Los Pazos de Ulloa Literatura del Siglo XIX

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Los Pazos de Ulloa
Literatura del Siglo XIX
Realismo y Naturalismo en España
Los inicios del realismo hay que situarlos en 1848 con los movimientos revolucionarios de la clase obrera,
influida por la obra de Marx y Engels − El Manifiesto −. Esta época posterior al Romanticismo se caracteriza
por profundas transformaciones sociales: éxodo rural a las ciudades, gran crecimiento demográfico, una
burguesía cada vez más conservadora. Es la época de la Revolución Industrial en Inglaterra y algo después en
otros países europeos, una época en la que se da un progreso técnico con nuevos inventos y un desarrollo de la
industria y el comercio nunca visto hasta ese momento.
Predomina en esta época la filosofía positivista que postula que el saber se basa en la experiencia y en la
ciencia y que el método a aplicar para toda investigación debe ser el método experimental. Esta filosofía
favorece enormemente el desarrollo de las ciencias naturales y sociales, enormes avances científicos − el
evolucionismo de las especies, la electricidad, la máquina de vapor.
En la literatura esta transformación se refleja en el surgimiento del realismo y del naturalismo. El Realismo
tiene como nota característica principal su descripción de la vida tal como es y su reflejo de forma objetiva. El
Naturalismo es un movimiento de origen francés que lleva el realismo al extremo.
El Realismo y el Naturalismo en España
El Realismo se produce en España al mismo tiempo que el Naturalismo, y se opone a Idealismo y
Romanticismo. Se pierde el sentido de la subjetividad tan arraigado en el escritor romántico. El escritor
realista aspira a captar en su obra la vida tal y como es; quiere suprimir su yo de todo aquello que escribe.
El realismo se caracteriza por centrarse principalmente en personajes de la burguesía. Es un reflejo de la
burguesía, normalmente en forma de novela y busca retratar la realidad social con exactitud y objetividad a
través de descripciones verosímiles y para ello se basa en una meticulosa observación de la realidad.
Los autores realistas normalmente utilizan un punto de vista omnisciente y son frecuentes los comentarios del
autor con la finalidad de influir en la opinión del lector. Por otra parte llama la atención el empleo de un estilo
natural y de un lenguaje coloquial.
En cambio, el Naturalismo es el Realismo llevado al extremo. Tenía la pretensión de dar a la novela un valor
científico y de conocimiento; su método era la observación y la experimentación. La novela naturalista
describe minuciosamente la realidad en todos sus detalles, con indudable complacencia, de hecho, en los
aspectos más ingratos de ella; su presunto valor científico se asegura mediante una documentación laboriosa y
una utilización más o menos efectiva de la ciencia vigente en el momento. En España, el Naturalismo penetró
muy escasamente.
Biografía de la autora.
Emilia Pardo Bazán
Emilia Pardo Bazán fue una de las escritoras españolas más eminentes del siglo XIX. Escribió más de 500
obras utilizando una variedad de géneros literarios, aunque se conoce más como novelista. Una de sus
mayores contribuciones fue el hecho de propagar el movimiento literario del naturalismo en España, iniciando
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un gran debate sobre el tema. Pardo Bazán además, fue una de las primeras feministas de su época. Publicó
varios artículos en los cuales denuncia el sexismo predominante en España y sugiere cambios a favor de la
mujer, empezando con la posibilidad de una educación semejante al que recibía el hombre.
Hija de los condes de Pardo Bazán (título que heredaría en 1890), cursó estudios en un colegio francés de
Madrid. En 1868 contrajo matrimonio con José Quiroga, del que tendría tres hijos, y poco después se
afincaron en Madrid. Llevada por su interés hacia las obras clásicas españolas, se inició en la literatura con la
publicación de un Estudio crítico de Feijoo, al que siguió una colección de poemas ocasionales titulada Jaime
(1876).
Publicó su primera novela Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina en 1879. Seguía su
interés por los autores franceses y durante su estancia en el balneario de Vichy escribió su segunda novela Un
viaje de novios (1880), ambientada en el mismo. Antes de volver a España, Pardo Bazán pasó por París,
donde conoció a Víctor Hugo, el gran maestro de la novela decimonónica.
En estos artículos la autora adoptó una postura crítica ante el fondo filosófico del naturalismo por el
determinismo radical de éste. Para Pardo Bazán el libre albedrío y la libertad del individuo eran inalienables.
Sin embargo, la autora utilizó algunas de las técnicas literarias naturalistas como la objetividad narrativa y el
uso del discurso indirecto libre. También le interesaba la posibilidad simbólica de la novela naturalista.
La cuestión palpitante ocasionó muchas críticas y el marido de Pardo Bazán intentó que su mujer abandonara
la literatura, lo cual produjo una separación, y Doña Emilia se fue a Madrid para dedicarse de lleno a su
vocación literaria.
En España el naturalismo nunca consiguió los seguidores que logró en Francia. Doña Emilia continuó a
desarrollar sus teorías literarias con respeto a otro movimiento literario más destacado en España: el realismo.
El realismo comparte con el naturalismo la supuesta objetividad del narrador, pero no hace tanto hincapié en
el determinismo. Doña Emilia sostenía que el espíritu del individuo podía vencer cualquier obstáculo material.
En la cuestión de los relativos méritos del naturalismo y el realismo, Pardo Bazán terminó abogando por el
realismo, creyéndolo "una teoría más ancha, completa y perfecta que el naturalismo."
Continúa escribiendo ferozmente y en los años '86 y '87 produjo Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza.
Ya en fundó Nuevo Teatro Crítico, una revista que ella sola escribió y editó por tres años. A los cuarenta años
ya era una escritora famosa, tanto en España como fuera del país. En la década de los noventa se prestó más
atención a su obra crítica que a su producción novelística pero continuaba siendo una figura polémica.
Llegó a ser la primera mujer en presidir la Sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en ocupar
una cátedra de literatura en la Universidad Central de Madrid, aunque solo asistió un estudiante a clase.
Emilia Pardo Bazán se murió en Madrid en 1921 a los setenta años, de una gripe que se complicó con su
diabetes crónica. La casa de Pardo Bazán en La Coruña hoy es la sede de la Real Academia Gallega y la Casa
Museo de la escritora.
Resumen del argumento
Capítulos 1−5
El capellán cabalgaba raudo sobre un caballo que, lejos de obedecerle, trotaba a paso ligero, haciendo sufrir a
su pobre jinete, que lucía una colorada cara.
Como el hombre iba un poco desorientado, paro varias veces a preguntar el camino hacia los Pazos de Ulloa,
y si bien todos eran capaces de señalarle la dirección, ninguno lo era de calcularle el tiempo.
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Un tanto enfurruñado, se dirigió hacía donde le indicaron, con la suerte de encontrarse con el marqués y su
mano derecha, Primitivo, que volvían de una jornada de caza. Juntos, se dirigieron al castillo, donde les
esperaba en la cocina la sirvienta Sabel, hija de Primitivo, y un muchachito llamado Perucho, que parecía ser
su hijo. Después de la cena bebieron unas copas, y el capellán observó horrorizado como emborracharon a
Perucho hasta que cayó desmayado. Más tarde, Sabel acompañó al capellán a sus aposentos, de donde no salió
hasta la mañana siguiente. Cuando despertó Julián, fue al huerto con el marqués, donde este lo puso al día de
los archivos de la hacienda. Lo llevó a una sala llena de libros de cuentas, que Julián prometió ordenar, sin la
ayuda de nadie. Más cuanto más esfuerzo le ponía, más se derrumbaban todo y se desordenaban los papeles.
En sus ratos libres recorrió la casa y se dio cuenta de que todos los hilos no eran movidos por el marqués
como él creía, sino por Primitivo, que no le quitaba el ojo de encima. Al final, se fue retirando cada vez más a
sus aposentos, limpiándolos y ordenando los libros él solo, ya que no quería ver a Sabel, por acercársele esta
con sensuales insinuaciones. Para matar el aburrimiento, volvió a enfrascarse en las páginas místicas.
Capítulos 5−10
Julián había hecho muy buenas migas con Don Eugenio, el párroco de Naya, así que cuando este lo invitó a
pasar el día en Naya para las fiestas del patrón, aceptó encantado.
Cuando llegó, se encontró a todos los invitados en medio de un gran baile, y agotado, se fue a descansar. A la
mañana siguiente ayudó en la iglesia en los preparativos de la misa próxima, y todo este misticismo devolvió
a Julián tierna piedad y devoción, aunque no le duraron mucho. Después de misa vio a Sabel bailando con un
mozo al aire libre, y la vista le aguó la fiesta.
Era esa hora de comer, y entrando en el salón se encontró con una cocinera bigotuda, que les sirvió nada
menos que veintiséis platos, todos consistentes en jugosas carnes y estofados. En la sobremesa, Julián se sintió
desfallecer, pues por encima de las pícaras aunque ya normales disputas, se dejaron oír comentarios sobre él y
Sabel. Furioso, se retiró de la mesa, junto con al Arcipreste de Naya, que lo llevó a los jardines y lo reprendió
ligeramente por su falta de humor. Le explicó que no eran rumores ciertos, y que qué tonto que era si se
dejaba alterar por ellos. En esa conversación se enteró de que Perucho era hijo de Sabel y el marqués, y eso la
noticia lo llenó de preocupación.
Al llegar a los Pazos encontró al marqués pegando con la culata de la escopeta a Sabel, por no tenerle
preparada la cena, y al niño a un lado, que sin querer también había recibido. Fue Julián quien lo detuvo y lo
llevó al patio, dejando a la malherida Sabel cocinando. Allí lo reprendió por sus actos, y le pidió que lo
acompañara a casa del Señor de la Large, y encontrara esposa digna de él, a lo que el marqués accedió.
Al llegar a la casa del Señor de la Large, fueron recibidos por las hijas de este. Ellas lo condijeron hasta su
padre, que les obligó a presentarse como Dios manda y a abrazar a su primo. En la cena, Don Pedro iba
mirando a sus primas, una a una, valorándolas, y se sintió muy atraído por Rita, la mayor, quien era bella,
graciosa y confiada.
En una de sus escapadas al patio, Nucha mostró a su primo una foto de su hermano Gabriel, su niño, que
estaba de servicio, y finalmente entre todas decidieron enseñar al primo la ciudad. En sus paseos, el marqués
se dio cuenta del amor de Manolita hacia el señorito de la Formoseda, el de Carmen hacía un universitario
desprestigiado y sobretodo el de Rita hacia cualquiera que mostrara interés, lo que le desagradó mucho.
En la intimidad, le contó esto a Julián, quien le desaconsejó que se casara con Rita, y le insinuó que eligiera a
Marcelina, aunque no añadió más, así que el marqués decidió buscar información en un casino, donde un
hombre le dio a entender lo mismo que el capellán. Pensando que le querían dar gato por liebre con Rita, se
fue un tanto preocupado.
Capítulos 11−15
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Don Manuel se preguntaba cuándo se decidiría Pedro a pedirle la mano de Rita, pero este aún no lo hacía. En
el salón, las chicas lo llamaron para que las ayudara con un montón de cosas que habían encontrado en el
desván. Allí empezaron a jugar, pues las chicas lo querían vestir con trajes viejos, y al no querer el primo, este
las empezó a perseguir por toda la casa, entre gritos y risas. Pensando que Rita se había escondido en una
habitación, entró y a oscuras cogió un cuerpo de mujer, más era Nucha, que se asustó enormemente. Tras
disculparse se fue Don Pedro, un tanto avergonzado, aunque este incidente le dio en que pensar, y tras
informarse en el casino, averiguó que Nucha tendría la fortuna de su tía Marcelina en herencia, además de ser
una señorita muy respetable. Así fue que un día se presentó ante su tío, más le pidió la mano de Nucha, y no la
de Rita, lo que sorprendió al Señor de la Large. Tras muchas objeciones, les dio su bendición, más toda la casa
se revolucionó: Rita lloraba amargamente e insultaba a Nucha por haberle robado el novio, y dolida se fue a
vivir una temporada con su tía Marcelina.
La boda tuvo lugar en el mes de Agosto. No faltó la comida, ni los regalos ni los invitados. Gabriel, el
hermano preferido de Nucha, le regaló una sortija, que se fue a unir a la que le pusieron en la Iglesia. Se
casaron al anochecer, y después de la ceremonia se celebró una fiesta, un tanto íntima. Seria i solícita, la novia
no paró de atender a los invitados ni un segundo, hasta que su padre la llevó a la cama nupcial, dejándola con
un beso y sus felicitaciones, y allí la fue a encontrar Don Pedro.
Al otro día el marqués fue a hablar con Julián, pues quería que lo dispusiera todo en los Pazos para cuando el
y su esposa llegaran. Le advirtió del carácter de Primitivo, y Julián marchó, contento por el nuevo enlace. Más
al llegar se encontró con un Primitivo servil y sumiso, que estuvo de acuerdo con los cambios que se
propusieron y lo arregló todo para que cuando llegara la señora Marcelina lo encontrara todo se su agrado.
A Sabel la encontró como de costumbre, en la cocina, aunque sin ninguna compañía, y pensar en su partida le
llevó a dar gracias a Dios. Y es que se quería casar con el gaitero de Naya, y como es costumbre, tendría que
marchar con él a su nueva casa en breve. Pasaron los días tranquilos, y si bien es cierto que Sabel no
marchaba ya marcharía.
En ciudad, Pedro echaba de menos los Pazos. Le fastidiaba la vida que llevaba y a menudo se peleaba con su
suegro, que quería adocenarlo e instalarlo en Santiago. Así es que, cansado de pelas, marchó a los Pazos con
Nucha. Pararon a medio camino, al ver a Primitivo que había venido a recibirlos, con una yegua para el señor
y una burra terca para su esposa. Esta le dijo a su marido que no le importaba llevar una mala burra, pero que
en su estado no podía, y Pedro, al entender que estaba embarazada, le llevó una burra dócil y apacible. Al
llegar, a Pedro le molestó la presencia de Sabel, más se pasó los días cuidando a Nucha con dulce amor, dando
paseos y viendo como la imagen de tan dulce niña se llenaba de vida. El único incidente importante fue
cuando Nucha descubrió a Perucho, pero lo tomó por ahijado de su marido, así que aunque el peligro estaba
ahí, aún no era importante.
Capítulos 16−20
Por entonces se dedicó el matrimonio Moscoso a pagar visitas a la aristocracia circunvecina, en los que Nucha
se divirtió muchísimo y conoció a los personajes más importantes de los alrededores. El parto se veía cercano,
pues Nucha cosía prendas diminutas para el bebé. Un día apareció Don Pedro contentísimo, y le anunció a
Julián que se iba a por el médico, pues su mujer ya estaba preparada. El párroco, al sentirse un tanto inútil, se
dejó llevar a un rezo constante, sin dormir ni casi comer, solo esperando que el dolor de la chiquilla cesase al
fin. Pero el bebé no llegaba, y dio tiempo de que llegara el médico, e incluso una mujer para criar el infante
antes de que naciera, y cuando al fin lo hizo, la madre se dejó caer, extenuada y con cara enfermiza. Se le cayó
al marqués el alma a los pies al ver que no era un heredero lo que su mujer le traía, sino una hija.
Tras el parto, Nucha quedó muy débil. Cuando Julián se atrevió a visitarla, ella, muy pálida, le enseño a la
niña, orgullosa. Pero en la señora se observaba también mucha tristeza, que solo menguaba cuando cuidaba a
su retoño. Nucha era muy reacia a dejarla con el ama, y se apegaba enormemente a ella, vistiéndola con amor
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y esmero. Mientras tanto el capellán le cogió afecto a la criatura, pero descubrió que Sabel volvía a ser la
sultana de los Pazos, pues la descubrió una mañana saliendo de la habitación de Don Pedro. Indignada, pensó
en marcharse, pero su amor a las señoritas se lo impidió. Una noche la despertaron los gritos de Nucha, y
corrió hacia los alaridos, llegando a verla en un rincón y a Don Pedro con un arma en la mano. Pensó lo peor,
pero resultó que tan solo estaban matando una araña que asustó a la chiquilla. A la mañana siguiente
Marcelina se disculpó por el susto, pero le contó a Julián que sin saber porqué, todo le daba mucho miedo.
Como para apalear el temor, los dos se dirigieron al desván, buscando un arcón para poner la ropa blanca, y
ella se portó valientemente, hasta llegar a su habitación, donde se acaloró por el miedo pasado, y por los
truenos que caían.
Capítulos 21−25
Poco después se celebró en los Pazos una gran cacería, y los hombres se reunieron la noche anterior, para
beber, comer y contar historias inverosímiles antes de partir. Al final, obligaron a Julián a acudir, todo y que
este no quería dejar solas a las señoritas de Moscoso. Mucho se rieron de él en los días de caza, pues ni con el
mejor equipo logró su reposada persona matar ningún rapaz. A su regreso, se dio cuenta de que Perucho le
había cogido muchísimo cariño a la criatura, y que Nucha consentía que estuvieran juntos, pues así la niña no
lloraba. Al ver a Perucho, la nené se deshacía en risas, y le manoseaba la cara, tirándole del pelo encantada.
En una de estas los sorprendió Julián bañándose juntos, y Nucha comentó que parecían hermanos. A Julián se
le transformó la cara, y ella lo comprendió todo, pues hecho al niño a empellones y llamó al ama para que se
encargara de la chiquilla, para poder hablar seriamente con Julián. Él intentó desmentirlo todo, pero no surtió
efecto. Encolerizada, le suplicó que hablara con su marido para que los echara, pues no los quería allí. Afuera,
Perucho lloraba amargamente, y en silencio, pues no comprendía que había hecho mal, cuál había sido su
error para que le quitaran a la niña y, de repente, lo trataran tan mal.
Mientras tanto, se estaba librando una batalla política. Habían llegado las elecciones, y se disputaban el
mando dos bandos bien diferenciados. Uno era el de Barbacana, que tenía un gran apoyo por parte de muchos
hombres y eclesiásticos, pues defendía una monarquía absoluta. El otro era el de Trampeta, que aunque tenía
las de perder, contaba con grandes ayudas económicas, y defendía una monarquía democrática, libre y abierta.
En los Pazos hubo gran revuelo; el marqués apoyaba el conservadurismo de Barbacana, y Primitivo tenía
sospechosas reuniones en rincones escondidos del castillo.
Trampeta se encolerizó al ver metida a la persona del marqués de Ulloa en todo esto.
Mientras tanto, en el castillo se arregló la Iglesia, y Julián y Nucha pasaron largas horas entre santos. En una
de estas encontró el capellán a Nucha algo rara, y le horrorizo descubrir marcas de golpes en sus muñecas. Se
acercó y le tomó las manos, recordando la paliza a Sabel, cuando entraron los más distinguidos curas, con el
señor, haciendo una visita, y los sorprendieron, malinterpretando la escena.
Con todo lo de las elecciones, se rumorearon cosas muy feas sobre los Pazos. Trampeta descubrió que
Primitivo le robaba dinero a su amo, y luego se lo prestaba, con intereses, y así financiaba la política, y el
Arcipreste de Naya se indignaba ante los comentarios de Sabel, Perucho y Don Pedro, y los ahora añadidos
sobre Julián y Marcelina.
Capítulos 26−30
Julián notaba las malas miradas de los eclesiásticos, pero le dolía más ver a la señora afligida. Más de una vez
había querido escribir a su padre, para que se la llevara de allí, y confiaba en que el marqués se marchara, para
ganar votos, y se la llevara consigo, haber si se arreglaban un poco, pero le dolía el pensar en separarse de la
niña.
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Más nada de eso sucedió. Las elecciones fueron amañadas, y ganó Trampeta, que salió ruidosamente a
celebrarlo, delante de la casa de Barbacana, rodeado de borrachos. Esto molestó a su ex adversario, y sus
hombres los sacaron a garrotazos de la calle, pero la batalla ya había sido perdida.
La que más sufrió con las elecciones fue Nucha, que cayó muy enferma. Llamaron al médico, que dijo que
podría ser grave, y Julián se volvió a sentir inútil, pues solo podía ofrecerle la confesión, que ella no le daba, y
que por otra parte tampoco él quería, pues de bien seguro se turbaría enormemente. En una de las misas
Nucha se armó de valor y echando a Perucho de la capilla le rogó que la ayudara a huir con la niña a casa de
su padre, y que se fuera con ella; que le pedía todo aquello porqué su angelito corría riesgo, pues molestaba al
bastardo en la sucesión del poder. Él aceptó, y se pusieron a tramar un plan que los ayudara a escapar.
Mientras tanto, el rapaz, que tenía órdenes de avisar a su abuelo le dijo que se habían quedado solos en la
capilla, y este partió al bosque en busca de su amo. Como que al niño le habían prometido dos cuartos por la
información, fue a reclamarlos, y su abuelo le prometió otros dos si le contaba lo que le había dicho al
marqués. Fue corriendo y se lo contó, y cuando este partió se dirigió poco a poco a casa, pero en el camino
vio, escondido, algo horrible: la muerte de Primitivo en manos de un hombre, a disparo de trabuco. Asustado,
corrió hasta el castillo, y al llegar encontró a Don Pedro, muy enfadado, en la capilla, gritando a Nucha y a
Julián. El chiquillo comprendió que ahora llegaba el momento en el que su amo perdía los estribos y pegaba a
la mujer, y asustado por la niña se la llevó a un pajar, y allí, bien escondidos, se quedaron ambos dormidos.
Mientras tanto, Julián abandonó los Pazos velozmente.
El eclesiástico fue desterrado durante diez años a un pueblecito humilde, de gente sencilla, donde le
anunciaron la muerte de su señora Nucha. Más tarde, lo devolvieron a los Pazos, creyendo que ya había
terminado su castigo. A su regreso encontró un pequeño mausoleo donde descansaban los restos de Nucha, y
lloró amargamente. Para su sorpresa, vio a un Perucho adolescente, bien vestido, y acompañado de una niña
de unos diez años, que se parecía enormemente a su madre Marcelina, aunque iba tristemente vestida con
harapos.
Temas y motivos
Decadencia de la nobleza rural gallega
En el libro se deja ver la decadencia de la nobleza rural gallega en la vida en los Pazos en sí. En ellos, se
observa como la nobleza rural cada vez es más pobre, tiene menos poder y es menos considerada que la
creciente nobleza ciudadana. Probablemente, la familia Ulloa sea una de las pocas que aún conserva algo de
voz, voto y dinero, aunque se vea gravemente amenazado por los hurtos de Primitivo. A través de este
personaje se desarrolla también esta decadencia, pues Don Pedro ya no es amo ni de su propia casa, ya que el
que la lleva, el que mueve los hilos, mantiene contactos por los territorios vecinos y se encarga de la
administración es el sirviente y no el señor, y es precisamente el que rango más bajo quien más poder tiene,
como si el marqués fuese un noble de andar por casa, como si sus momentos de gloria ya se hubiesen acabado
y no quedara sino despellejarlo entero para sacar las pocas migajas que de él quedaran.
Mas el ejemplo más significativo de nobleza rural decaída es el que se da en la visita a los Pazos de Limioso,
que hizo el matrimonio Moscoso a las cercanías del parto de Nucha. Allí, se encuentran con una imagen
desoladora, pues si bien Ramón Limioso era un gran señor, que se servía de buenas maneras y gentiles
comentarios, su casa había perdido todo aquello que pudiera calificarse de señorial: el piso estaba roto, con
maderas salidas y podridas, el patio era una maraña de plantas silvestres y todos los muebles estaban tan
viejos y usados, que al sentarse, uno podía fácilmente romper una silla. Aquí es donde se observa el fin de la
nobleza rural gallega, pues, aunque quedaran algunos señores, ya no quedaba ningún Pazo digno de ser
llamado como tal.
La política en las zonas rurales
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En la obra hay un momento de tensión política, pues se acercan las elecciones y el pueblo debe decidir entre el
conservadurismo o el liberalismo. En estos casos, no importa tanto la decisión individual de cada pueblerino
como la presión ejercida por los altos cargos de nivel de las zonas rurales. Para dar un buen ejemplo, nos
centraremos en el caso del marqués de Ulloa. El marqués, al ser dueño de unas tierras, da por sentado que
todos los votos que en ella se den serán los que él decida, y que todos sus inquilinos no tendrán ningún
inconveniente en coincidir con él, pues él es el amo y gracias a él viven. Esto resultaría un tanto paradójico, ya
que las votaciones se hacen anónimamente y por lo tanto el patrón no podría decidir, si no fuera por los
engaños que allí se dieron. Muchas veces los votos fueron cambiados, y las urnas manipuladas por Trampeta,
el líder del bando más liberal, para conseguir la victoria. Aquí queda un punto un tanto incierto, ya que no se
sabe si esos trueques suceden en todos lados o solo en estas comunidades rurales.
Otra característica de la política en estas comunidades rurales es el peso del clero en decisiones en las que no
deberían tomar parte; pues supuestamente la Iglesia y la Religión no mueven fichas en política, pues es un
tema que ni les concierne ni les interesa, al menos de palabra, pues es visto que de acto sí que toman voz, y
muy potente; pues muchas veces lo que dicta el párroco va, como dice la expresión, a misa, y muchos votos se
podrían cambiar si en reuniones donde acudiera la comunidad eclesiástica se dejaran caer comentarios al
respecto.
Así, la política en estas zonas rurales es un tanto turbia, sin dejar escoger libremente a los votantes, y con
mentiras y engaños en todos lados, de tal manera que no te puedes ni fiar de tu vecino, pues cada cual mira
por su propia cuenta, sin cuidar de aquél a quien sirve, o el amo de sus lacayos.
Actitud del clero
La actitud del clero a lo largo de toda la historia es muy curiosa, aunque quizás lo resulte por ser distinta a la
que ahora se vive. Los arciprestes, curas y párrocos se describen más en los alrededores de los Pazos que en
las cortas salidas del marqués de Ulloa a ámbitos más urbanos. En sus actitudes, se dejan ver ciertos
comportamientos que, en principio, son totalmente contrarios a la fe religiosa en sí, y que por lo tanto apoyan
la idea de que no son más que hombres que miran por su supervivencia, y llevan al rebaño a los prados que
más les conviene, para hacer del campo su casa, y ser respetados en ella como en cada hogar el cabeza de
familia.
Los eclesiásticos, no solo salen a cazar y matar criaturas más por placer que por necesidad, sino que también
beben, fuman y comen en exceso, llevando una vida de lo más desahogada, viviendo en los Pazos de los
señores, cuidando de sus Iglesias y dando misas por las mañanas y celebrando las patronales de la casa.
También mantienen conversaciones políticas y sociales que dejan de ser meramente cuchicheos, formando
parte de un bando unido, con ideas claras que desean que el pueblo les siga, alegando que es lo mejor para
ellos. Entre estos cuchicheos se nombran contables rumores de relaciones amorosas o meramente de impulsos
sexuales con las diferentes personalidades de los alrededores, haciendo burla y bromas copiosamente, sin
importar el cuidado de las formas o la discreción propias de su condición.
Probablemente el único buen eclesiástico que quede sea el párroco Julián, que todo y que se siente atraído por
Nucha, reprime siempre sus impulsos, queriéndola más para monja que para esposa, y siempre se comporta de
una manera correcta y sencilla, muy discreta incluso para los momentos en los que se debe hacer oír. Él deja
al margen las cuestiones políticas y se preocupa de su Iglesia, de su rezo continuo y del perdón hacia aquellos
que ama, lo cual lo honra delante todos aquellos que se sitúan incluso por encima de él, pero que por el
contrario, no llevan la vida que juraron en el seminario como el simple párroco de Ulloa, que sin parecer nada
da incluso un toque cómico a su esfuerzo, nunca recompensado.
La magia
La magia se deja ver muy poco en esta obra. No se le da gran importancia, sobre todo puesto que es una
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novela que se ciñe a la realidad, dejando las fantasías aparte, y crea un mundo totalmente verosímil. Si que es
cierto que en un par de veces se da cuenta de ella, aunque estos sean momentos muy específicos de la acción,
y por lo tanto, no tengan mayor relevancia.
Una de las manifestaciones de la magia se podría interpretar como las extrañas apariciones, a modo de
ilusiones ópticas, que padece Nucha al acostarse, como resultado por el feble estado en el que se encuentra,
después del parto de la niña.
En esas ilusiones, Nucha se imagina que cada ropa que cuelga, cada silla que produce sombra a la luz de la
luna es un aparecido, un muerto o un asesino que viene a hacerle daño, y por ello pasa los días enormemente
atemorizada, y un tanto avergonzada por su modo de actuar, pues ella sabe que aquello que ve no son más que
sombras.
Donde realmente se deja ver esta magia es en la reunión clandestina de Sabel con las viejas y otras mujeres
del pueblo, que Julián descubre sin querer, una noche que bajaba a la cocina. Allí se encontró con todo el
séquito, que alrededor de la vieja, miraban como esta le leía el futuro a Sabel a través de la quiromancia y el
arte de tirar las cartas. En cuento las herejías fueron descubiertas, las chicas se excusaron diciendo que solo
eran juegos, y que no tenía mayor importancia, pero Julián quedó preocupado.
En todos ellos, pues, se observa una relación con este mundo místico, que podría ser nombrado como magia,
aunque en ningún caso esta se haya manifestado abiertamente.
Personajes
Personajes principales
Don Pedro
Es el dueño de los Pazos, principal personaje de la obra. Se hace llamar marqués, aunque nadie le haya
otorgado tal título. Tiene un hijo ilegítimo con Sabel, la cocinera del castillo, al que no da educación ninguna.
Más tarde se convirtió en el marido de la señorita Marcelina. Es un hombre rudo y de malas maneras, que
acostumbra a maltratar a las mujeres que tiene alrededor cuando le hacen enfadar, y dispone de los inquilinos
de sus tierras como él quiere, sin dar voz ni voto a nadie más.
Nucha
Es el nombre por el cual se conoce a Marcelina, hija del Señor de la Lage. Marcelina es dada en matrimonio a
Don Pedro, con quien tiene una hija. Tras el parto queda gravemente enferma, y muy apegada a la chiquilla.
Es una mujer de fe, muy tranquila y sumisa, que aguanta lo que se le venga encima con tal de ser una buena
mujer, madre y esposa; y nunca se queja de nada de lo que le sucede, de sus penas y temores, exceptuando
momentos de decaimiento en los que se apoya el padre Julián.
Julián
Julián es el antiguo párroco de la casa de la Lage, enviado a los Pazos para poner orden y volver al
cristianismo a los señores que lo habitan. Aguantando todas las malas conductas que allí se dan, aguanta
pensando en Nucha, a quien ama con un amor inocente y puro, queriéndola no para él sino para el bien de la
dama. Es un hombre bueno y sereno, muy devoto, que intenta por todos los medios el buen final de la familia,
y de la comunidad en general.
Primitivo
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Es el hombre de llaves del marqués de Ulloa. Mueve todos los hilos de los Pazos, llevando no solo las cuentas
administrativas sino todo aquello que sucede, entra o sale. A escondidas de su amo, le roba dinero para sus
propios beneficios, haciendo de ellos la que el piense que es la mejor inversión. Es el padre de Sabel y abuelo
de Perucho. Tiene mal carácter, y es muy astuto, a pesar de ser casi analfabeto. Planea quedarse con las
posesiones de Don Pedro, situando a su nieto en cabeza de la herencia familiar. No demuestra amor hacia
ninguno de ellos, y se muestra como una persona fría y calculadora.
Sabel
Sabel es la cocinera de los Pazos, madre de Perucho e hija de Primitivo. Se rumorea que tiene un próximo
enlace con un gaitero de Naya, pero es la amante del marqués, como bien todos saben. Muchas veces ha sido
apalizada por su amo, en uno de sus arranques de celos, y es una mujer muy calculadora, que se quiere hacer
con el corazón de Don Pedro para poder así tomar parte de las ganancias y herencia de los Pazos.
Perucho
Perucho es el nieto de Primitivo, hijo de Sabel. Es un precioso niño, que siempre anda muy sucio, con la cara
tiznada y el pelo revuelto. Tiene algo de ladrón, pues siempre roba huevos para venderlos, o comida para si
mismo; aprovechando siempre las oportunidades que se le brindan, y realizando todo tipo de encargos por dos
cuartos, aunque algunos encargos no sean muy nobles. Pese a todo, es un niño muy dulce, que demuestra su
amor en la relación que tiene con la hija de Nucha. Tan solo es un niño incomprendido, que no ha recibido la
educación adecuada, y por lo tanto tan solo hace lo que ve.
Personajes secundarios
La ama
La ama es la mujer encargada de cuidar a la hija de Nucha. Es una mujer grande y rechoncha, una auténtica
vaca humana. No tiene mucho tacto y se limita a cumplir lo que le piden. Muchas veces hecha a Perucho de
las habitaciones, o le da pequeños palos, para que la deje sola con el bebé.
Señor de la Lage
Es el tío de Don Pedro, padre de Nucha. Es un hombre muy hecho a la ciudad, que se preocupa por su familia
y mira que no les falte de nada. También es un tanto tozudo, comportamiento que se deja ver en sus
discusiones con su sobrino en la casa, y aborrece la rudeza de los hombres del campo.
Hermanos de Nucha
Nucha tiene tres hermanas y un hermano. Las tres chicas son: Rita, la mayor, una chica de fácil sonrisa a la
que le gusta que la miren; Carmen, un tanto callada y enamorada de un universitario; y finalmente Manolita,
enamorada del señorito de la Formoseda.
También tiene un hermano, su favorito y el menor de todos, llamado Gabriel, que esta cumpliendo el servicio.
El clero de los Pazos
Los eclesiásticos de los alrededores, como el arcipreste de Naya, son muy manipuladores, y han dejado, a
veces, de ejercer sus obligaciones, substituyéndolas por jornadas de caza, bailes y comidas fastuosas, donde
además, hablan de política y rumores poco honrosos de las mejores casas. Todo y eso, son indulgentes con el
único buen párroco, Julián.
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Espacio
Contraposición campo−ciudad
La obra transcurre en dos focos locales bien localizados: el campo y la ciudad.
En el campo sucede casi toda la acción, y es un sitio un tanto desordenado, pero más pacífico y solitario,
donde cada uno se limita a hacer aquello que le place, sin pensar en el que dirán, pues no hay nadie para poder
decir nada. Para Don Pedro, lo bueno que tiene el campo es que allí no debe guardar las formas para nadie, no
debe comer con cubiertos ni salir a pavonearse en paseos por la tarde para que quede bien claro de que estatus
social es. También en el campo vive gente muy distinta. Allí, todo son campesinos, que hacen su trabajo sin
pedir explicaciones; gente sencilla que lo invita a comer para las fiestas patronales, que le prestan la hija para
criar a la suya propia y que, en las sobremesas, cuentan chistes subidos de tono. Quizás, la diferencia social
más notable se de en las mujeres, pues las de campo son más fuertes, soportan mejor sus obligaciones, y dan a
luz en un santiamén, sin hacer esperar largas horas a los doctores ni quedar luego convalecientes.
En cambio, en la ciudad, todo es distinto. Allí la gente debe ir bien vestida por la calle, y el hombre de mayor
categoría no cruza palabras con los más humildes, ni los convida a sesiones de caza. Allí la vida es aburrida y
monótona; cada uno es señor únicamente de su casa y de su familia, de nada más. Toda la ciudad tiene un
entramado de rumores subterráneos muy complejo, que se da a conocer en lugares tales como los casinos,
donde lo peor de cada familia sale a la luz; cosas quizás insospechadas, que nunca llegarían a saberse si el
interesado no buscase buenas fuentes de información.
Pero como en todos lados, en la ciudad también hay gente buena, aunque a veces los modales y las
impresiones separen a las personas. Allí, en la ciudad, es donde Don Pedro pasa una temporada con Julián, en
casa del señor de la Lage, y donde conoce a su esposa Nucha, hija de este. Según su opinión, las mujeres de
ciudad son muy delicadas y finas, y enseguida resultan inútiles para realizar grandes esfuerzos, tales como
tener muchos hijos para seguir la saga familiar. Por desgracia es también en este espacio donde pasa los
peores momentos, pues no esta acostumbrado a los modales, a guardar silencio, a acallar comentarios y a ser
caballeresco, escondiendo su rudeza delante de todo aquel que pudiera mirarlo de reojo.
Posiblemente esta sea la mayor contraposición entre estos dos espacios, pues en cada uno sus logareños han
recibido educaciones distintas, una más estricta que la otra pero diferentes en sí. Y no es posible que alguien
que siempre ha sido criado libre, con bosque para correr, sin ser reprendido por sus comentarios u ofensas, y
que cree que lo más importante en este mundo sea estar cómodo con él mismo y con la gente que lo rodea se
sienta a gusto en un lugar donde los niños han sido criados de una manera totalmente distinta; donde los
infantes son criados en ambientes de buen gusto y buenos modales, donde deben guardar las formas y reprimir
sus deseos ante el que dirán, llegando a comprender que no es una manera de acallarlos, sino de hacerlos
agradables a la vista y el trato. Ninguno de los dos es mejor que el otro; sencillamente, son tan diferentes que
sus mezclas muchas veces acaban en enfrentamientos, pues tienen puntos de vista muy distintos, y cada uno
se siente cómodo en su mundo.
Interpretación
Con este libro, Emilia Pardo Bazán intenta introducirnos en la sociedad de la época, dándonos a conocer la
situación de la nobleza gallega, de su decadencia. Ademas, a traves de sus personajes, de la fuerza descriptiva
y el intenso transcurrir de las escenas, trasmite mensajes universales que conservan completamente su vigor
en la actualidad, tales como la situación de la mujer dentro de la unidad familiar, y de la sociedad en general,
los sentimientos reprimidos por cuestiones externas, pues la obra se resume en el que dirán, o la manipulación
de la Iglesia en asuntos que ni son de su incumbencia ni relevancia para hacer lo que deben: de pastores de los
feligreses. Es este afán por salvar las apariencias, esta sensación tan despreciable, esta envidia, ganas de
aprovecharse de los demás, falta de compasión y egoísmo, el centro de la crítica de Emilia. Así, contando una
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historia muy verosímil, y con apariencia de cuento de introducción, nudo y desenlace, y nada más, no solo nos
empapa de todos los problemas que entonces sucedían, sino que nos invita a pensar que muchos de ellos aún
ocurren hoy en día, y que si bien la obra acabó mal fue precisamente porqué no funcionaba tal y como debía
hacerlo. Eso es muy típico de la autora, pues defendió siempre sus ideales, intentando luchar contra las
injusticias de su época, para mejorar su situación. Así, si Nucha hubiera alzado antes su voz, probablemente se
hubiera llevado más palos de los que ya recibía, pero hubiera roto la crítica de la narración, sino también su
ironía, dejándonos bien claro que toda ella gira entorno del mismo tema: el intentar que la gente abra los ojos
y vea que hay un mundo para mejorar, unos Pazos de Ulloa en cada casa, y no siempre lo que dicta la
sociedad es lo que se debe hacer, pues por este patrón podríamos considerar que Nucha hubera tenido que
soportar los males de su marido, como debía entonces una buena esposa.
Conclusión
Personalmente, Los pazos de Ulloa no ha sido el mejor libro que he leído. Quizás sea debido a que su
comienzo es algo lento, y sin un gancho para atraer el interés del lector. La historia en sí no es mala, pues trata
temas que se dan hoy en día, y tampoco es difícil de leer: utiliza un lenguaje entendedor y un vocabulario
sencillo, así que su comprensión no ha sido la parte más difícil del trabajo. Posiblemente el mayor atractivo
que le he encontrado al libro ha sido la interpretación de este, pues si se le cambia el entorno, sigue siendo tan
verosímil como novela del siglo XIX como una del siglo XX o XXI. En este punto es donde me pregunto
cómo puede ser que a veces el mundo avance tanto en unos aspectos y tan poco en otros, y creo que
precisamente eso es lo que quería la autora, que nos diéramos cuenta de que hay cosas que se deben cambiar,
pues el mundo no funciona a base de prepotencias y amenazas, y ganar así el respeto de los otros no es ningún
trofeo noble.
Así pues, la obra no ha sido muy mala, y si bien es un tanto aburrida en algunos puntos, da mucho juego para
pensar, y una vez dentro de la historia, ese aburrimiento deja paso a las intrigas de la vida en los Pazos, de sus
engaños amorosos, sus temores, dando una buena obra, que se debe leer a dos lados: el de la narración y el
propio, pues si bien es cierto que nadie llega a la misma interpretación de una obra, esta siempre da de que
pensar, y muchas veces el leer no es tan importante como el saber llegar a una conclusión, el saber que un
libro no está ahí únicamente para el disfrute de la obra, sino que espera alguna reacción por parte del lector, ya
sea provocarle una serie de sensaciones o, como en este caso, planteándole los problemas de su día a día. Sin
llegar a obtener nada más que lo meramente leído, un libro llega cojo, y por tanto, no está leído de verdad.
Probablemente por ello los Pazos de Ulloa haya acabado haciendo mella en mi como un buen libro, pese a sus
inicios, pues tiene un mensaje, que debe ser oído e interpretado, para poder entender mejor todo lo que dentro
de la casa del marqués sucedía.
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