La Huella de Al-andalus

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AYUNTAMI ENTO DE
EL PUERTO DE SANTA MARÍA
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Francisco Giles Pacheco
José Antonio Ruiz Gil
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Juan José López Amador
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
La huella de Al-Ándalus en
El Puerto de Santa María, Cádiz
Juan José López Amador
José Antonio Ruiz Gil
Francisco Giles Pacheco
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La huella de Al-Ándalus en
El Puerto de Santa María, Cádiz
Juan José López Amador
José Antonio Ruiz Gil
Francisco Giles Pacheco
El Puerto de Santa María
2.011
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Primera edición: Marzo de 2011
© Juan José López Amador, José Antonio Ruiz Gil, Francisco Giles Pacheco
Edita: Juan José Lòpez Amador
Producción gráfica: Ediciones El Boletín
Diseño y Maquetación: Aurelio Ramírez Pérez
Impresión: Ingrasa S.L. Artes Gráficas
ISBN: 978 - 84 - 937574 - 7 - 2
Depósito Legal:
Todas las fotografías, dibujos y reconstrucciones, excepto las especificadas,
han sido realizadas por Juan José López Amador.
La reproducción total o parcial de este libro sin la autorización por
escrito de los titulares del copyright vulnera derechos reservados.
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Presentación
D. Juan José López Amador, es técnico del Museo Municipal de El
Puerto de Santa María. D. José Antonio Ruiz Gil, es profesor de Prehistoria
de la Universidad de Cádiz. D. Francisco Giles Pacheco, ha sido Director
del Museo Municipal de El Puerto de Santa María, desde el año 1982, al
2.008, hoy jubilado.
Queremos agradecer la colaboración de las personas y empresas que
han hecho posible la edición de este libro. A Doña Esperanza Castilla
Gutiérrez, a D. Enrique Moresco García, Alcalde de la ciudad, a D. Millán
Alegre Navarro, Concejal de Cultura. D. Luís Caballero Florido, del
Grupo Caballero. D. Carlos Salvadores Fuentes, del hotel Palacio San Bartolomé. D. Darío Quiles Sánchez, de Caja Inmaculada. A todos, nuestro
mas sincero agradecimiento, y muchas gracias por el interés prestado.
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Introducción
Este libro nace sin grandes pretensiones, con la excepción de ser un instrumento en manos de quien pretenda conocer más sobre el pasado de nuestra ciudad. Un pasado muy concreto, pues se trata de remontarnos a los
tiempos en que los que aquí vivieron desearon hacerlo siguiendo el modo de
vida islámico. El Islam no sólo significó una nueva religión, sino un nuevo
idioma y una nueva cultura.
Esta diferente manera de hacer las cosas dejó su impronta en nuestra tierra, una impronta material que nosotros pretendemos acercar con este libro
a aquellos que nos visitan con curiosidad e interés en la cultura andalusí.
Sabemos de la modernidad de este tema, del que la Sala Hospitalito
es el mejor botón de muestra, pues fue financiada con cargo a los fondos
que la Unión Europea tiene para regiones fronterizas. Dentro del Programa
Interreg hemos de ubicar Ma’arifa, el proyecto de nombre árabe que ha
auspiciado la exposición permanente de arqueología hispano-musulmana
en El Puerto de Santa María.
Hemos pretendido hacer algo más que una guía de un Museo. Un
museo del que la Sala Hospitalito no es más que una fase más en un largo
recorrido que ha de finalizar con la instalación definitiva del Museo de la
ciudad. En este sentido, el lector encontrará no sólo las referencias pertinentes a los objetos exhibidos en la Sala, sino una recopilación de la información bibliográfica referida a la propia localidad de El Puerto de Santa
María y a su término municipal.
Así pues, hemos querido presentar no sólo esos humildes objetos que
se pueden ver en las vitrinas, sino también aquellos espacios geográficos en
los que fueron hallados originalmente. En primer lugar el paisaje urbano
de nuestra ciudad, donde la Arqueología descubre desde hace algunos años
una buena parte de ese patrimonio cultural que nos transporta a los tiempos medievales y del Islam. Como no, hacer referencia expresa al castillo de
San Marcos, el Monumento histórico más antiguo de la ciudad, visita obligada para el visitante, donde lo más notorio de la cultura islámica, la mez7
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quita, se entremezcla con la reconstrucción de Alfonso X el Sabio, el monarca castellano-leonés fundador de la ciudad.
El lector tendrá ocasión de ir de la mano de la lectura de algunos párrafos, escritos sino por el propio rey al menos a su cuidado, que nos ayudarán a imaginarnos cómo era lo que hoy es El Puerto de Santa María, incluso
los alrededores que conforman su paisaje más o menos rural. Nos aproximaremos a las pequeñas aldeas que se ubicaban en los alrededores, de donde
proceden algunos objetos expuestos en este libro, pero que fundamentalmente nos interesa que el visitante interesado valore como parte del Patrimonio Cultural que la localidad posee hoy día.
Una advertencia. Hemos procurado hacer un texto accesible a todos
los públicos, sin huir de una exposición de contenidos amplia y certera. Esto
hace que en algunos momentos la lectura se nos haga algo pesada, bueno la
idea es de no leer el volumen de golpe, sino en las dosis que cada uno de ustedes crea divertida conforme visitan la Sala, la ciudad y el campo. Y no necesariamente en este orden. El libro se compartimenta en cuatro partes,
mantienen un orden entre sí, pero es preferible que cada lector se haga la
composición más adecuada a sus intereses.
Como hemos indicado, el volumen se compone de distintos textos previamente conocidos y publicados, motivo por el que consideramos que si
bien no es muy ortodoxo desde el punto de vista historiográfico, la escritura
gana agilidad al descargarla de las referencias bibliográficas. No obstante, al
final se incluye la bibliografía correspondiente.
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1a Parte
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La Antigüedad Romano-Visigoda en la región Sur
No podemos entender el fenómeno histórico de Al- Ándalus sin reconocer correctamente su origen espacio-temporal. En este capítulo nos referiremos a un conjunto de episodios acontecidos principalmente entre los
ríos Guadalete y Guadalquivir del siglo IV al VIII de nuestra era.
Como señalamos, será a partir del siglo IV d. C. cuando se desarrolle un
desplazamiento de los focos agrícolas, comerciales y políticos propios de las
ciudades al medio rural. Las uillae (villas), de la época romana, tienden a
transformarse en unidades políticas, sociales y religiosas. Para ello sustituyen a las ciudades. En el plano arquitectónico asistimos a una “urbanización”
de las villas agropecuarias, y los propietarios comienzan a visitar con más frecuencia sus villas hasta convertirlas en su residencia habitual.
En el marco geográfico al que hacemos referencia, las fértiles campiñas
del Guadalete y del Guadalquivir, existía una amplia red de establecimientos
rurales. Muchas de ellas se conservaron, en una magnífica simbiosis económica donde se complementaban las explotaciones agropecuarias con la explotación de la sal y otros productos marinos de la costa atlántica. Una
prueba de esto nos la proporcionan los contenedores anfóricos, tan numerosos, adquiriendo estas explotaciones un carácter pre-urbano, suntuoso incluso, como la villa romana de lujosos mosaicos, descubierta recientemente
en Puerto Real. Pues bien, en el siglo IV se abre en estas campiñas una época
caracterizada por un continuo proceso de “ruralización”, entendido básicamente como la primacía del “hábitat disperso” sobre el concentrado, que tendrá gran auge hasta las invasiones germanas.
Este fenómeno viene a ser perturbado en el siglo V por un movimiento de
campesinos libres, pequeños agricultores y propietarios con o sin tierras. Estos
desplazamientos se explican históricamente por un sostenido deterioro económico y social, motivando a gentes procedentes no sólo del campo, sino también
de las ciudades, personas socialmente desplazadas, que constituían pequeños
ejércitos o grupos de hispano-romanos que se denominaban arite.
La Arqueología viene a subrayar la naturaleza de estos fenómenos por las
implicaciones que conllevan los hallazgos y estudios de la Cultura Material.
Por esto se puede deducir el gran número de restos de pequeñas poblaciones y
villas dedicadas a la explotación agropecuaria en toda la comarca.
Un ejemplo del papel que juega la Arqueología como método de investigación histórica lo encontramos en las armas. El armamento que se ex11
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pone en la Sala de Arqueología Andalusí del Museo Arqueológico de El
Puerto de Santa María pertenece a esta época y, como consecuencia, serían
las armas usadas tanto por estas milicias como por “bandoleros” en los saqueos de los campos y ciudadelas rurales de la época.
El asentamiento de poblaciones rurales en la Antigüedad Tardía en
torno a las vegas y desembocaduras del río Guadalete viene reflejado por el
registro arqueológico y cronosecuencial durante los siglos III, IV y V d. C.
Están perfectamente documentadas en diversos sondeos y excavaciones de
urgencia coordinadas por el Museo de nuestra ciudad. Las cronoestratigrafías nos han proporcionado secuencias continuas de actividades, tanto autóctonas como reflejos de intercambios con el entorno geográfico del Sur de
la Hispania Tardorromana.
La ciudad de El Puerto de Santa María presenta una ocupación continua al menos desde el siglo III a. C., hasta el VI d.C., como se puede apreciar en los restos arqueológicos procedentes de las excavaciones en la Plaza
Isaac Peral, cerámicas de barniz rojo con estampillados, como podemos ver
en la lámina I, con cruz monogramática, flanqueada por corderos, así como
un motivo aviforme, parece una paloma, del siglo VI d.C., la importancia
del cristianismo se va reflejando en los enseres cotidianos. Los recientes hallazgos en la Ermita de Santa Clara, ponen de manifiesto una clara presencia de elementos culturales visigodos en la comarca del actual Puerto de Santa
María, lo cual nos vincula históricamente al siglo VII d. C. Esto nos proporcionará un primer dato para elaborar una arqueología hispanovisigoda en
El Puerto de Santa María.
El hallazgo muy reciente de una necrópolis hispanovisigoda en la Ermita de Santa Clara, con motivo de la restauración de la misma, nos ha proporcionado una nueva fuente de datos, de los que aún no hay resultados
concretos, por estar en estudio los hallazgos.
Situada en el mismo borde de la ciudad moderna, la ermita esta ubicada al pie del camino de los romanos, antigua Vía Augusta. Así pues no es
casual la ubicación. Los hallazgos lo constituyen una serie de tumbas, alguna
con ajuares metálicos. Durante la construcción de los muros de la propia ermita afectaron a algunas de estas tumbas destruyéndolas en parte, así pues la
ermita esta situada sobre la necrópolis visigoda.
Este hallazgo nos pone de manifiesto la presencia en la zona de un área
de hábitat que hasta el momento desconocíamos. Los hallazgos mayoritariamente los constituyen, aparte de los restos óseos, elementos metálicos,
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como placas de plomo y hierro, un podón, una espada, una punta de lanza,
y un broche de cinturón, todos de hierro (lámina I). El estudio definitivo de
estas piezas, así como futuras intervenciones arqueológicas en la zona, seguro nos podrá aportar nuevos datos que ampliaran nuestro conocimiento
de esta oscura etapa de nuestra ciudad.
Lámina I. Plano con la ubicación de la Bahía de Cádiz, y El Puerto de Santa María. Sigillatas
Tardorromanas estampilladas de la Plaza Isaac Peral, 1, paloma, 2, cruz y corderos. Materiales
procedentes de distintas tumbas Visigodas de la Ermita de Santa Clara, en nuestra ciudad,
hierros, 3, Broche de cinturón. 4, Podón. 5, Espada. 6, Punta de lanza.
En el Museo Arqueológico se exponen algunos objetos, también visigodos, de un conjunto funerario procedente de la Finca de El Barranco (en
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las cercanías de la Vía Augusta entorno donde situamos la Aldea de Bollullos), depositado hace algunos años en el Museo de la localidad (lámina II).
El arma en cuestión se describe con hoja de hierro de dorso recto y filo
cortante oblicuo, curvado en el extremo de la punta. Se ha fabricado con la
técnica del forjado, procedimiento por el cual la pieza metálica varía por la
compresión –a martillazos- en caliente entre dos superficies duras. Este procedimiento del forjado por regla general era aplicado a las estructuras y artefactos de hierro, como puñales, clavos, etc.
La longitud de la hoja es de 335 milímetros, por 6 mm de grueso. Su
sección es triangular, midiendo un máximo de 31 mm, encontrándose en
cada uno de los lados de este triángulo unas incisiones acanaladas, a modo de
media caña, en el extremo superior del dorso. En las acanaladuras se conservan insertas sendas plaquitas de cobre, grabadas con incisiones de motivos
geométricos. La conservación no es completa, reduciéndose a la llaga del
mango. Éste ofrece una sección cuadrangular, contrapuesta a la hoja.
La decoración geométrica se ha realizado mediante la técnica de incisiones con punzón (punzonado). La lámina de cobre ha sido trabajada con
cincel de punta en forma de V y filo recto. La lámina de metal que sirve de
soporte ha sido fundida según la técnica de fabricación de metales más extendida durante la antigüedad tardorromana. Los centros artesanales hispanovisigodos y del Reino Visigodo adoptaron la generalidad de las técnicas
metalúrgicas de la población autóctona hispanorromana.
El mango posee tres clavos de hierro, separados cada 33 mm, y una incisión longitudinal para la sujeción de las cachas –de 10 mm de grosor-, de
madera o de otro material, que debió existir en los lados estrechos del mango.
Las dimensiones del mango se concretan en una longitud total de 90 mm, y
un grosor máximo de 15 mm, si bien se acorta hasta los 8 mm. La longitud
de la cacha decorada es de 85 mm.
Se remata en el extremo por un plano de hierro, unido al cuerpo del
mango en forma rectangular, que sobresale unos 50 mm en alero hacia los
lados del filo y el dorso de la hoja, con un grueso de 4 mm y una anchura de
28 mm. Sobre este plano que remata la empuñadura –el guardamango-, se ha
aplicado una lámina de plata que se conserva parcialmente, decorada con
simples motivos lineales de círculos, a modo de las planchas de apoyo que se
superponen en las placas de los broches, (lámina II).
La placa superior del mango se ha decorado con una lámina de plata
decorada con la técnica del repujado. Es una técnica frecuente en la orfe14
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brería visigoda, aplicando una forma de ‘aborronado’ por medio de la cual se
moldean superficies en bajorrelieve sobre la lámina del metal, empleando
martillos de repujar y punzones.
Lámina II. Materiales procedentes de una tumba Visigoda de Barranco, 1, Pilastra de caliza
con decoración estriada, reutilizada en la tumba, 2, Jarrita de cerámica común, 3, Espada de
hierro con decoración de plata en la empuñadura, y de bronce en la hoja.
La dimensión longitudinal total es de 425 mm, lo que conduce a su
clasificación como daga. Una técnica de estudio muy utilizada en Arqueología consiste en la búsqueda de paralelos morfológicos. Pues bien, una daga
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análoga a la de El Puerto de Santa María se encontró años atrás en la Sepultura I de Santa María de Melque, en el corazón del reino visigodo. La utilidad de esta analogía está fundamentalmente en la posibilidad de poder fechar
un determinado objeto. Claro que para esto hemos de tener clara la datación
del objeto análogo.
El autor, Caballero Zoreda, no establece una datación específica para este
hallazgo, por tratarse de dos niveles sepulcrales “revueltos”, es decir con el contexto arqueológico disperso y las estructuras sepulcrales y unidades estratigráficas correspondientes formando equívocos rellenos en dos momentos no
especificados de la Edad Media. En esta iglesia toledana la sepultura I se encontraba removida. Esto significa a las claras que esa daga pudo entrar en su interior en dos momentos diferentes. Bien con el primer cuerpo inhumado, como
ajuar que le acompañaba, para ser revuelto al enterrar el segundo cuerpo; o
bien con el relleno de esta segunda inhumación. De cualquier modo, nos parece que al menos la pieza, que se numera como 29, perteneció con bastante
probabilidad al ajuar de la primera inhumación. Quizás otras dos, los números
30 y 31 de su publicación, también pertenecieron a este ajuar, dada la integridad con que aparecieron. Si embargo, no podemos obviar que plantean el problema de cómo llegaron a formar parte de un ajuar cuando en la Edad Media
se considera perdida la costumbre de acompañar este tipo de ajuares en los enterramientos. Como sabemos, la primera inhumación es de rito cristiano, lo
que hace que debamos pensar en una cronología del siglo XII, que no es contraria a la que ofrecen las piezas entre sí.
El conjunto de Santa María de Melque (Toledo), se establece bajo ocupación y territorio netamente visigodo y dada la experiencia de uno de nosotros (Francisco Giles) en el inicio de las excavaciones y ‘puesta en valor’ de
este gran monumento a finales de los años 60 consideramos la filiación a un
momento inicial del poblamiento hispanovisigodo. Está dentro de la lógica secuencial de este nivel contextualizador de la daga en Santa María de Melque.
Veamos el ejemplar de Santa María de Melque. La comparativa se establece con una daga o puñal fabricado en forja, de dorso recto y filo oblicuo,
dada la curva descrita en el extremo aguzado de su punta. Tiene una longitud total de 372 mm., de los que 270 corresponden a la hoja. Como en El
Puerto, la sección es triangular, con sendas incisiones anchas próximas a la
base dorsal. Las medidas de la sección alcanzan de 30 x 11 mm. máximo, reduciéndose el grosor hasta los 4 mm. en la punta. El mango –de 102 mmpresenta una sección inversa a la de la hoja, esto es, ofrece su cara estrecha
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donde la hoja presenta la ancha y la ancha donde la hoja el filo y el dorso,
con medidas que van de los 41 x 22 mm en el extremo, y 6 y 13 x 20-15 mm
en las cachas. Se remata en su extremo con un plano, en forma de chapa, que
se resalta únicamente hacia los lados del filo y dorso de la hoja. El mango
posee unos pasadores de 38 y 27 mm, también de hierro, situados a 12 y a 83
mm del extremo, para la sujeción en sus lados estrechos de unas cachas, de
madera o de otro material.
Junto a esta pieza se encontró otra, también de hierro, en forma de
alambre torcido en dos de sus extremos, de 43 x 18 mm., quizá una anilla –
7 x 3 mm de sección-que pudo pertenecer a la funda o al tahalí, la correa de
sujeción, del puñal.
El desarrollo de los ritos funerarios de la segunda mitad del siglo V y del
VI nos puede indicar el proceso de aculturación entre la población hispanoromana de confesión católica y la población inmigrada de confesión arriana
procedente de Europa centro-oriental, así como la influencia de los ritos merovingios de los Reihengräberfriedhöfe. Mientras que los cementerios de tradición hispano-romana de la Península Ibérica apenas presentan ajuar, en los
Reihengräberfriedhöfe merovingios se encuentran sepulturas con ricos ajuares. En la Península Ibérica se pueden constatar diferencias regionales: las
necrópolis situadas en las zonas periféricas de la Península contrastan con el
grupo de necrópolis meseteñas contemporáneas, al que pertenece la de El
Carpio de Tajo, en cuanto a la costumbre de depositar ajuares.
Mientras que el número de objetos es mínimo en las necrópolis andaluzas y levantinas, por poner un ejemplo, los enterramientos de la Meseta
presentan ajuares más ricos. Estos se componen en su mayoría de objetos que
formaban parte de la indumentaria y fueron utilizados en la muerte con la
misma intención con la que se utilizaron en vida, como muestran los restos
de tejido corroídos por estar en contacto con objetos metálicos. Esta costumbre de enterrar a los muertos con su vestimenta, en la época que nos
ocupa, es frecuente en la España visigoda al igual que en otras regiones del
Mediterráneo y Europa central y centro-oriental.
Por el contrario, la existencia de otros objetos que acompañaran al
muerto, objetos de uso personal o doméstico, y sus contenedores, bolsas y
fundas de cuchillo, no eran muy frecuentes en la Península, aunque como
hemos podido comprobar para la necrópolis de El Carpio, no son tan raros.
En los Reihengräberfriedhöfe merovingios contemporáneos abundaban los
ricos ajuares con este tipo de objetos que acompañaban al difunto. Habría
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que ver en esta abundante y funcional deposición de objetos ajenos a la indumentaria y que implican un uso determinado, cuál era la idea que tenían
de su utilización en el otro mundo.
Este tipo de ajuar tampoco es muy frecuente en las necrópolis de las regiones del reino merovingio donde predomina la población de origen galoromano, paralelamente a las necrópolis de tradición hispano-romana en la
Península. Se encuentran, pues, necrópolis de enterramientos con formas
mixtas. Se puede demostrar que aumentan los objetos que acompañan al difunto en cementerios de tradición romana, en el curso del siglo VI para desaparecer en el siguiente siglo.
Parece que podemos hacer una observación parecida en El Carpio de
Tajo basándonos en las bolsas. Mientras que en la segunda mitad del siglo V
ya encontramos ajuares que pertenecían a la indumentaria, los contenedores
podemos datarlos sólo en la época siguiente, es decir, a finales del siglo VI y
a inicios del siguiente siglo.
En cuanto a la necrópolis de El Carpio de Tajo podríamos considerar
que la costumbre de enterrar al difunto con contenedores y sus correspondientes objetos, durante la primera mitad del siglo VI, podría ser una influencia de la tradición sepulcral merovingia. Podemos, pues, definir el
cementerio como una necrópolis de enterramientos con formas mixtas. La
ausencia de estos objetos en la fase siguiente se explica por el influjo del rito
funerario de la Iglesia Católica que se difunde con más intensidad después de
la conversión de los visigodos en el año 589.
Las bolsas o fundas se caracterizan por aparecer asociadas a hebillas sin
placas y con agujas de base escutiforme. Las más antiguas de este tipo pueden incluirse una asociación de hallazgos pertenecientes al final de la fase
Böhner II. Este tipo de hebillas es muy abundante en la siguiente fase Böhner III, cuyo comienzo, según distintas opiniones, se sitúa en el primer tercio del siglo VI. Por lo tanto la mayoría de las bolsas se pueden datar en una
época correspondiente a la fase Böhner III, hecho que significa que las bolsas no proceden de la fase más antigua de la necrópolis. Esta fase, caracterizada por fíbulas trilaminares, hebillas con placas rectangulares del tipo I,
según Molinero Pérez, y hebillas sin placas con aguja de base ancha, corresponde a la fase plena Böhner II, fechada en el final del siglo V.
En el cementerio de El Carpio de Tajo existe una cierta estratigrafía horizontal. Los espacios sepulcrales con ajuares forman casi siempre grupos que
permiten establecer zonas. Los grupos se distinguen por letras. Bolsas y fun18
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das de cuchillo bien documentadas. La mayoría de las hebillas pequeñas que
hipotéticamente pertenecen a contenedores y las hebillas sin placas y con
aguja de base escutiforme en general se encuentran como en la parte occidental del centro, es decir las Zonas MMW, MSNW, MN y MSS- con excepción de unas piezas en el extremo sur de la necrópolis. En estas zonas
aparecen los hallazgos de la fase Böhner III. A su vez materiales correspondientes a la fase Böhner II se encuentran en las mismas zonas, aunque forman
en éstas núcleos pequeños. Los extremos norte, oriental y sur de la necrópolis, excepto un pequeño núcleo de la zona sur, carecen de estos grupos de hallazgos se caracterizan por escasos ajuares formados por hebillas con agujas
simples y a veces placas rígidas, pendientes de anillos simples y objetos de
tradición romana, como una fíbula de paloma, los ajuares mencionados probablemente corresponden a la siguiente “tercera fase” según Bierbrauer, datada a finales del siglo VI o quizá en el siglo siguiente.
Al-Ándalus y la formación de un país en la Edad Media
Es difícil hablar de territorio y de circunscripciones administrativas en la
Alta Edad Media. Esta situación no es privativa del al-Ándalus, por el contrario, afecta a todo el continente europeo. El principal problema es la falta de
fuentes escritas, acompañado de lo largo y costoso de las investigaciones arqueológicas, así como de que además no necesariamente pueden aclararlo todo.
En la Bética, la zona más poblada tradicionalmente de toda la Hispania romana y visigoda, podemos advertir el abandono de muchos núcleos
urbanos. Pierre Guichard llamó la atención hace tiempo acerca de un fenómeno similar en el Levante, e incluso las ciudades principales presentan señales de decadencia del tejido urbano y de abandono. Las tendencias que
podemos observar desde los últimos tiempos del Imperio Romano se fueron agudizando en la Península Ibérica, posiblemente como consecuencia
de los conflictos religiosos y sociales que vivió el reino visigodo.
Esta decadencia facilitó la conquista de los musulmanes, y dió lugar a
la penetración de poblaciones de origen árabe –los menos– y bereber, que ya
habían entrado en ocasiones anteriores en la Bética. Estos inmigrantes no
dieron lugar, al menos por lo que podemos comprobar en las excavaciones arqueológicas y en las fuentes árabes, a una recuperación de las ciudades, que
mantienen a lo largo del s. VIII y comienzo del s. IX su decadencia. Sin embargo, a lo largo del s. IX la población comienza a repuntar, y podemos ob19
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servar una serie de hechos que nos indican la creación de una nueva red de
ciudades y de núcleos urbanos que ordenan el territorio y que acogen a la
creciente población. La fundación de ciudades como Úbeda, Badajoz y la
repoblación de Évora trás la destrucción de la ciudad primitiva por los cristianos, nos confirman este hecho. La repoblación de núcleos como Yabal alHiyara (hoy día un despoblado cercano a Montellano, en la provincia de
Sevilla y que en época romana fue una población surgida al calor de un campamento militar) o en Hisn Aqut (actualmente el Castillo de Cote) nos
muestran el mismo fenómeno en Andalucía Occidental.
La cronología de la España musulmana
Las principales etapas que vertebran la evolución histórica en la Península Ibérica, entre los siglos VIII al XIV, son muy resumidamente, las
que siguen:
- Conquista y época del waliato (711-756), en donde la parte meridional de la Península es conquistada por fuerzas árabes y beréberes venidas
del Norte de África, logrando una progresiva islamización y conformándose
una provincia (waliato), dependiente del poder central de Damasco.
- Emirato omeya (756-912), época en la que la llegada a Al-Andalus de
‘Abd al-Rahman I, superviviente del golpe de estado abbasí, que acabó con
la dinastía omeya siria y trasladó la capital del imperio a Bagdad, hace de
estas tierras un Estado independiente políticamente de los abbasíes.
- Califato omeya (912-1031), es en el s. X cuando el omeya ‘Abd alRahman III decide culminar la independencia andalusí nombrándose califa
y llevando a al-Ándalus a convertirse en una gran potencia del Mediterráneo occidental.
- Período de taifas (1031-1091), en el s. XI el estado centralista omeya
de Córdoba sufre la disolución del califato y al-Ándalus se rompe en una
veintena de territorios, taifas, independientes unas de otras, comenzando el
declive de la España musulmana.
- Época de hegemonía almorávide (1091-1145), en la que Al-Andalus
cae bajo el dominio del imperio norteafricano almorávide, cuyos ejércitos
fueron llamados por los reyes de taifas ante el empuje cristiano.
- Época de hegemonía almohade (1145-1232), en donde los almohades –nuevo imperio norteafricano de tinte fundamentalista– sustituye a los
almorávides en el control de al-Ándalus y el norte de África.
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- Reino Nazarí y Protectorado Meriní de Granada (1232-1492), dura
casi dos siglos y medio en los que la dinastía nazarí consiguió sobrevivir en
el sur de la Península continuando la cultura y civilización hispanomusulmana de al-Ándalus. Paralelamente se establece en el occidente del reino:
Algeciras, Gibraltar, etc., la administración política del período Meriní y las
nuevas fronteras hasta el Norte de África.
Lámina III. 1-2-3-4, detalles del interior de la Mezquita de Córdoba mandada construir por
Abderrahman I en el año 785. 5 y 6, interior del palacio de Medina Azahara construido por
Abd al-Rahman III en el año 936, Córdoba. 7, la Torre del Oro siglo XIII y La Giralda siglo
XII, Sevilla. 8, Patio de las Doncellas en El Alcázar siglo X, Sevilla.
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El territorio provincial de Al-Ándalus: las Coras
Al-Andalus se estructuró internamente en distintas unidades provinciales que reciben la denominación de coras (del árabe kura, pl.kuwar). Según
la autora Ana Echevarría, el número de coras era 26, con 11 madinas, ciudades de rango especial, aunque es cierto que ninguno de los cronistas o geógrafos proporciona la relación completa de entidades provinciales. Cada una
de las coras contaba con una capital (hadra: sede del poder) que tenía, por
ello, el rango de madina (ciudad), casi siempre antiguos centros urbanos de
época romano-visigoda. Aunque se ha estimado que el sistema provincial andalusí debe mucho a la estructuración episcopal anterior del periodo visigótico, lo cierto es que se da una clara ruptura entre un periodo y otro en cuanto
a la concepción del sistema de organización interno. Sin embargo, podemos
garantizar una clara continuidad física de los territorios provinciales, lo que
es un dato relevante sobre la funcionalidad de la división del emperador
Constantino: de las 82 diócesis constantinianas, perviven la importante cantidad de 24 coras y 8 madinas. Igualmente, señala M. Cruz Hernández que
hoy en día son 60 las diócesis plenas, compartidas o trasladadas, lo que incide
nuevamente en lo acertado en cuanto a la articulación del territorio de aquella división pre-andalusí. Este mismo autor señala la circunstancia del mantenimiento del sistema provincial bajo los Estados taifas, toda vez que
constata que su número total fue de veintiocho.
La lengua de Al-Ándalus: “AMMA”
El idioma de la amma de al-Ándalus deriva de la lengua árabe clásica
como nueva forma de expresión, fue considerado al principio por los sabios
y clases cultas como una lengua incorrecta, anómala y con marcados errores
expresivos y gramaticales. La amma evoluciona a un nuevo modo de vida urbano y fronterizo, interrelacionando varias comunidades étnicas.
El idioma de la amma de al-Ándalus no tarda en extenderse por todas
las clases sociales, llegando a comunicarse en ella habitualmente casi toda la
élite de Occidente y Oriente. En al-Ándalus, durante el califato y los reinos
de taifas la gente se hablaba normalmente con el lenguaje de amma. Así pues,
cuando los nobles hablaban en árabe clásico se les consideraba pretenciosos
y pesados. En definitiva, la evolución lingüística de al-Ándalus derivó en dos
niveles superpuestos y complementarios, un nivel sabio, elocuente y cientí22
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
fico, ajustado a la ciencia y administración, y un segundo nivel que se ajustaba a una lengua oral de uso diario (al-ralam-al-musta’mal) de la amma,
siendo este último según las fuentes escritas, el idioma general que hablaba
la gente de al-Ándalus.
Los musulmanes de al-Ándalus
La mayoría de la población de al-Ándalus en la segunda mitad del siglo
X estaba formada por los muladíes (indígenas convertidos al Islam). Aunque estuvieron marginados del proceso político en los primeros tiempos de
la formación de al-Ándalus, protagonizando frecuentes levantamientos contra el poder central en el siglo IX, los muladíes habían logrado integrarse con
éxito a la sociedad política califal representando en tiempos de Almanzor,
uno de los sectores más caracterizados, influyentes y numerosos de la España
musulmana. A lo largo del siglo X este grupo llegó a alcanzar relevantes puestos en la administración y en la vida religiosa e intelectual del Califato, convirtiéndose en uno de los sectores más fieles a los omeyas y defensores del
Estado andalusí. Bien es cierto que es difícil cuantificar el número y la verdadera influencia de los andalusíes de ascendencia indígena en las postrimerías del Califato, puesto que muchos de ellos lograron ocultar su orígen
hispano adoptando nombres árabes y reclamando una genealogía que los
hacía descender de las prestigiosas tribus árabes y sirias.
Los beréberes constituyen un grupo musulmán de elevado número, con
fuerza en el valor tribal, implacables a la integración. Se asentaron sobre todo
en zonas rurales alejadas de los centros urbanos y se islamizaron en muchos
casos. Sería uno de los sectores sociales más proclives a la desobediencia e independencia del poder central.
Las comunidades no islámicas de Al-Andalus: cristianos y judíos
Los cristianos fueron mayoritarios en al-Ándalus hasta finales del siglo
IX. Cuando ´Abd-al-Rahmán III ocupó el trono emiral, los cristianos representaban aún las tres cuartas partes de la población andalusí, proporción que
se habría invertido a favor de los que profesaban el Islam un siglo mas tarde.
Lo cierto es que el número de cristianos, como dhmmíes (protegidos) –
abrumadoramente mayoritario en el siglo X-, fue decreciendo al mismo tiempo
que avanzaban los procesos de islamización y de arabización de la sociedad.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
Lámina IV. 1, Murallas de Almería protegiendo parte de la rambla, donde están las tierras
agrícolas. 2- 3, Sistema defensivo de Niebla, murallas y puerta en codo. 4-5, Vista de Bobastro, y detalle de la Basílica mozárabe, Árdales, Málaga. 6-7-8, Distintas vistas de la Alhambra.
En época califal, los cristianos gozaban de la protección de la ley religiosa:
se les permitía practicar su propia religión, tener completa jurisdicción sobre
los matrimonios, las leyes de alimentación y otros asuntos de derecho civil y fa24
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
miliar, aunque se hallaran supeditados a las autoridades políticas musulmanas.
También podían poseer propiedades, ejercer cualquier actividad laboral y ejercer libremente sus festividades religiosas y profanas. Algunos ejercieron cargos
en la administración califal y en los órganos de gobierno. En cambio, se les prohibía hacer propaganda de su religión, portar armas o ser testigos en contra de
un musulmán. De acuerdo con las leyes, los cristianos no podían edificar nuevas iglesias ni ocupar puestos oficiales, pero en la práctica, durante el Califato
se erigieron iglesias en los arrabales habitados por los mozárabes y muchos
puestos importantes estuvieron de-sempeñados por cristianos o judíos.
La población judía en al-Ándalus usó la lengua árabe para expresarse,
adoptando sus tradiciones y saberes, siendo casi imposible diferenciar los
productos de tipo intelectual de un musulmán y de un judío de la época. Estuvieron presentes en la mayor parte de las ciudades de al-Ándalus habitando en espacios urbanos propios, las “juderías”. En tiempos de Almanzor
la presencia judía está bien documentada en Toledo, Lucena, Granada y,
sobre todo, Córdoba.
En al-Qanatir conocemos la presencia de judíos a través de los estudios
de textos históricos como la “Carta Puebla” y de los trabajos de investigación
arqueológica. En la excavación que este Museo Arqueológico llevó a cabo en
la plaza Juan de la Cosa, a extramuros del Castillo de San Marcos, se hallaron
los restos de una inhumación con sarcófago de ladrillo, similar a los enterramientos judaicos en otras ciudades de Al-Ándalus.
La frontera en el siglo XIII
El siglo XIII fue una época de grandes convulsiones. Básicamente se
caracteriza por el avance de las fronteras cristianas desde Sierra Morena hasta
el Estrecho de Gibraltar. También es el momento en el que se unifican definitivamente los reinos de Castilla y León, imponiéndose en todo el sur peninsular. Así, tras la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) se disuelve el
poder almohade dejando expédita la entrada del valle del Guadalquivir. Se
abre un nuevo período de reinos taifas, desde el Algarve portugués hasta
Murcia, situación que será aprovechada por los monarcas cristianos. Dos factores a tener en cuenta, el creciente poder castellano-leonés y la reorganización de un mundo andalusí claramente venido a menos. El incremento
poblacional observado en la Bahía de Cádiz y su campiña interior sucede
claramente a partir del siglo XII.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
La unificación cristiana se produce en 1230 con Fernando III, quien de
inmediato cambia la política de intervención en los reinos taifas andaluces
por otra de anexiones territoriales. En 1231 huestes castellanas saquean el
valle del Guadalquivir, se filtran hasta Vejer de la Frontera y derrotan a los
musulmanes en las proximidades del río Guadalete.
Lámina V. Algunos puntos de la frontera en Cádiz, desde la sierra a la costa. 1, Olvera. 2,
Zahara de la Sierra. 3, Castillo de Matrera, Villamartín. 4, Jimena de la Frontera. 5, Castellar de la Frontera. 6, Tarifa.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
La estrategia se centra en la adquisición de las feraces tierras del Guadalquivir. Entre 1236, caída de Córdoba, y 1248, conquista de Sevilla, desaparecen los principales reinos taifas. De hecho, sólo permanecerá el reino
nazarí de Granada. Esta rápida ocupación planteará el problema de su administración. A falta de pobladores, incluso de soldados, se establecen acuerdos, pactos de sumisión que garantizaban a los musulmanes una amplia
autonomía. La segunda mitad del siglo XIII se define por un rey Santo, establecido en Sevilla, que controla a las pequeñas autoridades locales musulmanas a través de exacciones tributarias y de un control militar. Esta es la
situación del entorno gaditano, de todas estas poblaciones que hoy día conocemos con el apellido “de la Frontera”.
Alfonso X al comienzo de su reinado (1253) anula el heredamiento
que su padre concedió a su hermano, e inicia un nuevo proceso de organización y consolidación del territorio conquistado, léase expulsión de los habitantes musulmanes y el reparto de sus propiedades a nuevos repobladores
cristianos. En la región del Guadalete y Bahía de Cádiz se sustituyeron las autoridades locales por mandos de mayor confianza y se establecieron guarniciones cristianas en las fortalezas, caso de Jerez.
Esta nueva situación no debió alterar en esencia el estatus de la población musulmana, que siguió conservando sus propiedades. La aparente o
sostenida tranquilidad se vio frenada ante el propósito de consumar la repoblación de las tierras incorporadas y especialmente ante la potencial amenaza que suponía la existencia de numerosos poblados andalusíes.
Tras la insurrección de lbn Mahfoth, rey vasallo de Niebla, Alfonso X
opta en 1262 por fortalecer su autoridad, que conllevará el cierre de las puertas al mar de las poblaciones de nuestra zona, justamente por ser el camino
de entrada de los suministros norteafricanos.
Ante esta política de progresiva anexión estalla una revuelta mudéjar,
es decir, de los musulmanes que vivían en tierras cristianas. La rebelión se
extiende por todo el sur peninsular, alentada por granadinos y los norteafricanos benimerines. La estrategia real concluye con la conquista definitiva de
gran parte del territorio gaditano. La población musulmana fue desterrada.
Inmediatamente se procedió a la repoblación de algunas de las villas y alquerías (Jerez, Arcos, Cádiz y El Puerto), mientras que, por carencia de repobladores, otras quedaron como bastiones fronterizos, caso de Medina, Alcalá
y Vejer. En este marco, Alfonso X consideró a Cádiz como la plataforma adecuada para crear un distrito o, quizás, el centro de un nuevo reino cristiano,
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
según las pautas seguidas en Córdoba o Jaén. A inicios de 1263 se restaura en
ella la antigua sede episcopal de Sidonia. En razón a lo que ha señalado Manuel
Lámina VI. Algunos puntos de la frontera de Cádiz en la campiña. 1, Peña de Arcos de la
Frontera. 2, Puerta de la Pastora, Medina Sidonia. 3, Alcalá de los Gazules. 4, Detalle de la
torre en la iglesia de San Dionisio, en Jerez de la Frontera. 5, Grabado de Pierre Van Der Agg
en 1707, se aprecia el recorrido de la Muralla y el Alcázar de Jerez de la Frontera.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
González Jiménez su estratégico emplazamiento facilitaría el control de la comarca del Guadalete, la defensa del territorio de eventuales ataques por mar y
en política exterior la continuación de las acciones emprendidas en 1260 con
la ocupación y saqueo de la plaza norteafricana de Salé.
Un primer paso -referido más arriba- se da en 1262 con la llegada a la
desmantelada villa gaditana de un contingente de cien repobladores, a los
que se les otorgaron casas y lotes de tierras en cinco alquerías sitas entonces
en su término municipal: Campix, Fontanina, Grañina, Poblanina y Finojera. No hay constancia de que el reparto se llevase acabo pero en todo caso,
debió interrumpirse con la revuelta mudéjar de 1264. Sofocada ésta, se instalan inmediatamente doscientos repobladores más y a las alquerías citadas
-repartidas nuevamente en 1268- se añadieron seis, ubicadas como las anteriores en la campiña porteña: Casarejos, Bayna, Villarana, Bollullos, Machar
Tamarit y Machar Grasul. El proceso se paralizó definitivamente en 1275
ante el arribo de sucesivas oleadas de contingentes marinees que azotaron la
región durante una década. Con posterioridad a esta fecha la inestabilidad
política continuará, pero entendida como algo connatural a una base naval
y de abastecimiento fronteriza.
La sociedad agraria de Al-Ándalus y el gran impulso de la agricultura de regadío
Las técnicas hidráulicas aplicadas por los árabes vinieron en buen número con ellos en su expansión del Este al Oeste. Fueron tomadas en muchos de los casos del Imperio Persa Sasánida, y otras adquiridas de forma
autóctona. Este florecimiento de la agricultura irrigada ha sido posible gracias a la difusión de una tecnología, pero también en una sociedad que lo
convierte en una opción prioritaria. Para entender como se organizaba el
regadío es preciso comprender el lugar que ocupa en el conjunto del territorio de la alquería.
Este se divide en tierra apropiada o manluka y no apropiada o mubaha,
que a su vez se conforman en espacio comunal o marin y de tierras muertas
susceptibles de ser regadas.
El ámbito comunal o marin estaba dedicado a las actividades comunes,
tales como el pastoreo, la caza, obtención de leña, frutos silvestres, etc. Eran
unos espacios comarcales generalmente abiertos, utilizados por las alquerías
comarcanas, aunque la alquería dueña del marin podía reclamar su uso ex29
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clusivo. Finalmente estaban las tierras muertas o mawat, una amplia zona de
nadie que repasaba los términos de las alquerías, perteneciente a la comunidad musulmana o que podía ser apropiada por cualquiera que la habitara.
En definitiva, el territorio de la alquería se componía de tres espacios diferentes: el regadío, la zona comunal y la tierra a la que todos tenían derecho
una vez fueran acondicionadas para el cultivo.
El área irrigada era el espacio más próximo a la alquería –el rodeo-,
sobre la que se ejercía una auténtica propiedad y que refleja más fielmente la
estructura social.
En España, los árabes fueron pioneros en el desarrollo de buena parte
del complejo entramado de acequias, acequitas, escorredores, landronas,
meranchos y azarbes, que hoy forman parte del regadío levantino. Tal sistema, como más tarde se describirá, siempre parte de un azud de retención
en el río, del que nace una acequia grande y madre de todas las demás, en
una y otra margen del propio río. El agua siempre pasa de una canal a otro
menor; después, mediante una inteligente ramificación, llega a inundar los
huertos, tras lo cual vuelve a través de landronas, meranchos y azarbes de
nuevo al río. Muchos elementos, y variados, han contribuido a esta organización, de forma que los artilugios concebidos por romanos y griegos,
fueron reconvertidos y aprovechados con eficacia por los árabes. Pero, por
encima de todo, está la organización administrativa de todo proceso de
riego, arbitrado por las correspondientes ordenanzas, fijando tandas de
riego, medidas de la hila, etc. Es este un proceso medieval bien descrito por
los historiadores que dejan ventaja respecto a otros territorios aquellos que
fueron ocupados por los devotos del Islam. En efecto, mientras que, por lo
común, en los hábitats rurales del interior de España se producía un evidente estancamiento, con relación a cómo estuvieron durante la época romana, las zonas donde se aplicaron los regadíos árabes alcanzaron
extraordinaria pujanza.
Gastronomía en al-Ándalus
Los tratados de gastronomía y arte culinario figuran como un género
literario dentro del legado documental andalusí. Citaremos la obra de Ibn
Razin Yibi titulada “La abundante comida y variedades de productos” (Fadalat-aljuwan fi tayyibat alta’am wa-l-al-wan).
La arqueología, en los últimos años, nos aporta una gama cada vez mas
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completa de enseres, servicios, utensilios de cocina, debidamente fechados y
localizados en distintas etapas históricas, tanto en el medio urbano de al-Ándalus como en el medio rural.
La gran variedad de vasijas y recipientes destinados al servicio de cocina, de presentación de mesas, contenedores, de especias y líquidos, ollas y
orzas, nos aporta una variedad extensa de tipos de ajuares con fines netamente culinarios. Esto nos está reflejando, como la gastronomía en general
y la presentación de alimentos que se consumían habitualmente en al-Ándalus, que había una gran variabilidad y riqueza en los utensilios cerámicos
de cocina, de mesa, transporte de alimentos y líquidos, contenedores de productos sólidos, pescados, carnes, verduras, etc. Considerando este aspecto
de la cultura andalusí como una aportación rica y novedosa en la historia de
los utensilios domésticos y culinarios, como no se había conocido en ninguna de las culturas coetáneas al mundo islámico andalusí.
Muhammad b. Ibrahin al-Rundi, dedica un tratado de todos los alimentos que se consumían en al-Ándalus, es decir, se limitó a reflejar el contenido de la comida andalusí de su tiempo; y, sobre todo, los tipos de
comidas, bebidas y artes culinarios que aparecen en citas breves en escritos
relacionados con la historia de al-Ándalus.
Con relación a los productos concretos cultivados en algunas alquerías
del actual espacio de El Puerto de Santa María, decir que dos de ellas –al-Qanatir, y Casarejos- se dedicaban a la explotación de viñas, produciendo probablemente vino, pasas y uvas.
Las monedas de curso legal en el al-Ándalus
En época califal el modelo más común era el módulo circular, característico de las monedas de plata. Durante los reinos de taifas, se mantuvo el diseño circular, con una epigrafía nasjí –un tipo de letra árabe-. Más adelante,
el formato circular fue alterado por el cuadrado almohade. Las razones de la
introducción de la forma cuadrada para la moneda de plata –y sugerida también en la de oro mediante el cuadrado inscrito– no son muy claras.
El dirham almohade, del siglo XII, es la moneda introducida por este
grupo norteafricano en todo al-Andalus. Fueron copiados y mantenidos con
ligeras variaciones por sus sucesores en el norte de África: la dinastía hafsí de
Túnez y la meriní de Marruecos. En el siglo XII la moneda de plata andalusí
sufre un cambio radical, adoptando una forma cuadrada, siendo emitida en
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enormes cantidades y en una gran variedad de cecas, al margen de las abundantes emisiones anónimas.
Al margen de esta discusión, de lo que no cabe duda es que el dirham
almohade, por su volumen de emisión y su presencia en variedad de hallazgos y lugares, indica una reactivación de la actividad económica y, de hecho,
sería imitado de forma sistemática por los estados cristianos ribereños del
mediterráneo bajo la forma de la moneda denominada ‘millares’. Estas monedas eran batidas por la Corona de Aragón, el reino de Francia y diversas
repúblicas y ciudades italianas para proveerse de una herramienta económica
para sus transacciones con los estados norteafricanos.
Algunos ejemplos como los de la lámina XV, proceden del yacimiento
de Pocito Chico, en el lugar de la alquería de Grañinilla, tanto de época califal, como posterior.
Armamento (siglos IX al XIV)
Las evidencias arqueológicas nos ilustran debidamente sobre el armamento, al menos por los elementos metálicos conservados hasta nosotros.
La existencia de puntas de flecha y de lanzas es extraordinaria, presentando
una variedad de morfología de puntas de lanzas, cortas y largas y de flechas
fabricadas en hierro (lámina VII).
Nos faltan referencias textuales para este periodo, aunque sí hay indicaciones que marcan las variantes entre los caballeros andalusíes y magrebíes,
según Ibn Sa’id, en un texto tardío situable en plena época nazarí (siglo XIV):
“... y la mayoría de los soldados entre nosotros, en al-Ándalus, debe tener,
cada uno, un caballo para montarlo él y otro para quién le lleva sus armas,
mientras que en el territorio del norte de África la cosa es más sencilla: la
mayor parte de los soldados de Ifriqîya, del Magreb Medio y del Magreb
Extremo, sólo lleva un caballo.
El caballero de al-Ándalus va cubierto con cota de mallas, y si se trata de
alguno de importancia y poder, su cabalgadura también lleva cota. Se defiende con una lanza gruesa y larga y con el escudo, de acuerdo a la costumbre de los cristianos que los combaten. (En cambio) entre los caballeros
bereberes sólo usan cota de malla los que gozan de prestigio y de poder; y
no combaten con escudo ni lanza larga y gruesa sino con sables y lanzas livianas, con las cuales golpean admirablemente, casi sin errar. Tienen, en
lugar de los escudos, una adarga que en el Magreb se hace del cuero de un
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animal conocido por ante, adarga en la que rebotan los sables, las lanzas y
la mayor parte de las flechas.
Los caballeros de la campiña bereber del Magreb se conducen mejor en
la cabalgadura que los caballeros de la campiña andaluza, porque al andaluz le pesan el escudo, la larga y pesada lanza y la cota de mallas, de modo
que no puede moverse libremente, prefiriendo mantenerse firme y estarse
como una coraza sobre su caballo. A veces tiene en la montura unos ganchos que lo sujetan en el centro de aquélla, para que no caiga si es lanceado.
Lámina VII. Armas de hierro. 1-2-3-4, Puntas de flecha, de Sidonia. 5, Punta de lanza, de
Al-Qanatir.
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Las monturas de los guerreros de al-Ándalus son altas de arzón trasero,
para preservar de los lanzazos [al jinete], no siendo de esa forma las monturas de los beréberes. El estribo andaluz es largo, mientras que el bereber
es corto”.
Del Califato a los almohades
Uno de los pilares de la investigación histórica en estas tierras es Cádiz.
Es obvio que el concepto engloba algo más que un simple topónimo. Con anterioridad hemos hablado del importante papel que tiene la reciente propuesta (1998) de D. Ruiz Mata de considerar al Gadir clásico como referente
del conjunto de la Bahía. Por nuestra parte, siempre hemos manejado este
concepto. Nuestros alumnos saben que lo importante de la propuesta citada
no es el desplazamiento de la ciudad de Gadir al Castillo de Doña Blanca,
sino que esta situación se repite en el tiempo. Una situación de tiempo largo,
que diría Braudel.
Ya vimos la aplicación de este concepto geopolítico (Gadir-GadesCádiz) a época romana. Veamos cómo funciona en la tradicionalmente considerada oscura Edad Media. Como punto de partida, comencemos por
resumir el estado de la cultura material del período referido: asentamientos
en el territorio y localización de un edificio singular, una mezquita, en la desembocadura del Guadalete. Con posterioridad al período califal encontramos serios problemas para determinar exactamente la naturaleza del
emplazamiento. Pero, desde un momento asimilable al período almohade
vemos un resurgir poblacional, un incremento demográfico que relacionamos con la fundación de Jerez y la ordenación del territorio que esto supuso.
Pero, se nos escapa el saber porqué sucedió esto. El terreno de las hipótesis
históricas está abierto, y nos parece que sólo más investigación arqueológica
podrá aportar datos significativos para probarlas.
Sigamos el razonamiento con un somero vistazo a la Bahía. Para ello
vamos a utilizar a un autor amigo, J.A. Fierro Cubiella. Éste, en sendas investigaciones sobre el castillo de San Romualdo de San Fernando, y sobre el
castillo de la Villa de Cádiz, viene a decir que ambas fortificaciones se establecen en época califal ante las razias de los vikingos, y que no alcanzan una
cierta entidad hasta época almohade. Esto lo hemos apreciado estudiando
los materiales arqueológicos, J. A. Ruiz Gil. Así pues, es un comportamiento
normal el asistir a un origen de las poblaciones de la Bahía en época califal,
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
origen militar si exceptuamos a Al-Qanatir. Luego, tras un tiempo algo difuso –parece que la fitna o conjunto de revueltas que dieron al traste con el
Califato, fueron especialmente significativas en la cuenca del Guadalete-,
volvemos a ver un lento e imparable incremento poblacional.
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2a Parte
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La vida rural
Para aproximarnos a lo que antaño fue, contamos con algunos textos escritos en árabe y, cómo no, con la Arqueología. Hasta el momento de la conquista no existen fuentes documentales en nuestro idioma. Estas fuentes
pertenecen al monarca castellano-leonés Alfonso X: Las Cantigas y el Libro
del Repartimiento.
El Libro del Repartimiento de El Puerto de Santa María, conservado en
el Archivo Municipal, no es sino una copia parcial del propio de Cádiz, ejecutada a fines del siglo XIII, una vez que Santa María y las restantes aldeas
se hubieron segregado jurisdiccionalmente tras el ocaso de la repoblación alfonsí del alfoz gaditano. Este texto fue transcrito y editado en 1841 por
Pedro José de Castro, que es el que inicialmente consultamos en el Archivo
Municipal de El Puerto de Santa María. Afortunadamente, desde hace pocos
años contamos con la nueva edición del profesor Manuel González. Así pues,
hemos de partir del principio de que contamos con un documento castellano para describir esta pequeña porción de al-Andalus.
En nuestra exposición apoyaremos las descripciones del repartimiento
medieval con las evidencias arqueológicas, fundamentalmente producto de
prospecciones superficiales.
El actual término municipal de El Puerto de Santa María se constituyó
sobre el territorio que durante el periodo Andalusí ocuparon los territorios de
trece aldeas-alquerías, que con el tiempo han desaparecido en su totalidad, a
excepción de determinadas zonas del Castillo de San Marcos, donde se conserva parte de la mezquita de una de ellas, Al-Qanatir. A continuación trataremos de transmitir al lector como podrían haber sido algunas de estas
alquerías. Para ello nos servirá de hilo conductor él magnifico trabajo dirigido por D. Manuel González Jiménez, nos referimos al libro Repartimiento
de El Puerto de Santa Maria, publicado en el año 2002. Es el estudio y la traducción del manuscrito “Libro del Repartimiento” fechado en la segunda
mitad del siglo XIII, testimonio del intento de repoblar de cristianos las tierras y las aldeas adquiridas militarmente por los reyes de Castilla.
Sin duda el documento está escrito por cristianos, y constata la entrega
de tierras, algunas con sembrado, como el caso de las viñas. Casas palacios
con mezquitas, corrales con torres, e infinidad de bienes, que en su día compusieron sociedades rurales perfectamente establecidas. En el Libro encontramos todos estos datos, que nos hablan de unos bienes que eran andalusíes.
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Lámina VIII. Plano del Término Municipal de El Puerto de Santa María. Los puntos en verde señalan las Aldeas Andalusíes respecto a ríos, arroyos, pozos, abrevaderos, veredas, cañadas, caminos principales.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
La utilización de elementos perdurables o, al menos, constatados en la nota
tomada de la entrega de la tierra y vivienda al repoblador, describen la ubicación de los bienes, toda vez que nos facilitan una gran información de la fisonomía de las alquerías y su territorio.
Para mostrar a nuestro lector lo que al respecto dice el Libro, hemos
seguido la forma ofrecida por el Profesor D. Manuel González en su volumen
antes mencionado. En él divide el texto en párrafos numerados, y cuando lo
utilizamos, por lo general una parte del mismo, la que nos interesa en cuestión, se cita el número del párrafo y el texto en cursiva.
Como hemos dicho, eran trece las Alquerías que se mencionan en
el Reparto, y que conformaron nuestro término actual, aunque fue algo
después cuando se incorpora el territorio de Sidueña. Sabemos aproximadamente el tamaño del terreno que poseen. Así, el mayor correspondería a la aldea de Al-Qanatir, seguida de Grañina. Aunque no sabemos
el territorio exacto de Sidueña, sí podemos decir que era bastante extenso, uno de los mayores, pues comprendía la Sierra San Cristóbal, las
huertas de la Madre Vieja del Guadalete, y la dehesa que hoy conocemos
como Vega de los Pérez. Tras Grañina, sería el territorio de Campix-Fontanina, seguido de Villarana, a continuación Bayna, después el territorio de Casarejos, tras el cual se situaría Finojera, y tras este Poblanina,
Bollullo tendría un término menor, y finalmente los territorios menores habrían sido Marchar Grasul y Marchar Tamarit.
Como vemos, son entidades territoriales mucho menores que las
actuales, pero fueron también bastante más numerosas que las poblaciones actuales. Son miles las alquerías-aldeas de las que se tienen constancia, como documentan la arqueología y los textos: el compendio
titulado Dikr cita más de setecientas sólo en la cora o provincia de Sidonia, de quien dependíamos.
Las alquerías integraban el espacio rural, vertebrado en territorios cástrales. Los pobladores de cada alquería, por lo general, estaban unidos por
lazos tribales. La relación con el Estado estaba en el control fiscal de los tributos. Las que contaban con defensa, como Grañina, servían de resguardo
de otras próximas sin defensa propia.
Como veremos, estas aldeas funcionaban como pequeñas poblaciones,
con zonas publicas como calles, caminos, corrales, eras, torres, mezquitas,
etc. Una mezquita se frecuentaba, no sólo para hacer el rezo o salat (postración del musulmán cinco veces al día) de una forma comunitaria, sino tam41
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bién para hacer reuniones sociales y vecinales. Como lugar de asueto, en la
sombra y el frescor, y espacio formativo. La educación era muy apreciada en
el mundo andalusí, una educación elemental que estuvo al alcance de buena
parte de sus habitantes. Las escuelas coránicas acogían a los niños desde los
seis o siete años. Sobre todo se aprendía a leer, escribir, contar y recitar el
Corán. Todo el aprendizaje se basaba en la transmisión oral y en la memoria. Así habían sido las enseñanzas del Profeta. Las escuelas estaban en las
ciudades y, por supuesto, en los pueblos. El acceso a la madraza, que solo se
encontraba en las ciudades importantes, era más restringido, los maestros
más significativos daban las lecciones de matemáticas, astronomía, gramática, poesía árabe, medicina etc., aunque lo más importante era estudiar el
Corán y la vida del Profeta.
Es posible que estas aldeas tuvieran mercados y otras muchas actividades sociales, algo que desde luego no sabremos si no es a través de las investigaciones arqueológicas. Al igual que en las ciudades, para adquirir los
productos, se usaba del trueque, quedando las monedas (dinares, dirhems y
feluses) en segundo lugar para los pagos corrientes.
Así pues tenemos la siguiente distribución de las Aldeas: situadas en la
desembocadura de un río están, Al-Qanatir en la del Guadalete, y Casarejos
en el Salado. En las riberas están ubicadas, Bayna en el Salado, Poblanina en
el arroyo Hondo, Finojera en el arroyo Campillo, y Sidonia en la antigua ribera del Guadalete (en la actualidad Madre Vieja). Entorno a lagunas tenemos; Bollullo junto a la Laguna Salada, Marchar Grasul y Marchar Tamarit
en el entorno de la marisma de Los Tercios. Grañina y Campix se encuentran
situadas en la loma de los cerros del mismo nombre. Hay que destacar que
ambas tienen una parte de la aldea que mira hacia la Laguna del Gallo. Grañina en el mismo borde de la laguna con la ubicación de Grañiñilla en Pocito Chico, y Campix con Fontanina a media altura del cerro, pero en
dirección a la laguna.
El resultado de las excavaciones arqueológicas, nos ha aportado una
gran información sobre las construcciones, modo de vida de la gente que habitó estas aldeas, incluso alguno de sus nombres, etc. A continuación analizaremos esta información.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Aldea de Grañina-Grañinilla
En el “Libro de Repartimiento” se alude a la existencia de dos áreas pobladas, en la parte más alta Grañina, y Grañinilla ubicada más al sur, al pie
del cerro y cerca de la Laguna del Gallo. Al igual que sucede en la dualidad
Campix-Fontanina, se trata de un hábitat dividido por un espacio intermedio, tal vez exento de construcciones; un área reservada para corrales de ganado, y para labores agrícolas como el aventado en eras.
Lámina IX. Fotografía aérea de Grañina, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento,
su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, así como las áreas con restos arqueológicos.
Hemos apuntado una motivación topográfica, como la imposibilidad
del control visual hacia el norte y el sur, además del control de los manantiales
de agua. Así, el área de mayor concentración se ubicaría hacia los parajes conocidos hoy como Medina y Castillo de las Ánimas, y el de menor extensión en Grañinilla, situada en la cortijada de Pocito Chico. El límite sur de
la aldea, según el documento del Reparto, se hallaba en las salinas, la actual
laguna del Gallo. Éste fue uno de los móviles que hicieron factible y rentable el hábitat en estos parajes
Este lugar se corresponde en nuestra opinión con la Galyana o
Ghaliana, citada en fuentes árabes, tales como Ibn Abi Zar, Ibn Jaldun
y el manuscrito del Dikr. Es citada como población fortificada que fue
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saqueada por los guerreros de Abu Yaqub ben Yusuf, más probablemente
en su segunda razia de septiembre de 1277, tras el alfoz de Jerez y las fortalezas de al-Qanatir (El Puerto de Santa María), donde destruyeron la
muralla, Soluca (Sanlúcar de Barrameda) y Ruta Rabit (Rota).
Respecto al reparto de tierras de labor, ocupa la aldea de Grañina el primer lugar con un total de 181 caballerías o yugadas, lo que equivale aproximadamente a 628 hectáreas, tras Santa María del Puerto el término de mayores
dimensiones. El número de beneficiarios cristianos en las repoblaciones de
1264 y 1268 fue de 76, lo que no quiere decir que todos llegaran a residir en
el lugar, principalmente lo harían en Santa María del Puerto y Cádiz, aunque
sí explotarían sus respectivos lotes de tierras. Los límites de su término lindaban al Norte con Lexixa, al Oeste con Campix, al Sur y Este con Finojera. El
cerro donde esta ubicada la aldea ha mantenido el nombre hasta la actualidad.
Trataremos ahora los datos que sobre la fortificación de la aldea nos
aporta el Libro del Reparto, así tenemos: Párrafo 1239, en Grannina a las
dos torres. Párrafo 1252, en Grannina, la cual copo a las torres la prostimeria. Párrafo 1265, copo la torre con la caseta chica. Párrafo 1266, copo las
casas que están fuera del corral grande las que están con la pared de las torres
de Granninilla. Párrafo 1270, copieron las casas de Granninilla con las dos
torres. Párrafo 1271, la torre chica que esta en la parte de Grannina. Párrafo
1272, la torre que esta desuso con el pozo que se tien con el medio corral. Según
estos datos, podríamos estar ante una aldea fortificada de considerable importancia, al menos son siete las torres mencionadas, y podrían llegar a
nueve. No sólo son mencionadas las torres, también hay una pared entre
éstas. Sin duda, para nosotros se trataría de un muro que cerca la aldea, con
la ubicación de una serie de torres protegiendo los flancos, situadas estratégicamente. Lo que parece claro es que estamos ante una aldea importante en el alfoz, o territorio, de Jerez de la Frontera.
Tanto las torres citadas aquí, como las de Campix, parecen apoyar la
existencia de una estructura sociopolítica segmentada, tal como propugna
P. Guichard. En cualquier caso, estamos con E. Martín en el rechazo del modelo de relación hisn-alquería en la campiña jerezana (esto se debía realizar
mediante la fiscalidad de los tributos).
Respecto al urbanismo de la misma, tenemos también en el Repartimiento una significativa información. Que el reparto se efectúa en el interior de un recinto nos puede dar una idea lo siguiente: Párrafo 1263,
Ésta es la partición que finieron de las casas de Grannina a los veinteneros
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
por alualaes, que echaron dentro en Grannina. Párrafo 1264, el corral
grande que esta cerca el pozo. Párrafo 1266, las casas que están de fuera del
corral grande, las que están con el de la pared de las torres de Granninilla.
El foyón con las casas. En este punto tenemos que hacer constar, el hallazgo de un fogón completo posiblemente de un herrero, en Grañinilla,
actual Pocito Chico, durante una de las campañas de intervención arqueológica, que más adelante describiremos. Párrafo 1267, parte como
van a Granninilla las casas que están sobre sy, el corral grande. Párrafo
1268, la mesquita, que esta y con las casas que se tienen cerca desy. Párrafo
1269, las casas que están de susso destas dos veyntenas de parte de Campix.
Párrafo 1270, las casas de Granninilla con las dos torres. Párrafo 1271, la
torre chica, que esta de parte de Grannina, con esas casas que se tienen con
el corral de las vacas. Párrafo 1272, la torre que esta de suso con el pozo que
se tien con el medio corral. Otro dato más de la infraestructura de la aldea
lo tenemos al comienzo del reparto de tierras: Párrafo 1262, Comenzaron el primero alualá en la alcaría chica, cerca de la mezquita e de las eras.
Como hemos visto son bastantes las casas que se adjudican a los nuevos colonos, aún así es muy difícil saber cuantas. Queda claro que existieron
más construcciones civiles, al menos se cita una mezquita. Sin duda todas
las aldeas tuvieron su lugar de oración. Parece que dentro del recinto hay tres
corrales, el específicamente llamado de las vacas, el grande con casas adosadas, y la torre con pozo y el medio corral, tal vez la torre y el pozo que tuvimos la ocasión de observar en el Castillo de las Ánimas, desgraciadamente
hoy desaparecido, ver lámina XI. También quedarían dentro del recinto las
eras, en cuya relación estaban los silos que aún se conservan en el lugar.
Continuando con el Libro de Repartimiento, hay también bastantes datos del entorno más inmediato, para esto tenemos la siguiente información: Párrafo 1162, Comenzaron el primero alualá en la alcaría
chica, cerca la alcaría mayor, cerca de la carrera que va a Xerez. Que hoy
nosotros identificamos con el Camino o Hijuela de las Ánimas, que separa los términos de Jerez y El Puerto y linda con el paraje de Medina, ver
lámina IX. El lugar de paso del arroyo de Campín por el camino de las
Ánimas lo hemos encontrado recogido en la documentación de archivo
de principios del siglo XVI como “Las Retuertas”, o revuelta del camino,
allí, unos mojones señalaban la separación con el término de Jerez, concretamente en un paraje denominado “Albenilla”, topónimo referido a
arbustos oleáceos y de frutos en baya.
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Lámina X 1, Vista del cerro de Grañina desde el centro de la Laguna del Gallo. 2, área de
Pocito Chico donde se han realizado prospecciones e intervenciones arqueológicas de los
años 1997 a 1999, y los hallazgos realizados.
Entre Campix y Grañina había un camino o “carrera”, trazado muy
próximo al que actualmente ocupa el camino empedrado que asciende al
Castillo de las Ánimas por la ladera del arroyo de Ferias. Este arroyo, ver
lámina IX, es sin duda uno utilizado en el Libro en varias ocasiones como
referencia, aunque hay una que nos lo sitúa geográficamente, aportándonos claridad: Párrafo 1262, que son en el cabo de parte de Lexixa, en que
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á por medida del mojón de Iohán Pérez fasta el arroyo, e á en la alcaría
quatro sogas; e del otra parte de Campix.
Otras de las referencias claras del Libro son los topónimos: Las Salinas. Estas salinas se refieren a la Laguna del Gallo que, en la actualidad,
cuando se seca se transforma en una gran planicie salina, ver lámina XII3. Como ejemplos, el Párrafo 1181, que van a Porluengas, las que fueren
a las salinas; y el Párrafo 1197, de la parte de las salinas.
La Laguna del Gallo es la mayor extensión de aguas endorreicas de El
Puerto de Santa María (lámina XIII). Situada en la campiña litoral vierte sus
aguas a la Bahía de Cádiz a través de varios arroyos que conectan con el Salado
de Rota. La zona se encuentra modelada por suaves elevaciones, compuestas de
albarizas miocénicas. Estas lagunas se producen debido a la falta de pendientes y a las secuencias impermeables de las albarizas que descansan sobre un basamento margo-yesífero rico en contenido de sal. Su situación estratégica viene
dada por su posición entre los ríos Guadalete y Guadalquivir, en plena Bahía
de Cádiz. En torno a esta laguna se asentaron un conjunto de poblados de distintas épocas, desde la Edad del Cobre a nuestros días. Se trata de una pequeña
depresión lagunar, rodeada de cerros de pequeña altura, donde ninguno sobrepasa los 100 metros. Debido entre otras causas al modelo de arado utilizado actualmente para la siembra, hay un gran aporte de sedimentos que están
colmatando velozmente la laguna. Paralelo a ello y también para el aprovechamiento de cultivos, se han realizado una serie de zanjas amplias y mucho
más profundas que el lecho lagunar, que permiten la salida del agua, lo que facilita su rápido vaciado a través del Arroyo del Gallo, que conduce las aguas
hacia el Salado. Sólo una pequeña parte anegadizo de la zona Norte no se ha
podido sembrar debido a su permanente humedad y salinidad.
Los restos arqueológicos en Grañina son muy abundantes. En el lugar se
asentaron grupos humanos de forma permanente desde el III milenio antes de
Cristo, como se comprobado en las distintas intervenciones arqueológicas realizadas en Pocito Chico. En las siguientes páginas expondremos los resultados
obtenidos pertenecientes al periodo Andalusí. Mientras tanto, diremos que en
superficie hemos observado dos núcleos con mayor abundancia de restos, aunque debemos señalar que desde la zona más alta hasta el pie del cerro, en la laguna, se encuentran materiales arqueológicos andalusíes. Es difícil calcular la
ocupación territorial de los mismos, ya que es un área amplísima, ver lámina X.
Estas dos zonas con más restos se corresponden la primera, con la zona de Medina y el entorno de la viña y Castillo de las Ánimas. Una gran cantidad de silos
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-tanto rellenos de tierra, como vacíos-, restos de construcciones -como muros de
ladrillos-, y cerámicas, marcan el lugar donde se ubicaría la aldea de Grañina.
Lámina XI. 1, vista de la Laguna del Gallo desde Grañina. 2, la Carrera de Jerez. 3,4 y 6, Castillo de las Ánimas. 5, Carrera de Campín. 7, abrevadero del Gallo. 8, siembra tradicional
con tejas en Grañina.
La segunda se corresponde con el yacimiento arqueológico conocido
como Pocito Chico, donde se ubicaría Grañinilla. Situado tras el cortijo que
le da nombre, ocupa todo el entorno del Descansadero del Gallo y ladera
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
arriba. De hecho, hemos hallado silos en el entorno de la Casa de Gobantes,
ver lámina IX. Uno de estos silos tiene como tapadera una rueda de molino.
Controla un lugar estratégico en varios sentidos; es un cruce importantísimo
de cañadas, veredas, y caminos, en todas direcciones, especialmente a Mesas
de Asta y Jerez de la Frontera. Este cruce posee aún un descansadero para el
ganado, todavía público, del que tenemos primicias en el año 1525. En este
descansadero reside otro de los recursos vitales: el agua. Sabemos que en 1458
aún existían varios manantiales, alguno hemos visto en la actualidad. Y los
pozos, todavía hoy día en el entorno sólo del descansadero hay cuatro pozos
grandes de factura antigua donde no falta el agua, además de dos abrevaderos.
Tal vez sean estos recursos el motivo del poblamiento dual en esta aldea.
Si retomamos los documentos, no será hasta la mitad del siglo XV
cuando Grañina vuelva a aparecer en las fuentes escritas, expresamente
en dos espléndidos documentos conservados en el Archivo Histórico
Municipal (Curiosidades nº7 y nº8). Se trata de sendas cartas en pergamino notificativas de ventas de lotes de tierra, fechadas en 1458 y 1464
(ésta en copia de 1489). Nos parece importante resaltar de entre estos
papeles que se trata de tierras cultivadas de trigo, la existencia de manantiales y pozos, y la presencia de ganados. La mención a Grañina como
aldea no podemos calibrarla adecuadamente, pues si subsistían inmuebles
de los tiempos del Medioevo, ya se había convertido en un centro de explotación agrícola. Recoge también el documento otros propietarios de
tierras linderas, lo que vendría a hablar de que Grañina y su entorno a
mediados del XV estaba copado por explotaciones agrícolas de pequeño
y mediano tamaño roturadas intensivamente.
En 1525 existía un pilón público y un descansadero. Hoy día encontramos una zona pública junto a Pocito Chico. El pilón lo identificamos con
el pozo que está al pie de la cárcava formada por las lluvias (lámina XII-6).
El descansadero es todavía utilizado por los rebaños de cabras. Grañina se
conocía como Cabeza de Montana, topónimo vinculado a Jerez desde la
Edad Media, concretamente una aldea repartida en 1269, hoy a unos 1800
metros al noroeste.
A comienzos del siglo XVII, Grañina, o una parte de ella, pertenecía al sanluqueño Guillermo de Cabria. En 1603 prendieron fuego a su
finca en el sitio que llamaban pozo morisco (del que hemos hablado
arriba): trigales, vides y lagares con sus aparejos, una arboleda de almendros..., éste era el paisaje y los productos que ofrecía el paraje de Grañina.
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Lámina XII. 1, Laguna del Gallo con una capa de sal, al fondo el Cortijo del Gallo.2, vegetación de marisma en la laguna. 3, detalle de la sal. 4, arroyo del Gallo desaguando la laguna. 5, aún se conservan extensas áreas de palmitos. 6, pozo del Gallo.
Durante estos años, en los distintos trabajos realizados en el entorno de la
Laguna del Gallo, hemos localizado dos nuevas áreas con restos cerámicos de
época andalusí, una situada en Bulé, y otra denominada La Cazuela –por la cortijada-, ambas están en el mismo borde de la laguna. No sabemos actualmente
si estos enclaves pertenecen a cortijos o casas dependiente de alguna de las aldeas
mencionadas en el repartimiento, lo cierto es que estas dos no están recogidas
en este reparto ver lámina VIII. También es posible que pudieran tratarse de aldeas ya abandonadas antes del repartimiento, en relación con el proceso de pérdida de importancia poblacional ocurrido en Mesas de Asta. En Pocito Chico
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hemos comprobado cómo esta aldea está funcionado en época Califal.
Cabría mencionar otro topónimo: el cortijo de los Santos Reyes,
ubicado en una suave altura al sur de la marisma del Gallo. Desde él, al
norte se domina los sitios de Grañina, Campix, Fontanina y Poblanina,
y al este, Finojera. Dado que se desconoce cuándo y porqué se puso en
este lugar tan llamativo nombre –documentalmente sólo lo tenemos registrado en el siglo XIX-, puestos a conjeturar, su origen pudiera encontrarse en los momentos de la conquista y repoblación de las alquerías de
su entorno, en referencia a Fernando III el Santo y Alfonso X, los conquistadores de las tierras de moros en la Baja Andalucía, así opinó el erudito local E. Ciria y Vergara.
Muchos serían los ejemplos. Pero no son tantos los lugares excavados y
conocidos. Tenemos la suerte de contar con uno de ellos: Pocito Chico. El
transcurso de nuestra investigación en Pocito Chico nos ha deparado la identificación de materiales y estructuras arqueológicas de época medieval islámica. De modo similar a lo que se encuentra en otros lugares, el ya citado por
nosotros de Marroquíes Bajos, en Jaén, donde la ocupación está orientada a
la explotación de los recursos agrícolas e hídricos a lo largo de la Historia. Conozcamos los hallazgos, agrupados según la estratigrafía en varias fases.
Arqueología andalusí (Fases V y VI de Pocito Chico)
Afortunadamente, podemos contar cómo la Arqueología puede ser una
inestimable ayuda para concretar y aseverar algunas de las cuestiones que la
documentación nos plantea. Nuestros trabajos en el yacimiento arqueológico de Pocito Chico así lo han deparado como comprobaran para el Período
Andalusí. La Arqueología Andalusí se nos concreta en las Fases V y VI en las
que hemos dividido el estudio del yacimiento.
La Fase V se define como conjunto o paquete de distintos depósitos de ladera que se extienden por la Loma de Grañina, colmatando una
infinidad de estructuras excavadas en las margas, actualmente al aire al ser
seccionadas por las cárcavas formadas por las lluvias en 1998 y 1999.
Estos depósitos pueden ser de época romana o, más concretamente tardorromana, y se caracterizan por la aparición de restos humanos, más o
menos agrupados. Queda claro que estos huesos proceden de una necrópolis de inhumación que, en principio, nada tenía que ver con el asentamiento andalusí, y cuya destrucción relacionamos inicialmente con la
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formación de los depósitos de ladera y con los procesos de colmatación
de la Laguna. La existencia de un silo excavado entre estos depósitos proporciona una datación ante quem, esto es con anterioridad a la primera
mitad del siglo XIII, según la cerámica.
En una zona del yacimiento, en la llamada estructura 6.1, los depósitos a los que antes nos hemos referido han sido cortados con la finalidad de conformar un silo. Por este motivo, estos depósitos han de ser
anteriores al silo, idea contrastada con la datación ante quem que nos
proporciona la cerámica, en la primera mitad del siglo XIII. Asociados
a estos depósitos aparecen una gran cantidad de restos humanos, procedentes de una necrópolis de inhumación destruida en la fase de erosión
correspondiente a la fase de formación de depósitos de ladera y con los
procesos de relleno de la Laguna.
En esta fase VI podemos distinguir en ella un período más antiguo, datable hacia el siglo XI, o algo antes, por las monedas (lámina XV), aparecidas
en la estructura 1 del Área 5. Las monedas corresponden a dos Dirham de plata
de época Califal, que acompañaban una moneda Fals tipo nafaqa (Barceló
2.010), lámina XV, 4. Otro más reciente, representado en el Área 6, y fechado
por la cerámica en época almohade. Lo interesante desde el punto de vista histórico es que la aldea de Grañina-Grañinilla estaría en funcionamiento bajo dependencia de las medinas de Mesas de Asta, primero, y de Jerez, después.
Estas dos Fases arqueológicas se corresponderían en el ámbito histórico con sucesivas dependencias de la aldea de Grañina-Grañinilla respecto
a las medinas mencionadas.
El período más tardío del medioevo andalusí en Pocito Chico se fija
en las estructuras 1 y 2 del Área 6 y en el Área 2, contrastables con los datos
históricos referentes al reparto de tierra en Grañinilla, que mencionan la
existencia de dos torres, con casas, corrales, pozo y fogón. Es justamente en
el siglo XIII cuando se cita la existencia de salinas.
Los restos arqueológicos correspondientes al período medieval en
Pocito Chico comprenden estructuras edificadas, como una de ladrillo
que el agua ha dejado vista en las proximidades del Castillo de las Ánimas;
otras excavadas en el suelo, como el Silo 1, o semisubterráneas como la
"herrería" del Área 6 (lámina XIV). Estas edificaciones, tan pobres desde
un punto de vista arquitectónico, muestran la existencia de un mundo
rural muy tradicional no valorado hasta la actualidad. Así, según VigilEscalera (1999) en ‘La Indiana’, Pinto, Madrid, encontramos otra ocupa52
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ción similar con cabañas semiexcavadas, silos, y pozos-aljibes. En cualquier caso se sitúan oblicuamente en la Loma de Grañina, desde la parte
más baja de la ladera, ocupando las arcillas hidromorfas del borde de la
Laguna, hasta las proximidades del Castillo de la Ánimas. Probablemente
siga el trazado de un camino.
Lámina XIII. 1, prospección de estructuras, área 1. 2 y 3, silo en el área 5 donde se han hallado los elementos más antiguos. 4, estructura circular de piedra. 5, silo del área 6.
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La estructura 2 del Área 6 presenta dos momentos constructivos, visibles
por el cambio de orientación del espacio que abriga las estructuras que forman
la fragua. Nuestra interpretación se fundamenta no sólo en la existencia de esponjas férricas (Rovira 1993), sino de un agujero de aireación. Este agujero,
apto para la colocación de un fuelle, se relaciona con sendas estructuras circular y cuadrada, que servirían para producir calor e introducir el hierro. En esta
fragua se trabajaría el hierro dulce. El vaso cerámico contendría agua y se utilizaría para enfriar el objeto, normalmente pequeño (en concreto, hemos encontrado clavos). No podemos decir que se trataran de herraduras, ya que no
hemos localizado ninguna, y la fecha de inicio del herraje está por estos tiempos.
En la intervención arqueológica de 1993 en la Puerta de San Cristóbal
de la Catedral de Sevilla, se localizaron bajo la solería del atrio varias pilas. De
ellas destacamos las dos menores, revestidas de mortero encofrado. Esta pilas
se interpretaron como de herrero al aparecer rellenas de "restos de cenizas y
herrumbre ", de data posmedieval. Otra estructura en forma de pileta, de
época musulmana y relacionada con la metalurgia se cita en el Paseo de la
Victoria de Córdoba. Durante la Edad del Hierro se utilizaron en Europa
unos fosos cuadrangulares excavados someramente en el suelo para el trabajo de los metales, por ejemplo en Valencia.
La estructura está formada por tapial de color anaranjado en capa alargada (entre 10-15 cms. de grosor), sobre la que se colocarían sendos muros
de ladrillo, posiblemente desaparecidos por una acción exhaustiva de reaprovechamiento. Se adapta a la interfacies cuadrangular, que revestida de
barro está rellena de restos de fundición de hierro y cenizas; junto a la que se
encuentra otra de planta circular y perfil semioval relleno de restos de adobe
sin forma y cenizas; y un vaso cerámico que se encontraba incrustado en el
suelo. Se completa con una excavación de la albariza. En el suelo natural para
adecuar la estructura al borde de la laguna. Se le asocian un muro y un pilar,
de sillarejo trabado con argamasa y revoco de tapial, en aparejo que presenta
zonas en la base en espina de pescado, formando un espacio alargado hacia
el sur que tiende a la terminación absidal. Debido a la posición de la cárcava
no sabemos si el acceso estaría al norte o al sur.
Nuestra idea de que el fogón citado en el Reparto se refiere a una herrería, se fundamenta no sólo en la existencia de esponjas férricas, sino en la
de un agujero de aireación. Este agujero, apto para la colocación de un fuelle, se relaciona con sendas estructuras circular y cuadrada, que servirían para
producir calor e introducir el hierro. En esta fragua se trabajaría el hierro
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dulce. El vaso cerámico contendría agua y se utilizaría para enfriar el objeto,
normalmente pequeño (en concreto, hemos encontrado clavos). No podemos decir que se trataran de herraduras, ya que no hemos localizado ninguna, y la fecha de inicio del herraje está por estos tiempos.
Lámina XIV. 1, 2, 3 y 4, vivienda Andalusí de Pocito Chico con muros de mampostería y
tapial, y el hallazgo de la fragua. 5, detalle de la fragua. 6, fragmento de cerámica hallado en
la fragua con el nombre de Abdala.
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Con posterioridad, se cambia la orientación de esta estructura al Sureste, buscando el sentido de la pendiente. Parece ser que se trataba de un
problema de estabilidad del edificio, así que suponemos que entre ambas reconstrucciones debió mediar poco tiempo. No hemos encontrado ladrillos,
el muro mayor tenía un zócalo de sillarejo, los demás estaban fabricados con
argamasa anaranjada, grava y cerámica de tamaño pequeño, sin zapatas. Este
último tipo de muros. Según Miguel Ángel Tabales se data entre la segunda
mitad del XI y fines del XII en San Clemente de Sevilla. De cualquier modo,
durante la excavación no pudimos distinguir los depósitos identificadores
de cada construcción. Hacia el 1100 se fecha la revolución agrícola medieval basada en el uso de la herradura de clavos, los arneses, el balancín y la
grada de puntas de hierro. Sabemos que avanza de norte a sur y de este a oeste
de Europa, ¿era ya una realidad a principios del siglo XIII en el suroeste de
Europa? ¿Qué relación existe entre la agricultura de regadío andalusí y esta
de secano? Hay que seguir excavando esta estructura, hay que continuar la investigación porque su presencia tiene hondas repercusiones históricas.
En relación con el cierre de esta estructura, que dicho sea de paso cuando
se pueda excavar nos gustaría comprobar si, en efecto, es el corral citado en el
Repartimiento, exhumamos una estructura circular de piedras pequeñas tomadas con mortero de cal. Se adaptaba a una fosa de cimentación excavada en
el firme de arcillas hidromorfas. La base del aparejo, en espina de pescado sobre
cama de tapial se interpreta como un contrafuerte. Estos contrafuertes, circulares con tejadillo cónico, son frecuentes en la arquitectura tradicional, usados
como refuerzo en las esquinas exteriores de muros portantes.
En el perfil del Área 2 se observan los restos de tres muros de tapial que
delimitan un espacio, desgraciadamente el muro transversal de cierre ya ha
desparecido por la erosión, y un nivel formado por una sucesión de tejas.
Este nivel de tejas curvas lo hemos interpretado como pavimento, dada su superficie y alineamiento. Teniendo en cuenta lo poco excavado y que sólo lo
conocemos en sección, queremos ayudarnos con el edificio rural de ‘La Caserona’ en el Cortijo de San Eugenio (Teba, Málaga), donde encontramos
un depósito de tejas similar, consecuencia del derrumbe de la techumbre
según sus excavadores. En este lugar, las tejas se encuentran decoradas con representaciones cosmológicas de “intención protectora o propiciatoria”, tal y
como sucede en Pocito Chico.
Justamente, las estructuras 1 del área 5 y 1 del área 6 corresponden a sendos silos, el último parangonable al citado de la Plaza de la Encarnación de
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Lámina XV. Materiales de Grañina. 1, Cuchilla de hierro para el trabajo del cuero. 2, Cincel de hierro. 3, Cuchillo de hierro. 4, Fals tipo Nafaqa, moneda acuñada en Tánger en el
siglo VIII. 5-6, Dirham de plata siglo X, área 5. 7, Dirham de plata, siglo XII. 8, Elemento
en bronce, pertenece a un bocado de caballo.
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Lámina XVI. Fauna de niveles Andalusíes de Grañina. 1, Cráneo de caballo. 2, Cráneo
de vaca.
Jerez. Los silos, en árabe "hafara", en opinión de Bolens suponían una reserva
para los años de carestía, un margen de seguridad para la economía de subsistencia que se practicaba en una aldea campesina. Se almacenaba principalmente trigo, pero también legumbres panificables. En el caso citado de ‘La
Indiana’, en Pinto, Madrid, lo hallado corresponde a cereal carbonizado.
En esta fase VI, pero de manera hipotética, incluimos un conjunto de
al menos dos silos localizados en la cima de la ladera situada a espaldas del
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Cortijo. Estos silos se encontraron vacíos, como consecuencia de la rotura de
la tapadera de los mismos por el peso de la maquinaria agrícola. El denominado Silo 1 fue "excavado", documentándose la zona inferior en el sustrato rocoso y el resto superior fabricado con piedras que cierran a modo de "falsa
cúpula" y generan un pequeño cuello para colocar una tapadera. Ambos silos
han sido destinados a almacenar los fragmentos cerámicos desechados en
nuestras intervenciones arqueológicas.
El conjunto se completa con otro silo vacío situado unos 200 metros al
Oeste de los citados. Alineado con los anteriores, pero hacia el este, en una
cárcava que lo ha dejado al descubierto, hemos visto en noviembre de 1999,
un nuevo silo no colmatado totalmente, cubierto por un molino de piedra,
fragmentado por el peso de la maquinaria. Silos similares se han encontrado
muy cerca, en la necrópolis calcolítica de la Base Naval de Rota y, en la provincia de Cádiz, en el despoblado andalusí de Casinas, Junta de los Ríos.
Según los autores andalusíes para absorber humedad del suelo se usaba
una capa de ceniza tamizada, de la que en nuestro caso no hemos encontrado
resto alguno; y en el fondo un puñado de sal con carácter benéfico (así lo explicitó Lours en 1979). Para aislar el grano se disponía arcilla, alpechín, alquitrán o resina, juncos, hojas secas de altramuz y mirto, paja de trigo o cebada, y
hojas de palmera. Estos datos deberán ser contrastados en campañas futuras.
Contra las alimañas que acechaban los silos se colocaban talismanes del tipo
agua de aladierno, pepino del diablo, coloquíntida, vinagre, y posiblemente
jugo de calabaza. Para evitar el nacimiento de gusanos, se disponía en la parte
superior del silo hojas de menta, corteza de cedro, yeso o acelgas.
Aldea de Campix.
Término mozárabe según M. González. Se trata de un yacimiento sito
sobre un cerro de unos 93 metros sobre el nivel del mar. Las albarizas impermeables que lo forman son cortadas a pie de monte por dos arroyos, al
Este se sitúa la Laguna del Gallo. Ha perdurado en la toponimia actual como
Cerro de Campín, así como en dos cortijos, Casa de Campín en todo el alto
del cerro, y Cortijo de Campín a media ladera en dirección a Grañina, denominándose la parte opuesta en el límite con el término de Sanlúcar de Barrameda, Torre Alta, y también San Cristóbal. Durante el siglo XIX, sus
tierras también fueron conocidas como Los Gamonales, topónimo conservado hoy en un camino cercano en el término de Sanlúcar de Barrameda.
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Del mismo modo, pero en el término de Jerez, los cortijos cercanos
de Alijar y Alijarillo –un caso, más reciente, de poblamiento dual-, derivación de la voz árabe al-adjar (casa rural sólida y amurallada), para nosotros podría tratarse del término Lexixa del Libro del Repartimiento, a
fines del XVII nombrados cortijo y Torre de Alijar (Pérez 2001), Horozco cita para 1598 una muela de aceite en el pozo del Almazán, topónimo que se conserva actualmente, y un nuevo mojón en el Campo de
Gamones, próximo a Alixar, donde se encontraban unas esparragueras.
Todavía se puede recorrer la cañada del Gamonal en término de Sanlúcar
con dirección a Alijar, que se encuentra en término de Jerez de la Frontera.
Como estamos viendo en el resto de Aldeas Andalusíes, posee un pozo
y abrevadero, en este caso es posible que muy cerca de la puerta de entrada a
la aldea, (lámina XVII).
Lámina XVII. Fotografía aérea de Campín, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento, su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, así como las áreas con restos arqueológicos.
En tiempos del Repartimiento la alquería debía encontrarse deshabitada, salvo el caso de Domingo Pérez de Bovadilla. A los titulares de las
tierras repartidas, como fue habitual en las demás alquerías, les fueron
entregadas las principales casas, situadas generalmente al lado de sus respectivos lotes de tierras. Así, se repartieron un número no determinado
de edificios que habían pertenecido al último alguacil moro de Jerez,
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Aben Abit, desterrado en 1255- que llaman palacios, término que M.
González interpreta como sala principal de una vivienda, y nosotros
como vivienda con patio central: “estos todos palacios son en las casas grandes que fueron del Alguacil de Jerez”. Son mencionadas también las casas
del corral y las del palomar.
Respecto a la idea de que se trataba de una aldea cercada o amurallada, tenemos los siguientes datos al respecto: Párrafo 1067, los palacios
con la torre. Párrafo 1069, el palacio luengo de la pared. Párrafo 1071, los
palacios que estan cerca de la puerta como entra a mano derecha. Una
puerta al parecer de acceso en el flanco oeste de la aldea, situada con toda
probabilidad en el camino que provenía de la aldea de Poblanina, actual
Camino de Chipiona. Este camino atraviesa por la mitad el área donde
se esparcen los restos arqueológicos, y continúa en dirección Noreste
hacia Fontanina y Grañina, escasamente separadas entre sí 2 km. La edificación debía de ser del tipo andalusí hisn, similar a los bury ingleses:
castilletes o casas fuertes que agrupaban en su derredor un buen número
de viviendas, pero que no disponían de cerca o recinto amurallado en la
mayoría de los casos.
En el reparto es mencionada la Carrera de las Palmas, que va de Campix a Fontanina, y comunica con la Carrera de Grañina. La Carrera de las
Palmas, la interpretamos como parte del Camino de Chipiona, y el actual
Camino del Palmar, que conduce a Finojera. El resto de las casas existentes
se distribuyeron entre los 76 repobladores.
Los restos arqueológicos están distribuidos por un área que ocupa unos
50.000 metros cuadrados, esto no quiere decir ni mucho menos que el yacimiento tenga estas dimensiones, debemos tener presente que toda esta zona es
constantemente arada para las tareas agrícolas, por tanto el material arqueológico está disperso superficialmente. De todas formas, los elementos arquitectónicos que se pueden ver, como muros, silos, y sobre todo multitud de piedras de
distintas construcciones, están repartidos por una zona bastante amplia, ver lámina XVIII. En este mismo lugar se encuentran abundantes restos de época romana, con hallazgos arquitectónicos, tales como tambores de columnas.
Los límites de su término lindaban al Sur con Bayna, al Oeste con Poblanina, al Este con Fontanina y Finojera, al Norte con Grañina y Lexixa.
Es la segunda aldea tras Grañina en el tamaño de tierra de labor repartida,
176 caballerías o yugadas, lo que equivale a 611 hectáreas aproximadamente.
La aldea andalusí desapareció en su totalidad; así pues, para aproxi61
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marnos a su urbanismo aglutinaremos aquí los edificios mencionados: Párrafo 1066, las casas del corral, Párrafo 1068, los palacios luengo a luengo,
Párrafo 1069, el palacio luengo, Párrafo 1070, los palacios de la parte de Poblanina, Párrafo 1071, los dos palacios que están cerca de la puerta, Párrafo
1072, estos todos palacios son en las casas grandes que fueron del alguacil de
Lámina XVIII. 1, camino y arroyo de Campín, arriba del camino estaba situada la aldea. 2,
cortijo de San Cristóbal, en la parte opuesta del cerro. 3, casa de Campín, altura donde estaría situada la entrada. 4, restos de edificaciones de la aldea. 5, desde el borde del camino,
espacio que ocupo la aldea. 6, boca de silo.
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Xerez, Párrafo 1073, las casas del palomar, Párrafo 1075, una casa a Domingo Pérez de Bovadilla, do morava, Párrafo 1076, E todas las otras casas
que se partan por cada veyntena. Así pues nos encontramos con una serie
importante de construcciones, al menos son mencionados 11 palacios o
Lámina XIX. Materiales de Campín. 1, Fragmento de cerámica estampillada, tinaja vidriada en verde. 2, Fragmento de ataifor decorado en cuerda seca. 3, Cazuela bruñida. 4-5,
Fragmentos de fondos con bruñido reticulado.
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casas grandes, también son varias las casas de menor entidad las mencionadas, aunque en este caso es difícil concluir un numero mínimo de ellas,
pero como es lógico debían ser las más numerosas.
Tenemos una pared, una puerta, y una torre, parece pues que nos encontramos ante una aldea cercada. Son mencionadas también 3 carreras:
Párrafo 937, carrera que va de Campix a Grannina, Párrafo 971, carrera al
fondo, Párrafo 1028, carrera de las palmas. Y dos amojonamientos de termino: Párrafo 937, mojón blanco, que esta cerca de la carrera que va de Campix a Grannina, Párrafo 954, mojón del collado que de parte de Lexixa.
A partir del último tercio de siglo XV Campix pasó a ser propiedad de
la Cartuja de Jerez, siendo explotadas sus tierras como dehesa.
Aldea de Fontanina.
En el Libro de Repartimiento se trata esta aldea como de un apéndice de Campix, se encuentra situado en la ladera Este del cerro, en la dirección de la laguna del Gallo, ver lámina XVII. Se encontraba unida a
Campix por la carrera de las Palmas, Párrafo 1028. Como hemos dicho
anteriormente creemos que se trata de parte del Camino de Chipiona.
No se menciona que aquí se repartieran casas, sólo que se le concedieron a trece repobladores una veintena de Campix como ayuda.
El área por donde se encuentran repartidos los restos arqueológicos
ocupa una zona de unos 15.000 metros cuadrados. La frecuencia de hallazgos en superficie es mucho menor que en el caso anterior. Desde nuestro
punto de vista este enclave debe entenderse como un lugar dependiente de
Campix. La ubicación tan cercana respecto a esta aldea y su escasa entidad,
así nos lo hacen plantear. Tal vez, sólo se trate de alguna edificación separada unos cientos de metros de la aldea de Campix.
Aldea de Poblanina.
Esta aldea se encuentra emplazada al Oeste de Campín, en el límite con
el actual término de Sanlúcar. En el entorno del cortijo de La Atalaya. Se comunicaba con Campix por una carrera identificable hoy con parte del camino viejo de Chipiona. Los límites de su término se marcaron desde la aldea
hasta el pozo comunal, apuntamos el que de muy antiguo llaman del Tirador,
con abrevadero, muy cerca de esta aldea, ver lámina XX.
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Situada en una pequeña elevación, el núcleo principal de los hallazgos
arqueológicos se localiza en la parte Suroeste del cerro, mirando hacia el
arroyo Hondo en primer termino, y el río Casarejos más al Sur. Su término
esta delimitado al Sur por Flayna, alquería emplazada en término de Rota,
probablemente en el yacimiento de Las Mezquitillas; Flayna también muestra una raíz latina, de villa Flavina, sirviendo de limite el río Casarejos, actual
arroyo Salado, al Oeste el padrón de Sanlúcar, al Norte Lexixa y Campix,
que también lo hace al Este.
En el Reparto son pocas las menciones al entorno, y menos a la pro-
Lámina XX. Fotografía aérea de Poblanina, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento, su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, así como las áreas con restos arqueológicos.
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pia aldea: Párrafo 1077, la carrera que va de Campix a Poblanina, de la
parte de Lexixa. Como hemos dicho se trataría de parte del camino de
Chipiona, al que se une el que proviene de la aldea, ver lamina XX. Párrafo
1099, Á veynte cavallerías, en que á por medida, en la alcaría, ocho sogas
fasta el pozo, e de la otra parte, en la cuesta de Piedralada fasta la laguna e
el pozo ay una caballería, son cincuenta sogas e va por las palmas ayuso.
En el área donde se localizan los retos arqueológicos, encontramos
un viejo pozo con abrevadero. Frente a este pozo se encuentra curiosamente una cuesta que es la más escarpada del cerro. Así mismo, en la fotografía aérea que utilizamos para situar las distintas localizaciones, lámina
XX, hemos situado dos zonas donde se forman lagunas en la actualidad.
Lámina XXI. Materiales de Finojera, Poblanina. 1, Fragmento de borde de tinaja estampillada (significado “La Paz”), de Finojera. 2, Fragmento de candil con decoración pintada, típica norteafricana, de Finojera. 3, Fragmento de tinaja estampillada, con vidriado en verde,
con la mano de Fátima, de Poblanina. 4, Fragmento de tinaja estampillada, con roseta, vidriada en verde, de Poblanina.
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El lugar denominado las palmas es mencionado en más de una ocasión.
No sabemos donde estaría este lugar, lo cierto es que junto a la laguna que
forma el salado encontramos una cantidad considerable de palmitos. Párrafo 1122, e de la parte de Flayna, treinta sogas fasta el arroyo, e por medio.
En la actualidad el Arroyo Hondo transcurre a todo lo largo de la zona arqueológica, desde el Sur partiendo del Salado, hacia el Oeste.
Respecto a las viviendas la única mención es para decir: Párrafo
1160, En razón de las casas, que cada una aya casas en su frontera. Se reparten un total de 98.5 caballerías o yugadas de tierras de labor, que equivale aproximadamente a 342 hectáreas.
Los restos arqueológicos se encuentran repartidos por un área de unos
30.000 metros cuadrados, no se aprecian construcciones en superficie. Son
muy abundantes los restos de época Romana, como los de un horno de cerámica perfectamente delimitado, y restos de mosaicos.
Aldea de Bayna
Lámina XXII. Fotografía aérea de Bayna, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento,
su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, así como las áreas con restos arqueológicos.
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La aldea de Bayna según el Libro del Reparto se encontraba junto al
río de Casarejos, actual Arroyo Salado. Los restos arqueológicos que encontramos hoy, están repartidos por una ladera que finaliza en el Salado,
ocupa una extensión considerable en un área que abarca desde el Salado
hasta el pozo con abrevadero, y el cortijo, que en la actualidad aún se llama
Lámina XXIII. Materiales de Bayna. 1-2-3, Felús de bronce. 4, Fragmento de tinaja con
decoración estampillada vidriada de verde. 5-6-7-8-9, Dirham de plata. 10, Moneda de
bronce. Todas las monedas de la colección propiedad de D. Manuel Ortega.
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de Vaina. El topónimo proviene, según Basilio Pabón, del latín baius, badius, batius, batinus, batinius o vatenius, o bien de la propia palabra árabe
bayna, significando "entre". A pesar de que el yacimiento es muy rico arqueológicamente, no se reparten casas ni edificios públicos, tan sólo tierras.
Puede que esto indique que existió un lapso de tiempo entre el abandono del
lugar y la repoblación.
Limitaba Bayna con los términos de Villarana y Casarejos al Sur, al
Norte lo hacía con Campix-Fontanina, al Este con Finojera y al Oeste con
Flayna y Rota. El Arroyo del Salado delimitaba su termino en dirección
Norte y Sur. Por su desembocadura las mareas llegaban hasta el pie de la
aldea, haciendo navegable el arroyo como hemos podido comprobar, pues sabemos de forma oral que a principios del siglo XX los productos agrícolas de
la zona se transportaban en barcas a Rota.
Aldea de Casarejos.
La aldea de Casarejos lindaba espacialmente, al Oeste con los términos Rota y de Flayna, separados por el Río Casarejos (Arroyo Salado); al
Norte con Flayna, Vayna y Villarana, también al Este junto con al-Qanatir
(Santa María), y al Sur con la Bahía de Cádiz. Todos estos límites están mencionados en el Libro del Repartimiento, así como en una serie más amplia de
datos que a continuación trataremos.
Al igual que al-Qanatir, se encontraba en la desembocadura de un río,
denominado de Casarejos en el documento, Salado para nosotros, ver lámina
XXIV. La ubicamos en el topónimo de los Camellos, o Casarejos, en el margen derecho del Salado, actualmente en el interior de la Base Naval. Desconocemos porqué se encuentra actualmente en el municipio roteño, creemos
en la posibilidad de que con el tiempo parte de estas tierras, pasaran por heredad a la Casa de los Guzmán (Medinasidonia).
Las características de este yacimiento arqueológico no han permitido que
podamos ofrecer material arqueológico alguno. Se encuentra, como hemos
dicho dentro de la Base naval Hispano-Americana, y no fue prospectada antes
de las construcciones. Por suerte, sí se ha realizado alguna prospección fructífera por toda el área que nos ocupa, y se han localizado algunas cerámicas.
Son varias las menciones que hay respecto a la comunicación de la
aldea (párrafo 426, el que está cerca la carrera de Rota). Este camino provenía de al-Qanatir, y parece ser que atravesaba la aldea o lindaba con ésta.
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El caso es que esta aldea, como veremos también en Villarana, tiene el
control sobre el paso del río de Casarejos. Un vado, un puente, o barcas,
deben ser utilizados para atravesarlo; en la actualidad y a pesar de los aportes sedimentarios hay que atravesarlo con puentes, ver lámina XXIV. Párrafo 490, de la carrera delante de parte de Flayna, camino que se dirigía
al Norte, una vez atravesado el río, en dirección a la aldea de Flayna, como
ya hemos dicho, situada probablemente en el yacimiento de Las Mezquitillas. Hay mención a una carrera más, Párrafo 490, aquende de la carrera
o está el pozo. Es posible que se refiera a una de las mencionadas ya.
Por los datos recopilados en el Libro, debió ser Casarejos una de las
aldeas de gran entidad, dentro del ámbito geográfico y cultural que tratamos. Como en algunas de las demás aldeas, se hace mención a una
pared, pero no a torres, circunstancia que no nos permite decir si realmente se trataría de un muro perimetral para proteger la aldea. En todo
caso las citaremos aquí: párrafo 490, en los palacios grandes de la otra cuadrilla commo se sigue con la pared aiuso; párrafo 491, salvo los palacios
que siguen commo va la pared; párrafo 546, la rúa en medio, con las casas
que se tienen en la pared; y párrafo 565, salvo los palacios que se siguen
commo va a la pared y las casas que están sobre la cueva. Esta cueva que se
menciona, creemos se trataba de un gran silo, como algunos de los excavados en el yacimiento de La Viña, o en la Base Naval.
Las viviendas y las construcciones mencionadas son abundantes y permiten hacernos una idea de la aldea andalusí. Se cita la existencia al menos
de dos calles, párrafo 489, Primeramente es la rúa que fizieron, que esta de
parte del río, la que va a porluengas de un cabo a otro, la de los Colmeneros;
y párrafo 546, la rúa en medio, con las casas que se tienen en la pared. Respecto a las viviendas son numerosísimas las particiones que se hicieron, divididas en cuatro cuadrillas, con un total de 77 beneficiarios, esto no quiere
decir que todos recibiesen casas. Pero debieron ser bastantes como veremos: párrafo 489, Esta es la partición de las casas e de la tierra, los cuatro
quadrilleros que fizieron. Primeramiente es la rúa que fizieron, que esta de
parte del río, la que va a Porluengas de un cabo a otro, la de los Colmeneros,
y la tierra del pan que se tien con ella; párrafo 490, Ésta es la segunda quadrilla que finieron de parte de la mar, en linde de esta sobredicha, en los palacios grandes de la otra cuadrilla commo se sigue con la pared aiuso, e con la
tierra que es partida, de la carrera delante de la parte de Flayna; párrafo
491, Ésta es la tercera, en los palacios grandes con los otros de deiuso, salvo los
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palacios que se siguen commo va la pared, que son desta segunda sobredicha.
E en esta cuadrilla son las otras casas o esta el pozo fasta el exido, e las casas
que están sobre la derecha; párrafo 492, Ésta es la quarta cuadrilla que fizieron enmedio de la alcaría. Los palacios grandes con la mezquita e con la
tierra que está so sy, aquende de la carrera o esta el pozo, e con la tierra de la
Ysla. En el centro de la alquería, como vemos, se levantaba la mezquita y varios “palacios grandes”. De nuevo, como ocurre en Canpix, encontramos
esta diferencia en las viviendas. Como veremos, para nosotros estos pala-
Lámina XXIV. Fotografía aérea de Casarejos, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento,
su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, como la zona de viñas, o la isla.
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cios grandes son casas con patio central, el resto debió de tratarse de casas
pequeñas con muros de adobe, ladrillo, o mampostería, y techumbre vegetal. Otros de estos palacios se ubican en el flanco sur de la población.
Al menos se menciona un pozo, que debió ser público. Hay un pozo
mencionado en un documento, desaparecido, también del siglo XIII
Lámina XXV. 1, puente de madera sobre el Arroyo de Villarana. 2, Arroyo del Salado, llamado Casarejos en el Libro del Reparto.3, plano de 1762, donde se recoge una isla en la
desembocadura del Salado. 4, el Salado a su paso por Bayna. 5, Arroyo Salado, detalle de la
acumulación de piedra por donde trascurre el Vado de Villarana.
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(Orozco, Ms. 1598), llamado de la Murta. En la hoja 1061 del Mapa Topográfico Nacional, del año 1956, se sitúa un pozo con abrevadero en la Punta
de La Puntilla, junto a la aldea. Otro de los datos geográficos, precisos y preciosos, que nos ofrece el Libro del Repartimiento es la existencia de una isla,
de la que en la actualidad no queda rastro. Sin embargo, hemos consultado
varios planos antiguos de la Bahía de Cádiz, donde esta representada esta
isla en la desembocadura del Salado, en la lámina XXV se recoge uno de estos
planos, donde podemos verla con toda claridad.
La ubicación de esta aldea sobre un manto de dunas, ofrece la característica geomorfológica de mayor relevancia, se refiere a la existencia de sucesivos
cordones de dunas eólicas que conforman lo que los investigadores F. Borja
Barrera y F. Díaz del Olmo denominan el Manto Eólico Litoral (MEL). Este
manto es el que separa la Campiña Litoral Gaditana, las tierras negras y las albarizas, en la Bahía de Cádiz. Una formación del Holoceno Reciente existente
en amplias zonas del litoral norte del Golfo de Cádiz. Es este manto de dunas
el que transformó, como en el río Guadalete, o el San Pedro, la desembocadura del Salado, cambiando su fisonomía, ocultando los canales que darían
forma a esta isla, que hemos situado según interpretamos en la lámina XXIV.
Entre los espacios citados en el Libro, que podrían ser de uso de la
comunidad, encontramos un ejido, o campo común; párrafo 565, o esta
el pozo fasta el exido. Así mismo, encontramos la jara, que podría ser una
pequeña estepa, o marisma; Párrafo 421, de fuera de las vinnas, cerca de
la xara con las figeras. Pero como hemos visto en este último párrafo, son
varios los datos que hacen referencia a plantas o árboles como las higueras y, sobre todo, viñas, las cuales trataremos mas adelante, así como perales; Párrafo 389, cerca el peral.
Como se puede comprobar en el Libro del Reparto, sobre todo la tierra que se reparte es de viñas en arena, y un poco de tierra de pan. Pero creemos o intuimos, al carecer en este caso de excavaciones en esta aldea, que
tiene unas características económicas muy similares a la de al-Qanatir. Casi
todo su término debió estar cultivado de viñas en arena, sus habitantes estarían dedicados a la pesca y, muy posiblemente, explotarían la sal de sus marismas, como sucede en la actualidad.
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Aldea de Villarana
El topónimo de Villarana se ha conservado dando nombre a un caserío en torno al cual se encuentra el yacimiento arqueológico. El término territorial lindaba al Norte con Bayna, Finojera y Bollullo, al Oeste con Bayna,
Flayna y Casarejos, al Este con Bollullo y al-Qanatir, y al Sur con Casarejos,
al-Qanatir, y con la Bahía de Cádiz. El yacimiento arqueológico esta situado
sobre un pequeño cerro, con caída hacia el Sur, en suave pendiente.
Justo al pie de esta ladera se encuentra aún un pozo concejil con su abrevadero, junto a la Vereda del Vado de Villarana. Esta aldea ejerce el control
sobre este vado, uno de los dos que dan acceso a la Costa Noroeste: el situado
en Casarejos, y éste. Estos vados que atravesaban el río de Casarejos, como ya
sabemos el actual Arroyo Salado, pudieran ser el motivo de la ubicación en
estos mismos lugares de yacimientos arqueológicos de épocas protohistóricas.
El material arqueológico esta disperso por todo el entorno del actual caserío,
delimitado por las veredas del Vado y de Villarana, ver lámina XXVI.
No existe referencia alguna al reparto de casas u otros inmuebles andalusíes. En 1939 aún eran visibles "interesantes cimentaciones en el cerro del
Lámina XXVI. Fotografía aérea de Villarana, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento, su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, así como las áreas con restos arqueológicos. Arriba a la izquierda se sitúa el Vado.
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pozo", según refiere el historiador local E. Ciria. Este pozo, hoy existente, se
remonta a la época que tratamos. A fines del siglo XIII, Dª María Alonso
Coronel, esposa de D. Alonso Pérez de Guzmán, "el Bueno", compró la dehesa de Villarana al rey Sancho IV. Este enclave siempre fue un importantísimo núcleo agrícola.
Lámina XXVII. 1, al fondo el Caserío de Villarana, donde se ubicaba la aldea, delante el
pozo concejil de Villarana al pie de la vereda. 2, Laguna Salada junto a la aldea de Bollullos.
3, Laguna Chica. 4 y 5, choza y choza con viñas, ambas por la zona de Bayna. 6, Arroyo Salado adentrándose en la campiña.
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Aldea de Finojera.
El vocablo, del que procede el castellano hinojo, lo encontramos en su
derivado Hinojosa (Alta y Baja), como topónimo que da nombre a un amplio llano sito al sureste de la aldea medieval. Al Norte limita con el término
de Grañina, al Oeste con los de Campix y Bayna, limite también al Sur junto
con el de Villarana, al Este con el de Bollullo y Marchar Grasul.
La mención de la proximidad del hábitat aguas arriba de un arroyo que
pasaba por el término de Bayna, hoy arroyo de Campillo, y la presencia de
materiales arqueológicos de la época permiten situar esta aldea en Venta Alta.
Lámina XXVIII. Fotografía aérea de Finojera, esta recogida la toponimia entorno al yacimiento, su correspondencia con hitos mencionados en el Reparto, así como las áreas con restos arqueológicos. Abajo a la derecha se sitúan los pozos del Duque.
En el Libro del Reparto se hace mención a varias viviendas, y a la
existencia de una mezquita, párrafo 1364, las casas de su frontera con la
mesquita. Las casas que son repartidas, en su mayoría se encuentran en la
frontera: de los seis párrafos que citan casas, en cinco está la palabra frontera. Esto sabemos que es debido a la ubicación de la aldea. Según nuestra interpretación de la distribución del territorio durante el periodo
Andalusí, Finojera se sitúa en la intersección de la Vereda del Chaparral
con la de Carrascal o Forlón, y el Camino del Palmar, el límite con el termino de Campix-Fontanina, ver lámina XXVIII. Según se infiere de la
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lectura del manuscrito, el hábitat se reorganizó siguiendo un sistema de
“disposición radial de las veintenas respecto al centro de la aldea”, según
aparece transcrito en el libro del profesor González.
Los materiales arqueológicos con los que contamos no son muy abundantes. Se encuentran repartidos por un área algo extensa, aunque la mayor concentración está situada al sur de la vereda del Chaparral, en una suave ladera
hacia el arroyo, donde podremos encontrar los Pozos del Duque, una serie de
pozos antiguos que explotan un importante acuífero, ver lámina XXVIII. También son muy significativos los pozos situados tras el área arqueológica. Desde
la Vereda del Carrascal o Forlón, en dirección a los restos de la aldea, encontramos en la actualidad un pozo con abrevadero, algo habitual como estamos
viendo en las proximidades de donde estaban ubicadas la mayoría de las aldeas.
Aldea de Bollullo.
Bollullos era una aldea que estaba situada en las cercanías de Finojera,
linde en dirección Norte y Oeste, así como con el término territorial de Villarana, que también lo hacía al Sur. Al Este se situaban los términos de al-Qanatir, y Marchar Grasul.
Se reparten casas e incluso una mezquita. Toponímicamente el nombre
es de ascendencia árabe y significa torre pequeña. Para Castro se debía identificar con el cortijo de Belludo, cuyo nombre se conserva en torno al área que
ocupa hoy la institución penitenciaria, conocida como “Bellúo”. Para nosotros debió estar ubicada en las inmediaciones de la Laguna Salada, ver lámina XXVII. Aunque hay poco material arqueológico en superficie, sí
hemos constatado la presencia de éste en el entorno del Cortijo de Barranco,
en dirección Oeste hacia el Cortijo Pernita.
El complejo endorreico de El Puerto de Santa María se compone de una
serie de lagunas que debieron ocupar casi todas las pequeñas y medianas depresiones de la campiña. Como hemos podido comprobar, desaparecen una vez
que las altas temperaturas dominan en el lugar; aunque en algunos casos como
sucede con la de Los Milagros o la del Gallo, ha sido la acción antrópica la que
las ha desecado. Tres de ellas -Salada, Chica y Juncosa- han quedado protegidas,
al ser declaradas Reserva Integral. La Salada es la mayor de todas, con una superficie de 37 hectáreas, y conserva toda la cubierta vegetal que la rodea. La Laguna Salada no es más que una cuarta parte de la zona anegadizo en la del Gallo.
La riqueza faunística de estas lagunas, especialmente en aves, unido al
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tipo de vegetación que poseen, convierten a estos lugares, en una fuente importante de recursos, como ocurriría en épocas pasadas. La caza, la crianza de
aves, la recolección de huevos, la utilización de juncos y castañuelas para las
viviendas de las aldeas, serían algunas de las prácticas y productos habituales para los habitantes de la laguna (lámina XXVII).
Aldeas de Marchar Grasul y Marchar Tamarit.
Los términos de Machar Tamarit y Machar Grasul se repartieron juntamente con Bollullos y con la laguna que hoy día conocemos como marisma
de Los Tercios. La adscripción de los nombres es inequívocamente árabe y los
emplazamos en el tramo restante entre Los Tercios y el término de Jerez, ver
lámina VIII.
Marchar Grasul lindaba al Norte con Xerez y Grañina, al Oeste con
Finojera y Bollullo, al Sur con al-Qanatir y con Sidonia, con quien también
lo hace al Este como Marchar Tamarit. No tenemos objetos arqueológicos recogidos de esta aldea, si bien tenemos la constancia de la presencia de materiales de la época en el entorno del pequeño cerro de La Caldera, al borde de
la marisma de Los Tercios, ver lámina VIII. Esta marisma también se conoce
en la documentación de archivo como del Hato de la Carne, por ser el lugar
de pasto del ganado antes de su entrada en la ciudad.
Marchar Tamarit, quedaría más próxima a la Sierra de San Cristóbal,
lindaría al Norte con Xerez y Marchar Grasul, que también lo haría hacia el
Oeste; el Sur y el Este lo ocuparía el término de Sidonia.
La aldea de Sidonia.
El término municipal actual de El Puerto de Santa María, se completó
pocos años después del Reparto, con la incorporación de las tierras y huertas de Sidonia, el 30 de marzo de 1284, reinando Sancho IV. En aras de un
buen entendimiento, vamos a describir este lugar antes de al-Qanatir.
Sidonia lindaba al Norte con Xerez y Marchar Tamarit, que también lo
hacia al Oeste junto a Marchar Grasul y al-Qanatir, situada también al Sur,
como las marismas del Guadalete, al Este el término de Xerez. Los pleitos y
litigios limítrofes se han sucedido a lo largo de los siglos. Ya en 1373 Jerez y
El Puerto discutían sobre su vecindad, algo que nos recuerda al litigio fronterizo finalizado el año 2000.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Lámina XXIX. Vivienda troglodita en la Sierra San Cristóbal, lugar de la antigua Sidonia.1, las tareas cotidianas en una vivienda a comienzos del siglo XX, fotografía cedida por
el Centro Municipal de Patrimonio de El Puerto de Santa María. 2 y 3, viviendas abandonadas, en momentos más antiguos estas viviendas se encontraban repartidas de una punta
a otra de esta pequeña sierra. 4, cueva aún en uso.
Reconocemos bajo esta denominación el paraje de Doña Blanca,
situado en las faldas de la Sierra de San Cristóbal, vertiente del río Guadalete y con vistas a El Puerto. Los trabajos arqueológicos realizados en
el Castillo de Doña Blanca han puesto al descubierto numerosos restos
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Lámina XXX. Materiales de Sidonia. 1-5, Vasitos de cerámica común. 2, Dedal de bronce
de trabajos del cuero. 3, Molde de piedra de orfebre y reproducción. 4, Aguja de hueso para
el pelo con decoración pintada en rojo. 6, Pequeña ampolla de vidrio.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
de viviendas e incluso una callejuela. Pero la mayoría de los descubrimientos han sido silos de almacenaje excavados en el suelo y amortizados
como basureros, ver lámina XXX. Los materiales orgánicos e inorgánicos de desecho se enterraron en los lugares más propicios, afectando algunos niveles más antiguos, y están repartidos por todo el tell.
El paraje que conocemos como Sidueña ha cobrado recientemente
gran actualidad. De parte de Miguel Ángel Borrego se ha propuesto que
el yacimiento de Doña Blanca, como lugar más emblemático del pago de
Sidueña, sea el referente de las poblaciones antiguas de Asidon, en época
clásica, y de Madinat Siduna, en época andalusí. Lo que en principio no
pasaría de ser una simple asignación toponímica, cobra su polémica al
atribuirse un nombre que hasta ahora lo era de Medina Sidonia. Para Borrego Soto la separación del lugar del mar no concuerda con las fuentes escritas, como tampoco las características que describen el accidente
geográfico. La confusión toponímica se produjo al perder la importancia
que la caracterizaba, finalmente atesorada por la Saris Siduna, o Jerez.
Aparte de este hábitat sobre el propio montículo o tell de Doña
Blanca, nosotros pensamos en la utilización como hábitat medieval de las
galerías abiertas en la montaña, distribuidas en la falda sur de San Cristóbal, a modo de cuevas artificiales, tal y como ha sido tradicional hasta
fechas recientes.
La mención más antigua que conocemos de este paraje la proporciona
Francisco de Mesa Xinete (1888). Hace referencia a un deslinde de término
efectuado en 1269, sobre el que dice: "comenzaron por la aldea de Barruayana, que comienza su término en la carrera que va de Jerez a Casareya, aldea
de Sydonia, la cual linda con Torroz y Sidonia” (el topónimo Torrós o Torrox
se halla doblemente en la margen izquierda del arroyo Carrillo, frente a los
depósitos de agua de la sierra de San Cristóbal, en término de Jerez).
Para Hipólito Sancho (1964, 87, 97 y 171), Sidonia comprendía la
torre que actualmente se conoce como de Doña Blanca y las huertas de la
antigua Madre Vieja del Guadalete, formaba parte de la zona de influencia
de Cádiz, poseía una iglesia y los diezmos eran cobrados por los vecinos de
El Puerto de Santa María. Según este autor la población ya había desaparecido en 1472.
Esta población se articulaba en torno a una ermita. Desconocemos
cuándo se construyó, pues hoy está desaparecida. Un estudioso de las imágenes marianas de época alfonsí en Santa María del Puerto, don Luis Suárez Ávila,
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Lámina XXXI. Materiales de Sidonia. 1-2, Cerámicas a mano con decoración aplicada. 3,
Fragmento de candil melado. 4, Fragmento de cerámica cuerda seca. 5, Fragmento de cuello de redoma con decoración verdugada, vidriado en verde. 6, Fragmento de jarra de cerámica común, con decoración pintada.
sostiene que desde 1284 esta advocación fue objeto de devoción en Sidueña,
especialmente entre hortelanos y canteros, siendo atendida por un ermitaño
que mantenía su culto con limosnas. Agustín de Horozco a fines del siglo XVI,
menciona las canteras y dice que se encuentran entre Jerez y "Cidueña". Por su
parte, Suárez menciona una manda testamental del siglo XIV y dice que hasta
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1561 el lugar –Santa María de Sidueña- era centro de peregrinación romera
para El Puerto y Jerez. Así mismo, en 1577 había desaparecido su culto, trasladándose la imagen hacia 1580 al castillo de San Marcos, donde se descubrió
en 1934 emparedada. Ubica Suárez la ermita en la torre de Doña Blanca, afirmación que ni corroboramos ni negamos al carecer de fuentes documentales
al respecto; en cualquier caso, pudo también estar emplazada al pie oeste de
Doña Blanca, donde estuvo desde el XVIII la ermita de La Piedad.
La denominación de Castillo de Doña Blanca va a sustituir en ésta
época a la ya conocida de Sidonia. El edificio que hoy conocemos, de pequeñas dimensiones y planta de cruz griega, puerta de arco apuntado y muros
de sillería, fue construido a fines del siglo XV con una finalidad de atalaya o
torre de señales, con vistas al Guadalete y a la Bahía. A partir de estas fechas
el paraje toma un singular interés por la gran cantidad de restos arqueológicos aparecidos, y que a la postre han revelado la existencia del Puerto de Menesteo. Entre 1841 y 1880 se reconstruyó la torre, el encontrarse muy
destruida como efecto de la Guerra de la Independencia.
La aldea de al-Qanatir.
Al-Qanatir era la denominación de la ciudad que actualmente conocemos como El Puerto de Santa María en lengua árabe. El vocablo se puede traducir como "el puente" o "los arcos", a causa del puente romano que cruzaba el
Guadalete. El proceso de transformación del topónimo culmina en la sustitución del término Alcanatif, Alcanter o Alcanate, que es como aparece transcrito
en los documentos castellanos del siglo XIII, por el de Santa María del Puerto.
Esta denominación se debe al rey Sabio, y se recoge en las Cantigas.
A pesar de la aparente rapidez con que los cristianos ocupan no sólo
esta alquería sino todo el valle del Guadalquivir y el occidente andaluz, dará
comienzo una época de luchas que culminará con la definitiva instalación
de los castellano-leoneses y la aniquilación del modo de vida musulmán. Para
llegar a este punto, el monarca Alfonso X centra aquí su política militar en
el Estrecho creando la orden militar de Santa María de España, dotando a la
ciudad de Carta Puebla y repartiendo tierras a nuevos pobladores.
Como consecuencia de la guerra, hacia 1275 se dota a la ciudad de muralla, hoy desaparecida, que será presuntamente arrasada por las fuerzas benimerines en 1277, a lo sumo en el nuevo ataque de 1285, mencionado por
Ibn Jaldún, y que más adelante trataremos.
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La Arqueología nos ha deparado pocos pero significativos restos de este
período, entre los que citaremos la mezquita del Castillo de San Marcos, los restos constructivos de la calle Santo Domingo, un tesorillo de monedas hallado
en el siglo XVIII cerca del convento de las concepcionistas, y los restos de un
monumento funerario hispano-musulmán fechable a mediados del siglo XIII.
Sobre el reparto, del total de 311 lotes de tierra tan sólo 27 corresponden a casas (de las que señalamos las del alguacil de Jerez como señal de jerarquía política), seis a tiendas y uno a un horno. En la zona alta de la ciudad
se ubicaban casas a modo de palacio de propiedad real. Ello nos da idea del
pequeño espacio de la población medieval y del cambio demográfico que sufriría gracias a los pobladores de Alfonso X y a la relativa paz y consolidación política que trajeron sus sucesores.
Pero hemos de tener claro que la población andalusí de al-Qanatir no
era la principal del territorio, no sólo por su dependencia de Jerez, sino por
su desconexión con el actual término municipal. En efecto, como hemos
visto, el patrón de asentamientos andalusíes marca una clara predilección
por los sectores relacionados con la Laguna del Gallo, el arroyo Salado, y las
lagunas Salada, Chica y Juncosa. El mundo andalusí del siglo XIII, profundamente aldeano, fue sustituido por una decisión política que primaba la facilidad para comunicarse por mar. Los intereses marítimos primaban de
nuevo, y esto es crucial para entender la refundación de El Puerto.
Los restos islámicos en El Puerto no son muy abundantes. A los exiguos restos hallados en las excavaciones realizadas en el subsuelo de la ciudad
se suma el castillo de San Marcos, única de las estructuras visibles entre las
descritas por los diferentes historiadores y arqueólogos. Su estudio representa un fiel reflejo de todo lo sucedido en el resto de la ciudad. Este análisis que presentamos del castillo consta de dos partes, por un lado las
diferentes opiniones de sus estudiosos y por otro la descripción de sus elementos arquitectónicos.
En la llamada “Historia de Rubio”, que hoy sabemos (gracias a Manuel
Pacheco y a Enrique Pérez), el castillo tenía unas medidas en el siglo XVIII
de 4606 varas; 83 el lado Norte; 64 al Oeste y 49 al Este. Existía una inscripción referida a los duques de Medinaceli, independiente de su creencia
en que se tratase de una antigua mezquita. La plaza del castillo medía en
varas 100 x 60 de ancho, hallándose "entierros y cadáveres" frente a la puerta;
en la excavación realizada en 1986 en el patio del Palacio de Valdivieso también han aparecido enterramientos, así como en las excavaciones de la Plaza
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Lámina XXXII. Castillo de San Marcos, antigua Mezquita de Al-Qanatir. 1 y 2, arcos de
la Mezquita. 3, puerta de la torre sur con inscripción en árabe a ambos lados. 4, detalle de
la inscripción derecha. 5, bajo relieve con arco de herradura doble y crestería, es de una cancela de basílica o iglesia altomedieval. 6, torre sur, a la izquierda se observa perfectamente
el cierre de los arcos junto al pozo. 7, detalle del arco cerrado.
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del Castillo, esbozadas por Juan Abellán en su reciente libro; lo que, unido
a las noticias de otros hallazgos de esqueletos en la Plaza de Bizcocheros hace
años y de las obras de la Peña Bética, aproximadamente en 1985, nos indica
la existencia de un cementerio.
Joaquín Medinilla, un historiador local del siglo XIX, consideraba
que este castillo fue fundado por Menesteo. Para Quintero Atauri se trataba de una mezquita o templo mozárabe considerando que “existe algún
resto de ornamentación de época visigótica” (probablemente se refiera a
los arcos de herradura, que en otro lado de su escrito considera también
califales). Hipólito Sancho concretó en 1923 la ubicación del Puerto de
Menesteo en el Castillo de San Marcos, opinión que no volverá a mantener en obras posteriores. Eduardo Ciria (1934) sitúa el templo de Hércules aquí, así como el Arx Gerontis. Todo dentro de un discurso más
mítico que histórico.
Este anterior autor cita entre los materiales de construcción columnas
romanas y "piedra tallada por visigodos y agarenos" (sic). Sobre este particular, Pelayo Quintero (1910) y consiguientes autores, hablan de "piedra rojiza labrada alternando con ladrillo y otra clase de piedra" (sic).
Romero de Torres (1934,459-60) describe el edificio y lo cataloga
como mudéjar (s.XIII-XIV). López Muñoz se muestra contrario a las ideas
de Pelayo Quintero, no se trata para él de un edificio "mozárabe", sino de una
mezquita militar, asentada sobre una isla y que poseía un faro del siglo IX con
una finalidad de vigía de la vía de comunicación y del puente. Hipólito Sancho en 1935 hizo un estudio de las Cantigas, concluyendo que el Castillo de
San Marcos fue obra de Alfonso X, edificado por Alí en poco tiempo, en un
lugar que exigía precauciones, en el que se reutilizaron grandes piedras y estaba rodeado de torres y muro.
Sancho, a principios de los cuarenta, realizó la restauración del castillo, sin concluir su factura mozárabe o musulmana, aunque aclaraba
que la denominación de San Marcos sustituyó en el siglo XVII a la de
Iglesia de Santa María. Años después (1943,35-6) demostró la veracidad
de las Cantigas al comprobar que el edificio estaba construido sobre las
dunas; además de indicar la construcción a soga y tizón aprovechando el
muro de la quibla y material de una construcción romana, opinión que,
por otra parte, ya encontramos en Quintero y en la Guía Histórico-Artística de El Puerto (1983), y que muy recientemente se ha confirmado
en las excavaciones arqueológicas efectuadas en la Plaza del Castillo, al
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aparecer un muro de sillares de época romana con evidencia de un pozo
de saqueo, hecho para llevarse algunos de ellos.
Para Torres Balbás sólo la planta es musulmana, construyéndose probablemente durante las campañas benimerines, entre 1277 y 1285. González Jiménez (1982,209) da noticia de las Cantigas respecto a unos sillares
romanos cuya existencia corroboramos al haber visto al menos uno, recubierto de opus signinum, procedente de los últimos derribos aledaños al
castillo, similar a los empleados en la excavación antes mencionada.
La primera descripción, no sólo de la planta sino de todo el castillo,
fue de Quintero (1910 y 1919), siendo continuada, con muy pocos retoques, por Sancho y Barrís (1925), Torres Balbás (1942), Comes Ramos
(1979), Antón Solé y Orozco Acuaviva (1976) y por Lozano Cid y García
Pazos (1983), y por ultimo el estudio realizado por Raúl Moreno Medina
(2005). Se trata de una planta rectangular, semejante a la de la Iglesia
Mayor de Lebrija, y tres naves, separadas con arcos combados y algunos
apuntados, divididos en "siete tramos desiguales con áreas torales en diversa forma, según su mayor o menor luz. Cargan sobre trompas de origen oriental adoptadas en la mezquita de Córdoba. Los arcos asientan
directamente sobre las molduras que hacen de capiteles, careciendo de ábacos" (sic), excepto los que asientan en "una especie de tosco capitel bizantino semejante a los de San Millán" (sic). Continuamos con la descripción
de Pelayo Quintero. En una de las bóvedas centrales encontramos la decoración. La planta del castillo de San Marcos es rectangular, con tres naves
separadas por arcos combados y algunos apuntados y divididos en siete tramos desiguales. Sobre los arcos cargan bóvedas de varias formas, como las
cupuliformes sobre trompas, similares a las existentes en la mezquita de
Córdoba. Los tipos de arcos quedan explicados por el material empleado
en la techumbre: la madera. Los arcos apoyan en ocho casos en fustes cilíndricos, cuatro de jaspe rojo lisos, cuatro de mármol gris estriados, de
medio metro de grosor por dos metros de altura y de época romana (como
otros elementos del edificio), adosados por pares a un pilar; y en otros cuatro casos los apoyos son pilares de mampostería. Los arcos asientan directamente sobre molduras que hacen las veces de capiteles.
Parece ser que además de la planta de la mezquita originaria, el edificio cristiano se erigió sobre el muro de la quibla: Torres Balbás (1942),
Félix Hernández (1959) y Alfonso Jiménez (1983), para quienes sería
posterior a Alhakem II (s. XI) dado que, según las obras de restauración
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Lámina XXXIII. 1, nave central de la mezquita, al fondo, el mirhab. 2, entrada al mirhab.
3 y 4, detalles de la decoración del interior del mirhab. 5 y 6, los arcos (ocho), apoyan en fustes cilíndricos, cuatro de jaspe rojo, cuatro de mármol gris estriados, de medio metro de grosor por dos metros de altura, de época romana. 7, clave de la bóveda.
emprendidas por H. Sancho había un mirhab de arco de herradura de
mármol y vidriados al interior, que tuvo “truncadas las aberturas de la
cámara absidal con el terraplén del torreón que para defensa del costado
oriental” se había practicado (esto ya había sido adelantado por López
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Muñoz años antes). La quibla se dataría con posterioridad al califa Alhakem II al poseer tres vanos: el del mirhab y los que sirven para colocar
el almimbar móvil y el tesoro, estos últimos actualmente ocultos.
La torre sur, según López Muñoz (1935) se trataba de un faro, fechable entre los siglos VIII y IX, con una inscripción, en su arco escorzano de
acceso, en lengua árabe y tipo cúfico simple: AL-ABULKU LILAHI (el
reino es de Dios). Para Sancho (1941) consistía de una torre rectangular de
tres cuerpos que realizaba funciones de faro, transcribiendo la inscripción
como EL MILK LILLEHI (el imperio para Dios) de época mudéjar (sic).
Al vaciar el relleno de la bóveda de esta torre sur durante las obras de Hipólito Sancho se localizó un sillar de roca ostionera con un bajo relieve de arco
de herradura doble y crestería encima, que corresponde a una cancela de basílica o iglesia altomedieval.
Esta iglesia-fortaleza, cuya denominación actual data del siglo XVII y
fue conocida en el XV simplemente como "el castillo y fortaleza del Puerto",
fue erigida por iniciativa de Alfonso X hacia 1275-78 bajo la advocación de
Santa María de España, aprovechando en parte la estructura de la mezquita
de al-Qanatir. Ha sido en repetidas ocasiones estudiada -nunca exhaustivamente- en su marco histórico y arquitectónico, por lo que nos ceñiremos a
indicar las reformas que se efectuaron durante el siglo XV. Nos basamos en
la propuesta cronológica del arquitecto Alfonso Jiménez Martín presentada
en una, a nuestro juicio, espléndida síntesis, revisada y puesta al día en el trabajo de Raúl Romero Medina.
Sobre la mezquita descrita el monarca castellano mandó edificar
una iglesia fortificada. Las obras las conocemos con ciertos detalles gracias a las Cantigas que este rey escribió para Santa María y que tenían
como escenario al Puerto de Santa María. El maestro de obras fue el alarife mudéjar Alí, quien se ocupó de cambiar la orientación de la iglesia
hacia la capilla del ábside, o Torre del Homenaje, amplió la Sala principal prolongando las naves hacia el sahn (patio de las abluciones) de la
mezquita, reforzó los muros con estribos y arcos, construyó torres hasta
la altura de la azotea y realizó los accesos.
La torre de Santa María o del Homenaje es de planta poligonal con
escalera abierta en el muro, comunicando la azotea con una estancia de
bóveda cilíndrica sobre voladizo en nacela con trompas y arcos ojivales.
En los muros se abren dos troneras y la escalera, de boveditas de aristas,
que alcanza hasta la espadaña, obra de época posterior. El tercer cuerpo
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es de bóveda ochavada sobre trompas angulares, con arcosolios y matacanes. Para Hipólito Sancho la torre de Santa María, el muro Norte y la
ampliación de las naves hacia el sahn se fecharían hacia 1359. La repetición de signos de masonería –en el sentido del gremio de canteros y albañiles- del siglo XIII en las torres angulares, centrales y arcos de
descarga que rodean al conjunto central indica el sincronismo de la
construcción y de la torre del Homenaje, que, no obstante, fue una reutilización de otra musulmana. Estos signos son de origen cristiano y septentrional, y están mezclados con otros de origen islámico.
La tercera fase constructiva para A. Jiménez quedaría circunscrita
a las reformas de D. Luis de la Cerda, efectuadas entre 1454 y 1501: la
sacristía, el recrecido de las torres, los arcos del patio y unos nuevos accesos. Este conjunto de obras ha sido catalogado por otros autores como
más antiguo. Los cuatro torreones son de los siglos XIII y XIV para
Quintero y se encontraban rellenos. Estando fabricados con la roca arenisca de la próxima Sierra de San Cristóbal el torreón gótico esquina c/
Cañas y c/ Pozuelo (los otros cuatro octogonales también se encuentran rellenos y son de roca “ostionera”) y la muralla.
Las torres poligonales tenían "doble corona de sus fajones de tradición
almohade, opinión también de Torres Balbás (Al-Andalus, 11; 1946; 184),
esmaltados de ocre y bermellón, sobre cuyas losanges resaltan los góticos lineamientos de los castillos y leones" (la pintura actual fue restaurada por el
propio Muñoz Mateos sobre la original hacia 1943). En la descripción de
estos elementos seguimos a Sancho (1943,146 y 412).
Para Pelayo Quintero datarían de los siglos XIII y XIV. Para este
mismo autor, tanto la sacristía como la segunda planta que en su día existió
eran de estilo ojival y se fecharían hacia 1306. Tan sólo ha perdurado un
fragmento de celosía de ventana, expuesto en el propio castillo (lámina
XXXXXII). Esta cronología creemos que es incompatible con la anterior
dada por Sancho, pues si ambas son del siglo XIV es obvio que no es posible alzar una segunda planta sin antes haberse construido la ampliación y la
torre del Homenaje. Nosotros apostamos -como respuesta más lógica y a
falta de pruebas arqueológicas- por la división de Jiménez en las tres fases
constructivas anteriormente mencionadas, y un momento como el de fines
del siglo XV para datar la finalización de las obras, durante el mandato señorial de don Luis de la Cerda. Las primeras reformas se fecharían entre
1462 y 1477, coincidiendo con la inestabilidad política vivida estos años
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
por las luchas entre las banderías de los Ponce de León y los Guzmán, afectando a algunos elementos de carácter defensivo: Se recrecieron las torres
centrales de cada lado de la fortaleza, se levantaron dos torres en la cerca
exterior, una esquinada a levante y otra en el ángulo sur con el blasón de los
señores de la villa y saeteras de "orbe y cruz", y se reconstruyó la cerca exterior, si bien, de ser así, no debió ser muy sólida pues en una inspección realizada en 1577 se encontró prácticamente inutilizada.
En la última década del siglo XV, en momentos de mayor calma
social, se realizarían reformas en la iglesia: se construyó la sacristía, cuyo
acceso desde la sala no sería el actual sino la puerta cegada que se halla
a sus pies, y se derribaron los muros de la fortaleza que flanquean la torre
norte para abrir dos arcos de entrada al recinto, más acorde con los cánones de un templo cristiano. Hoy se hallan tapiados tras la reestructuración que llevó a cabo don Hipólito Sancho en los años cuarenta,
ciertamente muy desafortunada.
Pelayo Quintero, particularmente parco en noticias, escribió que
la sacristía era de época ojival y que comunicaba con la planta baja por
medio de un arco de herradura. La segunda planta, también de estilo
ojival, fue construida en tiempos de los Medinaceli, y estaba en ruinas.
Se trata de un salón gótico de ojivas “con claves de fitaria en los campos
terminales y de sabor mudéjar el central... y sobre él levantóse otro con bellas ventanas enmarcadas en ricas tracerías ojivales ciegas, de línea gótica
pero de espíritu mudéjar. Desmochóse la torre del oriente, voláronse vigas
en los entrantes de todo este paño y surgieron una serie de habitaciones...
la galería de columnas torsas ojivales con capitel orlado de las bolas tan
usadas en el isabel que corría en escuadra desde el ángulo NO hasta empalmar con el torreón del costado S”.
Durante el siglo XVI continuó manteniendo funciones militares, fundamentalmente de vigilancia, además de ser la sede del cabildo e incluso
cárcel de la villa. En 1516 se realizaron nuevas reformas, que no podemos
precisar, por daños sufridos en el edificio cuando resurgieron este año los enfrentamientos entre los dos bandos señoriales. Durante el siglo XVII fue
adquiriendo un aspecto ruinoso, y a comienzos del XVIII fue vendido, pasando a convertirse en casa de vecinos. Sobre el lienzo caído de poniente se
edificó en 1700 la alhóndiga. La alhóndiga, también conocida como Casa
de los Millones, fue derribada no hace muchos años, construyéndose en su
lugar la Plaza de Juan de la Cosa.
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Lámina XXXIV. Tres estratigrafías de excavaciones arqueológicas urbanas, en el entorno
del Castillo de San Marcos. 1, del patio interior del Castillo. 2, de la calle Alquiladores. 3,
de la plaza Juan de la Cosa. Como se puede observar, desde la época romana, es muy homogénea, solo es variable el aumento de la duna.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Junto a los muros del castillo de San Marcos, en la Plaza de Juan de la
Cosa, en 1987 un pequeño sondeo proporcionó varias inhumaciones en
fosas practicadas en las dunas de la antigua playa (lámina XXXVII). Los cadáveres estaban colocados en posición decúbito supino, con los brazos estirados y las manos cruzadas sobre la pelvis. Entierros muy similares han sido
localizados en las excavaciones ya citadas del Monasterio de San Clemente
de Sevilla, datados en el último tercio del siglo XIII.
Esta excavación se continuó al otro lado del muro, en el interior del castillo. Junto al muro medianero aparece una cimentación de piedra y mortero de un posible muro del castillo, y otra cimentación poco profunda, al
parecer más moderna. Esta pequeña excavación es la que hoy podemos visitar en el propio castillo, gracias a la cubrición efectuada por la empresa Caballero, propietaria del inmueble.
Como vemos, los restos andalusíes se centran en el espacio entre el castillo y las calles Santo Domingo, Nevería y Federico Rubio. Pero existe otra
evidencia más. En la ya citada Historia de Ruiz de Cortázar (copia de 1763
ó 1764) se nos habla de una:
"... columna de mármol muy blanco de más de una vara de largo y figura triangular que estaba en el convento de religiosas del Espíritu Santo
por cuyos lados de frente se hallaban renglones con caracteres árabes; de allí
se sacó pocos años ha, y á servido y sirve de umbral en una casita del convento que es penúltima saliendo al campo calle de La Victoria ...".
Respecto al lugar en el que parece ser que apareció, el Espíritu Santo,
para Cárdenas (1903) la iglesia fue anterior a la de San Juan de Letrán, hoy
desaparecida, que se hallaba en estado ruinoso en 1513. Francisco Ciria
(1934,162) escribió, refiriéndose al mismo convento:
"... los árabes que continuaron en posesión de sus huertas y alcarrias,
eran los que ocupaban las cuevas del primitivo Herma Gaudium, y tenían
una mezquita donde después se edificó el convento del Espíritu Santo, de
tal antigüedad que no se encuentra testimonio que lo acredite". Desgraciadamente, no sólo no se han encontrado restos arqueológicos, si exceptuamos el caso que nos ocupa, sino que toda investigación de archivo
resulta inútil por haber sido saqueado el convento en la Guerra de Sucesión
y en la Guerra de la Independencia.
Conocemos también lo borroso de las letras y el traslado de la losa a las
casas del marqués de la Cañada:
"... la piedra de mármol que se hallaba inmediata al convento del Espíritu
Santo se hallaba en las casas del Marqués de la Cañada don Guillermo Terri".
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
Don Guillermo Tirri, Marqués de la Cañada, poseía en su residencia del
Puerto de Santa María una apreciable colección de antigüedades, a tenor de las
noticias recogidas en otros autores españoles y extranjeros de la segunda mitad
del siglo XVIII como el Conde de Caylus (Sancho Mayi 1943,498, nota 1) o
los sacerdotes José Hierro (Sancho Corbacho 1939,86) y Flórez (Flórez
1757/1773), quien publicó varias monedas del gabinete numismático.
No obstante la referencia del traslado, otros autores locales más tardíos
siguen considerándola localizada en el mismo convento del Espíritu Santo.
Juan Cárdenas, Archivero de la ciudad como el propio Rubio Espinosa, dejó
la siguiente descripción:
"... según el sr. Cortés y Ruano, ispector de antigüedades de Andalucía,
vio en el año 1852 una inscripción en árabe que servía de dintel á una
puerta de servicio del mencionado convento" (Cardenas Burgueto 1903).
Obsérvese que en la descripción de Ruiz de Cortázar la pieza marmórea “... sirve de umbral en una casita del convento...“ y en la de J. Cárdenas “... una inscripción en árabe... servía de dintel a una puerta de servicio
del mencionado convento...”. Así pues, entre un momento y otro la inscripción, de ser sólo una y no dos distintas, o cambió de colocación, o
una de las descripciones no es correcta.
Los únicos restos constructivos andalusíes corresponden a muros, situados en la calle Santo Domingo, actuales números 9 y 12, cimentados en
las zonas altas de las dunas que sobresalían en la desembocadura del Guadalete. La datación es de finales del período almohade, siglos XII-XIII. En el
número 9, el muro aparecido muestra un derrumbe, y estratigráficamente
está netamente separado de los niveles tardorromanos. Una fosa de desechos
cubría un pozo abandonado por salinización .
Justo en las proximidades, halladas en los cimientos de las casas de
Pedro de la Torre, contiguas en la época al convento de la Concepción, se
cita un tesorillo de monedas en la conocida como Historia de Rubio, que se
encontraba en el desaparecido Gabinete del Marqués de la Cañada.
Hasta la llegada de los almohades en el siglo XII no parece que exista
una población relevante no sólo en la desembocadura del Guadalete, sino en
la propia Bahía de Cádiz. Para conocer algo de esto vamos a seguir la pista
de los tiestos de barro que han quedado. Las cerámicas andalusíes de El
Puerto se han estudiado con especial mimo en Santo Domingo 12. Los fragmentos vidriados son mínimos frente a los bizcochados. Las decoradas suponen la aplicación de un cordón digitado al exterior; engalbas –o baño
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
superficial de arcilla líquida- amarillas, asociadas a pastas anaranjadas; superficies bruñidas o pulidas sobre interiores anaranjados; pintura en óxido de
hierro -rojo- y manganeso –negro- sobre engalba; pintura rojiza; y pintura
blanca exterior. Entre las bizcochadas destacan las pintadas al exterior en
blanco, rojo y negro; y la engalba roja y castaña bruñida al interior.
Lámina XXXV. Materiales de Al-Qanatir. 1, Fragmento de flauta fabricada en hueso. 2,
Jofaina esmaltada en blanco. 3, Ficha de ajedrez, o palmatoria. 4, Dirham de plata. 5, Borde
de tinaja con decoración estampillada de lobo y árbol. 6, Fragmento de cerámica cuerda
seca. 7, Fragmento de cerámica estampillada vidriado en verde. 8, Fragmento de azulejo estampillado vidriado en verde.
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Los exteriores pintados blanco-anaranjado, y en óxido de hierro y manganeso, basándose en manchas, y trazos gruesos horizontales; pintura negra
longitudinal al asa; pintura de óxido de hierro y cordón digitado vertical exterior y borde.
Los vedríos melados toman tonalidades verdosas y las pastas a su vez
pasan del naranja al gris por la acción del calor en el horno. La mayoría de las
vidriadas son meladas, algunas de trazo negro, y verdosas -quemadas-. El melado puede ir sólo por una de las caras. Las cerámicas decoradas suponen casi
un tercio del total.
Los materiales arqueológicos analizados en nuestro estudio son los correspondientes a una población andalusí: ataifores y jofainas, jarritas, cántaros, cazuelas (especialmente las de costillas), vasos trípodes, candiles de
piquera, etc.
Dentro de este paralelismo formal y decorativo, merecen especial mención las ollas de escotadura, de las que podemos concluir que, si bien aparecen en la "Marca Media" –cuando la frontera estaba en las cercanías del río
Tajo- con cronologías anteriores y en abundancia, también forman parte de
la vajilla de cocina andalusí en la Bahía de Cádiz durante el siglo XIII. En
comparación, las ollas de cuello son más abundantes en la Bahía de Cádiz que
en Toledo. Por contra, faltan de Toledo los rasgos nazaríes que vemos en
Santo Domingo 12.
Esta comparación plantea la existencia de elementos claramente andalusíes tanto en una zona "cristiana", como puede ser Toledo, y en otra islámica, como la Bahía de Cádiz, en el siglo XIII.
Sobre las comunicaciones en este período, tan sólo añadir al trabajo de
J. Abellán (1983) sobre “Las vías de comunicación gaditanas en el siglo XIII”,
no vías de largo recorrido, no vías marítimas, sino locales y terrestres. Como
hemos mencionado en páginas anteriores, son varios los caminos, cañadas y
veredas actuales que deben tener su origen en los primeros momentos de la
ocupación humana en la zona. La posibilidad de explotar un gran numero de
recursos naturales, unos permanentes y otros de temporada lo hacen posible. La arenisca siempre disponible de la Sierra San Cristóbal para las edificaciones, en la campiña la agricultura, la ganadería y sin duda las lagunas, en
la costa el marisqueo y la pesca, serían motivos para mantener la ida y venida
de mercancías. Pero las más significativas para Alcanate aparte del río Guadalete, serían las que le conectaba con otras aldeas como el Camino de los
Romanos –la antigua calzada romana, vaciada de contenido a partir del siglo
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
XI con el abandono de Hasta-, la Cañada del Verdugo, la Vereda del Vado de
Villarana, y el procedente de la ciudad de Jerez, que rodeando la Sierra San
Cristóbal bordeaba el estuario del Guadalete.
Queremos resaltar la importancia que algunos de estos caminos tuvieron respecto al crecimiento de la ciudad. Las casas situadas en los márgenes
de los caminos que accedían a la aldea darían forma con el tiempo a algunas
de las calles actuales, esto se observa en la calle San Francisco con el camino
viejo de Rota, en la calle San Juan con el Vado de Villarana, en la calle Santa
Clara con el Camino de los Romanos, o en la calle Larga o Virgen de los Milagros con el camino de la Sierra de San Cristóbal o de Jerez.
El hábitat de los repobladores se organizó siguiendo una disposición
radial de la superficie repartida, una veintena, respecto al centro de cada aldea
mencionada. Una veintena eran 20 caballerías, a media hectárea cada una. A
cada veintena correspondían tanto tierras como casas, situadas de forma contigua (González 1982, 222). Ya hemos visto que no todos los lugares contaban con casas o edificios suficientes.
La ciudad que hoy habitamos comenzó a fraguarse con el reparto efectuado tras la conquista en 1264 por Alfonso X de la alquería andalusí de alQanatir, 44 casas y 250 solares censados, tarea que concluyó en mayo de
1275. A fines de 1281 el monarca otorgó a la población una carta-puebla
que trajo el asentamiento de nuevos pobladores y marcó las bases económicas para el desarrollo de la incipiente villa.
El propio Rey Sabio dictaba cómo debían de configurarse las villas de
nueva planta... "et si fuese quadrada (como es nuestro caso) deben dexar dos
o fasta quatro (calles), las unas en luengo et las otras en travieso" (tomado de
Torres Balbás 1968,113).
La importancia del urbanismo medieval durante la reconquista ha sido
puesta de relieve por Aníbal Sepúlveda. En su obra se relaciona el origen del
urbanismo americano con la política de fundaciones de los Reyes Católicos,
concretamente en la cercana villa de Puerto Real. El Puerto fue su prototipo
más cercano.
Muralla o Cerca en Al-Qanatir Medieval.
Entre 1275 y 1277 se construiría su recinto amurallado, levantado
como protección ante los desembarcos y razzias mariníes que azotaron
durante una década a la región, a partir de mayo de 1275, siendo atacada
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y asolada Santa María del Puerto en dos ocasiones, septiembre de 1277 y
mayo de 1285, inutilizándose entonces la muralla. Al menos, estas son las
conclusiones a las que llegan los investigadores M. González (1982) y
Lopez de Coca (1983), tras la consulta de la crónica mariní Rawd al-Quirtas. Pero sobre la muralla tendremos ocasión de continuar algo más abajo.
Otra de las medidas alfonsinas fue la fundación en 1272 de la Orden
Militar de Santa María de España, de corta vida pero de gran trascendencia
en nuestra región, pues será concedida a esta Orden la custodia de la iglesia
de Santa María, mandada construir por el rey Sabio en El Puerto, conociéndose años después como Castillo de San Marcos.
Dado que el castillo ha sido repetidamente analizado en otras ocasiones, tan sólo reseñaremos su cronología y descripción. La construcción debió
realizarse entre 1275 y 1278, coincidiendo con el período de las grandes razzias benimerines que azotaron los alfoces de Sevilla y Jerez. Se desconoce actualmente el papel jugado en 1277 cuando, según la crónica mariní, fue
saqueado el castillo de al-Qanatir.
Hemos señalado la muralla que en época medieval tuvo Santa María
del Puerto y de la que no existe hoy resto visible alguno. La historiografía sobre el particular es muy parca. En el siglo XVI la mencionaron
Pedro de Medina, “cerca y fuerte muro con que (Alfonso X) la mandó cercar que atraviesa toda la villa hasta dar en el río”, y Agustín de Horozco
(manuscrito de 1598 publicado en 1845) “las otras ruinas de edificios antiguos son unos gruesos fuertes paredones argamasados que muestran aver
sido alguna grande fabrica”. Rodrigo Méndez Silva, en 1675, la atribuye
al rey Alfonso X. Hacia 1697 se vendió un trozo del sitio de la muralla
en la calle de la Tripería del Matadero –también del Muro-. En el siglo
XVIII, Ruiz de Cortázar no consigue concretar más, excepto el dato de
que existían restos de la muralla en algunas casas de la calle del Muro -hoy
Ricardo Alcón-. Medinilla concreta en sendos escritos de 1880 y 1892
que “todavía se conservan restos de estas murallas en la calle Jesús de los
Milagros casa sin número junto al 1 y en la del Correo, antes Muro, en la
casa donde están los graneros del sr. Camacho, y se cree continuaban por la
de Nevería”. En 1934 Francisco de Ciria nos reveló el trazado de la muralla pero, como siempre en este desconocido autor, su falta de referencias documentales lo convierten en alguien valioso y falaz a la vez: “El
viejo recinto de la ciudad comprendía; por el Sur, desde el Castillo a lo largo
de la luego calle Real, después Pozuelo y hoy Federico Rubio, a la de Neve98
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
ría, por la que continuaba por el Oeste, dando frente a la llamada del Muro,
por seguir a éste”. Hipólito Sancho (1943;209) cita un interesante documento de 1577 en el que Luis Bravo de Laguna -que se encontraba inspeccionando todas las defensas de la costa atlántica- comunica a Felipe
II que la cerca de la villa se encontraba en ruinas.
Las citas del Libro de Repartimiento respecto a que la aldea de al-Qanatir estuviera cercada durante el periodo Andalusí, son varias. Alguna nos
recuerdan las citas de los corrales junto a la pared en Grañina, por el parecido; párrafo 1917, copo la punta entre las carreras en cabo del valladar de
Pero Ganzana con el corral e el figar, que está fuera del valladar, e con los dos
dentro de las paredes sobre si. También podemos atisbar como hay partes de
este muro que están derruidas, y otros que se mantienen en pie; párrafo
1836, que va fasta el derecho de la pared que esta en par. Párrafo 1859, de
parte de Xerez, en el prado, commo van al pozo fasta la pared que está levantada. Esta pared esta mencionada en distintas zonas de la aldea, entre las
Carreras del Valladar, de la parte de Jerez, en dirección al Pozo Santo, cerca
de la Plazuela; párrafo 1813, otra tabla commo van al pozo Santo, ay calle
fasta la pared, que está la cruz en el canto. Párrafo 1848, Comienza otra
tabla fuera del valladar e de la carcava del majuelo de Pero Ganzana fasta el
cabo de las paredes. Párrafo 1897, fasta la plazuela otra, o está una cruz en
la pared. Párrafo 1964, en linde de estos en el valladar o está la piedra e la
cruz. Como ocurre con otras aldeas se menciona una torre que evidentemente debió pertenecer al sistema defensivo, pues aún no se había construido la de Santa María. Párrafo 1934, cerca de la torre.
Entre marzo y mayo de 1992 el Museo Municipal a través del entonces
su director, Francisco Giles Pacheco, excavó en la calle Ganado nº21, justo
donde hoy se encuentra el Centro de Salud dedicado al Dr. Federico Rubio,
un tramo de una longitud de 14 metros, 2'5 de anchura y 1'5 de profundidad
(lámina XXXVI). Está construido con aparejo de mampostería de piedra
local arenisca y ostionera en lienzos exteriores, y derretido de tapial fabricado con argamasa de cal, arena, arcilla con matriz de arenisca de piedra miocena, algún fragmento de ladrillo, y guijarros pequeños de caliza. La técnica
es similar a la de la cerca localizada en la calle Gitanos de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), también atribuida a fines del siglo XIII.
Adosado al lienzo de muralla aparece una estructura rectangular de 4'5
x 2'5 metros, compuesta de piedra arenisca trabada en seco, y deslindada a
ambos lados por dos muros de mampostería sin argamasa. Forma un gran
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rectángulo a modo de cimentación de una torre defensiva, exterior al lienzo
de muralla, similar a las que se conservan en la cerca de Sanlúcar.
Podemos decir que el lienzo de la muralla excavada estuvo visible y
exento de edificaciones hasta fines del XVII; en 1641 se acordó en cabildo
su restauración y en 1698 un vecino compró a la ciudad el lugar para edificar en él. En el número 10 de la calle Ricardo Alcón o Muro se puede ver
hoy día –si conseguimos franquear la puerta- un fragmento de lienzo de la
muralla de la ciudad, de 2'5 metros de ancho, unos 10 metros de longitud, y
3 metros de altura (lámina XXXVI-1).
Los restos fueron ya mencionados en 1763 por el historiador local Ruiz
de Cortázar en su Historia de El Puerto y el pasado siglo por Joaquín Medinilla, citando también otros vestigios en la calle Jesús de los Milagros. No
creemos extraño que de hacerse un reconocimiento exhaustivo de otras fachadas se encontraran ocultos otros lienzos.
El perímetro de la muralla transcurría desde el castillo de San Marcos,
que constaba con una cerca propia en el XV, a las calles Federico Rubio, Pagador y Santa María (desde la plaza de la Iglesia a calle Vicario fue parcialmente
ocupada por edificaciones del siglo XVII), Ricardo Alcón y Jesús de los Milagros (lámina XXXXX). El resultado de la excavación arqueológica nos permite
rectificar el trazado que apuntamos (López Amador y Ruiz Gil) en otras ocasiones ("Castillos y fortalezas en El Puerto de Santa María", 1989; y "Bases para
la ordenación arqueológica de El Puerto de Santa María", 1990). En estos trabajos delimitamos la muralla por calle Nevería, siguiendo a E. Ciria.
Como ya hemos mencionado, la metodología arqueológica aplicada
en la excavación en extensión en la Calle Ricardo Alcón nº 21, antigua Calle
Muro, nos proporcionó el hallazgo de una cimentación, y adosado al exterior
del lienzo mural se registró una segunda estructura rectangular de 4´5 x 2´5.
Ambos paramentos los interpretamos como un sector del recinto murado con los restos de una cimentación secundaria de refuerzo exterior del
lienzo de muralla, obras estas comunes en la “vida” de los recintos murados
en la Edad Media: finales del siglo XIII.
En la misma Calle del Muro o Ricardo Alcón nº 10 se conserva un alzado de restos de otro muro de 2´5 metros de ancho, construido con aparejo
de conglomerado de arenas, arcilla y guijarros de río en línea como el que
hemos presentado, según técnicas de construcción medieval en Al Ándalus.
No sabemos cómo eran las casas que en el Reparto se les entregaron a
los repobladores, ni en qué estado se encontraban. Algunas de estas casas son
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Lámina XXXVI. 1, fotografía aérea con parte de la ciudad del El Puerto Santa María, y el
posible recorrido de la muralla, el 1 y el 2, se corresponde con los lugares de hallazgos de la
muralla. 2 y 3, excavación arqueológica, Calle Ricardo Alcón (Muro) nº 21, estructura mural
15 metros de longitud y 2´5 metros de mampostería de piedra arenisca y ostionera en los paramentos exteriores, y relleno de tapial. 4, Dibujo de la excavación de la muralla con la torre,
y pozos más modernos al interior de la muralla.
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llamadas “palacios”, que se corresponden con viviendas más acomodadas, que
tendrían un patio, y que a continuación trataremos de describir.
Por el exterior eran muy sobrias. Por lo general, solían expresar a qué categoría social pertenecían los moradores. Tenían pocas ventanas, y cuando
esto sucedía eran de pequeño tamaño, y cubiertas de celosías, para permitir
ver sin ser vistos. Solían estar por encima de los ojos de los transeúntes. La entrada se practicaba mediante un zaguán, debidamente separado del patio por
un recodo, que impedía ser visto desde la calle. El patio era el núcleo de la casa
y el centro de la vida familiar, desde aquí partía toda la distribución de la vivienda. En él siempre estaba presente el agua, en forma de estanque, fuente,
pozo o aljibe, y siempre había espacio para flores y plantas. El ecosistema vegetal cumplía la función de graduar la temperatura.
El patio daba acceso no sólo a las habitaciones, salones y cocina,
sino a un segundo piso. Todas las casas contaban con un aseo. La cocina
estaba cerca de la entrada, por lo general de pequeñas dimensiones. Algunos de los elementos básicos como el atanor, un pequeño horno
tronco-cónico o cilíndrico que se excavaba en la tierra y funcionaba con
carbón vegetal, y un fogón para cocinar distintos platos cocidos o fritos.
El menaje de cocina lo veremos con detalle en el estudio de la cerámica.
Los enseres se guardan en arcones y alacenas. Había poco mobiliario más,
una mesa, alguna hornacina, la mayoría serian esteras y alfombras de lana,
almohadones de seda o lana bordada y por supuesto un buen brasero.
En las casas de familias más acomodadas la despensa, con cántaros,
odres y tinajas que tenían las provisiones alimenticias, se ubicaba junto a la
cocina. Estamos convencidos de que estas casas tendrían áreas determinadas
en su entorno para ubicar silos para guardar los excedentes de grano, que con
el tiempo se reutilizan como basureros como veremos. El ganado se resguardaría en lugares comunes.
Restos del hábitat almohade en Al-Qanatir.
En las excavaciones arqueológicas de urgencia realizadas en solares del
casco antiguo en las calles Alquiladores, Larga, Ricardo Alcón, Ganado, etc.,
... se han detectado estructuras arquitectónicas de casas islámicas, muros cuadrangulares y pavimentos o superficies “pisadas” correspondientes al nivel
almohade –segunda mitad del siglo XII-XIII– según nos datan los restos arqueológicos hallados en su interior y expuestos en las vitrinas.
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Otros restos de casas, muros de piedra y cimientos de mortero de cal y
arena, con restos arqueológicos se han hallado en la calle Santo Domingo nº
12 y otros inmuebles.
Los restos identificados se tratan de construcciones fabricadas con
mampostería de piedras ostioneras y areniscas, colocadas en doble y triple
hilera, sujetos con ripios de pequeñas piedras y trabadas perfectamente con
pequeños sillares. Los restos del hábitat almohade en estos sectores urbanos,
paralelos al río Guadalete, se encuentran cubiertos y “sellados” por causas
naturales y abandono relativamente rápido.
Se han identificado en el proceso de excavación acumulaciones de arcillas y limos de inundación sobre las estructuras arquitectónicas así como sedimentos arenosos fluvio-marinos que alcanzan un desarrollo de 1’50 a 2
metros de espesor, cubriendo los niveles de ocupación islámica perteneciente
a la época de Al-Qanatir en los siglos XII-XIII.
Todo este proceso de enterramiento del hábitat almohade por sedimentos acumulados sobre ellos, nos “hablan” de inundaciones del río y ocupación de las casas por arrastre de limos aportados por las corrientes lentas
y de baja energía muy próximas a la línea del cauce fluvial. Posteriormente a
esta etapa de destrucción no se vuelve a ocupar ni construir en el mismo área,
acaeciendo un segundo proceso de acumulación de arenas fluviales y dunas.
Sobre este relleno de depósitos antrópicos almohades y sedimentos naturales se lleva a cabo un segundo proceso de adaptación del suelo habitable
del siglo XV al XVI, elevándose el hábitat urbano unos 2 metros sobre las estructuras ocupacionales islámicas (lámina XXXIV).
La dinámica fluvial y marina del estuario del Guadalete condicionó y
alteró al urbanismo incipiente de Al-Qanatir. En consecuencia es altamente
complejo poder reconstruir las principales líneas preurbanas de Al-Qanatir
sin aplicar métodos geoarqueológicos.
Mesas de Asta y Jerez de la Frontera: las medinas.
El poblamiento medieval de toda esta zona dependería en época califal de la medina situada en Mesas de Asta ( Jerez de la Frontera). El despoblado de las Mesas de Asta se encuentra ubicado en las marismas del
Guadalquivir (el antiguo Lacus Ligustinus), pocos kilómetros al noroeste
de Jerez. Se situaba junto a la Vía Augusta romana, posteriormente arrecife o camino musulmán. La calzada romana pasa a un kilómetro escaso
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de Pocito Chico. Aunque el yacimiento era conocido de antaño, la investigación arqueológica en Asta no comenzó hasta 1945. Esteve Guerrero consideró inicialmente que los restos islámicos correspondían a una
alquería. No fue hasta la campaña de 1957-58 cuando se constató la existencia de caracteres urbanos, un núcleo de habitaciones de planta cuadrada y rectangular alrededor de un patio, fábrica de muros con
revestimiento de argamasa y sistema de conducción de agua que desembocaba en un pozo. El momento de abandono de Mesas de Asta ha sido
relacionado con la “fitna”, en cuyo caso, la aparición de las monedas en el
silo 5.1 de Pocito Chico se explicaría por este fenómeno. Asta se abandonaría progresivamente, entre los siglos IX y XII (según B. Pavón), o
hasta el siglo XII (L. Olmo), en cualquier caso los habitantes se trasladarían a la nueva fundación de Jerez, no antes del siglo XII (como creyó
L. Torres en 1946). Hoy sabemos que esto sucedió un siglo antes.
El alfoz de Mesas de Asta se completaba con otros establecimientos
como el del Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María), el propio
Puerto de Santa María, o Cádiz. La presencia andalusí en Doña Blanca se
registra a través del material contenido en una serie de pozos o silos excavados en el subsuelo. Mª. Mar Mira ha realizado el estudio de estos materiales,
centrándose muy especialmente en los ataifores, cuya datación abarca desde
fines del siglo XI y la primera mitad del XII. Sabemos que también hay silos
de época emiral y califal, gracias a L. Aguilar. Recientemente, la localización
de un capitel de estilo califal en el Teatro Romano permite datar el asentamiento andalusí de Cádiz algo antes de lo se había supuesto.
Otras estructuras andalusíes excavadas en la Bahía se localizan en
Cádiz, El Puerto, San Fernando y Rota. El Teatro Romano de Cádiz se localizó en la campaña de 1993-94 una vivienda, no excavada completamente,
de época almohade. Las cerámicas publicadas por F. Blanco y C. Aranda, se
datan entre el siglo XI y la primera mitad XIII. Las estructuras excavadas en
la Calle Santo Domingo 12 de El Puerto de Santa María se datan con anterioridad a la conquista castellana. El asentamiento de San Fernando se trataría de un ribat islámico reconquistado por Alfonso X, si bien J. A. Fierro
lo cree anterior. En nuestra opinión, sólo es demostrable una data almohade.
Otro ribat parece que existió en Rota, pero para conocer más de este tema
pueden consultar los trabajos del profesor J. Abellán. En este último lugar,
las cerámicas corresponden al período almohade y se relacionan con cimientos de mampuestos, fosas y restos de combustión.
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Las aldeas dependían de Jerez, ciudad amurallada con mezquita aljama,
actual catedral, y alcázar. Éste poseía mezquita, luego capilla de Santa María
la Mayor. Para Menéndez y Reyes, la mezquita del alcázar de Jerez reproduce
un trazado anterior, que hoy sabemos almorávide. El palacio se sitúa en la
mitad del lienzo noroeste del alcázar, conformando un área trapezoidal alargada. El palacio almohade se encontraba rodeado de patios y jardines. Para
surtir de agua a los jardines existía una alberca o aljibe.
El recinto murado que los castellano-leoneses encontraron, y que aún
persiste en gran parte, tiene forma irregular, de rectángulo adaptado al terreno, y ocupa una superficie de 46 hectáreas. La cronología de la cerca es
básicamente del siglo XII, aunque es posible que quede algún resto más antiguo delator de una fundación almorávide del asentamiento, e incluso algo
anterior. El recinto era accesible mediante cuatro puertas: del Real, de Sevilla, del Olivillo y de Rota. La muralla se encontraba rodeada por un foso y un
antemuro. Hasta la intervención urbana en Lancería 3-7, sólo se contaba con
la medida del foso del alcázar, de seis por tres metros. En la excavación efectuada con motivo de la edificación en el solar 21-25 de la calle Larga, se documentó por vez primera la cimentación del muro y barbacana islámicos, así
como el foso.
Al-Qanatir
Sidueña
Casarejos
Villarana
Vaina
Finojera
Poblanina
Campín
Grañina
Sidueña Casarejos Villarana Vaina
6.750
7.980
7.310
10.140
13.560 11.820
13.570
2.490
4.910
3.520
Finojera Poblanina Campín Grañina Bollullo
7.940 14.830 12.930 11.520
5.110
10.350 16.520 14.130 11.790
7.170
5.890 10.040
9.510
9.820
6.980
3.460
8.640
7.630
7.640
4.810
3.300
5.190
4.600
5.550
6.400
6.890
4.980
4.290
3.370
2.570
4.920 10.120
2.650
8.040
6.430
Distancia en metros entre aldeas andalusíes.
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3a Parte
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Vida y muerte en una aldea andalusí.
Lámina XXXVII. Enterramientos en el entorno del Castillo San Marcos. 1, foto aérea del
castillo. 2, una gran cantidad de enterramientos se hallaron en la excavación de la Plaza del
Castillo. 3, enterramiento de niño, hallado tras el castillo. 4, inhumación con sarcófago de
ladrillo, similar a los enterramientos judaicos, excavación Juan de la Cosa.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
En El Puerto de Santa María hemos hallado algunos enterramientos islámicos: una inhumación de adulto en Pocito Chico, y dos a extramuros del
Castillo de San Marcos, que nos testifican la presencia de una persona joven,
y un recién nacido.
El ritual de los entierros era muy sencillo. Cuando moría un miembro
de una familia pobre las mujeres de la casa se untaban de hollín la cara y gri-
Lámina XXXVIII. 1, estratigrafía del enterramiento de Pocito Chico, 2, el difunto se situaba en posición decúbito lateral. 3 y 4, y con el rostro mirando a La Meca. En estrecha fosa
cubierta de tierra y piedras.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
taban como plañideras. El cadáver era amortajado con una tela blanca, y conducido al cementerio en parihuelas. El color de luto hasta el siglo XI era
blanco pero en época de los reinos de taifas pasa a ser negro o azul oscuro.
El cadáver era depositado en posición decúbito lateral y con el rostro
mirando a La Meca, en una estrecha fosa cubierta de tierra. Las viudas ponían estelas y jardincitos rodeando el enterramiento por un acotado. En las
inhumaciones de personajes ilustres se colocaban lápidas con su nombre y
alabanzas a Alá.
La urgente excavación de un enterramiento en Pocito Chico, en marzo
de 2004 nos ha proporcionado claves importantes. Se trataba de un enterramiento decúbito lateral derecho orientado al Sur, sin ajuar. Un enterramiento
de rito islámico, en fosa excavada en el sustrato de margas y cubierto por las
capas de tierra. Esto nos indicaría que la Fase V sería de época andalusí, anterior a la primera mitad del siglo XIII, y de origen antrópico, no natural.
No podemos asegurar, aunque ahora sí aventurar, que el período más
antiguo que veíamos en la Fase VI, datable hacia el siglo XI, o algo antes, por
las monedas aparecidas en la estructura 1 del Área 5, no se corresponda con
la Fase V citada. Así, lo diferenciamos de otro momento más reciente, representado en el Área 6, y fechado por la cerámica en época almohade.
Una de las piezas mas interesantes que hemos tenido ocasión de estudiar es una curiosa inscripción sobre mármol (lámina XXXIX), fragmentada, procedente de la Bodega San Bartolomé, actualmente llamada Puerto
Fino. Donde antaño se levantaba el palacio de los Duques de Medinaceli,
albergue de un lapidario al que se refieren Antonio Ponz y varios autores
más, se sitúa la citada bodega. Nosotros la estudiamos depositada en la Bodega Caballero de la calle San Francisco.
En la cara principal contenía la inscripción en castellano que más adelante veremos. En los cantos tenía una inscripción en árabe y por el dorso se
observan unos rebajes. Limpiada recientemente con motivo de la inauguración de la Sala Hospitalito, se observó que esta cara estaba también escrita.
La losa de mármol y las inscripciones en árabe corresponden a un monumento funerario, probablemente del siglo XIII.
En un principio, creímos que se completaba con un bloque prismático, encastrado en los rebajes de una de las caras descritas. En este trabajo
incluíamos las grafías arábigas que se traducían en el lado 1: “... salúdale
con el saludo completo y bendiga Dios a nuestro señor Muhammad y
a su familia.” Y en el lado 2 :”‘Busca refugio en Dios contra Satán el la111
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
pidado y...”. Faltaban las letras de la cara rebajada, la limpiada recientemente. Al no corresponderse surge la duda sobre si la pieza, de singular importancia, procede de El Puerto o si fue traída en el siglo XVII.
Lámina XXXIX. 1, lapida con inscripción sobre mármol. 2, detalle de la inscripciones islámicas centrales, muy desgastadas. 3 y 4 inscripciones islámicas laterales bien conservadas,
y texto. 5, inscripción castellana. 6, texto castellano.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Un poco de alfarería andalusí: acabados, decoración, y cerámicas
domésticas.
Las cerámicas exhumadas en Pocito Chico han sido agrupadas para su
estudio en base a los materiales inventariados en la campaña de 1998, en la
que se excavaron tres estructuras constructivas. La relación de estas tres estructuras con los materiales que contenían nos dará una base cronoestratigráfica sobre la que poder trabajar con seguridad. Recordemos que la
estructura 5.1 corresponde a la parte inferior de un silo con monedas, la 6.1
a un silo cortado lateralmente, y la 6.2 a la que hemos bautizado como "herrería de Abdala".
Un total de 1611 fragmentos, muchos de ellos reconstruibles, cuya distribución corresponde al área excavada y al estado de conservación. Las formas son muy variadas, destacando la aparición de cerámicas a mano, y de
una diferenciación técnica entre las estructuras 6.1 y 6.2. La primera contiene materiales de uso doméstico donde predominan los ataifores-jofainas,
seguidos de cántaros y cantimploras, difíciles de distinguir entre ellos, y
mayor cantidad de redomas y cazuelas, si bien en este último caso las cazuelas de costillas las encontramos en la herrería. En la 6.2 predomina una vajilla de formas más relacionadas con el almacenaje y manipulación de sólidos
y líquidos como alcadafes, cántaros, y jarras. Si bien también existen cacharros de cocina (ollas) y de mesa (jarritas).
Los materiales arqueológicos analizados en El Puerto de Santa María
son los correspondientes a una población andalusí: ataifores y jofainas, jarritas, cántaros, cazuelas (especialmente las de costillas), vasos trípodes, candiles de piquera, etc. Las ollas, o marmitas, descritas por Vallejo Triano en
Jerez, se encuentran en los niveles almohades. Mayoritariamente tienen cubierta plúmbea por el interior.
Los desgrasantes, es decir, las partículas que se introducían en el barro
a fin de aumentar su flexibilidad, son mayoritariamente finos o muy finos,
con frecuentes vacuolas, e inclusiones de tamaño grueso (más de un milímetro de grosor) de cuarzo, mica y caliza. En la estructura 5.1 es característica la aparición de mica dorada. Los colores son mayoritariamente naranjas,
anaranjados y rojizos. Esto indica la cocción oxidante en que fueron elaboradas. Entre las cocciones reductoras –aquellas en las que no entraba el aire
en el horno- cabe mencionar las cerámicas a mano. Se localizan pastas de colores y desgrasantes asociados directamente a determinadas formas, como
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
las pastas rojas con desgrasantes de cuarzo a ollas vidriadas, la amarilla y naranja con ataifores, o la amarillenta o "pajiza" a las jarritas y formas cerradas
de paredes finas.
Lámina XXXX. Materiales de Al-Qanatir, Sidonia. 1, Jarrita de dos asas de cerámica
común, de Al-Qanatir. 2, Jarrita de paredes finas, de dos asas, y decoración bruñida con pie,
de Al-Qanatir. 3, Jarra de dos asas con decoración pintada, de Sidonia. 4, Jarrita de dos asas
con decoración pintada de puntos, y bruñida, de Sidonia.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Lámina XXXXI. Cantaras de agua. 1, Cántaro de dos asas pintado con dedos de Fátima,
de Sidonia. 2, Boca de cántaro de un asa pintado con dedos de Fátima, de Sidonia. 3, Cántaro de dos asas pintado con dedos de Fátima, de Sidonia. 4, Cántaro de cerámica común
de un asa, de Grañina.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
La estructura 5.1 estaba colmatada por un depósito grisáceo, desmantelado en superficie por la acción de una de las cárcavas. Se puede recons-
Lámina XXXXII. Elementos de cocina. 1-2, Cazuelas de costillas vidriadas, de Grañina. 3,
Cazuela bruñida, de Grañina. 4, Cazuela con asas de cerámica común, de Sidonia. 5, Tapadera de jarra de cerámica común, de Sidonia.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
truir, a tenor de lo visto en el Silo 1 y en la estructura 1 del Área 6, con una
superestructura excavada en los depósitos de ladera. La cronología es del siglo
XI d.C., gracias al hallazgo de dos dirhems de plata califales y un felús de
bronce. A ellos se relacionan cerámicas peinadas normalmente con 7 púas,
alguna con 5, y sólo con cuatro el peinado ondulado que decora una olla.
Lámina XXXXIII. Melados. 1, Ataifor melado con decoración en negro, de Sidonia. 2,
Pequeña cazuela melada, de Grañina. 3, Jofaina melada, de Sidonia. 4, Fondo de ataifor melado con decoración de lazos en negro, de Grañina.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
Los peinados son frecuentes en las cerámicas altomedievales y ocasionales
en el mundo rural islámico.
Las lozas de la estructura 6.5 muestran craquelados. Los vedríos de
plomo se localizan al interior de las ollas, y pueden mostrar tonalidades verdosas. Los bruñidos se localizan al interior de los alcadafes o lebrillos, sobre
Lámina XXXXIV. Candiles vidriados. 1, Candil de piquera vidriado, de Sidonia. 2, Candil de piquera vidriado, de Sidonia. 3, Candil de pie alto vidriado, de Grañina.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
engalbas amarillas o rojas, y mostrando ocasionalmente diseños en retícula.
Los lebrillos muestran al exterior del borde engrosado la impronta de una
cuerda, como elemento técnico de fabricación. Las cerámicas bizcochadas
Lámina XXXXV. Melados de Sidonia. 1, Boca de redoma melada. 2-3, Redomas meladas
con decoración en negro. 4, Tintero melado.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
muestran frecuentes enjuagueteados –enjuagues realizados al finalizar el modelado- de color amarillo o amarillento.
En la estructura 6.2 las lozas muestran tonos verdosos y melados, transparentando el fondo amarillento o crema de la engalba. Los motivos decorativos corresponden a diseños lineales con pintura roja y negra más melado
y verde en forma de goterones. Curiosamente podemos encontrar bruñido
interior decorado con pintura blanca formando una guirnalda. Los alcadafes o lebrillos muestran agujeros de lañas.
Las decoraciones de las cerámicas jerezanas pueden estar vidriadas o
aplicadas sobre bizcocho. La cerámica sin vidriar constituye el grupo más representado, se trata de pastas claras en recipientes destinados al servicio de
mesa, almacenamiento y vajilla de cocina.
Los fragmentos vidriados son mínimos frente a los bizcochados. Estos
últimos decorados suponen la aplicación de un cordón digitado al exterior,
engalbas amarillas -asociadas a pastas anaranjadas-, bruñidos interiores anaranjados, pintadas en óxido de hierro y manganeso sobre engalba, pintura
rojiza, y pintura blanca al exterior.
Las bizcochadas decoradas suponen las engalbas bruñidas, los exteriores pintados blanco-anaranjado, y en óxido de hierro y manganeso, a base de
manchas, y trazos gruesos horizontales. También la pintura negra longitudinal al asa, la pintura de óxido de hierro y el cordón digitado vertical por el
exterior y borde, y las pintadas con manchas blancas.
La mayoría de las vidriadas son meladas, algunas de trazo negro, y verdosas -quemadas-. El melado puede ir sólo por una de las caras. La cuerda
seca se encuentra en formas abiertas, en melado, blanco y verde, por el interior, mientras que el exterior está melado. Las ollas de vedrío transparente
tienen tizne y el exterior está quemado.
El período Bajo Medieval y Moderno se define arqueológicamente en
la Fase VII. Esta fase se encuentra representada por la estructura 7 de la cárcava 1, datada a fines del XV-principios del XVI. En este punto queremos
destacar la total ausencia de restos arqueológicos, tanto en excavaciones,
como en las prospecciones, en ninguna de las aldeas localizadas, al menos
hasta el momento, pertenecientes al periodo de repoblación y siglos posteriores. Sin duda será fundamental en el futuro excavar en amplitud una de
estas aldeas para confirmar esta ausencia y poder valorarla.
El predominio de las cerámicas no decoradas en Santo Domingo 12
de El Puerto de Santa María es total. Entre las decoradas se encuentran los
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
alcadafes con engalba bruñida al interior, totalmente o en líneas, en rojo y
castaño. También encontramos engalbas amarillentas o amarillas, motivos
de bandas geométricas y manchas de pintura en óxido de hierro y en manganeso, y la espiral en pintura blanca sobre engalba roja oscura al exterior.
Santo Domingo 12 en El Puerto de Santa María muestra loza si-
Lámina XXXXVI. Candiles. 1, Candil de piquera con decoración pintada, y vidriado melado, de Grañina. 2 – 5, Candiles de piquera, cerámica común, de Sidonia. 3, Candil de piquera, decorado con vidriado verde, de Al-Qanatir. 4, Candil de piquera con decoración
pintada, de Sidonia.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
milar a la de la Plaza de la Encarnación de Jerez, datada en el siglo XIII.
Hay elementos de carácter nazarí, como un fondo de jarra decorado con
cuerda seca parcial o las carenas salientes en ollas y ataifores. Las ollas
con escotadura no se encuentran en Pocito Chico. La pintura blanca
sobre fondo rojo oscuro también se documenta, en fechas anteriores a la
reconquista, en Vejer y Jerez, además del fragmento del Castillo de San
Romualdo en San Fernando. Dos rasgos son destacables, por un lado la
aparición de rasgos tipológicos nazaríes y, por otro, los paralelismos con
centros “cristianos” conocidos, caso de Toledo. Respecto a las características nazaríes, hay que decir que las datamos ante quem, con la fecha
tope de 1262, año de incorporación definitiva de toda la zona occidental gaditana a la Corona de Castilla.
Estos estigmas "nazaríes" aparecen junto a un estilo perfectamente homologable en Sevilla o en Jerez. Por tanto, debemos concluir en que estaban
en formación en época almohade. Con respecto a la ciudad castellana de Toledo, los materiales de nuestra investigación muestran significativas concomitancias y disparidades. Teniendo en cuenta que el material toledano sólo
puede ser comparado con los materiales más antiguos de la Bahía de Cádiz,
ya que las cerámicas de San Pedro Mártir sólo se fechan hasta los siglos XIVXV, podemos ver como son frecuentes las formas andalusíes.
Sin embargo, los hallazgos de El Puerto de Santa María aportan más
información de la que somos capaces de asimilar actualmente. En efecto,
entre las arenas de las dunas que están bajo la Plaza de Juan de la Cosa y el
castillo se aprecian restos de cerámicas que actualmente no somos capaces
de reconocer en su totalidad. Dentro de un conjunto claramente urbano y
doméstico, encontramos ejemplos que nos remiten al norte de África y al
Mediterráneo de esa época. Mención especial la de una jarrita decorada
mediante la técnica del esgrafiado, una novedad al occidente del Estrecho
de Gibraltar.
Un elemento básico para producir la comida y, a la vez, consumirla,
era la cerámica. Dadas las especiales características de la religión islámica,
la vajilla mostraba, como si de un espejo se tratara, las costumbres y el
modo de vida musulmán. Veamos unos cuantos ejemplos, unos referidos a
las decoraciones y otros a los cacharros.
Si comenzamos por las decoraciones nos referiremos a dos casos
con singular apego a nuestras tierras: la mano de Fátima y las estampillas.
La Mano de Fátima es un tema decorativo muy popular en los vasos ce122
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
rámicos islámicos durante la época almohade en al-Ándalus, bien inscrito en arcos de herradura o estrellas, o simplemente a modo de trazos
digitales pintados en los cuerpos de las cerámicas o cuellos y asas de jarras, cántaros, etc. Se trata de una representación gráfica estilizada del
nombre de Allah, tiene una función de protección de los poderes ocultos y al mismo tiempo profiláctica, ya que previene contra el mal de ojo
y otras maldiciones dirigidas a personas y familias.
Lámina XXXXVII. Ollas de cocina. 1, Olla de cerámica común sin asas, de Grañina. 2-3-4,
Ollas de cerámica común con dos asas, pintada en blanco con dedos de Fátima, de Sidonia.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
La representación de la mano con su antebrazo se identificaba con
la divinidad, otorgando poderes contra maleficios y males demoníacos.
Su representación sobre las tinajas, lebrillos o cántaros, jarros, ollas, candiles, etc., se interpreta como una idea de protección del contenido de
cada utensilio cerámico, impidiendo la putrefacción del agua o su envenenamiento. Estos poderes también tienen relación con las cualidades
mágicas que posee el número 5 (jamsa), representado por los cinco dedos
de la mano, cualidades que suelen ser los cinco preceptos básicos de la
religión islámica, cinco las oraciones y cinco la familia del profeta.
Esta protección se podía extender con la palabra escrita, la epigrafía, sobre cerámicas domésticas de grandes recipientes, tinajas, jarrones, especialmente integrados en el grupo de medios empleados para
la intensa propaganda almohade. Se relacionará con la epigrafía propagandística empleando el término de Allah y, al mismo tiempo, glorificación de Dios por sus intervenciones benefactoras a favor de la
historia. En el orden cronológico, la utilización del estampillado en los
ajuares cerámicos domésticos prolifera sobre todo en el siglo XIII,
siendo este motivo el más abundante entre la producción almohade en
el ámbito geográfico de al-Ándalus, hasta los reinos nazarí y meriní en
el siglo XIV.
En la exposición de la Sala Hospitalito, se presentan varias cerámicas estampilladas características, procedentes de las alquerías almohades de El
Puerto de Santa María.
Pero si nos centramos en tipos cerámicos concretos, destacamos dos,
uno un arte de pesca, y el otro un instrumento musical. En el primer caso se
trata de una trampa para cefalópodos. Además de la nasa característica, se
conoce el uso de “pulperas” o recipientes cerámicos. En Valencia se los llama
“cadufos”, nombre adoptado por su forma del alcadafe o cangilón de noria.
Estamos convencidos que esto mismo es lo que sucede con el arte de pesca
denominado alcatruz, propio de Rota y Cádiz, donde las trampas tienen
forma de laberintos o calles, a veces compuestos por 250 vasijas.
En época islámica Andalusí, por creencia del Corán, las representaciones iconográficas no son muy frecuentes. En consecuencia, las ilustraciones y las características organológicas de los objetos musicales no son
frecuentes o no se han conservado, debido a las materias primas empleadas.
En las Cantigas de Alfonso X el Sabio, en al-Ándalus cristiano, nos
autoriza a realizar ciertas descripciones morfológicas. Las Cantigas supo124
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
nen una fuente innegable e ilustrativa de numerosos instrumentos utilizados en al-Ándalus cristiano e islámico.
La Rababa (término fonético egipcio) presenta una caja de resonancia
construida con semilla seca de fruta de palmera de coco, (época etnográfica
Lámina XXXXVIII. Jarras de agua y cangilón, Sidonia. 1, Jarra de un asa con los dedos de
Fátima pintados. 2, Jarra de dos asas con los dedos de Fátima pintados. 3, Fragmento de
jarra de boca trilobulada de un asa, con los dedos de Fátima pintado. 4, Jarrita de un asa, con
los dedos de Fátima pintado. 5, pequeña orza de cerámica común. 6, Cangilón de noria.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
1940-1970), partida por la mitad, cerrada por una membrana tensa de piel
fina para ayudar al sonido vibrátil, mediante un arco de crin de caballo y dos
cuerdas, produciendo un sonido agudo. Este instrumento de la mitad del
siglo XX y de origen egipcio queda bien definido y comparable con las descripciones del medievo andalusí, cristiano e islámico.
El adufe o tambor estaría dentro de la clasificación organológica. Este
instrumento musical se encuadraría dentro de los membráfonos, ya que para
producir el sonido se utiliza una membrana tensa de piel de becerro, cordero, etc., cuya vibración se produce por percusión, tratándose de tambores
percutidos. Más en concreto, éstos se englobarían dentro de los tambores cilíndricos por la clase de resonador y dentro de los tambores de mano por el
instrumento percutor. Las piezas de esta forma son las típicas de los tambores africanos de una única membrana superior.
Como en muchos otros aspectos de la Arqueología Andalusí, la nomenclatura de este tipo ha sido establecida por D. Guillermo Roselló Bordoy
en 1991. El autor propone la utilización de los términos adufe o simplemente
tambor, con constancia de su uso en al-Ándalus, frente al de atabal, sin relación con los especímenes documentados arqueológicamente, o darbuka, más
propio del Norte de África.
El contexto arqueológico del que procede es una fosa séptica para el
vertido de vajillas y otros objetos en desuso, con restos óseos pertenecientes
a desechos de comida. Dicha estructura permitió documentar por primera
vez la ocupación andalusí de Torrevieja, Villamartín (Cádiz), de los ss. XXI, califal-taifa.
Un poco de economía.
En la Indiana-Barrio del Prado (Pinto, Madrid) el campo de silos
andalusí sufrió un cambio de uso como consecuencia de la conquista
cristiana. Este dato nos interesa. Se ha propuesto una concentración del
cereal en almacenes colectivos, o una incapacidad por parte de las unidades familiares de producción de mantener el nivel de excedente almacenado con anterioridad. En este segundo caso, según Fernández
Ugalde, estaría detrás la implantación del modo de producción feudal.
Nos interesa que se preste atención a la solución que dan estos autores:
el cambio de los silos por grandes tinajas (según Marín de Pablos y otros
1999). Es algo que ya apuntan en época romana y que nosotros regis126
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
tramos, como explicamos con anterioridad, en las numerosas dolia romanas de Pocito Chico.
En un enfoque atemporal, en la Indiana-Barrio del Prado, se definen las
ocupaciones de Cogotas, visigoda y andalusí como enclave ganadero local, de
jornada o de ribera, en relación con la existencia de sal. Circunstancias que
poseen la mayoría de las aldeas que se han mencionado, unas junto al Arroyo
del Salado, otras en la Laguna del Gallo como hemos podido ver anteriormente, y el mismo Alcanate junto al Guadalete.
El aumento de la vegetación de marisma salada ha de ponerse en relación con las salinas mencionadas en la documentación de Archivo. En este
sentido podemos mencionar las salinas medievales (Libro del Repartimiento
del Rey Alfonso X) o de principios del XVI del alcaide Charles de Valera
(agradecemos al profesor E. Martín esta información).
Para nosotros esta relación de las aldeas con lugares donde se puede
producir, o recolectar la sal, está relacionada con la producción de salazón.
Por ahora hay poca información cerámica al respecto, pero están apareciendo
algunas formas andalusíes, que pudieran estar elaboradas para contener y
servir productos de salazón.
Un paisaje agrario.
Los estudios paleopalinológicos han tenido como fin conocer la evolución en torno al yacimiento de Pocito Chico, para establecer las pautas de
antropización del medio natural.
El periodo andalusí alberga los niveles de antropización mayores
del diagrama polínico, alcanzando sus valores máximos las Cichorioideae,
iniciándose también la elevación de Aster t. y desapareciendo en cambio
las Cardueae. Estos hechos implican una antropización manifiesta sobre
un entorno de pastizales nitrófilos, que generalmente sigue siendo explotado de diversas maneras pero sin llegar a su abandono. Se aprecia un
descenso en el cultivo del cereal, sobre todo en comparación con los períodos prehistóricos. De hecho, los porcentajes de Cichorioideae son sumamente altos, en comparación con otros momentos del diagrama en
que si se cultivaba el cereal. Además están ausentes taxones que acompañan normalmente a los cereales, como Plantago lanceolata t.
La aparición de efedra (Ephedra dystachia t.) indica un medio
árido, lo que, unido a una presencia de marisma salada, mostraría que el
127
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
periodo estudiado se situaría en el Episodio Cálido Bajomedieval. Por
el documento alfonsí sabíamos de la utilización de la laguna como salina. Por tanto, una combinación de factores naturales, aridez, y humanos, deforestación del alcornocal y mínima representación del
Lámina XXXXIX. Analítica de polen y semillas de época andalusí en Pocito Chico. 1, diagramas con los árboles, arbóreo-arbustivo, plantas, y plantas acuáticas. 2, diagrama de los
principales productos agrícolas. Semillas (fotos de Guillem Pérez Jordá), 3 de olivo, 4 de
trigo, 5 de haba, 6 de cebada.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
encinar-coscojar. Por el contrario, a inicios de la Edad Moderna aunque
la vegetación arbórea y arbustiva no difiere mucho de la de momentos
anteriores, la reaparición del olmo, junto al aumento del fresno (Fraxinus), y el mantenimiento del tilo reflejan posiblemente una mayor termicidad. Si a esto unimos que los porcentajes de especies de origen
antrópico, sobre todo las Cichorioideae y Cardueae, disminuyen respecto
al momento andalusí de hecho el cereal está ausente-, podremos hipotetizar con una presión antrópica mucho menor, sobre todo en el entorno de la ripisilva, es decir, en el entorno de la laguna. En cambio, el
alcornocal sería deforestado, y el encinar-coscojar reducido a la mínima
expresión, al igual que el pino mediterráneo, ubicado en dunas costeras
y hábitats muy localizados.
A través de estudios de semillas halladas en las alquerías andalusíes de
Grañinilla y Grañina, realizados en la Universidad de Valencia por el profesor Guillem Pérez Jordá, los cereales ocupaban un 50%, destacando el trigo
menudo y la cebada vestida, los frutales en torno a un 40%, olivos y vides e
higueras. Las leguminosas, guijas y habas, ocuparían el resto.
Tanto la arqueología, como las fuentes escritas (Libro del Repartimiento), nos han documentado en al-Qanatir -El Puerto de Santa María- la
existencia de varias norias desde el siglo XIII, como la Noria de los Espinos,
o la noria del Monasterio de la Victoria, perdurando estos ingenios hidráulicos hasta mediados del siglo XX.
En el Libro del Repartimiento, se documentan con precisas descripciones, casas, tierras, pozos, caminos de los espacios y propiedades, de las alquerías. Teniendo un magnifico ejemplo de su distribución y potencial
económico y agrícola.
Las actividades artesanales nos la reflejan los hallazgos de los restos de
una fragua o herrería en la alquería de Grañinilla (Pocito Chico).
Es obligado citar el Tornillo de Arquímedes, cuya aplicación consiste en
drenar las aguas molestas antes de la ejecución de obras de fábrica, y regar con
aguas freáticas poco profundas. Como el que se puede ver en la exposición
del Museo en el Hospitalito, reproducción realizada en el Laboratorio de
Arqueología Experimental ERA.
Los molinos manuales eran muy comunes en las viviendas, tanto ricas
como humildes. No había casa que no fabricara su propia harina con estos
sencillos artilugios, tal como hoy se puede hacer, de forma experimental, en
la Sala Hospitalito.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
El cereal en grano se introduce a través de unas oquedades en el centro
de la muela y mediante un movimiento giratorio de la piedra de moler superior, que se realizaba a través de un mango instalado en la moledera giratoria.
Los cereales así molidos producen una harina tosca, de la que mediante diferentes cribados se obtienen otras variedades, harinas finas y otras
algo más bastas con restos de “cascarilla”, muy utilizadas para fabricar las
tortas de pan (molletes), antes en las clases sociales más humildes. Las harinas finas se usaban para la repostería y para cocinar, por las clases sociales más pudientes.
Los hornos y las ruedas de molinos son hallazgos muy frecuentes en las
excavaciones arqueológicas en el mundo islámico andalusí, normalmente
muy erosionadas por el desgaste de la fricción al moler.
En El Puerto de Santa María (al-Qanatir en los siglos XII-XIII) las molederas o piedras de molino se fabricaban con piedras autóctonas del lugar,
ostioneras o areniscas de alta dureza, recolectadas unas en las canteras de
“piedras del mar” próximas a la línea de costa, y otras en las canteras de la
Sierra de San Cristóbal.
Los hornos de pan (bien documentados en la alquería de Sidueña)
utilizados en las partes traseras de las viviendas, eran sencillos y fabricados en barro local o autóctono. Según nos comunica el Dr. Ahmed Tahiri en su libro: en las clases populares de al-Ándalus el pan servía para
medir diferencias sociales en relación con una realidad gastronómica. El
pan al-Damarka era de gente muy acomodada, hecho de harina de trigo
puro; la segunda clase de pan, llamado al-Smid, de aspecto amarillento;
y la tercera clase, al-Hawari, de menor valor nutritivo, elaborado con
mezcla de molienda.
La corta aparición de cereales en el período bajomedieval y la nula en
el caso de los primeros momentos de la Modernidad, puede compaginarse
con las noticias documentales que se refieren a un largo período de inestabilidad política en el siglo XIII y un fracaso de la repoblación alfonsí. Marcarían el paso de un patrón habitacional rural a otro de carácter urbano.
Desde el punto de vista arqueológico, la excavación de estructuras de almacenaje tipo “silo” merece la pena que nos detengamos.
Justamente, las estructuras 1 del área 5 y 1 del área 6 corresponden a
sendos silos. En el segundo caso, donde la sección superior se encontraba
destruida por una de las cárcavas, un depósito grisáceo poco compacto lo rellenaba. El silo está excavado en parte en los depósitos de ladera y, la base, en
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
el firme terciario. Es característica la aparición de gran cantidad de objetos cerámicos fragmentados (s. XIII) y material de construcción, caso de un quicio de puerta paralelizable a otro de Écija.
Uva en Al-Andalus.
En el yacimiento de Pocito Chico, se localizaron en la intervención
de urgencia de 1998 pepitas de uva en una vivienda andalusí del sector
6. Han sido analizadas por Guillem Pérez de la Universidad de Valencia.
Queremos ver aquí algunos de los datos que tenemos respecto a las viñas
que forman parte de las tierras que son entregadas a los repobladores en
el Repartimiento hacia el año 1268. En el estudio realizado por el profesor D. Manuel González Jiménez, podemos ver la cantidad de tierras de
viñas repartidas en las alquerías andalusíes de Alcanatif, actual ciudad El
Puerto de Santa María, en el momento del reparto Santa María del
Puerto, y Casarejos, aldea desaparecida, en la actualidad localizada en las
cercanías de la desembocadura del Salado.
De viñas en El Puerto se repartieron un total de 501 aranzadas, mientras que en Casarejos eran 74,5 aranzadas, unas 429,25 hectáreas. No hay reparto de viñas en ninguna de las restantes aldeas. A nosotros este gran
volumen de viñas nos ha llamado siempre la atención. Parece que el reparto
se efectuó al poco tiempo de la conquista cristiana; por tanto, hay que pensar en un cultivo andalusí de los viñedos que se reparten. El total de las viñas
entregadas en el reparto, ocupa un espacio de casi 4.300.000 metros cuadrados, posiblemente la mayor extensión de viñas en arena de todos los tiempos.
Las dos aldeas donde se reparten las viñas están situadas dentro del cordón
de dunas, y en la desembocadura de un río. Esto nos lleva a la conclusión de
que ambos viñedos están situados en arena. Hemos situado la dirección de
las áreas de reparto en ambas aldeas, en el caso de Alcanatif hacia las zonas
conocidas como Almajar y Berbén, en el de Casarejos hacia Punta Bermeja
en el Manantial, según nuestras interpretaciones.
Así pues, tenemos que en el periodo andalusí la vid es uno de los
principales factores económicos de estas aldeas. Pero cuando nos plantemos esta producción nuestra pregunta es, si es islámico ¿se trata sólo de
uva, o también de vino? Pensamos que de ambos. En Pocito Chico, que
en el reparto es la aldea de Grañinina, no se reparten viñas; sin embargo
la arqueología nos ha proporcionado pepitas de uva. Es posible que pro131
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vengan de las áreas de producción antes mencionadas, en forma de uva
o pasa. Pero sin duda tanto viñedo produce vino, sobre todo cuando el
momento de la conquista coincide con el periodo almohade, durante el
cual se conoce el consumo de vino. Como muestra de esto que decimos
hemos escogido la siguiente frase de Teresa de Castro (1996): El consumo del vino en períodos almohade y nazarí es mucho y variado. La plantación de vid es de una importancia tal para el mundo islámico que son
varias las citas al respecto en el Corán.
La situación de los ‘viñales’ en El Puerto de Santa María permite enlazar la actividad con las referencias del Reparto del siglo XIII. En el siglo XVI
parece ser que en la zona occidental de la ciudad de Cádiz, una vez pasado el
arrabal de Santiago se encontraban huertas, viñas, retamales y pozos, que
empleaban la arena eólica como soporte. Además se mencionan viñas en el
tómbolo que unían la ciudad con la isla de León, hoy San Fernando
Futuros trabajos en coordinación con otros especialistas, como aplicaciones de ADN, análisis del contenido de ánforas, excavaciones en yacimientos antes de su desaparición, etc., pudieran dar un vuelco al
conocimiento de la vid y el vino en la Antigüedad.
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4a Parte
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El nuevo orden territorial.
El siglo XIII supone para la Baja Andalucía una importante inflexión
histórica. La rápida y, posterior, violenta irrupción castellana va a suponer
cambios no sólo de índole política. En 1234 Cádiz fue saqueada por tropas
castellanas al servicio de una facción almohade, después fue conquistada por
Fernando III . El monarca castellano Sabio, a partir de 1253, anuló los privilegios de su hermano y procede a sustituir las sometidas autoridades locales
por mandos de mayor lealtad, guerreros, situados en fortalezas, como Jerez,
llamada de la Frontera. En un primer momento, el llamado “régimen de protectorado” (palabras del profesor E. Martín), la población musulmana siguió
conservando sus propiedades, aunque después de 1248 debían pagar parias
desde Jerez. Pero, el propósito de Alfonso X era consolidar su poder, para ello
era fundamental contar con personas de confianza. Y un buen método era el
de sustituir a los propietarios musulmanes por otros cristianos. De esta forma
desaparecería el motivo político de la “ayuda” desde el norte de África.
En el área de nuestro estudio, esto es entre el Guadalquivir y el Guadalete, parte del alfoz de Jerez, en 1257-58 se ocupa la alquería de al-Qanatir, tornando su nombre, a iniciativa del propio rey –según nos cuenta
en sus Cantigas-, por el de Santa María del Puerto. A fin de cuentas se trataba de una de las alquerías próximas al mar, entregadas por el alguacil
moro de Jerez. Hemos de entender que a la vez que se ocupaba la costa
con el pretexto del que podemos catalogar como “socorro moro”, se aislaba la importante plaza de Jerez.
Esta aparente “paz armada” –extrañamente malentendida como “convivencia intercultural”- culminaba con las revueltas mudéjares, iniciadas en
Niebla y generalizadas a partir de 1262. La mediana participación mariní y
nazarí parecieron apoyar las tesis castellanas. Algo especialmente útil para
justificar la apropiación de estos territorios. En 1253 Cádiz estaba destruida
y abandonada, cuatro años después los marinos castellanos ya estaban levantando la villa de Cádiz con motivo de la cruzada a África, obras que debían continuar en 1262, momento en que menciona la reconstrucción de
antiguos edificios, tal vez preparando la reinstauración de la Sede Episcopal
de Sidonia, que ocurrió al año siguiente.
La Bahía de Cádiz se constituye en una plataforma avanzada sobre el
mar (Cádiz y Santa María del Puerto), articulada por tierra con Sevilla, protegiendo el Guadalquivir (Jerez y Arcos). En razón a lo que ha señalado Gon135
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zález (1982), su estratégico emplazamiento facilitaría el control de la comarca del Bajo Guadalete, la defensa de eventuales ataques por mar y la continuación de las acciones exteriores, como la ocupación y saqueo de Salé
(1260), en el Maruecos actual.
Desde nuestro punto de vista, se trata de algo más que una simple
sustitución de un poder político por otro. Antes de la conquista cristiana
E. Martín ha contabilizado más de 700 aldeas en la cora de Sidonia. Y
no nos referimos sólo a los aspectos socioculturales. Los cambios demográficos, tras la conquista cristiana se produce una involución productiva, permiten ver un patrón de asentamiento radicalmente distinto. Este
poblamiento andalusí, en áreas rurales o en torno a ciudades, léase Jerez,
se expresaba mediante conjuntos homogéneos de casas y tierras con varios propietarios o incluso con una comunidad de agricultores. Clasificadas por el profesor Martín en “entidades de poblamiento” (aldeas) o en
“localidades del territorio” (qarya).
Un primer paso se da en 1262 con la llegada a la desmantelada villa gaditana de una guarnición de cien repobladores –los cien ballesteros de Guillén de Berja-, a los que se les otorgaron casas y lotes de tierras en alquerías
sitas en la costa frontera: Campix, Fontanina, Grañina, Poblanina y Finojera.
No hay constancia de que el reparto se llevase a cabo, pero en todo caso debió
interrumpirse con la revuelta mudéjar de 1264. Sofocada ésta, se instalan inmediatamente doscientos repobladores más y a las alquerías citadas –que se
repartirían nuevamente en 1268- se añadieron seis, ubicadas como las anteriores en la campiña portuense: Casarejos, Bayna, Villarana, Bollullos, Machar Tamarit y Machar Grasul.
Nos surgen dos cuestiones, que toman la misma dirección pero sentido
contrario: ¿Por qué reforzar el papel de Cádiz? ¿Por qué debilitar el de Jerez?
A fin de cuentas, según Martín Gutiérrez el poblamiento debió mostrar una
continuidad entre la Antigüedad y el Medievo, matizada por la presencia de
agua y el binomio alquería-pozo. Se puede aducir que este reparto no benefició directamente a Cádiz, pues tras la década de guerras fronterizas con los
benimerines se optó por fortalecer la posición de Santa María del Puerto.
Pero, finalmente, nos quedamos con la misma duda, pues las aldeas de pescadores de la Bahía habían dependido de Jerez, de modo que cualquier segregación se realizaba a expensas de esta ciudad. No obstante, nuestro amigo
J. A. Fierro, ha puesto de relieve el papel de Cádiz en estos momentos, tal
vez, más importante de lo que se había supuesto.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
En nuestro trabajo queremos incidir justamente en este aspecto, en la
introducción de un nuevo patrón de articulación urbana, primando poblaciones costeras, y en la nueva forma de ver las relaciones entre las ciudades y
las aldeas rurales. De la lectura del Libro del Repartimiento de El Puerto se
deduce que las alquerías repartidas en primer lugar estaban en la laguna del
Gallo y sus cercanías. De entre las restantes, otro grupo se situaba en la desembocadura del arroyo Salado.
Cuando hablamos del fracaso se este empeño alfonsí, siempre oímos
causas de tipo político, a lo sumo económico. En nuestra opinión estos factores se combinaron con los cambios sociales que primaron la actividad comercial y las costas a partir, en nuestras latitudes, del siglo XIV.
Con anterioridad, la Bahía de Cádiz había sido uno de los primeros
lugares citados como partícipes del movimiento almohade en la Península. Entre 1145 y 1146, el almirante cAli b. Isà b. Maymun al-Lamtuni
se adhiere a la causa en Cádiz. Con la llegada de los almohades se inicia
un período de crecimiento poblacional en la Bahía de Cádiz y su alfoz,
que durará hasta la llegada de los primeros cristianos a la Bahía a comienzos del siglo XIII, en la algara que el Conde Nuño de Lara realizó
en época de los reyes Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León.
Lámina XXXXX. Reconstrucción informática ideal, de Santa María del Puerto a fines del
siglo XIII, con el recorrido de la cerca o muralla, así mismo hemos situado alguno de los lugares mencionados en el reparto, según nuestras interpretaciones.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
Entre 1235, primera entrada cristiana en la Bahía, y 1264, toma definitiva
de la población de al-Qanatir, hay un largo período de inestabilidad política,
acrecentada por las algaradas meriníes de 1275 y 1285, donde sólo se saqueó el
arrabal de Alcanate. Circunstancias poco favorables para la continuidad del
mundo rural, máxime contando con cambios demográficos radicales.
Santa María del Puerto, ciudad de Al-Ándalus repoblada por cristianos:
la formación del paisaje urbano.
La repoblación de El Puerto de Santa María ha de ser considerada dentro de la reordenación de toda la comarca del Guadalete emprendida por Alfonso X en 1264, a raíz del sometimiento de la revuelta mudéjar producida
en la primavera de dicho año, y, específicamente, del proyecto de repoblación de Cádiz, dentro de cuyo término estaba incluida la villa portuense.
La información que se refiere directamente a El Puerto es muy abundante y precisa, y abarca tanto el primitivo casco urbano, como el contorno
rural inmediato. En cuanto a lo primero, Santa María del Puerto se nos aparece en el Libro del Repartimiento en plena fase de organización. Se ha edificado ya la iglesia-fortaleza, utilizando como punto de partida la antigua
mezquita de Al-Qanatir. Han surgido algunos edificios de cierta importancia, como el palacio del rey, lugar de residencia del monarca en sus frecuentes visitas a la villa. Y hay ya una serie de casas aglutinadas, aunque de forma
embrionaria y poco organizada, en torno a la iglesia y a la plaza. Pero quedaban aún numerosos espacios por edificar. En efecto, frente a las 44 casas
que aparecen concedidas a pobladores cristianos, entre las que se encuentran
“8 tiendas” y el “horno que fue del concejo”, se documenta la concesión de
“250 solares” a otros tantos pobladores.
No hay ninguna alusión a la existencia de alguna muralla, aunque si de
una torre y pared, hay que esperar que la arqueología nos aclare si la hubo o no.
Por tanto, todo aparece apuntar que El Puerto de Santa María era una villa
abierta. Más aún: algunos de los pasajes del manuscrito aluden a límites del
caserío que conectan directamente con la zona rural contigua a la villa. Y, así,
se hace referencia al “prado”, o a la “parte de las viñas”, a “la jara”, el “figueral, el
valladar de manjuelo de Pedro Ganzana”, etc. Ello significaría que la muralla a
la que se refiere, por ejemplo, la crónica mariní del Rawd al Quirtas, y que
existía en 1278 cuando la villa fue tomada e incendiada por los benimerines,
debió construirse apresuradamente, tal vez por la Orden Militar de Santa María
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
de España, a raíz de las primeras incursiones mariníes en 1275, y que se tratara
-según nuestra opinión- de una cerca reforzada, como así lo indicó la excavación de la calle Muro (Ganado) en el casco antiguo de nuestra ciudad.
Lámina XXXXXI. 1, con Alfonso X el Sabio. 2, la iglesia fortaleza, totalmente exenta, gracias a la informática. 3, bóveda de crucería del ábside, y la imagen de Santa María de España.
4 y 5, capiteles de la capilla del ábside, formado de manojos de pescados. 6, imagen de Santa
Maria de España. 7, Carta puebla (copia del archivo Ducal de Medinaceli).
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
El sábado 15 de enero de 1262 comenzó el reparto entre los 300 vecinos de las “alcarrias” que antes de 1264, quizá en 1262 se habían asignado a Guillén de Berja y sus 100 hombres. Finalmente, en 1275 se había
terminado la partición de las tierras calvas de Alcanatir o Santa María del
Puerto. El gran término de Cádiz y Santa María del Puerto quedó poblado
por 419 vecinos, por el listado de pobladores aportado en los manuscritos
del Libro del Repartimiento (según los historiadores A. Horozco e Hipólito Sancho). De ellas se deduce que la ciudad de Cádiz contaba con 155
vecinos, que también se repartieron casa y tierras del término, 264 vecinos
más se quedaron en las alquerías y tierras de los términos referidos a Santa
María del Puerto.
Hay un elemento arquitectónico mencionado en la historiografía, pero del que carecemos de constatación arqueológica: las atarazanas que mandó construir Alfonso X el Sabio. Según Pedro de Medina:
“agora aparecen señales de unas grandes atarazanas que cerca del río
mandaba hacer para los dichos navíos”. Y para Ciria (1934,161) “en estos
extramuros estaba el Arenal, lugar de justas y torneos... aquí estaban los
astilleros cuyo resbaladero ha llegado” (denominación del lugar que actualmente ocupa el Resbaladero, antigua lonja, en la c/ Cañas). Ruiz de
Cortázar también las menciona.
Otra fuente de riqueza era la pesca de alto en las costas africanas, y la
pesca de bajo en la bahía; subsidiariamente florecieron la construcción
naval y los fletes de la armada. Esto suponía conocer una serie de rutas marinas, que como veremos más adelante serán de importancia vital para futuras expediciones.
La documentación existente atestigua la importancia económica de la
sal procedente de la marisma gaditana cuando a mediados del siglo XV se
vieron obligados los sultanes granadinos a importarla desde aquí. Un siglo
antes las salinas (mallaha) gaditanas fueron elogiadas por al-Maqqari al-Tilimsani (Nafh al tib min gusn al-Andalus al-ratib. El Cairo, 1367/1949).
Las salinas, fronteras a la villa, proporcionaban a la hacienda ducal grandes beneficios, por ejemplo la sal al por mayor rentó 400.000 maravedíes en
1512. A fines del XVI sabemos por el viajero Diego Cuelbis que se llegaban
a cargar 50 ó 60 naos de sal para Flandes e Inglaterra.
Se hacían barcos en el río y trabajaban carpinteros de ribera y calafateadores. Dado que se trabajaba con madera de pino de la región, de escasa calidad, sólo se permitió, finalizando el siglo XVI, la construcción de
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
pequeños barcos denominados "avisos”. El vino era exportado a Portugal y
sus colonias del norte de África. Desde el siglo XV se exportaban vinos y
pasas de los viñedos jerezanos a Flandes.
Lámina XXXXXII. Castillo de San Marcos. 1, tracerías góticas de las ventanas de la Sacristía, hacia 1.900. 2, desde la Plaza del Castillo hacia 1920 (ambas fotografías cedidas por
el Centro Municipal de Patrimonio de El Puerto de Santa María). 3, desde la Plaza del Castillo, hacia 1980. 4 y 5, Torre del Homenaje.
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JUAN JOSÉ LÓPEZ AMADOR , JOSÉ ANTONIO RUIZ GIL, FRANCISCO GILES PACHECO
El Puerto de Santa María en las primeras expediciones.
El Puerto de Santa María se incorpora a los grandes viajes transoceánicos en el Nuevo Mundo y extremo Oriente y Occidente, como reflejo de una
economía y dedicación al mar y desarrollo portuario. Funcionalidad claramente ligada al litoral llegando a ser surtidero naval, invernadero de la flota,
así como eje de Pesquería, y sobre todo punto de concentración y aportación a los grandes viajes de los descubrimientos y hechos históricos relevantes durante el siglo XIV.
Mencionamos algunas expediciones y hechos científicos desde el siglo
XIII al XV:
- Viajes del descubrimiento de América, con la aportación naval a la
carabela Santa María y tripulación complementaria. En el primer viaje del
descubrimiento de América capitaneada por Cristóbal Colón.
- La presencia de expertos cartógrafos y la ejecución por Juan de la Cosa
del primer mapa del nuevo continente, en consecuencia punto de encuentro
y reunión de viajeros y científicos, en el taller que Juan de la Cosa tenía en El
Puerto de Santa María a finales del siglo XV.
- Concentración y punto de partida de la expedición del diplomático
viajero Ruy González de Clavijo, en mayo de 1403, el 22 de mayo salió de El
Puerto de Santa María llegando a Samarcanda en pleno centro del continente Asiático y Ruta interior de la Seda.
Comunicaciones.
La principal comunicación por tierra de El Puerto durante la Edad
Media la constituía el camino hoy llamado de los Romanos. Lo identificamos
en otra ocasión con la Vía Augusta en su tramo Portus Gaditanus (El Puerto
de Santa María) y Hasta Regia (Mesas de Asta, Jerez).
La dirección a Rota se tomaba entonces por el "camino de Rota", encontrándose el primer límite entre las dos poblaciones en el "mojón del
Arroyo", continuando hasta la "vía de Villarana", donde se hallaba el "mojón de
la Madriguera". Fue Villarana una de las alquerías que se repartieron en época
alfonsí, posteriormente comprada como dehesa por doña María Alonso Coronel, esposa de don Alonso Pérez de Guzmán "el Bueno", a Sancho IV. Frente
al actual caserío de Villarana existe aún hoy un pozo -denominado concejil en
la cartografía antigua- con una clara factura de antigüedad.
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La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
Otro camino subía a la sierra de San Cristóbal. Un mojón de término se encontraba en la “cabezada de la haza del conde” y un poco más
allá una cruz de término. Subiendo la sierra por el “segundo reventón”
o cuesta muy empinada, cerca del “camino del Puerto a Xerez” (más o
menos por donde va la actual autovía) existía otro hito. Se ascendía por
la “cañada de Guadapero” donde se encontraba un carril que iba de El
Puerto a Jerez, y seguía hasta la “tovatilla” y la “cabeza que va del camino
de Sidueña a Jerez”, donde hoy está el poblado de Las Cuevas. Llegados
a la Sierra de San Cristóbal es preciso que nos detengamos en explicar
la funcionalidad de la entrañable torre de Doña Blanca. Se relacionaba
con otra atalaya que también existió en la Sierra de San Cristóbal, si bien
en la ladera de Jerez. Esta atalaya no era otra cosa que una ermita fortificada, ubicada donde hoy se halla el cortijo de Buenavista. Dejó escrito
Bartolomé Gutiérrez: “hay en la cima de esta sierra que hoy se llama de
S. Cristóbal las ruinas de otro castillo, y junto a él una antigua capilla derribada que era de la advocación del dicho santo”. Estas ruinas aún existían a mediados del XIX.
Como decíamos, si consideramos que en 1503 se estableció un concierto de señales entre Cádiz, El Puerto y Jerez por el que a través de ahumadas de día y almenaras de noche se avisaban de la presencia en la bahía de
naves enemigas, hemos de concluir que estas torres formaban un sistema de
comunicación.
Las milicias concejiles de Jerez se prestaban entonces a impedir los desembarcos y saqueos piráticos. Durante decenios las poblaciones indicadas
utilizaron este sistema de guarda y aviso entre ellas. Así, en 1577 las señales
visuales (con leña y alquitrán) se jalonaban desde el baluarte de Cádiz a la
torre del homenaje del castillo de San Marcos, San Cristóbal y la torre del
Concejo o la Vela de Jerez, atalaya de la iglesia de San Dionisio, erigida en la
segunda mitad del XV. Diego Martín Oliva, uno de los arquitectos del consistorio de Jerez (1575), reedificó la ermita de San Cristóbal. La fiesta en El
Puerto a este santo la dotó Charles de Valera .
Otra torre se encontraba a los pies de la Sierra, en Puerto Franco. Sobre
este lugar se sabe que el 15 de marzo de 1500 se firmó un convenio entre
Jerez y San Vicente de la Barquera por el que los pescadores de la villa cántabra que pescaran en las costas andaluzas se obligaban a llevar el pescado y
venderlo sólo al puerto franco de Jerez. Los pescadores pagaban impuestos
y Jerez se ocuparía de la manutención de los marineros.
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La nueva alfarería.
A modo de resumen y como botón de muestra vamos a publicar una
breve selección de la vajilla cerámica existente desde la segunda mitad del
siglo XV a mediados del XVI, demostrativa del interés científico y social del
subsuelo porteño.
Toda la serie seleccionada por nosotros pertenece al grupo de tradición morisca (la Morisco Ware de los arqueólogos americanos) compuesto principalmente por platos y cuencos para beber que ostentan una
pronunciada carena en la zona inferior del cuerpo.
Platos y cuencos de loza blanca sin decorar (Columbia Plane), o Isabela Polychrome, loza con decoración de líneas y trazos azul y morada.
Platos con decoración de líneas onduladas enlazadas en azul sobre fondo
blanco, en la clasificación americana Yayal blue on withe. Santo Domingo
blue on withe, presentando un azul figurativo de temática vegetal y floral
estilizada, sobre esmalte blanco. Luster ware (loza dorada o de reflejo
metálico). Todos estos materiales proceden del interior de la muralla de
la villa. Cerámicas de esta clase se conocen en Almería procedentes de
Manises; incluso con la palmeta estilizada en un círculo y rodeada de
puntos al reverso. Esta loza es muy común en la época, apareciendo no
sólo en los primeros niveles coloniales de los yacimientos hispanoamericanos sino también en Italia, donde a fines del XV y principios del XVI
aumenta la importación y distribución de cerámica española, sobre todo
los recipientes de mesa de Manises y los de transporte (ánforas). Las palmetas estilizadas de “lustro metallico” aparecen junto a hojas de bryonia
en el Castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda, de forma plenamente documentada en Pisa a lo largo del siglo XV.
Pasta roja y engalba del mismo color, con decoración incisa. En
Baños de la Encina, Jaén, se fecha en el siglo XVII y se sitúa en la Fase V
de la Ermita de la Virgen de la Encina. Esta cerámica llega a ser de paredes extremadamente finas y puede ir incisa o con decoración a ruedecilla.
Personalmente la hemos encontrado estratificada en el adarve del antemuro del Castillo de Santiago en Sanlúcar, junto con Sevilla blue on blue
(azul sobre azul). Esta última serie pertenece al grupo de tradición italiana (italianate spanish majolica), un siglo posterior al Morisco Ware.
En Archite, Benaocaz, Cádiz, yacimiento que cubre desde el siglo XV
hasta 1552 en que fue destruido por una riada (fenómeno que ya hemos visto
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homologable a otras áreas cercanas), encontramos platos vidriados en melado
y con decoración en negro manganeso y cuenco de borde aristado con decoración en negro manganeso del grupo que llama de cerámicas musulmanas y pervivencias. Este grupo aparece junto a otro propiamente "cristiano"
representado por escudillas y platos de base rehundida. Ambos grupos se encuentran también unidos en Écija, Sevilla, con una cronología similar; aquí
se ha publicado una escudilla de pasta blanquecina bien depurada con desgrasantes de cuarzo y vedrío blanco en ambas caras, y un plato de pasta amarillenta, bien depurada, con vedrío melado en ambas superficies. Un siglo
después, se sustituye el atifle para la cocción por las grapas del sistema veneciano de cocción.
Todas estas cerámicas son homologables a la clasificación anglosajona de América. Esperemos para dentro de poco los resultados de las
excavaciones del horno del ceramista Niculoso Pisano en Sevilla.Se trata
de un horno del siglo XVI, con cerámica común melada, mayólica (Columbia plane), Yayal blue on withe, Isabela polychrome, Santa Elena mottled blue on withe, unclasiffied blue on withe, Sevilla blue on blue, reflejo
metálico y polícromas italianizantes, azulejos (de cuenca o arista, planos
policromos y alizares vidriados en verde), terracotas esmaltadas y piezas
de horno. La Fase I (1500-1530) contiene los niveles de Pisano, la Fase
II ocupa de 1530 a 1570/80 y la Fase III de 1570/80 a 1600/10.
Bajo la dirección de D. Francisco Giles Pacheco se efectuó en 1994 un
sondeo estratigráfico en el solar número 12 de la calle Santo Domingo. Se
distinguieron 11 depósitos sedimentarios distintos. Aparte de estos materiales se encuentran otros de adscripción romana o andalusí. Las pastas son
naranjas o anaranjadas, aunque se encuentran representadas otras, como la
serie roja, asociada a la vajilla de cocina principalmente. Los desgrasantes son
finos, micáceos o blancos, en algunos casos junto a vacuolas; los medios y
gruesos pueden ser blancos y rojos. Las engalbas toman coloraciones amarillentas y amarillas, asociadas a pastas naranjas; verdosas, anaranjadas, rojas y
castañas, bruñidas al interior de los alcadafes. Las engalbas beiges alternan
con vedríos verdes.
Entre las formas determinadas destacamos la coexistencia de platos, alguno de ala marcada, y escudillas, alguna de orejetas, con ataifores; la aparición de bacines, y la presencia muy marcada de lebrillos.
Predominan los fragmentos bizcochados, con diseños escobillados sinuosos y horizontales; hay un tipo bizcochado, de cuerpo troncocónico y
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borde exvasado, que se decora con digitaciones y que a veces se pinta de rojo,
lo hemos clasificado como "maceta". Uno de los fragmentos presenta escobillado sobre el borde. Se encuentran dos casos de pintura negra. Las cubiertas pueden ser meladas, transparentes, o verdosas y verde más o menos claro.
Los vedríos se disponen al interior de los vasos, quedando en reserva el exterior. Los cacharros de vedrío transparente, plumbífero, son mayoritariamente de cocina, como se demuestra en los restos de tizne. Algunos vasos
presentan improntas de atifle. Entre las meladas las hay con trazo negro al interior, en un diseño de lazo. Los platos melados presentan acanaladura en la
orla interior. Hay un caso melado interior y verde exterior. Aparece un lebrillo de vedrío interior verde claro, con baquetón interior, similar a uno de
los encontrados en las recientes excavaciones en el Gibraltar's Museum.
Entre las lozas encontramos las azules, azules y doradas, blancas y verde
y morado. El esmalte azul sobre blanco forma en general diseños geométricos, entre los que destacamos la estrella estilizada o asterisco, asociada a bandas horizontales y al reticulado en el borde de jarra; la palmeta cordiforme
sobre asa de orejetas y la hoja con el interior rayado. Los temas en dorado
son la palmeta estilizada, y el relleno ajedrezado. El predominio de las cerámicas no decoradas es total. Las cerámicas bajo cubierta se imponen a las
lozas, sólo representadas por un fragmento, suponen, además de las transparentes, las meladas, una con trazo negro, y verdes. Se registra un fragmento
de cuerda seca parcial en negro y verde.
La Fase Bajomedieval de Santo Domingo 12. Se trata de un depósito
formado durante un gran lapso de tiempo, probablemente al estar a la intemperie, lo que ha permitido la participación en el mismo de cerámicas de
períodos anteriores. La cronología inicial del depósito estaría en consonancia con la aparición de cerámicas andalusíes, siglo XIII. El depósito quedaría sellado con la edificación de sillares asociada a este nivel, cuya cronología
no es en ningún caso inferior a las lozas doradas y azules, esto es, el siglo XV.
Y, teniendo en cuenta que no encontramos las cerámicas sevillanas de la segunda mitad del XV, proponemos como data para este muro los años centrales del siglo XV. El tipo es netamente castellano, y corresponde al tipo
anfórico documentado en las excavaciones urbanas de Dublín.
El período cristiano finaliza con la ocupación urbana del lugar, tras un
lapso de crisis y el posterior crecimiento.
En la calle Alquiladores número 4 se realizó otra excavación de urgencia en 1987, bajo la dirección de F. Giles Pacheco. Se efectuó un sondeo de
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2 x 2 metros. La aparición de elementos andalusíes de carácter nazarí y no almohade apunta a un momento distinto al documentado en el Nivel 2 de
Santo Domingo 12, que habíamos identificado como horizonte de la re-
Lámina XXXXXIII. 1, Monasterio de la Victoria, gran embudo de cerámica común. 2,
Plaza de Isaac Peral, plato de loza Columbia Plane con decoración en azul sobre blanco.
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conquista y repoblación del siglo XIII. Alquiladores 4 se ubica en la zona
más próxima al castillo, presumiblemente el área repoblada desde fines del
XIII, una vez finalizado el peligro meriní.
Encontramos cerámicas de corte mudéjar, concretamente la loza verde
sobre blanco de Sevilla. No ocurre lo mismo con las cerámicas valencianas,
que no aparecen. Por tanto, proponemos para este material una cronología
de a lo sumo fines del siglo XIII o primera mitad del siglo XIV.
Con motivo de las obras del Plan de Saneamiento Integral de la ciudad,
se practicaron unas zanjas para introducir las nuevas tuberías. Una de estas zanjas, la operada en la Plaza de España, popularmente conocida como Plaza de la
Iglesia, seccionó cuatro silos el 4 de marzo de 1994. La actuación fue realizada
por Francisco Giles, y los dibujos y mediciones por J. J. López Amador.
Estos silos se ubican en la zona de la plaza próxima a la Iglesia Mayor
Prioral de la ciudad. Actualmente aquí encontramos la Puerta del Sol de la
citada iglesia, entrada construida en la segunda mitad del XVII, en las obras
de reconstrucción, ya que la cubierta se derrumbó en 1636, desde entonces
es la entrada principal. La orientación primitiva de la iglesia dejaba estos silos
en el lado derecho, próximos al Palacio Ducal y a una de las puertas de la ciudad, a extramuros. En este lugar, la trama urbana ha sido trastocada en un
momento anterior al siglo XVII, construyendo una manzana de viviendas
sobre el espacio libre existente entre la muralla y la iglesia, formando dos plazas la de España y la de Juan Gavala.
La fecha de fundación de la iglesia ha sido debatida. Hipólito Sancho
escribió sobre su fundación hacia 1490, más recientemente Luis Suárez retrasó algo más de un siglo el inicio de las obras, pero en el año de 2009 Raúl
Romero Medina en su Tesis Doctoral ha refrendado la idea inicial. Se identifica el lugar conocido como Pozo Santo en el repartimiento alfonsí con el
de edificación de esta iglesia ya desde 1361.
La aparición de silos en estructuras subterráneas en épocas históricas
no es extraña, los encontramos en zonas rurales, como los silos de la California en Morón, o en el interior de áreas construidas como en el castillo de
Alcalá de Guadaira (Sevilla). Frecuentemente se han asociado a modos de
producción no feudales, sin embargo, en época medieval, e incluso después,
constituyen sistemas de almacenamiento concentrado del excedente que a
menudo constituyen parte de almacenes centralizados, como parece demostrarse por la propia situación de los silos, cerca del palacio ducal y en la
zona de mercado.
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La interpretación de la estratigrafía permite hablar de un relleno pluriestratificado, que no implica diferencias cronológicas dado el cierre de los
mismos en un tiempo uniforme; la intercalación se produciría por la limpieza de ambientes domésticos y transporte de los mismos en contenedores
de escasa capacidad.
Predominan los desgrasantes finos y las pastas naranjas y anaranjadas y
rojas. Entre estas últimas consideramos no sólo las de cocina, de barro refractario, sino las de mesa, también bajo cubierta, pero de pasta más compacta
y cuidada. Por vez primera encontramos la serie de pasta de colores naranja y
amarillo, con desgrasantes de cerámica machacada de los mismos colores; se
asocia a escudillas meladas, en dos casos con asas de orejetas.
Entre las bizcochadas continuamos encontrando bordes moldurados
decorados con digitaciones, el tipo que denominamos maceta. Un fragmento
de galbo bizcochado presenta una decoración escobillada ondulada. Los fondos de las escudillas meladas son cóncavos. Las lozas son ya frecuentes en las
series verde sobre blanco de Sevilla, y en las valencianas doradas, y azul sobre
blanco; en formas como escudillas.
Los elementos nazaríes son mínimos, como la carena marcada de un
ataifor y el pie de otro de vedrío verde, con la particularidad de reservar la
zona inferior, el pie, del vaso. Predominan los caracteres cristianos, como el
plato ala marcada o el predominio formal de las escudillas.
La serie verde sobre blanco es distinta de la que mencionamos en Alquiladores 4, más emparentada con la cuerda seca, ya que deja pequeñas
zonas sin vidriar. La asociación de lozas doradas, verde sobre blanco y azul
sobre blanco de tipo valenciano nos indica una cronología para los silos de
la segunda mitad del XIV y primera mitad del XV.
Si consideramos el momento final de utilización de los silos con la urbanización de la zona, tendríamos que concluir de forma hipotética, que la
construcción de la iglesia debió de incidir en el abandono de los silos. Ya que
considerando la fecha más tardía, fines del XV, los silos habrían dejado de
funcionar, y considerando una fecha de construcción más antigua, el abandono sería coetáneo con la construcción.
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Vajillas de Mesa y transporte de tradición “Morisca” del Monasterio
de la Victoria y Plaza de Isaac Peral.
A partir del último cuarto del siglo XV acontecen cambios importantes en los hornos de cerámica, que atañen tanto a la ornamentación como a
los formatos y procedimientos decorativos.
Olvidados ya los esquemas de tradición musulmana surgen otros nuevos, en general de tamaño reducido, que se repiten insistentemente con ritmo
que cabría calificar aún de mudéjar. Por otra parte la influencia del Renacimiento provocó variantes, especialmente en las formas.
El repertorio formal durante estos años es relativamente amplio, consistiendo en orzas con tapa, copas, candiles, jarrones de distintos galbos y las
llamadas ‘jarras de pico’, hechas a imitación de las labores en plata. En la vajilla también se percibe el influjo de las piezas de metal.
A esta producción más tardía de técnica dorada musulmana, los temas
a menudos son repetidos insistentemente, conforme a la cadencia mudéjar e
influjos renacentistas, le conviene perfectamente el adjetivo de morisca.
En la decoración de estos trabajos en general muy abigarrados con elementos de pequeñas proporciones, se utilizaron diversos temas vegetales,
geométricos, epigráficos y heráldicos.
Las colecciones procedentes del Monasterio de la Victoria (siglo XVI)
y las de la Plaza de Isaac Peral representan un repertorio muy completo de
todas las características en formas, decoraciones, técnicas de fabricación influenciadas por otras corrientes italianizantes o contemporáneas, que nos
aportan un enriquecimiento muy diverso de los repertorios cerámicos durante el Renacimiento, incrementando las escuelas y centros alfareros, tanto
en Andalucía: Sevilla, Málaga... como en la áreas tradicionales de cerámicas
moriscas y mudéjares de Valencia, Teruel, Toledo, etc.
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Lámina XXXXXIV. Cerámicas de tradición morisca, procedentes del Monasterio de la
Victoria de nuestra ciudad. 1, Gran plato pintado en azul y negro sobre blanco, con decoración de alafias y motivos vegetales. 2, Cántaro de agua, cerámica común. 3, Jarrita de dos
asas, cerámica común.
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Incorporación a la Historia del Al-Ándalus islámico de El Puerto de
Santa María durante los siglos XII y XIII.
Las intervenciones arqueológicas y el estudio, tanto de la Carta Puebla como de las repoblaciones, de El Puerto de Santa María llevados a cabo
en nuestros días, han sido decisivos para el conocimiento topográfico e integral, así como para situar todas las alquerías mencionadas por Alfonso X
“el Sabio” en el Libro del Repartimiento. Investigaciones consensuadas en el
tiempo y espacio con los estudios de arqueología de campo llevados a cabo
por investigadores y colaboradores adscritos a este Museo Arqueológico y
otras excavaciones de urgencia en las dos últimas décadas. Las consecuencias han sido definitivas reuniendo varias disciplinas, fundamentalmente la
arqueología, para incorporar a la zona del Bajo Guadalete con El Puerto de
Santa María, a la Historia General de la Edad Media en la época del al-Ándalus Islámico. Hemos mencionados algunas intervenciones arqueológicas
llevadas a cabo a finales del siglo XX, en concreto las alquerías islámicas
cuyos materiales arqueológicos están expuestos en la Sala Hospitalito.
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ÍNDICE
Presentación.........................................................................................................
Introducción.........................................................................................................
5
9
1ª parte
La Antigüedad Romano-Visigoda en la región Sur. ............................................
Al-Ándalus y la formación de un país en la Edad Media. ...................................
La cronología de la España musulmana. ............................................................
El territorio provincial de al-Andalus: las Coras. ................................................
La lengua de Al-Ándalus: “AMMA”. ..................................................................
Los musulmanes de al-Ándalus............................................................................
Las comunidades no islámicas de Al-Ándalus: Cristianos y Judíos......................
La ontera en el siglo XIII...................................................................................
La sociedad agraria de Al-Ándalus y el gran impulso de la agricultura de regadío .
Gastronomía en al-Ándalus.................................................................................
Las monedas de curso legal en el Al-Ándalus. ......................................................
Armamento (siglos IX al XIV). ...........................................................................
Del Califato a los almohades. ..............................................................................
11
19
20
22
22
23
23
25
29
30
31
32
34
2ª parte
La vida rural........................................................................................................
Aldea de Grañina-Grañinilla..............................................................................
Arqueología andalusí (Fases V y VI de Pocito Chico)...........................................
Aldea de Campix. ................................................................................................
Aldea de Fontanina. ............................................................................................
Aldea de Poblanina..............................................................................................
Aldea de Bayna. ...................................................................................................
Aldea de Casarejos. ..............................................................................................
Aldea de Villarana...............................................................................................
Aldea de Finojera. ................................................................................................
Aldea de Bollullo..................................................................................................
Aldeas de Marchar Grasul y Marchar Tamarit. ..................................................
39
43
51
59
64
64
67
69
74
76
77
78
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La aldea de Sidonia. ............................................................................................
La aldea de al-Qanatir. .......................................................................................
Muralla o Cerca en Al-Qanatir Medieval............................................................
Los restos del hábitat almohade en Al-Qanatir....................................................
Las medinas de Mesas de Asta y Jerez de la Frontera...........................................
78
83
97
102
103
3ª parte
Vida y muerte en una aldea andalusí. .................................................................
Un poco de alfarería andalusí: acabados, decoración, y cerámicas domésticas. .....
Un poco de economía. ...........................................................................................
Un paisaje agrario. ...............................................................................................
La uva en Al-Ándalus..........................................................................................
109
113
126
127
131
4ª parte
El nuevo orden territorial. ...................................................................................
Santa María del Puerto, ciudad de Al-Ándalus repoblada por cristianos,
la formación del paisaje urbano. ..........................................................................
El Puerto de Santa María en las primeras expediciones.......................................
Comunicaciones. ..................................................................................................
La nueva alfarería. ..............................................................................................
Vajillas de Mesa y transporte de tradición “Morisca” del Monasterio de la Victoria
y Plaza de Isaac Peral...........................................................................................
Incorporación del Al-Ándalus Islámico a la Historia de El Puerto de Santa María
durante los siglos XII y XIII. ................................................................................
135
152
Bibliografía. .........................................................................................................
153
Bibliografía de los autores. ...................................................................................
159
138
142
142
144
150
andalusiesTripas 07/03/11 13:47 Página 179
Se terminó de imprimir
en los talleres de Ingrasa S.L.
el día 14 de marzo de 2011.
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andalusiesPortada 07/03/11 13:39 Página 1
L
AYUNTA M I ENTO DE
EL PUERTO DE SANTA MARÍA
A
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A
N
Francisco Giles Pacheco
José Antonio Ruiz Gil
O
Juan José López Amador
C
La huella de Al-Ándalus en El Puerto de Santa María, Cádiz
La huella de Al-Ándalus en
El Puerto de Santa María, Cádiz
Juan José López Amador
José Antonio Ruiz Gil
Francisco Giles Pacheco
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