10 En conclusión, se puede ver claramente a parir de la novela de

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En conclusión, se puede ver claramente a parir de la novela de José
mármol, Amalia, podemos conocer el trasfondo político, social y cultural en
donde la división entre unitarios y federales se radicaba, y la historia propia en
si misma, ya que como anteriormente escrito, para conocer la historia es
necesario
conocerla
en
toda
su
extensión
y
no
sólo
los
hechos
desencadenantes. Podemos ver así, también, lo importante que esto resulta
para la comprensión de la misma. Aunque es pernitente resaltar que al ser
esta novela un arma contra la tiranía rosista, cargada de subjetividad antirosista de parte del autor, conocemos parcialmente éste contexto. Y ahora sí
después de haber analizado detalladamente la obra de Mármol podemos decir
que la tesis de Sarmiento se comprueba en toda la extensión de la novela,
creando directamente la posición del autor frente a los hechos narrados, y
como esta división entre unitarios y federales se daba en todos los ámbitos de
la vida social, cultural y política de los habitantes de la Confederación
Argentina. También para realizar un análisis más profundo y reafirmar el eje de
la novela se podría haber analizado los pensamientos unitarios subjetivos del
narrador extradiegético, heterodiegético y autodiegético que aparecen a lo
largo de toda la novela, así también como los cuadros de costumbres que
aparecen en los festejos federales de la Sociedad Patriótica y las huidas a
Montevideo, con las persecuciones mazorqueras, a las que tanto se aluden en
Amalia.
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Se puede ver también el transporte en carrozas y los bailes, cuadrillas y
resfalosas en el salón, comenzados con la invitación de un caballero y
terminando cuando la música dejaba de sonar.
o Profanación de los templos.
“La federación vio sin dolor la profanación de los templos, la prostitución del
clero, y el insulto cometido a los altares y a la cátedra de la predicación
evangélica, sin sentir en su conciencia el torcedor secreto de su crimen.” (Cáp.
V, parte Cuarta)
Rosas profanó a la Iglesia cristiana con el objetivo de usarla como un
instrumento más de su política así se ve claramente en los capítulos V, “Así
fue” y VI,” Sor Marta del Rosario” de la cuarta parte.
Así vemos como en los altares se veían junto al Cristo crucificado por los
hombres, la imagen del tirano rosista creando una dicotomía entre la liberación
del hombre y su persecución. Los sermones y los credos estaban cargados de
la muy ya conocida “Viva la federación y mueran los salvajes unitarios”, por lo
que se puede ver que ni siquiera los lugares sagrados eran respetados. El
pueblo no tenía dónde recostar sus cabezas. La atmósfera era tensa, las
iglesias llenas de mazorqueros que agitaban sus cuchillos injuriando a los
“enemigos de Dios” como eran llamados los unitarios.
En el Capitulo VI, vemos claramente que el sometimiento federal no se
daba solamente en Buenos Aires, sino también en las provincias del interior.
Vemos como Mármol hace un contraste muy grande entre la ya descripta
Tucumán como “…es el jardín del universo, en cuanto a la grandeza y
sublimidad de su naturaleza.”(Cáp. I, Parte Segunda) y la profanación religiosa
que en ella existía “…banco de piedra, en el centro de un bosque de naranjos
de Tucumán, […] rogando a nuestro señor dé a Vuecelencia la investidura de
sus soberanos atributos de bondad, equidad y misericordia, para consuelo de
este pueblo que tanto le ama…” (Cáp. VI, Parte Cuarta). Muestra el trato formal
y cortes con el que se trataba a la familia eclesial en aquella época por la
comunidad, y la competencia por demostrar su compromiso con la Santa
Causa, a través de los regalos ofrecidos por estas, las formalidades y
agradecimientos a la familia rosista.
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mujeres llevaban diamantes y hermosos vestidos. Eran juzgados tanto
mujeres como hombres por sus atuendos. Todo esto conlleva a pensar que
si bien la sociedad rosista era criticada por su brutalidad y vulgarismo por
parte de los unitarios estos mostraban un gusto por lo elegante y lo
sofisticado. Aunque también encontramos críticas sarcásticas de los
unitarios hacia lo ridículo de sus trajes e intentos por refinarse, así como
una continua demarcación de sus diferencias con ellos. La distintiva que
verdaderamente los dividida era el tamaño de la insignia punzó que
llevaban por uso obligatorio según la ley.
“Los jóvenes ciudadano, salidos de la nueva jerarquía social,
introducidos por el Restaurador de las Leyes…” así se los llamaba a la
cantidad de nuevos personajes que frecuentaban las tertulias con la excusa
de ser militares o buenos federales, pero que si bien fingían ser bien
educados, su poca afinidad con las clases altas se ve reflejado en su falta
de modales y comportamiento, “…pensaban, con la mejor buena fe del
mundo, que no había nada mas elegante, ni cortes, que andar regalando
yemas y bizcochitos a las señoras”. Esta diversidad de personajes rosistas
se contraponían no solo con las damas y caballeros unitarios forzados a
mostrarse en sociedad como buenos cumplidores de la santa causa,
mostrando un diminuto punto punzó, sino también con muchos federales
sofisticados que alguna vez o fueron unitarios o recibieron educación
europea o simplemente así se mostraban en galardones como estos.
El trato de estos personajes era de lo más cortes, haciendo reverencias
y los honores correspondientes al pasar delante o saludar alguna persona
de importancia en escala federal. De eso se encargaban parte de los
invitados, a verse por el público cerca de la familia Rosas. Los asientos en
la mesa también estaban reservados por status social mostrando una
jerarquía dentro del mundo rosista y no esa igualdad social que tanto
aludían los buenos federales en sus discursos. Estos solían aludir a
ovacionar a la familia de Rosas o le injuriaban la muerte a los salvajes
unitarios con el muy conocido “…vive el restaurador de las leyes […]
mueran los salvajes unitarios…”.
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figura hermosa, cuyo traje negro parecía escogido para hacer resaltar la
reluciente blancura del seno y de los hombros,” (Cáp. II Parte primera).
Amalia aparece muchas veces comparada con un ángel o con atribuciones
celestiales tales como “ángel de bondad” o su descripción como “había algo de
resplandor celestial en esa criatura de veinte y dos años, en cuya hermosura la
Naturaleza había agotado sus tesoros de perfecciones…” (Cáp. I, parte
segunda). A diferencia de Josefa Ezcurra, que no sólo está personificad con “el
diablo” en el Capitulo IX de la Parte Primera, sino que son las características
diabólicas las que construyen su personalidad maléfica a lo largo de la historia,
del mismo capitulo “…soltó una carcajada infernal…” o “sonrisa satánica”,
(Cáp. IX Parte tercera). Lo que es más, las actividades subrayadas que ambas
damas ejercían connotan esta idea, Amalia es encontrada leyendo, riendo o
paseándose por el jardín, mientras que Doña Josefa se dedicaba a atender a
los personajes que llegaban a su casa con el propósito de denunciar a algún
vecino o patrón, o con algún regalo o donación para la Santa Causa, en busca
de reconocimiento como buen federal. Así esta temeraria mujer se convirtió en
la administradora de la libertad porteña teniendo a su disposición toda la
información de cuanto acontecía en Buenos Aires y la fidelidad de los más
aguerridos mazorqueros rosistas.
Cuadros de costumbres
Tanto el espacio, como los personajes y todas las características
costumbristas de la época rosista se pueden ver a través de los cuadros de
costumbres tan claros que José Mármol escribió para describir los sucesos
más relevantes del año 1840.
o Baile del 25 de Mayo de 1840
Este baile se encuentra a lo largo de los capítulos VII,”Escenas de un
baile”, X,”Donde continúan las escenas de un baile”, y XI, “Escenas de la
mesa” de la segunda parte.
El baile se desarrolla en el palacio de gobierno en honor al Ilustrísimo
Gobernador, Don Juan Manuel de Rosas y a su hija Manuela. El gran salón
esta radiante, decorado con grandes espejos y restaurado para la ocasión.
Todos los invitados resplandecían con sus casacas militares de oro las
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asociados con imágenes sangrientas nucleados alrededor de Juan Manuel de
Rosas, como son Corvalán, Mariño, Cuitiño, Manuela, Doña Josefa, Salomón,
entre otros. Con igual simetría aparecen la oposición, personificados como los
buenos, alrededor de la figura de Daniel Bello se encuentran, el personaje de
Amalia, Eduardo, Florencia y su madre, Luisa, Pedro, Fermín y otros seres
igualmente dotados de altas virtudes y rasgos nobles.
Acompañado de esta subjetividad del escritor al ubicar a los opositores al
rosismo como victimas de este sistema y a los rosistas como los villanos de la
novela encontramos aparejados que los personajes ficticios aparecen
mostrando la idealización romántica mientras que muestra la realidad rosista
cargada de una animalización personificada. “…cortó un alón de ave y lo
descarnaba más bien por entretenimiento que otra cosa […] el mulato se
levantó, arrancando con los dientes un pedazo de carne de la costilla que tenía
en sus manos.” (Cáp. IV Parte primera) También aparecen otros personajes de
la época como las mulatas y los gauchos muy bien descriptos en el capitulo VIII
de la parte cuarta, en donde resalta Mármol su aptitud y destreza ecuestre, su
soledad y valentía educada por la Naturaleza misma, su desprecio y soberbia
sobre el hombre y todo lo que venga de la ciudad.
o El ángel y el diablo
Así como Mármol llama a uno de sus capítulos, a lo largo de toda la novela
podemos ver la contraposición de la tesis del libro con la comparación de
Amalia como ángel y de Doña María Josefa Ezcurra como el diablo. Dando una
detallada descripción de características físicas y descripción de su vestimenta,
así como el uso de los símbolos federales y unitarias, mostrándonos
nuevamente de que manera la división entre federales y unitarios abarcaba
mucho más allá de una mera diferencia política.
En cuanto a lo físico, “…vio aquella fisonomía estrecha, enjuta y repulsiva;
aquella frente angosta sobre cuyo cabello alborotado estaba un inmenso moño
punzó, armonizándose diabólicamente con el color de casi todo el traje de
aquella mujer…” (Cáp. IX Parte Tercera) mostrándonos una Josefa Ezcurra
orgullo federal, en contraposición con “una fisonomía encantadora, una frente
majestuosa y bella, unos ojos pardos llenos de expresión y sentimiento y una
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realizaban visitas diarias. La actividad de esta ciudad era muy intensa si
además tenemos en cuenta el progreso que ésta mostraba, “bella, radiante,
envanecida, su vida era un delirio perpetuo, jugando entre el jardín de sus
esperanzas, cubierta con las lujosas galas de su presente;” (Cáp. IV, Parte
Tercera)
En contraposición con la ciudad de Buenos Aires, que es comparada con
“el infierno”
debido a que ya no se podía vivir en paz si uno no estaba
conforme con el régimen rosista y a la vez si uno lo estaba era aún peor “pues
que por un resultado necesario del sistema de Rosas, sus mejores servidores
estuvieron siempre temblando recíprocamente unos de otros; y todos juntos del
mismo hombre a quien servían y sostenían”. (Cáp. IV, Parte Cuarta) La ciudad
aparece embanderada con los colores de la federación luego de la victoria del
ejercito y es motivo de fiesta. La gente se pasea ovacionando el trabajo hecho
por las “buenas federales”, como se denominaba a toda persona, en este caso
costureras, que trabajaban en pos de la Causa Federal. El Plata aparece como
símbolo de la huida, de esperanza, “desierto y salvaje como la Pampa´´…todo
lo que tiene de triste, de melancólico, y de imponente a la vez” (Cáp. 1, Parte
Primera). Es tan importante para los habitantes de la costa de la ciudad de
Buenos Aires, como para los de la costa Oriental, que sueñan con algún día
volver a su patria. Este símbolo, es también testigo de las huidas y
desencuentros, de la libertad y del puñal de la mazorca.
Análisis de personajes.
Así como los espacios están caracterizados por símbolos que connotan una
identidad ya sea esta rosista u unitaria, así también los personajes son lo que
con sus apariencias e ideales dividen y confrontan al país hacía el año 1840.
Mármol construye personajes, ya sean estos históricos o ficciónales,
respondiendo a una estructura maniquea del mundo al que hemos aludido.
En los personajes ficticios donde aparecen Eduardo Belgrano y Daniel Bello
como el ideal de la generación del 37’, Doña Marcelina y Don Candido
Rodríguez como personajes cómicos con características neoclásicas que se
ven ridículos al haber caducado sus costumbres en el nuevo contexto rosista.
Por otro lado, la oposición primaria entre el bien y el mal se ve personificada
por un lado, los personajes siniestros que aparecen como bárbaros y demonios
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muebles, ya que estos no solo carecían sino que los pocos encontrados eran
mesas cuadradas, sillas y camas, todas muy rústicas, mostrando una utilidad
más funcional. Aparecen monturas y bayonetas, como si éste variara
constantemente. También se ve un continuo movimiento dentro de la casa
entre personas que entran y salen libremente, dando una contraposición con la
falta de libertad del pueblo. El ambiente estaba tenido a diferencia de la quinta
de Amalia por los colores rojo en toda su gama, amarillo y negro, propio de los
federales
Otros símbolos son usado para identificar unitarios y federales parte de la
visión maniquea con la que Mármol establece equivalencias claras: unitario =
culto = refinado = distinguido, y federal = ignorante = grosero = vulgar; Según
las circunferencias, encontradas en las mesadas y como símbolo de la armonía
de los colores, las luces, los sonidos y los aromas de la casa que son
corrompidos con la llegada de Eduardo y Daniel. La sangre y el lodo van
manchando y prostituyendo las porcelanas y los cristales, el “santuario”,
símbolo de la barbarie y colores propios encarnados en lo federal. A diferencia
del círculo como perfección, encontramos en la casa de Rosas el cuadrado,
representado el estado pluralista del hombre que no ha alcanzado la unidad
interior, en las mesadas y en las galerías y habitaciones cuadradas.
Así podemos ver como las descripciones de Mármol pasan de ser meros
ambientes a protagonistas de la división entre unitarios y federales que
encontramos en 1840 en la ciudad de Buenos Aires. Estas dos realidades
muestran dos facetas totalmente distintas y opuestas cargadas de significados
connotando la tesis de Sarmiento.
o Análisis de la ciudad de Buenos Aires y de la ciudad de Montevideo.
Montevideo, más allá, de la vista parcial que obtenemos debido a las
inclinaciones de Mármol, como ya dijimos anteriormente, es mostrada algo así
como la “tierra prometida”, como el “contraste vivo y palpitante de la ciudad de
Buenos Aires, en su libertad y en su progreso”. (Cáp. I Parte Tercera) Allí los
hombres, mitad orientales, mitad argentinos se reunían en cafés y discutían
sobre política, más precisamente “El café de Don Antonio era la bolsa política
de Montevideo.” (Cáp. IV, Parte tercera). Estos iban a teatros, bailes y
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que Amalia fue editada solo once años después de los sucesos narrados. Así
también lo son los interiores, como la quinta en Barracas de Amalia Sáenz de
Olavarrieta, la casa de Rosas, entre otros.
Cada espacio esta dotado de características que corresponden a los seres
que lo habitan, y de esta manera el espacio asume el carácter simbólico e
importante que encontramos en el romanticismo, donde el mundo de los
objetos es revelador de las costumbres:
o Análisis de la quinta de Amalia y de la casa de Rosas:
La quinta de Amalia aparece desde el principio como un “santuario” en el
que se refugia Eduardo Belgrano muy herido después de haber sido casi
asesinado por los mazorqueros. Este “refugio” es presentado como “una casa
por cuyas ventanas, cubiertas por celosías y los vidrios por espesas cortinas de
muselina blanca en la parte interior, se trasparentaban las luces
que
iluminaban las habitaciones” (Cáp. II Parte primera), contrastando con la
oscuridad de Barracas y el terror circundante “en Buenos Aires el aire oye, la
luz ve, y las piedras o el polvo repiten luego nuestras palabras a los verdugos
de nuestra libertad” (Cáp. I Parte Primera). Continua dando una detallada
descripción del interior de la casa donde encontramos un gusto por el
refinamiento, lo sofisticado y lo europeo como Las meditaciones de M.
Lamartine, autor europeo romántico, sobre una mesa redonda entre otros
libros, un tapiz italiano, una cama francesa y objetos exóticos como porcelanas
de la India, propio del gusto romántico por lo exótico. Las habitaciones están
cubiertas por cortinas y cuadros, el ambiente lleno de un aroma a Colonia y a
primavera por las flores dispuestas en cada rincón. Prevalecen los colores azul
con sus matices, violeta, celesta, verde, blanco, oro y negro, connotando el
gusto de los unitarios.
En contraposición la casa de Juan Manuel de Rosas “aparece con el
zaguán completamente oscuro […] tendidos en el suelo y envueltos en su
poncho, dos gauchos y ocho indios de la Pampa.” (Cáp. IV, Parte primera). Se
entra por un patio cuadrado y como en un pasadizo se van descubriendo entra
la poca luz amarillenta de algunas velas de cebo encendidas y la luz que
entraba por las celosías de unas pocas ventanas descubriendo algunos rostros
dormitando. La casa estaba tan llena de personas como no lo hacia de
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política se apoya en la creencia en cierta eficacia de la literatura como poder de
acción y como acción de poder”3
La tesis de Sarmiento en Facundo “civilización y barbarie” es el eje central
de la novela y a través de ésta podemos afirmar que a partir de la literatura es
posible ver la realidad que se disputaba entre unitarios y federales no se
marginaba sólo a lo político sino que asumía un papel en la sociedad que
implicaba una manera de vivir. Estas modalidades abarcaban todos los ámbitos
de la vida de una persona y al mismo tiempo delataban su posición. La
opresión rosista, por lo tanto, no era solamente un tema político, se extendía
desde lo psicológico hasta lo físico, “Tapices, colgaduras, porcelanas, todo se
presentaba a los ojos del jefe de policía con los colores blanco y celeste,
blanco y azul […] Y las pobladas cejas del intransigente federal empezaban a
juntarse y endurecerse […] pero a lo menos no será porque en esta casa no
haya unitarios…” (Cáp. XV “Amalia en presencia de la policía” tercera parte).
Espacios simbólicos
El espacio dentro de la novela Amalia cobra una gran importancia ya que
éste no se limita a proveer una escenografía propicia sino que él mismo forma
parte de ésta hasta llegar a considerarse protagonista de la misma. Este
espacio se puede dividir en el ámbito geográfico y en el ámbito socio-político.
Para ubicarnos en la historia, la novela transcurre durante el período rosista en
Buenos Aires, más precisamente durante el año 1840, y solamente cambia el
escenario en algunos capítulos que se llevan a cabo en Montevideo (Cáp. I, II,
III y IV, Parte tercera). También el Río de la Plata que baña ambas costas es
de vital importancia para los habitantes de sus orillas. (Cáp. V, Parte tercera)
Para empezar como dijimos anteriormente propio de los románticos, el
paisaje tiene un importante papel en Amalia. Esta incorpora elementos de la
naturaleza a través de una mirada subjetiva, cargada de sentimientos. Este
también responde al estado de ánimo de los personajes a sus movimientos o a
la situación política de la ciudad entera y crea una determinada y propicia
atmósfera para cada escena. La descripción minuciosa del escenario permite al
lector reconocer cada lugar y le da verosimilitud a la novela, teniendo en cuenta
3
Scarpetta, Raúl; “Amalia” en el tocador; Revista de Letras Nº 3, 1994.
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Amalia: retrato de una época
La sangre del año cuarenta mojaba
Tu rostro divino color de jazmín,
Doliente azucena de la tiranía
Jamás Buenos Aires se olvida de ti.
“La canción de Amalia”, Letra de Héctor Pedro Blomberg
¿Es posible conocer la historia de a través de la literatura? Este debate
se podría extender largamente teniendo en cuenta la difícil tarea para un autor,
la objetividad al tratar temas que inconscientemente adquieren un valor
simbólico y personal. También es cierto que la literatura ofrece una de las
fuentes preferidas para conocer lo que pasó, mostrándonos en una mayor
extensión la vida social, o las características culturales y costumbristas de un
determinado momento y lugar en dónde se sitúa la historia a narrar. Para
entender el presente es necesario conocer el pasado, y para conocer este es
más necesario aún, entenderlo en toda su extensión y no sólo los hechos
relevantes políticos o militares como suele hacerse.
A través de Amalia1, Argentino José Mármol nos relata la vida de
principios del siglo XIX en una Buenos Aires convulsionada por la
Confederación Argentina desde su exilio en Montevideo. Durante la dictadura
de Rosas Mármol fue perseguido por pertenecer a la conocida generación
literaria del 37’, movimiento romántico acusado por su carácter europeo y
defensor de las virtudes humanas. Esta novela editada en 1855 da un cuadro
de costumbres extenso y detallado de la cultura rioplatense y como se vivía allí
durante en aquel período, delineando la fisonomía de toda una época.
Como vemos esta novela, “libro y espada a un tiempo”2 fue escrita en
forma de folletín con un propósito determinado. A través de Amalia, José
Mármol, no buscó únicamente un arma de lucha contra la tiranía de Rosas en
Buenos Aires, sino la denuncia de un sistema, mostrando todos los ámbitos en
donde ésta prostitución se reflejaba. Es evidente que esta descripción y
captación de la realidad que acontece es parcial ya que el autor ha cargado las
tintas en cuanto pudiera servirle para atacar al gobernante y su régimen. . “Esta
1
2
Mármol, José; Amalia, México, Ed. Porrúa, 1991.
Críticas y bocetos históricos, Buenos Aires, 1879, pág. 146.
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