Hegel y la Filosofía de la lógica - Pontificia Universidad Javeriana

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____________________________________________________CUADRANTEPHI 13
Junio
2006,Bogotá,
Bogotá,Colombia.
Colombia
Julio – diciembre
de 2006,
REVISTA ESTUDIANTIL DE FILOSOFÍA
Hegel y la Filosofía de la lógica:
acerca de la pregunta por ¿qué es la filosofía?
Santiago Gallego Franco
Filosofía y Letras
Universidad Pontificia Bolivariana
Medellín
[email protected]
Resumen
El artículo es un acercamiento a la concepción hegeliana por la pregunta ¿Qué es la
filosofía?, de acuerdo a lo expuesto en la Introducción y los Preliminares de la Filosofía
de la Lógica. Sin la intención de agotar la materia, se pretenden exponer los puntos
relevantes que ocupan al filósofo alemán en ambos textos: objeto de la filosofía,
formación filosófica, prejuicios sociales contra la filosofía y nuevas vías de acceso y
comprensión de la actividad filosófica.
Abstract
The article is an approach to the Hegelian conception for the question: what is
Philosophy?, in accordance with the exhibited in the Introduction and the Preliminary
ones of The Encyclopaedia Logic: Part 1 of the Encyclopaedia of Philosophical
Sciences. Without the intention of exhausting the matter, there try to be exhibited the
excellent points that occupy the German philosopher in both texts: object of the
philosophy, philosophical formation, social prejudices against the philosophy and new
routes of access and comprehension of the philosophical activity.
www.javeriana.edu.co/cuadrantephi/
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La Introducción y los Preliminares de la Filosofía de la lógica de Hegel pueden ser
confundidos con una propedéutica para el ejercicio de la ciencia filosófica. Confusión
que atiende a la inevitable sucesión que todo discurso enuncia: primero (podríamos
pensar erróneamente) es necesario conocer las generalidades de la Filosofía, su forma,
su objeto, su método y luego (ya sí), comenzar a filosofar... No consiento con esa
opinión: será Hegel quien advierta lo pueril de ese juicio al que volveremos luego con
mayor aplomo. Básteme por el momento señalar la redondez que las páginas estudiadas
poseen en su descripción de la Filosofía y la Lógica; cualidad que les confiere como la
gravedad de lo necesario y que obliga a la fidelidad de este escrito.
Para comenzar, la dificultad más evidente de la Filosofía es su ausencia de objeto
inmediato de estudio como sí lo posee, por ejemplo, la biología o la física. A esta falta
de inmediatez objetiva le sobreviene una aparente falta de método, con lo cual ya
estamos como en tierra desierta: esta observación preliminar no es trivial. Heidegger,
con palabras más oscuras (que intento depurar aquí), lo había enunciado en ¿Qué
significa pensar? de un modo provocativo: a la vida no le es inevitable el pensamiento;
los pájaros vuelan en el aire y los cuerpos se nutren y crecen, y aun se reproducen, sin
necesidad de pensar. Sin embargo nos preguntamos, como en un movimiento perpetuo,
por el pensamiento mismo: a esta acción que se sobrepone a lo inmediato y fáctico, le
llamamos pensar. Por eso Hegel es categórico al afirmar que la Filosofía es un tránsito
de la representación de objetos a la construcción de conceptos. Deleuze vislumbra esta
construcción así: “...hay que desmenuzar hasta sus más recónditos detalles el vínculo
único, exclusivo, de los conceptos con la filosofía en tanto que disciplina creadora. El
concepto pertenece a la filosofía y sólo pertenece a ella”1. Pero también advierte, en la
Lógica del sentido, ciertos peligros intrínsecos a una de las posibles vidas filosóficas:
“la imagen del filósofo, tanto la popular como la científica, parece haber sido
1
DELEUZE, Gilles. “De las tres imágenes de filósofos”, En: --------. Lógica del sentido, Barral
Editores, Barcelona 1970, p. 38.
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establecida por el platonismo: un ser de las ascensiones, que sale de la caverna, se eleva
y se purifica cuanto más se eleva. En este <psiquismo ascensional>, la moral y la
filosofía, el ideal ascético y la idea del pensamiento han anulado lazos muy estrechos”2.
Esta última observación tiene su contrapeso en la génesis de la filosofía hegeliana: la
vida es quien la inspira; al concepto no se adhiere la inmutabilidad ni la beatitud*.
Tal característica representa un obstáculo. Mucho se le imputa a la Filosofía su carácter
abstruso, ininteligible y poco práctico. Al menos Hegel se ocupa de los dos primeros
juicios describiendo los hábitos naturales que entorpecen la comprensión conceptual:
por un lado, la falta de costumbre de pensar abstractamente; por otro, la intención de
representarse los conceptos. Borges había señalado el tráfico de abstracciones propio de
los alemanes: habría que añadir como dificultad general en el ejercicio filosófico el
pertenecer a una tradición poco proclive a los conceptos y al pensamiento abstracto. Y
aún más: a estas dificultades naturales se añaden los prejuicios convencionales;
verbigracia, que para filosofar no es necesario ni estudio ni preparación, y que la Idea
no goza más que de una realidad Ideal.
Karl Löwith le dedicó varios comentarios a la convicción de Hegel en la realidad de la
idea y la razón. Dice así:
Pero sólo Hegel dio el impulso para este cambio del concepto de realidad, en
cuanto como nadie lo había hecho antes que él, convirtió el mundo real y
presente en contenido de la filosofía. En efecto, por esencial que sea para la
filosofía como tal la circunstancia de que se ponga el contenido de la
conciencia en la forma del pensar y, por tanto, de que “se reflexione” sobre la
realidad, también será esencial aclarar el hecho de que su contenido no puede
ser otro que la sustancia del mundo o de la realidad experimentable3.
No es mi intención detenerme en las consecuencias históricas del aserto hegeliano, pero
por la intimidad y belleza creo que vale la pena transcribir aquel pasaje de una carta de
Belinski a Bakunin donde le confiesa el cambio obrado por la filosofía de Hegel sobre
2
DELEUZE, Gilles. “De las tres imágenes de filósofos”, En: --------. Lógica del sentido,
Barral Editores, Barcelona 1970, p. 165.
*
Es pertinente recordar que Hegel se adscribe a una filosofía que no abjura del movimiento y que se sirve
de la Historia en repetidas ocasiones para entenderse (basta mirar sus Lecciones de historia de la filosofía
para corroborarlo).
3
LÖWITH, Kart, De Hegel a Nietzsche: la quiebra revolucionaria del pensamiento en el siglo
XIX. Marx y Kierkegaard, Editorial Suramericana, Buenos Aires 1974, p197.
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él. Dice Belinski: “no juzgo a los hombres por alguna teoría anticipadamente elaborada,
sino por datos que ellos mismos dan; poco a poco sé entrar en relaciones justas con
ellos, y por eso todos están contentos conmigo, y yo con todos ellos. Empiezo a
encontrar intereses comunes en el diálogo con gente con la cual antes jamás había
pensado tener algo en común...”4 (para que se compruebe -si acaso se exige- que la
filosofía sí tiene sus réditos prácticos...).
En plena ebullición romántica, Hegel comprendió que el positivismo científico podía
acabar por hacernos extraño el mundo: creer que la idea era una quimera y que sólo
podía vivirse entre sales, bromuros y óxidos –como ironizó luego Stevenson- era tanto
como renunciar por siempre al pensamiento y a la posibilidad de una vida estética*.
¿Cuándo comienza pues la filosofía? En consonancia con el inicio de esta nota,
Gadamer recuerda: “una introducción que preceda a la ciencia es algo que no puede
darse. El pensamiento comienza consigo mismo, vale decir, con la decisión de pensar”5.
Hegel, valiéndose de una fina ironía contra el Criticismo (cuyo ejercicio crítico puede
leerse como una respuesta a la pregunta enunciada) dice: querer saber si podemos saber,
es como querer nadar antes de tirarse a la piscina. A la pregunta por ¿qué es la
filosofía?, o si tiene un comienzo, o qué comienzo, sólo se responde con filosofía. No
hay un discurso anterior (o posterior) que pueda dar respuesta a estas preguntas: un
plano discursivo atraviesa las posibilidades de los cuestionamientos y sus réplicas.
Sin embargo a Hegel no lo ciega un afán por acallar a Kant. Aquel famoso comienzo de
la Crítica de la razón pura: “Según el tiempo, pues, ningún conocimiento precede en
nosotros a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella. Mas si bien todo
nuestro conocimiento comienza con la experiencia no por eso origínase todo él en la
experiencia”6, posee su eco en el §8 de la Filosofía de la Lógica: “pero, por lo contrario,
4
Ibíd., p. 204.
No pretendo cometer un anacronismo a sabiendas de que el mismo Hegel declaró –en lo que se ha
vuelto un lugar común – la muerte del arte. Antes bien, le confiero el sentido que Nietzsche propusiera:
una vida creadora, activa, propositiva.
5
GADAMER, Hans Georg, La dialéctica de Hegel, Ediciones Cátedra, Madrid 2000, p20.
6
KANT, Immanuel, Crítica de la razón pura, Manuel García Morente, Editorial Porrúa, México
2003. p27.
*
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es preciso igualmente afirmar: nihil est insu sensu, quod non fuerit in intellecto”7. Y
todavía habría que recordar que la apología del Sistema tiene anteriormente su
realización en la obra kantiana. Y que la Dialéctica como método que reconcilia a los
opuestos está presente en las Antinomias de la razón pura, ese divertimento de y para la
inteligencia...
El pensamiento, dirá Hegel, continuamente se percata de las contradicciones a que lo
conduce el lenguaje. La dialéctica tiene en su sistema un afán conciliatorio.
Como ejercicio hermenéutico, es cuando menos curioso observar cómo el alemán, en
unos párrafos sobre Heráclito, ya ve un anticipo de su filosofía:
Lo simple, la repetición de un solo tono, no es tal armonía; para que haya
armonía se requiere, sencillamente, una diferencia, una determinada
contraposición, ya que la armonía consiste, precisamente, en el devenir absoluto
y no meramente en el cambio. Lo esencial es que cada tono especial difiera de
otro, pero no abstractamente de otro cualquiera, sino del otro suyo, de tal modo
que, además de diferir, puedan unirse. Lo particular, lo concreto, sólo es en
cuanto que en su concepto va implícito también su contrario en sí.8
Se entiende que la dialéctica de Hegel no tiene la tarea que se propusiera la metafísica
académica de los siglos XVIII y XIX: concebir la totalidad del mundo en un sistema de
categorías9; no desea, pues, diseñar un esquema en el que quepa el mundo*. Sabe que no
hay conceptos eternos, como bien recordará Deleuze: “... cada concepto remite a otros
conceptos, no sólo en su historia, sino en su devenir o en sus conexiones actuales. (...).
Así pues, los conceptos se extienden hasta el infinito y, como están creados, nunca se
crean a partir de la nada”10. El filósofo en diálogo con la Historia o con la Tradición
revitaliza los conceptos: “...cuando un filósofo critica a otro, es a partir de unos
7
HEGEL, Guillermo Federico. “Introducción y preliminares”. En: --------. Enciclopedia de las
ciencias filosóficas: la filosofía de la lógica y de la naturaleza, Editorial Claridad, Buenos Aires
1969, P17.
8
HEGEL, G. W. F. “La filosofía de Heráclito”. En: --------, Lecciones sobre la historia de la
filosofía, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México 1955, p. 264.
9
GADAMER, Hans Georg. Op. Cit., p. 17.
El idioma analítico de John Wilkins, ensayo de Borges, ilustra ingeniosamente la pretensión práctica
(lingüística) de dividir o categorizar el mundo: Wilkins propone dividir el universo en cuarenta
categorías, subdivisibles luego en diferencias, y éstas a su vez en especies. A cada género le asigna un
monosílabo de dos letras; a cada diferencia, una consonante; a cada especie, una vocal. De quiere decir
elemento; deb, el primero de los elementos (el fuego); deba, una porción del fuego (una llama)...
10
DELEUZE, Gilles y GUATARI, Félix., Op. Cit., p. 25.
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problemas y sobre un plano que no eran los del otro, y que hacen que se fundan los
conceptos antiguos del mismo modo que se puede fundir un cañón para fabricar armas
nuevas. (...). Criticar no significa más que constatar que un concepto se desvanece,
pierde sus componentes, o adquiere otros nuevos que los transforman cuando se lo
sumerge en un ambiente nuevo”11: la vinculación con el pasado, la fusión horizóntica de
que habla Gadamer, es significativa aquí**.
Presiento en lo anterior la circularidad que continuamente ilustra Hegel: al igual que
Parménides, asume el círculo como imagen válida e inevitable de la filosofía, de la
verdad. Hay que insinuar como pregunta abierta si el círculo se asemeja más a la imagen
terrible de Sísifo empujando la roca hasta lo alto de la colina para reemprender su
agonía luego, si representa al Sistema (da igual por dónde se le coja, el inicio y el final
son el mismo...), o si se opone simplemente a la idea de línea, después de cuyo fin no
hay nada.
Intuyo que no hay en la filosofía un lugar definitivo, desde el que todo lo anterior se
juzgue perimido. La reflexión tiene las caras de lo posible; transforma su objeto, lo
descubre, asume las cosas desde una perspectiva que varía en virtud de sus
observaciones: “... aquello mismo que hace posible la visión de las cosas, tiene, al
mismo tiempo, el poder de distorsionarlas”12. Esa es la gran verdad que Hegel nos lega
en sus Preliminares, después de concebir la ciencia de la lógica como la más difícil por
no operar con intuiciones y la más fácil por ser nuestro pensamiento su contenido. La
reflexión necesariamente viola la inmediatez en que nos sumerge la industria cultural,
aunque la lógica se topa justamente con aquello a que nos vemos avocados más
inmediatamente en el lenguaje, lo implícito en él: el ser, el no ser, la magnitud, la
intensión, la extensión...
Lo anterior puede ofrecernos simultáneamente muchas imágenes de la Filosofía y
provocar juicios sucesivos a favor o en contra de su ejercicio. La tradición misma nos ha
11
Ibid.., p. 34.
Y la pretensión de Nietzsche de acabar con la filosofía (con la metafísica) se nos presenta como una
tarea imposible.
12
GADAMER, Hans Georg. Op. Cit., p. 37.
**
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legado versiones pintorescas sobre la ciencia (o la bagatela) que nos ocupa: la filosofía
busca al gato negro en el cuarto oscuro cuando en realidad no hay allí ningún gato.
Pero la teología encuentra al gato de cualquier manera...
Es singular que los hombres continuemos asombrándonos de las arquitecturas que
solitarios de todas las épocas se han encargado de concebir; y que, con inopinado
ahínco, tengamos la esperanza de hallar alguna vez al gato en el cuarto oscuro (que,
mientras tanto, nos divertimos buscando).
Bibliografía
DELEUZE, Gilles. “De las tres imágenes de filósofos”, En: --------. Lógica del sentido,
Barral Editores, Barcelona 1970, pp. 165-172.
DELEUZE, Gilles y GUATARI, Félix. “¿Qué es un concepto?”, En: -------. ¿Qué es la
filosofía?, Editorial Anagrama, Barcelona 1993, pp. 21-38.
GADAMER, Hans Georg, La dialéctica de Hegel, Ediciones Cátedra, Madrid 2000,
146 pp.
HEGEL, Guillermo Federico. “Introducción y preliminares”. En: --------. Enciclopedia
de las ciencias filosóficas: la filosofía de la lógica y de la naturaleza, Editorial
Claridad, Buenos Aires 1969, pp. 9-45.
HEGEL, G. W. F. “La filosofía de Heráclito”. En: --------, Lecciones sobre la historia
de la filosofía, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México 1955, p. 258-276.
KANT, Imanuel, Crítica de la razón pura, Manuel G. Morente, Editorial Porrúa,
México 2003, 479 pp.
LÖWITH, Kart, De Hegel a Nietzsche: la quiebra revolucionaria del pensamiento en
el siglo XIX. Marx y Kierkegaard, Editorial Suramericana, Buenos Aires 1974, 612 pp.
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