ponencia Síntomas sensoriales en la enfermedad de Parkinson Diego Santos-García, Ángel Aneiros-Díaz, Mercedes Macías-Arribi, Miguel A. Llaneza-González, Javier Abella-Corral, Helena Santos-Canelles Introducción. Los trastornos no motores de la enfermedad de Parkinson (EP) comprenden todos aquellos trastornos que no son síntomas motores: trastornos neuropsiquiátricos y de la conducta (demencia, depresión, ansiedad, psicosis), autonómicos (hipotensión postural, trastornos gastrointestinales, genitourinarios, diaforesis), trastornos del sueño (insomnio, somnolencia, trastorno de conducta en fase REM, apnea), sensitivomotores (fatiga, diplopía, síndrome de piernas inquietas) y sensoriales. Desarrollo. Se revisa lo más relevante acerca de los síntomas no motores sensoriales en la EP: alteraciones visuales, disfunción olfatoria, alteraciones del gusto, hipoacusia y otros trastornos auditivos, y dolor y síntomas sensitivos asociados. Conclusiones. El dolor es un síntoma muy prevalente e infradiagnosticado en la EP, siendo muy importante su identificación y tipificación para un correcto tratamiento. La hiposmia es un síntoma muy frecuente que podría utilizarse como marcador precoz de la EP. Diversas alteraciones visuales y auditivas deben tenerse en cuenta igualmente en los pacientes con EP. Palabras clave. Dolor. Enfermedad de Parkinson. Hipoacusia. Hiposmia. Síntomas no motores. Síntomas sensoriales. Sección de Neurología. Hospital Arquitecto Marcide. Ferrol, A Coruña, España. Correspondencia: Dr. Diego Santos García. Sección de Neurología. Hospital Arquitecto Marcide. Catabois, s/n. E-15405 Ferrol (A Coruña). Fax: +34 981 334 015. E-mail: [email protected] Aceptado: 21.12.09. Introducción Los trastornos no motores de la enfermedad de Parkinson (EP) comprenden todos aquellos trastornos que no son síntomas motores (rigidez, temblor, bradicinesia y alteración de los reflejos posturales). Su aparición se explica por el hecho de que la neuropatología que subyace a la EP afecta a numerosas zonas cerebrales además del sistema nigroestriado dopaminérgico, como el locus coeruleus, el núcleo dorsal del vago, los núcleos del rafe, el hipotálamo, el tubérculo olfatorio, la corteza cerebral o el sistema autónomo periférico. Aunque son síntomas de gran importancia, ya que son frecuentes, pueden preceder o aparecer al inicio de la enfermedad y en muchas ocasiones pueden condicionar la calidad de vida del paciente, lo cierto es que no siempre se les presta la atención debida. Dentro de los síntomas no motores de la EP podemos considerar diversos grupos de síntomas: trastornos neuropsiquiátricos y de la conducta (demencia, depresión, ansiedad, psicosis...), autonómicos (hipotensión postural, trastornos gastrointestinales, genitourinarios, diaforesis...), trastornos del sueño (insomnio, somnolencia, trastorno de conducta en fase REM, apneas...), sensoriales (alteraciones visuales, olfatorias, dolor...) y sensitivomotores (fatiga, diplopía, síndrome de piernas inquietas...) [1]. Podemos definir los trastornos sensoriales como todas aquellas deficiencias relacionadas con una al- www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 teración de alguno o varios de los órganos de los sentidos. En el caso de la EP, consideramos como trastornos sensoriales fundamentales los siguientes: alteraciones visuales, disfunción olfatoria, alteraciones del gusto, hipoacusia y otros trastornos auditivos, y dolor y síntomas sensitivos asociados. El presente trabajo pretende revisar lo más relevante acerca de los síntomas no motores sensoriales en la EP. Cómo citar este artículo: Santos-García D, Aneiros-Díaz A, Macías-Arribi M, Llaneza-González MA, Abella-Corral J, SantosCanelles H. Síntomas sensoriales en la enfermedad de Parkinson. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-74. © 2010 Revista de Neurología Dolor y síntomas sensitivos asociados Epidemiología El dolor es un síntoma muy frecuente en los pacientes con EP. Ya el propio James Parkinson, en la primera descripción de la enfermedad (An essay on the shaking palsy, 1817), hacía referencia al dolor de tipo ‘reumático’ homolateral a la extremidad afecta [2]. Posteriormente, Charcot describió diferentes tipos de dolor experimentados por los pacientes con EP [3]. En cuanto a la prevalencia del dolor y otros síntomas sensitivos asociados en la EP, los datos varían según diferentes trabajos en relación con la metodología utilizada y la definición del tipo de dolor y síntomas sensitivos considerados. Snider et al [4] evidenciaron síntomas sensitivos –descritos como entumecimiento, hormigueo, escozor, dolorimiento, frialdad y calor– en 77 de 101 pacientes (76,2%) S65 D. Santos-García, et al con EP, presentando dolor 29 de ellos (28,7%). Witjas et al [5] encontraron en una población de 50 pacientes con EP una prevalencia variable de síntomas sensitivos: sensación de tirantez (42%), sensación de hormigueo (38%), dolor difuso (36%), dolor neurálgico (18%) y sensación de escozor (8%). Además, en muchos de estos casos los síntomas se asociaban a períodos off (76, 95, 89, 78 y 75%, respectivamente). Goetz et al [6] encuestaron a 95 pacientes con EP, presentando el 46% dolor atribuible o en relación con su EP. Estudios más recientes han establecido una prevalencia del dolor en la EP del 68 [7], 83 [8] y 85% [9]. En cualquier caso, los datos son probablemente insuficientes, hasta el punto de que una reciente revisión sobre síntomas no motores en la EP enfatiza la necesidad de realizar estudios de prevalencia poblacionales adecuados sobre el dolor y otros síntomas no motores en la EP [10]. No obstante, lo que sí parece claro es que el dolor en los pacientes con EP resulta más frecuente que en la población general de la misma edad [8], así como que la prevalencia del dolor en la población general se incrementa con la edad [11]. Esto es relevante si tenemos en cuenta que la incidencia de EP aumenta con la edad. Clasificación del dolor y fisiopatología Se desconoce el origen del dolor en los pacientes con EP. Mientras que algunos autores consideran que se trata de un síntoma primario, es decir, que su origen está en el sistema nervioso central, otros consideran que es secundario a la rigidez, discinesias o distonía que presentan estos pacientes [12]. Sin embargo, y teniendo en cuenta que en los pacientes con EP pueden existir muy diferentes tipos de dolor que incluso a veces coexisten, lo más probable es que no haya un único mecanismo, sino que diferentes mecanismos, centrales y periféricos, intervengan en la producción del dolor. Existen diversas clasificaciones del dolor en la EP. La más utilizada es la propuesta por Ford [13], que clasificó el dolor en la EP en cinco tipos: – Dolor musculoesquelético. – Dolor radicular neuropático. – Dolor neuropático central. – Dolor distónico. – Dolor acatísico. El dolor musculoesquelético es el que se debe a la rigidez producida por la enfermedad, deformidad esquelética u origen reumatológico. Puede aparecer en estadios iniciales de la enfermedad o preceder a otros síntomas, y suele manifestarse en forma de S66 dolor de espalda, cuello, hombros o piernas. Afecta típicamente al hemicuerpo donde se inician los síntomas motores, fundamentalmente en regiones proximales de una extremidad, y puede mejorar algo con el tratamiento dopaminérgico. El dolor radicular neuropático aparece fundamentalmente limitado al territorio de distribución de un dermatoma en relación con una radiculopatía en aquellos pacientes con EP con artrosis y patología discal, o más raramente a un territorio de distribución periférico determinado en el caso de una mononeuropatía o polineuropatía. Su origen se debe al daño focal radicular compresivo. En la mayoría de las series se ha excluido clínica o neurofisiológicamente la presencia de neuropatía periférica en pacientes con EP y dolor y síntomas sensitivos, mientras que otros estudios han demostrado potenciales evocados somatosensoriales normales en pacientes parkinsonianos con síntomas sensitivos [14]. Este tipo de dolor mejora con el tratamiento habitualmente empleado para el dolor neuropático. El dolor neuropático central es aquel caracterizado por sensaciones quemantes y oprimentes en determinadas partes del cuerpo que muchas veces resultan difíciles de definir. No es específico de la EP, ya que puede verse en otras enfermedades que cursan con afectación del sistema nervioso central, como la esclerosis múltiple [15] o el ictus [16]. Puede ser muy grave y difícil de tratar. Este tipo de dolor podría deberse a una alteración del procesamiento central del dolor como parte del proceso neurodegenerativo. Diversos estudios han demostrado una disminución significativa de los umbrales del dolor al calor en los pacientes con EP, siendo esto más evidente en el hemicuerpo más afectado por la enfermedad [17]. Las posibles explicaciones incluyen una pérdida de las eferencias descendentes dopaminérgicas inhibidoras del dolor a las sinapsis de las astas dorsales, resultante de la pérdida de neuronas dopaminérgicas en el área tegmental ventral o en la sustancia negra. También se ha considerado que la denervación dopaminérgica podría inducir una hipersensibilidad central a los estímulos dolorosos a través de conexiones entre los ganglios basales y el tálamo. Se plantea, igualmente, la posibilidad de que el origen del dolor se encuentre fuera de los ganglios basales y el tálamo, y que sea la degeneración de células no dopaminérgicas, como las del locus coeruleus, las que a través de las vías noradrenérgicas intervengan en la producción del dolor. La ausencia de inhibición de las vías nociceptivas ascendentes en el asta dorsal de la médula por las células noradrenérgicas condicionaría la aparición del dolor [18]. El dolor neuropático central se www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 Síntomas sensoriales en la enfermedad de Parkinson encuentra muy ligado a las fluctuaciones motoras, apareciendo en situación off y mejorando en un porcentaje elevado de los casos con el tratamiento dopaminérgico. De hecho, un estudio reciente ha demostrado que la levodopa aumenta el umbral al dolor producido tras un estímulo térmico [19]. El dolor distónico se localiza en la extremidad donde el paciente tiene la distonía, generalmente en la pierna, aunque a veces afecta al cuello o al brazo. Suele ser de gran intensidad y aparece en situación off. El tratamiento del dolor se enfoca al control de la distonía y consiste en aumentar la estimulación dopaminérgica en situación off. En el caso de no haber respuesta, una opción de tratamiento sería la toxina botulínica [20]. Otra forma de clasificar el dolor en los pacientes con EP es categorizarlo en dolor relacionado (PD-related pain) o dolor no relacionado con la EP (non-PD-related pain) [21]. En la mayoría de los trabajos se clasifica en uno u otro grupo según la respuesta del paciente a si considera él mismo que el dolor percibido se relaciona directamente con su EP, teniendo en cuenta también si existe relación con las fluctuaciones motoras y la respuesta al tratamiento dopaminérgico. En cambio, otros autores [7] consideran que esta clasificación es muy simplista y han establecido otra basada en el modelo de clasificación del dolor en el cáncer, estableciendo como categorías: – Dolor directamente relacionado con la EP. – Dolor relacionado con el tratamiento para la EP (p. ej., fármacos antiparkinsonianos causantes de dolor con relación causa-efecto establecida). – Dolor indirectamente relacionado con la EP (p. ej., dolor derivado de una caída por trastorno de la marcha debido a la EP). – Dolor no relacionado con la EP. Quinn et al [22] clasificaron el dolor en los pacientes con EP en cuatro categorías: – Dolor que precede al diagnóstico de la EP. – Dolor del período off. – Espasmos distónicos dolorosos. – Dolor de pico de dosis. El dolor del período off es el más frecuente. Se presenta en pacientes con fluctuaciones motoras durante los períodos off y en general se acompaña de otros síntomas no motores. Puede afectar a diferentes localizaciones (pierna, abdomen, región lumbar...), y en ocasiones se presenta sólo por la mañana y mejora o desaparece tras la primera ingesta de levodopa, volviendo a aparecer cuando los niveles de medicación disminuyen y a mejorar tras la nueva www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 ingesta de tratamiento. En este caso, el tratamiento consiste en reducir o evitar los períodos off. Por el contrario, el dolor de pico de dosis es aquel que aparece asociado a discinesias graves, y mejora cuando se reduce la medicación dopaminérgica y disminuyen las discinesias. Diagnóstico En un paciente con EP, siempre será necesario, pri­ mero, reconocer si el paciente tiene dolor, y segundo, si ese dolor está asociado a la EP, ya que el reconocimiento del dolor como un síntoma de la enfermedad será fundamental para mejorar el control clínico del paciente, evitar la realización de pruebas complementarias innecesarias y ahorrar en tratamientos posiblemente ineficaces y mal indicados. La tabla I muestra los aspectos más importantes a tener en cuenta de cara al diagnóstico del dolor en la EP. Para el reconocimiento del dolor en un paciente con EP, muchas veces será necesario preguntarle si tiene dolor o cualquier otro síntoma sensitivo asociado, ya que con frecuencia él directamente no lo cuenta. Muy útil puede resultar entregar a los pacientes con EP seguidos en la consulta una serie de cuestionarios e inventarios para evidenciar si tienen dolor y cuáles son sus características. Frecuentemente se utilizan el Brief Pain Inventory (BPI) [7] y el Medical Outcomes Study 36-Item Short Form (SF-36) [9]. Un dato muy llamativo que pone de manifiesto que el dolor en la EP es un síntoma infradiagnosticado e infravalorado es que el porcentaje de pacientes que presentan dolor y reciben tratamiento es siempre muy bajo [8]. Lee et al [7] evidenciaron que el 41,5% de los pacientes con dolor de su serie no recibían tratamiento analgésico. En cualquier caso, esto es extrapolable a otras patologías, incluido en dolor en pacientes con cáncer, ya que diferentes estudios han estimado que entre el 23 y el 65% de los pacientes con cáncer tienen dolor y están inadecuadamente tratados [7]. Será necesario determinar las características del dolor en cuanto a su aparición, localización, intensidad, calidad (quemante, lancinante, sordo, opresivo…), horario, periodicidad, factores precipitantes, atenuantes, y agravantes. Fundamental para un adecuado manejo terapéutico será encuadrar el dolor en alguno de los diferentes tipos: musculoesquelético, radicular neuropático, dolor del período off, dolor distónico o dolor de pico de dosis. Los dos aspectos fundamentales que ayudarán a reconocer que el dolor se relaciona con la EP son que se presente o tenga la máxima intensidad en el lado más afectado por S67 D. Santos-García, et al 3. Clasificar el dolor (hacer diario on-off y de síntomas no motores) La realización de pruebas complementarias para determinar el origen del dolor debe individualizarse en cada caso. Según el tipo de dolor será necesario solicitar una prueba de neuroimagen (p. ej., resonancia magnética lumbar en el caso de lumbociatalgia, resonancia magnética craneal en el caso de sospecha de síndrome talámico), electroneuromiografía (sospecha de una mononeuropatía, radiculopatía, polineuropatía...), radiografía (dolor articular), etc. No obstante, la solicitud de pruebas complementarias en pacientes con dolor y EP debería ser excepcional, y no la regla, siempre que el paciente mejore claramente con la medicación dopaminérgica. Tratamiento Tabla I. Diagnóstico del dolor en la enfermedad de Parkinson (EP). 1. Detectar si existe dolor en el paciente con EP a) Preguntar directamente al paciente si presenta dolor b) Preguntar directamente al paciente si refiere síntomas sensitivos (entumecimiento, calor, frialdad, acorchamiento, etc.) c) Pasar el Brief Pain Inventory (BPI) d) Pasar el cuestionario Medical Outcomes Study 36-Item Short Form (SF-36) 2. Establecer las características del dolor en el caso de que esté presente (ayudará pasar el BPI y el SF-36) a) Dolor asociado a la EP • Más intenso en el lado más sintomático de la EP • Mejoría con el tratamiento dopaminérgico a.1. Dolor del perído off a.2. Dolor distónico (espasmos distónicos dolorosos) a.3. Dolor de pico de dosis (asociado a discinesias) b) Dolor no claramente asociado de forma directa a la EP (esperable una mejoría más leve con el tratamiento dopaminérgico) b.1. Dolor radicular neuropático b.2. Dolor musculoesquelético 4. Exploración general y neurológica siempre que el paciente refiera dolor para descartar cualquier otra posible causa de éste, además de su EP 5. Exploraciones complementarias en casos seleccionados • Resonancia magnética lumbosacra si se sospecha radiculopatía • Resonancia magnética cerebral si se sospecha síndrome talámico (p. ej.: origen brusco, descartar causa vascular) • Electromiografía si se sospecha polineuropatía, radiculopatía, etc. • Radiografía (dolor articular), etc. la enfermedad, y que mejore tras la administración de tratamiento dopaminérgico. Lo característico en un dolor relacionado con la EP es por tanto, que se presente durante los períodos off y mejore durante los períodos on [23]. Puede ser útil para evidenciar esta relación pedir al paciente que cubra un diario de fluctuaciones motoras, y que señale además cuándo tiene dolor u otros síntomas no motores para comprobar si coinciden con los períodos off. Por supuesto, será necesario realizar en todo paciente con EP y dolor una exploración general y neurológica minuciosa para descartar otras posibles patologías causantes de éste. S68 El tratamiento del dolor en la EP dependerá del tipo de dolor (Tabla II). En el caso de dolor asociado a la EP, éste suele ser el resultado de una terapia dopaminérgica inadecuada, y en general el dolor mejora con fármacos dopaminérgicos –inhibidores de la mo­noaminooxidasa B (IMAO-B), inhibidores de la catecol-O-metil transferasa (ICOMT) y, fundamentalmente, levodopa y agonistas dopaminérgicos–. En un reciente trabajo, el dolor distónico y el neuropático central fueron los que más mejoraron con el tratamiento dopaminérgico (respuesta favorable en el 37 y 40% de los casos, respectivamente), frente al dolor de tipo musculoesquéletico y radicular neuropático (respuesta favorable en el 17 y 14%, respectivamente) [8]. En el caso de que la respuesta al tratamiento dopaminérgico sea insuficiente, los antidepresivos tricíclicos podrían ser de utilidad [24]. Otra medida, fundamentalmente en aquellos casos de EP con dolor y síntomas sensitivos asociados, sería usar fármacos antiepilépticos como gabapentina o pregabalina [12]. Se podrían utilizar conjuntamente, en caso de precisarse, antiinflamatorios, analgésicos u opioides. En casos refractarios, los parches de morfina podrían aliviar el dolor, aunque con el riesgo de producir un empeoramiento del parkinsonismo. Por lo tanto, en el caso de dolor neuropático central y distónico, el tratamiento inicial sería aumentar la terapia dopaminérgica y, si es preciso, asociar antidepresivos (tricíclicos fundamentalmente), anti­epilépticos o analgésicos, antiinflamatorios y opiáceos. En la distonía off grave, el dolor puede mejorar con toxina botulínica [20]. Por el contrario, en el caso de dolor asociado a discinesias graves, el tratamiento sería reducir la terapia dopaminérgica. En el caso de dolor radicular neuropático, habría que esperar poca mejoría con la terapia dopaminérgica, y la estrategia terapéutica sería la habitual para www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 Síntomas sensoriales en la enfermedad de Parkinson tratar el dolor neuropático (fundamentalmente antiepilépticos, antidepresivos, opiáceos, anestésicos y otros fármacos como capsaicina tópica o baclofeno) [25]. El dolor musculoesquelético se tratará con ácido acetilsalicílico, paracetamol, metamizol o antiinflamatorios no esteroideos, asociando coadyudantes (antidepresivos, antiepilépticos y, muy excepcionalmente, corticoides o neurolépticos) si es preciso, opioides menores más coadyudantes más antiinflamatorios y analgésicos si no hay respuesta, y opioides mayores más coadyudantes más analgésicos y antiinflamatorios en los casos más refractarios, esperando en ocasiones una leve mejoría con la terapia dopaminérgica. En casos extremos, y siempre que haya otros motivos que lo justifiquen, se valoraría la posibilidad del tratamiento quirúrgico. Se han publicado mejorías del dolor en pacientes con EP tanto con cirugía ablativa como con estimulación cerebral profunda [26,27]. Tabla II. Tratamiento del dolor en la enfermedad de Parkinson (EP). 1. Dolor asociado a la EP a) Terapia dopaminérgica a.1. Dolor del período off: terapia dopaminérgica (IMAO-B, ICOMT y, fundamentalmente, levodopa y agonistas dopaminérgicos) a.2. Dolor distónico: terapia dopaminérgica a.3. Dolor de pico de dosis (discinesias dolorosas): reducir tratamiento dopaminérgico b) Asociar antidepresivos tricíclicos si no hay mejoría c) Asociar antiepilépticos si no hay mejoría (gabapentina, pregabalina) d) Asociar opiáceos si no hay mejoría e) Considerar la toxina botulínica en distonía dolorosa grave 2. Dolor no claramente asociado de forma directa a la EP (mejoría esperable menor con tratamiento dopaminérgico) a) Dolor radicular neuropático (tratamiento del dolor neuropático) a.1. Primera línea: amitriptilina, gabapentina, pregabalina, carbamacepina a.2. Segunda línea: parche de lidocaína, oxcarbacepina, duloxetina, metadona, venlafaxina Disfunción olfatoria a.3. Tercera línea: tramadol, opiáceos de liberación, antagonistas NMDA Epidemiología a.4. Cuarta línea: lamotrigina, topiramato, otros Los pacientes parkinsonianos padecen una alteración del olfato, que es precoz, frecuente y no claramente relacionada con los signos motores de la enfermedad [28,29]. La hiposmia (reducción parcial de la capacidad de percibir olores) afecta hasta el 90% de los pacientes con EP, y es un problema también muy frecuente en los pacientes con demencia por cuerpos de Lewy (DCL) [30]. En cambio, es menos frecuente en la variante parkinsoniana de la atrofia multisistémica [31], tiene un carácter leve en los pacientes con parálisis supranuclear progresiva [31], es excepcional en pacientes con degeneración corticobasal y no se ha detectado en el parkinsonismo vascular [32]. La disfunción olfatoria constituye también una alteración precoz en pacientes con enfermedad de Alzheimer y deterioro cognitivo leve [33]. Fisiopatología Sigue sin estar clara la fisiopatología exacta de la disfunción olfativa en la EP. Los estudios neuropatológicos de los bulbos y las cintillas olfativas son escasos y han proporcionado datos contradictorios. Mientras que unos han evidenciado una disminución de las neuronas dopaminérgicas del bulbo olfatorio [34], otros han demostrado un incremento de éstas [35]. Se postula que el incremento relativo de www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 b) Dolor musculoesquelético b.1. No opioides (ácido acetilsalicílico, paracetamol, metamizol, AINE) ± coadyudantes a b.2. Opioides menores b + no opioides ± coadyudantes b.3. Opioides mayores c + no opioides ± coadyudantes b.4. Tratamientos invasivos del dolor 3. Considerar la cirugía en los casos con dolor intenso y refractario Coadyudantes: antidepresivos, neurolépticos, antiepilépticos, corticoides; b Opioides menores: codeína, tramadol, dextropropoxifeno, dihidrocodeína de liberación retardada. c Opioides mayores: cloruro mórfico, morfina de liberación inmediata, sulfato de morfina, fentanilo transdérmico, meperidina. a las neuronas dopaminérgicas en el bulbo olfatorio podría causar una actividad inhibitoria excesiva en las sinapsis dopaminérgicas y, en consecuencia, una olfacción deficiente. Esto explicaría por qué la olfacción no mejora con el tratamiento dopaminérgico. Braak et al [36] identificaron alteraciones de la α-sinucleína y cuerpos de Lewy en el sistema olfativo de pacientes con signos clínicos de EP y sin anomalías en la sustancia negra, por lo que sugerían que estas alteraciones podrían representar los estadios iniciales del proceso neurodegenerativo en la EP. No obstante, la hiposmia no parece ser un síntoma de los pacientes con parkinsonismo de inicio S69 D. Santos-García, et al en la juventud que albergan mutaciones del gen parkina [37], lo que cuestiona la especificidad de la hiposmia con relación a trastornos por cuerpos de Lewy o sinucleinopatías. Marcador precoz de la EP En los últimos años ha cobrado una gran importancia la alteración olfatoria en la EP debido a que se sabe que la hiposmia es tan frecuente y precoz −notificada en muchos casos antes de la aparición de síntomas motores−, que se ha planteado su utilidad como marcador presintomático de la EP [38,39]. El déficit olfativo parece correlacionarse también con la gravedad de la enfermedad [40], y es tan constante, que algunos autores postulan que si un paciente con parkinsonismo presenta una función olfatoria normal, debe replantearse el diagnóstico de EP [41]. Wilson et al [42] han demostrado recientemente que la progresión del parkinsonismo es más rápida en aquellos pacientes con EP con mayor disfunción olfatoria, fundamentalmente a lo que al trastorno de la marcha se refiere. En un reciente estudio [43], 40 de 361 familiares asintomáticos de pacientes con EP presentaron hiposmia estrictamente definida (mediante la utilización de un test que examina la detección, discriminación e identificación de los olores). Se evidenció que, de esos 40 sujetos asintomáticos, el 10% desarrollaron EP tras dos años de seguimiento, mientras que otro 12% presentaban anormalidades en la tomografía computarizada por emisión de fotón único (SPECT). En cambio, en el grupo sin alteración olfatoria, ninguno desarrolló EP ni presentaba alteraciones en la tomografía. Estos resultados ponen de manifiesto la utilidad de las pruebas de función olfatoria como técnica de detección de personas con riesgo de EP. Si combinamos las pruebas olfativas con otras pruebas complementarias (ecografía, imagen de inervación simpática cardíaca, SPECT, tomografía por emisión de positrones, test genéticos) podremos aumentar la sensibilidad para la detección precoz de la EP [44]. En este sentido, Sommer et al [45], demostraron que la combinación de pruebas olfativas, ecografía transcraneal y SPECT con I-FPCIT, puede permitir una detección presintomática de la enfermedad. Tanta importancia se está dando a la disfunción olfatoria como marcador precoz de la EP, que incluso algunos autores plantean la biopsia del bulbo olfatoria como prueba de diagnóstico precoz [46]. Un reciente trabajo [47] ha analizado la presencia de cuerpos de Lewy en 328 sujetos fallecidos, encon- S70 trando que hallazgos histopatológicos compatibles con sinucleinopatía en el bulbo olfatorio predicen estos mismos hallazgos en otras regiones cerebrales. Diagnóstico y tratamiento Raramente la alteración olfatoria es el motivo de consulta de un paciente con EP. Por supuesto, ante todo paciente con hiposmia, será necesario considerar la EP dentro del abanico de posibles diagnósticos diferenciales. Especial importancia tiene en aquellos casos muy precoces o presintomáticos en los que existe duda diagnóstica, ya que la alteración de la función olfatoria puede ser un dato más (además de otros síntomas como dolor, depresión, alteraciones del sueño, etc.) de apoyo que haga pensar que estamos ante una EP. Como habitualmente los pacientes con EP no cuentan este síntoma aunque puedan tenerlo, se les debe preguntar directamente si refieren una disminución de la capacidad olfatoria. Sin embargo, muchas veces el paciente no percibe una alteración que sí existe y lo correcto sería utilizar test específicos de función olfatoria. Entre los más frecuentemente utilizados están el BSIT (Brief Smell Identification Test) [48], el UPSIT (University of Pennsylvania Smell Identification Test) [49] y el SDOIT (San Diego Odor Identification Test) [50]. Dichas pruebas permiten evaluar la capacidad del paciente para la detección, la discriminación y la identificación de los olores. Será necesario establecer un diagnóstico diferencial con otras causas de hiposmia. En líneas generales, consideramos dos grandes grupos: causas intranasales y causas neurológicas. Con respecto al tratamiento, como ya se ha comentado, la olfacción en pacientes con EP no mejora con el tratamiento dopaminérgico. Parece ser que la administración de teofilina oral en dosis de 600-800 mg/día mejora la función olfatoria en pacientes con hiposmia [51]. Esta mejoría ha demostrado correlacionarse con un incremento de la actividad cerebral fundamentalmente en la corteza frontal, la corteza temporal y el hipocampo en pruebas de resonancia magnética funcional [52]. En cualquier caso, no hay datos actualmente sobre esta mejoría en un grupo exclusivo de pacientes con hiposmia y EP. Otros síntomas sensoriales Alteraciones visuales Los pacientes con EP pueden presentar diversas alteraciones visuales (Tabla III) que los convierten en www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 Síntomas sensoriales en la enfermedad de Parkinson pacientes con una dependencia visual que se suma a otras limitaciones y empeora su situación global (equilibrio, marcha, situación cognitiva, etc.) [53,54]. La disminución de la agudeza visual aparece frecuentemente a medida que la enfermedad progresa y parece ser un factor de riesgo para el desarrollo de alucinaciones visuales [55,56]. Podría relacionarse con una deficiencia de dopamina en la retina [57], así como con las limitaciones en la motilidad ocular y la disminución de la frecuencia del parpadeo que los pacientes con EP presentan. Existe un deterioro en la capacidad para discriminar los colores que se ha correlacionado con el empeoramiento progresivo de la sintomatología motora y que no parece existir en estadios iniciales de la enfermedad [58]. Además, la levodopa ha demostrado mejorar la capacidad de discriminación de los colores en pacientes con EP [59], lo cual apoya la idea de que la deficiencia de dopamina no sólo afecta al sistema nigroestriado, ya que podría afectar también al sistema visual. Igualmente, la mejoría en las latencias incrementadas en los estudios de potenciales evocados visuales y en los patrones anómalos de estudios electrorretinográficos en pacientes con EP tratados con levodopa, sugieren que la deficiencia de dopamina en la retina es un factor implicado en la etiopatogenia de la disfunción visual [57]. Se han relacionado las alteraciones campimétricas con una mayor incidencia de glaucoma en los pacientes con EP [60]. Estudios previos han mostrado igualmente alteraciones campimétricas en pacientes con EP secundarias a cirugía parkinsoniana previa [61]. El 75% de los pacientes con EP presentan movimientos sacádicos alterados, con un tiempo de reacción incrementado y una velocidad en la mirada disminuida en relación con la acinesia [62]. La mirada vertical a menudo está más afectada que la horizontal. Otras alteraciones son la presencia de nistagmo optocinético (train nystagmus) y de convergencia [53]. Existen también diversas alteraciones pupilares, como un incremento en la latencia del reflejo pupilar y una disminución de la amplitud de contracción, que ponen de manifiesto la afectación del sistema autonómico parasimpático [63]. Los pacientes con EP también presentan deficiencias en la orientación visuoespacial y en la capacidad de reconocer rostros conocidos. Estas limitaciones son un factor de riesgo para el desarrollo de demencia asociada a la EP [64]. Las alucinaciones visuales aparecen en el 30-60% de los pacientes con EP, especialmente en relación con el tratamiento (agonistas dopaminérgicos y levodopa). La disminución de la agudeza visual y una actividad reducida de la corteza visual primario son factores www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74 Tabla III. Alteraciones visuales en la enfermedad de Parkinson. Función primaria Agudeza visual Pobre, sobre todo a bajo contraste Jones et al, 1992 Campo visual Alterados, glaucoma Bayer et al, 1992 Visión de los colores Alterada, deterioro progresivo Tiempo de fusión en color acortado Price et al, 1992 Buttner et al, 1993 Movimiento ocular Tiempo de reacción Más lento de lo normal Shibasaki et al, 1979 Movimiento ocular sacádico Más lento de lo normal, hipometría Crawford et al, 1989 Nistagmo optocinético Anormal en algunos pacientes Shibasaki et al, 1979 Convergencia ocular Disminuida en el 80% Corin et al, 1971 Smooth pursuit movement Afectación precoz, sacadas superpuestas, magnitud reducida Bares et al, 2003 Lekwiewa et al, 1999 Blink reflex Frecuencia Reducida, duración y excitabilidad aumentadas Garland, 1952 Peshori et al, 2001 Habituación No observada Biousse et al, 2004 Garland, 1952 Reactividad pupilar Diámetro pupilar Aumentado, luz con anisocoria Micieli et al, 1991 Reflejo a la luz Latencia aumentada Micieli et al, 1991 Tiempo de constricción Incrementado Micieli et al, 1991 Amplitud de contracción Disminuida Biousse et al, 2004 Sensibilidades Sensibilidad de contraste Alterada en el 60% de los casos Hutton et al, 1993 Sensibilidad temporal Disminuida Hutton et al, 1993 Potenciales evocados Flash ERG Amplitud de onda b disminuida Gottlob et al, 1987 Patrón ERG Amplitud disminuida, P50 retrasada Peppe et al, 1995 PEV corticales P100 retrasada que se normaliza con levodopa Bodis et al, 1982 PEV cromáticos Latencia aumentada, amplitud reducida Sartucci et al, 2006 Funciones visuales complejas Visuoespacial Importante afectación en algunos casos Levin et al, 1990 Orientación Disminuida Trick et al, 1994 Discriminación del movimiento Disminuida Trick et al, 1994 Percepción facial Disminuida Lang, 1979 Alucinaciones visuales En el 30-60% de los casos crónicos con tratamiento Diederich et al, 2005 S71 D. Santos-García, et al de riesgo para el desarrollo de alucinaciones visuales. Éstas podrían asociarse a un mayor riesgo de desarrollo de demencia. Otros La incidencia de hipoacusia aumenta con la edad, presentando hasta el 62% de la población alguna alteración en su capacidad de audición a partir de los 85 años. Algunos estudios han correlacionado la pérdida de audición con la presencia de depresión y demencia. Mientras que la presencia de hipoacusia se ha demostrado en pacientes con temblor esencial y el grado de ésta se ha correlacionado con la intensidad del temblor, esto no se ha confirmado en pacientes con EP [65]. Sin embargo, Lewald et al [66] demostraron una reducción en la capacidad auditiva de percepción espacial en pacientes con EP. Esto se ha relacionado con la participación de los ganglios de la base y la deficiencia de dopamina, de tal forma que se ha demostrado que dicha disfunción mejora con levodopa y lo hace en correlación con el grado de mejoría de la sintomatología motora [67]. Los pacientes con EP también presentan una alteración en la capacidad de discriminación táctil espacial que es más manifiesta en el hemicuerpo clínicamente más afectado [68]. Con respecto al sentido del gusto, mientras que algunos trabajos demostraron que no existe alteración en la capacidad de percepción gustativa de los pacientes con EP sin demencia, un reciente trabajo sí ha evidenciado una disminución de la función gustativa en el 27% de los pacientes con EP, sin guardar ésta relación con la edad, gravedad de la enfermedad ni capacidad olfatoria, y sugiriendo la participación de la corteza orbitofrontal [69]. Conclusiones Los síntomas sensoriales son síntomas no motores frecuentes en los pacientes con EP. El dolor es un síntoma muy prevalente e infradiagnosticado en la EP, y resulta muy importante su identificación y tipificación para un correcto tratamiento. La hiposmia es un síntoma muy frecuente que podría utilizarse como marcador precoz de la EP. Diversas alteraciones visuales, auditivas, táctiles y gustativas deben tenerse en cuenta igualmente en estos pacientes. Bibliografía 1. Poewe W. Non-motor symptoms in Parkinson’s disease. Eur J Neurol 2008; 15 (Suppl 1): S14-20. S72 2. Parkinson J. An essay on the shaking palsy. London: Sherwood, Neely & Jones; 1817. 3. Charcot JM. Lectures on diseases on the nervous system. London: The New Syndenham Society; 1877. 4. Snider SR, Fahn S, Isgreen WP, Cote LJ. Primary sensory symptoms in parkinsonism. Neurology 1976; 26: 423-9. 5. Witjas T, Kaphan E, Azulay JP, Blin O, Ceccaldi M, Pouget J, et al. Nonmotor fluctuations in Parkinson’s disease: frequent and disabling. Neurology 2002; 59: 408-13. 6. 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In addition to the motor disturbances experienced by the patients suffering from Parkinson’s disease (PD), several non-motor symptoms also affect the PD patients: neurobehavior symptoms (dementia, depression, anxiety, psychosis), autonomic (postural hypotension, urinary symptoms, gastro intestinal symptoms, diaphoresis), sleep disorders (insomnia, somnolence, REM sleep behavior disorder, apnea), sensitive-motor (fatigue, diplopia, restless legs syndrome), and sensory symptoms. Development. We review the most relevant about sensory symptoms in PD: visual dysfunction, olfactory dysfunction, taste, hearing loss, and pain and other sensitive associate symptoms. Conclusions. Pain is frequently observed in patients with PD, being its prevalence high and probably infra diagnosed. Its identification and classification is very important for a correct treatment. Hyposmia is a common symptom in PD and could be a predictor of future PD. Visual dysfunction and hearing dysfunction among others must be considered in patients with PD. Key words. Hypoacusia. Hyposmia. Non-motor symptoms. Pain. Parkinson’s disease. Sensory symptoms. S74 www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S65-S74