La política Judicial del Gobierno: una política contra la mayoría de

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ESPECIAL XXII ANIVERSARIO
La política Judicial del Gobierno: una política contra la
mayoría de los ciudadanos
El proyecto político que defiende el señor Gallardón exige de una justicia débil y con
menores niveles de independencia. Este es el objetivo buscado con la reforma
efectuada del CGPJ.
Javier Martínez Lázaro, Coordinador de Madrid de Jueces para la Democracia / 28-112013 • 14:34 • Elboletin.com
La finalidad de nuestra asociación Jueces para la Democracia es contribuir a la
obtención de una justicia más democrática, eficaz y al servicio de los ciudadanos.
Cuando hablamos de una justicia más democrática nos estamos refiriendo a aquella
que se sustenta en los grandes valores constitucionales de libertad, igualdad,
pluralismo y participación ciudadana que son la base de nuestro estado social y
democrático de derecho.
En este marco la Constitución Española atribuye a los jueces la tutela de los derechos
de los ciudadanos y esta es la principal función del poder judicial: garantizar que los
ciudadanos de nuestro país puedan disfrutar plenamente de los derechos políticos y
sociales que les atribuyen la Constitución y las leyes. Para ello la Constitución busca
garantizar la independencia de los jueces de forma que en su función de decidir el
derecho de un ciudadano frente a otro, o frente a su empresa, o frente a un banco, o
frente al Estado que pretende sancionarle o cobrarle un impuesto, el juez actúe solo
sometido a la ley sin presión o influencia alguna.
Es desde estos principios desde los que los asociados a Jueces para la Democracia
rechazamos la actual política de Justicia del ministro Ruiz-Gallardón y lo hacemos
porque consideramos que se trata de una política dirigida a la tutela desigual de los
derechos de los ciudadanos, a limitar el ejercicio de estos derechos y a constreñir la
independencia de los jueces.
El carácter elitista de la política del señor Gallardón lo evidencia el exhorbitado
incremento de las tasas judiciales. Su indisimulado objetivo es disminuir el número de
litigios o lo que es lo mismo, el número de ciudadanos que acceden a la justicia. El
criterio para lograr dicha disminución es estrictamente económico: encarecer el acceso
a los tribunales para disuadir del ejercicio de sus derechos a aquellos a los que su
situación económica no se lo permita.
Obviamente, el importe de las tasas judiciales no tiene el mismo significado para
quienes disponen de elevadas rentas que para quienes carecen de ellas, y lo que se
busca y se está consiguiendo es disuadir a estos últimos de la posibilidad de reclamar
ante los tribunales cuando consideren vulnerados sus derechos. No es casual que esta
política se produzca en un momento de crisis económica que ha arrojado a millones de
ciudadanos al desempleo y ha limitado los derechos de otros muchos, como el derecho
de acceso a la vivienda o a conseguir una reparación por las pérdidas sufridas en su
patrimonio a consecuencia de ilegítimas prácticas bancarias.
Dificultar sus posibilidades de acceso a los tribunales contribuye a disminuir sus
posibilidades de tutela en estos momentos difíciles y a afianzar las políticas
gubernamentales, poco preocupadas por quienes más sufren las consecuencias de la
crisis.
Los ingresos que han supuesto las tasas judiciales no se han dedicado a fortalecer a la
Administración de Justicia. Por el contrario, se han congelado las plantillas y no se han
reforzado los órganos judiciales más cercanos a quienes sufren la crisis: que el despido
de un trabajador tarde en resolverse más de un año en los juzgados de lo social
debería hacer que se le cayese la cara de vergüenza al ministro de Justicia.
Que la política ministerial busca reducir y limitar el ejercicio de los ciudadanos de sus
derechos lo demuestra el nuevo proyecto de modificación del Código Penal. Jueces
para la Democracia no comparte la filosofía general del proyecto, pero nos parece
especialmente injusta la introducción de nuevos delitos que tienen que ver con los
derechos de reunión y manifestación. Como consecuencia de la crisis millones de
ciudadanos han salido a la calle en defensa de sus derechos integrando ”mareas” de
todos los colores. En general han sido espectaculares demostraciones de civismo con
el denominador común de oponerse a que la crisis fuese soportada exclusivamente por
los más débiles o afectase a los servicios sociales más esenciales como la educación o
la salud.
Que el Gobierno, en vez de felicitarse por el alto civismo demostrado y defender a los
ciudadanos que ejercen pacíficamente sus derechos, apueste por modificar el Código
Penal, sancionando conductas relacionadas con los derechos de reunión y
manifestación es un intento de transmitir la idea que estos derechos se están
ejerciendo abusivamente y de intimidar a quienes participan en las convocatorias o
“mareas”.
El proyecto político que defiende el señor Gallardón exige de una justicia débil y con
menores niveles de independencia. Este es el objetivo buscado con la reforma
efectuada del Consejo General del Poder Judicial. Al limitar sus competencias y
modificar el sistema de elección y el estatus de sus integrantes lo que se busca es
afianzar el peso gubernamental en la organización y gestión de la justicia y conseguir
una mayor intervención del ejecutivo en los espacios reservados al Poder Judicial, lo
que redundará en una menor independencia de jueces y tribunales. Nada hay en dicha
reforma tendente a buscar una mayor eficacia de la justicia o una mayor
independencia del Poder Judicial; nada la justifica sino el deseo del ejecutivo de
inmiscuirse en el gobierno de los jueces.
Una última observación: las reformas del ministro Ruiz-Gallardón se están llevando a
cabo desde la prepotencia de la mayoría absoluta del partido gobernante. No han
contado con el consenso político indispensable para asegurar su permanencia cuando
las mayorías políticas cambien. Han generado un importante disenso social. Por eso,
seguramente, se extinguirán cuando desaparezca la mayoría absoluta en las que se
apoyan. Pero una vez más se habrá perdido la oportunidad de dotar a la justicia de los
instrumentos precisos para tutelar los derechos de los ciudadanos con independencia
y eficacia.
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