ANIDE frente a la “Cumbre de seguridad” El Ejecutivo no asume la

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Santiago, 26 de julio de 2012
ANIDE frente a la “Cumbre de seguridad”
El Ejecutivo no asume la gravedad de sus dichos ni de sus actuaciones
Comunicaciones ANIDE
A comienzos de semana el gobierno generó gran expectación al anunciar la realización de una
“cumbre de seguridad” para analizar la situación de la Araucanía. Efectivamente, el magno
encuentro se realizó el martes en el Palacio de la Moneda; lo encabezó el Presidente de la
República y asistieron a él las máximas autoridades de Interior, de las instituciones encargadas del
orden público, del Ministerio Público y de la Región de la Araucanía.
Al término de la cita el Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, dio a conocer que el gobierno
pondrá en marcha “un Plan Especial de Seguridad Regional” que “tiene por objeto brindar a
nuestros compatriotas la respuesta adecuada por parte de cada institución, a un clima de violencia
que desgraciadamente ha recrudecido”.
Tiene razón el funcionario. El clima de violencia ha recrudecido: en el curso de 2012 se han vivido
jornadas de violencia casi apocalíptica en una zona de la Araucanía, Ercilla, que por momentos
parece escenario de guerra, con patrullas armadas recorriendo los poblados, controlando los
caminos, con helicópteros sobrevolando las comunidades mapuche, con caravanas de vehículos
policiales ingresando a las comunidades mapuche disparando sus armas y haciendo el aire
irrespirable por las bombas lacrimógenas lanzadas al interior de los patios y de los hogares.
La violencia excesiva en los procedimientos policiales en esa zona no reconoce género, edad, ni
condición de las víctimas. Sólo por disparos de escopetas se registran en los últimos meses al
menos siete personas menores de edad heridas. Y, están además los que han sido golpeados o
que han resultado asfixiados por los gases lacrimógenos. Entre los afectados figuran un
adolescente (L.,N, C., 16 años) que recibió diez impactos de balines metálicos en diversas zonas
de su cuerpo en la Comunidad Tradicional de Temucuicui el 20 de abril; un anciano y tres niños de
12, 14 y 15 años lesionados por balines y golpes en un allanamiento a la comunidad Wente Winkul
Mapu el 7 de junio. Y por ahora la serie concluye con otras cinco personas menores de edad
heridas en las violentas acciones protagonizadas por Carabineros de Chile tras desalojar una
ocupación pacífica de la misma Comunidad Tradicional de Temucuicui el 23 de julio, y atacar
posteriormente a un grupo de comuneros que junto a sus niños y niñas esperaban noticias de sus
heridos a las afueras del Hospital de Collipulli.
Eso en un balance grueso de lo ocurrido sólo en el período más reciente. Porque el tema viene de
lejos. Y las autoridades lo saben pero no se hacen cargo de ello.
En marzo de 2011, Fundación ANIDE y la Red de ONGs de Infancia y Juventud de Chile (ROIJ
Chile), expusieron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos un informe con decenas
de casos documentados desde el año 2001 sobre niños, niñas y jóvenes mapuche víctimas de la
violencia del Estado, el cual señalaba que “a la fecha, Carabineros de Chile y Policía de
Investigaciones de Chile han sido responsables del homicidio de un menor de edad (Alex Lemún,
2002), de heridas productos de balines a niños y niñas entre 9 meses y 17 años, asfixias por
bombas lacrimógenas en casa habitación y recinto escolar, golpes y patadas, encañonamiento y
golpes con armas de fuego, tortura, amenaza de muerte por inmersión, tratos degradantes,
persecución, allanamientos a establecimientos educacionales, tratos inhumanos durante la
detención, hostigamiento, secuestro, discriminación racial y violencia psicológica de corte racista,
detenciones arbitrarias, interrogatorios que no respetan el debido proceso a menores de edad,
detenciones sin aviso a los padres y madres ni información sobre su paradero, hostigamiento y
amenazas durante los horarios de clases y en los recintos escolares, amenazas de muerte, registro
de huellas digitales y pruebas para registro de ADN a niños y niñas sin consentimiento de los
padres y madres”.
Como se puede observar entonces, el panorama actual no ofrece novedades. No ha decaído ni la
agresión, ni los abusos; se mantiene la violencia excesiva de los agentes del Estado en contra de
los comuneros mapuche y de sus hijos e hijas. La violencia hacia la niñez mapuche es la norma;
los hechos demuestran que no hay protocolos de actuación policial diseñados de acuerdo a la
normativa internacional, suscrita por el Estado de Chile, que protege los derechos del niño, y
mucho menos que considere la especial condición de los pueblos originarios.
Por lo demás, así lo han reconocido algunos dictámenes judiciales recientes. Por ejemplo, sobre el
último allanamiento sufrido por la comunidad Wente Winkul Mapu, la Corte Suprema dictaminó que
la actuación de Carabineros implicó “un uso excesivo de la fuerza” e instó a sus responsables a
ejercer sus funciones “con estricta sujeción a la normativa institucional y legal vigente, teniendo
una especial consideración respecto de los menores de edad”.
Pero ni siquiera esta reacción mínima de la judicatura en defensa de los derechos básicos de la
población originaria permean la voluntad del Ejecutivo. Un día después de la “cumbre de
seguridad”, el jefe de gabinete se permitía poner de manifiesto “su desencanto frente a la forma en
que están actuando los jueces”, según informaba el diario “La Segunda”. En sintonía con sus
dichos, ministros y funcionarios de la administración regional han alentado, en semanas previas,
las iniciativas y febriles declaraciones de dirigentes gremiales llamando a crear organizaciones
paramilitares y a tomar las armas para enfrentar a quienes consideran sus enemigos. Aunque, en
la práctica ya lo están haciendo desde hace tiempo, como lo demuestra el caso de uno de los
niños heridos por Carabineros el lunes, que en julio del año pasado había sido baleado por un
hacendado cuyas tierras reivindica su comunidad como parte de su territorio ancestral.
Sin embargo, las autoridades no asumen la gravedad de sus dichos ni de sus actuaciones. Y optan
por militarizar la zona y focalizar su atención en las denuncias y casos puntuales de delitos contra
la propiedad. De esta manera terminan privatizando el conflicto y transformándolo en un problema
de orden público que, como demuestra el resultado de la “cumbre”, se resuelve con más represión,
con más policías en la zona, con mayor equipamiento y mayor coordinación entre las policías, con
reforzamiento de la acción persecutoria, que incluye la aplicación de una aberrante Ley
Antiterrorista creada durante la dictadura militar y perfeccionada y aplicada de manera implacable a
los comuneros mapuche en el curso de la democracia.
Por lo demás, todas estas acciones implican cuantiosos fondos del erario público que las
autoridades dispensan, sin ninguna transparencia, en una región que sigue destacando por
concentrar los máximos niveles de pobreza del país.
El gobierno insiste en no asumir las razones de fondo de las actuales movilizaciones de los
mapuche. Y resulta, por tanto, necesario recordarle que el conflicto social existe, y tiene raíces
históricas, y su autoría corresponde al Estado de Chile como responsable de la mal llamada
“Pacificación de la Araucanía”, que está en la base de la actual situación de desigualdad territorial,
exclusión social y pobreza en que vive actualmente el pueblo mapuche.
Por otro lado, resulta preocupante que sólo escasos sectores de la sociedad hayan reaccionado
frente a este estado de cosas. Por ello parece destacable el planteamiento de ONGs del mundo
humanitario, y de algunos personeros del PPD, del PS y de la Central Unitaria de Trabajadores,
que han condenado la violencia institucional contra el pueblo y la niñez mapuche y resulta
atendible y necesario el llamado para que observadores internacionales se hagan presentes en la
zona del conflicto para certificar la realidad que están viviendo las comunidades.
Fundación ANIDE insiste una vez más en condenar la violencia de las instituciones del Estado
ejercida contra niños, niñas y jóvenes mapuche y se une a los llamados para avanzar a través del
diálogo en la búsqueda de justicia y solución para este conflicto.
Santiago, 26 de julio de 2012
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