Ruiz Pérez, Rafael. El análisis documental: bases terminológicas

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INTRODUCCIÓN
Ruiz Pérez, Rafael. El análisis documental: bases terminológicas, conceptualización y estructura
operativa. -- Granada : Universidad de Granada, 1992.
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INTRODUCCIÓN
Consciente de la problemática que conlleva la formulación teórica de una disciplina, quisiéramos aclarar
de entrada, que las páginas que siguen no pretenden alcanzar una definición definitiva de Análisis
Documental y por consiguiente dejar cerrados los aspectos que le caracterizan. Más bien, nuestra
intención se cen-trará en exponer los rasgos fundamentales que nos permitan una aproximación
conceptual al mismo. Y ello por varias razones:
En primer lugar, como afirma Desantes[1], porque toda defini-ción comporta un alto grado de
delimitación, cerrando o acotando el campo al que se refiere. Por su parte, el concepto es ante todo
creativo, fertilizando y abriendo al mismo tiempo el campo que la definición ha vallado. El concepto es
siempre un agente dinamiza-dor, que profundiza, rectifica y progresivamente va afianzando el objeto de
una ciencia.
En segundo lugar, porque una reflexión sobre la teoría del Análisis Documental no pueden hacerse en
abstracto. Ha de encuadrarse necesariamente en el marco de lo que denominamos Ciencias de la
Documentación; y el concepto de ésta, en opinión generalizada de todos los tratadistas, continúa siendo
un problema pendiente.[2] La documentación es una ciencia relativamente reciente, poco más de un
cuarto de siglo, y como toda disciplina joven, debe acometer su construcción teórica, establecer su
vocabulario, definir su campo de aplicación y precisar sus fronteras. Lógicamente, este estado de cosas
hay que trasladarlo a todos los sectores implicados, y en nuestro caso, el Análisis Documental, es parte
esencial de sus dominios.
Establecer con claridad estos puntos de partida es, a nuestro juicio, fundamental, dado que a ellos
responde básicamente la vía metodológica empleada en la formulación teórica del Análisis Documental y
en la delimitación de su campo de cobertura.
Pero antes de trazar las referidas líneas metodológicas y esta-blecer a continuación el desarrollo
conceptual que nos ocupa, es preciso señalar que, en términos absolutos, no partimos de cero, aunque sí
con abundantes lagunas y serias dificultades de sistematización.
Si bien es cierto que se echa en falta la ausencia de un trabajo teórico de conjunto sobre el Análisis
Documental, también es cierto que en los manuales de documentación y en no pocas monografías y
artículos especializados, su concepto y por consiguiente sus objetivos y contenidos básicos, ocupan
siempre un lugar destacado. Sobre ellos, necesariamente, tendremos que establecer las distintas
corrientes de opinión, tendremos que relacionar nuestro concepto de Análisis y tendremos también que
definir las opera-ciones documentales que le son características.
Entiéndase pues, que lo que se diga en las siguientes páginas, no es el primero o uno de los primeros
conceptos escritos sobre el asunto, pero sí una de las primeras reflexiones teóricas sobre el mismo y por
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consiguiente, una aportación más a una disciplina sobre la que se han vertido cuantiosas opiniones en
muchos casos poco coincidentes, creando un panorama complejo y difícil de sin-tetizar. A todo ello, hay
que añadir una responsabilidad subya-cente: la importancia que el tratamiento documental adquiere en el
proceso de la documentación, pues prácticamente condiciona todas sus operaciones. [3]
En definitiva, cuales son, a nuestro entender, las líneas a seguir para llegar a la formulación del concepto
de Análisis Documental:
1. Tomaremos como punto de partida el concepto de docu-mentación. En el mismo, una vez realizado su
estudio histórico-evolutivo, nos interesa situarnos en el momento en que el fenómeno de la información
otorga a la documentación un obje-tivo preciso, y sobre el que, por otra parte, giran todos los intentos
recientes de conceptualizacion.
Esta dimensión informativa, hace que la documentación sea entendida básicamente como un proceso
informativo, reuniendo los elementos que a éste le son característicos: emisor, mensaje y receptor; pero
además, un proceso que toma como fin último el elemento recuperador a partir de información
previamente selec-cionada, analizada y almacenada. Surge así la naturaleza más específica de la
documentación: el Proceso Documental.
2. El siguiente paso se centrará en situar el lugar que ocupa el Análisis Documental dentro de dicho
proceso. Admitida la circu-lación de la información entre dos polos, productor y usuario, parece hoy
evidente que dentro del circuito una operación se per-fila como esencial: el Análisis de los Documentos,
necesario para hacer posible el funcionamiento de todo sistema de localización y recuperación de
información.
Situación y emplazamiento que, como veremos, no está exento de discusión y opiniones divergentes,
pues toda delimita-ción comporta el establecimiento de unas fronteras que siempre son difíciles de
precisar, y en nuestro caso mucho más por cuanto que el proceso documental se articula en fases
estrechamente relacionadas.
3. Establecido el papel que corresponde jugar al Análisis Documental dentro del proceso documental
entendido como pro-ceso informativo, estamos en condiciones de sentar las bases de su concepto. Para
ello, partiremos del estudio terminológico y con-ceptual de las voces que lo conforman: «Análisis» y
«Documento». Posteriormente, una vez situado el concepto de documento en el plano que aquí nos
corresponde, esto es, el proceso informativo, pondremos en relación las distintas definiciones que sobre
el Aná-lisis Documental se han formulado tomando como base sus funda-mentos terminológicos. Todo
ello sin olvidar aspectos paralelos de necesaria consideración, entre los que destaca el carácter
nor-mativo que lo regula.
4. Por último, creemos necesario y fundamental el estudio de la estructura interna del Análisis
Documental, de las actividades que le son características y de las funciones que le corresponde asumir en
el contexto de las Ciencias de la Documentación.
1. LOS PUNTOS DE PARTIDA: EL CONCEPTO DE DOCUMENTACIÓN Y LA SITUACIÓN DEL
ANÁLISIS EN EL PROCESO DOCUMENTAL
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1.1. El concepto de Documentación
Resultaría ocioso pretender asumir aquí toda la producción bibliográfica que ha generado y continúa
generando la formula-ción de un concepto para esta joven disciplina científica. No nos corresponde a
nosotros tan ingente labor, reservada a los tratados de documentación, pero que duda cabe, que como
punto de arran-que que es para llegar al concepto de Análisis Documental, si es preciso trazar una
síntesis que nos sitúe en las coordenadas teóri-cas que nos interesan.
Buena parte de esta abundante literatura científica sobre el concepto de documentación sigue una
metodología de estudio similar[4]:
Establecimiento de los orígenes etimológicos del término documentación y sus relacionados, donde la
voz documento ocupa un lugar destacado.
Estudio evolutivo de las formulaciones teóricas y actividades de la documentación.
-
Planteamiento de la documentación como disciplina científica.
- Y más cercano a nosotros, el impacto que puede tener sobre la formulación conceptual de nuestra
disciplina la aplicación de las nuevas tecnologías.
En torno a estas líneas directrices van surgiendo después otras tantas constantes de análisis: las polémicas
conceptuales; los conflictos Biblioteconomía-Documentación y Bibliotecario Documentalista; el
surgimiento de las numerosas denominaciones tras la irrupción en el campo de la documentación de la
actividad informativa (Information Sciencie, Informatika); y como no, el punto de arranque e inflexión
que suponen las figuras de P. Otlet y H. Lafontaine, con la creación del Instituto Internacional de
Bibliografía y la publicación por parte del primero del famoso Tratado de Documentación en el año
1934.
Pues bien, si se me permite la expresión, situados ya los pará-metros básicos de estudio, veamos en
síntesis cual ha sido la evolución del concepto de documentación.
El punto de partida se suele establecer siempre en la búsqueda de las causas que han motivado el
surgimiento de nuestra disci-plina para justificar sus funciones y actividades. Es evidente que el
crecimiento permanente y exponencial de las publicaciones científicas, no solo de revistas y libros, sino
de toda suerte de documentos, empezó a crear hace tiempo un auténtico problema de acceso a la
información científica. Ante tal magnitud de infor-mación, era necesario la creación de una actividad
científica inter-media que hiciera llegar al usuario final, investigador, aquella información que le interesa.
Se configura así la documentación como una actividad indivi-dual con características propias, pero
paralelamente, desempe-ñando un papel fundamental en el proceso científico, no solo como facilitadora
de fuentes de conocimiento, sino como organizadora del trabajo intelectual y del pensamiento creativo
del investigador. Estos fueron sin lugar a dudas sus orígenes y aún hoy continúa siendo actividad
fundamental de la documentación, pero por fin, en el terreno industrial y comercial, en el seno de las
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organizaciones, y en definitiva, en toda la actividad humana. El «Information Scientist» hace realidad la
actualmente denominada «sociedad de la información».
La documentación surge en un contexto científico de conjunto y bajo el prisma de su desarrollo
interdisciplinar. Su objeto: la resolución del problema de la información de las fuentes en la investigación
científica. Evolucionará después desarrollándose hacia la consecución de un objetivo: alcanzar el ideal de
que el usuario final, científico o técnico, reciba toda la información de interés potencial y ninguna
información irrelevante, todo, con el concurso inestimable de las nuevas tecnologías. Para ello es
nece-sario crear una nueva categoría de profesionales: el científico especialista en información que actúa
de intermediario entre productores y usuarios de información. Por último, la documentación irrumpe en
todos los campos de la actividad humana.
Sin entrar aquí en definiciones ni en orígenes de raíz terminológica[5], y admitiendo la existencia de una
etapa predocumental[6], los primeros pasos del conocimiento documental tal y como lo entendemos hoy
se sitúan generalmente en la concepción Otle-tiana. Efectivamente, fueron los investigadores belgas P.
Otlet y H. Lafontaine quienes desde finales del siglo XIX acometieron la formulación de la
documentación como disciplina científica y quienes además, organizaron e institucionalizaron a nivel
interna-cional la actividad documental. La contribución de los citados autores puede resumirse así:
Institucionalizan las actividades bibliográficas como resolu-ción al problema de la información de las
fuentes en la investigación científica.
- Inician la cooperación bibliográfica internacional con sus intentos del Repertorio Bibliográfico
Universal en el seno del Instituto Internacional de Bibliografía.
- En la perspectiva de la información científica, fueron los pri-meros en empezar a utilizar las
clasificaciones, especialmente la de DEWEY, perfeccionándola para utilidad de la Biblioteconomía y la
Documentación.
Si bien la concepción Otletiana de la documentación parte de la realidad práctica surgida a partir de la
Bibliografía Científica como respuesta a las necesidades informativas de la ciencia, el Tratado de
Documentación es ante todo una formulación integra-dora del concepto de documentación, de ahí, como
señala López Yepes, el verdadero carácter enciclopédico de la obra. En ella se nos da una definición de
documentación que ha ejercido una profunda influencia en la concepción posterior de la disciplina. La
documentación elabora los datos científicos y técnicos con un cuádruple objetivo:
-
Registro del pensamiento humano... en documentos.
- La conservación, la circulación, la utilización, la catalogación, divulgación y análisis de estos
documentos.
La elaboración de documentos más complejos.
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- El registro de los documentos de un modo cada vez más res-tringido, directo y exacto... de acuerdo
con un plan universal.
Pero el movimiento integrador y fundacional de Otlet provoca pronto respuestas muy dispares, chocando
fundamentalmente con los bibliotecarios, de manera que el conflicto Biblioteconomía Documentación
estaba servido. Tan solo un grupo, los «Special Librarians» del mundo anglosajón, se sumaron a su
corriente. El concepto integrador de la documentación acuñado por Otlet se fue resquebrajando
paulatinamente, a la vez que fueron consolidán-dose distintas corrientes conceptuales, paralelas a la
publicación de multitud de trabajos y a la reorientación de Instituciones Nacionales y Asociaciones
Internacionales (F.I.A., American Documentation Institute, etc.).
Según recoge el profesor López Yepes[7], cristalizaron un buen número de definiciones que se pueden
agrupar en 2 tipos: 1) defi-niciones en relación con la Biblioteconomía y 2) definiciones sin relación con
la Biblioteconomía. En el primer tipo se pueden dis-tinguir aquellas en que domina la corriente
bibliotecaria; aquellas en que Biblioteconomía y Documentación están consideradas al mismo nivel y
aquellas en que prevalece la concepción documen-tal. En el segundo tipo se encuadran aquellas que
consolidarán la documentación en la perspectiva informativa, dando lugar a las escuelas regionales que
mayor influencia han tenido en la situa-ción actual: la Escuela Anglosajona, La Europea Occidental y la
Soviética.
Cabe citar aquí algunos de los trabajos más sobresalientes que en una u otra corriente no hicieron sino ir
consolidando, con mayor o menor fortuna, algunas salidas al concepto de documen-tación[8]. Poco
después de la 2.a Guerra Mundial, en 1948, aparece el libro de Bradford[9], primera exposición de
conjunto de la nueva disciplina tras el paréntesis de la contienda. En él, defiende un concepto de
documentación estrechamente ligado a la actividad científica. Documentación es «el proceso consistente
en reunir, clasificar por materias todos los registros de nuevas observaciones, poniéndolas al servicio,
cuando sea preciso, del investigador o inventor». Sin embargo, considera a la documentación como un
aspecto de ese arte mayor que es la biblioteconomía y por consi-guiente solo una prolongación de sus
trabajos en un sentido poten-ciador. Dentro de esta misma corriente bibliotecaria hay que encuadrar
también la teoría de Shera.
En la década de los 50 surgen los trabajos del alemán E. Pietsch[10], mucho más en la órbita de la
concepción documental y en la línea de Otlet. Define la disciplina como «la sistemática recopilación,
interpretación y preparación para el uso de los docu-mentos», si bien, no escatima la asignación de estas
tareas a los bibliotecarios, tales como la compilación y la localización de los documentos. Andado el
tiempo, sin embargo, Pietsch va evolucionando hacia una concepción informativa en tanto que la
información «es la forma activa de la labor documental, o sea, la aporta-ción de los conocimientos
deducidos del estudio de documentos».
Por las mismas fechas cabe situar también la formulación teórica francesa de Briet[11], quien considera
como punto de partida de la documentación a la figura de Otlet y a la actividad de la bibliografía
científica, siendo ya un marcado defensor de la corriente documentalista al considerar esta disciplina
como el punto de unión entre el productor y el usuario de la información. En cual-quier caso, Briet dota
de un carácter marcadamente instrumental a la documentación como servicio necesario en el contexto de
lo que se ha llamado explosión de la información documental. Cabría destacar además en esta línea, su
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modelo del proceso documental.
La década de los 60 marca el inicio de la situación actual de nuestra disciplina. Simplificando mucho un
panorama complejo, los factores que motivan un cambio de rumbo pueden agruparse en 3 apartados:
- Por una parte el paso a un primer plano del concepto de «infor-mación» o «información científica»,
que provocará reajustes terminológicos, dotará a la documentación de un carácter más dinámico y
permitirá fijar objetivos más precisos. A partir de aquí, la documentación será entendida como un
proceso fun-damentalmente informativo.
- En segundo lugar, aparece el auténtico estudio científico de la información, su valoración y
cuantificación (Bibliometría) y la investigación de sistemas para su control. Todo ello en el marco del
ambicioso programa de la llamada «ciencia de la ciencia».
- En tercer lugar, el impacto que supone la revolución de los ordenadores y su aplicación a los métodos
de tratamiento y difusión de la información, provocando cambios súbitos en los problemas documentales
y en las condiciones de cooperación internacional.
Efectivamente, según López Yepes fue el hallazgo del fenómeno de la información lo que posibilitó
definitivamente la consi-deración del proceso documental como un proceso informativo; que se
aprovecha de la metodología de las ciencias informativas y establece, sobre la categoría de los depósitos
documentales, la aplicación del flujo informativo y la dinamización de las fuentes para obtener nuevos
conocimientos. Tal es la naturaleza de la documentación en la que todos están de acuerdo, permitiendo
relegar a un segundo término la discusión terminológica y las rela-ciones entre las distintas disciplinas
documentales.
Sin embargo, pese a éste flujo integrador, las corrientes con-ceptuales continúan produciéndose, si bien,
enraizadas en el desa-rrollo de los principios establecidos por Otlet. A finales de los
años 70, resulta patente que el cambio ha consistido en la refor-mulación del concepto de la disciplina,
principalmente desde la óptica norteamericana de «Information Science», de la alemana «Ciencia de la
Documentación y la Información», y de la Sovié-tica «Informatika». Entre ellas se intercala la aportación
de uno de los grandes científicos de la información de nuestros días, B. C. Vichery, quien con su
concepto «Information Retrieval» (Recupe-ración de la Información)[12], no hace sino potenciar el
hecho de que el proceso documental es, ante todo, un proceso de carácter recuperador, de búsqueda de
información a partir de un proceso previo de análisis.
La noción de «Information Sciencie», extensamente anali-zada por López Yepes en su citada Teoría de
la Documentación, considera la Documentación como la «ciencia que investiga las propiedades, el
comportamiento de la información, los factores que conducirán su flujo y los medios para procesaría con
el fin de que sea lo más accesible y lo mejor utilizada posible. Comprende el conjunto de conocimientos
relativos a la producción, recogida, organización, almacenamiento, recuperación, interpretación,
transmisión, elaboración y uso de la información.
Entre sus teóricos más notables cabe destacar a Robert J. Tay-lor y a H. Borko. Este último, en su famoso
trabajo «Information Science: What is it?» formula la definición clásica de esta comente americana:
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«ciencia interdisciplinaria que investiga las propiedades y el comportamiento de la información, las
fuerzas que gobiernan su flujo y su uso, así como las técnicas, tanto manuales como mecánicas, de
procesamiento de la información para su óptimo almacenamiento, recuperación y difusión». Un hecho
significativo de la pujanza que toma la nueva concepción en América fue el cambio de denominación del
American Documen-tation Institute por el de American Society for Information Science.
Paralelamente, en la Unión Soviética se formuló el concepto de «informatika», una corriente que también
recoge los nuevos aires que habían recalado en la documentación con la noción de información. Los
responsables fueron Mikhailov y sus colabora-dores Chernii Y Guiliarevsky, quienes en 1965 publican
su conocido trabajo «Osnovy Nauknoi Informatsii» (Fundamentos de Información Científica). Tratado
que recibió muchas críticas por la imprecisión con que denominaban a la nueva disciplina, siendo la más
decisiva la realizada por Dorfman, que recomendaba: «lo más razonable sería nombrar informatika a esta
disciplina, que trata de los principios básicos, métodos y medios de recolección, procesamiento,
almacenamiento, búsqueda y diseminación de cualquier tipo de información»[13]
El resultado fue que Mikhailov y sus colaboradores reformu-lan la nueva denominación en 1966 con su
trabajo: «Informatika: nuevo nombre para la teoría de la Información Científica», y en 1968 publican la
2.a edición de su tratado con el título: Osnovy Informatiki (Fundamentos de la Informátika), en donde la
docu-mentación queda definida como: «la disciplina que estudia la estructura y las propiedades (y no el
contenido específico) de la información científica, así como las leyes que rigen la actividad
científico-informativa, su teoría, historia, metodología, y medios óptimos de presentación (registro),
recolección, procesamiento analitico-sintético, almacenamiento, búsqueda y diseminación de la
información científica»[14]
Como sugiere López Yepes, es evidente, que la corriente infor-mátika no se queda en un razonamiento
conducente a postular un nuevo nombre para la disciplina, sino que se vincula con toda la teoría de la
información científica, con el estudio de sus propieda-des y leyes, y con la documentación como ciencia
de los medios de la actividad científico-informativa. En este sentido cabe desta-car además los siguientes
postulados de los autores soviéticos:
- Resolución de los problemas relativos a la organización del trabajo intelectual y por tanto a la
metodología del trabajo científico.
- Así mismo, las cuestiones relacionadas con los diversos docu-mentos científicos y en qué medida su
estructura y análisis puede responder a las necesidades de la ciencia contemporánea.
- Por último, la importancia de crear los medios técnicos nece-sarios para realizar satisfactoriamente la
actividad científico-informativa.
Según estos planteamientos, no es de extrañar que desde la perspectiva de la información de carácter
científico, la configura-ción conceptual de la corriente soviética halla sido aceptada notoriamente, tanto
por las escuelas del Este Europeo como por las Europeas y Americanas. Parece desprenderse del
concepto de Informátika, que la documentación es el condicionante general de todas las ciencias, puesto
que se configura como base y funda-mento de toda investigación en sus dos vertientes: -ciencia de las
fuentes de información y de los documentos, y -ciencia organiza-dora del trabajo intelectual.
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Sin embargo, limitarse a las corrientes conceptuales sería que-darse en la superficie del profundo cambio
iniciado en los años 70 y que ha conducido a la situación actual de nuestra disciplina. En las mismas
fechas en que se crean las concepciones rusa y ameri-cana, nacía la bibliometría y la semántica
documental, aspectos fundamentales en el desarrollo científico de la documentación junto a la revolución
técnica de las nuevas tecnologías.
Aspectos como la valoración de la producción científica, el surgimiento de los Thesaurus, los Lenguajes
Documentales de estructura combinatoria, la aplicación del tratamiento automá-tico, las Bases de Datos
accesibles on-line, etc., han abierto el cambio científico y tecnológico a una disciplina cuyas
posibilida-des parecen, por el momento, inagotables.
En definitiva, en esta exposición histórica de nuestra disci-plina se advierte que la documentación inicia
sus pasos de la mano de la bibliografía, pasa por la documentación propiamente dicha, y de ésta a la
información. En principio, la documentación es con-siderada como un aspecto más de la
biblioteconomía; posterior-mente, Otlet y Lafontaine sentarán las bases de la documentación como una
actividad de la información en beneficio de la ciencia y como la solución al control y acceso a las fuentes
por parte de los investigadores. Pero la concepción Otletiana es además integra-dora, y en la misma se
advierte el carácter dinámico que opera sobre la información registrada en los depósitos documentales.
Con Otlet y Lafontaine se inicia definitivamente la andadura de la documentación, pero habría de
provocar también el comienzo de la problemática conceptual y su desintegración en distintas corrientes.
Toda una polémica que terminará dotando a la documentación con el carácter de ciencia. Para ello, el
primer paso sería dotarla de una perspectiva estrictamente documental y diferenciada de la óptica
biblioteconómica; en donde el documen-talista actúa como puente entre el autor y el usuario. Sin
embargo, aun no se ha valorado con precisión el valor potencial del conte-nido de los documentos.
Sería en el siguiente paso, con el hallazgo del fenómeno de la información, cuando la documentación es
considerada como un proceso informativo. La documentación deja de ser simplemente un servicio para
convertirse en una ciencia que posibilita, potencia y dinamiza las fuentes de información para obtener
nuevos conocimientos. Es el denominado proceso documental, que no es sino información sobre
información, o lo que es lo mismo, información sobre fuentes de información. Aquí, el documento,
portador de información, deja de ser un elemento estático, que tras su análisis y tratamiento, ofrece y
difunde su contenido informativo. Esto es posible en el proceso dinamizador de la información
documental por naturaleza: el proceso documental[15]. Podríamos concluir por tanto señalando que la
Documentación es la ciencia general que tiene por objeto el estudio del proceso informativo-documental
en un plano universal y en un plano especifico aplicado a una disciplina concreta.
1.2. Situación del Análisis Documental en el Proceso Documental
¿Qué papel juega el Análisis Documental en el proceso que acabamos de definir? Parece evidente pues,
que el proceso docu-mental es fundamentalmente un medio que hace posible la transfe-rencia de la
información. En palabras de Courrier, un proceso de circulación de la información que tiende a
establecer un vínculo de comunicación entre los documentos y los usuarios[16]. Estamos en definitiva
ante una corriente informativa que se organiza mediante un proceso, también informativo, dado que
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reúne los elementos propios de él: emisor, mensaje y receptor, si bien con un objetivo final especifico: la
recuperación y utilización.
Y es precisamente este último aspecto, la recuperación, el que dota al proceso documental de sus notas
características y diferen-ciadoras respecto de cualquier otro proceso informativo. En él, el mensaje viene
constituido por el documento, entendido éste como la objetivación del conocimiento sobre un soporte
físico, que al ser trasmitido, se constituye en fuente actualizada para la obtención de nuevas
informaciones[17]. Es importante hacer esta última preci-sión, puesto que para entender la importancia
del documento den-tro del ámbito de la documentación, es preciso admitir que el mensaje del que es
portador, el mensaje documental, no adquiere su auténtica dimensión mientras no comporte un
aprovecha-miento de su contenido por parte del usuario.
Ahora bien, para conseguir el objetivo final que hemos seña-lado, esa transmisión, esa transferencia de
información, que no es sino información documental, ha de pasar por un conjunto de ope-raciones, por
un tratamiento, consistente básicamente en repre-sentar el mensaje, el documento, de forma distinta a su
estado natural. En definitiva, el proceso documental tiene su razón de ser en la recuperación y utilización
posterior de la información por parte del usuario, y esto sólo es posible tras una rigurosa actividad
analítica transformadora.
Pues bien, visto el proceso documental desde el prisma de la teoría de la información, analicémoslo ahora
en el contexto de la práctica documental tomando como punto de referencia la infor-mación científica.
Con ello, situaremos con cierta precisión el lugar que corresponde al Análisis Documental en dicho
proceso.
El ciclo de la información científica se inicia con la producción de nuevas ideas en el resultado final de
una investigación. Esta información producida tiende a ser difundida por medio de lo que llamamos
comunicación primaria, lo que en tipología documental se conoce como documentos primarios. El
problema se plantea cuando estos documentos primarios se ven afectados por el fenómeno del
crecimiento exponencial, haciendo imposible que el usuario, por sus propios medios, puede ejercer sobre
los mismos un control exhaustivo y pertinente. Por ello, una vez que los nue-vos conocimientos son
puestos en circulación, es necesaria la existencia de una actividad intermedia.
Comienza así la segunda etapa del ciclo de transferencia, esto es, la transformación o tratamiento, cuyo
objetivo es acondicionar la información para que pueda ser utilizada con eficacia. La pri-mera y más
importante fase de esta etapa, que se inserta plena-mente en el campo de la documentación, es cl Análisis
Documental, entendiendo por éste, al conjunto de operaciones necesarias para extraer la información (o
lo esencial de la misma), contenida en las fuentes primarias (documentos prima-rios) y prepararla (o
expresarla en elementos eficaces) para su posterior recuperación y' utilización.
Este conjunto de operaciones, en las que entraremos con deta-lle más adelante, dan como resultado los
denominados documen-tos secundarios, cuya información ya no es original, sino que se dispone de
acuerdo con una estructura para facilitar su manejo. Estas fuentes secundarias, que según Nuria Amat se
pueden con-siderar como nuevos documentos, actúan de intermediarios entre el documento original y el
usuario.
En la tercera etapa, una vez tratada y preparada la informa-ción, se procede a su almacenamiento en las
memorias documen-tales para su posterior recuperación. En los sistemas de documentación manuales, el
almacenamiento resulta directa-mente de los productos del Análisis Documental. Sin embargo, en los
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sistemas automatizados, es necesario transferir los resultados del análisis a los formatos mecanizados, lo
que constituye el proceso de informatización documental.
Entramos así en la cuarta etapa del proceso, la recuperación de la información, cuya realización puede
presentar dos vertientes distintas: la efectuada a petición o demanda del usuario, o bien, la realizada a
iniciativa del propio servicio documental, interesado en dar a conocer la información que controla. En
este segundo caso estaríamos en lo que denominamos difusión de información.
Cabe señalar, en función del ya repetido objetivo final del proceso documental, una última etapa, la
utilización de la información. Si bien es cierto que este uso recae bajo la responsabilidad del propio
usuario, no menos cierto es, que la premisa documental de anticiparse a la demanda, junto con otros
factores como la for-mación y estudio de usuarios, el conocimiento del tipo de informa-ción que
precisan, etc., hacen que la utilización posterior de la información se realice, cada vez con más
frecuencia, bajo las orientaciones de los servicios de información.
En definitiva, en una primera apreciación, la situación del Análisis Documental dentro del proceso de
transferencia de la información puede quedar establecida así en el siguiente esquema operativo:
Ahora bien, si tenemos en cuenta la actividad que hemos asig-nado a la segunda etapa del ciclo de
transferencia, la situación del Análisis Documental en el proceso precisa algunas matizaciones de interés.
Efectivamente, allí se establecía que el objetivo del Análisis Documental consistía en extraer la
información contenida en los documentos y prepararla para su posterior recuperación y utiliza-ción.
Convendrán con nosotros por tanto, en que el Análisis Documental está actuando en dos momentos
capitales del esquema anterior, esto es, en el momento del análisis de la infor-mación y en el momento de
la recuperación; y ello, sencillamente, porque como resultado del análisis quedan unos instrumentos
(representación de los documentos primarios, documentos secun-darios, o indizados, que tras un proceso
de elaboración se convier-ten en lenguajes controlados), que se utilizan para su control y posterior
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recuperación. En buena lógica, como señala García Gutiérrez, no tendría sentido analizar documentos si
no es para que sean recuperados y consultados. Ambos polos, análisis y recuperación, son por tanto
indisolubles[18].
Si nos detenemos por un momento en esta apreciación, obser-varemos que se crea un problema real de
naturaleza terminológica y de denominación en el que los autores no consiguen ponerse de acuerdo.
Efectivamente, si nos ajustamos a ciertas conveniencias lógicas y de procedimiento metodológico, parece
evidente que en un esquema general del proceso documental, no podemos separar lo que es Análisis y lo
que es Recuperación, pues ambos elemen-tos se configuran como dos polos de un mismo eslabón del
proceso que necesariamente han de estar relacionados.
Para la solución de este problema*, que no es sino un problema de determinación sobre cuales son los
términos (genérico y específico) más adecuados para expresar una situación real, se ha acuñado el
término conceptual de Tratamiento Documental, por el que entendemos con García Gutiérrez a la
«operación intelec-tual de aplicar técnicas específicas normalizadas (análisis) a un colectivo
documentario, con el fin de hacerlo controlable y utiliza-ble (recuperación)[19]. En esta fórmula por
tanto, el tratamiento engloba el Análisis y la Recuperación, centrando bidireccional-mente una actividad
metódica, sistemática y dinámica (análisis, primera dirección), como medio de organización y control y
como elemento que potencia y hace posible la recuperación (recupera-ción, segunda dirección);
arbitrándose para ello modos pertinen-tes de búsqueda (Lenguajes Documentales)[20].
El Análisis Documental es, por tanto, el elemento que actúa en la primera fase del tratamiento; la
Recuperación por su parte, se concreta en la demanda documental, aunque actuando sobre los
instrumentos de búsqueda que surgen de la primera fase. En consecuencia, el Análisis Documental tiene
su razón de ser en las posibles recuperaciones, y éstas, solo son efectivas si se realizan sobre los
productos de una acertada y rigurosa actividad analítica previa. En este Sentido, cabe situar aquí el
clásico papel que Nuria Amat asigna a los productos del análisis, cuando considera que el Análisis
Documental crea siempre un producto o docu-mento secundario que actúa como intermediario o
instrumento de búsqueda obligado entre el documento original y el usuario que solicita información[21].
Por consiguiente, una vez realizados los matices oportunos, el esquema operativo del proceso
documental y la situación en el mismo del Análisis, quedaría establecido así:
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INTRODUCCIÓN
Adviértase que hemos partido de la información en general, obviando la llamada fase de entrada en el
sistema (colecta según otros autores), que viene matizada por las típicas operaciones de selección y
adquisición de la información. Su no inclusión aquí, no afecta en absoluto a los fines propuestos; por lo
que su conside-ración queda fuera de nuestra competencia.
Sin embargo, es preciso señalar que no todos los autores están de acuerdo con el esquema propuesto,
aunque a decir verdad, no ha sido esta una cuestión que halla preocupado demasiado a teóri-cos y
documentalistas; al menos eso es lo que se desprende de la ausencia de estudios específicos sobre este
particular. No obs-tante si parecen dibujarse posturas distintas: por una parte aquellos que incluyen el
Análisis Documental dentro de la fase de trata-miento, y por otra, aquellos que identifican análisis y
tratamiento o bien tratamiento y recuperación.
En la primera corriente, la postura más clara parece ser la de Chaumier, quien considera que la expresión
«traitement de l'in-formation», no debe ser tomada en su sentido habitual, generalmente utilizada en
informática. Aquí representa el conjunto de operaciones efectuadas para la transformación o puesta en
forma, la puesta en memoria y la restitución según las necesidades, de las informaciones contenidas en
los documentos seleccionados. El tratamiento de la información documental, base de los sistemas
documentales, comprende dos fases principales: el Análisis y la Búsqueda»[22]. En consecuencia, este
autor, divide el proceso documental en las siguientes etapas: Collecte (Selección), Traite-mente (Analyse
et Recherche) y Diffusión (Produits documen-taires).
En la misma línea podríamos encuadrar al autor catalán Coll-Vinent, quien distingue entre las
operaciones documentales tres fases: la Entrada (Recogida y Selección de documentos), el Trata-miento
(Análisis Documental y Búsqueda) y la Salida (Difu-sión)[23]. Insiste este autor en que el tratamiento
documental comprende las operaciones más importantes y características de la documentación.
En cualquier caso, hemos de señalar, que tras el rastreo bibliográfico realizado por nuestra parte sobre
este particular, adverti-mos que no existe un posicionamiento claro en la mayor parte de los especialistas
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INTRODUCCIÓN
que circunstancialmente se han ocupado del proceso documental. En todos los organigramas aparece
interrelacionado el Análisis con la Búsqueda o la Recuperación pero, la denominación de tratamiento, si
bien es generalmente aceptada y utilizada en la formulación de las definiciones, no aparece después
situada con la claridad que lo hace Chaumier. Citemos por ejemplo el organigrama de Fondin, el de
Guinchat y Menou o el de la Asociación Francesa de Documentalistas y Bibliotecarios Espe-cializados,
etc.
En la segunda corriente, o en cualquier caso, en posiciones más ambiguas, podemos situar a Nuria Amat,
Gardin, López Yepes, Mijailov o Couture. Para la primera, «el tratamiento docu-mental comprenden el
conjunto de operaciones realizadas por el documentalista con el fin de transformar las informaciones
conte-nidas en los documentos», con lo cual la autora identifica el trata-miento con el Análisis, si bien,
cuando se introduce en la explicación de tal definición señala que «constituye el proceso de
transformación... que se lleva a cabo en la fase de análisis... y el proceso de elaboración y creación de un
subproducto o docu-mento secundario que actúa como instrumento de búsqueda...[24]. Por consiguiente,
el posicionamiento de Nuria Amat viene a con-firmarnos el carácter de ambigüedad que rodea a la
cuestión ter-minológica del proceso documental. Ambigüedad que queda justificada cuando la misma
autora, en su esquema de las opera-ciones documentales, sitúa el tratamiento englobando el Análisis y la
Búsqueda[25].
En la misma línea se sitúan Mijailov y sus colaboradores cuando definen el concepto de Análisis como
«procesamiento analitico-sintético que comprende las fases de Descripción Bibliográfica y
Característica, la Anotación, la Extracción (Resumen), la Traducción y la confección de Reseñas»[26].
Adviértase que esta definición es mucho más conceptual que terminológica y por tanto más precisa por
cuanto que se fundamenta, no en una formulación general, sino en la propia estructura interna del
Análisis. Es obvio que los autores soviéticos excluyen del Análisis la Recuperación, si bien, no utilizan
con claridad el término tratamiento para agru-par a ambas operaciones.
En López Yepes, el Análisis Documental, como parte del proceso, es una operación intelectual que crea
las representaciones de los documentos primarios, comprendiendo: la Descripción Bibliográfica, el
Resumen y la Descripción Característica o Clasi-ficación de los documentos, bien por medio de
lenguajes naturales o artificales[27]. Este autor, sin utilizar el término tratamiento, señala que el resultado
de tales operaciones son los productos del Análisis, bien del formal o bien del contenido, pero en
cualquier caso, elementos que se utilizan para la posterior localización y conocimiento en profundidad de
los documentos. Queda clara pues su posición de identificación del Análisis Documental con lo que aquí
venimos denominado globalmente tratamiento.
Por su parte, Gardin nos ofrece el siguiente esquema del proceso documental: Selección (cognición,
información general, dis-tribución), Análisis (resumen, indización, traducción), Trata-miento
(almacenamiento y recuperación) y Difusión (edición, reproducción y telecomunicación)[28]. Como se
observará, el tratamiento queda vinculado a la segunda fase de nuestro esquema, esto es, a la
recuperación, introduciendo además el concepto de almacenamiento, que en nuestro organigrama vendría
represen-tado por las memorias documentales sobre las que actúa la recu-peración. Si bien Gardin
identifica tratamiento con la Recuperación e independiza el Análisis, su esquema nos parece interesante
por cuanto que concibe el tratamiento como la finali-dad última del análisis, aunque desde un punto de
vista terminológico, no nos parece adecuado denominar directamente tratamiento a la labor de búsqueda
y localización de la información.
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INTRODUCCIÓN
Y es importante hacer esta aclaración porque en nuestra consi-deración, tratamiento significa ante todo
transformación, en este caso, transformación de la información documental para posibili-tar su control y
búsqueda. Tal transformación se produce exclusi-vamente en el momento del Análisis Documental y no
en la Recuperación, por lo que nos sentimos más identificados con el proceso analítico sintético
Mijailoviano. Ahora bien, como los productos de esa transformación son los utilizados para la referida
recuperación, parece lógico encuadrar bajo la misma denomina-ción a ambos procesos.
Por último, señalemos la posición de Couture des Troismonts por significar un enfoque radicalmente
opuesto al esquema que venimos defendiendo. Este autor, al dividir el tratamiento de la documentación
en métodos convencionales y no convencionales (manuales y automáticos)[29], parece alejarse
totalmente de encua-drar cualquier actividad del análisis dentro del tratamiento. Más que nada, cuando
utiliza el término tratamiento parece referirse no ya a la recuperación sino a los sistemas de ésta.
Pues bien, aunque las páginas precedentes se han ocupado en el estudio del proceso documental como
proceso informativo y en la situación que en el mismo ocupa el Análisis Documental, es evidente que
también han quedado dibujados algunos aspectos de su importancia y naturaleza. Entre ellos cabe
destacar los siguientes:
ü
El análisis del documento es la Operación primordial sin la cual es completamente imposible
alcanzar el objetivo y la razón de ser de la documentación: la recuperación y utilización de información
contenida en los documentos.
ü
El Análisis Documental es, posiblemente, la esencia más genuina de la documentación y la auténtica
novedad que aporta nuestra disciplina al proceso de transferencia de la información. Se puede afirmar por
tanto, que en este proceso, el Análisis Documental es la primera fase que entra de lleno en el campo de la
documentación; y posiblemente también, lo que identifica y diferencia a nuestra ciencia de otras
disciplinas afines.
En consecuencia, el protagonismo que alcanza el Análisis en el contexto de la documentación,
necesariamente tiene que provocar una implicación mutua de ambos conceptos. Un buen ejemplo de ello
es que la formulación del concepto de documentación se construye sobre bases muy parecidas a los
elementos conceptuales que conforman el Análisis Documental. Al mismo tiempo, como ocurre con la
documentación, los problemas terminológi-cos, las distintas denominaciones y significados, la difícil
configu-ración de su dominio, etc., hacen del Análisis una disciplina difícil de definir, provocando,
lógicamente, el surgimiento de distintas corrientes. En unas u otras se pueden enmarcar los distintos
autores, pero la mayor parte de las veces, sin una vinculación conceptual precisa.
Fondin ha llegado a decir del Análisis Documental que esta operación, eslabón importante de nuestra
actividad (refiriéndose a la documentación), presenta un carácter de anarquía extremo; entre otras
razones, porque se confunden muchas cosas, funda-mentalmente en el campo terminológico. Términos
básicos corrientemente utilizados como análisis de contenido, resumen, indización, abstracción,
extracción, etc., pueden tener, de una parte, un significado muy fluctuante dependiendo del contexto en
que se utilicen, de otra, no permiten una distinción fundamental entre lo que es operación y lo que es
resultado de esa operación[30].
En definitiva, todos estos problemas, parecen derivar del hecho de que el dominio del Análisis
Documental no ha estado nunca definido de forma precisa. De ahí que únicamente el esta-blecimiento de
su estructura nos permitirá configurar un cuadro, en el que cada uno de los elementos constitutivos de
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INTRODUCCIÓN
esta opera-ción documental puedan ser identificados, individualizados y jerarquizados. Y con ese
propósito acometemos el estudio de su concepto de acuerdo con el siguiente esquema metodológico:
1. Investigación y análisis de sus bases terminológicas, donde la voz «Documento» merece especial
atención. Sus múltiples acepciones hacen necesario establecer cual es la que realmente nos interesa en el
contexto del proceso documental como proceso informativo; esto es, el documento como portador de un
mensaje, que se configura como tal mensaje documental en tanto que com-porta un aprovechamiento de
su contenido.
2. Establecimiento del conjunto de operaciones que confor-man nuestra disciplina, necesarias para
extraer la información contenida en los documentos y acondicionaría para su almacena-miento y
posterior recuperación. Es decir, estudiaremos 105 aspectos teóricos y estructurales de los distintos
Niveles en que se desgrana el Análisis Documental. Niveles que, lógicamente, se derivan del distinto tipo
de análisis aplicado: análisis de los aspec-tos formales o análisis de los contenidos, y que en cierta
medida, responden a una jerarquización impuesta por el grado de profundi-dad del análisis, en respuesta
también a unos ciertos tipos de demanda, aunque siempre, desde un punto de vista integrador e
interdependiente.
3. Por último, el conocimiento de otros tantos aspectos ínti-mamente relacionados con la formulación
conceptual de nuestra disciplina, tales como, la normalización de las técnicas del Trata-miento de la
Información y la situación que ocupan los Lenguajes Documentales en el mismo.
Estos son en definitiva los tres grandes aspectos que a nuestro juicio pueden conformar una teoría
conceptual en donde como veremos, convergen opiniones y corrientes diversas que es preciso
sistematizar. Teoría de una disciplina, que por todo lo dicho hasta ahora, se nos va perfilando cada vez
más como una actividad y una técnica de la Ciencia Documental. Y es esta una cuestión cuyas
implicaciones queremos dejar claras desde un principio, pues la formulación teórica del Análisis
Documental, ha de esta-blecerse en función del contexto en que se inscribe, esto es, el espectro
documentario. Por consiguiente, su concepto, una vez establecida la posición que ocupa en el proceso
documental, es preciso abordarlo desde una perspectiva que contemple el estudio y sistematización de su
significado terminológico y conceptual, desde las funciones que realiza dentro de la documentación y
desde la configuración de su propia estructura interna.
2. BASES TERMINOLÓGICAS Y CONCEPTUALES
El estudio terminológico y de significación semántica del vocablo o vocablos que se utilizan para
denominar una disciplina, ha sido siempre un recurso tradicional en la conceptualización científica.
Recurso que, por otra parte, no solo continúa siendo válido, sino que se ha visto reactivado tras el giro
revolucionario que ha experimentado la teoría lingüística con las aportaciones del Estructuralismo y de la
Gramática Generativa de Noam Chomski. Quede pues constancia, de que la aplicación de los orígenes
lingüísticos en las explicaciones conceptuales de las disciplinas cien-tíficas, ha cobrado vigente
actualidad[31].
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INTRODUCCIÓN
No pretendemos sin embargo, hacer un estudio exhaustivo de todos los contenidos semánticos que las
palabras «Análisis» y «Documento» pueden soportar, tampoco recoger aquí toda la bibliografía que
sobre el tema se ha generado. Más bien, nos vamos a ceñir a los que consideramos de interés con el
objeto de establecer un punto de partida al que poder referirnos, y sobre el que poder efectuar los matices
que sean precisos.
2.1. Concepto de «Análisis»
En el Diccionario de la Real Academia, de entre las muchas acepciones que se dan al término «Análisis»
nos interesa recoger aquí las tres primeras[32]. En la acepción inicial se concibe el Análi-sis como
«distribución y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos». En
la segunda «exa-men que se hace de alguna obra, discurso o escrito»; y en la ter-cera «examen de las
palabras del discurso, para determinar la categoría, oficio, accidente o propiedades gramaticales de cada
una de ellas».
Si analizamos con cierto detalle las referidas definiciones, observaremos que la primera de ellas está
formulada desde una perspectiva general, refiriéndose a la actividad intelectual de des-componer, en
sentido teórico o práctico, las partes de un todo como medio de llegar a conocer los elementos que le son
constitu-tivos. Es evidente la influencia que en esta definición ejercen la naturaleza y características de
las Ciencias Experimentales, rati-ficada cuando el mismo diccionario define al «analista» como «el que
hace análisis químicos o médicos... o estudia el análisis matemático».
Sin embargo, en la segunda acepción se reduce notablemente el campo de significación semántica, pues
aquí el «análisis» queda vinculado al examen de una obra o escrito; lo que sin duda se acerca mucho más
a la definición que nos puede interesar. En este sentido, si sustituimos, en un esfuerzo de abstracción, el
tér-mino «obra o escrito» por el de «documento», y consideramos el significado de examen como «todo
reconocimiento o estudio que se hace de una cosa o hecho»[33], obtendremos como definición más
genérica de «Análisis Documental» a «todo reconocimiento y estudio que se hace de un documento»[34].
Queda pues fuera de nuestro interés la tercera acepción, pues si bien incluye el término examen, éste
queda vinculado al campo estrictamente gramatical de las palabras; y por supuesto, tampoco nos
interesan el resto de las acepciones, muy alejadas ya de las posturas documentales.
Por su parte, el ya citado Diccionario Ideológico de Casares viene a coincidir prácticamente con las
definiciones de la Real Academia, concibiendo el «Análisis» en un sentido figurado como todo «examen
que se hace de alguna obra»[35]. Lo mismo se puede decir de la reciente edición (año 84) del
Diccionario de la Real Academia, donde se mantienen sin cambios las dos primeras acepciones y se
generaliza la definición de la tercera, aunque man-teniendo su sentido gramatical: «examen de los
componentes de los discursos y de sus respectivas propiedades y funciones».
De otra parte, si nos centramos ahora en el estudio de los múl-tiples diccionarios y léxicos especializados
en Documentación, es preciso referirse a los más destacados. En este sentido, la FID, en uno de sus
léxicos, define el término «Análisis» como la «determi-nación exacta de los elementos o componentes de
un complejo cualquiera», lo que viene a coincidir básicamente con la ya comentada primera acepción de
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INTRODUCCIÓN
nuestro Diccionario Académico. Sin embargo, desde una perspectiva más específica, propia de un léxico
especializado, la FID recoge la voz compuesta «Análisis de Contenido», definiéndola como
«investigación técnica con el fin de la descripción objetiva, sistemática y cuantitativa del conte-nido
evidente de una comunicación»[36]. Pese a la restricción que hace del Análisis Documental como
Análisis de Contenido, es indudable que la actividad de investigación aquí descrita se refiere al
reconocimiento y estudio de un documento.
Otra organización, la AFNOR, de tan relevante papel en las actividades normativas de la documentación,
recoge el término «Analyse» definiéndolo como «operación que consiste en presen-tar bajo una forma
concisa y precisa los datos que caracterizan la información contenida en un documento o conjunto de
ellos». Aquí, es evidente la vinculación del término al campo de la docu-mentación, pero no menos cierto
es el estricto enfoque que la denominación tiene hacia el Análisis de Contenido[37]. La AFNOR se
encuadra por tanto en los mismos planteamientos que la FID, esto es, identificar el Análisis con el
Análisis de Contenido.
Identificación en la que incurren un nutrido grupo de investiga-dores de la comunicación, apartándose
del sentido integrador y no restrictivo con el que hemos de dotar al término «Análisis Docu-mental»,
pues como podremos comprobar al analizar por sepa-rado la voz «Documento», éste no es solo
contenido, sino que además, es consustancial a él una vertiente formal que le caracteriza e identifica con
respecto a otros documentos. Por consi-guiente, cualquier definición que se dé de Análisis Documental
tiene que contemplar ambos componentes.
De entre los diccionarios especializados, por su número, cabría hacer una amplia referencia; sin embargo,
reseñaremos aquí aquellos que en uno u otro sentido se aproximan o se alejan de la acepción que nos
interesa. Así por ejemplo D. Bounocore no recoge el término Análisis pero sí el de «Análisis
Bibliográfico» como «examen o revisión que se hace de alguna obra, escrito o publicación periódica, con
el fin de valorar la calidad y utilidad de su contenido para servir mejor los intereses y necesidades del
público de una biblioteca especializada»[38]. Como se observará, se está refiriendo a los análisis críticos
o bien a las reseñas bibliográ-ficas, distanciándose en mucho de los fines documentales, pues téngase en
cuenta que el Análisis Documental debe carecer de toda interpretación para convertirse en fiel reflejo del
original. Martínez de Sousa, por el contrario, sí recoge la voz «Análisis» como «examen que se hace de
una obra o escrito»[39] repitiendo exactamente la segunda acepción del Diccionario de la Real
Academia. Posteriormente, como veremos, este mismo autor, en su Diccionario de Bibliografía y
ciencias afines de 1989, ha recogido el término «Análisis Documental» dotándolo del sentido integrador
que nosotros compartimos.
Por su parte, los diccionarios y léxicos angloamericanos se mueven prácticamente en las mismas
coordenadas que hasta ahora venimos observando, esto es, definición de Análisis en sen-tido genérico
como «determinación o descomposición exacta de las partes de un todo o complejo cualquiera»; e
identificación del Análisis Documental con la vertiente del Análisis de Contenido. Tal es el caso de
Wersig y Neveling en su pentalingüe terminología de la Documentación, o el caso del también
pentalingüe Clason. Este último, incluye además las acepciones específicas del Analytical Entry (Asiento
Analítico) y Analytical Sinthetic Cla-sification (Clasificación analítica sintética)[40], terminología que
desborda lo que son ahora nuestras pretensiones.
El Glosario de la American Library Association[41] no recoge la voz «Analysis», sino que se limita a los
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INTRODUCCIÓN
términos Abstract y Abstracting, utilizados lógicamente en el sentido de Resumen
como producto del análisis y como acción de resumir respectivamente. Cabe destacar por último el
conocido Harrod's, donde sí aparece el término «Analysis», utilizado en su acepción más amplia y dentro
de los dominios del «Análisis Documental», incluyendo bajo su denominación las operaciones de
cataloga-ción, clasificación e indización[42].
Pues bien, sin insistir más en el término Análisis, parecen ya dibujarse algunos aspectos fundamentales
del mismo: por una parte su significación de examen o reconocimiento; por otra, la doble vertiente que
parece ser le caracteriza en el contexto docu-mental, dando lugar a distintas corrientes conceptuales de
base terminológica. A ello, necesariamente, tendremos que recurrir para establecer el concepto de
«Análisis Documental». Pero antes, nos centraremos en el estudio de la voz «Documento», un término
que también soporta multitud de acepciones y significa-dos, que es preciso conocer para poder
determinar cual de ellos se configura como el más idóneo desde el punto de vista que venimos
defendiendo, esto es, el proceso documental entendido como proceso informativo.
2.2. Concepto de «Documento»
En páginas precedentes, cuando estudiábamos el concepto de documentación pudimos comprobar cómo
el documento se consti-tuye en elemento fundamental dentro de la moderna concepción científica de la
documentación. De una parte se perfila como el mensaje de su proceso informativo y por tanto, causa
primera (documento original) de la documentación. De otra, el docu-mento, en tanto que objetivación
que es del conocimiento, se configura como potenciador de nuevos conocimientos, y por tanto, fin último
de la documentación; pues no tendría sentido el trata-miento de su información si no es para su posterior
utilización.
Parece conveniente pues, establecer las bases terminológicas y conceptuales de la voz documento. Para
ello, recogeremos las distintas acepciones y corrientes que le definen con el objeto de llegar a la
formulación que sirva de base a las técnicas del control documental. Es decir, nos interesa
fundamentalmente el concepto de documento de acuerdo con la importancia que adquiere en el contexto
de la documentación, y por consiguiente, en el ámbito de las técnicas de tratamiento de la información,
esto es, en el marco de las distintas operaciones del Análisis Documental[43].
Si admitimos la existencia de una etapa predocumental, el ori-gen de los documentos hay que remontarlo
a la aparición de la pri-mera criatura inteligente capaz de captar el mundo que le rodea. Puede afirmarse
por tanto que la historia del documento correrá paralela a la historia de la humanidad.
En consecuencia, los documentos se hallan en su primera fase en un grado potencial en tanto no son
aprehendidos o descubiertos por la inteligencia humana. Ese documento embrionario y potencial es lo
que llamamos predocumento. Por consiguiente, para que exista el documento debe haber una previa
acción o percepción intelectual, capaz de ser interpretada mediante la acumulación de rasgos fijos y
permanentes[44]. Cuando esa interpretación se plasma en un soporte de cualquier índole que presenta la
posibili-dad de transmisión diacrónica, nos encontramos con el sentido más tradicional de lo que se
entiende por documento[45]. Efectiva-mente, esta formulación inicial restringe el concepto de
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docu-mento a todo medio material que transmite cualquier tipo de mensaje.
Sin embargo, la definición de documento soporta multitud de acepciones y contenidos semánticos que
habrán de influir decisi-vamente en esta formulación inicial.
Si partimos de las acepciones que nos da el Diccionario de la Real Academia Española, pocas son las
aportaciones aprovecha-bles para los fines que aquí perseguimos. Tanto en su edición de 1970 como en
la de 1984, en su tercera acepción, la voz docu-mento es definida como instrumento de prueba: «escrito
en que constan datos fidedignos o susceptibles de ser empleados como tales para probar algo», acepción
que ha abundado en el sentir popular y en el empleo más generalizado del término. Y en este mismo
sentido, se definen las voces documentación y documentar como acción de justificar la verdad de una
cosa mediante docu-mentos. Tan solo la segunda acepción de documentar: «instruir o informar a uno
acerca de las noticias o pruebas que atañen a un asunto», se acerca al campo de la documentación. Baste
recordar por último que no será hasta 1984 cuando aparezca en nuestro léxico académico el término
Documentalista. Remos de recurrir por tanto a algunos diccionarios especializados para obtener
resultados más conducentes.
Así por ejemplo, en el vocabulario de la AFNOR, el término «documento» queda definido como:
«conjunto de un soporte de información, de los datos existentes en ese soporte y de su
signifi-cación»[46]; concepto, que tomando como base los elementos cons-titutivos del documento, nos
aleja mucho de la acepción de la Real Academia para encuadrarse ya en el espectro documentario.
Para Bounocore sin embargo, el término documento tiene dis-tintos significados según el punto de vista
desde el que se le consi-dere: jurídico, archivístico o documental[47]. Desde la primera perspectiva,
documento es «todo testimonio escrito, redactado de acuerdo a ciertas solemnidades, que establece o
tiene por fin un acto jurídico. Esta categoría especial de documentos se llaman instrumentos»; lo que se
acerca mucho a la concepción de instru-mento de prueba pero en el campo jurídico. Desde el punto de
vista archivístico, Buonocore considera documentos aquellos que pueden ser objeto de conservación en
un archivo, pero admitiendo que no sólo son los clásicos documentos manuscritos sino todo tipo de
material[48].
Desde el punto de vista documental, Buonocore recoge las acepciones dadas por Finó y Rourcade como
«todo aquello que bajo su forma de relativa permanencia puede servir para suminis-trar o conservar
información»; y la facilitada por la Unión Fran-cesa de Organismos de Documentación, que lo define
como «toda base de conocimiento expresada en un soporte material y susceptible de ser utilizada para
consultas, estudios o pruebas». Como se observará, esta definición toma ya sentido en el marco de la
docu-mentación y dada su gran amplitud, se puede tomar aquí el docu-mento como sinónimo de fuente
de conocimiento.
Al profesor Nuñez Contreras debemos un magnifico trabajo sobre el concepto de documento, aunque
tomado desde el punto de vista Diplomático como corresponde a su especialidad acadé-mica. No
obstante, sírvannos sus apreciaciones generales para la conceptualización que nos ocupa desde la
perspectiva documen-tal. Núñez Contreras, partiendo de la estructura nuclear que a su juicio conforma
todo documento: una materia, un contenido y un medio, propone como definición general la siguiente:
«objeto cor-poral, producto de la actividad humana que queda en él reflejada y que conserva y transmite
permanentemente la representación de un hecho ajeno al mismo documento»[49].
Es evidente que en esta definición, el concepto de documento se sustenta básicamente en la
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consideración del soporte, cuando en realidad, como señala García Gutiérrez, la problemática del soporte
incide hoy en menor escala que la diversidad de conteni-dos en la elaboración de un efectivo método de
control documen-tal[50]. No queremos decir con ello que el soporte no sea importante desde un punto de
vista integrador, pero no es una preocupación fundamental del Análisis Documental.
Desde nuestro punto de vista, en el nivel formal del «Análi-sis», la determinación del tipo de material
ocupa una mínima parte de la descripción y en cualquier caso, poco afecta a la identi-ficación de los
contenidos bibliográficos del documento que se describe. Téngase en cuenta, que el establecimiento de
«diferen-tes» normativas para la descripción de las distintas tipologías documentales, no obedece tanto a
la naturaleza de los soportes, sino más bien a las específicas características informativas de cada uno de
ellos. Baste señalar de momento, que la existencia de una ISBD (G) sobre la que se sustentan las distintas
ISBDs, no es sino la expresión de un hecho: las constantes informativas se mantienen (nos referimos
siempre a los datos bibliográficos) frente a los cambios introducidos en los materiales que les sirven de
apoyatura.
De cualquier forma, recogiendo nuevamente la opinión de Núñez Contreras, no es fácil llegar a una
definición general de documento, ya que los autores que se han ocupado de su conceptualización lo han
ajustado a sus ópticas o especialidades particu-lares. Y en este sentido, encontraremos definiciones
generales, abstractas o bien, restringidas por la materia, por el medio, por el contenido o por el carácter.
A nosotros, como ya se ha dicho, nos interesa la óptica documental, y para ello, nos parece adecuado
partir de la concepción antropológica de Pietsch, de la que se des-prende, según López Yepes, que todo
documento contiene una serie de vivencias, fruto de observaciones que los hombres han logrado
registrar, y que además presentan potencialmente una posibilidad de accesibilidad o de comunicación al
resto de las personas.
Por consiguiente, podemos señalar con López Yepes, que esta objetivación del conocimiento a un
soporte y la posibilidad de comunicación o accesibilidad del mismo, son los dos aspectos fundamentales
que configuran el concepto de documento[51]. La objetivación del conocimiento implica una carga
informativa de la que todo documento es portador, pero además, la comunicación y transmisión de esa
información es una capacidad potencial del propio documento y por consiguiente, él mismo define su
accesibi-lidad y control. Solo se precisa arbitrar los medios necesarios para hacerlo posible.
Sin embargo, el concepto de documento ha hecho correr mucha tinta entre los teóricos de la
documentación, que lo consi-deran punto previo a la definición de nuestra disciplina. Y en reali-dad, aún
hoy, el tema dista de estar cerrado dada la constante evolución técnica que afecta a la naturaleza misma
de la idea de documento.
La primera definición de documento desde el punto de vista documental la encontramos ya en la obra de
Otlet. Para éste, documento es «la memoria materializada de la humanidad, en la que día a día se
registran los hechos, las ideas, acciones, senti-mientos... que han impresionado el espíritu del
hombre»[52].
Aunque sea de forma general y un tanto literaria, la visión de Otlet abarca a todo tipo de documentos
capaces de vehicular o conservar la información; y en este sentido, lo realmente impor-tante es la función
informativa y preservadora que debe asumir todo documento para ser considerado como tal. Más
adelante, Otlet abunda en este concepto y aisla cuatro elementos básicos constitutivos de los documentos,
y por consiguiente, configuradores de su definición:
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INTRODUCCIÓN
·
Elementos materiales.
·
Elementos gráficos.
·
Elementos lingüísticos.
·
Elementos intelectuales.
Aunque la concepción de Otlet tiene una marcada connota-ción específica, hemos de admitir que en ella
se han basado todas las opiniones y correcciones posteriores que, en líneas generales, la han aceptado
como planteamiento inicial. Según López Yepes, las corrientes conceptuales posteriores al movimiento
Otletiano se pueden reducir a tres perspectivas fundamentales[53]: las extraí-das de la vía etimológica,
las de base antropológica y cultural y las surgidas de las distintas tendencias antagónicas, paralelas o
superpuestas, que pretenden mediatizar desde un punto de vista enriquecedor la cuestión documental.
De la vía etimológica y sus fundamentos ya hemos dado cuenta en paginas precedentes. Cabe citar aquí
sin embargo, la magnífica aportación del profesor López Yepes en su Teoría de la Documentación, y los
más recientes estudios de los profesores Sagredo e Izquierdo[54].
En la línea antropológica se sitúa el ya citado investigador ale-mán E. Pietsch, para quien el documento
existe al producirse información y fijarse ésta en un soporte[55]. Nuevamente, la mate-rialización del
conocimiento sobre un soporte, la presencia de un contenido y las posibilidades de conservación, son las
claves defi-nitorias. Esta formulación conceptual ha sido recogida y poste-riormente matizada por López
Yepes y Desantes Guanter. Matizaciones en las que deberemos entrar pues las consideramos
fundamentales para la construcción del concepto de nuestra disci-plina. Pero antes de ello, analicemos las
líneas básicas de las más moderadas interpretaciones del concepto de documento.
En este sentido, visiones distintas a las que venimos conside-rando son las acuñadas por autores como
Briet o Mijailov. Para Susanne Briet, un documento es «todo indicio concreto o simbólico conservado o
registrado con el fin de representar, reconstruir o probar un fenómeno físico o intelectual»[56]. Sin ser
mucho lo que de nuevo nos aporta esta autora, sí son de destacar sus considera-ciones sobre el
«documento inicial» como la primera apreciación que se hace de un fenómeno, y la denominación de
«secundarios o derivados» para todos aquellos documentos que se generan a par-tir del estudio e
interpretación de dicho fenómeno.
En Mijailov, sin embargo, la concepción de documento es mucho más radical. Aunque plantea la
definición general de docu-mento como «cualquier objeto material que contenga o conforme algún
conocimiento y pueda ser objeto de colección»[57], la polé-mica que suscitó su término «informátika»
para denominar a la Ciencia Documental le llevó, junto a sus colaboradores de la corriente soviética, a
acuñar otras definiciones mucho más restrin-gidas. En ellas, el fundamento definitorio está condicionado
por el carácter de la información documental, siendo ésta la que deter-mina la tipología de los
documentos y su tratamiento. En este sen-tido, junto a la definición general antes mencionada, proponen
la de «documento científico» como «todo objeto material que con-tenga información científica, a fin de
transmitirla en el tiempo y en el espacio, y que sea de uso práctico-social»[58].
Ciertamente, la aportación Mijailoviana de restringir la condi-ción de documento a aquellos cuya
información esté mediatizada por la condición de científica, es sumamente interesante, pues a efectos
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INTRODUCCIÓN
prácticos está muy cerca de ser cierta. Ahora bien, pese a la afirmación de los autores soviéticos de
considerar que el docu-mento científico continuará siendo, durante mucho tiempo, la fuente más
importante de información científica y el principal ins-trumento para su transmisión, no podemos olvidar
que el docu-mento, en el contexto de la documentación general, ha de comportar un sentido mucho más
amplio que el propio de la infor-mación científica. En cualquier caso, como señala García Gutié-rrez, el
documento portador de información científica conformará una «subclase» de documento, esto es, el
documento científico, cuyo estudio depende de la documentación específica de cada ciencia[59].
Una visión más conciliadora aunque de clara influencia sovié-tica, nos la ofrece Couture des Troismons,
quien partiendo de las bases terminológicas, llega a alcanzar una definición apropiada a los problemas de
la moderna documentación. Para este autor, documento «es toda base material de conocimiento
susceptible de emplearse para la consulta, el estudio o como elemento de prueba». Es simultáneamente,
un soporte, un conocimiento y un testimonio[60].
Sin embargo, en honor a la verdad, estas matizaciones de las que nos venimos ocupando, no han tenido
mucho reflejo en la documentación. Los documentalistas, en los últimos años, se han desentendido un
tanto de tales sutilezas optando por fórmulas más ambiguas. Sírvanos de ejemplo la definición de los
autores Guin-chat y Menou, para quienes documento es «un objeto que trans-mite un dato o una
información»[61]. Aunque después matizan esta definición apelando a las características documentales,
es evi-dente que en ella quedan implícitamente recogidos los rasgos fun-damentales de todo documento,
y en este sentido, la definición, en su ambigüedad e imprecisión, queda abierta a cualquier tipo de
interpretación.
En España ha sido López Yepes quien más se ha ocupado de los aspectos conceptuales del documento.
Sus opiniones pueden considerarse representativas del resto de documentalistas españoles, que no hacen
sino reproducir las corrientes más generales den-tro de las que ellos mismos se insertan. Para López
Yepes documento es una «forma objetiva de conocimiento riguroso, fijado y conservado en un soporte y
potencialmente apto para ser transmitido»[62].
En la misma línea lo define Nuria Amat como «todo conoci-miento fijado materialmente sobre un
soporte y susceptible de ser utilizado para consulta, estudio o trabajo». Un utensilio irrempla-zable para
transmitir los conocimientos, las ideas y dar cuenta de los hechos»[63]. Como se ve, la concepción
Otletiana clásica está presente en los planteamientos de estas definiciones.
Ha habido por otra parte opiniones conceptuales más amplias. Es el caso de E. Curras, para quien
documento es un «objeto físico de carácter probatorio con la finalidad de informar»[64]. Sin embargo,
las excisiones más importantes han venido motivadas por la implicación Mijailoviana del documento
como categoría de contenido científico, que coloca, en opinión de algunos autores, a ciertos corpus
documentales en una situación ambigua, especial-mente el material conservado en los archivos.
Pero éste es, ante todo, un problema de indefinición entre el concepto de información y el concepto de
información científica. A nuestro entender, el problema queda salvado cuando en las defi-niciones más
generales se señala que el documento es portador de una información sin que quede matizado su carácter.
Ahora bien, si se consideran documentos primarios aquellos estudios que tomando como base los
materiales de un archivo hacen aportaciones originales, ¿dónde quedarían encuadradas las fuentes
archivísticas?
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INTRODUCCIÓN
La postura más radicalizada sobre esta problemática está representada por V. Cortés Alonso, quien opina
que son los docu-mentos de archivo los genuinamente primarios, mientras que los demás serían
secundarios o terciarios, según sus contenidos[65]. Esta posición sin embargo, no ha encontrado
demasiado eco fuera del mundo de la Archivística.
Una corriente más innovadora viene representada por la con-cepción del profesor Segredo, a quien las
modernas técnicas trans-misoras de la información le llevan a considerar, que el concepto tradicional de
documento ha de sufrir una radical transformación a fin de adecuarse al dinámico mundo de la
documentación. Incluso, continúa afirmando Sagredo, el concepto de información ha de efectuar un
cambio en virtud de la incidencia de las nuevas técnicas de transmisión en el hecho informativo. Y para
ello, se fundamenta en cuatro razones[66].
·
Mutación original de la procedencia de informaciones generales.
·
Aparición de diversas fuentes de información.
·
Expansión de la actividad informativa a los medios especiali-zados y profesionales.
·
Conexión entre información y cultura.
Sagredo por tanto, va más allá de los cambios acaecidos en los soportes o en las innovaciones aplicadas a
los métodos de trans-misión. Desde su punto de vista, el concepto de documento habrá de formularse en
base a todas las transformaciones de fondo acae-cidas en el mundo de la información.
En definitiva, es evidente que aún subsisten perfiles no total-mente dilucidados en tomo al concepto de
documento. En cual-quier caso, estos detalles no parecen tener, en última instancia, capital importancia
para elaborar nuestro concepto de Análisis Documental. Lo que si está claro, es que la idea de
documento, como otras muchas del ámbito documental, carece virtualmente de límites y los debates
conceptuales continúan estando abiertos.
En este sentido, podríamos continuar interrogándonos sobre el concepto de documento, recalando incluso
en las polémicas de su clasificación tipológica. Sin embargo, creemos llegado el momento de situamos
en el contexto que aquí nos corresponde.
Por encima de las distintas posturas enriquecedoras hasta ahora analizadas: generales, de base
terminológica o antropológica, restringidas por el soporte, por el medio de expresión, por el contenido y
su carácter o por las innovaciones tecnológicas; nues-tra visión del concepto de documento ha de ser
integradora, pues aún contemplados en su lógica evolución transformadora, los ele-mentos que le
conforman son indisolubles. Ahora bien, si en el contexto de la Ciencia Documental tuviésemos que
determinar algún elemento consustancial a la propia naturaleza del docu-mento, ese sería sin duda la
«información».
Y así quedaba establecido en las conclusiones a las que llegá-bamos tras el análisis del concepto de
documentación: desde la formulación Otletiana, la información ha sido el elemento integra-dor de las tres
corrientes conceptuales de mayor peso específico en la configuración de la documentación como ciencia:
la Anglosajona, la Alemana y la Soviética. Pero además, señalábamos allí que esa información era un
elemento dinámico, y desde ese punto de vista, el documento, portador de dicha información, se
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con-vierte en potencial difusor de su contenido. Ello es solo posible en el proceso dinamizador de la
información documental por natura-leza: el Proceso Documental entendido como proceso informativo.
Situados pues en el punto que nos interesa, detengámonos en conocer sus características fundamentales.
Para ello contamos con las valiosas aportaciones de dos de nuestros más reconocidos teóricos de la
documentación: J. Ma. Desantes y el profesor López Yepes. Para Desantes Guanter lo que constituye la
naturaleza del documento y representa en él lo permanente e inmutable, es la información: «el
documento es esencialmente información y más exactamente información documental»[67]. El propio
autor establece esta afirmación al definir el documento como «el soporte físico en que se materializa el
mensaje a través del tiempo sea cual fuese su naturaleza»[68]. Se observará que aquí el soporte interesa
en cuanto portador del mensaje, aunque el mismo Desan-tes admite que se puede dar otra acepción de
documento conside-rándolo como el conjunto de ambos elementos.
Adviértase que el citado autor denomina mensaje al contenido del documento, lo que restringe la
información de éste al exclusivo campo de actividad de las Ciencias Informativas y a su clásico proceso:
emisor, medio, mensaje y receptor. Pero sabemos sin embargo, que el mensaje no es el exclusivo
contenido documental. La información puede presentarse fijada al soporte en forma de mensaje, datos,
fórmulas, etc.; por lo que hemos de convenir con García Gutiérrez en que la fórmula más genérica y
adecuada de denominar el contenido documental es la «información»[69]. El profesor López Yepes en
sus numerosos trabajos y el mismo Desantes, se han ocupado posteriormente de matizar este rico entorno
conceptual que vincula a la documentación con las Cien-cias Informativas[70].
Vinculación ésta que enriquece el espectro de la Ciencia Documental y que ha sido un factor decisivo en
la configuración de la documentación como disciplina científica. Como ya sabe-mos, su punto de partida
hay que situarlo en la misma concepción integradora Otletiana, donde subyace un carácter dinamizador
que opera sobre la información guardada en los depósitos docu-mentales. Más adelante, su consolidación
se produce con el hallazgo real del fenómeno de la información y la elevación de nuestra disciplina a la
categoría de ciencia informativa.
Situada pues la documentación en el amplio espectro de las Ciencias Informativas (véase el epígrafe
dedicado al Concepto de Documentación), su organización ha de ajustarse necesariamente al ya
mencionado clásico proceso informativo, en donde se da un emisor, el documentalista, un mensaje, el
documento o la informa-ción documental, y un receptor, el usuario. Ahora bien, aquí, el mensaje,
considerado como información documental, no es sólo acumulación de información esto es, fuente de
información, sino que es además información que se acumula «para ser comunicada en un momento
determinado y por un determinado motivo»[71]. Esto es posible en el proceso dinamizador de la
información docu-mental por naturaleza[72].
Efectivamente, como señala López Yepes, el documento debe soportar previamente la información que
contiene, y ello se produce cuando se procede a la retención o conserva de aquella. Pero en una segunda
fase, la que más nos concierne, el documento con-templa su capacidad potencial de dar a luz su
información y de difundirla. Esta difusión puede ser incoada y potenciada -por el hecho de que el
documento está a disposición del público y efec-tiva, actual y multiplicada, cada vez que el documento es
difundido... Pues bien, es en esta segunda fase cuando el documento abandona su naturaleza estática,
para dinamizarse y dar su conte-nido informativo[73]. En consecuencia, para este autor, las dos
coordenadas que configuran el documento como objeto del proceso documental son: la objetivación del
conocimiento en un soporte y la posibilidad de comunicación o accesibilidad del mismo.
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INTRODUCCIÓN
En Desantes, los planteamientos son también muy similares. El autor, tras estudiar el proceso documental
como proceso infor-mativo considera, que el propio documento, como portador del mensaje, condiciona
su difusión y se constituye como médula del proceso documental[74]; de ahí su afirmación de que el
documento es ante todo «información documental»[75]. Pero hay que señalar además, que tanto López
Yepes como Desantes, van más allá en la consideración del carácter dinámico de la información
docu-mental. Llegan a la conclusión de que ésta, cuando entra en el proceso, genera nuevos procesos
informativos que incluyen a su vez nuevos procesos documentales. El proceso documental es por tanto
información sobre información que posibilita la obtención de nuevos conocimientos.
Y con ello hemos introducido ya una última y capital precisión para entender el sentido y objetivo último
de la Ciencia de la Documentación. La posibilidad de obtener nuevos conocimientos a partir de la
información documental significa, que la difusión de ésta mediante el proceso documental, no es
principal y exclusiva-mente su factor más dinámico. Sin dejar de ser importante el fac-tor difusión,
hemos de admitir que el paso definitivo viene marcado por el grado de recepción de la mencionada
información. Como señala García Gutiérrez, un documento difundido pero no asimilado difícilmente
documenta y por tanto, permanece en el primario estado de mensaje fijado a un soporte[76].
Como veremos enseguida, es importante captar esta precisión para entender mejor la importancia del
documento tal y como lo venimos entendiendo en el marco del Análisis Documental. Es de reconocer por
tanto, que el documento, en la perspectiva de nues-tra disciplina, no adquiere su auténtica dimensión en
tanto no comporta un aprovechamiento de su contenido por parte del usua-rio. En efecto, ese es el
objetivo último de la información en el proceso documental y hacia él convergen todas las técnicas del
tratamiento documental: transmitir y facilitar el uso y aprovecha-miento de la información fijada a
soporte.
En suma, el documento, aún siendo información potencial-mente transmitible y potencialmente
aprovechable, precisa de la intervención o arbitraje de los oportunos recursos para que tal naturaleza
potencial se convierta en posibilidades reales. En torno a ese fin, se sitúan y organizan todos los
procedimientos que conforman el proceso documental, en el que como ya hemos seña-lado, la operación
del Análisis Documental juega un papel decisivo.
Ni que decir tiene que, en ese acontecer, la labor prioritaria la ejercen los especialistas de la
documentación mediante el uso de las técnicas apropiadas en el control de la información. Entre ellas,
caben destacar, las basadas en la identificación y sistemati-zación de los contenidos documentales. Es
decir, a través de la identificación bibliográfica de los documentos y a través de la representación de sus
contenidos por categorías temáticas, pala-bras claves o descriptores conceptuales, es posible que el
usuario, no solo conozca su existencia, sino que también, tenga capacidad material de seleccionar
aquellos de su interés con la mayor rapi-dez y eficacia posible en un mundo saturado de información.
Precisamente, en relación con estas últimas apreciaciones, García Gutiérrez introduce un nuevo factor de
consideración en la conceptualización del «documento científico». Según este autor, la explosión de la
información científica arrastra una gran dosis de confusión para el investigador. En efecto, a los
problemas de recepción y localización de los documentos, debe sumarse la ausencia de criterios
selectivos que dirijan a los científicos hacia las fuentes más cualificadas.
Desde este punto de vista, el documento es fuente de informa-ción que se restringe a los contenidos que
puedan enriquecer o satisfacer la demanda del usuario; y por tanto, la fase previa a la obtención de la
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documentación debe ser la información sobre los documentos, rompiéndose así la relación directa
científico-documento y transformándose en la trilogía científico-información--documento. Pues bien, en
este punto, en ese eslabón intermedio es donde el concepto tradicional de documento comienza a
difumi-narse. Y al perderse todo rastro de improvisación en la búsqueda y localización de la información,
podemos definir el documento científico desde un punto de vista subjetivo como «aquella fuente
aceptada, fijada y permanente de información correctamente asi-milada». Desde la realidad objetiva de
su existencia, el docu-mento científico aparece como una unidad material de conservación y transmisión
directa del conocimiento científico[77].
Pues bien, llegados a este punto, damos por concluidas aquí las consideraciones terminológicas y
conceptuales relativas a los términos que conforman el enunciado de nuestra disciplina. Con-sideraciones
que, en un intento de sistematización, pueden servir de fundamento para formular, con el riesgo que ello
comporta, nuestra primera y general aproximación al concepto de Análisis Documental. Concepto que,
necesariamente, tendremos que poner en relación con los de autores más cualificados, que a nues-tro
entender, reflejan, en su enunciado o finalidad, similares pun-tos de apoyo.
Quedan pues de momento excluidos los conceptos que podría-mos considerar de base estructural o
tipológica, esto es, aquellos que en su definición toman como argumento fundamental la estructura
interna del Análisis Documental. A ellos habremos de referirnos en los siguientes epígrafes donde
matizamos el con-cepto de nuestra disciplina desde el punto de vista de sus niveles, es decir, desde su
organización interna.
2.3. Nuestra primera aproximación al concepto de Análisis Documental
Hemos de reconocer que hasta el momento se ha utilizado con profusión el término Análisis Documental
sin que hallamos ofrecido, de manera intencionada, definición alguna sobre su con-cepto. Y es que a
decir verdad, es ahora cuando contamos con ciertas bases donde apoyar una formulación de tal
naturaleza.
En los epígrafes anteriores se han abordado distintos aspectos que considerábamos imprescindibles para
llegar a la situación en que nos encontramos; bueno es por tanto que obtengamos las con-clusiones
oportunas, y lo que es importante también, que acerte-mos a expresarlo. De ahí que si asumimos el
principio de no repetir argumentos ya formulados, convendrán con nosotros en que no resulta fácil
sistematizar un panorama tan complejo como el que nos ocupa.
En páginas precedentes, partiendo de la evolución del con-cepto de documentación hemos llegado a la
formulación de ésta como disciplina científica que posibilita, potencia y dinamiza las fuentes de
información para obtener nuevos conocimientos. Hecho que se produce con la irrupción del fenómeno de
la infor-mación en el campo documental, de tal suerte que la documenta-ción pasa a ser considerada
como un proceso de naturaleza fundamentalmente informativa. Como conclusión de todo ello,
definíamos la documentación como la ciencia general que tiene por objeto el estudio del proceso
informativo documental, en un plano universal (Documentación General), y en un plano especí-fico
aplicado a una disciplina concreta (Documentación Especializada).
El siguiente paso ha consistido en situar la posición que ocupa el Análisis Documental dentro del
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INTRODUCCIÓN
espectro documentario, con el objeto de crear el apropiado marco de referencia sobre el que asentar un
concepto con el que necesariamente se relaciona. Para ello, era importante señalar cuál es el objetivo
último de la docu-mentación, que salvando los oportunos matices, puede quedar establecido así: hacer
posible la recuperación y utilización de la información documental por parte del usuario. Objetivo hacia
el que convergen todos los procedimientos que, bajo una determi-nada organización, conforman el
llamado Proceso Documental, dentro del cual, el Análisis Documental ocupa un lugar preferente.
Después de las matizaciones oportunas, la posición de nuestra disciplina dentro del referido proceso
quedaba configurada como la primera fase de una actividad analítica transformadora (trata-miento
documental), cuyo objetivo no es otro que el de acondicionar la información para posibilitar su
recuperación. Quedaba claro allí, que si bien el Análisis Documental no podía ser identifi-cado
directamente con la recuperación documental, éste solo tiene su razón de ser en las posibles
recuperaciones que se realizan a partir de los instrumentos de búsqueda que él mismo ha creado.
En definitiva, como primera fase de la etapa del Tratamiento Documental, en una primera aproximación
podíamos definir el Análisis Documental como «el conjunto de operaciones necesa-rias para extraer la
información contenida en las fuentes primarias y prepararla para su posterior recuperación y utilización».
Pero evidentemente, esta es una definición derivada del con-texto general en que se inscribe y no de una
reflexión teórica pre-via. Por consiguiente, solo podemos tomarla como punto de referencia inicial por
cuanto que el protagonismo que alcanza el Análisis Documental dentro de las Ciencias de la
Documentación merece una formulación conceptual mucho más profunda. Y en ese sentido, al igual que
ocurre con la documentación, los proble-mas terminológicos, las distintas denominaciones, la imprecisa
configuración de dominios, etc., hacen del Análisis Documental una disciplina difícil de definir,
provocando el surgimiento de dis-tintas corrientes de opinión.
Y en este punto precisamente, recogíamos la opinión de Fon-din[78] cuando señala que el Análisis
Documental presenta un carácter de anarquía extremo, entre otras razones porque se con-funden en él
muchas cosas, fundamentalmente en su campo termi-nológico y en el ámbito de su estructura interna. En
consecuencia, únicamente después del conocimiento de sus bases terminológicas y conceptuales y
después del establecimiento de su estructura interna, estaremos en condiciones de poder definir de forma
pre-cisa su concepto. En última instancia, ello nos permitirá configu-rar un cuadro en el que cada uno de
los elementos constitutivos de esta operación documental puedan ser identificados, individuali-zados y
jerarquizados.
Y con ese propósito acometimos el estudio de su concepto, del que hasta ahora hemos formulado las
bases terminológicas y con-ceptuales de los términos que lo conforman: «Análisis» y «Docu-mento». A
falta del establecimiento de su estructura interna, creemos estar en condiciones de realizar lo que hemos
denomi-nado primera Aproximación General al Concepto de Análisis Documental. Concepto que
pondremos en relación con aquellos otros conceptos generales de distintos autores, que a nuestro
entender, toman como base similares puntos de apoyo. Después, tiempo habrá de matizarlo en función de
las conclusiones que obtengamos del estudio de su estructura operativa.
Por consiguiente, en primer lugar, después del estudio terminológio-conceptual de la voz Análisis,
parecen dibujarse con cierta claridad dos conclusiones importantes:
1. Ausencia casi total en los léxicos y vocabularios especiali-zados de una visión terminológica y
conceptual integradora sobre la voz Análisis. Salvo raras excepciones (p. e. FID), el Análisis se relaciona
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INTRODUCCIÓN
siempre con el Análisis de Conte-nido, lo que desde nuestro punto de vista restringe notablemente su
significado, aun considerándolo en el contexto documental. Es lógico, que si el Análisis hemos de
apli-carlo aquí a algo, ese algo es el documento, siendo evi-dente, como se ha demostrado, que en éste, la
información que se sustenta no es solo de contenido sino también de identificación formal y
bibliográfica. Es preciso por tanto, llegar al establecimiento de un adecuado vocabulario nor-malizado
donde el término Análisis comporte ambos significados.
2. Por consiguiente, y esta es la segunda consecuencia, antes de llegar a concretar sobre los aspectos
del documento en que incide el Análisis (si formal, de contenido o en ambos), y en función de ello
elaborar su definición, creemos sería más conveniente partir de su formulación general para des-pués
matizaría en función de las conclusiones obtenidas del estudio del término «Documento». Es evidente
por tanto, que para esa primera formulación general, la fuente más apropiada para el establecimiento del
significado del tér-mino Análisis es el Diccionario de la Real Academia, y en ese sentido hemos tomado
la segunda de sus acepciones.
En segundo lugar, se deducirá fácilmente la oportunidad de haber realizado también el estudio
terminológico y conceptual de la voz «Documento» como consideración previa a esta formula-ción
general del concepto de Análisis Documental. De dicho estu-dio destacamos las siguientes conclusiones:
1. La multitud de acepciones que puede soportar este vocablo en función de la óptica desde la cual se
analice. En este sentido, hemos podido constatar la presencia de acepciones tradicionales, generales,
abstractas, o bien otras res-tringidas por la materia, por el medio de transmisión, por el contenido o por el
carácter de la información que soporta. Pero aquí, a diferencia de lo que ocurría con el término Análisis,
las acepciones generales del Diccionario de la Real Academia no nos son de utilidad, sencillamente
por-que ahora el término documento hemos de entenderlo en un contexto especifico, el de la
documentación, y porque lógicamente, lo que pretendemos es delimitar el campo general del Análisis a
un aspecto, el documental. Delimita-ción que solo puede venir caracterizada por una acepción restringida
de las muchas que comporta el término docu-mento, esto es, la acepción u óptica documental.
2. Y en este sentido, sí son de mayor utilidad las acepciones que el término documento presenta en
algunos dicciona-rios especializados (p. e. Bounocore). Sin embargo, como señalábamos allí, por encima
de las distintas corrientes enriquecedoras, nuestra visión del concepto de documento ha de ser
integradora y por consiguiente, los elementos básicos que lo conforman (soporte más información) son
indisolubles. Ahora bien, sin perder de vista esta unidad, la consideración del proceso documental como
proceso infor-mativo, nos llevaba a la conclusión de que si tuviésemos que determinar algún elemento
consustancial a la propia naturaleza del documento, ese sería sin duda la «informa-ción», que no es sino
«información documental» según las apreciaciones de Desantes y López Yepes[79].
Sin duda, las consecuencias que de ello se derivan son real-mente enriquecedoras para determinar
nuestro Concepto General de Análisis Documental. El documento, como información diná-mica que es,
genera nuevos procesos informativos posibilitando la obtención de nuevos conocimientos; es decir, en la
perspectiva documental, el documento no adquiere su auténtica dimensión en tanto no comporta un
aprovechamiento de su contenido por parte del usuario. Ahora bien, el documento, aún siendo
información potencialmente transmitible y aprovechable, precisa de la inter-vención de los oportunos
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recursos para que tal potencialidad se convierta en posibilidades reales. Entorno a ese fin se sitúa y
orga-niza todo el proceso documental en el que la operación del Análi-sis Documental juega un papel
importante.
En definitiva, con el objeto de establecer un campo teórico general y unificado, y tomando como base las
premisas y conclu-siones anteriormente expuestas y derivadas de: 1) la necesidad de establecer un
Concepto General de Análisis Documental prescin-diendo momentáneamente de considerar su estructura
interna; 2) la consideración, como punto de partida, del Análisis Documental en el contexto de la práctica
documental; 3) la situación que el Análisis Documental ocupa en el Proceso Documental globali-zado y
entendido como proceso informativo; 4) del estudio termi-nológico y conceptual de las voces «Análisis»
y «Documento»; podemos definir el Análisis Documental como «aquella opera-ción del proceso
documental que tras un reconocimiento o estu-dio intelectual y objetivo del documento, transforma la
información en éste contenida, ofreciéndola en productos que hacen posible su adecuada identificación,
selección, recupera-ción y utilización por parte del usuario interesado, dentro de un conjunto
documental más amplio.
Es indudable sin embargo, que el intento de recoger en una definición todos los aspectos que se ven
implicados en nuestra dis-ciplina resulta prácticamente imposible. Por consiguiente, nuestra definición,
aún desde la perspectiva globalizadora con que está formulada, no debe tomarse como un acotamiento
sino como una aportación más al enriquecimiento teórico del Análisis Documen-tal. Un estudio
comparativo con otros posicionamientos generales puede resultar, en este sentido, realmente provechoso.
2.4. Comparación con otros conceptos generales de Análisis Documental
En Chaumier, cuyo posicionamiento con respecto a la situa-ción del Análisis en el proceso documental
ya conocemos, la defi-nición de Análisis Documental se acerca bastante a la nuestra cuando señala que el
Análisis Documental «es una operación o conjunto de operaciones tendentes a representar el contenido
de un documento bajo una forma diferente de su estado original, con el fin de facilitar la consulta o la
localización en un estadio posterior»[80].
Partiendo de la base de que los documentos en su estado natu-ral no pueden ser registrados en los
sistemas documentales, éste autor concibe acertadamente el Análisis como un medio que faci-lita la
consulta y el control. En su definición además, si bien está presente la importante acción transformadora
del Análisis, se sos-laya un tanto la selección y utilización; aspectos que en nuestra consideración
adquieren una importancia fundamental por cuanto que el Análisis Documental debe procurar, no solo el
conoci-miento de la existencia de un documento, sino también la capaci-dad material de seleccionar de
entre un conjunto de documentos los de mayor interés, y de comportar un aprovechamiento.
En Nuria Amat la ambigüedad que advertíamos cuando estu-diábamos su posición con respecto a la
situación del Análisis en el proceso documental, continúa subyacente en sus concepciones del Análisis
Documental. A tenor de lo que nos ofrece en sendas publicaciones, hemos de considerar que entre una y
otra los con-ceptos difieren sustancialmente. En una primera definición, la autora entiende por Análisis
Documental «al conjunto de opera-ciones que tienden a representar el contenido de un documento de
forma distinta a la original»[81]. En una segunda definición señala que el Análisis Documental «consiste
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INTRODUCCIÓN
en extraer de un documento un conjunto de palabras que sirvan para la representación conden-sada del
mismo. Esta representación puede ser utilizada para identificar el documento, para procurar los puntos de
acceso en la búsqueda, para indicar su contenido y por último, para servir de sustituto del
documento»[82].
Aunque está presente la idea transformadora y el carácter de representación que adquiere el documento
secundario, es evidente la parcialidad de ambas definiciones. En la primera de ellas, la autora parece
apoyarse únicamente en los resultados del Análisis para formular su concepto, confundiendo, desde
nuestro punto de vista, lo que es el producto del Análisis Documental con el fin que persigue, pues en
realidad, como ya sabemos, tanto la acción analítica como los documentos secundarios que de ella
derivan, no son sino un medio para conseguir un fin: el control y la recupera-ción de los documentos.
En la segunda definición, el carácter restringido es más evi-dente pues parece referirse únicamente al
análisis de contenido, aunque después, en la explicación, recoge todas las operaciones del Análisis
Documental. Adviértase sin embargo, que esta defi-nición no es sino una reproducción exacta de la
conceptualización Vikeryana del Análisis Documental[83], en donde están muy pre-sente las
posibilidades de recuperación. En cualquier caso, hay que destacar en esta definición el hecho de admitir
el carácter sus-titutorio que pueden tener ciertos productos del análisis.
En Courrier, la definición de Análisis Documental adquiere una amplia dimensión, situándolo como la
operación esencial en el proceso de circulación de la información que permite «extraer los elementos
esenciales de un documento para expresarlos bajo una forma más eficaz que posibilita la
recuperación»[84]. En este autor además, está muy presente la objetividad como caracterís-tica que ha de
cumplir el analista y que debe quedar reflejada en los productos del análisis.
Visión muy parecida nos la ofrece también López Yepes, quien constata en el proceso documental una
«operación intelec-tual que crea las representaciones de los documentos primarios, denominada por unos
autores Análisis Documental y procedi-miento analítico-sintético por otros. Estas representaciones hacen
posible la transcendencia del documento primario y su posterior aprovechamiento[85]. Hay que destacar
de esta definición, la clara influencia Mijailoviana y la propia concepción que López Yepes tiene del
documento como información aprovechable para la obtención de nuevos conocimientos. El propio López
Yepes recoge la definición de Van der Brugghen, para quien el Análisis «sirve para identificar un
documento y su contenido a fin de facili-tar la investigación de la información publicada»[86].
Ciertamente, la formulación de Brugghen presenta un carácter muy ambiguo, tanto en la utilidad que
atribuye el Análisis Docu-mental como a su objetivo. Por otra parte, delimita el campo a los documentos
publicados, cuando en realidad el objeto del Análisis es el documento en su más amplia acepción,
siempre y cuando comporte una información aprovechable.
Para Gardin, el enfoque conceptual del Análisis Documen-tal adquiere una perspectiva
fundamentalmente lingüístico documentaria, definiéndolo en función de los métodos lingüísticos que
adopta esta operación documental: por una parte, el método de indización tradicional como una lista de
términos extraídos del texto y posteriormente ordenados; y por otra, el método de inter-pretación de los
conceptos que después son representados en un nivel documental más complejo. Tanto uno como otro,
según Gar-din, lo que pretenden es «extraer el significado de los documentos escritos»[87]. Y así es
como entiende este autor el Análisis Docu-mental, prescindiendo de manera absoluta de cualquier
alusión a los aspectos formales del documento y restringiendo éste a la única categoría de los escritos.
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INTRODUCCIÓN
Sin embargo, en otro de sus trabajos Gardin amplía el especto del Análisis a «toda operación o grupo de
operaciones que persi-guen la representación de un documento dado bajo una forma dife-rente de la
original, sea traduciéndolo, resumiéndolo, indizándolo, etc..., para facilitar la consulta o recuperación por
los especialis-tas interesados»[88]. Definición que sin duda está mucho más en la línea que venimos
defendiendo, incorporando como objeto cual-quier tipo de documento y presentando la recuperación
como uno de los fines del Análisis Documental.
En definitiva, no sería ocioso continuar ofreciendo aquí postu-ras enriquecedoras, pero sí haría
interminable el presente epí-grafe. Por consiguiente, para finalizar quisiéramos hacer referencia a las
aportaciones de Coyaud, Couture y García Gutiérrez.
En el primero, cuya definición podemos considerar globaliza-dora, nos interesa resaltar su apreciación
sobre el almacena-miento de la información en las memorias documentales. Según Coyaud, como
productos que son del Análisis, constituyen el medio que hace posible el registro de los documentos en
los sistemas documentales, registro que no sería viable a partir de los documentos en su estado primario
en razón a su extensión y complejidad[89].
En Couture sin embargo, la idea más notable es el rasgo selec-tivo que introduce el Análisis al posibilitar
la capacidad de valorar la utilidad de la documentación para un fin determinado[90], con lo cual, está
introduciendo la idea selectiva con la que nosotros nos identificamos plenamente.
Y para cerrar este estudio comparativo haremos alusión a García Gutiérrez por ser quien, de una forma
precisa, establece el oportuno marco teórico del Análisis Documental definiéndolo como «aquella técnica
documental que permite, mediante una operación intelectual objetiva, la identificación y transformación
de los documentos en productos que faciliten la consulta de los originales, en aras del control documental
y con el objetivo último de servicio a la comunidad científica[91].
Se observará que para este autor, el Análisis es una técnica de la ciencia documental, con una clara
intención de servicio al usua-rio científico y por tanto con una clara vocación social. El carácter objetivo
e intelectual de la actividad analítica es también evidente; y hemos de entender además, que el término
«consulta» está utili-zado aquí en un sentido amplio; englobando los fines de selección, recuperación y
utilización de la información original. Ahora bien, no entendemos con exactitud la utilización que hace
García Gutiérrez de los términos identificación y transformación.
En primer lugar porque la acción o actividad analítica (opera-ción intelectual y objetiva) no es por sí
misma la que permite la identificación de los documentos, sino los productos que resultan de tal
actividad. En segundo lugar, porque la identificación, y así entendemos que está utilizando el término, no
es un paso previo o consustancial a la transformación, sino más bien una posibilidad más que nos
facilitan los productos que se derivan de tal transfor-mación. Por consiguiente, en nuestra posición, la
identificación es un provecho más de los muchos que ofrece el Análisis Documen-tal al usuario.
Identificación que se efectúa a partir de los produc-tos derivados de la vertiente formal del análisis,
permitiendo al usuario diferenciar un documento de otro por sus señas de identifi-cación bibliográfica.
3. HACIA UN CONCEPTO INTEGRADOR DE ANÁLISIS DOCUMENTAL
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INTRODUCCIÓN
Cuando en páginas precedentes recogíamos la opinión de Fondin[92] sobre el carácter anárquico que
siempre ha presentado el concepto de Análisis Documental, llegábamos a la conclusión de que para
establecer con precisión dicho concepto era necesario configurar un cuadro lógico, una estructura, en la
que cada uno de los elementos constitutivos de esta operación documental puedan ser identificados,
individualizados y jerarquizados. Y con ese propósito iniciábamos nuestro estudio siguiendo dos pasos
fundamentales:
1. La investigación y análisis de sus bases terminológicas y conceptuales.
2. El estudio de su estructura interna como operación del Proceso Documental.
El primero de ellos, entre otras aportaciones importantes, nos ha conducido a un concepto general que
incorpora su significado terminológico y su objeto de estudio, nos define al mismo tiempo su carta de
naturaleza, y nos indica sus objetivos. El segundo paso que ahora iniciamos, nos permitirá matizar dicho
concepto, y sobre todo, nos conducirá a una formulación integradora del mismo.
3.1. Los Niveles del Análisis Documental: Corrientes
Para llegar al establecimiento de la estructura operativa del Análisis Documental, el concepto de
documento es nuevamente un punto de partida importante. Su ya conocida para nosotros naturaleza
constitutiva (soporte+información o contenido), con los matices que allí establecíamos, determina los
niveles en que necesariamente ha de estructurarse su análisis: Nivel Externo y Nivel Interno, esto es,
análisis de sus aspectos formales y análisis de sus contenidos. En definitiva, una estructura de las
operaciones documentales que viene impuesta por el grado de profundidad con que se aplique el análisis,
y por las determinadas respuestas que hay que ofrecer a los distintos tipos de demandas formuladas,
aun-que siempre, desde un punto de vista integrador e interdepen-diente.
Según estas premisas, convendremos aquí con García Gutié-rrez que para matizar la realidad conceptual
del Análisis Docu-mental, es preciso determinar su tipología y establecer una jerarquización que la
interrelacione. Este autor, con la precisión que le caracteriza, distingue en el análisis dos niveles: el Nivel
de Contenido de la Forma y el Nivel de Contenido Documental, ambos en función de las distintas
respuestas que la actividad analítica debe ofrecer a las necesidades científico-informativas; lo que
supone, que el distinto tipo de análisis aplicado, debe responder también a una cierta demanda de la
misma profundidad[93].
Si retomamos la terminología anteriormente utilizada, al Aná-lisis Externo corresponde la descripción
exterior del documento y de los datos de su contenido formal, esto es, aquella información que le
distingue y que sirve de presentación y envoltorio del men-saje documental. Por su parte, el Análisis
Interno se ocupará de ese mensaje, esto es, del contenido documental, identificándolo e informando sobre
él.
En definitiva, dos son los grandes niveles en que se estructura el Análisis: el Nivel Externo o Formal y el
Nivel Interno o de Contenido. Cada uno de ellos con sus operaciones documentales específicas: la
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INTRODUCCIÓN
descripción física y formal en el primer nivel y las descripciones característica y sustancial en el
segundo.
Lógicamente, como ya hemos señalado, la profundidad de análisis que cada una de estas operaciones
requiere y las distintas respuestas documentales que ofrecen, determina necesariamente sus funciones y
objetivos: la descripción formal describe físicamente el documento y recoge sus datos bibliográficos con
fines de identificación y localización (Descripción Bibliográfica). Las des-cripciones característica y
sustancial recogen los datos del men-saje, esto es, el contenido documental, donde además de abarcar los
fines antes señalados para la descripción formal, pretenden señalar de que trata el documento, esto es,
cual es su contenido temático (Indización), y dar una visión reducida y elaborada del mismo, esto es, qué
cosa dice el documento analizado (Resumen). El siguiente cuadro operativo nos da una visión
esquemática de la estructura del Análisis Documental con las operaciones que le son características:
Adviértase, que en la terminología utilizada hemos procurado distinguir entre lo que son las operaciones
del Análisis y lo que son el resultado de dichas operaciones, siguiendo así las recomen-daciones de
Fondin con respecto a la unificación del vocabulario en el Análisis Documental. Como comprobaremos
en páginas sucesivas, un auténtico mar de denominaciones se cierne sobre este particular, donde se
introducen además significados muy variables que, en cualquier caso, no hacen sino añadir dificultades a
la necesaria clarificación estructural y terminológica que precisa nuestra disciplina[94].
Pues bien, establecido el adecuado marco teórico de referen-cia en el que nos vamos a mover, analicemos
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INTRODUCCIÓN
ahora las distintas corrientes conceptuales que se han acuñado sobre el Análisis Documental y que toman
como base la consideración de su orga-nización interna. Ello nos permitirá introducir los matices
oportu-nos, contribuyendo además a reforzar nuestra propia conceptua-lización.
Según lo dicho hasta ahora, es evidente que nuestro posiciona-miento con respecto a la operación
analítica se sitúa en una pers-pectiva conceptual globalizadora. Es decir, si partimos de la propia
naturaleza constitutiva del documento y consideramos a éste como objeto de análisis, en nuestra fórmula,
el Análisis Documental abarca tanto los aspectos externos o formales como los internos o de contenido
documental. Sin embargo, pese a ser ésta la posición en que se inscriben la mayor parte de los autores, es
preciso hacer referencia a aquellas otras fórmulas conceptuales que no comparten nuestra perspectiva por
cuanto que, básicamente, identifican el Análisis Documental con el Análisis de Contenido.
Por consiguiente, con el objeto de introducir claridad en nues-tra exposición, creemos conveniente
señalar desde un principio, las dos líneas fundamentales en las que se insertan las distintas
conceptualizaciones del Análisis que toman como base de formu-lación su estructura interna. Dichas
líneas, en lo que parece ser ya una terminología suficientemente aceptada, se pueden denominar
«corriente integradora» por una parte y «corriente restringida» por otra.
Si comenzamos por los representantes de la corriente restrin-gida, haremos mención en primer lugar a
quienes posiblemente adoptan un posicionamiento más claro. Tal es el caso del documentalista francés J.
C. Gardin y sus colaboradores Grolier y Levery en su trabajo: la Organisation de la documentation
scien-tiflque[95]. Dichos autores, partiendo de las dudas que le plantea la organización de un Centro de
Documentación que debe alcanzar unos objetivos concretos, sitúan en el Resumen y en la Indización las
fases fundamentales del proceso de representación del docu-mento primario, excluyendo de forma
sistemática cualquier alu-sión al Análisis Formal: por Análisis Documental se «entenderá toda operación
o grupo de operaciones que persiguen la represen-tación de un documento bajo una forma diferente al
original, sea traduciendo, resumiéndolo, indizándolo...[96] El propio Gardin reafirma esta postura en
otros trabajos cuando señala que el «Análisis Documental es la extracción del significado de los
documentos escritos»[97]. Es evidente que el autor francés parece referirse siempre a contenidos y no a
formas documentales.
Hay en Gardin sin embargo otro aspecto de interés. Cuando establece el orden de realización de las
operaciones documenta-les, sitúa la descripción temática (Indización) en una fase poste-rior al Resumen,
rompiendo así con la clásica jerarquización del Análisis Documental. En realidad, lo que está planteando
este autor no es sino la realización de la Indización a partir de los productos del Resumen y no a partir
del documento original. Plantea-miento que ha suscrito García Gutiérrez apoyado en las lógicas ventajas
que ello comporta.
Señala García Gutiérrez que si admitimos en el «Resumen Científico una unidad de contenido... que
recoge la sustancia del documento original, parece obvio que el propio resumen sea, como legítima
transformación sintética, el documento más idóneo para llevar a cabo la indización, la cual dará como
resultado unas palabras claves relevantes y pertinentes al haber sido extraí-das de un contexto sin
ambigüedades». «El resumen se configu-rará así como la principal fuente de terminología científica,
controlada y fiable y pasa a ser uno de los principales beneficia-rios de la puesta en marcha de los
lenguajes para el control docu-mental»[98]. Es en definitiva, lo que García Gutiérrez llama consolidación
contextual del descriptor.
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INTRODUCCIÓN
Dentro de la corriente restringida hemos de situar también a J. Chaumier, para quien el Análisis de la
información es la opera-ción primordial sin la cual es completamente imposible utilizar dicha
información, añadiendo, que este análisis es un reconoci-miento y una clasificación de los contenidos de
la información[99]. Su posicionamiento queda perfectamente claro cuando define el Análisis Documental
como «la operación o conjunto de operaciones tendentes a representar el contenido de un documento
bajo una forma diferente a la original...»[100]
Para este autor, las dos operaciones fundamentales o los dos tipos de tratamiento diferente que contempla
el Análisis Docu-mental en su realización y su objetivo son el Resumen y la Indiza-ción. El Resumen
como el primero y más conocido de los métodos de análisis, cuyo objeto es la representación condensada
de la información documental y cuya extensión varía en función del nivel de análisis elegido, de la
longitud del documento y del sis-tema documental utilizado. La indización como el método más
utilizado, siendo la expresión más o menos condensada de las características de un documento[101].
Por último, nos interesa destacar de Chaumier la importancia que atribuye al Resumen, estableciendo
para el mismo un triple objetivo: directo, indirecto y de subproducto. En el primer caso, el resumen tiene
una difusión inmediata; en el segundo, está desti-nado a la difusión de la información y por otra parte, a
servir de documento para la indización con objeto de memorizar la infor-mación. En el último caso, el
objetivo consiste en realizar una indización para la creación del fichero de búsqueda[102].
En la misma línea de identificación del Análisis con la repre-sentación de los contenidos documentales,
hemos de situar a los autores de la escuela francesa H. Elisabeth Nett y Maurice Coyaud. Para la primera,
el Análisis Documental se define como toda actividad destinada a la investigación y reunión de las
informaciones contenidas en los documentos; y en un sentido específico del término, por «analyse»
entiende a toda presentación resumida y precisa de un documento: un «abstract» en inglés, y un
«textreferat» en alemán[103]. El Análisis adquiere aquí un sen-tido mucho más restringido, pues queda
identificado únicamente con el resumen como producto de la actividad analítica. En Coyaud sin
embargo, pese a estar en la misma corriente, el Análi-sis Documental no presenta una formulación tan
restringida, por cuanto que lo define como el conjunto de operaciones tendentes a representar los
contenidos documentales bajo formas distintas a la original a fin de facilitar la consulta y la recuperación
en un estadio ulterior[104]. Por otra parte, en Coyaud, el Análisis Documental se inscribe siempre en el
contexto de los lenguajes documentales.
En fin, otros tantos autores como L. Bardin, R. Muchelli[105] o S. Waller pueden considerarse como
representativos de esta corriente restringida. Y para terminar hagamos alusión solamente a la opinión de
Suzzann Waller por inscribirse en el seno de una institución tan importante como la Asociación Francesa
de Docu-mentalistas y Bibliotecarios Especializados.
Para esta autora, el Análisis Documental es ante todo una explotación de los contenidos documentales.
Al recoger la defini-ción de M. Beauchet: «el análisis es la operación que consiste en extraer de un
documento sus elementos característicos... es tam-bién el producto obtenido al término de esta operación
presentado bajo una forma más o menos elaborada», Waller considera que la operación análisis se puede
descomponer así: 1) la extracción de los elementos característicos; 2) la presentación de estos elemen-tos
característicos que puede revestir dos formas: la condensación del texto y la indización[106]. Si evidente
es en ambos autores la identificación del análisis con la explotación de los contenidos, no menos evidente
es la imprecisión terminológica por cuanto que confunden la operación con los productos resultantes de
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INTRODUCCIÓN
ella.
Mucho más numerosas son sin embargo, las posturas que podríamos considerar partícipes de la
denominada corriente inte-gradora, o lo que es lo mismo, de la concepción tradicional del Análisis
Documental. Es ineludible citar aquí a Van der Brugg-hem, Couture de Troismonts, Weimberg, a la
Escuela Soviética con Mijaikov a la cabeza, a B. C. Vickery, H. Fondin, Guichat y Menou, a los teóricos
españoles J. López Yepes, Nuria Amat, A.L. García Gutiérrez, R. Coll-Vinent; y a otros como Levery o
Courrier, que sin expresar específicamente su vinculación, sí introducen otros matices de interés a tener
en cuenta en la configu-ración estructural del análisis.
En Van der Brugghen, aunque la definición de Análisis no está exenta de cierta ambigüedad, cuando
realiza su explicación sí queda perfectamente clara cual es su fórmula: «El análisis sirve para identificar
un documento y su contenido a fin de facilitar la búsqueda de la información publicada, comprendiendo:
-La Des-cripción Bibliográfica, con la identificación del autor, del titulo de su contribución y del
documento en el cual dicha contribución se encuentra, -El Resumen de los elementos esenciales presentes
en el texto, -La Descripción Característica, donde los elementos esenciales presentes en el documento
son representados por cier-tas palabras descriptivas o un código. Brugghen además hace refe-rencia a las
memorias documentales y a su organización, y se detiene especialmente en los distintos aspectos
normativos por los que se rigen cada una de las operaciones del análisis documental[107].
Para Couture, el contenido documental, como objeto de explotación que es del análisis, está dotado
igualmente de una doble vertiente, pues considera, que cada documento debe ser analizado en tanto que
forma y en tanto que contenido. En este autor, los aspectos formales se vinculan a las características de
identifica-ción externa, abarcando así los elementos catalográficos, mien-tras que la explotación de los
contenidos ha de utilizarse no solo para la recuperación, sino también para la valoración
documen-tal[108]. Siguiendo esta línea, y con una terminología propia, Cou-ture incluye dentro del
Análisis las siguientes operaciones: 1) Señalamiento, o rasgos que identifican el documento, incluyendo
el ISBN. 2) la Clasificación e Indización, considerando en el mismo contexto los Lenguajes
Documentales.
Ciertamente, la formulación de este autor es integradora, y aunque contempla el Resumen de forma
independiente, hemos de entender que lo considera como un producto del análisis, atribu-yéndole un
carácter selectivo, esto es, una capacidad de valoración de la información; aspecto que a nuestro entender
adquiere un significado especial de cara a la ulterior utilización y aprovechamiento de dicha información.
Para la Escuela Soviética, la configuración interna del análisis parece estar más clara y perfectamente
delimitada, aunque tam-bién, en la tónica que venimos observando, la denominación ter-minológica
adquiere características propias. En Mijailov y sus colaboradores, como ya sabemos, el análisis es un
«procesa-miento analítico-sintético, consistente en presentar cada docu-mento o determinado grupo de
ellos en forma que responda al máximo a las distintas tareas de la actividad científico informativa»[109].
Como se observará, en la Escuela Soviética está siempre presente el sentido de utilidad y servicio de las
técnicas documentales hacia la comunidad científica.
Según los autores soviéticos, los distintos tipos de procesa-miento analitico-sintético son: 1) el asiento
bibliográfico de los documentos; 2) su clasificación (indización); 3) la anotación y extractación (resumen
analítico) y confección de reseñas. A cada tipo de procesamiento le corresponde determinada proporción
entre el análisis y la síntesis[110].
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INTRODUCCIÓN
En este sentido, continúan señalando, en primer término surge la necesidad de denominar los
documentos, hacer referencia a ellos, identificarlos y confeccionar listas o relaciones de los mis-mos.
Con ese fin se utiliza el asiento bibliográfico, que contiene el conjunto necesario y suficiente de datos
para determinar el carác-ter del documento. Por su parte, la clasificación sirve para indicar el contenido
de un documento científico, incluyéndolo en cierta clase o rama del conocimiento. Si el proceso de
clasificación incluye la adjudicación de índices, recibe el nombre de indización. Por último, el asiento
bibliográfico y el índice no dan a conocer con suficiente amplitud el contenido del documento, por lo que
es necesario ejecutar la anotación y la extractación.
Ambas operaciones, de la vertiente interna del análisis, adquieren en la óptica de los autores soviéticos
matices de distinta consideración. Mientras que la anotación consiste en la confec-ción de informaciones
breves que caracterizan un contenido docu-mental pudiendo evaluar su utilidad para cierta categoría de
usuarios; la extractación es ante todo una exposición breve del contenido de un documento, indicando el
carácter del mismo, los métodos de investigación y sus resultados, y la fecha y lugar en que se llevó a
cabo la investigación. En definitiva, lo que en térmi-nos genéricos entendemos por Resumen
Analítico[111].
Es evidente la claridad estructural y jerárquica de la aporta-ción Mijailoviana. Claridad que queda aún
más patente cuando analizan la historia, la teoría, los métodos y las características de cada una de las
fases del Análisis Documental.
Sin descartar alusiones posteriores a otros tantos aspectos de interés que aportan, nos interesa resaltar
aquí los principios fun-damentales que otorgan al Asiento Bibliográfico y que vienen a reforzar nuestra
posición dentro de la corriente integradora. Según estos autores, el Asiento Bibliográfico: 1) debe reflejar
con pleni-tud y de manera exacta el contenido y la forma del documento; 2) el asiento de un documento
debe asegurar la identificación rápida e inequívoca (establecer la identidad) de cada una de sus ediciones;
3) los distintos asientos de un mismo documento deben conte-ner obligatoriamente todos los elementos
fundamentales. Aspectos todos ellos que caen bajo e¡ dominio de las técnicas catalográficas debidamente
normalizadas.
En la concepción Vickeriana, sin quedar tan escrupulosa-mente detallada la organización interna del
Análisis, si nos aporta por el contrario otros matices de capital importancia para la for-mulación teórica y
metodológica de las operaciones analíticas. Para Vickery, el Análisis Documental es fundamentalmente
deri-var de un documento un conjunto de palabras que sirven para su representación condensada.
Representación que puede ser utili-zada para identificarlo, para procurar sus puntos de acceso, para
indicar su contenido, y para servirle de sustituto. El análisis de la información, continúa diciendo, es una
actividad que cubre las tradicionales técnicas bibliotecarias, tales como la Catalogación, la Indización, la
Clasificación y el Análisis (Abstracting), así como las experimentales técnicas modernas
automatizadas[112].
Por otra parte, lo que si parece adquirir una importancia capi-tal en la formulación de Vickery es la
normalización de las opera-ciones documentales. Señala este autor, que frente al alto grado de
normalización que ha alcanzado el análisis formal, la descripción característica esta aún lejos de
conseguir cotas de normalización satisfactorias; sobre todo, por los múltiples problemas con los que se
enfrenta el análisis interno. De entre ellos, destaca Vickery el derivado de la distinta expresión que
diferentes autores pueden hacer de un mismo tema; incluso por él mismo en momentos dife-rentes[113].
Cuestión que podríamos trasladar también al campo de los analistas en el momento de la representación
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INTRODUCCIÓN
de los contenidos.
En realidad, lo que está planteando Vickery es la necesidad y justificación de la figura de un profesional
documentalista capaci-tado, que en opinión de otros muchos autores, debería ser además especialista en
la materia que analiza. Pero hoy, indudablemente, y esto es opinión generalizada que nosotros
compartimos[114], es preciso trasladar la función inicial del control documental a los propios autores de
los trabajos científicos, fundamentalmente, por las ventajas que ello comporta de cara a la eficacia y
agilidad en el tratamiento de la información. Se trata sencillamente de normali-zar la información en el
momento mismo de su producción. Como señala López Yepes, la concienciación entre los investigadores
para colaborar como analistas en la difusión de sus propias ideas, debería ser planteada en los mismos
centros universitarios como disciplina académica[115].
Dentro de las distintas aportaciones que venimos conside-rando como representativas de la corriente
integradora, si tuviése-mos que destacar alguna si no como definitiva, sí concluyente, esa sería sin duda
la de H. Fondin. Este autor, en su ya clásico trabajo La structure et le vocabulaire de l'analyse
documentaire, par-tiendo de la caótica situación teórica que presenta el Análisis Documental en cuanto a
la formulación de su estructura y denominación terminológica, establece la necesidad de configurar un
cuadro lógico en el que cada uno de los elementos constitutivos del Análisis Documental queden
perfectamente identificados, individualizados y jerarquizados.
Para ello, considera necesario el establecimiento de una triple división funcional que permita distinguir
entre lo que es la opera-ción, lo que es el resultado de esa operación y lo que es el producto documental
que se obtiene[116].
Partiendo de estas premisas de unificación normativa, Fondin elabora la siguiente clasificación jerárquica
de las operaciones del Análisis Documental: 1) Descripción Bibliográfica ó Signale-ment, que la define
como la recogida de todos los elementos apa-rentes y convencionales que hacen posible la identificación
precisa y formal de cada documento, siguiendo las normas esta-blecidas. El producto resultante es la
noticia signalética (signaléti-que) que engloba los diferentes productos realizados por el catalogador.
Productos que no presentan problemas de denomina-ción terminológica dado el consenso internacional
existente. 2) El Análisis de Contenido, definido como aquella operación que per-mite derivar el tema y
extraer los elementos o características que representan lo más fielmente las diferentes nociones o
conceptos contenidos en un documento. Este Análisis puede adoptar diver-sos modos o tipos: la
Indización, la Reducción o Condensación; la Extracción, la Clasificación y el Análisis de Citas[117].
Para Fondin, en este segundo nivel del análisis es donde real-mente se producen los problemas
terminológicos. No es de extra-ñar por ejemplo, que cuando se refiere a la Reducción señala que el
término francés «analyse» se presta a confusión, dejándolo para la denominación genérica de Analyse
Documentaire, mientras que para referirse a lo que es la representación abreviada de un contenido
documental, esto es, nuestro Resumen, prefiere utilizar el término Reduction o Condensation.
Indudablemente, en opi-nión de Fondin es el Análisis de Contenido el que presenta una mayor
complejidad en la normalización de su vocabulario y en la definición de sus operaciones.
En definitiva, toda una estructura clarificadora que hace justi-cia a los propósitos que persigue su
artículo, reflejados en el subtí-tulo del mismo: contribution pour une mise au point contribu-ción para un
enfoque, para un posicionamiento o para una puesta a punto si traducimos literalmente. Creemos
conveniente recoger aquí el organigrama operativo que nos ofrece Fondin por cuanto que ha contribuido
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INTRODUCCIÓN
notablemente a unificar criterios en posteriores formulaciones teóricas que se han realizado sobre el
Análisis Documental: (véase Figura n.º 4).
Otro autor de gran interés en la conceptualización de nuestra disciplina es indudablemente Ives Courrier.
Para este autor, a diferencia de Fondin, la cuestión fundamental con la que se enfrenta el Análisis viene
determinada por los problemas que plantea su realización; de ahí que toda su construcción teórica esté
montada sobre la base de los lenguajes documentales como sis-tema más eficaz para hacer frente a las
dificultades de orden docu-mental y lingüístico que encierra el Análisis.
Para Courrier, que suscribe la concepción integradora Vicher-yana, el análisis de contenido es la
operación de mayor dificultad por ser de naturaleza fundamentalmente intelectual, lo que implica la
imposibilidad de su unificación operativa. Considera que las normas y reglas metodológicas existentes
para su realiza-ción, no son suficientes para conseguir dicha unificación, siendo precisamente aquí donde
los lenguajes documentales juegan su función, mejorando en lo posible la calidad del análisis[118].
Por último, para cerrar este estudio conceptual de los niveles del análisis nos vamos a referir a los
teóricos españoles, todos incluidos en la denominada corriente integradora. De entre ellos, mención
especial nos merece el profesor López Yepes, quien tras recoger las definiciones de Van der Brugghen y
de Mijailov, llega a considerar que el Análisis Documental gira en torno a dos polos: 1) el análisis físico
o formal de los documentos primarios (Catalogación o Descripción Bibliográfica); 2) el análisis de
contenido de los mismos para su posterior localización (Clasificación o des-cripción característica) y
para su conocimiento en profundidad (Resumen o formas similares). En la línea marcada por Fondin,
López Yepes distingue con claridad lo que son las operaciones del análisis y lo que son sus productos:
documentos secundarios en forma de catálogo, ficheros, bibliografías, resúmenes, anotaciones,
repertorios, etc.[119]
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INTRODUCCIÓN
Posteriormente pasa a caracterizar las distintas operaciones del Análisis dibujando con claridad su
estructura interna. Utiliza el término Catalogación para designar a la operación que describe el
documento con la finalidad de su identificación física, la cual se rige por una serie de normas
convencionales, establecidas bien por países bien internacionalmente aceptadas. Dentro del análisis de
contenido incluye la Descripción Característica de los documentos y el Resumen. La primera de estas
operaciones tiene como objetivo una mejor localización de los documentos, basán-dose en la utilización
de lenguajes naturales o de lenguajes de des-criptores previamente establecidos. La segunda, señala
López Yepes en clara influencia Mijailoviana, se configura como el vehí-culo más idóneo de la actividad
científico informativa, siendo, en el contexto del análisis documental, el primer y más importante
instrumento de trabajo[120].
Hay que destacar en este autor la denominación de Cataloga-ción para el análisis formal, término que
como hemos visto, es escasamente utilizado por los teóricos pero que sin embargo, como veremos más
adelante, es fundamental para distinguir lo que es Descripción Bibliográfica y lo que es la Asignación de
los Pun-tos de Acceso a dicha descripción.
En la línea Yepesiana podemos considerar también a Nuria Amat, otro de nuestros autores que se ha
ocupado con cierta profundidad de la formulación teórica del Análisis Documental. Para Amat, desde la
perspectiva difusora que le caracteriza, el análisis se configura internamente en base a cuatro
operaciones: 1) la Des-cripción Bibliográfica como conjunto de procedimientos físicos y formales que
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comprenden la identificación de referencias, la orde-nación y el registro del documento; 2) la
Catalogación, como la representación normalizada de los datos documentales para la localización física
de los documentos ordenados en forma de catá-logo según los criterios alfabéticos de autores, títulos y
materias, sistemático y de características; 3) la Indización, consistente en extraer los conceptos del texto
y expresarlos con la ayuda de un lenguaje retenido; 4) el Resumen, como la representación resu-mida del
contenido de un documento mediante técnicas de indiza-ción y análisis[121].
Ciertamente, la configuración estructural queda perfectamente clara en la fórmula de Nuria Amat,
aunque pensamos no introduce los matices adecuados para poder distinguir con clari-dad donde termina
el análisis formal y donde empieza el análisis de contenido. De hecho, cuando define posteriormente el
con-cepto de catalogación como la «operación consistente en descri-bir un documento en sus partes
esenciales para identificarlo en su contenido y colocación dentro de una colección determinada»[122],
parece vincularla al nivel interno de identificación temática y no a la descripción formal. Sin embargo, sí
introduce dos aspectos que, desde nuestro punto de vista, tienen interés en el contexto de la catalogación
tales como la ordenación y colocación de los asien-tos bibliográficos.
En fin, muchos han sido los planteamientos conceptuales expuestos y muchas también las interrogantes
planteadas. Podría-mos seguir citando a otros autores, pero en realidad, lo que nos Interesa es intentar
clarificar una situación tan compleja como la expuesta y presentar nuestras propias conclusiones, lo cual,
no es tarea fácil pero sí obligada. Para ello, contamos sin embargo con las aportaciones de García
Gutiérrez, quien posiblemente ha sido el que con mayor rigor ha sistematizado este sinfín de confusiones
terminológicas y estructurales a partir de lo que podemos denomi-nar su teoría de los Niveles del
Análisis:
García Gutiérrez, desde un punto de vista integrador y par-tiendo de la realidad constitutiva del
documento, determina que el análisis ha de desgranarse en dos niveles: el análisis del contenido de la
forma y el análisis del contenido documental El primero de ellos es el Análisis Externo, ocupándose de la
descripción de los elementos externos del documento y de los correspondientes a sus características
formales como soporte; esto es, todos aquellos datos que le distinguen típicamente de los demás como
elementos de identidad. Es lo que denomina Descripción Física del docu-mento, cuyo producto es el
Asiento Bibliográfico. El segundo es el Análisis Interno, ocupándose del mensaje que soporta el
docu-mento con el objeto de identificarlo e informar sobre él. Este segundo nivel comprende dos fases: la
Descripción Característica, esto es, la Indización, tanto por métodos tradicionales como automatizados y
cuyos productos son los índices y los indizados; y la Descripción Sustancial, esto es, la Operación de
Resumir, cuyo producto tradicional es el Resumen[123].
Posteriormente, el citado autor se ocupa de caracterizar y matizar cada una de estas operaciones
documentales y su producto, con el objeto de situar el adecuado marco teórico y termi-nológico que a su
juicio precisa la estructura interna del Análisis Documental. Nosotros, de momento, no vamos a insistir
en ello porque necesariamente tendremos que volver a referirlo cuando intentemos dar nuestro concepto
integrador de Análisis Documen-tal. Ahora, como paso previo, hemos de ocuparnos brevemente de otros
aspectos relacionados con nuestra disciplina y que afectan por tanto a su formulación teórica. Nos
estamos refiriendo a la NORMALIZACIÓN y al papel de los LENGUAJES DOCUMENTALES en el
contexto del Análisis Documental.
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INTRODUCCIÓN
3.2. Normalización y Análisis Documental
Es evidente que el enunciado del presente epígrafe se podría haber formulado de muy distintas maneras:
la normalización documental, la normalización y su incidencia en el Análisis Docu-mental, la
normalización de las operaciones del Análisis, la nor-malización de las técnicas bibliotecarias y
documentales, etc. Sin embargo, entiéndase, no pretendemos establecer una nueva esci-sión
terminológica, sino sencillamente, recoger bajo un epígrafe los contenidos y fines que se persiguen:
formular el marco teórico general de la normalización y aplicarlo a una parcela concreta del ámbito
documental, el Análisis y Recuperación; porque adviér-tase, la actividad normativa, intenta cubrir hoy
todo el proceso documental en sus distintas etapas: 1) Normalización de la Selec-ción Documental. 2)
Normalización del Tratamiento Documen-tal. 3) Normalización de la Difusión Documental.
Lógicamente, no intentaremos analizar aquí con profundidad el concepto de normalización y su
evolución histórica, tampoco abordar otros tantos aspectos de interés que nos depara el hecho
normativo[124]. Más bien, nuestra intención es establecer sus prin-cipios y objetivos básicos para
aplicarlos al contexto de las opera-ciones del Análisis Documental, marcando con claridad, los efectos
beneficiosos que se derivan de la unificación en las técni-cas y procedimientos que han de regular la
ejecución del trata-miento documental.
Para ello, hemos de partir necesariamente de la extensión mundial y globalizadora del fenómeno
informativo y documental. Como señala García Gutiérrez, los documentos son bienes colec-tivos de la
humanidad al haberse internacionalizado el interés por ellos en el mismo o en un entorno distinto en que
se producen. En el propio ámbito de la actividad científica, no se concibe hoy el Investigador de forma
aislada sino en un contexto supranacional, porque los conocimientos científicos afortunadamente,
desbordan las propias barreras nacionales[125].
En este sentido, los países que más tarden en desarrollar sus sistemas nacionales de información estarán
siempre bajo el dictado intelectual, social y económico de los más desarrollados, redu-ciendo sus
iniciativas a una asimilación consumista de la informa-ción científica y técnica. De ahí que cualquier
sistema que pretenda organizar documentación en un contexto internacionali-zado no logrará alcanzar
sus objetivos, si no utiliza unos instru-mentos de control que faciliten y unifiquen el análisis y
recupera-ción de la información documental, con el fin último de asegurar una adecuada receptibilidad y
una eficaz transferencia.
Justificada pues la actividad normativa ¿qué entendemos por normalización? Del concepto de
normalización se han ocupado autores como González de Guzmán[126], Sanders[127], Sutter[128],
Côte[129], Tashí[130], etc., y organismos normativos nacionales e internacionales como la AFNOR, la
ISO, la UNESCO-UNISIST, etc. Recogiendo aquí las definiciones más significativas, para Sanders «la
normalización es la forma de aplicar y establecer reglas con el fin de poner en orden un campo de
actividad determinado con el interés y concurso de todos los sectores implicados». Para La Ferte y Sutter,
la normalización es «todo aquel dato referencial, resultante de un trabajo fundamentalmente colectivo,
razonado, con el fin de servir de base de entendimiento para la resolución de problemas repetitivos».
En consecuencia, haciendo un esfuerzo de abstracción pode-mos concluir: 1) la norma surge ante la
necesidad de solucionar un problema común repetitivo; 2) la norma establece el procedi-miento de
actuación para su resolución, o mejor dicho, unifica tal resolución; 3) la norma es resultado de un
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consenso colectivo.
Sería ocioso entrar aquí en las características de fiabilidad e internacionalidad, o en los objetivos de
simplificación, tolerancia, seguridad, economía de gastos, interés colectivo, etc., que debe cumplir toda
norma. En realidad, lo que nos interesa es trasladar su concepto general al campo de la documentación. Y
en este sen-tido, el papel de la normalización en relación con los documentos es, según la AFNOR,
establecer reglas que aseguren la intercone-xión de sistemas y faciliten el tratamiento y la transferencia
de la información. Estas reglas, conciernen tanto a las operaciones inte-lectuales como a los instrumentos
documentales o al material. Se distinguen así según su función en la cadena documental: normas relativas
a la identificación de documentos, y por último, normas que tratan del establecimiento de índices,
catálogos; codificación, disposición de datos, etc.[131]
En definitiva, la esencia de la normalización documental puede quedar establecida así: organización
racional de los conoci-mientos y sus soportes, y el tratamiento y dinamización del con-junto acumulado
de ellos para asegurar un eficaz intercambio y transferencia de la información. Y esa es también la
filosofía que anima el Programa General de Información y UNISIST de la UNESCO con el objeto de
hacer posible el intercambio de informa-ción dentro y entre países. Filosofía que ha sido expresada en
mul-titud de ocasiones por medio de informes y declaraciones Institucionales de la referida organización
internacional[132].
Si la aplicamos ahora al contexto especifico que nos ocupa, la Normalización del Tratamiento
Documental se configura como la actividad reguladora más técnica relacionada con las tareas
típi-camente documentales, presentando dos frentes de actuación: 1) por una parte la normalización de
las operaciones del Análisis:
Descripción Bibliográfica, Indización, Resumen, Traducción y en general los instrumentos de eficacia
representados por los Lenguajes Documentales; 2) por otra, la normalización de la Recupe-ración
documental, referida a la regulación de las estrategias de búsqueda de información con la obligada
intervención de sus lenguajes.
Como sabemos, ambos frentes del tratamiento documental son indisolubles, uno en función del otro y en
constante relación operativa merced a los lenguajes documentales, auténticas herra-mientas normalizadas
y de auténtico efecto normativo cuando se aplican. Por consiguiente, así entendidas las técnicas de
análisis y recuperación de la información, la eficiencia de sus resultados estará en función,
necesariamente, del grado de normalización y exactitud normativa con que se apliquen. Precisamente, a
ese grado de normalización nos vamos a referir a continuación, esto es, a la situación de regulación
normativa en que se encuentran actualmente las operaciones del Análisis Documental.
Podemos señalar de entrada, que los dos Niveles del Análisis presentan un muy distinto grado de
incidencia normativa. Mien-tras que en el Nivel Externo, esto es, el Análisis Formal, por su carácter de
operación mecánica, la regulación normativa está prácticamente resuelta a nivel internacional; en el
Nivel Interno, esto es, el Análisis de Contenido, por la naturaleza intelectual de sus operaciones, la
regulación normativa presenta aún grandes lagunas difícilmente superables. Señala García Gutiérrez que
en el momento que las técnicas de descripción de contenidos puedan ser unificadas y normalizadas, los
investigadores habrán dado, seguramente, el mayor avance que haya visto la historia en materia de
control y acceso a la documentación de la ciencia[133].
Como terminamos de señalar, la descripción formal de los documentos está resuelta mediante la
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normalización internacional. Obviamente, no es el momento de entrar en la evolución his-tórica que ha
conducido a la situación actual, pero si es preciso señalar antes de abordar sus connotaciones teóricas,
cuáles han sido los hitos más importantes.
Las normativas existentes para la redacción de referencias bibliográficas son realmente numerosas y
dictadas tanto por orga-nismos nacionales como internacionales. Baste señalar aquí por ejemplo la
NORMA ISO 690-1987, las Anglo-American Cataloguing Rules (AACR), cuya primera edición aparece
en 1967 para satisfacer las necesidades catalográficas de los países anglosajones (E.U., Reino Unido,
Canadá), las reglas de citas bibliográfi-cas elaboradas por la The Modern Language Association of
America (MLA), el Manual UN ISIST de referencias para descripciones bibliográficas legibles por
máquina, o la propia evolución de la normativa española, reflejada en las distintas ediciones (1902, 1941,
1964, 1970, 1978) de nuestras Instrucciones para la Redacción del Catálogo Alfabético de Autores y
Obras Anóni-mas de las Bibliotecas Públicas del Estado[134].
Sin embargo, si tuviésemos que dar alguna fecha para situar el inicio de un auténtico movimiento
internacional de unificación de criterios, habría que remontarse a 1961*, año en que se desarrolló en
París la CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE PRINCIPIOS DE CATALOGACIÓN. La
Conferencia de París supone, entre otras cosas, la toma de conciencia real sobre la necesidad de un eficaz
intercambio bibliográfico Internacional[135]. En ella se limaron las contradicciones causadas por los
métodos americanos (uso abu-sivo de los encabezamientos de autores corporativos), y prusianos
(aferrados al tradicional asentamiento de titulo). La presencia española en esta conferencia supuso la
necesidad de reformar las Instrucciones de 1941, apareciendo una ed. revisada en 1964.
Pero el paso definitivo en la normalización de la Descripción Bibliográfica se va a dar en 1969, año en
que tiene lugar en Copenhague la REUNIÓN INTERNACIONAL DE EXPERTOS EN
CATALOGACIÓN. En ella, además de asumirse la filosofía y las recomendaciones de París, se estudia
por primera vez la posibili-dad de establecer unas normas para la descripción que fuesen aceptadas por
todos los países, con el fin de unificar los Asientos Bibliográficos y facilitar su intercambio y
mecanización. Para ello, se formó un grupo de trabajo encargado de redactar un borra-dor de las referidas
normas, siendo el resultado la aparición de la edición preliminar de la International Standard
Bibliographic Description = Descripción Bibliográfica Internacional Normali-zada (ISBD); con la que
empieza la definitiva, pero accidentada historia, de la normalización internacional de la Descripción
Bibliográfica.
Posteriormente, se han producido muchas reuniones, iniciati-vas e impulsos internacionales[136]; pero
en definitiva, a partir del año 1974 han ido apareciendo las distintas ISBDs que regulan la elaboración de
los asientos de los distintos materiales, y en cuyo proceso, la IFLA (International Federation of Library
Associa-tion and Institution), con sus distintos comités, la UNESCO y sus comisiones técnicas, y la
supervisión de la ISO, han jugado un papel fundamental.
Indudablemente, el Control Bibliográfico Universal de la producción científica se ha ido completando
con otras tantas normati-vas ya implantadas, entre las que cabe destacar el sistema ISBN, el IS SN, y el
ISDS[137]; así como otros proyectos aún en marcha como el CBU (Control Bibliográfico Universal); y
la CIP (Cata-logación en Publicación).
Por último, en el contexto informatizado, no podemos dejar de citar aquí la Norma 150 2709-1981:
Disposition des don nées sur bande magnétique pour l'échange d'informations bibliographi-ques; punto
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INTRODUCCIÓN
de referencia obligado para el desarrollo específico del Formato Marc (Machine Readable Catalog) en
cualquiera de sus versiones, como sistema automatizado para el almacena-miento de registros
bibliográficos.
De cualquier forma, la intervención de la Organización Inter-nacional de Normalización (ISO) en todos
los asuntos de ámbito documental, implica, por su propia configuración y funciona-miento interno, que la
gestión de las normas internacionales en cada país se haya desplazado a los Organismos Nacionales de
Normalización, o a las Direcciones Bibliotecarias y Documenta-les correspondientes. Lógicamente,
dichas instituciones naciona-les no hacen sino asumir en su integridad la normativa internacional,
respetando en lo posible las propias características y tradición interna.
En España, a través de la Dirección General del Libro y Bibliotecas y a través de otras iniciativas, se
están traduciendo las distintas ISBDs y se están incorporando en un solo compendio normativo los
distintos aspectos que cubren todo el Proceso de Catalogación. Ya contamos con las RCI y II[138], que
regulan la descripción de Monografías, Publicaciones Seriadas y Materiales Especiales, la asignación de
sus Puntos de Acceso y la forma de sus Encabezamientos. En lo sucesivo, la investigación y desarrollo
del llamado Control de Autoridades irá dotando al proceso normalizador de la Catalogación, de los
instrumentos auxiliares necesarios para una mayor eficacia en el control bibliográfico.
Son mucho los argumentos que se pueden establecer en defensa de la normalización bibliográfica
internacional[139]. Baste señalar aquí sistemáticamente el alcance y objetivos de la norma, establecidos
por el propio Comité de Catalogación[140]:
1. La Norma Internacional para la Descripción Bibliográfica especifica los requisitos para la descripción
e identificación de las publicaciones, asigna un orden a los elementos de la descripción y establece un
sistema de puntuación. Es evi-dente por tanto, la claridad que introduce en la interpreta-ción de los
registros la utilización de un orden en la distribución de los elementos informativos y el estableci-miento
de un código de signos internacionalmente aceptado.
2. Los objetivos fundamentales de esta normalización son: facilitar la comunicación internacional de la
información bibliográfica; facilitar su interpretación a través de las barreras lingüísticas y facilitar la
lectura de la información bibliográfica por sistemas informatizados.
Señalemos por último, que la descripción resultante de la apli-cación normativa no se utiliza de forma
aislada, sino formando parte, lógicamente, de un registro más amplio como puede ser un catálogo, una
lista o relación de asientos o en cualquier otro con-texto bibliográfico.
Queremos decir con ello, que los elementos de organización y localización de dichos asientos
(Encabezamientos), los elementos de clasificación y búsqueda por materias, temas, etc., no forman parte
de la normativa ISBD. Su regulación está establecida por otros sistemas normativos internacionales (p. e.
CDU) o bien por reglas nacionales, aunque la tendencia se proyecta también hacia la normalización total
de los denominados Puntos de Acceso. A estas cuestiones tendremos que referirnos posteriormente con
el objeto de distinguir las fases que conforman el Nivel Externo del Análisis Documental, en lo que
nosotros denominamos Proceso de Catalogación.
Pero antes de ello, cerremos el presente epígrafe con las opor-tunas reflexiones sobre la normalización de
la otra vertiente del Análisis, esto es, el Nivel Interno o Análisis del Contenido.
Es evidente, que el asiento bibliográfico solo permite el acceso individualizado a cada uno de los
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documentos a que se refiere. Frente a él, el análisis interno va a permitir una recuperación colectiva de
documentos afines que pueden interesar a un poten-cial usuario, aunque en última instancia, para
identificar formal-mente cada uno de ellos sea preciso recurrir al asiento bibliográfico. Por consiguiente,
las causas que motivan la necesi-dad de recuperar colectivamente documentos que se refieren a una
misma materia, son aquellas que motivan la necesidad del análisis interno, o lo que es lo mismo, las que
motivan la necesidad de explotar la riqueza informativa del contenido documental con fines de
recuperación colectiva, pertinente y eficaz.
En efecto, el crecimiento progresivo de la información y de los usuarios de ella, está provocando la
preponderancia de la descripción documental por el contenido más que por los datos de identi-ficación
formal; y para ello, ha sido preciso arbitrar los recursos necesarios. Como señala García Gutiérrez, la
descripción carac-terística de los documentos nace, por lógica, de la extensión cuan-titativa de
aquellos[141], a lo que nosotros añadiríamos la utilización cada vez mayor de los intermediarios de la
información y el uso generalizado de la demanda por materias, temas, campos, aspec-tos concretos, etc.
Junto a estas razones cabría señalar otras muchas de idéntica importancia, tales como: -la necesidad que
tiene el científico actual de controlar toda la información que es pertinente a su campo de estudio, tanto
nacional como internacional; -la necesa-ria clasificación de los conocimientos humanos: -la utilidad de
un ofrecimiento de la información sistematizado y resumido ante la imposibilidad de asimilación en su
estado original (saturación de información), etc.
Lógicamente, por las mismas razones expuestas para el Análi-sis Formal, todo ello requiere unos
sistemas de descripción lo más unificados posibles a nivel internacional. Pero aquí, el problema es
cualitativa y cuantitativamente distinto; y frente al carácter mecánico de la Descripción Bibliográfica, las
Descripciones Característica y Sustancial son, ante todo, operaciones intelec-tuales difícilmente
unificables por una norma. A pesar de que la clasificación de los conocimientos humanos cuenta ya con
una larga trayectoria histórica, el problema de la representación nor-malizada de los contenidos
documentales no ha sido resuelta todavía «ya que los métodos de descripción característica avan-zan
siempre rezagados con respecto a las necesidades científicas, y por tanto, cuando aquellos llegan a un
cierto nivel de perfeccionamiento, la documentación ha crecido de tal forma que las innovaciones quedan
inmediatamente desfasadas»[142]. A pesar de todo, los métodos informáticos y los sistemas expertos
parecen conceder una esperanza si se contemplan desde una perspectiva optimista.
Indudablemente, la complejidad de la normalización del análi-sis de contenido tiene su base,
fundamentalmente, en dos tipos de problemas: 1) por una parte en los problemas lingüísticos que se
derivan de la propia naturaleza del lenguaje en que se encuentra la información documental; 2) de otra,
los problemas documentales derivados de la propia actividad analítica.
En el primer caso, la operación consistente en representar un documento del lenguaje natural bajo una
forma normalizada es, ante todo, una operación de naturaleza lingüística[143]. La forma idónea para esta
operación es el establecimiento previo de un len-guaje documental, o lo que es lo mismo, la confección
de una lista de conceptos a los que se les atribuye un significante. Pero lógicamente, los conceptos no
están siempre bien definidos ni expresa-dos de idéntica forma, por lo que buena parte de las veces es
imposible su representación en términos controlados. Además, se pueden establecer falsas
combinaciones de términos que nos llevarían a documentos de contenido distinto. Entiéndase por tanto,
que la representación en Lenguaje Documental más fiable y nor-malizada a nivel internacional se queda
en una simple categoriza-ción de los conocimientos (Clasificaciones versus CDU). Por consiguiente, una
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representación de contenidos documentales específicos, tan abundantes hoy en la literatura científica,
precisa de un vocabulario controlado, también específico, referido a coberturas temáticas limitadas. Son
los llamados THESAURUS, de elaboración lenta y compleja y con validez universal discutible.
En el segundo caso, se incluyen los ya tradicionales problemas derivados de la intervención del sistema
documental y del docu-mentalista, concretados según Nuria Amat en[144]: 1) el nivel de profundidad del
análisis. Cuanto mayor precisión y exhaustividad se quiere imprimir al análisis, mayor peligro hay de
seleccionar aspectos secundarios que pueden tener poco interés para el usua-rio; sin embargo, si
analizamos superficialmente se produce el efecto contrario. En definitiva, los problemas del ruido y
silencio documental; 2) el juicio objetivo del analista que ha de plantearse las hipotéticas demandas; 3) la
falta de uniformidad que se produce en la selección de los términos o conceptos que representan el
contenido documental entre distintos analistas, incluso entre un mismo analista en distintos momentos.
De cualquier forma, si partimos de la base de que el trata-miento documental se concreta en el análisis de
los documentos y en las preguntas realizadas al sistema para recuperarlos, el resul-tado ha de ser el
emparejamiento de los términos utilizados en ambos momentos, esto es, análisis y recuperación[145].
Como vere-mos en el siguiente epígrafe, la función de los Lenguajes Docu-mentales es precisamente
asegurar dicho emparejamiento, con lo que introducen un factor de calidad importante en el Análisis de
Contenido. Pero no perdamos de vista, que si bien este empareja-miento es en sí mismo una acción
mecánica, la actividad previa de reconocimiento y de identificación de los contenidos documenta-les es
una operación sumamente compleja, intelectual y extrema-damente difícil de unificar en su realización y
en su resultado.
Con todo, existen soluciones para paliar estos problemas. Entre ellas, los ya señalados Lenguajes
Documentales, y en último término, aunque a largo plazo, los llamados sistemas expertos de inteligencia
artificial.
Se comprenderá fácilmente, que la normalización del Análisis Interno ha de moverse necesariamente en
dos frentes: 1) en las recomendaciones metodológicas para la realización de las opera-ciones de
Indización y Resumen, así como en la presentación de sus productos documentales; 2) en la elaboración
de normas y directrices para la construcción de Lenguajes Documentales con-trolados,
fundamentalmente Thesaurus.
Dichas normas han sido objeto de regulación y estudio, tanto por organismos nacionales e
internacionales como por instituciones privadas con actividad documental, sin que falten estudios
teóricos concretos de distintos autores. Resultaría ocioso preten-der recogerlas aquí todas, por lo que solo
haremos alusión a las más representativas. De cualquier manera, como señala Sutter, la normalización
del análisis de contenido habrá de seguir muy de cerca la propia evolución de las técnicas
documentales[146].
En primer lugar, en cuanto a la metodología de la indización, destaquemos la NORMA ISO 5963-1985:
Methods for examining documents, determining their subjects and selecting indexing terms; los criterios
del AMERICAN NATIONAL STANDARD INSTI-TUTE[147]; los Principios de Indización de la
UNESCO[148]; los prin-cipios establecidos por la AFNOR [149], o las propias recomenda-ciones dadas
por Borko[150] o las establecidas para el sistema ERIC[151].
Sobre la metodología del Resumen también son muchos los documentos existentes. Recogemos aquí la
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INTRODUCCIÓN
NORMA ISO 214-1976: Analysepour les publication et la documentation; las nor-mas del COUNCIL
OF ABSTRACTING SERVICE; las del AN51[152], las directrices marcadas por el CHEMICAL
ABSTRAC SERVICE[153]; las establecidas por la UNESCO en su Guía para la preparación de
resúmenes analíticos destinados a la publicación; las instrucciones del VINITI Soviético[154], o la
propia metodología recomendada por Harold Borko[155].
Otro tanto se puede decir de las directrices elaboradas para el establecimiento y desarrollo de thesauros,
donde la aplicación de lenguajes documentales a sectores específicos ha motivado la proliferación de
estudios y propuestas concretas de distintos autores. Citemos aquí solamente las normas internacionales o
nacionales que marcan las pautas generales a. seguir:
Las establecidas por el AMERICAN NATIONAL STANDARD INSTITUTE quedan recogidas bajo el
título Guiderlines for thesau-ris: structure, constructions and use, publicadas en 1980. La
ASOCIACIÓN FRANCESA DE NORMALIZACIÓN recoge unas direc-trices generales en su NORMA
AFNOR 47-100, mientras que en otro documento establece las específicas para los thesauros en lengua
francesa[156]. La FID también ha dictado normas sobre thesau-rus[157], mientras que la ISO lo hace en
su NORMA Internacional 150 5964-1985[158]. Por último, reseñamos las Directrices de la UNESCO
recogidas en su Documento SC/MD/20 bajo el título: Principes directeurs pour l'etablissement et le
developpement de thesaurus scientiflques et techniques monolingues destines a la recherche
documentaire, publicado en 1970.
En definitiva, un conjunto de normas y directrices que, junto a los sistemas tradicionales y modernos de
Indización y Resumen, donde hay que incluir los automatizados, pretenden unificar criterios y mejorar la
calidad del Análisis de Contenido. Calidad que habrá de ser constantemente evaluada en términos de
pertinencia y exhaustividad, con el objeto de determinar la eficacia de los sistemas.
Hasta ahora solamente hemos hablado de la incidencia nor-mativa en las operaciones del Análisis
Documental y nada se ha dicho de la normalización del documento científico. Por consi-guiente, para
cerrar este epígrafe dediquemos unas breves refle-xiones a la necesidad de introducir los beneficios
normalizadores en el objeto del Análisis, esto es, el documento.
Si partimos de los principios ya establecidos para la normali-zación, es evidente que la confección
normalizada de los soportes y de los contenidos documentales, introduce un factor de vitalidad
importantísimo en el proceso técnico de las distintas operaciones documentales, contribuyendo así a
facilitar el intercambio de los documentos y la transferencia de la información. Como ha seña-lado
García Gutiérrez, la tendencia normalizadora del documento científico es la mayor ayuda prestada a las
técnicas del proceso de esos mismos documentos, máxime desde el momento en que la Informática y la
Telecomunicación, disciplinas altamente norma-tivas, han abordado el campo de la información
científica y de su transmisión[159].
Es, por tanto, una urgente necesidad que los autores y respon-sables de la publicación del documento
primario, presten la debida atención a la forma de presentación de las investigaciones, a la disposición de
sus elementos y a su estructura[160]. Es evidente, que el conocimiento de los investigadores no debe
quedarse en los aspectos de metodología científica, base fundamental por supuesto, sino que debe
alcanzar también a las normativas que rigen la correcta redacción y presentación de los resultados de la
investigación plasmados en un documento original[161].
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No es el momento de analizar la múltiple incidencia que la normalización del documento introduce en la
consecución del objetivo último de la documentación científica. Baste señalar que para que todo el
proceso funciones y se logren los fines últimos, la actividad normativa ha de iniciarse en el momento en
que el docu-mento es producido, tanto en su forma física como en su contenido.
Contemplado desde el punto de vista del Análisis Documental, -las ventajas y utilidades que se derivan
de la Normalización del trabajo científico pueden quedar sintetizadas así:
·
El documentalista encuentra una estructura ordenada pudiendo realizar su labor con más eficacia
recurriendo a las partes del documento más ricas en información (resumen, con-clusiones, introducción).
·
Los productos derivados de la actividad analítica mejoran la calidad, dotando de precisión a los
índices de títulos, de autores, de citas, etc.
·
Facilita el almacenamiento informatizado de la información, permitiendo la inclusión de los
productos documentales en Bases de Datos internacionales sujetas a estrictas normas de presentación y
de calidad informativa.
·
El ahorro de tiempo y la agilidad en la elaboración de las Publicaciones Secundarias son otras
tantas ventajas que no necesitan comentario.
Si lo contemplamos desde el punto de vista del usuario, un documento científico normalizado facilita los
siguientes factores:
·
Un mayor consumo de información como resultado de: selec-ción más fácil de los trabajos más
importantes, y captación más rápida de las ideas, experiencias y conclusiones presenta-das gracias a la
distribución clara de los datos.
·
Una mayor difusión internacional al normalizarse el método de exposición científica.
Conscientes de estas y otras muchas ventajas que se derivan de la actividad normativa del documento,
organismos internacionales como la UNESCO y la ISO fundamentalmente, han dictado un conjunto de
normas generales y especificas que regulan la totali-dad del proceso normalizador de las publicaciones
científicas. Citemos aquí las más genéricas, pues una lista detallada de todas ellas desbordaría aquí
nuestros propósitos[162]. De la UNESCO hay que destacar la Guía para la redacción de artículos
científicos destinados a la publicación, publicada en 1968, y las directrices que H. Grunewald elabora
por encargo de dicho organismo[163]. También las Pautas UNISIST para la presentación y publicación
de trabajos científicos, publicadas en el Boletín de Documenta-ción del FIES, en su vol. 9, fasc. 2, del
año 1977.
De la Organización Internacional de Normalización (ISO), hay que destacar la NORMA IS0-8-1977
sobre la Presentación de Publicaciones Periódicas. Paralelamente a estas normas genera-les, la ISO ha
ido dictando otras específicas que regulan aspectos concretos de los documentos científicos, tales como
la forma de presentación de las referencias bibliográficas (ISO 690-1987), la elaboración de resúmenes
(ISO 214-1976), la numeración de las divisiones del texto (ISO 2145-1978), etc., etc.
En fin, toda una documentación normativa que pese a su exis-tencia, aún no ha encontrado en España la
aplicación necesaria para hacer de nuestras Revistas Científicas el vehículo de infor-mación adecuado
más allá de nuestras fronteras. Con frecuencia, nuestras Publicaciones Seriadas son excluidas de los
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INTRODUCCIÓN
repertorios y bases de datos internacionales por las deficiencias normativas que presentan, de ahí la
necesidad urgente de familiarizar a autores y editores con las normas internacionales. En ello, buena
parte de responsabilidad tenemos los profesionales de la documentación.
3.3. Análisis y Lenguajes Documentales
Como último paso para cerrar los planteamientos teóricos y conceptuales del Análisis Documental, y
antes de presentar nues-tra formulación tomando como base la estructura interna del Aná-lisis, es preciso
referirnos brevemente a los Lenguajes Documentales para situar el papel que juegan en el contexto del
Análisis Documental.
Para ello, y para entender el marco teórico en que se inscriben, sin pretender, lógicamente, desentrañar
aquí su concepto, porque no nos corresponde, partiremos de la fórmula ya establecida del Tratamiento
Documental. Por tal entendemos a la fase del Proceso Documental que engloba el Análisis y la
Recuperación; una en función de la otra en tanto que el análisis no tiene sentido sino en la recuperación
del documento, y por cuanto que ésta se efec-túa a partir de los productos del análisis.
Por consiguiente, el tratamiento está actuando en dos momen-tos, esto es, en el momento de representar
los contenidos docu-mentales y en el momento de recuperarlos. Evidentemente, para que el tratamiento
sea efectivo, es preciso que los términos utiliza-dos en la descripción característica sean idénticos a los
términos
que se utilicen en la búsqueda de la información. La concordancia o emparejamiento de ambos términos
sólo se producirá si conta-mos con un lenguaje establecido de antemano, al que se han de adecuar ambos
polos del tratamiento documental. La función de los Lenguajes Documentales es precisamente asegurar
dicho emparejamiento.
Y sobre este fundamento se asientan los distintos sistemas de Análisis de Contenido en su expresión más
general. Si el sistema no se articula sobre la existencia de un Lenguaje Documental pre-viamente
establecido, estaremos ante una Indización en Lenguaje Libre, esto es, ante los distintos sistemas de
Indización Derivada (Unitérminos, Palabras-clave o Descriptores no controlados), denominados así
porque la representación de los contenidos se efectúa con términos extraídos del lenguaje natural en que
se encuentra el documento.
Ahora bien, si el sistema se fundamenta en la existencia de un Lenguaje Documental, estaremos ante la
Indización en Lenguaje Controlado, esto es, ante los distintos Sistemas de Indización Asignada (por
Categorías, por Materias, o por Descriptores con-trolados). Aquí, la representación de los contenidos se
efectúa sobre la base de los conceptos, esto es, una vez identificado el tema o conceptos representativos
del contenido documental, se le asigna para su representación el término más adecuado que tenga-mos en
el lenguaje documental previamente establecido.
Pero este carácter artificial, estereotipado de los lenguajes documentales, no implica que su
configuración sea ajena al len-guaje natural en que se encuentran los documentos. Muy por el contrario,
los términos de lenguaje documental derivan del len-guaje natural, sólo que allí están dotados de una
precisión y un sig-nificado único y establecidos para un fin. Téngase en cuenta que al lenguaje
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INTRODUCCIÓN
documental se llega tras una larga experiencia en indi-zación libre, a lo largo de la cual los términos se
van dotando de un significado controlado. Como señala García Gutiérrez, el análisis de los documentos
mediante la indización, va generando un voca-bulario que es futura base del lenguaje documental[164],
constitu-yéndose por tanto en elementos normalizados pero a su vez, en elementos normalizadores de la
actividad analítica.
En definitiva, estas son las líneas teóricas sobre las que giran las distintas conceptualizaciones teóricas
realizadas sobre el tema. Entre ellas destaca el trabajo de Y. Courrier, quien define el Lenguaje
Documental como un «lenguaje artificial que permite generar la representación formalizada de
documentos y demandas relacionadas con un grupo de usuarios, a fin de destacar los docu-mentos que
responden a las demandas»[165].
Este autor, partiendo de que las normas y recomendaciones metodológicas establecidas para la indización
no son suficientes para provocar una satisfactoria unidad en su realización, y por tanto no resuelven los
problemas lingüísticos y documentales del Análisis, ratifica la necesidad de la función normativa de los
Len-guajes señalando, que el papel del Lenguaje Documental es preci-samente mejorar la calidad del
análisis, siendo las herramientas esenciales del circuito de transferencia de la información. Sin los
lenguajes éste solo funciona por aproximación, sin rigor y sin efi-cacia, porque entre las representaciones
documentales y los térmi-nos de las demandas no habría ningún vehículo de unión que provoque el
emparejamiento. En consecuencia, la calidad del len-guaje condiciona la calidad de las prestaciones
documentales[166].
Según Sutter, la inquietud por el establecimiento de los len-guajes documentales no es en absoluto nueva.
Puede decirse que es una vieja aspiración de las técnicas bibliotecarias y un logro moderno de las
actividades documentales. En realidad, la norma-lización del análisis de contenido ha seguido, más o
menos, la evolución de las técnicas documentales en conexión con las formulaciones lingüísticas y las
innovaciones tecnológicas.
Indudablemente, las primeras tentativas hay que situarlas en las primeras clasificaciones (Bliss, Cutter,
Dewey), si bien la aspi-ración normalizadora internacional solo se consigue con la Clasi-ficación
Decimal Universal, cuya vigencia de más de un siglo justifica sobradamente su éxito. Hoy, los esfuerzos
se centran en la construcción de Lenguajes Documentales más sofisticados de estructura asociativa. Son
los Thesauros, lenguajes altamente controlados y depurados que intentan cubrir el control documen-tal en
áreas muy especializadas donde la universalidad de la CDU no puede llegar, ni en cobertura ni en
profundidad de análisis.
Conocido el papel de los Lenguajes Documentales en el con-texto de nuestra disciplina, y teniendo en
cuenta la configuración interna del Análisis tal y como ha quedado establecida en el estu-dio de sus
Niveles, estamos en condiciones de ofrecer nuestro concepto integrador de Análisis Documental
atendiendo a su estructura interna u operativa.
3.4. Nuestro concepto estructural de Análisis Documental
Antes de formular dicho concepto, donde defenderemos, lógi-camente, un posicionamiento integrador,
parece conveniente sin-tetizar las conclusiones que, a nuestro entender, se desprenden del estudio de los
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INTRODUCCIÓN
niveles del análisis:
1. En primer lugar, es evidente que la mayor parte de los autores identifican en el Análisis dos vertientes:
el análisis de los con-tenidos formales y el análisis de los contenidos documentales. Dicha estructura
obedece a la naturaleza constitutiva del docu-mento y a ella, necesariamente, han de adecuarse las
técnicas documentales del tratamiento de la información; a saber: la Des-cripción Bibliográfica como
operación del Análisis Formal y las Descripciones Sustancial (Resumen) y Característica (Indiza-ción)
como operaciones del Análisis de Contenido.
2. Establecida la naturaleza estructural del Análisis, las ope-raciones que lo conforman responden
además a dos hechos de naturaleza convencional: la profundidad de aplicación del análisis y el tipo de
respuesta documental que se pretenda ofrecer. Se advierte por tanto que en la actividad analítica existe
una cierta independencia operativa, es decir, no es solamente el documento el que determina el tipo de
análisis a realizar, sino que éste tam-bién está condicionado por factores externos tales como: finalidad
del análisis, interés del documento, tipos de demandas y usuarios, tipo de centro, etc. Como señala
Courrier, el documento no sólo hay que analizarlo según su contenido, sino también según su
utilización[167].
En definitiva, cualquier formulación teórica que pretenda rea-lizarse del Análisis Documental no puede
olvidar ambas conclusiones, como tampoco puede ignorar la tendencia universal y unificadora que
condiciona sus técnicas de trabajo: la normaliza-ción; bien en su nivel externo con las distintas normas
para la Descripción Bibliográfica, bien en su nivel interno con el oportuno arbitraje de los Lenguajes
Documentales.
Establecidas las conclusiones, cual es en consecuencia nues-tra fórmula para las distintas operaciones del
Análisis Documental:
3.4.1. Nivel Externo del Análisis: El Proceso de Catalogación
Según nuestro posicionamiento, la Descripción Bibliográfica es la operación que describe el documento
ocupándose de reflejar exclusivamente la información del contenido de la forma, inclui-dos los aspectos
meramente físicos (básicamente los que recoge el área 5 de la ISBD). Su función será fundamentalmente
identifica-dora e indicativa, permitiendo individualizar y distinguir un docu-mento de otro. En definitiva,
la confección de un documento primario. Todo ello sin olvidar que es labor también implícita a la
operación descriptiva, la identificación y reconocimiento de los elementos informativos que han de
conformar el Asiento; cuestión no exenta de problemas dada la frecuente ambigüedad y escasa
normalización de las fuentes de información.
Es evidente que la Descripción Bibliográfica se puede consi-derar como parte del trabajo
tradicionalmente desarrollado en las bibliotecas, sin que ello signifique, que una referencia bibliográ-fica
no pueda formar parte de un documento secundario que. recoja los productos del Análisis de Contenido.
Pues bien, adviértase, que hemos añadido en nuestra fórmula el término Proceso de Catalogación,
sencillamente porque hay aspectos del Nivel Externo del Análisis que no quedan, en absoluto, lo
suficientemente aclarados en los distintos autores analiza-dos. Se trata, desde nuestro punto de vista, de
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INTRODUCCIÓN
un hecho fundamental para la formulación teórica del Análisis Documen-tal: la inserción del producto de
la Descripción Bibliográfica en el ámbito de la Catalogación; actividad típicamente bibliotecaria que va
más allá de la propia realización del Asiento Bibliográfico, esto es, que trasciende del hecho
exclusivamente identificador. Por consiguiente, hay que dejar bien claro, siguiendo las sugeren-cias de
Fondin, cual es el producto de la Descripción Bibliográfica y cual es el producto final de la Catalogación.
Si partimos de la base de que el producto final de la Cataloga-ción, esto es, el Catálogo, asume las
funciones de Ordenación, Localización e Identificación de los fondos documentales, es pre-ciso definir y
distinguir en el campo terminológico y en la práctica, qué productos de las operaciones del análisis
externo asumen dichas funciones. Y en este sentido, hemos de reconocer que tér-minos como Asiento
Bibliográfico, Registro Bibliográfico, Asiento Catalográfico, etc., son comúnmente utilizados sin la
pre-cisión adecuada.
Por Asiento Bibliográfico entenderemos al conjunto de ele-mentos informativos que forman el producto
inicial resultado de la aplicación de las técnicas de Descripción Bibliográfica, cuya fun-ción es
básicamente Identificadora. Por su parte, el Asiento Catalográfico es todo Asiento Bibliográfico en su
base de difu-sión, esto es, preparado para ser difundido. Es evidente, que sólo en el contexto del Asiento
Catalográfico el Asiento Bibliográfico alcanza su dimensión informativa.
Por consiguiente, el hecho de considerar que la catalogación trasciende de la propia actividad descriptiva,
obedece sencilla-mente a que su finalidad se proyecta hacia el usuario, poniendo a su disposición los
productos que la Descripción ha creado. De este modo, el Asiento Catalográfico se transforma en el
producto más acabado resultante de la aplicación de las técnicas cataloguísticas.
Si admitimos esta realidad, y si consideramos además que el producto de la Descripción Bibliográfica no
alcanza su utilidad de forma aislada sino dentro de una pluralidad de asientos, no es difícil comprender
que un Asiento Catalográfico es todo Asiento Bibliográfico dotado de los elementos necesarios que
permiten ordenar adecuadamente un conjunto de ellos con el fin de posibili-tar su localización y
recuperación. Estos elementos no son otros que los Puntos de Acceso. En definitiva, estamos ante lo que
en nuestra fórmula denominamos Proceso de Catalogación, por el que entendemos al conjunto de
operaciones del Análisis Externo consistentes en describir un documento en sus aspectos formales con el
fin de identificarlo (Descripción Bibliográfica), obtenién-dose un producto (Asiento Bibliográfico) al que
dotamos de los elementos necesarios (Encabezamientos) que permiten su ordenación y localización
dentro de una colección determinada (comúnmente llamada Catálogo).
Si aclaramos que el Catálogo como producto material resul-tante de todo el proceso, se constituye en el
índice ordenado de todos los Asientos Catalográficos (dotados de la signatura topográfica); y que el
Encabezamiento es la forma normalizada de expresar los elementos que nos permiten el acceso a la
Descripción (Puntos de Acceso), estaremos en condiciones de afirmar que el Proceso de Catalogación
consta de dos etapas fundamenta-les: 1) La Descripción Bibliográfica. 2) Asignación de los Puntos de
Acceso a la Descripción. El siguiente organigrama operativo puede resultar ilustrativo:
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INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
A = Descripción Bibliográfica. Descripción formal del documento. Datos de identificación.
B = Punto de Acceso principal: Encabezamiento. Elemento de localización.
C = Registro de los distintos Puntos de Acceso secundarios (recursos de seguridad) creados para la
misma descripción.
d = Signatura Topográfica.
e = Número de Registro.
Pues bien, el hecho de considerar la Catalogación como un proceso articulado en fases, a nuestro
entender, no aparece implí-citamente reconocido en el ámbito normativo hasta la 2.a edición de las
AACR en el año 1978, donde junto al Programa ISBD de la IFLA, la Descripción Bibliográfica adquiere
carta de naturaleza quedando perfectamente diferenciada de lo que es la elección de los Puntos de Acceso
y la formación de los Encabezamientos.
Los Puntos de Acceso pues, no son sino elementos de indiza-ción que permiten la localización de un
determinado Asiento o grupo de ellos. En términos generales, constituyen las distintas posibilidades de
respuesta que ofrece el Catálogo a las distintas preguntas que se le formulan en el momento de la
búsqueda. De tal suerte, el Catálogo debe estar dotado de la mayor capacidad informativa posible, esto
es, debe cumplir multitud de funciones informativas. Para ello, es preciso que cada documento esté
repre-sentado en el Catálogo por una pluralidad de Asientos, tantos como permitan las posibilidades
informativas del propio docu-mento. Surge el llamado Juego Completo de Asientos de un Registro
Bibliográfico. De este Juego, uno será el Asiento Princi-pal y el resto Secundarios. El primero responde
al Punto de Acceso por el que posiblemente será más buscado el documento; los Secundarios no son sino
recursos de seguridad que permiten dar respuesta a las variadas demandas con las que el usuario se puede
acercar al Catálogo.
Interesa señalar, que tanto uno como otros se extraen de los distintos elementos informativos del
documento, bien de su nivel formal, bien de su nivel de contenido. Los extraídos del contenido
documental (Encabezamientos Sistemáticos y de Materia) caen bajo el dominio de los Lenguajes
Documentales, dado que su forma de expresión normalizada se encuentra regida por los correspondientes
lenguajes de Indización Controlados (CDU y Listas de Encabezamientos de Materia), que como
categorías temáticas que son, permiten una recuperación colectiva.
En cuanto a los extraídos de los datos de identificación formal, hablar de la forma normalizada en que
éstos han de ser elegidos y expresados, nos obliga necesariamente a referirnos al llamado Control de
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INTRODUCCIÓN
Autoridades:
Para que los Puntos de Acceso puedan cumplir con eficacia las funciones de Localización, Ordenación y
de Recuperar Agru-pando, es preciso someterlos a un férreo control, esto es, a un proceso normalizador.
Es evidente pues, que en la segunda fase del Proceso de Catalogación se perfilan dos tareas: 1) la de
Elegir los Puntos de Acceso a un Asiento Bibliográfico (Principal y Secun-dario); 2) la de Fijar la
Forma en que los Puntos de Acceso han de ser formalmente expresados. Incluso aquí, dentro de esta
segunda tarea, se pueden distinguir dos acciones distintas: 2a) la elección de la Forma más Identificadora
de un Punto de Acceso que venga expresado de distintas maneras; y 2b) la determinación del Elemento
que ha de iniciar el Encabezamiento Uniforme, en caso de que la forma elegida del Punto de Acceso esté
constituida por más de un elemento:
Control en la Elección: los documentos presentan una enorme casuística en cuanto a sus posibilidades de
acceso. De acuerdo con ello, y dado que los sistemas bibliotecarios no se conciben hoy de forma aislada,
es lógico que las normativas nacionales e inter-nacionales tiendan a asegurar el acceso a un documento o
grupo de éstos, por idénticos caminos en todos los países.
Control en la Forma: el Catálogo debe asegurar la eficacia en la recuperación, y ello sólo es posible
unificando la forma de los Encabezamientos. No podemos expresar los Puntos de Acceso tal y como
aparecen en los documentos dado que éstos, la mayor parte de las veces, suelen aparecer de manera muy
diferente. Es necesario forzar los datos, bien unificando, bien diferenciando. En otros casos, la
unificación, aun siendo una fórmula convencional, sirve para agrupar de forma lógica, documentos que
de otra manera aparecerían dispersos en el catálogo. Otras, el control de la forma permite una ordenación
coherente de determinadas tipologías documentales.
En definitiva, Control en la Elección y Control en la Forma, constituyen el proceso unificador o
diferenciador que desenvoca en el establecimiento de las Autoridades. Una filosofía totalmente opuesta a
los principios que inspiran la confección del Asiento Bibliográfico.
Pues bien, si por Autoridad entendemos poder, mando, domi-nio, facultad, potestad, etc. y por Autorizar
entendemos al acto de acreditar, facultar, homologar, legalizar o confirmar algo, pode-mos definir el
Control de Autoridades como el proceso de norma-lización de los Puntos de Acceso con el objeto de
acreditar la forma predominante e inequívoca con la que éstos deben figurar en los Catálogos. El
Control de Autoridades pone los medios necesarios para conseguir básicamente los siguientes objetivos:
·
Unificar Puntos de Acceso que están expresados de distinta manera.
·
Conseguir diferenciar Puntos de Acceso que se pueden identi-ficar de la misma manera.
·
Al mismo tiempo, permitir que el Catálogo sea una red de rela-ciones donde moverse con
seguridad, desde formas no acepta-das como Autoridad pero posibles (formas diferentes y formas
relacionadas), a las formas aceptadas mediante el sistema de envíos.
·
Por último, dirigir al usuario, mediante notas explicativas, a una Clase, Categoría o Grupo de
Encabezamientos.
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INTRODUCCIÓN
De tal suerte, Encabezamientos Uniformes, Diferentes, Rela-cionados y Explicativos vienen a conformar
las Listas y Ficheros de Autoridades; documentos en los que se deja constancia de la forma Obligatoria y
Predominante de los Encabezamientos para garantizar la continuidad de su uso.
3.4.2. Nivel Interno del Análisis
En el Nivel Interno, el marco teórico parece estar mejor defi-nido en las distintas corrientes conceptuales
establecidas. Sin embargo, hay dos hechos fundamentales que es preciso destacar. Por un lado la
existencia de una corriente restringida que identi-fica el Análisis Documental con el Análisis de
Contenido. Por otro, buena parte de los autores parecen conceder más importan-cia a las operaciones de
Indización y Resumen que a la Descripción Bibliográfica. Parece pues evidente que en la moderna
documentación científica interesan más los contenidos documen-tales que la descripción de las formas.
En nuestra fórmula, en la que coincidimos con García Gutié-rrez, el Nivel Interno se ocupa del mensaje
informativo, identifi-cándolo por su contenido e informando sobre él; siendo sus operaciones
características la Indización y el Resumen, a las que algunos autores añaden la Traducción.
En la primera de ellas, la descripción de la información se efectúa caracterizándola por medio de
términos representativos, siendo su función la de identificar los contenidos documentales y posibilitar su
recuperación. En la segunda, la descripción de la información se realiza resumiéndola, siendo por tanto
una des-cripción sustancial de los contenidos. Su función, además de abar-car los objetivos de
identificación y localización, es la de dar una visión reducida y elaborada del documento analizado. Su
finali-dad, la de convertirse en sustituto del documento original.
Es evidente por tanto, que las operaciones del Análisis de Contenido, nacen como respuesta a los
problemas que plantea el incremento incesante de la información documental y como res-puesta también
a las nuevas necesidades científico-informativas. Si tenemos en cuenta la imposibilidad del investigador
de conocer todos los documentos de su interés por sus propios medios, y si además consideramos que
tiene necesidad de ello, los métodos de identificación de los contenidos se presentan como el vehículo
más idóneo para satisfacer dichas necesidades. Y ello por vanas razones:
ü
En primer lugar porque las técnicas de análisis de contenido permiten la recuperación colectiva de
documentos en res-puesta a demandas por campos de conocimiento, materias, temas, palabras-claves,
descriptores, etc.
ü
En segundo lugar porque permiten seleccionar la información más valiosa y de interés para cada
usuario. Aquí entra en juego el concepto de aprovechamiento de la información sobre el que tanto hemos
insistido al hablar del documento.
Podemos considerar por tanto, que la ejecución de esta labor es específica de los Centros y Sistemas de
Información y Docu-mentación, donde se ofrecen al investigador potentes instrumen-tos de control
bibliográfico.
Establecidas estas premisas ¿qué entendemos por cada una de las operaciones del Análisis de
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INTRODUCCIÓN
Contenido?:
- Por Indización entendemos, independientemente de sus varia-dos sistemas, a la técnica del tratamiento
(análisis y recupera-ción) documental, utilizada para la descripción del contenido de un documento, que
posibilita la elaboración de estrategias de recuperación mediante conceptos o materias.
- Y por Operación de Resumir entendemos la técnica del Análi-sis de Contenido consistente en
representar de forma reducida los contenidos documentales, facilitando su identificación y localización y
orientando al usuario en la conveniencia o no de su utilización.
Introducirnos en los necesarios matices teóricos, conceptua-les, metodológicos, o en el producto de
ambas operaciones, desbordaría los planteamientos aquí propuestos. Por consiguiente, establecido el
marco teórico general de los dos niveles del Análi-sis, intentemos ofrecer una formulación conceptual del
Análisis Documental tomándolos como base. Cuestión no exenta de difi-cultades si tenemos en cuenta la
gran cantidad de variables introducidas desde que nos atrevimos a definir el Análisis Documental desde
un punto de vista general y tomando como base su estudio terminológico y conceptual.
En definitiva, atendiendo a su estructura interna y recogiendo las conclusiones que oportunamente se han
establecido, podemos definir el Análisis Documental como «el conjunto de técnicas normalizadas del
tratamiento documental que describen las for-mas y los contenidos documentales, con el objeto de
identificar, caracterizar y, ofrecer una visión reducida del documento, a fin de facilitar eficazmente su
localización y' conocimiento indivi-dual o colectivo, y' generando al mismo tiempo su potencial
apro-vechamiento y utilización por parte del usuario interesado».
[1] Desantes Guanter, José Maña. Fundamentos del derecho de información. Madrid: Confederación
Española de Cajas de Ahorro, 1977, p. 106.
[2] De «eterno problema» lo ha calificado Nuria Amat en Documentación y/ o Información científica: la
educación en Ciencia de la Información a debate. En Boletín de la Anabad. Vol. 30, n.º3
(Julio-Septiembre 1980); p. 387-406.
[3] Fondin Hubert. La structure et le vocabulaire de 1'analyse documentaire: contribution pour une mise
au point. En Docurnentaliste. Vol. 14, n.º 2 (mars-avril 1977): p 11-16.
[4] En España ha sido López Yepes quien más y mejor se ha preocupado de los aspectos teóricos de la
Documentación, y sus trabajos en este terreno bien se pueden considerar representativos. Véase su Teoría
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INTRODUCCIÓN
de la Documentación / José López Yepes; prólogo de J. M. Desantes Guanter. Pamplona: Eunsa, 1978.
[5] El Profesor F. Sagredo ha reunido más de un centenar de definiciones dis-tribuidas en tres grupos,
según la raíz del término: los derivados de biblio-, los deri-vados de documento- y a los derivados de
informa-. Véase Sagredo Fernández, Félix. Análisis formal de las definiciones de documentación. En
Boletín Millares Carló. Vol. 3, n.0 6 (1982); p. 239-287.
[6] La historia del concepto de Documentación puede verse en López Yepes, José, Ref. (4); en Terrada,
M. Luz. Historia del concepto de documentación 1 M.Luz Terrada, José M. López Piñero. En
Documentación de las Ciencias de la Información. Vol. 4 (1980); p. 229-248; y en Vicentini, A. L. C. De
la biblioteconomía a la informática: evolución del concepto de documentación. En Boletín de la Anabad.
Vol. 21, n.º3-4 (1971); p. 131-169.
[7] López Yepes, José. ¿Qué es la documentación? En Boletín de la Anabad. Vol. 31, n.º4 (1981); p.
701-707.
[8] López Yepes, José. Ref. (4); p. 67-129.
[9] Bradford, 5. C. Documentation. London: Crosley Lockwood, 1953.
[10] Pietsch, E. Grundfragen der dokumentation, 1954. También su obra fun-damental: Técnicas
modernas de documentación. Madrid: C.I.D. Juan de la Cierva, 1966.
[11] Briet, 5. Qu'est-ce que la documentation? París: Ed. Documentaires Industrielles et Technique, 1951.
[12] Vickery, B. C. Techniques of information retrieval. London: Hutter-worths, 1970.
[13] Véase López Yepes, José. Ref. (4); p. 191.
[14] Contamos con la traducción castellana: Mijailov, A. 1. Fundamentos de la informática / A. 1.
Mijailov, A. 1. Chernyi y R. S. Guiliarevsky. Moscú; La Habana: Nauka, Academia de Ciencias de Cuba,
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INTRODUCCIÓN
1973.2 Vol.
[15] López Yepes, José. Investigación científica, ciencia de la documentación y análisis documental. En
Arbor. Vol. 96, n.0 381-382 (1977); p. 89-98.
[16] Courrier, Yves. Analyse et langage documentaires. En Documentaliste. Vol. 13, n.º 5-6 (Sp-Dic.
1976); p. 178-189.
[17] Para mayor amplitud sobre la caracterización del documento como men-saje en el proceso
documental véase Desantes Guanter, José María. El mensaje en documentación. En Publitecnia. No 57
(1981); p. 49.
[18] García Gutiérrez, A. L. Lingüística documental. Barcelona: Mitre, D. L.1984; p. 22.
* Problema que, dicho sea de paso, no afecta de forma decisiva a la organización intrínseca del proceso
de transferencia de la información, sino que más bien es una cuestión de definición terminológica
convencional.
[19] Véase García Gutiérrez, A. L. Ref. (18); p. 77-78.
[20] Ibid., p. 78
[21] Amat i Noguera, N. Técnicas documentales y fuentes de información. Barcelona: Bibliograf, 1979;
p. 36.
[22] Chaumier, J. Les techniques documentaires. 3em. ed. mise ajour. París: Puf, 1979; p. 13.
[23] Coll-Vinent, Roberto. Teoría y práctica de la documentación. Barcelona: Ate, 1981; p. 26-27
[24] Amat i Noguera, N., Ref. (21); p. 36.
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INTRODUCCIÓN
[25] Ibid., p. 34.
[26] Véase Mijailov, A. 1. Ref. (14); vol. 1; p. 148 y ss.
[27] López Yepes, José. Nuevos estudios de documentación: el proceso docu-mental en las ciencias de la
comunicación social. Madrid: Instituto Nacional de Publicidad. 1978; p. 111-112.
[28] Gardin, J.C. L'organisation de la documentation scientifique / J.C. Gar-din... [et al.] París:
Gautliier-Villars, 1964; p. 9-75.
[29] Couture de Troismonts, R. Manual de técnicas en documentación. Bue-nos Aires: Marvmar, 1975;
p. 53.
[30] Fondin, H. Ref. (3); p. 12.
[31] Sírvanos de ejemplo en nuestro propio campo el trabajo de Sagredo Fer-nández, F. Concepción
lógico lingüística de la documentación / F. Sagredo Fer-nández, J. M. Izquierdo Arroyo. Madrid:
Ibercom-Red Conmet de la Unesco, 1983.
[32] Academia Española. Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española. Madrid: Real
Academia Española, 1970; p. 83.
[33] Casares, Julio. Diccionario Ideológico de la lengua española: desde la idea a la palabra; desde la
palabra a la idea. 2.á ed. Barcelona: Gustavo Gilí, 1977; p. 373.
[34] Definición a la que llega García Gutiérrez, A. L. Ref. (18); p. 79.
[35] Véase Casares, Julio. Ref. (33); p. 49.
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INTRODUCCIÓN
[36] Federación Internacional de Documentación. Documentation terminology. En Revue de
Documentation. Vol. 25, n.º 2 (1958); p. 38-39.
[37] Association Française de Normalisation. Vocabulaire de la documentation: les dosiers de la
normalisation. París: Afnor, 1985.
[38] Buonocore, D. Diccionario de bibliotecología. 2.a ed. aum. Buenos Aires: Marymar, 1976.
[39] Martínez de Sousa, José. Diccionario de tipología y del libro. 2.2 ed. Madrid: Paraninfo, 1981.
[40] Wersig, GernoL Terrninology of Documentation: a selection of 1200 basic terms published in
English, Frenh, German. Russian and Spanish / G. Wer-sig, Ulrich Neveling. París: UNESCO, 1976.
Clason, W. E. Dictionary of Library Science, information and documentation: in six languages. 2nd. ed.
Amsterdam [etc.]: Elsevier Scientific Publishing Com-pany, 1976.
[41] The Ala glossary of Library and Information Science / American Library Association. Chicago: Ala,
1983.
[42] Harrod. Librarians glossary of terms used in librarianship, documentation and the book crafts and
reference book / L. M. Rarrod. 5th. ed. Aldershut: Grower, 1984; p. 24.
[43] Con una finalidad distinta, pero en un contexto científico similar al nues-tro, el concepto de
documento ha sido estudiado en un meritorio trabajo por el profesor Jiménez Contreras, Evaristo. Bases
para un concepto de historia del documento. En Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios.
Año 3, n.0 6 (Marzo 1987), p. 5-18.
[44] Sobre esta base antropológica y cultural esboza Pietsch su concepto de documento, señalando que el
hombre se ha esforzado en «objetivar la multiformi-dad de los datos que ha ido adquiriendo,
preservándolos así por más tiempo del garantizado por su conservación en la memoria, y logrando
independizarlos de las limitadas posibilidades nemotécnicas individuales... Surgieron asilos documentos
como manifestación del espíritu humano. Véase Pietsch, E. Información y docu-mentación: naturaleza y
posibilidades. En Técnicas modernas de documentación. Madrid: Patronato de Investigación Científica y
Técnica «Juan de la Cierva», Centro de Información y Documentación, 1966; p. 6.
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INTRODUCCIÓN
[45] García Gutiérrez, A. L. Ref. (18); p. 32-34.
[46] Afnor, Ref (37); p 39
[47] Buonocore, D. Ref (38); p. 173-174.
[48] Son muchas las acepciones de documento desde la perspectiva archivís-tica, siendo Pernia quien
posiblemente mejor las ha resumido, señalando que docu-mento es cualquier papel o material conservado
en un Archivo, que comunica algo y relacionado con algún organismo público o privado. Véase Pernia,
R. Dicciona-rio de archivologia. Caracas: Ed. San José, 1970, p. 48-49.
[49] Núñez Contreras, L. Concepto de documento. En Archivística: estudios básicos / J. M. Mata
Castillón... [et al.]. Sevilla: Diputación, 1981; p. 25-44.
[50] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); p. 35.
[51] López Yepes, José., Ref. (27); p. 101.
[52] Otlet, P. Traité de documentation: le livre sur le livre, thèorie et practique. Bruxelles: Mundaneum,
1934; p. 43.
[53] López Yepes, José., Ref. (4).
[54] Sagredo Fernández, F. Reflexiones sobre documento: palabra-objeto / F. Sagredo Fernández, José
M.a Izquierdo Arroyo. En Boletín Millares Carló. Vol. 3, no 5 (1982). Tirada aparte. También de ambos
autores véase Ref. (31).
[55] Pietsch, E., Ref. (44).
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INTRODUCCIÓN
[56] Briet, 5. Ref., (11); p. 7.
[57] Mijailov, A. 1. Curso introductorio de informática documentación / A. 1. Mijailov, R. 5.
Guiliarevskii. Caracas: Instituto Venezolano de Productividad, FID-481, 1974; p. 29.
[58] Mijailov, A. 1., Ref. (14); p. 79.
[59] Gracia Gutiérrez, A. L., Ref (18); p. 38.
[60] Couture de Troismonts, R., Ref. (29); p. 7.
[61] Guinchat, Claire. Introduction generale aux sciences et tehniques de l'information et de la
documentation / C. Guinchat et Michel Menou. París: Les Presses de l'Unesco, 1981; p. 33.
[62] López Yepes, José., Ref. (27); p. 33.
[63] Amat i Noguera, N., Ref. (21); p. 11.
[64] Curras, E. Las ciencias documentales. Barcelona: Mitre, 1982; p. 43-45.
[65] Cortés Alonso, V. Documentación y documentos. Madrid: Ministerio de Cutura, 1980; p. 19.
[66] Sagredo Fernández, Félix. Bases para la planificación de un banco de datos de información política
actual. En Estudios de documentación general e informativa 1 José López Yepes... [et al.]. Madrid:
Seminario Millares Carló; Uni-versidad Nacional de Educación a Distancia, Centro Regional de las
Palmas, 1981; p. 379-390.
[67] Desantes Guanter, J. Ma. La documentación, actividad informativa de las Cajas de Ahorro. En
Boletín de Documentación del FIES. Vol. 7, fasc. 3 (1975>; p. 497-390.
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INTRODUCCIÓN
[68] Id. La documentación: derecho humano. En Boletín de Documentación del FIES. Vol. 8, fasc. 4
(1976); p. 7.
[69] Véase Ref. (18); p. 42.
[70] Véase López Yepes, José., Ref. (4); p. 257-264 y 323-332. Del mismo autor Documentación general
y documentación informativa. En Estudios de Documentación General e Informativa / José López
Yepes... [et al.]. Madrid: Seminario Millares Carló, UNED, 1981; p. 9-13. De Desantes Guanter, J. Ma El
mensaje en documentación. En Publitecnia. N.o 57 (1 er. trim. 1981); p. 44-56.
[71] López Yepes, José., Ref. (4); p. 327.
[72] Id., Ref. (15).
[73] Id., Ref. (4); p. 328.
[74] Desantes Guanter, J. M., Ref. (70); p. 44-45.
[75] No es el momento de entrar aquí en los matices que adquiere el mensaje en la concepción de
Desantes. Baste recordar que su punto de partida es la definición general y universal de mensaje en su
estado potencia, y cuando éste se incorpora a un soporte tenemos el mensaje documentado. De esta forma
se limita el campo del mensaje informativo en general a mensaje integrado en un documento.
[76] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); p. 43.
[77] Ibid., Ref. (18); p. 47-49
[78] Fondin, H. Ref. (3).
[79] Véase Ref. (70).
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INTRODUCCIÓN
[80] Chaumier, J., Ref. (22).
[81] Amat i Noguera, N., Ref. (21).
[82] Amat i Noguera, N. Documentación científica y nuevas tecnologías de la información. Madrid:
Pirámide, D. L. 1987; p. 151.
[83] Vichery, B. C. Analysis of information. En Encyclopedia of Library and Information Science / Ed.
by Allen Kent and Harold Laucour. New York: Marcela Dekker, 1969; p. 355.
[84] Courrier, Ves, Ref. (16); p. 178
[85] López Yepes, J., ref. (27); p. 112.
[86] Brugghen, Van der. Cours d'introduction a la documentation: aide memoire synoptique. La Raye:
FID, 1972; p. 23.
[87] Gardin, J. C. Document Analysis and Iingüistic theory. En Journal of Documentation. Vol. 29, no 2
(1973); p. 137 y SS.
[88] Id.; Ref. (28); p. 12.
[89] Coyaud, M. Introduction á 1'étude des langages documentaires. París: C. Klincksieck, 1966; p. 2 y
5.
[90] Couture de Troismonts, R., Ref. (29); p. 54.
[91] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); p. 83.
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INTRODUCCIÓN
[92] Véase Fondin R., Ref. (18); p. 84.
[93] García Gutiérrez, A.L.. Ref. (18); p. 84.
[94] Afortunadamente contamos ya en España con un vocabulario normali-zado que cubre nuestro
ámbito disciplinar. Véase Información y Documentación - Vocabulario- Parte 3a): Adquisición,
Identificación y Análisis de Documentos y Datos: PNE -50-11 3/3 a. En Revista Española de
Documentación Científica. Vol. 12, n.º 3 (1989); p. 327-348.
[95] Gardin, J C. Ref. (28); p 12 y 55.
[96] Ibid.
[97] Id.. Ref. (87); p. 137.
[98] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); p. 128. Aportaciones recientes sobre este particular vienen a
confirmar la importancia del resumen y su configuración textual en la comunicación científica. Véase
Moreiro González, José Antonio. El resumen científico en el contexto de la teoría de la documentación:
texto y descripción sustancial. En Documentación de las Ciencias de la Información. N.º 12 (1989>; p.
147-170. Del mismo autor véase también: El resumen y la comunica-ción científica: variedad de
aplicaciones. En Cuadernos de Documentación de Cajas de Ahorro. Vol. 3, n.0 7-8 (Enero-Diciembre
1988); p. 57-88. Véase ade-más el trabajo citado por este autor del yugoslavo Milas-Bracovick, M. The
struc-ture of scientific papers and their author abstractor. En Informatología Yugoslávica
(Zagreb-Referainé Centra Sveucilista). No 17 (1987); p; 51.
[99] Chaumier, J. Análisis y lenguajes documentales. Barcelona: Mitre, D. L. 1986; p. 19.
[100] Id., Ref. (22); p. 13.
[101] Ibid.; p. 14-15.
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INTRODUCCIÓN
[102] Chaumier, J., Ref. (99); p. 24-25.
[103] Neet, H. Elisabeth. L'analyse documentaire. 2.a ed. rév. et corr. Geneve: Institute d'etudes Sociales.
Ecole de Bibliothécaires. 1981; p. 7.
[104] Coyaud.. M., Ref. (89); p. 2-5.
[105] Bardin, L. Analyse de contenu. París: Puf, 1977. Muchelli, R. L'analyse de contenu des documents
et des communications. París: Entreprise Moderne d'édition, 1974.
[106] Association Francaise des Documentalistes et Bibliotehcaires Speciali-ses. Groupe Sectoriel «pays
en voie de développement». Manuel du bibliothecaire documentaliste dans les pays en développement.
2.a ed. rév. et mise ájour / par A. Dulong... [et al.]. París: Puf, cop. 1977; p. 137-138.
[107] Brugghen, Van der. Analyse documentaire. En Brugghen, Van der., Ref. (86); p. 23-30.
[108] Véase Couture de Troismonts, R., Ref. (29); 54-55.
[109] Mijailov, A. 1. El procesamiento analítico-sintético de los documentos. En Mijailov, A. 1.; Ref.
(14); p. 148 y SS.
[110] Ibid.
[111] Ibid.; p 210-213.
[112] Vickery, B. C., Ref (83); p 355-356.
[113] Id. The retrival process. En Aslib Proceedings. Vol. 19 n.º 11(1967); p. 353.
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INTRODUCCIÓN
[114] Ruiz Pérez, Rafael. La normalización de las publicaciones científicas: resultados de un análisis de
muestreo. En Documentación de las Ciencias de la Información. No 12 (1989): p. 217-227.
[115] López Yepes, José. Notas sobre la formación del documentalista en la Facultad de Ciencias de la
Información de la Universidad Complutense de Madrid. En Documentación de las Ciencias de la
Información. Nº 1(1976); p. 41-49.
[116] Fondin, H., Ref. (3); p. 12.
[117] Ibid.; p. 12 y 55.
[118] Courrier, Yves. Ref. (16).
[119] López Yepes, J. El análisis documental. En López Yepes, José., Ref. (27); p. 126-127.
[120] Ibid., p. 128.
[121] Amat i Noguera, N., Ref. (21); p. 36.
[122] Ibid., p. 115.
[123] García Gutiérrez, A. L. El análisis documental. En García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); p. 84 y 55.
[124] Véase el trabajo de conjunto de García Gutiérrez, A. L. Normalización general y documental:
concepto, historia e instituciones. En Documentación de las Ciencias de la Información. Vol. 9 (1985);
pp. 55-96.
[125] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); pp. 13-14.
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INTRODUCCIÓN
[126] González de Guzmán, A. Normalización. Madrid: Instituto Nacional de Racionalización del
Trabajo, 1952.
[127] Sanders, T. R. B. Objectifs et principes de la normalisation. Genéve: ISO. 1975.
[128] Sutter, E. Róle des régles et des normes dans la coopération nationale et internationale, En
Documentaliste. Vol. 13. n.º 1 (Jan-Fev. 1976); PP. 25-26.
[129] Cóte, Camille. La normalisation: un outil essentiel popur le transfert de linformation. En
Documentaliste. Vol. 22, n.º 1 (Jan-Fev. 1985); pp. 9-11.
[130] Tashi, L. Transfert of information / by L. Tashi and P. Havara-Wi11ians. En Internationl Library
Review. Vol. 8, n.º 4 (Oct. 1986); pp. 23.
[131] Association Française de Normalisation. Lactualité des normes fran-çaises de 1'informatique et de
l'organisation de bureau. En Documentaliste. Vol. 16, no 1(1979); p. 37.
[132] Véase entre otros UNESCO-UNISIST. Conference intergouvernamen-tale pour l'etablissement
d'un systénie mondiale d'information scientiflque: rapport final. París: Unesco, 1971 (SC/MD/25).
[133] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18): p. 95.
[134] International Standard Organization. Norme internationale ISO 690-1987(F): Documentation.
Reférénces Bibliographiques- Contenu, forme et estruc-ture. American Library Association. Reglas de
catalogación angloamericanas /preparadas por the American Library Association, the Library of
Congress, versión española de Hortensia Aguayo. Washington: Secretaría General de la OEA, 1970.
Modern Language Association of America. M.L.A.: The MLA Style Shect New York, 1970.
UNESCO-UNISIST. Manual de references relatif aux descrip tions bibliographiques lesibles par
machine. París: UNESCO, 1975. (DOC / SC / 74 / WS / 20). España. Dirección General de Archivos y
Bibliotecas. Instrucciones para la redacción del catálogo alfabético de autores y obras anóni-mas de las
bibliotecas públicas del estado. 3ª. ed. ref. Madrid: Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1970.
* No podemos olvidar, sin embargo, la labor del P. Otlet y H. Lafontaine con la creación del Instituto
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INTRODUCCIÓN
Internacional de Bibliografía en 1931 y su posterior recon-versión en 1938 en Instituto Internacional de
Documentación.
[135] Véase Poves Barcenas, M. Luisa. La conferencia internacional sobre principios de catalogación
(París 9-18 oct. 1961). En Boletín de la Dirección General de Archivos de Bibliotecas. Madrid: DG AB,
1967. Separatas n.º 62-63.
[136] Citemos p. e. dentro del PGI (Programa General de Información) y en el seno del proyecto
UNISIST, las siguientes: UNESCO-UNISIST. Informe del estudio sobre la posibilidad de establecer un
sistema mundial de información científica. París: Unesco, 1975. UNESCO-UNISJST II. Conference
intergouverna-mentale sur l'information scientifique et technique au service du developpement. París:
Unesco, 1979. (PGI/MD/1). La Reunión Internacional de Grenoble y el surgimiento del Programa CBU
(Control Bibliográfico Internacional) y el Proyecto DUP (Disponibilidad Universal de las Publicaciones).
[137] Ve ase NORMA ISQ 2108-1978(F). Documentation-Systeme Interna-tional pour la Numérotation
des Livres (ISBN), NORMA ISO 3297-1986(F). Documentation-Numérotation Internationale
Normalisée des Publications en Série (IS SN). UNE SCO-UNISIST. Principes de l'ISDS: Systeme
International de Donnes sur les Publication en Série. París: Unesco. 1973.
[138] Reglas de Catalogación. [1ª. ed., 1ª. reimpr. con corr.]. [Madrid]: Direc-ción General del Libro y
Bibliotecas. 1985-88.I: Monografías y Publicaciones Seriadas. II: Materiales Especiales.
[139] Véase Brunt, R. M. En apoyo de las normas bibliográficas (in defence of bibliographic standards).
En ASLIB Processing. Vol. 37, n.º5. (1985); pp. 213-219.
[140] Federation Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y de Bibliotecas. ISBD(M):
International Standard Bibliographic Description for Monographic Publications / International Federation
of Library Associations. London: IFLA, 1974.
[141] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18), p. 101.
[142] Ibid.
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INTRODUCCIÓN
[143] Véase Boch de Roze, A. Lingüística y Ciencias de la Información: un acercamiento integrador. En
Revista Española de Documentación Científica. Vol. 9. n.º2 (1986); pp. 167-171. También Dachelet,
Roland. Lingüistique et docu-mentation: une étude, une réalisation. En Brises: Bulletin de Recherches
sur l'In-formation en Science Economique, Humaines et Sociales. N.o 4 (avril 1984); p. 22.
[144] Amat i Noguera, N.. Ref. (82),. pp. 150-152.
[145] Lógicamente, dicho emparejamiento o concordancia no se produce en la Indización con Lenguaje
Libre, lo que provoca sus propias insuficiencias. Véase Borel, M. Remarques linguistiques sur la pratique
de l'indexation / M. Borel, J. F. Bourdin. En Brises. Vol. 4 (avril, 1984); pp. 43-46.
[146] Sutter, E. Langages documentaires et normalisation. En Documenta-liste. Vol. 17, n.º 2. (marz.
avril 1980), p. 77.
[147] Basic criteria for indexes. Nueva York: ANSI. 1984.
[148] UNESCO. Principes d'indexation. París: Unesco, 1975. (SC/75/WS/58).
[149] AFNOR. Principes generaux pur l'indexations des document. París: Afnor, 1978.
[150] Borko, H. Indexing concepts and methods H. Borko. CH. L. Bernier. New York: Academic Press,
1978.
[151] National Institute for Education. Eric processing manual. Washington: Departament of Education,
1 980.
[152] American National Standart Institute. ANSI-Z39-1970.
[153] Directions for Abstractor and Section Editor of Chemical Abstract. Columbus: Ohio State
University, 1952.
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INTRODUCCIÓN
[154] Directrices para los extractores y redactores de la revista referativa del VINITI. En Mijailov, A. 1.
Ref. (14); PP. 213-214.
[155] Borko, H. Abstracting concepts and methods / H. Borko, Ch. Bernier. New York: Academic Press,
1975. Un buen trabajo de síntesis donde se recoge el concepto y la metodología del resumen puede verse
en Pinto Molina, M. La opera-ción de resumir: formulación teórica, procedimientos y perspectivas. En
Docu-mentación de las Ciencias de la Información. Vol. 10 (1987): pp. 75-99.
[156] AFNOR-47. 100. Régles d'etablissement des thesaurus monolingues. También AFNOR. Rëgles
d'etablissement des thesaurus en langue française. París: Afnor, 1973.
[157] Federación Internacional de Documentación. Directrices para el esta-blecimiento y desarrollo de
tesauros monolingües / FID. Bogotá: Instituto Colom-biano para el Fomento de la Educación Superior
1980.
[158] International Standard Organization. 1S05964-1985. Guidelines for the establishement and
developpment a of multilingual thesauri. Ginebra: 150. 1985.
[159] García Gutiérrez, A. L., Ref. (18); p. 46.
[160] Ruiz Pérez, Rafael., Ref. (114).
[161] Véase entre otros: López Yepes, José: Sobre metodología de la investi-gación en ciencia
documental. En López Yepes. José., Ref. (27); PP. 1 72-203.
[162] Remitimos sin embargo a nuestro trabajo que se encuentra en elabora-ción en el momento de
redactar estas líneas. Véase Ruiz Pérez, Rafael. Bibliografía selectiva y documentación normativa para la
elaboración y presentación de publicaciones científicas. Para las Publicaciones Periódicas véase además
Ruiz Pérez, Rafael. Directrices fundamentales para la normalización de Revistas Científicas / R. Ruiz
Pérez, María Pinto Molina. Granada: Universidad, Grupo de Trabajo de Información y Documentación
de la Comisión Nacional de España en la Unesco, 1990.
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INTRODUCCIÓN
[163] Grunewald, Helmut. Directrices para los directores de revistas científi-cas y técnicas ¡ preparadas
por H. Grunewald [para el] Programa General de Información y UNISIST. París: Unesco. 1982.
[164] García Gutiérrez, A. L.. Ref. (18); p. 154.
[165] Courrier, Yves., Ref. (16): p. 179.
[166] Ibid.
[167] Ibid. p. 182.
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