Los principios ideológicos y la acción política de la masonería en

Anuncio
Los principios ideológicos
y la acción política de la masonería
en los inicios de la independencia
de México, 1821-1828
Héctor Díaz Zermeño
•
RESUMEN
En este artículo tratamos de mostrar cuáles fueron los principios ideológicos o místicos de
la masonería, para diferenciarlos de la visión historiográfica de autores no masones, empleando tanto fuentes primarias como secundarias para terminar con autores mexicanos
considerados clásicos.
Iniciamos con la fundación de las logias de carácter político más importantes, tomando
como base lo que autores masones como José María Mateos y Luis J. Zalce y Rodríguez nos
dicen sobre su impacto, relacionados con otras fuentes de información para tratar de aclararnos a los no masones su gran importancia en la época previa e inmediata a la independencia
de México.
PALABRAS CLAVE
Masonería. Principios ideológicos. Acción política. Reflexiones de autores clásicos.
ABSTRACT
In this article we try to show the ideological or mystical principles of masonry, in order to
differentiate them from the historiographical vision of non-mason authors, using both primary and secondary sources, and finally we end this article with Mexican authors, who are
considered classic.
We begin with the foundation of the most important political lodges, basing on what mason authors like Jose Maria Mateos and Luis J. Zalce y Rodriguez tell us about their impact, in
relation to other sources of information to try to clear out to those who are not mason their
great importance in the time before and immediately after the Independence of Mexico.
KEY WORDS
Masonry. Ideological principles. Political action. Reflexions of classical authors.
Introducción
rito escocés, antiguo y aceptado, que continúa
sus trabajos. Mateos añade que las tendencias de
los fundadores de la masonería en México eran
liberales en el sentido español, es decir, permitiendo su participación sólo a los mexicanos que
pertenecían a familias nobles y españolizadas. Sin
embargo, estos últimos se convencieron de que
era preciso que la sociedad adoptara un programa político que hiciera fructíferos sus trabajos.
Así, en contra de la prohibición que establecían
los estatutos masónicos para promover en logia
cuestiones religiosas o políticas, fijó su programa
sobre la base del sistema representativo y la reforma del clero.
Otra de las sociedades secretas de este periodo, que en apariencia no fue masónica, según la
diferencia que hace Virginia Guedea, pero que
tuvo injerencia durante la lucha independentista
fue la de los Guadalupes, una de cuyas características fue
Comenzaremos por la definición y algunos aspectos que caracterizan a la masonería según José
María Mateos, para luego pasar a una síntesis de
su influencia histórica en la vida política de México entre 1821 y 1828. Mateos será la base de esta
reflexión porque parece ser la fuente historiográfica más clara y confiable dentro de lo poco que
se conoce de las sociedades secretas de la época.
Las opiniones del doctor Ricardo Chism y la de
Luis J. Zalce y Rodríguez son escuetas. Las confrontaremos con las de escritores clásicos, como
Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora y Lucas
Alamán. También emplearemos obra de autores
contemporáneos que resultan fundamentales por
sus investigaciones relacionadas con este tema:
Virginia Guedea, Michael P. Costeloe, Harold D.
Sims, Romeo Flores Caballero, Ruth Solís. A los
que añadimos, aunque sea de forma mínima, a
Juan de Dios Arias, en México a través de los siglos, y a un escritor imprescindible del siglo xix,
Justo Sierra.
su vinculación con grupos insurgentes que pretendieron consolidar el movimiento dándole una
organización política y una coordinación militar.
Aparentemente surgió esta asociación poco después de septiembre de 1810 con el nombre de El
Águila e integrada por varios individuos de la ciudad de México que deseaban colaborar con el movimiento insurgente, sus actividades comenzaron a
cobrar importancia y a llevarse a cabo de manera
coordinada a partir del establecimiento en Zitácuaro de la Suprema Junta Nacional Americano.
Principios fundamentales
Según Mateos: “Se puede definir la masonería como el punto de reunión de una clase de hombres
unidos entre sí por los lazos de la estimación y la
amistad; cuyos trabajos se reducen a arrancar al
hombre del estado de la barbarie, para conducirlo
al de civilización, y civilizado llevarlo a la perfección pasándolo por el crisol de las pruebas, que
haciéndolo virtuoso lo hacen feliz”.
De 1821 a 1825
Durante 1821, ya consumada la independencia,
las logias que “sólo debían ser la escuela de la filosof ía y el asilo de los desgraciados, olvidando
su origen y preceptos, vinieron a convertirse en
centros de planes políticos, que ya sin embozo se aplicaban”. Los mexicanos comenzaron a
Fundación de las logias en México
y sus tendencias: 1806-1820
La masonería fue introducida en México en
1806. Luego de promulgarse la constitución española, en 1812, y la llegada de tropas de la península se estableció en 1813 la masonería en la
América Septentrional, bajo la denominación de
Ibid., pp. 20-21.
Virginia Guedea, “Las sociedades secretas durante el
movimento de independencia”, en Jaime E. Rodríguez O.
(comp.), The independence of Mexico and the creation of
New Nation, Los Ángeles, ucla, Latin American Center
Publications, 1989, pp. 50-51.
José María Mateos, op. cit., p. 22.
José María Mateos, Historia de la masonería en México,
México, s.e., 1884, p. 15.
Ibid., p. 16.
Mateos opina que los hechos aquí sintetizados
fueron causa de los actos de felonía, de injusticia y
proscripción que entonces tuvieron lugar, [y] dio
motivo a que una masa considerable de descontentos que deseaba una organización cualquiera para
restablecer el orden, se mostraba de una manera
inequívoca, y entonces también aprovechando esta
oportunidad treinta y seis masones se reunieron con
objeto de establecer en la república el rito de York,
creyendo de este modo consolidar la libertad.
abandonar sus logias iniciales y se congregaron
a la división del general Nicolás Bravo: “donde se
formaron las primeras LL. de Escocia puramente
mexicanas; ellas fueron el núcleo de las que después se difundieron por toda la república; y este
fue el principio del partido del progreso en aquella época, compuesto de un número muy corto
de personas, para contrarrestar al clero que era el
enemigo más temible que se presentaba”.
Agustín de Iturbide consumó la independencia, pero al ver la oposición que representaba el
partido del progreso
Hasta aquí, a través de Mateos, quedan claros
la definición, fundación, desarrollo inicial, objetivos, trabajo e influencias de las dos logias que
jugaron un papel importantísimo como partidos
políticos en la primera etapa de la independencia
de México. Su existencia y labor queda verificada
por José María Mateos, fundador del rito nacional mexicano.
Mientras ocurría lo anterior, al ojo crítico
de Justo Sierra no podía escapar la actividad de
Lorenzo de Zavala en torno de Iturbide y la instauración de un gobierno liberal. Escribió sobre
Zavala que era un ambicioso y audaz; su ideal político consistió en aclimatar en México las instituciones parlamentarias de tipo sajón, del que era
cometió la gravísima falta de proclamarse emperador, y disolvió el Congreso. Las logias entonces se
redoblaron y a sus esfuerzos el trono se desplomó
y se proclamó la república, la cual por ser central
no estaba en armonía con los intereses de las provincias ni con los deseos de sus autoridades que
querían la federación, por la que por fin se pronunciaron y esto obligó al Congreso a dejar el puesto.
Sustituida la voz “imperio” con la de “repúbli-
Ibid., pp. 22-23.
Ibid., pp. 23-24.
Ibid., p. 24.
Humanidades
ca”, y agregada a ésta la palabra federación, se creyó
que se había conseguido todo, y no se pensaba que
este todo estaba envuelto en graves dificultades,
rodeado de resistencias y tan en oposición con lo
que se quería mantener, que la lucha del progreso
y el retroceso tomaría unas proporciones formidables, y fijaría a las personas en los respectivos puestos y se prepararían a la lucha, como efectivamente
sucedió.
Las LL. escocesas mexicanas lograron en las
elecciones una mayoría bien pronunciada contra el
clero, y las escocesas españolas perdieron el punto
de su organización, y después la elección de presidente [Guadalupe Victoria] y con ella su importancia; y por sólo este hecho dejaron de reunirse,
comenzando a confundirse sus miembros en la
masa nacional, de manera que en 1825 habían casi
desaparecido de la faz de la república.
entusiasta devoto; pero para preparar el camino
juzgó necesario acabar con la influencia del elemento español en la nueva nación, destruyendo
los privilegios de las clases hasta entonces directoras. Tal fue el programa del partido liberal en
México y por todo ello Sierra consideró a Zavala
como uno de sus fundadores próceres.
Con Iturbide en el exilio y los escoceses perdiendo fuerza, según Mateos el momento pareció adecuado para realizar el proyecto del cura
Alpuche, después de la revolución iniciada en
Veracruz por Santa Anna y reafianzada con el
Plan de Casa Mata. De todo ello, según don Justo,
resultaron dos partidos legalmente nulificados:
el mexicano imperialista y el hispanomexicano o
borbonista; y un hecho incontrovertible: la república, la cual estaba constituida por la parte más
culta de la oligarquía triunfante, el alto clero, los
principales jefes del ejército y los más ricos propietarios que querían una república a la francesa,
en la que la capital predominase y subordinase a
las provincias, lo que fluía naturalmente de los
sistemas virreinal e imperial, y que era quizá más
sensato y político. El Congreso se inclinó por este
modo de ver las cosas; el partido borbonista, al
desaparecer, se fundió en este grupo, que comenzó a llamarse centralista.
De esta forma políticos importantes como
Alamán, el padre Mier, Santa María, se pusieron a
su cabeza, sin precisar un programa, que más bien
se infería de su hostilidad más o menos abierta
al partido federalista. A este grupo prestaron su
apoyo los elementos conservadores del país, entre ellos el que era dueño de casi todo el comercio
y de buena parte de la minería y la agricultura:
el español. De esto resultó un fenómeno político
curioso: el partido reformista, que comenzaba a
dibujarse netamente por su incompatibilidad con
los españoles y los grupos privilegiados preponderantes en el centro, a quienes consideraba como el principal obstáculo para realizar sus miras,
los jacobinos (así les llamaba el padre Mier), en
lugar de ser centralistas, como en Francia, fueron
federalistas y proyectaron una república calcada
en la norteamericana, cuya constitución apenas
si la habían estudiado. Ramos Arizpe, Zavala,
Gómez Farías, Sánchez y otros trataron de organizar este partido, contando con el iturbidismo
como auxiliar poderoso, que atizaba en todos los
ámbitos del país el espíritu localista.10
A lo anterior hay que mencionar que en esta
época estuvieron a la orden del día los impactantes impresos de José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, algunos de los cuales le
costaron su excomunión por defender a los masones y de los cuales tenemos que mencionar por
lo menos uno de ellos, donde subrayaba que
la masonería no es una secta; es una orden caballeresca como la de los templarios y carboneros, como
las de las cruzadas, etc., o si se quiere congregación
de tolerantes, en la que a excepción del ateo, se reciben por individuos a cuantos tienen voluntad de
serlo y disposición para obedecer sus estatutos...
La masonería, señor provisor, a lo que entiendo, no
es más que un coco con que se ha espantado a los
niños por no tener valor de examinarla de cerca.11
De esta forma, y retomando nuestro hilo cronológico, en 1824 antes de la promulgación de la
Constitución, según Sierra, se realizaron las elecciones presidenciales. Los políticos se proporcionaron mandatos electorales de las clases pasivas y
mudas y con beneplácito general resultaron electos Victoria y Bravo para presidente y vicepresidente. Las cámaras se integraron con lo mejor
que había entonces en los partidos. La Suprema
Corte se compuso de magistrados altamente probos y respetados, bajo la presidencia del anciano
ex corregidor de Querétaro, Domínguez, logrando que el país entrara en un ritmo normal. Desde
entonces se hizo evidente una máxima de política
práctica: “cuando los sueldos se pagan, las revoluciones se apagan”.12
Ibid., pp. 183-184.
Citado por Ruth Solís Carricarte, Sociedades secretas en
el primer gobierno republicano (1824-1828) (según el Diario Histórico de Carlos María de Bustamante), México,
asbe, 1997, p. 60.
12
Justo Sierra, op. cit., p. 189.
10
11
Justo Sierra, Evolución política del pueblo mexicano,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977
(Obras Completas, XII), p. 180.
3, Lorenzo de Zavala; 4, Félix Aburto; 5, Agustín
Biseca. Dada la categoría y la capacidad de los
hombres que se fueron afiliando, Mateos asevera
que llegaron a formar un poder formidable, que
llegó a causar recelo al presidente Victoria.15
Para Juan de Dios Arias, en México a través
de los siglos, lo que pudo estimarse grave y de
trascendentales efectos fue el desarrollo de la
masonería. Se creyó que los masones escoceses,
ya derrotados y casi nulificados por la elección
del presidente Victoria, trabajaban en destruir el
orden existente, conspirando unos por la realización del Plan de Iguala y otros por el centralismo.
Esta creencia dio motivo al establecimiento del
rito de York, que sería el antagonista del escocés.
Vencidos los escoceses, al verificarse la elección
de Victoria le ofrecieron obediencia y apoyo. Victoria desconfió y no sólo no dio crédito a sus ofrecimientos sino que entró en el plan de la nueva
asociación que bajo las fórmulas del rito de York
se estableció con el título de La Águila Negra.16
Michael Costeloe —tal vez hasta ahora el escritor más erudito en la materia en esa época—
observa que varios autores señalan a Guadalupe
Victoria comprometido en la instigación y fundación de varias logias y que todo parecería indicar
que lo hizo persiguiendo una política de amalgamación. Durante 1825 se hizo blanco de críticas
por el carácter aristocrático de su gobierno, sintiendo celos de Alamán y animadversión contra
los escoceses, en particular contra Bravo, a quien
llegó a considerar más un rival que un colega.
Como haya sido, lo más significativo es que entre
sus amigos personales y consejeros se encontraran algunos de los miembros fundadores de los
yorkinos, como Esteva, Tornel y Guerrero.17
Costeloe concluye que la identidad de los
yorkinos resulta oscura. Su programa no era explícito, pero no hay duda de que el aspecto masónico se convirtió en una fachada, aunque no
José María Mateos, op. cit., pp. 25-26.
Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, Estados Unidos de Norteamérica, 17ª. ed., México, Cumbre,
vol. vii, s.a., p. 131.
17
Michael Costeloe, La primera república federal de México (1824-1835), México, Fondo de Cultura Económica,
1975, pp. 51-52.
15
16
Ibid., p. 190.
Lucas Alamán, Historia de México, vol. v, México, Jus,
1969, p. 824.
13
14
Humanidades
El presidente Victoria, que al principio había
mantenido al ministerio conservador presidido
por Alamán, lo transformó en otro de federalistas
exaltados, como Ramos Arizpe, y liberales moderados, como Gómez Pedraza, pero el tono general del gobierno fue resueltamente antiespañol.
Explotando la inminencia del peligro nacional,
inflando ciertos conatos de conspiración de algunos españoles hasta convertirlos en horrendos
crímenes, con injusticia castigados con la muerte, el partido radical quiso no sólo la separación
de los españoles de los empleos públicos sino
que, considerándolos el principal obstáculo a la
reforma social (abolición de los privilegios) —en
lo que, por cierto, no andaba tan descarriado—,
sostuvo la necesidad de expulsarlos en masa y de
confiscar sus bienes.13
Ese grupo radical del que escribe Sierra fue el
liberal yorkino. Después del primer impulso del
rito escocés mexicano, prácticamente lo desapareció de la escena. Durante 1825 José María Alpuche, cura de una parroquia de Tabasco y senador
por ese estado, concibió la idea de formar el rito
de York en México. La idea fue apoyada por Ignacio Esteva, ministro de Hacienda de Guadalupe
Victoria; por Miguel Ramos Arizpe, canónigo de
la catedral de Puebla y oficial mayor del Ministerio de Justicia; por el coronel José Antonio Mejía;
y otras muchas personas. De este modo se formaron cinco logias simbólicas que recibieron poco tiempo después las patentes reguladoras por
mediación de Joel R. Poinsett, entonces ministro
plenipotenciario de Estados Unidos.
Para Lucas Alamán, con Zavala y el cura de
Cunduacán, Tabasco, José María Alpuche, que
desempeñaba el empleo de senador, ambos separados de los escoceses a quienes habían pertenecido, se proyectó la formación de una masonería
diversa, que Poinsett les ofreció incorporar al rito
de York, preponderante en Estados Unidos.14
Esteva fue electo gran maestro y como venerables de las cinco logias los siguientes personajes: 1, José María Alpuche; 2, Vicente Guerrero;
hubiese sido así en un principio. En apariencia
la defensa de la independencia y la consolidación
de la federación se convirtieron en su programa
político fundamental. Seguirían dos etapas para
conseguir sus objetivos: la primera, obligar a dimitir del gobierno a centralistas —como Alamán
y De la Llave— para sustituirlos por yorkinos. La
segunda, el dominio del ejecutivo, lo cual afectaría las elecciones para el Congreso nacional y las
asambleas estatales que se celebrarían en verano
y otoño de 1826. De esta forma los yorkinos se
esforzarían por lograr el dominio del gobierno,
tanto a nivel nacional como estatal, lo que finalmente consiguieron, con el propósito de garantizar la independencia y la federación.18
Ante el predominio de la naciente logia yorkina, una mayoría de antiguos escoceses descubrieron que la sociedad ya no sostenía sus opiniones
o que su logia no había satisfecho sus intereses
personales de puestos y ascensos, por lo que
cambiaron de bando. De ello se derivó que su sociedad pareciera quedar reducida a un grupo aún
más aristocrático, que comprendía a centralistas
y proborbónicos que de ninguna manera se unirían al partido que parecía del pueblo.19
En el polo opuesto los gachupines más ricos
se afiliaron a la logia escocesa pues les parecía
el partido más cercano a sus intereses y les daba
mayores esperanzas de protección a sus bienes.
Así, los españoles eran la fortaleza y debilidad de
esa logia, aunque pareciera que le aportaban más
recursos financieros. También eran tema de discusión de los yorkinos, para quienes era clara la
hostilidad de la población contra los extranjeros.
De esta forma los escoceses llegaron a ser para
fines de 1825 el partido identificado con el centralismo, el borbonismo, los españoles y las clases
privilegiadas.20
políticos listos a luchar por el poder, al mismo
tiempo que para desprestigiase de manera recíproca a través de la prensa y de pasquines. El Sol
fue el medio de difusión de la logia escocesa y El
Águila Mexicana de la yorkina. En ese momento
tanto para el ministro Ward como para el viajero
inglés Hardy era manifiesto el enfrentamiento,
del cual se enteraban a diario por medio de esos
periódicos.21
El presidente Victoria, víctima de las circunstancias, trató de ganar adeptos y formar una sociedad con los antiguos patriotas, para oponerse
a los avances que con ayuda del clero realizaban
algunos españoles. Para ello, según Mateos, se
sirvió de un fraile, Simón Cruz, quien formó las
bases de la sociedad a la que se llamó Águila Negra, uniéndose por sus principios con los yorkinos, cobrando esa logia mayor fuerza.22
1826
Durante 1826, año de elecciones, la consolidación
de la república estaba en crisis, con dos partidos
Véase George H. Ward, Mexico in 1827, 2 vols., Londres,
1828; R. W. H. Hardy, Travels in the Interior of Mexico in
1825, 1826, 1827, and 1828, Londres, 1829.
22
José María Mateos, op. cit., p. 41.
21
Ibid., pp. 56-58.
19
Ibid., p. 59.
20
Ibid., pp. 59-60.
18
10
la manera más absoluta de lo que es la masonería
en su esencia. En un discurso del hermano M. Rud
Seydel, pronunciado en Leipzig en 1860, leemos
estos pensamientos: “Trabajar con mano infatigable, con ojo sereno y de acuerdo con todos sus
hermanos para obtener el ennoblecimiento moral,
debe ser el constante propósito de la humanidad,
y ese debe ser siempre el de nuestra asociación. El
masón debe ser una persona tranquila, sometida a
las leyes del país en que se halle establecido y no
debe tomar parte en los motines y conspiraciones
fraguados contra la paz y la prosperidad del pueblo,
ni dejarse arrastrar en ellos, ni mostrarse rebelde a
la autoridad inferior, porque la guerra, la efusión de
sangre y los trastornos políticos siempre han sido
funestos para la masonería”.28
Citamos ex profeso estas líneas de un masón para
que el lector no satanice a las logias escocesa y
yorkina, sino que pueda tener una visión objetiva. Zalce y Rodríguez así como reconoce la influencia de los masones también pone el punto
sobre las íes sobre sus principios inmanentes.
1827
Tras las elecciones para el Congreso de 1826, el
cese del escocés Camacho, enviado a Londres en
misión diplomática, y el nombramiento de Espinosa parecieron implicar que Victoria renunciaba a su política de amalgamiento en su gabinete y
sin embargo él, que recibía consejos contradictorios de todos lados, llegó a ser, en frase del Correo
de la Federación, de 1 de enero de 1827, “juguete
de todos”. No quedaban ministros de filiación escocesa y los yorkinos federalistas, representados
por éste y Arizpe, dominaban al ejecutivo al principiar 1827.
Ante este hecho, el 18 de enero de 1827 los escoceses, encabezados por un religioso español de
la orden de San Diego, Joaquín Arenas, se vieron
con Ignacio Mora, comandante general del Distrito Federal y del Estado de México, para promover la restauración del poder español en México
La masonería en México nació enferma y deformada. El morbo infeccioso de la política fue su lacra
congénita... Es lamentable, pero así fue el primer
periodo de la vida masónica en México. Nos resistimos a darle ese carácter porque tal vida difiere de
Ibid., p. 42.
Ibid., p. 44.
25
Michael Costeloe, op. cit., p. 63.
26
Ibid., p. 81.
27
Ibid., p. 85.
23
24
Luis J. Zalce y Rodríguez, Apuntes para la historia de
la masonería en México, México, Panamericana, 1950, pp.
94-96.
28
11
Humanidades
Los escoceses, por su parte, aumentaron su
número, creando otra sociedad llamada de los
Novenarios, que debería estar dirigida por sus
correligionarios. Nombraron para tal efecto a
nueve miembros, los cuales debían conseguir, cada uno de ellos, otros nueve, y así sucesivamente.
A ellos se unió buena parte del clero, debido a la
ofensiva que contra él desarrollaba el grupo yorkino.23 Los escoceses hicieron sus funciones a la
Virgen del Pilar de Zaragoza y los yorkinos a la
Virgen de Guadalupe.24
Victoria se vio incapacitado para controlar las
acciones de unos y otros, a tal grado que fue denigrado por ambos partidos y se vio obligado a irse
retirando gradualmente a Palacio Nacional, para
“llorar el acerbo destino que sus compatriotas parecían empeñados en imponer a la nación”.25
Para fines de octubre de 1826 en las elecciones del Congreso quedó firme la preeminencia de
los yorkinos en cuanto a diputados. En el Senado
los escoceses fueron más afortunados. En las legislaturas de los estados que fueron renovados los
yorkinos tuvieron éxito, excepto en Puebla y Veracruz, donde el otro partido siguió dominando.26
Sin embargo, a fines de ese año el hecho es
que ninguno de los dos bandos tenía un plan
político definido y hasta la cuestión ideológica
—centralismo contra federalismo— quedó relegada a un plano secundario y las cuestiones medulares sobre la reforma económica y social, la
legislación pendiente y el problema de la Iglesia
fueron ignorados.27
A posteriori, emitiendo un juicio histórico
sobre la época, otro de los historiógrafos de la
masonería en México, Luis J. Zalce y Rodríguez,
escribe:
y dar como resultado lo que se conoció como la
Conspiración de Arenas.
La lucha de los partidos se dio en las discusiones de los periódicos de cada cual, dando por
resultado la Ley de expulsión de los españoles,
aprobada por ambas cámaras el 10 de mayo de
1827. Ésta constituyó una derrota para los escoceses pues era innegable su asociación directa
con los españoles. La primera ley federal de expulsiones se dio el 20 de diciembre de 1827. Sin
embargo, los españoles más influyentes poco tuvieron que temer, pues sus contactos personales
y políticos les garantizaban la exención.29
Si bien —según Costeloe— la fundación de
los Novenarios corresponde a la etapa inmediata
posterior a la Conspiración del padre Arenas, y
Mateos la sitúa en 1826, durante 1827 esta asociación derivada de la escocesa emprendió un
nuevo impulso para lograr sus intenciones, afiliándose entre otros muchos los siguientes personajes: Nicolás Bravo, Miguel Barragán, Gabriel
Armijo, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Florentino Martínez, José María Luis Mora, Manuel
Crescencio Rejón, Mariano Tagle. El partido se
extendió por los estados de México, Puebla, Veracruz, Guanajuato y San Luis Potosí. Crearon un
periódico, El Observador de la República Mexicana, uno de cuyos redactores destacados fue José María Luis Mora.30
A pesar de la derrota, los senadores escoceses
no se sintieron fuera del juego político. Arremetieron el 23 de diciembre de 1827 con el Plan de
Montaño, en el que se formularon cuatro proposiciones:
Artículo 3º. El supremo gobierno, sin demorarse ni un instante, entregará al enviado de los Estados Unidos en esta república su pasaporte para que
abandone el país.
Artículo 4º. Esto será causa de que nuestra
Constitución y las leyes en vigor sean estrictamente observadas.31
El ataque había sido calculado para librar al gobierno de su dependencia de las logias yorkinas,
buscando además la destitución de los ministros
de corte antiescocés —Gómez Pedraza y Espinoza de los Monteros— y con la tirada de que
el Congreso federal, dominado por los yorkinos,
fuera declarado inconstitucional y así anular las
leyes antiespañolas.32
Mientras esto ocurría, en Otumba, Estado
de México, se reunieron militares para apoyar el
Plan de Montaño, pero pronto fueron reducidos
por Vicente Guerrero. Al atardecer del 1 de enero de 1828 Gómez Pedraza y Filisola controlaban
la capital, al mismo tiempo que Esteva y Tornel
eran nombrados, respectivamente, gobernador
del Distrito Federal y presidente de la Cámara de
Diputados.33
1828
Así llegamos a 1828, último del régimen de Guadalupe Victoria. Al iniciar enero y después del
fracaso en Otumba, Nicolás Bravo se rebeló en
Tulancingo, después de que el día 5 se fusiló al
padre Arenas y de que se hubiera recibido la adhesión de Santa Anna y Manuel Mier y Terán.
Bravo contaba con 300 hombres contra 2,000
de Guerrero, quien venció al primero el 8 de ese
mes.34 Al saberse la captura de Bravo, Santa Anna
y Barragán huyeron de Jalapa, sin tropas, siendo
capturados; dando como resultado la destrucción
del partido escocés. Aun así Santa Anna fue elevado al puesto de gobernador del estado.
Artículo 1º. El supremo gobierno presentará al Congreso general de la Unión el proyecto de una ley para
la supresión en la república de todas las sociedades
secretas, sea cual sea su origen o denominación.
Artículo 2º. El supremo gobierno destituirá
absolutamente a los actuales secretarios de Estado,
nombrando en su lugar a hombres de reconocida
probidad, virtud y mérito.
Harold Sims, La expulsión de los españoles de México
(1821-1828), México, Fondo de Cultura Económica, 1974,
p. 152.
32
Ibid., pp. 152-153.
33
Ibid., pp. 153-159.
34
Ibid., pp. 159-167.
31
Michael Costeloe, op. cit., pp. 87-113; Romeo Flores
Caballero, La contrarrevolución en la independencia de
México, México, El Colegio de México, 1973, pp. 84-116.
30
Michael Costeloe, op. cit., pp. 115-117.
29
12
35
36
ñoles fueron sustituidos por franceses, ingleses y
norteamericanos”.37
Desde el punto de vista político y luego de
las victorias yorkinas de principio de 1828, todo
parecía indicar que éste era el único partido que
favorecía la independencia y el sistema federal
y que el único que podía suceder a Victoria era
Vicente Guerrero. Sin embargo, la ambición de
Manuel Gómez Pedraza y sus negociaciones con
los personajes de la política más encumbrados,
asociados no al pueblo y su voto directo en las
elecciones presidenciales sino a los pocos legisladores estatales de quienes dependía la presidencia, le llevaron al triunfo por encima de Guerrero,
aunque por una mínima diferencia de 11 votos
contra nueve.
Según El Correo de la Federación Mexicana
en las elecciones se había dado el choque de la
facción aristocrática de Gómez Pedraza contra el
partido popular encabezado por Guerrero. Que
Gómez Pedraza representara a una minoría de la
elite lo hizo vulnerable a las acciones anticonstitucionalistas de individuos capaces de sostener
las pretensiones de la mayoría yorkina. El más
atento al desajuste fue Antonio López de Santa
Anna, quien jugando unas veces con los escoceses
y otras con los yorkinos se lanzaría a la rebelión
en contra de Gómez Pedraza, para derrocarlo y
encumbrar a Vicente Guerrero, quien inició su
periodo como presidente el 1 de abril de 1829.
Reflexiones de escritores clásicos:
1821-1828
Las logias tuvieron que ver con la vida política del
país del periodo en cuestión, como lo demuestran
los historiógrafos de la masonería. Para entender
y explicar su origen, objetivos, actividad y resultados, son más que necesarios los comentarios
que hicieron José María Luis Mora y Lorenzo de
Zavala, de cuyos escritos hemos entresacado lo
que consideramos más pertinente para sintetizar,
analizar y globalizar el contraste entre los principios y la acción como partidos políticos de las
logias masónicas entre 1821-1828.
Ibid., pp. 230-231.
Romeo Flores Caballero, op. cit., p. 115.
37
13
Ibid., p. 130.
Humanidades
La fracasada rebelión escocesa tuvo como
consecuencia que la Ley de expulsión principiara a aplicarse, aunque lentamente y con muchas
excepciones. Las consecuencias políticas, económicas y sociales comenzaron a sentirse.
El Diario de Carlos María de Bustamante señala que a principios de 1828 muchos españoles
salían de la capital. De abril a junio la firme determinación de Tornel, en el sentido de presionar
su salida, imitada por varios gobernadores antiespañoles, obligó a los peninsulares a buscar los
medios para permanecer en México y salvar sus
bienes. El matrimonio con una mexicana parecía
ser la solución para muchos de ellos. La estadística presentada por Sims sobre la aplicación de la
Ley de expulsión a fines de 1828 con base en el
resumen de los informes de los gobiernos federal y estatales, es muy ilustrativa sobre la realidad
ocurrrida:
De un total de 6,610 españoles las expulsiones
ordenadas fueron 1,779; las excepciones concedidas fueron 4,555; los casos ignorados o pendientes, 276. En otra estadística sobre el informe final
del Ministerio de Relaciones al Congreso sobre
la primera expulsión general de españoles fue:
expulsados, afectados por la ley: 420; expulsados, con las facultades otorgadas por el artículo
9: 352; exceptuados por los gobiernos estatales:
1,454; exceptuados por el gobierno federal: 523.35
Flores Caballero anota que analizados con las reservas con que se deben considerar los informes
oficiales, en especial durante esa época, las cifras
reflejan que uno de cada tres españoles estuvo
comprendido en la expulsión, sin que eso significara necesariamente que salieran del país.36
Flores Caballero subraya que en relación con
las repercusiones sociales y económicas de la
expulsión, los historiadores están de acuerdo en
que fue injusta, atroz, innecesaria y absurda. Que
el país sufrió “gravísimos daños”, “consecuencias
económicas fuertísimas”, “faltaron casi todos los
capitales”, “las bancarrotas se sucedieron, los capitales desaparecieron” y “los comerciantes espa-
El doctor Mora escribió:
tados y la necesidad imperiosa en que los pusieron
de reconocerlos por centro único y exclusivo de la
actividad política. Los estados y los poderes supremos, el clero y la milicia fueron todos más o menos
sometidos a la acción e influencias de uno u otro de
estos partidos.38
Cuando los Estados empezaron a organizar sus
poderes constitucionales encontraban al paso una
multitud de puntos en cuyo arreglo tropezaban sin
cesar con las pretensiones del clero y de la milicia;
las legislaturas expedían sus leyes, pero las clases
privilegiadas se dispensaban de cumplirlas, eludiéndolas unas veces y otras representando contra
ellas a los poderes supremos; en aquella época la
resistencia que se oponía a los Estados procedía casi exclusivamente del clero, los militares se habrían
entonces avergonzado de hacer causa común con el
sacerdocio, y aunque éste obtenía algunas decisiones favorables de los poderes supremos, las más de
ellas le eran adversas. Una lucha prolongada entre
fuerzas políticas que se hallan en conflicto natural
por su origen y por la oposición de sus tendencias
no puede mantenerse indefinidamente; ella ha de
terminar más tarde o más temprano por la destrucción de una o de otra. La constitución, pues, que
había creado una de estas fuerzas y querido mantener la otra, no podía quedar como estaba, y debía
acabar por sufrir una reforma fundamental. Esta
era la opinión general entre los hombres de Estado
que, en aquella época, no abundaban, y tampoco se
dudaba que la expresada reforma, supuesta la marcha de las cosas, debía ser en sentido del progreso.
Sin embargo, ni los hombres de este partido ni
los del retroceso tenían todavía un programa que
abrazase medidas fijas y cardinales; la imprenta periódica tampoco lo presentaba; y el resultado de esta
falta era que los que se filiaban por ambos lados no
sabían fijamente a qué atenerse, y se encontraban
frecuentemente discordes en el momento de obrar...
este orden de cosas vino a turbarse por ocurrencias
que desencajaron de sus cimientos el edificio social.
Dos partidos extra constitucionales aparecieron sobre la escena pública a fines de 1826, con el designio
de atraerlo todo a sí, desencajando de sus bases los
centros de actividad (estados, clero y milicia) y el
poder neutro moderador (gobierno supremo).
Los escoceses y yorkinos, tales como aparecieron este año y siguieron obrando en adelante hasta
la destrucción de ambos, tuvieron por primero y
casi único objeto las personas, ocupándose poco o
nada de las cosas; ellos trastornaron la marcha legal, porque de grado o por fuerza sometieron todos
los poderes públicos a la acción en influencias de
asociaciones desconocidas en las leyes; y anularon
la federación por la violencia que hicieron a los es-
En cuanto a los hechos, para 1825 a 1828, Mora
escribió:
Ya tenemos aquí un partido frente al otro, ocupados si no exclusiva a lo menos primariamente de las
personas, y sacrificando a ellas el progreso de las
cosas. La proscripción de los españoles, con todas
sus perniciosas consecuencias; las violencias en los
actos electorales; los pronunciamientos o rebeliones de la fuerza armada contra las leyes y las disposiciones de la autoridad constituyen la marcha
o, mejor dicho, el desconcierto administrativo en
los años de 1827 y 1828. De grado o por fuerza, las
legislaturas y gobiernos de los estados, lo mismo
que los poderes supremos, se vieron obligados a
dedicar su atención a tales ocurrencias, y se hallaron más o menos sometidos a la influencia de estas
pasiones desoladoras, puestos en acción por los
yorkinos y escoceses.39
Hasta aquí los puntos de vista globalizadores sobre las logias, como partidos políticos en México.
Si por otro lado examinamos la disquisición por
demás interesante que hace Lorenzo de Zavala en
dos de sus artículos publicados en Águila Mexicana, con fechas 19 y 21 de febrero de 1828, su
visión sobre las sociedades secretas y sus males,
coincide en varios puntos con Mora. Aquí, dada
la brevedad del espacio, sólo transcribimos el párrafo con que termina:
Hemos concluido por ahora de tratar esta materia
de un modo que sin duda no ha de tener la aprobación de muchos ciudadanos, que desgraciadamente deben toda su subsistencia a las sociedades
secretas, o las necesitan como a instrumentos para
sus miras particulares. Nada nos importa su voto:
José María Luis Mora, “De las diversas administraciones
que la república mexicana ha tenido hasta 1837”, en Obras
sueltas. Revista política. El Observador de la República
Mexicana, México, Porrúa, 1963, pp. 6-7.
39
Ibid., p. 10.
38
14
Si remontamos hasta los siglos en que tuvieron
su principio estas asociaciones, nos convenceremos de que su objeto primitivo fue el procurar a
los hombres la libertad de comunicarse las ideas
y opiniones que la intolerancia del gobierno o las
preocupaciones vulgares les prohibían manifestar
en público y a cara descubierta. Los misterios de
Isis en Egipto y los de Eleusis en Grecia, que son los
monumentos más antiguos que tenemos de semejantes asociaciones, convienen todos los escritores
juiciosos que de ellos hablan, haberse establecido
con el fin de propagar y hacer comunes en cuanto
fuese posible ciertas verdades de metaf ísica y moral
que no podían de luego y de golpe anunciarse a la
multitud, sumida de muchos siglos atrás en errores
los más groseros. Así es que se buscaban hombres
de carácter inflexible y de una fortaleza probada
que tuviesen bastante valor para sacudir el yugo de
las preocupaciones en que habían sido educados; y
para asegurarse de un modo inequívoco ser tales los
candidatos o pretendientes, se les hacía pasar por
pruebas terribles de que son un ridículo tremendo
las de nuestro masones de hoy día. Se les exigía el
secreto más profundo para cubrir con un velo impenetrable los medios de propagar estas ideas, que
llegarían a ser frustáneos desde el momento en que
se trasluciesen esas pequeñas ráfagas de luz. Como
no hay cosa que más una a los hombres que la conformidad de sentimientos y opiniones, todos los
que se habían iniciado en estos misterios se ligaron
entre sí del modo más estrecho, y para reconocerse
cuando llegaron a multiplicarse, adoptaron ciertos
signos convencionales, conocidos solamente de los
que profesaban los mismos principios...
Lo único pues que ha podido justificar la existencia de semejantes asociaciones ha sido la falta
de libertad y ellas han dejado de ser útiles desde el
momento en que ésta se ha obtenido por un régimen regular...
Entre nosotros ha pasado lo mismo, aunque no
con el exceso que en España, pues siempre hemos
sido más circunspectos; nadie duda que ciertas
medidas violentas, como la de facultades extraordinarias y otras de ese género que, por desgracia han
sido acordadas con alguna frecuencia, todas han sido efecto de las maniobras secretas de las logias...
El origen inmediato de nuestras desgracias no
ha sido otro por cierto que la contienda ruidosa de
dirijimos nuestra débil voz a la masa de la nación.
Reflexionen éstas en un momento de calma sobre
cuanto hemos dicho; arroje una mirada sobre la
conducta que han observado las sociedades secretas que han existido en su seno. Si ésta y sus resultados no son como hemos pintado, convenimos en
que nos tenga por unos semipolíticos visionarios.
Pero si no lo son, conozca que debe detestarlas, no
dejando que se le alucine, haciéndole creer que las
verdaderas causas de su felicidad consisten en quimera, que no pueden conducirla a otra cosa que a
su ruina.40
Regresando a Mora, en su Discurso sobre las sociedades secretas, sus reflexiones finales no son
tan radicales como las de Zavala: establecen el
equilibrio entre los objetivos de éstas, la forma
o medios de obtenerlos y deja sabios consejos a
los dirigentes políticos, para el buen gobierno de
cualquier Estado, en su acepción más amplia.
Lorenzo de Zavala, Obras. El periodista (del Águila
Mexicana), México, Porrúa, 1966, p. 155.
40
15
Humanidades
De este Discurso entresacamos los siguientes
párrafos para tratar de terminar con un mensaje
más que optimista, en relación a nuestro tema:
Michael P. Costeloe, La primera república federal de
México (1824-1835), México, Fondo de Cultura
Económica, 1975.
Ricardo Chism, Una contribución a la historia masónica de México, México, Herbasa, 1993.
José Joaquín Fernández de Lizardi, Folletos (18221824), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991 (Obras, xii).
Romeo Flores Caballero, La contrarrevolución en la
independencia, México, El Colegio de México,
1973.
R. W. H. Hardy, Travels in the interior of Mexico in
1825, 1826, 1827 and 1828, Londres, 1829.
José María Mateos, Historia de la masonería en
México, México, s.e., 1884.
José María Luis Mora, Obras sueltas. Revista Política. El Observador de la República Mexicana,
México, Porrúa, 1963.
Jaime E. Rodríguez O. (comp.), The independence of
México and the creation of the New Nation, Los
Ángeles, ucla, Latin American Center Publications, 1989.
Justo Sierra, Evolución política del pueblo mexicano, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1977 (Obras Completas, xii).
Harold Sims, La expulsión de los españoles de
México (1821-1828), México, Fondo de Cultura
Económica, 1974.
Ruth Solís Ricarte, Sociedades secretas en el primer
gobierno republicano (1824-1828) (según el Diario Histórico de Carlos María de Bustamante),
México, asbe, 1997.
H. G. Ward, Mexico in 1827, 2 vols., Londres, 1828.
Luis J. Zalce y Rodríguez, Apuntes para la historia
de la masonería en México, México, Panamericana, 1950.
Lorenzo de Zavala, Obras. El periodista (del Águila
Mexicana), México, Porrúa, 1966.
_________, Ensayo histórico de las revoluciones de
México. Desde 1808 hasta 1830, t. i, México, Porrúa, 1969.
dos de estas asociaciones, que han luchado hasta el
último aliento por la posesión del poder; a nadie le
ha sido permitido por mucho tiempo quedar neutral
ni condenar, como era justo, los excesos de ambas
facciones; de grado o por fuerza ha tenido que inscribirse en alguno de los dos, convertirse en instrumento de iniquidad cuando el triunfo era favorable
a la asociación a que pertenecía, y sufrir todo el peso de la desgracia cuando la fortuna le volteaba las
espaldas; los pocos que tuvieron bastante valor para
quedar en el medio han sido víctima de la persecución de ambas; pero aunque tarde han logrado por
fin hacer escuchar la voz de la nación, y llamar en
apoyo de la libertad pública a los que, cansados de
sufrir y hacer maldades, desertaban de ambos lados
a impulso de los remordimientos de una conciencia
delincuente. Ya podemos asegurar que ha empezado el reinado de la justicia; sin embargo, ciertos
hábitos contraídos por el modo de proceder que
establecieron las sociedades secretas en los negocios públicos han dejado vestigios muy profundos
que, no sin grandes dificultades, pero que a fuerza de constancia lograremos borrar; el empeño de
anticipar las resoluciones del gobierno a la opinión
pública y el temor de combatir por la imprenta los
errores y preocupaciones populares, son cosas que
nos quedan todavía de la masonería, y de los cuales
aún no podemos desprendernos; es, sin embargo,
absolutamente preciso proceder de modo inverso;
es decir, no anticipar las reformas a la opinión, pero
preparar ésta por medio de la libertad de combatir
por la prensa todo género de errores.
De esta manera nada dejará de hacerse, pero
todo se hará en tiempo y en sazón; las reformas
tendrán un apoyo sólido en el convencimiento
del público, no contarán con enemigos y todos se
convertirán en sus apoyos; es verdad que serán
más lentas, pero a las naciones no les corre prisa,
y lo que les importa sobre todo es que la tranquilidad pública no esté expuesta a alterarse por cada
ley nueva que se dictare; el tiempo y la discusión
tienen un poder irresistible, incapaz de ser compensado por las medidas violentas; todo debemos
esperarlo del primero y nada de las segundas.41
Héctor Díaz Zermeño es profesor de tiempo completo en el área de México siglo xix; director del Seminario
de Genealogía y Prácticas Educativas de la División de
Posgrado de la Facultad de Filosof ía y Letras. pride D
e integrante del sni, nivel 1. Ha publicado ocho antologías sobre México en el siglo xix y diez libros sobre la
misma época, con diferentes líneas de investigación.
Bibliografía
Lucas Alamán, Historia de México, vol. v, México,
Jus, 1969.
41
José María Luis Mora, op. cit., pp. 640-646.
16
Descargar