Bernardino de la Trinidad González Rivadavia 20-V-1780 - 2-IX-1845

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Bernardino de la Trinidad González Rivadavia
20-V-1780 - 2-IX-1845
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Bernardino Rivadavia y la Producción Agropecuaria por el
Académico de Número Ing. Agr. Angel Marzocca
En estas palabras de Sar­
miento se resume el principio y fin de
una de las principales iniciativas de
don Bernardino de la Trinidad
González Rivadavia -que ese era su
nombre completo- el estadista que
concibiera el contrato enfitéutico y la
Ley de Enfiteusis, que hasta hoy se
Bernardino Rivadavia que había via­
discute si no hubiese sido panacea
jado por el mundo, -expresó el gran
para la producción efectiva de nues­
sanjuanino el 19 de junio de 1876 en
ocasión de discutirse aspectos econó­
tros campos fiscales; quien concreta­
se los sueños de Antonio Sáenz al
micos de las escuelas agronómicasdecretar con el gobernador Gral. Don
se había igualmente fijado en que a
este país le faltaban los primeros ele­
Martín Rodríguez el 9 de agosto de
1821 la feliz creación de la Universi­
mentos de la riqueza de un país; que
esta parte de la República Argentina
dad de Buenos Aires, y de quien es
es muy pobre comparada con los de­
deudora nuestra Patria por tantas otras
más pedazos de la tierra... la voluntad
iniciativas e instituciones fruto de su
humana puede crear algo, poblar de
directa intervención.
árboles la pampa, y hacer una riqueza
Al respecto, según María
más para la arquitectura civil.”
Sáenz Quesada citada por A.
Y
agregaba: " Creó, puesCarrazzoni,
don
soñando Rivadavia “con
Bernardino Rivadavia un jardín de acli­
hacer de nuestras llanuras un sucedá­
matación en Buenos Aires, para em­
neo de los campos europeos”, ya como
pezar a introducir árboles exóticos y
Secretario del primer Triunvirato y con
dotar al país de estos elementos que
moderna concepción colonizadora se
le faltaban.- Vinieron los hechos políti­
preocupó por atraer la inmigración de
cos, las cuestiones, algunas de las
familias aptas para la explotación ra­
cuales están todavía goteando; un día
cional de nuestras tierras, lo que se
vino abajo ese Gobierno... en medio
corrobora por el decreto que, incluyen­
de aquéllas pasiones que se comba­
do dicha finalidad , se dictara en enero
tían, el primer decreto del nuevo Go­
de 1812. Y las medidas tomadas en
bierno mandó reservar la quinta de
1814 para auxiliar a los agricultores
aclimatación y que la llave se le entre­
pobres (la de los ganaderos ya por
gase al Jefe de Policía. - ¿ Qué tenía que
entonces, era una clase más solvente)
ver el Jardín de Aclimatación con la
en el levantamiento de sus cosechas,
política? No sería de aquellas resis­
y que benefició particularmente a los
tencias instintivas de la raza contra cier­
de los curatos de Flores, Morón, San
tas cosas que le chocan?, ¿se podría
Isidro, Las Conchas, Quilmes, San Vi­
creer que hay pueblos a quienes no
cente, Lobos, Magdalena y Pilar.
les gusta la agricultura, que le tienen
En ese paso por el Triunvira­
ojeriza y la persiguen?”
to, según lo destacaran otros autores,
Aquel de quien Mitre dijera
que fue el hombre civil más grande
que haya dado la tierra de los argenti­
nos, fue exaltado al público reconoci­
miento por otro genio de nuestra Pa­
tria, Sarmiento, en mérito al impulso
que diera a la A gricultura: “Don
107
el mismo Carrazzoni recuerda la inter­
vención del patricio en dos decretos
del 4 de setiembre de 1812, uno desti­
nado a estimular la inmigración, la
agricultura, la ganadería y la minería,
y el otro otro proyectando el
relevantamiento topográfico de la pro­
vincia, con el objetivo de proveer a los
hijos del país tierras destinadas a
“suerte de estancias proporcionadas y
chacras para la siembra de granos".
Un mes más tarde, por un
nuevo decreto, libra de derechos de
importación y exportación los útiles y
productos destinados a los saladeros.
También se debieron a su iniciativa la
supresión de otras trabas que entor­
pecían el comercio de los extranjeros,
así como los intentos de levantar un
censo, que hubiese sido de significati­
va importancia para la época, y fundar
un museo de Historia Natural que re­
cién llegaría a despuntar, con el retra­
so de algo más de una década, en
1823.
Respecto de la agricultura, ha
de recordarse que mientras estuvo en
Europa -entre 1818 y 1820, mientras
se interesaba en todos los pormeno­
res de la civilización y el valor que re­
presenta “el enseñar el buen cultivo
de la tierra”, supónese según Álvarez
Díaz de Vivar, que debió haber toma­
do nota de la creación del Colegio Agrí­
cola de Wurtemburg (Alemania, 1818)
y la Escuela de Agricultura de Roville
(Francia, 1820).
Aquel que fuera tan activo
como fugaz integrante del Triunvirato,
de vuelta a la Patria -luego de su pri­
mer estadía diplomática en Europa-,
ya como diputado, ministro de gobier­
no, gobernador delegado de Buenos
Aires y Presidente de la República de
las Provincias Unidas, se interesó
como de costumbre por atraer al país
“labradores beneméritos”, afirmando
108
que con el tiempo sería nuestra Patria
el “granero del mundo”.
El Rivadavia partícipe del
Gobierno del Gral. Martín Rodríguez
evidenció una permanente preocupa­
ción “por tratar de encauzar el comer­
cio y asegurar los beneficios del pro­
ductor”, según manifestara uno de sus
más biógrafos más conspicuos, Ricar­
do Piccirilli; recuérdese que cumplien­
do su inicial orientación de inmediato
se reglamentó el comercio, depósito y
arancelamiento de los frutos de impor­
tación y que, en tanto el país basaba
su intercambio comercial exclusiva­
mente en la producción pecuaria, des­
de su cargo de Ministro pronto se con­
venció que una correcta gestión admi­
nistrativa dirigida a territorio tan dilata­
do y apto para la agricultura debería
apoyarse también en el desarrollo de
esta última.
En realidad, Rivadavia fue
siempre un “enamorado de los culti­
vos, de los árboles, de los animales de
raza, en fin de todo lo que fuese prove­
choso", y llegó pues a tener una clara
visión de que la agricultura y la gana­
dería serían dos de las fuentes pri­
mordiales de la futura grandeza argen­
tina. Si bien él mismo no fue un pro­
ductor (salvo un breve período entre
1834-36 cuando exilado pasara bre­
vemente a Colonia, Uruguay), sus
ideas fructificaron en el ámbito familiar
en dos de sus hijos varones, que a su
tiempo fundaron una estancia en el sur
de la provincia de Buenos Aires.
No olvidemos, por otra parte,
que como triunviro suplente, el 4 de
septiembre de 1812 manifestó que:
“...Siendo la población el principio de
la industria y el fundamento de la feli­
cidad de los estados y conviniendo
promoverla..." logró que el Gobierno
ofreciera no sólo inmediata protección
y el pleno goce de todos sus derechos
a los individuos que quisiesen fijar su
domicilio en el país, sino además: "A
los extranjeros que se dediquen a la
cultura de los campos se les dará te­
rreno suficiente, se les autorizará para
sus primeros establecimientos rurales;
y en el comercio de sus producciones
gozarán de los mismos privilegios que
los naturales del país”. Ideas de alto
vuelo colonizador que iría madurando
más tarde, ya como ministro del Go­
bernador Martín Rodríguez, como en­
tusiasta receptor del interés que
Jacques y Charles Jorsell le hicieran
llegar desde Estocolmo con intencio­
nes de poblar nuestro territorio.
Esto que no pasaría entonces
más que de una expresión de buenos
deseos se materializaría en nuevos
planes durante su Presidencia, pues a
los proyectos colonizadores del inglés
John Thomas Barber Beaumont y la
Compañía “Asociación Agrícola del
Río de la Plata” en San Pedro (Bs. Ai­
res) y en la Calera Barquín (E.Ríos),originalmente pergeñados hacia 1820los intentó concretar con el ofrecimien­
to de tierras en enfiteusis al sur del río
Salado. Convínose entonces el esta­
blecimiento de tres colonias en Bue­
nos Aires, dos en 1825 y la restante en
1826.
Ya en 1821, según Carrazzoni, inspira Rivadavia el decreto de
Martín Rodríguez por el cual se con­
ceden chacras y estancias para po­
blar las tierras del sur de la Provincia
de Buenos Aires. Y es en 1823 que
firma contrato con John P. Robertson
para crear una colonia agrícola de
inmigrantes británicos en Monte Gran­
de, 514 personas entre las cuales el
paisajista John Tweedie que diseñó el
parque de la Colonia que llegaría a
ser, con los años, la cuna de los estu­
dios agronómicos argentinos: el Insti­
tuto Agronómico-Veterinario de Santa
Catalina.
Fue por lo tanto posteriormen­
te a la creación de la Universidad que
contrató según Vicente López, con el
citado Robertson, el establecimiento
en la “ chacra de Santa Catalina ” de
“una colonia de agricultores escoce­
ses destinada al plantío de árboles, a
las crías mejoradas y a todos los tra­
bajos propios de una quinta normal,
que debía propagar después por toda
la provincia la enseñanza práctica y
los resultados de su labor'’.
De todos estos intentos e ini­
ciativas, en realidad algunos no cua­
jados exitosamente como esperase
(los hermanos Robertson, por ejemplo,
se arruinaron en su emprendimiento
colonizador de Monte Grande), que­
daron experiencias valiosas, como
aquella del litoral, en que se importa­
ron implementos, herramientas y úti­
les agrícolas y hasta un molino de tri­
go y viviendas desmontables y “ una
bien provista biblioteca”. Pero todos
chocaron o con la incomprensión lo­
cal o, luego, con los problemas deri­
vados de la guerra contra Brasil, no
obstante lo cual dejaron la puerta
abierta para nuevas empresas coloni­
zadoras. A tal punto que fue así como
también surgió la primera colonia ale­
mana en la “Chacarita de los Colegia­
les” que diera origen al pueblo
Chorroarín.
Debemos también a Andrés
Carrazzoni una buena síntesis de las
principales medidas -además de las
mencionadas o las que tratamos “in
extenso” en esta presentación- gene­
radas por Rivadavia como ministro de
Martín Rodríguez como fueron: la pro­
hibición de la matanza de vacas (para
no perjudicar los procreos); exigir a los
alcaldess vigilar que los ganados no
destruyesen los sembrados: creación
de una junta de hacendados y comer­
ciantes para asesorar al Gobierno, a
109
la que se incorporó a los agricultores;
control de los perros salvajes (para
evitar ataques a terneros y potrillos);
control conservacionista de la caza o
matanza de nutrias, perdices y aves­
truces; creación de un “Registro Esta­
dístico” para ayuda de la Economía
política; destinar la tropa ociosa a la
recolección de las cosechas; creación
del “Registro de marcas” de propie­
dad ganadera; reglamentación de la
donación de terrenos en Patagones
destinados a asentamientos; organiza­
ción de dos mercados, de frutos de
campaña y de pieles (al sur y oeste de
Bs.Aires); reglamentación de la venta
de productos agropecuarios (charque,
grasas, granos, pieles, hacienda en
pie, etc.) e introducción al ejido urba­
no de ganado en pie; y levantamiento
topográfico de los pueblos de campa­
ña con demarcación y reserva de una
legua a la redonda de uso exclusiva­
mente agrícola.
En marzo de 1822 propuso
Rivadavia, en el seno de la Sociedad
Literaria, la necesidad de premiar a
quienes supiesen desarrollar el tema
“¿ Cuáles son las causas que detienen
los progresos de la Agricultura; y cuá­
les los medios para removerlas?” De
modo que lo vemos permanentemen­
te obsesionado por trasladar sus in­
quietudes a la comunidad porteña.
Al año siguiente, siempre in­
teresado en la colonización de la pro­
vincia, encargó a Sebastián Lezica
ocuparse en el Viejo Mundo de la ve­
nida de 200 familias, recomendándo­
le particularmente fuesen holandesas,
alemanas o del norte europeo, al tanto
que escribía a José Lizaur y a la em­
presa Hullet Hnos. de Londres, por 200
familias de Escocia y 1000 o más del
Reino Unido, según menciona
A.Carrazzoni.
Como Gobernador Delegado,
110
uno de los actos más esclarecidos de
su actuación, fue sin duda la creación
de la Escuela de Agricultura Práctica
de la Recoleta; acto que se entronca
estrechamente con la legislación
enfitéutica, a sabiendas que tanto los
contratos enfitéuticos como la propia
Ley no darían resultados positivos en
tanto y en cuanto no se alejara a los
productores “de los hábitos rutinarios”,
enseñándoles a explotar racionalmen­
te el suelo.
A raíz del Decreto de Refor­
ma Eclesiástica, que Rivadavia-un ser
íntima y profundamente religioso- dic­
tara inspirado en el bien público, que­
daron de propiedad del Estado, entre
muchos otros, los terrenos del ex-convento de los Recoletos, establecién­
dose en ellos el llamado Cementerio
del Norte por decreto del 1e de julio de
1822.
Había allí una huerta o quinta
semi abandonada arrendada por el ca­
pellán del Cementerio presbítero Juan
Antonio Acevedo. Rivadavia, a suge­
rencia del entonces Jefe de Policía que
imaginaba que ese huerto podía pro­
ducir para el Estado, logró la rescisión
del contrato de arrendamiento pero de
inmediato imaginó la mayor utilidad
que se obtendría del mencionado pre­
dio destinándolo al establecimiento de
un Jardín de Aclimatación -que deter­
mina comience a funcionar desde el
19 de agosto siguiente- y una Escuela
de Agricultura; instituciones ambas que
liga a la órbita de la Universidad Ma­
yor de Buenos Aires.
Para mejor concretar sus
ideas se procuró el apoyo de un selec­
to grupo de colaboradores, entre los
cuales preciso es destacar la partici­
pación de don Domingo Olivera quien,
entusiasta y afanoso como él, lo ayu­
dó a redactar el reglamento que pre­
tendía darle un a base de seriedad
científica a la mencionada Escuela.
Ya en 1812 siendo Secretario
del Triunvirato había sentido Rivadavia
el vivo anhelo de incluir la enseñanza
del arte de la agricultura en los progra­
mas de educación común, lo cual no
logró al estar esta última por entonces
dirigida por el Clero, más inclinado cier­
tamente a la formación filosófica,
teológica y hum anística de los
educandos.
Al no desarrollarse la idea de
que el establecim iento de los
Robertson en Monte Grande hiciese
simultáneamente las veces de centro
colonizador y de enseñanza agrícola,
llégase al año 1823 en que un decreto
del 7 de agosto, producto de su genio,
crea sobre nuevas bases la primera
Escuela de Agricultura Práctica de las
Provincias Unidas del Río de la Plata
(y por consecuencia del Uruguay que
entonces las integraba). Adelantábase
así a su tiempo, en que una minúscula
proporción de la población podía real­
mente mostrarse como compuesta de
labradores. Medidas de esta significa­
ción, por otra parte, recién lograrían
concretarse sobre bases firmes y con
resultados positivos muchísimos años
más tarde.
Rivadavia imaginó a los alum­
nos y egresados de estas Escuelas
ocupando en el futuro puestos de
“agrónomos capaces de guiar la agri­
cultura en todas sus direccionesi', sue­
ño que recién se cristalizaría al cabo
de unos 75 años cuando -a conse­
cuencia de la creación en 1910 del
Ministerio de Agricultura de la Naciónse establecieran oficialmente los agró­
nomos regionales. Es decir, en la prác­
tica, casi 90 años más tarde que lo
pensase Rivadavia desde su puesto
de Secretario del Triunvirato
La Escuela y el Jardín de
Rivadavia tuvieron una vida errática y
plena de vicisitudes hasta llegar al
final que relatara Sarmiento, por más
que nuestro procer se ocupara perso­
nalmente de uno y mil detalles procu­
rando su consolidación. Como fueron:
elegir y designar a su primer Director
el botánico Prof. Pedro Beranger y al
segundo de éste Prof. José Lindor; do­
tarlas de un adecuado presupuesto,
mejoras edilicias y del terreno, imple­
mentos de trabajo y estudio, promocionar la Escuela entre los producto­
res y sus hijos por los distintos medios
de que disponía el Estado, otorgar be­
cas a quienes fueran admitidos, exi­
mirlos del servicio militar, promover a
los mejores a cargos auxiliares docen­
tes y a los egresados una profesión
noble en el ejercicio de la docencia y
la dirección de las escuelas teórico
prácticas que se instalarían en los
“hospicios” de San Ramón de Las Con­
chas y San Pedro, y fijarles preferen­
cia en la distribución de tierras del
Estado (Decreto del 11 de febrero de
1824 firmado por Rivadavia como Go­
bernador Delegado), eximiéndolos
además del pago del canon enfitéutico
por el lapso de ocho años.
Fueron los alumnos de la Es­
cuela en su época de inicio los jóve­
nes Manuel Palomeque (el primero de
todos según J.C.Álvarez Díaz de Vivar),
Pantaleón Escola, Pastor Navarrro y
Eusebio Maldonado (quien en abril de
1825 aún continuaba como pupilo).
Se ocupó también directa­
mente Rivadavia de la gestión de se­
millas de árboles forestales y frutales,
legumbres, hortalizas y plantas flora­
les para el Jardín, por ejemplo contra­
tando su envío desde Europa con el
Sr. Esteban Maitzen, y consiguiéndo­
las de Norte América con intervención
del Ministro Plenipotenciario de los
Estados Unidos en ésta Mr.Rodney,
gracias a quien se logró una excelen­
111
te colección de 260 especies. Pero
Rivadavia pensaba en los alumnos de
la Escuela y para ellos se comprome­
tió a entregar, a su vez, “ una colección
completa" de las semillas que produ­
jese el Jardín al término de sus estu­
dios.
Lamentablemente, cuando a
mediados de 1824, el Gral. Gregorio
Las Heras asume como nuevo Gober­
nador de la Provincia, los esfuerzos de
Rivadavia pierden prioridad y ya no
ocupan igual interés en la mente del
nuevo Ministro de Gobierno Manuel J.
García, a tal punto que el 14 de julio
del año siguiente se decreta la cesan­
tía del Director de la Escuela la cual se
suprime “por ahora", designándose
como curador a don Alejo Planes y
como Director al Dr. Vicente López,
cuyas actuaciones, por lo visto, resul­
tarían intrascendentes.
Rivadavia, entre tanto, ha­
biendo sido nombrado Ministro Pleni­
potenciario y enviado Extraordinario a
las Cortes de Francia e Inglaterra, no
se desentendió de los avatares de las
instituciones que creara y fue segura­
mente por su propia sugerencia que el
Gobernador Las Heras le encarga que
busque un nuevo director, misión que
confía a los agentes londinenses Hullet
Hnos. , quienes contratan al “jardinero
botánicd’ Prof. Alejandro Pablo Sack y
como su ayudante a don Samuel
Attwell.
Estos llegan a Buenos Aires
a fines de 1825, después de haber
despachado 14 cajones de nuevas
colecciones de plantas y semillas, de
los cuales apenas dos -por diversas
circunstancias, pero principalmente
por lo prolongado que resultó el viajeserían desembarcados en buenas con­
diciones.
Es de destacar que con ante­
rioridad Beranger, que fuera reconoci­
112
do como un técnico agrícola honesto y
capaz, introdujo y cultivó muy diversas
especies y variedades, entre las cua­
les: verduras, hortalizas y legumbres,
porotos, zapallos, zapallitos de tronco,
nabos, colinabos amarillos y blancos,
remolacha, trigo sarraceno, algodón,
sorgos, frutales como moreras blanca
y negra, durazneros, manzanos,
membrilleros, vid, y forestales y arbus­
tos diversos, como olmos, acacias
(A.triacanthos y A.julibrissim), álamos
blanco y negro, sauces, olmos,
espantalobos (Colutea arborescens),
paraíso, molle, etc.
Antes de llegar Sack y Attwell
al país arriba Rivadavia y a poco es
elegido Presidente de la República de
las Provincias Unidas del Río de la
Plata, poder que asume el 7 de febre­
ro de 1826. De inmediato se ocupa de
todo lo referente a aquéllos y a su car­
gamento, de la búsqueda y pago de
sus alojamientos en la ciudad y otros
asuntos y concluye por ratificar por
decreto presidencial del 6 de junio de
dicho año la designación de Sack
como “Jardinero Botánico de las Pro­
vincias Unidas del Río de la Platel’ y la
de su ayudante.
A su vez establece pormenorizadamente en el decreto sus obliga­
ciones, siendo ellas -entre otras- las
de “plantar y cultivar todo árbol de uti­
lidad para paseos, combustibles y todo
género de construcción; plantar y culti­
var todo género de flores, árboles fru­
tales, plantas medicinales, granos,
pastos y hortalizas", y agrega, reiteran­
do su primigenia preocupación por la
enseñanza agrícola: “dirigir una Escue­
la de Agricultura Práctica, a la cual
concurrirán jóvenes de todas las pro­
vincias”. Con lo cual la Escuela y su
director adquieren ahora rango nacio­
nal.
Enumera Rivadavia, asimis­
mo, los deberes de aquél de abrir un
registro detallado de las siembras y
plantíos, sus características y exigen­
cias de estación y para su mejor culti­
vo y la publicación de estos datos; la
realización de un viaje anual por el
país para apuntar observaciones o
ideas que “sirvan a perfeccionar el
plantío y cultivo en dichas provincias'\
con las que deberá mantener un sis­
tema de correspondencia a tales efec­
tos y corresponsales con quienes inter­
cambiar noticias y semillas o plantas
de prometedora utilidad para su difu­
sión. Todo apunta a que “el progreso
de la Nación, su comercio, su industria
y su constitución político-social se apo­
yase sólidamente en la producción del
suelo”.
No se olvida de nada el esta­
dista y su pensamiento aparece en los
asuntos más impensados. Así, asigna
a la Universidad -po r intermedio de
dos de sus catedráticos en ciencias fí­
sicas y naturales-, la responsabilidad
de auditar el Jardín y Escuela, habili­
tándolos a aconsejar medidas aptas
para la mejor ejecución del decreto que
comentamos. El Rector de la Universi­
dad, Dr. Valentín Gómez, designó con
tal finalidad a los Dres. Pedro Carta y
Felipe Senillosa, quienes más que ins­
pectores fueron verdaderos colabora­
dores y sostenedores entusiastas de
la labor y emprendimientos de Sack.
En otras palabras, si acaso
todo lo que Rivadavia imaginó y pro­
gramó no llegó a tener la deseable
continuidad que mereciera o un fin
exitoso, nadie puede dudar de su in­
ventiva e iniciativa geniales y su cons­
tante preocupación, expresada en los
más mínimos detalles conducentes al
logro de sus objetivos. Lo que princi­
palmente no cuajó en este caso, fue la
continuidad de la enseñanza; en cam­
bio más exitosa fue la labor que desa­
rrollara el Jardín de Aclimatación, en
la introducción, cultivo y difusión de
plantas. En efecto, le llegaron mate­
riales de muy diversas latitudes; por
ejemplo, desde Chile sem illas de
“melosa”(Madia sativa), oleaginosa de
un género recién descrito en territorio
trasandino.
Hay que señalar la preocupa­
ción de Rivadavia por cambiar el lugar
de vivienda de los profesores Sack y
Attwell, pues habían sufrido problemas
de salud supuestamente originados en
las húmedas habitaciones que hasta
entonces ocuparan; también el enri­
quecimiento o mejoramiento de los te­
rrenos con arena y resaca del río, la
ampliación de la superficie del Jardín
y su desmalezado (principalmente de
la abundante maleza “yerba sapo”
(Marrubium vulgare), la profundización
del pozo de balde, la construcción de
piletas y sistemas de regadío y la re­
facción de los edificios,
Pero los crecientes gastos que
hacia 1827 demandaba a la Repúbli­
ca la guerra emprendida contra el im­
perialista gobierno del Brasil, le impi­
dieron hacer más de lo que hasta en­
tonces hubo dispuesto. Así las cosas
le toca a Rivadavia abandonar el Go­
bierno, Vicente Fidel López atraviesa
“como un meteoro", al decir de un au­
tor, la Presidencia de la República y
rotos los vínculos políticos de la nacio­
nalidad y vueltas las provincias a
independizarse cada una de las otras,
es elegido Gobernador y Capitán Ge­
neral de la de Buenos Aires el Coro­
nel Manuel Dorrego.
Va no está pues aquel que
persiguiera cada uno de sus ideales
como un objetivo fijo, previendo cada
necesidad y adelantándose al curso
de la historia y al futuro de la Patria,
pues trabajaba más que para su ge­
neración “para sus descendientes en
113
las proyecciones de la idea...’’
Ausente Rivadavia un lamen­
table cuan aciago decreto de Dorrego,
dictado el 14 de febrero de 1828, clau­
sura el Jardín de Aclimatación con el
funesto y dudoso argumento de que
se necesitaban esas tierras “para en­
sanchar el Cementerio del Norte". ¡La
antítesis de lo que no mucho tiempo
atrás decidiera Rivadavia pensando
más en los vivos y sus descendientes
que en los muertos!!!
Era una flagrante excusa,
pues ni siquiera se pensó en trasla­
darlo a otro sitio y en cumplimiento de
la letra fría, que podríamos hasta califi­
car de inculta o incivilizada, el Director
Sack debió entregar los terrenos el 12
de agosto de ese año al Comisario de
la Sección 3- de Policía, con toda su
riqueza botánica y agronómica pro­
ductiva. Con este acto echábanse por
tierra los esfuerzos continuados de más
de un largo lustro de esfuerzos y dedi­
cación en beneficio de nuestro desa­
rrollo agrícola.
Al menos resultó en cierta
modo afortunado que tanto Sack como
Attwell se quedaran en el país; el pri­
mero estableciéndose con un comer­
cio de forestales, frutales y hortalizas,
y su ayudante incorporándose a un
importante vivero bonaerense. De
modo que por largos años continua­
ron desde el ámbito privado a aseso­
rar y abastecer a nuestros productores.
Lo que sin duda fue tremen­
damente injusto es que el decreto de
Dorrego manifestase que del Jardín de
Rivadavia no se hubieran “obtenido
hasta ahora los resultados que eran
de esperar”.
Afirmación peregrina fácil­
mente rebatible por los hechos, pues
la documentación y registros existen­
tes indican que, tan solo en materia de
forestales, frutales, plantas de adorno,
114
legumbres, hortalizas y otras yerbas,
la riqueza propia del Jardín era nota­
ble y se nos antoja un crimen la subas­
ta que se hizo de sus 8500 ejemplares
para dejar limpio el terreno con desti­
no al cementerio. ¡Triste fin de algunas
iniciativas valiosas que se repite cu­
riosamente en nuestro país como cal­
cado por la mano de un humorista!!!
Se habían introducido, acli­
matado y difundido numerosas espe­
cies exóticas y algunas de sus más
notables variedades, pero también
vegetales autóctonos útiles. Y se afir­
maba que no se habían obtenido re­
sultados, cuando tan sólo por dar un
ejemplo se hacían loas de la supuesta
introducción del “roble” en 1803 por
Juan Hipólito Vieytes (que algunos atri­
buyen a Mariano Sarratea). O cuando,
en nuestros años escolares, se nos en­
señara haber sido Sarmiento quien in­
trodujo el “eucalipto” en 1858.
Entonces ¡¿qué no decir de
la obra fundacional que, a instancias
de las ideas de Rivadavia, cumplieran
en materia de introducción, aclimata­
ción y difusión de plantas tanto Pedro
Beranger, primero, como más tarde
Alejandro Pablo Sack?! Y por supues­
to, qué no decir también de su dedica­
da labor a la enseñanza oficial de la
jardinería y la agricultura. Sin embar­
go, creemos no equivocarnos si afir­
mamos que no existe calle ni cortada
ni placa alguna en Buenos Aires o sus
pueblos que los recuerden...
Volviendo al propio Rivadavia
puede afirmarse, como lo dijera el ya
mencionado Piccirilli, que si algo lo ca­
racterizó como estadista fue la “ conti­
nuidad en el anhelo; contemplaba in­
terrumpido sus períodos de gobierno,
no así sus sueños".
En cuanto a la ganadería,
convencido que la cría era simultánea­
mente arte y ciencia que requería bue­
nos conocimientos, se ocupó también
específicamente de su promoción en
diversas etapas de su carrera pública.
Dice Andrés Carrazzoni que, para im­
poner sus ideas en este campo,
procuróse el asesoramiento de expe­
rimentados y progresistas ganaderos
de la época, como lo fueron los crio­
llos Domingo Olivera y Felipe Piñeyro
y los británicos Woodbine Parish, Pe­
dro Sheridan, Juan Harrat, los herma­
nos John y William Robertson y otros
“gringos”.
Así, por ejemplo, entre 1825
y 1827 se ocupa como Presidente de
tres introducciones de cameros y ove­
jas “de las mejores lanas del norte de
E u ro p a ”{ pertenecían a la raza
Southdown, Merina de procedencia
francesa y Merina de Sajonia), desti­
nadas a reforzar el fomento de la cría
ovina y mejorar el vellón de las maja­
das pampeanas. También logró la im­
portación de seis cabras de Cachemi­
ra y de tres padrillos y una yegua
frisones (raza Shire), equinos que re­
sultaron muy útiles para trabajos de
campo y para transporte, etc. Además,
debe señalarse que durante su presi­
dencia, Rivadavia no escatimó su apo­
yo a la idea de creación de una so­
ciedad rural argentina, que -constitui­
da por una firma extranjera, con esta­
tutos aprobados el 15 de julio de 1866
y la suscripción de más de dos mil ac­
ciones de capital argentino- funcionó
hasta su quiebra unos tres años más
tarde, a consecuencia de robos de ha­
cienda por los malones de la época.
Acaso deba verse en ella un frustrado
antecedente de la que posteriormente
resultara exitosa fundación de la ac­
tual Sociedad Rural Argentina, el 10
de julio de 1866.
Con respecto a los planes
sobre colonización que imaginara
Rivadavia, sobre los que se mencio­
nó al comienzo, ellos tendrían su real
base de consolidación en lo que, en la
práctica, significó una verdadera “re­
forma agraria” para esos tiempos; que
no otra cosa resultarían ser la serie de
disposiciones que se fueron tomando,
la mayoría debidas a su inspiración,
durante la gobernación del Gral.
Rodríguez y ya siendo su Ministro en
1821, las decisiones sobre el
poblamiento de Patagones, que ya
mencionáramos, donde indicóse -por
decreto del 22 de diciembre- que todo
aquel que solicitase ser poblador reci­
biría “una suerte de Chacra o Estancia
a su arbitrid’ además del solar urbano,
siendo aquellas “de media legua cua­
drada” y del doble de tamaño las últi­
mas.
Dictó luego la Gobernación
disposiciones relativas a la seguridad
de la posesión de la tierra; el 17 de
abril de 1822 dispuso que “sobre los
terrenos no se expedirá título alguno
de propiedad" y el 19 de julio siguien­
te, promulgó el decreto por el cual se
determina:
“19. Ninguno de los terrenos que están
a la orden del Ministerio de Hacienda
será vendido” y
“2° Los terrenos que expresa el artícu­
lo anterior serán puestos en enfiteusis
con arreglo a la minuta de la ley sobre
terrenos...” Todo ello se decidió con la
finalidad de “garantizar la deuda
pública...Hacerse de recursos en ne­
cesidades extraordinarias y....Dar ma­
yor impulso a la prosperidad del país...”
Se ha escrito y seguramente
con razón, que la intervención de
Rivadavia en esta materia “cambió la
base tradicional de la legislación agra­
ria , con servan do el suelo com o
propiedad pública y concillando los
principios de la equidad en la distribu­
115
ción de la riqueza, con la independen­
cia de los cultivadores y el mejoramien­
to de la industria agrícola...”
La enfiteusis una suerte de
“contrato medio entre la compra-venta
y el arrendamiento" (al que más se
parecía) y que fuera incorporado a la
Ley, procuraba para el suelo “...asegu­
rar su cultivo sin darla propiedad, pro­
pender al progreso de las industrias
rurales, a pesar que sólo se le cedía el
uso de la tierra que explotaban fun­
dando al mismo tiempo sobre ella una
renta fiscal...”
Lamentablemente si bien al­
gunos entusiastas propagandistas del
sistema, entre ellos particularmente
Vicente F. López, afirmasen que estas
iniciativas hicieron soplar vientos nue­
vos favorables al campo en los ambien­
tes urbanos, principalmente entre los
jóvenes de las clases pudientes hacia
la ganadería y el pastaje de los cam­
pos, la realidad nos dice que aquel
entusiasmo resultó efímero y que ese
sistema más bien creó “enfiteutas pero
no colonos” naufragando con ello las
esperanzas rivadavianas.
La bondad de la enfiteusis no
había logrado perforar la rutinaria rea­
lidad de la Argentina rural de esos
años, no obstante que, entre otras
numerosas medidas, organizase
Rivadavia el funcionamiento del jura­
do de aplicación de la ley, que regla­
mentase ésta para los solares y
quintas de los pueblos de campaña, y
que restringiera (por decreto del 2 de
mayo de 1827) el otorgamiento de tie­
rras cuando advirtió que las mismas
estaban siendo acaparada por unos
pocos. En efecto, si bien el sistema
languideció luego de su abandono del
poder hasta su extinción legal en 1869,
ya hacia 1828 era francamente seña­
lada a la ciudadanía “la criminal
desidia y abandono de los labradores
116
de la campaña", un reflejo de su
inoperancia.
Permítasenos una vez más re­
currir a los escritos de Andrés
Carrazzoni para rememorar otras ini­
ciativas y medidas tom adas por
Rivadavia siendo ya Presidente de la
República.Así, decretó que un cuadra­
do de dos leguas alrededor de los
pueblos debía destinarse a la agricul­
tura, que los bosques y montes de pro­
piedad pública quedasen fuera de la
ley de enfiteusis; creó el Departamen­
to de Topografía y Estadística para apo­
yar la enfiteusis y organizó la prepara­
ción de estadísticas sobre producción
triguera, decretó asimismo el otorga­
miento de terrenos en propiedad a fa­
milias carentes de recursos sobre la
nueva línea de frontera sur y hasta se
embarcó en sueños tan utópicos para
la época como un proyecto de canali­
zación del río Bermejo y construcción
de canales secundarios, así como la
promoción del dictado de una ley na­
cional para estudiar la posible cons­
trucción de "canal de los Andes” desti­
nado a fa cilita r el transporte y
comercialización de las producciones re­
gionales hasta la capital de la República..
Rivadavia, el genio que ini­
ciara y acompañara tantas iniciativas
en tan pocos años, terminaría su vida
en el exilio no sin antes deleitarse en
hacer de humilde traductor de “El arte
de educar los gusanos de seda" del
conde Vicente de Dándolo libro publi­
cado en Paris en 1833, y por último,
entre 1834 y 1836 -en su postrer in­
tento fallido de retorno a la Patria-,
cuando habiendo sido beneficiado por
el gobierno uruguayo con la cesión de
la “chacra de la Comandancia”, se ini­
ciara en el papel de un simple colono
cultivando trigo, plantando cipreses,
criando cabras y produciendo miel,
antes que el destino lo obligase a su
último y postrer destierro en Europa.
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