Cada uno vive el mundo de acuerdo con su visión kármica

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Cada uno vive el mundo de acuerdo con su visión kármica
por Bel Cesar - [email protected]
Traducido por Melissa Park - [email protected]
Estar al lado de aquellos que nos ayudan a ver con más claridad es una bendición!
La semana pasada, mi hijo Lama Michel visitó el Brasil por una semana. A partir de un hecho muy
simple, pude tener una gran enseñanza: al apretar los botones de la cámara filmadora, intentando ajustar
la cinta en la última imagen gravada, él me dice: “Mamá, es sólo apretar este botón en la pantalla de
vídeo, él ajusta la cinta solito”. Jamás me había pasado la idea, que podría tocar la pantalla, y mucho
menos que habría una forma tan simple y fácil de ajustar la cinta en la última imagen gravada. Me reí, y
le dije: “Creo que es eso lo que tú haces en nuestra vida: apuntas un camino más próximo y más fácil,
que yo ni imaginaba poder recorrer”!
A veces, ciertas personas, o hasta frases cortas, nos ayudan con puntos simples que efectivamente
amplían nuestra visión del mundo. En estos momentos, percibimos como vivimos según nuestra
percepción limitada: sin darnos cuenta, somos el resultado de los límites que nos imponemos!
Así como una conversación esclarecedora es capaz de develar malos entendidos, conquistar una nueva
visión de una situación limitadora trae alivio y regenera la capacidad de seguir adelante. Como es posible
vivir una misma situación de modos tan diferentes!
Cada uno vive el mundo de acuerdo con su visión kármica. O sea, una única realidad consiste en una
experiencia de infinitas realidades diferentes.
Según el budismo tibetano, todos los seres con karma semejante poseen una misma “visión kármica”,
esto es, comparten el mismo conjunto de percepciones del mundo a su alrededor. Por ejemplo, nosotros,
los seres humanos, somos muy parecidos unos con los otros por que poseemos la misma visión
kármica; claro que, debido a las fuerzas del karma individual, cada uno vivencia de un modo particular su
propia visión kármica. Dentro de cada reino, la condición kármica de cada ser es única.
Todo lo que vemos es el resultado de aquello que nuestra visión kármica nos permite ver. Nada más que
eso. La visión kármica es el resultado de nuestras proyecciones mentales: deseos que no son reprimidos
con éxito y tienden a ser proyectados como un “enemigo interno” de la personalidad. En este sentido, la
visión kármica es un reflejo de un conflicto interior.
La existencia humana no es la única visión kármica posible. Según la psicología budista, existen seis
grandes visiones kármicas impuras, descritas como tres reinos superiores y tres reinos inferiores. Los
tres reinos superiores incluyen a los dioses, semidioses y los humanos. Los tres reinos inferiores se
refieren a los animales, los fantasmas hambrientos y los seres del infierno.
Cada reino es marcado por la contaminación de una fuerte emoción negativa que produce una
percepción particular de la realidad. El reino de los dioses es marcado por la pereza y por el orgullo; el
reino de los semi-dioses por la envidia y los celos; el reino de los humanos por el deseo de poses;
mientras que el reino de los animales es marcado por lo miedo y la ignorancia; el reino de los
fantasmas hambrientos por la avidez y finalmente, el reino de lo infiernos por la rabia e impaciencia.
A pesar de cada reino poseer una característica predominante, nosotros vivimos diariamente los demás
reinos cuando somos alcanzados por sus complejos estados psicológicos.
Entramos en un reino cuando estamos presos a su sufrimiento. Para saber salir de una situación, es
necesario saber como se entró en ella!
Chagdud Rimpoche nos contó una historia que ejemplifica bien esta enseñanza. Cierta vez, un
campesino del interior del Tibet, en una peregrinación al Potala, metió su cabeza entre las estrechas
barrotes de una de las ventanas del palacio para contemplar la vista. Miró para la derecha y para la
izquierda y, cuando quiso sacar su cabeza de la ventana, se dio cuenta que ella estaba presa entre los
barrotes. Viendo que no conseguía salir, llamó a sus amigos y les dijo: “Estoy preso aquí y se que no voy
a conseguir salir. Pero morir en el Potala es una gran honra. Por favor, avisen a mis familiares que morí
feliz”. Los amigos, entonces, comenzaron a llorar. Un Lama que estaba cerca se aproximó para ver que
estaba sucediendo y preguntó al campesino: “Como puso su cabeza allí”? El campesino, entonces, giró
su cabeza para mostrar y así, salió naturalmente de los barrotes... Moraleja de la historia: usted sale de
un problema de la misma forma como entró.
En las próximas semanas vamos a reflexionar reino por reino. Vamos analizar las maneras por las
cuales nuestros pensamientos y sentimientos se cristalizan con la forma de preocupaciones emocionales
y como, por medio de la compasión, podemos encontrar una actitud de solución frente al conflicto del
sufrimiento.
Así como escribe Martin Lowenthal en su libro “El Corazón compasivo” (O Coração compassivo - Ed.
Pensamento): “La compasión no es apenas el resultado de la intuición y de la comprensión: es ella
misma un camino para la libertad. La compasión es la respuesta natural y espontánea de un corazón
abierto. Además de eso, somos más fértiles e intuitivos cuando ayudamos a los otros que cuando sólo
nos preocupamos con nosotros mismos. La compasión – devoción por el bienestar y felicidad de los
semejantes – nos puede sacar de nuestros mundos solitarios de sufrimiento y revelarnos las causas de
los mismos. La sabiduría de la compasión - la comprensión de nuestra naturaleza y de la confusión
básica del sufrimiento - brota después el abrirnos enteramente para lo desconocido y aprendemos el
invalorable conocimiento de nuestra libertad”.
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