria falta de cuidado mínimo que debía observar el demandado, al
no guardar el camión en el espacio destinado a ese efecto, admitiendo, por ei contrario, en forma expresa, su imprevisión
colocado la cosa objeto fle! contrato, por un
acto propio, fuera del alcance de la persona
a quien ahora se pretende obligar, conducta ésta que, relacionada con cualquiera de
los dos contratos a que se hace referencia,
locación o depósito, exime de responsabilidad al demandante.
Sin perjuicio de lo que precede y a mayor
abundamiento entiendo que dadas las modalidades de las relaciones habidas entre
actor y demandado, el contrato celebrado
se define como de locación, dado su carácter consensual y oneroso.
Refirma tal aserto, en el presente- caso, lo
resuelto por las autoridades de aplicación
en esta materia, las que encuadran tales
convenciones comprendidas en las clisposi-
clones de la ley 13,581, El fallo termina por
confirmar la sentencia de 1* Instancia. (Voto de los doctores Podestá, Carlomagno y
Sagasta).
VI) A pesar de que el fallo al que nos
vamos a referir, no se refiere a la responsabilidad civil del locador garajista, lo heñios
traído a este capitulo, para relacionarlo con
el fallo que precede. En los autos: "De Curtis Silvio c/ Menéndez Luis (registrado en
G. de P., t. 88, pág. 337), se establece con
fecha junio 30 de 1950: 1) La enumeración de distintos supuestos de aplicación
de la ley 13.581, efectuada en el artículo 1<?
de la misma, luego de referirse en general
a locación de inmuebles de propiedad privada, debe entenderse puramente enunciativa, no sólo en mérito a los antecedentes
parlamentarios, sino también en razón de
la redacción del artículo, pues allí los casos particulares son evidentemente ejemplificaciones del principio general antes
enunciado: locación de inmuebles de pro-
piedad privada. 2) Los locales destinados a
garajes se encuentran comprendidos en el
artículo 1<? de la ley 13.581, y por ejide les
corresponde la prórroga que determina el
articulo 5'' de la misma ley.
Nos referiremos con nías amplitud a este
fallo al estudiar su relación con la locación
urbana.
Ya dijimos que el interés público había
privado en este fallo.
En otra resolución registrada (en G. del
F., III-1924, pág. 205), en los autos: "Cattáneo Ermete Valentino c/ De Paoíi Juan", se
deja sentado que: "El dueño del garaje en
que se guardaba el automóvil robado del
mismo, está obligado a resarcir el daño
emergente y el lucro cesante a su propietario, en la medida probada v que el juez fije.
Las costas de ambas instancias al vencido
que resistió el pago de la mayor parte de
la indemnización y dado lo exiguo de las
partidas de la contrademanda, no desconocidas".
No se habla en esta sentencia de la Cámara Civil 1? de la Capital Federal, si se
trata de arrendamiento o depósito. Pero lo
interesante de este fallo, que confirma en
lo principal la sentencia de 1^ Instancia
que había sido dictada por el entonces juez
doctor M. A. Figueroa, y sólo la revoca parcialmente en cuanto hace a las costas, es
qué se admite la doctrina sustentada por
t;' ;-uez en el considerado IX de la Senten-.¡a (G. del F. 1-1924, pág. 170) donde se
establece: "Que la clasificación de depósito
que hace el demandado al contrato celebrado entre él y Cattáneo no corresponde a la
naturaleza del mismo, ni son por consiguiente aplicables al caso los artículos 2182
y siguientes, del citado Código,
Los recibos de ts 2, 3, y fs. 52 reconocidos
por De Paoli establecen que las relaciones entre uno y otro eran de locador y
locatario y la suma que- se abonaba en
concepto de alquiler. Además el uso y ¡as
costumbres tienen establecido que es locación y no otra cosa el convenio para la
guarda nocturna de vehículos mediante una
suma de dinero, en los locales construidos
especialmente a ese fin.
La clase de prestaciones que hacen el objeto del contrato es la qua determina su
denominación, y cuando una de las partes
concede el uso de una cosa y la otra paga
por ese uso un precio en dinero, el acto
que se celebra es locación, artículo 1492 y
su nota Código civil. (La numeración es
errónea o ha sido tomada de la antigua
numeración ya que debió decir 1493 del
Cód. civ.).
En cuanto a la responsabilidad del demandado, la funda en la negligencia de su
empleado y en lo dispuesto al respecto per
el Código civil en sus artículos 1109 y 1113.
VIII) Sigue esta doctrina también el fallo registrado en G. del F., t. i, 1924, pág.
154, en los autos; Mihanovich, N. S. A. c/
Cía. Metropolitana de Ómnibus". Se trataba'
en el caso de establecer, si la cuestión debía ventilarse en la jurisdicción civil y comercial. En esa oportunidad dijo el doctor
Gastón Federico Tobal (Sec. doctor Carlos
A. Alcorta); "Que si bien es cierto que una
antigua jurisprudencia ha establecido que
¡a locación o sublocación de locales es un
acto puramente civil, tal doctrina responde
al concepto de que el tráfico de inmuebles
no constituye, actos de comercio, pero ella
tiene el inconveniente de no comprender
situaciones nuevas presentes con el progre-
so de los medios de locomoción y transportes
que como el alquiler de las cocheras en los
garajes se singulariza por características
tan netamente comerciales que han permitido la declaración de quiebras de los dueños
de garajes. Por ello y de acuerdo con los dispuesto por el art. 3" del Cód. de Ptos. el
Proveyente se inhibe de conocer en estos au-
tos y ocurra el interesado ante quien corresponde, no obstando a este pronunciamiento la circunstancia, de que en la factura de fs. 5 se han incluido dos partidas
correspondientes al precio del arrendamiento, per el alquiler de la administración y del
taller pues si bien es cierto que ambas locaciones serian civiles, no es posible considerarlas en estos autos, desde que dado el
mentó de ¡as mismas su cobro pertenece a
la jurisdicción de la Justicia de Paz". No
tenemos antecedentes que el fallo hubiera
sido recurrido o nc, pero entendemos que la
doctrina expuesta es acertada.
IX) La jurisprudencia registrada en G.
del P. t. 2, 1925, pág. 386, en los autos:
"Vidal, Luís c/ Manghí, Gerardo", no aporta
mayores inquietudes con relación a los problemas qxie nos atañe en virtud de que el
demandado reconoció: su responsabilidad y
no se entró a discutir el aspecto que estudiamos sino el monto. Quedó sentado que;
"No habiéndose justijicado el monto de los
perjuicios que sufrió el propietario del automóvil que fue robado del garaje en que lo
guardaba y de lo que es responsable el dueño de éste, la .suma con que debe indemnizarlos se fijará por juramento esthnatorio".
Este fallo del juez, doctor Juan B. Estrada,
fue confirmado por la Cámara de Comercio
el 3 de marzo de 1925.
Es decir entonces que ante la falta de
pruebas sobre ei monto del daño, se admite
el principio establecido por los arts. 219 y
220 en este tipo de demandas y por aplicación de las normas genéricas vigentes al respecto.
Pero resulta aue el principio expresado en
los arís. 219 y 220 del Cód. de proced. civ.,
resultan anticuados.
En efe.cto, por el art. 219 del Cód de proc.
de la Cap. Fed,, establece: "Cuando la sentencia contenga condenación de frutos, intereses, daños o perjuicios filará su importe
en cantidad líquida o establecerá por lo menos las ba.ses sobre que haya de hacerse la
liquidación. Sí. por no haber las partes hecho estimación de los frutos intereses, daños
o perjuicios, no fuese posible lo uno ni lo
otro, se reservarán sus derechas para que
en otro juicio se fue su imoortancia"; y ei
220, según el cual: "La sentencia deferirá al
juramento del actor la fijación del importe
del crédito o perjuicio reclamados, siempre que su existencia estuviese lerralmente
comprobada, y no resultase justificado ese
Importe, En tal caso, la sentencia determinará la cantidad dentro de la cual se prestará el juramento estimatorio".
Al decir de Santiaeo Sentís Melendo en
su obra: Teoría y práctica del proceso, ensayos del Derecho procesal, vol. III, pág. 9,
Edic. Jurídicas Europa-América, Fs. Aires:
¿Qué enseñanza nos proporcionan estos dos
artículos?
"A mi juicio la —muy interesante— de que
el artículo 71 no puede interpretarse en ei
sentido general y absoluto de que !a "designación de la. cosa con toda exactitud", requiera su esr>ecilicación económica: siendo
necesario distinguir y clasificar ios diferentes caaos que la realidad puede ofrecer, para
relacionarlos con las distintas hipótesis que
la ley regula. Este aspecto de nuestro estudio sólo puede resolverse teniendo en
cuenta las opiniones de los autores que han
estudiado la cuestión".
El problema que presentamos sucintamen-
te no es tan fácil corno a primera vista
parece desprenderse.
Los procesalistas que se han ocupado en
estos últimos años de la reforma procesal,
concibieron una fórmula que en principio se
ajusta a las necesidades de la época al
recurrir al art. 37 de la ley 14.237- que establece: "La sentencia fijará el importe del
crédito o de los perjuicios reclamados, siempre que su existencia esté legalmente comprobada, aunque no resulte justificado sn
monto",
Mediante la reforma procesal únicamente
es aplicable la primera parte de la antieua
redacción del art. 219 y el art. 220 del Cód.
de pro:, resulta sustituido por la citada disposición.
De modo que prácticamente implica la
supresión definitiva del "juramento esthnatorio", .. "vale decir, no habrá necesidad
de recurrir al juramento del actor para fijar el monto de los perjuicios, ni de iniciar
un juicio completamente nuevo. Es el juez
el que debe establecer, siempre que se haya
acreditado la existencia de un crédito o
de un perjuicio reclamado, el monto de
ese crédito o perjuicio. Esta disposición se
funda en los principios establecidos y estructurados en los arts. 15 y 16 del Código
civil, que establecen que los jueces no pueden dejar de fallar ni de juzgar por deficiencia, oscuridad o insuficencia de las leyes.
Además, el juez al fijar estimativamente
el monto de los perjuicios o dpi crédito reclamado, usa una facultad implícita de juzgar, que ya le han reconocido inclusive los
tribunales del país en múltiples resolucio-
nes concordantes" (De Paolis en DSS del 25
de agosto de 1953, pág. 567).
Por otra parte como señalan Juan E. Coronas, Huso A. Oderigo y F. H. Paya La
reforma procesal civil, ley 14.237, edic. Arayú, Ps. Aires, 1954. citando las palabras del
senador Juárez "Vale decir que dentro del
sistema actual, aun cuando se haya probado
la existencia de un crédito, para fijar definitivamente su monto hay que recurrir a un
nuevo juicio en el que se haga la estimación del valor de los daños y perjuicios o,
en su defecto, diferir al juramento de la
parte vendedora el monto de los perjuicios
ocasionados".
Se han tomado corno base las decisiones
de la justicia en esta materia, pues en casos
reiterados los jueces han fijado directamente y en forma prudencial, usando de facultades discrecionales o implícitas comprendidas dentro de su función de ¡uzgar,
que no puede negárseles (J. A., t. 47, págs.
50 y 71).
Nada, obsta para la aplicación de estos
principios en cuanto se refieren a las de-
mandas de cobro de daños y perjuicios derivados de este contrato,
X) La Cám. civ. 2? de la Cap. Fed., en el
fallo registrado en ¡G. de] P. t, VI, 1926,
pág, 295, confirma en lo principal ei del
doctor Argentino O. Barraquero registrado
asimismio el 18-7-935, pág. .141 de la .misma
colección donde se establece: "La falta de
personería no puede fundarse en la falta
de acción. El defecto legal no puede aponerse como defensa general. 'No probado que
el actor llevó el automóvil al garaje y contrató el arrendamiento del sitio para su
guarda debe rechazarse la demanda sobre
la restitución del mismo e indemnización
de daños y perjuicios, máxime cuando el
dominio del automóvil se encuentra inscripto en el registro municipal a nombre de un
tercero"'.
Be alucie a si tal e'ontrato verbal sería de
locación o de depósito o si innominado, y
a si daría derecho a retener o no sólo eJ
secuestro o embargo y ejecución, que no se
han pretendido.
Pero en el caso no llegó a determinarse
precisamente éste, sino el actor que era el
chófer del dueño dei vehículo —el que había
fallecido— tenia derecho o no para litigar.
En consecuencia, rnás que un problema de
fondo, quedó reducido a ana situación procesal.
No compartimos el criterio sustentado en
ei fallo, ya que entendemos que el usuario
del vehículo, aún cuando no acredite la
propiedad del mismo, puede demandar, porque él a su vez es responsable ante el propietario de dicho vehículo.
Distinta es la posición del que demanda
para usufructar luego eri provecho propio .el resultado que obtenga del litigio, en
caso de serle favorable.
XI) lün la causa "López, Francisco c/
Resta Hnos.", publicada en G. del F., t. I,
1928, pág. 278: "El dueño del garaje es responsable de las cosas que /alten al automóvil que en aquél se guardaba mediante una
retribución mensual, aún cuando no tunera cochera ni se le hiciera, servicio de
limpieza".
Afirma el actor que estando en depósito
en un garaje de propiedad tíe ¡os demandados un automóvil de su pertenencia, al" ir
a retirarlo, previo pago del importe que
aquéllos le cobraran por ese hecho, notó que
al coche le faltaba el aparato taxímetro
de la marca que indica, que tenía adherido
conforme a las disposiciones municipales;
que formulado el correspondiente reclamo
ante los demandados, éstos le contestaron
cera evasivas, por lo que se vio precisado a
hacer la denuncia del caso a la autoridad
poiicial y obligado a tener sin hacer trabajar su coche durante catorce alas, mientras
se verificaban las correspondientes averiguaciones. Imputa la responsabilidad a los
demandados, quienes contestaban la demanda, con. negativa general de ios hechos, y
en cuanto al derecho critican las citas erró-
neas de la contraparte. Sostienen que se
trata de una locación y no de un depósito.
Las obligaciones del locador —agregan—
terminan con la entrega de la cosa a locar,
y, como consecuencia, niega la responsabilidad que se imputa a sus representados, y
la existencia de los perjuicios reclamados.
Aduce ¡as demás consideraciones que com-
prende su escrito de contestación, y termina pirtíendo que se rechace la demanda.
considera el a-guo que de las propias
maüifestaciones de las partes resulta que
no h^ri mediado en el caso ni ía obligación -dé guardar gratuitamente la cosa a que
alude el art. 2182 del Cód. civ., ni el uso y
goce de la habitación que caracterizan los
contratos de depósito y de locación indicados por aquellos, y, en consecuencia, no son
las disposiciones reía ti vas "a esos contratos
las que han de tenerse en cuenta en la solución a dictar.
Estos elementos de juicio dejan establecido que los demandados, se obligaron a
prestar ai actor ei servicio que representa
ia tenencia en el garaje del automóvil de
López, y éste a la compensación de ese servicio que representa ía suma mensual de
treinta pesos, determinando así que se está
en presencia de uno de los actos previstos
por el artículo 1623 del mencionado CíJdigo.
Una de Jas obligaciones primordiales de
los locadores era la de cuidar los bienes introducidos en su garaje por López, y de
adoptar las medidas necesarias para evitar
su deterioro, destrucción o pérdida por robo
o sustracción, pues, lo contrario importaría
acordarles una evidente ventaja que nada
justifica, y sancionar el absurdo de que no
serían responsables, ni aún en el caso de ser
sustraídos por ello mismos o personas de
ellos dependientes, ei propio automóvil del
locatario.
No es tampoco dudosa la solución que corresponde dar a la cuestión de si era un
deber del locatario individualizar ante e¡
locador los accesorios que llevaba consigo
el coche, pero que debe aceptarse en responsabilidad por la pérdida o sustracción,
de alguno de ellos.
Consecuencia de todo esto, es que corresponde declarar Ja responsabilidad de los demandados, respectó al precio del taxímetro y de las pérdidas del demandante que
necesariamente ha. debido producirle la no
disposición de su automóvil en condiciones
reglamentarias para dedicarlo a su respectiva explotación, porque a esa conclusión
llevan la falta de cumplimiento de las obli-
gaciones antes mencionadas, la ausencia de
pruebas de esa parte que ía excuse de la
culpa que el hecho trae consigo y lo que
disponen los arts, 511 y 512 del Cód. civ.
La sentencia de 2** Inst. es suamente interesante :
Entre otras cosas el vocal doctor Sayanea
expuso: Que el recurrente sostiene que el
caso versa sobre una locación de un local
determinado aunque de especie singularísima, donde el dueño del coche guarda su
vehículo, y que se trata de locación cié servicios. Contestando la demanda dicha parte
manifiesta que el actor llevó su vehículo al
garaje de sus manifestaciones obligándose a
pagar el alquiler mensual de treinta pesos,
sin servicios de limpieza, ni cochera.
Y afirma que eso es locación de cosa, y
que, por tanto las obligaciones del locador
y la responsabilidad del mismo serían las
previstas en los artículos 1514 y sgts. del
Código civil.
Desde luego, es indudable que el dueño del
vehículo no se proponía al contratar con el
dueño del garaje, sino tener un lugar donde
depositar el auto, desde que no quería cochera ni servicio de limpieza, sino tener un
lugar donde depositar el vehículo.
Y como dicho depósito se hacía por el
precio que cobraba el dueño del garaje, no
importaba el contrato de depósito, siendo
condición esencial de éste su gratuídad
(art. 2182).
Ni tampoco era un depósito mercantil,
aunque una de las partes fuera comerciante,
porque no hacía de un acto de comercio (art.
572 del Cód. civ.).
Entretanto es indudable que, no ya el fin
principal, como dice el doctor Vélez Sárs-
iield en su nota al citado artículo 2182, sino
el único de la entrega de la cosa era en el
caso la guarda del vehículo como hemos
visto; pero habiéndose convenido por precio, tal contrato como ese debe clasificarse
de locación, calificada de locación de servicos.
Así Machado (V. nota al art. 2182. citando
a Ulpiano), dice exponiendo sobre el art.
1623: "La locación de servicios se distingue
del depósito por el carácter oneroso del primero y de gratuito del segundo; así, cuando una persona entrega a otra un animal
para que lo mantenga y lo guarde por un
precio estipulado, hay locación y no depósito".
En el caso presente el objeto de la entrega
era la guarda de la cosa (art. 1514 a 1553).
los que habían de competir al dueño del
garaje, y que no eran otras que las anexas
a la guarda del automóvil objeto del contrato, cuyos efeetos serán juzgados —establece
el art. 1623— por las disposiciones sobre las
obligaciones de hacer, entre las que cuenta
primordiaímente, la de ejecutar el heci.
del modo en que fue la intención de las
partes, que el hecho se ejecutara (art. 625
del Cód civ.); en el caso en justicia la guarda de la cosa por lo menos debió consistir
en cuidar de su integridad: de lo contrario,
tanto habría valido para su dueño dejar el
vehículo en la vía pública.
En definitiva, la sentencia se confirma
adhiriendo a este voto los doctores Campos
y Casabal.
XII) La responsabilidad civil dei garajista, también se extiende a ios daños y
perjuicios que se producen en el vehículo
mientras se encuentra estacionado en el garaje o cuando es sacado del mismo sin autorización del titular.
En los autos: "Pavaro, Orestes e/ Sobóla
y Diñeiro", registrado en G del F., setiembre-diciembre de 1950, núra. 200. se establece:
"El contrato de locación celebrado entre
el lueño del garaje y el propietario de un
automóvil, hace al primero civilmente responsable por los daños sufridos como consecuencia de hechos producidos -por sus
empleados. El acto notarial de comprobación levantado antes de iniciar el juicio tiene valides como instrumento y en cuanto
a su contenido vale como presunción".
El actor demanda a los garajistas porque
su coche presentaba signos evidentes, en su
parte delantera, de haber sido chocado.
Como lo hacía habitualmente dejó su coche
en dicho garaje con sus llaves correspondientes y en perfecto estado de funcionamiento para ser llevado por personal del
mismo a la cochera alquilada sita en el segundo piso.
Al ir a retirarlo al día siguiente comprobó
que dicho vehículo presentaba signos evidentes de un choque en ia parte delantera
—como dijimos— que imposibilitaban su
marcha.
Como los propietarios se negaron a reconocer los desperfectos causados hizo levantar un acta por medio de escribano y procedió a retirar el coche con intervención del
A.C.A. para ser llevado a remolque y fue
reparado. Reclama-en la demanda el monto
del arreglo y el importe que debe agregarse
que constituye el de los días que se vio privado del uso de su automóvil. Funda su
derecho en las disposiciones de los arts.
1109, 1113, del Código civil y concordantes.
La demandada niega su culpa alegando
que cuando el coche fue llevado al segundo
piso, hizo unos ruidos raros en el motor y al
insistir en el acelerador consiguió que por
mal estado del ventilador las paletas de éste
se incrustaran en el radiador de! lado interno, quedando en esa forma trabado el
funcionamiento del mecanismo.
La sentencia de 1* inst. hace lugar a la
demanda la que es confirmada, por la sala
II de la Excma. Cámara Nacional de Paz.
Queremos destacar que en este fallo se
ha interpretado: 1) que el contrato que unía
a las partes era una locación, y que el hecho de colocar el vehículo en su lugar por
los encargados era una.costumbre. 2) En
cuanto al acta .levantada por Escribano
Público para probar los daños, quedan dudas respecto de su validez, por tratarse de
tín acto unilateral que había sido hecho
además sin la ingerencia de la contraparte.
Siguiendo a Couture, concluye que la ineficacia del instrumento no es absoluta. En
el sistema de las pruebas tiene validez en
cuanto instrumento y en cuanto a su contenido demostrativo o representativo, vale
como una presunción, siempre abierta a la
impugnación (Estudios de Derecho procesal.
Pruebas en materia civil en concepto de la
fe pública, t. II, págs. 108 y sgts.).
XIII) En un fallo publicado en La Ley el
19 de agosto de 1959 (t. 95, julio a setiembre
1059), se establece la siguiente conclusión:
"La obligación de indemnizar por un cuasidelito está regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del Derecho civil, enre las cuales figura la que establece la
solidaridad. En el Derecho positivo argentino no existe solidaridad entre los obligados civilmente por los daños y -perjuicios
causadas por un cuasidelito; disidencia del
doctor Calatayud. Es responsable el dueño
del garaje que incurre en falta de cumplimiento de la, obligación general de vigilancia a su cargo, ya que su actitud hizo —en
la especie de autos— posible el proceder de
su empleado (sereno del establecimiento),
Que dejó sacar sin autorización el coche confiado a su guarda y con el cual los conductores —~menores de edad— cometieron un
serio accidente de tránsito. La Compañía
Aseguradora, al indemnizar los riesgos cubiertos por ella de acuerdo con las condiciones generales de la póliza respectiva,, subroga al asegurado en todos sus derechos y acciones para repetir de los terceros responsables las sumas que haya pagado en tal
concepto, solución ésta que es, por lo demás, la establecida por el artículo 525 del
Código de comercio.
El fallo pertenece a la Excma. Cám. Na".
en lo civ. de la Gap. Fed. (sala "E"), en
autos: "España y Río de la Plata (Cía. de
Seguros) y oíros c/Portatadino, Juan B. y
otros".
En este fallo se plantea e] problema de si
existe o no responsabilidad solidaria por
parte de los ¡nitores de un cuasidelito.
Bl vocal preopinante de la solidaridad,
doctor C-«Ká!ez siguiendo las enseñanzas
de Agirí -,r T:tiende que nada obsta a la exis-
tencia de tal solidaridad, pues uno y otro
son mutuamente origen y causa de las consecuencias perjuiciales de sus actos culpables respectivos. Ambos sujetos se encuentran totalmente en el evento dañoso (Cíe.
"Rodríguez de Rodríguez Escurra c/ Páramo (Soc de Resp. Ltda y otros s/daños y
perjuicios", causa 12.570).
La obligación de indemnizar por un cuasidelito está regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del Derecho civil, entre las cuales figura la que establece
la solidaridad (art. 1081; Cfr. autor cit.
Rev. de Jurisprudencia, t. 2, pág. 265).
Señala que la responsabilidad solidaria
por un mismo cuasidelito se encuentra
igualmente aceptada por comentaristas co-
mo Segovia, en su Explicación y crítica del
Código civil, t. 2, nota 5 al art. 1110; Machado, Exposición del Código civil, comenal art. 1109; Bibiloni, Anteproyecto de reforma al Código, civil, t. 2, pág. 507, al art.
10; De Gásperi, t. 2, pág. 915, y también por la interpretación jurisprudencial,
sala "C". causa 2444, "Erario c/ Cía, Argentina de Petróleo", nov. 29 de 1951 y causas
núms. 4180, dic de 1952; sala "D", 1423, "Serra de Kurt c/Siano", febr. 27 de 1951; sala
"A", 7264, "Ziella, R. c/ Corporación de
portes", nov. 9 de 1953 (Rev. La, Ley, t. 72,
pág. 646, fallo núm. 34.018); G. del P. dic.
14 de 1953; 27.0.14 "Rodríguez, Humberto
c/ Abrea, Juan C.", julio 7 de 1956 (Rev
La Ley, t, 82, pág. 719. fallo núm. 38.991):
sala "D", 26.676 "Trad c/ Monolit", 5 de
agosto de 1956; sala "A", Corte Sup.: Palios,
t. 163, págs. 211 y 269; sala "B" "Corporación de Transportes c/Sinner de Hermann",
nov. 9 de 1951.
Sostiene más adelante que la circunstancia de que el automóvil no, fuera llevado ha-
bitualmente al garaje, sino una que otra vez,
generalmente de. noche, carece de relevancia por cuanto ello era aceptado por el demandado, lo que involucra su consentimiento que ¡o someten a todas las obligaciones del verdadero depositario, como a
ser perseguido por Sos derechos del depositante. Estaba obligado a la guarda y conservación de la cosa, y a restituirla sin deterioros (arts. 2202 y 2210 del Cód. civ.).
El doctor Calatayud sostiene la idea contraria, es decir que no existe tal solidaridad.
Señala que conforme al régimen del Código civil las fuentes de solidaridad pasiva se
reducen exclusivamente a dos: a) la voluntad de las partes expresada en un "título
constitutivo" (contrato o testamento) y b)
"una disposición de la ley" (arts. 699 y 700).
Si bien se menciona también la "decisión
judicial que tenga fuerza de cosa juzgada",
se ha interpretado con razón por esta. Cámara en fallo plenario que es obligatorio
que la sentencia "puede declarar la solidaridad existente en virtud de la voluntad de
las partes o de la ley, pero no puede crearla respecto a obligaciones en que no ha sido
establecida por una u otra causa" (Autos
"Barlaro de Crivelli c/ Barlaro", agosto 31
de 1925, Cfr. D. J., 1958, I, núm. 942). En
suma el fundamento estriba en que las sentencias son meramente declaratorias y no
creadoras de derechos.
• Además, es norma esencial ¡a de que la
solidaridad no se presume, es necesario que
esté expresada por "términos inequívocos"
(art. 701).
Esta última exigencia legal no se cumple
en el caso de las. cuasidelitos, pues el art.
1081 se refiere únicamente a los delitos. En
situaciones de hechos producidos por dolo,
o por fuerza y temor, el Código también
se refiere a la solidaridad en forma expresa (arts. 935 y 942).
Se invoca el artículo 1109. pero una atenta
lectura del mismo ("todo el que ejecuta un
hecho'O, permite advertir que se está refiriendo a los cuasidelitos que tienen sujeto
singular.
Calatayud sigue en esta parte a E. Galli
(Rey. La Ley, t. 25, pág.381), quien manifiesta con acierto que dicho precepto legal
fija la responsabilidad cuando hay un sólo
autor que el envío hecho en el párrafo 2°
sólo alcanza a las disposiciones sobre delitos, en los que no aparece ningún problema
de pluralidad, tales los artículos 1077, 1079
y 1083.
Termina agregando que a más del doctor
Colombo (Culpa aquüiana; cuasidelitos, pág.
704), están dentro de la postura que mantienen los doctores Salvat (Hechos ilícitos,
núm 88, pág. 53); Lafallle (Tratado de las
obligaciones, t. 2, núm. 1236 y nota); Colmo
(G. del F., t. 83, pág. 121); y Camareta
(Responsabilidad extracontractual, tomo 1,
núm. 199).
En. el fallo que comentamos, el doctor
Casaux Alsina adhiere a la opinión del doctor González admitiendo la solidaridad en
la responsabilidad por el hecho.
El debate, sin embargo, refleja un interés substancia,! y entendemos que no ha
quedado totalmente agotado y debe ser materia de un estudio más extenso, para saber
si por medio de la sentencia puede crearse o
no una nueva fuente de solidaridad, o bien
se deben tener en cuenta los intereses de la
víctima, o por último si es posible llegar a
una conciliación .entre el sistema de solidaridad que consagra el artículo 1109 del
Código civil al remitirse implícitamente al
contenido del artículo 1081, que establece un
régimen de reparación solidaría obligatoria
para los autores de un delito y la negativa
evidente que surge para la admisión de es-
te sistema del pensamiento de Vélez Sársfield expuestos en la nota del art 1021.
XIV) Hemos visto anteriormente cuales
son las defensas que puede utilizar el 'usuario ante los actos turbatorios del garajista.
Señalamos que mediante el interdicto judicial &e evitan las consecuencias de tales
actos, y que la deducción de éstos constituía un verdadero derecho del usuario.
Toca preguntarnos, si es admisible que en
el mismo interdicto puedan reclamarse los
daños y perjuicios que pueden irrogar el
acto turbatorio.
Tomás Jofré en su obra Manual de procedimiento, tomo V, 5^ edición, anotada y
puesta al día por el doctor I. Halperín,
Es. Aires, 1943, Edic. La Ley, pág. 614, señala que es inadmisible seguir por esta vía,
el resarcimiento de gastos o daños (C. N. S.,
21 de febrero de 1935, 3. A., t. 49, pág. 162
y cita contra implícitamente, C. S. N. 12
de mayo de 1939, La Ley, t. 14, pág. 919;
S. C. Tucumán, 13 de mayo de 1937, disidencia de L. Borda, La Ley, t. 8, pág. 450).
Entre otros casos y siempre refiriéndonos
al problema que nos atañe señalamos que
en los autos "Martonato, Dante y otros c/
D'Amico, Héctor", resuelto por la sala "A"
de la Excma. Cám. Nac. de Apel. en lo civil
(J. A., 1958, t. IV, pág. 49) es un interdicto
de recobrar deducido por los usuarios contra las dueños de un garaje, se- resolvió
además de la procedencia del interdicto
que "El reclamo por daños y perjuicios contenido en la demanda deberá tramitarse por
vía ordinaria, pues no cabe en el procedimiento sumario del interdicto, que, con
arreglo a ¡o reiteradamente resuelto, más
que una acción constituye un recurso policial, urgente y sumario, dado & favor de
quien estaba en posesión o tenencia de una
cosa inmueble contra cualquier perturbación
violenta o clandestina; norma de orden público, civil y procesal encaminados a restablecer con la mayor celebridad posible el
orden perturbado (J. A.f 1953, t. III, página 351).
Corrobora este fallo la resolución recaída
en la causa "Valentini. Mario A. y otro c/
Mascar», A.", 3-8-959, fallo de la sala "C"
de la Excma. Cám. Nac. de ApeJ, en lo Civ.
de la Cap. Fed. publicado en Doctrina Judicial del 21-7-959. Se establece que: "La circunstancia de no haberse hecho lugar a la
condena de daños y perjuicios reclamados
en un interdicto posesorio, por falta de estimación de los mismos, no enerva la aeción
del damnificado para reclamarlos es; un
juicio posterior".
Sin embargo, creemos que nada obsta
para que en la sentencia también -e incluyan ios daños y perjuicios derivr-^rts '-- <*stas
acciones, siempre que los niisir;^ •> iubie-
ran pedido y se probara su existencia aunque no llegara a probarse el monto de los
mismos, siempre que la petición estuviera
arreglada a derecho (art. 37 de la ley 14.237,
519 y conc. del Cód. de proc. y 583 del Cód.
de proc.).
No haremos mayores citas ni comentarios
a este respecto por tratarse de un problema
procesal de indudable valor pero sobre el
cual no nos podemos extender so pena de
alejarnos del tema.
Ocurre también que los daños y perjuicios
no sólo pueden reclamarse al garajísta por
la responsabilidad de éste.
Sucede a veces, casos de choques de vehículos, en los cuales el usuario se ye cornpelido a tener que abonar al garájista la
locación mensual para seguir manteniendo
su derecho de estacionamiento en el garaje,
so pena de que se considere terminado el
contrato que los une.
¿Es susceptible de agregarse ese rubro
para reclamarlo al responsable del choque?
Entendemos que sí. Nada obsta a ello,
siguiendo naturalmente las reglas procesales
de rigor.
En tal sentido ha resuelto la sala "B" de
la Excma. Cara. Nac. de Apel. en lo civ. de
la Cap. Ped., julio 1? de 1957 (J. A., 1958,
t. IV, pág. 5, de síntesis jurisprudencial),
que: "Kl lucro cesante comprende no sólo
el beneficio líquido dejado de percibir, sino
también los gastos que para disponer de ese
beneficio deben abonarse independientemente de su producción. En la especie, además de lo que puede producir el colectivo
chocado, se condena a pagar los gastos de
garaje, sueldos, aportes jubilatorios y administrativos" (i).
XV) En el fallo registrado en La Ley
(t. 94, abril-junio de 1959) 1675 en los autos: Montero Hnos. c/ Piñeiro, José (Cám.
civ. de la Cap. Ped., sala "F", marzo 30 de
1959), se establece: "1. Siendo obligación
primordial del dueño de un garaje la guarda de automóviles, es directamente responsable del robo o hurto del vehículo depositado en aquél al no controlar como corresponde la entrada de personas extrañas al
establecimiento y la salida de los coches
guardados y confiados a su custodia, máxime si omitió cerrar con llave las puertas
de la unidad sustraída que era ubicada en
las proximidades de una de las puertas de
(1) Nos remitimos al fallo publicado en La Ley
del 21-8-959, t. 95, julio-setiembre de 1959, en los
autos "Rice! Eduardo C. c/Amorín Manuel", número 43.761 de la Cám. Nao. Civ., Sala C, donde
se establece: "Procede el pago de los daños y perjuicios al despojado si los mismos íueron oportunamente reclamados y comprobados, ya que forman parte de la condena, de acuerdo con lo que
dispone el art. 583 del Cód. de proc. (Con nota de
Mario J. Bendersky.)
salida, aunque fuere a solicitu de su dueño
por razones de comodidad.
2. La relación jurídica que vincula al
dueño de un garaje con la persona que deposita en éste su automóvil, emana de un
contrato de los llamados complejos o mixtos, que por no tener en el Código civil
una reglamentación especial debe ser incluido en la categoría de los contratos innominados que participa de los caracteres
de la locación de cosas, del depósito y de la
locación de servicios.
3. Estando probada la culpa contractual
de la parte demandada —incumplimiento de
la obligación de restituir, en el mismo estado
en que fue depositado en su garaje, el automóvil del actor—, debe cargar con las pérdidas e intereses sufridos por el damnificado (art. 511 del Cód. civ.).
El fallo de 2% instancia que veremos más
adelante es sumamente interesante y revoca la sentencia de 1* instancia que pasamos
a analizar: El actor demanda al dueño del
garaje, por la parte del precio que vale el
vehículo y que no estaba cubierto por el seguro que tenía en la Compañía de Seguros
que le abonó hasta el 75 por ciento de la
póliza.
Funda su demanda en los arts 512, 579, 585
y 2202 del Código civil.
En los considerandos de la sentencia de
1$ instancia se establece que la relación
jurídica entre el dueño del garaje donde se
guardaba el automóvil sustraído y el propietario de éste, no encuentra como lo pretende la parte demandada en la emergencia de una locación. Ello en razón de que el
dueño del garaje además del estacionamiento del vehículo en el local, tenía a su
cargo las funciones de vigilancia del mismo
conforme a la prueba producida. Trátase en
el caso, de un verdadero contrato de depósito voluntario y regular, en el cual las obligaciones de las partes intervinientes aparecen determinadas por disposiciones legales
expresas (Conf. arts. 2190, 2219 del Cód.
civ. y 247, 249 y 574 del Cód. com.). En virtud de esta convención el depositario —la
demandada en este caso— estaba obligado a
poner en la guarda de la cosa —el automotor— las mismas diligencias que en las suyas'propias (Conf. arts. 2202, Cód. civ. y
574 del mismo). Habiéndose acreditado que
cuando el vehículo era colocado en el garaje, se retiraban las llaves, se guardaban en
el escritorio, no se puede imputar negligencia al demandado, máxime que cuando escuchó ruido del motor, juntamente con el
cliente ocasional con el que conversaban,
siguieron al vehículo hasta perderlo de vista.
El fallo rechaza la demanda por considerar que son inaplicables las disposiciones legales citadas, ya que no medió responsabi-
lidad imputable al demandado no habiendp
culpa alguna el cumplimiento de sus obligaciones contractuales.
El fallo de 2^ instancia revoca la sentencia y sostiene que el que deja en un garaje
público un automóvil, io hace esencialmente a fin de ponerlo a buen recaudo y en la
confianza de que el depositario ejerciera la
guarda y cuidado del mismo conforme a la
diligencia que exige la naturaleza de la
obligación y que corresponde a las circunstancias de la persona, del tiempo y de lugar,
importando la Omisión de cualquiera de es-
tos requisitos, incurrir en la noción de culpa
que consagra el artículo 512 del Código civil,
responsabilidad que debe ser apreciada con
mayor severidad cuando, como sucede en el
sub-lite, se está frente a un contrato de
depósito oneroso (Conf. La Ley, t. 24, pág.
894).
Aplica asimismo la doctrina que surge del
artículo 2202 del Código civil y la jurisprudencia sentada en el fallo registrado en La
Ley, tomo 76, página 588, al cual ya nos
hemos referido.
Tampoco excusa la responsabilidad del
demandado la frase asentada en minúsculas letras de imprenta al final de cada uno
de los recibos, ya que la índole o importancia del contenido de la cláusula debió ser
motivo de estipulación expresa entre las
partes —doctrina de los arts. 874, 918 y 919
del Código civil— ni ei hecho de haber retirado las llaves de contacto del coche, puesto que sólo constituía una de las elementales precauciones por falta de debida vigilancia, ni la circunstancia de haber efectuado uña infructuosa persecución del coche
robado. Es de pública notoriedad el reiterado
robo de automóviles, ya sea, en la vía pública, o en garajes, que ocurren en nuestra
ciudad desde hace varios años, circunstan-
cia a tener en cuenta en el cuidado y vigilancia de coches que se le confiaban a su
guarda (art. 902 del Cód. civ.) y que aleja la
posibilidad de todo amparo en el caso fortuito o fuerza mayor (art. 2203 del Cód. civ.),
pues debió prever la eventualidad del hecho
ilícito (art. 514 del mismo cuerpo legal).
Estando probada la culpa contractual de
la parte demandada, incumplimiento de la
obligación de restituir el automóvil en el
mismo estado en que se lo depositó (art.
2210, Cód. civ.), debe éste cargar con las
pérdidas e intereses sufridos por el accionante (art. 511, Cód. civ.).
El fallo que comentamos tiene la particularidad de sentar varias premisas importantes que hemos destacado en la transcripción precedente: 1) No admite la limita-
ción unilateral de la reponsabilidad por parte del garajista, aún cuando la misma estuviera contenida en letras pequeñas, en el
recibo que se otorgaba, al usuario; 2) Admite la responsabilidad del garajista, aún
cuando el vehículo fuera dejado en la proximidad de la puerta de entrada a pedido
del dueño del mismo; 3) Impone la obligación al garajista de prever el caso fortuito
(art. 514), como si hubiera tomado a su
cargo las consecuencias del mismo (art. 513).
En una paiabra, omitió aquellas diligencias que se imponen al deudor en el cumplimento de la obligación, en atención a la
misma.
XVI) Hemos observado ya dentro de ia
jurisprudencia extranjera algunos fallos referentes a la forma como se regula la responsabilidad, no ya en materia de garajes,
sino en los casos en que se deja un vehículo
para reparar en un taller mecánico. El contrato esencial que se establece en ese caso
constituye una verdadera locación de obra
y de servicios, pero las consecuencias que
puede traer aparejado el incumplimiento o
el apartamiento a tal contrato merece ser
observada por la íntima vinculación que
tiene con el contrato de garaje.
Así en ios autos: "Zeppa Olga O. c/ Irace
Anacleto y otro" (de la Cám. Civ. 2* de la
Cap. Ped., marzo 8 de 1948, L. L., t. 50, pág.
398): "El patrón es responsable por el acto
ilícito del empleado, cometido en abuso de
sus funciones en estrecha vinculación con
su trabajo aún cuando se cometiere en violación de una orden general del principal.
El dueño del taller de reparaciones de automóviles es responsable por el daño causado
con ei automóvil que se le entregó para su
reparación, aún cuando se cometiera por
un empleado suyo en abuso de sus funciones
y en violación de una orden general La
circunstancia de que el propietario del automóvil dejase las llaves durante las varias
horas que iban a durar las operaciones de
engrase y lavado, por sí sola no puede considerarse como autorización tácita para sacar el vehículo del taller, por lo que no es
responsable per el acto ilícito cometido por
el dependiente del talleilata durante el trayecto que hacía coa el fin de entregar el
automóvil.
La actora inicia acción por daños y perjuicios en virtud de haber sido atropellada
por un operario (Leiva), que trabajaba en
un taller y estación de servicio cuyo propietario era Paniz.za, en circunstancias en
que'el operario llevaba el vehículo a su dueño (Irace). La acción prospera en 1? I«stancia, condenando a PaiiiEza y a Irace en
forma solidaria en base a lo dispuesto por
los artículos 1113 del Código civil en cuanto
establece que la obligación de reparar el
daño causado, se extiende a los daños que
causaren los que están bajo su dependencia o por las cosas de que se sirve o que tie-
ne a su cuidado; y el artículo 1081' del mismo Código, al disponer que la obligación
de reparar el daño causado por un delito
pesa solidariamente sobre todos los que han
participado en él como autores, consejeros
o cómplices aunque se trate de un hecho
| que no sea penado por el derecho criminal,
En 2* Instancia se revoca parcialmente la
demanda, condenando solamente a Panizza,
j Decía el doctor Perazzo Naón que: "Panizza no sólo resulta responsable como patrón
de Lelva, de acuerdo al jus vigilandi y eligendi, sino que también como dueño del
taller, es quien tenía la guarda material y
jurídica del automóvil dejado por su propietario. Para que éste último resultara responsable sería necesario que Panizza hubiese demostrado su doble afirmación de
que a más de tener prohibido a sus empleados que sacaran los autos dejados en
el
taller, el propietario del automóvil Irace,
1
fue quien le encargó a Leiva que le llevase
el automóvil hasta su casa, pues entonces
éste último no habría actuado como empleado de Panizza, sino autorizado por
Irace.
j
Lo primero puede darse por acreditado
con la prueba de autos, no así lo segundo,
desde que no hay prueba de que Irace encargase a Leiva que le llevase el automóvil hasta su casa, fuera de la confesión de
Panizza, quien trata de descargar su responsabilidad imputando la culpa a Irace,
por lo que no puede considerarse'suficiente.
La circunstancia de que dejase las llaves
del auto durante las varias horas que iban
a durar las operaciones de engrase y lavado, por sí solo no puede considerarse como
autorización tácita para sacar el vehículo
del taller, sino para facilitar los distintos
movimientos o maniobras que fueran necesarios hacer con el coche dentro de aquél.
(En este caso no se discute la responsabilidad solidaria por el causi delito debate que
comentamos en el apartado XIII de este
capítulo).
Entendemos que el fallo, no admite la
responsabilidad solidaria con independencia de la culpa. Revela de toda responsabilidad al dueño del vehículo por el hecho de
considerar que no medió de su parte ninguna omisión o negligencia.
XVII) Se llega a análoga conclusión en
los autos: "López Bermúdez. Santiago R. y
otra c/ Staroswiecki León" (registrado por
la Cám. Nac. en lo Civ. de la Cap. Fed.
Sala "D" el 17 de diciembre de 1952, publicado en L. L., t. 69, pág. 393), donde se establece: "Cabe eximir de responsabilidad al
dueño del coche que lo confió para ser pintado a un chapista, y éste, sin permiso ni
autorización lo utiliza y provoca un accidente dañoso. El entregar las llaves del co-
che que se lleva a reparación no induce en
la especie consentimiento para ¡a conducción en la vía pública, ni negligencia en e!
daeño, desde que resulta exigencia habitual de todo taller, a los efectos de desplazar el coche dentro del mismo. La locación
de obra encomendada por el dueño del automóvil a un chapista para que éste io pintara, obligaba a su vez subsidiariamente a
un depósito de cosa mueble que no da al
depositario el uso de ¡a cosa".
El mecánico había recibido del dueño el
derecho de dirección sobre su vehículo, y
en consecuencia éste no puede tener & su
cargo los daños causados, sólo responde de
las derivados del estado misino.de la cosa.
Si se ha elegido un mecánico para su trabajo de reparación y éste se sale de la órbita de sus ocupaciones —como sostiene el
fallo de 1? Instancia— produciendo, al apoderarse del coche sin conocimiento del dueño un accidente, la responsabilidad es ajena totalmente al mismo ya que la libre elección del dueño versa sobre la capacidad y
aptitud de la persona a quien le confió el
trabajo, y no sobre cuestiones extrañas como la de ocupar y manejar el automóvil.
Decía el doctor Bargalló en 2^ instancia
que "no parece razonable pretender que
el dueño se constituya en el taller para verificar si el automóvil es o no usado. N'o
hay culpa ÍP, eligendo, pues el demandado
no empleó al causante del hecho a las efectos de conducir el automóvil, ni hay tampoco culpa m vigilando, pues no corresponde exigirle una conducta desusada, consistente en montar guardia día y noche al
lado del vehículo. No se ha dado en el sufa
lite una estricta relación de dependencia,
sino un contrato de locación de obra, en el
cual y a los efectos del cumplimiento de lo
ajustado el empresario actúa con autonomía". (Citas.: Aguiar Hechos y Acto-s Jurídicos, t, 3, pág. 46 y nota; Cammarota, Responsabilidad extracantractual, t. 2, pág. 448;
Savatier, Traite de -la responsabfiité titile,
t. 1, págs. 297 y 311; Lalou, Traite pratique
de la responsabilité civile, pág. 419..y nota;
Planiol Bipert, t. 4, núms. 642 y siga.; Demague Obligations, i. 5, núm. 896).
Tampoco vale la cita del artículo 1133
(cuando de cualquier cosa inanimada, resultare daño a alguno, su dueño responderá de la indemnización, si no prueba que de
su parte no hubo culpa, como en los casos
siguientes..."), pues en el momento de producirse el hecho el automóvil no se hallaba
bajo la guarda del demandado, ni éste se
servía del mismo.
El doctor Méndez Chavarria adhiere a las
conclusiones del7 voto del doctor Bargaüó
y estima a su % ez que la locación de obra
encomendada obligaba a su vez subsidia-
ñámente a un depósito de cosa mueble, que pietario o peor aún, la roba, es evidente
de acuerdo al articulo 2208 cié! Código civil, que ei riesgo no ha sido creado por el dueno da al depositario el uso de la cosa, Es ño, sino por el que la usa en contra de sus
cierto que no se ha configurado un "con- instrucciones o por el ladrón". (Voto del
trato de depósito", pero la tenencia de la
doctor Borda).
cosa lo asimila, en cuanto a las obligaciones
La demanda se había iniciado contra e¡
ciei guardador por aplicación dei articulo propietario del vehículo, el dueño del ga18 del Código civil, lo que hace justa la so- raje y su dependiente en forma solidaria, en
virtud de que el dueño del garaje, señor
lución a que se llega,
Se coniirma asi la sentencia de 1* ins- Jasé Vázquez había permitido que su depentancia y creernos que el íailo se inclina diente lo usara y en tales circunstancias
por ia interpretación correcta y adecúa sus chocó ai coche del actor causándole daños.
resultados a la verdadera relación que había
La sentencia recurrida hiso lugar a la demediado entre las partes.
manda parcialmente condenando al conXVIII) En- otro interesante í'allo (publi- ductor del vehículo agresor y al dueño del
cado en la L. L., del 16-11-959 en loa autos: garaje donde el mismo era guardado a sol"Allegri,
Aliredo A. c/ Kirsch, Jacoüo y ventar a favor del accionante la indemniotros'1 dictado por la Excma. Cám. Nac. en zación de ¡os daños sufridos por éste. Asilo Civ. de la Cap. Fed., Sala "A"), &e esta- mismo, la sentencia declaró la excención
blece: 1) "En las accidentes provocados por de responsabilidad del propietario del veautomóviles se produce un «hecho del hom- hículo con ei que se causó,el daño, rechabre» —regido por el artículo 1109 del Có- zando la demanda a su respecto.
digo civil— cuando el daño reconoce su cauEl doctor Llambias al votar en primer
sa en una falta imputable al conductor del término1 entendió que no había responsabivehículo; en cambio, se origina un «hecho lidad del propietario del vehículo, porque
de ia cosa» —regido per los artículos 1113 Kirsch, guardaba habitualmente su coche en
ei garaje de propiedad del demandado José
y i 133— cuancio el daíio resulta üe una falla del automotor. 2) Cuando media trans- Vázquez, es decir que se prestaba a aquél el
ferencia de ios poderes jurídicos de direc- servicio de guarda y cuidado de automóvición y gobierno sobre la cosa que produce les que brindan quienes se dedican al "neel daño, queda exonerado el propietario de gocio de garaje". En tal situación entendía
la. responsabilidad que le incumbe como que por la ejecución del pertinente contraguardián o beneficiario tíe la misma cosa, to, al dejar el dueño del automóvil el vea menos que se pruebe culpa de su parte en hículo en el garaje para su cuidado, ha
la elección de la persona que pasó a servir- transferido al dueño del garaje la guarda
se de ella o tenerla a su cuidado. 3) Al de- del vehículo y ha quedado exonerado aquél
jar el dueño su automóvil en un garaje, .de la consiguiente responsabilidad que ha
para su cuidado, transfiere al dueño de ese pasado a gravitar sobre el último aludido,
establecimiento la guarda del vehículo y Por ello concluía que el articulo 1113 del
queda exonerado de la consiguiente respon- Código civil no es aplicable al demandado
sabilidad, la cual pasa a gravitar sobre el Kirsch siendo justa la sentencia en cuanto
segundo de ellos. 4) Si el conductor de un desestima la demanda promovida contra él.
La responsabilidad del dueño del garaje
vehículo ha sido condenado en sede penal
su culpabilidad civil debe aceptarse in II- le incumbe al codemandado don José Vázmine. 5) La responsabilidad dei principal quez por ser el principal del causante dipor el hecho de su dependiente es inexcu- recto del daño cuya responsabilidad ha adsable. 6) La responsabilidad de los autores mitido en el apartado anterior. En tales
tíe un causidelito no es solidaria. 7) Si co- condiciones ia responsabilidad de Jesús
mo ocurre en el caso de autos, existe res- Vázquez se extiende al demandado José
ponsabilidad directa dei dependiente que Vázquez, quien responde sin excusa alguna
causó el siniestro, e indirecta dei principal, por ei hecho de su dependiente, en los térambas subsisten en su integridad hasta minos del artículo 1113, cláusula 1^ del Cótanto y en la medida que el damnificado digo civil.
Con respecto a la responsabilidad del prono haya sido resarcido. 8) En los cuasidelitos, los intereses se deben desde la consti- pietario por los daños ocasionados por un
automóvil robado o usado en contra de su
tución en mora del deudor. 9) La distinción
entre daños causados con la cosa y por la voluntad y por abusn de confianza, decía el
doctor Horda que adhería a la opinión del
cosa es extraña a nuestro derecho y, en
ambas hipótesis, existe una presunción de doctor Llarnbias, según la cual no hay resculpa del guardián y del propietario, jun- ponsabilidad en el caso de autos. Esta conclusión no es incompatible con la doctrina
tamente con la de la persona que maneja
o conduce dicha cosa. 10) Si un tercero usa de la responsabilidad objetiva del propietala cosa contra la autorización de su pro- rio, doctrina que se asienta sobre el fun-
damento del riesgo creado. No puede dudarse que cuando una persona lleva un automóvil a! garaje o a un taller para efectuarle
reparaciones* lejos de realizar con ello un
acto que crea riesgos para terceros, justamente coloca la cosa en posición de no poder normalmente producir esos perjuicios,
Si más tarde un tercero lo usó en contra
El dueño del garaje responde, por ejemplo,
por los daños sufridos por el vehículo que
toma bajo su guarda y llega a ser destruido,
v. gr., por incendio. La obligación de incolumidad en relación a la cosa aparece, no
sólo en el contrato de depósito propiamente dicho, sino también en las diversas estipulaciones en que él ocurra, como parte
de su autorización o peor aún, lo roba, es
evidente que el riesgo no ha sido creado por
el propietario, sino por el que lo usa en
contra de sus instrucciones o por el ladrón.
La exención de responsabilidad del propietario en estos casos es de vigencia universal. Repugna al buen sentido responsabilizar al dueño del coche en -estos casos.
Se explica así que en numerosos paises se
hayan dictado leyes donde expresamente
se resuelve el problema de la manera indi-
esencial o caso accesorio de la convención,
lo que induce, en cada caso, al examen cié
la intención de las partes.
Sin embargo, nosotros no participamos
de esta idea.
José de Aguiar Díaz, como muchos juristas, asimila esta responsabilidad del dueño
del garaje a la que tienen los posaderos u
cada (Ley autríaca del 9-8-1908, art. 1';
Ley alemana del 13-5-1909, art. 7"; Ley federal Suiza d°l 13-3-1922. art. 37; Código
polaco de las oblisaciones, art. 157; Ley holandesa del 2R-4-1935: igual principio han
adoptado numerosos Estados de la .Unión
Americana: Véase "El princinio respovdeat«,
superior en la responsabilidad de lo.s automovilistas". The Yole Pnn Journal, New
Ha ven Connecticut. vol. 61 núm. 3. marzo
de 1953 pá?. 435: es también' este el r>rincipio admiíMo por la Jurisprudencia francesa; Véase Mazeaud, op cít., t. 2 núm. 1178;
etc.). Cualquiera sea pues, la doctrina que
se adopte comn fundamentó de la responsabilidad pxtracontractual, debe admitirse
en estos casos la falta de responsabilidad
del propietario.
En este aspecto la doctrina expuesta en
este fallo coincide a su vez con los principios sostenidos en la jurisprudencia citada
anteriormente.
C TÍTULO OCTAVO
La responfity'hilidid civil del garajista y del
usvrtrlo enfocada desde el punto de vista de
la doctrina y jurisprudencia nacional
Segunda Parte
a) La responsabilidad del hotelero en la
guardo, d? vehículos. El eminente jurista
brasileño José de Apuíar Díaz en su obra
Tratado de la Responsabilidfld Civil (Da
Responsabilidad Civil, t. I. Edit. José M.
Cajica S. A. México 1957, pág. 411, punto
145). cuando se refiere al depósito necesario incidentalrnente toca el tema que nos
interesa. Señala pue lo que se advierte en
esencia en las obligaciones del depositario
es un deber de seguridad sobre la cosa depositada, obligación de resultado que tiene
por efecto la presunción de culpa contra él,
si no la restituye al término del depósito.
hoteleros en virtud de lo que dispone el artículo 1285 del Código civil brasileño en
corcordancia al nuestro (arts. 2227 y 2230).
Ha llegado el momento de referirnos en especial al caso de los garajes o posadas para
destacar la diferencia que existe con el garaje público explotado como establecimiento comercial.
No es que pensemos que no exista esa
responsabilidad para ambos. Estamos" perfectamente de acuerdo con el citado autor,
cuando considera que el dueño del hotel es
responsable del robo sufrido por e! viajero
que confía su automóvil al garaje del establecimiento (hotel o posada). Pero partimos de una premisa diferente.
Esa responsabilidad del hotelero o posadero surge por imperio de la ley y cuando
el Código civil se ha querido referir a tal
responsabilidad la ha especificado concretamente mediante disposiciones al efecto.
En cambio, no se ha referido del mismo
modo cuando se trata del garaje como establecimiento comercial, es decir, como materia de este trabajo.
Como señala Raymundo M. Salvat (en su
obra: Tratado de Derecho Civil Argentino,
t. 2. Contratos. Edit. La Ley. Es. Aires 1946,
tema 2480), "desde el punto de vista histórico, el depósito en la.s pasadas rio era considerado en el Derecho romano corno un
caso de depósito, sino que se daban contra
el posadero acciones especíales: una acción
de recepto para obligarlo a restituir las cosas entregadas por lo.s viajeros y una acción
in factum para hacer efectiva su responsabilidad por pérdidas o deterioros". En las
legislaciones antiguas y modernas se le reglamenta, como lo ha hecho nuestro Código civil, como un caso de depósito necesario; en consecuencia contó un contrato,
puesto que existe acuerdo de voluntades
entre el pasadero y el viajero; el primero
ofrece su alojamiento y servicios; el segundo los acepta y el contrato se forma (art.
1137 del Córt. civ. Conf. Juan M. Fariña
"Depósito Necesario", Enciclopedia Jurídica
OMEBA, Edit. Bibliográfica Argentina, t, VI,
pág. 847).
Es en virtud del artículo 2230 del Código
civil, que el hotelero responde, pues, por los
daños o pérdidas que sufran: "los efectos
de toda clase". Todo daño, es decir, deterioro, toda pérdida, esto es, su desaparición
o destrucción como señala Salvat, quien
agrega en el párrafo 2471 "la ley se ha referido aquí a las cosas muebles o valores
que los viajeros llevan habitualniente consigo, por ejemplo; ropa, alhajas, dinero, etcétera. Nuestro Código resolviendo una cuestión que ha sido materia de discusión, agrega que el posadero responde también de los
carros y efectos de toda clase que hayan
entrado en las dependencias de las posadas
íart. 2231 del Cód. civ.); asi responde de
ios daños o sustracciones de los carros, coche, , automóviles, bicicletas, caballos, arreos
para éstos, etcétera".
El estudioso José Arias (en su obra Cemtratos Civiles, t. 2, Edit. Cía. Argentina de
Editores, Bs, Aires 1939, pág. 365), se preguntaba: "¿Y si, por dificultades materiales, un vehículo debiera permanecer en las
adyacencias de la posada, funciona esta
responsabilidad?
Lisandro Segovia, que ya se había formulado la misma pregunta respondía en la
nota al articulo 2231 (El Código Civil de la
República Argentina, t. 1. Bs. Aires. Edit.
La Facultad, 1933, pág, 639), su ignorancia
no sería, por punto general excusable, y su
responsabilidad sería la misma. Sin embargo, no es ésa la opinión de Aubry y Rau, ni
la de Troplong, ni de la Jurisprudencia
francesa, pero sí la de Baudry Lacantinerie
y Wahl (~De la Societé du pret du depot,
núm. 1791).
Sin embargo, acota Segovia: "Si con
anuencia del posadero, los efectos quedaran en las adyacencias del establecimiento,
donde es costumbre estacionarlas, a causa
cíe su considerable volumen o excesivo peso,
o por falta de espacio o comodidad de la
posada y sus dependencias, no hay duda
que el posadero es responsable de la guarda de esos efectos, o como locatario de servicios si recibe precio por esa guarda; pero
ni la letra del artículo ni la razón someten
al posadero a tan seria responsabilidad en
este caso".
Agrega José Arias (op, cif), que igual criterio debe aplicarse a las mercaderías que
transportan ios vehículos cuando haya imposibilidad de introducirlas al hotel o posada, pero entendemos que tanto en este caso
corno en el anterior, es decir, respecto a los
vehículos es indispensable que el viajero
haya puesto en conocimiento del hotelero
o posadero esta circunstancia. Esta norma
ya era adoptada por el Derecho romano con
respecto a las cosas aún no introducidas en
la nave y perecidas en la ribera (Digesto L.
IV., tít. IX, ley 3 proemio).
Para Segovia, el depósito en posadas no
era en realidad otra cosa que un contrato
accesorio a la locación de cosas y servicios
que se efectúa entre el posadero y el viajero, y es equiparado al depósito necesario
solamente en cuanto a la admisión de pruebas, pues aquél (es decir el depósito voluntario) , es más riguroso desde que impone
mayores responsabilidades.
Sin embargo, la Jurisprudencia francesa,
ha admitido que existió imprudencia del
pasajero al dejar su maleta en el automóvil (Henri et León Mazeaud, Traite theóñgue et pratique de la responsabilité civile,
délictuelle et contractuelle, 3* Edic. Paiis
1938, núm. 162, pág. 211, nota 2 ) . En cambio Henri Lalou (La responsabilité civile, París 1932, 2? eclic., núm. 484, pág. 267),
opina que la solución no es justa, porque contractualmente la responsabilidad del
hotelero abarca todas las dependencias de
su establecimiento.
Y en el caso del contrato de garaje típica,
es decir, el que nosotros catalogamos como
empresa comercial, establecimiento público, ¿puede admitirse la responsabilidad del
garajista para e! caso que el usuario del
vehículo deje cualquier efecto en el coche,
que no se refiera al vehículo en sí?
Véase que la pregunta tiene un alcance
indefinido, desde el punto de vista de sa
extensión. Pero sin embargo, nosotros entendemos que el garajista en ese caso no
responde por los efectos que pudieran dejarse en el vehículo, aún cuando fueran accesorios del coche, como- ser un adorno, ventilador, un plumero, un espejo de coche, repuestos para vehículos, etcétera, siempre y
cuando dichos objetos, no estuvieran colocados en íorma permanente en el vehículo
y como accesorios fijados en el mismo. De
lo contrario, el garajista es responsable, no
sólo de tales accesorios que permanecen fijados al vehículo, sino también de los elementos que comunmente se dejan en el
baúl o en la guantera debidamente cerrada
con llave.
He ahi otra notable diferencia que deseamos destacar para distinguir la responsabilidad del garajista, de la responsabilidad
que cabe al hotelero o posadero.
Nuestro Código civil, impone una mayor
responsabilidad al dueño del hotel o posadero, desde el momento que por imperio del
artículo 2232 del Código civil se establece:
"El posadero no se exime de la responsabilidad que se le impone por las leyes de este
capítulo, por avisos que ponga anunciando
que no responde de los efectos introducidos
por los viajeros; y cualquier pacto que so-
bre la materia hiciese con ellos para limitar su responsabilidad será de ningún valor' íart. 2232 del Cód, civ.).
Ante esta disposición señala Segovia (op.
cit.): "Aunque los escritores permiten siempre o en determinadas circunstancias esos
pactos para limitar la responsabilidad del
posadero (Ver a Pont, núrru. ,542 y sígs., y
a Freitas, 2690, núm. 4 ) , consideramos más
sabio prohibirlos, tratándose de leyes de
orden público, (Ver los arts. 21 y 18). La
nulidad del acto prohibido es absoluta e
inconfirmable".
Pero para ello, deberá especificarse tai
voluntad en forma que no dé lugar a ninguna duda. Allí donde haya dudas se interpretará que existe tal responsabilidad por
parte del dueño< del establecimiento en base
a lo dispuesto por los artículos 874, 917 y
918 del Código civil.
El artículo 874 dice: ''La intención de renunciar no se presume, y la interpretación
de los actos que induzca a probarla debe
ser restrictiva": por el artículo 917 se establece que: "La expresión positiva de la
voluntad será considerada cerno tal, cuando
Otra cosa se expresaba en Las Partidas
que permitían a los "ostaleros, aluergadores" frente a los "caualleros, o mercaderes
o otros ornes que van camino", a limitar su
responsabilidad en dos casos: "el primero
es, si ante que lo reciba le dize, que guarde
bien sus cosas que non quiere el ser tenudo
de las pechar si se perdieren. El segundo es,
si le mostrare, ante que lo recibiesse, arca,
o casa e le dize: sí aquí querades estar, me-
se manifieste verbalmente, o por escrito, o
por otros signos inequívocos con referencia
a determinados objetos" y por el articulo
918: "La expresión tácita de la voluntad
resulta de aquellos actos, por los cuales se
puede conocer con certidumbre la existencia de la voluntad, en los casos en que no
se exija una expresión positiva, o cuando
no haya una protesta o declaración expresa contraria".
ted en esta casa, o en esta arca vuestras
cosas: o tomad la ílaue déla, y guardallas
.Sin embargo otros Códigos admiten el
pacto y la disminución de responsabilidad
bien" (Ley 26. tít. VIII Partida 5-?).
Expresa José Arias (op. cit., pág. 386),
que en el Derecho francés, es posible el
por parte del posadero u hotelero; como
por ejemplo, el Código Colombiano (Cód, civ.
por Jorge Ortega Torres. Edit. Temis, Bogotá, edic. 1955, pág. 860), establece en su
pacto de excención de responsabilidad.
Pero, ha dicho la Jurisprudencia, subsiste ía responsabilidad aun cuando se coloque
un aviso en ¡a habitación del viajero declarando no responder del robo de los objetos que le han sido confiados, porque este
anuncio no constituye una convención, sino una declaración unilateral de voluntad,
que es conocida por el viajero después que
el contrato se ha formado entre él y el hotelero por la recepción de sus efectos (S.
1897-4-5). Un fallo más reciente (Sirey
í 917-1-111), interpreta la cláusula de irresponsabilidad del depositario como una inversión del cargo de la prueba. Es curioso
que el Derecho romano no admita las cláusulas de responsabilidad del depositario
cuando los pasajeros no la consintieran (Digesto Lib. IV. tít, IV Ley 7 proemio).
Vemos pues otra diferencia notable con
el contrato de garaje. En nuestra opinión
puede limitarse en algunos casos,de común
acuerdo la responsabilidad del garajista,
pero para ello debe mediar ¡a voluntad de
ambas partes. No bastará la mera voluntad
del garajista, expuesta en un cartel ad-hoc,
o bien en una leyenda de un recibo por el
pago de la cochera.
Creemos que nada obsta a que las partes
pacten mediante un convenio privado o
bien la manifestación de la voluntad del
usuario, expuesta por escrito, en el sentido
de que admite que el garajista no se responsabiliza del robo del vehículo o en caso de
siniestro.
artículo 2271: "Cesará también la responsabilidad del posadero, cuando se ha convenido exonerarla de ella".
También admite la disminución de responsabilidad el Código civil uruguayo (Cód.
civ. de" la Rep. Oriental del Uruguay por A.
R. Abadie Santos, Montevideo, págs. 456,
457): "El posadero no se eximirá de la responsabilidad que le imponen los artículos
precedentes, por medio de sus reglamentos,
programas o avisos que pusiere, anunciando
que no responde de los efectos introducidos
en la posada, ni de otro modo alguno que
no sea por una convención especial, firmada
por las partes".
Es decir entonces, que el principio de
exención o de limitación de responsabilidad
es admitido en ciertos Códigos, como los
que hemos citados enunciativamente.
Ahora bien, hemos afirmado que para el
contrato de garaje sería admisible pactar
esa disminución de responsabilidad mientras que para el contrato de hospedaje según nuestro Código civil ello no sería admitido. ¿Qué razón funda esta explicación?
Pues que el depósito, o la guarda del vehículo, no es para nosptros lo esencial en
el contrato de garaje, sino la locación.
En el artículo 2233 de nuestro Código civil se hace una distinción que es necesario
destacarla, porque traduce otro de los elementos, que diferencian al contrato de hos-
pedaje del contrato de garaje propiamente:
"La responsabilidad impuesta a los posa-
deros, no se aplica a los administradores
de fondas, cafés, casas de baños y otros
establecimientos semejantes, ni respecto de
los viajeros que entren en las posadas, sin
alojarse en ellas".
Señala José Arias, ob. cit., que éste artículo recoge un párrafo, que como lo denuncia la nota del Código, se inspira en la que
hacen Aubry y Rau al párrafo 406 de la tercera edición, utilizada por Vélez. Es pues,
a nuestro juicio, este artículo el que se asemeja a la naturaleza del contrato que estudiarnos.
Dice la nota; "Si limitamos al posadero
que recibe efectos del viajeros, la responsabilidad impuesta en los artículos anteriores,
es porque sólo ios viajeros se ven en la necesidad de llevar consigo a las pesadas las
cosas con que viajan. Una persona, por
ejemplo, que va a un café, no tiene necesidad de llevar consigo una bolsa de dinero, ni de sacar su reloj y ponerlo en una
mesa del café".
Lo mismo ocurre, en el contrato de garaie,
y por eso dijimos ya que el garajista no es
responsable de los efectos que se dejan
dentro del vehículo —salvo convención en
contrario— y siempre que no se refieran a
accesorios fijados permanentemente a los
coches, como ser espejos, ventiladores, radios, etc.
Es precisamente la nota a este articulo
que aclara la cuestión de la diferencia de
responsabilidad del hotelero con respecto
a la del garajista.
Comenta José de Aguíar Dios, ob. cit.,
tomo I, página 413, que el hospedero tiene
que probar para eliminar su responsabilidad, que los hechos dañosos, no podían ser
evitados, o lo que es prácticamente una redundancia que ha ocurrido un caso de
fuerza mayor, como en las hipótesis de escalamiento, invasión de la casa, robo a mano
armada o violencias semejantes (Cód. civ.
brasileño, art. 1285). Responde pues entre
otras obligaciones "del robo sufrido por el
viajero que confía su automóvil ai obraje
del hotel".
Ricardo Fubíni, ob. cit. Pte. Especial, tema
608, página 369, refiriéndose a las relaciones entre el hotelero y el pasajero establece que las consecuencias jurídicas del incendio no pueden establecerse si no se ponderan exactamente los elementos de que consta esta relación compleja. Y sobre todo,
se puede afirmar que existe contradicción
entre lo dispuesto por el artículo 1866 del
Código civil italiano, donde está sancionada la responsabilidad de los huéspedes y
hoteleros "como depositarios de los efectos
llevados dentro de sus hoteles por las personas que se alojan en ellos". Si el huésped
puede ser considerado como un inquilíno
¿—quién deberá demostrar la naturaleza del
siniestro? ¿quién deberá probar que el incendio constituye a su respecto un cas» de
fuerza mayor?—. De dónde, si no puede absolutamente afirmarse que se trate de dos
casos'de presunción de culpa, ya que la presunción de culpa no existe en las disposiciones que rigen la responsabilidad del hotelero —como no existe tampoco presunción, según la recordamos más arriba, en
la hipótesis contemplada en el artículo 1589
(locación)—, la acción promovida por el inquilino estará en base al articulo 1866, subordinada a la prueba de qué el incendio
tiene carácter fortuito? Los autores que
se plantearan el problema de la responsabilidad del hotelero y del huésped en los
casos de incendio, creyeron eliminar toda
duda al afirmar que se trata de una doble
presunción: presunción a cargo del hotelero
en lo que se refiere al daño causado a los
efectos introducidos en el hotel por el pasajero y presunción de culpa a careo del pasajero por lo que se refiere a daños ocasionados al inmueble. En base a tal criterio,
debería determinarse la medida de la responsabilidad de ambos y de cada uno. Pero,
el hotelero debería previamente demostrar
que el incendio no tuvo origen en los recintos por él ocupados y que el incendio no es
consecuencia de un hecho suyo o de sus dependientes.
La solución propuesta podrá, aunque sólo
rara vez, ser conforme a la equidad, pero
ciertamante, no es jurídica. Con ella se desconoce la razón de ser de la responsabilidad
de los hoteleros, responsabilidad de la cual
nos hemos ocupado ampliamente en otra
oportunidad y que encuentra su fundamento en la naturaleza de la explotación
industrial emprendida por el hotelero. Por
ello coma nos parece haber ya demostrado
para la determinación de los límites y del
alcance de la ..obligación que la ley impone
al hotelero, es importante tener en cuenta
la explotación comercial tal cual fue organizada, por el mismo. Ahora, si por un lado
la responsabilidad del hotelero tien» una
especial razón de ser; por otro lado, en el
caso en examen, faltan los elementos que
el legislador tuvo en cuenta al reafirmar en
materia de locación esos criterios a los cuales se había inspirado al sancionar la responsabilidad del deudor de cosa cierta.
La entrega de la habitación al pasajero no
tiene por cierto, el mismo carácter que la
entrega de una pieza o de un departamento
en una locación normal o simple.
En aquélla, el hotelero ofrece con la pieza
el "hospedaje", al pasajero, obligándose a
realizar todas las prestaciones que el hospedaje mismo implica, principalmente la
"custodia a la cual se refiere la institu-
ción reglada en los artículos 1866 y siguientes. Ahora bien, resulta por 30 menos extraño concebir tal custodia, únicamente en relación a los efectos introducidos, haciendo
abstracción de las habitaciones, y en general, de los lugares donde estos efectos
están contenidos.
¿Qué eficacia podría tener- ¿a custodia,
si ésta no debiese precisamente, y principalmente, ejercitarse sobre la habitación que
el pasajero no debe para nada vigilar porque en el contrato de albergue tal obligación es asumida por el otro contratante?
Aquí no se tiene un alojamiento o una casa
a la cual el inquilno debe vigilar y con relación a la cual la potestad del locador a
este respecto desaparece, habiéndose despojado a favor de aquél del goce en la forma
más amplia, por el período de duración del
contrato justamente, para atemperar la rigidez de tal concesión, la ley establece especiales obligaciones a cargo del inquilino
y la doctrina ha debido adoptar soluciones
especiales con relación, especialmente al
derecho del locador a poder administrar
sabiamente las cosas de su propiedad.
Por lo tanto, no debe tratarse de conciliar
los dos artículos citados, porque no es el caso
de invocar aquí la responsabilidad del inquilino por el incendio, mientras subsiste
íntegra la responsabilidad del hotelero, responsabilidad conexa al ejercicio de la explotación industrial y por la cual él percibe
bajo la forma de un precio el equivalente
del riesgo que corre. Esto naturalmente —y
no sería siquiera necesario recordarlo— no
hacer venir a menos la responsabilidad del
pasajero que haya provocado el incendio,
pero será necesario que el hotelero demuestre la culpa de aquél.
A raíz de la enorme responsabilidad que
cabe pues al hotelero, el Instituto Internacional de Roma para la Unificación del Derecho Privado, tomó la iniciativa de una
ley uniforme sobre la responsabilidad de
los hoteleros por la pérdida o deterioro de
los objetos introducidos por los pasajeros.
La ventaja de esa unificación es evidente,
como lo han reconocido los especialistas,
advirtiendo que ella no atiende solamente
a los intereses de los hoteleros, sino que
fija una fórmula de equilibrio, entre éstos
y los derechos de los viajeros suprimiendo
además, una fuente interminable de controversias, testimoniada en numerosos pronunciamientos de los tribunales de Europa.
Se observa que la generalidad de las legislaciones, heredando del Derecho romano un
criterio inspirado en la desconfianza excesiva en relación a los hoteleras, regula su
responsabilidad de forma altamente desfavorable para ellos.
La ideas fundamentales del instituto son:
a) Limitación de la responsabilidad; b) El
rechazo de las normas del depósito necesario
por inadecuadas a las condiciones de vida
actual, para dar lugar al principio del riesgo profesional, con responsabilidad limitada a determinada suma; c) Responsabilidad
ilimitada para ciertos casos en que medie
culpa del hotelero; d) Carácter de orden
público de la responsabilidad; e) Irresponsabilidad del hotelero, cuando el daño resulta
del hecho del pasajero, de personas que lo
visitan o lo acompañan, caso fortuito o de
fuerza mayor; f ) no incluaón de los restaurantes, cafés, teatros, establecimientos
de baños y pensiones familiares; g) .ampliación del concepto de equipaje hacia el
de objetos; h) limitación del plazo de responsabilidad que se comprenderá entre el
momento de la entrada en el hotel y el momento de la salida de manera que no comprenda el transporte, ni aún el puesto por el
hotel a disposición de los viajeros.
Vemos pues, que a raíz de las teorías más
modernas, se va modificando la idea de que
el hospedaje se someta a normas del depósito.
¿Qué decir entonces cuando estudiamos
el contrato de garaje?
b) La aceptación de la teoría del riesgo. Observamos que corrientemente se trata
de encuadrar la responsabilidad del garalista, asimilándola al depositario, invocando
a veces las disposiciones relativas a los hoteles y posadas. Creemos que las teorías
modernas inciden notoriamente para cambiar esa idea.
¿Qué razones median para que este contrato no se rija más bien por otras teorías
más aceptables que condicen más con la
vida moderna, sin ajustarse a un ámbito
ancestral que no permite la elasticidad, de
las normas, so pena de considerar inexistente un contrato?
¿Ño es más aceptable acaso asimilarla a
la teoría del riesgo profesional, semejante
pues a la que ya rige en materia laboral en.
nuestro país?
No nos cabe ninguna duda a este respecto. Así como el dueño del vehículo es el que
asume el riesgo creado por la cosa que tiene
a su servicio por o para su recreación, así
también existe esa responsabilidad para el
garajista, que lucra con el precio que cobra
para permitir el ingreso del vehículo a su
establecimiento.
Es ni más ni menos como sostiene José
de Aguiar Díaz, ob. cit., tomo II, página 35,
la adopción de la teoría del riesgo, que las
legislaciones en pricipio no acogen. Ante
las crecientes dificultades encontradas para
aplicar el mero criterio de culpa, ese expediente es más bien semejante a los de presunción de la culpa y de la ampliación del
dominio de la responsabilidad, contractual.
El poder de dirección no garantiza la viLa obligación de guardar la cosa, consiste gilancia constante, de todos los instantes,
en impedir que ella escape al control huma- sobre la cosa, en forma que impida que ella
no. Cada vez, por lo tanto, que eso ocurra, el cause daños. La serie de soluciones que se
encargado de la guarda falta a su obligación, desdoblan en ese orden de ideas, no admiincurre en culpa.
te explicación que no sea fundada en el
Cita a Henri y León Mazeaud (profesores "provecho"; el guardián es responsable, no
de la Universidad de París), quienes expli- en virtud del ilusorio poder de dirección,
can: "No decimos que cada vez que una sino porque sacando provecho de la cosa,
cosa causa un daño, hay falta en la guarda; debe, en compensación, soportar los riesgos.
decimos sólo: hay falta en la guarda cada
El autor toca el punto sensible de la convez que la cosa escapa al control, a la guar- troversia cuando sustenta, con valentía, que
da material de aquél sobre quien la ley hace la inspiración de los tribunales, en tales
pesar la obligación de guarda, y sábese que cuestiones, se encuentra, si se las analiza, en
una cosa puede intervenir en la realización ideas generosas que vacilan en proclamar
de un daño sin escapar al control de su debido a un oscuro temor de que se juzguen
guardador". Entonces cumple establecer a subversivas. Esta es la pura realidad, como
quien incumbe esa obligación de guarda. se ve en las diferentes hipótesis donde apaPor regla general será el propietario. Pero
rece la figura del guardián: 1) Propietario:
es poco satisfactoria y no proporciona so- es excusado decir que por lo general le
lución adecuada, la definición que delimite .compete la guarda de la cosa. Hasta se
a él sólo el cuadro de los íesponsables. La presume, en su contra, la obligación, de
fórmula general proviene asimismo de Ma- guarda; tanto que le íncumbre probar que
zeaud y Mazeaud: "la ley no puede atribuir ha transferido la guarda a terceros, cuando alegue esto en su defensa; 2) Personas
la obligación de guarda sino a aquellos que
están en condiciones de desempeñarla, co- que usan la cosa sin consentimiento del
mo capaces de impedir que la cosa escape propietario: Dos hipótesis principales invoa su control. Es por lo que el guarda, el lucra la especie, en particular respecto a'
responsable, es aquel que tiene sobre la accidentes de automóvil: el robo o el uso
del vehículo por el dependiente contra la
cosa un derecho de dirección; este poder
jurídico le permite, y sólo a él, ejercitar o voluntad, o por lo menos a ocultas del prohacer ejercitar por otro, la guarda material pietario.
de la cosa; solamente él es capaz de cometer
¿Conservará el propietario, a pesar del rola falta en la guarda".
bo, o del uso no autorizado o desobediente,
Para nosotros la responsabilidad del gara- la guarda jurídica del vehículo o puede el
jista emerge de estas ideas. Por ello hemos ladrón ser considerado el guardián?
Numerosa jurisprudencia se pronuncia,
catalogado al establecimiento garaje como
una empresa, donde su propietario es res- apoyada en autores del mérito de Ripert,
ponsable de sus actos y do la explotación Esmein y Savatier, por la segunda alterde tal actividad. La falta de diligencia con- nativa. Pero esa solución presenta un irresistirá pues en dejar de emplear las pre- mediable defecto, ante la noción de guarda
cauciones necesarias; practicadas en circuns- aceptada' por la doctrina y jurisprudencia,
tancias idénticas por personas del mismo y reducida por Besson y Mazeaud y Mazeaud
gremio, de acuerdo a lo que impone la ley, a una verdadera teoría sistemática.
En efecto, admitir que el ladrón o el deel uso y las costumbres, sin perjuicio de los
pactos o convenios formales que en su eje- pendiente infiel o desobediente pueda ser
considerado como guardián, es desconocer la
cución se realicen con los usuarios.
Su impericia en su arte o profesión equi- distinción esencial entre guarda jurídica
valdrá a la negligencia culpable, aunque y guarda material.
"El guardador de la cosa, explica Alberto
no sea su ejecutor directo.
G. Spota, en La Ley, tomo 24, página 254, no
Esa impericia puede resultar de varios
factores, como ser: si eligió a una persona es el que tiene el poder de hecho sobre ella.
inhábil en lugar de escoger una persona El ladrón no lo es, porque para que se conpráctica en realizar los actos necesarios sidere a alguien como guardador, es preciso
para cumplir la finalidad que persigue; si que se le reconozca el poder de dirección
tenía obligación de impedir actos lesivos o y de vigilancia, derivado de un 'derecho, que
puede ser el de propiedad, u otro cualdañosos y no los impidió; si dejó de emplear
las precauciones necesarias para la finalidad quiera, capaz de crear ese poder. La noción
que destina la empresa (como ser, por ejem- de guarda jurídica se completa con la del
plo, extintores contra incendio, baldes, etc.). provecho económico: responde, sin embargo,
Jean Libmann no se deja fascinar por las el propietario en cualquier hipótesis". Esta,
ideas de los Mazeaud, y sus objecciones por cierto, la tiene aquél, pero eso poco importa a los efectos de la responsabilidad.
penetran al fondo del problema.
Guarda jurídica no es posible reconocerle,
porque ésta deriva del derecho de dirección,
y no es concebible un derecho concedido por
el robo o por otro acto abusivo.
Sin embargo, la Excma. Cámara Nacional
en lo civil de la Capital Federal (sala "C",
causa 43.155, 14-2-958) publicado en Doctrina Judicial, tomo I, año 1958, página 59,
establece: "Demostrado que el automotor
causante del accidente había sido sustraído
a su propietario antes del hecho, dicho propietario no es responsable por el daño causado por dicho vehículo, por haber perdido
la guarda del mismo sin culpa u omisión que
le fuese imputable".
Es decir que la Cámara civil, en el caso
comentado, se inclina por la tendencia citada precedentemente, que no es la seguida
por Aguiar Díaz, quien sostiene que en ca-
sos semejantes la obligación de guarda sigue a cargo del propietario
3) Uso de la cosa con consentimiento del
propietario: a) Por el dependiente: La cuestión de la transferencia es meramente de
hecho, distinción que la jurisprudencia
francesa, acepta para casos que no son el
del chófer asalariado; del dependiente ocasional, del amigo a quien se le presta el coche, etcétera. Pero es inútil ocuparse de la
responsabilidad del dependiente por esa vía,
toda vez que interviene en el caso la responsabilidad del patrón por el hecho del empleado, siempre y en cualquier caso; b) Por el
garajista: se considera transferencia a él la
guarda jurídica del vehículo, cuando éste
le ha sido confiado, para su arreglo o depósito. Obsérvese que, en cuanto a responsabilidad del garajista, hay aún casos que reclaman solución, como el del alquiler del
coche, con o sin chófer o de colocación de
chófer sin coche a disposición del cliente.
Solución: si el daño resulta del defecto del
vehículo la responsabilidad es del propietario; si deriva del hecho de la conducción es
del chófer o comitente.
Relacionado con el tema que estudiamos,
citaremos el fallo registrado en G. del P.,
año 1948, tomo 194, página 120, autos:
"Marsigli, E. c/ Nicolás Bianco y otro", sentencia de la Exorna. Cám. Nac. de Apel. en lo
civ. de la Cap. Fed., sala 2^, donde se establece: "No puede considerarse socio a los
efectos de responsabilizarlo, por el incendio
del automóvil en reparación, a quien, si bien
trabajaba en el taller en que el accidente
sucedió, era sólo como encargado de pintura
en la que tenía participación, y el incendio
se produjo al hallarse el coche sufriendo
otras reparaciones por un empleado con
quien el demandado no tenía relación alguna de derecho". La demanda en cuestión
se funda en que el actor encargó el arreglo
y pintura del automóvil en un garaje que
además tenía un taller para tal fin. El encargado de pintura, no era dueño, ni socio
del titular del garaje. En momentos de producirse el incendio el coche estaba sometido a reparaciones y no a pintura.
Entiende el a-quo que los empleados obra-
ron con desidia al arrojar un balde que
contenía nafta creyendo que se trataba de
agua. Funda la responsabilidad en los artículos 1113, 1122, 1068 y 1069 del Cód. civ.
Establece la sentencia de 1^ instancia, que
son responsables tanto el dueño del garaje
como el encargado de pintura, porque éste
reconoce que en realidad, se trataba de un
acto accidental (por cada trabajo en forma
independiente le daba al dueño del garaje el
50 por ciento de su producido), (art. 282,
Cód. de com.).
Admite la responsabilidad de ambos demandados sin perjuicio de que el encargado
de la pintura, haga valer los derechos que
pudieran corresponderle contra el propietario del garaje, por la participación limitada que tiene en el negocio. Al prestar
declaración el causante del accidente admite que estaba ocupado con el soplete efectuando una soldadura autógena de la carrocería, costado interior del vehículo, cuando la llama produjo el incendio. Esta declaración demuestra a juicio del señor camarista, doctor Miguens, que la reparación
era ajena a los trabajos de pintura y por
tanto considera que el hecho se produjo por
un dependiente con el cual no le ligaba ninguna relación de dependencia. Se revoca
parcialmente la demanda, y sólo resulta
condenado el propietario del garaje (los
doctores Maschwitz y Lagos adhirieron a
este voto).
La aceptación de la teoría del riesgo profesional para fundar la responsabilidad del
garajista, tiene sus resistencias, por parte
de los sostenedores de la doctrina clásica,
quienes aún no se han puesto de acuerdo
en realidad, si se trata de una responsabilida contractual o extracontractual, primando naturalmente la primer tendencia.
El profesor de la Universidad de Roma,
Eduardo Bonasí Benucci, en su obra La Responsabilidad civil, edic. J, M. Bosch, Barcelona, 1958. páginas 7 y sigts., se encarga
de aclararnos algunos conceptos que es necesario recordar: "La responsabilidad civil ha
sido definida como la obligación de soportar la reacción que el ordenamiento jurídico
vincula al hecho dañoso (Carnelutti, Teoría
Genérale del Diritto, págs. 263 y sgts., citado
por el autor); el daño producido por el incumplimiento de obligaciones da lugar a la
responsabilidad contractual, y el derivado
de los delitos o cuasi delitos a la responsabilidad extracontractual".
La responsabilidad contractual viene de-
terminada generalmente por el concurso de
dos elementos: a) Preeexistencia de un
vínculo entre personas determinadas; b)
Producción de un daño que se manifiesta
como resultado de la violación de aquel
vínculo. Faltando tales requisitos, la obligación de reparar el daño ocasionado a
otra persona no puede tener otra fuente que
una obligación genérica, válida erga omnes
y no sólo hacia un sujeto determinado, configurándose como responsabilidad extracontractual.
La carga de la prueba de la culpa en la
responsabilidad extracontractual recae generalmente sobre el perjudicado —salvo los
casos de responsabilidad presunta—, mientras en la responsabilidad contractual, la
culpa siempre se presume en el que incumple la obligación, que es quien deberá probar que el incumplimiento se produjo por
causa no imputable al mismo.
Hecha esta primera<aclaración pasaremos
a referirnos a otro tema que es necesario
puntualizar cencretamente.
c) El elemento de la custodia. En principio, el responsable no es necesariamente
el propietario; sin embargo toda vez que la
propiedad de la cosa implica la carga de
custodiarla y vigilarla, el propietario se libera de la presunción a su cargo, mediante
la demostración de que tal obligación ha
sido transferida a un tercero, en este caso,
el garajista.
Debe, sin embargo, precisarse —como señala E. Bonasí Benucci, ob. cit., pág. 257—
qué se entiende por custodia; parece claro
que la ley no se refiere a una noción jurídica de la custodia, ni mucho menos, requiere que haya mediado un contrato de
depósito o custodia, bastando que se trate
de una mera relación de hecho. ¿Es necesario que exista un elemento de utilidad
económica? No parece necesario, aunque,
desde luego la presencia del requisito de
disfrute económico servirá en los casos de
duda para individualizar el verdadero guardador de la cosa.
La jurisprudencia italiana ha reconocido
que la custodia no es la de carácter técnico
de base contractual, sino la mera relación
de hecho entre el sujeto y la cosa por la
que ésta presta su utilidad al primero, que
tiene poder de exclusión de las demás personas (Trib. de Ñapóles, 3 de enero 1952,
Verrangia c. Rinaldi en Foro Nap. 1952,
I, 24). Otras veces ha entendido por custodia no "la detentación material de la
cosa, sino la situación jurídica de quienes
tienen sobre la misma un poder de dirección" (app. Palermo, 8 de mayo 1950, en
Giur. It., 1951, I, 2, 752).
En la jurisprudencia argentina se observa la misma inclinación y al fallo ya citado
y registrado en Doctrina judicial, 1.1, 1958,
pág. 69, donde se establece la irresponsabilidad del dueño del vehículo, que fue hurtado, por los daños producidos a terceros en
circunstancias de haber perdido la guarda
del vehículo, debemos citar asimismo, el
fallo registrado en Doctrina judicial, 1957,
julio a setiembre, pág. 180-181 en los autos:
"Lataatte, Juan c. v. López, Hnos.", de la cám.
Nac. civ. de la Cap. Fed., sala "C", donde
se establece: "Aunque la guarda de un automóvil en un taller mecánico mediante una
compensación en dinero, configura un contrato de depósito, no permite imputar al
depositario que los entregó en las mismas
condiciones aparentes, los deterioros no visibles del motor, máxime cuando no se ha
probado fehacientemente que los tuviera
al tiempo de ser retirado del taller en que
se guardó. El guardador ocasional de un automotor, no responde de los perjuicios eventuales sufridos en el motor del vehículo,
que no pueden serle imputados a hechos
propios, si la custodia no reúne las condiciones de un contrato de garaje".
En una palabra, siempre que se trate de
determinar en el contrato que estamos estudiando en qué consiste la custodia, veremos que: 1) El usuario transfiere este elemento al garajista, mientras el vehículo sale de la esfera de su poder, hasta que la
vuelve a retomar cuando lo retira. 2) Como
consecuencia de ello, el deslinde de la responsabilidad se produce ante cualquier evento
dañoso, en esa etapa bastando demostrar
que el vehículo se encontraba en poder del
garajista. 3) Ante la existencia de cualquier
hecho anormal que entra dentro de la esfera
de responsabilidad del garajista, se invierte
el cargo de la prueba, y será éste, quien deberá probar su irresponsabilidad en razón
de que el vehículo ha estado bajo su custodia y como consecuencia de la teoría del
riesgo profesional —en este caso del empresario—, que es la que debe imponerse
definitivamente.
Como señala el doctor Francisco Villamil
al definir y estudiar el término custodia, en
Enciclopedia Jurídica Omeba, tomo V, página 381, edit. Bibliográfica Argentina, Bs.
Aires, 1956, en el Derecho romano, por el
principio general de custodiam praestare,
el deudor respondía por las pérdidas o detrimentos de la cosa ocurridos por su dolo o
culpa grave o leve, pero la cláusula expresa
custodiam suscipere, extendía la responsabilidad del deudor a ciertos casos fortuitos
como hurto o huida de animales o cosas.
El derecho moderno, abandonó la cláusula expresa de extensión de la responsabilidad por custodia y simplificó la teoría
de la culpa, para apreciar la cual tomó como criterio referirse a la naturaleza de la
obligación y a las circunstancias de la persona, tiempo y lugar.
Los Códigos sin aludir plenamente a esta
institución consagran la custodia como
primera de las obligaciones del deudor en
todos las contratos y derechos reales por los
que entra en tenencia de una cosa ajena.
Para referirse a la responsabilidad por custodia, los Códigos y en particular el Código
civil argentino, que sigue en este punto al
Derecho francés, y en algunos casos las
estipulaciones del Fuero Real Español, consagran el principio de la culpa leve en concreto, esto, es, los cuidados que uno verosímilmente hubiese tornado en la conservación de la cosa propia.
Por nuestra parte, debemos agregar que
este elemento de la custodia, adquiere una
fisonomía propia en el contrato de garaje,
que en realidad es distinta a la que se establece en las normas que rigen para el contrato de depósito, que son las que más se
han aproximado a aquél.
Observamos vacilaciones aún dentro de
los autores franceses, que asimilan generalmente el contrato de depósito al garaje.
En el Tratado de Derecho civil francés,
de Planiol y Ripert, tomo XI, edit. Cultura
S. A., Habana, 1940, página 462-463, que
estos autores siguiendo la doctrina clásica
francesa ven en el contrato de garaje un
depósito previsto por el artículo 1928 que
reduce la responsabilidad del Derecho civil
a la del Derecho común, aún cuando el
depositario se haya ofrecido para recibir el
depósito. Y en nota agrega: "tal es el caso
respecto a toda persona que tenga un establecimiento abierto para que el público
deposite objetos de determinada categoría
como un garaje: Tribunal de Paz, París,
abril 2a de 1905, D. 1905 2.191. Sin embargo,
vemos la inquietud que les produce el fallo
registrado por el Tribunal Sena, marzo 28
de 1930, Pa. 1930 2, 68, donde se establece
que el garajista, depositario de un automóvil no está obligado a vaciar el radiador a
íin de ampararlo contra la congelación, solución muy discutida —agregan— ya que
se trata ahí de un cuidado normal, previsto además por los usos.
El elemento de la custodia, no sólo caracteriza al depósito, y creemos que este elemento está configurado en oíros contratos
V. G. en el usufructo (art. 2878): "el usufructuario debe usar la cosa como lo haría
el dueño de ella y usarla en el destino al
cual se encontraba afectada antes del usufructo"; en la anticresis (art. 3258): "el
deudor está obligado a cuidar el inmueble
y proceder a su conservación". Debe
rarlo, si por su culpa o negligencia
mueble sufriera algunos detrimentos;
comodato resulta aún más notorio
repael inen el
(art.
2266): "El comodatario está obligado a poner toda diligencia en la conservación de la
cosa, y es responsable de todo deterioro que
ella sufra por su culpa", incluso en algunos
casos responde hasta del caso fortuito (art.
2269).
Aún Planiol y Ripert (ob. cit., pág. 455),
nos parece que se inclinan por aceptar esta
idea para el arrendamiento, y en párrafo
1171 al establecer la distinción entre el depósito y otros contratos señalan que en
cuanto al arrendamiento de cosas, éste se
asemeja al depósito cuando el arrendatario
alquila un espacio para colocar en él objetos muebles cuya guarda quiere asegurar.
Cuando se reserva para sí mismo el cuida-
do de vigilar esos objetos en el lugar arrendado —se refiere al arrendatario— no hay
duda que se trata indiscutiblemente de un
arrendamiento y no de un depósito. Pero
cuando el que da en arrendamiento el espacio referido, se ocupa de asegurar la guarda de los objetos que se colocan allí, la
cuestión es más delicada. Esto se produce,
sobre todo en caso de arrendamiento de
cajas de seguridad en los bancos y en ciertos arrendamientos de bodegones y sótanos
en el mediodía de francia. Se admite generalmente el principio de que existe arrendamiento más bien que el depósito, ya que la
obligación de guarda no es más que el accesorio del arrendamiento. De ello resulta la
consecuencia práctica de que los acreedores
del arrendatario han de poder utilizar el
procedimiento de saisie-executicn (A) para el cobro con cargo a los objetos que se
hayan dejado en la caja de seguridad o en
las bodegas o sótanos, en lugar del de saisie-arret, que se justificaría si se tratase
de un depósito. Creemos pues que este temperamento es perfectamente admisible al
caso de los garajes y tanto es así que se cita
el caso registrado con respecto al arrendamiento de un espacio en un garaje en
Rev. Trimestrielle, 1922, pág. 908.
En consecuencia, el elemento de la custodia puede aparecer en el arrendamiento
y por ende en el contrato de garaje, sin que
por ello debamos afirmar que estamos frente a un depósito.
El problema de la responsabilidad no es
nada nuevo en nuestro país y muchos estudiosos se han preocupado con profundidad acerca de las teorías que fundamentan
la misma.
Cuando se trata de invocar los preceptos
legales que fundan una acción contra el
propietario del garaje, se repara, generalmente en las siguientes disposiciones de
nuestro Código civil, artículo 511: "El deudor de la obligación es también responsable
de los daños e intereses, cuando por culpa
propia ha dejado de cumplirla"; artículo
512: "La culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación consiste en la omisión
de aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las circunstancias de las personas,
del tiempo y del lugar"; artículo 1109: "Todo el que ejecuta un hecho, que por su
culpa o negligencia ocasiona un daño a otro,
está obligado a la reparación del perjuicio.
Esta obligación es regida por las mismas
disposiciones relativas a los delitos del Derecho civil"; artículo 1110: "Puede pedir
esta reparación, no sólo el dueño o posedor de la cosa que ha sufrido el daño o
sus herederos, sino también el usufructuario,
o el usuario, si el daño irrogase perjuicio a
su derecho. Puede también pedirlo el que
tiene la cosa con la obligación de responder
de ella, pero sólo en ausencia del dueño",
artículo 1113: "La obligación del que ha
causado un daño se extiende a los daños
que causaron los que están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o
que tiene a su cuidado"; artículo 1133:
"Cuando de cualquier cosa inanimada resultare daño a alguno, su dueño responderá de la indemnización, si no prueba que
de su parte no hubo culpa, como en los casos siguientes..." y es muy común remitirse
luego a las normas del depósito.
Naturalmente que es indispensable remitirse a la convención o contrato que rije a
las partes, cuando éste realmente exista, no
pudiendo derivarse solamente de condiciones impuestas.
Una reglamentación que rija las relaciones entre el usuario y el garajista, no sería
contraria a la ley ni a las buenas costumbres, como se ha experimentado en Francia.
Pero la misma debe contener normas que
realmente trasunten una verdadera libertad
de contratación y nunca podrán ser la imposición de la voluntad unilateral del garajista.
Leonardo A. Colombo en su obra: Culpa
Aquiliana, 2^ edic., edit. Tea, Bs. Aires, 1947,
página 550 expresa, que la jurisprudencia de
nuestros tribunales es bastante contradictoria —agregamos que ila doctrina también—. Entiende que el maestro Salvat ha
expuesto en la causa "Caldera Nicastro, F,
v/ Burghi, Mario", la verdadera teoría que
debe regir la materia. Respecto a la responsabilidad del demandado, ella existe de conformidad a lo establecido por el artículo
1113 in fine del Código civil, una persona
responde por las cosas de que se sirve o que
tiene a su cuidado. Después, en el capítulo
que trata de los daños causados por las cosas inanimadas, el Código agrega: "cuando de cualquier cosa inanimada resultare
daño alguno, su dueño responderá de la
indemnización, si no prueba que de su parte
no hubo culpa" f:art. 1113, 1* parte). Concluye Salvat diciendo que en el caso expresado los actores "tienen a su favor la
presunción de responsabilidad que ellas establecen, en tanto no resulte de la prueba
demandada, la inexistencia de culpa de
su parte".
Comenta Colombo, que para el reputado
maestro, no era posible separar el artículo
1133 del 1113: su interdependencia es manifiesta, sin que obste a ello la clasificación
de hechos producidos "con la cosa" y "por la
cosa", clasificación que si para nosotros no
deja de tener su punto de verdad, no es suficiente para destruir la armonía que rige
no sólo a aquellos dos preceptos, sino a
todos los que componen el título respectivo
del Código civil, ya que, como aclaramos
mas arriba, el artículo 1109 y no el articulo
1113, es el que comprende la primera clase
de esos hechos.
En síntesis: 1') La jurisprudencia nacional tiende ahora a relacionar íntimamente
los artículos 1113 y 1133 del Código civil.
2?) Esa misma jurisprudencia reconoce que
dichos artículos admiten oue el presunto
responsable puede producir amplia prueba
de descargo, sin limitación alguna, salvo en
los casos expresamente exceptuados por la
ley. Las sentencias que siguen otra orientación son todavía muy escasas, pero no faltan. 3"?) Algunos fallos aplican esos artículos, en lo que atañe a la inversión de la
prueba, a casos en que como sucede con la
conducción de automotores, el factor humano es esencial y encuadra, por ello, en
el artículo 1109.
Se pregunta también Leonardo A. Colombo, a qué guarda se refiere el artículo 1113
del Código civil. ¿A la guarda material o a la
guarda jurídica?
Y en caso que sea esta última, ¿quién es
el guardián jurídico de la cosa?
Digamos ante todo, que guarda material
es aquella que corresponde a toda persona
que tenga al objeto bajo su vigilancia física
y directa, dejando de existir cuando ese objeto sale de su órbita de acción para pasar
a la de un tercero. Así seré responsable de
los daños que ocasione un automóvil mientras se halle en mis manos, pero no lo seré
si me desprendo de él y lo entrego a otra
persona por cualquier causa legal.
Cita la opinión de H. Mazeaud que expone su idea magistral de que "guarda jurídica", es la obligación impuesta por la ley
de cuidar la cosa, o sea de impedir que
ella pueda ocasionar un daño, de donde derivan
estas dos consecuencias esenciales:
l p ) Es independiente de la guarda material; 2") El guardián se caracteriza, por lo
tanto, por su facultad de dirección sobre la
cosa, no siéndolo quienes tienen sobre ella
un mero poder de facto; de ahí que el ladrón tenga sólo la guarda material, pero no
la jurídica, del fruto de la sustracción (En
attendent I' arret des chambres réunies
garde materielle et garde juridique, crónica
en D. H., año 1937, págs. 45 y sgts., citados
por L. A. Colombo en ota. cit.).
Autores como H. Capitant, en una nota
aparecida en el Dalloz, 1956, t. 1, pág. 81,
no han vacilado en calificarla de "sutil",
y en decir que ha .sido ideada por los intérpretes cediendo a la tentación de hacer
construcciones jurídicas sobre una sola palabra.
Leonardo A. Colombo, cree que no es posible rehuir tal distinción, traída por Mazeaud porque ella es científicamente exacta
y porque de lo contrario, se llegaría a conclusiones inadmisibles. Pero creemos, igualmente, que hay que reducirla a sus justos
límites, sin establecer un cartabón invariable que impida a los magistrados cumplir debidamente con sus finalidades positivas. Considera que el Código civil argentino se inclina por el sistema de la guarda
jurídica.
Sin embargo, nos encontramos diariamente con soluciones jurisprudenciales no
sólo nacionales, sino en países corno en
Francia, donde los resultados traídos en
cada fallo, son tan convincentes adoptando
una u otra teoría, que hacen que nos los
podamos descartar definitivamente.
Ya nos hemos referido al caso registrado
en Doctrina Judicial, tomo I, año 1958, pá.gina 69, donde se establece: "demostrado
que el automóvil causante del. accidente había sido sustraído a su propietario antes del
hecho, dicho propietario no es responsable
por el daño causado por dicho vehículo por
haber perdido la guarda del mismo sin culpa
u omisión que le fuese imputable" (C.
43.155, Spraggon Yriart, A c/ Fernández,
Manuel Enrique, Cám. Nac. en lo civ. de la
Cap. Fed., sala "C" 14-2-958) ( 2 ) .
En el fallo de la Suprema Corte de Buenos Aires, publicado en J. A. del 20-6-959 en
los autos Zubiri y Cirigliano c/ Yapur Gura,
Jorge se establece: "Los artículos 1113 y
1133 del Código civil, rigen la responsabilidad de diferentes categorías de personas:
(2) En el mismo sentido: "La responsabilidad
del propietario del vehículo que ocasionó un accidente de tránsito por los daños que de él se han
derivado, desaparece si el hecho se produjo después de haberlo entregado a un tercero para su
reparación, encontrándose en la imposibilidad de
controlar los riesgos creados al ser utilizado, ya
que esa responsabilidad no deriva del solo hecho
del dominio, sino de la culpa en la vigilancia o
custodia del bien". (Conf. Sala E, núm. 58.705,
del 23-10-959, "Binaldi Anita María E. c/Labruta
Alberto y otro, 11-12-959, Juzg. doctor Herrera,
sec. Bouzas, Cám. Nac. Civ. Cap. Fed., publ. en
Doctrina Judicial, 26-12-959.)
el primero, la del guardián de la cosa, sea
o no propietario; el segundo, la del propietario, conserve o no su guarda".
El demandado es condenado a abonar al
actor una indemnización porque un vehículo de propiedad del primero, produjo un
accidente. Sostiene el recurrente que el automóvil de su propiedad, con que se produjo
el accidente que dio lugar al juicio, fue retirado subrepticiamente cuando estaba estacionado frente a su domicilio, y que no hubo negligencia en el uso de la cosa, ya que
por la razón antedicha se pone en evidencia su falta de responsabilidad civil como
propietario del vehículo, al verse imposibilitado de ejercer la guarda del mismo que
fundamenta el principio del artículo 1113
ya invocado. Pero no se tiene en cuenta esta afirmación y se sostiene que los artículos
1113 y 1133 C. C. rigen la responsabilidad
de diferentes categorías de personas: el
primero, la del guardián de la cosa sea o no
propietario; el segundo, la del propietario
conserve o no su guarda.
El fallo se apoya en la doctrina sostenida
por Salas: "Para lograr una relativa seguridad de que los daños causados por las
cosas sean debidamente resarcidos, para
que la regla del derecho no se torne, ilusoria y que la reparación no se haga solamente en el papel, es menester afirmar la
responsabilidad del propietario consagrada
por la norma legal invocada rechazando las
interpretaciones que tienden a reducir al
mínimo el alcance de los textos legales cuya
redacción permite adaptarlos, sin dificultad,
alguna a las necesidades que hacen de las
modernas condiciones de vida (La responsabilidad en los daños causados por la cosa,
pág. 77). Quiere decir que, a estar a sus dichos, el propietario será responsable aún
cuando no tuviera su guarda en el momento
que los daños se produjeron, así lo decide la
alzada a base de los hechos que analiza
en virtud de facultades que le son privativas, siendo irrevisibles ante la instancia extraordinaria, no mediando, quebrantamiento á las leyes de la prueba, no obstante la
afirmación del apelante".
Nos preguntamos si el mismo resultado
se hubiera obtenido en el caso de que el
vehículo en lugar de estar estacionado en la
acera, se hubiera encontrado en un garaje.
Esta pregunta que nos formulamos tiene
eco en la jurisprudencia francesa contenida en la Revue Trimestrielie de Droit Civile, abril-junio de 1959, publicada en J. A.,
21-9-959, con el comentario de los profesores
de la facultad de París H. y L. Mazeaud:
"En la ejecución de un contrato de depósito
oneroso, se cavia un automóvil a un garaje
El dueño de éste, depositario, no puede devolver el coche en el estado recibido, pues
íué robado en el garaje, y encontrado después dañado. La Corte de Apelación rehusó
tener por comprometida la responsabilidad
del dueño del garaje, fundándose en que no
se había demostrado falta de vigilancia; y
que, aunque se hubiera probado, no sería la
causa del daño, pues el causado al coche
sería consecuencia directa de la culpa del
ladrón y no del propietario del garaje. El
segundo argumento no era serio pues si
bien Casación ha resuelto que la muerte
de una persona llevada por delante por un
coche robado manejado por el ladrón, no
es en principio, consecuencia directa de la
negligencia del guardián del automóvil, negligencia que facilitó el robo... nunca se
resolvió que el daño sufrido por el robado
—pérdida o deterioro de su cosa— no fuera
la consecuencia directa de la negligencia
de la persona encargada de vigilar la cosa.
Casación (Civ. dic. 23-958), no lo ha
señalado, pues se contentó con rechazar el
argumento invocado en primer término. El
depositario por precio que no puede restituir
la cosa depositada en el estado en que se le
entregó debe, para ser exonerado de responsabilidad, probar que el hecho de un tercero que causó daño a la cosa "presentaba
para él los caracteres de la fuerza mayor".
Es entonces el dueño del garaje quien tiene
a su cargo la prueba y no el depositante.
Los comentaristas señalan cierta ambigüedad en la sentencia, cuando la Corte agrega que el dueño del garaje "debía ser
declarado responsable respecto al depositante. .. si una falta de vigilancia por su
parte había permitido el «robo», y se preguntan: ¿No debe considerarse que para la
Corte de Casación, el depositario puede liberarse demostrando que no ha habido falta
de vigilancia? Tal posición parece difícil de
sostener pues la obligación de restituir la
cosa es de resultado, por lo que, a pesar de
la confusión doctrinaria y jurisprudencial,
la falta de restitución de la cosa depositada
obliga al depositario, salvo que pruebe un
acontecimiento de fuerza mayor (J. A., 1957,
II sec doct., pági 87, núm. 19 y referencias".
Se pregunta Leonardo A. Colombo, ¿a
quién debe conceptuarse como guardián jurídico de la cosa?
También aquí las opiniones están divididas. Sin detenernos más que en el terreno
vernáculo, diremos que hay dos corrientes
bien caracterizadas a saber: 1') Para Alfredo Orgaz (La responsabilidad por el hecho de las cosas inanimadas; Córdoba, año
1931), el responsable es el propietario de la
cosa. Si ésta se encuentra deficientemente
conservada, natural es que su dueño cargue
con las consecuencias aunque ella esté en
manos de terceras personas que la utilizan
en provecho propio. "La circunstancia de
estar la cosa en poder de otra persona
—sostiene Orgaz— no exime a aquél de ese
deber de vigilancia inherente a la propiedad —que es conjunto de deberes tanto como de derechos—, y no lo exime porque al
salir la cosa de su poder lo fue sólo de modo material, ya que jurídicamente continúa
ella sometida al dominio de su voluniad".
Dice Colombo que la posición de este autor no puede admitirse ni generalizarse,
porque por un lado el artículo 1133 permite
al propietario probar que no hubo culpa de
su parte, lo cual no podría ocurrir si se tomase únicamente en cuenta su calidad de
dueño para fundamentar la responsabilidad
y por otro, el precepto permite esa prueba
porque funda tal responsabilidad en la negligencia presunta y no en el dominio efectivo que se ejerce sobre la cosa. 2?) Para
Spota en cambio, la guarda jurídica, en
virtud del principio Ubi emolumentum ubi
onus, corresponde a quien obtiene el principal provecho económico de la cosa, especialmente el propietario. "Ello es así —enseña Spúta— (La responsabilidad por las
cosas inanimadas, 3. A., t. 51, pág. 589),
porque es él quien tiene corrientemente el
poder económico sobre la cosa, o sea la
facultad de obtener un provecho de ella,
si ese tercero se sirve de la cosa, la responsabilidad consiguiente recae sobre él. La
ley contempla a quien tiene el provecho
económico de la cosa, a aquel que se sirve
de la misma; para esa persona existe el poder de custodia más que para quien detenta
la cosa materialmente".
Colombo encuentra tres errores; que el
Código no hace alusión a los beneficios económicos; que el elemento esencial en que
se funda la teoría no siempre aparece unido a la tenencia efectiva de la cosa, pues,
por el contrario es frecuente que quien obtenga el provecho rio sea una sola persona;
y finalmente que hay numerosos casos en
que talles beneficios no existen, razoa que
hará dificilísimo determinar a veces, si no
es apoyándose en un criterio distinto, quién
es e¿ guardián jurídico. Pero admite en
honor a la verdad que no carece de atractivas sugerencias.
Nos remite asimismo a las interesantes
notas de Eduardo B. Busso Responsabilidad
indirecta, en Rev. Critica de Jurisprudencia, 1932, pág. 102, nota 10; y Nicolás Halperín Responsabilidad por el daño causado
por cosas inanimadas, (L. L., t. 6, pág. 16,
sec. dact.) (»).
(3)
Nos remitimos al interesante trabajo del
doctor Lisandro Novillo Sara vía (h.) en La Ley del
19-2-960: "La responsabilidad civil por el depen-
diente en la doctrina y jurisprudencia argentina",
donde destaca que el Código civil argentino (ar-
íué robado en el garaje, y encontrado después dañado. La Corte de Apelación rehusó
tener por comprometida la responsabilidad
del dueño del garaje, fundándose en que no
se había demostrado falta de vigilancia; y
que, aunque se hubiera probado, no sería la
causa del daño, pues el causado al coche
sería consecuencia directa de la culpa del
ladrón y no del propietario del garaje. El
segundo argumento no era serio pues si
bien Casación ha resuelto que la muerte
de una persona llevada por delante por un
coche robado manejado por el ladrón, no
es en principio, consecuencia directa de la
negligencia del guardián del automóvil, negligencia que facilitó el robo... nunca se
resolvió que el daño sufrido por el robado
—pérdida o deterioro de su cosa— no fuera
la consecuencia directa de la negligencia
de la persona encargada de vigilar la cosa.
Casación (Civ. dic. 23-958), no lo ha
señalado, pues se contentó con rechazar el
argumento invocado en primer término. El
depositario por precio que no puede restituir
la cosa depositada en el estado en que se le
entregó debe, para ser exonerado de responsabilidad, probar que el hecho de un tercero que causó daño a la cosa "presentaba
para él los caracteres de la fuerza mayor".
Es entonces el dueño del garaje quien tiene
a su cargo la prueba y no el depositante.
Los comentaristas señalan cierta ambigüedad en la sentencia, cuando la Corte agrega que el dueño del garaje "debía ser
declarado responsable respecto al depositante. .. si una falta de vigilancia por su
parte había permitido el «robo», y se preguntan: ¿No debe considerarse que para la
Corte de Casación, el depositario puede liberarse demostrando que no ha habido falta
de vigilancia? Tal posición parece difícil de
sostener pues la obligación de restituir la
cosa es de resultado, por lo íué, a pesar de
la confusión doctrinaria y jurisprudencial,
la falta de restitución de la cosa depositada
obliga al depositario, salvo que pruebe un
acontecimiento de fuerza mayor (J. A., 1957,
II sec doct., pági 87, núm. 19 y referencias".
Se pregunta Leonardo A. Colombo, ¿a
quién debe conceptuarse como guardián jurídico de la cosa?
También aquí las opiniones están divididas. Sin detenernos más que en el terreno
vernáculo, diremos que hay dos corrientes
bien caracterizadas a saber: 1°) Para Alfredo Orgaz (La responsabilidad por el hecho de las cesas inanimadas; Córdoba, año
1931), el responsable es el propietario de la
cosa. Si ésta se encuentra deficientemente
conservada, natural es que su dueño cargue
con las consecuencias aunque ella esté en
manos de terceras personas que la utilizan
en provecho propio. "La circunstancia de
estar la cosa en poder de otra persona
—sostiene Orgaz— no exime a aquél de ese
deber de vigilancia inherente a la propiedad —que es conjunto de deberes tanto como de derechos—, y no lo exime porque al
salir la cesa de su poder lo fue sólo de modo material, ya que jurídicamente continúa
ella sometida al dominio, de su voluntad".
Dice Colombo que la posición de este autor no puede admitirse ni generalizarse,
porque par un lado el artículo 1133 permite
al propietario probar que no hubo culpa de
su parte, lo cual no podría ocurrir si se tomase únicamente en cuenta su calidad de
dueño para fundamentar la responsabilidad
y por otro, el precepto permite esa prueba
porque funda tal responsabilidad en la negligencia presunta y no. en el dominio efectivo que se ejerce sobre la cosa. 2?) Para
Spota en cambio, la guarda jurídica, en
virtud del principio Ubi emolumentum ubi
onus, corresponde a quien obtiene el principal provecho económico de la cosa, especialmente el propietario. "Ello es así —enseña Spata— (La responsa.bilid.ad por tas
cosas inanimadas, J. A., t. 51, pág. 589),
porque es él quien tiene corrientemente el
poder económico sotare la cosa, o sea la
facultad de obtener un provecho de ella,
si ese tercero se sirve de la cosa, la responsabilidad consiguiente recae sobre él. La
ley contempla a quien tiene el provecho
económico de la cosa, a aquel que se sirve
de la misma; para esa persona existe el poder de custodia más que para quien detenta
la cosa materialmente".
Colombo encuentra tres errores; que el
Código no hace alusión a los beneficios económicos; que el elemento- esencial en que
se funda la teoría no siempre aparece unido a la tenencia efectiva de la cosa, pues,
por el contrario es frecuente que quien obtenga el provecho rio sea una sola persona;
y finalmente que hay numerosos casos en
que talles beneficios no existen, razoa que
hará dificilísimo determinar a veces, si no
es apoyándose en un criterio distinto, quién
es ei guardián jurídico. Pero admite en
honor a la verdad que no carece de atractivas sugerencias.
Nos remite asimismo a las interesantes
notas de Eduardo B. Busso Responsabilidad
indirecta, en Rev. Critica de Jurisprudencia, 1932, pág. 102, nota 10; y Nicolás Hal-
perín Responsabilidad por el daño causado
por cosas inanimadas, (L. L., t. 6, pág. 16,
sec. doct.) ( 3 ).
(3) Nos remitimos al interesante trabajo del
doctor Lisandro Novillo Saravia (h.) en La Ley del
19-2-960: "La responsabilidad civil por el dependiente en la doctrina y jurisprudencia argentina",
donde destaca que el Código civil argentino (ar-
vigiló el buen estado de la cosa, de modo
que ella no causare un perjuicio a otro.
Henoch Aguiar en su obra Hechos y Actos
Jurídicos. "Hechos Ilícitos"; Bs. Aires, 1936,
—parece enrolado en la misma corriente,
según nota del doctor Acuña Anzorena—.
Dice Aguiar: "el responsable es quién en el
momento del daño, tenía la cosa a su cuidado, o sea, su señorío inmediato, y se encontraba, por lo tanto en la posibilidad física y moral de impedirle dañar", "el dueño
no solamente mantiene la tenencia real o
jurídica de su cosa, sino que siempre se
sirve de ella; directamente cuando el mismo
por sí o por sus encargados la explota, sacando de ella el beneficio a que tiene derecho; indirectamente por la compensación
que recibe de las personas a las cuales la
entrega para su explotación".
Otros autores como ya hemos visto con
criterio opuesto, sostienen que el sujeto
responsable es siempre el guardián de la
cosa inanimada, que si ordinariamente suele ser su propietario, no es preciso que lo
sea, como ocurre cuando transfiere a un
tercero la guarda de la cosa, con lo que se
interpreta el artículo 1133 en función de
la regla general que sienta el artículo 1113.
Se inclinan por este sistema, Busso, Halperin y Colombo.
Autores como Salas (La responsabilidad
por los daños causados por las cosas) y
Lafaille sostienen que la responsabilidad sería doble: por el artículo 1113 del guardián
de la cosa, sea o no su propietario; por el
artículo 1133 del propietario de la cosa aunque no ejercite su guarda.
Arturo Acuña Anzorena, en la nota al tema 2892 de la obra citada de Salvat, se
inclina por el último de los criterios expuestos. Opina que no es admisible sostener que el artículo 1133 funde la responsabilidad en la propiedad y hace responsable siempre al dueño. Si el propietario en
los supuestos de este artículo debe responder de la indemnización cuando de cualquier
cosa inanimada resultare daño alguno, no
es por su carácter de tal, sino porque te- .
niendo la cosa bajo su guarda, o sirviéndose de ella, tiene a la vez la posibilidad,
y por ende, la obligación de vigilarla, sea
dirigiéndola, sea practicándole aquellas reparaciones necesarias para que no se convierta en fuente de daño; desde el momento
que el propietario, por una causa cualquiera, se encuentra en 1^ imposibilidad, jurídica de guardar o vigilar la cosa, desaparece
su obligación de reparar el perjuicio que
resultare de la misma y pasa entonces a la
persona que al tiempo del accidente se sirvió de ella o la tenía a su cuidado.
Así, pues, el daño debe relacionarse —como lo afirmó una sentencia de la Corte de
Casación de Italia— al propietario como
persona y no como simple sujeto del derecho patrimonial sobre bienes, e inculparse
en él, no el dominio nudo y abstracto, sino
el ejercicio en concreto del poder dominical y la disponibilidad de aquellos.
Ahora bien, nos toca preguntarnos si un
garaje puede considerarse una cosa inanimada.
Nosotros entendemos que sí. Ya Salvat
preveía la gran dificultad (ob. cit., pág. 226,
tema 2895...); pero ¿qué es lo que debemos
entender por cosas inanimadas?
¿Cuándo un daño debe considerarse causado por ellas?
He allí los graves problemas que esta materia presenta y sobre los cuales la imprecisión de los textos deja la puerta abierta
a toda clase de discusiones y controversias,
entre nosotros lo mismo que en el Derecho
francés. Salvat sostiene que la responsabilidad por daños provenientes de cosas inanimadas existe tanto para las cosas inmuebles como para las muebles.
Antonio Cammarota en su obra (Responsabilidad extracontractual hechos y actos
ilícitcs, t. 2. Edit. Depalma, Bs. Aires, 1947,
pág. 575), expresa en un análisis de la evolución seguida en el régimen francés que
se aplica a los daños originados por los inmuebles y sus accesorios considerados como
tales; a las cosas muebles, vinculada la
presunción de responsabilidad, a la custodia, guarda, etcétera, de la cosa, pero no a
la cosa en sí misma: se asocia el hecho del
hombre, que lo presume culpable.
Por último, Leonardo A. Colombo (ob.
cit., pág. 593), entiende que para nuestro
Código civil, cosa inanimada es sinónimo de
todo aquello que no sea semoviente.
d) Conclusiones. Podemos decir con
Andrée Jack (ob. cit., pág. 718) que Iqs resultados a los que arribamos no son en efecto tan simples y firmes como nosotros lo
habríamos deseado. He aquí sin embargo,
algunas constataciones nuevas muy simples,
pero que admitimos como exactas y prácticas, a saber:
1) Que la cuestión de la responsabilidad
del garajista actualmente no es más íntegra para el intérprete, por el hevtio de las
cláusulas de irresponsabilidad contenidas
en el reglamento de garaje y que el juego
de principios complicados y contrarios necesarios para arribar a la solución exacta
de una hipótesis dada, viene a sustituir una
solución unitaria, presentado con algunos
inconvenientes de arbitrariedad y de rigidez, grandes ventajas de certeza y simplicidad.
2) El problema para esta autora, no puede .ser claramente presentado y resuelto
entre el derecho común del garaje, las obli-
paciones que incumben al garajista del sólo
hecho de la ubicación del coche en su local,
independientemente de toda convención especial de conservación, de mantenimiento,
y los efectos propios de una tal convención
especial.
3) El contrato de garaje, que es un contrato de naturaleza original, comporta además de efectos de locación de cosas, obligaciones del garajista relativas al coche
ubicado en los locales alquilados no exigiendo, al contrario del depósito, todos los cuidados que incumbirían a un propietario
diligente respecto a su coche, resultando a
cargo del garajista las obligaciones que se
expresan en el apartado siguiente.
4) El garajista se compromete a recibir
el vehículo en su garaje, a mantenerlo y a
restituirlo a requerimiento del usuario; debe ubicarlo en un lugar. apropiado a tal
efecto, correspondiendo, en caso necesario,
de acuerdo a las exigencias particulares de
la convención sobre ese punto, no utilizarlo
y protegerlo de las causas exteriores de destrucción o deterioración a su propio organismo (o mejor dicho mecanismo).
5) El garajista será responsable- de falta
o insuficiencia de restitución de este coche
cuando ella resultara de su falta propia o
de la de las personas que están a sus órdenes o aun de causas extrañas a su actividad
contra las cuales, no lo había protegido suficientemente, bajo reserva de la influencia
de la falta eventualmente cometida por el
propietario del coche, en ocasión de esta
obligación de restitución de su co-contratante.
6) A fin de obtener una amplia garantía
para los usuarios y para el garajista, sería
conveniente el se<ruro obligatorio de garaje,
con lo cual se evitarían situaciones de verdadero riesgo para el caso de insolvencia
del garajista, y por otra parte se evitaría
la competencia de precios, con respecto a
aquellos que no brindaran esa seguridad.
(Algo semejante a lo propugnado por el
doctor Héctor Cámara —salvando las distancias— en su trabajo: El seguro obligatorio de automóviles, Edit. Depalma; Bs.
Aires, 1943, que se refiere a la responsabilidad civil del automovilista).
7) Creemos que no cabe ninguna duda
que se trata de un caso de responsabilidad
contractual, las faltas cometidas por los
garajistas y por tanto debe recurrirse a los
principios análogos legislados en el Código
civil.
8) No es aplicable —como ya dijimos—
la responsabilidad que le cabe al hotelero
o posadero por 10s vehículos y efectos que
se dejan en tales establecimientos, porque
la legislación especial vigente a ese respecto en el Código civil, es de la naturaleza
especifica de este contrato y no con respecto al contrato de garaje. (Arts. 2230 y 2231
del Cód. civ.).
9) Como consecuencia de la adopción de
la teoría más moderna consideramos que es
aplicable en materia de responsabilidad del
garajista la teoría del riesgo y que el cargo
de la prueba de su irresponsabilidad, debe
asumiría el mismo garajista.
10) En cuanto a la limitación de responsabilidad o disminución o aumento de la
misma, por parte del garajista, creemos que
ello es susceptible de convención siempre
y cuando se formalice en un acto bilateral,
libre de toda presión o de imposición de
normas contractuales, por escrito y reuniendo los recaudos legales exigidos para
la validez de un contrato.
11) Esa limitación de responsabilidades,
demuestra una vez más a nuestro juicio,
que el contrato que estudiamos no se regla por las normas del depósito, ya que de
acuerdo al articulo 2232 del Código civil:
"El posadero no se exime de la responsabilidad que se le impone por las leyes de
este capítulo, por avisos que ponga anunciando que no responde de los efectos introducidos por los viajeros; y cualquier pacto que sobre la materia hiciese con ellos
para limitar su responsabilidad, será de
ningún valor".
En el contrato de garaje podemos limirnitar esa responsabilidad de común acuerdo.
12) Creemos que en el contrato de garaje, no puede regir la limitación impuesta
por el artículo 2201 del Código civil que establece: "El contrato de depósito no puede
ser probado por testigos, sino cuando el
valor de la cosa depositada no llegare sino
hasta doscientos pesos. Si excediese esta
suma, y el depósito no constase por escrito,
el que es demandado como depositario, es
creído sobre su declaración tanto sobre el
hecho del depósito como sobre la identidad
de la cosa y restitución de ella".
Dada la naturaleza del contrato, y la
circunstancia muy especial, que a veces el
contrato de garaje se concierta verbalmente,
entendemos que la prueba de la existencia
puede establecerse por "todos los medios
admisibles.
13) El contrato de garaje es por naturaleza oneroso, distintamente al de depósito.
Por tal motivo no es aplicable en nuestra
opinión, la jurisprudencia que sienta el fallo de la Suprema Corte de Bs. Aires del
13-10-1942 (en J. A., IV-1942, pág. 729) que
establece: "El depositario gratuito de un
automóvil no responde por su pérdida en
un incendio, si la vigilancia del local en
que se guardaba, junto con otros coches de
aquél, fue el día del siniestro la misma de
otros momentos, y ocurrido éste, nada pudo
salvarse".
JURISPRUDENCIA. — La citada en el texto.
BIBLIOGRAFÍA. — Abadie Santos, -A. B., Código Civil de la República Oriental del Uruguay, Montevideo. — Acuña Anzorena, A., "La previsibilidad
como limite de la obligación de reconocimiento en
y t. 2, ed. Italiana. — Gallegos, J. L., "Concepto de
la tenencia de inmuebles a través de los fallos de la
justicia en lo criminal" en La Ley del 21-12-959.
— Goldstein, M., "Detentación", en Enciclopedia
Jurídica Omeba, t. 8, pig. 757, Ed. Bibliográíica
Argentina. — Gómez, E., Tratado de Derecho penal, t. 4, Ed. Ediar, Bs. AirSs, 1941. — Garó, F. Jn
Tratado de las compras ventas comerciales y ma-
y sigs. — Aguiar Días, J. de, Tratado de la respon-
rítimas, t. 1, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1945. — González Trilla, C., La ciudad funcional, pág. 71, Bs.
Aires, 1948. — Gorla, G., El contrato, t. 1, Ed.
Busch, Barcelona. — Grifíi Ornar, E., y López Me-
sabilidad civil (Da responsabilidad civil), t. 1, Ed.
dús, C. A., Régimen de las locaciones urbanas,
José M. Caj^ca, México, 1957. — Aleonada Aramburú, E. S., Código de comercio anotado, Ed. Arayú, Bs. Aires, 1954. — Alvarez Alonso, S., Arrendamientos urbanos, Ed. AbeJedo-Penot, Bs. Aires,
1957, y "Acerca de los proyectos parlamentarios sobre locaciones urbanas ', en Jkevista del Colegio de
Abogados. La Plata, t. 2, pág. 11. — Arecha, W., La
empresa comercial, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1948.
— Arias, J., Contratos civues, t. 2, Ed. Ediar, Bs.
Aires, 1939. — Aubiy et Rau, Cours, 4» ed., t. 4,
Ed. V. P. de Zavalia, Bs. Aires, 1958. — Greca, A»
Régimen legal de la construcción, Ed. V. P. Zava-
París, 1871. — Autelo, M., El responsable civil en
contrata. — Krotoschin, E., y Ratti, J. A., Código
del trabajo anotado, t. 1, pág. 155, Ed. Depalma,
Bs. Aires, 1956. — Lalou, H., La responsabiiité civile, 2* ed.. París, 1932. — Legón, L., Tratado de
la responsabilidad exlracontractual", en Revista
del Colegio de Abogados, La Plata, t. 1, págs. 17
el procedimiento penal, Ed. Jurídica, Bs. Aires,
1934. — Bibüoni, J. A., Anteproyecto de reforma
del Código civil, Ed. Gmo. Kraít, Bs. Aires, 1939.
— Bielsa, R., Régimen jurídico de policía, Ed. La
Ley, Bs. Aires, 19o7. — Bonasi Benucci, E., La responsabilidad civil, Ed. J. M. Bosch, Barcelona,
195S. — Bucich Escobar, I., Buenos Aires cíuaad,
Ed. Tor, Bs. Aires, 1936. — Busso, E. B., Código
civil anotado, t. 4, Ed. Ediar, Bs. Aires, 1951. —
Cabaneüas, G., Diccionario de Derecho usual, t. 1,
Ed. Arayú, Bs. Aires, y "Empresa", en Enciclopedia
Jurídica Omeba, t. 10, pág. 53. — Cámara, H.,
El seguro obligatorio de automóviles, Ed. Depalma,
Bs. Aires, 1943. — Cammarota, A., Responsabilidad
extracontractual. Hectios y actos ilicitos, t. 2, Ed.
Depalma, Bs. Aires, 1947. — Carman, C., nota en
El Avisador Mercantil, del 3-12-959. — Castillo
R. S., Curso de Derecho comercial, 8» ed., t. 1, Bs.
Aires, 1956. — Colmo, A., De las obligaciones en
general, Ed. J. Menéndez, Bs. Aires, 1928. — Colombo, L. A., Culpa aquiliana, 2» ed., Ed. Tea, Bs.
Aires, 1947. — Coiin, A., y Capítant, H., Curso elemental de Derecho civil, t. 2, vol. 2, Madrid, 1942.
— Cossio y Corral, A. de, y Rubio y Arcos, C., Tratado de arrendamientos urbanos, Madrid, 1949. —
Cossio y Corral, A. de, "El arrendamiento de locales üe iie¿ocíO en Anuario ae Herecno civií. instituto Nacional de Estudios Jurídicos, Madrid,
1949. Campos Urquiza, L. M., Comentario de la
obra de Aioerlo K.ein "Urbanismo", en Revista,
Jurídica de ia Facultad de Derecho de Bs. Aires,
t. IJL, pág. 205, 19o7. — Cuccinota, L'autorimessa,
Roma, 1934. — Colom, E., y Marimón, F., Compendio jurídico del accidente de automóvil, ts. 1
y 2, Ed. Bosch, Barcelona, 1933. — Demogue, R.,
Revue Trimestrielle de Droit Civile, ts. 21, año
1922, pág. 908, y enero-marzo de 1938, pág. 139. —
Diaz, E., El Código penal pafa la República Argentina, 5» ed., Ed. La Facultad, Bs. Aires, 1947. —
Díaz de Guijarro, E., ¿bogados y jueces, Ed. Abeledo-Perrot, Bs. Aires, 1959. — Enneccerus-KippWolff, Tratado de Derecho civil alemán, t. 2, Ed.
Bosch. — Escriche, J., Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia. — Fariña, J. M., "Depósito necesario", en Enciclopedia Jurídica Omeba. t. 6, pág. 847, Ed. Bibliográfica Argentina, —
Fernández, R. L., Fundamentos de la quiebra,
"Tratado teórico.práctico de la quiebra", Bs. Ai-
res, 1937, y Código de procedimiento civil comentado, Bs Aires, 1955—Frías Caballero J. Ei proceso ejecutivo del delito 2' ed., Ed. Bibliográfica
Argentina, Bs. Aires, 1956. — Fubini, R., El contrato de arrendamiento de cosas,,t. 1, Madrid, 1930,
lia, Bs. Aires, 195Ü. — ¿i&i^r.ii, N., "Hespo^Laum-
dad por el daño causado por cosas inanimadas".
en La Ley, t. 6, pág. 16. — Jack, A., Les obligations et la responsaoiliíé du garagiste, París, 1932.
— Josseraud, L., Derecho civil, en especial t. 2,
vol. 2, Ed. Bosch; Les mobiles dans les ocies jurídiques de Droit privé, núms. 274 y sigs., y Apercu
general des tendeces actuelles de la théorie des
los derechos reales en el Código y en la reforma,
t. 1, Ed. Abeledo, Bs. Aires, 1940. — Leverato, E.,
Régimen de emergencia de las locaciones urbanas.
Ed. Alfa, Bs. Aiies, 1954. — López Olaciregui, J. M.,
"La fuerza mayor y el orden del soberano ante la
teoría de la responsabilidad civil", en Jurisprudencia Argentina, 1944-IV, págs. 311 y sigs. — Mallo, M. M., Código penal argentino comentado, t. 3,
Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1951. — Mazeaud Henri et León, Traite théorique et pratique
de la responsabiiité civile, délictuelle et contractueuK, o" eu., furis, 19ja. — ¡\íi0ou-e, L. V.. Las
ciudades de los Estados Unidos, "Su legislación urbana, sus códigos de edificación", Ed. El Ateneo,
Bs. Aires, 1940. — Messineo, F., Manual de Derecho civil y comercial, en espec. t. 5, Ed. Idea, Bs.
Aires, 1955. — Moreno., R. (h.), El Código penal y
sus antecedentes, t. 5, Ed. Tommasi, Bs. Aires, 1923.
— Montdor, E. D., "Ante el problema de la vivienda y los alquileres. Soluciones a través de la legislación francesa", en Jurisprudencia Argentina, 275-959. — Naymark y Cañadas, Diccionario jurídico
Forum, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires, 1947.
— Novillo Saravia, L. (h.), "La responsabilidad ci-
vil por el dependiente en la doctrina y jurisprudencia argentina", en La Ley, t. 97, 19-2-930. —
Oderigo, M. A., Código penal anotado, 2? ed., Ed.
Ideas, Bs. Aires, 1946. — Orgaz, A., La responsabilidad por el hecho de las cosas inanimadas, Córdoba, 1931, y El daño resarcible, "Actos ilícitos",
Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires. 1952. — Ortega Torres, J., Código civil colombiano, Ed. Bogotá, 1955. — Parry, A. E., E/ectos de la quiebra y el
concurso civil en las obligaciones y en los contratos. Ed. Tea., Bs. Aires, 1950. — Peco, J., Proyecto
del Código penal, Bs. Aires, 1941. — Pinto Bouquet, H. M., Código penal concordado, t. 2, Ed.
Mor, 1942. — Planiol y Ripert, Tratado práctico
de Derecho civil francés, t. 11, 2? parte, Ed. Cultural, La Habana, 1940. — Pont, P., Des petits contrats, París, 1877. — Prado, P. F., Locación urbana
y rural, Bs. Aires, J.949. — Rezzónico, L. M., Estudio de los contratos, Ed. V. Abeledo, Bs. Aires, 1952,
e Intervención del Estado en la locación urbana,
Ed. Abeledo, Bs. Aires, 1951. — Ríos Sarmiento, J.,
Manual de interdictos, Ed. J. M. Bosch, Barcelona, 1958. — Risolía, M. A., Soberanía y crisis del
contrato en nuestra legislación civil, Ed. AbeledoPerrot, Bs. Aires, 1958. — Rivarola, M. A., Tratado
de Derecho comercial argentino, Ed. Ediar. Bs. Ai-
res, 1938. — Boura Moreno, E. R. H., Derecho penal, "Parte especial". Ed. Perrot, Bs. Aires. 1855.
— Rubianes, C. J., "El concepto de «tenencia» en
el delito de usurpación", en Jurisprudencia Argentina, 1957-11, sec. doct., pág. 49. — Ruggiero R. de,
Instituciones de Derecho civil, trad., t. 2. vol. 1,
Ed. Reus. Madrid. — Rupracht, A. J., "Contrato de
trabajo", en Omebo, t. 4. pág. 397. — Salvat, R. M.,
Tratado de Derecho civil argentino, t. 2, "Contratos", Ed. La Ley, Bs, Aires. 1946, y Fuentes de las
obligaciones, 2' ed., t. 4, Ed. Tea, Bs. Aires, 1958,
actualizada por el doctor A. Acuña Anzorena. —
Salas, A-A., Código civil anotado, ts .1 y 2, Ed. Depalma, Bs. Aires; "Responsabilidad por los daños
causados por las cosas", en Revista del Colegio de
Abogados, Bs. Aires, t. 20, núm. 3, y "Hecho del
hombre y hecho de la cosa", en Jurisprudencia
Argentina, t. 65. — Saravia, J. M., "El contrato.
La crisis de sus postulados clásicos y el Proyecto
de Reforma", en Revista del Colegio de Abogados,
Bs. Aires, 1940, t. 18, pág. 165. — Satanowsky, I.,
Derecho intelectual, Ed. Tea, Bs. Aires, 1954. —
Satanowsky, M., Tratado de. Derecho comercial,
t. 2, Ed. Tea. Bs. Aires, 1957. — Segovla, L., El Có-
digo civil de la República Argentina, ts. 1 y 2,
Ed. La Facultad. Bs. Aires, 1933. — Savatier, R.,
Traite de la responsabilité en Droit /roncáis, números 182 y 183, París, 1939. — Scolnl, M., Trans-
'misión de establecimientos comerciales e industriales, 2» ed., Ed. Abeledo, Bs. Aires, 1955. — Serantes Peña, O, y Clavell Borras, J., Código proce-
S
sal civil y comercial, Ed. Depalma, Bs. Aires. 1957.
— Soler, S., Derecho penal argentino, t. 4, Ed. Tea,
Bs. Aires, 1953.- — Spota, A. G., "La tendencia Jurisprudencial hacia la presunción de culpa en ma-
teria de responsabilidad", en Jurisprudencia Argentina, t. 71; "El guardador de la cosa", en La
Ley, t. 24, pág. 254, y "La responsabilidad por las
cosas inanimadas", en Jurisprudencia Argentina,
t. 51, pág. 589. — Tropion?, M.. Le Droit civil ex-
pliqué, núm. 23, t. 15, "Dú dépot et du séquestre". París, 1853. — Ure, E. J.. El delito de apropiación indebida, Ed. Ideas, Bs. Aires, 1947. — Valverde, Tratado de Derecho civil español, Valladolid, 1937. — Villamil, P., "Custodia", en Enciclopedia Jurídica Omebo, t. 5, pág. 381, Ed. Bibliográfica Argentina, Bs. Aires. 1958. — Zavala Rodríguez, C. J., Código de comercio y leyes complementarias, Ed. Depalma, Bs. Aires, 1959.
GARAJISTA. Dícese de quien es titular
de un establecimiento destinado a garaje
y que lo explota como tal. (V. GARAJE [CONTRATO DE].) (E. P.)
i g u i e n t e
GARANTE.
GARANTÍA.
(V. FIADOR.)
(V. FIANZA.)
GARANTÍA DE EVICCION. (V. EvicciÓN.)
P á g i n a
Descargar