De la casa al trabajo y viceversa

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Martes, 13 de marzo de 2012
PLASTICA. Mujeres. Trabajo "extra hogareño" entre 1910 y 1930 en el CCBR
De la casa al trabajo y viceversa
Con curaduría de Diana Coppola, la exposición itinerante es patrimonio del Museo
de la Mujer Argentina de Buenos Aires. Sumando además algunos objetos del
Museo de la Ciudad de Rosario, permite pensar en la subordinación de género.
Por Beatriz Vignoli
No deja de ser significativo que el jueves 8 de marzo, Día
Internacional de la Mujer Trabajadora, un paro municipal haya
impedido abrir en la fecha prevista la exposición itinerante
Mujeres. Trabajo "extra hogareño" entre 1910 y 1930. La muestra
puede visitarse sin embargo desde el viernes 9, en que abrió las
puertas sin acto de inauguración, hasta el 8 de abril en la sala
Leónidas Gambartes, en el segundo piso del Centro Cultural
Bernardino Rivadavia (San Martín 1080).
El paro da cuenta de la continuidad de la necesidad de las luchas
sociales que tuvieron su expresión trágica en Chicago
precisamente un 8 de marzo; pero el tema de esta nota es la
muestra, que didácticamente y no sin oscura ironía presenta
elementos (fotos, objetos) útiles para pensar la subordinación de
género desde la problemática, invisibilizada, de la "doble jornada"
laboral: en el trabajo y en casa. ¿Cómo se constituyen en el
imaginario social los estereotipos que sostienen la naturalización
y la invisibilidad de esa doble jornada?
La curadora, Diana Coppola, concibió esta exposición itinerante,
patrimonio del Museo de la Mujer Argentina de Buenos Aires
como una panoplia de elementos para pensar estas cuestiones.
Las fotos y objetos que componen la muestra dan cuenta de la
Uno de los facsímiles de Caras y
incorporación de las mujeres al mercado laboral desde fines del
Caretas, con La obrerita En la misma
siglo XIX y las primeras décadas del XX. Además de los objetos
sintonía, la tapa está dedicada a La
de época del Museo de la Mujer, se suman aquí algunos
costurerita
provenientes del Museo de la Ciudad de Rosario. Las fotos son
facsímiles de la edición especial del año 20 con que la revista
Caras y Caretas homenajeó a la mujer trabajadora, pero "sin poner en evidencia el conflicto entre lo público y
lo privado que le supuso a la mujer la incorporación al proceso industrial".
Los textos que acompañan las fotos son los de la edición de 1920, que clasifica a las mujeres trabajadoras
en: educadoras, cajeras, dibujantes, ascensoristas, vendedoras, enfermeras, hermanas de caridad,
empaquetadoras, cigarreras, floristas, estudiantes, dactilógrafas, costureras, oradoras cívicas, hilanderas...
"¿Y por qué? el uso del diminutivo 'obreritas', denota la subestimación hacia quienes deben ser 'sostén del
hogar' y 'ofrendar pan y sonrisa', inaugurando el conflicto moderno de la doble jornada de trabajo?". Las citas
entrecomilladas provienen del texto curatorial. Y hay que leer aquellos textos de "homenaje" de 1920 entre
líneas y al sesgo para comprender la idealización, paradójicamente minimizante, que hacían de las mujeres.
En 1920, ya había por lo menos dos mujeres en Argentina con un título universitario en ciencias exactas:
Cecilia Griesen, médica, en Buenos Aires, y Elvira Fontá, bioquímica, en Rosario, egresada ese año. Sin
embargo, la científica no es una de estas damas ideales y sí "la dibujante" y también "la enfermera,
conocedora del dolor humano", cuyo "altruismo es tisana reconfortante para el infortunado paciente". Es de la
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partida "la hermana de caridad" que aporta "abnegación, aliento y esperanza para el enfermo, el huérfano y
el desvalido".
La obrerita es cantada como "musa del cancionero" además de "sostén del hogar"; de las hilanderas se dice
que "les dan a las máquinas algo del atractivo pretérito", mientras "la vendedora" de "sonrisa optimista, pone
una nota de espiritual gentileza en la vorágine de los negocios de la nueva urbe" y la cigarrera y la
ascensorista embellecen la ciudad con su figura "grácil". Más maduritas, la oradora cívica transmite
"entusiasmo, ardor y elocuencia" y la cajera inspira "responsabilidad y confianza". Por su parte, la pobre
costurera "es un hada moderna" que cose sin cesar mientras "en su cabecita mil ensueños nacen y mueren".
"La mujer moderna invade con ventaja los menesteres que eran privativos de los hombres hasta hace poco",
resume el editor. Entre plumas fuente y tinta Pelikan; entre encajes y alfileteros, una foto de época
representa a una mujer y lleva el epígrafe: "Esperando al amado".
Bordados, abanicos, enaguas y sombreros completan el catálogo de objetos en las vitrinas y redondean la
idea que se deja leer en los textos: hay un techo de cristal, invisible, sostenido en los estereotipos de la mujer
bella ante todo, maternal sin más.
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