318 01-2009

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CUENTA CORRIENTE, DÉBITO INCONSULTO DE FONDOS, ABUSO DEL
DERECHO
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. M. P. William Namén Vargas. Sentencia
del 19 de septiembre de 2009. Referencia: Expediente 17001-3103-005-2003-00318-01.
Síntesis: Respecto al desconocimiento de los efectos de la cosa juzgada, del contrato de
mutuo y su incumplimiento, el tribunal concluyó soportado en la interpretación de la demanda
y en las pruebas, la responsabilidad de la entidad bancaria no en el incumplimiento del
contrato de mutuo, sino en el débito inmediato e inconsulto de los dineros consignados en la
cuenta corriente bancaria para imputarlos a obligaciones de terceros, soporte medular del
fallo.
«(…)
CARGO PRIMERO
1. Por la causal de casación prevista en el artículo 368, numeral 2 del Código de
Procedimiento Civil, denuncia la sentencia de no estar “en consonancia con los hechos y
pretensiones de la demanda”.
2.Con citas jurisprudenciales, la recurrente delimitó los contornos del artículo 305 del Código
de Procedimiento Civil, la importancia de individualizar el contenido litigioso para evitar
fallos desviados o excesivos y sostener el contenido de las sentencia con las pruebas,
denotando la facultad restringida del juez en la apreciación de la demanda como la formuló el
actor, los principios de iura novit curia, congruencia y el adagio “narra mihi Facttum, dabo
tibi ius” el acatamiento del operador jurídico a la prohibición de condenar al demandado por
causa distinta a la invocada en la demanda, para que las decisiones judiciales se tomen y
ejecuten conforme a lo dispuesto por las partes en sus actos de postulación.
3.Luego de insertar las pretensiones y la parte resolutiva del fallo de segunda instancia, acusó
al ad quem de fallar extra petita, pues el demandante solicitó la resolución del contrato de
mutuo “por disposición inconsulta de fondos” ordenando reingresarlos en la cuenta corriente
(fl. 25, cdno. de la Corte), sin solicitar “una supuesta e inventada responsabilidad bancaria por
abuso del derecho, nunca planteada en la demanda ni en las instancias” (fl. 27, cdno. ídem),
fallándose extra factus, porque el fundamento de las pretensiones es un contrato de mutuo, una
garantía hipotecaria atada al préstamo, la destinación específica de los fondos, su utilización
por el Banco en perjuicio del deudor y para su propio provecho, en síntesis, el préstamo
mercantil y su incumplimiento.
4.Señala, por la prosperidad en primera instancia de la excepción previa de cosa juzgada
respecto de la pretensión principal, el yerro del Tribunal al sostener un incumplimiento del
contrato de mutuo por el mutuante, ya que en el caso, el efecto inmediato del reconocimiento
del mecanismo exceptivo, fue la desaparición de tal contrato y la discusión sobre su
cumplimiento de la causa petendi.
Apunta el argumento con cita del fallo, insistiendo en el error del tribunal al indicar
“paladinamente que, ‘[t]ampoco legitima a la institución crediticia en su actuar el hecho de
que los dineros hubieren sido producto de un crédito que la propia entidad otorgó al
accionante, pues al acreditar el monto del préstamo en la cuenta corriente del mutuario éste
tenía la facultad de consumo propia del contrato de mutuo y, por obvias razones, también la de
disponer del capital mutuario, de modo que, en ningún momento estaba habilitado el Banco
para realizar transacción alguna sobre ese monto, disponiendo en forma definitiva de ese
capital sin que mediara la manifestación clara y expresa de voluntad por parte del titular de la
cuenta corriente. Con este proceder el Banco impidió de forma abrupta el goce del dinero al
mutuario, dando al traste con el objeto del contrato y, por consiguiente con el contrato mismo
(…)’” (fl. 26, cdno. ibídem).
5.Finaliza, iterando que el tribunal erró al fallar extra factus y extra petita, al referir el petitum
y sus fundamentos fácticos, al incumplimiento de un contrato de mutuo “por disposición
inconsulta de fondos”, pronunciarse sobre éste indicando que “nunca ocurrió”, y “calificar
arbitrariamente la causa de pedir y el petitum como una responsabilidad bancaria derivada de
un contrato de cuenta corriente bancaria, por abuso del derecho, que no se encuentra en
consonancia con los hechos que sirven como fundamento a la demanda, inventando además
una petición que ni por asomo aparece formulada en ese sentido” (fl. 28, cdno. de la Corte).
CONSIDERACIONES
1.El juzgador, por normas expresas e imperativas, está sujeto en su quehacer al principio de
congruencia, sin poder actuar de oficio (ne procedat iudex ex officio) salvo autorización del
ordenamiento jurídico, siéndole menester un pronunciamiento claro en coherente y simétrica
correspondencia con el thema decidendum, esto es, “en consonancia con los hechos y las
pretensiones aducidos en la demanda” y demás oportunidades procesales, así como “(…) con
las excepciones que aparezcan probadas y hubieren sido alegadas”, salvo las que debe declarar
así no sean invocadas(artículo 304, esjudem ).
El petitum, la causa petendi, sus soportes fácticos y normativos, la contestación, excepciones
interpuestas y las alegaciones, imponen los linderos de la actividad del juez “en el ejercicio de
su función, con sujeción a la directriz ne aet judex ultra, extra o citra petita partium, y en
cuanto omita o disminuya el tema a decidir (citra petita), decida lo no pedido (extra petita) o
conceda más de lo pretendido (ultra petita), el fallo deviene incongruente incurriendo en un
yerro in procedendo denunciable por la causal segunda de casación según dispone el numeral
2º del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil.” (Sent. Cas. Civ. No. 076 de treinta de
julio de 2008).
La falta de congruencia ostenta naturaleza objetiva, deriva de la confrontación de los extremos
litigiosos a decidir, y no se incurre en ella, cuando el juzgador interpretando la demanda, se
equivoca sobre su sentido prístino.
2.El ad quem al decidir la alzada contra la sentencia de primer grado, consideró que “el libelo
se prestaba a confusión desde su planteamiento, al denotar una ambigüedad por no precisar si
lo que se estaba intentando instaurar era un proceso de responsabilidad bancaria o (…) de
resolución de contrato de mutuo” (fl. 76, cdno. de 2ª instancia), e insuficiente la hermenéutica
del a quo, procediendo, en garantía del derecho de acceso a la justicia ex artículo 229 del la
Constitución Política y su recta administración a interpretarlo para concluir el ejercicio de
“una acción de responsabilidad bancaria por disposición inconsulta de fondos en cuenta
corriente” (fl. 79, cdno. ídem).
Por su parte, el censor sostiene un yerro in procedendo del sentenciador, por fallar extra petita
y extra factus, porque la pretensión y sus fundamentos fácticos refieren a la resolución del
contrato de mutuo basada en el incumplimiento “por disposición inconsulta de fondos”,
pronunciándose sobre éste expresando que “nunca ocurrió”, calificando “arbitrariamente la
causa de pedir y el petitum como una responsabilidad bancaria derivada de un contrato de
cuenta corriente bancaria, por abuso del derecho, que no se encuentra en consonancia con los
hechos que sirven como fundamento a la demanda, inventando además una petición que ni por
asomo aparece formulada en ese sentido” (fl. 28, cdno. de la Corte).
En este contexto, la inconformidad planteada, como se plantea en el segundo cargo, es
censurable bajo la perspectiva del “yerro fáctico in iudicando” o sea, aquel en “que incurre el
fallador cuando al interpretar la demanda, ‘tergiversa de modo evidente su texto, o lo hace
decir lo que no expresa o, también cuando cercena su real contenido’ (Casación Civil de 22
de agosto de 1989), ‘a raíz de lo cual fija los hechos y peticiones de la misma que en su sentir
estructuran la disputa judicial de que conoce, y como consecuencia de ese ejercicio cae en la
equivocación consistente en considerar uno o varios hechos ajenos a la causa o en definir una
petición que no le ha sido formulada’ (cas. civ. sentencia de 8 de abril de 2003, expediente
7844), en cuyo caso, su certeza, notoria evidencia e incidencia comporta el quiebre de la
sentencia” (cas.civ. sentencia de 6 de mayo de 2009).
El cargo no prospera.
CARGO SEGUNDO
1.Acusa infracción indirecta de los “artículos 82, 305, 306, 332 del Código de Procedimiento
Civil, que, además sirvieron de violación medio de las siguientes normas sustanciales:
artículos 2221, 2222, 2224 del Código Civil, y en relación con los anteriores, los artículos 822,
1163, 1164, del Código de Comercio, y artículo 99 de la ley 45 de 1990 y en relación con los
anteriores, el artículo 1546 del Código Civil. En relación con los anteriores, artículos 1382,
1385, del Código de Comercio. En relación con los anteriores el artículo 830 del Código de
comercio. En relación con los anteriores, artículos 1602, 1603, 1608, 1613, 1614, 1615,1626,
1626 (sic), 1627, del Código Civil”, a consecuencia de errores fácticos en la apreciación de la
demanda y las pruebas.
2. Después de indicar
los pilares fundamentales de la sentencia, manifiesta el
desconocimiento del alcance de la acumulación de pretensiones, la cosa juzgada material, los
principios del contrato de mutuo, las normas reguladoras del contrato de cuenta corriente
bancaria, la interpretación indebida de la demanda y sus pretensiones.
a)Tras referir al petitum, con jurisprudencia estudia la acumulación objetiva de pretensiones,
sus distintas expresiones -simple, alternativa, accesoria o sucesiva y subsidiaria o eventual,
concluyendo indubitablemente que lo pedido subsidiariamente (impartir la orden al
demandado para que reingresare los dineros a la cuenta corriente) “no es una pretensión
autónoma, sino una pretensión accesoria o sucesiva o consecuencial” (fl. 36, cdno. de la
Corte), pues su prosperidad está supeditada al éxito de la resolución del contrato de mutuo por
disposición inconsulta de fondos, al plantearse en la demanda varias pretensiones arraigadas
en la misma causa petendi, “el incumplimiento de un contrato de mutuo por disposición
inconsulta de fondos” (fl. 37, cdno. ídem).
b)Respecto de la cosa juzgada material, advierte que el ad quem desconoció los efectos que,
en relación con aquella, aparejaba el proceso ejecutivo mixto encausado por la demandada
contra la demandante, para el recaudo del valor mutuado, siendo título base de la ejecución un
pagaré que respaldaba la cuantía del préstamo, sustentando el argumento en el cuaderno de
prueba trasladada No. 3, aduciendo (fl. 1-23) la iniciación del juicio ejecutivo entre idénticas
partes por concepto del contrato de mutuo, el mandamiento de pago librado por el Juzgado
Quinto Civil del Circuito de Manizales (fls. 13-15) y su notificación al demandado (fl. 17), la
sentencia ordenando seguir adelante la ejecución por ausencia de excepciones de Jaramillo
Sanint (fls. 18-22) y, la solicitud del ejecutado para que el juez se abstuviese de liquidar el
crédito en aras de renegociarlo con el ejecutante (fl. 23); concluye, ante la ausencia de
presentación de excepciones por el deudor y la sentencia proferida, que la posible discusión
sobre el incumplimiento del contrato de mutuo por “disposición inconsulta de fondos”
quedaba fuera de contexto, no siendo dado que en el sub lite la colegiatura decidiera sobre el
mérito de la pretensión principal expresando que “el [b]anco impidió en forma abrupta el goce
del dinero al mutuario, dando al traste con el objeto del contrato y, por consiguiente, con el
contrato mismo, pues entre los elementos esenciales de todo contrato se encuentra la
existencia de objeto y de causa, y el objeto del contrato de mutuo o préstamo de consumo no
es otro que obtener el goce y disposición de una cosa fungible, en este caso dinero, situación
que en el caso examinado nunca ocurrió”, máxime si se tiene en cuenta el silencio que
caracterizó la actividad de Jaramillo Sanint en el proceso ejecutivo, no pudiendo –de manera
desleal y contraria a la buena fe- “controvertir ahora lo que no hizo oportunamente”.
c)De los principios rectores del mutuo mercantil, analiza la ley y la jurisprudencia, destacando
su naturaleza real, siendo admisible no solo la entrega material u ordinaria, sino también la
simbólica característica de las operaciones financieras, para considerar errada la posición del
tribunal según la cual la disposición inconsulta de fondos por el mutuante, frustró el contrato
de mutuo, pues a diferencia “sí existió contrato real de mutuo, y por consiguiente no hubo
incumplimiento del Banco (…)” por cuanto al abonar los dineros en la cuenta del mutuario,
“efectuó la tradición, único requisito para hacer nacer a la vida jurídica el mutuo celebrado por
las partes” (fl. 44, cdno. de la Corte).
d)Tratándose de la regulación legal del contrato de cuenta corriente bancaria, trae a colación
algunos pronunciamientos judiciales, acusando al fallador de desechar abiertamente el artículo
1385 del Código de Comercio que autoriza al Banco para debitar o acreditar de la cuenta
corriente, “salvo pacto en contrario, ‘(…) el importe de las obligaciones exigibles de que sean
recíprocamente deudores o acreedores’” (fl. 45, ídem), cuando indicó que “‘[t]ampoco
legitima a la institución crediticia en su actuar el hecho de que los dineros hubieren sido
producto de un crédito que la propia entidad otorgó al accionante, pues al acreditar el monto
del préstamo en la cuenta corriente del mutuario éste tenía la facultad de consumo propia del
contrato de mutuo y, por obvias razones, también la de disponer del capital mutuario, de modo
que, en ningún momento estaba habilitado el Banco para realizar transacción alguna sobre ese
monto, disponiendo en forma definitiva de ese capital sin que mediara la manifestación clara y
expresa de voluntad por parte del titular de la cuenta corriente”. Cimienta lo anterior en que
“[e]n su momento aceptó el demandante la legalidad de esta operación y tan conforme estaba
con los débitos realizados en su cuenta que al iniciarle (…) el proceso ejecutivo (…) no
propuso excepción alguna (…) incluyendo la disposición inconsulta de fondos (…)” (fl. 46,
cdno. ibídem).
e)Sobre la indebida interpretación de la demanda y sus pretensiones, señala con
jurisprudencia que la declaratoria de responsabilidad por abuso del derecho “desfigura” el
petitum de la demanda, dada la naturaleza accesoria de la pretensión subsidiaria en la
acumulación objetiva con la resolución del contrato de mutuo suplicada principalmente,
resaltando que la labor interpretativa del libelo no puede conducir al juzgador a alterar la
intención del actor cuando clara, así no sea expresa en el escrito introductor.
3. Iterando las pretensiones y hechos de la demanda, recuenta el material probatorio del
proceso, singularizando los siguientes errores de hecho:
a) Las pretensiones de la demanda se interpretaron indebidamente al no ser la súplica
subsidiaria una pretensión autónoma, sino accesoria y consecuencial derivada de la principal,
esto es, la solicitud de reingreso de los dineros a la cuenta corriente pende de la prosperidad de
la declaración de incumplimiento del contrato de mutuo por disposición inconsulta de fondos,
o lo que es igual, “la demanda plantea ‘varias súplicas fincadas en la misma ‘causa petendi’”
(fl. 51, cdno. de la Corte), y en ningún caso puede considerarse una aspiración autónoma de
declaratoria de responsabilidad bancaria, como erradamente concluyó el tribunal.
b) En cuanto a los hechos, base toral del petitum, el juzgador erró al considerar,
arbitrariamente, que soportan una solicitud de responsabilidad bancaria por abuso del derecho,
por demás no planteada en la demanda ni en las instancias, cuando en realidad hacen
referencia al incumplimiento de un contrato de mutuo.
c) Respecto del proceso ejecutivo mixto, erró el fallador de segunda instancia por desconocer
la cosa juzgada material de la sentencia proferida, imposibilitando un nuevo pronunciamiento
entre las mismas partes y por el supuesto incumplimiento del mismo contrato de mutuo.
d) El juzgador cercenó el contenido de los documentos obrantes a folios 21 a 36 y 84 a 85 del
cuaderno 1, de los que se desprenden el abono de la cuantía mutuada en la cuenta del actora,
los débitos relacionados en el libelo genitor, y la existencia del pagaré respaldando dicho
crédito, cuando afirmó que hubo incumplimiento del contrato de mutuo por parte de la
prestamista, “pues dichas pruebas demuestran que efectivamente hubo contrato real de mutuo”
al haber efectuado el Banco la tradición de los dineros.
e) El ad quem erró fácticamente con respecto a las notas crédito y débito (una de las últimas,
por $50.239.068,65, firmada al respaldo por el actor y reconocida en diligencia como suya, en
la que se lee “pago obligaciones (…) y (…)”), y la declaración de parte del demandante
obtenida oficiosamente (pruebas recaudadas todas ellas en diligencia de inspección judicial),
al no darse cuenta que el actor confesó –relativamente al entendimiento con los (…)- que “‘la
negociación era que yo pagaba las deudas de estos señores’ por cuanto ‘ellos debían esas tres
partidas que me debitaron en la cuenta, es decir, las que aparecen en las tres notas débito
(…)’”, y darle credibilidad a la afirmación no sustentada del peticionario en el sentido de no
haber autorizado dichas operaciones al manifestar: “aunque firme una de las notas débito fue
posterior a la transacción que hizo el Banco”, más aun cuando no “aparece evidencia alguna
en el expediente que con posterioridad a la fecha en que se hicieron las notas débito en su
cuenta corriente, el demandante hubiera protestado ente el Banco” (folio 52, Cuaderno Corte);
yerros que lo llevaron a considerar que “el descuento automático solo procedía mediando la
autorización expresa del cuentacorrentista, máxime que se debitó con destino al pago de
deudas de terceros”, desconociendo que la institución financiera hizo efectivo el mutuo y que
el demandante no excepcionó en el proceso ejecutivo, dando explicaciones que no merecen
consideración por estar fundadas en malestares psicológicos del aquí actor, otrora demandado.
f) Omitió el juez de alzada, incurriendo en error de hecho, la certificación expedida por pasiva
en la inspección judicial, según la cual la tarjeta de crédito No. 05404117458 pertenece a (…),
lo que deja sin piso la declaración del actor según la cual no era suya ni de los señores (…), y
pone de presente el actuar desleal y contrario a la buena fe del deponente y;
g)Censura la tergiversación del contrato de cuenta corriente bancaria por parte del Tribunal,
así como la respuesta dada por el Banco al derecho de petición elevado por el quejoso; en
primer lugar basado en el artículo 28 del reglamento del contrato de cuenta corriente, que
prescribe que “[e]l Banco podrá salvo pacto en contrario, acreditar o debitar en la cuenta
corriente del titular el importe de la obligaciones exigibles de que sean recíprocamente
deudores o acreedores”, y en segundo porque sí existió autorización para realizar los débitos,
siendo las obligaciones propias del demandante y no de terceros, ello a raíz
de las tratativas con los (…) “según confesó el demandante” (fl. 53, cdno. ídem).
4. Concluye el ataque entrelazando los errores denunciados con las normas, en su sentir
violadas, indicando los artículos 82, 305, 306 y 332 del Código de Procedimiento Civil por
desconocimiento de las normas sobre acumulación de pretensiones, efectos de cosa juzgada de
la sentencia dictada en el proceso ejecutivo surtido entre las partes, y la tergiversación de los
hechos y pretensiones de la demanda; los artículos 740, 2221, 2222, 2224 y 1546 del Código
Civil, 822, 1163 y 1164 del Código de Comercio, y 99 de la Ley 45 de 1990, por ignorar la
naturaleza real del mutuo, llevándole a sostener el incumplimiento del Banco a sus
obligaciones y a condenarlo, sin fundamento, por responsabilidad bancaria; los artículos 1382
y 1385 del Código de Comercio, al desconocer que el cuentacorrentista puede disponer de sus
fondos como lo desee, en este caso, autorizando al Banco para debitar los dineros y pagar las
obligaciones de los (…) –previamente asumidas como propias-; el artículo 830 ídem, por
haber actuado la demandada con apego a la buena fe y dentro de los límites de sus derechos y
sin embargo habérsele condenado por abuso de los mismos, y los artículos 1602, 1603, 1608,
1613, 1614, 1615, 1626 y 1627 del Código Civil, por desconocer el fallo que los contratos son
ley para las partes y han de ser ejecutados de buena fe, tal y como lo hizo la demandada.
CONSIDERACIONES
1. Cuando el juez advierta ambigüedad, vaguedad o anfibología de la demanda a punto de no
expresar con exactitud su sentido prístino, sea por la complejidad del asunto, sea por
cualesquiera falencia o defecto de suficiencia técnica, terminológica o descriptiva, “para ‘no
sacrificar el derecho material en aras de un culto vano al formalismo procesal’ (CCXXXIV,
234), está obligado a interpretarla en busca de su sentido genuino sin alterarlo ni sustituirlo,
consultando la prevalencia del derecho sustancial, el acceso a la administración de justicia y
la solución real de los conflictos. A este respecto, la Sala de tiempo atrás, acentúa la labor del
juez en la interpretación de la demanda ‘para que los derechos de las partes que se discuten
en el proceso alcancen en la práctica la certeza que legalmente les corresponde. Más si ello
es así, tampoco hay lugar a perder de vista que dicho poder encuéntrase de todos modos,
supeditado a los términos y conceptos de los que el demandante se hubiere valido para
exponer tanto la pretensión como la causa petendi de la misma. Por mejor decirlo, el juez, en
la búsqueda del real sentido de la demanda, tiene que averiguar es por lo que su autor quería
expresar por medio de ella y no por lo que él, el juez, desee ver en ese escrito. Por tanto, la
búsqueda de la que se habla sólo tiene cabida cuando el lenguaje de la demanda, sin ser
indescifrable por completo, no se ajusta a la claridad y precisión indispensables en tan
delicada materia’ (CLXXXVIII, 139). Por supuesto, el juzgador, no puede reemplazar ni
cambiar la demanda, estándole vedado ‘moverse ad libitum o en forma ilimitada hasta el
punto de corregir desaciertos de fondo, o de resolver sobre pretensiones no propuestas, o
decidir sobre hechos no invocados. Porque en tal labor de hermenéutica no le es permitido
descender hasta recrear una causa petendi o un petitum, pues de lo contrario se cercenaría el
derecho de defensa de la contraparte y, por demás, el fallo resultaría incongruente.’ (CCXVI,
p. 520; sentencias de 26 de junio de 1986, 28 de febrero de 1992 y 23 de septiembre de 2004,
S-114-2004 [7279], no publicadas oficialmente). En idéntico sentido, la labor judicial
interpretativa de la demanda, implica un análisis serio, fundado y razonable de todos sus
segmentos, ‘siempre en conjunto, porque la intención del actor está muchas veces contenida
no sólo en la parte petitoria, sino también en los fundamentos de hecho y de derecho’ y ‘[n]o
existe en nuestra legislación procedimental un sistema rígido o sacramental que obligue al
demandante a señalar en determinada parte de la demanda o con fórmulas especiales su
intención, sino que basta que ella aparezca claramente en el libelo, ya de una manera directa
o expresa, ya por una interpretación lógica basada en todo el conjunto de la demanda’ (XLIV,
p. 527; XIV, 488 y 833; LXI, 460; CXXXII, 241; CLXXVI, 182 y CCXXV, 2ª parte, 185). Por lo
anterior, el defecto de claridad del libelo genitor de un proceso, puede y debe disiparse
mediante su interpretación racional, lógica, sistemática e integral y sólo ‘cuando la demanda
sea tan vaga que (…) no permita indagación de su real sentido, lo que corresponde es que se
la desestime como inepta” (CLXXXVIII, 169).’” (Sent. Cas. Civ. No. 084 de 27 de agosto de
2008; subrayas de la Sala).
Ahora bien, cuando el resultado de tan significativa labor hermenéutica no refleja fielmente lo
reclamado en la demanda, en particular si el fallo incorpora, antojadizamente, la percepción
del juez sobre la dimensión y naturaleza de los hechos y pretensiones, “‘…como ocurre
cuando tergiversa de modo evidente su texto, o lo hace decir lo que no expresa o, también
cuando cercena su real contenido (…)’”, “‘el sentenciador incurre en yerro de facto, pues no
se puede olvidar que la demanda, no solo constituye una pieza con la cual se inicia el
proceso, sino que a la vez asume el carácter de elemento o medio de convicción’ (G. J. Tomo
LXVII, 434; CXLII, pág. 200)” (Sent. Cas. Civ. de 22 de agosto de 1989; énfasis de la
Corporación), equívoco denunciable en casación al amparo de la causal primera del artículo
368 ídem, pues la violación de la ley proviene de error de hecho en la apreciación de la
demanda, error in judicando, que ruega la confrontación de su texto con aquello que de ella
dedujo el tribunal al fin de establecer si procede su quiebre, conforme al artículo 374 ibídem.
A este propósito, “no se puede olvidar que la demanda, no solo constituye una pieza con la
cual se inicia el proceso, sino que a la vez asume el carácter de elemento o medio de
convicción’ (G. J. Tomo LXVII, 434; CXLII, pág. 200)’ (Casación Civil de 22 de agosto de
1989)” (Sent. Cas. Civ. No. 084 de 27 de agosto de 2008), y como tal, puede ser
indebidamente apreciada o interpretada por el Tribunal, caso en el cual, la vulneración de la
ley sustancial, la existencia del yerro fáctico, su naturaleza manifiesta u ostensible e incidencia
en la providencia recurrida, se determinará contrastando, cotejando o confrontando las
consideraciones específicas de la decisión con el escrito introductor.
En efecto, “para que se configure el error en la interpretación de la demanda, es necesario
como lo exige la ley, que ‘sea manifiesto’, ostensible o protuberante,” prístino y evidente, “es
decir que salte a la vista de la simple lectura de la demanda, pues la actividad de
interpretación solamente es atacable en casación ‘cuando fuere notoria y evidentemente
errónea, lo que no se daría cuando entre varias interpretaciones razonables y lógicamente
posibles, el Tribunal ha elegido alguna de ellas, pues es el resultado del ejercicio adecuado
de su función jurisdiccional’ (sentencias del 7 de abril de 1989 y del 28 de febrero de 1992,
sin publicar)” (CCXXV, 2ª parte, p. 185; énfasis de ésta Sala).
De no estar viciada la decisión por un desacierto de tal magnitud, o “si para advertirlo se
requiere de previos y más o menos esforzados razonamientos, o si se manifiesta apenas como
una posibilidad y no como una certeza, entonces, aunque se demuestre el yerro, ese suceder
no tendrá incidencia en el recurso extraordinario” (CXLII, 242), como tampoco la tendrá al
ser –la pifia denunciada- sólo una posibilidad, dejando espacio para la dubitación e
impidiendo así la verificación de su calidad de inobjetable y la certeza de su ocurrencia, pues
“donde hay duda no puede haber error manifiesto” (LXVIII, 561, CCXII, p. 113 y CCXXXI,
p. 704).
2. En el sub lite, atendiendo su deber, el ad quem interpretó el escrito genitor del proceso,
concluyendo el ejercicio de una acción de responsabilidad bancaria para “lograr la devolución
del dinero” que, según el actor, “le fue sustraído injustificadamente de su cuenta corriente” (fl.
79, cdno. de 2ª instancia).
Tal hermenéutica edifica la errónea interpretación de la demanda imputada al tribunal por
desconocer que la súplica subsidiaria no era una “pretensión autónoma, sino una pretensión
accesoria o sucesiva o consecuencial” (fl. 36, cdno. de la Corte), necesariamente ligada al
pedimento principal y a su prosperidad, ya que “la demanda plantea ‘varias súplicas fincadas
en la misma ‘causa petendi’” (fl. 51, cdno. ídem) –“el incumplimiento de un contrato de
mutuo por disposición inconsulta de fondos en la cuenta corriente” (fl. 37, cdno. ibídem)-, y la
accesoria jamás podría considerarse una solicitud autónoma de declaratoria de responsabilidad
bancaria; también, por considerar arbitrariamente que los hechos del libelo soportaban una
responsabilidad bancaria por abuso del derecho no planteada en las instancias, sin tener en
cuenta su referencia al incumplimiento de un contrato de mutuo.
Empero, la demanda expresa en su encabezado, convocar a la demandada en “acción de
responsabilidad bancaria por disposición inconsulta de fondos en cuenta corriente” (fl. 2,
cdno. principal), al tiempo que sus soportes fácticos 5º y 14 sostienen que “el Banco no estaba
autorizado para debitar directamente el producto del préstamo; y así lo hizo, como
efectivamente sucedió, excedió las facultades que le otorga el reglamento de contrato de
depósito en cuenta corriente bancaria, constituyéndose responsable de los fondos que jamás
recibió (…)” (fl. 4, cdno. ídem) y “el Banco (…) utilizó en su propio provecho los dineros que
concedió en préstamo [al demandante] (…) dineros que fueron abonados a sus deudas [las de
los De la Cuesta Giraldo] sin que (…) se regresaran a su cuenta corriente [la del actor], de
donde fueron sacados por el Banco sin autorización de mi mandante” (fl. 6, cdno. ibídem); que
la respuesta de la pasiva al hecho 14 dijere textualmente “no es cierto, el Banco Cafetero S.A.,
nunca ha utilizado en su propio provecho los dineros que concedió en préstamo a (…). Solo se
limitó a cargar a su cuenta corriente y con aprobación del demandante, como se demostrará,
unas partidas abonadas a los créditos de los señores (…) De La Cuesta Giraldo” (fl. 114, cdno.
principal).
Por tanto las piezas procesales citadas, aunadas a los fundamentos fácticos del escrito
introductorio de la litis respecto de la conducta del Banco por la disposición inconsulta de
fondos, y en general, la extralimitación en su actuar, llevan a concluir, inequívocamente, que
la interpretación del libelo por el ad quem fue adecuada, lógica, sistemática y racional, cuando
concluyó que la real intención del demandante “no era otra que lograr la devolución del dinero
que, según él, le fue sustraído injustificadamente de su cuenta corriente” (fl. 79, cdno. de 2ª
instancia), mediante una acción de responsabilidad bancaria, derivando de los hechos relatados
y las pruebas recaudadas, los elementos del abuso del derecho: el objetivo, “en la disposición
definitiva por parte del Banco de los dineros que en virtud de un contrato de mutuo
pertenecían al señor (…) y que estaban depositados en una cuenta corriente, sobrepasando los
límites del derecho de custodia y disposición temporal de los dineros que le otorga el contrato
de cuenta corriente (…)” por cuanto “el descuento automático solo procedía mediando
autorización expresa del cuentacorrentista” [fls. 86-87, cdno. de 2ª instancia]; el subjetivo:
cuando argumentó el demandante “que lo que impulsó al Banco a realizar esta transacción [los
débitos inconsultos] fue utilizar los dineros que el mutuario-demandante poseía en la cuenta
(…) para cancelar unos créditos que a favor del Banco tenían a cargo personas extrañas al
contrato de cuenta corriente (…)” [fl. 87, cdno. ídem), dando así claridad al petitum.
En consecuencia, pese a la respetable perspectiva de la censura, los fundamentos fácticos y
normativos de la demanda, ofrecen razonabilidad a la inteligencia interpretativa del juzgador,
una de las tantas admisibles, pues ‘cuando uno de los hechos afirmados en la demanda
incoativa del proceso, ya sea que se le considere aisladamente o ya en conjunto con otro u
otros para su definición jurídica, ofrece dos o más interpretaciones lógicas, ninguna de las
cuales desborda el objetivo de dicho libelo, puede el sentenciador elegir una u otra, sin que su
conducta implique error de hecho manifiesto porque tal proceder no entraña arbitrariedad, ni
contradice la evidencia que ese escrito ostenta’ (CLII, 205), prevaleciendo ‘el amplio poder
de interpretación que en este ámbito el ordenamiento positivo les reconoce a los juzgadores
(...), no solamente para que desentrañen la verdadera intención del demandante en guarda del
principio según el cual es la efectividad de los derechos subjetivos el fin que a través de aquél
escrito [demanda] se busca, sino también para que libremente determinen y declaren las
normas aplicables a los hechos integrantes del objeto demandado cuya certeza de antemano
ha sido verificada en el fallo’ (CCXXXI, p. 704)” (cas.civ. sentencia. 084 de 27 de agosto de
2008).
3. Relativamente al contrato de mutuo, se acusa al juez de segunda instancia de pronunciarse
sobre el mérito de la pretensión principal, el negocio jurídico y su incumplimiento, por
manifestar que “el [b]anco impidió en forma abrupta el goce del dinero al mutuario, dando al
traste con el objeto del contrato y, por consiguiente, con el contrato mismo, pues entre los
elementos esenciales de todo contrato se encuentra la existencia de objeto y de causa, y el
objeto del contrato de mutuo o préstamo de consumo no es otro que obtener el goce y
disposición de una cosa fungible, en este caso dinero, situación que en el caso examinado
nunca ocurrió”, desconociendo así los efectos de cosa juzgada material inherente a la sentencia
proferida en el proceso ejecutivo mixto para el recaudo del valor mutuado, sin atender las
evidencias obrantes en el cuaderno de pruebas No. 3: inicio del proceso ejecutivo;
mandamiento de pago y su notificación; ausencia de excepciones de (…); sentencia ordenando
seguir adelante la ejecución, y la solicitud del ejecutado tendiente a que el juez se abstuviese
de liquidar el crédito so pretexto de una renegociación con el ejecutante.
La locución cosa juzgada atañe a la inmutabilidad de la decisión judicial adoptada respecto de
la materia litigiosa conocida, definida y decidida, la razón misma hecha valer (ragione fatta
valere), esto es, “la cuestión jurídica discutida plenamente en juicio y resuelta por sentencia
que deba cumplirse” (G.J. XLIX, 103), consecuencia del imperium estatal que dota al
pronunciamiento de eficacia conclusiva y de presunción de verdad o acierto, a la cual debe
estarse (Ingenuum accipere debemus etiam eum, de quo sententia lata est, quamvis fuerit
libertinus: quia res iudicata pro veritate accipitur), cuyos requisitos ex artículo 332 del
Código de Procedimento Civil, son la identidad del objeto (eadem res), la identidad de la
causa (eadem causa petendi) y a la identidad de las partes (eadem conditio personarum).
La identidad de partes, atañe a la posición o situación jurídica de la parte, rectius, titular del
interés asignado por el derecho, ab origine o ab posteriore, comprendiendo hipótesis de
adquisición originaria y derivativa, traslaticia o constitutiva y presupone la ocurrencia a
proceso del titular del derecho debatido, relación, situación o posición jurídica para deducir
una pretensión frente a alguien, contemplándose los extremos de la relación procesal, esto es,
el titular de la pretensión (parte activa o demandante) y vinculado a ésta (parte pasiva o
demandada) o, lo que es igual, la coincidencia de los titulares de la relación jurídica sustancial
y procesal debatida en juicio (LVI, 307, CLI, 42).
La identidad del objeto, refiere al “bien corporal o incorporal que se reclama, o sea, las
prestaciones o declaraciones que se piden de la justicia” (CLXXII, 21), implica la de
pretensión o excepción y, la identidad de la causa, “motivo o fundamento inmediato del cual
una parte deriva su pretensión deducida en el proceso” (CLXXVI, 153), de sustento fáctico o
normativo (cas. civ. 15 de julio de 2000, exp.5218; cas. civ. 24 de julio de 2001, exp. 6448 y
cas. civ. 30 de octubre de 2002, exp. 6999), constituyéndose ambas en los limites objetivos de
la cosa juzgada, esto es, “el objeto decidido, de un lado; y del otro, la causa invocada para
lograr la decisión, que si bien están entre sí íntimamente relacionados, responden sin
embargo a dos cuestiones diferentes: sobre qué se litiga y por qué se litiga” (CLXXII, 20 y
21).
La cosa juzgada, actúa respecto "del bien juzgado, el bien reconocido o desconocido por el
Juez” (Giuseppe CHIOVENDA, Instituciones de Derecho Procesal Civil, T. I, Reus, Madrid,
1954, 338 ss) y deducido en el juicio por el actor frente al demandado (res in iudicium
deducta) cuando entre las mismas partes de un proceso anterior y de otro posterior, confluye la
misma causa y objeto, haciendo inmutable, definitiva e inatacable la decisión pronunciada en
precedencia (anterius) respecto de los asuntos objeto de previo debate (primus), sea por la
suposición de un status de verdad legal (res iudicata pro veritate habetur), bien por
declaración de certeza, ora por razones de seguridad, certidumbre y estabilidad del orden
jurídico (C.P. Preámbulo, arts. 2º y 228).
En el asunto sub examine, el juzgador claro estuvo de la cosa juzgada inherente a la sentencia
pronunciada en el proceso ejecutivo precedente entre las mismas partes, a punto de confirmar
con modificaciones la decisión de primera instancia a propósito de la prosperidad de la
pretensión subsidiaria de la demanda. Precisamente el a quo al decidir la excepción previa de
cosa juzgada por auto de 15 de abril de 2004, declaró su ocurrencia en cuanto hace a la
pretensión principal sobre la resolución del contrato de mutuo y su improsperidad en torno de
la subsidiaria (Cdno. 2. fls. 1-21).
Por demás, la sentencia impugnada en casación, previa interpretación del libelo introductor del
proceso, soportó la condena no en el incumplimiento del contrato de mutuo, sino en la
responsabilidad de la entidad bancaria al disponer de los fondos existentes en la cuenta
corriente del demandante para cancelar deudas de terceros sin autorización previa del titular y,
particularmente, en el abuso del derecho, al exceder los límites negociales actuando con una
motivación ajena a su naturaleza y a los deberes de su carácter profesional, concluyendo “que
se encuentra configurada y probada la responsabilidad del Banco por abusar del derecho que le
otorga la suscripción de un contrato de cuenta corriente, puesto que procedió, de manera
inconsulta, en desmedro de los intereses del clientes”.
4. La censura señala el desconocimiento de los principios rectores del mutuo mercantil, en
particular su naturaleza real por perfeccionarse con la entrega material o simbólica de la
cuantía mutuada, cercenando el contenido de las pruebas obrantes en el plenario (fls. 21-36 y
84-85, cdno. 1), de las que se desprende que la cuantía prestada se abonó en la cuenta del
mutuario, que se efectuaron unos débitos sobre dicha cuenta y existió un pagaré respaldando el
crédito, todas ellas demostrativas de la existencia del negocio jurídico de marras y de la
tradición de los dineros por parte del Banco; contrario a lo dicho en la sentencia impugnada.
Sin embargo, las referencias al contrato de mutuo mercantil no constituyen el soporte cardinal
de la decisión acusada. Memórase la delimitación del thema decidendum, por el ad quem,
cuando en el cabal ejercicio de sus facultades y obligaciones, interpretando el libelo, consideró
que el conflicto planteado refería a la responsabilidad bancaria de la demandada por la
disposición inconsulta de los fondos de la cuenta corriente del demandante (fl. 79 y 80, cdno.
de 2ª instancia), dejando de lado la posibilidad de atender al incumplimiento relacionado con
el contrato de mutuo, para analizar la responsabilidad de la entidad financiera desde la
perspectiva del abuso del derecho (fls. 80-81, cdno ídem), prerrogativas y límites del contrato
de cuenta corriente bancaria (fls. 81-82, ídem), la presencia y acreditación de los elementos –
objetivo (fls. 85-87, ibídem) y subjetivo (fls. 87-88, ídem)- del abuso del derecho, coligiendo
de todo ello que “el proceder inconsulto configura la responsabilidad contractual en la que
incurrió el Banco por incumplimiento de las obligaciones que para él derivan del contrato de
cuenta corriente”.
De lo anterior se desprende, que el juez de alzada no erigió el incumplimiento del contrato de
mutuo mercantil como motivo fundamental para declarar la responsabilidad de la demandada,
y, cuando refirió a tal negocio jurídico, lo hizo para reforzar su argumento frente a la
ilegitimidad en el actuar del Banco, descartando de antemano, cualquier teoría para justificar
el débito inconsulto de fondos en cuenta corriente, por ser la misma institución financiera la
que hubiese suministrado los fondos que originaron la reclamación, y sin contrariar los efectos
de la cosa juzgada reconocida expresamente para sustentar su decisión de interpretar el libelo
indicando que la oscuridad en su planteamiento se agudizaba ante “el reconocimiento de la
cosa juzgada que fulminó la pretensión principal” (fl. 76, ídem).
5. Se reprocha al tribunal por considerar que para los débitos de la cuenta corriente del
demandante, el demandado requería de su autorización expresa desconociendo los artículos
1385 del Código de Comercio y 28 del reglamento del contrato de cuenta corriente, facultando
al Banco para debitar o acreditar las cuantías de las cuales sean recíprocamente deudor o
acreedor con respecto al cuentacorrentista. De igual modo, por no tener en cuenta de los
documentos aportados en la inspección judicial que una de las notas débito está firmada al
respaldo por el demandante y decía “pago obligaciones (…)”, ni la confesión del demandante
en la inspección judicial reconociendo que la negociación con los citados señores consistía en
que él pagaría las deudas que tenían con el Banco, y dar credibilidad a la afirmación del actor
según la cual la mencionada firma se estampó con posterioridad a la realización de los débitos,
máxime cuando el demandante jamás presentó reclamación ante el Banco, no excepcionó en el
ejecutivo y el mutuo se ejecutó.
El tribunal, basó sus conclusiones en la apreciación ponderada de las pruebas del proceso, sin
encontrar la prueba ofrecida sobre la autorización para debitar los dineros el mismo día de su
realización para cancelar las obligaciones de terceros.
Al efecto, valoró las probanzas relativas a la asunción de deuda por el demandante de las
obligaciones contraídas a favor del demandado por los señores (…), situación que se regularía
por los artículos 1385 del Código de Comercio y el artículo 28 del reglamento del contrato de
cuenta corriente, por convertirse el actor en deudor del Banco por dichas sumas, la negativa
del Banco y sus funcionarios en las instancias y diligencias anteriores del conocimiento de las
tratativas existentes entre (…) y los (…) (en la contestación de la demanda, al calificar como
“no ciertos” los hechos 3 y 10 [fls. 113-114 cdno. principal]; en los alegatos de conclusión
[fls. 178-179, cdno. ídem], y en la sustentación de la alzada [fls. 14-16, cdno. de 2ª instancia]);
respecto de las firmas colocadas al respaldo en las notas debito, coincidió con “ el a quo al no
otorgarle a tal firma el carácter de autorización, pues si bien no está prevista alguna formalidad
especial para expedir estas autorizaciones, la recta razón apunta a que, por lo menos, dicha
expresión de voluntad debe ser expresa, clara e inequívoca, con lo cual no queden dudas sobre
el querer del titular de la cuenta, lo que no ocurre en este caso donde se trata de una simple
firma puesta sobre el documento, que, además de todo, por obvias razones, fue consignada en
el certificado de transacción después de que la operación fuera realizada y que no expresa ni
tampoco indica la voluntad del actor de permitirle al Banco que dispusiera del dinero
depositado en cuenta corriente”, cosa que hizo “de manera inconsulta, en desmedro de los
intereses del cliente” debiendo en realidad “adoptar las cautelas necesarias para obtener una
autorización expresa que le permitiera debitar los dineros (…) y no reducirse a la simple
suscripción en el reverso que puede denotar una variada significación, como, por ejemplo, dar
noticia de que así se había procedido, sin que por ello haya lugar a inferir que se autorizó,
previamente, la deducción automática” (fl. 88-89, cdno. de 2ª instancia); la acreditación de la
autorización es un hecho que la demandada al contestar el libelo anuncia probará, motiva su
inconformidad en la alzada y ahora disputa en casación, pero que en ningún momento prueba
fehacientemente, pues se apega a una rubrica que, tanto a quo como ad quem ya han valorado,
desechando su aptitud para ser considerada una manifestación inequívoca y explícita de la
voluntad del cuenta habiente; además, una de las evidencias consideradas por el tribunal como
fundamentales, la “respuesta de un derecho de petición elevado a Bancafé (F 77-78) donde la
entidad manifestó que no tiene ningún documento en el cual se autorice realizar esta
transacción o alguna de ese tipo [débitos]” (fl. 92, cdno. de 2ª instancia), quedando incólume,
por tanto la providencia atacada al no estar demostrado el yerro imputado.
6. Finalmente se cuestiona al juzgador por omitir la certificación de la demandada según la
cual la tarjeta de crédito No. 05404117458 pertenece a (…), desdibujando la declaración del
actor de no pertenecer a él ni a los (…) y evidenciando su deslealtad y mala fe.
El ad quem no desconoció que la tarjeta de crédito perteneciese a (…), indicando a folio 85 del
cuaderno de segunda instancia, 18 del fallo: “entre las pruebas (…) se encuentra verificado
(…) se debitó la suma (…) y se canceló la tarjeta de crédito de una persona llamada (…)”.
De esta manera, “partiendo de la base de que la discreta autonomía de los juzgadores de
instancia en la apreciación de las pruebas conduce a que los fallos lleguen a la Corte
amparados en la presunción de acierto, es preciso subrayar que los errores de hecho que se
les endilga deben ser ostensibles o protuberantes para que puedan justificar la infirmación
del fallo, justificación que por lo tanto no se da sino en tanto quede acreditado que la
estimación probatoria propuesta por el recurrente es la única posible frente a la realidad
procesal, tornando por lo tanto en contraevidente la formulada por el juez; por el contrario,
no producirá tal resultado la decisión del sentenciador que no se aparta de las alternativas de
razonable apreciación que ofrezca la prueba o que no se impone frente a ésta como
afirmación ilógica y arbitraria, es decir, cuando sólo se presente apenas como una
posibilidad de que se haya equivocado. Se infiere de lo anterior, entonces, que cualquier
ensayo crítico sobre el ámbito probatorio que pueda hacer más o menos factible un nuevo
análisis de los medios demostrativos apoyados en razonamientos lógicos, no tiene virtualidad
suficiente para aniquilar una sentencia si no va acompañado de la evidencia de equivocación
por parte del sentenciador, error que, según lo precisa el artículo 368 del Código de
Procedimiento Civil, debe aparecer de manifiesto en los autos lo que equivale a exigir que sea
palmario; ‘... si el yerro no es de esta naturaleza, prima facie, si para advertirlo se requiere
de previos y más o menos esforzados razonamientos, o si se manifiesta apenas como una
posibilidad y no como una certeza, entonces, aunque se demuestre el yerro, ese suceder no
tendrá incidencia en el recurso extraordinario...’” (G. J. Tomo CXLII, pág. 242), (Sentencia
No. 006 del 16 de marzo de 1999, expediente 5111).
El cargo no prospera.
CARGO TERCERO
1. Acusa recta vía, la violación de los “artículos 82, 305, 306, 332 del Código de
Procedimiento Civil, que, además sirvieron de violación medio de las siguientes normas
sustanciales: artículos 2221, 2222, 2224 del Código Civil, y en relación con los anteriores, los
artículos 822, 1163, 1164, del Código de Comercio, y artículo 99 de la ley 45 de 1990 y en
relación con los anteriores, el artículo 1546 del Código Civil. En relación con los anteriores,
artículos 1382, 1385, del Código de Comercio. En relación con los anteriores el artículo 830
del Código de comercio. En relación con los anteriores, artículos 1602, 1603, 1608, 1613,
1614, 1615,1626, 1626 (sic), 1627, del Código Civil”.
2.Inicia con las “premisas o fundamentos netamente jurídicos” (fl. 55-57, cdno. de la Corte) en
los que se basó el Tribunal para acceder a las pretensiones de la demanda: la identificación de
las partes del proceso, siendo la activa una de las partes de los contratos de mutuo y cuenta
corriente bancaria, y la pasiva la institución financiera que con su actuar incumplió –
supuestamente- dichos contratos; la existencia de defectos adjetivos y ambigüedades que
hicieron necesaria la interpretación de la demanda; la insuficiente hermenéutica del libelo por
parte del a quo, quién se limitó a despachar favorablemente la pretensión subsidiaria sin haber
realizado previamente una declaratoria de responsabilidad; el recto entendimiento que del
escrito introductor creyó hacer –el ad quem-, de acuerdo con la lógica jurídica y los hechos
planteados, al considerar que lo pretendido comprendía una declaratoria de responsabilidad
bancaria, encausando el proceso en tal dirección; el soporte de tal responsabilidad en la teoría
del abuso del derecho; los límites dentro de los que el Banco ha de ejercer sus derechos con
relación al contrato de cuenta corriente bancaria; la acreditación del elemento objetivo del
abuso del derecho por la disposición inconsulta de fondos que hiciere la entidad financiera,
sobre los dineros que se encontraban en la cuenta corriente del actor, “sobrepasando los
límites del derecho de custodia y disposición temporal de los dineros (…)”; la presencia del
elemento subjetivo del abuso del derecho, configurador de “la ilegitimidad del proceder de un
profesional (…)”, pues la causa que motivó a la pasiva a retirar de la cuenta del actor, de
manera inconsulta, las cuantías denunciadas, resultó ajena a la función y objeto del contrato de
cuenta corriente, ilegítima y perjudicial para el demandante; el origen de la responsabilidad de
la demandada en el abuso del derecho que le otorgaba el contrato de cuenta corriente bancaria,
su proceder inconsulto que deriva en la responsabilidad contractual, el incumplimiento del
contrato de cuenta corriente, y la determinación del monto de la indemnización.
3. Afirma que “estos argumentos jurídicos del tribunal no son acertados” (fl. 57, cdno. ídem),
censurando el desconocimiento del alcance jurídico de la acumulación de pretensiones; la cosa
juzgada material; los principios del contrato de mutuo, y las normas que regulan el contrato de
cuenta corriente bancaria, y las implicaciones del principio del abuso del derecho en el sub
examine, así:
a)Sobre el alcance jurídico de la acumulación de pretensiones, transcribe las pretensiones de la
demanda para luego describir, desde la perspectiva de la jurisprudencia de casación, la
acumulación objetiva de pretensiones y sus distintas clasificaciones –simple, alternativa,
accesoria o sucesiva y subsidiaria o eventual-, coligiendo, igualmente, que lo esgrimido como
petición subsidiaria (impartir la orden al demandado para que reingresare los dineros a la
cuenta corriente) y así entendida por el fallador, “no es una pretensión autónoma, sino una
pretensión accesoria o sucesiva o consecuencial” (fl. 59, cdno. de la Corte), habida cuenta de
estar su prosperidad supeditada al éxito de la primera súplica, es decir, a la resolución del
contrato de mutuo por disposición inconsulta de fondos, ello por que la demanda plantea
varias solicitudes fincadas en la misma causa petendi, “el incumplimiento de un contrato de
mutuo por disposición inconsulta de fondos en la cuenta corriente” (fl. 59, ídem); es así como
el desacierto del Tribunal, “acerca del análisis jurídico de las pretensiones de la demanda”,
consistió en considerar la segunda pretensión como autónoma y de responsabilidad bancaria,
cuando ésta no tenía tal calidad.
b) Tratándose de la cosa juzgada material, con jurisprudencia de esta Sala, advierte que el ad
quem, a pesar de haberse percatado de su “existencia” con ocasión del proceso ejecutivo de
marras, desconoció sus efectos (fl. 61, cdno. de la Corte); cita las mismas probanzas (fl. 60,
cdno. ídem) que puso de presente al desarrollar el segundo cargo, las contenidas en el
cuaderno de prueba trasladada No. 3: el mandamiento de pago librado por el Juzgado 5 Civil
del Circuito de Manizales (fls. 13-15); su notificación al demandado sin que propusiese
excepciones (fl. 17), y la sentencia ordenando seguir adelante la ejecución por ausencia de
excepciones de (…) (fls. 18-22), concluyendo que la falta de interposición de excepciones
por el deudor y la sentencia proferida, la posible discusión sobre el incumplimiento del
contrato de mutuo por “disposición inconsulta de fondos” quedaba “zanjada”, no siendo
factible sostener con posterioridad que “el Banco impidió en forma abrupta el goce del dinero
al mutuario, dando al traste con el objeto del contrato y, por consiguiente, con el contrato
mismo, pues entre los elementos esenciales de todo contrato se encuentra la existencia de
objeto y de causa, y el objeto del contrato de mutuo o préstamo de consumo no es otro que
obtener el goce y disposición de una cosa fungible, en este caso dinero, situación que en el
caso examinado nunca ocurrió” (fl 61, cdno. de la Corte), máxime si se tiene en cuenta el
silencio de (…) en el proceso ejecutivo, no pudiendo –de manera desleal y contraria a la buena
fe- “controvertir ahora lo que no hizo oportunamente” (fl 62, cdno. ídem), para cerrar
indicando que lo anterior demuestra que el juez de alzada “desconoció los alcances jurídicos
de la cosa juzgado por razón de la sentencia y actuaciones surtidas en el proceso ejecutivo con
acción mixta iniciado por (…) contra (…)”. (fls. 62-63, cdno. ibídem).
c) Con la normatividad y jurisprudencia atinentes a los principios rectores del mutuo
mercantil, concluye que el perfeccionamiento de dicho negocio jurídico es real, siendo
admisible tanto la entrega material u ordinaria como la simbólica –característica de las
operaciones financieras- (fls. 63-67, cdno. de de la Corte), considerando errada la
“argumentación” del Tribunal según la cual la disposición inconsulta de fondos –por parte del
mutuante-, hizo que éste incumpliera el contrato de mutuo, pues a diferencia de ello, “sí
existió contrato real de mutuo, y por consiguiente no hubo incumplimiento del Banco (…)”
pues al abonar los dineros en la cuenta del mutuario, “efectuó la tradición, único requisito para
hacer nacer a la vida jurídica el mutuo celebrado por las partes” (fl. 67, cdno. ídem).
d) Cita pronunciamientos de la Sala para enrostrar al fallador la violación del artículo 1385 del
Código de Comercio que autoriza al Banco para debitar o acreditar de la cuenta corriente, por
razones similares a las expuestas el cargo anterior.
e) Indica que la argumentación del ad quem, por demás equívoca, se encuentra ligada al
desconocimiento de los efectos de la cosa juzgada implícita atrás descrita (fl. 68, ídem), por
ser evidente la “legalidad de la operación que hizo (…) al debitar los fondos de la cuenta
corriente bancaria del demandante en aplicación del artículo 1385 del Código de Comercio”,
con base en la existencia del proceso ejecutivo “y no proponer excepción alguna (…) que
enervara la pretensión de cobro, incluyendo por supuesto la disposición inconsulta de fondos
que jamás allí fue invocada, y habiéndose dictado sentencia que ordenaba seguir adelante con
la ejecución” (fl. 68 ibídem).
f) Precisa que no puede hablarse de abuso del derecho, responsabilidad bancaria e
indemnización, por cuanto el demandado no se extralimitó en sus funciones ni incumplió los
contratos de mutuo mercantil y de cuenta corriente bancaria.
5. Finaliza el cargo entrelazando los errores denunciados con las normas supuestamente
violadas, indicando que los artículos 82, 305, 306 y 332 del Código de Procedimiento Civil
fueron vulnerados por el desconocimiento de los principios sobre acumulación de
pretensiones, los efectos de cosa juzgada del proceso ejecutivo surtido entre las partes, y la
tergiversación jurídica de las pretensiones de la demanda; los artículos 740, 2221, 2222, 2224
y 1546 del Código Civil, 822, 1163 y 1164 del Código de Comercio, y 99 de la Ley 45 de
1990, por la ignorancia de la condición de contrato real predicable del mutuo mercantil,
quedando con ello establecido que “al haber acreditado (…) el producto del préstamo en la
cuenta corriente bancaria del demandante no incumplió ninguna obligación derivada del
mutuo y por consiguiente no era viable la condena por una supuesta e inexistente
responsabilidad bancaria como sin ningún fundamento lo dijo el Tribunal” (fl. 69, cdno. de la
Corte); los artículos 1382 y 1385 del Código de Comercio, por omitir que el Banco puede
debitar de la cuenta corriente “el importe de obligaciones que asume o tiene el depositante
frente” a él, y que por consiguiente, “no hubo disposición inconsulta de fondos, sin que el
demandante hubiera propuesto esta excepción ni ninguna otra en el proceso ejecutivo (…)”; el
artículo 830 ídem, por que al haber actuado la demandada con apego a la buena fe, dentro de
los límites de sus derechos y no haber dispuesto inconsultamente de los fondos, no podía
condenársele por tales conceptos –“como sin fundamento lo dijo el Tribunal”, y los artículos
1602, 1603, 1608, 1613, 1614, 1615, 1626 y 1627 del Código Civil, por desconocer el fallo
que los contratos son ley para las partes y han de ser ejecutados de buena fe, tal y como lo hizo
la demandada en los dos negocios jurídicos celebrados con la actora.
CONSIDERACIONES
1. El tribunal, según quedó dicho, interpretando razonablemente el encabezado del libelo y sus
fundamentos fácticos, concluyó el ejercicio de la acción y la formulación de la pretensión para
obtener la declaración de responsabilidad bancaria derivada de la inconsulta disposición de los
fondos depositados en la cuenta corriente del demandante fruto del contrato de mutuo y no por
incumplimiento de éste.
2. La disputa a propósito del carácter autónomo o subsidiario de la pretensión sobre la
perspectiva del error jurídico, en rigor plantea una divergencia sobre la interpretación de la
demanda y, por consiguiente, una censura por yerro fáctico, sobre cuyo particular son
bastantes las consideraciones antedichas al decidirla.
Otro tanto acontece con el desconocimiento de los principios y normas del contrato de mutuo,
de la cual concluyó el juzgador sustentado en la pruebas la disposición inconsulta de fondos
sin autorización alguna, derivando la responsabilidad al margen del expresado negocio
jurídico, y lo propio ocurre con la aparente vulneración del artículo 830 del Código de
Comercio al condenar por abuso del derecho a la demandada, a pesar de no haber existido
extralimitación de su parte ni incumplimiento en relación con los contratos de mutuo mercantil
y cuenta corriente bancaria, que concluyó el juzgador, exempli gratia, “se encuentra
configurada y probada la responsabilidad del Banco por abusar del derecho […] se
encuentra probado el incumplimiento, por causa imputable a la entidad demandada” (fls. 89
y 92, cdno. de 2ª instancia).
3. En cuanto a la conculcación del artículo 1385 del Código Civil y demás normas
reguladoras del contrato de cuenta corriente bancaria, el tribunal no pasó por alto que cuando
un Banco es acreedor del cuentacorrentista, la ley lo legitima para debitar el importe de dichas
obligaciones de la cuenta, pues encontró, que esa condición de acreedor no le permitía que “el
mismo día que puso los fondos su cuenta corriente [cuenta del convocante]” debitara “gran
parte de éstos” –tal y como lo señala el impugnante (fl. 68, cdno. de la Sala), porque la
expresada autorización no se extiende al pago de obligaciones contraídas por terceros para con
la institución bancaria, salvo que se haya impartido de manera expresa, sin encontrar prueba
de la misma, más si su ausencia conforme a la respuesta del Banco al derecho de petición
elevado por el demandante.
4. Relativamente al desconocimiento de los efectos de la cosa juzgada, del contrato de mutuo
y su incumplimiento, ha de iterarse lo expuesto, en cuanto el tribunal concluyó soportando en
la interpretación de la demanda y en las pruebas, la responsabilidad de la entidad bancaria no
en el incumplimiento del contrato de mutuo, sino en el debito inmediato e inconsulto de los
dineros consignados en la cuenta corriente bancaria para imputarlos a obligaciones de terceros,
soporte medular del fallo.
5. Como corolario de cuanto se ha expuesto, no obstante la respetable argumentación de la
recurrente en casación, impónese la improsperidad de la censura.
El cargo no prospera.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 11 de
octubre de 2007, proferida por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Manizales, en el proceso ordinario de (…) contra el Banco (…) sucursal Neira (Caldas).
Costas del recurso a cargo de la recurrente. Tásense.
Cópiese, notifíquese y devuélvase el expediente al Tribunal de origen para lo pertinente.
(…).»
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