EL ÁGUILA EN BUSCA DE RESPUESTAS

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EL BOSQUE QUE SABE ESCUCHAR
Era una de esas mañanas lluviosas en las que la primavera se resiste a
marcharse impregnando los cálidos aires del sur con los verdes aromas de la tierra
húmeda del norte, cuando el águila dorada agotada de su largo viaje, exhausta tras
atravesar océanos y llanuras, sintió la llamada bosque.
_”Bosque, permíteme descansar al cobijo de tu espesura, necesito recobrar mis
fuerzas para llegar a mi meta”_ dijo el águila.
El bosque le dio permiso y el águila se adentró en él para el resto del día y de la
noche, reposando a la sombra de las ramas y cazando al resplandor de la luna. El día
siguiente amaneció con luz vibrante y un cielo azul intenso manchado de esponjosas
nubes. Antes de que el sol culminara las cercanas colinas, el águila se dio cuenta de
que había olvidado el propósito de su viaje, y por primera vez en su vida no sabía el
rumbo que debía tomar. Entonces se dirigió al bosque nuevamente:
_ “Bosque, necesito tu sabiduría para encontrar la respuesta que necesito, y tu
paciencia para calmar la inquietud que me impide avanzar.”
El alegre bosque que todo lo sabía porque todo lo escuchaba, habló así al
águila:
_ “Pregúntale al noble ciervo cómo se siente y qué le pide a la vida, escúchale
sinceramente y cuando el ciervo halle sus respuestas cabalga a su lado y cuéntale si
tienes todo lo que te mereces; entonces busca a la ágil gacela para que te cuente sus
proyectos, escúchala profundamente y luego danza con ella mientras le hablas de tus
pasiones; tras ello ve a ver a la bondadosa vaca para que te hable de sus inquietudes,
con confianza para que se sienta tranquila, y después háblale de tus anhelos a la vez
que pastas con ella; a continuación interésate honestamente por el astuto suricato y
por aquello que hace tan bien que tanto sorprende a los demás, y con espontaneidad
muéstrale lo que es importante para ti; por último ve con la asustada rana y
pregúntale con entusiasmo sobre las oportunidades de su existencia, cuando ésta
haya salido de la charca salta con ella y cuando se haya subido a tu lomo, dile todo lo
que podrías conseguir, mientras voláis a ras de suelo.”_
El águila, que había escuchado atentamente la petición del bosque no
comprendía porqué éste no le daba una respuesta, y se sintió nuevamente agotada
ante tal sorprendente solicitud. A pesar de su cada vez mayor incertidumbre ante su
destino, dedicó tres mañanas y dos tardes a tales conversaciones. Ante su sorpresa,
aquellos animales tan distintos entre sí parecían en esencia lo mismo, y sin temor le
respondieron a cada una de sus preguntas con gratitud y escucharon sus palabras
con interés.
Al tercer atardecer, el águila apenas recordaba cómo había llegado a aquel
emblemático bosque y ya no dudaba de aquel juego intuitivo porque descubrió la
magia de la escucha y el poder de las preguntas reflexivas. Y ante su sorpresa y la del
bosque encontró sus propias respuestas. Fue entonces, cuando ensimismada sintió la
necesidad de volar. Y voló de nuevo, atravesando desiertos y montañas, disfrutando
del paisaje ya fuera verde o árido, consciente de su propósito a pesar de vientos
huracanados y tormentas de arena, encontrando su norte en las estrellas y su
horizonte donde acaba el mar, compartiendo con los peces la magia de la escucha y
mostrando a las aves la energía de las preguntas poderosas. Y fue feliz mientras
volaba y volaba siendo feliz…
…CONTINUARÁ
Por Emma García, “la rana-coach”
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